miércoles, 6 de febrero de 2019

Reportaje: Un misionero salmantino


REPORTAJE: UN MISIONERO SALMANTINO



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Introducción

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar a los pobres la buena noticia de la salvación; me ha enviado a dar la vista a los ciegos, a anunciar la liberación a los presos, a liberar a los oprimidos y a proclamar un año de gracia y de misericordia para todo su pueblo” (Lc 4, 18-19)
   
Todo hombre en esta tierra tiene una misión, toda nuestra vida es misión. Una verdad poco conocida y menos experimentada. Tengo que reconocer que tardé en comprender esta verdad como mi identidad más profunda y en experimentar que no hay alegría más grande que vivir y anunciar a todos los hombres de esta tierra la Buena Noticia del Evangelio.
   
Paso a relatar cómo se produjo en mi vida tal descubrimiento y como vivo en la actualidad mi vida misionera.[1]

  
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El despertar de la vocación misionera (1954-1980)

   “Te llevo en mi corazón, en mi vida Salamanca, en las honduras del corazón guardo tu alma robusta y cuando muera guarda dorada Salamanca mía tú mi recuerdo” (Miguel de Unamuno)

   Nací en la preciosa ciudad de Salamanca en 1954. Salamanca la pequeña Roma, con sus dos catedrales, ciudad plagada de Iglesias y conventos, cuna y sede de tantos santos fue mi ciudad natal de la que siempre me he sentido orgulloso. Mi casa en la Plaza Concilio de Trento. Mi infancia transcurre entre los conventos de los Dominicos de San Esteban y las Dominicas de las Dueñas. Convento sede de la famosa Escuela de Salamanca que tanto influyó en el nuevo humanismo de Francisco Vitoria, que tanto contribuyó en la lucha contra la reforma protestante y que envió tantos misioneros al Nuevo Mundo y a Filipinas.
   
No era consciente de lo arropado que fue mi vida ni nunca presagié de los designios secretos que Dios me preparaba. Mi vida transcurrió entre estos grandes monumentos cuyo valor yo desconocía y cuyas piedras poco a poco me dejaron percibir su legado y su historia. Inmerso en tal ambiente religioso sin embargo mis primeras búsquedas trascurrían más bien por el arte y la arquitectura. Me interesé por los idiomas y empecé en la Universidad de Anayita a mejorar el inglés para después irme en verano a Inglaterra e Irlanda como primera ventana al mundo.
   
Fui alumno del primer COU mixto que se hizo en Salamanca. Por la mañana estudiaba en el instituto Fray Luis de León y por la tarde en el Lucía de Medrano. Soy consciente del ambiente sano y soñador de aquellos años que fueron fragua de toda mi personalidad. Aún recuerdo el grupo de amigos-as que pasábamos la vida juntos, preparando los exámenes en el Altamira de la Plaza, o divirtiéndonos en los bailes y parties tan propios de las noches salmantinas.
   
Decidí estudiar arquitectura y como en la Universidad de Salamanca no había tal disciplina tuve que trasladarme a Madrid. La verdad que eché de menos aquel entorno de amigos-as que había fraguado en Salamanca. Suplí haciendo nuevos amigos en la Escuela de Arquitectura con los que aprovechábamos los veranos en el INTERRAIL para viajar en verano por Italia, Grecia, Turquía, Europa del Este, etc. Fue como abrir mi vida a un horizonte más amplio interesándome por lo que acontecía en el mundo. Fueron años de intensa búsqueda dedicados a los estudios en la ETSAM. Mientras acababa empecé a trabajar en el estudio de Lamela y en COPLACO especializándome en el área de Urbanismo en el planeamiento de las Nuevas ciudades en torno a Madrid, Alcalá, Meco etc.
    
En 1977 había acabado la carrera y me encontraba ante la disyuntiva de qué hacer con mi vida. No cesaba de explorar nuevos mundos en el arte participando en exposiciones de pintura y escultura. Decidí darme un poco de más tiempo mientras hacía el doctorado y cursando los estudios de postgrado en IEAL para presentarme a la plaza de arquitecto municipal de Salamanca. Curiosamente mi tesis doctoral era un plan especial de restauración y conservación del casco histórico de Salamanca. Fue aquí donde se despierta mi vocación misionera.
   
Durante mucho tiempo fui un cristiano de misa dominical y basta. Pero me preguntaba en qué se diferenciaba mi vida de los que no practicaban la fe. Me di cuenta de que mi fe era un poco de prácticas que no incidían mucho en mi vida. Tuve la suerte de participar en un encuentro internacional que los hermanos de Taizé organizaron en Barcelona y después me fui a vivir una pascua en Taizé en Francia. Allí, en silencio por primera vez le pregunté a Dios que quería de mi vida. Dios me habló en el silencio de la oración a través de su palabra. El escogió a aquellos primeros pescadores y les dijo que “llegarían a ser pescadores de hombres”. No sé lo que ellos entenderían por esas palabras, pero se hicieron luz para mí “constructores de hombres”. Toda mi búsqueda de construir ciudades nuevas y reconstruir ciudades antiguas, Dios me hablaba de una realidad más profunda. De qué vale construir una casa o una ciudad si quienes habitan en ella no saben vivir, les falta lo principal, les falta el amor, les falta Dios. Comprendí: “Yo te elijo para que me ayudes a reconstruir las vidas rotas, las familias rotas, los corazones desgarrados de tantos jóvenes que vagan sin rumbo ni sentido”.
   
A partir de aquel encuentro con el Dios vivo, que irrumpía con una fuerza extraordinaria en mi vida, empecé un grupo misionero. La Misión sorprendentemente empezó con otros jóvenes inquietos en una sencilla convocatoria “si crees en un Dios vivo compártelo con nosotros”. En oración le preguntamos a Dios que quería de nosotros y nos habló de tantas realidades en donde parecía necesitarnos. Empezamos a organizar campañas para llevar ropa y alimentos a familias pobres en el Pozo del Tío Raimundo, a visitar colegios de niños huérfanos “el azul” en Arturo Soria o ancianos que vivían solos en Residencias. Cuanto más vivía experiencias de misión más feliz me sentía y me preguntaba si las vacaciones y los fines de semana que dedicaba a la misión me hacían tan feliz qué no sería de toda una vida dedicada a tiempo completo a él.
   
Al final podía responder a la pregunta que estuvo por detrás todos estos primeros años: ¿Qué hacer de mi vida? Recordé aquellas palabras de Unamuno que inspiraron mi tesis doctoral cuándo me preguntaba por el legado que queremos dejar a las generaciones que vienen. “La Historia no nos pertenece. Nuestra vida, nuestra Ciudad no nos pertenece la recibimos y la hemos de saber legar llena de valor y significadoEl progreso, don de Dios sirve para la perdición de muchos pueblos que no lo toman como instrumento para salvar almas. De aquí la decadencia de los pueblos y las civilizaciones


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Primera etapa de formación (1980-1985)

   Conocí así una Comunidad misionera, la Fraternidad misionera Verbum Dei, que realizaba misiones por el mundo entero y después de unos retiros decidí responder a esta llamada que sentía de Dios. Por primera vez descubrí que Dios desde siempre tenía una misión para mi vida y que no era otra que la de continuar la misión que Él comenzó. Los primeros años de vida misionera fueron combinando la formación y la misión. Dios aprovechó mi condición de arquitecto para ir construyendo centros misioneros en Siete Aguas, Valencia; en Medellín Colombia; en Barquisimeto en Venezuela; en el Copo en Guadalajara, Méjico.
  
 Mi ordenación sacerdotal fue en otro centro misionero que construimos en Loeches, Madrid. La iglesia donde nos ordenaron a 18 misioneros de distintas nacionalidades la construimos con nuestras propias manos y el día previo a la ordenación todavía vestíamos con mono de trabajo. Después de la ordenación aún prolongué mi formación con la licenciatura en Teología en Irlanda y después el doctorado en Roma.
   
En este tiempo de estudios en Roma no deje de ejercer como misionero y arquitecto pues construimos una casa en Vía Casilina, nuestro centro de formación y estudios en Roma. Allí tuve ocasión de conocer a dos santos que marcarían toda mi vida misionera, Juan Pablo II y la Madre Teresa de Calcuta. Junto la Vía Casilina las hermanas de la Madre Teresa tenían también su noviciado y casa de formación y tuve ocasión de compartir con ellas hermosas eucaristías y misiones en campos de refugiados, llegué incluso a hacer un día de retiro con la Madre Teresa. En el corazón de la Iglesia al latir de estos dos colosos misioneros aún me percaté con más fuerza de la urgente llamada misionera para nuestro mundo de hoy.


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Primera etapa de misión en Filipinas (1995-2002)
   
 En 1995 tuve ocasión de participar del WYD en Manila. Había ya participado en el WYD de Santiago de Compostela en 1989. En aquel momento había ido como un peregrino más con un grupo de 1200 jóvenes de la pastoral universitaria de Madrid. El Papa se le veía rebosante de energía pletórico de fuerzas hablando a casi un millón de jóvenes congregados en el Monte del Gozo y gritándonos “no tengáis miedo a darle la vida a Cristo”.
   
En Manila, 16 años después se le veía más disminuido con su enfermedad de Parkinson avanzada, pero hablando con la misma energía a más de cinco millones de personas apelmazadas en Luneta Park. Había acudido con una delegación española y fue la confirmación de Dios: El me quería como misionero en este continente asiático. La Iglesia tiene dos pulmones uno Occidente y el otro Oriente y sin duda este continente asiático respira un aire fresco que bien podría revitalizar la Iglesia de Occidente. Si en el Primer milenio fueron misioneros de Europa los que evangelizaron el Nuevo Mundo de las Américas y las Indias, incluido Filipinas, en este nuevo milenio seremos de nuevo evangelizados por el nuevo impulso de estas nuevas Iglesias de Oriente y de África.
   
En la isla de Cebú pasé siete años preparando una nueva generación de misioneros de distintas partes de Asia, Japón, Malasya, Syngapore, India y Australia para emprender nuevas misiones en este precioso continente. La verdad que me quedé totalmente cautivado por el pueblo filipino.
  
Ahora se prepara la celebración de los 500 años de la Evangelización de Filipinas y ves como este pueblo recibió la fe de los españoles como el más precioso tesoro. Precisamente fue Cebú donde llegó Magallanes con la primera expedición de misioneros. Es la fe la que le hace a este pueblo soportar las condiciones más adversas, calamidades naturales, tifones, terremotos, etc. Es la fe la que puso en pie al pueblo filipino para derrocar el terrible régimen dictatorial de Marcos. Millones de personas alentados por el cardenal Sin en torno al “Rosary Power” pudieron derrotar al presidente a través de una revolución pacífica.
   
Ésta era pues una nueva etapa para levantar a un país de la miseria y juntos construir un mundo donde vivir en unas condiciones más dignas y justas. Todavía muchas personas eran las que vivían hacinadas en la miseria en las “smockey mountains”, en los grandes “slums”, donde tantos “Street Children” inhalan  rugby, “pegamento” para sobrevivir o que tienen que prostituirse para salir adelante.



Renovación espiritual y nueva etapa misionera en Argentina (2002-2014)
   
Necesitaba un tiempo de descanso, de renovación espiritual y solicité un año sabático. Decidí pasarlo en la India, cuna de la espiritualidad asiática. Así, tuve ocasión de acercarme más a la obra misionera de la Madre Teresa de Calcuta y conocer de primera mano su vida y su misión. Estaba en una gran búsqueda espiritual y personal. Durante unos meses hice un largo viaje por el sur de Kerala siguiendo los pasos de San Francisco Javier. Pasé un mes en Calcuta con las hermanas de la Madre Teresa donde me invitaron a colaborar en uno de sus programas formativos. Allí, me familiaricé aún más con las hermanas y los hermanos y tuve el regalo de compartir con ellos muy a fondo. Todo este proceso me llenó de paz y de alegría.
   
Tras una etapa larga de oración y discernimiento espiritual solicité la salida de la comunidad misionera Verbum Dei e ingresé en la Comunidad Misionera Servidores del Evangelio. Comencé así una nueva andadura en mi vida, siempre como sacerdote misionero. Esta vez la misión me llevaba al lado del pueblo argentino.
  
Llegue en el 2002 en plena efervescencia popular del “cacerolazo” donde la gente se movilizaba por las calles entorno a comedores organizados en las capillas. Yo me hice cargo de tres capillas en la zona periférica al gran Buenos Aires, en la diócesis de Merlo Moreno. Una de las capillas era San José de la Montaña, una auténtica “villa miseria” con emigrantes sobre todo paraguayos.
   
Ese tiempo fue providencial, poder vivir bajo la guía y tutela del entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio quien sería después nuestro futuro Papa Francisco. Todas las líneas maestras que lanzó en su pontificado para proponerlas al servicio de la Iglesia Universal se fueron gestando entre la gente pobre de Argentina: “Cuánto deseo una Iglesia pobre entre los pobres, una Iglesia no apoltronada sino en salida, una iglesia en las periferias al lado de los más pobres y necesitados. Los pobres no son solo recipientes de la evangelización sino agentes de la evangelización”. En Argentina aprendí a evangelizar con ellos con un corazón pobre. Caminando al lado de los pobres aprendí no solo de la espiritualidad de los pobres sino de la mística de los pobres.


                                 

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Segunda etapa de Misión en Filipinas (2015-2019)

Fue en el 2015, después del primer viaje que realizara el Papa Francisco a Filipinas para visitar en Tacloban a las miles de familias que quedaron afectadas por el tifón “Yolanda”, cuando descubrimos, como Comunidad Misionera Servidores del Evangelio que Dios nos llamaba a volver a Filipinas.
  
El arzobispo Mons. Sócrates Villegas quiso que trabajásemos en su archidiócesis y nos asignó un área pastoral de cinco capillas para trabajar allí con gente muy pobre. La diócesis de Lingayen-Dagupan está situada en la isla de Luzón, en un área rural de campos de arroz llamada Pangasinán.
 
Traíamos como legado el fuerte trabajo que habíamos hecho como discípulos servidores del Papa Francisco. Existe una similitud muy fuerte entre la Iglesia Latino Americana y la Iglesia Filipina tanto por el recorrido hecho por las Conferencias Episcopales FABC y el CELAM como por el contexto de una Iglesia pobre al servicio de los pobres. Después del PCP II como recepción del Vaticano II la Iglesia Filipina siente la necesidad de una renovación espiritual para responder a los desafíos y retos de la nueva sociedad de hoy, una Iglesia en diálogo con el mundo y las distintas creencias y religiones que sea capaz de caminar al lado de los más pobres.


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La Misión como respuesta ante la situación de opresión y sufrimiento del pueblo filipino

“He oído el clamor y grito de mi pueblo y yo te envío para que lo saques de la opresión y los conduzcas a una tierra donde vivan en libertad”. (Ex 3)
   
La situación presente de Filipinas es de mucho sufrimiento, de mucha perplejidad e incertidumbre. A pesar de ser un pueblo mayoritariamente católico el presidente Rodrigo Duterte recrudece una campaña de ataque contra la Iglesia con misivas del calibre: “matemos a nuestros obispos”. Desgraciadamente no son sólo palabras. En nuestra archidiócesis de Pangasinán el pasado año fueron asesinados los padres Marcelino Paez de Nueva Ecija, Mark Ventura de Cagayan y Richmond Nilo de Cabanatuan. (No se han esclarificado aún las causas de sus muertes)
   
En el sur del país, en la isla de Mindanao hay una escalofriante escalada de violencia. El año pasado fue declarado el estado de sitio en Marawi donde fue prácticamente destruida la ciudad en respuesta a los ataques de los grupos islamistas. Este inicio de año 2019 comenzó con el atentado a la catedral de Jolo en Zulu en donde murieron 27 personas.

Muchas personas viven en la miseria y muchos jóvenes sufren el látigo de la violencia y la droga. Más de tres mil personas han sido ya víctimas de las llamadas “Extrajudicial Killings” (asesinatos sin juicio). Con la sola presunción de ser sospechosos de consumo de droga, miles de jóvenes están siendo asesinados por escuadrones de la muerte sin previos juicios, mientras tristemente vemos como los grandes traficantes de droga quedan impunes. Nuestro arzobispo de la archidiócesis de Lingayen Dagupan, Sócrates Villegas durante mucho tiempo presidente de la Conferencia Episcopal Filipina ha sido duramente amenazado al igual que el obispo Ambo de la diócesis de Calaocan actual vicesecretario de la Conferencia Episcopal por definirse en contra de estas matanzas “organizadas por el gobierno”. La Iglesia trata de vivir su compromiso misionero como defensora de la dignidad y de los derechos humanos y denunciando las injusticias para ayudar a superar la situación opresiva en la que viven tantas personas.


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Nuestra misión hoy

Este año pasado se vivió en toda la iglesia el año de los jóvenes con la clausura del Sínodo de Jóvenes. El Papa ha lanzado la propuesta de una opción “preferencial” por los jóvenes en nuestro trabajo pastoral. En Filipinas tanto como en Latino América es conocida la “opción preferencial por los pobres”. Ahora esta opción se quiere extender a los jóvenes. Los jóvenes han sido también en gran parte marginados de la sociedad y de la Iglesia. Están excluidos y viven diversas situaciones nuevas de pobreza: la falta de trabajo, falta de expectativas etc. Aquí en Filipinas el 60% de la población es joven. Queremos hacer nuestra esta opción preferencial por los jóvenes.
   
En esta semana iniciamos nuestra segunda misión asiática en nuestras capillas. El año pasado por estas fechas hicimos la primera y este año repetimos. Esta misión es no sólo para los filipinos sino también para jóvenes de Japón, donde el índice de cristianos es 0.3 % y jóvenes de Corea dónde el índice es 10%. En estos países el ambiente fuerte competitivo y el gran materialismo lleva a los jóvenes a vivir un gran stress, esto se materializa en un gran número de suicidios. Es una verdadera maravilla verlos junto a otros jóvenes filipinos disfrutando de la misión. La misión es ahora para ellos lo que fue para mí mi primera experiencia sanadora y salvadora. Entre Corea, Japón y Filipinas a principios del siglo XX se debatieron en guerras sangrientas. Sin embargo, todos fuimos creados para una misión, todos tenemos una misión en esta tierra. Hoy aquí, queremos gritar al mundo que no fuimos hechos para la guerra sino para la fraternidad, para la paz, para un mundo de hermanos. Desde estas tierras filipinas os envío un mensaje de paz y de esperanza.
  
No bajemos los brazos, hay mucha más gente buena que mala y los malos lo son más por ignorancia que por maldad. Dios creó al hombre con un corazón bueno y grande, para hacer el bien, para la fraternidad par un mundo de hermanos. Esta es nuestra misión, la que todos estamos llamados a vivir, para hacer de nuestro mundo un mundo más solidario y más fraterno. 


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MEMORIA DE LAS FOTOS

00 Etapa juvenil Viajado en Inter rail
01 Etapa juvenil Exposición de pinturas 1
02 Etapa juvenil Exposición pinturas 2
03 Encuentro con Juan Pablo II
04 Encuentro con Madre Teresa 1
05 Encuentro con Madre Teresa 2
06 primera etapa en Filipinas en las Smoking mountains
07 En la villa miseria de San José de la Montaña, Argentina 1
08 En la villa miseria de San José de la Montaña, Argentina 2
09 En las capillas de Argentina con el Obispo Fernando Maleti
10 Con los street children
11 Con los niños de Alacan, Malasiqui, Pangasinán 1
12 En las capillas de Alacan, Malasiqui, Pangasinán 2
13 En las capillas de Alacan, Malasiqui, Pangasinán 3
14 En la misión asiática 1
15 En la misión asiática 2
16 Con los jóvenes de High School 1
17 Con los jóvenes de High School 2
18 Misas al aire libre en los Sitios
19  Visitando los enfermos 1
20 Visitando un leprosario
21 Con otros sacerdotes filipinos y vietnamitas
22 Con nuestro arzobispo Fr Soc



[1] Dario Marote Barrado es misionero sacerdote perteneciente a la Comunidad Misionera, “Misioneros servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios” aprobada por el obispo Mons. R. Lettman de la diócesis de Münster. Actualmente desarrolla su misión en Malasiqui, Pangasinán, Filipinas. Para más información puede acceder al blog: darmarperegrino.blogspot.com