miércoles, 31 de enero de 2024

LA ORACION

 LA ORACION

 


“Maestro enséñanos a orar” (Lc11, 1)


Introducción

El Papa Francisco como preparación del año jubilar del 2025 ha querido dedicar este año 2024 invitando a la iglesia entera a la oración.

El Papa Francisco inaugura "El Año de la Oración, un año dedicado a redescubrir el gran valor y la absoluta necesidad de la oración. Mi deseo es llevar e intensificar la oración en la vida personal, en la vida de la Iglesia y la oración en el mundo".

 

El anuncio del Papa lo hizo al final del Ángelus de el domingo 21 de enero, V Domingo Ordinario dedicado a la Palabra de Dios. Tras la catequesis, el Papa recordó a todos los fieles presentes en la Plaza de San Pedro que los próximos meses nos conducirán a la apertura de la Puerta Santa con la que iniciaremos el Jubileo. Les pido que intensifiquen la oración para vivir este tiempo de gracia

 

El Papa Francisco da comienzo a este año especial que sigue al dedicado a la reflexión sobre los documentos y al estudio de los frutos del Concilio Vaticano II, durante el cual se trabajará en las diócesis de todo el mundo para redescubrir la centralidad de la oración.

 

En preparación del Año Santo 2025, invita a las diócesis a promover momentos de oración individual y comunitaria. Se proponen "peregrinaciones de oración" hacia el Jubileo o itinerarios de escuelas de oración con etapas mensuales o semanales, presididas por los obispos, en las que implicar a todo el Pueblo de Dios.

 

Para vivir plenamente este año, el Dicasterio para la Evangelización publicará una serie de "Apuntes sobre la oración", para volver a poner en el centro la relación profunda con el Señor, a través de las múltiples formas de oración contempladas en la rica tradición católica.

 

"Volvamos a las fuentes para ofrecer al mundo el agua viva que no logra encontrar; y, mientras la sociedad y las redes sociales acentúan la violencia de las palabras, aferrémonos a la mansedumbre de la Palabra que salva".

 

Dirigiéndose a los fieles presentes en la Misa del Domingo de la Palabra de Dios, dijo: los invito a poner la Escritura en el centro de nuestra vida personal y comunitaria. La Palabra de Dios despliega la potencia del Espíritu Santo. Es una fuerza que atrae hacia Dios, como les sucedió a los jóvenes pescadores, que quedaron impresionados por las palabras de Jesús. Es una fuerza que nos mueve hacia los demás”.

 

"La Palabra, nos atrae hacia Dios y nos envía hacia los demás, ese es su dinamismo. No nos deja encerrados en nosotros mismos, sino que dilata el corazón, hace cambiar de ruta, trastoca los hábitos, abre escenarios nuevos y desvela horizontes insospechados. La Palabra "suscita la llamada de Jesús", "suscita la misión", nos hace mensajeros y testigos de Dios para "un mundo colmado de palabras pero sediento de esa Palabra que frecuentemente ignora. La Iglesia vive de este dinamismo, es llamada por Cristo, atraída por Él, y enviada al mundo para testimoniarlo”.

 

Para los discípulos como también para muchos santos que son "amigos de Dios" y "testigos del Evangelio en la historia", la Palabra ha sido decisiva, dijo el Papa, citando a san Antonio, "que, impresionado por un pasaje del Evangelio mientras estaba en misa, lo dejó todo por el Señor"; san Agustín, "cuya vida dio un vuelco cuando una palabra divina curó su corazón"; santa Teresa del Niño Jesús, "que descubrió su vocación leyendo las cartas de san Pablo"; san Francisco de Asís, "que, después de haber rezado, leyó en el Evangelio que Jesús enviaba a los discípulos a predicar y exclamó: «Esto es lo que yo quiero, esto es lo que yo busco, esto es lo que en lo más íntimo del corazón anhelo poner en práctica».

 

"No hemos de ser “sordos” a la Palabra. Muchas veces escuchamos la Palabra de Dios, nos entra por un oído y nos sale por el otro. Es el riesgo que corremos, ya que, abrumados por miles de palabras, no damos importancia a la Palabra de Dios, la oímos, pero no la escuchamos; la escuchamos, pero no la custodiamos; la custodiamos, pero no nos dejamos provocar por ella para cambiar, la leemos, pero no la hacemos oración".

 

"En cambio, debe acompañar la oración con la lectura de la Sagrada Escritura para que se entable diálogo entre Dios y el hombre». Esta oración tiene dos dimensiones constitutivas, de las que habla el Evangelio de hoy al citar dos gestos de la Palabra de Jesús: "Dejaron las redes y le siguieron"(Lc 5).

 

"Muchas veces nos cuesta dejar nuestras seguridades, nuestros hábitos, porque permanecemos atrapados en ellos como los peces en la red. Pero quien está en contacto con la Palabra se libera de las ataduras del pasado, porque la Palabra viva descifra la existencia, cura también la memoria herida implantando el recuerdo de Dios y de las obras que ha hecho por nosotros".

 

"Los discípulos dejaron; y después siguieron. Detrás del Maestro dieron pasos hacia adelante. Efectivamente su Palabra, mientras libera de los obstáculos del pasado y del presente, hace madurar en la verdad y en la caridad, reaviva el corazón, lo sacude, lo purifica de las hipocresías y lo llena de esperanza”.

 

El Domingo de la Palabra de Dios nos ayuda a volver con alegría a las fuentes de la fe, que nace de la escucha de Jesús, Palabra de Dios vivo. Mientras se dicen y se leen constantemente palabras sobre la Iglesia, que Él nos ayude a redescubrir la Palabra de vida que resuena en la Iglesia. De lo contrario terminaremos por hablar más de nosotros que de Él; y al centro quedarán nuestros pensamientos y nuestros problemas, en vez de Cristo con su Palabra". 

 

"Me gustaría dirigir algunas preguntas para todos los creyentes: “¿Qué puesto reservo yo a la Palabra de Dios en el lugar donde vivo? Allí habrá libros, periódicos, televisores, teléfonos, pero ¿Dónde está la Biblia? En mi cuarto, ¿tengo el Evangelio al alcance de la mano? ¿Lo leo cada día para orientarme en el camino de la vida?”

 

"El Evangelio es un libro de vida, es sencillo y breve, y sin embargo tantos creyentes nunca han leído uno de principio a fin. La Escritura dice que Dios es “principio y autor de la belleza” dejémonos conquistar por la belleza que la Palabra de Dios trae a nuestra vida".

 

Los discípulos se sintieron atraídos por la actitud orante de Jesús y le pidieron con insistencia al Maestro, enséñanos a orar. Qué bonito empezar este año con esta invocación nacida del corazón.




MI ALMA TIENE SED DE TI

"El que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en un manantial capaz de saltar a la vida eterna» (Jn 4, 13). 

Como diría Karl Rahner el hombre es un ser trascendente “capax Dei”, un ser orante, con capacidad de conocer a Dios. La oración responde al ansia más profunda del corazón. Hemos sido hechos para conocer amar y servir a Dios y a los hermanos. Sería lo que San Ignacio llama principio y fundamento de nuestra vida.

Más que nosotros nos propongamos conocer a Dios, es Dios el que nos conoce y nos ama primero. Más que nosotros sigamos a Jesús es él quien nos sigue y nos persigue y no cesa hasta dar con nosotros. Viene a rescatar la oveja perdida, el tesoro escondido, la perla preciosa de nuestro corazón y está dispuesto a venderlo todo para rescatarlo. (cf Mt 13. 45-46).

Jesús quiere que experimentemos su amor porque el sentirnos amados por él es lo que nos hace felices. También nosotros estamos llamados a reconocer el amor de Dios como nuestro mayor tesoro, a reconocer su amistad como lo más valioso. Todo pasa pero su amor no se muda, solo Dios basta. Todo pasa pero su amor no pasará. Todo pasa pero Dios no se muda, quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta (Santa Teresa).  Solo su amor permanece para siempre.

Quizás el tesoro al principio no resulte perceptible por estar enterrado entre los Jesús compasivo se inclinará hasta reanimarlo. ¿Qué es el hombre para que ponga Dios en él todo su corazón? Jesús será capaz de sacar una sonrisa en medio de nuestras inseguridades, sufrimientos y tristezas. El es el verdadero amigo que no nos abandona. escombros, sufrimientos, frustraciones, miserias y experiencias que nos han herido. Pero Quien encuentra un amigo encuentra un tesoro.

Jesús es capaz de sonreír aún en medio de las situaciones más adversas. ¡Qué hermoso ver a Cristo reír en medio del dolor, del sufrimiento y la muerte!. (El Cristo de Javier en su Castillo de Navarra). El ha vencido la muerte. 

Decid a vuestro corazón abatido confiad en el Señor. El vendrá y nos salvará (Is 35, 4) y al verlo se estremecerá tu corazón. Con él vendrán todos los tesoros. (Is 60, 5).

Has dado a mi corazón más alegría que cuando abunda el trigo y el vino nuevo (Sal 4,8). Ábreme tu corazón que mi cabeza está cubierta de rocío. (Cantar Cantares 5, 2). Dame hijo mío tu corazón, ábrete a mí y yo aliviaré los ahogos de tu corazón (Prov 23, 26). El Señor sana a los de roto corazón y venda sus heridas (Sal 147, 3). Bebe del torrente que brota de mi corazón traspasado, del torrente de mis delicias que desciende como corriente de aguas vivas. Inclina, aplica tus oídos, tus labios y tu corazón a mi corazón herido y abierto para ti (Prov 23, 12). Ten tus delicias en el señor y él te dará lo que ansía tu corazón (Sal 37, 4).

Si hoy escuchas su voz no endurezcas tu corazón (Sal 93). Él sale a nuestro encuentro y al vernos se alegra su corazón. Me robaste el corazón con una sola de tus miradas (Cantar Cantares 4, 9). No temáis. Que no desmaye ni tiemble vuestro corazón. Abre tu corazón a él inclinad vuestro corazón a vuestro Dios y él os dará lo que ansía vuestro corazón. Venid a mí y hallaréis descanso (Mt 11, 28). Vuestro corazón experimentará la ternura, la dulzura y la mansedumbre de vuestro Dios. Ponme cual sello en tu corazón (Cantar Cantares 8, 6). Conserva mi amor como el tesoro de tu corazón y el Señor te proveerá de todo cuanto necesites. Da todo cuanto tienes en tu corazón porque Dios está contigo. Sírvele con corazón entero y con ánimo generoso.

 



 

LA IMPORTANCIA DE LA ORACION 

La oración es primordial para la vida del cristiano. Jesús en numerosas ocasiones insiste en la importancia de la oración:

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, yo os aliviaré» (Mt 11, 28). Permaneced unidos a mí. Sin mí no podréis dar fruto. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros pedid lo que quisiereis y lo conseguiréis (Jn 15, 1-7)

Hoy la oración parece algo trasnochado o devaluado. En este mundo de tanta actividad pareciera algo inútil, banal, una perdida de tiempo. No se trata de una cosa accesoria o aleatoria que podamos hacer o no como una dimensión más en nuestra vida. Se trata de algo vital como es para nosotros el respirar. Necesitamos ir a la fuente de la vida para vivir como necesitamos del aire para respirar.




EL HILO PRIMORDIAL

Mamerto Menapache, un monje trapense, para resaltar la importancia de la oración cuenta una historia de una araña. Una araña cuelga de un primer hilo resistente y primordial. Por el desciende de la rama de un árbol, y de él comienza a tejer el resto del tejido de la tela. De ese hilo agarra primero otros hilos cuyas puntas se fijan en ramas y troncos que se extienden hacia abajo; el hilo primordial es el único que se estira hacia arriba, y, de esa manera, toda la estructura de la tela se mantiene tensa.

Por ese hilo primordial la araña subía todas las tardes al final de su trabajo, y bajaba todas las mañanas para volver a empezar. Pero, con el tiempo, a medida que lograba atrapar a sus víctimas y se daba sus buenos festines; la araña dejó de trepar cada tarde al tronco del árbol a través del hilo primordial.

La araña estaba entusiasmada con su éxito en la caza y ocupada en esparcir más hilos y prefería quedarse entre la tela sin tener que subir y bajar cada día. Tanto es así que llegó a creer que este hilo primordial no tenía ningún sentido, porque no servía para atrapar presas, pensó que no era "productivo". Y ella, araña práctica, científica y técnica, no estaba para tonterías: o ese hilo servía para algo... o había que eliminarlo. Y eso fue lo que hizo: con las pinzas de sus mandíbulas lo cortó de un solo golpe.

Y pasó lo que tenía que pasar. Perdiendo su punto de tensión hacia arriba, la telaraña se desplomó contra el suelo, y en la caída arrastró a la araña que recibió un fuerte golpe, tan fuerte que perdió el conocimiento. Cuando recobró el conocimiento, el sol ya estaba cayendo, y la telaraña, pringosa cuando se secó sobre el cuerpo magullado de la araña, la estaba estrangulando lentamente, y los huesos de la presa aprisionaban su pecho, en un abrazo que, al no tener ya la capacidad de reaccionar, se volvió mortal.

No entendía que este final inesperado y triste fuera consecuencia de haber cortado ese hilo primordial.

La oración es ese hilo primordial que nos mantiene en tensión, en comunicación con Dios. Es vital que encontremos y cuidemos ese "hilo primordial". Todo lo demás (el tejido de nuestras actividades, nuestros proyectos y éxitos) tiene que ser apoyado por el, aunque a veces no lo percibamos como primordial o nos parezca inútil.

Si cortamos ese hilo primordial corremos el riesgo de perder el sentido de lo que realizamos... Y eso nos puede asfixiar. Por este hilo Dios nos conduce, nos acompaña. Por eso estamos en unión con Él, con nuestras raíces y con las personas que nos aman. Ese hilo es el que nos hace respirar Vida y el que nos rescata y nos salva de muchas situaciones de agobio y pérdida de sentido.


 


LA IMPORTANCIA DE LA ORACION EN SANTA TERESA DE JESÚS

Santa Teresa insiste en la importancia de la oración: “Estoy seguro de que un alma se salva cuando ora y se pierde cuando deja de orar”.

“Reconozco cómo perdí el deseo de la oración, empecé en aficiones, yendo de vanidad en vanidad, de ocasión en ocasión tocando el peligro de la tentación. Hasta el punto de meterse en ocasiones de pecado. Mi alma estaba tan absorbida por las vanidades que perdí el gusto y el interés en la oración. Reconozco que este fue el engaño más terrible.

Reconozco que caminar distraída dejando la oración fue la tentación más grande que tuve y que si seguía así terminaría perdiéndome. Pasé por un mar tempestuoso que duró casi veinte años, subí y bajé y no pude remediar para dejar mi vida ruinosa. No puedo entender cómo los que siguen y sirven al Señor pueden dejar la oración. No se explica como podemos cerrar la puerta a Dios para que Él no entre a hacernos felices.

Doy gracias a Dios porque no me dejó perderme y porque hizo que no terminara apartándome de la oración para no perder mi alma. Ahora veo claramente la gran misericordia que tuvo el Señor cuando hizo que tomase la resolución de volver a Él. ¡Qué bien hace Dios a un alma al determinarla a no dejar la oración!

Solo Él nos saca de la tormenta y nos conduce al puerto de la salvación. Nunca lo dejes y valora lo mucho que vas a tener con su amistad. La puerta es la oración. Qué buen amigo encontrarás cuando veas lo mucho que hace por nosotros y que nunca nos abandonará. A partir de esta decidida determinación de volver a él se remediaron todos mis males”. (Santa Teresa, Libro de la Vida, capítulos VII y VIII)

 



 CONDICIONES PARA LA ORACION

Jesús mismo insiste en el modo de escuchar, de acoger y recibir la Palabra para que esta de fruto. Pone el ejemplo de la parábola del sembrador: “Escuchad: una vez, un sembrador salió a sembrar. Al lanzar la semilla, una parte cayó al borde del camino, llegaron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó entre las piedras, donde había poca tierra; y como la tierra no era profunda la semilla brotó muy pronto, pero en cuanto salió el sol, se agostó y se secó, porque no tenía raíz. Otra parte de la semilla cayó entre cardos, y los cardos crecieron y la ahogaron antes que pudiera granar. Otra parte, en fin, cayó en tierra fértil y germinó y creció y dio fruto; unas espigas dieron grano al treinta; otras al sesenta, y otras, al ciento por uno.

Jesús añadió: Mirad como escucháis, quien pueda entender esto que lo entienda. Más tarde, cuando Jesús se quedó solo con los doce, y algunos otros discípulos le preguntaron por el significado de las parábolas. Les dijo: a vosotros, Dios os permite conocer el secreto de su reino; pero a los otros, los de fuera, les hablo por medio de parábolas, para que, aunque escuchen, no oigan, y entiendan no sea que se conviertan y sean perdonados.

Y luego continuó diciendo: ¿comprendéis esta parábola? El sembrador representa el que anuncia el mensaje. Hay quienes son como la semilla que cayó al borde del camino; escuchan el mensaje, pero luego llega Satanás y se lleva lo que ya estaba sembrado en ellos. Otros, son como la semilla que cayó entre las piedras, oyen el mensaje y lo reciben con alegría; pero no tienen raíces y son volubles; así que, cuando les llegan las pruebas o persecuciones a causa del propio mensaje, no pueden mantenerse. Otros son como la semilla que cayó entre cardos; oyen el mensaje, pero lo dejan morir sin que dé fruto, porque solo se preocupan por los problemas los negocios y las apetencias de esta vida. Pero hay otros que son como la semilla que cayó en tierra fértil; estos escuchan el mensaje y lo reciben, y dan fruto al treinta, al sesenta o al ciento por uno”. (Mc 4, 3-20)

A Dios lo encuentra el que le busca. El mismo se da a conocer a los que le aman. Quien madruga y lo invoca lo encontrará a su puerta. El que vela buscando La Palabra se verá libre de preocupaciones. La Palabra sale al paso en cada pensamiento y la descubre fácilmente aquellos que la escuchan y la desean.

Los que guardan y custodian los pensamientos y deseos que ella inspira encontrarán la fuente de la paz y la inmortalidad. Ella rige el mundo con rectitud y gobierna a los que son leales y dóciles a sus inspiraciones.

La Palabra sale cada día a nuestro encuentro a recorrer su camino (Sal 147, 15). La Palabra pide ser escuchada, acogida, gustada, contemplada, practicada, vivida, anunciada. Desciende de los cielos como rocío a empapar la tierra y no volverá sin que haya dado el fruto esperado. (Is 55, 10-11)

Aquellos que se abren a su escucha, que dan el espacio y el tiempo, ponen las condiciones en su corazón para recibirla y se dejan fecundar por ella pueden ponerse en camino para anunciarla y llevarla como portadores de ella.

 


 

¿QUIEN ES EL QUE ORA? EL QUE SE SIENTE POBRE Y NECESITADO

Ora el pobre, el necesitado, el hombre que se coloca en su lugar de creatura frente a su Creador. El hombre que descubre sus limitaciones, que entra en el misterio de lo que entraña ser criatura, no creador. Ora el hombre que se sabe enfermo, pequeño, débil, vulnerable, ignorante, pecador, necesitado de todo, sujeto a la historia y maldad de los prepotentes, encadenado por las circunstancias adversas; hecho humilde y discreto por experiencias dolorosas y angustiosas, sediento de ayuda y de amor. Brevemente, pobre es el hombre que ha descubierto sus límites y acude a Dios porque sabe que él le escucha y puede salvarlo. Quien se pone ante Dios y se reconoce criatura, reconoce que sin él no somos nada y que nuestro vacío solo él lo puede llenar.

Soy un pobre hombre que necesita luchar para librarse de las cadenas del mal, que necesita invocar la gracia de Dios para no perder su fe, que necesita vigilar para no errar el camino. En el Reino de los cielos no hay sitio para el poderoso, el arrogante, el seguro de sí mismo, el que dice “me valgo solo”, el rico, el triunfalista, el explotador de los otros que vive de la sangre de los pobres. 


 


¿QUÉ SIGNIFICA ORAR? 

La oración responde a la sed mas profunda del hombre que Dios ha puesto en su corazón. el hombre está llamado a conocer y comunicarse con Dios. Esta comunicación entre Dios, el Creador, y el hombre, su criatura, es un contacto vivo, personal y amoroso que el hombre necesita profundamente. Sólo el hombre que se abre a Dios puede encontrar "al eterno" que le haga desbordar el vacío del hombre y ser capaz de aceptar su sed y su nostalgia constante. Es, pues, la oración la que pone en contacto esta comunión de corazón a corazón, cara a cara; La riqueza del amor y la  la gracia Dios se derrama sobre la miseria de la criatura y la hace finalmente feliz. 

La oración tiene su origen en esta necesidad fundamental del hombre de dar con alguien que le conozca y le comprenda, para expresarle sus penas y alegrías, su deseo de vida y de amor, de felicidad eterna. En la base de la oración está la exasperante necesidad de encontrar protección y apoyo para nuestra inseguridad. La oración responde a la excelencia de nuestra vocación más profunda. Dice el Vaticano II: “La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios. Desde su nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios. Existe pura y simplemente por el amor de Dios que lo creó, y por el amor de Dios que lo conserva. Y solo se puede decir que vive en la plenitud de la verdad cuando reconoce libremente ese amor y se confía por entero a su Creador”. (GS 19)

Da una gran confianza que llevamos inscritos esa sed en nuestros corazones y que antes que nosotros busquemos y encontremos a Dios, él ya nos ha encontrado. Para alcanzar esta unión con Dios no necesitamos de grandes capacidades o sacrificios. Partimos de la certeza que ya estamos unidos a Dios porque Dios habita en nuestros corazones. Se trata pues de despertar a esa conciencia de la presencia de Dios con nosotros. de que él nos habita y nos aguarda. (Thomas Merton, nota de William Shanonn, Silence un Fire

 


 

LA ORACIÓN PIDE PRESENCIA, RECONOCIMENTO ESCUCHA Y RESPUESTA 

La oración mas que una obligación es un don. Don y tarea porque pide ejercitarse como un arte. En el libro de los salmos se invita a orar con insistencia, a orar con maestría. A nosotros nos llega la herencia del pueblo Santo comprendió a dirigirse a Dios a lo largo de toda la historia de salvación y de todas las situaciones de la vida. 

Toda la Escritura esta traspasada de Palabra que Dios dirige a su pueblo y un pueblo que escucha esta Palabra como norma de vida. Los salmos nos enseñan el modo de dirigirnos a Dios desde las múltiples facetas de la existencia humana alegrías y dolores en las que todos nos podemos reconocer. 

Los salmos son en este sentido para nosotros una escuela de oración donde se aprende a orar en medio de todas las situaciones de la vida. Así nuestra oración la vivamos en intercesión con Cristo y con toda la Iglesia. 

En el libro de Samuel se nos narra lo vital de una serie de actitudes para iniciarnos en la oración (1 Sam 3, 1-19). Para orar se necesita fe, creer que Dios, escucha y obediencia a su palabra.




Fe, reconocimiento 

En la oración es muy importante entrar en la presencia de Dios, descubrirlo como persona viva. A través de la oración sencillamente reconocemos a Dios presente. Comenzamos con la conciencia que él esta y entramos en la presencia del que nos habita. todo lo que necesitamos es darnos cuenta de lo que ya tenemos porque nos ha sido dado por puro amor como don, sin merecerlo.

Esta confianza y seguridad me hace escuchar con otra actitud, atención e interés. En Dios tal seguridad está garantizada, porque lo que me dice es porque me ama, me ama de verdad y esto hace que me encomiende enteramente a Él; porque el nombre de nuestro Dios es "fidelidad, bondad y misericordia". Yo puedo cambiar, y muchas veces en un día, pero él no cambia tan fácilmente. Nuestros sentimientos cambian como el tiempo. Somos seres volubles y cambiantes. Hoy digo una cosa y mañana otra, pero él no es así... Incluso cuando todo y todos cambien, el amor de Dios nunca cambiará. 

Dios es el fundamento de todo cuanto existe, nada existe sin él (Jn 1, 2-3). Dios es el que esta presente en todo cuanto existe. Nuestra vida esta escondida con Cristo en Dios (Col 3,3). El es la fuente y la base de todo existir. todo fue hecho por él, nada se hizo sin contar con él y nada subsiste sin él. Nosotros estamos en Dios y Dios está con nosotros. Dios es la fuente y sostén de nuestro ser y lo que somos lo somos en él. Mi ser más profundo es Dios (Santa Caterina de Genova)

 



La escucha 

Samuel era un niño, acostumbraba a ir al templo porque quería servir al Señor y una noche acostado oyó una voz que le llamaba por su nombre. Al principio no reconoce la voz del Señor (“no le había sido revelada la Palabra de Yahveh”), cree que es el sacerdote quien le llama y acude a él, pero le dice que él no le ha llamado. Cuando se repite por segunda vez el sacerdote le dice si vuelves a oír la voz pronunciando tu nombre di: “Habla Señor, que tu siervo escucha”. 

Esta actitud de escucha es primordial en la oración. La misma lectura nos aclara que “el pequeño Samuel no estaba familiarizado con la Palabra de Yahveh”. Nosotros debemos de familiarizarnos en esta escucha y dar tiempo y ejercitarnos en silencio a la escucha. Dios habla de muchas maneras, pero de una forma especial ha querido hablarnos a través de su Hijo, en su Palabra (Heb 1). Cuando escuchamos la Palabra de Yahveh escuchamos a Dios mismo, pues El nos habla a través de su Palabra (DV). Hemos de hacer silencio de tantos ruidos y mensajes que nos zumban el oído cada día para estar atentos y a la escucha de su Palabra. 

 



La respuesta a su Palabra 

 Yahveh conoce a  Samuel personalmente dirigiéndose a él por su nombre y confiándole un encargo, una misión, tu anunciarás a mi siervo lo que te digo. Es muy importante que la escucha sea acompañada de la respuesta obediente a su palabra. El joven Samuel tendrá que aprender a escuchar y obedecer al encargo del Señor. Así lo aclara el pasaje de la Escritura: “Samuel crecía, Yahveh estaba con él y no dejaba caer en tierra ninguna de sus palabras”. 

María es para nosotros ejemplo y maestra de oración. Ella supo permanecer a la escucha de la Palabra, guardándola diligentemente y meditándola en el corazón. Ella responde desde el principio con una actitud obediente: he aquí la servidora del Señor, hágase en mí según tu Palabra (Cf. Lc 1)

 



 CÓMO ORAR 

La oración con estos supuestos es muy fácil y concreta, por lo que se puede decir que no consiste en sentimientos sino que es cuestión de fe. Debemos buscar a Dios más que respirar porque la oración es el aliento de la nueva vida en el Espíritu. La oración requiere pues creer en Dios y creer en lo que Él me dice a través de su misma Palabra. El diálogo con Jesús es siempre una aventura apasionante, porque Él nos conoce profundamente y nos ama con locura. 

Orar, dialogar con Dios es escuchar, creer, buscar a mi Dios. “Señor a ti te busco mi alma tiene sed de ti como tierra sedienta y sin agua" (Sal 63, 2-3). Muchas personas rezan, pero quizás no buscan al mismo Dios, mueven los labios, rezan cualquier oración, jaculatoria o novena... Pero a Dios no lo buscan. Creer en Dios significa dar con Él en lo más profundo del corazón, buscando su propia voluntad, deseando lo que Dios desea, queriendo que venga su Reino. Para hacer su voluntad es necesario pedir para poder entender lo que quiere, pedir su fuerza para poder realizar lo que se entiende. 

Si queremos encontrar a Dios debemos dar espacio, dedicarle tiempo y no permitir que este tiempo nos sea robado por otros o por otras ocupaciones e inquietudes. Es falso decir: "Todo lo que hago es oración", porque esto sólo puede ser dicho por alguien que ha orado antes y durante mucho tiempo. Necesitamos un espacio, un tiempo reservado, un silencio exterior e interior para encontrarlo, sobre todo en nuestro mundo que está lleno de necesidades materiales, ocupaciones, trabajos en los que apenas hay espacio para sí mismo, para el hogar... En este mundo se hace más necesario porque es más difícil; hay más obstáculos aparentemente, debemos detener la ruleta de la vida y dar tiempo al meditar. 

Cuántas veces la oración se convierte en una práctica rutinaria o la concebimos como una obligación más que como una necesidad interior. Para ser honestos, necesitamos esta oración del corazón más que palabrería. Como nos gusta estar, escuchar y dialogar con un amigo porque nos sentimos  cómodos con él, y el tiempo pasa sin darnos cuenta, así sucede en la oración: podemos permanecer mucho tiempo juntos en una relación amistosa con Dios. Los amantes siempre se buscan, solo quieren vivir juntos todo el día, e incluso separados piensan el uno en el otro, porque eso es amor. Tal es la oración para quien tiene un gran deseo de Dios, de vivir la vida de Dios y con Dios, que ora continua y fácilmente, pensando en Jesús e invocando su nombre, saboreando dentro de sí mismo la paz, la amistad de ese encuentro, la dulzura de su presencia.

 



 ACTITUDES PARA LA ORACIÓN

Erick Fromm tiene un libro titulado El arte de amar, de la misma forma podríamos decir que la oración es el arte de conocer el amor de Dios y de aprender a amar. Así como los niños aprenden a hablar oyendo la voz de sus padres así nosotros aprendemos a orar oyendo sus palabras. Jesús nos invita a hacernos como niños: En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estás cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. (Mateo 11, 25) 

Hay un salmo que invita a orar con la confianza de un niño. Se trata de la oración de abandono confiado propia de los pequeños. El hombre se acepta así mismo con humildad, acepta el límite de todo ser humano. 

Mi corazón no está inflado, ni mis ojos subidos. No he tomado un camino de grandezas ni de prodigios que me vienen anchos. Mantengo mi alma en paz y silencio como niño destetado en el regazo de su madre. ¡Como niño destetado está mi alma en mí! ¡Espera, Israel, en Yahveh desde ahora y por siempre! (Salmo 131, 1-3) 

Debemos de evitar toda soberbia, prepotencia y autosuficiencia. Jesús nos invita a vivir como niños en las manos de su Padre. De hecho esta fue su oración durante toda su vida, hasta el final: Padre en tus manos encomiendo toda mi vida. Jesús llama a sus discípulos hijitos y promete no dejarles huérfanos. (Jn 15) 

No le agrada el brío del caballo, ni se complace en los músculos del hombre. Se complace Yahveh en los que le temen, en los que esperan en su amor. (Sal 147:10-11). El orgullo, la ambición, la codicia, la vanagloria es la raíz de todos los males. La humildad y la sencillez es lo que te hace grande ante Dios. 

En una carta de San Francisco de Borja a Fabro expresa: diga ese "grande" que bien sé que no son los grandes, sino los que se conocen por pequeños; ni son ricos los que tienen, sino los que no desean tener; ni son honrados los que buscan la vana gloria, sino los que trabajan para que Dios sea honrado y glorificado. 

En una carta de San Francisco a sus hermanos dice: “No debemos ser sabios y prudentes según la carne, sino más bien sencillos, humildes y puros. Nunca debemos desear estar por encima de los demás, sino, al contrario, debemos, a ejemplo del Señor, vivir como servidores y sumisos a toda humana criatura, movidos por el amor de Dios. El Espíritu del Señor reposará sobre los que así obren y perseveren hasta el fin”. 

 



Silencio 

Antes de la oración, se debe crear un clima de recogimiento y silencio externo. (Como diría San Juan de la Cruz: Olvido de lo creado y memoria del Creador y estar amando al amado). Cuántas veces decimos que no tenemos tiempo de quietud, pero realmente cuánto tiempo perdido, cuántas veces nos vemos sumergidos y atrapados por tantas redes y medios de comunicación que marcan el ritmo de nuestra vida. Por lo tanto, quien quiera comprender y entrar en lo que es la oración, debe dejar de lado otras voces y mensajes que nos llegan de afuera para ponernos a la escucha de Dios (cf. Mt 6,5). nuestro mundo contemporáneo representa una conspiración frente al silencio que necesitamos para crecer en la vida interior.

El silencio es el primer lenguaje de Dios (San Juan de la Cruz). En el silencio del corazón Dios habla. los grandes orantes son personas de gran silencio interior. (Madre Teresa de Calcuta) Si nos ponemos silenciosamente ante Dios reconoceremos su presencia porque El habita en el interior de nuestros corazones. El silencio no es la ausencia del ser sino una manera de ser. Sin silencio no hay escucha. Uno no oye el silencio pero es el requisito para oír y escuchar a Dios. Sin silencio interior no experimentamos nuestras experiencias, no tienen el poder de despertarnos  y cambiarnos. El silencio esta a la base de toda realidad. Cuán grande el poder del silencio, de sencillamente permanecer silenciosamente con alguien que sabemos te ama.

Jesús vino al mundo en el silencio de la noche. Redimió el mundo en silencio, el silencio del Cordero que se ofrece al Padre sin abrir la boca. Jesús esta en silencio aguardando en nuestros corazones.

 



Recogimiento interior 

No basta un recogimiento exterior, es necesario un recogimiento más interior, rechazar todas las distracciones y llevar todos los problemas y pensamientos ante Dios. Cuando te sientas turbado o apesadumbrado abandónate a él, ábrete a él comienza a sentir lo que Dios te dice. Para aprender sabiduría, para entender discursos profundos, para alcanzar instrucción y perspicacia ora entra en lo secreto de tu corazón y ora a tu Padre en lo escondido (Mt 6, 6). Escucha hijo mío la instrucción de tu Padre. (Prov 1, 1-8)

Hijo mío si das acogida a mis palabras y guardas en tu memoria mis mandatos, prestándome oídos adquirirás en inteligencia y prudencia. Si la buscas como la plata y como un tesoro la rebuscas entonces conocerás al Señor tu Dios y la ciencia de Dios encontrarás, porque el Señor es el que da la sabiduría y de su boca nacen la ciencia y la prudencia. El que me escucha vivirá seguro, tranquilo, sin temor en la desgracia (Prov 1, 33; 2, 1-5 ). Confía en el Señor de todo corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia. Reconócele en todos tus caminos y el enderezará tus sendas. (Prov 3, 5-6 ) 

 


Simplicidad 

Felices los de espíritu sencillo porque suyo es el Reino de Dios (Mt 5, 1) 

Presentémosle nuestra vida pobre y sencilla, entonces experimentaremos a Dios más cerca... «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque Dios da su Reino a los que son como ellos» (cf. Mt 19, 14). 

Aprended de mi que soy manso y humilde de corazón (Mt 11, 26). El que no se haga pequeño como los niños no entrará en el Reino de los cielos (Lc 18, 17) 

Simples amar vuestra simpleza y no os dejéis llevar por la arrogancia de los necios (Prov 1, 22). Entended simples la prudencia y vosotros necios, sed razonables (Prov 8, 5)

Nosotros podemos negar y rechazar la existencia de Dios, pero Dios no puede negarse así mismo, el nos estará esperando. Uno no puede por más que se empeñe en borrar del inconsciente el hecho de la presencia de Dios Está inscrito en nuestra conciencia personal, colectiva, histórica y cósmica. no es cierto que Dios se haya separado de nosotros somos nosotros quienes nos separamos de él.

Dios siempre espera y busca que podamos entrar en una relación personal con él. Como un padre o una madre no abandona al hijo de sus entrañas. y aunque esto llegara a producirse por nuestra parte, nunca sucede por parte de Dios (Is 49, 15)

 


 

Sinceridad 

Dichosos los limpios de corazón y mantienen limpia su conciencia porque verán a Dios” (Mt 5, 8) 

La oración, cuanto más sincera, más liberadora. Cuanto más uno mismo está frente a Él que nos conoce totalmente, más auténtico, más capacidad nos da para la autoaceptación personal y comunitaria. «Al que se le han perdonado muchos pecados, experimenta mucho amor» (cf. Lc 7, 47). 

Guarda tu corazón porque de él brotan las fuentes de la vida. Aparta de ti toda falsedad. (Prov 4, 23-24); ojos altaneros, lengua mentirosa, manos que derraman sangre lo aborrece el Señor (Prov 6, 17) 

Los ojos son la luz del cuerpo. Si tus ojos son limpios todo tú serás luminoso; pero si en tus ojos hay falsedad y maldad, todo tu ser estará en oscuridad. (Mt 6,22) 

 



 Fidelidad

Jesús declara felices a los que le escuchan y le siguen: dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen por práctica. Se trata de la gran bienaventuranza. Estos son mis verdaderos hermanos-as.

Cristo viene a liberar el corazón y desciende para sanarnos y salvarnos. Él desciende a nuestras tinieblas para iluminarlas. Él desciende para liberarnos del pecado y conseguirnos la red de tentadores. Acojamos el torrente de vida que brota del costado de Cristo, que es torrente de amor y misericordia. Su gracia y misericordia nos elevan. Los discípulos contemplan la imagen de Cristo resplandeciente. En la transfiguración en el Tabor los discípulos contemplan la belleza inigualable de Cristo, el único capaz de salvar al hombre. Allí oyeron una voz que desde la alto decía: “Este es mi Hijo amado en quien me complazco, escuchadle” (Mt 17, 9-13). 

Hijos escuchadme, dichosos los que guardan mis caminos (Prov 8, 32). Camina hacia la vida el que guarda mi instrucción (Prov 10, 17). Escuchadme y seguid mis caminos. Dichoso el hombre que me escucha velando ante mi puerta cada día guardando las jambas de mi entrada (Prov 8, 32-35) 

 



 Gratuidad y confianza

Necesitamos un desinterés y desapego de todo cuanto nos ata. Jesús merece la mejor parte. Jesús alaba el corazón de aquella pobre viuda. Mientras otros han ofrecido lo que les sobraba, esta pobre mujer ha ofrecido todo lo que poseía y lo que necesitaba para vivir (cf. Mc 12, 44).

Encomienda tus obras al Señor y tus proyectos se llevarán a cabo (Prov 16, 3). El corazón agradecido mejora la salud mientras que el espíritu abatido seca los huesos (Prov 17, 22). Ten buen ánimo y confía en el Señor. El ánimo del hombre lo sostiene en su enfermedad mientras que el que pierde el ánimo no se levantará. Muchos planes y proyectos se dan en el corazón del hombre, pero solo el plan de Dios se realiza y perdura por siempre (Prov 19, 21) 

Mira los pájaros del campo como Dios los alimenta y los cuida. A caso no valéis más que los pájaros. No te agobies por el día del mañana porque no sabes lo que deparará el día de hoy (Prov 27, 1). Confía en el Señor. A cada día le basta su propio afán. (Mt 6, 25-34)

 



 Humildad

Felices los humildes, los pacientes, los sufridos, los mansos porque heredarán el Reino” (Mt 5, 5-12)

¡Qué humilde avanza, ante Dios y también ante los hombres...!; Pero el pecador está detrás de él y ni siquiera quiso mirar al cielo, sino que se golpeó el pecho diciendo: 'Oh Dios, ten piedad de mí, que soy un pobre pecador' (cf. Lc 18, 13). 

Un corazón humilde no lo rechaza el Señor. Dios se conmueve ante un hombre humilde que se convierte de corazón. Dios defenderá la causa de los pobres se apiadará de los humillados. A los ricos los despide vacíos mientras exalta a los humildes. (Lc 1, 46) 

Mejor es un mendrugo de pan a secas, pero con tranquilidad, que grandes banquetes con discordia (Prov 17,1). Mejor es ser humilde con los pobres que participar en el botín con los soberbios (Prov 16, 19). Hay caminos que parecen rectos pero al cabo son caminos de muerte (Prov 16, 25). Mas vale el hombre paciente que el gran conquistador que se aferra a sus planes. (Prov 16, 32)



 

Intimidad

La oración debe venir del corazón y no solo de los labios (Mt 6, 7). La oración pide un clima de confianza e intimidad. Nunca debemos dudar de su amor, incluso cuando uno se siente indigno ante Dios. Dios es el que nos recibe, nos perdona, nos capacita. Nunca nos pedirá algo que no sea para nuestro bien. Nunca nos abandonará (Jn 6, 37). Jesús quiere nuestra felicidad y busca la perfecta paz y alegría que viene del sometimiento a su voluntad. Jesús se llenó de gozo y dijo te doy gracias padre porque has querido revelarte a los pequeños... (Lc 10, 21). 

Dame hijo mío tu corazón y que tus ojos hallen deleite en mis caminos. Aplicad el oído y viviréis y disfrutareis. Mi palabra es como panal de miel dulce al paladar. Te nutrirás de lo sabroso de mi casa. El aceite y el perfume alegran el corazón, la dulzura del amigo consuela el alma (Prov 27, 9) 

 



NATURALEZA DE LA ORACIÓN COMO COMUNICACIÓN

Esta comunicación del hombre con Dios, este aspecto del diálogo y, por tanto, del deseo de respuesta es fundamental. La oración es, ante todo, la elevación del hombre a la vida íntima de Dios. La oración es comunicación de amor con el verdadero Amor, con la fuente del amor. Nuestro destino eterno se realiza sólo contemplando a Jesús en la plenitud de su misterio. 

Una persona que no ora es como si el cuerpo dejara de respirar: se asfixia y se muere. Pero cuando, por el contrario, la persona ora, instintivamente es como nuestro cuerpo cuando respira bien, inaugura el cielo en su corazón. Necesitemos atender a la demanda constante de participar y recibir la comunión para insertarnos en la plena comunión del misterio trinitario. 

 



DIFERENTES FORMAS DE ORAR

Vivimos corriendo de un lado para otro muchas veces sin saber a donde vamos. nos absorben demasiado los pueriles intereses y ocupaciones de la vida cotidiana. Fácilmente hacemos una virtud de esas ocupaciones interminables que nos mantienen demasiado ocupados, sin embargo una sola cosa es necesario. buscad el Reino. la entrada en el Reino se efectúa a través de la unión de la voluntad con nuestro Creador. Necesitamos conocerlo y encontrarlo para percibir su querer sobre nosotros, necesitamos abrirnos a El para percibir esa voluntad que dirige y domina las leyes del universo. todo fue creado con un propósito y un fin. Estamos hechos de amor, por el amor y para el Amor y al Amor debemos regresar.

Lo encuentran los que se dejan encontrar y  le desean y le quieren amar. Somos buscadores en camino amadores en formación. Se trata de escuchar la voz del Amado de complacer al Amado de vivir en armonía con El. Si lo tomamos como compañero y amante el nos guiará. el transformará nuestra forma de pensar y de amar.




Oración vocal, oración de intercesión 

Debemos de buscar a Dios no por lo que nos da sino por el mismo. Dios es más grande que todos sus beneficios y nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene. La oración es el espacio donde le pedimos a Dios porque nos vemos pobres y necesitados. ¿Por qué acudimos a Él? Siempre debemos orar porque Él sabe que estamos necesitados, por lo que nos hace conscientes de nuestras necesidades. Nos prepara para recibir lo que pedimos, porque amplía nuestra capacidad y nos llama a tener una medida mayor de la que pedimos. "Pedid y recibiréis". El Padre dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan. Con tanta mayor capacidad recibiremos ese bien mejor y más grande que no hay vista que él haya visto, ni oído que haya oído, ni haya entrado en el corazón del hombre. 

 


Meditación, la oración de reflexión 

También debemos orar con nuestra mente, pero ¿por qué meditar cuando Dios mismo conoce y escudriña el pensamiento humano? Las palabras son un estímulo para los deseos del espíritu, tomar conciencia de dónde estoy y con quién estoy. Oramos para percibir de Dios que es lo que nos conviene, para encontrar y aumentar nuestra capacidad de amar. Oramos a Dios también con palabras, para que nos estimule más y aumente el fervor, ejercitándonos con la palabra para concentrarnos en lo que queremos y así evitar distracciones. Aunque el mismo Señor nos previene que no son la multitud de palabras, lo que le agrada a Dios es la actitud interior de nuestro corazón. Como San Ignacio cuenta en las disposiciones de los ejercicios espirituales, no el mucho saber satisface el alma sino el gustar y saborear internamente la dulzura de su amor. Del pensamiento brota la ternura, el afecto; del afecto el amor.

 



La oración afectiva o del corazón

También debemos orar con el corazón, como una expresión de fuerte afecto, como un lenguaje de sentimientos internos, como una influencia del espíritu. El hielo de la caridad es el silencio del amor; si la caridad permanece siempre, siempre gritas; si siempre clamas, te acuerdas del Señor y buscas Su amor con todo el ardor de tu alma. Esta oración carece de muchas palabras, se manifiesta con gemidos y sinceridad. Se trata de abrirle al Señor todo lo que llevamos en el corazón y el que escruta las junturas del corazón nos dará lo que nuestro corazón ansia. Es el contacto de Dios mismo en lo profundo del corazón lo que nos plenifica. Dios ha querido morar en lo más intimo del corazón dichosos los que lo buscan con sincero corazón por que lo encontrarán inclinado a nuestro corazón. 

 



Contemplación

La contemplación es la manera de crecer en la conciencia de la presencia de Dios en todo y a través de todo. la contemplación nos ayuda a ver a profundidad lo que esta dentro de la realidad (la escondida presencia de Dios). La es una inmersión en Dios. La contemplación nos va uniendo más al Dios que ya se ha unido a nosotros. Debemos orar con toda la vida y hasta el final con la vida, con la ilusión de hacer de nuestra vida una oración constante. No en vano el apóstol Pablo dice "orar sin interrupción, orar en toda ocasión" (1 Tes). No tanto con una postura o en un lugar en particular sino con una disposición interior que no conoce interrupción, este debe ser nuestro deseo. "Tu oración es tu propio deseo, si tu deseo es continuo, la oración es continua". Dios, una vez encontrado, esta siempre a nuestro lado y el día se convierte en una vida orante, una alabanza permanente. queremos agradarle y amarle con toda nuestra vida y en todas las situaciones de nuestra vida. Como la alondra no interrumpe su canto así no importa lo que estemos pensando, diciendo o haciendo para elevar mi propio amor hacia Dios como una continua alabanza. Como se decía de San Francisco el juglar de Dios.

 


 

ORAR CON LA PALABRA 

Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la practican 

Dios ha querido comunicarse por medio de la Palabra. La Palabra es fuente de vida (Sab 6, 1-25). La Palabra es viva y eficaz, penetra como espada de doble filo (Heb 4). La Palabra es Palabra de salvación. En ella esta la fuente de la vida y su luz nos hace ver la luz. (Sal 118)

Todo hombre tiene hambre y sed de ella. Solo ella tiene el germen de vida eterna y nos conduce a la vida inmortal. La voz del Señor es como el trueno que resuena en toda la tierra (Sal 28)

Orígenes nos dice que Dios esta presente tanto en la Eucaristía como en la Palabra. Dios nos habla a través de su Palabra. En la Escritura se nos habla de la oración en múltiples formas resaltando la súplica y la alabanza y la acción de gracias. A través de la Palabra de Dios, como lo hace el salmista, se puede interceder, suplicar, llorar y lamentarse, dirigiéndonos siempre a Dios.

 


 

ORAR CON LOS SALMOS 

Jesús mismo como buen israelita rezaba con los salmos. el mismo se declara que no ha venido a abolir la escritura de la Torah y los profetas sino a darla su cumplimiento. Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en los Salmos acerca de mí. (Lc 24, 44) Rezar con los salmos es rezar con las mismas palabras que Dios nos ha dado. Como un niño, cuando empieza a hablar, aprende a expresarse con las palabras de sus padres y a través de sus palabras aprende un modo de pensar y de sentir convirtiéndose en su propia lengua, de la misma forma nos ocurre con los salmos. Aprendemos a hablar con sus propias palabras, a relacionarnos y ser nosotros mismos frente a Dios como el niño que aprende el lenguaje materno y un padre educa a su hijo. Así Dios educa a su pueblo a orar. Dios mismo le enseña el lenguaje de entenderse con el para que sepa articularse decir lo que le duele y lo que necesita para que puedan oírse a sus hermanos en un canto al unísono para que sepa derramar palabras desde el desborde de su corazón.

 



EL DINAMISMO DE LA PALABRA

Tu preparas una mesa y nos sientas como comensales. Tu nos das de comer manjares sustanciosos y a beber del torrente de tus delicias, para que nos nutramos de lo sabroso de tu casa (Sal 33).

La Palabra pide ser escuchada, acogida, gustada, contemplada, practicada, vivida, anunciada. Desciende de los cielos como rocío a empapar la tierra y no volverá sin que haya dado el fruto esperado. (Is 55, 10-11)

La Palabra pide ser recibida para luego ser entregada. Pongámonos en camino, dejemos que ella habite en nosotros y realice su camino, su obra de salvación. Corramos a la fuente de la vida y de la luz que no tiene ocaso y dejémonos iluminar y guiar por ella.

Escucha a la Palabra viva, escucha la voz de Cristo. Acudamos con sed, como gacelas al torrente de delicias, buscando y gimiendo por su amor. El dará remedio a nuestros males, sanación a nuestras heridas y salud a nuestras almas. Acudamos al médico compasivo y misericordioso, dador de vida.

 



LA LECTIO DIVINA” (INTEGRANDO MEDITACION, CONTEMPLACION y ACCION)

“Los Santos Padres y maestros espirituales, nos hablan de la práctica de la Lectio Divina como práctica para la oración sosegada y silenciosa. La lectio divina, en la que la Palabra de Dios es leída y meditada para convertirse en oración, se enraíza así en la celebración litúrgica”. “La meditación hace intervenir al pensamiento, la imaginación, la emoción y el deseo. Esta movilización es necesaria para profundizar en las convicciones de fe, suscitar la conversión del corazón y fortalecer la voluntad de seguir a Cristo". 

La oración cristiana se aplica preferentemente a meditar ‘los misterios de Cristo’, como en la lectio divina. Esta forma de reflexión orante es de gran valor, pero la oración cristiana debe ir más lejos: hacia el conocimiento del amor del Señor Jesús, a la unión con Él”. (Catecismo de la Iglesia Católica, 2a ed., n. 1) La Lectio divina es un método de meditación basado en la celebración litúrgica que traza sus raíces a antiguas comunidades monásticas. Era un método que practicaban los monjes en sus encuentros diarios con la Escritura, bien cuando se preparaban para la Eucaristía, bien cuando oraban la Liturgia de las Horas. 

Su uso continuó en la Edad Media con las órdenes religiosas, como los Benedictinos y los Carmelitas, las cuales no sólo practicaban lectio divina diariamente sino que transmitieron este tesoro del pasado a las generaciones futuras. La práctica de la lectio divina está resurgiendo hoy en día como una forma maravillosa de meditar la Palabra de Dios.

 


 

La historia del método de la lectio divina 

La práctica de la lectio divina nos remite al monaquismo, la manera de orar de los monjes. Se nos cuenta que fue el Beato Guijo, el Cartujo, quién escribió las “etapas más importantes” de esta forma de meditar la Palabra (Gigo II, The leader of the monks, A letter on the ccontemplative life and twelve meditations). No es una oración que tenga unas reglas fijas, pero sí algunas etapas importantes que nos irán guiando hacia un encuentro con el mensaje personal de Dios hacia nosotros a través de la Sagrada Escritura. 

La lectio divina es una forma reposada de orar la Palabra Divina. «La lectura busca la dulzura de la vida bienaventurada, la meditación la encuentra, la oración la pide, la contemplación la saborea. La lectura es como un manjar sólido que uno se lleva a la boca, la meditación lo mastica y tritura, la oración le coge gusto, la contemplación es la misma dulzura que alegra y restablece. La lectura toca la corteza, la meditación penetra en la médula, la oración consiste en la expresión del deseo, y la contemplación radica en la delectación de la dulzura obtenida» (Beato Guigo el cartujo, Fragmento sobre la vida contemplativa). 

San Buenaventura en su Itinerario de la mente a Dios dice: "Y tú amigo, pues tratas de las místicas visiones, deja con redoblados tus esfuerzos, los sentidos y las operaciones intelectuales y todas las cosas sensibles e invisibles, las que tienen el ser y las que no lo tienen; y como es posible a la criatura racional, secreta o ignoradamente, redúcete a la unión de aquel que es sobre toda substancia y conocimiento. Porque saliendo por el exceso de la pura mente de ti y de todas las cosas, dejando todas y libre de todas, serás llevado altísimamente al rayo clarísimo de las divinas tinieblas. Si tratas de averiguar cómo sean estas cosas, pregúntalo a la gracia, pero no a la doctrina; al deseo, pero no al entendimiento; al gemido de la oración, pero no al estudio de la lección; al esposo, pero no al maestro; a la tiniebla, pero no a la claridad; a Dios, pero no al hombre; no a la luz, sino al fuego, que inflama totalmente y traslada a Dios con excesivas unciones y ardentísimos afectos" (San Buenaventura, Itinerarium mentis Deo). 

La Lectio divina es pues un método para orar las Escrituras de manera pausada de forma que la Palabra como la lluvia que desciende de lo alto (cf. Is 5), empape, penetre y fecunde los corazones. A medida que uno lee e invita a la Palabra de Dios a que se convierta en una luz potente que  penetre y transforme y enfoque los acontecimientos de la vida diaria, uno puede vivir más profundamente y encontrar más fácilmente la presencia de Dios en los acontecimientos diarios. 

El Papa Benedicto XVI nos recomienda esta antigua práctica que literalmente quiere decir «lectura de la Palabra de Dios»: La lectura asidua de la Sagrada Escritura acompañada por la oración permite ese íntimo diálogo en el que, a través de la lectura, se escucha a Dios que habla, y a través de la oración, se le responde con una confiada apertura del corazón.

Esta propuesta ha recibido en los últimos cuarenta años un nuevo impulso en toda la Iglesia tras la publicación de la constitución dogmática «Dei Verbum» del Concilio Vaticano II (DV, 18 de noviembre de 1965).

Si se promueve esta práctica con eficacia, estoy convencido de que producirá una nueva primavera espiritual en la Iglesia. No hay que olvidar nunca que la Palabra de Dios es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino.
 

También el papa Francisco en la encíclica Eveangelii Gadium propone la Lectio divina (EG 152-153). Hay una forma concreta de escuchar lo que el Señor nos quiere decir en su Palabra y para que nos dejemos trasformar por el Espíritu. Es lo que llamamos Lectio divina. Consiste en la lectura de la Palabra de Dios para permitirle que nos ilumine y nos renueve. El orante, meditando la Palabra, debe descubrir que le dice ese mensaje a la propia vida. Supone preguntar al Señor ¿Qué quieres decirme a través de tu Palabra? ¿Qué quieres cambiar de mi vida a través de tu mensaje? ¿Qué me llama la atención, me estimula o me atrae del mensaje? 

 



El método de la lectio divina

La Lectio Divina sigue fundamentalmente cuatro pasos: lectio (lectura), meditatio (meditación), contemplatio (contemplación) y actio (oración). Los primeros monjes comprendieron que los frutos de la oración del monje dependen de la simplicidad, reverencia y apertura que se tenga hacia el Espíritu con que el “lector” se acerque a la Palabra de Dios. El objetivo de esta lectura no es leer apresuradamente varios textos de la Escritura. El orante, más que intentar abarcar amplias secciones de la Escritura, siempre Antigua, siempre Nueva, debe dejarse tocar y estremecer por la Palabra salida de la boca de Dios: El Arte y la Práctica de la Lectio Divina adopta una postura de reflexión hacia un breve pasaje bíblico, deteniéndose en una única palabra o frase que resuene en su mente y su corazón.

 



Los pasos de la lectio divina

Statio. Preparación 

La oración supone una previa preparación. Se trata de ponernos en presencia de Dios haciendo silencio exterior e interior. Para ponerse en la presencia del Señor quizás ayuda hacer una oración de petición: “Humildemente te pedimos a ti, Señor, que eres la luz verdadera y la fuente misma de toda luz, que, meditando fielmente tu palabra, nos dejemos transformar por ella y vivamos siempre en tu claridad”. Santa Teresa decía a sus hermanas del convento: pararnos por un momento y darnos cuenta de ante quien estamos, y de a quién oramos. Se trata de percibir al que tenemos delante.

 



 Oratio. Lectio. Lectura creyente de la Palabra

Santa Teresa dice que orar es hablar con Dios cara a cara como se habla a un amigo. Uno dedica tiempo a conversar con Dios acerca de lo leído, escuchado y a cerca de lo vivido. Dios se acerca a responder a nuestras inquietudes e interrogantes que surgen en las profundidades de nuestro ser. 

La Palabra viene a iluminar y abrazar toda la vida. A veces no será de inmediata la respuesta de Dios. Es en este punto se lee la lectura bíblica del Evangelio que vamos a meditar. Puede ser el Evangelio del día o el que se haya elegido para meditar. Es necesario hacer una lectura orante y pausada de la Palabra y hacerlo respetuosamente (quién me la dice y cómo me la dice) para comprender la Palabra más allá de lo que está escrito. (no como el que con descuido pisotea las perlas finas pasándolas por encima)

 



Meditatio. En este punto se hace silencio interior y propiamente empieza la meditación. 

La lectura pausada tiene como objetivo ayudarnos a profundizar su sentido y predisponernos a escuchar la voz de Dios. La idea es que podamos profundizar en lo que el pasaje del Evangelio nos dice, lo que tiene que ver con nuestra vida. Acogerla en el corazón. 

Este paso ofrece la habilidad de establecer conexión con la experiencia de vida y la inspiración que proviene de la Palabra de Dios para así renovar la mente y el corazón. 

Algunas preguntas pueden ayudarnos en este paso: ¿Qué me dice el Evangelio que he leído? ¿Cómo ilumina mi vida? ¿Qué rasgos de Jesús encuentro en él? ¿Qué mensaje particular Dios me quiere hacer llegar?

 

 


 Contemplatio. Dejar reposar la palabra.

Contemplar al que es la Palabra ¡Quiero identificarme contigo, Señor! Contemplo a Jesús: en el trasfondo de la escena que meditamos y que trasluce en su vida. La lectura pausada invita a reflexionar acerca de lo que se ha leído. Los antiguos monjes explicaron este proceso como el pensar profunda y detenidamente acerca de la Palabra que uno ha leído, como si la masticara, algo así como el rumiar de las vacas. A medida que se lee la Palabra en este segundo paso, el proceso de “rumiar” lleva gradualmente al meditador a cambiar su enfoque de las inquietudes de la mente a las inquietudes del corazón. La Palabra conmueve más profundamente con este tercer paso. Los monjes de antaño denominaban este paso “contemplatio” o “contemplación”. 

La contemplación está caracterizada por una apertura del corazón, mediante la cual el lector experimenta a Dios como el Dios que ora en nuestro interior, quien permite a la persona que contempla conocer la Palabra sin palabras y sin imágenes y adopta una postura de reflexión hacia un breve pasaje bíblico deteniéndote en la palabra o frase que más resuene en tu corazón.

 



Actio 

"No basta escuchar la Palabra de Dios para que Dios nos reestablezca en su amistad; es necesario cumplirla" (Rm 2, 13). El último paso invita a una respuesta personal a la palabra de Dios poniéndola en práctica. Esta respuesta es dialógica y transformadora cuando uno acepta las incitaciones de la Palabra. "¿Porqué presumes de la Ley, tu que afrentas a Dios al no cumplirla?" (Rm 2, 23). Es el momento de tomar las concreciones e implicaciones para nuestra vida ¿Qué me estás invitando a vivir o cambiar en mi vida? ¿Qué quieres, Señor de mí? ¿A qué me compromete el mensaje de fe que hemos contemplado en este relato? ¿Qué me llamas a transformar desde mi vida? ¿Cómo puedo llevar tu mensaje a mis hermanos?



 

LA ORACIÓN COMO DIÁLOGO

"Orar es hablar muchas veces de amistad con quien sabemos que nos ama" (Santa Teresa de Jesús). La oración es un encuentro vivo, uno a uno, con nuestro Dios; En este encuentro uno está seguro de su presencia. Se hizo hombre precisamente para que pudiéramos conocerlo personalmente. Esto es lo que siempre ha querido: tener una relación de cercanía y verdadera amistad con el hombre. Dios quiere que lo conozcamos íntimamente. 

Quien quiera entrar en oración, debe entrar en su casa para convivir con Dios en la intimidad. Estoy a la puerta llamando si alguien escucha mi voz entraré y cenaré con el. (Ap 3, 20). La verdadera amistad con Dios hace el mismo camino que una amistad humana. Al principio puede que no nos conozcamos, las conversaciones pueden ser frías y superficiales como al principio de cualquier amistad; Pero poco a poco con un tratamiento asiduo se va ganando calor y cercanía. En la relación con Dios lo hermoso es que él también comienza con un amor ardiente, por lo que después de un primer encuentro con su amor somos atraídos, para hablarle y escucharlo con asiduidad, convirtiéndose en interlocutor con el que buscamos los momentos de reencuentro que hacen más fuerte la amistad. 

 



LA ORACION COMO INTERCESION INCESANTE

Alguien dijo que en la Iglesia debemos de aprender a respirar con los dos pulmones, el de oriente y occidente. El oriente más espiritual que el mundo occidental mas dado a la especulación espiritual. Precisamene en el Oriente se desarrollaron grandes centros de espiritualidad, en el desierto, en el monte Sinaí o Athos y en Edesa.

El hesiaquismo (de la palabra griega hesychia)se centro en la vida ascética monástica y tenía como fin el hesicasmo, la oración continua. El hicasta era el hombre contemplativo. Los startsi o staretz eran los maestros de oración. Las técnicas vivían en diálogo con la espiritualidad oriental y no eran ajenas a los métodos del yoga o el zen procedentes del budismo. Se daba importancia a la postura del cuerpo, a la regulación de la respiración, al mantra de la repetición para articular una oración más contemplativa de quietud. Como dice Juan Climaco: "que el recuerdo de Jesús, la repetición de su nombre, este presente en cada respiración y así podamos comprender el valor de la hesychia". la continua oración interior a jesús es una llamada continua e ininterrumpida a su nombre divino, con los labios, en el espíritu y en el corazón

El método hesicasta tenía como fin entrar en la oración del corazón a través de la contemplación, envolviendo e integrando todo el ser, cuerpo, mente y espíritu. Este método se hizo muy popular con la obra clásica anónima de "El peregrino ruso" (título original: Strannik). Cuenta la historia del itinerario espiritual de un peregrino que se vio con el deseo de la oración sin interrupción (1 Tes  5, 17-18). El peregrino empieza a repetir la invocación: Jesús mío, ten misericordia de mi y poco a poco va pasando de los labios al fondo de su alma.

 


LA ORACION CRISTIANA. ORAMOS EN CRISTO AL PADRE POR EL ESPIRITU SANTO

Llamad y se os abrirá, pedid y recibiréis. El Padre os dará el Espíritu Santo para que podáis orar como conviene (Lc 11, 1-13). Al Padre y al Hijo solo los conocemos a través del Espíritu Santo. El Espíritu da luz a nuestra inteligencia, amor al corazón, sanación al cuerpo. El Espíritu Santo nos introduce en la íntima experiencia de sentirnos profundamente hijos, amados incondicionalmente por el Padre.

Ante la petición de los discípulos de que les enseñe a orar, Jesús les propone su oración "el Padre nuestro". La enseñanza de Jesús sobre la oración tiene su origen profundo y esencial en su ser el Hijo de Dios, en su relación única con Dios Padre. El Compendio del Catecismo de la Iglesia católica responde así a la pregunta: ¿Cómo aprendió Jesús a orar?: «Conforme a su corazón de hombre, Jesús aprendió a orar de su madre y de la tradición judía.

Sin embargo la oración de Jesús brota de una fuente más secreta, puesto que es el Hijo eterno de Dios que, en su humanidad santa, dirige a su Padre, la oración filial perfecta, La oración de Jesús afecta a todas las fases de su ministerio y todas sus jornadas. Las fatigas no la impiden. Es más, los evangelios dejan traslucir una costumbre de Jesús a pasar parte de la noche en oración. El evangelista san Marcos narra una de estas noches, después de la agotadora jornada de la multiplicación de los panes: Enseguida apremió a los discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran hacia la orilla de Betsaida, mientras él despedía a la gente. Y después de despedirse de ellos, se retiró al monte a orar. (Mc 6, 47)

Decía Santa Teresa de Jesús: "Sin la humanidad de Cristo no podría orar”. Ella generalmente se confía a él como si lo viera, percibe la persona que tiene delante. Hablar con él como quien habla con un amigo según su personalidad.

La oración cristiana tiene como centro a Cristo, quien nos enseña a orar, orar con Cristo y como Cristo. Oramos con él al Padre por medio del Espíritu Santo. La doxolgía de la misa así lo resalta: “Por Cristo, con él y en él a ti Dios Padre todopoderoso en unidad del Espíritu Santo”.


 




ENTRAR EN LA ORACION DE JESUS

En un cierto momento y un cierto lugar, los discípulos se ven atraídos por la oración de Jesús y se acercan a él y le dicen: “Maestro enséñanos a orar” (Lc 11, 1)

Y sucedió que, estando él orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: «Señor, ensénanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos». Jesús invita a dirigirse a Dios como Padre con infinita confianza. No temáis. Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. (Lc 11, 9)

Si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan! (Lc 11, 13). No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis, que por todas esas cosas se afanan los gentiles del mundo; ya sabe vuestro Padre que tenéis la necesidad de eso. (Lc 12, 22). Buscad más bien su Reino, y esas cosas se os darán por añadidura. (Lc 12, 30-31)

Dios pide esta actitud de abandono y confianza como la que tienen los niños. De la boca de los niños de pecho has puesto un canto de alabanza.(Sal 16, 7-11)

La oración de Jesús brotaba de esta íntima relación con su Padre al que trataba con la confianza de un niño Abba. 

Bendigo a Yahveh que me aconseja; aun de noche mi conciencia me instruye; pongo a Yahveh ante mí sin cesar; porque él está a mi diestra, no vacilo. Por eso se me alegra el corazón, mis entrañas retozan, y hasta mi carne en seguro descansa; pues no has de abandonar mi alma al seol, ni dejarás a tu amigo ver la fosa. Me enseñarás el caminó de la vida, hartura de goces, delante de tu rostro, a tu derecha, delicias para siempre. Guárdame como la niña de tus ojos, escóndeme en tu regazo, a la sombra de tus alas.(Sal 17:8)

Señor tú me escrutas y conoces; sabes cuándo me siento y cuándo me levanto, mi pensamiento calas desde lejos; esté yo en camino o acostado, tú lo adviertes, familiares te son todas mis sendas. No está aún en mi lengua la palabra, y ya tú, Yahveh, la conoces entera; me aprietas por detrás y por delante, y tienes puesta sobre mí tu mano. Ciencia es misteriosa para mí, harto alta, no puedo alcanzarla. ¿A dónde iré yo lejos de tu espíritu, a dónde de tu rostro podré huir? Si hasta los cielos subo, allí estás tú, si en el seol me acuesto, allí te encuentras. Si tomo las alas de la aurora, si voy a parar a lo último del mar, también allí tu mano me conduce, tu diestra me aprehende. Aunque diga: «¡Me cubra al menos la tiniebla, y la noche sea en torno a mí un ceñidor, ni la misma tiniebla es tenebrosa para ti, y la noche es luminosa como el día. Porque tú mis entrañas has formado, me has tejido en el vientre de mi madre; yo te doy gracias por tantas maravillas: prodigio soy, prodigios son tus obras. Mi alma conocías cabalmente. (Sal 139:1-14) 

Así invita a los discípulos a entrar en esa relación filial de infinita confianza: Cuando oréis decir Padre. «Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo» Jesús nos invita a entrar en su oración Por Cristo, con El y en El. Orar en Cristo al Padre por el Espíritu que nos ha dado. Nosotros somos débiles y no sabemos lo que nos conviene pedir pero el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza (Rm 8, 26)

 



 

LA ORACION DE JESUS ("El Padre Nuestro")

Jesús en su oración siempre se dirige a Dios como Padre. Jesús se relaciona con su Padre, lleno de confianza, al mismo tiempo que siempre dispuesto a la obediencia. Jesús llama continuamente «Abba» (papá) a Dios en la oración, dando a entender una intimidad y confianza inauditas. Orar es reconocer la paternidad de Dios y la filiación divina, la conciencia auténtica y profunda de haber entrado a formar parte de una familia que tiene a Dios por Padre.

Jesús se sabe Hijo. Jesús se comprende a sí mismo en total dependencia de Dios, del que todo lo recibe, y como total apertura a Dios: Mi alimento es hacer la voluntad del Padre que me envió (Jn 4, 34). Hágase tu voluntad. Os lo aseguro el Hijo no puede hacer nada por su propia cuenta: él hace únicamente lo que ve hacer al padre. El Padre ama al Hijo y le hace partícipe de todas sus obras (Jn 5, 19-20)

Jesús reza con total sencillez y espontaneidad, su oración brota del interior del hombre: Mt 11, 25 » Yo te bendigo Padre, Señor del cielo y de la tierra…» Nos invita a que oremos en «espíritu y verdad» (Jn 4, 21-24 ).

La experiencia de Jesús muestra que su oración, animada por la paternidad de Dios y por la comunión del Espíritu En oración, en estrecha relación con el Padre se da el descubrimiento de su vocación y misión. En este encuentro va descubriendo la voluntad de Dios sobre Él, se da cuenta de su propia vocación y misión y responde con la adhesión a la voluntad del Padre ( Mt 26, 39).

¡Dios es nuestro Padre! Y si lo es, interviene siempre en favor de sus hijos. El interviene tanto en las cosas grandes como en las pequeñas, lo mismo en la salud que en la enfermedad, en el día como en la noche, la vida como en la muerte. Señor tú me sondeas y conoces, si subo a las alturas…si desciendo a los abismos allí tu mano me sostiene (Sal 132)

Danos hoy nuestro pan de cada día: «Por esto os digo: No os angustiéis por vuestra vida, qué vais a comer; ni por vuestro cuerpo, qué vais a vestir. Así que no os inquietéis por el día de mañana, que el mañana traerá su inquietud. A cada día le basta su afán» (Mt 6, 25-34)

Venga a nosotros tu Reino, El lobo habitará con el cordero, la pantera se acostará junto al cabrito, ternero y leoncillo pacerán juntos (Is 11, 6-8). Desatar las cadenas injustas, soltar las coyundas del yugo, dejar libres a los oprimidos, romper todos los yugos; repartir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que veas desnudo, y no escabullirte ante el que es tu propia carne. Entonces surgirá tu luz como la aurora, y tus heridas curarán en seguida; tu justicia marchará ante ti, y tras de ti la gloria de Yahvé (Is 57).

 



PARA QUE ORAMOS

Comportaos como verdaderos hijos y hermanos: “Sed misericordiosos como el Padre es misericordioso” (Lc 6, 38)

Amad a vuestros enemigos; haced el bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen; orad por los que os calumnian. Al que te hiere en una mejilla, ofrécele también la otra; a quien te quita el manto, no le niegues la túnica. Da a quien te pida, y no reclames a quien te roba lo tuyo. Tratad a los hombres como queréis que ellos os traten a vosotros. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tendréis? También los pecadores aman a quienes los aman. Y si hacéis el bien a los que os lo hacen, ¿qué mérito tendréis? Los pecadores también lo hacen. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tendréis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir de ellos otro tanto. Pero vosotros amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar remuneración; así será grande vuestra recompensa, y seréis hijos del Altísimo, porque El es bueno para los ingratos y perversos. Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso”. (Lc 6, 27-38).

Perdonar como somos perdonamos. Cada uno de nosotros posee dentro de su corazón un poco de fariseo, de este sentirse seguros, buenos, superiores a los demás, más capaces que ellos; en una palabra, fariseos. Y es de aquí de donde procede todo el mal de nuestra vida de relación con los hermanos, todo el veneno de nuestros juicios, lodos los pecados contra la caridad.

No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Libranos del malignoVencer el mal con el bien. Jesús envía a sus discípulos y les previene a que serán mordidos por la serpiente pero no les hará daño. (Mc16. 17-18) Si eres puro, la cobra puede morderte, que tu no tendrás fiebre… pero como podría morderte si eres puro (Ramdranath).

La cobra en el pensamiento del sabio es la agresividad malvada que dormita en cada uno de nosotros y que de repente, levanta su cabeza inflada y silbante, ataca y muerde, desgarrando la unidad. Cuando uno se turba y se irrita ante la falta del hermano… la cobra le ha mordido. Se creía santo, justo y puro pero ignoraba qué o quién era el que lo guiaba. La fuente profunda del obrar estaba corrompida y envenenada, se precisa volver al manantial de aguas puras.

 



LA ORACION EN LA PRUEBA

La oración que Jesús hace en Getsemaní es la de una persona que se debate en una angustia mortal: «caía en tierra», se levanta para ir donde sus discípulos, vuelve a arrodillarse, después se alza de nuevo... suda como gotas de sangre (Lc 22, 44). De sus labios sale la súplica: «¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mi este cáliz» (Mc 14, 36). La «violencia» de la oración de Jesús en la inminencia de su muerte destaca sobre todo en la Carta a los Hebreos, en la que se dice que Cristo, «en los días de su vida mortal, ofreció ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte» (Heb 5, 7).

Estas palabras fueron escritas por el evangelista Lucas (Lc 22, 44) con una clara intención pastoral: mostrar a la Iglesia de su tiempo de prueba, sometida también ya a situaciones de lucha y de persecución, qué enseñó a hacer el Maestro en tales apuros. La vida humana está sembrada de muchas pequeñas noches de Getsemaní. Las causas pueden ser numerosísimas y distintas: una amenaza que se perfila para nuestra salud, una incomprensión del ambiente, la indiferencia de quien tenemos cerca, el temor a las consecuencias de algún error cometido. Pero puede haber causas más profundas: la pérdida del sentido de Dios, la abrumadora conciencia del propio pecado e indignidad, la impresión de haber perdido la fe. En resumen, lo que los santos han llamado «la noche oscura del espíritu». Jesús nos enseña qué es lo primero que hay que hacer en estos casos: recurrir a Dios con la oración.

Nos cuesta orar en medio del dolor y sufrimiento. A veces se lo reprochamos a Dios ¿porqué? Como creer en Dios Padre en medio del dolor y el sufrimiento del mundo? Cuando Jesús entra en la Pasión y ante el suplicio de la Cruz del Hijo ¿dónde está el Padre? Dios no mira impasible la Pasión, Dios está con el Hijo sufriendo con él, abrazando y recibiendo el sacrificio de Cristo en la Cruz. Nos cuesta percibir un Dios compadecido, que padece con nosotros. Em misterio del sufrimiento de Dios no le hace ser menos Dios. dios sufre porque Dios es amor y el amor es lo más vulnerable. El amor no nos fuerza deja al otro libre de aceptar o rechazar el amor.

 


 

LA ORACIÓN ES UN CAMINO

Yo soy el camino la verdad y la vida, venid a mí y viviréis. (Jn 14)

Jesús viene a iluminarnos el camino a seguir. Su Palabra es lámpara que nos guía. La dignidad del hombre descansa sobre todo en el hecho de que está llamado a la comunión con Dios. La invitación al diálogo con Dios se dirige al hombre desde su nacimiento. Porque si el hombre existe es porque Dios lo ha creado por amor, y por amor lo sigue manteniendo en la existencia. No puede vivir plenamente según la verdad si no reconoce libremente ese amor y se confía a su Creador (GS 19).

Sólo el hombre, por encima de todas las demás criaturas, está invitado a establecer esta relación interpersonal con Dios. Dios le habla al hombre como un amigo y confiado, elevándolo a su nivel. Dios invita al hombre a participar en su obra de creación y redención. Aquel que nos crea sin nuestro permiso no puede salvarnos sin nuestra aceptación. Este proceso de transformación en el amor es imposible sin Dios. Sin mí no podéis hacer nada (Jn 15,5). Cumplir el plan y el proyecto que Dios ha destinado para nosotros solo es posible si estamos unidos a Dios a través de la oración.

 



LA ORACION ES UNA FRAGUA

Que buen obra hace el amor después de que lo conocí pues el alma transforma en sí y todo lo hace de un sabor (san Juan de la Cruz). Fue la ultima petición al Padre en la oración sacerdotal de Jesús: Padre les he dado a conocer quien eres, y continuaré dándoselo a conocer, para que el Amor con que tu me has amado esté también en ellos y yo mismo esté en ellos (Jn 17, 26).

Dios nos ama primero para que nosotros podamos amar con el amor mismo de Dios. El Espíritu Santo (el Amor conque se aman el Padre y el Hijo), es el que obra esta comunicación, este trasvase de amor. El Espíritu Santo nos purifica y santifica. Nuestro corazón tiene que ser limpiado de tantas imperfecciones. Purificar el corazón de pensamientos y deseos impuros, de malos juicios. de malas palabras. La oración es una fragua. Como el oro se purifica en el crisol de la prueba así el Espíritu nos purifica en la fragua de la oración. El corazón es como un jardín que tiene que ser limpiado de abrojos y espinos.




A TRAVÉS DE LA ORACIÓN, DIOS SE COMUNICA Y SE ENTREGA

Dios, a través de la oración, se comunica con nosotros, derrama su vida y su amor. Agradó a Dios en su bondad y sabiduría. Dios se revela a sí mismo y se da a conocer, nos da conocer el misterio de su voluntad (Ef 1,9). Su voluntad era que los hombres tuvieran acceso al Padre, a través de Cristo, el Verbo hecho carne en el Espíritu Santo y así se hicieran partícipes de la naturaleza divina. (Ef 2, 18). Desde la plenitud de su amor, se dirige a los hombres como a sus amigos y los mueve a entrar en diálogo con él. Porque quiere dar vida eterna a todos los que le buscan. Antes de que busquemos a Dios, Dios nos está buscando a nosotros. Dios, por su plenitud de gracia, nos ha bendecido, dándonos una bendición tras otra. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt 4,4). El hombre vive en la medida en que acoge y guarda la palabra que recibe de Dios.

 



DIOS NOS HABLA A TRAVÉS DE SU PALABRA

La Palabra estaba con Dios morando en una luz inaccesible. El Verbo era incomprensible, invisible y superior a todo pensamiento humano, pero a través de su Encarnación quiso ser comprendido, visto, accesible a nuestra inteligencia. El Verbo se hizo carne y habitó entre ellos para que podamos verlo y entrar en diálogo con él (Jn 1,1-4). A Dios nadie le vio jamás; el Hijo único que es Dios y vive en íntima unión con el Padre, nos lo ha dado a conocer (Jn 1, 18). Por la fe ha venido a vivir con nosotros dentro de nosotros, en nuestros corazones, en nuestros pensamientos, en nuestra memoria, en nuestros sentimientos. Dios que sondea lo más profundo del ser y conoce cuáles son las aspiraciones viene a nuestra ayuda con su Espíritu que intercede por nosotros en plena armonía con su divina voluntad (Rm 8, 27).

 



ESCUCHANDO SU PALABRA

Escuchamos a Dios cuando escuchamos sus palabras. La oración se nutre y se rige por las Sagradas Escrituras. Este alimento ilumina la mente, fortalece la voluntad y enciende los corazones de los hombres con el amor de Dios. A través de las Sagradas Escrituras, Dios mismo sale amorosamente al encuentro de sus hijos y habla con ellos (Dei Verbum, 21). La Palabra de Dios es viva y eficaz, más cortante que cualquier espada de doble filo. Llega hasta donde el alma y el espíritu se encuentran. Juzga los deseos y pensamientos del corazón. No hay nada que se pueda ocultar (Heb 4, 12-13). Necesitamos aprender a escucharlo profundamente en nuestros corazones. No se trata de escuchar una palabra fría, sino de escuchar a Dios hablándonos a través de su palabra. Detrás de la palabra late el corazón cálido de Jesús que me llama por mi nombre. Mirándome, me ama profundamente y me declara todo su amor.

 



SIENDO TRANSFORMADOS POR SU PALABRA

Escuchar no es suficiente; La oración requiere obediencia a sus palabras. Quiere Dios que el hombre lo acepte libremente, que se comprometa por completo con Dios para aceptar y creer la verdad. Bienaventurados los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica (Lc 8,19-21). Vino a su propio pueblo, pero ellos no lo recibieron, sin embargo, aquellos que lo recibieron y creen en él, les dio el poder de convertirse en hijos de Dios. (Jn 1, 11-12). Necesitamos ser tocados y transformados por sus palabras. Nuestra forma de pensar y actuar no siempre es como él. Es alguien que piensa y actúa de manera diferente a nosotros. Es fundamental confiar en Él. La fe es el primer paso para recibirlo con el fin de hacer su voluntad. Dios no hará nada si no abrimos libremente nuestro corazón dejando que Él nos transforme. Dios respeta profundamente nuestra libertad. A través de la oración nos moldea, como barro en sus manos, formando la imagen de su Hijo.

 



DESCUBRIENDO SU VOLUNTAD DE LLEVAR A CABO SU OBRA

Dios espera y espera de nosotros nuestra adhesión total y libre a su voluntad, a su plan de salvación. Dios tiene una intención cuando comparte con nosotros la situación de este mundo. Dios amó tanto al mundo que envió a su único Hijo y ahora quiere enviarnos a nosotros. He visto cuán cruelmente se trata a mi pueblo; Los he oído clamar para ser rescatados. Yo conozco sus sufrimientos y te envío (Ex 3,7-10). El fruto de la oración es la fidelidad dócil a todas sus propuestas en una obediencia total a él. Él desea a través de nuestras vidas propagar su amor y su vida a este mundo, propagar su reino de amor aquí en el mundo de hoy. De la oración recibiremos su gracia y su fuerza para llevar a cabo su obra. 



 

REPOSAR EN DIOS. EN LA ORACIÓN ENCONTRAMOS UN LUGAR DONDE REPOSAR

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os haré descansar; aprended de mí, porque soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso (Mt 11, 28-29), el hombre es nada más y nada menos que lo que es ante Dios. A la luz de la oración, el hombre encuentra su verdad y la verdad nos hará libres (Jn 8, 33). Nos conocemos como hemos sido conocidos y amados por Dios. Yo soy la luz del mundo, el que me siga tendrá la luz de la vida y no caminará en tinieblas (Jn 8, 12). A través de la oración, Jesús nos perdona, nos sana, nos eleva y nos prepara, infundiendo su luz, su amor, su fuerza y su dinamismo para que podamos llevar a cabo su obra.

Jesús es el buen Pastor que nos conduce a las aguas del reposo. El nos conduce hacia verdes praderas para confortar nuestra alma. Prepara una mesa, un banquete sagrado y nos alimenta con manjar suculento de la eucaristía y nos da de beber de su copa (Sal 23)

 



LA SANACION DEL CORAZON. LAS PERLAS PRECIOSAS QUE SALEN DE LAS HERIDAS

Vendrán a mí y cambiaré su tristeza en alegría, su alma se convertirá en un jardín bien regado (Is 30, 12-13). Devolveré el vigor a tu cuerpo y sanaré tus heridas (Is 30:7). En sus llagas fuimos curados (Is 53, 4). Había una mujer que había estado sufriendo una hemorragia durante doce años y que había gastado toda su fortuna en médicos, sin poder curarla. De rodillas decidió acercarse a Jesús por detrás y tocar el borde de su manto. En el mismo instante cesó la hemorragia (Lc 8, 43).

La oración se pone a prueba en los momentos de dificultad, sufrimiento, tribulación. En esos momentos lejos de vacilar y dejar la oración, al contrario, necesitamos intensificar la oración. Jesús lo indicó a sus discípulos en el momento de la prueba en Getsemaní, orad para que no sucumbáis faltos de ánimo.

El oro se purifica en el crisol, en el fuego y así también sucede con el amor que se prueba y se purifica en la prueba. El ejemplo de como se forman las perlas finas puede ayudarnos.

La perla es el producto de un trabajo laborioso. Cuando la concha se abre, absorbe algas y arena con las que poco a poco hace una perla preciosa. Una ostra que no ha sido dañada no puede producir perlas finas.

Las perlas finas son el producto del dolor, resultado de la entrada de una sustancia extraña e indeseable en la ostra, como un parásito o un grano de arena. En el interior de la ostra hay una sustancia brillante llamada nácar. Cuando un grano de arena penetra en la ostra, las células de nácar comienzan a trabajar y cubren el grano de arena con capas y capas para proteger el cuerpo indefenso de la ostra. Como resultado, se forma una fina perla de valor incalculable.

La perla fina es una herida curada. No digas que tu herida es incurable, es una llaga dolorosa que no tiene remedio ni nadie que la sane. No dejes que tus heridas te hundan en la baja estima y los malos resentimientos. Entonces tu ostra estará vacía. Abre tus heridas a Dios y deja que Él las sane y las transforme en perlas finas. No os dejéis vencer por el mal, venced el mal a fuerza del bien. Es posible que haya resultado herido por lesiones. Tal vez hayas sufrido golpes en la vida. No tengas miedo, las heridas pueden sanar y producir perlas finas. Deja que Dios sane tus heridas, cubriendo tus heridas con capas de amor. Solo Dios es capaz de transformar el dolor en amor.

 



LA EXPERIENCIA DE FRANCISCO EN EL MONTE ALVERNA.

Francisco se vio como todo hombre y como Cristo probado y turbado, Francisco se quedó sin escuchar y sin ver. No soportaba la luz natural durante el día, ni el resplandor del fuego por la noche. Por eso se refugió entre unas rocas del monte Alverna, donde permaneció a oscuras. No solo era ceguera, sino que también sufría día y noche de un dolor tan insoportable que apenas podía descansar o dormir. Una noche, reflexionando sobre las muchas tribulaciones a las que estaba expuesto, se sintió movido misericordiosamente hacia sí mismo y dijo en su corazón: “Señor, ven en ayuda de mis enfermedades, para que pueda soportarlas con paciencia".

El Señor se compadeció de él y lo consoló, y el consuelo fue tan grande que lo movió a escribir el cántico de las criaturas. Quiero componer para su gloria, para nuestro consuelo y el de mi prójimo, una alabanza del Señor para todas sus criaturas. Lo curioso es que una canción tan hermosa provenía de un pobre ciego que no podía ver a las criaturas y estaba cargado de tribulaciones, crucificado por dentro y por fuera. Descubre la belleza de las criaturas cuando ya no las ve. Los ve bajo otra luz, una luz tabórica, transfigurada, que le permite captar el amor de Dios en medio del sufrimiento, identificándose por amor a Cristo crucificado.

 


SI QUEREMOS AMAR Y SER CRISTO NECESITAMOS ORAR

No tenemos vida en nosotros mismos, porque la fuente de Vida-Amor es Dios; sólo Él puede generar Vida-Amor. La clave para poder amar es la oración, es la escuela del amor y de la vida porque forma, informa y da forma a todos nuestros deseos. Si oramos bien, amaremos bien, viviremos bien. No podemos ver, pensar, decir, buscar nada mejor de lo que podemos ver y encontrar la oración de Jesús mismo. Como el niño que necesita aprenderlo todo, a caminar, a comer, a hablar... De la misma manera, necesitamos orar para aprender el lenguaje del amor. Así que necesitamos orar bien para amar bien. El hombre necesita orar, porque necesita a Dios, para saltar el abismo que cierne entre su vida y la vida divina, entre su impotencia y la fuerza de Dios. 


 


 

ENTRE EL PLAN DE DIOS Y MI PROPIA REALIDAD PERSONAL HAY UN ABISMO 

¿Cómo salvar este abismo? La oración es una necesidad fundamental del hombre: «Sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15, 5). La oración corresponde a una exigencia de la vida misma. La dependencia de la criatura y el cuidado de Dios suscitan en el hombre la necesidad de que su conciencia tenga necesidad de Dios. El hombre es intrínsecamente incompleto e indigente. La oración es como un grano que brota del fondo del corazón, como una fuerte necesidad que se siente en el fracaso, en el sufrimiento, en la humillación y también en las situaciones más felices en la búsqueda del amor y de la alegría, porque aquí abajo no hay nada que pueda saciar nuestra sed de infinito. 

La condición de nuestra existencia es la necesidad de alguien, que nuestra ilusoria autosuficiencia no da; necesita un complemento: necesita a Dios, para hablarle, para encontrar en él esa seguridad, esa plenitud que sólo de su Vida-Amor puede llegar. La convicción de que no hay nada para el hombre sin Dios y todo se da  para el que da con Dios.

 


 

EL FRUTO DE LA ORACIÓN 

La utilidad y eficacia de la oración estará en proporción con la presencia de Cristo en nuestra oración así como en nuestra vida. La fecundidad interior de nuestra vida depende, en última instancia, y será según la medida de nuestra oración, aunque una parte de nuestra actividad apostólica dependerá en gran medida de la intensidad de nuestra oración y estará influida en gran parte por ella. "Por sus frutos se conocerá el árbol" (Lc 8, 4) En los frutos se reconoce la obra que durante mucho tiempo fue concebida en silencio, en la vida cotidiana. En la oración diaria, el buen fruto sembrado por el campesino se hace y se gesta en la oración. Así, la semilla que cae en buena tierra produce mucho fruto (Is 55, 10). La palabra que has escuchado es capaz de hacer fructificar la vida de una persona, frutos que nadie había conocido nunca en ella. Dice San Juan de la Cruz: "Qué gran obra hace el amor después que lo conocí, que si hay bien o mal en mí todo lo hace de un sabor y el alma transforma en sí".

 



LA ORACIÓN ES HACER LA VOLUNTAD DE DIOS

"No rezamos para tener la fuerza para hacer lo que hemos decidido, sino para descubrir lo que debo hacer" (Carlo Martini, Itinerario de la oración). Este es el verdadero concepto de la oración cristiana; Nosotros, los cristianos, debemos orar en "espíritu y verdad" (cf. Jn 4), como dice el apóstol Juan. Lo específico de la oración cristiana es que es un don directo de Dios, que nos envía el Espíritu, que nos da para orar en la verdad, es decir, en la Revelación del Padre que habla de sí mismo en Cristo. La culminación de la oración cristiana, entonces, es lo que Jesús nos enseñó: Padre Nuestro... no se haga mi voluntad, sino la tuya (cf. Lc 22, 42). 

Debemos educarnos en tal oración. Jesús nos invita a que podamos descubrir la intencionalidad, los sentimientos de amor del Maestro, entonces realmente seremos sus discípulos. Los discípulos aprenden una oración de acercamiento, reconocimiento, petición, preguntas y respuestas, y discernimiento diario: Padre, hoy ¿qué quieres de mí...? dame la fuerza de tu gracia para poder llevarlo a cabo. Descubre dentro de ti la fuente de una vida feliz y pacífica, la serenidad y la seguridad de hacer lo que más le agrada y te conviene.

 


 

LA ORACIÓN NOS TRANSFORMA E IDENTIFICA CON EL AMOR

¡Qué gran obra hace el amor...! Cuando una persona realmente ora bien, nada ni nadie la detiene. La oración abre todo el camino para aprender el amor que va desde la conversión a la contemplación, pasando por una larga y espesa fatiga de purificación, hasta llegar a la contemplación. Si la oración es un aburrimiento y no me cambia en absoluto, es simplemente porque no he hablado ni hablado con Dios, sino que me hablo a mí mismo.

Puedo hacer del tiempo de oración un monólogo (yo solo conmigo) y no un diálogo (dos en conversación). Cuando nos acercamos a la Palabra de Dios debemos ser conscientes de que el que me habla no es cualquiera, sino que es Dios, él mismo. Si creo en su Palabra, se convertirá en mí en un arma de doble filo, una palabra viva y eficaz. La Palabra de Dios da fuerza creadora y renovadora a los que creen que "la Palabra que sale de su boca no lo vaciará". 

Nuestra vida dependerá de lo que creamos. Jesús lo repite con insistencia: "se hará según tu fe", "hágase según tu fe", "hágase en mí como tú has dicho", dice María. Ella lo hace delante de nosotros para que lo hagamos nuestro y lo practiquemos. Una sola palabra escuchada con fe es capaz de transformar toda la vida de una persona: "Una sola palabra tuya bastará para salvarme" y es la experiencia de tantos santos. Solo una palabra llena del amor y de la vida de Dios es suficiente para restaurar la esperanza, el deseo de vivir y amar. 

Sólo la Palabra de Dios puede hacer nacer en nosotros una nueva esperanza, una inmensa alegría y nuevas energías para reiniciar la marcha, sobre todo que nos da la ilusión y la fuerza para anunciar y contagiar a todos los hombres las maravillas que Él ha hecho en mí. Cuando tienes una alegría incontenible e impresionante no puedes guardártela para ti, es espontáneo levantarse y correr para contagiarla al primero que encuentres, desde el más cercano hasta el más extraño. "La Palabra de Dios nace espiritualmente en aquellos que la desean, por el poder de su amor a los hombres". (Máximo el Confesor, Filocalia)

 



CONOCER EL AMOR. LA INICIATIVA ES SIEMPRE DE DIOS

Dios es el primero en llamar, es el primero que quiere entrar en comunicación con el hombre. Dios quiere comunicarse con el hombre en un espíritu de reciprocidad y apertura mutua. A tal iniciativa, libre y libre del Dios vivo, siempre hay una respuesta libre y gratuita del hombre. Dios promete ofrecer con él la posibilidad de esta respuesta libre de verdadera amistad. 

Dios es en sí mismo comunicación de amor, se nos comunica. En la comunión trinitaria el diálogo entre las personas divinas no tiene fin. En la Trinidad las tres personas son comunión en cuanto personas y son personas en cuanto comunicación. Porque cada uno de nosotros se realizará más plenamente, cuanto más viva es la comunicación y el diálogo con Dios; cuanto más vive el hombre esta comunión con Dios, más vive su propia identidad humana; la oración es un don de Dios que nos convierte en don para los demás.

 



DIOS, QUE ES COMUNICACIÓN, COMUNICA AL HOMBRE SU VIDA Y SU AMOR

La comunicación interior con el misterio de las personas divinas se extiende a la criatura privilegiada que es el hombre. Cada hombre y mujer de este mundo está llamado a formar parte de este misterio de comunión. Dios siempre ha querido acercarse al hombre y hacer con él un camino de amor y comunión. Toda la Biblia nos habla de la historia de Dios con su pueblo: Israel, y también del camino que quiere recorrer con todos y con toda la humanidad. 

San Ireneo habla de esta comunicación divina de Dios con el hombre: "El Verbo habitó en el hombre y se hizo Hijo del hombre para acostumbrar al hombre a conocer y comprender a Dios” (San Ireneo, Adversus haereses).

 



ESTE ES EL DESEO DE DIOS Y DEL HOMBRE

Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él, tenga vida eterna (Jn 5, 25; 6, 40). Creer en él, tener vida eterna, es decir, participar de la misma vida divina es acercarse y participar en esta intercomunicación de amor, esto significa que podemos vivir en perfecta comunión con el amor. «Yo en ellos y vosotros en mí, para que seamos perfectamente uno» (Jn 17, 23). Este deseo de Dios coincide con nuestro deseo más profundo. "Tu deseo es ver a Dios. Tu miedo poder perderlo, tu dolor de no poseerlo, tu alegría es poder llevarte hasta el" (Santa Teresa de Avila). 

Descubrir este amor es lo que sostiene la oración y conduce a la verdadera conversión. El hombre no se convierte en Dios, pero es siempre Dios quien se convierte en el hombre Jesucristo, quien le pide que acepte este amor abandonándose a Él. El primer movimiento es siempre dejarse amar por Dios. (Santa Teresita de Lisieux). 


 


 

DIOS BUSCA AL HOMBRE Y EL HOMBRE BUSCA CONOCER A DIOS.

La búsqueda de Dios puede darse de muchas maneras en la vida de cada hombre; Lo común es que buscarlo nos llega a todos desde adentro, porque es el amor que nos pone frente a la verdad del ser. Somos testigos de la verdad del ser en el que nos sentimos desde dentro. El hombre percibe este misterio fascinante como le paso a Moisés ante la "zarza ardiendo". (cf. Ex 4) Para algunos puede ser un paisaje de montaña que lleva a la contemplación del amor, un momento de soledad, o una situación destacada de un momento determinado por ejemplo para salir de la esclavitud cotidiana, de la esclavitud de las cosas que todo el día nos piden atención con una mirada que trasciende a Dios.

El hombre sólo puede decir, hacer y reflejar lo que ha recibido de Dios. Lo propio del hombre es escuchar, mirar, contemplar, dejarse hacer. Lo propio de Dios es amar y lo propio del hombre es dejarse amar. El hombre entra en el fuego de su amor y se deja transformar.


 


 

EL HOMBRE ESTÁ LLAMADO A CONOCER A DIOS

Conocer su forma de pensar, de actuar, de sentir, de amar, de saber para unirnos con él, para identificarnos con él, para unirnos con él, para llegar a ser él. Puesto que Dios no es un sujeto de estudio sino una Persona, significa que conocerlo es entrar en la emocionante aventura de uno para ti.

La Biblia presenta el conocimiento de Dios como la relación entre marido y mujer: "Te haré mi mujer, seré justo y fiel. Te mostraré mi amor y mi ternura, y serás mía para siempre» (Os 2, 21-22). Conocer a Dios que presenta la Biblia es muy fuerte, es el máximo conocimiento del que se puede hablar: el máximo amor entre un hombre y una mujer, es un conocer personalmente a Dios, es hacer este camino de amistad y amor con quien sabemos que nos ama tanto. Para conocer a Dios es necesario tener sed; sólo la persona que se siente necesitada busca el diálogo con Dios.

 


 

PUEDO DESCUBRIR MI VIDA COMO LA HISTORIA DE SU AMOR

La Palabra de Dios es la permanente carta de amor de Dios dirigida a su pueblo. “Con amor eterno te he amado y he reservado gracia para ti”. La conciencia del amor de Dios es darse cuenta de su fidelidad; Solo esta conciencia nos permite darnos cuenta de cómo Él ha estado presente en la historia de mi vida hasta el día de hoy: "Cuando eras niño te amaba; Te he enseñado a caminar en mis brazos..." (Os 11). De hecho, este es el camino de nuestra vida, el amor de Dios por uno mismo y por cada uno es un amor infinito. Nuestro Dios, en el transcurso de nuestras vidas, nos ha animado y sostenido con infinitos detalles de amor. 

"Si una pequeña flor pudiera hablar, contaría con sencillez lo que Dios ha hecho por ella. Yo no diría que le falta gracia y amor, que el sol le ha robado su brillo... Quiero ser la flor que cuente tu historia de amor y que se complace en hacer públicas las delicias totalmente gratuitas de la misericordia de Dios". (Santa Teresita, historia de un alma).


 


 

DIOS NOS CONOCE PORQUE NOS CREÓ

Nuestro Dios nos conoce, nos conoce profundamente porque somos sus criaturas: "Señor, tú me conoces, de lejos conoces mis pensamientos, todos los días conoces mis pasos" (Sal 139). El autor de nuestra vida nos conocía antes de crearnos: "Pensé en ti antes de formarte en el seno de tu madre" (cf. Jer 1, 4). Antes de que ustedes vinieran a la existencia, Dios nos ha destinado a vivir delante de él, en su amor. Nuestro Dios también conoce nuestras rebeliones y obstinaciones. "¿Qué le pasa a mi gente? Toda criatura conoce y reconoce a su amo, quién la sostiene, quién la alimenta... Pero mi gente no me reconoce. No se dio cuenta de que yo lo cuidaba, que era yo quien le daba todo... Se le invita a mirar hacia arriba, pero nadie mira hacia arriba... Mi gente persiste en mantenerse alejada de mí... pero no puedo dejarte...» (Cf. Jer 2)

 


YO CONOZCO A LOS MÍOS

Nuestro Dios es el Buen Pastor que conoce nuestros llantos, gemidos, sufrimientos, lamentos... Mi pueblo, que es mi rebaño, camina lejos de mí, disperso y se ha convertido en presa de animales feroces... ¿Puede Dios permanecer impasible observando cómo son destruidos? El corazón de Dios no lo permite porque su amor es mucho por su pueblo. "He visto la desgracia de mi pueblo, he oído sus lamentos y sus sufrimientos" (Cf. Ex 4). Por eso él mismo ha venido a liberar y redimir lo que es suyo, lo que le pertenece, porque son su rebaño. Dios nos conoce porque nos ha creado y porque nos ha redimido (Cf. Jn 10,14) 

Es el Buen Pastor que ha buscado a la oveja perdida, la ha curado y por ella ha sufrido, para rescatarla se ha acercado como un buen pastor que toma su oveja perdida, se la pone a cuestas. Él ha tomado sobre sí nuestras debilidades y sufrimientos. Él nos conoce bien porque nos ha diseñado a su imagen y semejanza. (Cf. Sal 23; Jn 10)

 


DEBIDO A QUE DIOS NOS CONOCE Y NOS AMA, PODEMOS CONOCERLO Y AMARLO

Porque el Padre me conoce y me ama, yo lo conozco y lo amo. El conocimiento de Dios es demasiado grande para el hombre, más allá de nuestro pobre entendimiento, su amor nos desborda. Así como el cielo dista de la tierra, así de grande es su amor por todos nosotros. Quizás, un día, todos seamos capaces de conocer la anchura, longitud, altura y profundidad del amor de nuestro Dios presentado en Cristo Jesús nuestro Señor. 

Su amor es más grande que cualquier cosa que pueda conocer, más de lo que podemos pensar e imaginar... lo que jamás nadie ha visto, oído o imaginado jamás; así es el conocimiento del amor de Dios que va más allá del conocimiento intelectual. Es un conocimiento misterioso, desbordante que Él ha preparado para aquellos que lo acogen libremente; Y más que conocerlo, se trata de ser  profundamente conocidos por él. Por este conocimiento vale la pena dejar todo lo demás, para unirse a él y conocerlo personalmente (cf. Fil 3, 7-14). Conocimiento que no viene del hombre sino a través de la fe que Dios mismo da a los que creen en él.

 



 

LOS MÍOS ME CONOCEN

Cuando el hombre sabe reconocer su culpa, su pecado; cuando es consciente de que está siempre ante Aquel que lo ama profundamente... entonces puedes reconocer su infinita misericordia. Él ha revelado Su rostro que es todo bondad, misericordia y paciencia infinita, porque es todo y solo amor. Él no nos trata de acuerdo a nuestros errores ni nos paga de acuerdo a nuestras faltas, al contrario, perdona todo y todo lo sana. Él nos saca del pozo de la muerte y nos rodea de bondad y ternura, nos llena de bienes todo el año, nos hace jóvenes como un águila en pleno vuelo. Vino a quedarse con nosotros... y se pone a la mesa (Eucaristía) todos los días con nosotros... Tomó el pan y lo partió... entonces los ojos de los discípulos se abrieron y reconocieron a Jesús mientras partían el pan (cf. Lc 24, 25-32). Pon tu dedo aquí y pon tu mano en mi costado, párate a mi lado y no seas un incrédulo, sino un creyente. (cf. Jn 20, 27)

 



ALÉGRATE, REGOCÍJATE DE FELICIDAD: MIRA QUIÉN VIENE A TI

Nuestro Dios, Redentor y nuestro Salvador viene al hombre, nos pide que abramos el corazón y un lugar donde estar a gusto, solo necesita que lo dejemos entrar. "Si abres la puerta, entraremos y cenaremos contigo (cf. Ap 3, 20). Si hoy el hombre supiera cuáles son los caminos que conducen a la paz... Si lo conocieras y escucharas su voz por un momento. "Escuchen su voz hoy, no endurezcan sus corazones" (Sal 95, 7-8). Si encontraste el camino de la vida, si no endureciste tu corazón... Encontrarás vida, felicidad, paz profunda dentro de ti. Sólo en Dios el hombre puede encontrar descanso, fuerza, fuerza, coraje, refugio... Incluso si el hombre lo abandona, Dios no puede hacerlo, porque Él no puede negarse a sí mismo. porque ha venido a traer vida y una vida en abundancia, plena, completa, acabada, integrada, armoniosa y feliz. 

 



 

ES LA VOZ DEL AMADO

Venid a mí, todos los que estáis cansados y agobiados, todos los que tenéis sed de amor... Venid a mí, porque grande es mi amor (Mt 11, 28). Ven a mi sombra para encontrar gracia y misericordia; entra en el lugar de mi reposo, te llevaré a buenos pastos, donde podrás descansar y comer en abundancia, dice el Señor. Sólo en él el hombre puede encontrar afecto y comprensión total, porque es la fuente del amor, es la fuente de seguridad, de estabilidad y de sostén de todo corazón humano, tan débil e inseguro. Solo Dios es fiel y ofrece un amor en total fidelidad, estabilidad, sin límites de tiempo ni de espacio. 

Es la voz de mi amado la que oigo. Ya viene como cervatillo, saltando por los montes, brincando por los collados... Empieza a halar mi amado: levántate amada mía, hermosa mía y vente...el tiempo del amor ha llegado...muéstrame tu rostro y déjame oír tu voz, (Cantar Cantares 2, 8-14)

 



JESÚS QUIERE QUE LO CONOZCAMOS ÍNTIMAMENTE 

Jesús quiere una relación personal y ardiente de amor... a través de una oración del corazón. La verdadera oración es una verdadera comunión de amor; Orar es ante todo un ejercicio del corazón, no sólo de la mente: "Dame a mi hijo, tu corazón". La oración afectiva necesita amor. Jesús quiere que seamos capaces de conocerlo en profundidad.

"Si Dios ha puesto en nosotros el deseo de conocerlo y esta unión-conocimiento es imposible, ¿en qué angustia, entonces, no se debate la esperanza del hombre? Si Dios nos dice que los puros de corazón lo verán y el que ve a Dios alcanza la bienaventuranza plena... ¿Nos invita Dios a una felicidad que excede nuestra naturaleza? ¿Nos envió algo que por magnanimidad excede nuestras fuerzas?" (Gregorio de Nisa, Homilía sobre las Bienaventuranzas)


 


JESÚS NOS INVITA A ENTRAR EN LA PROFUNDIDAD DE SU SER

Jesús quiere una perfecta comunión de vida con la suya. Que seamos uno con su pasión de amor; Tenemos que descubrir beber el cáliz como la invitación más auténtica del amor, lo que se ofrece, se propone y se presenta cada día... Es solo por amor, porque Él nos ama profundamente. Jesús en la Última Cena con los discípulos de manera muy especial los introduce en este misterio de amor, de su Amor, les revela de manera expresa y explícita todo el misterio de amor de su persona. Fue la revelación intratrinitaria la que los preparó para un nuevo y profundo conocimiento del amor: el del Misterio Pascual y Resucitado, un amor que lo incorporó a la dinámica bautismal que estaban inaugurando, incluso cuando no lo sabían en ese preciso momento.

 



CONOCER, AUTOCOMUNICACIÓN, AUTODONACIÓN

Contemplar el amor con el que somos amados. El amor nos lleva a la transformación a la autocomunicación de vida y amor. 

Cuando Dios se da a conocer a su pueblo, se une y se compromete con su pueblo desde una unión vital que lo hace totalmente dependiente y esclavo por amor. Se da a conocer dándose, entregándose para que tengamos vida. Cuando Dios da a conocer su "Nombre" está dando todo lo que es (su nombre es su ser), se está dando a conocer totalmente tal como es, derramando su amor. Yo soy (ego eimi). Refiriéndose al don de su vida "para" "con" "en función de" mi pueblo. El hombre sigue siendo para sí un ser incomprensible, desprovisto de sentido, a menos que el amor se lo revele a sí mismo, pero encuentra el amor, pero lo experimenta y lo hace suyo, pero participa en él vivamente. 

Por eso el hombre no puede vivir sin esta comunicación de amor; Este conocimiento es una necesidad vital de todo el ser del hombre y de todos los hombres. Esto es lo que Dios mismo nos ha expresado en la persona de Jesús de Nazaret (cf. Jn 17,3). En esto consiste “la Vida” (con mayúsculas), conocer el amor y su enviado Jesucristo. Fue el designio de Dios poner en el corazón del hombre la necesidad indeleble de buscarlo, para que solo él pueda cumplir estos profundos deseos de amar. 

 



CONOCIMIENTO EXISTENCIAL SALVÍFICO DEL MISTERIO PASCUAL

Dios quiso revelarse plenamente en Cristo a través de su misterio de encarnación y misterio pascual de la redención. Sólo asociándonos existencial y vitalmente a Cristo en su misterio escondido en la cruz, podemos conocer verdaderamente a Dios. Sólo en Cristo encontramos la clave para entender a Dios. Cristo es conocido sólo en la medida en que es seguido. El misterio de Dios sólo se comprende en el misterio de Cristo crucificado. (cf. RH 10)

Es esencial y urgente recuperar la categoría experiencial del conocimiento del encuentro y del seguimiento de Cristo, incorporándonos a su propia acción salvífica y comprometiéndonos con sus mismas exigencias liberadoras e integradoras de nuestro mundo de hoy. 

La revelación misma del misterio de amor de Jesús sólo tiene lugar en su entrega plena en el misterio pascual de muerte y resurrección. Sólo a la luz de la penetración de este misterio pascual, los discípulos abrieron los ojos para poder comprender, conocer lo que antes no podían comprender. (cf. Lc 24)

 


UNIRNOS A LA PLEGARIA Y LA ALABANZA INCESANTE CON TODA LA IGLESIA

La Iglesia se levanta para escuchar la voz del Amado. La oración de la Iglesia es hija de la alabanza que se canta asiduamente ante el Trono de Dios y del Cordero (Ap 14, 1ss).

¿Quién no se sentirá inflamado hoy de amor al descubrir la imagen esbozada de Cristo redentor qué hora en todos los creyentes? La Iglesia en el rezo del salterio. En la liturgia de las horas, ora intercediendo, ora gimiendo, ora sufriendo, ora compadeciendo, ora alegre por la esperanza, ora suspirando por la realidad que nos espera (San Agustín, las Confesiones). 

En comunión con Cristo Cabeza de todo el Cuerpo de la Iglesia nos convertimos en oración incesante ante el trono de Dios. Nuestra oración en la Iglesia militante peregrina se une a la de la Iglesia triunfante celeste. Escucha la alabanza que se canta asiduamente ante el trono de Dios y el Cordero.

 



ORAD CON ARMONÍA Y CON MAESTRÍA

Somos invitados a orar en coro, en acción de gracias, en un incesante canto de alabanza con toda la creación, con todos los seres de esta tierra desde que sale el sol hasta su ocaso, un canto de alabanza por la maravillosa obra de Dios que no tiene fin.

Venid, cantemos gozosos a Yahveh, aclamemos a la Roca de nuestra salvación; con acciones de gracias vayamos ante él, aclamémosle con salmos. Porque es Yahveh un Dios grande, Rey grande sobre todos los dioses. ¡Cantad a Yahveh un canto nuevo, cantad a Yahveh, toda la tierra, cantad a Yahveh, su nombre bendecid! Anunciad su salvación día tras día, contad su gloria a las naciones, a todos los pueblos sus maravillas. (Salmo 95, 1-3) 

Cantad a Yahveh un canto nuevo, porque ha hecho maravillas; victoria le ha dado su diestra y su brazo santo. Yahveh ha dado a conocer su salvación, a los ojos de las naciones ha revelado su justicia; se ha acordado de su amor y su lealtad para con la casa de Israel. Todos los confines de la tierra han visto la salvación de nuestro Dios. (Salmo 98, 1-3)

¡Dad gracias a Yahveh con la cítara, salmodiad para él al arpa de diez cuerdas; cantadle un cantar nuevo, tocad la mejor música en la aclamación! (Salmo 33, 2-3)

Bulle mi corazón de palabras graciosas; voy a recitar mi poema para un rey: es mi lengua la pluma de un escriba veloz. (Salmo 45, 2) 

Salmodiad a la gloria de su nombre, rendidle el honor de su alabanza. (Salmo 66, 2) 

¡Qué grandes son tus obras, Yahveh, qué hondos tus pensamientos!, El hombre estúpido no entiende, el insensato no comprende estas cosas. (Salmo 92, 6-7) 

En el centro del salterio encontramos la serie de salmos denominados el gran Hallel. (Salmos 104-105; 112-117; 134-135; 148-149) que cantan la memoria cúltica de los prodigios del Señor. Tanto la obra de la creación seguida de la obra de la salvación cantan las maravillas que Dios ha hecho con su pueblo. Todo ha sido iniciativa de Dios. Por caminos tortuosos Dios ha guiado a su pueblo librándole de sus enemigos. Dios ha sido fiel a su Alianza de generación en generación. Todo entra a formar parte de su plan de salvación. 

Bendice a Yahveh, alma mía, del fondo de mi ser, su santo nombre, bendice a Yahveh, alma mía, no olvides sus muchos beneficios. El, que todas tus culpas perdona, que cura todas tus dolencias, rescata tu vida de la fosa, te corona de amor y de ternura, satura de bienes tu existencia, mientras tu juventud se renueva como el águila. Yahveh, el que hace obras de justicia, y otorga el derecho a todos los oprimidos, manifestó sus caminos a Moisés, a los hijos de Israel sus hazañas. Clemente y compasivo es Yahveh, tardo a la cólera y lleno de amor; no se querella eternamente ni para siempre guarda su rencor; no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas. Como se alzan los cielos por encima de la tierra, así de grande es su amor para quienes le temen; tan lejos como está el oriente del ocaso aleja él de nosotros nuestras rebeldías. Cual la ternura de un padre para con sus hijos, así de tierno es Yahveh para quienes le temen; Mas el amor de Yahveh desde siempre hasta siempre para los que le temen, y su justicia para los hijos de sus hijos. (Salmo 103, 1-13,17) 

¡Bendito sea el nombre de Yahveh, desde ahora y por siempre! ¡De la salida del sol hasta su ocaso, sea loado el nombre de Yahveh! ¡Excelso sobre todas las naciones Yahveh, por encima de los cielos su gloria! ¿Quién como Yahveh, nuestro Dios, que se sienta en las alturas, y se abaja para ver los cielos y la tierra? El levanta del polvo al desvalido, del estiércol hace subir al pobre, para sentarle con los príncipes, con los príncipes de su pueblo. El asienta a la estéril en su casa, madre de hijos jubilosa. (Salmo 113, 2-9) 

Porque es fuerte su amor hacia nosotros, el amor de Yahveh dura por siempre. (Salmo 117, 2). ¡Dad gracias a Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor! (Salmo 118, 1)

 



UN CANTO DE ALABANZA CON TODA LA CREACION

San Francisco en su cántico de las criaturas nos introduce en esta alabanza incesante que canta toda la creación a su Creador. Francisco lo compone poco antes de su muerte. Francisco ha pasado por una gran prueba y se encontraba enfermo y casi ciego, fuertemente decepcionado por la marcha de la orden que había fundado. En una noche de tormento espiritual salió de su choza y elaboró el cántico como expresión de alabanza a todas las criaturas terrenales así como a las fuerzas de la naturaleza: 

Altísimo y omnipotente buen Señor,
tuyas son las alabanzas,
la gloria y el honor y toda bendición.

A ti solo, Altísimo, te convienen
y ningún hombre es digno de nombrarte.
 

Alabado seas, mi Señor,
en todas tus criaturas,
especialmente en el Señor hermano sol,
por quien nos das el día y nos iluminas.

Y es bello y radiante con gran esplendor,
de ti, Altísimo, lleva significación.
 

Alabado seas, mi Señor,
por la hermana luna y las estrellas,
en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.
 

Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento
y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo,
por todos ellos a tus criaturas das sustento.
 

Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego,
por el cual iluminas la noche,
y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.
 

Alabado seas, mi Señor,
por la hermana nuestra madre tierra,
la cual nos sostiene y gobierna
y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.
 

Alabado seas, mi Señor,
por aquellos que perdonan por tu amor,
y sufren enfermedad y tribulación;
bienaventurados los que las sufran en paz,

porque de ti, Altísimo, coronados serán.

Alabado seas, mi Señor,
por nuestra hermana muerte corporal,
de la cual ningún hombre viviente puede escapar.
 

Ay de aquellos que mueran
en pecado mortal.

Bienaventurados a los que encontrará
en tu santísima voluntad
porque la muerte segunda no les hará mal.
 

Alaben y bendigan a mi Señor
y denle gracias y sírvanle con gran humildad.
 

El último salmo del Salterio es un himno de alabanza, como una doxología final por donde en forma de decálogo, por diez veces, resuena la aclamación “alabad”. Es un cántico majestuoso de alabanza orquestado con toda clase de instrumentos. A manera de alabanza cósmica universal se evoca la grandeza de la obra redentora, el triunfo de la Resurrección, la obra más magnífica de Dios restaurando la nueva creación en Cristo. 

Si en el centro del salterio encontramos la serie del gran Hallel, canto de alabanza: alabad al Señor, este último salmo como el broche final del salterio es un majestuosa Aleluya y combina toda clase de instrumentos. Reflejan todo los seres de la creación en maravillosa armonía como liturgia celeste ininterrumpida de amor. 

¡Aleluya! Alabad al Señor en el firmamento contemplando su fuerza, alabadle por sus grandes hazañas, alabadle por su inmensa grandeza. Alabadle con clangor de cuerno, alabadle con arpa y con cítara, alabadle con tamboril y danza, alabadle con laúd y flauta, alabadle con címbalos sonoros, alabadle con címbalos de aclamación. ¡Todo cuanto respira alabe a Yahveh! ¡Aleluya! (Salmo 150, 1-6)

 



UN CANTO NUEVO

¿Cuál es ese canto nuevo que cantamos con oración incesante al Padre en Cristo por el Espíritu Santo? Lo aclara San Agustín en uno de sus sermones (San Agustín, Sermón 34, comentario al Sal 145, 2)

“Se nos ha exhortado a cantar al Señor un cántico nuevo. El hombre nuevo conoce el cántico nuevo. Cantar es expresión de alegría y, si lo consideramos más atentamente, es expresión de amor. Por tanto, quien sabe amar la vida nueva, sabe cantar el cántico nuevo. El cántico nuevo se convierte en ocasión para encarecernos la vida nueva. Pues todo pertenece al único reino: el hombre nuevo, el cántico nuevo, el testamento nuevo. En consecuencia, el hombre nuevo cantará el cántico nuevo y pertenecerá al testamento nuevo.

Nadie hay que no ame, pero lo que interesa es cuál sea el objeto de su amor. No se nos dice que no amemos, sino que elijamos a quien amar. Pero, ¿Cómo podremos elegir, si antes no somos nosotros elegidos? Porque, para amar, primero tenemos que ser amados. Oíd lo que dice el apóstol Juan: El nos amó primero. Si buscamos de dónde le viene al hombre el poder amar a Dios, la única razón que encontramos es porque Dios lo amó primero. Se dio a sí mismo como objeto de nuestro amor y nos dio el poder amarlo. El apóstol Pablo nos enseña de manera aún más clara cómo Dios nos ha dado el poder amarlo: El amor de Dios dice ha sido derramado en nuestros corazones. ¿Por quién ha sido derramado? ¿Por nosotros, quizá? No, ciertamente. ¿Por quién, pues? Por el Espíritu Santo que se nos ha dado. 

Teniendo, pues, tan gran motivo de confianza, amemos a Dios con el amor que de él procede. Oíd con qué claridad expresa San Juan esta idea: Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él. Sería poco decir: El amor es de Dios. Y ¿Quién de nosotros se atrevería a decir lo que el evangelista afirma: Dios es amor? Él lo afirma porque sabe lo que posee. 

Dios se nos ofrece en posesión. Él mismo clama hacia nosotros: «Amadme y me poseeréis, porque no podéis amarme si no me poseéis.» 

¡Oh, hermanos! ¡Oh, hijos de Dios! Germen de universalidad, semilla celestial y sagrada, que habéis nacido en Cristo a una vida nueva, a una vida que viene de lo alto, escuchadme, mejor aún, cantad al Señor, junto conmigo, un cántico nuevo. «Ya lo canto», me respondes. Sí, lo cantas, es verdad, ya lo oigo. Pero, que tu vida no dé un testimonio contrario al que proclama tu voz. 

Cantad con la voz y con el corazón, con la boca y con vuestra conducta: Cantad al Señor un cántico nuevo. ¿Os preguntáis qué alabanzas hay que cantar de aquel a quien amáis? Porque, sin duda, queréis que vuestro canto tenga por tema a aquel a quien amáis. ¿Os preguntáis cuáles son las alabanzas que hay que cantar? Habéis oído: Cantad al Señor un cántico nuevo. ¿Os preguntáis qué alabanzas? Resuene su alabanza en la asamblea de los fìeles. Su alabanza son los mismos que cantan. ¿Queréis alabar a Dios? Vivid de acuerdo con lo que pronuncian vuestros labios. Vosotros mismos seréis la mejor alabanza que podáis tributarle, si es buena vuestra conducta. 

 


CONCLUSION 

Este artículo fue terminado en la víspera del 2 de Febrero Fiesta de la Presentación del Señor y "Jornada de la Vida Consagrada". Los orientales llaman a esta fiesta Hipapante (El encuentro). Esta fiesta clausura las Manifestación o Epifanía del Señor (cuarenta días desde el Nacimiento del Señor). En esta fiesta tiene lugar la procesión de las candelas donde se canta "Nuestro Señor viene para iluminar los ojos de sus siervos" y se nos invita a renovar nuestra Consagración a Dios. ¡Cuánto necesitamos este Encuentro!, exclamar como Simeón: "Ahora puedes dejar a tu siervo ir en paz porque mis ojos han visto al Salvador" (cf. Lc 2, 22-40).  

Iniciábamos el Adviento con esta expectación: "El pueblo que andaba en tinieblas vió una gran Luz" (cf. Is 9,1). El Señor ha venido a visitar a su pueblo a los que habitaban en tinieblas y en sombra de muerte y guiarlo por el camino de la paz (Lc 1, 78-79 ). Son muchas las oscuridades y tinieblas que se ciernen sobre nosotros. 

Todos estamos sujetos a un espíritu hiper activista y eficacista que exalta el resultado inmediato de quererlo todo y el ahora. Incluso en el interior de la Iglesia y en la vida consagrada vivimos la tentación de acomodarnos en una adaptación al estilo del mundo.

Cuando se descuida la oración y la vida interior nos abocamos a lo exterior y dejamos prevalecer el cansancio sobre el asombro, que la rutina y la costumbre sustituya al entusiasmo dejando entrar el pesimismo. La amargura y la desesperanza.

Se precisa recuperar el don y la gracia de la oración fuente de una intensa vida interior, el espíritu contemplativo, el espíritu de las bienaventuranzas de humildad gozosa y gratitud silenciosa que se alimenta desde la adoración y el asombro de renovar el encuentro del primer día. (Carlo Maria Martini, Meditaciones sobre la oración)

Como compartíamos sobre la parábola-cuento de Menapache sobre la araña que cayó enterrada en sus propias redes nos atreveríamos a decir que hemos perdido “el hilo primordial”. Expertos en explorar nuevas redes de comunicación y tan tentados de pedrer la comunicación con Dios.

Se creyeron sabios y se volvieron necios y abandonaron a Dios, Fuente del agua viva” (cf. Rm 1, 18-32). Vivimos en un mundo globalizado, tecnificado donde parece no haber límites para la inteligencia humana. Grandes avances científicos y a su vez grandes desafíos a dónde vamos, que nos deparará el la nueva inteligencia artificial. Nuevas herramientas, nuevos canales, nuevas oportunidades pero a la vez nuevos retos y desafíos, nuevas patologías y trampas.

El papa Francisco ha dirigido un mensaje para la 58 Jornada Mundial de las Comunicaciones sociales que firmó en la Basílica de San Juan de Letrán este 24 de Enero. El Papa se pregunta ¿Cómo permanecer plenamente humanos y orientar hacia el bien el cambio cultural que vivimos?

El campo de la comunicación y el universo de los mass media, fakes news, Deep fakes parecen no responder a la búsqueda profunda del ser humano. Buscamos una comunicación más plenamente humana que nos haga sentirnos plenamente humanos y sin embargo parece que hemos adulterado y contaminado nuestra capacidad cognitiva. La evolución de los sistemas de comunicación están modificando radicalmente nuestra convivencia, nuestro modo de ser.

Necesitamos volver a la fuente, a la raíz y recomenzar desde el corazón. Se trata de despertar al hombre de la hipnosis en la que ha caído debido a su delirio de omnipotencia, creyéndose un sujeto totalmente autónomo y autorreferencial separado de su ser trascendente y de todo vínculo social y ajeno a su creaturalidad.

Es una antigua tentación del hombre (mito de Prometeo); llegar a ser como Dios sin Dios. Todo avance técnico puede ser instrumento de servicio amoroso o de dominación hostil. Los sistemas de inteligencia pueden contribuir al proceso de liberación de la ignorancia y facilitar la comunicación entre los pueblos o pueden convertirse en instrumentos de contaminación y destrucción del propio hombre. La revolución digital pude hacernos más libres o más esclavos. Depende del hombre decidir si se convierte en alimento de algoritmos o si alimenta su corazón del verdadero amor a Dios y a los hermanos.

Aunque el hombre se empeñe en seguir sus caminos y llegue a abandonar a Dios, Dios nunca nos abandona, no cesa de salir a nuestro encuentro. El mira compasivo nuestra humanidad herida y se abaja y desciende hasta las profundidades más lúgubres donde nos podamos encontrar. El entra en nuestras experiencias de muerte e infierno y nos inunda con el fulgor resplandeciente de su Luz y su amor que no tiene ocaso.