lunes, 30 de mayo de 2022

Un cielo nuevo y una tierra nueva

 

UN CIELO NUEVO Y UNA TIERRA NUEVA


“Tuve la visión del Cielo Nuevo y de la Nueva Tierra…y vi la Ciudad Santa la Nueva Jerusalén que bajaba del cielo del lado de Dios y tenía la gloria de Dios, embellecida como una novia engalanada en espera de su prometido. Oí una voz que clamaba desde el trono celeste: esta es la morada de Dios entre los hombres, él fijará desde ahora su morada en medio de ellos y ellos serán su pueblo y él mismo será Dios con ellos. Enjugará toda lágrima de sus ojos y ya no existirá ni muerte, ni duelo, ni gemidos, ni penas porque todo lo anterior ha pasado” (Ap 21, 1-4)

 

INTRODUCCIÓN

Estamos finalizando el mes de mayo y el tiempo Pascual. Este último domingo, Domingo VII de Pascua, celebramos la Asunción y el próximo domingo nos preparamos para la celebración de Pentecostés, el nacimiento de la Iglesia. Somos el nuevo pueblo de la Pascua, renacidos en Cristo a una vida nueva. Creemos que este tiempo es una oportunidad para reflexionar en este nuevo nacimiento a un cielo nuevo y una tierra nueva.

Aunque en el mundo que vemos resalta el odio, la violencia, la guerra ...vivimos en tiempos de gestación de un Mundo Nuevo (Rm 8, 22ss). Antes de morir Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando una mujer va a dar a luz, se aflige porque le llega la hora del dolor. Pero cuando nace la criatura, no se acuerda del dolor por la alegría de ver que un hijo llegó al mundo” (Jn 16,21). Lo que sufrimos en la vida presente no se puede comparar con la gloria que se nos manifestará. “Toda la creación espera ansiosamente que los hombres liberados de toda esclavitud, del odio, del mal y de la muerte puedan compartir la libertad y la gloria de los hijos de Dios” (Rm 8, 18-21)

Como dice una catequesis pascual de San Agustín: Somos el pueblo peregrino que camina hacia la luz de la morada celestial iluminados y guiados por la gracia de Cristo él nos conduce hasta la patria prometida somos el pueblo adquirido Por Dios para proclamar las hazañas de aquel que nos llamó a entrar en su luz maravillosa.

En la Pascua entonamos el Aleluya como expresión del cántico nuevo. Se nos dice: “cantad al Señor un cántico nuevo”. Se nos exhorta a cantar un cántico nuevo.

El hombre nuevo conoce el cántico nuevo, del  Testamento nuevo. Canta el cántico nuevo quien ha aprendido a amar  de un modo nuevo, el mandamiento nuevo del amor. El que vive la vida nueva sabe cantar el cántico nuevo[1].

Somos brotes de la Iglesia universal, semilla santa del Reino eterno, los regenerados y renacidos en Cristo por eso se nos invita a cantar un cántico nuevo. Procurad que vuestra vida no desentone lo que vuestra lengua canta. Cantad no solo con vuestra voz cantad con vuestro corazón. Cantad con vuestra conducta, con vuestro amor. “Cantad al señor un cántico nuevo”. Preguntáis ¿qué es lo que vais a cantar y a quien dirigís vuestro canto?.

Cantad a aquel a quien amáis porque sin duda queréis cantar en honor de aquel  quien nos amó primero. Preguntáis ¿qué alabanzas vais a cantar de él?. “Cantad al señor un cántico nuevo” Preguntáis ¿qué alabanzas debéis de cantar?. Que resuene en la asamblea de los fieles. La alabanza del canto nuevo reside en el mismo cantor, en el amor nuevo, el amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones. ¿Queréis rendir alabanzas a Dios? Sed vosotros mismos el canto que vais a cantar. Vosotros mismos seris su alabanza, si vivís santamente”.[2]

Cantad al Señor un cántico nuevo. El hombre nuevo conoce el cántico nuevo, que permanece al Testamento Nuevo. Cantar es expresión de alegría, cantar es expresión de amor. Quien ha aprendido a amar la vida nueva sabe cantar el cántico nuevo. El cántico nuevo nos hace pensar en la vida nueva. El hombre nuevo, el cántico nuevo, el Testamento nuevo.[3]




1 LA PRIMERA CREACION SUJETA A LA CORRUPCION

El primer relato de la primera creación nos sitúa en nuestra realidad original de inocencia originaria. Dios nos creo por amor y todo lo que hizo era bueno. El estado original era el de una convivencia amorosa de Dios con el hombre y del hombre con Dios. El hombre vivía en armonía con la mujer y con todos los seres creados. Para algo se produjo en el hombre ocasionando una ruptura radical en esa relación. El hombre es tentado por la mujer que a su vez es tentada por el Tentador. Podéis comer del árbol de la ciencia del bien y del mal y seréis como dioses. Dios dispuso un orden en la naturaleza y el hombre seducido por el poder quiso desobedecer y ponerse en el lugar de Dios. La creación fue sujeta a la corrupción por la desobediencia.

La ruptura radical produjo un cambio de percepción, se les abrieron los ojos de la concupiscencia invirtiendo el orden y el fin para el que fueron creados (entenebrecimiento, oscurecimiento, se cambia lo valioso por lo superfluo, lo eterno por lo pasajero) Al no reconocer el amor de Dios sobre todas las cosas, desmereciendo a su creador se idolatrizó su corazón. Pasaron del régimen de la filiación al de la esclavitud. Sintieros vergüenza y se escondieron, Tenían miedo y huían de la presencia de Dios

Por el pecado entro la muerte y la destrucción. La imagen del paraíso perdido se expresa con el destierro. Vivimos alienados exiliados dentro de una historia de pecado con un común denominador la desobediencia. No escuchamos a Dios, lo rehuimos y seguimos nuestros derroteros. El pecado nos hace vivir desterrados, fuera de nosotros nos quita la libertad y nos hace experimentar las cadenas del odio y la indiferencia viviendo encarcelados en nuestros egos.

 


1.1 EL DINAMISMO DEL PECADO: 3 MOMENTOS DEL PECADO EN LA HISTORIA DE SALVACION

El pecado no hay que verlo sólo de forma puntual sino más bien como un dinamismo progresivo de pecado dentro de toda una historia de pecado en medio de un contexto siempre de Alianza. La ruptura con Dios nos lleva a una ruptura con nosotros mismos y con los demás.

El pecado en los orígenes. (Gn 3, 1ss) Se trata del denominado pecado original. Es la prehistoria del pecado la astucia y el engaño del maligno que se va dejando de nuestra libertad hasta separarnos de Dios. Nos ponemos en su lugar decidiendo lo que está bien o mal.

El pecado fratricida (Gn 4, 1ss) El pecado entre miembros de la propia familia. De la vivencia de hermanos nos convertimos asesinos homicidas se puede matar físicamente y espiritualmente dónde está tu hermano dejamos de reconocerle como mi hermano es vivimos enajenados alienados alejados no queremos saber nada indiferencia enemistad odios racismos

El pecado global. (Gn 11, 1ss) Enfrentamientos de todos contra todos. Se da la confusión, el caos. Vivimos enfrentados los unos con los otros, no podemos entendernos, nos hacemos cómplices de esta maldad. La situación estructural que vivimos tiene que ver con todos nosotros.

 


1.2 LA PROMESA DE RESTAURACION DE UNA NUEVA CREACION

Ya en el tercer capítulo del génesis aparece el llamado protoevangelio: Dios se pronuncia contra la serpiente: Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre su linaje y el suyo; esta te pisará la cabeza mientras tú te abalanzarás sobre su talón. Se abre una puerta de esperanza. Dios no dejará que caiga en saco roto su plan original y proyecto primitivo. Dios dispondrá la manera de restaurar su condición para que alcance su fin y comparta la amistad y felicidad con Dios. Esta promesa se realizará en la plenitud de los tiempos por medio de la redención de Cristo. La descendencia de la Mujer será la nueva estirpe de los redimidos. María por su obediencia filial como la de Cristo hasta la muerte y muerte de Cruz se convierten en el nuevo semen de la Iglesia y del Reino de Dios.

María será por su fiat, por su actitud reverencial obediente mantenida durante toda su vida a ejemplo de su Hijo, se convertirá en la nueva Mujer, La nueva Eva, verdadera madre de todos los vivientes. María es la puerta por la que se da entrada al Salvador. Este era el designio oculto ya anunciado desde el paraíso. Cuando Jesús en el Calvario se dirige a María con las palabras: Mujer ahí tienes a tu hijo, en la persona de Juan entrega a su Madre a todos los discípulos, a todos los creyentes, herederos de la Nueva Alianza. Por eso la llama Mujer, Mujer por excelencia, mujer elegida singularmente para ser Madre del pueblo elegido. En el árbol de la Cruz es donde el hijo nos dio la nueva vida y nos engendró por su gracia a una nueva creación. Cristo asocia a la nueva Eva en la generación casta y misteriosa de los hijos del nuevo Testamento. (Obispo Bousset de Meaux, Sermón sobre la Virgen María, Oeuvres oratories, Desclée de Brouver I, 388-389)

Cristo el Nuevo Adan en su actitud revente de obediencia filial hasta la muerte y muerte en la cruz como queda expresado en el himno de los Filipenses rompió radicalmente con la tendencia pecaminosa del primer Adan “A pesar de su condición divina no quiso hacer de ello ostentación, se despojó de su poder tomando la condición de siervo hasta morir por obediencia en la cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo lo que existe y le otorgó el más excelso de los honores” (Filp 2 , 6-9)




2 LA NUEVA CREACION

La Biblia comienza con el libro del Génesis (los Orígenes) con el relato de la Creación. La Biblia termina con el libro del Apocalipsis con una visión de la Nueva Creación, un Cielo Nuevo y una Tierra Nueva. El orden de la creación nos abre a un orden nuevo por la Resurrección del Señor, una nueva vida. El Señor Resucitado es el principio de este nuevo orden, un nuevo Universo que esperamos manifieste su plenitud al final de los tiempos, con la Venida gloriosa del Señor.

Como la larva da paso al gusano y el gusano a la mariposa también nosotros gemimos con todo el universo esperando el día de la manifestación gloriosa de los hijos de Dios.

Hablamos del Antiguo Testamento (A.T.) y del Nuevo Testamento (N.T.). Existe en el Antiguo Testamen­to  un carácter tipológi­co y prefigurativo. Todo cuan­to ha sucedido con el pueblo de la antigua alianza se puede interpretar en clave cristológica desde el Nue­vo Testamento con el pueblo de la nueva alianza (Cf. Jn 3,14; Rm 5,14), ya que el único plan de sal­vación se anuncia y se prepara en la antigua alianza, y halla su plenitud y cumplimiento en la nueva y defi­nitiva alianza.

Hablemos ahora de la tipología de Cristo como Nuevo Adán y María como Nueva Eva´



2.1 Cristo Nuevo Adán

Pablo en su carta a los Romanos nos habla de la tipología de Adán y Cristo. Nos presenta a Cristo como el Nuevo Adán.

“Por un hombre, Adán, entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y luego la muerte se propagó a toda la humanidad ya que todos pecaron. De ahí que la muerte reinó desde Adán hasta Cristo, el Nuevo Adán. Después del primer Adán vino un Nuevo Adán, Cristo Jesús. Cristo fue crucificado por nuestros pecados para poner fin al hombre viejo esclavizado por el pecado. El que ha resucitado con Cristo está llamado a vivir en Cristo. Si hemos muerto con Cristo creemos también que viviremos con él. Así ustedes considérense como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús” (Rm 5, 12 ss)

Al primer Adán contrapone el Nuevo Adán. A la visión del destino humano que nos ofrecía el libro del Génesis, Pablo contrapone otra imagen, la de Cristo Crucificado por nuestros pecados y resucitado para nuestra salvación. A la escena del pecado junto al árbol perdido, pablo contrapone otra escena, la redención cumplida en el árbol de la Cruz. Así como por una mujer Eva, madre de los vivientes, entró el pecado también otra mujer estará al lado de Cristo en la Cruz para convertirse en Madre de los salvados. El proyecto de Dios sobre la Mujer falló en la primera Eva. Pero en María, la Nueva Eva, sería restaurada la nueva humanidad. “Bendita tú entre todas las mujeres”.

Lo mismo que por Adán entró la muerte en el mundo de la misma forma por Cristo la salvación fue restablecida en el mundo. El primer hombre hecho de la tierra, era terreno, el segundo hombre es del cielo. Nosotros que éramos imagen del hombre terreno, del hombre viejo,  seremos también imagen del hombre nuevo perdonado redimido y restaurada En Cristo alcanzaremos la salvación del hombre renovado porque Cristo es el autor de la resurrección y la vida.

Cristo se convierte en un nuevo Adán con el cual el ser humano comienza nuevamente. Él que, desde el fundamento, es nuestro punto de referencia, el Hijo, restablece correctamente de nuevo las relaciones. Sus brazos extendidos son la referencia abierta, que continúa estando abierta para nosotros. La cruz, el lugar de su obediencia, se convierte en el verdadero árbol de la vida. Cristo se convierte en la imagen opuesta de la serpiente como dice Juan en su evangelio (Jn 3, 14).

 

Del árbol de la Cruz viene, no la palabra de la tentación, sino la palabra del amor salvador, la palabra de la obediencia, en la cual Dios se hizo obediente para ofrecernos su obediencia como espacio de libertad. La Cruz es el árbol de la vida nueva. Con la Pasión, Cristo hizo obedecer el sonido, por decir así, inflamado de la espada, atravesó el fuego y levantó la cruz como el verdadero eje del universo sobre el cual éste de nuevo quedó recto. Por eso, la Eucaristía, como presencia de la cruz, es el verdadero árbol de la vida que está siempre en nuestro centro y nos invita a recibir el fruto de la verdadera vida.

 

Esto significa que la Eucaristía nunca podrá ser una simple purificación comunitaria. Recibirla, comer del árbol de la vida significa, por eso, recibir al Señor Crucificado, esto es, aceptar su forma de vida, su obediencia, su Sí, en la medida de nuestro ser criatura. Significa aceptar el amor de Dios que es nuestra verdad, aquella dependencia de Dios que no significa para nosotros una determinación rara, como tampoco para el hijo, es la filiación una resolución rara. Precisamente esta dependencia es libertad porque es Verdad y Amor.[4]



 

María, la Nueva Eva

La muerte llegó hasta Eva la madre de todos los vivientes Eva era la viña pero la muerte abrió una brecha en su cerco valiéndose de las mismas manos de Eva lleva gusto el fruto de la muerte por lo cual la que era madre de todos los vivientes se convirtió en fuente de muerte para todos ellos pero luego apareció María la nueva viña, la nueva estirpe que reemplaza a la antigua. En ella habitó Cristo la nueva vida. La muerte según su costumbre fue en busca de su alimento y no advirtió que en el fruto mortal estaba escondida la vida destructora de la muerte por ello mordió sin temor el fruto pero entonces le pegaba la vida y a muchos juntamente con ella el árbol en que había sido injertado un esqueje de muerte amarga sin injerto luego en otro árbol de vida, la Cruz. Por eso confesamos que Cristo es el Señor de toda la creación.[5]

Cristo está prefigu­rado en todo el A.T., y con Cristo encarnado está unida de manera es­pecialísima la Virgen María. Ella en el designio divino, forma parte del plan de salvación realizado por su Hijo, y por tanto, también está prefi­gurada en la antigua alianza.

Ahora bien, esta tipo­logía[6], la podemos aplicar de manera pre­cisa en Eva (A.T.) y María (N.T.). Eva habiendo concebido la pala­bra de la serpiente, dio a luz la desobediencia y la muerte; la Vir­gen María, en cambio, habiendo concebido en su seno virginal a la Palabra hecha carne (Cf. Jn 1,14), no solamente por su obediencia nos devuelve la gracia de la comunión con Dios, rota por Eva, sino que nos ofrece el más grande don de amor que Dios da la humanidad, Jesucris­to nuestro Salvador.

Eva por su desobediencia atrajo la muerte sobre ella misma y sobre todo el género humano; en cambio María, desposada pero virgen, al obedecer, obtuvo como Hijo al que da la vida eterna a todo el género hu­mano. Eva, la primera mujer creada para que fuese ayuda y compa­ñía de Adán, falló al dejarse tentar por la serpiente “ayu­dando” a Adán en su caída. Pero la nueva Eva, María, con su fe y obediencia ha “ayudado” al nuevo Adán, aceptando ser su madre y permitien­do, de este modo, que Dios llevara a cabo la obra de la Redención.

En otras palabras, podemos decir que lo que Eva ató por su incredulidad y desobediencia, Ma­ría Virgen lo desató por su fe y obediencia. Lo que habíamos perdido por la des­obediencia de Eva lo hemos recibido abundantemente con la obediencia de María.

Otro aspecto que pode­mos encontrar en el A.T. y leído a la luz de la fi­gura de la Virgen Ma­ría es lo que algunos teólogos han llamado el “Protoevangelio”: “El Señor dijo a la Serpien­te…Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. Él te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón” (Gn 3, 14a-15).

San Juan Pablo II nos ha indicado en una de sus audiencias generales que este texto del libro del Génesis ha sido denominado desde el si­glo XVI, por la tradición cristiana, como el “Protoevangelio”, ya que es la primera buena nueva, es decir, la primera buena noticia anunciada desde antiguo, y en este caso, el anuncio es hecho directamente por Dios, con un contenido profético y sentencioso, pero con la esperanza victoriosa del linaje del bien sobre el linaje del mal. Además, deja entrever la volun­tad salvífica de Dios ya desde los orígenes de la humanidad. Frente al pecado, según la narra­ción del autor sagrado, la primera reacción de Dios no consistió en cas­tigar a los culpables, sino en abrirles una perspectiva de salvación y compro­meterlos activamente en la obra redentora, mostrando su gran amor y misericordia hacia quienes lo habían ofendido.

O también lo podemos comprender desde el Ca­tecismo de la Iglesia Cató­lica cuando afirma que: Este pasaje del Génesis ha sido llamado “Pro­toevangelio”, por ser el primer anuncio del Me­sías redentor, anuncio de un combate entre la serpiente y la Mujer, y de la victoria final de un descendiente de esta. La tradición cristiana ve en este pa­saje un anuncio del “nuevo Adán” (Cf. 1 Co 15, 21-22.45) que, por su “obediencia hasta la muerte en la Cruz” (Flp 2, 8) repara con sobrea­bundancia la desobediencia de Adán (Cf. Rm 5, 19-20).

Así mismo, numerosos Padres y doctores de la Iglesia ven en la mu­jer anunciada en el “Protoevange­lio” la madre de Cristo, María, como “nueva Eva”. Ella ha sido la que, de primera y de una manera única, se ha beneficiado de la victoria sobre el pecado alcanzada por Cristo: fue preservada de toda mancha de peca­do original y, durante toda su vida terrena, por una gracia especial de Dios, no cometió ninguna clase de pecado.

Es por ello, que, en la Virgen Ma­ría, no solamente contemplamos su Maternidad divina o su solicitud intercesora en las bodas de Caná (Cf. Jn 2,1-12), sino que a partir de estas dos realidades veterotes­tamentarias de María, que hemos comentado (Eva-María; María y el Protoevangelio), gozamos nue­vamente, por su sí obediente y generoso, de la amistad renovada con Dios y podremos un día ver en nosotros lo que en Ella está ya prefigurado, porque en María ya ha comenzado la glorificación del cuerpo de Cristo, que en nosotros tiene que completarse.[7]

 


2.2 La nueva vida en Cristo

Pablo en la carta a los cristianos de Colosas les exhorta a vivir la vida nueva en Cristo. “Ya que habéis resucitado con Cristo aspirad a los bienes de arriba. Porque habéis muerto al pecado y vuestra vida está ahora con Cristo escondida en Dios”. (Col 3,3)

Como dice San Agustín: “podemos hablar de dos vidas, una que se desenvuelve en la fe, la otra en la ansiada visión; una durante el tiempo de nuestra peregrinación, la otra en las moradas eternas; una en medio de la fatiga, la otra en el descanso eterno; una en el camino, la otra en el premio de la contemplación. La primera se desarrolla toda ella aquí, hasta el fin del mundo, que es cando terminará; la otra se inicia oscuramente en este mundo pero su perfección se aplaza hasta el fin de él, donde no tendrá fin”[8].



2.3 La nueva creación en Cristo

San Agustín nos habla de la nueva creación en Cristo:[9] me dirijo a vosotros niños recién nacidos En Cristo nueva prole de la Iglesia gracias del padre fecundidad de la madre de Toño Santos hombre renovada flor de nuestro honor y fruto de nuestro trabajo mi gozo y mi corona todos los que perseveran firmes en el señor me dirijo a vosotros con las palabras del apóstol vestidos del Señor Jesucristo y revestidos de la vida nueva que se usa comunicado por el bautismo. Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo al haber sidos revestidos de Cristo por el bautismo fuisteis sepultados con él en la muerte para que como Cristo fue resucitado de entre los muertos así también viváis vosotros en una vida nueva.


El misterio de la Anunciación

El Vaticano II en la constitución Lumen gentium recuerda el contraste entre el modo de actuar de Eva y el de María, que san Ireneo ilustra así: "De la misma manera que aquella -es decir, Eva- había sido seducida por el discurso de un ángel, hasta el punto de alejarse de Dios a su palabra, así ésta -es decir, María- recibió la buena nueva por el discurso de un ángel, para llevar en su seno a Dios, obedeciendo a su palabra; y como aquella había sido seducida para desobedecer a Dios, ésta se dejó convencer a obedecer a Dios; por ello, la Virgen María se convirtió en abogada de la virgen Eva. Y de la misma forma que el género humano había quedado sujeto a la muerte a causa de una virgen, fue librado de ella por una Virgen; así la desobediencia de una virgen fue contrarrestada por la obediencia de una Virgen..." [10].


Al pronunciar su "sí" total al proyecto divino, María es plenamente libre ante Dios. Al mismo tiempo, se siente personalmente responsable ante la humanidad, cuyo futuro está vinculado a su respuesta. Dios pone el destino de todos en las manos de una joven. El "sí" de María es la premisa para que se realice el designio que Dios, en su amor, trazó para la salvación del mundo.

El Catecismo de la Iglesia católica resume de modo sintético y eficaz el valor decisivo para toda la humanidad del consentimiento libre de María al plan divino de la salvación: "La Virgen María colaboró por su fe y obediencia libres a la salvación de los hombres. Ella pronunció su "fiat" "loco totius humanae naturae" ("ocupando el lugar de toda la naturaleza humana"). Por su obediencia, ella se convirtió en la nueva Eva, madre de los vivientes[11].


Así pues, María, con su modo de actuar, nos recuerda la grave responsabilidad que cada uno tiene de acoger el plan divino sobre la propia vida. Obedeciendo sin reservas a la voluntad salvífica de Dios que se le manifestó a través de las palabras del ángel, se presenta como modelo para aquellos a quienes el Señor proclama bienaventurados, porque "oyen la palabra de Dios y la guardan" (Lc 11, 28). Jesús, respondiendo a la mujer que, en medio de la multitud, proclama bienaventurada a su madre, muestra la verdadera razón de ser de la bienaventuranza de María: su adhesión a la voluntad de Dios, que la llevó a aceptar la maternidad divina.

En la encíclica Redemptoris Mater se pone de relieve que la nueva maternidad espiritual, de la que habla Jesús, se refiere ante todo precisamente a ella. En efecto, "¿no es tal vez María la primera entre "aquellos que escuchan la palabra de Dios y la cumplen"? Y por consiguiente, ¿no se refiere sobre todo a ella aquella bendición pronunciada por Jesús en respuesta a las palabras de la mujer anónima?" (n. 20). Así, en cierto sentido, a María se la proclama la primera discípula de su Hijo (cf. ib.) y, con su ejemplo, invita a todos los creyentes a responder generosamente a la gracia del Señor.


El concilio Vaticano II destaca la entrega total de María a la persona y a la obra de Cristo: "Se entregó totalmente a sí misma, como esclava del Señor, a la persona y a la obra de su Hijo. Con él y en dependencia de él, se puso, por la gracia de Dios todopoderoso, al servicio del misterio de la redención"[12] .


Para María, la entrega a la persona y a la obra de Jesús significa la unión íntima con su Hijo, el compromiso materno de cuidar de su crecimiento humano y la cooperación en su obra de salvación.
María realiza este último aspecto de su entrega a Jesús en dependencia de él, es decir, en una condición de subordinación, que es fruto de la gracia. Pero se trata de una verdadera cooperación, porque se realiza con él e implica, a partir de la anunciación, una participación activa en la obra redentora. "Con razón, pues, -afirma el concilio Vaticano II- creen los santos Padres que Dios no utilizó a María como un instrumento puramente pasivo, sino que ella colaboró por su fe y obediencia libres a la salvación de los hombres. Ella, en efecto, como dice san Ireneo, "por su obediencia fue causa de la salvación propia y de la de todo el género humano" [13]

María, asociada a la victoria de Cristo sobre el pecado de nuestros primeros padres, aparece como la verdadera "madre de los vivientes" (ib.). Su maternidad, aceptada libremente por obediencia al designio divino, se convierte en fuente de vida para la humanidad entera.
[14]



 

3 El simbolismo de las catedrales

Las catedrales responden a toda una simbología, a toda una cosmovisión[15]. A través del orden de lo visible sus autores tratan de trasladarnos al orden de lo invisible. Como todo templo, como lugar sagrado, lleva a los hombres al encuentro con Dios. Es ante todo un lugar de oración, el lugar de la teofanía, de la presencia de Dios No son lugares muertos que archivan la memoria sino lugar de vivos de celebración. Por eso son lugares de culto y liturgia y a su vez de evangelización.

De este modo, la vida espiritual y celeste a la que se acedía a través del culto y la celebración litúrgica se dirigía a iluminar la vida ordinaria terrestre. Ambas se entrelazaban en singular armonía, tanto en el discurrir cotidiano de las necesidades vitales como en el suceder de las obligaciones cultuales. Todo el corpus catedralicio en torno al obispo representa a todo el Cuerpo de la Iglesia. Cuerpo que es a su vez comunión de la iglesia terrestre y peregrinante y la iglesia celeste triunfante. La catedral mayor es maestra en doctrina y ejemplo de las inferiores, que las ilumina con la luz que recibe de la Suprema Romana.

La catedral es el centro espiritual por excelencia y en cuya construcción participaba todo el pueblo de Dios. Encabezado por el obispo, que tenía en ella su sede, su cátedra, rodeado de su cabildo hasta la monarquía, la nobleza, la burguesía y todo el pueblo llano. Era pues la morada de Dios y la morada del pueblo símbolo de la ciudad terrena y de la Jerusalén del Cielo.

Sus arquitectos conocían los secretos de la alquimia y ciencias ocultas. Eran artesanos mistagogos (magister operum, doctor lathomorum y mirificus aedificator). Manejaban tanto los valores simbólicos y artísticos como profundamente religiosos. Los monjes eran a su vez arquitectos y sacerdotes. La reforma de las ordenes monásticas contribuyeron a ofrecer las claves y cimientos para una nueva expresión artística. El Cluny y el contribuyen a esta nueva cosmovisión. El Cister no crea un estilo nuevo. Provoca una reacción que hace volver los ojos a la sencillez del Evangelio. Tiende no tanto a suscitar la admiración de la belleza de las formas sino más bien el interés de provocar en el alma la nostalgia de lo eterno.

La catedral simboliza en sus piedras los anhelos transcendentes del hombre ante la vida inmediata. Con el arte sacro de la arquitectura de las catedrales se quería traspasar el ámbito de lo sublime para satisfacer el afán de trascendencia.

Desde siempre, el hombre ha recurrido a los símbolos para expresar lo inefable, todo aquello que le sobrepasa. El abad Suger, llamado padre del arte nuevo, en su abadía de Saint Denis decía. “En el centro de la catedral se alzan doce columnas, correspondientes al número de los apóstoles y otras tantas en las naves laterales para significar el número de los profetas. Ellas sustentan en alto el edificio, según las palabras del Apóstol Pablo: Ya no seréis ahora huéspedes y forasteros, sino conciudadanos de los santos y servidores de Dios; edificados sobre los cimientos de los apóstoles y los profetas, sobre el mismo Jesucristo como piedra angular. Sobre Él todo el edificio, ya sea espiritual, ya sea material, se eleva como templo santo en el Señor”[16] El templo así concebido representa la ciudad de Dios, la morada de Dios entre los hombres. La Nueva Jerusalén donde Dios transformará a los mortales en hombres nuevos.

En la entraña más honda de cada ser existe un impulso que pido a gritos la liberación para alcanzar el destino que puso el Creador sobre su existencia. Cuando llega la verdadera libertad, esa fuerza se transforma en belleza. El prodigio cósmico del arte es posible sobre todo porque el hombre está llamado desde la libertad a la belleza, desde la tierra a elevarse a los umbrales de la gloria. El hombre está llamado a buscarla escondida en los pliegues más recónditos de cada ser y a gustarla, una vez descubierta. De esta contemplación de lo bello y lo verdadero nace la comprensión más profunda de la historia humana. Desde la obra de arte, intentando sintonizar con su lenguaje simbólico, que requiere saber interpretarlo, podemos comprender una nueva cosmovisión o concepción del mundo.

Las creencias, el espíritu, que es quien guía e impulsa la actividad humana, quedan prendidos en la obra de arte. De este encuentro puede surgir el beneficio de la reflexión y el cambio de actitudes. El arte sacro se pone al servicio de la evangelización del desvelamiento del misterio.

La vida humana se desenvuelve entre las coordenadas de tiempo y de espacio. El arte, la pintura, la escultura, la música, la poesía son expresiones fugaces de la belleza. La arquitectura se relaciona y toma posesión del espacio. Al juntarse todas las artes en una catedral dan lugar a una coreografía, a una liturgia viva para que esta se convierta en un organismo vivo. La catedral es siempre bella pero solamente alcanza la cumbre de sus posibilidades estéticas y espirituales cuando en su interior se celebran los misterios divinos.





4 La Anunciación en el pórtico de entrada al templo

La catedral vieja se diseña y se empieza a construir de los pies a la cabeza. Es una pena la ocultación de la fachada original con las dos torres que la flanqueaban. Quedó enmascarada por construcciones posteriores. La primitiva puerta principal sería sustituida por una fachada mediocre en 1679. Al cruzar el umbral principal estaba la puerta del perdón en el templo primitivo. La entrada estaba flanqueada por dos Torres a la derecha la torre mocha hoy desaparecida y a la izquierda la torre de las campanas que con sus 15 m de altura establecía el ritmo del tiempo para señalar los gozos y duelos de cada día.

Traspasando la puerta nos encontramos con el pórtico original que nos depara un lenguaje simbólico y un espectáculo maravilloso. Transmitiéndonos una íntima sensación de serena armonía y reconfortante espiritualidad.

La catedral vieja está dedicada como la nueva a María. La puerta de entrada nos abre al misterio de la Anunciación con la escena del Ángel que anuncia a María que es la elegida para ser la Madre del Salvador. María es pues la puerta de entrada que nos introduce al misterio.





5. Dos juicios en la catedral Vieja




5.1 El Juicio final de la entrada

Casi escondidas a los pies del templo aparecen unas pinturas mozárabes en la capilla de San Martín debajo de la capilla de las campanas. en ellas se representa ya la coronación de la Virgen junto al sepulcro de don Alfonso. Aquí va quedar esclarecido todo el programa iconogáfico que la misma catedral plantea. El recorrido de María desde su Anunciación hasta su coronación, convirtiéndose en nuestro propio arquetipo.

En el testero del fondo en la hornacina central iría una imagen escultórica de la Virgen a la que rodeaba el conjunto pictórico. Este conjunto lo componen bellas figuras de ángeles músicos y, a los lados, en los laterales las elegantes figuras de los profetas y de San Joaquín y santa Ana. Todas las imágenes aparecen en relación a la Virgen. Este conjunto pictórico se atribuye al pintor Antón Sánchez de Segovia en el año 1262 (S. XIII)

En un recóndito rincón, en el muro contiguo de la capilla nos encontramos ante un hermoso fresco que representa el Juicio final. Esta representación de Juicio Final que encontramos en esta pequeña capilla de San Martín, llamada también del aceite, porque allí se encontraban las tinajas de barro donde se guardaba el aceite que servía para atizar las lámparas colgadas en las paredes de la catedral, constituye la representación mural más antigua que data del S. XIII.

En el centro, el Pantócrator, Cristo nimbado con la Cruz y sentado en un trono, sin respaldo y con un almohadón, viste túnica Rosa y manto blanco. Nueve Ángeles de cabellera rubia, capas blancas y alas rojas sostienen el solio del Supremo Juez. Encima de la Majestad se puede apreciar el elemento más bizantino, la “Etimasia”, trono vacío que simboliza la expectación rodeada por seis Ángeles. Fuera, dos grupos de Ángeles a cada lado y el sol y la luna.

Debajo del trono de Cristo aparecen dos procesiones de Santos encabezadas la de la derecha por nuestra Señora y la de la izquierda por San Juan el Bautista que avanzan hacia el centro llevando cada figura un letrero con su nombre sobre la cabeza. La Virgen tiene nimbo y corona. El resto de los Santos llevan cruces y símbolos de martirio en las manos debajo de Cristo y en el centro se encuentran los símbolos de la pasión y dos Ángeles que con trompetas llaman a juicio. En el tramo inferior, los hombres salen de los sepulcros y unos son conducidos felices por Ángeles y otros son empujados con lanzas de doble hierro a un abismo donde se encuentran con un dragón destilado cuello y alas.

El pórtico está bajo leonado por dos columnas y en las jambas de la entrada se encontraban dos bellas estatuas policromadas que representan a San Gabriel a la izquierda y a la Virgen María a la derecha pasado el pórtico se abre ante nosotros la tenue claridad de 3 naves con 14 columnas. 12 arrancan con sus toca los redondos y dos estaban adosadas a las paredes las columnas suben hasta ser coronadas por los capiteles de las que arrancan arcos de medio punto que son el sostén de las bóvedas la bóveda hace referencia al cielo el pavimento simboliza la tierra y los creyentes las columnas representan a los apóstoles las ventanas que dejan pasar la luz representan los doctores y maestros que acompañan que con su enseñanza y predicación ilustra la vida cristiana el recogido misticismo del templo tratado de entrarnos en el misterio de toda la historia de salvación.





5.2 El juicio final del retablo del altar mayor.

La cúpula central nos introduce en el centro del misterio. En las pechinas de la cúpula se disponen ángeles estilizados que tocan un cuerno a modo de trompeta. Entre las figuras escultóricas destaca la del arcángel San Miguel alanceando al dragón. Aparecen también las figuras de Adán y Eva comiendo de la fruta prohibida.

El ábside central queda presidido por otro Juicio final, esta representación es la culminación de la gran obra del retablo del altar mayor de Nicolás Florentino del 1443 (S. XVI). Los  53 iconos pintados al temple forman la colección completa de toda la historia de la salvación. El juicio final corona el grandioso fresco.

Las 53 tablas resaltadas con la reglamentación gótica recogen las escenas de la vida de Jesús.

En la primera fila la primera tabla representa el nacimiento de la Virgen, la segunda los desposorios de María, la tercera la Anunciación del Ángel a María, la cuarta tabla el encuentro de María con Isabel, la quinta tabla las dudas de José, la sexta tabla recoge el nacimiento, la séptima la presentación en el templo, la octava la adoración de los Reyes, en la novena María acompañada de otras mujeres va a presentar al Niño Jesús al templo, en la décima San José tira de una borriquilla para huir a Egipto.

En la cuarta fila la primera tabla representa María Magdalena ungiendo la cabeza del Señor, la siguiente la entrada de Jesús en Jerusalén, después la última cena, a continuación en lavatorio, después la oración de Jesús en el huerto, sigue el prendimiento y luego Jesús atado a la columna, después Jesús con la Cruz a cuestas hacia el Calvario, luego la Crucifixión y muerte, después como un grupo desciende a Jesús y es abrazado por su Madre y finalmente el grupo de personas que inician el entierro de Cristo en el sepulcro.

En la quinta fila en la primera tabla se representa el descendimiento a los infiernos, en la siguiente tabla cuando vienen el grupo de mujeres a ungir el cuerpo de Jesús, en la siguiente la Resurrección, después las tres mujeres que llegan al sepulcro con el Ángel al fondo, la siguiente el encuentro de Jesús resucitado con la Magdalena, la siguiente el encuentro de Jesús resucitado con los discípulos de Emaús, después Jesús resucitado ante las dudas de Santo Tomás, después la Ascensión a los cielos, luego el Pentecostés para terminar con la Asunción a los cielos y la Coronación de nuestra Señora.

El juicio final es la coronación de toda la historia de salvación. Cristo exaltado sobre todas las cosas se presenta como Juez y María Santísima en el lado derecho en actitud suplicante, mie San Juan Bautista también en actitud suplicante a la izquierda. Los Ángeles, con doble ceñidor, portan los símbolos de la pasión, la Cruz, la corona de espinas, los clavos, la lanza, el martillo las tenazas, la caña con la esponja, la columna y los azotes y convocan a juicio con dos largas trompetas. De los cuatro lados inferiores salen sendos carteles que recuerdan las palabras de Cristo Juez: “venid benditos de mi Padre y tomar en herencia el Reino que os he preparado

En el centro de la parte inferior los hombres están saliendo de sus sepulturas. Los que pasan a la derecha están vestidos con túnicas blancas, los que son encaminados hacia la izquierda van desnudos hacia la boca de un enorme dragón. Hacia sus entrañas son acarreados con garfios de hierro por horribles demonios. En el centro de esta gran pintura mural está el cuerpo desnudo de Cristo cubierto con sudario en vigorosa actitud. De él salen rayos de oro que parecen iluminar toda la escena. Este Cristo juez es un claro precedente del que pintara Miguel Ángel para la Capilla Sixtina.





6. Tres joyas en la catedral Nueva




6.1 Las figuras de Adán y Eva en la capilla dorada de todos los santos

La capilla se llama de Todos los Santos por la abundancia de Santos que aparecen en las repisas y doseletes y que se cuentan hasta 117. Las tallas debieron de ser labradas por Maestre Gil de Ronza. El interior presenta una prolija decoración, viene a ser como una pequeña Iglesia dentro de la Iglesia mayor. La capilla tiene su altar y retablo, sacristía, púlpito, coro y órgano, hasta una pila bautismal de agua bendita a la entrada. En ella empezó el culto mucho antes que en la catedral pues estaba terminada en 1525 mientras que la catedral no tiene culto hasta el 1560.

El retablo estaba presidido por un Calvario muestra escultura escultórica más importante de todo el recinto. Las paredes atiborradas de imágenes sobre repisas con sus doseletes tienen marcado acento plateresco. La  iconografía recoge desde Adán y Eva pasando por los Patriarcas, Profetas, Santos, Sibilas y Virtudes en tallas de madera y piedra. Las figuras de las Sibilas se representan con clara alusión a sus acciones proféticas desde el paganismo. Las Virtudes como modelo del comportamiento cristiano. Recoge toda la variedad de personajes hasta la representación terrorífica de la muerte con su inscripción (Memento mori) “recuerda que has de morir”, en el ángulo superior derecho.

La capilla tiene un aire muy clásico. Las figuras de Adán y Eva están mostrando sus cuerpos desnudos. Curiosamente, estos personajes se entremezclan con los de Hércules y Venus, pues el primero se apoya en una clava y la segunda en una columna. Tienen un parecido incuestionable con las figuras de Hércules y Venus de la coetánea fachada de la Universidad de Salamanca, aunque la plástica y la autoría sean muy diferentes. La clave del programa iconográfico de la capilla nos la puede dar el testamento del fundador.

En él, encomienda su alma «Dios todopoderosos criador del los cielos y de la tierra que crió Compró el remedió por su preciosísima sangre e a su gloriosíssima madre Sancta María siempre Virgen e a Señor Sant Miguel ángel e a los bienaventurados apóstoles Sant Pedro e Sant Pablo e a todos los Santos e Sanctas del corte triunfante selestial einvoco misericordia de Dios omnipotente el qual por su infinita bondad e clementia y misericordia de mi ánima suplícole que quiere llevar a su santa gloria con los ruego e pido por merced a la Virgen Sancta María su madre a quien siempre tuve e tengo por abogada e señora e a Señor Sant Miguel ángel que guíe e lleve a buen lugar e sean rogadores por ella».

 




6.2 La aparición de Jesús Resucitado a su madre en la capilla de la Madre de Dios

La capilla denominada la Madre de Dios se llamaba también capilla del Presidente porque fue su fundador don Francisco Fernández de Liébana Presidente de la Real Chancillería de Valladolid. Originariamente se llamaba la capilla de la Madre de Dios (Teothokos), la Nueva Eva. La advocación de la capilla aparece en el friso en una inscripción en latín que dice: “Ave sanctíssima María, Mater Dei: Regina coeli, porta paradipsi. Domina Mundi. Tu singularis pura es virgo. Tu concepta sinne pecato” cuyo significado era “Dios te salve, Santa María Madre de Dios, Reina del cielo, Puerta del Paraíso, Señora del mundo. Tú eres una excepcional Virgen Inmaculada, concebida sin pecado.”

Esta capilla de la Madre de Dios nos ayuda a penetrar en el misterio Pascual que nos abre al misterio de nuestra Redención y a la Nueva Creación en Cristo. Dos lienzos adornan el altar. El inferior representa a un grupo de personas que llevan amorosamente el cuerpo muerto de Cristo hacia el sepulcro. Este Santo Entierro de Cristo es obra de Gómez Moreno.



En la liturgia del Sábado Santo  precisamente se medita el descenso de Jesús a los infiernos. Una antigua homilía nos introduce en el descenso de Jesús al abismo con una enorme simbología. El descenso de Jesús a los infiernos es propio de la liturgia oriental. “Cristo como Nuevo Adán va a buscar a nuestro primer padre Adán, como si este fuera la oveja perdida. Cristo quiere visitar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte. Va a librar de sus prisiones a los primeros padres, Adán y Eva. Cristo desciende al abismo a rescatar al hombre caído y tomando de la mano a Adán lo levanta diciendo: Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos. Por ti he venido a la tierra y he bajado al abismo. Dormí en la cruz y la lanza atravesó mi costado. Tu que en el paraíso dormiste y de tu costado diste origen a Eva. Mi costado ha curado el dolor del tuyo. Mi sueño te saca del sueño del abismo. Mi lanza eliminó aquella espada que te amenazaba en el paraíso. Levántate, salgamos de aquí. El enemigo te sacó del paraíso; yo te coloco no ya en el paraíso, sino en el trono celeste.”[17]

El cuadro superior enmarcado en un arco de medio punto representa a Cristo resucitado apareciéndose a su Madre. Jesús Resucitado aparece acompañado de Adán y Eva. Podría decirse que este hermoso lienzo resume toda la historia de salvación a la luz de las dos tipologías del AT Adán y Eva y del NT, Cristo el Nuevo Adán y María, la Nueva Eva.

Usando la tipología, como dice San Juan Crisóstomo como del costado de Adán fue  formada Eva, del costado de Cristo, Nuevo Adán se formó la nueva Iglesia. Jesús en la Cruz nos dio el agua y la sangre salida de su costado, para edificar la Iglesia. Mirad de qué manera Cristo se ha unido a su esposa y considerad con qué alimento la nutre.[18] Como se narra en el simbolismo del Génesis “Entonces Yavé hizo caer en un profundo sueño al hombre y de una de sus costillas formó una mujer, carne de su misma carne" (Gn 2,21-22); así en paralelismo a este simbolismo del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de toda la Iglesia" (SC 5). Del mismo modo que Eva fue formada del costado de Adán adormecido, así la Iglesia nació del corazón traspasado de Cristo muerto en la Cruz» (CIC 766).

 El Concilio recogió aquí uno de los temas al que se refieren frecuentemente los Padres. La Iglesia se debe totalmente a la entrega que Cristo hizo de sí mismo en la cruz. Aquí está su fuente, de la que ella vive y por la que se renueva. De esta fuente manan los sacramentos de la Iglesia; esta fuente se halla presente en la Eucaristía, por la cual ésta se denomina también «fuente y cima de toda la vida cristiana» (LG 11; CIC 1324).

 La Iglesia se debe a la cruz. ¿Qué significará esto para la naturaleza de la Iglesia, para su camino a través del tiempo, para nosotros como ministros de la Iglesia?

La cruz de Jesús es un acontecimiento histórico, no una «necesidad natural», un acontecimiento querido, causado, realizado por hombres, y que a la vez sucedió «conforme al plan que Dios tenía previsto y determinado» (Hech 2,23). 

Y, así, la cruz se halla en el punto de intersección entre la acción histórica humana y el plan salvífico de Dios. La cruz es uno de los más horribles instrumentos de tortura, concebidos por la perversa fantasía humana, y es saludada —a la vez— por nosotros como «única esperanza»: Ave Crux, spes unica. Los brazos de Jesús, extendidos y dislocados en la cruz, son un espectáculo horrible. Y, sin embargo, esos brazos tan extendidos son los que simbolizan y al mismo tiempo realizan lo que Jesús ha prometido: «Y yo una vez que haya sido elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12,32).

 




7. Los misterios de la Virgen en la gran cúpula del crucero

La gran cúpula es obra de Rodrigo Gil de Hontañon y su decoración profusa en detalles en el tambor de su anillo ochavado es obra de Joaquín de Churriguera hubo de ser restaurada después del terremoto por Juan de Sagarvinga. La gran cúpula nos eleva y nos transporta hasta la morada del cielo. la intensa luminosidad que invade el espacio interior.

La gran cúpula central que se eleva en el centro marca el hito ascensional de la catedral. Tiene como objeto elevar nuestra mirada a la contemplación de la Jerusalén celeste. La cúpula se eleva sobre cuatro pechinas que presentan en su interior sendos ángeles. Debajo de las pechinas sobresalen cuatro capiteles para sostener las estatuas de cuatro arcángeles. Las pechinas van rematadas por un anillo, adornado con molduras, del que arranca el cuerpo ochavado, donde se enmarcan ocho relieves sobre la vida de Nuestra Señora. Entre ellos destacan los de la Dormición, la Asunción y Coronación. En el centro de la bóveda una representación del Espíritu Santo que extiende sus rayos luminosos por todo el techo.

Con toda esta simbología se intenta referir el destino último de nuestra raza, la nueva creación inaugurada por la Resurrección de Cristo donde María nos precede como la primera mujer de esta nueva estirpe.






8. Conclusión

Vivimos tiempos convulsos en medio de trágicos acontecimientos (a parte de la guerra de Ucrania, lo último fue la masacre en Uvalde, Texas donde murieron 19 niños y 2 adultos) que nos hacen perder la esperanza en un cielo nuevo y una tierra nueva

El Papa Francisco al concluir este mes mariano, el 31 de mayo, quiere rezar un rosario por la paz del mundo. Como signo de cercanía a los más implicados invitó a una familia ucraniana y personas relacionadas con el mundo de la guerra, un grupo de capellanes militares con sus respectivos cuerpos a rezar las decenas del rosario. Varias categorías de personas que representan al Pueblo de Dios estarán presentes para apoyar la oración del Papa. Junto a miembros de la Curia, habrá chicos y chicas que han recibido la Primera Comunión y la Confirmación, familias de la Comunidad Ucraniana, representantes de la GAM, miembros del Cuerpo de Gendarmería del Vaticano y de la Guardia Suiza Pontificia y de las tres parroquias de Roma que llevan el nombre de la Virgen María  Reina de la Paz. El papa invita a toda la Iglesia a que nos unamos en oración.

El rezo del Rosario ante la imagen de María Regina Pacis en la Basílica de Santa María la Mayor en Roma. Ante esta imagen el Papa Benedicto XV pidió por el fin de la Primera Guerra Mundial en 1918.





Nuestra procesión de la Aurora

Este último sábado de mayo también nosotros acompañados por nuestro Obispo y Pastor  rezamos por las calles de Salamanca el Santo Rosario de la Aurora con el lema “Reina de la familia muestra a los pueblos la senda de la paz y la fraternidad”.

Hacía tres años que por la pandemia no se celebraba y fue muy emotivo el poder peregrinar juntos como pueblo, como Iglesia peregrina hacia la Casa de Dios. La imagen de Nuestra Señora de Fátima, Señora del Rosario fue llevada en andas por personas que se fueron turnando. El rezo de los misterios de gozo fueron meditados por diversos grupos que lo organizaron, la Hermandad del Rosario, la Hermandad de la Vera Cruz, la Legión de María, los misioneros identes, las carmelitas y otros fieles. El rosario comenzó en la Plaza de España donde se hizo la concentración a las seis de la mañana y trascurrió por la Gran Vía hasta terminar en el Convento de San Esteban de los Padres Dominicos OP. La misa final la presidio nuestro padre obispo de Salamanca, Monseñor Jose Luis.

Fue la viva imagen de la Iglesia peregrina en esta tierra caminando hacia la Jerusalén celeste. Acompañados de la Madre llevada en andas por los fieles nuestra oración se dirigía a todo el mundo pidiendo en especial por Ucrania y todos los países en conflicto para que reine la paz y la fraternidad. Caminábamos de noche hacia el alborear de la mañana que amanecía según llegábamos al templo de Dios. Allí despertamos al clarear de la Aurora que nos habla del Resucitado.

El padre obispo en su homilía el rosario de la aurora lo tachaba de milagro. En nuestros días se hace extraño ver por las calles la gente rezando el rosario. Animaba al pueblo de Salamanca a no perder las raíces de fe para poder iluminar las tinieblas que vive nuestro mundo. Aunque no llevábamos velas al menos hemos de caminar con la fe prendida en nuestros corazones. Nuestro mundo le da la espalda a Dios y permanece n tinieblas. Hace falta llevar la luz de la fe a los rincones más oscuros, corazones más fríos e indiferentes para que puedan encontrarse con el Señor. Parecíamos extraños peregrinos ante la mirada perpleja de tantos jóvenes que a esa hora salen de las discotecas donde pasaron la noche del finde.

La mayoría era gente mayor, alguna en silla de ruedas, algunas parejas y un grupo de jóvenes. Se echó en falta a los niños. Yo recordé cuando de pequeño iba con mi madre y mi abuela. Era costumbre arraigada en nuestro pueblo, en nuestras familias. Hoy las familias viven desarraigadas por el neopaganismo reinante. Madonina Regina de la Paze, prega per noi.

 








[1] San Agustín, Sermón 34, 1-3, 5-6: CCL 41, 421-426

[2] Idem San Agustín

[3] San Agustín Sermón 34

[4] Joseph Ratzinger, Conferencias cuaresmales, 1981, Gaudium Press

[5] San Efren, Sermón 3-4, 9: Opera 1, 152-158 Ed Lamy

[6] Como la llama Hugo Rahner, María y la Iglesia. Ediciones Cristiandad, Madrid 2002

[7] Prefacio IV de Adviento, María la Nueva Eva, comentario de Wilson David Alba García, Universidad Gregoriana de Roma

[8] San Agustín, Tratado 124, sobre el evangelio de Juan, CCL 36, 685-687

[9] San Agustín, Sermón 8, semana de Pascua

[10] San Irineo, Adv. Haer., 5, 19, 1

[11] Catecismo, CIC n. 511

[12] Lumen gentium, 56

[13] San Irineo, Adv. Haer., 3, 22, 4, ib.

[14] Fuente: Ministerio Unción de Costa Rica

[15] De la reforma de Cluny surgirían las claves y rasgos característicos del románico

[16] Citado por Sureda en la Edad Media. Románico, gótico, Vol IV p. 238

[17] Del Oficio del Sábado Santo, PG 43, 439. 451, 462-463

[18] San Juan Crisóstomo, Catequesis 3, 13-19: SCh 50, 174-177