Introducción
Una motivación me ha empujado a hacer este trabajo, es la de
recuperar una justa memoria histórica que no sea ni selectiva ni ideológica
para tratar de recuperar nuestra verdadera historia y descubrir así las raíces
de nuestra nación. El día que la olvidemos perderemos definitivamente nuestra
identidad.
El 1942 va a ser una fecha clave para el surgimiento de España como nación después de la larga historia de casi ocho siglos de unificación de sus reinos. Este largo proceso nos debería hacer pensar lo costo y dificultoso que resultó tal proceso de unificación de los reinos de España para establecer una nación multiforme y plural. Ahora más que nunca antes de revindicar movimientos separatistas nos debía motivar el no ahorrar esfuerzos para mantener esta rica unidad.
El término de Reconquista describe el periodo de la historia
de la península Ibérica que va desde la caída del reino visigodo en la batalla
de Guadalete en el 711 y la caída del Reino nazarí de Granada ante los Reyes
Católicos en 1492.
Muchos han tratado de reducir la España medieval a un fenómeno
militar puede parecer abusivo. Obviamente durante esos 8 siglos no todo fue
batalla y hubo periodos de paz muy variadas etc. Pero con todo encontramos algo significativo un
fenómeno ideológico de larga duración con sus obvios altibajos el de la
restauración de la España perdida. No parece pues razonable invalidar el
término reconquista por su duración. Los procesos de larga duración existen a
nivel historiográfico y han sido estudiados designar un nivel de tiempo
histórico correspondiente a las estructuras cuya estabilidad es muy grande en
el tiempo con marcos geográficos y realidades socio culturales muy dispares.
En el presente el término reconquista, a pesar de ser
controvertido por algunos, sigue siendo ampliamente utilizado por los
historiadores como término historiográfico meramente operativo desconectado de
cualquier sesgo ideológico actual. Así lo piensa Francisco García Fitz,
catedrático de historia medieval en la Universidad de Extremadura, quien
afirma: “lo que parece indudable es que en los reinos cristianos
peninsulares se elaboró desde muy pronto una construcción ideológica a la que
por su contenido no resulta descabellado llamar reconquista y que se configuró
como un sistema de representaciones mentales y de valores morales religiosos
políticos y jurídicos al servicio de aquella expansión”.
El tema de la pérdida de España y su restauración fue un recurso
literario de gran fortuna (crónica mozárabe, historia silense Ibn
Bassám, Lucas de Tuy, Jiménez de Rada, Gil de Zamora, Canciller López de Ayala,
Alfonso X, Fernán González, Pedro del Corral) Este recurso no busca solo
regodearse en tristes lamentos, sino desde la élite, activar ese espíritu
reconquistador, en algunas épocas clave, es decir como un instrumento
legitimador de avance hacia el sur y que no se tradujo en propuestas concretas
de reeditar una unión política entre los distintos reinos cristianos hasta que
llegamos al siglo XV
La discusión sobre lo adecuado del término reconquista
todavía no parece que sea un debate que se haya superado en pleno siglo XXI. El
término reconquista, el catedrático de la Universidad autónoma de Madrid
Carlos de Ayala, dice: “sin duda y razones para criticar su uso especialmente
cuando su uso es impropio ideologizado o incluso manipular es curioso pero este
debate no se suele dar en entre los historiadores que no son de habla hispana
probablemente más desacomplejados por estar alejados de manipulaciones
ideológicas y políticas de cualquier tipo”. Así el medievalista e hispanista
británico Derek Iomax escribió: “la reconquista es un marco conceptual
utilizado por los historiadores pero a diferencia del concepto de edad media no
se trata de un concepto artificial por el contrario la reconquista fue una
ideología inventada por los hispano cristianos poco después del año 711.
Fueron los visigodos los creadores del concepto político de
España que iba a gozar de una muy singular fortuna y cuya fuerza real se
comprueba al verla soportar la experiencia tan dramáticamente adversa de la
reconquista escribió José Antonio Maravall. En una búsqueda de identidad
alejada de la romana Leovigildo rey de los visigodos legalizó los matrimonios
mixtos entre godos e hispanorromanos su hijo Recaredo culminó la unificación
religiosa con su conversión al catolicismo, Suintila, según afirmaba el
destacado eclesiástico y erudito San Isidoro de Sevilla, fue el primero que
obtuvo el poder monárquico sobre toda la España peninsular de ahí que los Reyes
visigodos del s. VII y comienzos del VIII se hacen llamar “regis Hispania”,
Reyes de España.
Como ha señalado el historiador y académico Luis Agustín García
Moreno, uno de los mayores expertos mundiales en la España visigoda, se había
producido un deslizamiento lingüístico del “regnum gothorum al regnum
hispaniae”. San Isidoro formuló la unión de la identidad étnica con la
patria hispana. San Julián identificaba por completo a los godos con los
hispanos La idea de España era tan fuerte en el 711 que tanto los
conquistadores árabes bereberes como conquistados la hicieron suya desde el
primer momento. Puede parecer chocante que en Al-Ándalus interviniera una
imagen de España, pero durante una fase de la dominación islámica, siglos VIII
al X el componente étnico fue más importante que el religioso. Prueba de la
pervivencia de España en la primera fase andaluzí y es que el cronista mozárabe
del 754 utiliza la fórmula “regnat in Spania” Cada vez que inicia su
Gobierno o que acuñaron monedas en las que figurarían las letras latinas “Hispania”
en uno de los lados. Esa idea de España seguía diluyendo en la zona islámica al
mismo tiempo que iba cobrando fuerza en los reinos cristianos del norte en
aquel Reino Hispania y de los godos con capital en Toledo el filósofo Gustavo
bueno la denominó “proto España”
Está la semilla misma del proyecto político de la España
cristiana que con sus indudables cambios formales, guerras, luces y sombras y muchas otras vicisitudes, llega hasta nuestros días. La historia está
formada por muchas capas y todas ellas son importantes. Miguel Ángel Ladero
Quesada catedrático en la Universidad Complutense de Madrid, señala que a
partir de la herencia visigoda se pudieron construir los argumentos ideológicos
de reconquista y restauración y que hubo toda una generación de hombres entre
los siglos XI y XIII que pusieron los cimientos y construyeron la primera
traza de una España que, mediando el paso de los siglos y la mudanza de los
tiempos, ha venido a ser esta España nuestra.
A partir de este prólogo introductorio vamos a detenernos en
algunas claves que nos ayudan s descifrar como se va produciendo este
movimiento de reconquista y restauración.
Podemos identificar varios momentos claves de ese proceso de restauración de la España perdida. Hubo un momento en el que la España que habían creado los romanos, conocida como Hispania y que se perpetuo con los visigodos, estuvo a punto de desaparecer. El proceso de restauración parte del episodio fundacional de Covadonga en el 718 propiciado por Pelayo en la cornisa cantábrica. Pero quisiéramos destacar otro momento que se remonta al año 711 cuando una potencia extranjera intervino para decidir una guerra civil dos facciones de la élite goda se enfrentaban por hacerse con la corona. Una de ellas, llaman su socorro a los extranjeros esos extranjeros eran los musulmanes del norte de África que desde medio siglo antes estaban protagonizando una prodigiosa expansión por toda la Cuenca del Mediterráneo.[1]
Hubo un lugar donde el poder musulmán tuvo que retroceder, fue en un pequeño rincón de la cornisa cantábrica en los Picos de Europa. Allí, en Asturias, el coraje y la fe de unos pocos hombres, pegados a un terruño imposible, salvaron literalmente la cristiandad en España. Entre colonos, monjes, Reyes y guerreros, un minúsculo enclave en Cangas de Onís creció hasta convertirse en todo un Reino que abarcaba desde el Duero hasta el Cantábrico, desde las costas atlánticas de Galicia y Portugal hasta las sierras de Álava y de Soria.
Don Pelayo, noble
visigodo, funda el REINO DE ASTURIAS y encabeza la resistencia cristiana.
Don Pelayo en el 722 derrota a los musulmanes en la BATALLA DE COVADONGA,
esto se considera el inicio de la Reconquista. Lo que fue ciudad
legionaria romana fue reconvertida en capital del viejo Reino de Asturias. A
este Reino se anexionarían el reino de Navarra, el condado de Aragón y los
condados catalanes. Con el Rey de León Ramiro II en el 931 su reinado abarca
ahora desde Galicia hasta Álava y desde el Cantábrico hasta el Duero.
Así pues
asistiremos al nacimiento y expansión de varios reinos cristianos: Reino de
Asturias, Reino de Navarra, Reino de León, Reino de Aragón, Reino de Castilla.
Todos estos reinos cristianos no siempre conforman un frente común y caen en
luchas internas por el poder, aunque mantienen el objetivo de recuperar el territorio
ocupado por los musulmanes. También los musulmanes fueron presos de luchas
internas después de convertirse en caudillo del califato Almanzor, tras su
muerte en 1002 su reinado estalla en mil pedazos en los denominados Reinos
Taifas. Esto contribuye a la hegemonía de los reinos cristianos. A mediados del
S. XII dos tercios de la Península ya habían pasado a manos cristianas. La
debilidad de la España musulmana favorece de algún modo a la Reconquista,
pero otro factor desestabiliza el marco. Dos tribus fundamentalistas del norte
de África, almorávides y almohades pujan por restaurar el reino Al-Ándalus. LA
BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA en 1212
significaría el ocaso del islam español y el comienzo de una nueva etapa.
La Reconquista fue sin dudad una
epopeya extraordinaria que duró ocho siglos. Fue una historia que no había
hecho más que empezar. Cuando el Reino de León se consolidó en el tercio norte
de la península comenzó en realidad una aventura nueva la gran aventura de la
España medieval.
1 El término “Reconquista” o “restauración”
Se denomina Reconquista al período de la
historia de la península ibérica de aproximadamente 780 años entre
la conquista omeya de Hispania en 711 y la caída del Reino
nazarí de Granada ante los reinos cristianos en expansión en 1492.
La conquista completa de Granada marca el final del periodo.
Quizás anterior al término “reconquista” se utiliza el
término «restauración» de los reinos cristianos visigodos,
entendida como conquista de nuevos terrenos por unas nuevas monarquías que
pretendían restablecer un orden político y religioso preexistente.
El comienzo de la Reconquista se marca con la BATALLA
DE COVADONGA (718 o 722), la primera victoria conocida de las fuerzas
militares cristianas en la península ibérica desde la intervención militar de
las fuerzas combinadas árabe-bereber de 711. En esa pequeña batalla, un grupo
liderado por el noble Pelayo derrotó a una patrulla musulmana en las
montañas de la cordillera cantábrica y estableció el reino cristiano
independiente de Asturias. La Reconquista terminó con la conquista
del emirato de Granada, el último estado musulmán en la península, en
1492, la conquista y caída fue precedida por las Capitulaciones de
Granada o Tratado de Granada (1491).
Después de 1492 toda la península fue controlada por gobernantes
cristianos. “La Reconquista” fue seguida por el EDICTO DE GRANADA (1492)
que expulsó a los judíos de Castilla y Aragón que no se
convirtieron al cristianismo, y una serie de edictos (1499-1526)
que forzaron las conversiones de los musulmanes en España, y en
1609-1610, su destierro.
La Reconquista constituyó para los
distintos reinos y señoríos surgidos en el aislamiento del norte montañoso de
la Península un proceso restaurador y liberador, no solo del territorio, sino
de la numerosa población cristiana hispano-visigoda (mozárabes),[2]
que permaneció durante siglos en el territorio ocupado. Resultaban ser los
verdaderos herederos del reino visigodo, y su apelación constante al
auxilio de los reinos cristianos, suponía para las autoridades musulmanas un
problema que surgía periódicamente y que era resuelto con persecuciones y deportaciones
de distinto grado.[3]
Según esta misma visión tradicional la temprana reacción en la
cornisa cantábrica en contra del Islam (Don Pelayo rechazó a los
sarracenos en Covadonga apenas siete años después de que atravesaran
el estrecho de Gibraltar), y el rechazo del territorio actualmente francés
después de la BATALLA DE POITIERS del año 732, sustentan la idea de
que la Reconquista sigue casi inmediatamente a la conquista árabe. Incluso,
«gran parte de dicha cornisa cantábrica jamás llegó a ser conquistada»,[4]
lo cual viene a justificar la idea de que la conquista árabe y la
reconquista cristiana, de muy diferente duración (muy corta la primera y
sumamente larga la segunda), se superponen. Teniendo en cuenta esta posible
superposición, podría considerarse como una sola etapa histórica, sobre todo si
tenemos en cuenta que la batalla de Guadalete, la primera batalla por
defender el reino visigodo en el año 711, marca el inicio de la conquista
musulmana.
Dos hechos van a ser claves para entender lo que fue la
Reconquista. Por un lado, el hecho indiscutible de la finalidad religiosa de la
reconquista por restablecer el catolicismo en toda la península.[5]
Por otro lado, el término parece confuso, considerando que tras
el derrumbe del Califato a comienzos del siglo xi, los reinos cristianos optaron por
una política de dominio tributario –parias– sobre las taifas en lugar
de una clara expansión hacia el sur, y las pugnas entre las diferentes coronas
–y sus luchas dinásticas–, que solo alcanzaron acuerdos de colaboración contra
los musulmanes en momentos puntuales.
Durante el Siglo de Oro algunos poetas definieron y
denominaron a los españoles como «godos» (como dijo Lope de Vega: «eah,
sangre de los godos»),[6]
y durante las guerras de independencia en América, eran también así
llamados por los independentistas americanos. Es por ello, que los críticos del
término lo consideran un concepto parcial, pues solo transmite la visión
cristiana y europea de este complejo proceso histórico, soslayando el punto de
vista de los musulmanes andalusíes; también puede decirse que en el lado
cristiano existía conciencia de «reconquista».[7]
1.1 El Espíritu de la Reconquista[8]
Hubo
una repartición de reinos después del último rey de Asturias, Alfonso III el
Magno. Los hijos se reparten los territorios: García se queda con León; Ordoño
con Galicia y Portugal y Fruela con Asturias. Conviene detenerse en la figura
del rey Ramiro II, hijo de Ordoño, porque va a ser el último gran rey de su
estirpe y uno de los más señeros de la España cristiana.
Ya
en León desde el tiempo de Alfonso III había empezado a ser notorio la forma
imperial: varios reinos unidos bajo un solo imperium. El modelo seguía
el viejo imperio carolingio de los francos donde el rey, proclamado a su vez
heredero de Roma era convertido en emperador. Para la ideología de la
Reconquista significa un decisivo paso adelante. Desde finales del siglo VIII,
Asturias había empezado a verse como heredera natural del viejo Reino godo, lo
cual la legítima para reclamar el primer puesto entre los reinos de Hispania.
La idea imperial no solo reclamaba la herencia ahora y la primogenitura entre
los reinos cristianos sino que además reivindicaba el liderazgo de todos los
territorios hispanos.
Ramiro
compartía sin duda esa doctrina imperial que era por así decirlo la ideología
dominante en el Reino, pero su puesto, de momento, estaba en otro lugar en la
dirección de un pequeño territorio elevado a la condición de Reino entre los
ríos Miño y Mondego en lo que hoy es el norte de Portugal. Ramiro podía haberse
quedado como rey local en su pequeño rincón portugués pero el destino había
dispuesto las cosas de otro modo y en apenas dos años se disparan los
acontecimientos. En 929 su hermano Sancho que reinaba en Galicia muere y la
corona gallega va a pasar a Ramiro y muy poco después en el 931 la esposa del
Rey Alfonso IV de León, la navarra Oneca muere súbitamente. Alfonso nombra un
su sucesor su hermano Ramiro. Así es como en el 931 Ramiro se hace coronar rey
de León y todos los territorios de la vieja corona vuelven a estar unificados.
Es
precisamente en este momento cuando recibe la petición de auxilio de la ciudad
mora de Toledo. Los ciudadanos toledanos prefieren recurrir al rey de los
cristianos antes que doblar su cerviz al emir Abderramán III. Esto abrirá una
nueva etapa en el paso hacia la Reconquista.
La
España Mora era rica y poderosa pero estaba al borde de la descomposición La
España cristiana era pobre y de fronteras precarias pero estaba sacando partido
de la debilidad musulmana ese era el paisaje a la altura del primer tercio del
siglo así la frontera había bajado hasta más allá del Duero así se habían
fortalecido el Reino de Navarra y los condados catalanes y aragoneses por eso
el rey Ramiro podría lanzarse esta expedición militar y concebir el proyecto de
iniciar la Reconquista de los territorios musulmanes.
El
poder del reino musulmán Al- Ándalus, por así decirlo estaba en crisis, había
menguado de manera alarmante en los decenios anteriores desde la invasión de
711. El poder musulmán, pactando con la vieja élite hispana, había ocupado los
principales centros de riqueza de la España goda. Ahora bien, los moros no
habían sido capaces de construir un sistema político sólido. La superficial
islamización de la población andalusí no dejaba de representar un serio
obstáculo para las pretensiones de poder de Córdoba porque en el mundo islámico
el poder político es inseparable del poder religioso es la autoridad religiosa
la que legitima el ejercicio del poder político y por tanto nadie puede aspirar
a que se reconozca su soberanía si esta no va acompañada de una autoridad
religiosa incontestable. Como muestra la de la familia de Abderramán, hijo de
una concubina cristiana y nieto de una princesa navarra, también cristiana. Una
hija del Omar ibn Hafsún, de nombre Argentea, morirá mártir en Córdoba por
negarse a abjurar sobre la Cruz. Los martirios de cristianos en la Córdoba del
siglo IX atestiguan la fuerza de la vieja fe en el territorio formalmente
musulmán del emirato. Del mismo modo, la emigración hacia el norte de mozárabes,
la población cristiana de Al- Ándalus, no va a cesar en todo este periodo. Se
calcula que a principios del siglo X la población cristiana andalusí se eleva
al 70%. Una mayoría sometida a un poder extranjero, reprimida en su libertad
religiosa y obligada a pagar tributos para mantener su fe. Los andalusíes de origen
étnico árabe o berebere eran una exigua minoría y sin embargo eran los que
mandaban.
Para
intentar solucionar estos problemas Abderramán acentúa la presión de la ley
islámica sobre la vida social. Este proceso había comenzado un siglo antes
cuando los emires trajeron a la España mora los preceptos de la escuela
jurídica malikí, abiertamente fundamentalista. Abderramán por así decirlo, forzó
la máquina y además intensificó la represión sobre los cristianos y para que no
quedara duda alguna de quién era el verdadero amo en el año 929 el emir tomó
una decisión trascendental se elevó a sí mismo a la condición de califa. Esto
supuso una diferencia fundamental. El emir era un jefe político no un jefe
religioso pero el califa además de jefe político era sucesor de Mahoma, es
decir, un jefe religioso, una autoridad espiritual.
Al
proclamarse califa, Abderramán reclamaba para sí todo el poder religioso,
político y militar en el ámbito de Al- Ándalus. Prerrogativas que, entre otras
cosas, incluía la persecución y castigo de cualquier desviación religiosa, ya
fuera musulmana, judía o cristiana. Así nació el califato de Córdoba. El califa
de Abderramán exigirá la sumisión de todos los poderes rebeldes en Al- Ándalus.
Tras haber reunificado la España mora el califa apuntará a la España cristiana.
Lo que no se esperaba era encontrarse enfrente, contra todo pronóstico la contrapartida del rey de Ramiro II de León.
2. Final de reino visigodo de Toledo y aparición de los primeros focos de resistencia cristiana
Durante la conquista del imperio Romano, Hispania pasó a ser provincia romana, bajo la jurisdicción y tutela de Roma. La crisis del imperio
romano tras el gobierno de Alejandro Severo (235-283) alcanzó también a
Hispania y facilitó la entrada de una serie de pueblos bárbaros procedentes del
norte y centro de Europa. Las primeras invasiones de produjeron a principios
del S. V por suevos, vándalos y alanos. Los visigodos, otro pueblo centro europeo
penetraron poco después bajo el beneplácito de Roma para liberar la península
de los pueblos bárbaros. El contacto con Roma hizo de ellos un pueblo culto que
alcanzó un elevado nivel de civilización.
El Estado se articulaba con una solidez estructural
considerable. Se articulaba en torno a la monarquía asistida por una asamblea
mixta de nobles y prelados. Se regían por un código transmitido por tradición
oral y su obra legislativa es decisiva en la historia del derecho. La
organización administrativa y judicial del Estado visigodo se articuló
básicamente en torno a provincias gobernadas por un dux (duque) y
divididas en distritos o civitates, al frente de los cuales se
encontraba un comes (conde).
Tras la conversión de Recaredo pasaron de la religión arriana
profesada por los visigodos desde tiempos de Ulfila S. V al catolicismo.
Recaredo y Sisebuto favorecieron la celebración de sucesivos Concilios de
Toledo. San Isidoro de Sevilla es autor de un compendio de conocimientos de su
época llamado Etimologías, que llegó a ser uno de los libros de mayor
influencia en el pensamiento medieval.
La invasión árabe se produjo en el 711. Las tropas musulmanas de
Tarik desembarcaron en Gibraltar. Don Rodrigo acudió a detener la invasión,
pero fue incapaz de detener el avance musulmán. Las huestes visigodas fueron
derrotadas en el 711 en la BATALLA DE GUADALETE. Comenzaba así una nueva etapa
para la historia de la Península.[9]
La primera incursión musulmana, estuvo compuesta por 7000
bereberes enviados por el gobernador Musa ibn Nusair y comandados
por Tárik. Zarparon desde el norte de África y entraron en la península
ibérica por Gibraltar (que precisamente debe su nombre actual a
Tárik, «Jebel al-Tarik»). Roderic o Roderico (Don
Rodrigo), uno de los últimos reyes visigodos, intentó rechazar esta
incursión, siendo derrotado[10]
y perdiendo la vida en la batalla de Guadalete (o laguna de la
Janda). Ese mismo año Tarik entró en Toledo, la capital de los visigodos.[11]
Tárik fue llamado a informar al califato, viajando a la
capital Damasco, y nunca más volvió. Su lugar lo ocupó el
gobernador Abd al-Aziz, más conocido por la historiografía como «Musa». En
el año 712 Musa cruzó el estrecho con más de 18.000 guerreros
musulmanes, tanto árabes como bereberes, y conquistó Sevilla, Mérida y
Zaragoza, realizando además incursiones en Galicia, León y Asturias.[12]
Con Musa da comienzo lo que se conoce como Emirato dependiente.[13] Los invasores se sirvieron del sistema de calzadas romano para avanzar entre el
año 711 y el 714 por el territorio,[14]
dejando guarniciones en puntos clave.[15]
A partir de este momento los musulmanes empezaron una política
de tratados con los nobles visigodos, como el de Teodomiro en Murcia, que,
unido a una política relativamente tolerante con judíos y cristianos, les permitió
controlar la mayor parte de la península en pocos años. El pacto
entre Teodomiro y Abdelaziz, firmado el 5 de abril de 713, donde se
mantenía en el poder a las viejas autoridades hispano-godas a cambio de algunas
concesiones, lealtad a Damasco y el pago de tributos:
En el Nombre de Dios, el Clemente, el
Misericordioso. Edicto de ‘Abd al-‘Aziz ibn Musa ibn Nusair a Tudmir ibn Abdush
[Teodomiro, hijo de los godos]. Este último obtiene la paz y recibe la promesa,
bajo la garantía de Dios y su profeta, de que su situación y la de su pueblo no
se alterará; de que sus súbditos no serán muertos, ni hechos prisioneros, ni
separados de sus esposas e hijos; de que no se les impedirá la práctica de su
religión, y de que sus iglesias no serán quemadas ni desposeídas de los objetos
de culto que hay en ellas; todo ello mientras satisfaga las obligaciones que le
imponemos. Se le concede la paz con la entrega de las siguientes ciudades:
Uryula [Orihuela], Baltana, Laqant [Alicante], Mula, Villena, Lurqa [Lorca] y
Ello. Además, no debe dar asilo a nadie que huya de nosotros o sea nuestro
enemigo; ni producir daño a nadie que huya de nosotros o sea nuestro enemigo;
ni producir daño a nadie que goce de nuestra amnistía; ni ocultar ninguna
información sobre nuestros enemigos que pueda llegar a su conocimiento. Él y
sus súbditos pagarán un tributo anual, cada persona, de un dinar en metálico,
cuatro medidas de trigo, cebada, zumo de uva y vinagre, dos de miel y dos de
aceite de oliva; para los siervos, sólo una medida. Dado en el mes
de Rayab, año 94 de la Hégira [713]. Como testigos, ‘Uthman ibn
Abi ‘Abda, Habib ibn Abi ‘Ubaida, Idrís ibn Maisara y Abu l-Qasim al-Mazali.
Ibn Idari, Libro de la increíble historia de los
reyes de al-Andalus y Marruecos (s. XIV) (Traducción F. Maíllo
Salgado)[16]
Poco tiempo después del inicio de la invasión apareció en el
seno de los vencedores diversas disputas entre árabes y bereberes, y dentro de
los árabes, entre qaysíes y yemeníes. En 716 Abd al-Aziz fue
asesinado en Sevilla y se inició una crisis tal que en los siguientes
cuarenta años (hasta el año 756, con la llegada de Abderramán I), se
sucedieron veinte gobernadores, período conocido como Emirato dependiente.
Con el fin de acabar una revuelta bereber, quienes se sentían marginados por la
mayoría árabe, desde Siria se mandaron tropas árabes con el propósito de
sofocarla.
En el año 716, con el centro de poder ya establecido en Córdoba,
los árabes comenzaron a dirigir sus fuerzas hacia los Pirineos para
tratar de entrar en el territorio de la antigua Galia romana. Entre
los años 711 y 725 los musulmanes ocupan la Península salvo pequeños núcleos
cristianos en Asturias y los Pirineos. En el año 720 llegaron incluso a tomar
la ciudad de Narbona. Sin embargo, su avance por el reino
franco se vería frenado por la DERROTA EN POITIERS en el año
732. Entre los años 751 y 756, una serie de malas cosechas fuerzan el
repliegue de las tropas musulmanas hacia el sur del Duero, permitiendo la
reorganización y recuperación de los cristianos del norte.[17]
Crónica mozárabe del año 754 donde se narra la experiencia del
momento de la conquista musulmana de la península ibérica desde el punto de
vista cristiano:
En este tiempo, en la era 749, año
cuarto del imperio de Justiniano, nonagésimo segundo de los árabes, (...) el
propio Musa, como las columnas de Hércules lo encaminaban hacia esta desdichada
(...), atravesando el estrecho de Cádiz penetra en ella —injustamente
destrozada desde tiempo atrás e invadida— para arruinarla sin compasión alguna.
Después de arrasarla hasta Toledo, la ciudad regia, y azotar despiadadamente
las regiones circundantes con una paz engañosa (...) Y así, con la espada, el
hambre y la cautividad devasta no solo la Hispania ulterior sino también la
citerior hasta más allá de Zaragoza, ciudad muy antigua y floreciente, poco ha
desprovista de defensas porque así lo quiso Dios. Con el fuego deja asoladas
hermosas ciudades, reduciéndolas a cenizas; manda crucificar a los señores y
nobles y descuartizar a puñaladas a los jóvenes y lactantes. De esta forma,
sembrando en todos el pánico, las pocas ciudades restantes se ven obligadas a
pedir la paz, e inmediatamente, complacientes y sonriendo, con cierta astucia
conceden las condiciones pedidas.
Crónica mozárabe,
(754) (trad. López Pereira, Zaragoza, 1980. pp 69-73)[18]
La veloz y contundente invasión islámica, además de los factores
que propiciaron la expansión mundial del islam, se explica por las
debilidades que afectaban al reino visigodo:
El frágil e
incompleto dominio que ejercía sobre el territorio peninsular, puesto que en
711 el rey Rodrigo se hallaba dirigiendo una campaña militar en el
norte.
La división de
sus élites, con enfrentamientos vinculados a la elección de los sucesores al
trono de una monarquía no hereditaria y electiva.
Una aristocracia
terrateniente de tardía conversión al catolicismo, superpuesta a una
población libre o servil con condiciones vitales muy duras, en la que existía
un fuerte descontento. Muchos recibieron la conquista como una mejora de su
situación.
La decadencia de
la actividad mercantil derivó en una minusvaloración de la población judía, que
en gran medida la protagonizaba. Los musulmanes pudieron ver una ventaja en la
situación de las minorías hebrea, amparándola bajo la jurisdicción islámica.
Tras la invasión, la resistencia cristiana cristaliza en dos
focos de los cuales Asturias fue el más precoz.[19]
2.1 El foco asturiano
Tras la invasión islámica, una minoría cristiana escapó al norte
de la península ibérica. Del núcleo asturiano surgió una monarquía cuyo poder
les permitiría avanzar en los años siguientes hasta la línea del Duero,[20]
entre Oporto y Simancas.[21]
En el año 718 se sublevó un noble llamado Pelayo (718-37). Fracasó,
fue hecho prisionero y enviado a Córdoba (los escritos usan la
palabra «Córdoba», pero esto no implica que fuera la capital, ya que los árabes
llamaban Córdoba a todo el califato). Sin embargo,
consiguió escapar y organizó una segunda revuelta en los montes
de Asturias, que empezó con la batalla de Covadonga en 722.[22]
Esta batalla se considera el comienzo de la Reconquista. La interpretación es
discutida: mientras que en las crónicas cristianas aparece como «una gran
victoria frente a los infieles, gracias a la ayuda de Dios», los cronistas
árabes la describen como un enfrentamiento con un reducido grupo de
cristianos, a los que tras vencer se desiste de perseguir al considerarlos
inofensivos. Probablemente fuera una victoria cristiana sobre un pequeño
contingente de exploración. La realidad es que esta victoria de Covadonga, por
pequeñas que fueran las fuerzas contendientes, tuvo una importancia tal que
creó en torno a Don Pelayo, un foco de independencia del
poder musulmán que le permitió mantenerse independiente en Oviedo e
ir incorporando nuevas tierras a sus dominios. Con Alfonso I de
Asturias (739-757) el reino se benefició de las dificultades de al-Ándalus
y de la inmigración de cristianos venidos del valle del Duero, que quedó
prácticamente despoblado. Este aporte humano permitió a los reyes de Asturias
ampliar sus dominios.[23]
En cualquier caso, los árabes desistieron de controlar la zona
más septentrional de la península,[24]
dado que en su opinión, dominar una región montañosa de limitados recursos e
inviernos extremos no valía la pena. Además, la fuerte resistencia de los
francos en Aquitania y Septimania les impidió destinar fuerzas a la cornisa
cantábrica.24
Los cristianos de la zona no representaban un peligro, y controlar el extremo
más alejado supondría más costes que beneficios. Las poblaciones astures y
cántabras emprendieron una campaña de resistencia y depredación contra las
tierras del Duero. El yerno de Pelayo, Alfonso I de Asturias, aprovechó la
crisis interna del emirato de Córdoba para extender el control
desde Galicia a Álava. La sorprendente expansión y consolidación
del minúsculo reino con el largo reinado[25]
de Alfonso II (791-842), quien ya pudo vencer en batalla campal
a los musulmanes, recuperó conscientemente la herencia visigoda (officium
palatinum), favoreció la creación de monasterios y estableció la
capital en Oviedo. Esta situación preocupó a las autoridades califales, por lo
que se llevaron a cabo sucesivas incursiones (en tiempos de Alfonso II, se hizo
una cada año en territorio asturiano), pero el reino sobrevivió y se siguió
expandiendo, con sonoras victorias como la batalla de
Lutos, Polvoraria y la toma de Lisboa en 798. La aparición
del presunto sepulcro del apóstol
Santiago en Compostela sirvió para fortalecer la identidad e
ideología del reino.
El reino de Asturias era inicialmente de carácter astur,
pero fue sometido en sus últimas décadas a una
sucesiva gotificación debida a la influencia de los inmigrantes de
cultura hispanogoda que huían desde el sur. Asimismo, fue un referente para
parte del espacio cultural europeo con la batalla contra el adopcionismo,
al romper con el obispado de Toledo. El reino estuvo por épocas muy vinculado
al reino de los francos, sobre todo a raíz del «descubrimiento» del
supuesto sepulcro del apóstol Santiago. Esta idea «propagandista»
consiguió vincular a la Europa cristiana con el pequeño reino del norte, frente
al sur islamizado. La emigración de clérigos mozárabes a Asturias permitió
crear la doctrina que consideraba al rey como heredero de los visigodos, con
derechos a avanzar hacia el sur sobre los territorios de Al-Andalus. Esta
doctrina proporcionó a la nueva monarquía elementos propios de las tradiciones
godas.
Alfonso el Magno reinó cincuenta y un
años. En el undécimo de su reinado fue depuesto por un rebelde y recluido en el
monasterio de Ablaña. Liberado por un tal Teuda y otros fieles, fue repuesto en
el trono del reino de Oviedo. Alfonso hizo en Oviedo una admirable iglesia de
piedra y cal dedicada a San Salvador y los doce apóstoles y edificó la de Santa
María con sus tres altares. Construyó igualmente la basílica de San Tirso,
admirable edificio, y adornó cuidadosamente estas casas de Dios con arcos y
columnas de mármol, oro y plata y lo mismo que hizo con los palacios del rey,
las decoró con pinturas. Estableció en Oviedo todo el ceremonial de los godos,
tal como se había desarrollado en Toledo, tanto en la organización de la
Iglesia como en la del palacio.
Crónica albeldense,
finales del siglo ix [26]
2.2 El foco pirenaico: formación de los reinos
Se originó a partir de la resistencia carolingia (el
caudillo franco Carlos Martel había rechazado la invasión musulmana
de Aquitania en LA BATALLA DE POITIERS en 732). Posteriormente su
sucesor, Carlomagno, trató de hacer retroceder a los musulmanes mediante
una expedición en el valle del Ebro, consiguiendo conquistar Barcelona y
Gerona. Con todo, la expedición fue un desastre tras la derrota ante los vascones
en la batalla de Roncesvalles, tal y como narra la Chanson de
Roland. Tras este fracaso creó la Marca Hispánica como
barrera defensiva50
(frontera militar del sur), que con el tiempo dio origen a otros focos
cristianos en la península: el reino de Pamplona, los actualmente llamados condados
catalanes, y los de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza.
2.2.1 Marca Hispánica
El imperio carolingio, en lo que hoy es
Francia, marcaba una ancha frontera con los musulmanes a lo largo de los
Pirineos: a eso se lo llamó marca hispánica y de ahí nacería en el Reino
de Navarra el condado de Aragón y los condados catalanes. Desde ese momento y
durante dos siglos de hierro la vieja Hispania cristiana y goda trato de
sobrevivir frente al nuevo poder musulmán.[27]
El territorio situado entre el oriente de Navarra y el
mar se dividió en condados sometidos a los francos. Los condados
catalanes fueron divisiones de la zona occidental de la Marca
Hispánica y los condados de
Aragón, Sobrarbe y Ribagorza ocupaban la zona intermedia.
Fue una zona de contención militar que tomaron los francos para
frenar las incursiones sarracenas. Si bien la intención inicial de estos era
llevar las fronteras hasta el Ebro, la Marca Hipánica quedó
delimitada por los Pirineos en el norte y por el
río Llobregat en el Sur. Los francos favorecieron la llegada de
mozárabes, entre los que surgió con el tiempo un sentimiento contrario al
dominio franco. Posteriormente se independizó del dominio franco gracias a la actuación
de los condes Aznar Galíndez, conde de Aragón desde 809 hasta 820
y Wifredo el Velloso, que en el año 874 reunió y gobernó de forma autónoma
los condados catalanes para legarlo luego a sus descendientes Borrell
II (947-92) y Ramón Borrell (992-1018)[28]
En la zona de los condados catalanes, el Condado de
Barcelona se convirtió muy pronto en el dominante de la zona. Tras la
unión dinástica entre el Reino de Aragón y el conjunto de condados
vinculados al de Barcelona, tendría origen la Corona de Aragón, que
extendería sus dominios hacia el sur y el Mediterráneo.
3. El avance
cristiano
El avance de los reinos cristianos en la península ibérica fue
un proceso lento, discontinuo y complejo, en el que se alternaron períodos de
expansión con otros de estabilización de fronteras y en el que muchas veces los
diferentes reinos o núcleos cristianos siguieron también ritmos de expansión
distintos, a la vez que se remodelaban internamente, con uniones, divisiones y
reagrupaciones territoriales de signo dinástico. También cambiaba internamente
la forma y fuerza del poder musulmán peninsular al que se enfrentaban,
experimentando diversas fases de poder centralizado y períodos de disgregación.
La expansión conquistadora
estuvo salpicada de continuos conflictos y cambiantes pactos entre reinos
cristianos, negociaciones y acuerdos con poderes regionales musulmanes y,
puntualmente, alianzas cristianas más amplias, como la que se dio en LA BATALLA
DE SIMANCAS (939), que aseguró el control cristiano del valle
del Duero y del Tormes; o la más sonada (por su excepcionalidad)
y de más amplios vuelos en LA BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA en 1212,
que supuso el principio del fin de la presencia almohade en
la península ibérica. El estudio de tan dilatado y complejo proceso pasa
por el establecimiento de diferentes fases en las que los historiadores han
establecido perfiles diferenciados en los ritmos y características de
conquista, ocupación y repoblación. Vamos a tratar de seguir los periodos de
esta lenta expansión conquistadora, de cómo se fueron consolidando los reinos
en la Península y resaltando los hechos más relevantes.
3.1 Un primer periodo: Siglos VIII a X
PRIMER PERIODO ASTURIANO (S VIII-X): para los
historiadores es muy difícil extraer opiniones claras de los siglos VIII y IX
por la escasez de fuentes escritas. El proyecto del Reino de Asturias, para
algunos historiadores, es una copia en miniatura del Reino visigodo. El
profesor de Historia medieval de la Universidad de Deusto Armando Vesga llegó a
señalar que Asturias y Cantabria no habían sido conquistadas por los visigodos
demostrando desde una fase inicial la vinculación hispano-goda del
incipiente Reino de Asturias. La tesis de Armando Vesga ha recibido algunos
apoyos de otros colegas de profesión, el catedrático de historia medieval de la
Universidad de Cádiz Rafael Sánchez Saus, indica que, aunque no se pueda
respaldar en fuentes tempranas la cornisa cantábrica desde muy pronto y
desde las bases de la romanización hay un sentimiento de continuidad con la
identidad goda previa a Guadalete es decir una continuidad ideológica con la
idea de España
Alfonso II emula una nueva Toledo
con su traslado a Oviedo de la capital siendo el gran impulsor del neogoticismo
culminado por Alfonso III que sufragó crónicas en las que trataban de
buscar la legitimación de los Reyes godos “Cristo es nuestra esperanza que
por este pequeño montículo que ves sea España salvada y reparado el Ejército de
los godos” puede leerse en la crónica de Alfonso III (versión rótense
finales del siglo IX) unas palabras puestas en la boca de Pelayo cuando se
habla de LA BATALLA DE COVADONGA inicio de la resistencia cristiana. Los
historiadores señalan que LA BATALLA DE COVADONGA entre musulmanes y rebeldes
montañeses ocurrió alrededor del año 720 Escaramuza o no lo cierto es que en
torno a Pelayo sí empezaría a articular un Reino, que como dice el doctor en
historia medieval José Soto Chica, no olvidaría a los visigodos
LA BATALLA DE POITIERS Según una crónica mozárabe del 754
continuación de la historia de los godos de Isidoro de Sevilla en la que hay un
pasaje conocido como el lamento por la pérdida de España la crónica habla de la
batalla de cualquier pero no menciona No obstante mandada a las montañas los
monarcas asturianos se legitiman los Reyes godos crónicas ideología fórmulas y
títulos arte fuero juzgo mitos.[29]
Derrotado el reino visigodo de Toledo entre el año 711 y el 714,[30]
al margen de la invasión solo queda una estrecha franja montañosa en el norte
peninsular. El principal esfuerzo de estos primeros núcleos de resistencia
hasta el siglo X irá dirigido a consolidar nuevas estructuras
político-institucionales sobre una realidades socioeconómica en transformación
(el asentamiento masivo de población huida del avance musulmán), configurando
las bases del feudalismo en la península ibérica. Al oeste se afianzó
el reino asturiano, extendiéndose entre Galicia, el Duero y
el Nervión. Al este la Marca defensiva carolingia germinará en
diferentes núcleos cristianos pirenaicos. Su precaria situación quedará
demostrada durante el reinado de Abd al-Rahman III (912-961), cuando
reconocieron la soberanía del Califato y se convirtieron en estados
tributarios.
Al mismo tiempo que avanzaban los cristianos sobre los
territorios musulmanes. Los principales reinos de la Península definían sus
perfiles. Durante el siglo ix y
a comienzos del x, los
territorios cristianos asistieron a un incremento de la población y al
desarrollo de la colonización y explotación de tierras. Los avances de las
conquistas fueron lentos al principio, durante los últimos años del reinado de
Alfonso II (Brañosera, 824), para acelerarse con posterioridad desde mediados
del siglo ix, durante los
reinados de Ordoño I y Alfonso III (Braga, Tuy, Astorga, León, Amaya,
Briviesca, Miranda, Oporto (868), Simancas (889) y Zamora (893).51
En la zona castellana serían incorporadas a territorio
cristiano: Clunia, Roa, San Esteban de Gormaz (912)
y Osma.[31]
En el año 914 durante el reinado de Sancho Garcés I se añadiría la
zona alta de La Rioja.[32]
En el primer tercio del S. X, se dio el reparto de la herencia
de Sancho III de Navarra, legó Navarra a García Sánchez, Aragón a Ramiro y
Castilla a Fernando.
3.1.1 Asturias
El avance sobre el valle del Duero a lo largo del siglo ix parece confirmar la visión
goticista iniciada con Alfonso III el Magno (866-910). En el año 856
se produce la toma de León, siendo la nueva sede de los monarcas para
administrar mejor los nuevos territorios.[33]
Con Alfonso III la frontera quedó fijada en el Duero gracias a la política de
colonización llevada adelante con habitantes de las montañas y huidos
cristianos de la zona islámica. Las tierras de repoblación pasan a ser
propiedad de los labriegos en lo que se conoce como presuras. Estos
campesinos llevaban una vida rudimentaria, basada fundamentalmente en la
ganadería y agricultura, constituyendo pequeños núcleos.
El Reino de Asturias tuvo varias escisiones. La
primera, a la muerte del rey Alfonso III el Magno, que repartió sus
dominios entre tres de sus cinco
hijos: García, Ordoño y Fruela. Estos dominios incluían,
además de Asturias, los condados
de León, Castilla y Galicia y las marcas
de Álava y Portugal (esta última, por aquel entonces, era
solo la frontera sur de Galicia). García se quedó León, Álava y
Castilla, fundando el Reino de León. Ordoño se quedó Galicia y
Portugal, y Fruela se quedó Asturias.
3.1.2 León
En la primera mitad del siglo x se llegó a superar la línea del Duero, avanzando
hasta Salamanca y Coímbra. En la zona oriental del Duero se
produjeron choques más duros contra los musulmanes, entre los que destacamos la
derrota de las fuerzas conjuntas de Ordoño II de León y Sancho
Garcés I de Pamplona en la Valdejunquera (920) contra el
emir Abderramán III y la victoria de Ramiro II (931-951)
en Simancas (939) Ramiro II repobló Sepúlveda y la cuenca
del Tormes. A Ordoño III de León (951-956) sucede Sancho
I (956-958) por presiones de la facción navarra, cuya influencia culmina
con Ramiro III.
El avance cristiano al sur del Duero no terminó consolidándose a
causa de la reunificación de al-Andalus por Abderramán III, que en el año
929 se autoproclamó califa, iniciando el Califato de Córdoba. Será
bajo su gobierno que la zona islámica peninsular alcanzará su cenit político,
económico y cultural. El territorio cristiano sufrió ataques con las aceifas de Almanzor,44
canciller del Califato de Córdoba y hayib o
chambelán del califa Hisham II (976-1009). Se perdieron todas las
plazas situadas al sur del Duero y la mayoría de las ciudades importantes del
norte peninsular, como Santiago, León y Barcelona, sufrieron asaltos y daños
importantes.[34]
3.1.3 Castilla
Castilla (territorium Castellae) fue mencionada por
primera vez en un documento en el año 800.[35] Era la zona más oriental de León y expuesta a las incursiones islámicas del
valle del Ebro y se correspondía al valle alto del río Trueba, al
norte de la provincia de Burgos y al pie de la Cordillera
Cantábrica.[36]
Se trataba de un condado poblado fundamentalmente
por vascones cristianizados que había ido adquiriendo autonomía a
medida que declinaba el poder de los reyes de León. Se fue consolidando un
estilo de vida propio de la zona de frontera: una sociedad fuertemente
jerarquizada en lo militar (con unos condes muy autónomos con respecto al poder
de los reyes de León), habituada a la guerra y al botín por un lado y a las
relaciones mercantiles con al-Ándalus por otro.[37]
El condado de Castilla se hizo hereditario por primera vez con Fernán
González (930-970). La expansión castellana, tanto guerrera como pacífica,
tuvo como resultado lejano la construcción de un amplio conjunto de territorios
desde el Atlántico al Mediterráneo. En su avance hacia territorios despoblados
del sur durante los siglos ix y x se definirán dos zonas: «Castilla
Vieja», que correspondería a los territorios al norte del Duero, y lo que
quedaría al sur hasta la Cordillera Central o Extrema Dorii, que
durante mucho tiempo conservará un derecho propio y unas instituciones urbanas
particulares.[38]
3.1.4 Navarra
El Reino de Pamplona, posteriormente llamado Reino de
Navarra, tuvo como origen la propia familia gobernante, que había pactado la
expulsión de las tropas francas de Pamplona con
los muladíes de Tudela, la familia Banu Qasi. Su primer rey
fue Íñigo Arista (820-851). Tras él, el nuevo reino logró mantener la
autonomía con García Íñiguez (851-70) y Fortún
Garcés (870-905). A principios del siglo x, la familia Jimena sustituye a la Arista y el primer rey
es Sancho Garcés I (905-26), que tiene un gran éxito militar.
Referencia a Sancho Garcés I en la Crónica
albeldense (881):
En la era 944 [año 906] surgió en
Pamplona un rey de nombre Sancho Garcés. Fue hombre de inquebrantable
veneración a la fe de Cristo, piadoso con todos los fieles y misericordioso con
los católicos oprimidos. ¿A qué decir mucho? En todas sus acciones se mostró
magnífico guerrero contra las gentes de los ismaelitas; causó múltiples
desastres a los sarracenos. Este mismo conquistó, en Cantabria, desde la ciudad
de Nájera hasta Tudela, todas las plazas fuertes. Desde luego la tierra de
Degio, con sus villas, la poseyó entera. La tierra de Pamplona la sometió a su
ley, y conquistó asimismo todo el territorio de Aragón con sus fortalezas.
Luego, tras eliminar a todos los infieles, el vigésimo año de su reinado partió
de este mundo.
Crónica albeldense (s.XI)
[39]
Le seguirán García Sánchez I (926-70), Sancho
Garcés II (970-94) y García Sánchez II (994-1000). La economía
del reino estaba basada fundamentalmente en la agricultura y el pastoreo, con
algunos contactos comerciales con los musulmanes. Pamplona llegó a controlar lo
que actualmente es Navarra (su origen), La Rioja (llamado entonces
«Reino de Nájera») y lo que en la actualidad es el País Vasco, y a unir
dinásticamente los condados de Castilla, dependiente
de León pero muy autónomo, y Aragón (tras haberse
constituido como dinastía hereditaria con el conde Aznar
Galíndez), Sobrarbe y Ribagorza en los Pirineos en tiempos
de Sancho el Mayor (1004-1035). A su muerte legó su reino patrimonial
(el Reino de Pamplona) a García Sánchez III de Pamplona (1035-54), a
quien de jure, deberían estar subordinados los tenentes de las otras zonas
de su reino: Fernando, que recibió el condado de
Castilla, Ramiro, que recibió el condado de
Aragón y Gonzalo, el menor de los hermanos, que heredó Sobrarbe y
Ribagorza. Tras anexionarse Sobrarbe y Ribagorza en 1045, Aragón se
independiza.[40]
3.2 Un
segundo periodo: Siglos XI y XII
UN SEGUNDO PERÍODO (XI- XII) clave en la
actividad restauradora 1085 Alfonso III conquista Toledo la antigua
capital de los Reyes godos titulándose imperator totius hispaniae e el
gran proceso reconquistador se puso en marcha básicamente a partir de aquí una
vez ya había desaparecido el califato de Córdoba.[41]
La disgregación del Califato en
una treintena de taifas, coincidirá con la reorganización y
consolidación política de los reinos hispano-cristianos[42]
y facilitará un lento avance cristiano por la Meseta norte y el
valle del Ebro. Ello será financiado con las imposiciones tributarias
(parias) a que sometieron a los reinos musulmanes Fernando I de Castilla y
León (1035-1065), Sancho Garcés IV de
Pamplona (1054-1076), Sancho Ramírez de Aragón (1064-1094)
y Ramón Berenguer I de Barcelona (1035-1076),[43]
convirtiéndolos virtualmente en protectorados. Es un período de europeización,
con la apertura a las corrientes culturales continentales (Cluny, Císter)
y la aceptación de la supremacía religiosa de Roma. La guerra con
al-Ándalus se plantea ya como una guerra de reconquista, provocando que la
frontera adquiera un carácter de provisionalidad permanente. El avance castellanoleonés
(Toledo, 1085) provocó sucesivas invasiones norteafricanas
–almorávides y almohades– que evitaron el colapso de la España
musulmana. La repoblación entre el Duero y el Tajo se
produce con colonos libres formando concejos con amplia autonomía (fueros),
mientras que, en el Ebro, los señoríos cristianos explotarán a la población
agrícola musulmana.
3.2.1 Aragón
El Reino de Aragón tiene su origen en un condado
perteneciente a la Marca Hispánica. Se uniría al
de Pamplona gracias al enlace dinástico de Andregoto
Galíndez con García Sánchez I en el año 943. Tras la muerte
de Sancho III de Navarra en 1035, legó a su
hijo Ramiro (1035-63) el dominio del condado de Aragón. Tras
anexionarse los condados de Sobrarbe y Ribagorza, Ramiro I
establecería un reino de facto que comprendía los tres antiguos
condados y ocupaba los Pirineos centrales. En 1076, durante el
reinado de Sancho Ramírez de Aragón, llegó a anexionarse Navarra. Durante
el reinado de Alfonso I el Batallador y tras una dura lucha con
las taifas de Zaragoza, el reino aragonés llegó al Ebro,
conquistando la capital en 1118. Tras la muerte de Alfonso I, los reinos de
Aragón y Navarra se escinden al elegir cada uno a su gobernante.
3.2.2 Navarra
Incluye Castilla, León, Navarra y el bajo Aragón. Entre los años
1000 y 1035, Sancho el Mayor somete a la Iglesia a Roma con la
reforma benedictina con Cluny como referencia. Tras García
Sánchez (1035-54) el reino se divide entre castellanos y aragoneses.
3.2.3 Castilla
Tras ser un condado hereditario con Fernán González (923-970),
pasa a ser un reino con Fernando I (1032-1065). Le siguen Sancho
II (1065-72) y Alfonso VI (1072-1109). Auge del románico.
3.3 Un
tercer periodo: Siglos XIII y XIV
UN TERCER PERÍODO (XIII-XIV) llegaría con
otro Alfonso, Alfonso VIII el de las Navas que protagoniza en Unión con otros
reinos cristianos un gran empuje reconquistador tras la victoria de LAS NAVAS
DE TOLOSA en 1212
CON LA BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA se fue apuntalando el peso
creciente del Reino de Castilla en el ámbito peninsular. Antes de abandonar
Toledo para dirigirse al campo de batalla Alfonso octavo arengó a los
combatientes hispanos amigos todos nosotros somos españoles los moros entraron
en nuestra tierra por la fuerza y nos la han conquistado y fueron muy pocos
cristianos a los que no se desarraigo y expulso de ella el ideal reconquistador
un objetivo superior por el que luchar García explica que gracias a este marco
ideológico cualquier manifestación contra el islam independientemente de sus
causas reales y sus objetivos concretos quedaba incluida en un proyecto global
la legítima recuperación el cuarto periodo sería el de Fernando hijo de Alfonso
IX de León que a su vez era primo de Alfonso de Castilla de manera definitiva
los reinos leonés y castellano también reconquistaría los reinos de Córdoba
Jaén y Sevilla Por otro lado en la crónica de Aragón Jaime I El conquistador,
extendería sus dominios sobre las Islas Baleares y Valencia
En la crónica atribuida a Jaime I El conquistador se dice que el
apoyo militar de este Alfonso X casado con su hija Violante frente a la
insurrección musulmana de Murcia fue “per salvar España” tras un parón
de 2 siglos exceptuando las campañas de Alfonso XI el proyecto reconquistador
culmina con los Reyes Cay.[44]
La alianza entre los reinos cristianos (NAVAS DE TOLOSA, 1212) logra el definitivo derrumbe del Al-Ándalus,
conquistando con gran celeridad el sur peninsular (salvo Granada),
destacando la batalla del Estrecho donde entran en juego el último
pueblo norteafricano que intervienen en la península, los benimerines.
Esta expansión, protagonizada por las coronas
de Castilla y Aragón, generará problemas debido a la absorción
de un enorme volumen territorial y poblacional. En Andalucía y Murcia,
la imposición de grandes señoríos –nobles guerreros y órdenes militares-, la
expulsión de las poblaciones autóctonas –agrícolas y artesanas-, la crisis
económica del siglo xiv y
las guerras civiles que desangraron a los reinos castellanos
bajomedievales, derivará en la decadencia económica del territorio.
En Valencia y Alicante, los señoríos cristianos, de menor
extensión, se superpondrán a una población musulmana que mantendrá la
prosperidad económica. De esta forma se consolida España como la nación que resistió
y contuvo los ataques musulmanes en Occidente, del mismo modo que el Reino
de Hungría se erige como el guardián de Europa en el Este ante la
llegada de los turcos.
Comentario de Antonio Ubieto Arteta sobre
la batalla de LAS NAVAS DE TOLOSA, en el año 1212, que abrió a los reinos
cristianos el acceso al valle del Guadalquivir:
La batalla se riñó el día 16 de julio
de 1212, y los cristianos utilizaron la misma táctica que los almohades habían
empleado por vez primera en Alarcos. El Miramamolín (emir-Al-muminin, o sea emir
de los creyentes) almohade huyó a uña de caballo, y aquella misma noche llegó a
Jaén. El botín cogido por los cristianos es incalculable. Basta señalar que el
precio del oro se hundió inmediatamente en las ferias de Champaña y que el rey
Sancho VII el Fuerte se convirtió a partir de esa batalla en el más acaudalado
banquero del mundo occidental. Sus fabulosos préstamos se hicieron a base del
oro cogido en esta batalla. Si económicamente la batalla fue un desastre para
el mundo musulmán, desde el punto de vista demográfico prácticamente
desapareció su ejército. Las cifras que dan los cronistas cercanos a los
acontecimientos son muy dispares, pero parece que murieron entre cien mil y
ciento cincuenta mil soldados musulmanes. Aunque no se conocen los efectivos
numéricos del ejército musulmán, es evidente que las bajas sufridas fueron casi
el total de las gentes capaces de llevar armas. Una masa tan considerable de
cadáveres insepultos, sobre los que actuó el calor andaluz del verano,
produjeron inmediatamente una epidemia de disentería, que impidió a los
cristianos ocupar todo el reino musulmán. Es más, las escasas ciudades que
tomaron inmediatamente, o que quedaron vacías por la huida de los musulmanes
(Úbeda, Baeza), se tuvieron que abandonar. Sólo faltó que el siguiente año 1213
fuese de sequía, escasez y hambre para que la consecuencia lógica del éxito de
las Navas de Tolosa no pudiese llevarse a efecto.
Ubieto, A. y otros: Introducción a la Historia de
España. Barcelona, 1972[45]
3.3.1 Aragón
La unión dinástica que se produjo con el matrimonio
de Petronila (hija única del rey de Aragón, años 1157-1164)
y Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona (1131-1162), conformó
la Corona de Aragón, agrupando al reino y a los condados. A pesar de ello,
cada territorio mantuvo sus usos y costumbres consuetudinarios.
La Corona acabaría por unificar con el tiempo lo que hoy
es Cataluña, arrebatando a los árabes el resto de Cataluña,
la Cataluña Nueva, y anexionándose los restantes territorios.
Es de todos conocido que yo Ramiro,
por la gracia de Dios rey de los aragoneses, di mi hija a Ramón, conde de los
barceloneses junto con todo el honor de mi reino. Ahora también, con libre
voluntad y fuerte ama de corazón, quiero, ordeno y mando a todos mis hombres,
caballeros, clérigos y peones, que los castillos y fortificaciones y todos los
demás honores los tengan y posean aquí adelante por el mismo conde Ramón como por
rey deben tener y poseer, y que le guardan obediencia y fidelidad continuamente
en todas las cosas así como rey. Y para que contra esto nada pueda ser pensado
o maquinado por nadie, le dé, otorgue y concedo todo lo que me había reservado
en esa misma carta de donación que le había hecho primero, en entregarle mi
hija. Yo, Ramiro, rey de los aragoneses doy y otorgue todo lo que he
mencionado, y se lo ratifique firmemente al citado Ramón, conde de los
barceloneses, para que el que ahora le dé y lo que ya tenía lo retenga
perpetuamente a mi servicio y fidelidad.
Contrato de esponsales entre el conde de Barcelona Ramón
Berenguer IV y Petronila de Aragón (1137)[46]
3.3.2 Castilla
Los condes de Castilla extendieron su control
sobre Álava y Guipúzcoa, incorporada en el siglo xiii. Ambos territorios conservaron su
lengua y amplia autonomía. Vizcaya sería incorporada a Castilla en el
año 1379, conservando también sus fueros.
3.4 El
cuarto periodo: Siglo XV
EL CUARTO PERIODO (XV) El reinado de los
Reyes Católicos fue decisivo para la configuración definitiva de España y su
unificación territorial. El proyecto reconquistador culmina pues con los Reyes
Católicos el matrimonio de éstos y el acceso de Fernando al trono aragonés en
1479 sella la Unión de las coronas de Castilla y Aragón.
El cronista Diego Valera había vaticinado a Fernando “no solo
el dominio de estos reinos de Castilla y Aragón más sabréis la monarquía de
todas las Españas reformar islas silla imperial de la ínclita sangre de los
godos dónde venís” durante su reinado se produce LA CONQUISTA DE GRANADA en
1492.
Granada constituye el último reducto musulmán y es presentada
como una labor que atañe a todos los hispanos anuncia a los Reyes Católicos
como restauradores de la unidad perdida “Hispania tota si restituta”
como diría Antonio de Nebrija.[47]
La supervivencia del Emirato de Granada responde a
varias razones: su condición de vasallo del rey castellano, su
conveniencia como refugio de la población musulmana, el carácter montañoso del
reino (complementado con una consistente red de fortalezas fronterizas), el
apoyo norteafricano, la crisis castellana bajomedieval y la
indiferencia de Aragón, que se hallaba ocupada en su expansión mediterránea.
Además, la homogeneidad cultural y religiosa (sin población mozárabe)
proporcionó al Estado granadino una fuerte cohesión. Su desaparición a finales
del siglo xv –además de
por sus interminables luchas dinásticas- se ensarta en el contexto de la
construcción de un Estado moderno llevado a cabo por los Reyes
Católicos a través de la unificación territorial y el reforzamiento de
la soberanía de la Corona.
El reinado de los Reyes Católicos marca
la transición entre la Edad Media. Durante su Gobierno se establecen las
bases de lo que será la futura España. Bajo la dinastía de la casa de
Austria la fractura social de Castilla motivada por la debilidad política de
Enrique IV y por la rivalidad de los bandos nobiliarios desemboca en una situación
de crisis. El bando que apoya a Isabel, hermanastra del Rey, inicia una
serie de acusaciones y calumnias sobre la impotencia de Enrique y la supuesta
ilegitimidad de su hija Juana, que representa el otro bando que lucha por la
sucesión. Tras el acuerdo de Toros de Guisando Enrique IV reconoce a
Isabel como heredera del trono de Castilla Isabel establece las nupcias con
Fernando de Aragón y los dos reinos claves en la constitución de España se unen
para siempre. Podemos decir
que el S. XV cambió la concepción del mundo conocido hasta entonces.
3.4.1 Aragón y Castilla
Sicilia es incorporada a la Corona de Aragón en el año
1479.[48]
Esta anexión coincide con las políticas de acercamiento entre Castilla y Aragón
que se produce con el matrimonio en el año 1469 entre Isabel
I [1451-1504] y Fernando I [1452-1516]. Los Reyes
Católicos desarrollarán una política interior autoritaria donde se destaca
la incorporación de los maestrazgos de las Órdenes militares a la
Corona, la disminución de la autonomía de los municipios con el nombramiento de
los corregidores y el aumento de las facultades de las Cortes, el
reforzamiento o ampliación de los Concejos, la creación de la Sala
de Contadores (Hacienda), la reforma militar (nuevos reclutamientos), la
mejora de la seguridad pública con la Santa Hermandad y la reforma de
la justicia. El 2 de enero de 1492 se produjo la toma de Granada, dando
fin al último reino islámico de la península ibérica. El 31 de marzo de ese
mismo año se produjo la expulsión salvo bautismo de los judíos. Los conversos
darán lugar a una nueva minoría llamada criptojudíos, perseguidos
por el Santo Oficio.[49]
4 La
repoblación
En paralelo al avance militar, se produjo un proceso de
repoblación con el asentamiento de población cristiana en territorios
conquistados, que podía provenir de los núcleos septentrionales (de tierras
montañosas, pobres y superpobladas), de las comunidades mozárabes del
sur que emigraban al norte debido al incremento de la represión religiosa
(al arte mozárabe se le denomina también arte de repoblación), e
incluso provenientes de zonas de la Europa al norte de los Pirineos, a los que
genéricamente se llamaba francos. La modalidad de asentamiento de
esa población varió en sus características de acuerdo a la forma en que se
produjo la conquista, el ritmo de la ocupación y el volumen de la población
musulmana preexistente en el territorio. En las zonas que fueron frontera entre
cristianos y musulmanes, nunca hubo un "vacío demográfico" o
"zona despoblada", a pesar de que algunos documentos (que así lo
pretendían, justificando de ese modo la legitimidad de las apropiaciones)
dieron origen al concepto de "desierto del Duero", acuñado por la
historiografía de comienzos del siglo xx (Claudio
Sánchez Albornoz).
La llegada de los repobladores cristianos se testimonia
arqueológicamente no solo en lo más evidente, como edificaciones religiosas o
enterramientos, sino también con cambios en la cultura material, como la
denominada cerámica de repoblación.[50]
Sirviendo como hitos divisores los valles de los grandes ríos
que cruzan la península ibérica de este a oeste, se han definido ciertas
modalidades de repoblación, protagonizadas cada una por distintas instituciones
y agentes sociales en épocas sucesivas:[51]
Entre la
Cordillera Cantábrica y el Duero. En una verdadera "cultura de
frontera", el rey atribuye durante los siglos viii y xi tierras
deshabitadas a hombres libres que debían defenderse a sí mismos en un entorno
inseguro, y ocupar la tierra que ellos mismos iban a cultivar (presuras). Un
proceso en cierta forma similar se denomina aprisio en los
núcleos pirenaicos. A medida que la frontera se alejaba hacia el sur, la
independencia inicial que caracterizó el espíritu del condado de Castilla (caballeros-villanos, behetrías)
se fue sustituyendo por formas más equiparables
al feudalismo europeo, con el establecimiento
de señoríos monásticos y nobiliarios. De acuerdo con el
historiador Ladero Quesada, el siglo x fue
«clave en el proceso de colonización de las tierras así incorporadas, cuya
población anterior debía ser muy escasa y carente de organización».[52]
Y Ladero añade «el proceso colonizador era parte de la expansión dinámica de
una sociedad coherente o en camino de adquirir esa coherencia hasta hacerla
cristalizar tanto en formas de poblamiento como en formas de pensamiento y
organización comunes».
Entre el Duero y
el Sistema Central. En los siglos xi y xii se establecieron concejos
municipales a los que se atraía a la población mediante el establecimiento
de privilegios colectivos fijados por escrito en cartas aforadas (cartas
pueblas o fueros). Estas ciudades ejercían el papel de verdaderos
señores colectivos sobre el campo circundante (alfoz) con el que
formaban comunidades de villa y tierra: Salamanca, Ávila, Arévalo, Segovia, Cuéllar, Sepúlveda, Soria,
etc.
En
el Sistema Ibérico. En el solar de la antigua Celtiberia, se
establecen a partir de 1131 instituciones que en un principio son similares a
las comunidades de villa y tierra, pero que en pocos años se independizan
de las ciudades de las que son vasallas, constituyéndose en el Reino de
Aragón las comunidades de aldeas en la Extremadura
aragonesa, con amplias libertades para sus pobladores y con representación
en Cortes.
Valle
del Tajo. Sin mucha aportación nueva de repobladores, se mantuvo gran
parte de la población autóctona de la Taifa de Toledo (una zona
densamente poblada).
Se inició desde
la conquista de Toledo (1086) y de forma simultánea a la repoblación
del espacio más al norte, con la que comparte algunas formas jurídicas equivalentes, como Talavera, Madrid, Guadalajara, Salamanca, Alcalá
de Henares, etc.
Cada comunidad definida por su origen
étnico-religioso (judíos, musulmanes, mozárabes y castellanos)
contó con un estatuto jurídico particular. Tras la
invasión almorávide se expulsó a los musulmanes, castellanizándose el
reino. La sede arzobispal toledana se enriqueció con las propiedades
de las mezquitas y la adquisición de otras, particularmente de familias
mozárabes (mesa arzobispal de Toledo, montes de Toledo).
Valle
del Ebro. Durante la primera mitad del siglo xii, los grandes núcleos urbanos como Tudela, Zaragoza y Tortosa mantienen
la población musulmana, al tiempo que entran en el territorio oleadas de
mozárabes, francos y catalanes que se establecen siguiendo el sistema del
repartimiento, ocupando las casas abandonadas.
Cuencas medias
del Guadiana, del Júcar y del Turia. Entre finales del
siglo xii y principios
del xiii, el rey concede a
las órdenes militares españolas grandes señoríos (encomiendas),
principalmente en Extremadura, La Mancha y El Maestrazgo.
Alrededor de sus castillos se asientan poblaciones campesinas con libertades
muy recortadas, no formándose Concejos de relevancia.
Valles
del Guadalquivir y del Segura, llanura litoral
valenciana e islas Baleares. Durante el siglo xiii la repoblación se realiza
mediante repartimientos de donadíos (grandes
extensiones concedidas a los más altos nobles, funcionarios, órdenes militares
e instituciones eclesiásticas) y heredamientos (medianas y
pequeñas parcelas entregadas a caballeros de linaje, caballeros y
peones). La población musulmana permaneció en las zonas castellanas hasta
la revuelta mudéjar de 1264, lo que determinó su posterior expulsión,
posibilitando de esta forma el aumento de los grandes señoríos. En
el reino de Valencia la población musulmana se mantuvo en las zonas
rurales hasta la expulsión de los moriscos de 1609.
Repoblaciones emprendidas tras la toma
de Simancas por Ramiro II, en 939. Sampiro fue un
cronista del reino de León quien redactó la obra conocida Crónica de
Sampiro, del siglo xi.
Este texto tiene importancia debido a que la Crónica
albeldense finaliza su relato en el año 883:
Después Abderramán, rey cordobés, se
aproximó rápidamente a Simancas con un gran ejército. Nuestro rey católico, al
oír esto, se dispuso a ir allí con un gran ejército. Y, después de combatir uno
contra otro, el Señor dio la victoria al segundo día víspera de la fiesta de
los Santos Justo y Pastor, fueron aniquilados 80.000 de ellos. También fue
capturado allí mismo por los nuestros el mismo Abohahia, rey agareno, llevado a
León y metido en prisión: porque mintió fue hecho prisionero por Don Ramiro,
según el recto juicio de Dios. Pero aquellos que habían permanecido en su
sitio, tomando un camino, se dieron a la fuga. Pero el rey persiguiéndolos en
cuanto llegaron a una ciudad que se llama Alhandega, fueron alcanzados allí
mismo por los nuestros y aniquilados. Pero el propio rey Abderramán escapó
semimuerto. De allí los nuestros se llevaron muchos despojos, naturalmente oro,
plata y vestidos de mucho valor. El rey ciertamente ya seguro, se dirigió a su
casa en paz tras su gran victoria. Después, al segundo mes se dispuso a ir a
las orillas del Tormes en expedición militar y allí pobló ciudades abandonadas.
Estas son: Salamanca, antigua sede de campamento, Ledesma, Ribas, Baños,
Alhandega, Peña y otros muchos castillos, que es largo enumerar.
Sampiro, Chronicon. Recogido por Fr. J. Pérez
de Ubriel, Sampiro, su crónica y la monarquía leonesa en el siglo x, Madrid, 1952, 282-283[53]
Las comunidades cristianas peninsulares, tanto en territorio
musulmán como cristiano, desarrollaron su propio rito diferente al del resto de
la cristiandad de Occidente. Esto será reprochado por el papado en el
siglo xi, tal y como lo
expresó Gregorio VII:
Ya que el Beato apóstol Pablo declaró
claramente que había ido a España y que después, desde la ciudad de Roma,
habían sido enviados por los apóstoles Pedro y Pablo siete obispos que,
destruida la idoloatría, fundaron la cristiandad, implantaron la religión,
mostraron el orden y el oficio de los cultos divinos, fundaron iglesias y las
consagraron con su sangre, no cabe lugar a duda de cuánta unidad tuvo España
con la ciudad de Roma en la religión y el orden de los divinos oficios. Pero
después que el reino de España fue durante largo tiempo mancillado por la
locura de los priscilistas, depravado por la perfidia de los arrianos y
separado del rito romano por la invasión de los godos primero, y finalmente de
los sarracenos, no solo disminuyó la práctica de la religión, sino que también
las obras fueron perversamente destruidas. Por lo tanto, como a hijos muy
queridos os exhorto y aviso para que, como buenos hijos también después de una
gran rotura, reconozcáis por fin como madre verdadera a vuestra Iglesia romana
y os reunáis al mismo tiempo con nosotros, vuestros hermanos, y recibáis y
tengáis, como los restantes reinos de Oriente y Occidente, el orden y oficio de
la Iglesia romana, no la de Toledo ni la de ninguna otra parte.
Gregorio VII a Alfonso VI de Castilla y Sancho IV de
Navarra (1074), apud D. MANSILLA: La documentación
pontificia hasta Inocencio III, pp. 15-16[54]
5 Fin de la
Reconquista
Los Reyes Católicos acabaron la reconquista de España
el 2 de enero de 1492 con la toma de Granada. Esto dio origen a una
festividad que se lleva a cabo el 2 de enero de todos los años. El
emir Boabdil, de la dinastía Nazarí, tuvo que abandonar Granada.
La tolerancia religiosa que había hasta entonces dejó de serlo con la expulsión
de los judíos en 1492, y con la prohibición del culto islámico en Granada en
1500, contra los términos pactados. Acabó del todo un siglo después con la expulsión
de los moriscos, homogeneizando así toda la península.
5.1 Conversiones y expulsiones
No queremos pasar por alto también las sombras y debilidades
que supuso el Reinado de Los Reyes Católicos, aunque para ello conviene
situarnos en el marco socio cultural y político de la época. Eran tiempos
nuevos de grande innovaciones y grandes cambios que exigían nuevas soluciones y
respuestas. Algunas de esta no fueron tan acertadas. Si durante su reinado hubo muchas luces bajo el Reinado de
los Reyes Católicos también hubo sus sombras.
Como en otras partes del mundo musulmán, a los cristianos y
judíos se les permitió conservar sus religiones, con sus propios sistemas
legales y tribunales, pagando un impuesto, el yizia. La sanción por
no pagarlo era la prisión.
La nueva jerarquía cristiana exigió fuertes impuestos a los no
cristianos y les otorgó derechos, como en el Tratado de Granada
(1491) solo para los moros en la que fue la Granada islámica reciente. El
30 de julio de 1492, toda la comunidad judía, unas 200 000 personas, fueron
expulsadas por la fuerza.[55]
Al año siguiente, el decreto de la Alhambra ordenó la
expulsión de judíos practicantes, lo que llevó a muchos a convertirse al
catolicismo. En 1502, la reina Isabel I declaró obligatoria la
conversión al catolicismo dentro del Reino de Castilla. El rey Carlos
I hizo lo mismo con los moros en el Reino de Aragón en 1526,
forzando las conversiones de su población musulmana durante la rebelión de
las Germanías.[56]
Muchos funcionarios locales aprovecharon la situación para confiscar
propiedades.
5.2 Situación morisca
Los moriscos, descendientes de aquellos musulmanes que se
sometieron a la conversión al cristianismo, en lugar de ir al exilio, durante
los primeros tiempos de la Inquisición española y portuguesa
fueron expulsados de España después de una grave agitación social,
cuando la Inquisición estaba en su apogeo. Las expulsiones se
llevaron a cabo de manera más severa en el este de España (Valencia y Aragón)
debido a la animosidad local hacia los musulmanes y moriscos, donde los
trabajadores locales los consideraron como rivales económicos, ya que eran
vistos como mano de obra barata que socavaba su posición de negociación con los
propietarios. Las exacciones impuestas a los moriscos allanaron el
camino para una importante revuelta de los moriscos que tuvo
lugar en 1568, que terminó con la expulsión definitiva de los moriscos de
Castilla en 1609, siendo expulsados de Aragón casi al mismo tiempo.
5.3 La
instauración del Tribunal de la Inquisición[57]
El Tribunal de la Inquisición fue
una de las cuestiones más polémicas de su reinado. La decisión fue tomada tanto
por el poder político como religioso. El Tribunal de la Inquisición tiene
también sus antecedentes.
Roma trató de hacer frente a los excesos y peligros que se
cometían frente a la ortodoxia cristiana. Los antecedentes se remontan al S.
XIII cuando las autoridades papales combatieron la herejía cátara y después
contra las revueltas protestantes de Lutero y Calvino. (conviene situar la
hostilidad de la Iglesia romana contra el protestantismo en un contexto amplio
socio político de la época) El Tribunal de Santo Oficio que se remonta
al S. XIII era ya una realidad implantada en todo el mundo católico. Fueron los
tribunales romano y español los que tuvieron más desarrollo.
Aunque Santo Domingo de Guzmán aseguraba que es inútil tratar de
convertir a la gente con violencia, lo cierto es que la Orden De los
Predicadores Dominicos por él fundada colaboró activamente en la organización
del tribunal del Santo Oficio. El santo Oficio surge como una organización
eclesiástica en defensa de los cristianos para la represión de toda disidencia
religiosa.
En España el Concilio de Trento trató de poner freno a
tales abusos y a iniciar un proceso de regeneración y reforma al propio interno
de la Iglesia. El Cardenal Cisneros durante el reinado de los Reyes Católicos
fue uno de los impulsores de tal renovación.
En 1478 los Reyes Católicos aconsejados por los prelados más
allegados a la corte (sobre todo el confesor de la reina y el obispo
Torquemada) solicitaron al Papa Sixto V la creación del Tribunal de la
Inquisición (con independencia del Santo Oficio). Su cometido era
sobre todo regular la postura frente a los conversos (ya fuesen judíos como
musulmanes).
La respuesta fue una bula pontificia que autorizaba a los
Reyes de España a nombrar inquisidores (jueces eclesiásticos).
Torquemada fue nombrado Inquisidor supremo asistido por el cardenal Mendoza,
Miguel Morillo y Juan de San Martín (consejo supremo). La sede central
se estableció en Sevilla y luego se trasladó a Toledo.
La Inquisición se diferenciaba del Santo
Oficio en que sus miembros los nombraba directamente el rey, lo que les
daba categoría de funcionarios de Estado y, por tanto, les obligaba a atenerse
a los intereses políticos del Reino. Además, las sentencias no eran apelables
ante Roma.
Este consejo supremo tenía la potestad de nombrar a los
miembros de los Tribunales subalternos, con jurisdicción en todo el
territorio nacional y sobre todo en territorios de ultramar. Estos Tribunales
subalternos estaban formados por dos jueces letrados y un teólogo, más un
fiscal acusador y un juez de bienes que confiscaba las posesiones de los
causados. Contaba también con personal subalterno como eran los notarios. En
cada ciudad había comisarios encargados de ejecutar las órdenes del
tribunal de la región, difundir los edictos de la Inquisición y hacerlos
cumplir.
Pasemos ahora a analizar ciertos rasgos que nos ayuden más a
comprender el paso del primer milenio al segundo milenio con el nuevo tiempo de
la Edad Media y sobre todo el paso que se produjo en el S. XV de la Edad Media
al nuevo Humanismo del Renacimiento (lo que dio lugar al llamado siglo de oro o
siglo de las luces)
6. El declive del primer
milenio
6.1 La España de Almanzor, sueños de sangre y de gloria
El
reinado de Abderramán III iba a suponer un hito en la historia del califato y todo
un punto de inflexión para la Reconquista. Sería el forjador del nuevo
estado andalusí entre el 912 y el 961 Amenazado por el reino cristiano de Asturias en
el norte y los fatimíes en la actual Túnez. Unificó el territorio en el año 937.
Poco después frenó las incursiones cristianas hasta que cayó derrotado en la
batalla de Simancas en el 939 ante Ramiro II de Asturias. A la muerte de Ramiro
en el 950 Abderramán impuso su soberanía a los Reyes de León y Navarra y a los
condes de Barcelona y Castilla qué hubieron de rendirle un tributo anual. Ya en
el 929 la amenaza fatimí motivo que Abderramán III se atribuyera el título de
califa, príncipe de los creyentes y defensor de la religión y con ello
reivindicó la independencia política andalusí frente a cualquier autoridad
superior procediera de Bagdad o de Túnez. Conquistó Melilla, Tánger y Ceuta y,
tras la pacificación del territorio, velo por el desarrollo económico artístico
y cultural del Reino erigiendo numerosos monumentos en su capital Córdoba y una
nueva ciudad residencial para la corte, Medina al- Zahra.
Abderramán
III tras romper definitivamente las relaciones comerciales y políticas con el gobierno
de Bagdad, su periodo de gobierno y el de su hijo al- Hakam II constituyeron la
época de máximo esplendor del Estado andalusí gracias a la puesta en práctica
de una política encaminada a la estriba licitación de la comunidad musulmana y
a la contención de los ejércitos cristianos de León Castilla y Navarra.
La
aparición en Al- Ándalus de la figura de Muhammad ibn- Amir, conocido como Almanzor
constituye un hito en la historia del califato. El motivo fue que, dada la
prioridad que para el Estado tenía las cuestiones militares, un personaje como Almanzor,
un caudillo con dominio absoluto sobre el ejército mercenario, acabó por tener
mayor poder y prestigio que el mismo califa. Sus campañas victoriosas le
llevaron, al frente de sus tropas, hasta Cataluña por el este y hasta Santiago
de Compostela por el norte (llegó a destruir la ciudad de Santiago en el 927). Su
muerte en 1002 marcó el inicio de la decadencia andalusí. La decadencia militar
vino seguida de una crisis política. La guerra entre los clanes bereberes y los
legitimistas o partidarios de la rama califal instaurada marcó el declive de la
unidad del imperio andalusí. Entre 1013 y 1016, coincidiendo con el califato de
Sulayman al- Mustair, el imperio andalusí se dividió en una serie de reinos independientes
conocidos como los reinos de taifas.
Almanzor
había llevado a la España musulmana a su punto más álgido de poderío desde el
inicio de la invasión musulmana en el 711. Con la muerte de Almanzor en el 1002
terminaba una etapa decisiva de la historia de España y particularmente de la
historia del califato de Al- Ándalus. Su mismo crecimiento acelerado con el
despliegue de su afán conquistador como califa con dominio absoluto, fue
también la causa del desplome del propio califato que había montado. El
dictador de Córdoba (así se hizo llamar el mismo) cayó de forma estrepitosa. Un
final rodeado de misterios y brumas, en parte por las fabulaciones legendarias
tejidas con posterioridad. La tradición española habla de la BATALLA DE
CALATAÑAZOR (donde Almanzor perdió el tambor). Esta batalla constituyó
una victoria pírrica donde por primera vez se creyó que los cristianos podían
vencer al dictador musulmán.
Según
dice el Cronicón Burgense: Murió Almanzor y sepultado está en el infierno.
Los musulmanes mantienen otra versión. Cuenta la crónica de Ibn Idari que en la
tumba del caudillo cordobés se esculpió en mármol el siguiente epitafio: Sus
huellas sobre la tierra te enseñarán su historia, como si la vieras con tus
propios ojos. Por Dios que jamás los tiempos traerán otro semejante que
dominara la Península y condujera a los ejércitos como él.
6.2 Se hunde el Islam y se levanta la cristiandad[58]
Ningún
poder puede ser sostenido por mucho tiempo bajo las armas y un reino dividido
pronto es destruido. Tras la muerte de Almanzor y la división de su reino en los
reinos taifas el califato se va a derrumbar y la cristiandad va a encontrar una
oportunidad inesperada para lanzarse a la Reconquista.
La
descomposición empieza a producirse con su hijo y sucesor y heredero del poder
amirí, Abb al- Malik. Su hijo y heredero sigue la misma tónica que su padre
utilizando el arma fundamental de los amiríes. , un ejército de dimensiones
ciclópeas. La estructura que Almanzor había dejado era en realidad una
dictadura militar, el poder de un solo hombre sustentando un ejército
omnipotente. Si bien la concentración del poder supuso que se dieran fin a las
continuas sublevaciones locales, también es cierto que su afán conquistador le
empujó a continuas campañas de guerra. Como califa tuvo que actuar sobre tres
campos el militar, el político y el religioso. Si bien nadie pone en duda su
dote de jefe militar no tuvo tantas dotes para manejar si liderazgo político,
sembrado siempre de intrigas. A su alrededor estaba la nueva élite política,
militar y administrativa que llegó al poder con los amiríes, jefes de tribus
bereberes.
A la
altura de 1006 cuando parecía que Abb al- Malik controlaba la situación, una
nueva alianza cristiana surge en el norte, mientras en el sur, nuevos
movimientos políticos desestabilizan al nuevo dictador de Córdoba. El ejército del califa formado por tres
grandes grupos: los bereberes fieles a los amiríes, los eslavos de la guardia y
los demás árabes muchos de origen muladí. A estos últimos eran de origen
hispano musulmán, se consideraban los más auténticos de la tradición andalusí y
tenía sus propias aspiraciones. Cuando el califa dictador sale de Córdoba para
una gran ofensiva obsesionado con aniquilar Castilla, los cronistas árabes la
denominan, gazat al- illá, y se dirige a Medinaceli para atacar a Sancho
de Castilla, el caudillo moro enferma. Un hecho insólito ocurre cuando un gran
número de voluntarios muladí le abandonan y el ejército se descompone y tiene
que regresar a Córdoba con las manos vacías. Una de las divisiones de tipo
étnico empezaba a hacer mella en el califato. El hijo y heredero de Almanzor,
Abb al- Malik muere con treinta y seis años después de solo seis de mandato y es
enterrado en la ciudad palacio de al- Zahira.
EL
califato pasa a manos de su hermano Sanchuelo (el otro hijo de Almanzor
sospechoso por ser hijo de una cristiana). Sanchuelo tiene que abandonar
Córdoba que se ve envuelta en intrigas (a Sanchuelo se le imputaba de haber
envenenado a su hermano). La vieja aristocracia omeya da un golpe de Estado en
el califato. Será el final. No sólo se derrumba el régimen de Almanzor, sino
todo el edificio político del Islam español.
6.3 Un vistazo a la España del año 1000 [59]
El año
1000 fue un momento de gran miedo. El pueblo vivió el final del milenio entre
presagios de Apocalipsis. La tesis de los terrores del año 1000 después de la
muerte de Cristo, numerosas voces anunciaban el inminente final del mundo (milenarismo).
Había como una especie de sugestión e histeria colectiva.[60]
Pero
para la España medieval el único terror era el poder musulmán (encabezado por
Abderramán III y Almanzor). Almanzor conocido como el califa dictador de
Córdoba llevó al zenit el poderío militar y la sumisión de los musulmanes y a
su vez la descomposición del propio califato debido a las intrigas y su mala
gestión. La fuerte dinastía amirí se debilitó con la proliferación de reinos
taifas y que quedando debilitados tuvieron que acudir a pactos y alianzas con
reyes cristianos o a la petición de auxilio a los almorávides.
Por así
decir tras la muerte de Almanzor, la pesadilla de momento acabó y el poder
desgarrado del califato estalla y los reinos cristianos ven la oportunidad de
afianzar y fortalecer su expansión hasta la reconquista de los territorios
ocupados. Vamos pues a asistir a un proceso que terminará configurando la
imagen más duradera de la España Medieval, la España de los cincos reinos
(León, Portugal, Castilla, Navarra y Aragón)
Es como
si se volviera atrás, a como habían quedado las cosas tras LA BATALLA DE
SIMANCAS. Todas las tierras del sur del Duero vuelven a quedar libres hasta el
Sistema Central. En el Pirineo, los reinos y condados nacidos de la Marca
hispana, encuentran ahora el camino abierto para extender la repoblación
hacia el sur.
7. El auge del segundo
milenio, nuevo apogeo de la cristiandad[61]
7.1 La Iglesia convertida en gran reformadora política
La cristiandad vivió una etapa de gran influencia, aunque esta se vio profundamente afectada cuando en el año 1054, los obispos bizantinos negaron la autoridad del Papa provocando el llamado cisma de Oriente. Desde entonces, el mundo cristiano europeo se dividió en dos: Oriente optó por la Iglesia griega ortodoxa, mientras que Occidente se mantuvo fiel a la Iglesia católica romana como se conoce todavía.
En
Occidente frente a la amenaza musulmana y después de los turcos la Iglesia
respondió con las Cruzadas. Estas se propusieron para recuperar para la
cristiandad los lugares santos. Eran los turcos selyúcidas, una dinastía
musulmana la que, durante el S, X avanzó sobre Oriente próximo a la conquista
de Jerusalén. Se realizaron en total ocho cruzadas entre 1095 y 1291. La
primera fue convocada por Urbano II ante el ataque de los selyúcidas a las
fronteras orientales de los Bizantinos y vencerlos en la batalla de Manzikert.
El emperador bizantino Alejo I Comneno pidió ayuda a Urbano II. El papa Urbano
convocó el Concilio de Clermont al que asistió un elevado número de líderes
políticos y eclesiásticos. El papa propuso la primera Cruzada reclutando
soldados para luchar en Oriente Próximo. Obispos comenzaron a convocar a
militares profesionales para tal empresa.
Ningún
rey respondió a la llamada, pero varios nobles y caballeros si lo hicieron.
Esta Cruzada no atrajo únicamente a soldados sino también a personas no
militares que con buena fe intentaban defender Tierra Santa. Iban llenos de fe
muchos sin armas ni armadura ni líder militar y sin preparación alguna para lo
que habían de encontrarse.
Por
desgracia, fue esta parte del ejercito cristiano formado básicamente por campesinos
los que llegaron antes al Imperio bizantino. No era esto lo que el emperador
Alejo esperaba recibir cuando pidió ayuda contra el ejército selyúcida. En
Nicea se encontraron con los musulmanes que entraron en combate. Muchos
murieron, mientras los que fueron capturados fueron obligados a convertirse al
Islam o fueron ejecutados. Los cruzados militares tardaron en entrar en
combate. Alejo logró un juramento de lealtad de los líderes cruzados y la
promesa de todo lo que se ganase sería para él. Finalmente los selyúcidas
fueron derrotados en Dorilea. Finalmente, tras asediar Jerusalén, los cruzados
entraron en Jerusalén en 1099.
Sin
duda las Cruzadas no pueden justificarse. Hubo excesos por ambos bandos y lo
que era una finalidad religiosa terminó en convertirse en una búsqueda de
ganancias con fines económicos y políticos. Los cruzados se distribuyeron los
distintos dominios y crearon reinos feudales. El más famoso fue el reino
cristiano de Jerusalén.
En
Occidente, la Iglesia se vinculó estrechamente a la sociedad feudal; la misma
Iglesia era un gran poder feudal, pues poseía la
tercera parte de la propiedad territorial del mundo católico y entre otras
cosas, tenía derecho al diezmo, que era le décima parte de las cosechas de toda
la gente.
En
la Edad Media, la Iglesia Cristiana tuvo un rol decisivo.
Fue la única institución que logró ejercer su poder a lo largo de una Europa
fragmentada políticamente. En España la vida cotidiana en la Edad Media y
la forma de pensar de nobles y campesinos estaban muy influenciados por los
principios y creencias de la Iglesia Cristiana. Como consecuencia de esto, las
acciones de la gente se hallaban estrechamente ligadas a las
normas religiosas. La Iglesia era al mismo
tiempo el centro de la vida intelectual. Desde este rol preeminente,
posibilitó el afianzamiento de una particular interpretación del mundo,
diseñado y ordenado según los designios Dios. Se cristalizó así una mentalidad
medieval basada en preceptos religiosos que perduró durante siglos.
Como dijimos tres fueron los poderes asociados a la corona en la Edad media: la aristocracia o la nobleza, el clero y la creciente burguesía. Los monasterios se convirtieron en verdaderos centros de difusión de la cultura. Los monjes de Cluny llegarán a España para revolucionar literalmente la cultura de la cristiandad medieval. Tanto la Orden del Cluny como la del Cister a través de sus monasterios que proliferarán por toda España como centros del saber, contribuirán a la difusión de la fe y de la cultura.
La Iglesia tuvo que ver con la reforma política que se fue
dando en la Edad Media. La reforma de Cluny que había penetrado em España en el
S. X iba a contribuir a restar el poder de los señores feudales. Los bienes de la Iglesia
dejarían de depender le los señores feudales y pasarían a vincularse más a la
Iglesia y a la corona. Los abades de los monasterios entregaban a Roma el gobierno
de su propia organización.
La corriente renovadora que protagonizó la Iglesia no se
limitó a su propia organización interna (tratando de corregir los abusos de
simonía), sino que afectó a todo el orden político. Su postura fue la de poner
coto a los abusos feudales, cristianizar las relaciones en el mundo feudal.
Frente a la fragmentación del poder en manos de los señores feudales. La
iglesia se pone al lado de los monarcas. Era una cuestión de principios, se
sacralizaba el principio de la jerarquía como poder superior instituido por
Dios. En el orden medieval, el rey reinaba por voluntad divina (de ahí que eran
coronados y ungidos por los obispos y autoridades eclesiásticas), su reinado
debía de ser un reflejo del reinado de Dios. Frente a los intentos de hegemonía
del poder feudal (intentando por hacerse cada vez más con parcelas cada vez
mayores de poder) la Iglesia se pondría al lado de los príncipes (princeps).
La Iglesia en general poco a poco defendería las clases
menos pudientes del pueblo colaborando en su asistencia y formación (asilos,
hospitales, escuelas) y en particular la reforma de Cluny será también decisiva
para que la figura del caballero empiece a tener un sentido esencialmente
cristiano como defensor de la fe (de ahí la idea de las órdenes militares promoviendo
la figura del monje guerrero).
7.2 La figura del caballero y de la nobleza.[62]
En la
Edad media es la época en la que el guerrero, como profesional de la guerra,
alcanza un estatus decisivo en el orden social. A esto contribuyó también las
conocidas órdenes militares. Cuando hablamos de caballeros no debemos fijarnos
sólo en los condes, los grandes nobles. Estos ejercían más bien funciones
políticas que militares. La vida de los guerreros y caballeros tiene sólo un
horizonte, el servicio de las armas.
La Edad
Media cambió la estrategia militar durante tiempo basada en escaramuzas par
adiestrase poco a poco en toda la estrategia militar. Los musulmanes fueron
expertos en estas estrategias. El califato tenía la guardia califal que eran
verdaderos profesionales de guerra. A los guerreros se les formaba en las
conocidas escuelas denominadas madrasa.
Los
guerreros que eran armados caballeros siguiendo todo un ritual de iniciación
eran las gentes de armas del reino. Las gentes de armas no dependían
directamente de la corona, sino que dependían de los señores a los que
prestaban servicio. Desde siglos las gentes de armas vinieron a formar parte de
la clientela de los grandes señores feudales. Cada gran señor tenía a su
disposición un cierto número de gentes de armas. El rey también tenía sus
gentes de armas que eran llamados los fideles o milites. También los
condes y ciertos obispos poseían sus propias milicias.
Cuando
el guerrero era armado caballero juraba fidelidad a su señor. El caballero
proviene en general de una familia de linaje y eso le faculta para poseer un
caballo y sus propias armas. El caballero por tanto no lucha por libre, sino
que actúa en razón al vasallaje de su señor. El señor se encarga de remunerar
sus servicios y de procurar el vestido y alimento al caballero que vive en la
propia casa de su señor (los llamados caballeros de criazón). Cuando los
caballeros eran remunerados con tierras y tenían sus propias casas eran
llamados vasallos de soldada.
De este
modo se fue configurando la idea del noble caballero que terminará de definirse
en el segundo siglo. El noble caballero o paladín se convierte en una de las
figuras más características de la Edad Media donde toman toda su relevancia las
órdenes de caballería.
7.3 La España del Cid[63]
La
figura del Cid emerge en un ambiente de contiendas con la llamada guerra de los
tres Sanchos. El rey Sancho de Castilla (Sancho el fuerte o Sancho el valiente)
es hijo de Fernando de León. Este rey tendrá que vérselas con otro rey Sancho
Garcés IV rey de Pamplona y Nájera por el cobro de las parias de Zaragoza.
Junto a este aparece otro tercer Sancho de Aragón, hijo de Ramiro I. El Sancho
de Castilla entra en contienda con el de Navarra. Al final no se dio la disputa
porque la reina Sancha de León falleció y los hijos de Fernando y Sancha
entraron en disputas entre ellos. El rey Sancho navarro pide ayuda al Sancho
aragonés. El alférez de Pamplona se llama Jimeno Garcés, el de Castilla Rodrigo
Díaz de Vivar. Del primer pleito en el castillo de Pazuengos salió victorioso y
desde entonces tomó el sobrenombre de Campi Doctor, el Cid Campeador.
El
episodio recoge una de las más tristes tragedias de la Edad Media. Las
contiendas se dan entre los tres hermanos, Alfonso (León), Sancho (Castilla) y
García (Galicia y Portugal) y para más incentivo entra también Urraca, lo que
terminará desembocando en una auténtica guerra civil que durará siete años.
Entre
este triste escenario aparece la figura de Rodrigo Díaz de Vivar, el Campeador.
El Campeador es víctima de estas contiendas. El Campeador que tomó juramento a
Alfonso VI en Santa Gadea deja de ser alférez pero el rey Alfonso procuró tenerle
contento otorgándole inmunidad a sus señoríos. Le otorgó un buen matrimonio con
la dama Jimena Díaz, hija del conde de Oviedo.
El rey
Alfonso peleándose con los moros de los reinos taifas de Sevilla y Granada urde
una compleja maniobra. Por una parte envía al Cid a Sevilla gobernada por el
rey para cobrar las parias y por otra parte envía a Granada a García Ordoñez
para que la taifa granadina ataque a los moros de Sevilla. La jugada le salió
mal a Alfonso porque del lado de al- Mutamid estaba el Cid a quien se le
encomendó por el pago del tributo la protección pactada. El choque fue en
Cabra, Córdoba y el ataque granadino acabó en desastre. En Ordoñez quedó
abierta una herida difícil de cerrar y aquí comenzaron los problemas para el
Campeador.
El
Campeador incurrió en lo que se denominaba “ira regia” por caer en desgracia
ante el rey y la sanción fue la pérdida del favor real, ruptura del vasallaje y
el destierro. Al Campeador no le quedó otra opción que ofrecer sus servicios
guerreros a quien pudiera pagarlos. La primera puerta a la que llamó fue los
condes de Barcelona, pero al desestimar su ofrecimiento acudió a la taifa mora
de al- Muqtadir, rey de Zaragoza, vinculado por lazos de vasallaje al rey de
León y Castilla Alfonso. El Campeador se convirtió así en un caballero
mozárabe, un guerrero cristiano en tierras del Islam. Tras un intento de
reconciliación con el Rey Alfonso al que libró de una emboscada en Rueda, donde
le rindió homenaje y le ofreció su espada, este no le agradeció ni reconoció su
gesto. A partir de entonces comenzó a concebir la idea de construir una
política propia, al servicio de la corona de León y Castilla, pero al margen
del rey.
Tras la
toma de Toledo por Alfonso VI el impulso de las tropas cristianas entran en
Valencia, asedian Zaragoza y ponen rumbo a la conquista de Badajoz y Córdoba.
Ante tal amenaza los reyes moros buscan una salida desesperada, llamar en su
socorro a los almorávides, el poderoso reino musulmán que acaba de surgir en el
norte de África. El gran contingente musulmán cruza la Península. Hacía mucho
tiempo que no se veía en España un ejército moro de tales dimensiones. En
tierras de Badajoz se librará la batalla de Sagrajas. Los reyes de León y
Castilla y de Aragón y Navarra se unen ante el gran peligro que se les avecina.
Junto a las huestes castellanas estaba Álvar Fáñez lugarteniente del Campeador.
Aunque ambas partes quedaron mermadas, pese a todo el ejército almorávide salió
victorioso y la expansión cristiana se vio así detenida.
El rey
Alfonso frente a tal enemigo llamó a la Cruzada en Europa. Acudieron muchos
caballeros con sus huestes, hasta gentes de la Borgoña. Pero el hecho más
relevante fue la reconciliación entre Alfonso y el Campeador. Las huestes
cristianas necesitaban de un líder que las capitaneara y este fue el Campeador.
Alfonso lo reconoció como su alférez y le retornó el derecho de herencia y la
posesión de todas las tierras que conquistase. Valencia va a convertirse en el
principal centro de atención de la Reconquista. El emperador almorávide cruzó
por segunda vez el mar para desembarcar en la Península. Alfonso VI reunió un
gran ejército de dieciocho mil hombres y ordenó al Campeador para ponerse al
frente. El Campeador fue nuevamente desterrado y en uso de sus derechos se pone
al frente de un ejército como un caudillo guerrero y toma por base a Calamocha
en Teruel, desde entonces tomará el apelativo del Cid.
En 1090
el rey Sancho Ramírez recibe una petición del rey mor de la taifa de Lérida
para combatir a un cierto caballero llamado el Cid Campeador, que estaba
haciendo estragos en Levante. Desde Calamocha proyectaba saquear Denia, Sagunto
y Valencia. El rey taifa de Zaragoza avisó al Cid de lo que se preparaba. El
Cid desmanteló el ejército catalán. La victoria de Trevar fue decisiva para el
Cid. El conde Ramón Berenguer II quedó preso y el Cid se proclamó dueño
absoluto de Levante. El Cid decidió emprender su gran gesta de tomar Valencia.
Primero puso cerco al catillo de Juballa, después desplegó a sus tropas a
Mestalla, Alcudia y Villanueva. Sitió Valencia y la ciudad después de un largo
asedio, se rindió. La guarnición almorávide abandonó Valencia. La victoria fue
completa tanto desde el punto de vista militar como político. Era la primera
vez que el ejército almorávide se retiraba de una ciudad ya tomada. El Cid
Campeador entró triunfal y fue recibido con euforia por los cristianos de la
ciudad.
El
emperador almorávide, Yusuf ben Tasfín, al enterarse de la caída de Valencia
ordenó una expedición de recate. Esta vez los almorávides irán por mar. El 13
de septiembre de 1094 un enorme ejército desembarca en Cuart de Poblet, a pocos
kilómetros de Valencia. La batalla de Cuart fue un prodigio de movilidad y
astucia. El 25 de octubre el Cid salió de la ciudad contra la masa almorávide.
En un momento determinado el Cid y sus jinetes se dieron media vuelta y huyen a
Valencia (era una táctica que el Cid aprendió de los propios musulmanes llamada
“tornafluye”). En aquel momento un enjambre de guerreros cristianos, el
grueso de las huestes del Cid se precipitó sobre el campamento enemigo. La
maniobra fue decisiva y la retaguardia almorávide quedó desmantelada.
Esta
victoria supuso todo un giro para la Reconquista. Con la conquista de Valencia
surgía un grueso escudo en Levante contra los almorávides que incluía además de
Valencia Castellón, Cuenca, Teruel. Al norte, la taifa de Zaragoza quedaba
también libre de la presión almorávide. Y en la parte cristiana, el reino de
Aragón y el condado de Barcelona encontraron un aliado de indudable valor.
7.4 El Camino de Santiago
Durante
las primeras décadas del S. IX, justo en el momento en que se estaba
configurando el reino de Asturias, se produjo la aparición de los restos del
apóstol Santiago. En este contexto se convirtió en patrón y protector del nuevo
reino y defensor de la fe cristiana frente a los emiratos musulmanes que
trataban de convertir al Islam.
Los
Reyes cristianos favorecieron el crecimiento económico de sus reinos mediante
la Fundación de villas ciudades a lo largo del camino poblaciones que al mismo
tiempo contribuyan a reforzar el control político irreligioso eso explica que a
finales del siglo XI Alfonso VI rey de León y Castilla y Sancho Ramírez
soberano de Navarra fijarán el itinerario principal de la ruta. En el siglo XII
los caminos de la peregrinación a Santiago habían quedado definidos. Los
romeros desde el puerto de Somport se dirigían hacia Jaca. Las rutas tanto de
Jaca cómo los que provenían de Francia por el pirineo francés convergían en el Puente
de la Reina y desde allí el camino continuaba hacia Santo Domingo de la Calzada,
las tierras de La Rioja, la Cuenca del Duero pasando por Burgos León y Astorga.
El camino entraba en Ponferrada y Villafranca. En Galicia se pasaba por el Cebreiro,
Portomarín, Triacastela y Palas de Rei hasta llegar finalmente a Santiago.
Para
otorgar protección a los peregrinos se creó una legislación que imponía penas
graves a quienes atentan contra sus personas las órdenes militares nacieron
para proteger a los peregrinos que acudían a Tierra Santa y desempeñaron esta
función en el Camino de Santiago. Así los templarios se instalaron en
Villalcázar de Sirga y en Ponferrada, mientras que la orden de Santiago dirigía
el hospital de San Marcos de León. Por su parte la Orden de los Hospitalarios
controlaban el hospital de Órbigo. Cabe señalar que en la edad media los
hospitales no eran instituciones dedicadas propiamente a la atención médica,
sino que desempeñaban sobre todo funciones de atención y acogida a los
peregrinos.
Para
favorecer el tránsito de los peregrinos reyes nobles instituciones
eclesiásticas mejoraron las condiciones del Camino. Construyeron y repararon
puentes, crearon hospitales y albergues de acogida y aliviaron los peajes,
revitalizaron antiguos núcleos habitados y fundaron numerosas villas y
ciudades. A estas otorgaron fueros con importantes privilegios destinados a
atraer sobre todo a comerciantes y artesanos muchos de ellos extranjeros a los
que la documentación alude con el término de francos. Estos núcleos se
convirtieron en sedes de mercado y algunos recibieron el privilegio de
celebración de ferias lo cual favoreció el desarrollo de las ciudades y de su
naciente burguesía.
La
conquista de Tudela en 1134 por Alfonso el batallador supuso la incorporación
de una ciudad musulmana en la ruta el soberano concedió un plazo de un año a
sus habitantes para abandonar el recinto urbano y muchos de ellos se
establecieron en barrios extra muros o morerías dentro de la muralla los
caballeros nobles hidalgos que habían colaborado en la conquista se repartieron
las casas y el poblamiento Cristiano se vio reforzado con la llegada de nuevos
habitantes los mozárabes cristianos que vivían en el Reino al andaluz y
numerosos francos
Durante
la edad media Burgos se convirtió en uno de los principales centros políticos y
económicos de la península. El fuero otorgado a Burgos por Alfonso VI en el año
1103 reconoce la duplicidad de las poblaciones y la igualdad de privilegios
concedidos tanto a francos como a castellanos. Siguiendo su camino lo mismo
pasaría con León que adquiere gran importancia tanto a nivel político como
socio económico y religioso convirtiéndose en capital del Reino. Con el
traslado a León de las reliquias de San Isidoro por mandato de Fernando I de
León la ciudad adquirió un importante papel simbólico y religioso.
Es
innegable que el Camino de Santiago tuvo una extraordinaria importancia tanto
como vehículo primordial de la fe del arte y de la cultura como para el
desarrollo urbanístico de la repoblación urbana y el desarrollo económico del
mundo feudal.
7.5 La Europa del año 1000 y la vía Francígena
Las
otras grades rutas de peregrinaciones Roma y Jerusalén favorecieron este
despliegue religioso y cultural de integración y unificación de Europa (se
establecerían nexos entre los que serían los reinos de Inglaterra, Francia,
Borgoña, de Italia que constituirían bajo Carlo Magno el imperio otomano).
Como
hemos destacado en España el camino de Santiago lo mismo se diría de la Vía Francígena,
(o “camino que viene de Francia hasta
Roma y que luego se prolongaría hasta Brindisi y desde allí hasta Jerusalén”). Este camino se retrae al itinerario seguido por el
arzobispo Sigerico. desde Canterbury a Roma. Esta ruta ha servido de base para
establecer el llamado gran itinerario cultural Europeo.
Le Europa que cruzó Sigerico se encontraba en pleno tránsito de
la Alta a la Baja Edad Media y muy cerca del año 1000.
La parte occidental del continente vivía las últimas décadas del periodo que
la historiografía ha denominado como «segundas invasiones». Los
poderes locales y con ellos el feudalismo, se vieron muy reforzados en esta
época debido a la incapacidad del poder central de hacer frente a la
inseguridad que provocaron estas invasiones. Con todo, «bajo una
apariencia aún depresiva, la Cristiandad occidental comenzó a verse beneficiada
por una secuencia de fenómenos pausados, lentos, a veces larvados, que
especialmente a partir de mediados del siglo X arman una base muy firme para la
expansión del siglo XI».
La población europea conoció en el siglo X un
crecimiento demográfico favorecido tanto por la mentalidad cristiana imperante
que condujo a un aumento de la natalidad, como por los favorables
condicionantes climáticos (ligero aumento de las temperaturas) que ayudaron a
un entorno de mayor salubridad y producción agrícola que pudo sostener ese
incremento de población. El progreso agrícola devino no solo de las
circunstancias climáticas sino principalmente de lo que se ha denominado como
la «revolución agrícola medieval» mediante la que una serie de mejoras técnicas
existentes anteriormente se extendieron de manera generalizada y la superficie
de cultivo aumentó por la roturación de nuevas tierras, desecación de pantanos
y cultivo de laderas mediante bancales. El comercio por su parte, comenzó a
vencer los impedimentos morales, técnicos y de infraestructura que lo había
limitado y experimentaba un progreso apoyado en los mercados semanales, el
mantenimiento del sistema monetario carolingio (a pesar de la anarquía de
acuñaciones por los señores locales), el incremento de la masa
monetaria gracias a las nuevas minas de plata en Europa central así como
el aumento de las exportaciones a las áreas económicas cercanas
(Bizancio, califato de Córdoba y califato de Bagdad).
La Iglesia también había experimentado cambios favorables y
comenzaba a dejar atrás tanto los años oscuros del papado como el
proceso de feudalización de sedes episcopales y parroquias. El impulso de
renovación surgió en los monasterios y su objetivo fue doble: por un lado,
purificar el espíritu cristiano y por otro, lograr para la iglesia una mayor
autonomía de actuación frente a los poderes laicos. El movimiento lo
protagonizaron monjes con un alto nivel cultural y partió de áreas centrales
del continente como Borgoña y Lorena; en él tuvieron un especial protagonismo
los monasterios de Cluny (Borgoña) y Gorze (Lorena). Este
nuevo ambiente religioso permitió —en contra de lo que comúnmente se piensa—
que la proximidad del año 1000 no se viviese con una mentalidad
apocalíptica por parte de una población europea inmersa en una tímida, pero
clara recuperación.
La Vía Francígena también denominada
como Itinerario de Sigerico o Vía Romea-Francígena4
es el nombre oficial que recibe una ruta que discurre de norte a sur por el
centro de Europa. Comienza en la ciudad inglesa de Canterbury y
finaliza en Roma, concretamente en la plaza de San Pedro de
la Ciudad del Vaticano. Este nombre oficial deviene de la extensión a toda
la ruta de la denominación de una parte de ella, la que va
desde Vercelli hasta Roma y que desde el medievo se ha conocido como
Vía Francígena.
Este itinerario, en su trayecto completo, fue utilizado desde
la Edad Media por los anglosajones como manera de llegar a
Roma. Al camino se unían, en varios puntos de su recorrido, otras Vías
Romeas utilizadas por peregrinos procedentes de diversas áreas del
continente que también deseaban viajar a la ciudad de San Pedro.
La primera descripción completa que se dispone del itinerario es
la que dejó el arzobispo de Canterbury Sigerico el Serio quien lo
utilizó para volver de Roma en el año 990. Otras crónicas de
peregrinaciones y viajes medievales han descrito también las partes de esta
ruta que recorrían una vez que se unían a la misma. Tras varios estudios
anteriores del itinerario seguido por Sigerico, durante los años 1980 se pudo
reconstruir el mismo en buena medida y en 1990 se editó la primera guía moderna
del camino completo.
A partir de entonces se ha desarrollado una infraestructura de
marcado y señalización del recorrido así como de adecuación de alojamientos que
permite actualmente utilizar esta ruta como vía para llegar a Roma caminando o
en bicicleta. Gracias a sus características, el Consejo de Europa la
reconoció en 1994 como «Itinerario Cultural Europeo» y posteriormente —en 2004—
la incluyó entre los nueve «Grandes Itinerarios Culturales Europeos» que hoy en
día (2016) cuentan con esa distinción.
Con todo, el estado actual de la Vía Francígena difiere
sustancialmente entre los varios países que recorre y se da una clara
contraposición entre las partes italiana y francesa. La primera está muy bien
marcada, con buena infraestructura de alojamiento y disponibilidad gratuita de
guías bien diseñadas; la segunda, en cambio, carece de una completa
señalización, el alojamiento para peregrinos es escaso y las guías no son tan
abundantes y detalladas como para Italia.
El itinerario se puede dividir en dos partes: una sería la «Vía
Francígena» propiamente dicha que, como se ha mencionado, discurre en Italia
entre Vercelli y Roma y proviene de un itinerario
desarrollado por los lombardos en el siglo VII; la otra parte
—entre Canterbury y Vercelli— sería una de las varias Vías
Romeas que han existido en Europa utilizadas por los peregrinos
provenientes de diversas áreas geográficas para llegar a Roma y que convergían
en el antiguo recorrido lombardo.
El itinerario es heredero de las rutas naturales que desde la
antigüedad unían el mar del Norte con el mediterráneo. Discurre
uniendo notables lugares de la cristiandad como Canterbury, Reims, Besanzón,
San Mauricio, Pavía, Siena o Viterbo y utiliza puntos estratégicos para salvar
accidentes geográficos como montañas y ríos. Atraviesa tres cadenas montañosas
(macizo del Jura, los Alpes y los Apeninos) y pasa por 13
regiones actuales situadas en cuatro países europeos (sin contar la Ciudad
del Vaticano). Su largo trayecto está jalonado con abundantes monumentos y
entornos geográficos de notable belleza, algunos de ellos catalogados
como Patrimonio de la Humanidad. También se sitúan en su recorrido un buen
número de tumbas de santos, las cuales, han sido en sí mismas destinos de
peregrinación, carácter que mantienen actualmente algunas de ellas.
La ruta original tenía una longitud de 1760 km que
Sigerico describió con la relación de 79 «estaciones» a lo largo de ella. Hoy
en día recorre una distancia de 2040 km por los desvíos que el camino
necesita hacer debido a que buena parte del trayecto original no puede ser
recorrido a pie al ser actualmente autopistas, carreteras muy transitadas o
vías de tren. Estos 2040 km se pueden dividir en 86 etapas por
lo que se necesitan cerca de tres meses para recorrerlos. Su punto central es
el paso alpino del Gran San Bernardo que permanece cerrado entre
octubre y mayo en función de las condiciones meteorológicas, algo que determina
las posibles fechas de inicio del viaje si se quiere atravesar a pie este
puerto.
Dado que en diversas partes de la ruta convergen Vías Romeas con
origen en otras áreas europeas, también es posible realizar el recorrido de
peregrinación hasta Roma iniciándolo en España. Para ello se utiliza un
itinerario formado por tramos del camino jacobeo y otras rutas que,
recorridas en un sentido llevan a Santiago de Compostela y dirección contraria
conducen a la unión en diferentes puntos con la Vía Francígena.
7.6 El año jubilar declarado en Roma en 1300
La tarde
del 1 de enero del año 1300 una multitud de gente invadió la basílica de San
Pedro en Roma al correrse la voz de que se concedería un perdón extraordinario
por los pecados. El papá Bonifacio VIII promulgó la apertura del primer año
Santo, el primer jubileo, que concedía la indulgencia plenaria a todos los
peregrinos que visitasen las basílicas de San Pedro y San Pablo o a los
peregrinos que durante 15 días visitaran Roma. Todo ello contribuyó a que Roma
se consolidase como la nueva Jerusalén y se convirtiera en el principal centro
de peregrinación de la cristiandad tras la pérdida de Tierra Santa.
Las
rutas de las peregrinaciones consiguieron establecer comunicación entre las
principales ciudades de Europa. El nuevo impulso religioso de las Cruzadas. El despertar de las peregrinaciones a las ciudades Santas Santiago, Roma y Jerusalén.
8. El esplendor medieval
8.1 El auge de las ciudades medievales
Entre
los S. XI y XIII Cambia el sombrío panorama que dejó la España vacíada.
Comenzaron a sentarse monarquías y principados y la violencia retrocedió ante
la autoridad de los soberanos y la predicación de la Iglesia. Se dejó atrás las
concepciones milienaristas del fin del milenio y se empezó un nuevo ciclo
excepcionalmente favorable que se prolongaría 300 años. Las cruzadas
propiciaron intensas relaciones comerciales con la próspera civilización
islámica. todo se alió para que resurgieran de las ciudades antiguas y brotaran
nuevas ciudades. Las poblaciones del viejo mundo romano dieron paso a las
ciudades medievales. Su actividad ese desarrollo en torno al comercio y una
nueva expansión cultural. La nueva y vibrante economía aprovechó todo resquicio
para expandirse de forma incontenible. Sobre todo en España el resurgir del Camino de Santiago impulsado
por el aire renovador de Cluny, a cuyo calor crecieron en España ciudades alimentadas
por nuevos pobladores de más allá de los Pirineos. Por el camino también llegó
el gótico y la era de las nuevas y grandes catedrales cargadas de un nuevo
simbolismo. En torno a ellas surgieron las grandes ciudades medievales.
Cada
obispo administraba una provincia desde la cátedra, la sede episcopal. En torno
a la catedral se construyen edificaciones anexas, las casas del obispo,
cabildo, canónigos, los hospitales, las escuelas y lo que serían las
universidades como centros del saber y de la cultura.
La
catedral constituía el centro físico y simbólico de la ciudad. Las catedrales,
a través de las campanas, marcaban el ritmo de la ciudad. A partir del S. XIV
se generaron los relojes para marcar la hora. En torno a las catedrales y las
parroquias e iglesias comienzan a agruparse mercaderes, artesanos según su
creencia o religión, según su procedencia u ocupación. Delante de las iglesias
más representativas había un atrio normalmente porticado, llamado también
“paraíso”. Era el lugar donde se reunían los fieles para las grandes fiestas,
celebraciones- eran sedes de culto, sedes judiciales e incluso centros de
diversión.
8.2 La Escuela de traductores de Toledo[64]
Mientras
el mapa de la España cristiana se iba recomponiendo otras muchas cosas
decisivas estaban ocurriendo. Un acontecimiento singular de la Edad Media es el
nacimiento de nuestras lenguas. También en la difusión de la cultura tiene
enorme importancia la invención de la imprenta.
Desde la
toma de Toledo por Alfonso VI, y constituida en la capital del Reino de León y
Catilla, la ciudad se convirtió en un escenario fundamental para la historia de
España. El primer arzobispo de Toledo era un monje cluniacense, Bernardo de
Sauvetat, originalmente de Borgoña que llegó a desempeñar un papel
principalísimo en el reino. A este arzobispo le sucedió en 1124 otro monje cluniacense
Raimundo de Sauvetat. Continuó la obra de su sucesor instaurando además del
rito mozárabe la liturgia romana. El rey Alfonso VII lo nombra Canciller de
Castilla.
Con la
idea de traducir todas las obras árabes al latín crea la Escuela de Traductores
de Toledo que tendrá una importancia enorme para la cultura universal. En Toledo había
innumerables obras clásicas del reino Al- Ándalus. Remontándonos al periodo
romano, buena parte de la sabiduría grecolatina se tradujo al siríaco. Siglos
más tarde, bajo la dominación musulmana, esas obras se verterían al árabe. Así
llegaron las grandes bibliotecas califales de Córdoba de donde pasarían después
a Toledo (desde el S, X hubo comunicación cultural entre la madrasa de Córdoba
y los territorios cristianos). Estas obras recogían toda clase de materias científicas,
disciplinas en las que la civilización árabe poseía anchos conocimientos. Había
textos arábigos, persas, síricos, textos en hebreo, etc. Los mozárabes eran
conocedores tanto del árabe como el romance. Había judíos que conocían el
hebreo y clérigos que podían traducir del romance al latín.
En un principio no había una institución asentada en un
lugar sino traductores que frecuentaban el estudio de los textos. El nombre de
Escuela se atribuyó posteriormente a su trabajo. Tampoco fue fruto simplemente
de la convivencia de tres culturas sino que fue iniciativa del poder cristiano
y por particular deseo del obispo Raimundo.
El trabajo se organizaba mediante una cadena de
traducciones sucesivas. El arzobispo encargaba a los mozárabes, cristianos que
entendían el árabe. Las traducciones del árabe se pasaban al romance y los
clérigos los traducían al latín. De igual manera los judíos traducían del árabe
al hebreo y del hebreo al latín. Hubo pues muchos traductores, muchas traducciones
y un efectivo trasvase de cultura acumulada por el islam a la civilización
cristiana.
Las disciplinas eran muy variadas. Se traducía textos de
filosofía de los clásicos griegos como Aristóteles y Platón, textos de Tolomeo
o Euclides, la metafísica de Avicena, textos de astronomía, la Fons Vitae
de Avicebrón. El 47 por ciento de las obras traducidas eran de cálculo y
cosmología, el 21 por ciento de filosofía, el 20 por ciento de medicina, un 8
por ciento de religión, física y ciencias naturales, un 4 por ciento de
alquimia y ciencias ocultas. Todo ello supuso un impulso cultural sin
precedentes.
Años más tarde por impulso de Alfonso X el Sabio se
desarrolló en Toledo una intensa vida cultural. Las obras no solo se traducen
al latín sino del latín al romance es decir al castellano antiguo, al primitivo
castellano, e incluso al francés. Con esta Escuela enriquecieron enormemente la
cultura occidental, que pasó a ser patrimonio de la cultura cristiana.
8.3 La primera orden militar en España[65]
Las
ordenes militares como ya dijimos supusieron para los Reyes Católicos una
herramienta de gran ayuda para mantener la seguridad de la unidad territorial
frente a los otros poderes locales Se distribuyeron a lo largo de todo el
territorio nacional: la Orden del Temple se instaló defendiendo a los peregrinos
del Camino en Villalcázar de Sirga y en Ponferrada. La Orden de Santiago
dirigía el hospital de San Marcos de León. La Orden de los Hospitalarios
controlaban el hospital de Órbigo.
Las órdenes militares son en principio órdenes religiosas,
monjes que eran a su vez guerreros y que originalmente surgen bajo el espíritu
de las Cruzadas para proteger a los peregrinos y a los lugares santos. En 1099
surge la Orden del santo Sepulcro para proteger el Santo Sepulcro de Jerusalén.
En 1104 la Orden Hospitalaria de San Juan (luego denominada Orden de Malta). En
1118 la Orden del Temple (los templarios), asociada al templo de Jerusalén.
Las órdenes militares no fueron innovación propiamente
cristiana, eran propias del espíritu de la época. Surgieron también como
replica de los monjes guerreros de estricta disciplina como loa tenía los
propios almorávides en torno a sus madrasas.
La primera órden militar en España fue la Orden o Cofradía Militia
Christi de Belchite promovida en 1122 por Alfonso I, el Batallador, rey de
Aragón y de Navarra. Belchite era un punto crucial para la Reconquista. Después
de la conquista de Zaragoza en 1118 quedaron abiertos extensísimos territorios
al sur del Ebro. Estos territorios, muy poco poblados, constituían una amenaza
permanente con las incursiones de los almorávides. Los caballeros de la Militia Christi de
Belchite aparece para asegurar puntos fuertes que protejan la repoblación,
frenen los ataques de los musulmanes y proyecten la expansión de la Reconquista
hacia el sur.
9. El final de una época y
el principio de otra[66]
9.1 La unificación de los reinos con los Reyes
Católicos, el papel de Consejo real y de los concejos[67]
La situación de la península Ibérica en la segunda mitad
del siglo XV era de una gran complejidad, así, el Reino nazarí de Granada se
mantenía más o menos igual que al terminar las campañas del Estrecho. Precisamente
la pérdida de este paso desde África había situado a este reducto musulmán en
situación de inferioridad respecto a los cristianos al verse imposibilitados de
recibir refuerzos a través del Magreb. Las esperanzas puestas en el entonces
creciente imperio turco tampoco llegaron a materializarse.
La
Reconquista fue más que una larga operación militar. La reconquista trajo la
unificación no solo territorial sino institucional bajo una sola monarquía.
Supuso la unificación de los reinos y la estructura de la nueva España de la
cristiandad. La unidad de todos los reinos cristianos en una sola España con
una nueva proyección en Europa y en el mundo. Al fin se empezó a
reconfigurarse el mundo cristiano.
La imagen de los Reyes Católicos ha llegado hasta nuestros
días como ejemplo de bien gobierno. El final de la reconquista va a permitir la
expansión por el Mediterráneo y el Atlántico, además una política social basada
en la alianza de la monarquía con la burguesía de las ciudades equilibra el
poder de la nobleza y la Iglesia. Los Reyes católicos instauraron un
sistema de gobierno a través del Real Consejo de Castilla y Aragón
establecieron unos consejos altamente tecnificados, para cuyo
funcionamiento contrataban letrados formados en las universidades que ellos
mismos habían contribuido a reformar.
Asimismo, los Reyes Católicos consiguieron una reorganización
institucional que sitúa la monarquía hispánica en la vanguardia de los
Estados europeos del Renacimiento ayudada por el auge de la literatura
castellana y el gran ciclo hispánico de los descubrimientos geográficos
El confesor de la reina, el andaluz Andrés Bernáldez, dejó
escrito: “Reinó está muy noble y muy bien aventurada reina con el rey
Fernando, su marido, en Castilla 29 años y 10 meses, en el cual tiempo fue en
España el mayor triunfo honra y prosperidad que nunca España tuvo después de
convertida a la fe católica ni antes” La buena imagen de estos monarcas empezó
a labrarse por sus propios coetáneos que se esforzaron en transmitir la idea de
que gracias a ellos sí había llegado a una nueva etapa histórica caracterizada
por el orden la paz social la eficacia el respeto a las leyes y la grandeza de
la monarquía en contraposición al caos de los reinados anteriores.
Para el
logro de la Reconquista con la repoblación de las nuevas ciudades fue muy
importante la figura de los Concejos. Tras la invasión musulmana,
inmensos territorios de la España cristiana quedaron enteramente vacíos o
poblaciones muy dispersas. La política repobladora consistirá en unir esos
núcleos dispersos, agrupándolos bajo una muralla. Las nuevas ciudades se
repueblan con nuevos vecinos de distintas procedencias (asturianos, gallegos,
leoneses, zamoranos, bregancianos y junto a ellos los mozárabes y judíos). Es
así como se construye la España medieval.
Las
Cortes de León (la Carta Magna Leonesa) fue una innovación radical
y se convirtieron, por iniciativa de Alfonso IX, en el primer parlamento
democrático de Europa.
Con la
paz lograda en el reinado de los Reyes Católicos cambió el modelo de la
sociedad hasta entonces estructurada en un orden jerarquizado y segmentado.
Se apuntó a la concepción de Estado monárquico que acabase con la
hegemonía de la aristocracia burguesa y articulase los distintos estamentos de
la sociedad.
La repoblación concejil fue un agente primordial de la colonización. A través de los
Concejos (futuros Ayuntamientos) son las comunidades de aldea las que cobran
relevancia bajo impulso de la propia corona. Así los vecinos de estas aldeas
bajo el mando de delegados del poder real representan el orden y administran
la ley. La corona otorga a estos concejos fueros específicos que regulan
su vida colectiva. Este fue el camino de adquirir esa coherencia hasta
hacerla cristalizar en una sociedad coherente tanto en formas de
poblamiento como en formas de pensamiento y organización comunes.
La concepción de Estado
inauguraba una concepción político-territorial que terminó con los
enfrentamientos entre los reinos peninsulares. Los Reyes católicos acabaron con
las pretensiones políticas de la aristocracia burguesa si bien concedieron a
los nobles determinados privilegios. Las Cortes medievales fueron sustituidas
por el Real Consejo de Castilla y Aragón sometidos al poder real. La
Corona codificó la legislación y reorganizó la Hacienda pública, la milicia y
la aplicación de la Justicia. Para el mantenimiento del orden público se creó
la Santa Hermandad para controlar a la aristocracia y limitar el poder de las
Ordenes Militares. Su política mantuvo el sometimiento de los distintos
estamentos, nobleza, clero y municipios.
La estructura sociopolítica de la monarquía aunque mantenía un carácter
corporativista, era evidente la posición de la alta burguesía y la posición del
clero que seguía siendo relevante. Pero por primera vez se cuidó de la clase
media y se atendió también a las clases más humildes. Las clases más modestas
tanto rurales como urbanas conocieron un gran desarrollo. Se desarrolló no solo
la clase trabajadora de agricultores sino los artesanos. Potenciaron la
industria y el comercio. Poco a poco se fue dando un éxodo del campo a las
ciudades con lo que vio alterado la composición del tejido urbano de las
ciudades.
Podemos sin lugar a duda afirmar que el Reinado de los
Reyes Católicos cambió la concepción y configuración del mundo conocido hasta
entonces. La historia de España se abrió Al renacimiento y a la concepción de
un nuevo paradigma. Renacimiento y Humanismo son términos prácticamente
intercambiables que definen un periodo de la historia que forjó la mentalidad
del hombre moderno.[68]
9.2 El descubrimiento del Nuevo mundo
El año
1492 marcó para siempre la historia del mundo. Los Reyes Católicos no solo
lograron expulsar a los judíos de sus reinos, emprendieron la conquista de las
islas Canarias para establecer una base de operaciones en el océano Atlántico y
establecieron en Ceuta y Melilla una cabeza de puente para el control del norte
de África.
Pero sin duda la gran empresa fue la colonización del Nuevo
Mundo. Con el descubrimiento del Nuevo
Mundo, la unión dinástica de los Reyes Católicos significó a la larga una
proyección internacional de España como potencia hegemónica europea. El
descubrimiento del Nuevo mundo tuvo una proyección religiosa, cultural y
comercial de índole completamente desbordante dando comienzo a una nueva etapa
en la expansión de la cultura hispana en el Nuevo Continente. Para controlar
los nuevos territorios los monarcas crearon la Casa de Contratación de Sevilla.
Como
pago a los esfuerzos por difundir la fe en el nuevo continente los Reyes
Católicos obtuvieron de Roma importantes concesiones que les permitieron
supervisar los nombramientos de los altos cargos de la jerarquía eclesiástica y
las rentas de las principales diócesis (La ley de las Indias).
9.3 Un nuevo paradigma. El Imperio español
La Edad
Media dio paso a la Edad moderna a través del nuevo Renacimiento. Si hay alguna
época que pueda considerarse como “dorada” es el periodo que transcurre
entre 1517 y 1621.
Los
monarcas que inauguraron la nueva manera de ejercer el poder real fueron los
Reyes Católicos, Luis XI, Francisco I, Enrique VII y Enrique VIII, Maximiliano
I y Carlos V en el Sacro Imperio.
La tarea
que llevaron a cabo los Reyes Católicos en España la realizó en Francia
Francisco I y Enrique VIII en Inglaterra. El reinado de los Reyes Católicos
supuso los cimientos del “nuevo orden” en el que se basaría la autoridad
de los monarcas tanto hispanos como europeos durante los dos siglos siguientes.
Toda una
serie de acontecimientos ocurridos entre finales del S. XV y principios del S,
XVI pusieron las bases para que el joven príncipe flamenco Carlos de Hasburgo
encabezará la mayor confederación dinástica conocida nunca en Europa. Carlos V
se hizo cargo de los reinos de Castilla, Aragón y Nápoles. Los Países Bajos y
el Sacro Imperio Romano germánico. Era la idea de la “monarchia universalis”,
ya anhelada por Carlomagno que pretendía el dominio de todo el orbe europeo y
cristiano.
El 24 de
febrero de 1530 diez años después de su proclamación como emperador en
Aquisgrán, recibió de nuevo en Bolonia la corona imperial de manos del papa
Clemente VII. La monarquía universal perseguida por Carlos V llegó a sr una
realidad con Felipe II. Su hegemonía excedía los límites del orbe europeo y
cristiano y se extendía al mundo entero. Los dominios del Rey Prudente se
extendieron por todos los continentes y océanos. Como contrapunto las guerras a
las que se vio abocado para sostener tal imperio acabaron desangrando la Corona
Castellana.
El dominio imperial fue inaudito de Felipe II (bajo su dominio no se ponía el sol). A la herencia recibida de su padre Carlos (Castilla y Aragón, los territorios de Italia anexionados como Nápoles, Flandes y los países Bajos y los territorios conquistados del Nuevo Mundo), añadió el reino de Portugal y sus vastas posesiones de ultramar.
12
Conclusión: todo reino dividido será destruido.
Creo que este trabajo nos sirve para aprender una de las lecciones más importantes de nuestra historia. La historia la hacemos todos. Aunque es una historia de encuentros y desencuentros nos enseña que una nación se levanta con el esfuerzo de todos.
La
historia de la mayoría de las civilizaciones es una historia del ascenso y
caída de imperios. La historia nos muestra que la crisis y colapsos de imperios
como fue el helénico o el romano hacen surgir otros nuevos.
El
imperio romano gobernó sus dominios sobre los que se levantaría Europa como una
unidad basada en sí misma pero no en la igualdad soberana de los estados. Roma
supervivió con un extraordinario nivel de civilización sostenido por un conjunto
de leyes y una defensa común. La crisis del mundo romano dio pie a la
instauración del reino visigodo donde por primera vez se propició la unidad
territorial bajo una sola entidad política. La invasión musulmana alteró la
uniformidad territorial y dio lugar a una nueva organización política. El
califato de Córdoba representó un momento de excepcional explosión cultural y
artística. En el reino Al- Ándalus al comienzo convivieron hebreos, cristianos,
y musulmanes. Luego se radicalizó y se desestructuró el reino con los reinos de
taifas. Los cristianos aprovecharon este momento de debilidad para la posterior
conquista cristiana.
La
visión de la armonía, la igualdad y la unidad se promovió por el cristianismo.
La cristiandad se mantuvo en una sociedad administrada por el poder civil y
religioso donde poco a poco surgió el reclamo de los poderes feudales. La Edad
Media trajo una multiplicidad de unidades políticas a través de un ejercicio
general del poder. Muchos fueron los debates que marcaron y delinearon los
diferentes reinos con fines militares y políticas diversas. La Edad Media no
fue una época oscura e ignorante, por el contrario, fue una época de
germinación del arte, la cultura, el saber que florecería poco después con la
eclosión del Renacimiento.
La
Edad Media fue un tiempo de grandes luces, se recibe el legado de la
estructuración romana y el mundo del derecho, se estructura el mundo de las
leyes gracias a la legislación visigoda. Se recibe el legado del saber musulmán
en cuanto astrología, matemáticas, medicina estableciendo los puentes entre la
tradición clásica y los conocimientos orientales. Con la renovación de Cluny y
del Cister se pasa del mundo románico al gótico. Se levantan las grandes
catedrales góticas. El castellano nace como lengua culta.
También
hubo las sombras de los desencuentros y las luchas por el poder en ambos
bandos. En la Edad media vimos no solo el declive musulmán debido a los
continuos enfrentamientos entre los caudillos musulmanes que impedían
organizarse para una defensa adecuada, también vimos los continuos
enfrentamientos y luchas de poder en el bando cristiano lo que hizo ardua,
dificultosa y lenta la empresa de la restauración del territorio.
Con
los Reyes católicos se dio al fin la unidad territorial en España fusionándose la
religión y la política en un solo construir. Se tendió a un modelo imperialista
un solo imperio una sola fe y una soberanía bajo el emperador y el poder papal
(para así restablecer la paz y el orden en la cristiandad). El emperador Carlos
V, siguiendo el ejemplo de Carlomagno se comprometía a defender por todos los
lados a la Iglesia de cualquier incursión de afuera (la defensa de la
cristiandad contra los turcos otomanos y sus sustitutos en el sudeste de Europa
y el norte de África).
Pero este modelo imperialista también haría quiebra. El propio emperador Carlos vio como la unidad religiosa como política del imperio se iba fracturando. Carlos resolvió abdicar de sus títulos dinásticos y dividir su vasto imperio, y lo hizo en una manera que refleja el pluralismo que había derrotado su búsqueda de la unidad.
La Europa moderna hubo de prosperar en la fragmentación de poderes y abrazar sus propias divisiones. Hoy sabemos que el equilibrio del poder solo puede darse en un concepto de soberanía compartida y reparto de poderes que respete la multiplicidad de los estatus de la condición humana y la libertad. El pluralismo se convertiría en la característica principal del nuevo orden. Una reconstrucción del orden nacional sigue siendo el mayor desafío para la habilidad política en nuestro tiempo. Una lucha entre regiones podría ser incluso más debilitante que la lucha que ha habido entre las naciones. La búsqueda contemporánea del orden y la unidad nacional requerirá una estrategia coherente para establecer un concepto de orden dentro de las diversas regiones, y relacionar estas órdenes regionales entre sí. Debemos aspirar no solo a un orden nacional sino a un orden mundial de estados que afirman la dignidad individual y la gobernanza participativa, y cooperan internacionalmente de acuerdo con las reglas acordadas por todos.
La unidad no puede lograse por imposición o a la fuerza, solo puede lograse mediante el reconocimiento a principios universales que deben combinarse con un reconocimiento de la realidad de las historias de cada una de las regiones y culturas. Y tenemos que hacerlo entre la corriente de la historia. La metáfora bien conocida de esto está en el fragmento que transmite que "uno no se puede pisar dos veces en el mismo río. Se puede pensar que la historia es un río, pero sus aguas serán siempre cambiando. cada generación será juzgada por si los problemas más grandes y más consecuentes del ser humano condición se han enfrentado, y se han tomado las decisiones más justas para lograrlo buscando el bien común de todos.
El trabajo nos ayudó a adentrarnos en el periodo tantas veces considerado oscuro de la “Edad Media” para tratar de ver sus luces y sus sombras. Lo cierto es que durante los diez siglos del primer milenio la historia nos enseña que convivieron juntos culturas y civilizaciones muy diversas. (lo que se ha venido a denominar la España de las tres culturas). Durante el segundo milenio este territorio multicultural trató de buscar su propia identidad y luchar por restablecer la unidad. De esas relaciones, no siempre pacíficas, pero tampoco tan crispadas como muchos han querido mostrar nació la España moderna de nuestros días.
Como
lección para la España del presente donde vivimos en un marco europeo estable
bajo una etapa democrática deberíamos de aprender el lenguaje de la
conciliación y reconciliación no la de la confrontación y la oposición de
bandos como posturas irreconciliables. Tenemos sed de encuentro, aunque esto
pida el saber afrontar y confrontar. No es tiempo de dividir sino de unir
fuerzas. Todo reino dividido no perdura, sucumbe, va a la ruina. Después de
salir victoriosa de la cárcel de las discontinuidades, discordias, es tiempo de
caminar juntos en una construcción en común. No podemos volver otra vez a los
puños, las espadas, los arcabuces o las pistolas. Es tiempo de construir una
nación justa y solidaria basada en el inalienable derecho de cada persona y el
natural respeto debido al prójimo. Solo así podremos vivir en paz en un país
abierto a Europa y al mundo construyendo juntos un futuro prometedor.
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[4] Valdeón Baruque, Julio
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[5] La Esfera, ed. (2018). La
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[6] Confrontar Entre
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[7] Confrontar El alma de
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[8] José Javier Esparza, Moros
y Cristianos, La gran aventura de la España medieval, La Esfera de los
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[9] María Pilar Queralt del Hierro, Historia de España,
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[10] Valdeón, 2006, p. 69.
[11] Kinder, Hilgemann y Herg, 2007, p. 129.
[12] Valdeón, 2006, p. 81.
[13] Valdeón, 2006, p. 83.
[14] Valdeón, 2006, p. 81.
[15] Valdeón, 2006,
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[16] Miranda García, Fermín;
Guerrero Navarrete, Yolanda (2008). Historia de España medieval (Primera
edición). Madrid: Sílex. pp. 48-49.
[17] Kinder, Hilgemann y
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[18] Miranda García, Fermín;
Guerrero Navarrete, Yolanda (2008). Historia de España medieval (Primera
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[19] García de Cortázar
y Sesma Muñoz, 2014, p. 124.
[20] Historia de España. Madrid:
Santillana. 2005. p. 57.
[21] Ladero Quesada,
2014, p. 25.
[22] Ladero Quesada,
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[23] Ladero Quesada,
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[24] Ladero Quesada, 2014, p. 25.
[25] García de Cortázar
y Sesma Muñoz, 2014, p. 125.
[26] Historia de España. Madrid:
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[27] José Javier Esparza, Moros
y Cristianos, La gran aventura de la España medieval, La Esfera de los
libros, Madrid, 2011
[28] Historia de España. Madrid:
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[29] María Pilar Queralt del
Hierro, Historia de España, Susaeta Ediciones, Madrid, 2011
[30] Ladero Quesada, 2014, p. 26.
[31] Ladero Quesada,
2014, p. 83.
[32] Ladero Quesada,
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[33] Ladero Quesada,
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[34] Ladero Quesada,
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[35] Dufourcq y Gautier-Dalché, 1983, p. 14.
[36] Dufourcq y Gautier-Dalché, 1983, p. 14.
[37] Ladero Quesada,
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[38] Dufourcq y
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[39] Cánovas Martí, Lluís; Civit
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[40] Historia de España. Madrid:
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[41] María Pilar Queralt del Hierro, Historia de
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[47] Maria Pilar Queralt del Hierro, Historia de
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[48] Kinder, Hilgemann y Herg, 2007, p. 227.
[49] Kinder, Hilgemann y Herg, 2007, p. 228.
[50] «Cerámica de repoblación»,
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[51] La
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repoblación y organización social
[52] Ladero Quesada,
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[62] José Javier Esparza, La gran aventura del Reino de Asturias,
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[63] José Javier Esparza, La gran aventura del Reino de Asturias, La Esfera de los libros, Madrid, 2009, pp. 343- 387; Ver también en este mismo blog darmarperegrino.com, el artículo del Cid Campeador, julio 1920;
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José Javier Esparza,
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[65]
José Javier Esparza,
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José Javier Esparza,
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José Javier Esparza,
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