viernes, 31 de diciembre de 2021

LA RECONQUISTA

 

     LA RECONQUISTA

Introducción

Una motivación me ha empujado a hacer este trabajo, es la de recuperar una justa memoria histórica que no sea ni selectiva ni ideológica para tratar de recuperar nuestra verdadera historia y descubrir así las raíces de nuestra nación. El día que la olvidemos perderemos definitivamente nuestra identidad.

El 1942 va a ser una fecha clave para el surgimiento de España como nación después de la larga historia de casi ocho siglos de unificación de sus reinos. Este largo proceso nos debería hacer pensar lo costo y dificultoso que resultó tal proceso de unificación de los reinos de España para establecer una nación multiforme y plural. Ahora más que nunca antes de revindicar movimientos separatistas nos debía motivar el no ahorrar esfuerzos para mantener esta rica unidad.

El término de Reconquista describe el periodo de la historia de la península Ibérica que va desde la caída del reino visigodo en la batalla de Guadalete en el 711 y la caída del Reino nazarí de Granada ante los Reyes Católicos en 1492.

Muchos han tratado de reducir la España medieval a un fenómeno militar puede parecer abusivo. Obviamente durante esos 8 siglos no todo fue batalla y hubo periodos de paz muy variadas etc. Pero con todo encontramos algo significativo un fenómeno ideológico de larga duración con sus obvios altibajos el de la restauración de la España perdida. No parece pues razonable invalidar el término reconquista por su duración. Los procesos de larga duración existen a nivel historiográfico y han sido estudiados designar un nivel de tiempo histórico correspondiente a las estructuras cuya estabilidad es muy grande en el tiempo con marcos geográficos y realidades socio culturales muy dispares.

En el presente el término reconquista, a pesar de ser controvertido por algunos, sigue siendo ampliamente utilizado por los historiadores como término historiográfico meramente operativo desconectado de cualquier sesgo ideológico actual. Así lo piensa Francisco García Fitz, catedrático de historia medieval en la Universidad de Extremadura, quien afirma: “lo que parece indudable es que en los reinos cristianos peninsulares se elaboró desde muy pronto una construcción ideológica a la que por su contenido no resulta descabellado llamar reconquista y que se configuró como un sistema de representaciones mentales y de valores morales religiosos políticos y jurídicos al servicio de aquella expansión”.

El tema de la pérdida de España y su restauración fue un recurso literario de gran fortuna (crónica mozárabe, historia silense Ibn Bassám, Lucas de Tuy, Jiménez de Rada, Gil de Zamora, Canciller López de Ayala, Alfonso X, Fernán González, Pedro del Corral) Este recurso no busca solo regodearse en tristes lamentos, sino desde la élite, activar ese espíritu reconquistador, en algunas épocas clave, es decir como un instrumento legitimador de avance hacia el sur y que no se tradujo en propuestas concretas de reeditar una unión política entre los distintos reinos cristianos hasta que llegamos al siglo XV

La discusión sobre lo adecuado del término reconquista todavía no parece que sea un debate que se haya superado en pleno siglo XXI. El término reconquista, el catedrático de la Universidad autónoma de Madrid Carlos de Ayala, dice: “sin duda y razones para criticar su uso especialmente cuando su uso es impropio ideologizado o incluso manipular es curioso pero este debate no se suele dar en entre los historiadores que no son de habla hispana probablemente más desacomplejados por estar alejados de manipulaciones ideológicas y políticas de cualquier tipo”. Así el medievalista e hispanista británico Derek Iomax escribió: “la reconquista es un marco conceptual utilizado por los historiadores pero a diferencia del concepto de edad media no se trata de un concepto artificial por el contrario la reconquista fue una ideología inventada por los hispano cristianos poco después del año 711.

Fueron los visigodos los creadores del concepto político de España que iba a gozar de una muy singular fortuna y cuya fuerza real se comprueba al verla soportar la experiencia tan dramáticamente adversa de la reconquista escribió José Antonio Maravall. En una búsqueda de identidad alejada de la romana Leovigildo rey de los visigodos legalizó los matrimonios mixtos entre godos e hispanorromanos su hijo Recaredo culminó la unificación religiosa con su conversión al catolicismo, Suintila, según afirmaba el destacado eclesiástico y erudito San Isidoro de Sevilla, fue el primero que obtuvo el poder monárquico sobre toda la España peninsular de ahí que los Reyes visigodos del s. VII y comienzos del VIII se hacen llamar “regis Hispania”, Reyes de España.

Como ha señalado el historiador y académico Luis Agustín García Moreno, uno de los mayores expertos mundiales en la España visigoda, se había producido un deslizamiento lingüístico del “regnum gothorum al regnum hispaniae”. San Isidoro formuló la unión de la identidad étnica con la patria hispana. San Julián identificaba por completo a los godos con los hispanos La idea de España era tan fuerte en el 711 que tanto los conquistadores árabes bereberes como conquistados la hicieron suya desde el primer momento. Puede parecer chocante que en Al-Ándalus interviniera una imagen de España, pero durante una fase de la dominación islámica, siglos VIII al X el componente étnico fue más importante que el religioso. Prueba de la pervivencia de España en la primera fase andaluzí y es que el cronista mozárabe del 754 utiliza la fórmula “regnat in Spania” Cada vez que inicia su Gobierno o que acuñaron monedas en las que figurarían las letras latinas “Hispania” en uno de los lados. Esa idea de España seguía diluyendo en la zona islámica al mismo tiempo que iba cobrando fuerza en los reinos cristianos del norte en aquel Reino Hispania y de los godos con capital en Toledo el filósofo Gustavo bueno la denominó “proto España

Está la semilla misma del proyecto político de la España cristiana que con sus indudables cambios formales, guerras, luces y sombras y muchas otras vicisitudes, llega hasta nuestros días. La historia está formada por muchas capas y todas ellas son importantes. Miguel Ángel Ladero Quesada catedrático en la Universidad Complutense de Madrid, señala que a partir de la herencia visigoda se pudieron construir los argumentos ideológicos de reconquista y restauración y que hubo toda una generación de hombres entre los siglos XI y XIII que pusieron los cimientos y construyeron la primera traza de una España que, mediando el paso de los siglos y la mudanza de los tiempos, ha venido a ser esta España nuestra.

A partir de este prólogo introductorio vamos a detenernos en algunas claves que nos ayudan s descifrar como se va produciendo este movimiento de reconquista y restauración.

Podemos identificar varios momentos claves de ese proceso de restauración de la España perdida. Hubo un momento en el que la España que habían creado los romanos, conocida como Hispania y que se perpetuo con los visigodos, estuvo a punto de desaparecer. El proceso de restauración parte del episodio fundacional de Covadonga en el 718 propiciado por Pelayo en la cornisa cantábrica. Pero quisiéramos destacar otro momento que se remonta al año 711 cuando una potencia extranjera intervino para decidir una guerra civil dos facciones de la élite goda se enfrentaban por hacerse con la corona. Una de ellas, llaman su socorro a los extranjeros esos extranjeros eran los musulmanes del norte de África que desde medio siglo antes estaban protagonizando una prodigiosa expansión por toda la Cuenca del Mediterráneo.[1]

Hubo un lugar donde el poder musulmán tuvo que retroceder, fue en un pequeño rincón de la cornisa cantábrica en los Picos de Europa. Allí, en Asturias, el coraje y la fe de unos pocos hombres, pegados a un terruño imposible, salvaron literalmente la cristiandad en España. Entre colonos, monjes, Reyes y guerreros, un minúsculo enclave en Cangas de Onís creció hasta convertirse en todo un Reino que abarcaba desde el Duero hasta el Cantábrico, desde las costas atlánticas de Galicia y Portugal hasta las sierras de Álava y de Soria.

Don Pelayo, noble visigodo, funda el REINO DE ASTURIAS y encabeza la resistencia cristiana. Don Pelayo en el 722 derrota a los musulmanes en la BATALLA DE COVADONGA, esto se considera el inicio de la Reconquista. Lo que fue ciudad legionaria romana fue reconvertida en capital del viejo Reino de Asturias. A este Reino se anexionarían el reino de Navarra, el condado de Aragón y los condados catalanes. Con el Rey de León Ramiro II en el 931 su reinado abarca ahora desde Galicia hasta Álava y desde el Cantábrico hasta el Duero.

Así pues asistiremos al nacimiento y expansión de varios reinos cristianos: Reino de Asturias, Reino de Navarra, Reino de León, Reino de Aragón, Reino de Castilla. Todos estos reinos cristianos no siempre conforman un frente común y caen en luchas internas por el poder, aunque mantienen el objetivo de recuperar el territorio ocupado por los musulmanes. También los musulmanes fueron presos de luchas internas después de convertirse en caudillo del califato Almanzor, tras su muerte en 1002 su reinado estalla en mil pedazos en los denominados Reinos Taifas. Esto contribuye a la hegemonía de los reinos cristianos. A mediados del S. XII dos tercios de la Península ya habían pasado a manos cristianas. La debilidad de la España musulmana favorece de algún modo a la Reconquista, pero otro factor desestabiliza el marco. Dos tribus fundamentalistas del norte de África, almorávides y almohades pujan por restaurar el reino Al-Ándalus. LA BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA en 1212 significaría el ocaso del islam español y el comienzo de una nueva etapa.

La Reconquista fue sin dudad una epopeya extraordinaria que duró ocho siglos. Fue una historia que no había hecho más que empezar. Cuando el Reino de León se consolidó en el tercio norte de la península comenzó en realidad una aventura nueva la gran aventura de la España medieval.  

 


1 El término “Reconquista” o “restauración”

Se denomina Reconquista al período de la historia de la península ibérica de aproximadamente 780 años entre la conquista omeya de Hispania en 711 y la caída del Reino nazarí de Granada ante los reinos cristianos en expansión en 1492. La conquista completa de Granada marca el final del periodo.

Quizás anterior al término “reconquista” se utiliza el término «restauración» de los reinos cristianos visigodos, entendida como conquista de nuevos terrenos por unas nuevas monarquías que pretendían restablecer un orden político y religioso preexistente.

El comienzo de la Reconquista se marca con la BATALLA DE COVADONGA (718 o 722), la primera victoria conocida de las fuerzas militares cristianas en la península ibérica desde la intervención militar de las fuerzas combinadas árabe-bereber de 711. En esa pequeña batalla, un grupo liderado por el noble Pelayo derrotó a una patrulla musulmana en las montañas de la cordillera cantábrica y estableció el reino cristiano independiente de Asturias. La Reconquista terminó con la conquista del emirato de Granada, el último estado musulmán en la península, en 1492, la conquista y caída fue precedida por las Capitulaciones de Granada o Tratado de Granada (1491).

Después de 1492 toda la península fue controlada por gobernantes cristianos. “La Reconquista” fue seguida por el EDICTO DE GRANADA (1492) que expulsó a los judíos de Castilla y Aragón que no se convirtieron al cristianismo, y una serie de edictos (1499-1526) que forzaron las conversiones de los musulmanes en España, y en 1609-1610, su destierro.

La Reconquista constituyó para los distintos reinos y señoríos surgidos en el aislamiento del norte montañoso de la Península un proceso restaurador y liberador, no solo del territorio, sino de la numerosa población cristiana hispano-visigoda (mozárabes),[2] que permaneció durante siglos en el territorio ocupado. Resultaban ser los verdaderos herederos del reino visigodo, y su apelación constante al auxilio de los reinos cristianos, suponía para las autoridades musulmanas un problema que surgía periódicamente y que era resuelto con persecuciones y deportaciones de distinto grado.[3]

Según esta misma visión tradicional la temprana reacción en la cornisa cantábrica en contra del Islam (Don Pelayo rechazó a los sarracenos en Covadonga apenas siete años después de que atravesaran el estrecho de Gibraltar), y el rechazo del territorio actualmente francés después de la BATALLA DE POITIERS del año 732, sustentan la idea de que la Reconquista sigue casi inmediatamente a la conquista árabe. Incluso, «gran parte de dicha cornisa cantábrica jamás llegó a ser conquistada»,[4] lo cual viene a justificar la idea de que la conquista árabe y la reconquista cristiana, de muy diferente duración (muy corta la primera y sumamente larga la segunda), se superponen. Teniendo en cuenta esta posible superposición, podría considerarse como una sola etapa histórica, sobre todo si tenemos en cuenta que la batalla de Guadalete, la primera batalla por defender el reino visigodo en el año 711, marca el inicio de la conquista musulmana.

Dos hechos van a ser claves para entender lo que fue la Reconquista. Por un lado, el hecho indiscutible de la finalidad religiosa de la reconquista por restablecer el catolicismo en toda la península.[5]

Por otro lado, el término parece confuso, considerando que tras el derrumbe del Califato a comienzos del siglo xi, los reinos cristianos optaron por una política de dominio tributario –parias– sobre las taifas en lugar de una clara expansión hacia el sur, y las pugnas entre las diferentes coronas –y sus luchas dinásticas–, que solo alcanzaron acuerdos de colaboración contra los musulmanes en momentos puntuales.

Durante el Siglo de Oro algunos poetas definieron y denominaron a los españoles como «godos» (como dijo Lope de Vega: «eah, sangre de los godos»),[6] y durante las guerras de independencia en América, eran también así llamados por los independentistas americanos. Es por ello, que los críticos del término lo consideran un concepto parcial, pues solo transmite la visión cristiana y europea de este complejo proceso histórico, soslayando el punto de vista de los musulmanes andalusíes; también puede decirse que en el lado cristiano existía conciencia de «reconquista».[7]

  


1.1             El Espíritu de la Reconquista[8] 

Hubo una repartición de reinos después del último rey de Asturias, Alfonso III el Magno. Los hijos se reparten los territorios: García se queda con León; Ordoño con Galicia y Portugal y Fruela con Asturias. Conviene detenerse en la figura del rey Ramiro II, hijo de Ordoño, porque va a ser el último gran rey de su estirpe y uno de los más señeros de la España cristiana.

Ya en León desde el tiempo de Alfonso III había empezado a ser notorio la forma imperial: varios reinos unidos bajo un solo imperium. El modelo seguía el viejo imperio carolingio de los francos donde el rey, proclamado a su vez heredero de Roma era convertido en emperador. Para la ideología de la Reconquista significa un decisivo paso adelante. Desde finales del siglo VIII, Asturias había empezado a verse como heredera natural del viejo Reino godo, lo cual la legítima para reclamar el primer puesto entre los reinos de Hispania. La idea imperial no solo reclamaba la herencia ahora y la primogenitura entre los reinos cristianos sino que además reivindicaba el liderazgo de todos los territorios hispanos.

Ramiro compartía sin duda esa doctrina imperial que era por así decirlo la ideología dominante en el Reino, pero su puesto, de momento, estaba en otro lugar en la dirección de un pequeño territorio elevado a la condición de Reino entre los ríos Miño y Mondego en lo que hoy es el norte de Portugal. Ramiro podía haberse quedado como rey local en su pequeño rincón portugués pero el destino había dispuesto las cosas de otro modo y en apenas dos años se disparan los acontecimientos. En 929 su hermano Sancho que reinaba en Galicia muere y la corona gallega va a pasar a Ramiro y muy poco después en el 931 la esposa del Rey Alfonso IV de León, la navarra Oneca muere súbitamente. Alfonso nombra un su sucesor su hermano Ramiro. Así es como en el 931 Ramiro se hace coronar rey de León y todos los territorios de la vieja corona vuelven a estar unificados.

Es precisamente en este momento cuando recibe la petición de auxilio de la ciudad mora de Toledo. Los ciudadanos toledanos prefieren recurrir al rey de los cristianos antes que doblar su cerviz al emir Abderramán III. Esto abrirá una nueva etapa en el paso hacia la Reconquista.

La España Mora era rica y poderosa pero estaba al borde de la descomposición La España cristiana era pobre y de fronteras precarias pero estaba sacando partido de la debilidad musulmana ese era el paisaje a la altura del primer tercio del siglo así la frontera había bajado hasta más allá del Duero así se habían fortalecido el Reino de Navarra y los condados catalanes y aragoneses por eso el rey Ramiro podría lanzarse esta expedición militar y concebir el proyecto de iniciar la Reconquista de los territorios musulmanes.

El poder del reino musulmán Al- Ándalus, por así decirlo estaba en crisis, había menguado de manera alarmante en los decenios anteriores desde la invasión de 711. El poder musulmán, pactando con la vieja élite hispana, había ocupado los principales centros de riqueza de la España goda. Ahora bien, los moros no habían sido capaces de construir un sistema político sólido. La superficial islamización de la población andalusí no dejaba de representar un serio obstáculo para las pretensiones de poder de Córdoba porque en el mundo islámico el poder político es inseparable del poder religioso es la autoridad religiosa la que legitima el ejercicio del poder político y por tanto nadie puede aspirar a que se reconozca su soberanía si esta no va acompañada de una autoridad religiosa incontestable. Como muestra la de la familia de Abderramán, hijo de una concubina cristiana y nieto de una princesa navarra, también cristiana. Una hija del Omar ibn Hafsún, de nombre Argentea, morirá mártir en Córdoba por negarse a abjurar sobre la Cruz. Los martirios de cristianos en la Córdoba del siglo IX atestiguan la fuerza de la vieja fe en el territorio formalmente musulmán del emirato. Del mismo modo, la emigración hacia el norte de mozárabes, la población cristiana de Al- Ándalus, no va a cesar en todo este periodo. Se calcula que a principios del siglo X la población cristiana andalusí se eleva al 70%. Una mayoría sometida a un poder extranjero, reprimida en su libertad religiosa y obligada a pagar tributos para mantener su fe. Los andalusíes de origen étnico árabe o berebere eran una exigua minoría y sin embargo eran los que mandaban.

Para intentar solucionar estos problemas Abderramán acentúa la presión de la ley islámica sobre la vida social. Este proceso había comenzado un siglo antes cuando los emires trajeron a la España mora los preceptos de la escuela jurídica malikí, abiertamente fundamentalista. Abderramán por así decirlo, forzó la máquina y además intensificó la represión sobre los cristianos y para que no quedara duda alguna de quién era el verdadero amo en el año 929 el emir tomó una decisión trascendental se elevó a sí mismo a la condición de califa. Esto supuso una diferencia fundamental. El emir era un jefe político no un jefe religioso pero el califa además de jefe político era sucesor de Mahoma, es decir, un jefe religioso, una autoridad espiritual.

Al proclamarse califa, Abderramán reclamaba para sí todo el poder religioso, político y militar en el ámbito de Al- Ándalus. Prerrogativas que, entre otras cosas, incluía la persecución y castigo de cualquier desviación religiosa, ya fuera musulmana, judía o cristiana. Así nació el califato de Córdoba. El califa de Abderramán exigirá la sumisión de todos los poderes rebeldes en Al- Ándalus. Tras haber reunificado la España mora el califa apuntará a la España cristiana. Lo que no se esperaba era encontrarse enfrente, contra todo pronóstico la contrapartida del rey de Ramiro II de León.


2. Final de reino visigodo de Toledo y aparición de los primeros focos de resistencia cristiana

Durante la conquista del imperio Romano, Hispania pasó a ser provincia romana, bajo la jurisdicción y tutela de Roma. La crisis del imperio romano tras el gobierno de Alejandro Severo (235-283) alcanzó también a Hispania y facilitó la entrada de una serie de pueblos bárbaros procedentes del norte y centro de Europa. Las primeras invasiones de produjeron a principios del S. V por suevos, vándalos y alanos. Los visigodos, otro pueblo centro europeo penetraron poco después bajo el beneplácito de Roma para liberar la península de los pueblos bárbaros. El contacto con Roma hizo de ellos un pueblo culto que alcanzó un elevado nivel de civilización.

El Estado se articulaba con una solidez estructural considerable. Se articulaba en torno a la monarquía asistida por una asamblea mixta de nobles y prelados. Se regían por un código transmitido por tradición oral y su obra legislativa es decisiva en la historia del derecho. La organización administrativa y judicial del Estado visigodo se articuló básicamente en torno a provincias gobernadas por un dux (duque) y divididas en distritos o civitates, al frente de los cuales se encontraba un comes (conde).

Tras la conversión de Recaredo pasaron de la religión arriana profesada por los visigodos desde tiempos de Ulfila S. V al catolicismo. Recaredo y Sisebuto favorecieron la celebración de sucesivos Concilios de Toledo. San Isidoro de Sevilla es autor de un compendio de conocimientos de su época llamado Etimologías, que llegó a ser uno de los libros de mayor influencia en el pensamiento medieval.

La invasión árabe se produjo en el 711. Las tropas musulmanas de Tarik desembarcaron en Gibraltar. Don Rodrigo acudió a detener la invasión, pero fue incapaz de detener el avance musulmán. Las huestes visigodas fueron derrotadas en el 711 en la BATALLA DE GUADALETE. Comenzaba así una nueva etapa para la historia de la Península.[9]

La primera incursión musulmana, estuvo compuesta por 7000 bereberes enviados por el gobernador Musa ibn Nusair y comandados por Tárik. Zarparon desde el norte de África y entraron en la península ibérica por Gibraltar (que precisamente debe su nombre actual a Tárik, «Jebel al-Tarik»). Roderic o Roderico (Don Rodrigo), uno de los últimos reyes visigodos, intentó rechazar esta incursión, siendo derrotado[10] y perdiendo la vida en la batalla de Guadalete (o laguna de la Janda). Ese mismo año Tarik entró en Toledo, la capital de los visigodos.[11] Tárik fue llamado a informar al califato, viajando a la capital Damasco, y nunca más volvió. Su lugar lo ocupó el gobernador Abd al-Aziz, más conocido por la historiografía como «Musa». En el año 712 Musa cruzó el estrecho con más de 18.000 guerreros musulmanes, tanto árabes como bereberes, y conquistó Sevilla, Mérida y Zaragoza, realizando además incursiones en Galicia, León y Asturias.[12] Con Musa da comienzo lo que se conoce como Emirato dependiente.[13]​ Los invasores se sirvieron del sistema de calzadas romano para avanzar entre el año 711 y el 714 por el territorio,[14] dejando guarniciones en puntos clave.[15]

A partir de este momento los musulmanes empezaron una política de tratados con los nobles visigodos, como el de Teodomiro en Murcia, que, unido a una política relativamente tolerante con judíos y cristianos, les permitió controlar la mayor parte de la península en pocos años. El pacto entre Teodomiro y Abdelaziz, firmado el 5 de abril de 713, donde se mantenía en el poder a las viejas autoridades hispano-godas a cambio de algunas concesiones, lealtad a Damasco y el pago de tributos:

En el Nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso. Edicto de ‘Abd al-‘Aziz ibn Musa ibn Nusair a Tudmir ibn Abdush [Teodomiro, hijo de los godos]. Este último obtiene la paz y recibe la promesa, bajo la garantía de Dios y su profeta, de que su situación y la de su pueblo no se alterará; de que sus súbditos no serán muertos, ni hechos prisioneros, ni separados de sus esposas e hijos; de que no se les impedirá la práctica de su religión, y de que sus iglesias no serán quemadas ni desposeídas de los objetos de culto que hay en ellas; todo ello mientras satisfaga las obligaciones que le imponemos. Se le concede la paz con la entrega de las siguientes ciudades: Uryula [Orihuela], Baltana, Laqant [Alicante], Mula, Villena, Lurqa [Lorca] y Ello. Además, no debe dar asilo a nadie que huya de nosotros o sea nuestro enemigo; ni producir daño a nadie que huya de nosotros o sea nuestro enemigo; ni producir daño a nadie que goce de nuestra amnistía; ni ocultar ninguna información sobre nuestros enemigos que pueda llegar a su conocimiento. Él y sus súbditos pagarán un tributo anual, cada persona, de un dinar en metálico, cuatro medidas de trigo, cebada, zumo de uva y vinagre, dos de miel y dos de aceite de oliva; para los siervos, sólo una medida. Dado en el mes de Rayab, año 94 de la Hégira [713]. Como testigos, ‘Uthman ibn Abi ‘Abda, Habib ibn Abi ‘Ubaida, Idrís ibn Maisara y Abu l-Qasim al-Mazali.

Ibn Idari, Libro de la increíble historia de los reyes de al-Andalus y Marruecos (s. XIV) (Traducción F. Maíllo Salgado)[16]

Poco tiempo después del inicio de la invasión apareció en el seno de los vencedores diversas disputas entre árabes y bereberes, y dentro de los árabes, entre qaysíes y yemeníes. En 716 Abd al-Aziz fue asesinado en Sevilla y se inició una crisis tal que en los siguientes cuarenta años (hasta el año 756, con la llegada de Abderramán I), se sucedieron veinte gobernadores, período conocido como Emirato dependiente. Con el fin de acabar una revuelta bereber, quienes se sentían marginados por la mayoría árabe, desde Siria se mandaron tropas árabes con el propósito de sofocarla.

En el año 716, con el centro de poder ya establecido en Córdoba, los árabes comenzaron a dirigir sus fuerzas hacia los Pirineos para tratar de entrar en el territorio de la antigua Galia romana. Entre los años 711 y 725 los musulmanes ocupan la Península salvo pequeños núcleos cristianos en Asturias y los Pirineos. En el año 720 llegaron incluso a tomar la ciudad de Narbona. Sin embargo, su avance por el reino franco se vería frenado por la DERROTA EN POITIERS en el año 732.​ Entre los años 751 y 756, una serie de malas cosechas fuerzan el repliegue de las tropas musulmanas hacia el sur del Duero, permitiendo la reorganización y recuperación de los cristianos del norte.[17]

Crónica mozárabe del año 754 donde se narra la experiencia del momento de la conquista musulmana de la península ibérica desde el punto de vista cristiano:

En este tiempo, en la era 749, año cuarto del imperio de Justiniano, nonagésimo segundo de los árabes, (...) el propio Musa, como las columnas de Hércules lo encaminaban hacia esta desdichada (...), atravesando el estrecho de Cádiz penetra en ella —injustamente destrozada desde tiempo atrás e invadida— para arruinarla sin compasión alguna. Después de arrasarla hasta Toledo, la ciudad regia, y azotar despiadadamente las regiones circundantes con una paz engañosa (...) Y así, con la espada, el hambre y la cautividad devasta no solo la Hispania ulterior sino también la citerior hasta más allá de Zaragoza, ciudad muy antigua y floreciente, poco ha desprovista de defensas porque así lo quiso Dios. Con el fuego deja asoladas hermosas ciudades, reduciéndolas a cenizas; manda crucificar a los señores y nobles y descuartizar a puñaladas a los jóvenes y lactantes. De esta forma, sembrando en todos el pánico, las pocas ciudades restantes se ven obligadas a pedir la paz, e inmediatamente, complacientes y sonriendo, con cierta astucia conceden las condiciones pedidas.

Crónica mozárabe, (754) (trad. López Pereira, Zaragoza, 1980. pp 69-73)[18]

La veloz y contundente invasión islámica, además de los factores que propiciaron la expansión mundial del islam, se explica por las debilidades que afectaban al reino visigodo:

El frágil e incompleto dominio que ejercía sobre el territorio peninsular, puesto que en 711 el rey Rodrigo se hallaba dirigiendo una campaña militar en el norte.

La división de sus élites, con enfrentamientos vinculados a la elección de los sucesores al trono de una monarquía no hereditaria y electiva.

Una aristocracia terrateniente de tardía conversión al catolicismo, superpuesta a una población libre o servil con condiciones vitales muy duras, en la que existía un fuerte descontento. Muchos recibieron la conquista como una mejora de su situación.

La decadencia de la actividad mercantil derivó en una minusvaloración de la población judía, que en gran medida la protagonizaba. Los musulmanes pudieron ver una ventaja en la situación de las minorías hebrea, amparándola bajo la jurisdicción islámica.

Tras la invasión, la resistencia cristiana cristaliza en dos focos de los cuales Asturias fue el más precoz.[19]

 


2.1 El foco asturiano

Tras la invasión islámica, una minoría cristiana escapó al norte de la península ibérica. Del núcleo asturiano surgió una monarquía cuyo poder les permitiría avanzar en los años siguientes hasta la línea del Duero,[20] entre Oporto y Simancas.[21] En el año 718 se sublevó un noble llamado Pelayo (718-37). Fracasó, fue hecho prisionero y enviado a Córdoba (los escritos usan la palabra «Córdoba», pero esto no implica que fuera la capital, ya que los árabes llamaban Córdoba a todo el califato). Sin embargo, consiguió escapar y organizó una segunda revuelta en los montes de Asturias, que empezó con la batalla de Covadonga en 722.[22] Esta batalla se considera el comienzo de la Reconquista. La interpretación es discutida: mientras que en las crónicas cristianas aparece como «una gran victoria frente a los infieles, gracias a la ayuda de Dios», los cronistas árabes la describen como un enfrentamiento con un reducido grupo de cristianos, a los que tras vencer se desiste de perseguir al considerarlos inofensivos. Probablemente fuera una victoria cristiana sobre un pequeño contingente de exploración. La realidad es que esta victoria de Covadonga, por pequeñas que fueran las fuerzas contendientes, tuvo una importancia tal que creó en torno a Don Pelayo, un foco de independencia del poder musulmán que le permitió mantenerse independiente en Oviedo e ir incorporando nuevas tierras a sus dominios. Con Alfonso I de Asturias (739-757) el reino se benefició de las dificultades de al-Ándalus y de la inmigración de cristianos venidos del valle del Duero, que quedó prácticamente despoblado. Este aporte humano permitió a los reyes de Asturias ampliar sus dominios.[23]

En cualquier caso, los árabes desistieron de controlar la zona más septentrional de la península,[24] dado que en su opinión, dominar una región montañosa de limitados recursos e inviernos extremos no valía la pena. Además, la fuerte resistencia de los francos en Aquitania y Septimania les impidió destinar fuerzas a la cornisa cantábrica.24 ​ Los cristianos de la zona no representaban un peligro, y controlar el extremo más alejado supondría más costes que beneficios. Las poblaciones astures y cántabras emprendieron una campaña de resistencia y depredación contra las tierras del Duero. El yerno de Pelayo, Alfonso I de Asturias, aprovechó la crisis interna del emirato de Córdoba para extender el control desde Galicia a Álava. La sorprendente expansión y consolidación del minúsculo reino con el largo reinado[25] de Alfonso II (791-842), quien ya pudo vencer en batalla campal a los musulmanes, recuperó conscientemente la herencia visigoda (officium palatinum), favoreció la creación de monasterios y estableció la capital en Oviedo. Esta situación preocupó a las autoridades califales, por lo que se llevaron a cabo sucesivas incursiones (en tiempos de Alfonso II, se hizo una cada año en territorio asturiano), pero el reino sobrevivió y se siguió expandiendo, con sonoras victorias como la batalla de Lutos, Polvoraria y la toma de Lisboa en 798. La aparición del presunto sepulcro del apóstol Santiago en Compostela sirvió para fortalecer la identidad e ideología del reino.

El reino de Asturias era inicialmente de carácter astur, pero fue sometido en sus últimas décadas a una sucesiva gotificación debida a la influencia de los inmigrantes de cultura hispanogoda que huían desde el sur. Asimismo, fue un referente para parte del espacio cultural europeo con la batalla contra el adopcionismo, al romper con el obispado de Toledo. El reino estuvo por épocas muy vinculado al reino de los francos, sobre todo a raíz del «descubrimiento» del supuesto sepulcro del apóstol Santiago. Esta idea «propagandista» consiguió vincular a la Europa cristiana con el pequeño reino del norte, frente al sur islamizado. La emigración de clérigos mozárabes a Asturias permitió crear la doctrina que consideraba al rey como heredero de los visigodos, con derechos a avanzar hacia el sur sobre los territorios de Al-Andalus. Esta doctrina proporcionó a la nueva monarquía elementos propios de las tradiciones godas.

Alfonso el Magno reinó cincuenta y un años. En el undécimo de su reinado fue depuesto por un rebelde y recluido en el monasterio de Ablaña. Liberado por un tal Teuda y otros fieles, fue repuesto en el trono del reino de Oviedo. Alfonso hizo en Oviedo una admirable iglesia de piedra y cal dedicada a San Salvador y los doce apóstoles y edificó la de Santa María con sus tres altares. Construyó igualmente la basílica de San Tirso, admirable edificio, y adornó cuidadosamente estas casas de Dios con arcos y columnas de mármol, oro y plata y lo mismo que hizo con los palacios del rey, las decoró con pinturas. Estableció en Oviedo todo el ceremonial de los godos, tal como se había desarrollado en Toledo, tanto en la organización de la Iglesia como en la del palacio.

Crónica albeldense, finales del siglo ix [26]

 

2.2 El foco pirenaico: formación de los reinos

Se originó a partir de la resistencia carolingia (el caudillo franco Carlos Martel había rechazado la invasión musulmana de Aquitania en LA BATALLA DE POITIERS en 732). Posteriormente su sucesor, Carlomagno, trató de hacer retroceder a los musulmanes mediante una expedición en el valle del Ebro, consiguiendo conquistar Barcelona y Gerona. Con todo, la expedición fue un desastre tras la derrota ante los vascones en la batalla de Roncesvalles, tal y como narra la Chanson de Roland. Tras este fracaso creó la Marca Hispánica como barrera defensiva50​ (frontera militar del sur), que con el tiempo dio origen a otros focos cristianos en la península: el reino de Pamplona, los actualmente llamados condados catalanes, y los de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza.


 

2.2.1 Marca Hispánica

El imperio carolingio, en lo que hoy es Francia, marcaba una ancha frontera con los musulmanes a lo largo de los Pirineos: a eso se lo llamó marca hispánica y de ahí nacería en el Reino de Navarra el condado de Aragón y los condados catalanes. Desde ese momento y durante dos siglos de hierro la vieja Hispania cristiana y goda trato de sobrevivir frente al nuevo poder musulmán.[27]

El territorio situado entre el oriente de Navarra y el mar se dividió en condados sometidos a los francos. Los condados catalanes fueron divisiones de la zona occidental de la Marca Hispánica y los condados de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza ocupaban la zona intermedia. Fue una zona de contención militar que tomaron los francos para frenar las incursiones sarracenas. Si bien la intención inicial de estos era llevar las fronteras hasta el Ebro, la Marca Hipánica quedó delimitada por los Pirineos en el norte y por el río Llobregat en el Sur. Los francos favorecieron la llegada de mozárabes, entre los que surgió con el tiempo un sentimiento contrario al dominio franco. Posteriormente se independizó del dominio franco gracias a la actuación de los condes Aznar Galíndez, conde de Aragón desde 809 hasta 820 y Wifredo el Velloso, que en el año 874 reunió y gobernó de forma autónoma los condados catalanes para legarlo luego a sus descendientes Borrell II (947-92) y Ramón Borrell (992-1018)[28]

En la zona de los condados catalanes, el Condado de Barcelona se convirtió muy pronto en el dominante de la zona. Tras la unión dinástica entre el Reino de Aragón y el conjunto de condados vinculados al de Barcelona, tendría origen la Corona de Aragón, que extendería sus dominios hacia el sur y el Mediterráneo.




3. El avance cristiano

El avance de los reinos cristianos en la península ibérica fue un proceso lento, discontinuo y complejo, en el que se alternaron períodos de expansión con otros de estabilización de fronteras y en el que muchas veces los diferentes reinos o núcleos cristianos siguieron también ritmos de expansión distintos, a la vez que se remodelaban internamente, con uniones, divisiones y reagrupaciones territoriales de signo dinástico. También cambiaba internamente la forma y fuerza del poder musulmán peninsular al que se enfrentaban, experimentando diversas fases de poder centralizado y períodos de disgregación.

La expansión conquistadora estuvo salpicada de continuos conflictos y cambiantes pactos entre reinos cristianos, negociaciones y acuerdos con poderes regionales musulmanes y, puntualmente, alianzas cristianas más amplias, como la que se dio en LA BATALLA DE SIMANCAS (939), que aseguró el control cristiano del valle del Duero y del Tormes; o la más sonada (por su excepcionalidad) y de más amplios vuelos en LA BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA en 1212, que supuso el principio del fin de la presencia almohade en la península ibérica. El estudio de tan dilatado y complejo proceso pasa por el establecimiento de diferentes fases en las que los historiadores han establecido perfiles diferenciados en los ritmos y características de conquista, ocupación y repoblación. Vamos a tratar de seguir los periodos de esta lenta expansión conquistadora, de cómo se fueron consolidando los reinos en la Península y resaltando los hechos más relevantes.




3.1 Un primer periodo: Siglos VIII a X

PRIMER PERIODO ASTURIANO (S VIII-X): para los historiadores es muy difícil extraer opiniones claras de los siglos VIII y IX por la escasez de fuentes escritas. El proyecto del Reino de Asturias, para algunos historiadores, es una copia en miniatura del Reino visigodo. El profesor de Historia medieval de la Universidad de Deusto Armando Vesga llegó a señalar que Asturias y Cantabria no habían sido conquistadas por los visigodos demostrando desde una fase inicial la vinculación hispano-goda del incipiente Reino de Asturias. La tesis de Armando Vesga ha recibido algunos apoyos de otros colegas de profesión, el catedrático de historia medieval de la Universidad de Cádiz Rafael Sánchez Saus, indica que, aunque no se pueda respaldar en fuentes tempranas la cornisa cantábrica desde muy pronto y desde las bases de la romanización hay un sentimiento de continuidad con la identidad goda previa a Guadalete es decir una continuidad ideológica con la idea de España 

Alfonso II emula una nueva Toledo con su traslado a Oviedo de la capital siendo el gran impulsor del neogoticismo culminado por Alfonso III que sufragó crónicas en las que trataban de buscar la legitimación de los Reyes godos “Cristo es nuestra esperanza que por este pequeño montículo que ves sea España salvada y reparado el Ejército de los godos” puede leerse en la crónica de Alfonso III (versión rótense finales del siglo IX) unas palabras puestas en la boca de Pelayo cuando se habla de LA BATALLA DE COVADONGA inicio de la resistencia cristiana. Los historiadores señalan que LA BATALLA DE COVADONGA entre musulmanes y rebeldes montañeses ocurrió alrededor del año 720 Escaramuza o no lo cierto es que en torno a Pelayo sí empezaría a articular un Reino, que como dice el doctor en historia medieval José Soto Chica, no olvidaría a los visigodos

LA BATALLA DE POITIERS Según una crónica mozárabe del 754 continuación de la historia de los godos de Isidoro de Sevilla en la que hay un pasaje conocido como el lamento por la pérdida de España la crónica habla de la batalla de cualquier pero no menciona No obstante mandada a las montañas los monarcas asturianos se legitiman los Reyes godos crónicas ideología fórmulas y títulos arte fuero juzgo mitos.[29]

Derrotado el reino visigodo de Toledo entre el año 711 y el 714,[30] al margen de la invasión solo queda una estrecha franja montañosa en el norte peninsular. El principal esfuerzo de estos primeros núcleos de resistencia hasta el siglo X irá dirigido a consolidar nuevas estructuras político-institucionales sobre una realidades socioeconómica en transformación (el asentamiento masivo de población huida del avance musulmán), configurando las bases del feudalismo en la península ibérica. Al oeste se afianzó el reino asturiano, extendiéndose entre Galicia, el Duero y el Nervión. Al este la Marca defensiva carolingia germinará en diferentes núcleos cristianos pirenaicos. Su precaria situación quedará demostrada durante el reinado de Abd al-Rahman III (912-961), cuando reconocieron la soberanía del Califato y se convirtieron en estados tributarios.

Al mismo tiempo que avanzaban los cristianos sobre los territorios musulmanes. Los principales reinos de la Península definían sus perfiles. Durante el siglo ix y a comienzos del x, los territorios cristianos asistieron a un incremento de la población y al desarrollo de la colonización y explotación de tierras. Los avances de las conquistas fueron lentos al principio, durante los últimos años del reinado de Alfonso II (Brañosera, 824), para acelerarse con posterioridad desde mediados del siglo ix, durante los reinados de Ordoño I y Alfonso III (Braga, Tuy, Astorga, León, Amaya, Briviesca, Miranda, Oporto (868), Simancas (889) y Zamora (893).51​ En la zona castellana serían incorporadas a territorio cristiano: Clunia, Roa, San Esteban de Gormaz (912) y Osma.[31] En el año 914 durante el reinado de Sancho Garcés I se añadiría la zona alta de La Rioja.[32]

En el primer tercio del S. X, se dio el reparto de la herencia de Sancho III de Navarra, legó Navarra a García Sánchez, Aragón a Ramiro y Castilla a Fernando.




3.1.1 Asturias

El avance sobre el valle del Duero a lo largo del siglo ix parece confirmar la visión goticista iniciada con Alfonso III el Magno (866-910). En el año 856 se produce la toma de León, siendo la nueva sede de los monarcas para administrar mejor los nuevos territorios.[33] Con Alfonso III la frontera quedó fijada en el Duero gracias a la política de colonización llevada adelante con habitantes de las montañas y huidos cristianos de la zona islámica. Las tierras de repoblación pasan a ser propiedad de los labriegos en lo que se conoce como presuras. Estos campesinos llevaban una vida rudimentaria, basada fundamentalmente en la ganadería y agricultura, constituyendo pequeños núcleos.

El Reino de Asturias tuvo varias escisiones. La primera, a la muerte del rey Alfonso III el Magno, que repartió sus dominios entre tres de sus cinco hijos: García, Ordoño y Fruela. Estos dominios incluían, además de Asturias, los condados de León, Castilla y Galicia y las marcas de Álava y Portugal (esta última, por aquel entonces, era solo la frontera sur de Galicia). García se quedó León, Álava y Castilla, fundando el Reino de León. Ordoño se quedó Galicia y Portugal, y Fruela se quedó Asturias.




3.1.2 León

En la primera mitad del siglo x se llegó a superar la línea del Duero, avanzando hasta Salamanca y Coímbra. En la zona oriental del Duero se produjeron choques más duros contra los musulmanes, entre los que destacamos la derrota de las fuerzas conjuntas de Ordoño II de León y Sancho Garcés I de Pamplona en la Valdejunquera (920) contra el emir Abderramán III y la victoria de Ramiro II (931-951) en Simancas (939) Ramiro II repobló Sepúlveda y la cuenca del Tormes. A Ordoño III de León (951-956) sucede Sancho I (956-958) por presiones de la facción navarra, cuya influencia culmina con Ramiro III.

El avance cristiano al sur del Duero no terminó consolidándose a causa de la reunificación de al-Andalus por Abderramán III, que en el año 929 se autoproclamó califa, iniciando el Califato de Córdoba. Será bajo su gobierno que la zona islámica peninsular alcanzará su cenit político, económico y cultural.​ El territorio cristiano sufrió ataques con las aceifas de Almanzor,44​ canciller del Califato de Córdoba y hayib o chambelán del califa Hisham II (976-1009). Se perdieron todas las plazas situadas al sur del Duero y la mayoría de las ciudades importantes del norte peninsular, como Santiago, León y Barcelona, sufrieron asaltos y daños importantes.[34]




3.1.3 Castilla

Castilla (territorium Castellae) fue mencionada por primera vez en un documento en el año 800.[35]​ Era la zona más oriental de León y expuesta a las incursiones islámicas del valle del Ebro y se correspondía al valle alto del río Trueba, al norte de la provincia de Burgos y al pie de la Cordillera Cantábrica.[36]​ Se trataba de un condado poblado fundamentalmente por vascones cristianizados que había ido adquiriendo autonomía a medida que declinaba el poder de los reyes de León.​ Se fue consolidando un estilo de vida propio de la zona de frontera: una sociedad fuertemente jerarquizada en lo militar (con unos condes muy autónomos con respecto al poder de los reyes de León), habituada a la guerra y al botín por un lado y a las relaciones mercantiles con al-Ándalus por otro.[37] El condado de Castilla se hizo hereditario por primera vez con Fernán González (930-970). La expansión castellana, tanto guerrera como pacífica, tuvo como resultado lejano la construcción de un amplio conjunto de territorios desde el Atlántico al Mediterráneo. En su avance hacia territorios despoblados del sur durante los siglos ix y x se definirán dos zonas: «Castilla Vieja», que correspondería a los territorios al norte del Duero, y lo que quedaría al sur hasta la Cordillera Central o Extrema Dorii, que durante mucho tiempo conservará un derecho propio y unas instituciones urbanas particulares.[38]




3.1.4 Navarra

El Reino de Pamplona, posteriormente llamado Reino de Navarra, tuvo como origen la propia familia gobernante, que había pactado la expulsión de las tropas francas de Pamplona con los muladíes de Tudela, la familia Banu Qasi. Su primer rey fue Íñigo Arista (820-851). Tras él, el nuevo reino logró mantener la autonomía con García Íñiguez (851-70) y Fortún Garcés (870-905). A principios del siglo x, la familia Jimena sustituye a la Arista y el primer rey es Sancho Garcés I (905-26), que tiene un gran éxito militar.

Referencia a Sancho Garcés I en la Crónica albeldense (881):

En la era 944 [año 906] surgió en Pamplona un rey de nombre Sancho Garcés. Fue hombre de inquebrantable veneración a la fe de Cristo, piadoso con todos los fieles y misericordioso con los católicos oprimidos. ¿A qué decir mucho? En todas sus acciones se mostró magnífico guerrero contra las gentes de los ismaelitas; causó múltiples desastres a los sarracenos. Este mismo conquistó, en Cantabria, desde la ciudad de Nájera hasta Tudela, todas las plazas fuertes. Desde luego la tierra de Degio, con sus villas, la poseyó entera. La tierra de Pamplona la sometió a su ley, y conquistó asimismo todo el territorio de Aragón con sus fortalezas. Luego, tras eliminar a todos los infieles, el vigésimo año de su reinado partió de este mundo.

Crónica albeldense (s.XI) [39]

Le seguirán García Sánchez I (926-70), Sancho Garcés II (970-94) y García Sánchez II (994-1000). La economía del reino estaba basada fundamentalmente en la agricultura y el pastoreo, con algunos contactos comerciales con los musulmanes. Pamplona llegó a controlar lo que actualmente es Navarra (su origen), La Rioja (llamado entonces «Reino de Nájera») y lo que en la actualidad es el País Vasco, y a unir dinásticamente los condados de Castilla, dependiente de León pero muy autónomo, y Aragón (tras haberse constituido como dinastía hereditaria con el conde Aznar Galíndez), Sobrarbe y Ribagorza en los Pirineos en tiempos de Sancho el Mayor (1004-1035). A su muerte legó su reino patrimonial (el Reino de Pamplona) a García Sánchez III de Pamplona (1035-54), a quien de jure, deberían estar subordinados los tenentes de las otras zonas de su reino: Fernando, que recibió el condado de Castilla, Ramiro, que recibió el condado de Aragón y Gonzalo, el menor de los hermanos, que heredó Sobrarbe y Ribagorza. Tras anexionarse Sobrarbe y Ribagorza en 1045, Aragón se independiza.[40]




3.2 Un segundo periodo: Siglos XI y XII

UN SEGUNDO PERÍODO (XI- XII) clave en la actividad restauradora 1085 Alfonso III conquista Toledo la antigua capital de los Reyes godos titulándose imperator totius hispaniae e el gran proceso reconquistador se puso en marcha básicamente a partir de aquí una vez ya había desaparecido el califato de Córdoba.[41]

La disgregación del Califato en una treintena de taifas, coincidirá con la reorganización y consolidación política de los reinos hispano-cristianos[42] y facilitará un lento avance cristiano por la Meseta norte y el valle del Ebro. Ello será financiado con las imposiciones tributarias (parias) a que sometieron a los reinos musulmanes Fernando I de Castilla y León (1035-1065), Sancho Garcés IV de Pamplona (1054-1076), Sancho Ramírez de Aragón (1064-1094) y Ramón Berenguer I de Barcelona (1035-1076),[43] convirtiéndolos virtualmente en protectorados. Es un período de europeización, con la apertura a las corrientes culturales continentales (Cluny, Císter) y la aceptación de la supremacía religiosa de Roma. La guerra con al-Ándalus se plantea ya como una guerra de reconquista, provocando que la frontera adquiera un carácter de provisionalidad permanente. El avance castellanoleonés (Toledo, 1085) provocó sucesivas invasiones norteafricanas –almorávides y almohades– que evitaron el colapso de la España musulmana. La repoblación entre el Duero y el Tajo se produce con colonos libres formando concejos con amplia autonomía (fueros), mientras que, en el Ebro, los señoríos cristianos explotarán a la población agrícola musulmana.




3.2.1 Aragón

El Reino de Aragón tiene su origen en un condado perteneciente a la Marca Hispánica. Se uniría al de Pamplona gracias al enlace dinástico de Andregoto Galíndez con García Sánchez I en el año 943. Tras la muerte de Sancho III de Navarra en 1035, legó a su hijo Ramiro (1035-63) el dominio del condado de Aragón. Tras anexionarse los condados de Sobrarbe y Ribagorza, Ramiro I establecería un reino de facto que comprendía los tres antiguos condados y ocupaba los Pirineos centrales. En 1076, durante el reinado de Sancho Ramírez de Aragón, llegó a anexionarse Navarra. Durante el reinado de Alfonso I el Batallador y tras una dura lucha con las taifas de Zaragoza, el reino aragonés llegó al Ebro, conquistando la capital en 1118. Tras la muerte de Alfonso I, los reinos de Aragón y Navarra se escinden al elegir cada uno a su gobernante.




3.2.2 Navarra

Incluye Castilla, León, Navarra y el bajo Aragón. Entre los años 1000 y 1035, Sancho el Mayor somete a la Iglesia a Roma con la reforma benedictina con Cluny como referencia. Tras García Sánchez (1035-54) el reino se divide entre castellanos y aragoneses.




3.2.3 Castilla

Tras ser un condado hereditario con Fernán González (923-970), pasa a ser un reino con Fernando I (1032-1065). Le siguen Sancho II (1065-72) y Alfonso VI (1072-1109). Auge del románico.




3.3 Un tercer periodo: Siglos XIII y XIV

UN TERCER PERÍODO (XIII-XIV) llegaría con otro Alfonso, Alfonso VIII el de las Navas que protagoniza en Unión con otros reinos cristianos un gran empuje reconquistador tras la victoria de LAS NAVAS DE TOLOSA en 1212

CON LA BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA se fue apuntalando el peso creciente del Reino de Castilla en el ámbito peninsular. Antes de abandonar Toledo para dirigirse al campo de batalla Alfonso octavo arengó a los combatientes hispanos amigos todos nosotros somos españoles los moros entraron en nuestra tierra por la fuerza y nos la han conquistado y fueron muy pocos cristianos a los que no se desarraigo y expulso de ella el ideal reconquistador un objetivo superior por el que luchar García explica que gracias a este marco ideológico cualquier manifestación contra el islam independientemente de sus causas reales y sus objetivos concretos quedaba incluida en un proyecto global la legítima recuperación el cuarto periodo sería el de Fernando hijo de Alfonso IX de León que a su vez era primo de Alfonso de Castilla de manera definitiva los reinos leonés y castellano también reconquistaría los reinos de Córdoba Jaén y Sevilla Por otro lado en la crónica de Aragón Jaime I El conquistador, extendería sus dominios sobre las Islas Baleares y Valencia    

En la crónica atribuida a Jaime I El conquistador se dice que el apoyo militar de este Alfonso X casado con su hija Violante frente a la insurrección musulmana de Murcia fue “per salvar España” tras un parón de 2 siglos exceptuando las campañas de Alfonso XI el proyecto reconquistador culmina con los Reyes Cay.[44]

La alianza entre los reinos cristianos (NAVAS DE TOLOSA, 1212) logra el definitivo derrumbe del Al-Ándalus, conquistando con gran celeridad el sur peninsular (salvo Granada), destacando la batalla del Estrecho donde entran en juego el último pueblo norteafricano que intervienen en la península, los benimerines. Esta expansión, protagonizada por las coronas de Castilla y Aragón, generará problemas debido a la absorción de un enorme volumen territorial y poblacional. En Andalucía y Murcia, la imposición de grandes señoríos –nobles guerreros y órdenes militares-, la expulsión de las poblaciones autóctonas –agrícolas y artesanas-, la crisis económica del siglo xiv y las guerras civiles que desangraron a los reinos castellanos bajomedievales, derivará en la decadencia económica del territorio. En Valencia y Alicante, los señoríos cristianos, de menor extensión, se superpondrán a una población musulmana que mantendrá la prosperidad económica. De esta forma se consolida España como la nación que resistió y contuvo los ataques musulmanes en Occidente, del mismo modo que el Reino de Hungría se erige como el guardián de Europa en el Este ante la llegada de los turcos.

Comentario de Antonio Ubieto Arteta sobre la batalla de LAS NAVAS DE TOLOSA, en el año 1212, que abrió a los reinos cristianos el acceso al valle del Guadalquivir:

La batalla se riñó el día 16 de julio de 1212, y los cristianos utilizaron la misma táctica que los almohades habían empleado por vez primera en Alarcos. El Miramamolín (emir-Al-muminin, o sea emir de los creyentes) almohade huyó a uña de caballo, y aquella misma noche llegó a Jaén. El botín cogido por los cristianos es incalculable. Basta señalar que el precio del oro se hundió inmediatamente en las ferias de Champaña y que el rey Sancho VII el Fuerte se convirtió a partir de esa batalla en el más acaudalado banquero del mundo occidental. Sus fabulosos préstamos se hicieron a base del oro cogido en esta batalla. Si económicamente la batalla fue un desastre para el mundo musulmán, desde el punto de vista demográfico prácticamente desapareció su ejército. Las cifras que dan los cronistas cercanos a los acontecimientos son muy dispares, pero parece que murieron entre cien mil y ciento cincuenta mil soldados musulmanes. Aunque no se conocen los efectivos numéricos del ejército musulmán, es evidente que las bajas sufridas fueron casi el total de las gentes capaces de llevar armas. Una masa tan considerable de cadáveres insepultos, sobre los que actuó el calor andaluz del verano, produjeron inmediatamente una epidemia de disentería, que impidió a los cristianos ocupar todo el reino musulmán. Es más, las escasas ciudades que tomaron inmediatamente, o que quedaron vacías por la huida de los musulmanes (Úbeda, Baeza), se tuvieron que abandonar. Sólo faltó que el siguiente año 1213 fuese de sequía, escasez y hambre para que la consecuencia lógica del éxito de las Navas de Tolosa no pudiese llevarse a efecto.

Ubieto, A. y otros: Introducción a la Historia de España. Barcelona, 1972[45]



3.3.1 Aragón

La unión dinástica que se produjo con el matrimonio de Petronila (hija única del rey de Aragón, años 1157-1164) y Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona (1131-1162), conformó la Corona de Aragón, agrupando al reino y a los condados. A pesar de ello, cada territorio mantuvo sus usos y costumbres consuetudinarios.

La Corona acabaría por unificar con el tiempo lo que hoy es Cataluña, arrebatando a los árabes el resto de Cataluña, la Cataluña Nueva, y anexionándose los restantes territorios.

Es de todos conocido que yo Ramiro, por la gracia de Dios rey de los aragoneses, di mi hija a Ramón, conde de los barceloneses junto con todo el honor de mi reino. Ahora también, con libre voluntad y fuerte ama de corazón, quiero, ordeno y mando a todos mis hombres, caballeros, clérigos y peones, que los castillos y fortificaciones y todos los demás honores los tengan y posean aquí adelante por el mismo conde Ramón como por rey deben tener y poseer, y que le guardan obediencia y fidelidad continuamente en todas las cosas así como rey. Y para que contra esto nada pueda ser pensado o maquinado por nadie, le dé, otorgue y concedo todo lo que me había reservado en esa misma carta de donación que le había hecho primero, en entregarle mi hija. Yo, Ramiro, rey de los aragoneses doy y otorgue todo lo que he mencionado, y se lo ratifique firmemente al citado Ramón, conde de los barceloneses, para que el que ahora le dé y lo que ya tenía lo retenga perpetuamente a mi servicio y fidelidad.

Contrato de esponsales entre el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV y Petronila de Aragón (1137)[46]



3.3.2 Castilla

Los condes de Castilla extendieron su control sobre Álava y Guipúzcoa, incorporada en el siglo xiii. Ambos territorios conservaron su lengua y amplia autonomía. Vizcaya sería incorporada a Castilla en el año 1379, conservando también sus fueros.




3.4 El cuarto periodo: Siglo XV

EL CUARTO PERIODO (XV) El reinado de los Reyes Católicos fue decisivo para la configuración definitiva de España y su unificación territorial. El proyecto reconquistador culmina pues con los Reyes Católicos el matrimonio de éstos y el acceso de Fernando al trono aragonés en 1479 sella la Unión de las coronas de Castilla y Aragón.

El cronista Diego Valera había vaticinado a Fernando “no solo el dominio de estos reinos de Castilla y Aragón más sabréis la monarquía de todas las Españas reformar islas silla imperial de la ínclita sangre de los godos dónde venís” durante su reinado se produce LA CONQUISTA DE GRANADA en 1492.

Granada constituye el último reducto musulmán y es presentada como una labor que atañe a todos los hispanos anuncia a los Reyes Católicos como restauradores de la unidad perdida “Hispania tota si restituta” como diría Antonio de Nebrija.[47]

La supervivencia del Emirato de Granada responde a varias razones: su condición de vasallo del rey castellano, su conveniencia como refugio de la población musulmana, el carácter montañoso del reino (complementado con una consistente red de fortalezas fronterizas), el apoyo norteafricano, la crisis castellana bajomedieval y la indiferencia de Aragón, que se hallaba ocupada en su expansión mediterránea. Además, la homogeneidad cultural y religiosa (sin población mozárabe) proporcionó al Estado granadino una fuerte cohesión. Su desaparición a finales del siglo xv –además de por sus interminables luchas dinásticas- se ensarta en el contexto de la construcción de un Estado moderno llevado a cabo por los Reyes Católicos a través de la unificación territorial y el reforzamiento de la soberanía de la Corona.

El reinado de los Reyes Católicos marca la transición entre la Edad Media. Durante su Gobierno se establecen las bases de lo que será la futura España. Bajo la dinastía de la casa de Austria la fractura social de Castilla motivada por la debilidad política de Enrique IV y por la rivalidad de los bandos nobiliarios desemboca en una situación de crisis. El bando que apoya a Isabel, hermanastra del Rey, inicia una serie de acusaciones y calumnias sobre la impotencia de Enrique y la supuesta ilegitimidad de su hija Juana, que representa el otro bando que lucha por la sucesión. Tras el acuerdo de Toros de Guisando Enrique IV reconoce a Isabel como heredera del trono de Castilla Isabel establece las nupcias con Fernando de Aragón y los dos reinos claves en la constitución de España se unen para siempre. Podemos decir que el S. XV cambió la concepción del mundo conocido hasta entonces.




3.4.1 Aragón y Castilla

Sicilia es incorporada a la Corona de Aragón en el año 1479.[48] Esta anexión coincide con las políticas de acercamiento entre Castilla y Aragón que se produce con el matrimonio en el año 1469 entre Isabel I [1451-1504] y Fernando I [1452-1516]. Los Reyes Católicos desarrollarán una política interior autoritaria donde se destaca la incorporación de los maestrazgos de las Órdenes militares a la Corona, la disminución de la autonomía de los municipios con el nombramiento de los corregidores y el aumento de las facultades de las Cortes, el reforzamiento o ampliación de los Concejos, la creación de la Sala de Contadores (Hacienda), la reforma militar (nuevos reclutamientos), la mejora de la seguridad pública con la Santa Hermandad y la reforma de la justicia. El 2 de enero de 1492 se produjo la toma de Granada, dando fin al último reino islámico de la península ibérica. El 31 de marzo de ese mismo año se produjo la expulsión salvo bautismo de los judíos. Los conversos darán lugar a una nueva minoría llamada criptojudíos, perseguidos por el Santo Oficio.[49]

 


4 La repoblación

En paralelo al avance militar, se produjo un proceso de repoblación con el asentamiento de población cristiana en territorios conquistados, que podía provenir de los núcleos septentrionales (de tierras montañosas, pobres y superpobladas), de las comunidades mozárabes del sur que emigraban al norte debido al incremento de la represión religiosa (al arte mozárabe se le denomina también arte de repoblación), e incluso provenientes de zonas de la Europa al norte de los Pirineos, a los que genéricamente se llamaba francos. La modalidad de asentamiento de esa población varió en sus características de acuerdo a la forma en que se produjo la conquista, el ritmo de la ocupación y el volumen de la población musulmana preexistente en el territorio. En las zonas que fueron frontera entre cristianos y musulmanes, nunca hubo un "vacío demográfico" o "zona despoblada", a pesar de que algunos documentos (que así lo pretendían, justificando de ese modo la legitimidad de las apropiaciones) dieron origen al concepto de "desierto del Duero", acuñado por la historiografía de comienzos del siglo xx (Claudio Sánchez Albornoz).

La llegada de los repobladores cristianos se testimonia arqueológicamente no solo en lo más evidente, como edificaciones religiosas o enterramientos, sino también con cambios en la cultura material, como la denominada cerámica de repoblación.[50]

Sirviendo como hitos divisores los valles de los grandes ríos que cruzan la península ibérica de este a oeste, se han definido ciertas modalidades de repoblación, protagonizadas cada una por distintas instituciones y agentes sociales en épocas sucesivas:[51]

Entre la Cordillera Cantábrica y el Duero. En una verdadera "cultura de frontera", el rey atribuye durante los siglos viii y xi tierras deshabitadas a hombres libres que debían defenderse a sí mismos en un entorno inseguro, y ocupar la tierra que ellos mismos iban a cultivar (presuras). Un proceso en cierta forma similar se denomina aprisio en los núcleos pirenaicos. A medida que la frontera se alejaba hacia el sur, la independencia inicial que caracterizó el espíritu del condado de Castilla (caballeros-villanosbehetrías) se fue sustituyendo por formas más equiparables al feudalismo europeo, con el establecimiento de señoríos monásticos y nobiliarios. De acuerdo con el historiador Ladero Quesada, el siglo x fue «clave en el proceso de colonización de las tierras así incorporadas, cuya población anterior debía ser muy escasa y carente de organización».[52]​ Y Ladero añade «el proceso colonizador era parte de la expansión dinámica de una sociedad coherente o en camino de adquirir esa coherencia hasta hacerla cristalizar tanto en formas de poblamiento como en formas de pensamiento y organización comunes».

Entre el Duero y el Sistema Central. En los siglos xi y xii se establecieron concejos municipales a los que se atraía a la población mediante el establecimiento de privilegios colectivos fijados por escrito en cartas aforadas (cartas pueblas o fueros). Estas ciudades ejercían el papel de verdaderos señores colectivos sobre el campo circundante (alfoz) con el que formaban comunidades de villa y tierra: Salamanca, Ávila, Arévalo, Segovia, Cuéllar, Sepúlveda, Soria, etc.

En el Sistema Ibérico. En el solar de la antigua Celtiberia, se establecen a partir de 1131 instituciones que en un principio son similares a las comunidades de villa y tierra, pero que en pocos años se independizan de las ciudades de las que son vasallas, constituyéndose en el Reino de Aragón las comunidades de aldeas en la Extremadura aragonesa, con amplias libertades para sus pobladores y con representación en Cortes.

Valle del Tajo. Sin mucha aportación nueva de repobladores, se mantuvo gran parte de la población autóctona de la Taifa de Toledo (una zona densamente poblada).

Se inició desde la conquista de Toledo (1086) y de forma simultánea a la repoblación del espacio más al norte, con la que comparte algunas formas jurídicas equivalentes, como Talavera, Madrid, Guadalajara, Salamanca, Alcalá de Henares, etc.

 Cada comunidad definida por su origen étnico-religioso (judíos, musulmanes, mozárabes y castellanos) contó con un estatuto jurídico particular. Tras la invasión almorávide se expulsó a los musulmanes, castellanizándose el reino. La sede arzobispal toledana se enriqueció con las propiedades de las mezquitas y la adquisición de otras, particularmente de familias mozárabes (mesa arzobispal de Toledo, montes de Toledo).

Valle del Ebro. Durante la primera mitad del siglo xii, los grandes núcleos urbanos como Tudela, Zaragoza y Tortosa mantienen la población musulmana, al tiempo que entran en el territorio oleadas de mozárabes, francos y catalanes que se establecen siguiendo el sistema del repartimiento, ocupando las casas abandonadas.

Cuencas medias del Guadiana, del Júcar y del Turia. Entre finales del siglo xii y principios del xiii, el rey concede a las órdenes militares españolas grandes señoríos (encomiendas), principalmente en Extremadura, La Mancha y El Maestrazgo. Alrededor de sus castillos se asientan poblaciones campesinas con libertades muy recortadas, no formándose Concejos de relevancia.

Valles del Guadalquivir y del Segura, llanura litoral valenciana e islas Baleares. Durante el siglo xiii la repoblación se realiza mediante repartimientos de donadíos (grandes extensiones concedidas a los más altos nobles, funcionarios, órdenes militares e instituciones eclesiásticas) y heredamientos (medianas y pequeñas parcelas entregadas a caballeros de linaje, caballeros y peones). La población musulmana permaneció en las zonas castellanas hasta la revuelta mudéjar de 1264, lo que determinó su posterior expulsión, posibilitando de esta forma el aumento de los grandes señoríos. En el reino de Valencia la población musulmana se mantuvo en las zonas rurales hasta la expulsión de los moriscos de 1609.

Repoblaciones emprendidas tras la toma de Simancas por Ramiro II, en 939. Sampiro fue un cronista del reino de León quien redactó la obra conocida Crónica de Sampiro, del siglo xi. Este texto tiene importancia debido a que la Crónica albeldense finaliza su relato en el año 883:

Después Abderramán, rey cordobés, se aproximó rápidamente a Simancas con un gran ejército. Nuestro rey católico, al oír esto, se dispuso a ir allí con un gran ejército. Y, después de combatir uno contra otro, el Señor dio la victoria al segundo día víspera de la fiesta de los Santos Justo y Pastor, fueron aniquilados 80.000 de ellos. También fue capturado allí mismo por los nuestros el mismo Abohahia, rey agareno, llevado a León y metido en prisión: porque mintió fue hecho prisionero por Don Ramiro, según el recto juicio de Dios. Pero aquellos que habían permanecido en su sitio, tomando un camino, se dieron a la fuga. Pero el rey persiguiéndolos en cuanto llegaron a una ciudad que se llama Alhandega, fueron alcanzados allí mismo por los nuestros y aniquilados. Pero el propio rey Abderramán escapó semimuerto. De allí los nuestros se llevaron muchos despojos, naturalmente oro, plata y vestidos de mucho valor. El rey ciertamente ya seguro, se dirigió a su casa en paz tras su gran victoria. Después, al segundo mes se dispuso a ir a las orillas del Tormes en expedición militar y allí pobló ciudades abandonadas. Estas son: Salamanca, antigua sede de campamento, Ledesma, Ribas, Baños, Alhandega, Peña y otros muchos castillos, que es largo enumerar.

Sampiro, Chronicon. Recogido por Fr. J. Pérez de Ubriel, Sampiro, su crónica y la monarquía leonesa en el siglo x, Madrid, 1952, 282-283[53]

Las comunidades cristianas peninsulares, tanto en territorio musulmán como cristiano, desarrollaron su propio rito diferente al del resto de la cristiandad de Occidente. Esto será reprochado por el papado en el siglo xi, tal y como lo expresó Gregorio VII:

Ya que el Beato apóstol Pablo declaró claramente que había ido a España y que después, desde la ciudad de Roma, habían sido enviados por los apóstoles Pedro y Pablo siete obispos que, destruida la idoloatría, fundaron la cristiandad, implantaron la religión, mostraron el orden y el oficio de los cultos divinos, fundaron iglesias y las consagraron con su sangre, no cabe lugar a duda de cuánta unidad tuvo España con la ciudad de Roma en la religión y el orden de los divinos oficios. Pero después que el reino de España fue durante largo tiempo mancillado por la locura de los priscilistas, depravado por la perfidia de los arrianos y separado del rito romano por la invasión de los godos primero, y finalmente de los sarracenos, no solo disminuyó la práctica de la religión, sino que también las obras fueron perversamente destruidas. Por lo tanto, como a hijos muy queridos os exhorto y aviso para que, como buenos hijos también después de una gran rotura, reconozcáis por fin como madre verdadera a vuestra Iglesia romana y os reunáis al mismo tiempo con nosotros, vuestros hermanos, y recibáis y tengáis, como los restantes reinos de Oriente y Occidente, el orden y oficio de la Iglesia romana, no la de Toledo ni la de ninguna otra parte.

Gregorio VII a Alfonso VI de Castilla y Sancho IV de Navarra (1074), apud D. MANSILLA: La documentación pontificia hasta Inocencio III, pp. 15-16[54]





5 Fin de la Reconquista

Los Reyes Católicos acabaron la reconquista de España el 2 de enero de 1492 con la toma de Granada. Esto dio origen a una festividad que se lleva a cabo el 2 de enero de todos los años. El emir Boabdil, de la dinastía Nazarí, tuvo que abandonar Granada. La tolerancia religiosa que había hasta entonces dejó de serlo con la expulsión de los judíos en 1492, y con la prohibición del culto islámico en Granada en 1500, contra los términos pactados. Acabó del todo un siglo después con la expulsión de los moriscos, homogeneizando así toda la península.




5.1 Conversiones y expulsiones

No queremos pasar por alto también las sombras y debilidades que supuso el Reinado de Los Reyes Católicos, aunque para ello conviene situarnos en el marco socio cultural y político de la época. Eran tiempos nuevos de grande innovaciones y grandes cambios que exigían nuevas soluciones y respuestas. Algunas de esta no fueron tan acertadas. Si durante su reinado hubo muchas luces bajo el Reinado de los Reyes Católicos también hubo sus sombras.

Como en otras partes del mundo musulmán, a los cristianos y judíos se les permitió conservar sus religiones, con sus propios sistemas legales y tribunales, pagando un impuesto, el yizia. La sanción por no pagarlo era la prisión.

La nueva jerarquía cristiana exigió fuertes impuestos a los no cristianos y les otorgó derechos, como en el Tratado de Granada (1491) solo para los moros en la que fue la Granada islámica reciente. El 30 de julio de 1492, toda la comunidad judía, unas 200 000 personas, fueron expulsadas por la fuerza.[55] Al año siguiente, el decreto de la Alhambra ordenó la expulsión de judíos practicantes, lo que llevó a muchos a convertirse al catolicismo. En 1502, la reina Isabel I declaró obligatoria la conversión al catolicismo dentro del Reino de Castilla. El rey Carlos I hizo lo mismo con los moros en el Reino de Aragón en 1526, forzando las conversiones de su población musulmana durante la rebelión de las Germanías.[56] Muchos funcionarios locales aprovecharon la situación para confiscar propiedades.




5.2 Situación morisca

Los moriscos, descendientes de aquellos musulmanes que se sometieron a la conversión al cristianismo, en lugar de ir al exilio, durante los primeros tiempos de la Inquisición española y portuguesa fueron expulsados de España después de una grave agitación social, cuando la Inquisición estaba en su apogeo. Las expulsiones se llevaron a cabo de manera más severa en el este de España (Valencia y Aragón) debido a la animosidad local hacia los musulmanes y moriscos, donde los trabajadores locales los consideraron como rivales económicos, ya que eran vistos como mano de obra barata que socavaba su posición de negociación con los propietarios. Las exacciones impuestas a los moriscos allanaron el camino para una importante revuelta de los moriscos que tuvo lugar en 1568, que terminó con la expulsión definitiva de los moriscos de Castilla en 1609, siendo expulsados de Aragón casi al mismo tiempo.




              5.3 La instauración del Tribunal de la Inquisición[57]

El Tribunal de la Inquisición fue una de las cuestiones más polémicas de su reinado. La decisión fue tomada tanto por el poder político como religioso. El Tribunal de la Inquisición tiene también sus antecedentes.

Roma trató de hacer frente a los excesos y peligros que se cometían frente a la ortodoxia cristiana. Los antecedentes se remontan al S. XIII cuando las autoridades papales combatieron la herejía cátara y después contra las revueltas protestantes de Lutero y Calvino. (conviene situar la hostilidad de la Iglesia romana contra el protestantismo en un contexto amplio socio político de la época) El Tribunal de Santo Oficio que se remonta al S. XIII era ya una realidad implantada en todo el mundo católico. Fueron los tribunales romano y español los que tuvieron más desarrollo.

Aunque Santo Domingo de Guzmán aseguraba que es inútil tratar de convertir a la gente con violencia, lo cierto es que la Orden De los Predicadores Dominicos por él fundada colaboró activamente en la organización del tribunal del Santo Oficio. El santo Oficio surge como una organización eclesiástica en defensa de los cristianos para la represión de toda disidencia religiosa.

En España el Concilio de Trento trató de poner freno a tales abusos y a iniciar un proceso de regeneración y reforma al propio interno de la Iglesia. El Cardenal Cisneros durante el reinado de los Reyes Católicos fue uno de los impulsores de tal renovación.

En 1478 los Reyes Católicos aconsejados por los prelados más allegados a la corte (sobre todo el confesor de la reina y el obispo Torquemada) solicitaron al Papa Sixto V la creación del Tribunal de la Inquisición (con independencia del Santo Oficio). Su cometido era sobre todo regular la postura frente a los conversos (ya fuesen judíos como musulmanes).

La respuesta fue una bula pontificia que autorizaba a los Reyes de España a nombrar inquisidores (jueces eclesiásticos). Torquemada fue nombrado Inquisidor supremo asistido por el cardenal Mendoza, Miguel Morillo y Juan de San Martín (consejo supremo). La sede central se estableció en Sevilla y luego se trasladó a Toledo.

La Inquisición se diferenciaba del Santo Oficio en que sus miembros los nombraba directamente el rey, lo que les daba categoría de funcionarios de Estado y, por tanto, les obligaba a atenerse a los intereses políticos del Reino. Además, las sentencias no eran apelables ante Roma.

Este consejo supremo tenía la potestad de nombrar a los miembros de los Tribunales subalternos, con jurisdicción en todo el territorio nacional y sobre todo en territorios de ultramar. Estos Tribunales subalternos estaban formados por dos jueces letrados y un teólogo, más un fiscal acusador y un juez de bienes que confiscaba las posesiones de los causados. Contaba también con personal subalterno como eran los notarios. En cada ciudad había comisarios encargados de ejecutar las órdenes del tribunal de la región, difundir los edictos de la Inquisición y hacerlos cumplir.

Pasemos ahora a analizar ciertos rasgos que nos ayuden más a comprender el paso del primer milenio al segundo milenio con el nuevo tiempo de la Edad Media y sobre todo el paso que se produjo en el S. XV de la Edad Media al nuevo Humanismo del Renacimiento (lo que dio lugar al llamado siglo de oro o siglo de las luces)



6. El declive del primer milenio

              6.1 La España de Almanzor, sueños de sangre y de gloria

El reinado de Abderramán III iba a suponer un hito en la historia del califato y todo un punto de inflexión para la Reconquista. Sería el forjador del nuevo estado andalusí entre el 912 y el 961 Amenazado por el reino cristiano de Asturias en el norte y los fatimíes en la actual Túnez. Unificó el territorio en el año 937. Poco después frenó las incursiones cristianas hasta que cayó derrotado en la batalla de Simancas en el 939 ante Ramiro II de Asturias. A la muerte de Ramiro en el 950 Abderramán impuso su soberanía a los Reyes de León y Navarra y a los condes de Barcelona y Castilla qué hubieron de rendirle un tributo anual. Ya en el 929 la amenaza fatimí motivo que Abderramán III se atribuyera el título de califa, príncipe de los creyentes y defensor de la religión y con ello reivindicó la independencia política andalusí frente a cualquier autoridad superior procediera de Bagdad o de Túnez. Conquistó Melilla, Tánger y Ceuta y, tras la pacificación del territorio, velo por el desarrollo económico artístico y cultural del Reino erigiendo numerosos monumentos en su capital Córdoba y una nueva ciudad residencial para la corte, Medina al- Zahra.

Abderramán III tras romper definitivamente las relaciones comerciales y políticas con el gobierno de Bagdad, su periodo de gobierno y el de su hijo al- Hakam II constituyeron la época de máximo esplendor del Estado andalusí gracias a la puesta en práctica de una política encaminada a la estriba licitación de la comunidad musulmana y a la contención de los ejércitos cristianos de León Castilla y Navarra.

La aparición en Al- Ándalus de la figura de Muhammad ibn- Amir, conocido como Almanzor constituye un hito en la historia del califato. El motivo fue que, dada la prioridad que para el Estado tenía las cuestiones militares, un personaje como Almanzor, un caudillo con dominio absoluto sobre el ejército mercenario, acabó por tener mayor poder y prestigio que el mismo califa. Sus campañas victoriosas le llevaron, al frente de sus tropas, hasta Cataluña por el este y hasta Santiago de Compostela por el norte (llegó a destruir la ciudad de Santiago en el 927). Su muerte en 1002 marcó el inicio de la decadencia andalusí. La decadencia militar vino seguida de una crisis política. La guerra entre los clanes bereberes y los legitimistas o partidarios de la rama califal instaurada marcó el declive de la unidad del imperio andalusí. Entre 1013 y 1016, coincidiendo con el califato de Sulayman al- Mustair, el imperio andalusí se dividió en una serie de reinos independientes conocidos como los reinos de taifas.

Almanzor había llevado a la España musulmana a su punto más álgido de poderío desde el inicio de la invasión musulmana en el 711. Con la muerte de Almanzor en el 1002 terminaba una etapa decisiva de la historia de España y particularmente de la historia del califato de Al- Ándalus. Su mismo crecimiento acelerado con el despliegue de su afán conquistador como califa con dominio absoluto, fue también la causa del desplome del propio califato que había montado. El dictador de Córdoba (así se hizo llamar el mismo) cayó de forma estrepitosa. Un final rodeado de misterios y brumas, en parte por las fabulaciones legendarias tejidas con posterioridad. La tradición española habla de la BATALLA DE CALATAÑAZOR (donde Almanzor perdió el tambor). Esta batalla constituyó una victoria pírrica donde por primera vez se creyó que los cristianos podían vencer al dictador musulmán.

Según dice el Cronicón Burgense: Murió Almanzor y sepultado está en el infierno. Los musulmanes mantienen otra versión. Cuenta la crónica de Ibn Idari que en la tumba del caudillo cordobés se esculpió en mármol el siguiente epitafio: Sus huellas sobre la tierra te enseñarán su historia, como si la vieras con tus propios ojos. Por Dios que jamás los tiempos traerán otro semejante que dominara la Península y condujera a los ejércitos como él.


6.2 Se hunde el Islam y se levanta la cristiandad[58]

Ningún poder puede ser sostenido por mucho tiempo bajo las armas y un reino dividido pronto es destruido. Tras la muerte de Almanzor y la división de su reino en los reinos taifas el califato se va a derrumbar y la cristiandad va a encontrar una oportunidad inesperada para lanzarse a la Reconquista.

La descomposición empieza a producirse con su hijo y sucesor y heredero del poder amirí, Abb al- Malik. Su hijo y heredero sigue la misma tónica que su padre utilizando el arma fundamental de los amiríes. , un ejército de dimensiones ciclópeas. La estructura que Almanzor había dejado era en realidad una dictadura militar, el poder de un solo hombre sustentando un ejército omnipotente. Si bien la concentración del poder supuso que se dieran fin a las continuas sublevaciones locales, también es cierto que su afán conquistador le empujó a continuas campañas de guerra. Como califa tuvo que actuar sobre tres campos el militar, el político y el religioso. Si bien nadie pone en duda su dote de jefe militar no tuvo tantas dotes para manejar si liderazgo político, sembrado siempre de intrigas. A su alrededor estaba la nueva élite política, militar y administrativa que llegó al poder con los amiríes, jefes de tribus bereberes.

A la altura de 1006 cuando parecía que Abb al- Malik controlaba la situación, una nueva alianza cristiana surge en el norte, mientras en el sur, nuevos movimientos políticos desestabilizan al nuevo dictador de Córdoba.  El ejército del califa formado por tres grandes grupos: los bereberes fieles a los amiríes, los eslavos de la guardia y los demás árabes muchos de origen muladí. A estos últimos eran de origen hispano musulmán, se consideraban los más auténticos de la tradición andalusí y tenía sus propias aspiraciones. Cuando el califa dictador sale de Córdoba para una gran ofensiva obsesionado con aniquilar Castilla, los cronistas árabes la denominan, gazat al- illá, y se dirige a Medinaceli para atacar a Sancho de Castilla, el caudillo moro enferma. Un hecho insólito ocurre cuando un gran número de voluntarios muladí le abandonan y el ejército se descompone y tiene que regresar a Córdoba con las manos vacías. Una de las divisiones de tipo étnico empezaba a hacer mella en el califato. El hijo y heredero de Almanzor, Abb al- Malik muere con treinta y seis años después de solo seis de mandato y es enterrado en la ciudad palacio de al- Zahira.

EL califato pasa a manos de su hermano Sanchuelo (el otro hijo de Almanzor sospechoso por ser hijo de una cristiana). Sanchuelo tiene que abandonar Córdoba que se ve envuelta en intrigas (a Sanchuelo se le imputaba de haber envenenado a su hermano). La vieja aristocracia omeya da un golpe de Estado en el califato. Será el final. No sólo se derrumba el régimen de Almanzor, sino todo el edificio político del Islam español.




6.3 Un vistazo a la España del año 1000 [59]

El año 1000 fue un momento de gran miedo. El pueblo vivió el final del milenio entre presagios de Apocalipsis. La tesis de los terrores del año 1000 después de la muerte de Cristo, numerosas voces anunciaban el inminente final del mundo (milenarismo). Había como una especie de sugestión e histeria colectiva.[60]

Pero para la España medieval el único terror era el poder musulmán (encabezado por Abderramán III y Almanzor). Almanzor conocido como el califa dictador de Córdoba llevó al zenit el poderío militar y la sumisión de los musulmanes y a su vez la descomposición del propio califato debido a las intrigas y su mala gestión. La fuerte dinastía amirí se debilitó con la proliferación de reinos taifas y que quedando debilitados tuvieron que acudir a pactos y alianzas con reyes cristianos o a la petición de auxilio a los almorávides.

Por así decir tras la muerte de Almanzor, la pesadilla de momento acabó y el poder desgarrado del califato estalla y los reinos cristianos ven la oportunidad de afianzar y fortalecer su expansión hasta la reconquista de los territorios ocupados. Vamos pues a asistir a un proceso que terminará configurando la imagen más duradera de la España Medieval, la España de los cincos reinos (León, Portugal, Castilla, Navarra y Aragón)

Es como si se volviera atrás, a como habían quedado las cosas tras LA BATALLA DE SIMANCAS. Todas las tierras del sur del Duero vuelven a quedar libres hasta el Sistema Central. En el Pirineo, los reinos y condados nacidos de la Marca hispana, encuentran ahora el camino abierto para extender la repoblación hacia el sur.




7. El auge del segundo milenio, nuevo apogeo de la cristiandad[61]

              7.1 La Iglesia convertida en gran reformadora política

La cristiandad vivió una etapa de gran influencia, aunque esta se vio profundamente afectada cuando en el año 1054, los obispos bizantinos negaron la autoridad del Papa provocando el llamado cisma de Oriente. Desde entonces, el mundo cristiano europeo se dividió en dos: Oriente optó por la Iglesia griega ortodoxa, mientras que Occidente se mantuvo fiel a la Iglesia católica romana como se conoce todavía.

En Occidente frente a la amenaza musulmana y después de los turcos la Iglesia respondió con las Cruzadas. Estas se propusieron para recuperar para la cristiandad los lugares santos. Eran los turcos selyúcidas, una dinastía musulmana la que, durante el S, X avanzó sobre Oriente próximo a la conquista de Jerusalén. Se realizaron en total ocho cruzadas entre 1095 y 1291. La primera fue convocada por Urbano II ante el ataque de los selyúcidas a las fronteras orientales de los Bizantinos y vencerlos en la batalla de Manzikert. El emperador bizantino Alejo I Comneno pidió ayuda a Urbano II. El papa Urbano convocó el Concilio de Clermont al que asistió un elevado número de líderes políticos y eclesiásticos. El papa propuso la primera Cruzada reclutando soldados para luchar en Oriente Próximo. Obispos comenzaron a convocar a militares profesionales para tal empresa.

Ningún rey respondió a la llamada, pero varios nobles y caballeros si lo hicieron. Esta Cruzada no atrajo únicamente a soldados sino también a personas no militares que con buena fe intentaban defender Tierra Santa. Iban llenos de fe muchos sin armas ni armadura ni líder militar y sin preparación alguna para lo que habían de encontrarse.

Por desgracia, fue esta parte del ejercito cristiano formado básicamente por campesinos los que llegaron antes al Imperio bizantino. No era esto lo que el emperador Alejo esperaba recibir cuando pidió ayuda contra el ejército selyúcida. En Nicea se encontraron con los musulmanes que entraron en combate. Muchos murieron, mientras los que fueron capturados fueron obligados a convertirse al Islam o fueron ejecutados. Los cruzados militares tardaron en entrar en combate. Alejo logró un juramento de lealtad de los líderes cruzados y la promesa de todo lo que se ganase sería para él. Finalmente los selyúcidas fueron derrotados en Dorilea. Finalmente, tras asediar Jerusalén, los cruzados entraron en Jerusalén en 1099.

Sin duda las Cruzadas no pueden justificarse. Hubo excesos por ambos bandos y lo que era una finalidad religiosa terminó en convertirse en una búsqueda de ganancias con fines económicos y políticos. Los cruzados se distribuyeron los distintos dominios y crearon reinos feudales. El más famoso fue el reino cristiano de Jerusalén.

En Occidente, la Iglesia se vinculó estrechamente a la sociedad feudal; la misma Iglesia era un gran poder feudal, pues poseía la tercera parte de la propiedad territorial del mundo católico y entre otras cosas, tenía derecho al diezmo, que era le décima parte de las cosechas de toda la gente.

En la Edad Media, la Iglesia Cristiana tuvo un rol decisivo. Fue la única institución que logró ejercer su poder a lo largo de una Europa fragmentada políticamente. En España la vida cotidiana en la Edad Media y la forma de pensar de nobles y campesinos estaban muy influenciados por los principios y creencias de la Iglesia Cristiana. Como consecuencia de esto, las acciones de la gente se hallaban estrechamente ligadas a las normas religiosas. La Iglesia era al mismo tiempo el centro de la vida intelectual. Desde este rol preeminente, posibilitó el afianzamiento de una particular interpretación del mundo, diseñado y ordenado según los designios Dios. Se cristalizó así una mentalidad medieval basada en preceptos religiosos que perduró durante siglos.

Como dijimos tres fueron los poderes asociados a la corona en la Edad media: la aristocracia o la nobleza, el clero y la creciente burguesía. Los monasterios se convirtieron en verdaderos centros de difusión de la cultura. Los monjes de Cluny llegarán a España para revolucionar literalmente la cultura de la cristiandad medieval. Tanto la Orden del Cluny como la del Cister a través de sus monasterios que proliferarán por toda España como centros del saber, contribuirán a la difusión de la fe y de la cultura.

La Iglesia tuvo que ver con la reforma política que se fue dando en la Edad Media. La reforma de Cluny que había penetrado em España en el S. X iba a contribuir a restar el poder de los señores feudales. Los bienes de la Iglesia dejarían de depender le los señores feudales y pasarían a vincularse más a la Iglesia y a la corona. Los abades de los monasterios entregaban a Roma el gobierno de su propia organización.

La corriente renovadora que protagonizó la Iglesia no se limitó a su propia organización interna (tratando de corregir los abusos de simonía), sino que afectó a todo el orden político. Su postura fue la de poner coto a los abusos feudales, cristianizar las relaciones en el mundo feudal. Frente a la fragmentación del poder en manos de los señores feudales. La iglesia se pone al lado de los monarcas. Era una cuestión de principios, se sacralizaba el principio de la jerarquía como poder superior instituido por Dios. En el orden medieval, el rey reinaba por voluntad divina (de ahí que eran coronados y ungidos por los obispos y autoridades eclesiásticas), su reinado debía de ser un reflejo del reinado de Dios. Frente a los intentos de hegemonía del poder feudal (intentando por hacerse cada vez más con parcelas cada vez mayores de poder) la Iglesia se pondría al lado de los príncipes (princeps).

La Iglesia en general poco a poco defendería las clases menos pudientes del pueblo colaborando en su asistencia y formación (asilos, hospitales, escuelas) y en particular la reforma de Cluny será también decisiva para que la figura del caballero empiece a tener un sentido esencialmente cristiano como defensor de la fe (de ahí la idea de las órdenes militares promoviendo la figura del monje guerrero).




7.2 La figura del caballero y de la nobleza.[62]

En la Edad media es la época en la que el guerrero, como profesional de la guerra, alcanza un estatus decisivo en el orden social. A esto contribuyó también las conocidas órdenes militares. Cuando hablamos de caballeros no debemos fijarnos sólo en los condes, los grandes nobles. Estos ejercían más bien funciones políticas que militares. La vida de los guerreros y caballeros tiene sólo un horizonte, el servicio de las armas.

La Edad Media cambió la estrategia militar durante tiempo basada en escaramuzas par adiestrase poco a poco en toda la estrategia militar. Los musulmanes fueron expertos en estas estrategias. El califato tenía la guardia califal que eran verdaderos profesionales de guerra. A los guerreros se les formaba en las conocidas escuelas denominadas madrasa.

Los guerreros que eran armados caballeros siguiendo todo un ritual de iniciación eran las gentes de armas del reino. Las gentes de armas no dependían directamente de la corona, sino que dependían de los señores a los que prestaban servicio. Desde siglos las gentes de armas vinieron a formar parte de la clientela de los grandes señores feudales. Cada gran señor tenía a su disposición un cierto número de gentes de armas. El rey también tenía sus gentes de armas que eran llamados los fideles o milites. También los condes y ciertos obispos poseían sus propias milicias.

Cuando el guerrero era armado caballero juraba fidelidad a su señor. El caballero proviene en general de una familia de linaje y eso le faculta para poseer un caballo y sus propias armas. El caballero por tanto no lucha por libre, sino que actúa en razón al vasallaje de su señor. El señor se encarga de remunerar sus servicios y de procurar el vestido y alimento al caballero que vive en la propia casa de su señor (los llamados caballeros de criazón). Cuando los caballeros eran remunerados con tierras y tenían sus propias casas eran llamados vasallos de soldada.

De este modo se fue configurando la idea del noble caballero que terminará de definirse en el segundo siglo. El noble caballero o paladín se convierte en una de las figuras más características de la Edad Media donde toman toda su relevancia las órdenes de caballería.




7.3 La España del Cid[63]

La figura del Cid emerge en un ambiente de contiendas con la llamada guerra de los tres Sanchos. El rey Sancho de Castilla (Sancho el fuerte o Sancho el valiente) es hijo de Fernando de León. Este rey tendrá que vérselas con otro rey Sancho Garcés IV rey de Pamplona y Nájera por el cobro de las parias de Zaragoza. Junto a este aparece otro tercer Sancho de Aragón, hijo de Ramiro I. El Sancho de Castilla entra en contienda con el de Navarra. Al final no se dio la disputa porque la reina Sancha de León falleció y los hijos de Fernando y Sancha entraron en disputas entre ellos. El rey Sancho navarro pide ayuda al Sancho aragonés. El alférez de Pamplona se llama Jimeno Garcés, el de Castilla Rodrigo Díaz de Vivar. Del primer pleito en el castillo de Pazuengos salió victorioso y desde entonces tomó el sobrenombre de Campi Doctor, el Cid Campeador.

El episodio recoge una de las más tristes tragedias de la Edad Media. Las contiendas se dan entre los tres hermanos, Alfonso (León), Sancho (Castilla) y García (Galicia y Portugal) y para más incentivo entra también Urraca, lo que terminará desembocando en una auténtica guerra civil que durará siete años.

Entre este triste escenario aparece la figura de Rodrigo Díaz de Vivar, el Campeador. El Campeador es víctima de estas contiendas. El Campeador que tomó juramento a Alfonso VI en Santa Gadea deja de ser alférez pero el rey Alfonso procuró tenerle contento otorgándole inmunidad a sus señoríos. Le otorgó un buen matrimonio con la dama Jimena Díaz, hija del conde de Oviedo.

El rey Alfonso peleándose con los moros de los reinos taifas de Sevilla y Granada urde una compleja maniobra. Por una parte envía al Cid a Sevilla gobernada por el rey para cobrar las parias y por otra parte envía a Granada a García Ordoñez para que la taifa granadina ataque a los moros de Sevilla. La jugada le salió mal a Alfonso porque del lado de al- Mutamid estaba el Cid a quien se le encomendó por el pago del tributo la protección pactada. El choque fue en Cabra, Córdoba y el ataque granadino acabó en desastre. En Ordoñez quedó abierta una herida difícil de cerrar y aquí comenzaron los problemas para el Campeador.

El Campeador incurrió en lo que se denominaba “ira regia” por caer en desgracia ante el rey y la sanción fue la pérdida del favor real, ruptura del vasallaje y el destierro. Al Campeador no le quedó otra opción que ofrecer sus servicios guerreros a quien pudiera pagarlos. La primera puerta a la que llamó fue los condes de Barcelona, pero al desestimar su ofrecimiento acudió a la taifa mora de al- Muqtadir, rey de Zaragoza, vinculado por lazos de vasallaje al rey de León y Castilla Alfonso. El Campeador se convirtió así en un caballero mozárabe, un guerrero cristiano en tierras del Islam. Tras un intento de reconciliación con el Rey Alfonso al que libró de una emboscada en Rueda, donde le rindió homenaje y le ofreció su espada, este no le agradeció ni reconoció su gesto. A partir de entonces comenzó a concebir la idea de construir una política propia, al servicio de la corona de León y Castilla, pero al margen del rey.

Tras la toma de Toledo por Alfonso VI el impulso de las tropas cristianas entran en Valencia, asedian Zaragoza y ponen rumbo a la conquista de Badajoz y Córdoba. Ante tal amenaza los reyes moros buscan una salida desesperada, llamar en su socorro a los almorávides, el poderoso reino musulmán que acaba de surgir en el norte de África. El gran contingente musulmán cruza la Península. Hacía mucho tiempo que no se veía en España un ejército moro de tales dimensiones. En tierras de Badajoz se librará la batalla de Sagrajas. Los reyes de León y Castilla y de Aragón y Navarra se unen ante el gran peligro que se les avecina. Junto a las huestes castellanas estaba Álvar Fáñez lugarteniente del Campeador. Aunque ambas partes quedaron mermadas, pese a todo el ejército almorávide salió victorioso y la expansión cristiana se vio así detenida.

El rey Alfonso frente a tal enemigo llamó a la Cruzada en Europa. Acudieron muchos caballeros con sus huestes, hasta gentes de la Borgoña. Pero el hecho más relevante fue la reconciliación entre Alfonso y el Campeador. Las huestes cristianas necesitaban de un líder que las capitaneara y este fue el Campeador. Alfonso lo reconoció como su alférez y le retornó el derecho de herencia y la posesión de todas las tierras que conquistase. Valencia va a convertirse en el principal centro de atención de la Reconquista. El emperador almorávide cruzó por segunda vez el mar para desembarcar en la Península. Alfonso VI reunió un gran ejército de dieciocho mil hombres y ordenó al Campeador para ponerse al frente. El Campeador fue nuevamente desterrado y en uso de sus derechos se pone al frente de un ejército como un caudillo guerrero y toma por base a Calamocha en Teruel, desde entonces tomará el apelativo del Cid.

En 1090 el rey Sancho Ramírez recibe una petición del rey mor de la taifa de Lérida para combatir a un cierto caballero llamado el Cid Campeador, que estaba haciendo estragos en Levante. Desde Calamocha proyectaba saquear Denia, Sagunto y Valencia. El rey taifa de Zaragoza avisó al Cid de lo que se preparaba. El Cid desmanteló el ejército catalán. La victoria de Trevar fue decisiva para el Cid. El conde Ramón Berenguer II quedó preso y el Cid se proclamó dueño absoluto de Levante. El Cid decidió emprender su gran gesta de tomar Valencia. Primero puso cerco al catillo de Juballa, después desplegó a sus tropas a Mestalla, Alcudia y Villanueva. Sitió Valencia y la ciudad después de un largo asedio, se rindió. La guarnición almorávide abandonó Valencia. La victoria fue completa tanto desde el punto de vista militar como político. Era la primera vez que el ejército almorávide se retiraba de una ciudad ya tomada. El Cid Campeador entró triunfal y fue recibido con euforia por los cristianos de la ciudad.

El emperador almorávide, Yusuf ben Tasfín, al enterarse de la caída de Valencia ordenó una expedición de recate. Esta vez los almorávides irán por mar. El 13 de septiembre de 1094 un enorme ejército desembarca en Cuart de Poblet, a pocos kilómetros de Valencia. La batalla de Cuart fue un prodigio de movilidad y astucia. El 25 de octubre el Cid salió de la ciudad contra la masa almorávide. En un momento determinado el Cid y sus jinetes se dieron media vuelta y huyen a Valencia (era una táctica que el Cid aprendió de los propios musulmanes llamada “tornafluye”). En aquel momento un enjambre de guerreros cristianos, el grueso de las huestes del Cid se precipitó sobre el campamento enemigo. La maniobra fue decisiva y la retaguardia almorávide quedó desmantelada.

Esta victoria supuso todo un giro para la Reconquista. Con la conquista de Valencia surgía un grueso escudo en Levante contra los almorávides que incluía además de Valencia Castellón, Cuenca, Teruel. Al norte, la taifa de Zaragoza quedaba también libre de la presión almorávide. Y en la parte cristiana, el reino de Aragón y el condado de Barcelona encontraron un aliado de indudable valor.




7.4 El Camino de Santiago

Durante las primeras décadas del S. IX, justo en el momento en que se estaba configurando el reino de Asturias, se produjo la aparición de los restos del apóstol Santiago. En este contexto se convirtió en patrón y protector del nuevo reino y defensor de la fe cristiana frente a los emiratos musulmanes que trataban de convertir al Islam.

Los Reyes cristianos favorecieron el crecimiento económico de sus reinos mediante la Fundación de villas ciudades a lo largo del camino poblaciones que al mismo tiempo contribuyan a reforzar el control político irreligioso eso explica que a finales del siglo XI Alfonso VI rey de León y Castilla y Sancho Ramírez soberano de Navarra fijarán el itinerario principal de la ruta. En el siglo XII los caminos de la peregrinación a Santiago habían quedado definidos. Los romeros desde el puerto de Somport se dirigían hacia Jaca. Las rutas tanto de Jaca cómo los que provenían de Francia por el pirineo francés convergían en el Puente de la Reina y desde allí el camino continuaba hacia Santo Domingo de la Calzada, las tierras de La Rioja, la Cuenca del Duero pasando por Burgos León y Astorga. El camino entraba en Ponferrada y Villafranca. En Galicia se pasaba por el Cebreiro, Portomarín, Triacastela y Palas de Rei hasta llegar finalmente a Santiago.

Para otorgar protección a los peregrinos se creó una legislación que imponía penas graves a quienes atentan contra sus personas las órdenes militares nacieron para proteger a los peregrinos que acudían a Tierra Santa y desempeñaron esta función en el Camino de Santiago. Así los templarios se instalaron en Villalcázar de Sirga y en Ponferrada, mientras que la orden de Santiago dirigía el hospital de San Marcos de León. Por su parte la Orden de los Hospitalarios controlaban el hospital de Órbigo. Cabe señalar que en la edad media los hospitales no eran instituciones dedicadas propiamente a la atención médica, sino que desempeñaban sobre todo funciones de atención y acogida a los peregrinos.  

Para favorecer el tránsito de los peregrinos reyes nobles instituciones eclesiásticas mejoraron las condiciones del Camino. Construyeron y repararon puentes, crearon hospitales y albergues de acogida y aliviaron los peajes, revitalizaron antiguos núcleos habitados y fundaron numerosas villas y ciudades. A estas otorgaron fueros con importantes privilegios destinados a atraer sobre todo a comerciantes y artesanos muchos de ellos extranjeros a los que la documentación alude con el término de francos. Estos núcleos se convirtieron en sedes de mercado y algunos recibieron el privilegio de celebración de ferias lo cual favoreció el desarrollo de las ciudades y de su naciente burguesía.

La conquista de Tudela en 1134 por Alfonso el batallador supuso la incorporación de una ciudad musulmana en la ruta el soberano concedió un plazo de un año a sus habitantes para abandonar el recinto urbano y muchos de ellos se establecieron en barrios extra muros o morerías dentro de la muralla los caballeros nobles hidalgos que habían colaborado en la conquista se repartieron las casas y el poblamiento Cristiano se vio reforzado con la llegada de nuevos habitantes los mozárabes cristianos que vivían en el Reino al andaluz y numerosos francos

Durante la edad media Burgos se convirtió en uno de los principales centros políticos y económicos de la península. El fuero otorgado a Burgos por Alfonso VI en el año 1103 reconoce la duplicidad de las poblaciones y la igualdad de privilegios concedidos tanto a francos como a castellanos. Siguiendo su camino lo mismo pasaría con León que adquiere gran importancia tanto a nivel político como socio económico y religioso convirtiéndose en capital del Reino. Con el traslado a León de las reliquias de San Isidoro por mandato de Fernando I de León la ciudad adquirió un importante papel simbólico y religioso.

Es innegable que el Camino de Santiago tuvo una extraordinaria importancia tanto como vehículo primordial de la fe del arte y de la cultura como para el desarrollo urbanístico de la repoblación urbana y el desarrollo económico del mundo feudal.






7.5 La Europa del año 1000 y la vía Francígena

Las otras grades rutas de peregrinaciones Roma y Jerusalén favorecieron este despliegue religioso y cultural de integración y unificación de Europa (se establecerían nexos entre los que serían los reinos de Inglaterra, Francia, Borgoña, de Italia que constituirían bajo Carlo Magno el imperio otomano).

Como hemos destacado en España el camino de Santiago lo mismo se diría de la Vía Francígena, (o “camino que viene de Francia hasta Roma y que luego se prolongaría hasta Brindisi y desde allí hasta Jerusalén”). Este camino se retrae al itinerario seguido por el arzobispo Sigerico. desde Canterbury a Roma. Esta ruta ha servido de base para establecer el llamado gran itinerario cultural Europeo.

Le Europa que cruzó Sigerico se encontraba en pleno tránsito de la Alta a la Baja Edad Media y muy cerca del año 1000. La parte occidental del continente vivía las últimas décadas del periodo que la historiografía ha denominado como «segundas invasiones».​ Los poderes locales y con ellos el feudalismo, se vieron muy reforzados en esta época debido a la incapacidad del poder central de hacer frente a la inseguridad que provocaron estas invasiones. ​ Con todo, «bajo una apariencia aún depresiva, la Cristiandad occidental comenzó a verse beneficiada por una secuencia de fenómenos pausados, lentos, a veces larvados, que especialmente a partir de mediados del siglo X arman una base muy firme para la expansión del siglo XI».​

La población europea conoció en el siglo X un crecimiento demográfico favorecido tanto por la mentalidad cristiana imperante que condujo a un aumento de la natalidad, como por los favorables condicionantes climáticos (ligero aumento de las temperaturas) que ayudaron a un entorno de mayor salubridad y producción agrícola que pudo sostener ese incremento de población. El progreso agrícola devino no solo de las circunstancias climáticas sino principalmente de lo que se ha denominado como la «revolución agrícola medieval» mediante la que una serie de mejoras técnicas existentes anteriormente se extendieron de manera generalizada y la superficie de cultivo aumentó por la roturación de nuevas tierras, desecación de pantanos y cultivo de laderas mediante bancales. ​ El comercio por su parte, comenzó a vencer los impedimentos morales, técnicos y de infraestructura que lo había limitado y experimentaba un progreso apoyado en los mercados semanales, el mantenimiento del sistema monetario carolingio (a pesar de la anarquía de acuñaciones por los señores locales), el incremento de la masa monetaria gracias a las nuevas minas de plata en Europa central así como el aumento de las exportaciones a las áreas económicas cercanas (Bizancio, califato de Córdoba y califato de Bagdad).

La Iglesia también había experimentado cambios favorables y comenzaba a dejar atrás tanto los años oscuros del papado como el proceso de feudalización de sedes episcopales y parroquias. El impulso de renovación surgió en los monasterios y su objetivo fue doble: por un lado, purificar el espíritu cristiano y por otro, lograr para la iglesia una mayor autonomía de actuación frente a los poderes laicos. El movimiento lo protagonizaron monjes con un alto nivel cultural y partió de áreas centrales del continente como Borgoña y Lorena; en él tuvieron un especial protagonismo los monasterios de Cluny (Borgoña) y Gorze (Lorena). Este nuevo ambiente religioso permitió —en contra de lo que comúnmente se piensa— que la proximidad del año 1000 no se viviese con una mentalidad apocalíptica por parte de una población europea inmersa en una tímida, pero clara recuperación.

La Vía Francígena también denominada como Itinerario de Sigerico o Vía Romea-Francígena4​ es el nombre oficial que recibe una ruta que discurre de norte a sur por el centro de Europa. Comienza en la ciudad inglesa de Canterbury y finaliza en Roma, concretamente en la plaza de San Pedro de la Ciudad del Vaticano. Este nombre oficial deviene de la extensión a toda la ruta de la denominación de una parte de ella, la que va desde Vercelli hasta Roma y que desde el medievo se ha conocido como Vía Francígena.

Este itinerario, en su trayecto completo, fue utilizado desde la Edad Media por los anglosajones como manera de llegar a Roma. Al camino se unían, en varios puntos de su recorrido, otras Vías Romeas utilizadas por peregrinos procedentes de diversas áreas del continente que también deseaban viajar a la ciudad de San Pedro.

La primera descripción completa que se dispone del itinerario es la que dejó el arzobispo de Canterbury Sigerico el Serio quien lo utilizó para volver de Roma en el año 990. Otras crónicas de peregrinaciones y viajes medievales han descrito también las partes de esta ruta que recorrían una vez que se unían a la misma. Tras varios estudios anteriores del itinerario seguido por Sigerico, durante los años 1980 se pudo reconstruir el mismo en buena medida y en 1990 se editó la primera guía moderna del camino completo.

A partir de entonces se ha desarrollado una infraestructura de marcado y señalización del recorrido así como de adecuación de alojamientos que permite actualmente utilizar esta ruta como vía para llegar a Roma caminando o en bicicleta. Gracias a sus características, el Consejo de Europa la reconoció en 1994 como «Itinerario Cultural Europeo» y posteriormente —en 2004— la incluyó entre los nueve «Grandes Itinerarios Culturales Europeos» que hoy en día (2016) cuentan con esa distinción.

Con todo, el estado actual de la Vía Francígena difiere sustancialmente entre los varios países que recorre y se da una clara contraposición entre las partes italiana y francesa. La primera está muy bien marcada, con buena infraestructura de alojamiento y disponibilidad gratuita de guías bien diseñadas; la segunda, en cambio, carece de una completa señalización, el alojamiento para peregrinos es escaso y las guías no son tan abundantes y detalladas como para Italia.

El itinerario se puede dividir en dos partes: una sería la «Vía Francígena» propiamente dicha que, como se ha mencionado, discurre en Italia entre Vercelli y Roma y proviene de un itinerario desarrollado por los lombardos en el siglo VII; la otra parte —entre Canterbury y Vercelli— sería una de las varias Vías Romeas que han existido en Europa utilizadas por los peregrinos provenientes de diversas áreas geográficas para llegar a Roma y que convergían en el antiguo recorrido lombardo.

El itinerario es heredero de las rutas naturales que desde la antigüedad unían el mar del Norte con el mediterráneo. Discurre uniendo notables lugares de la cristiandad como Canterbury, Reims, Besanzón, San Mauricio, Pavía, Siena o Viterbo y utiliza puntos estratégicos para salvar accidentes geográficos como montañas y ríos. Atraviesa tres cadenas montañosas (macizo del Jura, los Alpes y los Apeninos) y pasa por 13 regiones actuales situadas en cuatro países europeos (sin contar la Ciudad del Vaticano). Su largo trayecto está jalonado con abundantes monumentos y entornos geográficos de notable belleza, algunos de ellos catalogados como Patrimonio de la Humanidad. También se sitúan en su recorrido un buen número de tumbas de santos, las cuales, han sido en sí mismas destinos de peregrinación, carácter que mantienen actualmente algunas de ellas.

La ruta original tenía una longitud de 1760 km que Sigerico describió con la relación de 79 «estaciones» a lo largo de ella. Hoy en día recorre una distancia de 2040 km por los desvíos que el camino necesita hacer debido a que buena parte del trayecto original no puede ser recorrido a pie al ser actualmente autopistas, carreteras muy transitadas o vías de tren. Estos 2040 km se pueden dividir en 86 etapas por lo que se necesitan cerca de tres meses para recorrerlos. Su punto central es el paso alpino del Gran San Bernardo que permanece cerrado entre octubre y mayo en función de las condiciones meteorológicas, algo que determina las posibles fechas de inicio del viaje si se quiere atravesar a pie este puerto.

Dado que en diversas partes de la ruta convergen Vías Romeas con origen en otras áreas europeas, también es posible realizar el recorrido de peregrinación hasta Roma iniciándolo en España. Para ello se utiliza un itinerario formado por tramos del camino jacobeo y otras rutas que, recorridas en un sentido llevan a Santiago de Compostela y dirección contraria conducen a la unión en diferentes puntos con la Vía Francígena.


7.6 El año jubilar declarado en Roma en 1300

La tarde del 1 de enero del año 1300 una multitud de gente invadió la basílica de San Pedro en Roma al correrse la voz de que se concedería un perdón extraordinario por los pecados. El papá Bonifacio VIII promulgó la apertura del primer año Santo, el primer jubileo, que concedía la indulgencia plenaria a todos los peregrinos que visitasen las basílicas de San Pedro y San Pablo o a los peregrinos que durante 15 días visitaran Roma. Todo ello contribuyó a que Roma se consolidase como la nueva Jerusalén y se convirtiera en el principal centro de peregrinación de la cristiandad tras la pérdida de Tierra Santa.

Las rutas de las peregrinaciones consiguieron establecer comunicación entre las principales ciudades de Europa. El nuevo impulso religioso de las Cruzadas. El despertar de las peregrinaciones a las ciudades Santas Santiago, Roma y Jerusalén.




8. El esplendor medieval

              8.1 El auge de las ciudades medievales

Entre los S. XI y XIII Cambia el sombrío panorama que dejó la España vacíada. Comenzaron a sentarse monarquías y principados y la violencia retrocedió ante la autoridad de los soberanos y la predicación de la Iglesia. Se dejó atrás las concepciones milienaristas del fin del milenio y se empezó un nuevo ciclo excepcionalmente favorable que se prolongaría 300 años. Las cruzadas propiciaron intensas relaciones comerciales con la próspera civilización islámica. todo se alió para que resurgieran de las ciudades antiguas y brotaran nuevas ciudades. Las poblaciones del viejo mundo romano dieron paso a las ciudades medievales. Su actividad ese desarrollo en torno al comercio y una nueva expansión cultural. La nueva y vibrante economía aprovechó todo resquicio para expandirse de forma incontenible.  Sobre todo en España el resurgir del Camino de Santiago impulsado por el aire renovador de Cluny, a cuyo calor crecieron en España ciudades alimentadas por nuevos pobladores de más allá de los Pirineos. Por el camino también llegó el gótico y la era de las nuevas y grandes catedrales cargadas de un nuevo simbolismo. En torno a ellas surgieron las grandes ciudades medievales.

Cada obispo administraba una provincia desde la cátedra, la sede episcopal. En torno a la catedral se construyen edificaciones anexas, las casas del obispo, cabildo, canónigos, los hospitales, las escuelas y lo que serían las universidades como centros del saber y de la cultura.

La catedral constituía el centro físico y simbólico de la ciudad. Las catedrales, a través de las campanas, marcaban el ritmo de la ciudad. A partir del S. XIV se generaron los relojes para marcar la hora. En torno a las catedrales y las parroquias e iglesias comienzan a agruparse mercaderes, artesanos según su creencia o religión, según su procedencia u ocupación. Delante de las iglesias más representativas había un atrio normalmente porticado, llamado también “paraíso”. Era el lugar donde se reunían los fieles para las grandes fiestas, celebraciones- eran sedes de culto, sedes judiciales e incluso centros de diversión.




              8.2 La Escuela de traductores de Toledo[64]

Mientras el mapa de la España cristiana se iba recomponiendo otras muchas cosas decisivas estaban ocurriendo. Un acontecimiento singular de la Edad Media es el nacimiento de nuestras lenguas. También en la difusión de la cultura tiene enorme importancia la invención de la imprenta.

Desde la toma de Toledo por Alfonso VI, y constituida en la capital del Reino de León y Catilla, la ciudad se convirtió en un escenario fundamental para la historia de España. El primer arzobispo de Toledo era un monje cluniacense, Bernardo de Sauvetat, originalmente de Borgoña que llegó a desempeñar un papel principalísimo en el reino. A este arzobispo le sucedió en 1124 otro monje cluniacense Raimundo de Sauvetat. Continuó la obra de su sucesor instaurando además del rito mozárabe la liturgia romana. El rey Alfonso VII lo nombra Canciller de Castilla.

Con la idea de traducir todas las obras árabes al latín crea la Escuela de Traductores de Toledo que tendrá una importancia enorme para la cultura universal. En Toledo había innumerables obras clásicas del reino Al- Ándalus. Remontándonos al periodo romano, buena parte de la sabiduría grecolatina se tradujo al siríaco. Siglos más tarde, bajo la dominación musulmana, esas obras se verterían al árabe. Así llegaron las grandes bibliotecas califales de Córdoba de donde pasarían después a Toledo (desde el S, X hubo comunicación cultural entre la madrasa de Córdoba y los territorios cristianos). Estas obras recogían toda clase de materias científicas, disciplinas en las que la civilización árabe poseía anchos conocimientos. Había textos arábigos, persas, síricos, textos en hebreo, etc. Los mozárabes eran conocedores tanto del árabe como el romance. Había judíos que conocían el hebreo y clérigos que podían traducir del romance al latín.

En un principio no había una institución asentada en un lugar sino traductores que frecuentaban el estudio de los textos. El nombre de Escuela se atribuyó posteriormente a su trabajo. Tampoco fue fruto simplemente de la convivencia de tres culturas sino que fue iniciativa del poder cristiano y por particular deseo del obispo Raimundo.

El trabajo se organizaba mediante una cadena de traducciones sucesivas. El arzobispo encargaba a los mozárabes, cristianos que entendían el árabe. Las traducciones del árabe se pasaban al romance y los clérigos los traducían al latín. De igual manera los judíos traducían del árabe al hebreo y del hebreo al latín. Hubo pues muchos traductores, muchas traducciones y un efectivo trasvase de cultura acumulada por el islam a la civilización cristiana.

Las disciplinas eran muy variadas. Se traducía textos de filosofía de los clásicos griegos como Aristóteles y Platón, textos de Tolomeo o Euclides, la metafísica de Avicena, textos de astronomía, la Fons Vitae de Avicebrón. El 47 por ciento de las obras traducidas eran de cálculo y cosmología, el 21 por ciento de filosofía, el 20 por ciento de medicina, un 8 por ciento de religión, física y ciencias naturales, un 4 por ciento de alquimia y ciencias ocultas. Todo ello supuso un impulso cultural sin precedentes.

Años más tarde por impulso de Alfonso X el Sabio se desarrolló en Toledo una intensa vida cultural. Las obras no solo se traducen al latín sino del latín al romance es decir al castellano antiguo, al primitivo castellano, e incluso al francés. Con esta Escuela enriquecieron enormemente la cultura occidental, que pasó a ser patrimonio de la cultura cristiana.




              8.3 La primera orden militar en España[65]

Las ordenes militares como ya dijimos supusieron para los Reyes Católicos una herramienta de gran ayuda para mantener la seguridad de la unidad territorial frente a los otros poderes locales Se distribuyeron a lo largo de todo el territorio nacional: la Orden del Temple se instaló defendiendo a los peregrinos del Camino en Villalcázar de Sirga y en Ponferrada. La Orden de Santiago dirigía el hospital de San Marcos de León. La Orden de los Hospitalarios controlaban el hospital de Órbigo.

Las órdenes militares son en principio órdenes religiosas, monjes que eran a su vez guerreros y que originalmente surgen bajo el espíritu de las Cruzadas para proteger a los peregrinos y a los lugares santos. En 1099 surge la Orden del santo Sepulcro para proteger el Santo Sepulcro de Jerusalén. En 1104 la Orden Hospitalaria de San Juan (luego denominada Orden de Malta). En 1118 la Orden del Temple (los templarios), asociada al templo de Jerusalén.

Las órdenes militares no fueron innovación propiamente cristiana, eran propias del espíritu de la época. Surgieron también como replica de los monjes guerreros de estricta disciplina como loa tenía los propios almorávides en torno a sus madrasas.

La primera órden militar en España fue la Orden o Cofradía Militia Christi de Belchite promovida en 1122 por Alfonso I, el Batallador, rey de Aragón y de Navarra. Belchite era un punto crucial para la Reconquista. Después de la conquista de Zaragoza en 1118 quedaron abiertos extensísimos territorios al sur del Ebro. Estos territorios, muy poco poblados, constituían una amenaza permanente con las incursiones de los almorávides.  Los caballeros de la Militia Christi de Belchite aparece para asegurar puntos fuertes que protejan la repoblación, frenen los ataques de los musulmanes y proyecten la expansión de la Reconquista hacia el sur.




9. El final de una época y el principio de otra[66]

              9.1 La unificación de los reinos con los Reyes Católicos, el papel de Consejo real y de los concejos[67]

La situación de la península Ibérica en la segunda mitad del siglo XV era de una gran complejidad, así, el Reino nazarí de Granada se mantenía más o menos igual que al terminar las campañas del Estrecho. Precisamente la pérdida de este paso desde África había situado a este reducto musulmán en situación de inferioridad respecto a los cristianos al verse imposibilitados de recibir refuerzos a través del Magreb. Las esperanzas puestas en el entonces creciente imperio turco tampoco llegaron a materializarse.

La Reconquista fue más que una larga operación militar. La reconquista trajo la unificación no solo territorial sino institucional bajo una sola monarquía. Supuso la unificación de los reinos y la estructura de la nueva España de la cristiandad. La unidad de todos los reinos cristianos en una sola España con una nueva proyección en Europa y en el mundo. Al fin se empezó a reconfigurarse el mundo cristiano.

La imagen de los Reyes Católicos ha llegado hasta nuestros días como ejemplo de bien gobierno. El final de la reconquista va a permitir la expansión por el Mediterráneo y el Atlántico, además una política social basada en la alianza de la monarquía con la burguesía de las ciudades equilibra el poder de la nobleza y la Iglesia. Los Reyes católicos instauraron un sistema de gobierno a través del Real Consejo de Castilla y Aragón establecieron unos consejos altamente tecnificados, para cuyo funcionamiento contrataban letrados formados en las universidades que ellos mismos habían contribuido a reformar.

Asimismo, los Reyes Católicos consiguieron una reorganización institucional que sitúa la monarquía hispánica en la vanguardia de los Estados europeos del Renacimiento ayudada por el auge de la literatura castellana y el gran ciclo hispánico de los descubrimientos geográficos

El confesor de la reina, el andaluz Andrés Bernáldez, dejó escrito: “Reinó está muy noble y muy bien aventurada reina con el rey Fernando, su marido, en Castilla 29 años y 10 meses, en el cual tiempo fue en España el mayor triunfo honra y prosperidad que nunca España tuvo después de convertida a la fe católica ni antes” La buena imagen de estos monarcas empezó a labrarse por sus propios coetáneos que se esforzaron en transmitir la idea de que gracias a ellos sí había llegado a una nueva etapa histórica caracterizada por el orden la paz social la eficacia el respeto a las leyes y la grandeza de la monarquía en contraposición al caos de los reinados anteriores.

Para el logro de la Reconquista con la repoblación de las nuevas ciudades fue muy importante la figura de los Concejos. Tras la invasión musulmana, inmensos territorios de la España cristiana quedaron enteramente vacíos o poblaciones muy dispersas. La política repobladora consistirá en unir esos núcleos dispersos, agrupándolos bajo una muralla. Las nuevas ciudades se repueblan con nuevos vecinos de distintas procedencias (asturianos, gallegos, leoneses, zamoranos, bregancianos y junto a ellos los mozárabes y judíos). Es así como se construye la España medieval.

Las Cortes de León (la Carta Magna Leonesa) fue una innovación radical y se convirtieron, por iniciativa de Alfonso IX, en el primer parlamento democrático de Europa.

Con la paz lograda en el reinado de los Reyes Católicos cambió el modelo de la sociedad hasta entonces estructurada en un orden jerarquizado y segmentado. Se apuntó a la concepción de Estado monárquico que acabase con la hegemonía de la aristocracia burguesa y articulase los distintos estamentos de la sociedad.

La repoblación concejil fue un agente primordial de la colonización. A través de los Concejos (futuros Ayuntamientos) son las comunidades de aldea las que cobran relevancia bajo impulso de la propia corona. Así los vecinos de estas aldeas bajo el mando de delegados del poder real representan el orden y administran la ley. La corona otorga a estos concejos fueros específicos que regulan su vida colectiva. Este fue el camino de adquirir esa coherencia hasta hacerla cristalizar en una sociedad coherente tanto en formas de poblamiento como en formas de pensamiento y organización comunes.

La concepción de Estado inauguraba una concepción político-territorial que terminó con los enfrentamientos entre los reinos peninsulares. Los Reyes católicos acabaron con las pretensiones políticas de la aristocracia burguesa si bien concedieron a los nobles determinados privilegios. Las Cortes medievales fueron sustituidas por el Real Consejo de Castilla y Aragón sometidos al poder real. La Corona codificó la legislación y reorganizó la Hacienda pública, la milicia y la aplicación de la Justicia. Para el mantenimiento del orden público se creó la Santa Hermandad para controlar a la aristocracia y limitar el poder de las Ordenes Militares. Su política mantuvo el sometimiento de los distintos estamentos, nobleza, clero y municipios.

La estructura sociopolítica de la monarquía aunque mantenía un carácter corporativista, era evidente la posición de la alta burguesía y la posición del clero que seguía siendo relevante. Pero por primera vez se cuidó de la clase media y se atendió también a las clases más humildes. Las clases más modestas tanto rurales como urbanas conocieron un gran desarrollo. Se desarrolló no solo la clase trabajadora de agricultores sino los artesanos. Potenciaron la industria y el comercio. Poco a poco se fue dando un éxodo del campo a las ciudades con lo que vio alterado la composición del tejido urbano de las ciudades.

Podemos sin lugar a duda afirmar que el Reinado de los Reyes Católicos cambió la concepción y configuración del mundo conocido hasta entonces. La historia de España se abrió Al renacimiento y a la concepción de un nuevo paradigma. Renacimiento y Humanismo son términos prácticamente intercambiables que definen un periodo de la historia que forjó la mentalidad del hombre moderno.[68]




              9.2 El descubrimiento del Nuevo mundo

El año 1492 marcó para siempre la historia del mundo. Los Reyes Católicos no solo lograron expulsar a los judíos de sus reinos, emprendieron la conquista de las islas Canarias para establecer una base de operaciones en el océano Atlántico y establecieron en Ceuta y Melilla una cabeza de puente para el control del norte de África.

Pero sin duda la gran empresa fue la colonización del Nuevo Mundo. Con el descubrimiento del Nuevo Mundo, la unión dinástica de los Reyes Católicos significó a la larga una proyección internacional de España como potencia hegemónica europea. El descubrimiento del Nuevo mundo tuvo una proyección religiosa, cultural y comercial de índole completamente desbordante dando comienzo a una nueva etapa en la expansión de la cultura hispana en el Nuevo Continente. Para controlar los nuevos territorios los monarcas crearon la Casa de Contratación de Sevilla.

Como pago a los esfuerzos por difundir la fe en el nuevo continente los Reyes Católicos obtuvieron de Roma importantes concesiones que les permitieron supervisar los nombramientos de los altos cargos de la jerarquía eclesiástica y las rentas de las principales diócesis (La ley de las Indias).




              9.3 Un nuevo paradigma. El Imperio español

La Edad Media dio paso a la Edad moderna a través del nuevo Renacimiento. Si hay alguna época que pueda considerarse como “dorada” es el periodo que transcurre entre 1517 y 1621.

Los monarcas que inauguraron la nueva manera de ejercer el poder real fueron los Reyes Católicos, Luis XI, Francisco I, Enrique VII y Enrique VIII, Maximiliano I y Carlos V en el Sacro Imperio.

La tarea que llevaron a cabo los Reyes Católicos en España la realizó en Francia Francisco I y Enrique VIII en Inglaterra. El reinado de los Reyes Católicos supuso los cimientos del “nuevo orden” en el que se basaría la autoridad de los monarcas tanto hispanos como europeos durante los dos siglos siguientes.

Toda una serie de acontecimientos ocurridos entre finales del S. XV y principios del S, XVI pusieron las bases para que el joven príncipe flamenco Carlos de Hasburgo encabezará la mayor confederación dinástica conocida nunca en Europa. Carlos V se hizo cargo de los reinos de Castilla, Aragón y Nápoles. Los Países Bajos y el Sacro Imperio Romano germánico. Era la idea de la “monarchia universalis”, ya anhelada por Carlomagno que pretendía el dominio de todo el orbe europeo y cristiano.

El 24 de febrero de 1530 diez años después de su proclamación como emperador en Aquisgrán, recibió de nuevo en Bolonia la corona imperial de manos del papa Clemente VII. La monarquía universal perseguida por Carlos V llegó a sr una realidad con Felipe II. Su hegemonía excedía los límites del orbe europeo y cristiano y se extendía al mundo entero. Los dominios del Rey Prudente se extendieron por todos los continentes y océanos. Como contrapunto las guerras a las que se vio abocado para sostener tal imperio acabaron desangrando la Corona Castellana.

El dominio imperial fue inaudito de Felipe II (bajo su dominio no se ponía el sol). A la herencia recibida de su padre Carlos (Castilla y Aragón, los territorios de Italia anexionados como Nápoles, Flandes y los países Bajos y los territorios conquistados del Nuevo Mundo), añadió el reino de Portugal y sus vastas posesiones de ultramar. 

 


12 Conclusión: todo reino dividido será destruido.

Creo que este trabajo nos sirve para aprender una de las lecciones más importantes de nuestra historia. La historia la hacemos todos. Aunque es una historia de encuentros y desencuentros nos enseña que una nación se levanta con el esfuerzo de todos.

La historia de la mayoría de las civilizaciones es una historia del ascenso y caída de imperios. La historia nos muestra que la crisis y colapsos de imperios como fue el helénico o el romano hacen surgir otros nuevos.

El imperio romano gobernó sus dominios sobre los que se levantaría Europa como una unidad basada en sí misma pero no en la igualdad soberana de los estados. Roma supervivió con un extraordinario nivel de civilización sostenido por un conjunto de leyes y una defensa común. La crisis del mundo romano dio pie a la instauración del reino visigodo donde por primera vez se propició la unidad territorial bajo una sola entidad política. La invasión musulmana alteró la uniformidad territorial y dio lugar a una nueva organización política. El califato de Córdoba representó un momento de excepcional explosión cultural y artística. En el reino Al- Ándalus al comienzo convivieron hebreos, cristianos, y musulmanes. Luego se radicalizó y se desestructuró el reino con los reinos de taifas. Los cristianos aprovecharon este momento de debilidad para la posterior conquista cristiana.

La visión de la armonía, la igualdad y la unidad se promovió por el cristianismo. La cristiandad se mantuvo en una sociedad administrada por el poder civil y religioso donde poco a poco surgió el reclamo de los poderes feudales. La Edad Media trajo una multiplicidad de unidades políticas a través de un ejercicio general del poder. Muchos fueron los debates que marcaron y delinearon los diferentes reinos con fines militares y políticas diversas. La Edad Media no fue una época oscura e ignorante, por el contrario, fue una época de germinación del arte, la cultura, el saber que florecería poco después con la eclosión del Renacimiento.

La Edad Media fue un tiempo de grandes luces, se recibe el legado de la estructuración romana y el mundo del derecho, se estructura el mundo de las leyes gracias a la legislación visigoda. Se recibe el legado del saber musulmán en cuanto astrología, matemáticas, medicina estableciendo los puentes entre la tradición clásica y los conocimientos orientales. Con la renovación de Cluny y del Cister se pasa del mundo románico al gótico. Se levantan las grandes catedrales góticas. El castellano nace como lengua culta.

También hubo las sombras de los desencuentros y las luchas por el poder en ambos bandos. En la Edad media vimos no solo el declive musulmán debido a los continuos enfrentamientos entre los caudillos musulmanes que impedían organizarse para una defensa adecuada, también vimos los continuos enfrentamientos y luchas de poder en el bando cristiano lo que hizo ardua, dificultosa y lenta la empresa de la restauración del territorio.

Con los Reyes católicos se dio al fin la unidad territorial en España fusionándose la religión y la política en un solo construir. Se tendió a un modelo imperialista un solo imperio una sola fe y una soberanía bajo el emperador y el poder papal (para así restablecer la paz y el orden en la cristiandad). El emperador Carlos V, siguiendo el ejemplo de Carlomagno se comprometía a defender por todos los lados a la Iglesia de cualquier incursión de afuera (la defensa de la cristiandad contra los turcos otomanos y sus sustitutos en el sudeste de Europa y el norte de África).

Pero este modelo imperialista también haría quiebra. El propio emperador Carlos vio como la unidad religiosa como política del imperio se iba fracturando. Carlos resolvió abdicar de sus títulos dinásticos y dividir su vasto imperio, y lo hizo en una manera que refleja el pluralismo que había derrotado su búsqueda de la unidad. 

La Europa moderna hubo de prosperar en la fragmentación de poderes y abrazar sus propias divisiones. Hoy sabemos que el equilibrio del poder solo puede darse en un concepto de soberanía compartida y reparto de poderes que respete la multiplicidad de los estatus de la condición humana y la libertad. El pluralismo se convertiría en la característica principal del nuevo orden. Una reconstrucción del orden nacional sigue siendo el mayor desafío para la habilidad política en nuestro tiempo. Una lucha entre regiones podría ser incluso más debilitante que la lucha que ha habido entre las naciones. La búsqueda contemporánea del orden y la unidad nacional requerirá una estrategia coherente para establecer un concepto de orden dentro de las diversas regiones, y relacionar estas órdenes regionales entre sí. Debemos aspirar no solo a un orden nacional sino a un orden mundial de estados que afirman la dignidad individual y la gobernanza participativa, y cooperan internacionalmente de acuerdo con las reglas acordadas por todos. 

La unidad no puede lograse por imposición o a la fuerza, solo puede lograse mediante el reconocimiento a principios universales que deben combinarse con un reconocimiento de la realidad de las historias de cada una de las regiones y culturas. Y tenemos que hacerlo entre la corriente de la historia. La metáfora bien conocida de esto está en el fragmento que transmite que "uno no se puede pisar dos veces en el mismo río. Se puede pensar que la historia es un río, pero sus aguas serán siempre cambiando. cada generación será juzgada por si los problemas más grandes y más consecuentes del ser humano condición se han enfrentado, y se han tomado las decisiones más justas para lograrlo buscando el bien común de todos.

El trabajo nos ayudó a adentrarnos en el periodo tantas veces considerado oscuro de la “Edad Media” para tratar de ver sus luces y sus sombras. Lo cierto es que durante los diez siglos del primer milenio la historia nos enseña que convivieron juntos culturas y civilizaciones muy diversas. (lo que se ha venido a denominar la España de las tres culturas). Durante el segundo milenio este territorio multicultural trató de buscar su propia identidad y luchar por restablecer la unidad. De esas relaciones, no siempre pacíficas, pero tampoco tan crispadas como muchos han querido mostrar nació la España moderna de nuestros días.

Como lección para la España del presente donde vivimos en un marco europeo estable bajo una etapa democrática deberíamos de aprender el lenguaje de la conciliación y reconciliación no la de la confrontación y la oposición de bandos como posturas irreconciliables. Tenemos sed de encuentro, aunque esto pida el saber afrontar y confrontar. No es tiempo de dividir sino de unir fuerzas. Todo reino dividido no perdura, sucumbe, va a la ruina. Después de salir victoriosa de la cárcel de las discontinuidades, discordias, es tiempo de caminar juntos en una construcción en común. No podemos volver otra vez a los puños, las espadas, los arcabuces o las pistolas. Es tiempo de construir una nación justa y solidaria basada en el inalienable derecho de cada persona y el natural respeto debido al prójimo. Solo así podremos vivir en paz en un país abierto a Europa y al mundo construyendo juntos un futuro prometedor.

 

 

Bibliografía

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·       José Javier Esparza, Moros y Cristianos, La gran aventura de la España medieval, La Esfera de los libros, Madrid, 2011

·        María Pilar Queralt del Hierro, Historia de España, Susaeta Ediciones, Madrid, 2011

·        Dufourcq, Charles-Emmanuel; Gautier-Dalché, Charles-Emmanuel. La España cristiana en la Edad Media 1983

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·     García de Cortázar y Ruiz de Aguirre, José Ángel; Sesma Muñoz, José Ángel. Manual de historia medieval. 2014

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[1] José Javier Esparza, Moros y Cristianos, La gran aventura de la España medieval, La Esfera de los libros, Madrid, 2011

[2] BULLIET. R.W.: Conversio to Islam in the Medieval Period: An Essay in Quantitatitve History, Cambridge Mass. 1979, pp. 114-127. Ver la glosa que hace GLICK. T.: Cristianos y musulmanes en la Edad Media (711-1250), Madrid. 1991pp. 43-47.

[3] SERRANO, D.: "Dos fatuas sobre la expulsión de mozárabes al Magreb en 1126", en Anaquel de Estudios Árabes, nº 2 (1991) 162-182.

[4] Valdeón Baruque, Julio (2006). La Reconquista: El concepto de España. Espasa

[5] La Esfera, ed. (2018). La Reconquista Y España

[6] Confrontar Entre Castilla y Cataluña

[7] Confrontar El alma de España

[8] José Javier Esparza, Moros y Cristianos, La gran aventura de la España medieval, La Esfera de los libros, Madrid, 2011

[9] María Pilar Queralt del Hierro, Historia de España, Susaeta Ediciones, Madrid, 2011, pp. 38-42. Ver también en este mismo blog darmarperegrino.com, el artículo de la caída del imperio, julio 1920

[10] Valdeón, 2006, p. 69.

[11] Kinder, Hilgemann y Herg, 2007, p. 129.

[12] Valdeón, 2006, p. 81.

[13] Valdeón, 2006, p. 83.

[14] Valdeón, 2006, p. 81.

[15] Valdeón, 2006, p. 82

[16] Miranda García, Fermín; Guerrero Navarrete, Yolanda (2008). Historia de España medieval (Primera edición). Madrid: Sílex. pp. 48-49. 

[17] Kinder, Hilgemann y Herg, 2007, p. 193.

[18] Miranda García, Fermín; Guerrero Navarrete, Yolanda (2008). Historia de España medieval (Primera edición). Madrid: Sílex. p.50. 

[19] García de Cortázar y Sesma Muñoz, 2014, p. 124.

[20] Historia de España. Madrid: Santillana. 2005. p. 57.

[21] Ladero Quesada, 2014, p. 25.

[22] Ladero Quesada, 2014, p. 26.

[23] Ladero Quesada, 2014, p. 27.

[24] Ladero Quesada, 2014, p. 25.

[25] García de Cortázar y Sesma Muñoz, 2014, p. 125.

[26] Historia de España. Madrid: Santillana. 2005. p. 58.

[27] José Javier Esparza, Moros y Cristianos, La gran aventura de la España medieval, La Esfera de los libros, Madrid, 2011

[28] Historia de España. Madrid: Santillana. 2005. p. 58.

[29] María Pilar Queralt del Hierro, Historia de España, Susaeta Ediciones, Madrid, 2011

[30] Ladero Quesada, 2014, p. 26.

[31] Ladero Quesada, 2014, p. 83.

[32] Ladero Quesada, 2014, p. 83.

[33] Ladero Quesada, 2014, p. 28.

[34] Ladero Quesada, 2014, p. 29.

[35] Dufourcq y Gautier-Dalché, 1983, p. 14.

[36] Dufourcq y Gautier-Dalché, 1983, p. 14.

[37] Ladero Quesada, 2014, p. 84.

[38] Dufourcq y Gautier-Dalché, 1983, p. 15.

[39] Cánovas Martí, Lluís; Civit Rey, Antoni; Dotres Pelaz, Carlos; Jiménez Remacha, Roger; López Tossas, Emili; Puiferrat Oliva, Carles; Romeu Alemany, Antoni (2017). Atlas histórico de España (Segunda edición). Barcelona: Larousse. p. 43. 

[40] Historia de España. Madrid: Santillana. 2005. p. 59. 

[41] María Pilar Queralt del Hierro, Historia de España, Susaeta Ediciones, Madrid, 2011

[42] Ladero Quesada, 2014, p. 30.

[43] Ladero Quesada, 2014, p. 31.

[44] María Pilar Queralt del Hierro, Historia de España, Susaeta Ediciones, Madrid, 2011

[45] Ubieto, Antonio; Reglá, Juan; Jover, José María (1972). Introducción a la História de España. Barcelona: Teide. 

[46] Bofarull, Próspero: Colección de documentos inéditos de la Corona de Aragón. Vol IV: Orden del mismo don Ramiro, para que en adelante todos los que habían sido sus vasallos obedeciesen al conde de Barcelona

[47] Maria Pilar Queralt del Hierro, Historia de España, Susaeta Ediciones, Madrid, 2011

[48] Kinder, Hilgemann y Herg, 2007, p. 227.

[49] Kinder, Hilgemann y Herg, 2007, p. 228.

[50] «Cerámica de repoblación», 2017. 

[51] La Península Ibérica en la Edad Media: Los Reinos Cristianos - Modelos de repoblación y organización social

[52] Ladero Quesada, 2014, p. 88.

[53] Abilio Rabanal, Manuel; Lara Peinado, Federico (2017). Comentarios de textos históricos. Madrid: cátedra. pp. 105-106. 

[54] Artola, Miguel (1982). Textos fundamentales para la Historia. Madrid: Alianza Universidad. p. 93-94

[55] "Modern Jewish History: The Spanish Expulsion (1492)", The Jewish Virtual Library.

[56]  Ignacio Tofiño-Quesada, Censorship and Book Production in Spain During the Age of the IncunabulaGraduate Center, CUNY.

[57] María Pilar Queralt del Hierro, Historia de España, Susaeta Ediciones, Madrid, 2011, p. 66

[58] José Javier Esparza, La gran aventura del Reino de Asturias, La Esfera de los libros, Madrid, 2009, pp. 141-218

[59] José Javier Esparza, La gran aventura del Reino de Asturias, La Esfera de los libros, Madrid, 2009, pp. 235-266

[60] Norman Cohn, En pos del milenio

[61] Kelly Devries y otros, Las Cruzadas desde Dorilea hasta Varna (1097-1444), Saeta Ediciones, Madrid

[62] José Javier Esparza, La gran aventura del Reino de Asturias, La Esfera de los libros, Madrid, 2009, pp. 239-242

[63] José Javier Esparza, La gran aventura del Reino de Asturias, La Esfera de los libros, Madrid, 2009, pp. 343- 387; Ver también en este mismo blog darmarperegrino.com, el artículo del Cid Campeador, julio 1920

[64] José Javier Esparza, La gran aventura del Reino de Asturias, La Esfera de los libros, Madrid, 2009, pp. 519-523

[65] José Javier Esparza, La gran aventura del Reino de Asturias, La Esfera de los libros, Madrid, 2009, pp. 523-527; Ver también en este mismo blog darmarperegrino.com, el artículo Los caballeros y las Órdenes militares, ago 1920

[66] José Javier Esparza, La gran aventura del Reino de Asturias, La Esfera de los libros, Madrid, 2009, pp. 721-734; 

[67] José Javier Esparza, La gran aventura del Reino de Asturias, La Esfera de los libros, Madrid, 2009, pp. 527-529; Ver también en este mismo blog darmarperegrino.com, el artículo Un nuevo cambio de época Jun 1920. Queralt del Hierro, Historia de España, Susaeta Ediciones, Madrid, 2011, pp. 63-74