LA CAIDA DE UN IMPERIO
0. Introducción
Estamos volviendo a una nueva normalidad y ante las secuelas de
esta pandemia nos preguntamos sobre el nuevo estado de cosas al que estamos
asistiendo. La pandemia nos está desvelando otra situación más profunda el
ocaso y fin de una época e inicio de otra época, un verdadero cambio epocal.
Acabamos de celebrar la fiesta de San Pedro y San Pablo (29 Jun)y los Protomártires de
Roma (30 Jun) como fundamentos de la Iglesia y nos preguntamos sobre el deterioro de los
fundamentos de la civilización cristiana occidental. La civilización romana en
Occidente tuvo su ocaso. Este trabajo pretende ser una reflexión sobre la tesis
que estamos asistiendo a un verdadero cambio de época, al cataclismo de
la caída del imperio occidental. Quisiéramos detenernos en lo que supuso la
caída del Imperio Romano para extraer una serie de consecuencias que puedan
ayudarnos a explicar la situación presente y analizar los factores y motivos de
este cambio épocal.
El Imperio Romano base la cultura occidental tuvo una génesis un
apogeo y una desintegración. La desintegración del Imperio Romano ha sido
considerado uno de los acontecimientos más significativos de la historia.
Muchos han sido los pensadores, historiadores, filósofos, teólogos que han
intentado analizar ese gran acontecimiento que supuso el colapso de una era y
el inicio de otra nueva. Hemos querido detenernos primero en San Agustín en su
obra la ciudad de Dios y en segundo lugar la llamada de San Francisco a
reconstruir la Iglesia. El inicio del Papa Francisco tuvo esta premonición de
ahí el nombre que tomo para su pontificado.
Este colapso no se dió de repente, se fue dando gradualmente y los
propios contemporáneos no parecían percatarse de estar viviendo un periodo tan
trascendente. Me temo que también nosotros no somos del todo conscientes de
este cambio epocal que estamos viviendo. Quizás el análisis de lo que sucedió
entonces pueda ayudarnos a tomar más conciencia de la situación que vivimos al
presente y de ver las claves y fundamentos para afrontar el futuro con el reto
a construir una nueva civilización.
I. La historia de Roma
I.1 La gloria de un imperio. Una ciudad llamada Roma [i]
Roma, la llamada Ciudad Eterna, es centro no sólo de la
iglesia universal sino uno de los centros de peregrinación más grandes del
mundo. Su historia que se remonta a un largo y glorioso pasado que convirtió
Roma en el más importante imperio de la Antigüedad. En el origen de los
imperios un mito legitima su gran destino y expansión. Según la tradición al
753 a.C. comienza con una monarquía etrusca fundada por Rómulo. El sistema
monárquico adoptado por el rey imitó a los tiranos de la Hélade. A partir de un
puñado de ciudades-estado etruscas comenzó a gestarse una entidad política-militar
cada vez más grande.
Después pasa en el
509 a.C. a ser una república del Latio. Roma
como ciudad-estado fue una monarquía de carácter vitalicio. Los reyes o
emperadores eran elegidos por los habitantes. Poco a poco se consigue
consolidar una unidad política dominando a los pueblos vecinos. Finalmente en
el 27 a.C. en un imperio de grande poder militar donde los poderes reales y
senatoriales no siempre lograron estar en equilibrio. Roma tuvo siete reyes y
una numerosa lista de emperadores.
Roma había adquirido
numerosos territorios en forma de provincias ya sea por administración
senatorial como a pactos de adhesión que convertían a estados aliados en
protectorados. Su principal aliada y luego competidora fue Cartago, antigua
colonia fenicia del norte de África.
Nacida
como una humilde ciudad-estado, Roma aprovechará al máximo sus ventajas
geográficas, sus fortalezas políticas, sociales, económicas y militares,
expandiéndose territorialmente fuera del Lacio. Unificará Italia y todos los
países que rodean el Mar Mediterráneo, formando el último y mejor organizado
imperio de la Antigüedad; en el proceso difundirá por todas sus provincias la
cultura latina mezclada con la griega y helenística, y echará las bases de la
futura civilización Occidental.
Sin
duda, el período más fecundo de la historia de Roma en
términos políticos, económicos, sociales y culturales fue su desarrollo en la Antigüedad. Fue la cabeza de un gran estado imperial y
sede de una nación establecida en tres continentes[ii].
Roma fue, y sigue siéndolo, una de las ciudades más importantes de la historia.
Se la ha llamado la “Ciudad Eterna”.
Roma, junto a Grecia, ha sido la madre cultural
de las modernas nacionalidades occidentales.
Cuando
los núcleos latinos que habitaban las colinas del Quirinal, Esquilino y Celio se
fusionaron con los del Palatino,
fortificaron el recinto habitado, y así se inició la primera fase de la Roma
antigua hacia el siglo VIII a. C[iii].
Durante una segunda fase el perímetro de la ciudad se extendió por el monte
Capitolino y por un pequeño valle que lo separaba del Palatino[iv].
Del siglo VI a. C. son
las principales construcciones: Palacio Real, Foro, Cloaca Máxima y Tullianum.
Hacia
510 a. C. se
fundó el templo de Júpiter Capitolino, y de la misma
época son los templos de Saturno (498 a. C.),
de Cástor (484 a. C.) y
otros. Siguió un período de gran actividad constructiva: templos, basílicas,
acueductos y caminos consulares, la Vía Apia, la Vía Latina, la Vía Flaminia,
etc. Una extensa reorganización se llevó a cabo en la época de Augusto,
bajo cuyo reinado se reconstruyeron templos y monumentos y se levantaron otros
nuevos.
El incendio de la
ciudad, atribuido a Nerón en el 68, hizo desaparecer gran cantidad de edificios, reconstruidos poco
después por el mismo emperador proyectando un magnánimo plan. Tras el incendio
provocado al que echó la culpa a los cristianos, el mismo Nerón intentó la
reconstrucción conforme a un plan magistral diseñado sobre la base de calles
rectas y anchas y grandes avenidas y parques.
Roma
se constituyó en la capital de un vasto imperio. Al constituirse la capital del
imperio se cubrió de gloria y esplendor al paso de sus monarcas y emperadores [v]. La
ciudad tenía amplias calzadas, con arcos triunfales, templos, monumentos y
edificios públicos, entre ellos, teatros, anfiteatros y circos[vi].
Roma no tuvo un riguroso ordenamiento urbanístico como correspondería a la
mayoría de las ciudades del imperio. El advenimiento imperial y la consiguiente
llegada de inmigrantes a la ciudad motivó un crecimiento demográfico
desmesurado. Roma nunca fue capaz de asimilar su propia grandeza.
I.1.1 De la ciudad de Roma al imperio romano
Si bien las culturas
egipcias y babilónicas, las de Grecia y Cartago habían sido florecientes, la
cultura romana síntesis y simbiosis de los pueblos que dominaban había llegado
a ser un imperio y una cultura nunca
igualada que se constituiría como la base de toda la cultura de Occidente.
Roma con el paso del
tiempo pasó de ser una ciudad a un imperio. Llegó a abarcar desde Gran Bretaña
al desierto de Sahara y desde la península ibérica al Eufrates. El dominio de
tan amplio territorio se tradujo en constantes luchas y conflictos internos que
llevaron poco a poco a su partición y a su desmembramiento después en la Edad
Media.
La
Roma republicana fue un estado guerrero. La base de su poder fueron las legiones romanas.
Las necesidades de asegurar sus fronteras, conquistar nuevas tierras para
instalar a sus ciudadanos y dedicarlas a la agricultura, defender a sus
aliados, expandir su comercio, o la simple gloria militar, incitaron a los
romanos a la expansión geográfica. Esto convirtió a la ciudad de Roma en un
estado territorial y luego en un vasto imperio.
Entre
los siglos II y I a.C. los romanos derrotaron y conquistaron los estados
helenísticos salidos de la división del imperio de Alejandro Magno: Macedonia, Grecia, Siria, y, finalmente Egipto. El primero en sufrir los
embates de Roma fue el reino de Macedonia. Los romanos, dirigidos por el cónsul
Flaminio, deseosos de vengar la
ayuda de ese reino a Cartago, vencieron a las falanges macedónicas en la
batalla de Cinoscéfalos (197 a.C). Algunas
décadas después, el cónsul Paulo Emilio volvió a vencer a
Macedonia, la cual se convirtió en provincia romana (142 a.C).
Después
le tocó el turno a Grecia. Debido al apoyo prestado a los macedonios el cónsul Lucio Mummio
atacó a Corinto, la
saqueó y la destruyó. Hacia 127 a.C. Grecia era una provincia romana. En forma
paralela Roma penetró en Asia Menor y en Siria. Derrotó al rey Antíoco III de Siria en la batalla de Magnesia
(190 a.C). Roma erigió en Asia Menor y el Medio Oriente, a lo largo del siglo
II y I a.C, una serie de protectorados que a la postre se convirtieron en
provincias. La conquista del Mediterráneo Oriental se completaría con la
ocupación de Egipto por obra del general Octavio, el
cual destronó a su última reina, Cleopatra
(siglo I a.C), mientras luchaba con su rival Marco Antonio por
el dominio del Imperio[vii].
El imperio romano fue un imperio fundamentalmente urbano y sus ciudades bien
diseñadas estratégicamente con un trazado básicamente militar. Gozaba de una
red de comunicaciones impresionante a través de calzadas romanas que surcaban
el imperio. Un sistema hídrico toda una obra de ingeniería que proveía agua a
las ciudades surtiéndolas de fuentes acuíferas.
Su extensa red de
comunicaciones ya lo fueran terrestres o marítimas a través del Mediterráneo “Mare nostrum”, conocido como el mar del
imperio, unían las poblaciones más distantes de Asia Menor y Egipto hasta Roma. Se consiguió así algo
inaudito, romper las barreras materiales entre los diversos pueblos traspasando
fronteras en una unificación de lengua y
cultura jamás nunca vista en una especie de universalización de la cultura
basada en una república universal con características
comunes[viii].
Esta
unificación material y moral del imperio se fomentó mediante el idioma
universal de la Koine. Tras la
cristianización del imperio con el emperador Constantino, el propio imperio
sirvió de base de propagación del cristianismo y el cristianismo de un sólido
sostén espiritual que contribuyó más aún a su unificación.
I.1.2 Las persecuciones de los grandes emperadores
Augusto
murió en el 14 d.C. y fue sucedido por su sobrino Tiberio.
Bajo el gobierno de Tiberio fue crucificado en Palestina Jesús de Nazaret en
33 d.C. El cristianismo, la
nueva religión fundada por Jesús, hizo progresos decisivos en el siglo I,
alcanzando a la misma Roma gracias a la predicación de los apóstoles Pedro y
Pablo, quienes pronto morirían víctimas de la
primera persecución decretada por el emperador Nerón.
El cristianismo predicaba la igualdad entre
los seres humanos y negaba la divinidad de los emperadores, el culto a Roma, y
la mera existencia de los dioses paganos. A pesar de que Roma era tolerante con
las religiones extranjeras, la actitud de los cristianos sería considerada
disolvente para el Estado; en breve, el cristianismo
se atraería la hostilidad de las autoridades imperiales.
Roma
fue gobernada por una serie de emperadores destacados, recordados la mayoría
por su buen juicio, humanitarismo y sus políticas progresistas en beneficio de
la ciudad y sus provincias[ix].
Otros emperadores, como Calígula, Nerón y Domiciano,
todos del siglo I d.C, se caracterizaron por su crueldad y locuras. Intentaron
imponer un concepto de absolutismo imperial de carácter divino, prematuro para
la mentalidad todavía republicana de los romanos, lo que provocó la reacción en
el Senado, en el pueblo y en el ejército. Fueron derrocados: Nerón se suicidó,
mientras que Calígula y Domiciano murieron asesinados.
Los S. II y III van a
ser caracterizados por las grandes
persecuciones. En esta fase los emperadores se transforman en monarcas
absolutos, toda ficción de república desaparece. El Senado mantuvo un carácter
de institución asesora; los emperadores llegaron al extremo de hacerse adorar
como dioses. Los principales emperadores fueron Septimio Severo, Caracalla, Alejandro Severo, Aureliano, Diocleciano, Constantino, el primer emperador
cristiano, Juliano, Teodosio.
Expliquemos un poco
la génesis de las persecuciones. Con
Julio Cesar elegido “pontifex Maximus”
y “dictador” vitalicio se vuelve a la centralización del poder. Augusto obtuvo
los poderes tribunicios, junto a los cargos de pontífice y príncipe del Senado
convirtiéndose de hecho en un nuevo monarca. El imperio se mantuvo entre los
S.I a.C. y S. V de la era cristiana.
Augusto inició esta nueva etapa marcando el fin de la era republicana.
Con Nerón se inicia el tiempo de las persecuciones. A la
muerte de Nerón en el 68 volvió un tiempo de calma y tranquilidad hasta que
volvió a estallar la persecución con el emperador Domiciano (81-96) y luego más
tarde con Antonio Pío (158-161). El emperador Domiciano ante la pretensión de
ser adorado como un Dios los cristianos no se sometieron con lo que el
emperador mandó buscar y castigar a los cristianos. La persecución fue incluso
más grande que la primera. El emperador dio orden en términos de hacer
desaparecer todos los representantes de la Casa de David, parientes del Señor.
La persecución y los martirios volvieron
a resurgir con fuerza con el emperador Marco Aurelio (161-180) con la cuarta
persecución que superó en número a las precedentes. La quinta persecución tuvo
lugar con Cómodo (180-192). Después vino otro tercer periodo de persecuciones
(193-249) y otro último periodo con Diocleciano entre (284-305).
Marco
Aurelio fue sucedido por su hijo Cómodo, el
cual gobernó en forma excéntrica y con despreocupación por la administración y
la política exterior. Su derrocamiento y asesinato (192 d.C) marcó un punto de
dislocación del Imperio, pues a partir de ahí comenzó la intervención del
ejército en la elección de los emperadores[x].
Alejandro Severo tuvo una actitud hostil hacia el Senado, al que persiguió
duramente; así mismo, comienza la política de favorecer económicamente al
ejército como un medio de conservar el trono[xi].
Severo fue sucedido por Caracalla (211), quien mandó matar a su hermano Geta y
realizó ejecuciones masivas entre los partidarios de éste; pero también
reconoció, como consecuencia de una lógica evolución social, la calidad de
ciudadano romano a todos los hombres libres del imperio.
A
partir del asesinato de Caracalla (235) la Monarquía cae en manos de los
generales y Roma se precipita en un confuso período que duró unos 60 años y que
ha sido denominado la "Crisis del
siglo III". La mayoría de los emperadores tuvieron el carácter de
"emperadores-soldados" y su
reinado fue efímero, siendo en la mayoría de los casos, derrocados y asesinados
por su sucesor o los soldados. Durante la crisis del siglo destaca la figura de
Aureliano, el cual puso coto a las incursiones germánicas en territorio romano
y logró la unidad del Estado al reintegrar al dominio imperial las provincias
de la Galia, la cual se manejaba en forma autónoma a consecuencia de los
desórdenes generados.
Entre los años 238 al
285 d.C. se sucedieron diecinueve emperadores, incapaces de tomar las riendas
del gobierno y actuar de acuerdo con el Senado. Se entiende así la gran oposición que los emperadores y
el poder romano mostraron frente el
cristianismo que con su doctrina social rompía con los sistemas de clases
hasta querer eliminar la esclavitud. Así Roma entró en una fuerte crisis
institucional. El punto final le tocó a Diocleciano presidirlo a punto de
sucumbir bajo una doble acometida, frente
al cristianismo y la de los pueblos germánicos.
Bajo el reinado de
Diocleciano entre 284 y 305 d. C. tuvo lugar quizás la más dura persecución. Su reinado pareció marcar un paréntesis en
la decadencia del imperio aquejado por las luchas internas y el avance de los
bárbaros. Para facilitar la gestión impuso la tetrarquía como gobierno
colegiado. Diocleciano y Máximo se proclamaron Augustos y a su vez nombraron
dos Césares: Galero y Constancio Cloro. La crisis será superada por
Diocleciano, el cual intentó dar al Imperio una administración más ágil,
creando el sistema de la Tetrarquía imperial.
Mediante este sistema
se dividió al Estado en cuatro partes, a cargo de "césares" y "augustos"
que tenían el deber de ayudarse y sucederse mutuamente. Pero el sistema fracasó
debido al desarrollo del principio dinástico. A la muerte de Diocleciano su
sistema naufragó en medio de la guerra civil, guerra de la cual salió vencedor
Constantino el Grande. A Diocleciano se lo recuerda, también, por haber
desencadenado la mayor de las
persecuciones en contra de los cristianos, persecución que fracasaría y
haría comprender a Roma la necesidad de transar con el nuevo poder que
representaba la religión de Cristo.
Constantino hijo de
Constancio Cloro fue proclamado emperador en Britania y derrotó a Majencia.
Según la leyenda obtuvo el triunfo tras haber soñado con una cruz. La leyenda
decía: con este signo vencerás. En el
313 emite el llamado “decreto de tolerancia”
para cesar con la persecución de los cristianos. Poco a poco se lleva a cabo
toda una cristianización del imperio. Constantino marcó un punto culminante al
que siguió un cambio de rumbo decisivo. Dividió el imperio al crear otro centro
de inflexión y trasladar la capital a Constantinopla que se mantuvo hasta su
caída con los turcos.
I.1.3 La sociedad y la cultura del imperio
La sociedad romana
estaba estructurada en clases sociales perfectamente delimitadas. La nobleza la
controlaba el patriciado y los plebeyos. Todo el poder se hallaba concentrado
en manos de un patriciado lleno de gloria y privilegios con toda una cobertura
de esclavos que les servían. Después la clase militar con toda una jerarquía
aliada a los senadores y ghetos de poder. El resto la gran plebe era contentada
con juegos. Para entretenerla se
disponía de toda una serie de circos y anfiteatros donde imperaban las
cuadrigas y luchas de gladiadores.
Roma era famosa por
sus fiestas y grandes fastos. Los
patricios celebraban los aniversarios del ascenso al trono de los emperadores
que por lo general implicaban un gran despliegue de espectáculos públicos. Estos eran muchas veces una gran válvula de
escape para aliviar tensiones internas. Los juegos eran una de las ocas
oportunidades en que los amos y señores de Roma compartían con la plebe un
mismo espectáculo aunque ubicados en graderías de muy distinta calidad y
ubicación.
Para dictar sentencia
los patricios estaban atentos a las preferencias de la multitud ya que la
política de “panem et cirum” estaba
destinada fundamentalmente a halagar a la plebe. Por lo general los patricios
más ricos financiaban los juegos pero este requisito era utilizado como
elemento de presión sobre el emperador o el Senado.
La primera estructura
social y política de Roma fue la familia. De la agrupación de algunas familias
surgieron las “gens”. De un conjunto
de “gens” las tribus. En el interior
de las “gens” se distinguían los
miembros de cada familia “adnati” y
los “gentiles” todos aquellos
procedentes del mismo antepasado. Cada “gens” compartía alguna actividad,
generalmente algún culto religioso. Esto constituyó el embrión de las “civitas”, ciudades o áreas de una misma
ciudad.
En
los dos siglos que siguieron a la muerte de Augusto el imperio realizó una
intensa labor civilizadora, especialmente sobre las provincias occidentales (Galia, Britania, España). La cultura romana ya
no quedó limitada a Roma e Italia, sino que se extendió hasta las más lejanas
provincias fronterizas[xii].
La fundación de ciudades y campamentos militares fueron la base de la romanización. Roma impuso su idioma, el latín, y sus leyes a los pueblos
conquistados. Una red de caminos y
carreteras unían a las provincias con Roma. Las provincias se llenaron con
templos, acueductos, termas, basílicas y otras notables obras de ingeniería y
arquitectura que se caracterizan por su utilidad, su solidez y su grandiosidad.
Las costumbres paganas fueron poco a poco declinando con la influencia del cristianismo[xiii].
Las
innumerables ciudades del imperio, fuese las conquistadas o las fundadas por
Roma, fueron el semillero de una activa burguesía[xiv].
Los dirigentes solían obtener la ciudadanía romana; los más importantes
entraban al Senado. La esclavitud también constituía una verdadera plaga y sólo
fue decayendo en la medida que terminaron las guerras de conquista y por influencia
del cristianismo. Durante el siglo
III Roma sufrió una larga crisis. En lo político el trono imperial se
desestabiliza, pues la mayoría de los emperadores murió asesinado o muertos en
revoluciones y guerras externas.
Debido
a las dificultades del Estado para cobrar los impuestos y, cómo casi toda la
población rehuía ciertas profesiones como el cobrador de impuestos, ediles
municipales, etc. El gobierno se vio en la necesidad de declararlas
hereditarias, lo que contribuyó a rigidizar la estructura social. Esta medida
tuvo profundo impacto sobre los campesinos y colonos agrarios de Occidente, los
cuales fueron transformándose
lentamente, a partir del siglo IV, en los futuros siervos de
la gleba europeos.
Sin
embargo, la Iglesia cristiana logró sobrevivir a las persecuciones de
parte de las autoridades imperiales y pronto obtendrá el reconocimiento con la
debida libertad de culto.
I.2. De la gloria terrena a la gloria eterna. Los inicios de la
Iglesia romana
Durante
el siglo IV el Imperio Romano pareció renacer. Constantino
el Grande reordenó el Estado e hizo frente como
mejor pudo a las presiones externas[xv].
Roma dejó, a partir de ese momento, de perseguir a los cristianos. Constantino
y sus sucesores comprendieron la importancia política del cristianismo y
trataron de comunicar nuevas fuerzas al Estado apoyándose en él. La religión
hizo progresos decisivos durante el siglo IV, pese a los intentos postreros del
emperador Juliano el Apóstata de
reflotar el culto pagano y las perturbaciones ocasionadas entre los fieles por
la difusión de la herejía del arrianismo.
La fe cristiana fue finalmente promulgada y
confirmada[xvi].
La Iglesia y
el Papado,
sus expresiones institucionales características, se enraizaron en tal forma en
la cultura y en la sociedad de la época.
Roma volvería a proyectarse más allá del propio estado que había creado
y que ya se encontraba en proceso de decadencia. Roma sobrevivirá a la
desintegración de su imperio gracias al cristianismo.
Constantino
generó un cambio geopolítico trascendental, al tomar la decisión de trasladar
la capital del Imperio: de Roma a Constantinopla.
Constantinopla, la antigua Bizancio
griega, era una ciudad mejor defendida y ubicada estratégicamente, más cercana
a las ricas provincias orientales. Constantino echaba las bases del futuro Imperio Bizantino,
continuador del romano en el Este de Europa y en el cercano Oriente.
Durante
el siglo IV el Imperio Romano se puso a la defensiva en relación a los pueblos
germánicos que empezaban a desbordar las fronteras del Rin y del Danubio. Los
germanos habían entrado en contacto con Roma a finales del siglo II a.C cuando
Mario aniquiló a los cimbrios y teutones que
incursionaron en el norte de Italia y en Provenza; más adelante, César realizó
expediciones de castigo en la Germania; no obstante, nunca pudieron ser
domeñados plenamente por los romanos[xvii].
Veamos la génesis de cómo se va constituyendo la Iglesia romana.
I. 2.1 San Pedro y San Pablo, las dos columnas de la Iglesia
Romana
San Pedro y San Pablo están considerados como las dos columnas de la Iglesia, ambos
sufrieron el martirio en Roma entre los años 64 y 68. Se conservan documentos
históricos que prueban que Pedro murió mártir con otros cristianos bajo la
persecución de Nerón[xviii].
Según la tradición Pedro murió el primero crucificado cabeza abajo cerca del
lugar que ocupa la basílica vaticana edificada sobre su sepulcro. Pablo murió
después según la tradición decapitado en Ad
aquas Salvias, junto a la vía Ostiense, a 5 Km de Roma, cerca de la
basílica construida sobre su sepulcro.
Los dos apóstoles vienen a ser las dos
columnas que están a la base de la primitiva comunidad cristiana
floreciente en Roma. Según atestigua el historiador Roma, Tácito, en la
persecución desencadenada por el emperador Nerón tras el incendio de Roma en el
64 muchos cristianos sufrieron la muerte en medio de atroces tormentos.
Esta generación de
mártires se les designa los protomártires
de la Santa Iglesia Romana por ser los primeros de la Iglesia de Roma. Roma
bañada de la sangre de los mártires se convierte de ciudad pagana en ciudad
santa, después de Jerusalén para Occidente en la Ciudad Santa por excelencia.
I.2.2 Los lugares santos asociados a San Pedro y San Pablo
Los lugares asociados
a los mártires pronto se convierten en lugares
de culto venerados por los cristianos. Un culto que se desarrolló alrededor
de sus reliquias y sepulcros. Con
esta primera persecución se tiñó de rojo la túnica inmaculada de la naciente
Iglesia. Por lo que narra el propio tácito y lo confirma luego Clemente Romano
fue una multitud ingente. La extensión que llegó a alcanzar la primera
persecución de Nerón no puede determinarse en número exacto. Existen algunas
actas de mártires que hablan de varios grupos. Aunque mayoritariamente fueron
martirizados en Roma se sabe que no se circunscribió solo a Roma sino que llegó
a otros lugares.
Según la Tradición
con testimonios de Tertuliano, Orígenes o San Jerónimo Pedro fue martirizado en
Roma y su sepulcro convertido pronto en lugar de culto y veneración para los
primeros cristianos. Tras las primeras persecuciones para salvaguardar los
restos fueron trasportados a un lugar seguro y tras el cese de las
persecuciones los restos volvieron a su lugar de origen.
I.2.3 El lugar del martirio de San Pedro
San Pedro primer papa de la Iglesia fue martirizado en Roma alrededor del
año 64. Fue el mismo Jesús que lo nombró cabeza de la Iglesia constituyéndolo
en piedra fundamental y autoridad suprema del edificio de la Iglesia (Mt 16, 16s). Después de la muerte y
resurrección de Cristo, Pedro es investido como vicario de Cristo en la tierra
con la tarea de congregar y apacentar el rebaño. Pedro va a ser, antes de todo,
garantía de esta unidad.
Tras el mandato
misionero de Jesús a sus discípulos de ir por toda la tierra a anunciar el
evangelio, la vida del apóstol Pedro acaba en Roma donde obtiene la palma del
martirio. Pedro predica en Roma. Como se narra en los hechos de los apóstoles
después de ser liberado de las manos de Herodes alrededor del 42-43 se dirige a
Roma donde más tarde sería martirizado probablemente en la primera persecución
cristiana con otros cristianos.
Pedro es considerado
junto con San Pablo el fundador de la
Iglesia de Roma. La arqueología aporta un testimonio precioso confirmando
la estancia y muerte de San Pedro en Roma. En excavaciones hechas en la Iglesia
de San Sebastián en la Vía Apia se ha descubierto un lugar de reunión de los
cristianos y en él innumerables grafitos con invocaciones a San Pedro y san
Pablo. Los grafitos encontrados prueban ciertamente un culto a ambos apóstoles
a fines del S. II y un culto casi cierto sepulcral.
Antes de ser
martirizado, Pedro fue apresado en la cárcel Mamertina mientras esperaba su
ejecución. Cuenta la tradición que en la cárcel convirtió a sus dos carceleros
Proceso y Martiniano. También según la tradición se conserva la capilla de “Quo Vadis” en la ladera de la gran
explanada donde debajo se extendió la gran catacumba de San Calixto.
El lugar del martirio se supone que fue en el circo de Nerón situado en la colina
vaticana y el sepulcro de Pedro corresponde a un antiguo enterramiento situado
en línea bajo el altar mayor. Precisamente estudios arqueológicos han mostrado
los restos de tumbas pertenecientes al S. I y allí los restos de un monumento
sepulcral que coincidiría con la tumba del apóstol. Esto lo confirma que los
sepulcros guardan simetría y se orientan hacia el sepulcro del apóstol dándole
toda la primacía. Todo es indicio claro que aquel lugar fue el verdadero
enterramiento del apóstol.
Constantino manda construir una primitiva
basílica y el altar sobre estos restos. Las sucesivas construcciones hasta
culminar con la basílica actual, todas mantienen la verticalidad del altar
mayor manteniendo el lugar del enterramiento primitivo.
Según la tradición Pedro
fue crucificado hacia abajo movido por un deseo de no considerarse digno de
morir como el Maestro. Esta muerte en cruz boca abajo, “crucibus affixi” no sorprende conforme la expresión de Tácito que
supone que fue una de las formas de crucifixión en la persecución de Nerón.
I.2.4 El lugar del martirio de San Pablo
También Pablo fue
martirizado en Roma en el lugar denominado: Ad
aquas Salvias, junto a la Vía
Ostiense, no muy lejos de donde luego se levantaría la Basílica de “San Pablo extramuros”[xix].
Pablo se encuentra en
Roma en la primavera del 61. El momento de su muerte no queda del todo bien
referenciado. Parece que tuvo un primer encarcelamiento a domicilio gozando de
cierta libertad. A los dos años fue puesto en libertad y después en el 64 tras
la persecución de Nerón fue nuevamente encarcelado. La segunda prisión fue dura
y cruel tratado como un malhechor criminal. Aunque no se refieren datos
exactos, la Tradición más antigua atestigua que fue hacia fines de la
persecución de Nerón alrededor del 67.
I.3. Los testigos de la gloria. Las Catacumbas y las persecuciones
I.3.1 Los mártires de las persecuciones
A partir de Nerón se
van a desencadenar toda una serie de persecuciones que con alternancia no
cesarán hasta el edicto de Constantino. En el tiempo de las persecuciones los
cristianos han de subsistir e un medio hostil. Si bien la primera iglesia primitiva de Roma cuando
gozaba de paz se reunía en varios lugares de Roma, tituli. Eran frecuentados lugares de fácil acceso ya sea en la Vía
Nomentana, en el Trastévere donde se hallaba el barrio de los judíos en el
monte Aventino. Otras veces, las menos, eran lugar de reunión de casas ilustres
como era el caso del Viminal donde se ubicaba la casa del senador Prudens.
Durante los primeros
años del emperador Nerón la joven Iglesia gozaba de tranquilidad, era la paz
que precedería a la gran tormenta que estalló en el 64 con la cruel persecución
de Nerón tras el incendio de Roma[xx].
De esta manera se comenzó aprender a los cristianos y a castigarlos cruelmente.
Nerón gobernó con mano dura marcando un punto de inflexión en la historia de
Roma. Este comenzó una feroz persecución contra los cristianos. A la
persecución de Nerón siguió la de Domiciano, Antonio Pío, Marco Aurelio,
Cómodo, Gallo y Diocleciano. Muchos cristianos fueron cosidos dentro de la piel
de fieras salvajes y luego descuartizados, otros embadurnados de pez y luego se
les prendía fuego, otros atados y arrojados al Tíber, otros crucificados.
Pronto surge la veneración por los mártires y el culto a sus reliquias. Los lugares del
martirio y sus sepulturas se van convirtiendo en lugares de culto donde se
celebraban los aniversarios de los mártires con el objeto de guardar su memoria
y recordarlos e incluirlos en los oficios divinos. Así se empiezan a componer
listas, martirologios y actas o pasiones de los mártires. De ahí brota
espontáneamente la devoción y veneración de los mártires y de los santos junto
con la Santísima Madre de Dios. Del culto a la santísima Virgen María ya
encontramos en estos primeros siglos su imagen en las catacumbas. En Santa
Priscila se encuentra la más antigua de entre el S. I-II. Los Padres dan cuenta de una devoción bien arraigada de
la Madre de Dios, La Theotokos.
I.3.2 Las catacumbas en el subsuelo de Roma. La Roma subterránea
Los ejemplos de los
testigos que derramaron su sangre como la de Cristo eran recordados junto a su tumba. Entre los
más notables estaba Flavia Domitila joven sobrina de Flavio Clemente de cuyo
valor da cuenta la primera catacumba
de Roma en terrenos pertenecientes a la familia de los Flavios. Muchos
venerados en las criptas de las catacumbas donde guardan sus reliquias. Así se
veneraba los restos de San Fabián, San Ponciano, San Calixto que daba nombre a
la catacumba donde estaba enterrado. Entre otros estaban Santa Agueda, Santa
Irene, Santa Cecilia. En Roma huérfana de obispo desde el obispo de San Fabián
fue elegido el Papa Cornelio (251-253). El emperador Gallo encendió de nuevo la
llama de la persecución atribuyéndoles la causa de la peste. El mismo Papa
Cornelio fue desterrado a Cinta Vecchia
donde murió. Igualmente su sucesor Lucio apenas elegido fue también desterrado.
Otros célebres mártires de Roma fueron San Tarcisio, San Pancracio y San
Sebastián.
Como una de las
prohibiciones del edicto imperial era el reunirse y celebrar asambleas en los
cementerios, los cristianos trasladaron sus restos a las catacumbas. Los restos de los apóstoles Pedro y Pablo fueron
recogidos del lugar del martirio en la colina Vaticana y en la Vía Ostiense y trasladados al lugar
llamado “ad Catacumbas” donde se
halla la Iglesia de San Sebastián en la Vía Apia. Allí fueron venerados durante
mucho tiempo. Casi todas las vías romanas principales tienen mártires insignes.
La Vía Salaria: Saturnino. La Vía Nomentana: Primo y Feliciano. La Vía
Labicana: San Tiburcio. La Vía Ostiense:
Adaucto y Ciriaco. La Vía Portuense:
Simpicio, Faustino y Viatriz. Las catacumbas nos han salvado las más antiguas
reliquias dejándonos los vestigios más ricos sobre la vida familiar cristiana,
el culto y los sacramentos[xxi].
Entre las catacumbas más conocidas se
encuentran:
- La Catacumba de Santa Domitila quizás la primera
catacumba de Roma donde se guarda el sepulcro de la familia cristiana de
los Flavios. Allí e encuentra enterrada Flavia Domitila joven sobrina de
Flavio Clemente.
- La Catacumba de San Sebastián es de la más antiguas
y corresponde al “locus ad
catacumbas” de donde viene el nombre. Las excavaciones demostraron que
allí estuvieron algún tiempo los restos de San Pedro y de San Pablo.
- La Catacumba de Santa Priscila en Vía Salaria con numerosas
inscripciones y pinturas relativas a la costumbres de la primera comunidad
cristiana entre ellas son célebres la de la Santa Cena y la más antigua de la
Virgen.
- La Catacumba de San Calixto en la Vía Apia que se remonta al S. II
convertida en el sepulcro de los papas. La cripta de los papas encierra
doce nichos. El Papa Dámaso la adornó con mármoles. Se conserva en muy
buen estado la cripta de Santa Cecilia.
I.3.3 Fin de las persecuciones
Con Constantino y el
Edicto de Milán llega la paz. El emperador no sólo concede la carta de
ciudadanía a los cristianos sino que impulsa el desarrollo del cristianismo en
el propio imperio. Después del cese de las persecuciones a los cristianos con
Constantino las catacumbas se
desarrollaron extraordinariamente.
Las catacumbas fueron abiertamente lugares
de reunión, celebración y enterramiento para los cristianos. Estos se reunían
para celebrar los aniversarios de los allí enterrados. Las tumbas de los
mártires eran veneradas por los Pontífices Romanos y convertidas en oratorios y
lugares de gran devoción.
Para hacerse cargo de
la extensión gigantesca de las galerías subterráneas que comprenden las
catacumbas diríamos que comprende toda la periferia de la ciudad de Roma
conocida como “extra muros”. Después
de Constantino al expandirse la Iglesia
necesitaba espacios para enterrar a sus muertos, por eso la mayor extensión y
la parte más regular y bien trazada es la que corresponde al periodo entre los
S. IV y VI.
Las catacumbas se transformaron en
cementerios-santuarios y el lugar predilecto de sepultura de los cristianos[xxii].
Los cristianos tenían sin duda preferencia de ser enterrados a la sombra de los
grandes santos y mártires más ilustres. Así se vieron obligados a abrir nueva
galerías utilizadas como lugar de culto para las celebraciones sobre todo de
los aniversarios. Después del S. VI y VII se vive un periodo de decadencia
hasta perder casi su memoria.
I.4. Recuperando la gloria. Roma a partir de Constantino
I.4.1 Roma Sede del Romano Pontífice
A partir de
Constantino se lleva a cabo un nuevo plan del Imperio. La actitud del emperador
a favor de los cristianos supuso primero un primer apogeo pero poco a poco se
empezaron a sentir olas de oposición por elementos recalcitrantes del pasad con
un ambiente hostil hacia el propio Constantino.
Durante las largas
ausencias del emperador en la Ciudad
Eterna el ambiente se fue empeorando de tal manera que en su última venida
a Roma en el 326 después de diez años de ausencia fue recibido con mucha
frialdad. Era un verdadero contraste con el apoyo y popularidad que consiguió
en Oriente. Fue esta una de las razones de promover y legitimar una nueva
capital del imperio en Bizancio: Constantinopla.
La nueva capital que llevaba su nombre se constituye enteramente cristiana y
llegaría a competir con el esplendor y la magnificencia de Roma.
Aunque Roma pasa a
ser con Constantino centro de la
cristiandad lo más importante es la primacía del Papa como obispo de Roma y
jefe de la Iglesia. Roma queda como sede del Romano Pontífice comunicando a
Roma ese matiz especial de “Ciudad Eterna”.
Lo que da verdaderamente importancia y realce a Roma es ser considerada sede
del Papado.
Con el Papa Silvestre
el emperador Constantino hizo entrega de los territorios que formaron lo que
serían los estados pontificios y concede al Romano Pontífice el poder de Señor.
I.4.2 La construcción de Basílicas
Después del emperador
Constantino, durante los S. V al X se produce esta consolidación de estados
europeos. Entre los factores que favorecen esta unificación están la difusión
del cristianismo (la religión y el culto), la propia cultura romana (el arte
latino greco-romano), el arte, la lengua (el latín), la preponderancia del
papado, el embellecimiento de la Ciudad
Santa con el fomento de las artes liberales con el trabajo de maestros,
artistas y artesanos.
Fue Constantino el
que sufraga la construcción de las
grandes Basílicas y Palacios romanos. Los sepulcros d San Pedro y San Pablo
fueron el centro de atención ejerciendo un influjo fascinador convirtiéndose en
el centro principal de peregrinación.
El Papa San Silvestre
manda construir las dos grandes Basílicas
de Roma de San Pedro y San Juan de Letrán. La primera promovida ya por el
emperador Constantino busca velar el sepulcro y martirio del apóstol, al lado
de la segunda se levanta el Palacio Lateranense que desde entonces será la Sede
de los papas. En este tiempo se construyen las Siete Grandes Basílicas: La de Santa Priscila, la de Santa María en
Trastévere, Santa María la Mayor, Santa Inés, San Lorenzo y la de San Pablo
extramuros.
Las basílicas van a ser lo genuino y característico de las iglesias del S. IV y
V. Es la forma más propia que se mantienen en Occidente como el lugar de
reunión y de culto para la nueva comunidad cristiana. Es sin lugar a duda el
largo sueño esperado y al fin conseguido después del horror de los refugios
clandestinos.
Junto a las basílicas adquieren importancia los
baptisterios en forma redonda imitando los antiguos mausoleos romanos. Esta
forma es adoptada en el mausoleo de Cecilia Metela en la Vía Apia, el mausoleo
de Santa Constanza junto a Santa Inés extramuros y el Castillo de Sant´Angelo junto
al Tíber antiguo mausoleo de Adriano.
Tanto las basílicas como los baptisterios o
mausoleos estaban adornados con decoración de gran riqueza. Aunque el exterior
era austero, el interior era radiante de color. Las paredes muchas veces se
decoraban con iconografía o mosaicos de extraordinaria belleza para contribuir
a la devoción de los fieles y a la instrucción religiosa.
Las basílicas eran bellos exponentes artísticos que hacían parangón con los
templos bizantinos de Oriente. Quizás el mejor exponente sea la Basílica de
Santa María la Mayor. Sus mosaicos tanto del ábside, la nave central y los
arcos triunfales reconstruidos en el S. XIII dan muestra de extraordinaria
belleza. Los mosaicos son en torno a la Virgen María cuya maternidad acababa de
ser proclamada en Efeso en el 431. En el S. VII con toda la influencia de
Bizancio se convierte en medio bizantina. Los mosaicos bizantinos aparecen en
casi todas las basílicas: san Lorenzo, Santa Inés, San Juan de Letrán, San
Cosme y Damián etc.
La estructura basilical guardaba relación con las antiguas basílicas paganas romanas. Así
conservaban un atrio grande de entrada y una nave central que conducía al
presbiterio. Durante este siglo se lleva a cabo también la restauración y
ornamentación de las catacumbas de Roma.
Tras
la reconquista bizantina de Italia por Justiniano I
durante la prolongada y devastadora Guerra Gótica de 535-554, Roma es una
ciudad del Imperio Bizantino.
Pero no es una capital, ya que la sede de la autoridad imperial, representada
por el exarca, es
Rávena, de
la misma forma que fue capital del Imperio de Occidente desde el año 402.
La
población de la ciudad no sobrepasaba los 40.000 habitantes, cuando hacia el
año 400 era de medio millón. Esta considerable disminución en los siglos V y VI
lleva aparejada una profunda modificación del reparto de la población intramuros.
Los barrios altos del Quirinal, Esquilino, Viminal quedan
sin agua tras el corte de los acueductos en 537 y son abandonados de a poco. La
población va concentrándose en el Campo de Marte y
en la orilla derecha del Tíber, el Trastevere, o «ultratíber» en torno a la basílica
de San Pedro.
El
resto de la ciudad queda prácticamente desocupado o en ruinas, con la excepción
de las iglesias y los monasterios, separados de hecho de las zonas habitadas.
Se abandona el cuidado de los monumentos públicos y los templos de la Antigüedad,
que sirven de cantera. Ya la emperatriz Eudoxia,
esposa de Valentiniano III
(424-455), empleó veinte columnas dóricas de
mármol procedentes de un templo pagano para la
iglesia
de San Pedro ad Vincula que
ella misma había mandado a construir y que se consagró en el año 439[xxiii].
Durante
el periodo en que Roma fue parte del Imperio
Bizantino se aceleró la transformación de los antiguos edificios paganos en
edificios para el culto cristiano, tal como fue el caso del Panteón, el cual,
en la primera mitad del siglo VII, junto a la Sala de sesiones del Senado, se
transforman en iglesias cristianas
dedicada a la Virgen María en su advocación de Reina de los Mártires y a
San Adriano. Roma y su región adyacente fue convertida en un ducado gobernada
por un dux dependiente del exarca de Rávena. El duque y los oficiales
bizantinos se alojaban en lo que quedaba de los antiguos palacios imperiales;
por su parte, el Foro Romano conservó el papel de centro de la ciudad[xxiv].
El
Oriente parece menguar ante la expansión de Occidente y todo parece volver la
mirada hacia Roma. La urbe grandiosa en el límite mismo que separa la
cristiandad del helenismo se conservaba imponente con sus murallas, sus puertas
solemnes, sus monumentos pétreos, las estatuas, las fuentes, las termas, el
anfiteatro, el foro, los mausoleos y sarcófagos. Orgullosa de su pasado se
asentaba firme bajo la custodia de los
dos grandes apóstoles Pedro y Pablo y los mártires cuyas reliquias y sepulturas
eran cada vez más veneradas.
La
iglesia se apropió de todo el legado cultural de la antigua Roma y los Obispos
y papas se esforzaron por realzar la Ciudad Santa mediante el arte, el cultos,
las liturgias y las grandes celebraciones. Para esto ampliaban los edificios
que quedaban en pie, levantaban otros nuevos y reconstruían las grandes basílicas[xxv].
Los lombardos, que se habían convertido al catolicismo, apoyaron la política
del papado, la cual se oponía a los
iconoclastas de Constantinopla, e invadieron las posesiones bizantinas en
Italia[xxvi].
I.5. El eclipse de una gloria. El Primado Romano
En
el siglo IV nuevos pueblos germánicos aparecían godos, vándalos, francos, burgundios, alanos,
etc. y avanzaban hacia el Oeste. La amenaza de los hunos,
provenientes del interior del Asia, empujó a los germanos en contra de las
fronteras de Roma. El primero que se asentó de manera definitiva en sus tierras
fue el pueblo de los visigodos, al aniquilar al ejército
del emperador Valente en la decisiva batalla de Adrianópolis en
el 378.
Comenzará
el declive militar de Roma; el Estado ya no tuvo fuerzas para expulsarlos de su
territorio. A partir de ese momento, los bárbaros germánicos serán una
constante en la política interna de Roma.
Teodosio
logró reunir por última vez a todo el Imperio Romano tras vencer a sus
competidores, pero luego comprendió la necesidad de dividir al Imperio con
objeto de dar una respuesta más ágil a las diferentes amenazas que pesaban
sobre él. A su muerte (395), el Imperio se dividió en dos partes, con soberanos
y administración propia: nacían así el Imperio Romano de Occidente y
el Imperio Romano de Oriente.
Teodosio también es importante por haber declarado al cristianismo como la
religión oficial del Imperio. Roma se convirtió, de un imperio pagano, en un
imperio cristiano.
A principio del siglo
V, las tribus germánicas, empujadas hacia el
Oeste por la presión de los hunos, penetraron en el Imperio Romano de
Occidente. Las fronteras cedieron por falta de soldados que las defendiesen y
el ejército, constituido en su mayoría por bárbaros, no pudo impedir que Roma
fuese saqueada por los visigodos de Alarico I en el 410 y por los vándalos de Genserico en el 455.
Estos saqueos
provocaron gran conmoción en el mundo cristiano y civilizado, y si bien los
daños en la ciudad fueron escasos, el prestigio de Roma fue gravemente
afectado. En el 452 el Papa León Magno
consiguió disuadir a Atila del saqueo
de la ciudad pero en el 546 fue saqueada por Totila. Su población de 800.000 en
el año 400 pasó a 100.000 en el año 500 y en el año del saqueo de Totila se
redujo a 30.000. Solamente hacia finales del S. VI la población comenzó acrecer
hasta llegar a 90.000.
En
el año 476 el último emperador de Occidente fue destronado por los bárbaros y
sus insignias imperiales enviadas a Constantinopla. Con este acto el Imperio de
Occidente dejó formalmente de existir. Se
da una crisis general de las instituciones políticas y civiles de Roma las
únicas que sobrevivieron sólidamente fueron la Iglesia y el Papado. De
hecho, los papas de Roma, los obispos y el clero en general tuvieron que
asumir, en muchos casos, funciones políticas, generalmente en defensa de la
labor de la Iglesia y de las poblaciones romanas en contra del abuso de los
bárbaros
El poder político
ejercido por Bizancio fue discontinuo y en forma creciente fue asumido por el
papa, el cual fue progresivamente ejerciendo la dirección civil y
administrativa de la ciudad. Una de las figuras más destacadas fue la de San Gregorio Magno[xxvii]. San Gregorio
intenta sobre todo una recomposición del papado como patriarcado universal.
Establece las llamadas “estaciones de
Roma” que ofrecen ocasión oportuna para las grandes reuniones del pueblo y
el clero presididas por el Papa. Fue el gran defensor de Roma en momentos
difíciles de las invasiones bárbaras de Atila y Genserico. Consiguió detener
los ataques de Ariulfo y Aguilulfo, lombardos que llegaron a las puertas de Roma.
Ante la amenaza competitiva de Constantinopla en Oriente, Roma es robustecida
con la creación de los Estados
Pontificios al tiempo que se daba origen a los nuevos estados europeos.
Roma adquiere el
título de ducado con diez provincias que dependían de la metrópoli de Roma.
Después de los ataques de los bárbaros se recupera el gobierno y el pontificado
del Romano Pontífice. Durante los S. VI y VII Roma sufrirá una gran decadencia. Roma se dice se la dejó
abandonada a los cuervos. Repetidamente asediada y saqueada fue capturada y
devastada por las huestes bárbaras.
I.5.1 El origen de los Estados Pontificios
Desde
los comienzos de la cristiandad, los
obispos de Roma, es decir, los papas, hicieron valer su autoridad religiosa
sobre las demás iglesias repartidas por el Imperio, actitud basada en la
tradición católica que asignaba a Simón Pedro el
ser la "Piedra" dejada por
Cristo para sostén de su Iglesia una vez que él ascendiera a los cielos. Como
Pedro terminó radicado en Roma, lugar en donde fue martirizado, se identificó a
la ciudad como su sede definitiva, es decir, el Patriarcado u Obispado de
Pedro, el primer Papa. Así lo entendieron sus
sucesores en el obispado.
Ya
San Clemente Romano, a
fines del s. I d. C hacía valer su autoridad llamando al orden a las iglesias
de Oriente. El Papado fue, poco a poco, reforzando su autoridad religiosa,
política y civil, no sin la resistencia de los patriarcados del Oriente, en
especial el de Constantinopla, y sobrevivió a las persecuciones de los
emperadores romanos, a las disputas teológicas con los arrianos en el siglo IV,
a la caída del Imperio de Occidente, al dominio de los ostrogodos, a las
guerras góticas y al dominio postrero de los bizantinos. Con la ayuda
circunstancial de los lombardos el Papado logró sacudirse la tutela imperial y
buscó afianzar su dominio político definitivo sobre Roma y sus regiones anexas,
las cuales fueron la base de los "Estados
Pontificios"[xxviii].
El
Pontificado fue acrecentando sus dominios en Italia gracias a sucesivas
donaciones. Ya en la época de Constantino éste había hecho entrega a la Iglesia
de bienes inmuebles en Roma y en Italia, lo que sirvió de base a la famosa “Donación
de Constantino”, una falsificación
medieval que suponía la cesión de la ciudad e Italia al papa por parte de dicho
emperador[xxix].
Con el Papa Gregorio Magno se lleva a cabo la creación de los Estados Pontificios y
el afianzamiento del Primado Romano. San Gregorio fue sin duda alguna el mayor
papa de finales de la Antigüedad y comienzos de la Edad Media.
Gregorio Magno se
esforzó por organizar y mantener el patrimonio de San Pedro como la base sobre
la cual se fundaron los Estados
Pontificios. Se reserva el título de Romano Pontífice para el Primado de
Pedro, designando a este y sus sucesores la paternidad universal de la Iglesia
y la autoridad suprema. Para más moderación en el gobierno de la Iglesia fue el
primero que introduce la designación de
Servus servorum Dei, (Siervo de los siervos de Dios). Esto no se
contraponía con reconocer al Papa jefe y primado universal de toda la Iglesia,
garante de unidad y pilar y base de la fe de todos los creyentes y centro de
unidad del catolicismo.
El
dominio del Papado nunca fue total y continuo, pues su autoridad estuvo amagada
por las facciones nobiliarias de tipo feudal, por las injerencias de los reyes
y emperadores germánicos, y por los invasores normandos. Sólo posterior al año 1000 el
Papado pudo consolidar su autoridad en los
Estados Pontificios, no sin oposición de las fuerzas señaladas, a las que
habría que agregar el renacimiento de los movimientos comunales populares, los
que buscaron independizar a Roma del Pontificado y la nobleza.
Los Estados Pontificios serían constantemente amenazados por reyes y señores que
tratarían de anexionarlos a sus pequeños Estados, lo que supusieron duras
batallas por conservarlos. Va a ser un
siglo después el Papa Inocencio VI el que se consideraría el segundo fundador
de los Estados Pontificios
I.5.2 La decadencia de Roma
La
relación de Roma y los pontífices con la dinastía de los Carolingios
comenzó hacia mediados del siglo VIII cuando Pipino el Breve solicitó del Papa Esteban II la
aprobación del derrocamiento de la dinastía anterior, los Merovingios. En
754 el Papa Esteban fue a Galia y consagró rey a Pipino mediante la unción del
óleo santo. A su vez, Pipino respaldó al Papado cuando el Pontífice pidió ayuda
en contra de la ominosa presión de los lombardo contra Roma. Por dos veces los
reyes francos, Pipino y Carlomagno, pasaron a Italia al frente
de sus ejércitos a liberar a Roma de su asedio. Carlomagno, finalmente, respondiendo al pedido de ayuda del Papa Adriano I,
los derrotó completamente, anulando su influencia al declararse “Rey de los lombardos”.
Hacía más de
trescientos años que no había emperador en Occidente, pero quedaba un emperador
romano en Constantinopla. El emperador de Constantinopla fue destronado por su
madre Irene que se hizo llamar emperatriz. Nadie ostentaba el título de
emperador y pensaron dárselo a Carlomagno.
Hubo entonces una rebelión en Roma y el Papa estuvo a punto de ser muerto. Carlomagno fue a Roma para restablecer
el orden. Allí el Papa y los francos se pusieron de acuerdo.
Así en el año 800
llegó el momento culmen de la relación de Roma y los reyes francos, cuando el
Papa León III, en premio por el
apoyo prestado por Carlomagno en su
conflicto con la nobleza romana, lo coronó por “sorpresa” “Emperador de los romanos” en la catedral de San Pedro, en medio de
la aclamación del pueblo[xxx].
Renacía así, de acuerdo a la tradición jurídica romana, a los deseos de la
iglesia y los del pueblo, el Imperio Romano Cristiano en su versión Occidental,
título que no sería admitido por Bizancio hasta más de una década después.
Demás está decir que este nuevo “Imperio
Romano Occidental”, si bien era cristiano, distaba mucho del extinguido en
el año 476.
Roma y el Papado se
zafaron de la presión lombarda, pero cayeron en la órbita franca. Los reyes
francos se consideraron, en adelante, defensores naturales de los pontífices,
pero a la vez comenzó el cesaropapismo medieval, por el cual las máximas autoridades temporales, reyes y
emperadores, se atribuyeron el derecho de influir en las cuestiones de Roma, el
Papado y la Iglesia. Como contrapartida, los papas se fueron atribuyendo en
forma casi imperceptible el derecho de coronar a los reyes y emperadores, lo
que fue el fundamento de la futura doctrina de la "teocracia pontificia", por la cual el poder religioso del pontífice estaba por encima de los poderes
temporales, con el derecho de gobernarlos; esta doctrina alcanzaría su pleno
desarrollo con Inocencio III en la Baja Edad
Media.
Roma
no era la capital, si no Aquisgrán, el pueblo romano no era su
base nacional, si no la nación franca, las leyes romanas no eran la base
jurídica del Imperio. En síntesis, este nuevo Imperio Romano Occidental era “romano”
de título más que de esencia, jugando Roma más un papel simbólico que efectivo.
Tras la muerte de Carlomagno se lleva toda una descomposición y decadencia del imperio.
Se lleva a cabo toda una disgregación y fragmentación del poder imperial y
papal. Frente a la figura del Papado y del imperio toma relieve la figura de
los condados, ducados, feudos de los grandes señores, es el origen de los pequeños estados, los príncipes, de
los grandes señores feudales y por tanto del feudalismo. Desde Carlomagno se tenía costumbre de
establecer condes y condados. El conde como legado del rey gobernaba una
comarca o condado que tenía por lo general como cabeza una ciudad y constituía
una diócesis. Los feudos se originaron cuando al perder la monarquía la figura
del rey los títulos de condes o duques
fueron adquiriendo fuerza y poder con sus propias tropas o caballeros. Los
condes o duques pasaban el título a sus hijos y herederos.
Ya en durante el S. X
reinaba la costumbre de considerar los condados y ducados como grades feudos
que el padre trasmitía a los hijos. Los
señores imponían un poder señorial a base de fuertes tributos y
contribuciones a sus vasallos. En cada uno de los países, el duque o conde pasó
a ser un príncipe independiente y hereditario. Europa se dividió así en feudos
y pequeños estados.
La
reforma eclesiástica de Gregorio consistió en reforzar el poder pontificio mediante legados que enviaba a todos
los países con objeto de someter a obediencia a las iglesias locales; luego,
sustrajo al poder imperial la atribución de investir a los obispos y abades en
sus territorios. Se inició la "querella
de las investiduras", conflicto ganado por
el Papado. El emperador reaccionó, y, echando mano a todos los medios a su
alcance-fuerza armada, instigación a la nobleza romana local, trató de deponer
a Gregorio; por su parte, el Papa respondió con medios semejantes, agregándole
los espirituales-excomunión, desligación de la obediencia de los súbditos hacia
el emperador.
En
el proceso, Roma quedó hecha cenizas (1084) debido al "apoyo" que brindaron los normandos
al bando papal. Enrique tuvo que someterse de mala gana al poder de Gregorio.
Pronto desaparecieron ambos actores, Gregorio murió execrado por el pueblo
romano que lo acusó de permitir el saqueo, y Enrique fracasado y en la miseria.
Los
pontífices que sucedieron a Gregorio retomaron el control de Roma y continuaron
el conflicto con los sucesores de Enrique. En 1122, bajo el pontificado de Calixto II se
firmó el Concordato de Worns por
el cual el emperador Enrique V
reconoció el derecho del papa a investir obispos y abades. Paralelo a esto, el
Papado consolidó su influencia en Alemania e Italia, ayudado por los señores
feudales alemanes y las renacidas comunas del Norte de Italia. En la batalla de
Legnano las
fuerzas papales y comunales italianas derrotaron sin apelación al ejército de Federico Barbarroja (1176).
El Imperio debió someterse al Papado.
Como
una prueba de la tremenda influencia de la institución romana en Europa, el
Papa Urbano II
convocó a los príncipes y señores feudales del continente a participar en las cruzadas
(1095) con el fin de "rescatarlos
Santos Lugares" de manos de los
turcos. Por más de 200 años los europeos se batirán con los reinos islámicos
del Medio Oriente gracias al influjo del Papado y la Iglesia. Con Inocencio III (1198)
el poder papal alcanzó su apogeo. Este Papa ejerció como un verdadero emperador
feudal y casi todos los reinos y príncipes de Europa Occidental, Central y del
Norte se reconocieron sus vasallos. Inocencio ejerció en plenitud el poder
espiritual y el temporal[xxxi].
Surgieron todavía
reyes poderosos como lo fueron en Francia San Luis y Felipe III. Su hijo Felipe
IV, llamado el Hermoso, reinó desde 1285 en medio de grandes luchas contra Inglaterra y Flandes. Quiso obligar a ricos
burgueses a prestarles sumas para sufragar las guerras. También obligó a los
obispos y abades de su reino a pagar tributos[xxxii].
Después de Bonifacio
los cardenales pasaron cerca de un año sin ponerse de acuerdo para un sucesor.
Elegido un Papa francés Clemente V permaneció en Francia en Avignon y desde aquel momento el Papa no
tuvo defensa contra el rey de Francia. A comienzos del siglo XIV el Papado
entrará en conflicto con el rey de Francia Felipe el Hermoso, a raíz de la
defensa de sus respectivas prerrogativas. Felipe, que no sentía ningún respeto
por el Papado, atentó en las cercanías de Roma contra el propio Pontífice Bonifacio VIII.
Pronto,
el control del Pontificado cayó en manos de Felipe cuando fue elegido Papa Clemente V, de
origen francés. A instancias de Felipe el Papa cambió la sede pontificia a Aviñon. Entre 1309 y 1377 los papas se
radicaron en Aviñón
como vasallos de los reyes Capeto de Francia. Roma prácticamente fue abandonada
por el Papado.
Hay
que decir que, mientras duró el autoexilio del Papado en Aviñón, Roma se deslizó por el tobogán de la decadencia urbana: su
despueble, insalubridad e inseguridad aumentaron más que nunca[xxxiii].
Al año siguiente, un espantoso terremoto provocó graves daños y terminó por
arruinar los antiguos edificios que habían sobrevivido a la invasión de los
normandos, El pórtico exterior del Coliseo, hacia el monte Palatino, se
desplomó y cubrió de escombros el suelo. La ciudad quedó reducida a
aglomeraciones aisladas comunicadas por senderos inseguros. Roma tocó fondo y sólo el regreso de los
papas pudo revertir su profunda
decadencia como entidad urbana.
Todo esto originó un gran declive para la figura y la
relevancia del Papa que aumentaría y se agudizaría con el gran cisma de Occidente con dos papas y dos obediencias a Roma y
Avignón. Al carecer de la figura del Papa, Roma
entró en una gran decadencia. El punto de mayor desamparo llegó cuando el
ansia de poder del nuevo emperador Carlos V de España y de Alemania tras
conquistar Nápoles le llevó hasta la conquista de Roma. Roma fue saqueada en
1527. Aunque el emperador había entrado en negociaciones con el Papa los
soldados no las respetaron y llegando hasta las murallas de Roma fue asaltada.
El papa refugiado en
el castillo de Sant´Angelo se rindió y fue llevado prisionero. Por espacio de
dos meses pasaron a cuchillo a sus habitantes destruyeron iglesias y conventos.
Se saquearon obras de arte, se rompieron estatuas de santos y todo Roma quedó desmantelada produciendo
una gran consternación en el mundo cristiano. En general diríamos que desde
Carlomagno hasta la Edad Media Roma vive todos unos años de decadencia.
I.6. Añorando recuperar el esplendor y la gloria de Roma
En tiempos de una
gran decadencia la iglesia añora recuperar su gloria y esplendor. Un gran
desbordamiento de la cristiandad se produce con las Cruzadas, la 1ª Cruzada en
1095 con Urbano II para rescatar el Santo Sepulcro, la 2ª Cruzada en
1147 con el mismo papa, la 3ª Cruzada en 1198, la 4ª Cruzada en 1204, hasta que
en 1396 los cruzados caen derrotados ante los turcos.
Entre medias los
Papas para sufragar gastos y recuperar la unidad del pueblo cristiano fomentan las peregrinaciones, sobre todo a
Jerusalén, Roma y con un nuevo auge a Santiago con el intento de recrear
vínculos con los señores, entre los monasterios y sus diócesis para unificar a
Europa.
La
Roma medieval debe su sobrevivencia como entidad urbana no sólo al Papado, si no
también a la religiosidad de los fieles de Europa, los cuales a lo largo del
período realizaron largas y difíciles peregrinaciones
a la Ciudad Eterna, la que albergaba las tumbas de San Pedro, San Pablo y
otros santos y mártires. Multitudes acudieron durante siglos a recibir la
bendición papal y a expiar sus pecados. A comienzos del siglo XIV el Papa Bonifacio VIII
proclamó el año jubilar, concediendo indulgencias plenarias a los peregrinos
que visitasen la ciudad por motivos religiosos.
Roma
siguió siendo el centro de la cristiandad occidental, a despecho de las
periódicas crisis del Papado, el cual se justificaba en parte con esta
afluencia de fieles. La continua visita de los peregrinos dejaba buenas
ganancias a los romanos, en especial a las familias nobles. Como paliativo y en
paralelo a las nuevas órdenes de los caballeros surgen las órdenes mendicantes de los dominicos y franciscanos que tratan
de recuperar el espíritu evangélico. A través de los hermanos predicadores y de
los hermanos menores mueven de nuevo al pueblo creyente al pietismo, la
credibilidad, la piedad, la caridad y la emotividad.
Veamos un poco como
Roma se va recuperando de su postración. Es el Papa Inocencio VI (1352-62) todo un Papa reformador quien vuelve a
recuperar el sueño de recuperar el antiguo esplendor de Roma. Es el Papa que al
verse consternado por la decadencia y postración en que había quedado la Ciudad
Eterna vuelve a soñar Roma como un sólido
imperio.
A Clemente VI le
sucede el Papa Inocencio IV que se propuso reemprender la tarea reformatoria
empezada por Benedicto XII. Se propuso restituir los bienes de la Iglesia que
habían sido usurpados y violados.
Los peregrinos que venían a venerar los santos sepulcros de las Santas
Basílicas de San Pedro y San Pablo no eran defendidos sino robados y
asesinados. El Papa se propuso acabar de una vez con todos los tumultos,
desórdenes y crímenes que hacían imposible la vida de los romanos.
El Papa se fijó en el
Cardenal Gil de Albornoz para la pacificación de Italia y la reconquista de los
Estados Pontificios. Logró el
Cardenal rescatar el patrimonio de San Pedro y restaurar la Paz en Roma, sobre
la que el Papa le dio plena jurisdicción. Aunque la Roma de Cesar y Augusto no
pudo resucitar políticamente, al menos lo hizo culturalmente por obra de los
antecesores del humanismo. Fue entonces cuando se empezó a pensar y poner los
medios para regresar el Papado a Roma.
I.6.1 El regreso de los Papas a la Ciudad Eterna
Después de
instaurarse el papado en Avignon en
1309, una peste reaparece nuevamente en 1348 como castigo de Dios y una llamada
a la conversión y purificación. Casi toda Europa se vio afectada y los efectos
de la peste fueron muy negativos. Mediante un trabajo ejemplar de las órdenes
mendicantes se invita a limpiarse de los pecados contribuyendo a aliviar la
enfermedad y la pobreza mediante las obras e misericordia. Se fomentan la
creación de hospitales e instituciones de caridad.
Pero el papado de Avignon sin duda era un escándalo para
la propia iglesia. En medio de la penuria que pasaba Europa era el estado más
poderoso con las arcas mejor alimentadas. Los florines que le llegaba a través
sobre todo de los banqueros toscanos servía para hacer ostentación más del
poder terrenal y temporal que signo del reino futuro. El palacio de los papas
se hizo cada vez más suntuoso con imponentes murallas y baluartes. La sala de
audiencias, adornada de espléndidos frescos de renombrados artistas, era del tamaño
de una catedral y un enorme patio interior hacía gala de una suntuosa logia
para las apariciones solemnes. Al palacio de los papas se sumaban los aposentos
y las bibliotecas, livrées, de los
cardenales que hacía más suntuosa la residencia de los pontífices.
En contraposición la
imagen de Roma junto con los Estados
Pontificios estaba cada vez más abandonada deteriorándose cada vez más. A
la vez iba incrementándose el poder de los mecenas y grandes comerciantes que
parecían salir poco a poco de la decadencia. Iban así creciendo los palacios, signoría, de los grandes señores y
monarcas
Por fin se da el
ansiado regreso de los Papas a Roma con el intento de Urbano V y el definitivo
regreso de Gregorio XI. Después de haberse arreglado la inseguridad de Roma y el
estado anárquico de los Estados Pontificios bajo el legado del Cardenal Gil de
Albornoz y movido por una revelación de Pedro de Aragón, Urbano V se decide
emprender el regreso a Roma[xxxiv].
En
la segunda mitad del siglo XIV el pontífice máximo volverá a Roma, a instancias
del pueblo y algunos carismáticos santos como Santa Catalina de Siena,
que urgía a los papas a retomar su abandonada grey romana. Roma se encontraba
en el punto más bajo de su decadencia medieval: abandonada, insegura,
desabastecida e insalubre. El retorno de los papas sacará a Roma de su marasmo
y se transformará en una capital digna de la Cristiandad, pero a la vez
desencadenará una nueva crisis de autoridad en la Iglesia llamada el Cisma de Occidente,
durante la segunda mitad del siglo XIV y comienzos del siglo XV.
Del
Cisma de Occidente Roma saldrá transformada en la sede definitiva de la
Cristiandad Católica; el Papado restableció su dominio sobre la ciudad y ésta
recomenzó un nuevo período de expansión, tanto en lo demográfico como en lo
urbanístico y artístico. Roma consagrada con los cuerpos de San Pedro y San
Pablo y la sangre de tantos mártires pedía ser recuperada. Por fin, Urbano V,
entra en la Cuidad Eterna en 1367 y
se propone restaurar Roma y las Basílicas
de los grandes Apóstoles emprendiendo toda una restauración material y
moral en Roma. Pese a los reclamos de
Santa Brígida de Suecia para que permaneciera en Roma vaticinando su muerte si
regresaba a Francia, vuelve a Avignon donde
muere.
Es
finalmente Gregorio XI alentado esta vez por Santa Catalina de Siena quien
definitivamente regresaría a Roma para nunca más volver retomando los deseos de
promover la restauración de Roma y de los Estados Pontificios. No obstante
después del ansiado regreso se produce el gran cisma con la elección de Urbano
VI y la contra elección de Clemente VII. Con los dos papas la cristiandad quedó
dividida en dos obediencias, quienes obedecían al papa romano Urbano VI y los
que obedecían al papa francés en Avignon Clemente VII. Solamente después del
Concilio de Pisa Juan XIII sería el Papa de transición para que con el Papa
Martin V y finalmente el Papa Colonna se restaurara definitivamente el Papado
de Roma. Al finalizar la Edad Media Roma se convertirá también, gracias al
mecenazgo papal, en uno de los principales centros del nuevo movimiento
cultural y artístico que los historiadores han denominado “Renacimiento”.
I.6.2. Con la cristianización
del imperio hubo a su vez florecimiento y decaimiento
Con el Emperador
Constantino si bien vino la paz al imperio y el fin de las persecuciones
también vino la relajación de las costumbres que se habían vivido en estado
heroico durante los tres primeros siglos en el tiempo de los mártires.
Si bien con la
conversión de Constantino vino un tiempo de prosperidad y de paz no todo supuso
la instauración del reino y la majestad de Dios. Los reinos y poderes de esta
tierra se debatieron y la Iglesia luchó siempre con instaurar el reino de Dios
en medio de luchas y dificultades tanto internas como externas.
El triunfo de la fe
con la conversión de Constantino en el 313 trajo un desbordado optimismo. San
Silvestre fue elegido obispo de la sede romana en el año 314. En medio de
grandes debates y tribulaciones, el cisma donatista y el combate contra la
herejía herreriana, se logró restablecer la paz. Después de un largo periodo de
persecuciones se vio restablecer la paz y las iglesias de Cristo empezar a
difundirse por todo el mundo.
Como comenta el historiador
Eusebio de Cesárea en su Historia eclesiástica: Una alegría indescriptible se
tuvo al ver como aquellos lugares que habían sido arrasados por la impiedad de
los tiranos revivían como s resurgieran de una larga y mortal devastación.
Vimos los templos levantarse de sus ruinas hasta una altura infinita y
resplandecer con un culto y un esplendor mucho mayor que el de aquellos que
habían sido destruidos.
Se nos ofrecía el
maravilloso espectáculo de las festividades de los mártires y la dedicación de
la Iglesias. A las festividades acudían numerosos obispos y peregrinos venidos
de todas partes. Era como el cumplimiento del anuncio profético del nuevo
reino. Sin embargo este reino pronto se vio de nuevo expuesto no solo al poder
de los pueblos bárbaros que acabaron por destruirlo sino también al decaimiento
de las costumbres y a la barbarie que fue creciendo al interno del nuevo
imperio denominado cristiano.
II. El tambaleo de
las bases del cristianismo
II.1.- La Iglesia de Roma
La Iglesia no se pude
entender si no es bajo la categoría de misterio. Siguiendo el designio del
Padre, Cristo a través de s encarnación y de su misterio pascual da entrada en
la historia al nuevo pueblo de Dios congregado según el Espíritu. La Iglesia se
convierte en signo y sacramento de la presencia de Cristo entre los hombres y
continúa en la historia su designio de salvación para con toda la humanidad. El
misterio de la Iglesia nos es descrito por Pablo en su carta a los Efesios:
“Cristo nos ha abierto a todos el acceso al Padre en un mismo Espíritu, de
manera que ya no somos extraños sino familia de Dios, edificados sobre el
cimiento de los apóstoles y profetas y siendo Cristo mismo la piedra angular,
en quien toda la edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo santo
en el Señor, en quien también nosotros estamos siendo edificados para ser
morada de Dios en el Espíritu” (Ef 2,
18-22).
Cristo es la cabeza y
el fundamento, el iniciador y consumador de esta edificación espiritual. En
este templo espiritual los apóstoles unánimes y concordes formaron un solo
altar. A ellos se unieron los mártires y los santos y también nosotros orando
al unísimo con una misma voz y en un mismo Espíritu para formar un sólo y único
altar sobre el que Cristo ofrece su sacrificio al Padre y nos invita a todos a
ofrecernos en sacrificio agradable junto con él. Lo que se realiza en un
edificio donde todos los elementos están perfectamente unidos, debe acontecer
entre nosotros perfectamente unidos en la misma fe, esperanza amor.
La iglesia que se
inicia en el altar de la cruz con el sacrificio de Cristo, sacerdote y víctima
a la vez recibe el don del Espíritu en Pentecostés y el mandato misionero de
que se extienda de Jerusalén hasta los confines de la tierra. En el mundo
antiguo, el confín de la tierra se estimaba en el extremo del occidente, del
imperio romano. De ahí el nombre de Finisterre en el extremo de la Hispano
Galia romana. La Iglesia impulsada por el Espíritu, según nos narra los Actos
de los Apóstoles, llega hasta Roma el
corazón del imperio romano, para desde allí expandirse por todo el imperio y
toda la tierra.
La Iglesia
establecerá en Roma, el corazón del imperio, también su sede. La Iglesia de
Roma, sede de Pedro, cabeza de los apóstoles se convertirá en el corazón de la
Iglesia. La Iglesia de Roma pasó por toda clase de etapas. Por una época
gloriosa de los santos mártires en medio de grandes persecuciones. Tras la
cristianización del imperio con Constantino se consolida y se hace fuerte pero
con la caída del imperio también sufre la propia crisis del imperio con todo un
decaimiento. Después verá una época de resurgimiento después de la Edad Media
con los nuevos movimientos reformadores.
Hemos querido recoger
estos tres periodos y dejarnos acompañar en nuestra peregrinación a Roma por
varios personajes históricos que nos ayuden a revivir la historia de nuestra
Iglesia de Roma en tres etapas[xxxv].
Nuestros personajes privilegiados serán los
mártires de Roma, San Agustín y San Francisco.
II.
2.- Las Actas de los mártires de Roma
Las Actas de los mártires de Roma son la transcripción
de los procesos verbales redactados por las autoridades romanas y conservadas
en los archivos oficiales, que los cristianos conseguían por diversos medios.
Las Actas no faltaban en ningún proceso judicial. En ningún tribunal faltaban
los actuarii, que posteriormente se
llamaron notarii, porque recogían
taquigráficamente todos los actos del proceso y así pasaban los documentos a
los archivos judiciales.
Pero toda la labor de
redacción de las Actas y su conservación
en los archivos era obra de los magistrados romanos. Las actas de los mártires
son transcripción exacta de los procesos verbales redactados y conservados en
los archivos oficiales. Muchas de las actas fueron destruidas por Diocleciano
en el S. III, que había notado que estos relatos heroicos inflamaban el alma de
los cristianos y les daban el ejemplo para sufrir; de ahí que los colocó en los
libros de la doctrina proscrita, que ordenó recoger y quemar en la plaza
pública.
Los cristianos
trataron de recuperar por diversos medios incluso con la compra a los agentes
del tribunal. Eusebio que debió de ser un asiduo de los archivos y tantas
piezas y fragmentos nos ha conservado parte de ellos. Para ellos eran
documentos preciosos que tenían gran interés de conservar. En su forma más pura
cabe citar la Passio o Acta martyrum Scillitanorum y las famosas
Acta Proconsularia sobre el martirio
de San Cipriano. A estas Actas se fueron añadiendo el relato de los testimonios
de los que habían seguido hasta el lugar del suplicio, para edificarse de las
palabras dichas en vida y recoger su sangre después de muerto. Así se tienen
también Actas que han sido compuestas de este modo.
II.3.-Los mártires de Roma, Dignus Roma locus quo eus omnis est.
Según había dicho
Ovidio: Roma es el lugar digno de que a ella vayan todos los dioses. Si bien
Roma en su Panteón había albergado a los dioses del Olimpo y a todos los dioses
de los lugares que conquistaba, lo cierto es que Roma no recibió con buenos ojos
al Dios cristiano. Los romanos vieron el cristianismo un peligro para el
imperio. Según el historiador Tácito la proscripción de lo que consideraban una
nueva secta era debido a una mala fama, Propter
flagitia inuisos. Las infamias y torpezas, flagitia, que se les colgaba era debido a la negación de los dioses
oficiales, enemigos de los dioses patrios.
Esta malversación y
odio a los cristianos llegó a su clímax en los contemporáneos y consejeros de
Nerón que vieron al cristianismo como un peligro para el imperio. Desde el
incendio y la posterior persecución de Nerón se llevaron a cabo numerosas y
sangrientas persecuciones con Marco Aurelio, Séptimo Severo, Decio, Valeriano y
Diocleciano distribuidos en los tres primeros siglos. La cifra de mártires es
incalculable, los testimonios de Justino, Tertuliano, Ireneo hablan de muchos,
probablemente el número estaría entre
cien mil y doscientos mil mártires.
Conocemos algunos de
los innumerables mártires por las llamadas Actas de los mártires. Cada Iglesia
conservaba entre sus documentos más preciosos las actas de sus mártires. Estas
actas se formaron básicamente con tres aportes, las actas oficiales, los
testimonios personales y los relatos de contemporáneos. Demás existían
informaciones y anotaciones personales, lo relatos de testigos o conocedores
directos de los martirios. Cada acta no es sólo el testimonio de la generosa
entrega del mártir sino también un compendio de la fe, un credo vivencial
sellado con su sangre.
Pronto se empezaron a
dar veneración a los mártires. Su veneración se enraíza en ser testigos
privilegiados, auténticos confesores de la fe. Cuando los cristianos pudieron
acercarse a los lugares del martirio, recogieron sus restos, reliquias, como si
se tratar de oro o perlas preciosas.. La reliquias representaban al mártir,
hacían vivo su recuerdo. Muy pronto se comenzó a celebrar el aniversario del
martirio, o día natalicio, junto al sepulcro.
Cada Iglesia cuidaba
con todo fervor y amor el registro de sus mártires. Por lo general los lugares
del martirio se convirtieron en lugares de culto. Donde se derramo su sangre se
levantaron altares. La devoción a los mártires fomentó en la gente el deseo de
tener la propia tumba junto a la de él. Por esa razón se explica que en las
catacumbas muchos nichos rodean al sepulcro del mártir.
II.4.- Las piedras angulares.
San Pedro y San Pablo, (29 Junio)
Solemnidad
antiquísima que celebra a la par a los dos pilares más destacados de la Iglesia
martirizados en Roma. El testimonio de su martirio es recogido por diversos
testimonios, San Clemente Romano, San Dionisio de Corintio, Tertuliano,
Orígenes, Eusebio de Cesárea, Lactancio, Sulpicio Severo, Suetonio, entre
ellos se desprende
que el martirio después del incendio de Roma y persecución
de Nerón a los cristianos. Pedro muere en una cruz cabeza abajo. Pablo fue
decapitado bajo el mismo emperador. Ambos trofeos o sepulcros se hayan
localizados en la colina Vaticana y en la vía Ostiense y sobre ellos se
asentaría la primitiva iglesia de Roma.
Los orígenes de la
Iglesia de Roma están asociados a la preciosa semilla de estos dos grandes
apóstoles, ambos quedarán indisolublemente unidos en la gloria del martirio
sufrido en Roma bajo Nerón. Los datos precisos están aún en la bruma de las
suposiciones. No hay común acuerdo en la fecha precisa de la llegada de San
Pedro a Roma. La primera luz histórica nos la da Suetonio. Según este el
emperador Claudio da un edicto para expulsar a los judíos de Roma. Este edicto
data sobre los años 51-52. Pablo escribe a los romanos en el año 50 y
manifiesta el deseo de visitar la comunidad de la capital del Imperio.
Pablo llega a Roma en
el 62 cargado de cadenas para ser juzgado como ciudadano romano ante el
tribunal del César, a quien había apelado. Los cristianos de Roma le salen al
encuentro en la Vía Appia. Tras un año de prisión es absuelto y puesto en
libertad. Por este tiempo hay que suponer la estancia de San Pedro en la
comunidad romana.
Recogemos un
fragmento de la carta del papa San Clemente primero dirigida a los Corintios[xxxvi]:
“Vengamos a considerar los luchadores más cercanos a nosotros; expongamos los
ejemplos de magnanimidad que han tenido lugar en nuestros tiempos. Aquellos que
eran las máximas y más legítimas columnas de la Iglesia sufrieron persecución
por emulación y por envidia y lucharon hasta la muerte.
Pongamos ante
nuestros ojos a los sanos apóstoles. A pedro, que, por una hostil emulación,
tuvo que soportar no una o dos, sino innumerables dificultades, hasta sufrir el
martirio y llegar a la posesión de la gloria merecida.
Esta misma envidia y
rivalidad dio a Pablo ocasión de alcanzar el premio debido a la paciencia en
repetidas ocasiones, fue encarcelado, obligado a huir, apedreado, y, habiéndose
convertido en mensajero de la palabra en el Oriente y en el Occidente, sufrió
el martirio de parte de las autoridades y, de este modo, partió de este mundo
hacia el lugar santo, dejándonos un ejemplo de paciencia”.
II.5.- Los santos protomártires de Roma, (30 de Junio)
La Iglesia conmemora
a todos los mártires que murieron en la persecución de Nerón del año 64. El
incendio de Roma y los mártires del Vaticano es descrita en los anales de
Tácito y las crónicas de Suetonio[xxxvii].
La comunidad romana
va a pasar por a prueba de fuego. El terrible incendio ocurre en julio del año
64 que estalla en las inmediaciones del Circo Máximo, entre los montes Palatino
y Celio que destruye durante seis días los principales barrios de la vieja
Roma, según describe Tácito en sus Annales.
Fue Nerón quien culpabiliza a los cristianos del incendio ocultando su deseo de
refundar una nueva Roma que respondiera a sus sueños de grandeza y de gloria.
La descripción que
del siniestro nos ha dejado Tácito en sus Anales[xxxviii],
escritos unos cincuenta años después del suceso, pertenece a las páginas
justamente más célebres de la literatura universal. “Siguió un desastre, no se
sabe si por obra del azar o por maquinación del emperador pues una y otra
versión tuvieron autoridad, pero sí más grave y espantoso de cuantos acontecieron
a esta ciudad por violencia del fuego. Se añadió a todo esto los gritos de las
mujeres despavoridas, los ancianos y los niños; unos arrastraban a los
enfermos, otros los aguardaban; gentes que se detenían, otras que se
apresuraban, todo se tornaba impedimento”.
Describe Suetonio que
Nerón contempló el incendio desde la torre de Mecenas, y arrebatado por la
belleza, como él decía, de las llamas, recitó, vestido de su famoso traje de
teatro, la “Toma de Ilión”. Para ocultar su delito Nerón acusó a los cristianos
a los que arrojaría a las fauces de la fiera popular rugiente de rabia
desatándose una feroz persecución. Primero se empezó por detener a los que
confesaban la fe de cristianos. Su ejecución fue acompañada de escarnios y
crueldades, unos fueron clavados en cruces, otros quemados, otros desgarrados
por perros. Fueron levantados como antorchas al caer el día como un espectáculo
para toda Roma.
Recogemos un
fragmento de la carta del papa San Clemente primero dirigida a los Corintios
refiriéndose a la vida y testimonio de los mártires[xxxix]:
“A los apóstoles Pedro y Pablo, maestros e una vida santa, vino a agregarse una
multitud de elegidos que, habiendo sufrido muchos suplicios y tormentos también
por emulación, se han convertido para nosotros en un magnífico ejemplo. Por
envidia fueron perseguidas muchas mujeres que, cual nuevas Danaides y Dirces,
sufriendo graves y nefandos suplicios, corrieron hasta el fin la ardua carrera
de la fe y, superando la fragilidad de su sexo, obtuvieron un premio memorable.
La envidia de los
perseguidores hizo que los ánimos de las esposas se retrajesen de sus maridos.
Trastornando así aquella afirmación de nuestro padre Adán: ¡Esta si que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! La
emulación y la rivalidad destruyó grandes ciudades e hizo desaparecer
totalmente poblaciones numerosas”.
III. La caída del imperio romano
La caída del Imperio Romano fue un acontecimiento complejo no
fácil de explicar. Los factores que pudieron influir el el colapso o caía del
Imperio Romano son varios, las pestes o epidemias, la corrupción institucional
y moral.
III.0 Lectura
apocalíptica
El cristianismo pese una etapa inicial de oposición, confrontación
y persecución fue además un impulso de crecimiento y consolidación del propio
Imperio. del imperio. Pero también fue visto como una de las causas de la
desintegración del Imperio. ¿Que tuvo que ver la Iglesia con este colapso?
El cristianismo trajo el abandono de las creencias paganas
tradicionales y el impulso rejuvenecedor de algo nuevo. Pero la misma
degradación del cristianismo iba a influir en la degradación del Imperio. Había
detractores como quienes impulsaban una regeneración. Unos consideraban que las
calamidades que azotaban el Imperio era como un castigo de Dios. Otros el
colapso lo veían como la oportunidad de una regeneración purificación
trascendental. San Agustín en su obra magistral La Ciudad de Dios contrapone un
nuevo orden de valores La civitas Dei frente a la civitas diaboli y
analiza las causas de la degradación moral de las buenas costumbras y la
necesidad de una regeneración.
No faltaron las teorías conspiratorias que achacaban a los
cristianos o a los bárbaros como los agentes del mal. Hubo quienes
posteriormente leyeron la historia como una progresiva crisis del mundo romano
acusando al cristianismo como responsable del triunfo de la religión y la
barbarie. Edward Gibbon siguiendo los planteamientos de Voltaire y
Montesquieu achacan al cristianismo la causa de los males. [xl]
Otros interpretaron que la invasión bárbara de los suevos, vándalos y alanos de
inicios del S.V fue considerada como la respuesta a la profecía de las
cuatro plagas: el hierro, el hambre, la peste y las fieras. El hierro de la
espada de los furiosos bárbaros hizo mella contra un imperio que parecía
indestructible. La guerra con los
asedios ocasionaron el hambre que asoló la población. El azote de la peste de
las epidemias supusieron una enorme pérdida de población. Las fieras mordazes
no eran solo de afuera sino que habían venido de adentro, un feroz régimen
impositivo, burocracia opresora, agobiante fiscalidad, corrupción del poder. Por
último el Islam terminó por dar el coletazo final.
III.1 Razones
del declive y destrucción
Muchos han podido ser los factores que influyeron en el colapso,
factores demográficos, biológicos, sanitarios debido a pestes y pandemias.
Nosotros vamos a tratar los factores endógenos del propio imperio Romano. El colapso
vino como consecuencia de los propios males internos. Una burocracia opresora,
una agobiante fiscalidad, patrocinio de los poderosos, la concentración del
poder en las grandes metrópolis, la falta de atención a la periferia y la
ruralización de las clases más bajas. La extinción de las élites gobernantes,
la eliminación de los mejores. Miguel Rostovzeff analiza el declive de la
civilización antigua de Occidente como resultado de un conflicto social entre
los campesinos rurales y la burguesía urbana.[xli]
En definitiva la teoría de la lucha de clases y razas superiores e inferiores
según defendían pensadores como Engels y Marx.
La decadencia del Imperio Romano vino por una decadencia social.
Fueron los movimientos que se consideraban oprimidos y eslavos de las clases
dirigentes los que condujeron a la destrucción del Imperio. Las epidemias y la
invasión bárbara tan solo aceleraron el curso de una regeneración política y
cultural que estaba llamada a dar por fin a un estado de cosas que no podían
continuar.
III. 2 Motivos que llevaron al colapso del sistema
Muchos son los que opinan que uno de las principales razones de la
caída del Imperio fueron las invasiones bárbaras. Pero vamos a tratar de
analizar otras razones que sin duda contribuyeron al desmoronamiento del
Imperio. A lo largo del S. IV hubo casos de buenas relaciones con las
poblaciones procedentes del otro lado de las fronteras. Las relaciones con los
pueblos extranjeros no fueron siempre de enemistad. No podemos caer en la
tentación simplista de acusar a los bárbaros de provocar el fin del Imperio.
Hubo guerras y saqueos pero también hubo pactos, tratados y acuerdos.
El Imperio Romano podría considerarse como una máquina de guerra.
Su afán de conquista fue apoteósico extendiendo el Imperio de norte a sur y de
este a oeste. Todo estaba supeditado a este afán de conquista. Pero llegó un
momento donde todo el sistema colapsó debido a la falta de cohesión interna. El
ejercito creció enormemente junto con un cuerpo muy grande de funcionarios
públicos. Se hizo cada vez más acusada la diferencias de clases nobles y de las
clases rurales.
En el 448, el
historiador Prisco de Panio acusaba el mal trato que recibían los ciudadanos
del Imperio por parte de la administración. A la gran mayoría de los ciudadanos
se les ahogaba con impuestos y, peor aún, la justicia no era igual para todos.
La mayor miseria de Roma era su corrupto sistema judicial. Durante la época del
emperador Valiente Amiano Marcelino criticó ampliamente una justicia que estaba
en manos de ladrones, los jueces que compraban sus cargos eran usureros en
busca de botín. Con el emperador Diocleciano culminó un proceso de acumulación
del poder en la figura del emperador y en detrimento de los órganos
tradicionales del gobierno del Estado, el Senado y los magistrados. La llamada
crisis del S. III había sumido al Imperio en una auténtica anarquía militar que
había carcomido la autoridad central. El proceso de fragmentación del imperio
culminaría en el año 395 con la división definitiva del imperio de Oriente y
Occidente que decretó Teodosio.
III.2. 2 Un sistema impositivo
injusto
Durante Constantino
aumentó considerablemente el número de unidades no productivas. La reforma
fiscal y las nuevas exigencias tributarias fueron durísimas, ya que no fueron
acompañadas con un aumento de productividad ni un mejor reparto de la riqueza,
más bien al contrario. La brecha entre ricos y pobres se agrandó más y más. Los
grandes terratenientes, comerciantes y propietarios disponían de medios para
evitar la implacable recaudación de impuestos, mientras que las clases medias y
humildes no soportaron el aumento de la carga fiscal. La economía entró en un
proceso de recesión imparable. Muchos pequeños propietarios se vieron obligados
a vender sus tierras en beneficio de las clase ricas, que llegaron a acumular
latifundios de inmensas proporciones.
III.2. 3 La opresión de los más
débiles
El Estado con todo su
entramado de senadores, magistrados y orden decurional impusieron en la plebe
la carga de costear los gastos del mantenimiento de todas las infraestructuras.
Las formas de promoción social cambiaron sus reglas. Las relaciones
clientelares que caracterizaron el Alto Imperio dieron paso a un nuevo sistema
basado en la compra de los diferentes puestos de funcionario para tratar de
escalar en la jerarquía social. Dada la espiral de recesión económica los que
ocupaban cargos administrativos se aprovecharon de su situación para tratar de
enriquecerse parasitando los recursos de los más débiles. El sistema judicial
se degradó a causa del aumento descontrolado de leyes impositivas, ventajas
jurídicas, económicas y políticas. El sistema se fue deteriorando
progresivamente con una enorme brecha social que fue ocasionando la opresión de
las clases más débiles.
III.3 La metamorfosis del mundo
antiguo
Los bárbaros
terminaron de romper el sistema desestabilizando el orden social. Al principio
no fue una invasión agresiva y cruenta. Las fronteras se fueron debilitando. Muchos eran refugiados de guerra
incluso pasaron a formar parte de los ejércitos para poder soportar la fuerte
oposición tributaria. Los generales lejos de de tratar con humanidad las
familias desplazadas trataron con crueldad a los subordinados y refugiados. Al
cortar las ayudas humanitarias fueron causando la sublevación y emprendiendo
campañas de pillaje y saqueo.
También
progresivamente se fue dando una transformación cultural. Roma había sido una
cultura amigable que acogió sobre sí el legado de otras culturas. Aunque adoptó
un nuevo idioma el latín fuera del griego mantuvo muchas creencias, tradiciones
y formas paganas provenientes del mundo helénico. El cristianismo trató de
adoptar un orden nuevo pero no fue fácil. Si en principio tuvo fuerte oposición
la cristianización del Imperio no lo dejó exento a estos cambios culturales.
Los cristianos pronto se opusieron a los planteamientos filosóficos y
culturales clásicos. La clausura de la academia de Atenas, el museo y la
biblioteca de Alejandría, las prohibiciones de enseñanzas heréticas. La
tradición pagana en su mundo filosófico y mitológico (la paidea politeista),
chocaron con los dogmas cristianos. La excesiva militarización del Imperio
conllevo una escasa educación de la plebe, incluso una pobre educación
religiosa del personal eclesiástico. La
Iglesia cayó bajo la tentación del poder terrenal y los obispos en mandatarios
administrativos de grandes posesiones. Esto dio origen a muchas desigualdades y
luchas internas no solo ideológicas sino de poder.
Otros motivos
externos contribuyeron también al colapso. Además de los factores políticos y
económicos hubo motivos sanitario y ecológicos. El imperio sufrió varias
pandemias víricas que afectaron a toda su población. La llamada peste de
Cipriano que arrancó en el 249 y la plaga de Justiniano que comenzó en el 541.
Por otro lado la denominada “pequeña edad de hielo” entre el 450 y el 700.
Estas plagas afectaron también al Imperio. Procopio en la año 541 decía “Al
principio en número un poco mayor que el de costumbre, después las pérdidas
fueron elevándose, llegaron a alcanzar cinco mil incluso diez mil víctimas al
día. Incluso muchas personas permanecieron insepultas durante muchos días.
IV. El decaimiento
del Imperio. San Agustín
La consolidación del
cristianismo supuso al principio una poderosa herramienta al servicio del
Emperador. Pero poco apoco el cristianismo entró también en una serie de peleas
y disensiones internas. Las luchas contra las herjías que acabaron con la
ruptura de la Iglesia de oriente y Occidente contribuyeron al propio
desmoronamiento del imperio. Las luchas entre católicos con el monofisismo, el
donatismo, el pelagianismo y el arrianismo furon haciendo mella en la cohesión
del Imperio. Al principio se hizo dificil conciliar el cristianismo pero
después de Constantino se dio a la par la romanización con la cristianización.
Hacerse cristiano era la opción más ventajosa por reportar a los convertidos
que la tomaban grandes beneficios económicos, sociales y políticos. Eso fue la
causa de una rápida cristianización.
Sin embargo más a la larga se empezó a ver
la debilidad de esta opción. Muchos de los que se convertían lo hacían por
conveniencia y mantenían las prácticas paganas. La tolerancia estatal hacia las
prácticas no católicas, ya fueran paganas o heréticas contribuyó a la
inestabilidad política que no supo ni pudo hacer frente a las oleadas bárbaras.
Frente al debilitamiento del pueblo fue creciendo el poder político y
eclesiatico. La misma Iglesia asociada al poder estatal tomó el sistema
administrativo imperial a nivel eclesiástico y convirtió a la iglesia en una
institución jerarquizada y de carácter centralizador. La Iglesia empezó a sentir la necesidad de
una renovación a nivel interior.
IV 0.- La Ciudad de Dios
El 24 de Agosto del
410 tuvo lugar el gran saqueo de Roma, las tropas de Alarico entraban por la
puerta Salaria a la ciudad de Roma y llegaron hasta la fortaleza del Castillo
de Sant´Angelo a las puertas del Vaticano. Este suceso presagiaba un cambio de
época, el ocaso de un imperio y el despertar de otro.
San Agustín es
testigo privilegiado de este saqueo de la ciudad de Roma. Ese momento lo relata
en su sermón sobre la caída de Roma dado en Hipona en la Basílica de la Paz a sus feligreses. San
Agustín lloró amargamente con todos los cristianos ante el saqueo y las ruinas
acumuladas por la invasión de la Ciudad Eterna. La romanizad se desmoronaba y
la cristiandad se asoló con una enorme depresión moral que no respeto ni a
grandes ni a pequeños. Los guardianes de la civilización mundial se desmoronaban
y con ellos venían un zumbido de murmuraciones, calumnias y objeciones contra
el cristianismo que se reflejaba en el dicho: Falta la lluvia, la culpa es de
los cristianos[xlii].
En otro sermón de
octubre a tres meses de la caída de Roma trataba de levantar los ánimos: En los
tiempos cristianos es devastado el mundo, se viene abajo el mundo. He aquí que
en los tiempos cristianos, Roma perece, pero no perece Roma, Roma recibe los
azotes. Roma no ha perecido; tal vez
haya sido castigada pero no aniquilada. Tal vez Roma no perece, sino se
pierden los romanos”[xliii].
Esta situación es la
que le lleva a San Agustín a reflexionar en las causas segundas. Los hechos
hacen pensar en la contingencia de las cosas y en lo que verdaderamente
perdura. Se dispone a poner por escrito su defensa a las refutaciones y
objeciones que se ponen al cristianismo como no trayendo nada de aporte al
paganismo.
San Agustín con la monumental obra La Ciudad de Dios de 22 libros, trata de responder a todas estas
objeciones[xliv].
Quien encabezaba estas objeciones era un tal Volusiano, cónsul de Cartago, que
se hacía portavoz de las críticas y controversias poniendo en duda la fe y la
validez del cristianismo. La obra la inicia en el 410 y no la termina hasta el
412. Su primera divulgación tarda desde el 413 hasta el 426.
En esta obra, dice el mismo San Agustín en su prólogo, pretendo
describir la gloria de La Ciudad de Dios,
así la que vive y se sustenta en la fe,
en este curso y mudanza de los tiempos, mientras peregrina entre pecadores,
como la que está ya en aquella estabilidad del descanso eterno. Pretendo así
defenderla contra los que anteponen y prefieren sus falsos dioses al Señor y
autor de ella. Grande y difícil trabajo, pero cuento con la ayuda de Dios”[xlv].
San Agustín en la línea
de los apologistas anteriores a él, San Ireneo, Tertuliano, etc refuta las
falsedades y calumnias de los paganos y hace toda una relectura de la historia
para intentar comprender el significado de los hechos y el propio proceso
histórico.
San Agustín interpreta el suceso y alienta a los fieles: “Roma
tuvo sus catástrofes e incendios bajo la tutela d los dioses. No debía
tambalearse la fe de los cristianos, porque ahora tiene Cristo la tutela de la
Iglesia y lo que guarda Cristo no se lo arrebata el bárbaro”[xlvi].
Las objeciones
trataban de cuestionar la fe en el Dios cristiano: “Explicadnos porqué vino
Cristo y que progreso trajo para el género humano. Antes de su venida los
hombres eran felices más que los de ahora. Han caído por tierra los teatros,
los circos, los anfiteatros y nada bueno ha traído Cristo. sólo trabajos”[xlvii].
Así comienza San Agustín a explicar a estos hombres de los bienes
que trajo Cristo y a exhortar a socorrer a los prófugos y peregrinos: “Os
rogamos, os suplicamos, portaos con mansedumbre, compadeceos de los que
padecen, recibid a los flacos y en esta ocasión en que acuden muchos peregrinos
con sus necesidades y trabajos, abunde vuestra hospitalidad y multiplíquense
vuestras buenas obras”[xlviii].
IV.1.- Origen de dos
ciudades. Dos amores dieron origen a dos ciudades.
Para explicar el
sentido de las dos ciudades, San Agustín se apoya en el camino de iniciación
del catecumenado que se hacía previo al Bautismo[xlix].
Dentro de la catequesis primera se aludía a la Ciudad de Dios en su doble vertiente, terrena y celestial;
peregrinante y en reposo. Bautizarse significaba incorporarse y tomar parte de
la carta de ciudadanía, el inicio del camino para salir de una y llegar a la
otra[l].
San Agustín no trata
de tirar por tierra toda la romanización o romanidad [li].
La romanizad contribuyó a salvar el legado de lo antiguos clásicos; salvando lo
que se podía salvar. Entre un mundo decadente y los primeros albores de otro
nuevo intenta dar nueva orientación a los
espíritus que ya en el marco gigantesco de la civilización romana
quisieron infundir la renovadora sangre de la fe.
San Agustín describe
la situación como el fin de una época y el comienzo de otra el fin de una
ciudad terrena y el camino hacia La
Ciudad de Dios. En toda su obra deja ver el contraste entre la
bienaventuranza y la desventura de las dos ciudades. Las dos ciudades
corporalmente mezcladas y espiritualmente separadas entre sí, recorren los
siglos hasta el fin. Dos ciudades, una de malvados otra de santos, son
conducidas desde el principio del género humano hasta el fin de los siglos.
Ahora están mezcladas corporalmente, pero separadas según su voluntad. En el
día del juicio vendrá la separación. La Ciudad de Dios cuyo fin es la paz
eterna es descrita como la Jerusalén del Cielo y la Ciudad terrena cuyo ideal
es la paz temporal que es reflejo de Babilonia.
Analizando los rasgos
o características de las dos ciudades habla de dos amores que las construyeron.
A Jerusalén la ha construido el amor de Dios. A Babilonia la ha construido el
amor del siglo. Dos amores de rasgos bien diferentes. Un amor santo, puro que
mira la utilidad común y el reino superior construye la Ciudad de Dios. Un amor
impuro, privado, egoísta, que se aprovecha del bien común para su propio
interés construyó la Ciudad terrena. El primer amor e es humilde, sumiso,
tranquilo, pacífico y busca la verdad. El segundo amor e arrogante, posesivo,
turbulento, sedicioso y busca la vanagloria. El primero es amistoso, quiere
para el prójimo lo que para sí y desea el mejor bien para el otro. El segundo
es envidioso, busca la sujeción del prójimo así mismo con miras a sacar ventaja
de los otros.
Esto dos amores
precedieron en los ángeles; el amor bueno en los ángeles buenos, el amor malo
en los ángeles malos y fue la causa de distinguirse entre los hombres. Desde el
comienzo del mundo subsisten las dos ciudades. Dos ciudades bajo la admirable
providencia de Dios que gobierna todo lo creado, una de los justos y otra de
los impíos[lii].
Los hombres se
definen por los dos amores. Los dos amores definen la vida de los hombres y le
dan la fisonomía que pueden imprimir dentro de él. Vea pues cada uno lo que ama
y hallará de dónde es ciudadano y si viere que es ciudadano de Babilonia
extirpe de la codicia y plante la caridad y si viere que es ciudadano de la
Jerusalén del cielo, tolere la cautividad y espere la libertad[liii].
IV.3.- La Ciudad de Dios
comparando a Roma (L. I)
Así comienza la
voluminosa obra de La Ciudad de Dios:
“Mientras tanto, Roma fue asolada por la invasión y el ímpetu destructor de los
godos, acaudillados por el rey Alarico. Los adoradores de una multitud de diose
falsos, los paganos, empeñados en hacer responsable de dicho desastre a la
religión cristiana, comenzaron a blasfemar del Dios verdadero con una
virulencia y una mordacidad desacostumbrada. Ante esto, yo, ardiendo en celo
por la causa de Dios, tomé la decisión de escribir los libros sobre La Ciudad de Dios”[liv].
Si bien La Ciudad de Dios como lenguaje místico
no se refiere a ninguna ciudad terrena, a través de un lenguaje simbólico, San
Agustín pretende referirse a la misma Roma y diferenciar la ciudad de Roma y la
Iglesia de Roma, lo que constituye la pompa de la gloria vana y terrena de lo
que es el legado cristiano de la fe como herencia eterna e imperecedera.
Si La Ciudad de Dios la refiere a la
Iglesia, la refiere también a la Cabeza de la Iglesia asentada en Roma bajo el
gobierno de sus pontífices pero no como institución terrena sino como
ciudadanía venida del mismo Dios instituida por Jesucristo.
Así intenta
diferenciar los tesoros terrenos de los tesoros y depósitos de la fe que guarda
La Ciudad de Dios, que es la Iglesia, arca de la salvación para todos los
hombres. La dialéctica y oposición que rea entre la Babilonia y la Nueva
Jerusalén está presente en la misma Roma haciendo el contraste entre la Roma
pagana y cristiana. En definitiva es la dialéctica y el drama en la lucha de
los dos amores.
Los enemigos
encarnizados de Cristo al encontrarse con los lugares sagrados, por respeto a
Cristo, respetaron y se guardaron de destruir las basílicas de los Apóstoles y
los santuarios de los mártires. Allí se paró y se moderó la furia del enemigo.
De Esta forma muchos de ellos apartándose de sus errores se convirtieron en
moradores de La ciudad de Dios[lv].
Como bien dice en la
introducción del cap. II del primer libro jamás en una guerra los vencedores
perdonaron a sus vencidos por reverencia a sus dioses. Las Basílicas y lugares sagrados,
los lugares de culto cristiano, sirvieron de refugio tanto a propios como a
extraños. El asilo de Juno en Troya no libró las manos griegas a nadie. En
cambio las basílicas de los apóstoles ampararon el furor de los bárbaros a
todos los que se acogieron a ellas. Los romanos mismos jamás perdonaron los
templos de las ciudades conquistadas mientras que los bárbaros respetaron los
templos d los cristianos. La crudeza en la destrucción de Roma fue producto de
la tradición bélica mientra la clemencia vino de la fuerza del nombre de
Cristo. Nada pierden los santos al perder las cosas temporales[lvi].
IV.4.- Los falsos dioses y la
degradación de Roma (L. II)
Dicen que Rómulo y
Remo fueron los fundadores de Roma y quienes acudían a ellos quedaban exentos
de condenas. Esa fue la iniciativa que redundó en honor de Cristo. Fueron los
apóstoles y mártires quienes por su intercesión nos acercaron a la clemencia de
Dios, de forma que sus siervos salvaron sus vidas refugiándose en los
monumentos de los mártires. En el libro II es donde San Agustín habla de la
degradación de Roma. En la ciudad de Roma con el culto a los falsos dioses se
amontonó la inmoralidad social y toda clase de vicios. Roa no fue liberada de
sus desgracias por su adhesión a los falsos dioses.
En el saqueo y la
caída de Roma se derrumbaron sus piedras y sus vigas, el ornato de sus muros y
las costumbres que devoraban el corazón con el fuego de las pasiones, pero se
mantuvieron firmes las columnas de la fe. Los males que sobrevinieron a Roma
por las costumbres paganas y el fomento de los falsos dioses se produjeron ya
antes de propagarse la fe cristiana. Incluso en sus actos de culto se cometían
torpeza llegando a degenerarlo todo. El día solemne de la purificación de las
vírgenes Celeste y Berencintia se canturreaban sátiras y se cometían las más
horrendas obscenidades de manera que no sólo la madre de los dioses se
avergonzaba sino la madre de cualquiera de los hombres de bien.
A tales actos se les
llamaba Fércula, los cubiertos, como si celebrase un banquete en el que los
demonios impuros se hartasen a su propio gusto. Los dioses paganos jamás
dictaron normas de buena conducta, los dioses en vez de ofenderse con la
representación de tales torpezas y obscenidades, las permitían incluso
promovían. Expresión de ello eran las Fiestas Fugales dedicadas a los dioses
donde huyendo del pudor y la honradez, se daba rienda suelta a toda clase de
torpezas[lvii]. Los romanos estaban bajo la superstición de
llegar a dar culto a unos dioses que ante sus ojos elegían para su propio honor
la consagración de tales obscenidades. ¡Oh espíritu de una ciudad ávida de
gloria! mientras que la religión cristiana fue la portadora de la salvación. Es
una exhortación al culto de la verdadera fe y a que os romanos abandonen el culto
de los dioses paganos. Fíjate bien en la diferencia entre unos dioses y otros y
sal de las torpezas estériles y la falacia ladina de los demonios. Ponte a
elegir el verdadero camino y hazlo de forma que consigas la gloria sin error
alguno, dando gloria al Dio verdadero.
IV.5.- Los ídolos y los males físicos de Roma
(L. III)
En el libro III de la
monumental obra de La Ciudad de Dios,
San Agustín muestra como los romanos han estado constantemente bajo el azote de
tales calamidades desde la fundación de Roma y como los dioses falsos, a
quienes han dado culto sin trabas antes de la venida de Cristo, nada han puesto
de su parte para librarlos.
“¿Cómo fue el final
de los reyes y emperadores que tanto se encumbraban llenos de gloria? Después
de Rómulo los demás reyes de Roma si exceptuamos a Numa Pompilio y Anco Marcio
que murieron de enfermedad, todos murieron con muerte horrendas. Los males que
afligieron a la República romana en sus comienzos constatan que no recibieron
ayuda alguna de los dioses que adoraron. ¿Dónde estaban aquellos dioses cuyo
culto han creído de utilidad para conseguir en este mundo la felicidad, tan
menguada, tan mentirosa; mientras los romanos a quienes se vendían estos dioses
por el precio de su veneración, con refinadísima astucia, estaban plagados e
duras calamidades”[lviii]?
Durante las guerras
púnicas numerosas desgracias destrozaron a Roma e inútilmente se elevaban
súplicas a los dioses en demanda de auxilio. El mismo templo de la Concordia
fue erigido por decreto del Senado en el mismo lugar donde acontecieron fuertes
rebeliones y grandes matanzas. Y siguiendo las guerras que sucedieron después
de la erección de ese templo, ¿cómo no caer en desvergüenza de quienes imputan
los males presentes porque no se les permite dar culto a los dioses en lugar de
dar culto verdadero a Cristo?; ¿Cómo? Se atreven a imputar las desgracias que
han tenido lugar ahora haciendo recaer la responsabilidad como si se tratara de
delitos cometidos más que por los cristianos?
Una falta de sentido
como la que estamos soportando nos obliga a dar respuesta ¿Cómo no echaría la
culpa a la religión cristiana de estas calamidades, si hubieran sucedido en el
tiempo del cristianismo? Y a pesar de todo, no las quieren atribuir a sus
dioses. Eso sí, buscan darles culto para evitar sufrir todos estos males u
otros menores, siendo así que los han padecido mayores de parte de los mismos
dioses a quienes desde antiguo vienen adorando”[lix].
IV.6.- La Grandeza de Roma
como don divino (L. IV)
En el libro IV de La
Ciudad de Dios, San Agustín pone de relieve que la grandeza y la gloria que
adquirió Roma no se debió a los dioses paganos sino que es obra del Dios
verdadero. Los reye temporales, su poder y su decisión son quienes hacen surgir
y mantienen los reinos terrenos pero Dios que guía el mundo va entretejiendo su
reino en los avatares de la historia.
San Agustín comienza
el libro diciendo: “Me pareció un deber el dar una réplica a quienes ansiosos
de Gois terrenos, suspiran por estas realidades fugaces, pero en cuanto les
toca sufrir algún contratiempo, que es más bien una advertencia de la
misericordia de Dios que un castigo de severidad, le acusan con gritos a la
religión cristiana, la única salvadora y verdadera religión” [lx].
San Agustín continua
diciendo: “Los reinos de los reyes injustos se parecen al de una banda de
ladrones. El reinado de los reyes malos es pernicioso sobre todo para los que
ostentan el poder puesto que arruinan su alma por una mayor posibilidad de
cometer crímenes. En cambio a1quelllos que les prestan sus servicios sólo
quedan dañados por la propia iniquidad “[lxi].
Si de los gobiernos quitamos la justicia ¿En que
se convierten sino en bandas e ladrones. La falsedad del augurio de felicidad
fue manifiesta al venirse abajo toda la fortaleza y estabilidad de Roma? Los
periodos de los reyes y los reinos están regulados todos por la decisión y la
autoridad del Dios verdadero: “Dios, el autor y dispensador de la felicidad, es
quien distribuye los reinos terrenos, tanto a buenos como a malos, puesto que
El es el sólo Dios Verdadero. No lo hace fortuitamente la diosa Fortuna, al
contrario, lo hace según una ordenación que ha infundido a las cosas y a la
sucesión de los tiempos, ordenación oculta para nosotros y sumamente clara para
él”[lxii].
Dios no esta sujeto a
ningún destino, es él quien como Señor lo está rigiendo, y como moderador,
ordenando y guiando el mundo. La felicidad y el premio eterno, en cambio solo
la concede a los buenos. Los siervos pueden estar o no estar en posesión de
ella y también pueden tenerla o no tenerla los reyes. Con todo, la felicidad
plena y verdadera sólo se hallará en aquella vida donde ya nadie será siervo.
He aquí la razón por la que Dios concede los reinos terrenos tato a buenos como
a malos, para evitar que sus fieles, niños todavía en progreso del espíritu,
vivan anhelando estos dones como algo de gran importancia.
IV.7.- El destino y la providencia para con la
Ciudad de Roma (L. V)
En este libro San
Agustín trata de arrancar la creencia en el destino. Hace toda una reflexión hacia
el tema de la presciencia de Dios dejando claro que ella no nos priva del libre
albedrío de nuestra voluntad. La verdadera felicidad de los emperadores
cristianos descansa en el sometimiento a la voluntad divina y a la verdadera
justicia.
Los reinos no se han
originado fortuitamente ni dependen de la posición de las estrellas. Es la
divina Providencia la que establece los reinos humanos. Nosotros al proclamar
la existencia de un Dios supremo y verdadero, estamos confesando su voluntad,
soberano poder y su presciencia. Contra la sacrílega e impía audacia nosotros
afirmamos que Dios conoce todas las cosas. Él, cuya ciencia es inefable, rige
los destinos de los pueblos y del mundo y nada se le escapa de su poder. La
Providencia universal de Dios lo abarca todo y está sobre todos: “El Dios
supremo y verdadero, con su palabra y Espíritu, es el único Dios todopoderoso,
creador y formador de toda alma y de todo cuerpo, por cuya participación son
felices quienes son realmente, no engañosamente felices”.[lxiii]
San Agustín sigue
diciendo: “Incluso, pese al pecado, Dios no lo abandonó sin misericordia sino
que se preocupó de no dejar abandonados no ya al cielo y a la tierra, o
únicamente a los ángeles y hombres, sino ni siquiera las vísceras de la más
insignificante alimaña, o una simple pluma de ave, ni una florecilla del campo,
ni una hoja de árbol, sin que tuviera una proporción armoniosa en sus planes.
Si es así… es totalmente inconcebible que este Dios hubiera pretendido dejar a
los seres humanos, a sus periodos de dominación y de sometimiento fuera de las
leyes de su Providencia”.[lxiv]
De ahí se deriva que
el hombre propenso a la alabanza la aplaque y lejos de promover la alabanza
humana posponga el dar honor gloria sólo
a Dios. Es preferible, sin duda alguna, resistir a esta pasión que ceder a ella
Tanto más se asemeja uno a Dios cuanto está más limpio de esta inmundicia. Cuán
ajenos deben estar los cristianos de jactarse por haber hecho algo por amor a
la Patria eterna, cuando tantas proezas realizaron los romanos por la humana
gloria terrena. ¡Qué gratitud es en el hombre despreciar esta gloria! La
soberanía de Roma ha sido dispuesta por el Dios verdadero, de quien viene todo
poder y cuya Providencia lo gobierna todo.
IV.8.- Peregrinos hacia la
ciudad celeste (L. XV)
Dios ha dispuesto que
el hombre pueda renacer, crecer y multiplicarse de manera que aumente el número
de los ciudadanos del cielo. “Al igual que el primer Adán, primero malo y
carnal, le cupo en suerte renacer en Cristo, el nuevo Adán, viniendo a ser luego
bueno y espiritual, lo mismo ocurre con todo el género humano y las dos
ciudades. Naciendo y muriendo comenzaron acorre. Primero nació el ciudadano de
este siglo, y lego, tras él, el que es peregrino en este siglo y pertenece a la
Ciudad de Dios. Predestinado por la gracia, elegido por la gracia, y por la
gracia peregrino acá en la tierra y por la gracia ciudadano allá en el cielo”.[lxv]
El hombre camina
peregrino hacia la ciudad celeste. Aunque en este mundo pareciera se
desvaneciera, tenemos la mirada puesta en otra Patria. En un sermón pronunciado
un mes después de la entrad de Alarico en Roma compara San Agustín el misterio
de la historia con el lagar donde hay presión y estrujan las olivas para que
den el aceite, que se licúa y guarda en las vasijas celestiales. Las apreturas,
estrujamientos, dolores y sufrimientos ocasionados por las guerras y miserias
de todo género pertenecen al camino de esta peregrinación y al proceso íntimo
de la historia.
Las estrecheces y
dificultades del camino son espuelas de la esperanza. Nos vienen estas
tribulaciones para que creamos en los bienes futuros. Bienes y males pertenecen
a la dialéctica de la peregrinación. Cristo tiene como fundador a sostener
nuestra esperanza en esta peregrinación y mantiene a los suyos suavemente
unidos mediante el vínculo de la paz.
San Agustín relaciona
el goce litúrgico de la Pascua y el cántico del Aleluya pascual celebrando la
resurrección de Cristo con la alegría de los peregrinos con ansia de la futura
resurrección. ¿Mi alma anhela los atrios de la Casa de Dios, cuándo entraré a
ver el rostro de Dios? La Iglesia peregrina en el júbilo y el júbilo de la
Pascua que es como un eco lejano del júbilo celestial de os beatos.
“Nos llega hasta
nosotros cierto aroma de la alabanza divina y de aquella felicidad, aunque nos
oprime grandemente el peso de la mortalidad. Digámoslo pues, según nuestras
fuerzas aquí, para que merezcamos cantarlo eternamente. Allí nuestro alimento
será el Aleluya, nuestra bebida el Aleluya y la acción de nuestro descanso el
Aleluya, es decir la alabanza de Dios”.
El júbilo pascual del
aleluya indica la ebriedad del amor, feliz con la visión de la paz, que
significa la calma y reboso de todas las aspiraciones humanas que en el amor
encuentran su glorificación y su plena beatitud. Por eso las últimas palabras
de La Ciudad de Dios han llegado a
nosotros como una música: “Allí descansaremos y contemplaremos; contemplaremos
y amaremos; amaremos y alabaremos. He aquí lo que será la dicha que no tiene
fin”[lxvi].
He aquí el fin último de la historia. La edificación y visión gloriosísima
de La Ciudad de Dios, consumada en la
unión y visión gozosa de la Ciudad de la paz perdurable y eterna.
V. Volver al origen. El resurgimiento. San Francisco
Frente al desmoronamiento y decaimiento el Imperio la Iglesia
intentó responder con la necesidad de una nueva etapa de consolidación y
resurgimiento. A esto contribuyó el nacimiento y expansión del cenobitismo y el
impulso de nuevas órdenes monásticas. Los monasterios se convirtieron en
verdaderos focos y centros de expansión de la nueva religión la nueva cultura
cristiana. Esto se debía debido al apogéo de la otra contra cultura que traería
el mundo bárbaro y musulmán. Pese al derrumbe del imperio de Occidente, la
vitalidad de la cultura grecorromana se mantuvo prácticamente vigente hasta la llegada
del Islam. Ya en el nuevo milenio surgen las llamadas nuevas órdenes
mendicantes que van a intentar responder a la necesidad de una reevangelización
del mundo cristiano. Vamos a centrarnos en una figura emblemática que aglutino
nuevas esperanzas, San Francisco de Asís.
V1.- Extractos de la Vida de
San Francisco. Sus comienzos.
Nos
situamos pues en un nuevo momento de renacimiento en la Iglesia de Roma, la
etapa del resurgimiento de la Iglesia
con los carismáticos reformadores, teniendo como testigo privilegiado a San
Francisco, El Poverello e Asssisi.
Para situarnos en los aspectos más relevantes de su vida nos hemos acercado a
las fuentes de los relatos de la vida del santo narradas por Celano y San
Buenaventura[lxvii].
Francisco
empezó a vivir como un mendigo pordiosero con aspecto pálido y despreciable por
la penitencia de forma que muchos lo tenían por loco hasta llegar a tirarle
piedras y barro. Mientras tanto el soportaba pacientemente toda clase de
injurias y burlas y oraba: Señor ten piedad de mí que so un pobre pecador.
Messer
Bernardo uno de los más nobles ricos y sabios de la ciudad le atrajo la
humildad, gran mansedumbre y paciencia de Francisco. Al ver que ante las
injurias que recibía él aparecía constante y paciente comenzó a decirse así
mismo: Imposible que Francisco no tenga una riqueza superior que le mueva a
despreciar todas las riquezas de este mundo. Así que una noche lo invitó a
cenar y a dormir a su casa. Entonces quiso aprovechar la ocasión para comprobar
su santidad.
Le
hizo preparar una cama en su propio cuarto. Francisco se echó en la cama e hizo
como si se durmiera. Poco después se acostó messer Bernardo que pronto comenzó
a roncar, como si estuviera dormido. Después Francisco dejó la cama y se puso
en oración y decía: Señor Dios mío ten misericordia de mí que soy un pobre
pecador. Esto lo decía Francisco contemplando y admirando la excelencia de la
Divina Majestad que se dignaba inclinarse sobre el mundo perdido y se proponía
proveer de remedio la salud de nuestros pecados hasta aceptar el suplicio de la
cruz.
Después
que despertó, le pidió a Bernardo para remediar su presunción y contumacia de
corazón poniéndose debajo de su lecho que pusiera el pie sobre su cuello y el
otro sobre su boca y pasar de un lado a otro insultándole y despreciándole
diciéndole: aguanta bellaco, hijo de Pedro Bernardone, ¿de dónde te viene
a tí semejante soberbia siendo una
vilísima criatura?
Bernardo
aunque le resultaba muy duro ejecutarlo para no contrariarle cumplió el mandato
de Francisco. Después Francisco
intercedió a Bernardo diciendo: quiero que cuides de este hermano
enfermo y que me recuerdes lo que he sido, que para castigar mi presunción y el
atrevimiento de mi corazón no tengas miedo y me reprendas y corrijas
ásperamente mis defectos.
V.2.-El
encuentro con el Cristo de San Damián. Reconstrúyeme la Iglesia en ruinas
Después del encuentro con el leproso, y antes de renunciar a todo ante el obispo de Asís,
quiso peregrinar a Roma Se necesitaba alrededor de una semana para ir a pie de
Asís a la Urbe. Se tomaba la vía Francesca, que bordeaba la falda de la colina
de Asís. Quería visitar el sepulcro del apóstol Pedro y pedir a este la fuerza
para despreciar la gloria mundana y aspirar a la perfección evangélica.
Así deseando practicar la mortificación y la penitencia se puso en
peregrinación ala Ciudad Santa. Aunque vestía todavía de seglar deseaba esta en
alguna ciudad donde pasando por desconocido pudiera despojarse de sus ropas par
vestirse de préstamo con las de algún pobre y probar de la mendicidad y de lo
que era pedir limosna por amor a Dios.
Entrando en la Iglesia de San Pedro se paró a observar que los
donativos de algunos eran exiguos. Se dijo para sí. Mereciendo el príncipe de
los apóstoles ser honrad con magnificencia ¿cómo es que estos ofrecen limosnas
tan escasas en la iglesia donde reposa su cuerpo? Y así con gran fervor,
metiendo la mano en su bolsa, sacó cuantas monedas pudo arramblar y echándolas
por la ventanilla del altar, produjeron tanto ruido, que todos los presentes se
quedaron admirados.
Saliendo fuera de las puertas de la Iglesia había muchos pobres
pidiendo limosna. Entonces pidió y recibió de prestado y secretamente los
andrajos de un hombre pobrecillo ofreciéndole a cambio sus vestidos. Vestido
con aquellos andrajos, se quedó en la escalinata de la Iglesia con los otros
pobres pidiendo también limosna. Después despojándose de sus vestidos del pobre
se vistió los suyos y retornó a Asís. Desde entonces quería vivir la verdadera
pobreza. Por encima de todas las cosas del mundo deseaba vivir y morir en suma
pobreza como vivió y murió el Señor.
Ya en Asís, al pasar un día por la iglesia de San Damián cuya
vieja fábrica amenazaba ruina entró en ella a hacer oración y mientras oraba
frente a la imagen de un Crucificado oyó una voz procedente de la misma Cruz
que decía: “Francisco vete y repara mi casa que como ves está apunto de
arruinarse toda ella”.
Quedó arrebatado Francisco y vuelto en sí se dispuso a obedecer y
a ponerse a reparar materialmente la iglesia, aunque la voz divina se refería
principalmente a la reparación de la Iglesia de Cristo. El espíritu santo se lo
dio a entender más tarde y el mismo Francisco lo revelaría más tarde a sus
hermanos.
Después de renunciar a su
herencia y desnudarse ante su padre se puso a reparar la iglesia de San Damián.
Viéndose animado por el trabajo hecho comenzó a preparar otra iglesia dedicad a
San Pedro algo distante de la ciudad. La devoción especial que profesaba al
príncipe de los apóstoles le movió a emprender dicha obra. Por último llegó a
un lugar llamado la Porciúncula, donde había una pequeña iglesia dedicad a la
Virgen entonces abandonada y movido por la devoción a la Virgen se puso a
restaurarla. Amó Francisco dicho lugar con preferencia a todos y se puso a
morar en él
V.3 - La segunda
peregrinación de Francisco a Roma y su encuentro con el Papa
Francisco siente la
llamada a renovar y reconstruir la Iglesia. Su empeño disparatado por la simplicidad, pobreza y fraternidad no
es sin el intento de hacer suyo el evangelio y volver a la originalidad del
seguimiento de Cristo. Viendo que poco apoco iban creciendo sus seguidores
escribió una pequeña forma de vida cuyo fundamento no era otro que la
observancia del santo evangelio y deseando que la norma obtuviera la aprobación
del Santo Pontífice acudió a Roma confiado en la providencia divina.
Inició Francisco con
sus once compañeros su peregrinación. Al llegar a la santa Madre Iglesia de Roma se encontró allá con el obispo de la
ciudad de Asís. Enterado del motivo que se proponían conseguir les prometió su
ayuda y les puso en contacto con el cardenal obispo de Santa Sabina, Juan de
San Pablo y se ofreció a hacer de procurador suyo en la curia. Fue pues
Francisco con sus compañeros a San Juan de Letrán a visitar al Papa Inocencio
III. El Papa informado por el cardenal mandó que Francisco se presentar a su
presencia. Habiendo llegado a la curia quisieron presentarse al Sumo Pontífice,
así como iban vestidos de mendigos, cuando se paseaba por el lugar denominado
Espejo, despachó indignado al siervo de Dios como si le fuera desconocido:
“echen a estos puercos de este lugar”. Francisco salió fuera humildemente y se
fueron a alojar en el hospital de San Antonio que se encontraba cerca de
Letrán.
Aquella noche el Sumo
Pontífice recibió de Dios, en sueños, esta revelación: “Veía que entre sus pies
crecía poco a poco un arbusto, y que, elevándose, se iba convirtiendo en un
hermosísimo árbol”; le hizo saber que el arbusto representaba a aquel pobre
hombre que había rechazado la víspera. A la mañana siguiente, ordenó que
buscaran por la ciudad a aquel pobre hombre para traerlo a su presencia. Cuando
lo encontraron en el hospital lo llevaron de nuevo a la curia. Francisco expuso
su forma de vida. El Papa lo escuchó con un grupo de cardenales que estaban
impresionados por su simplicidad. Algunos de ellos les parecía una cosa nueva y
tan ardua que sobrepujaba las fuerzas humanas. El cardenal Juan de San Pablo
protector de los pobres de Cristo, salió en su defensa y dijo: Si rechazamos la
demanda de este pobre como los de todo nueva y en extremo ardua, siendo que no
pide sino la confirmación de la vida evangélica, guardémonos de no hacer una
injuria al mismo evangelio de Cristo, pues si alguno llegara a decir que la
norma evangélica es algo irracional o imposible de cumplir sería convicto
contra Cristo, autor del evangelio.
Al oír tales
consideraciones el Papa dijo a Francisco: Ruega hijo a Cristo que Dios nos
manifieste su voluntad. Id con Dios y tratar de vivir como Él se dignase
inspiraros. Y cuando Dios Todopoderoso os aumente en número y gracia
comunicádnoslo y os concederemos más cosa y os encomendaremos otras más
importantes. Quería el Papa cerciorarse si lo que pensaba conceder era conforme
a la voluntad de Dios y antes que el pobre se retirase le dijo a él y a sus
compañeros. Vuestra forma de vida nos parece sobradamente rigurosa y austera y
debemos pensar en aquellos que os han de seguir y puede ser que esta vida les
parezca demasiado austera. Pidan a Dios si esta será su voluntad para que
podamos acceder a vuestros deseos.
El pobre de Dios se puso en oración como le había indicado el Papa
y el Señor le habló en espíritu por medio de esta parábola: “Vivía en el
desierto una mujer pobrecilla y hermosa; prendado un rey poderoso de su hermosura,
quiso tomarla por esposa, porque creía que de ella podría tener hijos hermosos.
Contraído el matrimonio nacieron muchos hijos. Ya adultos les habló su madre
diciéndoles: Hijos míos, no os avergoncéis, pues sois hijos del Rey. Id pues a
su corte y él os dará todo lo que necesitéis. Cuando se presentaron ante el
rey, este quedó cautivado de su hermosura, y reconociendo en ellos su verdadero retrato les preguntó: ¿De quién
sois hijos? Y como le contestaron que era
hijos de una mujer pobrecilla que vivía en el desierto, el Rey los abrazó con
íntima complacencia y les dijo: Nada temáis porque sois hijos míos. Así pues si
los extraños se alimentan de mi mesa, con mayor razón vosotros que sois mis
hijos legítimos. Y mandó el Rey a
aquella mujer que le enviara a palacio
todos los hijos procreados con él para que allí se criaran”. El pobre de Dios comprendió que por cuanto se le
había mostrado en visión mientras oraba, él estaba representado por aquella
pobrecita mujer y confortado por la visión volvió a presentarse al Papa.
El Papa después de recibirle y escuchar su visión quedó
profundamente maravillado principalmente porque antes de su venida también el
tuvo una visión en la que veía que la iglesia de San Juan de Letrán se
desplomaba y que un hombre religioso, desmedrado y despreciable, la sostenía
con sus propias espaldas. Comprendió que ese hombre era Francisco y luego lo
abrazó y le aprobó la regla que había escrito. Le dio también a él y a sus
hermanos licencia para predicar la penitencia en todo el mundo pero con la
condición de los que habían de predicar obtuvieran primero la autorización de
Francisco.
V.4.- Fonte Colombo y
Greccio, en las cercanías de Rieti.
Después del tiempo de
retiro, oración y penitencia en el valle junto a Santa María de los Ángeles en
la Porciúncula, Francisco y los hermanos sienten la llamada del señor de ir por
las aldeas y caminos anunciando el Reino no con palabras doctas sino con la
fuerza del Espíritu y así recorrerán las aldeas de la Umbría por el valle del
Orte alrededor de Espoleto hasta llegar a Rieti.
Después Francisco
siente la llamada de retirarse a Fonte Colombo para redactar la regla
definitiva, la forma de vida que el Papa debía confirmar para siempre. Se
retira con el hermano León, Francisco se refugia entre las rocas y las palomas
venían a recostarse en las manos del santo. Allí se entregó en oración y ayuno
durante cuarenta días como Elías y quiso ser inspirado por el Señor según su
Espíritu le sugería. Mientras él se escondía en el escondrijo de la peña, Francisco
dictaba y el hermano escribía. Francisco fue confirmado en la oración, que la
regla que debía ser inscrita en el libro de la vida no podía ser otra que la
norma del evangelio, el camino de perfección trazado por el Señor y la llave
del paraíso.
Bajó del monte y
marcharon a entregar la regla al Papa. El Papa por descuido la perdió. El
Francisco volvió al mismo lugar solitario y la recompuso en forma idéntica como
si el Señor le sugiriera todas las palabras. Después obtuvo la confirmación del
papa Honorio III en el octavo año de su pontificado.
En el invierno
de 1223 Francisco regresaba con Ángel
Tancredo contento con la bula de aprobación de la regla por el papa. Francisco
quiso relacionar su alegría interior con la celebración del nacimiento de Jesús
y así quiso celebrar la Navidad en Greccio, una pequeña aldea a la falda de un
monte. Suscitó el poder hacer un Belén viviente y escenificar la Navidad y le
pidió ayuda a Juan Velitta. A fin de
excitar la devoción de todos los fieles hizo preparar un pesebre con paja y
mandó traer a una cueva excavada en la roca de la montaña, un buey un asno. La gente llegó del bosque y bajaron
de la montaña y todos se acercaron a la cueva. La misa se celebró en la misma
cueva ante l pesebre viviente y Francisco predicó sobre el nacimiento del Rey
pobre. Cuando nombró al Niño de Belén entre pajas, rompió en llantos de emoción [lxviii].
Más tarde en esa
cueva se levantaría un monasterio donde san Buenaventura formaba a los novicios
que vivían en cuevas excavadas en la montaña y eran introducidos n el estudio de la sagrada
escritura desde una mirada contemplativa. Cuando habían preguntado a Francisco
si los hermanos letrados admitidos a la Orden se aplicaran al estudio de la
Sagrada Escritura dio las siguientes consideraciones. Lo pueden hacer siempre
que a ejemplo de Cristo no descuiden la oración ni se entreguen al estudio sólo
para saber como han de hablar sino más bien para practica lo que han escuchado
y practicándolo lo propongan a los demás para que lo pongan por obra.
V.5..- Su último encuentro
con el Papa en Roma
Francisco
no temió presentar a Cristo y al evangelio y hablar con toda libertad interior
frente a todos ya fueran las más altas jerarquías de cardenales e incluso el
Papa. Ya casi al final de su vida volvió a Roma donde fue recibido por el Papa
Honorio y por todos los cardenales y por indicación del obispo de Ostia le
pidieron que les diera una predicación. Era alrededor del 1222-3 Un poco
después de que el Papa Honorio hubo aprobado la nueva regla.
Francisco
aprendió de memoria un discurso cuidadosamente compuesto, pero cuando se puso
en medio de ellos se le olvidó todo lo que había aprendido de memoria t no
acertaba a decir palabra alguna. Confesó el santo con verdadera humildad lo que
le había sucedido y recogiéndose en su interior, invocó la gracia del Espíritu
Santo. De
pronto comenzó a hablar con afluencia de palabras tan eficaces y a mover a
compunción con fuerza tan poderosa que las almas de aquellos ilustres
personajes reconocieron que no era él que hablaba sino el Espíritu del Señor.
Habló
ante el Papa y los cardenales con libertad, resolución y fervor, hablando
cuanto el Espíritu le sugería. Haciendo alusión a las palabras del Salmo: “A su
palabra se conmueven los montes”, aplicándolo metafóricamente a los cardenales,
estos prorrumpieron en profundos suspiros que brotaron de sus misma entrañas
compungiéndose y con lágrimas lavando su hombre interior.
Después de predicar
conversó algún tiempo familiarmente con el papa Honorio y le pidió con reverencia
y humildad que accediera a una petición: Como sabéis los pobres muy despreciados
no pueden llegar fácilmente a tan alta majestad. Tenéis el mundo entero en
vuestras manos y las enormes preocupaciones no os dejan tiempo para ocuparos de
asuntos de poca monta. Por eso Señor, acudo a las entrañas de vuestra santidad,
para que nos concedáis que el Obispo de Ostia pueda hacer de intermediario en
estos asuntos y que con veces de papa, sin mengua de vuestra dignidad, que está
sobre todas las demás, los hermanos puedan recurrir en sus necesidades a él y
beneficiase con su amparo y dirección.
Agradó al Papa esta
santa petición, y como había pedido el pobre servidor, confió la Orden de los
franciscanos menores al Señor Ungolino Obispo de Ostia. El santo cardenal tomó
a su cuidad el pastoreo de esta pequeña grey que se le confiaba y se hizo
solícito de la misma hasta la muerte siendo su pastor y director. A esta
sumisión especial se debe la prerrogativa de amor y la solicitud de la santa
Iglesia romana nuestra a la Orden de los menores.
V.6.- El cántico de las
Criaturas
Un poco después
volvió a partir a Fonte Colombo con los hermanos León y Bonicio para someterse
a una operación de los ojos. Durante la enfermedad de los ojos un cirujano vino
a operarle trayendo un instrumento de hierro incandescente. Francisco oró:
hermano mío fuego se ahora benigno y cortés conmigo. Pido al Señor que temple
tu ardor para que pueda soportarlo mientras que me cauterizas suavemente.
Cuando se encontraba privado de la visión de sus ojos Dios le permitió ver con
los ojos del corazón y contemplar con mayor limpieza la belleza insondable del
Creador por encima de todo lo creado. Fue entonce movido por esta contemplación
que compuso el Cántico de las Criaturas.
Es curioso que San Francisco
compusiera el Cántico en pena noche espiritual y de los sentidos. Se encontraba
ciego no sólo por sus cataratas en los ojos sino además por lo perturbado y
confundido de su estado. Al salir de su oscuridad y captar la irradiación de la
luz brillando en la más espesa noche prorrumpe en este canto de alabanza a Dios
en todo lo creado percibiendo la realidad desde una luz transfigurada. Es un
cántico nuevo como éxtasis de la belleza y gloria de Dios que se irradia en
todo lo creado. El santo nos remite al placer, el gozo, la belleza que desborda
los límites de la visión de los sentidos y la razón y nos descubre el misterio
de la belleza y el conocimiento de la contemplación como una forma nueva de ver
y comprender todas las cosas.
Cuando no estaba en
condiciones de soportar durante el día la luz natural, ni el resplandor del
fuego durante la noche, cuando sufría noche y día un dolor tan atroz en los
ojos que casi no podía ni reposar ni dormir, en medio de muchas tribulaciones
fue movido a piedad hacia sí mismo y dijo en su corazón: señor, ven en ayuda de
mis enfermedades, a fin de que pueda soportarlas con paciencia.
Francisco paso por la
noche, por la prueba del dolor, lleva consigo una respuesta de amor que surge
de la fuente viva del amor que hace cantar un canto nuevo. En su cuerpo
atribulado por la enfermedad, la ceguera y la prueba del dolor surge el don del
canto nuevo. Renunciando a encontrar consuelo en otras fuentes pasando por el
terrible vacío y la noche más profunda de la Pascua en medio de una
purificación radical de los sentidos entra en la luz que lo envuelve todo, la
luz de la Pascua que prorrumpe en un cántico nuevo.
Quiero componer para
su gloria, para consuelo nuestro y edificación del prójimo, una nueva alabanza
del Señor por sus criaturas. Cada día ellas satisfacen nuestras necesidades;
sin ellas no podemos vivir, y, sin embargo, por ellas el género humano ofende
mucho al Creador. Cada día somos ingratos a tantos dones y no loamos como
deberíamos a nuestro Creador y al Dispensador de todos estos bienes. Se sentó,
se concentró un momento y empezó a decir: “Altísimo, omnipotente, buen Señor…
V.7.- La perfecta alegría
En cita ocasión
Francisco preguntó al hermano León, ¿sabes cuál es la perfecta alegría?. Es dar
un ejemplo de santidad, respondió el hermano león sin vacilar. Oh, no, le
exclamó Francisco, ahí no se haya la perfecta alegría. Entonces quizás es obrar
conversiones por ciento. Tampoco. Ahí no se haya la perfecta alegría, respondió
Francisco. Será entonces tener el don de lenguas, de milagros, de ciencia o de
profecía. Aún menos, contestó Francisco. En todo eso no se encuentra la alegría
perfecta. Aunque habláramos en las conciencias y fuéramos capaces de resucitar
a los muertos, en eso no se haya la alegría perfecta.
Escucha, hermano
León. Supongamos que volvemos de Perugia a Santa María de los Ángeles, una
noche de invierno, bajo la lluvia y la nieve. Empapados, helados y muertos de
frío llamamos a la puerta del convento. Viene el hermano portero y nos grita
furioso a través de la puerta: eso no es verdad. Sois ladrones y bandidos. Aquí
no hay sitio para vosotros. Marchaos. Se niega a abrirnos y nos deja plantados
bajo la lluvia y la nieve.
Pues bien, si lo
soportamos todo con paciencia, sin enfadarnos, ni protestar, ahí encontraremos
la alegría perfecta. Y si forzados por el frío y el hambre, volvemos a llamar y
suplicamos al portero, por el amor de Dios que nos abra y él sale con un
garrote, se avalanza sobre nosotros, nos hace rodar por la nieve y nos hiere
con todos los nudos de su bastón, si soportamos todo esto alegremente pensando
en los sufrimientos de Cristo Crucificado, entonces hermano León, sabrás lo que
es la alegría perfecta.
Aunque hagas toda
clase de milagros y hasta expulses los demonios, todo eso puede volverse contra
ti. No hay nada de lo puedes enorgullecerte. Sin embargo, de lo que podemos
gloriarnos, es de nuestras debilidades y de nuestra participación cotidiana con
la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo.
V.8..-El último retiro del
monte Alverna
Dos años antes de
entregar su espíritu, tras haber
sobrellevado tantos trabajos, impulsado por el Espíritu, bajo la guía de
la Providencia, fue conducido a un monte elevado llamado Alverna. Allí comenzó la
cuaresma, un tiempo de oración ayuno y penitencia, inflamado en deseos
ardientes de cielo. Se elevaba alo alto, no como curioso escudriñador de la
Majestad Divina sino como el pobre servido humilde del Señor.
Después de una
prolongada y ferviente oración percibió como había imitado a Cristo en las
acciones de su vida y como por ello debía de configurarse con él en las
aflicciones y dolores de la pasión, antes de pasar de este mundo.Aunque estaba ya su
cuerpo muy debilitado, no se intimidó, sino que se metió fuertemente animado
para saber lo que el Rey Eterno podía querer de él. Con la mayor diligencia
buscaba y con toda devoción anhelaba saber de qué manera, por que camino y con
qué deseo podría llegar a unirse más íntimamente al Señor según el beneplácito
de su voluntad.
En el sagrado altar
construido en el eremitorio en que moraba tomó el códice que contenía los
sagrados evangelios y con toda reverencia lo colocó sobre él. Postrado en
oración, no menos con el corazón que con el cuerpo, peía en humilde súplica que
el Dios benigno, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, se dignara
manifestarle su voluntad. Con espíritu de humildad y contrito corazón, fortaleciese con la señal de la cruz y abrió
el libro con reverencia y temor.
Lo primero con que
dieron sus ojos fue la pasión de nuestro Señor, y en esta el pasaje que
anunciaba que había de padecer tribulación. Para que no se pudiera pensar que
esto había sucedido por casualidad, abrió el libro por segunda vez y tercera vez y dio con el mismo pasaje.
Invadido por el espíritu de Dios comprendió que debía entrar en su reino a
través de muchas tribulaciones, de muchas angustias y muchos combates y que
debía estar pronto para sufrir todos los padecimientos del alma, a tolerar
todos los tormentos del cuerpo incluso hasta sufrir el martirio.
V.9.- Los estigmas y la
identificación con el Crucificado
Un día próximo a la
exaltación de la Cruz, allí mientras oraba en unos de los flancos del monte
Alverna, Francisco en medio de la oscuridad de la noche, lleno de frío y
embarrado hasta el punto que en los bordes de su túnica se formaban carámbanos,
congelados sus pies hasta hacerle heridas los sabañones, postrado en oración,
tuvo una visión. Vio bajar de lo alto un serafín y apareció entre sus alas la
imagen de un hombre crucificado cuyas manos y pies estaban extendidos a modo de
cruz y clavados en ella.
Ante
tal contemplación el santo siervo permanecía absorto en admiración, pero sin
llegar a descifrar el significado de la visión. Se sentía envuelto en la mirada
benigna y benévola de aquel serafín de inestimable belleza. El santo ante tal
aparición se llenó de gozo y de dolor, como si una espada de dolor atravesara
su alma. Al desaparecer la visión dejó en su corazón un ardor maravilloso y no
fue menos maravillosa la imagen le las señales, estigmas, que dejó impresa en
su carne.
Los estigmas
constituyen la señal del paso de Cristo Portu vida, donde pudo decir como San
Pablo: “Ahora estoy crucificado con Cristo y ya no vivo yo sino Cristo quien
vive en mí”. Francisco está crucificado por dentro y por fuera. El señor le
hace el don de configurarse con él en sus padecimientos de su pasión.
El santo, a partir de
entonces, llevaba consigo la efigie del Crucificado. Fue lo que siempre había
querido, “Voglio conocere a Cristo,
povero e Crocifisso”. Francisco accede a la sublime ciencia, la ciencia
llena de piedad y humildad nos la enseño el Señor en la Pasión y en su Santa y
venerable Cruz.
Para acceder a tal
conocimiento, se debe renunciar a todo, para ponerse desnudo en los brazos del
Crucificado. Se ha de huir de los placeres de este mundo y de la carne, de los
engolfamientos y de la soberbia. La verdadera y sublime ciencia está en el amor
a Cristo Crucificado. En medio de las tribulaciones, de nada sirve la ciencia
de este mundo. Solo a través de la espesura de la Cruz, se alcanza a conocer el
amor Divino. Solo a través de un camino de humildad y simplicidad se adentra en
los misterios y la ciencia de Cristo.ón, fortaleciese con la señal de la cruz y
abrió el libro con reverencia y temor.
Lo primero con que
dieron sus ojos fue la pasión de nuestro Señor, y en esta el pasaje que
anunciaba que había de padecer tribulación. Para que no se pudiera pensar que
esto había sucedido por casualidad, abrió el libro por segunda vez y tercera vez y dio con el mismo pasaje.
Invadido por el espíritu de Dios comprendió que debía entrar en su reino a
través de muchas tribulaciones, de muchas angustias y muchos combates y que
debía estar pronto para sufrir todos los padecimientos del alma, a tolerar
todos los tormentos del cuerpo incluso hasta sufrir el martirio.
VI. Análisis de la situación actualidad
VI.1.
La crisis de una civilización, de un imperio[lxix]
La crisis pandémica
generada por la rápida propagación del COVID-19 no sólo ha puesto al
descubierto los fundamentos sustentadores de la modernidad occidental y la
confianza casi providencial depositada en la razón humana y el desarrollo de la
ciencia, sino las enormes contradicciones del modelo económico globalizador
prevaleciente.
Las consecuencias
sociales en el corto, mediano y largo plazo podrán ser muy importantes en
términos de la erosión infligida a la globalización neoliberal, como “modelo de
clase” largamente en crisis. Las catástrofes, como las guerras, tienden a
infundir y acelerar los cambios en las estructuras sociales decadentes. La
peste negra, acontecida en el siglo XIV en Europa, y extendida a África, Asia y
Medio Oriente, tuvo evidentes consecuencias sobre las transformaciones en las
estructuras sociales ya debilitadas del feudalismo y en la apertura del nuevo
entorno que viabilizó la entrada al Renacimiento, el surgimiento y ascenso de
una nueva clase media burguesa con la que se auguraba la aparición del nuevo
modelo económico y, sobre todo, en el fortalecimiento de la figura del Estado.
La Segunda Guerra
Mundial dio paso a un nuevo orden mundial bipolar, con la disputa por la
hegemonía global entre Estados Unidos y ex Unión Soviética durante la Guerra
fría; estableció el predominio de la burguesía nacional y colocó al Estado en
el centro del proceso de desarrollo industrial, e impulsó el Estado de
bienestar.
VI. 2. Implicaciones de esta
pandemia sobre el modelo neoliberal occidental
No se sabe aún cuál
será el saldo final de la crisis y sus consecuencias sociales, económicas y
políticas, pero será muy difícil que el modelo de sociedad global vigente pueda
subsistir en los mismos términos que lo ha hecho.La crisis ha exhibido
sus contradicciones de fondo y la deslegitimidad latente del modelo desde el
corazón mismo del sistema. Estados Unidos, contra toda predicción posible, pasó
a ser el epicentro de la tragedia con el mayor número de contagios y muertes,
acaecidas en un tiempo récord relativamente corto, con más de la mitad de los
contagios y muertes del continente. Muchos factores confluyen en ello.
Durante el largo periodo
de hegemonía neoliberal le ha ido literalmente mal. Justo en el momento en el
que finalizaba la Guerra Fría, con el derrumbe del bloque soviético, se
evidenció su crisis de hegemonía. Aunque parezca extraño, se trata de una
superpotencia no apta para la globalización.
Retomando a Jeremy
Rifkin [lxx],
hay razones de orden estructural y fundacional para argumentar que Estados
Unidos, como nación constituida a partir de principios “esencialistas” de
identidad y diferencia, no compatibiliza con la globalización. Según RifKin: “A
los estadounidenses les resulta muy difícil adaptarse a un mundo de flujos y
relaciones sin fronteras, donde todas las personas estarán conectadas a través
de redes y dependerán unas de otras para garantizar su bienestar individual y
colectivo”. La exclusividad o excentricidad del sueño americano “lo hace ahora
cada vez más sospechoso e inapropiado para un mundo en el que comienza a
forjarse una conciencia global”.
VI.3. Crisis del modelo
neoliberal
El neoliberalismo ha
sido exitoso en sus objetivos originales de revertir la tendencia decreciente
de la tasa de beneficios capitalistas menguada a mediados de la década de 1970;
pero ha fracasado en términos de sus consecuencias sociales, con un aumento inusitado
de la exclusión, la desigualdad social y las condiciones de pobreza de la
población.
En cierto modo, con el
modelo neoliberal Estados Unidos se ha “tercermundializado”, al trasladar
aspectos propios de las condiciones de dependencias y explotación del trabajo
de los países periféricos dentro de sus fronteras. Ha hecho depender el proceso
de acumulación cada vez menos de su capacidad productiva y cada vez más de la
sobrexplotación relativa o intensificada de su fuerza de trabajo.
La caída recurrente de
su productividad, aunada a la flexibilización y desregulación de la producción,
incrementaron la precariedad laboral. Ha dejado de ser esa máquina generadora
de empleo característica de la fase del modelo industrializador y Estado de
bienestar. Estados Unidos mantiene indicadores de desarrollo humano por debajo
de algunos países desarrollados integrantes de la OCDE, con uno de los mayores
índices de desigualdad y pobreza; un sistema de salud estructuralmente
ineficiente, con una cobertura limitada de seguridad social para la población
trabajadora, y con más de 16 por ciento de la población de más de 65 años,
vulnerable por la alta prevalencia de enfermedades crónico-degenerativas.
La crisis pandémica exhibió,
desde el propio centro promotor del modelo, las contradicciones estructurales e
intrínsecas de la globalización neoliberal; un modelo para el que ni siquiera
en términos de la idiosincrasia y concepción de país se estuvo preparado.
VI.4. Incertidumbre frente al
futuro
El escenario abierto
por la crisis ofrece elementos para repensar alternativas de largo plazo. En
medio de la catástrofe, el Estado pasó a ser fundamental. No es casual que
China y Corea del Sur, que regulan su inserción a la economía globalizada desde
el Estado, o Dinamarca y Noruega, con reconocidas formas de Estados de
bienestar, hayan podido reaccionar y enfrentar con relativo éxito el impacto de
la contingencia pandémica.
El Estado recobra su
singular importancia. ¿Cabría pensar en la reedición de un modelo de Estado de
bienestar similar al de la posguerra? No. Aquél, propio de la fase de la
industrialización sustitutiva, descansó sobre el pacto social entre tres
sectores: el capital, el Estado y la clase trabajadora. La ruptura infligida
sobre dicha tríada a mediados de la década de 1970 y la consecuente
desarticulación y pérdida de capacidad organizativa de la clase trabajadora,
hacen inviable la reedición de un modelo de Estado benefactor “auténtico”, en
aquellos términos. No obstante, otras de sus formas podrían ser promovidas y
sustentadas por Estados relativamente fuertes.
La crisis pandémica,
como otras catástrofes en la historia, dio cuenta de las contradicciones
intrínsecas de un modelo social y económico decadente, que agoniza pero deja
asomar los contornos de un nuevo orden social, en el que necesariamente
recobrará centralidad el Estado y, desde éste, la posibilidad de repensar
esquemas particulares pero legítimos de Estados de bienestar.
Por mucho que se hubiera avisado con antelación de los
problemas que podía provocar una epidemia de las características del
coronavirus en un mundo global, con excepción de menos de una quincena de
países en el mundo, nos ha cogido al resto despistados. Sin un plan, sin
recursos sanitarios, sin reservas de medios de protección y contención. Se han
tomado una serie de medidas tarde, improvisadas, algunas contradictorias, que
no han evitado que la pandemia haya desarrollado todos sus efectos contagiosos.
Las consecuencias son graves para la salud y para la economía. Parece
contradictorio que en los presupuestos públicos se destinen cantidades ingentes
de recursos para la defensa, en prevención de una posible “guerra remota”, y no
hayamos sido capaces de diseñar de antemano un plan y disponer de una reserva
de recursos, para poder paliar un riesgo sanitario de esta naturaleza. Es una
pena que la política funcione siempre con una orientación a tan corto plazo (el
ciclo electoral).
Cuando las cosas van bien, generalmente vivimos absortos en
el “día a día” y la preocupación por los temas más o menos trascendentales es
bastante escasa. Las crisis son momentos de reflexión, son situaciones en las que
hay un cambio de tendencia en nuestra vida. Especialmente la situación actual
que nos lleva a la paralización de nuestra actividad cotidiana, a nuestro
aislamiento y confinamiento, es un estímulo para reflexionar sobre muchas
cosas; pues a mí también me ha dado por reflexionar y a continuación del objetivo último de
la política y de la economía es el de contribuir al bienestar de los
ciudadanos. Este bienestar tiene que estar basado en la cobertura de sus
necesidades básicas, en un entorno de libertad y de derechos civiles y
democráticos. Creo que la mayoría podemos compartir nuestro deseo de construir
un mundo de personas libres, responsables, formadas, independientes, con
autoestima, con igualdad de oportunidades, solidarias y conscientes de sus
derechos y deberes. Esto es prácticamente imposible si no disfrutan de un
determinado nivel de bienestar. También es imposible en sociedades con
desigualdades profundas.La preocupación por
los temas más o menos trascendentales es bastante escasa. Las crisis son
momentos de reflexión, son situaciones en las que hay un cambio de tendencia en
nuestra vida. Especialmente la situación actual que nos lleva a la paralización
de nuestra actividad cotidiana, a nuestro aislamiento y confinamiento, es un
estímulo para reflexionar sobre muchas cosas; pues a mí también me ha dado por
reflexionar y a continuación les expongo algunas ideas.
El objetivo último de la política y de la economía es el de
contribuir al bienestar de los ciudadanos. Este bienestar tiene que estar
basado en la cobertura de sus necesidades básicas, en un entorno de libertad y
de derechos civiles y democráticos. Creo que la mayoría podemos compartir nuestro
deseo de construir un mundo de personas libres, responsables, formadas,
independientes, con autoestima, con igualdad de oportunidades, solidarias y
conscientes de sus derechos y deberes. Esto es prácticamente imposible si no
disfrutan de un determinado nivel de bienestar. También es imposible en
sociedades con desigualdades profundas.
La economía
tradicional se ha centrado fundamentalmente en la creación de riqueza. Tiene su
explicación: la creación de riqueza es necesaria para que las personas puedan
cubrir sus necesidades básicas y este ha sido el problema histórico de la
Humanidad. El progreso tecnológico, el incremento de productividad, las mejora
en la administración de los recursos económicos, etc., nos ha llevado a que el
Mundo es ahora, en su conjunto, más rico que en ninguna época de su historia.
VI.5. Dudas sobre el modelo
productivo y el modelo de bienestar
En el siglo XXI,
cabría preguntarse: ¿generar riqueza sobre riqueza debe ser el objetivo último? Bienestar y riqueza se
les consideran términos sinónimos, pero no son lo mismo cuando los analizamos
desde el punto de vista de la sociedad en su conjunto. Una sociedad puede ser
rica pero no, por ello, necesariamente aporta bienestar a sus ciudadanos. Hace
unas décadas se utilizaba con mucha profusión el concepto de la renta per
cápita de cada país, para distinguir los países ricos de los pobres. Ello daba
lugar a una clasificación de los países, a partir de un nivel se entendía que
un país era desarrollado (rico) o en vías de desarrollo (pobre) – se daba por
hecho que el desarrollo iba a llegar a todos los países -. Se equiparaba,
entonces, el nivel de renta per cápita con el nivel de vida de los ciudadanos.
Con este criterio se producían paradojas como que uno de los países de mayor
renta per cápita de África era Guinea Ecuatorial, cuando toda la renta del país
la tenía su presidente y familia y el resto de la población vivía en la más
absoluta pobreza. En definitiva, es tan importante conocer la riqueza de un
país como su distribución.
El bienestar está
compuesto de muchos elementos, algunos no estrictamente económicos, como la
salud o la seguridad, pero es obvio que es incompatible con la pobreza. Nos
podríamos preguntar: ¿cual es el nivel mínimo de ingresos que debe tener una
persona para que pueda empezar a disfrutar del bienestar? Una primera
aproximación sería, como mínimo, el necesario para que las personas financien
todas sus necesidades básicas, dentro del contexto social en que se encuentran.
Entendiendo esas necesidades como las condiciones habituales de vida de la
sociedad en la que se integran. Por ejemplo, hace 50 años no se consideraba
habitual en todas las familias europeas disponer de un coche, hoy en día – ¿no
sé si mañana? -, forma parte de las necesidades básicas de dichas familias,
junto con otras posesiones, servicios y suministros, que son consideradas
imprescindibles y que no lo eran antes o no lo son en otras sociedades y
continentes. No es compatible el bienestar de una sociedad con unas amplias
bolsas de pobreza.
Por lo tanto, si
coinciden conmigo que debemos exigir a los gobiernos que desarrollen políticas
para mejorar el bienestar de sus ciudadanos, conviene saber como nace
históricamente este concepto en la política y en la economía. El llamado
“estado del bienestar” surge en Europa con motivo de su reconstrucción, a
partir de la Segunda Guerra Mundial. El objetivo era hacer crecer la economía
para recuperar los niveles de vida precedentes, pero los líderes políticos de
la época eran conscientes de que no tenían que reproducirse las causas que
habían motivado las dos anteriores guerras. Por otra parte, se iniciaba la
“guerra fría” y el auge del socialismo en el mundo bajo la influencia
soviética. Este auge representaba una amenaza como alternativa de modelo de
sociedad para las clases trabajadoras de Europa. Por lo tanto, era fundamental
que el crecimiento de le economía en la Europa Occidental se produjera sin
grandes desequilibrios sociales.
Era necesario
establecer una cierta protección de las capas más desfavorecidas que evitara
los conflictos entre clases. El estado del bienestar no era el objetivo sino un
medio para conseguir el crecimiento de la economía: para crecer y crear riqueza
era necesario mantener la paz social. De alguna forma se puede decir que el
bienestar no ha sido nunca el objetivo principal del llamado estado del
bienestar. El bienestar estaba supeditado al crecimiento.
VI.6. La crisis del estado de
bienestar referido a unos pocos
El estado del
bienestar es propio de la sociedad europea y, salvo pequeñas excepciones,
Europa es una “isla” en el Mundo. Pero, desde hace un tiempo, este concepto
está en riesgo de extinción al considerarlo incompatible con el crecimiento de
la economía. La globalización ha hecho que las desigualdades sociales
representen una ventaja competitiva para determinados países en detrimento de
los que son socialmente más justos. Como solución a esta situación, se quieren
proponer soluciones “ultraliberales” bajo la consideración de que son las más
eficaces para favorecer el crecimiento económico. El argumento es siempre el
mismo: “debemos crecer para crear riqueza y luego repartirla”, la promesa
histórica de siempre. Pero, como ya les demostré en un anterior artículo, el
resultado está siendo el incremento de las desigualdades.
Hace tiempo que
sabemos que el crecimiento por el crecimiento no tiene sentido, se está
poniendo en riesgo el Planeta y a las generaciones futuras. El cambio climático
está cada vez más presente a pesar de que algunos todavía son capaces de
negarlo. La naturaleza se deteriora constantemente por intereses poderosos que
la quieren explotar hasta sus últimas consecuencias. Escondemos nuestras
“basuras” en Occidente, pero nos conformamos en consumir productos baratos
basados en la producción en países pobres donde no hay ningún derecho hacia las
personas y ninguna protección del medio ambiente.
La crisis actual
provocada por la pandemia del coronavirus, ha puesto mucho más patente las
contradicciones de nuestro modelo de crecimiento. No es la primera vez, la
crisis anterior también las evidenció, pero quizás no quisimos verlas, al
contrario, se volvió a poner en duda el estado del bienestar y se creó desde
entonces la ficción de que no es sostenible (la sociedad no puede financiar los
costes que representa la sanidad, la educación, la asistencia social, las
pensiones, etc.). Todo esto se hizo mientras no había ninguna objeción en
destinar volúmenes importantes de recursos para salvar el sistema financiero.
Quizás lo que
corresponde ahora es fijar, como principal objetivo de la economía, el de
promover el bienestar a los ciudadanos y supeditar a ello el crecimiento. Ya no
se trata de crecer por crecer, se trata de distribuir la riqueza, el Estado
debe intervenir en la economía para facilitar y promocionar los elementos básicos
que constituyen el bienestar: medio ambiente, salud, seguridad, ingresos,
vivienda, empleo, educación, satisfacción, compromiso cívico, balance
vida-trabajo, comunidad, etc.
El problema de este
planteamiento es que abandonar el objetivo del crecimiento por el crecimiento
entra en contradicción con el sistema capitalista. El motor de este sistema es
el lucro. El afán de lucro es lo que mueve los mercados. Para que funcione el
lucro las decisiones de los agentes económicos deben ser adoptadas bajo el criterio
de rentabilidad y en este criterio está implícito el crecimiento. El “driver”
del crecimiento económico, en nuestro sistema, es tan relevante que cuando se
agota se producen las crisis económicas. Por eso el sistema funciona mediante
crisis cíclicas.
No se si hay algo
mejor que nuestro actual sistema económico, pero conviene reflexionar para
“reinventarlo” para que el objetivo principal deje de ser el crecimiento por el
crecimiento y se dirija a proveer el bienestar a los ciudadanos. Esto es lo que
toca y, como dije, la desgraciada crisis actual puede servir, como mínimo, para
replantearnos muchas cuestiones pendientes que no nos atrevíamos a abordarlas.
Como conclusión,
trasladarles mi convicción de que la solución para la salida de la crisis
actual no es la de sacrificar el estado del bienestar, como empezaremos a oír
pronto en algunos foros de opinión o a sentir directamente como desaparece
cuando se acaben las medidas urgentes y vengan los ajustes, sino de abundar
mucho más en él. ¿Si para ello es necesario mayor intervención del sector
público en la economía?, ¡¡pues que sea!!.
VI. 7. Una crisis social y cívica
La pandemia de la covid-19 no es
solo una crisis de salud pública. Es también una crisis global y cívica. Para
luchar contra la enfermedad se necesita la clase de solidaridad que la mayoría
de las sociedades difícilmente alcanzan excepto en tiempos de guerra. El
desafío al que nos enfrentamos consiste en descubrir fuentes de solidaridad en
una época en la que la mayor parte de las sociedades democráticas están
profundamente divididas.
A primera vista, puede parecer
que la pandemia fomenta los vínculos solidarios, porque pone de manifiesto
nuestra dependencia mutua y nuestra vulnerabilidad. Los políticos, los famosos
y los relaciones públicas proclaman que, en esto, "todos vamos en el mismo
barco". Pero este eslogan fraternal, aunque en principio resulte
motivador, en estos momentos suena hueco, ya que nos recuerda lo divididos que
estamos en realidad.
La pandemia ha llegado en un
momento de gran desigualdad y de rencor partidista. Las décadas precedentes han
abierto una profunda división entre ganadores y perdedores. Cuarenta años de
globalización neoliberal han prodigado generosas gratificaciones a los que
están en lo más alto, mientras que han dejado a la mayor parte de los
trabajadores con salarios estancados y menos estima social.
La brecha cada vez más dilatada
entre los ricos y el resto no ha sido el único motivo de polarización. Echando
sal en la herida, una concepción meritocrática del éxito ha venido a
racionalizar la desigualdad. A medida que los ganadores amasaban los beneficios
que les proporcionaban la subcontratación, los tratados de libre comercio, las
nuevas tecnologías y la liberalización de las finanzas, llegaron a creer que su
éxito era merecido, que se lo habían labrado ellos, y que quienes luchaban para
llegar a fin de mes no podían culpar a nadie más que a sí mismos.
Esta visión del éxito hace
difícil creer que "vamos todos en el mismo barco", ya que invita a
los ganadores a considerarse artífices de su éxito, y a los que se quedan atrás
a sentir que las élites los miran con desprecio. Esto ayuda a explicar por qué
hemos sido testigos de una reacción furiosa y resentida contra la globalización
neoliberal.
La pandemia nos recuerda a
diario la contribución al bien común de unos trabajadores que reciben un sueldo
modesto pero que, en cambio, realizan tareas esenciales, a menudo a riesgo de
su propia salud. No estoy pensando solo en los médicos y las enfermeras que
reciben los bien merecidos aplausos, sino también en los empleados y los
cajeros de los supermercados, los repartidores, los camioneros, los
almacenistas, los policías y los bomberos, los agricultores y los cuidadores a
domicilio.
Reconocer la contribución de los
trabajadores que se encuentran fuera del círculo privilegiado de las
profesiones de élite y otorgarles una voz significativa en la economía y la
sociedad podría ser el primer paso hacia la renovación moral y cívica cuando
empecemos a salir de la crisis. La pandemia ha puesto de manifiesto hasta qué
punto cuatro décadas de desigualdad creciente han deteriorado los lazos
sociales. Pero, tal vez, al poner de relieve nuestra dependencia mutua, nos
encamine hacia una nueva política del bien común.
Cada vez que alguien se detiene
un instante en su marcha atrás, se levantan las voces advirtiendo de los
peligros, cuando no de la inutilidad, de las predicciones que, de forma
despectiva, se etiquetan como futurología. Lo primero es cierto: es un intento
peligroso. Lo segundo no: no solo es útil; también es una necesidad, si no una
obligación moral. Hoy, en 2017, estamos sentados sobre una bomba de tiempo.
Mejor dicho, sobre dos, interconectadas.
La primera es la creciente, excesiva y desproporcionada acumulación
de dinero y, por ende, de poder político y militar de una minoría cada vez más
minoritaria, tanto a escala global como a escala nacional. Esta acumulación
crecientemente desproporcionada, producto de la espiral que retroalimenta el
poder del dinero con el poder político-mediático y viceversa (dinámica que
produce bolas de nieve primero y avalanchas después) se agravará aún más por la
automatización del trabajo. El desempleo en los países ricos, centros del
control financiero, narrativo y militar, aumentará la tensión, no porque la
economía del mundo rico colapse sino, quizás, por lo contrario. El creciente
fascismo y las reacciones micropolíticas de la izquierda con marchas y
contramarchas, serán solo síntomas violentos de un problema mayor.
La segunda bomba de tiempo, es la gravísima amenaza ecológica,
producto, naturalmente, de la avaricia de esa minoría y del sistema económico
basado en el consumo y el despilfarro ilimitado, en el desesperado crecimiento
del PIB a cualquier costo, aun al costo de la destrucción de los recursos
naturales (flora y fauna) y de sus mismos productos (automóviles, televisores y
seres humanos). El desplazamiento de millones de personas debido al aumento de
las aguas y los desiertos, nuevas enfermedades y el creciente costo de la
tierra, acelerarán la crisis.
La hegemonía de Estados Unidos,
que se asume será pacíficamente compartida por una sociedad de conveniencia con
China, muy probablemente seguirá la Trampa de Tucidides, y el evento decisivo,
del conflicto y de la derrota militar de la Pax americana, será un evento de
gran magnitud en el área del Pacifico Este. La marina más poderosa del mundo y
de la historia, encontrará una derrota material, política y, sobre todo,
simbólica. Solo la futura crisis demográfica en China (el envejecimiento de la
población y las anacrónicas políticas de inmigración y la desconformidad de una
generación acostumbrada al crecimiento económico) podría retrasar este
acontecimiento por décadas.
El panorama, por donde se lo
mire, no es alentador. Quizás de ahí el cerrado negacionismo de quienes están
hoy en el poder. Ese negacionismo ciego en todas las esferas está hoy
representado por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y por las
corrientes nacionalistas y neo racistas, precisamente cuando el problema es
global. La presidencia de este país podrá ser reemplazada por un candidato de
la izquierda, en el 2020 o en el 2024, pero no será suficiente para detener el
desarrollo de los acontecimientos ya desencadenados. Por el contrario, será una
forma de renovar la esperanza en un sistema y en un orden mundial que está
llegando a su fin de forma dramática.
Si bien es necesario continuar
luchando por las causas justas de las micro políticas, como los derechos de
género en el uso de baños públicos (que para los individuos no tiene nada de
“micro”), etc., ninguna de estas medidas y ninguna de estas luchas nos salvará
de una catástrofe mayor. Cuando ya no haya tierra, agua, alimentos, leyes,
cuando los individuos y los pueblos estén luchando por sobrevivir de la forma
más desesperada y egoísta posible, a nadie le importarán las causas de la micro
política.
Lo bueno es que, si bien el
pasado no se puede cambiar de forma honesta, el futuro sí. Pero para hacerlo
primero debemos tomar conciencia de la gravedad de la situación. Si realmente
vamos caminando hacia atrás, rumbo hacia el abismo, el simple acto de detenerse
un momento para pensar en un cambio de rumbo, parece lo más razonable.
VI.8. La segunda crisis del
siglo XXI
Con una
diferencia de pocos años hemos vivido dos crisis económicas. La profundidad del
daño causado a la actividad económica por estas dos crisis sólo es comparable a
las que ocurrieron en la Gran Depresión de 1929, las guerras mundiales y la de
España. Cierto es que también hubo años de dificultades económicas a principios
de los setenta, ochenta, noventa y dos mil, pero aún siendo sumamente duras, no
pueden compararse. Pero cada una ha tenido orígenes sorprendentes.
Recordemos.
La de principios de los setenta se produjo como consecuencia de la subida de
los precios del petróleo, como venganza por el apoyo a Israel en la guerra de
Yom Kippur. La de los ochenta fue la crisis de la deuda latinoamericana y la
reconversión de la economía española. La de los noventa de nuevo tuvo su origen
en las subidas del precio del petróleo, como consecuencia de la guerra de
árabes contra Israel. La de principios del siglo veintiuno vino de la burbuja de
las puntocom, posteriormente, de los atentados de las Torres Gemelas. Y la de
2008 fue consecuencia del desbarajuste generado por las hipotecas basura.
Ahora, un virus. Así que guerras, burbujas, reconversiones industriales,
disparates financieros, virus. Cuando todo parece ir bien, o mejor, las cosas
empiezan a ir mal.
Visto lo
visto, debemos concluir que el mundo es tan complejo que siempre hay un riesgo
de desequilibrio que termina afectando al bienestar de muchas personas. Se
dice, es la sociedad del riesgo. La conclusión parece clara: siempre habrá
alguna causa que dispare una crisis económica, como siempre las hubo. Teniendo
en cuenta que algunas veces les toca sufrir a unos y otras a otros, lo
inteligente es estar siempre preparados y mancomunar los riesgos. ¿Recordaremos
esto cuando los efectos principales de la actual crisis hayan pasado?
La
crisis actual tiene algunas características especiales. Su origen es la
paralización de la actividad económica por "decreto". Después vendrán
los daños derivados.
Hay
algunas interpretaciones de esta crisis pretendidamente inteligentes, que en
realidad reflejan sólo ideas preconcebidas e intencionadas, en el sentido de
que "tengo un enemigo y todo lo que ocurra lo aprovecho para echarle la
culpa". La nobleza
de llamar la atención sobre los problemas medioambientales no justifica el
despropósito del razonamiento. El asunto no es ese entonces, es qué factores animan
nuestra capacidad para recuperar la actividad. Así que frente a la tesis de la
vulnerabilidad está la tesis de la especialización flexible, como la
bibliografía sobre pequeñas economías insulares ha desarrollado desde hace
cuarenta años.
VI.8. Los efectos de esta crisis
son enormes.
La
actual crisis dejará de nuevo una enorme tasa de desempleo. La población más
afectada serán los jóvenes que no han tenido el primer empleo, sin estudios
postobligatorios. Pero también los autónomos sufren, una parte de los cuáles
pasarán desgraciadamente a la economía informal. Y claro está, los trabajadores
con contratos temporales, que viven pendientes de la rotación en el empleo y
que verán que se amplían los períodos entre contrataciones. Esto es fácil
intuirlo.
Por
esto, llevamos tiempo reclamando una renta mínima que cubra los períodos de
carencias drásticas. También que las regulaciones de empleo tipo ERTE se conviertan en un
instrumento de carácter permanente con una legislación necesariamente ajustada.
En contra de lo que se puede pensar, esto no es tirar el dinero público, al
contrario, estas rentas vuelven de inmediato a la economía privada vía consumo.
Tampoco desincentivan la oferta de trabajo, como está demostrado empíricamente.
Así que haríamos bien en desterrar viejos tópicos.
Preocupa,
y con razón, el futuro del turismo. Tenemos una gran experiencia acumulada en
el sector. Hay profesionales e investigadores con suficiencia para hacer frente
una vez más, y ya son muchas, a las dificultades derivadas de las
perturbaciones externas. Veo la necesidad
de un afán conjunto en pro de una reputación nacional e internacional
intachable, sostenida sobre la seguridad y el medio ambiente. Consideremos la
reputación como un producto final y trabajemos en toda la cadena de valor
ligada a ese producto final, porque la hospitalidad está en todos los
comportamientos sociales.
Y
hablando de reputación, es fundamental el buen gobierno. Chocamos con las reglas generales manejadas desde el Gobierno del Estado y
la Unión Europea. Se necesita urgentemente hacer efectivo el margen de deuda y
de gasto. No conviene centralizar en exceso el nivel de decisiones porque,
guste o no, hemos diseñado un modelo cuasifederal con una ya larga trayectoria
y experiencia de gobierno, esto es un valor. Además, el Gobierno de España
debería impulsar alguna modificación de los incentivos del REF. Y la rapidez y
facilidad del crédito es fundamental para conservar el potencial de producción y
distribución, porque el éxito de las medidas de la Unión Europea dependen de
ello.
VII. La decadencia de un imperio [lxxi]
VII.1.
La caída de la civilizacion occidental capitalista
Estamos asistiendo no solo a una situación de crisis muy
grave sino a una verdadera crisis civilizacional, es más, podíamos atrevernos a
decir que estamos asistiendo a la caída de una civilización. Vamos a
tratar de explicar los factores que nos llevan a tal supuesto. “Cuando a los
Estados Unidos le da catarro a nosotros nos da pulmonía” decía Maurice Bishop
“Cada expresión de la Civilización Occidental es a la vez una expresión de
Barbarie” decía Walter Benjamin “Sin lucha no hay progreso” decía Frederick Douglass.
El intelectual Afro-Caribeño, Aime Cesaire declara que “Una
civilización que se prueba incapaz de resolver los problemas que crea es una
civilización decadente.[lxxii] Luego añade que “una civilización que decide cerrar
sus ojos a sus problemas más cruciales es una civilización enferma” y que “una
civilización que usa sus principios para trampa y engaño, es una civilización
muriente.” Hoy día, 55 años más tarde, podemos decir que fue una aseveración
profética si lo consideramos como pronóstico de la crisis actual de la
civilización occidental capitalista.
Las imágenes cotidianas y más mediáticas de millones de
personas desempleadas, desterradas, familias sin hogar, hambrunas y epidemias
masivas, violencias múltiples (étnico-racial, religiosa, sexual, doméstica,
geo-política, genocidios, guerras); expresan una condición de malestar profundo
que caracterizamos como crisis.
Los síntomas de crisis global se componen con movilizaciones
y huelgas generales. Salen al relieve millones de desamparados emigrantes, los
genocidios, el destierro masivo de grandes poblaciones, millones de
desplazados, etc . A esta crisis socio económica hay que sumarle los desastres
climáticos y epidemiológicos que son al menos parcialmente causados por la
crisis ecológica.
Vamos a tratar de analizar lo que hemos venido a denominar
la crisis del mundo occidental, para luego tratar de deslindar distintas
teorías de su carácter, emergencia, temporalidad, y sus posibles escenarios de
resolución.
VII.
2. La crisis como categoría político epistémica
Cuando hablamos de crisis nos referimos a una situación
insostenible, que requiere cambios sustantivos, y nuestro argumento es que no
solo la economía y la política sino también las lógicas culturales, éticas,
epistémicas, y ecológicas del sistema del mundo moderno colonial capitalista se
encuentran sumidas en esta condición.
La palabra “crisis” se deriva del griego significando “ese
momento liminar en el que se decide el desenlace de una dolencia, en el que el
cuerpo escenifica el ‘juicio final’ a partir del cual se impone definitivamente
la enfermedad o la salud.” [lxxiii]En
su filología griega, Krisis –“decisión”– procede de Krio –“yo separo, decido,
juzgo”– y de ambos se desprende “crítica”. Una crisis, pues, es esa situación en la que se dirime el
destino y se revelan los límites de un organismo vivo o una estructura
compleja. Por ende estar en crisis significa una coyuntura crítica en la que se
decide la suerte del sistema mismo.
Lo contrario de krisis es kairos, que en la
filosofía griega y romana era la “oportunidad”, el “momento justo”,
la grieta temporal de la intervención divina. La krisis es también nuestro
kairos. Tiempo de crisis, supone también un tiempo de discernir,
escoger, distinguir, de tener ojos críticos. Tiene que ver también con el verbo
acrisolar, purificar. [lxxiv]Las
crisis sistémicas se deben entender como momentos de grandes riesgos y
sufrimientos para la mayoría de la humanidad, largas coyunturas de hambrunas,
desempleos, guerras, violencias múltiples, perdidas de vida y recursos; pero
también como periodos de emergencia de nuevos modos de vida y de insurgencia de
movimientos y alternativas libertarias y de equidad.
En ese sentido se podría decir que las crisis sistemáticas
implican tanto destrucción de lo viejo como creación de algo nuevo. La crisis
representa condiciones en la cuales se imponen transformaciones estructurales
ya que las formas y normas fundamentales de funcionamiento de un sistema social
no solo no funcionan bien, pero lo que es peor generan situaciones de caos,
malestar colectivo, carencias, violencias y resistencias.
VII.
3. Esta crisis y sus implicaciones políticas
La cuestión de las crisis constituye un campo político
epistémico clave en la teoría crítica y en perspectivas políticas tanto
radicales como reformistas. Dentro de las tradiciones marxistas y
social-demócratas, podemos hablar de teorías de las crisis como un hito tanto
en las maneras de teorizar el capitalismo como en las políticas en aras de la
creación ya sea de un capitalismo reformado (con cara más humana) o de
proyectos socialistas y/o poscapitalistas.
Por ejemplo, en los debates marxistas de la segunda y
tercera internacional, uno de los temas nodales fue cómo explicar las crisis
del capitalismo y que implicaciones dichas explicaciones tenían para las
estrategias de lucha, procesos de cambio, y proyecto histórico. En contraste,
las teorías de crisis como derrumbe económico y debacle histórico, tendían a
minimizar la importancia de las acciones colectivas y objetivizar (o reificar)
tanto el carácter de la crisis como sus implicaciones políticas y posibles
resoluciones. Esta forma de ver la crisis y sus posibilidades e implicaciones,
también tiende a ofrecer explicaciones economicistas sobre el carácter y
dinámica de las crisis sistémicas.
VII.
4. La colonialidad del poder y Modernidad Capitalista
Para entender la crisis actual a profundidad es necesario un
marco analítico claro, complejo y flexible, que nos permita ahondar en sus
raíces de fondo, a la vez que nos facilite la posibilidad de indagar en sus
matices y contradicciones.
Haremos un análisis breve de lo que denominamos crisis de
la civilización occidental capitalista a partir de la analítica de la
colonialidad del poder. ¿Que entendemos por colonialidad del poder? Es “un
patrón de poder”, es decir un entramado de relaciones que articula de manera
compleja y desigual una multiplicidad de formas de dominación, explotación y
conflicto en relación a la organización y apropiación de seis ámbitos
fundamentales de la vida social: autoridad, comunicación, naturaleza, sexo,
subjetividad, y trabajo.
Dichos elementos están entrelazados a la vez que representan
dimensiones particulares del espacio y proceso social. Otra estrategia de
representación conceptual de la colonialidad del poder es como entrelace de
cuatro regímenes modernos/coloniales de dominación, explotación y conflicto:
capitalismo, racismo, imperialismo, y patriarcado.
El patrón de poder moderno/colonial debe entenderse como un
proceso histórico-mundial que nace junto con la modernidad capitalista y que
caracteriza fundamentalmente el proceso de globalización que surge en el largo
del S XVI en el contexto de la conquista de las Américas, el comercio
esclavista trans-Atlántico y la institucionalización del sistema de
plantaciones, la emergencia de imperios europeos modernos y eventualmente un
orden geopolítico basado en un sistema de naciones-estado, y la emergencia de
la ideología de occidente como marco discursivo para darle sentido a las nuevas
formas de dominación tanto religiosas y lingüísticas como culturales y
epistémicas, lo cual implico la emergencia de nuevos modos de identificación e
inter-subjetividad.
Es en esta coyuntura histórico-mundial del largo siglo XVI
cuando emerge el capitalismo centrado en el Atlántico, junto a las invenciones
simultaneas de las Américas, África, y Europa en cuanto categorías
geo-históricas continentales y regionales, que se crean las formas de
clasificación y estratificación racial que conjugadas con las nuevos modos de
explotación del trabajo subyugados a las dinámicas de acumulación de capital en
el naciente mercado mundial, y con la redefinición del poder patriarcal, que se
origina el patrón de colonialidad del poder que continua primando mundialmente
hasta hoy.
Entendemos el poder
no solo como dominación o como poder sobre, sino también como poder para y
poder como capacidad e impulso vital humano.[lxxv] En este sentido la cuestión del poder no solo se
refiere a luchas contra regímenes de dominación sino también a modos de
auto-afirmación y auto-creación de los sujetos históricos que construyen formas
de vida distintas y alternativas al paradigma de vida moderno/ colonial y aquí
está el meollo de lo que denominamos nueva política de descolonialidad y
liberación[lxxvi]. Esta consideración nos lleva a caracterizar más precisamente
nuestro objeto de análisis que es la condición presente como crisis de la
civilización occidental capitalista.
VII.5.
Crisis civilizacional del patrón de Poder Moderno/Colonial Capitalista
Podemos caracterizar el momento presente como una crisis
de la Civilización Occidental Capitalista en su fase de globalización
neoliberal, es decir una crisis del paradigma de vida moderno/colonial en sus
múltiples dimensiones. Es decir, más que una simple crisis económica. Es una
crisis de un modo de vida con sus formas de economía, política, ecología, ética
y conocimiento, ética, y subjetividad. Es una crisis de la modernidad
capitalista que ha sido el patrón civilizacional dominante por más de 500 años.
Hay dos sentidos generales y relacionados del concepto de
civilización que aquí rechazamos; por un lado la idea normativa de civilización
en tanto grado superior de desarrollo cultural cuya cúspide alegadamente es la
“Civilización Occidental” (como en la conocida oposición de “Civilización”
contra “Barbarie” que tan influyente ha sido en los imaginarios
occidentalistas).
A la vez, hay un elemento ideológico en la idea de
civilización occidental en la medida que pretenda ser una forma cultural
abarcadora y excluyente de otras, aun en su misma orbita histórica principal.
Por otro lado, el carácter constitutivo de las modernidades (y no-modernidades)
coloniales y periféricas de los modos de economía, gobierno, ética, estética,
conocimiento, cultura, y subjetividad de la civilización occidental moderna;
para entender y valorizar las luchas y acciones colectivas de los subalternos
en las gestas históricas en aras de democracia, igualdad, des/colonialidad y
liberación.
En otras palabras, entendemos el poder y la cultura como
procesos de relación social en donde las lógicas de ganancia desmedida,
competencia, fragmentación, alienación, y dominación (étnico-racial,
epistémica, cultural, política, económica) de la civilización occidental
capitalista, siempre han sido desafiadas y parcialmente remplazadas por otras
lógicas fundamentadas en principios como la reciprocidad, solidaridad,
horizontalidad, y comunitarismo que implican proyectos alternos y alternativos
de vida, en este sentido de civilización.
La civilización occidental capitalista significa una lógica
civilizacional (es decir, un paradigma de vida) regido por la búsqueda
desmedida de ganancia, relaciones mercantiles de competencia, formas de
gobierno que separa jerárquicamente gobernantes y gobernados, y valorizaciones
estético-culturales y epistémicas que afirman la superioridad de los sujetos y
culturas Europeas y Eurodescendientes sobre el resto de la humanidad.
En esta definición la civilización occidental capitalista
denota una serie de discursos y prácticas culturales y formas de subjetividad
que resultan fundamentales para la configuración y reproducción del patrón de
poder moderno/colonial que denominamos colonialidad del poder. Lo que llamamos
civilización occidental se refiere a las lógicas culturales y formas de
subjetividad (identidad, conocimiento, psicología) hegemónicas y dominantes en
el sistema-mundo moderno/colonial capitalista.[lxxvii]
VII.
6. Crisis recurrentes y crecientes del Capitalismo Histórico
Los procesos político-económicos del patrón del poder, que
sobre todo en sus aspectos de economía-política y geo-política denominamos
capitalismo histórico, han sido azotados por crisis globales al menos desde la
primera globalización propiamente dicha en el siglo XIX. Tanto las causas como
la temporalidad de dichas crisis son asuntos ampliamente debatidos.
Para entender la crisis actual es necesario destacar dos
atributos generales de las crisis recurrentes del capitalismo histórico; por un
lado su carácter cíclico y por otro lado el que su magnitud y profundidad es
cada vez mayor. Si partimos de mediados del siglo XIX podemos identificar
crisis cíclicas. Pero además de ser recurrentes dichas crisis son cada vez
mayores tanto en su escala espacial y profundidad de efectos, como en las
aéreas de la vida social que afectan. A este carácter creciente de las crisis
del capitalismo histórico lo caracterizamos como una tendencia secular a ser
cada vez mayor y por ende a desafiar la capacidad del sistemamundo moderno/colonial
capitalista de recuperarse y reestructurarse.
VII.7.
Raíces y temporalidad de la crisis actual
Hay diferentes modos
de entender y explicar la crisis presente. En contraste, los análisis marxistas
y radicales de la crisis actual la entienden como un problema más fundamental,
de larga duración, y de carácter global, pero aun tendiendo a enfocar en lo
económico.
Si concentramos en el siglo XX y lo que va del XXI, resalta
primero el periodo de guerras, revoluciones, movimientos mundiales por reivindicaciones
sociales y nacionales que corrió aproximadamente entre 1914-1945.
El conjunto de
ideologías, discursos, políticas de gobierno, y formas de explotación del
trabajo y acumulación de capital, que denominamos como neoliberalismo son
producto de un conjunto de estrategias económicas, políticas, e ideológicas
para reestructurar las condiciones de rentabilidad del capital y poder
occidental como respuesta a una severa crisis de acumulación y legitimidad en
el sistema-mundo moderno/colonial capitalista.
El capitalismo neoliberal ha sido confrontado por
movimientos y movilizaciones a través del mundo desde rebeliones populares
espontaneas . Dos ejemplos principales de como confluyen y entran en coalición
estos movimientos son las demostraciones masivas y militantes contra
organizaciones del capital transnacional comenzando por las movilizaciones
contra la Organización Mundial de Comercio en Seattle, Washington, EEUU en
Diciembre de 1999 y los procesos de Foro Social a partir del Foro Social
Mundial en Porto Alegre, Brasil.
VII.8.
Perspectivas de economía-política de la crisis presente
Hay un importante debate en cuanto a la economía política de
la crisis actual. Aquí concentraremos en la teoría marxistas y radicales que
son las que intentan formular explicaciones de fondo. Planteamos de entrada una
postura contra la reducción tanto de lo económico a lo financiero como también
critica de la reducción de la crisis a sus dimensiones de economía
política.
A pesar de las
diferencias hay tres elementos claves que recuperamos de las teorías marxistas
y radicales de la crisis: que son sistémicas, que tienen una recurrencia
cíclica, y que son de carácter creciente o secular. Las crisis del capitalismo
no son simples fluctuaciones en los ciclos de negocio sino producto de sus
contradicciones políticas y económicas y de intentos de restructuración del
patrón de poder. En el sentido estricto económico son crisis de rentabilidad
del capital (o sea de ganancias) lo cual implica disminución en los niveles de
inversión acompañados por crecimiento del capital financiero, destrucciones
masivas de capital, desempleo masivo, marginalidad y hambre para las masas
trabajadoras, los sectores populares y los campesinados.
En contraste a los análisis de los economistas neoclásicos,
los marxistas y radicales no ven la situación actual como una recesión de corta
duración sino como expresión de una condición persistente de problemas
económicos que comenzó en la década de los 1970s. Las diferencias son en las
causas principales, la dinámica de la crisis, el rol del estado y los actores
sociales, sus implicaciones políticas, y los proyectos y horizontes de futuro.
En contraste, analistas de la modernidad capitalista en como
sistema-mundo, entienden la crisis como un fenómeno global en su conjunto a la
vez que tienden a conjugar las dinámicas económicas con fenómenos geo-políticos
(imperialismo, hegemonía mundial, guerras) y luchas históricas (movilizaciones,
movimientos antisistémicos, revoluciones).
Esta larga crisis se produce por un marcado debilitamiento
de las tasas de crecimiento y de inversión que no han vuelto a alcanzar nunca
(e insisto en ese “nunca”) los niveles que habían alcanzado en la post-guerra.”
También analiza la erosión relativa de las fuentes naturales de materias primas
y productos (como el agua, el oro, el petróleo), el aumento de la “acumulación
por expropación” (expropiación de comunidades de sus territorios y de
campesinos de sus tierras para crear nuevas fuentes de ganancia, recolonización
de espacios urbanos para vivienda y negocios rentables para el capital), y el
dominio del capital financiero como hitos de la crisis presente.
Uno de los análisis más complejos y de mayor riqueza de la
economía política de la crisis del sistema-mundo capitalista es el de Giovanni
Arrighi que dice que primero en cada ciclo sistémico de acumulación
emerge como dominante el capital financiero una vez el capital productivo entra
en una crisis de ganancias;[lxxviii] segundo que las crisis sistémicas implican
situaciones de caos en el capitalismo histórico tanto en las condiciones
económicas como en la estabilidad política lo que quiere decir intensidad de
guerras, olas de movimientos antisistémicos, y perdida de hegemonía mundial,
todo lo cual ha desembocado en procesos de reconfiguración del sistema en su
conjunto a partir de la agencia histórica de nuevos poderes hegemónicos ; tercero,
que tanto los requisitos de acumulación de capital (la lógica económica) como
de hegemonía imperial (la lógica geo-política) de reproducción del sistema son
cada vez mayores y por ende en cada crisis se hace más difícil superar el caos
y reconfigurar las condiciones de rentabilidad y hegemonía. Esto último implica
que “cada centro emergente de su serie es de mayor escala y ámbito territorial
que sus precedentes” y que “la expansión del capitalismo mundial se ha basado
en la formación de organizaciones capitalistas dirigentes cada vez más
poderosas”.[lxxix]
En general, estos tres argumentos de Arrighi, son válidos
aunque sean insuficientes tanto para entender la crisis como para crear
alternativas. Una de las interpretaciones más influyentes del capitalismo
contemporáneo en general y de la crisis presente en particular es la de David
Harvey, quien ha sido influenciado por la analítica de Arrighi. Resaltaremos tres
de sus planteamientos principales: primero, el argumento de la
centralidad de la acumulación por desposesión como estrategia clave en el
paradigma neoliberal de globalización capitalista; segundo, la
importancia del espacio y la territorialidad en los procesos tanto de
acumulación de capital como de poder imperial; y tercero, la
concatenación de una pluralidad de procesos en la causación de la crisis
actual.
El análisis de Harvey historiza y complejiza las dimensiones
de economía política de la crisis actual, pero su óptica no avanza mucho mas de
las lógicas económicas y geo-políticas, lo que es afín con su reduccionismo de
clase al plantear alternativas de proyecto histórico y por eso su propuesta
política no articula una visión más allá de las propuestas de redistribución de
riqueza y poder del socialismo del siglo XX.
En general coincidimos con el tipo de interpretación que
realiza Harvey de la crisis actual en la cual se analizan una diversidad de
fuentes que causan la caída en la tasa de ganancias y los niveles de actividad
económica lo cual tiene como consecuencia un capitalismo de casino, o sea un
patrón de acumulación sustanciado en finanzas y especulación. Sin embargo,
nuestra interpretación de las crisis cíclicas y crecientes de la modernidad capitalista,
y particularmente de la que encaramos ahora, transciende los instrumentos de
análisis de la economía política. Hay que superar el economicismo y “colocar la
crítica revolucionaria en el plano de la totalidad del sistema”.[lxxx]
VII. 9. Crisis del patrón de Poder
Moderno/Colonial y critica de la economía política
Concebir la condición
presente como una crisis del patrón de poder en su conjunto[lxxxi] supone un análisis más complejo de las formas del
capitalismo en su fase de globalización neoliberal, como también una crítica de
la economía política en tanto discurso principal para entender la crisis y
crear alternativas colectivamente.
Uno de los pilares principales del análisis que hace Aníbal
Quijano de la crisis actual del patrón de poder es su caracterización y
diagnostico de las formas presentes de organización y explotación del trabajo
en relación a la nueva revolución tecnológica y a la tendencia secular a la
caída de la tasa de ganancias.
Quijano argumenta que el capital ha logrado una capacidad productiva
tal que necesita mucho menos trabajo vivo en relación a la fuerza de trabajo
existente en el planeta lo que tiene como consecuencia un patrón constante de
desempleo estructural que es una de las causas de la crisis de rentabilidad del
capital (debido a la carencia relativa de producción de riqueza), a la vez que
es una de las razones principales que explica la emergencia de nuevas formas de
servidumbre y esclavitud, como también de la creciente precarización y
flexibilización del trabajo asalariado junto con la informalización del trabajo
social en el capitalismo actual.
Dicha dinámica también apunta hacia el desarrollo de un
patrón de acumulación basado en el capital financiero, una especie de
capitalismo de casino donde el sector financiero ya no es coyuntural sino
estructural. La financiación de las instancias dominantes de la economía
mundial converge con la nueva revolución tecnológica que facilita la creación
de formas virtuales de dinero y mercados de especulación sin sustento
productivo que desembocan en nuevos tipos de crisis que se expresan como
“gigantescos fraudes financieros”.
En resumen, para Quijano la “crisis raigal” implica una
reconfiguración del patrón de poder en todas sus aristas desde la explotación
del trabajo y los procesos de acumulación de capital, hasta los regímenes
políticos, las prácticas culturales, los modos de comunicación y conocimiento,
y las formas de subjetividad. La crisis realza los elementos despóticos del
patrón de poder (tanto en los centros metropolitanos como en regiones y países
subordinados) lo que conlleva a la erosión definitiva de las formas
democráticas de la modernidad capitalista y a una “reconcentración del poder” y
“privatización del estado”, todo lo que indica la emergencia de formas
institucionales y culturas políticas de corte autoritario e incluso
neofascista.
VII.
10. Peculiaridades de la crisis actual
Como ya hemos argumentado, las crisis del sistema-mundo
moderno/colonial capitalista son recurrentes y crecientes. Como también hemos
dicho, la crisis actual es la de mayor escala y profundidad que este sistema ha
experimentado, y por eso se cuestiona la capacidad que pueda tener el sistema
de revivir sus condiciones de rentabilidad y crecimiento. Varios de los
analistas de la crisis actual la entienden como terminal dado que el capital en
su fase de globalización neoliberal ya ha intentado colonizar todo el planeta,
se acaban los espacios de mercado que abrir, el trabajo se ha precarizado, y la
burbuja financiera ya estallo. Pero también hemos planteado que la crisis
consiste en mucho más que sus dimensiones de economía política. De hecho, la
peculiaridad principal de la crisis presente es que es real y efectivamente una
crisis de la civilización occidental capitalista en sus múltiples dimensiones y
lógicas diversas.
En lo que sigue de este articulo enfocaremos en cinco
dimensiones adicionales de la crisis actual, las cuales denominaremos como
crisis ecológica, epistémica, éticocultural, política, y de
inter-subjetividades. En esta exploración de las múltiples dimensiones de la
crisis actual, comenzaremos por una de sus vertientes más peligrosas y con
mayores implicaciones para la integridad del planeta y para la supervivencia
misma de la vida misma, la cuestión ecológica.
VII.
11. Crisis ecológica, alimentaria, energética y nueva política ecológica
Una de las dimensiones más críticas de la crisis
civilizatoria actual es la ecológica. El llamado “cambio climático” es una
especie de eufemismo para denominar el debacle ambiental causado por la
acumulación en el tiempo de las injurias que el paradigma de desarrollo
productivista y extractivista que prima en el capitalismo histórico ha causado
en la ecología planetaria. La emisión indiscriminada de gases tóxicos
alimentado por un modo de producción donde la naturaleza es vista como terreno
para la apropiación y explotación y como fuente de ganancia, la revitalización
de la minería a costa de la erosión y mercantilización de recursos vitales como
el agua junto con la amenaza a las formas de vida ancestrales de comunidades indígenas,
afrodescendientes y campesinas, y la insistencia de los poderes occidentales
(bajo el recalcitrante liderato de los Estados Unidos) de continuar con esa
racionalidad económica que cada vez destruye más el ambiente y pone en peligro
la vida misma del planeta, componen lo que definimos como una severa crisis
ecológica.
Uno de los síntomas más notables de la crisis ecológica que
ahora se le llama “calentamiento global” es el resultado del efecto acumulativo
de más de 200 años de una civilización industrial que no escatima en la emisión
de sustancias toxicas y de manera insensible no le importa como esto daña al
orden natural ya que sus fines principales son la producción desmedida de
mercancías y la búsqueda de ganancias. Los gases de efecto invernadero se han
venido acumulando en el globo terráqueo desde la llamada revolución industrial
pero las mayores concentraciones han ocurrido en el contexto de la
globalización neoliberal.
Hablar de la crisis climática es hablar de la crisis del
sistema capitalista o más bien de la crisis del mundo a raíz del sistema
capitalista y del colonialismo que durante siglos explotaron sin límites los
recursos naturales, las culturas de los pueblos, sus saberes y conocimientos y
las fuerzas de trabajo de miles de millones de personas, de aquellas que
sostienen con su esfuerzo y sus energías la vida de las sociedades del mundo.
Así, el cambio climático que a estas alturas puede
considerarse como uno de los mayores crímenes cometidos contra la humanidad y
contra la Madre Tierra, es el síntoma más claro y paradigmático de una crisis
civilizatoria que ha tocado límites.”[lxxxii] La severidad de la dimensión ecológica de la crisis de la
civilización occidental capitalista ha colocado la política ecológica en el
centro de los debates claves tanto ético-políticos como epistémicos.
VII.
12. Crisis política: Crisis de la democracia liberal y la hegemonía imperial
La dimensión más estrictamente política la podemos definir
como una doble crisis, por un lado la erosión definitiva de la democracia
liberal representativa, y por otro lado pérdida de hegemonía imperial.Comenzamos con la crisis de la democracia
liberal representativa que ha servido desde el siglo XVIII tanto de ideología
hegemónica del estado moderno como de forma política paradigmática de los
estados metropolitanos.
Los sujetos que han sido excluidos y marginalizados de los
beneficios de la ciudadanía moderna (derechos, participación, y pertenencia
plena a una comunidad política) han luchado históricamente tanto por la extensión
del sufragio ciudadano (mujeres, sujetos negativamente racializados, otredades
sexuales), como por la proliferación de los derechos (civiles, políticos,
sociales, culturales, sexuales) y por la democratización de la democracia
(representativa, participativa, deliberativa) a escalas locales, nacionales,
regionales, y globales.
Esta relación entre tendencias despóticas en el poder
burgués (capitalista, racial, y patriarcal) y las luchas históricas de los
sectores subalternos le ha dado un carácter contingente e inestable a la forma
política paradigmática de los centros del poder occidental que es la democracia
liberal representativa.
La crisis actual conlleva a una erosión definitiva de las
formas democráticas de la modernidad capitalista tanto en los centros de poder
occidental como en los espacios subordinados.
Para este efecto convergen una
serie de factores incluyendo: la centralización del poder político en el
ejecutivo en detrimento de la representación y participación ciudadana en los
escenarios nacionales, la formación de un bloque global imperial donde se toman
decisiones claves para el mundo al margen del escrutinio de los ciudadanos, y
la pérdida de capacidad y voluntad de los estados de servir como agentes
efectivos en la redistribución de poder y riqueza.
Otra de las paradojas de los estados capitalistas en la era
neoliberal y su crisis, tanto en los centros metropolitanos como en las
semiperireferias y periferias, es la combinación de reconocimiento de derechos
culturales y étnico-raciales con la perdida de políticas sociales a favor de la
redistribución de riqueza y poder.
En conclusión, todo esto expresa una crisis de la forma
misma de la nación-estado moderno/colonial revelada por la erosión de la
democracia liberal burguesa traducida en la centralización del poder, la
creciente conversión de la política electoral en simulacro más-mediático (sobre
todo en los Estados Unidos) y la crisis de legitimación demostrada en la caída
en la participación electoral, y la emergencia de formas locales y
extra-estatales de organización de autoridad política como también en el poder
del capital transnacional sobre las naciones-estado especialmente en la
periferia.
VII.
13. Crisis de la hegemonía del poder imperial
Si analizamos lo político desde sus aspectos formales e
institucionales podemos distinguir cuatro escalas: local-regional, nacional,
regional-supranacional y global. A escala mundial, la crisis se caracteriza por
carencia de hegemonía combinada con perdida creciente de la soberanía relativa de
los estados-nación sobre todo en la periferia. La ola de movimientos
antisistémicos de los 1960s-70s marco el principio del final de la hegemonía
yanqui en el sistema-mundo moderno/colonial capitalista.
Dicha crisis de hegemonía es a la vez causa y efecto de la
crisis de la economía mundial y el estado moderno. Aquí se conjuga la erosión
de la democracia liberal representativa con la perdida de hegemonía global del
estado imperial. En esta sección analizaremos dos aspectos de la crisis del
poder imperial, el cual desglosaremos en sus dimensiones políticas y
económicas. La pérdida de poder económico se conjuga con la primacía de
militarización y guerra en lo que se ha denominado el nuevo imperialismo
estadounidense.[lxxxiii]
Como decía sarcásticamente Arrighi, “Estados Unidos,
mientras derroca regímenes delincuentes, primero en Afganistán y ahora en Iraq,
es el país más endeudado del mundo (lo que le conduce a una) dominación sin
hege-money.”[lxxxiv] Es decir, la estrategia bi-partidista de jugar la
carta militar para ganar otro “Siglo Americano”, se ha convertido en una
táctica de “dominación sin hegemonía” a la vez que ha exacerbado la crisis
económica del país-imperio.
El militarismo imperial estadounidense manifiesta una
voluntad inútil de recobrar una hegemonía perdida para siempre, lo que le
envuelve en una dinámica de guerra perpetua y violencias entretejidas que
expresan una vertiente constante en el patrón de poder moderno/colonial a
través de su larga duración.[lxxxv]
Más allá de la perdida de la hegemonía estadounidense, la
crisis actual representa una crisis de la hegemonía occidental y de las
culturas capitalistas. En este sentido, la era presente se podría caracterizar
con el concepto "gramcsiano de interregno" como un periodo transicional donde no
hay un hegemón, existe un caos en el sistema mundo, y más aun cuando hay una
crisis raigal en el patrón de poder moderno/ colonial. Ahora nos detendremos
brevemente primero en las dimensiones éticas y subjetivas de la crisis, para
luego discutir rápidamente sus aspectos epistémicos.
VII.
14. Dimensiones culturales, éticas, epistémicas, y subjetivas de la crisis
actual
Lo político se corresponde a las dimensiones culturales,
epistémicas, éticas y subjetivas de la crisis del la civilización occidental
capitalista. En este registro se integran la crisis de valores, de proyectos de
vida, de modos de producción y comunicación de conocimientos, y de formas de
identidad y subjetividad imperantes en la civilización occidental capitalista.
Esto es en parte resultado del fracaso de los modelos de desarrollo
socio-económico, ecología, y organización política de la modernidad capitalista
como también de sus lógicas culturales hegemónicas con sus elementos éticos,
estéticos, cognoscitivos, e identitarios. En este sentido planteamos que la
liberación de historias, memorias, conocimientos, y modos de vida
no-occidentales es un síntoma positivo de esta crisis.
Una de las peculiaridades y novedades de la crisis actual es
su severidad en tanto crisis de las estructuras de conocimiento de carácter
eurocéntrico-occidentalista, en las formas hegemónicas que también
conceptualizamos como “colonialidad del saber”. Su contraparte en la búsqueda
de justicia epistémica se ha convertido en uno de las características y
reclamos principales de una nueva ola de movimientos antisistémicos que surgen
como actores protagónicos en los procesos crecientes de des/colonialidad del
poder y el saber produciendo un nuevo episteme y racionalidad de vida.
Cada vez más las comunidades subalternas, los espacios de
movimiento social, y los escenarios de nueva izquierda se afirman como
“insurgencias político epistémicas” que politizan la cuestión del conocimiento
como uno de los campos de lucha principales y por ende uno de los flancos más
débiles de la civilización occidental capitalista.
La des/colonialidad del saber se ha convertido en objetivo
político y práctica principal de una nueva constelación de movimientos
antisistémicos que construye cotidianamente nuevos modos de producción y
comunicación de conocimientos. En la misma vena fluyen las dimensiones
culturales de la crisis. Una de las características de la coyuntura actual es
la proliferación de “guerras culturales” que desafían y proponen alternativas a
la llamada “alta cultura” y a la cultura corporativa mass-mediática occidental
en todos los ámbitos de la vida social desde lo estético y los saberes hasta la
sexualidad y las culturas políticas.
El surgimiento de nuevos lenguajes, géneros culturales y
discursos críticos, está asociado a la afirmación de valores y modos de
subjetividad que desafían lo ética capitalista y los estilos de vida promovidos
por la civilización occidental. La emergencia de valores pos-capitalistas y de
imaginarios políticos pos-liberales van vinculados al surgimiento de lugares de
vida alternos y alternativos a las culturas y modos de vida dominantes.
La crisis ética de la civilización occidental capitalista no
es solo de valores sino más aun de convivencia, modos de vida, e intimidad, en
fin de inter-subjetividad. La crisis existencial de sentidos y horizontes de
vida se expresa en los altos índices de suicidio, drogadicción, violencia
domestica, y declaraciones de aburrimiento y falta de esperanza en muchos
jóvenes sobre todo en los centros occidentales.
En resumen, todo lo argumentado
demuestra el fracaso de los modelos de desarrollo socio-económico, ecología, y
organización política de la modernidad capitalista, como también de sus lógicas
culturales hegemónicas con sus elementos éticos, estéticos, cognoscitivos, e
identitarios. En realidad, vivimos la mayor y más profunda crisis de la
civilización occidental capitalista, que bien podría ser su crisis terminal y
definitiva ya que se cuestionan sus fundamentos mismos al implosionar sus
tendencias más perversas y por la insurgencia de alternativas civilizatorias.
VII. Conclusión
Como decíamos al principio del último apartado el gran
reto de la situación que vivimos es cómo convertir esta grave situación de
crisis que hemos venido a denominar cambio epocal o cambio civilizacional en un
Kairós, un tiempo de oportunidad para empezar a construir un nuevo orden
mundial.
Asistimos al gran reto de cómo construir “unidad
compleja” dado el carácter plural de las luchas presentes y por ende la gran
diversidad de identidades y movimientos que las expresan y articulan. Hoy día
las luchas son clara y explícitamente múltiples, a la vez que los actores de
cambio y sus reclamos plurales, lo que hace más difícil el desafío de articular
bloques contrahegemónicos que puedan construir y mantener espacios sociales
fundados en principios de igualdad, reciprocidad, libertad, paz, y vida; en
contraste a las lógicas de desigualdad, competencia, opresión, violencia, y
muerte que imperan en la civilización occidental capitalista.
El gran desafío es conjugar las cadenas de la
colonialidad que corresponden a las distintas pero entrelazadas esferas de
injusticia (social, étnico-racial, genero, sexualidad, ecología, etc.), hilando
lazos de solidaridad para ir tejiendo luchas, identidades y movimientos en una
suerte de “unidad compleja”.[lxxxvi]
Las crisis son periodos de enormes sufrimientos, riesgos y
dificultades, pero como épocas insostenibles que demandan cambios fundamentales
también pueden ser eras de grandes transformaciones con el potencial de producir
un contrato social más justo e igualitario, coyunturas donde podemos dar a luz
futuros posibles, donde estamos más aptos para crear fuertes suertes de
liberación.
La crisis abre la posibilidad de potenciar plenamente
nuestras capacidades como sujetos históricos. En este sentido la crisis
representa un momento crítico de auto-creación de la sociedad y auto-afirmación
de los sujetos con potencial de construir formas más justas e igualitarias de
convivencia capaces de transformar radicalmente la condición humana.
Nuestro gran reto es construir ese nuevo pacto social
y modos de existencia colectiva e individual dándole contenido concreto y
positivo al buen gobierno y buen vivir desde nuestras múltiples trincheras de
lucha y dimensiones de vida. En este sentido, un modo de recrear el escenario
mundial tejiendo futuros de liberación con autentica vocación de corazonar al
mundo.
Termino con una poesía de Edmundo Rodríguez que titula “un
mundo nuevo”:
Los sobrevivientes comprenderán la razón de eso,
y una nueva tierra poblarán
y sus almas una nueva vida encauzarán
y todo será entendimiento.
El dolor se irá superando más aprisa que en el
pasado,
porque el existir y conservarse será prioridad.
Las nuevas generaciones brillarán con una luz
más clara.
El entender será cotidiano,
la manipulación y la corrupción se habrán
desvanecido,
nadie le ocultará la grandeza de su ser.
La gran historia escrita en nuestras vidas
estará siempre abierta y su caminar será hacia
las alturas
del gran Espíritu que los guiará a nuevos
mundos
donde la única ley será el amor.
Así el ser humano vivirá en las manos del Ser
y éste le ayudará a que todo lo que construya
sea más estable y perenne porque estará
consciente.
Que el futuro debe ser para la convivencia
feliz de nuevas generaciones
Donde todos se sentirán hijos agradecidos.
Cuánto deseo verte caminar en ese mundo nuevo.
PD: Este trabajo fue iniciado en la Fiesta de San Pedro y San Pablo, 29 de Junio del 2020 víspera de la festividad de los protomártires de la Iglesia de Roma.
[i] En
la fundación de Roma la leyenda cuenta que todo comenzó con los hermanos Rómulo
y Remo que fueron amamantados por una loba en una ciudad a orillas del Tíber.
[ii]
En su momento de mayor desarrollo el imperio creado por Roma alcanzó los
3,5 millones de kilómetros cuadrados y unos 70 millones de habitantes, entre
ciudadanos y no ciudadanos.
[v] La obra
iniciada por Nerón fue continuada por sus sucesores. Vespasiano construye el Coliseo. Domiciano lleva a cabo la renovación de los templos de Vesta, Augusto y Minerva, del Estadio,
el Odeón, en Panteón, etc. La obra de éste último emperador fue proseguida por Trajano que construye
el Foro y las Termas. Adriano construye el puente Elio, los templos de Marciana y de
Venus y el Mausoleo. Septimio Severo
construye las Termas de Caracalla. Aureliano dotó a Roma,
en el siglo III, de las grandes murallas que llevan su nombre. En tiempos de Majencio se construyó
la basílica homónima. De Constantino, su sucesor, se conservan el Arco del Triunfo, las
Termas Constantinas y las Elenianas. Durante los siglos III y IV se mantuvo Roma en
todo su esplendor, hasta el año 410, en que fue asaltada
y saqueada por Alarico; a partir de este La obra iniciada por Nerón fue
continuada por sus sucesores. Vespasiano construye el Coliseo. Domiciano lleva a cabo la renovación de los templos de Vesta, Augusto y Minerva, del Estadio,
el Odeón, en Panteón, etc. La obra de éste último emperador fue proseguida por Trajano que construye
el Foro y las Termas. Adriano construye el puente Elio, los templos de Marciana y de
Venus y el Mausoleo. Septimio Severo
construye las Termas de Caracalla. Aureliano dotó a Roma,
en el siglo III, de las grandes murallas que llevan su nombre. En tiempos de Majencio se construyó
la basílica homónima. De Constantino, su sucesor, se conservan el Arco del Triunfo, las
Termas Constantinas y las Elenianas.
[vi] Respecto a
las cifras de población la ciudad alcanzaba los 300.000 habitantes para
comienzos del siglo I a.C; en el inicio del siglo I d.C alcanzaba los 500.000
hab. La ciudad llegaría, en su máximo desarrollo demográfico, en plena época
imperial del S. II al III d.C, a una cifra estimativa que oscila entre el
millón y el millón y medio de habitantes.
[vii] A finales de
la República se puede hablar de un imperio
romano. Las provincias eran consideradas posesiones de explotación y fueron
gobernadas por procónsules dotados de poderes omnímodos y cuyo único afán fue
enriquecerse a como diera lugar.
[viii] Las características comunes las fueron heredando poco a poco de las culturas de
los pueblos a los que sometía. Frente a la cultura griega se dio el fenómeno de
la helenización de la primitiva cultura romano-latina. El contacto con los
vencidos griegos y macedonios, cuyos territorios habían pasado a manos de la
República, trajo como consecuencia la llegada de costumbres y formas culturales
griegas y helenísticas a Roma. Los dioses latinos (Júpiter, Marte, etc), son
identificados con los griegos, la literatura latina
adquiere formas y temática griega (el teatro griego), se populariza el idioma griego entre
las clases altas y se desarrolla en ellas la tendencia al lujo y al derroche,
llegan a Roma profesores y filósofos griegos a enseñar, etc. Roma difundirá por
su imperio su cultura, mezclada con la griega y helenística.
[ix] Tito, Trajano, Adriano, Antonino Pío, Marco Aurelio. Durante el gobierno de Tito (s. I d.C) Roma destruyó el Templo de Jerusalén y tuvo que
afrontar las consecuencias de la erupción del Vesubio que sepultó Pompeya y otras
ciudades de la bahía de Nápoles. Trajano (s. II d.C) llevó los límites del
Imperio a su máximo; a partir de él Roma se dedicará a consolidar y defender
sus conquistas. Adriano (s. II d.C) estabilizó las fronteras y su gestión se
caracterizó por las grandes obras públicas (el muro que lleva su nombre en
Britania). Antonino Pío (s. II. d.C) consolidó la Paz Romana. Marco Aurelio
(finales del siglo II), el "emperador filósofo", se vio en la
necesidad de combatir a los bárbaros del otro lado del Danubio, derrotándolos
en forma inapelable.
[x]
De la guerra civil que siguió a la muerte de Cómodo el ejército apoyó
Septimio Severo, quien empeñó las fuerzas de Roma en la guerra contra el Imperio Parto, al cual venció,
saqueando su capital Ctesifonte.
[xi]
Alejandro Severo, que sucedió un tiempo después a Caracalla, tuvo que
hacer frente a la agresión del renacido Imperio Sasánida de los persas, el
que había reemplazado al Parto en Irán; fue el primer emperador romano que tuvo
cierta tolerancia hacia el cristianismo, y representó los últimos restos de
autoridad civil sobre el ejército.
[xii]
No se puede hablar de de una cultura o forma de vida única para el
conjunto de la sociedad romana. Sus costumbres variaban según cada estrato
social y según las épocas y la diversidad de pueblos que aliados o anexionados
a Roma poblaban la vastedad imperial. Por lo general los historiadores hablan
que Roma fue el patrón o modelo que los romanos intentaron imponer en los
pueblos que dominaron.
[xiii]
La sociedad romana siguió evolucionando durante la época imperial. La
antigua aristocracia senatorial fundadora de la República es reemplazada por
una nueva aristocracia formada por romanos provenientes de las provincias y
nombrados por los emperadores. Fue una nobleza imperial y cortesana. El
proletariado siguió inundando como una plaga las ciudades romanas. Este
proletariado tuvo que ser sostenido por las arcas imperiales mediante la
distribución gratuita de alimentos y entretenida por medio de juegos que se
realizaban en los anfiteatros, siendo los más característicos los sangrientos
combates de gladiadores y fieras.
[xiv]
Los caballeros u orden ecuestre siguió aumentando en número e
importancia hasta, a finales del Bajo Imperio, hacerse prácticamente
indistinguible de la aristocracia.
[xv] El
emperador Constantino será recordado por su famoso Edicto de Milán del año 313, por el cual decretó la libertad de culto.
[xvii] La alta natalidad, la necesidad de nuevas tierras y de botín, así como
la atracción que ejercía la civilización romana, impulsaba a emigrar
periódicamente a los germanos hacia el suroeste. En el Bajo Imperio Roma optó,
como medio de absorción pacífica, por enrolarlos paulatinamente en sus
ejércitos y usarlos como colonos de las tierras baldías. Esta decisión conllevó
un cambio sustancial en la composición del ejército: durante los siglos IV y V
en la medida en que crecían la dificultades del Estado en la conscripción
militar, los elementos germánicos auxiliares fueron aumentando lentamente hasta
llegar a superar en número al contingente romano propiamente tal.
[xviii] Se han encontrado documentos
históricos y literarios como los Anales
de Tácito o escritos de Gayo que
hacen alusión a los mártires y el culto que se atribuían a los primeros
apóstoles en los monumentos que pronto se levantaron alrededor del sepulcro.
Las fuentes más verosímiles se encuentran en las Actas de los mártires.
[xix] Según esta tradición San Pablo fue
primeramente decapitado en el lugar denominada Ad aquas Salvias, que coincide con “Tre Fontane” y luego enterrado en la Vía Ostiense donde se levantaría la Basílica. El lugar de su
decapitación se conoce como “Tre Fontane”
donde existe una pequeña Iglesia que lleva su nombre. La tradición cuenta que
al decapitar a Pablo su cabeza dio tres botes y que allí surgieron tres
fuentes. Estas tres fuentes quedan dentro de la pequeña Iglesia. Más tarde sus
restos serían llevados a la gran Basílica extramuros donde tras sucesivas
modificaciones están hasta el día de hoy.
[xx] El
incendio que duró seis días enteros fue la excusa o el detonante para la
persecución al achacárselo injustamente a los propios cristianos. Fue el
sistema clásico de apartar la atención del verdadero culpable señalando una
víctima inocente.
[xxi]
La obra Roma subterránea de 1593 de Antonio Bassio sacó a la luz todo el mundo de las catacumbas que quedó
sepultado bajo tierra durante siglos. Desde mediados del S. XIX se renovó este
estudio y adecuación para poderse abrir de nuevo como centro de culto a los
cristianos. En el interior se puede celebrar misas sobre todo en sus aniversarios.
[xxii]
Hay catacumbas de todo tipo. Unas aprovechando mausoleos romanos, de
ordinario bajo tierra extendiendo galerías que no sobrepasaban el límite de la
propiedad de la propiedad del terreno superior. Como muestra de esto sería la
catacumba de Santa Lucía en la vía Apia o la de Santa Priscila en la Vía
Salaria. Otras se formaron aprovechando algún cementerio primitivo y que fueron
objeto de extensión con grandes galerías como es el caso de la catacumba de San
Calixto.
[xxiii] La Pragmática Sanción de 554, mediante la cual Italia era
reintegrada al Imperio Romano, ratificaba una situación que ocurría de facto: otorgaba
a los obispos el control de diversos aspectos de la vida civil como la
actividad de los jueces civiles y la administración de las ciudades,
poniéndolos a cargo del aprovisionamiento, la anona y los trabajos
públicos, al tiempo que quedaban exentos de la autoridad de los funcionarios
imperiales. Así, muchas ciudades romanas deben su continuada existencia a ser
lugar de residencia de los obispos.
[xxiv] De la presencia bizantina quedaron algunos rastros, tales como la
columna en homenaje al emperador Focas, y algunas iglesias que rodeaban el
Palatino, San Giorgio, San Anastasia y Santa María. Más perdurable fue la
influencia en el arte decorativo las pinturas y los mosaicos, influencia que se
proyectaría hasta la Baja Edad Media.
[xxv] A
comienzos del siglo VIII el poder de Bizancio sobre Roma estaba casi liquidado.
El punto de quiebre ocurrió a raíz de la querella iconoclasta desarrollada en
Constantinopla y que tuvo impacto en Italia: Roma cortaría su dependencia
política en forma definitiva con el Imperio de Oriente.
[xxvi]
El ducado fue extinguido y toda la autoridad política pasó a manos del
Papa Gregorio II (727), quien logró el reconocimiento de parte del rey de los
lombardos, Liutprando, de su dominio sobre Roma. De este modo la ciudad finalizó
su tradicional relación política y jurídica con el Imperio del cual fue la base
fundacional en la Antigüedad, e inició un nuevo camino como base territorial,
humana, política y religiosa del Papado y de la Iglesia Católica.
[xxvii]
El Papado de Gregorio Magno se desarrolla del 590 al 604. Pone especial
esmero en la intensificación del culto y reforma de la liturgia, de ahí el famoso “canto gregoriano”. Fue un
verdadero gobernador y director espiritual de la Iglesia dedicando un cuidado
especial al clero y al pueblo romano.
[xxviii] Los Papas intervendrán en lo sucesivo como príncipes
políticos independientes, a la cabeza de Roma y su población, no sin
resistencia de poderes extranjeros, príncipes, reyes y emperadores germánicos,
invasiones árabes, normandas y de los poderes locales, pretensiones de las
facciones nobiliarias de Roma.
[xxix]De esta forma, Roma se convirtió, nuevamente, en capital política; esta
vez, de los Estados Pontificios, los
que se fueron acrecentando con el tiempo mediante sucesivas donaciones y
conquistas, y que se mantuvieron como tales hasta el año 1870, en que el Reino de Italia ocupó por la fuerza Roma, declarándola capital de la Italia unida. Los
papas se convirtieron definitivamente en príncipes temporales con el derecho a
cobrar impuestos, sostener ejércitos y dictar leyes en sus territorios.
[xxx] El día de Navidad del año 800 Carlomagno
asistía a la fiesta en la Iglesia de San Pedro. Se había arrodillado para orar en
la tumba de San Pedro, cuando se
alzó, el papa le puso en la cabeza una corona y todo el pueblo gritó: “A Carlo Augusto, coronado grande y pacífico
Emperador de los Romanos, vida y victoria.” Luego el Papa se prosternó ante
él, según la antigua costumbre y le llamo “Emperador
y Augusto.”
[xxxi]En 1143 el pueblo romano, cansado del autoritarismo papal, protagonizará una rebelión acaudillada por Arnaud de Brescia. Se restaura la institución del Senado y se proclama
una nueva República Romana. La nueva Comuna exigió al Papa Lucio II que
renunciara a la autoridad temporal, a lo que por supuesto éste se negó. Lucio
asaltó con sus tropas la ciudad, pero fue muerto de una pedrada. La existencia
de la República fue precaria debido a
la hostilidad de los nobles, del Papado y del propio Imperio. El Papa Adriano IV solicita el
auxilio de Federico Barbarroja. Las tropas imperiales entran en Roma y derriban
la República.
[xxxii] El Papa Bonifacio VIII reclamó y
prohibió que se hiciera esto con los eclesiásticos. Después tuvo lugar una
disputa a propósito del obispo de Pamiers al que mandó prender por hablar mal
del rey. Bonifacio ordenó al rey que dejase libre al obispo y le envió una
bula. Este conflicto le llevó al rey de Francia a una gran controversia con el
papa.
[xxxiii] Su población apenas alcanzaba los
17.000 habitantes a mediados del siglo XIV, el punto demográfico más bajo de su
historia medieval. Se debe recordar que, a mediados del siglo, se dejó caer
sobre Europa la peste
negra,
la cual se llevó a un tercio de su población. Roma no pudo ser la excepción: en
1348 se abatió la peste sobre la ciudad, llevándose otro tanto de su población
urbana.
[xxxiv] La revelación de Pedro de Argón
fue: “¿Cómo puedes llamarte Urbano que quiere decir romano y dejar que la
Basílica y el Palacio de Letrán amenacen
ruina y en las Basílicas de San Pedro y San Pablo se amontonen los escombros?”.
[xxxv] Las tres etapas tienen su
fundamento. Los mártires de Roma están recogidas en las Actas de los mártires,
(Ed. Daniel Ruiz Bueno, La BAC). La caída del imperio la describe San Agustín
en su prodigiosa obra La Ciudad de Dios (Obras Completas de San Agustín L. XVI
y XVII, la BAC) y la etapa del resurgimiento con San Francisco tiene como base
los escritos de la vida del santo narradas por Celano y San Buenaventura
(recogidos en los Escritos de San Francisco de la BAC)
[xxxviii]
El
incendio de Roma y los mártires de Vaticano quedó registrado en una página
donde una pluma pagana y nada
menos que la del historiador romano más importante, deja constancia del hecho más grande de la historia universal: el cristianismo y la muerte violenta de su
fundador, Cristo., Tácito, Annales, XV, 38-44
[xliv] San Agustín dedica su obra a Flavio
Marcelino, tribuno de África intervino en las controversias entre
donatistas y católicos que tuvieron
lugar en Cartago en el 411. El era animador de un grupo de intelectuales que
discutían temas religiosos que afectaban al cristianismo.
[l]
San Agustín todavía deja ver cierto aire de su formación gnóstica
anterior en su constante oposición entre el bien y el mal lo divino y lo
terreno, la paz temporal y la paz
eterna. Debemos pues situarnos en el contexto de su obra, de controversia
contra los propios donatistas.
[li]
San Agustín adopta el principio de asimilación y apropiación de las
verdades eternas que estaban esparcidas en el mundo antiguo
[lxviii]
Esta escena quedó perpetuada en un icono del P. Casentini donde aparece
la celebración que tuvo lugar en la gruta de Greccio, santuario del pesebre. En
el icono se ve a Francisco al pie del pesebre vestido de diácono y tomando d
rodillas al Niño en sus manos, mientras se celebraba la Santa Misa en la
capilla del pesebre en la gruta a la entrada del Convento.
[lxix]José Luis Rivero Ceballos, La
segunda crisis de S. XXI. Sociólogo
y demógrafo. Profesor investigador de la Facultad de Ciencias Políticas y
Sociales de la Universidad Autónoma del Estado de México. Miembro del Grupo de
trabajo de CLACSO: “Estudios sobre Estados Unidos”. Miembro del Sistema
Nacional de Investigadores, SNI, nivel 2. Miembro regular de la Academia
Mexicana de Ciencias.
[lxxvii] Nuestro concepto de Civilización Occidental Capitalista es cercano a la manera
en la cual Braudel (1992) y Wallerstein (1996) entienden el capitalismo como
una economia-mundo que corresponde a una forma historica de civilización.
[lxxviii] Aquí observamos de nuevo que el análisis de Arrighi de las causas del
descenso significativo de actividad del capital productivo se formula en
términos de sobre-acumulación de capital.
[lxxxi] Para acortar la expresion del concepto
de “patron de poder moderno/colonial”, con frecuencia simplemente nos referimos
al “patron de poder”
[lxxxiii] Es interesante observar que despues de que muchos remplazaron la
categoria imperialismo con globalizacion, a partir del 2001 con las
intervenciones militares en Afghanistan y luego en Iraq se revivio el analisis
del poder imperial y emergio una literatura sobre el “nuevo imperialismo
estadounidense” tanto critica como apologetica. Entre los textos mas notables
estan, Ferguson (2004), Harvey (2005), y Mann (2003).
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