CULTIVANDO NUESTRO JARDIN INTERIOR
"Mi alma tiene sed como un jardín seco, sin vida y sin agua. Espera al Señor con valentía y verás la bondad del Señor. El Señor desciende de los cielos como lluvia para regar y nutrir la tierra. Cambia el espíritu de tristeza y ponte la vestidura de alabanza. Cantarás la bondad del Señor. Este es el día que el Señor ha hecho, nos regocijaremos y nos alegraremos en él". (Sal 27:63)
I. 1 INTRODUCCIÓN
En la Biblia aparece en varias partes
la imagen de Dios jardinero, viñador cuidando de su jardín de su viña. En el
libro del Génesis Dios coloca a los primeros padres en un jardín, el Edén, y
los bendijo y les dijo: sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y
cuidad de ella (Gen 1,20). La tierra la pobló de vegetación y un manantial
brotaba de la tierra que regaba toda la superficie del suelo (Gen 2, 5-8). Dios
hizo brotar del suelo toda clase de árboles deleitosos con frutos buenos para
comer. De en medio del Edén salía un torrente que regaba el jardín y desde allí
se repartía en cuatro direcciones (Gen 2,10). Dios dejó al hombre en el
jardín del Edén para que lo labrase y cuidara de el. (Gen 2,15)
En el Cantar de los Cantares volvemos
a encontrar la imagen del huerto: Eres huerto reservado con una fuente
sellada y tus brotes un exquisito jardín de granados con frutos selectos:
nardo, azafrán, caña aromática, canela con toda clase de árboles de incienso,
mirra, áloe de donde extraer los mejores bálsamos. Oh fuente de los huertos,
pozo de aguas vivas corrientes que fluyen del Líbano. Levántate cierzo, ábrego,
ven. Soplad en mi huerto que exhale sus aromas. Entre el amado en su huerto y
coma de sus frutos exquisitos. He entrado en mi huerto y he tomado mi mirra con
mi bálsamo y he comido mi miel y he bebido mi vino. Venid celebremos. Comed
amigos queridos y bebed hasta embriagaros (CC 4, 12- 16: 5,1)
También en libro del profeta Isaías
Dios aparece como viñador con especial cuidado de su viña selecta. Dios
planta su viña en un fértil otero. La cava, la quita los abrojos, espinos y
piedras y planta en ellas cepas exquisitas. Edifica una torre en medio de ella
y excava en ella un lagar (Is 5, 1-2). Luego explica: la viña es la
entera casa de Israel y los hombres de Israel su plantío exquisito. Esperó que
la viña diera fruto pero se convirtió en erial donde creció la zarza y el
espino. En lugar de dulces uvas dio agrazones. Esperaba justicia y la tierra se
llenó de iniquidad. Espero honradez y lealtad y se dio el escarnio y la
extorsión. Esperó la alabanza y se escucharon alaridos. (Is 5,5)
En el evangelio de San Juan se repite
la misma imagen. Mi Padre es el viñador que cuida de su viña. Todo sarmiento
que no da fruto lo corta y todo el que da fruto lo limpia para que de más fruto.
Yo soy la vid y vosotros los sarmientos. Si no permanecéis unidos a mí no
daréis fruto (Jn 15, 1-2). Después de la muerte de Jesús se aparece en un
jardín y Magdalena lo confunde con el jardinero (Jn 20, 15). La última palabra
de su Resurrección aparece en una tumba en un jardín. (Si el grano de trigo
no cae en tierra y muere no da fruto). Nos deja ver que la nueva vida viene
de la muerte. La vida abundante simboliza la exuberancia de un jardín.
En el libro del Apocalipsis aparece
también la figura del huerto. Y vi unos cielos nuevos y una nueva tierra de
donde brotaba el manantial de la vida que regaba toda la nueva Jerusalén, la ciudad
de Dios. El río de agua viva brotaba del trono de Dios y del Cordero. A una y
otra margen del río hay árboles de Vida que dan fruto doce veces, una vez cada
mes y sus hojas sirven de medicina. (Ap 21,22)
Se podría decir que la imagen del
jardín recorre toda la biblia. En la creación Dios comienza plantando un jardín
donde coloca al hombre, durante toda la historia aparece el callado cuidado de
Dios por su pueblo. Un Dios que espera del hombre el reconocimiento, la
alabanza, la justicia, la fidelidad y que sin embargo lo rechaza, lo olvida y
le revierte infidelidad. Sin embargo, Dios no se olvida de su pueblo, pese su
rechazo lo perdona y pacta con él una alianza eterna.
Para este ensayo se han utilizado a
manera de inspiración las obras de Hannah Hurnard: Mountains of spices y
Wayfarer in the land; Lilian Staveley, La fontana de oro y el
artículo: El jardín espiritual de FUNCI, Fundación de la Cultura
Islámica.
I. 2 LA IMAGEN DEL JARDIN EN LA
ESPIRITUALIDAD ORIENTAL
Los
vocablos Hadiqah,
riyad, yanna, raudah, se refieren, en árabe, al jardín en su
concepción clásica, con distintas connotaciones, mientras que bustan, munia,
ruzafa, buhaira y ‘ars, denominan los grandes recintos ajardinados
de carácter de contemplación de recreo. Por su parte, agdal, sirve
para designar los jardines agrarios. Por no hablar de otras denominaciones
relativas a los lugares donde crecen plantas y plantaciones: garsía, dalia y
demás.
Estos
y otros términos indican con precisión la abundancia de acepciones y de
utilidades que puede llegar a tener el jardín en la tradición islámica y
en la vida cotidiana de los musulmanes. Para los musulmanes el jardín es
ante todo la concentración de los elementos de la Creación; la Creación
entera es un jardín. En él están contenidos todos los parámetros de la
floreciente civilización islámica: estética, arquitectura, espiritualidad,
poesía, aclimatación botánica, matemática, ingeniería
hidráulica, biodiversidad… Pero también está contenido el secreto del Islam, y
todos los estados de esta vida y de otra: la contemplación, el sosiego, la
gratitud, la convivencia, como símbolo del Edén y del descanso eterno.
La
presencia del jardín en la cultura islámica es relevante. No cabe duda de que
en su configuración, el jardín islámico ha recibido numerosas influencias
culturales a lo largo de los siglos, en especial provenientes de las
civilizaciones orientales preislámicas: nabatea y persa. Sin embargo, es
erróneo pensar que el jardín islámico debe su núcleo espiritual y conceptual a
concepciones ajenas. Vamos pues a tratar de definir algunas de estas
especificidades del jardín islámico y andalusí, desde una perspectiva más
espiritual.
Comenzaremos
diciendo que los jardines andalusíes, con sus diferentes usos y morfologías,
hunden principalmente sus raíces en el concepto de jardín paradisíaco (el
Edén). La importancia del agua, de las fragancias, de la sombra, de los
frutos al alcance de la mano y de la existencia de elementos decorativos o de
recreación como pabellones y quioscos, que ya encontramos en los jardines
persas y se reproducen en los jardines islámicos, no responde a un
mero capricho estético, sino a toda una rica cosmología retratada con minucia
en el Libro Sagrado (el Corán), las tradiciones Proféticas y los
tratados sufíes.
El oasis debe
ser el principio del jardín árabe, el oasis, que ofrece al beduino el placer
estético del claroscuro, al presentarse como una ancha banda negra en el
luminoso horizonte, y luego, cuando se acoge bajo sus palmeras colmará el resto
de sus sentidos con la frescura de su sombra, con el agua de su manantial,
recogida en una charca tranquila como un espejo, o sonora y fluyente en
riachuelos o en rudimentarias acequias que nacen de su fuente. El Profeta del
Islam trascenderá estas sensaciones, y mientras los persas habían hecho de sus
jardines, paraísos, los árabes harán del Paraíso un jardín.
Sin embargo, hay otro aspecto
sumamente importante que es necesario resaltar en el jardín islámico, más allá
de su capacidad para reflejar el imaginario del Paraíso, y es el lugar
que ocupa en la cosmología del musulmán, y la relación que mantiene con
el resto de la Creación.
La creación es el primer elemento
de la Alianza divina. Su pacto con la naturaleza rememora el pacto de la
Alianza en el contexto judeocristiano. Aquel que se basa tanto en el dominio
como en el sometimiento a la misma. Es un pacto bi-direccional, donde la
naturaleza, sus recursos y los seres humanos se benefician mutuamente. Donde la
biología y la geometría no se aplican sobre la naturaleza sino se relacionan con
ella.
Esta idea, la de que el
beneficiario del jardín no es solamente el ser humano, sino que se trata de una
interrelación que beneficia también a las demás criaturas vivas, se encuentra
en numerosas ayat (versos, o signos coránicos), donde se
especifica que Allah provee a animales, plantas y seres humanos por igual,
colocando casi siempre al ser humano en segundo o tercer lugar en la mención.
Así lo refleja el siguiente hadiz
recogido por Bujari: “El Profeta (la paz y las bendiciones sean con
él) dijo: ‘Cada vez que un musulmán planta un árbol o siembra una semilla,
tendrá en contrapartida como recompensa todo lo que haya sido comido de la
producción de esta planta, por un pájaro, un ser humano o un cuadrúpedo’”.
Pero, retomando la cuestión del
jardín islámico y andalusí como representación del paraíso, lejos de ser
exclusiva del Islam, es extremadamente antigua. Así, 2.700 años a.C los
babilonios describieron su paraíso en el poema épico de Gilgamesh del siguiente
modo: “En estos jardines inmortales se yergue un árbol… este árbol está
situado junto a una fuente sagrada”.
Este pasaje del Génesis también evidencia la simbología del jardín como sinónimo de Paraíso, presente en el judaísmo y el cristianismo: «Plantó Dios un jardín en Edén, al oriente, y allí puso al hombre a quien formara. Hizo brotar en él de la tierra toda clase de árboles hermosos a la vista y sabrosos al paladar, y en el medio del jardín el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Salía del Edén un río que regaba el jardín y de allí se partía en cuatro brazos. El primero se llamaba Pisón..el segundo se llamaba Guijón… el tercero Tigris… el cuarto Eufrates». (Génesis 2, 8 a 14.)
Pero tal vez fueron los persas quienes más resaltaron la espiritualidad del jardín, siendo los precursores del arte paisajista en el mundo islámico. Así, la palabra “paraíso” procede del antiguo vocablo persa pairideaza. Peiri significa “en torno”, y deaza, “muros”, lo que nos sugiere un espacio aislado y cerrado, precursor del hortus conclusus semítico, y la idea de jardín patio acotado y acogedor, tan querida por los árabes, en contraposición a la inmensidad y el desamparo de su medio natural: el desierto. Y es que la belleza y la Verdad son una, que fluye como el agua a través de las culturas y los siglos.
No obstante, el jardín en su
vertiente espiritual no se circunscribe en el Islam a una mera recreación y
recuerdo del Jardín del Más Allá. El jardín está asociado también a la muerte,
o descanso eterno, como lo demuestra el nombre que recibe el cementerio, rauda
–una de las denominaciones del jardín-, y al florecer espiritual del ser
humano, como se aprecia en el término Raudiyah, o disciplina
para educar el alma hasta que se convierta en un jardín fragante que ofrezca
sus flores y sus frutos a los demás.
Por ello, no es infrecuente que
los musulmanes hablando entre ellos utilicen el término “ganarse el Jardín”.
Término que todos asocian con la recompensa espiritual ante la búsqueda de
perfección en el comportamiento.El jardín tiene además tal importancia en
la vida cotidiana y familiar del musulmán, que a las propias casas dotadas de
jardín interior, se las conoce como riyad, jardines.
I.2.1 El Jardín en el Corán
En
relación a la terminología, cuando se evoca el jardín místico o espiritual se
tiende a emplear en árabe el vocablo Yanna, utilizado en el Corán para designar al Jardín
del Más allá, o Paraíso. Así, lo vemos mencionado en el Libro Sagrado, seguido
de diversos distintivos, no menos de en 120 ocasiones.
La
forma más común es la de Yannat al Firdaws, jardines del paraíso, aunque también
aparece mencionado de las siguientes maneras:
Yannat al-‘adn —
Jardines de la dicha eterna, o jardines del Edén (al-Tawbah:72, al-Ra’d:23)
Yannat al-khuld —
Jardines eternos (al-Furqān:15)
Yannat al-ma’wá —
Jardines de la morada (al-Najm:15)
Yannat
al-na‘īm — Jardines de las delicias (al-Mā’idah:65, Yūnus:9,
al-Hajj:56)
El Yanna, Paraíso, está abundantemente descrito en el Corán.
El Yanna consta de siete niveles, o
estaciones, siendo el séptimo, el Firdaws, el más elevado. En él morarán los
Profetas, y los salihin y los awliya, o protegidos y protegidas de Allah.
«Quienes
obedezcan a Dios y a Su Enviado, Él les introducirá en Jardines debajo de los
cuales fluyen ríos, en los que estarán eternamente» .(Corán: Sura 4, Aleya 13.)
En
la Sura del Misericordioso (ar-Rahman) se describen cuatro jardines. Dos,
frondosos, con dos fuentes manando y dos especies de cada fruta. Además de esos
dos, habrá otros dos jardines verdinegros, con dos fuentes abundantes,
palmeras, granados y frutas. Siendo que el número cuatro es una cifra simbólica
en la escatología musulmana, como se aprecia asimismo en la tipología más común
de los jardines: los interiores de crucero, donde se ven reflejados los cuatro
puntos cardinales, así como los cuatro ríos del paraíso: el Pisón, El Eufrates,
el Tigris y el Amu Dayra.
Vemos
pues en el jardín de crucero o de disposición cuatripartita un ascendente
claramente coránico. Algo de lo que escasamente se ha hablado, aduciendo
generalmente que la forma cuatripartita es solamente propia de la tradición
persa, cristiana y romana.
Según
la descripción coránica, en el Yanna, el Jardín del Edén, habrá además
viviendas amplias, luminosas y agradables, con amplios jardines, valles
sombreados y fuentes perfumadas con alcanfor y jengibre.
Discurrirán ríos de agua, leche, miel y vino (que no embriaga), y se
encontrarán frutas deliciosas al alcance de la mano y árboles sin espinas.
Vemos
nuevamente aquí todos los elementos genuinamente islámicos, más que persas, del
jardín andalusí.
Siempre
según la descripción coránica, el jardín del más allá tiene unas dimensiones
fuera de lo común, difíciles de imaginar, siendo «tan amplio como el cielo y la
tierra”. La concepción del tiempo también es totalmente diferente en la
dimensión divina, siendo así que un día en el paraíso equivale a mil días en la
tierra, en un concepto que “pliega las distancias y estira el tiempo”.
Se
aprecia, en estas breves descripciones, la importancia de estos elementos que
se incorporarán al jardín andalusí: la arquitectura de pabellones y quioscos,
los aromas, los frutos fácilmente asibles mediante los parterres rehundidos, y
la presencia de fuentes y de agua corriente. Incluso los pájaros tienen su
cabida en el jardín andalusí, siendo capaces de recorrer grandes distancias
para encontrar en ellos su sustento y su tranquilidad.
Por
lo demás, estos jardines de tradición monoteísta, que aguardan a los creyentes
y las creyentes, serán un lugar idílico, lleno de paz y al resguardo de las
necesidades y los deseos corporales, a pesar de que la tradición nos los
describe como colmados de sensaciones placenteras.
«No
oirán allí vaniloquio ni incitación al pecado, sino una palabra: ¡Paz! ¡Paz!. Los
de la derecha – ¿qué son los de la derecha?-Estarán entre azufaifos sin espinas
y liños de acacias, en una extensa sombra, cerca de agua corriente y abundante
fruta, inagotable y permitida, en lechos elevados”. (Corán: Sura 56, Aleyas
25-34).
Cuántos
elementos del jardín andalusí reconocemos en estos versos; entre ellos los
lechos elevados, que en la jardinería hispano árabe clásica se representan
mediante divanes y andenes en elevación desde los que contemplar la vegetación
y el agua. También se describen las hileras de árboles, el beneficio de la sombra,
la presencia del agua y la bondad de la fruta.
El
Jardín con mayúsculas también aparece de forma frecuente en la Sunna del
Profeta –las tradiciones relativas a la vida de Muhammad- como la meta máxima a
la que debe aspirar el creyente. En un hadiz qudsi, es decir, un dicho inspirado por Dios a
Muhammad, transmitido por Ibn Abbas, dice Allah: “No es la recompensa de
aquél a quien he favorecido con Mi conocimiento (maarifa) y con el
testimonio de Mi unicidad (tawhid) sino
hacerle habitar Mi Jardín y el recinto vedado de Mi pureza por medio de Mi
misericordia”.
En
otro hadiz dijo
el Mensajero de Allah: “Lo que más hará entrar a la gente en el Jardín son
la conciencia de Allah y el buen carácter”.
I.2.2 Plantas, frutos y aromas de la tradición islámica
Al
igual que el agua, la sombra y los elementos arquitectónicos, la vegetación
–árboles, flores y frutas- ocupa una plaza importante en la descripción del
jardín coránico. Importancia a menudo secundada por la Sunna y
el poemario sufí.
A
través de las descripciones coránicas se aprecia que toda la vegetación
referida, tanto a los jardines y los huertos terrenales, como al Jardín del
Edén, son de tipo mediterráneo y medio oriental, adaptándose a la ecología
propia de la región en la que el Mensaje fue revelado: la Península Arábiga.
Las
vides, la palmera, el granado y el olivo conforman sin duda las especies
coránicas por excelencia, que no han de faltar en un jardín islámico
mediterráneo, y en particular, en un jardín andalusí. En el caso del olivo, es
un árbol considerado además sagrado, perpetuando las creencias mediterráneas
antiguas, y las monoteístas.
En
la Eneida, Virgilio asocia el olivo al acuerdo de paz y de entendimiento. Los
helenos consideraban que los descendientes de los dioses nacían bajo los olivos,
mientras que la maza de Hércules era de madera de olivo y se convertía en árbol
cuando se clavaba en el suelo. Noé por su parte lo llamó símbolo de la alianza
entre la naturaleza y el ser humano, siendo que el Diluvio Universal no llegó a
dañar al olivo, y en el Antiguo Testamento, los hijos del padre fecundo se
comparan con los retoños de olivo.
I.2.3 La simbología de la cerca
La
cerca protege de los viandantes, intrusos y raposas que pueden invadir y
destruir el jardín. Al contrario de la tierra de nadie, el jardín es tierra
selecta y reservada porque tiene un dueño. Al jardín se accede por una puerta
de entrada y se sale por una puerta de salida que puede sr la misma. En el
jardín del Edén después de haber perdido por la desobediencia los bienes
supraterrenales Dios dispuso de dos querubines a la entrada con la llama de la
espada vibrante para flanquear la entrada y custodiarla: Habiendo expulsado
al hombre, puso delante del jardín del Edén querubines, y la llama de espada
vibrante, para guardar el camino del árbol de la vida (Gen 3, 23)
La
puerta de acceso abre unos senderos por los que acceder al jardín, en el centro
del jardín solía colocarse el lugar central del recreo y descanso.
1.2.4 La simbología de la torre, almena, refugio
La
torre, almena o refugio es el lugar del descanso. Después de la fatiga de quien
cuida del jardín necesita ponerse bajo cobijo para descansar. El jardín es
lugar del descanso (raudah). En el libro de Isaías se describe como en
medio del jardín el Señor edificó una torre: Edificó una torra en medio de
la viña… (Is 5,2)
La
torre significa fortaleza. Para el creyente la torre firme y fortaleza debe ser
el Señor, esto hace la persona fuerte capaz de resistir en pie cuando todo parece
derrumbarse. El Señor es mi refugio y fortaleza (Sal 31,4; Sal 46,2; Sal
71,3; Sal 91,2). El profeta advierte a su pueblo permaneced firmes en la fe
porque si no sucumbiréis (Is 7,9)
I.2.5 La simbología del lagar
En el libro de Isaías se describe como edificó en el
jardín un lagar: … y excavó en su viña un lagar (Is 5, 2). El lagar es
el lugar donde se prensa el fruto del jardín. Si se trata de una plantación de
olivos se extrae el aceite (el mosto del olivo), si se trata de una plantación
de viñas se extrae el vino (el mosto de la uva). Tanto el vino como el aceite
además de utilizarse para uso doméstico tenía un carácter curativo. Lo más
significativo del lagar era la prensa, generalmente una rueda de molina que era
arrastrada bien por corrientes de agua o bien haciendo uso de animales de
arrastre como los burros. El lagar contenía tinajas donde almacenar el fruto.
Para los judíos los lagares simbolizaban la riqueza
de las personas. Si estos estaban llenos o rebozaban significaba que tenían una
cosecha próspera. Si se encontraban vacíos era porque la familia no poseía
muchos recursos. Los trabajadores trabajaban en los lagares y vendían
provisiones ese día. Dios reprochará a su pueblo que las tinas del lagar
rebosan maldad (libro de Joel). Debido a esto Dios convocará a su pueblo al
gran lagar de la cólera de Dios. Entonces las eras estarán llenas de grano
limpio y los lagares rebosarán de vino y aceite nuevo (Joel 2, 24)
1.2.6 La simbología del árbol.
La simbología del
árbol se relaciona como elemento de sabiduría: «¿No ves que Dios compara una
buena palabra a un buen árbol? Su raíz es firme y sus ramas se elevan al cielo;
da fruto en todas las estaciones por la gracia de Dios. Dios habla en parábolas
a los hombres para que ellos atiendan. Pero una palabra mala es como un árbol
malo, arrancado de la tierra y despojado de todas sus raíces.» Corán (14,
24-25)
En el libro de los salmos se comienza el primer salmo con la imagen del árbol. Este salmo comienza con la letra Aleph y termina con la letra Tab, como el alfa y omega referido a Cristo. La comparación del árbol sugiere el árbol paradisiaco de Genesis y del Apocalipsis (Ap 22,2) También en el evangelio se compara el Reino de los cielos semejante a un grano de mostaza que un hombre sembró en un huerto y que luego creció hasta convertirse en un árbol entre cuyas ramas anidaron los pájaros. (Lc 13, 18-19)
En
el Corán, el olivo se convierte en el núcleo de un versículo profundo y
alegórico: “Dios es la luz de los cielos y de la tierra. Su luz es a
semejanza de una hornacina en la que haya una candileja. La candileja está en
un recipiente de vidrio que parece un astro rutilante. Se enciende gracias a un
árbol bendito, el olivo, no oriental ni occidental, cuyo aceite casi reluce
aunque no lo toque el fuego. Luz de luz.”
En el evangelio de Juan encontramos una gran referencia al árbol de la vid y al vino. Getsemaní significa el jardín del lagar donde se extrae el vino. En el árbol de la cruz, Cristo simbolizado por la vid selecta es apaleado y estrujado hasta sacar el vino nuevo fruto del Espíritu.
I.2.7 La simbología de la granada
La
granada es otra de las frutas míticas en la cultura islámica. Además de
aparecer mencionada en el Corán, son varios los hadices que
se refieren a ella. No solamente como uno de los componentes de la llamada “medicina
del Profeta”, sino como siendo portada de la semilla y el agua del Paraíso. El
anís, la mostaza y el aloe, también forman parte de la Sunna, entre
muchos otros productos vegetales.
La granada va a ser símbolo de la muerte y la resurrección. Va a significar el fruto nuevo de la resurrección después de la muerte (mito de Peséfone). también en la cultura judía es símbolo del amor y de la fecundidad, de la concordia y de la estabilidad. lo utilizaban en las bodas como regalo a los novios por el número de granos de la fruta que les llevaba a ser representantes de la descendencia de la familia. Recurrían a este fruto después de las laboriosas jornadas de trabajo en tiempos de esclavitud, como un elemento restaurador y celebración del año nuevo (celebración del Rosh Hashana)
I.2.8 Las higueras y las plataneras
Las
higueras y las plataneras son frutos dulces deliciosos al paladar. Destacan
entre algunas de las especies que también benefician al ser humano en esta vida
y en la otra, pero hay otras especies, menos benéficas, asimiladas en el Corán
a terrenos infértiles y áridos: “Pero se desviaron y enviamos contra ellos
la inundación de los diques. Y les cambiamos aquellos dos jardines por otros
dos que producían frutos amargos, tamariscos y unos pocos azofaifos” (34-16).
Este
es un ejemplo del jardín como signo de recompensa, que puede ser perdida por
las malas acciones humanas. En esta aleya se asocian los tamariscos (Tamarix spp)
y los azofaifos (Zizyphus spp) a terrenos baldíos y poco fértiles.
La Sunna contiene
varios ejemplos de la importancia acordada a la plantación de árboles en un
medio, el de la Península Arábiga, árido y falto de vegetación. Así lo recoge
este hadiz recopilado
por Ahmad: “El Profeta (la paz y las bendiciones sean con él) dijo: ‘Si la
Hora del Juicio suena y uno de vosotros tiene un esqueje entre sus manos, que
lo plante si puede, antes de levantarse’”.
Entre
las plantas destacan las plantas aromáticas relevantes por sus aromas.
Violetas, rosas, jazmines, alhelíes, azucenas, azahares, narcisos, lirios,
lavandas y toda clase de aromáticas, aportan su olor en diferentes temporadas,
mientras que el alcanfor, el jengibre, la mirra, el incienso y el almizcle
realzan los jardines espirituales, reconfortando el alma.
I.2.9 La simbología del agua
“Quienes
obedezcan a Allah y a Su Enviado, Él les introducirá en Jardines regados por
aguas vivas, en los que morarán eternamente”. Corán (4-13)
El
agua es otro de los atributos de estos jardines del Yanna, el
Paraíso. También es esencial en la composición del jardín andalusí, como
elemento de regadío, por supuesto, pero también estético y placentero, debido a
su movimiento y su sonido.
En
el Islam, el agua representa la pureza y el conocimiento con sus atributos de
transparencia, luminosidad y adaptabilidad. Estas cualidades cobran aún más
relevancia por el hecho de tratarse de un Mensaje surgido en un medio
geográfico inhóspito donde el agua, contrariamente a otras latitudes, es
percibida como una bendición del Cielo.
I.2.10 La simbología de la fuente
Es
conocida la simbología de los recurrentes canales y fuentes del jardín hispano
árabe, en representación de los jardines del paraíso en los que los creyentes
se hallarán entre fuentes y abundantes arroyos claros de “aguas vivas”.
Mucho
menos conocido es sin embargo el sentido metafórico y espiritual de la
presencia de estanques en el jardín islámico. Otra modalidad arquitectónica
para mostrar el agua en su vertiente quieta y horizontal, con su capacidad de
responder a las necesidades hídricas del propio jardín, pero también
ecológicas, espaciales y lumínicas.
En
la Sîra, o
relato histórico de la vida del Profeta Muhammad, y en numerosos hadices, éste
esperará a los creyentes junto al Estanque, con Mayúscula, en la otra vida.
Así
lo recoge un hadiz
qudsi narrado por el Califa Omar y transmitido por Bujari y
Muslim: “La extensión de mi estanque en longitud, es igual a una distancia de
un mes de marcha; su anchura equivale a su longitud; su agua es más blanca que
la leche; su perfume más intenso que el del almizcle; sus cántaros más
numerosos que las estrellas del firmamento. Quien beba de él jamás tendrá sed”.
Pero
según la escatología islámica, todos los Profetas anteriores tendrán su propio
estanque en el Más Allá. Así se refleja en este hadiz transmitido
por Tirmidhi: “Dijo el Profeta Muhammad:‘Ciertamente que cada Profeta tendrá
su propio estanque y ruego a Allah que el mío sea el que tenga mayor número de
creyentes para beber’”.
Aquí
vemos claramente la metáfora referida al agua como la bebida que apaga la sed
del alma. Pero, también, de forma inequívoca, la importancia de la presencia de
estanques en la tradición paisajista islámica, más allá de las influencias
ajenas, como sucede con la jardinería persa, también muy prolija en estos elementos
hídricos.
I.3 El cultivo del jardín interior: la Riyadah
Ahora
veremos la simbología del jardín en la tradición islámica, como sinónimo de
perfeccionamiento humano. De florecer del alma.
La Riyadah es
una disciplina espiritual, cuyo nombre viene del árabe Riyad, jardín,
arriate, en español. Mediante esta disciplina se pretende purificar el alma,
convirtiéndola en un jardín, cuya tierra fértil pueda ser sembrada y dar frutos
adecuados, ofreciendo su sabor a los demás.
La Riyadah consiste
en llevar a cabo unos hábitos austeros, una disciplina de vida que tienda a
domeñar los apetitos sensuales que, cuando son excesivos, hacen al ser humano
esclavo de sí mismo. Mediante esta disciplina el musulmán o la musulmana
consigue un nivel de conciencia del Creador y unas cualidades de
comportamiento, superiores.
Se
trata, en definitiva, de cultivar el jardín interior. Vemos cómo esta acepción,
la del jardín como metáfora de la purificación del alma y de sus frutos, está
igualmente muy presente en la terminología sufí, o mística, del Islam.
Así
lo expresa el Sheij Mohammed ibn al-Habib al Amghari, de los siglos XIX-XX en
su Diwan:
«Verás directamente a un Señor cuyos atributos han sido
manifestados por los secretos de los fenómenos y las luces del jardín…»
Por
su parte, el místico persa del siglo XII persa Abul-Mayid Maydudibn Adam Sanaí
escribió un conocido libro sobre el conocimiento gnóstico llamado Hadiqat al-Haqiqah
wa shari’at at-tariqah, «El jardín de la verdad y la ley del camino
o sendero espiritual», que es más conocido como El jardín
amurallado de la verdad.
El
Sheij, o jeque persa, Mahmud Shabestari, del siglo XIII, escribirá un célebre
libro llamado El jardín del misterio, sobre el sufismo amoroso.
Mientras que el Imam an Nawawi escribió, también en el siglo XIII, su célebre
colección de hadices, en
un libro conocido como El Jardín de los Justos.
Vemos
así, a través de los manuscritos que han llegado hasta nuestros días, la
importancia de la iconografía del jardín en la mística musulmana, como símbolo
de la más alta estación espiritual que el ser humano pueda alcanzar.
I.4 El jardín del descanso: la Rauda
Pero,
la importancia del jardín no se circunscribe solamente a la existencia, siendo
como es, un sinónimo de la vida, un elemento orgánico, en perpetuo movimiento,
crecimiento y transformación. El jardín se asocia también a la muerte, al
descanso del alma.
De
ahí que el cementerio musulmán se conozca como Rauda, del árabe hispano rauda, mausoleo,
y éste del clásico raudah, jardín. La palabra raudah aparece
para el jardín celestial, pero también, ya un poco más adelante, en relación
con la tumba de Muhammad.
Hoy
este vocablo se conserva para designar los cementerios musulmanes. En España,
como ejemplo significativo, tenemos la Rauda, o cementerio Real de la Alhambra.
De
hecho, todos los alcázares tuvieron su propia Rauda, dotada de panteones
familiares, asociada a un jardín, probablemente como forma de anticipar el
Paraíso prometido. La tuvieron los alcázares de Córdoba, en el siglo X; los de
Sevilla, en los siglos XI y XII; el de Valencia, antes de su conquista, y la
Alhambra de Granada.
Esto
se puede interpretar como una necesidad de enterrar el cuerpo difunto en un
entorno apacible y verde, donde el alma descanse y pueda evolucionar en su
viaje hacia el Más Allá.
Así,
existe una tradición islámica de cuidado y embellecimiento de los cementerios
como forma de ejercicio útil para la comunidad. Arreglar o cuidar los
cementerios colectivos se considera en el Islam una suerte de sadaqa, de
acto piadoso.
I.5 La flor de loto
La flor de loto es considerada como la flor sagrada o la flor selecta. En oriente se estima el jardín como un lugar selecto. En medio de todas las flores destaca una muy relevante para la espiritualidad oriental. El caso del azofaifo o flor de loto en la tradición islámica es muy peculiar. En el Corán puede estar asociado a terrenos áridos o baldíos, pero también alcanza un grado sumamente elevado en otras azoras. Es el caso de la de la Estrella: “Ya le había visto descender en otra ocasión junto al azofaifo del confín, junto al cual se encuentra el jardín de la Morada. Cuando el azofaifo estaba cubierto por aquello tal vez se refiera a la Luz divina”.
Según ciertos místicos del Islam, el azofaifo
representa aquí un árbol celestial ubicado en el séptimo cielo, a la
derecha del Trono de Allah. Se trata del máximo límite que puede alcanzar
cualquier criatura en su acercamiento a Allah.
Sin embargo, con respecto a esta especie
nombrada sidrat en el Corán, existe una contradicción entre los
arabistas, que no ha sido evocada, que se sepa. Algunos han traducido el
término sidrat como ‘azofaifo’, mientras que otros lo hacen
como ‘loto’. Lo que no sabemos es si es debido a que el nombre científico del
azofaifo es Ziziphus lotus.
La flor de loto es considerada con valor sagrado y de
gran simbolismo y significado. La flor de loto nace en aguas pantanosas y
estancadas. La flor de loto fue venerada por culturas milenarias. La flor de loto simboliza la pureza del cuerpo y del alma.
Revela la inocencia y la naturaleza original del corazón.
En la mitología griega dicha flor
significa triunfo, gracias a la leyenda de la diosa atrapada en el lugar
llamado Loto y su gran lucha por salir de allí en forma triunfante de flor de
dóciles pétalos. Según los antiguos egipcios, la flor de loto está asociada con
el renacimiento, con volver a nacer. La flor de loto es una flor que se retrae
en el agua por la noche y que emerge en el sol al día siguiente. Durante la
noche, los pétalos de las flores se cierran y la flor se sumerge bajo el agua.
Antes del amanecer se levanta, hasta que vuelve a salir a la superficie, cuando
abre sus pétalos.
Muchos de los dioses y diosas del
hinduismo están vinculados a la flor de loto. Brahma, el dios de la creación,
se representa como emergente de un loto. Simbólicamente, la flor de loto se
asocia con la figura de Buda. Según la leyenda budista, cuando Buda dio sus
primeros siete pasos en la tierra, florecieron siete flores de loto, cada paso
representa un paso en el crecimiento espiritual. Por el hecho de que la flor
surge de las aguas pantanosas y oscuras fue considerada por antiguos y en la
India, como un símbolo de aquello que se alza desde lo bajo y alcanza la
elevación de las alturas.
Los cristianos celebrando el Misterio Pascual invitan a experimentar la fuerza de la Resurrección. El simbolismo de la flor de loto es usado para describir precisamente ese deseo que late en el corazón de todo hombre: la posibilidad de nacer de nuevo de comenzar de nuevo. Todos experimentamos el deseo de eliminar las cosas negativas del pasado para comenzar una vida nueva. Coincide con las tradiciones espirituales de oriente que refieren el significado de esta flor basándose en que florece sobre la ciénaga, como una metáfora del triunfo del espíritu venciendo sobre los deseos carnales. La flor de loto es la prueba de que una vida resplandeciente y brillante puede surgir desde los lugares más enfangados y oscuros.
Dios coloca a los primeros padres en un jardín, el Edén, y los bendijo y les dijo: sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y cuidad de ella (Gen 1,20).
1
LA VIDA COMO JARDÍN INTERIOR
La vida es un regalo y una tarea.
Convertirse en una persona humana requiere crecer y suponer un proceso constante
de desarrollo. Somos una persona emergente, una persona en proceso una persona
que cambia continuamente. La verdadera vida requiere apertura a la
trascendencia. La persona sana es aquella que se está moviendo en la dirección
hacia la plenitud, hacia la santidad.
Necesitamos crecer desde dentro para
lograr esta totalidad. Uno tiene que vivir en el momento presente mirando hacia
su orientación y propósito. La persona sana está arraigada en el ser interior.
Vivir en el presente con su propio yo experimentado sin trabas que está
constreñido pero que no tiene ansiedades sobre el futuro ni culpa por el
pasado. Por lo tanto, esta persona es libre de vivir y ser creativa en el
presente. Uno necesita ser consciente y aceptar su verdadero yo con todas sus
necesidades, miedos, anhelos y prejuicios. Es necesario este autoconocimiento y
conciencia para asumir la responsabilidad de los objetivos y el bienestar de
uno.
Debemos responder a nuestra sed más
profunda. ¿Qué te hace realmente feliz, qué te hace sentir vivo, qué te impide
experimentar esta vida alegre llena de asombro?
Estamos arraigados en un lugar sagrado
(quítate las sandalias porque estás parado en tierra santa (Ex 3,4). Es
necesario ir más profundo (empujar el barco más lejos de las aguas profundas
(Lc 5,4) y ser capaces de identificar nuestros objetivos, deseos más allá de
nuestras necesidades. Lo más hermoso que podemos experimentar es reconocer lo
misterioso de la vida (burnig bush experience). La vida es un regalo que
nos ha sido dado. La vida tiene su propia regla y orden, la regla de la vida es
la ley del amor que está escrita en el corazón. En lo profundo de nuestros
corazones sabemos cuándo quebrantamos la ley de la vida. De nuestro ser
interior, del río de la vida, sale la vida.
Sólo a través de la apertura a la
trascendencia el hombre puede descubrir el valor y el destino reales. El hombre
está llamado a una plenitud de vida que supera con creces la dimensión de su
existencia terrena, porque consiste en participar y compartir la vida misma de
Dios. La vida consiste en la comunión con Dios. Esta vocación sobrenatural
revela el valor más grande e inestimable de la vida humana.
Estamos llamados a promover y cuidar la
vida humana desde el principio hasta el final. Estamos llamados a dar el regalo
que se nos dio. Debemos mostrar cuidado por toda la vida, en sus distintas
fases y cuidado por la vida de todos. Debemos promover y apoyar la vida con
especial cercanía a los pobres y marginados que sufren, para cuidar de la vida
que está enfermo o discapacitado, especialmente en los más vulnerables.
Dios dejó al hombre en el jardín del Edén
para que lo labrase y cuidara de él. (Gen 2,15)
2
VIDA PARA SER CULTIVADA. CRECIENDO HACIA LA PLENITUD
La personalidad ideal no es algo fijo o
hecho, sino algo a conseguir, algo en lo que convertirse. La capacidad de amar
es algo que no se adquiere de una vez por todas, sino algo que debe crecer y
desarrollarse. La vida al principio puede ser una aventura apasionante,
interesante y maravillosa pero que para muchos se convierte en una carga y un
problema no resuelto. La vida se vuelve significativa cuando no perdemos la
orientación fundamental. Aquí hay una pregunta fundamental: ¿Cuál es el
significado del valor y el propósito de la vida?
Crecer hacia la plenitud es un proceso
de integración. El arquetipo de la totalidad en la cultura asiática se presenta
en el círculo del yin-yang que expresa el misterio de nuestra
totalidad en nuestra esencia en última instancia, que no tiene principio y
nunca termina. Simboliza nuestro mundo de la luz y también de las fuerzas
oscuras. Mirando de cerca el símbolo del yo, uno ve que en las áreas de luz
queda una mota de oscuridad. Del mismo modo, en el terreno de la oscuridad,
persiste una pequeña llama de luz. En el crecimiento psicológico, el símbolo
ying-yang nos guía para ver que en los momentos más prósperos cuando
experimentamos, alegría, éxito necesitamos mantenernos vigilantes para que
nuestros logros no se conviertan en ídolos que nos arruinen al final.
No podemos identificar el progreso con
logros, talentos y prosperidades creyendo erróneamente que todos estos son lo
que somos. Esto indica que necesitamos seguir creciendo, aprendiendo y sanando
para que podamos controlar y posiblemente transformar nuestra tendencia
demasiado humana a ser destructiva, mientras estemos vivos.
La personalidad ideal se refiere a una
persona cognitivamente sana que puede crecer en todos los niveles de desarrollo
humano e integral, como los niveles mental, social, emocional y espiritual. La
vida requiere la capacidad de crecer y aprender, establecer y mantener
relaciones felices y significativas, cumplir con los valores morales básicos.
La personalidad supone la
autodeterminación para adquirir el pleno uso de nuestros talentos, capacidades
y potencialidades en un proceso continuo en el que expresa y comparte su
verdadero yo plena, creativa y alegremente. Una persona ideal toma decisiones
libremente y voluntariamente asume la responsabilidad de esas elecciones.
Las relaciones son algo no adicional
sino fundamental. Somos seres relacionales y nuestra vida se convierte en
bienestar cuando participamos de relaciones positivas con los demás.
Necesitamos crecer para establecer conexiones significativas con los demás.
Erikson interpretó la personalidad a través de ocho etapas de crecimiento con
sus correspondientes crisis psicológicas y fortalezas y virtudes básicas. El
logro de las virtudes de las etapas conduce a una sensación de estar en casa en
nuestros propios zapatos.
Debemos cultivar el don de la presencia
para uno mismo y para los demás. Debemos estar presentes para nosotros mismos,
plenamente vivos, en contacto con nuestra naturaleza encarnada y sensible.
Debemos ser conscientes y estar presentes del don de los demás. Todos deben ser
bienvenidos porque cada persona es valiosa y única. La presencia se aprende a
través de ejercicios de meditación y atención plena.
Debemos cultivar la mente a través de
la meditación. Debemos limpiar los irritantes y los malos pensamientos, para
sacarlos. (Jesús dijo que debemos quitar la viga de nuestros ojos antes de
tratar de quitar la mota de los ojos de otra persona). Es bueno crear algunos espacios
de jardín en los que las personas
puedan plantar y cosechar su propio ser en el que realmente se mate a ellos.
Luego fertilizas, bombeas energía y disciplina al suelo mental. Luego siembras
la semilla y cosechas tus cosechas de fe, moralidad, atención plena y sabiduría
(Jesús también explica la parábola de la semilla).
La tierra la pobló de vegetación y un
manantial brotaba de la tierra que regaba toda la superficie del suelo (Gen 2, 5-8). Dios hizo brotar del
suelo toda clase de árboles deleitosos con frutos buenos para comer. De en
medio del Edén salía un torrente que regaba el jardín y desde allí se repartía
en cuatro direcciones (Gen 2,10)
3
REGAR Y NUTRIR NUESTRO JARDÍN INTERIOR
El jardín y las plantas necesitan ser
nutridos y abonados. Hay un agua viva que nos trae vida viniendo del lado
abierto de Cristo. (Junto a la cruz, uno de los soldados hundió su lanza en
el costado de Jesús y de inmediato se derramó sangre y agua (Jn 19, 34). Entonces
se cumplió la profecía de Ezequiel sobre el torrente y el río de la vida: una
corriente de agua fluía al lado del templo. El torrente era demasiado profundo
para cruzar. Esta agua fluye hacia el Valle del Jordán y el Mar Muerto. Cuando
desemboca en el Mar Muerto, reemplaza el agua salada con agua dulce.
Dondequiera que fluya el arroyo, habrá todo tipo de frutas. (Ez 47)).
No podemos vivir de espaldas a la
realidad ignorando nuestro ser profundo. Todos sentimos el anhelo ardiente de
una sed interior. Somos sedientos de Trascendencia, sedientos de Dios. San
Agustín decía que buscaba por fuera y olvidaba que lo llevaba dentro. Dios
existe rigiendo las leyes del universo. Algo, alguien que está muy dentro de
nosotros necesita ser nombrado, reconocido, aceptado. Perdemos demasiado tiempo
buscándolo en direcciones imposibles. Entra dentro de ti mismo y ora en lo
secreto. Atrévete a encontrarlo a través de un corazón humilde, de un yo
despojado de vanas pretensiones. Del pensamiento nace la ternura y del afecto
el amor, el amor se convierte en servicio y atención. Madre Teresa decía: el
fruto del silencio es la oración; el fruto de la oración es la fe; el fruto de
la fe es el amor; el fruto del amor es el servicio,; el fruto del servicio es
la paz.
Es necesario aprender a habitar el modo
mental del ser. Levántate cierzo,
ábrego, ven. Soplad en mi huerto que exhale sus aromas. (CC 4)
Prestar oídos al ser esencial. En una
cultura donde priva el hacer dar primacía al ser, al ser esencial. El ser
esencial es el modo de participación individual del hombre en el Ser divino que
lo trasciende. El ser de un hombre es el modo por el cual participa en el Ser
en su Trinidad, es decir, en cuanto Plenitud, Orden, Unidad. Hay un modo
de ser, una manera atenta de tratarnos, tratar a las personas y las cosas, de
suerte que la docilidad de todas estas cosas nos conmueve profundamente como
una especie de salvación de la unidad del Ser. La presencia como atención y cuidado ayuda a
ponerse en contacto con su persona única a través de una iniciación al wonder.
Esto supone un proceso de apertura, conciencia, aceptación, comprensión. Hemos
perdido el sentido de presencia, el sentido de valorar cada instante, el aquí y
ahora haciéndonos enteramente presentes. Hemos de recuperar el vivir en
presencia, bajo la presencia del Ser esencial. Se trata de vivir más bajo la
influencia del Espíritu.
Dejemos que nuestro aliento interior
respire y actúe en nosotros. Solo así seremos capaces de ocuparnos no solo de
nuestras necesidades y solicitaciones externas sino también de colocarlo todo
en su justo lugar viviendo todas las realidades iluminadas bajo la guía del
Espíritu.
Es importante empezar a tomar
conciencia de la presencia. Presencia significa estar allí para dar testimonio
de uno mismo y del Otro como un lugar sagrado. La presencia es la
capacidad de cumplir, sintonizar y saber activamente cómo está siendo en el
momento. Ayuda a usar tres ojos, el ojo de la carne con nuestros pensamientos y
vista, el ojo de la razón o reflexión y el ojo de los místicos. Estos ojos
espirituales de contemplación dan verdadera comprensión, abriendo nuestro
corazón, mente y cuerpo a una conexión más profunda con la trascendencia.
San Buaneventura dice: Nuestro Señor
Jesucristo iluminará los ojos de nuestra mente para guiar nuestros pasos pies
en la dirección de la paz, que va más allá de la percepción. Fluyendo del
abismo secreto del corazón de nuestro Señor hay una corriente para conferirnos
vida y gracia que se convierte en un manantial de agua viva que brota a la vida
eterna. Presiona tus labios contra la fuente. Saca agua de los pozos de tu
Salvador. Buscad en la gracia de Dios, no en la doctrina, en el anhelo de la
voluntad, no en el entendimiento, en la vista de la oración, no en la
investigación y mirad no a la luz, sino más bien al fuego furioso que lleva el
alma a Dios con intenso fervor y amor resplandeciente. (San Buenaventura,
Viaje de la mente hacia Dios)
Dios planta su viña en un fértil
otero. La cava, le quita los abrojos, espinos y piedras y planta en ellas cepas
exquisitas (Is 5,1)
4
SOLICITACIONES INTERNAS Y
EXTERNAS
A lo largo de la vida se dan toda
clase de retos y ajustes. En la primera fase de la vida la persona se abre al
reto de la integración de las solicitaciones externas. Se precisa reconocerlas
para superar la conflictividad que nos viene de afuera.
En la mitad de la vida se vive una
fase de transición. En esta fase debe llevarse a cabo el reconocimiento y
encuentro con la sombra (Según June la parte oscura de uno mismo,
desvelarse el verdadero yo quitándose la máscara) El reconocimiento de
la sobra supondrá el conflicto de la realidad de uno mismo confrontada con su
propio potencial a realizar y la reorganización de las diversas orientaciones
con el resurgir del verdadero yo (no del yo ideal) supone un turning point
un renacer Rebirth. La persona se abre a una nueva configuración
integrando el lado débil, oscuro de uno mismo. Se precisa sabiduría interior,
apertura al Espíritu, conversión interior. El misterio pascual
representa la tensión dramática entre la vida y la muerte, la lucha entre los
dos antagonismos, la conjura contra la vida y el poder del mal (misterio de
la iniquidad y el pecado) y por otro la esperanza de la liberación y la
redención fruto del amor de Dios (misterio de la misericordia divina)
El pleno desarrollo del yo se lleva a
cabo en la última parte de la vida. Supone la plena integración del mundo
interior y la integración de las funciones no desarrolladas con la
transformación de toda la realidad. Somos llamados a una plena integración
incluyendo los aspectos simbólicos y espirituales. Una unidad e integración con
el cosmos y universo entero.
Estamos llamados a vivir en comunión
con Dios y con los demás, a crecer y desarrollarnos hacia la intimidad y la
amistad social. La persona sufre por falta de amistad, de intimidad. La persona
que no ha sido capaz de resolver la oposición entre fusionarse con los demás y
defenderse experimentará tensión en muchas situaciones interpersonales. La
persona intentará evitar aquellos contactos con otros que podrían desarrollarse
hacia la intimidad. Habrá poca capacidad para discriminar entre la variedad de
demandas interpersonales.
La tensión de esta crisis interpersonal
puede provocar tres tipos de actitudes. Aislamiento, comportamiento
estereotipado y promiscuidad. El aislamiento se refiere a la sensación de tener
que permanecer solo. El comportamiento estereotipado es un estilo personal
demasiado formal también sirve para defenderse de las intrusiones de los demás.
Se muestra poco de uno mismo, al menos poco de mi vulnerabilidad, y no se
invita o permite mucha autorevelación del otro. La promiscuidad implica una búsqueda
agitada de intimidad en relaciones improbables, donde las circunstancias son
tales que realmente no puedo compartir o revelar mucho de mí mismo. Esta
tendencia hacia el aislamiento puede convertirse, con el tiempo, en una
incapacidad para arriesgarse con la propia identidad y puede convertirse en una
evitación general de cualquier contacto que pueda conducir a la intimidad. La
persona necesita crecer en intimidad y amistad y llamar para participar
adecuadamente en los diferentes roles de la vida familiar y social.
Trabaja la tierra del huerto, la cava,
la remueve y quita los abrojos, espinos y piedras y planta en ellas cepas
exquisitas. (Is 5,2)
5 INTEGRACIÓN DE NUESTRAS POLARIDADES A TRAVÉS DE LA AUTOACEPTACIÓN
Para Jung convertirse en una
personalidad ideal no es menos que pasar por un renacimiento psicológico.
El proceso continuo para convertirse en persona es un proceso de convertirse en
una persona completa con el objetivo de alcanzar la autorrealización. La
persona ideal es alguien que ha pasado por un proceso de convertirse en un yo
distintivo capaz de integrar los polos opuestos de su personalidad. Es
necesario para tomar conciencia de nuestras sombras, el animus o
anima y ha establecido un equilibrio dinámico entre sus necesidades
internas y la predisposición extrovertida.
La persona se vive en un constante
proceso unitivo integrativo hacia wholeness-holiness. Este proceso no es
un proceso lineal sino dialéctico de integración para armonizar el plano biológico,
psíquico, racional, moral y espiritual. Esto supone integrar las necesidades
internas con las externas, el mundo externo del consciente con el mundo interno
del inconsciente. La madurez es el resultado de la integración de todas las
polaridades que en el ser humano se dan como antagónicas. El proceso de llegar
a ser persona madura requiere equilibrio y sobre todo autenticidad. La madurez
es un proceso permanente de apertura a la trascendencia. Existe un principio
intrínseco de esta autotrascendencia que no es otro que el Espíritu
Santo.
Freud habla de dos polos que luchan en
nuestro interior: el eros y el tanatos, la fuerza de la vida y de la
muerte. El eros impulso de la vida es principio de creatividad,
productividad, respeto, atención, cuidado, amor. El tanatos es principio
de destrucción, agresión, represión, impulsos sádicos y masoquistas. Analiza la
dialéctica tratando de profundizar el conflicto de las fuerzas antagónicas. Su
visión es un tanto negativa al dejar la persona marcada por su impulso
destructivo de muerte más que de la vida. Enfatiza la tendencia del ser humano
hacia la represión, la supresión, la alienación lo que crea sentimientos de
culpabilidad disgusto y repulsa que aumenta la tendencia hacia la agresividad. Su
modelo instintivo mecanicista nos deja ver una visión cerrada de un ser abocado
a la destrucción y la muerte. La concepción del ser humano es propia de una
visión sin apertura al trascendente. El hombre se concibe como un sistema
cerrado incapaz de superar los sentimientos de aislamiento y negatividad. El
hombre precisa de su radical apertura a la trascendencia para desplegar su
deseo de comunión y de amor venciendo el desamparo de la propia flaqueza.
Cada prueba, cada prueba, cada
dificultad y experiencia aparentemente equivocada por la que tengas que pasar
es una oportunidad que se te concede para vencer el mal y sacar algo bueno. Tu
sufrimiento y tristeza son el pase de crianza más privilegiado para manifestar
la gloria de Dios. Si tan solo te dieras cuenta de tu destino, cómo te
regocijarías incluso en cada experiencia de prueba y tribulación. Te complacerías
en las enfermedades, en los reproches, en las necesidades, en las persecuciones
y angustias por la sacudida de Cristo, porque cuando eres débil, entonces
aprendes cómo ser fortalecido.
Edifica una torre en medio de ella y
excava en ella un lagar
(Is 5, 2).
6
NECESITAMOS VOLVER A NACER
Hay una ley secreta en la naturaleza: si
el grano de trigo no cae sobre la tierra y muere, no puede producir fruto. Hay
una necesidad de ir profundamente más allá de nuestro ego, o perdernos a
nosotros mismos para encontrarnos a nosotros mismos. Aunque la integración de
la personalidad es un objetivo que nace
de la autorrealización abierta a la trascendencia. Para crecer más plenamente y
lograr el bienestar, debemos tocar la base o familiarizarnos con nuestro
ser interior, nuestra esencia, un núcleo más profundo y superior que se
encuentra más allá de la personalidad.
Donde la autorrealización de
nuestra personalidad crece profundamente por la autotrascendencia. Es en
el nivel de la esencia que nuestras personalidades distintivas se expanden y
profundizan en su totalidad. Se dice que cada uno de nosotros es una chispa
única del único Santo. Todos somos parte de la unidad fundamental. La persona
descubre gradualmente su centro unificador más allá del ego, un yo más profundo
y transpersonal.
Cuando se dan síntomas de estancamiento,
esterilidad, enfermedad y de muerte es a la vez una llamada a nacer de nuevo.
Juan XIII hablaba de ver la humanidad como un cortejo fúnebre, muertos que
caminan sin vida porque falta la vida del Espíritu. Si falta la vida del
Espíritu el mundo es como un museo de cera, un gran cementerio.
Se puede vivir, sin alma, sin espíritu,
encadenando gestos gestos y palabras, actos y discusiones como un mero robot. Hay
que hacer la experiencia de que hay otra manera de ser yo, oblativa, entregada,
gratuita, interior. Estamos llamados a abrirnos al Espíritu, a nacer del Espíritu.
Participar del mundo del Ser, de la Fuente de la vida.
El hombre ha sido creado para el bien,
el amor, es algo que lleva inscrito en su naturaleza. La verdadera salud reside
en la integración y orientación de los polos y de las facultades (inteligencia,
deseo, fuerza, memoria, imaginación) hacia sus funciones naturales (buscar,
amar, luchar) con el fin de alcanzar la comunión con Dios y con los hermanos.
Esperó que la viña diera fruto pero se
convirtió en erial donde creció la zarza y el espino. (Is 5,5)
7
DEBILIDADES Y FORTALEZAS
Qué gran paradoja. Las cosas débiles y
necias tan a menudo parecen ser elegidas por Dios para manifestar su gran poder.
Los siervos del Señor han sembrado en debilidad y dificultad y, sin embargo,
con esperanza. Me di cuenta de mi propia insuficiencia y de las grandes
dificultades que yacían en la confianza y aceptación de Dios. Muchas veces
experimentaremos un terrible sentimiento de completa inaptitud, incapacidad
impotencia sobre nosotros mismos. Nos hemos vuelto demasiados autosuficientes.
Debemos cambiar nuestro modo de ser y aprender el hábito de aprender esperando
y pidiendo su guía. Sólo Dios y no un ser humano puede ayudarnos en algunas
pruebas y momentos de angustia. Es la oportunidad de encontrarnos con aquel que
es nuestro auxilio y nuestra fuerza.
Las dificultades tienen un potencial
positivo y no deben confundirse con enfermedades, traumas o psicopatologías.
Las crisis son oportunidades para elevarse a un nuevo nivel de conciencia. Las
emergencias espirituales se mantienen como crisis de evolución. Las emergencias
espirituales a menudo siguen a una poderosa experiencia de pérdida, enfermedad
o varios fracasos.
Esto requerirá aceptación con alegría,
soportando con amor. Esto supone paciencia y perseverancia. La flor del amor
floreciendo en tu corazón. El amor no viene tratando de forzar. Esperar en la
noche del dolor el amanecer de la mañana de alegría. Los corazones rotos miran
hacia arriba y ven que el amor transformará su pena y dolor en alegría y
alegría. De las cenizas florecerá la alegría donde han estado las lágrimas.
Nuestros mayores tormentos y fracasos deben convertirse en las cosas más
fuertes y mejores de nuestras vidas.
En lugar de dulces uvas dio agrazones.
(Is 5)
8
INSATISFACION AMARGURA Y MURMURACIÓN
Los enemigos plantarán veneno amargo.
Cuando dejamos de amar, actitudes atormentadoras te asaltarán, amargura,
resentimiento, resentimientos sombríos y rencorosos. Necesitamos ser sanados y
cambiar la amargura con el ungüento suave de la alegría. No podemos cambiar solos estos fuertes sentimientos de nosotros mismos. Necesitamos ser amados si
queremos amar. Debemos empezar a aceptar con humildad.
Un gran paso es el reconocer las
enfermedades del alma que nos roban la paz interior. Se precisa detectar todos
esos sentimientos desoladores que provocan insatisfacción, desgana, amargura,
frustración y que proyectamos fuera con descontento y murmuración. Se precisa
de un autoexamen tratando de ver cómo me comporto, el porqué de mi
comportamiento, para viendo las causas tratar de subsanar los malos brotes no
alimentándolos para que no hagan daño sino de corregirlos para dar frutos
buenos. Todo esto supone de una paciente poda. Aparte de nuestras propias
debilidades de temperamento, se dan en nosotros actitudes perturbadoras,
actitudes infelices y atormentadoras, que son un obstáculos para nuestra
realización y la causa de una vida atormentada.
¿De dónde surge el malestar, la
impaciencia, la cólera, la amargura, los arrebatos, el rencor, la acedia, la
pusilanimidad, la mezquindad? Los brotes malos proceden de un corazón herido y
enfermo. La etiología de enfermedad viene de “in firmus” un corazón
endeble , infirme que no hace pie en sí miso.
Dos movimientos pueden activarse uno de
una búsqueda de seguridad y placer en substitutos o adicciones que en lugar de
aminorar empeoran nuestro estado. Otro el de querer evitar el sufrimiento lo
que nos hace replegarnos, ponernos a la defensiva.
Espero honradez y lealtad y se dio el
escarnio y la extorsión. (Is 5,5)
9
DUDAS Y MIEDOS
Estamos llamados a aprender
constantemente a convertir el miedo en la confianza y la fe usando cada
tentación de temer como una oportunidad para practicar la fe. No debemos encerrarnos
en una cueva oscura en un mundo de oscuridad exterior donde la luz y el amor no
existen. Debemos abrirnos a la luz para que la luz entre cure cauterice. Se
trata de un paciente proceso de abrirnos y dejarnos amar.
No hay peor ceguera que no querer ver.
Nada peor que permanecer en la inconsciencia. Solo la verdad nos hará libres. El
verdadero amor echa fuera todo miedo. Hemos de conjugar amor en verdad.
Muchos de nuestros problemas ocurren
porque basamos nuestras elecciones en certezas poco confiables de acuerdo con
nuestra cultura (todos lo hacen), tradición (siempre lo hemos hecho), razón
(parece lógico) o emoción (simplemente se sintió bien). Necesitamos una norma
definitiva para decidir y discernir cuál es la voluntad de Dios. Escucha a
Dios, lo que dice acerca de nosotros podemos discernir el camino correcto.
La verdad te liberará, pero primero
duele y puede hacerte sentir miserable. Algunas veces aceptar la verdad puede
ser difícil o incluso doloroso. Evitamos la conversión del corazón. Es humano
resistirse al cambio. No debemos tener miedo, hemos de aprender a confiar en
Dios.
A veces debemos confiar en un médico
que ha de operarnos y no tratar de evitar el sufrimiento del dolor, lo hace por nuestro
bien. Por un problema momentáneo podemos alcanzar una gloria eterna. Es el
fuego del sufrimiento el que produce el oro de la piedad. El Señor está lleno
de misericordia y compasión, cerca de los quebrantados de corazón. No quiere la
muerte del pecador sino que se convierta y viva.
Esperó la alabanza y se escucharon
alaridos. (Is 5,5)
10
ENFERMEDADES A CURAR
La enfermedad se produce cuando bajo la
influencia de desviadores, el hombre desvía los polos y las facultades de su
sentido natural que está en Dios. La enfermedad es algo que va en contra de
nuestra naturaleza que nos hace daño y que necesita ser tratado para no
empeorar nuestro estado. Se rompe el sano equilibrio y se produce una
desintegración. Existen numerosos problemas que nos impiden crecer y que pueden
provocar trastornos mentales o enfermedades mentales. Necesitamos ser curados
de la apatía, el aburrimiento, el vacío nacido de la alienación experimentada
de la naturaleza, de otras personas y de nosotros mismos. En tu tristeza, dolor
y pena, volved a Aquel que tiernamente os ayudará. El Señor tomará lo que ha
sido estropeado y arruinado por el mal para producir algo hermoso y bueno.
La perversión es una pérdida de
orientación fundamental. En el origen del desequilibrio y el mal se encuentra
una pérdida de la comunión interior. Cuando se daña la comunión con Dios deriva
en una ruptura con nosotros mismos y con los demás. Las pasiones desordenadas
poco a poco se apoderan del alma y no la dejan progresar. Hemos de cuidar de
tres pasiones desordenadas dañinas porque dañan una relación sana con Dios, con
nosotros mismos y con los demás y que son germen de desorden. El orgullo, la
codicia y la vanidad.
El orgullo nos lleva a centrarnos en
nosotros mismos creyéndonos autosuficientes. Perdemos el centro y sostén de
nuestra vida. Rompemos la comunión con la fuente que nos da el ser y nos
quedamos desnutridos, sin vida. Se cae en un amor desordenado y excesivo de uno
mismo. El excesivo amor propio (filautía) lleva al hombre a verse así
mismo como fuente y fin de sí mismo.
La ansiedad del poseer poniendo los
bienes temporales como fin y no como medio. El uso de los bienes es
administrativo y no abusivo para el propio disfrute. La avidez y la avaricia no
tiene límites. De la codicia material se pasa a la codicia espiritual. Se
propicia el apego al poder y la dominación sobre los otros. Sustituimos el ser
por el tener y la avidez nos hace caer en la sensación de que nunca tengo
bastante.
La búsqueda desordenada de placer, el
alma queda a merced del cuerpo, los instintos más bajos gobiernan el alma.
Nuestro cuerpo debe ser habitado por el espíritu. Sustituimos el ser por el
placer a cualquier precio y las personas pasan a ser consideradas objetos de
nuestro uso.
Eres huerto reservado con una fuente
sellada y tus brotes un exquisito jardín de granados con frutos selectos:
nardo, azafrán, caña aromática, canela con toda clase de árboles de incienso,
mirra, áloe de donde extraer los mejores bálsamos. (CC 4, 12)
11
TRANSFORMANDO LAS POLARIDADES A TRAVÉS DE LA GRACIA Y EL AMOR
¿Cómo transformar los obstáculos y las
actitudes atormentadoras en sus lugares selectos? Un temperamento malhumorado,
una lengua aguda y rencorosa, un hábito mental terriblemente ansioso y
premonitorio pueden ser transformados en sus opuestos por la gracia de
Dios. El amor de Dios toma nuestros defectos y deformidades como una oportunidad
para manifestar su glorioso poder. Restauraré tu tierra seca y agotada para
hacer tu suelo más fértil.
La vida no es un proceso de crecimiento
lineal se vive en un constante proceso dialéctico de avances y retrocesos. Esta
ambivalencia surge de como vivimos la unidad entre nuestra dimensión axiológica
propia de la naturaleza humana y la propia autonomía en el ejercicio de nuestra
libertad. Nuestra tendencia hacia el bien y la verdad se pone en cuestión con
la realidad del mal y del pecado en el mundo.
En el misterio de la Cruz encontramos
una clave para entender la inevitable interacción de las dos polaridades y
fuerzas antagónicas, la vida y la muerte, la presencia del amor y la
contraposición o rechazo al amor. La vida solo se resuelve en la paradoja y
dialéctica de la Cruz. Solo desde la Cruz se puede transformar la muerte en
vida y las experiencias más negativas de la vida en posibilidad de cambio y de
transformación en una nueva vida.
El mundo quedó, en el ejercicio de
nuestra libertad, dominado por el pecado, envuelto en la oscuridad, en la
confusión, en la división. Pero el Padre no nos abandonó en la muerte conforme
a nuestros pecados sino que nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros
pecados. En el mayor rechazo del hombre se da la mayor prueba del amor de Dios.
Cristo mediante su cruz nos liberó del pecado y la muerte.
Dios estaba presente en la Cruz y al
mismo tiempo ausente. Ausencia para el Hijo que sufre y presente para nuestra
salvación. Esta dialéctica de presencia y ausencia nos habla de este proceso
dialéctico. Dios en Cristo, sufre muere y da la vida para darnos la vida y
darnos así la mayor prueba de amor.
El proceso de llegar a ser hombre,
según la imagen del hijo, lo vivimos como un continuo proceso de conversión y
de integración personal y comunitaria. El ser humano es un ser en constante
búsqueda de amor. Solo aceptando la vía de la Cruz encuentra el hombre la
verdadera realización como ser humano. Solamente a través de esa experiencia de
apertura total a la trascendencia y de una constante actualización y apertura
al principio que la guía, el Espíritu Santo, el hombre logra dar con su
verdadera meta y finalidad.
Oh fuente de los huertos, pozo de
aguas vivas corrientes que fluyen del Líbano. Entre el amado en su huerto y
coma de sus frutos exquisitos. (CC 4)
12
APRENDIZAJE, CRECIMIENTO Y SANACIÓN
En el proceso de crecimiento debemos
promover una mayor responsabilidad propia para aprender, crecer y sanar. Uno sólo puede aprender si quiere hacerlo libremente. Solo
puedo llevar al caballo al agua, pero solo el caballo puede beber por sí mismo.
El hecho de que el hombre
responda a unos valores se pone en relación con la integración, la
trascendencia y la responsabilidad. La integración de la persona se deduce del
condicionamiento e interacción entre su ser espiritual, psíquico y somático. La
integración supone el sistema de interrelaciones y condicionamientos mutuos que
hacen posible el funcionamiento de cada dimensión o esfera a la manera
específicamente humana. La integración hace referencia a totalidad, a una
unidad dentro de un todo, al hombre completo. Un hombre integral reivindica ser
un hombre completo, acabado, perfecto. Un hombre bien formado haría relación a
la coordinación y subordinación de todas las partes al todo.
Más sin embargo en la vida
no se da este estado de perfección como algo acabado sino como proceso. La
persona debe caminar con sus propias heridas e imperfecciones en un proceso de
aprendizaje de sanación y restauración que dura toda la vida.
Mi Padre es el viñador que cuida de su
viña. Todo sarmiento que no da fruto lo corta y todo el que da fruto lo limpia
para que de más fruto (Jn
15, 1-2).
13
FLORACIÓN INTERIOR
Primero
expliquemos algunas diferencias entre el yo y el Ser. El yo se refiere a
nuestro ego o personalidad. El yo constituye la identidad personal de un
individuo condicionada por el entorno sociocultural y el aprendizaje personal
consciente. El yo es criado para servir a las necesidades y objetivos de la
sociedad. El Ser va más allá de nuestro yo. Con el Ser nosotros a nuestro ser
más grande o completo.
En el
florecimiento interior, el impulso es reconocer nuestro ego / personalidad / yo
con todo su condicionamiento único desde la infancia hasta el presente. El
florecimiento interior abre a una persona a los otros potenciales más allá del
yo condicionado limitado que se encuentra desconocido para el yo y que puede
aprovecharse para formas más creativas de manifestar la vitalidad de uno. Estas
partes desconocidas incluyen las sombras negativas y positivas de uno, sueños,
dones, talentos, llamamientos y otros recursos que están presentes en todo el
Ser, pero permanecen enterrados como "tesoros ocultos" para el yo
desconocido. El florecimiento interior invita a todos a su esencia, un
"algo más", o más profundo dentro, en el núcleo de uno, que fue
referido por Jung. Jung dijo que el Ser es mucho más creativo y poderoso que el
ego para descubrir formas de ser más felices y significativas. Si se puede
experimentar el yo a través del florecimiento interior, entonces es más
probable que ocurra el crecimiento y la curación.
Tendemos
a definirnos a nosotros mismos a través de tales descripciones e imágenes
personales limitantes. Tales son nuestros roles sociales. A menudo terminamos
miserables tratando de encajar nuestro Ser mucho más vivo y rico en un
insignificante autoconcepto o personalidad. Este ego o yo condicionado es un
concepto congelado derivado del condicionamiento pasado y puede que ya no haga
justicia al yo evolutivo y más sabio en el tiempo presente. En el Ser
incondicionado se encuentran muchos más recursos a los que el yo puede abrirse
y reclamar para su sentido más feliz de ser. En el Ser más grande o persona
entera yacen muchos potenciales que podrían ayudarnos a alcanzar metas si éstas
se pusieran al servicio del yo más consciente del ego.
En el
florecimiento interior, todo el proceso comienza con un calor bienvenido.
Permítanme contar una historia: En un pueblo había algunos niños viviendo en
una granja. Un día, un ternero salió del establo y los tres estaban tratando de
volver a entrar. Así que uno de ellos tiró de sus pequeños cuernos y los otros
dos empujaron desde atrás. Pero cuanto más tiraban y empujaban, más endurecía
las piernas el ternero y se quedaba allí. La hija pequeña del granjero vino y
los observó. Ella sonrió, se acercó a la pantorrilla y metió el dedo en la boca
oculta. Mientras el ternero se chupaba el dedo, entró voluntariamente en el
establo. Los muchachos estaban usando el enfoque equivocado que habían
insistido en hacer lo que querían. La granjera jugaba al revés. Le dio al
becerro lo que quería, y él la siguió voluntariamente.
De la bondad del corazón surgen los frutos buenos ()
14 EL CUIDADO DEL CORAZÓN
El cuidado de corazón, en griego nepis, que
significa vigilancia, sobriedad, supone rechazar y cortar los distractores y
detractores del alma. El objetivo del cuidado del corazón es ganar en libertad
ante los distractores. El cuidado del corazón es un aprendizaje a cuidar y
dirigir convenientemente los movimientos del corazón. La sobriedad es como un
centinela del espíritu ante el portal del corazón, distinguiendo sutilmente las
mociones que se dan descubriendo sus propósitos para no confundir a nuestro
espíritu. El espíritu escruta los corazones para si son buenos acogerlos y si
son malos o con germen de maldad evitarlos y no dejarles crecer.
Esto requiere una atención interior, permanecer atento al
espíritu, ser portador de nuestro corazón para no dejar que ningún pensamiento
entre o salga sin vigilarlo. Un pensamiento identificado y desenmascarado ya
está derrotado. El que vigila se pregunta si cada movimiento es nuestro o del
adversario. El discernimiento es fundamental.
El horizonte del cuidado del corazón no es caer en un
rigorismo ascético sino disponer el corazón para promover la caridad, la
misericordia y el servicio. No se nace con un corazón ardiente y generoso, hay
que cultivarlo.
Cuida de tu corazón para que no acoja y se enrede con
pensamientos malos, vanos o inútiles sino para que con un corazón disponible nos dispongamos a amar y servir a Dios en los hermanos.
Levántate cierzo, ábrego, ven. Soplad en mi huerto que
exhale sus aromas. (CC 4)
15
ESPECIAS FRAGANTES: LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU
Gentileza, simpatía y comprensión
amorosa contra la amargura, el resentimiento. Su gentileza me ha hecho grande.
Señor, bendíceme con el aceite de tu mansedumbre para transmitirlo hacia los
demás.
La persona vive el amor como un don y
como un drama. El amor debe ir creciendo y madurando en la mutua aceptación y
reciprocidad hasta la plena donación de uno mismo. Se precisa que la persona
salga de su propio yo y que saliendo de su propio yo no se destruya ni se
degrade. Esto no se entiende sino entrando en un nuevo orden.
El dinamismo del amor consumado pide la
entrada en la paradoja de la Cruz, la dinámica del grano de trigo, la paradoja
de perder la vida para encontrarla de nuevo. El amor consumado se encuentra en
el don de uno mismo, en el hecho de donar toda la propiedad del yo inalienable
para encontrase en el Otro.
Todo proceso de amor debe atravesar
esta prueba de fuego donde verdaderamente se revele su verdadero valor. La
medida del amor consumado es amar sin medida. El amor consumado debe estar
dispuesto a superar la prueba. Cuando nos topamos con la cruda realidad de la
ofensa, la debilidad, la imperfección el propio pecado. El verdadero amor es
gratuito, paciente no busca su interés, no rechaza al otro cuando no
corresponde o es infiel. Un amor fiel supone la entrega total y gratuita al
otro hasta el fin.
El amor consumado supone llegar a
sufrir con paciencia, perdón y misericordia la ofensa y el resentimiento.
Aceptación compasiva y bondad contra la murmuración de quejas y tormentos.
Debemos aceptar la humillación con dulzura y sin resentimiento. Los mansos son
como los lirios cuyas flores flotan sobre el agua estancada. Los lirios
florecían en la hierba y el dulce olor de las especias perfumaba el aire.
Yo soy la vid y vosotros los
sarmientos. Si no permanecéis unidos a mí no daréis fruto (Jn 15)
16
APRENDE DE MÍ, SOY MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN
Volvernos a semejanza de Cristo: Puedo hacerte lo
que planeé que fueras cuando te creé si eres manso y humilde de corazón y
aprendes de mí: Venid a mi los que os sentís cansados y afligidos y en mi encontrareis descanso. Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón.
El vivir el Reino supone un corazón
humilde en constante proceso de conversión. Nuestra relación con Dios y con los
demás suponen de un constante proceso. No somos perfectos en una comunidad
perfecta. Estamos en constante crecimiento. Las relaciones deben ser
reorientadas y restauradas.
La
vida es un proceso creciente de aprender a amar. Dios quiere que valoremos las
relaciones y hagamos el esfuerzo de mantenerlas en lugar de descartarlas cada
vez que hay una ruptura, un dolor o un conflicto. Constructores de unidad y paz,
los pacificadores suponen aprender a amar y relacionarse con los demás. El
establecimiento de la paz no es evitar el conflicto. Huyendo de un problema,
fingiendo que no existe. Debemos enfrentar y resolver conflictos y esto
requiere apertura y guía del Espíritu Santo.
Para
resolver conflictos es necesario simpatizar con los sentimientos de los demás,
velar por el interés de los demás, no solo por el nuestro., debemos confesar
nuestra parte en el conflicto, la confesión es una herramienta poderosa para la
reconciliación.
En
la resolución de conflictos es importante no sólo pensar en qué decir sino cómo
decirlo. No uses palabras dañinas, sino solo palabras útiles para que lo que
digas haga bien a quienes te escuchan. Podemos enfrentar el problema, pero sin
atacar a la persona. Haz todo con amor. Trate de enfatizar la reconciliación,
no la resolución. No es realista esperar que todos estén de acuerdo con todo.
Dios espera unidad, pero no uniformidad.
He entrado en mi huerto y he tomado mi
mirra con mi bálsamo y he comido mi miel y he bebido mi vino. Venid celebremos.
Comed, amigos queridos, y bebed hasta embriagaros (CC 5,1)
17
CELEBRANDO LA VIDA, CULTIVANDO LA VIDA EN COMUNIDAD
Regocijémonos y alegrémonos. Invita a
los perdidos, últimos, excluidos, pobres y vulnerables a la fiesta del Reino. Celebremos la victoria del amor. No habrá más llanto y muerte y no habrá
más dolor, sino amor para siempre.
Se nos da una herencia a administrar y
cultivar como un jardín precioso. Como custodios y servidores de la vida
tenemos la misión de custodiar, revelar y comunicar la vida.
Para ser generadores de vida necesitamos de comunidades orantes, de escucha, de diálogo, de perdón, fraternas, solidarias, samaritanas. Unas comunidades donde se viva y se celebre la vida, donde se acoja la vida de todo ser humano, donde se viva el amor nuevo, un nuevo orden de vida donde la primacía sea el amor a dios y al prójimo. Se precisa defender y revelar el valor sagrado e inviolable de la vida, la primacía del ser sobre el tener, de la persona sobre las cosas siendo testigos de una fraternidad universal y germen de comunión con todos los hombres.
CONCLUSION
Muy bien podríamos hacer relectura de nuestra vida tanto personal como comunitaria como la amorosa historia de amor de Dios con su pueblo y con cada uno de nosotros. El Señor quiere entonar un canto de amor por su precioso jardín.
El Señor como amoroso jardinero y sembrador nos plantó e injertó con inmenso cariño en una tierra elegida de su propiedad, en una viña selecta. Podemos rescatar los recuerdos de nuestros padres, familia, entorno familiar donde recibimos el don precioso de la fe. un Dios providente que con esmero cuidado cultivo nuestra tierra, nuestro jardín, nuestra viña. la preparó, la cavó, la despedregó y planto en ella una cepa exquisita.
Pasaron los días, los meses, los años, toda una secuencia de inviernos y primaveras. entre medias de heladas y escarchas no faltó el sol de cada mañana. el sembrador esperaba ver las primeras yemas porque la viña exhalaba el perfume y fragancia de la vida que corría por su savia. Vino el tiempo de la floración. Aparecieron los primeros brotes y se oyó el canto de los pájaros bendecir cada mañana. El maligno también merodeaba plantando la cizaña y permitiendo alimañas y raposas destruyeran los brotes en flor. el buen jardinero protegió a su viña para que el maligno no la echase a perder. El buen jardinero la podaba con cuidado diciendo: esta viña selecta ha sido destinada para producir un vino exquisito reservado para mí.
Pasaron los días y surgieron los racimos y crecieron las uvas y llegó el tiempo de la recolección. El dueño del jardín mando a sus operarios para recoger el fruto de la viña. las uvas fueron recogidas en canastos y llevados al lagar. Allí fue aplastado y triturado hasta separar el mosto del vino. Si las uvas no se hubieran prestado a ser machacas hasta exprimir el jugo y privarlas del pellejo no se daría el fruto deseado. El vino fue guardado en grandes barriles esperando su fermentación.
Fue el tiempo de la prueba. Pasaron largos años de espera en la cueva donde no daba el sol. Tocaba esperar en medio del dolor, de la espera de un destino prometedor. En ese tiempo el viñador bajaba a probar de su vino a degustarlo para ver si exhalaba su olor y sabor.
Cuando llegó el tiempo apropiado, el vino fue separado y reservado, sellado y embotellado para que no perdiera su cualidad. Su destino fue una pequeña iglesia y ofrecido en un pequeño altar. El día llego cuando el vino junto con unas pequeñas gotas de agua fue vertido en un cáliz. Escuchó la bendición del sacerdote que lo ofrecía en la misa. De repente escuchó las palabras del Señor y se estremeció: Tomad y bebed este es el cáliz de mi sangre, sangre de la Alianza nueva y eterna que será derramado por todos para el perdón de los pecados. Nunca hubiera imaginado que ese era el maravilloso destino para el que había sido elegido y reservado desde el principio.
A lo largo del ensayo hemos querido poner énfasis en lo que supone el cuidado, el cultivo del jardín interior. como decíamos en la cultura de oriente este cultivo del jardín interior: Riyadah es
una práctica no solo enraizada en la cultura semítica sino en toda la cultura
oriental. La Riyadah consiste en llevar a cabo
una disciplina de vida que tienda a orientar la persona hacia su meta final tratando
de corregir y domeñar los apetitos sensuales que, cuando son excesivos, hacen
al ser humano esclavo de sí mismo. Mediante esta disciplina la persona consigue
un nivel de conciencia del Creador y unas cualidades de comportamiento,
superiores. Se trata, en definitiva, de cultivar el jardín
interior. Hemos visto cómo esta acepción, la del jardín como metáfora de la
purificación del alma y de sus frutos, está igualmente muy presente en la
terminología sufí, o mística, del Islam.
Desde una lectura de fe cristiana nos sumerge en el misterioso mundo de la acción de Dios guiada por su espíritu. No se trata tanto de ver el fruto de lo que nosotros hacemos sino de percibir la acción de Dios, lo que Dios hace a través de nuestras pobres vidas y nuestras pobres acciones. En Él nada tiene desperdicio. el hombre debe elevarse por encima de lo que hace, de su propia obra para ver la obra de Dios. No somos dioses, somos pobres humanos, nuestras obras no pueden llegar a arreglar y salvar el mundo. El Señor no mira las obras y los sacrificios externos, mira en lo profundo, mira el corazón.
el hombre no es salvado por sus obras, es preciso que se haga el mismo la obra de de Dios. Debe dejarse trabajar transformar por la acción amorosa de su Creador. Es preciso hacerse moldeable porque solo en este estado de abandono confiado se opera el milagro que hace el Señor.
En Occidente vivimos en un mundo frenético
con un gran marasmo espiritual donde no damos tiempo par lo esencial. Frente
al olvido del ser en una cultura que priva el hacer se trata sobre todo de
prestar oídos a nuestro Ser esencial. Se trata de volver a latir con el pulmón
espiritual de Oriente. más aún de sentir y palpitar con el latido del corazón de Dios impreso en toda la creación y en todas sus criaturas.
Por
lo general las prácticas espirituales se desarrollan en un contexto rígido de
normas restrictivas que no ayudan a crecer espiritualmente. Se trata de
humanizar y volver a la espiritualidad del corazón y a la norma inscrita en su
propio interior y en su propia naturaleza. Se trata de un camino de maduración
espiritual separado de los ritos y prácticas ascéticas para ahondar en un
camino de integración y maduración humana (towards wholeness, holiness).
El
ensayo puede ayudarnos a descubrir una experiencia religiosa incluso más allá
de las religiones o prácticas religiosas y que ahonda en el ser de la persona
en la experiencia de una trascendencia inmanente que nos mueve a un proceso de
unidad y comunión con la creación y con el mundo entero. No obstante he querido
profundizar en el cuidado del jardín interior desde una perspectiva cristiana
con fuertes raíces antropológicas.
Hay una regla de vida en la naturaleza
humana y en toda la creación: los ríos no beben su propia agua, los árboles no
comen su propia fruta, el sol no esparce su fragancia para sí mismo. Vivir para
los demás es una regla inscrita la naturaleza. Todos nacemos para ayudarnos
unos a otros. No importa lo difícil que sea... La vida es buena cuando eres
feliz, pero mucho mejor cuando los demás son mejores gracias a ti (Papa Francisco)
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