BUSCADORES
DEL ETERNO
(Buscadores
de la verdad, el bien, la belleza)
«Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos,
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el ser humano, para darle poder?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y majestad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies...
Señor Dios nuestro, ¡Qué admirable es tu Nombre
en toda la tierra!».[1]
Introducción
En esta
semana hemos iniciado la lectura del libro del Genesis, Hemos comenzado con el
bello y sugestivo relato de la Creación. El relato de la Creación no es un
relato pueril (un cuento para niños), aunque use un lenguaje alegórico trata de
responder a preguntas existenciales: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?
El
hombre es un misterio que necesita desvelarse descubrirse para que el
hombre encuentre su sentido. El hombre es de por sí un ser filósofo que indaga
sobre las preguntas existenciales y religioso porque sólo desde su dimensión
trascendente, desde la fe, puede acceder a lo eterno.
El Papa Juan Pablo II, en su encíclica Evangelium
vitae dice que vivimos en un auténtico eclipse del bien, la verdad y la
belleza que tiene su raíz en el eclipse de Dios.[2] En las raíces más profundas de la cultura de
la muerte predominante en nuestro tiempo está el drama vivido por el hombre
contemporáneo: el eclipse del hombre que responde al eclipse del sentido de
Dios.
El Papa Juan Pablo II, en su Carta a
los artistas, llama a una nueva epifanía de la belleza y
a un nuevo diálogo entre la fe y la cultura, entre la Iglesia y el arte,
subrayando la necesidad de recíproca de la una y de la otra y la fecundidad de
su alianza milenaria, de la que brota la «creación en la belleza», de la
que Platón ya hablaba en el Simposio.[3]
La vía de la verdad, la bondad y la belleza
responde al íntimo deseo de felicidad que late en el corazón de todo hombre.
Abre horizontes infinitos, que impulsan al hombre a salir de sí mismo, de la
rutina y del instante efímero, para abrirse a lo Trascendente y al Misterio, a
desear, como objetivo último de su deseo de felicidad y de su nostalgia de
absoluto, la belleza original que es Dios mismo, Creador de toda belleza
creada.
LA
CREACIÓN INVITA A LA CONTEMPLACIÓN
El papa Juan Pablo II señala en su encíclica Fides
et Ratio: “me dirijo a los filósofos para que profundicen en las
dimensiones de la verdad, del bien y de la belleza”. Esto es más urgente aún si
se consideran los retos que el nuevo milenio trae consigo y que afectan de modo
particular a las regiones y culturas de antigua tradición cristiana. Esta
llamada a los filósofos puede parecer sorprendente, pero ¿no es la via
pulchritudinis una via veritatis, a través de la cual el
hombre se esfuerza para descubrir la bonitas del Dios de amor,
fuente de toda belleza, de toda verdad y de toda bondad? Lo bello, como también
lo verdadero o lo bueno, conduce a Dios, Verdad primera, Bien supremo y Belleza
misma. [4]
La iglesia siente el deber de
iluminar a todo hombre sobre la plena verdad para descubrir el sentido y
significado más profundo de su vida. Lejos de renunciar a proponer la Verdad y
el Bien, que están en el corazón del Evangelio, es necesario seguir
un camino que permita alcanzar el corazón del hombre y de las culturas. El
mundo tiene necesidad de ello, como subrayaba el papa Pablo VI en su
vibrante Mensaje a los Artistas del 8 de diciembre de 1965, en
la clausura del Concilio Ecuménico Vaticano II: “El mundo en que vivimos tiene
necesidad de belleza para no caer en la desesperación. La belleza, como la
verdad, trae el gozo al corazón de los hombres y es un fruto precioso que
resiste el paso del tiempo, que une a las generaciones y las hace comulgar en
la admiración”. [5]
LA BELLEZA
DE LA CREACIÓN
La Escritura
destaca el valor simbólico de la belleza del mundo que nos rodea: «Sí, vanos e
insensatos por naturaleza son todos los hombres en quienes hay ignorancia de
Dios y no son capaces de conocer por las cosas buenas que se ven a Aquel que
es… Si, cautivados por su belleza los tomaron por dioses, sepan cuánto les
aventaja el Señor de estos, pues fue el Autor mismo de la belleza quien los
creó»[6].
Aun cuando existe
un abismo entre la belleza inefable de Dios y sus huellas en la creación, sin
embargo, el autor sagrado no considera inútil precisar el cuadro de esta
«dialéctica ascendente»: «pues de la grandeza y hermosura de las criaturas se
llega, por analogía, a contemplar a su Autor»[7]. Es necesario, por ello, superar las formas visibles de
las cosas naturales para elevarse hasta su autor invisible, el totalmente Otro,
que profesamos en el Credo: «Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador
del cielo y de la tierra».[8]
CONTEMPLAR
LA BELLEZA DE LA CREACIÓN
Mil
gracias derramando
pasó
por estos sotos con presura
y,
yéndolos mirando,
con
sola su figura,
vestidos
los dejó de su hermosura».[9]
Si los poetas son
especialmente sensibles a la belleza de la creación y a su misterioso lenguaje,
es porque la contemplación de una puesta de sol, de las cumbres nevadas bajo un
cielo estrellado, los prados de verdura, de flores esmaltados, la exuberancia de
la vegetación y la variedad de especies animales, despiertan una riqueza de
sentimientos que invitan a «leer dentro», intus-legere, para
alcanzar lo invisible a partir de lo visible y responder a las preguntas:
¿quién es este artífice, de tan poderosa creación, que se halla en el origen de
tanta belleza y grandeza, de una tal profusión de seres en el cielo y en la
tierra?
Al mismo tiempo,
la contemplación de la belleza de la creación despierta la paz interior, afina
el sentido de la armonía y el deseo de una vida hermosa. En el hombre
religioso, el estupor y la admiración se transforman en actitudes interiores
más espirituales: adoración, alabanza, acción de gracias hacia el autor de tal
belleza.
DIOS
CREADOR DE TODO CUANTO EXISTE
Cuando
contemplo la obra que Dios ha dejado en la creación nos preguntamos con el
salmista ¿Quién es el autor de todo lo creado?... los cielos cantan
la gloria de Dios … las criaturas todas dan gloria y muestra de Aquel
que las creo.[10]
¿Quién
creó los cielos y quien los cubrió de estrellas?. El número de estrellas que
pululan en el universo se calculan en unos 200000 trillones.[11] La Nebulosa Andrómeda
qué es la más cercana a nuestra galaxia de la Vía Láctea está a dos millones de
años luz. Solo la Vía Láctea tiene 100000 millones de estrellas (soles).[12] Y nos preguntamos ¿quién
ha hecho las estrellas, quien dispuso el orden y el movimiento de los astros
del firmamento?
El
movimiento de las estrellas responde a un orden magistral que nos habla de la inteligencia
de su autor. Se puede hacer la predicción con mucha anticipación de la salida y
la puesta del Sol de cada día, los eclipses que habrá durante el año, el día
que se dan a qué hora a qué minuto a qué segundo, cuánto durarán qué parte del
Sol o de la luna se ocultará, desde qué punto de la tierra será visible. La
precisión del movimiento de los astros sería imposible sí el orden del
movimiento de los astros no respondiera a una ley matemática. James Jeans
ilustre matemático profesor de la Universidad de Oxford y uno de los más
grandes astrónomos contemporáneos afirma el creador del universo tuvo que ser
un gran matemático y dijo la naturaleza es la realización de las ideas
matemáticas de Dios.[13]
Todo
este orden maravilloso requiere una gran inteligencia que lo dirija. Cuanto más
complicado y perfecto sea el orden, mayor debe ser la inteligencia ordenadora.
Hace falta una inteligencia ordenadora para ordenar los millones y millones de
estrellas que se mueven en el cielo con precisión matemática.
Isaac Newton
(1642-1727) y Johannes Kepler (1571-1631) formularon matemáticamente las leyes
que rigen el movimiento de las estrellas del universo. Ellos dieron cuenta de
que hay alguien autor de esas leyes. Newton dijo que el conjunto del universo
no podría nacer sin el proyecto de un ser inteligente. Dios no jugó a los dados
al crear el universo, la inteligencia que ordena las estrellas en el cielo y
dirige con tanta perfección la máquina del universo es la inteligencia de Dios.[14]
No puede
haber leyes si alguien no las hace. La ley supone un legislador inteligente. El
P. Teilhard de Chardin expresa que la evolución, como todos los procesos
naturales es un proceso sujeto a una ley que señala una dirección. Einstein
dijo que la ley del cosmos revela una inteligencia de tal superioridad que
comparada con ella todo pensar humano es insignificante [15]¿De dónde procede
todo ese orden y belleza que vemos en el mundo?
Una
sinfonía no se compone poniendo a un momo a teclear un piano. Toda la creación
nos habla del artista que la creó. Donde hay una obra de arte hay un artista. La
prueba de la existencia de un Creador es una cosa al alcance de cualquier
cabeza sana. [16] Los que no conocen
a Dios a través de la Naturaleza son unos necios, como afirma la Escritura: “Dios
se hace visible a través de sus obras, por eso, quien no le glorifican no
tienen excusa” [17]
EL
HOMBRE CREADO POR DIOS
Entre las criaturas, hay solo una que presenta
una semejanza con Dios: el hombre, creado «a su imagen y semejanza». En
su alma espiritual lleva una «semilla de eternidad... irreductible a la sola
materia». [18]
Toda la naturaleza
está llena de maravillas: las golondrinas en sus migraciones recorren al año
15000 km, las orcas rebasan el Himalaya a 6000 m de altura, las arañas producen
al mes 3 km de hilo, la mariposa tiene 20000 ojos, la abeja reina pues se pone
3000 huevos al día, la malva produce al año 25 millones de peces… pero de entre
todos los seres ninguno alcanza la sublimidad que alcanza el ser humano
colocado como el vértice de la creación.
El
salmista se llena de estupor y asombro: Cuando contemplo las obras de tus
manos me pregunto qué es el hombre para que te acuerdes de él el ser humano
para darle poder[19]
Uno no
sabe que admirar más, el cosmos de afuera o el microcosmos por dentro, las
maravillas grandes o las pequeñas, el tamaño de los astros o la maravillosa
constitución del átomo y las demás partículas subatómicas de existencia más
efímera.[20]
El
hombre es un microcosmos como un universo en pequeño. Contemplar cada uno de
nuestros órganos nos hablan de quien los creo, gobierna y dirige. Dios nos creó
y nos tejió en las entrañas de nuestra madre y somo obra de sus manos.
El ojo
es la más maravillosa cámara fotográfica que jamás nadie pudo hacer. La cámara
fotográfica fue un descubrimiento trascendental en la cultura moderna tan
prolífera en lo visual media. Mucho antes que los hombres se inventasen la
máquina fotográfica ya estaba inventado el ojo humano, maravillosa máquina
fotográfica que saca 10 fotos por segundo. El que inventó el ojo es de una
inteligencia infinitamente mayor que el que inventó la máquina fotográfica. El
ojo no puede ser el resultado del azar sino fruto de una inteligencia
ordenadora.[21]
El
corazón late unas 70 veces por minuto a lo largo de una vida y lo ha hecho unas
3 o 4000 millones de veces por cada contracción aspira y riega un decilitro de
sangre lo que supone 18000 L al día cuatro millones de litros al año y 250
millones de litros en una vida de 70 años. ¿Qué máquina hecha por el hombre
pues de hacer esto?
La
célula es una fábrica de productos químicos. La cadena del ADN es el manual de
instrucciones para fabricar estos productos. Este manual está escrito solamente
con cuatro letras IGAT que representan cuatro bases diferentes. Las distintas
combinaciones de estas bases forman los genes. Cada gen es un trozo del ADN. La
complicación del ADN es tan grande que ha requerido una inteligencia superior.
En el
organismo humano hay alrededor de 60 billones de células y todas estas células
evolucionan según un plan determinado. De la fusión de dos células, el
espermatozoide y el óvulo, proceden los 100 billones de células que forman el
ser humano. Las especializaciones de cada célula (muscular adiposa cardiaca
hepática renal, etc ) es superior a todas las especializaciones creadas por el
hombre en profesiones técnicas, artes y oficios.
El
cerebro es la máquina electrónica, el centro de inteligencia de más complejidad
que el hombre haya podido inventar.[22] El cerebro tiene
más de mil millones de neuronas. Una máquina electrónica abarca una serie de
acciones planificadas. La señal de comienzo de una acción depende de los
resultados de la acción precedente. Las máquinas electrónicas operan de acuerdo
con programas estrictos y detallados de los cuales no pueden desviarse ni un
ápice. Una máquina lo único que puede hacer es ejecutar su programa, no puede
introducir en el proceso ningún elemento creativo.[23]
Aunque
hoy se hable de inteligencia artificial es un lenguaje impropio. Ramón López
doctor en físicas y premio europeo de inteligencia artificial reconoce que no
es posible fabricar máquinas realmente inteligentes. Los animales se mueven por
instintos y los tienen maravillosos. Las palomas mensajeras se orientan en sus
vuelos gracias a una especie de brújula biomagnética, los tiburones se orientan
durante las migraciones sirviéndose del campo magnético terrestre, las abejas
utilizan para orientarse la polarización de la luz y ven el ultravioleta, los
elefantes se comunican por infrasonidos, la serpiente de cascabel posee un
magnífico detector de rayos infrarrojos para ver su presa en la oscuridad. Pero
los animales no tienen un cerebro capaz de una inteligencia creadora como la
tiene el hombre.
Dios no
es solo el creador sino el dador de vida que sostiene todo lo creado. Dios
sostiene todos los seres en la existencia. Lo mismo que el sol sostiene la vida
de la tierra y, así Dios nos sostiene y da la vida. Si apagas el sol desaparece
la luz y el calor en la tierra. Sin la luz del Sol, la luna tampoco se ve y la
tierra estaría a oscuras y sin calor, las aguas de los ríos y mares no se
evaporan consiguientemente desaparecen las nubes y las lluvias las fuentes y
ríos terminarían por vaciarse en el mar y se secarían las plantas morirían por
falta de agua y los animales se morirían de frío, el aire se envenenaría pues
no habría plantas para restituir el oxígeno. El sol solo con su presencia hace
posible la vida en la tierra.[24]
EL HOMBRE CREADO A LA IMAGEN DEL HIJO
El hombre ha sido
creado por Dios a su imagen y semejanza. No solo lo crea sino que lo conserva
continuamente en su ser. Cristo como nuevo Adán es la respuesta a todos los
interrogantes que se plantea el hombre. Es bajo la luz de Cristo cómo se
esclarece el misterio del hombre. La vocación suprema del hombre en realidad es
una sola la divina, el hombre es llamado
a la comunión con Dios.
[25]Cristo, Nuevo Adán, «manifiesta plenamente el hombre
al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación». La mirada
cristiana sobre la belleza de la creación encuentra su cumplimiento en la
sorprendente noticia de la recreación: Cristo, representación perfecta de la
gloria del Padre, comunica al hombre su plenitud de gracia y así lo hace
«gracioso», es decir, hermoso y agradable a Dios.
La encarnación es
el centro focal, la perspectiva justa en la que la belleza adquiere su
significado último: “El que es imagen de Dios invisible,[26] es también el hombre perfecto, que ha devuelto a la
descendencia de Adán la semejanza divina, deformada por el primer pecado. En
él, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en
nosotros a dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido,
en cierto modo, con todo hombre”. [27]
EL
HOMBRE BUSCADOR DE BELLEZA
Dice el libro de la Sabiduría: todo
lo hiciste con medida.[28] El
hombre es un buscador de belleza porque fue creado por un artista que es la
suma perfección y belleza, artífice de toda belleza. La Vía de la belleza, se da a partir de la
experiencia simple del encuentro con la belleza que suscita admiración.
La Vía de la belleza, se da
partir de la experiencia simple del encuentro con la belleza que suscita
admiración. El hombre puede abrir el camino a la búsqueda de Dios y disponer el
corazón y la mente al encuentro con Cristo, Belleza de la santidad encarnada,
ofrecida por Dios a los hombres para su salvación. Esta belleza sigue invitando
hoy a los Agustines de nuestro tiempo, buscadores incansables de amor, de
verdad y de belleza, a elevarse desde la belleza sensible a la Belleza eterna y
a descubrir con fervor al Dios santo, artífice de toda belleza.[29]
A Miguel Ángel lo llamaban “el divino” y le preguntaban ¿cuál era la fuente de inspiración que le llevó por ejemplo a esculpir la Piedad? En su última piedad Rondini se esculpió como autorretrato en el anciano José de Arimatea junto a Cristo y María a cada lado ¿Acaso no se concebía absorto imbuido y metido en el misterio que trataba de esculpir? ¿Que inspiró a los grandes artistas a construir catedrales, esculpir preciosas esculturas, pintar esplendidos lienzos, componer preciosas sinfonías? Acaso no fueron ellos los que trataron como extasiados de entrar en el misterio y de sacar a la luz lo que percibía de divino en ellos. Artistas buscadores de lo bello, del Bello por excelencia.
El
número de oro 1,6180 3398 que determina la proporción áurea base de la armonía
y de la belleza, conocida por los artistas asirios, babilonios, egipcios,
griegos, romanos y medievales, ha sido confirmada por la electrónica y resulta
omnipresente desde el microcosmos al macrocosmos. Esta armónica proporción de
las partes con el todo se encuentra en la zoología, botánica, mineralogía,
astronomía, etcétera. Da la impresión de que es uno de los fundamentos sobre
todo los que está construido el cosmos.[30]
EL
HOMBRE BUSCADOR DE LA VERDAD Y EL BIEN
Con demasiada
frecuencia, en estos últimos decenios, la verdad se ha resentido de la
instrumentalización a que la han sometido las ideologías y la bondad se ha
visto reducida a su dimensión horizontal, a mero acto social, como si la
caridad hacia el prójimo pudiese vivir sin extraer su propia fuerza de Dios. El
relativismo, que halla en el pensamiento débil una de sus expresiones más
claras, contribuye, por lo demás, a dificultar un debate auténtico, serio y
razonable.[31]
Somos buscadores de verdad,
buscadores de Dios. El hombre busca a Dios como el ojo busca la luz. La
existencia de Dios responde a la búsqueda del hombre por la Verdad. Así pedía
San Agustín:[32] Señor que te conozca y que me conozca. Señor haz que la luz de la
verdadera fe nos libre de la ignorancia y nos conduzca a la verdad. Las leyes
de la conciencia los mandan practicar el bien y evitar el mal y también nos
hablan de la existencia de Dios pues nadie se manda a sí mismo hoy la
conciencia recibe las órdenes de un ser superior e inteligente a ella qué es
precisamente Dios.
Hay dos cosas que llenan nuestra
mente de admiración y respeto el cielo estrellado encima de mí y la ley moral
dentro de mí. La ley moral, la obligación de hacer el bien y evitar hacer el
mal, es una ley universal impuesta a todos los hombres. Llevamos grabada en
nuestra conciencia esta obligación. En lo profundo de la conciencia descubre el
hombre una ley que no se da a sí mismo pero a la que debe obedecer y cuya voz
resuena en su interior.[33]
En los oídos de su corazón resuena
una voz que lo mueve a invocándole siempre amar y obrar el bien y evitar el mal.
El hombre lleva en su corazón una ley escrita por Dios.[34]
LA
PUREZA DEL CORAZON
La belleza pide también ser
redimida. La belleza al igual que la creación ha sido utilizada,
instrumentalizad, idolatrizada.
Nuestros ojos, ávidos de belleza,
se dejan atraer por el Nuevo Adán, verdadero icono del Padre eterno, «reflejo
de su gloria e impronta de su sustancia» (Heb 1,3). Dichosos
los limpios de corazón porque verán a Dios.[35] A los «puros de corazón», a
quienes se ha prometido ver a Dios cara a cara, Cristo concede ya entrever la
luz de la gloria en el corazón de la noche de la fe.
El hombre, con frecuencia, corre el riesgo de
dejarse atrapar por una belleza tomada por sí misma, icono convertido en ídolo,
medio que acaba devorando el fin, verdad que aprisiona, trampa en la que acaban
cayendo muchos por falta de una adecuada formación de la sensibilidad y de una
correcta educación a la belleza. Son muchos los hombres y mujeres que ven la naturaleza y
el cosmos sólo en su materialidad visible, un universo mudo, cuyo destino sería
únicamente obedecer a las frías e inmutables leyes físicas, sin evocar ninguna
otra belleza, mucho menos un Creador. En una cultura en la que el cientificismo
impone los límites de su modo de observación hasta hacer de ellos el criterio
exclusivo de conocimiento, el cosmos se ve reducido a un simple depósito
gigantesco del que el hombre extrae a placer, hasta agotarlo, en función de sus
necesidades crecientes y desmedidas.
El Libro
de la Sabiduría ya pone en guardia contra esta miopía que san Pablo
denuncia como «pecado de orgullo y presunción»[36]. Por lo demás, la creación no es muda: los fenómenos
naturales extraordinarios, a veces trágicos, que se registran en estos últimos
años y los desastres ecológicos que se multiplican sin tregua, apelan a una
nueva comprensión de la naturaleza, de sus leyes, de su armonía. Para muchos de
nuestros contemporáneos cada vez resulta más claro que la naturaleza no puede
ser manipulada sin respeto.[37]
Con frecuencia nos hallamos ante una
auténtica decadencia del bien de la verdad y la belleza. El arte y la cultura
pueden adulterarse hasta herir al hombre en su dignidad. Lo bello no puede
reducirse a un simple placer de los sentidos: ello significaría negarse a tomar
plenamente conciencia de su universalidad, de su valor supremo, altamente
trascendente. Su percepción requiere una educación, porque la belleza no es
auténtica si no es en su relación con la verdad, pues, ¿de qué podría ser el
esplendor, sino de la verdad? y ella es, al mismo tiempo, «la expresión visible
del bien, como el bien es la condición metafísica de la belleza». «¿No es lo
bello el camino más seguro para alcanzar el bien?»[38]
LA
BELLEZA DE LA SANTIDAD
Altísimo
y omnipotente buen Señor,
tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.
A ti
solo, Altísimo, te convienen
y ningún hombre es digno de hacer de Ti mención.
Alabado
seas, mi Señor, en todas tus criaturas,
especialmente en el hermano sol,
por quien nos das el día y nos iluminas.
Y es
bello y radiante con gran esplendor,
de ti, Altísimo, lleva significación.
Alabado
seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas,
en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.
Alabado
seas, mi Señor, por el hermano viento
y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo,
por todos ellos a tus criaturas das sustento.
Alabado
seas, mi Señor por la hermana Agua,
la cual es muy humilde, preciosa y casta.
Alabado seas,
mi Señor, por el hermano fuego,
por el cual iluminas la noche,
y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.
Alabado
seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra,
la cual nos sostiene y gobierna
y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.
Alabado
seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor,
y sufren enfermedad y tribulación;
bienaventurados los que las sufran en paz,
porque de ti, Altísimo, coronados serán.
Alabado
seas, mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal,
de la cual ningún hombre viviente puede escapar.
Ay de aquellos que mueran en pecado mortal.
Bienaventurados a los que encontrará en tu santísima voluntad
porque la muerte segunda no les hará mal.
Alaben y
bendigan a mi Señor
y denle gracias y sírvanle con gran humildad. San Francisco
San Francisco es el santo que ha
proclamado con más fuerza este cántico a la creación. En su cántico
de las criaturas alaba con todas las creaturas a su Señor. Este cántico
curiosamente lo elabora cuando se encontraba enfermo y casi
ciego, fuertemente abatido y decepcionado. En una noche de tormento espiritual
salió de su choza y elaboró el cántico de las criaturas como expresión de alabanza a
todas las criaturas terrenales. Es producto de una verdadera contemplación, no
solo a través de los ojos sino del corazón. Lo canta un corazón limpio y
reconciliado que es capaz de elevarse por encima de todo y alabar a su Señor. Mira
no con los ojos del cuerpo sino con los ojos y la mirada de su Creador. Agradece
al Creador por todas criaturas como el “Hermano Fuego”, la “Hermana Agua”, la
“Hermana Tierra” y todas las criaturas del mundo. Mostraba así su creencia de
que todo lo creado era obra divina y que todos los seres debían tratarse como
“hermanos” y “hermanas”. Los que aparecería como opuestos, el día y la noche,
el frio y el fuego, el cordero y el lobo, la muerte y la vida aparecen
hermanados en comunión.
El hombre es un ser bello, es un
artista respondiendo al que es el bello y el artista por excelencia. El artista
prolonga la Revelación obrando con las obras y convirtiéndolas en obras que
revelan la belleza de Dios, mostrando cuán hermoso es Dios. De esta manera el
hombre responde y tiende a su propio bien y verdad última de la existencia. La
belleza cristiana es portadora de una verdad más grade que el corazón del
hombre, verdad que supera el lenguaje humano e indica su Bien, lo único
esencial.
La belleza de la
santidad que emana del hombre configurado con Cristo bajo el impulso del
Espíritu Santo, es uno de los más hermosos testimonios, capaces de sacudir aun
a los más indiferentes y de hacerles sentir el paso de Dios en la vida de los
hombres.
En una continua
acción de gracias, el cristiano alaba a Cristo que le ha devuelvo la vida, y se
deja transfigurar por este don glorioso de que es objeto.
LA BELLEZA DE CRISTO, MODELO Y PROTOTIPO DE LA SANTIDAD
CRISTIANA
La Belleza de
Dios, revelada por la belleza singular de su Hijo, constituye el origen y el
fin de todo lo creado. Si, según el dinamismo de la Escritura, es posible
partir de lo elemental para después ascender de la belleza sensible de la
naturaleza a la Belleza del Creador, ésta resplandece de manera única en el
rostro de Cristo, de su Madre y de los santos. Para el cristiano, «creación» es
inseparable de «re-creación», ya que Dios consideró buena y hermosa la obra de
los seis días.[39]
El pecado, con el
desorden, ha introducido la fealdad de la muerte y del mal. «¡Feliz la culpa
que mereció tal Redentor!», canta la liturgia de Pascua: la Gracia, que se
difunde sobre el mundo desde el costado abierto de Cristo Salvador, purifica e
introduce al mundo salvado, que espera gimiendo la hora de la transformación
final, en una belleza completamente diversa.[40]
USTEDES SON
LA LUZ DEL MUNDO
“Señor que inmensa es tu grandeza. La tierra está llena de tu gloria. Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto”.[41]
Estamos
viviendo una crisis económica, social, humanitaria, ecológica, global que está
repercutiendo en toda la faz de la tierra. Pero esta crisis tiene como raíz una
crisis espiritual. La pérdida de la fe. El papa Francisco en su encíclica Laudato
si, dirigida a todos los hombres del planeta llama a una conversión
ecológica que parte por una conversión de la mirada y del corazón.[42]
Las
grandes ciudades están contaminadas por acumulación de dióxido de carbono. Tan
solo las grandes zonas verdes contrapesan como pulmones para generar aire
limpio. Esta degradación del ambiente y de la biosfera que estamos viviendo
estamos llamados a revertirla como custodios y no dueños del planeta que se nos
ha confiado.
Las
hojas verdes se convierten por la fotosíntesis, la función clorofílica, en una
verdadera fábrica de oxígeno. Toman el CO2
de la atmósfera el anhídrido carbónico que exalamos y lo convierten en oxígeno.
La hoja verde es un verdadero laboratorio con una función esencial para
mantener la biodiversidad del planeta. Mediante la fotosíntesis las plantas con las sustancias orgánicas
nutritivas a partir del CO2 atmosférico absorbido a través de los estomas y el
agua que en los cormófitos es suministrada por las raíces son capaces de
generar oxígeno.
La fotosíntesis o función clorofílica es
un proceso químico que consiste en la conversión
de materia inorgánica a materia orgánica gracias a la energía que aporta
la luz
solar. En este proceso, la energía lumínica se transforma en energía química estable,
siendo el NADPH (nicotín
adenín dinucleótido fosfato) y el ATP (adenosín
trifosfato) las primeras moléculas en
las que queda almacenada esta energía química. Con posterioridad, el poder
reductor del NADPH y el potencial energético del grupo fosfato del ATP se usan
para la síntesis de hidratos de carbono a
partir de la reducción del dióxido de
carbono (CO2).
La vida
en nuestro planeta se mantiene fundamentalmente gracias a la síntesis que
realizan en el medio acuático las algas, las cianobacterias,
las bacterias rojas, las bacterias púrpuras, bacterias
verdes del azufre,[43] y en el medio
terrestre las plantas, que tienen la capacidad de sintetizar materia orgánica (imprescindible para la
constitución de los seres vivos) partiendo de la luz y la materia inorgánica. De
hecho, cada año los organismos fotosintetizadores fijan en forma de materia
orgánica en torno a 100 000 millones de toneladas de carbono.23
La vida
en la Tierra depende fundamentalmente de la energía solar. Esta energía es
atrapada mediante la fotosíntesis, responsable de la producción de toda la
materia orgánica de la vida (biomasa).
Los orgánulos citoplasmáticos encargados de la
realización de la fotosíntesis son los cloroplastos, unas estructuras
polimorfas y de color verde (esta coloración es debida a la presencia del
pigmento clorofila) propias de las células
vegetales. En el interior de estos orgánulos se halla una cámara
que alberga un medio interno llamado estroma, que alberga diversos componentes,
entre los que cabe destacar enzimas encargadas de la transformación del dióxido de carbono en
materia orgánica y unos sáculos aplastados denominados tilacoides,
cuya membrana contiene pigmentos fotosintéticos. En términos medios, una célula
foliar tiene entre cincuenta y sesenta cloroplastos en su interior.[44]
Los
organismos que tienen la capacidad de llevar a cabo la fotosíntesis son
llamados, fotoautótrofos (otra nomenclatura posible es la
de autótrofos, pero se
debe tener en cuenta que bajo esta denominación también se engloban aquellas
bacterias que realizan la quimiosíntesis, fijan el CO2 atmosférico.[45]
Si hemos podido percibir la capacidad que tienen las plantas para tal operación, cambiar el aire contaminado en aire fresco para respirar, nos sorprenderemos en la capacidad que tiene el ser humano en transformar las obras malas de corrupción, injusticia, insolidaridad, que sufrimos en obras buenas que son presencia del Reino entre nosotros. Un mundo de justicia donde reine el amor, la paz y la justicia, un mundo de hermanos donde se proclame la soberanía de Dios por encima de todos los seres.
LUMINARIAS
QUE ILUMINEN LA FAZ DE ESTA TIERRA
“Dijo
Dios que haya lumbreras en la bóveda del cielo, que separen la luz y las
tinieblas y luzcan en la bóveda celeste para iluminar la tierra”.[46] Las obras de la
redención son aún más grandes que las obras de la creación. “los justos
brillaren como estrellas por toda la eternidad”.[47] Los santos
iluminan como faros luminosos que orientan nuestro camino hacia la Luz que no
tiene ocaso.
Hemos
celebrado los mártires de Nagasaki Pedro Bautista y Pablo Miki y compañeros
mártires. El 5 de febrero de 1597 en Nagasaki, Japón, fueron crucificados
veintiséis misioneros, jesuitas y franciscanos: entre ellos Pablo Miki, San
Felipe de Jesús y Pedro Bautista, diecisiete laicos: catequistas, intérpretes,
médicos y niños. Murieron alabando y dando gloria a Dios, perdonando a sus
ejecutores, sonriendo y cantando sufrieron el martirio.
Después
de ser torturados y crucificados fueron quemados como antorchas en el monte
santo, la colina al pie de la bahía que con su resplandor iluminaba toda la
ciudad. Los cristianos después de su martirio fueron a recoger los restos
incinerados que colgaban de los patíbulos para darles cristiana sepultura.
Luego en los lugares donde se levantaron las cruces plantaron almendros que en
primavera reverdecieron dando los primeros frutos. “la sangre de los mártires
ha sido la semilla de muchos cristianos”. [48]
“Vosotros
sois las lumbreras en el mundo, no puede ocultarse una ciudad situada en la
cima de un monte. Brille así la luz en vosotros puestos como lumbreras delante
de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro
Padre del cielo”.[49]
Jesús
declara felices y bienaventurados, los que sufren y son perseguidos a causa de
su nombre.[50] Hay una senda de
felicidad que se esconde cuando caminamos siguiendo los pasos de Jesús hacia el
don total de nosotros mismos. Lo que hace bella y feliz la vida del hombre es
caminar en humildad, simplicidad, aceptación de la voluntad de Dios y total
abandono. La sencillez de corazón viene de la mano un corazón manso y humilde
al servicio de Dios y los hermanos. Cuando vivimos amando, perdonando y entregándonos
se irradia una luz que ilumina todos los que están alrededor y se convierte en
resplandor para el mundo entero. También en medio del dolor y del sufrimiento
la luz del amor de Dios resplandece de manera que nadie la puede apagar.
CONCLUSION
Hemos
iniciado el año con la lectura del Genesis y del Sermón de la montaña. Jesús en
el Sermón de la montaña se presenta como el nuevo Moisés revelador e intérprete
de la Nueva Ley. Es la llamada a un nuevo comienzo.
En la
mente del autor sagrado del relato de la creación está la finalidad de desvelar
el sentido del misterio del hombre. La creación es narrada en un ritmo sagrado
presentando la obra de la creación como dependiente de Dios y ordenada por Dios,
apuntando a una Nueva Creación que sería desvelada en Cristo. Creación
redención y santificación es parte del designio amoroso de Dios.
Dios es
presentado como el artista, el alfarero que modela al hombre del polvo. Le da
forma humana y divina insuflando sobre él el alentó de su Espíritu.[51] El ser
humano es creado no como un individuo en solitario sino como un ser personal,
relacional y comunional. Un ser creado para la comunión con Dios y con sus
hermanos y todos los seres de la creación. El relato de la creación contiene
también el proto evangelio, la primera proclamación de la Buena Noticia del
evangelio, anunciando un nuevo Adán y una nueva Eva. Adán (creado del barro) y
Eva (la madre de los vivientes) les sucederán un nuevo Adán: Jesús y una Nueva
Eva: María. Dios renovará su Alianza hecha desde el principio apuntando a la
restauración y recapitulación final de todos en Cristo. A la Antigua ley y
Antigua Alianza sigue la promesa de una nueva Ley y una nueva y eterna Alianza
que será sellada con la sangre de Cristo en la Cruz. Del costado del nuevo Adán
en la cruz nace la Iglesia y a María se presenta como la madre de los
creyentes.
Ante tan
falsas reducciones de la visión del hombre, ante la cultura latente de la
muerte estamos llamados a vivir una nueva cultura, civilización de la vida y
del amor. Estamos necesitados de colocar al hombre dentro de un proceso de
humanización, personalización, socialización que ayude a comprender nuestra
vocación al amor y la llamada a la comunión. Perdiendo el sentido de Dios se
tiende a perder el sentido del hombre, de su dignidad y de su vida. La vida y
la persona llega a cosificarse. El hombre se cree con el derecho de dominarla y
manipularla. Los valores del ser son sustituidos por el tener y el placer. El único fin que cuenta es su propio placer y
bienestar material olvidando su dimensión más profunda espiritual y
trascendente. Perdiendo su dimensión trascendente pierde el sentido de misterio
y el valor más auténtico de su existencia, un ser divino y sagrado.
En el
designio de Dios Creador, Redentor y Santificador ha llamado al hombre a que
descubriera su origen, su identidad, vocación y misión. Estamos llamados a
vivir no cualquier clase de vida sino una vida participando de su ser. De
acuerdo con su verdad y a que podamos compartir y propagar su misma vida y amor
con todos los hermanos (como luz del mundo). Somos el pueblo creyente, el
pueblo de la vida y para la vida, llamados a construir juntos una nueva cultura
de la vida humana, la civilización nueva del amor.
[1] Sal 8, 4-7.10
[2] Juan Pablo II, encíclica
Evangelium vitae, EV 21
[3] Juan Pablo II, Carta a
los artistas, n. 12-13.
[4] Juan Pablo II, Fides et ratio, 14 septiembre
1998, n. 103.
[5] El Papa Juan Pablo II ha
recogido esta afirmación esencial en su Carta a los artistas, n. 11.
[6] Sab 13, 1.3; Rm 1,20-23
[7] Sab, 13, 5
[8] Consejo Pontificio para
la cultura, La Via pulchritudinis, La vías dela belleza: la belleza de
la creación, VP 1
[9] San Juan de la Cruz, Cántico
espiritual
[10] Sal 19, 2
[11] Antonio Dúe, Vida y
muerte del cosmos, FAX Madrid
[12] Manuel Carrreira, Antropocentrismo
científico y religioso, ADUE Madrid, 1983
[13] James Jeans, Los
misterios del Universo, pg. 175
[14]
Isaac Newton, Scolium Generale de sus Philosophie naturalis Principia
Mathematica
[15]
Albert Einstein, “The World as I see it”
[16] Salvador Madariaga, Dios
y los españoles, Ed. Planeta, Barcelona
[17] Rm 1,19
[18] Constiución del Vaticano II, Gadium et spes, GS
18.
[19] Sal 7,1 ss
[20] Manuel Carrreira, Metafísica
de la materia Universidad de Comillas, Madrid, 1983
[21] Manuel Quirell, Tras
los pasos de Dios, Ed. Monte Casino. Zamora. 1997
[22] Claude Tresmontant, El
problema del alma, Ed. Herder. Barcelona 1971
[23] Yelena Sapárina, El
hombre animal cibernético, Ed. Planeta. Barcelona 1972
[24] Jorge Loring, Para
salvarte, Ed. Católicas, México 2004, pg. 41
[25] Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et spes, GS
10, 19
[26] Col 1,15
[27] Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et spes, GS
22.
[28] Sabiduría 11,20
[29] Consejo Pontificio para
la cultura, La Via pulchritudinis, VP 1
[30] Vittorio Messori, Algunas
razones para creer, Ed Planeta Barcelona 2000
[31] Consejo Pontificio para
la cultura, La Via pulchritudinis, VP 1
[32]
San Agustín, Confesiones
[33] Concilio Vaticano II,
Constitución Gadium et spes, GS 16
[34] Concilio Vaticano II,
Constitución Gadium et spes, GS 16
[35] Mt, 5,5
[36] Sab 13, 1.3;
Rm 1,20-23
[37] Consejo Pontificio para la cultura, La Via pulchritudinis
[38]
Carlo María Martini, Cuál la belleza que salvará al mundo, Quale bellezza salverà il
mondo? Carta pastoral 1999-2000, Milano 1999
[39] cf. Gn 1
[40] Rm 8, 22
[41] Sal 103, 1-2
[42] Papa Francisco, carta encíclica Laudato sí
[43] Rawn, J. D. «La fotosíntesis». Bioquímica. Madrid
(2015).: Interamericana de España y McGraw-Hill. p. 489.
[44] “La Fotosíntesis”,
Artículo publicado en Universidad Politécnica de Valencia.
[45] Antonio Jimeno, Manuel Ballesteros
Vázquez, Luis Ugedo Ucar (2003). Biología (2º de Bachillerato).
Santillana. p. 210
[46] Gen 1, 18-19
[47] Job 22, 28
[48] San Irineo, Adversus haereses, IV, 20.7.
[49] Mt 5, 13-16
[50] Mt 5, 5 y 10-11
[51] Gn 2,7
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