miércoles, 4 de diciembre de 2024

Levantemos el corazón

 

LEVANTEMOS EL CORAZON

SE ACERCA LA SALVACION

(LAS CAIDAS DE LOS IMPERIOS DE ESTE MUNDO)




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Introducción

Quiero comenzar este ensayo con el comienzo de un himno de Adviento. "Preparad los caminos":

Preparemos los caminos

ya se acerca el Salvador,

y salgamos peregrinos

al encuentro del Señor

(Himno de Adviento) 

 

Estamos comenzando el Adviento, resulta difícil cerrar este año tan nefasto y abrirnos con esperanza a uno nuevo con el corazón levantado cuando miramos a nuestro alrededor. El escenario que vivimos en el tiempo presente nos sitúa en un tiempo de profunda crisis: tiempo de incertidumbre, de turbación, de confrontación, de un conflicto que parece agrandarse a escala mundial. En medio de la noche de los tiempos se nos invita a que esta celebración de la Navidad nos preparemos a preparar con júbilo la venida del Señor.

 


NUESTRO CONTEXTO ACTUAL

Nos preguntamos sobre el estado de cosas al que estamos asistiendo. El Papa no deja de hablar que estamos asistiendo al ocaso y fin de una época e inicio de otra época, un verdadero cambio epocal.

Estamos asistiendo a un verdadero cambio de época, al cataclismo de la caída del imperio occidental. Quisiéramos detenernos en lo que supuso la caída de tantos imperios que marcaran toda una época de prosperidad pero que sucumbieron porque no estaban cimentados sobre “Roca” (el Imperio Helénico, el Imperio Romano, el Imperio del Occidente neoliberal) para extraer una serie de consecuencias que puedan ayudarnos a explicar la situación presente y a proyectarnos frente al futuro. Dios que actúa por causas segundas pudo despojarla de todo poder terrenal a través de continuas llamadas a la conversión y la renovación. La Iglesia santa y pecadora camina siempre necesitada de purificación, semper renovata. El Adviento previo a la celebración de la Navidad tiene este caracter penitencial.

Este año, sin embargo, tiene una connotación especial. El día de Navidad, 25 de diciembre, será la apertura de un gran Jubileo que se ha venido a llamar “El jubileo de la esperanza”. Ante el mundo que sufre el flagelo de la opresión y la guerra nos abrimos en espera a un tiempo de gracia. Se nos invita a que superemos las divisiones que nos separan para mantener la llama de la esperanza. Peregrinos de esperanza capaces de establecer puentes, de caminar promoviendo la unidad y la paz, la armonía en medio de la diversidad y la diferencia.

Hemos escuchado en el evangelio de este primer domingo “cuando os veáis rodeados de catástrofes y calamidades frente a los signos de perplejidad y amargura recapacitad todos los reinos de este mundo colapsarán las potencias de este mundo quedarán sacudidas y en ruinas pero no desalentarnos no dejad que vuestros corazones sanedrín y se embuten levantaos ánimo se acerca vuestra salvación. la liturgia de la Iglesia nos propone un pasaje del Evangelio de san Lucas en el que el evangelista nos presente a Jesús hablando a sus discípulos”. (cf. Lc 21, 25-36)



 

El evangelio nos sitúa en tres puntos o claves

1 los acontecimientos que anteceden (la venida de Dios), Aunque en estricto sentido el Evangelio parece aludir al final de los tiempos, cuando Jesús vendrá de nuevo para juzgar a vivos y muertos y establecerá su Reino, también podemos leer ese pasaje a la luz de un acontecimiento más cercano

2 las señales que le precederán y de la atención que se debe poner para discernir esas señales. Para discernir las señales se trata de aprender a distinguir lo que es relevante de lo que no, lo que nos acerca a Jesús de lo que nos aleja. Expresémoslo con unas preguntas: ¿sé distinguir que es accidental y que es lo esencial

3 las consecuencias del acontecimiento de liberación supone, lo que su presencia trae, lo que conlleva la palabra: “liberación” ¿En que consiste esta liberación, cual nuestra orientación de vida?

Conviene situar la venida del Señor en tres tiempos. Como dijo el Papa Francisco en la encíclica Evangelium Gadium: “el tiempo es más importante que el espacio”. La venida de Cristo la hemos de situar tres tiempos: presente, pasado y futuro. Conviene no perder la mirada del tercer tiempo: el futuro. El futuro es la cusa final que orienta toda nuestra vida, nuestra acción y voluntad. Avanzamos hacia el fin último y definitivo. Caminamos como peregrinos hacia la plenitud de un Reino que ya ha comenzado pero que vivimos en germen, en gestación. Hemos de caminar en esperanza desde la sabia aceptación del presente y aprendiendo del pasado.




Las tres venidas en tres tiempos (San Elredo, Pedro de Blois, San Agustín)

La liturgia en Adviento nos habla de tres venidas. En el oficio de hoy Pedro de Blois nos dice que tres son las venidas del Señor (Sermón 3 sobre la venida del Señor PL 207, 569-572). La primera pertenece al pasado (a media noche) en promesa; la segunda (por la mañana) en la carne;  la tercera (a pleno día) en el día del juicio final.  Nos encontramos entre la segunda y la tercera. Si queremos que la venida de Cristo sea causa de redención hemos de prepararnos para su llegada y nos invita a enmendar y llevar una vida honrada mientras aguardamos la venida gloriosa del Señor.

La primera venida en el pasado. Dios es fiel y cumple sus promesas hay un tiempo previo a la venida que es de preparación se anuncia la venida y la venida del reino. Es el tiempo de la promesa se anuncia el mesías que ha de venir al Salvador del mundo. Se anuncia a través de los profetas que son como antorchas lucernarios pregoneros de lo que ha de venir. El que ha de venir es anunciado por los profetas, su venida se anuncia con anticipación parar preparar el camino. En esta venida aún permanecía oculto, tuvo lugar en el ocaso del atardecer. La primera venida queda toda oculta en el pasado.

La segunda venida en el presente, es el tiempo del cumplimiento. La salvación está ya aunque en germen. La salvación ya ha sido dada está ya cerca. Es una venida humilde, en lo oculto de la carne. De esta avenida se percataron algunos.  El Reino aparece en germen, pero dividido, sufriendo violencia, es un tiempo de gestación. Tuvo lugar a medianoche en el silencio cuando la humanidad caminaba en tinieblas. Un rayo de luz brilló desde lo alto a través de una estrella. La humanidad se puso en camino, la luz se hizo presente y empezó e iluminar este mundo. Llegó aquel que ilumina a todo hombre y nos pusimos en camino y caminamos hacia su pleno cumplimiento.

La tercera venida en el futuro, es el tiempo de la plenitud. Mientras aguardamos esta venida la vivimos en esperanza. La tercera venida será gloriosa llena de esplendor y poder. Tendrá lugar al despuntar el día, el día definitivo. Hemos de estar preparados para el día final porque no sabemos el tiempo ni la hora. Nos encontramos en el tiempo de la espera: dichoso a qué que no baja los brazos y firme confía. El señor recompensará a los que se mantienen fieles y perseveran con la vida eterna con la perseverancia se salvarán nuestras vidas

En medio del lenguaje apocalíptico. Se nos habla en un sentido cósmico y escatológico, de un tiempo de calamidades, las naciones se llenarán de angustia y de miedo por las cosas que acontecerán en el mundo.  llegará un día en que todo se convertirá en ruinas y no quedará piedra sobre piedra. Todo será destruido. Se levantaran naciones contra naciones, reinos contra reinos. Vosotros manteneos firmes.




3 reinos que sucumbieron en pleno apogeo

Para tratar de acercar este mensaje a nuestra situación, he creído que nos puede ayudar repasar el colapso de algunos reinos, próximos a nosotros, tratando de dilucidar sobre nuestra situación presente.

La caída del imperio heleno. Grecia la era axial de los grandes pensadores, de los grandes valores, de los grandes ideales, valores como la verdad y la belleza, la concordia, la polis. Se produjo en una era axial donde se conjuraron grandes acontecimientos. Entonces Grecia deslumbró en todo su esplendor surgieron nuevas ideas pensadores concepciones filosóficas qué abrieron nuevos horizontes. Los hombres se creyeron dioses lucharon contra los dioses como titanes por sus principios y valores pero terminando cambiando la verdad de Dios siguiendo a los ídolos del mundo. En lugar de honrar al Creador se jactaron de sabios se hicieron necios y estúpidos sofocaron en sus pasiones y juicios pensamientos eso insensato corazón se entenebreció.

La caída del imperio romano. Sin duda uno de los más grandes, el imperio de la ley y el derecho y la justicia, la fragua de las instituciones base de nuestra ciudad, el estado, la milicia, la iglesia. Este reino quedó también sitiado pisoteado por los pueblos bárbaros que arrasaron con todo lo que se encontraron. Se embotaron los corazones con desenfrenos juergas borracheras, se entregaron a pasiones infames invirtiendo el orden natural el orden cívico y social, se cometieron las mayores infamias. Este imperio colapsó porque no estaba cimentada sobre roca

La caída de Europa como civilización occidental. Se impuso el imperio de la razón de la libertad, confundieron la libertad en libertinaje se dejaron llevar por sus instintos bajos y cayeron en luchas de poder se llevaron se llenaron de codicia. Este imperio se hundió porque no estaba cimentada sobre roca y su ruina fue grande.

¿Y nosotros dónde nos situamos, qué esperamos? Esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva donde reine la justicia y la paz un reino cimentado sobre una roca firme y estable. A los que perseveraron haciendo el bien buscando la gloria de Dios, prometió la adquisición de la vida eterna. 

Como rezamos en el primer prefacio de Adviento: “Jesús asumió en su primera venida la humildad de la carne humana, y así cumplió el designio que ustedes formaron hace mucho tiempo, y nos abrió el camino a la salvación eterna, para que, cuando venga de nuevo en gloria y majestad y todo se manifieste por fin, nosotros, los que esperamos ese día, heredemos la gran promesa en la que ahora nos atrevemos a esperar”.

 


UNA LLAMADA, ANCLARNOS EN LO ESENCIAL

En el tiempo que vivimos hemos de estar vigilantes no dejando que se hagan pesados nuestros corazones vivimos un tiempo de lucha entre dos reinos. Una batalla que empieza en el corazón: El Reino sufre violencia y son muchos los perseguidos. El Reino de Dios está en gestación en parto. Las acechanzas del enemigo buscan destruirlo. La persecución y la lucha es grande. No dejemos espacio al enemigo viene a desunir y destruir. Si le dejamos espacio, entra y convierte está morada en guarida y escondrijo de ladrones. Se corrompe el corazón y nos dejamos prostituir por los falsos ídolos y nuestra tierra queda agostada arrasada, pisoteada, experimentamos la desolación, la ceguera, la falta de luz, desasosiego, turbación, cansancio, amargura.

Preguntémonos ¿cuáles son nuestras armas nuestros apoyos nuestras fortalezas nuestras debilidades? Cuando un reino queda dividido no se sostiene. No nos dejemos arrastrar por el mal la opresión, la violencia, las ansias de poder. Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado, toda casa dividida contra sí misma no podrá subsistir. Guardaos de la apariencia y de la hipocresía.

La apariencia de este mundo desaparece la presión la maldad tendrá un final. Orad para no caer en tentación. Que no cese la intercesión, la alabanza, la oración y la espera. Alzad vuestros corazones por qué viene vuestra salvación. Se trata de un reino estable que se mantendrá y prevalecerá contra el mal, el triunfo del Reino de Dios pues quienes confían en el poder de Dios vencerán bajo el amparo del Cordero, bajo la acción del Espíritu de Dios. El Reino de Dios está cerca está en germen. ¿No lo veis? los ciegos verán los sordos oirán los muertos resucitarán y el Evangelio será anunciado a los pobres.

Perseverad en medio de las dificultades. No temáis todo pasará, pero mi amor de vuestro lado no se apartará. Las aflicciones de este mundo no son nada comparados con la gloria que se nos espera. Todo en este mundo va a desintegrarse para el Señor. Un día son como 1000 años y 1000 años son como un día. Todo pasará, pero sus palabras no pasarán, su promesa de amor será definitiva y eterna. La historia se encamina hacia un final definitivo y perpetuo la historia marcha a su cumplimiento para recuperar recapturarlo todo en él entonces se descorrer el velo de la trama y se verá el final de la historia.

Este Adviento de preparación de la Navidad tiene para nosotros una connotación especial porque este año el día de Navidad comenzamos la celebración de un año jubilar, de un año santo. El 25 de diciembre se abrirán las puertas santa para dar inicio al "Jubileo de la esperanza".

 


A LAS PUERTAS DEL JUBILEO

El sentido del jubileo viene de la tradición hebraica y tenía por significado el de recordar al pueblo la llamada, la alianza establecida, el pacto de amor de Dios con su pueblo. El jubileo trata de renovar la consagración y la santidad del pueblo y los vínculos de la comunidad. Asociarlo al fuerte sentido de redención, supone la confesión de los pecados y la renovación interior para no hacernos esclavos y deudores de la muerte sino ponerse como servidores redimidos al servicio de la vida.

La Iglesia mientras tanto peregrina en el júbilo y el jubileo de la Pascua que es como un eco o recuerdo lejano del júbilo celestial de los santos. El júbilo pascual del Aleluya, Maranathá, Ven Señor Jesús, indica la celebridad de la visión feliz y beatífica que significa la paz y el reboso de todas las aspiraciones humanas que encuentran su plenitud y su glorificación en la suprema beatitud celestial. He aquí el fin último de la historia, la visión y la unión gloriosa de la paz perdurable y eterna.

La Iglesia en medio de la noche como en un Viernes Santo camina hacia la Pascua. Camina bajo la luz de Cristo y la luz de tantos mártires y testigos. A través del misterio pascual está llamada a manifestar la gloria y el poder del Crucificado Resucitado.

La Iglesia camina en esperanza en la tensión entre el don ya recibido y la promesa todavía no cumplida del todo y que va creciendo día a día n medio de luces y sombras hacia la manifestación final del Reino de Dios ayudada en su peregrinación temporal por la comunión con la Iglesia celestial.

En este camino está siempre expuesta a la contingencia del hombre y a su condición pecadora está en camino de conversión y reconciliación. La Iglesia siente la necesidad de renovarse incesantemente en la apertura a la promesa para crecer hacia la unidad.

La Iglesia peregrina hacia la patria celestial está siempre en camino y no tiene como fin o meta a sí misma. La restauración prometida que esperamos comienza y termina en Cristo. La Iglesia no es un absoluto sino un fin. No está llamada a dominar sino a ser servidora.

 

EN LA SECUENCIA DE OTROS JUBILEOS

A lo largo de la historia de la Iglesia se han vivido toda una secuencia de Jubileos. En medio de situaciones extraordinarias, jubileos extraordinarios.

En el año 1300 el Papa Bonifacio VIII convocó el primer jubileo poniendo a toda la Iglesia como en una gran Peregrinación. A partir de este se fueron alternado en el tempo, primero cada cien años, luego cada cincuenta y luego cada veinticinco.

En el año 2000 el Papa San Juan Pablo II convocó un año jubilar como inicio del nuevo milenio. Este año jubilar tuvo una larga preparación a lo largo de tres años con antelación. Luego convocó a la Iglesia de Roma para que fuera sede de acogida de toda la cristiandad e inauguró el gran jubileo que abrió las puertas al nuevo milenio. La mayor basílica del mundo se mostraba como una joya refulgente y en el ritual que se remonta al S. XV abre la Puerta Santa.

En el año 2015 el Papa Francisco convocó a la Iglesia a vivir el jubileo extraordinario de la Misericordia. Recordamos el texto que publicó entonces de “la bula de la Misericordia”.

Este año 2025 el Papa Francisco convoca a toda la Iglesia a vivir un nuevo jubileo: El jubileo de la esperanza. El Papa nos invita a recuperar el sentido de la fraternidad universal promoviendo la paz, el bien común, el cuidado de la vida y de la casa común. Convoca a todos los pueblos, a toda la humanidad y de nuevo Roma se vuelve a convertir de en epicentro de gravedad y de irradiación para toda la Iglesia y desde ella para el mundo.

Pasemos ahora a detenernos a analizar lo que hemos encabezado al principio. Preguntarnos por las causas del derrumbe de los grandes imperios del pasado para aprender del pasado y disponernos a mirar el futuro con esperanza.




I LA CAIDA DEL IMPERIO HELENICO

La primera gran transformación: la transformación axial

Después de un tiempo oscuro de sufrimiento, la humanidad sufre una gran transformación. Esta gran transformación nos lleva a la primera estrella de la espiritualidad axial. Es un tiempo de catarsis. Sufren una dislocación espiritual. El catalizador del cambio fue la erupción de una nueva espiritualidad con las nuevas religiones, el judaísmo, el hinduismo, el budismo, pero todas ellas caracterizadas con principios comunes: Los principios de la Edad axial.

Vamos a tratar de profundizar en las claves de esta Edad axial y analizar cada uno de los puntos más significativos para ver así los principios comunes que la caracterizaba siguiendo la cronología de los eventos más importantes.

 

Las figuras de grandes pensadores (Homero, Aristóteles, Sócrates y Platón).

Este fue el período de grandes figuras como Buda, Sócrates, Confucio y Jeremías, los místicos de los Upanishad. Una nueva civilización griega surgió del rublo de Micenas, una confederación de tribus alrededor del siglo IX a.C. El reino de miceas y la civilización minoica después de una edad oscura colapsaron alrededor de 1375. Los griegos eran un pueblo indoeuropeo que había comenzado a establecerse en la región del Peloponeso alrededor del año 2000 a.C. Hablaban un dialecto indoeuropeo. No creían en un dios creador benevolente, eran politeístas y no tenían orden divino al principio. El panteón griego: Zeus, Atenea, Poseidón, Dioniso se convirtieron en el centro de su religión. Trataron de explicar la realidad a través de mitos. Homero fue uno de los principales autores de estos mitos griegos. Ya en el siglo V la civilización griega estaba en su apogeo.

Después de un tiempo de crisis, Hesíodo promueve una nueva ética que busca el bien común, y no la autorrealización buscando nuestra propia gloria. Promovió una especie de kenosis y entrega a sí mismo, una ética de desinterés y devoción a los demás. Era un nuevo modelo de excelencia, arete, lejos de los héroes guerreros. En lugar de buscar agresivamente su propia fama y gloria, el hoplita sumergió sus propias necesidades para el bien de los demás.

Después del siglo de Pericles, los sofistas estaban difundiendo argumentos falaces que mostraban el absurdo lógico del sentido común. Fue el origen de la duda sistemática del relativismo, el subjetivismo y el escepticismo. Es imposible formular ninguna verdad. Promueven una duda sistemática y la inutilidad del lenguaje. No había autoridad trascendente ni Dios supremo. Afirmaban que el hombre era libre e independiente y que el frío intelecto filosófico tomaba el control de su propia vida.

Sócrates implantó el arte de la dialéctica y fundó la Academia. Un diálogo riguroso para exponer las creencias y obtener la verdad.  Entendió que su misión era llevar a sus compañeros atenienses a la verdad y a una mejor comprensión de sí mismos. Él creía en Dios. El conocimiento era inseparable de la virtud. El coraje, la justicia, la piedad y la amistad no son ficciones vacías. La verdadera filosofía es aprender a vivir. El deseo, de liberación, sólo será posible a través de una gran transformación interior. El cultivo del alma era la tarea humana más importante, mucho más crucial que el logro del éxito mundano. El alma está dañada por acciones equivocadas. No debemos tomar represalias o hacer mal por mal a nadie, cualquiera que sea el mal que hayamos sufrido de él. Platón y más tarde Aristóteles reclamarían más tarde la capacidad de razonar bien.


Los principios comunes de la Era Axial

Llamamos a la Era Axial el momento crucial alrededor de S V aC de intensa creatividad, espiritual y filosófica muy significativa para el desarrollo espiritual de la humanidad. La Era Axial empujó hacia adelante las fronteras de la conciencia humana y descubrió una dimensión trascendente en el núcleo de sus seres. Este período fue uno de los períodos más seminales y el cambio religioso en la historia registrada y fue la base de nuestro mundo moderno.

Marquemos los principios más importantes y comunes: Este período de renovación fue en tiempos de crisis espiritual y social. La lección de este tiempo es que en tiempos de crisis las personas fueron capaces de elaborar una nueva espiritualidad basada en principios sólidos.

No les interesaban las prácticas vacías de rituales. Por lo general, experimentaban lo sagrado como una presencia inmanente en el mundo que los rodeaba. Todos ellos podían promover la unidad y la paz siendo sometidos a un orden cósmico que mantenía todo en existencia. Ponen el acento en la práctica, no en las doctrinas. Lo que importa no era lo que creías, sino cómo te comportabas. Primero debes comprometerte con la vida ética, luego la benevolencia disciplinada y habitual, no discutir sobre la convicción metafísica o la creencia ortodoxa. La Era Axial tenía un nuevo significado ético y puso la moralidad en el corazón de la vida espiritual.

Se trataba de un momento álgido en la historia de la humanidad. Una era axial punto de inflexión de la historia. Enfatizaron la Regla de Oro, el Camino para encontrar a Dios y el Camino al cielo comienza aquí en la tierra teniendo una vida compasiva. La religión estaba a punto de practicar la misericordia, la compasión y la importancia suprema de la benevolencia, la caridad arraigada en nuestra propia naturaleza.

Todo se centra en torno a un nuevo ethos, la preocupación, el respeto por los derechos sagrados de todos los seres, la bondad y la generosidad hacia los semejantes. Esta es la manera de transformar y salvar el mundo.

 


I LA CAIDA DEL IMPERIO HELENO

Un permanente recordatorio. En la colina donde se levanta la Acrópolis de Atenas. Ahora quedan las ruinas donde se ve con arrogancia lo que quedó del esplendor de Grecia antigua. La Acrópolis es como un recordatorio constante de la gloria y el dolor de la existencia humana. Históricamente este sitio ha sido el epicentro de la filosofía, el arte y la política representando la Cúspide de la civilización griega antigua.

En su apogeo, Atenas era un hervidero de actividad donde Sócrates cuestionaba cada certeza y donde la democracia echaba sus primeros pasitos vacilantes entre el escepticismo y la esperanza. La Acrópolis es más que un conjunto de ruinas es un símbolo de la persistencia de la memoria a lo largo de siglos ha sido saqueada profanada reconstruida sirviendo como una metáfora de la tenacidad humana.

Una belleza pasajera. La vista del Partenón con sus columnas desgastadas pero firmes nos habla de una belleza que desafía el paso del tiempo una belleza que a pesar de las cicatrices se mantiene erguida desafiante ante la erosión tanto del viento como de la civilización. La Acrópolis evoca un profundo sentimiento de nostalgia no por un pasado vivido sino por un pasado idealizado. Es como mirar a través de un espejo hacia un mundo donde los ideales de belleza honor y conocimiento se entrelazaban en la vida cotidiana. Esto nos confronta con lo que hemos perdido nuestra marcha hacia el progreso la conexión con esos ideales elevados y la creencia en algo más grande que nosotros mismos. Pasear entre sus ruinas es como caminar junto a los fantasmas de aquellos que hace milenios contemplaron los mismos paisajes buscando respuestas a las mismas preguntas fundamentales sobre la vida, la moralidad el universo.

Una metáfora de nuestra realidad. La Acrópolis en su silenciosa majestuosidad nos recuerda nuestra propia finitud y la búsqueda eterna de significado en medio del caos de la existencia. Estas piedras son una especie de diario, un registro tangible de la audacia y las desventuras humanas a través del tiempo. Alguien dijo que aquellos que no pueden recordar el pasado se aventuran a repetirlo. Esta es una frase que resuena en los pasillos de la historia como el eco de un grito en una noche silenciosa. Nos invita con un tono de urgencia casi desesperado a mirar los polvorientos vestigios de la historia no por mera curiosidad sino para sobrevivir con la cabeza erguida ante el presente y esperar en un futuro que ahora se presagia incierto.

Memoria del pasado. Sin embargo, la humanidad en su arrogante carrusel de progreso tiende a mirar hacia atrás solo para burlarse de los errores pasados creyéndose inmune a ellos solo para caer en la misma trampa con un disfraz distinto. Consideremos entonces esta insistencia en aprender del pasado no como una lección de historia pero sí como el reconocimiento de un patrón cíclico en la naturaleza humana. Es fascinante y a la vez patético como a pesar de los avances tecnológicos y científicos los seres humanos seguimos tropezando con las mismas piedras.

Miremos nuestro escenario, guerras por ideologías, discriminación, desigualdad. Acaso no es el apogeo de la ironía que con todo el conocimiento acumulado sigamos repitiendo los mismos errores. Quizás el problema radica en la naturaleza misma de nuestro aprendizaje. Estudiamos el pasado como quien observa una película de terror con una mezcla de fascinación y alivio de que eso ya pasó ya es cosa del pasado; pero realmente pasó o simplemente se transformó en nuevas formas de conflicto nuevas formas de opresión nuevas formas de error.

La verdadera tragedia no es olvidar el pasado es creer ingenuamente que somos fundamentalmente diferentes de aquellos que vinieron antes de nosotros la advertencia de no repetir la historia se convierte en una llamada a la humildad necesitamos reconocer nuestras propias limitaciones nuestras susceptibilidades a las mismas falacias y a los mismos errores. La historia que cuentan estas piedras no es solo un registro de eventos es un espejo que refleja nuestras propias debilidades e ignorarlo no solo es imprudente es un acto de arrogancia suprema.

Del esplendor a la decadencia. Es un secreto a voces que vivimos una época de decadencia que tiene su espejo en la Grecia clásica. La sociedad ateniense que vivió entre estas piedras en el apogeo de su esplendor durante el siglo V antes de Cristo fue una cuna de avances extraordinarios en arte filosofía y política. Sin embargo, como cualquier gran civilización cayó en excesos que con el tiempo contribuyeron a su decadencia Atenas con su experimento democrático no fue inmune a líderes carismáticos que a través de la retórica, persuasiva y muchas veces vacía, manipulaban la opinión pública para obtener poder. Quizás no nos resulte del todo ajeno que este fenómeno que llevó a decisiones impulsivas y desastrosas como la catastrófica expedición siciliana durante la guerra del Peloponeso.

La lección es clara. La importancia de un debate público informado y la necesidad de líderes que antepongan el bien común al beneficio personal. La expansión y el estilo de vida atenienses dependían significativamente de recursos importados como el grano de las colonias y esta dependencia junto con la negligencia hacia la gestión de sus propios recursos como la madera para su flota puede verse como un paralelo temprano a los desafíos a los que se enfrenta Europa en la actualidad.

La actual globalización de la que tanto dependemos no nos va a hacer un daño irreparable. En el cenit de su poder y de su esplendor la sociedad ateniense era un mosaico vibrante de avances culturales políticos y filosóficos sin embargo llegó un momento en que se abandonó a la complacencia y al exceso.

Síntomas de una decadencia. La dedicación al ocio estéril y a los placeres La sociedad del bienestar se convirtió para muchos en un fin en sí mismo, las virtudes cívicas que habían cimentado su ascenso se eclipsaron y esta inclinación hacia el hedonismo el ocio y el despilfarro fue una importante faceta en su compleja trama de decadencia.

El ocio en la época dorada del imperio era tiempo dedicado a la reflexión al debate en el ágora y a la apreciación de las artes y el teatro sin embargo el equilibrio comenzó a inclinarse hacia una búsqueda desenfrenada de placer personal de satisfacción inmediata eclipsando el compromiso con el bienestar colectivo y la responsabilidad cívica banquetes lujosos y competiciones deportivas extravagantes.

Festividades que rozaban el derroche se convirtieron en manifestaciones comunes de este apetito por el exceso este abandono por la indulgencia creaba todavía mayores divisiones sociales mientras que una élite podía permitirse vivir en un estado Perpetuo de búsqueda de placer. La mayoría de los atenienses se enfrentaban las duras realidades de la vida diaria creando un descontento que destrozaba el tejido social. El abandono a los excesos hedónicos contribuyó a un debilitamiento de los valores que habían sostenido la grandeza ateniense la valentía el sacrificio personal la dedicación al bien común el compromiso con la democracia se vieron minados por el individualismo y la búsqueda del placer

Este cambio en los valores no solo afectó a la vida política y social sino que también tuvo gran impacto en el ámbito militar donde la disciplina y el compromiso colectivo eran esenciales. Se puede ver el paralelismo sobre estas piedras. Se experimentó por primera vez la polarización. la Atenas clásica experimentó periodos de intensa discordia interna incluyendo tensiones entre clases sociales y entre demócratas y oligarcas tensiones que fueron propiciadas desde las más altas esferas del poder. Estas divisiones internas debilitaron a Atenas. Quizás es más difícil responder de forma unificada a las amenazas externas. Por una parte la compleja red de alianzas en el mundo griego también jugó un papel crucial en el declive ateniense. Atenas se encontró en muchos momentos aislada y enfrentada a coaliciones de otras polis lideradas o instigadas por sus rivales especialmente Esparta los políticos que en la actualidad se someten a alianzas débiles actúan del mismo modo que los líderes atenienses cuando se desplomó su imperio

En el momento de su desplome la sociedad ateniense que habitaba estas piedras se veía inmersa en excesos y esos excesos provocaron una generación de jóvenes indolentes porque de todos es sabido que los tiempos difíciles forjan hombres fuertes los hombres fuertes crean buenos tiempos.  Los buenos tiempos crean hombres débiles los hombres débiles crean tiempos difíciles polarización despilfarro políticos populistas y codiciosos. La pérdida de valores corrupción juventud perezosa mala gestión pública todos ingredientes para una catástrofe todos ingredientes de un caos que fue capaz de dinamitar uno de los imperios más prósperos del mundo todos ingredientes que saboreamos hoy.

Aprendamos la lección. Como decíamos: quien no conoce el pasado está condenado a repetirlo. Eso nos gritan estas piedras la caída de aten nos enseña sobre la fragilidad de las grandes potencias y como la combinación de ambición desmedida descuido de la cohesión interna dependencia de la fuerza militar vulnerabilidad a desastres y errores en la estrategia pueden converger para precipitar su caída. La historia ateniense con todas sus glorias y tragedias sigue siendo un espejo en el que podemos contemplar nuestras propias sociedades esperando aprender de sus errores para no repetirlos más.


                                                    

II LA CAIDA DEL IMPERIO ROMANO

El Imperio Romano ha sido junto con Grecia la base la cultura occidental. Al igual que ocurrió con Grecia tuvo una génesis, un apogeo y una desintegración. La desintegración del Imperio Romano ha sido considerada uno de los acontecimientos más significativos de la historia. Muchos han sido los pensadores, historiadores, filósofos, teólogos que han intentado analizar ese gran acontecimiento que supuso el colapso de una era y el inicio de otra nueva. Hemos querido detenernos en San Agustín en su obra la ciudad de Dios para analizar las causas de esta caída.

Este colapso no se dio de repente, se fue dando gradualmente y los propios contemporáneos no parecían percatarse de estar viviendo un periodo tan trascendente. Me temo que también nosotros no somos del todo conscientes de este cambio epocal que estamos viviendo. Quizás el análisis de lo que sucedió entonces pueda ayudarnos a tomar más conciencia de la situación que vivimos al presente y de ver las claves y fundamentos para afrontar el futuro con el reto a construir una nueva civilización.

El imperio romano fue un imperio fundamentalmente urbano y sus ciudades bien diseñadas estratégicamente con un trazado básicamente militar. Gozaba de una red de comunicaciones impresionante a través de calzadas romanas que surcaban el imperio. Un sistema hídrico toda una obra de ingeniería que proveía agua a las ciudades surtiéndolas de fuentes acuíferas.

Su extensa red de comunicaciones ya lo fueran terrestres o marítimas a través del Mediterráneo “Mare nostrum”, conocido como el mar del imperio, unían las poblaciones más distantes de Asia Menor y  Egipto hasta Roma. Se consiguió así algo inaudito, romper las barreras materiales entre los diversos pueblos traspasando fronteras en una unificación de lengua y cultura jamás nunca vista en una especie de universalización de la cultura basada en una república universal con características comunes[viii].

Esta unificación material y moral del imperio se fomentó mediante el idioma universal de la Koine. Tras la cristianización del imperio con el emperador Constantino, el propio imperio sirvió de base de propagación del cristianismo y el cristianismo de un sólido sostén espiritual que contribuyó más aún a su unificación.

Roma tocó fondo y sólo el regreso de los papas pudo revertir su profunda decadencia como entidad urbana. Todo esto originó un gran declive para la figura y la relevancia del Papa que aumentaría y se agudizaría con el gran cisma de Occidente con dos papas y dos obediencias a Roma y Avignón. Al carecer de la figura del Papa, Roma entró en una gran decadencia.




ANALISIS DE LA CAIDA DEL IMPERIO

Tratemos de analizar los hechos mas significativos: 

Después del gran apogeo, la paz romana

Con el Emperador Constantino si bien vino la paz al imperio y el fin de las persecuciones también vino la relajación de las costumbres que se habían vivido en estado heroico durante los tres primeros siglos en el tiempo de los mártires.

Si bien con la conversión de Constantino vino un tiempo de prosperidad y de paz no todo supuso la instauración del reino y la majestad de Dios. Los reinos y poderes de esta tierra se debatieron y la Iglesia luchó siempre con instaurar el reino de Dios en medio de luchas y dificultades tanto internas como externas.

El triunfo de la fe con la conversión de Constantino en el 313 trajo un desbordado optimismo. San Silvestre fue elegido obispo de la sede romana en el año 314. En medio de grandes debates y tribulaciones, el cisma donatista y el combate contra la herejía herreriana, se logró restablecer la paz. Después de un largo periodo de persecuciones se vio restablecer la paz y las iglesias de Cristo empezar a difundirse por todo el mundo. 

 

El ocaso de un imperio y el despertar de otro

El 24 de agosto del 410 las tropas de Alarico entraron por la puerta Salaria a Roma. San Jerónimo desde su retiro en Belén describe el tremendo acontecimiento: “He aquí que de improviso me ha llegado la noticia. Muchos de nuestros hermanos han muerto. No podía decir una palabra antes de recibir la confirmación y pendiente entre la esperanza y la desesperación padecía el martirio de las desgracias ajenas. Pero cuando la más brillante antorcha de la tierra se apagó, cuando el imperio romano fue herido en su misma capital, cuando para hablar más exactamente, la tierra entera recibió un golpe mortal con esta ciudad, yo quedé mudo, quedé totalmente anonadado y me faltaban palabras.” (San Jerónimo, in Ezechielem Prophetam I, praef. : PL 25,16)

Comenzaba un nuevo periodo para Roma y para la humanidad, un nuevo periodo para la cristiandad. El contexto que vivimos ahora en la Iglesia sea otro pero quizás estamos asistiendo también a la caída de un imperio y el resurgimiento de otro.

Se ha hablado mucho del final del milenio como final de un ciclo y comienzo de otro. Las ideas mileniaristas que rodearon a la Iglesia en un determinado momento siguen rodeándola ahora incluso al final del segundo milenio y comienzo del tercero.

Todas las crisis conllevan un nuevo nacimiento. Pareciera que los grandes poderes de este mundo están cayendo. Hemos visto caer al poderos bloque marmóreo del comunismo y acaso no asistimos a la caída del capitalismo. En cuanto a la Iglesia la vemos también pasar por momentos de crisis, de cambios. A los 50 años del Concilio Vaticano II surgen más interrogantes que respuestas.

Quizás la Iglesia necesita también despojarse de todos los poderes humanos y volver a recuperar la frescura del evangelio como lo hizo en el medievo con aquel poverello de Assisi que sintió primero ante la Porciúncula y luego frente a la gran Basílica de Letrán la llamada del Señor; Reconstrúyeme la Iglesia. No hay otra fuente de renovación que Cristo y su evangelio. Los tiempos cambian, el evangelio permanece.

 

La sociedad y la cultura del imperio

La sociedad romana estaba estructurada en clases sociales perfectamente delimitadas. La nobleza la controlaba el patriciado y los plebeyos. Todo el poder se hallaba concentrado en manos de un patriciado lleno de gloria y privilegios con toda una cobertura de esclavos que les servían. Después la clase militar con toda una jerarquía aliada a los senadores y ghetos de poder. El resto la gran plebe era contentada con juegos. Para entretenerla se disponía de toda una serie de circos y anfiteatros donde imperaban las cuadrigas y luchas de gladiadores. 

Roma era famosa por sus fiestas y grandes fastos. Los patricios celebraban los aniversarios del ascenso al trono de los emperadores que por lo general implicaban un gran despliegue de espectáculos públicos. Estos eran muchas veces una gran válvula de escape para aliviar tensiones internas. Los juegos eran una de las ocas oportunidades en que los amos y señores de Roma compartían con la plebe un mismo espectáculo aunque ubicados en graderías de muy distinta calidad y ubicación.

Para dictar sentencia los patricios estaban atentos a las preferencias de la multitud ya que la política de “panem et cirum” estaba destinada fundamentalmente a halagar a la plebe. Por lo general los patricios más ricos financiaban los juegos pero este requisito era utilizado como elemento de presión sobre el emperador o el Senado.

La primera estructura social y política de Roma fue la familia. De la agrupación de algunas familias surgieron las “gens”. De un conjunto de “gens” las tribus. En el interior de las “gens” se distinguían los miembros de cada familia “adnati” y los “gentiles” todos aquellos procedentes del mismo antepasado. Cada “gens” compartía alguna actividad, generalmente algún culto religioso. Esto constituyó el embrión de las “civitas”, ciudades o áreas de una misma ciudad.

En los dos siglos que siguieron a la muerte de Augusto el imperio realizó una intensa labor civilizadora, especialmente sobre las provincias occidentales (Galia, Britania, España). La cultura romana ya no quedó limitada a Roma e Italia, sino que se extendió hasta las más lejanas provincias fronterizas. La fundación de ciudades y campamentos militares fueron la base de la romanización. Roma impuso su idioma, el latín, y sus leyes a los pueblos conquistados. Una red de caminos y carreteras unían a las provincias con Roma. Las provincias se llenaron con templos, acueductos, termas, basílicas y otras notables obras de ingeniería y arquitectura que se caracterizan por su utilidad, su solidez y su grandiosidad. Las costumbres paganas fueron poco a poco declinando con la influencia del cristianismo.

Las innumerables ciudades del imperio, fuese las conquistadas o las fundadas por Roma, fueron el semillero de una activa burguesía. Los dirigentes solían obtener la ciudadanía romana; los más importantes entraban al Senado. La esclavitud también constituía una verdadera plaga y sólo fue decayendo en la medida que terminaron las guerras de conquista y por influencia del cristianismo. Durante el siglo III Roma sufrió una larga crisis. En lo político el trono imperial se desestabiliza, pues la mayoría de los emperadores murió asesinado o muertos en revoluciones y guerras externas.

Debido a las dificultades del Estado para cobrar los impuestos y, cómo casi toda la población rehuía ciertas profesiones como el cobrador de impuestos, ediles municipales, etc. El gobierno se vio en la necesidad de declararlas hereditarias, lo que contribuyó a rigidizar la estructura social. Esta medida tuvo profundo impacto sobre los campesinos y colonos agrarios de Occidente, los cuales fueron transformándose lentamente, a partir del siglo IV, en los futuros siervos de la gleba europeos. Sin embargo, la Iglesia cristiana logró sobrevivir a las persecuciones de parte de las autoridades imperiales y pronto obtendrá el reconocimiento con la debida libertad de culto.

 

De la gloria terrena a la gloria eterna. Los inicios de la Iglesia romana

Durante el siglo IV el Imperio Romano pareció renacer. Constantino el Grande reordenó el Estado e hizo frente como mejor pudo a las presiones externas. Roma dejó, a partir de ese momento, de perseguir a los cristianos. Constantino y sus sucesores comprendieron la importancia política del cristianismo y trataron de comunicar nuevas fuerzas al Estado apoyándose en él. La religión hizo progresos decisivos durante el siglo IV, pese a los intentos postreros del emperador Juliano el Apóstata de reflotar el culto pagano y las perturbaciones ocasionadas entre los fieles por la difusión de la herejía del arrianismoLa fe cristiana fue finalmente promulgada y confirmada. La Iglesia y el Papado, sus expresiones institucionales características, se enraizaron en tal forma en la cultura y en la sociedad de la época.  Roma volvería a proyectarse más allá del propio estado que había creado y que ya se encontraba en proceso de decadencia. Roma sobrevivirá a la desintegración de su imperio gracias al cristianismo.

Constantino generó un cambio geopolítico trascendental, al tomar la decisión de trasladar la capital del Imperio: de Roma a Constantinopla. Constantinopla, la antigua Bizancio griega, era una ciudad mejor defendida y ubicada estratégicamente, más cercana a las ricas provincias orientales. Constantino echaba las bases del futuro Imperio Bizantino, continuador del romano en el Este de Europa y en el cercano Oriente.

Durante el siglo IV el Imperio Romano se puso a la defensiva en relación a los pueblos germánicos que empezaban a desbordar las fronteras del Rin y del Danubio. Los germanos habían entrado en contacto con Roma a finales del siglo II a.C cuando Mario aniquiló a los cimbrios y teutones que incursionaron en el norte de Italia y en Provenza; más adelante, César realizó expediciones de castigo en la Germania; no obstante, nunca pudieron ser domeñados plenamente por los romanos. Veamos la génesis de cómo se va constituyendo la Iglesia romana.

 

El eclipse de una gloria. El Primado Romano 

En el siglo IV nuevos pueblos germánicos aparecían -godos, vándalos, francos, burgundios, alanos, etc. y avanzaban hacia el Oeste. La amenaza de los hunos, provenientes del interior del Asia, empujó a los germanos en contra de las fronteras de Roma. El primero que se asentó de manera definitiva en sus tierras fue el pueblo de los visigodos, al aniquilar al ejército del emperador Valente en la decisiva batalla de Adrianópolis en el 378. 

Comenzará el declive militar de Roma; el Estado ya no tuvo fuerzas para expulsarlos de su territorio. A partir de ese momento, los bárbaros germánicos serán una constante en la política interna de Roma.

Teodosio logró reunir por última vez a todo el Imperio Romano tras vencer a sus competidores, pero luego comprendió la necesidad de dividir al Imperio con objeto de dar una respuesta más ágil a las diferentes amenazas que pesaban sobre él. A su muerte (395), el Imperio se dividió en dos partes, con soberanos y administración propia: nacían así el Imperio Romano de Occidente y el Imperio Romano de Oriente. Teodosio también es importante por haber declarado al cristianismo como la religión oficial del Imperio. Roma se convirtió, de un imperio pagano, en un imperio cristiano.

A principio del siglo V, las tribus germánicas, empujadas hacia el Oeste por la presión de los hunos, penetraron en el Imperio Romano de Occidente. Las fronteras cedieron por falta de soldados que las defendiesen y el ejército, constituido en su mayoría por bárbaros, no pudo impedir que Roma fuese saqueada por los visigodos de Alarico I en el 410 y por los vándalos de Genserico en el 455. 

Estos saqueos provocaron gran conmoción en el mundo cristiano y civilizado, y si bien los daños en la ciudad fueron escasos, el prestigio de Roma fue gravemente afectado. En el 452 el Papa León Magno consiguió disuadir a Atila del saqueo de la ciudad pero en el 546 fue saqueada por Totila. Su población de 800.000 en el año 400 pasó a 100.000 en el año 500 y en el año del saqueo de Totila se redujo a 30.000. Solamente hacia finales del S. VI la población comenzó acrecer hasta llegar a 90.000. 

En el año 476 el último emperador de Occidente fue destronado por los bárbaros y sus insignias imperiales enviadas a Constantinopla. Con este acto el Imperio de Occidente dejó formalmente de existir. Se da una crisis general de las instituciones políticas y civiles de Roma las únicas que sobrevivieron sólidamente fueron la Iglesia y el Papado. De hecho, los papas de Roma, los obispos y el clero en general tuvieron que asumir, en muchos casos, funciones políticas, generalmente en defensa de la labor de la Iglesia y de las poblaciones romanas en contra del abuso de los bárbaros 

El poder político ejercido por Bizancio fue discontinuo y en forma creciente fue asumido por el papa, el cual fue progresivamente ejerciendo la dirección civil y administrativa de la ciudad. Una de las figuras más destacadas fue la de San Gregorio Magno. San Gregorio intenta sobre todo una recomposición del papado como patriarcado universal. Establece las llamadas “estaciones de Roma” que ofrecen ocasión oportuna para las grandes reuniones del pueblo y el clero presididas por el Papa. Fue el gran defensor de Roma en momentos difíciles de las invasiones bárbaras de Atila y Genserico. Consiguió detener los ataques de Ariulfo y Aguilulfo, lombardos que llegaron a las puertas de Roma. Ante la amenaza competitiva de Constantinopla en Oriente, Roma es robustecida con la creación de los Estados Pontificios al tiempo que se daba origen a los nuevos estados europeos. 

Roma adquiere el título de ducado con diez provincias que dependían de la metrópoli de Roma. Después de los ataques de los bárbaros se recupera el gobierno y el pontificado del Romano Pontífice. Durante los S. VI y VII Roma sufrirá una gran decadencia. Roma se dice se la dejó abandonada a los cuervos. Repetidamente asediada y saqueada fue capturada y devastada por las huestes bárbaras.

 

La decadencia de Roma

La relación de Roma y los pontífices con la dinastía de los Carolingios comenzó hacia mediados del siglo VIII cuando Pipino el Breve solicitó del Papa Esteban II la aprobación del derrocamiento de la dinastía anterior, los Merovingios. En 754 el Papa Esteban fue a Galia y consagró rey a Pipino mediante la unción del óleo santo. A su vez, Pipino respaldó al Papado cuando el Pontífice pidió ayuda en contra de la ominosa presión de los lombardo contra Roma. Por dos veces los reyes francos, Pipino y Carlomagno, pasaron a Italia al frente de sus ejércitos a liberar a Roma de su asedio. Carlomagno, finalmente, respondiendo al pedido de ayuda del Papa Adriano I, los derrotó completamente, anulando su influencia al declararse “Rey de los lombardos”.

Hacía más de trescientos años que no había emperador en Occidente, pero quedaba un emperador romano en Constantinopla. El emperador de Constantinopla fue destronado por su madre Irene que se hizo llamar emperatriz. Nadie ostentaba el título de emperador y pensaron dárselo a Carlomagno. Hubo entonces una rebelión en Roma y el Papa estuvo a punto de ser muerto. Carlomagno fue a Roma para restablecer el orden. Allí el Papa y los francos se pusieron de acuerdo.

Así en el año 800 llegó el momento culmen de la relación de Roma y los reyes francos, cuando el Papa León III, en premio por el apoyo prestado por Carlomagno en su conflicto con la nobleza romana, lo coronó por “sorpresa” “Emperador de los romanos” en la catedral de San Pedro, en medio de la aclamación del pueblo. Renacía así, de acuerdo a la tradición jurídica romana, a los deseos de la iglesia y los del pueblo, el Imperio Romano Cristiano en su versión Occidental, título que no sería admitido por Bizancio hasta más de una década después. Demás está decir que este nuevo “Imperio Romano Occidental”, si bien era cristiano, distaba mucho del extinguido en el año 476. 


 


UNA ENSEÑANZA A TRAVES DE SAN AGUSTIN

La etapa de decaimiento con la caída del imperio, teniendo como testigo privilegiado a San Agustín que le sirvió para extraer una gran lección. San Agustín con la monumental obra La Ciudad de Dios de 22 libros, trata de responder a todas las preguntas que surgieron ante la caída de tan gran imperio. Muchos culpaban a los mismos cristianos. Quien encabezaba estas objeciones era un tal Volusiano, cónsul de Cartago, que se hacía portavoz de las críticas y controversias poniendo en duda la fe y la validez del cristianismo. La obra la inicia en el 410 y no la termina hasta el 412. Su primera divulgación tarda desde el 413 hasta el 426.

Claves de lectura

1 Las dos ciudades Babilonia y Roma, la Ciudad de Dios

2 Origen de dos ciudades. Dos amores dieron origen a dos ciudades

3 La dialéctica y el drama en la lucha de los dos amores

4 La Ciudad de Dios comparando a Roma (L. I)

5 Los falsos dioses y la degradación de Roma (L. II)

6 Los ídolos y los males físicos de Roma (L. III)

7 La Grandeza de Roma como don divino (L. IV)

8 El destino y la providencia para con la Ciudad de Roma (L. V)

9 Peregrinos hacia la ciudad celeste (L. XV)

 

1  Las dos ciudades símbolo de dos imperios

Dos ciudades dieron origen a dos imperios, la ciudad de Dios y a ciudad terrena

San Agustín trata de ahondar en las raíces de la gran decadencia que llevaron a colapsar el Imperio. No solo fueron causas exógenas por fuera sino endógenas de adentro. En su obra se para y se detiene a analizar diversos aspectos como claves de lectura.

2 Dos amores dieron origen a dos ciudades

El 24 de Agosto del 410 tuvo lugar el gran saqueo de Roma, las tropas de Alarico entraban por la puerta Salaria a la ciudad de Roma y llegaron hasta la fortaleza del Castillo de Sant´Angelo a las puertas del Vaticano. Este suceso presagiaba un cambio de época, el ocaso de un imperio y el despertar de otro.

San Agustín es testigo privilegiado de este momento que lo relata en su sermón sobre la caída de Roma dado en Hipona en la Basílica de la Paz a sus feligreses. San Agustín lloró amargamente con todos los cristianos ante el saqueo y las ruinas acumuladas por la invasión de la Ciudad Eterna. La romanizad se desmoronaba y la cristiandad se asoló con una enorme depresión moral que no respeto ni a grandes ni a pequeños. Los guardianes de la civilización mundial se desmoronaban y con ellos venían un zumbido de murmuraciones, calumnias y objeciones contra el cristianismo que se reflejaba en el dicho: Falta la lluvia, la culpa es de los cristianos.

En otro sermón de octubre a tres meses de la caída de Roma trataba de levantar los ánimos: En los tiempos cristianos es desvastado el mundo, se viene abajo el mundo. He aquí que en los tiempos cristianos, Roma perece, pero no perece Roma, Roma recibe los azotes. Roma no ha perecido; tal vez haya sido castigada pero no aniquilada. Tal vez Roma no perece, sino se pierden los romanos”.

Esta situación es la que le lleva a San Agustín a reflexionar en las causas segundas. Los hechos hacen pensar en la contingencia de las cosas y en lo que verdaderamente perdura. Se dispone a poner por escrito su defensa a las refutaciones y objeciones que se ponen al cristianismo como no trayendo nada de aporte al paganismo.

En su obra, dice el mismo San Agustín en su prólogo, pretendo describir la gloria de La Ciudad de Dios, así la que vive y se sustenta en la fe, en este curso y mudanza de los tiempos, mientras peregrina entre pecadores, como la que está ya en aquella estabilidad del descanso eterno. Pretendo así defenderla contra los que anteponen y prefieren sus falsos dioses al Señor y autor de ella. Grande y difícil trabajo, pero cuento con la ayuda de Dios”.

San Agustín en la línea de los apologistas anteriores a él, San Ireneo, Tertuliano, etc refuta las falsedades y calumnias de los paganos y hace toda una relectura de la historia para intentar comprender el significado de los hechos y el propio proceso histórico.

San Agustín interpreta el suceso y alienta a los fieles: “Roma tuvo sus catástrofes e incendios bajo la tutela d los dioses. No debía tambalearse la fe de los cristianos, porque ahora tiene Cristo la tutela de la Iglesia y lo que guarda Cristo no se lo arrebata el bárbaro”.

Las objeciones trataban de cuestionar la fe en el Dios cristiano: “Explicadnos porqué vino Cristo y que progreso trajo para el género humano. Antes de su venida los hombres eran felices más que los de ahora. Han caído por tierra los teatros, los circos, los anfiteatros y nada bueno ha traído Cristo. sólo trabajos”.

Así comienza San Agustín a explicar a estos hombres de los bienes que trajo Cristo y a exhortar a socorrer a los prófugos y peregrinos: “Os rogamos, os suplicamos, portaos con mansedumbre, compadeceos de los que padecen, recibid a los flacos y en esta ocasión en que acuden muchos peregrinos con sus necesidades y trabajos, abunde vuestra hospitalidad y multiplíquense vuestras buenas obras”.

 

3 Origen de dos ciudades. Dos amores dieron origen a dos ciudades.

Para explicar el sentido de las dos ciudades, San Agustín se apoya en el camino de iniciación del catecumenado que se hacía previo al Bautismo. Dentro de la catequesis primera se aludía a la Ciudad de Dios en su doble vertiente, terrena y celestial; peregrinante y en reposo. Bautizarse significaba incorporarse y tomar parte de la carta de ciudadanía, el inicio del camino para salir de una y llegar a la otra.

San Agustín no trata de tirar por tierra toda la romanización o romanidad. La romanizad contribuyó a salvar el legado de lo antiguos clásicos; salvando lo que se podía salvar. Entre un mundo decadente y los primeros albores de otro nuevo intenta dar nueva orientación a los espíritus que ya en el marco gigantesco de la civilización romana quisieron infundir la renovadora sangre de la fe.

San Agustín describe la situación como el fin de una época y el comienzo de otra el fin de una ciudad terrena y el camino hacia La Ciudad de Dios. En toda su obra deja ver el contraste entre la bienaventuranza y la desventura de las dos ciudades. Las dos ciudades corporalmente mezcladas y espiritualmente separadas entre sí, recorren los siglos hasta el fin. Dos ciudades, una de malvados otra de santos, son conducidas desde el principio del género humano hasta el fin de los siglos. Ahora están mezcladas corporalmente, pero separadas según su voluntad. En el día del juicio vendrá la separación. La Ciudad de Dios cuyo fin es la paz eterna es descrita como la Jerusalén del Cielo y la Ciudad terrena cuyo ideal es la paz temporal que es reflejo de Babilonia.

Analizando los rasgos o características de las dos ciudades habla de dos amores que las construyeron. A Jerusalén la ha construido el amor de Dios. A Babilonia la ha construido el amor del siglo. Dos amores de rasgos bien diferentes. Un amor santo, puro que mira la utilidad común y el reino superior construye la Ciudad de Dios. Un amor impuro, privado, egoísta, que se aprovecha del bien común para su propio interés construyó la Ciudad terrena. El primer amor e es humilde, sumiso, tranquilo, pacífico y busca la verdad. El segundo amor e arrogante, posesivo, turbulento, sedicioso y busca la vanagloria. El primero es amistoso, quiere para el prójimo lo que para sí y desea el mejor bien para el otro. El segundo es envidioso, busca la sujeción del prójimo así mismo con miras a sacar ventaja de los otros.

Esto dos amores precedieron en los ángeles; el amor bueno en los ángeles buenos, el amor malo en los ángeles malos y fue la causa de distinguirse entre los hombres. Desde el comienzo del mundo subsisten las dos ciudades. Dos ciudades bajo la admirable providencia de Dios que gobierna todo lo creado, una de los justos y otra de los impíos.

Los hombres se definen por los dos amores. Los dos amores definen la vida de los hombres y le dan la fisonomía que pueden imprimir dentro de él. Vea pues cada uno lo que ama y hallará de dónde es ciudadano y si viere que es ciudadano de Babilonia extirpe de la codicia y plante la caridad y si viere que es ciudadano de la Jerusalén del cielo, tolere la cautividad y espere la libertad.

 

4 La Ciudad de Dios comparando a Roma (L. I)

Así comienza la voluminosa obra de La Ciudad de Dios: “Mientras tanto, Roma fue asolada por la invasión y el ímpetu destructor de los godos, acaudillados por el rey Alarico. Los adoradores de una multitud de diose falsos, los paganos, empeñados en hacer responsable de dicho desastre a la religión cristiana, comenzaron a blasfemar del Dios verdadero con una virulencia y una mordacidad desacostumbrada. Ante esto, yo, ardiendo en celo por la causa de Dios, tomé la decisión de escribir los libros sobre La Ciudad de Dios”.

Si bien La Ciudad de Dios como lenguaje místico no se refiere a ninguna ciudad terrena, a través de un lenguaje simbólico, San Agustín pretende referirse a la misma Roma y diferenciar la ciudad de Roma y la Iglesia de Roma, lo que constituye la pompa de la gloria vana y terrena de lo que es el legado cristiano de la fe como herencia eterna e imperecedera.

Si La Ciudad de Dios la refiere a la Iglesia, la refiere también a la Cabeza de la Iglesia asentada en Roma bajo el gobierno de sus pontífices pero no como institución terrena sino como ciudadanía venida del mismo Dios instituida por Jesucristo.

Así intenta diferenciar los tesoros terrenos de los tesoros y depósitos de la fe que guarda La Ciudad de Dios, que es la Iglesia, arca de la salvación para todos los hombres. La dialéctica y oposición que rea entre la Babilonia y la Nueva Jerusalén está presente en la misma Roma haciendo el contraste entre la Roma pagana y cristiana. En definitiva es la dialéctica y el drama en la lucha de los dos amores.

Lo enemigos encarnizados de Cristo al encontrarse con los lugares sagrados, por respeto a Cristo, respetaron y se guardaron de destruir las basílicas de los Apóstoles y los santuarios de los mártires. Allí se paró y se moderó la furia del enemigo. De Esta forma muchos de ellos apartándose de sus errores se convirtieron en moradores de La ciudad de Dios.

Como bien dice en la introducción del cap. II del primer libro jamás en una guerra los vencedores perdonaron a sus vencidos por reverencia a sus dioses. Las Basílicas y lugares sagrados, los lugares de culto cristiano, sirvieron de refugio tanto a propios como a extraños. El asilo de Juno en Troya no libró las manos griegas a nadie. En cambio las basílicas de los apóstoles ampararon el furor de los bárbaros a todos los que se acogieron a ellas. Los romanos mismos jamás perdonaron los templos de las ciudades conquistadas mientras que los bárbaros respetaron los templos d los cristianos. La crudeza en la destrucción de Roma fue producto de la tradición bélica mientras la clemencia vino de la fuerza del nombre de Cristo. Nada pierden los santos al perder las cosas temporales.

 

5 Los falsos dioses y la degradación de Roma (L. II) 

Dicen que Rómulo y Remo fueron los fundadores de Roma y quienes acudían a ellos quedaban exentos de condenas. Esa fue la iniciativa que redundó en honor de Cristo. Fueron los apóstoles y mártires quienes por su intercesión nos acercaron a la clemencia de Dios, de forma que sus siervos salvaron sus vidas refugiándose en los monumentos de los mártires. En el libro II es donde San Agustín habla de la degradación de Roma. En la ciudad de Roma con el culto a los falsos dioses se amontonó la inmoralidad social y toda clase de vicios. Roa no fue liberada de sus desgracias por su adhesión a los falsos dioses.

En el saqueo y la caída de Roma se derrumbaron sus piedras y sus vigas, el ornato de sus muros y las costumbres que devoraban el corazón con el fuego de las pasiones, pero se mantuvieron firmes las columnas de la fe. Los males que sobrevinieron a Roma por las costumbres paganas y el fomento de los falsos dioses se produjeron ya antes de propagarse la fe cristiana. Incluso en sus actos de culto se cometían torpeza llegando a degenerarlo todo. El día solemne de la purificación de las vírgenes Celeste y Berencintia se canturreaban sátiras y se cometían las más horrendas obscenidades de manera que no sólo la madre de los dioses se avergonzaba sino la madre de cualquiera de los hombres de bien.

A tales actos se les llamaba Fércula, los cubiertos, como si celebrase un banquete en el que los demonios impuros se hartasen a su propio gusto. Los dioses paganos jamás dictaron normas de buena conducta, los dioses en vez de ofenderse con la representación de tales torpezas y obscenidades, las permitían incluso promovían. Expresión de ello eran las Fiestas Fugales dedicadas a los dioses donde huyendo del pudor y la honradez, se daba rienda suelta a toda clase de torpezas.  Los romanos estaban bajo la superstición de llegar a dar culto a unos dioses que ante sus ojos elegían para su propio honor la consagración de tales obscenidades. ¡Oh espíritu de una ciudad ávida de gloria! mientras que la religión cristiana fue la portadora de la salvación. Es una exhortación al culto de la verdadera fe y a que os romanos abandonen el culto de los dioses paganos. Fíjate bien en la diferencia entre unos dioses y otros y sal de las torpezas estériles y la falacia ladina de los demonios. Ponte a elegir el verdadero camino y hazlo de forma que consigas la gloria sin error alguno, dando gloria al Dio verdadero.

 

6 Los ídolos y los males físicos de Roma (L. III)

En el libro III de la monumental obra de La Ciudad de Dios, San Agustín muestra como los romanos han estado constantemente bajo el azote de tales calamidades desde la fundación de Roma y como los dioses falsos, a quienes han dado culto sin trabas antes de la venida de Cristo, nada han puesto de su parte para librarlos.

“¿Cómo fue el final de los reyes y emperadores que tanto se encumbraban llenos de gloria? Después de Rómulo los demás reyes de Roma si exceptuamos a Numa Pompilio y Anco Marcio que murieron de enfermedad, todos murieron con muerte horrendas. Los males que afligieron a la República romana en sus comienzos constatan que no recibieron ayuda alguna de los dioses que adoraron. ¿Dónde estaban aquellos dioses cuyo culto han creído de utilidad para conseguir en este mundo la felicidad, tan menguada, tan mentirosa; mientras los romanos a quienes se vendían estos dioses por el precio de su veneración, con refinadísima astucia, estaban plagados e duras calamidades”?

Durante las guerras púnicas numerosas desgracias destrozaron a Roma e inútilmente se elevaban súplicas a los dioses en demanda de auxilio. El mismo templo de la Concordia fue erigido por decreto del Senado en el mismo lugar donde acontecieron fuertes rebeliones y grandes matanzas. Y siguiendo las guerras que sucedieron después de la erección de ese templo, ¿cómo no caer en desvergüenza de quienes imputan los males presentes porque no se les permite dar culto a los dioses en lugar de dar culto verdadero a Cristo?; ¿Cómo se atreven a imputar las desgracias que han tenido lugar ahora haciendo recaer la responsabilidad como si se tratara de delitos cometidos más que por los cristianos?

Una falta de sentido como la que estamos soportando nos obliga a dar respuesta ¿Cómo no echaría la culpa a la religión cristiana de estas calamidades, si hubieran sucedido en el tiempo del cristianismo? Y a pesar de todo, no las quieren atribuir a sus dioses. Eso sí, buscan darles culto para evitar sufrir todos estos males u otros menores, siendo así que los han padecido mayores de parte de los mismos dioses a quienes desde antiguo vienen adorando”.

 

7 La Grandeza de Roma como don divino (L. IV)

En el libro IV de La Ciudad de Dios, San Agustín pone de relieve que la grandeza y la gloria que adquirió Roma no se debió a los dioses paganos sino que es obra del Dios verdadero. Los reye temporales, su poder y su decisión son quienes hacen surgir y mantienen los reinos terrenos pero Dios que guía el mundo va entretejiendo su reino en los avatares de la historia.

San Agustín comienza el libro diciendo: “Me pareció un deber el dar una réplica a quienes ansiosos de Gois terrenos, suspiran por estas realidades fugaces, pero en cuanto les toca sufrir algún contratiempo, que es más bien una advertencia de la misericordia de Dios que un castigo de severidad, le acusan con gritos a la religión cristiana, la única salvadora y verdadera religión” .

San Agustín continua diciendo: “Los reinos de los reyes injustos se parecen al de una banda de ladrones. El reinado de los reyes malos es pernicioso sobre todo para los que ostentan el poder puesto que arruinan su alma por una mayor posibilidad de cometer crímenes. En cambio a1quelllos que les prestan sus servicios sólo quedan dañados por la propia iniquidad “.

Si  de los gobiernos quitamos la justicia ¿En que se convierten sino en bandas e ladrones. La falsedad del augurio de felicidad fue manifiesta al venirse abajo toda la fortaleza y estabilidad de Roma? Los periodos de los reyes y los reinos están regulados todos por la decisión y la autoridad del Dios verdadero: “Dios, el autor y dispensador de la felicidad, es quien distribuye los reinos terrenos, tanto a buenos como a malos, puesto que El es el sólo Dios Verdadero. No lo hace fortuitamente la diosa Fortuna, al contrario, lo hace según una ordenación que ha infundido a las cosas y a la sucesión de los tiempos, ordenación oculta para nosotros y sumamente clara para él”  .

Dios no esta sujeto a ningún destino, es él quien como Señor lo está rigiendo, y como moderador, ordenando y guiando el mundo. La felicidad y el premio eterno, en cambio solo la concede a los buenos. Los siervos pueden estar o no estar en posesión de ella y también pueden tenerla o no tenerla los reyes. Con todo, la felicidad plena y verdadera sólo se hallará en aquella vida donde ya nadie será siervo. He aquí la razón por la que Dios concede los reinos terrenos tato a buenos como a malos, para evitar que sus fieles, niños todavía en progreso del espíritu, vivan anhelando estos dones como algo de gran importancia. 

 

8 El destino y la providencia para con la Ciudad de Roma (L. V)

En este libro San Agustín trata de arrancar la creencia en el destino. Hace toda una reflexión hacia el tema de la presciencia de Dios dejando claro que ella no nos priva del libre albedrío de nuestra voluntad. La verdadera felicidad de los emperadores cristianos descansa en el sometimiento a la voluntad divina y a la verdadera justicia.

Los reinos no se han originado fortuitamente ni dependen de la posición de las estrellas. Es la divina Providencia la que establece los reinos humanos. Nosotros al proclamar la existencia de un Dios supremo y verdadero, estamos confesando su voluntad, soberano poder y su presciencia. Contra la sacrílega e impía audacia nosotros afirmamos que Dios conoce todas las cosas. Él, cuya ciencia es inefable, rige los destinos de los pueblos y del mundo y nada se le escapa de su poder. La Providencia universal de Dios lo abarca todo y está sobre todos: “El Dios supremo y verdadero, con su palabra y Espíritu, es el único Dios todopoderoso, creador y formador de toda alma y de todo cuerpo, por cuya participación son felices quienes son realmente, no engañosamente felices”.

San Agustín sigue diciendo: “Incluso, pese al pecado, Dios no lo abandonó sin misericordia sino que se preocupó de no dejar abandonados no ya al cielo y a la tierra, o únicamente a los ángeles y hombres, sino ni siquiera las vísceras de la más insignificante alimaña, o una simple pluma de ave, ni una florecilla del campo, ni una hoja de árbol, sin que tuviera una proporción armoniosa en sus planes. Si es así… es totalmente inconcebible que este Dios hubiera pretendido dejar a los seres humanos, a sus periodos de dominación y de sometimiento fuera de las leyes de su Providencia”.

De ahí se deriva que el hombre propenso a la alabanza la aplaque y lejos de promover la alabanza humana posponga el dar honor gloria sólo a Dios. Es preferible, sin duda alguna, resistir a esta pasión que ceder a ella Tanto más se asemeja uno a Dios cuanto está más limpio de esta inmundicia. Cuán ajenos deben estar los cristianos de jactarse por haber hecho algo por amor a la Patria eterna, cuando tantas proezas realizaron los romanos por la humana gloria terrena. ¡Qué gratitud es en el hombre despreciar esta gloria! La soberanía de Roma ha sido dispuesta por el Dios verdadero, de quien viene todo poder y cuya Providencia lo gobierna todo.

 

9 Peregrinos hacia la ciudad celeste (L. XV)

Dios ha dispuesto que el hombre pueda renacer, crecer y multiplicarse de manera que aumente el número de los ciudadanos del cielo. “Al igual que el primer Adán, primero malo y carnal, le cupo en suerte renacer en Cristo, el nuevo Adán, viniendo a ser luego bueno y espiritual, lo mismo ocurre con todo el género humano y las dos ciudades. Naciendo y muriendo comenzaron acorre. Primero nació el ciudadano de este siglo, y lego, tras él, el que es peregrino en este siglo y pertenece a la Ciudad de Dios. Predestinado por la gracia, elegido por la gracia, y por la gracia peregrino acá en la tierra y por la gracia ciudadano allá en el cielo”.

El hombre camina peregrino hacia la ciudad celeste. Aunque en este mundo pareciera se desvaneciera, tenemos la mirada puesta en otra Patria. En un sermón pronunciado un mes después de la entrad de Alarico en Roma compara San Agustín el misterio de la historia con el lagar donde hay presión y estrujan las olivas para que den el aceite, que se licúa y guarda en las vasijas celestiales. Las apreturas, estrujamientos, dolores y sufrimientos ocasionados por las guerras y miserias de todo género pertenecen al camino de esta peregrinación y al proceso íntimo de la historia.

Las estrecheces y dificultades del camino son espuelas de la esperanza. Nos vienen estas tribulaciones para que creamos en los bienes futuros. Bienes y males pertenecen a la dialéctica de la peregrinación. Cristo tiene como fundador a sostener nuestra esperanza en esta peregrinación y mantiene a los suyos suavemente unidos mediante el vínculo de la paz.

San Agustín relaciona el goce litúrgico de la Pascua y el cántico del Aleluya pascual celebrando la resurrección de Cristo con la alegría de los peregrinos con ansia de la futura resurrección. ¿Mi alma anhela los atrios de la Casa de Dios, cuándo entraré a ver el rostro de Dios? La Iglesia peregrina en el júbilo y el júbilo de la Pascua que es como un eco lejano del júbilo celestial de os beatos.

“Nos llega hasta nosotros cierto aroma de la alabanza divina y de aquella felicidad, aunque nos oprime grandemente el peso de la mortalidad. Digámoslo pues, según nuestras fuerzas aquí, para que merezcamos cantarlo eternamente. Allí nuestro alimento será el Aleluya, nuestra bebida el Aleluya y la acción de nuestro descanso el Aleluya, es decir la alabanza de Dios”.

El júbilo pascual del aleluya indica la ebriedad del amor, feliz con la visión de la paz, que significa la calma y reboso de todas las aspiraciones humanas que en el amor encuentran su glorificación y su plena beatitud. Por eso las últimas palabras de La Ciudad de Dios han llegado a nosotros como una música: “Allí descansaremos y contemplaremos; contemplaremos y amaremos; amaremos y alabaremos. He aquí lo que será la dicha que no tiene fin”.

He aquí el fin último de la historia. La edificación y visión gloriosísima de La Ciudad de Dios, consumada en la unión y visión gozosa de la Ciudad de la paz perdurable y eterna.

 


ANALISIS DE LA DECADENCIA

Razones del declive y destrucción

Muchos han podido ser los factores que influyeron en el colapso, factores demográficos, biológicos, sanitarios debido a pestes y pandemias. Nosotros vamos a tratar los factores endógenos del propio imperio Romano. El colapso vino como consecuencia de los propios males internos. Una burocracia opresora, una agobiante fiscalidad, patrocinio de los poderosos, la concentración del poder en las grandes metrópolis, la falta de atención a la periferia y la ruralización de las clases más bajas. La extinción de las élites gobernantes, la eliminación de los mejores. 

La decadencia del Imperio Romano vino por una decadencia social. Fueron los movimientos que se consideraban oprimidos y eslavos de las clases dirigentes los que condujeron a la destrucción del Imperio. Las epidemias y la invasión bárbara tan solo aceleraron el curso de una regeneración política y cultural que estaba llamada a dar por fin a un estado de cosas que no podían continuar.


Motivos que llevaron al colapso del sistema

Muchos son los que opinan que uno de las principales razones de la caída del Imperio fueron las invasiones bárbaras. Pero vamos a tratar de analizar otras razones que sin duda contribuyeron al desmoronamiento del Imperio. A lo largo del S. IV hubo casos de buenas relaciones con las poblaciones procedentes del otro lado de las fronteras. Las relaciones con los pueblos extranjeros no fueron siempre de enemistad. No podemos caer en la tentación simplista de acusar a los bárbaros de provocar el fin del Imperio. Hubo guerras y saqueos pero también hubo pactos, tratados y acuerdos.

El Imperio Romano podría considerarse como una máquina de guerra. Su afán de conquista fue apoteósico extendiendo el Imperio de norte a sur y de este a oeste. Todo estaba supeditado a este afán de conquista. Pero llegó un momento donde todo el sistema colapsó debido a la falta de cohesión interna. El ejercito creció enormemente junto con un cuerpo muy grande de funcionarios públicos. Se hizo cada vez más acusada la diferencias de clases nobles y de las clases rurales.

 

 Una administración corrupta

En el 448, el historiador Prisco de Panio acusaba el mal trato que recibían los ciudadanos del Imperio por parte de la administración. A la gran mayoría de los ciudadanos se les ahogaba con impuestos y, peor aún, la justicia no era igual para todos. La mayor miseria de Roma era su corrupto sistema judicial. Durante la época del emperador Valiente Amiano Marcelino criticó ampliamente una justicia que estaba en manos de ladrones, los jueces que compraban sus cargos eran usureros en busca de botín. Con el emperador Diocleciano culminó un proceso de acumulación del poder en la figura del emperador y en detrimento de los órganos tradicionales del gobierno del Estado, el Senado y los magistrados. La llamada crisis del S. III había sumido al Imperio en una auténtica anarquía militar que había carcomido la autoridad central. El proceso de fragmentación del imperio culminaría en el año 395 con la división definitiva del imperio de Oriente y Occidente que decretó Teodosio.

 

Un sistema impositivo injusto

Durante Constantino aumentó considerablemente el número de unidades no productivas. La reforma fiscal y las nuevas exigencias tributarias fueron durísimas, ya que no fueron acompañadas con un aumento de productividad ni un mejor reparto de la riqueza, más bien al contrario. La brecha entre ricos y pobres se agrandó más y más. Los grandes terratenientes, comerciantes y propietarios disponían de medios para evitar la implacable recaudación de impuestos, mientras que las clases medias y humildes no soportaron el aumento de la carga fiscal. La economía entró en un proceso de recesión imparable. Muchos pequeños propietarios se vieron obligados a vender sus tierras en beneficio de las clases ricas, que llegaron a acumular latifundios de inmensas proporciones.

 

La opresión de los más débiles

El Estado con todo su entramado de senadores, magistrados y orden decurional impusieron en la plebe la carga de costear los gastos del mantenimiento de todas las infraestructuras. Las formas de promoción social cambiaron sus reglas. Las relaciones clientelares que caracterizaron el Alto Imperio dieron paso a un nuevo sistema basado en la compra de los diferentes puestos de funcionario para tratar de escalar en la jerarquía social. Dada la espiral de recesión económica los que ocupaban cargos administrativos se aprovecharon de su situación para tratar de enriquecerse parasitando los recursos de los más débiles. El sistema judicial se degradó a causa del aumento descontrolado de leyes impositivas, ventajas jurídicas, económicas y políticas. El sistema se fue deteriorando progresivamente con una enorme brecha social que fue ocasionando la opresión de las clases más débiles.

 

La metamorfosis del mundo antiguo

Los bárbaros terminaron de romper el sistema desestabilizando el orden social. Al principio no fue una invasión agresiva y cruenta. Las fronteras se fueron  debilitando. Muchos eran refugiados de guerra incluso pasaron a formar parte de los ejércitos para poder soportar la fuerte oposición tributaria. Los generales lejos de de tratar con humanidad las familias desplazadas trataron con crueldad a los subordinados y refugiados. Al cortar las ayudas humanitarias fueron causando la sublevación y emprendiendo campañas de pillaje y saqueo.

También progresivamente se fue dando una transformación cultural. Roma había sido una cultura amigable que acogió sobre sí el legado de otras culturas. Aunque adoptó un nuevo idioma el latín fuera del griego mantuvo muchas creencias, tradiciones y formas paganas provenientes del mundo helénico. El cristianismo trató de adoptar un orden nuevo pero no fue fácil. Si en principio tuvo fuerte oposición la cristianización del Imperio no lo dejó exento a estos cambios culturales. Los cristianos pronto se opusieron a los planteamientos filosóficos y culturales clásicos. La clausura de la academia de Atenas, el museo y la biblioteca de Alejandría, las prohibiciones de enseñanzas heréticas. La tradición pagana en su mundo filosófico y mitológico (la paidea politeista), chocaron con los dogmas cristianos. La excesiva militarización del Imperio conllevo una escasa educación de la plebe, incluso una pobre educación religiosa del personal eclesiástico.  La Iglesia cayó bajo la tentación del poder terrenal y los obispos en mandatarios administrativos de grandes posesiones. Esto dio origen a muchas desigualdades y luchas internas no solo ideológicas sino de poder.

Otros motivos externos contribuyeron también al colapso. Además de los factores políticos y económicos hubo motivos sanitario y ecológicos. El imperio sufrió varias pandemias víricas que afectaron a toda su población. La llamada peste de Cipriano que arrancó en el 249 y la plaga de Justiniano que comenzó en el 541. Por otro lado la denominada “pequeña edad de hielo” entre el 450 y el 700. Estas plagas afectaron también al Imperio. Procopio en la año 541 decía “Al principio en número un poco mayor que el de costumbre, después las pérdidas fueron elevándose, llegaron a alcanzar cinco mil incluso diez mil víctimas al día. Incluso muchas personas permanecieron insepultas durante muchos días.




III LA CAIDA DE LAS BASES Y CIMIENTOS DEL MUNDO OCCIDENTAL

La decadencia del gran imperio de Occidente

Otra gran transformación. El iluminismo. La ilustración. El liberalismo

Como haría en principio la reforma, la ilustración lleva a cabo un gran asalto contra la cristiandad. Se radicaliza la autonomía del pensamiento desmarcándose de los principios que había mantenido el cristianismo. La razón se impone con audacia crítica relegando la esfera de lo divino y poniendo al hombre como medida de todas las cosas. El nuevo paradigma reclama una política sin derecho divino y una moral sin normas. Se establece una civilización fundada en la idea del derecho y no del deber.

Las crisis de las cosmovisiones tradicionales

Durante quinientos años, el gobierno imperial de Roma había asegurado un solo conjunto de leyes, una defensa común, y un nivel extraordinario de civilización. Con la caída de Roma, fechada convencionalmente en 476, el imperio se desintegró. Es lo que los historiadores han llamado la Edad Oscura, nostalgia de la universalidad perdida floreció. La visión de la armonía y la unidad se centró cada vez más en la Iglesia.

En esa cosmovisión, La cristiandad era una sola sociedad administrada por dos autoridades complementarias: el gobierno civil, los “sucesores del César” manteniendo el orden en la esfera temporal; y la Iglesia, los “sucesores de Pedro tendiendo a los principios universales y absolutos de la salvación.

El cambio de paradigma que trae el liberalismo y la secularización conlleva la paulatina descristianización de occidente y la nueva paganización de los pueblos cristianos. El punto de partida es la concepción del principio de realidad. Se parte del mundo visible y la medida de las cosas del mundo se arreglan mirando al mundo y no mirando al cielo. El hombre debe liberarse y no dejarse alienar por la religión a partir de las ideas promovidas por los nuevos revolucionarios del pensamiento moderno: Freud, Nietche y Marx.

El mundo secular ha de construirse prescindiendo de Dios. La hipótesis de un Dios Señor del cielo y tierra es innecesaria, perversa y dañina. Se cae en un agnosticismo y se establece un orden temporal prescindiendo de Dios exaltando el poderío del hombre. La insensatez del hombre es tal que llega a creerse valer por sí mismo prescindiendo de Dios. Entre el Reino de Dios y los reinos temporales se establece una franja infranqueable. La hegemonía del orden y poder temporal se alza frente a toda injerencia de la religión.

Esta cosmovisión, este concepto omnicomprensivo de orden mundial tuvo que enfrentarse a una anomalía desde el principio: en la Europa post-romana, docenas de gobernantes políticos ejercieron soberanía sin una jerarquía clara entre ellos; todos invocaron la lealtad a Cristo, pero su vínculo con la Iglesia y su autoridad fue ambiguo. Fueron feroces los debates a los que asistieron debido a la alineación o no con la autoridad de la Iglesia. Los reinos militares separados y las políticas independientes maniobraron para obtener ventaja de una manera que no tenía relación aparente con “Las dos ciudades” de Agustín.

Cualquier sistema de orden mundial, para ser sostenible, debe ser aceptado simplemente no solo por los líderes, sino también por los ciudadanos. Debe reflejar dos verdades: orden y libertad. Orden sin libertad, incluso si es sostenido por la exaltación momentánea, eventualmente crea su propio contrapeso; sin embargo, la libertad no puede ser asegurada o sostenida sin un marco de orden para mantener la paz. Orden y libertad, a veces descritos como polos opuestos en el espectro de la experiencia, deberían entenderse como interdependiente

Eran los comienzos de un nuevo orden internacional más pacífico. La humanidad se caracterizó por una “ sociabilidad no social “ no distinta de la “tendencia” para unirse en la sociedad, sin embargo, con una resistencia continua que amenaza constantemente para romper esta sociedad. “El problema del orden, particularmente el orden internacional, era el más difícil y el último en ser resuelto por la raza humana.

 


ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN ACTUAL

La crisis de una civilización, del imperio neoliberal occidental

La crisis pandémica generada por la rápida propagación del COVID-19 no sólo ha puesto al descubierto los fundamentos sustentadores de la modernidad occidental y la confianza casi providencial depositada en la razón humana y el desarrollo de la ciencia, sino las enormes contradicciones del modelo económico globalizador prevaleciente.

Las consecuencias sociales en el corto, mediano y largo plazo podrán ser muy importantes en términos de la erosión infligida a la globalización neoliberal, como “modelo de clase” largamente en crisis. Las catástrofes, como las guerras, tienden a infundir y acelerar los cambios en las estructuras sociales decadentes. La peste negra, acontecida en el siglo XIV en Europa, y extendida a África, Asia y Medio Oriente, tuvo evidentes consecuencias sobre las transformaciones en las estructuras sociales ya debilitadas del feudalismo y en la apertura del nuevo entorno que viabilizó la entrada al Renacimiento, el surgimiento y ascenso de una nueva clase media burguesa con la que se auguraba la aparición del nuevo modelo económico y, sobre todo, en el fortalecimiento de la figura del Estado.

La Segunda Guerra Mundial dio paso a un nuevo orden mundial bipolar, con la disputa por la hegemonía global entre Estados Unidos y ex Unión Soviética durante la Guerra fría; estableció el predominio de la burguesía nacional y colocó al Estado en el centro del proceso de desarrollo industrial, e impulsó el Estado de bienestar.

La crisis del modelo neoliberal occidental

No se sabe aún cuál será el saldo final de la crisis y sus consecuencias sociales, económicas y políticas, pero será muy difícil que el modelo de sociedad global vigente pueda subsistir en los mismos términos que lo ha hecho. La crisis ha exhibido sus contradicciones de fondo y la deslegitimidad latente del modelo desde el corazón mismo del sistema. Estados Unidos, contra toda predicción posible, pasó a ser el epicentro de la tragedia con el mayor número de contagios y muertes, acaecidas en un tiempo récord relativamente corto, con más de la mitad de los contagios y muertes del continente. Muchos factores confluyen en ello.

Durante el largo periodo de hegemonía neoliberal le ha ido literalmente mal. Justo en el momento en el que finalizaba la Guerra Fría, con el derrumbe del bloque soviético, se evidenció su crisis de hegemonía. Aunque parezca extraño, se trata de una superpotencia no apta para la globalización.

Retomando a Jeremy Rifkin, hay razones de orden estructural y fundacional para argumentar que Estados Unidos, como nación constituida a partir de principios “esencialistas” de identidad y diferencia, no compatibiliza con la globalización. Según RifKin: “A los estadounidenses les resulta muy difícil adaptarse a un mundo de flujos y relaciones sin fronteras, donde todas las personas estarán conectadas a través de redes y dependerán unas de otras para garantizar su bienestar individual y colectivo”. La exclusividad o excentricidad del sueño americano “lo hace ahora cada vez más sospechoso e inapropiado para un mundo en el que comienza a forjarse una conciencia global”.

El neoliberalismo ha sido exitoso en sus objetivos originales de revertir la tendencia decreciente de la tasa de beneficios capitalistas menguada a mediados de la década de 1970; pero ha fracasado en términos de sus consecuencias sociales, con un aumento inusitado de la exclusión, la desigualdad social y las condiciones de pobreza de la población.

En cierto modo, con el modelo neoliberal Estados Unidos se ha “tercermundializado”, al trasladar aspectos propios de las condiciones de dependencias y explotación del trabajo de los países periféricos dentro de sus fronteras. Ha hecho depender el proceso de acumulación cada vez menos de su capacidad productiva y cada vez más de la sobrexplotación relativa o intensificada de su fuerza de trabajo.

La caída recurrente de su productividad, aunada a la flexibilización y desregulación de la producción, incrementaron la precariedad laboral. Ha dejado de ser esa máquina generadora de empleo característica de la fase del modelo industrializador y Estado de bienestar. Estados Unidos mantiene indicadores de desarrollo humano por debajo de algunos países desarrollados integrantes de la OCDE, con uno de los mayores índices de desigualdad y pobreza; un sistema de salud estructuralmente ineficiente, con una cobertura limitada de seguridad social para la población trabajadora, y con más de 16 por ciento de la población de más de 65 años, vulnerable por la alta prevalencia de enfermedades crónico-degenerativas.

 

Incertidumbre frente al futuro

El escenario abierto por la crisis ofrece elementos para repensar alternativas de largo plazo. En medio de la catástrofe, el Estado pasó a ser fundamental. No es casual que China y Corea del Sur, que regulan su inserción a la economía globalizada desde el Estado, o Dinamarca y Noruega, con reconocidas formas de Estados de bienestar, hayan podido reaccionar y enfrentar con relativo éxito el impacto de la contingencia pandémica.

El Estado recobra su singular importancia. ¿Cabría pensar en la reedición de un modelo de Estado de bienestar similar al de la posguerra? No. Aquél, propio de la fase de la industrialización sustitutiva, descansó sobre el pacto social entre tres sectores: el capital, el Estado y la clase trabajadora. La ruptura infligida sobre dicha tríada a mediados de la década de 1970 y la consecuente desarticulación y pérdida de capacidad organizativa de la clase trabajadora, hacen inviable la reedición de un modelo de Estado benefactor “auténtico”, en aquellos términos. No obstante, otras de sus formas podrían ser promovidas y sustentadas por Estados relativamente fuertes.

La crisis pandémica, como otras catástrofes en la historia, dio cuenta de las contradicciones intrínsecas de un modelo social y económico decadente, que agoniza pero deja asomar los contornos de un nuevo orden social, en el que necesariamente recobrará centralidad el Estado y, desde éste, la posibilidad de repensar esquemas particulares pero legítimos de Estados de bienestar.

Por mucho que se hubiera avisado con antelación de los problemas que podía provocar una epidemia de las características del coronavirus en un mundo global, con excepción de menos de una quincena de países en el mundo, nos ha cogido al resto despistados. Sin un plan, sin recursos sanitarios, sin reservas de medios de protección y contención. Se han tomado una serie de medidas tarde, improvisadas, algunas contradictorias, que no han evitado que la pandemia haya desarrollado todos sus efectos contagiosos. Las consecuencias son graves para la salud y para la economía. Parece contradictorio que en los presupuestos públicos se destinen cantidades ingentes de recursos para la defensa, en prevención de una posible “guerra remota”, y no hayamos sido capaces de diseñar de antemano un plan y disponer de una reserva de recursos, para poder paliar un riesgo sanitario de esta naturaleza. Es una pena que la política funcione siempre con una orientación a tan corto plazo (el ciclo electoral).

Cuando las cosas van bien, generalmente vivimos absortos en el “día a día” y la preocupación por los temas más o menos trascendentales es bastante escasa. Las crisis son momentos de reflexión, son situaciones en las que hay un cambio de tendencia en nuestra vida. Especialmente la situación actual que nos lleva a la paralización de nuestra actividad cotidiana, a nuestro aislamiento y confinamiento, es un estímulo para reflexionar sobre muchas cosas; pues a mí también me ha dado por reflexionar y a continuación del objetivo último de la política y de la economía es el de contribuir al bienestar de los ciudadanos. Este bienestar tiene que estar basado en la cobertura de sus necesidades básicas, en un entorno de libertad y de derechos civiles y democráticos. Creo que la mayoría podemos compartir nuestro deseo de construir un mundo de personas libres, responsables, formadas, independientes, con autoestima, con igualdad de oportunidades, solidarias y conscientes de sus derechos y deberes. Esto es prácticamente imposible si no disfrutan de un determinado nivel de bienestar. También es imposible en sociedades con desigualdades profundas. La preocupación por los temas más o menos trascendentales es bastante escasa. Las crisis son momentos de reflexión, son situaciones en las que hay un cambio de tendencia en nuestra vida. Especialmente la situación actual que nos lleva a la paralización de nuestra actividad cotidiana, a nuestro aislamiento y confinamiento, es un estímulo para reflexionar sobre muchas cosas; pues a mí también me ha dado por reflexionar y a continuación les expongo algunas ideas.

El objetivo último de la política y de la economía es el de contribuir al bienestar de los ciudadanos. Este bienestar tiene que estar basado en la cobertura de sus necesidades básicas, en un entorno de libertad y de derechos civiles y democráticos. Creo que la mayoría podemos compartir nuestro deseo de construir un mundo de personas libres, responsables, formadas, independientes, con autoestima, con igualdad de oportunidades, solidarias y conscientes de sus derechos y deberes. Esto es prácticamente imposible si no disfrutan de un determinado nivel de bienestar. También es imposible en sociedades con desigualdades profundas.

La economía tradicional se ha centrado fundamentalmente en la creación de riqueza. Tiene su explicación: la creación de riqueza es necesaria para que las personas puedan cubrir sus necesidades básicas y este ha sido el problema histórico de la Humanidad. El progreso tecnológico, el incremento de productividad, las mejora en la administración de los recursos económicos, etc., nos ha llevado a que el mundo es ahora, en su conjunto, más rico que en ninguna época de su historia.

 

Dudas sobre el modelo productivo y el modelo de bienestar

En el siglo XXI, cabría preguntarse: ¿generar riqueza sobre riqueza debe ser el objetivo último? Bienestar y riqueza se les consideran términos sinónimos, pero no son lo mismo cuando los analizamos desde el punto de vista de la sociedad en su conjunto. Una sociedad puede ser rica pero no, por ello, necesariamente aporta bienestar a sus ciudadanos. Hace unas décadas se utilizaba con mucha profusión el concepto de la renta per cápita de cada país, para distinguir los países ricos de los pobres. Ello daba lugar a una clasificación de los países, a partir de un nivel se entendía que un país era desarrollado (rico) o en vías de desarrollo (pobre) – se daba por hecho que el desarrollo iba a llegar a todos los países -. Se equiparaba, entonces, el nivel de renta per cápita con el nivel de vida de los ciudadanos. Con este criterio se producían paradojas como que uno de los países de mayor renta per cápita de África era Guinea Ecuatorial, cuando toda la renta del país la tenía su presidente y familia y el resto de la población vivía en la más absoluta pobreza. En definitiva, es tan importante conocer la riqueza de un país como su distribución.

El bienestar está compuesto de muchos elementos, algunos no estrictamente económicos, como la salud o la seguridad, pero es obvio que es incompatible con la pobreza. Nos podríamos preguntar: ¿cual es el nivel mínimo de ingresos que debe tener una persona para que pueda empezar a disfrutar del bienestar? Una primera aproximación sería, como mínimo, el necesario para que las personas financien todas sus necesidades básicas, dentro del contexto social en que se encuentran. Entendiendo esas necesidades como las condiciones habituales de vida de la sociedad en la que se integran. Por ejemplo, hace 50 años no se consideraba habitual en todas las familias europeas disponer de un coche, hoy en día – ¿no sé si mañana? -, forma parte de las necesidades básicas de dichas familias, junto con otras posesiones, servicios y suministros, que son consideradas imprescindibles y que no lo eran antes o no lo son en otras sociedades y continentes. No es compatible el bienestar de una sociedad con unas amplias bolsas de pobreza.

Por lo tanto, si coinciden conmigo que debemos exigir a los gobiernos que desarrollen políticas para mejorar el bienestar de sus ciudadanos, conviene saber como nace históricamente este concepto en la política y en la economía. El llamado “estado del bienestar” surge en Europa con motivo de su reconstrucción, a partir de la Segunda Guerra Mundial. El objetivo era hacer crecer la economía para recuperar los niveles de vida precedentes, pero los líderes políticos de la época eran conscientes de que no tenían que reproducirse las causas que habían motivado las dos anteriores guerras. Por otra parte, se iniciaba la “guerra fría” y el auge del socialismo en el mundo bajo la influencia soviética. Este auge representaba una amenaza como alternativa de modelo de sociedad para las clases trabajadoras de Europa. Por lo tanto, era fundamental que el crecimiento de le economía en la Europa Occidental se produjera sin grandes desequilibrios sociales.

Era necesario establecer una cierta protección de las capas más desfavorecidas que evitara los conflictos entre clases. El estado del bienestar no era el objetivo sino un medio para conseguir el crecimiento de la economía: para crecer y crear riqueza era necesario mantener la paz social. De alguna forma se puede decir que el bienestar no ha sido nunca el objetivo principal del llamado estado del bienestar. El bienestar estaba supeditado al crecimiento.

 

La crisis del estado de bienestar referido a unos pocos

El estado del bienestar es propio de la sociedad europea y, salvo pequeñas excepciones, Europa es una “isla” en el Mundo. Pero, desde hace un tiempo, este concepto está en riesgo de extinción al considerarlo incompatible con el crecimiento de la economía. La globalización ha hecho que las desigualdades sociales representen una ventaja competitiva para determinados países en detrimento de los que son socialmente más justos. Como solución a esta situación, se quieren proponer soluciones “ultraliberales” bajo la consideración de que son las más eficaces para favorecer el crecimiento económico. El argumento es siempre el mismo: “debemos crecer para crear riqueza y luego repartirla”, la promesa histórica de siempre. Pero, como ya les demostré en un anterior artículo, el resultado está siendo el incremento de las desigualdades.

Hace tiempo que sabemos que el crecimiento por el crecimiento no tiene sentido, se está poniendo en riesgo el Planeta y a las generaciones futuras. El cambio climático está cada vez más presente a pesar de que algunos todavía son capaces de negarlo. La naturaleza se deteriora constantemente por intereses poderosos que la quieren explotar hasta sus últimas consecuencias. Escondemos nuestras “basuras” en Occidente, pero nos conformamos en consumir productos baratos basados en la producción en países pobres donde no hay ningún derecho hacia las personas y ninguna protección del medio ambiente.

La crisis actual provocada por la pandemia del coronavirus, ha puesto mucho más patente las contradicciones de nuestro modelo de crecimiento. No es la primera vez, la crisis anterior también las evidenció, pero quizás no quisimos verlas, al contrario, se volvió a poner en duda el estado del bienestar y se creó desde entonces la ficción de que no es sostenible (la sociedad no puede financiar los costes que representa la sanidad, la educación, la asistencia social, las pensiones, etc.). Todo esto se hizo mientras no había ninguna objeción en destinar volúmenes importantes de recursos para salvar el sistema financiero.

Quizás lo que corresponde ahora es fijar, como principal objetivo de la economía, el de promover el bienestar a los ciudadanos y supeditar a ello el crecimiento. Ya no se trata de crecer por crecer, se trata de distribuir la riqueza, el Estado debe intervenir en la economía para facilitar y promocionar los elementos básicos que constituyen el bienestar: medio ambiente, salud, seguridad, ingresos, vivienda, empleo, educación, satisfacción, compromiso cívico, balance vida-trabajo, comunidad, etc.

El problema de este planteamiento es que abandonar el objetivo del crecimiento por el crecimiento entra en contradicción con el sistema capitalista. El motor de este sistema es el lucro. El afán de lucro es lo que mueve los mercados. Para que funcione el lucro las decisiones de los agentes económicos deben ser adoptadas bajo el criterio de rentabilidad y en este criterio está implícito el crecimiento. El “driver” del crecimiento económico, en nuestro sistema, es tan relevante que cuando se agota se producen las crisis económicas. Por eso el sistema funciona mediante crisis cíclicas.

No se si hay algo mejor que nuestro actual sistema económico, pero conviene reflexionar para “reinventarlo” para que el objetivo principal deje de ser el crecimiento por el crecimiento y se dirija a proveer el bienestar a los ciudadanos. Esto es lo que toca y, como dije, la desgraciada crisis actual puede servir, como mínimo, para replantearnos muchas cuestiones pendientes que no nos atrevíamos a abordarlas.

Como conclusión, Para intentar buscar la salida de la crisis actual no basta la solución de sacrificar el estado del bienestar,  sino que hemos de ahondar mucho más en el origen de esta crisis.

 

La crisis social y cívica actual

Intentemos analizar los rasgos que caracterizan esta situación de crisis que vivimos, que parece asemejarse a un colapso porque estamos asentados ante una bomba de relojería que parece que en cualquier momento ha de explotar:

La primera bomba del tiempo es la creciente, excesiva y desproporcionada acumulación de dinero y, por ende, de poder político y militar de una minoría cada vez más minoritaria, tanto a escala global como a escala nacional. Esta acumulación crecientemente desproporcionada, producto de la espiral que retroalimenta el poder del dinero con el poder político-mediático y viceversa (dinámica que produce bolas de nieve primero y avalanchas después) se agravará aún más por la automatización del trabajo. El desempleo en los países ricos, centros del control financiero, narrativo y militar, aumentará la tensión, no porque la economía del mundo rico colapse sino, quizás, por lo contrario. El creciente fascismo y las reacciones micropolíticas de la izquierda con marchas y contramarchas, serán solo síntomas violentos de un problema mayor.

La segunda bomba de tiempo es la gravísima amenaza ecológica, producto, naturalmente, de la avaricia de esa minoría y del sistema económico basado en el consumo y el despilfarro ilimitado, en el desesperado crecimiento del PIB a cualquier costo, aun al costo de la destrucción de los recursos naturales (flora y fauna) y de sus mismos productos (automóviles, televisores y seres humanos). El desplazamiento de millones de personas debido al aumento de las aguas y los desiertos, nuevas enfermedades y el creciente costo de la tierra, acelerarán la crisis.

La hegemonía de Estados Unidos, que se asume será pacíficamente compartida por una sociedad de conveniencia con China, muy probablemente seguirá la Trampa de Tucidides, y el evento decisivo, del conflicto y de la derrota militar de la Pax americana, será un evento de gran magnitud en el área del Pacifico Este. La marina más poderosa del mundo y de la historia, encontrará una derrota material, política y, sobre todo, simbólica. Solo la futura crisis demográfica en China (el envejecimiento de la población y las anacrónicas políticas de inmigración y la desconformidad de una generación acostumbrada al crecimiento económico) podría retrasar este acontecimiento por décadas.

El panorama, por donde se lo mire, no es alentador. Quizás de ahí el cerrado negacionismo de quienes están hoy en el poder. Ese negacionismo ciego en todas las esferas está hoy representado por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y por las corrientes nacionalistas y neo racistas, precisamente cuando el problema es global. La presidencia de este país podrá ser reemplazada por un candidato de la izquierda, en el 2020 o en el 2024, pero no será suficiente para detener el desarrollo de los acontecimientos ya desencadenados. Por el contrario, será una forma de renovar la esperanza en un sistema y en un orden mundial que está llegando a su fin de forma dramática.

Si bien es necesario continuar luchando por las causas justas de las micro políticas, como los derechos de género en el uso de baños públicos (que para los individuos no tiene nada de “micro”), etc., ninguna de estas medidas y ninguna de estas luchas nos salvará de una catástrofe mayor. Cuando ya no haya tierra, agua, alimentos, leyes, cuando los individuos y los pueblos estén luchando por sobrevivir de la forma más desesperada y egoísta posible, a nadie le importarán las causas de la micro política.

Lo bueno es que, si bien el pasado no se puede cambiar de forma honesta, el futuro sí. Pero para hacerlo primero debemos tomar conciencia de la gravedad de la situación. Si realmente vamos caminando hacia atrás, rumbo hacia el abismo, el simple acto de detenerse un momento para pensar en un cambio de rumbo, parece lo más razonable.

 

La llamada crisis epocal del siglo XXI


Con una diferencia de pocos años hemos vivido dos crisis económicas. La profundidad del daño causado a la actividad económica por estas dos crisis sólo es comparable a las que ocurrieron en la Gran Depresión de 1929, las guerras mundiales y la de España. Cierto es que también hubo años de dificultades económicas a principios de los setenta, ochenta, noventa y dos mil, pero aún siendo sumamente duras, no pueden compararse. Pero cada una ha tenido orígenes sorprendentes.

Recordemos. La de principios de los setenta se produjo como consecuencia de la subida de los precios del petróleo, como venganza por el apoyo a Israel en la guerra de Yom Kippur. La de los ochenta fue la crisis de la deuda latinoamericana y la reconversión de la economía española. La de los noventa de nuevo tuvo su origen en las subidas del precio del petróleo, como consecuencia de la guerra de árabes contra Israel. La de principios del siglo veintiuno vino de la burbuja de las puntocom, posteriormente, de los atentados de las Torres Gemelas. Y la de 2008 fue consecuencia del desbarajuste generado por las hipotecas basura. Ahora, un virus. Así que guerras, burbujas, reconversiones industriales, disparates financieros, virus. Cuando todo parece ir bien, o mejor, las cosas empiezan a ir mal.

Visto lo visto, debemos concluir que el mundo es tan complejo que siempre hay un riesgo de desequilibrio que termina afectando al bienestar de muchas personas. Se dice, es la sociedad del riesgo. La conclusión parece clara: siempre habrá alguna causa que dispare una crisis económica, como siempre las hubo. Teniendo en cuenta que algunas veces les toca sufrir a unos y otras a otros, lo inteligente es estar siempre preparados y mancomunar los riesgos. ¿Recordaremos esto cuando los efectos principales de la actual crisis hayan pasado?

La crisis actual tiene algunas características especiales. Su origen es la paralización de la actividad económica por “decreto”. Después vendrán los daños derivados.

Hay algunas interpretaciones de esta crisis pretendidamente inteligentes, que en realidad reflejan sólo ideas preconcebidas e intencionadas, en el sentido de que “tengo un enemigo y todo lo que ocurra lo aprovecho para echarle la culpa”. La nobleza de llamar la atención sobre los problemas medioambientales no justifica el despropósito del razonamiento. El asunto no es ese entonces, es qué factores animan nuestra capacidad para recuperar la actividad. Así que frente a la tesis de la vulnerabilidad está la tesis de la especialización flexible, como la bibliografía sobre pequeñas economías insulares ha desarrollado desde hace cuarenta años.

 

Los efectos de esta crisis son enormes.

La actual crisis dejará de nuevo una enorme tasa de desempleo. La población más afectada serán los jóvenes que no han tenido el primer empleo, sin estudios postobligatorios. Pero también los autónomos sufren, una parte de los cuáles pasarán desgraciadamente a la economía informal. Y claro está, los trabajadores con contratos temporales, que viven pendientes de la rotación en el empleo y que verán que se amplían los períodos entre contrataciones. Esto es fácil intuirlo.

Por esto, llevamos tiempo reclamando una renta mínima que cubra los períodos de carencias drásticas. También que las regulaciones de empleo tipo ERTE se conviertan en un instrumento de carácter permanente con una legislación necesariamente ajustada. En contra de lo que se puede pensar, esto no es tirar el dinero público, al contrario, estas rentas vuelven de inmediato a la economía privada vía consumo. Tampoco desincentivan la oferta de trabajo, como está demostrado empíricamente. Así que haríamos bien en desterrar viejos tópicos.

Preocupa, y con razón, el futuro del turismo. Tenemos una gran experiencia acumulada en el sector. Hay profesionales e investigadores con suficiencia para hacer frente una vez más, y ya son muchas, a las dificultades derivadas de las perturbaciones externas. Veo la necesidad de un afán conjunto en pro de una reputación nacional e internacional intachable, sostenida sobre la seguridad y el medio ambiente. Consideremos la reputación como un producto final y trabajemos en toda la cadena de valor ligada a ese producto final, porque la hospitalidad está en todos los comportamientos sociales.

Y hablando de reputación, es fundamental el buen gobierno. Chocamos con las reglas generales manejadas desde el Gobierno del Estado y la Unión Europea. Se necesita urgentemente hacer efectivo el margen de deuda y de gasto. No conviene centralizar en exceso el nivel de decisiones porque, guste o no, hemos diseñado un modelo cuasifederal con una ya larga trayectoria y experiencia de gobierno, esto es un valor. Además, el Gobierno de España debería impulsar alguna modificación de los incentivos del REF. Y la rapidez y facilidad del crédito es fundamental para conservar el potencial de producción y distribución, porque el éxito de las medidas de la Unión Europea dependen de ello.


 

DIAGNOSTICO FRENTE A LA SITUACION PRESENTE

Estamos ante una nueva gran transformación. 

Nuestra edad es insistente, a veces casi desesperadamente, en la búsqueda de un concepto de orden mundial. El caos amenaza de lado a lado con una interdependencia sin precedentes: en la difusión de las armas de masa destrucción, la desintegración de los Estados, el impacto de las depredaciones ambientales, la persistencia de prácticas genocidas y la difusión de nuevas tecnologías que amenazan con generar conflictos más allá de los humanos control o comprensión Los nuevos métodos de acceso y comunicación de información unen regiones como nunca antes y proyectar eventos a nivel mundial. 

 

Estamos asistiendo a la caída de la civilización occidental capitalista

Estamos asistiendo no solo a una situación de crisis muy grave sino a una verdadera crisis civilizacional, es más, podíamos atrevernos a decir que estamos asistiendo a la caída de una civilización. Vamos a tratar de explicar los factores que nos llevan a tal supuesto. “Cuando a los Estados Unidos le da catarro a nosotros nos da pulmonía” decía Maurice Bishop “Cada expresión de la Civilización Occidental es a la vez una expresión de Barbarie” decía Walter Benjamin “Sin lucha no hay progreso” decía Frederick Douglass.

El intelectual Afro-Caribeño, Aime Cesaire declara que “Una civilización que se prueba incapaz de resolver los problemas que crea es una civilización decadente. Luego añade que “una civilización que decide cerrar sus ojos a sus problemas más cruciales es una civilización enferma” y que “una civilización que usa sus principios para trampa y engaño, es una civilización muriente.” Hoy día,  podemos decir que fue una aseveración profética si lo consideramos como pronóstico de la crisis actual de la civilización occidental capitalista.

Las imágenes cotidianas y más mediáticas de millones de personas desempleadas, desterradas, familias sin hogar, hambrunas y epidemias masivas, violencias múltiples (étnico-racial, religiosa, sexual, doméstica, geo-política, genocidios, guerras); expresan una condición de malestar profundo que caracterizamos como crisis.

Los síntomas de crisis global se componen con movilizaciones y huelgas generales. Salen al relieve millones de desamparados emigrantes, los genocidios, el destierro masivo de grandes poblaciones, millones de desplazados, etc . A esta crisis socio económica hay que sumarle los desastres climáticos y epidemiológicos que son al menos parcialmente causados por la crisis ecológica. 

Vamos a tratar de analizar lo que hemos venido a denominar la crisis del mundo occidental, para luego tratar de deslindar distintas teorías de su carácter, emergencia, temporalidad, y sus posibles escenarios de resolución.

 

La crisis como categoría político epistémica

Cuando hablamos de crisis nos referimos a una situación insostenible, que requiere cambios sustantivos, y nuestro argumento es que no solo la economía y la política sino también las lógicas culturales, éticas, epistémicas, y ecológicas del sistema del mundo moderno colonial capitalista se encuentran sumidas en esta condición.

La palabra “crisis” se deriva del griego significando “ese momento liminar en el que se decide el desenlace de una dolencia, en el que el cuerpo escenifica el ‘juicio final’ a partir del cual se impone definitivamente la enfermedad o la salud.”  En su filología griega, Krisis –“decisión”– procede de Krio –“yo separo, decido, juzgo”– y de ambos se desprende “crítica”. Una crisis, pues, es esa situación en la que se dirime el destino y se revelan los límites de un organismo vivo o una estructura compleja. Por ende, estar en crisis significa una coyuntura crítica en la que se decide la suerte del sistema mismo.

Lo contrario de krisis es kairos, que en la filosofía griega y romana era la “oportunidad”, el “momento justo”, la grieta temporal de la intervención divina. La crisis es también nuestro kairos. Tiempo de crisis, supone también un tiempo de discernir, escoger, distinguir, de tener ojos críticos. Tiene que ver también con el verbo acrisolar, purificar. Las crisis sistémicas se deben entender como momentos de grandes riesgos y sufrimientos para la mayoría de la humanidad, largas coyunturas de hambrunas, desempleos, guerras, violencias múltiples, perdidas de vida y recursos; pero también como periodos de emergencia de nuevos modos de vida y de insurgencia de movimientos y alternativas libertarias y de equidad.

En ese sentido se podría decir que las crisis sistemáticas implican tanto destrucción de lo viejo como creación de algo nuevo. La crisis representa condiciones en la cuales se imponen transformaciones estructurales ya que las formas y normas fundamentales de funcionamiento de un sistema social no solo no funcionan bien, pero lo que es peor generan situaciones de caos, malestar colectivo, carencias, violencias y resistencias.

 

Crisis recurrentes y crecientes del Capitalismo Histórico

Los procesos político-económicos del patrón del poder, que sobre todo en sus aspectos de economía-política y geo-política denominamos capitalismo histórico, han sido azotados por crisis globales al menos desde la primera globalización propiamente dicha en el siglo XIX. Tanto las causas como la temporalidad de dichas crisis son asuntos ampliamente debatidos.

Para entender la crisis actual es necesario destacar dos atributos generales de las crisis recurrentes del capitalismo histórico; por un lado su carácter cíclico y por otro lado el que su magnitud y profundidad es cada vez mayor. Si partimos de mediados del siglo XIX podemos identificar crisis cíclicas. Pero además de ser recurrentes dichas crisis son cada vez mayores tanto en su escala espacial y profundidad de efectos, como en las aéreas de la vida social que afectan. A este carácter creciente de las crisis del capitalismo histórico lo caracterizamos como una tendencia secular a ser cada vez mayor y por ende a desafiar la capacidad del sistema-mundo moderno/colonial capitalista de recuperarse y reestructurarse.


Raíces y temporalidad de la crisis actual

Hay diferentes modos de entender y explicar la crisis presente. En contraste, los análisis marxistas y radicales de la crisis actual la entienden como un problema más fundamental, de larga duración, y de carácter global, pero aun tendiendo a enfocar en lo económico.

Si concentramos en el siglo XX y lo que va del XXI, resalta primero el periodo de guerras, revoluciones, movimientos mundiales por reivindicaciones sociales y nacionales que corrió aproximadamente entre 1914-1945.

El conjunto de ideologías, discursos, políticas de gobierno, y formas de explotación del trabajo y acumulación de capital, que denominamos como neoliberalismo son producto de un conjunto de estrategias económicas, políticas, e ideológicas para reestructurar las condiciones de rentabilidad del capital y poder occidental como respuesta a una severa crisis de acumulación y legitimidad en el sistema-mundo moderno/colonial capitalista.

El capitalismo neoliberal ha sido confrontado por movimientos y movilizaciones a través del mundo desde rebeliones populares espontaneas . Dos ejemplos principales de como confluyen y entran en coalición estos movimientos son las demostraciones masivas y militantes contra organizaciones del capital transnacional comenzando por las movilizaciones contra la Organización Mundial de Comercio en Seattle, Washington, EEUU en Diciembre de 1999 y los procesos de Foro Social a partir del Foro Social Mundial en Porto Alegre, Brasil.


Perspectivas de economía-política de la crisis presente

Hay un importante debate en cuanto a la economía política de la crisis actual. Aquí concentraremos en la teoría marxistas y radicales que son las que intentan formular explicaciones de fondo. Planteamos de entrada una postura contra la reducción tanto de lo económico a lo financiero como también critica de la reducción de la crisis a sus dimensiones de economía política. 

A pesar de las diferencias hay tres elementos claves que recuperamos de las teorías marxistas y radicales de la crisis: que son sistémicas, que tienen una recurrencia cíclica, y que son de carácter creciente o secular. Las crisis del capitalismo no son simples fluctuaciones en los ciclos de negocio sino producto de sus contradicciones políticas y económicas y de intentos de restructuración del patrón de poder. En el sentido estricto económico son crisis de rentabilidad del capital (o sea de ganancias) lo cual implica disminución en los niveles de inversión acompañados por crecimiento del capital financiero, destrucciones masivas de capital, desempleo masivo, marginalidad y hambre para las masas trabajadoras, los sectores populares y los campesinados.

En contraste a los análisis de los economistas neoclásicos, los marxistas y radicales no ven la situación actual como una recesión de corta duración sino como expresión de una condición persistente de problemas económicos que comenzó en la década de los 1970s. Las diferencias son en las causas principales, la dinámica de la crisis, el rol del estado y los actores sociales, sus implicaciones políticas, y los proyectos y horizontes de futuro.

En contraste, analistas de la modernidad capitalista en como sistema-mundo, entienden la crisis como un fenómeno global en su conjunto a la vez que tienden a conjugar las dinámicas económicas con fenómenos geo-políticos (imperialismo, hegemonía mundial, guerras) y luchas históricas (movilizaciones, movimientos antisistémicos, revoluciones).

Esta larga crisis se produce por un marcado debilitamiento de las tasas de crecimiento y de inversión que no han vuelto a alcanzar nunca (e insisto en ese “nunca”) los niveles que habían alcanzado en la post-guerra.” También analiza la erosión relativa de las fuentes naturales de materias primas y productos (como el agua, el oro, el petróleo), el aumento de la “acumulación por expropación” (expropiación de comunidades de sus territorios y de campesinos de sus tierras para crear nuevas fuentes de ganancia, recolonización de espacios urbanos para vivienda y negocios rentables para el capital), y el dominio del capital financiero como hitos de la crisis presente.

Uno de los análisis más complejos y de mayor riqueza de la economía política de la crisis del sistema-mundo capitalista es el de Giovanni Arrighi que dice que primero en cada ciclo sistémico de acumulación emerge como dominante el capital financiero una vez el capital productivo entra en una crisis de ganancias; segundo que las crisis sistémicas implican situaciones de caos en el capitalismo histórico tanto en las condiciones económicas como en la estabilidad política lo que quiere decir intensidad de guerras, olas de movimientos antisistémicos, y perdida de hegemonía mundial, todo lo cual ha desembocado en procesos de reconfiguración del sistema en su conjunto a partir de la agencia histórica de nuevos poderes hegemónicos ; tercero, que tanto los requisitos de acumulación de capital (la lógica económica) como de hegemonía imperial (la lógica geo-política) de reproducción del sistema son cada vez mayores y por ende en cada crisis se hace más difícil superar el caos y reconfigurar las condiciones de rentabilidad y hegemonía. Esto último implica que “cada centro emergente de su serie es de mayor escala y ámbito territorial que sus precedentes” y que “la expansión del capitalismo mundial se ha basado en la formación de organizaciones capitalistas dirigentes cada vez más poderosas”.

En general, estos tres argumentos de Arrighi, son válidos aunque sean insuficientes tanto para entender la crisis como para crear alternativas. Una de las interpretaciones más influyentes del capitalismo contemporáneo en general y de la crisis presente en particular es la de David Harvey, quien ha sido influenciado por la analítica de Arrighi. Resaltaremos tres de sus planteamientos principales: primero, el argumento de la centralidad de la acumulación por desposesión como estrategia clave en el paradigma neoliberal de globalización capitalista; segundo, la importancia del espacio y la territorialidad en los procesos tanto de acumulación de capital como de poder imperial; y tercero, la concatenación de una pluralidad de procesos en la causación de la crisis actual.

El análisis de Harvey historiza y complejiza las dimensiones de economía política de la crisis actual, pero su óptica no avanza mucho mas de las lógicas económicas y geo-políticas, lo que es afín con su reduccionismo de clase al plantear alternativas de proyecto histórico y por eso su propuesta política no articula una visión más allá de las propuestas de redistribución de riqueza y poder del socialismo del siglo XX.

En general coincidimos con el tipo de interpretación que realiza Harvey de la crisis actual en la cual se analizan una diversidad de fuentes que causan la caída en la tasa de ganancias y los niveles de actividad económica lo cual tiene como consecuencia un capitalismo de casino, o sea un patrón de acumulación sustanciado en finanzas y especulación. Sin embargo, nuestra interpretación de las crisis cíclicas y crecientes de la modernidad capitalista, y particularmente de la que encaramos ahora, transciende los instrumentos de análisis de la economía política. Hay que superar el economicismo y “colocar la crítica revolucionaria en el plano de la totalidad del sistema”.


Peculiaridades de la crisis actual

Como ya hemos argumentado, las crisis del sistema-mundo moderno/colonial capitalista son recurrentes y crecientes. Como también hemos dicho, la crisis actual es la de mayor escala y profundidad que este sistema ha experimentado, y por eso se cuestiona la capacidad que pueda tener el sistema de revivir sus condiciones de rentabilidad y crecimiento. Varios de los analistas de la crisis actual la entienden como terminal dado que el capital en su fase de globalización neoliberal ya ha intentado colonizar todo el planeta, se acaban los espacios de mercado que abrir, el trabajo se ha precarizado, y la burbuja financiera ya estallo. Pero también hemos planteado que la crisis consiste en mucho más que sus dimensiones de economía política. De hecho, la peculiaridad principal de la crisis presente es que es real y efectivamente una crisis de la civilización occidental capitalista en sus múltiples dimensiones y lógicas diversas.

Resumiríamos que la crisis actual tiene diversas dimensiones adicionales, entre las cuales señalaríamos una crisis ecológica, epistémica, éticocultural, política, y de inter-subjetividades. En esta exploración de las múltiples dimensiones de la crisis actual y de sus vertientes más peligrosas tienen diversas implicaciones para la integridad del planeta y para la supervivencia misma de la vida misma.


Crisis ecológica, alimentaria, energética y nueva política ecológica

Una de las dimensiones más críticas de la crisis civilizatoria actual es la ecológica. El llamado “cambio climático” es una especie de eufemismo para denominar el debacle ambiental causado por la acumulación en el tiempo de las injurias que el paradigma de desarrollo productivista y extractivista que prima en el capitalismo histórico ha causado en la ecología planetaria. La emisión indiscriminada de gases tóxicos alimentado por un modo de producción donde la naturaleza es vista como terreno para la apropiación y explotación y como fuente de ganancia, la revitalización de la minería a costa de la erosión y mercantilización de recursos vitales como el agua junto con la amenaza a las formas de vida ancestrales de comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas, y la insistencia de los poderes occidentales (bajo el recalcitrante liderato de los Estados Unidos) de continuar con esa racionalidad económica que cada vez destruye más el ambiente y pone en peligro la vida misma del planeta, componen lo que definimos como una severa crisis ecológica.

Uno de los síntomas más notables de la crisis ecológica que ahora se le llama “calentamiento global” es el resultado del efecto acumulativo de más de 200 años de una civilización industrial que no escatima en la emisión de sustancias toxicas y de manera insensible no le importa como esto daña al orden natural ya que sus fines principales son la producción desmedida de mercancías y la búsqueda de ganancias. Los gases de efecto invernadero se han venido acumulando en el globo terráqueo desde la llamada revolución industrial pero las mayores concentraciones han ocurrido en el contexto de la globalización neoliberal.

Hablar de la crisis climática es hablar de la crisis del sistema capitalista o más bien de la crisis del mundo a raíz del sistema capitalista y del colonialismo que durante siglos explotaron sin límites los recursos naturales, las culturas de los pueblos, sus saberes y conocimientos y las fuerzas de trabajo de miles de millones de personas, de aquellas que sostienen con su esfuerzo y sus energías la vida de las sociedades del mundo.

Así, el cambio climático que a estas alturas puede considerarse como uno de los mayores crímenes cometidos contra la humanidad y contra la Madre Tierra, es el síntoma más claro y paradigmático de una crisis civilizatoria que ha tocado límites.” La severidad de la dimensión ecológica de la crisis de la civilización occidental capitalista ha colocado la política ecológica en el centro de los debates claves tanto ético-políticos como epistémicos.


Crisis política: Crisis de la democracia liberal y la  hegemonía imperial

La dimensión más estrictamente política la podemos definir como una doble crisis, por un lado la erosión definitiva de la democracia liberal representativa, y por otro lado pérdida de hegemonía imperial. Comenzamos con la crisis de la democracia liberal representativa que ha servido desde el siglo XVIII tanto de ideología hegemónica del estado moderno como de forma política paradigmática de los estados metropolitanos.

Los sujetos que han sido excluidos y marginalizados de los beneficios de la ciudadanía moderna (derechos, participación, y pertenencia plena a una comunidad política) han luchado históricamente tanto por la extensión del sufragio ciudadano (mujeres, sujetos negativamente racializados, otredades sexuales), como por la proliferación de los derechos (civiles, políticos, sociales, culturales, sexuales) y por la democratización de la democracia (representativa, participativa, deliberativa) a escalas locales, nacionales, regionales, y globales.

Esta relación entre tendencias despóticas en el poder burgués (capitalista, racial, y patriarcal) y las luchas históricas de los sectores subalternos le ha dado un carácter contingente e inestable a la forma política paradigmática de los centros del poder occidental que es la democracia liberal representativa.

La crisis actual conlleva a una erosión definitiva de las formas democráticas de la modernidad capitalista tanto en los centros de poder occidental como en los espacios subordinados. 

Para este efecto convergen una serie de factores incluyendo: la centralización del poder político en el ejecutivo en detrimento de la representación y participación ciudadana en los escenarios nacionales, la formación de un bloque global imperial donde se toman decisiones claves para el mundo al margen del escrutinio de los ciudadanos, y la pérdida de capacidad y voluntad de los estados de servir como agentes efectivos en la redistribución de poder y riqueza.

Otra de las paradojas de los estados capitalistas en la era neoliberal y su crisis, tanto en los centros metropolitanos como en las semiperireferias y periferias, es la combinación de reconocimiento de derechos culturales y étnico-raciales con la perdida de políticas sociales a favor de la redistribución de riqueza y poder.

En conclusión, todo esto expresa una crisis de la forma misma de la nación-estado moderno/colonial revelada por la erosión de la democracia liberal burguesa traducida en la centralización del poder, la creciente conversión de la política electoral en simulacro más-mediático (sobre todo en los Estados Unidos) y la crisis de legitimación demostrada en la caída en la participación electoral, y la emergencia de formas locales y extra-estatales de organización de autoridad política como también en el poder del capital transnacional sobre las naciones-estado especialmente en la periferia.


Crisis de la hegemonía del poder imperial

Si analizamos lo político desde sus aspectos formales e institucionales podemos distinguir cuatro escalas: local-regional, nacional, regional-supranacional y global. A escala mundial, la crisis se caracteriza por carencia de hegemonía combinada con perdida creciente de la soberanía relativa de los estados-nación sobre todo en la periferia. La ola de movimientos antisistémicos de los 1960s-70s marco el principio del final de la hegemonía yanqui en el sistema-mundo moderno/colonial capitalista.

Dicha crisis de hegemonía es a la vez causa y efecto de la crisis de la economía mundial y el estado moderno. Aquí se conjuga la erosión de la democracia liberal representativa con la perdida de hegemonía global del estado imperial. En esta sección analizaremos dos aspectos de la crisis del poder imperial, el cual desglosaremos en sus dimensiones políticas y económicas. La pérdida de poder económico se conjuga con la primacía de militarización y guerra en lo que se ha denominado el nuevo imperialismo estadounidense.

Como decía sarcásticamente Arrighi, “Estados Unidos, mientras derroca regímenes delincuentes, primero en Afganistán y ahora en Iraq, es el país más endeudado del mundo (lo que le conduce a una) dominación sin hege-money.” Es decir, la estrategia bi-partidista de jugar la carta militar para ganar otro “Siglo Americano”, se ha convertido en una táctica de “dominación sin hegemonía” a la vez que ha exacerbado la crisis económica del país-imperio.

El militarismo imperial estadounidense manifiesta una voluntad inútil de recobrar una hegemonía perdida para siempre, lo que le envuelve en una dinámica de guerra perpetua y violencias entretejidas que expresan una vertiente constante en el patrón de poder moderno/colonial a través de su larga duración.

Más allá de la perdida de la hegemonía estadounidense, la crisis actual representa una crisis de la hegemonía occidental y de las culturas capitalistas. En este sentido, la era presente se podría caracterizar con el concepto “gramcsiano de interregno” como un periodo transicional donde no hay un hegemón, existe un caos en el sistema mundo, y más aun cuando hay una crisis raigal en el patrón de poder moderno/ colonial. Ahora nos detendremos brevemente primero en las dimensiones éticas y subjetivas de la crisis, para luego discutir rápidamente sus aspectos epistémicos.


Dimensiones culturales, éticas, epistémicas, y subjetivas de la crisis actual

Lo político se corresponde a las dimensiones culturales, epistémicas, éticas y subjetivas de la crisis del la civilización occidental capitalista. En este registro se integran la crisis de valores, de proyectos de vida, de modos de producción y comunicación de conocimientos, y de formas de identidad y subjetividad imperantes en la civilización occidental capitalista. Esto es en parte resultado del fracaso de los modelos de desarrollo socio-económico, ecología, y organización política de la modernidad capitalista como también de sus lógicas culturales hegemónicas con sus elementos éticos, estéticos, cognoscitivos, e identitarios. En este sentido planteamos que la liberación de historias, memorias, conocimientos, y modos de vida no-occidentales es un síntoma positivo de esta crisis.

Una de las peculiaridades y novedades de la crisis actual es su severidad en tanto crisis de las estructuras de conocimiento de carácter eurocéntrico-occidentalista, en las formas hegemónicas que también conceptualizamos como “colonialidad del saber”. Su contraparte en la búsqueda de justicia epistémica se ha convertido en uno de las características y reclamos principales de una nueva ola de movimientos antisistémicos que surgen como actores protagónicos en los procesos crecientes de des/colonialidad del poder y el saber produciendo un nuevo episteme y racionalidad de vida.

Cada vez más las comunidades subalternas, los espacios de movimiento social, y los escenarios de nueva izquierda se afirman como “insurgencias político epistémicas” que politizan la cuestión del conocimiento como uno de los campos de lucha principales y por ende uno de los flancos más débiles de la civilización occidental capitalista.

La des/colonialidad del saber se ha convertido en objetivo político y práctica principal de una nueva constelación de movimientos antisistémicos que construye cotidianamente nuevos modos de producción y comunicación de conocimientos. En la misma vena fluyen las dimensiones culturales de la crisis. Una de las características de la coyuntura actual es la proliferación de “guerras culturales” que desafían y proponen alternativas a la llamada “alta cultura” y a la cultura corporativa mass-mediática occidental en todos los ámbitos de la vida social desde lo estético y los saberes hasta la sexualidad y las culturas políticas.

El surgimiento de nuevos lenguajes, géneros culturales y discursos críticos, está asociado a la afirmación de valores y modos de subjetividad que desafían lo ética capitalista y los estilos de vida promovidos por la civilización occidental. La emergencia de valores pos-capitalistas y de imaginarios políticos pos-liberales van vinculados al surgimiento de lugares de vida alternos y alternativos a las culturas y modos de vida dominantes.

La crisis ética de la civilización occidental capitalista no es solo de valores sino más aun de convivencia, modos de vida, e intimidad, en fin de inter-subjetividad. La crisis existencial de sentidos y horizontes de vida se expresa en los altos índices de suicidio, drogadicción, violencia domestica, y declaraciones de aburrimiento y falta de esperanza en muchos jóvenes sobre todo en los centros occidentales. 

En resumen, todo lo argumentado demuestra el fracaso de los modelos de desarrollo socio-económico, ecología, y organización política de la modernidad capitalista, como también de sus lógicas culturales hegemónicas con sus elementos éticos, estéticos, cognoscitivos, e identitarios. En realidad, vivimos la mayor y más profunda crisis de la civilización occidental capitalista, que bien podría ser su crisis terminal y definitiva ya que se cuestionan sus fundamentos mismos al implosionar sus tendencias más perversas y por la insurgencia de alternativas civilizatorias.



SINTESIS: 

PARA TENER LEVANTADO EL CORAZON NECESITAMOS VOLVER AL CORAZON

Sería pobre si nos quedásemos solo en  una lectura exógena de orden sistémico dese una aproximación sociológica, geopolítica o crisis endémica o ecológica. Precisamos de una  lectura más endógena buscando las raíces a nivel más profundo.

La necesidad de volver al corazón. 

En  uno de los últimos artículos sobre la última encíclica del Papa sobre el Sagrado Corazón de Jesús (DN) remarcaba el Papa Francisco la necesidad de volver al corazón (DN cap I). No dejemos que nuestro corazón se embote y se endurezca. Levantemos nuestro corazón a Cristo

El hombre y nuestro mundo parece haber perdido el corazón. 

el Papa explica por qué es necesario «volver al corazón». En un mundo en el que estamos tentados de «convertirnos en consumistas insaciables y esclavos de los engranajes de un mercado (DN 2). En la sociedad actual el ser humano corre el riesgo de perder su centro, el centro de si mismo. El hombre contemporáneo aparece dividido, casi privado de un principio interior que genere unidad, armonía en su ser y en su obrar (DN 9)

El corazón del hombre está desintegrado

¿Aqué se deve nuestra división interior?, no hay unidad entre nuestro pensar, sentir, y actuar. Pensamos una cosa, sentimos otra y actuamos de otra forma en desacuerdo con El pensar y sentir de Cristo. Como ya decía el Concilio Vaticano II en su constitución sobre el mundo moderno Gadium et spes (GS), la dicotomía que afecta a nuestro mundo contemporáneo hunde sus raíces en una dicotomía que hunde sus raíces en el corazón. La dicotomía que vemos en nuestro mundo a la vez poderoso y débil capaz de aspirar a hacer lo que es noble y a la vez su degradación, progreso de avanzar y al mismo tiempo retroceder, ansia de libertad y múltiples formas de esclavitud. Esta dicotomía exterior nos habla de una división interior, una desintegración del corazón (GS 9-10)

Los desequilibrios que fatigan al mundo moderno hunden sus raíces en el corazón humano (GS 10) (DN 29) La raíz de nuestra desintegración y división esta en el corazón. Las divisiones y polarizaciones que enfrentan nuestras sociedades, naciones, mundo tienen su origen en una división interior.

El mundo solo puede cambiar a partir de la transformación del corazón.

Es el corazón «el que une los fragmentos» y hace posible «cualquier vínculo auténtico, porque una relación que no se construye con el corazón es incapaz de superar la fragmentación del individualismo» (17). 

La gran transformación que necesitamos ha de brotar del corazón. llamada a la solidaridad ha de brotar desde dentro del corazón. La Iglesia esta llamada a anunciar a Cristo como el que nos trae la salvación. La Iglesia está llamada a crear  puentes de diálogo a sanar las relaciones. Para ello es prioritario la necesidad de conectarnos de nuevo con nuestro ser más profundo, con Dios.

El mundo se cambia por dentro cambiando el corazón

Nuestras comunidades sólo desde el corazón lograrán unirse reconciliarse y pacificarse para vivir como hermanos. En él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, e construir en este mundo un reino de amor paz y justicia. (DN 28)

Volvernos al corazón de Cristo tiene unas consecuencias sociales. Nuestro corazón unido al corazón de Cristo será capaz de este milagro social. (DN 28-29)

Necesitamos volver al corazón de Cristo. 

Nuestro corazón es frágil y está herido. Necesitamos el auxilio del amor divino (DN 30) Solo en el Corazón de Cristo aprendemos a amar, nos reconocemos a nosotros mismos y somos capaces de encontrarnos con los otros (DN 31).

Nuestra cultura está herida pero no de muerte, hay síntomas de muerte pero también síntomas de vida. Hemos de promover la cultura de la vida, del cuidado de la vida de nuestro planeta, de nuestra casa común.




CONCLUSION           

Comenzábamos con el inicio de un himno de Adviento y queremos acabar con el final del himno:

 

Consolad a mi pueblo: 

Consolaos y alegraos

desterrados de Sion

que ya viene ya está cerca

él es nuestra salvación. 

 

Nos alienta una promesa:


Que los pueblos se conviertan

que se vuelvan hacia mí para salvarlos

que vuelvan de los confines de la tierra

pues yo soy Dios y no hay otro 


Yo abriré una calzada para que vuelvan los desterrados

los gerifaltes y déspotas serán derribados de sus tronos

los brazos de los poderosos se vendrán abajo

el corazón soberbio y engreído se derretirá como la cera.

 

Se quebrará la vara de los malvados

el bastón de los déspotas se romperá

y un pueblo humilde caminará por mis sendas

un niño los pastoreará

 

Los pobres y los débiles pacerán en mis pastos

el desierto se convertirá en un vergel

el sordo escuchará mis palabras

 

Los ciegos verán la luz y los paralíticos podrán andar

se levantarán y brincarán como las hace las gacelas

yo los guiaré hacia mi morada Santa.

(Extractos del "libro de la Consolación" del profeta Isaías)

 

Más allá de las evidencias y razonamientos y lógicas de este mundo se nos invita a entrar en la lógica de la fe para creer en lo que nos parece imposible, esperar contra toda esperanza. En medio de un mundo que vaga en la noche por sendas de oscuridad, donde predomina la indiferencia, la desconfianza, la desesperación, se nos invita a caminar como peregrinos de esperanza al encuentro del señor

Nuestra esperanza tiene un nombre Jesús de Nazaret. Caminemos por sus sendas. Siguiendo la imagen de la barca (recordemos aquella oración urbe et orbe qué hacía el Papa Francisco ante la plaza del Vaticano vacía en medio de la pandemia), cuando la barca se ve amenazada, azotada por las olas en medio de la tormenta y acuden al Cristo que permanecía dormido: “Señor salvanos que nos hundimos”. Cristo se levanta y les responde “No temais” increpa al viento y se calma la tormenta y sobreviene la paz.

En este tiempo el Papa nos invita de nuevo: “no temáis, en la barca está Cristo, nos vamos a la deriva”. Levantemos a él nuestra oración. Levantemos los brazos y el corazón. Debemos de mantener viva la llama de la fe y el horizonte de la esperanza. La fe es el antídoto frente al miedo y la esperanza es la virtud humilde que da alas a nuestro caminar.

Abramos las puertas del corazón y saquemos los cerrojos que nos aisladas y nos encierran en nosotros mismos. Abramos las puertas a Cristo y a los hermanos para salir al encuentro de los demás. Es una invitación hoy salida del corazón de Dios que sale a nuestro encuentro y nos alienta caminar abrir caminos nuevos de paz de concordia y reconciliación.

Caminar con los ojos y las manos abiertas para salir al encuentro de los marginados y descartados los pobres los emigrantes los discapacitados los que son víctimas de las guerras los niños y ancianos abandonados el despojo de nuestra cultura de muerte y del descarte

Miremos la realidad del mundo con amor y solicitud sensible a las necesidades de los otros abrámonos con estupor y asombro la presencia humilde del señor que camina a nuestro lado.

Que como reza la oración de este Jubileo que “el próximo jubileo nos fortalezca en la fe nos ayude a renovar a reconocer a Cristo resucitado presente en medio de nuestro mundo y en medio de nuestras vidas y nos transforme en peregrinos de esperanza” 

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