domingo, 19 de noviembre de 2023

REFLEXIONES 2023

 

 REFLEXIONES 2023

(¿Hacia dónde vamos?)


 


Introducción:

En este artículo quiero recoger una serie de reflexiones que he ido haciendo durante el año y que las he publicado en nuestra página web de la Comunidad Servidores del Evangelio. Comienza con el mes de Noviembre del 2022 y termina con este mes de 2023 cerrando el ciclo.

Trata de adaptarse al año litúrgico que comienza con el Tiempo de Adviento y termina con la fiesta de Cristo Rey como clausura del año. Estas reflexiones o pensamientos pueden ayudar a una lectura creyente en medio de los entresijos de las historias de cada día que vamos viviendo y que tratan de responder a la pregunta que subyace en medio de lo que vamos viviendo, ¿hacia donde vamos, que es lo que nos esta pasando?

Las reflexiones se publicaron en la página web de nuestra comunidad “Servidores del Evangelio de la Misericordia” https://www.servidoresdelevangelio.com/

 



NOVIEMBRE: ADVIENTO: PREPARAR EL CAMINO DE LOS CORAZONES PARA ABRIRSE AL SEÑOR

Esta es la señal que se dio como la presencia del Reino: "Los ciegos ven a los mudos, los leprosos hablan, los leprosos son limpiados, los muertos resucitan y los pobres reciben la Buena Nueva" (). Sí, como había sido profetizado por el profeta Isaías, la venida de la novedad del Reino se manifiesta en los signos que dan cuenta de la acción de Dios, realizando la novedad de vida en los más pobres, vulnerables y afligidos.

Si nos abrimos a su presencia y nos dejamos alcanzar por su amor, veremos cómo en medio de nuestros desiertos y huesos secos florecerá la vida. Como el Belén que los palmeses hicieron en la isla de La Palma sobre las cenizas del volcán. Los pobres son evangelizados y se convierten en los mejores anunciadores de esta novedad de vida.

Los niños de la calle recogidos en la Fundación Anak Tonk también hacen su primera comunión. Un muchacho de la calle Nathan de Brito que abrazó al Papa Francisco en el encuentro con los jóvenes, entró como postulante en la Orden de los Frailes Menores y pronto será ordenado sacerdote. Darwin Ramos rescatado de los basureros (montañas humeantes) en los slams de Pasay con una enfermedad degenerativa que lo dejó en silla de ruedas fue acogido en la  fundación Tulay Ng Kabataan, con una vida ejemplar murió con solo 17 años y se convertirá en el tercer santo filipino.

También nosotros somos testigos de estos signos. Disfrutamos viviendo el Adviento teniendo Misa en los "lugares" más pobres de nuestros barrios de Alacan y Guilig. Alisando corazones y preparando para recibir la comunión 200 niños de nuestras escuelas primarias. Niños que apenas saben leer y escribir, porque durante la pandemia perdieron la escolaridad y que ahora retoman su etapa formativa. Casi mil jóvenes del Instituto Escolar Nacional se prepararon para recibir la confirmación. Y para más señales ver que el pequeño Oliver recogido de una "familia rota" y que ha recibido una formación humana y religiosa a través de nuestra comunidad y los servidores de María en Cavite ahora con 15 años quiere entrar en el seminario menor para ser sacerdote.


 


DICIEMBRE: "SIMANG GABI"

"Simang gabi" significa en filipino: "Nueve noches" o nueve mañanas tempranas de "misas de Navidad". Las nueve Misas representan los nueve meses de gestación que Nuestra Señora tuvo antes de traer al Niño Dios al mundo. El Vaticano a través de León XIII concedió permiso para celebrar la Novena de Navidad del 16 al 24 con misas muy temprano antes del amanecer (nos levantamos temprano esperando que salga el Sol que viene de arriba: Jesucristo: Lc 1,78). Es por eso que también se les llama "masas de gallo". Es como adelantar la Misa de Navidad y celebrarla por un período más largo para que entre en los corazones. Tienen un carácter festivo, se deja púrpura para el blanco y se reza la "gloria". Tenemos oraciones y lecturas típicas de la temporada navideña. Destaca el color de las luces, las canciones populares y el compartir caldo de arroz al final de la misa para fortalecer el espíritu de fraternidad.

Esta costumbre que comenzó en América Latina pronto se extendió en Filipinas donde se prepara la temporada navideña con gran expectación a partir del 1 de noviembre con la celebración de Todos los Santos y las fiestas de la Virgen de la Inmaculada y Guadalupe patrona de Filipinas. En la "estación pastoral" a la que asistimos y servimos, rotamos a través de las cinco capillas. La gente va a misa por la noche cuando los pastores llegaron a Belén caminando con velas (como las vírgenes que esperaban la llegada del novio: Mt 25:13) mientras suenan los gallos y las campanas anunciando la llegada del Mesías. Nuestra "estación pastoral" está entre campos de arroz para que las misas puedan ser atendidas también por los agricultores. Asisten a misa antes de comenzar su trabajo que generalmente comienza al amanecer a las 6 de la mañana.

Después de no haber podido celebrar misas estos dos últimos años debido a la pandemia, es una oportunidad para celebrar cara a cara, de manera festiva y emotiva para revitalizar las comunidades a través del encuentro, el compartir fraterno y la alegría de estas fiestas navideñas.

 

 



 

ENERO: Bautismo: Un tesoro escondido

El Reino de los cielos es como un tesoro escondido que un hombre encuentra en un campo y por la alegría de encontrarlo va vende todo lo que tiene y lo compra (MT 13,44)

Acabamos de terminar el tiempo de Navidad con la celebración del Bautismo del Señor. Aprovechamos esta fiesta para Renovar las promesas bautismales y profundizar en el significado y valor del Bautismo.

Recordaba las catequesis sobre el Bautismo de Benedicto XVI donde resaltaba la necesidad de resignificar este sacramento. Por desgracia en gran parte del mundo occidental hemos perdido las raíces cristianas y vivimos un proceso de descristianización en una sociedad cada vez más atea y secularizada.

Que pena que un tesoro tan grande haya quedado como oculto y enterrado sin verlo flocerer y desplegar en tantas vidas. Muchos cristianos lo son de nombre pero no de hecho. Muchos bautizos han quedado relegados a un rito formal, una fiesta familiar, dando más relevancia al hecho social que religioso.

El bautismo no es solo una ceremonia, un ritual, un lavado u operación cosmética, es muerte a una existencia sin sentido en la anticultura de la muerte para renacer a una vida nueva en comunión con Dios y los hermanos. Ser bautizados es vivir unidos a Dios en una única y nueva existencia. Pertenecemos a Dios, estamos inmersos en Dios. No estamos solos estamos también inmersos en comunión con los otros.

 



 

FEBRERO: LA EPIFANIA DE DIOS EN LOS POBRES

En estos días hemos escuchado de nuevo” el sermón del monte”, “la carta magna de Jesús”, “las Bienaventuranzas”: “Dichosos vosotros los pobres porque vuestro es el Reino de los cielos, dichosos vosotros los que lloráis ahora porque reiréis… pero ay de vosotros los ricos porque ya recibisteis consuelo. Ay de los que reís ahora porque luego llorareis” ... Me pregunto el eco que hicieron sus palabras en aquella multitud de pobres e indeseables que se habían agolpado a escucharle y me pregunto el eco que su mensaje deja hoy en nosotros. Se trata de una inversión de valores como si diera la vuelta a la tortilla y hiciera recaer su bendición a los que consideramos sin valor en esta tierra.

Vivimos ante una verdadera deformación y eclipse del valor de la vida humana. Los valores del ser son sustituidos por la ambición del tener y la búsqueda del placer efímero. El único fin que cuenta es la búsqueda del propio placer y bienestar… ay de vosotros los que ahora estáis hartos porque tendréis hambre. Nos encontramos ante una auténtica decadencia de valores, cambiando lo trascendente y eterno por lo temporal y efímero. El eclipse del bien de la verdad y la belleza tiene su raíz en el eclipse de Dios. Perdiendo la dimensión trascendente y el sentido de Dios se oscurece el valor más auténtico de la vida humana que radica en ser de Dios, divina y sagrada, no podemos creernos con el derecho a dominarla, poseerla y manipularla.

Dios en Jesucristo ha inaugurado una epifanía del bien de la verdad y la belleza en el propio hombre. Dios Padre, a través de la encarnación de su Hijo, se ha unido a cada hombre de esta tierra sea cual fuera su situación, desde la realidad más precaria en que pueda encontrarse. El reino de los cielos es de los pobres y es semejante a un mercader que ha venido a rescatar la perla, el valor precioso de cada vida humana. Todo hombre es criatura de Dios objeto de toda su predilección amorosa El se ha ofrecido por cada uno de nosotros y ha dado un valor sagrado a la vida humana redimida con su sangre.

 

 



 

MARZO: INICIO CUARESMA: VALE LA PENA SUBIR A LA MONTAÑA

A casi 2.350 metros sobre el nivel del mar, el Monte Pico es el punto más alto de la isla de Pico, en las Azores. El Monte Pico es un popular destino de senderismo que permite a los visitantes decididos alcanzar la cima. Aunque se trate de una ascensión difícil merece absolutamente la pena. Lo que resulta impresionante son las vistas impresionantes que se ven de la isla y de muchas otras islas de los alrededores.

La montaña es un lugar mítico. La montaña ha sido un lugar misterioso donde se conecta la tierra con el cielo, donde el hombre podía en su cima experimentar el sobrecogimiento de lo infinito, eterno, trascendente. Los montes para los pueblos originarios fueros lugares sagrados donde los hombres descubrían la presencia del Eterno. Muchas religiones tienen una montaña sagrada como un santuario y altar natural.

También sucedió para el pueblo de Dios, la montaña es un lugar sagrado donde Dios se manifiesta: El Monte Horeb, El Monte Carmelo, El Monte Sión, el Monte Moriah. Los sinópticos nos resumen la vida de Jesús como una subida, una ascensión. Jesús durante su vida va a marcar sus hitos inmemoriales, en el monte de la Bienaventuranzas donde pronunció la nueva ley del evangelio, en el monte Calvario done selló con su sangre la Alianza nueva y eterna, en el monte de los Olivos donde se produjo la ascensión a los cielos. No se irá solo nos abrirá a todos el acceso al cielo.

El evangelio del segundo domingo de Cuaresma nos presenta la Transfiguración en el Monte Tabor. Allí en el Tabor los discípulos gustaron un poquito de la gloria del cielo. Allí Jesús fortaleció la fe de los discípulos para afrontar la Pasión. Nosotros también necesitamos de esta “experiencia tabórica”, levantar nuestra mirada más hacia lo alto para poder contemplar la gloria de Dios. Vale la pena este itinerario cuaresmal. Al contemplar al Eterno se despejan nuestras tinieblas y descubrimos el vasto horizonte de lo eterno y definitivo.

En la visita a los enfermos esta semana al acercarme a dar la comunión a una mujer postrada en cama después de un ictus provocado por la diabetes note en su rostro sufriente el rostro sufriente de Cristo. Sus lágrimas eran verdaderas perlas preciosas como las gotas de agua que derramamos en el Cáliz. Esta es mi sangre derramada por ti, y este el valor de tu sufrimiento que unido al mío es prenda se salvación para el mundo entero.

 



 

ABRIL: SEMANA SANTA: EL ARBOL DE LA NOCHE VICTOROSA

El árbol del Tule es todo un mito en la historia de Méjico. Este árbol es el más longevo de la tierra, tiene dos mil años de antigüedad. Los habitaban en esta región saben que el árbol es el más viejo y lo respetan como tal. Este árbol tiene el tronco con el diámetro más grande del mundo, se necesitarían al menos 30 personas tomadas de la mano para rodear el árbol.

El árbol del tule se encuentra en el pueblo llamado en su honor, Santa María del Tule, en Náhuatl que significa viejo del agua. El árbol del Tule significa el árbol de la iluminación y de la vida. Junto al árbol se estableció la población zapoteca de Oxaca, en la calzada México- Tacuba en la colonia Popotla. Ahora el árbol forma parte del atrio del Templo de Santa María.

Según la leyenda el tule fue plantado por Pechocha un sacerdote de Ehécatl, el dios del viento. Al enterrar su pesado bastón este volvió a retoñar y se convirtió en el árbol más viejo y gigante de la tierra. Desde entonces el árbol es venerado porque guarda toda la historia del pueblo y genera alegría y fiesta.

Cuenta la leyenda zapoteca que la civilización venera este árbol como representación de la divinidad. Varias etnias de Oaxaca creen que los hombres viven de los árboles. Los pobladores creen que con tan solo entrar a tocar el tronco encuentran la sanación.

Este árbol también es conocido como el árbol de la noche victoriosa para los aztecas y noche triste para los españoles. Dicen que Hernán Cortés lloró tras una derrota con los mexicas cuando tuvo que abandonar Tenochtitlán, el 30 de junio de 1520. Los mexicas realizaron una fiesta en honor a Tóxcatl.

Nosotros el Viernes Santo veneramos la Santa Cruz, como el árbol de la vida. Dulce árbol de la vida, donde la vida empieza con un peso tan dulce en su corteza. Árbol único en nobleza, jamás el bosque dio mejor tributo en hoja, en flor, en fruto. Árbol de la noche victoriosa, proclamamos el triunfo de la sangre y del madero. Un redentor en trance de Cordero sacrificado en la Cruz, salvó la tierra. La gracia se derrama en torrente de este árbol y recobramos la salud que brota de la herida. Vuelva la vida a esta tierra y que el amor redima la condena.

 

 



 

MAYO: MES DE LAS FLORES

En oriente la flor de Loto es considerada con valor sagrado y de gran simbolismo y significado. La flor de loto nace en aguas pantanosas y estancadas. La flor de loto fue venerada por culturas milenarias. En la mitología griega dicha flor significa triunfo, gracias a la leyenda de la diosa atrapada en el lugar llamado Loto y su gran lucha por salir de allí en forma triunfante de flor de dóciles pétalos. Según los antiguos egipcios, la flor de loto está asociada con el renacimiento, con volver a nacer. La flor de loto es una flor que se retrae en el agua por la noche y que emerge en el sol al día siguiente. Durante la noche, los pétalos de las flores se cierran y la flor se sumerge bajo el agua. Antes del amanecer se levanta, hasta que vuelve a salir a la superficie, cuando abre sus pétalos.

Muchos de los dioses y diosas del hinduismo están vinculados a la flor de loto. Brahma, el dios de la creación, se representa como emergente de un loto. Simbólicamente, la flor de loto se asocia con la figura de Buda. Según la leyenda budista, cuando Buda dio sus primeros siete pasos en la tierra, florecieron siete flores de loto, cada paso representa un paso en el crecimiento espiritual. Por el hecho de que la flor surge de las aguas pantanosas y oscuras fue considerada por antiguos y en la India, como un símbolo de aquello que se alza desde lo bajo y alcanza la elevación de las alturas.

Los cristianos estamos celebrando el tiempo Pascual donde se nos invita a experimentar la fuerza de la Resurrección. El simbolismo de la flor de loto es usado para describir precisamente ese deseo que late en el corazón de todo hombre: la posibilidad de nacer de nuevo de comenzar de nuevo. Todos experimentamos el deseo de eliminar las cosas negativas del pasado para comenzar una vida nueva. Coincide con las tradiciones espirituales de oriente que refieren el significado de esta flor basándose en que florece sobre la ciénaga, como una metáfora del triunfo del espíritu venciendo sobre los deseos carnales. La flor de loto es la prueba de que una vida resplandeciente y brillante puede surgir desde los lugares más enfangados y oscuros.

La flor de loto simboliza la pureza del cuerpo y del alma. Revela la inocencia y la naturaleza original del corazón. Esta flor representa cualidades de María, entre las flores la más pura y bella. Los cristianos acudimos a ella en este mes de las flores. Nuestra Madre María tiene el poder de transformar las actitudes infelices y atormentadoras del corazón en las más hermosas de todas las cualidades. María transforma nuestra amargura, defectos y deformidades en virtudes. Las virtudes más preciosas crecen en el valle de la humillación como crecieron en María.

 

 

 

 

 

 


 

 

JUNIO: AHORA EL DÍA SANGRA AL ANOCHECER

El cantante escocés de 21 años, Lewis Calpaldi, ha sorprendido al anunciar su retirada temporal del mundo de la música. En medio de un concierto en el festival de Glastonbury, en Pinton (Inglaterra) sufrió un brote psicótico debido al síndrome de Tourette.

Cuando cantaba una de sus canciones preferidas, “someone you loved”, en pleno concierto empezó a sufrir contracciones espasmos y ticks que dieron síntomas de su enfermedad. Entonces, cuando no podía proseguir, el artista fue arropado por miles de sus fans que empezaron a corear y siguieron cantando su canción. Fue un hecho que conmovió al artista y a todos los presentes. Es significativo el mensaje de la letra de la canción: “Now the day bleeds into night fall… and you´re not here to get me through it all”. (Ahora el día sangra al anochecer y no estás aquí para ayudarme a que lo supere todo. Baje la guardia y me moviste la silla. Me estaba acostumbrando a ser alguien a quien amabas )

Tras el incidente el artista declaró que en esos momentos donde se vino abajo sintió un apoyo increíble por parte de sus seguidores. A ellos dirigió después unas palabras de agradecimiento: “he sentido un apoyo increíble por vuestra parte. En los duros momentos, cuando más he necesitado vuestro apoyo, no me habéis defraudado. Tocar para vosotros cada noche es todo lo que he soñado, os dedico mi nueva canción, esta lleva el título: “Broken by desire to be heavenly sent”.

También nosotros quizás podamos pasar por duros momentos donde nos sentimos flojos y necesitados de ayuda. A lo largo de la vida no faltan momentos donde la dificultad, la adversidad o la enfermedad toca a nuestra puerta y nos sentimos frágiles y vulnerables. A veces nos podemos sentir tan mal que nos cuesta el hecho de pedir ayuda para no complicar la vida a nadie. Cuando más nos sintamos solos más fuerte se hará la presencia de aquel que siempre esta a nuestro lado. La verdadera amistad inquebrantable de un amigo fiel no tiene precio. Entonces veremos que en medio de la oscuridad aparecerá una luz, se nos abrirá una puerta para encontrar la salida.




JULIO: LA COMETA

Mientras observaba a los niños de nuestro vecindario jugando con cometas durante los últimos días, recordé una conmovedora historia de Afganistán, que se centra en la amistad de dos niños Amir y Hassan: The Kite Runner. Amir quería ganar la competencia anual de cometas celebrada en Kabul. No sabía que esto lo llevaría a perder a su inseparable amigo Hassan, "un hazara" de "clase baja" que había vivido en su casa desde la infancia.  El día de la competencia, Amir no estaba allí cuando Hassan más lo necesitaba y Hassan, que se sentía solo y abandonado, fue golpeado y abusado por malhechores. A partir de entonces Hassan se escondió y no quiso que nadie lo viera en ese estado miserable. Se lamentó por lo que había sucedido hasta el punto de pensar en quitarse la vida. 

A partir de ese momento vivieron vidas paralelas. Pasó el tiempo y ambos se casaron y tuvieron hijos. Mientras Amir tenía una vida cómoda y se fue a los Estados Unidos, Hassan vivió en Afganistán en la miseria bajo el régimen talibán. Un día, Amin recibió una llamada telefónica de Afganistán anunciando la muerte de Hassan. Su amigo de la infancia había dejado un hijo y Amir se sintió obligado a rescatarlo del opresivo régimen talibán y llevarlo con él.

Amir regresó a Afganistán y se horrorizó de cómo había cambiado su país, y por la masacre de sus propios compatriotas. Después de muchas vicisitudes, Amir logró encontrar y rescatar al hijo de Hassan. Después de ser gravemente herido, huyó a Pakistán y, después de enfrentar complicaciones legales, logró llevarlo de regreso a los Estados Unidos. Pasó mucho tiempo antes de que finalmente se ganara la confianza del niño a pesar de todo, e inicialmente era hostil hacia sus nuevos padres adoptivos. La historia se cierra con otro "vuelo de cometa", esta vez por el hijo de Amir y Hassan. "El vuelo de las cometas" parece simbolizar el regreso a su inocencia perdida. Puso fin a la culpa que Amit sentía por haber causado dolor a Hassan y haberlo abandonado. Restauró la amistad y la fraternidad que aparentemente se habían perdido para siempre. 

Esta historia puede ayudarnos a entender el mensaje de la Ascensión. Hay "cometas rotas" que se dejan en el suelo sin poder volar, pero esta no es la última palabra. Hay una manera de volar una "cometa rota" de nuevo. Esa inocencia de los niños se puede recuperar cuando logramos sanar nuestras heridas y romper las cadenas que nos atan y nos separan. Podemos volar alto y unir corazones a través del perdón y la reconciliación. Celebrar la fiesta de la Ascensión y Pentecostés debería llevarnos a pensar en tantas cometas rotas que quedaron en el suelo sin poder volar. Podemos repararlos y a través de la experiencia de la reconciliación hacerlos subir al cielo.


 


AGOSTO: SUBIRNOS A LA OLA DEL AMOR, EL SERVICIO Y LA CARIDAD

La ola de la pandemia dejó tras de sí una cierta proliferación de enfermedades crónicas y mentales que son síntomas de una enfermedad mayor. Se han levantado olas de protesta, insatisfación, violencia, racismo, discriminación, exclusión social, derrotismo, desencanto. Las olas de emigrantes que en marzo colapsaron la frontera de melilla con cientos de víctima;, el niño de tres años, Victor, encontrado en una playa muerto del naufragio de una patera; las revueltas de los chalecos amarillos que se extendieron en toda Francia; las manifestaciones en contra de Nahel, joven de 17 de origen magrebí, en junio con más de mil detenidos y cientos de agentes heridos; la tensión que llegó hasta Bélgica y la sede de la Unión Europea son exponentes de esta oleada de violencia y de protesta. Nos deberíamos preguntar hacia dónde navegamos y cuáles las causas que parecen que nos llevan al naufragio. Quizás en la raíz de esta decepción convertida en rebelión podíamos encontrar que unos de las enfermedades y males que nos acechan apuntan a algo más profundo, al sufrimiento del alma.

Este encuentro mundial de jóvenes venidos de todas partes del mundo han sido un revulsivo mucho más grande que no ha tenido gritos de violencia, altercados ni dejado víctimas a su paso, todo lo contrario, una ola de aire fresco y de esperanza. Quiero destacar dos imágenes utilizadas en el primer y último mensaje del Papa Francisco en la Jornada Mundial de Jóvenes de Lisboa 23.

El Papa Francisco en su primer discurso a las autoridades uso de la imagen del océano para describir Lisboa, ciudad del océano. Este país limita con el océano que delimita continentes. El océano no separa Oriente de Occidente sino que lo une. Un oceáno de gente, (millón y medio) ha inundado Lisboa en esta jornada y han traído deseos de unidad, de paz y fraternidad y dispuestos a navegar juntos hacia una Europa y un mundo unido.

El Papa Francisco en su último mensaje a los voluntarios de JMJ animó a los jóvenes subirse a la ola del amor, “ser surfistas del amor”. Hizo referencia a la pequeña ciudad costera de Nazaré en Portugal donde se pueden admirar olas que llegan hasta los 30 metros de altura y son una atracción mundial especialmente para los surfistas. El papa desafió a los voluntarios. Ustedes han sido valientes y no han temido la ola, se han subido encima. Ante la ola de gente venida de todas partes del mundo y congregada en este “Campo de Gracia”, les han ofrecido un abrazo de acogida y alegre servicio alentando a la esperanza. Súbanse a la ola del amor, del servicio de la caridad para ser llevados más alto, más cerca.




 


  

SEPTIEMBRE: EL VERDADERO PROGRESO DE UN PUEBLO, AL SERVICIO DE SALVAR VIDAS

El papa a su regreso de Mongolia ha hecho un llamamiento a todos para ponernos al servicio de los mas necesitados. Incluso en sociedades altamente tecnologizadas el sistema de seguridad social no basta para prestar todos los servicios a los más vulnerables y necesitados. El verdadero progreso de los pueblos no se mide por la riqueza económica ni mucho menos por lo que se invierte en el ilusorio poder de los armamentos, sino por la capacidad de atender a la salud a la educación y al crecimiento integral de todas las personas.

El gastarse por el prójimo, por su salud, sus necesidades básicas, su formación y su cultura, pertenece al primado del amor al prójimo y a la esencia del cristianismo. Hacerse cargo de la infancia desamparada, de los hermanos sin hogar, de los enfermos, de las personas con discapacidades, de los presos y de quienes, en su situación de sufrimiento, piden ser acogidos.

Para hacer el bien no es necesario ser ricos, cualquiera con su buen a voluntad puede hacerlo. Lo que es indispensable es un corazón bueno decidido a buscar o mejor para el otro. Solo el amor vence el egoísmo y hace un mundo mas humano.

Hemos celebrado la fiesta de la Madre Teresa de Calcuta. Recordamos cuando un periodista la vió inclinarse sobre las heridas supurantes de un enfermo y dijo: “yo no haría lo que ella hace ni por un millón de dólares”. Madre Teresa respondió: “ni yo tampoco lo haría, lo hago por amor a Dios y a los hermanos, porque reconozco en cada ser vulnerable al mismo Cristo que me pide que le ayude”.

Todos somos conscientes del gran negocio que opera entre las multinacionales farmaceúticas. La carrera que provocó la pandemia del Covid por tratar de paliar el mal con la vacuna que protegiera del virus puso de manifiesto que no siempre se busca el interés común de todos sino el beneficio de unos pocos. La realidad es que la vacuna no llegó a los rincones de población más vulnerables como son los países más pobres.

Una noticia de estos días han hecho vislumbrar una búsqueda altruista de ayuda a los países más pobres y necesitados. Científicos españoles han regalado su prototipo de vacuna contra la covid-19 para que la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo utilice dentro de sus programas para combatir la pandemia en los países en vías de desarrollo en territorios muy necesitados.

El CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) cede a la OMS la patente de su prototipo de vacuna contra el Covid para los países más necesitados en vías de desarrollo.








 

OCTUBRE: EL BESO DE LA VIDA

En estos días “un beso en la boca” no consentido de Luis Rubiales presidente de la Federación Española de futbol a la jugadora española de futbol Jenny Hermoso en la ceremonia de premiación del mundial femenino de futbol se hizo viral y fue la causa de su destitución como presidente. El gesto apenas duró un segundo, pero ese breve acto fue considerado inaceptable y desencadenó una oleada de consecuencias que llevaron a ser suspendido de su cargo. 

Quisiera contraponer ese “beso en la boca denigrante” de Luis Rubiales que abusando de su poder hirió la dignidad de Jenny Hermoso, con otro beso en la boca “el beso de la vida” que Thompson, movido de un gran acto de amor a su compañero Randall y le devolvió la vida. 

“El beso de la vida”, fue capturado por un fotógrafo, llamado Morabito, cuando tomo su mítica foto cuando un trabajador asistía al compañero que había sufrido una descarga eléctrica de 4000 voltios. En esos segundos eternos en los que la vida de Randall se había detenido a los 29 años, su compañero Thompson bajó del poste en el que trabajaba, a más de 100 metros de distancia, corrió desesperado hacia el de Randall y trepó tan rápido como pudo los seis metros que separaban a su compañero del piso. 

Randall había tocado el cable de alta tensión con su mano y una descarga eléctrica le atravesó su cuerpo casi sin que se diera cuenta. Había agarrado el cable caliente con sus cuatro dedos y la corriente eléctrica salió por su pie izquierdo, abrió un agujero. Estaba inconsciente, colgado de su arnés cabeza abajo, y su corazón no latía. No había tiempo que perder, ni chances de bajarlo de allí sin dejar pasar la única oportunidad de revivirlo. 

 

Thompson intentó recordar todos los pasos de las tareas de primeros auxilios que le habían enseñado al ingresar a la empresa y al darse cuenta de que no podía dejar pasar el tiempo, le hizo respiración boca a boca buscando que su corazón volviese a latir antes de bajarlo del poste. 

De vuelta a la vida, Randall fue bajado del poste, le hicieron resucitación cardiopulmonar en el suelo y se terminó de recuperar allí, recostado sobre la tierra, rodeado por sus compañeros. Cuando llegaron los paramédicos, el trabajo más importante ya estaba hecho. Las lesiones que sufrió por la terrible descarga incluyeron una grave quemadura en su pie que requirió un injerto de piel y varios meses de recuperación. Era un verdadero milagro, o tal vez un regalo de cumpleaños. Ese día Randall cumplía cuatro años desde su ingreso a la compañía eléctrica de Jacksonville. 

Randall al cumplirse ahora 50 años de aquella escena dramática e inspiradora recordó esos instantes con emoción: “Yo solo tenía 26 años. Mucha gente tras una descarga eléctrica de tal calibre ha muerto instantáneamente. Pocas han sobrevivido. Es solo una cuestión de cuánto tiempo estás enganchado. La posición en la que estaba no era muy buena. En realidad, tenía que respirar por la boca y hacer que esto funcionara. Si no lo hacía bien, el estómago se inflaba y no entraba aire a los pulmones. Le estaba poniendo aire tan fuerte como podía y también tratando de rodearlo y golpearlo en el pecho. Y, de repente, volvió en sí". Randall se recuperó y siguió trabajando en la compañía eléctrica al igual que Thompson, con quien mantuvo una amistad que duró décadas.  

La noticia se hizo viral gracias al fotógrafo, Morabito, que inmortalizó el hecho tomando una foto que hizo historia y por la que consiguió el premio Pulitzer de fotografía. Randall restó importancia a su acto de heroísmo y asegura que fue la foto de Morabito la que transformó aquel rescate rutinario entre los empleados de la compañía eléctrica en un hecho inolvidable.

 

  


NOVIEMBRE : AL DESPERTAR ME SACIARE DE TU SEMBLANTE

Cuentan que el abuelo del famoso compositor Mendelssohn, llamado Moses, no era nada atractivo. De estatura baja, rasgos más bien vulgares y una gran joroba, llamaba la atención por su espantosa apariencia. En uno de sus viajes a Hamburgo, conoció a un comerciante que tenía una hermosa hija, Fromet, de quien se enamoró al instante. Sin embargo, ella ni se atrevía a mirarle a la cara, por su apariencia deforme.

Moses pasó unos cuantos días en la ciudad, pero por más que intentaba acercarse a la chica, ella escapaba ante la menor ocasión. Cuando llegó el día en el que él debía partir hacia su ciudad natal, decidió armarse de valor y acercarse a hablar con la joven. Era su última oportunidad. Allí estaba ella, resplandeciente y hermosa como un ángel, con la mirada fija en el suelo, evitando por todos los medios mirarle. Él se entristeció, pero decidió decirle lo siguiente:

– ¿Tú crees que las personas están destinadas a encontrarse y enamorarse? – Sí- dijo ella tímidamente sin mirarle a la cara?… -Verás- continuó hablando él- Creo que el Dios decide a la persona con quien viviremos unida. Cuando yo nací, me fue señalada mi futura esposa. Sin embargo, el Señor dijo: ‘pero tu esposa será jorobada’. Entonces, le dije: ‘Oh, no, Señor, eso sería terrible… dame a mí esa joroba y que ella pueda ser hermosa’.

Esa fue la primera vez que la bella Fromet levantó la mirada y se encontró con los enamorados ojos de Moses. Desde entonces, se vieron muy a menudo, y meses después, se casaron. Tuvieron seis hijos. Entre ellos, Abraham, padre del famoso compositor Felix Mendelssohn.

Estamos ante la celebración de Cristo Rey que cierra el año litúrgico. Nos cuesta creer que fuimos destinados a encontrarnos y enamorarnos de semejante Rey. Un rey desfigurado en su pasión al que vimos como alguien despreciable, objeto de irrisión, improperios, apaleado, varón de dolores, coronado de espinas y entronado en una cruz. Sin embargo, el tomó sobre sì nuestras dolencias y fue molido por nuestras culpas, pagó el precio que nos trae la paz.

La fiesta de Cristo Rey es una ocasión privilegiada para dejarnos mirar por sus ojos misericordiosos y dejarnos contar el precio de nuestras vidas. Es él quien sacia el anhelo de nuestros corazones y en quien se esconden todos los tesoros. Cuando se corra el velo de nuestros ojos, nos saciaremos de su semblante y todos los pueblos se rendirán ante su mirada y rendirán homenaje al Rey de reyes.


Conclusión

Una vez oí que la Providencia e Dios es como un enorme tapiz que recoge todos los vericuetos de la historia que vivimos. La dificultad es que la realidad que vivimos nos parece indescifrable porque lo que ahora vemos del tapiz es la parte trasera, llena de nudos y entresijos. Aunque a nosotros nos resulte a veces difícil vislumbrar sus designios la verdad que a Dios no se le va de las manos la historia del mundo. Estamos en sus manos, Dios lleva por caminos insospechados la historia de salvación a cumplimiento.

¿Hacia dónde vamos? Vamos hacia El porque todo converge en El. El es el alfa y el omega, el principio y el fin, la meta de nuestra peregrinación. Como el grano que cae en tierra esperamos que a su tiempo El dará cumplimiento a sus amorosos designios de ver un día su Reino prometido.

Como dice una reflexión atribuida a Oscar Romero: “Somos profetas de un Reino, de una promesa, de un futuro que no está en nuestras manos”- Durante nuestra vida tan solo realizamos una minúscula parte de la obra de Dios. Una gota de una ola de su inmenso océano. El reino no solo está más allá de nuestros esfuerzos sino va más allá de nuestra visión. Nada de lo que hacemos está acabado. Aunque sea incompleta es un paso en el camino, pero hemos siempre de reconocer quien lleva la obra. Nosotros somos meros servidores, pero el resiente la pequeña gota que cae en su inmenso océano.

 

 

 

 

 

 


 

 






miércoles, 8 de noviembre de 2023

VIVIR EN TUS MANOS

 

VIVIR EN TUS MANOS

EL ABANDONO CONFIADO

(LA ESPIRITUALIDAD DE SANTA TRESITA DE LISIEUX)

 


 

Introducción

Como ya dije en el pasado ensayo sobre la vida y espiritualidad de Carlos de Foucauld, este ensayo lo dedicaremos a otra gran santa: santa Teresita de Liseux. Ambos santos a pesar de su peculiaridad propia tienen algo de semejanza y es la invitación a confiar en Dios, haciéndonos pequeños como los niños. Si en el pasado ensayo tuve oportunidad de profundizar en la espiritualidad de Carlos de Foucauld en este tenemos la oportunidad de hacerlo con Santa Teresita de Lisieux.

El Papa en su exhortación a la santidad Gaudete et exultate nos invita a hacer nuestra la llamada a la santidad y a dejarnos ayudar por los santos. Los santos nos alientan y acompañan (GE 4). Los santos que ya han llegado a la presencia de Dios mantienen con nosotros lazos de amor y comunión. No se trata de desalentarse cuando uno contempla modelos de santidad que le parecen inalcanzables. En la Iglesia, santa y compuesta de pecadores, encontramos todo tipo de santos que nos estimulan a caminar y crecer hacia la santidad. La santidad no es sino la caridad plenamente vivida. Santa Teresita es modelo de santidad para todos porque abre con “su caminito” el camino de los pequeños, de la infancia espiritual, no pone el énfasis en el esfuerzo de la voluntad sino en la confianza.

Ella, patrona de los misioneros, sigue siendo un testimonio vivo de una vida centrada en Dios para todos nosotros. Como dice la Escritura: “los santos brillarán como estrellas por toda la eternidad” (Sab 3,7; Dan 12,3). Los que comienzan a descubrir la presencia de Santa Teresita en sus vidas descubren a Jesús vivo en ella y acceden al “caminito” que ella nos abre a través de la infancia espiritual y la confianza.

Santa Teresita es declarada por San Juan Pablo II como “doctora de la Iglesia” el día en que celebraba la Jornada Mundial de las misiones. Ella tuvo el deseo ardiente de consagrarse al anuncio del Evangelio y habría querido coronar su testimonio con el Supremo sacrificio del martirio.

Es bien conocido el intenso compromiso personal con que sostuvo la labor apostólica de los padres Maurice Belliére y Adolphe Roulland misioneros respectivamente en África y en China.

Teresita antes de morir tuvo la certeza de que ella pasaría su cielo haciendo amar al Amor de su vida. Sabía que después de morir continuaría su apostolado desde el cielo y que volvería a la tierra para despertar el amor por Jesús en muchos corazones. Así lo escribía al p. Roulland, misionero francés en China: “Si voy pon pronto al cielo pediré a Jesús el permiso para visitaros en Su Tchuen y continuaremos juntos nuestro apostolado” (Carta al P. Roulland, 30, 7, 1896). Del mismo modo escribió al misionero francés en Africa Abbé Bellieréres: “No conozco el futuro, pero sí Jesús realiza mis pensamientos os prometo seguir siendo vuestra hermana allá arriba. Nuestra unión, lejos de romperse, se hará más íntima; allí no habrá ni clausura ni rejas y mi alma podrá volar con vos a las lejanas misiones”. (Carta al Abbé Bellieréres, 24, 2, 97)

En su cuaderno cuando ya estaba avanzada su enfermedad decía: “Presiento que voy a entrar en el descanso… pero presiento sobre todo que mi misión va a empezar mi misión de hacer amar a Dios como yo le amo de dar a las almas mi caminito… quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra.” (Cuaderno Amarillo)

El gran secreto de Santa Teresita es su abandono confiado. Jesús no pie grandes obras, sino solamente abandono y agradecimiento: “Si todas las almas débiles e imperfectas sintieran lo que siente la más pequeña de todas las almas el alma de vuestra pequeña Teresa ni una sola perdería la esperanza de llegar a la cumbre de la montaña del amor” (Manuscrito B).

La espiritualidad de Santa Teresita radica en la experiencia del amor misericordioso de Jesús. El fondo de su oración está constituido por la gratitud, la alabanza, el abandono y la súplica confiada. “No me lanzó el primer puesto sino al último en vez de adelantarme como cuando el fariseo repito llena de confianza la humilde oración del publicano estoy segura de que aunque tuviera la conciencia de todos los pecados que pueden cometerse iría con el corazón roto por el arrepentimiento arrojarme en los brazos de Jesús porque sé muy bien cuánto ama al hijo pródigo que vuelve a él” (Manuscrito C). Su vida la consagra por entero al amor misericordioso de Jesús.

El caminito por ella recorrido para alcanzar la santidad de vida no es para los grandes sino para los pequeños, no el de las grandes hazañas reservadas para pocos, sino, al contrario, un camino al alcance de todos, el pequeño camino. El caminito de confianza y de abandono total de sí a la misericordia de Dios.

Este ensayo va a tener como base la Exhortación Apostólica del Papa Francisco “Sobre la confianza en el amor misericordioso de Dios” que escribió el pasado 15 de Octubre fiesta de la otra gran santa del Carmelo Santa Teresa de Jesús.

 


 

1. La Exhortación Apostólica: “c’est la confiance” del Santo Padre Francisco
(Sobre la confianza en el amor misericordioso de Dios) con motivo del 150.º aniversario
del nacimiento de Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz (14 de Octubre 2023)

El Papa Francisco publica la Exhortación Apostólica sobre la confianza en el amor misericordioso de Dios, con motivo del 150 aniversario del nacimiento de Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz -del Carmelo de Lisieux- reconociendo el tesoro espiritual de su “caminito espiritual”: «es la confianza la que nos permite poner en las manos de Dios lo que sólo Él puede hacer».

En el 2023 se han conmemorado dos fechas importantes de Santa Teresa del Niño Jesús, el 2 de enero fue el 150º aniversario del nacimiento y el 23 de abril el centenario de su beatificación. El Papa Francisco ha querido en esta Exhortación Apostólica que el legado espiritual de Santa Teresita «sea asumido como parte del tesoro espiritual de la Iglesia». Además, «la fecha de esta publicación, memoria de santa Teresa de Ávila, quiere presentar a santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz como fruto maduro de la reforma del Carmelo y de la espiritualidad de la gran santa española» 

En cuatro capítulos: Jesús para los demás; El caminito de la confianza y del amor; Seré el amor; En el corazón del Evangelio; y mediante 53 parágrafos el Pontífice presenta la vida y experiencia espiritual la santa francesa del Carmelo de Lisieux que dejó la vida terrena a los 24 años.

 

«La Iglesia reconoció rápidamente el valor extraordinario de su figura y la originalidad de su espiritualidad evangélica», de manera especial los Pontífices siguieron de cerca su vida: “Teresita” conoció al Papa León XIII en su peregrinación a Roma en 1887 a quien pidió permiso para entrar al Carmelo a la edad de 15 años. Pío X percibió su enorme estatura espiritual, luego de la muerte de joven santa. Benedicto XV la declara Venerable en 1921, elogiando «sus virtudes centrándolas en el “caminito” de la infancia espiritual», fue canonizada el 17 de mayo de 1925 por Pío XI: «quien agradeció al Señor por permitirle que Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz fuera “la primera beata que elevó a los honores de los altares y la primera santa canonizada por él”. El mismo Papa la declaró patrona de las Misiones en 1927». Luego fue proclamada una de las patronas de Francia en 1944 por el venerable Pío XII.  

 

Posteriormente san Pablo VI recordaba con frecuencia sus virtudes cristianas. San Juan Pablo II en «1997 la declaró doctora de la Iglesia, considerándola además «como experta en la scientia amoris». También, «Benedicto XVI retomó el tema de su “ciencia del amor”, proponiéndola como «guía para todos, sobre todo para quienes, en el pueblo de Dios, desempeñan el ministerio de teólogos». Y el Papa Francisco canonizó «a sus padres Luis y Celia en el año 2015, durante el Sínodo sobre la familia»


 




 

1.1  Jesús para los demás

 

El Papa Francisco en el primer capítulo presenta la experiencia cristiana en la santa, desde su oración, vida mística, pero con alma misionera y sin auto referencialidad: «En el nombre que ella eligió como religiosa se destaca Jesús: el “Niño” que manifiesta el misterio de la Encarnación y la “Santa Faz”», y «el Nombre de Jesús es continuamente “respirado” por Teresa como acto de amor, hasta el último aliento».

 

Como Patrona de las misiones, recuerda el Papa en la Exhortación Apostólica, que «como sucede en todo encuentro auténtico con Cristo, esta experiencia de fe la convocaba a la misión. Teresita pudo definir su misión con estas palabras: “En el cielo desearé lo mismo que deseo ahora en la tierra: amar a Jesús y hacerle amar”».

 

Una alma misionera, señala Francisco, que enseña «su modo de entender la evangelización por atracción, no por presión o proselitismo. Vale la pena leer cómo lo sintetiza ella misma: “Al atraerme a mí, atrae también a las almas que amo…», así lo escribía la santa en las últimas páginas de «Historia de un alma» como su testamento misionero «con un ferviente espíritu apostólico», dejándose guiar por la acción del Espíritu Santo: «Yo pido a Jesús que me atraiga a las llamas de su amor, que me una tan íntimamente a Él que sea Él quien viva y quien actúe en mí».





 1.2 El caminito de la confianza y del amor 

En el segundo capítulo el Santo Padre recuerda el valor de “El camino de la infancia espiritual” propuesto por Santa Teresa del Niño Jesús que subraya la primacía de la acción de Dios y “la confianza” plena en la misericordia de Cristo:    

«Teresita relató el descubrimiento del caminito en la Historia de un alma: “A pesar de mi pequeñez, puedo aspirar a la santidad. Agrandarme es imposible; tendré que soportarme tal cual soy, con todas mis imperfecciones. Pero quiero buscar la forma de ir al cielo por un caminito muy recto y muy corto, por un caminito totalmente nuevo”». 

Francisco señala que la santa en su época «frente a una idea pelagiana de santidad, individualista y elitista, más ascética que mística, que pone el énfasis principal en el esfuerzo humano, Teresita subraya siempre la primacía de la acción de Dios, de su gracia» (EA 17), por ello «prefiere destacar el primado de la acción divina e invitar a la confianza plena mirando el amor de Cristo que se nos ha dado hasta el fin». 

«Por consiguiente, la actitud más adecuada es depositar la confianza del corazón fuera de nosotros mismos: en la infinita misericordia de un Dios que ama sin límites y que lo ha dado todo en la Cruz de Jesucristo». 

Sobre esta “confianza” el Santo Padre sugiere no asumirla solo en referencia a la santificación y salvación, sino también como un “abandono cotidiano” en Dios: «Tiene un sentido integral, que abraza la totalidad de la existencia concreta y se aplica a nuestra vida entera, donde muchas veces nos abruman los temores, el deseo de seguridades humanas, la necesidad de tener todo bajo nuestro control». 

El Papa recuerda las palabras de Santa Teresita que se refieren a ese “santo abandono” en el Amor: «Los que corremos por el camino del amor creo que no debemos pensar en lo que pueda ocurrirnos de doloroso en el futuro, porque eso es faltar a la confianza».  

Este testimonio es considerado por Francisco como “un fuego en medio de la noche”, ya que vivió su última etapa a finales del siglo XIX que la edad de oro del ateísmo moderno: «pero la oscuridad no puede extinguir la luz: ella ha sido conquistada por Aquel que ha venido al mundo como luz (cf. Jn 12,46). El relato de Teresita manifiesta el carácter heroico de su fe, su victoria en el combate espiritual, frente a las tentaciones más fuertes».

 



1.3 Seré el amor 

En el tercer capítulo de su Exhortación el Pontífice ofrece un panorama de la repuesta confiada del amor de la santa, a través del prójimo, al amor misericordiosos de Dios. “La Historia de un alma” es un testimonio de caridad, donde Teresita nos ofrece un comentario sobre el mandamiento nuevo de Jesús: "Ámense los unos a los otros, como yo los he amado" (Jn 15,12). 

Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz, recuerda el Santo Padre, expresaba en sus escritos su «amor esponsal» con Cristo: «Teresita tiene la viva certeza de que Jesús la amó y conoció personalmente en su Pasión: Me amó y se entregó por mí (Ga 2,20)». Y «el acto de amor “Jesús, te amo”, continuamente vivido por Teresita como la respiración, es su clave de lectura del Evangelio». 

Amor que santa Teresita vivió en la mayor sencillez y experimento en la vida cotidiana: «Teresita vive la caridad en la pequeñez, en las cosas más simples de la existencia cotidiana», y en el corazón de la Iglesia, donde buscó su lugar: «…Comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que ese corazón estaba ardiendo de amor. Comprendí que sólo el amor podía hacer actuar a los miembros de la Iglesia; que si el amor llegaba a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se negarían a derramar su sangre…». 

«No es el corazón de una Iglesia triunfalista, es el corazón de una Iglesia amante humilde y misericordiosa», señala Francisco. Afirmando además que «Tal descubrimiento del corazón de la Iglesia es también una gran luz para nosotros hoy, para no escandalizarnos por los límites y debilidades de la institución eclesiástica, marcada por oscuridades y pecados, y entrar en su corazón ardiente de amor, que se encendió en Pentecostés gracias al don del Espíritu Santo». 

Explica el Papa Francisco que este llamado de Dios a «poner fuego en el corazón de la Iglesia más que a soñar con su propia felicidad» le permitió a santa Teresita «pasar de un fervoroso deseo del cielo a un constante y ardiente deseo del bien de todos, culminando en el sueño de continuar en el cielo su misión de amar a Jesús y hacerlo amar». Llegando de este modo «a la última síntesis personal del Evangelio, que partía de la confianza plena hasta culminar en el don total por los demás». 

El Papa Francisco llega a un punto central de su Exhortación Apostólica, indicando que «C’est la confiance. Es la confianza la que nos lleva al Amor y así nos libera del temor, es la confianza la que nos ayuda a quitar la mirada de nosotros mismos, es la confianza la que nos permite poner en las manos de Dios lo que sólo Él puede hacer. Esto nos deja un inmenso caudal de amor y de energías disponibles para buscar el bien de los hermanos. Y así, en medio del sufrimiento de sus últimos días, Teresita podía decir: «Sólo cuento ya con el amor».

 



1.4. En el corazón del Evangelio 

En el cuarto capítulo el santo Padre recuerda que el anuncio de una Iglesia misionera se centra en lo esencial: «la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado», y el aporte especifico que regala Teresita, “doctora de la síntesis”: «consiste en llevarnos al centro, a lo que es esencial, a lo que es indispensable. Ella, con sus palabras y con su propio proceso personal, muestra que, si bien todas las enseñanzas y normas de la Iglesia tienen su importancia, su valor, su luz, algunas son más urgentes y más estructurantes para la vida cristiana». El Papa Francisco afirma que la actualidad de santa Teresa del Niño Jesús perdura en toda su «pequeña grandeza: …En un tiempo de repliegues y de cerrazones, Teresita nos invita a la salida misionera, cautivados por la atracción de Jesucristo y del Evangelio». “Un siglo y medio después de su nacimiento, Teresita está más viva que nunca en medio de la Iglesia peregrina, en el corazón del Pueblo de Dios” 

 


2. Breve resumen de su biografía:

Su autobiografía queda recogida en el libro Historia de un alma respondiendo al deseo de su hermana Paulina que le pide que escriba la historia de su alma.

Teresa del Niño Jesús nace en Alençon (Francia) el 2 de enero de 1873. Dos días después es bautizada en la iglesia de Notre Dame, recibiendo los nombres de María Francisca Teresa. Sus padres son Luis Martín y Celia Guerin. Tras la muerte de la madre, acontecida el 28 de agosto de 1877, Teresa se traslada con toda su familia a la ciudad de Liseux, donde rodeada por el afecto del padre y hermanas, recibe una formación a la vez exigente y llena de ternura.

Hacia finales de 1879 se acerca por primera vez el sacramento de la penitencia. El día de Pentecostés de 1883 obtiene la singular merced de la curación de una grave enfermedad por intercesión de Nuestra Señora de las Victorias. Educada por las benedictinas de Lisieux, recibe la primera comunión el 8 de mayo de 1884, tras una intensa preparación coronada por una singular experiencia de la gracia de la Unión íntima con Jesús. Pocas semanas después, el 14 de junio del mismo año, recibe el sacramento de la confirmación con viva conciencia de lo que implica el don del Espíritu Santo en la participación personal en la gracia de Pentecostés. En la Navidad de 1886 vive una experiencia espiritual muy profunda que califica como “completa conversión”. Gracias a ella supera la fragilidad emotiva consecuencia de la pérdida de la madre y empieza una carrera de gigante por el camino de la perfección. (Cf. Manuscrito A 44-45)

Teresita desea abrazar la vida contemplativa, como sus hermanas Paulina y María en el Carmelo de Lisieux, pero su tierna edad se lo impide. Con ocasión de una peregrinación a Italia, tras haber visitado la Santa Casa de Loreto y los lugares de la Ciudad Eterna, en la audiencia concedida por el papá a los fieles de la diócesis de Lisieux, el 20 de noviembre de 1887, con filial audacia pide a León XIII poder entrar en el Carmelo a la edad de 15 años.

El 9 de abril de 1868 Teresita entra en el Carmelo de Lisieux, donde recibe el hábito de la orden de la Virgen el 10 de enero del año siguiente y emite su profesión religiosa el 8 de septiembre de 1890, fiesta de la natividad de la Virgen María. En el Carmelo emprende el camino de la perfección trazado por la madre fundadora, Teresa de Jesús, con auténtico fervor y fidelidad, en el cumplimiento de las diferentes obligaciones comunitarias que le son encomendadas. Iluminada por la palabra de Dios, probada de manera especial por la enfermedad de su amadísimo padre Luis Martín, que muere el 29 de julio de 1894, Teresita camina hacia la santidad insistiendo en la centralidad del amor. Descubre y comunica las novicias encomendadas a su cuidado el pequeño camino de la infancia espiritual. Progresando y penetrando cada vez más en el misterio de la Iglesia y atraída por el amor de Cristo siente crecer en sí la vocación apostólica y misionera que la impulsa a arrastrar a todos consigo al encuentro del Esposo Divino.

El 9 de junio de 1895, fiesta de la Santísima Trinidad, se ofrece víctima de Holocausto al amor misericordioso de Dios. El 3 de abril del año siguiente, la noche entre el jueves y el Viernes Santo, tiene una primera manifestación de la enfermedad que la llevará al sepulcro. Teresita la acoge como la misteriosa visita del Esposo Divino. Al mismo tiempo entra en la prueba de la fe, que durará hasta su muerte. Habiendo empeorado su salud, a partir del 8 de julio de 1897, es trasladada a la enfermería. Sus hermanas y otras religiosas recogen sus palabras, mientras los dolores y las pruebas, soportadas con paciencia se intensifican hasta culminar en la muerte, la tarde del 30 de septiembre de 1897. “No muero, entro en la vida” había escrito a un hermano espiritual suyo el padre Belliere (LT 244). Sus últimas palabras: “Dios mío te amo” constituyen el broche final de su existencia.

 


3. Las etapas de la vida de Santa Teresita de Lisieux

Santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia, entró aún muy joven en el monasterio de las Carmelitas Descalzas de Lisieux, llegando a ser maestra de santidad en Cristo por su inocencia y simplicidad. Enseñó el camino de la perfección cristiana por medio de la infancia espiritual, demostrando una mística solicitud en bien de las almas y del incremento de la Iglesia, y terminó su vida a los veinticinco años de edad. 

                     




 3.1 Los Padres y la familia

Teresita fue criada en una atmósfera de fe donde cada virtud y aspiración eran cuidadosamente fomentadas y desarrolladas, su vocación se manifestó por si misma siendo aun sólo una niña.

Teresita es hija de Luis Martin y María Celia Guérin (canonizados el domingo 18 de octubre de 2015). De esta unión nacieron nueve hijos, de los cuales cuatro murieron a temprana edad; solo sobrevivieron cinco niñas: María (1860-1940), Paulina (1861-1951), Leonia (1863-1941), Celina (1869-1959) y Teresa, que fue la menor. Todas ellas abrazarían después la vida religiosa.

El hogar de los esposos Martin era un verdadero jardín de virtudes y santidad. Amaban sinceramente a cada una de sus hijas, aunque no toleraban ninguna clase de mal comportamiento y lo corregían al instante. La fe cristiana era el sustento familiar. Cuando no estaban en la iglesia como familia, celebraban las fiestas religiosas o rezaban el rosario en casa como familia. Los Martin también practicaban la caridad y ocasionalmente dan la bienvenida a algún pobre a su mesa; visitaban a los enfermos y los ancianos. 

 


 

3.2 Nacimiento y primeros años

María Francisca Teresa Martin Guérin (nombre de pila) nació en la calle Saint-Blaise de AlençónNormandía, al noroeste de Francia, el 2 de enero de 1873.

Fue bautizada dos días después de su nacimiento, el 4 de enero de 1873, en la iglesia de Nuestra Señora de Alenzón. Sus padrinos fueron Paul Boul, hijo de un amigo de la familia, y su hermana mayor, María. En marzo de ese año, a los dos meses de edad, estuvo a punto de morir y debió ser confiada a una enfermera, Rosa Taillé, que ya había estado cuidando a dos hijos de la pareja Martin. Se mejoró rápidamente y creció en la campiña normanda, en la granja Semallé, a una distancia de casi ocho kilómetros. A su regreso a Alençon el 2 de abril de 1874, su familia la rodea de afecto. Su madre dice que «es de una inteligencia superior a Celina, pero mucho menos dulce, y sobre todo es de una obstinación casi invencible. Cuando ella dice que no, nada puede hacerla cambiar». Es juguetona y traviesa, pero también es emocional y a menudo llora. Teresa siempre se refirió a este primer periodo de su vida como el más feliz.

Ya a su temprana edad asistía junto a su familia a misa cada día a las 5:30 de la mañana. La familia Martin se adhiere estrictamente al ayuno y la oración, al ritmo del año litúrgico. Las niñas crecieron viendo en sus padres dos grandes modelos de santidad.

Teresita es de complexión débil y muy sensible. Su madre Celia Martin desde 1865 se queja de dolores en su interior. En diciembre de 1876 un médico revela un «tumor fibroso» de gravedad. Es demasiado tarde para intentar una operación. El 24 de febrero de 1877, Celia pierde a su hermana María Luisa, que murió de tuberculosis en el Convento de la Visitación de Le Mans, con el nombre de hermana María Dositea. Después de su muerte, sus sufrimientos se agudizan, pero todo se lo esconde a su familia. En julio de 1877 Celia participa de una peregrinación al santuario de Lourdes pidiendo la gracia de su curación, pero no recibe tal gracia.

Finalmente, Celia Martin muere el 28 de agosto de 1877 a causa de un cáncer de mama, cuando Teresita tenía apenas cuatro años. En noviembre de 1877 Luis Martin decidió trasladarse a la ciudad de Lisieux, donde residía la familia de su esposa, quienes prometieron a Celia cuidar de sus hijas después de su muerte.

 


3.3 Traslado a Lisieux y primera etapa de su vida

La familia Guerin los ayudó a instalarse en una casa rodeada de arbustos, los Buissonnets. Allí viviría Teresa los siguientes años hasta su entrada en el Carmelo de Lisieux.

Teresa sintió profundamente el cambio tan grande que sufre en su vida sin su madre. Echa de menos a su madre aún más y sobre esto escribió: «Desde que mamá murió, mi alegría característica cambió completamente; yo que era tan viva, tan expansiva, me convertí en tímida y dulce, sensible al exceso». A pesar del amor prodigado a su padre y a Paulina, a quien después de la muerte de su madre adoptó como su «segunda madre», la vida era austera en los Buissonnets y tendría en cuenta más tarde que este fue «el segundo período de su existencia, el más doloroso de los tres».

A los siete años, en 1880, Teresa se confiesa por primera vez. En esta ocasión ignora el miedo y los escrúpulos que ya tanto la fastidiaban; dice: «Desde que regresé de la confesión por todas las grandes fiestas ha sido un verdadero placer para mí cada vez que he ido». El 13 de mayo de 1880, se hace presente en la primera comunión de Celina, que comparte con alegría: «Creo que he recibido grandes gracias de ese día y le considero uno de los más hermosos de mi vida». También ella está a la espera de recibir la sagrada comunión y decide aprovechar los tres años que le quedan para prepararse para el evento.

A los ocho años y medio, el 3 de octubre de 1881, Teresita entró en el colegio de las Benedictinas en Lisieux. Regresaba a su casa por las noches, ya que su familia residía muy cerca. Haber recibido previamente lecciones de Paulina y María le dio buenas bases y se puso rápidamente a la cabeza de su clase. Sin embargo, se encuentra con una vida en comunidad a la que no está acostumbrada. Es perseguida por compañeras de más edad que le tienen celos. Ella llora pero no se atreve a quejarse. No le gusta el recreo, tan ajetreado y ruidoso. Su maestra la describe como una estudiante obediente, tranquila y pacífica, a veces pensativa o incluso triste. Teresita dijo más tarde que estos cinco años fueron los más tristes de su vida, y encontró consuelo en la presencia de su «querida Celina».

Durante esta época desarrolla su gusto por la lectura, especialmente la que satisfacía sus necesidades de calma; historias caballerescas y apasionadas. También comienza a sentir una gran admiración por Juana de Arco. Ella piensa que ha nacido para una gloria oculta: «¡el Buen Dios me hizo comprender que si mi gloria no aparece a los ojos mortales, podría llegar a ser una gran santa!...».

Durante el verano de 1882, cuando Teresita tenía nueve años, se entera por accidente del deseo de su hermana Paulina de convertirse en monja carmelita. La idea de perder a su segunda madre le causa gran tristeza y desesperación. Paulina, tratando de consolarla, le explica cómo es la vida dentro del Carmelo, y entonces Teresita también se siente llamada al Carmelo. Después escribió: «Sentí que el Carmelo era el desierto donde Dios quería que yo me fuera a ocultar... me sentía tan fuertemente llamada que no había ninguna duda en mi corazón, no era un sueño de la infancia que viaja lejos, sino la certeza de una llamada divina; yo quería ir al Carmelo no por Paulina, sino solamente por Jesús...».

Un domingo, Teresita logra ir al Carmelo de Lisieux y entrevistarse con la Madre Superiora, María de Gonzaga, quien le dijo, sin que Teresita hubiera mencionado sus deseos: «cuando vengas a vivir con nosotras, mi querida hija, os llamaréis Teresa del Niño Jesús», cosa que la Santa interpretó como «una delicadeza de mi amado Niño Jesús». Pero también le dijo que no podían aceptar aspirantes menores de dieciséis años.

El lunes 2 de octubre de 1882, Paulina entra en el Carmelo de Lisieux, donde tomó el nombre de «sor Inés de Jesús». Fue un día aún más triste para Teresa, quien había vuelto a la escuela por un año más, pues no podía saltarse un grado ya que estaba en tercero, donde se hace la preparación para la Primera Comunión. La enseñanza religiosa será una de las materias importantes, en la que sobresale Teresa. La perspectiva de la comunión, como se esperaba, es un rayo de sol.

 


 

3.4 La extraña enfermedad y la sonrisa de la Virgen

En diciembre de 1882, la salud de Teresita empieza a empeorar de manera extraña: sufre continuamente de dolores de cabeza, dolores en el costado, come poco y duerme mal. Su carácter también cambia: a veces se enoja con María y pelea incluso con Celina, con quien siempre habían sido muy buenas amigas. En el locutorio del Carmelo, Paulina está preocupada por su hermana menor, a quien le ofrece asesoramiento y cariñosas reprimendas.

En ese mismo año el médico Alfonso H. Notta diagnosticó la enfermedad de Teresita como una reacción a una frustración emocional con un ataque neurótico, sin duda causado por la partida de su hermana Paulina al monasterio carmelita de Lisieux el 2 de octubre de ese mismo año.

Durante las vacaciones de Semana Santa de 1883, Luis Martin organiza un viaje a París con María y Leonia. El tío Guérin acoge a Celina y Teresa en su hogar. El 25 de marzo en la tarde, mientras cenaban junto a Celina, Teresita se derrumba en lágrimas. La llevan a su cama; pasó una noche muy inquieta. Preocupado, su tío llamó al día siguiente a un médico, quien diagnosticó «una enfermedad muy grave que nunca atacaba a los niños.» Dada la gravedad de su estado, envían un telegrama a Luis, quien regresa a toda prisa a Lisieux.

Varias veces al día, Teresita sufre de temblores nerviosos, alucinaciones y ataques de terror. Está pasando por una gran debilidad y, a pesar de que conserva toda su lucidez, no pueden dejarla sola. Sin embargo, la paciente repite que quiere asistir a la toma de hábito de Paulina, programada para el 6 de abril. La mañana del fatídico día, después de una fuerte crisis, Teresita se levanta, y curada en apariencia milagrosamente, va con su familia al Carmelo. Continúa transcurriendo todo el día, llena de alegría y entusiasmo. Pero al día siguiente tiene una recaída repentina: se llena de delirios que parecen privarla de la razón. El médico, muy preocupado, todavía no puede encontrar la cura de su enfermedad. Luis Martin temía que su «pobre niña» fuera a morir o a volverse un poco loca.

Durante meses sufrió de dolores de cabeza y alucinaciones. Toda su familia estaba desesperada pensando que la muerte podría llegarle pronto. Su padre mandó incluso oficiar varias misas por su curación en el santuario de Nuestra Señora de las Victorias en París. El 13 de mayo de 1883, el día de Pentecostés, Luis Martin, Leonia, Celina y María, que permanecen junto a la cama de Teresita, se sienten impotentes para poder aliviarla, se arrodillan a los pies de la cama y se dirigen a una imagen de la Virgen. Más adelante, Teresita contaría: «Al no encontrar ayuda en la tierra, la pobre Teresita también se vuelca hacia su Madre del cielo, orando con todo su corazón para que finalmente tenga misericordia de ella...». En ese momento Teresita se siente abrumada por la belleza de la Virgen, y especialmente por su sonrisa: «La Santísima Virgen me ha sonreído. ¡Qué feliz soy!». En ese momento, la paciente se estabiliza delante de sus hermanas y su padre que están atónitos. Al día siguiente, todos los rastros de la enfermedad desaparecen, excepto dos pequeñas alertas en los siguientes meses. Teresita aún esta frágil, pero no va a sufrir en el futuro de ninguna nueva manifestación de estos trastornos.

 


 

3.5 La primera comunión, confirmación y sufrimiento con los escrúpulos

En 1883, Teresita regresa al colegio y de inmediato se coloca a la cabeza en las clases de catecismo. También se prepara en los Buissonnets. Cada semana, Paulina escribe desde el Carmelo aconsejando a sus hermanas sacrificios y oraciones diarias para ofrecer a Jesús. Teresa toma estas listas en serio y se aplica a seguir cada una escrupulosamente.

El 8 de mayo de 1884, Teresita hizo su primera comunión en la iglesia del colegio de las Benedictinas en Lisieux. Durante la misa, Teresita llora profusamente de alegría y no de tristeza. Describiría a la perfección la intensidad de este primer encuentro místico: «¡Ah! Ese fue el primer beso de Jesús en mi alma ... Fue un beso de amor, me sentí amada, y le dije también: “Te amo, me entrego a ti para siempre”. No hubo demandas, no hay luchas, sacrificios; hace mucho tiempo, Jesús y Teresita se habían mirado pobres y se habían entendido.» La profundidad espiritual de este día no impide que sea una oportunidad para disfrutar de la celebración con la familia y de los muchos regalos que recibe.

El 14 de junio de 1884 es confirmada por el obispo Abel Antoine-Flavien Hugonin, obispo de Lisieux. Su madrina de confirmación es su hermana Leonia. Al recibir el Espíritu Santo, la joven confirmada se deja maravillar por este «Sacramento de Amor», que, ella está segura, le dará la «fuerza para sufrir».

En 1885, después de escuchar un sermón del padre Domin sobre los pecados mortales y el juicio final, las «penas del alma», que habían atormentado a Teresita y que parecían haber desaparecido, despiertan bruscamente. La niña, tan frágil, volverá a caer en la «terrible enfermedad de los escrúpulos.» Teresita se convence de su pecado y desarrolla un fuerte sentimiento de culpa por todo. Las acciones y pensamientos más simples se convierten en motivo de trastorno. No se atreve a contarle sus penas a Paulina, que parece tan lejana en su Carmelo. Por suerte tiene aún a María, su «última madre», a quien ahora le cuenta todo, incluyendo sus pensamientos más «extravagantes». Esta le ayuda a preparar sus confesiones dejando de lado todos los temores. Dócil, Teresita la obedece. Esto tiene como consecuencia que oculta su «fea enfermedad» a sus confesores, privándose así de sus consejos.

En octubre de ese mismo año, Teresita regresa a la escuela, pero tiene que seguir afrontando las ofensas de algunas de sus compañeras y esta vez sola, pues su hermana Celina ya se graduaría pronto. En octubre de 1886 su hermana mayor María también entra en el Carmelo de Lisieux, donde llegará a ser la hermana María del Sagrado Corazón, mientras Leonia entra como religiosa en el convento de las Benedictinas de Lisieux, de donde sale al cabo de poco tiempo. Sorprendido y entristecido, Luis Martin conserva con él en los Buissonnets a sus dos hijas más jóvenes. Después de la partida de María su «tercera madre», Teresa pasa por un período de depresión y llora con frecuencia.

Sus ataques de escrúpulos alcanzaron su clímax y ella no sabe ya en quién confiar ahora que María ingresó en el Carmelo. La solución llegaría cuando empieza a rezar espontáneamente a sus cuatro hermanos que murieron siendo aún muy pequeños (María Helena, José Luis, José Juan Bautista y María Melania Teresa); Ella les habla con sencillez, para pedirles que intercedan por la paz para su alma. La respuesta fue inmediata y se siente definitivamente calmada, ella diría después: «me di cuenta de que, si era amada en la tierra, también lo era en el cielo.»



 

3.6 La conversión en la Navidad de 1886 y el comienzo del tercer periodo de su vida

Uno de los episodios más recordados en su vida fue el de la gran conversión de la Navidad de 1886. Al llegar de la misa de Nochebuena junto con su padre y su hermana Celina, como era costumbre, corría para ver los zapatos que ella dejaba allí para el Niño Jesús y descubrirlos llenos de juguetes. Su padre le dijo que subiese a cambiarse para cenar y algo cansado le dijo a Celina: «Afortunadamente este es el último año en que suceden estas cosas.»

Ella explica el misterio de esta maravillosa conversión en sus escritos. Hablando de Jesús decía: «Esa noche fue cuando Él se hizo débil y sufriente por mi amor, y me hizo fuerte y valiente.» Luego descubre la alegría de olvidarse de sí misma y añade: «Sentí, en una palabra, que la caridad entraba en mi corazón, la necesidad de que me olvide de buscar agradar, y desde entonces yo fui feliz.» De repente, queda libre de los defectos e imperfecciones de su infancia, como su tremenda sensibilidad. Con esta gracia del Niño Jesús, que nacía esa noche, encontró «la fortaleza que había perdido» cuando su madre murió.

Muchas cosas van a cambiar después de esta Nochebuena de 1886, que marca el comienzo de la tercera parte de su vida, «la más bella». A la que ella llama la «noche de mi conversión» y escribió: «Desde esa noche bendita, ya no fui derrotada en ningún combate, en lugar de eso fui de victoria en victoria y comencé, por así decirlo, una carrera de gigantes.»

 



 

3.7 El inicio de las luchas por su vocación

Poco después de la «gran gracia de la Navidad», oyó hablar de un hombre que había asesinado a tres mujeres en París, cuyo nombre era Enrique Pranzini. Teresa decidió adoptarlo como su primer hijo espiritual y ofreció sacrificios y varias misas, que mandó hacer con ayuda de su hermana Celina, para alcanzar de Dios la conversión de este pecador antes de su ejecución, o por lo menos algún signo de arrepentimiento. Pranzini había sido sentenciado a muerte y fue ejecutado el 31 de agosto de 1887, pero unos días después llegó a su casa el periódico católico La Croix, ('La Cruz') informando de que, aunque Pranzini no quiso confesarse, antes de subir a la guillotina pidió un crucifijo para luego besarlo repetidas veces. Así, ella sintió que sus sacrificios y plegarias habían sido escuchados.

La respuesta misericordiosa de Dios a sus oraciones por la conversión de Pranzini marca profundamente a Teresa y refuerza su vocación, también se vería más adelante que esto influiría bastante en su doctrina respecto de la misericordia divina que tanto la caracteriza. Y se decide completamente a convertirse en monja del Carmelo, para orar por todos los pecadores.

Cuando contaba 14 años ya había tomado la resolución de convertirse en religiosa carmelita, sabe que tendrá que superar muchos obstáculos y pensando quizá en Juana de Arco, se dice a sí misma que «conquistar la fortaleza del Carmelo es solo la punta de la espada.»

Se decide a obtener primero el consentimiento de su familia, incluyendo a su padre. Determinada, pero tímida, se decide a comentarle a su padre al respecto. Durante un momento duda entregándole su secreto, sobre todo porque Luis Martin sufrió un par de semanas antes un pequeño ataque que lo dejó paralizado durante varias horas. El 2 de junio de 1887, el día de Pentecostés, después de orar todo el día, le presenta su solicitud en la noche, en el jardín de los Buissonnets. Luis, que según Teresa parecía tener una «expresión celestial y llena de paz» recibe la confesión de su hija con un profundo sentimiento de alegría y agradecimiento. Añade que Dios le hizo «el gran honor de llamar a todas sus hijas

Pero el mayor obstáculo será el tío Isidoro Guerin, tutor de las niñas Martín, ya que vetará el proyecto de su sobrina. Aunque él no pone en duda la vocación religiosa de Teresa, le pidió que esperara a la edad de diecisiete años. La niña confía en que Paulina podrá ayudarla a obtener el permiso de su tío. Finalmente acepta el 22 de octubre de ese año.

Aun así siguió teniendo muchos inconvenientes para su entrada al convento, ya que ahora se enfrentaría a la negativa del Padre Delatroëtte, superior del Carmelo de Lisieux. Dolida por el fracaso de un caso similar al de ella, del que todo el mundo habla en Lisieux, acerca de que ya no aceptarán postulantes menores de veintiún años. Solo el obispo podía autorizar tal cosa. Para consolar a su hija que llora constantemente, Luis le promete un encuentro con el obispo Monseñor Hugonin. Él la recibe en Bayeux el 31 de octubre de ese año, y la escucha expresar el deseo de consagrarse a Dios dentro de los muros del Carmelo, y de que lo conserva desde muy niña. Pero el obispo decide aplazar su decisión hasta después, cuando él haya tomado el consejo del Padre Delatroëtte.

Solo les queda una esperanza: hablar directamente con el papa. Luis Martin pronto comenzaría a preparar todo para una peregrinación a Roma, por el Jubileo sacerdotal del papa León XIII, organizada por las Diócesis de Coutances y Bayeux. Teresa y Celina viajarán con él. La partida está fijada para el 4 de noviembre de 1887.

 


 

3.8 La peregrinación a Roma

Liderada por el obispo de Coutances, la peregrinación reunió a cerca de doscientos peregrinos, entre ellos setenta y cinco sacerdotes. El viaje comenzó en París, Luis Martin tuvo la oportunidad de visitar la capital con sus hijas. Fue durante una misa en Nuestra Señora de las Victorias, que Teresita logró derribar todas las dudas acerca de que si la Virgen le habría sonreído verdaderamente en su enfermedad de 1883 o no. Durante los últimos años había sufrido mucho al respecto, por su problema con los escrúpulos. Pero ahora lo tenía por verdad absoluta. Allí ella le confía el viaje y su vocación.

Un tren especial los lleva a Italia, después de cruzar Suiza. La chica no se cansaba de admirar los paisajes. Los peregrinos, casi todos de alto rango, son recibidos en los mejores hoteles. Una vez tímida y reservada, Teresita se siente algo incómoda con todo este lujo en medio de la sociedad que solo buscaba los bienes de este mundo. Es la más joven de la peregrinación, muy alegre y bonita, con sus hermosos vestidos, no pasa desapercibida.

Es durante este viaje que Teresita, que hasta el momento no había tenido un contacto cercano con muchos sacerdotes, que se da cuenta de las imperfecciones, debilidades y grandes defectos que tienen muchos de los sacerdotes que viajaban con ella. Todo esto la invitó con más fuerza a ofrecer su vida en el monasterio, orando cada día por los sacerdotes del mundo. Ella dice: «En esta peregrinación comprendí que mi vocación era orar y sacrificarme por la santificación de los sacerdotes».

Durante la peregrinación logran visitar Milán, Venecia, Bolonia, el santuario de nuestra señora de Loreto. Finalmente, llegan a Roma. En el Coliseo, Teresita y Celina hacen caso omiso de las prohibiciones y entran en el, para besar la arena donde la sangre de los mártires fue derramada. En ese lugar pide la gracia de ser martirizada por Jesús, y luego añadió: «Sentí profundamente en el alma que mi oración fue contestada».

Pero Teresita no olvida el propósito de su viaje. Una carta de su hermana Paulina la animó a presentar su petición personalmente al papa. El 20 de noviembre de 1887, por la mañana, los peregrinos asisten en la capilla papal a una misa celebrada por el papa León XIII. Luego viene el momento tan esperado de la audiencia: el vicario general asigna los turnos para ver al papa. Pero se prohíbe que se le dirija la palabra al Santo Padre pues sus setenta y siete años ya no le permiten desgastarse durante mucho tiempo. Aun así, cuando le llega el turno a Teresita, previamente Celina como cómplice la había animado a que hablara, se arrodilla y sollozando dice: «Santísimo Padre, tengo que pedirle una gracia muy grande». El vicario le dice que se trata de una chica que quiere entrar en el Carmelo. «Hija Mía, haced lo que los superiores le digan», respondió el papa. La chica insiste: «Oh Santo Padre, si usted dice que sí, todo el mundo lo aprobaría». León XIII replicó: «Vamos a ver... ¡Entrará si Dios lo quiere!». Pero Teresita quiere una palabra decisiva y espera, con las manos cruzadas sobre las rodillas del papa. Dos guardias deben luego levantarla suavemente y llevarla a la salida.

Esa misma noche ella escribió sobre el fracaso a Paulina para decirle: «Tengo el corazón pesado. Sin embargo, Dios no puede darme alguna prueba que esté más allá de mis fuerzas. Él me dio el valor para soportar esta dura prueba». Pronto, toda la peregrinación conoce el secreto de Teresa, incluso en Lisieux un periodista del diario El Universo publicó el incidente.

El viaje continúa, visitan Pompeya, Nápoles, Asís; entonces es hora de volver por Pisa y Génova. En Niza, aparece un rayo de esperanza para Teresa. El vicario hace algunas promesas diciéndole que apoyaría su solicitud. El 2 de diciembre, llegan a París, y, finalmente, al día siguiente, regresan a Lisieux. Así terminó una peregrinación de casi un mes que para Teresita fue un «fiasco».

 

 


3.9 El ingreso a la vida religiosa

Inmediatamente después de regresar, Teresita fue al locutorio del Carmelo, donde se está desarrollando una estrategia. Pero el padre Delatroëtte se mantiene desafiante y desconfía de sus intenciones para ingresar. Él regaña a la superiora, madre Genoveva, la fundadora del Carmelo de Lisieux, y la madre María de Gonzaga que llegaron a defender la causa de Teresita. El tío Guérin interviene a su vez, pero todo es en vano. El 14 de diciembre, Teresita escribió al obispo Hugonin y a su vicario general, a quien recuerda la promesa hecha en Niza. Humanamente, todo ha sido juzgado, ahora debe esperar y orar. En la víspera de Navidad, aniversario de su conversión, Teresita asistió a la misa de medianoche. Ella no puede contener las lágrimas, pero siente que la prueba hace crecer su fe y abandono a la voluntad de Dios: que era un error tratar de imponer una fecha para su ingreso al Carmelo.

Finalmente, el 1 de enero de 1888, la víspera de su décimo quinto cumpleaños, recibe una carta de la Madre María de Gonzaga informándole que el Obispo ha cambiado de opinión y que permite que las puertas del convento se abran para ella. Por un consejo de Paulina se decide que se retrase su ingreso hasta abril, después de los rigores de la Cuaresma. Esta expectativa es una nueva prueba para la futura postulante, que sin embargo ve una oportunidad para prepararse en su intimidad.

La fecha de entrada se establece finalmente para el 9 de abril de 1888, el día de la Anunciación. Teresita ingresa con quince años y tres meses. Cabe señalar que, en aquel tiempo, una chica podría hacer su profesión religiosa a los dieciocho años. No era raro ver, en las órdenes religiosas, postulantes y novicias de tan sólo dieciséis años. La precocidad de Teresa, dadas las costumbres de la época, no es excepcional.

El 9 de abril de 1888 fue recibida en el monasterio de las carmelitas descalzas de Lisieux. En el monasterio ya estaban sus hermanas, Paulina y María. Comenzó así su postulado.

Los primeros meses dentro del monasterio fueron duros, llenos de trabajos que nunca había realizado y que le costaba bastante hacer a la perfección. Ella les prohíbe a sus hermanas que le faciliten los trabajos o la ayuden de alguna manera, pues insistían en cuidarla como si estuviera en los Buissonnets. Pero aun así, la joven postulante se adapta bien a su nuevo entorno. Teresita escribió: «El Buen Dios me dio la gracia de no tener ninguna ilusión al entrar en el Carmelo: He encontrado la vida religiosa como me imaginé que sería. Ningún sacrificio me asombró».

La madre superiora, María de Gonzaga, que antes se había dado a conocer como amable y gentil, la trata muy fríamente, con bastantes exigencias y hasta con una que otra humillación, pero todo lo hace para formarle un carácter propio de la vida religiosa, probar su vocación y que dejara a un lado cualquier rastro de orgullo y vanidad, lo cual Teresita se lo agradeció siempre e incluso siempre sintió una gran admiración hacia ella. La misma superiora comenta: «¡Yo nunca habría pensado que ella tenía un juicio tan avanzado para tener quince años de edad! No hay una palabra que decir, todo es perfecto».

Durante su postulado, Teresita también debe someterse a algunas intimidaciones por parte de otras hermanas, a causa de su falta de aptitud para la artesanía. Al igual que cualquier religiosa, descubre los desafíos de la vida en comunidad, relacionados con diferencias en el temperamento, el carácter, la susceptibilidad a los problemas o discapacidades.

A finales de octubre de 1888, el capítulo provincial aprobó su toma de hábito. Aunque recibió la noticia con alegría, fue opacada un poco con la noticia de la recaída de salud de su padre, que solo unos meses antes se había escapado de casa, sin sentido de razón, hasta encontrarlo en la ciudad cercana de El Havre, preocupando así a toda la familia, tanto fuera como dentro del monasterio. Finalmente, el 10 de enero de 1889, tomó los hábitos de la orden en la capilla del monasterio en presencia de su padre, hermanas y el resto de la familia. En la misma ceremonia, además de recibir el velo de novicia, también cambió su nombre al de Teresa del Niño Jesús y la Santa Faz.

En este período, se profundiza el sentido de su vocación: llevar una vida oculta, orar y ofrecer sus sufrimientos por los sacerdotes, olvidando su orgullo, se multiplican los actos discretos de caridad. Quiere convertirse en una gran santa pero no se hace ilusiones sobre sí misma. Escribió: «me apliqué en especial en practicar las pequeñas virtudes, ya que no tengo la facilidad de practicar las grandes».

En el transcurso de 1890, leyó las obras de San Juan de la Cruz, al que convirtió en su maestro espiritual. La contemplación de la Santa Faz nutre su vida interior. Profundiza su conocimiento y amor por Cristo meditando en su humillación con el pasaje del Libro de Isaías sobre el siervo sufriente (Is 53: 1-2). Esta meditación también la ayuda a comprender la situación humillante de su padre por la degeneración que le ha causado una terrible arterioesclerosis en el cerebro. Ella siempre lo había visto como una figura de su «Padre Celestial». Ahora encuentra señas de Luis Martin a través de Cristo, humillado e irreconocible.

El 8 de septiembre de 1890, a los diecisiete años y medio, hizo su profesión religiosa. La joven carmelita recuerda por qué responde a esta vocación: «Yo he venido para salvar almas y, especialmente, para orar por los sacerdotes». El 24 de septiembre de 1890 se celebró la ceremonia, pública, donde toma el velo negro de profesa. Su padre no puede asistir, lo que entristece enormemente a Teresita. Es, sin embargo, la Madre María de Gonzaga, quien manifiesta que esta niña tiene diecisiete años y medio y la razón de alguien de treinta años, la perfección religiosa de una vieja novicia, que se consume en el alma y la posesión de sí misma, es una perfecta religiosa.

El 12 de mayo de 1892, se encontró por última vez con su padre. El 24 de junio de ese mismo año su hermana Leonia ingresó por segunda vez, en esta ocasión en el monasterio de la Visitación de Caen. Luis Martin murió el 29 de julio de 1894, después de ser custodiado y cuidado por Celina, su cuarta hija. También ella piensa, desde hace varios años, en entrar en el Carmelo. Con el apoyo de las cartas de Teresita, sostuvo el deseo de consagrarse a Dios en lugar de acceder al matrimonio. Celina aun así vacila entre la vida carmelita y una vida más activa, cuando se le propuso embarcarse en una misión encabezada por el padre Pichon en Canadá. Finalmente, siguiendo el consejo de sus hermanas, eligió el Carmelo. Ingresó el 14 de septiembre de 1894. En agosto de 1895, cuatro hermanas Martin se encuentran en el mismo. También se unirá a ellas su prima María Guerin, compañera de juegos de la infancia de Teresita.

 


 

3.10 La vida escondida en Cristo

Los años que siguen son los de la maduración de su vocación. Teresita ora, sin grandes emociones sensibles, pero con fidelidad. Evita la intromisión en los debates que a veces perturban la comunidad. Multiplica los pequeños actos de caridad y preocupación por los demás, prestando servicios pequeños, sin hacerlos notar. Ella acepta en silencio las críticas, incluso de aquellas que pueden ser injustas y favorecer a las hermanas que son desagradables con ella. Trata de hacer todo, incluso las más pequeñas cosas con amor y la sencillez. Siempre reza mucho por los sacerdotes.

Durante 1891-1892, en el invierno, una epidemia de gripe cae en Francia. El Carmelo de Lisieux no es la excepción. Cuatro monjas mueren a causa de esta enfermedad. Y todas las hermanas se enferman, excepto tres de ellas, incluyendo a Teresita. Entonces procura darse de todo a sus hermanas postradas en cama. Les brinda atención, participa en la organización de la vida diaria del Carmelo, demostrando coraje y fortaleza en la adversidad, sobre todo cuando tiene que preparar el entierro de monjas fallecidas. La comunidad, que a veces la consideraba de poco valor e indiferente ahora la ha descubierto bajo una luz diferente.

Su vida espiritual se alimenta sobre todo de los Evangelios, que siempre lleva con ella. ​ Esa costumbre no era común en la época, ni siquiera entre las religiosas de clausura. Ellas prefieren leer los comentarios de la Biblia que referirse directamente a ésta. Teresa prefiere mirar directamente «la palabra de Jesús», que la ilumina en sus oraciones y en su vida diaria, además de ser la base desde la que consolida su doctrina.

Su hermana Paulina (Inés de Jesús) es elegida priora del monasterio de Lisieux el 20 de febrero de 1893 y ella designa a Teresita el difícil cargo de ser vice-maestra de novicias, tratando de imprimir con gran dedicación la regla carmelitana a sus pupilas, para esto se ayudaba contando historias y hasta inventado parábolas. Fueron ellas las primeras en conocer su doctrina sobre «el caminito». Entre las novicias a las que enseñaba, sor María de la Trinidad se convertiría en su primera discípula.

En 1894, Teresita escribió sus primeras recreaciones piadosas. Estas son pequeñas obras de teatro, interpretada por algunas religiosas de la comunidad, con motivo de alguna festividad. Su primera recreación se la dedica a Juana de Arco, que siempre había admirado, y cuya causa de beatificación ya se ha introducido. Su talento para la escritura se le es reconocido. Otros escritos le serán asignados, un segundo sobre Juana de Arco, que se llevó a cabo en enero de 1895, además de unos poemas espirituales, a petición de otras religiosas.

A principios de este año, comenzó a sentir dolor de garganta y dolor en el pecho. Desafortunadamente, la madre Inés no se atreve a llamar a un médico que no sea el médico oficial de la comunidad.

En 1894 se celebró el centenario del martirio de los carmelitas de Compiègne. Este evento tiene una gran repercusión en toda Francia, y más aún en los monasterios carmelitas de Francia. Las monjas del Carmelo de Compiègne piden a sus hermanas de Lisieux contribuir a la decoración de su capilla. Teresa del Niño Jesús y Teresa de San Agustín bordan banderas para ser regaladas a este otro Carmelo. Sor Teresa de San Agustín, al testificar en el proceso de la beatificación de Teresita, resalta el celo y la dedicación que se dio en esta ocasión. Dijo incluso que santa Teresita decía: «¡Qué felicidad si tuviéramos la misma suerte (del martirio)! Qué gracia».



 

3.11 El descubrimiento del “caminito

Teresita entró en el Carmelo con el deseo de convertirse en una gran santa. Pero a finales de 1894, después de seis años, reconoce que este objetivo es imposible de alcanzar. Piensa que todavía tiene muchas imperfecciones y carece del carisma de Teresa de JesúsPablo de Tarso y muchos otros. Sigue siendo muy pequeña y está aun muy lejos del gran amor que le gustaría practicar.

Ella entiende que es en esta misma pequeñez en la que puede confiar para pedir la ayuda de Dios. Leyendo las sagradas escrituras, en el libro de los proverbios lee: «¡El que sea incauto, que venga a mí!» (Prov. 9 - 4) esto le da una respuesta inicial. Siente que aunque es tan pequeña e incapaz puede entregarse a Dios con confianza. Pero entonces, ¿Qué va a pasar con eso? Un pasaje del libro de Isaías da una respuesta que anima profundamente: «Ustedes serán como niños de pecho llevados en brazos y acariciados sobre las rodillas. Como un hijo a quien consuela su madre, así yo los consolaré a ustedes» (Is 66, 12-13). Concluye que el mismo Jesús la llevará a la cima de la santidad. Después escribiría: «El ascensor que me debe elevar al cielo son tus brazos, ¡Oh Jesús! Por esto, yo no necesito crecer, por el contrario, tengo que seguir siendo pequeña, cada vez más y más».

La pequeñez de Teresita, sus limitaciones se convierten en alegría, más que en desaliento. Porque es allí donde se realiza el amor misericordioso de Dios para con ella. En sus manuscritos lo describe como el descubrimiento del «caminito». En febrero de 1895 empezara a firmar sus cartas añadiendo regularmente «pequeña» antes de su nombre. Desde ese momento, Teresita utiliza el vocabulario de la pequeñez para recordar su deseo de una vida oculta y discreta. Ahora también lo utiliza para expresar su esperanza: cuanto más se sienta pequeña ante Dios, más se podrá contar con él.




3.12 La ofrenda como acto de holocausto al amor misericordioso

El 9 de junio de 1895, en la fiesta de la Santísima Trinidad, Teresita tiene una inspiración repentina sobre ofrecerse a sí misma como víctima de holocausto al «amor misericordioso». Su intención era la de sufrir, a la imagen de Cristo y en unión con él, para reparar las ofensas contra Dios y ofrecer las penitencias que no hacían los pecadores.

De esta manera, 11 de junio, se ofrece al amor misericordioso de Dios para recibir de Dios ese amor que le falta para completar todo lo que quiere hacer: «¡Oh, Dios mío! Santísima Trinidad, deseo amarte y hacerte amar, trabajar para la glorificación de la Santa Iglesia salvando las almas [...] Deseo cumplir perfectamente tu voluntad y alcanzar el grado de gloria que me has preparado en tu reino celestial. En resumen: deseo ser santa, pero conozco mi impotencia y mi debilidad, y te pido Dios mío, que tú mismo seas mi santidad».

Unos días más tarde, cuando rezaba el viacrucis, es inflamada por un intenso amor del buen Dios: «Yo estaba quemándome de amor y sentí en un minuto, ni un segundo más, que no podría aguantar más esto sin morir». Ella reconoce en esta experiencia, que es seguida rápidamente por la sensación de sequía espiritual, la confirmación de que su acto de ofrecimiento era aceptado por Dios.

En octubre de 1895, un joven seminarista, el padre Maurice Bellière pide al Carmelo de Lisieux la ayuda de una religiosa a través de la oración y el sacrificio, para su vocación misionera. La madre Inés se lo encarga a Teresita, que siempre ha soñado con tener un hermano sacerdote y lo recibe con gran alegría. Entonces comienza a multiplicar los pequeños sacrificios que ofrece para la misión del futuro sacerdote, y lo alienta en sus cartas. Y en febrero de 1896 le llega otra alegría con la profesión religiosa de su hermana Celina (Sor Genoveva, en el Carmelo).



 

3.13 La «noche de la fe» y enfermedad

Durante la Cuaresma de 1896, Teresita sigue rigurosamente los ejercicios y el ayuno. En la noche del jueves al viernes santo, sufrió un primer ataque de hemoptisis. Informó a la Madre María de Gonzaga, aunque le decía que no era nada serio. Una segunda crisis se produce de nuevo la noche siguiente. Esta vez, a la priora le preocupa y le permite llamar a su primo, el Dr. La Neele, para revisarla. El cree que el sangrado podría venir de la ruptura de un vaso sanguíneo en la garganta. Teresita no se hace ilusiones sobre su salud, pero al mismo tiempo no sentía miedo. Por el contrario, con la muerte pronto podría ascender al cielo y encontrar lo que ella había escogido en el Carmelo: su alegría estaba en su apogeo. Aun así, sigue participando en todas las actividades de la comunidad, sin escatimar fuerzas.

Este período difícil es también un período de abandono, también llamado la «noche de la fe». Durante la Semana Santa de 1896, entró, de repente, en una oscuridad interior. El sentido de la fe que la animó tantos años, que la hacía feliz hasta el punto de querer «morir de amor» por Jesús, desapareció de su alma. En su oscuridad, oyó una voz interior que parecía burlarse de ella, y la felicidad, que ella esperaba en la muerte, a medida que avanza hacia la «noche de la nada». Sus luchas no son acerca de la existencia de Dios, sino en la creencia en la vida eterna, y si ella la merecería.

Ahora solo tiene una impresión: va a morir joven, para nada. No podía continuar su vida de carmelita. Solo las canciones y poemas, que ella sigue componiendo, a petición de las hermanas, la ayudan en su lucha interior: «Mi cielo es sonreír al Dios que adoro cuando Él trata de ocultarse a mi fe». La oscuridad sigue envolviéndola y persistirá hasta su muerte un año después. Sin embargo, vio esa noche como la batalla final, la oportunidad de demostrar su confianza inquebrantable en Dios. Negándose a ceder a este miedo a la nada, multiplica los actos de sacrificio. Quiere decirse con esto que sigue creyendo, aunque su mente ha sido invadida por las objeciones y dudas. Y aunque esta lucha es aún más dolorosa, aprovecha para compartir con sus hermanas su deseo de ser activa y hacer mucho bien después de su muerte.

A partir de mayo de 1896, la madre María de Gonzaga pide a Teresa patrocinar con su oración a un segundo misionero: el padre Adolfo Roulland. La correspondencia con sus hermanos espirituales es una oportunidad para desarrollar su concepto de la santidad: «¡Ah! Hermano, ¡la bondad y el amor misericordioso de Jesús son poco conocidos! ... Es cierto que para disfrutar de estos tesoros hay que humillarse, reconocer nuestra nada, y esto es lo que muchas almas no quieren».

En septiembre de 1896 Teresa todavía experimenta muchos deseos, quiere abarcarlo todo en la Iglesia: apóstol, sacerdote, misionero, mártir y doctor. Leyendo las cartas de San Pablo, en la Primera Epístola a los Corintios capítulo 13, es iluminada en lo profundo, como un rayo que la atraviesa. Entonces el significado más profundo de su vocación aparece de repente frente a ella, «Por fin he encontrado mi vocación, mi vocación es el amor...» De hecho, la vocación al amor incluye a todas las demás. Así se cumplen todos los deseos de Teresita. «Comprendí que el amor encierra todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que el amor abarca todos los tiempos y todos los lugares, en una palabra, que el amor es eterno». Teresita se esfuerza, cada vez más, para vivir enteramente por el amor, y se esfuerza por vivir este amor en la compañía de todas sus hermanas de comunidad, especialmente con las que tienen temperamentos difíciles.

El padre Roulland le presentó a Teófano Vénard. Ella descubre sus escritos en noviembre de 1896 y Teófano se convierte para ella su modelo favorito. En su correspondencia ella le confiesa: «Estos son mis pensamientos; mi alma es como la suya». Luego copiará varios pasajes de Teófano Vénard en su testamento.

 


 

3.14 Últimos meses de enfermedad y muerte

En enero de 1897, cuando Teresita acababa de cumplir 24 años, escribe: «Yo creo que mi carrera no durará mucho tiempo». Sin embargo, a pesar del empeoramiento de la enfermedad durante el invierno, se las arregla para engañar a las Carmelitas y tomar su lugar de nuevo en la comunidad. En la primavera los vómitos, dolor severo en el pecho, y el toser sangre se convierten en algo diario y así, muy lentamente, se va apagando.

En junio, la madre María de Gonzaga le pide continuar escribiendo sus memorias (que le habían sido mandadas escribir en 1894 por su hermana Paulina cuando era priora a petición de varias de las hermanas de la comunidad. Después de su muerte estos manuscritos, tres en total, se unirían para publicar la primera edición de la (Historia de un alma). Ahora los escribiría en el jardín, en una silla de ruedas especial utilizada por su padre en los últimos años de su enfermedad, y luego trasladada al carmelo. Su condición empeora, el 8 de julio de 1897 es llevada a la enfermería, donde permaneció durante doce semanas hasta su muerte.

Aun cuando ya sabía que esta era su última enfermedad, y todavía estando viviendo esa noche de la fe, ya nada la priva de una certeza interior sobre la vida después de la muerte, Teresa se aferra a esta esperanza. El 17 de julio, se le escucha decir: «Siento que pronto va a empezar mi misión de hacer amar a Dios como yo le amo, y de enseñar a muchos el camino espiritual de la sencillez y de la infancia espiritual. El deseo que le he expresado al buen Dios es el de pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra, hasta el fin del mundo. Sí, quiero pasar mi cielo haciendo el bien sobre la tierra».

El 17 de agosto, el Dr. La Neele examina a Teresita. El diagnóstico es claro: se trata de una tuberculosis pulmonar en su etapa más avanzada, uno de sus pulmones ya está perdido y el otro en parte, incluso llega a afectar a los intestinos. Su sufrimiento es extremo que «alcanza a perder la razón». Unos meses antes de su muerte; Teresita toma un poco de fuerza, y se encuentra incluso con algo de humor en medio de su lecho de enfermedad. Sus hermanas deberán registrar sus palabras (estas últimas palabras y conversaciones, anotadas desde mayo a septiembre de 1897, luego también serían publicadas bajo el título de últimas conversaciones). Le preguntan cómo deberían llamarla cuando la invoquen en la oración; ella responde que quiere ser llamada «Teresita».

El 29 de septiembre de 1897 comienza su agonía. Pasa una noche difícil, mientras sus hermanas la cuidaban. Por la mañana, dijo: «Todo es pura agonía sin mezcla de consuelo». Ella pide estar espiritualmente preparada para morir. La Madre María de Gonzaga la tranquiliza diciendo que siempre ha practicado la humildad, y su preparación ya está hecha. Teresa pensó por un momento y luego respondió: «Sí, creo que siempre he buscado la verdad; sí, entendí la humildad de corazón...». Su respiración se está haciendo más corta y se ahoga. Después de dos días de agonía, se siente agotada por el dolor: «¡Nunca pensé que fuera posible sufrir tanto! ¡Nunca! ¡Nunca! No lo puedo explicar sino por el anhelo que tengo de salvar almas». Sobre las 7:20 de la noche del 30 de septiembre de 1897, y mientras apretaba fuertemente un crucifijo entre sus manos, dijo sus últimas palabras: «¡Oh!, ¡le amo! ... Dios mío... te amo...». Inmediatamente cae levemente sobre su almohada, y luego vuelve a abrir sus ojos por última vez. De acuerdo con las Carmelitas que estuvieron allí presentes, entró en un éxtasis que duró el espacio de un credo, antes de exhalar su último aliento. Permaneció con los ojos fijos cerca de la imagen de la Virgen María que le había sonreído de pequeña y que sus hermanas habían instalado en la enfermería desde que fue trasladada allí. Al instante de fallecer su rostro recuperó el suave color que le era natural. «Yo no muero, yo entro en la Vida», escribió en una de sus últimas cartas.

Inmediatamente la noticia fue llevada por Sor Inés de Jesús (Paulina) a su hermana Leonia, que en una tercera y definitiva ocasión persevera en su vocación religiosa en el convento de La Visitación de Caen, y demás familiares que desde hace varios días se mantenían pendientes de la enfermedad y agonía de Teresita. Su cuerpo fue inmediatamente trasladado al coro del monasterio donde fue velado durante cuatro días. A sus funerales asistieron más personas que a los de cualquier otra carmelita fallecida antes de ella en ese mismo monasterio. Muchas personas pedían que las demás religiosas frotaran sus rosarios y objetos de devoción en el ataúd de la hermana recién fallecida. Fue sepultada el 4 de octubre de 1897 y, según los testigos, su cuerpo aún se encontraba rosado y flexible, como si acabase de morir. Fue la primera en ocupar el nuevo espacio que el monasterio había comprado en el cementerio de Lisieux. Las carmelitas, obedeciendo su voto de clausura, no pueden acompañar el desfile fúnebre hasta el cementerio, solo hacen una pequeña procesión hasta el coche fúnebre.

 


 

3.15 La beatificación y canonización

Poco después de la publicación de sus manuscritos autobiográficos en 1898, se desata en todas partes un «Huracán de Gloria» y cientos de peregrinos de toda Francia y de algunos otros países empiezan a llegar a Lisieux para orar sobre la tumba de la pequeña carmelita. La devoción a Teresita crece rápidamente y es acompañada por testimonios de curaciones físicas y conversiones. Pero es especialmente durante el periodo de la Primera Guerra Mundial cuando cientos de soldados franceses llevan estampas y medallas de la carmelita y cargan en sus bolsillos una versión más corta de su autobiografía llamada “Una rosa deshojada”. Después de la guerra peregrinan a Lisieux para agradecer a Teresa el haberlos ayudado y regresado con vida a casa. Muchos dejan sus condecoraciones y medallas militares como acción de gracias. Los testimonios enviados al Carmelo de Lisieux entre 1914 y 1918 son de casi 592 páginas. En 1914, el Carmelo de Lisieux recibe en promedio quinientas cartas al día.

Pronto es necesario colocar rejas de hierro que protejan la tumba de los peregrinos que desean llevarse flores o tierra de su sepultura. El papa San Pío X responde al clamor de miles de fieles que le piden se abra lo más pronto posible el proceso de Beatificación y Canonización de Sor Teresa del Niño Jesús, el 14 de junio de 1914 es introducida oficialmente su causa.

El proceso apostólico, por mandato de la Santa Sede, comienza en Bayeux en 1915. Pero es retrasado por la guerra, que termina en 1917. En ese tiempo se necesitaba un período de cincuenta años después de la muerte de un candidato a la canonización, pero el papa Benedicto XV exime a Teresita de ese período. El 14 de agosto de 1921, se promulgó el decreto sobre sus virtudes heroicas.

Son requeridos dos milagros para la Beatificación. El primero se da en un joven seminarista, de nombre Charles Anne, en 1906. Charles sufría de tuberculosis pulmonar y su estado era considerado desesperanzador por su médico. Después de dos novenas dirigidas a Sor Teresa del Niño Jesús, recupera pronto la salud. Un estudio radiográfico en 1921 muestra la estabilidad de la curación y que había desaparecido el agujero en el pulmón. El segundo milagro aparece en una religiosa, Luisa de San Germán, que sufría de una afección del estómago, ya muy avanzada para una cirugía. Pide a Sor Teresa durante dos novenas, después su condición mejora. Dos médicos confirman la curación.

Presentadas y aceptadas estas curaciones milagrosas, Teresita es Beatificada el 29 de abril de 1923 por el papa Pío XI.

Luego de su beatificación aparecen cientos de testimonios sobre prodigios y milagros, dos de estos son presentados ante la Santa Sede para alcanzar su canonización, el primero es el caso de una joven belga, María Pellemans, con una tuberculosis pulmonar e intestinal avanzada y milagrosamente sanada en la tumba de Teresita. El otro caso es el de una italiana, la hermana Gabrielle Trimusi, que sufría de una artritis de la rodilla y tuberculosis en las vértebras que la llevaron a usar un corsé; se libera de forma repentina de sus enfermedades y deja el corsé después de un Triduo celebrado en honor de la Beata Teresa. El decreto de aprobación de los milagros es publicado en marzo de 1925.

En la Ciudad del Vaticano, el papa Pío XI manda celebrar con grandes honores la canonización de Teresa de Liseaux y pide que toda la fachada de la Basílica de San Pedro sea decorada con miles de antorchas que la iluminaran en la noche. Esta era una costumbre que no se hacía desde hace 55 años. En América, el diario estadounidense The New York Times publica en primera plana «Toda Roma admira la Basílica de San Pedro iluminada por una nueva santa». Otro periódico aseguró que la ceremonia contaría con alrededor de 60 000 fieles. Una multitud que no se veía desde hace 22 años durante la coronación del papa Pío X.

Teresa del Niño Jesús es canonizada el 17 de mayo de 1925 por el mismo pontífice. A la ceremonia asistieron medio millón de personas, de entre las cuales se ha llegado a decir que estuvo San Pío de Pietrelcina gracias a su don de Bilocación. Durante la canonización, Pío XI afirma acerca de Teresa de Lisieux:

El Espíritu de la verdad le abrió y manifestó las verdades que suele ocultar a los sabios e inteligentes y revelar a los pequeños, pues ella, como atestigua nuestro inmediato predecesor, destacó tanto en la ciencia de las cosas sobrenaturales, que señaló a los demás el camino cierto de la salvación.

En 1927, Teresa de Liseaux es proclamada patrona de las misiones pese a no haber abandonado nunca el convento, pero siempre rezaba por los misioneros y siempre fue su deseo ardiente el serlo hasta en los últimos confines de la tierra. Y, en 1944, es proclamada copatrona de Francia junto a Santa Juana de Arco.

Es importante mencionar la gran devoción que manifestó el papa Pío XI a santa Teresita. La consideraba como «la estrella de su pontificado», incluso inauguró una estatua suya en los jardines vaticanos el 17 de mayo de 1927.

Edificada en su honor, la Basílica de Santa Teresa, en Lisieux, es uno de los edificios religiosos más grandes de Francia y el segundo lugar de peregrinación más importante del país, después del Santuario de Lourdes. Su construcción fue iniciada en 1929, bendecida por el Cardenal Eugenio Pacelli, futuro Pio XII, el 11 de julio de 1937 y consagrada en 1954. Su nombre también figura en el calendario litúrgico de la Comunión anglicana, su festividad es el 1 de octubre.

 


 

4. La enseñanza de su espiritualidad

“Nos hará bien profundizar su mensaje al conmemorar el 150.º aniversario de su nacimiento, que tuvo lugar en Alençon el 2 de enero de 1873, y el centenario de su beatificación. Pero no he querido hacer pública esta Exhortación en alguna de esas fechas, o el día de su memoria, para que este mensaje vaya más allá de esa celebración y sea asumido como parte del tesoro espiritual de la Iglesia. La fecha de esta publicación, memoria de santa Teresa de Ávila, quiere presentar a santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz como fruto maduro de la reforma del Carmelo y de la espiritualidad de la gran santa española”. (EA 4)

El Papa Francisco nos abre su motivación de dirigir a todo el pueblo de Dios esta Exhortación Apostólica para adentrarnos en su espiritualidad como un gran tesoro espiritual que nos lega la santa y doctora de la Iglesia. Este tesoro espiritual no tiene fronteras y es tanto para creyentes como no creyentes.

Cuando el Papa San Juan Pablo II la declaraba “doctora de la Iglesia” cuando clausuraba en París la Jornada mundial de la juventud, el papa describió la persona y la doctrina de Teresa de Lisieux y los motivos para declararla “doctora de la Iglesia” después de un atento estudio y de muchas peticiones de la Iglesia universal.

Teresita vivió enteramente llena del amor de Dios ofreciéndose radicalmente su amor y sabiendo practicar, en la simplicidad de la vida cotidiana, el amor fraternal. Ella descubrió que su vocación era “ser en el corazón de la Iglesia el amor” y trazo trazó “la pequeña vía” de los niños que se acogen con confianza audaz a Dios. Centro de su mensaje es su actitud filial, propuesta a todos los fieles.

Sus enseñanzas, “verdadera ciencia del amor”, son la expresión luminosa de su conocimiento del misterio de Cristo y de su experiencia personal de la gracia. Ella ayuda a los hombres de hoy y ayudará a los de mañana a percibir mejor los dones de Dios y a difundir la buena noticia del amor infinito.

 


 

4.1 La confianza (1- 6)

1. « C’est la confiance et rien que la confiance qui doit nous conduire à l'Amour»: «La confianza, y nada más que la confianza, puede conducirnos al Amor». 

2. Estas palabras tan contundentes de santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz lo dicen todo, resumen la genialidad de su espiritualidad y bastarían para justificar que se la haya declarado doctora de la Iglesia. Sólo la confianza, “nada más”, no hay otro camino por donde podamos ser conducidos al Amor que todo lo da. Con la confianza, el manantial de la gracia desborda en nuestras vidas, el Evangelio se hace carne en nosotros y nos convierte en canales de misericordia para los hermanos.

3. Es la confianza la que nos sostiene cada día y la que nos mantendrá de pie ante la mirada del Señor cuando nos llame junto a Él: «En la tarde de esta vida, compareceré delante de ti con las manos vacías, pues no te pido, Señor, que lleves cuenta de mis obras. Todas nuestras justicias tienen manchas a tus ojos. Por eso, yo quiero revestirme de tu propia Justicia y recibir de tu Amor la posesión eterna de Ti mismo».

4. Teresita es una de las santas más conocidas y queridas en todo el mundo. Como sucede con san Francisco de Asís, es amada incluso por no cristianos y no creyentes. También ha sido reconocida por la UNESCO entre las figuras más significativas para la humanidad contemporánea.

5. Su vida terrena fue breve, apenas veinticuatro años, y sencilla como una más, transcurrida primero en su familia y luego en el Carmelo de Lisieux. La extraordinaria carga de luz y de amor que irradiaba su persona se manifestó inmediatamente después de su muerte con la publicación de sus escritos y con las innumerables gracias obtenidas por los fieles que la invocaban.

6. La Iglesia reconoció rápidamente el valor extraordinario de su figura y la originalidad de su espiritualidad evangélica. Teresita conoció al Papa León XIII con motivo de la peregrinación a Roma en 1887 y le pidió permiso para entrar en el Carmelo a la edad de quince años. Poco después de su muerte, san Pío X percibió su enorme estatura espiritual, tanto que afirmó que se convertiría en la santa más grande de los tiempos modernos. Declarada venerable en 1921 por Benedicto XV, que elogió sus virtudes centrándolas en el “caminito” de la infancia espiritual, fue beatificada hace cien años y luego canonizada el 17 de mayo de 1925 por Pío XI, quien agradeció al Señor por permitirle que Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz fuera “la primera beata que elevó a los honores de los altares y la primera santa canonizada por él”.

La santidad de Teresita fue reconocida por la Iglesia en un plazo de pocos años. El 10 de junio de 1914 Pío X firmaba el decreto de introducción de la causa de la beatificación. El 14 de agosto de 1921 Benedicto 15 declaraba la heroicidad de las virtudes de la sierva de Dios. Pío XI la proclama beata el 29 de abril de 1923. El 17 de mayo de 1925 el mismo papa ante una inmensa concurrencia la canoniza en la basílica de San Pedro. El mismo Papa la declaró patrona de las Misiones en 1927. Fue proclamada una de las patronas de Francia en 1944 por el venerable Pío XII.

Su espiritualidad pronto se difundió como prototipo de la infancia espiritual. A san Pablo VI le gustaba recordar su bautismo, recibido el 30 de septiembre de 1897, día de la muerte de santa Teresita, y en el centenario de su nacimiento dirigió al obispo de Bayeux y Lisieux un escrito sobre su doctrina. Durante su primer viaje apostólico a Francia, en junio de 1980, san Juan Pablo II fue a la basílica dedicada a ella y en 1997 la declaró doctora de la Iglesia, considerándola además «como experta en la scientia amoris». 

Benedicto XVI retomó el tema de su “ciencia del amor”, proponiéndola como «guía para todos, sobre todo para quienes, en el pueblo de Dios, desempeñan el ministerio de teólogos». Finalmente, tuve la alegría de canonizar a sus padres Luis y Celia en el año 2015, durante el Sínodo sobre la familia, y recientemente le dediqué una catequesis en el ciclo sobre el celo apostólico. 

Karl Rahner dijo que la Iglesia está necesitada no solo de teólogos sino de santos. Los teólogos, con la multitud de creyentes, beben y se nutren de la espiritualidad de los santos.

Recojo un fragmento de la homilía de Juan Pablo II con ocasión de la proclamación de Teresa de Lisieux como doctora de la Iglesia (19, 9, 1997):

Caminarán los pueblos a tu luz (Isaías 60,3) en las palabras del profeta Isaías ya resuena como ferviente espera y luminosa esperanza el eco de la epifanía precisamente la relación con esta solemnidad nos permite percibir mejor el carácter misionero de esta fiesta la profecía de Isaías en efecto amplía a toda la humanidad la perspectiva de la salvación todos los pueblos están llamados a acoger en la fe el Evangelio que salva.

Como punto central de la espiritualidad de Teresa se resalta la confianza, el abandono confiado en Dios. Dios se ve atraído y seducido por la lo pobre y lo pequeño. Teresa no se acobarda en presentar a Dios su pequeñez y su pobreza. Teresa acepta radicalmente la humildad de su condición humana y se hunde únicamente en Dios por la confianza. Al compararme con los Santos me he sentido como un grano de arena frente a una montaña. En vez de desanimarme me he dicho, Dios no podría inspirar en mi un deseo israelí irrealizable; por lo tanto, a pesar de mi pequeñez, puedo aspirar a la santidad. La confianza y nada más que la confianza es el único camino que lleva al Amor (Manuscritos). Lo que le agrada a Dios es amar mi pequeñez y mi pobreza y ver la esperanza ciega que tengo en su misericordia (Cartas 17.9.46).

 



4.2 Capítulo 1. Jesús. Ser para los demás (7-13)

7. En el nombre que ella eligió como religiosa se destaca Jesús: el “Niño” que manifiesta el misterio de la Encarnación y la “Santa Faz”, es decir, el rostro de Cristo que se entrega hasta el fin en la Cruz. Ella es “santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz”.

8. El Nombre de Jesús es continuamente “respirado” por Teresa como acto de amor, hasta el último aliento. También había grabado estas palabras en su celda: “Jesús es mi único amor”. Fue su interpretación de la afirmación culminante del Nuevo Testamento: «Dios es amor» (1 Jn 4,8.16).

Jesús es la Encarnación del rostro de Dios misericordia. “Id y aprender qué significa aquello de misericordia quiero y no sacrificios, porque no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores” (Mateo 9, 12 – 13). Jesús nos invita a acudir a él: “Venid a mí y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11-29-30). Nuestra miseria ejerce en el corazón de Dios una poderosa atracción. El móvil de la Encarnación es enviar a Jesucristo para revelarnos su rostro de misericordia.

Teresa de Lisieux vivió fuertemente centrada en Dios como el único amor de su vida. Diálogo con él en la oración asumiendo las necesidades de sus hermanos-as. A partir de este diálogo se entregó a los demás y vivió su ocupación por la salvación del mundo: “Como un torrente que se lanza impetuosamente hacia el océano arrastrando tras de sí todo lo que encuentra a su paso, así, Jesús mío el alma que se hunde en el océano sin riberas de tu amor atrae tras de sí todos los tesoros que posee. Señor, tú sabes que yo no tengo más tesoros que las almas que tú has querido unir para mía” (Manuscrito C, 34)

Jesús es su único amor y su único doctor y maestro. Jesús es el doctor de doctores de quien extrae las enseñanzas de niñas siente realizadas en ella las palabras de la escritura si alguien es pequeño que venga a mí la misericordia se concede a los pequeños y es consciente de haber sido instruida en la ciencia del amor escondida a los sabios y a los entendidos que el divino maestro se ha dignado revelar a los pequeños.

Teresita ingresó en la orden de las Carmelitas Descalzas el 9 de abril de 1888. El 10 de enero de 1889, después de un período de prueba algo más largo de lo habitual, se le dio el hábito y recibió el nombre de Teresa del Niño Jesús. El 8 de septiembre de 1890, Teresa hizo sus votos. La ceremonia de tomar el velo siguió el día 24, cuando añadió a su nombre en la religión, "de la Santa Faz", un título que iba a ser cada vez más importante en el desarrollo y carácter de su vida interior. En su obra "A l'école de Therese de Lisieux: maitresse de la vie spirituelle", el obispo Guy Gaucher subraya que Teresa veía las devociones al Niño Jesús y a la Santa Faz tan completamente ligadas que firmaba como "Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz". En su poema "Mi cielo aquí abajo", compuesto en 1895, Teresa expresó la noción de que por la unión divina del amor, el alma toma la semejanza de Cristo. Al contemplar los sufrimientos asociados con la Santa Faz de Jesús, sintió que podía acercarse más a Cristo.

La devoción a la Santa Faz de Jesús fue promovida por otra monja carmelita, Sor María de San Pedro  en Tours, Francia, en 1844. Luego por Leo Dupont, también conocido como el  Apóstol de la Santa Faz  que formó la "Archicofradía de la Santa Faz" en Tours en 1851, fue introducida en la devoción a la Santa Faz por su hermana de sangre Paulina, conocida como Sor Inés de Jesús.

Sus padres, Louis y Zelie Martin, también habían rezado en el Oratorio de la Santa Faz, establecido originalmente por Leo Dupont en Tours. Teresita escribió muchas oraciones para expresar su devoción a la Santa Faz. Escribió las palabras: "¡Hazme parecerme a ti, Jesús!". en una pequeña tarjeta y adjuntó un sello con una imagen de la Santa Faz. Colocó la oración en un pequeño recipiente sobre su corazón. En agosto de 1895, en su "Cántico a la Santa Faz", escribió: "Jesús, tu imagen inefable es la estrella que guía mis pasos. Ah, Tú sabes, Tu dulce Rostro es para mí el Cielo en la tierra. Mi amor descubre los encantos de Tu Rostro adornado con lágrimas. Sonrío a través de mis propias lágrimas cuando contemplo Tus penas".

Teresita enfatizó la misericordia de Dios tanto en el relato del nacimiento como en el de la pasión en el Evangelio. Ella escribió: "Lo ve desfigurado, cubierto de sangre... ¡irreconocible!... Y, sin embargo, el divino Niño no tiembla; esto es lo que Él escoge para mostrar Su amor."

También compuso la "Oración de la Santa Faz por los pecadores", "Padre Eterno, ya que me has dado por herencia el adorable Rostro de Tu Divino Hijo, te ofrezco ese rostro y te suplico, a cambio de esta moneda de infinito valor, que olvides la ingratitud de las almas dedicadas a Ti y que perdones a todos los pobres pecadores."

La devoción de Teresita a la Santa Faz de Jesús se basó en las imágenes pintadas del Velo de la Verónica, promovidas por León Dupont cincuenta años antes. Sin embargo, a lo largo de las décadas, sus poemas y oraciones ayudaron a difundir la devoción a la Santa Faz de Jesús

 



4.2.1 Alma misionera

9. Como sucede en todo encuentro auténtico con Cristo, esta experiencia de fe la convocaba a la misión. Teresita pudo definir su misión con estas palabras: «En el cielo desearé lo mismo que deseo ahora en la tierra: amar a Jesús y hacerle amar». Escribió que había entrado al Carmelo «para salvar almas». Es decir, no entendía su consagración a Dios sin la búsqueda del bien de los hermanos. Ella compartía el amor misericordioso del Padre por el hijo pecador y el del Buen Pastor por las ovejas perdidas, lejanas, heridas. Por eso es patrona de las misiones, maestra de evangelización.

10. Las últimas páginas de Historia de un alma son un testamento misionero, expresan su modo de entender la evangelización por atracción, no por presión o proselitismo. Vale la pena leer cómo lo sintetiza ella misma: «“Atráeme, y correremos tras el olor de tus perfumes”. ¡Oh, Jesús!, ni siquiera es, pues, necesario decir: Al atraerme a mí, atrae también a las almas que amo. Esta simple palabra, “Atráeme”, basta. Lo entiendo, Señor. Cuando un alma se ha dejado fascinar por el perfume embriagador de tus perfumes, ya no puede correr sola, todas las almas que ama se ven arrastradas tras de ella. Y eso se hace sin tensiones, sin esfuerzos, como una consecuencia natural de su propia atracción hacia ti. Como un torrente que se lanza impetuosamente hacia el océano arrastrando tras de sí todo lo que encuentra a su paso, así, Jesús mío, el alma que se hunde en el océano sin riberas de tu amor atrae tras de sí todos los tesoros que posee... Señor, tú sabes que yo no tengo más tesoros que las almas que tú has querido unir a la mía». 

11. Aquí ella cita las palabras que la novia dirige al novio en el Cantar de los Cantares (1,3-4), según la interpretación profundizada por los dos doctores del Carmelo, santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz. El Esposo es Jesús, el Hijo de Dios que se unió a nuestra humanidad en la Encarnación y la redimió en la Cruz. Allí, desde su costado abierto, dio a luz a la Iglesia, su amada Esposa, por la que entregó su vida (cf. Ef 5,25). Lo que llama la atención es cómo Teresita, consciente de que está cerca de la muerte, no vive este misterio encerrada en sí misma, sólo en un sentido consolador, sino con un ferviente espíritu apostólico.

Los "deseos infinitos" que la hacen sufrir durante la oración la empujan a querer: "recorrer la tierra, (...) anunciar el Evangelio en las cinco partes del mundo y hasta en las islas más recónditas ... me gustaría ser misionero, no solo por unos años, sino que me hubiera gustado serlo desde la creación del mundo y serlo hasta el consumo de los siglos… (SRA, B, 3R)

Teresita ha concebido la misión de dar a conocer y hacer amar a Cristo y a la iglesia, su cuerpo místico. Ha ayudado a sanar las almas de los rigores y temores para subrayar más que la justicia de Dios, su divina misericordia. Su misión en esta tierra será la de atraer a todos al amor misericordioso de Dios. Su móvil será la salvación de las almas.

Atraer las almas pecadoras hasta las olas de la sangre redentora que brotan de su Amado. Jesús el único que nos puede salvar. Ofrezco mi vida como víctima a vuestro amor misericordioso para la salvación del mundo. El Corazón de Jesús es un océano de amor pero las almas no se dejan invadir por el Amor. En el corazón de la Iglesia ella será el corazón que impulsa el amor.

Su misión no será otra que dar a conocer el amor misericordioso de Jesús. Amar a Cristo y amar a la iglesia. Su vida abre un caminito, el de la confianza, para invitar a todos a recorrerlo, “el pequeño camino es el de la infancia espiritual”. El mensaje evangélico del pequeño camino de la confianza y de la infancia espiritual encuentra después de su muerte una sorprendente acogida y rebasa todas las fronteras. La fuerza de su mensaje reside en la concreta ilustración de cómo todas las promesas de Jesús hayan plena realización en quien sabe acoger con confianza la presencia salvadora del Redentor.

Evangelizar no es transmitir una doctrina sino una experiencia transformada en vida. Esta experiencia es precisamente la que comunica Teresita. Ella comunica la experiencia de un Dios cercano y misericordioso. Jesús le mostró que el camino es el abandono y la confianza de un niño que se duerme en los brazos de su padre sin temor. “El que sea pequeñito que venga a mí” dijo Jesús movido por el Espíritu Santo. A los pequeños se les compadece y perdona. El profeta Isaías nos revela a Dios como el Padre-Madre misericordioso. “como una madre acaricia a su hijo así os consolaré yo. Os tomaré y llevaré en mis brazos y sobre mis rodillas os acariciaré.” (Is 66, 12-13) Jesús no pide grandes hazañas sino únicamente abandono y gratitud.

La experiencia de Dios que Teresita nos transmite es la experiencia de un Dios Padre-Madre que ama a los justos e injustos, a los buenos y malos, que conoce lo que necesitamos antes de que se lo pidamos, que nos perdona y pide que perdonemos, que nos protege y cuida de nosotros. Estamos ante Dios como hijos e hijas. Estamos ante un Padre-Madre que hace colaborar todo para nuestro bien, aún nuestras deficiencias y fallos. Reconocer a Dios Padre-Madre requiere un corazón de niño que opta por permanecer pequeño. “Porque lo que le agrada Jesús es verme amar mi pequeñez y mi pobreza, es la esperanza ciega que tengo en su misericordia. La confianza y nada más que la confianza puede conducirnos el amor”.

 


 

4.2.2 La gracia que nos libera de la autorreferencialidad

12. Algo semejante ocurre cuando se refiere a la acción del Espíritu Santo, que adquiere de inmediato un sentido misionero: «Esa es mi oración. Yo pido a Jesús que me atraiga a las llamas de su amor, que me una tan íntimamente a Él que sea Él quien viva y quien actúe en mí. Siento que cuanto más abrase mi corazón el fuego del amor, con mayor fuerza diré: “Atráeme”; y que cuanto más se acerquen las almas a mí (pobre trocito de hierro, si me alejase de la hoguera divina), más ligeras correrán tras los perfumes de su Amado. Porque un alma abrasada de amor no puede estarse inactiva». 

13. En el corazón de Teresita, la gracia del bautismo se convierte en un torrente impetuoso que desemboca en el océano del amor de Cristo, arrastrando consigo una multitud de hermanas y hermanos, lo que ocurrió especialmente después de su muerte. Fue su prometida «lluvia de rosas». 

Hoy estamos habituados a mirarnos a nosotros nos preguntamos si vamos a ser capaces viendo nuestras capacidades o desalentándonos en nuestras limitaciones. Para Teresa lo primero es poner el centro, no en nosotros sino en la misericordia de Dios. “El amor no consiste en que nosotros amemos a Dios sino en ver el amor con el que él nos ama primero” (1 Jn 4,10).

La oración supone el desprendimiento de uno mismo. No debe de ser una degustación de nuestro yo si no una mirada para posada únicamente en Dios, en su amor misericordioso. Teresita es invitada a caminar sin bagaje desprendida de sí, de sus impresiones y sus asuntos. No pierde tiempo en mirar ni sus miserias. ni alegrías.

La oración de Santa Teresita no es autorreferencial, no está centrada en ella sino en Jesús. Uno debe de estar libre de pedir ver frutos o resultados. Dios no debe ser amado por sus cosas o dones, sino por él mismo.

Dios es libre de venir a nosotros y de manifestarse, de responder o no a nuestra oración. A veces percibiremos su presencia y su dulzura y a veces no. Él puede elegir no hacerlo. Dios debe de ser amado tanto en su presencia como en su ausencia pues la manera de obrar De Dios es infinita. Dios obra cuando se presenta y cuando se ausenta. En u aparente ausencia Dios purifica nuestro amor. A la oración hemos de ir no para buscarnos a nosotros mismos encontrando nuestro deleite, sino únicamente para agradar y dar gozo a Dios.

Hemos de ir a la oración sencillamente para estar con Jesús. Tanto en el día como en la noche no cesará nuestra alabanza. Si él se manifiesta nos alegramos pero no hemos de turbarnos si el hace sentir su ausencia. Teresa ha conocido la sequedad. Así lo narra en una de sus cartas: “Debería haberme entristecido por dormirme (desde hace 7 años) en mis oraciones y en mi acción de gracias. Fue una gran prueba donde Dios purificó mi alma”.

Teresita experimenta la ausencia aparente de Dios en la oración y esta experiencia es tan importante como la otra porque en los dos casos toca la realidad de Dios que es libre para responder o callarse. Lo que cuenta para Teresita es hacer ante todo la voluntad de Dios: “Hoy, más que ayer, dice, si esto es posible, he sido privada de todo consuelo. Doy gracias a Jesús que encuentra esto bueno para mi alma, y tal vez se me consolase, me detendría en estas dulzuras, pero Él quiere que sea toda para él… Pues bien, todo será para él, todo aun cuando no sienta nada qué puedo hacer ofrecerle; entonces, como esta tarde le daré esta nada… si supierais qué grande es mi alegría de no tener ninguna para dar gusto a Jesús… Es la alegría refinada pero no sentida”. (Carta a la madre Inés de Jesús 2, 1, 89)

Teresita distingue el amor verdadero de la pura emotividad en la cual tenemos peligro de cerrar muy a menudo la oración y la caridad fraterna.




4.3 Capítulo 2. El caminito de la confianza y del amor (14-29)

14. Uno de los descubrimientos más importantes de Teresita, para el bien de todo el Pueblo de Dios, es su “caminito”, el camino de la confianza y del amor, también conocido como el camino de la infancia espiritual. Todos pueden seguirlo, en cualquier estado de vida, en cada momento de la existencia. Es el camino que el Padre celestial revela a los pequeños (cf. Mt 11,25).

15. Teresita relató el descubrimiento del caminito en la Historia de un alma: «A pesar de mi pequeñez, puedo aspirar a la santidad. Agrandarme es imposible; tendré que soportarme tal cual soy, con todas mis imperfecciones. Pero quiero buscar la forma de ir al cielo por un caminito muy recto y muy corto, por un caminito totalmente nuevo». 

16. Para describirlo, usa la imagen del ascensor: «¡El ascensor que ha de elevarme hasta el cielo son tus brazos, Jesús! Y para eso, no necesito crecer; al contrario, tengo que seguir siendo pequeña, tengo que empequeñecerme más y más». Pequeña, incapaz de confiar en sí misma, aunque firmemente segura en la potencia amorosa de los brazos del Señor.

17. Es el “dulce camino del amor”, abierto por Jesús a los pequeños y a los pobres, a todos. Es el camino de la verdadera alegría. Frente a una idea pelagiana de santidad, individualista y elitista, más ascética que mística, que pone el énfasis principal en el esfuerzo humano, Teresita subraya siempre la primacía de la acción de Dios, de su gracia. Así llega a decir: «Sigo teniendo la misma confianza audaz de llegar a ser una gran santa, pues no me apoyo en mis méritos —que no tengo ninguno—, sino en Aquel que es la Virtud y la Santidad mismas. Sólo Él, conformándose con mis débiles esfuerzos, me elevará hasta Él y, cubriéndome con sus méritos infinitos, me hará santa». 

En su búsqueda de la santidad, creía que no era necesario realizar actos heroicos, o grandes hazañas, para alcanzar la santidad y expresar su amor a Dios. Ella escribió: “El amor se demuestra a sí mismo con hechos, entonces, ¿Cómo voy a mostrar mi amor? Las grandes obras me están prohibidas. La única forma en que puedo demostrar mi amor es esparciendo flores, y estas flores son cada pequeño sacrificio, cada mirada y palabra, y la realización de las más mínimas acciones por amor”.

Este “pequeño camino” es el fundamento de su espiritualidad.  Dentro de la Iglesia Católica, el camino de Teresa fue conocido durante algún tiempo como «el pequeño camino de la infancia espiritual», pero Teresa en realidad escribió «pequeño camino» solo una vez,  y nunca escribió la frase «infancia espiritual». Fue su hermana Paulina quien, después de la muerte de Teresita, adoptó la frase "el caminito de la infancia espiritual" para interpretar el camino de Teresa. Años después de la muerte de Teresa, un carmelita de Lisieux le preguntó a Paulina sobre esta frase y Paulina respondió espontáneamente: "¡Pero tú sabes bien que Teresa nunca la usó! Es mío". En mayo de 1897, Teresita escribió al padre Adolphe Roulland: "Mi camino es todo confianza y amor". A Maurice Bellière le escribió: "Y yo, a mi manera, haré más que tú, así que espero que un día Jesús te haga caminar por el mismo camino que yo".

“A veces, cuando leo tratados espirituales en los que la perfección se muestra con mil obstáculos, rodeado de una multitud de ilusiones, mi pobre mente se cansa rápidamente. Cierro el libro erudito que me rompe la cabeza y me seca el corazón, y tomo la Sagrada Escritura. Entonces todo me parece luminoso; Una sola palabra descubre para mi alma horizontes infinitos; La perfección parece simple; Veo que basta con reconocer la propia nada y abandonarse, como un niño, en los brazos de Dios. Dejando a las grandes almas, a las grandes mentes, los hermosos libros que no puedo entender, me regocijo de ser pequeño porque sólo los niños, y los que son como ellos, serán admitidos al banquete celestial”.

La Palabra de Dios le abrirá el camino: “Si alguno es muy pequeño, venga a mí. "(Prov. 9,4)" Entonces vine ", escribe" la pequeña Teresa "mientras se preguntaba qué haría Dios con el pequeño que vendría a él, leyó Isaías 66: desde entonces, entendió que no era No podrá subir esta escalera solo, sino que Jesús la tomará en sus brazos, como un rápido ascensor. A partir de entonces, la pequeñez de Teresa dejó de ser un obstáculo, al contrario. Cuanto más pequeña y liviana esté en los brazos de Jesús, más la santificará mediante una rápida ascensión. Así narra Teresa su descubrimiento del “pequeño camino” (Manuscrito C,2). Es ante todo un descubrimiento de lo que Dios es: esencialmente Amor Misericordioso. A partir de ahora verá todas las perfecciones divinas (incluida su Justicia) a través del prisma de su Misericordia.

Esto es evidente en su enfoque de la oración: Para mí, la oración es un movimiento del corazón; es una simple mirada hacia el Cielo; Es un grito de gratitud y amor tanto en tiempos de prueba como en tiempos de alegría; finalmente, es algo grande, sobrenatural, que ensancha mi alma y me une a Jesús... No tengo el coraje de buscar en los libros hermosas oraciones... Me gusta un niño que no sabe leer; Le digo a Dios de manera muy sencilla lo que quiero decir, y Él siempre me entiende.

Teresita apunta a la cima del amor, al don de sí misma incondicionado al amor misericordioso de Jesús. Los caminos que llevan a esta cumbre son numerosos. Teresa manifiesta que Jesús le ha mostrado el camino. Entiende que no se trata tanto de subir sino de bajar, la contradicción de subir bajando. Teresa se abandona como un niño y marcha de la mano de Jesús. Sabe en quién ha puesto su confianza ( 2 Tim 1, 12).

“Lo propio del amor es abajarse. A Dios le agrada cuando nos reconocemos pobres y pequeños. Dios es seducido por la pobreza y la desnudez del hombre. Nuestra miseria y nuestros sufrimientos ejercen en el corazón de Dios un atractivo que le empuja a encarnarse en Jesucristo para revelarnos su rostro de misericordia. Dios me ha hecho descubrir un caminito del todo nuevo para subir al cielo la confianza” (Manuscrito C).

En lugar de esforzarse por subir la ruda escalera de la perfección se abre a su infinita misericordia. Jesús es el ascensor. puedo elevarme al cielo sostenida en sus brazos. Se trata de permanecer pequeña y empequeñecerme cada vez más. Son vuestros brazos Jesús. El ascensor es la misericordia de Dios que se inclina sobre la impotencia del hombre. Así lo contemplamos en la Cruz, abajado a besar, curar, nuestras heridas derramando su misericordia. En la Cruz vemos a la vez el rostro misericordioso de Dios y el rostro desfigurado del hombre. No se trata tanto de escalar la ruda escalera del temor sino de elevarse a Dios por el ascensor del amor (Manuscrito B)




4.3.1 Más allá de todo mérito

18. Este modo de pensar no contrasta con la tradicional enseñanza católica sobre el crecimiento de la gracia; es decir que, justificados gratuitamente por la gracia santificante, somos transformados y capacitados para cooperar con nuestras buenas acciones en un camino de crecimiento en la santidad. De este modo somos elevados de tal manera que podemos tener reales méritos para el desarrollo de la gracia recibida.

19. Teresita, sin embargo, prefiere destacar el primado de la acción divina e invitar a la confianza plena mirando el amor de Cristo que se nos ha dado hasta el fin. En el fondo, su enseñanza es que, dado que no podemos tener certeza alguna mirándonos a nosotros mismos, tampoco podemos tener certeza de poseer méritos propios. Entonces no es posible confiar en estos esfuerzos o cumplimientos. El Catecismo ha querido citar las palabras de santa Teresita cuando dice al Señor: «Compareceré delante de ti con las manos vacías», para expresar que «los santos han tenido siempre una conciencia viva de que sus méritos eran pura gracia». Esta convicción despierta una gozosa y tierna gratitud.

20. Por consiguiente, la actitud más adecuada es depositar la confianza del corazón fuera de nosotros mismos: en la infinita misericordia de un Dios que ama sin límites y que lo ha dado todo en la Cruz de Jesucristo. Por esta razón Teresita nunca usa la expresión, frecuente en su tiempo, “me haré santa”.

21. Sin embargo, su confianza sin límites alienta a quienes se sienten frágiles, limitados, pecadores, a dejarse llevar y transformar para llegar alto: «Si todas las almas débiles e imperfectas sintieran lo que siente la más pequeña de todas las almas, el alma de tu Teresita, ni una sola perdería la esperanza de llegar a la cima de la montaña del amor, pues Jesús no pide grandes hazañas, sino únicamente abandono y gratitud». 

22. Esta misma insistencia de Teresita en la iniciativa divina hace que, cuando habla de la Eucaristía, no ponga en primer lugar su deseo de recibir a Jesús en la sagrada comunión, sino el deseo de Jesús que quiere unirse a nosotros y habitar en nuestros corazones. En la Ofrenda al amor misericordioso, sufriendo por no poder recibir la comunión todos los días, dice a Jesús: «Quédate en mí como en el sagrario». El centro y el objeto de su mirada no es ella misma con sus necesidades, sino Cristo que ama, que busca, que desea, que habita en el alma.

Habitualmente tendemos a esforzarnos para ser reconocidos y amados. Dios nos ama, no porque seamos dignos, sino porque somos sus hijos. El no viene a llamar a los que son dignos. Dios no ha venido a llamar a los justos sino a los pecadores. (Rom 9, 15-16). No es obra del que quiere, del que corre, sino de Dios que usa de su misericordia. Debo aceptarme y soportarme tal como soy con todas mis imperfecciones. En la medida que acepto plenamente el ser una criatura, pobre, indigente, profundamente insuficiente, será el modo de experimentar su infinita misericordia. A partir de la pobreza Dios podrá establecer un diálogo entre el que es y el que no es.

Teresita descubre que su deseo de amar a Dios es ridículo frente al amor desorbitado de Dios por cada hombre. Teresita por ello no piensa primero en amar a Dios sino comprender la profundidad de su amor por ella. “Lo que seduce a Dios no son nuestras virtudes o riquezas sino nuestras pobrezas. Lo que más le agrada a Dios es la confianza, lo que más le ofende es la falta de confianza. Se nos pide que vivamos descentrados de nosotros mismos para centrarnos solo en Dios. El Espíritu Santo nos purifica y nos quita de nuestros apoyos y seguridades para enseñarnos la verdadera confianza”.




4.3.2 El abandono cotidiano

23. La confianza que Teresita promueve no debe entenderse sólo en referencia a la propia santificación y salvación. Tiene un sentido integral, que abraza la totalidad de la existencia concreta y se aplica a nuestra vida entera, donde muchas veces nos abruman los temores, el deseo de seguridades humanas, la necesidad de tener todo bajo nuestro control. Aquí es donde aparece la invitación al santo “abandono”.

24. La confianza plena, que se vuelve abandono en el Amor, nos libera de los cálculos obsesivos, de la constante preocupación por el futuro, de los temores que quitan la paz. En sus últimos días Teresita insistía en esto: «Los que corremos por el camino del amor creo que no debemos pensar en lo que pueda ocurrirnos de doloroso en el futuro, porque eso es faltar a la confianza». Si estamos en las manos de un Padre que nos ama sin límites, eso será verdad pase lo que pase, saldremos adelante más allá de lo que ocurra y, de un modo u otro, se cumplirá en nuestras vidas su proyecto de amor y plenitud.

En el Carmelo, Teresita se encontrará con sus debilidades y su desamparo, cuando se compare con los santos. Se le aparecen como una montaña cuando ella es solo un grano de arena. “Crecer es imposible”, dice, pero sin desanimarse. Porque si Dios ha depositado en ella estos deseos de santidad, es porque debe haber un camino, un camino para subir "la tosca escalera de la perfección".

“El camino que lleva al amor es el abandono. Jesús desea ardientemente ser amado”. Teresa ha creído en el amor y se ha entregado a él con una confianza absoluta. Hemos perdido el sentido de la gratuidad, de la adoración, de la bendición. Bendecir a Dios es darle gracias por todo porque todo es puro don. Jesús se complace en enseñarle la ciencia de gloriarse en sus debilidades. Nuestra tendencia natural es huir de nuestras debilidades y miserias tratando de excusarlas. Jesús no busca tanto grandes gestos heroicos sino quiere confianza y abandono en él.

A nosotros no nos es fácil permanecer en nuestra debilidad, permanecer pobres y sin fuerzas. Hemos de aprender a permanecer lejos de todo lo que brilla. Mientras buscamos a Dios por algo distinto a la confianza dejamos de poner en él nuestro apoyo. Jesús no pide tanto grandes obras si no solamente la confianza, el abandono y el agradecimiento. No es el tamaño de las cosas que hacemos si no el tamaño de amor que ponemos enloquecemos

Teresita, “el acto de ofrenda al amor misericordioso” lo realiza en el ordinario y cotidiano vivir. Amar a Dios incondicionalmente, amar a Dios hasta la locura. Estar dispuestos a morir a nosotros mismos, a nuestro querer, para abrirnos a su voluntad. Amar oscuramente, en el silencio. “El Holocausto de amor” supone dejarse despegar a fondo de todo lo que no es puramente la voluntad de Dios. Hay que vivir de la gracia en cada instante. Hay que vivir el presente fiados de su providencia y no hacer provisiones. Hay que abandonar el pasado en la misericordia de Dios y confiar el porvenir en su providencia. Ocuparse del porvenir es querer ocupar el lugar de Dios.




4.3.3 Un fuego en medio de la noche

25. Teresita vivía la fe más fuerte y segura en la oscuridad de la noche e incluso en la oscuridad del Calvario. Su testimonio alcanzó el punto culminante en el último período de su vida, en la gran «prueba contra la fe», que comenzó en la Pascua de 1896. En su relato, ella pone esta prueba en relación directa con la dolorosa realidad del ateísmo de su tiempo. Vivió de hecho a finales del siglo XIX, que fue la “edad de oro” del ateísmo moderno, como sistema filosófico e ideológico. Cuando escribió que Jesús había permitido que su alma «se viese invadida por las más densas tinieblas», estaba indicando la oscuridad del ateísmo y el rechazo de la fe cristiana. En unión con Jesús, que recibió en sí toda la oscuridad del pecado del mundo cuando aceptó beber el cáliz de la Pasión, Teresita percibe en esa noche tenebrosa la desesperación, el vacío de la nada. 

26. Pero la oscuridad no puede extinguir la luz: ella ha sido conquistada por Aquel que ha venido al mundo como luz (cf. Jn 12,46). El relato de Teresita manifiesta el carácter heroico de su fe, su victoria en el combate espiritual, frente a las tentaciones más fuertes. Se siente hermana de los ateos y sentada, como Jesús, a la mesa con los pecadores (cf. Mt 9,10-13). Intercede por ellos, mientras renueva continuamente su acto de fe, siempre en comunión amorosa con el Señor: «Corro hacia mi Jesús y le digo que estoy dispuesta a derramar hasta la última gota de mi sangre por confesar que existe un cielo; le digo que me alegro de no gozar de ese hermoso cielo aquí en la tierra para que Él lo abra a los pobres incrédulos por toda la eternidad». 

27. Junto con la fe, Teresa vive intensamente una confianza ilimitada en la infinita misericordia de Dios: «la confianza puede conducirnos al Amor». Vive, aun en la oscuridad, la confianza total del niño que se abandona sin miedo en los brazos de su padre y de su madre. Para Teresita, de hecho, Dios brilla ante todo a través de su misericordia, clave de comprensión de cualquier otra cosa que se diga de Él: «A mí me ha dado su misericordia infinita, ¡y a través de ella contemplo y adoro las demás perfecciones divinas…! Entonces todas se me presentan radiantes de amor; incluso la justicia (y quizás ésta más aún que todas las demás) me parece revestida de amor». Este es uno de los descubrimientos más importantes de Teresita, una de las mayores contribuciones que ha ofrecido a todo el Pueblo de Dios. De modo extraordinario penetró en las profundidades de la misericordia divina y de allí sacó la luz de su esperanza ilimitada.

Teresita pasa por la prueba del dolor y la enfermedad. El oro se purifica en el crisol del fuego. Teresa experimenta como si se hubiese sumergido toda entera en el fuego. Teresita se ofrece al amor misericordioso de una manera oculta y subterránea. Teresita tiene la experiencia de ser atravesada y traspasada de parte a parte por una espada de amor (Cuaderno amarillo 7, 7-2)

Teresita escribe: “Comenzará mi Viacrucis, cuando de repente me sentí presa de un amor tan violento hacia Dios, que no lo puedo explicar, sino diciendo que parecía que me hubieran hundido toda entera en el fuego. ¡Oh, qué fuego y qué dulzura al mismo tiempo! Me abrasaba de amor y sentí que un minuto más, un segundo más, y no podría soportar aquel ardor sin morir. Comprendí entonces lo que dicen los santos sobre estos estados que tan frecuentemente experimentaron. Yo no lo probé más que una vez y solo un instante: luego volví a caer, enseguida, en mi sequedad habitual” (Cuaderno amarillo 7, 7-2)

Teresita fue adentrada en la Pascua de amor de Jesús, en su misterio Pascual, en la Cruz. En la Cruz de Jesús siente el desamparo. El Señor desea encontrar almas que se ofrezcan en Holocausto a su amor. A estas almas las purifica hasta hacerlas consumir con su fuego ardiente. Dios es el fuego ardiente que transforma todo lo que toca. Le toca al hombre ofrecerse a Dios y entrar en su misterio de oblación, el misterio del Holocausto, el fuego de la Zarza ardiendo y lleva al rojo a la llama de amor viva con un estado de alta incandescencia. Dios es el fuego ardiente que abrasa el corazón de Teresa. En la fiesta de la Santísima Trinidad, el 9 de junio de 1985, a lo largo de la misa Teresa fue inspirada a ofrecerse como víctima de Holocausto al amor misericordioso. (Cuaderno y R III, 15)




4.3.4. Una firmísima esperanza

28. Antes de su entrada en el Carmelo, Teresita había experimentado una singular cercanía espiritual con una de las personas más desventuradas, el criminal Henri Pranzini, condenado a muerte por triple asesinato y no arrepentido.  Al ofrecer la Misa por él y rezar con total confianza por su salvación, sin dudar lo pone en contacto con la Sangre de Jesús y dice a Dios que está segurísima de que en el último momento Él lo perdonaría y que ella lo creería «aunque no se confesase ni diese muestra alguna de arrepentimiento». Da la razón de su certeza: «Tanta confianza tenía en la misericordia infinita de Jesús». Cuánta emoción, luego, al descubrir que Pranzini, subido al cadalso, «de repente, tocado por una súbita inspiración, se volvió, cogió el crucifijo que le presentaba el sacerdote ¡y besó por tres veces sus llagas sagradas…!». Esta experiencia tan intensa de esperar contra toda esperanza fue fundamental para ella: «A partir de esta gracia sin igual, mi deseo de salvar almas fue creciendo de día en día». 

29. Teresita es consciente del drama del pecado, aunque siempre la vemos inmersa en el misterio de Cristo, con la certeza de que «donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia» ( Rm 5,20). El pecado del mundo es inmenso, pero no es infinito. En cambio, el amor misericordioso del Redentor, este sí es infinito. Teresita es testigo de la victoria definitiva de Jesús sobre todas las fuerzas del mal a través de su pasión, muerte y resurrección. Movida por la confianza, se atreve a plantear: «Jesús, haz que yo salve muchas almas, que hoy no se condene ni una sola [...]. Jesús, perdóname si digo cosas que no debiera decir, sólo quiero alegrarte y consolarte». Esto nos permite pasar a otro aspecto de ese aire fresco que es el mensaje de santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz.

Teresita invita a todos a desechar toda inquietud y abandonarse a la súplica: “El Señor está cerca. No se inquieten por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión presentadas a Dios vuestras peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias. Y la paz de Dios, que supera todo conocimiento, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” ( Fil 4, 5-7).

Teresita, consciente de nuestra debilidad, nos invita a confiar hasta la audacia. La santidad no consiste en esta o aquella práctica, consiste en una disposición del corazón que nos hace humildes y pequeños entre los brazos de Dios, conscientes de nuestra debilidad y confiados hasta la audacia en su bondad de Padre (N.V. 3-8-97).

Teresita pone todo el acento en la oración de abandono: “Una simple mirada dirigida al cielo, un grito de agradecimiento y de amor, tanto en medio de la tribulación, como en medio de la alegría…, que me dio lata al alma y me une con Jesús”. (Manuscrito C, F 25)

Teresita nos invita a creer aún por encima de no ver eficacias con una fe desnuda. En lugar de forzar la mano de Dios para que venga a nosotros hemos de abandonarnos como hizo el mismo Jesús: “Padre mío me abandono a tí, haz de mí lo que quieras”. Hablando de Teresa su hermana Celina dirá: “Su vida entera se deslizó en la fe desnuda. No había alma menos consolada en la oración; me confió que había pasado siete años en una oración de las más áridas. Sus retiros anuales y mensuales eran para ella un suplicio y sin embargo se la hubiera creído inundada de consuelos espirituales. Tal era la unción de sus palabras y de sus obras y tan unida estaba con Dios” (C y R III,28)




4.4 Capítulo 3. Seré el amor (30-45)

30. “Más grande” que la fe y la esperanza, la caridad nunca pasará (cf. 1 Co 13,8-13). Es el mayor regalo del Espíritu Santo y es «madre y raíz de todas las virtudes». 

Teresita vincula el amor al don efectivo de su persona que se da a través de pequeñas obras. Para eso no hemos de desperdiciar ningún pequeño sacrificio para ofrecérselo al Señor cómo acto de amor: “Oh, Amado mío, así es como se consumirá mi vida. No tengo otro modo de probarte mi amor que arrojando flores, es decir, no desperdiciando ningún pequeño sacrificio, ninguna mirada, ninguna palabra, aprovechando las más pequeñas cosas y haciéndolas por amor…

Quiero sufrir por amor y hasta gozar por amor, de esta manera arrojaré flores delante de tu trono. No echaré flor en mi camino que no desoje para ti. Además, al arrojar mis flores, cantaré aún cuando tenga que coger mis flores del medio de las espinas. Y tanto más melodioso será mi canto, cuanto más largas y punzantes sean las espinas”. (Manuscrito B, F4)

Hemos de gustar hacer las cosas ocultas con el solo fin de dar alegría a Dios y salvar a las almas. “¡Qué misterio! Con nuestras pequeñas virtudes, con nuestra caridad practicada la sombra, nosotras convertimos de lejos a las almas… ayudamos a los misioneros” (C y R IV, 3)

Teresita realiza actos pobres pero que significan su voluntad su alegría de no obrar por sí misma. Hay que aceptar que una obra tiene más sentido si se trata de obedecer a Cristo y el Espíritu Santo. Este es el acto de amor más puro que podamos hacer.




4.4.1. La caridad como trato personal de amor

31. La Historia de un alma es un testimonio de caridad, donde Teresita nos ofrece un comentario sobre el mandamiento nuevo de Jesús: «Ámense los unos a los otros, como yo los he amado» ( Jn 15,12). Jesús tiene sed de esta respuesta a su amor. De hecho, «no vacila en mendigar un poco de agua a la Samaritana. Tenía sed… Pero al decir: “Dame de beber”, lo que estaba pidiendo el Creador del universo era el amor de su pobre criatura. Tenía sed de amor». Teresita quiere corresponder al amor de Jesúsdevolverle amor por amor. 

32. El simbolismo del amor esponsal expresa la reciprocidad del don de sí entre el novio y la novia. Así, inspirada por el Cantar de los Cantares (2,16), escribe: «Yo pienso que el corazón de mi Esposo es sólo para mí, como el mío es sólo para él, y por eso le hablo en la soledad de este delicioso corazón a corazón, a la espera de llegar a contemplarlo un día cara a cara». Aunque el Señor nos ama juntos como Pueblo, al mismo tiempo la caridad obra de un modo personalísimo, “de corazón a corazón”.

33. Teresita tiene la viva certeza de que Jesús la amó y conoció personalmente en su Pasión: «Me amó y se entregó por mí» (Ga 2,20). Contemplando a Jesús en su agonía, ella le dice: «Me has visto».  Del mismo modo le dice al Niño Jesús en los brazos de su Madre: «Con tu pequeña mano, que halagaba a María, sustentabas el mundo y la vida le dabas. Y pensabas en mí». Así, también al comienzo de la Historia de un alma, ella contempla el amor de Jesús por todos y cada uno como si fuera único en el mundo. 

34. El acto de amor “Jesús, te amo”, continuamente vivido por Teresita como la respiración, es su clave de lectura del Evangelio. Con ese amor se sumerge en todos los misterios de la vida de Cristo, de los cuales se hace contemporánea, habitando el Evangelio con María y José, María Magdalena y los Apóstoles. Junto a ellos penetra en las profundidades del amor del Corazón de Jesús. Veamos un ejemplo: «Cuando veo a Magdalena adelantarse, en presencia de los numerosos invitados, y regar con sus lágrimas los pies de su Maestro adorado, a quien toca por primera vez, siento que su corazón ha comprendido los abismos de amor y de misericordia del corazón de Jesús y que, por más pecadora que sea, ese corazón de amor está dispuesto, no sólo a perdonarla, sino incluso a prodigarle los favores de su intimidad divina y a elevarla hasta las cumbres más altas de la contemplación». 

La caridad es fruto de su entrega a Dios. La caridad no fluye de nosotros como fuente. La caridad brota de la experiencia del amor de Dios. Nuestro amor es una respuesta infinitamente pobre temerosa e insuficiente al amor infinito que rodea nuestro corazón de piedra. Los que quieren amar sin reconocer su situación y pobreza experimentarán amargas decepciones. Hemos de ir a la fuente para recibir su amor hay una fuente que es gratuita, la del amor misericordioso de Dios.

"¡Qué poco conocidos son la bondad y el amor misericordioso del Corazón de Jesús! Es cierto que, para gozar de estos tesoros, es necesario humillarse, reconocer la propia nada, y esto es lo que muchas almas no quieren hacer...".

Siguiendo, pues, las enseñanzas de Santa Teresita, no hemos de trabajar para ser santos o santas de aquellos que la Iglesia canoniza y propone, en los altares, a la veneración de los fieles, sino sencillamente para complacer y dar gusto a Dios.

Ofrezcámosle, pues, las obras de los demás, y apliquémonos únicamente al amor. La santidad no consiste en aquel brillo exterior de virtud, que, en la tierra, es el único capaz de descubrir el heroísmo. La santidad es ante todo una disposición del corazón que nos hace humildes y pequeños en los brazos de Dios, conscientes de nuestra flaqueza, confiados, hasta la audacia, en su bondad de Padre, y delicadamente atentos a obedecerle y complacerle en todo.

Todo por amor y con amor. Esta es la divisa fundamental de la Santa. Por la práctica de las virtudes y de la perfección podemos llegar a un grande amor de Dios; pero también por el amor de Dios podemos llegar a la práctica de las virtudes y de la perfección. Y este camino es el preferido por la Santa, extremándolo deliciosamente. Ella no pretende más que complacer a Jesús, agradarle, darle gusto, en una palabra amarle hasta lo imposible, y sólo con esto, practicará todas las virtudes, salvará innumerables almas, ejercerá todas las vocaciones y apostolados de la Iglesia. Ella ora, enseña, trabaja, sufre, en una palabra, vive sólo por el amor.

“Yo no soy más que una alma pequeñita, trabajo únicamente para darle contento. Yo quiero ser en la mano del buen Dios, una florecilla, una rosa inútil pero cuya vista y perfume, sin embargo, sean para Él como un alivio y un pequeño goce de más. Yo quiero trabajar sólo por vuestro amor, con el único fin de agradaros, de consolar vuestro Sagrado Corazón y salvar almas que os amen eternamente.". "Jesús me enseña a hacerlo todo por Amor."  Próxima a morir, ella confiesa que "nunca ha dado al buen Dios más que amor.". Sin el amor, todas las obras, incluso las más extraordinarias no son más que nada."




4.4.2. El amor más grande en la mayor sencillez

35. Al final de la Historia de un alma, Teresita nos regaló su Ofrenda como víctima de holocausto al amor misericordioso de Dios. Cuando ella se entregó en plenitud a la acción del Espíritu recibió, sin estridencias ni signos vistosos, la sobreabundancia del agua viva: «los ríos, o, mejor los océanos de gracias que han venido a inundar mi alma». Es la vida mística que, aun privada de fenómenos extraordinarios, se propone a todos los fieles como experiencia diaria de amor.

36. Teresita vive la caridad en la pequeñez, en las cosas más simples de la existencia cotidiana, y lo hace en compañía de la Virgen María, aprendiendo de ella que «amar es darlo todo, darse incluso a sí mismo». De hecho, mientras que los predicadores de su tiempo hablaban a menudo de la grandeza de María de manera triunfalista, como alejada de nosotros, Teresita muestra, a partir del Evangelio, que María es la más grande del Reino de los Cielos porque es la más pequeña (cf . Mt 18,4), la más cercana a Jesús en su humillación. Ella ve que, si los relatos apócrifos están llenos de episodios llamativos y maravillosos, los Evangelios nos muestran una vida humilde y pobre, que transcurre en la simplicidad de la fe. Jesús mismo quiere que María sea el ejemplo del alma que lo busca con una fe despojada. María fue la primera en vivir el “caminito” en pura fe y humildad; así que Teresita no duda en escribir:

    «Yo sé que en Nazaret, Madre llena de gracia, viviste pobremente sin ambición de más.
    ¡ Ni éxtasis, ni raptos, ni sonoros milagros tu vida embellecieron, Reina del Santoral…!
    Muchos son en la tierra los pequeños y humildes: sus ojos hacia ti pueden sin miedo alzar.
    Madre, te place andar por la vía común, para guiar las almas al feliz Más Allá». 

37. Teresita también nos ha ofrecido relatos que dan cuenta de algunos momentos de gracia vividos en medio de la sencillez diaria, como su repentina inspiración cuando acompañaba a una hermana enferma con carácter difícil. Pero siempre se trata de experiencias de una caridad más intensa vivida en las situaciones más ordinarias: «Una tarde de invierno estaba yo, como de costumbre, cumpliendo con mi tarea. Hacía frío y era de noche… De pronto, oí a lo lejos el sonido armonioso de un instrumento musical. Entonces me imaginé un salón muy iluminado, todo resplandeciente de ricos dorados; unas jóvenes elegantemente vestidas se hacían unas a otras toda suerte de cumplidos y de cortesías mundanas. Luego mi mirada se posó sobre la pobre enferma a la que estaba sosteniendo: en vez de una melodía, escuchaba de tanto en tanto sus gemidos lastimeros; en vez de ricos dorados, veía los ladrillos de nuestro austero claustro apenas alumbrado por una lucecita. No puedo expresar lo que pasó en mi alma. Lo que sí sé es que el Señor la iluminó con los rayos de la verdad, que excedían de tal forma el brillo tenebroso de las fiestas de la tierra, que no podía creer en mi felicidad... No, no cambiaría los diez minutos que me llevó realizar mi humilde servicio de caridad por gozar mil años de fiestas mundanas». 

Nada mejor que descansar en los brazos del Padre. Somos como los niños en los brazos de su Padre. A nosotros nos toca confiar en él, descentrarnos y abandonarnos en su amor y su ternura con una confianza infinita. “Nuestro Padre sabe de lo que tenemos necesidad: mirad los pájaros del cielo, no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros y vuestro Padre celestial los alimenta ¿no vosotros más que ellos?” (Mt 6,26)

Teresita pone la comparación de un pajarillo débil y pequeño que quería volar hacia el sol pero no está en su pequeño poder (Manuscrito B, F4.) Somos demasiado pequeños para sobreponernos a las dificultades. Es necesario que pasemos por debajo de ellas (C y R II 37). Pasar por debajo es sentarse en las dificultades y vivirlas desde dentro, es decir, sufrirlas porque contienen el sentido oculto de nuestro porvenir. Pasar por encima constituye siempre una salida falsa. Teresita no trata de evadir el duro trabajo, huir de alguien qué tiene un carácter difícil. Se trata de permanecer sumergidos en el amor de Dios en el vivir cotidiano. La vida divina qué es el amor de Dios se vive en la vida cotidiana, en lo más ordinario. El abandono no es una manera de hacer la vida más fácil sino de ayudarnos en lo difícil con medios muy pequeños.

“Poco a poco, conseguía hacerme amar mi suerte, hacerme desear que las hermanas me ahorrasen miramientos… En fin, me situaba en sentimientos más perfectos. Luego, cuando esta victoria había sido lograda, me citaba ejemplos ignorados de virtud de las novicias acusada por mí. Pronto el resentimiento debo lugar a la admiración y pensaba que las demás eran mejores que yo” (C y R I,10)

Teresa después de haber tomado conciencia de sus limitaciones, después de haberlas aceptado, se ofrece: “Me apresuro a decirle adiós. Dios mío sé que merecido este sentimiento de tristeza pero deja sin embargo qué es lo ofrezco como una prueba que me enviáis amorosamente lamento mi pecado pero me alegro de poder ofreceros este sufrimiento” (Cuadernillo Amarillo, 3.7.2).

Cuando las cosas se ponen difíciles y somos incapaces de levantar las montañas de orgullo y de egoísmo que hay en vosotros, confesad sencillamente que sois “siervos inútiles”, esperad todo de Dios y él os dará su gracia.

Por su fidelidad a las pequeñas cosas Teresa nos presenta un camino de santidad y un modelo accesible a todos. Lo distintivo de su gracia fue precisamente el saber utilizar los más pequeños actos de la vida corriente para elevarse hasta la más alta santidad.




4.4 3. En el corazón de la Iglesia

38. Teresita heredó de santa Teresa de Ávila un gran amor a la Iglesia y pudo llegar a lo hondo de este misterio. Lo vemos en su descubrimiento del “corazón de la Iglesia”. En una larga oración a Jesús, escrita el 8 de septiembre de 1896, sexto aniversario de su profesión religiosa, la santa confió al Señor que se sentía animada por un inmenso deseo, por una pasión por el Evangelio que ninguna vocación por sí sola podía satisfacer. Y así, en busca de su “lugar” en la Iglesia, había releído los capítulos 12 y 13 de la Primera Carta de san Pablo a los corintios.

39. En el capítulo 12, el Apóstol utiliza la metáfora del cuerpo y sus miembros para explicar que la Iglesia incluye una gran variedad de carismas ordenados según un orden jerárquico. Pero esta descripción no es suficiente para Teresita. Ella continuó su investigación, leyó el “himno a la caridad” del capítulo 13, allí encontró la gran respuesta y escribió esta página memorable: «Al mirar el cuerpo místico de la Iglesia, yo no me había reconocido en ninguno de los miembros descritos por san Pablo; o, mejor dicho, quería reconocerme en todos ellos... La caridad me dio la clave de mi vocación. Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo, compuesto de diferentes miembros, no podía faltarle el más necesario, el más noble de todos ellos. Comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que ese corazón estaba ardiendo de amor. Comprendí que sólo el amor podía hacer actuar a los miembros de la Iglesia; que si el amor llegaba a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se negarían a derramar su sangre… Comprendí que el amor encerraba en sí todas las vocaciones, que el amor lo era todo, que el amor abarcaba todos los tiempos y lugares... En una palabra, ¡que el amor es eterno...! Entonces, al borde de mi alegría delirante, exclamé: ¡Jesús, amor mío..., al fin he encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor...! Sí, he encontrado mi puesto en la Iglesia, y ese puesto, Dios mío, eres tú quien me lo ha dado… En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor... Así lo seré todo... ¡¡¡Así mi sueño se verá hecho realidad…!!!». 

40. No es el corazón de una Iglesia triunfalista, es el corazón de una Iglesia amante, humilde y misericordiosa. Teresita nunca se pone por encima de los demás, sino en el último lugar con el Hijo de Dios, que por nosotros se convirtió en siervo y se humilló, haciéndose obediente hasta la muerte en una cruz (cf. Flp 2,7-8).

41. Tal descubrimiento del corazón de la Iglesia es también una gran luz para nosotros hoy, para no escandalizarnos por los límites y debilidades de la institución eclesiástica, marcada por oscuridades y pecados, y entrar en su corazón ardiente de amor, que se encendió en Pentecostés gracias al don del Espíritu Santo. Es ese corazón cuyo fuego se aviva más aún con cada uno de nuestros actos de caridad. “Yo seré el amor”, esta es la opción radical de Teresita, su síntesis definitiva, su identidad espiritual más personal.

Después de un retiro en septiembre de 1986 Teresa confiesa haber encontrado su vocación: “En el corazón de la Iglesia, mi madre, yo seré el amor… así lo seré todo” (Manuscrito B, F7)

En el retiro entendió del señor su vocación leyendo los capítulos 12 y 13 de la primera Carta a los Corintios. “Leí en el capítulo primero que no todos pueden ser apóstoles, profetas, doctores, etc.; que la Iglesia está compuesta de diferentes miembros y que el ojo no podía ser al mismo tiempo mano. La respuesta era clara, pero no colmaba mis deseos, no me daba la paz… Sin desanimarme, seguir leyendo y esta frase me reconfortó: buscad con ardor los dones más perfectos: pero voy a mostraros en camino más excelente. Y el apóstol explica como todos los dones, aún los más perfectos, nada son sin el amor. Afirma que la caridad es el camino excelente que conduce con seguridad a Dios. Entonces en el exceso de mi alegría delirante exclamé: ¡Oh Jesús, amor mío! por fin y hallado mi vocación, mi vocación es el amor (Manuscrito B F 3).

Su papel en la Iglesia no era evangelizar, ni enseñar, ni de padecer el martirio, sino en el corazón de la Iglesia, para santificarla desde dentro, seré el amor. Como el corazón impulsa la sangre en el conjunto del cuerpo. No es ella la que la que santifica la Iglesia. Esta misión le toca el Espíritu Santo. Su misión propia es ofrecerse al amor para que la invada y la transforme.

“Había hallado, por fin, descanso. Al considerar el Cuerpo místico de la Iglesia no me había reconocido en ninguno de los miembros descritos por San Pablo; o mejor dicho quería reconocerme en todos. La caridad me dio la clave de mi vocación. Comprendí que, si la Iglesia tenía un Cuerpo compuesto de diferentes miembros, no le faltaría el más necesario, el más noble de todos. Comprendí que la Iglesia tenía un corazón y que ese corazón estaba ardiendo de amor. Comprendí que solo el amor era el que ponía en movimiento a los miembros de la Iglesia, que si el amor llegara a pagarse, los apóstoles no anunciarían que el Evangelio, los mártires se negarían a derramar su sangre… Comprendí que el amor encerraba todas las vocaciones, que el amor lo era todo, que el amor abarcaba todos los tiempos y todos los lugares… En una palabra, que el amor es eterno (Manuscrito B, F3).

Sí, he hallado en mi puesto a la Iglesia y ese puesto ¡Oh Dios mío! vos mismo me lo habéis dado… En el corazón de la Iglesia, mi madre, yo seré el amor… así lo seré todo… así mi sueño se verá realizado (Manuscrito B, F7).




4.4.4. Lluvia de rosas

42. Después de muchos siglos en que tantos santos expresaron con mucho fervor y belleza sus deseos de “ir al cielo”, santa Teresita reconoció, con gran sinceridad: «Yo sufría por aquel entonces grandes pruebas interiores de todo tipo (hasta llegar a preguntarme a veces si existía un cielo)». En otro momento dijo: «Cuando canto la felicidad del cielo y la eterna posesión de Dios, no experimento la menor alegría, pues canto simplemente lo que quiero creer». ¿Qué ha sucedido? Que ella estaba escuchando la llamada de Dios a poner fuego en el corazón de la Iglesia más que a soñar con su propia felicidad.

43. La transformación que se produjo en ella le permitió pasar de un fervoroso deseo del cielo a un constante y ardiente deseo del bien de todos, culminando en el sueño de continuar en el cielo su misión de amar a Jesús y hacerlo amar. En este sentido, en una de sus últimas cartas escribió: «Tengo la confianza de que no voy a estar inactiva en el cielo. Mi deseo es seguir trabajando por la Iglesia y por las almas». Y en esos mismos días dijo, de modo más directo: «Pasaré mi cielo en la tierra hasta el fin del mundo. Sí, yo quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra». 

44. Así Teresita expresaba su respuesta más convencida al don único que el Señor le estaba regalando, a esa luz sorprendente que Dios estaba derramando en ella. De este modo llegaba a la última síntesis personal del Evangelio, que partía de la confianza plena hasta culminar en el don total por los demás. Ella no dudaba de la fecundidad de esa entrega: «Pienso en todo el bien que podré hacer después de la muerte». «Dios no me daría este deseo de hacer el bien en la tierra después de mi muerte, si no quisiera hacerlo realidad». «Será como una lluvia de rosas». 

45. Se cierra el círculo. « C’est la confiance». Es la confianza la que nos lleva al Amor y así nos libera del temor, es la confianza la que nos ayuda a quitar la mirada de nosotros mismos, es la confianza la que nos permite poner en las manos de Dios lo que sólo Él puede hacer. Esto nos deja un inmenso caudal de amor y de energías disponibles para buscar el bien de los hermanos. Y así, en medio del sufrimiento de sus últimos días, Teresita podía decir: « Sólo cuento ya con el amor». Al final sólo cuenta el amor. La confianza hace brotar las rosas y las derrama como un desbordamiento de la sobreabundancia del amor divino. Pidámosla como don gratuito, como regalo precioso de la gracia, para que se abran en nuestra vida los caminos del Evangelio.

“Continuaré mi misión en el cielo. Como Luis Gonzaga intervino en favor de un enfermo para curarle in extremis desparramando sobre su lecho una lluvia de rosas, así ella antes de su muerte entendió que el padre por medio de su intercesión haría derramar en esta tierra una lluvia de rosas” (Cuaderno Amarillo). “Dios es todopoderoso y nadie la es imposible si no ha habido nada que le haya llegado en la tierra no le negará nada en el cielo. El 14 de septiembre antes de su muerte cuando acababa de deshojar los pétalos de una rosa sobre su crucifijo como los pétalos resbalarán de su cama al suelo de la enfermería dijo con mucha seriedad recoger con cuidado los pétalos hermana mía un día os servirán para hacer obsequios lo perdáis ninguno” (Cuaderno Amarillo)

Teresita confiesa en sus escritos: “No tengo otra forma de demostrarte mi amor que arrojando flores, es decir, no dejando escapar ningún pequeño sacrificio, ni una sola mirada, ni una sola palabra, aprovechando hasta las más pequeñas cosas y haciéndolas por amor...En el sufrimiento y en medio de la lucha es posible gozar un instante de una dicha que excede a todas las alegrías de la tierra”. (Historia de un alma).




4.5 Capítulo 4. En el corazón del Evangelio (46-53)

46. En Evangelii gaudium insistí en la invitación a regresar a la frescura del manantial, para poner el acento en aquello que es esencial e indispensable. Creo que es oportuno retomar y proponer nuevamente aquella invitación.

Su incomparable contribución de Teresita a la espiritualidad del siglo XX es un retorno al Evangelio en su radical pureza. “Si no vuelven a ser como niños pequeños, no entrarán en el Reino de los Cielos. "(Mt 18, 3)

Sin ninguna iniciación, sin ninguna cultura bíblica, cita la Biblia más de 1000 veces en sus escritos. No fue hasta los veintidós años que dos textos del Antiguo Testamento cristalizaron en ella una larga búsqueda: la iluminación de "El camino de la infancia espiritual" que simbolizará su contribución.

Teresa con un corazón humilde penetra en el mismo corazón del evangelio que Jesús ha querido revelar a los sencillos: “Dios te bendigo Señor del cielo y de la tierra porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y las has revelado a los pequeños; sí Padre, tal pues tal ha sido tu beneplácito” (Mt 11, 25-26)

Teresita ha hecho resplandecer en nuestro tiempo la fragancia, la frescura, la fascinación del Evangelio. Ha contemplado y reconocido en la misericordia de Dios todas las perfecciones divinas, pues hasta la justicia de Dios, y tal vez más que cualquier otra perfección, me parece estar revestida de amor. De esta manera se ha transformado en vivo icono de ese Dios que, según la oración de la Iglesia, manifiesta su poder con el perdón y la misericordia.

Teresita penetró en los misterios de su infancia (Teresita del Niño Jesús) en las palabras de su Evangelio, en la pasión del siervo del doliente esculpida en su Santa faz (Teresita de la Santa Faz), en el esplendor de su existencia gloriosa, en su presencia eucarística. Teresita cantó todas las expresiones de la divina caridad de Cristo tal como el Evangelio las propone.




4.5.1. La doctora de la síntesis

47. Esta Exhortación sobre santa Teresita me permite recordar que, en una Iglesia misionera «el anuncio se concentra en lo esencial, que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario. La propuesta se simplifica, sin perder por ello profundidad y verdad, y así se vuelve más contundente y radiante». El núcleo luminoso es « la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado». 

48. No todo es igualmente central, porque hay un orden o jerarquía entre las verdades de la Iglesia, y «esto vale tanto para los dogmas de fe como para el conjunto de las enseñanzas de la Iglesia, e incluso para la enseñanza moral». El centro de la moral cristiana es la caridad, que es la respuesta al amor incondicional de la Trinidad, por lo cual «las obras de amor al prójimo son la manifestación externa más perfecta de la gracia interior del Espíritu». Al final, sólo cuenta el amor.

49. Precisamente, el aporte específico que nos regala Teresita como santa y como doctora de la Iglesia no es analítico, como podría ser, por ejemplo, el de santo Tomás de Aquino. Su aporte es más bien sintético, porque su genialidad consiste en llevarnos al centro, a lo que es esencial, a lo que es indispensable. Ella, con sus palabras y con su propio proceso personal, muestra que, si bien todas las enseñanzas y normas de la Iglesia tienen su importancia, su valor, su luz, algunas son más urgentes y más estructurantes para la vida cristiana. Allí es donde Teresita puso la mirada y el corazón.

50. Como teólogos, moralistas, pensadores de la espiritualidad, como pastores y como creyentes, cada uno en su propio ámbito, todavía necesitamos recoger esta intuición genial de Teresita y sacar las consecuencias teóricas y prácticas, doctrinales y pastorales, personales y comunitarias. Se precisan audacia y libertad interior para poder hacerlo.

51. Algunas veces, de esta santa se citan sólo expresiones que son secundarias, o se mencionan cuestiones que ella puede tener en común con cualquier otro santo: la oración, el sacrificio, la piedad eucarística, y tantos otros hermosos testimonios, pero de ese modo podríamos privarnos de lo más específico del regalo que ella hizo a la Iglesia, olvidando que «cada santo es una misión; es un proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio». Por lo tanto, «para reconocer cuál es esa palabra que el Señor quiere decir a través de un santo, no conviene entretenerse en los detalles […]. Lo que hay que contemplar es el conjunto de su vida, su camino entero de santificación, esa figura que refleja algo de Jesucristo y que resulta cuando uno logra componer el sentido de la totalidad de su persona». Esto vale más aún para santa Teresita, por tratarse de una “doctora de la síntesis”.

Jesús no tiene necesidad de libros ni de doctores para instruir a las almas. Él, el Doctor de los Doctores, enseña sin ruido de palabras... Yo nunca le he oído hablar, pero siento que está dentro de mí, y que me guía momento a momento y me inspira lo que debo decir o hacer (Historia de un alma).

El amor de Nuestro Señor se revela lo mismo en el alma más sencilla que no opone resistencia alguna a su gracia, que en el alma más sublime. Y es que, siendo propio del amor el abajarse, si todas las almas se parecieran a las de los santos doctores que han iluminado a la Iglesia con la luz de su doctrina, parecería que Dios no tendría que abajarse demasiado al venir a sus corazones. Pero él ha creado al niño, que no sabe nada y que sólo deja oír débiles gemidos; ¡Y también a sus corazones quiere él descender! Abajándose de tal modo, Dios muestra su infinita grandeza (Historia de un Alma).

Santa Teresa de Lisieux no pudo frecuentar una Universidad, ni siquiera tuvo estudios sistemáticos. Murió joven y sin embargo, de ahora en adelante, se la honrará como “doctora de la Iglesia” cualificado reconocimiento que la lleva en la consideración de toda la comunidad cristiana bastante más de lo que pueden hacer un título académico.

De hecho, cuando el magisterio proclama a alguien “doctor de la Iglesia” quiere señalar a todos los fieles y de forma especial a quienes en la iglesia cumplen el servicio fundamental de la predicación o la enseñanza teológica que hoy los Santos pueden aportar nueva luz a los misterios de la fe los Santos. Dios nos habla a través de los Santos por ello y con el fin de profundizar en los divinos misterios hay que atribuir especial valor a la experiencia espiritual de los Santos y no es casualidad que la iglesia escoja únicamente entre ellos a quienes quiere honrar con el título de doctor.

Entre los doctores de la Iglesia, Teresa del Niño Jesús y de la Santa faz es la más joven, pero su ardiente itinerario espiritual revela una madurez tal, y las intuiciones de la fe expresadas en sus escritos son tan amplias y profundas, que la hacen merecedora de ocupar un lugar entre los grandes maestros espirituales.”




4.5.2. El contexto actual

Del cielo a la tierra, la actualidad de santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz perdura en toda su “pequeña grandeza”.

En un tiempo que nos invita a encerrarnos en los propios intereses, Teresita nos muestra la belleza de hacer de la vida un regalo. En un momento en que prevalecen las necesidades más superficiales, ella es testimonio de la radicalidad evangélica. En un tiempo de individualismo, ella nos hace descubrir el valor del amor que se vuelve intercesión. En un momento en el que el ser humano se obsesiona por la grandeza y por nuevas formas de poder, ella señala el camino de la pequeñez. En un tiempo en el que se descarta a muchos seres humanos, ella nos enseña la belleza de cuidar, de hacerse cargo del otro. En un momento de complicaciones, ella puede ayudarnos a redescubrir la sencillez, la primacía absoluta del amor, la confianza y el abandono, superando una lógica legalista o eticista que llena la vida cristiana de observancias o preceptos y congela la alegría del Evangelio. En un tiempo de repliegues y de cerrazones, Teresita nos invita a la salida misionera, cautivados por la atracción de Jesucristo y del Evangelio.

53. Un siglo y medio después de su nacimiento, Teresita está más viva que nunca en medio de la Iglesia peregrina, en el corazón del Pueblo de Dios. Está peregrinando con nosotros, haciendo el bien en la tierra, como tanto deseó. El signo más hermoso de su vitalidad espiritual son las innumerables “rosas” que va esparciendo, es decir, las gracias que Dios nos da por su intercesión colmada de amor, para sostenernos en el camino de la vida.

Teresita declara que la única ciencia que desea es la ciencia del amor: “Esta es la única ciencia que deseo después de haber dado por ella todas mis riquezas estimó como la esposa de los cantares no haber dado nada… Comprendo tan perfectamente que no haya cosa que pueda hacernos gratos a Dios fuera del amor, que es este amor el único bien que ambiciono. Jesús se complace en enseñarme el único camino que conduce a esta divina hoguera este camino es el abandono del niñito que se duerme sin miedo en los brazos de su Padre” (manuscrito B F1) Cuando un alma se abandona enteramente a la voluntad de Dios el mismo señor comienza a guiar mientras antes lo era por los maestros.

Jesús me ha enseñado el camino del abandono. Como dice el salmo: “El señor no tiene necesidad de nuestros sacrificios sino de nuestra alabanza” ( Salmo 50, 9-13) Jesús no pide grandes obras sino solamente abandono y agradecimiento. He aquí todo lo que Jesús exige de nosotros. No tiene necesidad alguna de nuestras obras sino solamente de nuestro amor (Manuscrito B F1)

La Iglesia necesita que Santa Teresita del Niño Jesús sea la Doctora de la Nueva Evangelización para enseñarnos a comprender, venerar, y para amar el amor que es misericordia. Su autoridad magisterial abarca especialmente: a aquellos que se sienten sin valor; a aquellos que son indignos; a aquellos que carecen de capacidad, educación, o ventaja; a aquellos que son chantajeados por sus pecados; a aquellos que viven en conflicto y confusión espiritual, anhelando la paz; a todos aquellos que suspiran por conocer el significado de la vida y la manera de marcar una diferencia en un mundo hostil; a aquellos que se sienten oprimidos por su pequeñez e insignificancia; a aquellos que se sienten perdedores.

El Papa Juan Pablo II lo señaló el día en que declaró Doctora de la iglesia a Santa Teresa: Frente al vacío espiritual de tantas palabras, Teresa presenta otra solución: la única Palabra de salvación que, comprendida y vivida en el silencio, se transforma en manantial de vida renovada. A una cultura racionalista y muy a menudo impregnada de materialismo práctico, ella contrapone con sencillez desarmante el “caminito” que, remitiendo a lo esencial, lleva al secreto de toda existencia: el amor divino que envuelve y penetra toda la historia humana. En una época, como la nuestra, marcada con gran frecuencia por la cultura de lo efímero y del hedonismo, esta nueva Doctora de la Iglesia se presenta dotada de singular eficacia para iluminar el espíritu y el corazón de quienes tienen sed de verdad y de amor. (Santa Teresa de Lisieux, Doctora de la Iglesia; Homilía del Santo Padre Juan Pablo II, Domingo 19 de octubre de 1997, Jornada Mundial de las Misiones).




5. Itinerario espiritual de Teresa de Liseaux

Voy a recoger algunos de los aspectos más relevantes de su espiritualidad a partir de su autobiografía “Historia de un alma”. He aquí un camino de santidad que se abre a todos, a los pequeños, a los pobres, a los heridos: aceptar la realidad de nuestra debilidad y ofrecernos a Dios tal como somos para que pueda actuar en nosotros. Es la antípoda del sentimentalismo, antes al contrario hace explícita la infancia evangélica predicada por Jesús: “Jesús se complace en mostrarme el único camino que conduce a este divino horno, así es el abandono del niño pequeño que se duerme sin miedo en los brazos de su Padre. " (Manuscrito B, 1V)




5.1 La sencillez de una florecita

Dios creador del cielo y de la tierra se entrega en todas sus maravillas cuidando de los más pequeños. Teresa era como una pequeña flor cuidada por el amor de Dios. vivía una vida oculta y "quería ser desconocido", "solo amo la simplicidad. Tengo horror a la pretensión", y se pronunció en contra de algunas de las afirmaciones hechas con respecto a las Vidas de los santos escritas en su día: "No debemos decir cosas inverosímiles, o cosas que no sabemos. Debemos ver sus vidas reales, y no sus vidas imaginarias. La profundidad de su espiritualidad, de la que dijo: "mi camino es todo confianza y amor", ha inspirado a muchos creyentes.

La Historia de un alma ha popularizado todos los detalles de la infancia de Teresita. Se nos manifiesta allí como una santa que vive entre nosotros con sus sencillas y espontáneas alegrías y con sus pequeñas penas de niña. Nada que se salga de lo ordinario. Vemos demasiado a los santos sobre las peanas y en los altares. Teresita no tiene miedo en confesarse como nosotros, niñitos débiles y a veces caprichosos; adolescentes que tenemos que luchar para dominar sus pasiones; hombres y mujeres como nosotros en contienda con las dificultades de la vida, cuyos proyectos fueron frecuentemente entorpecidos por la maldad de los hombres o detenidos por los fracasos. Teresita pasa como nosotros sus noches y dificultades, consciente de su debilidad y de su fragilidad. Pero en medio de las mayores agitaciones humanas supo hallar en Dios la fuerza victoriosa de la gracia; y su vida, tan parecida a la nuestra, supo ser a la luz de la fe y al influjo del amor, más divina cada día.




5.2 Su infancia

Su infancia transcurrió en medio de luces y sombras y de todo supo extraer una enseñanza espiritual. El 28 de agosto de 1877, Celia Martin murió de cáncer de mama. "Cuando mamá murió, mi carácter feliz cambió. Había estado tan animado y abierto; ahora me volví tímido e hipersensible, llorando si alguien me miraba. Cuando tenía nueve años, en octubre de 1882, su hermana Pauline, que había actuado como una "segunda madre" para ella, ingresó en el monasterio carmelita de Lisieux. Teresita estaba devastada.

Su medio familiar fue para ella una verdadera escuela de perfección cristiana. Unos «padres santos», unas hermanas destinadas todas ellas a consagrarse a Dios en la vida religiosa, velaron sobre su alma de niña. En ésta atmósfera excepcional Teresita se dejaba  modelar espontáneamente, siguiendo el ejemplo de sus hermanas mayores. «Cuando oía decir que Paulina sería religiosa, sin saber demasiado qué era esto, pensaba: también yo seré religiosa». No le consentían ningún capricho, ningún defecto. En su relato de la Historia de un alma, Teresa se reconoce de una sensibilidad extrema, de una ternura excesiva, necesitada de luchar contra el amor propio.



 

5.3 Consciente de su debilidad. A menudo enferma

En esta época, Teresita estaba enferma a menudo; Comenzó a sufrir temblores nerviosos: "Nuestra Santísima Señora ha venido a mí, me ha sonreído. Qué feliz estoy. La Nochebuena de 1886 fue un punto de inflexión en la vida de Teresa; Ella lo llamó su "conversión completa". Años más tarde declaró que esa noche superó las presiones que había enfrentado desde la muerte de su madre y dijo que "Dios obró un pequeño milagro para hacerme crecer en un instante". "En esa bendita noche... Jesús, que tuvo a bien hacerse niño por amor a mí, tuvo a bien hacerme salir de los pañales y las imperfecciones de la infancia”.

Teresita va echar en falta la presencia de sus padres. Primero fue la pérdida de su madre en edad muy temprana y más tarde la de su padre. Teresa sintió profundamente la pérdida de su madre. Sobre esto escribió: «Desde que mamá murió, mi alegría característica cambió completamente; yo que era tan viva, tan expansiva, me convertí en tímida y dulce, sensible al exceso». Teresa adopta a Paulina, después de la muerte de su madre, como su «segunda madre». Luego cuando Paulina entra en el Carmelo sufre de nuevo otra pérdida grande.




5.4 Una vida, como la de todos, no exenta de dificultades.

Durante los primeros 15 meses estuvo muy enferma, una enfermera la cuidó. Cuando tenía 4 años y medio su madre murió. Su pérdida fue tan dolorosa que se volvió tímida e hipersensible, llorando si alguien me miraba. A los 8 años y medio, ingresó en la escuela de las monjas benedictinas de Lisieux. Fue intimidada. La que más la acosaba era una chica de catorce años a la que le iba mal en la escuela. Teresa sufrió mucho a causa de su sensibilidad, y lloró en silencio. "Los cinco años que pasé en la escuela fueron los más tristes de mi vida, y si mi querida Céline no hubiera estado conmigo, no habría podido permanecer allí un solo mes sin caer enfermo. Cuando tenía 9 años, en octubre de 1882, su hermana Pauline, que había actuado como una "segunda madre" para ella, ingresó en el monasterio carmelita de Lisieux. Teresa estaba devastada. En esta época, Teresa estaba enferma a menudo; Comenzó a sufrir temblores nerviosos.




5.5 Sus primeras experiencias. Su primera conversión al amor.

Cuando Teresita tenía 10 años, el 13 de mayo de 1883, vió a la Virgen sonreírle y esto tuvo una gran repercusión para su crecimiento espiritual. Ella escribió: "Nuestra Santísima Señora ha venido a mí, me ha sonreído. ¡Qué feliz soy! En la víspera de Navidad de 1886, cuando tenía 13 años, fue un punto de inflexión en la vida de Teresa; ella lo llamó su "conversión completa". Años más tarde declaró que esa noche superó las presiones que había enfrentado desde la muerte de su madre y dijo que "Dios obró un pequeño milagro para hacerme crecer en un instante". "En esa bendita noche... Jesús, que creyó oportuno hacerse niño por amor a mí, creyó oportuno que yo saliera de los pañales y de las imperfecciones de la infancia.

Después de nueve tristes años, había "recuperado la fuerza del alma que había perdido cuando murió su madre y, según dijo, la conservaría para siempre". Descubrió la alegría en el olvido de sí misma y añadió; "Sentí, en una palabra, la caridad entrar en mi corazón, la necesidad de olvidarme de mí mismo para hacer felices a los demás, ya que esta bendita noche no fui derrotado en ninguna batalla, sino que fui de victoria en victoria y comencé, por así decirlo, a "correr una carrera de gigantes". (Sal 19, 5) "

Algunos acontecimientos decisivos marcaron la historia de su infancia. La muerte de su madre que la dejó huérfana a los cuatro años y medio, trastornó profundamente su vida. «Yo, tan viva, tan expansiva, me volví tímida, dulce, excesivamente sensible. Una mirada era a veces suficiente para hacerme deshacer en lágrimas. Necesitaba pasar desapercibida. No podía sufrir la compañía de los extraños; y sólo recobraba la alegría en la intimidad del hogar» En esta época abandonó sin pesar Alençon y fue gustosa a Lisieux, donde se instaló la familia Martín. Hacia los diez años de edad, una rara enfermedad puso en peligro su vida, pero la Santísima Virgen se le apareció sonriente y la curó milagrosamente. Después, Teresa se preparó para la primera Comunión. Este primer encuentro con Cristo se terminó en una verdadera «fusión». Desde entonces la Eucaristía ocupará el primer puesto en su vida.




5.6 Un corto tiempo lleno de paz y alegría, decidí vivir enamorada.

Teresita ingresó como monja carmelita a los 15 años y 9 años después murió. En este breve periodo se convirtió en una gran santa: "Por fin mis deseos se cumplieron, y no puedo describir la profunda y dulce paz que llenó mi alma. Al fin se cumplieron mis deseos, y no puedo describir la profunda y dulce paz que llenó mi alma. Esta paz ha permanecido conmigo durante los ocho años y medio de mi vida aquí, y nunca me ha abandonado, ni siquiera en medio de las mayores pruebas.

Los obstáculos a esta vocación aparecieron desde el comienzo cuando resolvió entrar en el Carmelo. El superior canónico del Carmelo se mostró irreductible. Teresita, confiada en Dios, permanecía firme en su resolución. «Exteriormente mi vida parecía la misma. Estudiaba y sobre todo crecía en el amor de Dios. Sentía impulsos, verdaderos transportes... Entonces mi cielo no era otro que el amor, y en mi ardor sentía que nada podría separarme del Objeto divino que me había arrebatado».

Con una insistencia creciente, Teresita sólo soñaba en el Carmelo. La indecisión del obispo de Bayeux no la desanimaba. «En el fondo del alma no dejaba de tener una gran paz, puesto que no buscaba otra cosa que hacer la voluntad del Señor». Con ocasión de su viaje a Roma, se acercó al Papa, se arrodilló ante él y con los ojos llenos de lágrimas dirigió a León XIII una ardiente súplica. —Santísimo Padre, tengo que pediros una gran gracia. En honor de vuestro jubileo permitidme entrar en el Carmelo a los quince años—. El Primado de la Iglesia no pudo hacer más que remitirla a la decisión de sus superiores, que en «aquellos momentos estaban examinando la cuestión», hizo notar extrañado y descontento el Vicario General de Bayeux.




5.7 La entrada al Carmelo. Vivir para el amor.

El 9 de abril de 1888, festividad de la Asunción, después de una última y suprema mirada a su entorno familiar, Teresita abandonó para siempre los Buissonnets. Apenas entrada en el Carmelo la invadió una inmensa paz que no debía dejarla ya. Todo le parecía maravilloso en el monasterio. Sobre todo la encantaba su celda, lugar donde la carmelita vive de amor «sola con el Único».

En mayo de 1887, Teresa se acercó a su padre Louis, de 63 años, que se estaba recuperando de un pequeño derrame cerebral, mientras él estaba sentado en el jardín un domingo por la tarde y le dijo que quería celebrar el aniversario de "su conversión" entrando en el Carmelo antes de Navidad. El tiempo de Teresa como postulante comenzó con su bienvenida al Carmelo, el lunes 9 de abril de 1888, fiesta de la Anunciación. Sintió paz después de recibir la comunión ese día y más tarde escribió: "Por fin mis deseos se hicieron realidad, y no puedo describir la profunda y dulce paz que llenó mi alma.

Teresa soñaba con ser «la flor ignorada cuyo perfume sólo se exhala hacia el cielo». Dos meses después de su entrada en el Carmelo, el Reverendo P. Pichón, que había ido a predicar el retiro anual a la comunidad, «se sintió sorprendido por la acción de Dios en su alma».

En esta época, la devoción a la Santa Faz se reveló a Teresa. La Faz velada de Cristo llegó a ser la forma propia de su devoción al Crucificado, y el modelo de su vida. «Quería que mi rostro, como el de Jesús, estuviese oculto a todas las miradas; que nadie me reconociese en la tierra. Tenía sed de sufrir y de ser olvidada». Contra toda esperanza, su padre, repuesto de un segundo ataque, pudo asistir a su toma de hábito. Debía ser «su última fiesta acá abajo». Este día Teresa se vio colmada de felicidad. Nada faltó a su alegría, ni aun la nieve; para que todo fuese blanco en la naturaleza lo mismo que en su alma.


 

5.7 Tomando su nombre religioso, hermana de la Santa Faz y del Niño Jesús. Vivir de amor.

Algunos pasajes del profeta Isaías (Is 53) la ayudaron durante su largo noviciado. Seis semanas antes de su muerte, le dijo a Paulina: "Las palabras de Isaías: Aquí no hay majestuosidad, ni majestad, ni hermosura, mientras lo contemplamos, para ganar nuestros corazones. No, aquí hay uno despreciado, dejado fuera de todo cálculo humano; ¿Cómo debemos reconocer ese rostro? - estas palabras fueron la base de todo mi culto a la Santa Faz... Yo también quería estar sin hermosura y belleza, desconocida para todas las criaturas.

Durante el noviciado, la contemplación de la Santa Faz había alimentado su vida interior. Se trata de una imagen que representa el rostro desfigurado de Jesús durante su Pasión. Y meditó algunos pasajes del profeta Isaías (Is 53). Seis semanas antes de su muerte, le dijo a Paulina: "Las palabras de Isaías: 'Aquí no hay majestuosidad, ni majestad, ni belleza,... uno despreciado, dejado fuera de todo cómputo humano; ¿Cómo tomar en cuenta a él, un hombre tan despreciado (Is 53,2-3)?

El noviciado prosiguió en la sequedad espiritual, nota habitual de su intimidad con Dios durante casi toda su vida de carmelita. Pero Sor Teresa del Niño Jesús, a través de todos los sacrificios, avanza en la unión divina. Su vida mística, aparentemente sencilla y ordinaria, estaba interiormente, cada vez más, dominada por las inspiraciones divinas. El Espíritu Santo la guiaba en todo. La misma Teresita nos ha dejado sobre este punto preciosas confidencias:

«Mi retiro de profesión fue, como los siguientes, un retiro de gran aridez. No obstante, sin ni tan sólo darme cuenta de ello, los medios de agradar a Dios y de practicar la virtud se me revelaban entonces claramente. He notado muchas veces que Jesús no quiere darme provisiones. Me alimenta a cada momento con un alimento completamente nuevo. Lo hallo en mí sin saber cómo se encuentra allí. Creo sencillamente que es el mismo Jesús, oculto en el fondo de mi pobre corazón, quien obra en mí de una manera misteriosa y me inspira todo lo que quiere que haga a cada momento».




5.8 El descubrimiento del caminito. Reconocerse pobres y pequeños ante Dios.

"Solo me encanta la simplicidad. Tengo horror a la pretensión", y se pronunció en contra de algunas de las afirmaciones hechas con respecto a las Vidas de los santos escritas en su día: "No debemos decir cosas inverosímiles, o cosas que no sabemos. Debemos ver sus vidas reales, y no sus vidas imaginarias”. Mi pequeña vida pobre y frágil como se sentía era preciosa para Jesús.

Seis años como carmelita le hicieron darse cuenta de lo pequeña e insignificante que era. Vio las limitaciones de todos sus esfuerzos. Permanecía pequeña y muy alejada del amor inagotable que deseaba practicar. Comprendió entonces que era precisamente en esta pequeñez donde debía aprender a pedir la ayuda de Dios. "El que es pequeño, venga a mí" (Prov 9, 4). “Yo os tomaré como madre en sus brazos” (Is 66:12-13) A Teresita le llamó profundamente la atención ese pasaje: "Serás llevado por los pechos, y sobre las rodillas te acariciarán. Como a quien la madre acaricia, así te consolaré". Llegó a la conclusión de que Jesús la llevaría a la cumbre de la santidad. La pequeñez de Teresa, sus límites, se convirtieron así en motivo de alegría, más que de desaliento. Es sólo en el Manuscrito C de su autobiografía que dio a este descubrimiento el nombre de “pequeño camino!”

"Buscaré un medio de llegar al cielo por un camino pequeño, muy corto y muy recto, un camino pequeño que es completamente nuevo. Vivimos en la era de las invenciones; Hoy en día, los ricos no tienen que molestarse en subir las escaleras, sino que tienen ascensores. Bien, me propongo tratar de encontrar un ascensor por el cual pueda ser elevado a Dios, porque soy demasiado pequeño para subir la empinada escalera de la perfección. [...] Tus brazos, entonces, oh Jesús, son el ascensor que debe elevarme hasta el cielo. Para llegar allí no necesito crecer; por el contrario, debo permanecer pequeño, debo llegar a ser aún menos

Su vida espiritual tomó un impulso definitivo. La confianza la condujo al total abandono, forma suprema del puro amor. «Ahora ya no tengo deseo alguno, a no ser el de amar a Jesús con locura. Sí, sólo el amor me atrae. Ya no deseo ni el sufrimiento ni la muerte; y no obstante, me atraen ambos... Durante mucho tiempo los he solicitado como mensajeros de alegría... Ahora, sólo me guía el abandono. Ya no sé pedir nada con ardor, excepto el cumplimiento perfecto de la voluntad de Dios en mi alma». «¡Qué dulce es el camino del amor! Sin duda se puede caer, se pueden cometer infidelidades; pero como el amor sabe sacar partido de todo, muy pronto consume todo lo que puede desagradar a Jesús, no dejando en el fondo del corazón más que una paz humilde y profunda».




5.9 Ofrenda al amor misericordioso. Me he ofrecido enteramente al Amor.

El 9 de junio de 1895, durante una misa que celebraba la fiesta de la Santísima Trinidad, Teresita tuvo una repentina inspiración de que debía ofrecerse como víctima sacrificial al amor misericordioso. En este tiempo, algunas monjas se ofrecieron como víctimas a la justicia de Dios. En su celda redactó un "Acta de oblación" En el ocaso de esta vida, me presentaré ante Ti con las manos vacías, porque no te pido, señor, que cuentes mis obras. "Si por debilidad cayera, que una mirada de Tus Ojos limpiara inmediatamente mi alma y consumiera todas mis imperfecciones, como el fuego transforma todas las cosas en sí mismo."

Dios encaminaba de esta suerte a Sor Teresa del Niño Jesús hacia la ofrenda al amor misericordioso, síntesis de su vida interior y de su espiritualidad. «En el año 1895 recibí la gracia de comprender más que nunca cuánto desea Jesús ser amado. Pensando un día en las almas que se ofrecen como víctimas de la justicia divina a fin de desviar sobre ellas los castigos reservados a los pecadores, encontraba esta ofrenda grande y generosa; pero me sentía muy lejos de hacerla. «¡Oh Divino Maestro mío! —exclamé desde el fondo de mi corazón— ¿sólo vuestra justicia tiene que recibir víctimas de holocausto? Vuestro amor misericordioso, ¿no necesita víctimas también? Por todas partes es desconocido, rechazado... Los corazones a quienes deseáis prodigarlo se vuelven hacia las criaturas, pidiéndoles la felicidad con el miserable afecto de un instante, en lugar de lanzarse en vuestros brazos y de aceptar la deliciosa hoguera de vuestro infinito amor. ¡Oh Dios mío!, vuestro amor desconocido, ¿permanecerá en vuestro Corazón? Me parece que si encontraseis almas que se ofrecieran como víctimas de holocausto a vuestro amor, las consumiríais rápidamente; seríais feliz no conteniendo las llamas de infinita ternura que se encierran en Vos». 

El 9 de junio de 1895, en la hermosísima fiesta litúrgica de la Santísima Trinidad, mientras Sor Teresa del Niño Jesús, completamente sumergida en la contemplación de este misterio de los misterios, cuando asistía a Misa, un irresistible movimiento de la gracia se apoderó de su alma. Bajo el influjo de una inspiración divina, se ofreció como víctima de holocausto a este Amor infinito con el cual la Trinidad beatísima persigue a sus criaturas. En este día, Teresita, con el rostro transfigurado de felicidad, dijo a Celina: «Me he ofrecido al Amor».

Sor Teresa misma pronunció el acto de ofrecimiento: «Oh Dios mío, Trinidad Beatísima... a fin de vivir en un acto de perfecto amor, me ofrezco como víctima de holocausto a vuestro amor misericordioso, suplicándoos que me consumáis sin cesar, dejando desbordar en mi alma las olas de infinita ternura contenidas en Vos; y que así llegue a ser mártir de vuestro amor, ¡oh Dios mío!

 


 

5.10 Los últimos años, la enfermedad y la noche de la fe.

Los últimos años de Teresita estuvieron marcados por un declive constante que soportó resueltamente y sin quejarse. Dios no tenía más que acabar en el alma de Teresita su consumación en el amor. Ésta será la obra del sufrimiento. La tuberculosis fue el elemento clave del sufrimiento final de Teresita, pero ella lo vio como parte de su viaje espiritual. Después de observar un riguroso ayuno de Cuaresma en 1896, se acostó en la víspera del Viernes Santo y sintió una sensación de alegría. Ella escribió: "¡Oh! ¡Qué dulce es realmente este recuerdo... Apenas había apoyado la cabeza en la almohada cuando sentí algo parecido a un chorro burbujeante que subía a mis labios. No sabía lo que era".

El Jueves Santo del año 1896, no habiendo obtenido permiso para quedarse ante el Monumento, la noche entera, entró a media noche en su celda. «Apenas había reclinado mi cabeza sobre la almohada, cuando sentí que una ola hirviente subía a mis labios. Creí que iba a morir, y mi corazón se fundió de alegría... No obstante, como acababa de apagar nuestra lamparilla, mortifiqué mi curiosidad hasta el día siguiente y me dormí apaciblemente.

Antes de morir, Teresita había de conocer las supremas y temibles purificaciones del amor, descritas por San Juan de la Cruz y por los grandes autores místicos. Pero hay que notar que en la vida esencialmente apostólica de Santa Teresa del Niño Jesús el sufrimiento es más redentor que purificador. Al dolor físico vino a unirse el sufrimiento moral: «La noche de aquel Viernes Santo señalado por un vómito de sangre, entraba llena de alegría en mi celda e iba a dormirme dulcemente, cuando Jesús, como en la noche anterior, me dio el mismo signo de mi próxima entrada en la vida eterna. Gozaba entonces de una fe tan viva, tan clara, que el pensamiento del cielo constituía toda mi felicidad; no podía creer que hubiese impíos faltos de fe, y estaba persuadida de que seguramente no decían lo que pensaban cuando negaban la existencia de otro mundo.

Como consecuencia de la tuberculosis, Teresita sufrió terriblemente. Cuando estaba a punto de morir, "su sufrimiento físico siguió aumentando, de modo que incluso el propio médico se vio obligado a exclamar: "¡Ah! ¡Si supieras lo que está sufriendo esta joven monja! Durante las últimas horas de la vida de Teresita, dijo: «¡Nunca hubiera creído que fuera posible sufrir tanto, nunca, nunca!» En julio de 1897, se trasladó definitivamente a la enfermería del monasterio. El 19 de agosto de 1897, Teresita recibió su última comunión.



5. 11 Morir de amor 

La mañana del 30 de septiembre, Sor Teresa apareció anhelante, agotada. Sus sufrimientos llegaron a un paroxismo inexplicable. Se la vio juntar las manos y dirigirse en súplica angustiosa a la Virgen de la sonrisa: «Es la pura agonía —gimió— sin mezcla alguna de consuelo». Después, como elevada por una fuerza totalmente divina, repitió con ardor: «No, no; no me arrepiento de haberme entregado al Amor». Anochecía. De repente la expresión de su rostro cambió; era la agonía suprema. Lentamente, la comunidad entró, orando. Teresita acogió a sus hermanas con una dulce sonrisa.

Sostenía entre las manos el Crucifijo y lo miraba incesantemente con amor. Durante más de dos horas un terrible estertor destrozó su pecho. Su rostro estaba congestionado, sus manos violáceas. Todos los miembros de su cuerpo, sacudidos por la fiebre, temblaban. 

Bajo la opresión, que crecía implacablemente, la santa enferma dejaba escapar débiles e involuntarios gemidos. A las seis, al toque del ángelus, Teresita dirigió su mirada hacia la estatua de María. Hacia las siete, susurró: «Madre; ¿no es aún la agonía? ¿No voy a morir?» Y poco después, con los ojos fijos en el crucifijo: «¡Oh... le amo..., Dios mío!... ¡yo... os amo!» Pronunciadas estas palabras, Teresa se desplomó de nuevo, con la cabeza dulcemente inclinada hacia atrás. Sonó la campana de la enfermería convocando a la comunidad. Las hermanas se alinearon en torno de su cama. El rostro de Teresita adquirió de nuevo su tono de azucena. Sus ojos se fijaron en el cielo, radiantes, con una indecible expresión de beatitud.

Murió el 30 de septiembre de 1897 a la temprana edad de 24 años. En su lecho de muerte, se dice que dijo: "He llegado al punto de no poder sufrir más, porque todo sufrimiento es dulce para mí". Sus últimas palabras fueron: "¡Dios mío, te amo!". Había muerto de amor.

 


Conclusión

¿Cuál es el aporte de la espiritualidad de Teresa de Lisieux para nosotros? Santa Teresita a través de su caminito nos enseña el camino de la sencillez, de la confianza, del abandono confiado. La espiritualidad de Teresita alcanza así al más puro Evangelio. Toda criatura que se acerca a Dios, en presencia de su infinita grandeza, debe sentirse consciente de la propia nada. «Soy El que soy... Tú eres la que no es». Esta doble verdad define los dos extremos que hay que unir. He aquí porque, conforme a la naturaleza de las cosas, los santos han establecido siempre como fundamento de todo el edificio de nuestra perfección la virtud de la humildad. El mismo Jesús la había indicado como condición primordial para ser contado entre el número de sus discípulos: «Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11, 20).

«Permanezcamos siempre pequeños, como desea Nuestro Señor. ¿No nos ha dicho en su Evangelio que el Reino de los Cielos es de los que se parecen a ellos?». Los privilegiados de Jesús son los «pequeñuelos». Teresa sentía instintivamente que el orgullo es el mayor y principal obstáculo para la santidad. Nuestro mayor enemigo es nuestro propio «yo». Para elevarnos hasta la perfección contamos demasiado con nuestras propias fuerzas y nos imaginamos obrar maravillas hasta el momento en que las caídas nos hacen experimentar nuestra nada. Sólo entonces comprendemos las palabras del Maestro: «Sin Mí nada podéis». El «niñito» se da cuenta de su debilidad. Sabe que es «pobre, que está falto de todo, en perpetua dependencia».

El Papa Francisco en la festividad de los santos nos ha recordado: “Los santos no son héroes inalcanzables o lejanos, sino personas como nosotros, nuestros amigos, cuyo punto de partida es el mismo don que nosotros hemos recibido”.

“La santidad es también un camino, un camino que hay que recorrer juntos, ayudándonos unos a otros, unidos a esos excelentes compañeros de ruta que son los Santos”. “La santidad es un don que se ofrece a todos para tener una vida feliz. Y, al fin y al cabo, cuando recibimos un don, ¿cuál es nuestra primera reacción? Precisamente que nos ponemos felices, porque significa que alguien nos ama; el don de la santidad nos hace felices porque Dios nos ama".

 

Los santos son nuestros hermanos mayores con los que podemos contar, asegura Francisco: “Nos sostienen cuando en la ruta erramos el camino, con su presencia silenciosa nunca dejan de corregirnos; son amigos sinceros, en los que podemos confiar, porque desean nuestro bien”.

 

Al poner la vida de los santos como ejemplo, el Pontífice invita a unirnos a sus oraciones de las que recibimos ayuda, a unirnos en comunión a ellos de manera fraterna, a seguir el camino de santidad que ellos nos han abierto.

 

En el tiempo de Santa Teresita, el mundo moderno, y en particular el catolicismo francés, sufrían de un resto de jansenismo, de una fría rigidez, en las relaciones del alma con Dios, de un cierto conformismo jurídico, de un cierto individualismo en la devoción. El mundo esperaba el «redescubrimiento» de la paternidad divina y del Amor misericordioso; y en lo que se refiere a nuestras relaciones con Dios, la actitud de amor filial, de confianza y de abandono. Santa Teresita ha vivido ante nuestras miradas, la santidad pura y simple con todo el encanto y la seducción de un alma humana y muy cercana a todos. Ella supo hacer la santidad accesible a todos.

El Papa Francisco en su tercera exhortación a la santidad Gaudete el exultate hace una llamada a la santidad en el mundo actual. La encíclica la comienza con las palabras «Alegraos y regocijaos» (Mt 5,12). Empieza con las palabras de Jesús «a los que son perseguidos o humillados por su causa». En la Encíclica profundiza en el llamado a la santidad para todos y en dos sutiles enemigos de la santidad.

El Papa Francisco recuerda las Bienaventuranzas como camino «a contracorriente» que Jesús nos indica para crecer en santidad: «Puede haber muchas teorías sobre lo que es la santidad, abundantes explicaciones y distinciones. Esa reflexión podría ser útil, pero nada es más iluminador que volver a las palabras de Jesús y recoger su modo de transmitir la verdad. Jesús explicó con toda sencillez qué es ser santos, y lo hizo cuando nos dejó las bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-12; Lc 6,20-23).

Las bienaventuranzas son como el carnet de identidad del cristiano. Así, si alguno de nosotros se plantea la pregunta: «¿Cómo se hace para llegar a ser un buen cristiano?», la respuesta es sencilla: es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que dice Jesús en el sermón de las bienaventuranzas. En ellas se dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas». Es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que dice Jesús en el sermón de las bienaventuranzas.

En el capítulo segundo de la Exhortación a la santidad el papa nos habla de dos sutiles enemigos en el camino de la santidad: el gnosticismo y el pelagianismo actual, ambas ideologías que mutilan el corazón del evangelio.

El primer peligro es el camino de primar la razón y creer que el camino de santidad es para los sabios y entendidos sin reconocer los límites de la razón. El otro peligro es voluntarismo sin humildad, lo contrario es la humildad y la pobreza espiritual.

Nos creemos seguros y autosuficientes en nuestros propios criterios. Cuando alguien tiene respuestas a todas las preguntas, demuestra que no está en un sano camino y es posible que sea un falso profeta, que usa la religión en beneficio propio, al servicio de sus elucubraciones psicológicas y mentales. Dios nos supera infinitamente, siempre es una sorpresa y no somos nosotros los que decidimos en qué circunstancia histórica encontrarlo, ya que no depende de nosotros determinar el tiempo y el lugar del encuentro.

En el fondo solo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas. Pareciera que queremos someter la vida de la gracia a unas estructuras humanas. La falta de un reconocimiento sincero, dolorido y orante de nuestros límites es lo que impide a la gracia actuar mejor en nosotros.

La Iglesia enseñó reiteradas veces que no somos justificados por nuestras obras o por nuestros esfuerzos, sino por la gracia del Señor que toma la iniciativa.

Nosotros estamos acostumbrados a confiar en nuestras fuerzas y a cargar la agenda de programas, planes proyectos a realizar. Pareciera que no damos paso al espíritu de Dios que debe guiar e impulsar todo nuestro actuar. Dios está por encima de nuestros marcos en donde tratamos de encerrarlo.

No se trata un camino perfeccionista y voluntarista que podemos controlar. Dios actúa incluso en nuestra debilidad, incluso a través de nuestros fallos, errores o aparentes fracasos. Allí precisamente Él trabaja y nos purifica el amor. Dios viene a fortalecernos en la debilidad y a decirnos que su gracia no nos faltará que su fuerza se manifiesta en la debilidad.

Este es precisamente el secreto de Santa Teresita, caminar con su pobreza fiados de su poder, de su fuerza de su gracia. “La fuerza de Dios se pone de manifiesto en lo que es débil… cuando me siento impotente es cuando mejor experimento su fuerza” (2 Co 12, 8-10).