REPORTAJE: UN MISIONERO SALMANTINO
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Introducción
“El
Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar a los
pobres la buena noticia de la salvación; me ha enviado a dar la vista a los
ciegos, a anunciar la liberación a los presos, a liberar a los oprimidos y a
proclamar un año de gracia y de misericordia para todo su pueblo” (Lc 4,
18-19)
Todo
hombre en esta tierra tiene una misión, toda nuestra vida es misión. Una verdad
poco conocida y menos experimentada. Tengo que reconocer que tardé en
comprender esta verdad como mi identidad más profunda y en experimentar que no
hay alegría más grande que vivir y anunciar a todos los hombres de esta tierra
la Buena Noticia del Evangelio.
Paso
a relatar cómo se produjo en mi vida tal descubrimiento y como vivo en la
actualidad mi vida misionera.[1]
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El despertar de la vocación misionera
(1954-1980)
“Te llevo en mi corazón, en mi vida
Salamanca, en las honduras del corazón guardo tu alma robusta y cuando muera
guarda dorada Salamanca mía tú mi recuerdo” (Miguel de Unamuno)
Nací
en la preciosa ciudad de Salamanca en 1954. Salamanca la pequeña Roma, con sus
dos catedrales, ciudad plagada de Iglesias y conventos, cuna y sede de tantos
santos fue mi ciudad natal de la que siempre me he sentido orgulloso. Mi casa
en la Plaza Concilio de Trento. Mi infancia transcurre entre los conventos de
los Dominicos de San Esteban y las Dominicas de las Dueñas. Convento sede de la
famosa Escuela de Salamanca que tanto influyó en el nuevo humanismo de
Francisco Vitoria, que tanto contribuyó en la lucha contra la reforma
protestante y que envió tantos misioneros al Nuevo Mundo y a Filipinas.
No
era consciente de lo arropado que fue mi vida ni nunca presagié de los
designios secretos que Dios me preparaba. Mi vida transcurrió entre estos
grandes monumentos cuyo valor yo desconocía y cuyas piedras poco a poco me
dejaron percibir su legado y su historia. Inmerso en tal ambiente religioso sin
embargo mis primeras búsquedas trascurrían más bien por el arte y la
arquitectura. Me interesé por los idiomas y empecé en la Universidad de Anayita
a mejorar el inglés para después irme en verano a Inglaterra e Irlanda como
primera ventana al mundo.
Fui
alumno del primer COU mixto que se hizo en Salamanca. Por la mañana estudiaba
en el instituto Fray Luis de León y por la tarde en el Lucía de Medrano. Soy
consciente del ambiente sano y soñador de aquellos años que fueron fragua de
toda mi personalidad. Aún recuerdo el grupo de amigos-as que pasábamos la vida
juntos, preparando los exámenes en el Altamira de la Plaza, o divirtiéndonos en
los bailes y parties tan propios de
las noches salmantinas.
Decidí
estudiar arquitectura y como en la Universidad de Salamanca no había tal
disciplina tuve que trasladarme a Madrid. La verdad que eché de menos aquel
entorno de amigos-as que había fraguado en Salamanca. Suplí haciendo nuevos
amigos en la Escuela de Arquitectura con los que aprovechábamos los veranos en
el INTERRAIL para viajar en verano por Italia, Grecia, Turquía, Europa del
Este, etc. Fue como abrir mi vida a un horizonte más amplio interesándome por
lo que acontecía en el mundo. Fueron años de intensa búsqueda dedicados a los
estudios en la ETSAM. Mientras acababa empecé a trabajar en el estudio de
Lamela y en COPLACO especializándome en el área de Urbanismo en el planeamiento
de las Nuevas ciudades en torno a Madrid, Alcalá, Meco etc.
En
1977 había acabado la carrera y me encontraba ante la disyuntiva de qué hacer
con mi vida. No cesaba de explorar nuevos mundos en el arte participando en
exposiciones de pintura y escultura. Decidí darme un poco de más tiempo
mientras hacía el doctorado y cursando los estudios de postgrado en IEAL para
presentarme a la plaza de arquitecto municipal de Salamanca. Curiosamente mi
tesis doctoral era un plan especial de restauración y conservación del casco
histórico de Salamanca. Fue aquí donde se despierta mi vocación misionera.
Durante
mucho tiempo fui un cristiano de misa dominical y basta. Pero me preguntaba en
qué se diferenciaba mi vida de los que no practicaban la fe. Me di cuenta de
que mi fe era un poco de prácticas que no incidían mucho en mi vida. Tuve la
suerte de participar en un encuentro internacional que los hermanos de Taizé
organizaron en Barcelona y después me fui a vivir una pascua en Taizé en
Francia. Allí, en silencio por primera vez le pregunté a Dios que quería de mi
vida. Dios me habló en el silencio de la oración a través de su palabra. El
escogió a aquellos primeros pescadores y les dijo que “llegarían a ser pescadores de hombres”. No sé lo que ellos
entenderían por esas palabras, pero se hicieron luz para mí “constructores de hombres”. Toda mi
búsqueda de construir ciudades nuevas y reconstruir ciudades antiguas, Dios me
hablaba de una realidad más profunda. De qué vale construir una casa o una
ciudad si quienes habitan en ella no saben vivir, les falta lo principal, les
falta el amor, les falta Dios. Comprendí: “Yo te elijo para que me ayudes a reconstruir las vidas rotas, las
familias rotas, los corazones desgarrados de tantos jóvenes que vagan sin rumbo
ni sentido”.
A
partir de aquel encuentro con el Dios vivo, que irrumpía con una fuerza
extraordinaria en mi vida, empecé un grupo misionero. La Misión sorprendentemente
empezó con otros jóvenes inquietos en una sencilla convocatoria “si crees en un
Dios vivo compártelo con nosotros”. En oración le preguntamos a Dios que quería
de nosotros y nos habló de tantas realidades en donde parecía necesitarnos.
Empezamos a organizar campañas para llevar ropa y alimentos a familias pobres
en el Pozo del Tío Raimundo, a visitar colegios de niños huérfanos “el azul” en
Arturo Soria o ancianos que vivían solos en Residencias. Cuanto más vivía
experiencias de misión más feliz me sentía y me preguntaba si las vacaciones y
los fines de semana que dedicaba a la misión me hacían tan feliz qué no sería de
toda una vida dedicada a tiempo completo a él.
Al
final podía responder a la pregunta que estuvo por detrás todos estos primeros
años: ¿Qué hacer de mi vida? Recordé aquellas palabras de Unamuno que
inspiraron mi tesis doctoral cuándo me preguntaba por el legado que queremos
dejar a las generaciones que vienen. “La
Historia no nos pertenece. Nuestra vida, nuestra Ciudad no nos pertenece la
recibimos y la hemos de saber legar llena de valor y significado… El progreso, don de Dios sirve para la perdición
de muchos pueblos que no lo toman como instrumento para salvar almas. De aquí
la decadencia de los pueblos y las civilizaciones”
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Primera etapa de
formación (1980-1985)
Conocí
así una Comunidad misionera, la Fraternidad misionera Verbum Dei, que realizaba
misiones por el mundo entero y después de unos retiros decidí responder a esta
llamada que sentía de Dios. Por primera vez descubrí que Dios desde siempre
tenía una misión para mi vida y que no era otra que la de continuar la misión que
Él comenzó. Los primeros años de vida misionera fueron combinando la formación
y la misión. Dios aprovechó mi condición de arquitecto para ir construyendo
centros misioneros en Siete Aguas, Valencia; en Medellín Colombia; en
Barquisimeto en Venezuela; en el Copo en Guadalajara, Méjico.
Mi ordenación sacerdotal fue en otro centro misionero
que construimos en Loeches, Madrid. La iglesia donde nos ordenaron a 18
misioneros de distintas nacionalidades la construimos con nuestras propias
manos y el día previo a la ordenación todavía vestíamos con mono de trabajo.
Después de la ordenación aún prolongué mi formación con la licenciatura en
Teología en Irlanda y después el doctorado en Roma.
En
este tiempo de estudios en Roma no deje de ejercer como misionero y arquitecto
pues construimos una casa en Vía Casilina, nuestro centro de formación y
estudios en Roma. Allí tuve ocasión de conocer a dos santos que marcarían toda
mi vida misionera, Juan Pablo II y la Madre Teresa de Calcuta. Junto la Vía
Casilina las hermanas de la Madre Teresa tenían también su noviciado y casa de
formación y tuve ocasión de compartir con ellas hermosas eucaristías y misiones
en campos de refugiados, llegué incluso a hacer un día de retiro con la Madre
Teresa. En el corazón de la Iglesia al latir de estos dos colosos misioneros
aún me percaté con más fuerza de la urgente llamada misionera para nuestro
mundo de hoy.
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Primera etapa de misión en Filipinas
(1995-2002)
En
1995 tuve ocasión de participar del WYD en Manila. Había ya participado en el
WYD de Santiago de Compostela en 1989. En aquel momento había ido como un peregrino
más con un grupo de 1200 jóvenes de la pastoral universitaria de Madrid. El
Papa se le veía rebosante de energía pletórico de fuerzas hablando a casi un
millón de jóvenes congregados en el Monte del Gozo y gritándonos “no tengáis
miedo a darle la vida a Cristo”.
En Manila, 16 años después se le veía más disminuido con su enfermedad
de Parkinson avanzada, pero hablando con la misma energía a más de cinco
millones de personas apelmazadas en Luneta Park. Había acudido con una
delegación española y fue la confirmación de Dios: El me quería como misionero
en este continente asiático. La Iglesia tiene dos pulmones uno Occidente y el
otro Oriente y sin duda este continente asiático respira un aire fresco que
bien podría revitalizar la Iglesia de Occidente. Si en el Primer milenio fueron
misioneros de Europa los que evangelizaron el Nuevo Mundo de las Américas y las
Indias, incluido Filipinas, en este nuevo milenio seremos de nuevo
evangelizados por el nuevo impulso de estas nuevas Iglesias de Oriente y de
África.
En
la isla de Cebú pasé siete años preparando una nueva generación de misioneros
de distintas partes de Asia, Japón, Malasya, Syngapore, India y Australia para
emprender nuevas misiones en este precioso continente. La verdad que me quedé
totalmente cautivado por el pueblo filipino.
Ahora
se prepara la celebración de los 500 años de la Evangelización de Filipinas y
ves como este pueblo recibió la fe de los españoles como el más precioso
tesoro. Precisamente fue Cebú donde llegó Magallanes con la primera expedición
de misioneros. Es la fe la que le hace a este pueblo soportar las condiciones
más adversas, calamidades naturales, tifones, terremotos, etc. Es la fe la que
puso en pie al pueblo filipino para derrocar el terrible régimen dictatorial de
Marcos. Millones de personas alentados por el cardenal Sin en torno al “Rosary Power” pudieron derrotar al
presidente a través de una revolución pacífica.
Ésta
era pues una nueva etapa para levantar a un país de la miseria y juntos
construir un mundo donde vivir en unas condiciones más dignas y justas. Todavía
muchas personas eran las que vivían hacinadas en la miseria en las “smockey mountains”, en los grandes “slums”, donde tantos “Street Children” inhalan rugby,
“pegamento” para sobrevivir o que tienen
que prostituirse para salir adelante.
Renovación espiritual y nueva etapa
misionera en Argentina (2002-2014)
Necesitaba
un tiempo de descanso, de renovación espiritual y solicité un año sabático.
Decidí pasarlo en la India, cuna de la espiritualidad asiática. Así, tuve
ocasión de acercarme más a la obra misionera de la Madre Teresa de Calcuta y
conocer de primera mano su vida y su misión. Estaba en una gran búsqueda
espiritual y personal. Durante unos meses hice un largo viaje por el sur de
Kerala siguiendo los pasos de San Francisco Javier. Pasé un mes en Calcuta con
las hermanas de la Madre Teresa donde me invitaron a colaborar en uno de sus
programas formativos. Allí, me familiaricé aún más con las hermanas y los hermanos
y tuve el regalo de compartir con ellos muy a fondo. Todo este proceso me llenó
de paz y de alegría.
Tras
una etapa larga de oración y discernimiento espiritual solicité la salida de la
comunidad misionera Verbum Dei e ingresé en la Comunidad Misionera Servidores
del Evangelio. Comencé así una nueva andadura en mi vida, siempre como
sacerdote misionero. Esta vez la misión me llevaba al lado del pueblo argentino.
Llegue
en el 2002 en plena efervescencia popular del “cacerolazo” donde la gente se movilizaba por las calles entorno a
comedores organizados en las capillas. Yo me hice cargo de tres capillas en la
zona periférica al gran Buenos Aires, en la diócesis de Merlo Moreno. Una de
las capillas era San José de la Montaña, una auténtica “villa miseria” con emigrantes sobre todo paraguayos.
Ese
tiempo fue providencial, poder vivir bajo la guía y tutela del entonces
arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio quien sería después nuestro
futuro Papa Francisco. Todas las líneas maestras que lanzó en su pontificado
para proponerlas al servicio de la Iglesia Universal se fueron gestando entre
la gente pobre de Argentina: “Cuánto deseo una Iglesia pobre entre los pobres,
una Iglesia no apoltronada sino en salida, una iglesia en las periferias al
lado de los más pobres y necesitados. Los pobres no son solo recipientes de la evangelización
sino agentes de la evangelización”. En Argentina aprendí a evangelizar con
ellos con un corazón pobre. Caminando al lado de los pobres aprendí no solo de la
espiritualidad de los pobres sino de la mística de los pobres.
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Segunda etapa de Misión en Filipinas
(2015-2019)
Fue
en el 2015, después del primer viaje que realizara el Papa Francisco a
Filipinas para visitar en Tacloban a las miles de familias que quedaron
afectadas por el tifón “Yolanda”, cuando descubrimos, como Comunidad Misionera
Servidores del Evangelio que Dios nos llamaba a volver a Filipinas.
El arzobispo Mons. Sócrates Villegas quiso
que trabajásemos en su archidiócesis y nos asignó un área pastoral de cinco
capillas para trabajar allí con gente muy pobre. La diócesis de Lingayen-Dagupan
está situada en la isla de Luzón, en un área rural de campos de arroz llamada Pangasinán.
Traíamos como legado el fuerte trabajo que habíamos
hecho como discípulos servidores del Papa Francisco. Existe una similitud muy
fuerte entre la Iglesia Latino Americana y la Iglesia Filipina tanto por el
recorrido hecho por las Conferencias Episcopales FABC y el CELAM como por el
contexto de una Iglesia pobre al servicio de los pobres. Después del PCP II
como recepción del Vaticano II la Iglesia Filipina siente la necesidad de una
renovación espiritual para responder a los desafíos y retos de la nueva
sociedad de hoy, una Iglesia en diálogo con el mundo y las distintas creencias
y religiones que sea capaz de caminar al lado de los más pobres.
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La Misión como respuesta ante la
situación de opresión y sufrimiento del pueblo filipino
“He
oído el clamor y grito de mi pueblo y yo te envío para que lo saques de la
opresión y los conduzcas a una tierra donde vivan en libertad”. (Ex 3)
La
situación presente de Filipinas es de mucho sufrimiento, de mucha perplejidad e
incertidumbre. A pesar de ser un pueblo mayoritariamente católico el presidente
Rodrigo Duterte recrudece una campaña de ataque contra la Iglesia con misivas
del calibre: “matemos a nuestros obispos”.
Desgraciadamente no son sólo palabras. En nuestra archidiócesis de Pangasinán
el pasado año fueron asesinados los padres Marcelino Paez de Nueva Ecija, Mark
Ventura de Cagayan y Richmond Nilo de Cabanatuan. (No se han esclarificado aún
las causas de sus muertes)
En
el sur del país, en la isla de Mindanao hay una escalofriante escalada de violencia.
El año pasado fue declarado el estado de sitio en Marawi donde fue
prácticamente destruida la ciudad en respuesta a los ataques de los grupos
islamistas. Este inicio de año 2019 comenzó con el atentado a la catedral de
Jolo en Zulu en donde murieron 27 personas.
Muchas
personas viven en la miseria y muchos jóvenes sufren el látigo de la violencia
y la droga. Más de tres mil personas han sido ya víctimas de las llamadas “Extrajudicial Killings” (asesinatos sin
juicio). Con la sola presunción de ser sospechosos de consumo de droga, miles
de jóvenes están siendo asesinados por escuadrones de la muerte sin previos
juicios, mientras tristemente vemos como los grandes traficantes de droga quedan
impunes. Nuestro arzobispo de la archidiócesis de Lingayen Dagupan, Sócrates
Villegas durante mucho tiempo presidente de la Conferencia Episcopal Filipina
ha sido duramente amenazado al igual que el obispo Ambo de la diócesis de Calaocan
actual vicesecretario de la Conferencia Episcopal por definirse en contra de
estas matanzas “organizadas por el gobierno”. La Iglesia trata de vivir su
compromiso misionero como defensora de la dignidad y de los derechos humanos y
denunciando las injusticias para ayudar a superar la situación opresiva en la
que viven tantas personas.
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Nuestra misión hoy
Este
año pasado se vivió en toda la iglesia el año de los jóvenes con la clausura
del Sínodo de Jóvenes. El Papa ha lanzado la propuesta de una opción “preferencial”
por los jóvenes en nuestro trabajo pastoral. En Filipinas tanto como en Latino América
es conocida la “opción preferencial por los pobres”. Ahora esta opción se
quiere extender a los jóvenes. Los jóvenes han sido también en gran parte marginados
de la sociedad y de la Iglesia. Están excluidos y viven diversas situaciones
nuevas de pobreza: la falta de trabajo, falta de expectativas etc. Aquí en
Filipinas el 60% de la población es joven. Queremos hacer nuestra esta opción preferencial
por los jóvenes.
En
esta semana iniciamos nuestra segunda misión asiática en nuestras capillas. El
año pasado por estas fechas hicimos la primera y este año repetimos. Esta
misión es no sólo para los filipinos sino también para jóvenes de Japón, donde
el índice de cristianos es 0.3 % y jóvenes de Corea dónde el índice es 10%. En
estos países el ambiente fuerte competitivo y el gran materialismo lleva a los
jóvenes a vivir un gran stress, esto se materializa en un gran número de
suicidios. Es una verdadera maravilla verlos junto a otros jóvenes filipinos
disfrutando de la misión. La misión es ahora para ellos lo que fue para mí mi
primera experiencia sanadora y salvadora. Entre Corea, Japón y Filipinas a
principios del siglo XX se debatieron en guerras sangrientas. Sin embargo, todos
fuimos creados para una misión, todos tenemos una misión en esta tierra. Hoy
aquí, queremos gritar al mundo que no fuimos hechos para la guerra sino para la
fraternidad, para la paz, para un mundo de hermanos. Desde estas tierras filipinas
os envío un mensaje de paz y de esperanza.
No
bajemos los brazos, hay mucha más gente buena que mala y los malos lo son más
por ignorancia que por maldad. Dios creó al hombre con un corazón bueno y
grande, para hacer el bien, para la fraternidad par un mundo de hermanos. Esta
es nuestra misión, la que todos estamos llamados a vivir, para hacer de nuestro
mundo un mundo más solidario y más fraterno.
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MEMORIA DE LAS
FOTOS
00 Etapa juvenil Viajado
en Inter rail
01 Etapa juvenil Exposición
de pinturas 1
02 Etapa juvenil Exposición
pinturas 2
03 Encuentro con
Juan Pablo II
04 Encuentro con
Madre Teresa 1
05 Encuentro con
Madre Teresa 2
06 primera etapa
en Filipinas en las Smoking mountains
07 En la villa
miseria de San José de la Montaña, Argentina 1
08 En la villa
miseria de San José de la Montaña, Argentina 2
09 En las
capillas de Argentina con el Obispo Fernando Maleti
10 Con los street children
11 Con los niños
de Alacan, Malasiqui, Pangasinán 1
12 En las
capillas de Alacan, Malasiqui, Pangasinán 2
13 En las
capillas de Alacan, Malasiqui, Pangasinán 3
14 En la misión
asiática 1
15 En la misión
asiática 2
16 Con los
jóvenes de High School 1
17 Con los
jóvenes de High School 2
18 Misas al aire
libre en los Sitios
19 Visitando los enfermos 1
20 Visitando un
leprosario
21 Con otros
sacerdotes filipinos y vietnamitas
22 Con nuestro
arzobispo Fr Soc
[1] Dario Marote Barrado es misionero
sacerdote perteneciente a la Comunidad Misionera, “Misioneros servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios” aprobada
por el obispo Mons. R. Lettman de la diócesis de Münster. Actualmente desarrolla
su misión en Malasiqui, Pangasinán, Filipinas. Para más información puede
acceder al blog: darmarperegrino.blogspot.com