LEVANTEMOS EL CORAZON
SE ACERCA LA SALVACION
(LAS CAIDAS DE LOS IMPERIOS DE ESTE
MUNDO)
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época
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orden
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Armstrong, The Great
Transformation
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civilización de Occidente
- Henry Kissinger, Orden mundial
Quiero comenzar este ensayo con el comienzo de un himno de Adviento. "Preparad los caminos":
Preparemos los caminos
ya se acerca el Salvador,
y salgamos
peregrinos
al encuentro del
Señor
(Himno de Adviento)
Estamos
comenzando el Adviento, resulta difícil cerrar este año tan nefasto y abrirnos con
esperanza a uno nuevo con el corazón levantado cuando miramos a nuestro
alrededor. El escenario que vivimos en el tiempo presente nos sitúa en un
tiempo de profunda crisis: tiempo de incertidumbre, de turbación, de
confrontación, de un conflicto que parece agrandarse a escala mundial. En medio
de la noche de los tiempos se nos invita a que esta celebración de la
Navidad nos preparemos a preparar con júbilo la venida del Señor.
NUESTRO
CONTEXTO ACTUAL
Nos
preguntamos sobre el estado de cosas al que estamos asistiendo. El Papa no deja
de hablar que estamos asistiendo al ocaso y fin de una época e inicio de otra
época, un verdadero cambio epocal.
Estamos
asistiendo a un verdadero cambio de época, al cataclismo de la
caída del imperio occidental. Quisiéramos detenernos en lo que supuso la caída
de tantos imperios que marcaran toda una época de prosperidad pero que
sucumbieron porque no estaban cimentados sobre “Roca” (el Imperio
Helénico, el Imperio Romano, el Imperio del Occidente neoliberal) para extraer
una serie de consecuencias que puedan ayudarnos a explicar la situación
presente y a proyectarnos frente al futuro. Dios que actúa por causas segundas
pudo despojarla de todo poder terrenal a través de continuas llamadas a la
conversión y la renovación. La Iglesia santa y pecadora camina siempre
necesitada de purificación, semper renovata. El Adviento previo a la celebración de la Navidad tiene este caracter penitencial.
Este año, sin embargo, tiene una connotación
especial. El día de Navidad, 25 de diciembre, será la apertura de un gran
Jubileo que se ha venido a llamar “El jubileo de la esperanza”. Ante
el mundo que sufre el flagelo de la opresión y la guerra nos abrimos en espera
a un tiempo de gracia. Se nos invita a que superemos las divisiones que nos
separan para mantener la llama de la esperanza. Peregrinos de esperanza capaces
de establecer puentes, de caminar promoviendo la unidad y la paz, la armonía en
medio de la diversidad y la diferencia.
Hemos
escuchado en el evangelio de este primer domingo “cuando os veáis rodeados
de catástrofes y calamidades frente a los signos de perplejidad y amargura
recapacitad todos los reinos de este mundo colapsarán las potencias de este
mundo quedarán sacudidas y en ruinas pero no desalentarnos no dejad que vuestros
corazones sanedrín y se embuten levantaos ánimo se acerca vuestra salvación. la
liturgia de la Iglesia nos propone un pasaje del Evangelio de san Lucas en el
que el evangelista nos presente a Jesús hablando a sus discípulos”. (cf. Lc
21, 25-36)
El
evangelio nos sitúa en tres puntos o claves
1 los
acontecimientos que anteceden (la venida de Dios), Aunque en estricto
sentido el Evangelio parece aludir al final de los tiempos, cuando Jesús vendrá
de nuevo para juzgar a vivos y muertos y establecerá su Reino, también podemos
leer ese pasaje a la luz de un acontecimiento más cercano
2 las
señales que le precederán y de la atención que se debe poner para discernir
esas señales. Para discernir las señales se trata de aprender a distinguir lo
que es relevante de lo que no, lo que nos acerca a Jesús de lo que nos aleja.
Expresémoslo con unas preguntas: ¿sé distinguir que es accidental y que es lo
esencial
3 las
consecuencias del acontecimiento de liberación supone, lo que su presencia
trae, lo que conlleva la palabra: “liberación” ¿En que consiste esta
liberación, cual nuestra orientación de vida?
Conviene
situar la venida del Señor en tres tiempos. Como dijo el Papa Francisco en la
encíclica Evangelium Gadium: “el tiempo es más importante que el
espacio”. La venida de Cristo la hemos de situar tres tiempos: presente, pasado
y futuro. Conviene no perder la mirada del tercer tiempo: el futuro. El futuro
es la cusa final que orienta toda nuestra vida, nuestra acción y voluntad.
Avanzamos hacia el fin último y definitivo. Caminamos como peregrinos hacia la
plenitud de un Reino que ya ha comenzado pero que vivimos en germen, en
gestación. Hemos de caminar en esperanza desde la sabia aceptación del presente
y aprendiendo del pasado.
Las
tres venidas en tres tiempos (San Elredo, Pedro de Blois, San Agustín)
La liturgia en Adviento nos habla de tres venidas. En el oficio de hoy Pedro de Blois nos dice que tres son las venidas del Señor (Sermón 3 sobre la venida del Señor PL 207, 569-572). La primera pertenece al pasado (a media noche) en promesa; la segunda (por la mañana) en la carne; la tercera (a pleno día) en el día del juicio final. Nos encontramos entre la segunda y la tercera. Si queremos que la venida de Cristo sea causa de redención hemos de prepararnos para su llegada y nos invita a enmendar y llevar una vida honrada mientras aguardamos la venida gloriosa del Señor.
La primera
venida en el pasado. Dios es fiel y cumple sus promesas hay un tiempo previo
a la venida que es de preparación se anuncia la venida y la venida del reino.
Es el tiempo de la promesa se anuncia el mesías que ha de venir al Salvador del
mundo. Se anuncia a través de los profetas que son como antorchas lucernarios
pregoneros de lo que ha de venir. El que ha de venir es anunciado por los
profetas, su venida se anuncia con anticipación parar preparar el camino. En esta venida aún permanecía oculto, tuvo
lugar en el ocaso del atardecer. La primera venida queda toda oculta en el pasado.
La segunda
venida en el presente, es el tiempo del cumplimiento. La salvación está ya aunque en germen. La salvación ya ha sido dada está ya cerca. Es una venida
humilde, en lo oculto de la carne. De esta avenida se percataron algunos. El
Reino aparece en germen, pero dividido, sufriendo violencia, es un tiempo de
gestación. Tuvo lugar a medianoche en el silencio cuando la
humanidad caminaba en tinieblas. Un rayo de luz brilló desde lo alto a través de
una estrella. La humanidad se puso en camino, la luz se hizo presente y empezó e iluminar
este mundo. Llegó aquel que ilumina a todo hombre y nos pusimos en camino
y caminamos hacia su pleno cumplimiento.
La tercera
venida en el futuro, es el tiempo de la plenitud. Mientras aguardamos esta venida la vivimos en esperanza. La tercera venida será gloriosa llena de esplendor y
poder. Tendrá lugar al despuntar el día, el día definitivo. Hemos de estar
preparados para el día final porque no sabemos el tiempo ni la hora. Nos
encontramos en el tiempo de la espera: dichoso a qué que no baja los brazos y
firme confía. El señor recompensará a los que se mantienen fieles y perseveran
con la vida eterna con la perseverancia se salvarán nuestras vidas
3
reinos que sucumbieron en pleno apogeo
Para tratar de acercar este mensaje a nuestra situación, he creído que nos puede ayudar repasar el colapso de algunos reinos, próximos a nosotros, tratando de dilucidar sobre nuestra situación presente.
La caída del imperio heleno. Grecia
la era axial de los grandes pensadores, de los grandes valores, de los grandes ideales, valores como la verdad y la
belleza, la concordia, la polis. Se produjo en una era axial donde se conjuraron grandes
acontecimientos. Entonces Grecia deslumbró en todo su esplendor surgieron
nuevas ideas pensadores concepciones filosóficas qué abrieron nuevos horizontes. Los hombres se creyeron dioses lucharon contra los dioses como titanes por sus
principios y valores pero terminando cambiando la verdad de Dios siguiendo a
los ídolos del mundo. En lugar de honrar al Creador se jactaron de sabios se hicieron
necios y estúpidos sofocaron en sus pasiones y juicios pensamientos eso
insensato corazón se entenebreció.
La caída del imperio romano. Sin duda uno de los más grandes, el imperio de la ley y el derecho y la justicia, la fragua de las instituciones base de nuestra ciudad, el estado, la milicia, la iglesia. Este reino quedó también sitiado
pisoteado por los pueblos bárbaros que arrasaron con todo lo que se
encontraron. Se embotaron los corazones con desenfrenos juergas borracheras, se
entregaron a pasiones infames invirtiendo el orden natural el orden cívico y
social, se cometieron las mayores infamias. Este imperio colapsó porque no estaba
cimentada sobre roca
La caída de Europa como civilización occidental. Se impuso el imperio de la razón de la libertad, confundieron
la libertad en libertinaje se dejaron llevar por sus instintos bajos y cayeron
en luchas de poder se llevaron se llenaron de codicia. Este imperio se hundió
porque no estaba cimentada sobre roca y su ruina fue grande.
¿Y nosotros dónde nos situamos, qué esperamos? Esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva donde reine la justicia y la paz un reino cimentado sobre una roca firme y estable. A los que perseveraron haciendo el bien buscando la gloria de Dios, prometió la adquisición de la vida eterna.
Como
rezamos en el primer prefacio de Adviento: “Jesús asumió en su primera
venida la humildad de la carne humana, y así cumplió el designio que ustedes
formaron hace mucho tiempo, y nos abrió el camino a la salvación eterna, para
que, cuando venga de nuevo en gloria y majestad y todo se manifieste por fin,
nosotros, los que esperamos ese día, heredemos la gran promesa en la que ahora
nos atrevemos a esperar”.
UNA
LLAMADA, ANCLARNOS EN LO ESENCIAL
En
el tiempo que vivimos hemos de estar vigilantes no dejando que se hagan pesados
nuestros corazones vivimos un tiempo de lucha entre dos reinos. Una batalla que
empieza en el corazón: El Reino sufre violencia y son muchos los perseguidos.
El Reino de Dios está en gestación en parto. Las acechanzas del enemigo buscan
destruirlo. La persecución y la lucha es grande. No dejemos espacio al enemigo
viene a desunir y destruir. Si le dejamos espacio, entra y convierte está
morada en guarida y escondrijo de ladrones. Se corrompe el corazón y nos
dejamos prostituir por los falsos ídolos y nuestra tierra queda agostada
arrasada, pisoteada, experimentamos la desolación, la ceguera, la falta de luz,
desasosiego, turbación, cansancio, amargura.
Preguntémonos
¿cuáles son nuestras armas nuestros apoyos nuestras fortalezas nuestras
debilidades? Cuando un reino queda dividido no se sostiene. No nos dejemos
arrastrar por el mal la opresión, la violencia, las ansias de poder. Todo reino
dividido contra sí mismo queda asolado, toda casa dividida contra sí misma no
podrá subsistir. Guardaos de la apariencia y de la hipocresía.
La
apariencia de este mundo desaparece la presión la maldad tendrá un final. Orad
para no caer en tentación. Que no cese la intercesión, la alabanza, la oración
y la espera. Alzad vuestros corazones por qué viene vuestra salvación. Se
trata de un reino estable que se mantendrá y prevalecerá contra el mal, el
triunfo del Reino de Dios pues quienes confían en el poder de Dios vencerán
bajo el amparo del Cordero, bajo la acción del Espíritu de Dios. El Reino de
Dios está cerca está en germen. ¿No lo veis? los ciegos verán los sordos oirán
los muertos resucitarán y el Evangelio será anunciado a los pobres.
Perseverad
en medio de las dificultades. No temáis todo pasará, pero mi amor de vuestro
lado no se apartará. Las aflicciones de este mundo no son nada comparados
con la gloria que se nos espera. Todo en este mundo va a desintegrarse para el Señor.
Un día son como 1000 años y 1000 años son como un día. Todo pasará, pero sus
palabras no pasarán, su promesa de amor será definitiva y eterna. La historia
se encamina hacia un final definitivo y perpetuo la historia marcha a su
cumplimiento para recuperar recapturarlo todo en él entonces se descorrer el
velo de la trama y se verá el final de la historia.
Este Adviento de preparación de la Navidad tiene para nosotros una connotación especial porque este año el día de Navidad comenzamos la celebración de un año jubilar, de un año santo. El 25 de diciembre se abrirán las puertas santa para dar inicio al "Jubileo de la esperanza".
A
LAS PUERTAS DEL JUBILEO
El
sentido del jubileo viene de la tradición hebraica y tenía por significado el
de recordar al pueblo la llamada, la alianza establecida, el pacto de amor de
Dios con su pueblo. El jubileo trata de renovar la consagración y la santidad
del pueblo y los vínculos de la comunidad. Asociarlo al fuerte sentido de
redención, supone la confesión de los pecados y la renovación interior
para no hacernos esclavos y deudores de la muerte sino ponerse como servidores
redimidos al servicio de la vida.
La
Iglesia mientras tanto peregrina en el júbilo y el jubileo de la
Pascua que es como un eco o recuerdo lejano del júbilo celestial de los
santos. El júbilo pascual del Aleluya, Maranathá, Ven Señor Jesús,
indica la celebridad de la visión feliz y beatífica que significa la paz y el
reboso de todas las aspiraciones humanas que encuentran su plenitud y su
glorificación en la suprema beatitud celestial. He aquí el fin último de la
historia, la visión y la unión gloriosa de la paz perdurable y eterna.
La
Iglesia en medio de la noche como en un Viernes Santo camina hacia la
Pascua. Camina bajo la luz de Cristo y la luz de tantos mártires y testigos. A
través del misterio pascual está llamada a manifestar la gloria y el poder del
Crucificado Resucitado.
La
Iglesia camina en esperanza en la tensión entre el don ya recibido y la promesa
todavía no cumplida del todo y que va creciendo día a día n medio de luces y
sombras hacia la manifestación final del Reino de Dios ayudada en su
peregrinación temporal por la comunión con la Iglesia celestial.
En
este camino está siempre expuesta a la contingencia del hombre y a su condición
pecadora está en camino de conversión y reconciliación. La Iglesia siente la
necesidad de renovarse incesantemente en la apertura a la promesa para crecer
hacia la unidad.
La
Iglesia peregrina hacia la patria celestial está siempre en camino y no tiene
como fin o meta a sí misma. La restauración prometida que esperamos comienza y
termina en Cristo. La Iglesia no es un absoluto sino un fin. No está llamada a
dominar sino a ser servidora.
EN
LA SECUENCIA DE OTROS JUBILEOS
A lo
largo de la historia de la Iglesia se han vivido toda una secuencia de
Jubileos. En medio de situaciones extraordinarias, jubileos extraordinarios.
En
el año 1300 el Papa Bonifacio VIII convocó el primer jubileo poniendo a toda la Iglesia como en una gran
Peregrinación. A partir de este se fueron alternado en el tempo,
primero cada cien años, luego cada cincuenta y luego cada veinticinco.
En
el año 2000 el Papa San Juan Pablo II convocó un año jubilar como inicio
del nuevo milenio. Este año jubilar tuvo una larga preparación a lo largo de
tres años con antelación. Luego convocó a la Iglesia de Roma para que fuera
sede de acogida de toda la cristiandad e inauguró el gran jubileo que
abrió las puertas al nuevo milenio. La mayor basílica del mundo se mostraba
como una joya refulgente y en el ritual que se remonta al S. XV abre la Puerta
Santa.
En
el año 2015 el Papa Francisco convocó a la Iglesia a vivir el jubileo
extraordinario de la Misericordia. Recordamos el texto que publicó entonces de
“la bula de la Misericordia”.
Este
año 2025 el Papa Francisco convoca a toda la Iglesia a vivir un nuevo
jubileo: El jubileo de la esperanza. El Papa nos invita a recuperar el sentido
de la fraternidad universal promoviendo la paz, el bien común, el cuidado de la
vida y de la casa común. Convoca a todos los pueblos, a toda la humanidad y de
nuevo Roma se vuelve a convertir de en epicentro de gravedad y de irradiación
para toda la Iglesia y desde ella para el mundo.
Pasemos ahora a detenernos a analizar lo que hemos encabezado al principio. Preguntarnos por las causas del derrumbe de los grandes imperios del pasado para aprender del pasado y disponernos a mirar el futuro con esperanza.
I LA CAIDA DEL IMPERIO HELENICO
La
primera gran transformación: la transformación axial
Después
de un tiempo oscuro de sufrimiento, la humanidad sufre una gran
transformación. Esta gran transformación nos lleva a la primera estrella de
la espiritualidad axial. Es un tiempo de catarsis. Sufren una
dislocación espiritual. El catalizador del cambio fue la erupción de una nueva
espiritualidad con las nuevas religiones, el judaísmo, el hinduismo, el
budismo, pero todas ellas caracterizadas con principios comunes: Los principios
de la Edad axial.
Vamos
a tratar de profundizar en las claves de esta Edad axial y
analizar cada uno de los puntos más significativos para ver así los principios
comunes que la caracterizaba siguiendo la cronología de los eventos
más importantes.
Las
figuras de grandes pensadores (Homero, Aristóteles, Sócrates y Platón).
Este
fue el período de grandes figuras como Buda, Sócrates, Confucio y Jeremías, los
místicos de los Upanishad. Una nueva civilización griega
surgió del rublo de Micenas, una confederación de tribus
alrededor del siglo IX a.C. El reino de miceas y la civilización
minoica después de una edad oscura colapsaron alrededor de 1375. Los
griegos eran un pueblo indoeuropeo que había comenzado a
establecerse en la región del Peloponeso alrededor del año 2000 a.C. Hablaban
un dialecto indoeuropeo. No creían en un dios creador benevolente, eran
politeístas y no tenían orden divino al principio. El panteón griego: Zeus,
Atenea, Poseidón, Dioniso se convirtieron en el centro de su religión. Trataron
de explicar la realidad a través de mitos. Homero fue uno de los principales
autores de estos mitos griegos. Ya en el siglo V la civilización griega estaba
en su apogeo.
Después
de un tiempo de crisis, Hesíodo promueve una nueva ética que busca el bien
común, y no la autorrealización buscando nuestra propia gloria. Promovió una
especie de kenosis y entrega a sí mismo, una ética de desinterés y devoción a
los demás. Era un nuevo modelo de excelencia, arete, lejos de
los héroes guerreros. En lugar de buscar agresivamente su propia fama y gloria,
el hoplita sumergió sus propias necesidades para el bien de los demás.
Después
del siglo de Pericles, los sofistas estaban difundiendo argumentos falaces que
mostraban el absurdo lógico del sentido común. Fue el origen de la duda
sistemática del relativismo, el subjetivismo y el escepticismo. Es imposible
formular ninguna verdad. Promueven una duda sistemática y la inutilidad del
lenguaje. No había autoridad trascendente ni Dios supremo. Afirmaban que el
hombre era libre e independiente y que el frío intelecto filosófico tomaba
el control de su propia vida.
Sócrates
implantó el arte de la dialéctica y fundó la Academia. Un diálogo riguroso para
exponer las creencias y obtener la verdad. Entendió que su misión era
llevar a sus compañeros atenienses a la verdad y a una mejor comprensión de sí
mismos. Él creía en Dios. El conocimiento era inseparable de la virtud. El
coraje, la justicia, la piedad y la amistad no son ficciones vacías. La
verdadera filosofía es aprender a vivir. El deseo, de liberación, sólo será
posible a través de una gran transformación interior. El cultivo del alma era
la tarea humana más importante, mucho más crucial que el logro del éxito
mundano. El alma está dañada por acciones equivocadas. No debemos tomar
represalias o hacer mal por mal a nadie, cualquiera que sea el mal que hayamos
sufrido de él. Platón y más tarde Aristóteles reclamarían más tarde la
capacidad de razonar bien.
Los
principios comunes de la Era Axial
Llamamos
a la Era Axial el momento crucial alrededor de S V aC de
intensa creatividad, espiritual y filosófica muy significativa para el
desarrollo espiritual de la humanidad. La Era Axial empujó
hacia adelante las fronteras de la conciencia humana y descubrió una dimensión
trascendente en el núcleo de sus seres. Este período fue uno de los períodos
más seminales y el cambio religioso en la historia registrada
y fue la base de nuestro mundo moderno.
Marquemos
los principios más importantes y comunes: Este período de
renovación fue en tiempos de crisis espiritual y
social. La lección de este tiempo es que en tiempos de crisis las
personas fueron capaces de elaborar una nueva espiritualidad basada en
principios sólidos.
No
les interesaban las prácticas vacías de rituales. Por lo general,
experimentaban lo sagrado como una presencia inmanente en el mundo que los
rodeaba. Todos ellos podían promover la unidad y la paz siendo sometidos a
un orden cósmico que mantenía todo en existencia. Ponen el
acento en la práctica, no en las doctrinas. Lo que importa no era lo que
creías, sino cómo te comportabas. Primero debes comprometerte con la vida
ética, luego la benevolencia disciplinada y habitual, no discutir sobre la
convicción metafísica o la creencia ortodoxa. La Era Axial tenía
un nuevo significado ético y puso la moralidad en el corazón de la vida
espiritual.
Se
trataba de un momento álgido en la historia de la humanidad. Una era axial
punto de inflexión de la historia. Enfatizaron la Regla de Oro, el
Camino para encontrar a Dios y el Camino al cielo
comienza aquí en la tierra teniendo una vida compasiva. La religión estaba a
punto de practicar la misericordia, la compasión y la importancia suprema de la
benevolencia, la caridad arraigada en nuestra propia naturaleza.
Todo
se centra en torno a un nuevo ethos, la preocupación, el
respeto por los derechos sagrados de todos los seres, la bondad y la
generosidad hacia los semejantes. Esta es la manera de transformar
y salvar el mundo.
I
LA CAIDA DEL IMPERIO HELENO
Un
permanente recordatorio. En la colina donde se levanta la Acrópolis de
Atenas. Ahora quedan las ruinas donde se ve con arrogancia lo que quedó del esplendor de Grecia antigua. La Acrópolis es como un recordatorio constante de la gloria y el dolor de la
existencia humana. Históricamente este sitio ha sido el epicentro de la
filosofía, el arte y la política representando la Cúspide de la civilización
griega antigua.
En
su apogeo, Atenas era un hervidero de actividad donde Sócrates cuestionaba cada
certeza y donde la democracia echaba sus primeros pasitos vacilantes entre el
escepticismo y la esperanza. La Acrópolis es más que un conjunto de ruinas es un
símbolo de la persistencia de la memoria a lo largo de siglos ha sido saqueada
profanada reconstruida sirviendo como una metáfora de la tenacidad humana.
Una
belleza pasajera. La vista del Partenón con sus columnas desgastadas pero
firmes nos habla de una belleza que desafía el paso del tiempo una belleza que
a pesar de las cicatrices se mantiene erguida desafiante ante la erosión tanto
del viento como de la civilización. La Acrópolis evoca un profundo
sentimiento de nostalgia no por un pasado vivido sino por un pasado idealizado. Es como mirar a través de un espejo hacia un mundo donde los ideales de belleza
honor y conocimiento se entrelazaban en la vida cotidiana. Esto nos confronta con lo
que hemos perdido nuestra marcha hacia el progreso la conexión con esos ideales
elevados y la creencia en algo más grande que nosotros mismos. Pasear entre sus ruinas es como caminar junto a los fantasmas de aquellos que hace milenios
contemplaron los mismos paisajes buscando respuestas a las mismas preguntas
fundamentales sobre la vida, la moralidad el universo.
Una metáfora de nuestra realidad. La Acrópolis en su silenciosa majestuosidad nos recuerda nuestra propia finitud y la búsqueda eterna de significado en medio del caos de la existencia. Estas piedras son una especie de diario, un registro tangible de la audacia y las desventuras humanas a través del tiempo. Alguien dijo que aquellos que no pueden recordar el pasado se aventuran a repetirlo. Esta es una frase que resuena en los pasillos de la historia como el eco de un grito en una noche silenciosa. Nos invita con un tono de urgencia casi desesperado a mirar los polvorientos vestigios de la historia no por mera curiosidad sino para sobrevivir con la cabeza erguida ante el presente y esperar en un futuro que ahora se presagia incierto.
Memoria
del pasado. Sin embargo, la humanidad en su arrogante carrusel de progreso
tiende a mirar hacia atrás solo para burlarse de los errores pasados creyéndose
inmune a ellos solo para caer en la misma trampa con un disfraz distinto. Consideremos
entonces esta insistencia en aprender del pasado no como una lección de
historia pero sí como el reconocimiento de un patrón cíclico en la naturaleza
humana. Es fascinante y a la vez patético como a pesar de los avances
tecnológicos y científicos los seres humanos seguimos tropezando con las mismas
piedras.
Miremos
nuestro escenario, guerras por ideologías, discriminación, desigualdad. Acaso no es el apogeo de la ironía que con todo el conocimiento acumulado
sigamos repitiendo los mismos errores. Quizás el problema radica en la naturaleza
misma de nuestro aprendizaje. Estudiamos el pasado como quien observa una
película de terror con una mezcla de fascinación y alivio de que eso ya pasó ya
es cosa del pasado; pero realmente pasó o simplemente se transformó en nuevas
formas de conflicto nuevas formas de opresión nuevas formas de error.
La
verdadera tragedia no es olvidar el pasado es creer ingenuamente que somos fundamentalmente
diferentes de aquellos que vinieron antes de nosotros la advertencia de no
repetir la historia se convierte en una llamada a la humildad necesitamos
reconocer nuestras propias limitaciones nuestras susceptibilidades a las mismas
falacias y a los mismos errores. La historia que cuentan estas piedras no es
solo un registro de eventos es un espejo que refleja nuestras propias
debilidades e ignorarlo no solo es imprudente es un acto de arrogancia suprema.
Del
esplendor a la decadencia. Es un secreto a voces que vivimos una época
de decadencia que tiene su espejo en la Grecia clásica. La sociedad
ateniense que vivió entre estas piedras en el apogeo de su esplendor durante el
siglo V antes de Cristo fue una cuna de avances extraordinarios en arte
filosofía y política. Sin embargo, como cualquier gran civilización cayó en
excesos que con el tiempo contribuyeron a su decadencia Atenas con su
experimento democrático no fue inmune a líderes carismáticos que a través de la
retórica, persuasiva y muchas veces vacía, manipulaban la opinión pública para obtener
poder. Quizás no nos resulte del todo ajeno que este fenómeno que llevó a decisiones impulsivas y desastrosas
como la catastrófica expedición siciliana durante la guerra del Peloponeso.
La
lección es clara. La importancia de un debate público informado y la necesidad
de líderes que antepongan el bien común al beneficio personal. La expansión y el
estilo de vida atenienses dependían significativamente de recursos importados
como el grano de las colonias y esta dependencia junto con la negligencia hacia
la gestión de sus propios recursos como la madera para su flota puede verse
como un paralelo temprano a los desafíos a los que se enfrenta Europa en la actualidad.
La actual
globalización de la que tanto dependemos no nos va a hacer un daño irreparable. En el cenit de su poder y de su esplendor la sociedad ateniense era un mosaico
vibrante de avances culturales políticos y filosóficos sin embargo llegó un
momento en que se abandonó a la complacencia y al exceso.
Síntomas
de una decadencia. La dedicación al ocio estéril y a los placeres La
sociedad del bienestar se convirtió para muchos en un fin en sí mismo, las
virtudes cívicas que habían cimentado su ascenso se eclipsaron y esta
inclinación hacia el hedonismo el ocio y el despilfarro fue una importante
faceta en su compleja trama de decadencia.
El
ocio en la época dorada del imperio era tiempo dedicado a la reflexión al
debate en el ágora y a la apreciación de las artes y el teatro sin embargo el
equilibrio comenzó a inclinarse hacia una búsqueda desenfrenada de placer
personal de satisfacción inmediata eclipsando el compromiso con el bienestar
colectivo y la responsabilidad cívica banquetes lujosos y competiciones
deportivas extravagantes.
Festividades
que rozaban el derroche se convirtieron en manifestaciones comunes de este
apetito por el exceso este abandono por la indulgencia creaba todavía mayores divisiones
sociales mientras que una élite podía permitirse vivir en un estado Perpetuo de
búsqueda de placer. La mayoría de los atenienses se enfrentaban las duras
realidades de la vida diaria creando un descontento que destrozaba el tejido
social. El abandono a los excesos hedónicos contribuyó a un debilitamiento de
los valores que habían sostenido la grandeza ateniense la valentía el
sacrificio personal la dedicación al bien común el compromiso con la democracia
se vieron minados por el individualismo y la búsqueda del placer
Este
cambio en los valores no solo afectó a la vida política y social sino que
también tuvo gran impacto en el ámbito militar donde la disciplina y el compromiso
colectivo eran esenciales. Se puede ver el paralelismo sobre estas
piedras. Se experimentó por primera vez la polarización. la Atenas clásica experimentó
periodos de intensa discordia interna incluyendo tensiones entre clases
sociales y entre demócratas y oligarcas tensiones que fueron propiciadas desde
las más altas esferas del poder. Estas divisiones internas debilitaron a Atenas. Quizás es más difícil responder de forma unificada a las amenazas externas. Por una parte
la compleja red de alianzas en el mundo griego también jugó un papel crucial en
el declive ateniense. Atenas se encontró en muchos momentos aislada y
enfrentada a coaliciones de otras polis lideradas o instigadas por sus rivales
especialmente Esparta los políticos que en la actualidad se someten a alianzas
débiles actúan del mismo modo que los líderes atenienses cuando se desplomó su
imperio
En
el momento de su desplome la sociedad ateniense que habitaba estas piedras se veía
inmersa en excesos y esos excesos provocaron una generación de jóvenes indolentes
porque de todos es sabido que los tiempos difíciles forjan hombres fuertes los
hombres fuertes crean buenos tiempos. Los
buenos tiempos crean hombres débiles los hombres débiles crean tiempos difíciles
polarización despilfarro políticos populistas y codiciosos. La pérdida de
valores corrupción juventud perezosa mala gestión pública todos ingredientes
para una catástrofe todos ingredientes de un caos que fue capaz de dinamitar
uno de los imperios más prósperos del mundo todos ingredientes que saboreamos
hoy.
Aprendamos
la lección. Como decíamos: quien no conoce el pasado está condenado a repetirlo. Eso nos gritan
estas piedras la caída de aten nos enseña sobre la fragilidad de las grandes
potencias y como la combinación de ambición desmedida descuido de la cohesión interna
dependencia de la fuerza militar vulnerabilidad a desastres y errores en la
estrategia pueden converger para precipitar su caída. La historia ateniense con
todas sus glorias y tragedias sigue siendo un espejo en el que podemos
contemplar nuestras propias sociedades esperando aprender de sus errores
para no repetirlos más.
II
LA CAIDA DEL IMPERIO ROMANO
El
Imperio Romano ha sido junto con Grecia la base la cultura occidental. Al igual
que ocurrió con Grecia tuvo una génesis, un apogeo y una desintegración. La
desintegración del Imperio Romano ha sido considerada uno de los
acontecimientos más significativos de la historia. Muchos han sido los
pensadores, historiadores, filósofos, teólogos que han intentado analizar ese
gran acontecimiento que supuso el colapso de una era y el inicio de otra nueva.
Hemos querido detenernos en San Agustín en su obra la ciudad de Dios para
analizar las causas de esta caída.
Este
colapso no se dio de repente, se fue dando gradualmente y los propios
contemporáneos no parecían percatarse de estar viviendo un periodo tan
trascendente. Me temo que también nosotros no somos del todo conscientes de
este cambio epocal que estamos viviendo. Quizás el análisis de lo que sucedió
entonces pueda ayudarnos a tomar más conciencia de la situación que vivimos al
presente y de ver las claves y fundamentos para afrontar el futuro con el reto
a construir una nueva civilización.
El
imperio romano fue un imperio fundamentalmente urbano y sus ciudades
bien diseñadas estratégicamente con un trazado básicamente militar. Gozaba de
una red de comunicaciones impresionante a través de calzadas romanas que
surcaban el imperio. Un sistema hídrico toda una obra de ingeniería que proveía
agua a las ciudades surtiéndolas de fuentes acuíferas.
Su
extensa red de comunicaciones ya lo fueran terrestres o marítimas a través del
Mediterráneo “Mare nostrum”, conocido como el mar del imperio, unían las
poblaciones más distantes de Asia Menor y Egipto hasta Roma. Se
consiguió así algo inaudito, romper las barreras materiales entre los diversos
pueblos traspasando fronteras en una unificación de lengua y cultura jamás
nunca vista en una especie de universalización de la cultura basada en una
república universal con características comunes[viii].
Esta
unificación material y moral del imperio se fomentó mediante el idioma
universal de la Koine. Tras la cristianización del imperio con el
emperador Constantino, el propio imperio sirvió de base de propagación del
cristianismo y el cristianismo de un sólido sostén espiritual que contribuyó
más aún a su unificación.
Roma
tocó fondo y sólo el regreso de los papas pudo revertir su profunda
decadencia como entidad urbana. Todo esto originó un gran declive para
la figura y la relevancia del Papa que aumentaría y se agudizaría con el
gran cisma de Occidente con dos papas y dos obediencias a Roma y
Avignón. Al carecer de la figura del Papa, Roma entró en una gran
decadencia.
ANALISIS DE LA CAIDA DEL IMPERIO
Tratemos de analizar los hechos mas significativos:
Después
del gran apogeo, la paz romana
Con
el Emperador Constantino si bien vino la paz al imperio y el fin de las
persecuciones también vino la relajación de las costumbres que se habían vivido
en estado heroico durante los tres primeros siglos en el tiempo de los
mártires.
Si
bien con la conversión de Constantino vino un tiempo de prosperidad y de paz no
todo supuso la instauración del reino y la majestad de Dios. Los reinos y
poderes de esta tierra se debatieron y la Iglesia luchó siempre con instaurar
el reino de Dios en medio de luchas y dificultades tanto internas como
externas.
El
triunfo de la fe con la conversión de Constantino en el 313 trajo un desbordado
optimismo. San Silvestre fue elegido obispo de la sede romana en el año 314. En
medio de grandes debates y tribulaciones, el cisma donatista y el combate
contra la herejía herreriana, se logró restablecer la paz. Después de un largo
periodo de persecuciones se vio restablecer la paz y las iglesias de Cristo
empezar a difundirse por todo el mundo.
El
ocaso de un imperio y el despertar de otro
El
24 de agosto del 410 las tropas de Alarico entraron por la puerta Salaria a
Roma. San Jerónimo desde su retiro en Belén describe el tremendo
acontecimiento: “He aquí que de improviso me ha llegado la noticia. Muchos de
nuestros hermanos han muerto. No podía decir una palabra antes de recibir la
confirmación y pendiente entre la esperanza y la desesperación padecía el
martirio de las desgracias ajenas. Pero cuando la más brillante antorcha de la
tierra se apagó, cuando el imperio romano fue herido en su misma capital,
cuando para hablar más exactamente, la tierra entera recibió un golpe mortal
con esta ciudad, yo quedé mudo, quedé totalmente anonadado y me faltaban
palabras.” (San Jerónimo, in Ezechielem Prophetam I, praef. : PL
25,16)
Comenzaba
un nuevo periodo para Roma y para la humanidad, un nuevo periodo para la
cristiandad. El contexto que vivimos ahora en la Iglesia sea otro pero quizás
estamos asistiendo también a la caída de un imperio y el resurgimiento de otro.
Se
ha hablado mucho del final del milenio como final de un ciclo y comienzo de
otro. Las ideas mileniaristas que rodearon a la Iglesia en un determinado
momento siguen rodeándola ahora incluso al final del segundo milenio y comienzo
del tercero.
Todas las crisis conllevan un nuevo
nacimiento. Pareciera que los grandes poderes de este mundo están cayendo.
Hemos visto caer al poderos bloque marmóreo del comunismo y acaso no asistimos
a la caída del capitalismo. En cuanto a la Iglesia la vemos también pasar por
momentos de crisis, de cambios. A los 50 años del Concilio Vaticano II surgen
más interrogantes que respuestas.
Quizás la Iglesia necesita también
despojarse de todos los poderes humanos y volver a recuperar la frescura del
evangelio como lo hizo en el medievo con aquel poverello de Assisi que
sintió primero ante la Porciúncula y luego frente a la gran Basílica de Letrán
la llamada del Señor; Reconstrúyeme la Iglesia. No hay otra fuente de
renovación que Cristo y su evangelio. Los tiempos cambian, el evangelio
permanece.
La sociedad y la cultura del imperio
La sociedad romana estaba estructurada en
clases sociales perfectamente delimitadas. La nobleza la controlaba el
patriciado y los plebeyos. Todo el poder se hallaba concentrado en manos de un
patriciado lleno de gloria y privilegios con toda una cobertura de esclavos que
les servían. Después la clase militar con toda una jerarquía aliada a los
senadores y ghetos de poder. El resto la gran plebe era contentada con juegos.
Para entretenerla se disponía de toda una serie de circos y anfiteatros donde
imperaban las cuadrigas y luchas de gladiadores.
Roma era famosa por sus fiestas y
grandes fastos. Los patricios celebraban los aniversarios del ascenso al
trono de los emperadores que por lo general implicaban un gran despliegue de espectáculos
públicos. Estos eran muchas veces una gran válvula de escape para aliviar
tensiones internas. Los juegos eran una de las ocas oportunidades en que los
amos y señores de Roma compartían con la plebe un mismo espectáculo aunque
ubicados en graderías de muy distinta calidad y ubicación.
Para dictar sentencia los patricios
estaban atentos a las preferencias de la multitud ya que la política de “panem
et cirum” estaba destinada fundamentalmente a halagar a la plebe. Por lo
general los patricios más ricos financiaban los juegos pero este requisito era
utilizado como elemento de presión sobre el emperador o el Senado.
La primera estructura social y política de
Roma fue la familia. De la agrupación de algunas familias surgieron las “gens”.
De un conjunto de “gens” las tribus. En el interior de las “gens”
se distinguían los miembros de cada familia “adnati” y los “gentiles”
todos aquellos procedentes del mismo antepasado. Cada “gens” compartía alguna
actividad, generalmente algún culto religioso. Esto constituyó el embrión de
las “civitas”, ciudades o áreas de una misma ciudad.
En los dos siglos que siguieron a la
muerte de Augusto el imperio realizó una intensa labor civilizadora,
especialmente sobre las provincias occidentales (Galia, Britania,
España).
La cultura romana ya no quedó limitada a Roma e
Italia, sino que se extendió hasta las más lejanas provincias fronterizas. La
fundación de ciudades y campamentos militares fueron la base de la
romanización. Roma impuso su idioma, el latín, y sus leyes a los
pueblos conquistados. Una red de caminos y carreteras unían a las
provincias con Roma. Las provincias se llenaron con templos, acueductos,
termas, basílicas y otras notables obras de ingeniería y arquitectura que se
caracterizan por su utilidad, su solidez y su grandiosidad. Las costumbres
paganas fueron poco a poco declinando con la influencia del cristianismo.
Las innumerables ciudades del imperio,
fuese las conquistadas o las fundadas por Roma, fueron el semillero de una
activa burguesía. Los dirigentes solían obtener la ciudadanía romana; los más
importantes entraban al Senado. La esclavitud también constituía una verdadera
plaga y sólo fue decayendo en la medida que terminaron las guerras de conquista
y por influencia del cristianismo. Durante el siglo III Roma sufrió una
larga crisis. En lo político el trono imperial se desestabiliza, pues la
mayoría de los emperadores murió asesinado o muertos en revoluciones y guerras
externas.
Debido a las dificultades del Estado para
cobrar los impuestos y, cómo casi toda la población rehuía ciertas profesiones
como el cobrador de impuestos, ediles municipales, etc. El gobierno se vio en
la necesidad de declararlas hereditarias, lo que contribuyó a rigidizar la
estructura social. Esta medida tuvo profundo impacto sobre los campesinos y
colonos agrarios de Occidente, los cuales fueron transformándose
lentamente, a partir del siglo IV, en los futuros siervos de la gleba
europeos. Sin embargo, la Iglesia
cristiana logró sobrevivir a las persecuciones de parte de las autoridades
imperiales y pronto obtendrá el reconocimiento con la debida libertad de
culto.
De la gloria terrena a la gloria eterna.
Los inicios de la Iglesia romana
Durante el siglo IV el Imperio Romano
pareció renacer. Constantino el Grande reordenó el Estado e hizo
frente como mejor pudo a las presiones externas. Roma dejó, a partir de ese
momento, de perseguir a los cristianos. Constantino y sus sucesores
comprendieron la importancia política del cristianismo y trataron de comunicar
nuevas fuerzas al Estado apoyándose en él. La religión hizo progresos decisivos
durante el siglo IV, pese a los intentos postreros del emperador Juliano
el Apóstata de reflotar el culto pagano y las perturbaciones
ocasionadas entre los fieles por la difusión de la herejía del arrianismo. La
fe cristiana fue finalmente promulgada y confirmada. La Iglesia
y el Papado,
sus expresiones institucionales características, se enraizaron en tal forma en
la cultura y en la sociedad de la época. Roma volvería a proyectarse más
allá del propio estado que había creado y que ya se encontraba en proceso de
decadencia. Roma sobrevivirá a la desintegración de su imperio gracias al
cristianismo.
Constantino generó un cambio geopolítico
trascendental, al tomar la decisión de trasladar la capital del Imperio: de
Roma a Constantinopla.
Constantinopla, la antigua Bizancio griega, era
una ciudad mejor defendida y ubicada estratégicamente, más cercana a las ricas
provincias orientales. Constantino echaba las bases del futuro Imperio
Bizantino, continuador del romano en el Este de Europa y en
el cercano Oriente.
Durante el siglo IV el Imperio Romano se
puso a la defensiva en relación a los pueblos germánicos que empezaban a
desbordar las fronteras del Rin y del Danubio. Los germanos habían entrado en
contacto con Roma a finales del siglo II a.C cuando Mario aniquiló a los cimbrios
y teutones
que incursionaron en el norte de Italia y en Provenza; más adelante, César
realizó expediciones de castigo en la Germania; no obstante, nunca pudieron ser
domeñados plenamente por los romanos. Veamos la génesis de cómo se va
constituyendo la Iglesia romana.
El eclipse de una gloria. El Primado
Romano
En el siglo IV nuevos pueblos germánicos
aparecían -godos,
vándalos,
francos,
burgundios,
alanos,
etc. y avanzaban hacia el Oeste. La amenaza de los hunos, provenientes del
interior del Asia, empujó a los germanos en contra de las fronteras de Roma. El
primero que se asentó de manera definitiva en sus tierras fue el pueblo de los visigodos,
al aniquilar al ejército del emperador Valente en la decisiva
batalla de Adrianópolis
en el 378.
Comenzará el declive militar de Roma; el
Estado ya no tuvo fuerzas para expulsarlos de su territorio. A partir de ese
momento, los bárbaros germánicos serán una constante en la política interna de
Roma.
Teodosio logró reunir por última vez a
todo el Imperio Romano tras vencer a sus competidores, pero luego comprendió la
necesidad de dividir al Imperio con objeto de dar una respuesta más ágil a las
diferentes amenazas que pesaban sobre él. A su muerte (395), el Imperio se
dividió en dos partes, con soberanos y administración propia: nacían así el Imperio
Romano de Occidente y el Imperio Romano de Oriente.
Teodosio también es importante por haber declarado al cristianismo como la
religión oficial del Imperio. Roma se convirtió, de un imperio pagano, en un
imperio cristiano.
A principio del siglo V, las tribus
germánicas, empujadas hacia el Oeste por la presión de los
hunos, penetraron en el Imperio Romano de Occidente. Las fronteras cedieron por
falta de soldados que las defendiesen y el ejército, constituido en su mayoría
por bárbaros, no pudo impedir que Roma fuese saqueada por los visigodos de Alarico
I en el 410 y por los vándalos de Genserico
en el 455.
Estos saqueos provocaron gran conmoción en
el mundo cristiano y civilizado, y si bien los daños en la ciudad fueron
escasos, el prestigio de Roma fue gravemente afectado. En el 452 el Papa León
Magno consiguió disuadir a Atila del saqueo de la ciudad pero en el
546 fue saqueada por Totila. Su población de 800.000 en el año 400 pasó a
100.000 en el año 500 y en el año del saqueo de Totila se redujo a 30.000.
Solamente hacia finales del S. VI la población comenzó acrecer hasta llegar a
90.000.
En el año 476 el último emperador de
Occidente fue destronado por los bárbaros y sus insignias imperiales enviadas a
Constantinopla. Con este acto el Imperio de Occidente dejó formalmente de
existir. Se da una crisis general de las instituciones políticas y
civiles de Roma las únicas que sobrevivieron sólidamente fueron la Iglesia y el
Papado.
De hecho, los papas de Roma, los obispos y el clero en general tuvieron que
asumir, en muchos casos, funciones políticas, generalmente en defensa de la
labor de la Iglesia y de las poblaciones romanas en contra del abuso de los
bárbaros
El poder político ejercido por Bizancio
fue discontinuo y en forma creciente fue asumido por el papa, el cual fue
progresivamente ejerciendo la dirección civil y administrativa de la ciudad.
Una de las figuras más destacadas fue la de San Gregorio
Magno. San Gregorio intenta sobre todo una recomposición
del papado como patriarcado universal. Establece las llamadas “estaciones de
Roma” que ofrecen ocasión oportuna para las grandes reuniones del pueblo y
el clero presididas por el Papa. Fue el gran defensor de Roma en momentos
difíciles de las invasiones bárbaras de Atila y Genserico. Consiguió detener
los ataques de Ariulfo y Aguilulfo, lombardos que llegaron a las puertas de
Roma. Ante la amenaza competitiva de Constantinopla en Oriente, Roma es
robustecida con la creación de los Estados Pontificios al tiempo que se
daba origen a los nuevos estados europeos.
Roma adquiere el título de ducado con diez
provincias que dependían de la metrópoli de Roma. Después de los ataques de los
bárbaros se recupera el gobierno y el pontificado del Romano Pontífice. Durante
los S. VI y VII Roma sufrirá una gran decadencia. Roma se dice se la
dejó abandonada a los cuervos. Repetidamente asediada y saqueada fue capturada
y devastada por las huestes bárbaras.
La decadencia de Roma
La relación de Roma y los pontífices con
la dinastía de los Carolingios comenzó hacia mediados del siglo VIII
cuando Pipino el Breve solicitó del Papa Esteban
II la aprobación del derrocamiento de la dinastía anterior,
los Merovingios.
En 754 el Papa Esteban fue a Galia y consagró rey a Pipino mediante la unción
del óleo santo. A su vez, Pipino respaldó al Papado cuando el Pontífice pidió
ayuda en contra de la ominosa presión de los lombardo contra Roma. Por dos
veces los reyes francos, Pipino y Carlomagno, pasaron a
Italia al frente de sus ejércitos a liberar a Roma de su asedio. Carlomagno,
finalmente, respondiendo al pedido de ayuda del Papa Adriano I, los derrotó
completamente, anulando su influencia al declararse “Rey de los lombardos”.
Hacía más de trescientos años que no había
emperador en Occidente, pero quedaba un emperador romano en Constantinopla. El
emperador de Constantinopla fue destronado por su madre Irene que se hizo
llamar emperatriz. Nadie ostentaba el título de emperador y pensaron dárselo a Carlomagno.
Hubo entonces una rebelión en Roma y el Papa estuvo a punto de ser muerto. Carlomagno
fue a Roma para restablecer el orden. Allí el Papa y los francos se pusieron de
acuerdo.
Así en el año 800 llegó el momento culmen
de la relación de Roma y los reyes francos, cuando el Papa León
III, en premio por el apoyo prestado por Carlomagno en
su conflicto con la nobleza romana, lo coronó por “sorpresa” “Emperador de
los romanos” en la catedral de San Pedro, en medio de la aclamación del
pueblo. Renacía así, de acuerdo a la tradición jurídica romana, a los deseos de
la iglesia y los del pueblo, el Imperio Romano Cristiano en su versión
Occidental, título que no sería admitido por Bizancio hasta más de una década
después. Demás está decir que este nuevo “Imperio Romano Occidental”, si
bien era cristiano, distaba mucho del extinguido en el año 476.
UNA ENSEÑANZA A TRAVES DE SAN AGUSTIN
La etapa de decaimiento con la caída del imperio, teniendo como testigo privilegiado a San Agustín que le sirvió para extraer una gran lección. San Agustín con la monumental obra La Ciudad de Dios de 22 libros, trata de responder a todas las preguntas que surgieron ante la caída de tan gran imperio. Muchos culpaban a los mismos cristianos. Quien encabezaba estas objeciones era un tal Volusiano, cónsul de Cartago, que se hacía portavoz de las críticas y controversias poniendo en duda la fe y la validez del cristianismo. La obra la inicia en el 410 y no la termina hasta el 412. Su primera divulgación tarda desde el 413 hasta el 426.
Claves
de lectura
1 Las
dos ciudades Babilonia y Roma, la Ciudad de Dios
2 Origen
de dos ciudades. Dos amores dieron origen a dos ciudades
3 La
dialéctica y el drama en la lucha de los dos amores
4 La
Ciudad de Dios comparando a Roma (L. I)
5 Los
falsos dioses y la degradación de Roma (L. II)
6 Los
ídolos y los males físicos de Roma (L. III)
7 La
Grandeza de Roma como don divino (L. IV)
8 El
destino y la providencia para con la Ciudad de Roma (L. V)
9 Peregrinos
hacia la ciudad celeste (L. XV)
Dos ciudades dieron origen a dos imperios, la ciudad de Dios y a ciudad terrena
San Agustín trata de ahondar en las raíces de la gran decadencia que llevaron a colapsar el Imperio. No solo fueron causas exógenas por fuera sino endógenas de adentro. En su obra se para y se detiene a analizar diversos aspectos como claves de lectura.
2 Dos
amores dieron origen a dos ciudades
El
24 de Agosto del 410 tuvo lugar el gran saqueo de Roma, las tropas de
Alarico entraban por la puerta Salaria a la ciudad de Roma y llegaron hasta la
fortaleza del Castillo de Sant´Angelo a las puertas del Vaticano. Este suceso
presagiaba un cambio de época, el ocaso de un imperio y el despertar de otro.
San
Agustín es testigo privilegiado de este momento que lo relata en su sermón
sobre la caída de Roma dado en Hipona en la Basílica de la Paz a sus
feligreses. San Agustín lloró amargamente con todos los cristianos ante el
saqueo y las ruinas acumuladas por la invasión de la Ciudad Eterna. La
romanizad se desmoronaba y la cristiandad se asoló con una enorme depresión
moral que no respeto ni a grandes ni a pequeños. Los guardianes de la
civilización mundial se desmoronaban y con ellos venían un zumbido de
murmuraciones, calumnias y objeciones contra el cristianismo que se reflejaba
en el dicho: Falta la lluvia, la culpa es de los cristianos.
En
otro sermón de octubre a tres meses de la caída de Roma trataba de levantar los
ánimos: En los tiempos cristianos es desvastado el mundo, se viene abajo el
mundo. He aquí que en los tiempos cristianos, Roma perece, pero no perece Roma,
Roma recibe los azotes. Roma no ha perecido; tal vez haya sido castigada
pero no aniquilada. Tal vez Roma no perece, sino se pierden los romanos”.
Esta
situación es la que le lleva a San Agustín a reflexionar en las causas
segundas. Los hechos hacen pensar en la contingencia de las cosas y en lo que
verdaderamente perdura. Se dispone a poner por escrito su defensa a las
refutaciones y objeciones que se ponen al cristianismo como no trayendo nada de
aporte al paganismo.
En su
obra, dice el mismo San Agustín en su prólogo, pretendo describir la gloria de La
Ciudad de Dios, así la que vive y se sustenta en la fe, en este curso
y mudanza de los tiempos, mientras peregrina entre pecadores, como la que está
ya en aquella estabilidad del descanso eterno. Pretendo así defenderla contra
los que anteponen y prefieren sus falsos dioses al Señor y autor de ella.
Grande y difícil trabajo, pero cuento con la ayuda de Dios”.
San
Agustín en la línea de los apologistas anteriores a él, San Ireneo, Tertuliano,
etc refuta las falsedades y calumnias de los paganos y hace toda una relectura
de la historia para intentar comprender el significado de los hechos y el
propio proceso histórico.
San
Agustín interpreta el suceso y alienta a los fieles: “Roma tuvo sus catástrofes
e incendios bajo la tutela d los dioses. No debía tambalearse la fe de los
cristianos, porque ahora tiene Cristo la tutela de la Iglesia y lo que guarda
Cristo no se lo arrebata el bárbaro”.
Las
objeciones trataban de cuestionar la fe en el Dios cristiano: “Explicadnos
porqué vino Cristo y que progreso trajo para el género humano. Antes de su
venida los hombres eran felices más que los de ahora. Han caído por tierra los
teatros, los circos, los anfiteatros y nada bueno ha traído Cristo. sólo
trabajos”.
Así
comienza San Agustín a explicar a estos hombres de los bienes que trajo Cristo
y a exhortar a socorrer a los prófugos y peregrinos: “Os rogamos, os
suplicamos, portaos con mansedumbre, compadeceos de los que padecen, recibid a
los flacos y en esta ocasión en que acuden muchos peregrinos con sus
necesidades y trabajos, abunde vuestra hospitalidad y multiplíquense vuestras
buenas obras”.
3 Origen
de dos ciudades. Dos amores dieron origen a dos ciudades.
Para
explicar el sentido de las dos ciudades, San Agustín se apoya en el camino de
iniciación del catecumenado que se hacía previo al Bautismo. Dentro de la
catequesis primera se aludía a la Ciudad de Dios en su doble vertiente,
terrena y celestial; peregrinante y en reposo. Bautizarse significaba
incorporarse y tomar parte de la carta de ciudadanía, el inicio del camino para
salir de una y llegar a la otra.
San
Agustín no trata de tirar por tierra toda la romanización o romanidad. La
romanizad contribuyó a salvar el legado de lo antiguos clásicos; salvando lo
que se podía salvar. Entre un mundo decadente y los primeros albores de otro
nuevo intenta dar nueva orientación a los espíritus que ya en el marco
gigantesco de la civilización romana quisieron infundir la renovadora sangre de
la fe.
San
Agustín describe la situación como el fin de una época y el comienzo de otra el
fin de una ciudad terrena y el camino hacia La Ciudad de Dios. En toda
su obra deja ver el contraste entre la bienaventuranza y la desventura de las
dos ciudades. Las dos ciudades corporalmente mezcladas y espiritualmente
separadas entre sí, recorren los siglos hasta el fin. Dos ciudades, una de
malvados otra de santos, son conducidas desde el principio del género humano
hasta el fin de los siglos. Ahora están mezcladas corporalmente, pero separadas
según su voluntad. En el día del juicio vendrá la separación. La Ciudad de Dios
cuyo fin es la paz eterna es descrita como la Jerusalén del Cielo y la Ciudad
terrena cuyo ideal es la paz temporal que es reflejo de Babilonia.
Analizando
los rasgos o características de las dos ciudades habla de dos amores que las
construyeron. A Jerusalén la ha construido el amor de Dios. A Babilonia la ha
construido el amor del siglo. Dos amores de rasgos bien diferentes. Un amor
santo, puro que mira la utilidad común y el reino superior construye la Ciudad
de Dios. Un amor impuro, privado, egoísta, que se aprovecha del bien común para
su propio interés construyó la Ciudad terrena. El primer amor e es humilde,
sumiso, tranquilo, pacífico y busca la verdad. El segundo amor e arrogante,
posesivo, turbulento, sedicioso y busca la vanagloria. El primero es amistoso,
quiere para el prójimo lo que para sí y desea el mejor bien para el otro. El
segundo es envidioso, busca la sujeción del prójimo así mismo con miras a sacar
ventaja de los otros.
Esto
dos amores precedieron en los ángeles; el amor bueno en los ángeles buenos, el
amor malo en los ángeles malos y fue la causa de distinguirse entre los
hombres. Desde el comienzo del mundo subsisten las dos ciudades. Dos ciudades
bajo la admirable providencia de Dios que gobierna todo lo creado, una de los
justos y otra de los impíos.
Los
hombres se definen por los dos amores. Los dos amores definen la vida de los
hombres y le dan la fisonomía que pueden imprimir dentro de él. Vea pues cada
uno lo que ama y hallará de dónde es ciudadano y si viere que es ciudadano de
Babilonia extirpe de la codicia y plante la caridad y si viere que es ciudadano
de la Jerusalén del cielo, tolere la cautividad y espere la libertad.
4 La
Ciudad de Dios comparando a Roma (L. I)
Así
comienza la voluminosa obra de La Ciudad de Dios: “Mientras tanto, Roma
fue asolada por la invasión y el ímpetu destructor de los godos, acaudillados
por el rey Alarico. Los adoradores de una multitud de diose falsos, los
paganos, empeñados en hacer responsable de dicho desastre a la religión
cristiana, comenzaron a blasfemar del Dios verdadero con una virulencia y una
mordacidad desacostumbrada. Ante esto, yo, ardiendo en celo por la causa de
Dios, tomé la decisión de escribir los libros sobre La Ciudad de Dios”.
Si
bien La Ciudad de Dios como lenguaje místico no se refiere a ninguna
ciudad terrena, a través de un lenguaje simbólico, San Agustín pretende
referirse a la misma Roma y diferenciar la ciudad de Roma y la Iglesia de Roma,
lo que constituye la pompa de la gloria vana y terrena de lo que es el legado
cristiano de la fe como herencia eterna e imperecedera.
Si La
Ciudad de Dios la refiere a la Iglesia, la refiere también a la Cabeza de
la Iglesia asentada en Roma bajo el gobierno de sus pontífices pero no como
institución terrena sino como ciudadanía venida del mismo Dios instituida por
Jesucristo.
Así
intenta diferenciar los tesoros terrenos de los tesoros y depósitos de la fe
que guarda La Ciudad de Dios, que es la Iglesia, arca de la salvación para
todos los hombres. La dialéctica y oposición que rea entre la Babilonia y la
Nueva Jerusalén está presente en la misma Roma haciendo el contraste entre la
Roma pagana y cristiana. En definitiva es la dialéctica y el drama en la lucha
de los dos amores.
Lo
enemigos encarnizados de Cristo al encontrarse con los lugares sagrados, por
respeto a Cristo, respetaron y se guardaron de destruir las basílicas de los
Apóstoles y los santuarios de los mártires. Allí se paró y se moderó la furia
del enemigo. De Esta forma muchos de ellos apartándose de sus errores se
convirtieron en moradores de La ciudad de Dios.
Como
bien dice en la introducción del cap. II del primer libro jamás en una guerra
los vencedores perdonaron a sus vencidos por reverencia a sus dioses. Las
Basílicas y lugares sagrados, los lugares de culto cristiano, sirvieron de
refugio tanto a propios como a extraños. El asilo de Juno en Troya no libró las
manos griegas a nadie. En cambio las basílicas de los apóstoles ampararon el
furor de los bárbaros a todos los que se acogieron a ellas. Los romanos mismos
jamás perdonaron los templos de las ciudades conquistadas mientras que los
bárbaros respetaron los templos d los cristianos. La crudeza en la destrucción
de Roma fue producto de la tradición bélica mientras la clemencia vino de la
fuerza del nombre de Cristo. Nada pierden los santos al perder las cosas
temporales.
5 Los
falsos dioses y la degradación de Roma (L. II)
Dicen
que Rómulo y Remo fueron los fundadores de Roma y quienes acudían a ellos
quedaban exentos de condenas. Esa fue la iniciativa que redundó en honor de
Cristo. Fueron los apóstoles y mártires quienes por su intercesión nos
acercaron a la clemencia de Dios, de forma que sus siervos salvaron sus vidas
refugiándose en los monumentos de los mártires. En el libro II es donde San
Agustín habla de la degradación de Roma. En la ciudad de Roma con el culto a
los falsos dioses se amontonó la inmoralidad social y toda clase de vicios. Roa
no fue liberada de sus desgracias por su adhesión a los falsos dioses.
En
el saqueo y la caída de Roma se derrumbaron sus piedras y sus vigas, el ornato
de sus muros y las costumbres que devoraban el corazón con el fuego de las
pasiones, pero se mantuvieron firmes las columnas de la fe. Los males que
sobrevinieron a Roma por las costumbres paganas y el fomento de los falsos
dioses se produjeron ya antes de propagarse la fe cristiana. Incluso en sus
actos de culto se cometían torpeza llegando a degenerarlo todo. El día solemne
de la purificación de las vírgenes Celeste y Berencintia se canturreaban
sátiras y se cometían las más horrendas obscenidades de manera que no sólo la
madre de los dioses se avergonzaba sino la madre de cualquiera de los hombres
de bien.
A
tales actos se les llamaba Fércula, los cubiertos, como si celebrase un
banquete en el que los demonios impuros se hartasen a su propio gusto. Los
dioses paganos jamás dictaron normas de buena conducta, los dioses en vez de
ofenderse con la representación de tales torpezas y obscenidades, las permitían
incluso promovían. Expresión de ello eran las Fiestas Fugales dedicadas a los
dioses donde huyendo del pudor y la honradez, se daba rienda suelta a toda
clase de torpezas. Los romanos estaban bajo la superstición de llegar a
dar culto a unos dioses que ante sus ojos elegían para su propio honor la
consagración de tales obscenidades. ¡Oh espíritu de una ciudad ávida de gloria!
mientras que la religión cristiana fue la portadora de la salvación. Es una
exhortación al culto de la verdadera fe y a que os romanos abandonen el culto
de los dioses paganos. Fíjate bien en la diferencia entre unos dioses y otros y
sal de las torpezas estériles y la falacia ladina de los demonios. Ponte a
elegir el verdadero camino y hazlo de forma que consigas la gloria sin error
alguno, dando gloria al Dio verdadero.
6 Los
ídolos y los males físicos de Roma (L. III)
En
el libro III de la monumental obra de La Ciudad de Dios, San Agustín
muestra como los romanos han estado constantemente bajo el azote de tales
calamidades desde la fundación de Roma y como los dioses falsos, a quienes han
dado culto sin trabas antes de la venida de Cristo, nada han puesto de su parte
para librarlos.
“¿Cómo
fue el final de los reyes y emperadores que tanto se encumbraban llenos de
gloria? Después de Rómulo los demás reyes de Roma si exceptuamos a Numa
Pompilio y Anco Marcio que murieron de enfermedad, todos murieron con muerte
horrendas. Los males que afligieron a la República romana en sus comienzos
constatan que no recibieron ayuda alguna de los dioses que adoraron. ¿Dónde
estaban aquellos dioses cuyo culto han creído de utilidad para conseguir en
este mundo la felicidad, tan menguada, tan mentirosa; mientras los romanos a
quienes se vendían estos dioses por el precio de su veneración, con
refinadísima astucia, estaban plagados e duras calamidades”?
Durante
las guerras púnicas numerosas desgracias destrozaron a Roma e inútilmente se
elevaban súplicas a los dioses en demanda de auxilio. El mismo templo de la
Concordia fue erigido por decreto del Senado en el mismo lugar donde
acontecieron fuertes rebeliones y grandes matanzas. Y siguiendo las guerras que
sucedieron después de la erección de ese templo, ¿cómo no caer en desvergüenza
de quienes imputan los males presentes porque no se les permite dar culto a los
dioses en lugar de dar culto verdadero a Cristo?; ¿Cómo se atreven a imputar
las desgracias que han tenido lugar ahora haciendo recaer la responsabilidad
como si se tratara de delitos cometidos más que por los cristianos?
Una
falta de sentido como la que estamos soportando nos obliga a dar respuesta
¿Cómo no echaría la culpa a la religión cristiana de estas calamidades, si
hubieran sucedido en el tiempo del cristianismo? Y a pesar de todo, no las
quieren atribuir a sus dioses. Eso sí, buscan darles culto para evitar sufrir
todos estos males u otros menores, siendo así que los han padecido mayores de
parte de los mismos dioses a quienes desde antiguo vienen adorando”.
7 La
Grandeza de Roma como don divino (L. IV)
En
el libro IV de La Ciudad de Dios, San Agustín pone de relieve que la grandeza y
la gloria que adquirió Roma no se debió a los dioses paganos sino que es obra
del Dios verdadero. Los reye temporales, su poder y su decisión son quienes
hacen surgir y mantienen los reinos terrenos pero Dios que guía el mundo va
entretejiendo su reino en los avatares de la historia.
San
Agustín comienza el libro diciendo: “Me pareció un deber el dar una réplica a
quienes ansiosos de Gois terrenos, suspiran por estas realidades fugaces, pero
en cuanto les toca sufrir algún contratiempo, que es más bien una advertencia
de la misericordia de Dios que un castigo de severidad, le acusan con gritos a
la religión cristiana, la única salvadora y verdadera religión” .
San
Agustín continua diciendo: “Los reinos de los reyes injustos se parecen al de
una banda de ladrones. El reinado de los reyes malos es pernicioso sobre todo
para los que ostentan el poder puesto que arruinan su alma por una mayor
posibilidad de cometer crímenes. En cambio a1quelllos que les prestan sus
servicios sólo quedan dañados por la propia iniquidad “.
Si
de los gobiernos quitamos la justicia ¿En que se convierten sino en bandas e
ladrones. La falsedad del augurio de felicidad fue manifiesta al venirse abajo
toda la fortaleza y estabilidad de Roma? Los periodos de los reyes y los reinos
están regulados todos por la decisión y la autoridad del Dios verdadero: “Dios,
el autor y dispensador de la felicidad, es quien distribuye los reinos
terrenos, tanto a buenos como a malos, puesto que El es el sólo Dios Verdadero.
No lo hace fortuitamente la diosa Fortuna, al contrario, lo hace según una
ordenación que ha infundido a las cosas y a la sucesión de los tiempos,
ordenación oculta para nosotros y sumamente clara para él” .
Dios
no esta sujeto a ningún destino, es él quien como Señor lo está rigiendo, y
como moderador, ordenando y guiando el mundo. La felicidad y el premio eterno,
en cambio solo la concede a los buenos. Los siervos pueden estar o no estar en
posesión de ella y también pueden tenerla o no tenerla los reyes. Con todo, la
felicidad plena y verdadera sólo se hallará en aquella vida donde ya nadie será
siervo. He aquí la razón por la que Dios concede los reinos terrenos tato a
buenos como a malos, para evitar que sus fieles, niños todavía en progreso del
espíritu, vivan anhelando estos dones como algo de gran importancia.
8 El
destino y la providencia para con la Ciudad de Roma (L. V)
En
este libro San Agustín trata de arrancar la creencia en el destino. Hace toda
una reflexión hacia el tema de la presciencia de Dios dejando claro que ella no
nos priva del libre albedrío de nuestra voluntad. La verdadera felicidad de los
emperadores cristianos descansa en el sometimiento a la voluntad divina y a la
verdadera justicia.
Los
reinos no se han originado fortuitamente ni dependen de la posición de las
estrellas. Es la divina Providencia la que establece los reinos humanos.
Nosotros al proclamar la existencia de un Dios supremo y verdadero, estamos
confesando su voluntad, soberano poder y su presciencia. Contra la sacrílega e
impía audacia nosotros afirmamos que Dios conoce todas las cosas. Él, cuya
ciencia es inefable, rige los destinos de los pueblos y del mundo y nada se le
escapa de su poder. La Providencia universal de Dios lo abarca todo y está
sobre todos: “El Dios supremo y verdadero, con su palabra y Espíritu, es el
único Dios todopoderoso, creador y formador de toda alma y de todo cuerpo, por
cuya participación son felices quienes son realmente, no engañosamente felices”.
San
Agustín sigue diciendo: “Incluso, pese al pecado, Dios no lo abandonó sin
misericordia sino que se preocupó de no dejar abandonados no ya al cielo y a la
tierra, o únicamente a los ángeles y hombres, sino ni siquiera las vísceras de
la más insignificante alimaña, o una simple pluma de ave, ni una florecilla del
campo, ni una hoja de árbol, sin que tuviera una proporción armoniosa en sus
planes. Si es así… es totalmente inconcebible que este Dios hubiera pretendido
dejar a los seres humanos, a sus periodos de dominación y de sometimiento fuera
de las leyes de su Providencia”.
De
ahí se deriva que el hombre propenso a la alabanza la aplaque y lejos de
promover la alabanza humana posponga el dar honor gloria sólo a Dios. Es
preferible, sin duda alguna, resistir a esta pasión que ceder a ella Tanto más
se asemeja uno a Dios cuanto está más limpio de esta inmundicia. Cuán ajenos
deben estar los cristianos de jactarse por haber hecho algo por amor a la Patria
eterna, cuando tantas proezas realizaron los romanos por la humana gloria
terrena. ¡Qué gratitud es en el hombre despreciar esta gloria! La soberanía de
Roma ha sido dispuesta por el Dios verdadero, de quien viene todo poder y cuya
Providencia lo gobierna todo.
9 Peregrinos
hacia la ciudad celeste (L. XV)
Dios
ha dispuesto que el hombre pueda renacer, crecer y multiplicarse de manera que
aumente el número de los ciudadanos del cielo. “Al igual que el primer Adán,
primero malo y carnal, le cupo en suerte renacer en Cristo, el nuevo Adán,
viniendo a ser luego bueno y espiritual, lo mismo ocurre con todo el género
humano y las dos ciudades. Naciendo y muriendo comenzaron acorre. Primero nació
el ciudadano de este siglo, y lego, tras él, el que es peregrino en este siglo
y pertenece a la Ciudad de Dios. Predestinado por la gracia, elegido por la
gracia, y por la gracia peregrino acá en la tierra y por la gracia ciudadano
allá en el cielo”.
El
hombre camina peregrino hacia la ciudad celeste. Aunque en este mundo pareciera
se desvaneciera, tenemos la mirada puesta en otra Patria. En un sermón
pronunciado un mes después de la entrad de Alarico en Roma compara San Agustín
el misterio de la historia con el lagar donde hay presión y estrujan las olivas
para que den el aceite, que se licúa y guarda en las vasijas celestiales. Las
apreturas, estrujamientos, dolores y sufrimientos ocasionados por las guerras y
miserias de todo género pertenecen al camino de esta peregrinación y al proceso
íntimo de la historia.
Las
estrecheces y dificultades del camino son espuelas de la esperanza. Nos vienen
estas tribulaciones para que creamos en los bienes futuros. Bienes y males
pertenecen a la dialéctica de la peregrinación. Cristo tiene como fundador a
sostener nuestra esperanza en esta peregrinación y mantiene a los suyos
suavemente unidos mediante el vínculo de la paz.
San
Agustín relaciona el goce litúrgico de la Pascua y el cántico del Aleluya
pascual celebrando la resurrección de Cristo con la alegría de los peregrinos
con ansia de la futura resurrección. ¿Mi alma anhela los atrios de la Casa de
Dios, cuándo entraré a ver el rostro de Dios? La Iglesia peregrina en el júbilo
y el júbilo de la Pascua que es como un eco lejano del júbilo celestial de os
beatos.
“Nos
llega hasta nosotros cierto aroma de la alabanza divina y de aquella felicidad,
aunque nos oprime grandemente el peso de la mortalidad. Digámoslo pues, según
nuestras fuerzas aquí, para que merezcamos cantarlo eternamente. Allí nuestro
alimento será el Aleluya, nuestra bebida el Aleluya y la acción de nuestro
descanso el Aleluya, es decir la alabanza de Dios”.
El
júbilo pascual del aleluya indica la ebriedad del amor, feliz con la visión de
la paz, que significa la calma y reboso de todas las aspiraciones humanas que
en el amor encuentran su glorificación y su plena beatitud. Por eso las últimas
palabras de La Ciudad de Dios han llegado a nosotros como una música:
“Allí descansaremos y contemplaremos; contemplaremos y amaremos; amaremos y
alabaremos. He aquí lo que será la dicha que no tiene fin”.
He
aquí el fin último de la historia. La edificación y visión gloriosísima de La
Ciudad de Dios, consumada en la unión y visión gozosa de la Ciudad de la
paz perdurable y eterna.
ANALISIS DE LA DECADENCIA
Razones del declive y destrucción
Muchos han podido ser los factores que influyeron en el colapso, factores demográficos, biológicos, sanitarios debido a pestes y pandemias. Nosotros vamos a tratar los factores endógenos del propio imperio Romano. El colapso vino como consecuencia de los propios males internos. Una burocracia opresora, una agobiante fiscalidad, patrocinio de los poderosos, la concentración del poder en las grandes metrópolis, la falta de atención a la periferia y la ruralización de las clases más bajas. La extinción de las élites gobernantes, la eliminación de los mejores.
La decadencia del Imperio Romano vino por una decadencia social. Fueron los movimientos que se consideraban oprimidos y eslavos de las clases dirigentes los que condujeron a la destrucción del Imperio. Las epidemias y la invasión bárbara tan solo aceleraron el curso de una regeneración política y cultural que estaba llamada a dar por fin a un estado de cosas que no podían continuar.
Motivos que llevaron al colapso del sistema
Muchos son los que opinan que uno de las principales razones de la caída del Imperio fueron las invasiones bárbaras. Pero vamos a tratar de analizar otras razones que sin duda contribuyeron al desmoronamiento del Imperio. A lo largo del S. IV hubo casos de buenas relaciones con las poblaciones procedentes del otro lado de las fronteras. Las relaciones con los pueblos extranjeros no fueron siempre de enemistad. No podemos caer en la tentación simplista de acusar a los bárbaros de provocar el fin del Imperio. Hubo guerras y saqueos pero también hubo pactos, tratados y acuerdos.
El Imperio Romano podría considerarse como una máquina de guerra. Su afán de conquista fue apoteósico extendiendo el Imperio de norte a sur y de este a oeste. Todo estaba supeditado a este afán de conquista. Pero llegó un momento donde todo el sistema colapsó debido a la falta de cohesión interna. El ejercito creció enormemente junto con un cuerpo muy grande de funcionarios públicos. Se hizo cada vez más acusada la diferencias de clases nobles y de las clases rurales.
En el 448, el historiador Prisco de Panio acusaba el mal trato que recibían los ciudadanos del Imperio por parte de la administración. A la gran mayoría de los ciudadanos se les ahogaba con impuestos y, peor aún, la justicia no era igual para todos. La mayor miseria de Roma era su corrupto sistema judicial. Durante la época del emperador Valiente Amiano Marcelino criticó ampliamente una justicia que estaba en manos de ladrones, los jueces que compraban sus cargos eran usureros en busca de botín. Con el emperador Diocleciano culminó un proceso de acumulación del poder en la figura del emperador y en detrimento de los órganos tradicionales del gobierno del Estado, el Senado y los magistrados. La llamada crisis del S. III había sumido al Imperio en una auténtica anarquía militar que había carcomido la autoridad central. El proceso de fragmentación del imperio culminaría en el año 395 con la división definitiva del imperio de Oriente y Occidente que decretó Teodosio.
Un sistema impositivo injusto
Durante Constantino aumentó considerablemente el número de unidades no productivas. La reforma fiscal y las nuevas exigencias tributarias fueron durísimas, ya que no fueron acompañadas con un aumento de productividad ni un mejor reparto de la riqueza, más bien al contrario. La brecha entre ricos y pobres se agrandó más y más. Los grandes terratenientes, comerciantes y propietarios disponían de medios para evitar la implacable recaudación de impuestos, mientras que las clases medias y humildes no soportaron el aumento de la carga fiscal. La economía entró en un proceso de recesión imparable. Muchos pequeños propietarios se vieron obligados a vender sus tierras en beneficio de las clases ricas, que llegaron a acumular latifundios de inmensas proporciones.
La opresión de los más débiles
El Estado con todo su entramado de senadores, magistrados y orden decurional impusieron en la plebe la carga de costear los gastos del mantenimiento de todas las infraestructuras. Las formas de promoción social cambiaron sus reglas. Las relaciones clientelares que caracterizaron el Alto Imperio dieron paso a un nuevo sistema basado en la compra de los diferentes puestos de funcionario para tratar de escalar en la jerarquía social. Dada la espiral de recesión económica los que ocupaban cargos administrativos se aprovecharon de su situación para tratar de enriquecerse parasitando los recursos de los más débiles. El sistema judicial se degradó a causa del aumento descontrolado de leyes impositivas, ventajas jurídicas, económicas y políticas. El sistema se fue deteriorando progresivamente con una enorme brecha social que fue ocasionando la opresión de las clases más débiles.
La metamorfosis del mundo antiguo
Los bárbaros terminaron de romper el sistema desestabilizando el orden social. Al principio no fue una invasión agresiva y cruenta. Las fronteras se fueron debilitando. Muchos eran refugiados de guerra incluso pasaron a formar parte de los ejércitos para poder soportar la fuerte oposición tributaria. Los generales lejos de de tratar con humanidad las familias desplazadas trataron con crueldad a los subordinados y refugiados. Al cortar las ayudas humanitarias fueron causando la sublevación y emprendiendo campañas de pillaje y saqueo.
También progresivamente se fue dando una transformación cultural. Roma había sido una cultura amigable que acogió sobre sí el legado de otras culturas. Aunque adoptó un nuevo idioma el latín fuera del griego mantuvo muchas creencias, tradiciones y formas paganas provenientes del mundo helénico. El cristianismo trató de adoptar un orden nuevo pero no fue fácil. Si en principio tuvo fuerte oposición la cristianización del Imperio no lo dejó exento a estos cambios culturales. Los cristianos pronto se opusieron a los planteamientos filosóficos y culturales clásicos. La clausura de la academia de Atenas, el museo y la biblioteca de Alejandría, las prohibiciones de enseñanzas heréticas. La tradición pagana en su mundo filosófico y mitológico (la paidea politeista), chocaron con los dogmas cristianos. La excesiva militarización del Imperio conllevo una escasa educación de la plebe, incluso una pobre educación religiosa del personal eclesiástico. La Iglesia cayó bajo la tentación del poder terrenal y los obispos en mandatarios administrativos de grandes posesiones. Esto dio origen a muchas desigualdades y luchas internas no solo ideológicas sino de poder.
Otros motivos externos contribuyeron también al colapso. Además de los factores políticos y económicos hubo motivos sanitario y ecológicos. El imperio sufrió varias pandemias víricas que afectaron a toda su población. La llamada peste de Cipriano que arrancó en el 249 y la plaga de Justiniano que comenzó en el 541. Por otro lado la denominada “pequeña edad de hielo” entre el 450 y el 700. Estas plagas afectaron también al Imperio. Procopio en la año 541 decía “Al principio en número un poco mayor que el de costumbre, después las pérdidas fueron elevándose, llegaron a alcanzar cinco mil incluso diez mil víctimas al día. Incluso muchas personas permanecieron insepultas durante muchos días.
III
LA CAIDA DE LAS BASES Y CIMIENTOS DEL MUNDO OCCIDENTAL
La
decadencia del gran imperio de Occidente
Otra
gran transformación. El iluminismo. La ilustración. El liberalismo
Como
haría en principio la reforma, la ilustración lleva a cabo
un gran asalto contra la cristiandad. Se radicaliza la autonomía
del pensamiento desmarcándose de los principios que había mantenido el
cristianismo. La razón se impone con audacia crítica relegando la esfera de lo
divino y poniendo al hombre como medida de todas las cosas. El nuevo
paradigma reclama una política sin derecho divino y una moral sin
normas. Se establece una civilización fundada en la idea del derecho y no del
deber.
Las
crisis de las cosmovisiones tradicionales
Durante
quinientos años, el gobierno imperial de Roma había asegurado un solo
conjunto de leyes, una defensa común, y un nivel extraordinario de
civilización. Con la caída de Roma, fechada convencionalmente en 476, el
imperio se desintegró. Es lo que los historiadores han llamado la Edad
Oscura, nostalgia de la universalidad perdida floreció. La visión de la
armonía y la unidad se centró cada vez más en la Iglesia.
En esa cosmovisión, La cristiandad era
una sola sociedad administrada por dos autoridades complementarias: el
gobierno civil, los “sucesores del César” manteniendo el orden en la
esfera temporal; y la Iglesia, los “sucesores de Pedro” tendiendo a los principios
universales y absolutos de la salvación.
El
cambio de paradigma que trae el liberalismo y la secularización conlleva
la paulatina descristianización de occidente y la nueva
paganización de los pueblos cristianos. El punto de partida es la concepción
del principio de realidad. Se parte del mundo visible y la medida de las cosas
del mundo se arreglan mirando al mundo y no mirando al cielo. El hombre debe
liberarse y no dejarse alienar por la religión a partir de las ideas promovidas
por los nuevos revolucionarios del pensamiento moderno: Freud, Nietche y Marx.
El
mundo secular ha de construirse prescindiendo de Dios. La hipótesis de un Dios
Señor del cielo y tierra es innecesaria, perversa y dañina. Se cae en un
agnosticismo y se establece un orden temporal prescindiendo de Dios exaltando
el poderío del hombre. La insensatez del hombre es tal que llega a creerse valer
por sí mismo prescindiendo de Dios. Entre el Reino de Dios y los reinos
temporales se establece una franja infranqueable. La hegemonía del
orden y poder temporal se alza frente a toda injerencia de la religión.
Esta cosmovisión, este
concepto omnicomprensivo de orden mundial tuvo que enfrentarse
a una anomalía desde el principio: en la Europa post-romana, docenas de
gobernantes políticos ejercieron soberanía sin una jerarquía clara entre ellos;
todos invocaron la lealtad a Cristo, pero su vínculo con la Iglesia y su
autoridad fue ambiguo. Fueron feroces los debates a los que asistieron debido a
la alineación o no con la autoridad de la Iglesia. Los reinos militares
separados y las políticas independientes maniobraron para obtener ventaja de
una manera que no tenía relación aparente con “Las dos ciudades” de Agustín.
Cualquier sistema
de orden mundial, para ser sostenible, debe ser aceptado
simplemente no solo por los líderes, sino también por los ciudadanos. Debe
reflejar dos verdades: orden y libertad. Orden sin libertad, incluso si es
sostenido por la exaltación momentánea, eventualmente crea su propio
contrapeso; sin embargo, la libertad no puede ser asegurada o sostenida sin un
marco de orden para mantener la paz. Orden y libertad, a veces descritos como
polos opuestos en el espectro de la experiencia, deberían entenderse como
interdependiente
Eran los comienzos de un nuevo orden internacional más pacífico. La humanidad se caracterizó por una “ sociabilidad no social “ no distinta de la “tendencia” para unirse en la sociedad, sin embargo, con una resistencia continua que amenaza constantemente para romper esta sociedad. “El problema del orden, particularmente el orden internacional, era el más difícil y el último en ser resuelto por la raza humana.
ANÁLISIS
DE LA SITUACIÓN ACTUAL
La
crisis de una civilización, del imperio neoliberal occidental
La
crisis pandémica generada por la rápida propagación del COVID-19 no sólo ha
puesto al descubierto los fundamentos sustentadores de la modernidad occidental
y la confianza casi providencial depositada en la razón humana y el desarrollo
de la ciencia, sino las enormes contradicciones del modelo económico
globalizador prevaleciente.
Las
consecuencias sociales en el corto, mediano y largo plazo podrán ser muy
importantes en términos de la erosión infligida a la globalización neoliberal,
como “modelo de clase” largamente en crisis. Las catástrofes, como las guerras,
tienden a infundir y acelerar los cambios en las estructuras sociales
decadentes. La peste negra, acontecida en el siglo XIV en Europa, y extendida a
África, Asia y Medio Oriente, tuvo evidentes consecuencias sobre las
transformaciones en las estructuras sociales ya debilitadas del feudalismo y en
la apertura del nuevo entorno que viabilizó la entrada al Renacimiento, el
surgimiento y ascenso de una nueva clase media burguesa con la que se auguraba
la aparición del nuevo modelo económico y, sobre todo, en el fortalecimiento de
la figura del Estado.
La
Segunda Guerra Mundial dio paso a un nuevo orden mundial bipolar, con la
disputa por la hegemonía global entre Estados Unidos y ex Unión Soviética
durante la Guerra fría; estableció el predominio de la burguesía nacional y
colocó al Estado en el centro del proceso de desarrollo industrial, e impulsó
el Estado de bienestar.
La crisis del modelo neoliberal occidental
No
se sabe aún cuál será el saldo final de la crisis y sus consecuencias sociales,
económicas y políticas, pero será muy difícil que el modelo de sociedad global
vigente pueda subsistir en los mismos términos que lo ha hecho. La crisis ha
exhibido sus contradicciones de fondo y la deslegitimidad latente del modelo
desde el corazón mismo del sistema. Estados Unidos, contra toda predicción
posible, pasó a ser el epicentro de la tragedia con el mayor número de
contagios y muertes, acaecidas en un tiempo récord relativamente corto, con más
de la mitad de los contagios y muertes del continente. Muchos factores
confluyen en ello.
Durante
el largo periodo de hegemonía neoliberal le ha ido literalmente mal. Justo en
el momento en el que finalizaba la Guerra Fría, con el derrumbe del bloque
soviético, se evidenció su crisis de hegemonía. Aunque parezca extraño, se
trata de una superpotencia no apta para la globalización.
Retomando a Jeremy Rifkin, hay razones de orden estructural y fundacional para argumentar que Estados Unidos, como nación constituida a partir de principios “esencialistas” de identidad y diferencia, no compatibiliza con la globalización. Según RifKin: “A los estadounidenses les resulta muy difícil adaptarse a un mundo de flujos y relaciones sin fronteras, donde todas las personas estarán conectadas a través de redes y dependerán unas de otras para garantizar su bienestar individual y colectivo”. La exclusividad o excentricidad del sueño americano “lo hace ahora cada vez más sospechoso e inapropiado para un mundo en el que comienza a forjarse una conciencia global”.
El
neoliberalismo ha sido exitoso en sus objetivos originales de revertir la
tendencia decreciente de la tasa de beneficios capitalistas menguada a mediados
de la década de 1970; pero ha fracasado en términos de sus consecuencias
sociales, con un aumento inusitado de la exclusión, la desigualdad social y las
condiciones de pobreza de la población.
En
cierto modo, con el modelo neoliberal Estados Unidos se ha
“tercermundializado”, al trasladar aspectos propios de las condiciones de
dependencias y explotación del trabajo de los países periféricos dentro de sus
fronteras. Ha hecho depender el proceso de acumulación cada vez menos de su
capacidad productiva y cada vez más de la sobrexplotación relativa o
intensificada de su fuerza de trabajo.
La
caída recurrente de su productividad, aunada a la flexibilización y
desregulación de la producción, incrementaron la precariedad laboral. Ha dejado
de ser esa máquina generadora de empleo característica de la fase del modelo
industrializador y Estado de bienestar. Estados Unidos mantiene indicadores de
desarrollo humano por debajo de algunos países desarrollados integrantes de la
OCDE, con uno de los mayores índices de desigualdad y pobreza; un sistema de
salud estructuralmente ineficiente, con una cobertura limitada de seguridad
social para la población trabajadora, y con más de 16 por ciento de la
población de más de 65 años, vulnerable por la alta prevalencia de enfermedades
crónico-degenerativas.
Incertidumbre
frente al futuro
El
escenario abierto por la crisis ofrece elementos para repensar alternativas de
largo plazo. En medio de la catástrofe, el Estado pasó a ser fundamental. No es
casual que China y Corea del Sur, que regulan su inserción a la economía
globalizada desde el Estado, o Dinamarca y Noruega, con reconocidas formas de
Estados de bienestar, hayan podido reaccionar y enfrentar con relativo éxito el
impacto de la contingencia pandémica.
El
Estado recobra su singular importancia. ¿Cabría pensar en la reedición de un
modelo de Estado de bienestar similar al de la posguerra? No. Aquél, propio de
la fase de la industrialización sustitutiva, descansó sobre el pacto social
entre tres sectores: el capital, el Estado y la clase trabajadora. La ruptura
infligida sobre dicha tríada a mediados de la década de 1970 y la consecuente
desarticulación y pérdida de capacidad organizativa de la clase trabajadora,
hacen inviable la reedición de un modelo de Estado benefactor “auténtico”, en
aquellos términos. No obstante, otras de sus formas podrían ser promovidas y
sustentadas por Estados relativamente fuertes.
La
crisis pandémica, como otras catástrofes en la historia, dio cuenta de las
contradicciones intrínsecas de un modelo social y económico decadente, que
agoniza pero deja asomar los contornos de un nuevo orden social, en el que
necesariamente recobrará centralidad el Estado y, desde éste, la posibilidad de
repensar esquemas particulares pero legítimos de Estados de bienestar.
Por
mucho que se hubiera avisado con antelación de los problemas que podía provocar
una epidemia de las características del coronavirus en un mundo global, con
excepción de menos de una quincena de países en el mundo, nos ha cogido al
resto despistados. Sin un plan, sin recursos sanitarios, sin reservas de medios
de protección y contención. Se han tomado una serie de medidas tarde,
improvisadas, algunas contradictorias, que no han evitado que la pandemia haya
desarrollado todos sus efectos contagiosos. Las consecuencias son graves para
la salud y para la economía. Parece contradictorio que en los presupuestos
públicos se destinen cantidades ingentes de recursos para la defensa, en
prevención de una posible “guerra remota”, y no hayamos sido capaces de diseñar
de antemano un plan y disponer de una reserva de recursos, para poder paliar un
riesgo sanitario de esta naturaleza. Es una pena que la política funcione
siempre con una orientación a tan corto plazo (el ciclo electoral).
Cuando
las cosas van bien, generalmente vivimos absortos en el “día a día” y la
preocupación por los temas más o menos trascendentales es bastante escasa. Las
crisis son momentos de reflexión, son situaciones en las que hay un cambio de
tendencia en nuestra vida. Especialmente la situación actual que nos lleva a la
paralización de nuestra actividad cotidiana, a nuestro aislamiento y
confinamiento, es un estímulo para reflexionar sobre muchas cosas; pues a mí
también me ha dado por reflexionar y a continuación del objetivo último de la
política y de la economía es el de contribuir al bienestar de los ciudadanos.
Este bienestar tiene que estar basado en la cobertura de sus necesidades
básicas, en un entorno de libertad y de derechos civiles y democráticos. Creo
que la mayoría podemos compartir nuestro deseo de construir un mundo de
personas libres, responsables, formadas, independientes, con autoestima, con
igualdad de oportunidades, solidarias y conscientes de sus derechos y deberes.
Esto es prácticamente imposible si no disfrutan de un determinado nivel de
bienestar. También es imposible en sociedades con desigualdades profundas. La
preocupación por los temas más o menos trascendentales es bastante escasa. Las
crisis son momentos de reflexión, son situaciones en las que hay un cambio de
tendencia en nuestra vida. Especialmente la situación actual que nos lleva a la
paralización de nuestra actividad cotidiana, a nuestro aislamiento y
confinamiento, es un estímulo para reflexionar sobre muchas cosas; pues a mí
también me ha dado por reflexionar y a continuación les expongo algunas ideas.
El
objetivo último de la política y de la economía es el de contribuir al
bienestar de los ciudadanos. Este bienestar tiene que estar basado en la
cobertura de sus necesidades básicas, en un entorno de libertad y de derechos
civiles y democráticos. Creo que la mayoría podemos compartir nuestro deseo de
construir un mundo de personas libres, responsables, formadas, independientes,
con autoestima, con igualdad de oportunidades, solidarias y conscientes de sus
derechos y deberes. Esto es prácticamente imposible si no disfrutan de un
determinado nivel de bienestar. También es imposible en sociedades con
desigualdades profundas.
La
economía tradicional se ha centrado fundamentalmente en la creación de riqueza.
Tiene su explicación: la creación de riqueza es necesaria para que las personas
puedan cubrir sus necesidades básicas y este ha sido el problema histórico de
la Humanidad. El progreso tecnológico, el incremento de productividad, las
mejora en la administración de los recursos económicos, etc., nos ha llevado a
que el mundo es ahora, en su conjunto, más rico que en ninguna época de su
historia.
Dudas
sobre el modelo productivo y el modelo de bienestar
En
el siglo XXI, cabría preguntarse: ¿generar riqueza sobre riqueza debe ser el
objetivo último? Bienestar y riqueza se les consideran términos sinónimos, pero
no son lo mismo cuando los analizamos desde el punto de vista de la sociedad en
su conjunto. Una sociedad puede ser rica pero no, por ello, necesariamente
aporta bienestar a sus ciudadanos. Hace unas décadas se utilizaba con mucha
profusión el concepto de la renta per cápita de cada país, para distinguir los
países ricos de los pobres. Ello daba lugar a una clasificación de los países,
a partir de un nivel se entendía que un país era desarrollado (rico) o en vías
de desarrollo (pobre) – se daba por hecho que el desarrollo iba a llegar a
todos los países -. Se equiparaba, entonces, el nivel de renta per cápita con
el nivel de vida de los ciudadanos. Con este criterio se producían paradojas
como que uno de los países de mayor renta per cápita de África era Guinea
Ecuatorial, cuando toda la renta del país la tenía su presidente y familia y el
resto de la población vivía en la más absoluta pobreza. En definitiva, es tan
importante conocer la riqueza de un país como su distribución.
El
bienestar está compuesto de muchos elementos, algunos no estrictamente
económicos, como la salud o la seguridad, pero es obvio que es incompatible con
la pobreza. Nos podríamos preguntar: ¿cual es el nivel mínimo de ingresos que
debe tener una persona para que pueda empezar a disfrutar del bienestar? Una
primera aproximación sería, como mínimo, el necesario para que las personas
financien todas sus necesidades básicas, dentro del contexto social en que se
encuentran. Entendiendo esas necesidades como las condiciones habituales de
vida de la sociedad en la que se integran. Por ejemplo, hace 50 años no se
consideraba habitual en todas las familias europeas disponer de un coche, hoy
en día – ¿no sé si mañana? -, forma parte de las necesidades básicas de dichas
familias, junto con otras posesiones, servicios y suministros, que son
consideradas imprescindibles y que no lo eran antes o no lo son en otras
sociedades y continentes. No es compatible el bienestar de una sociedad con
unas amplias bolsas de pobreza.
Por
lo tanto, si coinciden conmigo que debemos exigir a los gobiernos que
desarrollen políticas para mejorar el bienestar de sus ciudadanos, conviene
saber como nace históricamente este concepto en la política y en la economía.
El llamado “estado del bienestar” surge en Europa con motivo de su
reconstrucción, a partir de la Segunda Guerra Mundial. El objetivo era hacer
crecer la economía para recuperar los niveles de vida precedentes, pero los
líderes políticos de la época eran conscientes de que no tenían que
reproducirse las causas que habían motivado las dos anteriores guerras. Por
otra parte, se iniciaba la “guerra fría” y el auge del socialismo en el mundo
bajo la influencia soviética. Este auge representaba una amenaza como
alternativa de modelo de sociedad para las clases trabajadoras de Europa. Por
lo tanto, era fundamental que el crecimiento de le economía en la Europa
Occidental se produjera sin grandes desequilibrios sociales.
Era
necesario establecer una cierta protección de las capas más desfavorecidas que
evitara los conflictos entre clases. El estado del bienestar no era el objetivo
sino un medio para conseguir el crecimiento de la economía: para crecer y crear
riqueza era necesario mantener la paz social. De alguna forma se puede decir
que el bienestar no ha sido nunca el objetivo principal del llamado estado del
bienestar. El bienestar estaba supeditado al crecimiento.
La
crisis del estado de bienestar referido a unos pocos
El
estado del bienestar es propio de la sociedad europea y, salvo pequeñas
excepciones, Europa es una “isla” en el Mundo. Pero, desde hace un tiempo, este
concepto está en riesgo de extinción al considerarlo incompatible con el
crecimiento de la economía. La globalización ha hecho que las desigualdades
sociales representen una ventaja competitiva para determinados países en
detrimento de los que son socialmente más justos. Como solución a esta
situación, se quieren proponer soluciones “ultraliberales” bajo la
consideración de que son las más eficaces para favorecer el crecimiento
económico. El argumento es siempre el mismo: “debemos crecer para crear riqueza
y luego repartirla”, la promesa histórica de siempre. Pero, como ya les
demostré en un anterior artículo, el resultado está siendo el incremento de las
desigualdades.
Hace
tiempo que sabemos que el crecimiento por el crecimiento no tiene sentido, se
está poniendo en riesgo el Planeta y a las generaciones futuras. El cambio
climático está cada vez más presente a pesar de que algunos todavía son capaces
de negarlo. La naturaleza se deteriora constantemente por intereses poderosos
que la quieren explotar hasta sus últimas consecuencias. Escondemos nuestras
“basuras” en Occidente, pero nos conformamos en consumir productos baratos
basados en la producción en países pobres donde no hay ningún derecho hacia las
personas y ninguna protección del medio ambiente.
La
crisis actual provocada por la pandemia del coronavirus, ha puesto mucho más
patente las contradicciones de nuestro modelo de crecimiento. No es la primera
vez, la crisis anterior también las evidenció, pero quizás no quisimos verlas,
al contrario, se volvió a poner en duda el estado del bienestar y se creó desde
entonces la ficción de que no es sostenible (la sociedad no puede financiar los
costes que representa la sanidad, la educación, la asistencia social, las
pensiones, etc.). Todo esto se hizo mientras no había ninguna objeción en
destinar volúmenes importantes de recursos para salvar el sistema financiero.
Quizás
lo que corresponde ahora es fijar, como principal objetivo de la economía, el
de promover el bienestar a los ciudadanos y supeditar a ello el crecimiento. Ya
no se trata de crecer por crecer, se trata de distribuir la riqueza, el Estado
debe intervenir en la economía para facilitar y promocionar los elementos
básicos que constituyen el bienestar: medio ambiente, salud, seguridad,
ingresos, vivienda, empleo, educación, satisfacción, compromiso cívico, balance
vida-trabajo, comunidad, etc.
El
problema de este planteamiento es que abandonar el objetivo del crecimiento por
el crecimiento entra en contradicción con el sistema capitalista. El motor de
este sistema es el lucro. El afán de lucro es lo que mueve los mercados. Para
que funcione el lucro las decisiones de los agentes económicos deben ser
adoptadas bajo el criterio de rentabilidad y en este criterio está implícito el
crecimiento. El “driver” del crecimiento económico, en nuestro sistema, es tan
relevante que cuando se agota se producen las crisis económicas. Por eso el
sistema funciona mediante crisis cíclicas.
No
se si hay algo mejor que nuestro actual sistema económico, pero conviene
reflexionar para “reinventarlo” para que el objetivo principal deje de ser el
crecimiento por el crecimiento y se dirija a proveer el bienestar a los
ciudadanos. Esto es lo que toca y, como dije, la desgraciada crisis actual
puede servir, como mínimo, para replantearnos muchas cuestiones pendientes que
no nos atrevíamos a abordarlas.
Como
conclusión, Para intentar buscar la salida de la
crisis actual no basta la solución de sacrificar el estado del bienestar, sino que hemos de
ahondar mucho más en el origen de esta crisis.
La
crisis social y cívica actual
Intentemos analizar los rasgos que caracterizan esta situación de crisis que vivimos, que parece asemejarse a un colapso porque estamos asentados ante una bomba de relojería que parece que en cualquier momento ha de explotar:
La
primera bomba del tiempo es la creciente, excesiva y desproporcionada acumulación de
dinero y, por ende, de poder político y militar de una minoría cada vez más
minoritaria, tanto a escala global como a escala nacional. Esta acumulación
crecientemente desproporcionada, producto de la espiral que retroalimenta el
poder del dinero con el poder político-mediático y viceversa (dinámica que
produce bolas de nieve primero y avalanchas después) se agravará aún más por la
automatización del trabajo. El desempleo en los países ricos, centros del
control financiero, narrativo y militar, aumentará la tensión, no porque la
economía del mundo rico colapse sino, quizás, por lo contrario. El creciente
fascismo y las reacciones micropolíticas de la izquierda con marchas y
contramarchas, serán solo síntomas violentos de un problema mayor.
La
segunda bomba de tiempo es la gravísima amenaza ecológica, producto,
naturalmente, de la avaricia de esa minoría y del sistema económico basado en
el consumo y el despilfarro ilimitado, en el desesperado crecimiento del PIB a
cualquier costo, aun al costo de la destrucción de los recursos naturales
(flora y fauna) y de sus mismos productos (automóviles, televisores y seres
humanos). El desplazamiento de millones de personas debido al aumento de las
aguas y los desiertos, nuevas enfermedades y el creciente costo de la tierra,
acelerarán la crisis.
La
hegemonía de Estados Unidos, que se asume será pacíficamente compartida por una
sociedad de conveniencia con China, muy probablemente seguirá la Trampa de
Tucidides, y el evento decisivo, del conflicto y de la derrota militar de la
Pax americana, será un evento de gran magnitud en el área del Pacifico Este. La
marina más poderosa del mundo y de la historia, encontrará una derrota
material, política y, sobre todo, simbólica. Solo la futura crisis demográfica
en China (el envejecimiento de la población y las anacrónicas políticas de
inmigración y la desconformidad de una generación acostumbrada al crecimiento
económico) podría retrasar este acontecimiento por décadas.
El
panorama, por donde se lo mire, no es alentador. Quizás de ahí el cerrado
negacionismo de quienes están hoy en el poder. Ese negacionismo ciego en todas
las esferas está hoy representado por el presidente de Estados Unidos, Donald
Trump, y por las corrientes nacionalistas y neo racistas, precisamente cuando
el problema es global. La presidencia de este país podrá ser reemplazada por un
candidato de la izquierda, en el 2020 o en el 2024, pero no será suficiente
para detener el desarrollo de los acontecimientos ya desencadenados. Por el
contrario, será una forma de renovar la esperanza en un sistema y en un orden
mundial que está llegando a su fin de forma dramática.
Si
bien es necesario continuar luchando por las causas justas de las micro
políticas, como los derechos de género en el uso de baños públicos (que para
los individuos no tiene nada de “micro”), etc., ninguna de estas medidas y
ninguna de estas luchas nos salvará de una catástrofe mayor. Cuando ya no haya
tierra, agua, alimentos, leyes, cuando los individuos y los pueblos estén
luchando por sobrevivir de la forma más desesperada y egoísta posible, a nadie
le importarán las causas de la micro política.
Lo
bueno es que, si bien el pasado no se puede cambiar de forma honesta, el futuro
sí. Pero para hacerlo primero debemos tomar conciencia de la gravedad de la
situación. Si realmente vamos caminando hacia atrás, rumbo hacia el abismo, el
simple acto de detenerse un momento para pensar en un cambio de rumbo, parece
lo más razonable.
La llamada
crisis epocal del siglo XXI
Con
una diferencia de pocos años hemos vivido dos crisis económicas. La profundidad
del daño causado a la actividad económica por estas dos crisis sólo es
comparable a las que ocurrieron en la Gran Depresión de 1929, las guerras
mundiales y la de España. Cierto es que también hubo años de dificultades
económicas a principios de los setenta, ochenta, noventa y dos mil, pero aún
siendo sumamente duras, no pueden compararse. Pero cada una ha tenido orígenes
sorprendentes.
Recordemos.
La de principios de los setenta se produjo como consecuencia de la subida de
los precios del petróleo, como venganza por el apoyo a Israel en la guerra de
Yom Kippur. La de los ochenta fue la crisis de la deuda latinoamericana y la
reconversión de la economía española. La de los noventa de nuevo tuvo su origen
en las subidas del precio del petróleo, como consecuencia de la guerra de
árabes contra Israel. La de principios del siglo veintiuno vino de la burbuja
de las puntocom, posteriormente, de los atentados de las Torres Gemelas. Y la
de 2008 fue consecuencia del desbarajuste generado por las hipotecas basura.
Ahora, un virus. Así que guerras, burbujas, reconversiones industriales,
disparates financieros, virus. Cuando todo parece ir bien, o mejor, las cosas
empiezan a ir mal.
Visto
lo visto, debemos concluir que el mundo es tan complejo que siempre hay un
riesgo de desequilibrio que termina afectando al bienestar de muchas personas.
Se dice, es la sociedad del riesgo. La conclusión parece clara: siempre habrá
alguna causa que dispare una crisis económica, como siempre las hubo. Teniendo
en cuenta que algunas veces les toca sufrir a unos y otras a otros, lo
inteligente es estar siempre preparados y mancomunar los riesgos. ¿Recordaremos
esto cuando los efectos principales de la actual crisis hayan pasado?
La
crisis actual tiene algunas características especiales. Su origen es la
paralización de la actividad económica por “decreto”. Después vendrán los daños
derivados.
Hay
algunas interpretaciones de esta crisis pretendidamente inteligentes, que en
realidad reflejan sólo ideas preconcebidas e intencionadas, en el sentido de
que “tengo un enemigo y todo lo que ocurra lo aprovecho para echarle la culpa”.
La nobleza de llamar la atención sobre los problemas medioambientales no
justifica el despropósito del razonamiento. El asunto no es ese entonces,
es qué factores animan nuestra capacidad para recuperar la actividad. Así que
frente a la tesis de la vulnerabilidad está la tesis de la especialización
flexible, como la bibliografía sobre pequeñas economías insulares ha
desarrollado desde hace cuarenta años.
Los
efectos de esta crisis son enormes.
La
actual crisis dejará de nuevo una enorme tasa de desempleo. La población más
afectada serán los jóvenes que no han tenido el primer empleo, sin estudios
postobligatorios. Pero también los autónomos sufren, una parte de los cuáles
pasarán desgraciadamente a la economía informal. Y claro está, los trabajadores
con contratos temporales, que viven pendientes de la rotación en el empleo y
que verán que se amplían los períodos entre contrataciones. Esto es fácil
intuirlo.
Por
esto, llevamos tiempo reclamando una renta mínima que cubra los períodos de
carencias drásticas. También que las regulaciones de empleo tipo ERTE se
conviertan en un instrumento de carácter permanente con una legislación
necesariamente ajustada. En contra de lo que se puede pensar, esto no es tirar
el dinero público, al contrario, estas rentas vuelven de inmediato a la
economía privada vía consumo. Tampoco desincentivan la oferta de trabajo, como
está demostrado empíricamente. Así que haríamos bien en desterrar viejos
tópicos.
Preocupa,
y con razón, el futuro del turismo. Tenemos una gran experiencia acumulada en
el sector. Hay profesionales e investigadores con suficiencia para hacer frente
una vez más, y ya son muchas, a las dificultades derivadas de las
perturbaciones externas. Veo la necesidad de un afán conjunto en pro de una
reputación nacional e internacional intachable, sostenida sobre la seguridad y
el medio ambiente. Consideremos la reputación como un producto final y
trabajemos en toda la cadena de valor ligada a ese producto final, porque la
hospitalidad está en todos los comportamientos sociales.
Y hablando de reputación, es fundamental el buen gobierno. Chocamos con las reglas generales manejadas desde el Gobierno del Estado y la Unión Europea. Se necesita urgentemente hacer efectivo el margen de deuda y de gasto. No conviene centralizar en exceso el nivel de decisiones porque, guste o no, hemos diseñado un modelo cuasifederal con una ya larga trayectoria y experiencia de gobierno, esto es un valor. Además, el Gobierno de España debería impulsar alguna modificación de los incentivos del REF. Y la rapidez y facilidad del crédito es fundamental para conservar el potencial de producción y distribución, porque el éxito de las medidas de la Unión Europea dependen de ello.
DIAGNOSTICO
FRENTE A LA SITUACION PRESENTE
Estamos
ante una nueva gran transformación.
Nuestra edad es
insistente, a veces casi desesperadamente, en la búsqueda de un concepto
de orden mundial. El caos amenaza de lado a lado con una
interdependencia sin precedentes: en la difusión de las armas de masa
destrucción, la desintegración de los Estados, el impacto de las depredaciones
ambientales, la persistencia de prácticas genocidas y la difusión de nuevas
tecnologías que amenazan con generar conflictos más allá de los humanos control
o comprensión Los nuevos métodos de acceso y comunicación de información unen
regiones como nunca antes y proyectar eventos a nivel mundial.
Estamos
asistiendo a la caída de la civilización occidental capitalista
Estamos
asistiendo no solo a una situación de crisis muy grave sino a una verdadera crisis
civilizacional, es más, podíamos atrevernos a decir que estamos asistiendo
a la caída de una civilización. Vamos a tratar de explicar los
factores que nos llevan a tal supuesto. “Cuando a los Estados Unidos le da
catarro a nosotros nos da pulmonía” decía Maurice Bishop “Cada expresión de la
Civilización Occidental es a la vez una expresión de Barbarie” decía Walter
Benjamin “Sin lucha no hay progreso” decía Frederick Douglass.
El
intelectual Afro-Caribeño, Aime Cesaire declara que “Una civilización que se
prueba incapaz de resolver los problemas que crea es una civilización
decadente. Luego añade que “una civilización que decide cerrar sus ojos a
sus problemas más cruciales es una civilización enferma” y que “una
civilización que usa sus principios para trampa y engaño, es una civilización
muriente.” Hoy día, podemos decir que fue una aseveración
profética si lo consideramos como pronóstico de la crisis actual de la
civilización occidental capitalista.
Las
imágenes cotidianas y más mediáticas de millones de personas desempleadas,
desterradas, familias sin hogar, hambrunas y epidemias masivas, violencias
múltiples (étnico-racial, religiosa, sexual, doméstica, geo-política,
genocidios, guerras); expresan una condición de malestar profundo que
caracterizamos como crisis.
Los
síntomas de crisis global se componen con movilizaciones y huelgas generales.
Salen al relieve millones de desamparados emigrantes, los genocidios, el
destierro masivo de grandes poblaciones, millones de desplazados, etc . A esta
crisis socio económica hay que sumarle los desastres climáticos y
epidemiológicos que son al menos parcialmente causados por la crisis
ecológica.
Vamos
a tratar de analizar lo que hemos venido a denominar la crisis del mundo
occidental, para luego tratar de deslindar distintas teorías de su carácter,
emergencia, temporalidad, y sus posibles escenarios de resolución.
La
crisis como categoría político epistémica
Cuando
hablamos de crisis nos referimos a una situación insostenible, que requiere
cambios sustantivos, y nuestro argumento es que no solo la economía y la
política sino también las lógicas culturales, éticas, epistémicas, y ecológicas
del sistema del mundo moderno colonial capitalista se encuentran sumidas en
esta condición.
La
palabra “crisis” se deriva del griego significando “ese momento liminar en el
que se decide el desenlace de una dolencia, en el que el cuerpo escenifica el
‘juicio final’ a partir del cual se impone definitivamente la enfermedad o la
salud.” En su filología griega, Krisis –“decisión”– procede de Krio –“yo
separo, decido, juzgo”– y de ambos se desprende “crítica”. Una crisis,
pues, es esa situación en la que se dirime el destino y se revelan los límites
de un organismo vivo o una estructura compleja. Por ende, estar en crisis
significa una coyuntura crítica en la que se decide la suerte del sistema
mismo.
Lo
contrario de krisis es kairos, que en la filosofía
griega y romana era la “oportunidad”, el “momento justo”, la
grieta temporal de la intervención divina. La crisis es también nuestro
kairos. Tiempo de crisis, supone también un tiempo de discernir, escoger,
distinguir, de tener ojos críticos. Tiene que ver también con el verbo
acrisolar, purificar. Las crisis sistémicas se deben entender como
momentos de grandes riesgos y sufrimientos para la mayoría de la humanidad,
largas coyunturas de hambrunas, desempleos, guerras, violencias múltiples,
perdidas de vida y recursos; pero también como periodos de emergencia de nuevos
modos de vida y de insurgencia de movimientos y alternativas libertarias y de
equidad.
En
ese sentido se podría decir que las crisis sistemáticas implican tanto
destrucción de lo viejo como creación de algo nuevo. La crisis representa
condiciones en la cuales se imponen transformaciones estructurales ya que las
formas y normas fundamentales de funcionamiento de un sistema social no solo no
funcionan bien, pero lo que es peor generan situaciones de caos, malestar
colectivo, carencias, violencias y resistencias.
Crisis recurrentes y crecientes del Capitalismo Histórico
Los
procesos político-económicos del patrón del poder, que sobre todo en sus
aspectos de economía-política y geo-política denominamos capitalismo histórico,
han sido azotados por crisis globales al menos desde la primera globalización
propiamente dicha en el siglo XIX. Tanto las causas como la temporalidad de
dichas crisis son asuntos ampliamente debatidos.
Para
entender la crisis actual es necesario destacar dos atributos generales de las
crisis recurrentes del capitalismo histórico; por un lado su carácter cíclico y
por otro lado el que su magnitud y profundidad es cada vez mayor. Si partimos
de mediados del siglo XIX podemos identificar crisis cíclicas. Pero además de
ser recurrentes dichas crisis son cada vez mayores tanto en su escala espacial
y profundidad de efectos, como en las aéreas de la vida social que afectan. A
este carácter creciente de las crisis del capitalismo histórico lo
caracterizamos como una tendencia secular a ser cada vez mayor y por ende a
desafiar la capacidad del sistema-mundo moderno/colonial capitalista de
recuperarse y reestructurarse.
Raíces
y temporalidad de la crisis actual
Hay
diferentes modos de entender y explicar la crisis presente. En contraste, los
análisis marxistas y radicales de la crisis actual la entienden como un
problema más fundamental, de larga duración, y de carácter global, pero aun
tendiendo a enfocar en lo económico.
Si
concentramos en el siglo XX y lo que va del XXI, resalta primero el periodo de
guerras, revoluciones, movimientos mundiales por reivindicaciones sociales y
nacionales que corrió aproximadamente entre 1914-1945.
El
conjunto de ideologías, discursos, políticas de gobierno, y formas de
explotación del trabajo y acumulación de capital, que denominamos como
neoliberalismo son producto de un conjunto de estrategias económicas,
políticas, e ideológicas para reestructurar las condiciones de rentabilidad del
capital y poder occidental como respuesta a una severa crisis de acumulación y
legitimidad en el sistema-mundo moderno/colonial capitalista.
El
capitalismo neoliberal ha sido confrontado por movimientos y movilizaciones a
través del mundo desde rebeliones populares espontaneas . Dos ejemplos
principales de como confluyen y entran en coalición estos movimientos son las
demostraciones masivas y militantes contra organizaciones del capital
transnacional comenzando por las movilizaciones contra la Organización Mundial
de Comercio en Seattle, Washington, EEUU en Diciembre de 1999 y los procesos de
Foro Social a partir del Foro Social Mundial en Porto Alegre, Brasil.
Perspectivas
de economía-política de la crisis presente
Hay
un importante debate en cuanto a la economía política de la crisis actual. Aquí
concentraremos en la teoría marxistas y radicales que son las que intentan
formular explicaciones de fondo. Planteamos de entrada una postura contra la
reducción tanto de lo económico a lo financiero como también critica de la
reducción de la crisis a sus dimensiones de economía política.
A
pesar de las diferencias hay tres elementos claves que recuperamos de las
teorías marxistas y radicales de la crisis: que son sistémicas, que tienen una
recurrencia cíclica, y que son de carácter creciente o secular. Las crisis del
capitalismo no son simples fluctuaciones en los ciclos de negocio sino producto
de sus contradicciones políticas y económicas y de intentos de restructuración
del patrón de poder. En el sentido estricto económico son crisis de
rentabilidad del capital (o sea de ganancias) lo cual implica disminución en
los niveles de inversión acompañados por crecimiento del capital financiero,
destrucciones masivas de capital, desempleo masivo, marginalidad y hambre para
las masas trabajadoras, los sectores populares y los campesinados.
En
contraste a los análisis de los economistas neoclásicos, los marxistas y
radicales no ven la situación actual como una recesión de corta duración sino
como expresión de una condición persistente de problemas económicos que comenzó
en la década de los 1970s. Las diferencias son en las causas principales, la
dinámica de la crisis, el rol del estado y los actores sociales, sus
implicaciones políticas, y los proyectos y horizontes de futuro.
En
contraste, analistas de la modernidad capitalista en como sistema-mundo,
entienden la crisis como un fenómeno global en su conjunto a la vez que tienden
a conjugar las dinámicas económicas con fenómenos geo-políticos (imperialismo,
hegemonía mundial, guerras) y luchas históricas (movilizaciones, movimientos
antisistémicos, revoluciones).
Esta
larga crisis se produce por un marcado debilitamiento de las tasas de
crecimiento y de inversión que no han vuelto a alcanzar nunca (e insisto en ese
“nunca”) los niveles que habían alcanzado en la post-guerra.” También analiza
la erosión relativa de las fuentes naturales de materias primas y productos
(como el agua, el oro, el petróleo), el aumento de la “acumulación por
expropación” (expropiación de comunidades de sus territorios y de campesinos de
sus tierras para crear nuevas fuentes de ganancia, recolonización de espacios
urbanos para vivienda y negocios rentables para el capital), y el dominio del
capital financiero como hitos de la crisis presente.
Uno
de los análisis más complejos y de mayor riqueza de la economía política de la
crisis del sistema-mundo capitalista es el de Giovanni Arrighi que dice
que primero en cada ciclo sistémico de acumulación emerge como
dominante el capital financiero una vez el capital productivo entra en una
crisis de ganancias; segundo que
las crisis sistémicas implican situaciones de caos en el capitalismo histórico
tanto en las condiciones económicas como en la estabilidad política lo que
quiere decir intensidad de guerras, olas de movimientos antisistémicos, y
perdida de hegemonía mundial, todo lo cual ha desembocado en procesos de
reconfiguración del sistema en su conjunto a partir de la agencia histórica de
nuevos poderes hegemónicos ; tercero, que tanto los requisitos de
acumulación de capital (la lógica económica) como de hegemonía imperial (la
lógica geo-política) de reproducción del sistema son cada vez mayores y por
ende en cada crisis se hace más difícil superar el caos y reconfigurar las
condiciones de rentabilidad y hegemonía. Esto último implica que “cada centro
emergente de su serie es de mayor escala y ámbito territorial que sus
precedentes” y que “la expansión del capitalismo mundial se ha basado en la
formación de organizaciones capitalistas dirigentes cada vez más poderosas”.
En
general, estos tres argumentos de Arrighi, son válidos aunque sean
insuficientes tanto para entender la crisis como para crear alternativas. Una
de las interpretaciones más influyentes del capitalismo contemporáneo en
general y de la crisis presente en particular es la de David Harvey, quien ha
sido influenciado por la analítica de Arrighi. Resaltaremos tres de sus
planteamientos principales: primero, el argumento de la centralidad
de la acumulación por desposesión como estrategia clave en el paradigma neoliberal
de globalización capitalista; segundo, la importancia del espacio y
la territorialidad en los procesos tanto de acumulación de capital como de
poder imperial; y tercero, la concatenación de una pluralidad de
procesos en la causación de la crisis actual.
El
análisis de Harvey historiza y complejiza las dimensiones de economía política
de la crisis actual, pero su óptica no avanza mucho mas de las lógicas
económicas y geo-políticas, lo que es afín con su reduccionismo de clase al
plantear alternativas de proyecto histórico y por eso su propuesta política no
articula una visión más allá de las propuestas de redistribución de riqueza y
poder del socialismo del siglo XX.
En
general coincidimos con el tipo de interpretación que realiza Harvey de la
crisis actual en la cual se analizan una diversidad de fuentes que causan la
caída en la tasa de ganancias y los niveles de actividad económica lo cual
tiene como consecuencia un capitalismo de casino, o sea un patrón de
acumulación sustanciado en finanzas y especulación. Sin embargo, nuestra
interpretación de las crisis cíclicas y crecientes de la modernidad
capitalista, y particularmente de la que encaramos ahora, transciende los
instrumentos de análisis de la economía política. Hay que superar el
economicismo y “colocar la crítica revolucionaria en el plano de la totalidad
del sistema”.
Peculiaridades de la crisis actual
Como
ya hemos argumentado, las crisis del sistema-mundo moderno/colonial capitalista
son recurrentes y crecientes. Como también hemos dicho, la crisis actual es la
de mayor escala y profundidad que este sistema ha experimentado, y por eso se
cuestiona la capacidad que pueda tener el sistema de revivir sus condiciones de
rentabilidad y crecimiento. Varios de los analistas de la crisis actual la
entienden como terminal dado que el capital en su fase de globalización
neoliberal ya ha intentado colonizar todo el planeta, se acaban los espacios de
mercado que abrir, el trabajo se ha precarizado, y la burbuja financiera ya
estallo. Pero también hemos planteado que la crisis consiste en mucho más que
sus dimensiones de economía política. De hecho, la peculiaridad principal de la
crisis presente es que es real y efectivamente una crisis de la civilización
occidental capitalista en sus múltiples dimensiones y lógicas diversas.
Resumiríamos que la crisis actual tiene diversas dimensiones adicionales, entre las cuales señalaríamos una crisis ecológica, epistémica, éticocultural, política, y de inter-subjetividades. En esta exploración de las múltiples dimensiones de la crisis actual y de sus vertientes más peligrosas tienen diversas implicaciones para la integridad del planeta y para la supervivencia misma de la vida misma.
Crisis
ecológica, alimentaria, energética y nueva política ecológica
Una
de las dimensiones más críticas de la crisis civilizatoria actual es la
ecológica. El llamado “cambio climático” es una especie de eufemismo para
denominar el debacle ambiental causado por la acumulación en el tiempo de las
injurias que el paradigma de desarrollo productivista y extractivista que prima
en el capitalismo histórico ha causado en la ecología planetaria. La emisión
indiscriminada de gases tóxicos alimentado por un modo de producción donde la
naturaleza es vista como terreno para la apropiación y explotación y como
fuente de ganancia, la revitalización de la minería a costa de la erosión y
mercantilización de recursos vitales como el agua junto con la amenaza a las
formas de vida ancestrales de comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas,
y la insistencia de los poderes occidentales (bajo el recalcitrante liderato de
los Estados Unidos) de continuar con esa racionalidad económica que cada vez
destruye más el ambiente y pone en peligro la vida misma del planeta, componen
lo que definimos como una severa crisis ecológica.
Uno
de los síntomas más notables de la crisis ecológica que ahora se le llama
“calentamiento global” es el resultado del efecto acumulativo de más de 200
años de una civilización industrial que no escatima en la emisión de sustancias
toxicas y de manera insensible no le importa como esto daña al orden natural ya
que sus fines principales son la producción desmedida de mercancías y la
búsqueda de ganancias. Los gases de efecto invernadero se han venido acumulando
en el globo terráqueo desde la llamada revolución industrial pero las mayores
concentraciones han ocurrido en el contexto de la globalización neoliberal.
Hablar
de la crisis climática es hablar de la crisis del sistema capitalista o más
bien de la crisis del mundo a raíz del sistema capitalista y del colonialismo
que durante siglos explotaron sin límites los recursos naturales, las culturas
de los pueblos, sus saberes y conocimientos y las fuerzas de trabajo de miles
de millones de personas, de aquellas que sostienen con su esfuerzo y sus
energías la vida de las sociedades del mundo.
Así,
el cambio climático que a estas alturas puede considerarse como uno de los
mayores crímenes cometidos contra la humanidad y contra la Madre Tierra, es el
síntoma más claro y paradigmático de una crisis civilizatoria que ha tocado
límites.” La
severidad de la dimensión ecológica de la crisis de la civilización occidental
capitalista ha colocado la política ecológica en el centro de los debates
claves tanto ético-políticos como epistémicos.
Crisis
política: Crisis de la democracia liberal y la hegemonía imperial
La
dimensión más estrictamente política la podemos definir como una doble crisis,
por un lado la erosión definitiva de la democracia liberal representativa, y
por otro lado pérdida de hegemonía imperial. Comenzamos con la crisis de la
democracia liberal representativa que ha servido desde el siglo XVIII tanto de
ideología hegemónica del estado moderno como de forma política paradigmática de
los estados metropolitanos.
Los
sujetos que han sido excluidos y marginalizados de los beneficios de la
ciudadanía moderna (derechos, participación, y pertenencia plena a una
comunidad política) han luchado históricamente tanto por la extensión del
sufragio ciudadano (mujeres, sujetos negativamente racializados, otredades
sexuales), como por la proliferación de los derechos (civiles, políticos,
sociales, culturales, sexuales) y por la democratización de la democracia
(representativa, participativa, deliberativa) a escalas locales, nacionales,
regionales, y globales.
Esta
relación entre tendencias despóticas en el poder burgués (capitalista, racial,
y patriarcal) y las luchas históricas de los sectores subalternos le ha dado un
carácter contingente e inestable a la forma política paradigmática de los
centros del poder occidental que es la democracia liberal representativa.
La
crisis actual conlleva a una erosión definitiva de las formas democráticas de
la modernidad capitalista tanto en los centros de poder occidental como en los
espacios subordinados.
Para
este efecto convergen una serie de factores incluyendo: la centralización del
poder político en el ejecutivo en detrimento de la representación y
participación ciudadana en los escenarios nacionales, la formación de un bloque
global imperial donde se toman decisiones claves para el mundo al margen del
escrutinio de los ciudadanos, y la pérdida de capacidad y voluntad de los
estados de servir como agentes efectivos en la redistribución de poder y
riqueza.
Otra
de las paradojas de los estados capitalistas en la era neoliberal y su crisis,
tanto en los centros metropolitanos como en las semiperireferias y periferias,
es la combinación de reconocimiento de derechos culturales y étnico-raciales
con la perdida de políticas sociales a favor de la redistribución de riqueza y
poder.
En
conclusión, todo esto expresa una crisis de la forma misma de la nación-estado
moderno/colonial revelada por la erosión de la democracia liberal burguesa
traducida en la centralización del poder, la creciente conversión de la
política electoral en simulacro más-mediático (sobre todo en los Estados
Unidos) y la crisis de legitimación demostrada en la caída en la participación
electoral, y la emergencia de formas locales y extra-estatales de organización
de autoridad política como también en el poder del capital transnacional sobre
las naciones-estado especialmente en la periferia.
Crisis
de la hegemonía del poder imperial
Si
analizamos lo político desde sus aspectos formales e institucionales podemos
distinguir cuatro escalas: local-regional, nacional, regional-supranacional y
global. A escala mundial, la crisis se caracteriza por carencia de hegemonía
combinada con perdida creciente de la soberanía relativa de los estados-nación
sobre todo en la periferia. La ola de movimientos antisistémicos de los
1960s-70s marco el principio del final de la hegemonía yanqui en el
sistema-mundo moderno/colonial capitalista.
Dicha
crisis de hegemonía es a la vez causa y efecto de la crisis de la economía
mundial y el estado moderno. Aquí se conjuga la erosión de la democracia
liberal representativa con la perdida de hegemonía global del estado imperial.
En esta sección analizaremos dos aspectos de la crisis del poder imperial, el
cual desglosaremos en sus dimensiones políticas y económicas. La pérdida de
poder económico se conjuga con la primacía de militarización y guerra en lo que
se ha denominado el nuevo imperialismo estadounidense.
Como
decía sarcásticamente Arrighi, “Estados Unidos, mientras derroca regímenes
delincuentes, primero en Afganistán y ahora en Iraq, es el país más endeudado
del mundo (lo que le conduce a una) dominación sin hege-money.” Es decir, la estrategia bi-partidista de
jugar la carta militar para ganar otro “Siglo Americano”, se ha convertido en
una táctica de “dominación sin hegemonía” a la vez que ha exacerbado la crisis
económica del país-imperio.
El
militarismo imperial estadounidense manifiesta una voluntad inútil de recobrar
una hegemonía perdida para siempre, lo que le envuelve en una dinámica de
guerra perpetua y violencias entretejidas que expresan una vertiente constante
en el patrón de poder moderno/colonial a través de su larga duración.
Más
allá de la perdida de la hegemonía estadounidense, la crisis actual representa
una crisis de la hegemonía occidental y de las culturas capitalistas. En este
sentido, la era presente se podría caracterizar con el concepto “gramcsiano
de interregno” como un periodo transicional donde no hay un hegemón, existe
un caos en el sistema mundo, y más aun cuando hay una crisis raigal en el
patrón de poder moderno/ colonial. Ahora nos detendremos brevemente primero en
las dimensiones éticas y subjetivas de la crisis, para luego discutir
rápidamente sus aspectos epistémicos.
Dimensiones
culturales, éticas, epistémicas, y subjetivas de la crisis actual
Lo
político se corresponde a las dimensiones culturales, epistémicas, éticas y
subjetivas de la crisis del la civilización occidental capitalista. En este
registro se integran la crisis de valores, de proyectos de vida, de modos de
producción y comunicación de conocimientos, y de formas de identidad y
subjetividad imperantes en la civilización occidental capitalista. Esto es en
parte resultado del fracaso de los modelos de desarrollo socio-económico,
ecología, y organización política de la modernidad capitalista como también de
sus lógicas culturales hegemónicas con sus elementos éticos, estéticos,
cognoscitivos, e identitarios. En este sentido planteamos que la liberación de
historias, memorias, conocimientos, y modos de vida no-occidentales es un
síntoma positivo de esta crisis.
Una
de las peculiaridades y novedades de la crisis actual es su severidad en tanto
crisis de las estructuras de conocimiento de carácter
eurocéntrico-occidentalista, en las formas hegemónicas que también
conceptualizamos como “colonialidad del saber”. Su contraparte en la búsqueda
de justicia epistémica se ha convertido en uno de las características y
reclamos principales de una nueva ola de movimientos antisistémicos que surgen
como actores protagónicos en los procesos crecientes de des/colonialidad del
poder y el saber produciendo un nuevo episteme y racionalidad de vida.
Cada
vez más las comunidades subalternas, los espacios de movimiento social, y los
escenarios de nueva izquierda se afirman como “insurgencias político
epistémicas” que politizan la cuestión del conocimiento como uno de los campos
de lucha principales y por ende uno de los flancos más débiles de la
civilización occidental capitalista.
La
des/colonialidad del saber se ha convertido en objetivo político y práctica
principal de una nueva constelación de movimientos antisistémicos que construye
cotidianamente nuevos modos de producción y comunicación de conocimientos. En
la misma vena fluyen las dimensiones culturales de la crisis. Una de las
características de la coyuntura actual es la proliferación de “guerras
culturales” que desafían y proponen alternativas a la llamada “alta cultura” y
a la cultura corporativa mass-mediática occidental en todos los ámbitos de la
vida social desde lo estético y los saberes hasta la sexualidad y las culturas
políticas.
El
surgimiento de nuevos lenguajes, géneros culturales y discursos críticos, está
asociado a la afirmación de valores y modos de subjetividad que desafían lo
ética capitalista y los estilos de vida promovidos por la civilización
occidental. La emergencia de valores pos-capitalistas y de imaginarios
políticos pos-liberales van vinculados al surgimiento de lugares de vida
alternos y alternativos a las culturas y modos de vida dominantes.
La
crisis ética de la civilización occidental capitalista no es solo de valores
sino más aun de convivencia, modos de vida, e intimidad, en fin de
inter-subjetividad. La crisis existencial de sentidos y horizontes de vida se
expresa en los altos índices de suicidio, drogadicción, violencia domestica, y
declaraciones de aburrimiento y falta de esperanza en muchos jóvenes sobre todo
en los centros occidentales.
En
resumen, todo lo argumentado demuestra el fracaso de los modelos de desarrollo
socio-económico, ecología, y organización política de la modernidad
capitalista, como también de sus lógicas culturales hegemónicas con sus
elementos éticos, estéticos, cognoscitivos, e identitarios. En realidad,
vivimos la mayor y más profunda crisis de la civilización occidental
capitalista, que bien podría ser su crisis terminal y definitiva ya que se
cuestionan sus fundamentos mismos al implosionar sus tendencias más perversas y
por la insurgencia de alternativas civilizatorias.
SINTESIS:
PARA TENER LEVANTADO EL CORAZON NECESITAMOS VOLVER AL CORAZON
Sería pobre si nos quedásemos solo en una lectura exógena de orden sistémico dese una aproximación sociológica, geopolítica o crisis endémica o ecológica. Precisamos de una lectura más endógena buscando las raíces a nivel más profundo.
La necesidad de volver al corazón.
En uno de los últimos artículos sobre la última encíclica del Papa sobre el Sagrado Corazón de Jesús (DN) remarcaba el Papa Francisco la necesidad de volver al corazón (DN cap I). No dejemos que nuestro corazón se embote y se endurezca. Levantemos nuestro corazón a Cristo
El hombre y nuestro mundo parece haber perdido el corazón.
el Papa explica por qué es necesario «volver al corazón». En un mundo en el que estamos tentados de «convertirnos en consumistas insaciables y esclavos de los engranajes de un mercado (DN 2). En la sociedad actual el ser humano corre el riesgo de perder su centro, el centro de si mismo. El hombre contemporáneo aparece dividido, casi privado de un principio interior que genere unidad, armonía en su ser y en su obrar (DN 9)
El corazón del hombre está desintegrado,
¿Aqué se deve nuestra división interior?, no hay unidad entre nuestro pensar, sentir, y actuar. Pensamos una cosa, sentimos otra y actuamos de otra
forma en desacuerdo con El pensar y sentir de Cristo. Como ya decía el Concilio Vaticano II en su constitución sobre el mundo moderno Gadium et spes (GS), la
dicotomía que afecta a nuestro mundo contemporáneo hunde sus raíces en una
dicotomía que hunde sus raíces en el corazón. La dicotomía que vemos en
nuestro mundo a la vez poderoso y débil capaz de aspirar a hacer lo que es
noble y a la vez su degradación, progreso de avanzar y al mismo tiempo
retroceder, ansia de libertad y múltiples formas de esclavitud. Esta dicotomía
exterior nos habla de una división interior, una desintegración del corazón (GS
9-10)
Los desequilibrios que fatigan al
mundo moderno hunden sus raíces en el corazón humano (GS 10) (DN 29)
El mundo solo puede cambiar a partir de la transformación del corazón.
Es el corazón «el que une los fragmentos» y hace posible «cualquier vínculo auténtico, porque una relación que no se construye con el corazón es incapaz de superar la fragmentación del individualismo» (17).
La gran transformación que necesitamos ha de brotar del corazón. llamada a la solidaridad ha de brotar desde dentro del corazón. La Iglesia esta llamada a anunciar a Cristo como el que nos trae la salvación. La Iglesia está llamada a crear puentes de diálogo a sanar las relaciones. Para ello es prioritario la necesidad de conectarnos de nuevo con nuestro ser más profundo, con Dios.
El mundo se cambia por dentro cambiando el corazón
Nuestras comunidades sólo desde el
corazón lograrán unirse reconciliarse y pacificarse para vivir como hermanos.
En él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, e
construir en este mundo un reino de amor paz y justicia. (DN 28)
Volvernos al corazón de Cristo tiene
unas consecuencias sociales. Nuestro corazón unido al corazón de Cristo será
capaz de este milagro social. (DN 28-29)
Necesitamos volver al corazón de Cristo.
Nuestro corazón es frágil y está herido. Necesitamos el auxilio del
amor divino (DN 30) Solo en el Corazón de Cristo aprendemos a amar, nos
reconocemos a nosotros mismos y somos capaces de encontrarnos con los otros (DN
31).
Nuestra cultura está herida pero no de muerte, hay síntomas de muerte pero también síntomas de vida. Hemos de promover la cultura de la vida, del cuidado de la vida de nuestro planeta, de nuestra casa común.
CONCLUSION
Comenzábamos con el inicio de un himno de Adviento y queremos
acabar con el final del himno:
Consolad a mi pueblo:
Consolaos y alegraos
desterrados de Sion
que ya viene ya
está cerca
él es nuestra salvación.
Nos alienta una promesa:
Que los pueblos se conviertan
que se vuelvan hacia mí para salvarlos
que vuelvan de los confines de la tierra
pues yo soy Dios y no hay otro
Yo abriré una
calzada para que vuelvan los desterrados
los gerifaltes
y déspotas serán derribados de sus tronos
los brazos de
los poderosos se vendrán abajo
el corazón soberbio
y engreído se derretirá como la cera.
Se quebrará la
vara de los malvados
el bastón de
los déspotas se romperá
y un pueblo
humilde caminará por mis sendas
un niño los
pastoreará
Los pobres y
los débiles pacerán en mis pastos
el desierto se
convertirá en un vergel
el sordo
escuchará mis palabras
Los ciegos
verán la luz y los paralíticos podrán andar
se levantarán y
brincarán como las hace las gacelas
yo los guiaré
hacia mi morada Santa.
(Extractos del "libro de la Consolación" del profeta Isaías)
Más allá de las evidencias y razonamientos y lógicas de este mundo
se nos invita a entrar en la lógica de la fe para creer en lo que nos parece
imposible, esperar contra toda esperanza. En medio de un mundo que vaga en la
noche por sendas de oscuridad, donde predomina la indiferencia, la desconfianza,
la desesperación, se nos invita a caminar como peregrinos de esperanza al
encuentro del señor
Nuestra esperanza tiene un nombre Jesús de Nazaret. Caminemos por
sus sendas. Siguiendo la imagen de la barca (recordemos aquella oración urbe
et orbe qué hacía el Papa Francisco ante la plaza del Vaticano vacía en medio de la pandemia), cuando
la barca se ve amenazada, azotada por las olas en medio de la tormenta y acuden
al Cristo que permanecía dormido: “Señor salvanos que nos hundimos”. Cristo
se levanta y les responde “No temais” increpa al viento y se calma la
tormenta y sobreviene la paz.
En este tiempo el Papa nos invita de nuevo: “no temáis, en la barca está
Cristo, nos vamos a la deriva”. Levantemos a él nuestra oración. Levantemos
los brazos y el corazón. Debemos de mantener viva la llama de la fe y el
horizonte de la esperanza. La fe es el antídoto frente al miedo y la esperanza
es la virtud humilde que da alas a nuestro caminar.
Abramos las puertas del corazón y saquemos los cerrojos que nos
aisladas y nos encierran en nosotros mismos. Abramos las puertas a Cristo y a
los hermanos para salir al encuentro de los demás. Es una invitación hoy salida
del corazón de Dios que sale a nuestro encuentro y nos alienta caminar abrir
caminos nuevos de paz de concordia y reconciliación.
Caminar con los ojos y las manos abiertas para salir al encuentro
de los marginados y descartados los pobres los emigrantes los discapacitados
los que son víctimas de las guerras los niños y ancianos abandonados el despojo
de nuestra cultura de muerte y del descarte
Miremos la realidad del mundo con amor y solicitud sensible a las
necesidades de los otros abrámonos con estupor y asombro la presencia humilde
del señor que camina a nuestro lado.
Que como reza la oración de este Jubileo que “el próximo jubileo
nos fortalezca en la fe nos ayude a renovar a reconocer a Cristo resucitado
presente en medio de nuestro mundo y en medio de nuestras vidas y nos
transforme en peregrinos de esperanza”