jueves, 21 de septiembre de 2023

CULTIVANDO NUESTRO JARDIN INTERIOR

 

 

 

CULTIVANDO NUESTRO JARDIN INTERIOR 

 


"Mi alma tiene sed como un jardín seco, sin vida y sin agua. Espera al Señor con valentía y verás la bondad del Señor. El Señor desciende de los cielos como lluvia para regar y nutrir la tierra. Cambia el espíritu de tristeza y ponte la vestidura de alabanza. Cantarás la bondad del Señor. Este es el día que el Señor ha hecho, nos regocijaremos y nos alegraremos en él". (Sal 27:63)

I. 1 INTRODUCCIÓN

En la Biblia aparece en varias partes la imagen de Dios jardinero, viñador cuidando de su jardín de su viña. En el libro del Génesis Dios coloca a los primeros padres en un jardín, el Edén, y los bendijo y les dijo: sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y cuidad de ella (Gen 1,20). La tierra la pobló de vegetación y un manantial brotaba de la tierra que regaba toda la superficie del suelo (Gen 2, 5-8). Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles deleitosos con frutos buenos para comer. De en medio del Edén salía un torrente que regaba el jardín y desde allí se repartía en cuatro direcciones (Gen 2,10). Dios dejó al hombre en el jardín del Edén para que lo labrase y cuidara de el. (Gen 2,15)

En el Cantar de los Cantares volvemos a encontrar la imagen del huerto: Eres huerto reservado con una fuente sellada y tus brotes un exquisito jardín de granados con frutos selectos: nardo, azafrán, caña aromática, canela con toda clase de árboles de incienso, mirra, áloe de donde extraer los mejores bálsamos. Oh fuente de los huertos, pozo de aguas vivas corrientes que fluyen del Líbano. Levántate cierzo, ábrego, ven. Soplad en mi huerto que exhale sus aromas. Entre el amado en su huerto y coma de sus frutos exquisitos. He entrado en mi huerto y he tomado mi mirra con mi bálsamo y he comido mi miel y he bebido mi vino. Venid celebremos. Comed amigos queridos y bebed hasta embriagaros (CC 4, 12- 16: 5,1)

También en libro del profeta Isaías Dios aparece como viñador con especial cuidado de su viña selecta. Dios planta su viña en un fértil otero. La cava, la quita los abrojos, espinos y piedras y planta en ellas cepas exquisitas. Edifica una torre en medio de ella y excava en ella un lagar (Is 5, 1-2). Luego explica: la viña es la entera casa de Israel y los hombres de Israel su plantío exquisito. Esperó que la viña diera fruto pero se convirtió en erial donde creció la zarza y el espino. En lugar de dulces uvas dio agrazones. Esperaba justicia y la tierra se llenó de iniquidad. Espero honradez y lealtad y se dio el escarnio y la extorsión. Esperó la alabanza y se escucharon alaridos. (Is 5,5)

En el evangelio de San Juan se repite la misma imagen. Mi Padre es el viñador que cuida de su viña. Todo sarmiento que no da fruto lo corta y todo el que da fruto lo limpia para que de más fruto. Yo soy la vid y vosotros los sarmientos. Si no permanecéis unidos a mí no daréis fruto (Jn 15, 1-2). Después de la muerte de Jesús se aparece en un jardín y Magdalena lo confunde con el jardinero (Jn 20, 15). La última palabra de su Resurrección aparece en una tumba en un jardín. (Si el grano de trigo no cae en tierra y muere no da fruto). Nos deja ver que la nueva vida viene de la muerte. La vida abundante simboliza la exuberancia de un jardín.

En el libro del Apocalipsis aparece también la figura del huerto. Y vi unos cielos nuevos y una nueva tierra de donde brotaba el manantial de la vida que regaba toda la nueva Jerusalén, la ciudad de Dios. El río de agua viva brotaba del trono de Dios y del Cordero. A una y otra margen del río hay árboles de Vida que dan fruto doce veces, una vez cada mes y sus hojas sirven de medicina. (Ap 21,22)

Se podría decir que la imagen del jardín recorre toda la biblia. En la creación Dios comienza plantando un jardín donde coloca al hombre, durante toda la historia aparece el callado cuidado de Dios por su pueblo. Un Dios que espera del hombre el reconocimiento, la alabanza, la justicia, la fidelidad y que sin embargo lo rechaza, lo olvida y le revierte infidelidad. Sin embargo, Dios no se olvida de su pueblo, pese su rechazo lo perdona y pacta con él una alianza eterna.

Para este ensayo se han utilizado a manera de inspiración las obras de Hannah Hurnard: Mountains of spices y Wayfarer in the land; Lilian Staveley, La fontana de oro y el artículo: El jardín espiritual de FUNCI, Fundación de la Cultura Islámica.


 


I. 2 LA IMAGEN DEL JARDIN EN LA ESPIRITUALIDAD ORIENTAL

Los vocablos Hadiqah, riyad, yanna, raudah, se refieren, en árabe, al jardín en su concepción clásica, con distintas connotaciones, mientras que bustan, munia, ruzafa, buhaira y ‘ars, denominan los grandes recintos ajardinados de carácter de contemplación de recreo. Por su parte, agdal, sirve para designar los jardines agrarios. Por no hablar de otras denominaciones relativas a los lugares donde crecen plantas y plantaciones: garsía, dalia y demás.

Estos y otros términos indican con precisión la abundancia de acepciones y de utilidades que puede llegar a tener el jardín en la tradición islámica y en la vida cotidiana de los musulmanes. Para los musulmanes el jardín es ante todo la concentración de los elementos de la Creación; la Creación entera es un jardín. En él están contenidos todos los parámetros de la floreciente civilización islámica: estética, arquitectura, espiritualidad, poesía, aclimatación botánica, matemática, ingeniería hidráulica, biodiversidad… Pero también está contenido el secreto del Islam, y todos los estados de esta vida y de otra: la contemplación, el sosiego, la gratitud, la convivencia, como símbolo del Edén y del descanso eterno.

La presencia del jardín en la cultura islámica es relevante. No cabe duda de que en su configuración, el jardín islámico ha recibido numerosas influencias culturales a lo largo de los siglos, en especial provenientes de las civilizaciones orientales preislámicas: nabatea y persa. Sin embargo, es erróneo pensar que el jardín islámico debe su núcleo espiritual y conceptual a concepciones ajenas. Vamos pues a tratar de definir algunas de estas especificidades del jardín islámico y andalusí, desde una perspectiva más espiritual.

Comenzaremos diciendo que los jardines andalusíes, con sus diferentes usos y morfologías, hunden principalmente sus raíces en el concepto de jardín paradisíaco (el Edén). La importancia del agua, de las fragancias, de la sombra, de los frutos al alcance de la mano y de la existencia de elementos decorativos o de recreación como pabellones y quioscos, que ya encontramos en los jardines persas y se reproducen en los jardines islámicos, no responde a un mero capricho estético, sino a toda una rica cosmología retratada con minucia en el Libro Sagrado (el Corán), las tradiciones Proféticas y los tratados sufíes.

El oasis debe ser el principio del jardín árabe, el oasis, que ofrece al beduino el placer estético del claroscuro, al presentarse como una ancha banda negra en el luminoso horizonte, y luego, cuando se acoge bajo sus palmeras colmará el resto de sus sentidos con la frescura de su sombra, con el agua de su manantial, recogida en una charca tranquila como un espejo, o sonora y fluyente en riachuelos o en rudimentarias acequias que nacen de su fuente. El Profeta del Islam trascenderá estas sensaciones, y mientras los persas habían hecho de sus jardines, paraísos, los árabes harán del Paraíso un jardín.

Sin embargo, hay otro aspecto sumamente importante que es necesario resaltar en el jardín islámico, más allá de su capacidad para reflejar el imaginario del Paraíso, y es el lugar que ocupa en la cosmología del musulmán, y la relación que mantiene con el resto de la Creación.

La creación es el primer elemento de la Alianza divina. Su pacto con la naturaleza rememora el pacto de la Alianza en el contexto judeocristiano. Aquel que se basa tanto en el dominio como en el sometimiento a la misma. Es un pacto bi-direccional, donde la naturaleza, sus recursos y los seres humanos se benefician mutuamente. Donde la biología y la geometría no se aplican sobre la naturaleza sino se relacionan con ella.

Esta idea, la de que el beneficiario del jardín no es solamente el ser humano, sino que se trata de una interrelación que beneficia también a las demás criaturas vivas, se encuentra en numerosas ayat (versos, o signos coránicos), donde se especifica que Allah provee a animales, plantas y seres humanos por igual, colocando casi siempre al ser humano en segundo o tercer lugar en la mención.

Así lo refleja el siguiente hadiz recogido por Bujari: “El Profeta (la paz y las bendiciones sean con él) dijo: ‘Cada vez que un musulmán planta un árbol o siembra una semilla, tendrá en contrapartida como recompensa todo lo que haya sido comido de la producción de esta planta, por un pájaro, un ser humano o un cuadrúpedo’”.

Pero, retomando la cuestión del jardín islámico y andalusí como representación del paraíso, lejos de ser exclusiva del Islam, es extremadamente antigua. Así, 2.700 años a.C los babilonios describieron su paraíso en el poema épico de Gilgamesh del siguiente modo: “En estos jardines inmortales se yergue un árbol… este árbol está situado junto a una fuente sagrada”.

Este pasaje del Génesis también evidencia la simbología del jardín como sinónimo de Paraíso, presente en el judaísmo y el cristianismo: «Plantó Dios un jardín en Edén, al oriente, y allí puso al hombre a quien formara. Hizo brotar en él de la tierra toda clase de árboles hermosos a la vista y sabrosos al paladar, y en el medio del jardín el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Salía del Edén un río que regaba el jardín y de allí se partía en cuatro brazos. El primero se llamaba Pisón..el segundo se llamaba Guijón… el tercero Tigris… el cuarto Eufrates». (Génesis 2, 8 a 14.)

Pero tal vez fueron los persas quienes más resaltaron la espiritualidad del jardín, siendo los precursores del arte paisajista en el mundo islámico. Así, la palabra “paraíso” procede del antiguo vocablo persa pairideazaPeiri significa “en torno”, y deaza, “muros”, lo que nos sugiere un espacio aislado y cerrado, precursor del hortus conclusus semítico, y la idea de jardín patio acotado y acogedor, tan querida por los árabes, en contraposición a la inmensidad y el desamparo de su medio natural: el desierto. Y es que la belleza y la Verdad son una, que fluye como el agua a través de las culturas y los siglos.

No obstante, el jardín en su vertiente espiritual no se circunscribe en el Islam a una mera recreación y recuerdo del Jardín del Más Allá. El jardín está asociado también a la muerte, o descanso eterno, como lo demuestra el nombre que recibe el cementerio, rauda –una de las denominaciones del jardín-, y al florecer espiritual del ser humano, como se aprecia en el término Raudiyah, o disciplina para educar el alma hasta que se convierta en un jardín fragante que ofrezca sus flores y sus frutos a los demás.

Por ello, no es infrecuente que los musulmanes hablando entre ellos utilicen el término “ganarse el Jardín”. Término que todos asocian con la recompensa espiritual ante la búsqueda de perfección en el comportamiento.El jardín tiene además tal importancia en la vida cotidiana y familiar del musulmán, que a las propias casas dotadas de jardín interior, se las conoce como riyad, jardines.




I.2.1 El Jardín en el Corán

En relación a la terminología, cuando se evoca el jardín místico o espiritual se tiende a emplear en árabe el vocablo Yanna, utilizado en el Corán para designar al Jardín del Más allá, o Paraíso. Así, lo vemos mencionado en el Libro Sagrado, seguido de diversos distintivos, no menos de en 120 ocasiones.

La forma más común es la de Yannat al Firdaws, jardines del paraíso, aunque también aparece mencionado de las siguientes maneras:

Yannat al-‘adn — Jardines de la dicha eterna, o jardines del Edén (al-Tawbah:72, al-Ra’d:23)

Yannat al-khuld — Jardines eternos (al-Furqān:15)

Yannat al-ma’wá — Jardines de la morada (al-Najm:15)

Yannat al-na‘īm — Jardines de las delicias (al-Mā’idah:65, Yūnus:9, al-Hajj:56)

El Yanna, Paraíso, está abundantemente descrito en el Corán. 

El Yanna consta de siete niveles, o estaciones, siendo el séptimo, el Firdaws, el más elevado. En él morarán los Profetas, y los salihin y los awliya, o protegidos y protegidas de Allah.

«Quienes obedezcan a Dios y a Su Enviado, Él les introducirá en Jardines debajo de los cuales fluyen ríos, en los que estarán eternamente» .(Corán: Sura 4, Aleya 13.)

En la Sura del Misericordioso (ar-Rahman) se describen cuatro jardines. Dos, frondosos, con dos fuentes manando y dos especies de cada fruta. Además de esos dos, habrá otros dos jardines verdinegros, con dos fuentes abundantes, palmeras, granados y frutas. Siendo que el número cuatro es una cifra simbólica en la escatología musulmana, como se aprecia asimismo en la tipología más común de los jardines: los interiores de crucero, donde se ven reflejados los cuatro puntos cardinales, así como los cuatro ríos del paraíso: el Pisón, El Eufrates, el Tigris y el Amu Dayra.

Vemos pues en el jardín de crucero o de disposición cuatripartita un ascendente claramente coránico. Algo de lo que escasamente se ha hablado, aduciendo generalmente que la forma cuatripartita es solamente propia de la tradición persa, cristiana y romana.

Según la descripción coránica, en el Yanna, el Jardín del Edén, habrá además viviendas amplias, luminosas y agradables, con amplios jardines, valles sombreados y fuentes perfumadas con alcanfor y jengibre. Discurrirán ríos de agua, leche, miel y vino (que no embriaga), y se encontrarán frutas deliciosas al alcance de la mano y árboles sin espinas.

Vemos nuevamente aquí todos los elementos genuinamente islámicos, más que persas, del jardín andalusí.

Siempre según la descripción coránica, el jardín del más allá tiene unas dimensiones fuera de lo común, difíciles de imaginar, siendo «tan amplio como el cielo y la tierra”. La concepción del tiempo también es totalmente diferente en la dimensión divina, siendo así que un día en el paraíso equivale a mil días en la tierra, en un concepto que “pliega las distancias y estira el tiempo”.

Se aprecia, en estas breves descripciones, la importancia de estos elementos que se incorporarán al jardín andalusí: la arquitectura de pabellones y quioscos, los aromas, los frutos fácilmente asibles mediante los parterres rehundidos, y la presencia de fuentes y de agua corriente. Incluso los pájaros tienen su cabida en el jardín andalusí, siendo capaces de recorrer grandes distancias para encontrar en ellos su sustento y su tranquilidad.

Por lo demás, estos jardines de tradición monoteísta, que aguardan a los creyentes y las creyentes, serán un lugar idílico, lleno de paz y al resguardo de las necesidades y los deseos corporales, a pesar de que la tradición nos los describe como colmados de sensaciones placenteras.

«No oirán allí vaniloquio ni incitación al pecado, sino una palabra: ¡Paz! ¡Paz!. Los de la derecha – ¿qué son los de la derecha?-Estarán entre azufaifos sin espinas y liños de acacias, en una extensa sombra, cerca de agua corriente y abundante fruta, inagotable y permitida, en lechos elevados”. (Corán: Sura 56, Aleyas 25-34).

Cuántos elementos del jardín andalusí reconocemos en estos versos; entre ellos los lechos elevados, que en la jardinería hispano árabe clásica se representan mediante divanes y andenes en elevación desde los que contemplar la vegetación y el agua. También se describen las hileras de árboles, el beneficio de la sombra, la presencia del agua y la bondad de la fruta.

El Jardín con mayúsculas también aparece de forma frecuente en la Sunna del Profeta –las tradiciones relativas a la vida de Muhammad- como la meta máxima a la que debe aspirar el creyente. En un hadiz qudsi, es decir, un dicho inspirado por Dios a Muhammad, transmitido por Ibn Abbas, dice Allah: “No es la recompensa de aquél a quien he favorecido con Mi conocimiento (maarifa) y con el testimonio de Mi unicidad (tawhid) sino hacerle habitar Mi Jardín y el recinto vedado de Mi pureza por medio de Mi misericordia”.

En otro hadiz dijo el Mensajero de Allah: “Lo que más hará entrar a la gente en el Jardín son la conciencia de Allah y el buen carácter”.




I.2.2 Plantas, frutos y aromas de la tradición islámica

Al igual que el agua, la sombra y los elementos arquitectónicos, la vegetación –árboles, flores y frutas- ocupa una plaza importante en la descripción del jardín coránico. Importancia a menudo secundada por la Sunna y el poemario sufí.

A través de las descripciones coránicas se aprecia que toda la vegetación referida, tanto a los jardines y los huertos terrenales, como al Jardín del Edén, son de tipo mediterráneo y medio oriental, adaptándose a la ecología propia de la región en la que el Mensaje fue revelado: la Península Arábiga.

Las vides, la palmera, el granado y el olivo conforman sin duda las especies coránicas por excelencia, que no han de faltar en un jardín islámico mediterráneo, y en particular, en un jardín andalusí. En el caso del olivo, es un árbol considerado además sagrado, perpetuando las creencias mediterráneas antiguas, y las monoteístas.

En la Eneida, Virgilio asocia el olivo al acuerdo de paz y de entendimiento. Los helenos consideraban que los descendientes de los dioses nacían bajo los olivos, mientras que la maza de Hércules era de madera de olivo y se convertía en árbol cuando se clavaba en el suelo. Noé por su parte lo llamó símbolo de la alianza entre la naturaleza y el ser humano, siendo que el Diluvio Universal no llegó a dañar al olivo, y en el Antiguo Testamento, los hijos del padre fecundo se comparan con los retoños de olivo.



I.2.3 La simbología de la cerca

La cerca protege de los viandantes, intrusos y raposas que pueden invadir y destruir el jardín. Al contrario de la tierra de nadie, el jardín es tierra selecta y reservada porque tiene un dueño. Al jardín se accede por una puerta de entrada y se sale por una puerta de salida que puede sr la misma. En el jardín del Edén después de haber perdido por la desobediencia los bienes supraterrenales Dios dispuso de dos querubines a la entrada con la llama de la espada vibrante para flanquear la entrada y custodiarla: Habiendo expulsado al hombre, puso delante del jardín del Edén querubines, y la llama de espada vibrante, para guardar el camino del árbol de la vida (Gen 3, 23)

La puerta de acceso abre unos senderos por los que acceder al jardín, en el centro del jardín solía colocarse el lugar central del recreo y descanso.




1.2.4 La simbología de la torre, almena, refugio

La torre, almena o refugio es el lugar del descanso. Después de la fatiga de quien cuida del jardín necesita ponerse bajo cobijo para descansar. El jardín es lugar del descanso (raudah). En el libro de Isaías se describe como en medio del jardín el Señor edificó una torre: Edificó una torra en medio de la viña… (Is 5,2)

La torre significa fortaleza. Para el creyente la torre firme y fortaleza debe ser el Señor, esto hace la persona fuerte capaz de resistir en pie cuando todo parece derrumbarse. El Señor es mi refugio y fortaleza (Sal 31,4; Sal 46,2; Sal 71,3; Sal 91,2). El profeta advierte a su pueblo permaneced firmes en la fe porque si no sucumbiréis (Is 7,9)




I.2.5 La simbología del lagar

En el libro de Isaías se describe como edificó en el jardín un lagar: … y excavó en su viña un lagar (Is 5, 2). El lagar es el lugar donde se prensa el fruto del jardín. Si se trata de una plantación de olivos se extrae el aceite (el mosto del olivo), si se trata de una plantación de viñas se extrae el vino (el mosto de la uva). Tanto el vino como el aceite además de utilizarse para uso doméstico tenía un carácter curativo. Lo más significativo del lagar era la prensa, generalmente una rueda de molina que era arrastrada bien por corrientes de agua o bien haciendo uso de animales de arrastre como los burros. El lagar contenía tinajas donde almacenar el fruto.

Para los judíos los lagares simbolizaban la riqueza de las personas. Si estos estaban llenos o rebozaban significaba que tenían una cosecha próspera. Si se encontraban vacíos era porque la familia no poseía muchos recursos. Los trabajadores trabajaban en los lagares y vendían provisiones ese día. Dios reprochará a su pueblo que las tinas del lagar rebosan maldad (libro de Joel). Debido a esto Dios convocará a su pueblo al gran lagar de la cólera de Dios. Entonces las eras estarán llenas de grano limpio y los lagares rebosarán de vino y aceite nuevo (Joel 2, 24)




1.2.6 La simbología del árbol.

La simbología del árbol se relaciona como elemento de sabiduría: «¿No ves que Dios compara una buena palabra a un buen árbol? Su raíz es firme y sus ramas se elevan al cielo; da fruto en todas las estaciones por la gracia de Dios. Dios habla en parábolas a los hombres para que ellos atiendan. Pero una palabra mala es como un árbol malo, arrancado de la tierra y despojado de todas sus raíces.» Corán (14, 24-25)

En el libro de los salmos se comienza el primer salmo con la imagen del árbol. Este salmo comienza con la letra Aleph y termina con la letra Tab, como el alfa y omega referido a Cristo. La comparación del árbol sugiere el árbol paradisiaco de Genesis y del Apocalipsis (Ap 22,2) También en el evangelio se compara el Reino de los cielos semejante a un grano de mostaza que un hombre sembró en un huerto y que luego creció hasta convertirse en un árbol entre cuyas ramas anidaron los pájaros. (Lc 13, 18-19)

En el Corán, el olivo se convierte en el núcleo de un versículo profundo y alegórico: “Dios es la luz de los cielos y de la tierra. Su luz es a semejanza de una hornacina en la que haya una candileja. La candileja está en un recipiente de vidrio que parece un astro rutilante. Se enciende gracias a un árbol bendito, el olivo, no oriental ni occidental, cuyo aceite casi reluce aunque no lo toque el fuego. Luz de luz.”

En el evangelio de Juan encontramos una gran referencia al árbol de la vid y al vino. Getsemaní significa el jardín del lagar donde se extrae el vino. En el árbol de la cruz, Cristo simbolizado por la vid selecta es apaleado y estrujado hasta sacar el vino nuevo fruto del Espíritu.




I.2.7 La simbología de la granada

La granada es otra de las frutas míticas en la cultura islámica. Además de aparecer mencionada en el Corán, son varios los hadices que se refieren a ella. No solamente como uno de los componentes de la llamada “medicina del Profeta”, sino como siendo portada de la semilla y el agua del Paraíso. El anís, la mostaza y el aloe, también forman parte de la Sunna, entre muchos otros productos vegetales.

La granada va a ser símbolo de la muerte y la resurrección. Va a significar el fruto nuevo de la resurrección después de la muerte (mito de Peséfone). también en la cultura judía es símbolo del amor y de la fecundidad, de la concordia y de la estabilidad. lo utilizaban en las bodas como regalo a los novios por el número de granos de la fruta que les llevaba a ser representantes de la descendencia de la familia. Recurrían a este fruto después de las laboriosas jornadas de trabajo en tiempos de esclavitud, como un elemento restaurador y celebración del año nuevo (celebración del Rosh Hashana)




I.2.8 Las higueras y las plataneras

Las higueras y las plataneras son frutos dulces deliciosos al paladar. Destacan entre algunas de las especies que también benefician al ser humano en esta vida y en la otra, pero hay otras especies, menos benéficas, asimiladas en el Corán a terrenos infértiles y áridos: “Pero se desviaron y enviamos contra ellos la inundación de los diques. Y les cambiamos aquellos dos jardines por otros dos que producían frutos amargos, tamariscos y unos pocos azofaifos” (34-16).

Este es un ejemplo del jardín como signo de recompensa, que puede ser perdida por las malas acciones humanas. En esta aleya se asocian los tamariscos (Tamarix spp) y los azofaifos (Zizyphus spp) a terrenos baldíos y poco fértiles.

La Sunna contiene varios ejemplos de la importancia acordada a la plantación de árboles en un medio, el de la Península Arábiga, árido y falto de vegetación. Así lo recoge este hadiz recopilado por Ahmad: “El Profeta (la paz y las bendiciones sean con él) dijo: ‘Si la Hora del Juicio suena y uno de vosotros tiene un esqueje entre sus manos, que lo plante si puede, antes de levantarse’”.

Entre las plantas destacan las plantas aromáticas relevantes por sus aromas. Violetas, rosas, jazmines, alhelíes, azucenas, azahares, narcisos, lirios, lavandas y toda clase de aromáticas, aportan su olor en diferentes temporadas, mientras que el alcanfor, el jengibre, la mirra, el incienso y el almizcle realzan los jardines espirituales, reconfortando el alma.




I.2.9 La simbología del agua

“Quienes obedezcan a Allah y a Su Enviado, Él les introducirá en Jardines regados por aguas vivas, en los que morarán eternamente”. Corán (4-13)

El agua es otro de los atributos de estos jardines del Yanna, el Paraíso. También es esencial en la composición del jardín andalusí, como elemento de regadío, por supuesto, pero también estético y placentero, debido a su movimiento y su sonido.

En el Islam, el agua representa la pureza y el conocimiento con sus atributos de transparencia, luminosidad y adaptabilidad. Estas cualidades cobran aún más relevancia por el hecho de tratarse de un Mensaje surgido en un medio geográfico inhóspito donde el agua, contrariamente a otras latitudes, es percibida como una bendición del Cielo.




I.2.10 La simbología de la fuente

Es conocida la simbología de los recurrentes canales y fuentes del jardín hispano árabe, en representación de los jardines del paraíso en los que los creyentes se hallarán entre fuentes y abundantes arroyos claros de “aguas vivas”.

Mucho menos conocido es sin embargo el sentido metafórico y espiritual de la presencia de estanques en el jardín islámico. Otra modalidad arquitectónica para mostrar el agua en su vertiente quieta y horizontal, con su capacidad de responder a las necesidades hídricas del propio jardín, pero también ecológicas, espaciales y lumínicas.

En la Sîra, o relato histórico de la vida del Profeta Muhammad, y en numerosos hadices, éste esperará a los creyentes junto al Estanque, con Mayúscula, en la otra vida.

Así lo recoge un hadiz qudsi narrado por el Califa Omar y transmitido por Bujari y Muslim: “La extensión de mi estanque en longitud, es igual a una distancia de un mes de marcha; su anchura equivale a su longitud; su agua es más blanca que la leche; su perfume más intenso que el del almizcle; sus cántaros más numerosos que las estrellas del firmamento. Quien beba de él jamás tendrá sed”.

Pero según la escatología islámica, todos los Profetas anteriores tendrán su propio estanque en el Más Allá. Así se refleja en este hadiz transmitido por Tirmidhi: “Dijo el Profeta Muhammad:‘Ciertamente que cada Profeta tendrá su propio estanque y ruego a Allah que el mío sea el que tenga mayor número de creyentes para beber’”.

Aquí vemos claramente la metáfora referida al agua como la bebida que apaga la sed del alma. Pero, también, de forma inequívoca, la importancia de la presencia de estanques en la tradición paisajista islámica, más allá de las influencias ajenas, como sucede con la jardinería persa, también muy prolija en estos elementos hídricos.




I.3 El cultivo del jardín interior: la Riyadah

Ahora veremos la simbología del jardín en la tradición islámica, como sinónimo de perfeccionamiento humano. De florecer del alma.

La Riyadah es una disciplina espiritual, cuyo nombre viene del árabe Riyad, jardín, arriate, en español. Mediante esta disciplina se pretende purificar el alma, convirtiéndola en un jardín, cuya tierra fértil pueda ser sembrada y dar frutos adecuados, ofreciendo su sabor a los demás.

La Riyadah consiste en llevar a cabo unos hábitos austeros, una disciplina de vida que tienda a domeñar los apetitos sensuales que, cuando son excesivos, hacen al ser humano esclavo de sí mismo. Mediante esta disciplina el musulmán o la musulmana consigue un nivel de conciencia del Creador y unas cualidades de comportamiento, superiores.

Se trata, en definitiva, de cultivar el jardín interior. Vemos cómo esta acepción, la del jardín como metáfora de la purificación del alma y de sus frutos, está igualmente muy presente en la terminología sufí, o mística, del Islam.

Así lo expresa el Sheij Mohammed ibn al-Habib al Amghari, de los siglos XIX-XX en su Diwan: «Verás directamente a un Señor cuyos atributos han sido manifestados por los secretos de los fenómenos y las luces del jardín…»

Por su parte, el místico persa del siglo XII persa Abul-Mayid Maydudibn Adam Sanaí escribió un conocido libro sobre el conocimiento gnóstico llamado Hadiqat al-Haqiqah wa shari’at at-tariqah, «El jardín de la verdad y la ley del camino o sendero espiritual», que es más conocido como El jardín amurallado de la verdad.

El Sheij, o jeque persa, Mahmud Shabestari, del siglo XIII, escribirá un célebre libro llamado El jardín del misterio, sobre el sufismo amoroso. Mientras que el Imam an Nawawi escribió, también en el siglo XIII, su célebre colección de hadices, en un libro conocido como El Jardín de los Justos.

Vemos así, a través de los manuscritos que han llegado hasta nuestros días, la importancia de la iconografía del jardín en la mística musulmana, como símbolo de la más alta estación espiritual que el ser humano pueda alcanzar.




 

I.4 El jardín del descanso: la Rauda

Pero, la importancia del jardín no se circunscribe solamente a la existencia, siendo como es, un sinónimo de la vida, un elemento orgánico, en perpetuo movimiento, crecimiento y transformación. El jardín se asocia también a la muerte, al descanso del alma.

De ahí que el cementerio musulmán se conozca como Rauda, del árabe hispano rauda, mausoleo, y éste del clásico raudah, jardín. La palabra raudah aparece para el jardín celestial, pero también, ya un poco más adelante, en relación con la tumba de Muhammad.

Hoy este vocablo se conserva para designar los cementerios musulmanes. En España, como ejemplo significativo, tenemos la Rauda, o cementerio Real de la Alhambra.

De hecho, todos los alcázares tuvieron su propia Rauda, dotada de panteones familiares, asociada a un jardín, probablemente como forma de anticipar el Paraíso prometido. La tuvieron los alcázares de Córdoba, en el siglo X; los de Sevilla, en los siglos XI y XII; el de Valencia, antes de su conquista, y la Alhambra de Granada.

Esto se puede interpretar como una necesidad de enterrar el cuerpo difunto en un entorno apacible y verde, donde el alma descanse y pueda evolucionar en su viaje hacia el Más Allá.

Así, existe una tradición islámica de cuidado y embellecimiento de los cementerios como forma de ejercicio útil para la comunidad. Arreglar o cuidar los cementerios colectivos se considera en el Islam una suerte de sadaqa, de acto piadoso.

 


I.5 La flor de loto

La flor de loto es considerada como la flor sagrada o la flor selecta. En oriente se estima el jardín como un lugar selecto. En medio de todas las flores destaca una muy relevante para la espiritualidad oriental. El caso del azofaifo o flor de loto en la tradición islámica es muy peculiar. En el Corán puede estar asociado a terrenos áridos o baldíos, pero también alcanza un grado sumamente elevado en otras azoras. Es el caso de la de la Estrella: “Ya le había visto descender en otra ocasión junto al azofaifo del confín, junto al cual se encuentra el jardín de la Morada. Cuando el azofaifo estaba cubierto por aquello tal vez se refiera a la Luz divina”.

Según ciertos místicos del Islam, el azofaifo representa aquí un árbol celestial ubicado en el séptimo cielo, a la derecha del Trono de Allah. Se trata del máximo límite que puede alcanzar cualquier criatura en su acercamiento a Allah.

Sin embargo, con respecto a esta especie nombrada sidrat en el Corán, existe una contradicción entre los arabistas, que no ha sido evocada, que se sepa. Algunos han traducido el término sidrat como ‘azofaifo’, mientras que otros lo hacen como ‘loto’. Lo que no sabemos es si es debido a que el nombre científico del azofaifo es Ziziphus lotus.

La flor de loto es considerada con valor sagrado y de gran simbolismo y significado. La flor de loto nace en aguas pantanosas y estancadas. La flor de loto fue venerada por culturas milenarias. La flor de loto simboliza la pureza del cuerpo y del alma. Revela la inocencia y la naturaleza original del corazón.

En la mitología griega dicha flor significa triunfo, gracias a la leyenda de la diosa atrapada en el lugar llamado Loto y su gran lucha por salir de allí en forma triunfante de flor de dóciles pétalos. Según los antiguos egipcios, la flor de loto está asociada con el renacimiento, con volver a nacer. La flor de loto es una flor que se retrae en el agua por la noche y que emerge en el sol al día siguiente. Durante la noche, los pétalos de las flores se cierran y la flor se sumerge bajo el agua. Antes del amanecer se levanta, hasta que vuelve a salir a la superficie, cuando abre sus pétalos.

Muchos de los dioses y diosas del hinduismo están vinculados a la flor de loto. Brahma, el dios de la creación, se representa como emergente de un loto. Simbólicamente, la flor de loto se asocia con la figura de Buda. Según la leyenda budista, cuando Buda dio sus primeros siete pasos en la tierra, florecieron siete flores de loto, cada paso representa un paso en el crecimiento espiritual. Por el hecho de que la flor surge de las aguas pantanosas y oscuras fue considerada por antiguos y en la India, como un símbolo de aquello que se alza desde lo bajo y alcanza la elevación de las alturas.

Los cristianos celebrando el Misterio Pascual invitan a experimentar la fuerza de la Resurrección. El simbolismo de la flor de loto es usado para describir precisamente ese deseo que late en el corazón de todo hombre: la posibilidad de nacer de nuevo de comenzar de nuevo. Todos experimentamos el deseo de eliminar las cosas negativas del pasado para comenzar una vida nueva. Coincide con las tradiciones espirituales de oriente que refieren el significado de esta flor basándose en que florece sobre la ciénaga, como una metáfora del triunfo del espíritu venciendo sobre los deseos carnales. La flor de loto es la prueba de que una vida resplandeciente y brillante puede surgir desde los lugares más enfangados y oscuros.



Dios coloca a los primeros padres en un jardín, el Edén, y los bendijo y les dijo: sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y cuidad de ella (Gen 1,20).

1        LA VIDA COMO JARDÍN INTERIOR

La vida es un regalo y una tarea. Convertirse en una persona humana requiere crecer y suponer un proceso constante de desarrollo. Somos una persona emergente, una persona en proceso una persona que cambia continuamente. La verdadera vida requiere apertura a la trascendencia. La persona sana es aquella que se está moviendo en la dirección hacia la plenitud, hacia la santidad.

Necesitamos crecer desde dentro para lograr esta totalidad. Uno tiene que vivir en el momento presente mirando hacia su orientación y propósito. La persona sana está arraigada en el ser interior. Vivir en el presente con su propio yo experimentado sin trabas que está constreñido pero que no tiene ansiedades sobre el futuro ni culpa por el pasado. Por lo tanto, esta persona es libre de vivir y ser creativa en el presente. Uno necesita ser consciente y aceptar su verdadero yo con todas sus necesidades, miedos, anhelos y prejuicios. Es necesario este autoconocimiento y conciencia para asumir la responsabilidad de los objetivos y el bienestar de uno.

Debemos responder a nuestra sed más profunda. ¿Qué te hace realmente feliz, qué te hace sentir vivo, qué te impide experimentar esta vida alegre llena de asombro?

Estamos arraigados en un lugar sagrado (quítate las sandalias porque estás parado en tierra santa (Ex 3,4). Es necesario ir más profundo (empujar el barco más lejos de las aguas profundas (Lc 5,4) y ser capaces de identificar nuestros objetivos, deseos más allá de nuestras necesidades. Lo más hermoso que podemos experimentar es reconocer lo misterioso de la vida (burnig bush experience). La vida es un regalo que nos ha sido dado. La vida tiene su propia regla y orden, la regla de la vida es la ley del amor que está escrita en el corazón. En lo profundo de nuestros corazones sabemos cuándo quebrantamos la ley de la vida. De nuestro ser interior, del río de la vida, sale la vida.

Sólo a través de la apertura a la trascendencia el hombre puede descubrir el valor y el destino reales. El hombre está llamado a una plenitud de vida que supera con creces la dimensión de su existencia terrena, porque consiste en participar y compartir la vida misma de Dios. La vida consiste en la comunión con Dios. Esta vocación sobrenatural revela el valor más grande e inestimable de la vida humana.

Estamos llamados a promover y cuidar la vida humana desde el principio hasta el final. Estamos llamados a dar el regalo que se nos dio. Debemos mostrar cuidado por toda la vida, en sus distintas fases y cuidado por la vida de todos. Debemos promover y apoyar la vida con especial cercanía a los pobres y marginados que sufren, para cuidar de la vida que está enfermo o discapacitado, especialmente en los más vulnerables.

 


Dios dejó al hombre en el jardín del Edén para que lo labrase y cuidara de él. (Gen 2,15)

2        VIDA PARA SER CULTIVADA. CRECIENDO HACIA LA PLENITUD

La personalidad ideal no es algo fijo o hecho, sino algo a conseguir, algo en lo que convertirse. La capacidad de amar es algo que no se adquiere de una vez por todas, sino algo que debe crecer y desarrollarse. La vida al principio puede ser una aventura apasionante, interesante y maravillosa pero que para muchos se convierte en una carga y un problema no resuelto. La vida se vuelve significativa cuando no perdemos la orientación fundamental. Aquí hay una pregunta fundamental: ¿Cuál es el significado del valor y el propósito de la vida?

Crecer hacia la plenitud es un proceso de integración. El arquetipo de la totalidad en la cultura asiática se presenta en el círculo del yin-yang que expresa el misterio de nuestra totalidad en nuestra esencia en última instancia, que no tiene principio y nunca termina. Simboliza nuestro mundo de la luz y también de las fuerzas oscuras. Mirando de cerca el símbolo del yo, uno ve que en las áreas de luz queda una mota de oscuridad. Del mismo modo, en el terreno de la oscuridad, persiste una pequeña llama de luz. En el crecimiento psicológico, el símbolo ying-yang nos guía para ver que en los momentos más prósperos cuando experimentamos, alegría, éxito necesitamos mantenernos vigilantes para que nuestros logros no se conviertan en ídolos que nos arruinen al final.

No podemos identificar el progreso con logros, talentos y prosperidades creyendo erróneamente que todos estos son lo que somos. Esto indica que necesitamos seguir creciendo, aprendiendo y sanando para que podamos controlar y posiblemente transformar nuestra tendencia demasiado humana a ser destructiva, mientras estemos vivos.

La personalidad ideal se refiere a una persona cognitivamente sana que puede crecer en todos los niveles de desarrollo humano e integral, como los niveles mental, social, emocional y espiritual. La vida requiere la capacidad de crecer y aprender, establecer y mantener relaciones felices y significativas, cumplir con los valores morales básicos.

La personalidad supone la autodeterminación para adquirir el pleno uso de nuestros talentos, capacidades y potencialidades en un proceso continuo en el que expresa y comparte su verdadero yo plena, creativa y alegremente. Una persona ideal toma decisiones libremente y voluntariamente asume la responsabilidad de esas elecciones.

Las relaciones son algo no adicional sino fundamental. Somos seres relacionales y nuestra vida se convierte en bienestar cuando participamos de relaciones positivas con los demás. Necesitamos crecer para establecer conexiones significativas con los demás. Erikson interpretó la personalidad a través de ocho etapas de crecimiento con sus correspondientes crisis psicológicas y fortalezas y virtudes básicas. El logro de las virtudes de las etapas conduce a una sensación de estar en casa en nuestros propios zapatos.

Debemos cultivar el don de la presencia para uno mismo y para los demás. Debemos estar presentes para nosotros mismos, plenamente vivos, en contacto con nuestra naturaleza encarnada y sensible. Debemos ser conscientes y estar presentes del don de los demás. Todos deben ser bienvenidos porque cada persona es valiosa y única. La presencia se aprende a través de ejercicios de meditación y atención plena.

Debemos cultivar la mente a través de la meditación. Debemos limpiar los irritantes y los malos pensamientos, para sacarlos. (Jesús dijo que debemos quitar la viga de nuestros ojos antes de tratar de quitar la mota de los ojos de otra persona). Es bueno crear algunos espacios de jardín en  los que las personas puedan plantar y cosechar su propio ser en el que realmente se mate a ellos. Luego fertilizas, bombeas energía y disciplina al suelo mental. Luego siembras la semilla y cosechas tus cosechas de fe, moralidad, atención plena y sabiduría (Jesús también explica la parábola de la semilla).

 


La tierra la pobló de vegetación y un manantial brotaba de la tierra que regaba toda la superficie del suelo (Gen 2, 5-8). Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles deleitosos con frutos buenos para comer. De en medio del Edén salía un torrente que regaba el jardín y desde allí se repartía en cuatro direcciones (Gen 2,10)

3        REGAR Y NUTRIR NUESTRO JARDÍN INTERIOR

El jardín y las plantas necesitan ser nutridos y abonados. Hay un agua viva que nos trae vida viniendo del lado abierto de Cristo. (Junto a la cruz, uno de los soldados hundió su lanza en el costado de Jesús y de inmediato se derramó sangre y agua (Jn 19, 34). Entonces se cumplió la profecía de Ezequiel sobre el torrente y el río de la vida: una corriente de agua fluía al lado del templo. El torrente era demasiado profundo para cruzar. Esta agua fluye hacia el Valle del Jordán y el Mar Muerto. Cuando desemboca en el Mar Muerto, reemplaza el agua salada con agua dulce. Dondequiera que fluya el arroyo, habrá todo tipo de frutas. (Ez 47)).

No podemos vivir de espaldas a la realidad ignorando nuestro ser profundo. Todos sentimos el anhelo ardiente de una sed interior. Somos sedientos de Trascendencia, sedientos de Dios. San Agustín decía que buscaba por fuera y olvidaba que lo llevaba dentro. Dios existe rigiendo las leyes del universo. Algo, alguien que está muy dentro de nosotros necesita ser nombrado, reconocido, aceptado. Perdemos demasiado tiempo buscándolo en direcciones imposibles. Entra dentro de ti mismo y ora en lo secreto. Atrévete a encontrarlo a través de un corazón humilde, de un yo despojado de vanas pretensiones. Del pensamiento nace la ternura y del afecto el amor, el amor se convierte en servicio y atención. Madre Teresa decía: el fruto del silencio es la oración; el fruto de la oración es la fe; el fruto de la fe es el amor; el fruto del amor es el servicio,; el fruto del servicio es la paz.

Es necesario aprender a habitar el modo mental del ser. Levántate cierzo, ábrego, ven. Soplad en mi huerto que exhale sus aromas. (CC 4)

Prestar oídos al ser esencial. En una cultura donde priva el hacer dar primacía al ser, al ser esencial. El ser esencial es el modo de participación individual del hombre en el Ser divino que lo trasciende. El ser de un hombre es el modo por el cual participa en el Ser en su Trinidad, es decir, en cuanto Plenitud, Orden, Unidad. Hay un modo de ser, una manera atenta de tratarnos, tratar a las personas y las cosas, de suerte que la docilidad de todas estas cosas nos conmueve profundamente como una especie de salvación de la unidad del Ser. La presencia como atención y cuidado ayuda a ponerse en contacto con su persona única a través de una iniciación al wonder. Esto supone un proceso de apertura, conciencia, aceptación, comprensión. Hemos perdido el sentido de presencia, el sentido de valorar cada instante, el aquí y ahora haciéndonos enteramente presentes. Hemos de recuperar el vivir en presencia, bajo la presencia del Ser esencial. Se trata de vivir más bajo la influencia del Espíritu.

Dejemos que nuestro aliento interior respire y actúe en nosotros. Solo así seremos capaces de ocuparnos no solo de nuestras necesidades y solicitaciones externas sino también de colocarlo todo en su justo lugar viviendo todas las realidades iluminadas bajo la guía del Espíritu.

Es importante empezar a tomar conciencia de la presencia. Presencia significa estar allí para dar testimonio de uno mismo y del Otro como un lugar sagrado. La presencia es la capacidad de cumplir, sintonizar y saber activamente cómo está siendo en el momento. Ayuda a usar tres ojos, el ojo de la carne con nuestros pensamientos y vista, el ojo de la razón o reflexión y el ojo de los místicos. Estos ojos espirituales de contemplación dan verdadera comprensión, abriendo nuestro corazón, mente y cuerpo a una conexión más profunda con la trascendencia.

San Buaneventura dice: Nuestro Señor Jesucristo iluminará los ojos de nuestra mente para guiar nuestros pasos pies en la dirección de la paz, que va más allá de la percepción. Fluyendo del abismo secreto del corazón de nuestro Señor hay una corriente para conferirnos vida y gracia que se convierte en un manantial de agua viva que brota a la vida eterna. Presiona tus labios contra la fuente. Saca agua de los pozos de tu Salvador. Buscad en la gracia de Dios, no en la doctrina, en el anhelo de la voluntad, no en el entendimiento, en la vista de la oración, no en la investigación y mirad no a la luz, sino más bien al fuego furioso que lleva el alma a Dios con intenso fervor y amor resplandeciente. (San Buenaventura, Viaje de la mente hacia Dios)

 


Dios planta su viña en un fértil otero. La cava, le quita los abrojos, espinos y piedras y planta en ellas cepas exquisitas (Is 5,1)

4        SOLICITACIONES INTERNAS Y EXTERNAS

A lo largo de la vida se dan toda clase de retos y ajustes. En la primera fase de la vida la persona se abre al reto de la integración de las solicitaciones externas. Se precisa reconocerlas para superar la conflictividad que nos viene de afuera.

En la mitad de la vida se vive una fase de transición. En esta fase debe llevarse a cabo el reconocimiento y encuentro con la sombra (Según June la parte oscura de uno mismo, desvelarse el verdadero yo quitándose la máscara) El reconocimiento de la sobra supondrá el conflicto de la realidad de uno mismo confrontada con su propio potencial a realizar y la reorganización de las diversas orientaciones con el resurgir del verdadero yo (no del yo ideal) supone un turning point un renacer Rebirth. La persona se abre a una nueva configuración integrando el lado débil, oscuro de uno mismo. Se precisa sabiduría interior, apertura al Espíritu, conversión interior. El misterio pascual representa la tensión dramática entre la vida y la muerte, la lucha entre los dos antagonismos, la conjura contra la vida y el poder del mal (misterio de la iniquidad y el pecado) y por otro la esperanza de la liberación y la redención fruto del amor de Dios (misterio de la misericordia divina)

El pleno desarrollo del yo se lleva a cabo en la última parte de la vida. Supone la plena integración del mundo interior y la integración de las funciones no desarrolladas con la transformación de toda la realidad. Somos llamados a una plena integración incluyendo los aspectos simbólicos y espirituales. Una unidad e integración con el cosmos y universo entero.

Estamos llamados a vivir en comunión con Dios y con los demás, a crecer y desarrollarnos hacia la intimidad y la amistad social. La persona sufre por falta de amistad, de intimidad. La persona que no ha sido capaz de resolver la oposición entre fusionarse con los demás y defenderse experimentará tensión en muchas situaciones interpersonales. La persona intentará evitar aquellos contactos con otros que podrían desarrollarse hacia la intimidad. Habrá poca capacidad para discriminar entre la variedad de demandas interpersonales.

La tensión de esta crisis interpersonal puede provocar tres tipos de actitudes. Aislamiento, comportamiento estereotipado y promiscuidad. El aislamiento se refiere a la sensación de tener que permanecer solo. El comportamiento estereotipado es un estilo personal demasiado formal también sirve para defenderse de las intrusiones de los demás. Se muestra poco de uno mismo, al menos poco de mi vulnerabilidad, y no se invita o permite mucha autorevelación del otro. La promiscuidad implica una búsqueda agitada de intimidad en relaciones improbables, donde las circunstancias son tales que realmente no puedo compartir o revelar mucho de mí mismo. Esta tendencia hacia el aislamiento puede convertirse, con el tiempo, en una incapacidad para arriesgarse con la propia identidad y puede convertirse en una evitación general de cualquier contacto que pueda conducir a la intimidad. La persona necesita crecer en intimidad y amistad y llamar para participar adecuadamente en los diferentes roles de la vida familiar y social.

 


Trabaja la tierra del huerto, la cava, la remueve y quita los abrojos, espinos y piedras y planta en ellas cepas exquisitas. (Is 5,2)

5 INTEGRACIÓN DE NUESTRAS POLARIDADES A TRAVÉS DE LA AUTOACEPTACIÓN

Para Jung convertirse en una personalidad ideal no es menos que pasar por un renacimiento psicológico. El proceso continuo para convertirse en persona es un proceso de convertirse en una persona completa con el objetivo de alcanzar la autorrealización. La persona ideal es alguien que ha pasado por un proceso de convertirse en un yo distintivo capaz de integrar los polos opuestos de su personalidad. Es necesario para tomar conciencia de nuestras sombras, el animus o anima y ha establecido un equilibrio dinámico entre sus necesidades internas y la predisposición extrovertida.

La persona se vive en un constante proceso unitivo integrativo hacia wholeness-holiness. Este proceso no es un proceso lineal sino dialéctico de integración para armonizar el plano biológico, psíquico, racional, moral y espiritual. Esto supone integrar las necesidades internas con las externas, el mundo externo del consciente con el mundo interno del inconsciente. La madurez es el resultado de la integración de todas las polaridades que en el ser humano se dan como antagónicas. El proceso de llegar a ser persona madura requiere equilibrio y sobre todo autenticidad. La madurez es un proceso permanente de apertura a la trascendencia. Existe un principio intrínseco de esta autotrascendencia que no es otro que el Espíritu Santo.

Freud habla de dos polos que luchan en nuestro interior: el eros y el tanatos, la fuerza de la vida y de la muerte. El eros impulso de la vida es principio de creatividad, productividad, respeto, atención, cuidado, amor. El tanatos es principio de destrucción, agresión, represión, impulsos sádicos y masoquistas. Analiza la dialéctica tratando de profundizar el conflicto de las fuerzas antagónicas. Su visión es un tanto negativa al dejar la persona marcada por su impulso destructivo de muerte más que de la vida. Enfatiza la tendencia del ser humano hacia la represión, la supresión, la alienación lo que crea sentimientos de culpabilidad disgusto y repulsa que aumenta la tendencia hacia la agresividad. Su modelo instintivo mecanicista nos deja ver una visión cerrada de un ser abocado a la destrucción y la muerte. La concepción del ser humano es propia de una visión sin apertura al trascendente. El hombre se concibe como un sistema cerrado incapaz de superar los sentimientos de aislamiento y negatividad. El hombre precisa de su radical apertura a la trascendencia para desplegar su deseo de comunión y de amor venciendo el desamparo de la propia flaqueza.

Cada prueba, cada prueba, cada dificultad y experiencia aparentemente equivocada por la que tengas que pasar es una oportunidad que se te concede para vencer el mal y sacar algo bueno. Tu sufrimiento y tristeza son el pase de crianza más privilegiado para manifestar la gloria de Dios. Si tan solo te dieras cuenta de tu destino, cómo te regocijarías incluso en cada experiencia de prueba y tribulación. Te complacerías en las enfermedades, en los reproches, en las necesidades, en las persecuciones y angustias por la sacudida de Cristo, porque cuando eres débil, entonces aprendes cómo ser fortalecido.



 

Edifica una torre en medio de ella y excava en ella un lagar (Is 5, 2).

6        NECESITAMOS VOLVER A NACER

Hay una ley secreta en la naturaleza: si el grano de trigo no cae sobre la tierra y muere, no puede producir fruto. Hay una necesidad de ir profundamente más allá de nuestro ego, o perdernos a nosotros mismos para encontrarnos a nosotros mismos. Aunque la integración de la personalidad  es un objetivo que nace de la autorrealización abierta a la trascendencia. Para crecer más plenamente y lograr el bienestar, debemos tocar la base o familiarizarnos con nuestro ser interior, nuestra esencia, un núcleo más profundo y superior que se encuentra más allá de la personalidad.

Donde la autorrealización de nuestra personalidad crece profundamente por la autotrascendencia. Es en el nivel de la esencia que nuestras personalidades distintivas se expanden y profundizan en su totalidad. Se dice que cada uno de nosotros es una chispa única del único Santo. Todos somos parte de la unidad fundamental. La persona descubre gradualmente su centro unificador más allá del ego, un yo más profundo y transpersonal.

Cuando se dan síntomas de estancamiento, esterilidad, enfermedad y de muerte es a la vez una llamada a nacer de nuevo. Juan XIII hablaba de ver la humanidad como un cortejo fúnebre, muertos que caminan sin vida porque falta la vida del Espíritu. Si falta la vida del Espíritu el mundo es como un museo de cera, un gran cementerio.

Se puede vivir, sin alma, sin espíritu, encadenando gestos gestos y palabras, actos y discusiones como un mero robot. Hay que hacer la experiencia de que hay otra manera de ser yo, oblativa, entregada, gratuita, interior. Estamos llamados a abrirnos al Espíritu, a nacer del Espíritu. Participar del mundo del Ser, de la Fuente de la vida.

El hombre ha sido creado para el bien, el amor, es algo que lleva inscrito en su naturaleza. La verdadera salud reside en la integración y orientación de los polos y de las facultades (inteligencia, deseo, fuerza, memoria, imaginación) hacia sus funciones naturales (buscar, amar, luchar) con el fin de alcanzar la comunión con Dios y con los hermanos.

 


Esperó que la viña diera fruto pero se convirtió en erial donde creció la zarza y el espino. (Is 5,5)

7        DEBILIDADES Y FORTALEZAS

Qué gran paradoja. Las cosas débiles y necias tan a menudo parecen ser elegidas por Dios para manifestar su gran poder. Los siervos del Señor han sembrado en debilidad y dificultad y, sin embargo, con esperanza. Me di cuenta de mi propia insuficiencia y de las grandes dificultades que yacían en la confianza y aceptación de Dios. Muchas veces experimentaremos un terrible sentimiento de completa inaptitud, incapacidad impotencia sobre nosotros mismos. Nos hemos vuelto demasiados autosuficientes. Debemos cambiar nuestro modo de ser y aprender el hábito de aprender esperando y pidiendo su guía. Sólo Dios y no un ser humano puede ayudarnos en algunas pruebas y momentos de angustia. Es la oportunidad de encontrarnos con aquel que es nuestro auxilio y nuestra fuerza.

Las dificultades tienen un potencial positivo y no deben confundirse con enfermedades, traumas o psicopatologías. Las crisis son oportunidades para elevarse a un nuevo nivel de conciencia. Las emergencias espirituales se mantienen como crisis de evolución. Las emergencias espirituales a menudo siguen a una poderosa experiencia de pérdida, enfermedad o varios fracasos.

Esto requerirá aceptación con alegría, soportando con amor. Esto supone paciencia y perseverancia. La flor del amor floreciendo en tu corazón. El amor no viene tratando de forzar. Esperar en la noche del dolor el amanecer de la mañana de alegría. Los corazones rotos miran hacia arriba y ven que el amor transformará su pena y dolor en alegría y alegría. De las cenizas florecerá la alegría donde han estado las lágrimas. Nuestros mayores tormentos y fracasos deben convertirse en las cosas más fuertes y mejores de nuestras vidas.

 


En lugar de dulces uvas dio agrazones. (Is 5)

8        INSATISFACION AMARGURA Y MURMURACIÓN

Los enemigos plantarán veneno amargo. Cuando dejamos de amar, actitudes atormentadoras te asaltarán, amargura, resentimiento, resentimientos sombríos y rencorosos. Necesitamos ser sanados y cambiar la amargura con el ungüento suave de la alegría. No podemos cambiar solos estos fuertes sentimientos de nosotros mismos. Necesitamos ser amados si queremos amar. Debemos empezar a aceptar con humildad.

Un gran paso es el reconocer las enfermedades del alma que nos roban la paz interior. Se precisa detectar todos esos sentimientos desoladores que provocan insatisfacción, desgana, amargura, frustración y que proyectamos fuera con descontento y murmuración. Se precisa de un autoexamen tratando de ver cómo me comporto, el porqué de mi comportamiento, para viendo las causas tratar de subsanar los malos brotes no alimentándolos para que no hagan daño sino de corregirlos para dar frutos buenos. Todo esto supone de una paciente poda. Aparte de nuestras propias debilidades de temperamento, se dan en nosotros actitudes perturbadoras, actitudes infelices y atormentadoras, que son un obstáculos para nuestra realización y la causa de una vida atormentada.

¿De dónde surge el malestar, la impaciencia, la cólera, la amargura, los arrebatos, el rencor, la acedia, la pusilanimidad, la mezquindad? Los brotes malos proceden de un corazón herido y enfermo. La etiología de enfermedad viene de “in firmus” un corazón endeble , infirme que no hace pie en sí miso.

Dos movimientos pueden activarse uno de una búsqueda de seguridad y placer en substitutos o adicciones que en lugar de aminorar empeoran nuestro estado. Otro el de querer evitar el sufrimiento lo que nos hace replegarnos, ponernos a la defensiva.



 

Espero honradez y lealtad y se dio el escarnio y la extorsión. (Is 5,5)

9        DUDAS Y MIEDOS

Estamos llamados a aprender constantemente a convertir el miedo en la confianza y la fe usando cada tentación de temer como una oportunidad para practicar la fe. No debemos encerrarnos en una cueva oscura en un mundo de oscuridad exterior donde la luz y el amor no existen. Debemos abrirnos a la luz para que la luz entre cure cauterice. Se trata de un paciente proceso de abrirnos y dejarnos amar.

No hay peor ceguera que no querer ver. Nada peor que permanecer en la inconsciencia. Solo la verdad nos hará libres. El verdadero amor echa fuera todo miedo. Hemos de conjugar amor en verdad.

Muchos de nuestros problemas ocurren porque basamos nuestras elecciones en certezas poco confiables de acuerdo con nuestra cultura (todos lo hacen), tradición (siempre lo hemos hecho), razón (parece lógico) o emoción (simplemente se sintió bien). Necesitamos una norma definitiva para decidir y discernir cuál es la voluntad de Dios. Escucha a Dios, lo que dice acerca de nosotros podemos discernir el camino correcto.

La verdad te liberará, pero primero duele y puede hacerte sentir miserable. Algunas veces aceptar la verdad puede ser difícil o incluso doloroso. Evitamos la conversión del corazón. Es humano resistirse al cambio. No debemos tener miedo, hemos de aprender a confiar en Dios.

A veces debemos confiar en un médico que ha de operarnos y no tratar de evitar el sufrimiento del dolor, lo hace por nuestro bien. Por un problema momentáneo podemos alcanzar una gloria eterna. Es el fuego del sufrimiento el que produce el oro de la piedad. El Señor está lleno de misericordia y compasión, cerca de los quebrantados de corazón. No quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva.

 


Esperó la alabanza y se escucharon alaridos. (Is 5,5)

10    ENFERMEDADES A CURAR

La enfermedad se produce cuando bajo la influencia de desviadores, el hombre desvía los polos y las facultades de su sentido natural que está en Dios. La enfermedad es algo que va en contra de nuestra naturaleza que nos hace daño y que necesita ser tratado para no empeorar nuestro estado. Se rompe el sano equilibrio y se produce una desintegración. Existen numerosos problemas que nos impiden crecer y que pueden provocar trastornos mentales o enfermedades mentales. Necesitamos ser curados de la apatía, el aburrimiento, el vacío nacido de la alienación experimentada de la naturaleza, de otras personas y de nosotros mismos. En tu tristeza, dolor y pena, volved a Aquel que tiernamente os ayudará. El Señor tomará lo que ha sido estropeado y arruinado por el mal para producir algo hermoso y bueno.

La perversión es una pérdida de orientación fundamental. En el origen del desequilibrio y el mal se encuentra una pérdida de la comunión interior. Cuando se daña la comunión con Dios deriva en una ruptura con nosotros mismos y con los demás. Las pasiones desordenadas poco a poco se apoderan del alma y no la dejan progresar. Hemos de cuidar de tres pasiones desordenadas dañinas porque dañan una relación sana con Dios, con nosotros mismos y con los demás y que son germen de desorden. El orgullo, la codicia y la vanidad.

El orgullo nos lleva a centrarnos en nosotros mismos creyéndonos autosuficientes. Perdemos el centro y sostén de nuestra vida. Rompemos la comunión con la fuente que nos da el ser y nos quedamos desnutridos, sin vida. Se cae en un amor desordenado y excesivo de uno mismo. El excesivo amor propio (filautía) lleva al hombre a verse así mismo como fuente y fin de sí mismo.

La ansiedad del poseer poniendo los bienes temporales como fin y no como medio. El uso de los bienes es administrativo y no abusivo para el propio disfrute. La avidez y la avaricia no tiene límites. De la codicia material se pasa a la codicia espiritual. Se propicia el apego al poder y la dominación sobre los otros. Sustituimos el ser por el tener y la avidez nos hace caer en la sensación de que nunca tengo bastante.

La búsqueda desordenada de placer, el alma queda a merced del cuerpo, los instintos más bajos gobiernan el alma. Nuestro cuerpo debe ser habitado por el espíritu. Sustituimos el ser por el placer a cualquier precio y las personas pasan a ser consideradas objetos de nuestro uso.



 

Eres huerto reservado con una fuente sellada y tus brotes un exquisito jardín de granados con frutos selectos: nardo, azafrán, caña aromática, canela con toda clase de árboles de incienso, mirra, áloe de donde extraer los mejores bálsamos. (CC 4, 12)

11    TRANSFORMANDO LAS POLARIDADES A TRAVÉS DE LA GRACIA Y EL AMOR

¿Cómo transformar los obstáculos y las actitudes atormentadoras en sus lugares selectos? Un temperamento malhumorado, una lengua aguda y rencorosa, un hábito mental terriblemente ansioso y premonitorio pueden ser transformados en sus opuestos por la gracia de Dios. El amor de Dios toma nuestros defectos y deformidades como una oportunidad para manifestar su glorioso poder. Restauraré tu tierra seca y agotada para hacer tu suelo más fértil.

La vida no es un proceso de crecimiento lineal se vive en un constante proceso dialéctico de avances y retrocesos. Esta ambivalencia surge de como vivimos la unidad entre nuestra dimensión axiológica propia de la naturaleza humana y la propia autonomía en el ejercicio de nuestra libertad. Nuestra tendencia hacia el bien y la verdad se pone en cuestión con la realidad del mal y del pecado en el mundo.

En el misterio de la Cruz encontramos una clave para entender la inevitable interacción de las dos polaridades y fuerzas antagónicas, la vida y la muerte, la presencia del amor y la contraposición o rechazo al amor. La vida solo se resuelve en la paradoja y dialéctica de la Cruz. Solo desde la Cruz se puede transformar la muerte en vida y las experiencias más negativas de la vida en posibilidad de cambio y de transformación en una nueva vida.

El mundo quedó, en el ejercicio de nuestra libertad, dominado por el pecado, envuelto en la oscuridad, en la confusión, en la división. Pero el Padre no nos abandonó en la muerte conforme a nuestros pecados sino que nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. En el mayor rechazo del hombre se da la mayor prueba del amor de Dios. Cristo mediante su cruz nos liberó del pecado y la muerte.

Dios estaba presente en la Cruz y al mismo tiempo ausente. Ausencia para el Hijo que sufre y presente para nuestra salvación. Esta dialéctica de presencia y ausencia nos habla de este proceso dialéctico. Dios en Cristo, sufre muere y da la vida para darnos la vida y darnos así la mayor prueba de amor.

El proceso de llegar a ser hombre, según la imagen del hijo, lo vivimos como un continuo proceso de conversión y de integración personal y comunitaria. El ser humano es un ser en constante búsqueda de amor. Solo aceptando la vía de la Cruz encuentra el hombre la verdadera realización como ser humano. Solamente a través de esa experiencia de apertura total a la trascendencia y de una constante actualización y apertura al principio que la guía, el Espíritu Santo, el hombre logra dar con su verdadera meta y finalidad.

 


Oh fuente de los huertos, pozo de aguas vivas corrientes que fluyen del Líbano. Entre el amado en su huerto y coma de sus frutos exquisitos. (CC 4)

12    APRENDIZAJE, CRECIMIENTO Y SANACIÓN

En el proceso de crecimiento debemos promover una mayor responsabilidad propia para aprender, crecer y sanar. Uno sólo puede aprender si quiere hacerlo libremente. Solo puedo llevar al caballo al agua, pero solo el caballo puede beber por sí mismo.

El hecho de que el hombre responda a unos valores se pone en relación con la integración, la trascendencia y la responsabilidad. La integración de la persona se deduce del condicionamiento e interacción entre su ser espiritual, psíquico y somático. La integración supone el sistema de interrelaciones y condicionamientos mutuos que hacen posible el funcionamiento de cada dimensión o esfera a la manera específicamente humana. La integración hace referencia a totalidad, a una unidad dentro de un todo, al hombre completo. Un hombre integral reivindica ser un hombre completo, acabado, perfecto. Un hombre bien formado haría relación a la coordinación y subordinación de todas las partes al todo.

Más sin embargo en la vida no se da este estado de perfección como algo acabado sino como proceso. La persona debe caminar con sus propias heridas e imperfecciones en un proceso de aprendizaje de sanación y restauración que dura toda la vida.



 

Mi Padre es el viñador que cuida de su viña. Todo sarmiento que no da fruto lo corta y todo el que da fruto lo limpia para que de más fruto (Jn 15, 1-2). 

13    FLORACIÓN INTERIOR

Primero expliquemos algunas diferencias entre el yo y el Ser. El yo se refiere a nuestro ego o personalidad. El yo constituye la identidad personal de un individuo condicionada por el entorno sociocultural y el aprendizaje personal consciente. El yo es criado para servir a las necesidades y objetivos de la sociedad. El Ser va más allá de nuestro yo. Con el Ser nosotros a nuestro ser más grande o completo.

En el florecimiento interior, el impulso es reconocer nuestro ego / personalidad / yo con todo su condicionamiento único desde la infancia hasta el presente. El florecimiento interior abre a una persona a los otros potenciales más allá del yo condicionado limitado que se encuentra desconocido para el yo y que puede aprovecharse para formas más creativas de manifestar la vitalidad de uno. Estas partes desconocidas incluyen las sombras negativas y positivas de uno, sueños, dones, talentos, llamamientos y otros recursos que están presentes en todo el Ser, pero permanecen enterrados como "tesoros ocultos" para el yo desconocido. El florecimiento interior invita a todos a su esencia, un "algo más", o más profundo dentro, en el núcleo de uno, que fue referido por Jung. Jung dijo que el Ser es mucho más creativo y poderoso que el ego para descubrir formas de ser más felices y significativas. Si se puede experimentar el yo a través del florecimiento interior, entonces es más probable que ocurra el crecimiento y la curación.

Tendemos a definirnos a nosotros mismos a través de tales descripciones e imágenes personales limitantes. Tales son nuestros roles sociales. A menudo terminamos miserables tratando de encajar nuestro Ser mucho más vivo y rico en un insignificante autoconcepto o personalidad. Este ego o yo condicionado es un concepto congelado derivado del condicionamiento pasado y puede que ya no haga justicia al yo evolutivo y más sabio en el tiempo presente. En el Ser incondicionado se encuentran muchos más recursos a los que el yo puede abrirse y reclamar para su sentido más feliz de ser. En el Ser más grande o persona entera yacen muchos potenciales que podrían ayudarnos a alcanzar metas si éstas se pusieran al servicio del yo más consciente del ego.

En el florecimiento interior, todo el proceso comienza con un calor bienvenido. Permítanme contar una historia: En un pueblo había algunos niños viviendo en una granja. Un día, un ternero salió del establo y los tres estaban tratando de volver a entrar. Así que uno de ellos tiró de sus pequeños cuernos y los otros dos empujaron desde atrás. Pero cuanto más tiraban y empujaban, más endurecía las piernas el ternero y se quedaba allí. La hija pequeña del granjero vino y los observó. Ella sonrió, se acercó a la pantorrilla y metió el dedo en la boca oculta. Mientras el ternero se chupaba el dedo, entró voluntariamente en el establo. Los muchachos estaban usando el enfoque equivocado que habían insistido en hacer lo que querían. La granjera jugaba al revés. Le dio al becerro lo que quería, y él la siguió voluntariamente.

 


De la bondad del corazón surgen los frutos buenos ()

14    EL CUIDADO DEL CORAZÓN

El cuidado de corazón, en griego nepis, que significa vigilancia, sobriedad, supone rechazar y cortar los distractores y detractores del alma. El objetivo del cuidado del corazón es ganar en libertad ante los distractores. El cuidado del corazón es un aprendizaje a cuidar y dirigir convenientemente los movimientos del corazón. La sobriedad es como un centinela del espíritu ante el portal del corazón, distinguiendo sutilmente las mociones que se dan descubriendo sus propósitos para no confundir a nuestro espíritu. El espíritu escruta los corazones para si son buenos acogerlos y si son malos o con germen de maldad evitarlos y no dejarles crecer.

Esto requiere una atención interior, permanecer atento al espíritu, ser portador de nuestro corazón para no dejar que ningún pensamiento entre o salga sin vigilarlo. Un pensamiento identificado y desenmascarado ya está derrotado. El que vigila se pregunta si cada movimiento es nuestro o del adversario. El discernimiento es fundamental.

El horizonte del cuidado del corazón no es caer en un rigorismo ascético sino disponer el corazón para promover la caridad, la misericordia y el servicio. No se nace con un corazón ardiente y generoso, hay que cultivarlo.

Cuida de tu corazón para que no acoja y se enrede con pensamientos malos, vanos o inútiles sino para que con un corazón disponible nos dispongamos a amar y servir a Dios en los hermanos.

 


Levántate cierzo, ábrego, ven. Soplad en mi huerto que exhale sus aromas. (CC 4)

15    ESPECIAS FRAGANTES: LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU

Gentileza, simpatía y comprensión amorosa contra la amargura, el resentimiento. Su gentileza me ha hecho grande. Señor, bendíceme con el aceite de tu mansedumbre para transmitirlo hacia los demás.

La persona vive el amor como un don y como un drama. El amor debe ir creciendo y madurando en la mutua aceptación y reciprocidad hasta la plena donación de uno mismo. Se precisa que la persona salga de su propio yo y que saliendo de su propio yo no se destruya ni se degrade. Esto no se entiende sino entrando en un nuevo orden.

El dinamismo del amor consumado pide la entrada en la paradoja de la Cruz, la dinámica del grano de trigo, la paradoja de perder la vida para encontrarla de nuevo. El amor consumado se encuentra en el don de uno mismo, en el hecho de donar toda la propiedad del yo inalienable para encontrase en el Otro.

Todo proceso de amor debe atravesar esta prueba de fuego donde verdaderamente se revele su verdadero valor. La medida del amor consumado es amar sin medida. El amor consumado debe estar dispuesto a superar la prueba. Cuando nos topamos con la cruda realidad de la ofensa, la debilidad, la imperfección el propio pecado. El verdadero amor es gratuito, paciente no busca su interés, no rechaza al otro cuando no corresponde o es infiel. Un amor fiel supone la entrega total y gratuita al otro hasta el fin.

El amor consumado supone llegar a sufrir con paciencia, perdón y misericordia la ofensa y el resentimiento. Aceptación compasiva y bondad contra la murmuración de quejas y tormentos. Debemos aceptar la humillación con dulzura y sin resentimiento. Los mansos son como los lirios cuyas flores flotan sobre el agua estancada. Los lirios florecían en la hierba y el dulce olor de las especias perfumaba el aire.

 

 


 

Yo soy la vid y vosotros los sarmientos. Si no permanecéis unidos a mí no daréis fruto (Jn 15)

16    APRENDE DE MÍ, SOY MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN

Volvernos a semejanza de Cristo: Puedo hacerte lo que planeé que fueras cuando te creé si eres manso y humilde de corazón y aprendes de mí: Venid a mi los que os sentís cansados y afligidos y en mi encontrareis descanso. Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón.

El vivir el Reino supone un corazón humilde en constante proceso de conversión. Nuestra relación con Dios y con los demás suponen de un constante proceso. No somos perfectos en una comunidad perfecta. Estamos en constante crecimiento. Las relaciones deben ser reorientadas y restauradas.

La vida es un proceso creciente de aprender a amar. Dios quiere que valoremos las relaciones y hagamos el esfuerzo de mantenerlas en lugar de descartarlas cada vez que hay una ruptura, un dolor o un conflicto. Constructores de unidad y paz, los pacificadores suponen aprender a amar y relacionarse con los demás. El establecimiento de la paz no es evitar el conflicto. Huyendo de un problema, fingiendo que no existe. Debemos enfrentar y resolver conflictos y esto requiere apertura y guía del Espíritu Santo.

Para resolver conflictos es necesario simpatizar con los sentimientos de los demás, velar por el interés de los demás, no solo por el nuestro., debemos confesar nuestra parte en el conflicto, la confesión es una herramienta poderosa para la reconciliación.

En la resolución de conflictos es importante no sólo pensar en qué decir sino cómo decirlo. No uses palabras dañinas, sino solo palabras útiles para que lo que digas haga bien a quienes te escuchan. Podemos enfrentar el problema, pero sin atacar a la persona. Haz todo con amor. Trate de enfatizar la reconciliación, no la resolución. No es realista esperar que todos estén de acuerdo con todo. Dios espera unidad, pero no uniformidad.

 


He entrado en mi huerto y he tomado mi mirra con mi bálsamo y he comido mi miel y he bebido mi vino. Venid celebremos. Comed, amigos queridos, y bebed hasta embriagaros (CC 5,1)

17    CELEBRANDO LA VIDA, CULTIVANDO LA VIDA EN COMUNIDAD

Regocijémonos y alegrémonos. Invita a los perdidos, últimos, excluidos, pobres y vulnerables a la fiesta del Reino. Celebremos la victoria del amor. No habrá más llanto y muerte y no habrá más dolor, sino amor para siempre.

Se nos da una herencia a administrar y cultivar como un jardín precioso. Como custodios y servidores de la vida tenemos la misión de custodiar, revelar y comunicar la vida.

Para ser generadores de vida necesitamos de comunidades orantes, de escucha, de diálogo, de perdón, fraternas, solidarias, samaritanas. Unas comunidades donde se viva y se celebre la vida, donde se acoja la vida de todo ser humano, donde se viva el amor nuevo, un nuevo orden de vida donde la primacía sea el amor a dios y al prójimo. Se precisa defender y revelar el valor sagrado e inviolable de la vida, la primacía del ser sobre el tener, de la persona sobre las cosas siendo testigos de una fraternidad universal y germen de comunión con todos los hombres. 

 


CONCLUSION

Muy bien podríamos hacer relectura de nuestra vida tanto personal como comunitaria como la amorosa historia de amor de Dios con su pueblo y con cada uno de nosotros. El  Señor quiere entonar un canto de amor por su precioso jardín.

El Señor como amoroso jardinero y sembrador nos plantó e injertó con inmenso cariño en una tierra elegida de su propiedad, en una viña selecta. Podemos rescatar los recuerdos de nuestros padres, familia, entorno familiar donde recibimos el don precioso de la fe. un Dios providente que con esmero cuidado cultivo nuestra tierra, nuestro jardín, nuestra viña. la preparó, la cavó, la despedregó y planto en ella una cepa exquisita.

Pasaron los días, los meses, los años, toda una secuencia de inviernos y primaveras. entre medias de heladas y escarchas no faltó el sol de cada mañana. el sembrador esperaba ver las primeras yemas porque la viña exhalaba el perfume y fragancia de la vida que corría por su savia. Vino el tiempo de la floración. Aparecieron los primeros brotes y se oyó el canto de los pájaros bendecir cada mañana. El maligno también merodeaba plantando la cizaña y permitiendo alimañas y raposas destruyeran los brotes en flor. el buen jardinero protegió a su viña para que el maligno no la echase a perder. El buen jardinero la podaba con cuidado diciendo: esta viña selecta ha sido destinada para producir un vino exquisito reservado para mí.

Pasaron los días y surgieron los racimos y crecieron las uvas y llegó el tiempo de la recolección. El dueño del jardín mando a sus operarios para recoger el fruto de la viña. las uvas fueron recogidas en canastos y llevados al lagar. Allí fue aplastado y triturado hasta separar el mosto del vino. Si las uvas no se hubieran prestado a ser machacas hasta exprimir el jugo y privarlas del pellejo no se daría el fruto deseado. El vino fue guardado en grandes barriles esperando su fermentación.

Fue el tiempo de la prueba. Pasaron largos años de espera en la cueva donde no daba el sol. Tocaba esperar en medio del dolor, de la espera de un destino prometedor. En ese tiempo el viñador bajaba a probar de su vino a degustarlo para ver si exhalaba su olor y sabor.

Cuando llegó el tiempo apropiado, el vino fue separado y reservado, sellado y embotellado para que no perdiera su cualidad. Su destino fue una pequeña iglesia y ofrecido en un pequeño altar. El día llego cuando el vino junto con unas pequeñas gotas de agua fue vertido en un cáliz. Escuchó la bendición del sacerdote que lo ofrecía en la misa. De repente escuchó las palabras del Señor y se estremeció: Tomad y bebed este es el cáliz de mi sangre, sangre de la Alianza nueva y eterna que será derramado por todos para el perdón de los pecados. Nunca hubiera imaginado que ese era el maravilloso destino para el que había sido elegido y reservado desde el principio.

A lo largo del ensayo hemos querido poner énfasis en lo que supone el cuidado, el cultivo del jardín interior. como decíamos en la cultura de oriente este cultivo del jardín interior: Riyadah es una práctica no solo enraizada en la cultura semítica sino en toda la cultura oriental. La Riyadah consiste en llevar a cabo una disciplina de vida que tienda a orientar la persona hacia su meta final tratando de corregir y domeñar los apetitos sensuales que, cuando son excesivos, hacen al ser humano esclavo de sí mismo. Mediante esta disciplina la persona consigue un nivel de conciencia del Creador y unas cualidades de comportamiento, superiores. Se trata, en definitiva, de cultivar el jardín interior. Hemos visto cómo esta acepción, la del jardín como metáfora de la purificación del alma y de sus frutos, está igualmente muy presente en la terminología sufí, o mística, del Islam.

Desde una lectura de fe cristiana nos sumerge en el misterioso mundo de la acción de Dios guiada por su espíritu. No se trata tanto de ver el fruto de lo que nosotros hacemos sino de percibir la acción de Dios, lo que Dios hace a través de nuestras pobres vidas y nuestras pobres acciones. En Él nada tiene desperdicio. el hombre debe elevarse por encima de lo que hace, de su propia obra para ver la obra de Dios. No somos dioses, somos pobres humanos, nuestras obras no pueden llegar a arreglar y salvar el mundo. El Señor no mira las obras y los sacrificios externos, mira en lo profundo, mira el corazón.

el hombre no es salvado por sus obras, es preciso que se haga el mismo la obra de de Dios. Debe dejarse trabajar transformar por la acción amorosa de su Creador. Es preciso hacerse moldeable porque solo en este estado de abandono confiado se opera el milagro que hace el Señor.

En Occidente vivimos en un mundo frenético con un gran marasmo espiritual donde no damos tiempo par lo esencial. Frente al olvido del ser en una cultura que priva el hacer se trata sobre todo de prestar oídos a nuestro Ser esencial. Se trata de volver a latir con el pulmón espiritual de Oriente. más aún de sentir y palpitar con el latido del corazón de Dios impreso en toda la creación y en todas sus criaturas.

Por lo general las prácticas espirituales se desarrollan en un contexto rígido de normas restrictivas que no ayudan a crecer espiritualmente. Se trata de humanizar y volver a la espiritualidad del corazón y a la norma inscrita en su propio interior y en su propia naturaleza. Se trata de un camino de maduración espiritual separado de los ritos y prácticas ascéticas para ahondar en un camino de integración y maduración humana (towards wholeness, holiness).

El ensayo puede ayudarnos a descubrir una experiencia religiosa incluso más allá de las religiones o prácticas religiosas y que ahonda en el ser de la persona en la experiencia de una trascendencia inmanente que nos mueve a un proceso de unidad y comunión con la creación y con el mundo entero. No obstante he querido profundizar en el cuidado del jardín interior desde una perspectiva cristiana con fuertes raíces antropológicas.

Hay una regla de vida en la naturaleza humana y en toda la creación: los ríos no beben su propia agua, los árboles no comen su propia fruta, el sol no esparce su fragancia para sí mismo. Vivir para los demás es una regla inscrita la naturaleza. Todos nacemos para ayudarnos unos a otros. No importa lo difícil que sea... La vida es buena cuando eres feliz, pero mucho mejor cuando los demás son mejores gracias a ti (Papa Francisco)