jueves, 24 de agosto de 2023

LA PERSONA HUMANA

 

LA PERSONA HUMANA



“Señor qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder” (Sal 8,5)

El hombre ser grande y pequeño a la vez lleva en su interior la impronta del misterio de quien le dió el ser. 

Empiezo esta reflexion con la exaltación del hombre en palabras del salmista que lleno de estupor se estremece ante la sublimidad de la dignidad de la persona humana. Este himno de alabanza expresa la admiración de vernos entre todos los seres de la creación objeto de la predilección de Dios. ¿qué es el hombre para merecer no solo el ser creados con tanto amor sino ser redimidos y santificados al merecer la sangre de nuestro Redentor?

El hombre, un ser tan pequeño y tan grande a la vez. El himno del salmo expresa la alabanza gozosa que pronuncia el hombre, pequeño e impotente ante la majestuosidad de Dios. Es la alabanza del hombre pequeño que a su vez se ve asistido por la fuerza poderosa de Dios. La fuerza poderosa de Dios derriba y reprime a los que se sienten grandes y poderosos hasta concebirse en seres autosuficientes por encima de su Creador.

Dios atiende y cuida del hombre pobre e impotente como obra de sus manos. esta es la grandeza de la persona humana, ser "capax Dei" (como diría Karl Rahner) capaz de recibir la atención de Dios. El hombre como "imagen de Dios" recibe el poder sobre todos los seres de la creación. el hombre es eses ser capaz de mirar y comprender la grandeza de su autor a través de su obra. finalmente el hombre es "imagen de Cristo", a quien el Padre somete toda la creación. 

son los pequeños y humildes los que elevan este himno de alabanza porque se disponen a recibirlo todo de su Creador. Finalmente se extiende la alabanza a Cristo su Redentor y Salvador. Ver a Dios hecho creatura, ver a Dios hecho mortal y entregando su vida para redimirnos y salvarnos del pecado y de la muerte. Cristo viene a restaurar la dignidad del hombre y llenarlo de gloria y dignidad.




LA RELEVANCIA DE LA PERSONA HUMANA Y LA BUSQUEDA DE LA VERDAD SOBRE EL HOMBRE

Estamos viviendo unos momentos de gran crisis de identidad que pone en peligro la democracia y el Estado de Derecho buscando soluciones parciales e inmediatas y con el riesgo de vulnerar y olvidar que permanezcamos fieles a los principios.

El Estado de Derecho debe estar al servicio de la persona humana. Y nunca debe ser objeto de la más mínima excepción. El Estado de Derecho debe tutelar la dignidad de la persona humana y esto no admite excepciones, es un principio.

Estamos ante el riesgo de una concepción errónea del hombre, de la persona humana, de la naturaleza humana, concepción que debilita las libertades y abre progresivamente la puerta a graves abusos bajo la apariencia del bien.

El Papa en su discurso al Parlamento Europeo recordó que el fundamento de la dignidad de la persona humana reside en su origen trascendente, que prohíbe toda violación a la misma. Esta trascendencia exige que, en toda actividad humana, la persona se sitúe en el centro y no este a merced de las modas y los poderes del momento. Una Europa que ya no es capaz de abrirse a la dimensión trascendente de la persona y de la vida humana es una Europa que corre lentamente el riesgo de perder su propia alma y también ese espíritu humanista que ama y defiende. Papa Francisco, Discurso al Parlamento Europeo, 25 Nov 2014)

Sólo puede garantizarse y el Estado de Derecho sólo puede encontrar solidez en la medida en que los pueblos permanezcan fieles a sus raíces alimentadas por la verdad. Que constituye la savia de toda sociedad que aspira a ser verdaderamente libre, humana y solidaria. Sin esta búsqueda de la verdad sobre el hombre, según el plan de Dios, cada uno se convierte en la medida de si mismo y de sus propias acciones. (Papa Francisco, Vatican News, 21 Ago 2023)

El Papa en una alocución a los abogados de los países miembros del Consejo de Europa, signatarios del Llamamiento de Viena, en el Vaticano denunció la tendencia a reivindicar cada vez más derechos individuales frente a los derechos universales, Todo ser humano está vinculado a un contexto social en el que sus derechos y deberes están ligados a los demás y al bien común de la propia sociedad.

Una mala compresión del concepto de derechos humanos y su paradójico mal uso podrían relegar a los pueblos a “purismos angélicos” o “totalitarismos de lo relativo”, a “fundamentalismos antihistóricos”, a características éticas “sin bondad”, o a “intelectualismos sin sabiduría”. Donde el Estado de Derecho “ya no estaría al servicio de la persona humana falseada y manipulada en función de intereses económicos e ideológicos.

El Papa en su primera alocución a las autoridades de la sociedad civil en la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa este agosto del 2023 cuestionó diciendo Europa ¿a dónde vas, hacia dónde navegas?. Tu tecnología ha marcado el progreso y globalizado el mundo, pero por sí sola no es suficiente. ¿dónde quedaron los sueños de los padres fundadores?, ¿dónde quedaron nuestras raíces y nuestros principios inspiradores?, ¿cómo corregir tantos desequilibrios que estamos viviendo a nivel ecológico, económico, social, racial y espiritual? Sueño con una Europa que sepa reencontrar su alma joven, que utilice su potencial e ingenio para apagar focos de guerra y encender luces de esperanza, que busque el bien común del conjunto incluyendo a todos yendo más allá de las necesidades de lo inmediato, que no se deje llevar por derivas utilitaristas ni teorías ni colonizaciones ideológicas, que caminemos juntos buscando la paz, la justicia, la fraternidad.

Esta reflexión puede ser continuación de la reflexión titulada un nuevo humanismo y publicada en este blog en diciembre del 2021. Para realizar este estudio me he servido como material de base el libro del médico psicoanalista y biólogo francés Jean Guilhem Xerry, Prenez soin de votre ame. Petit traité d´ecologie intérieur, Editions du Cerf, Paris, 2018.

 


LA CONCEPCION DE LA PERSONA HUMANA: ¿QUÉ ES LA PERSONA?

A lo largo de la historia hemos asistido a diferentes concepciones del hombre y de la persona a través de diferentes paradigmas. La historia nos enseña que el hombre nunca ha encontrado una respuesta unívoca, para bien o para mal. Hoy podemos decir que asistimos a un cambio de paradigma que podríamos resumir en el paso del “homo sapiens” al “homo ciber sapiens”. Trataremos de resumir brevemente la evolución de las distintas concepciones:


 

LAS DIFERENTES CONCEPCIONES DEL HOMBRE: ¿QUÉ ES EL HOMBRE?

a)      La concepción aristotélica. (Aristóteles como base de la concepción cristiana, Santo Tomás). El hombre clásico del pasado. El hombre se concibe como animal racional compuesto de la unidad entre cuerpo y alma. El hombre se concibe en el culmen de la creación, como el único animal capaz de comunicar, capaz de conocimiento, con capaz de interiorizar y de una actitud moral haciéndose responsable de sus actos. Un animal diferenciado capaz de voluntad propia y libre albedrío. Esta concepción se mantuvo hasta la alta edad media y entro en crisis con el progreso de las ciencias.

b)      La concepción cartesiana. (Galileo, Descartes, Newton). El hombre se concibe como sujeto pensante que conoce. El hombre es consciente de sí mismo, dueño de lo que hace, autor de la ciencia, el hombre científico que gira alrededor del desarrollo científico. Se da lugar al hombre de la moral provisional y de la duda teórica y se da paso a la ética científica.

c)      La concepción estructuralista. (Freud, Marx, Nietzsche, Lacan, Levi Strauss). Es la concepción del hombre moderno. El hombre pierde su esencia y se convierte en objeto de ciencia. Enfoque sistémico según el modelo científico. Desarrollo del psico análisis, ciencias cognitivas, terapias. Concepción materialista y utilitarista de la vida. Inversión de los valores cristianos.

d)      La concepción psicologista neuronal (Emile Durkein, Nick Bostrom). Perspectiva naturalista y materialista, hombre máquina robot. Teoría computacional y cartografía cerebral, inteligencia artificial. Visión reduccionista y organicista. Robotización de lo humano. El transhumanismo y la desacralización de lo humano.

Cada una de las concepciones del hombre antigua, clásica, moderna y neuronal han surgido de un momento de crisis de un cambio de paradigma epistemológico asociado a una revolución del pensamiento. La concepción clásica cambio por el giro de las ciencias humanas. La concepción moderna se dio con el giro de la revolución científica y el inicio de la física cosmológica. La revolución de las neurociencias supuso una nueva revolución científica. Cada revolución supuso  un cambio de paradigma. 

Trataremos ahora de ver las reflexiones que surgen al respecto. Estas reflexiones las hacemos a la luz del magisterio y del sentir de la Iglesia. El Vaticano II y la constitución Gadium et Spes supusieron un verdadero punto de inflexión para tatar de dialogar con el mundo contemporáneo.

Aunque hayan existido diversas formas de pensamiento puede debe darse una convergencia en cuanto a los derechos fundamentales de la persona humana y el reconocimiento y la grandeza de la dignidad del hombre. La dignidad de la persona humana debe ser el criterio de actuación en relación con la persona y la vida de la persona.


                                      



SER HUMANO, PERSONA, HOMBRE, INDIVIDUO

El término «ser humano» se atribuye a todos los entes de nuestra especie denominada, precisamente, «humana». Desde esta perspectiva, los «humanos» somos animales mamíferos dotados de ciertas características que nos hacen diferentes al resto de los animales mamíferos. En cuanto animal mamífero el «ser humano» pertenece, como todos los animales, vegetales y minerales, a la naturaleza.

Ser humano y «persona». Este «ser humano», a diferencia de los demás animales mamíferos, posee un plus que constituye su ser, que es lo que conocemos como el espíritu de la libertad. La libertad constituye el núcleo existencial del «ser humano». De ahí que el «ser humano» no se reduzca a pura naturaleza (exclusivamente la materia), sino que es, simultáneamente, un ser «espiritual». El «ser humano» trasciende la naturaleza. No es sólo la razón, sino el espíritu de la libertad lo que caracteriza al «ser humano» y lo hace distinto de los demás entes del mundo. El «ser humano» resulta así una unidad indisoluble, entre lo que es su esfera psicosomática (su soma y su psique) y su centro existencial que es el espíritu.

A este ente, que es el «ser humano», le llamamos «persona», que sin dejar de ser un animal mamífero (perteneciente a la naturaleza) es un ser simultánea mente espiritual cuyo centro o núcleo existencial es la libertad. Puede que otros mamíferos posean, en algunos niveles, cierto grado de racionalidad, pero no son seres libres, seres espirituales. El ser libre hace al ser humano responsable de sus actos. No se concibe la libertad sin responsabilidad. Así, los animales mamíferos responden a sus instintos, los seres humanos, en cuanto seres «libres», son capa ces de administrar esos instintos. Esta realidad espiritual hace que al ser huma no se le defina como «persona»

 


                                                     

DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA

La fundamentación última del origen de la dignidad de la persona humana y del deber moral de respetarla incondicionalmente no se logra alcanzar sin el recurso de la fe, a la luz de esta Revelación. Como nos recuerda Gaudium et Spes (n.22), «el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado», es decir, a la luz del amor de Dios por cada persona humana.

La historia reciente, con sus totalitarismos de los regímenes nazi y comunista, exigió superar formas positivistas que se mostraron impotentes ante la violación de la dignidad humana, llevada a cabo por tales sistemas totalitarios. Se observa que el Derecho no tiene sentido si pretende auto justificarse y que requiere de nociones éticas fundamentales sobre las cuales construirse como sistema con sentido. Una de estas nociones éticas es la dignidad esencial de todo ser huma no, cualquiera sean sus circunstancias o caracteres vitales. 

Con distintas posiciones confluyen la concepción cristiana que ve en todo hombre o mujer un ser digno por haber sido creado a imagen y semejanza de Dios y la concepción kantiana que ve en el ser humano un fin en sí mismo que no puede ser utilizado únicamente en función de objetivos ajenos. La persona se convierte en un centro de fundamentación y de desarrollo de todo el Derecho. Se establece así una distancia entre la persona sujeto de derechos (subjetivos) y las cosas, objetos de derechos. La persona pasa a ser digna y merecedora de la máxima tutela jurídica. El concepto de persona adquiere de esta forma un significado jurídico-institucional, y no puramente técnico. El hombre es una realidad absoluta y no relativa y debe ser tratado como fin y no como medio, lejos de toda manipulación o instrumentalización.




EL VATICANO II

El Concilio trata de compaginar la visión cristiana del hombre con los ideales del humanismo: 

El Concilio establece los lineamientos fundamentales de una «cristología conciliar», que es una antropología cristocéntrica: mysterium hominis in luce Christi. Parte de una reflexión cristológica (cf. GS 22.32.39), cuando aborda los números finales de cada uno de los tres capítulos, sobre el hombre persona, sobre el hombre-comunidad, y sobre el hombre en el cosmos, buscan do el diálogo profundo entre la Iglesia y el mundo, entre la fe revelada y la cultura humana. En el nº10 de la Gaudium et Spes encontramos la referencia al ser humano al situar «los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano». 

El Concilio aborda las limitaciones y contradiciones. Señala las limitaciones, el hombre se siente ilimitado en sus deseos y llamado a una vida superior. Atraído por muchas solicitaciones, tiene que elegir y que renunciar. Más aún, como enfermo y pecador, no raramente hace lo que no quiere y deja de hacer lo que querría llevar a cabo. En el nº12 coloca al hombre como centro y cima de toda la creación. Y afirma el aspecto comunitario: «Dios no creó al hombre en solitario. Desde el principio los hizo hombre y mujer» (Gen 1,27). «El hombre es, en efecto, por su íntima naturaleza, un ser social, y no puede vivir ni desplegar sus cualidades sin relacionarse con los demás». Sin embargo, la mirada conciliar sobre la persona es positiva: «Dios, pues, nos dice también la Biblia, miró cuanto había hecho, y lo juzgó muy bueno» (Gen 1,31).

El concilio declara la grandeza de la dignidad humana. La persona humana es por naturaleza social aunque se encuentra en la experiencia negativa, ya que «cuando examina su corazón, comprueba su inclinación al mal y se siente anegado por muchos males, que no pueden tener ori gen en su santo Creador». Esta división interior está en toda persona. «Toda la vida humana, la individual y la colectiva, se presenta como lucha, y por cierto dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas». «A la luz de esta Revelación, la sublime vocación y la miseria profunda que el hombre experimenta hallan simultáneamente su última explicación». El Concilio entiende la persona como unidad de cuerpo y alma. En la realidad corporal ve una síntesis del universo material, perfeccionado por medio del hombre hasta la cima. 

La grandeza de la interioridad del hombre. Por su interioridad el hombre es superior al universo entero y a ella retorna cada vez que entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, y desde allí, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino. La espiritualidad y la inmortalidad del alma evitan al hombre ser manipulado por ilusiones surgidas de condiciones físicas y sociales exteriores, y le abren el camino a la verdad más profunda de la realidad. Otra característica básica sobre la persona humana la encontramos en el nº15, donde se afirma la naturaleza intelectual que por medio de la sabiduría le induce a la búsqueda y al amor de la verdad y del bien. Alzándose así desde lo visible hacia lo invisible.

La visión del hombre en el Concilio Vaticano II.  «En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer, y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal: haz esto, evita aquello. Esta ley fundamenta la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente». Esta ley se percibe por medio de la conciencia. El Concilio define la conciencia como el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla. El cumplimiento de esta ley consiste en el amor a Dios y al prójimo. La fidelidad a esta conciencia une a los cristianos con los demás hombres en orden a la verdad y a la resolución de los problemas morales del individuo y de la sociedad.

Gaudium et Spes 16 habla de la conciencia como la sede de la interioridad. La conciencia es un lugar sagrado, donde se realiza el encuentro entre Dios y el hombre. Dios se encuentra en el aprecio de los otros, en la naturaleza… en la historia, pero el ser reconocido como tal (Dios, Señor, Creador y Salvador) supone el reconocimiento de la verdad (divina) que se percibe como una certeza de la propia interioridad. Como una evidencia del propio corazón. Todo reconocimiento de Dios (el Señor y Dios de la propia vida) acontece como una manifestación de la Divinidad en el núcleo del yo. La fidelidad a la conciencia requiere la libertad como realidad necesaria en la orientación del ser humano hacia el bien. «La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y libre elección, es decir, movido e inducido por convicción interna personal y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa».

Cristo, el Hombre nuevo. Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación. El que es imagen de Dios invisible (Col 1,15) es también el hombre perfecto. En él, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros a dignidad sin igual. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. El hombre cristiano, conformado con la imagen del Hijo, que es el Primogénito entre muchos hermanos, recibe las primicias del Espíritu (Rom 8,23), las cuales le capacitan para cumplir la ley nueva del amor. Por medio de este Espíritu, que es prenda de la herencia (Eph 1,14), se restaura internamente todo el hombre hasta que llegue la redención del cuerpo (Rom 8,23). Esta afirmación no es exclusiva para los cristianos, sino que vale para todos los hombres de buena voluntad. La entrega de Cristo fue a favor de todos. Por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que fuera del Evangelio nos envuelve en absoluta oscuridad. Cristo resucitó; con su muerte destruyó la muerte y nos dio la vida, para que, hijos en el Hijo, clamemos en el Espíritu: ¡Abba!, ¡Padre! (nº22).

El Concilio Vaticano II al hablar sobre la persona humana habla también de:

Atentados contra la vida, contra la integridad de la persona humana. En el primero incluye a los homicidios de cualquier clase, genocidio, aborto, eutanasia y el mismo suicidio deliberado.

Atentados contra la dignidad de la persona humana citados por el Concilio, son las mutilaciones, las torturas morales o físicas, los conatos sistemáticos para dominar la mente ajena. Pero el peligro más sutil está en el intento de justificación que para tales comportamientos puede querer buscarse precisamente en el bien común.

Ofensas a la dignidad humana: las condiciones infrahumanas de vida, las detenciones arbitrarias, las deportaciones, la esclavitud, la prostitución; también las condiciones laborales degradantes que reducen al operario al rango de mero instrumento de lucro, sin respeto a la libertad y a la responsabilidad de la persona humana. Es cierto el juicio sobre estas situaciones sociales: deshonran más a sus autores que a sus victimas. La dignidad humana radica en el espíritu, en la libertad.




ANTE LOS FALSOS HUMANISMOS

En el documento “Persona humana”. La iglesia declara. “Los hombres de nuestro tiempo están cada vez más persuadidos de que la dignidad y la vocación humanas piden que, a la luz de su inteligencia, ellos descubran los bienes y potencialidades inscritos en la propia naturaleza, que los desarrollen sin cesar y que los realicen en su vida para un progreso cada vez mayor... No puede haber, por consiguiente, verdadera promoción de la dignidad del hombre si no se respeta el orden esencial de su naturaleza. Es cierto que en la historia de la civilización han cambiado, y todavía cambiarán, muchas condiciones concretas y muchas necesidades de la vida humana.”

El misterio del hombre sobrepasa el conjunto de sus características biológicas, por su dimensión social, familiar, moral, espiritual. Queremos abordar ciertos problemas irresueltos y que tienen relevancia en cuanto su implicación ética y moral.

Vamos a tratar ahora de abordar algunas cuestiones candentes que derivan de las distintas concepciones del ser humano y los peligros de los falsos humanismos.

Las condiciones éticas en la investigación científica acerca del genoma humano

Por lo que concierne a las intervenciones en la secuencia del genoma humano, conviene recordar algunas normas mora­les fundamentales. Toda intervención en el genoma debe realizarse con un respeto absoluto del carácter específico de la especie humana, de la vocación trascendental de todo ser humano y de su dignidad incomparable. El genoma constituye la iden­tidad biológica de cada persona. Más aún, expresa una parte de la condición humana de la persona, a quien Dios amó por si misma, gracias a la misión confiada a sus padres.

El hecho de poder establecer el mapa genético no debe llevar a reducir la persona a su patrimonio génico y a las. alteraciones que pueden estar inscritas en él. En su misterio, el hombre sobrepasa el conjunto · de sus características biológicas. Es una unidad fundamental, en la que el aspecto biológico no se puede separar de la dimensión espiritual, familiar y social, sin correr el riesgo grave de suprimir lo que constituye la naturaleza misma de la persona y de convertirla en un simple objeto de análisis. La persona humana, por su naturaleza y su singularidad, es la norma de toda investigación científica. Es y debe ser el principio, el sujeto y el fin' de toda investigación (Gaudium et spes, 25).

A este propósito, nos alegra. que numerosos investigadores se nieguen a admitir que los descubrimientos hechos sobre el genoma se consideren como patentes que puedan registrarse. Puesto que el cuerpo humano no es un objeto del que se pueda disponer, los resultados de las investigaciones han de difundirse en el conjunto de la comunidad científica, y no pueden ser pro­piedad .de un pequeño grupo.

La reflexión ética debe ocuparse también de la utilización de los datos médicos que atañen a las personas, especialmente los que contiene el genoma, que la sociedad puede usar en per­juicio de las personas, por ejemplo eliminando los embriones que presentan anomalías cromosómicas o marginando a las per­sonas afectadas por determinadas enfermedades genéticas. No se puede violar los secretos biológicas de la persona, ni investigar­ los sin su consentimiento explicito, ni tampoco divulgarlos para usos que no sean, estrictamente de orden médico y no tengan "una finalidad terapéutica para la persona en cuestión. Indepen­dientemente de las diferencias biológicas, culturales, sociales o religiosas que distinguen a los hombres, cada uno tiene efecti­vamente el derecho natural a ser lo que es y a ser el único res­ponsable de su patrimonio genético». (JUAN PABLO II: Discurso a los miembros de la Academia Pontificia de ciencias, viernes 28 de octubre. L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, año XXVI, núm. 44 (1.349), 4 de noviembre de 1994.)

El secularismo disfrazado de humanismo, imperio del que hemos de distanciarnos. «El imperio del que hay que tomar distancia, porque amena­za con ahogar la libertad y atentar contra la dignidad, hoy es menos visible y en concreto, pero no menos real e insidioso. Se trata de ese secu­larismo que, disfrazado de humanismo, se opone al Evangelio, difundiendo una falsa imagen de Dios y del hombre». (JUAN PABLO II: Discurso a la peregrinación de la diócesis italiana de Adria-Rovigo. L'Osser­vatore Romano, edición semanal en lengua es­pañola, año XXVI, núm. 40 (2.345), 7 de octubre de 1994).

La investigación científica acerca del genoma humano tiene implicaciones éticas

Numerosas preguntas surgen en la actualidad con diferentes acepciones dependiendo de las distintas epistemologías y concepciones (paradigmas). ¿Cuál es el origen de la vida?, ¿Dónde comienza el status del ser humano, de la persona humana? ¿puede hablarse del embrión humano, del estatus humano del embrión? Las ciencias biomédicas plantea serios dilemas acerca la manipulación genética, congelación y destrucción de embriones, bancos de embriones. Puede hablarse de derecho al aborto a la eutanasia, derecho a matar, derecho a elegir el sexo, derecho a cambiar de sexo, derechos de los gais, homosexuales, lesbianas, transensuales, bisexuales, asexuales, transgéneros, cisgéneros? No vale cualquier forma de ser. No se pueden reclamar derechos de minorías cuando se menoscaban los derechos de la mayoría y los derechos fundamentales atentando a la esencia de la dignidad de las persona.

Más que nunca se hace necesario un diálogo entre mediación racional (epistemología científica a partir del dato científico), la mediación magisterial (el rol del magisterio en la epistemología teológico moral, el sentir de la iglesia) y la mediación teológica (epistemología teológica a partir el dato revelado) para establecer un encuentro entre biología, filosofía y Teología, entre antropología, ética y moral. Por lo que concierne a las intervenciones en la secuencia del genoma humano, conviene recordar algunas normas mora­les fundamentales.

La historia de los experimentos humanos realizados sin cumplir las exigencias éticas han tenido dramáticas consecuencias vulnerando los derechos fundamentales de la persona humana. Numerosos han sido los intentos de la defensa de la dignidad de la persona humana. La declaración de la ONU sobre la defensa de los derechos fundamentales de la persona humana. La Asamblea de la Asociación Médica Mundial adoptó la Declaración Internacional de Ética Médica. La iglesia se siente con el deber de defender la dignidad de la persona humana, de la vida humana

El descubrimiento progresivo del mapa genético y las pre­cisiones cada vez más perfectas de la secuencia del genoma, in­vestigaciones' que requerirán aún muchos años, son un avance en los conocimientos científicos que suscita, ante todo, una admiraci6n legitima, especialmente por lo que concierne a la reconstitución de la cadena del DNA, base química de los genes y los cromosomas. Parece ya seguro el hecho de que, para todas las especies vivas, incluido el hombre, el DNA es el soporte de los caracteres hereditarios y de su transmisión a la descendencia. 

Sus múltiples consecuencias para el hombre, que aún no pueden establecerse totalmente, son prometedoras. En efecto, se puede considerar con razón que, en un futuro no muy lejano, la secuencia integral del genoma ofrecerá nuevos caminos para la investigación con finalidades terapéuticas. Así, los en­fermos que no se podían curar de modo adecuado a causa de patologías hereditarias frecuentemente mortales, en adelante podrán beneficiarse de los tratamientos necesarios para mejorar su estado de salud y, posiblemente, curarse. Al intervenir en los genes enfermos de la persona, se podrá prevenir también la manifestación de enfermedades genéticas y su transmisión.

La investigación sobre el genoma permitirá que el hombre se comprenda a sí mismo, en un nivel jamás alcanzado hasta ahora. En especial, se podrán descubrir mejor los condicionamien­tos genéticos, y distinguirlos de los que provienen del ambiente natural y cultural, y de los que están relacionados con la ex­periencia propia de la persona. Además, iluminando el entra­mado de condicionamientos en que se desarrolla la libertad del hombre, llegaremos a captar más claramente su realidad mis­teriosa.

Quizá algunas personas sientan la tentación de buscar una explicación únicamente científica de la libertad humana, y con­siderarla suficiente. Dicha explicación negaría lo que trata de explicar: afrontarla la evidencia. Intima e irrefutable de que nuestro yo profundo no se reduce a los condicionamientos, de los que puede depender, sino que sigue siendo, en definitiva, el único autor de· nuestras decisiones.

Algunos progresos científicos, como los relacionados con el genoma humano, honran la razón del hombre, llamado a ser "señor de la creación”, y honran al Creador, fuente de toda vida,
que ha confiado a la humanidad el gobierno del mundo. Los descubrimientos de la complejidad de la estructura molecular pueden invitar a los miembros de la comunidad científica, y, más ampliamente, a todos nuestros contemporáneos, a interrogarse sobre la causalidad primera, sobre Aquel que está en el origen de toda existencia y que .ha plasmado a cada uno de nosotros en secreto (cf. Sal 139, 15; Pr 24, 12)». (JUAN PABLO 11: Discurso a los miembros de la Academia Pontificia de ciencias, viernes 28 de octubre: L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, año XXVI, núm. 44 (1.349), 4 de noviembre de 1994.)

Es correcto el orden del pensamiento científico cuando no niega el espacio apropiado a la consideración del hombre, de su amor y su fin. El hambre de ciencia no puede resignarse a la constatación escéptica y agn6stica, que impulsaba a alguien a decir: 'Ignora­mus, et i'gnorabimus!. 'no sabemos y no sabremos nunca'. En el conocimiento de sí mismo, el hombre· sigue progre­sando: hoy, gracias a que se han ampliado los horizontes cientí­ficos, las ciencias de observaci6n y las que se suelen llamar 'humanas, el hombre se conoce a sí mismo y a sus semejantes, bajo diversos aspectos, mejor que en cualquier época pasada. Y, a pesar de ello, los problemas más importantes de la humanidad, es decir, los que se refieren al valor y al fin de la exis­tencia, permanecen sin resolverse, si del plano de las conquistas científicas no se pasa a una visi6n superior, superando po­sibles condicionamientos culturales o prejuicios arraigados.

Uno de los prejuicios que pueden existir en ciertas mane­ras de hacer ciencia atañe a la religión, a la práctica de la fe, a la moral que el Evangelio propone, o mejor, exige: consiste
en considerar que el ser sinceramente creyentes constituye un obstáculo para el ejercicio fino del pensamiento. Puede resultar útil recordar, a este respecto, dos breves pasajes de
"los Pensamientos” de Blas Pascal. Escribe el gran científico y pensador religioso: 'Toda nuestra dignidad consiste en el pen­samiento. Gracias a él debemos exaltarnos, y no gracias al espacio y al tiempo, que no sabríamos llenar. Tratemos, pues, de pensar bien: he aquí el principio de la moral' (Ed. Des Granges,"n. 347). 

Ahora bien, el orden del pensamiento implica comen­zar por uno mismo, y por su Autor, y su fin (n. 146). Así pues, es correcto el orden del pensamiento cuando no niega el espacio apropiado a la consideración del hombre, de su Autor y de su fin. Es correcta y benéfica su aplicación, cuando está al servicio del hombre: de todo el hombre, de todo hombre, según los cri­terios de universalidad, interdependencia "V solidaridad, que la misma ciencia moderna ha contribuido a demostrar que no sólo son válidos, sino también indispensables para el mundo entero».(JUAN PABLO II: Discurso al mundo de la cultura en la universidad de Trieste, sábado 2 de mayo. L'Osservatore Romano, edici6n semanal en lengua española, año XXIV, núm. 20 (1.220), 15 de mayo de 1992).

El método experimental no permite captar la realidad sino bajo ciertos aspectos parciales; la religión, la filosofía, y el arte lo captan, según sus métodos específicos, de manera más global. La naturaleza humana está en juego. La evolución del pensamiento y la marcha de la historia manifiestan, a menudo a través de crisis y conflictos, un movi­miento irrefrenable hacia la unidad. Los pueblos toman con­ciencia de que ya no pueden vivir solos y que el aislamiento lleva a un debilitamiento seguro. Las culturas se abren a la universalidad y se enriquecen mutuamente. Las filosofías e ideologías presuntuosas, como el cientificismo, el positivismo y el materialismo, que se consideraban exclusivos y pretendían explicar todo mediante un procedimiento reductivo, hoy han quedado atrás. Descubierta en su inmensidad y en su complejidad, la realidad suscita en los investigadores una actitud de humildad. El método experimental permite captar la realidad sólo bajo ciertos aspectos parciales; en cambio, la filosofía, el arte y la religión la captan, conforme a sus métodos específicos, de manera más o menos global ( cf. Discurso al Centro Europeo para la Investigación nuclear, 15 de Junio de 1982, nn. 4-5).

En el curso de los últimos decenios, un cambio significativo de actitud ha llevado a numerosos científicos a preocuparse no sólo por la eficacia, sino también por el sentido de sus traba­jos. Han vuelto al método ontológico, que durante mucho tiem­po habla sido rechazado por motivos metodológicos en si legí­timos. Bien se ve que la naturaleza humana está en juego en las aplicaciones de la ciencia. El hombre no quedaría impune si se desinteresara de la universalidad y de la trascendencia. Definir nuevamente los diversos modos de investigar la realidad, sin excluir ninguno de ellos, ayudará al hombre a comprenderse a si mismo. El hombre aspira a desarrollar armoniosamente todas sus facultades. No podría prescindir ni de la cultura, ni de los valores éticos, ni tampoco de la religión. La ciencia contribuye cada vez más a esta armonía, en la medida en que su fin último y sus medios de acción están ordenados al bien del hombre. Gracias a sus nuevas posibilidades} enriquece la cultura, ensancha el campo de la responsabilidad personal y colectiva, y con­tribuye al progreso de la humanidad.

El Papa en su alocución a los científicos dice: Hombres y mujeres de ciencia, nuestros contemporáneos se dirigen cada vez más hacia vosotros. Esperan de vosotros y de vuestras investigaciones una mayor protección para el hombre y la naturaleza, la transformación de sus condiciones de vida, la mejora de la sociedad, y la construcción y la salvaguardia de la ·paz. Impresionados por los disidentes o imprudencias que alcanzan proporciones de catástrofes ecológicas, son más conscientes de los peligros que comporta el uso irracional de la naturaleza que el Creador puso a su disposición. Caen en la cuenta de que la explotación de los recursos de la tierra tiene consecuencias para las culturas y los hombres. Basta pensar, por poner solo un ejemplo, en el drama de los indígenas de la Ama­zonia sobre los que se cierne el peligro de la extinción, a me­dida que la tala de la inmensa selva compromete su frágil equilibrio ecológico y cultural. Planificando de manera razona­ble y honesta la explotación de los recursos naturales del pla­neta, se contribuirá grandemente a preservar la naturaleza, el hombre y su cultura.

Vuestro papel reviste, asimismo, una gran importancia en relación con las culturas: vuestras competencias os permiten desechar lo irracional, denunciar los comportamientos tradicionales aberrantes y promover un progreso humano auténtico. Lo he recordado recientemente en la encíclica Centesimus annus: “La búsqueda abierta de la verdad, que se renueva cada genera­ción, caracteriza la cultura de la nación” (n. 50).

Experimentamos todos los días la influencia que ejerce la cultura científica y técnica en nuestros contemporáneos, hasta el punto de que modifica profundamente sus modos de vida, e incluso sus gustos, sus polos de interés o sus comportamientos personales y colec­tivos. Velad, pues, para que este progreso científico y técnico esté verdaderamente al servicio del hombre. No hemos de olvidar que el hombre es asistido e incapaz de bastarse a sí mismo en el caso de que la técnica le llegue a faltar. No hemos de olvidar que vuestros descubrimientos ayuden al hombre a desarrollar plenamente sus facultades de creatividad, de inteligencia, de dominio de sí mismo, de cono­cimiento del mundo y de solidaridad. ¡Abríos así a la construc­ción de un mundo nuevo, auténticamente humanal». (JUAN PABLO Il: Discurso a los participantes en· el congreso· sobre la ciencia en el ámbito de la culturahumana», 4 de octubre. L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, año XXIII, núm. 43 (1.191), 25 de octubre de 199)1.

Problemática en cuanto a la inteligencia artificial.

Dado que se trata del· hombre, los problemas rebasan el marco de la ciencia, que no puede. explicar la trascendencia de la persona ni dictar las normas morales que nacen del lugar central y de la dignidad primordial que le corresponde en el univer­so. Con este espíritu, hay que alentar la existencia de los co­mités de ética, para ayudar a la ciencia a valorar los aspectos morales de las investigaciones y a determinar sus condiciones éticas. Entre los otros temas que abordáis, está el de las energías sustitutivas para los países en vías de desarrollo, tema que cen­tra el interés sobre el futuro de la humanidad en este momento en que las cuestiones relacionadas con la demografía son objeto de serios debates.

Para favorecer el dinamismo económico del mundo, es importante hacer el inventario de las soluciones realistas encaminadas a reemplazar los recursos actuales, que corren el riesgo de agotarse algún día. La generación actual, más que cualquier otra, tiene la responsabilidad y el deber de no dilapidar sus recursos energéticos. En este campo las decisiones deben tener en cuenta también a las generaciones futuras. Los recursos energéticos de nuestro planeta son riquezas que deben permitir a todos los pueblos desarrollarse y disponer de los medios materiales para una vida digna, evitando crear desequi­librios económicos y ecológicos.

Un número reducido de países no puede utilizar esos recursos en detrimento de los demás. La
"distribución de los bienes en nuestro planeta es desigual. La solidaridad y la distribución son indispensables para crear relaciones equitativas entre los países productores y los países consu­midores. Junto con la noción de certeza matemática, las investigaciones realizadas sobre los principios fundamentales en matemáticas han llevado a reconsiderar el proceso epistemológico que los matemáticos deben seguir para respetar las exigencias propias de su ciencia, como la claridad, la coherencia, la honradez inte­lectual y la confianza en las capacidades racionales del hombre.

Sobre la base de esa reflexión se ha forjado el concepto clave de inteligencia artificial. Sin embargo, conviene recordar que la máquina sigue siendo un instrumento al servicio del hombre. Su inteligencia es limitada, porque no se trata de la razón que permite al hombre pensarse a sí mismo como criatura, discernir lo que es el bien, la verdad y la belleza, orientar su vida y en­caminarse hada su fin gradas al acto voluntario». (JUAN PABLO II: Discurso a los miembros de la Academia Pontificia de ciencias, viernes 28 de octubre. L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, afio XXVI, núm. 44 (1.349), 4 de noviembre de 1994).




CRISIS DEL HUMANISMO

Hoy no cabe duda de cada de que cada visión del hombre tiene unas consecuencias concretas hoy todos los valores y las directrices que una civilización define e impone se derivan de su idea del hombre y estos valores y de directrices se articulan de manera práctica en la vida del hombre y de la sociedad en la que vive.

La imagen materialista y antiesencialista del hombre que predomina hoy en día ha contribuido a estructurar nuestra manera de considerar nuestra interioridad. Hoy hemos llegado al límite de una imagen del hombre que ignora una parte completa de sí mismo: su ser profundo, su interioridad.

Hoy en día el concepto del hombre y del humanismo atraviesa una verdadera crisis. Solo hay una cosa más fácil que ridiculizar al humanismo elitista, y es ridiculizar al humanismo populista. Si alguien dijera que el humanismo es algo antidemocrático, exclusivo de las clases ricas y poderosas, oscurantista, acrítico e intolerante, pensaríamos que había tomado al humanismo por algún tipo de fundamentalismo. Y sin embargo, cuando se dice que es democrático, abierto a todas las clases y trayectorias sociales, y entendido como un proceso de revelación, descubrimiento, autocrítica y liberación oponiéndolo así al humanismo de los excéntricos intelectuales conservadores, no se está diciendo otra cosa. Porque si hay un humanismo bueno y otro malo, entonces quizá también haya una democracia buena y otra mala.

No creo que pueda haber dos ideas tan diferentes del humanismo o de la democracia que lleguen hasta enfrentarlos. Lo que son diferentes son los hombres que defienden esas ideas, y hay hombres que defendiendo las mismas ideas pueden llegar a ser enemigos entre sí, y otros que defendiendo ideas opuestas están defendiendo lo mismo. Si hay un fenómeno indiscutible y característico de la segunda mitad del siglo XX, un fenómeno en el que la mayoría de lingüistas y filólogos se muestran unánimes, es en el salvaje empobrecimiento del lenguaje, aunque quizás la palabra justa fuera bárbaro. Recurrir a Eurípides y a Bach para defender el empuje de lo nuevo sobre lo viejo suena casi a sarcasmo.

La dicotomía entre un nacionalismo bueno y otro malo, es decir, entre la protección o el fomento de la lengua, cultura y tradiciones autóctonas por un lado, y la xenofobia y la intolerancia por otro, es una dicotomía falsa, como lo eran también la supuesta distinción entre dos humanismos, dos democracias, o dos de lo que sea que sean la misma cosa. Y es falsa porque las ideas no son nunca puras. Uno no puede defenderse sin atacar, así que tendrá que correr el riesgo de ser injusto o perecer. Recordemos que Sócrates decía preferir ser víctima de una injusticia a cometerla, una idea ésta con una larga tradición. Hace tiempo sin embargo que se prefiere lo contrario. Pero de nuevo la alternativa no está entre sufrir una injusticia y cometerla. Se pueden evitar ambas cosas como se pueden cometer ambas cosas. Se puede cometer una injusticia y ser víctima de otra, e incluso, en ocasiones, de la misma.

Esos movimientos ciudadanos espontáneos, de los que tanto se habla últimamente, que se echan a la calle exigiendo saber la verdad, no son ni tan espontáneos ni les interesa tanto la verdad como quieren hacer creer. Es algo generalmente admitido que en el arte no hay progreso, sí evolución pero no progreso me adelanto a puntualizar, me atrevería a decir que en la crítica literaria tampoco. Es cierto que unas interpretaciones suceden a otras, y que cambian las perspectivas y los puntos de vista de los estudios literarios, pero en ningún caso puede hablarse de superación. El proceso de creación es una especie de ecuación matemática de una exactitud meridiana. Una obra tiene un significado fijo e inamovible que se trataría de desentrañar. Y naturalmente, si el párrafo citado es cierto para la literatura, debe de serlo también para la pintura o la música. Debemos ser capaces de comprender cada nota, cada sonido, cada pincelada, cada color, como algo escogido deliberadamente de un amplísimo abanico de innumerables posibilidades.

El humanismo no es un corpus estable de conocimientos, sino algo más parecido a un traje a medida. Hemos de situar la crítica en el propio corazón del humanismo, entender la crítica como forma de libertad democrática y como ejercicio de continua puesta en cuestión y acumulación de un conocimiento abierto a las realidades históricas constitutivas del mundo a que dio lugar la guerra fría, de su anterior constitución colonial y del alcance escalofriante global de la última potencia que prevalece hoy día.

La industria de la información está en manos de unos pocos grupos de presión con intereses afines, por supuesto financieros, que tergiversan las noticias creando así corrientes de opinión que favorecen a su clientela. ¿Qué tienen que hacer los intelectuales? Pues lo mismo que en la situación anterior: denunciar, desenmascarar, combatir, etc., etc. Y lo mismo también que en la situación anterior, las cosas no son tan sencillas. Al simplificar las cosas de este modo: unos detentan el poder y otros lo sufren, unos mienten y otros dicen la verdad, corremos el riesgo de sacar conclusiones equivocadas. En el mundo de hoy ya no está tan claro quién es un asimilado y quién un disidente, qué discurso contribuye al mantenimiento del statu quo y qué discurso lo dinamita. Ni siquiera está claro que sea mejor una cosa que la otra. La función del intelectual es infinitamente más compleja que en el pasado, y los riesgos tanto de ser malinterpretado como de equivocarse, infinitamente mayores. El mero uso de los llamados medios alternativos, en contraposición a los oficiales o seudoficiales no garantiza en modo alguno la independencia del discurso. Incluso el propio concepto de independencia hoy debe ser sometido nuevamente a examen. No todo lo que se hace al margen de los canales oficiales, televisión, radio y prensa, es labor de intelectuales comprometidos con la verdad, ni todo lo que se hace en los medios oficiales es basura propagandística, como se la suele calificar.

Términos como democracia, justicia y libertad deben manejarse con sumo cuidado, y en una sociedad multicultural. No podemos supeditarlos unos a otros sin correr el riesgo de tergiversarlos, pero tampoco son términos independientes entre sí. Por lo demás son términos que no han significado siempre lo mismo a lo largo de la historia, precisamente porque dependen de la historia. Considerar al intelectual como una especie de conciencia de la sociedad es una seductora y consoladora idea, una idea romántica en un mundo que, hay que reconocer, dejó hace tiempo de ser romántico. Tal vez el mismo tiempo que abandonó el humanismo. La alternativa parece que no está en elegir entre dos términos opuestos como generalmente se piensa, sino en resolver la contradicción de los términos. O, lo que muchas veces es lo mismo, en aceptar la contradicción como nuestra condición más íntima, y aprender a vivir en paz con ella.

 


ANALISIS DE ESTA CRISIS: UN HUMANISMO ENFERMO

Las dos concepciones predominantes del hombre moderno son la concepción neurológica y estructural. Ambas tienen en común que son racionalistas materialistas y antiesencialistas. Ambas han contribuido a la aparición de una sociedad que en algunos aspectos resulta patógena y cuyos individuos están enfermos en su interioridad. Un profundo malestar en nuestra sociedad y en nuestra alma son la señal de un hombre herido en lo más profundo de sí mismo que ha amputado una parte de sí mismo

Las imágenes del hombre que tiene una civilización no son la descripción del hombre tal como es sino que hacen al hombre tal y como lo describen. El paradigma estructural ha producido un hombre que es objeto de determinismo sociales y culturales. Es un ser psicosocial. Este paradigma del determinismo psicosocial, aunque aún se sigue dando, ha perdido su vigencia. Se ha sustituido progresivamente por un marco de interpretación naturalista. El hombre ha dejado de ser primordialmente un ser psicosocial, y es, en esencia natural y está solo levemente sometido a la historia y a lo social.

Hoy el determinismo natural tiene efectos reconfortantes para el entorno, mientras que la hipótesis del origen familiar era, evidentemente, culpabilizadora. Pasamos a hacer un análisis de la sociedad contemporánea.




UNA SOCIEDAD CANSADA

Las concepciones estructural y neuronal del hombre han contribuido enormemente a producir la sociedad en la que vivimos. Son muchos los autores que la han calificado de hedonista, liberal, consumista, materialista intrascendente.

Nuestra sociedad es la sociedad del hiperconsumo. Desde un capitalismo de producción centrado en la oferta y demanda hemos optado por una sociedad de consumo, y luego, desde hace unas decenas de años, por una sociedad del hiperconsumo. El consumo se ha centrado no solo en la llamada sociedad de consumo sino en el individuo: móviles, ordenadores, equipos de sonido, cámaras digitales, reproductores portátiles, tablets. Hiperconsumo de bienes, de sexo, de imágenes, de datos, para tratar cada vez de disfrutar de más placeres. El consumo de los hogares no ha dejado de crecer y con él, el sobreendeudamiento. Invertir en la nueva pantalla plana, ir de rebajas en todas épocas del año, consumir cada vez más sobre todo los fines de semana. El shopping y la diversión se introducen en todos los intersticios del uso del tiempo. Poco a poco el espíritu consumista ha conseguido infiltrase hasta en las relaciones familiares, en las relaciones de pareja, en la religión, en la política, en la cultura y en el tiempo libre. El hiperconsumismo ha marcado al menos tres características de nuestra sociedad: hedonista, narcisista e higienista. Todo incita a los deseos y al placer. Todo está hecho para crear una impresión de vértigo y de orgía de consumo. Esta búsqueda de placer es individualista y narcisista, es decir, está orientada hacia sí misma. Se busca tener una imagen positiva de uno mismo, de ser una persona excepcional en relación con la calidad de los productos. La publicidad no nos enfoca al otro sino a nosotros mismos.

Ante este panorama el individuo vive un sentimiento de ruptura y de fragmentación. Una gran parte de los mensajes de los medios de comunicación basan su potencial socializador en el uso de mecanismos de seducción. No tienen la intención de convencer sino de seducir. Hoy el marketing se sitúa en el orden de los deseos crean necesidades y frustraciones en los clientes que somos al hacernos creer que esas necesidades suscitadas son nuestros deseos.

Esto conlleva una serie de paradojas: la primera, el sentimiento de libertad, pero en realidad una verdadera dependencia del consumo; la segunda, todo está disponible en cantidades inconmensurables y por tanto la frustración nunca ha sido tan grande como ahora. Una minoría de la humanidad vive en la opulencia y la mayor parte vive en la miseria el sueño está por todas partes. Todo es posible en esta aldea global y sin embargo la exclusión y la precariedad hacen estragos y las miserias tanto sexuales como sentimentales se desarrollan a ultranza

Cuando el marketing no deja de exacerbar el deseo, las frustraciones no cesan de aumentar. Cuando se promete la felicidad a todos y se salta el placer por todas las esquinas, la vida cotidiana se somete a una dura prueba. ¿Cómo escapar de la escalada de la decepción? Cuanto más se elevan las exigencias del “mejor estar” y del “mejor vivir” más se agranda la sensación del desengaño. Tras las “culturas de la vergüenza” y “las culturas de la culpabilidad”, tenemos ahora las “culturas de la ansiedad de la frustración y de la decepción”.

La irrupción de lo digital ha hecho un emerger un tercer mundo, “el mundo virtual”. En este mundo podemos inventar objetos, pero también fabricarlos y hacerlos funcionar de manera inmediata a través de simulaciones, lo que conduce al asombrosa celebración de la evolución que vivimos hoy en día.

Del hiperconsumismo y la hipercomplejidad se pasa a la hipermovilidad. No hay más que un paso. Podemos sustituir el hiper movimiento por la hiperactividad o por el no tengo tiempo para nada, no me dará tiempo a hacerlo todo.




LOS SINTOMAS QUE SUFRIMOS. LA CRISIS DE SENTIDO

Estamos viviendo y sufriendo una sociedad depresiva. El lugar que ocupa el hiperconsumismo y el movimentismo/hiperactividad en nuestras vidas suele hacer asociarse a una crisis de sentido que alimenta los males más profundos de nuestra época. Desde la crisis ecológica hasta la radicalización política o religiosa. Los individuos son cada vez más frágiles y construyen su identidad profunda sobre un ser consumidor y sobre relaciones familiares cada vez más precarias. Esta sociedad marcada por la presión de la hiperactividad y del consumo genera personas depresivas y fracasadas. Estamos ante una ola de narcisismo, hedonismo y hiperactividad, violencias, pérdida de sentido, depresión, frustración constituyen los elementos de un diagnóstico compartido de la sociedad moderna.




UN HOMBRE DEPRIMIDO

La sociedad depresiva en la que vivimos está fomentado un hombre deprimido. Los trastornos ansioso depresivos se han convertido junto con las enfermedades cardiovasculares ocupan la gran parte de casos de trastornos más comunes en el hombre de hoy. La depresión y la ansiedad ha aumentado en los últimos años en casi un 50% de la población. No se trata únicamente de un problema de salud pública, sino que concierne también al desarrollo.

En la actualidad han aumentado considerablemente las tentativas y los casos de suicidio, un aumento del casi 15% de la población. El principal motivo que señalan quienes quieren poner fin a su vida es el sufrimiento mental, el 50%.

Vivir la depresión es una experiencia dramática y traumática. Sus consecuencias no son menos en su entorno familiar y relacional, laboral.




UN HOMBRE ENFERMO

Hoy en día conviene tener en cuenta las enfermedades existenciales, llamadas nerviosas, psíquicas o mentales, son la patología más común del hombre del S. XXI. La crisis existencial del hombre de hoy es señal de las enfermedades mentales que sufre el hombre de hoy. Los síntomas son el cansancio y la tensión. Los impactos son psíquicos y mentales.

El hombre de hoy se vive enfermo y deprimido. El problema de fondo vá mas allá del carácter social. Si bien su situación afecta a su entorno laboral, afecta también a su entorno familiar y social. El sufrimiento en el trabajo se manifiesta en el síndrome de desgaste profesional, burn out, en relación con una presión excesiva, una carga de trabajo demasiado grande, una sobrecarga permanente. También es típico el síndrome de bore out que se manifiesta al descontento y a la sensación de estar infravalorado. Esto tiene otras derivaciones y consecuencias.

Las adicciones. En cuanto a las adicciones conviene hablar no solo de las adicciones con sustancias (drogas) sino de las sin sustancias llamadas conductuales. Entre la primeras son conocidas el alcohol, tabaco, medicamentos estupefacientes, consumo de sustancias psicotrópicas: antidepresivos, ansiolíoticos o somníferos. En cuanto a las adicciones sin sustancias, las actividades son múltiples: ludopatía, cleptomanía, sexualidad compulsiva, workaholics, ergomanía, la ciberadicción o ciberdependencia. Las consecuencias de las adicciones pueden ser graves e incluso dramáticas.

Las violencias. El incremento de la violencia se ha disparado en los últimos años. El abanico es grande delincuencia callejera, robos, agresiones y abusos sexuales, violaciones, racismo, homicidios. La tendencia estructural de las violencias está a la alza. Las violencias abarcantoda clase de gamas, agresión verbal, amenazas, agresión física y se dan en todos los estratos, en el ámbito familiar, en los centros escolares (bouling), en la calle, en el transporte público, en las manifestaciones y disturbios callejeros y vandálicos.




UN HOMBRE DESINTEGRADO Y ROTO

El dolor y el sufrimiento psíquico manifiesta un dolor social pero también antropológico y espiritual. La desintegración familiar, el desempleo crónico de los padres, la desocialización de las comunidades, contribuyen a generar angustia y sufrimiento psíquico y social. Esto acarrea un sentimiento de malestar, inconformidad, de permanente inseguridad y precariedad. Esta relegación produce sufrimiento psíquico. Pero no quiere decir que el origen del problema sea sea exclusivamente psicológico o social.

Hay muchas dificultades y problemas de nuestra sociedad que no puede explicarse solo con las plantillas de una lectura biológica o social. La raíz de nuestro sufrimiento no está solo en el exterior sino en nuestro interior, en nuestro ser profundo.




IR A LA RAIZ DEL PROBLEMA

Todos los problemas que se han identificado estás en relación con los modelos y las concepciones antropológicas dominantes. Las concepciones antropológicas afectan y son consecuencia de las dolencias de nuestra interioridad.

Muchos de los síntomas descritos en nuestra sociedad como el hiperconsumismo, movientismo hipermovilidad, hiperactividad, hipercomplejidad son no solo síntomas de nuestro sufrimiento psíquico sino manifestación de una enfermedad más profunda en nuestra interioridad.

La noción de la persona con voluntad propia y libre albedrío y por lo tanto autor y sujeto de sus propias acciones debe estar a la base de todo. De igual manera no se puede obviar la alteridad y la trascendencia. El hombre no es solo material es espiritual. Su dignidad y su propia esencia proceden de su asociación con este Otro. A medida que se desmorona su alteridad y su relación con Dios trascendente el hombre pierde su raíz y su esencia.

Los modelos de hombre estructural y neuronal son antiesencialistas. Lo que caracteriza al hombre bajo estos modelos no es su voluntad y libertad sino sus condicionamientos. El hombre queda determinado por sus propios determinismos, su historia, su inconsciente, sus realidades sociales.

El paradigma estructuralista ha hecho del hombre un “no sujeto”. El hombre neuronal, estrictamente naturalista. Lo somete a las limitaciones de la genética, la naturaleza y el cerebro. Desde lo que llamamos la muerte de Dio (Nietzsche), las concepciones del hombre han ido perdiendo consistencia. El animalismo y el transhumanismo revelan de manera indirecta la idea de una humanidad enferma y empobrecida, un hombre entregado a la categoría de las máquinas y de los animales. Lo que deriva directamente de esta dos imágenes del hombre es la destrucción de la interioridad.

No somos conscientes de lo que ocurre en lo más profundo de nosotros, de esa profunda herida de nuestra humanidad. Estamos como ignorantes, en tinieblas, tanto que no nos damos cuenta de hasta qué punto está dañada nuestra interioridad. Estamos enfermos interiormente y no lo sabemos. Ignoramos la existencia de nuestro ser interior.

El hombre está herido en su ser más profundo y esta es la causa-raiz del sufrimiento psíqico hoy en día. Al hombre se le ha amputado su esencia, su belleza, el lugar sagrado de su dignidad. Los sufrimientos contemporáneos son signo de esa amputación de su ser profundo. Los sufrimientos de nuestra alma y la utopía transhumanista se desarrollan sobre el campo actual de las ruinas antropológicas. 




CURAR Y ALIVAR AL HOMBRE

No se es humano, se llega a serlo o no. El término relativo al hombre y la humanidad está distorsionado y equivocado. La humanidad designa el conjunto de hombres y la calidad moral asociada al hecho de ser humano. Existe diferencia entre “ser un humano” y “ser humano”. La pertenencia a la humanidad, al género humano, no confiere en ningún caso la certeza de ser humano.

El hombre es el único ser vivo que se plantea la cuestión de su humanidad/inhumanidad. Bajo la categoría de humanidad se ha justificado un desarrollo antihumano con atentados y crímenes contra la humanidad. Ante esta alternativa humanidad/inhumanidad el humanismo tiene que plantearse si verdaderamente construye al hombre o lo destruye.

Tenemos que reevaluar nuestra antropología, reconciliarnos con nosotros mismos, aprender a mirarnos de otra manera, a percibir la imagen profunda que llevamos dentro. Si el hombre quiere evitar el advenimiento de un mundo inhumano y, más humildemente contribuir a no acrecentar el sufrimiento psíquico sino atreverse a acompañarlo y aliviarlo debe poder narrarse a sí mismo, reconstruir su ser profundo, reconocerse en sí mismo un misterio.

Volvemos a remitirnos a la constitución Gadium et Spes del Concilio Vaticano II en sus números del prólogo relativos a la situación del hombre en el mundo de hoy: del 8 al 10:




Los desequilibrios del mundo moderno

8. Una tan rápida mutación, realizada con frecuencia bajo el signo del desorden, y la misma conciencia agudizada de las antinomias existentes hoy en el mundo, engendran o aumentan contradicciones y desequilibrios.

Surgen muchas veces en el propio hombre el desequilibrio entre la inteligencia práctica moderna y una forma de conocimiento teórico que no llega a dominar y ordenar la suma de sus conocimientos en síntesis satisfactoria. Brota también el desequilibrio entre el afán por la eficacia práctica y las exigencias de la conciencia moral, y no pocas veces entre las condiciones de la vida colectiva y a las exigencias de un pensamiento personal y de la misma contemplación. Surge, finalmente, el desequilibrio entre la especialización profesional y la visión general de las cosas.

Aparecen discrepancias en la familia, debidas ya al peso de las condiciones demográficas, económicas y sociales, ya a los conflictos que surgen entre las generaciones que se van sucediendo, ya a las nuevas relaciones sociales entre los dos sexos.

Nacen también grandes discrepancias raciales y sociales de todo género. Discrepancias entre los países ricos, los menos ricos y los pobres. Discrepancias, por último, entre las instituciones internacionales, nacidas de la aspiración de los pueblos a la paz, y las ambiciones puestas al servicio de la expansión de la propia ideología o los egoísmos colectivos existentes en las naciones y en otras entidades sociales.

Todo ello alimenta la mutua desconfianza y la hostilidad, los conflictos y las desgracias, de los que el hombre es, a la vez, causa y víctima.




Aspiraciones más universales de la humanidad

9. Entre tanto, se afianza la convicción de que el género humano puede y debe no sólo perfeccionar su dominio sobre las cosas creadas, sino que le corresponde además establecer un orden político, económico y social que esté más al servicio del hombre y permita a cada uno y a cada grupo afirmar y cultivar su propia dignidad.

De aquí las instantes reivindicaciones económicas de muchísimos, que tienen viva conciencia de que la carencia de bienes que sufren se debe a la injusticia o a una no equitativa distribución. Las naciones en vía de desarrollo, como son las independizadas recientemente, desean participar en los bienes de la civilización moderna, no sólo en el plano político, sino también en el orden económico, y desempeñar libremente su función en el mundo. Sin embargo, está aumentando a diario la distancia que las separa de las naciones más ricas y la dependencia incluso económica que respecto de éstas padecen. Los pueblos hambrientos interpelan a los pueblos opulentos.

La mujer, allí donde todavía no lo ha logrado, reclama la igualdad de derecho y de hecho con el hombre. Los trabajadores y los agricultores no sólo quieren ganarse lo necesario para la vida, sino que quieren también desarrollar por medio del trabajo sus dotes personales y participar activamente en la ordenación de la vida económica, social, política y cultural. Por primera vez en la historia, todos los pueblos están convencidos de que los beneficios de la cultura pueden y deben extenderse realmente a todas las naciones.

Pero bajo todas estas reivindicaciones se oculta una aspiración más profunda y más universal: las personas y los grupos sociales están sedientos de una vida plena y de una vida libre, digna del hombre, poniendo a su servicio las inmensas posibilidades que les ofrece el mundo actual. Las naciones, por otra parte, se esfuerzan cada vez más por formar una comunidad universal.

De esta forma, el mundo moderno aparece a la vez poderoso y débil, capaz de lo mejor y de lo peor, pues tiene abierto el camino para optar entre la libertad o la esclavitud, entre el progreso o el retroceso, entre la fraternidad o el odio. El hombre sabe muy bien que está en su mano el dirigir correctamente las fuerzas que él ha desencadenado, y que pueden aplastarle o servirle. Por ello se interroga a sí mismo.




Los interrogantes más profundos del hombre

10. En realidad de verdad, los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano. Son muchos los elementos que se combaten en el propio interior del hombre. A fuer de criatura, el hombre experimenta múltiples limitaciones; se siente, sin embargo, ilimitado en sus deseos y llamado a una vida superior. Atraído por muchas solicitaciones, tiene que elegir y que renunciar. Más aún, como enfermo y pecador, no raramente hace lo que no quiere y deja de hacer lo que querría llevar a cabo. Por ello siente en sí mismo la división, que tantas y tan graves discordias provoca en la sociedad. Son muchísimos los que, tarados en su vida por el materialismo práctico, no quieren saber nada de la clara percepción de este dramático estado, o bien, oprimidos por la miseria, no tienen tiempo para ponerse a considerarlo. Otros esperan del solo esfuerzo humano la verdadera y plena liberación de la humanidad y abrigan el convencimiento de que el futuro del hombre sobre la tierra saciará plenamente todos sus deseos. Y no faltan, por otra parte, quienes, desesperando de poder dar a la vida un sentido exacto, alaban la insolencia de quienes piensan que la existencia carece de toda significación propia y se esfuerzan por darle un sentido puramente subjetivo. Sin embargo, ante la actual evolución del mundo, son cada día más numerosos los que se plantean o los que acometen con nueva penetración las cuestiones más fundamentales: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que, a pesar de tantos progresos hechos, subsisten todavía? ¿Qué valor tienen las victorias logradas a tan caro precio? ¿Qué puede dar el hombre a la sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué hay después de esta vida temporal?.

Cree la Iglesia que Cristo, muerto y resucitado por todos, da al hombre su luz y su fuerza por el Espíritu Santo a fin de que pueda responder a su máxima vocación y que no ha sido dado bajo el cielo a la humanidad otro nombre en el que sea necesario salvarse. Igualmente cree que la clave, el centro y el fin de toda la historia humana se halla en su Señor y Maestro. Afirma además la Iglesia que bajo la superficie de lo cambiante hay muchas cosas permanentes, que tienen su último fundamento en Cristo, quien existe ayer, hoy y para siempre. Bajo la luz de Cristo, imagen de Dios invisible, primogénito de toda la creación, el Concilio habla a todos para esclarecer el misterio del hombre y para cooperar en el hallazgo de soluciones que respondan a los principales problemas de nuestra época.




DON Y TAREA: HACIA UNA VISION MAS COMPLETA DE LA PERSONA HUMANA

El ser humano, don y tarea. No se es hombre, verdaderamente humano, se llega a serlo. El hombre se vive en camino en proceso supone un camino de crecimiento conforme nuestra verdadera identidad, dignidad, en su totalidad como unidad integrada, en totalidad.

No podemos quedarnos atrapados en las ideas reductivas del hombre. Integrar nuestra naturaleza física, física y espiritual en integridad y complementariedad, en unidad y totalidad. Hemos de ocuparnos no solo de nuestras necesidades y deseos somáticos y psicológicos sino también colocarlos den su lugar iluminadas por la vida del espíritu.

Hemos de dar a las ciencias su lugar, todo su lugar y nada más que su lugar. La ciencia puede arrojar luz pero no dice toda la verdad. No hay que reducir la vida del hombre a la vida de la mente, a un funcionamiento computacional. Considerar que el hombre está constituido únicamente por un cuerpo y una mente es como creer que la tierra es plana. Hemos de vivir en una dimensión tridimensional integrando la vida del espíritu.




EL HOMBRE EN CAMINO HACIA SI MISMO: LLEGAR A SER HOMBRE

“ Yo os hare llegar a ser pescadores de hombres” (Lc 5). “Si no nacéis del agua y del espíritu no podréis entrar en el Reino de Dios” (Jn 3)

El ser humano es una criatura inacabada. El hombre se vive en camino. El hombre debe ponerse en contacto con su ser interior. Ser hombre no se trata de una realidad estática se trata de llegar a serlo. Se trata de pasar de “ser un humano” a “ser humano”, de un modo de ser psíqico a otro espiritual.

Afirmar que el hombre es un ser inacabado es una buena noticia, nos hace salir de las ideas y concepciones estructuralistas y nueroesencialistas que lo han encerrado progresivamente. Los tres jinetes de la Apocalipsis se relacionan con Freud, Nietzsche, Marx. La muerte de Dios supuso ante todo la muerte del hombre. El hombre es un animal, pero un animal llamado a nacer a su humanidad.



 

PARA LLEGAR A SER HUMANO HAY QUE NACER DE NUEVO

“En verdad os digo el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios” (Jn 3, 1ss)

Hemos de abandonar las concepciones actuales del hombre, monistas y dualista con las que hemos caminado hasta el presente. Estas concepciones son demasiado limitadas porque limitan nuestra interioridad. Quizás no sean del toda falsas pero son reductivas, incompletas. No lo explican todo sobre la estructura y dinámica de nuestro ser. Hemos de acceder a nuestra interioridad más profunda para dar con la fuente del ser, hemos de convertirnos y dar con la fuente creadora y regeneradora. El hombre está invitado a participar en la vida del espíritu, que es el mundo del Ser, de la Fuente de la vida. Hemos de poner al hombre en relación con su vida interior que emana de Aquel que da el ser. La más alta dignidad del hombre descansa en la capacidad del hombre de abrirse al diálogo con Dios. “La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios. Desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios. Existe pura y simplemente por el amor de Dios, que lo creó, y por el amor de Dios, que lo conserva. Y sólo se puede decir que vive en la plenitud de la verdad cuando reconoce libremente ese amor y se confía por entero a su Creador”. (GS 19)



UNA NUEVA HUMANIDAD QUE EMPIEZA A NACER EN NOSOTROS

“El Reino de Dios está ya dentro de vosotros”

Una humanidad llamada a nacer en nosotros. Hay otra manera de ser hombre que nace de su interior y es oblativa, entregada, gratuita. El ser del hombre arranca desde su interior. Desde su interior el hombre elabora los pensamientos y proyectos de su corazón. (Cf. Gn 6, 5-8;  Sal 33, 11; Prov 16,1, Mt 15,9: Mc 7, 14-23).

La interioridad es el centro de la persona y de ahí surgen la libertad y la responsabilidad. El espíritu es el polo superior del ser humano. Es la sede de su voluntad profunda, de su libertad, de su capacidad de autodeterminación, de contemplación, de discernimiento. El espíritu es la vanguardia de nuestra humanidad.

 


UN BELLO TESTIMONIO: DOROTHY DAY

“Dichosos los que trabajan en favor de la paz y la justicia porque serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9)

Dorothy Day (1891-1980) periodista, escritora, pacifista y activista estadounidense conocida por su compromiso en favor de los pobres y la justicia social, iniciadora del movimiento: Catholic Worker (CW)

Del ateísmo a la fe: Su acercamiento a la fe cristiana fue a través de la atracción la belleza que brota del testimonio. La belleza de la fe qué encuentra Dios en el rostro de los pobres. De muy joven había abandonado la iglesia y la práctica religiosa pero volvió a Dios y encontró a Dios a través de los pobres se convirtió así en un testigo de la fe y de la caridad. Dorothy es un destello de luz y de esperanza para nuestro mundo de hoy.

Dorothy fue declarada Sierva de Dios por el papa Juan Pablo II en el año 2000 la lucha por la justicia social es una de las formas en la en las que una persona puede hacer realidad el sueño de Dios hoy de una humanidad reconciliada en la que la fragancia del amor supera el nauseabundo olor del egoísmo.

Dichosos los que trabajan por la paz y la justicia”. Creyentes y no creyentes son aliados en la promoción de la dignidad de toda persona cuando aman y sirven al más abandonado de los seres humanos. Hemos de salir de nosotros mismos al encuentro de los demás. Este es el camino de encontrarnos con Dios y con los demás.

El papa Francisco recordó en su discurso al Congreso de Estados Unidos en el 2015 y la puso como estímulo y ejemplo de testigo de la caridad en su lucha por la justicia y la defensa de la dignidad de cada persona. (Vatican News, 21 de agosto 2023)




CONCLUSION

Como conclusión, el Concilio entiende que todos los hombres, conforme a su dignidad, por ser personas, es decir, dotados de razón y de voluntad libre, y enriquecidos por tanto con una responsabilidad personal, están impulsados por su misma naturaleza y están obligados además moralmente a buscar la verdad, sobre todo la que se refiere a la religión (Dignitatis Humanae nº2). 

Decimos que todos los seres humanos son personas por el mero hecho de ser seres humanos, puesto que estos últimos son siempre personas. Si redujéramos el concepto de persona a los seres humanos con facultad de ejercer sus capacidades tendríamos que aquellos cuyo comportamiento por estar inconscientes, no nacidos o discapacitados no serían personas, al menos de primera clase, y en consecuencia en algunos casos podría justificarse no prolongar sus vidas imperfectas. 

La persona es un principio absoluto, en el sentido de algo único, irreductible a cualquier otra cosa. Mi yo no es intercambiable con nadie. Este carácter único de cada persona alude a esa profundidad creadora que es el núcleo de cada intimidad: es un «pequeño» absoluto. La palabra yo apunta a ese núcleo de carácter irrepetible: yo soy yo, y nadie más es la persona que yo soy. Nadie puede usurpar mi personalidad. No hay ningún motivo suficientemente serio para respetar a los demás si no se reconoce que, respetando a los demás, respeto a Aquel que me hace a mí respetable frente a ellos.

 Cristo Jesús es el Nuevo hombre que inaugura en su carne una nueva humanidad y da origen a un nuevo humanismo. Cristo viene a restituir a recomponer al hombre caído.

Desde nuestra visión de fe no es tiempo para la desesperanza Es verdad que vivimos en un tiempo de gran expectación e incertidumbre. Lo que parecía irrepetible a las atrocidades del S, XX vuelve a aparecer, guerras genocidios, destrucciones y por si fuera poco esta pandemia que ha trastocado todo el orden global. Asistimos a un tiempo de crisis, de salud, de economías, de ideologías. Aparecen de nuevo las preguntas existenciales ante tanto dolor y tanta muerte y nos preguntamos ¿qué sentido tiene la historia humana? ¿a dónde nos encaminamos como humanidad? ¿Pueden los avances científicos, la ciencia tecnológica y cibernética tener aportar algo al desarrollo y progreso de los pueblos?

Este tiempo de la historia tan cruda y tan dramática puede convertirse en un tiempo de esperanza. Los escenarios sobre los que vivimos por duros que sean no determinan nuestro futuro. No debemos tener miedo al futuro. Estamos iniciando un nuevo milenio y como nos animaba el papa Juan Pablo: abramos las puertas a Cristo. Todo depende de como seamos capaces de vivir dese dentro animados por la fe y la confianza en el poder de Dios.

En medio de la cultura de la guerra, puede resurgir la cultura de la vida bajo la fuerza de la resurrección. En medio de la cultura de la violencia, del racismo, de la segregación, de la xenofobia, de los nacionalismo y populismos del tiempo presente puede resonar el mandamiento perenne que puede encontrar algún eco de reverberación en nuestro interior. Podemos convertirnos en artesanos de paz y testigos de esperanza porque tu sigues vivo alentando la historia y conduciéndola a su plenitud.

El verdadero progreso se mide por el desarrollo integral de las personas. El verdadero progreso de los pueblos no se mide por el desarrollo tecnológico niel poder económico sino por la capacidad de defender la dignidad de toda persona humana atendiendo a los más vulnerables desprotegidos y necesitados.

La jornada mundial de la juventud en Lisboa donde en el campo de gracia se concentraron un millón y medio de jóvenes en un clima jovial de fraternidad es la más clara expresión que este sueño de Dios sigue vivo en el corazón de tantos jóvenes hambrientos de construir juntos una nueva humanidad bajo los principios de un nuevo humanismo.