martes, 30 de mayo de 2023

LA DEVOCION MARIANA

 

LA DEVOCION MARIANA

(EN SALAMANCA)

    


INTRODUCCION

Hemos vivido el hermoso Mes de Mayo, mes mariano por excelencia donde hemos celebrado varias fiestas Marianas, Ntra Señora de Fátima, María Auxiliadora, María Madre de la Iglesia y en este último día del mes, la fiesta de la Visitación. Todo este mes tiene, como no. una profunda resonancia en nuestras vidas. Recordamos como de pequeños acudíamos en este Mes de las Flores con la devoción de la ofrenda de las flores a María. Recuerdo con mi abuela acudir al Rosario de la Aurora para culminar el mes de Mayo. Este último sábado 27 de mayo siguiendo la tradición se celebró el tradicional Rosario de la Aurora organizado por la legión de María y la Archicofradía del Rosario y que terminó en el convento de San Esteban de los Padres Dominicos en Salamanca.

Hemos celebrado después de Pentecostés la fiesta de María Madre de la Iglesia. El Espíritu hace nuevas todas las cosas y María nos es dada en la Iglesia como modelo de mujer nueva, modelo de virgen, esposa y madre. Puesto que «la Iglesia es en Cristo como un sacramento (...) de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano»[i], la presencia especial de la Madre de Dios en el Misterio de la Iglesia nos hace pensar en el vínculo excepcional entre esta «mujer» y toda la familia humana. Se trata aquí de todos y cada uno de los hijos e hijas del género humano, en los que, en el transcurso de las generaciones, se realiza aquella herencia fundamental de la humanidad entera, unida al misterio del principio bíblico: «creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó» (Gén 1, 27).[ii]

Esta eterna verdad sobre el ser humano, hombre y mujer, verdad que está también impresa de modo inmutable en la experiencia de todo, constituye en nuestros días el misterio que sólo en el «Verbo encarnado encuentra verdadera luz (...). Cristo desvela plenamente el hombre al hombre y le hace consciente de su altísima vocación», como enseña el Concilio[iii]. En este «desvelar el hombre al hombre» ¿no se debe quizás descubrir un puesto particular para aquella mujer que fue la Madre de Cristo? El mensaje de Cristo, contenido en el Evangelio, que tiene como fondo toda la Escritura, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, ¿no puede quizá decir mucho a la Iglesia y a la humanidad

Aunque con anterioridad en el blog he recogido la figura de María bajo la advocación de la Virgen de la Vega y la Virgen de la Peña de Francia he querido dedicar esta reflexión más en amplio a la devoción popular mariana, tratando de ver como a lo largo del tiempo se fue consolidando esta profunda devoción en nuestra tierra.

 


  

1.      LA DEVOCIÓN MARIANA EN ESPAÑA

La devoción por la Virgen María tiene en nuestro país un fuerte arraigo y está presente en la inmensa mayoría de festividades y tradiciones que pueblan todo el calendario del año. Su huella se nota de forma muy diferente en cada rincón de España, donde se le rinde honores de forma diferente y singular. En el mes de Mayo como no recordar la tradicional Romería de la Virgen del Rocío que se acaba de celebrar en el coto de Doyana. 

Aunque se mencione poco a la Virgen en los textos bíblicos, la pasión que existe por su figura ha ido creciendo a lo largo de los siglos, siendo una de las figuras de la fe católica más importante. 

Sobre ella basó buena parte de su pontificado Juan Pablo II, dedicándole incluso una de sus encíclicas, Mulieris Dignitatis y es uno de los pilares de la presencia del culto católico en la sociedad española. A ella se le atribuyen todo tipo de virtudes y cualidades y se presenta bajo multitud de denominaciones y nombres.  

Hacemos un breve repaso de la devoción de la Virgen María en España recorriendo todo el país: 

La Virgen del Pilar, patrona de la Hispanidad y una de las imágenes con más seguidores en nuestro país; la más venerada por los valencianos, La Virgen de los Desamparados, patrona de Valencia, Nuestra Señora del Remedio, patrona de la ciudad de Alicante. Tras ellas, la Virgen de Montserrat, conocida tradicionalmente como la "moreneta" por el color de la talla a la que se rinde culto en el Monasterio de Montserrat, y Nuestra Señora de Covadonga, patrona del Principado de Asturias, que dejará paso a Nuestra Señora del Lledó, patrona de la ciudad de Castellón. La "madrileña" Virgen de la Almudena, viene seguida de la Virgen de la Candelaria, patrona de las Islas Canarias; la Virgen del Rocío, una de las que más seguidores tiene en toda España; la Virgen de las Angustias, patrona de la ciudad de Granada; la Virgen de la Fuensanta, de Murcia; María Santísima de la Esperanza Macarena, icono universal de la Semana Santa sevillana; la Virgen del Carmen, protectora del mar y de la Armada Española; la Virgen de la Asunción, patrona de Elche; Nuestra Señora del Tremedal, a la que se rinde especial devoción en Teruel; Nuestra Señora de la Bien Aparecida, patrona de Cantabria; Santa María La Real, patrona de Navarra; la Virgen del Mar, patrona de Santander; la Virgen del Lluc, patrona de Baleares; Nuestra Señora de la Merced, centro de la devoción mariana en la ciudad de Barcelona; la Virgen del Sagrario, patrona de Toledo y la Comunidad de Castilla-La Mancha; la patrona de las ciudades de A Coruña y Cádiz, Nuestra Señora del Rosario; Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de Extremadura; la patrona del País Vasco, la Virgen de Arantzazu; la Virgen de la Concha, patrona de Zamora; Nuestra Señora de Valvanera, patrona de La Rioja; la Virgen de la Franqueira, patrona de Galicia; la Virgen de la Peña de Francia, venerada en Salamanca y Castilla y León; la Virgen de los Llanos, patrona de Albacete; y, por último, Nuestra Señora de África, patrona de la Ciudad Autónoma de Ceuta. En estas tierras charras destaca la Virgen de la Vega, patrona de Salamanca. 

 


  

2.      LA DEVOCION MARIANA EN LOS INICIOS DEL SEGUNDO MILENIO[iv]

El culto a la Virgen es muy antiguo. Se abrevian aquí los antecedentes; basta recordar tres claves. Primero, ese culto marial recibió un nuevo aliento cuando el Concilio de Éfeso del 431 proclamó solemnemente a María como Madre de Dios, Virgen Theotokos, aunque antes de ello ya existía el culto popular a la Virgen. 

Entre los siglos V y VII se fue acuñando el siguiente ciclo de ­estas litúrgicas marianas, primero en Oriente y luego en Occidente: la Asunción el 15 de agosto, la más importante y que en Oriente era la Dormición (es decir, la creencia de que o bien la Virgen había sido dormida, y sin pasar por la muerte, recibió la inmortalidad gloriosa, o bien había muerto, fue enterrada pero fue resucitada inmediatamente y asunta a los cielos), y además, la Natividad de María el 8 de diciembre, la Anunciación el 25 de marzo y la Presentación el 2 de febrero. 

Además, en la España visigoda se celebraba la Expectación del parto, el 18 de diciembre, en Adviento. Enlaza con la posterior Nuestra Señora de la Esperanza o Virgen de la O, venerada al ­final de la Edad Media, donde aparece María con el vientre abultado y a veces sobre él el sol, la ­figura del Niño, o el vientre transparente para poder ver a Jesús. La advocación de la Virgen de la O se explica porque en los siete días previos a Navidad se cantaban unas antífonas que expresaban la expectación y la impaciencia de los patriarcas y los profetas por la llegada del Mesías, y que se asocian a la esperanza de María. Todas empiezan con la interjección oh: oh Sabiduría, oh Adonai, oh retoño de Jessé, oh llave de David, oh esplendor de Oriente, oh rey de las Naciones, Oh Emmanuel. Y en el siglo V-VII en Roma, se añadía: oh esposa de los cielos y puerta del Señor, refi­riéndose a la Virgen. 

Ya en la segunda mitad del siglo XI el monje-obispo San Anselmo de Canterbury había divulgado la piedad hacia “nuestra madre”, una devoción intimista y delicada. También en el siglo XII la gran mística alemana Hildegarda de Bingen, en su Scivias, había hablado del amor de Dios como un amor maternal, lleno de dulzura y de misericordia. San Bernardo y San Buenaventura contribuyeron también mucho a divulgar la devoción mariana.

Pero queremos centrar este estudio en el despertar de la devoción mariana en la baja edad media. El culto mariano siempre tuvo un lugar privilegiado en la Iglesia medieval. Pero rotundamente, la edad de oro de la devoción a la Virgen tuvo lugar en el siglo XIII, heredando la corriente del siglo anterior. La Iglesia celebraba ya entonces un rico ciclo de ­estas devociones marianas. Los sermones, las oraciones, los himnos, los milagros y los tímpanos repetían sin cesar sus gozos y dolores. Las devociones marianas surgen al meditar sus misterios sobre su asunción, su coronación, y sus cualidades como modelo para el cristiano, su poder como intercesora, atrajeron incesantemente la atención de pensadores, moralistas, pintores, escultores, predicadores. 

El cristianismo tuvo un papel decisivo en la propia conformación de la civilización occidental medieval; impregnaba las estructuras sociales, políticas y culturales y la ecclesia era la espina dorsal de las sociedades medievales europeas.

 


 

2.1 El contexto devocional inmediato de la piedad mariana

La devoción mariana se enmarca dentro de la devoción cristocéntrica y el llamado “despertar religioso de los laicos”; es interesante repasar diversos aspectos del culto y de la devoción a la Virgen en la centuria del doscientos; es decir, los rasgos de la piedad mariana marcados por el triunfo del sentimiento, además de la relación entre liturgia y devoción popular, con una alusión especial a las colecciones de milagros y a las Cantigas

Por descontado, los ejes de la religiosidad se sitúan en el contexto del conocido despegue que la cristiandad latina experimentó entre los siglos XI y XIII: un notable desarrollo demográfi­co, económico, social, político, territorial y cultural, que incluyó el despliegue de las ciudades y, en la Península, un avance espectacular de la reconquista. No entraremos en ello. Baste recordar, como marco de la devoción mariana, tres claves de este despegue: esta fue la época del llamado “humanismo cristiano del siglo XII”, que cuajó en las universidades del XIII.

 




2.2 La piedad mariana siempre estuvo ligada a la devoción a Jesús.

En los siglos de la Plena Edad Media se produjo en la espiritualidad occidental un auténtico “redescubrimiento de Cristo”. La Alta Edad Media había privilegiado más la ­figura de Dios Omnipotente, Padre y Juez, con una sintonía mayor con el Antiguo Testamento. Y a Jesucristo se le había venerado más como Salvador. Se representaba en las iglesias románicas a Jesús como el Pantócrator, Todopoderoso, participando de la soberanía del Padre sobre la creación y como artífice del juicio ­final. 

El Jesús en los crucifi­jos del siglo XI era un Cristo en majestad más que sufriente. Pero esto cambió en la Plena Edad Media, que ha sido llamada la edad de Cristo. En especial desde el siglo XII, la figura de Cristo se humanizó progresivamente, creció la devoción a su naturaleza humana. Ya desde el siglo XI, San Anselmo escribía su Cur Deus homo que exaltaba la encarnación, y el común de las gentes se venía familiarizando con su vida terrenal; alcanzaron un gran éxito los relatos apócrifos sobre su infancia, su vida pública y su Pasión; creció el afán por pisar los lugares donde vivió, y aquí hay que aludir a las peregrinaciones a Tierra Santa y a las cruzadas, y a la devoción por sus reliquias, sobre todo las de la Pasión: el Lignum Crucis, fragmentos de su vestido, del pan que usó en la Cena, del sepulcro, del sudario del Señor y de su sangre, etc. 

El fenómeno de la devoción a la humanidad de Cristo cobró fuerza desde el siglo XII, el siglo de la “revolución intelectual”, seguramente en relación con ese proceso de emergencia del individuo que reviste muchas facetas. A partir de entonces, en un proceso que continuará hasta el fi­nal de la Edad Media, hubo un conocimiento mayor del nuevo Testamento y en particular del Evangelio, y de atención al Jesús histórico. 

Ya en el siglo XII irrumpía la devoción a Jesús Niño y a los episodios de su vida joven oculta[v], Diego García Campos canciller de Alfonso VIII, escribió un tratado sobre el nombre de Jesús. Santiago de la Vorágine, en su celebérrima Leyenda Dorada, glosará el significado de los nombres de Jesús haciéndose eco de la predicación al respecto de San Bernardo. 

Entre los espíritus femeninos más sensibles (en el medio cisterciense o entre las beguinas) se desarrolló durante los siglos XII y XIII un fenómeno místico nítidamente centrado en Cristo, no una abstracción sino una persona viva con la que conversaban en coloquios amorosos que llegaban al beso, el abrazo, la mística nupcial, el “intercambio de corazones[vi]

Para el siglo XII cabe citar a Hildegarda de Bingen, en el XIII a María de Oignies, Hadewijck, Matilde de Magdeburgo (difusora de la devoción al Corazón de Jesús), Gertrude de Hefta, o Juliana de Monte Corneillon, gran promotora del culto al Corpus Christi. Y el franciscano San Buenaventura explicaba que "el itinerario de los hombres hacia Dios" pasaba por la contemplación de los sufrimientos y de la vida de Cristo. 

A partir de San Francisco y las demás órdenes mendicantes, se acuñaba un nuevo ideal, el de la "imitatio Christi", el ideal de seguir una vida evangélica, y el ideal de la pobreza voluntaria (seguir pobres a Cristo pobre), un paradigma, el de la pobreza, que para San Francisco alcanzaba también a María, la “Virgen pobrecilla”. Ideales que dieron forma también a algunos movimientos heréticos que proliferaron en la época con un afán reformador, como el de los valdenses. 

 


2.3 El despertar religioso del pueblo cristiano 

El periodo comprendido entre los siglos XI y XIII ha sido llamado el del “despertar religioso del pueblo cristiano”, que hasta entonces había tenido un papel bastante pasivo en la Iglesia: muchos laicos anhelaron entonces una religión mejor encarnada, y se interesaron por vivir conforme a los principios evangélicos. Para el siglo XIII, en concreto, Vauchez y Parravicini detectan nítidamente la aspiración a una experiencia directa y transformadora de lo divino, en el marco de una “religión voluntaria”. 

Los seglares buscaron nuevas vías de perfección cristiana especí­ficas para ellos, donde pudieran satisfacer su demanda religiosa sin abandonar su estado y tener que recluirse en un monasterio. Esto produjo el enriquecimiento de las devociones que se sumó a los nuevos cauces religiosos para los laicos: los hospitales, las cofradías, las órdenes terceras, y las peregrinaciones como vía de penitencia, búsqueda de salvación y expresión material del concepto del hombre como homo viator

No ha de olvidarse el fenómeno de las beguinas, mujeres que se reunían para vivir en comunidad, en continencia y pobreza. En las ciudades mejoró el conocimiento del Nuevo Testamento, como se ha dicho, y se elevó el nivel religioso de los laicos, alimentado por los predicadores itinerantes, sobre todo a partir de los dominicos, que transmitían las vidas de los santos y de Jesús tratando de elevar la temperatura emocional del auditorio. 

 


2.4 La devoción mariana en el siglo XIII 

La eclosión de la devoción a la Virgen María en el siglo XIII tuvo lugar en esta misma época, la de ese relativo “despertar de los laicos” (en todo caso, la religiosidad laica se mueve en un contexto devocional más enriquecido), la de la “edad de Cristo”, y la del arte gótico pleno en el XIII en que prodigiosas catedrales elevaron su ligereza hacia el cielo.  En la Alta Edad Media los homiliarios y la liturgia acreditan que la teología sobre la Virgen estaba plenamente desarrollada[vii] y que se le prodigaban cali­ficativos que en adelante resultarían muy familiares: santa y venerable, hija de Jerusalén, estrella de los mares, templo del Creador, santuario del Espíritu Santo, bella como la luna y el sol, puerta del cielo, jardín secreto, fuente clara, pozo de las aguas vivas... Además, se vinculaba su realeza con la terrena. 

 


2.5 Rasgos generales de la devoción a la Virgen

El triunfo del sentimiento En el siglo XIII, como en los anteriores, el culto a los santos hacía furor; se les atribuían poderes casi mágicos, sus reliquias se buscaban con ahínco y eran invocados de continuo como protectores frente a plagas, granizos, pedriscos, enfermedades… Pero ningún culto a ningún santo alcanzó las cotas de popularidad que tuvo la piedad mariana. Incluso ya en el siglo XII, podíamos decir que María había eclipsado a su Hijo Jesús en una parte de la literatura cristiana; se puede decir que la devoción a la Virgen ganó tanto terreno que se produjo una auténtica “feminización de la piedad” en los siglos XII y XIII[viii]

Esta feminización devocional se ha puesto en relación con un nuevo humanismo,  una nueva consideración de la mujer en los siglos XII y XIII, que afectó sobre todo a las capas aristocráticas pero que también se refleja en el relevante papel de las mujeres en movimientos religiosos tanto ortodoxos como heterodoxos de la época como los valdenses, los cátaros, las integrantes de los grupos del Libre Espíritu, y por supuesto, las beguinas [ix]

Todo ello conectaba con la lírica trovadoresca, el amor cortés y su exaltación de la mujer. A la devoción mariana se le aplicaron los códigos feudales de la relación entre señor y vasallo y los esquemas líricos del amor cortés, y así, la Virgen pasaba a ser la dama y, sobre todo, Nuestra Señora, y sus devotos enamorados que le cantaban, sus fi­eles vasallos[x]. La divinización trovadoresca de la dama pudiera haber preparado el terreno para la difusión de la devoción mariana; “ambos fenómenos, profundamente característicos del Medievo, son como manifestaciones paralelas de similares estados de espíritu”.

 


2.6 ¿Qué perfi­l de la Virgen María se transmitía

En el siglo XIII, la escultura y la pintura acusaban la influencia de las nuevas tendencias filosóficas y religiosas: en sintonía con el aristotelismo, con el naturalismo y con el humanismo de San Francisco de Asís, se tendió a representar a los santos, la Virgen María, los ángeles, Cristo, en un plano más humano que en el románico, dejándoles demostrar emociones como placer, dolor o ternura. 

También se situaba el desarrollo de la devoción mariana en la época del giro de la religiosidad del humanismo gótico que apelaba mucho más al sentimiento que a la especulación teológica. En el siglo XIII se insistía en la maternidad de la Virgen; madre de Dios y de los hombres. Se representaba a María madre de Jesús Niño sosteniéndolo en sus rodillas o en brazos, y de las Vírgenes románicas anteriores tan estáticas y solemnes se pasó a las ­figuras góticas mucho más dinámicas donde la Madre y el Niño dialogaban. También se pintaba la escena de la Virgen amamantando al Niño, y se representaba toda la secuencia de la Anunciación, la Visitación a su prima Isabel, el Nacimiento, la adoración de los reyes, etc. La piedad se dirigía al rostro humano de la mujer bíblica. 

En la primera cantiga de Alfonso X, al comentar los siete gozos de la Virgen, se dice que llegó cansada a Belén: “E demais quero-ll’ enmentar / como chegou canssada / a Belleem e foy pousar / no portal da entrada”. También la imagen de María en el siglo XIII es la de la Virgen in­finitamente misericordiosa e intercesora por los hombres ante su Hijo, es la protectora incondicional. De esta idea arranca la Virgen de la Misericordia, o de la Merced, tan difundida por los mercedarios desde principios del siglo XIII, especialmente en Cataluña, con su iconografía tan característica en que multitud de personas de diferentes grupos sociales son cobijados por el manto protector de la Virgen. Todo apuntaba al triunfo de una espiritualidad llena de ternura, confianza y subjetividad ligada a la Virgen, y tanto culta como popular[xi]

A María la veneraban, en efecto, las gentes de todos los estratos sociales. Las gentes cultas usaban para rezar los Libros de Horas de la Virgen como hacía el propio San Luis; los analfabetos la veneraban de muchas formas, escuchando los relatos de sus milagros y seguramente repitiendo las canciones en su honor más pegadizas. Se encomendaban a ella los pecadores y los ejércitos en la lucha contra los musulmanes, y los trovadores le componían canciones. 

Entre los fenómenos impulsores de la devoción a la Virgen hay que recordar la divulgación de los relatos de los evangelios apócrifos. Entre ellos, fue muy popular el Evangelio apócrifo de María y el Pseudo Mateo. Este, escrito hacia el siglo VI, recogía muchos contenidos de otro anterior, el Protoevangelio de Santiago, y de otros evangelios de la infancia. Hubo muchas reelaboraciones latinas de este Pseudo Mateo, ampliamente difundidas por la Leyenda Aurea de Jacobo de Voragine en el siglo XIII. El Pseudo Mateo, en efecto, era el evangelio de la Natividad de la Virgen, su infancia y la infancia de Jesús. Entre sus detalles más difundidos están los nombres de los padres de la Virgen, Joaquín y Ana, y sus vidas[xii]

El genial pintor Giotto di Bondone decoró la capilla Scrovegni de Padua, en los años iniciales del siglo XIV, con la vida de Joaquín y Ana y la vida de la Virgen difundidas por Jacobo de Voragine: la expulsión de Joaquín del templo al no tener hijos, la anunciación a Ana, el sueño de Joaquín, el magistral encuentro entre San Joaquín y Santa Ana en la Puerta Dorada, etc. Este apócrifo pseudo Mateo relata también cómo donaron a Dios a su hijita María, su infancia y los prodigios que realizaba, su estilo de vida casi monástico, la escena de Jesús recién nacido adorado por el buey y la mula en el establo; da a conocer el nombre de los tres reyes magos muy sabios Melchor, Gaspar y Baltasar; la huida a Egipto donde los leones adoraban al Niño, y los milagros que hacía Jesús en su infancia, etc. Todo esto estaba ampliamente difundido entre el pueblo. 

También fueron unos grandes impulsores de la devoción a la Virgen los frailes franciscanos como San Buenaventura, y antes que ellos los monjes cistercienses, empezando por el propio San Bernardo en la primera mitad del siglo XII, el promotor del Císter, la autoridad moral más alta de la primera mitad del siglo XII y gran devoto de María. Todos ellos cultivaron una devoción sentimental y tierna a la Madre de Jesús. San Bernardo es el gran poeta latino que canta los loores de la Virgen en su De laudibus Virginis Matris, al modo de un trovador de la Señora Santa María: es un apasionado tratado con su ritornello “mira a la Estrella, invoca a María” (“María es la estrella radiante que nace de Jacob… Tú, quien quiera que seas… si caes en el escollo de las tristezas, eleva tus ojos a la Estrella del Mar, invoca a María… si te golpean las olas de la soberbia, mira a la Estrella, invoca a María...”). 

No puede olvidarse que también las apariciones marianas tuvieron un gran desarrollo en el siglo XII y en el siguiente. Por entonces, se universalizaron algo más los destinatarios o visionarios, ahora desposeídos, enfermos, pecadores (mientras que antes eran casi solo clérigos, monjes y monjas), y aquellas apariciones adquirieron un contenido protector, sanador y mediador muy potente frente al sentido teológico antes predominante[xiii]

Se ha aludido a la devoción hacia la maternidad luminosa de María. Hay que recordar que la piedad también se centró en los misterios dolorosos de la Virgen. La devoción a los Dolores de María se conocía ya en los ambientes monásticos del siglo XII por influjo de San Bernardo, si bien es cierto que tuvo un gran éxito en los siglos XIV y XV. La propia secuencia tan famosa Stabat Mater dolorosa, atribuida al franciscano Jacopone da Todi, pudo surgir en el siglo XIII. También en la misma centuria Gonzalo de Berceo, en El Duelo de la Virgen, exhortaba a los lectores a compartir los sentimientos de la Virgen durante la Pasión y, particularmente, al pie de la cruz; y en la misma línea escribió en verso el mallorquín Ramon Llull su Plant de Nostra Dona Santa Maria. Es decir, no conviene exagerar la dicotomía entre una devoción a la Virgen gozosa en el siglo XIII y una piedad dramática y pasionista en los siglos XIV y XV.

 

 


2.7 Liturgia y piedad popular 

En el siglo XIII la Iglesia celebraba ya las ­estaciones (misterios) de la Virgen citadas: la Asunción, la Natividad, la Anunciación, la Presentación en el templo o Purificación, llamada ya en el siglo XIII la ­fiesta de las Candelas, la Visitación, e incluso su Inmaculada Concepción. Esta última, que se había ido extendiendo desde el siglo XI siguiendo el modelo bizantino, tuvo un gran impulso en el siglo XIII. Implicaba la creencia de que Ella fue preservada inmune de toda mancha de pecado original desde el primer instante de su concepción, por privilegio de Dios. Esta tesis encontró mucho apoyo desde el siglo XIII entre los franciscanos, que adoptaron ya su ­esta en 1263. Pero no faltó la polémica. Se oponían a este privilegio cistercienses y dominicos, a pesar de ser grandes devotos de la Virgen[xiv]

Un papa franciscano, Sixto IV, la instituyó en 1477, de momento para la diócesis de Roma. Por otra parte, a la Virgen se la recordaba todos los sábados, una costumbre que se había iniciado a ­finales del siglo VIII en el ámbito carolingio. Encontramos que varias cantigas, como la atestiguan el uso popular de guardar el sábado “por onrra da Virgen santa”. También llegaron a la piedad popular las cuatro antífonas de la Virgen, creadas entre los siglos XI y XIII, que cantaban en su o­cio canónico los monjes: Alma Redemptoris Mater; Ave Regina Coelorum, en la ­fiesta de la Asunción; Regina Coeli, y la más querida de todas, la Salve Regina, que se cree se compuso en el siglo XI, de autoría aún discutida. 

En efecto, fue en el siglo XIII cuando se convirtieron en auténticamente populares las oraciones, ya arraigadas en todas las capas sociales, de la Salve Regina, el Angelus y los Gozos de la Virgen. Pero la más popular de las oraciones a María era el Ave María, el saludo del ángel Gabriel a María. Ya en el siglo X, al saludo del ángel se añadía el saludo de Santa Isabel (Bendita tú eres…); en el siglo XII se le añadió la invocación Sancta Maria, Mater Dei. En relación con ella, el rosario, repetición de avemarías, lo propagaron los dominicos en el XIII, y en el siglo XIV tomó su forma de­finitiva; se convirtió en una alternativa popular al o­cio divino litúrgico. Además, el rezo del Ave María por la mañana, al mediodía y por la tarde, derivó en el triple toque del Angelus; el de la tarde era el más antiguo; lo empezaron a propagar los franciscanos en el siglo XIII. 

Muy populares fueron los Siete gozos de la Virgen. Empezaron siendo secuencias litúrgicas cantadas tras el Alleluia, pero derivaron a cantos populares no litúrgicos, incluso en lengua vernácula. Se difundieron mucho. El Llibre Vermell de Montserrat, de la segunda mitad del siglo XIII, contiene la canción catalana Balada dels set Goyts de Notra Dona, que los romeros del monasterio cantaban y bailaban[xv]. Otra vertiente de ese anillo que vincula liturgia ofi­cial con piedad popular, una conjunción mucho más presente en la Edad Media de lo que se suele pensar, es la variedad de advocaciones marianas existentes a partir del siglo XII, patronazgos por los cuales se veneraba a la Virgen en iglesias parroquiales, ermitas, monasterios y cofradías, títulos que a lo largo de los siglos había ido acuñando el pueblo. 

La preferida era Santa María de Agosto o Asunción; así, este fue el título de las cuatro catedrales fernandinas en Andalucía: Baeza (1228), Córdoba (1236), Jaén (1246) y Sevilla (1248). Pero otras advocaciones evocaban sus virtudes, o su acción protectora (Socorro, Remedios, Misericordia); otros recordaban la cercanía de la Virgen a la naturaleza, como reminiscencia de cultos animistas ancestrales: Santa María del Monte, de los Llanos, del Espino, de la Vega, de la Sierra, de la Estrella, de Membrilla del Campo, de la Nava. Por ejemplo, en el Campo de Calatrava, señorío de la orden militar del mismo nombre, la mayor parte de las iglesias parroquiales fundadas en el siglo XIII tenían como titular a Santa María, por encima de santos tan populares como San Sebastián y San Juan. Pero entre los siglos XIII al XV se crearon múltiples advocaciones especí­ficas de la Virgen.

 


 

2.8 Las colecciones de milagros y las Cantigas de Santa María 

Circulaban por toda Europa colecciones de milagros de la Virgen, sobre todo desde el siglo XI. Habían empezado a aparecer tímidamente a partir del siglo X, aunque aún con un carácter local. Su ausencia durante el primer milenio (es decir, el retraso respecto a los milagros de los santos) se explica por el hecho de que, entonces, los prodigios de los santos taumaturgos se realizaban a través de sus reliquias y del contacto con el cuerpo del santo[xvi]. Por el contrario, la creencia en la Asunción de María colocaba sus reliquias en un plano muy secundario. 

En el siglo XII circulaban varias colecciones hermanas, entre las que Fernando Baños destaca la compilada por Anselmo de San Saba, sobrino del santo arzobispo de Canterbury, en la que aparecían los milagros de “El romero de Santiago” y “El niño judío”. En el siglo XIII tuvieron un gran éxito los milagros marianos, como los recogidos por Gonzalo de Berceo en sus Milagros de Nuestra Señora o fray Juan Gil de Zamora, franciscano muy cercano al rey Sabio; su Liber Mariae es un ejemplo de la orientación sentimental y tierna que cobro la piedad mariana en el contexto del humanismo de la época, y de sus setenta milagros de la Virgen, cincuenta coinciden con los incluidos por Alfonso X en las Cantigas de Santa María de Alfonso X, otra gran colección[xvii].

Coincy, Berceo y Alfonso X pusieron por escrito los milagros marianos en lengua romance (francés, castellano y galaico-portugués) en un lapso de menos de cincuenta años. Los milagros conjugaban el pensamiento teológico, la piedad popular y los esquemas feudales aplicados a la Señora. 

En ellos aparece la Virgen como corredentora con su Hijo, como la nueva Eva. Y se ve cómo Ella siempre premia a sus devotos, por muy graves que sean sus pecados. Nunca dejará de atender una petición. Piénsese en el milagro de Teó­lo, que vendió su alma al diablo; un milagro de enorme éxito iconográ­co y que se repitió en numerosas obras, como la de Hroswitha, Marbode de Rennes, Coincy, los Milagros de Nuestra Señora de Berceo y las Cantigas de Alfonso X. 

En todos estos relatos, Ella es la gran intercesora, a la que su Hijo no puede negar nada. En muchos casos los milagros son curaciones. Y sobre todo, la Virgen María salva a sus fi­eles en la otra vida, atendiendo a la gran preocupación del hombre medieval, la posibilidad de la condenación eterna. Es frecuente que María intervenga para arrancar de las manos del demonio el alma de un pecador. Recuérdese el milagro del romero de Santiago, que relatan Anselmo de San Saba, Coincy, Berceo y las Cantigas

No es raro tampoco que María resucite a sus devotos. Así, Ella aparece contraviniendo totalmente la naturaleza y la ley. Des­lan como protagonistas de los milagros obispos, clérigos, sacristanes pecadores, ladrones devotos, labradores, monjes borrachos, o una abadesa preñada a quien la Virgen socorrió y sacó del apuro en un típico milagro que Philippart llama transgresor y Wagner llega a de­cir como amoral, todos ellos devotos de la Virgen, a quienes Ella protege[xviii]

Es obligado aludir especialmente a las Cantigas de Santa María de Alfonso X, las 420 canciones en galaico-portugués, 360 milagros y el resto canciones de loor o alabanza[xix]. Prescindimos ahora de los debates sobre las tradiciones que concluyeron en ellas y sobre el tema de la autoría. Aunque sí es interesante destacar, siguiendo a Snow, que se trató de una obra colectiva, pero inspirada y dirigida por el rey-trovador, al que Snow defi­ne felizmente como “su gran arquitecto”, además de que su yo personal es posible encontrarlo directamente en 34 cantigas. Es decir, respondían rotundamente a su devoción personal. 

Ramón Llull atribuía a Blanquerna el mérito de cantar cançons que el emperador había hecho en honor de nostra Dona; si se refi­ere a las Cantigas de Alfonso X, ello indicaría que se cantaban también fuera de la corte. Además, el deseo del rey era que tuvieran un uso litúrgico, que se cantaran en las ­estas de la Virgen, tal como lo dejó estipulado en su segundo testamento. Es enorme la riqueza de referencias culturales y religiosas de las Cantigas, “uno de los tesoros artísticos de la civilización occidental”. 

Es sabido que se construyen sobre el eje de la lírica trovadoresca y el feudovasallaje (el autor se declara trovador y servidor de su dama, a la que llama no solo madre y reina, sino señor, abogada, adorada, amiga, amada). Además, lógicamente rastreamos en ellas una serie de claves religiosas: la inspiración bíblica, la teología (María como intercesora, el perdón a los pecadores, la contraposición de la Virgen con Eva, la exaltación de su virginidad), la liturgia (por ejemplo, la cantiga 100, “Santa María Estrella del día” es una glosa del Ave maris stella, himno latino del obispo de Poitiers Venancio Fortunato), y también la religión popular (por ejemplo, en la cantiga 406 hay una evocación de “los mayos”, cantares a la primavera de raíz pagana). 

Los atributos de la Virgen que aparecen en las Cantigas son indecibles. Están en consonancia con el éxito popular de las letanías de la Virgen, que se extendieron en el siglo XIII, donde se invocaba y alababa a María evocando sus virtudes. Así, la cantiga 420 es una auténtica letanía de bendiciones, pensada para ser proclamada litúrgicamente en la iglesia. Y la cantiga 10 la alaba como “rosa das rosas e fror das frores, dona das donas, sennor das sennores”. Es muy conocida la metáfora de María como estrella, que repite Alfonso X y también Berceo. Los atributos bíblicos y teológicos también aparecen: espejo de la Santa Iglesia, luz de los confesores, luz y corona de los mártires (cantiga 280); y por supuesto, a menudo es invocada como “de graça chea e d’amor de Deus”. Se juega con las paradojas de base evangélica: Madre y doncella, pobre y reina, señora y sierva, y con la contraposición entre Eva y María. Las expresiones indicativas de su polisémica relación con Dios son continuas; es a la vez hija, madre y esposa de Dios. 

Por descontado, también las Cantigas contienen alusiones a las cualidades humanas de María según los códigos corteses, tales como, en la cantiga, la mesura, apostura, cordura, nobleza, honra, alteza, merced, franqueza. La confi­anza con que se acudía a María, siempre poderosa, se complementa con las acciones que se requerían de ella: socorrer, acoger, salvar, perdonar, interceder, rogar por los devotos, guardarlos, mostrar el camino, evitar los errores, y por supuesto, guardarlos del mal y del fuego del in­fierno. Que la piedad del rey Sabio volcada en las Cantigas era muy personal se refrenda porque eran “la joya de su biblioteca”, como señala el profesor González Jiménez. Legó el libro en su testamento a la iglesia donde lo enterraran. 

Veamos algunos otros signos de la misma devoción. Su testamento habla de dos objetos de su propiedad muy elocuentes: una tabla con imágenes y textos sobre la Virgen, que habría de colocarse sobre el altar durante la misa mariana de los sábados, y una talla de María a modo de relicario mandado hacer por él, que debía sacarse en procesión hasta el altar en las ­estas de la Virgen: «Otrosi mandamos que si el nuestro cuerpo fuese y enterrado en Sevilla, que sea y dada la nuestra talla, que fezimos fazer con las reliquias a honrra de Sancta Maria, e que la trayan en la procesión, en las grandes ­estas de Santa Maria, e las pongan sobre el altar». 

Pero la piedad mariana personal del rey queda patente también en su devoción por santuarios marianos como el de Santa María del Puerto, en Puerto de Santa María, uno de sus predilectos, creado por él mismo; una advocación a la que dirigió todo un ciclo de sus cantigas, 24 canciones muy personales del rey, estudiadas y editadas por Jesús Montoya, en las cuales el rey-trovador y sus colaboradores han dejado una impronta “íntima”, como a­rma Joseph T. Snow, y que tienen la particularidad de narrar milagros coetáneos al propio rey, en concreto entre 1260 y 1284 –a­rma Montoya–. Cantan la devoción a la imagen de Santa María de El Puerto, su santuario y sus milagros (ella misma “tomó un lugar para sí en el reino de Sevilla”, cantiga 328), desde donde obró muchas curaciones (cantigas 357, 368, 372, 378, 385, 389, 391, 393), incluidas resurrecciones como la del niño en la cantiga 381, y sanaciones del propio rey, quien acudió en romería al santuario, “que toda su esperança /avia ena Virgen sen dultança” (cantiga 367). 

En realidad el monarca aparece en 12 de estas Cantigas de Santa María del Puerto, la mitad del total. Por último, queda clara también la devoción personal del rey a la Virgen en la advocación que eligió para la orden militar por él creada, Santa María de España, de vida efímera (c.1270-1280), de la que dependió el Puerto de Santa María desde 1279. Esta orden militar, de vocación naval inicialmente (al menos hasta el desastre naval de Algeciras de 1279), estuvo siempre bajo el control estricto del rey; fue adscrita al Císter desde 1273 pero quedó refunda en la Orden de Santiago. 

 


2.9 La identi­ficación de la Virgen María con la Iglesia y con la societas christiana 

Hablar de la devoción a María en el siglo XIII es conectar con la historia de la liturgia, del arte, de la teología, con la historia de las mujeres. Y es que, en efecto, el culto a la Virgen era algo más que una práctica devocional. Anthony Cohen explica que los cultos a los santos (y esto se aplica de lleno al culto a la Virgen) se convertían en la Edad Media en un auténtico “patrimonio colectivo de sacralidad”. Y este patrimonio sacro colectivo operaba a favor de la “construcción simbólica de la comunidad”, y, por tanto, actuaba como una seña de identidad colectiva. Desde luego, la Virgen era, teológicamente, una metáfora de la Iglesia (hija de Dios, esposa de Cristo y del Espíritu Santo, etc.); pero es más: se ha hablado de la Virgen como “sistema de valores” que no solo se confunde con la Iglesia sino, además, con la societas christiana

Así, la Iglesia, y María, aparecen como unificadoras e integradoras de las categorías sociales que se confi­guran en los siglos XII y XIII; es decir, la realeza, la ciudad, la universidad, la corporación de o­ficios, las cofradías, las órdenes mendicantes…, que se colocan bajo su patronazgo. En ese sentido se entiende la afirmación de Dominique Iogna-Prat y Éric Palazzo de que, desde comienzos del siglo XIII, como madre, hija y esposa de Cristo a la vez, la Virgen, convertida en Nuestra Señora, es “la más importante referencia de las devociones personales y las identificaciones comunitarias. Esta ­figura de expansión católica se confunde entonces con la Iglesia”, y con la sociedad. 

El maestro de medievalistas Georges Duby a­rma que María era mucho más que una mujer; era un símbolo, una abstracción (“Marie est un symbole, un signe abstrait”). Es cierto. Pero también creo que para los cristianos de a pie la Virgen era un asidero muy concreto, era la valedora segura contra los males de la tierra, empezando por las innumerables enfermedades que experimentaban ellos y sus hijos y siguiendo por el mal personi­ficado por el diablo que no dejaba de acechar a los cristianos; era la valedora contra la perdición eterna. 

Puede resumir esta actitud una estrofa del rey Sabio en su cantiga 402. Implora el favor de la Virgen: le dice “acuérdate de mí”, imitando la súplica del buen ladrón a Jesús en la cruz; no me miréis como pecador (“non catedes como pequey assaz”), sino mirad más bien a vuestros méritos. Es el trovador que, en este caso en pura dinámica de gratuidad, espera alcanzar el galardón de su dama y señora, su domna, que no es otro que el cielo; estar con ella en el paraíso, la salvación de su alma. Pero este no es solo el espíritu de las cantigas, sino de una devoción colectiva: «Santa María, nenbre-vous de mi E daquelo pouco que vos servi. Non catedes a como pecador sōo, mais catad’ a vossa valor e por un muy pouco que de loor dixe de vos, en que ren non menti. Santa María, nenbre-vous de mi E daquelo pouco que vos servi»

 

 


 

3.      LA DEVOCION MARIANA EN LA EDAD MEDIA[xx] 

La devoción a la Virgen María alcanzó en la Edad Media un nivel nunca antes logrado en el cristianismo. Esta situación de predominio, que no fue exclusiva ni de España ni de la Edad Media, alcanzará altas cotas de devoción en Andalucía y otros territorios conquistados como extremadura y castilla en la recta final de la Edad Media y los albores de la Edad Moderna. En éstos el culto a María no competía con otras devociones ya arraigadas, especialmente la de los santos, como ocurriera en los reinos cristianos del norte peninsular, lo que sin duda favoreció la difusión de su culto a través de la amplia red de templos integrada por parroquias, conventos y ermitas. 

En esta expansión las órdenes religiosas, especialmente las mendicantes, jugaron un papel esencial en la Andalucía de los siglos XVI y XVII, al compás de la gran expansión conventual favorecida por la buena situación económica andaluza del Quinientos y el surgimiento a partir de la segunda mitad de dicha centuria de las órdenes nuevas o reformadas. En este contexto, los frailes acometieron la difusión del culto mariano a través de actividades como la predicación desplegada en los sermones de la misa dominical o las grandes fiestas litúrgicas y en las misiones populares (que actuaban de vehículo difusor de las titulaciones marianas que se querían promover), y el fomento del asociacionismo entre los fieles por medio de la creación de hermandades y cofradías consagradas al amplio abanico de títulos ofertados por los conventos. 

Para las órdenes religiosas la creación y desarrollo de cofradías y hermandades marianas supone una serie de beneficios que incitan a los frailes a la promoción y protección de estas asociaciones de fieles. En primer lugar, la importancia de estas agrupaciones como cauce para la vivencia religiosa es aprovechada por las órdenes para extender e intensificar las prácticas religiosas en torno a las imágenes veneradas en sus templos. En segundo lugar, el fuerte atractivo devocional que poseen algunas de estas imágenes genera un constante flujo de fieles a sus capillas, lo que determina una vida intensa en las iglesias conventuales. Este movimiento de cofrades y devotos beneficia a la comunidad conventual tanto en el plano espiritual como en otros aspectos, sobre todo en el económico, no sólo a través del incremento de limosnas, donativos, etc., sino también a través de la percepción de estipendios por la celebración de los actos de culto de la cofradía, participación corporativa en la procesión de la imagen titular, asistencia a los entierros de los hermanos y misas en sufragio del alma de los cofrades fallecidos. 

En un último plano, en el que se mezcla lo económico y lo espiritual, habría que referirse a las ventas a las cofradías, por parte de las comunidades conventuales, de terrenos destinados a la construcción de capillas y camarines para el culto de sus imágenes, lo que generaba un juego de intereses mutuos: los cofrades gozan de un espacio en el que desenvolver su vida corporativa con cierta autonomía, y los religiosos obtienen la garantía de que estos recintos se van a mantener siempre en condiciones óptimas para un culto constante, al garantizarse su cuidado, adorno y enriquecimiento gracias a las aportaciones de la propia cofradía y las donaciones de los fieles. 

Desde sus establecimientos conventuales repartidos con preferencia por las capitales y las ciudades medias, las órdenes religiosas impulsaron en primer lugar la devoción a las advocaciones marianas propias de cada congregación. Los conventos se convierten así en focos difusores de advocaciones de tanto peso y popularidad en la religiosidad de la Andalucía barroca como la Inmaculada Concepción, el Rosario, el Carmen, la Merced, la Victoria, etc., en un proceso que arranca del propio establecimiento de los conventos en la región a partir de la Reconquista en la Baja Edad Media y su expansión y consolidación con el auge fundacional impulsado por el proceso de reformas de la Edad Moderna que provocó la división de algunas de las órdenes entre las ramas de calzados y descalzos. 

En apretada síntesis, podemos señalar algunas de las principales advocaciones marianas implantadas por el clero regular: 

 


3.1 LA INMACULADA CONCEPCIÓN Y LOS FRANCISCANOS 

La devoción de la entonces creencia piadosa de la Inmaculada Concepción de María (es decir, que la Virgen fue preservada de pecado original desde el mismo instante de su concepción), se convirtió en un tema clave de la mariología del momento. Esta opinión es el eje de una polémica que se rastrea ya en la Baja Edad Media y que explotará en el siglo XVII a través de la denominada “cuestión concepcionista”, es decir, las diatribas entre los partidarios de la opinión piadosa de la Inmaculada Concepción, representados fundamentalmente por franciscanos y jesuitas; y los antagonistas, capitaneados por los dominicos, que en líneas generales se muestran contrarios a sostener dicha opinión acerca de la Concepción sin mancha de la Virgen. 

 


3.2 EL ROSARIO Y LOS DOMINICOS 

La respuesta de los dominicos a esta ofensiva inmaculista no se hizo esperar y adquirió su más cumplida expresión en el fomento de las cofradías del Rosario, impulsadas desde los conventos de la Orden de Predicadores8 , donde su presencia era obligada y desde donde desarrollaban un amplio programa de cultos articulado en torno a la salida de los rosarios públicos de hombres y mujeres a diferentes horas del día y de la noche, y las procesiones en la festividad de la Titular. Estos rosarios callejeros se extendieron ampliamente por la región y alcanzaron especial desarrollo a partir de fines del siglo XVII gracias a la acción de la orden dominica, entre cuyos miembros destaca fray Pedro de Santa María Ulloa, considerado por la tradición popular como el promotor genuino del rezo público del rosario y de su peculiar uso como procesión callejera . 

El siglo XVIII verá la consolidación de las agrupaciones rosarianas, que adoptan una compleja y diversa tipología en función de su naturaleza, lugar de residencia, fines, advocaciones, etc., y que se convierten en la tercera asociación mariana junto a la Sacramental y la de Ánimas, al extenderse por todas las regiones. 

 


3.3 EL CARMEN Y LOS CARMELITAS 

En la Baja Ed a fines del siglo XIII, los carmelitas difundieron el culto a la Virgen del Carmen gracias a instrumentos tan eficaces como el Santo Escapulario, que en virtud de la tradición de la Bula Sabatina libraba a las almas de las penas del purgatorio. Durante la Edad Moderna, esta devoción estaba plenamente consolidada no sólo en los conventos de la Orden (en sus dos ramas de la Primitiva Observancia y la Descalcez), sino que también adquirió gran extensión en el ámbito parroquial por su asociación con el culto a las Ánimas promovido por la Contrarreforma.

 

 

3.4 LA MERCED Y LOS MERCEDARIOS 

El instituto fundacional de la Orden de la Merced, consistente en la redención de los cautivos cristianos, imprimió su particular sello a las hermandades y cofradías surgidas bajo su inspiración. Así desde finales del siglo XVI la Merced organizó su vida y espíritu secular en cofradías o hermandades de Esclavos, conocidas popularmente como “Esclavitudes”, distinguidas por el uso del escapulario y el matiz espiritual mercedario del amor a la Virgen María. De ahí que en los conventos mercedarios fuese preceptiva la existencia de la Esclavitud de seglares de Nuestra Señora de la Merced. 

 


3.5 LA VICTORIA Y LOS MÍNIMOS 

La devoción a la Virgen de la Victoria, propia de la Orden de los Mínimos de San Francisco de Paula, tuvo su origen en Málaga durante el asedio a la ciudad musulmana por parte de los Reyes Católicos en 1487. Según la tradición recogida en las crónicas de la Orden, el rey Fernando vio en sueños a la imagen de la Virgen que había recibido como regalo del Emperador Maximiliano portando una palma en su mano derecha como símbolo de victoria. La coincidencia de esta visión con la llegada al campamento de varios religiosos mínimos para implantar su orden en España y el feliz éxito de la toma de la ciudad, hizo que la efigie fuese conocida bajo la advocación de la Victoria y se convirtiese en titular del cenobio de los Mínimos. La gran devoción que adquirió la imagen malagueña, protagonista de numerosas procesiones, rogativas y rosarios durante la Edad Moderna, acabó irradiando al resto de las casas de la Orden, que por lo general se pusieron bajo la advocación de Nuestra Señora de la Victoria.

 


 

3.6 LA DIVINA PASTORA Y LOS CAPUCHINOS 

La nómina de las grandes advocaciones promovidas por las órdenes religiosas se cierra, ya en el siglo XVIII, con la advocación de la Divina Pastora. Su origen se vincula a la figura del capuchino fray Isidoro de Sevilla, quien el 24 de junio de 1703 experimenta en el convento hispalense de su orden la milagrosa aparición de la Virgen ataviada como pastora. Esta novedosa iconografía generó pronto la fundación de la hermandad de su advocación en la sevillana parroquia de Santa Marina, considerada como la matriz de las hermandades pastoreñas que a lo largo de la centuria y tras vencer ciertas reticencias iniciales se fueron extendiendo especialmente por los conventos de la orden a lo largo y ancho de Andalucía y la península.

 

 


3.7 OTRAS ADVOCACIONES 

Mucho más reducida es la extensión alcanzada por otras devociones impulsadas por órdenes religiosas de presencia más minoritaria. Así los agustinos propagaron el título de Nuestra Señora de Consolación y Correa, término este último alusivo a la castidad que María se impuso en su vida, por lo que en sus iglesias solían establecerse hermandades marianas de esta advocación. Por su parte, los trinitarios fomentaron en sus conventos el culto a la Virgen de los Remedios, advocación oficial de la orden, que alcanzó gran popularidad. Los mercedarios o la orden de la merced promovieron la devoción a la Virgen de la Piedad. 

En otras ocasiones el clero regular optó por patrocinar determinadas advocaciones marianas que si bien eran en principio ajenas a las órdenes, éstas las fueron apoyando y haciendo suyas hasta equipararlas a la advocación oficial de la congregación en cuestión. Este fenómeno se dio especialmente en aquellas imágenes titulares de las antiguas ermitas que habían servido como primitiva sede fundacional del convento en cuestión. Recordemos a este respecto que la instalación de las órdenes religiosas en las poblaciones seguía, grosso modo, el siguiente modus operandi: una vez obtenida la licencia de la autoridad eclesiástica y civil para fundar en una población, en respuesta a la llamada de algún noble, cabildo civil o por propia iniciativa, recibían para su establecimiento alguna ermita, que los religiosos se encargaban de engrandecer tanto en la fábrica de la propia ermita y convento como en la devoción a la imagen que allí tenía su residencia. 

Para finalizar, apuntaremos también que las órdenes monacales también aprovecharon devociones preexistentes a sus conventos. Los jerónimos fundaron varias ermitas de la Virgen de Gracia, haciéndose con el control de una imagen que alcanzó gran devoción en los siglos XVII y XVIII; lo mismo sucedió con la Virgen del Valle, imagen de remotos orígenes legendarios vinculados a la cristiandad visigoda y que fue titular del convento jerónimo ubicado extramuros. 

 


 

4.      LA DEVOCION MARIANA EN LA EDAD MODERNA[xxi] 

Las devociones marianas  y las prácticas católicas van proliferando de muchas formas son muy variadas, novenas, la celebración de coronaciones canónicas concedidas por el Papa, la veneración de imágenes, peregrinaciones y santuarios marianos, y actos piadosos que no implican oraciones vocales, como el uso de escapularios o el mantenimiento de un jardín mariano. ​

El papa Paulo V y el papa Gregorio XV, entre 1617 y 1622, promovieron la creencia de que la Virgen fue concebida sin pecado original, a través de la protección prevista de la gracia de Dios, también conocida como la Inmaculada Concepción. El papa Alejandro VII declaró en 1661 que el alma de María estaba libre de pecado original. El papa Clemente XI ordenó la fiesta de la Inmaculada para toda la Iglesia en 1708. La fiesta del Rosario fue introducida en 1716, la fiesta de los Siete Dolores en 1727. La oración del Ángelus fue fuertemente apoyada por el papa Benedicto XIII en 1724 y por el papa Benedicto XIV en 1742. La piedad popular mariana era aún más colorida y variada que nunca: numerosas peregrinaciones marianas, rezos como la Salve, nuevas letanías marianas, obras de teatro, himnos marianos, procesiones marianas. Las fraternidades marianas tenían millones de miembros.

El Renacimiento supuso un refinamiento cultural que tuvo como motor impulsor las universidadesDurante buena parte de la Edad Moderna, la Universidad de Salamanca fue el centro de educación superior más importante de la Monarquía Hispánica. Su influencia quedó plasmada no sólo en el imaginario colectivo, sino también a través de una simbología cuya expresión plástica fue muy intensa en Salamanca y otras ciudades no necesariamente universitarias.

 


4.1 María Inmaculada como mulier amicta sole 

Desde el siglo XVII, la Universidad de Salamanca se vio directamente afectada a nivel institucional por la controversia en torno a la Inmaculada, algo que redundó en algunas de sus manifestaciones simbólicas como los vítores. Los cambios no afectaron al patrón de representación ni al carácter laudatorio de estos grafismos, sino más bien a la introducción de nuevos emblemas y significados de  índole religiosa, principalmente relacionados con María.  

Todo este proceso fue síntoma de la evolución de la propia definición teológica de la Virgen, cuya representación iconográfica y literaria había ido perfilándose desde la Edad Media según diferentes concepciones.  

La iconografía inmaculista fue el producto de un largo proceso histórico en el que hay que destacar la relación que se fue forjando entre dos elementos fundamentales: María y el Sol. Este vínculo reflejaba una forma de devoción e iconografía mariana bastante difundida desde época  medieval, aunque no sería hasta finales del siglo XVI cuando se identificaría a la Mulier amicta sole del Apocalipsis con la Inmaculada Concepción. 

Posteriormente, conoció una expansión en el siglo XVII al calor del fervor concepcionista cuya defensa sería asumida por diferentes teólogos e instituciones de la época, entre las que cabe destacar la propia Universidad de Salamanca. 

La identificación de María como la mujer descrita en el Apocalipsis proviene de la tradición oriental, siendo la primera representación en occidente la del Apocalipsis del Beato de Liébana (siglo VIII) vinculándose posteriormente a diferentes advocaciones marianas como la Asunción o el Rosario

 


 

4.2   La Liturgia de la Festividad de María Asunta al Cielo 

La liturgia de la Asunción (15 de agosto), incluye, desde época de san Bernardo de Claraval (1090-1153), la lectura de dicho pasaje del Apocalipsis, como muestra uno de los sermones del santo para dicha celebración. En el texto, san Bernardo apostillaba “mira omnino vicinitas solis et mulieris” 

No obstante, la visión más estricta de la tradición bernardina prohibía la representación iconográfica del limbo solar vinculado a María, algo que fue poco observado por pintores y miniaturistas. En efecto, desde el siglo XIV, los rayos solares junto a la imagen de María aparecen caracterizando su versión apocalíptica de tal modo que en las centurias siguientes fueron cada vez más frecuentes las imágenes de orantes frente a una visión de la imagen de Maria in Sole en las miniaturas de los libros devocionales, retablos e imágenes; algo definido como un verdadero mass media en la época. 

Al concluir la Edad Media todavía no existía una separación en la iconografía del misterio de la Asunción y la de la Inmaculada Concepción. Prueba de ello fue la actitud del papa Sixto IV a propósito de la institución, en 1476, de la festividad de la Inmaculada Concepción para el día 8 de diciembre. El pontífice otorgó numerosas indulgencias, entre las que se le atribuye una de 11000 años a quien rezase “ante imaginem marie virginis in sole”. 

Con todo, la Asunción de María en su representación apocalíptica se expandió a finales del siglo XV y comienzos del siglo XVI. No será hasta finales del quinientos, una vez concluido el Concilio de Trento, cuando se defina un modelo inmaculista, que combinaba la representación de María amicta sole con elementos vinculados a la concepción sine macula de la Virgen, en alusión al Eclesiástico “Ab initio ante saecula creata sum”. 

No sólo la iconografía recogió esta definición mariana, sino también la literatura del siglo de Oro se hizo eco de obras en las que María se vincula al astro rey en diversas variantes, destacando la metáfora de la Virgen superando o venciendo al sol en diversas cualidades como la belleza, el  brillo, la luz… 

Algunos ejemplos pueden encontrarse en autores de la segunda mitad del siglo XVI, como fray Luis de León, catedrático de la Universidad de Salamanca. El fraile agustino, en su “Octava a Nuestra Señora”, describía a María superando al sol en hermosura, un recurso similar al de su oda titulada “A Nuestra Señora”, escrita durante su estancia en prisión (1572-1576); en ella se incide en la idea de María como modelo de pureza por encima del sol además de hacer una clara alusión a la Inmaculada Concepción. 

El Estudio salmantino esperó a octubre de 1618 para iniciar las festividades; la razón no era otra que aprovechar una mayor afluencia de estudiantes iniciando el curso. En julio de ese mismo año se presentaba el programa que contemplaba, entre otras celebraciones, “quel dia siguiente después del juramento se haga en el patio de Escuelas un auto a Nuestra Señora de la Conception”. 

A tal efecto, la Universidad encargó a Lope de Vega la elaboración de una comedia titulada “La limpieza no manchada”. El día anterior a las celebraciones, el 28 de octubre de 1618, se levantaron altares por la ciudad de Salamanca en las calles por donde pasaría una procesión. La significación  de  la  Universidad  de  Salamanca  con  la  causa monárquica en defensa de la Inmaculada quedó para la posteridad en una grisalla pintada a propósito de las honras fúnebres por Felipe III (1621). Ambientada en un lugar imaginario, el cuadro mostraba a la Inmaculada Concepción señalada por el monarca y flanqueado éste por doctores universitarios que realizan el juramento inmaculista ante el papa Paulo V. En la obra se puede leer la siguiente inscripción: SUMMUS, UT INCTACTAM REGINAM, LABE SACERDOS/CERNAT, REX CUPIENS, SCHOLA VOTA FACIT”, que significa “en conformidad con el deseo del Rey, la Universidad hace votos para que el papa declare a la Virgen Reina Inmaculada”. 

Se organiza una procesión con la imagen de la Inmaculada desde el convento de las Úrsulas a la Catedral. Algunos de los altares, como el de los jesuitas o el de los agustinos, se decoraron con cartelas que contenían pinturas y poesías, en castellano y en latín, entre las cuales podemos destacar algunas cuyos versos lanzaban vítores (o vivas) a la Virgen María, mezclados con metáforas entre María y el sol. 

La procesión salió el 29 de octubre, con la concurrencia de autoridades civiles, académicas y eclesiásticas, así como estudiantes y toda la ciudad. Las corporaciones y cofradías sacaron estandartes, destacando el del Estudio salmantino, que era “de damasco blanco con una imagen de Nuestra Señora en su Concepción, por la una parte, y a las espaldas della en un tafetán azul de poco más de vara en quadro escrito con letras de plata muy legibles, y grandes, aquel lugar del capítulo 13 de Judith: Vivit dominus, quia non permisit coinquinari ancillam suam”. 

 


4.3 Las tres fiestas principales en honor a la Virgen María (Asunción, Concepción y Natividad) 

Estas celebraciones estaban muy presentes en las devociones privadas de los siglos XVI y XVII, un factor importante para entender el clima de religiosidad que pudo motivar tanto el tema como la ubicación de los vítores. En este sentido, y a modo de ejemplo, merece la pena detenerse un instante en las devociones marianas de los Pizarro de linaje trujillano. 

El marqués Francisco Pizarro, conquistador del Perú, había dejado constancia de su devoción por la Virgen María en no pocas ocasiones. En su propio testamento (1541) expresó claramente su inclinación concepcionista, mandando “fundar y hedificar una yglesia e capellanía en la çiudad de Truxillo que es en los Reynos de España de donde yo soy natural e nasçido […]; la advocación de la qual ha de ser  Nuestra Señora de la Concepción, de quien yo he sido muy deboto y he tenydo y tengo especial deboçión […]” 

A lo largo del testamento, Francisco Pizarro muestra precisamente su devoción mariana en sus tres festividades más importantes, solicitando al papa una “bulla de indulgencia plenaria de las tres fiestas mayores de Nuestra Señora del año que son nuestra señora de la  Concepción y  nuestra  Señora de  Agosto y  Nuestra Señora  de Septiembre […]. Finalmente, en una minuta posterior que modificaba algunas disposiciones de su testamento, se preocupaba en incluir “expresamente de verbo ad berbum el y[m]no de Ave Maris Stella”. 

La tradición iconográficamente concepcionista que vinculaba a María Inmaculada                    como Mulier amicta sole era sobradamente conocida. Sin embargo, en este análisis microhistórico las devociones locales contribuyen a profundizar en las causas y el significado, en una simbiosis iconográfica que mezcla aclamaciones de origen universitario, dogmas teológicos y manifestaciones marianas locales.  

El fervor mariano generalizado en la Monarquía Hispánica durante los siglos XVI y XVII había tenido precedentes en la ciudad de Trujillo desde época medieval. El 15 de agosto era el momento en el que la ciudad conmemoraba a su patrona, de modo que a mediados del siglo XVI el concejo trujillano instituyó el voto a  la Virgen de  la Victoria en  su festividad de la  Asunción, quedando constancia de este hecho el 12 de agosto de 1555 en el que “justicia y regidores de él [concejo] juntamente con el cabildo desta ciudad ficieron un voto solemne ante la imagen de Nuestra Señora de la Victoria desta cibdad de facer una procesión el día de Nuestra Señora de la Asunción de cada un año como parescerá scripto”. 

El día de la patrona se acompañaba de grandes festejos, entre ellos corridas de toros y colaciones varias que nos recuerdan a las celebraciones realizadas en la Universidad de Salamanca por motivo de la obtención de los grados mayores. En este ambiente festivo eran realizados los vítores universitarios salmantinos, que ensalzaban a doctores, catedráticos y otros cargos académicos.

 

 

4.4 A manera de síntesis

Las mujeres en el renacimiento adquieren un rol importante en la sociedad hasta adquirir plena hegemonía a partir de la Ilustración. Aunque empiezan a darse figuras ilustres de mujeres entre el mecenazgo, no obstante, la mujer todavía estaba relegada a su familia dedicándose a las tareas domésticas y a hacer feliz al esposo y a sus hijos. Se necesitaba ensalzar la figura de la mujer reducida a la belleza corporal para promover una belleza más espiritual desde un nuevo humanismo. A esto contribuyó el fervor inmaculista y  la devoción mariana y la luminosidad que desprendía su inmaculada concepción y su incorrupta asunción a los cielos.

Las devociones marianas eran muchas y proliferaban en costumbres y prácticas de veneración hacia la virgen María, incentivadas con el Concilio de Trento, ​ que se desarrolló entre 1545 y el 1563, cuando se generó un renacimiento de la vida religiosa en la Iglesia católica. ​ Durante la Reforma protestante, la Iglesia había defendido sus creencias marianas frente a los criterios de los protestantes. Al mismo tiempo, el mundo católico se dedicaba a enfrentarse a las continuas guerras otomanas en Europa desde Turquía, que se libraron y se ganaron "bajo los auspicios de la Virgen María". 

El rol de la Universidad fue decisivo en el renacimiento cultural y la promoción de un nuevo humanismo sobre todo con las figuras de fray Vitoria y fray Luis de León. La Universidad de Salamanca ejerció una influencia que cruzó las fronteras de la propia ciudad como consecuencia de su papel central en la educación superior de las élites de la Monarquía Hispánica durante la Edad Moderna. Graduarse era, en la época, un requisito casi indispensable para poder medrar en la sociedad y servir al Estado o la Iglesia en las múltiples ocupaciones que ofrecía. 

Nombramientos y ascensos provenían del prestigio de los estudios de Salamanca, pero no sólo; los vínculos de patronazgo, amistad, paisanaje… forjados durante la etapa estudiantil también tenían un papel fundamental en el capital social de los universitarios. El vítor trascendió de lo académico a la devoción mariana gracias al fervor inmaculista abiertamente profesado por la Universidad de Salamanca desde 1618, fecha del voto concepcionista y los fastos que lo acompañaron.                                              

A nivel de devociones privadas, el fervor religioso en torno a la Virgen María, fuera en su Asunción o en su Inmaculada Concepción, estaba arraigado entre sus habitantes, como muestra el ejemplo de la familia Pizarro. Pero también a nivel institucional dicha devoción era notoria: la propia ciudad, al igual que la Universidad de Salamanca haría posteriormente, profesó un voto de juramento a María.  

En definitiva, todos estos factores contribuyen al entendimiento del fenómeno de extrapolación de los vítores universitarios en todas sus dimensiones. A través de la nueva evangelización del nuevo mundo se expande más allá de las fronteras. No solo difundieron la devoción mariana los frailes sino también los conquistadores. Como ejemplo ponemos a Francisco Pizarro y  Diego de Trujillo. Son, por tanto, el reflejo de la atmósfera cultural, religiosa y festiva que se vivía no sólo en una ciudad periférica como Trujillo, sino también en otros lugares de la Monarquía Hispánica durante los siglos XVI y XVII. Una expresión, el vítor, que nació en el ámbito académico y que alcanzó gran popularidad a través de su uso como manifestación mariana, sin perder el sentido triunfal que siempre lo caracterizó.  

 


5.      LA DEVOCIÓN MARIANA EN SALAMANCA 

Está claro que los cristianos salmantinos tenemos una gran devoción a la Virgen María. No concebimos nuestra fe cristiana sin María. Aquí en Salamanca “El Nombre de María” tiene distintas advocaciones. La veneramos como “Auxiliadora de los Cristianos”, la recordamos como “Virgen de Fátima”, de “Lourdes” o del “Carmen”. Como Inmaculada o Purísima. Recordamos la “Anunciación” que le hizo el Ángel, Celebramos su “Asunción”, advocación a la que está dedicada nuestra Catedral Nueva y celebramos en muchos de nuestros pueblos. La tenemos como “Mediadora” o como “Madre dolorosa”. La invocamos desde el “Silencio” o la “Alegría” explosiva de los niños (La Palma). Encuentran en Ella acogida “la Amargura”, “los Dolores” y “las lágrimas”, pero también “la Esperanza” y “la Sabiduría”. María nos abre al “Amor de Dios” (“Caridad”) y al “Consuelo” verdadero porque es fuente trinitaria de nuestra “Salud”. “Angustia” tendremos, pero Madre que la acoja también, pues es “nuestra Madre”. Ella guarda silencio, está pendiente de la Palabra de su Hijo, es Virgen Orante y sensible a los problemas de los demás, a nuestros problemas.

 



         5.1 La devoción a la patrona de Salamanca: La Virgen de la Vega 

En septiembre todos los años, los salmantinos unimos nuestras devociones marianas en nuestra Virgen de la Vega, patrona de Salamanca y sus tierras. Cada año algunos grupos unidos al Cabildo y a la Asociación Virgen de la Vega se encargan de preparar la novena y la fiesta de Nuestra Señora. Un año son las parroquias, otra los santuarios marianos, este año son las cofradías que tienen alguna advocación de la Virgen. Es una manera de implicar a todos y de fomentar la devoción a María. 

 


5.2 Las Romerías 

Las primeras romerías se celebran en torno al domingo de Pentecostés y son la de Valdejimena y la Virgen del Cueto y la de la Virgen de los Remedios. Solo como excepción la romería Gallegos de Argañan en honor al Cristo de la Exaltación se celebra como excepción en Abril.

 


La romería Gallegos de Argañan 

Esta romería en la fiesta de la Exaltación de la Cruz. Con numerosos participantes ecuestres se celebra en honor al santo Cristo de la Exaltación. Al lugar acuden muchos caballistas y vecinos procedentes de los pueblos de toda la comarca.


La Romería de la Virgen de Valdejimena en Horcajo Medianero. En la romería de La Virgen de Valdejimena en Horcajo Medianero la imagen recorre los alrededores de la ermita para bendecir los campos. El domingo de Pentecostés es el día de la romería y la comida a la sombra de los árboles de la dehesa, que se suele llenar de puestos ambulantes. 

Desde hace casi 800 años la Virgen de Valdejimena protege, desde este lugar, a cuantos llegan a su Ermita. Tras la misa del mediodía, se realiza una procesión alrededor del santuario por las “cuatro cruces”. En este día de la fiesta de la Virgen se ofician misas diversas misas.

El trayecto de la romería transcurre por las “cuatro cruces” que rodean el santuario: la Cruz Camino de Horcajo, la Cruz Camarín, la Cruz Camino Larrodrigo y la Cruz Pozo Cano. En cada una de las “cuatro cruces”, la Virgen de Valdejimena realiza una “parada”, acompañada de flauta y el tamboril y las jotas que las mujeres bailan.

 


La Romería de la Virgen del Cueto 

En Matilla de los Caños también se celebra la romería de la Virgen del Cueto, patrona de los ganaderos del Campo Charro, y su imagen se venera en una ermita que se encuentra en la finca Canillas de Torneros. El sábado, 27 de mayo, se celebrará una eucaristía de los cofrades a mediodía en la ermita. 

Cientos de fieles participaron en la procesión de la imagen de Nuestra Señora del Cueto y la arroparon en su recorrido en torno a la ermita. Con la resaca aún de la jornada electoral, las localidades de Béjar y La Garganta compartieron de nuevo un día de convivencia gracias a la celebración de la romería de los Paporros, gentilicio de esa localidad extremeña. 

Ambos municipios, uno de la provincia de Salamanca y el otro de la provincia de Cáceres, comparten la devoción por la Virgen del Castañar, que fue hallada el 25 de marzo de 1446 por tres pastores procedentes de ese municipio del norte de Extremadura. Es ese el motivo por el que comparten patrona pero, también, la tradición de reunirse una vez al año por Pentecostés en el paraje de El Castañar para honrar a la Virgen. 

Es costumbre que el público se dé cita en el paraje de Llano Alto para ver llegar a los caballistas y los romeros que recorren la distancia entre La Garganta y Béjar. Y, como cada año, el alcalde de la ciudad y el de ese municipio intercambian los bastones de mando. El santuario de El Castañar acogió sobre las cinco la despedida en la que no faltó el canto de la salve a la Virgen para que los paporros iniciaran el camino de regreso a su localidad. 

 


La romería de la Virgen de los Remedios 

La romería se celebra en Villanueva de Cañedo junto al Castillo de Buen Amor. En la pradera de la ermita de Villanueva de Cañedo, en Topas, se honra el 29 de mayo, a la Virgen de los Remedios, en torno al Castillo del Buen Amor.  Se celebran varias eucaristías con procesión al terminar la celebración. Además por la tarde tiene lugar el “cambio de varas” a los nuevos mayordomos y, seguidamente, el rezo del Santo Rosario.

Esta imagen mariana se venera desde tiempo “inmemorial” bajo la advocación de los “Remedios”.  En 1954 se creó un himno a la Virgen, compuesto por los seminaristas, Juan Polo, de Tardáguila y Leoncio Martín, de Salamanca, con música del organista, Aníbal Sánchez: “Oh! Virgen de los Remedios. Estrella de la alborada, guía todos nuestros pasos. Por senderos y cañadas. Y cuida de nuestros hijos…”.

 

 


La Romería de la Virgen del Hinojal 

La romería se celebra en Paradinas de San Juan todos los años el último domingo del mes de Agosto. Cuatro días antes de la fiesta se trae a la Virgen al pueblo al caer la noche, se la espera a la entrada entre antorchas y cánticos.

Tras la romería hasta la ermita, se hace el tradicional remate de banzos donde la gente ofrece dinero para llevar a la Virgen el próximo año en sus procesiones.
 

 


La romería de la Virgen del Castañar 

La romería se remonta al año 1446. La Virgen del Castañar es patrona de Béjar. El día 8 de septiembre la romería acompaña a la Virgen desde su Santuario al Mirador de la Virgen, ubicado en un bosque de castaños. Este acto religioso forma parte de las fiestas de Béjar en honor a su patrona, que comienzan con el tradicional chupinazo y pregón desde el balcón del ayuntamiento y finalizan con un espectáculo de fuegos artificiales en el Palacio Ducal.

El día de la romería tiene lugar una solemne misa en el santuario. A su término se traslada a la Virgen hasta el mirador, donde se pone a la Virgen hasta mirando hacia de Béjar y su comarca, para que la imagen pueda ver y bendecir la ciudad. Más tarde se rezan unos salmos y se vuelve a subir la Virgen hasta el santuario.

Muchos de los participantes en los actos religiosos del día grande de las fiestas bejaranas aprovechan la jornada para celebrar las comidas familiares, en el entorno o establecimientos como el de “El Castañar” y otros restaurantes de Béjar. Después de la comida continúa la fiesta con la tradicional novillada en la Plaza de Toros del Castañar.

 


La Romería de la Virgen de la Peña 

La Alberca celebra la romería de «Majadas Viejas» que comienza por la mañana con la salida de la imagen de la Virgen de Majadas desde la iglesia parroquial. Al mediodía tiene lugar la misa en la antigua ermita, en la carretera de Mogarraz, que culminará con el ofertorio de ofrendas a la Virgen y los bailes. 

 

 


Conclusión 

En el artículo pasado vimos como estamos pasando por una gran crisis epocal de fragmentación que afecta no solo a las bases de nuestra democracia liberal sino a los pilares y valores fundamentales de la familia, crisis de paternidad, de maternidad, de fecundidad. Todos pretenden reclamar derechos con reivindicaciones feministas abortistas antinatalistas mientras pasamos por alto el derecho a la vida y a la dignidad de toda persona que están a la base de la convivencia familiar y social. El materialismo, convierte nuestra realidad cultural y social en una anticultura del bienestar, del consumo y del mercado, que inclina a ver a las personas como productores o consumidores. Una verdadera crisis de humanidad, de solidaridad, de identidad. 

En la raíz de esta crisis esta el desarraigo y el desajuste que vivimos proviene de  “la desvinculación causada en su raíz espiritual por la ausencia de Dios o la organización de la vida «como si Dios no existiera». La concepción de la persona y de la familia  vive bajo el consenso modificable que solo busca el bien del individuo y que da pie a una multiplicidad de modelos a elegir a la carta. La ideología y modelos reinantes son un punto crítico y significativo de la desvinculación que surge al prescindir de quien es Creador y Padre de todos. Diríamos que vivimos en una sociedad huérfana de Padre y de Madre. Hemos privado a muchos hijos a tener un seno familiar donde crecer con un padre y madre legítimo y natural.

Durante el mes de 8 de Mayo, el 8 M, Día de la mujer miles de mujeres se vuelcan a las calles y las pintan de púrpura con camisetas, carteles, pañuelos y pancartas. Este día es una ocasión para recordar las reivindicaciones del movimiento feminista que han sido muchas y han estado a la cabeza. 

En los últimos años, el Día de la Mujer se ha convertido en una fuerza reivindicadora, en una ocasión para conmemorar la lucha que las mujeres para exigir sus derechos, la igualdad en lo social y en el ámbito laboral, y combatir los feminicidios y el sistema patriarcal que todavía busca tener control sobre sus decisiones y su cuerpo. También se ha convertido en una oportunidad para derribar los estereotipos de género, creando una ideología de genero que se contraponga a la discriminación relacionada con la orientación sexual diversa.  

El movimiento feminista de mujeres viene reclamando un mundo más justo, igualitario, digno, diverso. El feminismo ha abrazado todas las reivindicaciones. Incluye a las mujeres negras que han luchado contra el racismo y la opresión de clases, a las mujeres indígenas que le han hecho frente a la segregación y han peleado por la preservación de sus tradiciones, a las putas que han alzado su voz para exigir los derechos que les han sido negados. 

En esa diversidad, las mujeres han encontrado un impulso. Las reinvindicaciones del movimiento feminista han sido muchas y han sido un estallido para revindicar los derechos de la mujer. 

La igualdad para las niñas, mujeres y personas con identidades diversas ha sido también una lucha histórica y en la que todavía queda mucho trabajo por hacer, pues las mujeres siguen incorporándose al mercado laboral en condiciones de desventaja, reciben menos salario por sus labores, trabajan más horas que los hombres y se les sigue imponiendo el rol del trabajo doméstico, entre otras cosas.  

No se pueden desconocer los avances que se han hecho en esta materia, como es el caso del desarrollo de leyes encaminadas a garantizar la igualdad de género y los derechos humanos de las mujeres, y de la ratificación de los tratados internacionales vigentes también sobre derechos de la mujer.  Así han nacido distintos grupos de mujeres de sectores populares. Uno de estos fue la ONG pro mujeres que trabajó por la independencia económica de las mujeres y por condiciones laborales igualitarias. 

En este contexto la figura de María como la mujer por excelencia tiene mucho que decirnos sobre la  dignidad de la mujer. En su condición concreta de vida, Ella se adhirió completa y responsablemente a la voluntad de Dios, porque acogió su palabra y la puso en práctica, porque su acción estuvo animada por la caridad y por el espíritu de servicio, porque, en fin, fue la primera y más perfecta seguidora de Cristo. 

María es modelo de la mujer nueva. Dios es la fuente de toda novedad en la historia. Mujer nueva será aquella que más viva llena de Dios y de su Espíritu. Esa mujer nueva por excelencia es María santísima. Ella, en efecto, es la llena de gracia de Dios; ella formó en su seno virginal al Hijo de Dios, hecho hombre para salvarnos, el Hombre nuevo por antonomasia. Toda mujer que busque la verdadera novedad, no efímera ni pasajera sino perenne, ha de mirar a María y verla reflejada en Ella. Ella encarna la Novedad de Dios, la mujer de Dios. Ella es nueva porque es plenitud de gracia, de santidad, de amor, recibida de la fuente inagotable del ser y de la vida que es Dios.

María es la Madre de todos. En el momento culmen de la Cruz, nuestro Señor nos da a su Madre como un preciado regalo, “Mujer, he ahí a tu hijo, luego le dice al discípulo, he ahí a tu Madre” (Jn 19, 26-27) son las palabras que pronuncia el Señor ante el apóstol Juan y María. En la figura del apóstol Juan estamos todos nosotros. María así se presenta a todos nosotros, sus hijos, como nuestra Madre. Un detalle muy propio de la delicadeza de nuestra Madre María es que siempre nos sorprende en sus apariciones con la forma en que elige para presentarse en cada lugar y país diferente.  

María es ejemplo de mujer, de madre y de esposa. Quién puede haber sufrido más que la madre del Dios hecho hombre, viendo las dificultades y persecuciones desde su nacimiento, el dolor, el sufrimiento y la agonía de la pasión y la cruz. Vivir en el exilio, perderlo cuando tenía doce años, ver la incomprensión que rodeó su misión. Todo eso duele en el corazón de la madre.

Ver a nuestras madres, conocer de su amor y su dedicación, saber de sus sacrificios, privaciones y renuncias es sencillamente descubrir lo grande que es el corazón de las madres, lo que están dispuestas a hacer por sus hijos y sus seres queridos. Todo eso nos habla con claridad de lo que significa ser madre y de la responsabilidad que se tiene en el camino de la educación de los hijos y de su preparación para la vida. 

María es ejemplo de esposa y de madre. Mirando a María podemos reconocer en ella a la esposa ejemplar. El cuidado y la ternura que debieron reinar en el hogar de Nazaret tuvieron mucho que ver con esa mujer sencilla de aquella aldea que comprendió lo que significaba asumir la misión de ser esposa y madre. Misión que hoy es tan importante por las implicaciones que tiene para el futuro de la sociedad y las personas, pues de esa formación en la escuela del hogar dependen muchas de las actitudes que han de asumirse en el futuro en cuanto a toma de decisiones se refiere. De ahí, el ejemplo que puede y debe ser la virgen María. 

María es un verdadero ejemplo de mujer. La vemos pendiente de su prima Isabel, esperando un hijo en su vejez. Testimonio de caridad hecha vida. En las bodas de Caná intercede a favor de unos recién casados en aprietos. Logra, con su petición, iniciar los signos que Jesús hará para despertar la fe de quienes escuchan su mensaje. Aunque el evangelio no lo diga, debió ser persona clave en la conformación del grupo de mujeres que acompañaba a Jesús y sus discípulos. Se encuentra en oración con los apóstoles esperando la llegada del don del Espíritu Santo. Una mujer de fe, de esperanza y amor. 

Creo que el ejemplo de María es imprescindible, relevante y permanente. Es un cuestionamiento a los temores que podemos tener en nuestro corazón, porque María en su fe se caracterizó por la disponibilidad a la acción de Dios en su vida, porque siempre pensó en el cumplimiento de la voluntad de ese Dios que la había escogido para ser su madre. Demos gracias a Dios por el ejemplo de mujer que nos ha dado en María.



[i] Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium, 1.

[ii] Una ilustración del significado antropológico y teológico del «principio» puede verse en la Primera Parte de las Alocuciones de los Miércoles dadas por Juan Pablo II dedicadas a la «teología del cuerpo», a partir del 5 de septiembre de 1979Insegnamenti II, 2 (1979), 234-236.

[iii] Vaticano II, Constitución Lumen Gentium, sobre la Iglesia

[iv] Raquel Torres Jimenez, La devoción mariana en el marco de la religiosidad del S. XIII, universidad de Castilla-La Mancha. Semana de Estudios Alfonsies. 

[v] Diego García de Campos, tratado sobre el nombre de Jesús (c. 1140-1217/1218)

[vi] Clara de Montefalco, “intercambio de corazones” (c. 1140)

[vii] Cf. Estudios de Dominique Iogna-Prat

[viii] Según los estudios de Georges Duby

[ix] Como señalan, por ejemplo, Vauchez y Fernández Conde

[x] Sánchez Herrero hace notar que bien pudiera ser que el amor cortés fuera un eco profano del culto a María.

[xi] El biógrafo de Luis IX de Francia, San Luis, elogia el amor que el rey tenía hacia la dulce Madre de Dios, “Le roy ama tant Dieu et sa douce Mere…

[xii] El culto a Santa Ana procedía de Bizancio y pudieron traerlo a Occidente los cruzados en el siglo XI

[xiii] Según la interpretación de Sylvie Barnay

[xiv] Según Fernández Conde, esta discusión es una muestra de la pugna entre fe popular y religión culta. Signi­ficativamente, varias cantigas (por ejemplo, las 414, 411 y 420), sí recogen la idea de la concepción sin pecado de la Virgen, quizá por influencia del franciscano Juan Gil de Zamora, como piensa Cristina Álvarez.

[xv] Ramón Llull comenta los siete gozos y la primera cantiga de loor de Alfonso X: anunciación, nacimiento de Jesús, adoración de los magos, resurrección, ascensión de Cristo, venida del Espíritu Santo en Pentecostés y coronación de la Virgen como reina en el cielo.

[xvi] Es la interpretación de Guy Philippart

[xvii] El benedictino Gautier de Coincy que murió en 1236, es autor de Miracles de Nostre Dame, y el dominico Vicente de Beauvais, que murió en 1264 escribió un Mariale Magnum que recibió el rey Alfonso X como regalo de Luis IX de Francia, San Luis. 

[xviii] Philippart sigue a Joël Saugnieux, el gran experto en los Milagros de Berceo, al a­rmar que los milagros marianos, destinados a entretener a las gentes, podían expresar representaciones mentales al margen de la ortodoxia y de la teología bienpensante, incluso según esquemas heterodoxos.

[xix] Las Cantigas han sido tan magistralmente estudiadas por el profesor Joseph T. Snow y, lógicamente, muy atendidas en anteriores Semanas de Estudios Alfonsíes.

[xx] Salvador Hernández González, Advocaciones marianas de gloria y órdenes religiosas. San Lorenzo del Escorial, 2012 

[xxi] Francisco Javier Rubio Muñoz, “Ecos universitarios de devoción mariana en la periferia de la monarquía hispánica durante la edad moderna”, cauriensia, Vol. XV (2020) 575-614, ISSN: 1886-4945– EISSN: 2340-4256 Universidad de Salamanca: 23/09/2019)