UN NUEVO HUMANISMO
- Introducción
Estamos en Adviento tiempo de prepararnos a la
celebración de la Navidad. El adentrarnos en el misterio de la Encarnación es
un verdadero tiempo de gracia, de renovación, una oportunidad enorme para
descubrir la nueva humanidad que nos ha abierto Cristo, que tiene a él
por origen y tiene a él como fin. Cristo Jesús es el Nuevo hombre que inaugura en
su carne una nueva humanidad y da origen a un nuevo humanismo.
Cristo viene a restituir a recomponer al hombre caído.
Vivimos en un tiempo de gran expectación e incertidumbre. Lo que parecía irrepetible a las atrocidades del S, XX vuelve a aparecer, guerras genocidios, destrucciones y por si fuera poco esta pandemia que ha trastocado todo el orden global. Asistimos a un tiempo de crisis, de salud, de economías, de ideologías. Aparecen de nuevo las preguntas existenciales ante tanto dolor y tanta muerte y nos preguntamos ¿qué sentido tiene la historia humana? ¿a dónde nos encaminamos como humanidad?
Este tiempo lo he pasado en Italia (Pavía y
Brindisi) y ha sido un tiempo privilegiado para ahondar en el misterio de la
Encarnación donde el Verbo de Dios quiso asumir toda nuestra humanidad. Si bien
a primera impresión frente a la humanidad tal y como la percibimos y dada la coyuntura
que vivimos uno se dejaría fácilmente llevar por el pesimismo y el escepticismo,
desearía que esta reflexión nos hiciera levantar la cabeza en alto para
ver mas allá de lo que percibimos.
Todos somos peregrinos en esta historia de
encuentros y desencuentros que es nuestra humanidad y en este camino se nos
invita no solo a ver lo inmediato de la realidad circundante sino a ascender. Trascender
y alzar la mirada hacia lo alto donde divisar un inmenso horizonte.
Quiero empezar con unos escritos de Tonino Bello que nos ayudo mucho en este sentido.
1.1 El primer
desafío a vencer es librarnos del miedo.
Señor líbranos del miedo. En el Primer Domingo de Adviento escuchábamos en el evangelio: "Los hombres morirán por miedo"... no el miedo a la oscuridad, los relámpagos, los truenos, los terremotos, las tormentas.
Hoy, los temores se
han movido. Se han transferido del cinturón cósmico al cinturón antropológico.
Ya no se articulan alrededor del núcleo de la naturaleza, se articulan
alrededor del corazón humano.
Hoy, no tenemos miedo
de la hambruna causada por la codicia de la tierra, sino de la carestía
producida por la codicia del hombre. Y del corazón humano nace y se desarrolla
la nube tóxica de los miedos contemporáneos. Miedo al sida, al ébola. Miedo a
Chernóbil. Miedo a Enechen, miedo al trigo radiactivo, miedo a los desechos
tóxicos, miedo al desequilibrio del ecosistema, miedo a la manipulación
genética.
Miedo al similar,
miedo al vecino, miedo a los que ponen en crisis nuestras pólizas de seguro, a
los que cuestionan nuestros consolidados sistemas de tranquilidad, si no de
hegemonía, miedo a los gitanos, a los migrantes, miedo a los marroquíes, miedo
al tercer mundo. Miedo a salir de casa, miedo a no encontrar trabajo, miedo a
la violencia, miedo al terror, miedo a la guerra, miedo al holocausto nuclear.
Miedo a este apocalipsis que se administra de la creciente producción de armas
y su escuálido comercio clandestino.
Miedo al otro, miedo
al diferente, al hombre... miedo humano... Cuántos miedos
Miedo a estos
protagonistas de las invasiones modernas, que llamamos bárbaras y sólo porque
sospechamos que este adjetivo debe pertenecernos a los pueblos civilizados, que
estamos destruyendo la civilización cristiana y que después de dos mil años de
cristianismo somos incapaces de aceptación evangélica.
Ante tantos temores y miedos ¿qué dice el Señor, qué dice el Evangelio de los anti-miedos?
"Levántate,
levanta la cabeza, no temas, tu liberación está cerca". (Evangelio del primer
domingo de Adviento)
(Tonino Bello, Le mie
notti insonni p. 77ss)
1.2 La inquietud hacia
el tercer milenio
Vivimos esta magnífica
y dramática hora de la historia, estos escenarios sobre los que las nuevas
culturas protagonistas de este tercer milenio que irrumpe en multitud. ¿Puede
la cultura tecnológica y cibernética tener algo que ver con eso, Señor? ¿Puede
la cultura radical que parece estar en proceso de reconstrucción reservar altar
para tu nombre? ¿Y las culturas posmodernas, postindustriales, postmarxistas...
contempladas en su areópago, donde los tribunos cuestionan hablar de
resurrección? ¿Y puede la cultura de la economía y el mercado preservar
alguna vez en sus juegos bursátiles un rincón para el dranma perdido? ¿Y
en el terreno del consumismo y la eficiencia encontrarás un agujero para
plantar tu mysterium crucis? Y en la
cultura de la guerra, que ocasionalmente celebra revaivals inquietantes, el mandamiento perenne puede encontrar
algún eco y reverberación: ¿No matarás?
Y la cultura del racismo y el nacionalismo y del bloqueo tranquilizador de las
ligas, cuya lógica última criminaliza lo diferente al borrarlo de su tejido,
¿cómo hace proponer la referencia evangélica a la existencia convivencial? Y la
cultura de la violencia y las drogas y el sexo, donde los eros y thanatos, en lugar de ser rivales, juegan el mismo juego
trágico de la desintegración y el nihilismo, ¿hay alguna zona libre donde
entregar la nostalgia de tu cara? ¿Y la cultura de los medios de comunicación,
de los cuales nuestros Johns están amortiguados, reserva terrones secretos para
la fecundación de tu Palabra? Y la cultura del arte será posible dejar claro
que la conmovedora e insatisfecha necesidad de comunión, inscrita en los
colores de un lienzo, y el sacramento de la inquietud que sólo puede ser
apaciguado en ti, Señor?. Y en las culturas de los musulmanes que pasan junto a
nosotros o de los caminantes hindúes, desembarcados desde costas lejanas, ¿será
posible encontrar alguna vez lagunas para el paso de la verdad? Tú lo sabes Señor.
(Tonino Bello. Il
vangelo del coraggio p. 169ss)
1.3 Deseosos de un mundo nuevo
Estamos deseosos de un mundo nuevo, de paz, de fraternidad, de respeto, de
trasparencia, sí tenemos nostalgia de trasparencia. Sufrimos una profunda crisis
del deseo. Probamos la náusea de la falsedad. No terminamos de abandonar el
vestido de la hipocresía. Vivimos en un momento histórico dramático
caracterizado por la cerrazón del presente donde se hace difícil vislumbrar el
futuro con esperanza. Sí tenemos crisis de esperanza. Vivimos en un mundo paralizado por el miedo al desastre
planetario y nuclear. Un mundo que vive traspasado de una cultura de muerte sin
un centro unificante. Una cultura fragmentaria en que cada fragmento pretende
ser el centro. La cerrazón en el presente asfixia el futuro. Sin la fe, sin la
presencia de Jesús no podemos ser profetas de esperanza. No nos faltará el amor,
la pasión, la intrepidez para anunciar el Reino de Dios.
(Tonino Bello, Il Vangelo del coragio p. 146ss)
1.4 Cuál la belleza
que salva el mundo
El mundo no persevera
en la catástrofe planetaria ni en la fuerza de la ley, ni en la sabiduría de
los doctos ni en la sagacidad de la diplomacia... toda belleza de la tierra y
solo una semilla áspera destinada a florecer en los invernaderos de Laso.
María nos ayuda a
establecer la civilización de la verdad y del amor, nos ayuda a vivir en
comunión de amor con el Señor y a estar fraternalmente unidos en la gran
familia de los hijos de Dios. Somos enviados a irradiar la luz de Cristo y a
comunicar el fuego del Espíritu por medio de nuestras vidas en todo el mundo en
la esperanza gozosa de la verdad del reino de Dios, de los nuevos cielos y de
la nueva tierra.
Haznos entender la
fuerza diabólica del mal y la destrucción. Cuando se rompe la comunión y la
comunicación con Dios, experimentamos división en nosotros mismos, entre
nosotros y con el mundo entero. Se rompe el sentido de filiación, hermandad y
familia, son signos de la profunda destrucción del hombre. El camino hacia la
comunión es doloroso, costoso, agotador y contaminado por el sufrimiento. Danos
el sabor de sentirnos familia en el círculo de los pobres de los que sufren y
abandonados. Empecemos por los caminos de la renovación y la transparencia.
(Tonino Bello, Maria
donna dei nostri giorni p. 106ss)
1.5 En el misterio de
la Encarnación, en Jesús se ha asumido y elevado la naturaleza humana.
La naturaleza humana
ha sido asumida por ti sin ser aniquilada. Lo has deificado, pero sin
destruirlo. La levantaste, pero sin violarla. La amabas con locura, pero sin
asfixiarla en los atracones. De este modo, nos habéis ofrecido el esbozo de
cómo hoy la fe debe situarse, con discreción y respeto, ante las culturas. Nos
dio el manual práctico de cómo la iglesia debe relacionarse con las
civilizaciones que cruza de vez en cuando en su camino multimilenario. Gracias,
por amarnos tanto, por modelar el estilo misionero de la Iglesia en su ejemplo.
No viniste a civilizar
a los pobres, sino a evangelizarlos. No descendiste para colonizarlos, sino
para hacer alianzas de pariedad y participación con nosotros. No habéis
considerado a la humanidad como un área agotada para ser ocupada, con la
arrogancia de los conquistadores, sino como un partner con el que
establecer y observar intensas relaciones bilaterales...
Queremos pedir perdón
cuando no hemos sido testigos de la reciprocidad. Juzgamos a los bárbaros
constitucionalmente incapaces de poder ofrecernos algo que aún no teníamos. En
resumen, queríamos dar solo sin recibir nada, para no contaminar nuestra
aristocracia puritana. Hemos olvidado que el don unilateral es la forma más
sutil de poder. Hay un crimen que nos disocia de ese modelo de respeto con el
que tú, Señor, te has acercado a nuestra naturaleza humana. Es la masacre de la
cultura que muchas veces se ha perpetrado con el silencio cómplice de nuestras
Iglesias destruyendo las grandes civilizaciones amerindias, violando las
grandes tradiciones religiosas de los incas o los aztecas o los mayas, e
inaugurando execrables estrategias del imperialismo económico, político, cultural
y religioso...
(Tonino Bello, Il
vangelo del coraggio p. 169ss)
1.6 Necesitamos de un
nuevo paradigma
La política utiliza la ideología como instrumento de análisis de la
realidad y como medio de intervención sobre ella. Cuando la ideología se
convierte en fin se transforma en utilitarismo, como absoluto totalizante. El
bien común debe permanecer como el fin último de la política (GS 75).
Necesitamos de un nuevo paradigma que meta al centro la persona adoptándola
como medida de todo empeño, como principio arquitectónico de cada elección,
como criterio axiológico supremo. La persona, no el cálculo de las partes. La persona
no la astucia del poder. La persona no el prestigio de las facciones.
(Tonino Bello, Vegliare nelle notte p. 48ss)
Jesús no solo nos revela el rostro de Dios
sino el rostro del hombre “He aquí al hombre”. Jesús es verdadero hijo
Dios e hijo del Hombre. Con su Encarnación se quiso unir a todo hombre para que
no hubiera nadie que se quedase excluido. Se hizo en todo igual a nosotros
menos en el pecado. Se hizo pobre entre los pobres, nació de María, vivió en
Nazareth, junto a José aprendió el oficio de carpintero, vivió el exilio y la
persecución, sufrió y murió por todos nosotros y el Padre lo resucitó para
tenerlo como intercesor y mediador para hacernos hijos en el Hijo y
abrirnos a todos el camino de salvación.
En un momento de la historia de la humanidad
donde tenemos una gran cantidad de conflictos sociales, políticos, éticos y
ambientales, así como un desarrollo tecnológico que pareciera escapa del
control de las personas, reconocer al Humanismo como un sistema de valores es
fundamental para un desarrollo de la sociedad más armónica y justa.
Sin embargo, la perspectiva que se ha tenido y
se tiene sobre lo que comprendemos por Humanismo va de la mano con el
desarrollo de nuevas perspectivas o visiones de mundo. En esta reflexión se
pretende promover un diálogo sobre lo que se comprende por un Nuevo Humanismo
desde la perspectiva del paradigma emergente y el concepto de comunicación como
parte fundamental de esta nueva perspectiva.
Así se expone el concepto del Nuevo
Humanismo y sus dimensiones, el concepto de la Tercera Cultura y la
comunicación como relación e interrelación, contraponiéndola al viejo y nuevo
paradigma y planteando propuestas desde la comunicación en sí y el silencio o
comunicación intrapersonal.
Desde esa mirada se brindan algunos aportes
sobre el nuevo humanismo desde los nuevos paradigmas y se profundiza en
una mirada de la comunicación como proceso humano en sí, porque el lenguaje es
el espejo de nuestras percepciones, de nuestros pensamientos, o sea que no
podemos hablar con un lenguaje economicista y pensar humanísticamente.
1.7 El nuevo humanismo
Este concepto integra los diferentes campos de
conocimiento, por lo que plantea la urgencia de que las personas que trabajamos
en la educación, dialoguemos y establezcamos relaciones desde la especificidad
de cada quién con los demás aportes que se dan en los otros campos y del
quehacer humano. Retomando como referentes, para ello, las propuestas
feministas, ecológicas y holistas; como aportes fundamentales para establecer
dichas relaciones, ya que permitirán dar el salto del humanismo ortodoxo
a un humanismo integral que permita mantener y mejorar la vida toda.
"Cada época debe tipificarse por una concepción del humanismo propia de la nueva circunstancia humana, cultural y social que se vive... Se plantea no obstante si todo cabe dentro del mismo saco , dentro del mismo concepto de humanismo integral. Si bien valoramos la creciente sensibilidad por la reivindicación de la igualdad del hombre y la mujer, la defensa de los menores y de los ancianos; el repudio a todas las formas de explotación o expoliación de los seres humanos, cualquiera sea su condición... también nos cuestionamos la ideología del género, la percepción del concepto de "género"; , la manipulación genética, la visión reductiva del cuerpo y de la sexualidad, nos hace plantearnos cuál es la visión del hombre y de la humanidad y si deben ser considerados todos los modelos (cuando estos responden a una visión utilitarista, hedonista, individualista, subjetivista) en el nuevo concepto de humanismo integral. Una cultura separada de la fe puede tener consecuencias desastrosas. Frente a un reclamo de autonomía absoluta se llega a la perdida del sentido de alteridad, de libertad, de la vida, del amor.
Básicamente se propone que el nuevo humanismo
integre las ciencias y las letras y ubica al ser humano como parte de la vida
en el planeta, como interdependiente de los demás seres y elementos;
transformando la propuesta original del humanismo que percibe al ser humano
como centro.
En cuanto a la significación que puede tener el
neohumanismo contemporáneo, (Torres) afirma que en la época de la
especialización un especialista que sólo conoce el campo en que es experto, no
es un especialista adecuado, porque debe ser capaz de apreciar la relación de
su propia especialidad con las más próximas y con el conjunto de los diversos
saberes-haceres.
"No puede haber buen manejo de la
disciplina en la que se es "experto", si no se es capaz de verla en
relación interdisciplinaria y, sistémicamente, en proyección trans-
disciplinaria" (Torres).
Y, un humanista de verdad, para el autor, debe
caracterizarse por ser "integrado culturalmente" y conocedor de la
realidad completa, para que pueda asumir ética y cognitivamente su papel.
En cuanto a la educación afirma que debe
contribuir a humanizar a la sociedad, convirtiéndola en una realidad
antropocéntrica, en que el producto del progreso esté al servicio de todos los
seres humanos, y no en contra de estos. Y, específicamente, durante la
Revolución Científica y Tecnológica (RCT) la educación tiene el mayor peso en
materia de humanizar al ser humano, durante la época en que pululan los
tecnócratas y los especialistas no integrados y cuando se corre más el riesgo
de atentar contra su esencia y su contingencia.
Para Torres, la RCT se caracteriza por los
equipos interdisciplinarios, por los conjuntos consolidados de docentes
investigadoras e investigadores, por profesionales que delegan en el equipo la
responsabilidad del conjunto de la labor. La inter- disciplinariedad es
expresión de la universidad dialógica, integrada a partir de la propia
estructura orgánica (Torres).
En cuanto a qué campos debe comprender un
nuevo humanismo, Pániker (en Dennett y otros) propone que:
-Debe poder enfrentarse con todos estos temas
- biología molecular, inteligencia artificial, teoría del caos, fractales,
biodiversidad, nano- tecnología, genoma, etc.- desde un cierto conocimiento de
causa.
-Debe poder recoger el arsenal (instrumental,
es menos bélico) de metáforas suministrado por las ciencias duras.
-Debe asumir ciertas reformas lingüísticas,
que superen el acondicionamiento de la vieja construcción aristotélica hecha de
sujeto, verbo y predicado, que es también el modelo cartesiano de cognición
sujeto — objeto. Ya no ha de ser tanto un humanismo clásico cuanto una
nueva hibridación entre ciencias y letras.
-Ha de estar atento no sólo a la ciencia sino
al mayor número posible de corrientes de pensamiento vivo.
-Debe ejercer la filosofía en un cruce
interdisciplinario y en conversación con todas las demás ciencias.
"... más allá de la conciencia de los
condicionamientos, más allá de la zona de claroscuro fronterizo de la ciencia,
más allá del concepto mismo de humanismo, se presiente la posibilidad de una
vía de acceso directo a lo real, en la que se diluyen, en general, todas las
dualidades, y especialmente la muy general entre sujeto y objeto"
(Pániker, en Dennett y otros).
1.8
Dimensiones
del nuevo humanismo
En cuanto a las dimensiones de este nuevo
humanismo Raúl Torres propone seis: holística, epistemológica,
cultural, humana, laboral y académica. Veamos cómo percibe para cada una:
Dimensión holística: Todas las disciplinas, sin distinción,
pueden conducir a la humanización del ser humano, más en conjunto que
particularmente cada una de ellas, en momentos en que la ciencia y la técnica
(tecnología) priman y que por tanto el destino de la humanidad depende de que
se las encuadre debidamente.
Dimensión epistemológica: se concibe la relación que existe entre la
intradisciplina entendida como la "interdisciplinar" de la disciplina
y que la especialización requiere ser compatibilizada con la visión de conjunto
que es preciso tener "dentro" de la propia especialidad. Es preciso
que tal disciplina se considere integrada a otras disciplinas y al conjunto del
saber. Dimensión cultural: que plantea que la cultura humana es una sola, es
propia de la especie humana y macroestructuralmente tiene unidad en la
diversidad; por lo que el neohumanismo debe propender a integrar las
culturas aisladas y particulares de ciertos especialistas y aunarlas en una
sola síntesis.
Dimensión humana: ser humanista significa propiciar una
cultura que privilegia la fraternidad humana, que rinde pleitesía a la otredad,
que hace de la solidaridad la tarea cotidiana, que respeta y valora al otro, a
la otra, como a sí misma y a sí mismo.
Dimensión cultural: se percibe desde que la dimensión humana del
trabajo no la da tanto el tipo de tarea que se desempeña (porque todo trabajo
tiene conexiones prácticas, técnicas e intelectuales) como la actitud con que
se enfrenta, la solidaridad, el espíritu de grupo, la capacidad de emulación,
de integración en el conjunto de la labor.
Dimensión académica: el humanismo universitario debe ser cultor y
practicante del tríptico de las tres funciones de la universidad (docencia,
investigación y acción social). La adopción de esta propuesta conlleva a que el
objetivo básico de la universidad sea propiciar de manera integrada estas seis
dimensiones del neohumanismo contemporáneo.
1.9 La tercera
cultura
El nuevo humanismo es llamado por algunas y algunos teóricos la Tercera
Cultura, y aboga por "restablecer la definición holística"
(Brockman, en Dennett y otros). "Hay alentadores indicios de
que la tercera cultura incluye en este momento a eruditos de las
humanidades que piensan del mismo modo que los científicos. Al igual que sus
colegas del ámbito de las ciencias, creen que hay un mundo real y que su labor
es comprenderlo y explicarlo... No se adhieren al dictamen de las autoridades
intelectuales: están dispuestos a cuestionar las ideas de cualquiera y, como
fruto de esos desafíos, crecen su comprensión y su conocimiento"
(Brockman, En Dennett y otros).
Pániker (Brockman, Dennett y otros)
afirma que la ciencia, a medida que profundiza en la estructura de la realidad
material, va arrojando también bastante luz sobre los condicionamientos de
nuestro pensar. Por lo cual la metafísica depende de la física. Tema que es
abordado por Capra en su texto "El punto crucial", en el cual afirma
que la humanidad está viviendo una crisis de percepción, en lo que concuerda
con Edgar Morín. Y Pániker agrega que:
-Las artes y las ciencias han empezado a
unirse de nuevo en una sola cultura: la tercera cultura. Ellos son los
nuevos humanistas.
-El nuevo humanismo es una exploración
de ese nuevo panorama intelectual, que incluye campos como la informática, la
cosmología, la cognición y la biología evolutiva.
Así, la tercera cultura se plantea como
la percepción de que los opuestos que hemos aprendido a ver como
irreconciliables, son complementarios; complementariedad que nos permitirá
construir el mundo que queremos: solidario, respetuoso, humano; en el que la
vida sea el centro y en el cual el ser y el hacer sean coherentes entre sí y no
irreconciliables, en que el ser se asimila al tener y el hacer es el medio para
tener pero también para ser.
1.10
Aspectos a retomar
Es oportuno enriquecer el proceso de reflexión
sobre este tema, desde el abordaje de temáticas que se derivan de las
propuestas sobre el nuevo humanismo, como:
-Interdisciplinariedad y transdisciplinariedad
y por tanto la necesidad de elaborar relaciones desde la especificidad de cada
persona y desde el reconocimiento de las miradas de las otras personas, cada
quien desde su especificidad. Al respecto Torres afirma que los
equipos de especialistas, al concretar la interdisciplinariedad, se mueven
dentro de un campo transdisciplinario, sea en el acuerdo con su especificidad.
-Urgencia de abordar en los procesos
educativos los temas que han venido desarrollando las ciencias como: biología
molecular, inteligencia artificial, teoría del caos, fractales, biodiversidad,
nanotecnología, genoma, la informática, la cosmología, la cognición y la
biología evolutiva.
-Concretar el nuevo humanismo en los
quehaceres universitarios en las relaciones con sí misma, sí mismo, y con las
demás personas con quienes interactuamos. Poniendo en práctica, por ejemplo,
propuestas como la ética del cuidado, de Leonardo Boff.
1.11 El Viejo y
nuevo paradigma de comunicación
El viejo paradigma del conocimiento es
producto de una revolución anterior en la comunicación producida por la
escritura, primero y por la imprenta después. En él la comunicación se realiza
por medio de la palabra -emitir-. Con el advenimiento de los medios
electrónicos estamos experimentando otra revolución comunicativa, un nuevo
paradigma que ha puesto en primer plano la comunicación y al mismo tiempo que
ha cuestionado nuestro concepto acerca de la misma (Pearce).
En el viejo paradigma el concepto de la
comunicación abarca tres aspectos:
-El lenguaje es representacional: nos habla de
lo que está afuera.
-Consiste en la transmisión de mensajes:
conseguir que los mensajes pasen de "aquí" a "allá" (asume
la linealidad).
-Define a la comunicación como un proceso
secundario.
En el nuevo paradigma, siempre desde Pearce,
hay coincidencia entre quienes se ubican en este, ya que:
-El lenguaje construye el mundo, no lo
representa.
-La función primaria del lenguaje es la
construcción de mundos humanos, no simplemente la transmisión de mensajes. La
comunicación es un proceso constructivo.
-La comunicación está en primer plano.
En cuanto a cómo pensar la comunicación las
personas interesadas en el nuevo paradigma no coinciden, están de acuerdo en
que el lenguaje construye el mundo, pero tienen dos propuestas al respecto:
-Donde vivimos inmersos en el lenguaje, y no
hay nada fuera de él "Primero fue el verbo".
-Donde vivimos inmersos en actividades
sociales de las cuales el lenguaje forma parte de todas ellas.
Quienes plantean y asumen la segunda propuesta
coinciden con Bateson (1994) por cuanto un punto de apoyo de la teoría de los
sistemas es el construccionismo social. Construccionismo que propone que la
sustancia de nuestros mundos sociales está compuesta por nuestro producir y
nuestro hacer (no por nuestro decir). Por ello se afirma que el nuevo paradigma
consiste en el pasaje de la teoría a la praxis.
Dos aspectos a retomar de esta propuesta son:
-Todo acto que realizamos es co-construido, ya
que los actos los realizamos en interacción social con otras y otros;
-La comunicación es un proceso circular,
porque es un proceso reflexivo.
(Papa Francisco, Discurso del nuovo umanesimo in Cristo Gesù, Catedral de
Firenze, 10, 11, 15)
1.12 En medio de
un cambio épocal
Hoy vivimos en una gran encrucijada, un cambio
épocal que ha puesto en crisis las bases de nuestra humanidad. El Papa Francisco
en su último viaje a Chipre y Grecia puntualizó que estamos viviendo la mayor crisis
humanitaria desde la Segunda Guerra mundial, nos encontramos ante la
emergencia de uno de los dramas más grandes de nuestro tiempo, el de
tantos hermanos y hermanas migrantes que no pueden ser dejados en la
indiferencia y vistos sólo como una carga. Cuánto se necesita hoy reconocer
el valor único que resplandece en todo hombre, en cada hermano. Reconocer
esta característica común de la humanidad es el punto de partida para
edificar la comunión.
El Papa también caracterizó la situación
política dominante del mundo occidental como “escepticismo democrático”.
La democracia está dando un paso atrás cuando propone una política del
bienestar y del bien vivir (well being) en lugar del bien común, dando
olvido al problema social central, la creciente desigualdad. Frente a los
populismos y autoritarismos quizás sea el momento de revalorizar la idea del
humanismo.
La democracia liberal
está en crisis porque ya no puede mediar en conflictos entre ciudadanos, que son cada
vez menos expresión de contrastes sociales, sino que están cada vez más
vinculados a diferencias culturales, éticas y religiosas. El populismo y el
autoritarismo hacen precario el sistema teórico liberal-democrático tradicional
y solo un nuevo proyecto educativo integral puede permitir que el sistema se
regenere. Este es el supuesto del que parten las reflexiones recogidas en el
libro "Construyendo democracia. Perspectivas educativas y cristianismo",
(primer volumen de la serie "Faros educativos" publicado por la
Libreria Editrice Vaticana y promovido por la Fundación Pontificia "Gravissimum
Educationis").
La Iglesia no es que
quiera dar soluciones técnicas a la política que ya se han implementado, sino
que como madre y maestra quiere crear un horizonte común para dar alma al mundo
y a la política de nuestros días y también a la democracia, que debe tratar con
las diferentes culturas y diferentes sociedades en las que vive la población de
hoy". El objetivo, dice, es "contribuir con esta presencia a unir a
los hombres en la búsqueda de fines comunes de los que la democracia es solo un
medio".
Lo que llama la
atención es que esta crisis hoy no solo afecte a las democracias recién
formadas, aquellas de las que cabría esperar que tropiecen en su camino, sino
que atraviesa las democracias más maduras, incluso las primeras democracias de
la historia del mundo occidental. Quizás, ser maduro significa estar
enganchado, es decir, tener tanta fuerza y arraigo en una idea de democracia
que está menguando que ya no es capaz con flexibilidad de afrontar los retos
del presente.
1.13 La Iglesia "experta en humanidad"
Como afirmó el Papa
Pablo VI, la Iglesia es de hecho "una experta en humanidad" y
su voz, explica el cardenal Giuseppe
Versaldi, prefecto de la
Congregación para la Educación Católica y presidente de Gravissimum
Educationis, "es esperada y deseada", en una época "marcada
por el declive de las ideologías".
Los
retos contemplan
no solo el replanteamiento y actualización de los valores comunes de la
democracia para hacer más inclusivas las comunidades de ciudadanos, sino
también el aporte de la antropología, la ética, las comunicaciones sociales,
la ciencia y la protección de los derechos humanos fundamentales. La
Doctrina Social de la Iglesia ha mostrado una notable previsión con respecto a
estos nuevos horizontes de la vida democrática, porque la democracia por
sí sola no es suficiente para crear la buena vida, la vida feliz, para
restaurar el reconocimiento y la dignidad, para implicar una idea del bien
común que es verdaderamente común y no simplemente el interés de la
mayoría.
Hemos de encontrar unas bases sólidas para lograr fines más amplios. "Dar alma a la
democracia" es, de hecho una responsabilidad de la Doctrina Social de la
Iglesia, porque la democracia "no puede ser simplemente un instrumento
para dar tiempo a quienes gobiernan y eliminarlos sin derramamiento de sangre,
sino que debe ser el sistema en el que, a través de la participación pública,
todos puedan colaborar en la felicidad mutua y la realización de los fines más
amplios".
(Michele Raviart, Democrazia, crisi di valori e educazione nel nuovo libro della Lev "Costruire
la Democrazia. Prospettive educative
e Cristianesimo", Citá del Vaticano 2019-11)
Vivimos ante un verdadero desafío, una gran crisis no solo de ideologías sino de sentido. Las ideologías que se creían acabadas continúan en realidad influyendo, con su lógica de contraposiciones, en las opciones de individuos y pueblos, produciendo nuevas y terribles violaciones y violencias. donde la verdad es negada el valor de la vida y del hombre es negado. La humanidad es denigrada dondequiera la violencia y el odio toman el puesto del amor, y la vejación, el de la justicia. Una lectura sintética de estos veinte siglos y más en concreto de los inicios de este milenio nos podría llevar a la conclusión que necesitamos rescatar una humanidad perdida. Como creyentes no nos dejamos envolver en las sombras de tantas muertes y buscamos la luz en la revelación. Solo la Pascua revela el significado profundo de la historia, una historia orientada a la victoria final del amor de Dios, de la cual es anticipo y promesa la Resurrección del Crucificado. Se trata de preguntarnos por
estas raíces que dieron origen a nuestra civilización cristiana y preguntarnos
sobre los porqués de esta crisis no solo de fe sino crisis de humanidad que
vivimos. Vamos pues a tratar de profundizar en ello.
2
VER:
ANALISIS DE LA REALIDAD
2.1
Una
antropología adecuada: Una antropología de la creatividad
El punto primero es
saber cómo, en tiempos de grandes cambios, el ser humano puede entenderse a sí
mismo de manera diferente que en el pasado. La respuesta del Papa se basa en un
texto de San Vicente de Lérins y concluye: "Uno crece en la comprensión de
la verdad. [...] Los exégetas y los teólogos ayudan a la Iglesia a madurar su
juicio. Las otras ciencias y su evolución también ayudan a la Iglesia en este
crecimiento de la comprensión. [...] Las formas en que se expresa la verdad
pueden ser multiformes, y esto es realmente necesario para transmitir el
mensaje evangélico en su significado inmutable". Esta respuesta
recuerda una convicción concerniente al ser humano: el ser humano se
caracteriza por su crecimiento y su capacidad de comprenderse a sí mismo.
Por lo tanto, hay que considerar dos elementos esenciales: por un lado, esta
capacidad de autocomprensión está animada por la búsqueda de la verdad; por el
otro, a través de este proceso de crecimiento se puede establecer la unidad.
Es por esta razón que,
frente a los cambios del tiempo presente, es tan importante comenzar con un
trabajo de discernimiento, al que la Iglesia debe hacer su propia contribución
con su reflexión y discernimiento entre las personas. En el corazón de la Iglesia,
las diferentes tradiciones pueden asumir la tarea de ser la "memoria
evangélica" de esta llamada a arriesgar la movilidad para la misión. Un
riesgo que puede asumirse, en las contradicciones y conflictos del mundo,
basado en la verdad y la unidad, considerado un don que nos precede y, al mismo
tiempo, el horizonte de la promesa (Jn 17, 11).
Uno podría expresar
esta creencia de manera diferente diciendo que el ser humano es capaz de
creatividad. Para responder a la urgencia de la renovación de la
evangelización, esta cualidad es ciertamente esencial. Sin embargo, también
debe ser guiado. A través de las enseñanzas del Papa Francisco, se pueden
identificar algunos criterios para asegurar el acompañamiento y la promoción de
esta creatividad.
El primer criterio, no
perder nunca de vista lo humano- es el que garantizaría la "validez del
pensamiento": "El hombre está en busca de sí mismo. [...]
¿Cuándo es inválida una expresión de pensamiento? Cuando el pensamiento pierde
de vista al humano, cuando incluso le teme al humano o se deja engañar por sí
mismo. [...] El pensamiento de la Iglesia debe recuperar el genio y comprender
cada vez mejor cómo el hombre se entiende a sí mismo hoy para desarrollar y
profundizar su enseñanza".
Tres palabras clave
indican las condiciones más favorables para el desarrollo de esta creatividad
(cf. su conversación con las revistas jesuitas):
diálogo, discernimiento, fronteras.
Diálogo, que "permite
siempre acercarse a la verdad, don de Dios, y enriquecerse mutuamente". A
través del diálogo, se pueden construir puentes en lugar de levantar muros. El
discernimiento que permite buscar y encontrar a Dios en todas las cosas:
"Dios está obrando en la vida de cada hombre y en la cultura: el Espíritu
sopla donde quiere". Las fronteras subrayan el drama de la
ruptura entre el Evangelio y la cultura: "Estáis llamados a contribuir a
sanar esta fractura que pasa también por el corazón de cada uno de vosotros y
de vuestros lectores".
Además de una única "cultura del encuentro", la antropología recogida en la Exhortación EG refuerza el papel desempeñado en la misión de la Iglesia, apuntando a la comunión -podríamos decir, promoviendo la capacidad de comunión del ser humano-, ya que "evangelizar es hacer presente al mundo el Reino de Dios" (EG 176), anunciando un Evangelio de promoción humana (EG 178), fraternidad y justicia (EG 179). Esta comunión será también fruto de la integración serena y gozosa de la diversidad cultural ("La gracia presupone la cultura, y el don de Dios se encarna en la cultura de quienes la reciben", EG 115). La inculturación (que podríamos llamar "transculturación") es constitutiva de la comunión eclesial ("Si se entiende bien, la diversidad cultural no amenaza la unidad de la Iglesia", EG 117). La evangelización, en la perspectiva de la comunión eclesial, se integra en la historia a través del modo de la esperanza: "La verdadera esperanza cristiana, que busca el Reino escatológico, siempre genera historia" (EG 181). El Papa Francisco invita a "despertar al mundo", no proponiendo utopías sino sabiendo crear "otros lugares" en los que se viva la lógica evangélica del don, la fraternidad, la aceptación de la diversidad y el amor mutuo. Este llamamiento es realista porque no se puede olvidar que, incluso si se considera en el horizonte de la esperanza, la historia humana se caracteriza por obstáculos a la comunión -estrechez de ideas, temores y malentendidos- que tales propuestas de utopías pueden eliminar.
Varios son los retos que se nos plantean, vamos a tratar de abordarlos empezando con algunos escritos de Tonino Bello que nos despiertan el anhelo de una mística de los ojos abiertos para dejarnos impactar y cuestionar por la realidad.
2.1
Abrir los
ojos a la realidad:
Señor danos ojos para poder contemplar. Abre nuestros ojos para contemplar tu acción en el silencio absorto del bosque, en la fuerza furiosa del mar, en la fragante emoción de la hierba, en el crepúsculo de la tarde. Este es un regalo que nos embriaga de felicidad porque nos permite mirar en las fugaces lagunas que dan a lo eterno. Lo hace brillar en las lágrimas de un niño, en la armonía del cuerpo de una mujer, en el encantamiento de sus ojos risueños y fugitivos, en el temblor blanco de los justicieros. Y es un regalo que nos dispersa porque esta riqueza se juega y se pierde en la mesa del tiempo. Esta belleza tiene su fuente. Todos estos dones se desvanecen inmediatamente y duran poco en nuestras manos rapaces, se dice inesperadamente al mal aliento de nuestra codicia abrasadora, pronto se contamina con el impacto de nuestros deseos latentes. En resumen, no sabemos cómo tratarlo. María danos un corazón tan puro como el tuyo. Devuélvenos a las ansiedades de las transparencias prístinas y quita la tristeza de tener que desviar los ojos de las cosas buenas de la vida para llevarnos al umbral de lo eterno.
(Tonino Bello. Maria donna di nostri giorni p. 106ss)
Cultivar no una mirada superficial sino una mirada de fe. Dios actúa y
lleva la historia. Dios realiza su plan de salvación a través de lo pequeño,
actúa en la debilidad. No hemos de sorprendernos de vernos una Iglesia pobre
pequeña y sin poderes, esto nos hace signo elocuente del Evangelio, del Dios
anunciado por Jesús que elige a los pequeños y a los pobres, que cambia la
historia con las proezas sencillas de los humildes.
Cultivar una mirada paciente y atenta. Saber leer los signos de los tiempos,
tener ojos para reconocer la obra que el Señor realiza en la vida de cada
persona es una historia sagrada. Estamos llamados a cultivar una mirada
paciente y atenta, a ser signos visibles y creíbles de la paciencia de Dios que
nunca deja a nadie fuera de casa, nadie privado de su tierno abrazo.
Saber también leer los signos de la crisis que vivimos. Vivimos una crisis de fe, una
crisis humanitaria, una crisis de humanidad. Con esta pandemia hemos
comprendido que las grandes cuestiones se afrontan juntos, porque en el mundo de
hoy las soluciones fragmentadas son inadecuadas. Están en juego personas, vidas
humanas. Está en juego el futuro de todos, que sólo será sereno si está
integrado. El futuro sólo será próspero si se reconcilia con los más débiles.
Porque cuando se rechaza a los pobres, se rechaza la paz. Cierres y
nacionalismos —nos enseña la historia— llevan a consecuencias desastrosas. Hemos
de respetar a los demás hombres y pueblos, así como su dignidad, y el
apasionado ejercicio de la fraternidad en orden a construir la paz» (Const.
past. Gaudium et spes, 78) El respeto a las personas y a los derechos humanos
debería ser salvaguardado siempre, y la dignidad de cada persona debería ser
antepuesta a todo.
El cansancio y la frustración, agudizados por la
crisis económica y pandémica, se perciben, pero no es levantando barreras (de
alambres y de púas) como se resuelven los problemas y se mejora la convivencia,
sino uniendo fuerzas para hacerse cargo de los demás según las posibilidades
reales de cada uno y en el respeto de la dignidad, poniendo siempre en primer
lugar el valor irrenunciable de la vida de todo hombre, de toda mujer, de toda
persona. Cito una vez más a Elie Wiesel: «Cuando las vidas humanas están en
peligro, cuando la dignidad humana está en peligro, los límites nacionales se
vuelven irrelevantes» (Discurso de aceptación del Premio Nobel de la paz, 10
diciembre 1986).
2.2
La mística
de los ojos abiertos
Abramos los ojos para ver: La pandemia nos ha
afectado globalmente, nos ha hecho sentir a todos en la misma barca, nos ha
hecho experimentar lo que significa tener los mismos miedos. Hemos comprendido que
las grandes cuestiones se afrontan juntos, porque en el mundo de hoy las
soluciones fragmentadas son inadecuadas. Hemos de abrirnos a la realidad y saber
ver los rostros, mirarlos a los ojos: ojos cargados de miedo y de esperanza,
ojos que han visto la violencia y la pobreza, ojos surcados por demasiadas
lágrimas. «El que les tiene miedo no los ha mirado a los ojos. El que les tiene
miedo no ha visto sus rostros. El que les tiene miedo no ve a sus hijos. Olvida
que la dignidad y la libertad trascienden el miedo y la división. la
inmigración es un problema del mundo» una crisis humanitaria que
concierne a todos. (Discurso, 16 abril 2016).
Miremos el rostro de los niños. Hallemos la
valentía de avergonzarnos ante ellos, que son inocentes y son el futuro. Sus
rostros Interpelan nuestras conciencias y nos preguntan: “¿Qué mundo nos
quieren dar?”. No escapemos rápidamente de las crudas imágenes de Lampedusa de
tantos pequeños cuerpos sin vida en las playas. El Mediterráneo, que durante
milenios ha unido pueblos diversos y tierras distantes, se está convirtiendo en
un frío cementerio sin lápidas. Esta gran cuenca de agua, cuna de tantas
civilizaciones, ahora parece un espejo de muerte. ¡No dejemos que el mare
nostrum se convierta en un desolador mare mortuum, ni que este lugar de
encuentro se vuelva un escenario de conflictos! No permitamos que este “mar de
los recuerdos” se transforme en el “mar del olvido”. Hermanos y hermanas, les
suplico: ¡detengamos este naufragio de civilización! (Papa
Francisco, Discurso a los refugiados, Centro acogida Mitilene, 5 Dic)
Superemos la parálisis del miedo, la indiferencia que mata, el cínico
desinterés que con guantes de seda condena a muerte a quienes están en los
márgenes. Afrontemos desde su raíz al pensamiento dominante, que gira en
torno al propio yo, a los propios egoísmos personales y nacionales, que se
convierten en medida y criterio de todo. Hemos de aprender a mirarnos a los
ojos, a ver sus rostros, sus ojos nos piden que no miremos a otra parte, que no
reneguemos de la humanidad que nos une, que hagamos nuestras sus historias y no
olvidemos sus dramas. Elie Wiesel, testigo de la tragedia más grande del siglo
pasado, escribió: «Me acerco a los hombres, mis hermanos, porque recuerdo
nuestro origen común, porque me niego a olvidar que su futuro es tan
importante como el mío» (From the Kingdom of Memory, Reminiscenses, Nueva
York, 1990, 10).
En esta crisis humanitaria que vivimos están en juego personas, vidas humanas. Está en juego el futuro de todos, que sólo será sereno si está integrado. El futuro sólo será próspero si se reconcilia con los más débiles. Porque cuando se rechaza a los pobres, se rechaza la paz. Cierres y nacionalismos —nos enseña la historia— llevan a consecuencias desastrosas. En efecto, como ha recordado el Concilio Vaticano II, «es absolutamente necesario el firme propósito de respetar a los demás hombres y pueblos, así como su dignidad, y el apasionado ejercicio de la fraternidad en orden a construir la paz» (Const. past. Gaudium et spes, 78).
Vivimos un cambio épocal, una verdadera transformación épocal, un cambio de paradigma de la visión del hombre y de lo humano, un paso a una condición que no es sólo otra variación del tema humano sino una alteración a una cosa totalmente diferente. Vivimos sin lugar a duda una crisis de fe que conlleva una crisis de la antropología contemporánea. Se habla de una antropología fluida como si el hombre no solo dejase de ser el centro sino que no contase más.
2.3 Las raíces de
nuestra civilización cristiana: Un humanismo en declive
Consideremos la larga lista de obispos que, en
los primeros siglos después de Cristo, evangelizaron, difundieron el Evangelio,
con palabra y obra, dieron forma y estructura a la vida de la comunidad
cristiana, y así sentaron, sin un proyecto preordenado, el fundamento de una
nueva civilización que, lentamente, dio rostro a nuestras tierras, como a todo
el continente europeo, a través de la acción generalizada de otros hombres de
Dios, como San Columbano y San Benito, quienes, con sus monjes y con el
florecimiento de monasterios, centros de fe, cultura y educación, han dado
forma al alma de los pueblos, han salvado el legado del mundo antiguo, han
generado una concepción del hombre y de la realidad, profundamente imbuida e
iluminada por la fe.
Obviamente, en la civilización cristiana
que encontró su expresión madura en los primeros siglos después de los Mil – la
era de San Francisco y Santo Domingo, Santo Tomás de Aquino y Dante Alighieri,
la era de las grandes catedrales y comunas libres – no han faltado sombras y
traiciones del Evangelio de Jesús mismo, hasta formas de violencia e
intolerancia que hoy condenamos con razón, aunque lamentablemente no faltan
ejemplos actuales de una mezcla perniciosa de violencia y religión, con luchas
de poder y formas de fanatismo y fundamentalismo que conocemos bien.
Somos pues conscientes también de las sombras: Las miserias y mezquindades de los hombres,
las luchas de poder, el condicionamiento de la historia también han marcado la
civilización cristiana medieval y ninguno de nosotros quiere volver al
pasado o soñar con la "restauración del cristianismo": sin embargo,
sería injusto y miope no reconocer el papel fundamental que la fe cristiana,
atestiguada por una multitud de santos y santos, hombres y mujeres que a menudo
se movían dentro del amplio horizonte de Europa, de ciudad en ciudad, de
universidad en universidad, de monasterio en monasterio, en la formación de la
conciencia europea, en la percepción del valor y la dignidad de la persona
humana, en el amor por la ciencia y en la pasión por investigar la realidad, en
el lento crecimiento de las prácticas democráticas, en el desarrollo de
instituciones sociales y culturales con una impronta humanística y religiosa al
mismo tiempo, como los hospitales, albergues de peregrinos, escuelas monásticas
y catedrales, universidades.
En aquellos lejanos siglos se dio la
construcción de iglesias y monasterios, con un marcado legado de una historia
cristiana, enriquecida en la modernidad y en los últimos siglos por nuevas
corrientes de pensamiento, por tradiciones ideales diferentes a la cristiana,
aunque incomprensibles sin la relación con la cultura y la experiencia
inspiradas en la fe, una relación, en algunos rasgos, dialéctica e incluso
violenta: pensamos sólo en los movimientos jacobinos y en el período de
Napoleón, en las fuertes tensiones sociales entre católicos, liberales y
socialistas en las primeras décadas del Estado unitario, en el enfrentamiento
vivo y duro entre filosofías positivistas y materialistas, presentes a finales
de los siglos XIX y XX en los círculos universitarios y culturales de Europa, y
la visión humanista cristiana de la Iglesia y de los exponentes del mundo
católico, activos en los mismos ambientes de pensamiento, investigación y
enseñanza.
(Mons. Corrado Obispo de Pavía, Homilía en la
Fiesta de San Siro, Catedral de Pavía, 9 Dic, 2021)
2.4 Un cambio épocal que conlleva luces y sombras
Vivimos, de hecho un cambio épocal, una época marcada por muchas contradicciones
que me limito a mencionar.
Por un lado de luces, en la experiencia y en la conciencia
generalizada, incluso en esta sociedad cada vez más secularizada, permanecen y
de hecho se manifiestan aspectos y convicciones que, al menos en la raíz, están
vinculados al cristianismo y su concepción ideal y moral: el sentido de la
dignidad de la persona y sus derechos intangibles, la solidaridad y la
participación de las necesidades y sufrimientos de los demás – pensamos en la
riqueza del voluntariado, en sus diversas expresiones o el florecimiento de
muchos gestos e iniciativas de servicio y caridad hacia los frágiles, los
pobres, las familias en dificultades, la promoción de las personas
"discapacitadas" para que adquieran formas de autonomía y puedan
poner en juego sus dones, sin ser lastimosamente reducidos a receptores solo de
cuidado, el cuidado de los enfermos con un cuidado de salud entendido como un
servicio para todos, el valor de la corporeidad, que pertenece a la visión
bíblica del hombre como una profunda unidad de espíritu y cuerpo. Y
podríamos seguir captando rasgos de sentimiento común que, ciertamente también
alimentados por otras corrientes de pensamiento y costumbre, surgen de un alma
naturaliter cristiana.
Por otro lado de sombras, por otro lado, hay fenómenos y orientaciones
ideales que son cada vez más ajenos a la fe cristiana, cada vez más distantes
de ese humanismo cristiano que, durante siglos, ha moldeado la vida de las
familias y de los individuos, ha creado actitudes e instituciones, y están
surgiendo cuestiones cruciales para el presente y el futuro de nuestras
sociedades, para el camino de las nuevas generaciones.
Me gustaría retomar, a modo de resumen,
algunos aspectos urgentes y críticos "el drama de los migrantes y
refugiados, con las escenas de rechazos y muros que se levantan, en la
indiferencia culpable de Europa, cada vez más retorcida sobre sí misma – el
Papa Francisco en el reciente viaje a Chipre y Grecia gritó: visitando el campo de refugiados en la isla
de Lesbos: "¡Por favor, detengan este naufragio de la civilización!
»; la necesidad de una transición ecológica, llevada a cabo de manera
equilibrada y progresiva; las cuestiones que tocan la identidad del hombre, que
corre el riesgo de ser oscurecida y borrada en los sueños del ciertamente
"transhumanismo"; la crisis demográfica, combinada con una
desconfianza en el futuro, y el crecimiento, en el Occidente rico y saciado, de
una mentalidad de muerte, que defiende el "derecho" al aborto,
la eutanasia y el suicidio asistido, en nombre de una libertad absoluta que
quiere disponer de sí misma totalmente; finalmente, la difusión de prácticas
como el útero alquilado y las diversas formas de fertilización artificial, que
transforman cada vez más la generación de un niño en un proceso de producción,
con el resultado de reducir al niño concebido a un objeto de comercio, tal vez,
una vez nacido, abandonado y dejado a otros, como la historia reciente del niño
"estacionado" durante un año en Ucrania ».
No faltan ejemplos de un extraño deseo de
borrar palabras y signos cristianos en las costumbres, por lo que, en nombre de
una tolerancia y respeto incomprendidos por toda identidad, llegamos al absurdo
de reducir la Navidad a una fiesta sin sentido y razón, no podemos nombrar el
evento del nacimiento de Jesús, tendemos a borrar los signos de la fiesta, como
el belén o los villancicos; en el mundo occidental, norteamericano y europeo,
crece la tendencia a demonizar todo un pasado determinado, y a inventar un
nuevo "lenguaje inclusivo" que censura las palabras originales de la
experiencia humana (madre, padre, hombre, mujer, maternidad, generación...),
intolerantes y violentas para quienes no se adaptan al "pensamiento
único".
En esta situación, ¿a qué palabra y testimonio
está en deuda la Iglesia?, ¿cuál es la contribución que como cristianos estamos
llamados a ofrecer hoy?
Observo, de hecho, un riesgo, bastante
extendido en el cristianismo actual: tener que hablar a un mundo cada vez
más cerrado a la trascendencia, que elimina a Dios y al misterio del horizonte
de la vida y que confía, a veces de manera exagerada, en la ciencia como única
forma de conocimiento válido y como solución a todos los problemas –
incluso un cierto énfasis en la fe en la ciencia frente al complejo desafío del
Covid va en esta dirección – nosotros los cristianos. Nosotros, cuando tomamos la palabra en la
esfera pública o nos dirigimos a una audiencia "secular", corremos el
riesgo de ocultar preguntas radicales, de limitarnos a buenos consejos de
comportamiento o de aceptar que la única forma apreciada de la presencia de la
Iglesia es la que se realiza en la caridad, en la organización de formas de
servicio y respuesta a las necesidades emergentes.
Solo un ejemplo: la inesperada circunstancia
de la pandemia, que se prolonga más de lo que imaginábamos, con todas sus
pesadas consecuencias sanitarias, sociales, psicológicas y espirituales, saca a
la luz la terrible fragilidad de una determinada y deformada visión de la
existencia, todo aplastado en lo inmediato, en el consumo, en la
acumulación de bienes y en el disfrute de emociones y "experiencias".
(Mons. Corrado Obispo de Pavía, Homilía en la
Fiesta de San Siro, Catedral de Pavía, 9 Dic, 2021)
2.5 Un cambio de
paradigma
Durante siglos la época de la historia de la
humanidad ha buscado y encontrado diversas nociones y visiones del hombre,
desde el anthropos helénico, al homo Viator que imita a Cristo, el
humanismo renacentista donde el hombre es el sujeto que evalua y decide por
sí mismo fruto del racionalismo, o el hombre que consume fruto del capitalismo.
Después del iluminismo se dio paso al agnosticismo con las tres figuras relevantes
Freud, Nietzsche y Marx. Incluso hoy con la postmodernidad podemos
hablar de un nuevo paso (el futurismo como primer movimiento artístico
de Noveccento proponía una revolución antropológica para crear el hombre
nuevo de la modernidad que lo identificaba con el triunfo de la máquina y de la
técnica).
Hoy se ha extrapolado el poder de la ciencia y
se ha perdido la dimensión no solo trascendente sino de la alteridad. Con el posthumanismo
y transhumanismo vivimos la propuesta de una transición radical. Se trata
de alguna manera de una extinción de la humanidad, al menos como nosotros la
conocemos en favor de una nueva realidad y un nuevo paradigma.
El posthumanismo es la versión desacralizada y democratizada
que propone no el santo sino el superhombre (superman, iron man). El
posthumanismo diluye la concepción del hombre como un ser destinado a
hibridarse y transformarse. No se pone límites ni de legalidad ni de normativa
sino que se da total vía libre a la biología, la técnica y la ciencia para
inventar cualquier tipo de ser con potencia sensorial y mental que sea con
plena salud sin límite de buscar su inmortalidad. (J. Habermas, Julian y Aldous
Huxley, Peter Sloterdijk, Sorgner, Peter Lang)
El transhumanismo como un estadio de transición mantiene al
menos cierta continuidad con algunas de las aspiraciones tradicionales, aunque
el hombre no sea el centro al menos la centralidad de una vida con su capacidad
de mutación, recombinación, autoreplicación, autoensamblamiento. Esta tesis se
sostiene desde el punto en que el hombre es un ser en crecimiento y que hasta
ahora no ha conseguido su mejor expresión. El posthumano es construido sobre la
capacidad de reactivar al interno del ser humano como si se tratase de ser de
laboratorio activado por un virus o una bacteria. (Nick Bostrom, Stefan
Lorenz Sogner, J. Harris, R. Kurzweil, Drexler)
Esta visión transhumana y posthumana es sumamente utilitarística, tiende a la
propia satisfacción ilimitada del placer, sofisticación de la salud, el
bienestar (well being) y la felicidad sin normatividad ni referencia
axiológica (Paradise engineering ) y el rechazo del sufrimiento y de la
muerte. Se mueve sobre el sueño de la perfección y la inmortalidad desde un
contexto meramente tecnocrático, individualista y biológico donde no se
distingue los confines entre el hombre y la máquina. Se rompe radicalmente con
la visión cristiana del hombre y la propia antropología cristiana. El hombre
deja de ser un ser espiritual con dimensión trascendente, un espíritu
encarnado (una unidad psicosomática). Se rompe el vínculo entre el cuerpo, la racionalidad y la libertad. El
progreso del hombre deja de ser un progreso integral que va de la mano de
una sensibilidad moral. Los valores morales son rechazados porque limitan la
autonomía y el control y se propone un derecho fundamental de ser lo que quiera
y lo que pueda. Se habla de natalidad biológica, del cuerpo incluso el cerebro
como una entidad material (body building, cuerpo robotizado, cerebro
biológico). Se va más allá de la ideología de género, no existe más la
identidad sexual ni étnico cultural sino un programa biológico de múltiples
variaciones y combinaciones (ingienería genética). Se habla de sexo virtual o
una pareja virtual. La capacidad central es la de la programación e información.
La salvación o liberación del hombre no tiene más un origen trascendente o
político sino tecnológico. Se habla de una nueva religión tecnocrática (una
religión de la ciencia sin límites). Se pierde el plano epistemológico y los
límites quedan difusos entre lo real y lo ficticio, lo efectivo y lo
imaginario, lo real y lo virtual, la utopía y la distopia. Los arquetipos del
Cristo y del Anticristo se diluyen hasta el punto de la semejanza.
3
JUZGAR:
Hemos pues de
preguntarnos sobre los porqués de esta
crisis. Dejarse cuestionar, interrogarse los porqués para poner remedio. Salir
del individualismo y la pretensión de la autosuficiencia.
Vivimos una crisis humanitaria, de falta
de solidaridad, de fraternidad, indiferencia. Salir de la parálisis que
provoca el miedo, sospecha, prejuicios. Hemos de superar las divisiones,
derribar los muros y cultivar el sueño de la unidad y la fraternidad
universal. No resignarnos frente a las divisiones del pasado. Se precisa la
necesaria purificación de la memoria histórica. Para reconciliarse
es necesario reconsiderar juntos su doloroso pasado y las heridas que
desgraciadamente éste sigue produciendo también hoy.
La pandemia, la crisis sanitaria y económica,
el cambio climático, la migración ponen en juego la propia identidad.
¿Quién somos? ¿Cuáles son nuestras raíces? ¿a dónde vamos?
Los movimientos del trans y posthumano conllevan una deshumanización, la humanidad queda
gravemente debilitada. El hombre queda reducido a un ser alienado, indiferenciado
y homogeneizado con la desaparición del alma, sin amor ni aspiración última
(tan solo el sueño de una liberación y perfección que busque la inmortalidad),
sin responsabilidad ni libre albedrío, nunca más sujeto de libertad, (sin
alteridad ni intersubjetividad, ni interioridad existencial) reducido a una
pura perfecta y eficiente funcionalidad. Se rompe con toda la tradición
humanística (teleología de la desencarnación). La ruptura de la naturaleza
humana no es solo con la ontología y la antropología tradicional sino con la
ética y la moral. La dicotomía entre perfección y transformación o entre
desencarnación e hibridación conlleva una homologación y una diversidad esfumada.
Más que hablar de un progreso o evolución sociocultural se habla de una
evolución biológica, tecnológica expuesta a la manipulación. La naturaleza
humana no solo queda mutilada, modificada o hibridada, sino negada.
3.1 Dejarnos
cuestionar y preguntamos
¿Dónde están las raíces de nuestra vocación
cristiana? En la misericordia de Dios. Nunca debemos olvidar eso. El Señor
no defrauda; su misericordia no defrauda. Siempre nos espera. No hay y no debe
haber muros en la Iglesia católica. Es una casa común, es el lugar de las
relaciones, es la convivencia de la diversidad. La diversidad de todos y, en
esa diversidad, la riqueza de la unidad. ¿Y quién hace la unidad? El Espíritu
Santo. Él es el autor de la diversidad y el autor de la armonía. (San Basilio
solía decirlo: “Ipse harmonia est”. Él es quien hace la diversidad de dones y
la unidad armoniosa de la Iglesia.) (Papa Francisco, paciencia para acoger lo
diferente y fraternidad, Encuentro en Chipre, 2 Dic)
Es un momento en el que las preguntas
inexorables del hombre sobre el significado de la vida y la muerte, sobre
el significado del sufrimiento humano, sobre lo que realmente vale y tiene
consistencia: aquellos que son leales a su propia experiencia, reconocen la
evidencia del límite que nos constituye como seres humanos, - no somos
dueños de la vida, ni de la nuestra, ni otros, y al mismo tiempo la fuerza
inagotable de un deseo de vida, plenitud, positividad que nada puede borrar.
Somos criaturas finitas y mortales, pero
llevamos dentro de nosotros una apertura al infinito, una inquietud que nos
hace vivos: hay como en nosotros un "punto de fuga" que rompe
el límite, lo aparente y nos abre de par en par al misterio, a Dios, a Aquel
que es razón y fundamento último de todo lo que existe.
Como cristianos, no podemos conformarnos, como
Iglesia, con repetir clichés o ser una buena agencia de servicios
socio-caritativos: "Una Iglesia que se limita a repetir palabras de
sabiduría, a dar consejos sobre el buen comportamiento social, tal vez
adaptándose, en ciertos campos, a un lenguaje genérico e "inclusivo",
o simplemente haciéndose eco de las recomendaciones del Estado y de la OMS, tal
vez encuentre escuchando, al menos aparentemente, entrará en el círculo de la
corrección política, pero al final se confundirá con otras agencias de
pensamiento y costumbres, y perderá su fuerza atractiva y su capacidad de ser
una "minoría creativa"» .
Como creyentes en el Señor de la vida, estamos
en deuda con el Evangelio, con el anuncio bueno y esperanzador que emana
del acontecimiento de Cristo, el Hijo de Dios que se convirtió en hijo del
hombre, que compartió todo el drama de nuestra condición humana, incluso con el
sufrimiento y la muerte, y que precisamente a través del valle oscuro del
dolor, asumido y conquistado por el amor, abrió para todos nosotros el paso
luminoso de la resurrección y la vida eterna.
El gran desafío que vivimos es cómo responder
a los grandes interrogantes que se nos presentan: ¿Qué significa ser humano?
¿dónde radica la dignidad del hombre? No podemos poner otro fundamento que el
ya puesto: Jesucristo.
Utilizando las propias palabras del Concilio
Vaticano II en su maravillosa constitución Gadium et spes (n. 10), la
Iglesia cree que Cristo el hombre nuevo, da al hombre luz y fuerzas para que
pueda responder a la grandeza de su identidad y de su vocación. El centro y el
fin de toda la historia humana se encuentra en Cristo. Solo a la luz de Cristo
se esclarece el misterio del hombre. A la luz de la fe se esclarecen las
preguntas más existenciales que el propio hombre se plantea, cuál es mi origen
y destino, cuál el sentido de la vida, del dolor y de la muerte.
El hombre es el único ser capaz de preguntarse
esos porqués (Víctor Frank: “el hombre en busca de sentido”) y no encuentra
respuesta sino a la luz de la revelación. Como dijo Juan Pablo II en su primera
encíclica Redemptor hominis (n. 10): el hombre que quiere comprenderse
hasta el fondo así mismo no puede hacerlo solamente según criterios parciales o
superficiales. El hombre debe con su inquietud, incertidumbre, debilidad y
pecaminosidad, con su vida y con su muerte acercarse a Cristo, entrar en él, en
el misterio de la Encarnación, muerte u resurrección para encontrarse así
mismo.
El hombre creado por Dios es un ser relacional
que busca a Dios (Karl Rahner; capax Dei). El hombre fue creado para
conocer, amar y servir a Dios su Creador (San Ignacio: principio y fundamento).
Dios creó al hombre con esta capacidad de trascenderse, capaz de relacionarse
con él, de entrar en comunión con él (imago Dei). Dios creó al hombre
para vivir en esta comunión con él y con los hermanos. Dios creó al hombre y la
mujer y lo puso como centro y culminación de todo lo creado. Todo cuanto existe
en la tierra lo puso Dios a disposición del hombre. El Dios de la vida creó al
hombre como ser viviente para tener una vida plena y feliz. La razón más alta
de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con
Dios. Desde su nacimiento el hombre es invitado al diálogo con Dios y solo puede
decirse que vive plenamente según la verdad cuando reconoce libremente ese amor
y se entrega por entero a su Creador (GS 19).
La razón no llega a esclarecer el misterio del
hombre. En verdad el misterio del hombre solo se esclarece a la luz del misterio
encarnado. Cristo. el nuevo hombre, es el que manifiesta plenamente el hombre
al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación. Cristo murió por
todos y la vocación última del hombre es la divina (GS 22).
La fe no se opone a la razón, sino que ilumina
la razón para poder conocer a Dios. La fe ilumina todo con una nueva luz y
manifiesta el plan divino y da respuesta a los interrogantes más profundos que
tiene el hombre. La crisis de humanidad que vivimos tiene como raíz una crisis
de fe. El eclipse de Dios lleva consigo el eclipse del hombre.
3.2 La cuestión
antropológica en la relación entre ciencia y técnica
Empezamos recogiendo
la síntesis de una Asamblea Plenaria sobre el nuevo humanismo y que ha elegido
la cuestión antropológica como tema central, proponiendo comprender las futuras
líneas de desarrollo de la ciencia y la tecnología. Destacamos algunas de las
intervenciones del Papa Francisco. Entre los muchos posibles temas de
discusión, su atención se ha centrado particularmente en tres temas.
En primer lugar, la
medicina y la genética, que nos permiten mirar dentro de la estructura más
íntima del ser humano e incluso intervenir en ella para modificarla. Nos
permiten erradicar enfermedades consideradas incurables hasta hace poco; pero
también abren la posibilidad de determinar a los seres humanos mediante la
"programación", por así decirlo, de algunas cualidades.
En segundo lugar, la
neurociencia ofrece cada vez más información sobre el funcionamiento del
cerebro humano. A través de ellos, las realidades fundamentales de la
antropología cristiana como el alma, la autoconciencia, la libertad aparecen
ahora bajo una luz sin precedentes e incluso pueden ser seriamente cuestionadas
por algunos.
Finalmente, los
increíbles avances de las máquinas autónomas y pensantes, que ya se han
convertido en parte en componentes de nuestra vida cotidiana, nos llevan a
reflexionar sobre lo que es específicamente humano y nos hace diferentes de las
máquinas.
Todos estos
desarrollos científicos y técnicos llevan a algunos a pensar que estamos en un
momento singular de la historia de la humanidad, casi en los albores de una
nueva era y el nacimiento de un nuevo ser humano, superior a lo que hemos
conocido hasta ahora.
Las preguntas y los
problemas a los que nos enfrentamos son realmente grandes y serios. Han sido en
parte anticipadas por la literatura y las películas de ciencia ficción,
haciéndose eco de los temores y expectativas de los hombres. Por eso, la
Iglesia, que sigue atentamente las alegrías y esperanzas, las angustias y los
temores de las personas de nuestro tiempo, quiere situar a la persona humana y
a las cuestiones que le conciernen en el centro de sus reflexiones.
3.3 La pregunta sobre el ser humano
La pregunta late en el
centro de la Sagrada Escritura "¿Qué es el hombre para que lo
recuerdes?" (Sal 8, 5) resuena en la Biblia desde sus primeras páginas y
ha acompañado todo el camino de Israel y de la Iglesia. A esta pregunta, la
Biblia misma ha ofrecido una respuesta antropológica que ya está esbozada en
Génesis y se extiende a lo largo de Apocalipsis, desarrollándose en torno a los
elementos fundamentales de la relación y la libertad. La relación se ramifica
según una triple dimensión: hacia la materia, la tierra y los animales; hacia
la trascendencia divina; hacia otros seres humanos. La libertad se expresa en
la autonomía, naturalmente relativa, y en las elecciones morales. Este sistema
fundamental ha sostenido durante siglos el pensamiento de una gran parte de la
humanidad y aún conserva su validez hoy en día. Pero, al mismo tiempo, hoy nos
damos cuenta de que los grandes principios y conceptos fundamentales de la
antropología a menudo se cuestionan también sobre la base de una mayor
conciencia de la complejidad de la condición humana y requieren un mayor
estudio.
La antropología es el horizonte de la
autocomprensión en el que todos nos movemos y también determina nuestra
concepción del mundo y las elecciones existenciales y éticas. En nuestros días,
a menudo se ha convertido en un horizonte fluido y cambiante, en virtud de los
cambios socioeconómicos, los movimientos de población y las comparaciones
interculturales relacionadas, pero también la difusión de una cultura global y,
sobre todo, los increíbles descubrimientos de la ciencia y la tecnología.
3.4 ¿Cómo reaccionar ante estos desafíos?
En primer lugar,
debemos expresar nuestra gratitud a los hombres y mujeres de la ciencia por sus
esfuerzos y compromiso con la humanidad. Esta apreciación de las ciencias, que
no siempre hemos podido manifestar, encuentra su fundamento último en el plan
de Dios que "nos eligió antes de la creación del mundo [...]
predestinarnos a ser sus hijos adoptivos" (Ef 1, 3-5) y que nos confió el
cuidado de la creación: "cultivar y proteger" la tierra (cf. Gn 2,
15). Precisamente porque el hombre es imagen y semejanza de un Dios que creó el
mundo a partir del amor, el cuidado de toda la creación debe seguir la lógica
de la gratuidad y el amor, del servicio, y no la de la dominación y la
arrogancia.
La ciencia y la
tecnología nos han ayudado a profundizar en los límites del conocimiento de la
naturaleza, y en particular del ser humano. Pero ellos por sí solos no son
suficientes para dar todas las respuestas. Hoy nos damos cuenta
cada vez más de que es necesario recurrir a los tesoros de la sabiduría
conservados en las tradiciones religiosas, de la sabiduría popular, de la literatura
y de las artes, que tocan en profundidad el misterio de la existencia humana,
sin olvidar, incluso redescubriendo los contenidos en la filosofía y la
teología.
Como he querido
afirmar en la encíclica Laudato sì': "La urgente necesidad del humanismo,
que apela a las diversas formas de conocimiento [...] para una visión más
integral e integral" (n. 141), para superar la trágica división entre las
"dos culturas", la humanista-literaria teológica y la científica, que
conduce al empobrecimiento mutuo, y para fomentar un mayor diálogo también
entre la Iglesia, la comunidad de creyentes y la comunidad científica.
La Iglesia, por su
parte, ofrece algunos grandes principios para apoyar este diálogo.
La primera es la
centralidad de la persona humana, que debe considerarse un fin y no un medio. Debe
colocarse en una relación armoniosa con la creación, por lo tanto, no como un
déspota sobre la herencia de Dios, sino como un guardián amoroso de la obra del
Creador.
El segundo principio
que debe recordarse es el del destino universal de los bienes, que también se
refiere a los del conocimiento y la tecnología. El progreso científico y
tecnológico sirve al bien de toda la humanidad y sus beneficios no pueden
beneficiar sólo a unos pocos. De esta manera, el futuro evitará que el futuro
agregue nuevas desigualdades basadas en el conocimiento y aumente la brecha
entre ricos y pobres. Las decisiones importantes sobre la orientación de la
investigación científica y las inversiones en ella deben ser tomadas por la sociedad
en su conjunto y no dictadas solo por las reglas del mercado o por el interés
de unos pocos.
Finalmente, el
principio sigue siendo que no todo lo que es técnicamente posible o factible
es, por lo tanto, éticamente aceptable en sí mismo. La ciencia, como cualquier
otra actividad humana, sabe que tiene límites al respeto por el bien de la
humanidad misma, y necesita un sentido de responsabilidad ética. La verdadera
medida del progreso, como recordó el beato Pablo VI, es la que apunta al bien
de cada hombre y de todo el hombre.
(El nuevo
humanismo y la comunicación, Revista de Humanidades Universidad Costa Rica, 24,
06,11)
4
ACTUAR:
“El universo gime y sufre dolores de parto, y no solo el universo,
sino nosotros mismos, aunque se nos dio el Espíritu como un anticipo de lo que
seremos, gemimos en nuestro interior esperando el día en que Dios nos libere.
Hemos sido salvados en esperanza y esperamos cosas que no vemos, con paciencia
las esperamos” (Rm 8, 22ss)
Inicio con una pequeña reseña de Carlos
Carreto desde una imagen tremendamente sugerente donde toda la humanidad se
percibe en el vientre de Dios como una realidad dinámica que está en gestación…
en dolores de parto. Vivimos en el vientre en el vientre de la historia, en el
vientre de lo contingente, en la dinámica del devenir. Sólo el Apocalipsis nos
abrirá al fin de los tiempos las puertas de acceso a la trascendencia divina,
al más allá de las cosas. Y entonces veremos a Dios cara a cara. Pero entonces
todo estará ya cumplido y explicado. Antes sólo nos toca esperar… ¿Podrá, tal
vez, resistirle el acero de nuestra civilización tecnológica? ¿Podrá, tal vez,
resistirle la mastodóntica realidad actual? ¿Y esta civilización de la ciencia
y la cultura? ¿Y las civilizaciones venideras, las del futuro, podrán resistir
al tiempo, al viento y al sol?... Si acaso hay algún lazo, es el del símbolo,
no el de la realidad. Si acaso existe un lazo, se halla en el fuego del amor y en
la transparencia de la caridad que nos sirvieron en la construcción de la
ciudad terrena. Los nuevos cielos y la nueva tierra prometidos por el Espíritu
y sustancia de nuestra fe, serán nuevos de verdad”. (Carlos Carreto, más
allá de las cosas)
Vuelvo a remitirme a algunos escritos de
Tonino Bello que nos empujan a creer en esta nueva humanidad a la espera de los
nuevos cielos y la nueva tierra.
Deseo de transparencia
deseo de transparencia que entonces es el
deseo de comunicación con las cosas en primer lugar ¿pero como lo haces?
Diríase que las cosas han perdido su lenguaje simple y sobrio limpio o más bien
el idioma que hablan ya no traduce su misterio que yace en el estante del hogar.
Veo leche en el grembo de la cabra que de vez en cuando rompe al exterior con
un silencio velado de la noche y blanco como la leche es enviada a Mozambique
tiene toneladas de cartones después del desastre de Chernobyl, en la esquina
del suelo yace una pila de grano rubio como lo es al grano radiactivo atrapado
en alta mar
Se respira la duda de los gases tóxicos con el
agua de las fuentes fluye la emboscada de la contaminación con las carnes de rastrojos,
la sospecha de trucos anabólicos y en el embalaje brillante de los productos
alimenticios se puede ver el sello de alquimia oscura.
deseo de transparencia ese deseo de comunicación con las
cosas sí pero también de relaciones reales con personas, nostalgia por ojos de extraños,
deseo de miradas claras, ansiedad de gestos simples, quería las palabras clave
pero ¿cómo confías en las personas hoy cuando sabes que bajo la suave
superficie del camino que pisoteas hay el dispositivo de cien escollos montados
en tu detrimento. Lo que frena los impulsos no es la difusión de lo turbio, no,
este gracias al cielo, la tierra no está realmente podrida por completo sino contaminada
por el miedo, como en una ruleta rusa el riesgo se concentra por casualidad en
la persona que en ese momento tiene que ver contigo, ese caballero de doble
pecho es un comentarista lombardo o un padrino de la mafia, ese digno hombre de
negocios es un diácono permanente o un turbio funcionario narcotraficante que forma
parte de la parroquia cáritas o es un afiliado de los dos. En la bolsa de ese
oficinista hay la imitación de Cristo o la facturación de la venta clandestina
de minas antitanque a países del tercer mundo ese tipo inquieto que deambula
por los pasillos de Via del Babuino y un director gerente de Rai Cavaliere
además del Santo Sepulcro entonces el consultor de un lobby esotérico de
emisoras privadas el que llama a mi puerta.
nostalgia y conmovedora transparencia. Los eventos están
inmersos en la niebla, han perdido su secuencia lineal, la brillante franja de
hechos emerge por un poco debajo del ojo pero no es muy conocido por dónde
comienza y a través del cual laberintos va a consumir, quién es el jefe de los
grandes consorcios económicos que decide una caída bursátil, hoy el cerebro de
una multinacional reside todo en un solo cráneo o se descentraliza en cien cráneos
como las acciones que se rompen en cien carteras, quién está detrás de las
grandes agencias de información, quién es el que dibuja la ingeniería de los
grandes actos de terrorismo, en que misteriosas sedes se toman las decisiones
estratégicas de una alianza militar, el gran viejo existe realmente el gran
anciano o es solo el último conveniente para privarnos incluso del derecho de
indignación y poder finalmente tomarlo con alguien que tiene nombre apellido
dirección y código fiscal. Escándalos sísmicos bancarios de ambigüedades,
relación depredadora con el dinero público, procesos que son cloacas enterradas
que engañan a las competiciones públicas, que maniobran los resultados
deportivos, que pilotan anfetaminas, que hacen estallar a los atletas que
vuelan récords.
Deseo de transparencia para leer en transparencia, para poder ver más allá del confín del cuerpo en
este lado del cristal e ir más allá al alma, ir más allá del grosor del
alabastro para saborear la fragancia del aceite del verdadero Nardo, trepar por
la pared de la sombra de lo que parece para poder captar la intimidad de lo que
se vive en las profundidades de las cosas. Poder adentrarte en la vida interior
de la persona que está frente a ti para intuir
el misterio y superar el banco de niebla de eventos, para comprender las
líneas de tendencia y captar su significado definitivo leído con transparencia
Estamos sedientos de transparencia quizás de una manera distorsionada queremos ver más allá pero no sabemos cómo
superar las costras de la materia para captar la esencia de las cosas. Cuando
estaba de visita en la ciudad me detuve en el teatro del odeón escuché declamar
por parte de un actor algunos fragmentos de Eráclito, uno que dijo que la
naturaleza íntima de las cosas ama esconderse. Es cierto que hoy, sin embargo,
esta naturaleza íntima de las cosas en lugar de sacarla de sus escondites para
contemplarla como una reverberación de Dios queremos poseerla con fines de dominación
ya que aquí es tensa encabezada por magos y hechiceros. Incluso en nuestro
siglo hay una increíble búsqueda de poderes ocultos pero no de la verdad,
adivinos y astrólogos y hechiceros pueblan nuestros distritos invaden incluso
la televisión estatal y al comienzo del nuevo año aparecen silenciosamente en
las pantallas junto al Monje que ha terminado de explicar el Evangelio. Salen a
competir con los horóscopos a los vaticinios de Ezequiel y a solapar con sus
exorcismos a la figura del Papa que acaba de terminar de dar la bendición urbi
et orbi. Queremos ver más allá pero no con ojos de Águila de Juan, pensar con
ojos de topo de Confidi que teme a los cantantes de los horribles evocadores del
espíritu. Pretendemos controlar la historia con las oscilaciones de la péndulo y
no con la solemne estabilidad de la hora de Juan, esa hora que ha rasgado de
una vez por todas la armadura del tiempo y que finalmente ha introducido finalmente
el Emanuel en las arterias de la humanidad. María, casta madre por favor abre
para mí uno de esos rollos donde se dice que todo hombre es transparencia de
Dios. Hoy el hombre que precisamente se tilda de mentiroso a cualquiera que
diga amar a ese Dios que entonces no lo hace entonces no sabe ver a Dios en la cara de
su hermano cercano.
Danos el privilegio de
buscar esta transparencia de carne humana Hoy cuando oímos de
esos nuevos cielos y la nueva tierra vislumbrada por Juan a mí me suena que el
marroquí se sentará a la mesa con nosotros para encontrarnos con los palestinos,
no haremos tantas historias para asegurar una patria a los discriminados de
Sudáfrica, no carecerán de apoyo para su liberación y que para favorecer a
todos los últimos del mundo se descongelará el hielo de la indiferencia general
y finalmente se romperá a los cómplices silenciosos de las iglesias mujer
vestida de sol y coronada con estrellas. Abre los para nosotros esos sellos de
uno de esos pergaminos donde se habla de los últimos tiempos. Necesitamos leer
los signos de esperanza en los acontecimientos de luto de la historia que nos
ayuden a vislumbrar más allá de la dura cáscara de los acontecimientos los
velos de boda de la novia ya listos para el novio y dar nuestros susurros de
contornos de tierra más transparentes que el jaspe de tu loca esmeralda y
amatista y todas las piedras preciosas que adornan los cimientos de la
Jerusalén celestial, que nos permiten redescubrir el sentido de la vida que
muchos la han perdido para vagar como larvas en el sótano de la droga
consumiéndose a sí mismos en una lujuria desenfrenada. Es la destrucción del
deseo de transparencia. Nunca hemos sentido tan viva la necesidad de ver más
allá de la vida, la muerte, el dolor, la alegría, la gloria, más allá de la
alternancia de las estaciones. El asombro del brotamiento de las flores, la
caída de las hojas, el colapso de las rocas donde van las lágrimas de las
madres en lo que es el último desembarco de los náufragos. En el el estuario del
río de los oprimidos hay alguien que escribe en la palma de su mano el nombre
de los pobres que no está escrito en ninguna losa de piedra. Uno se pregunta
que hay más allá de las fosas comunes de los armenios, que destello de
felicidad lo va a cortar una silla de ruedas, de que mayores amores son
fragmentos de ligereza de los amantes, porqué la soledad es amarga, a qué
destellos de felicidad alude la sonrisa de un niño...
Yo soy el alfa y la omega dice el Señor Dios El que es, quien fue
y que viene, El todopoderoso. El trono del cordero estará en medio de los
pueblos y no habrá más noche ni muerte. Enjugará toda lagrima de sus ojos y no
habrá más muertes, ni duelos, ni gemidos, ni penas porque todo lo anterior habrá
pasado.
(Tonino Bello, lettera a Maria e Giusepe)
Paso ahora a recoger fragmentos de los
discursos del último viaje del Papa a Chipre y Atenas. Mientras esperamos la
promesa de esos cielos nuevos y esa tierra nueva, no vale la inacción, la
indiferencia, el cruzarnos de brazos, el mirar para otro lado. Hemos de abrir
caminos juntos para promover una nueva humanidad. Somos herederos de esta
historia, y me gustaría preguntarme: ¿qué dirías y pedirías hoy a tu
Iglesia, a la que tanto amas? ¿Qué don original, qué palabra singular está
llamada a testimoniar y a ofrecer a la Iglesia de aquí y ahora, en este tiempo?
En primer lugar hemos de partir del reconocimiento
efectivo de la dignidad de cada persona humana (cf. Carta encíclica Fratelli
tutti, n. 8), este es el fundamento ético, un fundamento universal
que está también en el centro de la doctrina social.
Hemos de promover una cultura del encuentro,
del diálogo para construir un futuro digno del hombre es necesario
trabajar juntos, superar las divisiones, derribar los muros y cultivar el sueño
de la unidad. Necesitamos acogernos e integrarnos, caminar juntos, ser todos
hermanos y hermanas. (Papa Francisco en el encuentro arzobispo ortodoxo Jerónimo,
Atenas 4 Dic)
3.1 Saber iniciar
procesos
Acompañar:
acercarse, encontrarse, tomar de la mano, escuchar, dialogar.
Hemos de promover una cultura del encuentro,
del diálogo del reconocimiento del don de cada persona. mosaico de encuentros.
Así es también la Iglesia: católica, es decir, universal, espacio abierto en el
que todos son acogidos y alcanzados por la misericordia de Dios y su invitación
a amar. No hay ni debe haber muros en la Iglesia católica. Deseo de corazón que
aumenten las posibilidades de encontrarnos, de conocernos mejor, de derribar
muchos preconceptos y de disponernos para una escucha serena de las respectivas
experiencias de fe. (Papa Francisco en el encuentro arzobispo ortodoxo Jerónimo,
Atenas 4 Dic)
Iniciar procesos con paciencia y saber esperar:
Es la paciencia del grano de trigo de estar
dispuesto a salir constantemente de viaje, la paciencia de entrar en la vida de
personas hasta ese momento desconocidas, la paciencia de acoger la novedad sin
juzgarla apresuradamente, la paciencia del discernimiento, que sabe captar
los signos de la obra de Dios en todas partes, la paciencia de “estudiar”
otras culturas y tradiciones. No sofocar la caña débil, la fe frágil de los
recién llegados con actitudes estrictas, inflexibles, o con requerimientos
demasiado exigentes en cuanto a la observancia de los preceptos. Desarrollemos
juntos formas de cooperación en la caridad, abrámonos y colaboremos en
cuestiones de carácter ético y social para servir a los hombres de nuestro
tiempo y llevarles la consolación del Evangelio. Porque si dejamos de lado
teorías abstractas y trabajamos juntos codo a codo —por ejemplo, en la caridad,
en la educación y en la promoción de la dignidad humana—, redescubriremos al
hermano y la comunión madurará por sí misma, para gloria de Dios. (Papa
Francisco en el encuentro arzobispo ortodoxo Jerónimo, Atenas 4 Dic)
Caminar juntos: La Iglesia debe adoptar esta manera y forma
de ser que la constituye, caminar juntos. Esfuerzo por abajarse a los pies de
los hermanos. Esfuerzo por hacerse pequeños y servir a los demás. Esfuerzo por
establecer puentes y lazos que nos unan, viendo lo que nos une y no lo que nos
divide. Esfuerzo por sanar las heridas, llevar las heridas juntos, saliendo del
individualismo y de la pretensión de la autosuficiencia que enferman el
corazón.
Si llevamos solos nuestras cegueras
interiores, nos vemos abrumados. Necesitamos ponernos uno junto al otro,
compartir las heridas y afrontar el camino juntos. Frente a cada oscuridad
personal y a los desafíos que se nos presentan en la Iglesia y en la sociedad
estamos llamados a renovar la fraternidad. Si permanecemos divididos entre
nosotros, si cada uno piensa sólo en sí mismo o en su grupo, si no nos
juntamos, si no dialogamos, si no caminamos unidos, no podremos curar la
ceguera plenamente. La curación llega cuando llevamos juntos las heridas,
cuando afrontamos juntos los problemas, cuando nos escuchamos y hablamos entre
nosotros. Y esta es la gracia de vivir en comunidad, de comprender el valor de
estar juntos, de ser comunidad.
Trabajar juntos codo a codo en la caridad, en la educación y
en la promoción de la dignidad humana. Hermanos distintos, como los
dedos de una mano, todos diversos, pero todos con la misma dignidad. Para
construir un futuro digno del hombre es necesario trabajar juntos, superar las
divisiones, derribar los muros y cultivar el sueño de la unidad. Necesitamos
acogernos e integrarnos, caminar juntos, ser todos hermanos y hermanas. (Papa
Francisco en el encuentro arzobispo ortodoxo Jerónimo, Atenas 4 Dic)
3.3 Promover el
principio de Solidaridad:
Hemos de hacernos solidarios con toda la
realidad terrena. Necesitamos transparencia, ojos que miran con simpatía al
universo entero; de la realidad física a la espiritual, de la naturaleza a la
gracia; de las piedras sobre las que asienta sus pies, a los ángeles en que
cree por testimonio de Cristo y que animan el mundo invisible. Hasta que el
hombre no sea capaz de aceptar lo creado, no puede tener una relación de amor
con Dios, que ha ideado y sostenido, y continúa ideando y sosteniendo la
creación. Existe una unidad en el todo, y Dios se halla en el centro de esa unidad.
Dios no nos ha condenado al trabajo, ni a la familia, ni a la vida social para
destruirnos, sino para realizarnos. Dios no nos llama a relacionarnos y
establecer contactos con nuestros hermanos, para eliminar nuestra relación y
contacto con El.
Tomar consigo, tomar sobre si, hacerse cargo,
implicarse. Las tristezas y las alegrías de ustedes nos pertenecen, las
sentimos nuestras. Es una actitud de amistad, una actitud de compartir la vida.
“Tomar consigo”, “tomar sobre sí” significa hacerse cargo de la historia del
otro, darse tiempo para conocerlo sin etiquetarlo, cargarlo sobre los hombros
cuando está cansado o herido, como hace el buen samaritano (cf. Lc 10,25-37).
No hemos de ahorrar esfuerzos por
reconciliarnos, por perdonarnos, por abajarnos hasta los pies de los hermanos. Esfuerzo
por hacerse pequeños y servir a los demás, (cf. Mc 9,35; 10,43-44). Es
cierto que la historia, en el campo de nuestras relaciones, ha abierto amplios
surcos entre nosotros, pero el Espíritu Santo desea que volvamos a acercarnos
con humildad y respeto. Él nos invita a no resignarnos frente a las divisiones
del pasado y a cultivar juntos el campo del Reino, con paciencia, asiduidad y
de modo concreto. (Papa Francisco en el encuentro arzobispo ortodoxo Jerónimo,
Atenas 4 Dic)
El Espíritu nos llama, hoy más que en el
pasado, a curar las heridas de la humanidad con el óleo de la caridad. Es
indispensable que lleguemos a la necesaria purificación de la memoria
histórica. No quedarnos paralizados
por la negatividad y los prejuicios del pasado, sino a mirar la realidad con
ojos nuevos.
Cultivar la “mística” de la fraternidad con una actitud de la acogida, el estilo de
la hospitalidad, un corazón animado por el deseo de crear comunión en medio de
las diferencias humanas, culturales o religiosas. El desafío es elaborar la
pasión por la unidad, que nos conduzca —católicos, ortodoxos, hermanos y
hermanas de otros credos, así como hermanos agnósticos, todos— a escucharnos
recíprocamente, a soñar y trabajar juntos.
Necesitamos una Iglesia fraterna que sea
instrumento de fraternidad para el mundo. No cabe duda que existen muchas
sensibilidades espirituales y eclesiales, varias historias de procedencia, de
ritos y de tradiciones diferentes; pero no debemos sentir la diversidad como
una amenaza contra la identidad (Papa Francisco, Encuentro 3 Dic Catedral
Nicosia)
Poder decir a todo hombre sea cual sea su
condición o etnia «Ustedes ya no son extraños ni forasteros, sino conciudadanos
de los santos y familia de Dios» (Ef 2,19). Estas palabra son más
actuales que nunca, como si hubieran sido escritas para nosotros: “Ustedes no
son forasteros, sino conciudadanos”. Esta es la profecía de la Iglesia, una
comunidad que encarna —con todos los límites humanos— el sueño de Dios. No
somos números, no somos individuos que haya que catalogar: somos “hermanos”,
“amigos”, “creyentes” y “prójimos” los unos de los otros. (Papa Francisco en el
encuentro arzobispo ortodoxo Jerónimo, Atenas 4 Dic)
Hemos de vencer el odio y la indiferencia. El
odio es una mentalidad distorsionada que, en vez de hacer que nos reconozcamos
hermanos, lleva a que nos veamos como adversarios, como rivales, o si no como
objetos que se venden o se explotan. No nos deben asustar las diferencias entre
nosotros, sino más bien, sí deben darnos miedo nuestras cerrazones, y nuestros
prejuicios, que impiden que nos encontremos realmente y que caminemos juntos.
Las cerrazones y los prejuicios vuelven a construir entre nosotros ese muro de
separación que Cristo ha derribado, es decir, la enemistad (cf. Ef 2,14). (Papa
Francisco en el encuentro arzobispo ortodoxo Jerónimo, Atenas 4 Dic)
3.4 Tomando el
camino del evangelio, el camino del granito de mostaza que trabaja en lo
pequeño
Dentro de nosotros hay gérmenes de vida
eterna, semillas de vida divina. Y estas semillas y estos gérmenes, aun echando
raíces en nuestra naturaleza humana, deben desarrollarse y extender sus raíces,
sus flores y sus frutos en un terreno misterioso que no es ya de este planeta,
y que el Evangelio define como «el Reino». Se nos invita acoger y reconocer las
semillas del Reino, a obrar siempre en nuestra debilidad. El ser una Iglesia
pequeña nos hace signo elocuente del Evangelio, del Dios anunciado por Jesús
que elige a los pequeños y a los pobres, que cambia la historia con las proezas
sencillas de los humildes. A nosotros, como Iglesia, no se nos pide el espíritu
de la conquista y de la victoria, la magnificencia de los grandes números,
el esplendor mundano. Todo eso es peligroso, es la tentación del
triunfalismo. A nosotros se nos pide que sigamos el ejemplo del granito
de mostaza, que es ínfimo, pero crece humilde y lentamente; es la más
pequeña de todas las semillas —dice Jesús— pero cuando crece se convierte en un
árbol (cf. Mt 13,32). A nosotros se nos pide que seamos levadura que
fermenta en lo escondido, paciente y silenciosamente, dentro de la masa del
mundo, gracias a la obra incesante del Espíritu Santo (cf. v. 33). El
secreto del Reino de Dios está contenido en las pequeñas cosas, en lo que a
menudo no se ve ni hace ruido. «lo que parece debilidad en Dios es más fuerte
que todo lo humano», «escogió a los que el mundo tiene por débiles, para
avergonzar a los fuertes» (1 Co 1,25.27). Entonces, queridos amigos, quisiera
decirles: bendigan la pequeñez y acójanla, los dispone a confiar en Dios y
sólo en Él. Ser minoría —y en el mundo entero la Iglesia es minoritaria— no
quiere decir ser insignificantes, sino recorrer el camino que abrió el Señor,
que es el de la pequeñez, el de la kénosis, el abajamiento, de la
condescendencia, de la synkatábasis de Dios en Jesucristo. Él descendió hasta llegar
a esconderse en los pliegues de la humanidad y en las llagas de nuestra carne.
Nos ha salvado, sirviéndonos. Como afirma Pablo, «se despojó de sí mismo
asumiendo la condición de esclavo» (Flp 2,7). Muchas veces tenemos la obsesión
de querer aparecer, de llamar la atención, pero «el Reino de Dios no viene de
manera que lo puedan detectar visiblemente» (Lc 17,20). (Papa Francisco, Discurso
al clero, Catedral San Dionisio, Atenas, 4 Dic)
3.5 El camino de
la misión
Estamos llamados a ser una Iglesia que
evangeliza, que desea anunciar y testimoniar la
nueva mirada, que nace de la fe, de la vida, de la muerte, del sufrimiento, del
amor humano, de todo. Ciertamente es un Evangelio que se anuncia, que se
comunica con palabra y vida, es un Evangelio que se celebra, devolviendo
centralidad y valor a la Eucaristía y llevando la fe a la vida.
Es necesario volver a comenzar y anunciar
el Evangelio con paciencia, tomar en mano las Bienaventuranzas, sobre todo
anunciarlas a las nuevas generaciones. El anuncio del Evangelio no puede
basarse en exhortaciones generales, en la repetición de preceptos y normas que
observar, como se ha hecho con frecuencia. Hay que seguir el camino del
encuentro personal, prestar atención a las preguntas de la gente, a sus
necesidades existenciales. Para ser hijos del consuelo, antes de decir
cualquier cosa, es necesario escuchar, dejarse interrogar, descubrir al otro,
compartir: porque el Evangelio se transmite por la comunión. (Papa Francisco en
el encuentro arzobispo ortodoxo Jerónimo, Atenas 4 Dic)
Recuperemos la belleza de la vida cristiana. ¡Volvamos a la fuente, a vivir la Eucaristía
con fidelidad, a la alegría de reencontrarse como pueblo de Dios en nuestras
iglesias, en nuestros oratorios, demos espacio a la oración en las familias y
acompañemos a nuestros hijos al descubrimiento de Jesús, a la belleza de ser
cristianos llevando nuestra fe a todas las dimensiones de nuestra vida!
Una fe y un evangelio que toca la vida. Un
Evangelio que se encarna en las mil formas de caridad, en las obras de misericordia, en la
aceptación de la vida naciente, en el cuidado de la vida frágil y menguante: en
el campo verdaderamente infinito de la caridad y la educación, podemos hacer un
tramo de camino con muchos hermanos, que tal vez no comparten nuestra fe, sino
que están abiertos al bien, se dejan tocar y herir por las necesidades de los
demás, quieren construir una convivencia más humana, se preocupan por el tesoro
de la creación y una nueva relación con la naturaleza, no aceptan acríticamente
ciertas tesis del pensamiento dominante o la locura de inventar un lenguaje
ideológico que niega la evidencia.
Recordemos que todo poder totalitario, más o
menos violento, se afirma y se basa en el silencio y la inacción del pueblo
"bueno", el "bueno" y el desprevenido: Vaclav Havel,
disidente en la Checoslovaquia comunista, que más tarde se convirtió en
presidente de la nación finalmente libre después de los acontecimientos del 89,
un laico abierto al misterio y la dimensión espiritual de la vida, recordó
"el poder de los impotentes" que consiste en nunca ceder a las
mentiras a partir del lenguaje, de llamar a las cosas por lo que son. (Mons.
Corrado Obispo de Pavía, Homilía en la Fiesta de San Siro, Catedral de Pavía, 9
Dic, 2021)
3.6 Un humanismo
cristiano
Esta es la tarea que tenemos como comunidad
cristiana, si queremos ser fieles a la herencia cristiana y hacerla viva y
oportuna: si fracasara una experiencia de fe real y compartida, un
pueblo cristiano, por muy "minoritario que sea", perdería la
posibilidad de percibir la correspondencia con el humano que pertenece a la
concepción y práctica del humanismo cristiano. Como vemos que sucede,
sin fe, como una experiencia presente que ilumina la vida, ciertas evidencias y
ciertos valores, que en sí mismos son naturales y pertenecen a la verdad de lo
humano, se oscurecen, se oscurecen, ya no se reconocen y aprecian. Crece un
nihilismo, muchas veces disfrazado, que ya ni siquiera tiene la dignidad de
nihilismo trágico: es un "nihilismo alegre", un vacío de sentido e
ideales y de trascendencia, que lamentablemente cansa y entristece a no pocos
jóvenes y adolescentes, cada vez más frágiles porque sin adultos que tengan
algo grande y verdadero que comunicar.
No hemos de caer en el derrotismo, el
pesimismo o la nostalgia (cualquier tiempo pasado fue mejor), hemos de saber
ver los signos de esperanza. A pesar de las zozobras que atravesamos nuestro
mundo está transido de Dios y por eso cargado de futuro. Hemos de levantar la
mirada hacia arriba, hacia lo alto para abrir los horizontes. Recogemos las
palabras que el Papa Francisco ha dirigido a nuestra civilización europea, en
su reciente parada en Atenas, ciudad símbolo de la cultura occidental. Atenas,
Jerusalén y Roma representan las grandes tradiciones del humanismo europeo
–el culto al pensamiento y la reflexión filosófica, la herencia judeocristiana,
el mundo del derecho y sus instituciones– que corre el riesgo de ser reducido y
aplanado solo a la dimensión empírico-científica, perdiendo la amplitud de
la razón humana, abierta a otras dimensiones, igualmente esenciales y reales,
como la ética, la metafísica, la estética, espiritual y religioso:
"Es la llamada a ampliar los horizontes
hacia arriba: desde el Monte Olimpo hasta la Acrópolis y el Monte Athos, Grecia
invita al hombre de todos los tiempos a dirigir el camino de la vida hacia
arriba. A Dios, porque necesitamos trascendencia para ser verdaderamente
humanos. Y mientras hoy, en Occidente que surgió de aquí, hay una tendencia
a oscurecer la necesidad del Cielo, atrapados por el frenesí de mil razas
terrenales y por la codicia insaciable de un consumismo despersonalizador,
estos lugares nos invitan a dejarnos sorprender por el infinito, por la
belleza del ser, por la alegría de la fe" (Papa Francisco, Discurso a
las autoridades, a la sociedad civil y al cuerpo diplomático, Atenas
4/12/2021).
Como Iglesia y como comunidad humana hemos de caminar
juntos en el compromiso de no perder la riqueza y la verdad de nuestro ser
hombres y mujeres, caminando por la historia, abiertos a la eternidad. Cristo es nuestro Hombre Nuevo, inaugurando una humanidad nueva. La fe de la Pascua ilumina nuestro éxodo del hombre hacia Dios. El misterio de la Encarnación y el misterio Pascual nos revela el sentido de la historia y de la humanidad. Una historia de salvación orientada a la victoria final, a los nuevos cielos y la tierra nueva.
3.7 El Nuevo Humanismo en Cristo Jesús
Sólo podemos hablar de
humanismo sobre la base de la centralidad de Jesús, descubriendo en él los
rasgos del auténtico rostro del hombre. Es la contemplación del rostro de Jesús
muerto y resucitado lo que recompone nuestra humanidad, incluso la fragmentada
por las labores de la vida, o marcada por el pecado. No debemos domesticar el
poder del rostro de Cristo. El rostro es la imagen de su trascendencia. (misericordiae
vultus). Dejémonos mirar por Él. Jesús es nuestro humanismo. Dejémonos
siempre perturbar por su pregunta: "¿Quién dices que soy?" (Mt
16:15).
Mirando su rostro,
¿qué vemos? En primer lugar, el rostro de un Dios "vacío", de un Dios
que asumió la condición de siervo, humillado y obediente hasta la muerte (cf.
Flp 2, 7). El rostro de Jesús es similar al de tantos de nuestros hermanos y
hermanas que han sido humillados, esclavizados y vaciados. Dios ha tomado su
rostro. Y esa cara nos mira. Dios, que es "el ser del que no se puede
pensar en el más grande", como decía san Anselmo, o el Deus semper
maior de san Ignacio de Loyola, se hace aún más grande al
rebajarse a sí mismo. Si no nos bajamos, no podremos ver su rostro. No veremos
nada de su plenitud si no aceptamos que Dios se ha vaciado a sí mismo. Y así no
entenderemos nada sobre el humanismo cristiano y nuestras palabras serán
hermosas, cultas, refinadas, pero no serán palabras de fe. Serán palabras que resuenan en vano.
Aquí no quiero dibujar
en abstracto "un nuevo humanismo", una cierta idea del hombre, sino
presentar con sencillez algunos rasgos del humanismo cristiano que es el de los
"sentimientos de Cristo Jesús" (Flp 2, 5). No son sensaciones
provisionales abstractas del alma, sino que representan la cálida fuerza
interior que nos hace capaces de vivir y tomar decisiones.
¿Cuáles son estos
sentimientos? Me gustaría presentarles al menos tres de ellos hoy. La humildad,
el desinterés y la bienaventuranza.
El primer sentimiento es humildad. "Que
cada uno de vosotros, con toda humildad, consideréis a los demás superiores a
sí mismo" (Flp 2, 3), dice san Pablo a los filipenses. Más tarde, el
Apóstol habla del hecho de que Jesús no considera un "privilegio" ser
como Dios (Filipenses 2:6). Aquí hay un mensaje preciso. La obsesión por preservar
la propia gloria, la propia "dignidad", la propia influencia no debe
ser parte de nuestros sentimientos. Debemos buscar la gloria de Dios, y esto no
coincide con la nuestra. La gloria de Dios que brilla en la humildad de la
gruta de Belén o en la deshonra de la cruz de Cristo siempre nos sorprende.
Otro sentimiento de
Jesús que da forma al humanismo cristiano es el desinterés propio para buscar siempre el interés del otro. "Que
cada uno no busque su propio interés, sino también el de los demás" (Flp
2, 4), pide de nuevo san Pablo. Por eso, más que el desinterés, debemos buscar
la felicidad de quienes nos rodean. La humanidad del cristiano es siempre
extrovertida. No es narcisista, autorreferencial. Cuando nuestro corazón es
rico y tan satisfecho consigo mismo, entonces ya no tiene un lugar para Dios.
Evitemos, por favor, "encerrarnos en estructuras que nos dan falsa
protección, en normas que nos transforman en jueces implacables, en hábitos en
los que nos sentimos tranquilos" (Evangelii Gaudium, 49).
Nuestro deber es
trabajar para hacer de este mundo un lugar mejor. Nuestra fe es revolucionaria
por un impulso que viene del Espíritu Santo. Debemos seguir este impulso de
salir de nosotros mismos, de ser hombres según el Evangelio de Jesús. Cualquier
vida se decide sobre la capacidad de darse a sí mismo. Es allí donde se
trasciende a sí misma, que llega a ser fructífera.
Otro sentimiento de
Cristo Jesús es el de la bienaventuranza. El cristiano es un beato, tiene en sí
la alegría del Evangelio. En las Bienaventuranzas el Señor nos muestra el
camino. Al caminar a través de ella, los seres humanos podemos llegar a la
felicidad más auténticamente humana y divina. Jesús habla de la felicidad que
experimentamos sólo cuando somos pobres de espíritu. Para los grandes santos,
la bienaventuranza tiene que ver con la humillación y la pobreza. Pero incluso
en la parte más humilde de nuestro pueblo hay mucho de esta bienaventuranza: es
la de quienes conocen la riqueza de la solidaridad, de compartir hasta lo poco
que se posee; la riqueza del sacrificio diario de un trabajo, a veces duro y
mal pagado, pero llevado a cabo por amor a los seres queridos; y también la de
las propias miserias, que, sin embargo, vividas con confianza en la providencia
y la misericordia de Dios Padre, alimentan una humilde grandeza.
Las bienaventuranzas del Evangelio comienzan
con una bendición y terminan con una promesa de consuelo. Nos guían por un
camino de posible grandeza, el del espíritu, y cuando el espíritu está listo,
todo lo demás viene por sí mismo. Por supuesto, si no tenemos nuestros
corazones abiertos al Espíritu Santo, nos parecerán tontos porque no nos llevan
al "éxito". Para ser "bendecido", para saborear el consuelo
de la amistad con Jesucristo, es necesario tener un corazón abierto. La
bienaventuranza es una apuesta laboriosa, hecha de renuncia, escucha y
aprendizaje, cuyos frutos se cosechan con el tiempo, dándonos una paz
incomparable: "¡Saborea y mira cuán bueno es el Señor" (Sal 34, 9)!
Humildad, desinterés, bienaventuranza: estos son los tres
rasgos que deseo presentar hoy a vuestra meditación sobre el humanismo
cristiano que nace de la humanidad del Hijo de Dios. Y estos rasgos también
dicen algo a la Iglesia italiana que hoy se reúne para caminar junta en un
ejemplo de sinodalidad. Estos rasgos nos dicen que no debemos obsesionarnos con
el "poder", incluso cuando adquiere la cara de un poder útil y
funcional a la imagen social de la Iglesia. Si la Iglesia no asume los
sentimientos de Jesús, se desorienta, pierde su sentido. Sin embargo, si los
contrata, sabe cómo estar a la altura de su misión. Los sentimientos de Jesús
nos dicen que una Iglesia que piensa en sí misma y en sus propios intereses
estaría triste. Las Bienaventuranzas, por fin, son el espejo en el que
mirarnos, el que nos permite saber si estamos caminando por el camino correcto:
es un espejo que no miente.
Una Iglesia que
presenta estos tres rasgos –humildad, desinterés, bienaventuranza– es una
Iglesia que sabe reconocer la acción del Señor en el mundo, en la cultura, en
la vida cotidiana de las personas. Lo he dicho más de una vez y hoy os lo
vuelvo a repetir: "Prefiero una Iglesia llena de baches, herida y sucia
por haber salido a la calle, en lugar de una Iglesia enferma por su cierre y la
conveniencia de aferrarse a su propia seguridad. No quiero una Iglesia
preocupada por ser el centro y que termine encerrada en una maraña de
obsesiones y procedimientos" (Evangelii Gaudium, 49).
El primero de ellos es
el pelagiano. Impulsa a la Iglesia a no ser humilde, desinteresada y bendecida.
Y lo hace con la apariencia de un bien. El pelagianismo nos lleva a confiar en
estructuras, organizaciones, planes perfectos porque son abstractos. A menudo
también nos lleva a asumir un estilo de control, de dureza, de normatividad. La
norma le da al pelagiano la seguridad de sentirse superior, de tener una
orientación precisa. En esto encuentra su fuerza, no en la ligereza del aliento
del Espíritu. Ante los males o problemas de la Iglesia, es inútil buscar
soluciones en el conservadurismo y el fundamentalismo, en la restauración de
conductas y formas obsoletas que ni siquiera culturalmente tienen la capacidad
de ser significativas. La doctrina cristiana no es un sistema cerrado incapaz
de generar preguntas, dudas, preguntas, pero está viva, sabe perturbar, sabe
animar. Tiene un rostro no rígido, tiene un cuerpo que se mueve y se
desarrolla, tiene carne tierna: la doctrina cristiana se llama Jesucristo.
La reforma de la
Iglesia entonces – y la Iglesia es semper reformanda – es ajena al
pelagianismo. No termina con otro plan más para cambiar las estructuras. En
cambio, significa injertar y echar raíces en Cristo, dejándose guiar por el
Espíritu. Entonces todo será posible con genio y creatividad.
Una segunda tentación
para ser derrotado es la del gnosticismo. Nos lleva a confiar en el
razonamiento lógico y claro, que, sin embargo, pierde la ternura de la carne
del hermano. La fascinación del gnosticismo es la de "una fe encerrada en
el subjetivismo, donde se refiere sólo a una cierta experiencia o a una serie
de razonamientos y conocimientos que se cree que consuelan e iluminan, pero
donde el sujeto finalmente permanece cerrado en la inmanencia de su propia
razón o de sus sentimientos" (Evangelii Gaudium, 94). El gnosticismo no puede trascender.
La diferencia entre la
trascendencia cristiana y cualquier forma de espiritualismo gnóstico radica en
el misterio de la Encarnación. No poner en práctica, no llevar la Palabra a la
realidad, significa construir sobre la arena, permanecer en la idea pura y
degenerar en intimidades que no dan fruto, que hacen estéril su dinamismo.
La cercanía al pueblo
y la oración son la clave para vivir un humanismo cristiano popular, humilde,
generoso y alegre. Si perdemos este contacto con el pueblo fiel de Dios,
perdemos en humanidad y no vamos a ninguna parte.
Hoy simplemente los
invito a levantar la cabeza y contemplar una vez más el Ecce Homo que tenemos
en la cabeza. Detengámonos a contemplar la escena. Volvamos al Jesús que aquí
está representado como el Juez universal.
Las Bienaventuranzas y
las palabras que acabamos de leer sobre el Juicio Final nos ayudan a vivir la
vida cristiana al nivel de la santidad. Son pocas palabras, sencillas, pero
prácticas. Dos pilares: las Bienaventuranzas y las palabras del Juicio Final.
¡Que el Señor nos dé la gracia de entender este mensaje suyo! Y veamos una vez
más los rasgos del rostro de Jesús y sus gestos. Vemos a Jesús comiendo y
bebiendo con pecadores (Mc 2:16; Mt 11:19); contemplemos con él mientras
conversa con la mujer samaritana (Jn 4, 7-26); espiémoslo mientras se encuentra
con Nicodemo por la noche (Jn 3, 1-21); saboreemos con afecto la escena de él
ungiendo sus pies por una prostituta (cf. Lc 7, 36-50); sentimos su saliva en
la punta de nuestra lengua que se derrite (Mc 7,33). Admiremos la
"simpatía de todo el pueblo" que rodea a sus discípulos, es decir, a
nosotros, y experimentemos su "alegría y sencillez de corazón" (Hch
2, 46-47).
Que nada ni nadie nos
quite la alegría de cercanía con el pueblo. Como pastores, no hemos de ser predicadores de doctrinas complejas, sino heraldos de Cristo, que murió y
resucitó por nosotros. Apunta a lo esencial, el kerigma. No hay nada más
sólido, profundo y seguro que este anuncio. Pero que todo el Pueblo de Dios
proclame el Evangelio, pueblo y pastores, quiero decir. Expresé esta
preocupación pastoral mía en la exhortación apostólica Evangelii gaudium (cf.
nn. 111-134).
Recomiendo a toda la
Iglesia la inclusión social de los pobres, que tienen un lugar privilegiado en
el Pueblo de Dios, y la capacidad de encuentro y diálogo para fomentar la
amistad social en vuestro país, buscando el bien común.
La opción por los pobres es "una
forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana,
testimoniada por toda la Tradición de la Iglesia" (Juan Pablo II, Enc.
Sollicitudo rei socialis, 42). Esta opción "está implícita en la fe
cristológica en ese Dios que se hizo pobre por nosotros, para enriquecernos a
través de su pobreza" (Benedicto XVI, Discurso a la Sesión Inaugural de la
V Conferencia General de los Obispos de América Latina y el Caribe). Los pobres
conocen bien los sentimientos de Cristo Jesús porque por experiencia conocen al
Cristo sufriente. "Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a
prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a
escucharlos, a comprenderlos y a acoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere
comunicarnos a través de ellos" (Evangelii gaudium, 198).
Pero debemos recordar
siempre que no existe un auténtico humanismo que no contemple el amor como un
vínculo entre los seres humanos, ya sea de carácter interpersonal, íntimo,
social, político o intelectual. En esto se basa la necesidad de diálogo y
encuentro para construir la sociedad civil junto con los demás. Sabemos que la
mejor respuesta al conflicto del ser humano del famoso homo homini lupus
de Thomas Hobbes es el "Ecce homo" de Jesús que no recrimina, sino
que acoge y, pagando en persona, salva.
La sociedad cristiana
se construye cuando sus diferentes riquezas culturales pueden dialogar de
manera constructiva: lo popular, lo académico, lo juvenil, lo artístico, lo
tecnológico, lo económico, lo político, lo mediático... Que la Iglesia sea
levadura de diálogo, de encuentro, de unidad. Además, nuestras propias
formulaciones de fe son fruto de un diálogo y de un encuentro entre diferentes
culturas, comunidades e instancias. No debemos tener miedo al diálogo: por el
contrario, es precisamente la confrontación y la crítica lo que nos ayuda a
preservar la teología para que no se convierta en ideología.
Recuerda también que
la mejor manera de dialogar no es hablar y discutir, sino hacer algo juntos,
construir juntos, hacer planes: no solos, entre católicos, sino junto con todos
los que tienen buena voluntad.
Y sin miedo a llevar a
cabo el éxodo necesario para todo diálogo auténtico. De lo contrario, no es
posible entender las razones del otro, ni comprender completamente que el
hermano cuenta más que las posiciones que juzgamos lejos de nuestras certezas
incluso auténticas. Es hermano.
Pero que la Iglesia
también sea capaz de dar una respuesta clara a las amenazas que surgen en el
debate público: esta es una de las formas de la contribución específica de los
creyentes a la construcción de una sociedad común. Los creyentes son
ciudadanos.
Se puede decir que hoy
no estamos viviendo en una era de cambio sino tanto como en un cambio de era.
Por lo tanto, las situaciones en las que vivimos hoy plantean nuevos desafíos
que para nosotros a veces son incluso difíciles de entender. Este tiempo
nuestro nos obliga a vivir los problemas como desafíos y no como obstáculos: el
Señor está activo y obrando en el mundo. Vosotros, pues, salid a la calle y
vais a la encrucijada: todos los que encontraréis, llámenlos, nadie excluido
(cf. Mt 22, 9). Sobre todo, acompaña a los que han permanecido a un lado del
camino, "cojos, lisiados, ciegos, sordos" (Mt 15, 30). Dondequiera
que estés, nunca construyas muros o fronteras, sino plazas y hospitales de
campaña.
Me gusta una Iglesia
inquieta, cada vez más cercana a los abandonados, a los olvidados, a los
imperfectos. Deseo una Iglesia alegre con rostro de madre, que entienda,
acompañe y acaricie. Vosotros jóvenes también soñáis con esta Iglesia, creéis
en ella, la innovais con libertad. El humanismo cristiano que estáis llamados a
vivir afirma radicalmente la dignidad de cada persona como Hijo de Dios,
establece entre cada ser humano una fraternidad fundamental, nos enseña a
entender el trabajo, a habitar la creación como casa común, proporciona razones
para la alegría y el humor, incluso en medio de una vida que a menudo es muy
dura.
(Papa Francesco Discorso
plenaria del Pontificio Consiglio della cultura 18,11,17)
3.8 Religiones y
educación. Hacia un pacto educativo global
Recojo algunas palabras del Papa Francisco tomadas de su mensaje para promover un pacto educativo integral. Me alegro de acogeros en esta ocasión
significativa para promover un Pacto Educativo Global. Hace dos hice un
llamamiento a todos aquellos que de diversas maneras trabajan en el campo de la
educación, para «dialogar sobre el modo en que estamos construyendo el
futuro del planeta y sobre la necesidad de invertir los talentos de todos,
porque cada cambio requiere un camino educativo que haga madurar una nueva
solidaridad universal y una sociedad más acogedora» (Mensaje para el
lanzamiento del Pacto Educativo).
Para este fin he promovido la iniciativa de
un Pacto Educativo Global, «para reavivar el compromiso por y con las
jóvenes generaciones, renovando la pasión por una educación más abierta e
incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la
mutua comprensión. Hoy más que nunca, es necesario unir los esfuerzos por una
alianza educativa amplia para formar personas maduras, capaces de superar
fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir el tejido de las relaciones
por una humanidad más fraterna».
Si queremos un mundo más fraterno, debemos
educar las nuevas generaciones «reconocer, valorar y amar a cada persona más
allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o
donde habite» (Carta enc. Fratelli tutti, 1).
El principio fundamental del “conócete a ti
mismo” siempre ha orientado la educación, pero es necesario no olvidar otros
principios esenciales: “conoce a tu hermano”, para educar a la acogida del otro
(cf. Carta enc. Fratelli tutti; Documento sobre la fraternidad humana, Abu
Dabi, 4 febrero 2019); “conoce la creación”, para educar al cuidado de la casa
común (cf. Carta enc. Laudato si’) y “conoce el Trascendente”, para educar al
gran misterio de la vida. Para nosotros significa mucho una formación integral
que se resume en el conocerse a sí mismo, conocer al propio hermano, la
creación y el Trascendente. No podemos ocultar a las nuevas generaciones las
verdades que dan sentido a la vida.
Desde siempre las religiones han tenido una
estrecha relación con la educación, acompañando las actividades religiosas con
las educativas, docentes y académicas. Como en el pasado también hoy, con la
sabiduría y la humanidad de nuestras tradiciones religiosas, queremos estimular
una renovada acción educativa que pueda hacer crecer en el mundo la fraternidad
universal.
Si en el pasado las diferencias nos han puesto
en contraste, hoy vemos en ellas la riqueza de caminos distintos para llegar a
Dios y para educar a las nuevas generaciones a la convivencia pacífica en el
respeto recíproco.
Por tanto, la educación nos compromete a no
usar nunca el nombre de Dios para justificar la violencia y el odio hacia otras
tradiciones religiosas, a condenar cualquier forma de fanatismo o de
fundamentalismo y a defender el derecho de cada uno a elegir y actuar según su
propia conciencia.
Si en el pasado, también en nombre de la
religión, se han discriminado las minorías étnicas, culturales, políticas o de
otro tipo, hoy nosotros queremos defender la identidad y la dignidad de cada
persona y enseñar a las nuevas generaciones a acoger a todos sin discriminación.
Por tanto, la educación nos compromete a acoger al otro tal como es, no como yo
quiero que sea, como es, y sin juzgar ni condenar a nadie.
Si en el pasado los derechos de las mujeres,
de los menores, de los más débiles no han sido respetados siempre, hoy nos
comprometemos a defender con firmeza esos derechos y enseñar a las nuevas
generaciones a ser voz de los sin voz. Por tanto, la educación nos pide
repudiar y denunciar cualquier violación de la integridad física o moral de
cada individuo. Y la educación nos debe hacer comprender que el hombre y la
mujer son iguales en dignidad, que no haya discriminaciones.
Si en el pasado hemos tolerado la explotación
y el saqueo de nuestra casa común, hoy, más conscientes de nuestro papel de
custodios de la creación que nos ha sido encomendada por Dios, queremos ser voz
de la naturaleza que grita por su supervivencia y formarnos a nosotros y a las
nuevas generaciones en un estilo de vida más sobrio y eco-sostenible. Ayer me
impresionó el testimonio de uno de los científicos que habló en nuestro
encuentro, dijo: “Mi nieta, que acaba de nacer, dentro de cincuenta años tendrá
que vivir en un mundo inhabitable, si las cosas siguen así”. Por tanto, la
educación nos compromete a amar nuestra madre tierra y a evitar el desperdicio
de alimentos y recursos, así como a estar más dispuestos a compartir los bienes
que Dios nos ha dado para la vida de todos.
Queremos hoy declarar que nuestras tradiciones
religiosas, desde siempre protagonistas de la alfabetización hasta la educación
superior, refuerzan su misión de educar cada persona en su integridad, es
decir, cabeza, manos, corazón y alma. Que se piense lo que se siente y se hace;
que se sienta lo que se piensa y se hace; que se haga lo que se siente y se
piensa. La armonía de la integridad humana, es decir, toda la belleza propia de
esta armonía.
(Papa Francesco, Incontro
con i rappresenti delle religioni sul tema “Religions and Education: towards a
Global Compact on Education” 05, 10, 2021)
3.9 Una Iglesia en misión: "Soy una misión en esta tierra"
Leemos en la
Exhortación: "La misión al corazón del pueblo no es una parte de mi vida,
ni un adorno que pueda quitar, no es un apéndice, ni un momento entre muchos de
la existencia. Es algo que no puedo erradicar de mi ser si no quiero destruirme
a mí mismo. Soy una misión en esta tierra, y es por eso que estoy en este
mundo. Debemos reconocernos marcados por esta misión de iluminar, bendecir,
animar, elevar, sanar, liberar. Allí se revela la enfermera en el alma, el maestro
en el alma, el político en el alma, los que han decidido en las profundidades
estar con los demás y para los demás. Sin embargo, si uno divide por un lado su
deber y por el otro su vida privada, todo se vuelve gris y buscará
continuamente el reconocimiento o defenderá sus propias necesidades. Dejará de ser un pueblo". (EG 273).
Esta cita revela un
elemento clave de la antropología expuesta por el Papa Francisco, y está
vinculada a una convicción ya expresada por Pablo VI: "El hombre
contemporáneo escucha más voluntariamente a los testigos que a los maestros, o
si escucha a los maestros lo hace porque son testigos" (Evangelii
Nuntiandi, 41). Desde que fue elegido, muchos, en la Iglesia o fuera de ella,
han sido golpeados por la libertad de expresión y los gestos significativos del
Papa Francisco. Ilustra este rasgo antropológico que queremos enfatizar de esta
manera: con su comportamiento, el mensajero es también un mensaje. Se trata de
valorar no tanto la ejemplaridad de un comportamiento externo, como la calidad
del compromiso de una persona que cumple su palabra. La palabra del Papa
Francisco, profundamente arraigada en el deseo del Evangelio, es como una
invitación lanzada a cada uno a atreverse a mantener la fe con su propia
palabra, a atreverse a extraer de la fuente del Evangelio su fuerza de
autenticidad y, al final, a atreverse a creer en su propia capacidad de misión.
Lo que probablemente llama tanto a la gente es este llamado a "guardar la
palabra" en la conversación del mundo, no para enunciar en primer lugar
doctrinas teóricas, sino más bien, al abrazar esas doctrinas, para dirigirse a
las personas sobre la base de la propia experiencia humana y creyente. De esta
manera los interlocutores conocen verdaderamente a alguien, pueden reconocerse
en sus palabras personales y, sobre todo, se sienten llamados a tomar la
palabra a su vez, partiendo de su propia experiencia.
A menudo en la Iglesia
nos preguntamos acerca de la conexión entre carisma e institución.
Probablemente será uno de los temas desarrollados en la nueva versión que se
está preparando de las relaciones mutuas. El ministerio del Papa Francisco da
una indicación de la perspectiva desde la cual considerar y realizar esta
conexión: hay como premisa la enunciación teórica de este vínculo, es decir, el
compromiso de las personas, el compromiso personal de cada uno, en la misma
dinámica de misión, que es precisamente lo que une carisma e institución,
carisma y jerarquía. Sin este compromiso, las personas no se verían
involucradas en el "relato" de la misión de la Iglesia, basado en el
"relato" de la misión de Cristo mismo.
Como sabemos, el Papa
Francisco considera con gran atención el hecho de que lo humano está creciendo
(se podría hablar de una antropología del crecimiento de las personas, cf. EG
169). Esta atención lo lleva a enfatizar los aspectos esenciales de la "humanidad
del misionero", que crece a medida que se compromete con la misión de
Cristo.
La primera es sin duda
a la que él mismo recurre cuando, respondiendo a la pregunta 'quién es el Papa
Francisco', dice: "Soy un pecador". Una humildad que invita
inmediatamente al misionero a tener esperanza en la misericordia divina que
proclamará. Una afirmación que también abre al ser humano, en su capacidad de
crecimiento, a la dimensión espiritual del crecimiento a través del misterio
del perdón. No hay desconexión entre estas dos dimensiones de lo humano, así
como hay una unidad en la providencia de Dios Creador y Salvador.
Adoptando el título
que parece haber sido ya dado a un primer borrador de la Exhortación Apostólica
sinodal, el Papa Francisco pone en el centro de su visión antropológica la
"capacidad de alegría", de la que se puede recordar que está
directamente vinculada al encuentro con Cristo (EG 3), corresponde a una
actitud global de quienes saben "preservar un corazón creyente, generoso y
sencillo" (EG 7), y trazar el camino del paso cuaresmal en Pascua (EG 6).
Después de todo, al adoptar este título, el Papa subraya lo importante que es
desarrollar la humanidad del evangelizador en estos tiempos en que la
renovación de la evangelización es un desafío prioritario para la Iglesia:
"La alegría dulce y reconfortante de evangelizar incluso cuando es
necesario sembrar lágrimas. [...] Que el mundo de nuestro tiempo, que busca
ahora en la angustia, ahora en la esperanza, reciba la Buena Nueva, no de
evangelizadores tristes y desanimados, impacientes o ansiosos, sino de
ministros del Evangelio cuyas vidas irradian fervor, que fueron los primeros en
recibir en ellos la alegría de Cristo" (EG 10). En esta perspectiva, la
evangelización consiste en "compartir una alegría", o incluso en
"ofrecer un banquete" (EG 14), y esto lleva al Papa a hablar de
"alegría misionera" (EG 21).
El tercer aspecto de
la humanidad del misionero es su ser "en el camino hacia Dios".
Aquí podemos referirnos a Lumen Fidei, en el que la figura de Abraham está en
el centro de la evocación de la humanidad creyente. Este aspecto probablemente
debe estar vinculado a la afirmación de que "el creyente es aquel que
recuerda" (EG 13). Si la evangelización es la primera tarea de la Iglesia,
estamos llamados a aumentar continuamente la conciencia de ser "un pueblo
en el camino hacia Dios" (EG 111)8. Por lo tanto, la Palabra de Dios debe
ser considerada verdaderamente el centro de toda actividad eclesial
(contemplación de la Palabra y del mundo, EG 154)9, y los fundamentos de la
evangelización a través de los cuales es posible convertirse en
"discípulos misioneros" (EG 120).
(Bruno Cardoré OP, la visión antropológica del Papa Francisco
desafía la misión de la vida consagrada,29, 05, 15)
Conclusión:
una mirada abierta y positiva
Para concluir quisiera
remarcar que la palabra humanidad tiene la misma raíz que la palabra humildad.
Viene de la raíz en latín “humus” que significa tierra. La humildad nos sitúa en
nuestra verdad más profunda: somos barro en el que Dios quiso infundir el soplo
de su Espíritu “ruah” (Gn 1). Pablo llega a decir que llevamos el tesoro de
nuestra vida de germen inmortal en vasijas de barro (2 Co,4). La humildad nos sitúa
a todos en nuestra condición de creaturas. La humildad es por así decir
la característica humana atribuible a toda persona que nos hace por una parte
considerarnos pequeñas creaturas frente a lo trascendente de su existencia que nos ha dado el Creador y por otra parte reconocer en cada
hombre el valor de su dignidad. La humildad nos lleva a respetar, valorar y tratar con igualdad todo
ser humano reconociendo su más alta dignidad (sea cual fuese su creencia, raza o condición social). El contrario de la humildad es la
prepotencia, el orgullo y la soberbia. El orgullo divide a los hombres y la
humildad las une (Sócrates). Cuando no hay humildad las personas se degradan (Agatha
Christie). El amor es la fuerza más humilde, pero la más poderosa de que dispone
el mundo (Mahatma Gandhi).
Quiero finalizar la reflexión con unas bellas palabras del Patriarca Ecuménico Bartolomé en su mensaje de Navidad 2021. El Patriarca recuerda el significado de la encarnación divina y la "deificación del hombre por la gracia" e invita a todos a aceptar con gratitud el don de la ciencia, especialmente en tiempos de pandemia. "La Encarnación divina, junto con la manifestación de la verdad sobre Dios, revela también la verdad y el destino último del hombre, nuestra deificación por la gracia.
Por tanto quien honra a Dios debe honrar también al hombre, (recordando las palabras de Irineo, la gloria de Dios es el hombre viviente) y quien socava al hombre deshonra también a Dios, que ha asumido nuestra naturaleza. En Cristo, cuando hablamos teológicamente de Dios, hablamos al mismo tiempo del hombre". La vida de la Iglesia, representa, expresa y sirve a este misterio salvífico de la divino-humanidad". "Vive y predica la verdad de la auténtica vida espiritual y la cultura del amor y la solidaridad". Además, "ofreciendo el testimonio 'de la esperanza que hay en nosotros' (1 Pe 3,15), no considera en absoluto la civilización contemporánea como otra Nínive pecadora, invocando como Jonás la ira divina sobre ella y su abolición, sino que la Iglesia lucha por la transformación de la cultura en Cristo". A la luz de todo esto, en la Iglesia de hoy -subraya- se necesita "imaginación pastoral" y "diálogo" y no "argumentación"; "participación y no abstención, actos concretos y no teoría abstracta, aceptación creativa y no rechazo general". La fidelidad a la tradición de la Iglesia no debe ser un atrapamiento en el pasado -continúa- sino el uso de la experiencia del pasado en el presente “de forma creativa”.
Teniendo en cuenta lo que la humanidad ha vivido en el último
año, es decir, la situación generada por la propagación de la pandemia del
Covid-19, el Patriarca agradece a Dios el trabajo de los científicos en el
desarrollo de vacunas y medicamentos para tratar este virus y anima a todos los
fieles a vacunarse y a respetar las medidas de seguridad adoptadas por las
autoridades sanitarias. La ciencia, mientras trabaje al servicio del hombre, es un don
inestimable de Dios. Debemos aceptar con
gratitud este don y no dejarnos engañar por voces irresponsables de
"consejeros espirituales" ignorantes y autoproclamados representantes
de Dios y de la fe auténtica, que, sin embargo, se contradicen miserablemente
por su falta de amor a sus semejantes, cuyas vidas exponen a graves
peligros".
El Patriarca, convencido de que la vida de todos está dirigida
"por el Dios de la sabiduría y del amor", invita a mirar al 2022 como
un año de salvación, a pesar de los acontecimientos, porque "está guiado
por Cristo, que ama a los hombres y cuida de todas las cosas" y que
"desea que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la
verdad". (1 Tim 2.4).
BIBLIOGRAFIA:
Bruno Cardoré OP, la visión antropológica del Papa Francisco
desafía la misión de la vida consagrada,29, 05, 15
Michele Raviart, Democrazia,
crisi di valori e educazione nel nuovo libro della Lev,"Costruire la Democrazia. Prospettive educative e Cristianesimo" Vaticano 2019-11
Raúl Torres, el neohumanismo contemporáneo, Editoriale del Ticino, 9/12/2021
Revista de Humanidades, El nuevo humanismo y la comunicación, Universidad
Costa Rica, 24, 06,11
Antonio Allegra, Visioni
transumane (técnica, salvezza, ideologia), Orthotes Ed, Napoli, 2017
Mons. Corrado Obispo de Pavía, Homilía en
la Fiesta de San Siro, Catedral de Pavía, 9 Dic, 2021
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