martes, 14 de julio de 2020

Santo Tomás de Villanueva

SANTO TOMAS DE VILLANUEVA

 

 

 

Motivación

Hubo tres agustinos que quedaron vinculados a la ciudad de Salamanca: Fray Luis de León, San Juan de Sahagún y Santo Tomás de Villanueva. Con el estudio de este último queremos completar esta trilogía. Estudiando sobre los santos que vivieron en Salamanca no podemos olvidar al gran Santo Tomás de Villanueva al que cuanto más se profundiza más se le quiere declarar doctor de la Iglesia.

Pocos son los vestigios que quedan de él en la ciudad. En el altar mayor de la catedral nueva de Salamanca hay dos urnas de plata que contienen las reliquias de dos grandes santos que pertenecieron a la orden agustiniana. El de la izquierda corresponde al santo patrono San Juan de Sahagún. El de la derecha al santo Tomás de Villanueva.

Ambos aunque no nacieron en Salamanca vivieron en esta ciudad dejando un gran rastro. El rastro en Salamanca de Santo Tomás de Villanueva es menos conocido dado que después de su estancia en esta ciudad termina siendo nombrado arzobispo de Valencia donde muere. Yo, como dije en las memorias de San Juan de Sahagún, viví como misionero en Salamanca en una casa aledaña a donde vive y muere el santo patrono de Salamanca en la calle Taviesa. Tambien tuve la suerte de vivir como misionero en Alcalá de Henares en una casa en la calle Mayor en frente del Hospitalillo que fue el lugar donde vivieron tanto Santo Tomás de Villanueva como San Ignacio de Loyola a su paso por Alcalá de Henares.

Hemos querido recoger sus memorias en este trabajo. Fue con Santa Teresa y San Juan de la Cruz en el siglo de Oro español uno de las figuras que más influyeron en la reforma de la Iglesia junto con San Ignacio de Loyola. Todos ellos pasaron por Salamanca.



 

1.       La alborada: Contexto histórico

 

Vivió en uno de los periodos más plenos de la cultura occidental como es el Siglo de Oro, sucediendo a otro de los más prolíficos a nivel cultural e intelectual de Occidente como fue el Renacimiento Italiano.

España abre la Era Moderna apenas seis años después con el Descubrimiento de América en 1492. Coincidiendo a la vez con el inicio del Siglo de Oro y la publicación de la Gramática de Nebrija. Pocos años antes con la conquista de Granada y la unión del reino de Castilla y la Corona de Aragón, Isabel y Fernando comenzaron ingentes reformas que tendían a la creación del primer Estado Moderno, como la unificación del ejército, la administración pública y la religión. Como sabemos impulsaron el catolicismo y el apoyo al papado del cual obtuvieron el título de Reyes Católicos. Sin embargo, nunca pudieron serlo de España, porque tal entidad territorial y jurídica no existía. Faltaba la anexión del reino de Navarra. Obtenida años más tarde por Fernando el Católico. Con lo cual la primera reina que debió ser de España por derechos dinásticos debió ser su hija Juana I de España. Quien fue apartada de su legítimo derecho por el golpe de Estado ejercido por su hijo el emperador Carlos V de Alemania proclamándose rey de España, apoyado por su abuelo Fernando el Católico.

En este contexto de reforma del catolicismo y creación del primer país de Europa como Estado moderno aglutinando todos los reinos en una unidad territorial conglomerada por una historia y cultura común, que por cierto todavía no ha fraguado con la firmeza que el paso del tiempo debiera haber impreso. Además de intereses políticos de afianzamiento del Estado y expansión imperial, fueron una de las razones por las que el flamante emperador, confió en Santo Tomás como buen español, que más tarde calificó Quevedo[1]. Resulta interesante comprobar que fue propuesto para arzobispo de Granada y de Valencia. Dos de los territorios con mayor inestabilidad política y social a causa de la gran población de moriscos en constante descontento y en contacto con los turcos.

Encontramos así en Tomás de Villanueva ese hombre de Estado, ese gestor y ese diplomático al servicio del emperador, que pacificó el territorio de Valencia en su labor con la gran población de moriscos que casi suponía la mitad de la población.

Santo Tomás vivió en la España de la primera mitad del siglo XVI, una sociedad en ebullición que buscaba nuevos caminos en la especulación teológica, en la vida religiosa, en la piedad, en el apostolado. Por doquier se clamaba contra el absentismo de los obispos, los vicios del clero, los bizantinismos de la teología, el formalismo de la piedad y las lacras de los frailes. Junto a la denuncia airada de los predicadores y la ironía corrosiva de humanistas y hombres de letras, se oían también voces serenas, que proponían remedios y señalaban rumbos. Algunos, como Ignacio de Loyola, proponían metas nuevas. Otros, como Tomás de Villanueva, trataban de dar nueva vida a la tradición.

Su vida se desarrolló en tres etapas perfectamente delineadas. Voy a seguir el itinerario que hace el padre Javier Campos  en su obra dedicada al santo.[2] En la primera preparó sus armas en un hogar profundamente cristiano y en la universidad de Alcalá; en la segunda las afinó en un convento salmantino y las estrenó en su orden religiosa; y en la tercera las puso al servicio de la sociedad.




2.        El amanecer: Los inicios, su infancia en Fuenllana, 1486 2

Tomás nació el año 1486 en Fuenllana, un pueblecito manchego, en el que se habían establecido sus padres a raíz de su matrimonio. Su nacimiento se produjo en Fuenllana debido a que en la villa donde vivían sus padres se había declarado una epidemia de peste y decidieron que el pueblo de su madre era un lugar más seguro para el alumbramiento.

A pesar de esto, la infancia y juventud de Tomás transcurrió en Villanueva de los Infantes, por eso, se le llamará santo Tomás de Villanueva. Aunque su familia era pudiente, muchas veces el muchacho andaba desnudo porque había dado sus vestidos a los pobres. Actualmente queda en pie parte de la casa original, con un escudo en la esquina, al lado de un oratorio de la familia. Siempre se declaró del pueblo donde se crio.

Era el primogénito de Tomás García y Lucía Martínez, “de los fijosdalgo más principales de Villanueva de los Infantes” [3]. Tras él llegaron cinco hermanos más: Juan Tomás, que profesó en la orden agustina el 15 de diciembre de 1528; García Castellanos, que fue el heredero; Alonso Tomás, que se dedicó a las labores del campo; Lucía, que murió joven; y otra hermana de nombre desconocido. Su madre le inculcó una fuerte vida de piedad y sentimientos de solidaridad con los menesterosos. Tomás asimiló pronto sus enseñanzas y a menudo volvía a casa sin la merienda y sin el vestido recién estrenado.




3.       La mañana: Primera etapa, en la cátedra de Alcalá, 1504 - 1516

A los dieciocho años partió para Alcalá, donde Cisneros estaba dando forma a su universidad. En el colegio franciscano de San Diego estudia Filosofía. El 7 de agosto de 1508, ya bachiller, ingresa en el recién inaugurado colegio de San Ildefonso, núcleo de la universidad. En 1509 se licencia en Filosofía y se matricula en la facultad de Teología.

En 1512 fue llamado a regentar la cátedra de filosofía, que mantuvo hasta febrero de 1516, en que, tras tres años largos de clase, llegó la graduación de sus alumnos. La estancia en Alcalá dejó en Tomás una impronta indeleble. En aquel “plantel de pastores de almas y de teólogos” adquirió una sólida formación filosófica, asimiló las nuevas corrientes teológicas, cada día más alejadas de la escolástica decadente y más abiertas a la pastoral y a las enseñanzas de la Biblia y de los Santos Padres, y se familiarizó con tendencias espirituales que aspiraban a una vivencia más pura y menos formalista del cristianismo. Pero Tomás procuró evitar todo exceso, conservando siempre un gran aprecio por la tradición medieval, representada por santo Tomás de Aquino.

El Aquinate será su guía en los campos de la filosofía y teología, aunque tampoco desdeñará la compañía del platonismo cristiano. Desde el púlpito, la cátedra y el gobierno denunciará abusos y predicará la reforma, pero una reforma que respetaba la tradición y recelaba de las novedades, sobre las que veía planear la sombra de Lutero. En el colegio dejó fama de varón santo y de profesor prestigioso. Gómez de Castro le menciona entre sus tres catedráticos más insignes y recuerda que a él deben su formación filosófica hombres de la talla de Domingo de Soto y Hernando de Encinas. Por un apunte del libro de recepciones consta que fue castigado dos veces por pernoctar fuera del colegio.

Resumen de su estancia en Alcalá:

En 1504 llegaría el joven Tomás a estudiar a Alcalá, ingresando en 1508 como estudiante en la recién fundada universidad complutense, convirtiéndose así en uno de los primeros alumnos que pisaron las aulas del colegio mayor de San Ildefonso para graduarse años más tarde de Maestro en Artes y licenciarse en Teología. Durante esta época falleció su padre, lo que le movió a convertir en hospital la casa que recibió en herencia. Este hospital, destinado en un principio a asilo de pobres y enfermos del pueblo, así como de niños huérfanos y viudas desamparadas, recibiría más tarde el nombre de Hospital del Arzobispo de Valencia en razón del alto cargo eclesiástico alcanzado por su antiguo conciudadano.

Continuando con sus estudios culminó éstos en 1514 obteniendo la Cátedra de Artes de nuestra ciudad, cargo que desempeñó durante los cursos 1514-15 y 1515-16, contando con varios discípulos tan relevantes como Domingo de Soto y Hernando de Encinas y rechazando una oferta de la universidad de Salamanca, la cual le ofreció la cátedra vacante de Filosofía Natural.

 



4.       El mediodía: Segunda etapa: Fraile agustino en Salamanca, 1516-1544

En octubre de 1516, tras ocho años de permanencia en San Ildefonso, Tomás trueca Alcalá por Salamanca. La vieja universidad le ha ofrecido una cátedra de filosofía, pero no es la gloria académica lo que le lleva a la Ciudad de Tormes. Viaja guiado por la voz de Dios que le llama a la vida religiosa en el convento de San Agustín.

El 21 de noviembre toma el hábito y el 25 del mismo mes del año siguiente emite su profesión religiosa. Un año más tarde, el 18 de diciembre de 1518, se ordena de sacerdote y el día de Navidad celebra su primera misa. Al describir estos años de su vida, Salón, su biógrafo más autorizado, le atribuye “una oración muy continua […], mucha y muy atenta lectura de libros santos y devotos, particularmente de las obras del bienaventurado san Bernardo […]; un recogimiento y silencio muy grande […]; una grande resignación de su voluntad en la de sus superiores”. [4]

También subraya su austeridad, su caridad para con los enfermos, a quienes “daba de comer por su mano, les hacía la cama, les limpiaba, regalaba y servía cuanto podía”, y su laboriosidad: “jamás fue visto […] ocioso ni en conversación con otros frailes, sino siempre o en algún santo ejercicio de caridad o encerrado en su celda”. Tomás era ya un hombre de 33 años, con una sólida preparación humana y académica. Estaba listo para servir a los demás. En 1518, antes de su ordenación sacerdotal, explica teología en su convento.

En mayo de 1519, con apenas cinco meses de sacerdocio, se le encomienda el priorato de Salamanca, “cosa muy extraordinaria y nunca vista en nuestra orden” [5]. Y al año siguiente inicia su carrera de predicador. Tres años habían bastado para desvelar su vocación. En adelante será siempre profesor, gobernante y predicador.

El primer oficio fue el más esporádico. Sólo lo ejerció de joven y cuando quedaba libre de tareas administrativas. En sus clases, a las que concurrían “muchos estudiantes de la Universidad”, explicaba al Maestro de las Sentencias a la luz de santo Tomás de Aquino, al cual “fue muy aficionado y devoto” [6].

Más energías dedicó al gobierno de su provincia, de la que fue provincial, visitador y definidor, amén de prior de los conventos de Salamanca, Burgos y Valladolid. Salón dirá que “no hubo en la provincia oficio ni cosa importante ni de confianza en ella que no pasase por sus manos”. Promovió la dignidad del culto, el espíritu de oración, la paz en la comunidad, la laboriosidad y las misiones del Nuevo Mundo, a las que en su segundo trienio envió 16 religiosos. Acertó a conjugar los diversos elementos que componen el ideal agustiniano de la vida religiosa: interioridad, vida común, estudio y apostolado.

Tras la guerra de los comuneros (1519-20), que dejó graves secuelas en la provincia, le tocó juzgar al provincial. Al decir de algunos historiadores, habría actuado con excesivo rigor. En 1526 abogó por la división en dos de la provincia de Castilla. Pero cuando vio que la realidad no respondía a sus expectativas, no dudó en promover su reagrupación, que tuvo lugar en 1541.

La predicación sería su principal ocupación hasta el fin de sus días: al principio, por obediencia; luego, porque la creía “función propia del obispo”. Su éxito fue fulminante. Estaba todavía estrenando armas en Salamanca cuando su fama “corrió por toda la ciudad con tan grande admiración y espanto de todos, como si […] hubiera enviado nuestro Señor a predicar algún ángel del cielo”[7]. Su santidad de vida, su doctrina y su libertad evangélica le granjearon la admiración de los auditorios más dispares.

Se decía que su palabra “quebrantaba los corazones y los rendía a la verdad del espíritu” y en confirmación del aserto se adujeron testimonios procedentes de sectores sociales y culturales muy diversos. Uno de sus admiradores más entusiastas fue Carlos V: “Es verdadero siervo mandado de Dios”. Para Sáinz Rodríguez fue, con Fray Luis de Granada, el mayor predicador de la España de su tiempo. Tomás fue un predicador lleno de espíritu, tan alejado de la vana retórica de quienes sólo aspiraban a halagar los oídos, como de quienes prescindían de las enseñanzas de la retórica para atenerse únicamente a la desnudez del Evangelio. Partía siempre de la Escritura –“quien no conoce a fondo las Escrituras no debe asumir el oficio de predicar”– y no concebía a un predicador sin “santidad de vida, humilde oración y un verdadero celo de la gloria de Dios y salud de las almas”. Pero estimaba también los consejos de los preceptistas y apreciaba el “hablar casto y propio” [8].

 

Resumen de su estancia en Salamanca

En verano de 1516 terminó el curso académico como catedrático de Artes y abandona el Colegio de san Idelfonso. Fue llamado para la Universidad para regentar la cátedra de Filosofía natural. Se dirige al convento de San Agustín en Salamanca para entrar en la orden agustiniana en 1516. El convento de san Agustín era famoso por ser morada de hombres santos y sabios. uno de los más ilustres fue San Juan de Sahagún (1430-1479). Le atraía el silencio creador, el estudio purificador y la observancia y rigor de la vida religiosa.

En la capilla de la Universidad el p. Manuel Duque dirigió un sermón ante el Rector y Claustro de profesores y asegura que fue catedrático de Filosofía Moral. Dicen que allí leyó tres lecciones y luego dejo el puesto académico para tomar el hábito religioso. El Dr Tomás García Martínez toma el hábito en el convento agustiniano de San Pedro pasando a ser Fray Tomás García el 21 de noviembre de 1516 a los 29 años. Superado el noviciado hace la profesión religiosa en noviembre de 1517. A partir de entonces se le conocerá como Fr. Tomás de Villanueva. En diciembre de 1518 es ordenado sacerdote. Celebró su primera misa el día de Navidad cuando tenía 32 años de edad.

En 1519 los superiores le mandaron leyese una clase de Teología escolástica destacando como gran maestro en Teología. En mayo de 1519 es nombrado prior del convento de Salamanca rompiendo la costumbre de la orden. En 1529 es designado Presidente del Capítulo de la Provincia de Castilla.

En 1521 se da la revuelta comunera de los Maldonado. Fray Tomás de Villanueva es nombrado predicador de la Orden. En 1521 predica un sermón en la catedral en el ciclo cuaresmal conmoviendo a la ciudad. Pronto nobles, prelados y doctores quedaron encandilados por su predicación.

Tuvo una gran fama de predicador, en un estilo sobrio y sencillo. Carlos I al oírle predicar, exclamó: “Este Monseñor conmueve hasta las piedras.” Su prédica provocaba sonoras conversiones. Tuvo asimismo una gran devoción por la Virgen María, cuyo corazón comparó a la zarza ardiente, que nunca se consumía.

En 1523 es reelegido prior y la orden adquiere unas tierras en las riberas del Tormes, la Flecha, para descanso y recreación. Desde entonces este lugar se convierte en lugar asociado a ricas vivencias de grandes figuras como Fray Luis de León, Fray Diego González, etc.

Además de prior en Salamanca fue nombrado prior de los conventos de Burgos y Valladolid. En la orden de los agustinos además de prior conventual ocupó los cargos de prior provincial de Castilla y Andalucía. Además de profesor de la universidad, fue consejero y confesor del rey Carlos I de España. Cuando era prior provincial de Castilla uno de los asuntos más relevantes que también impulsará es la preparación de misioneros agustinos para la nueva aventura de las Américas. Preparó y envió a Mexico 16 misioneros agustinos.

 



5.       La tarde: Ultima etapa: Obispo de Valencia, 1544-1555

Aunque el rey Carlos I le ofreció el cargo de arzobispo de Granada, él nunca lo aceptó; se cuenta que llegó a ser Arzobispo de Valencia el 10 de octubre de 1544 por error de un escribano, pero siguió negándose hasta que se lo ordenó su superior en la Orden; en el momento de su nombramiento se hallaba en el monasterio de Nuestra Señora del Pino, en tierra de Cuéllar.3​ En Valencia, ayudado por su obispo auxiliar Juan Segriá, puso orden en una diócesis que hacía un siglo que no tenía gobierno pastoral directo. Organizó un colegio especial para los moriscos conversos y organizó en especial un plan eficaz de asistencia y auxilio social y de caridad.

Tomás fue obispo de Valencia por voluntad de Carlos V. Él habría deseado declinar el honor, como ya lo había hecho con la sede de Granada. Pero hubo de plegarse a la voluntad de su superior religioso: “mando a V.R que […] dentro de veinte horas acepte la provisión según y como su Majestad la tiene hecha”. El 7 de diciembre de 1544 recibió la ordenación episcopal y el 1 de enero de 1545 ingresó en Valencia a lomos de una mula. Los once años de su episcopado vivirá “como arzobispo que no quería dejar de ser fraile”[9].

A ejemplo de Agustín organizó su casa con sobriedad, sencillez y familiaridad. Él se veía como esposo, pastor y padre de sus fieles, a mil leguas del obispo renacentista, que a menudo era más un señor que un pastor. Su puerta estaba abierta a todos sus fieles y tenía ordenado a sus familiares que no dudaran en interrumpir su oración o su estudio: “siendo obispo, no soy mío, sino de mis ovejas” [10].

El cabildo le ofreció 4.000 ducados para mejorar su ajuar. Pero él los destinó para reedificar el Hospital General que se acababa de quemar: “así todos tendremos parte y gozaremos de este dinero: los pobres albergándose, yo viéndolos socorridos, y el cabildo socorriéndolos” (Quevedo). Encontró una diócesis en crisis, víctima del absentismo de sus pastores. Durante un siglo había sido feudo de los Borgia, que la habían administrado por medio de vicarios. Era, además, una iglesia compleja, con fuertes tensiones sociales –un tercio de la población (170.000 habs.) era morisca– y un clero abundante pero sumido en la ignorancia y, a menudo, también en el vicio.

Al mes de su llegada salió a visitar la diócesis. Su impresión fue negativa. El pueblo, aunque “entero en la fe, estaba roto en su vida”. Los moriscos seguían aferrados a sus costumbres. Gran parte del clero yacía en la ignorancia y la miseria; otros eran víctimas del juego y del lujo o vagaban por las calles, entrometidos en mil tráficos; y no faltaban quienes vivían en público concubinato. Tampoco el estado de los religiosos era halagüeño.

En el sínodo diocesano de 1548 urgió la residencia de los curas en sus parroquias, impuso el traje talar, reglamentó las cuestaciones, redujo a 50 el número de días festivos y dio un fuerte impulso a la catequesis, que luego llevaría a la publicación de catecismos y confesionales. Con ello no hizo más que aplicar a su diócesis el programa que dos años antes había trazado para el concilio de Trento: residencia de los pastores, prohibición de trasladar a los obispos de una diócesis a otra, concesión de los beneficios curados a los nativos, fortalecimiento de la potestad episcopal, selección de los candidatos al estado clerical y limitación de las inmunidades eclesiásticas.

El estado del clero hería las fibras más sensibles de su corazón: “muchas veces el sacerdote es el último del pueblo en la vida y en las costumbres”. Trata de remediar su pobreza e ignorancia, y combate el absentismo, los usos simoníacos, la avaricia. Otras veces sale por su honra, corre en su ayuda con limosnas y planes laborales, cierra la cárcel de la diócesis por indigna del estado sacerdotal. “No castigaba los delitos de los eclesiásticos tanto con las cárceles y grillos como con el ejemplo” [11].

El 21 de noviembre de 1550, “en memoria de la fecha en que yo recibía el hábito […] en el monasterio de Salamanca”, fundó el Colegio de la Presentación. En él diez estudiantes pobres podrían prepararse al sacerdocio en un ambiente de estudio, recogimiento y piedad.

Las constituciones del sínodo tropezaron con la oposición frontal de los canónigos, que se parapetaban en costumbres y privilegios antiguos. Pero él, consciente de su bondad, se mantuvo firme y no tardó en quebrantar su resistencia: “¿que no consienten al sínodo y apelan al papa? Pues yo apelo al Dios del cielo” [12].

Con la misma firmeza defendió la inmunidad eclesiástica contra injerencias de la autoridad civil. Al virrey que le conminaba el disgusto del emperador le respondió: “pesárame de desabrir a su majestad, pero advierto a V.E. (y enseñósela) que aún me acompaño de la llave de mi celda, y cada día el arzobispado me crece los deseos de retirarme a ella” [13]. Los pobres ocuparon sus mejores energías.




El limosnero de Dios y obispo de los pobres

Gozó de gran fama por su gran austeridad personal (llegó a vender el jergón donde dormía para dar el dinero a los pobres) y por su ejercicio continuo e infatigable de la caridad, especialmente con los huérfanos, con las doncellas pobres y sin dote y con los enfermos. Poseía; sin embargo, una concepción inteligente de la piedad, de forma que, aunque era muy limosnero, procuraba solucionar definitiva y estructuralmente la pobreza mediante la redención activa de la misma, dando trabajo a los pobres, y así hacía fructificar sus limosnas; al respecto escribió: “La limosna no sólo es dar, sino sacar de la necesidad al que la padece y librarla de ella cuando fuere posible”.

Mostró preferencia por los más necesitados que dentro de los indigentes, era los enfermos pobres. Su falta de apego y ambición por lo material le hizo gestionar la inmensa fortuna diocesana de forma tan eficiente que en once años de trabajo, dobló sus ingresos.


Hasta su llegada, la presencia de un arzobispo en Valencia, era algo inexistente, pues era un cargo de privilegio y no de responsabilidad. Su predecesor fue Jorge de Austria, y la sede valenciana llevaba más de cien años sin ver por allí un arzobispo. Sin embargo los privilegios y las rentas del arzobispado salían puntalmente destinadas al prelado de turno.Según varios autores la diócesis era un caos. El clero vivía relajado y acomodado.

 

Sin orden ni disciplina. Lo primero que hizo al igual que Cisneros, fue convocar un sínodo y establecer normas de conducta para beneficio de la Iglesia y el Pueblo. Se dice que un día vino un religioso a su casa y, encontrando ese aposento abierto, entró sin llamar y halló a nuestro hombre sentado en una silla baja, ocupado en remendar sus calzas. El buen canónigo se escandalizó de que tal cosa hiciese, puesto que no era propio para la dignidad de un arzobispo de Valencia, a lo cual Santo Tomás respondió: “Aunque me han hecho arzobispo, no dejo de ser religioso; he profesado pobreza y me alegro de hacer de vez en cuando lo que hacen los frailes pobres. Y con ese real que me ahorro puede comer mañana un pobre”.

A su casa “acudían centenares de necesitados, los propietarios, según él, de las rentas del arzobispado, de las que él era sólo tesorero. Al incalculable cuento de ducados que repartió a voleo y sin tasa a familias menesterosas y a doncellas casaderas, añadió él la recogida de niños expósitos y el sustento de sus nodrizas, la creación de un cuerpo de médicos y cirujanos que asistiesen a los miserables y la fundación de un seminario en que se educasen los futuros sacerdotes” (Tellechea Idígoras). En el lecho de muerte su principal preocupación fue deshacerse de los 5.000 pesos que quedaban en las arcas del arzobispado: “dense prisa, que no quede un real, que no me esté en casa ese dinero”.

El amor a los pobres lo asimiló con la leche materna y luego lo nutrió con ideas de noble prosapia teológica. Para él nunca fueron simples conceptos ni el destino universal de los bienes de la tierra ni la función social de las riquezas ni, mucho menos, el derecho de los pobres a las rentas de su diócesis. Esas ideas le mueven a denunciar injusticias, a fustigar el lujo de los ricos y, sobre todo, a ser cauto en la administración y parsimonioso en los gastos. Sólo así podría ser generoso con los pobres.

En su tiempo las rentas del arzobispado ascendieron de 18.000 a 30.000 ducados. La mitad los destinaba a socorrer a los pobres.




6.       El ocaso: Muerte y glorificación.

El 29 de agosto de 1555 cayó enfermo a consecuencia de una angina provocada por el agotamiento de casi once años entregado en cuerpo y alma a su misión de padre y pastor de la Iglesia valenciana. Tras esta breve enfermedad que se complico con fiebre se le aplicaron dieciocho sangrias en el pecho pero no pudo recuperarse. Antes de morir mando al administrador y tesorero de la diócesis que se repartiera por las parroquias, las casas de pobres o al Hospital, el dinero que quedase en las arcas del arzobispado. El 8 de septiembre, tras confesión recibió el viático y entregó su alma al Creador, mientras el celebrante consumía el Santísimo y él recitaba el versillo in manus tuas, Domine, commendo spiritum meum del salmo 36. Su alma reposaba en el Señor el día de la festividad de la Natividad de María con su mirada puesta en el crucifijo. Después de amortajado con el hábito agustino fue expuesto en el palacio y el pueblo valenciano desfiló antes sus restos mortales. Luego fue trasladado a la catedral donde se celebró el Oficio de difuntos. Desde allí fue trasladado en solemne procesión. Su cuerpo fue enterrado en la iglesia agustiniana del Socorro mirando a la capilla de nuestra Señora y fue más tarde trasladado a la catedral de Valencia en 1658.

En 1572 aparecía la primera edición de sus sermones, precedida de una breve biografía. San Juan de Ribera incoó el proceso que condujo a su beatificación en 1618 y a su canonización en 1658. La canonización tuvo lugar en la basílica de San Pedro, el día de Todos los Santos, viernes, 1 de noviembre de 1658. Por Alejandro VII acompañado de gran número de cardenales y obispos. La piedad popular y el arte han asociado su nombre con la limosna a los necesitados. En 1661 el padre Ange Le Proust puso bajo su amparo la congregación hospitalaria de hermanas de Santo Tomás de Villanueva. En el siglo XX la familia agustiniana le ha declarado patrón de sus estudios. Está abierto el proceso para declararle doctor de la Iglesia.




7.       Su obra póstuma: Sus escritos

Compuso bellos sermones, entre los que destaca Sermón del amor de Dios, una de las grandes manifestaciones de la oratoria sagrada del XVI. Es autor de varios Opúsculos, dentro de los que se incluye el Soliloquio entre Dios y el alma, en torno a la comunión.

Como escritor místico la obra más importante de santo Tomás de Villanueva es De la lección, meditación, oración y contemplación, pero también se destacan sus numerosos sermones en castellano y en latín; entre ellos destaca el Sermón del amor de Dios, imbuido de Neoplatonismo

Previene al contemplativo de los errores a los que puede ser sometido por obra del demonio y que pueden arrastrarle a la herejía; en sus palabras es posible encontrar implícita una advertencia contra los alumbrados

Distingue entre la contemplación infusa, cuyos valores proceden del Espíritu Santo, y la adquirida, fruto del esfuerzo y del ejercicio. Su Comentario al Cantar de los Cantares señala seis grados progresivos dentro de la vida mística: Fe, Devoción, Embriaguez, Inacción, Sueño y Éxtasis.

Sus obras completas fueron editadas en Manila en 1881, Opera omnia, seis volúmenesNicaise Bax, por otra parte, escribió una biografía del santo[14] a la que añadió algunas Orationes sacrae bajo el título Beatus Thomas à Villanova Elemosynarius Achiepiscopus Valentiae (Antverpiae: Hieronymum Verdussen, 1622) y Simplicio Saint-Martin redactó otra: La Vie de S. Thomas de Villeneuve, dit l'Aumosnierä Archevesque de Valence. Avec la Relation de l'Appareil, Pompe et Ceremonies observées en sa Canonisation à Rome le premier Novembre 1658. Et de ce qui s'est passé en la Feste de ladite Canonisation célébrée en quelques villes pendant huict jours. (Tolosa: Iean Boude, 1659)




8.       Estela: Sus milagros

Desde que fue su cuerpo traslado a la catedral de Valencia, su sepulcro era constantemente visitado para pedirle favores y ayuda como en otro tiempo los fieles hicieran visitándolo en el palacio. Ahora sabían que lo tenían como intercesor en el cielo. Los continuos prodigios obrados por mediación del santo quedan recogidos por el padre Salón: apariciones, limosnas a necesitados, recuperación de la salud de enfermos, incluso parece dos resurrecciones.[15]



9.       El traslado de sus reliquias a la catedral nueva de Salamanca

La distribución de las reliquias, después de su canonización, fueron hechas previa autorización del arzobispo de Valencia, Patriarca Juan de Ribera. La exhumación tuvo lugar el veintiuno de noviembre de 1603. Unas reliquias se regalaron al Colegio de San Idelfonso de Alcalá[16] y Las reliquias para Salamanca fueron regaladas por los agustinos del Socorro. Primero estuvieron en el antiguo convento de Salamanca y luego cuando este desapareció tras la desamortización decimonónica fueron trasladadas a la catedral nueva y fueron recogidas en una bella urna de plata junto al altar mayor.[17] El Rector y Doctores de la Universidad Literaria de Salamanca así lo pidieron a León XIII. [18] Las reliquias que se conservan son tres: un fragmento óseo, manuscritos originales de sus obras y una parte de la correa del hábito.

 



10.   Conclusión

Hemos querido recoger sus memorias dado que el paso del tiempo pudiera borrar sus huellas del paso del santo por la ciudad y el enfriamiento de las devociones y las emociones que tuvieron lugar tras su canonización quedaran en el olvido de la gran mayoría de los fieles y de los propios salmantinos. A pesar de que la vida de Santo Tomás de Villanueva se sitúa en la época de máximo esplendor de nuestra época, “el Siglo de Oro”, quizás por ello quedo como eclipsado por otros grandes santos como Santa Teresa, San Juan de la Cruz o San Ignacio. No gozó de gran popularidad en Salamanca y quedó reducido su conocimiento limitado a la familia agustiniana y a unos pocos estudiosos. Santo Tomás de Villanueva debe ser recordado como otros frailes agustinos que dejaron huella imborrable en Salamanca, San Juan de Sahagún y fray Luis de León.

Santo Tomás de Villanueva debe ser recordado no solo por su saber cómo maestro y doctor, sino como un santo fraile, gran predicador y gran arzobispo de gran caridad para con los pobres. Atendía con sumo cuidado a las necesidades de todos, lúcido en la liberalidad y dando con gusto y ardiente caridad. Entre todas las virtudes del santo, hay una por la que sobresalió, su caridad frente a los más pobres, de ahí que se le conozca como el padre de los pobres, el obispo limosnero, el santo de la bolsa.

En los momentos presentes de tanta injusticia y exclusión de los más pobres y desfavorecidos conviene recordarlo como ejemplo para favorecer la justicia y la equidad. Unos ladrones que acudieron a robar al convento y fueron sorprendidos cuentan la experiencia: “salimos como al alborear el día y a cincuenta pasos se nos puso delante un fraile con hábito negro quien hablándonos con tanta suavidad hizo nos arrepintiéramos de lo cometido y el fraile reparó nuestra falta con graciosa caridad”. Esta imagen sería la que trasladó el pintor Bartolomé Esteban Murillo a un lienzo e hiciera célebre al santo[19]. Este modelo iconográfico, “el fraile de hábito negro con una bolsa y unas monedas en la mano”, fue luego repetid por otros artistas como Carreño, Cerezo, Coello, Maella, V. Salvador Gómez que harían de su figura un santo para la posteridad.


 

 

 Bibliografía

Opera Omnia, Manila 1881-97, 6 vols;

Obras de S. Tomás de V. Sermones de María y obras castellanas, Madrid 1952;

M. SALÓN, Vida de S Tomás de V, Valencia 1588;

 V. CAPÁNAGA, Santo Tomás de V, Madrid 1942

B. RANO, “Notas críticas sobre los 57 primeros años de S Tomás de V”, en La Ciudad de Dios 171 (1958) 646-718;

P. JOBIT, El obispo de los pobres, Ávila 1965;

Arturo LLIN CHACER, Santo Tomás de Villanueva. Fidelidad evangélica y renovación eclesial, Madrid 1996;

Javier CAMPOS, Santo Tomás de Villanueva, El Escorial 2001 (con fuentes y bibliografía);

ESTUDIO TEOLÓGICO AGUSTINIANO, Santo Tomás de Villanueva. 450 años de su muerte, Madrid 2005. Ángel MARTÍNEZ CUESTA, OAR


 

 

Notas:

[1] Francisco de Quevedo, Biografía de Santo Tomás de Villanueva

[2] Javier Campos y Fdez de Sevilla, Santo Tomás de Villanueva, universitario, agustino y arzobispo en la España del S.XVI,EDES, 2001

[3] Francisco de Quevedo, Biografía de Santo Tomás de Villanueva

[4] Salón, O.S.A., Miguel Bartolomé (1793). Libro de la vida y milagros de Santo Tomas de Villanueva, arzobispo de Valencia, de la orden de San Agustin: sacado de los procesos que se hicieron para su beatificacion y canonización. Madrid: en la imprenta de la viuda e hijo de Marin. p.2

[5] Salón, O.S.A., Miguel Bartolomé (1793). Libro de la vida y milagros de Santo Tomas de Villanueva, arzobispo de Valencia, de la orden de San Agustin: sacado de los procesos que se hicieron para su beatificacion y canonización. Madrid: en la imprenta de la viuda e hijo de Marin. p. 18.

[6] Salón, O.S.A., Miguel Bartolomé (1793). Libro de la vida y milagros de Santo Tomas de Villanueva, arzobispo de Valencia, de la orden de San Agustin: sacado de los procesos que se hicieron para su beatificacion y canonización. Madrid: en la imprenta de la viuda e hijo de Marin. p. 24.

[7] Muñatones, J. de, Vida de Santo Tomás de Villanueva

[8] Salón, O.S.A., Miguel Bartolomé (1793). Libro de la vida y milagros de Santo Tomas de Villanueva, arzobispo de Valencia, de la orden de San Agustin: sacado de los procesos que se hicieron para su beatificacion y canonización. Madrid: en la imprenta de la viuda e hijo de Marin. p. 42.

[9] Francisco de Quevedo, Biografía de Santo Tomás de Villanueva

[10] Salón, O.S.A., Miguel Bartolomé (1793). Libro de la vida y milagros de Santo Tomas de Villanueva, arzobispo de Valencia, de la orden de San Agustin: sacado de los procesos que se hicieron para su beatificacion y canonización. Madrid: en la imprenta de la viuda e hijo de Marin. p. 82.

[11] Francisco de Quevedo, Biografía de Santo Tomás de Villanueva

[12] Salón, O.S.A., Miguel Bartolomé (1793). Libro de la vida y milagros de Santo Tomas de Villanueva, arzobispo de Valencia, de la orden de San Agustin: sacado de los procesos que se hicieron para su beatificacion y canonización. Madrid: en la imprenta de la viuda e hijo de Marin. p. 92.

[13] Francisco de Quevedo, Biografía de Santo Tomás de Villanueva

[14] Llin Cháfer, Arturo. Sacerdocio y ministerio: estudio histórico-teólogico sobre el sacerdocio ministerial en Santo Tomás de Villanueva. Facultad de Teología San Vicente Ferrer. Valencia, 1988.

[15] Salón, O.S.A., Miguel Bartolomé, o.c. p. 318-391.

[16] D. Matías Pallas pidió la reliquia que luego regaló al Colegio. La reliquia consistía en un pedazo de costilla del santo. El aposento que ocupó el santo de estudiante en Alcalá se hizo capilla oratorio.

[17] La urna conserva tres reliquias: un fragmento óseo, manuscritos originales de sus obras y una parte de la correa del hábito. Salón, M. Vida, o.c. p.422-423

[18] Según consta en el Archivo Hispano Agustiniano Esculiarense, A-21.

[19] El lienzo se encuentra en el retablo de la Iglesia de los Agustinos en Sevilla.