jueves, 23 de febrero de 2023

LA IGLESIA DE LOS POBRES EN FILIPINAS

 

LA IGLESIA DE LOS POBRES EN FILIPINAS

 


Introducción 

Hemos iniciado la Cuaresma como tiempo de conversión. Este miércoles de Ceniza la Iglesia comenzaba estos cuarenta días de preparación para la celebración de la Pascua con esta llamada a la conversión personal y comunitaria. “Convertíos al Señor vuestro Dios para que tenga compasión. Que todo el pueblo se congregue desde los niños a los ancianos, que los ministros del Señor digan: Perdona a tu pueblo. Si reconocemos que hemos pecado el se compadecerá de nosotros y no nos entregará al oprobio”[1]. El Señor no desprecia sino que se compadece de la obra de sus manos.[2] El mismo evangelio nos exhortaba a la oración y la penitencia: Orad, haced ayuno y penitencia, desde lo profundo del corazón para que encontremos nuestra recompensa en el Padre celestial.[3] 

Como recordaba el Papa Francisco en su homilía de este miércoles de Ceniza, es tiempo de volver a Dios con sinceridad de corazón y de volver a ser lo que realmente somos: Somos hijos de Dios y hermanos entre nosotros. Somos el pueblo del Señor, le pertenecemos. Tiempo de volver a Dios y a los hermanos. Necesitamos resurgir de nuestras cenizas y recuperar nuestra identidad perdida.[4] 

No somos islas, seres individuales separados los unos de los otros. No somos fuertes ni poderosos. No somos titanes invencibles. Somos polvo, somos pobres creaturas necesitados de Dios y los hermanos. 

Rasguemos el corazón y no las vestiduras, desarropémonos de nuestros ropajes de apariencia de nuestra falsedad e hipocresía. Desnudémonos de nuestro querer ser autosuficientes y protagonistas. Luchemos contra el mal, contra la esclavitud que nos paraliza, dejemos la idolatría del yo y del poder. Frenemos la dictadura del odio, la violencia y la guerra. Dejemos las armas destructivas, no respondamos al mal con el mal y sanemos las heridas del odio y de la guerra. Superemos las idolatrías, los fanatismos, la lógica de la venganza y el odio y embracemos las armas del Crucificado, el perdón y la misericordia: convertíos y creer en el Evangelio. 

Cristo en la Cruz venció y derribó los muros que nos separaban.[5] Cristo murió por todos, cuando todos éramos pecadores.[6] 

Revisemos nuestras relaciones con Dios y los hermanos. Renovemos regeneremos nuestras relaciones. Renovación que empieza desde el interior, desde lo profundo del corazón. superemos el egoísmo para vivir la lógica del don y del amor. No temamos tocar las lágrimas de los pobres, de los que sufren y renovemos nuestra mirada y el corazón para sentir compasión del pobre y desamparado. Aprendamos a apartar la mirada del yo para descubrir a Dios en el rostro de los pobres y necesitados.

Creo que es un buen contexto para plantearnos personal y comunitariamente a nivel eclesial una conversión a la denominada “Iglesia de los pobres”. Pidamos al Señor que abra nuestros ojos y nos permita ver a Dios en los pobres y nos haga compasivos, fraternos y solidarios.

Vivimos ante una verdadera crisis de humanidad, una verdadera deformación y eclipse del valor de la vida humana. Los valores del ser son sustituidos por la ambición del tener y del poder. El único fin que cuenta es la búsqueda del propio interés, placer y bienestar Nos encontramos ante una auténtica decadencia de valores, cambiando lo trascendente y eterno por lo temporal y efímero. La Iglesia vive hoy una llamada a la solidaridad, a la fraternidad[7], El desarrollo sin solidaridad provoca la injusticia social y la opresión del hombre.[8] 

Después de este aniversario de la guerra de Ucrania ¿Podrá el Señor perdonar tantos crímenes contra la humanidad?[9]

 


I. EL CONTEXTO ECLESIAL 

Podríamos retrotraernos al comienzo de la Iglesia. El origen en Jesucristo es de un hombre pobre de Nazaret que inicia con una comunidad de pobres lo que va a ser el germen de la primitiva Iglesia. La Iglesia en sus comienzos vive en un contexto de una Iglesia que es una Iglesia de los pobres. Los Padres de la Iglesia desde San Ignacio de Antioquia, San Irineo, San Cirilo, San Juan Crisóstomo, los Padres del desierto, los Capadocios nos remiten a una Iglesia pobre entre los pobres. Solo a partir de la cristianización del Imperio la Iglesia pasa a institucionalizarse y tomar un status quo más mundaneizante. Se empiezan a perder los valores evangélicos y a ser tentados con promover estructuras imperialistas de rango y poder (signo de superioridad). 

A finales del segundo milenio con León XIII y su encíclica “Rerum Novarum” en un intento de abrirse a un nuevo paradigma (Desde una fundamentación bíblica y patrística pasar de la ortodoxia a la ortopraxis) y contrarrestar el modernismo y las nuevas ideologías del liberalismo, el capitalismo y el marxismo, se da una llamada en la Iglesia por preocuparse por la inclusión de los pobres y la clase obrera. 

Esta inquietud de reforma social la retomara Juan XXIII en su encíclica Mater et Magistra. Teólogos que promueven “La Nouvell Theologie” (Ives Congard, De Lubac, Danielou, Chenau) abogan por un cambio interno a nivel eclesial. En este contexto tiene lugar un hito eclesial que supondrá una auténtica revolución eclesial: el concilio Vaticano II. 

Iniciamos esta reflexión analizando la aparición de un grupo que encabeza la denominada “la Iglesia de los pobres” en el contexto del Vaticano II.


 

I.1. Un momento clave para la Iglesia: el Vaticano II. Una verdadera teofanía del Espíritu, un auténtico giro copernicano. 

Juan XXIII que inicia el Concilio Vaticano II y Pablo VI que lo lleva adelante fueron hombres de gran coraje que, en un espíritu de oración y diálogo abiertos al espíritu, llevaron adelante algo asombroso en un espíritu de comunión con una increíble respeto y sensibilidad a las distintas corrientes y culturas. En su modo de desarrollarlo ya fue una verdadera teofanía de un nuevo modo de concebir y ser de iglesia abierta a todos y al mundo. 

En medio de un panorama de terrible pesadumbre saliendo de las dos guerras mundiales donde parecía haberse perdido una mirada de esperanza frente al mundo, en medio de gran turbación y crisis dentro de la misma iglesia no se dejaron arrastrar por el pesimismo y abrieron caminos nuevos de apertura en un espíritu de diálogo y de comunión. Con una enorme sensibilidad ecuménica y de diálogo buscaron desde una espiritualidad de comunión, incluir a todos, escuchar a todos desde un espíritu sinodal de una iglesia en búsqueda de la unidad creada por el Espíritu. Un ejemplo pionero de una iglesia sinodal en camino abierta al espíritu.  

Eran conscientes de lo que estaba en juego y querían dejar claro desde un modelo incluyente y no excluyente que la iglesia es de todos y para todos para servicio de todo el pueblo de Dios y de toda la humanidad. La iglesia esta como mediadora de la salvación para servir al hombre en todas las realidades que vive, haciéndose eco de sus necesidades potencialidades y debilidades. 

Juan XXIII y Pablo VI supieron asentar las bases de un tiempo nuevo para la iglesia y un tiempo nuevo para la misión de la Iglesia 

 


I.2 La Iglesia de los pobres en la génesis del Vaticano II, en el “grupo de la Iglesia de los pobres”  

Este tema de la iglesia y los pobres estaba mucho en la mente de Papa Juan XXIII. En su mensaje de radio del 11 de septiembre de 1962, justo un mes antes de la apertura del Concilio Vaticano II, el Papa Juan XXIII dijo: "frente a los países subdesarrollados, la iglesia se presenta como es y quiere ser, como la iglesia de todos y particularmente la iglesia de los pobres”.  Estas palabras se convirtieron en la inspiración de un grupo que llegó a ser conocido como "El grupo de la iglesia de los pobres", o "el grupo de la Universidad belga de Tubinga" denominación del lugar donde se reunían habitualmente. 

Sus reuniones estaban bajo el patrocinio de cardenales como Giacomo Lercaro (Bolonia) y Gerlier (Lyon), así como del patriarca Máximos IV. Uno de sus voceros fue el arzobispo Helder Cámara de Brasil. Intentaron concientizar estos padres sobre la necesidad de prestar especial atención a las necesidades de los pobres frente a los países en desarrollo. 

En la primera reunión, el cardenal Gerlier expresó su preocupación que no le fue permitida salir en el programa del Concilio, al menos directamente, la opción por los pobres como una preocupación principal de la iglesia. Agregó: "...la eficacia de nuestro trabajo está vinculado con este problema. Si no lo abordamos, dejamos de lado algunos de los aspectos más relevantes de la realidad humana y evangélica. La pregunta debe ser levantada..." Y él se arevió a decir, "la iglesia debe ser vista como lo que es: la madre de los pobres, cuya primera preocupación es darle a sus hijos pan para el cuerpo y alma..." [10] 

Una muestra temprana de la influencia del grupo de la Iglesia de los pobres puede percibirse en el texto del Concilio inicial "mensaje a la humanidad" donde leemos: “...se reúnen en la unidad de cada nación bajo el sol, llevamos en nuestros corazones, las dificultades, el sufrimiento corporal y mental, dolores, anhelos y esperanzas de todos los pueblos que nos encomiendan. Urgentemente dirigimos nuestros pensamientos a las ansiedades del hombre contemporáneo por que el hombre moderno está afligido. Por lo tanto, que nuestra preocupación rápidamente pueda centrarse en primer lugar aquellos que son especialmente humildes, pobres y débiles. Como Cristo, tenía piedad de la multitud aquejada con el hambre, la miseria y la falta de conocimiento. Queremos fijar nestra mirada constante en quienes todavía carecen de la ayuda oportuna para lograr una forma de vida digna de seres humanos[11]. 

El grupo solicitó al cardenal Cicognani, Secretario de estado y Presidente del Secretariado para asuntos extraordinarios, el establecimiento de una Secretaría o la Comisión especial para tratar cuestiones relacionadas con la evangelización y los pobres. Sin embargo estas negociaciones fracasaron en conseguir su deseo. El Cardenal Lercaro, actuando como portavoz de las peticiones urgentes de muchos del este de Europa y de América Latina, propuso a los padres "que la idea dominante de la eclesiología del Concilio debía ser la iglesia de los pobres, una frase tomada de las enseñanzas de Papa Juan XXIII." Esto no debe ser sólo un adorno entre muchos, sino más bien "el único tema del Vaticano II en su totalidad," "la idea de síntesis, lo que da luz y coherencia a todos los temas discutidos hasta el momento, de todo el trabajo que debemos emprender”. Lercaro llamó ese momento histórico como "la hora de los pobres", que debería llevar al Concilio a comprender el Evangelio señalando la pobreza como "un aspecto esencial y primario del misterio de Cristo”. Las exigencias radicales de la pobreza fueron evitadas y postergadas en el Concilio que finalmente aborda el problema de la evangelización de los pobres como un tema entre otros". Pidió la aclaración de la relación entre la presencia de Cristo en los pobres y los otros dos elementos profundos en el misterio de Cristo en la iglesia: la Eucaristía y la jerarquía. 

El grupo desempeñó un papel significativo en las dos primeras sesiones del Concilio y creó en muchos padres una nueva sensibilidad a los problemas de la pobreza[12]. Hubo otras voces influyentes hablando en el Concilio en nombre de los pobres y las naciones pobres. Una intervención particularmente digna de mención fue el informe de James Norris (Estados Unidos), un auditor laico en el Concilio y el Presidente de la Comisión Católica de migración internacional. Señaló la evidente brecha entre el sector rico de naciones cristianas en el Atlántico Norte, que comprenden sólo el 16% de la población mundial pero con el 70% de la riqueza del mundo y la gran mayoría de personas que viven en un estado casi infrahumano de pobreza. Instó al Concilio a emitir una llamada para la acción y el establecimiento de una "estructura que propondría las instituciones, relaciones, formas de cooperación y de actuar para obtener la plena participación de todos los católicos en la lucha mundial contra la pobreza y el hambre". Su intervención fue seguida por otra apelación elocuente en nombre de los pobres[13]. 

El 13 de noviembre de 1964, el papa Pablo VI hizo un gesto profético en nombre de los pobres. Él puso su tiara en el altar al final de la Eucaristía. Este gesto fue explicado así por Monseñor Pericle Felici, jefe de la Secretaría General del Concilio: “Hemos escuchado este Concilio muchas cosas graves sobre la pobreza y el hambre que están creciendo en el mundo de hoy, algo alarmante y terrible. A menudo el grito se ha oído en la sala de Concilio, como una vez se escuchó en Palestina: "Tengo compasión de la multitud,...". La madre Iglesia no deja de mostrar misericordia a los pobres y necesitados y de realizar buenas obras”. Después de la enseñanza e imitando el ejemplo de su fundador, "que aunque era rico se hizo pobre por nosotros, para que por su pobreza pudiéramos ser ricos", la Iglesia se puede llamar madre de los pobres, los necesitados y los afligidos. El Sumo Pontífice, Vicario de Cristo, la cabeza de la iglesia, ha decidido darle un nuevo testigo de este amor y misericordia ofreciendo su tiara a los pobres y la necesitados[14]. 

La iglesia del grupo de pobres logró elaborar un documento que contenía dos propuestas dirigidas al Papa: "Sencillez y pobreza evangélicas" y "Primacía en nuestro Ministerio para la evangelización de los pobres." Fueron capaces de obtener las firmas de más de 500 padres. Pablo VI pidió el cardenal Lercaro (recientemente nombrado a moderador del Concilio) para examinar el material producido por la iglesia del grupo de pobres con miras a su uso en los decretos del Concilio. El Cardenal Lercaro presentó su informe más tarde. Incluye sugerencias para invitar a los obispos a una mayor simplicidad y pobreza evangélica con respecto a sus títulos, el vestido y el estilo de vida. Sugirió también que se seleccionaran sacerdotes para un apostolado entre los pobres y la clase obrera o como sacerdotes obreros y trabajadores. Otra sugerencia para una mayor apertura a laicos fue la participación en la gestión de la propiedad de la iglesia. Pero no tenemos más noticias del informe. "Parece que hubiera desaparecido en las arenas del tiempo"[15]. 

La evaluación total de la historia del Vaticano II sobre los esfuerzos de este grupo después de tres sesiones del Concilio no es muy positiva: “Como resultado del celo de un grupo vigilante de obispos y teólogos, el tema de la pobreza de la iglesia y el tema de la iglesia pobre encontró un lugar (LG, 8), pero muy  limitado y marginal. Así se refleja en las actas del Concilio; El 13 de noviembre de 1964, Pablo VI, por su cuenta, públicamente dio su tiara para los pobres y a los pocos días el cardenal Lercaro presentó un informe con sugerencias sobre la pobreza de la iglesia. Aunque solicitado por el Papa, este texto permaneció letra muerta”[16]. 

Otra evaluación autorizada dice básicamente lo mismo: "a pesar de la famosa intervención de cardenal Lercaro, “no vemos estar cumpliendo con nuestra tarea correctamente, si no hacemos la opción por los pobres el centro y el alma de este Concilio, el misterio de Cristo en los pobres... no sólo como un problema entre otros, pero como el problema central del Concilio. Podemos concluir diciendo que el Vaticano II no se ocupó en profundidad del tema..."[17] .



 

I.3 La Iglesia de los pobres en el Vaticano II

Sin embargo, al leer el corpus entero de Vaticano II, se puede pensar en una evaluación más positiva de la influencia de la iglesia del grupo de pobres. Sin duda el lugar donde el tema de la pobreza de la iglesia y de las personas se aborda más detalladamente es en la constitución dogmática sobre la iglesia. En un párrafo muy importante de esta Constitución, el Concilio declara: “Como Cristo llevó a cabo la obra de redención en la pobreza y la opresión, así la iglesia está llamada a seguir el mismo camino, si ella quiere comunicar los frutos de la salvación a todos los hombres. Cristo Jesús, "aunque era por naturaleza Dios... se despojó, tomando la naturaleza de siervo"[18], y «siendo rico, se hizo pobre»[19]  para enriquecernos con su pobreza. Asimismo la iglesia, aunque necesita recursos humanos para llevar a cabo su misión, no está configurada para buscar la gloria terrena, sino que ha de proclamar con su propio ejemplo de humildad y abnegación. Cristo fue enviado por el Padre "a llevar la buena noticia a los pobres... para curar a los contritos de corazón"[20], "a buscar y a salvar lo que estaba perdido"[21]. Del mismo modo, la Iglesia abarca con su amor a todos los que estan afligidos por la miseria humana y reconoce en aquellos que son pobres y que sufren, la imagen de su fundador pobre y sufriente. Ella hace todo lo que esta en su poder para aliviar su necesidad y en ellos ella se esfuerza por servir a Cristo. Cristo, "Santo, inocente y sin mancilla"[22] no sabía nada de pecado[23], pero vino a expiar los pecados del pueblo[24]. La iglesia, sin embargo, que abraza a los pecadores en su seno, es a la vez Santa y siempre necesita de purificación, sigue constantemente el camino de la penitencia y la renovación.[25] 

En este párrafo, la iglesia declara su vocación de seguir a Cristo pobre y afirma que ella abarca con su amor aquellos que son afligidos por la miseria humana, tratando de imitar a Cristo y de reconocerlo en los pobres y sufrientes. Es Cristo mismo quien vive en la iglesia, la Iglesia siguiendo el ejemplo del Señor, trata de servir a Cristo en los pobres. Más adelante en la misma constitución dogmática[26], a los obispos se les dice que tienen la obligación "de prodigar fiel al Maestro, un amor a todo el cuerpo místico de Cristo y, de manera especial, a los pobres, los afligidos y los que sufren persecución por la justicia..."[27] 

En la Gravissium Educatinus (declaración sobre educación cristiana), el Concilio "exhorta encarecidamente a los pastores de la iglesia y a todos los fieles a no ahorrar ningún sacrificio para ayudar a las escuelas católicas a ser cada vez más eficaces, especialmente en el cuidado de los pobres, para aquellos que están sin la ayuda y el cariño de la familia y aquellos que no tienen la fe"[28]. Las escuelas católicas son así instituciones que se preocupan por los pobres y quienes carecen de la ayuda y el cariño de la familia

En la Apostolicam Actuositatem (Decreto sobre el apostolado), son varias las llamadas del Concilio a dar el amor la marca característica de la iglesia y "reclama obras de caridad en su propia misión". Luego añade, "por eso la Iglesia debe mostrar misericordia a los pobres y los enfermos, y manifestar obras de caridad y obras de ayuda para aliviar todo tipo de necesidades humanas."[29].

En Gaudium et Spes (La Constitución Pastoral sobre la iglesia en el mundo moderno) comienza con una declaración de solidaridad de la iglesia con la familia humana entera, pero especialmente con los pobres: "la alegría y la esperanza, el dolor y la angustia de los hombres de nuestro tiempo, especialmente de aquellos que son pobres y afligidos, son la alegría y esperanza, el dolor y la angustia de los seguidores de Cristo, así".[30] Se repite así la tradicional enseñanza que la iglesia "todo hombre tiene el derecho a poseer una cantidad suficiente de bienes de la tierra para él y su familia." De acuerdo con el Concilio, "Esta ha sido la opinión de los padres y doctores de la iglesia, quienes enseñan que los hombres están obligados a acudir en ayuda de los pobres y que hacerlo así  no sólo fuera con los bienes superfluos". Luego agrega un ejemplo clarificador: "cuando una persona está en extrema necesidad tiene derecho a proveerse con lo que necesita de las riquezas de los demás." Cabe destacar que el Concilio señala que las personas están obligadas a ayudar a los pobres no sólo con sus bienes superfluos, es decir, la cosas que no necesitan, sino también de las cosas que los ricos tienen y los pobres necesitan como corresponde a su estado de vida. 

Pasando luego a nivel macroeconómico, el Concilio hace esta exhortación: “Frente a un mundo donde muchas personas sufren necesidad, el Concilio pide a los individuos y gobiernos que recuerden el dicho de los padres: "alimenta al hombre que muere de hambre, porque lo alimentas lo están matando," y les insta a, según su capacidad, compartir y disponer de sus bienes para ayudar a otros, sobre todo por darles la ayuda que les ayuda a desarrollarse de una manera digna e integral”[31]. La Gaudium et Spes reconoce las necesidades de los países del tercer mundo y la necesidad de ayudarlos,[32] cuestiona los términos de intercambio y pide un nuevo orden económico[33]. Justifica la expropiación y redistribución de los Estados grandes bajo ciertas circunstancias.[34] 

En Christus Dominus (Decreto sobre la Pastoral de los obispos en la iglesia) contiene el siguiente recordatorio: en la presentación de la doctrina de Cristo, los obispos "deben proclamar la solicitud maternal de la iglesia para todos los hombres, ya sean católicos o no y debe ser especialmente solícitos de los hermanos más pobres y más débiles a quienes el Señor ha encargado a evangelizar".[35] 

Los sacerdotes en las parroquisa también están llamados a "ejercer una paternal caridad hacia los pobres y los enfermos”. Por último, deben tener un cuidado especial para los trabajadores[36]. Y se recuerda a todos los sacerdotes: "los sacerdotes deben estar al servicio de todo el mundo, de los pobres y los más débiles a cuyo cuidado se les han confiado de manera especial. Es con éstos con los que el Señor se asocia y se identifica, y a los que la predicación del evangelio se les ha confiado como un signo de su misión mesiánica..."[37]

En palabras de la sugerencia del cardenal Lercaro la presencia de Cristo en los pobres debe ser puesta en relación con la presencia en la Eucaristía. El Concilio en Optatam Totius dice: “a los seminaristas se les deben enseñar a buscar a Cristo en la fiel meditación de la palabra de Dios y en la participación activa en los sagrados misterios de la iglesia, especialmente la Eucaristía y el oficio divino, a buscarlo en el obispo quien les envía y en las personas a quienes son enviados, especialmente los pobres, los pequeños, los débiles, pecadores y los incrédulos”.[38] 

En el párrafo siguiente[39], el Concilio decreta: "Con especial cuidado el sacerdote debe ser formado en la obediencia sacerdotal, la pobreza y un espíritu de abnegación, para vivir más conforme a Cristo desde la abnegación y el servicio desprendiéndose de las cosas que son lícitas, pero le no conviene”. 

En el Decreto Ad Gentes (Decreto sobre la actividad misionera de la iglesia), el Concilio declara una vez más solidaridad de la iglesia con todos, pero especialmente con los pobres y los que sufren:

Como Cristo recorría todas las ciudades y pueblos y curaba de toda enfermedad y dolencia, como una señal de que ha llegado el Reino de Dios (cf. Mt 9:35 ff.; Hechos 10:38), la iglesia, a través de sus hijos, se une a sí mismo con los hombres de todas las condiciones, pero sobre todo con los pobres y afligidos y voluntariamente se solidariza con ellos (cf. 2 Cor 12:15). Comparte sus alegrías y tristezas, se familiariza con las esperanzas y los problemas de la vida, sufre con ellos en sus angustias y sus muertes... (AG nº 12)

Pero es especialmente en el Decreto sobre la adecuada renovación de la vida religiosa[40] que el Vaticano II trata de la pobreza evangélica, describe como "un símbolo de Cristo que se estima mucho, sobre todo hoy en día". los religiosos deben cultivar diligentemente el espíritu de pobreza. "Les permiten compartir la pobreza de Cristo... los religiosos deben ser pobres de hecho y en espíritu." Deben trabajar para ganarse la vida, deben rechazar la solicitud indebida, poniendo su confianza en la Providencia del Padre. 

Los institutos deben esforzarse para dar a un testimonio cuasi-colectivo de pobreza. "Deben contribuir voluntariamente parte de lo que poseen para las otras necesidades de la iglesia y para el apoyo de los pobres,  a quienes todos los religiosos deben amar con el anhelo profundo de Cristo[41]. "Las Provincias y las casas de los diferentes institutos deben reflejar su voto de pobreza en lo que más ayude a los más necesitados. Los Institutos deben evitar cualquier apariencia de lujo, de riqueza y de acumulación de la propiedad”. 

Hay que añadir a todos esto, la insistencia del Concilio de que el oficio del obispo es, "en el sentido estricto del término, un servicio, una diaconía o ministerio" Los obispos deben recordar "el que es más grande debe ser como el menor y quien es el líder como el siervo"[42]. Lo que se dice de los obispos se aplica también, por supuesto, a sus ayudantes, los sacerdotes y diáconos. 

Estos textos muestran una enseñanza muy rica en pobreza voluntaria como ejemplo de Cristo. los textos hablan de servicio hecho a los pobres como a Cristo, que se identificó con los pobres y está presente en ellos. También los textos dicen que el servicio dado a los pobres es un signo de la obra mesiánica de Cristo a través de la iglesia. 

El Concilio nos exhorta a vivir en el espíritu de pobreza, confiando en Dios y ayudando a los otros, especialmente a los pobres. Habla del oficio eclesiástico como un servicio a todos, especialmente a los pobres. A través de la iglesia de Cristo pobre la Iglesia sigue y sirve a Cristo en los pobres. El servicio de los pobres es así un signo de la presencia continua de Cristo en el mundo.

 


I.4 La Iglesia de los pobres en Asia 

Pasemos al post Concilio. Sólo tres años después del Vaticano II, los obispos latinoamericanos se reunieron en Medellín, Colombia, para poner en práctica las ideas del Concilio Vaticano II en el continente latinoamericano. El Papa Pablo VI inaugura la reunión. El documento que emitieron los obispos fue titulado: "la iglesia en la actual transformación de América Latina teniendo en cuenta el Concilio”. Los obispos pidieron una expresión vigorosa de la fe hecho creíble por acción cristiana para un nuevo orden social. Medellín dio un fuerte impulso a la teología de la liberación, de cuyos teólogos la Conferencia salió beneficiada. Diez años después, los obispos latinoamericanos se reunieron de nuevo en Puebla, esta vez en presencia del Papa Juan Pablo II. Puebla reiteró el compromiso de Medellín a una opción preferencial por los pobres, "una opción a su liberación integral".  

La primera Conferencia de la FABC (Federación de los obispos de Asia), en su declaración de Manila en 1970, hicieron un llamado para que la Iglesia sea una iglesia de los pobres y ha trabajado constantemente hacia esa visión, aboga por el diálogo de la vida sobre todo con los pobres. También abogaban por esto en su declaración plenaria en 1974. 

En Filipinas, mientras tanto, se vivía la ley marcial impuesta por Marcos. Filipinas sufrió la violación de sus derechos humanos. Muchos, atraídos por las ideologías de Mao Zedong y Karl Marx, se unieron al movimiento clandestino de un derrocamiento violento del gobierno. En Filipinas la mayoría, sin embargo, optaron por la defensa pacífica del derecho de los pobres. Los esfuerzos de la gente fueron inspirados por las enseñanzas del Concilio Vaticano II, la enseñanza del Papa Juan Pablo II, quien visitó Filipinas en 1981, y los documentos de Medellín y Puebla, así como los escritos de teólogos de liberación de América Latina. Eran las fuerzas para el cambio no violento que prevaleció en la revolución pacífica de febrero de 1985 (EDSA). Esto supuso el derrocamiento del régimen de Marcos y la instalación como presidente de Corazón C. Aquino. 

Mucho de lo que los filipinos han hecho es asimilar las enseñanzas del Vaticano II con respecto a la enseñanza en la transformación de la sociedad. La iglesia de Filipinas pasa, por así decirlo, a hacer el trasvase de lo desarrollado en las Conferencias de América Latina (CELAM). Pero hubo otras influencias: la publicación de la Populorum Progressio (1967), Octogesima Adveniens (1971), Justitia en el Mundo (1971), Evangelii Nuntiandi (1975), Laborem Exercens (1981), Sollicitudo Rei Socialis (1987) y Redemptoris Missio (1990) y otros documentos oficiales de la iglesia teniendo detrás la teología de la liberación también tenía una influencia marcada de personas católicas comprometidas como eran algunos movimientos Filipinas. 

Así, cuando los 489 participantes del Concilio Plenario de Filipinas se reunieron en el complejo de formación Pastoral San Carlos el 20 de enero de 1991, muchos de ellos vinieron influidos en diversos grados por estos eventos y publicaciones. No, sin embargo, vinieron con una común intención de optar por la iglesia en las Filipinas para convertirse en una iglesia de los pobres 

El Papa Juan XXIII que se había sorprendido con la Iglesia de los pobres, la iglesia del grupo de pobres, en el Vaticano II, que abogaba por un lugar central para los pobres en los trabajos del Concilio Vaticano II, habría sido muy feliz de saber que en Asia, la iglesia Filipina adoptara como primordial lo que quedo entonces como secundario. Era hora de que la nación cristiana por excelencia en Asia hiciera suyo el llamado a ser la iglesia de los pobres y convertir dicha opción en uno de los tres temas centrales del Concilio Plenario de Filipinas, junto con la iglesia como comunidad de Cristo discípulos, renovada, para una evangelización Integral. De hecho, la iglesia de los pobres será la prueba de fuego para el éxito de la renovada evangelización integral y es al mismo tiempo la condición previa necesaria para la construcción exitosa de discípulos de la comunidad de Cristo en las Filipinas. La iglesia de los pobres es la pieza central del Concilio Plenario de Filipinas.



 

I.5 La Iglesia de los pobres en el PCP II de Filipinas  

La opción preferencial por los pobres se tomó en el PCP-II después de casi un mes de oración, de reuniones, discutiendo y viviendo juntos. En tonos de llamada, el mensaje final de los participantes declaró: "al acercarse el año 2000, queremos que la iglesia católica en Filipinas sea una iglesia de los pobres"[43]. Muy pocos esperaban que el PCP-II fuera a hacer esta opción. La composición de la Asamblea no parecía favorecerlo, porque los participantes eran sobre todo de las clases sociales económicamente acomodadas. La opción surgió sólo en la segunda mitad de la reunión del mes. Pero después de que había surgido y sido aprobado con aplausos de la Asamblea, el arzobispo Leonardo Z. Legazpi, O.P., Presidente de la Asamblea, dijo en su homilía final, "... la iglesia se ha convertido en el signo de la renovación en la elección de ser una iglesia de los pobres. El impacto de una iglesia de los pobres en nuestra visión y misión es inconmensurable".[44] 

La iglesia de los pobres es la forma de acoger las Filipinas la recepción y la inculturación de las semillas más potentes pero subdesarrolladas que el Vaticano II sembró en la viña del Señor. Hubo bastantes en el Vaticano II para inspirar a Medellín y Puebla a una nueva forma de evangelización. Hubo bastantes en el Vaticano II para inspirar a la iglesia en las Filipinas también hacia una nueva manera de ser Iglesia. ¿Cuál es la importancia de ser la Iglesia de los pobres? Debemos ver esto como una realización concreta y condición previa para alcanzar lo que el PCP-II quiere: que la iglesia debe ser una comunidad de discípulos de Cristo. En otras palabras, nuestra meta, según el PCP-II debe convertirse en un verdadero misterio de comunión y misión. El PCP-II optó por convertirse en una iglesia según el modelo de la Trinidad: "tenemos que ser una comunidad a imagen de la Trinidad” (PCP-II, Apdo. 660). En esta opción, era totalmente y en continuidad con el Concilio Vaticano II, que presenta la iglesia como "un pueblo hecho uno con la unidad del Padre, Hijo y Espíritu Santo"[45]

Solamente podemos convertirnos en tal iglesia siguiendo el modelo de la Trinidad y desde ahí nos convertimos en una iglesia de los pobres, ya que la mayoría de nuestro pueblo es pobre. A menos que la gran división entre ricos y pobres en nuestro país y en nuestra iglesia este superada, los pobres no sentirán que pertenecen totalmente a la iglesia, y no puede lograrse la plena comunión en la iglesia. La situación en Filipinas es la concreción a nivel nacional de la falta de unidad entre los ricos y los pobres que Pablo hace ver a la iglesia de Corinto.[46] Así, la iglesia en las Filipinas, con la esperanza de construir la iglesia como comunidad de discípulos de Cristo, tomó la audaz y necesaria opción de convertirse en una iglesia de los pobres. En palabras del PCP-II: ”Cuando la iglesia en las Filipinas se convierte verdaderamente la iglesia de los pobres, los pobres se sentirán en casa y participarán activamente, igual que los demás, en su vida y misión, como signo e instrumento para la unidad de la nación entera Filipina.[47] 

El PCP-II pasó a describir ampliamente el significado de iglesia de los pobres en el párrafo 122-136 de sus actas, aunque hay muchos otros lugares así donde algunos de sus elementos también se dejen ver hacia fuera. Esto es especialmente cierto de la segunda sección (B) de la parte III, cuando se habla de una renovada evangelización Integral. En la sección B, titulada "Anunciando un mensaje de liberación" se centra en la liberación humana en el orden temporal precisamente por la necesidad urgente de transformación social en Filipinas[48]. El PCP-II comienza su sección sobre la iglesia de los pobres[49] expresando su sentido del llamado urgente de Dios a la iglesia para servir a los pobres y los necesitados. La pobreza en la que vive por lo menos la mitad de la población filipinas es una clara señal del pecado estructural (que el pecado había penetrado las estructuras sociales del país). La pobreza en el sentido de la indigencia no es voluntad de Dios, como el Papa Juan Pablo II insistió a los chabolistas de dos Favela Alegados en Brasil. La llamada de Dios a la iglesia de los pobres no viene de los cielos, sino de la pobreza generalizada y el sufrimiento de las masas de nuestro pueblo.[50] 

Los pobres son bienaventurados, no porque la pobreza sea una bendición, sino porque Dios viene en ayuda de los pobres. Por ello, "para dar a testimonio creíble del amor de Dios en Cristo Jesús. Necesitamos convertirnos para pasar a ser la iglesia de los pobres." Esta expresión no significa que la iglesia sólo pertenece a los pobres, como su Salvador lo quiere, debe abrazar a todos. Aquí el PCP-II habla en términos que recuerdan a Juan XXIII "La iglesia se presenta... como la iglesia de todos y particularmente la iglesia de los pobres"[51]. El PCP-II entonces describe la iglesia de los pobres que Dios quiere. Iglesia de los pobres significa "una iglesia que abraza el espíritu evangélico de pobreza, que no se apega a los bienes para vivir con una profunda confianza en el Señor como la única fuente de salvación". El Señor quiere que todos sus seguidores, ricos o pobres, sean "pobres en espíritu"[52].

Los miembros de la iglesia de los pobres han de tener un amor especial por los pobres. Este amor especial debe manifestar un amor de preferencia por los pobres. Esta opción no es exclusiva sino inclusiva, se debe amar a todos, ricos y pobres[53]. Este amor de preferencia por los pobres se aborda más detenidamente en el apartado de "Anunciando un mensaje de liberación"[54], “También es una exigencia de Cristo por sus discípulos seguir su propio amor de preferencia por los pobres”. Esta opción toma la mayor urgencia en nuestro país donde un número muy grande de nuestro pueblo vive en la pobreza extrema y la miseria mientras unos pocos poderosos viven con enormes privilegios sociales y gozan de enorme riqueza. 

El bien común dicta que se debe prestar más atención a los miembros menos afortunados de la sociedad. Nosotros, como iglesia, en efecto, debemos optar por todos los hombres, mujeres y niños del mundo pero sobre todo, preferentemente optamos como Jesús por los "más pequeños", los pobres y marginados de nuestra sociedad. Esta es una opción esencial de la fe cristiana, una opción obligatoria. La salvación eterna depende de un amor de preferencia por los pobres porque los pobres y necesitados tienen la privilegiada presencia de Cristo. 

Aquí, la opción preferencial por los pobres se describe como "una demanda de Cristo para sus discípulos," "una opción esencial de la fe cristiana, una opción obligatoria" de la que depende nuestra salvación eterna. Se dan las razones de esta opción preferencial: el bien común, el ejemplo de Cristo y la privilegiada presencia de Cristo en los pobres y los necesitados. Esta opción por los pobres es una opción preferencial, pero no una exclusiva. La iglesia de los pobres[55] significa "por lo menos que los pobres no son discriminados por su pobreza, y no se les priva de su derecho a recibir la ayuda necesaria de los bienes materiales y espirituales de la iglesia, sobre todo la de la palabra de Dios y los sacramentos de los pastores." En la práctica, nadie debe ser privado de los sacramentos o de los servicios de la iglesia simplemente porque no pueden pagar los honorarios. La práctica de "clases" para la celebración de los sacramentos es también cuestionada. 

La iglesia de los pobres significa que los pastores y los líderes de la iglesia darán preferente atención y tiempo a los pobres y a compartir generosamente sus propios recursos con el fin de aliviar su pobreza y hacerles reconocer el amor del Señor para con ellos a pesar de su pobreza." La inmersión por pastores y líderes de la iglesia entre los pobres se sugieren como una forma de conocer a los pobres. La iglesia de los pobres practicará solidaridad con los pobres. "Colaborará con los pobres y con los demás para levantar a los pobres de su pobreza"[56]. La iglesia de los pobres recordará a los ricos de sus derechos y condenará las injusticias cometidas contra los pobres. "Pastores y miembros de la iglesia valientemente defenderán y reivindicarán los derechos de los pobres y los oprimidos, incluso cuando hacerlo signifique la persecución de los ricos y poderosos"[57]

La Iglesia de los pobres también significa que la misión de la iglesia no será sólo evangelizar a los pobres sino que los pobres se convertirá en evangelizadores. En su labor de evangelización, habrá una dependencia preferencial de los pobres[58]."Los Pastores y líderes de la iglesia de los pobres no competirán por los puestos más prósperos llevados por la ambición de títulos y honores... Por el contrario, han de vivir simplemente y compartir con los que no tienen y más necesitados "siguiendo el ejemplo de Cristo[59].

 


 

I.6 La recepción e interpretación de la iglesia de los pobres 

De esta reflexión de los "lugares de los pobres" en el Vaticano II y en el PCP-II sobre el tema de la pobreza y los pobres a los ojos de la iglesia, podemos hacer esta conclusión a modo de resumen: “En primer lugar, mientras que los pobres no figuran en un lugar tan prominentemente en los documentos del Vaticano II como desearíamos los que estamos en un país del tercer mundo y los que reclamaban la iglesia del grupo de pobres, sin embargo hay muchas ideas seminales con respecto a este asunto en los documentos del Concilio. En ninguna parte el Concilio aparecen las palabras de Papa Juan XXIII iglesia de los pobres o "opción preferencial por los pobres", pero puede entenderse que estos términos ya están, de forma seminal, presente en los documentos conciliares. 

El Concilio Plenario de las Filipinas, influenciadas por Puebla, el Papa Juan Pablo II,[60] y teólogos de la liberación, han hecho un uso liberal de la iglesia de los pobres y la frase "opción preferencial por los pobres". La iglesia de los pobres se convirtió en PCP-II uno de los tres temas claves: discípulos de la comunidad de Cristo, Iglesia de los pobres y renovada evangelización Integral. Esto es muy claro de la declaración de la visión-misión de la Iglesia filipina formulado por la Conferencia Episcopal Católica de Filipinas y del Plan Pastoral nacional para implementar PCP-II. La iglesia de los pobres es la pieza central de la visión del PCP-II para la iglesia en las Filipinas. 

El PCP-II no llegó a esta percepción de la vocación de la iglesia en las Filipinas para ser la iglesia de los pobres escuchando una voz de los cielos, sino viendo la pobreza generalizada de las masas que viven en el sufrimiento. Este fue un ejemplo de la lectura de los signos de los tiempos a la luz el Evangelio según la enseñanza  del Concilio Vaticano II.[61] 

La iglesia de los pobres es el modo de ser de la iglesia en las Filipinas, según la recepción de la iglesia como misterio de comunión y misión. Retomando las ideas del Concilio, el PCP-II, trata de hacer recepción del Vaticano II, un acto enriquecido con enunciados claramente deducidos a partir del espíritu del Vaticano II. 

Lo que el Concilio Vaticano II fue para todo el mundo, el PCP-II fue para la iglesia en Filipinas. El mismo Espíritu de Dios que sopló en el Vaticano II sopló en el PCP-II. Sin el Vaticano II, no habría habido un PCP-II, pero sin el PCP-II, la recepción del Vaticano II la iglesia en las Filipinas habría sido mucho más lenta, más débil y menos enfocado. 

La recepción del Vaticano II que hizo el PCP-II puede llamarse "Recepción e interpretación." El PCP-II interpretado y aplicado a las Filipinas y desarrollado como también una muy importante verdad proclamada pero no centralmente por el Vaticano II. La Iglesia de Filipinas dio los nombres iglesia de los pobres y la "opción preferencial por los pobres" a lo que el Vaticano II había deletreado hacia fuera en lugares dispares de sus documentos. 

Pero la parte más importante de la recepción, es que fue acogida como movimiento. Esto significa "la elaboración, en la vida cotidiana, en las actitudes, valores, relaciones, en las prioridades, en estilo de vida, de la auto comprensión renovada y la misión" (Tagle 2003:98). De aquí se deduce la útil distinción entre recepción como interpretación y recepción como movimiento. 

Los convocados a participar en el PCP II se reunieron con el fin de evaluar el impacto del Concilio Plenario en la vida de la iglesia y de los fieles. Las evaluaciones varían, pero es seguro decir que los delegados encontraron que se ha hecho mucho pero que mucho está por hacer. Muchos sentían que mientras mucho se hecho por los pobres, los pobres no han experimentado a la iglesia y a sus líderes como sus amigos.  

Solidaridad con los pobres no ha ido suficientemente lejos. Los participantes, en su mensaje, hacen esta confesión: “La iglesia en Filipinas ha cambiado en algunos aspectos. Debido a la debilidad en la formación y educación, la falta de definidas direcciones pastorales diocesanas y programas y las deficiencias en estructuras, no se han implementado muchas prescripciones del PCP-II. Pero más allá de estos factores, podemos ver que las fallas en la renovación proceden de un origen más profundo: nuestra dureza de corazón y la resistencia a la conversión.  

Confieso que entre quienes conforman la iglesia, incluso entre algunos en posiciones de liderazgo y responsabilidad, las nuevas actitudes, opciones y estilos de vida exigidos por una iglesia que es una comunidad de discípulos y la iglesia de los pobres a menudo han honrado en palabras, pero rechazado en la vida. Por otra parte, en gran parte debido a la aceptación acrítica de los valores de la sociedad dominante..., como iglesia tenemos que confesar cierta responsabilidad para muchos de los males continuos de Filipinas sociedad. "He aquí que hago nuevas todas las cosas nuevas"[62], la renovación de la iglesia es el desafío de la iglesia en el nuevo milenio.[63] 

Así, una de las prioridades pastorales reiteradas, una vez más, fue la activa presencia y participación de los pobres en la iglesia. En su mensaje final el estado de los participantes: “Para hacer auténtico compromiso para convertirse en una iglesia de los pobres, debemos ser evangélicamente pobres. Por lo tanto, hemos de liberarnos de las mentalidades, valores, comportamientos y estilos de vida que discriminan a los materialmente pobres. Debemos escuchar y con ellos crear las condiciones en las que se escuchen a los pobres y para que puedan disfrutar de las bendiciones de la creación de Dios. Como pobre entre los pobres, con los pobres, debemos comprender, vivir, celebrar y compartir nuestra fe común en Jesucristo crucificado y resucitado” [64]

 


I.7 La Teología de la misión en los documentos de la FABC 

A la luz de las asambleas de la FABC los obispos con sus conferencias episcopales han madurado en la forma de llevar a cabo la misión en Asia. Principalmente han profundizado en la opción preferencial por los pobres, en una misión no solo “ad gentes” sino “inter gentes” y una misión  ad vulnera”, no desde la imposición de doctrinas sino desde la primacía del testimonio. 

Asia es denominado el continente de la esperanza. Casi dos tercios de la población mundial viven en Asia. Asia es la cuna de las grandes religiones de la humanidad. Asia es un continente enorme, no sólo en extensión sino sobre todo en riqueza cultural, filosófica, religiosa y humana. El 60% de su población está por debajo de los 25 años. Es un continente lleno de esperanza y de vida. En Asia se dan también simultáneamente enormes diferencias entre ricos y pobres, realidades dolientes de violencia y grandes sufrimientos. Es una realidad muy amplia, plural y diversa. Cada zona del continente, cada país, tiene sus propios retos, problemas y alegrías.  

A lo largo de las distintas conferencias episcopales de Asia, las FABC, durante un paciente trabajo de cuarenta años, con muchísimos esfuerzos, han tratado de crear una visión de la misión que responda a los retos que, como continente, la Iglesia en Asia se está planteando.  

Asia es continente de esperanza porque plantea grandes propuestas de cambio. En este continente se ha ido dando una serie de reclamos muy serios y positivos en cuanto a la promoción de la mujer, la juventud, la ecología, la salvaguarda de los derechos humanos, la instauración de la democracia, la promoción de la justicia, la inculturación y el diálogo interreligioso. La iglesia en Asia es consciente de la necesidad de una nueva evangelización en la promoción y formación del laicado (promoción de las BEC). 

En especial, la primera celebrada en Taiwán en 1974 y la séptima asamblea fueron dedicadas exclusivamente al tema de la misión. Analizando las declaraciones de las asambleas de la FABC y de algunos de los mensajes de sus diferentes institutos, trataré de entresacar la teología de la misión que subyace en los documentos de la FABC. Especialmente me detendré en el análisis de dos definiciones de misión que han ido creando teología en el seno de Asia y que han marcado especialmente muchos de los documentos de la FABC: la misión como un triple diálogo: “con sus culturas locales, con las ricas tradiciones religiosas del continente y con los pobres de Asia” y la misión como “Evangelización activa e integral”. 

La iglesia necesita enraizarse en una fe viva en diálogo con la vida y con sus propias tradiciones y culturas y en diálogo con las otras religiones. Se hace urgente el testimonio de vida de los cristianos y su actitud en favorecer el diálogo y la unidad. La iglesia debe sentirse caminando peregrina junto con todos los pueblos buscando el Reino de Dios desde una actitud humilde de diálogo mostrando respeto y compasión hacia todos. Ante la situación de marginalización y pobreza la iglesia debe mantenerse en una opción preferencial por los pobres.

 


 

I.8 La Misión como triple diálogo: con las culturas, las otras religiones y los pobres 

La FABC ha contemplado desde el principio el reto de la misión en Asia como respuesta a los retos del medio asiático: en Asia conviven una gran cantidad de culturas, etnias, religiones y unas enormes poblaciones sometidas a una extrema pobreza. Acercándose a esa vasta realidad, los obispos de Asia en la primera de sus Asambleas, en 1974, afirmaron que la misión en Asia significaba un triple diálogo de vida: “Una Iglesia en continuo, humilde diálogo de amor, con las tradiciones vivas, con las culturas, con las grandes religiones; en resumen, con todas las realidades de la vida de las personas, entre las cuales hunde sus raíces y cuya historia y vida felizmente hace suya”. El “Final Statement” detallaba números más adelante: “Una Iglesia local en diálogo con su gente, en tantos países de Asia, significa dialogo con los pobres”, dejando así formulado el triple diálogo que recogerían más tarde tanto el Congreso Internacional de Misión en 1979 en Manila como las siguientes Asambleas plenarias de la FABC: “diálogo con las culturas, con las otras tradiciones religiosas y con las gentes de Asia, especialmente los pobres”.

Dialogo con la cultura 

La primera tarea en el camino de la Evangelización es para la FABC “el diálogo con la cultura” y lo formula como “construir una verdadera Iglesia local”.  Se refiere con fuerza esta primera Declaración de la FABC a la Iglesia “encarnada, indígena”. La Iglesia ha de ser ese “Cuerpo de Cristo” que se hace carne en un determinado lugar y tiempo. La Iglesia en diálogo con la cultura busca salir del “aislamiento” entrando en comunión al compartir: “valores, aspiraciones, pensamientos, lenguaje, canciones y arte. Incluso sus fragilidades y fallos han de ser asumidos, pues sólo así podrán ser sanados”. El Congreso Internacional sobre Misión celebrado posteriormente, en Manila en 1979, dedicó su segundo taller al tema de la Inculturación. Se dedicó tiempo a meditar sobre el proceso y las actitudes de la Inculturación y se daban recomendaciones a las Conferencias Episcopales para tomar sendas adecuadas en la construcción de las Iglesias locales. 

Diálogo con las religiones 

Un segundo aspecto, central en la misión en Asia, es el diálogo con las grandes tradiciones religiosas. Para la FABC, el diálogo es “una parte integral de la evangelización”; es “intrínseco a la vida misma de la Iglesia”. En 1979, el art. 19 del Congreso Internacional sobre Misión afirmaba: “el diálogo es un modo esencial de la evangelización”. “El diálogo interreligioso no es sólo un substituto o un método preliminar de la proclamación de Cristo, sino que debería ser la forma ideal de evangelización, donde, en humildad y apoyo mutuo, buscamos juntos con nuestros hermanos, la plenitud de Cristo, que es el plan de Dios para toda la creación, en su totalidad y en su gran y maravillosa diversidad”.  

Profundicemos el tercer aspecto: El diálogo con los pobres.

En la Asamblea sobre Evangelización que se celebró en Corea en 1988, se afirmaba que, si bien no hay que ser tímidos para la proclamación de Cristo como Salvador y respuesta a las preguntas fundamentales de la existencia humana, la misión en Asia tiene un modo distinto. Se afirma: “la proclamación de Jesucristo es el centro y el elemento primero de la Evangelización”, pero se subraya, este modo “distinto” de realizarse la misión en Asia, es sin duda el testimonio de vida: la vida de los cristianos y de las comunidades cristianas que testimonian los valores del Reino de Dios. Para los cristianos de Asia, “proclamar a Cristo significa, sobre todo, vivir como él, en medio de nuestros hermanos de otras religiones y hacer sus obras por el poder de su gracia. La proclamación mediante el diálogo y las obras es la primera llamada a las Iglesias de Asia”. Esta Asamblea trató de relacionar este triple diálogo con el imperativo de la misión e intentó explicar el cómo de esa misión en Asia: “estar con las personas, responder a sus necesidades, siendo sensibles a la presencia de Dios en las culturas y en las otras religiones, y dando testimonio de los valores del Reino de Dios, mediante la presencia, la solidaridad, el compartir y la palabra. La misión significa así pues, un diálogo con los pobres de Asia, con sus culturas locales y con las otras tradiciones religiosas”.

 


II. LA IGLESIA DE LOS POBRES HOY EN FILIPINAS 

Aunque muchos podrían ser los exponentes de esta nueva orientación de la Iglesia de los pobres aquí en Filipinas nos vamos a centrar tan solo en unos testimonios que nos parecen relevantes: 

II.1 Fr. CATALINO AREVALO S.J., Profesor de Loyola School of Theology

II.2 Fr. DANIEL FRANKLIN PILARIO, Vicentino, Escuela de Teología San Vicente

II.3 Fr. KARL GASPAR, redentorista, Preside el Instituto S. Alfonso de teología y misión en Davao City

II. 4 Fr. LUCIANO ARIEL FELONI, como argentino está inmerso en la teología de los pobres o del pueblo de Dios (De Gea), trabaja en su parroquia en la diócesis de Novaliches, Manila. 

 


II.1 Fr. CATALINO AREVALO S.J., Profesor de Loyola School of Theology 

Empezamos con el testimonio del padre jesuita Catalino Arévalo, recientemente muerto. La misa funeral se celebró este 22 de enero en la Iglesia del Gesù de la Universidad Ateneo de Manila. Comencemos haciendo una breve biografía. 

El jesuita filipino P. Catalino Arévalo SJ, reconocido como el Padre de la Teología Asiática, falleció el 18 de enero en el Centro Jesuita de Salud y Bienestar en Manila. Tenía 97 años.

Nacido el 20 de abril de 1925, el P. Arévalo ingresó en la Compañía de Jesús el 30 de mayo de 1941. Fue ordenado sacerdote el 19 de junio de 1954 y profesó sus votos perpetuos cuatro años después, el 15 de agosto de 1958. 

Un año después de sus votos perpetuos, fue enviado a enseñar en Woodstock College en Maryland, el seminario jesuita más antiguo de los Estados Unidos que existió desde 1869 hasta 1974. Fue el primer filipino en enseñar allí. También fue el primer presidente de la Escuela de Teología Loyola en Manila de 1968 a 1971. Continuó impartiendo cursos sobre Eucaristía y Orden Sagrado, Cristología y Redención, Eclesiología, Mariología y Teología de los Ejercicios Espirituales hasta 2010. 

El P. Arévalo fue el autor principal del documento final de la primera Asamblea Plenaria de la Federación de Conferencias Episcopales de Asia (FABC) en 1974 en Taipei. Este documento histórico llamado, Evangelización en la Asia moderna, ayudó a establecer la orientación teológica de la Federación. 

Después de su viaje a América Latina en 1970, el P. Arévalo comenzó a dar conferencias sobre teología de la liberación. Fue uno de los primeros en hacerlo en Filipinas. Ese año sirvió como "peritus" (experto) en una reunión de obispos asiáticos que se convertiría en la FABC. 

El P. Arévalo jugó un papel decisivo en la fundación y el desarrollo de FABC. Fue el primer asiático en la Comisión Teológica Internacional de la Santa Sede, y el primer coordinador y miembro fundador de la Comisión Asesora Teológica de FABC, que presidió de 1985 a 1999. 

Redactó la primera declaración de FABC, el hito "Evangelización en Asia moderna", que sigue siendo "la articulación más influyente ... de las Iglesias locales de Asia". El difunto cardenal Jaime Sin de Manila nombró al Padre Arévalo "Decano de todos los teólogos filipinos". 

En 1997, el sacerdote jesuita recibió el "Pro Ecclesia et Pontifice", (Para la Iglesia y el Papa), del Vaticano por su distinguido servicio a la Iglesia. 

En 2009, FABC honró al sacerdote jesuita con el premio "Padre de la Teología Asiática" en reconocimiento a sus servicios a la Federación. A principios de 1998, la Universidad Ateneo de Manila confirió un doctorado honoris causa en Humanidades al P. Arévalo, citando sus más de 9.000 páginas de escritos teológicos "con énfasis asiático". 

En su discurso de aceptación en el Ateneo de Manila, el P. Arévalo acreditó al ex provincial filipino P. Horacio de la Costa SJ por imaginar teologías filipinas y asiáticas que "abordan los problemas del mundo real mientras son y caminan con todos los hombres hacia el reino de Dios". Señaló que "hacer teología [es] un compromiso para cambiar la sociedad". 

El P. Arévalo también recibió la Ecclesia et Pontifice en 1997 por su distinguido servicio a la Iglesia. El fallecido cardenal Jaime Sin, quien otorgó el premio, lo describió como el "Decano de todos los teólogos filipinos y padrino de cientos de sacerdotes". De hecho, el P. Arévalo fue mentor, hermano y amigo de generaciones de sacerdotes, religiosos y laicos, entre ellos el cardenal Luis Antonio Tagle y la difunta presidenta filipina Corazón Aquino. 

El P. Danny Huang SJ, ex provincial jesuita filipino, escribió: "Aunque estoy triste por su fallecimiento, también estoy feliz por el Padre Revs, que ha querido ir a casa con el Señor. Describió los cursos del P. Arévalo sobre Eclesiología y Orden Sagrado como "transformadores", y dijo que fue el jesuita mayor quien lo inspiró y lo animó a realizar estudios de postgrado en teología. 

 


Pasemos ahora a profundizar en los aspectos de su teología.[65] 

Incluso antes de que el término "opción preferencial por los pobres" ganara popularidad en todo el mundo, Arévalo ya habla de la Iglesia "poniéndose" del lado de los oprimidos. 

"¿Cómo debemos hacer teología en nuestro contexto? [66] 

En algún lugar de sus escritos, el padre Catalino Arévalo escribió: La nuestra es "una teología de fragmentos reunidos y pegados con cinta adhesiva en horas de hacer y sufrimiento, en diálogo y confrontación, en reflexión y oración, en vacío, en confusión y parálisis, ¡en todos los tiempos y estaciones de Qoheleth, al parecer! – en la lucha, a veces en la angustia y la desesperación, a veces con el derramamiento de sangre y lágrimas reales". 

1.     Leyendo los signos de los tiempos 

Los teólogos necesitan tener una comprensión concreta de los principales movimientos políticos y económicos del país, para actuar sobre ellos en el espíritu del Evangelio. Esta conexión intrínseca de la teología con el tiempo y las circunstancias históricas se puede discernir en el método teológico de Arévalo de "leer los signos de los tiempos", un término introducido por el Vaticano II. 

Fundada en la autoridad de las declaraciones magisteriales, la teología de los signos de los tiempos es "una teología del discernimiento de la acción de Dios y de la gracia de Dios en la historia". Trata de sentir el pulso de "lo que está sucediendo" en la historia para discernir "lo que está avanzando" en las aspiraciones de los pueblos... En otras palabras, esta metodología desafía al teólogo a "vivir lo más cerca posible de la gente para poder escuchar los latidos de su corazón" para que pueda "caminar con ellos" y ayudar a señalar su destino en su viaje al Reino. 

Quisiera destacar tres características positivas de este enfoque: a) su teologización ad hoc; b) sus preocupaciones liberacionistas; y c) la centralidad que otorga al Magisterio y a sus textos. 

2.     Teología ad hoc 

Primero, la teología, tal como se juega en medio de necesidades apremiantes y urgencias, como lo es en cualquier otra parte del Tercer Mundo, solo se puede hacer de manera ad hoc. No es una teología de revistas teológicas y conferencias académicas. Es una teología sobre el terreno. Su hogar es "el calor del día y el polvo del camino, las posadas al borde del camino de la noche, con las inevitables parcialidades de preguntas a medio formar y discusiones inconclusas: una teología en vía, de un pueblo también en camino". 

En cierto modo, los teólogos del Tercer Mundo no sólo están "interesados" en la teología contextual; se ven obligados por las circunstancias a "hacerlo", como atestigua el propio Arévalo. 

Llamados a hablar en seminarios y talleres de base, procesos de discernimiento regionales o diocesanos o entre comunidades religiosas y laicos, los teólogos del mundo de los Dos Tercios hacen teología no con la publicación de una obra magna en mente. No luchan con conceptos y distinciones desgarradoras, sino con "problemas reales de carne y hueso, con políticas y decisiones concretas que tuvieron que ser elaboradas".

Esto se ejemplifica en la vida del propio Arévalo, que no solo ha sido maestro de varios obispos y cientos de sacerdotes, sino que también ha redactado numerosos documentos eclesiásticos y cartas pastorales, discursos escritos, homilías, declaraciones, de obispos y cardenales, de generales y provinciales jesuitas, etc. Si se recopilan todas estas páginas escritas, según su estimación, ascenderá a alrededor de 8,000-9,000 páginas mecanografiadas. Sin embargo, ninguno de estos, a excepción de algunos pocos artículos, se acreditan bajo su nombre. 

Este humilde anonimato bajo el cual trabaja un teólogo, pero que también se debe en parte a las muchas demandas persistentes con las que tiene que hacer frente (por ejemplo, enseñanza, reuniones, conferencias, organización, administración, etc.), caracteriza principalmente a la mayor parte de la teologización del Tercer Mundo. Arévalo lo describe como una especie de teología "hecha de pie" para ayudar a la Iglesia (por ejemplo, comunidades y líderes por igual) a "pensar a través de" sus situaciones siempre cambiantes. 

El carácter provisional y transitorio de esta teologización se muestra en muchos títulos de los artículos de Arévalo, que a menudo llevan el título "notas", "prenotas" o simplemente "algunos pensamientos" sobre algo. Tal testimonio de vida de un teólogo ejemplifica la noción de teología hecha en el punto de urgencia y circunstancia difícil. 

3.     Carácter liberacionista 

En segundo lugar, entre los teólogos filipinos, fue Catalino Arévalo quien, después de haber entrevistado e intercambiado puntos de vista con Gustavo Gutiérrez, Lucio Gera y Juan Luis Segundo en América Latina en 1970, fue pionero en la introducción de la teología de la liberación a las audiencias filipinas (justo en un momento en que el movimiento mismo comenzaba a hacerse oír en la comunidad teológica internacional).

Incluso antes de que el término "opción preferencial por los pobres" ganara popularidad en todo el mundo, Arévalo ya habla de que la Iglesia "se pone del lado" de los oprimidos, ya que también está en desacuerdo con "actitudes de egoísmo y estructuras de egoísmos institucionalizados" que se encuentran en "la política y los sistemas comerciales que explotan a los pobres". 

Desde el principio, sin embargo, Arévalo ya se distanció de la apropiación acrítica de las categorías marxistas por parte de los teólogos latinoamericanos, describiéndose así como nunca un "converso" total de la teología de la liberación. Esta relación crítica tanto con el status quo político como con el pensamiento marxista-maoísta caracteriza la teologización dominante en Filipinas. Se basa no tanto en estas ideologías como en las enseñanzas de la Iglesia. 

4.     Textos del magisterio 

Esto nos lleva a la tercera característica de este método: su vínculo muy estrecho e integral con el magisterio y sus textos. La teología, en este contexto, se funda y conscientemente hace del magisterio del Concilio, de los Papas y de las Conferencias Episcopales como "textos fuente", haciendo palpable dentro de la reflexión teológica el espíritu de la catolicidad y la tradición. "La reflexión teológica filipina", comenta Arévalo, "ha considerado esto una fortaleza, no una debilidad; una fuente de mayor seguridad en el discernimiento y la decisión". 

Además, Arévalo considera que las declaraciones pastorales de los obispos locales y los documentos de las conferencias nacionales y regionales son "teologías" en sí mismas. Por lo tanto, cuando habla de la teología de los "pedazos", tiene en mente estos documentos y cartas pastorales que el magisterio regional (FABC) y local (CBCP) han emitido, y que él mismo también ha ayudado a producir. Aunque estos documentos están "muy lejos de los magníficos summae de la Edad Media... [ellos] son todavía los textos teológicos filipinos sustantivos de nuestra generación". 

En la elaboración cuidadosa y creativa de estas declaraciones se encuentra el servicio del teólogo en la Iglesia. Son precisamente estos documentos, los que en última instancia muestran lo que significa en última instancia la inculturación de la Iglesia y la teología, es decir, como "una tarea de la iglesia local en el proceso de su autorrealización en la historia". 

Algunas reflexiones sobre la teología filipina[67] 

¿Qué podría llamarse "teología filipina"? ¿Cuáles eran y son sus preocupaciones? ¿Cuál es su realidad? ¿A dónde está ahora? 

1. Tal vez podamos comenzar de esta manera: de común acuerdo, creo, más que cualquier otro evento en el siglo pasado de la historia del cristianismo, el Concilio Vaticano II fue el más significativo, incluso el más estremecedor de todos. Tres de los más grandes teólogos católicos del siglo, a los que se les pidió que evaluaran el Concilio unos 25 años después de su finalización, dieron interpretaciones notablemente convergentes de cuál era su significado "final" para la Iglesia de nuestro tiempo.

El jesuita alemán Karl Rahner dijo que marcó la llegada real (aunque solo incipiente) de una Iglesia verdaderamente mundial: ya no una Iglesia exportada de Europa a otros pueblos, sino una Iglesia en verdad convirtiéndose en una Iglesia dentro de cada pueblo, verdaderamente de cada pueblo. 

El eclesiólogo dominico francés Yves Congar vio el Concilio señalando el surgimiento de las iglesias locales como sujetos de sus propias historias, dentro de la catholica unitas; la llegada [así lo llamó] del "tiempo de los herederos". 

El canadiense Bernard Lonergan lo juzgó, quizás más incisivamente, como el reconocimiento o reconocimiento de la historia por parte de la Iglesia, un acuerdo con una Iglesia dentro de la historia, una Iglesia con la historia trabajando dentro de sí misma. 

Otros dirían en una línea similar: la comprensión de que el mundo y la historia no giran en torno a la Iglesia, sino que la Iglesia gira en torno al mundo y la historia (M. D. Chenu, O.P.). El mundo y la historia no "definen" a la Iglesia, pero sin embargo la Iglesia se "realiza" en el mundo, se constituye dentro de la historia. 

El teólogo belga Edward Schillebeeckx pondría la misma idea, en términos más deliberadamente provocativos. No, dice, extra ecclesiam nulla salus (fuera de la Iglesia, no hay salvación), sino extra mundum nulla salus (fuera  del mundo, fuera de la historia, no hay salvación). Cristo no vino a sacarnos de la historia y salvarnos de este mundo. Él vino a redimir la historia misma para salvar al mundo mismo Juan 3,16: "No fue para juzgar al mundo que Dios envió a su Hijo al mundo, sino para que por medio de él el mundo sea salvo"). 

El arzobispo mártir de San Salvador, Oscar Arnulfo Romero dijo, más pastoralmente (si se quiere), en una de sus homilías: "La misión de la Iglesia en un tiempo y lugar dado es esforzarse por transformar la historia de un pueblo en historia de salvación". 

Finalmente, permítanme poner todo esto en una especie de definición, tomada de Joseph Komonchak de la Universidad Católica de América: "La teología está al servicio de la presencia redentora de Cristo y del papel en el mundo. Surge dentro de una comunidad convencida de que Jesucristo es el Salvador del mundo, y el evento y el mensaje en el que se refleja está destinado a tener un efecto en el curso de la historia humana. La teología es, por lo tanto, una de las muchas formas en que la Iglesia busca ser el signo y el instrumento por el cual Cristo continúa siendo históricamente eficaz. Este es un punto que quizás sea necesario subrayar especialmente hoy".[68] 

Hasta aquí, algo así como una definición. Ahora, un paréntesis obligatorio. Antes de continuar, hay que hacer una aclaración absolutamente necesaria. También de acuerdo con la "eclesiología total" del Vaticano II, lo que queremos decir con Iglesia aquí es todos los que somos bautizados, laicos tanto como clérigos, todos los que profesan ser miembros de la comunidad cristiana y seguidores de Jesús; todos los que componen lo que San Pablo llama el Cuerpo de Cristo en el mundo. Esto es fundamental para lo que estamos diciendo aquí. 

Uniendo las cosas, entonces. Para el teólogo de hoy, la participación en la responsabilidad de la Iglesia en y para la historia en curso es obligatoria, no opcional. La participación en la vida de la Iglesia, su compromiso en cambiar la sociedad, su praxis transformadora, todo se ha convertido en parte del "hacer teología". Y si, como se ha dicho muchas veces, más ha cambiado en nuestra parte del mundo y su historia, más ha cambiado en los últimos cincuenta años que en los quinientos anteriores, entonces la teología y el teólogo tienen que llegar a un acuerdo con estas grandes evoluciones y sus significados, con lo que hemos llegado a llamar "signos de los tiempos". Este tipo de teología es una teología de "acompañar", de "estar con", de "caminar con". Este tipo de teología tiene que conectar el Evangelio y la Iglesia con un mundo en transición, en proceso, y ayudar a señalarlo su destino y su destino, una teología que se esfuerza por transformar el viaje de un pueblo en una peregrinación hacia lo que Jesús llamó el Reino de Dios. 

2.  Volvamos ahora a la "teología filipina", entonces, de los últimos cuarenta años. Su esfuerzo ha sido asegurar que la Iglesia en nuestro país lleve una palabra, lleve el Evangelio de Cristo, precisamente como encuentra lo que está avanzando en nuestro camino común como pueblo, avanzando hacia la construcción de una nación (en palabras de la Pacem in terris del Papa Juan XXIII) "fundada en la verdad, guiada por la justicia, motivada por el amor,  realizado en libertad, y floreciendo en paz". Tiene que ser una teología en continuo discernimiento, bajo la guía del Espíritu. Es una teología cuyo agente, cuyo verdadero sujeto, es "toda la Iglesia". 

Para entrar en algunos detalles, sin tratar de ser exhaustivo: creo que la "teología filipina" ha hecho su camino con una autoconciencia gradualmente creciente desde -para dar una fecha conveniente como clavija- la Populorum progressio del Papa Pablo VI, su gran encíclica de 1967 sobre el progreso de los pueblos, y que estos fueron algunos de los hitos en el camino: 

La preocupación por los significados humanos y religiosos del desarrollo social y económico, a partir de los años sesenta; El surgimiento de comunidades cristianas de base, más tarde "Comunidades eclesiales de base" o BEC, la Iglesia que viene a ser en las bases; La creciente lucha por la justicia social y los derechos humanos, y de facto, incluso antes de que se importara esa etiqueta, la "opción por los pobres". 

Nuestra propia reflexión local sobre la liberación, nacida y criada sin duda en sintonía con las influencias ideológicas marxista-maoístas en los años 70, ayudada mucho por la interfusión con la teología de la liberación latinoamericana, pero moldeada en sustancia por los acontecimientos locales, especialmente por la creciente resistencia a la ley marcial de Marcos y sus opresiones. 

Esta resistencia a la "dictadura ruinosa" en el tiempo reunió sus fuerzas dispares a un punto crítico, y se movió, creemos, no sin la mano guía y salvadora del Señor, hacia esos cuatro días fatídicos que hicieron del levantamiento de EDSA y "el Poder Popular" un "milagro", un regalo otorgado, una tarea comenzada. Tal vez, podríamos añadir, con dolor, luego traicionados por nuestra propia falta de unidad, de coraje y de voluntad política. 

Después de EDSA, dentro del espacio creado por nuestra democracia incómodamente restaurada, el urong-sulong se mueve para dar una encarnación consistente a la presencia histórica y la responsabilidad de la Iglesia en nuestra sociedad. 

El trabajo del diálogo interreligioso, tan necesario para la Iglesia en Asia, ha sido algo así como un recién llegado a la conciencia de muchos en nuestro país, pero de ahora en adelante tiene que pasar al frente y al centro, en las próximas décadas. 

El Segundo Concilio Plenario de Filipinas (PCP-II, 1991) fue un momento sumativo, un esfuerzo notable para definir la misión de la Iglesia, explícitamente formulada y articulada, tan oficial en carácter como podríamos desearlo. Propuso una visión, arraigada en el Evangelio, discernida en y a través del largo proceso histórico de "evangelización". El PCP-II emprendió una renovación de la Iglesia, una renovación misma al servicio de esta visión, con el clero y los laicos, destinada a trabajar juntos en la desalentadora tarea que llamó la "construcción de la Iglesia de los pobres". 

3.  Esta "teología filipina" no podría haber sido obra de teólogos en ningún aislamiento real de las crisis y corrientes que nos rodean. Tenía que encontrar expresión en medio de los movimientos y cruces de los más diversos sectores de una Iglesia en el corazón de la "historia misma en formación". Una teología de pedazos y piezas reunidos y pegados con cinta adhesiva en horas de hacer y sufrimiento, en diálogo y confrontación, en reflexión y oración, en vacío, en confusión y parálisis, ¡en todos los tiempos y estaciones de Qoheleth, al parecer! — en lucha, a veces en angustia y desesperación, a veces con el derramamiento de sangre y lágrimas reales. Esta "teología filipina" ha sido la creación de toda una Iglesia, y todas estas cosas, y más, fueron parte de su historia.

Es por eso que creo que se puede argumentar que las cartas pastorales de nuestros obispos, que llegan a un término centrado en el Segundo Concilio Plenario de Filipinas, documentos que están muy lejos de los magníficos summae de la Edad Media, textos que solo se parecen poco a las constituciones muy trabajadas del Vaticano II, estos documentos son sin embargo los textos teológicos filipinos sustantivos de nuestra generación. 

Permítanme sostener que pueden soportar el peso del nombre "teología". Son reflexiones y directivas pastorales y misioneras, verdaderas, pero que articulan aproximadamente una eclesiología práctica desarrollada en la línea de lo que se ha llamado "una eclesiología de praxis transformadora en la historia". 

Permítanme decir que representan, a pesar de las deficiencias obvias, la FE y la ESPERANZA de la comunidad católica filipina que busca comprenderse a sí misma y su misión hoy. Y expresando su AMOR, en el Espíritu, un amor que busca nombrar sus imperativos y contar sus obras. ¿No es esto en sí mismo un auténtico esfuerzo teológico? ¿Incluso una palabra teológica profética? Incluso podrías llamarlo, la teología de nuestra era patrística. Porque es una verdadera búsqueda teológica comprender y vivir el Evangelio de Jesús y hacerlo efectivamente redentor en nuestra historia. 

Y, por lo tanto, ¿no se espera que el teólogo filipino del presente continúe trabajando esta línea en los años venideros, trabajando "desde abajo", en el servicio urgente de la misión de la Iglesia en nuestro tiempo y lugar? Pero todo el tiempo, porque esta es la consecuencia más profunda, ¿construir una Iglesia local en misión en respuesta al kairós que está sobre nosotros? Y no por casualidad, este es el significado más concreto de la inculturación y su teología. Porque la inculturación es la tarea fundamental de una iglesia local en el proceso de su autorrealización en la historia.[69] 

4.  ¿Y qué se puede decir del futuro? Una suposición educada solo es lo que se puede ofrecer. En el camino de la teología post-Vaticano II, la eclesiología del siglo 20 ha llevado, por nisus interior, a la búsqueda cristológica. Ya el Papa Pablo VI lo previó: el conocimiento más profundo de la Iglesia nos llevaría a un renovado giro hacia Jesús. El "Concilio de la Iglesia", que fue el Vaticano II, fue en última instancia un re-centrado en Cristo. Juan Pablo II, comenzando su magisterio con Redemptor hominis, Cristo como redentor de la humanidad, nos ha llevado, más explícitamente que cualquier Papa antes que él, al Señor crucificado y resucitado, y en y a través de él, a la Trinidad y al trabajo trinitario en nuestro mundo. 

Así, la búsqueda futura de nuestra teología se centrará, creo y espero, en Jesús el Cristo. Y, repitiendo sólo lo que dicen hoy muchos teólogos sobresalientes, será una teología constantemente renovada por una experiencia personal y eclesial de Cristo. El Santo Padre dijo, en los Estados Unidos en 1993: "A veces incluso nosotros los católicos hemos perdido o tal vez nunca hemos tenido la oportunidad de experimentar a Cristo personalmente; no Cristo como mero 'paradigma' o 'valor', sino Cristo experimentado como el Señor vivo: el que es el Camino, la Verdad y la Vida". Las páginas pueden llenarse con declaraciones similares de los teólogos contemporáneos más influyentes. Y más recientemente y rotundamente, de los obispos asiáticos en el Sínodo de este año, en intervenciones personales y en su mensaje final. 

En los próximos años, creo que veremos un redescubrimiento de Jesucristo en nuestra teología asiática, e incluso dentro de un contexto reconocido de pluralismo religioso en Asia, veremos emerger, tal vez por primera vez, tal vez con una profundidad y esplendor inesperados, y con asombro, el "rostro asiático de Cristo". En un sentido verdadero, la historia de la teología en Asia, en Filipinas, aún no ha comenzado realmente en serio. Con razón comenzará, en la mente y el corazón profundos, con un encuentro con Jesucristo. 

Mientras escribía estas reflexiones, releí uno de los últimos ensayos que nuestro Padre Horacio de la Costa escribió antes de partir a Roma para ser uno de los Asistentes Generales del P. Pedro Arrupe. Es un documento escrito con la gracia y originalidad que siempre esperábamos de él, y lleva el título "El rostro oriental de Cristo".[70]

Sin predicar, sugiere lo que los obispos asiáticos por su cuenta han repetido durante años, casi como estribillo: que el "rostro asiático de Cristo" solo surgirá cuando nosotros, con rostros asiáticos, en una Iglesia misma con un rostro y una voz asiáticos, encarnemos nuevamente al 97% de los asiáticos que no son de nuestra fe y no de nuestra Iglesia.  Aquel que, siendo el Camino, la Verdad y la Vida, es "ayer, hoy y el mismo para siempre". Ahora, especialmente que el Sínodo asiático ha hecho sonar el llamado a la inculturación con insistencia y autoridad, gana relevancia adicional para nosotros, hablando como lo hace de Cristo y su Evangelio en quien todas las aspiraciones asiáticas más profundas encontrarán cumplimiento. 

Si se me permite citar también el párrafo final del P. de la Costa para rendir homenaje esta tarde a su memoria: No puede ser insignificante que el país que se encuentra casi en el centro geográfico del Lejano Oriente, Filipinas, sea también aquel en el que el cristianismo ha echado raíces más profundas. Hay una Providencia que guía el curso de los asuntos humanos, una Providencia cuyos altos propósitos podemos vislumbrar incluso si no podemos comprenderlos completamente. 

Ciertamente, no es presuntuoso ver en esta disposición providencial el destino al que estamos llamados, aunque débiles e indignos seamos: el de ser un centro espiritual y geográfico, un centro vital, en el que toda Asia puede encontrar lo que ha buscado durante mucho tiempo pero aún no ha encontrado: ella misma, su propia mente y corazón, no cambiados, sino transfigurados y sanados en la mente y el corazón de Cristo. Tal podría ser, sugiero, nuestro destino como pueblo.[71] 

V. Un último punto: el Papa Pablo VI dijo, hace muchos años, que el mundo contemporáneo, lleno de palabras, presta poca atención a los maestros, que después de todo son principalmente proveedores de palabras. (Incluir en esta categoría, practicantes de teología).  Si el mundo escucha a los maestros, dijo Pablo VI, es solo porque son testigos ante todo. Esto es también lo que dijeron los obispos asiáticos, en su reciente Sínodo.[72] Esto se ha vuelto obligatorio, insisten, para aquellos de nosotros que hacemos teología como nuestro métier, para vivir como testigos, si mañana habrá un lugar legítimo y honrado para nosotros en la Iglesia de Asia. 

 


II.2. Fr Daniel Franklin E. Pilario, C.M. profesor de la Escuela de Teología San Vicente en Filipinas 

El padre Daniel Franklin Pilario, C.M., es teólogo, profesor y pastor de una comunidad urbana pobre en las afueras de la capital filipina. Tiene a su cargo la Cátedra Vicenciana de Justicia Social en la Universidad de St. John en Nueva York. 

Contexto: Atención a las víctimas de homicidios extrajudiciales [un homicidio extrajudicial es aquel hecho por las autoridades sin la sanción de ningún procedimiento judicial o proceso legal]. 

Antes de Navidad, estábamos involucrados en el cuidado de las víctimas de homicidios extrajudiciales en Payatas. Ayudamos en sus funerales, porque las cargas funerarias hacían casi imposible enterrar a los muertos. Este año, nos comprometemos a ayudar a la parroquia de Lupang Pangako en la rehabilitación de sus familias: documentación de casos, búsqueda de asuntos legales, atención a los efectos psicológicos sobre sus esposas e hijos, medios de subsistencia, educación de sus hijos y otras asuntos. 

Lo que hemos decidido hasta ahora es reunirnos con las familias dos veces al mes, como comunidad de apoyo. Solo en Payatas tenemos 10 familias. Todavía tenemos que llegar a las demás. Hay un programa de rehabilitación para drogadictos por parte tanto del Estado (que patrocinan los asesinatos también) como de la Iglesia oficial. Pero en su mayor parte, las familias de las víctimas son dejadas desatendidas y miradas con desprecio y prejuicios. Cuando los conocimos, pedían ayuda porque sus vecinos ya no les hablaban; nadie llegó al rescate. Aquellos entre nosotros que desearían ayudar, por favor háganoslo saber. 

La fe en la acción: la enseñanza social católica sobre el terreno. Nuestro libro sobre la Doctrina Social, que lleva realizándose desde hace varios, será publicado este año. Consiste en módulos de aprendizaje sobre los temas de la Enseñanza Social Católica, para el uso de líderes comunitarios y educadores de base. Para que sea accesible a nuestras comunidades, viene en tres versiones: Inglés, Tagalo y Cebuano. También viene con documentales cinematográficos (por el famoso cineasta Ditsi Carolino) de historias concretas de cómo se vive la Doctrina Social de la Iglesia en la vida cotidiana de las personas sobre el terreno, y videos de las canciones de Gary Granada para fines educativos de base. 

San Vicente no sólo vivió en el siglo XVII. Después de 400 años, nosotros, que pertenecemos a su familia, hacemos todo lo posible para que su espíritu siga vivo en nuestros tiempos. 

 


II.3 Fr Karl Gaspar , redentorista que preside del Instituto S. Alfonso de teología y misión en Davao City. 

1.     La esperanza y la misericordia se aprenden de los pobres: 

Según el Padre Redentorista Karl Gaspar, comprometido con su comunidad en una misión entre las comunidades indígenas de la zona de Davao occidental. En un testimonio enviado a la Agencia Fides y compartido también recientemente en el Congreso Eucarístico Internacional de Cebu, el p. Gaspar nos cuenta: “Esos indígenas son los más pobres de entre los pobres y viven en la zona más periférica de nuestro país. Abandonados por las agencias estatales, no tienen infraestructuras ni para la educación, ni para la salud de sus pueblos. Según el Departamento de Salud, en esa zona hay una muy alta tasa de desnutrición entre los niños. Viven de la agricultura de subsistencia, enfrentándose al hambre. Sus dos últimas temporadas de cosecha han sido prácticamente destruidas por una epidemia de roedores. Ahora no pueden sembrar debido al Niño y la sequía que provoca, que podría durar hasta la mitad del año”.

“Durante 50 años de mi vida, he viajado en esta tierra de Mindanao encontrando el rostro terrorífico de la guerra, de los desplazamientos, de la pobreza extrema, de la desigualdad, del degrado ambiental, de desastres de todo tipo. En muchas áreas las personas se ven tentadas de perder la esperanza por completo, ante una realidad verdaderamente desgarradora”.


2. Los pobres son maestros de la esperanza:
 

“Estos pobres saben habitar en Dios, a pesar de los males que les rodean. Para ellos Dios escucha sus gritos y nutre su capacidad de recuperación, dotándola de un gran sentido del humor y de serenidad ante las preocupaciones. Oran no sólo de rodillas, sino que se levantan, cantan y bailar con todo el corazón. Pero no contagiados por la enfermedad de la alienación cultural de sus raíces indígenas, enriqueciendo la liturgia con gestos creativos tan llenos de significado y de esperanza”. Estos pobres son un ejemplo de vida de los que aprender la esperanza y la misericordia, concluye. (PA) (Agencia Fides 6/2/2015)

 


II.4 Fr Luciano Felloni, sacerdote Argentino en Novaliches 

Contexto: Señales de cambio en un país plagado de drogas. 

La guerra de Filipinas contra las drogas ha visto a miles de traficantes de drogas y adictos asesinados por las fuerzas gubernamentales. Los asesinatos casi diarios han provocado continuas súplicas de los obispos católicos para tratar a los adictos con dignidad humana y elegir la rehabilitación en lugar de la aniquilación. Ahora un sacerdote está respondiendo a este llamado iniciando un esfuerzo para hacer precisamente eso.


Los obispos católicos critican a Duterte por desprecio de los derechos humanos

El Padre Luciano Airel Felloni es un misionero argentino que ha vivido en Filipinas durante los últimos 20 años, sirviendo como párroco de Camarin, Caloocan. En 2017, en la 4ª Conferencia Filipina sobre Nueva Evangelización, el P. Felloni dijo: 

"Tenemos que hacer algo para ayudar, para ayudar al gobierno en la guerra contra las drogas, pero tenemos que hacerlo de una manera cristiana. No podemos simplemente ver cómo se desarrollan estos acontecimientos. La oración no es suficiente". 

En ese momento, el P. Felloni dirige un pequeño grupo de asesoramiento que vio a algunos de sus asistentes graduarse y ser retirados de la lista de vigilancia de la Policía Nacional de Filipinas (PNP). Ahora, está comenzando un esfuerzo serio para rehabilitar a los adictos, llevarlos a vivir una vida significativa y digna en su parroquia en la diócesis de Novaliches, cerca de Manila. 

Inicialmente, el proyecto tenía que lidiar con la hostilidad de la policía y el escepticismo de los drogadictos. En un año, la inscripción de las personas bajo tratamiento aumentó a 40 y la confianza comenzó a aumentar. El compromiso del padre Felloni es reintegrar a los ex drogadictos a la sociedad, ayudándoles a "vivir una buena vida". 

En febrero, el senador filipino Antonio Trillanes citó que el número de traficantes y adictos asesinados superaba los 20.000. Casi 4.000 de estos asesinatos fueron cometidos por agentes de la ley, mientras que los 16.000 restantes han sido catalogados como homicidios por "vigilantes". 

Los líderes de la iglesia han estado en desacuerdo con los métodos del presidente Duterte para llevar a cabo la guerra contra las drogas desde que comenzó poco después de que asumió el cargo. El padre Felloni comenzó a trabajar con líderes civiles locales en septiembre de 2016, cuando el número de sospechosos de drogas asesinados en su comunidad experimentó un fuerte aumento. 

"Nos preguntamos qué podíamos hacer a nuestra pequeña manera para ayudar a una campaña contra las drogas, pero trabajando de la manera correcta, en defensa de la dignidad de cada persona y de la comunidad".

 


III. Nuestro testimonio como misionero en Filipinas: 

III.1 Reportaje Gaceta Salamanca 2020: Un misionero salmantino en Filipinas 

Dario Marote relata la persecución y asesinatos que sufren los sacerdotes en Filipinas por defender a los jóvenes que son acribillados por los escuadrones de la muerte. El presidente Duterte les tiene en la diana.

 


A.B. /SALAMANCA /02 DIC 2020 / 09:30 H. Mae, junto a la exposición de sus pinturas en La Purísima para recaudar fondos. | GUZÓN

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Arquitecto, artista, sacerdote y misionero. Darío Marote podría representar en pleno siglo XXI el paradigma de hombre del Renacimiento. Vuelve a su ciudad natal con una exposición en la iglesia de la Purísima que durante todo el mes de diciembre (de lunes a sábado de 11 a 14 y de 17 a 20 horas y los domingos en horarios de misas) tratará de recaudar fondos para ayudar a los jóvenes de Filipinas a salir de la calle. Un lugar donde literalmente se juegan la vida tanto ellos como los sacerdotes que les defienden, entre los que está Darío.

“En nuestra archidiócesis fueron asesinados tres sacerdotes” 

El presidente Rodrigo Duterte ha lanzado una ofensiva contra la Iglesia católica, credo al que pertenecen la mayoría de sus habitantes. “Lanza misivas del calibre «Matemos a nuestros obispos» que desgraciadamente no son solo palabras. En nuestra archidiócesis de Pangasinán fueron asesinados tres sacerdotes. Los sacerdotes y religiosos somos perseguidos y asesinados solo por criticar y denunciar a los escuadrones de la muerte que matan a jóvenes de la calle a sangre fría”. El misionero salmantino describe con perfecta nitidez la forma de actuación de un tipo de grupos paramilitares que siembran el pánico por donde pasan. “Van en motocicletas con metralletas y sin ningún tipo de juicio, declaración o arresto asesinan a sangre fría a jóvenes. Hemos visto y sufrido a jóvenes que han sido matados y asesinados en nuestras propias casas, igual que sacerdotes y obispos que lo han defendido”. “Los escuadrones de la muerte van en motocicletas con metralletas y sin ningún tipo de juicio asesinan a sangre fría a jóvenes por la sospecha de que consumen droga”. 

Mientras esta situación se mantiene, los traficantes de la droga continúan sin freno. “Con la sola presunción de ser sospechosos de consumo de droga, miles de jóvenes están siendo asesinados por estos escuadrones de la muerte sin previos juicios, mientras vemos como los grandes traficantes de droga quedan impunes”, relata. El arzobispo de su archidiócesis, durante años presidente de la Conferencia Episcopal de Filipinas, fue duramente amenazado “por definirse en contra de estas matanzas organizadas por el gobierno”. “La Iglesia trata de vivir su compromiso misionero como defensora de la dignidad y los derechos humanos y denunciando las injusticias para ayudar a superar la situación opresiva en la que viven tantas personas”, incide. “Solo en nuestra archidiócesis fueron asesinados tres sacerdotes”. 

El surgimiento del terrorismo yihadista. La violencia también tiene en el yihadismo islámico una de sus fuentes más importantes. En Mindanao ha entrado el ISIS y con ellos una ola de terrorismo que también está repercutiendo en los sacerdotes. “Hay una escalofriante escalada de violencia. En 2018 fue declarado el estado de sitio en Marawi donde fue prácticamente destruida la ciudad en respuesta a los ataques de los grupos islamistas. 2019 tuvo el atentado a la Catedral de Jolo en Zulu donde murieron 27 personas”.

“Muchas personas viven en la miseria más absoluta ‘sobreviviendo en basureros”. 

El misionero salmantino no duda cuando le preguntan por la imagen más impactante que vivió en una rutina que provoca que por momentos se le quiebre la voz. Acababa de llegar a Filipinas y pudo comprobar como los basureros de la metrópoli de Manila eran el hogar de miles de personas. “En los alrededores portuarios hay miles de familias hacinadas en basureros que literalmente comen y beben de la basura. Sobreviven, si se puede emplear ese término, entre los márgenes de los raíles de los trenes o de los puertos y mueren hacinados cuando todas esas montañas de basura se derrumban por un tifón o una catástrofe”. 

Precisamente, esos núcleos de población son también los afectados por las organizaciones criminales para captar jóvenes e incluso por los grupos del gobierno. En esos puntos también trabaja Marote junto a otras muchas organizaciones para tratar de dar un futuro a unos niños “completamente desamparados”. “Es la Iglesia la que se ocupa de esos niños y jóvenes en sus mismos círculos”. 

Fondos para becas de estudio para los jóvenes. Los fondos obtenidos con la exposición de  cuadros realizados por el misionero salmantino irán dirigidos a crear becas de estudio para los más jóvenes. En la zona donde están trabajando en la actualidad basa su economía en el arroz. Las familias que pueden llegar a tener hasta quince hijos no pueden permitirse pagar la educación de todos sus hijos, por lo que la dinámica habitual es que uno de los jóvenes salga del país y ayude económicamente a su familia. Para tratar de ayudar a la educación de los jóvenes estas becas tratan de facilitar la vida normalizada de la mayor parte de estos jóvenes. “Trabajan de sol a sol en los campos de arroz por menos de 65 pesos (lo equivalente a un euro) haciendo cestos con cañas de bambú. Todo lo que obtengamos además sirve para que podamos ayudar a que tengan unos servicios mínimos”. 

“El país de las mil pandemias”. La crisis mundial del coronavirus ha sido la puntilla para un país al que castigan todas las pandemias. “Yo mismo he tenido dos veces el dengue hemorrágico que si no te lo cogen a tiempo corres el riesgo de morir. En Filipinas hay dengue, tifus y también coronavirus. En un país donde si no hay recursos tienes que llevar hasta las bolsas de sangre para la operación, se pueden imaginar como es la sanidad”. Uno de los ejemplos es el pozo de agua potable que tardaron en construir dos años y que fue un sustento para miles de personas que hasta entonces tenían riesgo de contraer muchas enfermedades por la ausencia de agua potable. 

“No tengo miedo, nuestra vida está para entregarla”. Tras el tiempo que pasará en Salamanca, Marote regresará a Filipinas donde ha permanecido gran parte de su etapa misionera. A la pregunta de si tiene miedo a volver con las circunstancias actuales del país, no duda. “No tengo miedo. Es nuestra misión y nuestra vida está para entregarla. Somos misioneros y queremos seguir viviendo siendo misioneros”, reflexiona a sus 66 años, consciente de los riesgos: “A veces, los misioneros viven una muerte cruenta, otros entregan su vida en silencio...” “En los alrededores portuarios hay miles de familias hacinadas en basureros que comen y beben de la basura. Cuando estas montañas caen, mueren hacinados” 

Trabajando junto al Papa Francisco en Argentina: Los estudios de Arquitectura le obligaron a trasladarse a Madrid cuando concluyó el primer COU mixto en el instituto Lucía de Medrano. Abrió su horizonte con los viajes del interrail a través de Italia, Grecia, Turquía y Europa del Este. Comenzó su vocación a través de la fraternidad misionera ‘Verbum Dei’ donde se formaría en centros misioneros españoles y en Roma. Tras participar en la Jornada Mundial de la Juventud más masiva que se recuerda, pasó siete años en la isla de Cebú preparando una nueva generación de misioneros de distintas partes de Asia, Japón, Malasia, Singapur, India y Australia. El siguiente pasó le llevó a Argentina donde coincidió con el arzobispo Bergoglio, el actual Papa Francisco. “Todas las líneas maestras que lanzó en su pontificado para proponerlas al servicio de la Iglesia universal se fueron gestando entre la gente pobre. Allí aprendí a evangelizar con ellos en un corazón pobre”. En el año 2015 volvió a Filipinas donde desarrolla su misión. El reto se encuentra en “recuperar la dignidad del ser humano”.

 

III.2 Reportaje 2023: Dario Marote, misionero salmantino en Filipinas: “Nuestra vida está para entregarla” 

Lleva toda una vida dedicándose a la labor misionera. En la actualidad, vela por el futuro de los niños filipinos, “desamparados” ante los escuadrones de la muerte.

 


ELENA MARTÍN /SALAMANCA /15 FEB 2023 / 10:10 H.El misionero salmantino Darío Marote, trabajando en el norte de la isla de Luzón, en la archidiócesis de Ling

Arquitecto, artista, sacerdote y misionero. El salmantino Darío Marote es la viva imagen del altruismo. Misionero perteneciente a la Comunidad Misionera ‘Servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios’, cuenta con un largo periplo. Ahora, reside en Filipinas, “el país de las mil pandemias”, en el que se vive una situación más que preocupante por los asesinatos de los sacerdotes que se dan por el mero hecho de que defienden a los jóvenes que son acribillados por los escuadrones de la muerte, motocicletas con metralletas desde las que se matan, a sangre fría, a los jóvenes sospechosos de consumir droga. 

A Darío Marote la vocación misionera le vino de joven. Pasó su infancia en Salamanca, rodeado de iglesias y conventos, siendo el de los Dominicos de San Esteban y el de las Dominicas de las Dueñas los más destacados, donde se empapó del humanismo de Francisco de Vitoria. 

La primera etapa que vivió como predicador fue en este país. De ella, recuerda una de las imágenes que más le impactaron al adaptarse a la rutina: muchas personas, sumidas en la miseria más absoluta, sobrevivían en basureros. “En los alrededores portuarios, hay miles de familias hacinadas en basureros que, literalmente, comen y beben de la basura. Sobreviven entre los márgenes de los raíles de los trenes o de los puertos y mueren hacinados cuando todas esas montañas se derrumban por un tifón o por cualquier catástrofe”. 

Todos esos núcleos de población, con los que tanto tiempo comparte para hacer de sus vidas algo más llevadero, también se ven afectados por las organizaciones criminales que captan jóvenes. Por eso, Darío Marote se esfuerza en su día a día por conseguir un buen futuro para esos niños, “completamente desamparados”. 

Después de haber trabajado para el Papa Francisco en Argentina, sigue siendo fiel al lema que ha definido su vida. No le teme a nada y cree que su vida está para entregarla. Por eso, siempre termina volviendo a Filipinas, siendo consciente de los riesgos que hay: “A veces, los misioneros viven una muerte cruenta. Otros entregan su vida en silencio”.

 

III.3 Reportaje Religión en Libertad: Darío, misionero en Filipinas, relata los estragos de las «escuadras de la muerte»: «No tengo miedo» 

El misionero salmantino Darío Marote, trabajando en el norte de la isla de Luzón, en la archidiócesis de Lingayen Dagupan. 

 


ReL 20 febrero 2023 09:00.TAGS: Sacerdotes misioneros 

Más de medio año después de la salida de Rodrigo Duterte como presidente de Filipinas y su sucesión por Ferdinand Marcos y la hija del expresidente, Sara Duterte-Carpio, el enquistamiento contra la Iglesia Católica no termina de desaparecer. Uno de los principales legados del expresidente fue su polémica lucha contra la drogadicción a cualquier precio, estableciendo a tal efecto los temidos "escuadrones de la muerte", aún activos. 

Desde su apogeo con Duterte, estas fuerzas "paramilitares" armadas con metralletas en motocicletas acribillan a jóvenes considerados sospechosos de narcotráfico o vinculados a las drogas… y a todos los que se interpongan en su objetivo. Buena parte de quienes osaban hacerlo eran sacerdotes, en muchas ocasiones con consecuencias letales para sus vidas. 

En 2018 se recrudeció el conflicto del gobierno contra la Iglesia. Todo comenzó con graves insultos y acusaciones por parte del presidente. Las "listas negras" de sacerdotes que debían asesinar los escuadrones de la muerte no tardaron en llegar. 

Mientras, la pobreza asola el país a un ritmo preocupante, superando la incidencia del 18%. Una cifra que se traduce en 20 millones de personas afectadas y que suponen una de las principales preocupaciones por parte de la Iglesia. 

Llamado a reconstruir las vidas rotas del prójimo 

En este contexto, la labor social y misionera de los religiosos es crucial. El salmantino Darío Marote es solo uno de los muchos misioneros presentes que velan por una población profundamente religiosa, siendo los católicos más del 80% de los filipinos. 

Arquitecto, artista y sacerdote, Marote es misionero de la Comunidad servidores del Evangelio de la Misericordia desde hace cuarenta años y conoce vivamente la realidad de Filipinas, su actual hogar.

Entrevistado por La Gaceta de Salamanca, Marote explica que la vocación misionera le viene de nacimiento.  

Pasó su infancia en Salamanca, rodeado de iglesias y conventos, donde se empapó de la doctrina del humanista Francisco de Vitoria. Después de acabar el doctorado como arquitecto urbanista especializándose en la reconstrucción de ciudades artísticas como su ciudad natal, Marote sintió "como San Francisco la llamada a reconstruir la vida de las personas". 

El misionero sacerdote está ligado a Filipinas desde sus primeros años como sacerdote. De ella, recuerda la miseria y hacinación de miles de personas como una de las imágenes que más le impactaron.

 


Darío Marote, durante una recogida de fondos para ayudar a los necesitados de Filipinas.  

Familias hacinadas en basureros: "Es la Iglesia la que se ocupa" 

"En los alrededores portuarios, hay miles de familias hacinadas en basureros que, literalmente, comen y beben de la basura. Sobreviven entre los márgenes de los raíles de los trenes o de los puertos y mueren hacinados cuando todas esas montañas se derrumban por un tifón o por cualquier catástrofe", explica.

Todos esos núcleos de población, con los que tanto tiempo comparte para hacer de sus vidas algo más llevadero, también se ven afectados por las organizaciones criminales que captan jóvenes. 

Por eso, Darío Marote se esfuerza en su día a día por conseguir un buen futuro para esos niños, "completamente desamparados".

"Es la Iglesia la que se ocupa de esos niños y jóvenes en sus mismos círculos", asegura. 

El sacerdote explica que la Iglesia trata de vivir su compromiso misionero como defensora de la dignidad humana, denunciando las injusticias para ayudar a superar las penurias que viven no pocos filipinos. 

"Proclamar la misericordia de Dios" a los afectados es la misión fundamental que este sacerdote misionero realiza en Filipinas, considerándose a sí mismo un "peregrino del mundo" que predica a tal efecto. 

Entre el yihadismo y las "escuadras de la muerte" 

En otra ocasión recordó precisamente a algunos de sus compañeros sacerdotes y misioneros que fueron asesinados. “En nuestra archidiócesis de Pangasinán fueron asesinados tres sacerdotes. Los sacerdotes y religiosos somos perseguidos y asesinados solo por criticar y denunciar a los escuadrones de la muerte que matan a jóvenes de la calle a sangre fría", recuerda. 

Los autores del crimen, los escuadrones de la muerte: "Van en motocicletas con metralletas y sin ningún tipo de juicio, declaración o arresto asesinan a sangre fría a jóvenes. Hemos visto y sufrido a jóvenes que han sido matados y asesinados en nuestras propias casas, igual que sacerdotes y obispos que lo han defendido".

El incipiente terrorismo islámico es otro de los peligros que amenaza la integridad de la fe y sus ministros en Filipinas. 

"Hay una escalofriante escalada de violencia", declaró en 2020. "En 2018 fue declarado el estado de sitio en Marawi donde fue prácticamente destruida la ciudad en respuesta a los ataques de los grupos islamistas. En 2019 tuvo el atentado a la Catedral de Jolo en Zulu donde murieron 27 personas", enumera.

Después de haber trabajado para el Papa Francisco en Argentina, no le teme a nada y cree que su vida está para entregarla. Por eso, siempre termina volviendo a Filipinas, siendo consciente de los riesgos que hay: “A veces, los misioneros viven una muerte cruenta. Otros entregan su vida en silencio”. 

El misionero, sin embargo, continúa su labor sin temer este desolador panorama. "No tengo miedo. Es nuestra misión y nuestra vida está para entregarla. Somos misioneros y queremos seguir viviendo siendo misioneros", concluye.

 

 



[1] Jl 2, 12-18

[2] Sab 11, 24

[3] Mt, 6, 1-18

[4] Papa Francisco, Homilía miércoles de Ceniza

[5] Ef 2, 16

[6] Rm 5, 8

[7] Papa Francisco, carta encíclica “Fratelli tutti”

[8] Juan Pablo II, encíclica “Sollicitudo rei socialis

[9] Papa Francisco, Exhortación en el Miércoles de Ceniza

[10] Concilio Vaticano II, Historia, III, p. 202

[11] Abad, p.  5

[12] Historia, IV, p. 289

[13] Historia, IV, pp. 318-22

[14] Historia, IV, p. 373

[15] Historia, IV, p. 385

[16] Historia, IV, p. 620. Véase también una evaluación similar en la Historia, III, p. 203

[17] Dwyer, p. 772

[18] Flp 2:6-7

[19] 2 Cor 8: 9

[20] Lc 4: 18

[21] Lc19: 10

[22] Heb 7: 2

[23] 2 Cor 5: 21

[24] cf. Heb 2: 17

[25] Lumen Gentium, n. 8

 

[26] LG, n. 23

[27] Cf. Mt 5: 10

[28] GE, n º 9

[29] AA, nº 8

[30] GS n º 1

[31] GS, no. 69

[32] GS, nº 69, 71, 86

[33] GS, nº 63, 65-86

[34] GS, no. 71

[35] CD nº 13

[36] "CD nº 30

[37] Presbyterorum Ordinis, n. 6

[38] OT nº 8

[39] OT nº 9

[40] Perfectae Caritatis PC nº 13

[41] Cf. Mt 19:21; 25:34-46; JAS 2:15-16; 1 Jn 3:17

[42] Cf. LC 22:26-27); LG, 27

[43] Actas del PCP-II, no. 96

[44] ibíd., n ° 85

[45] LG, nº 4

[46] 1 Cor 11:17-22

[47]  Actas del PCP-II, párrafo 136

[48] Actas del PCP-II, párrafo 245

[49] Actas PCP-II, párrafo 122-36

[50] Actas PCP-II, párrafo 23-27

[51] Mensaje del 11 de septiembre de 1963

[52] Mt 5: 3

[53] LG, no. 23 es citado

[54] en los párrafos 312-314. 312 párrafo merece citar en su totalidad

[55] para volver al apartado 125-36

[56] LG no. 8 es citado

[57] PCP-II actas, párrafo 131

[58] Actas del PCP-II, párrafo 132

[59] Actas del PCP-II, párrafo 133

[60] Cf. PCP-II, párrafo 124, que cita a Laborem Exercens, Nº 8

[61] GS, no. 4

[62] Rev 21: 5

[63] Conferencia de obispos católicos de Filipinas, Nº 5

[64] Ibid., Nº 7

[65] Fr Daniel Franklin E. Pilario, C.M. “The Craft of Contextual Theology: Towards a Conversation on Theological Method in the Philippine Context,” Hapag: Interdisciplinary Journal of Theology Vol. 1. No. 1 (2004): 5-39).

[66] Fr. Catalino Arévalo, Una teología de 'pedazos y piezas'

[67] Fr Catalino Arévalo, Landas vol. 12, no. 2 (1998)

[68] Joseph A. Komonchak, "Theologians in the Church," In Church and Theology, Essays In memory of Carl J. Peter,  editado por Peter C. Phan (Washington DC: Catholic University of America Press, 1995) 83-87.

[69] Cf.  Tesis sobre la Iglesia local. Una reflexión teológica en el contexto asiático. Comisión Teológica Asesora de la Federación de Conferencias Episcopales de Asia (TAC/FABC). Publicado como #60 de los FABC Papers, Oficina del Secretario General de FABC, 18 Caine Road, Hong Kong, enero de 1991.

[70] Horacio de la Costa, "El rostro oriental de Cristo", en Asia y Filipinas. Collected Essays by H. de la Costa (Manila: Solidaridad Publishing), 1967, 162-169.

[71] de la Costa, 169.

[72] Cf. Sínodo para Asia, "Mensaje al pueblo de Dios", en  Orígenes (28 de mayo de 1998)