UN CIELO NUEVO Y UNA TIERRA NUEVA
“Tuve la visión del Cielo Nuevo y de la Nueva Tierra…y vi la Ciudad Santa la Nueva Jerusalén que bajaba del cielo del lado de Dios y tenía la gloria de Dios, embellecida como una novia engalanada en espera de su prometido. Oí una voz que clamaba desde el trono celeste: esta es la morada de Dios entre los hombres, él fijará desde ahora su morada en medio de ellos y ellos serán su pueblo y él mismo será Dios con ellos. Enjugará toda lágrima de sus ojos y ya no existirá ni muerte, ni duelo, ni gemidos, ni penas porque todo lo anterior ha pasado” (Ap 21, 1-4)
INTRODUCCIÓN
Estamos finalizando el mes de mayo y el tiempo Pascual. Este
último domingo, Domingo VII de Pascua, celebramos la Asunción y el próximo
domingo nos preparamos para la celebración de Pentecostés, el nacimiento de la
Iglesia. Somos el nuevo pueblo de la Pascua, renacidos en Cristo a una vida
nueva. Creemos que este tiempo es una oportunidad para reflexionar en este nuevo
nacimiento a un cielo nuevo y una tierra nueva.
Aunque en el mundo que vemos resalta el odio, la violencia,
la guerra ...vivimos en tiempos de gestación de un Mundo Nuevo (Rm 8, 22ss). Antes
de morir Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando una mujer va a dar a luz, se
aflige porque le llega la hora del dolor. Pero cuando nace la criatura, no se
acuerda del dolor por la alegría de ver que un hijo llegó al mundo” (Jn
16,21). Lo que sufrimos en la vida presente no se puede comparar con la gloria
que se nos manifestará. “Toda la creación espera ansiosamente que los
hombres liberados de toda esclavitud, del odio, del mal y de la muerte puedan
compartir la libertad y la gloria de los hijos de Dios” (Rm 8, 18-21)
Como dice una catequesis pascual de San Agustín: Somos el pueblo peregrino que camina hacia la luz de la
morada celestial iluminados y guiados por la gracia de Cristo él nos conduce
hasta la patria prometida somos el pueblo adquirido Por Dios para proclamar las
hazañas de aquel que nos llamó a entrar en su luz maravillosa.
En la Pascua entonamos el Aleluya como expresión del cántico
nuevo. Se nos dice: “cantad al Señor un cántico nuevo”. Se nos
exhorta a cantar un cántico nuevo.
El hombre nuevo conoce el cántico nuevo, del Testamento nuevo. Canta el cántico nuevo quien ha aprendido a amar de un modo nuevo, el mandamiento nuevo del amor. El que vive la vida nueva sabe cantar el cántico nuevo[1].
Somos brotes de la Iglesia universal, semilla santa del
Reino eterno, los regenerados y renacidos en Cristo por eso se nos invita a
cantar un cántico nuevo. Procurad que vuestra vida no desentone lo que vuestra
lengua canta. Cantad no solo con vuestra voz cantad con vuestro corazón. Cantad
con vuestra conducta, con vuestro amor. “Cantad al señor un cántico nuevo”.
Preguntáis ¿qué es lo que vais a cantar y a quien dirigís vuestro canto?.
Cantad a aquel a quien amáis porque sin duda queréis cantar
en honor de aquel quien nos amó primero.
Preguntáis ¿qué alabanzas vais a cantar de él?. “Cantad al señor un cántico
nuevo” Preguntáis ¿qué alabanzas debéis de cantar?. Que resuene en la
asamblea de los fieles. La alabanza del canto nuevo reside en el mismo cantor,
en el amor nuevo, el amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones.
¿Queréis rendir alabanzas a Dios? Sed vosotros mismos el canto que vais a
cantar. Vosotros mismos seris su alabanza, si vivís santamente”.[2]
Cantad al Señor un cántico nuevo. El hombre nuevo
conoce el cántico nuevo, que permanece al Testamento Nuevo. Cantar es expresión
de alegría, cantar es expresión de amor. Quien ha aprendido a amar la vida
nueva sabe cantar el cántico nuevo. El cántico nuevo nos hace pensar en la vida
nueva. El hombre nuevo, el cántico nuevo, el Testamento nuevo.[3]
1 LA PRIMERA CREACION SUJETA A LA CORRUPCION
El primer relato de la primera creación nos sitúa en nuestra
realidad original de inocencia originaria. Dios nos creo por amor y todo lo que
hizo era bueno. El estado original era el de una convivencia amorosa de Dios
con el hombre y del hombre con Dios. El hombre vivía en armonía con la mujer y
con todos los seres creados. Para algo se produjo en el hombre ocasionando una
ruptura radical en esa relación. El hombre es tentado por la mujer que a su vez
es tentada por el Tentador. Podéis comer del árbol de la ciencia del bien y del
mal y seréis como dioses. Dios dispuso un orden en la naturaleza y el hombre
seducido por el poder quiso desobedecer y ponerse en el lugar de Dios. La
creación fue sujeta a la corrupción por la desobediencia.
La ruptura radical produjo un cambio de percepción, se les
abrieron los ojos de la concupiscencia invirtiendo el orden y el fin para el
que fueron creados (entenebrecimiento, oscurecimiento, se cambia lo valioso por
lo superfluo, lo eterno por lo pasajero) Al no reconocer el amor de Dios sobre
todas las cosas, desmereciendo a su creador se idolatrizó su corazón. Pasaron
del régimen de la filiación al de la esclavitud. Sintieros vergüenza y se
escondieron, Tenían miedo y huían de la presencia de Dios
Por el pecado entro la muerte y la destrucción. La imagen
del paraíso perdido se expresa con el destierro. Vivimos alienados exiliados
dentro de una historia de pecado con un común denominador la desobediencia. No
escuchamos a Dios, lo rehuimos y seguimos nuestros derroteros. El pecado nos
hace vivir desterrados, fuera de nosotros nos quita la libertad y nos hace
experimentar las cadenas del odio y la indiferencia viviendo encarcelados en
nuestros egos.
1.1 EL DINAMISMO DEL PECADO: 3 MOMENTOS DEL PECADO EN LA
HISTORIA DE SALVACION
El pecado no hay que verlo sólo de forma puntual sino más
bien como un dinamismo progresivo de pecado dentro de toda una historia de
pecado en medio de un contexto siempre de Alianza. La ruptura con Dios nos
lleva a una ruptura con nosotros mismos y con los demás.
El pecado en los orígenes. (Gn 3, 1ss) Se trata del
denominado pecado original. Es la prehistoria del pecado la astucia y el engaño
del maligno que se va dejando de nuestra libertad hasta separarnos de Dios. Nos
ponemos en su lugar decidiendo lo que está bien o mal.
El pecado fratricida (Gn 4, 1ss) El pecado entre
miembros de la propia familia. De la vivencia de hermanos nos convertimos
asesinos homicidas se puede matar físicamente y espiritualmente dónde está tu
hermano dejamos de reconocerle como mi hermano es vivimos enajenados alienados
alejados no queremos saber nada indiferencia enemistad odios racismos
El pecado global. (Gn 11, 1ss) Enfrentamientos de
todos contra todos. Se da la confusión, el caos. Vivimos enfrentados los unos
con los otros, no podemos entendernos, nos hacemos cómplices de esta maldad. La
situación estructural que vivimos tiene que ver con todos nosotros.
1.2 LA PROMESA DE RESTAURACION DE UNA NUEVA CREACION
Ya en el tercer capítulo del génesis aparece el llamado
protoevangelio: Dios se pronuncia contra la serpiente: Pondré enemistad entre
ti y la mujer, entre su linaje y el suyo; esta te pisará la cabeza mientras tú
te abalanzarás sobre su talón. Se abre una puerta de esperanza. Dios no dejará
que caiga en saco roto su plan original y proyecto primitivo. Dios dispondrá la
manera de restaurar su condición para que alcance su fin y comparta la amistad
y felicidad con Dios. Esta promesa se realizará en la plenitud de los tiempos
por medio de la redención de Cristo. La descendencia de la Mujer será la nueva
estirpe de los redimidos. María por su obediencia filial como la de Cristo
hasta la muerte y muerte de Cruz se convierten en el nuevo semen de la Iglesia
y del Reino de Dios.
María será por su fiat, por su actitud reverencial
obediente mantenida durante toda su vida a ejemplo de su Hijo, se convertirá en
la nueva Mujer, La nueva Eva, verdadera madre de todos los vivientes. María es
la puerta por la que se da entrada al Salvador. Este era el designio oculto ya
anunciado desde el paraíso. Cuando Jesús en el Calvario se dirige a María con
las palabras: Mujer ahí tienes a tu hijo, en la persona de Juan entrega a su
Madre a todos los discípulos, a todos los creyentes, herederos de la Nueva
Alianza. Por eso la llama Mujer, Mujer por excelencia, mujer elegida
singularmente para ser Madre del pueblo elegido. En el árbol de la Cruz es
donde el hijo nos dio la nueva vida y nos engendró por su gracia a una nueva
creación. Cristo asocia a la nueva Eva en la generación casta y misteriosa de
los hijos del nuevo Testamento. (Obispo Bousset de Meaux, Sermón sobre la
Virgen María, Oeuvres oratories, Desclée de Brouver I, 388-389)
Cristo el Nuevo Adan en su actitud revente de obediencia
filial hasta la muerte y muerte en la cruz como queda expresado en el himno de
los Filipenses rompió radicalmente con la tendencia pecaminosa del primer Adan “A
pesar de su condición divina no quiso hacer de ello ostentación, se despojó de
su poder tomando la condición de siervo hasta morir por obediencia en la cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo lo que existe y le otorgó el más excelso de
los honores” (Filp 2 , 6-9)
2 LA NUEVA CREACION
La Biblia comienza con el libro del Génesis (los
Orígenes) con el relato de la Creación. La Biblia termina con el libro del Apocalipsis
con una visión de la Nueva Creación, un Cielo Nuevo y una Tierra
Nueva. El orden de la creación nos abre a un orden nuevo por la
Resurrección del Señor, una nueva vida. El Señor Resucitado es el principio de
este nuevo orden, un nuevo Universo que esperamos manifieste su
plenitud al final de los tiempos, con la Venida gloriosa del Señor.
Como la larva da paso al gusano y el gusano a la mariposa
también nosotros gemimos con todo el universo esperando el día de la
manifestación gloriosa de los hijos de Dios.
Hablamos del Antiguo Testamento (A.T.) y del Nuevo
Testamento (N.T.). Existe en el Antiguo Testamento un carácter tipológico y prefigurativo.
Todo cuanto ha sucedido con el pueblo de la antigua alianza se puede
interpretar en clave cristológica desde el Nuevo Testamento con el
pueblo de la nueva alianza (Cf. Jn 3,14; Rm 5,14), ya que el único plan de
salvación se anuncia y se prepara en la antigua alianza, y halla su plenitud y
cumplimiento en la nueva y definitiva alianza.
Hablemos ahora de la tipología de Cristo como Nuevo Adán y María como Nueva Eva´
2.1 Cristo Nuevo Adán
Pablo en su carta a los Romanos nos habla de la tipología de
Adán y Cristo. Nos presenta a Cristo como el Nuevo Adán.
“Por un hombre, Adán, entró el pecado en el mundo y por el
pecado la muerte y luego la muerte se propagó a toda la humanidad ya que todos
pecaron. De ahí que la muerte reinó desde Adán hasta Cristo, el Nuevo Adán.
Después del primer Adán vino un Nuevo Adán, Cristo Jesús. Cristo fue
crucificado por nuestros pecados para poner fin al hombre viejo esclavizado por
el pecado. El que ha resucitado con Cristo está llamado a vivir en Cristo. Si
hemos muerto con Cristo creemos también que viviremos con él. Así ustedes
considérense como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús” (Rm 5,
12 ss)
Al primer Adán contrapone el Nuevo Adán. A la
visión del destino humano que nos ofrecía el libro del Génesis, Pablo
contrapone otra imagen, la de Cristo Crucificado por nuestros pecados y
resucitado para nuestra salvación. A la escena del pecado junto al árbol
perdido, pablo contrapone otra escena, la redención cumplida en el árbol de la
Cruz. Así como por una mujer Eva, madre de los vivientes, entró el
pecado también otra mujer estará al lado de Cristo en la Cruz para convertirse
en Madre de los salvados. El proyecto de Dios sobre la Mujer falló en la
primera Eva. Pero en María, la Nueva Eva, sería restaurada la
nueva humanidad. “Bendita tú entre todas las mujeres”.
Lo mismo que por Adán entró la muerte en el mundo de la
misma forma por Cristo la salvación fue restablecida en el mundo. El primer
hombre hecho de la tierra, era terreno, el segundo hombre es del
cielo. Nosotros que éramos imagen del hombre terreno, del hombre viejo, seremos también imagen del hombre nuevo
perdonado redimido y restaurada En Cristo alcanzaremos la salvación del hombre
renovado porque Cristo es el autor de la resurrección y la vida.
Cristo se convierte en un nuevo Adán con el cual el ser
humano comienza nuevamente. Él que, desde el fundamento, es nuestro punto de
referencia, el Hijo, restablece correctamente de nuevo las relaciones. Sus
brazos extendidos son la referencia abierta, que continúa estando abierta para
nosotros. La cruz, el lugar de su obediencia, se convierte en el verdadero
árbol de la vida. Cristo se convierte en la imagen opuesta de la serpiente como
dice Juan en su evangelio (Jn 3, 14).
Del árbol de la Cruz viene, no la palabra de la tentación,
sino la palabra del amor salvador, la palabra de la obediencia, en la cual Dios
se hizo obediente para ofrecernos su obediencia como espacio de libertad. La
Cruz es el árbol de la vida nueva. Con la Pasión, Cristo hizo obedecer el
sonido, por decir así, inflamado de la espada, atravesó el fuego y levantó la
cruz como el verdadero eje del universo sobre el cual éste de nuevo quedó
recto. Por eso, la Eucaristía, como presencia de la cruz, es el verdadero árbol
de la vida que está siempre en nuestro centro y nos invita a recibir el fruto
de la verdadera vida.
Esto significa que la Eucaristía nunca podrá ser una simple
purificación comunitaria. Recibirla, comer del árbol de la vida significa, por
eso, recibir al Señor Crucificado, esto es, aceptar su forma de vida, su obediencia,
su Sí, en la medida de nuestro ser criatura. Significa aceptar el amor de Dios
que es nuestra verdad, aquella dependencia de Dios que no significa para
nosotros una determinación rara, como tampoco para el hijo, es la filiación una
resolución rara. Precisamente esta dependencia es libertad porque es Verdad y
Amor.[4]
María, la Nueva Eva
La muerte llegó hasta Eva la madre de todos los vivientes
Eva era la viña pero la muerte abrió una brecha en su cerco valiéndose de las
mismas manos de Eva lleva gusto el fruto de la muerte por lo cual la que era
madre de todos los vivientes se convirtió en fuente de muerte para todos ellos
pero luego apareció María la nueva viña, la nueva estirpe que reemplaza a la antigua. En ella
habitó Cristo la nueva vida. La muerte según su costumbre fue en busca de su
alimento y no advirtió que en el fruto mortal estaba escondida la vida
destructora de la muerte por ello mordió sin temor el fruto pero entonces le
pegaba la vida y a muchos juntamente con ella el árbol en que había sido
injertado un esqueje de muerte amarga sin injerto luego en otro árbol de vida,
la Cruz. Por eso confesamos que Cristo es el Señor de toda la creación.[5]
Cristo está prefigurado
en todo el A.T., y con Cristo encarnado está unida de manera especialísima la
Virgen María. Ella en el designio divino, forma parte del plan de salvación
realizado por su Hijo, y por tanto, también está prefigurada en la antigua
alianza.
Ahora bien, esta tipología[6], la podemos aplicar de
manera precisa en Eva (A.T.) y María (N.T.). Eva habiendo
concebido la palabra de la serpiente, dio a luz la desobediencia y la muerte;
la Virgen María, en cambio, habiendo concebido en su seno virginal a la
Palabra hecha carne (Cf. Jn 1,14), no solamente por su
obediencia nos devuelve la gracia de la comunión con Dios, rota por Eva, sino
que nos ofrece el más grande don de amor que Dios da la humanidad, Jesucristo
nuestro Salvador.
Eva por su
desobediencia atrajo la muerte sobre ella misma y sobre todo el género humano;
en cambio María, desposada pero virgen, al obedecer, obtuvo como Hijo al que da
la vida eterna a todo el género humano. Eva, la primera mujer creada para que
fuese ayuda y compañía de Adán, falló al dejarse tentar por la serpiente “ayudando”
a Adán en su caída. Pero la nueva Eva, María, con su fe y obediencia ha
“ayudado” al nuevo Adán, aceptando ser su madre y permitiendo, de este modo,
que Dios llevara a cabo la obra de la Redención.
En otras palabras,
podemos decir que lo que Eva ató por su incredulidad y desobediencia, María
Virgen lo desató por su fe y obediencia. Lo que habíamos perdido por la desobediencia
de Eva lo hemos recibido abundantemente con la obediencia de María.
Otro aspecto que podemos
encontrar en el A.T. y leído a la luz de la figura de la Virgen María es lo
que algunos teólogos han llamado el “Protoevangelio”: “El Señor dijo a
la Serpiente…Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo.
Él te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón” (Gn 3, 14a-15).
San Juan Pablo II nos
ha indicado en una de sus audiencias generales que este texto del libro del
Génesis ha sido denominado desde el siglo XVI, por la tradición cristiana,
como el “Protoevangelio”, ya que es la primera buena nueva, es decir, la
primera buena noticia anunciada desde antiguo, y en este caso, el anuncio es
hecho directamente por Dios, con un contenido profético y sentencioso, pero con
la esperanza victoriosa del linaje del bien sobre el linaje del mal. Además,
deja entrever la voluntad salvífica de Dios ya desde los orígenes de la
humanidad. Frente al pecado, según la narración del autor sagrado, la primera
reacción de Dios no consistió en castigar a los culpables, sino en abrirles
una perspectiva de salvación y comprometerlos activamente en la obra redentora,
mostrando su gran amor y misericordia hacia quienes lo habían ofendido.
O también lo podemos
comprender desde el Catecismo de la Iglesia Católica cuando afirma que: Este
pasaje del Génesis ha sido llamado “Protoevangelio”, por ser el primer
anuncio del Mesías redentor, anuncio de un combate entre la serpiente y la
Mujer, y de la victoria final de un descendiente de esta. La tradición
cristiana ve en este pasaje un anuncio del “nuevo Adán” (Cf. 1 Co 15,
21-22.45) que, por su “obediencia hasta la muerte en la Cruz” (Flp 2, 8) repara
con sobreabundancia la desobediencia de Adán (Cf. Rm 5, 19-20).
Así mismo, numerosos
Padres y doctores de la Iglesia ven en la mujer anunciada en el “Protoevangelio”
la madre de Cristo, María, como “nueva Eva”. Ella ha sido la que, de primera y
de una manera única, se ha beneficiado de la victoria sobre el pecado alcanzada
por Cristo: fue preservada de toda mancha de pecado original y, durante toda
su vida terrena, por una gracia especial de Dios, no cometió ninguna clase de
pecado.
Es por ello, que, en
la Virgen María, no solamente contemplamos su Maternidad divina o su solicitud
intercesora en las bodas de Caná (Cf. Jn 2,1-12), sino que a partir de
estas dos realidades veterotestamentarias de María, que hemos comentado (Eva-María;
María y el Protoevangelio), gozamos nuevamente, por su sí obediente y
generoso, de la amistad renovada con Dios y podremos un día ver en nosotros lo
que en Ella está ya prefigurado, porque en María ya ha comenzado la
glorificación del cuerpo de Cristo, que en nosotros tiene que completarse.[7]
2.2 La nueva vida en Cristo
Pablo en la carta a los cristianos de Colosas les exhorta a
vivir la vida nueva en Cristo. “Ya que habéis resucitado con Cristo aspirad a
los bienes de arriba. Porque habéis muerto al pecado y vuestra vida está ahora
con Cristo escondida en Dios”. (Col 3,3)
Como dice San Agustín: “podemos hablar de dos vidas, una que
se desenvuelve en la fe, la otra en la ansiada visión; una durante el tiempo de
nuestra peregrinación, la otra en las moradas eternas; una en medio de la
fatiga, la otra en el descanso eterno; una en el camino, la otra en el premio
de la contemplación. La primera se desarrolla toda ella aquí, hasta el fin del
mundo, que es cando terminará; la otra se inicia oscuramente en este mundo pero
su perfección se aplaza hasta el fin de él, donde no tendrá fin”[8].
2.3 La nueva creación en Cristo
San Agustín nos habla de la nueva creación en Cristo:[9]
me dirijo a vosotros niños recién nacidos En Cristo nueva prole de la Iglesia
gracias del padre fecundidad de la madre de Toño Santos hombre renovada flor de
nuestro honor y fruto de nuestro trabajo mi gozo y mi corona todos los que
perseveran firmes en el señor me dirijo a vosotros con las palabras del apóstol
vestidos del Señor Jesucristo y revestidos de la vida nueva que se usa
comunicado por el bautismo. Los que os habéis incorporado a Cristo por el
bautismo al haber sidos revestidos de Cristo por el bautismo fuisteis sepultados con
él en la muerte para que como Cristo fue resucitado de entre los muertos así
también viváis vosotros en una vida nueva.
El misterio de la Anunciación
El Vaticano II en la constitución Lumen gentium recuerda
el contraste entre el modo de actuar de Eva y el de María, que san Ireneo
ilustra así: "De la misma manera que aquella -es decir, Eva- había
sido seducida por el discurso de un ángel, hasta el punto de alejarse de Dios a
su palabra, así ésta -es decir, María- recibió la buena nueva por el discurso
de un ángel, para llevar en su seno a Dios, obedeciendo a su palabra; y como
aquella había sido seducida para desobedecer a Dios, ésta se dejó convencer a
obedecer a Dios; por ello, la Virgen María se convirtió en abogada de la virgen
Eva. Y de la misma forma que el género humano había quedado sujeto a la muerte
a causa de una virgen, fue librado de ella por una Virgen; así la desobediencia
de una virgen fue contrarrestada por la obediencia de una Virgen..." [10].
Al pronunciar su "sí" total al proyecto divino,
María es plenamente libre ante Dios. Al mismo tiempo, se siente personalmente
responsable ante la humanidad, cuyo futuro está vinculado a su respuesta. Dios
pone el destino de todos en las manos de una joven. El "sí" de
María es la premisa para que se realice el designio que Dios, en su amor, trazó
para la salvación del mundo.
El Catecismo de la Iglesia católica resume de modo sintético y eficaz el valor
decisivo para toda la humanidad del consentimiento libre de María al plan
divino de la salvación: "La Virgen María colaboró por su fe y
obediencia libres a la salvación de los hombres. Ella pronunció su
"fiat" "loco totius humanae naturae" ("ocupando el
lugar de toda la naturaleza humana"). Por su obediencia, ella se
convirtió en la nueva Eva, madre de los vivientes" [11].
Así pues, María, con su modo de actuar, nos recuerda la grave responsabilidad
que cada uno tiene de acoger el plan divino sobre la propia vida. Obedeciendo
sin reservas a la voluntad salvífica de Dios que se le manifestó a través de
las palabras del ángel, se presenta como modelo para aquellos a quienes el
Señor proclama bienaventurados, porque "oyen la palabra de Dios y
la guardan" (Lc 11, 28). Jesús, respondiendo a la mujer que, en medio
de la multitud, proclama bienaventurada a su madre, muestra la verdadera razón
de ser de la bienaventuranza de María: su adhesión a la voluntad de Dios, que
la llevó a aceptar la maternidad divina.
En la encíclica Redemptoris Mater se pone de relieve que la nueva
maternidad espiritual, de la que habla Jesús, se refiere ante todo precisamente
a ella. En efecto, "¿no es tal vez María la primera entre
"aquellos que escuchan la palabra de Dios y la cumplen"? Y por
consiguiente, ¿no se refiere sobre todo a ella aquella bendición pronunciada
por Jesús en respuesta a las palabras de la mujer anónima?" (n.
20). Así, en cierto sentido, a María se la proclama la primera discípula de su
Hijo (cf. ib.) y, con su ejemplo, invita a todos los creyentes a responder
generosamente a la gracia del Señor.
El concilio Vaticano II destaca la entrega total de María a la persona y a la
obra de Cristo: "Se entregó totalmente a sí misma, como esclava
del Señor, a la persona y a la obra de su Hijo. Con él y en dependencia de él,
se puso, por la gracia de Dios todopoderoso, al servicio del misterio de la
redención"[12] .
Para María, la entrega a la persona y a la obra de Jesús significa la unión
íntima con su Hijo, el compromiso materno de cuidar de su crecimiento humano y
la cooperación en su obra de salvación.
María realiza este último aspecto de su entrega a Jesús en dependencia de él,
es decir, en una condición de subordinación, que es fruto de la gracia. Pero se
trata de una verdadera cooperación, porque se realiza con él e implica, a
partir de la anunciación, una participación activa en la obra redentora. "Con
razón, pues, -afirma el concilio Vaticano II- creen los santos Padres que Dios
no utilizó a María como un instrumento puramente pasivo, sino que ella colaboró
por su fe y obediencia libres a la salvación de los hombres. Ella, en efecto,
como dice san Ireneo, "por su obediencia fue causa de la salvación propia
y de la de todo el género humano" [13]
María, asociada a la victoria de Cristo sobre el pecado de nuestros primeros
padres, aparece como la verdadera "madre de los vivientes" (ib.).
Su maternidad, aceptada libremente por obediencia al designio divino, se
convierte en fuente de vida para la humanidad entera.[14]
3 El simbolismo de las catedrales
Las catedrales responden a toda una simbología, a toda una
cosmovisión[15]. A
través del orden de lo visible sus autores tratan de trasladarnos al orden de
lo invisible. Como todo templo, como lugar sagrado, lleva a los hombres al
encuentro con Dios. Es ante todo un lugar de oración, el lugar de la teofanía,
de la presencia de Dios No son lugares muertos que archivan la memoria sino
lugar de vivos de celebración. Por eso son lugares de culto y liturgia y a su
vez de evangelización.
De este modo, la vida espiritual y celeste a la que se
acedía a través del culto y la celebración litúrgica se dirigía a iluminar la
vida ordinaria terrestre. Ambas se entrelazaban en singular armonía, tanto en
el discurrir cotidiano de las necesidades vitales como en el suceder de las
obligaciones cultuales. Todo el corpus catedralicio en torno al obispo
representa a todo el Cuerpo de la Iglesia. Cuerpo que es a su vez comunión de
la iglesia terrestre y peregrinante y la iglesia celeste triunfante. La
catedral mayor es maestra en doctrina y ejemplo de las inferiores, que las
ilumina con la luz que recibe de la Suprema Romana.
La catedral es el centro espiritual por excelencia y en cuya
construcción participaba todo el pueblo de Dios. Encabezado por el obispo, que
tenía en ella su sede, su cátedra, rodeado de su cabildo hasta la monarquía, la
nobleza, la burguesía y todo el pueblo llano. Era pues la morada de Dios y la
morada del pueblo símbolo de la ciudad terrena y de la Jerusalén del Cielo.
Sus arquitectos conocían los secretos de la alquimia y ciencias
ocultas. Eran artesanos mistagogos (magister operum, doctor lathomorum y
mirificus aedificator). Manejaban tanto los valores simbólicos y artísticos
como profundamente religiosos. Los monjes eran a su vez arquitectos y
sacerdotes. La reforma de las ordenes monásticas contribuyeron a ofrecer las
claves y cimientos para una nueva expresión artística. El Cluny y el
contribuyen a esta nueva cosmovisión. El Cister no crea un estilo nuevo.
Provoca una reacción que hace volver los ojos a la sencillez del Evangelio.
Tiende no tanto a suscitar la admiración de la belleza de las formas sino más
bien el interés de provocar en el alma la nostalgia de lo eterno.
La catedral simboliza en sus piedras los anhelos
transcendentes del hombre ante la vida inmediata. Con el arte sacro de la
arquitectura de las catedrales se quería traspasar el ámbito de lo sublime para
satisfacer el afán de trascendencia.
Desde siempre, el hombre ha recurrido a los símbolos para
expresar lo inefable, todo aquello que le sobrepasa. El abad Suger, llamado
padre del arte nuevo, en su abadía de Saint Denis decía. “En el centro
de la catedral se alzan doce columnas, correspondientes al número de los
apóstoles y otras tantas en las naves laterales para significar el número de
los profetas. Ellas sustentan en alto el edificio, según las palabras del
Apóstol Pablo: Ya no seréis ahora huéspedes y forasteros, sino conciudadanos de
los santos y servidores de Dios; edificados sobre los cimientos de los
apóstoles y los profetas, sobre el mismo Jesucristo como piedra angular. Sobre
Él todo el edificio, ya sea espiritual, ya sea material, se eleva como templo
santo en el Señor”[16]
El templo así concebido representa la ciudad de Dios, la morada de Dios entre
los hombres. La Nueva Jerusalén donde Dios transformará a los mortales
en hombres nuevos.
En la entraña más honda de cada ser existe un impulso que
pido a gritos la liberación para alcanzar el destino que puso el Creador sobre
su existencia. Cuando llega la verdadera libertad, esa fuerza se transforma en belleza.
El prodigio cósmico del arte es posible sobre todo porque el hombre está
llamado desde la libertad a la belleza, desde la tierra a elevarse a los
umbrales de la gloria. El hombre está llamado a buscarla escondida en los
pliegues más recónditos de cada ser y a gustarla, una vez descubierta. De esta
contemplación de lo bello y lo verdadero nace la comprensión más profunda de la
historia humana. Desde la obra de arte, intentando sintonizar con su lenguaje
simbólico, que requiere saber interpretarlo, podemos comprender una nueva
cosmovisión o concepción del mundo.
Las creencias, el espíritu, que es quien guía e impulsa la
actividad humana, quedan prendidos en la obra de arte. De este encuentro puede
surgir el beneficio de la reflexión y el cambio de actitudes. El arte sacro se
pone al servicio de la evangelización del desvelamiento del misterio.
La vida humana se desenvuelve entre las coordenadas de
tiempo y de espacio. El arte, la pintura, la escultura, la música, la poesía
son expresiones fugaces de la belleza. La arquitectura se relaciona y toma
posesión del espacio. Al juntarse todas las artes en una catedral dan lugar a
una coreografía, a una liturgia viva para que esta se convierta en un organismo
vivo. La catedral es siempre bella pero solamente alcanza la cumbre de sus
posibilidades estéticas y espirituales cuando en su interior se celebran los
misterios divinos.
4 La Anunciación en el pórtico de entrada al templo
La catedral vieja se diseña y se empieza a construir de los
pies a la cabeza. Es una pena la ocultación de la fachada original con las dos
torres que la flanqueaban. Quedó enmascarada por construcciones posteriores. La
primitiva puerta principal sería sustituida por una fachada mediocre en 1679. Al
cruzar el umbral principal estaba la puerta del perdón en el templo primitivo. La
entrada estaba flanqueada por dos Torres a la derecha la torre mocha hoy
desaparecida y a la izquierda la torre de las campanas que con sus 15 m de
altura establecía el ritmo del tiempo para señalar los gozos y duelos de cada
día.
Traspasando la puerta nos encontramos con el pórtico
original que nos depara un lenguaje simbólico y un espectáculo maravilloso.
Transmitiéndonos una íntima sensación de serena armonía y reconfortante
espiritualidad.
La catedral vieja está dedicada como la nueva a María. La
puerta de entrada nos abre al misterio de la Anunciación con la escena
del Ángel que anuncia a María que es la elegida para ser la Madre del Salvador.
María es pues la puerta de entrada que nos introduce al misterio.
5. Dos juicios en la catedral Vieja
5.1 El Juicio final de la entrada
Casi escondidas a los pies del templo aparecen unas pinturas
mozárabes en la capilla de San Martín debajo de la capilla de las campanas. en
ellas se representa ya la coronación de la Virgen junto al sepulcro de don
Alfonso. Aquí va quedar esclarecido todo el programa iconogáfico que la misma catedral plantea. El recorrido de María desde su Anunciación hasta su coronación, convirtiéndose en nuestro propio arquetipo.
En el testero del fondo en la hornacina central iría una
imagen escultórica de la Virgen a la que rodeaba el conjunto pictórico. Este
conjunto lo componen bellas figuras de ángeles músicos y, a los lados, en los
laterales las elegantes figuras de los profetas y de San Joaquín y santa Ana.
Todas las imágenes aparecen en relación a la Virgen. Este conjunto pictórico se
atribuye al pintor Antón Sánchez de Segovia en el año 1262 (S. XIII)
En un recóndito rincón, en el muro contiguo de la capilla
nos encontramos ante un hermoso fresco que representa el Juicio final.
Esta representación de Juicio Final que encontramos en esta pequeña capilla de
San Martín, llamada también del aceite, porque allí se encontraban las tinajas
de barro donde se guardaba el aceite que servía para atizar las lámparas
colgadas en las paredes de la catedral, constituye la representación mural más
antigua que data del S. XIII.
En el centro, el Pantócrator, Cristo nimbado
con la Cruz y sentado en un trono, sin respaldo y con un almohadón, viste
túnica Rosa y manto blanco. Nueve Ángeles de cabellera rubia, capas blancas y
alas rojas sostienen el solio del Supremo Juez. Encima de la Majestad se puede
apreciar el elemento más bizantino, la “Etimasia”, trono vacío que
simboliza la expectación rodeada por seis Ángeles. Fuera, dos grupos de Ángeles
a cada lado y el sol y la luna.
Debajo del trono de Cristo aparecen dos procesiones de
Santos encabezadas la de la derecha por nuestra Señora y la de la izquierda por
San Juan el Bautista que avanzan hacia el centro llevando cada figura un
letrero con su nombre sobre la cabeza. La Virgen tiene nimbo y corona. El resto
de los Santos llevan cruces y símbolos de martirio en las manos debajo de
Cristo y en el centro se encuentran los símbolos de la pasión y dos Ángeles que
con trompetas llaman a juicio. En el tramo inferior, los hombres salen de los
sepulcros y unos son conducidos felices por Ángeles y otros son empujados con lanzas
de doble hierro a un abismo donde se encuentran con un dragón destilado cuello
y alas.
El pórtico está bajo leonado por dos columnas y en las
jambas de la entrada se encontraban dos bellas estatuas policromadas que
representan a San Gabriel a la izquierda y a la Virgen María a la derecha
pasado el pórtico se abre ante nosotros la tenue claridad de 3 naves con 14
columnas. 12 arrancan con sus toca los redondos y dos estaban adosadas a las
paredes las columnas suben hasta ser coronadas por los capiteles de las que
arrancan arcos de medio punto que son el sostén de las bóvedas la bóveda hace
referencia al cielo el pavimento simboliza la tierra y los creyentes las
columnas representan a los apóstoles las ventanas que dejan pasar la luz
representan los doctores y maestros que acompañan que con su enseñanza y
predicación ilustra la vida cristiana el recogido misticismo del templo tratado
de entrarnos en el misterio de toda la historia de salvación.
5.2 El juicio final del retablo del altar mayor.
La cúpula central nos introduce en el centro del misterio.
En las pechinas de la cúpula se disponen ángeles estilizados que tocan un
cuerno a modo de trompeta. Entre las figuras escultóricas destaca la del
arcángel San Miguel alanceando al dragón. Aparecen también las figuras de Adán
y Eva comiendo de la fruta prohibida.
El ábside central queda presidido por otro Juicio final,
esta representación es la culminación de la gran obra del retablo del altar
mayor de Nicolás Florentino del 1443 (S. XVI). Los 53 iconos pintados al temple forman la colección
completa de toda la historia de la salvación. El juicio final corona el
grandioso fresco.
Las 53 tablas resaltadas con la reglamentación gótica
recogen las escenas de la vida de Jesús.
En la primera fila la primera tabla representa el
nacimiento de la Virgen, la segunda los desposorios de María, la tercera la
Anunciación del Ángel a María, la cuarta tabla el encuentro de María con Isabel,
la quinta tabla las dudas de José, la sexta tabla recoge el nacimiento, la
séptima la presentación en el templo, la octava la adoración de los Reyes, en
la novena María acompañada de otras mujeres va a presentar al Niño Jesús al
templo, en la décima San José tira de una borriquilla para huir a Egipto.
En la cuarta fila la primera tabla representa María
Magdalena ungiendo la cabeza del Señor, la siguiente la entrada de Jesús en
Jerusalén, después la última cena, a continuación en lavatorio, después la
oración de Jesús en el huerto, sigue el prendimiento y luego Jesús atado a la
columna, después Jesús con la Cruz a cuestas hacia el Calvario, luego la Crucifixión
y muerte, después como un grupo desciende a Jesús y es abrazado por su Madre y
finalmente el grupo de personas que inician el entierro de Cristo en el
sepulcro.
En la quinta fila en la primera tabla se representa
el descendimiento a los infiernos, en la siguiente tabla cuando vienen el grupo
de mujeres a ungir el cuerpo de Jesús, en la siguiente la Resurrección, después
las tres mujeres que llegan al sepulcro con el Ángel al fondo, la siguiente el
encuentro de Jesús resucitado con la Magdalena, la siguiente el encuentro de
Jesús resucitado con los discípulos de Emaús, después Jesús resucitado ante las
dudas de Santo Tomás, después la Ascensión a los cielos, luego el Pentecostés
para terminar con la Asunción a los cielos y la Coronación de nuestra Señora.
El juicio final es la coronación de toda la
historia de salvación. Cristo exaltado sobre todas las cosas se presenta como Juez
y María Santísima en el lado derecho en actitud suplicante, mie San Juan
Bautista también en actitud suplicante a la izquierda. Los Ángeles, con doble
ceñidor, portan los símbolos de la pasión, la Cruz, la corona de espinas, los
clavos, la lanza, el martillo las tenazas, la caña con la esponja, la columna y
los azotes y convocan a juicio con dos largas trompetas. De los cuatro lados
inferiores salen sendos carteles que recuerdan las palabras de Cristo Juez: “venid
benditos de mi Padre y tomar en herencia el Reino que os he preparado”
En el centro de la parte inferior los hombres están saliendo
de sus sepulturas. Los que pasan a la derecha están vestidos con túnicas
blancas, los que son encaminados hacia la izquierda van desnudos hacia la boca
de un enorme dragón. Hacia sus entrañas son acarreados con garfios de hierro
por horribles demonios. En el centro de esta gran pintura mural está el cuerpo
desnudo de Cristo cubierto con sudario en vigorosa actitud. De él salen rayos
de oro que parecen iluminar toda la escena. Este Cristo juez es un claro
precedente del que pintara Miguel Ángel para la Capilla Sixtina.
6. Tres joyas en la catedral Nueva
6.1 Las figuras de Adán y Eva en la capilla dorada
de todos los santos
La capilla se llama de Todos los Santos por la abundancia de
Santos que aparecen en las repisas y doseletes y que se cuentan hasta 117. Las
tallas debieron de ser labradas por Maestre Gil de Ronza. El interior presenta
una prolija decoración, viene a ser como una pequeña Iglesia dentro de la
Iglesia mayor. La capilla tiene su altar y retablo, sacristía, púlpito, coro y
órgano, hasta una pila bautismal de agua bendita a la entrada. En ella empezó
el culto mucho antes que en la catedral pues estaba terminada en 1525 mientras
que la catedral no tiene culto hasta el 1560.
El retablo estaba presidido por un Calvario muestra
escultura escultórica más importante de todo el recinto. Las paredes
atiborradas de imágenes sobre repisas con sus doseletes tienen marcado acento
plateresco. La iconografía recoge desde Adán
y Eva pasando por los Patriarcas, Profetas, Santos, Sibilas y Virtudes
en tallas de madera y piedra. Las figuras de las Sibilas se representan con
clara alusión a sus acciones proféticas desde el paganismo. Las Virtudes como
modelo del comportamiento cristiano. Recoge toda la variedad de personajes
hasta la representación terrorífica de la muerte con su inscripción (Memento
mori) “recuerda que has de morir”, en el ángulo superior derecho.
La capilla tiene un aire muy clásico. Las figuras de Adán y
Eva están mostrando sus cuerpos desnudos. Curiosamente, estos personajes se
entremezclan con los de Hércules y Venus, pues el primero se apoya en una clava
y la segunda en una columna. Tienen un parecido incuestionable con las figuras
de Hércules y Venus de la coetánea fachada de la Universidad de Salamanca,
aunque la plástica y la autoría sean muy diferentes. La clave del programa
iconográfico de la capilla nos la puede dar el testamento del fundador.
En él, encomienda su alma «Dios todopoderosos criador del
los cielos y de la tierra que crió Compró el remedió por su preciosísima sangre
e a su gloriosíssima madre Sancta María siempre Virgen e a Señor Sant Miguel
ángel e a los bienaventurados apóstoles Sant Pedro e Sant Pablo e a todos los
Santos e Sanctas del corte triunfante selestial einvoco misericordia de Dios
omnipotente el qual por su infinita bondad e clementia y misericordia de mi ánima
suplícole que quiere llevar a su santa gloria con los ruego e pido por merced
a la Virgen Sancta María su madre a quien siempre tuve e tengo por abogada e
señora e a Señor Sant Miguel ángel que guíe e lleve a buen lugar e sean
rogadores por ella».
6.2 La aparición de Jesús Resucitado a su madre en la
capilla de la Madre de Dios
La capilla denominada la Madre de Dios se llamaba también capilla del Presidente porque fue su fundador don
Francisco Fernández de Liébana Presidente de la Real Chancillería de Valladolid.
Originariamente se llamaba la capilla de la Madre de Dios (Teothokos), la
Nueva Eva. La advocación de la capilla aparece en el friso en una inscripción
en latín que dice: “Ave sanctíssima María, Mater Dei: Regina coeli, porta
paradipsi. Domina Mundi. Tu singularis pura es virgo. Tu concepta sinne pecato”
cuyo significado era “Dios te salve, Santa María Madre de Dios, Reina del
cielo, Puerta del Paraíso, Señora del mundo. Tú eres una excepcional Virgen
Inmaculada, concebida sin pecado.”
Esta capilla de la Madre de Dios nos ayuda a penetrar en el
misterio Pascual que nos abre al misterio de nuestra Redención y a la Nueva
Creación en Cristo. Dos lienzos adornan el altar. El inferior representa a un
grupo de personas que llevan amorosamente el cuerpo muerto de Cristo hacia el
sepulcro. Este Santo Entierro de Cristo es obra de Gómez Moreno.
En la liturgia del Sábado Santo precisamente se medita el descenso de Jesús a los infiernos. Una antigua homilía nos introduce en el descenso de Jesús al abismo con una enorme simbología. El descenso de Jesús a los infiernos es propio de la liturgia oriental. “Cristo como Nuevo Adán va a buscar a nuestro primer padre Adán, como si este fuera la oveja perdida. Cristo quiere visitar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte. Va a librar de sus prisiones a los primeros padres, Adán y Eva. Cristo desciende al abismo a rescatar al hombre caído y tomando de la mano a Adán lo levanta diciendo: Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos. Por ti he venido a la tierra y he bajado al abismo. Dormí en la cruz y la lanza atravesó mi costado. Tu que en el paraíso dormiste y de tu costado diste origen a Eva. Mi costado ha curado el dolor del tuyo. Mi sueño te saca del sueño del abismo. Mi lanza eliminó aquella espada que te amenazaba en el paraíso. Levántate, salgamos de aquí. El enemigo te sacó del paraíso; yo te coloco no ya en el paraíso, sino en el trono celeste.”[17]
El cuadro superior enmarcado en un arco de medio punto
representa a Cristo resucitado apareciéndose a su Madre. Jesús Resucitado
aparece acompañado de Adán y Eva. Podría decirse que este hermoso lienzo
resume toda la historia de salvación a la luz de las dos tipologías del AT Adán
y Eva y del NT, Cristo el Nuevo Adán y María, la Nueva Eva.
Usando la
tipología, como dice San Juan Crisóstomo como del costado de Adán fue formada Eva, del costado de Cristo, Nuevo
Adán se formó la nueva Iglesia. Jesús en la Cruz nos dio el agua y la sangre
salida de su costado, para edificar la Iglesia. Mirad de qué manera Cristo se
ha unido a su esposa y considerad con qué alimento la nutre.[18] Como se narra en el
simbolismo del Génesis “Entonces Yavé hizo caer en un profundo sueño al
hombre y de una de sus costillas formó una mujer, carne de su misma carne"
(Gn 2,21-22); así en paralelismo a este simbolismo del costado de Cristo
dormido en la cruz nació el sacramento admirable de toda la Iglesia"
(SC 5). Del mismo modo que Eva fue formada del costado de Adán
adormecido, así la Iglesia nació del corazón traspasado de Cristo muerto en la
Cruz» (CIC 766).
La cruz de Jesús es un acontecimiento histórico, no una «necesidad natural», un acontecimiento querido, causado, realizado por hombres, y que a la vez sucedió «conforme al plan que Dios tenía previsto y determinado» (Hech 2,23).
Y, así, la
cruz se halla en el punto de intersección entre la acción histórica humana y el
plan salvífico de Dios. La cruz es uno de los más horribles instrumentos de
tortura, concebidos por la perversa fantasía humana, y es saludada —a la vez—
por nosotros como «única esperanza»: Ave Crux, spes unica. Los
brazos de Jesús, extendidos y dislocados en la cruz, son un espectáculo
horrible. Y, sin embargo, esos brazos tan extendidos son los que simbolizan y
al mismo tiempo realizan lo que Jesús ha prometido: «Y yo una vez que haya sido
elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12,32).
7. Los misterios de la Virgen en la gran cúpula del
crucero
La gran cúpula es obra de Rodrigo Gil de Hontañon y su
decoración profusa en detalles en el tambor de su anillo ochavado es obra de
Joaquín de Churriguera hubo de ser restaurada después del terremoto por Juan de
Sagarvinga. La gran cúpula nos eleva y nos transporta hasta la morada del cielo.
la intensa luminosidad que invade el espacio interior.
La gran cúpula central que se eleva en el centro marca el
hito ascensional de la catedral. Tiene como objeto elevar nuestra mirada a la
contemplación de la Jerusalén celeste. La cúpula se eleva sobre cuatro pechinas
que presentan en su interior sendos ángeles. Debajo de las pechinas sobresalen
cuatro capiteles para sostener las estatuas de cuatro arcángeles. Las pechinas
van rematadas por un anillo, adornado con molduras, del que arranca el cuerpo
ochavado, donde se enmarcan ocho relieves sobre la vida de Nuestra Señora.
Entre ellos destacan los de la Dormición, la Asunción y Coronación. En el centro de
la bóveda una representación del Espíritu Santo que extiende sus rayos
luminosos por todo el techo.
Con toda esta simbología se intenta referir el destino último de nuestra raza, la nueva creación inaugurada por la Resurrección de Cristo donde María nos precede como la primera mujer de esta nueva estirpe.
8. Conclusión
Vivimos tiempos convulsos en medio de trágicos acontecimientos (a parte de la guerra de Ucrania, lo último fue la masacre en Uvalde, Texas donde murieron 19 niños y 2 adultos) que nos hacen perder la esperanza en un cielo nuevo y una tierra nueva.
El Papa Francisco al concluir
este mes mariano, el 31 de mayo, quiere rezar un rosario por la paz del mundo.
Como signo de cercanía a los más implicados invitó a una familia ucraniana y
personas relacionadas con el mundo de la guerra, un grupo de capellanes
militares con sus respectivos cuerpos a rezar las decenas del rosario. Varias
categorías de personas que representan al Pueblo de Dios estarán presentes para
apoyar la oración del Papa. Junto a miembros de la Curia, habrá chicos y chicas
que han recibido la Primera Comunión y la Confirmación, familias de la
Comunidad Ucraniana, representantes de la GAM, miembros del Cuerpo de
Gendarmería del Vaticano y de la Guardia Suiza Pontificia y de las tres
parroquias de Roma que llevan el nombre de la Virgen María Reina de la Paz. El papa invita a toda la
Iglesia a que nos unamos en oración.
El rezo del Rosario ante la imagen de María Regina Pacis en
la Basílica de Santa María la Mayor en Roma. Ante esta imagen el Papa Benedicto
XV pidió por el fin de la Primera Guerra Mundial en 1918.
Nuestra procesión de la Aurora
Este último sábado de mayo también nosotros acompañados
por nuestro Obispo y Pastor rezamos por
las calles de Salamanca el Santo Rosario de la Aurora con el lema “Reina
de la familia muestra a los pueblos la senda de la paz y la fraternidad”.
Hacía tres años que por la pandemia no se celebraba y fue
muy emotivo el poder peregrinar juntos como pueblo, como Iglesia peregrina
hacia la Casa de Dios. La imagen de Nuestra Señora de Fátima, Señora del
Rosario fue llevada en andas por personas que se fueron turnando. El rezo de
los misterios de gozo fueron meditados por diversos grupos que lo organizaron,
la Hermandad del Rosario, la Hermandad de la Vera Cruz, la Legión de María, los
misioneros identes, las carmelitas y otros fieles. El rosario comenzó en la
Plaza de España donde se hizo la concentración a las seis de la mañana y
trascurrió por la Gran Vía hasta terminar en el Convento de San Esteban de los
Padres Dominicos OP. La misa final la presidio nuestro padre obispo de
Salamanca, Monseñor Jose Luis.
Fue la viva imagen de la Iglesia peregrina en esta tierra
caminando hacia la Jerusalén celeste. Acompañados de la Madre llevada en andas
por los fieles nuestra oración se dirigía a todo el mundo pidiendo en especial
por Ucrania y todos los países en conflicto para que reine la paz y la
fraternidad. Caminábamos de noche hacia el alborear de la mañana que amanecía
según llegábamos al templo de Dios. Allí despertamos al clarear de la Aurora
que nos habla del Resucitado.
El padre obispo en su homilía el rosario de la aurora lo
tachaba de milagro. En nuestros días se hace extraño ver por las calles la
gente rezando el rosario. Animaba al pueblo de Salamanca a no perder las raíces
de fe para poder iluminar las tinieblas que vive nuestro mundo. Aunque no
llevábamos velas al menos hemos de caminar con la fe prendida en nuestros
corazones. Nuestro mundo le da la espalda a Dios y permanece n tinieblas. Hace
falta llevar la luz de la fe a los rincones más oscuros, corazones más fríos e
indiferentes para que puedan encontrarse con el Señor. Parecíamos extraños
peregrinos ante la mirada perpleja de tantos jóvenes que a esa hora salen de
las discotecas donde pasaron la noche del finde.
La mayoría era gente mayor, alguna en silla de ruedas,
algunas parejas y un grupo de jóvenes. Se echó en falta a los niños. Yo recordé
cuando de pequeño iba con mi madre y mi abuela. Era costumbre arraigada en
nuestro pueblo, en nuestras familias. Hoy las familias viven desarraigadas por
el neopaganismo reinante. Madonina Regina de la Paze, prega per noi.
[1] San
Agustín, Sermón 34, 1-3, 5-6: CCL 41, 421-426
[2] Idem San
Agustín
[3] San Agustín Sermón 34
[4] Joseph Ratzinger, Conferencias
cuaresmales, 1981, Gaudium Press
[5] San
Efren, Sermón 3-4, 9: Opera 1, 152-158 Ed Lamy
[6] Como
la llama Hugo Rahner, María y la Iglesia. Ediciones Cristiandad, Madrid
2002
[7] Prefacio
IV de Adviento, María la Nueva Eva, comentario de Wilson David Alba
García, Universidad Gregoriana de Roma
[8] San
Agustín, Tratado 124, sobre el evangelio de Juan, CCL 36, 685-687
[9] San
Agustín, Sermón 8, semana de Pascua
[10] San
Irineo, Adv. Haer., 5, 19, 1
[11] Catecismo,
CIC n. 511
[12] Lumen
gentium, 56
[13] San
Irineo, Adv. Haer., 3, 22, 4, ib.
[14] Fuente:
Ministerio Unción de Costa Rica
[15] De la
reforma de Cluny surgirían las claves y rasgos característicos del románico
[16] Citado por
Sureda en la Edad Media. Románico, gótico, Vol IV p. 238
[17] Del
Oficio del Sábado Santo, PG 43, 439. 451, 462-463
[18] San Juan Crisóstomo, Catequesis
3, 13-19: SCh 50, 174-177