lunes, 17 de junio de 2024

LA MISTICA DEL CORAZON

 

LA MISTICA DEL CORAZON

(LA DEVOCION, LA ESPIRITUALIDAD Y LA MISTICA  

DEL SAGRADO CORAZON DE JESUS II)

CONTEMPLARÁN AL QUE TRASPASARON (Jn 19,36)

 

 


Introducción

Este mes de Junio está dedicado al sagrado Corazón de Jesús. Después de la celebración de la Pascua hemos cebrado en la Iglesia dos festividades grandes, la del Corpus Christi y la del Sagrado Corazón de Jesús, ambas muy interrelacionadas. El 7 de junio celebramos la fiesta del sagrado Corazón de Jesús y el 8 el Inmaculado Corazón de María. El Papa Francisco ha manifestado que publicará el próximo mes de septiembre una exhortación apostólica sobre Sagrado Corazón de Jesús.

En este artículo vamos a detenernos en la espiritualidad del Sagrado Corazón de Jesús como exponente de la corriente de la mística del corazón y de su relevancia para nuestro mundo de hoy. Tenemos publicado en nuestro blog darmarperegrino.com el artículo del 8 de junio de 2023.

Pienso que este año dedicado a la oración, profundizar en la fuente de espiritualidad que descubrimos en la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y en relacionarla con la mística del corazón, puede contribuir a avivar el deseo de acercarnos a esta fuente para beber del manantial de agua viva que encierra. Lo podríamos resumir en una sola frase reencontrar la mística del corazón.

La fuente de espiritualidad que surge del Sagrado Corazón está unida a la fuente de espiritualidad de la Eucaristía y del Cuerpo Místico de Cristo. Diríamos que es una forma de acercar la profundidad de este misterio al pueblo de Dios para que vuelva a la fuente central de nuestra fe y que es fuente inagotable de vida y de renovación en el presente marasmo espiritual que vivimos.

¿Porque queremos relacionar la devoción al Sagrado Corazón de Jesús con la mística del corazón? Creemos que la devoción al Sagrado Corazón no responde a una simple devoción popular, sino que responde a toda una profunda espiritualidad alimentada de una profunda mística. Von Balthasar decía que el mundo de hoy está necesitando de corrientes profundas que sin duda proviene de una profunda mística. Los santos han sido y son con su mística contemplativa promotores de una renovación profunda espiritual.

La veneración al Sagrado Corazón de Jesús está estrechamente unida a la veneración y adoración al Santísimo sacramento y a la Eucaristía. No existe peor mal que no reconocer amor tan grande. ¿Cómo puede ser que Dios ame a una criatura tan vil y miserable como es el hombre?, ¿Puede algún ser humano no conmoverse y abrasarse ante el amor de Jesús? Jesús dándose por nosotros en la Eucaristía de cada día, permanece encerrado en un altar todos los días y todas las horas del día… ¿no basta eso para llevarnos a venerarle, honrarle y amarle?

El relacionar la devoción al Sagrado Corazón de Jesús con la mística del corazón nos llevará a una renovación espiritual profunda, a una sanación del corazón, a una nueva floración salida del mismo corazón de Jesús latiendo ahora en nosotros.




  1. EL CONTEXTO

  1.1 Documentos Pontificios sobre el Sagrado Corazón de Jesús

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús ha sido una parte integral de la espiritualidad católica, promovida y fortalecida por diversos papas a lo largo de los siglos. Sobre todo en los dos últimos siglos, a través de varios documentos, los papas han expresado la importancia de esa devoción, proporcionando orientación y reflexiones teológicas a los fieles.

Los papas en los dos últimos milenios han desarrollado toda una doctrina al respecto. Fue con León XIII donde se despertó la cuestión social. Más tarde fue Pio XI quien promulgó una encíclica desde la preocupación por defender los derechos humanos. Después de la desgarradora experiencia de las dos guerras mundiales, los papas han querido salir al paso de los grandes desafíos emergentes por el cambio de época, con la publicación de diversos documentos poniendo la relevancia de la necesidad de volver a la raíz, a la fuente al manantial de todas las gracias que parten del Sagrado corazón de Jesús.

El papa León XIII promulgó, el 25 de mayo de 1899, la encíclica Annum Sacrum, en la que recomienda la práctica de la devoción al Sagrado Corazón, y algunos de sus sucesores hicieron lo propio, en especial Pío XI, en su encíclica Miserentissimus Redemptor, del 8 de mayo de 1928, y Pío XII, en sus encíclicas Summi Pontificatus, del 20 de octubre de 1939, Mystici Corporis, del 29 de junio de 1943, y Haurietis Aquas, del 15 de mayo de 1956. Esta última contiene una exposición integral del culto y la devoción al Sagrado Corazón y debe convertirse en lectura indispensable para quien desee conocer a fondo la posición pontificia al respecto. El Concilio Vaticano II, 1962-1965, hace referencia al Corazón de Cristo en varios documentos. Finalmente, el Papa Juan Pablo II incluyó el tema como parte del Catecismo de la Iglesia Católica, en 1992.

  • Encíclica «Annum Sacrum» (1899) – Papa León XIII

En 1899, el Papa León XIII publicó la encíclica «Annum Sacrum», con la que realizó un acto de consagración del mundo entero al Sagrado Corazón de Jesús. Este documento destaca la importancia de la devoción al Sagrado Corazón como un medio esencial para fortalecer la fe y la caridad entre los fieles. León XIII subrayó que el Sagrado Corazón es un símbolo del amor infinito de Cristo y una fuente de gracia y misericordia para toda la humanidad. La consagración del mundo fue vista como un acto significativo para contrarrestar los desafíos espirituales de la época y renovar la vida cristiana.

  • Encíclica «Miserentissimus Redemptor» (1928) – Papa Pío XI

El Papa Pío XI, en su encíclica «Miserentissimus Redemptor» de 1928, se centró en el tema de la reparación al Sagrado Corazón de Jesús. Este documento subrayó la necesidad de que los fieles ofrezcan actos de reparación por los pecados de la humanidad, que ofenden profundamente al Corazón de Cristo. Pío XI destacó que la devoción al Sagrado Corazón no solo es una forma de expresar amor y gratitud a Jesús, sino también una manera de participar activamente en la redención mediante el ofrecimiento de actos de penitencia y reparación. Esta encíclica fue un llamado a los católicos para combatir el secularismo y el alejamiento de la fe a través de una devoción más profunda y comprometida.

  • Encíclica «Haurietis Aquas» (1956) – Papa Pío XII

En 1956, el Papa Pío XII publicó la encíclica «Haurietis Aquas», una profunda reflexión teológica sobre el Sagrado Corazón de Jesús. En este documento, Pío XII exploró el significado bíblico y teológico de la devoción, presentando al Sagrado Corazón como el símbolo por excelencia del amor redentor de Cristo hacia la humanidad. La encíclica analiza cómo esta devoción se fundamenta en las Sagradas Escrituras y en la tradición de la Iglesia, y cómo debe ser practicada con fervor y constancia. Pío XII animó a los fieles a profundizar en esta devoción, reconociéndola como una fuente de renovación espiritual y de fortaleza frente a los desafíos del mundo moderno.

  • Encíclica de Papa Francisco (sept 2024)

El papa Francisco ha manifestado en varias ocasiones que nos encontramos ante una solapada tercera guerra mundial. Nos encontramos ante un gran desafío, un cambio de época que ha puesto en crisis las bases de nuestra humanidad. En un mundo que ha perdido sus raíces y el vínculo primordial, una humanidad que ha perdido el corazón hace un llamamiento a volver nuestra mirada a Sagrado Corazón de Jesús, como centro unificador y pacificador, es el único capaz de transformar, sanar y curar el corazón (la mística del corazón). Hoy más que nunca se nos pide que no nos olvidemos de Jesucristo, de su amor por nosotros. Esta es la llamada, acoger su amor, recibir su amor hasta dejarnos transformar de manera que el more en nosotros.

 



  1.2 EL CONTEXTO DE AYER Y DE HOY

Pastor de Israel ven a visitar tu viña la cepa que tu diestra plantó y tu hiciste vigorosa. Han derribado la cerca para la saqueen los viandantes, la pisoteen y se la coman las alimañas. La han talado y le han prendido fuego… Nos diste a comer llanto a beber lágrimas a tragos, somos objeto de burla e irrisión. Nuestros enemigos se burlan de nosotros. Despierta tu poder y ven a salvarnos. Restáuranos que brille tu rostro y nos salve (Sal 76)

Nos corresponde a nosotros recordar el pasado para vivir el presente con fe y esperanza. Este salmo responde a la súplica de un pueblo en medio del oprobio. Cuando pareciera que Dios ha dejado y abandonado a su suerte en medio de la dificultad, de problemas y dificultades insolubles, Dios interviene.

Jesús mismo en su persona vivió la mofa y el escarnio y el oprobio en la cruz. Los que pasaban y lo veían alzado en la cruz lo insultaban y decían: Tú que destruyes el Templo y lo levantas en tres días sálvate a ti mismo y baja de esa cruz (Mc 15, 29-30)

También hoy la Iglesia vive momentos de crisis y persecución. La Iglesia es objeto de burla y aparece desprestigiada. La situación presente de la Iglesia y de nuestro mundo parecería con poco futuro. Hay quienes como profetas de desesperanza presagian la destrucción y el fin del mundo. Muchos los que presagian para la Iglesia su declive y derrumbe, sin embargo, Dios ha intervenido y sigue interviniendo en la historia. No hemos de caer en el miedo y la desesperanza.

En cada momento de la historia interviene Dios en favor de su pueblo. Aunque la última verdad es que todo este mundo pasará y se acabará, anunciamos unos cielos nuevos y una tierra nueva (cf. Ap 20) donde vencerá el amor sobre el egoísmo, el bien sobre el mal. Dios no abandona el mundo y la Iglesia bajo las fuerzas del mal. Los falsos cristos, profetas de desesperanza, los falsos ídolos, las falsas ideologías y falsos fanatismos pasarán. No hemos de quedarnos dormidos en la noche del desencanto, hemos de levantarnos. Hemos de estar despiertos y alerta. Se trata de percibir su venida en medio de los acontecimientos de la historia, se trata de un parto doloroso hacia un nuevo nacimiento.

En los inicios de este tercer milenio estamos viviendo tiempos convulsos que nos dejan ver la división, la fragmentación y el gran deterioro de las raíces, los bases y valores que han servido de sustento a nuestra sociedad, deterioro de la familia, de la democracia, de las instituciones y los estados de derecho la degradación del medio ambiente en general.


                                                

1.2.1 EL CONTEXTO DE AYER. La reparación a tantos agravios

Cuando surge en la Iglesia el auge de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús como narra santa Gertrudis es para erradicar el olvido, los ultrajes y el desprecio con el que se ofendía al Santísimo Sacramento presente en la Eucaristía. Esto movió a la santa a consagrarse con la Ofrenda al Sagrado Corazón de Jesús para erradicar la tibieza y flojedad en tantos fieles y extender la devoción al Sagrado Corazón de Jesús para en adelante ser menos olvidado, mejor servido y mucho más amado.

El amor de Jesús no es reconocido ni correspondido, ni amado (San Juan de Ávila). Antes al contrario, cuántos oprobios ha recibido el Cuerpo adorable de Cristo, cuántos horribles agravios se han cometido contra tantos altares, sagrarios. Cabe pues preguntarse ¿Cuántos agravios, profanaciones y sacrilegios al Santísimo sacramento de la Eucaristía? ¿Cómo se celebra la eucaristía y cuántos acuden a ella? ¿Dónde las iglesias repletas de adoradores?

En la devoción de ayer se promovía la comunión en los primeros viernes, las visitas al Santísimo Sacramento, la adoración del Santísimo y están muy bien pero hoy debemos de extenderla a honrar también el Cuerpo de Cristo en tantos miembros ultrajados que sufren y son víctimas de la indiferencia, el desprecio, la injusticia o la guerra.

 


1.2.2 EL CONTEXTO DE HOY. Un mundo en sequía

“El Señor dirigió la palabra al profeta: vete de aquí hacia el oriente y escóndete junto al torrente Carit, que queda cerca del Jordán. Bebe del torrente y yo mandare a los cuervos que te lleven allí la comida. Elías hizo lo que le mandó el Señor, y fue a vivir junto al torrente Carit. Los cuervos le llevaban pan por la mañana, y bebía del torrente”. (1 Re 17, 1-6)

Vivimos en un mundo en sequía, reseco por falta de agua viva lo que hace aflorar un cortejo de corazones secos. Más que nunca se hace más manifiesta la necesidad de volver a la fuente de aguas vivas para beber del torrente que calma la sed.

Se ha perdido el sentido ético, estético, moral, de la vida. Se ha perdido el canon, el orden, el sentido de lo bello, bueno verdadero. Se hace urgente volver a la fuente para devolver al mundo el aroma de lo bueno y verdadero que subyace entre cenizas en el corazón del hombre.

Cristo se ha hecho solidario de los sufrimientos del hombre y es agraviado cuando el hombre es vulnerado en su dignidad de hijo de Dios. Cuántos oprobios sigue recibiendo Cristo en su Cuerpo, en sus miembros más frágiles, indefensos y vulnerables. La tibieza e indiferencia ante el Santísimo Sacramento en el Cuerpo Eucarístico se extiende ante tantos miembros sufrientes. Los oprobios y desprecios que tantos hombres sufren hoy en la violación de sus derechos los sufre Jesús hoy en tantas víctimas de la guerra, de la injusticia o la indiferencia.

El eclipse de Dios nos ha llevado al eclipse del hombre y al eclipse del amor. El hombre no es reconocido, no es amado. Es preciso reconocer a Cristo herido, ultrajado, sufriendo en tantos hermanos.

En la festividad del Corpus Christi el papa Francisco hizo un llamamiento a toda la Iglesia:” La guerra, el egoísmo, la indiferencia están reduciendo a montones de escombros y ruinas vastas poblaciones de la tierra. En nuestro mundo hace falta la fragancia a pan horneado y partido, el pan de la gratitud, de la verdad, de la libertad, del amor, un bien demasiado precioso para ser desechado. Hay quien dice que es libre quien sólo piensa en sí mismo, quien disfruta de la vida y quien y quien con indiferencia y arrogancia hace lo que quiere a pesar de los demás. Pero esto no es libertad: es una esclavitud oculta, una esclavitud que nos hace aún más esclavos” (Homilía del 2 de junio en la celebración del Corpus Christi, en la basílica de San Juan de Letrán, Roma)

El Papa Francisco de nuevo en la celebración del Sagrado corazón de Jesús invitó a mirar con confianza al Sagrado Corazón manso humilde y misericordioso de Jesús y a pedirle que haga nuestros corazones semejantes al suyo.

 


  1. ASPECTOS RELEVANTES DE NUESTRO CONTEXTO
... Hubo una gran oscuridad en medio de la tierra ... (Mc 15, 33)

2.1   El eclipse de Dios y el eclipse del amor

El mundo se ve sumido en una espiral de guerra que parece no tener fin. A veces hemos querido responder a tanta injusticia con la ley del talión del ojo por ojo y diente por diente y no hacemos sino incrementar el odio con la venganza hasta masacrar al enemigo que nos asedia. Pero la violencia engendra violencia y el odio una espiral de violencia que parece no tener fin.

Cuántos hombres se levantan cada día en medio del terror, del miedo, como si se tratara de una macabra pesadilla. Detrás de la negra espesura que cubre nuestras almas y nuestro mundo brilla el sol, el sol que no tiene ocaso.

Fácilmente caemos en el desaliento, en el pesimismo. Desde el fondo del alma grita al Señor. Dónde estás Señor, dónde te escondiste que no te vemos, nuestros ojos están ciegos de tanta maldad. Señor danos tu luz, déjanos ver tu luz, déjanos ver tu rostro.

No dejemos que la tiniebla sofoque la luz. No somos hijos de las tinieblas sino de la luz (1 Tes 5, 6). Nuestros ojos los hiciste para ver para contemplar no para llorar. Despierta tú que vives en tinieblas. En medio de la noche de nuestro mundo contemplarán al que traspasaron (Jn 19,36).

Tenemos a un Salvador que conoce nuestras angustias dolores y sufrimientos. También el Señor paso por la noche del tedio, del pavor, del miedo, de la soledad, la angustia, el abandono hasta rozar la desesperación mi alma está envuelta en una tristeza de muerte. Dios mío porque me has abandonado (Mc 16,34). Dice mi corazón herido déjame ver tu rostro déjame oír tu vos que tu voz es suave y encantador tu rostro (CC Sal 27). Señor alivia los ahogos de mi corazón y danos tu salvación

Un corazón abierto y traspasado en donde encontramos refugio. Tu Señor te sentiste hundido en la soledad en medio de la más espantosa tiniebla y oscuridad, pero no desesperaste sino que confiaste. Quisiste mostrarnos tu corazón compasivo, herido de amor por salvarnos. Señor ten misericordia de nosotros y sálvanos. Basta una sola mirada, una sola palabra salida de tu corazón. Solo tu amor misericordioso es capaz de transformar la tortura en dulzura, la desolación en consolación, la ausencia en presencia, la muerte en vida. 

2.2   La tierra se cubrió de oscuridad 

Si echamos un vistazo al mundo de hoy es un mundo que se deshace en pedazos a causa de la guerra y la violencia. El mundo se está volviendo un lugar más violento que si lo comparamos con el principio de este siglo se asemeja a una guerra sumergida de escalada mundial. Podemos destacar al menos ocho grandes guerras, además de decenas de conflictos armados de menor intensidad, según advierten los investigadores.

 

Junto a la guerra entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza, que acumula miles de muertos desde el 7 de octubre, y la invasión rusa de Ucrania, que cumplirá dos años en febrero de 2024, en este momento se viven conflictos armados a gran escala en Burkina Faso, Somalia, Sudán, Yemen, Myanmar, Nigeria y Siria.

 

El número de conflictos ha aumentado y el número de muertes relacionadas con combates ha aumentado en un 97% solo en 2022, con un aumento de más del 400% desde el inicio de la década de 2000. El año pasado es considerado el más mortal por conflictos desde el genocidio de Ruanda en 1994, con un total de 237.000 muertes.

 

Dos guerras particularmente violentas: la de Rusia y Ucrania, y la que libra el Gobierno de Etiopía contra el rebelde Frente de Liberación del Pueblo Tigray, con más de 81.500 y 101.000 muertos, respectivamente, hasta finales de 2022.

La guerra civil en Yemen, que según la ONU ya ha causado más de 300.000 muertes desde su inicio en 2014, también continúa sin que se atisbe un final.

 

La guerra en Burkina Faso es la parte más violenta de un conflicto armado más amplio en la región del Sahel, en el norte de África, que incluye regiones de 10 países: Mauritania, Senegal, Mali, Burkina Faso, Níger, Nigeria, Chad, Sudán, Eritrea y Etiopía.

 

La guerra civil en Somalia se intensificó en la primera década de los años 2000 con la aparición de Al Shabaab, aliado de Al Qaeda, en lucha contra las fuerzas gubernamentales respaldadas por la Unión Africana.

 

En Sudán casi seis millones de personas han sido obligadas a abandonar sus hogares desde el inicio de la guerra en abril de este año.

En seis meses, el conflicto entre las fuerzas militares de Sudán y un grupo paramilitar que intenta tomar el control del gobierno ha causado la muerte de hasta 9,000 personas, según las Naciones Unidas, creando "una de las peores pesadillas humanitarias de la historia reciente".

 

Según la agencia de migración de la ONU, los enfrentamientos han dejado a 25 millones de personas, más de la mitad de la población, a merced de recibir ayuda humanitaria.

 

Diversos grupos insurgentes han operado en Myanmar desde la década de 1950. Muchos de ellos han radicalizado sus acciones y aumentado el nivel de violencia en su intento de tomar el poder y derrocar al nuevo régimen militar. Más de 13.000 niños han muerto en el país y 1,3 millones de personas han sido desplazadas de sus hogares.

 

La guerra sigue causando estragos en Nigeria, Siria, Yemen. El foco principal en la actualidad involucra a grupos rebeldes y a grandes potencias extranjeras como Rusia, Turquía, Qatar, Arabia Saudita y Estados Unidos. Se dan continuas batallas entre las fuerzas gubernamentales y grupos radicales islámicos en diferentes estados que buscan el control de territorios.

 

Muchas de estas guerras y conflictos, pese a la muerte y destrucción que acarrean no reciben mucha atención en todo el mundo. Niveles elevados de preocupación o indignación" en las poblaciones de grandes potencias económicas y militares influyen en la disposición de estos países a "dedicar atención y recursos" a pacificar lugares en conflicto.

 

Las partes en conflicto, incluidas las potencias externas, también pueden sentir que pueden actuar con impunidad cuando no están bajo los focos de los medios de comunicación, agravando el problema, porque la comunidad internacional ha señalado, en cierto sentido, que 'no le importa'.

 

El fruto de la confrontación, la división y la guerra genera enormes ambivalencias que se van agudizando hasta adquirir dimensiones inéditas y que ponen en riesgo el deterioro del planeta y el orden mundial. La difusión de nuevas armas y tecnologías amenazan con generar más conflictos. La espiral de la guerra amenaza a una controversia de dimensión mundial. Los estados enfrentados se preparan para la guerra. Son muchos los que tienen que escapar y de huir para tratar de salvar sus vidas de la destrucción, la muerte, el genocidio. Se ha disparado el fenómeno migratorio.

 

Toda esta situación genera escepticismo, confusión, desconcierto, indignación, resentimiento, crispación, frustración, inseguridad, miedo, que genera gran desesperanza. El deterioro se manifiesta en la violación de los derechos humanos, la corrupción de las bases que debían mantener el orden de una convivencia pacífica.

 

La distorsión afecta a la concepción de la persona, la sexualidad, el género, el matrimonio la paternidad, la maternidad, la familia y todos los sistemas que mantenían el entramado social. También la Iglesia experimenta esta degradación en la cantidad de casos de abusos y casos de corrupción que salen a flote. El globalismo secularista el materialismo y relativismo reinante han puesto en crisis el clericalismo.

 

La secularización y globalización no solo afecta a la sociedad en general sino al interno de la propia iglesia. Caemos en la mundanidad cuando nos dejamos llevar por la cultura dominante. La iglesia cae presa del relativismo, de las ideologías, los fanatismos, los totalitarismos y fundamentalismos. La Iglesia pierde credibilidad y la religión cae en desuso o una práctica individualista relegada a una esfera privada.

 

2.3  La corrupción del corazón

 

Lo que sale del hombre tiene la raíz en su interior. Del corazón del hombre salen las malas intenciones, la inmoralidad, los robos, los asesinatos, la codicia, la envidia, la injuria, el orgullo, la maldad. (Mc 7, 22)

 

El deterioro, la degradación y la corrupción que vivimos en nuestro mundo ha de llevarnos a un examen más profundo. Si vamos a la raíz de toda esta crisis humanitaria llegaríamos a descubrir la corrupción del corazón. El corazón es concebido como la sede, como el centro de nuestros sentimientos, convicciones y determinaciones.

 

La pérdida de la vinculación entre el bien y la verdad, el elogio de una libertad subjetiva desvinculada con el bien y la verdad nos lleva al subjetivismo, al relativismo ético y moral, a la ruptura de los vínculos y a la pérdida de los valores donde se fundamenta la vida y la dignidad de la persona. SE pierde la autenticidad, la trasparencia y se cae en la falsedad y la doble vida.

 

La corrupción del corazón conlleva la corrupción del hombre entero. El hombre se deshumaniza al perder su vínculo sagrado. La perder el valor sagrado se pierde toda conciencia y se permite todo. Se rompen los vínculos y se traspasan todos los límites. Se falsea la verdad, se violenta la libertad, se da rienda suelta al odio y la maldad.

 

En lugar de vivir conectados, interconectados, interdependientes, la corrupción del corazón nos hace caer en la indiferencia, el egoísmo, el individualismo. La fragmentación, y corrupción del corazón conlleva la desvinculación. Se pierde la referencia del otro, del bien común, de la solidaridad de la ayuda mutua. 

2.4   La sequía en el corazón

La desvinculación y el eclipse de Dios conlleva la ruptura con nuestro vínculo primordial, con la fuente de la verdad, el bien y el amor. El eclipse de Dios lleva consigo el eclipse del hombre. La desvinculación con Dios y el apego a los falsos ídolos derivan en la corrupción y sequía del corazón.

La corrupción del corazón conlleva una distorsión y deformación de los conceptos como la libertad, el derecho, la justicia, la democracia. La pérdida de la conciencia, del valor sagrado, del sentido moral conlleva una degradación sin límites. La deformación de la verdad nos lleva a una cultura fragmentaria que conlleva la violación de los derechos, a generar desigualdades a crear barreras y diferencias que parecen insalvables basadas la cultura del lucro y del descarte, la pobreza, el desempleo, el racismo, la trata de mujeres, el tráfico de órganos, la proliferación de armas, de drogas, las mafias y el crimen organizado o el terrorismo. Son tantos los que quedan excluidos, marginados, desprovistos de su dignidad de personas y considerados como meros objetos producto de descarte.

Hoy más que nunca se precisa defender una mente sana una vida sana una cultura sana donde se respeten los derechos inalienables y dignidad de cada persona. Derecho al trabajo, a la vivienda, a la familia, a la atención sanitaria, la libertad religiosa. 

   2.5 Un corazón herido, traspasado

Todos ustedes que pasan por allí, miren y observen si hay dolor semejante Mirad los que pasáis junto a la cruz y decidme si visteis amor más grande (Lam 1, 12)

Allí alzado en la cruz, en medio de la mayor oscuridad, se dejó ver el amor más grande. ¿Quién reparará en un amor así, quien se parará a contemplarte? Muchos que pasan por allí lo insultan y se burlan ¿no es el que anunciaba la salvación y que decía ser el Hijo de Dios?

Nuestra historia de desamor está penetrada en sus capas más profundas por toda una historia de amor y fidelidad de Dios. Las llamadas de Dios a volver a él son constantes. Si hoy escuchas su voz no endurezcas tu corazón (sal 96). Abre tu corazón que mi cabeza está cubierta de rocío del relente de la noche (CC 5, 2), Dame hijo mío tu corazón (Sal 4, 8). Inclina tu corazón y aplica tus labios a mi corazón traspasado y abierto para tí (Prov 23, 12). Bebe del torrente y sanará tu corazón (Sal 147, 3)

Volvámonos a él. Bueno es contemplarle y esperar en silencio su salvación. Yo se que El no nos da la espalda, no nos desecha para siempre, no nos trata conforme a nuestros pecados sino según su inmenso amor. Su misericordia es eterna, no se ha acabado ni agotado su ternura. Decid a los de corazón abatido, confiad en el señor, él vendrá y os salvará (Is 35, 4). Al verlo se estremecerá tu corazón (Is 60, 5)

Desde lo hondo invoque al Señor, no nos escondas tu rostro, déjanos contemplar tu amor. Invoqué al Señor desde la hondura de la fosa y El me atendió, el defendió mi vida y la sacó de ls garras de la muerte. 

Sorprende un amor que no abandona al hombre a pesar de su extravío. ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él ? (Sal 8). Sus heridas eran nuestras heridas, fue traspasado por nuestros pecados. El tomó nuestras heridas y cargó con todas nuestras enfermedades. (Is 53, Mt 8,17)

El sufre nuestras infidelidades, desprecios y lejos de responder con agravios responde con compasión hasta querer consolar las almas que les causan tormento y aflicción.

El Sagrado Corazón de Jesús tiene sentimientos. Su corazón sigue latiendo con los mismos sentimientos que cuando estuvo en esta tierra. Jesús sigue presente y vivo hoy. Podíamos pues preguntarnos cuáles los ultrajes que sufre y vive hoy? 

2.5   Se alejaron de Dios y se alejaron de los hermanos

En el libro del Génesis tras la ruptura radical que supone el pecado original nos deja ver toda una espiral de degradación del corazón. El hombre pasa de ser hermano, custodio y guardián de su hermano a un fratricida ¿Dónde está tu hermano? (Gn 4,9)

Dios creo al hombre y cuanto hay en la tierra y vio que era bueno. Dios nos dejó en el mundo y todo cuanto nos rodea, les entrego cuanto he creado, Dios nos dio un encargo y una tarea: trabajad la tierra y sometedla (Gn 2,28) Pero el hombre se alejó de Dios y de los hermanos y se convirtió en fratricida, genocida. Sometió la tierra no conforme al plan o designio de Dios sino a su propio albedrío y capricho. Convirtió la tierra bendita en una tierra maldita, inhabitables, inhóspita. Transformó el vergel de amor en un reguero de sangre.

La pregunta de dios a Caín ¿Dónde está tu hermano Abel? y la respuesta de Caín: No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano? (Gn 4, 9). Nos deja caer en cuenta del gran desgarrón que se produce en el corazón del hombre. Cada hombre es guardián de su hermano, porque Dios confía el hombre al hombre. Y es también en vista de este encargo que Dios da a cada hombre la libertad, que posee una esencial dimensión relacional. Es un gran don del Creador, puesta al servicio de la persona y de su realización mediante el don de sí misma y la acogida del otro. Sin embargo, cuando la libertad es absolutizada en clave individualista, se vacía de su contenido original y se contradice en su misma vocación y dignidad. Cuando la libertad es absolutizada en clave individualista, se vacía de su contenido original y se contradice en su misma vocación y dignidad.

Hay un aspecto aún más profundo que acentuar: la libertad reniega de sí misma, se autodestruye y se dispone a la eliminación del otro cuando no reconoce ni respeta su vínculo constitutivo con la verdad. Cada vez que la libertad, queriendo emanciparse de cualquier tradición y autoridad, se cierra a las evidencias primarias de una verdad objetiva y común, fundamento de la vida personal y social, la persona acaba por asumir como única e indiscutible referencia para sus propias decisiones no ya la verdad sobre el bien o el mal, sino sólo su opinión subjetiva y mudable o, incluso, su interés egoísta y su capricho.

Con esta concepción falsa de la libertad, la convivencia social se deteriora profundamente. Si la promoción del propio yo se entiende en términos de autonomía absoluta, se llega inevitablemente a la negación del otro, considerado como enemigo de quien defenderse. La sociedad se convierte en un conjunto de individuos colocados unos junto a otros, pero sin vínculos recíprocos: cada cual quiere afirmarse independientemente de los demás, incluso haciendo prevalecer sus intereses. Sin embargo, frente a los intereses análogos de los otros, se ve obligado a buscar cualquier forma de compromiso, si se quiere garantizar a cada uno el máximo posible de libertad en la sociedad. Así, desaparece toda referencia a valores comunes y a una verdad absoluta para todos; la vida social se adentra en las arenas movedizas de un relativismo absoluto. Entonces todo es pactable, todo es negociable: incluso el primero de los derechos fundamentales de la vida del hombre.

No se trata de buscar los culpables para convertirnos en verdugos. Todos somos culpables. No podemos decir que nuestras manos están limpias, están manchadas de sangre. Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. (Jn 8, 8 )

Fuimos llamados a vivir como hijos, como hermanos, en fraternidad, a vivir en el amor, la confianza. El eclipse de Dios nos ha llevado al eclipse del hombre y al eclipse del amor. Hemos de profundizar en las causas e ir a la raíz. 

   2.6 Se apartaron de la fuente y se fueron a beber a cisternas agrietadas de aguas infectadas

El eclipse de Dios nos ha llevado al eclipse del hombre y al eclipse del amor. Lo que resulta más contradictorio es que el amor de Dios no sea reconocido y amado, al contrario, encuentre en los hombres dureza, desprecio e ingratitud. Juan Pablo II en su encíclica Evangelium vitae (EV 20-22) examina las causas del deterioro y va a la raíz del corazón.

En la búsqueda de las raíces más profundas de la lucha entre la cultura de la vida y la cultura de la muerte, no basta detenerse en la idea perversa de libertad anteriormente señalada. Es necesario llegar al centro del drama vivido por el hombre contemporáneo: el eclipse del sentido de Dios y del hombre, característico del contexto social y cultural dominado por el secularismo, que con sus tentáculos penetrantes no deja de poner a prueba, a veces, a las mismas comunidades cristianas.

Quien se deja contagiar por esta atmósfera, entra fácilmente en el torbellino de un terrible círculo vicioso: perdiendo el sentido de Dios, se tiende a perder también el sentido del hombre, de su dignidad y de su vida. A su vez, la violación sistemática de la ley moral, especialmente en el grave campo del respeto de la vida humana y su dignidad, produce una especie de progresiva ofuscación de la capacidad de percibir la presencia vivificante y salvadora de Dios.

Una vez más podemos inspirarnos en el relato del asesinato de Abel por parte de su hermano. Después de la maldición impuesta por Dios, Caín se dirige así al Señor: Mi culpa es demasiado grande para soportarla. Es decir que hoy me echas de este suelo y he de esconderme de tu presencia, convertido en vagabundo errante por la tierra, y cualquiera que me encuentre me matará. (Gn 4, 13-14). Caín considera que su pecado no podrá ser perdonado por el Señor y que su destino inevitable será tener que esconderse de su presencia. Si Caín confiesa que su culpa es demasiado grande, es porque sabe que se encuentra ante Dios y su justo juicio. En realidad, sólo delante del Señor el hombre puede reconocer su pecado y percibir toda su gravedad. Esta es la experiencia de David, que después de haber pecado contra el Señor, reprendido por el profeta Natán (cf. 2 Sam 11-12), exclama: Contra ti sólo he pecado, lo malo a tus ojos cometí. (Sal 51 50, 5-6).

  2.7 El eclipse de Dios nos ha llevado al eclipse del hombre y al eclipse del amor. (EV 22-23)

¿Dónde están las raíces de una contradicción tan sorprendente? Cuando se pierde el sentido de Dios, también el sentido del hombre queda amenazado y contaminado, como afirma lapidariamente el Concilio Vaticano II: La criatura sin el Creador desaparece... Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida. El hombre no puede ya entenderse como  misteriosamente otro respecto a las demás criaturas terrenas; se considera como uno de tantos seres vivientes, como un organismo que, a lo sumo, ha alcanzado un estadio de perfección muy elevado. Encerrado en el restringido horizonte de su materialidad, se reduce de este modo a una cosa, y ya no percibe el carácter trascendente de su existir como hombre. No considera ya la vida como un don espléndido de Dios, una realidad sagrada confiada a su responsabilidad y, por tanto, a su custodia amorosa, a su veneración. La vida llega a ser simplemente una cosa, que el hombre reivindica como su propiedad exclusiva, totalmente dominable y manipulable.

Así, ante la vida que nace y la vida que muere, el hombre ya no es capaz de dejarse interrogar sobre el sentido más auténtico de su existencia, asumiendo con verdadera libertad estos momentos cruciales de su propio existir. Se preocupa sólo del hacer y, recurriendo a cualquier forma de tecnología, se afana por programar, controlar y dominar el nacimiento y la muerte. Estas, de experiencias originarias que requieren ser vividas, pasan a ser cosas que simplemente se pretenden poseer o rechazar.

Por otra parte, una vez excluida la referencia a Dios, no sorprende que el sentido de todas las cosas resulte profundamente deformado, y la misma naturaleza, que ya no es mater, quede reducida a material disponible a todas las manipulaciones. A esto parece conducir una cierta racionalidad técnico-científica, dominante en la cultura contemporánea, que niega la idea misma de una verdad de la creación que hay que reconocer o de un designio de Dios sobre la vida que hay que respetar. Esto no es menos verdad, cuando la angustia por los resultados de esta « libertad sin ley » lleva a algunos a la postura opuesta de una « ley sin libertad », como sucede, por ejemplo, en ideologías que contestan la legitimidad de cualquier intervención sobre la naturaleza, como en nombre de una « divinización » suya, que una vez más desconoce su dependencia del designio del Creador. En realidad, viviendo « como si Dios no existiera », el hombre pierde no sólo el misterio de Dios, sino también el del mundo y el de su propio ser. 

   2.8 Un hombre herido de amor, de corazón enfermo

En palabras del profeta Jeremías dos pecados han cometido mi pueblo: se apartaron de mi, que soy fuente de agua viva y se han ido a excavar cisternas rotas incapaces de retener las aguas (Jer 11, 13)

La enfermedad se produce cuando bajo la influencia de desviadores, el hombre desvía los polos y las facultades de su sentido natural que está en Dios. La enfermedad es algo que va en contra de nuestra naturaleza que nos hace daño y que necesita ser tratado para no empeorar nuestro estado. Se rompe el sano equilibrio y se produce una desintegración.

El eclipse del sentido de Dios y del hombre conduce inevitablemente al materialismo práctico, en el que proliferan el individualismo, el utilitarismo y el hedonismo. Se manifiesta también aquí la perenne validez de lo que escribió el Apóstol: Como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, Dios los entregó a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene (Rm 1, 28). Así, los valores del ser son sustituidos por los del tener. El único fin que cuenta es la consecución del propio bienestar material. La llamada calidad de vida se interpreta principal o exclusivamente como eficiencia económica, consumismo desordenado, belleza y goce de la vida física, olvidando las dimensiones más profundas las relacionales, espirituales y religiosas de la existencia.

Existen numerosos problemas que nos impiden crecer y que pueden provocar trastornos mentales o enfermedades mentales. Necesitamos ser curados de la apatía, el aburrimiento, el vacío nacido de la alienación experimentada de la naturaleza, de otras personas y de nosotros mismos. En tu tristeza, dolor y pena, volved a Aquel que tiernamente os ayudará. El Señor tomará lo que ha sido estropeado y arruinado por el mal para convertirlo en algo hermoso y bueno. 

  2.9 Los síntomas de un corazón enfermo

Diríamos que abandonando la fuente del amor el hombre entra en un proceso degenerativo que le va abocando cada vez más hacia el mal. Lo resumiríamos en una sola frase la degeneración, corrupción o perversión del amor.

Vamos a detenernos en algunos síntomas pero no para quedarnos en pobres diagnósticos sino para intentar ir a la raíz y curarnos del mal ¿De dónde surge el malestar, la impaciencia, la cólera, la amargura, los arrebatos, el rencor, la acedia, la pusilanimidad, la mezquindad? Los brotes malos proceden de un corazón herido y enfermo. La etiología de enfermedad viene de “in firmus” un corazón endeble , infirme que no hace pie en sí miso.

Un gran paso es reconocer el corazón enfermo. Debemos empezar a aceptándolo con humildad. Se precisa detectar todos esos sentimientos desoladores que provocan insatisfacción, desgana, amargura, frustración y que proyectamos fuera con descontento y murmuración. Se precisa de un autoexamen tratando de ver cómo me comporto, el porqué de mi comportamiento, para viendo las causas tratar de subsanar los malos brotes no alimentándolos para que no hagan daño sino de corregirlos para dar frutos buenos. Todo esto supone de una paciente poda. Se dan en nosotros actitudes perturbadoras, actitudes infelices y atormentadoras, que son un obstáculos para una vida sana en paz con nosotros mismos y con los demás que nos roban la felicidad y son la causa de una vida atormentada.

¿Qué síntomas nos descubren que estamos enfermos de amor?

  • La insatisfación, la amargura

Cuando dejemos de amar, actitudes atormentadoras te asaltarán, amargura, resentimiento, resentimientos sombríos y rencorosos. Necesitamos ser sanados y cambiar la amargura con el ungüento suave de la alegría. No podemos cambiar estos fuertes sentimientos de nosotros mismos. Necesitamos ser amados si queremos amar. Dos movimientos pueden activarse uno de una búsqueda de seguridad y placer en substitutos o adicciones que en lugar de aminorar empeoran nuestro estado. Otro el de querer evitar el sufrimiento lo que nos hace replegarnos, ponernos a la defensiva.

  • La confusión, las dudas y los miedos

Estamos llamados a aprender constantemente a convertir el miedo en la confianza y la fe usando cada tentación del temor como una oportunidad para practicar la fe. No debemos encerrarnos en una cueva oscura en un mundo de oscuridad exterior donde la luz y el amor no existen. Debemos abrirnos a la luz para que la luz entre cure cauterice. Se trata de un paciente proceso de abrirnos y dejarnos amar.

No hay peor ceguera que no querer ver. Nada peor que permanecer en la inconsciencia. Solo la verdad nos hará libres. El verdadero amor echa fuera todo miedo. Hemos de conjugar amor en verdad. Muchos de nuestros problemas ocurren porque basamos nuestras elecciones en certezas poco confiables de acuerdo con nuestra cultura (todos lo hacen), tradición (siempre lo hemos hecho), razón (parece lógico) o emoción (simplemente se sintió bien). Necesitamos una norma definitiva para decidir y discernir cuál es la voluntad de Dios. Escucha a Dios, lo que dice acerca de nosotros podemos discernir el camino correcto.

La verdad te liberará, pero primero duele y puede hacerte sentir miserable. Algunas veces aceptar la verdad puede ser difícil o incluso doloroso. Evitamos la conversión del corazón. Es humano resistirse al cambio. No debemos tener miedo, hemos de aprender a confiar en Dios.

A veces debemos confiar en un médico que ha de operarnos y no evitar el sufrimiento del dolor, lo hace por nuestro bien. Por un problema momentáneo podemos alcanzar una gloria eterna. Es el fuego del sufrimiento el que produce el oro de la piedad. El Señor está lleno de misericordia y compasión, cerca de los quebrantados de corazón. No quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva.

  • La ceguera, el tedio, la apatía, la desgana, la tibieza

No hay peor ceguera que la del hombre que no quiere ver. La ceguera espiritual ni se conmueve con las verdades y mucho menos con las evidentes pruebas de amor. No halla gusto en las cosas espirituales y se vive postrado a los gozos de las realidades terrenas. La laxitud de conciencia le lleva a una insensibilidad cada vez más grande.

  • La corrupción y la perversión del corazón

Se trata de una desviación de una pérdida de orientación fundamental. Se apartaron de mí la fuentes para cavarse cisternas agrietadas. En el origen del desequilibrio y el mal se encuentra una pérdida de la comunión interior. Cuando se daña la comunión con Dios deriva en una ruptura con nosotros mismos y con los demás. Las pasiones desordenadas poco a poco se apoderan del alma y no la dejan progresar. Hemos de cuidar de tres pasiones desordenadas dañinas porque dañan una relación sana con Dios, con nosotros mismos y con los demás y que son germen de desorden. El orgullo, la codicia y la vanidad. ¿Cuáles son esas cisternas agrietadas que corrompen el agua?

  • La ansiedad del poseer

El hombre pierde su orientación y pone los bienes temporales como fin y no como medio. El uso de los bienes es administrativo y no abusivo para el propio disfrute. La avidez y la avaricia no tiene límites. De la codicia material se pasa a la codicia espiritual. Se propicia el apego al poder y la dominación sobre los otros. Sustituimos el ser por el tener y la avidez nos hace caer en la sensación de que nunca tengo bastante.

  • La búsqueda desordenada de placer. El egoísmo, el amor propio

La persona queda a merced del cuerpo, los instintos más bajos gobiernan el alma. Nuestro cuerpo debe ser habitado por el espíritu. Sustituimos el ser por el placer a cualquier precio y las personas pasan a ser consideradas objetos de nuestro uso. Se va encerrando uno en sí mismo hasta convertirse en el centro de universo. Hace girar todo en torno a su gusto, interés y provecho.

  • El orgullo, la vanidad, la soberbia

Tratamos de buscar la propia gloria. La soberbia nos lleva a todos los males. Amamos el prestigio, las alabanzas y los aplausos en todo lo que hacemos. La humildad de corazón es el distintivo del amor de Cristo. El orgullo nos lleva a centrarnos en nosotros mismos creyéndonos autosuficientes. Perdemos el centro y sostén de nuestra vida. Rompemos la comunión con la fuente que nos da el ser y nos quedamos desnutridos, sin vida. Se cae en un amor desordenado y excesivo de uno mismo. El excesivo amor propio (filautía) lleva al hombre a verse así mismo como fuente y fin de sí mismo.

 


  1. LA REPARACION Y SANACION DEL CORAZÓN

En boca del profeta Jeremías: Derramaré sobre vosotros un agua pura, os purificaré de toda mancha e idolatría, les quitaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne y les infundiré un espíritu nuevo, escribiré mi amor en sus corazones. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios. El Dios con ellos (Jer 32, 39; Ez 36, 22-20)

El cuidado de corazón, en griego nepis, que significa vigilancia, sobriedad, supone rechazar y cortar los distractores y detractores del alma. El objetivo del cuidado del corazón es ganar en libertad ante los detractores. El cuidado del corazón es un aprendizaje a cuidar y dirigir convenientemente los movimientos del corazón. La sobriedad es como un centinela del espíritu ante el portal del corazón, distinguiendo sutilmente las mociones que se dan descubriendo sus propósitos para no confundir a nuestro espíritu. El espíritu escruta los corazones para si son buenos acogerlos y si son malos o con germen de maldad evitarlos y no dejarles crecer.

Esto requiere una atención interior, permanecer atento al espíritu, ser portador de nuestro corazón para no dejar que ningún pensamiento entre o salga sin vigilarlo. Un pensamiento identificado y desenmascarado ya está derrotado. El que vigila se pregunta si cada movimiento es nuestro o del adversario. El discernimiento es fundamental.

El horizonte del cuidado del corazón no es caer en un rigorismo ascético sino disponer el corazón para promover la caridad, la misericordia y el servicio. No se nace con un corazón ardiente y generoso, hay que cultivarlo. Cuida de tu corazón para que no acoja y se enrede con pensamientos malos, vanos o inútiles sino para que con un corazón disponibles nos dispongamos a amar y servir a dios en los hermanos.

  3.1 Necesitados de conversión. Volver a la fuente. Volver al amor

Cuando se dan síntomas de estancamiento, esterilidad, enfermedad y de muerte es a la vez una llamada a nacer de nuevo. Juan XIII hablaba de ver la humanidad como un cortejo fúnebre, muertos que caminan sin vida porque falta la vida del Espíritu. Si falta la vida del Espíritu el mundo es como un museo de cera, un gran cementerio.

Se puede vivir, sin alma, sin espíritu, encadenando gestos gestos y palabras, actos y discusiones como un mero robot. Hay que hacer la experiencia de que hay otra manera de ser yo, oblativa, entregada, gratuita, interior. Estamos llamados a abrirnos al Espíritu, a nacer del Espíritu. Participar del mundo del Ser, de la Fuente de la vida.

El hombre ha sido creado para el bien, el amor, es algo que lleva inscrito en su naturaleza. La verdadera salud reside en la integración y orientación de los polos y de las facultades (inteligencia, deseo, fuerza, memoria, imaginación) hacia sus funciones naturales (buscar, amar, luchar) con el fin de alcanzar la comunión con Dios y con los hermanos. 

  3.2 La conversión del corazón

Te gusta un corazón sincero y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo y quedaré limpio, lávame y quedaré más blanco que la nieve. Oh Dios crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme, no me alejes de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. Un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias (Sal 50)

El dinamismo del amor consumado pide la entrada en la paradoja de la Cruz, la dinámica del grano de trigo, la paradoja de perder la vida para encontrarla de nuevo. El amor consumado se encuentra en el don de uno mismo, en el hecho de donar toda la propiedad del yo inalienable para encontrase en el Otro.

La conversión del corazón supone disponerse a atravesar esta prueba de fuego donde el amor se purifique y se manifieste su verdadero valor. Así como el oro se purifica en el crisol del fuego, así sucede con la maduración y transformación del amor. La medida del amor consumado es amar sin medida. El amor consumado debe estar dispuesto a superar la prueba. Cuando nos topamos con la cruda realidad de la ofensa, la debilidad, la imperfección el propio pecado. El verdadero amor es gratuito, paciente no busca su interés, no rechaza al otro cuando no corresponde o es infiel. Un amor fiel supone la entrega total y gratuita al otro hasta el fin.

Vivimos en constante conversión y crecimiento, en un dinamismo de muerte y resurrección. Las relaciones deben ser reorientadas y restauradas. La vida es un proceso creciente para amar. Dios quiere que valoremos las relaciones y hagamos el esfuerzo de mantenerlas en lugar de descartarlas cada vez que hay una ruptura, un dolor o un conflicto. Constructores de unidad y paz, los pacificadores suponen aprender a amar y relacionarse con los demás. El establecimiento de la paz no es evitar el conflicto. Huyendo de un problema, fingiendo que no existe. Debemos enfrentar y resolver conflictos y esto requiere apertura y guía del Espíritu Santo.

El papa Francisco en su carta encíclica Amoris leticia (AL 163, 164), responde a los interrogantes de hoy sobre el significado del verdadero amor. El amor aparece muchas veces falsificado, adulterado. El amor que nos prometemos supera toda emoción, sentimiento o estado de ánimo. El verdadero amor conlleva un querer más hondo, una decisión del corazón que involucra toda la existencia. Así, en medio de un conflicto no resuelto, y aunque muchos sentimientos confusos den vueltas por el corazón, se mantiene viva cada día la decisión de amar, de pertenecerse, de compartir la vida entera y de permanecer amando y perdonando. El amor pide la renovación, la fidelidad. Somos llamados a recorrer un camino de crecimiento y de conversión. En medio de ese camino, Dios sale al paso y promete acompañarlo a cada paso en cada etapa del camino.

El amor atraviesa por distintas etapas y modalidades y exige la decisión de volver a renovar una y otra vez, no sólo para mantenerlo, sino para madurarlo y desarrollarlo. Es el camino de construirse día a día. Pero nada de esto es posible sin la fuerza del Espíritu Santo, si no contamos con su gracia, si no se busca su fuerza sobrenatural, si no se le reclama con deseo que derrame su fuego sobre nuestro amor para fortalecerlo, orientarlo y transformarlo en cada nueva situación.

El amor se purifica en la prueba, en la dificultad, en la cruz. Cuidar la persona cuando es atravesada por el dolor o la  enfermedad es permanecer allí, junto a la Cruz, confesando así un amor hasta la muerte. En ese amor se manifiesta de un modo deslumbrante la dignidad del amante, dignidad como reflejo de la caridad, puesto que es propio de la caridad amar, más que ser amadoTambién podemos advertir esa calidad del amor oblativo y tierno ante personas difíciles e incluso desagradecidas. Este amor oblativo en el silencio es un signo del amor libre y desinteresado de Jesús. 

  3.3 La conversión de los sentidos y del corazón

Necesitamos nuevos signos para “descubrir” la acción de Dios en la historia. Necesitamos una nueva sensibilidad contemplativa para percibir el misterioso actuar de Dios en nuestro mundo cambiante, injusto, secularizado y en proceso de globalización, bajo cuya mirada la realidad se vuelve transparente. La experiencia de Dios es capaz de cambiamos de tal manera que llegue a crear en nosotros otra sensibilidad para percibirlo activo en la hondura de la realidad. En un instante, Dios puede devolvernos una nueva visión de toda la realidad, como le ocurrió a Santa Teresa ante la visión de un Cristo muy llagado (libro de la Vida, V 9), o como le sucedió a Ignacio de Loyola a orillas del río Cardoner: «Era un hombre nuevo». «Tenía unos ojos nuevos». Es el milagro de la conversión del corazón. «Se ve con el corazón» (Antoine Saint Exupery, El Principito). Sólo un corazón enteramente convertido a Dios, centrado en él, podrá percibir con finura la obra de Dios en las personas y en la historia. 

  3.4 Es hora de levantarnos y volver a renacer al amor

Los que están sedientos vengan a beber a la fuente de aguas vivas (Is 55, 1)

Los grandes impulsores de la devoción del sagrado Corazón han sido grandes orantes, grandes contemplativos. San Francisco de Asís, san Ignacio de Loyola, san Luis Gonzaga sentían su corazón abrasado al acercarse y beber de este manantial de amor.

Dirá San Bernardo: “Oh que bueno y qué dulce es hacer morada en el Sagrado Corazón de Jesús, cuántas riquezas encierra su corazón. Yo le consagré mi corazón y todos mis sentimientos y pensamientos. Sus sentimientos y deseos serán los míos”. Santa Catalina de Siena habla que al contemplar el sagrado Corazón de Jesús se sentía abrasada de amor. La contemplación de su amor le llevó a una ofrenda de amor y eterna donación de su corazón. No quería vivir ni obrar sino conforme a los sentimientos, impulsos e inclinaciones de su Corazón. Santa Clara, abrasada de amor a Jesucristo, quería corresponder a ese amor y devolverle amor. La venerable Armilla Nicolasa decía. “Muchas veces me mostraba su corazón abierto a fin de que yo me escondiese en él. Si queréis hallarme, no me busquéis en otra parte sino en el Corazón de mi Divino Salvador porque no he de salir de él ni de día ni de noche, él es mi asilo y mi lugar de refugio. (Armilla Nicolasa, El triunfo del Amor Divino)

No hay otro lugar donde nuestro Señor nos haga sentir con más fuerza la dulzura, suavidad, fragancia de su amor. ¿Qué menos que tratarle con dulzura y amor? La veneración y adoración lleva a la imitación.

 

 


  1. LAS BASES DE LA MISTICA DEL CORAZON

  4.1 Volver al amor. Jesús recupera y lleva a su plenitud el proyecto divino

Hoy, la secularización ha desdibujado el valor de una unión para toda la vida y ha debilitado la riqueza de la entrega por lo cual es preciso profundizar en el verdadero significado del amor. El amor está orientado y vinculado a la verdad y el bien. La libertad para elegir permite proyectar la propia vida y cultivar lo mejor de uno mismo, pero si pierde esa orientación y finalidad degenera en una incapacidad de donarse generosamente.

La decadencia cultural que estamos viviendo no promueve la fidelidad, el amor oblativo y la entrega. Las consultas previas a los dos últimos sínodos sacaron a la luz diversos síntomas de la «cultura de lo provisorio». Muchas personas creen que el amor, como en las redes sociales, se puede conectar o desconectar a gusto del consumidor e incluso bloquear rápidamente. Se traslada a las relaciones afectivas lo que sucede con los objetos y el medio ambiente: todo es descartable, cada uno usa y tira, gasta y rompe, aprovecha y estruja mientras sirva. Después, ¡adiós! El narcisismo vuelve a las personas incapaces de mirar más allá de sí mismas, de sus deseos y necesidades. Pero quien utiliza a los demás tarde o temprano termina siendo utilizado, manipulado y abandonado con la misma lógica.

Jesús restablece el significado y valor originario del amor, del matrimonio, de la familia. Frente a quienes veían el matrimonio como una cosa mala, Jesús enseña que «todo lo que Dios ha creado es bueno; no hay que desechar nada» (1 Tt 4,4). El matrimonio es un «don» del Señor (cf. 1 Co 7,7). Al mismo tiempo, por esa valoración positiva, se pone un fuerte énfasis en cuidar este don divino: «Respeten el matrimonio, el lecho nupcial» (Hb 13,4). Ese regalo de Dios incluye la sexualidad: «No os privéis uno del otro» (1 Co 7,5).

Refiriéndose al designio primigenio sobre el hombre y la mujer, reafirma la unión indisoluble entre ellos, si bien diciendo que “por la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero, al principio, no era así” (Mt 19,8). “lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre” (Mt 19,6)— no hay que entenderla ante todo como un “yugo” impuesto a los hombres sino como un “don” hecho a las personas unidas en matrimonio [...] La condescendencia divina acompaña siempre el camino humano, sana y transforma el corazón endurecido con su gracia, orientándolo hacia su principio, a través del camino de la cruz. Con su vida y con su muerte recupera el proyecto originario de Dios (cf. Mt 19,3).

Jesús, que reconcilió y transformó el corazón del hombre y el amor para llevarlo a su forma original (cf. Mc 10,1-12). El hombre fue redimido por Cristo en su oblación de amor en la Cruz (cf. Ef 5,21-32),  

  4.2 La mística alrededor de la contemplación del Sagrado Corazón

Como hemos dicho la fuente de espiritualidad del sagrado Corazón de Jesús hunde sus raíces en el misterio de la Eucaristía y del Cuerpo Místico.

Esta verdad fue deseada por Dios desde el principio, pero ahora nos ha sido revelada a nosotros mediante el Espíritu. Durante la vida terrena de Jesús los apóstoles n habían captado este misterio. Fue después de su Resurrección gracias al Espíritu que Jesús había prometido. El os recordará todo lo que yo dije y os lo dará a conocer y os llevará a la verdad completa. 

  4.3 El designio de Dios desde el principio

Dios Padre Hijo y Espíritu es misterio de comunión y nosotros creados a su imagen fuimos creados para participar en este misterio de comunión. Jesús vino a reconciliarnos en él y en su resurrección nos hizo entrar en esa unidad originaria. El como Cabeza del Cuerpo llevó consigo a todos sus miembros para reconciliar en él todas las cosas. Dios tuvo a bien hacer residir en él toda la plenitud y reconciliar en él todos los seres los del cielo y los de la tierra.

Durante su vida mortal Jesús nos habló veladamente de este misterio hablando del pan de vida. Yo soy el Pan de vida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él (Jn 6. 51, 56). También lo hizo hablando sobre la vid. Yo soy la vid verdadera. Permaneced en mí, si no permanecéis unidos a mí no podéis dar fruto, separados de mí no podéis hacer nada (Jn 15. 4,5) Jesús pidió por esta unidad en su oración sacerdotal. Padre que sean uno, como tu Padre en mí y yo en tí. Que el amor con que tu me has amado (El Espíritu) este en ellos y yo en ellos. (Jn 17. 21,26)

Jesús la llevo a cabo en su última cena: este es mi Cuerpo entregado por vosotros. A través de la eucaristía nos unió a todos en su Cuerpo. Todos los que recibimos su Cuerpo y su sangre pasamos a ser un solo y mismo Cuerpo non El. Vosotros viviréis porque tendréis vida en mi. Entonces sabréis que yo estoy con el Padre y vosotros conmigo y yo con vosotros.

En la Eucaristía en la oración de consagración decimos: Te pedimos Padre humildemente que el Espíritu Santo nos congregue en unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo. Todos los que comemos el mismo pan (Cuerpo) y bebemos la misma copa (Sangre) pasamos a ser un solo Cuerpo.

Como en el Génesis se habla del matrimonio del hombre con la mujer: se unirá el hombre a la mujer y serán los dos una sola carne, del mismo modo se puede hablar del matrimonio (desposorio) espiritual de Cristo con su Pueblo, la Iglesia, con cada creyente; pasamos a ser una sola carne, un solo Cuerpo.

Como Eva fue formada del costado de Adán, así la nueva Eva, el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia nace del costado de Cristo, El Nuevo Adán nos alimenta con su Cuerpo y su Sangre. San Ambrosio pone el paralelo del Cantar hablando de este desposorio: “Allí bajo el manzano me engendraste, allí me diste a beber del vino aromado, del licor de granadas” (San Ambrosio, Comentario sobre el Cantar 8. 2; 5). Como la mujer que da a luz alimenta de su propia leche a los hijos que ha engendrado, así hace Cristo con su Iglesia. Como en los miembros de una familia corre la misma sangre, así entre nosotros corre la misma sangre de Cristo. 

  4.4 Cristo nos ha unido a todos en su Cuerpo

Después de Resucitado Cristo sigue presente en el mundo abrazando toda la realidad que viven los hombres en su Cuerpo. Las alegrías y esperanzas, las tristezas y angustias de los hombres son las alegrías y esperanzas, tristezas y angustias de Cristo y de los discípulos de Cristo. Quien sufre que no sufra él.

Cristo sufre hoy por la falta de amor y de unidad en su Cuerpo. Jesús sufre en aquellos que son víctimas de la guerra, la injusticia, la desigualdad, la exclusión, el maltrato. Cualquier acto de desagravio que hicierais con el más pequeño de mis hermanos me lo hacéis a mí (Mt 25)

Santa Teresita de Lisieux comprendió que el Cuerpo de Cristo quería ser su corazón que impulsa sangre a todo el cuerpo. La caridad iguala las diferencias y unifica y nos interconecta entre si. Todo el Cuerpo esta nutrido y unido a través de articulaciones y ligamentos. Dios nos llama a vivir en la caridad. Si no amo, estoy muerto, soy como un cáncer en el cuerpo que desencadena la muerte. Si no comparto parto el cuerpo lo divido.


 

  1. LA NUEVA VIDA EN CRISTO

5.1 Llamada a vivir enraizados, arraigados y cimentados en el amor de Cristo

El amor de Cristo excede todo conocimiento (Ef 3, 18-19). Es preciso que este conocimiento de la presencia de Cristo en todo y en todos eche profundas raíces en nuestra vida. Esto es el único fin de nuestra vida y de nuestra oración. Conocerle, amarle y servirle de todo corazón. El conocer el infinito amor de Dios ha de llevarnos a que todos los hombres lo puedan conocer. En primer lugar le debemos de dar a conocer en nuestra vida en una vida en comunión con Dios y los hermanos. Pongamos todo el empeño en conservar la unidad del Espíritu, un solo Cuerpo, un solo Espíritu, un solo Señor Padre de todos que está en todos. Que Cristo viva y actúe en nosotros siendo en todo presididos y guiados por El, actuemos conforme al poder de su amor que actúa en nosotros pese a nuestra debilidad. 

5.2 El amor de Cristo latiendo y ardiendo en nuestros corazones

La fuerza que levanta el corazón de los escombros de esta humanidad doliente y agonizante. Anuncia a los fracasados, estrechos de corazón, amargados, desesperanzados. Cuántos jóvenes desencantados aprisionados por la asedia, la impotencia, sumergidos en múltiples ofertas engañosas de un pseudo amor que deja roto y vacío el corazón. Heridos por falta de compasión y ternura, sumergidos en soledad.

Es el Señor quien sale a nuestro encuentro y nos abre las puertas de su Corazón. No no desechas al que se siente pobre y afligido, al que no encuentra protector. Venid a mí los que os sentís abatidos y afligidos que yo os aliviaré (Mt 11, 18). Nos invitas a entrar en tu corazón y permanecer en él. Permaneced en mí porque sin mí no podéis hacer nada (Jn 10, 1ss). 

Jesús se hizo hombre y puso su morad entre nosotros para que nosotros hiciéramos en él nuestra morada. Si alguno me ama, guardará mi palabra y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos nuestra morada en él. (Jn 14, 23)

5.3 El reconocimiento y la aceptación de su amor debe llevar al amor a los hermanos

En palabras del profeta Isaías: Este el ayuno que me agrada: romper las cadenas injustas, desatar las amarras del yugo, dejar libres a los oprimidos, romper toda clase de yugos… (Is 58,8)

Este el deseo de Dios y nuestra misión anunciar la buena nueva de la salvación, acabar con toda clase de esclavitud (Is 61; Lc 4, 16)

El Señor nos envía con su misma misión de sanar los corazones heridos, de anunciar a los desesperanzados la salvación, con el anuncio gozosa de la buena noticia, de consolar a los tristes y dar a los afligidos una corona en vez de ceniza, cantos de victoria y alabanza en vez de augurios de derrota y pesimismo. 

 


  1. DE LA DEVOCION DEL SAGRADO CORAZON A LA MISTICA DEL CORAZON

Contemplaran y descubrirán el amor más grande y beberán de la fuente de la salvación (cf. Jn 19)

La mística que deriva del sagrado Corazón de Jesús es manifiesta en muchos santos: San Anselmo, San Bernardo, San Buenaventura, San Juan Eudes, San Francisco de Sales, Santa Catalina de Siena, Santa Gertrudis de Helfta, santa Margarita María de Alacoque. Entre todos destaca las revelaciones a la santa Gertrudis, Margarita María de Alacoque a quien se le confió su difusión. Ella promueve la práctica del primer viernes de mes se dediquen para honrar el Sagrado Corazón. 

6.1   En el Corazón de Cristo se esconden todos los tesoros de su amor

En el profeta Ezequiel el profeta anuncia un nuevo pueblo que se nutrirá de una fuente de aguas vivas. Anuncia un torrente de agua viva que surge del muro del templo: Me llevó a la entrada del Templo y vi que brotaba de su muro derecho un torrente. El torrente corría hacia el oriente y sus aguas llegaban hasta el mar muerto. Sus aguas eran saludables y hacía florecer cuanto tocaba a su paso. Habrá vida donde quiere que lleguen sus aguas. A ambos lados del torrente nacerán toda clase de árboles frutales. No dejarán de dar fruto, no se les caerá la hoja ni les faltarán fruto. Sus hojas servirán de medicina y sus frutos de comida. (Ez 47, 1-22)

En medio de un mundo en sequía Dios promete un mundo nuevo renacido del Espíritu. El Espíritu queda figurado como un torrente de agua viva (Jn 7, 38). Dios anuncia la sanación y la salvación a un mundo esterilizado por el poder del pecado y del mal.

En el libro del Apocalipsis aparece la victoria del amor que sana y transforma el corazón. Y vi unos cielos nuevos y una nueva tierra de donde brotaba el manantial de la vida que regaba toda la nueva Jerusalén, la ciudad de Dios. El río de agua viva brotaba del trono de Dios y del Cordero. A una y otra margen del río hay árboles de Vida que dan fruto doce veces, una vez cada mes y sus hojas sirven de medicina. (Ap 21,22)

Los cristianos somos invitados a volver a la fuente. Celebrando la Eucaristía donde se rememora y actualiza el Misterio Pascual de Cristo se invita a los fieles a experimentar la fuerza de la Resurrección. El simbolismo de la fuente de aguas vivas responde a ese deseo que late en el corazón de todo hombre: la posibilidad de nacer de nuevo de comenzar de nuevo. Todos experimentamos el deseo de eliminar las cosas negativas del pasado para comenzar una vida nueva.

Habrá vida donde quiere que lleguen sus aguas. Sólo Cristo en la Eucaristía donde nos abre el corazón y nos da a gustar la inmensidad de su amor tiene el poder de hacer renacer del fango y la ciénaga, la nueva vida. La vida puede renacer y surgir desde los lugares más enfangados y oscuros. 

6.2   Las razones para honrar, venerar y amar el sagrado Corazón de Jesús

Las razones no responden a un mero sentimentalismo. El padre Colomiere difusor de la devoción del Sagrado Corazón de Jesús promovida por las visiones a santa María de Alacoque dice que los principales motivos son tres:

  • El amor inmenso que Cristo tiene a los hombres. El Corazón de Jesús es santo y fuente de santidad, por ello es justo que sea honrado, venerado y amado.
  • El Corazón de Jesús es fuente de piedad y misericordia. Su Corazón conmovido siente compasión hacia nuestras miserias.
  • Su Corazón siempre abierto esta presto para otorgarnos toda suerte de gracias y bendiciones.

Esta devoción es justa y necesaria, nuestro deber de honrar el Sagrado Corazón responde en provecho de nuestra salvación y perfección. Nadie nos ha amado con un amor más grande hasta la entrega de su misma vida por nosotros, cuando nosotros pecadores no lo merecíamos (cf. Rm 7). Nuestro Justo Redentor dio su vida y Sangre por el infiel y pecador. 

  6.3 El amor divino en un corazón humano

Jesús se hizo hombre para amarnos con un corazón humano. Jesús nos abrió su corazón y nos desveló los secretos más profundos de su corazón. Se trata de un amor cuya ternura podemos experimentar en todas las estaciones y circunstancias de la vida, en todas las vicisitudes por las que transita nuestro mundo.

Jesús mismo el día más grande de la fiesta dijo: Si alguien tiene sed, venga a mí y beba. Si alguien cree en mí, el agua brotará en él. El que beba del agua que yo le de, no volverá a tener sed porque mi agua se hará en él manantial que salta hasta la vida eterna. Venid a mi todos los que están sedientos, cansados y afligidos y yo los aliviaré. (Jn 4, 13-14; 7, 37-38; Mt 11, 28)

Volvamos nuestros ojos y nuestros corazones al corazón abierto y traspasado de Jesús. El corazón de Dios no queda ausente, ajeno o indiferente ante la situación del hombre en medio del mundo en que vivimos. San Bernardo habla del sagrado Corazón de Jesús como el tesoro inagotable en el que se encuentran todas las gracias, un manantial inagotable de bienes. El Concilio Vaticano II dice que la eucaristía es la fuente y el culmen de la vida cristiana (Vaticano II, Constitución Sacra Liturgia, Cap. III; Sínodo de los obispos, XI Asamblea General Ordinaria )   

Ante tal fuente inagotable abierta por nosotros y para nosotros no queda sino aplicar nuestros labios y corazón y beber despacio hasta nutrir nuestro corazón de sus sentimientos hasta que florezcan en nosotros los mismos sentimientos. No temáis que se agote pues es un manantial inagotable, un tesoro infinito de gracias.

 


  1. LA MISTICA DEL CORAZON

La corriente mística que pondría las bases de la mística del corazón podría decirse que tiene su origen en el entorno monacal benedictino o cisterciense, gracias al pensamiento de Anselmo o Bernardo. grandes orantes y contemplativos se acercan a beber del misterio. Santas mujeres como Santa Gertrudis de Helfta (1256-1301/2) y Santa Matilde (+1298) quedan atraídas y absortas ante la contemplación del misterio. muchas personas serán las que reciban gracias especiales. Especial atención merece la visión de Santa Gertrudis en la fiesta de San Juan Evangelista, ya que constituye un hito en la historia de la devoción:

Habiéndosele permitido recostar su cabeza cerca del costado herido del Salvador, pudo escuchar los latidos del Divino Corazón. Le preguntó a Juan si en la noche de la Última Cena él también había podido escuchar tan deliciosas pulsaciones y, si así había sido, porqué no había hablado de ello. Juan le respondió que esa revelación había sido reservada para tiempos posteriores, cuando el mundo, habiéndose enfriado, necesitara que su amor se le recalentara. (Legatus divinae pietatis, IV, 305; Revelationes Gertrudianae, ed. Poitiers)

El corazón y el amor tienen una larga historia de relaciones iconográficas que sirve para conformar las imágenes representativas de la mística del corazón para conectar la mística del corazón con la devoción al Sagrado Corazón. Resonancias bíblicas se repiten para cantar y ensalzar el amor más grande entre las que destaca la alusión al Cantar de los Cantares, para resaltar el carácter nupcial y representar la unión con la divinidad. Esta corriente lleva a ha expresar en imágenes la forma de desposorio y colocación de un anillo, como también forma través del intercambio de corazones, experiencias de Santa Gertrudis y de Santa Catalina de Siena. Al parecer fue en el siglo XVI que la devoción al Sagrado Corazón se objetivó en la forma de oraciones previamente formuladas y ejercicios especiales cuya práctica era muy recomendada.

La tradición de la mística del corazón se nutre de variadas vertientes que tienen presencia en la mística de grandes contemplativos. Muchos son los santos contemplativos que nos introducen en esta mística del corazón. Las fuentes de dicha tradición nos remiten a una genealogía de grandes contemplativos: San Bernardo, Santa Catalina de Siena, Santa Rosa de Lima, San Francisco, Santa Teresa de Ávila o San Juan de la Cruz.

El corazón será un lugar no sólo simbólico de la unión con Dios, sino que un espacio privado en que el sujeto se refugia de los demás para vivenciar la experiencia más íntima de la mística: la unión de amor.

El corazón es un símbolo de la unión con Dios y una metáfora del espacio privado en que el sujeto se refugia de los demás para vivir la experiencia íntima de amor. La tradición de la mística del corazón se expresaría en un lenguaje específico que describe la unión de amor con diversas metáforas sobre el fuego, en la que el corazón es metonimia del amor y figuración de lugar de encuentro en tanto habitación, aposento o celda. El corazón será tanto el de la divinidad como el de quien anhela la unión con Dios.

 


  7.1 SAN BERNARDO

San Bernardo como monje cisterciense representa una figura representativa de toda la corriente mística que se va a desarrollar durante el segundo milenio. Destaca su lectura alegórica del Cantar de los Cantares. San Bernardo se pregunta en que contexto se dice: paloma mía que habitas en los huecos de la peña; cuáles son esos huecos por donde entra, cuál la roca donde habita. La casa del hombre sensato descansa sobre esa roca, y su morada está bien protegida. Las llagas de Cristo son las espaldas de Dios, es decir, los huecos de la peña, y en ellas habita la paloma. (San Bernardo, Comentarios al Cantar de los Cantares, Sermón 61).

Son muchas las interpretaciones que da a introducirme en la roca de la peña (interpretación de la hendidura de la peña con el costado de Cristo), bésame con los besos de tu boca (interpretación de los tres besos), el vino aromado (el amor eucarístico de Cristo), que me sacie y me nutra de los consuelos de tu pecho (los dos pechos) para profundizar en el amor esponsal de Cristo, (el esposo) con el alma (su esposa). Cuando haya entrado el alma al corazón de Cristo contraerá el matrimonio espiritual. Serán dos una sola carne (comunión espiritual).

Presenta el corazón de Jesús como el lugar y la fuente de salvación para nuestras almas. Hay remedio y medicina para cualquier mal que sobrevenga. San Buenaventura nos muestra donde acudir y colocarnos para repara todos nuestros males. 

7.1.1 Levántate, paloma mía, amada mía, esposa mía y ven.

El Esposo pondera su gran amor repitiendo palabras amorosas. La repetición expresa la afección. Y al invitarle de nuevo a la esposa para que cultive las viñas, muestra su gran solicitud por la salvación de las almas.

Paloma mía, que anidas en los huecos de la peña, en las grietas de la cerca, déjame ver tu rostro, déjame escuchar tu voz. El Esposo halaga el alma y le llama paloma; asegura que es suya y que le pertenece como propia. Es él quien le pide que le mire y le hable. Se comporta como un esposo, pero un esposo tímido que se ruboriza ante los demás y se propone gozar de sus encantos en un lugar oculto, en los huecos de la peña, en las grietas de la cerca.

Detente y mira lo que quiere decirle el esposo: «No temas, amiga; te pedimos que trabajes en las viñas, pero eso no impedirá ni interrumpirá las exigencias del amor. Seguro que podremos entregarnos a eso que los dos anhelamos igualmente. Las viñas tienen sus cercas, que serán como placenteras estancias para nuestra modestia». Este es el juego de las palabras. ¿Por qué lo llamo juego? ¿Acaso esa serie de palabras encierran algo formal? Ni siquiera suenan dignamente al oído, si no fuera porque el Espíritu Santo viene a nuestra intimidad en ayuda de nuestra débil inteligencia.

No nos quedemos, pues, en lo exterior, no sea que lo consideremos como halagos de torpes amoríos. Escuchemos con oídos inocentes el diálogo de amor que ahora tenemos entre manos. Cuando meditéis en estos dos amantes, no debéis pensar en unas relaciones entre hombre y mujer, sino entre el Verbo y el alma. O lo que es igual, entre Cristo y la Iglesia, pues con esta palabra no designamos a un alma, sino a la unidad, o mejor la unanimidad entre muchas. No penséis que los «huecos de la peña» o «las grietas de la cerca» son madrigueras para perpetrar la iniquidad; no sospechéis en las obras de las tinieblas. 

7.1.2 Interpreta Los huecos de la peña», asemejándolos a las heridas, las llagas de Cristo.

Allí el gorrión ha encontrado una casa y la tórtola un nido donde colocar sus polluelos; allí se torna paloma y mira intrépida al gavilán que revuela a su alrededor. Por eso dice: Paloma mía que anidas en los huecos de la peña. Y la paloma exclama: Me alzó sobre la roca. Y también: Me ha levantado sobre la roca. Con toda propiedad, porque la roca es Cristo. Buenos son esos huecos si afianzan la fe en la resurrección y la divinidad de Cristo. ¡Señor mío y Dios mío!, como dijo Tomás. (cf. Jn 21). 

7.1.3 Un lugar donde habitar. El hombre sensato edifica su casa sobre roca.

¿Qué significado tiene la roca? En la roca me afianzo, en la roca me siento seguro, en la roca me mantengo firme y no teme las embestidas de los vientos o de las inundaciones. Seguro ante el enemigo y firme ante la caída, porque me ha levantado sobre la tierra. Todo es incierto y caduco, todo es tierra. Nosotros somos del cielo y no tememos ni caernos ni que nos derriben. La roca está en el cielo y en ella encontramos firmeza y seguridad. Las peñas son madriguera de erizos.

¿Dónde podrá encontrar nuestra debilidad un descanso seguro y tranquilo, sino en las llagas del Salvador? En ellas habito con plena seguridad, porque sé que él puede salvarme. Grita el mundo, me oprime el cuerpo, el diablo me tiende asechanzas; pero yo no caigo, porque estoy cimentado sobre roca firme. Si cometo un gran pecado me remorderá mi conciencia, pero no perderé la paz acordándome de las llagas del Salvador. El, en efecto, fue traspasado por nuestras rebeliones. ¿Qué hay tan mortífero que no haya sido destruido por la muerte de Cristo? Por esto, si me acuerdo de este remedio tan poderoso y eficaz, ya no me atemoriza ninguna dolencia por maligna que sea.

Por eso se equivocó aquel que dijo: Mi culpa es demasiado grande para merecer el perdón. No podía atribuirse ni llamar suyos los méritos de Cristo, porque no era miembro del cuerpo cuya cabeza es el Señor. Pero yo tomo de las entrañas del Señor lo que me falta, pues sus entrañas rebosan misericordia entre los huecos por los que fluye. Agujerearon sus manos y pies, atravesaron su costado con una lanza. Y a través de esas hendiduras puedo libar miel silvestre y aceite de rocas de pedernal, es decir, puedo gustar y ver qué bueno es el Señor. Sus designios eran designios de paz y yo lo ignoraba. Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién fue su consejero? Pero el clavo penetrante se ha convertido para mí en llave que me ha descubierto la voluntad del Señor.

¿Por qué no he de mirar a través de esa hendidura? Tanto el clavo como las llagas proclaman que en verdad Dios está en Cristo reconciliando al mundo consigo. Una lanza atravesó su alma hasta cerca del corazón. Ya no es incapaz de compadecerse de mis debilidades. Las heridas que recibió su cuerpo nos descubren los secretos de su corazón; nos permiten contemplar el gran misterio de compasión, la entrañable misericordia de nuestro Dios, por la que nos ha visitado el sol que nace de lo alto. ¿Por qué no hemos de admitir que las llagas nos dejan ver esas entrañas? No tenemos otro medio más claro que tus llagas para comprender, Señor, que tú eres bueno y clemente, rico en misericordia. Porque no hay amor más grande que dar la vida por los consagrados y por los condenados.

Luego mi único mérito es la misericordia del Señor. No puedo ser pobre en méritos si él es rico en misericordia. Y si la misericordia del Señor es grande, muchos serán mis méritos. ¿Pero si soy consciente de mis pecados que son muchos? Donde proliferó el pecado sobreabundó la gracia. Y si la misericordia del Señor dura siempre, yo también cantaré eternamente las misericordias del Señor. ¿Cantaré acaso mi justicia? Señor, recordaré sólo tu justicia. Porque también es mía; a ti te ha constituido Dios fuente de justicia para mí. ¿Podré temer que con una no nos baste para los dos? Según el Profeta no es un manto tan corto que no pueda cubrirnos a los dos. Tu justicia es justicia eterna. ¿Hay algo más largo que la eternidad? Una justicia amplia y eterna nos cubrirá por completo a la vez a ti y a mí. En mí tapará mis numerosos pecados; pero en ti, Señor, ¿qué puede cubrir sino los tesoros de tu compasión y las riquezas de tu bondad? Estas son las riquezas que reservas para mí en los huecos de la peña. ¡Qué bondad tan grande, Señor, se encierra escondida en esos huecos tuyos, escondida solamente para los que perecen! Mas ¿cómo se va a dar lo sagrado a los cerdos o echar perlas a los puercos? Mas a nosotros nos las ha revelado Dios por su Espíritu y nos ha hecho entrar en el santuario, abriéndonos los huecos de sus llagas. ¡Qué inmensa dulzura, qué plenitud de gracia, qué virtudes tan perfectas! 

7.1.4 El significado de la bodega donde nutrirnos del vino aromado que sacia el alma

Entraré en esas bodegas tan llenas; como exhorta el Profeta, abandonaré las ciudades, y habitaré entre las rocas. Seré como una paloma que anida en la boca de la roca más alta. Y como Moisés mereceré mirar desde la hendidura de la roca por lo menos el dorso del Señor, cuando él pase. ¿Quién puede ver su rostro inmóvil, esto es, su inconmutable verdad, sino el que mereció ser introducido no en el santuario, sino en el mismo santo de los santos?

7.1.5 Nutrirnos, beber de su costado abierto beber de su corazón abierto

San Buaneventura dice: Nuestro Señor Jesucristo iluminará los ojos de nuestra mente para guiar nuestros pasos pies en la dirección de la paz, que va más allá de la percepción. Fluyendo del abismo secreto del corazón de nuestro Señor hay una corriente para conferirnos vida y gracia que se convierte en un manantial de agua viva que brota a la vida eterna. Presiona tus labios contra la fuente. Saca agua de los pozos de tu Salvador. Buscad en la gracia de Dios, no en la doctrina, en el anhelo de la voluntad, no en el entendimiento, en la vista de la oración, no en la investigación y mirad no a la luz, sino más bien al fuego furioso que lleva el alma a Dios con intenso fervor y amor resplandeciente. (San Buenaventura, Viaje de la mente hacia Dios).

 


  7.2 STA CATALINA DE SIENA

Catalina, una mujer de pocas letras y gran sabiduría, fue un modelo atractivo para todos. Por su experiencia y sabiduría mística, la que brota del corazón, fue escuchada y persona muy influyente. Fue examinada por los doctores y cardenales de la corte papal de Aviñón en 1374 en el capítulo general de la Orden Dominicana. Según señala la tradición, los doctores quedaron maravillados con su “ciencia mística” o mística del corazón.

Santa Catalina de Siena en su diálogo habla que al contemplar el sagrado Corazón de Jesús se sentía abrasada de amor. La contemplación de su amor le llevó a una ofrenda de amor y eterna donación de su corazón. No quería vivir ni obrar sino conforme a los sentimientos, impulsos e inclinaciones de su Corazón.

Santa Catalina de Siena tenía costumbre de dirigir al cielo esta oración: Cread en mí, Dios mío, un corazón puro. Un día vio a su divino Esposo venir hacia ella, abrirle el costado iz­quierdo, extraerle el corazón: "Hija querida te doy el mío, para que en adelante sea tu vida." 

En El diálogo, de Santa Catalina de Siena, encontramos la formulación de ambos tópicos, la experiencia mística de fusión con del Amado con la amada y el corazón como celda o cuarto para el recogimiento.

Cuando el alma se eleva a Dios con ansias de ardentísimo deseo de honor a Él y de la salvación de las almas, se ejercita por algún tiempo en la virtud. Se aposenta en la celda del conocimiento de sí misma y se habitúa a ella para mejor entender la bondad de Dios; porque al conocimiento sigue el amor, y, amando, procura ir en pos de la verdad y revestirse de ella. Y porque ningún otro modo gusta y es iluminada tanto esa verdad como por la oración humilde y continuada, fundándose en el conocimiento de sí y de Dios, al ejercitarse en ella del modo dicho, ese alma se une a Dios siguiendo las huellas de Cristo crucificado. De esta manera, por el deseo perfecto y la unión de amor, hace de él un “Otro yo”. Esto me parece que significada Cristo cuando dijo: “A quien me ame y atienda mis palabras, a esa me manifestaré yo mismo, y será una cosa conmigo, y yo con él”. (Obras completas…, 55) 

 


  7.3 SANTA TERESA DE JESUS

Hay una recomendación que da la santa a sus hermanas del convento que va a convertirse en todo un lei motive: no se trata tanto de pensar como de amar. La santa en el libro de su vida va a hablar de distintos modos de oración y va a poner su acento en la oración de quietud. Santa Teresa de Jesús, en el Camino de Perfección dedica cuatro capítulos a la interiorización y al recogimiento (C 26-29), para llegar así a la experiencia de Dios, fuente de agua viva, y a la contemplación perfecta, la unión con la voluntad divina (C 30-32).

7.3.1 Entrar en lo profundo a través de la contemplación

Pasa con tanta quietud y tan sin ruido todo lo que el Señor aprovecha aquí al alma y la enseña, que me parece es como en la edificación del templo de Salomón, adonde no se había de oír ningún ruido; así en este templo de Dios, en esta morada suya, sólo El y el alma se gozan con grandísimo silencio. No hay para qué bullir ni buscar nada el entendimiento, que el Señor que le crió le quiere sosegar aquí, y que por una resquicia pequeña mire lo que pasa; porque aunque a tiempos se pierde esta vista y no le dejan mirar, es poquísimo intervalo; porque –a mi parecer– aquí no se pierden las potencias, mas no obran, sino están como espantadas. (Las Moradas)

7.3.2 La transverberación, éxtasis de santa Teresa, donde expresa su unión mística

Santa Teresa es un alma sedienta de Dios. Esa sed es como una herida del alma que solo Dios puede sanar y colmar. El corazón abierto y traspasado del Señor fue la puerta que encontró abierta para entrar y beber. “Acercarse al Corazón Herido a través de la herida del costado, y la herida del Corazón simbolizaba la herida del Amor”. La herida de amor, un corazón traspasado por flechas de fuego o rayos, caso emblemático de la transverberación de Santa Teresa de Ávila.

Cuenta la santa mística que cierta vez vio a su izquierda un ángel en forma corporal. Era de baja estatura y muy hermoso, su rostro lucía encendido y dedujo que debía ser un querubín, uno de los ángeles de más alto grado.

“Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No era dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento” (Libro de la Vida 29,13).

Este tipo de vivencia espiritual es conocido en la Iglesia como “transverberación”, que es la experiencia mística de ser traspasado en el corazón, causando una gran herida. En el contexto de la "herida" que le sobreviene a medida que le crece el amor. Es por tanto y ante todo un hecho de amor. Percibido como amor recibido, acuciante, agudizado desde fuera por el Amado Dios: "...creciendo en mí un amor tan grande de Dios, que no sabía quién me le ponía, porque era muy sobrenatural, ni yo le procuraba. Veíame morir con deseo de ver a Dios, y no sabía adónde había de buscar esta vida si no era con la muerte" (Libro Vida 29,8).

Más adelante, buscando corresponder a este regalo divino, Santa Teresa asumió el voto de hacer siempre lo que le pareciese más perfecto y agradable a Dios. Por esta razón, la reformadora y fundadora carmelita se esforzó por cumplir perfectamente este juramento el resto de su vida.


 

  7.3 SAN JUAN DE LA CRUZ

San Juan de la Cruz viene a decir que llegar a la unión con Dios –la entrada a lo Profundo– debe ser tan importante para uno como para desapegarse de otros temas. Dicho en nuestro lenguaje, se debe poner la ascesis en el centro del estilo de vida. En esta desnudez halla el espiritual su quietud y descanso, porque, no codiciando nada, nada le fatiga hacia arriba y nada le oprime hacia abajo, porque está en el centro de su humildad. Porque, cuando algo codicia, en eso mismo se fatiga. (Subida al Monte Carmelo)

San Juan de la Cruz, y la expresión “la bodega del amor”, el lugar de encuentro de los amantes. La embriaguez o borrachera mística acontece en el “interior de la bodega”. El corazón, donde la experiencia de conocimiento de amor se da en la pérdida total de la voluntad. La expresión también enfatiza el carácter íntimo y privado en que dicha experiencia tiene lugar, “en que el alma debe recogerse para conocerse y cobrar conciencia de sí”.

Cuanto el alma queda desnuda tendrá capacidad de entrar en lo Profundo. Cuanto más la memoria se desposee, tanto más tiene de esperanza, y cuanto más de esperanza tiene, tanto más tiene de unión de Dios; porque acerca de Dios, cuanto más espera el alma, tanto más alcanza. Y entonces espera más cuando se desposee más; y cuando se hubiere desposeído perfectamente, perfectamente quedará con la posesión de Dios en unión divina. Mas hay muchos que no quieren carecer de la dulzura y sabor de la memoria en las noticias, y por eso no vienen a la suma posesión y entera dulzura; porque el que no renuncia todo lo que posee, no puede ser su discípulo (Lc. 14, 33).

7.3.1 La entrada en lo profundo del corazón de Cristo

Lo cual fue grande dicha y buena ventura para mí; porque, en acabándose de aniquilarse y sosegarse las potencias, pasiones, apetitos y afecciones de mi alma, con que bajamente sentía y gustaba de Dios, salí del trato y operación humana mía a operación y trato de Dios, es a saber: Mi entendimiento salió de sí, volviéndose de humano y natural en divino; porque, uniéndose por medio de esta purgación con Dios, ya no entiende por su vigor y luz natural, sino por la divina Sabiduría con que se unió. Y mi voluntad salió de sí, haciéndose divina, porque, unida con el divino amor, ya no ama bajamente con su fuerza natural, sino con fuerza y pureza del Espíritu Santo (Noche Oscura)

7.3.2 Mi alma en el más profundo centro, el corazón de Cristo

Es, pues, de notar que el amor es la inclinación del alma y la fuerza y virtud que tiene para ir a Dios, porque mediante el amor se une el alma con Dios; y así, cuantos más grados de amor tuviere, tanto más profundamente entra en Dios y se concentra con él. De donde podemos decir que cuantos grados de amor de Dios el alma puede tener, tantos centros puede tener en Dios, uno más adentro que otro; porque el amor más fuerte es más unitivo, y de esta manera podemos entender las muchas mansiones que dijo el Hijo de Dios (Jn. 14, 2) haber en la casa de su Padre. Aquí está explicando la carga afectiva. Es esa carga afectiva, ese “mediante el amor se une el alma con Dios” el elemento esencial para llegar a lo más Profundo: “así, cuantos más grados de amor tuviere, tanto más profundamente entra en Dios y se concentra con él”. (Llama de Amor viva)

Lo profundo y lo sagrado está en todo ser humano. San Juan de la Cruz como muchos otros místicos, habla de que en el fondo, en lo Profundo uno se encuentra con Dios y se funde con él. Teresa de Jesús hablaba de esto en la séptima morada y el mismo Jesús dice que el reino de los cielos está en el interior del ser humano.

7.3.3 Es Cristo quien atrae y nos introduce. Entre en donde no supe por donde no supe.

San Juan de la Cruz en una de sus poesías, Entre donde no supe, describe esta experiencia mística:

Entreme donde no supe Entréme donde no supe, y quedéme no sabiendo, toda sciencia trascendiendo. Yo no supe dónde entraba, pero cuando allí me vi, sin saber dónde me estaba, grandes cosas entendí. No diré lo que sentí, que me quedé no sabiendo, toda sciencia trascendiendo. De paz y de piedad era la sciencia perfecta, en profunda soledad, entendida vía recta; era cosa tan secreta, que me quedé balbuciendo, toda sciencia trascendiendo. Estaba tan embebido, tan absorto y ajenado, que se quedó mi sentido de todo sentir privado; y el espíritu, dotado de un entender no entendiendo, toda sciencia transcendiendo.

El que allí llega de vero, de sí mismo desfallesce; cuanto sabía primero mucho bajo le paresce; y su sciencia tanto cresce, que se queda no sabiendo, toda sciencia tracendiendo. Cuanto más alto se sube, tanto menos se entendía qué es la tenebrosa nube que a la noche esclarecía; por eso quien la sabía queda siempre no sabiendo, toda sciencia trascendiendo. Este saber no sabiendo es de tan alto poder, que los sabios arguyendo jamás le pueden vencer; que no llega su saber a no entender entendiendo, toda sciencia trascendiendo.

Y es de tan alta excelencia aqueste sumo saber, que no hay facultad ni sciencia que le puedan emprender; quien le supiere vencer con un no saber sabiendo, irá siempre trascendiendo. Y si lo queréis oír, consiste esta suma sciencia en un subido sentir de la divinal esencia; es obra de su clemencia hacer quedar no entendiendo, toda sciencia trascendiendo.

 


  7.4 SAN IGNACIO DE LOYOLA

La espiritualidad Ignaciana trata de profundizar en la experiencia de oración que tiene como fin, hacerse uno con el Amado (dimensión unitiva) Así San Ignacio habla de tres modos de orar. Hemos de pasar de la oración vocal a la mental y cuando el alma experimente quietud y consolación detenerse. Dar paso a la contemplación.

7.4.1 La oración del corazón en la etapa unitiva

En los Ejercicios San Ignacio da una recomendación de vital importancia: “porque no el mucho saber harta y satisface al ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente”.

Lo que realmente llama la atención de su Diario es la devoción, verdadero motor y verdadera clave de su proceso. En multitud de veces, prácticamente todos los días, en las anotaciones, aparece la expresión “devoción”. Se utiliza constantemente esta expresión con diversas variaciones: “de notable devoción”, “abundancia de devoción”, “asaz devoción”, “mucha devoción”, “entrando en mi mayor devoción”, “devoción intensa”. Gracias a estos dos documentos, la Autobiografía y el Diario Espiritual, podemos contar con un pequeño ramillete de experiencias.

Se va a la transformación de la vida. Cambiar la mirada sobre la realidad puede ser tan difícil como nacer de nuevo (Jn 3,3). Los Ejercicios de san Ignacio y el Camino de perfección de santa Teresa de Jesús, son dos caminos que ofrecen la posibilidad de vivir una transformación interior tan honda que cambie la mirada. Por obra del Espíritu, a partir del encuentro con Dios en la propia interioridad y en lo hondo de la vida, es posible un nuevo nacimiento y una nueva mirada sobre el mundo.

7.4.2 Contemplación para alcanzar amor

Esta oración de San Ignacio fue añadida al final de sus ejercicios espirituales. En la primera anotación dice el santo que conviene advertir que el amor se debe poner más en las obras que en las palabras. Describe muy bien el acto de la entrega completa como máximo acto amoroso. Esta descripción se convirtió con el tiempo en paradigma de oración: Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; Vos me lo distes, a Vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad; dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta.

7.4.3 La devoción al Sagrado Corazón en la Compañía de Jesús

La Compañía de Jesús también contribuyó en este proceso, con autores como Álvarez de Paz, Luis de la Puente, Saint-Jure y Nouet y la costumbre de colocar la imagen del Sagrado Corazón en la página de títulos de sus libros y en los muros de sus templos.

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús se consolida en el siglo XVII, en un proceso paralelo al de la escritura espiritual y la icononografía mística. Oficialmente, se relaciona la devoción al Sagrado Corazón de Jesús con Margarita María Alacoque (1647- 1690), monja visitandina del monasterio de Paray-le-Monial, contemporánea de muchas de las monjas americanas que refieren sueños y visiones relacionadas con el corazón de Jesús. A ella, como a Santa Gertrudis, Jesús le habría permitido recargar la cabeza sobre su Corazón, y luego le descubrió las maravillas de su Amor. En otra ocasión, conocida como la “gran aparición”, que tuvo lugar en la octava de Corpus Christi, 1675, probablemente el 16 de junio, Jesús le dijo: “Mira el Corazón que tanto ha amado a los hombres [...] en vez de gratitud, de gran parte de ellos yo no recibo sino ingratitud”. A su muerte, el 15 de febrero de 1682, se encontró en su diario de retiros espirituales una copia manuscrita suya del relato que él había solicitado de Margarita María, con unas breves reflexiones acerca de la utilidad de la devoción. Ese diario, junto con el relato y un precioso “ofrecimiento” al Sagrado Corazón en el que se explica claramente la devoción, fue publicado en Lyon en 1684: “De la dévotion au Sacré Coeur”.

Va a ser el padre Jesuita Colomiere quien se va a encargar de profundizar y difundir la devoción al sagrado Corazón de Jesús. La compañía de Jesús colaboró mucho en tal difusión. San Claudio de la Colombiere fue el que dio a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús gran difusión y solidez doctrinal. La Santa Sede la autorizó en una bula en 1674 y el papa Inocencio XII concedió indulgencia plenaria a los que practicasen tal devoción.

Esto que mencionamos es importante, porque permite separar los repertorios de la mística del corazón de los del Sagrado Corazón. Estos últimos se refieren principalmente al gesto de Jesús de abrir su pecho para mostrar su corazón. Así se aparece el corazón de Jesús abierto, rodeado de espinas y con una llama de fuego. Otra imagen, que se superpone a ésta, es la del Sagrado Corazón de la Virgen Inmaculada, a quien el autor de la vida la de la venerable Madre Antonia de la Madre de Dios dedica su obra.

 


  1. CONTEMPLATIVOS EN LA VIDA

(Para profundizar esta última parte he utilizado un artículo del carmelita Ciro García OCD, La mística que cambia el corazón, publicada en la revista Teresianum 64 (2013) 

  8.1 La experiencia de Dios “en medio de la vida”

En los últimos años, a través de distintos autores, se ha tratado de sacar la mística de los conventos y de las etapas elevadas de la vida espiritual, y ponerla a caminar por las calles de vida cotidiana. Este fenómeno está llevando a una conciencia mística no sólo plural, sino también más amplia.

Hoy se habla de una experiencia mística «en medio de la vida». Su fundamento antropológico es «esa experiencia fundamental de un reclamo hacia Dios» que hay en todo hombre, en toda mujer, y que K. Rahner llama «existencial-sobrenatural». Desde una perspectiva histórico-existencial, la persona humana está constitutivamente abierta a la trascendencia. 

Tal experiencia no es algo excepcional; por el contrario, se da siempre que la persona humana percibe con lucidez los hechos cotidianos de la vida: su interior repugnancia ante el mal, el amor irrevocable a un tú contingente, la pasión por la obra bien hecha, la protesta contra la injusticia, la apuesta por la fraternidad efectiva, por la convivencia humana... Todas esas experiencias, las más cabalmente humanas y humanizadoras, son siempre experiencias de gracia.

Esta experiencia remite siempre a lo profundo de la vida, que tenemos todos como seres humanos. Pero en nuestra sociedad escasean las vivencias profundas y verdaderas de cualquier realidad, no sólo de Dios. Vivimos muchas sensaciones y emociones, pero no tenemos experiencia en singular, no sólo de Dios, sino ni siquiera experiencia profunda de la vida en sí. 

A esa experiencia se llega por medio de la contemplación y la mirada teologal de la fe. Por eso, lejos de exigir carismas extraordinarios y gracias espectaculares, el cristiano deberá más bien avezarse a contemplar la realidad de cada día con los ojos de la fe. De hacerlo así, será capaz de rastrear y detectar en su entorno la constante poderosa y consoladora (a la vez que discreta y velada) presencia de Dios”.

La experiencia de Dios no es una experiencia al margen de lo que es la vida cotidiana, sino es justamente la manera de experienciar en toda ella la condición divina en que el hombre existe. Es la experiencia de Dios en lo humano y en lo real, viviendo en el mundo no “como si Dios no existiese” , como proclaman los teólogos de la secularización y de la muerte de Dios, sino más bien “como si Dios existiese”(Zubiri). Este Dios es el que se ha manifestado en la carne, en la debilidad humana, en el dolor de la cruz; que sigue presente ahí en el dolor humano; y que ha redimido al mundo, en medio de su aparente impotencia, por el poder del Espíritu, que resucitó a Jesús de entre los muertos (Rm 1, 4). 

  8.2 La mística que transforma la mirada y el corazón (El valor reparador y sanador de la experiencia mística)

El término “reparador”, propio del lenguaje contemporáneo, se refiere al evangelio que transforma la vida: el mensaje cristiano no es sólo “informativo”, sino también “performativo”, es decir, «el Evangelio no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y que cambia la vida» (Benedicto XVI, Spe salvi, n. 2). Igualmente, el encuentro con Cristo es “performativo” en la medida en que «puede transformar nuestra vida hasta hacemos sentir redimidos por la esperanza por lo que dicho encuentro expresa» (Spe salvi, n.4).

La experiencia de la fe transciende de este modo el nivel meramente “informativo”, de notificación cognoscitiva. Su condición “performativa” tiene que ver con una nueva configuración de la existencia presente, aquí y ahora, y con la apertura hacia un futuro en el que vivir una vida verdadera, en plenitud y para siempre.

De esta manera, vemos cómo una terminología procedente del mundo cultural contemporáneo, especialmente del ámbito lingüístico, irrumpe en el lenguaje teológico como recurso comunicativo para transmitir el verdadero alcance de la fe. Los lenguajes “performativos” no se limitan a transmitir notificaciones informativas o a constatar simplemente hechos. Encierran capacidades de hacer surgir una realidad nueva.

Aplicando esto a la mística, reducirla a “información” haría de ella un conjunto de enunciados doctrinales, un mundo de notificaciones cognitivas, en el que podríamos limitamos a tomar nota de algo que se nos comunica, pero que no incide en nuestra vida; otras “informaciones” posteriores podrían ocupar su lugar. “Performativo” es un concepto clave en la experiencia cristiana para compendiar su dinamismo transformador. Los místicos constituyen la configuración concreta de esa experiencia contemplativa. 

  8.3 La fuerza sanadora de la experiencia mística 

Esta perspectiva sanadora de la mística la desarrolla Anselm Grün. La verdadera sanación de la persona humana acontece cuando ésta entra en contacto con su patria interior, con el santuario interior, ahí donde Dios mora en mí, ahí estoy sano y entero. La experiencia de Dios en el espacio interior del silencio me libera del poder de los hombres, del poder de sus expectativas, de sus juicios. Ahí donde todo es silencioso, soy completamente yo mismo.

Esta sanación no consiste en sentirme mejor con mis problemas o arreglármelas mejor con mis miedos y depresiones. La meta es elevarme a otro nivel, al nivel de la experiencia mística; ésta disuelve o desata mis bloqueos. Quien ha tenido una vez la experiencia mística de la libertad interior y se ha sentido uno consigo mismo, a ese se le relativizan los problemas, y el miedo desaparece. Reconciliado con mi miedo en el fondo de mi alma, donde Dios mora, todo se relativiza.

El fruto de esta sanación es la apatheia de que habla Evagrio Póntico, un estado de paz interior, presupuesto psíquico para la contemplación... La apatheia es la salud del alma; es como «un zafiro que alumbra clara y brillantemente como el cielo» (PG 40, 1240 A). Es un estado de pureza y claridad, de libertad de todas las proyecciones. Casiano, discípulo de Evagrio, ha traducido este estado como puritas coráis, como pureza de corazón. Y ambos, Evagrio y Casiano, equiparan este estado con el amor. Pero es un amor que no quiere poseer nada, sino puro amor divino, que lo penetra todo, que a nada se aferra, sino que todo lo ve a la luz del amor de Dios, para el que todo es claro y todo lo ilumina.

  8.4 La praxis mística

La praxis mística se entiende hoy en un ámbito más amplio que el tradicional, circunscrito al ámbito puramente contemplativo. En este sentido se habla de «la mística de la cotidianidad», que se proyecta en medio de la vida (K. Rahner). O «la mística del servicio» (Jesús Castellano, La mística del servicio, Christus 237). Pero la tarea importante hoy que se plantea como praxis mística es hacerla comprensible para los hombres y que responda a su anhelo de transformación y curación interior, como recoge este texto de A. Grün:

«Que nosotros describamos hoy nuestra mística cristiana y que vayamos por nuestro camino místico de tal forma que sea comprensible para los hombres y que responda a su anhelo de transformación interior y curación, pero que vaya más allá de la necesidad de sentirse bien y desemboque en un hacer que transforme el mundo desde la experiencia de Dios. Por los frutos les conoceréis, decía Jesús. Esto vale también para la mística. Sólo una mística que transforma la psique del hombre y le capacita para un nuevo comportamiento, corresponde a la mística que los Evangelios ponen ante nuestros ojos [...] Solamente cuando la experiencia de Dios se expresa en un nuevo comportamiento, en una nueva actitud, que cura la grieta de la sociedad humana, es una auténtica experiencia de Dios, es mística en el sentido de Jesús». (A, Grün, Mística y Psicología)



 

  1. DISTINTAS ESPIRITUALIDADES QUE SURGEN DE ESTA CORRIENTE

  9.1 La mística de ojos cerrados

El proceso contemplativo de la interioridad es el más cultivado en el marco de la tradición mística carmelitana. La pedagogía teresiana de la interioridad comprende estos pasos: primero, educarse a la presencia de él; segundo, educar la mirada; tercero, educarse a la escucha y a la palabra; cuarto, educar el sentido de Dios, esto es, pasar la barrera de la superficialidad y adentrarse en el fondo de la humildad y de la plena disponibilidad ante El. Algunos denominan esta pedagogía como una “mística de ojos cerrados”.

Se cierran los ojos para vivir la intimidad poblada por el misterio inagotable de un Dios vuelto hacia nosotros. Otros prefieren hablar de una “mística de ojos abiertos”, que abre los ojos para percibir toda la realidad, conscientes de que la última dimensión de todo lo real está habitada por Dios. De ahí que prefieran hablar de una pedagogía de la mística de la cotidianidad.

  9.2 La mística de ojos abiertos ” (Cf, B. González Buelta, "Ver o perecer". Mística de ojos abiertos)

La “mística de ojos abiertos” es la mística centrada en la cotidianidad de la vida y en la contemplación de la realidad del mundo, descubriendo en ella la realidad de Dios. La secularización, que tiende a sacar a Dios de los espacios públicos y a apagar los signos religiosos, nos lleva a trabajar nuestra mirada contemplativa para romper la cáscara de la realidad y descubrir así la presencia activa de Dios de una manera mucho más viva y honda.

Dios «está presente en la acción y en las oraciones que no son rigurosamente contemplativas». En medio de nuestra vida, tanto en la soledad contemplativa como en las actividades cotidianas más simples, Dios nos puede sorprender haciéndonos sentir su presencia con pequeñas iluminaciones o con intensas experiencias que marcan de manera definitiva nuestra existencia.

La mística es una dimensión de toda la vida humana. Existir implica estar en relación con Dios, comunicamos con él de alguna manera, “tratar de amistad” con él (Santa Teresa, Libro de la Vida 8,5). Y el trato de amistad se extiende a toda la vida. Esto es real para toda persona, pues todos «en él vivimos, nos movemos y existimos» (Hch 17,28).

El místico cristiano no sólo se encuentra con Dios y es consciente de este encuentro, sino que además coloca al Dios de Jesús en el centro de su corazón. Este descentramiento personal del yo cambia su visión de la realidad y su manera de situarse en la vida. La mirada de Dios sobre la realidad empieza a ser también la suya. La experiencia mística no consiste tanto en tener visiones extraordinarias, sino una visión nueva de toda la realidad, descubriendo a Dios como su última verdad, como su fundamento vivo, actuante y siempre nuevo.

  9.3 La mística del corazón abierto, compasivo, misericordioso de Cristo

Se trata de vivir enraizados en Cristo una vida en Cristo. Una vida con Cristo en Dios con el mirar de Dios y el sentir de Dios.

Todos tenemos algo de las dos místicas, pues ambas se complementan la una a la otra. La pedagogía de la mística de los ojos cerrados ha sido más desarrollada en la historia de la espiritualidad de los grandes místicos. La pedagogía de la mística de los ojos abiertos encuentra su fuente de inspiración en los Ejercicios Espirituales de san Ignacio, que «son una gran escuela para formar místicas y místicos de ojos abiertos desde la experiencia de Dios vivida en el encuentro con él en la intimidad».

En esta experiencia no cambia la realidad sino la manera de mirarla: cambia el corazón de la persona hasta centrarlo completamente en Dios, y así cambia su mirada, pues empieza a ver desde el corazón de Dios. Nace otra manera de sentir y de actuar en el mundo que transforma la vida. Nuestro desafío es crear una nueva sensibilidad contemplativa para percibir a Dios en medio del mundo secular, pluricultural y plurireligioso que camina en diálogo hacia la reconciliación de todas las cosas en Cristo... Para ello necesitamos una nueva mirada y una nueva sensibilidad.

No podemos amar como Cristo sin vivir en Cristo. Para tener los mismos sentimientos de cristo y poder mirar con ojos nuevos, antes tenemos que sentimos mirados con ojos limpios que no desfiguren nuestra imagen, como los espejos deformes de las ferias. Lo más importante es que Dios nos mire y que en su mirada descubramos la novedad que él es para nosotros.

Acercarse a Dios es acercarse a su mirada. Orar bajo la mirada del Dios Padre de bondad y cercanía que nos reveló Jesús, sentirse mirado por él es la manera de situamos para orar: considerando cómo Dios nuestro Señor me mira (San Ignacio, EE 73); mire que le mira (Santa Teresa, Libro de la Vida 13,22). El salmista le pide al Señor que le mire, pues el mirar de Dios es liberar (Sal 25,15-17). Mírame para que te ame (Agustín). Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura; y yéndolos mirando, con sola su figura vestidos los dejó de su hermosura» (San Juan de la Cruz, Cántico espiritual, 5). El mirar de Dios es amar (San Juan de la Cruz, Cántico espiritual, 31,5.8). El Señor ha mirado la pequeñez de su esclava (Le 1,48).



 

CONCLUSION

La mística del corazón no tiene límites y fronteras, no es un responde a modas de un tiempo determinado sino a la sed más profunda del corazón. Sería reductivo pensar que es propia sólo de un pequeño grupo de místicos privilegiados que viven en régimen monacal. La santidad es universal y no conoce límites y fronteras. Es verdad que ciertos santos tuvieron experiencias místicas singulares, como los estigmas de San Francisco, la transverberación de Santa Teresa, las revelaciones místicas de santa Margarita. Dios puede revelarse a quien quiera y como quiera. Pero quisiéramos insistir que hay una mística del corazón entre la gente de a pie, entre la gente iletrada, pobre y sencilla, propia del común de los mortales.

Jesús mismo en el evangelio da gracias al Padre por haber revelados los secretos de su corazón a los pobres, humildes y sencillos (cf. Mt 11).

Creemos que la devoción al Sagrado Corazón de Jesús aporta un despertar a la mística del corazón extendida a todos, una llamada de renovación espiritual  que responda a la sed de una mística de la vida y para la vida.

El interés por la mística del corazón responde a una sed por la mística de nuestro tiempo. Juan Pablo II, en su carta apostólica Novo Millennio Ineunte (NMI 2001), se interroga sobre este fenómeno: ¿No es acaso un “signo de los tiempos” el que hoy, a pesar de los vastos procesos de secularización, se detecte una difusa exigencia de espiritualidad, que en gran parte se manifiesta precisamente en una renovada necesidad de orar. (TMI 33)

La mística del corazón es una fuente viva de espiritualidad que responde a la mística de la unión. Es también uno de los retos de nuestra cultura. Paradójicamente, pese al fenómeno de la secularización, diríamos que la mística del corazón pertenece al núcleo esencial de toda religiosidad. Modernamente el fenómeno místico, tras la secularización de la sociedad y de la cultura, se extiende más allá de las fronteras religiosas como un sector del fenómeno humano, presente en todas las manifestaciones y formas religiosas (sufismo, hinduismo, budismo), y realizable también al margen de ellas en formas laicas o profanas.

Lo importante no es pensar mucho sino amar mucho (Santa Teresa, Castillo interior); No es el saber de Dios, sino el sentir a Dios lo que funda lo místico (San Ignacio, EE2); estas afirmaciones dan a entender una comprensión que implica la transformación de la mirada (mirada contemplativa) y del corazón (contemplación amorosa); es un cambio profundo del ser humano obra del amor (el amor es el que transforma); esta transformación requiere una pedagogía (mistagogía) según los diversos caminos de experiencia mística.

La mística es aquella forma de ser y de sentir que acoge e interioriza experiencialmente ese Misterio sin nombre y permite que impregne toda la existencia. Nuestro mundo está sediento de espiritualidad de una experiencia de Dios en medio de la vida y K. Rahner ha llamado la “mística de la cotidianidad”. “El cristiano del futuro o será un místico o no será cristiano” (K. Rahner, Espiritualidad antigua y actual). Este el gran desafío encontrar a Dios en todas las cosas.

La mística cristiana es pues, desde el punto de vista de su contenido, experiencia de Cristo. El resto es secundario. Hay muchas formas de identidad mística en las diversas religiones, pero en el cristianismo es la esencia, el contenido, el fondo lo tiene absoluta prioridad sobre la forma. Hemos de reconocer que sin embargo el interés místico actual debería orientarse más a la esencia que a la la forma.

Se dice que todos llevamos dentro un místico, como todos llevamos dentro un pequeño buda, que encama las necesidades y deseos más profundos, que busca el sentido de la vida, que aspira a un futuro de cambio y de novedad; a la plenitud de una restauración final.

La realidad no es ni estática ni uniforme, es poliédrica. Cada uno ve algunos lados de la realidad. El pintor percibirá los colores; el biólogo, las especies; el músico, los sonidos. Pero el contemplativo busca con todos los sentidos abiertos el fundamento último de todos los lados y de todos los puntos de vista, el centro mismo de la vida, el Dios vivo en quien la creación, la historia y las personas somos consistentes y estamos abiertos con esperanza al futuro.

La corriente mística de la mística del corazón aquí esbozada responde a una permanente búsqueda que se ha dado a lo largo de la historia. Lo hemos señalado a través de grandes figuras místicas San Bernardo, Santa Catalina, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, San Ignacio de Loyola. Se podían añadir muchas otras, como Hildegarda de Bingen, Matilde de Magdeburgo, Gertrudis de Helfta, Juliana de Norwich, Francisco Javier, Santa Margarita, Santa Teresa de Lisieux, Isabel de la Trinidad, Carlos de Foucauld, Teresa de Calcuta, Hetty Hillesum. Estas figuras místicas de primera fila, han vivido y penetrado en el misterio de Dios en profundidad y lo han sabido comunicar. Sin embargo hemos querido terminar poniendo el acento en que la mística del corazón se extiende más allá de las figuras místicas más relevantes sino a la sed profunda del corazón de todo hombre.

Cristo se encarnó y tomo un corazón de hombre para comunicarnos su amor divino a través de un corazón humano. El nos abrió su corazón. La heridas de su corazón traspasado es la puerta abierta a sus secretos. Su invitación que se extiende a todos es que podamos entrar, beber, saciarnos de sus consuelos y permanecer en él. Tenemos un lugar donde habitar. Jesús quiere que en nuestro corazón humano experimentemos el latido de su corazón divino para que podamos amar como él.