sábado, 2 de julio de 2022

EL CENACULO EN EL MONTE SION

 

 

EL CENACULO

(EN EL MONTE SION)

 

 


 Introducción

Hemos celebrado el Corpus Christi. Esta fiesta viene a ser una oportunidad sosegada de lo que celebramos el Jueves Santo, la institución de la Eucaristía. Hemos querido preparar este artículo en relación al Cenáculo, el lugar donde tuvo lugar esa última cena de Jesús con sus apóstoles antes de su partida. "Entonces, desde el monte que llaman de los Olivos, que dista poco de Jerusalén, lo que se permite caminar en sábado, se volvieron a la ciudad. Llegados a casa, subieron a la sala donde se alojaban." (Hech 1:12-13)

El Cenáculo es uno de los lugares más importante para la Iglesia. Vendría a ser el corazón de la Iglesia. Diríamos que es la “corn stone”, la piedra angular, desde donde se levanta la cristiandad. Allí Jesús lavó los pies a los apóstoles, instituyó la eucaristía, el lugar de las apariciones y de Pentecostés. Fue el inicio de la misión y la expansión del cristianismo.

El lugar fue destruido y reconstruido a lo largo de la historia. Junto al Cenáculo hay un convento franciscano (denominado el pequeño Cenáculo) donde se puede celebrar misa. En el Cenáculo, actualmente propiedad de los judíos, no se puede celebrar culto. El estado judío ha suprimido todo culto tanto musulmán como cristiano.

Pablo VI visitó el Cenáculo en 1964 y aunque allí estaba prohibido todo culto, Juan Pablo II , excepcionalmente, pudo celebrar allí la Misa durante su peregrinación jubilar en el año 2000 , donde se instauró la Eucaristía por Cristo. Cuando Benedicto XVI viajó a Tierra Santa en mayo de 2009, rezó allí el Regina coeli junto con los Ordinarios del país. El Papa Francisco pudo celebrar otra Misa en la Cámara Alta el 26 de mayo de 2014, durante su viaje a Israel.

En el 2005, se llevaron a cabo conversaciones para un posible regreso a la Iglesia católica, (algunos citando un posible intercambio con la sinagoga Santa María La Blanca en Toledo). Hoy, los franciscanos pueden celebrar allí una liturgia oficial dos veces al año, el Jueves Santo y el día de Pentecostés. La última celebración fue la del Pentecostés 2022 presidida por el nuevo Custodio de Tierra Santa (el guardián del monte Sión).

El Cenáculo es el lugar de Jerusalén donde, según el Nuevo TestamentoJesús celebró con los apóstoles la Última Cena de su vida, antes de morir en la cruz. Es también el lugar donde se reunían los apóstoles después de la resurrección de Jesús y donde se encontraban durante el Pentecostés. Lo tomaron los primeros discípulos como su casa, la casa de María donde terminó sus últimos días en esta tierra. Este artículo puede ser complementado con otros dos publicados en este blog.[1]

El Papa Francisco acaba de sacar una carta apostólica sobre la liturgia titulada “Desiderio desideravi” La empieza precisamente con estas palabras:

Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer” (Lc 22,15) Las palabras de Jesús con las cuales inicia el relato de la última Cena son el medio por el que se nos da la asombrosa posibilidad de vislumbrar la profundidad del amor de las Personas de la Santísima Trinidad hacia nosotros.(2)

Pedro y Juan habían sido enviados a preparar lo necesario para poder comer la Pascua, pero, mirándolo bien, toda la creación, toda la historia, que finalmente estaba a punto de revelarse como historia de salvación, es una gran preparación de aquella Cena.(3)

Nadie se ganó el puesto en esa Cena, todos fueron invitados, o, mejor dicho, atraídos por el deseo ardiente que Jesús tiene de comer esa Pascua con ellos: Él sabe que es el Cordero de esa Pascua, sabe que es la Pascua. Esta es la novedad absoluta de esa Cena, la única y verdadera novedad de la historia, que hace que esa Cena sea única y, por eso, “última”, irrepetible. Sin embargo, su infinito deseo de restablecer esa comunión con nosotros, que era y sigue siendo su proyecto original, no se podrá saciar hasta que todo hombre, de toda tribu, lengua, pueblo y nación (Ap 5,9) haya comido su Cuerpo y bebido su Sangre (4)

El mundo todavía no lo sabe, pero todos están invitados al banquete de bodas del Cordero (Ap 19,9)… No debemos tener ni un momento de descanso, sabiendo que no todos han recibido aún la invitación a la Cena, o que otros la han olvidado o perdido en los tortuosos caminos de la vida de los hombres. (5)

Antes de nuestra respuesta a su invitación, mucho antes, está su deseo de nosotros: puede que ni siquiera seamos conscientes de ello, pero cada vez que vamos a Misa, el motivo principal es porque nos atrae el deseo que Él tiene de nosotros. (6) 

Iglesia siempre ha custodiado, como su tesoro más precioso, el mandato del Señor: “haced esto en memoria mía”. (8) En la Eucaristía y en todos los Sacramentos se nos garantiza la posibilidad de encontrarnos con el Señor Jesús y de ser alcanzados por el poder de su Pascua. (11)

A través de este artículo trataremos de profundizar en el valor y belleza de esta Cena Pascual a la que todos hemos sido invitados a participar.

 





1 Antecedentes

La ubicación y el estado original del Cenáculo es todavía una cuestión abierta y difícil de descifrar. El presente estado del cenáculo dista mucho del estado original y hay que levantar muchas capas que se han ido superponiendo para llegar a lo que fue su ubicación y estado original. Hemos de acudir a muchas fuentes y de retrotraernos a muchos eventos para poder llegar a descifrar elementos que han quedado sumergidos y ocultos en la larga historia de los XXI siglos que hemos vivido. De alguna forma este trabajo intenta indagar en algunas fuentes históricas, de la tradición de los mismos textos bíblicos que nos arrojen una nueva luz sobre la importancia capital de este lugar en la Pasión muerte y Resurrección de Cristo y en la primitiva comunidad cristiana.

 





1.1 La recuperación de los lugares santos 

La Jerusalén del tiempo de Poncio Pilato se defendía por el norte con la segunda muralla, la septentrional. Igual que la que descendía pelicularmente hacia el muro occidental del Templo de Herodes, la primera, arrancaba de la fortaleza que Herodes levantó en segundo lugar, las Torres y Hípico, Fasael y Marianma. El camino se dirigía hacia la colina Gareb para doblar pronto hacia el este por delante del Calvario o Gólgota y, formando un ángulo recto con el segmento defendido por la puerta de Efraín, torcía de nuevo hacia el oriente y descendía por el Valle de Tiropeón hasta alcanzar la fortaleza Antonia. (primera que Herodes edificó valiéndose de la anterior Torre Baris). 

En el año 70, como Jesús había ya profetizado, fue destruido el templo de Jerusalén. En el año 135 dC, después de terminada la guerra de los judíos guiados por Bar Kojba contra los romanos, la ciudad de Jerusalén fue destruida hasta los cimientos por orden del emperador Adriano. Luego se trazó sobre los escombros una nueva ciudad siguiendo las normas de Roma; es decir, con cardo máximo, decumanus, foro, edificios públicos y templos. A esta nueva ciudad se le dio el nombre de Colonia Elia Capitolina, en memoria de Adriano y de las divinidades que componían la Tríada Capitolina. 

El Templo, lo que quedaba de el, fue demolido y la explanada transformada en un nuevo santuario en honor a Júpiter Capitolino. El foro de la nueva ciudad fue construido en la zona donde hoy está la basílica del Santo Sepulcro. Sabemos que con este motivo se trajeron a este lugar una ingente cantidad de escombros en los que descansaba la elevada plataforma sobre la que se levantaron después un templo a Afrodita y otro dedicado a la Tríada Capitolina, cubriendo de esta manera el Calvario y el Sepulcro. Así es como lo describe el historiador y obispo Eusebio de Cesarea: “Hombres descreídos y profanos concibieron la idea de hacer desaparecer entre los hombres aquel lugar redentor… tomándose un gran esfuerzo cubrieron todo el lugar con tierra traída de fuera. Después elevado el nivel del suelo y tras pavimentarlo con losas de piedra escondieron bajo tan ingente túmulo la gruta divina. luego construyeron un oscuro compartimento al disoluto espíritu de Afrodita donde ofrecían execrables oblaciones sobre profanos altares” [2] 

Luego de la idolátrica dedicación del emperador Adriano, los dos arquitectos de Santa Elena, Zenobio y Eutasio, dejaron al Calvario descubierto y por delante del ala izquierda del Martyrium, la Iglesia basílica del Santo Sepulcro. 

En tiempo de Constantino proclama el cristianismo como religión del imperio. Le devuelve el antiguo nombre de Jerusalén. Alentado por su madre Santa Elena purificó la ciudad de los vestigios de idolatría y se dedicó a la recuperación de los santos lugares levantando en ellos basílicas. Pese a las modificaciones hechas, se conservaba la memoria del lugar donde se encontraba el Calvario. Junto al lugar que se consideraba el Calvario se izó la cruz conmemorativa cristiana a la que se refieren tanto San Jerónimo como la peregrina Egeria.[3] 

Allí en el lugar profanado dedicado a la diosa Venus después de destruirlo levantaron la Basílica del Santo Sepulcro. Esta iglesia fue conocida también como la Anástasis o de la Resurrección. Todavía se conservan los restos de la rotonda que queda de la época de Adriano. 

Otro edificio cristiano segundo en importancia solo respecto a la iglesia de la Anástasis o de la Resurrección fue la basílica “Haggia Sión” en el lugar del Cenáculo. La “iglesia alta” situada en la colina occidental llamada Monte Sión. En ella tuvo lugar el evento principal que se asocia con esta iglesia: la venida del Espíritu Santo sobre los seguidores de Cristo en Pentecostés. Este punto marca el lugar del nacimiento de la Iglesia universal y es conocido como la “Mater omnium ecclesiarum”, la “Madre de todas las iglesias”. Era el lugar de reunión de los primeros cristianos, porque allí Cristo celebró la Pascua por última vez, instituyendo al final de la cena la eucaristía que llegó a ser el rito principal de la comunidad cristiana. Junto a este lugar se levantaría después la abadía de la Dormición, lugar dónde murió la Madre de Jesús.

El tercer grupo importante de santuarios cristianos se levanta en el monte de los olivos. Los primeros cristianos conocieron la cueva en la cima del monte, en la que Jesús con frecuencia instruía a sus discípulos y desde donde finalmente desapareció delante de sus ojos en la Ascensión. La llamada iglesia del “Padre Nuestro“, ”Pater noster”.




 

1.2 Localización, El Monte Sión

En la tradición cristiana, la zona de la ciudad en la que se sitúa el Cenáculo era el actual Monte Sión (de alguna manera, el nombre geográfico fue transferido del Monte del Templo a esta colina en el extremo sudoeste de la ciudad, posiblemente por un malentendido de la lectura de Miqueas 3:12 en el siglo IV, que parecería hablar de dos colinas: "El Monte del Señor y el de Sión"). El Monte Sión de unos 130 metros sobre el nivel del mar, en sus mismas estribaciones es donde se localiza el Cenáculo. 

Originalmente, el Monte Sión se había aplicado a la fortaleza jebusea que conquistó David; después, al monte del Templo, donde se custodiaba el Arca de la Alianza; y más tarde, en los salmos y los libros proféticos de la Biblia, a la entera ciudad y sus habitantes. Tras el destierro en Babilonia, el término adquirió un significado escatológico y mesiánico, para indicar el origen de nuestra salvación. Recogiendo este sentido espiritual, cuando el Templo fue destruido en el año 70, la primera comunidad cristiana lo asignó al monte donde se hallaba el Cenáculo, por su relación con el nacimiento de la Iglesia. Esta parte del monte formaba parte de la Madre Iglesia de la Sagrada Sión (que aparece en el mosaico del siglo VI, el Mapa de Madaba).

Etimológicamente el nombre de Sión hace referencia a alcázar, fortaleza. Hemos de retrotraernos a un emplazamiento singular ya anunciado por los profetas sobre todo Isaías. Ya en el tiempo de Josías se habla de la centralidad del culto en el templo y la ciudad santa de Jerusalén y a destacar la figura de David como el rey del pueblo elegido.

La conquista de la ciudad jebusea de Jerusalén será la primera acción militar de David una vez constituido rey de Israel. Jerusalén será pues la ciudad de David y la capital de todo el pueblo israelita. Así nos lo narra el libro de las Crónicas:

David conquistó la fortaleza de Sión, es decir la ciudad de David. David se instaló en la fortaleza que por eso se llama ciudad de David. Después construyó un muro en torno a la ciudad, desde el terraplén hasta los alrededores. (1Cro 11, 5 y 7)

Allí trasladó el arca de Dios desde Quirat Yearín a la tienda que había preparado para ella en Jerusalén. (2 Cro 1,4) Sería su hijo heredero Salomón quien finalmente construiría el templo.

También en el libro de los Salmos se hacen numerosas alusiones al Monte Sión: “el Monte Sión, por la presencia de Dios, es la cúspide, el vértice que sube al cielo y descuella sobre todos los montes por su belleza. El alcázar, quien lo protege y corona es Dios mismo: Grande es el Señor, y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios. Su Monte santo, una altura hermosa, alegría de toda la tierra: El Monte Sión, vértice del cielo, ciudad del gran rey. Entre sus palacios Dios descuella como un alcázar… la ciudad de nuestro Dios: que Dios la ha fundado para siempre… dad la vuelta a Sión contad sus torreones, fijaos en sus baluartes, observad sus palacios y decid a las próximas generaciones Dios la ha fundado para siempre. El nos guiará por siempre jamás”. (Sal 47)

Jerusalén, el Monte Sión, el rey David, el templo son figuras de lo que habría de venir. Cristo el nuevo rey, el nuevo templo, funda la Nueva Jerusalén. El comentario de San Ambrosio a este salmo pondrá a la Nueva Jerusalén y la presencia de Dios en medio de su pueblo en el Monte Sión como referido a la persona de Jesucristo. Así profetizó Jesús: Este tiemplo será derribado pero yo lo reconstruiré en tres días (cf. Jn 2) “¿Veis todo esto? Os aseguro que no quedará piedra sobre piedra. ¡Todo será destruido!” (Mt 24, 2)

Así lo afirma Pablo en la carta a los Efesios: “Cristo es el verdadero rey de la paz: Cristo es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos (judíos y gentiles) uno solo, destruyendo el muro que los derribaba y ha creado de los dos pueblos una nueva humanidad”. (Ef 2, 14)

Hasta el año 70 después de Cristo estuvo el templo judío de Jerusalén. La ciudad se desarrolló inicialmente al lado izquierdo en un montículo llamado monte Sión. Por eso la Biblia habla de la ciudad de David, la ciudad del Rey David ubicada en el monte Sión.

La zona del templo o esplanada del templo comenzó a tener importancia a partir del año 960 a. C. cuando el rey Salomón mandó construir el Templo. En ese momento también a esa explanada se le comenzó a llamar Sión y a toda la ciudad que fue creciendo.

El monte Sión actualmente está fuera de las murallas del S. XVI. En la antigüedad se encontraba dentro de las murallas como se puede ver en la maqueta del Museo de Jerusalén. En el monte Sión estaba la tumba del Rey David y el cenáculo el lugar donde Cristo celebró la última cena y donde según la tradición la Virgen María terminó su etapa en esta tierra.

En la ciudadela de David localizada en el monte Sión al fondo se encontrarían los tribunales de Justicia y el Palacio del Rey David. A diferencia del tiempo de Cristo, en tiempos del Rey David, las construcciones eran muy sencillas y estaba más poblada. Al fondo se encontraban las casas y Palacios como el de Herodes y se distingue la tumba del Rey David caracterizada por la estructura de forma piramidal. Precisamente junto a ella estaba el Cenáculo.

El Cenáculo es el lugar donde Jesús vivirá su última Pascua y la última cena con los discípulos. Luego después de su muerte los discípulos y las apariciones de Jesús los discípulos aparecen congregados en este lugar. Allí viven el Pentecostés. La comunidad jerosimilitana adopta una primera iglesia sinagoga, luego en la época bizantina una gran basílica, después es destruida y los cruzados rescatan el lugar y construyen la capilla que se conserva ahora. Es una estancia rectangular amplia con bóvedas ojivales sostenidas por columnas en la pared y una central que la separa en dos ambientes. Pasamos ahora a detenernos con curiosidad hasta indagar en su forma original.

El Cenáculo en el estado actual es del S. XII de la época de los Cruzados y se levanta sobre las ruinas de la antigua Iglesia bizantina denominada Santa SiónHagia Sión del tiempo 386-349 [4]. La Iglesia bizantina que albergó el Cenáculo quedó en ruinas y fue reconstruida por los Cruzados [5]. Estos trataron de mantener el lugar para acceso de los peregrinos lo que se hizo hasta el S XVI donde pasó a custodia de los musulmanes [6]. Hoy en la actualidad está bajo custodia de los judíos por guardar en la parte baja el lugar de enterramiento del rey David que sigue siendo venerado.

Los primeros cristianos se instalaron en el Cenáculo en el monte Sión ya en el S. I. Allí construyeron una iglesia sinagoga que se salvó gracias a estar extramuros de las destrucciones de Tito (77) y Adriano (135). La comunidad cristiana que huyó a Pella en el 66 d.C, antes de la revuelta judía y del subsiguiente asedio romano en el 70 d.C, debió de volver a este lugar donde se había conservado la cátedra de su primer obispo de Jerusalén, Santiago.

Después de su destrucción por los persas en el 614 los Cruzados recuperaron sobre las ruinas de la vieja Iglesia bizantina en el lado sud-oeste de la nave central dos capillas superpuestas. En la sala inferior llamada Galilea se remontaba el lavatorio mientras que treinta escaloncitos conducían a la sala de arriba la Hieroom Sión o Aliat Sahiun sería el Cenáculo donde se llevó a cabo la institución de la Eucaristía.

La iglesia de Santa María de Sión, Haggia Sión, estaba dividida en tres naves. En el lado sudoeste de la nave central se conservaba el Coenaculum. Este estaba compuesto por dos capillas sobrepuestas y subdivididas hasta formar cuatro lugares distintos dos abajo y dos arriba.





1.3 La Haggia Sión

La antigua Iglesia bizantina denominada Santa Sión, Haggia Sión del tiempo 386-349 en el monte Sión. En el S. IV fue levantada la iglesia bizantina de Haggia Sión, Santa María de Sión, la Mater omnium ecclesiarum, la madre de todas las Iglesias. Situada en la cumbre más alta de este monte recordando el lugar Coenaculum donde Jesús instituye la eucaristía, donde los discípulos con María aguardan y reciben el Espíritu en Pentecostés. En este lugar residió María junto al Coenaculum durante sus últimos años y allí falleció rodeada de los apóstoles. Así lo certificaban la arqueología y las ruinas encontradas en la zona a los albores del cristianismo en el S. I.

La Santa Sión, Haggia Sión se convirtió en una de las metas de peregrinación más importante de la Ciudad Santa. Al ser destruida la iglesia bizantina que albergaba el Coenaculum, los franciscanos trataron de conservar el lugar con un hospicio de peregrinos hasta su expulsión en el S XVI. Luego el lugar se fue deteriorando. La iglesia vio la necesidad de una presencia más fuerte en el monte Sión y la posibilidad llegó cuando la asociación alemana de Tierra Santa bajo el patrocinio del rey de Baviera accedió a levantar la Iglesia de la Dormición de la Virgen María en el Monte Sión.

Como el edificio del Coenaculum con la tumba de David era una propiedad musulmana tras arduas negociaciones se compró al sultán el terreno contiguo. El emperador Guillermo II adquirió el lugar para levantar la nueva iglesia y logró una comunidad de benedictino para ocuparse de ella. El proyecto se concibió para recuperar el lugar de martirio que testimoniara la Dormición de María.

No importa tanto el lugar físico sino rescatar lo que allí se genera. Allí dio comienzo y se generó en torno a María la Iglesia. La Iglesia dicen los santos Padres nace del costado abierto de Cristo como Eva fue formada de la costilla de Adán. La “Nueva Eva”, María, Madre de todos los creyentes, estaba allí al pie de la cruz, ofreciéndose con su Hijo, recibiéndonos y acogiéndonos (Jn 19, 25-27).

María estaba ahí en el cenáculo recibiendo y congregando a los discípulos como lo hizo en el memorial de su cena guardando sus palabras y su promesa en el corazón. Allí rememoraban los últimos hechos y gestos de Jesús encontrando ahora el significado de lo que quedaba oculto a sus ojos. Allí aguardaban en oración la espera del Espíritu.

Los discípulos que habían quedado perplejos, desconcertados, abatidos por el aparente espantoso final fueron fortalecidos por la fe de María que les animaba a creer en sus promesas. Los encuentros con el Resucitado fueron definitivos. Lo empezaron a reconocer presente al compartir el pan, al compartir sus experiencias como lo habían reconocido vivo y actuando en medio de ellos. Durante setenta días no se alejaron de Jerusalén y aguardaron la festividad de Pentecostés de forma que estando reunidos en aquel lugar recibieron todos el don de la promesa, quedaron llenos del Espíritu Santo y empezaron a anunciar con valentía la palabra de Dios. María permaneció con los apóstoles e hizo su morada en aquel lugar santo bendecido por Dios donde Jesús se hacía presente en el misterio de la eucaristía y se seguiría haciendo presente en el misterio y sacramentalidad de la propia comunidad: donde dos o más estén presentes en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ustedes (Mt 19, 20)

Aquí se dio inicio la Iglesia y desde entonces no ha cesado de reunirse para celebrar el Misterio Pascual. Así nos lo muestran las Catequesis de San Cirilo de Jerusalén o las Narraciones de la Peregrina Egeria en su Itinerarium. Si bien la gran Vigilia Madre de todas las Vigilias se celebraba en el Santo Sepulcro la Basílica Mater omnium ecclesiarum congrega a la Iglesia para la celebración do Pentecostés y una bella procesión de las luce desde el Monte Sión hasta el sepulcro de María al pie de Getsemaní para reforzar así la comunión con los hermanos ortodoxos [7].

Dos son las tumbas vacías en Jerusalén. La de Jesús en el Santo Sepulcro y la de María al pie del Monte de los Olivos. Después de la muerte de María que según la tradición se da junto al cenáculo en el Monte Sión los discípulos la trasladan al pie del Monte de los Olivos hasta su Asunción[8]. Allí junto al Monte de los Olivos la tradición oriental guarda el sepulcro donde reposó el cuerpo antes de su asunción. Allí es donde la comunidad fue testigo de la asunción de María.

Resalta como María que acompaña a Jesús hasta el último momento de su muerte termina también su vida reposando su cabeza en los lugares más íntimos de Jesús el Cenáculo y Getsemaní. Ella congrega en torno así la primera comunidad cristiana.

La tradición católica recoge la dormición, unida al tránsito de la Virgen a los cielos, confesando la asunción de la Virgen en cuerpo y alma a los cielos. En griego la anlepsis, en la iglesia oriental Koimesis designa la dormición. El tránsito glorioso de la Virgen a semejanza de su Hijo asocia a María a la Pascua de Jesús. Ella es la primicia pascual con Cristo de la Nueva Humanidad. La nueva Basílica de la Dormición se eleva como alborear de la Pascua en la cima del Monte Sión.

 



 

2. Cinco lugares singulares en el Monte Sión

El enclave del Monte Sión responde a la colina Occidental de Jerusalén. En la antigüedad fue una fortaleza jebusea situada en la zona baja de la colina. Posteriormente en la parte baja se situaría la ciudadela de David que se fue expandiendo hacia la parte más alta de la colina. Allí se localizó el palacio de David. En la segunda mitad del periodo del Primer Templo la ciudad se expandió al oeste y sus murallas se extendieron hasta abarcar totalmente la colina Occidental.

En la actualidad queda fuera de las murallas de la ciudad antigua y se entra por la denominada Puerta de Sión. El camino tortuoso que lleva a la cima del monte Sión se conoce como el camino del Papa (se pavimentó con la histórica venida del Papa Pablo VI a Jerusalén en 1964).

Nosotros nos vamos particularmente a fijar en el enclave en tres localizaciones. El pequeño cenáculo, la iglesia de la Dormición o del Tránsito y el Cenáculo (junto a este la tumba de David y la sal del Holocausto).






2.1 El Cenáculo

Era una casa de Jerusalén que pertenecía a un amigo de Jesús, disponía de una planta baja, supuestamente utilizada para las oraciones y una planta alta usada como comedor. Este cenáculo también es conocido como el aposento o la planta alta.[9]

El Cenáculo de Jerusalén sería el “aposento altola Hieroom Sión o Aliat Sahiun, del que hablan los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles (Hechos 1:13), donde se celebra la última comida de Jesús con sus apóstoles (la Cena del Señor), Pentecostés y otros acontecimientos importantes de los primeros días de la Iglesia .

Es un edificio de dos pisos incluido en un conjunto más grande, lo que originariamente fue la Haggia Sión y después sufrió diversas modificaciones, esta ubicado en la cima de Monte Sion y se conoce desde antiguo como Coenaculum, el Cenáculo. La sala, abierta al público, fue restaurada por los franciscanos en 1335 . Desde su expulsión y la integración por un tiempo de una mezquita y luego una sinagoga en el edificio, sigue siendo reclamada por la Iglesia Católica Romana .




 

2.2 El pequeño cenáculo

Junto al muro exterior de la antigua ciudad de Jerusalén está la Puerta de Sión llamada así porque da acceso a la ciudad a quienes vienen de esta parte el Monte Sión. Esta puerta conduce al cenáculo que fue destruido por los romanos en el año 70. Los franciscanos recuperaron un lugar próximo a las ruinas del Cenáculo en 1335 y reconstruyeron una sala de tipo medieval en el lugar donde Cristo celebró la última Cena con sus discípulos y apareció resucitado y les envió al Espíritu Santo el día de Pentecostés.

Esta sala lamentablemente sufrió muchos desperfectos. Los turcos otomanos musulmanes expulsaron a los franciscanos en 1523 y convirtieron el lugar en mezquita. Posteriormente fue a propiedad de varias familias y finalmente se convirtió en propiedad del Gobierno de Israel por lo que a partir de 1936 al regreso de los franciscanos a este lugar el Monte Sión ellos pudieron adquirir un terreno contiguo al cenáculo y construir este santuario para que los peregrinos puedan celebrar la misa lo más cerca posible de donde Cristo instituyó la eucaristía.

En el convento franciscano, fundado en 1936, se encuentra “el Cenacolino” o iglesia del Cenáculo. Este lugar santuario se llama “el pequeño cenáculo”. La fachada del santuario tiene una escalera doble, una puerta coronada por una archivolta o arquivolta en un pequeño nicho la imagen de San Francisco, una arcada de remate y la Cruz de Jerusalén, además de un asta con la bandera de la custodia de Tierra Santa. En el interior unas vidrieras decoran la capilla. Una vidriera con pan y espigas, otra por una Copa y uvas, claro signos de la Eucaristía que instituyó Cristo en el Cenáculo y otra vidriera con Santo Tomás tocando el costado de Cristo, recordando que Cristo se apareció a Santo Tomás y los discípulos en este lugar.

Al fondo se puede observar un conjunto escultórico en bronce con la última Cena obra del Padre Francisco Andrea Martini (1917-1996) Representa los apóstoles reunidos en la última cena donde Cristo ocupa el lugar central. Las dos ventanas detrás de la imagen de Cristo representan las dos tablas de la ley, los mandamientos superados por el mandamiento de amor que nos enseña Cristo. En lo alto una figura del Espíritu Santo que alude al día de Pentecostés. El pan que sostiene el Salvador tiene el monograma de Cristo y es un pequeño Sagrario. También hay en un homenaje a la Virgen María una estatua en bronce del mismo material y proporción nos acerca a su hijo. La escultura une a la Virgen al milagro de la conversión de agua en vino y a la institución de la eucaristía (luego nos pararemos a analizar la cuestión de la presencia de María en el Cenáculo). 

 




2.3 La basílica de la Dormición o del Tránsito

Como Cristo, la Virgen tuvo que morir y terminar su etapa en este mundo, pero al igual que Cristo por estar libre de pecado su cuerpo, no sufrió la corrupción, sino que fue llevada en cuerpo y alma al cielo. La tradición afirma que la muerte o dormición de la Virgen fue en el Cenáculo o en una casa muy cercana a él.

El Cenáculo era donde Cristo se reunía con sus discípulos y donde después de su crucifixión se siguieron reuniendo con las santas mujeres ya que al ser forasteros no tenían una casa en Jerusalén y este espacio se los prestaba alguno de los discípulos de Cristo (probablemente Juan Marcos). Incluso se piensa que en el Cenáculo vivió la Virgen con San Juan. María permaneció así alentando la fe de la primera comunidad hasta sus últimos días.

La iglesia de la Dormición o del Tránsito no es el lugar físico del acontecimiento, solo conmemora el tránsito de la Virgen de este mundo a la vida eterna. En 1898, mediante la gestión del emperador Guillermo II los católicos alemanes consiguieron el terreno y bajo el proyecto de Reinard y Heiler construyeron la actual abadía benedictina con su iglesia misma que se consagró el 10 de abril de 1910.

La iglesia de estilo neogótico de piedra es sobria aunque luzca con diversos colores la piedra. El arco de la fachada muestra en la parte superior unas ventanas gemelas. Generalmente se entra por una puerta más pequeña. En el interior hay dos niveles. En el nivel superior con excepción del mosaico del ábside domina la piedra en todos los muros. Tiene una galería con arcos y está coronado por una cúpula con mosaico monocromático. las 6 capillas están dedicadas a diversos Santos.

En el nivel superior encontramos la iglesia de planta circular con nichos circundantes como Iglesia madre de todas recogen distintas capillas con distintas advocaciones a María. El ábside central muestra un mosaico de la Madre de Dios con el Niño Dios en brazos con el libro abierto y la frase: Yo soy la luz del mundo (Jn 8, 12). Bajo las figuras una inscripción latina con la profecía de Isaías: He aquí que la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Emmanuel (cf. Is 7). Debajo de la imagen los ocho profetas que habían anunciado la llegada del Mesías.

En este nivel superior en el suelo hay un gran mosaico que incluye los nombres de los evangelistas los apóstoles y los profetas. El interior tiene ciertas características bizantinas como el mosaico de la Virgen María con el niño en brazos en el ábside. La planta del edificio es circular y tiene cuatro Torres en el exterior.

En el nivel inferior está la cripta. Por una escalinata se baja a un nivel inferior. Por una ancha escalinata abovedada a través de cuarenta y ocho escalones se desciende a un recinto sumido en una oscuridad absoluta solamente iluminada tenuemente por los lampadarios que cuelgan en el techo.

En el centro se ve una escultura yacente de la Virgen que recuerda su último momento en esta tierra. La imagen está inspirada en los iconos griegos y está protegida por una rejilla y 6 columnas. Las 6 columnas sostienen una pequeña cúpula con un mosaico que muestra en el centro a Cristo en actitud de recibir a su madre. En el ábside de la Koimesis Cristo en forma de Pantocrator recibe el alma de la Virgen. Alrededor del medallón del Pantocrator se puede leer: Levántate amigaría, hermosa mía y ven (CC 2, 10). En seis medallones están representadas las grandes mujeres del Antiguo Testamento como figuras de María: Eva, Miriam, Yael, Judith, Ruth y Esther. Eva con la manzana y la serpiente tocando el pandero, Miriam (nombre hebreo que significa María, la primera María de la Biblia. También se representa Yael la hija del juez Jefté que después de una promesa de su padre se dedicó totalmente al servicio de Dios con un vaso en la mano. En tiempo de la jueza Devora acabó con esta arma con la vida de Sisara el enemigo del pueblo elegido por Dios. Con la cabeza de Holofernes general enemigo aparece Esther que ayudó a evitar la destrucción del pueblo judío y Ruth que por su fe generosidad y humildad se convirtió en la esposa de Booz y bisabuela del Rey David. Todas estas mujeres al estar en la cúpula no solo coronan los méritos de la Virgen sino también por su fe fidelidad a Dios valentía y vida ejemplar son consideradas como signos de María o de preparación a su llegada.

En la Cripta junto al altar de la Dormitio, Koimesis, justo en frente bajo el coro de la Iglesia está el ábside de Pentecostés. Pentecostés es el otro episodio que junto con la Dormitio se conmemora en esta Iglesia a semejanza de la antigua Basílica Mater omnium ecclesiarum. En el lado opuesto un icono donde Cristo carga el alma de la Virgen, tema oriental tradicional en la que se inspiró la escultura de la Virgen yacente.

 





2.4 La tumba de David

Debajo del Cenáculo está la tumba de David. A través de un jardín enclaustrado se penetra a un pequeño recinto abovedado que es en la actualidad una sinagoga. A través de un claustro sencillo de arcos ojivales se llega a la tumba del gran Rey David. Debido a la existencia del cenotafio en honor de David, muchos judíos acuden al nivel inferior para rezar ante ese monumento y consideran que los cristianos no pueden “interferir” aquí porque afirman, desde el siglo XII, que este lugar está construido sobre la tumba del rey David. La tumba está protegida por una verja hay una pequeña timba es como un sarcófago revestido por un paño bordado en su parte frontal con inscripciones hebreas y la estrella de David [10].

La tumba de David continúa atrayendo a miles de peregrinos. Resulta increíble el contraste con la sobriedad de la tumba y la significación y el culto que en el lugar se venera. Muchos judíos se acercan con las dos Torot preparadas para ser leídas verticalmente al estilo sefardí. Aquel Rey David fue el más grande de los reyes de Israel y a su vez también cayó en lo más bajo que un ser humano puede caer. Sin embargo, quizá ese sea su mejor ejemplo que desde su fragilidad y pecado supo levantarse y fiarse de la misericordia de Dios: “Misericordia Dios mío por tu bondad” (Sal 50, 1ss).

No me abandones ni me desampares Dios mío” (Sal 27, 1ss). David que venció a Goliat, el gigante pero venció una lucha de un enemigo más poderoso que él. Asistido por la gran misericordia de Dios reconoció su fragilidad y se pudo levantar de su pecado. Alternó en él la fuerza y la fragilidad, tocó lo más alto y lo más bajo y no se derrumbó. Sin duda por ello sea el antecesor del Mesías. ¿Quién es ese Mesías sino aquel ser humano y divino que nos anunciará que el mundo merece la redención?.

 





2.5 La sala del Holocausto

La sala del Holocausto Martyrium, o cámara de la destrucción [11], fue fundada junto con el Estado de Israel por el Director General del Ministerio de Religión y Custodia del Monte Sión, El Rabí Dr. S. Z. Kahana. La sala se dedica a la memoria de las víctimas del Holocausto y conmemora los millones de vidas de judíos inmolados en el holocausto nazi.

Esta situada bajo la tumba de David. Se trata de una sala subterránea que fue descubierta en 1859 por el doctor Ermete Pierroti , arquitecto del Pasha turco entre 1854 y 1862. La sala adyacente, la Cámara del Holocausto, es un monumento a los seis millones de judíos exterminados en Europa.

La entrada a la sala del Holocausto te remonta al pasado de toda la historia negra y trágica del pueblo judío. En unas placas se lee: Esta no es otra que la casa del Señor y cuán lleno de temor es este sitio (Gn 28, 17). Es una llamada de horror por la muerte y de súplica ante el futuro. Hay varias salas, en la primera sala hay expuestos rollos de la Torah y en las siguientes las paredes están cubiertas con miles de pequeños nichos con los nombres de los que allí están incinerados[12]. Seis lámparas funerarias brillan en homenaje a otros tantos millones de hijos de Israel sacrificados [13].

En la sala del memorial de los niños donde se recuerda al millón doscientos mil niños brutalmente asesinados si piedad por los nazis, se encuentra otra placa que dice: Una clama desde lo alto, lamentación y amargo llanto. Raquel llora por sus hijos; ella rehúsa ser confortada por sus hijos, porque ellos no están (Jer 31, 14).

En las últimas salas y en un patio, hay multitud de pequeños nichos con una lucecita llameante cada uno. En 1998 La santa Sede difundió sus reflexiones acerca de la Shoah, el holocausto perpetrado durante la segunda guerra mundial. La Shoah apuró la vuelta del pueblo judío a Israel. Fue el empujón después de la insistencia de dos mil años de exilio para regresar a su tierra. Desde entonces los supervivientes de la masacre exhaustos por el padecimiento libraron una poderosa lucha por volver a su tierra de origen y llevar una vida libre. El movimiento sionista y la Hapala impulsó la emigración de los judíos hacia la tierra de los ancestros. El Memorial del Holocausto es oración y memoria por los caídos y al mismo tiempo petición y súplica para que el atroz genocidio no vuelva a repetirse [14].

 




3. Etimología del término Cenáculo

El término Cenáculo tiene varias resonancias. Antes de nada, decir que al igual la basílica del Santo sepulcro se le asocian otros términos como Martyrium (lugar de la muerte) y Anástasis (lugar de la resurrección) al Cenáculo se le asocian diversos términos por ser un lugar tan central y destacado para la comunidad cristiana. A partir de la Vulgata, traducción latina de la Biblia por San Jerónimo, se corresponde con el término Caenacula o caenaculum, es decir lugar donde se cena. A partir de los relatos bíblicos sobre todo en San Marcos (Mc 14. 4-15) al Cenáculo se le asocian otros términos griegos: Anageón, sala superior o segundo piso; Katalima moi, mi estancia y Etoimazo, estancia dispuesta, lista, preparada.

Esto nos hace ver que la estancia era un lugar muy especial, conocido por Jesús y perteneciente a alguien muy cercano a Jesús. Las hipótesis más verosímiles apuntan a que se trataba de la casa de Juan Marcos (el evangelista). En los Hechos de los apóstoles así lo deja ver cuando se refiere al cenáculo como la casa perteneciente a Juan Marcos un pariente de Jesús incluso se llega a decir la casa de María (madre de Juan de sobrenombre Marcos) (Act 12, 12). También Juan Marcos guarda estrecha relación con Bernabé (que lo toma como compañero de viaje) (Col 4,10).

Era una casa de dos pisos. Las casas de los antiguos romanos no tenían primitivamente más que un piso y en esta habitación de arriba era donde ordinariamente se cenaba o se comía en común, por extensión, se llamó «cænacula» a todas las piezas del piso superior. Varrón lo define así: «Ubi cubabant Cubiculum; ubi cænabant Cænaculum vocitabant. Postquam in superiore parte cænitare cæperunt, superioris domus universa Cænacula dicta».

En los cœnacula habitó luego por lo común la gente pobre, «In superiore qui habito Cænaculo» (en la buhardilla que habito), como Plauto puso en boca de un cómico para dar una idea de su pobreza. En Roma, «cænaculariam exercere», según puede leerse en el Lexicon juridicum de Kahl, era asimismo «Cænaculariam Exercere is dicitut, qui domos totas conductas per singula Cænacula inquilinis locat, quæstum inde faciens».

Extendida o trasladada de este modo la significación de «cænaculum», fue necesario crear otra voz que determinase con más precisión la idea de cenadero, y se formó cænatioCœnatio, pues y no ya «cænaculum», se dijo propiamente por cenadero o comedor, desde fines de la época de Augusto, según se notan en los dos Plinios, SénecaColumelaSuetonioJuvenal y Marcial. La cosa significada primitivamente por «cænaculum» había mudado de destino, pasó a tener otros usos pero el nombre había quedado: necesario era por consiguiente formar otra voz y así se hizo.[15]

Para los cristianos, el lugar se convirtió en un lugar privilegiado para sus reuniones. Sobre el sitio fue construido más tarde una iglesia. Esto era la "Nueva Jerusalén", la "Nueva Sion", centro del nuevo pueblo de Dios. De este significado se pasa a una denominación topográfica, llamado "Monte Sion" la parte sur de la colina occidental, en cuyo lugar surge el cenáculo. Es lo que corresponde al estado actual, un edificio de dos plantas; en la inferior se encuentra la Tumba de David, venerada por judíos, cristianos y musulmanes, y en la superior, se halla El Cenáculo.

 




4. Historia

Nos es de mucha importancia hacer todo el recorrido histórico señalando los periodos o las etapas donde se produjeron cambios esenciales en la composición y estructura del cenáculo. Después de los tres primeros siglos de persecución y destrucción de los lugares sagrados, con el emperador Constantino en el siglo IV se levanta una Basílica Bizantina en este lugar. Posteriormente fue quemada y reconstruida en la época de las Cruzadas en el s. XII como parte de la Iglesia de Santa María de Sión, que es la sala que ha llegado hasta nuestros días.

Los distintos periodos judeocristiano, romano, bizantino, musulmán, judío han ido alterando su composición quitando, agregando y superponiendo elementos a lo largo del tiempo.




4.1 Periodo Judeocristiano:

El Cenáculo es aquel lugar tan especial Jesús celebra su última Pascua con los apóstoles, instituye la eucaristía con el lavatorio de pies, tiene lugar las primeras apariciones a los discípulos que se congregan allí y después allí tiene lugar el Pentecostés (Act 2,1). Precisamente en ese lugar tuvo lugar el primer Concilio de Jerusalén (Act 15,3) y la tradición cuenta que allí tuvo lugar la dormición o el tránsito de María a los cielos. El historiador Flavio Josefo refiere que el Cenáculo se convirtió en el lugar donde se reunían oraban, se alojaban y vivían los primeros discípulos de Jesús. Termina convirtiéndose en una sinagoga judeocristiana en el S. I

El Cenáculo se adjunta ante todo a los recuerdos del Jueves Santo. Fue en la sala de la planta baja donde probablemente tuvo lugar el lavatorio de los pies ( Jn 13, 1-11 ), y en el aposento alto, la última comida (la Última Cena ), con la institución de la Eucaristía ( Mt 26,26 y paralelos) y la gran oración recogida en el Evangelio según San Juan ( Cena del Señor , Jn 13,31-16 ). Probablemente también es allí donde Cristo Resucitado se apareció a los apóstoles , que allí se habían refugiado, y allí se escondieron los apóstoles entre el momento de la Ascensión y el de Pentecostés . Hablamos del “Cenáculo” para estos diez días de espera y meditación.

El Cenáculo es el lugar del derramamiento del Espíritu en Pentecostés, cuando “aparecieron lenguas de fuego que se posaron sobre cada uno de ellos” ( Hch 2: 2-3 ). Aquí es donde se encuentran otros episodios posteriores: la elección de Matías para reemplazar a Judas en el Quórum de los doce apóstoles ( Hch 1: 15-26 ) y el primer concilio , conocido como "el  concilio de Jerusalén  " ( Hch 15: 4-19 )

Así lo recoge Cirilo de Jerusalén en el 348 d.C, la habitación donde sucedió el milagro de Pentecostés, que se dio en el mismo lugar donde se celebró la Última Cena, El lavado de pies de los Discípulos, la Reunión de los Discípulos después de la Ascensión de Jesús, Apariciones de Jesús Resucitado y la Elección de San Matías como apóstol, se ubicaba en un «Aposento alto» del Monte Sion.

Aunque en los relatos del Evangelio, se dan pocas pistas sobre la ubicación del Cenáculo, al parecer bajo la sala que hoy se venera como tal hay restos de pavimentos romanos y cimientos del s. II, por lo que es posible que éste fuera el lugar donde se edificó la Pequeña Iglesia de Dios, que existió en el 130 d.C y que a su vez ésta hubiera sido erigida sobre aquella legendaria cámara donde Jesús celebró la Primera Eucaristía.

 


 

4.2 Periodo romano

Como ya dijimos Jerusalén con el Templo va a ser destruida. La primera incursión y destrucción violenta se produce por el emperador Tito en el 77 d.C. Adriano en el 135 d.C. Encuentra la ciudad prácticamente arrasada. Trata de suprimir todos los lugares sagrados de culto de los judeocristianos levantando templos a los dioses romanos. Sin embargo parece que existe los restos de una pequeña iglesia que respondía originalmente a una “sinagoga” judeocristiana localizad en el lugar del Cenáculo ("la sinagoga" mencionada por el Peregrino de Burdeos en el año 333).

Epifanio de Salamina escribió basándose en los documentos del S. ii como Adriano cuando viajó a oriente en el año 138, encontró la ciudad arrasada, excepto una iglesia, el Cenáculo, lo que tendría originalmente una sinagoga. Este edificio fue restaurado por Máximo de Jerusalén y luego, tras la decisión de Teodosio I , reconstruido por Juan II de Jerusalén que consagró en el 394, y 415 son llevados de vuelta las reliquias de Saint Etienne .

La pequeña iglesia-sinagoga estaba construida en la zona de Sión que sobrevivió a la ciudad, con algunos edificios cercanos a Sión y siete sinagogas, que quedaron en el monte como cabañas; parece que solo una de estas se conservó hasta la época del obispo Máximo y el emperador Constantino»[16]

 

                     


4.3 Periodo Bizantino

Una vez encontradas las reliquias de los mártires, Juan II las hizo regresar triunfalmente a Jerusalén y las hizo depositar en la Santa Sión, Haggia Sión, donde había recibido la imposición de manos de los apóstoles el 26 de la construcción de la primera iglesia bizantina en el monte Sion fue ordenada por Teodosio I, quien reinó entre 379 y 395 d.C. ... La reconciliación se finalizó cuando el obispo de Jerusalén, Juan II (sirvió en 387-419 d.C. ), bendijo el altar de los judeocristianos (propiciatorio, kapporet hebreo), ahora en la iglesia teodosiana, en la fiesta de Yom Kippur (15 de septiembre), posiblemente 394 d.C.

Eusebio de Cesarea, elenca veintinueve obispos con sede en Sión desde la era apostólica hasta su propio tiempo; el peregrino anónimo de Burdeos, que vio la última de las siete sinagogas; san Cirilo de Jerusalén, que se refiere a la iglesia superior donde se recordaba la venida del Espíritu Santo; y la peregrina Egeria, que describe una liturgia celebrada allí en memoria de las apariciones del Señor resucitado.

Por diversas fuentes históricas, litúrgicas y arqueológicas, sabemos que durante la segunda mitad del siglo IV la pequeña iglesia fue sustituida por una gran basílica, llamada Santa Sión, Haggia Sión y considerada la madre de todas las iglesias. Además del Cenáculo, incluía el lugar de la Dormición de la Virgen, que la tradición situaba en una vivienda cercana; también conservaba la columna de la flagelación y las reliquias de san Esteban, y el 26 de diciembre se conmemoraba allí al rey David y a Santiago, el primer obispo de Jerusalén.




            4.4 Periodo otomano, persa

Los persas lo destruyeron en 614 bajo el reinado de Khosro II . El templo de Santa Sión, Haggia Sión fue incendiado por los persas en el siglo VII, restaurado posteriormente y de nuevo dañado por los árabes. Nada o poco se sabe de este periodo pero si que los peregrinos continuaban acercándose al lugar aunque convertido luego en una mezquita árabe.




            4.5 Periodo musulmán

El Maqam como (santuario) del profeta David data del 930 / 1524 d. C., como solución final, el sultán Solimán el Magnífico expulsó a los franciscanos, transformó la iglesia en una mezquita e islamizó el lugar. Desde entonces, y hasta 1948, cuando Israel tomó el control de Jerusalén, las instalaciones permanecieron al cuidado de la familia Dajani. 

Reconquistada la Ciudad Santa por Saladino en 1187, la basílica no sufrió daños, e incluso se permitieron las peregrinaciones y el culto. Sin embargo, esta situación no duró mucho: Entre 1187 y 1244 el sultán Malik al Muazzam Musa, la iglesia fue definitivamente destruida y solo se salvó restos del Cenáculo. 

Salvados por Saladino en 1187, serán destruidos en 1219 por el sultán Malik al-Muazzam MusaCuando Saladino capturó Jerusalén en 1187, la basílica de Sión fue una de las pocas iglesias que no fue destruida ni convertida en mezquita. Se entregó al cuidado del clero local, sirios ... En 1192 la basílica y el monasterio fueron cercados por muros, pero en 1219 por orden de Malik al Muazzan el lugar fue destruido en parte. 







        4.5 El periodo de los cruzados

Cuando los cruzados llegaron a Tierra Santa, en el siglo XII, sobre sus cimientos, los cruzados construyeron la Iglesia y el Monasterio de Santa María, llamado por ellos Mater omnium Ecclesiarum .

Trataron de reconstruir la basílica y la llamaron Santa María del Monte Sión. En la nave sur de la iglesia estaba el Cenáculo. La basílica seguía teniendo dos pisos, cada uno dividido en dos capillas: en el superior, las dedicadas a la institución de la Eucaristía y la venida del Espíritu Santo; y en el inferior, las del lavatorio de los pies y las apariciones de Jesús resucitado.

 


 

            4.6 Llegada de los franciscanos como custodios de Tierra Santa 

Los franciscanos llegaron en 1335. El Papa Clemente VII, en 1342, les confió la custodia del lugar. En el S. xiv, que fueron sometidos a cierta presión para su expulsión. Los monjes adquirieron el lugar del Cenáculo y los alrededores. Los franciscanos adquirieron el edificio del Cenáculo y lo restauraron, con una bóveda gótica. En torno a él levantaron un monasterio. El piso superior fue reconstruido por los franciscanos en el siglo XIV para conmemorar el lugar de la Última Cena. 

Pero el tiempo de bonanza fue corto porque los árabes lo volvieron a recuperar. No sin dificultades, los franciscanos habitaron en Sión durante más de dos siglos. En 1523 fueron expulsados del edificio y pasó a convertirse en Mezquita. Los mamelucos expulsaron a los franciscanos en el S. xv y allí construyeron una mezquita inmediatamente con el argumento de que allí se encontraría enterrado el rey David, considerado profeta por los musulmanes. 

La sala gótica actual data del siglo XIV y se debe a la restauración realizada por los franciscanos, sus dueños legítimos desde 1342. Los frailes se habían hecho cargo del santuario siete años antes y habían edificado un convento junto al lado sur. En la fecha citada, por bula papal, quedó constituida la Custodia de Tierra Santa y les fue cedida la propiedad del Santo Sepulcro y el Cenáculo por los reyes de Nápoles, que a su vez la habían adquirido al Sultán de Egipto.

  


            4.7 El periodo actual 

Los judíos desde la guerra árabe israelí entre 1984-1949 disputaron el lugar. Para los judíos, la "tumba de David" adquirió un significado especial en los años 1948-1967, cuando la ciudad vieja estaba en manos de los jordanos y el Muro Occidental, su lugar sagrado, era inaccesible para ellos, pero no la " Tumba de David "en el monte Sión, que en 1948 pasó a manos judías. En la planta se colocó un cenotafio monumento funerario en el que no está el cadáver del personaje al que se dedica en honor de David.

Los israelíes finalmente tomaron el lugar y lo convirtieron en museo y sinagoga. En 1948, pasó a manos del estado de Israel, que lo administra todavía. Desde la guerra árabe-israelí de 1948-1949 hasta 1967, solo este sitio de la Ciudad Vieja fue accesible para los israelíes, el resto fue controlado por Jordania. El lugar estará cerrado a judíos y cristianos hasta 1948.

Los Franciscanos mientras esperaban poder recuperar el Cenáculo, construyeron otro santuario ad Cœnaculum, lo que se llama “el pequeño Cenáculo para poder tener un lugar próximo donde poder celebrar la eucaristía. Además, los Benedictinos levantaron una iglesia en el Monte Sion , con una cripta conmemorativa de la Dormición de María, fue construido a principios del S. XX cerca del Cenáculo. Como ya dijimos hasta 1948, este sitio fue confiado a la familia Dajani.

 


5. El Cenáculo, el corazón de la Iglesia 

El Cenáculo como hemos dicho vendría a ser la “corn stone”, la piedra angular, desde donde se levanta la cristiandad. En el suroeste de la ciudad, cerca de la muralla, en el monte Sión, se encuentra el Cenáculo o Sala de la última cena. El edificio identificado como el "Coenaculum" o el Cenáculo respondería más que una sala sino una estructura pequeña de dos pisos dentro de un gran complejo de edificios en la cima del Monte Sión. Aunque sea también identificado como "la sala superior" donde el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles en Pentecostés (Hech 2:2-3). 

La habitación del piso inferior, debajo del Cenáculo, contiene un cenotafio que desde el siglo XII es conocido como "la tumba del rey David", si bien el lugar que se menciona como la sepultura del rey estaba en la "Ciudad de David" en la ladera de Ofel (1 Reyes 2:10). 

Debajo del nivel del piso actual hay cimientos cruzados, bizantinos y romanos más tempranos. El ábside ubicado detrás del cenotafio se alinea con el Monte del Templo, lo que inspira la suposición de que en esta parte del edificio pudiera haber sido una sinagoga. 

Como hemos dicho en el periodo bizantino se levanta en el lugar la basílica Haggia Sión, Madre de todas las Iglesias. Esta basílica fue destruida por los persas el año 614. El Monasterio cruzado e Iglesia de Santa María del siglo XII fue construido sobre los cimientos de esa iglesia anterior, pero también resultó destruido en 1219 (probablemente en la demolición de las murallas y parapetos que rodeaban la ciudad, ordenada por el sultán ayubita Al-Muazzam). 

La actual Capilla del Coenaculum fue construida por los franciscanos a su retorno a la ciudad en 1335. Las aristas de la cúpula del cielo raso son típicas del gótico lusiñano o chipriota. El esculpido mihrab, el nicho de oraciones musulmán, fue agregado en 1523, cuando los franciscanos fueron expulsados del edificio y el recinto fue convertido en mezquita.

 


5. 1. La situación actual

 

En el estado actual responde así a un entramado o puzle pues se pueden observar los elementos provenientes de las distintas etapas.

Hoy día se accede al Cenáculo a través de un edificio anexo, subiendo unas escaleras interiores y atravesando una terraza a cielo abierto. Se trata de una sala de unos 15 metros de largo y 10 de ancho, prácticamente vacía de adornos y mobiliario. Varias pilastras en las paredes y dos columnas en el centro, con capiteles antiguos reutilizados, sostienen un techo abovedado. En las claves quedan restos de relieves con figuras de animales; en particular, se reconoce un cordero. 

Algunos añadidos son evidentes, como la construcción hecha en 1920 para la plegaria islámica en la pared central, que tapa una de las tres ventanas, o un baldaquino de época turca sobre la escalera que lleva al nivel inferior; este dosel se apoya en una columnita cuyo capitel es cristiano, pues está adornado con el motivo eucarístico del pelícano que alimenta a sus crías. 

La pared de la izquierda conserva partes que se remontan a la era bizantina; a través de una escalera y una puerta, se sube a la pequeña sala donde se recuerda la venida del Espíritu Santo. En el lado opuesto a la entrada, hay una salida hacia otra terraza, que comunica a su vez con la azotea y se asoma al claustro del convento franciscano del siglo XIV. 

La entrada a la habitación de la Última Cena, Cenáculo, está subiendo las escaleras que encontramos al atravesar el patio de la Yeshiva judía, un centro de estudios de la Torá y del Talmud. En su interior la habitación se presenta como un enorme salón de forma rectangular vacío y austero, sin alusión alguna al pasaje bíblico que tuvo lugar entre estos muros, tan solo quedan los restos de una pintura del siglo XIV justo a la derecha de la entrada. La sala está dividida en dos secciones o vanos delimitadas por las columnas decoradas con capiteles corintios del s. XII que sostienen la bóveda de crucería que hace de cubierta a esta estancia.

Todos estos elementos indican claramente que estamos ante un edificio de estilo gótico temprano. Al parecer la parte oriental de la cámara estaba dedicada al altar y al coro que fueron destruidos durante la construcción de la cúpula de la Tumba del Rey David. El techo y las tejas que se encuentran debajo de las tejas actuales de la Tumba de David datan del período de los cruzados y de los períodos bizantino y romano. Por lo tanto, las bases se remontan al S. II. Bajo el lugar de peregrinación se encuentra la entrada a una cueva descubierta por E. Pierroti en 1859.

En la sala conserva se conservan también atributos de su pasado árabe como son las ventanas otomanas con vidrieras de colores azules y amarillos con inscripciones árabes, así como un ornamentado Mihrab orientado a la meca, dos placas con inscripciones árabes y una cúpula que demuestran su uso como mezquita.  Además de unas escaleras situadas en la parte sureste de la habitación que conducían a la Tumba del Rey David. Las columnas de mármol que sostienen la parte de la cúpula que cubren las escaleras están decoradas con capiteles donde se representan polluelos de pelícanos que picotean del pecho de sus padres, símbolo de la caridad y sacrificio cristiano.

 


5.2 La singularidad de este lugar, el lugar donde tuvo lugar la Ultima Cena 

Como hemos dicho la actual construcción del cenáculo es del S. XIV, obra de los franciscanos. Aunque la tradición cristiana sobre la autenticidad del sitio sea antiquísima, en la época de los cruzados se encontraron trazas de la Iglesia que había sido construida en los tiempos del primer cristianismo sobre el lugar de la Última Cena. 

¿Cuál es esta sala, cuál este lugar tan especial para Jesús y sus discípulos? Por lo que cuenta la tradición se trata de la casa de uno de los amigos de Jesús. Se piensa en Nicodemo una persona rica y prestigiosa en Jerusalén. El Cenáculo es el lugar escogido por Jesús para celebrar la cena de Pascual, su última Pascua antes de padecer.

En la estancia superior o Cenáculo, Jesús celebra la Séder Pésaj, la Pascua Judía con sus discípulos dándole una significación totalmente nueva. Esta es la Pascua Eterna de la Nueva Alianza: Tomad y comed esto es mi Cuerpo. Estas palabras resuenan en el cenáculo donde Jesús inaugura y perpetúa para la eternidad su Pascua abriéndonos el corazón y las puertas a toda su Pasión de amor.

En aquel lugar tan especial tendría lugar los preparativos de la cena pascual. El lugar de la cena, el Cenáculo en la cumbre del monte Sión. Un lugar de dos pisos donde se accede al piso superior, donde se encuentra el venerado, Ad Coenaculum.

El Cenáculo puede considerarse uno de los lugares más significativos de Jerusalén por la trascendencia que tiene en la vida de Jesús y para la primera comunidad cristiana. Según consta en los evangelios y en los hechos de los apóstoles los primeros discípulos lo adoptan como el lugar donde se congregan después de la muerte de Jesús y donde Jesús se aparece a los discípulos después de su Resurrección hasta Pentecostés [17].

Allí se encuentra la sala, en el piso alto de la casa donde Cristo celebró la última Cena; del latín coenaculum; en griego anogeonanágaion mega hiperoon, que indican sala superior con distintos matices; en árabe `uliyya, que significa lo mismo; la traducción hebrea es tardía y tiene el mismo sentido: `aliyyáh.

Anogeon: Etoimazo, “Una habitación en el piso de arriba, grande, ya lista y dispuesta”

Jesús había cuidado con esmero aquella celebración y quiso preparar el lugar con todo detalle. Así lo narran los evangelios: “Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con vosotros antes de padecer” (Lc 22.15). “La víspera de la fiesta de Pascua, como Jesús sabía que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Jn 13, 1). Estas palabras solemnes de Jesús recogidas por los evangelistas resuenan con familiaridad en nuestros oídos y nos introducen en la intimidad del Cenáculo.

¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua? (Mc 14, 12), habían preguntado los discípulos. Id a la ciudad, respondió el Señor, y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Seguidle, y allí donde entre decidle al dueño de la casa: «El Maestro dice: ¿Dónde tengo la sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?“» Y él os mostrará una habitación en el piso de arriba, grande, ya lista y dispuesta. Preparádnosla allí (Mc 14, 13-15).

Conocemos los acontecimientos que sucedieron después, durante la Última Cena del Señor con sus discípulos: la institución de la Eucaristía y de los apóstoles como sacerdotes de la Nueva Alianza; la discusión entre ellos sobre quién se consideraba el mayor; el anuncio de la traición de Judas, del abandono de los discípulos y de las negaciones de Pedro; la enseñanza del mandamiento nuevo y el lavatorio de los pies; el discurso de despedida y la oración sacerdotal de Jesús. Momentos íntimos y a la vez trágicos. Después se disiparía los nubarrones de la tormenta tras su muerte y aparecería en aquel mismo lugar resucitado. Allí mismo tendría lugar la derramación del Espíritu en Pentecostés.

El Cenáculo sería ya digno de veneración no solo por lo que ocurrió entre sus paredes aquella noche, sino que además allí el Señor resucitado se apareció a los apóstoles, que se habían escondido dentro con las puertas cerradas por miedo a los judíos (Cfr. Jn 20, 19-29); la segunda vez, Tomás rectificó su incredulidad con un acto de fe en la divinidad de Jesús: ¡Señor mío y Dios mío! (Jn 20, 28).

Los Hechos de los Apóstoles nos han transmitido también que la Iglesia, en sus orígenes, se reunió en el Cenáculo, donde vivían Pedro, Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago de Alfeo y Simón el Zelotes, y Judas el de Santiago. Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y con María, la madre de Jesús, y sus hermanos (Hch 1, 13-14). El día de Pentecostés, en aquella sala recibieron el Espíritu Santo, que les impulsó a ir y predicar la buena nueva a todas las gentes.

Los evangelistas no aportan datos que permitan identificar este lugar, pero la tradición lo sitúa en el extremo suroccidental de Jerusalén, sobre una colina que empezó a llamarse Sión solo en la época cristiana. Originalmente, este nombre se había aplicado a la fortaleza jebusea que conquistó David; después, al monte del Templo, donde se custodiaba el Arca de la Alianza; y más tarde, en los salmos y los libros proféticos de la Biblia, a la entera ciudad y sus habitantes; tras el destierro en Babilonia, el término adquirió un significado escatológico y mesiánico, para indicar el origen de nuestra salvación. Recogiendo este sentido espiritual, cuando el Templo fue destruido en el año 70, la primera comunidad cristiana lo asignó al monte donde se hallaba el Cenáculo, por su relación con el nacimiento de la Iglesia.

 


            5.3 Una posible disposición del cenáculo en tiempos de Jesús 

El cenáculo es descrito en el evangelio como la sala superior, lo que daba a entender que se trataba de una casa de acogida, quizás de peregrinos, de dos pisos.

Es interesante esta disposición porque según una tradición que concuerda con las meditaciones de Santa Catalina de Emmerick, Jesús habría celebrado la última cena en cuatro salas probablemente con cuatro grupos. En la sala alta de la derecha habría estado Jesús con los doce, en la sala contigua de arriba María con dos grupos de doce. En las dos salas de abajo estaría Natanael con otros dos grupos de doce y Elhocin con otros dos grupos. En total además de los doce apóstoles serían los setenta dos discípulos de los que habla el evangelio [18].

Veamos lo que nos dice Sta Ana Catalina de Emmerick en sus Revelaciones sobre la Pasión:

“Jesús se había quedado en Betania y por fin entra en Jerusalén. El Señor le dijo a la Santísima Virgen lo que iba a suceder ella no lloró mucho ante él pero su dolor era indescriptible (había algo casi espantoso en su profundo recogimiento) El Señor le agradeció como hijo piadoso el amor que ella le tenía y la estrechó contra su corazón, le dijo también que celebraría espiritualmente la última cena con ella.

Los apóstoles salieron de Betania y se encaminaron a Jerusalén con ellos. Iban 7 discípulos que eran de Jerusalén y sus alrededores excepto Natanael y Silas. Entre ellos estaban también Juan y Marcos, nuestro Señor lo había tomado consigo desde hacía algún tiempo. Lo siguieron al cabo de un rato Jesús y sus compañeros rodearon el monte de los olivos caminaron por el Valle de Josafat y llegaron incluso hasta el monte calvario mientras caminaban no cesaba de instruirlos. Dijo entre otras cosas a los apóstoles que hasta entonces les había dado pan y vino pero hoy les traía su carne y su sangre todo lo que era todo lo que tenía, la expresión de nuestro Señor mientras decía esto era tan dulce que su alma parecía estar saliendo de su boca con sus palabras y parecía languidecer de amor deseando que llegara el momento de darse a los hombres. Sus discípulos no lo comprendieron y creyeron que estaba hablando desde el cordero Pascual. 

Cuando Pedro y Juan llegaron al Cenáculo con el cáliz, los vestidos para la ceremonia estaban en el vestíbulo donde los discípulos y algunos otros compañeros los habían dejado. Habían colocado también colgaduras en las paredes desnudas, destapado las aberturas de arriba y habían encendido tres lámparas. A continuación Pedro y Juan fueron al Valle de Josafat y avisaron a nuestro Señor y a los apóstoles.

Todo estaba preparado para la celebración de la Pascua. Los discípulos estaban divididos en tres grupos. Jesús con los 12 apóstoles en el cenáculo, Natanael con los otros 12 discípulos en una de las salas laterales, Eliaquim con los otros 12 se agruparon en otra sala. Eliaquim que había sido discípulo de Juan el Bautista. Tres corderos fueron sacrificados en el templo, el cuarto cordero era inmolado por Jesús y los apóstoles. El sacrificio del cordero destinado a Jesús y los apóstoles fue muy emocionante. Los apóstoles y los discípulos entonaron el Hallel (Salmo 118). Jesús les hablo del tiempo nuevo que comenzaba y que los sacrificios de Moisés y del cordero Pascual iban a cumplirse sacrificado como antiguamente en Egipto porque también ellos estaban a punto de liberarse de la esclavitud. El era el verdadero Cordero y que comenzaba un nuevo tiempo y una nueva Pascua. Se dispusieron los recipientes y los instrumentos necesarios trajeron un cordero pequeñito que fue enviado a la Santísima Virgen a la estancia en la que ella permanecía con las Santas mujeres.

Los discípulos se quitaron las sandalias y pusieron los vestidos una especie de camisa blanca y una capa era más corta por delante que por detrás y se los sujetaron a la cintura y se remataron las mangas. Los discípulos pasaron a los lugares que habían sido asignados. Los discípulos se distribuyeron en las salas laterales. Nuestro Señor con los apóstoles a la del Cenáculo. Permanecieron de pie cada uno en su sitio con el bastón apoyado sobre los brazos extendidos y las manos levantadas.

La mesa era estrecha y con forma de herradura con una altura no superior a la rodilla de un hombre. Dentro del semicírculo se dejó un sitio vacío desde donde poder servir los platos. Juan Santiago el Mayor y Santiago el Menor estaban a la derecha de Jesús. En el otro lado y en la punta de Bartolomé se sentaba Tomas y Judas Iscariote, al lado izquierda de Jesús estaba Pedro Andrés Judas Tadeo. En la punta de la izquierda Simón continuación Mateo y Felipe”.



6. Su significación, entrando en la intimidad del Cenáculo 

Empecemos por ver la centralidad de la Pascua para los judíos. La fiesta de La Pascua para el pueblo judío estaba cargada de significado y constituía el centro del culto y del año litúrgico. La Pascua va a sufrir todo un proceso de historización y Yahvización a lo largo de toda la historia de salvación. La Pascua era celebrada como el principio del año, la irrupción de la vida.

Al principio la Pascua fue una fiesta primaveral que fue celebrada por el pueblo de pastores nómadas por el desierto. Se ofrecía un cordero como signo de los primogénitos. Más tarde, cuando el pueblo se va asentando como pueblo sedentario, se le suma la significación de acción de gracias por los primeros frutos de la tierra: los panes ácimos. La fiesta de La Pascua terminará asociándose a la fiesta de los ácimos, celebrando una gran fiesta que se alargaría por dos semanas. Será a partir del Éxodo dónde va a cobrar toda una significación nueva con un profundo significado para la teología israelita. 

Con Moisés, como se narra en Ex 12, dónde con motivo de la décima plaga, se pedía al Faraón el permiso de salir a celebrar esta fiesta y ante la dureza del mismo, es donde Dios actuará. En aquella noche previa a la salida de Egipto, “el ángel del Señor” “pasará” salvando a los primogénitos israelitas y destruyendo a los egipcios. Es aquella noche donde el pueblo celebra la liberación de la opresión de Egipto. Más tarde se van asociando distintos significados relacionados con este hecho central. La fiesta de Pesá-Matsot se pondrá en relación con la fiesta de las  semanas shabuot, al final de la cosecha celebrando el don de la ley en el Sinaí, la fiesta de las tiendas sukkot, después de recoger el fruto de la vid celebrando la permanencia en el desierto y la fiesta de la Dedicación purim donde se celebraba la entrada en la tierra prometida y la dedicación del templo [19].

Como se ve, todo giraba en torno a las Pascua, a la que se irían añadiendo toda una serie de significados. También la celebración de la fiesta como tal, al principio más tribal y familiar, iría tomando cada vez más un carácter nacional, sobre todo desde la reforma del rey Josías, girando toda ella entorno a Jerusalén, la ciudad santa, donde todo varón debía peregrinar para su celebración anual, y al templo que centralizaba también el culto. En tiempos de Jesús se hacía el sacrificio del cordero en el templo y se comía en las casas según la costumbre.

Según se describe en Ex 12  la celebración empezaba con un banquete sagrado el 8 de Nissan, al tercer día se preparaba el cordero. La noche del 13, víspera de la Pascua se comía el codero. El 14 era el día de descanso de la Pascua y terminaba la fiesta. Posteriormente se prolongó durante la semana de los ácimos con otro banquete sagrado en la vigilia del 21. En la Pascua judía había una serie de elementos esenciales: El cordero Pesá, los panes ácimos matsha y las hierbas amargas maror. Se hacía memoria de la Pascua haggadah narrando los siete grandes acontecimientos salvíficos con siete copas y siete bendiciones. También se bendecían los panes y se iban intercalando los himnos del gran Hallel  (Sal 111-113 y 136) donde se hacía alusión a todos estos hechos.

Así pues el pueblo judío celebraba cada año la Pascua, el acontecimiento más grande de su fe. El Padre de familia se reunirá con su familia y contará a sus hijos de generación en generación como el Señor pasó por sus casas liberando a sus primogénitos de la muerte. Serían alrededor de 430 años de esclavitud los que precedieron a aquella noche de Pascua en que el Señor sacó del país de Egipto a su pueblo perseguido por los egipcios.

El Señor los libró de sus manos abriéndoles las aguas del mar Rojo y haciéndoles pasar entre las aguas mientras los ejércitos del Faraón perecían ahogados. El Señor guio al pueblo por el desierto durante 40 años en medio de signos y prodigios proveyéndoles del mana para que no muriesen de hambre y dándoles de beber del agua de la roca para que no muriesen de sed, a fin de darles a conocer que El les acompañaba y socorría en todo momento.

En el monte Sinaí el Señor pactó con su pueblo una Alianza, haciéndoles el pueblo de su propiedad, entregándoles el don de la ley para que la guardasen y haciéndoles caminar como un pueblo unido hasta entrar en la tierra de promisión que mana leche y miel. Esta Pascua judía que como decíamos ya existía antes del éxodo y que dio identidad al pueblo, iba a prefigurar otra Pascua ya no temporal sino definitiva y eterna. La primera conmemoraba la momentánea preservación de la vida de los primogénitos, la segunda definitiva Alianza eterna que establecería Jesús celebra el don de la vida eterna para todos los hombres [20].

La Pascua era la más importante de las fiestas anuales de Israel, en la que se revivía la liberación de la esclavitud en Egipto. Estaba unida a otra celebración, la de los Ácimos, en recuerdo de los panes sin levadura que el pueblo debió tomar durante su huida precipitada del país del Nilo. Aunque la ceremonia principal de aquellas fiestas consistía en una cena familiar, esta poseía un carácter religioso fuerte: «era conmemoración del pasado, pero, al mismo tiempo, también memoria profética, es decir, anuncio de una liberación futura» [21]

 




6.1 Jesús inició con la celebración de la pascua Judía 

Los judíos celebraban la cena Pascual, la Pesaj o el seder, la víspera del sábado, es decir el viernes 14 de Nisán. Reunidos todos los miembros de la familia congregados por el cabeza de familia, Ur´hat, que presidía la reunión sagrada, comían el cordero Pascual asado al fuego con panes sin levadura, el Matsot y las verduras amargas, el margor, con los atuendos puestos y las sandalias en los pies en señal de su disposición a salir de la tierra de la esclavitud en camino hacia la tierra de promisión. 

Durante la cena el cabeza de familia leía el ritual o Memorial: la Haggada donde se recordaba los prodigios de la historia de salvación: los 7 eventos más significativos. El cabeza de familia, después de los ritos de purificación, procedía al lavatorio de manos y pies, recitaba las bendiciones de las copas con las lecturas y salmos. Por lo general se seguía el siguiente orden: Quiddus, bendición y purificación; Haggada, narración del Memorial y bendición de la primera Copa; el Gran Hallel, primera parte salmo 113 114; el seder, la cena donde se come el cordero y se reparte el matsot, con la segunda y tercera Copa. El gran Hallel, la segunda parte: salmo 115-118,136 y la conclusión y bendición final con la cuarta Copa. 

Durante esa celebración, el momento decisivo era el relato de la Pascua o Haggadá pascual. Empezaba con una pregunta del más joven de los hijos al padre: ¿Qué distingue esta noche de todas las noches? 

La respuesta daba ocasión para narrar con detalle la salida de Egipto. El cabeza de familia tomaba la palabra en primera persona, para simbolizar que no solo se recordaban aquellos hechos, sino que se hacían presentes en el ritual. Al terminar, se entonaba un gran cántico de alabanza, compuesto por, y se bebía una copa de vino, llamada de la Hagadá. Después, se bendecía la mesa, empezando por el pan ácimo. El principal lo tomaba y daba un trozo a cada uno con la carne del cordero.

Una vez tomada la cena, se retiraban los platos y todos se lavaban las manos para continuar la sobremesa. La conclusión solemne se comenzaba sirviendo el cáliz de bendición, una copa que contenía vino mezclado con agua. Antes de beberlo, el que presidía, puesto en pie, recitaba una larga acción de gracias.





6.2 La última cena, nueva Pascua, nueva Alianza, la institución de la eucaristía (Mc 14,1-16,8)

La  Cena Pascual como decimos va a ser el compendio donde concurre y se sintetiza toda una vida marcada por el signo de la donación y de la comunión. Es la llegada de esa “hora” tan ansiada por Jesús donde lleva a la plenitud toda la orientación de su vida para así certificarla como una vida en permanente entrega de amor, al servicio de la comunión. La vida Jesús la vive dándola. Jesús vivió y existió en un dar dándose, en una existencia entregada, en un ser para los demás, en un misterio constante de donación, de comunión y de servicio.

Se trata pues de la “hora” preparada con todo esmero por alguien que todo lo había dirigido hacia esa “hora”. Es la “hora” de su entrega de su auto donación. Esa noche y esa cena había sido reservada y fijada desde toda la eternidad para hacer memoria de ella por todas las generaciones sin fin.

Hemos escogido como base escriturística el relato de la Pasión y Pascua de Jesús en Marcos por ser este el relato más antiguo de los evangelios desde donde los otros se nutren. Este relato constituye la última sección del evangelio que es no sólo la más detallada  pormenorizada sino a la vez aquella hacia la cual se orienta todo el evangelio [22].

En efecto toda la vida de Jesús como se refleja en el evangelio se orienta a la Pascua. El acontecimiento de su Pasión muerte y resurrección que se desarrolla en el Calvario no es sino el acto final que concluye y cierra no de una manera arbitraria toda la vida de Jesús.

Sobre todo a partir del episodio central de la confesión de Pedro, se hace más explícitamente el anuncio de su pasión muerte y resurrección indicando la clase de muerte que e esperaba: “El Hijo del hombre va a ser entregado…lo condenarán a muerte…se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán, lo matarán y a los tres días resucitará” (Mc 10-33-34).

A la confesión de su identidad como el Mesías, el Hijo de Dios vivo, Jesús no tarda en aclarar la especificidad de su mesianismo, la forma concreta en que se va a llevar a cabo la redención de los hombres.

La pasión y muerte en cruz es el culmen de su vida de donación y servicio. A través de su entrega, la humanidad entera será reconciliada con Dios y entrará en comunión con él restableciendo la comunión con los que estaban dispersos y divididos. Su final es la consecuencia de toda su vida y su ministerio, es decir dónde su mesianismo y ministerio queda totalmente esclarecido al igual que la identidad de su persona. Frente a la cruz el centurión pagano exclama: “verdaderamente era el Hijo de Dios”( Mc 15,39) Su identidad de “Mesías-Hijo de Dios” será tan fácilmente malinterpretada que va a ser del todo esclarecida en la donación y entrega sin límites al Padre y a los suyos hasta el punto de aceptar con total libertad y sumisión la prueba más sublime de amor como es el dar la vida por los que se ama.

La verdadera identidad del Hijo, confirmada por el Padre en la Resurrección, se dará bajo la condición de Siervo Sufriente en lo más profundo de la impotencia y del anonadamiento. No es una filiación hecha de poder y de inmortalidad sino de entrega y de amor sin reservas a Dios y a los hermanos.

 




6.2.1  La eucaristía, la orientación de toda la vida de Jesús

Las Pascuas posteriores celebradas,  las comidas, las cenas y banquetes que refieren los evangelios en tantas ocasiones con los pobres y pecadores son como preludios de esta cena. El mismo milagro de la multiplicación de los panes narrado dos veces en los sinópticos y las pescas milagrosas, parecen encaminadas a la culminación y revelación plena en esta cena del misterio de la entrega de Jesús, como punto culminante de toda su vida.

No cabe duda que lo que llega al punto culminante es la entrega de toda su vida vivida toda ella como misterio de donación gratuita de su amor misericordioso hacia todos, sobre todo a los más pobres y pecadores.

Lo que se prepara no es simplemente un gesto o acto aislado sino el culmen, el punto culminante y supremo de oblación en lo que es la meta de un itinerario de constante entrega y derramamiento de sí mismo.

La celebración de la última cena, la eucaristía es la orientación de toda la vida de Jesús parece descubrirse paradójicamente en aquellos que pretenden quitarle la vida: “Un hombre debe morir  para congregar a todos los hijos dispersos” (Jn  11, 51-52).

Poco antes de la Pascua el Sumo sacerdote reunido con el Consejo resuelven dar muerte a Jesús: “es mejor que un hombre muera por el pueblo, para que no perezca la nación. Jesús iba a morir para reunir y congregar en Él todos los que estaban dispersos” [23]. Toda la orientación de la vida de Jesús parece dirigida a salvaguardar la comunión. El mismo Jesús había predicho: “El Hijo del hombre tiene que ser elevado a lo alto, cuando haya sido levantado en alto atraeré a todos hacia Mi “ (Cf. Jn 12 32), y toda su vida ansiaba esta hora.

El amor de Cristo, en su Misterio Pascual de muerte y resurrección, se va a convertir en la fuente de toda comunión y fraternidad. Llegó pues “la hora” que Jesús había ansiado. Un hombre debe de morir. Es muy importante remarcar cómo Jesús afronta su Pasión porque nos va a revelar su identidad de Mesías y mesianismo. Jesús habría de mostrarse como Rey mesiánico y Señor del cosmos y de la historia, pero Señor humilde y servidor de Dios y de la humanidad.

Nunca se pensó  que el Mesías esperado se fuera a revelar con los rasgos descritos en el último cántico del Siervo Sufriente (Is 53, 1-12), pero así iba a suceder. La realeza de Jesús va a ser su actitud humilde de servidor que con soberana libertad, frente a las estrategias del mal, no teme a nadie ni siquiera a la muerte.

El misterio de Jesús, que se irá desvelando progresivamente durante toda su vida, se va a dar a la luz plenamente en el momento crucial en su Misterio Pascual, de su Muerte y Resurrección. Se trata de la asombrosa y dolorosa manifestación del Siervo Sufriente, que cargando con el sufrimiento de la lejanía que vive el hombre por el pecado, va a provocar la reconciliación y la máxima cercanía con Dios. Es la manifestación de la más grande declaración de amor de Dios, de un Dios tan amante de la vida del hombre que le lleva al extremo de darse así mimo para que brote su misma vida y amor en el propio hombre.

El Misterio de la Pascua es el lugar donde se revela quien es Dios, la auténtica imagen de Dios y la auténtica imagen que el hombre esta llamado a ser. En el Crucificado- Resucitado se muestra al que es el Señor de la historia y de la humanidad. Si Jesús resucita es porque Dios Padre lo ha resucitado fiel a sus promesas. Jesús resucitado es el que concede su Espíritu al hombre para hacernos partícipes de su misma vida y amor. En la Pascua se nos da a conocer quienes somos, el valor de nuestras vidas que son objeto de tal amor, tasadas y compradas con su sangre.

 


 

6.2.2 El contexto más inmediato (Mc 14, 1-2)

En víspera de la fiesta de Pascua, la fiesta más importante del año, la fiesta por excelencia del Dios liberador, se va a producir la conspiración y traición contra Jesús. Los sacerdotes y los maestros de la ley iban por fin a resolver darle muerte a Jesús y buscaban la ocasión para detenerle.

El evangelio de Mateo más desarrollado nos habla de una reunión del Consejo en el Palacio de Caifás donde finalmente se ponen de acuerdo (Cf. Mt 26,3) y donde sería con toda probabilidad, como relata Juan, que el sumo sacerdote profetiza que Jesús debía de morir por la nación para reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos (Cf. Jn 11, 51-52)

Los jefes de los sacerdotes, ansiosos de dar muerte a Jesús, no saben como hacerlo ante la proximidad de las fiestas y antes de que ellos lleven a cabo su propósito, adelantará su entrega para que quede claro que es por su propia voluntad y no consecuencia de una estratagema. Será pues en este ambiente de contrastes, de luces y sombras, muy propio de los evangelios, donde se va a poner de manifiesto la luz.

 


6.2.3 La preparación (Mc 14,12-16)

Dónde quieres que preparemos la Pascua? Id y encontrareis un lugar ya reservado”. (Mc 14, 13-14)

Jesús había preparado minuciosamente todo para esta “hora” y manda a dos de sus discípulos que se adelanten dándoles las instrucciones y diciéndoles que encontraran todo listo para esta cena.

El lugar que encuentran preparado es una sala grande que vendría a denominarse por los discípulos como cenáculo. El cenáculo se convertiría en el lugar más íntimo y reservado para los seguidores de Jesús, el lugar privilegiado de reunión y de oración para los cristianos de Jerusalén después de la muerte de Jesús.

Cuando el dueño de la casa [24],  enseña a Pedro y Juan el lugar, se pusieron a ultimar todos los detalles de los preparativos como era propio del rito de la Pascua más sin embargo todo hacía intuir y presagiar que esta Pascua tan ansiada por Jesús iba a tener un sentido distinto y nuevo.

El Maestro lleno de emoción estaba viviendo esas horas como si fueran las últimas y esa cena tenía todo el aspecto de una cena de despedida. Jesús que preveía la traición y entrega de Judas como lo deja explícito en las palabras introductorias a la cena quiso adelantar aquella cena antes de padecer [25].

Con intenso deseo pues había aguardado Jesús este momento y se dispone a vivirlo en medio del desconcierto de los suyos, sumergido en la horrenda tristeza de la traición de uno de sus íntimos seguidores. Una vez más, los sombríos presagios como tonalidades oscuras frente a la claridad meridiana de su intenso amor, iba a poner más de relieve como en claro-oscuro la profundidad de su amor.

Los discípulos perplejos y aturdidos en aquel aire de despedida que amargaba su alegría y entre sospechas, intrigas y discusiones ante lo que se venía por delante vieron como Jesús, alterando todo protocolo, empezó a revelar el sentido y el significado propio de aquella cena con unos gestos que quedarían impresos y guardados para siempre como si hubieran sido preparados para aquella “hora” desde toda la eternidad.

Tratemos pues de adentrarnos detenidamente en esta “hora” tan soñada y esperada para tratar de sopesar lo que hizo y quiso Jesús dejarnos para la posteridad en aquella cena y el sentido y el valor que tuvieron sus palabras y gestos para que queden así grabados y perpetuados en nuestras vidas.


                                 


        6.2.4 Un contexto previo. La unción en Betania (Mc 14,3-11)

El evangelista Marcos relata con anterioridad que faltaban dos días para la fiesta de Pascua (Cf. Mc 14,1). La cronología va a ser diferente en el evangelio de Juan dónde va a situar claramente la cena de Betania seis días antes de la Pascua, lo que coincidiría en la vigilia del Domingo que daría inicio a la Semana Santa[42].

En medio de la turbación y del abatimiento que siente Jesús ante la proximidad de su “hora”, solamente una mujer percibe el trance y se vuelca a confortarle. Jesús es consciente del destino que le aguarda y libremente parece emprender el camino sin vuelta atrás. Se acerca, es ya inminente “la hora” de su muerte y su sepultura. Jesús consciente de su destino es asumido y aceptado en plena libertad. No es alguien que se ve arrastrado y dominado por los acontecimientos. Se acerca a los acontecimientos de una manera soberana y decidida, conscientemente optándolos y eligiéndolos con plena y soberana libertad mostrando su plena aceptación a la voluntad del Padre.

Jesús no va sólo a su Pasión, va con los suyos. Los ha preparado para “esta hora”. Jesús va unido a todas aquellas personas con las que El ha vivido y convivido. Jesús es consciente que sus pasos, gestos y palabras, no serán del todo comprendidos pero vive con la certeza que los comprenderán más tarde.

Jesús percibe el gesto de amor de la mujer que a su vez es recriminada y la defiende y la enaltece. Jesús percibe el gesto, humilde y grande a la vez, de aquella pobre mujer que pone todo lo que tiene para suavizar el trago amargo que le toca beber a Jesús. Jesús reconoce que ese pequeño gesto tiene un valor enorme porque refleja la donación total con la que su Señor va a derramar su vida por los pecadores. En el gesto de aquella mujer, Él se identifica, dándole un alcance que ni la misma mujer podía llegar a imaginar. Jesús deja intuir el camino de la Pascua, el camino del “Siervo Sufriente”, el Dios humilde decidido a abajarse. El grande que se inclina ante el débil, el creador que se abaja a la criatura, el todopoderoso que se hace vulnerable hasta el punto de dejarse afectar  y herir por la propia muerte para darnos la vida.

Lo que provoca que Jesús alabe y ensalce la obra buena de la mujer, provoca el acto de desagravio más grande por parte de uno de los discípulos: Judas y le es ocasión para ponerse de acuerdo con los enemigos de Jesús y decidir entregarlo. A Judas le escandaliza sobremanera ese Dios humilde que se hace débil y vulnerable y que se dispone a morir para salvarnos dejando al lado todo su mesianismo de gloria y poder. A Judas le escandaliza ese camino por Jesús cada vez más delineado. Los poderosos prometen a sus seguidores éxitos y les ocultan o minimizan las dificultades, en cambio Jesús pide a sus seguidores que tomen la cruz y les anuncia los dolores y sufrimientos antes de la victoria. “ Si alguno quiere venir en pos de mi, que renuncie así mismo que tome su cruz y me siga” (Mt 16,24). En la percepción de Judas la causa está perdida y va al fracaso.

El final pronosticado por Jesús como estaba profetizado, será para unos escándalo y para otros salvador. El destino de la muerte de Jesús no fue un desenlace casual o movido por las circunstancias sino la consecuencia y expresión de la orientación de toda su vida. Toda la vida de Jesús tenía como horizonte su entrega y donación total expresada en la Cruz. Ese destino cada vez más patente se vuelve insidioso y escandaloso para el discípulo que a todo trance evade la cruz.

Judas creía que la grandeza en este mundo nace del poder y de la fuerza. Creía que sólo tal poder era la fuerza revolucionadora capaz de sacar el pueblo de la opresión. Soñaba con el imperio del mundo para Jesús y sus seguidores, y ese imperio sólo era posible con el uso del poder y de la fuerza. No cabía en su mente que no es el poder sino el amor lo que prevalece en el reino de Jesús y sólo el amor por el que reina Cristo es la única forma de transformar el mundo. 

 


 

7. La vivencia en Jesús

Aunque la descripción de la Pascua varía entre los sinópticos y Juan, es curioso como este último estructura todo el evangelio en torno a la Pascua y sigue un paralelismo mimético con la Pascua judía. La narración del evangelio y la Pascua viene a ser una verdadera Haggadah de la Pascua cristiana. Sorprende como durante el evangelio además de hablar de las fiestas (Semanas 5,1, Tiendas 7,2, Dedicación, 7,2) presenta las tres semanas y las tres Pascuas (2,17; 6,4; 13,1) y hace un desarrollo de los 7 signos seguidos de sus discursos.

Sorprende el paralelismo sobre todo cuando hace la cronología de la última semana. La semana Pascual va precedida con una cena en la víspera del Domingo de Ramos, situando la cena de Pascua un día anterior el Jueves Santo y presentando la Muerte de Jesús en la tarde del Viernes el día de la parasceve preparación del sacrificio. Sorprende igualmente la primera aparición en el cenáculo el primer día de la semana, el Domingo, inicio de esa semana de octava que termina con la última aparición en el cenáculo.

Juan sitúa así la Pascua como centro de todo el Misterio de Cristo, en su realización histórica, en su prolongación sacramental y en su prefiguración tipológica. Jesús presentado al tercer día de la primera semana por Juan el Bautista a sus discípulos, era el Cordero de Dios, el mismo que el tercer día de la Semana Santa se presenta para ofrecerse libre y voluntariamente a su Pasión y Muerte, el mismo que el Jueves lo anuncia por primera vez a los discípulos en la Cena y el mismo ofrecido voluntariamente el Viernes Santo en la Cruz, la misma hora en que en el templo se inmolan los corderos, a los que no se debía de quebrar ningún hueso.

Así pues, Jesús de Nazaret, a sus 33 años, en plena efervescencia de la vida, después de anunciar un mensaje de salvación que conmovió a las multitudes, cuando era Poncio Pilato gobernador de Judea, provincia romana, la vigilia del 14 de Nisán del año 3790 desde la fundación del mundo, según la tradicional contabilidad judía, del año 784 después de la fundación de Roma, según el calendario romano, al celebrar el 1480 aniversario de la Pascua judía, conmemorando la independencia nacional, cuando hacía 40 años que habían perdido su soberanía por la dominación romana y todo el pueblo esperaba la llegada del Mesías para liberar al pueblo oprimido, se reunió a celebrar la Pascua con sus discípulos y aquella noche cambió el rumbo y el destino no sólo del pueblo judío sino de toda la humanidad.

Pletórico de amor, en un gesto descomunal de amor, plenamente consciente y libre para hacer lo que hacía, cambió radicalmente el sentido de la Pascua, inaugurando una Pascua eterna y definitiva que iba a traer la independencia, la liberación plena y la salvación a todos los hombres.

Jesús no inmolaba ningún cordero sino su propia vida, su propio cuerpo y su propia sangre para saldar la deuda del pecado de los hombres ante Dios Padre. Él, con su vida, traspasaba el poder del maligno y de la muerte y anunciaba la plena liberación y realización del hombre en el amor y proclamaba el evangelio y las bienaventuranzas como el camino para transformar y vencer el mal a fuerza de bien, ofreciendo el perdón y la reconciliación como mandamiento nuevo del amor y fermento del Reino, de una fraternidad universal sin acepción de personas, de raza, sexo o condición social.

Jesús de Nazaret se constituía en el nuevo pastor y guía de su pueblo, asegurándoles su presencia, su amor y su fidelidad, dándoles a comer y beber de su cuerpo y de su sangre y prometiéndoles el don de su Espíritu para guiarles hasta la vida eterna [26].

 


7.1 El lavatorio de los pies 

“Cuando estaban comiendo la cena, se levantó de la mesa se quitó su manto y se ató una toalla a la cintura. Echó agua en una palangana y se puso a lavar los pies de los discípulos. Luego se los secaba con la toalla que se había atado” (Jn 13, 2-5).

Jesús que había amado a los suyos, los ama con un amor esponsal que llega al colmo de entregarse a ellos y por ellos incondicionalmente. Él se abaja con un amor extremo hasta el fondo de nuestras heridas, de nuestro corazón herido, para rescatar a la oveja perdida y herida, la perla escondida que entre escombros yace en cada corazón.

Cómo no iba a provocar el asombro de los suyos ver el Señor, el Santo abajarse a nuestro basural, verle entre los despojos entre los despojados para hacer resaltar su amor, con la certeza de que de nuestras heridas sanadas brotará un pozo caudaloso de misericordia que haga brillar la fuerza sanadora de su amor.           

El lavatorio de los pies es más que un sigo profético, es el gesto más descomunal de amor que los suyos se hubieran imaginado ver. El abajamiento del Hijo del hombre a nuestro infierno, a nuestro pecado, a nuestra ausencia de amor.  Jesús el más loco amante, con un amor todopoderoso se hace el más pobre el más mendigo y necesitado de nuestro amor. Empieza el descenso que llegará hasta el colmo. Aparecerá así pobre, débil, sin recursos, hasta hacerse polvo, triturado como alimento de los débiles, en un pedazo de pan, sin apariencia humana que podamos estimar, con el único propósito de que descubramos a un Dios necesitado de nuestro amor, que no puede vivir sin nuestro amor.

Ante el orgullo, la prepotencia, los egoísmos, las envidias, los celos que nos separan de Dios y de los hermanos. Ante un hombre arrogante que excluye a Dios del mundo y de la historia creyéndose el Señor y el dueño absoluto de la vida con el derecho de usar y hasta abusar a su antojo, con pleno poder, ante tantas vidas utilizadas y maltratadas y expoliadas del verdadero amor, sólo un gesto descomunal de amor es capaz de abrir la dureza de nuestro corazón y de hacernos despertar a su inmenso amor. Jesús nos muestra el hasta donde del colmo de su amor que por nosotros se hace pobre, esclavo, obediente.

Se invierten los términos. Dios postrado ante la criatura, el Señor arrodillado frente al pecador, el Señor al servicio de su servidor.

Y para colmo perpetua este gesto en la Eucaristía. Sí, la Eucaristía es este gesto descomunal de amor, sostenido, ininterrumpido, para siempre, para sostener con paciencia extrema nuestra debilidad. La Eucaristía es ese gesto descomunal de amor abajado y humillado hasta el fondo de nuestra miseria hasta convertirla en misericordia[27].

Jesús quiso asumir en todo nuestra naturaleza humana para transformarla y hacer de nosotros con Él un solo hombre cabeza y cuerpo. No se avergonzó de unirse a nosotros como si en ello dejase de ser menos Dios. Al contrario por ese gesto descomunal de amor, descomunal de amor entregado hasta el fin por nosotros, nos salva y salva al mundo [28].

Jesús al servir y lavar sus pies a su criatura revela lo más propio de su identidad, de su divinidad y de su gloria. Dios quiso hacerse hombre y hacer experiencia e la existencia humana desde dentro, para desde dentro sanarla y restaurarla. Dios en su Hijo se abaja y ama a los hombres hasta el punto de adentrarse en el abismo del pecado y de la muerte para hacernos partícipes de su ser después de haberse hecho él partícipe del nuestro. Es así la realización más profunda de la divinidad vertida hacia el hombre y todo lo que el hombre llama su infeliz destino para desvelar el hasta dónde de su amor misericordioso.

 


 

            7.2 Sacerdote y víctima. Tomad y comed esto es mi Cuerpo

            “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el fin” (Jn 13,1)

La última cena es compendio y culmen de toda la vida de Jesús. Jesús hace memoria de toda su vida compendiándola en un gesto supremo de oblación y resumiéndola como un itinerario constante de entrega y de donación de sí mismo desvelando así la razón última del misterio de su encarnación: el misterio de donación y de comunión al Padre y a todos los hombres. Tanto nos amó que llevó su amor hasta el fin. Tomando pan lo bendijo lo partió y se lo dio diciendo: “Tomen esto es mi cuerpo” (Cf. Mc 14,22). ¿Qué querrían decir aquellas palabras?

Juan en su discurso del pan de vida aclara las palabras de Jesús: “Este es mi cuerpo, el pan vivo bajado del cielo. Los israelitas comieron del mana y murieron pero quien come de este pan vivirá para siempre”. Moisés el más sufrido de los hombres imploró a Dios levantando sus manos al cielo y Dios le proveyó con un pan de los ángeles. Cristo el nuevo Moisés que asistido por el mismísimo y dulcísimo Espíritu levantó hacia el cielo sus manos y nos proveyó de un alimento no terreno y caduco sino eterno.

Una de las imágenes que asociaban los primeros cristianos a la Eucaristía era la del pelícano. Jesús quiso abrevarnos como tierno pelícano haciéndose golpear su propio cuerpo para que brotara la fuente de su corriente salvadora.

Jamás nadie pudo preparar un banquete semejante en el que nos alimentara con su propio cuerpo y su propia sangre. Quienes nos acercamos al altar recibimos como alimento el cuerpo y la sangre de Cristo para que al tomarlos pasemos a ser un solo cuerpo y una sola sangre con él. [29]

Al recibir a Cristo nos hacemos partícipes de la naturaleza divina y nos convertimos en portadores de Cristo, pasamos a formar parte de su Cuerpo, miembros de su Iglesia, unidos en la caridad para perseverar en la unidad.

Mediante la Eucaristía sacramento de unidad y caridad se establece la comunión con Dios y con los hermanos por la gracia del Espíritu Santo que es el mismo Espíritu del Padre y del Hijo en la unidad de naturaleza, igualdad y caridad. Quienes participamos de su Cuerpo y de su Sangre pasamos a ser un solo corazón y una sola alma con Él.

Las palabras sobre el pan y el vino desvelaron una presencia no solamente estática sino una presencia dinámica, oblativa, sacrificial y perenne de toda su vida. Jesús ha existido, existe y existirá dándose, entregándose, es un vivir y estar permanentemente entregándose. Se trata del ser y existir dándose un vivir permanentemente entregándose, comunicándose para que tengamos vida.

Su comunicación y entrega la lleva al extremo de su automación, su inmolación plena para nuestra reconciliación en orden a la plena comunión. Dándose así mismo a los discípulos, a través de ellos y en ellos se une a todos los hombres del modo más íntimo posible. Quien recibe tal alimento se convierte también en alimento, en un ser que ha de vivir bajo el signo de la donación y de la entrega a Dios y a los demás. Pasamos a ser eso mismo que hemos recibido, germen y fuente de comunión y fraternidad.


 


7.3 El mayor gesto de amor, les amó hasta el extremo (Mc 14, 17-31)

Llega al fin “la hora” de Jesús de llevar su amor hasta el extremo: “habiendo amado a los suyos…los amó hasta el fin” (Jn 13, 1)

Se trata pues de la última cena que va a poder celebrar con sus discípulos antes de padecer y donde les va a mostrar el gesto más asombroso e insólito de su amor. Jesús paradójicamente lo sitúa en medio de la incomprensión y la traición de uno de los suyos lo que comporta gran sufrimiento [30].  No se oculta pues el escándalo de la negación, la deserción, la traición. Pero ninguna debilidad humana será capaz de echar para atrás tal gesto de donación que es el culmen y la proyección de toda su vida.

El evangelista Marcos no muestra a Jesús con una aureola de grandeza y de poder sino en una actitud sumisa y humilde que extrema su delicadeza y amor. Entre traiciones e infidelidades va a mostrar su inquebrantable amor y fidelidad a todos aún a pesar de su infidelidad.

Contrasta su actitud frente al más alejado. Muestra su predilección por Judas sentándolo a su derecha. Algo sorprendente que no dejó de levantar polémica y discusión, sobre todo por parte de Pedro, que muy probablemente ante su disgusto y sorpresa debía estar ocupando el último lugar, destinado a hacer la función del esclavo, lavar los pies a los comensales [31].

Jesús empieza por levantarse de la mesa en medio de la cena, despojarse de su manto y ponerse a lavar a todos los pies ante el asombro de todos los discípulos. Lo discípulos no comprendieron el significado de este gesto tan sorprendente y extraño para ellos, lo comprenderían como el mismo Jesús dijo, más tarde [32].

Aunque la cena pascual estaba de por sí llena de significado, Jesús va a dar  un sentido radicalmente nuevo y distinto a aquella Pascua. Su vida entregada iba a ser causa y a la vez fuente de una liberación plena para todos que iba a llevar a cabo abajándose a los más bajo para levantarnos a lo más alto.

A la vez que anuncia el final a su presencia terrena anuncia una presencia nueva, el inicio de un tiempo nuevo, de unos cielos nuevos y una tierra nueva. El don y ofrecimiento de Jesús nos va a traer la paz y la liberación plena. Lo que Jesús ofrece no es algo aparte a su propia vida o existencia, es precisamente su propio ser, su propio cuerpo, su propia sangre.

Tomad esto es mi cuerpo”, entregando su cuerpo y su sangre bajo el signo del pan y vino, les entrega todo su ser y toda su vida hasta la muerte como medio y remedio de salvación y vida para ellos y para todos.

Jesús inaugura un modo de presencia nueva entre ellos y por ellos. A partir de hora estoy y estaré presente entre vosotros, por este pan que compartís en mi nombre, sacramento de la Alianza y de comunión entre vosotros pero también por vosotros para todos. Jesús va a dar este sentido nuevo universalista de su entrega por todos, a favor de todos. Por medio de la comunión en esta Alianza nueva es la entrada a una forma nueva de ser, de amar de vivir en unas relaciones nuevas presididas por El, en su amor, en su mismo Espíritu de amor garante de la verdadera comunión. La novedad de vida que caracteriza al Reino Nuevo, a los cielos nuevos y la tierra nueva, no una novedad pasajera sino la novedad de vida y comunión definitiva y eterna que obliga a vivir en esta de donación de servicio y entrega de la vida a Dios y a los hermanos.

En medio de la noche, de la negación, la incomprensión y el rechazo brilló resplandeció la abundancia, la exuberancia de su amor. Jesús deja a sus discípulos como herencia la sublimidad de este amor y les exhorta encarecidamente a que se amen con el mismo amor. También nosotros estamos llamados a vivir su amor aún en medio del sufrimiento, la alegría en medio del dolor. Su entrega ha cambiado el destino de horror y de división por un destino de comunión y de reconciliación. Allí donde habitó la división y el pecado se hizo posible la reconciliación y la paz. En la máxima ruptura se dio el signo mayor de reconciliación y del perdón. El nuevo Reino lo vivimos en esta tierra de una forma velada y provisoria esperando la Pascua definitiva y eterna [33].  

      


7.4 La oración sacerdotal de Jesús

Jesús suplica al Padre para su Iglesia naciente y para todos, el don de la unidad y nos da el modo de establecer esta comunión: “Padre que sean uno”. Cristo se entrega y nos pide que nos entreguemos en alma y cuerpo al servicio de la comunión. Nos quiere en la tierra por medio de su Iglesia signo de unidad y sacramento de comunión.

No es posible la fraternidad, si no esta a la base de ella su amor incondicional hasta el fin, su amor de misericordia y de perdón. En la última cena queda bien claro que las personas por las que Jesús se entrega son personas envueltas en fragilidad, que han experimentado la ruptura, el fracaso, personas débiles en suma, que experimentan hasta el fondo su fragilidad y que en su fragilidad se han sentido profundamente amadas por Dios.

El don del amor y de la comunión que reciben de Cristo en el banquete de su amor y que recibirán después una y otra vez en su debilidad es garante de su fidelidad y están llamados a irradiarlo y propagarlo.

Jesús mediante la entrega de su amor por su mismo Espíritu hace nuevas todas las cosas, a las personas y a la comunidad, con una forma de amor nuevo entre nosotros. Jesús contemplando su comunidad naciente ora al Padre para que se cumpla su sueño de unidad: “Padre no ruego sólo por estos sino por todos cuantos crean en mi…que sean uno” La unidad es la gran obsesión de Jesús en esta hora y deja clara y patente que toda su ofrenda y consagración de su vida es para este último y definitivo empeño.

Jesús después de vivir con sus discípulos llegada “la hora”, durante la cena les abre y les deja ver lo que esconde su corazón. Ha convivido con ellos, orado con ellos y ahora ora por ellos. Padre cuida de ellos, ellos son tuyos tú me los diste y yo los hice míos, mis amigos del alma. Les siento en mi corazón como mi hubieran pertenecido desde siempre y para siempre. Ahora siento una profunda nostalgia de dejarlos.

No puedo ni quiero dejaros solos, huérfanos. Os lo ruego permaneced en mi amor, mi mismo amor, el amor con el que el padre me ama y yo le amo, mi Espíritu de amor, estará presente entre vosotros. Pido por eso al Padre perpetuar mi amor entre vosotros. Os quiero unidos a mi y entre vosotros. Os quiero sentir siempre a mi lado, no solo cada vez que oréis sino sentir físicamente conmigo siempre, sin ninguna distancia, ni barrera entre mi corazón y el vuestro. Como el Padre me amó así yo os he amado, permaneced en mi amor.

La Eucaristía de la Última Cena es el Sacramento de la Comunión de la comunidad como sacramento de unidad, de fiesta de reconciliación y el perdón. Para establecer y restablecer la comunión perdida Cristo se ofrece, se entrega y le pide al Padre y a los suyos encarecidamente el don de la unidad. Por la entrega del Hijo nos viene la paz. Es Jesús mismo quien asumiendo en su carne la división, la ruptura, la separación, el pecado lo convierte en medio de comunión y causa de alianza. Su entrega pasó a ser fuente de perdón y de comunión para todos y para siempre.

 


 

7.5 Un mandamiento nuevo, una Alianza Nueva

Ámense como yo les he amado”. Más que un precepto es una revelación. Yo he ido por delante lavándoles los pies y entregándome por todos y cada uno de ustedes para que también ahora ustedes hagan lo mismo los unos por los otros.

Podemos amar porque Él nos amó primero porque su amor se nos ha dado y revelado y nosotros hemos conocido su amor. El mandamiento nuevo de Jesús no es ni una imposición ni una obligación es una donación de Jesús que supone una auténtica revolución en quien la recibe.

Es imposible conocer su amor y resistirse a amar cuando Jesús mismo dice que lo que hagamos con el más pequeños de los suyos se lo hacemos a él. La respuesta a su amor viene de una respuesta agradecida de correspondencia amorosa y se convertirá en la contraseña y signo más fehaciente de los servidores de Jesús.

Cristo mismo se pone en el centro como fundamento y garante de esta comunión y da su vida para establecerla sellándola con su sangre. Por eso los que comulgamos del mismo pan y bebemos de la misma sangre pasamos a ser hermanos de carne y sangre, de un mismo cuerpo y de una misma sangre.

Pasamos a ser baluarte recíproco para defender el amor y la unidad en plena comunión de vida y amor con Dios y con los hermanos. Jesús nos llama a eliminar todos los obstáculos y barreras no poniendo ni límites ni precio a la fraternidad.

El don de su amor que recibimos de Cristo en el banquete de su amor es fuerza en nuestra debilidad. Aún en medio de la dificultad, de la infidelidad e incluso de la deserción estamos llamados a perseverar ofreciendo a todos el perdón y siendo instrumentos y fermento de reconciliación.

La Eucaristía habrá de ser para nosotros, débiles y pecadores como somos, el remedio a nuestra debilidad, el reencuentro entre nosotros los débiles y los rotos, la sanación a todas nuestras heridas. Jesús se entrega y se inclina sobre los más débiles para levantarlos y fortalecerlos. Sigue siendo el gesto asombroso sostenido e ininterrumpido de nuestro Dios.

El Señor de la gloria que es divino se despoja de su manto, de su rango y viene a nosotros pobres criaturas bajo la forma del “Servidor” de todos ejerciendo el “servicio más humilde” para mostrarnos que solamente sirviendo con toda humildad podemos alcanzar lo divino.

Jesús abajándose al abismo de nuestra miseria y con infinita misericordia levanta al desgraciado del polvo y saca del estiércol al pobre para sentar a su derecha al indigno anfitrión convertido en noble y príncipe de su pueblo. 

 


 8. La nueva liturgia. Celebración del Triduo y del Jueves Santo

La peregrina Egeria describe la liturgia que se celebraba en la iglesia Hagia Sión en memoria de las apariciones de Cristo después de la Resurrección y de Pentecostés. La peregrina Egeria nos da razón en el S. III-IV como la comunidad cristiana se reunía para celebrar la Pascua del Señor.

En la primera comunidad jerosimilitana, los judeocristianos dejaron el ritual de la Pesaj y se congregaban para vivir la Pascua tal como lo mandó el Señor. Así lo atestigua la liturgia de San Cirilo y de San Juan Crisóstomo. Se vivía una larga e intensa Vigilia. Antes, como particularidad, se celebraba la eucaristía dos veces. La primera en el Martyrium a la hora de tercia hasta la cuarta y la siguiente detrás de la Cruz o el Calvario a la hora nona, de las tres a las cuatro de la tarde. La primera incluía las lecturas, en cambio la segunda era precedida únicamente de un himno y de una oración. Se hacía aquí la despedida y se bajaba al Anástasis donde se hacía una oración y se despedían a los catecúmenos y fieles que iban a casa a comer.

Ya de noche, hacia la hora quinta, hacia las 22h, subía al pueblo a la iglesia de Eleona y entonaban himnos o antífonas, lo mismo que se leían lecturas apropiadas del día intercalando oraciones. Se leía en aquellos textos del Evangelio en los que el Señor habló a los discípulos, ese mismo día, sentado en la misma gruta, que se halla la iglesia. Egeria narra que existía una iglesia elegante en el huerto de Getsemaní. A eso de la hora sexta, hacia las 11h se subía cantando himnos al lugar de la Ascensión donde se proclamaban las lecturas y se cantaban himnos y antífonas.

El obispo decía oraciones apropiadas al día y al lugar. Cuando se aproximaba el canto de los gallos de las 24h a las 2:00 h de la noche, se bajaba al sitio donde oró el Señor. (según narra el Evangelio Lc 22,41) y entrando se decía un himno y una oración apropiados al lugar y al día y se leía el pasaje del Evangelio donde se decía “velar para que no entréis en tentación” (Mt 26, 31-56).

Luego se concluía con una oración. acompañando al obispo con canto de himnos se bajaba Getsemaní, a la gruta, donde al llegar se decía una oración apropiada un himno y se leía el Evangelio del prendimiento del Señor. Al terminar la proclamación el pueblo prorrumpía en llantos gemidos y sollozos que podían oírse en la ciudad.

Con el canto de himnos se iba acompañando al obispo hasta la Cruz pasando por la puerta de la Ciudad Santa. Llegados al Calvario, al clarear el día, se leía de nuevo el texto de la Evangelio en el que se indica cómo el Señor fue conducido a Pilato y lo que éste dijo al Señor y a los judíos.

Concluida la lectura, el obispo animaba y confortaba al pueblo por todo lo que se había afanado y por lo que se fatigaría desde la hora sexta en adelante. Antes de irse a descansar algunos todavía se acercaban al Monte Sión a orar ante la columna a la cual fue flagelado el Señor.

Así la primera comunidad cristiana se reunía a celebrar unos días tan señalados que quedaron grabados en su memoria y nos fueron transmitiendo.

Hoy día se celebra la eucaristía del Jueves Santo en la Anástasis del Santo sepulcro por la mañana por razones prácticas. Al celebrar la eucaristía se sigue una procesión con el Santísimo dando tres vueltas alrededor de la edícula, la tumba.

Fue el mandato que dio el Señor a sus discípulos: “Haced esto en memoria mía”. Además del valor sacramental de lo que supone perpetuar este rito perenne de la Nueva Alianza, Jesús quiere perpetuar el valor de esta Alianza y dar a entender el valor del nuevo sacramento. La liturgia de la Iglesia que revive la Pascua cada año en la Semana Santa, concentra toda su intensidad den el Triduo Pascual. Aunque el Triduo propiamente se refiere al Viernes, Sábado y Domingo, comienza el Jueves con la misa vespertina de la Cena del Señor como víspera del Viernes.

Así pues, el Santo Triduo Pascual de la Muerte y Resurrección del Señor, comienza el Jueves Santo con la misa vespertina de la Cena del Señor y esta encabeza la liturgia de toda la celebración del Triduo [34].

El Triduo Pascual es el núcleo culminante de todo el año litúrgico y comprende como decimos los tres días de celebrar la muerte, la sepultura y la resurrección del Señor. Sin perjuicio de la unidad total del Misterio Pascual los Santos Padres tenían buenas razones para consagrar la idea del Triduo Pascual. Su interés era presentar los aspectos sucesivos de la Pasión de Jesús para prepararse para vivir la Vigilia. En continuidad con la Cuaresma era la forma mejor de preparar tanto a los catecúmenos como a todos los fieles para una vivencia celebrativa mejor [35].

El Jueves va a tener como objeto esta preparación, el Viernes y Sábado como se arrastra de la tradición tienen más un carácter penitencial y contemplativo y así van discurriendo “los tres días” de espera para la Resurrección.

Es el Jueves Santo donde Jesús instituye la Eucaristía y donde da el mandamiento nuevo como signo y distintivo de los suyos. El Viernes Santo donde veneramos su muerte, El Sábado donde se recuerda su entierro en el sepulcro y su descenso a los infiernos y finalmente el Domingo día de Pascua donde celebramos su Resurrección. La Resurrección la celebramos en la vigilia del Domingo dónde la celebración de la Pascua tiene su ápice y culminación.

La institución de la Eucaristía no esta exenta de contraste y dramatismo. Mientras los discípulos estaban discutiendo sobre cuál sería el mayor y uno de ellos tramaba la traición, Jesús es movido al gesto más escandaloso de su amor. Era la voluntad y el deseo de Dios de que su amor fuera acogido para vivir en comunión pero ese deseo se ve amenazado por el libre albedrío del hombre que puede rechazarlo hasta la oposición total a este deseo como es la división.

Como remedio a tal ruptura Jesús adopta la estrategia del “opositum per diametrum” un gesto escandaloso de amor que hiciera volver de la perversión del corazón a la adhesión en el amor.

La Eucaristía nos deja ver el extremo del amor de Jesús, la fuerza de reconciliación y de amor que se desprende de su corazón. Y que emana de su Pascua. Este amor no se quedará en un gesto, lo llevará al extremo de la auto donación,  que se hará perenne en todo tiempo y para toda la humanidad. Dios en su Hijo se ofrece por todos: “ Tomen este es mi cuerpo”.

Dios en su Hijo renueva su Alianza eterna y lo hace con todos a pesar de todas las traiciones huidas e infidelidades de los hombres. Su amor las aguas torrenciales no lo podrán apagar, al contrario más evidenciará la gratuidad y el colmo de su amor. La medida de su amor es su amor desmesurado y desmedido que llegará hasta el fin por rescatar la persona amada.[36]

El más perdido, el más pecador será el objeto privilegiado de su amor confiando que sólo así, sintiéndose inmerecidamente amado, podrá volver a ganar su entera confianza. Se trata pues de la primacía de la gracia y de la misericordia ante toda miseria humana. En su misericordia nosotros somos lo que somos nuestra miseria se vuelve el recipiente donde se derrama su misericordia.

¿Qué respuesta cabe a tan amor? Jesús mismo lo dice: “Haced esto en memoria mía” Podemos perpetuar su memoria siendo misericordiosos y amándonos con su mismo amor de misericordia ofreciendo nuestra vida para salvaguardar su amor y su comunión.

El Jueves Santo se reza el salmo ¿”cómo le pagaré al señor todo el bien que me ha hecho, levantaré el cáliz de salvación e invocaré el nombre del Señor” Los cristianos nos reunimos en la celebración eucarística para alabar a Dios y ofrecer el sacrificio de nuestra salvación. “levantaré el cáliz que Cristo levantó en la última cena cumpliendo lo que nos dijo: hagan esto siempre en memoria mía. 

El apóstol San Pablo en su carta a los Corintios nos explica que la misa no es algo inventado por los apóstoles sino que es algo que recibieron de Cristo. “hermanos yo recibí del Señor lo mismo que les he transmitido, que el Señor Jesús la noche en que iba a ser entregado tomo pan en sus manos y pronunciando la Acción de Gracias lo partió y dijo esto es mi Cuerpo que se entrega por ustedes, hagan esto en memoria mía. Lo mismo hizo con el Cáliz después de cenar tomo la Copa después de la cena diciendo este cáliz es la Nueva Alianza que se sella con mi sangre hagan esto en memoria mía. Siempre que ustedes coman de este pan y beban de este cáliz proclaman la muerte del señor hasta que él vuelva”  (1 Co 11, 23-26). 

Cristo dice esta es la nueva y eterna Alianza. Efectivamente Dios había hecho una alianza con Abraham, una alianza con Moisés, pero lamentablemente el pueblo por su pecado había roto estas alianzas. Dios no. Dios se mantuvo siempre fiel, pero el pueblo no. Por esta razón Cristo dice la Nueva Alianza la que hace Dios por medio de su hijo Jesucristo con todo el pueblo. Es una alianza que será para siempre, no necesitamos otros corderos. no necesitamos otro sacrificio sino solamente el de Cristo. Celebramos la misa constantemente cada día porque necesitamos renovarla. Dios se mantiene siempre fiel y el sacrificio de Cristo es siempre eficaz pero nosotros constantemente rompemos la alianza con Dios. Poor eso al celebrar la misa constantemente estamos actualizando el sacrificio de Cristo para que siga actuando en nosotros y nosotros podamos tener la vida eterna. 

Jesús es la nueva Pascua. Cuando instituye la eucaristía nos da a comer y a beber su propio Cuerpo y su propia sangre. Esta es la copa de mi sangre derramada por todos para sellar la Nueva alianza que Dios hace con todo su pueblo. 

El Papa Francisco en la carta apostólica sobre la liturgia: "Desiderio desideravi",[37] como ya comentamos al principio, hablando sobre la celebración eucarística nos dice: “Nos hemos quedado con una comprensión artificial y reductiva del valor de la celebración eucarística. Es importante educar en la comprensión de los símbolos, lo que cada vez resulta más difícil al hombre moderno. La celebración no puede reducirse a la mera observancia de un aparato de rúbricas. Hemos de volver a descubrir el asombro por el que se hace presente en el sacramento el mismo Señor Jesús vivo y resucitado. La celebración eucarística es un encuentro con Dios y con los hermanos. No nos sirve un vago recuerdo de la última cena, necesitamos actualizar, estar presentes en aquella cena, participar en el sacrificio eucarístico. No es una conquista nuestra es el don de la Pascua del Señor qué hace nueva nuestra vida. No se entra en el cenáculo sino por la fuerza de atracción de su deseo de comer la Pascua con nosotros.” 

 


9. Consideraciones importantes que se pueden deducir de la posible disposición de la Cena. 

Todo este estudio nos deja cuestiones abiertas que nos ayudan a acercarnos más a la vivencia de Jesús y lo que pudo significar estos últimos momentos con sus discípulos. Aunque parezcan cuestiones anecdóticas no son tales porque pueden abrirnos el espíritu

Para entender y vivir más afondo lo que Jesús vivió y nos dejó como el mayor sacramento de su amor. Muchas veces la misma eucaristía se ha desvirtuado y terminado por vivir como un mero ritual olvidándonos de lo esencial. ¿Tiene para nosotros la eucaristía este sabor de cena, de intimidad, de entrar en el corazón de Cristo, de vivir esta comunión profunda con él y con los hermanos? A través de la Cena Pascual Jesús nos introduce en su existencia nueva participando de su redención. Nos hace hombres nuevos. Somos liberados del pecado para vivir en su amor. Es el misterio escandaloso de amor gratuito de Dios que es revelado a los pequeños y simples, a los que se encuentran en situaciones de sufrimiento y opresión y que perciben cuál es el verdadero rostro de Dios.



 

9.1 Jesús adelanta la celebración de la última Pascua

Un aspecto que queda abierto a discusión es el tema de la cronología. Los evangelios sinópticos no concuerdan con el de Juan. La gran celebración de la Pascua quedaba enmarcada en dos semanas (cf. Ex 12). Una semana antes se comenzaba con una cena. Durante siete días comían pan sin levadura (Ex 12,15) (era una semana de preparación y purificación). Una semana después se terminaba con otra cena. En el centro estaba la cena Pascual el 14 de Nisan donde se sacrificaba y se comía al anochecer el Cordero Pascual (Ex 12,6). 

El evangelio de Marcos sitúa la cena de la unción en Betania dos días antes de la fiesta de la Pascua (Mc 14,1) mientras que el evangelio de Juan sitúa la cena de la unción de Betania precisamente seis días antes de la Pascua (Jn 12,1). 

Juan que hace toda una elaboración exhaustiva de las Fiestas siguiendo un paralelismo mimético con las fiestas judías, sitúa la celebración de la Pascua entre dos semana y dos cenas. Una semana antes de la celebración de la Pascua sitúa la cena de Betania y una semana después de la celebración de la cena Pascual sitúa otra cena donde los discípulos estaban reunidos en el cenáculo y él mismo se les aparece resucitado (Jn 20,26). 

También hay diferencia en cuanto a la cronología de la cena Pascual. El evangelista Marcos sitúa la cena en el día de la Fiesta de la Pascua cuando se sacrificaba el cordero pascual (Mc 14,12). Sin embargo el evangelista Juan sitúa la cena Pascual de Jesús un día antes de la celebración de la cena de la Pascua (Jn 31,1). 

El Jueves era el día de la Perasceve o de preparación de la cena, mientras que el Viernes, el 14 de Nisán era el día donde se sacrificaba el Cordero en el Templo (a la hora tercia) y después se comía de noche en las casas. 

Siguiendo el relato de Juan Jesús adelanta la cena Pascual para vivirla con sus discípulos en un contexto de cena de despedida anunciando de forma velada que el mismo sería ofrecido como víctima en la Cruz. Es precisamente el viernes 14 de Nisán a la hora tercia donde Jesús se inmolaba y ofrecía como Cordero inmaculado para el rescate de todos. Se inmolaba como Cordero al que también no quebrarán ningún hueso. 

Cristo tuvo que adelantar la celebración de la Pascua del viernes con la última cena del Jueves. Cristo desde la Cruz no les podía decir esta es mi sangre que derramo por vosotros. Cristo es la Cruz no puede decir este es mi cuerpo que entregó por ustedes, porque apenas podía hablar, no podía explicarles que él estaba tomando el lugar del cordero inmolado para el perdón de los pecados.

La cena de Pascua tenía que ser el viernes. Los judíos tenían que ir a sacrificar al cordero aproximadamente entre las 12:00 y las 15:00 de la tarde para que a partir de entonces se desangrará el cordero y después de que estuviera desangrado lo pudieran asar y antes de que se ocultara el sol. El viernes ellos tenían que ya comenzar el shabat  y comer la cena por la noche,

 


 

9.2 Jesús celebra la última Pascua con los 72 discípulos, María y las mujeres. 

Otra cuestión que queda abierta a discusión es con quién celebra esta última Pascua Jesús solo con los doce o se supone que había otros comensales invitados. Es de suponer que habiendo celebrado tres pascuas ya con sus discípulos (en esto difiere también el evangelio de Juan con los sinópticos que presentan una sola subida a Jerusalén para celebrar una sola Pascua) Jesús siempre rodeado de los suyos no quisiera vivir esos últimos momentos con todos los que le seguían como discípulos (Lc 10,1) y las mujeres que le acompañaban (Lc 8,2), su verdadera familia, comunidad. (Mt 12, 46).

Así es de suponer que en torno a Jesús no estaban solo los primeros discípulos sino también los posteriores y últimos (72). Esta es la pregunta que queda abierta y nos hacemos ¿dónde estaban el resto de discípulos?,¿dónde estaban las mujeres?, ¿Dónde estaba María?

Se deja a entender que en Betania ya habían estado juntos por la presencia de algunas mujeres, pero en la celebración de la cena Pascual ¿no habría invitado Jesús allí a la casa donde estaba el cenáculo al resto para que compartieran con él su última cena Pascual y estos últimos momentos tan significativos?. Nicodemo, José de Arimatea algunas mujeres y sobre todo la madre de Jesús acompañarían a Jesús en momento tan significativo, lo que coincide con una hermosa costumbre de la piedad popular muy extendida en el pasado que no se resigna a la idea de que María participa de algún modo de este momento culmen de la vida de Jesús y de que eligiera este lugar del cenáculo para residir sus últimos años hasta sus últimos días. Así la presencia de María en el cenáculo es comentada como verosímil por varios autores [38].

Como cuenta Catalina de Emmerlick en sus revelaciones María estaría en el Cenáculo acompañada de las otras mujeres y sirviendo en las cuatro salas atendiendo a todos. Es tan precioso que María en esos momentos estuviera cerca de Jesús acompañándole en momento tan significativo. Así se cumplía la promesa que Jesús le hiciera de que participaría espiritualmente La Pascua con ella.

También es muy interesante destacar un elemento que conserva la liturgia oriental asociado al ritual de la Cena Pascual. En ella se realiza el ritual del lucernario que tenía la función de iluminar la Cena de la Pascua. Esta función estaba reservada a las mujeres. María, la Madre del Señor sería junto con las mujeres quien realiza el lucernario en la Cena Pascual del Señor [39].

 


 

            9.3 Jesús une dos celebraciones la Pascua antigua y la Pascua nueva.

El evangelista Lucas curiosamente nos habla de dos momentos y de dos copas: “Tomó entonces una Copa dio gracias y dijo: tomad esto y repartirlo entre vosotros pues os digo que ya no beberé del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios. Después tomó pan dio gracias lo partió y se lo dio diciendo: Esto es mi Cuerpo, que se entrega por vosotros, haced esto en memoria mía. y después de la cena, hizo lo mismo con la Copa diciendo: esta es la Copa de la Nueva Alianza sellada con mi Sangre que será derramada por vosotros”. 

Y nos preguntamos: ¿Porqué esta dos copas y estas dos bendiciones? Podríamos decir que Jesús en aquella noche unió lo viejo y lo antiguo, la celebración de la Pascua Judía y la celebración del la eucaristía, la celebración del sacramento de la Nueva Alianza. 

Los judíos vivían la Pascua como el momento central e inicio del año. Era memorial que debían celebrar cada año En la Pascua judía (Pesaj) se conmemoraba el paso de la esclavitud a la libertad. Era una cena ritual. Se comía el cordero asado con pan ácimo, vino y hierbas amargas. 

Durante la cena Pascual se narraba del éxodo como recuerdo de las principales intervenciones de Dios en su historia. Cada vez que los judíos celebraban la Pascua leían muchos textos del éxodo para recordar su liberación y para recordar que Dios los liberó de la esclavitud. 

La estructura del Pesaj o de la Pascua tiene los siguientes elementos Era una cena larga porque los textos que se leen son bastante largos. Se preparaba el massot qué son los panes ácimos y las hierbas amargas tienen que estar presentes en la cena. Recuerdan el pan del sufrimiento y de la miseria con que el pueblo se alimentó en Egipto y en el desierto. Era pan sin levadura que recuerda el sufrimiento. Había siete Copas y siete bendiciones. Y finalmente no podemos olvidar el centro del banquete, el Cordero que se comía asado. El cordero se tenía que comer sin sangre por eso tenía que ser asado. 

Se comenzaba con la bendición y el rito de la luz y la bendición sobre la primera Copa. (recordemos como en la Vigilia se comienza con el rito de la luz que nos recuerda que Dios es el creador y la lecturas del génesis del éxodo etc) Se trataba de celebrar el inicio, cuando comienza la vida, se está comenzando el año porque se está recordando la creación del mundo porque se está recordando que Dios ilumina siempre con su presencia) En ese momento se bendice una Copa que se llama la Copa de Elías porque los judíos piensan que cuando venga el mesías Elías vendrá a anunciar su llegada. (para los cristianos nuestro Elías fue Juan Bautista que anunció a Cristo como el cordero de Dios que viene a quitar el pecado del mundo). 

En la cena pascual judía se tomaban 4 copas y finalmente la copa de la bendición o acción de gracias. Probablemente esto explica esos dos momentos y esas dos copas que aparecen en el relato evangélico de Lucas. La primera haría relación al ritual antiguo (las diferentes copas) en cambio la última sobre la que Jesús pronuncia “Este es la copa de la Nueva Alianza” anunciaba un nuevo rito con un nuevo significado. Esto puede ayudar a entender en qué momento de la cena Cristo tomó el pan y el vino y los consagra. 

El barek es la bendición por la comida que se ha realizado y por la tercera Copa de vino. En este momento Cristo da gracias por la cena y bendice la cena que se ha realizado y se sirve una nueva Copa de vino. En este momento se abre la puerta porque todo ha sido a puerta cerrada. Se abre la puerta que significa que en este momento es cuando Judas podrás salir. Judas no podía salir antes de que Cristo haya bendecido el pan y diga esto es mi cuerpo y la copa esta es mi sangre. 

Cristo diríamos celebra una primera parte que se ajusta al antiguo ritual de la Pascua Judía pero acabada esa cena da inicio a algo nuevo, un nuevo ritual. En ese momento es cuando Cristo dice “tomad y comed porque esto es mi cuerpo”. Precisamente el pan ácimo que partía para que todos comieran era su Cuerpo dando un nuevo significado al rito nuevo de la Nueva Alianza. 

Después de esta consagración y bendición de esta copa se leen salmos de aleluya y al final se bebe la cuarta Copa de vino que es la Copa de Elías. Como Elías no llegó pues, entonces los judíos se siguen tomando esta Copa hasta nuestros días. En el caso de la última cena la Copa de Elías es la que Cristo da un nuevo significado. Es entonces cuando el pasaje evangélico continúa diciendo “el Hijo del Hombre se va, según lo dispuesto por Dios” (Lc 22,22) Elías ya ha dicho que yo soy el mesías y esta Copa no la volveré a tomar hasta que tenga cumplimiento en el Reino de mi Padre. Significa que Cristo está diciendo no voy a volver a poder participar en ninguna cena de Pascua va a morir. 

Hubo algo que les llamó la atención a los apóstoles, les extraña cómo van a celebrar la Pascua si no hay un cordero, cómo van a celebrar la Pascua si no han ido a sacrificar al cordero, si no lo han desangrado como era costumbre. 

Jesús era el cordero vivo presente aquella noche y les dice que su cuerpo será entregado y su sangre derramada. Así será al día siguiente el viernes. Él va a ser sacrificado como el cordero antes del atardecer. El Cordero debía de ser de un año, también Cristo era el primogénito, el hijo único y primero de María el hijo único de Dios sin mancha sin defecto. 

Se cumplían las escrituras, las prescripciones estipuladas en Ex 12. Cristo era inocente, no tuvo ningún pecado. El cordero tenía que ser desangrado. Cristo estuvo colgado en la Cruz y fue flagelado y azotado para que su sangre derramada por la humanidad. no le quebrarán ningún hueso. Cuando Cristo muere llegan a romperle las piernas a los ladrones que estaban a los lados de Cristo porque querían los judíos que murieran rápido, porque ya venía la cena de la Pascua el viernes y no podían estar allí esperando a que murieran. Quiebren las piernas para que ya no puedan respirar de esta manera morían asfixiados. Cuando llegan a Cristo y están a punto de romperle las piernas se dan cuenta que está muerto y para asegurarse le cruzan el costado con una lanza. No le quebraron ningún hueso. Se cumplen así todas las escrituras. 

Cristo tuvo una cena ritual inspirada en la cena de Pascua pero le dio un significado nuevo. En la Pascua judía hubo pan ácimo y por eso nuestras hostias no son un pan común y corriente tienen que ser pan ácimo. En la última cena se comía un cordero que se sacrificaba. En la eucaristía Cristo toma el lugar del Cordero y por eso decimos: “Este el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” Es un cordero sin mancha, un cordero al que no se le quiebra ningún solo hueso y que derrama su sangre para que la muerte no tenga dominio sobre nosotros de tal manera que la sangre de Cristo nos purifica, la sangre de Cristo nos lava. La sangre de Cristo nos permite tener una vida nueva y eterna.

 



 

9.4 La posición de los doce en el Cenáculo. 

Otra cuestión que queda abierta es cómo estarían sentados los discípulos en aquel cenáculo. Podría no ser relevante, pero podría también dar muchos elementos muy significativos. En la mayoría de las representaciones que se han hecho de la Cena comenzando por la de Leonardo da Vinci, Jesús aparece en medio presidiendo una mesa rectangular. Sin embargo, algunos han estudiado otra disposición que podría sorprendernos.[40] 

En la Pascua Judía una vez que se ha bendecido la luz y se ha servido la Copa de Elías viene el lavado de las manos por parte del presidente. El presidente de la mesa en ese momento se lava las manos porque los judíos tienen la obligación de purificarse en todos los ritos espirituales.

El lavado de las manos de parte de todos los participantes es precisamente cuando Cristo se levanta y les lava los pies a los discípulos. Sin duda este gesto les llamó poderosamente la atención. Lo normal era que todo el mundo se levantara y se lavara las manos, pero en este caso Cristo sorprendentemente toma el papel del sirviente. Cuando todos iban a lavar las manos se acercaba el agua las toallas etcétera, en ese momento es cuando Cristo se levanta y en lugar de lavarles las manos les lavan los pies como un signo de amor fraterno y servicial de los unos para con los otros. “El mayor entre vosotros se haga el servidor de todos” (cf. Jn 13, 12-17).

Habían discutido sobre cuál era el mayor. Quizás les hubiera disgustado la disposición de sentarse a la mesa. En el ritual había una especie de diálogo entre el mayor, el Padre de familia y el menor. El más pequeño de la cena le tiene que preguntar al que la preside las preguntas del ritual. ¿Todas las noches comemos nosotros pan con levadura y porque esta noche comemos pan ácimo? ¿todas las noches comemos sentados porqué esta noche comemos de pie? ¿porqué nosotros estamos de tal manera y porqué esta noche estamos haciendo algo extraño? Precisamente el que está presidiendo la celebración tiene que contestar al menor el significado que tiene toda la Pascua para transmitirlo de generación en generación. Por eso el mayor que la preside va leyendo el libro del éxodo generalmente y el más pequeño lo sientan junto al mayor para que haga estas preguntas. Esta es la razón por la que se piensa que el apóstol Juan (el menor de todos) estaba sentado al lado de Cristo porque era el menor de los apóstoles. Probablemente ocupaba el lado izquierdo porque según relata el propio Juan recostó su cabeza sobre el Maestro “el discípulo al que Jesús tanto quería y que estaba recostado en el pecho de Jesús” (Jn 13,23). Lo más sorprendente es que en aquella cena quien estaba en su lado derecho ocupando el primer lugar era Judas (el traidor) y quien ocupaba el último lugar era Pedro, el cabecilla del grupo.

Esta colocación es verosímil porque Jesús quería acercar al que estaba más lejos de todos. Le dio el privilegio de sentarse a su derecha en primer lugar. Tal era su cercanía que Jesús untó un pedazo de pan en el propio plato y se lo dio “aquel a quien yo de el trozo de pan que voy a mojar en el plato” (Jn 13,26). También era verosímil que Pedro ocupara el último lugar porque el último era el que tenía supuestamente que hacer el papel del sirviente o servidor de todos. ¿Cuál será su sorpresa cuando vio a Jesús levantarse y dirigirse hacia él para empezar con él a lavar los pies de todos? Se explica la reacción de Pedro “jamás permitiré que me laves tu los pies” (Jn 13,8)

Es curioso en este sentido la revelación que tiene Santa Catalina de Emmerick sobre como estaban agrupados en cuatro grupos los discípulos y las mujeres. El paralelo del banquete de Jesús tiene resonancia con el banquete de José con sus hermanos al volverlos a encontrar en Egipto. También allí los comensales se distribuyeron en tres mesas. José es servido por un lado, los once hermanos hebreos por otro y los convidados por otro. José asigna a los hermanos los puestos y convierte al último en primero. Ellos lo ven y no comprenden, Es un gesto de preferencia al más pequeño [41]. 

Jesús con los apóstoles estaba en el piso de arriba en la sala del cenáculo. La mesa era estrecha y con forma de herradura o semicírculo. Dentro del semicírculo había un sitio vacío desde donde poder servir. En la disposición de los apóstoles en la mesa en forma de “U” es verosímil que empezando por el lado izquierdo estarían Judas, Jesús, Juan y el resto. Al final de la “U” estaría sentado Pedro que de esta forma explica que dialogara con Juan al que tenía en frente indagando que preguntara al maestro quién de ellos le iba a entregar “Simón hizo señas a Juan para que le preguntase a quién se refería” (Jn 13,24).




10. Conclusión

Después de la celebración de la fiesta del Corpus Christi hemos celebrado la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Hemos querido acercarnos poco a poco al corazón de Jesús a la intimidad del Cenáculo. Al acercarse el momento de su Pasión, el Corazón de Cristo, rodeado por los que Él ama, estalla en llamaradas inefables [42].

Al tener la Última Cena con los Apóstoles en el contexto del antiguo banquete pascual, el Señor lo transformó y le dio su sentido nuevo y definitivo: «en efecto, el paso de Jesús a su Padre por su muerte y su resurrección, la Pascua nueva, es anticipada en la Cena y celebrada en la Eucaristía que da cumplimiento a la pascua judía y anticipa la pascua final de la Iglesia en la gloria del Reino». 

Cuando el Señor en la Última Cena instituyó la Sagrada Eucaristía, era de noche (...). Se hacía noche en el mundo, porque los viejos ritos, los antiguos signos de la misericordia infinita de Dios con la humanidad iban a realizarse plenamente, abriendo el camino a un verdadero amanecer: la nueva Pascua. La Eucaristía fue instituida durante la noche, preparando de antemano la mañana de la Resurrección [43].

En la intimidad del Cenáculo, Jesús hizo algo sorprendente, totalmente inédito: tomando pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: “Esto es mi cuerpo, que es entregado por vosotros. Haced esto en memoria mía” (Lc 22, 19).

Sus palabras expresan la radical novedad de esta cena con respecto a las anteriores celebraciones pascuales. Cuando pasó el pan ácimo a los discípulos, no les entregó pan, sino una realidad distinta: esto es mi cuerpo. «En el pan partido, el Señor se reparte a sí mismo (...). Al agradecer y bendecir, Jesús transforma el pan, y ya no es pan terrenal lo que da, sino la comunión consigo mismo» [44]. Y al mismo tiempo que instituyó la Eucaristía, donó a los Apóstoles el poder de perpetuarla, por el sacerdocio.

También con el cáliz Jesús hizo algo de singular relevancia: tomó del mismo modo el cáliz, después de haber cenado, y se lo pasó diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros” (Lc 22, 20).
 

Ante este misterio, Juan Pablo II planteaba: «¿Qué más podía hacer Jesús por nosotros? Verdaderamente, en la Eucaristía nos muestra un amor que llega "hasta el extremo" (Jn 13, 1), un amor que no conoce medida. Este aspecto de caridad universal del Sacramento eucarístico se funda en las palabras mismas del Salvador. Al instituirlo, no se limitó a decir "Éste es mi cuerpo", "Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre", sino que añadió "entregado por vosotros... derramada por vosotros" (Lc 22, 19-20). No afirmó solamente que lo que les daba de comer y beber era su cuerpo y su sangre, sino que manifestó su valor sacrificial, haciendo presente de modo sacramental su sacrificio, que cumpliría después en la cruz algunas horas más tarde, para la salvación de todos». [45]

Benedicto XVI, dirigiéndose a los Ordinarios de Tierra Santa en el mismo lugar de la Última Cena, enseñaba: «en el Cenáculo el misterio de gracia y salvación, del que somos destinatarios y también heraldos y ministros, solo se puede expresar en términos de amor» [46]: el de Dios, que nos ha amado primero y se ha quedado realmente presente en la Eucaristía, y el de nuestra respuesta, que nos lleve a entregarnos generosamente al Señor y a los demás.
 

Ante Jesús Sacramentado ¡cómo me gusta hacer un acto de fe explícita en la presencia real del Señor en la Eucaristía!, fomentad en vuestros corazones el afán de transmitir, con vuestra oración, un latido lleno de fortaleza que llegue a todos los lugares de la tierra, hasta el último rincón del planeta donde haya un hombre que gaste generosamente su existencia en servicio de Dios y de las almas [47]. 

También el Papa Francisco, en la homilía de la misa con los Ordinarios de Tierra Santa, nos planteó el horizonte del Cenáculo, el horizonte del Resucitado y de la Iglesia: ¡Cuánto amor, cuánto bien ha brotado del Cenáculo! ¡Cuánta caridad ha salido de aquí, como un río de su fuente, que al principio es un arroyo y después crece y se hace grande! 

Recogemos fragmentos del discurso del Papa Francisco:

El Cenáculo nos recuerda el servicio, el lavatorio de los pies, que Jesús realizó, como ejemplo para sus discípulos”, expresó el Papa recordando el significado que esto tiene: acogerse, aceptarse, amarse y servirse mutuamente”. Finalizando su homilía el Papa Francisco constató que el Cenáculo es donde se creó el nacimiento de la nueva familia: la Iglesia. Constituida por Cristo resucitado. “A esta gran familia están invitados y llamados todos los hijos de Dios de cualquier pueblo y lengua, todos hermanos e hijos de un único Padre que está en los cielos”, dijo. “Es un gran don que el Señor nos hace al reunirnos aquí, en el Cenáculo, para celebrar la Eucaristía. Aquí, donde Jesús consumó la Última Cena con los Apóstoles; donde, Resucitado, se apareció en medio de ellos; donde el Espíritu Santo descendió con potencia sobre María y los discípulos, aquí nació la Iglesia, y nació en salida. Desde aquí salió, con el Pan partido entre las manos, las llagas de Jesús en los ojos, y el Espíritu de Amor en el corazón”.

El Cenáculo nos recuerda, con la Eucaristía, el Sacrificio. En cada Celebración Eucarística, Jesús se ofrece por nosotros al Padre, para que nosotros podamos unirnos a Él, ofreciendo a Dios nuestra vida, nuestro trabajo, nuestras alegrías y nuestros dolores…, ofrecer todo en sacrificio espiritual.

El Cenáculo también nos recuerda la amistad. “Ya no los llamo servidores, –dijo Jesús a los Doce– (…) yo los llamo amigos” (Jn 15,15). El Señor nos hace amigos suyos, nos confía la voluntad del Padre y se nos da Sí mismo. Ésta es la experiencia más hermosa del cristiano, y en modo particular del sacerdote: hacerse amigo del Señor Jesús. Descubrir en su corazón que Él es Amigo.

El Cenáculo nos recuerda la despedida del Maestro y la promesa de reencontrarse con sus amigos. “Cuando vaya…, volveré y les llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estén también ustedes” (Jn 14,3). Jesús no nos deja, no nos abandona nunca, nos precede en la Casa del Padre y allá nos quiere llevar con Él.

El Cenáculo nos recuerda el compartir, la fraternidad, la armonía, la paz entre nosotros. ¡Cuánto amor, cuánto bien ha brotado del Cenáculo! ¡Cuánta caridad ha salido de aquí, como un río de su fuente, que al inicio es un arroyo y después se ensancha y se hace grande… Todos los santos han bebido de aquí. El gran río de la santidad de la Iglesia siempre encuentra su origen aquí, siempre de nuevo, del Corazón de Cristo, de la Eucaristía, de su Santo Espíritu.

El Cenáculo, finalmente, nos recuerda el nacimiento de la nueva familia, la Iglesian nuestra santa Madre Iglesia, constituida por Cristo Resucitado. Una familia que tiene una Madre, la Virgen María. Las familias cristianas pertenecen a esta gran familia, y en ella encuentran luz y fuerza para caminar y renovarse, mediante las fatigas y las pruebas de la vida. A esta gran familia están invitados y llamados todos los hijos de Dios de todo pueblo y lengua, todos hermanos e hijos de un Único Padre que está en los Cielos.

De aquí parte la Iglesia en salida, animada por el soplo vital del Espíritu. Recogida en oración con la Madre de Jesús, revive siempre la espera de una renovada efusión del Espíritu Santo: ¡“Envía, Señor, tu Espíritu, y renueva la faz de la tierra”! (cf. Sal 104,30).

Éste es el horizonte del Cenáculo: el horizonte del Resucitado y de la Iglesia.

 

 


NOTAS



[1] darmarperegrino.blogspot.com, Jerusalén, la ciudad santa, 18 ago 2020; La Basílica del Santo Sepulcro, 20 sept 2020

[2] Eusebio de Cesarea, Vida de Constantino III, 2-3

[3] Diario de la peregrina Egeria, Itinerarium

[4] El arzobispo de Jerusalén, Juan, manda erigir esta grandiosa basílica como madre de todas las iglesias.  Así se levanta en el S. IV con el nombre de Hagia Sión, la madre de todas las Iglesia, Mater ómnium ecclesiarum. Adriano en su viaje a oriente encontró destruido el Templo y la ciudad de Jerusalén pero hace mención de algunas casas en torno a la pequeña Iglesia de Sión. Las investigaciones y hallazgos arqueológicos encontrados en la zona se remontan hasta el S. I señalando un lugar: Coenaculum sobre el que Constantino mandara construir la Basílica de Santa María de Sión, la Hagia Sión a instancias de Santa Elena.

[5] Tras la derrota de 1187 la iglesia de los Cruzados denominada Santa María del Monte Sión comenzó a caer en ruinas y en el S. XIV estaba prácticamente derruida, tan sólo se salvó el Cenáculo. Los padres franciscanos lo restauraron en 1343, luego los turcos en 1523 lo transformaron en mezquita edificando un minarete.

[6] En el muro de enfrente hay un Mihrah de alabastro, el nicho de oración de los musulmanes orientado hacia la Meca.

[7] A los pies del huerto de los Olivos se encuentra el sepulcro de la Virgen María del S. I excavada en la roca a la que se accede por una escalinata profunda de 45 peldaños. Allí dice la tradición fue depositada por los apóstoles hasta su Asunción. La Iglesia ortodoxa prepara cada año una procesión con la Virgen desde el Monte Sión hasta la Tumba vacía de la Virgen María.

[8] Junto al Huerto de los Olivos la tradición oriental conserva el denominado sepulcro de María cuyo núcleo original se remonta a la comunidad judeo cristiana de Jerusalén de los S. II y II. Había allí un núcleo funerario de tres grutas. Las de San Joaquín y Santa Ana, San José, etc. A raíz de unas inundaciones en 1972 el P. Bagatti se encontraron los restos de una iglesia sinagogal de la comunidad judeo cristiana.

[9] Mc 14:15Lc 22:12Hech 1:13.

[10] Este lugar al que los judíos llaman la Diáspora del sionismo moderno es un lugar muy venerado.

[11] Hoy en día el museo del Holocausto ha pasado a las afueras de Jerusalén en las cercanías del monte Herz al Memorial mausoleo del Holocausto con el nombreYad Vashem, yad, memorial, shem, .

[12] Allí aparecen fotografías espeluznantes de fosas repletas de cadáveres esqueléticos, mujeres desnudas al borde de las fosas comunes para ser fusilados, niños hambrientos y famélicos, colas de judíos esperando en los trenes para ser deportados a los campos de concentración.

[13] Se puede ver la reproducción de un horno crematorio con fotos metiendo en ellos los cadáveres sacados de la cámara de gas, la primera cámara de gas que se instala en el campo de concentración de Aswitch.

[14] En el Museo del Holocausto de Yad Vashem, al oeste de Jerusalén se haya el memorial amplificado de los judíos exterminados. En su interior una llama permanente ilumina los nombres de los principales campos de concentración grabados sobre mármoles negros.

[15] Aunque existe un acuerdo general de que el edificio original era una sinagoga del siglo I d.C., tanto judíos como cristianos lo reclaman como propio basándose en una declaración de Epifanio (c. 315-402/3 d.C.).

[16] San Epifanio di Salamina, De mensuris et ponderibus, 14.

[17] Este lugar sería tremendamente significativo para la comunidad cristiana por ser no sólo el lugar donde Jesús instituye la Eucaristía celebrando la última cena con sus discípulos sino también por ser el lugar donde se reunían para orar después de su muerte (Hechos 1, 14) y donde estaban reunidos en la venida del Espíritu en Pentecostés (Hechos 2,1). La tradición también asocia este lugar donde la Madre de Jesús vive sus últimos años y donde acontece su dormición o tránsito a los cielos.

[18] Santa Catalina de Emmerick, Pasión y Resurrección de Jesús, Visiones y revelaciones.

[19] Es muy interesante el Documento en torno a la Biblia que estudia las fiestas judías: Anne-Catherine Avril, Dominique de la Maisonneuve, Doc.25, Las Fiestas Judías, Ed. Verbo Divino, Estela. Navarra 2001;Cf. Dt y Lv 16,1ss dónde se especifican estas fiestas.

[20] Cf. S. Juan Crisóstomo, Catequesis 3, 24-27: SC 50, 165-167

[21] Benedicto XVI, Exhort. apost. Sacramentum caritatis, 10.

[22] “Oh maravilla nueva e inaudita… oh exuberante amor para con los hombres. Cristo el que recibió los clavos en sus inmaculadas manos y pies sufriendo grandes dolores por nosotros... Por nosotros se entregó recibiendo los escupidazos, los azotes, los clavos, sufriendo los más graves dolores para ofrecernos a todos la salvación” Cf. San Cirilo, Catequesis de Jerusalén,  Catequesis 20 (mistagógica 2), 4-6: PG 33, 1079-1082

[23] Juan remarca en su evangelio cómo por caminos insospechados se iba a llevar a cabo nuestra salvación e iba a remarcar el sentido de la vida y la muerte de Jesús Cf. Jn 11, 51-52

[24] La tradición la refiere con probabilidad que se trate de la familia del propio Marcos.

[25] Como el propio Juan dejará ver en su evangelio, Jesús había adelantado enigmáticamente la cena propia del viernes (la parasceve o preparación de la Pascua) al jueves.

[26] La etimología de Getsemaní: “Get shemanim” lagar de aceite” expresa lo que va a ocurrir allí. Se va a dar paso a la rueda de molino para que el Hijo se exprima se derrame como óleo santo en el lagar de la Pasión.

[27] Cf. Juan Pablo II, Carta encíclica Dives in misericordia n. 8 AAS 72 (1980) 1204-1205.

[28] Cf. S. Agustín, Sobre los Salmos, Sal 85,1 CCL 39, 1176-1177.

[29] Como explica el mismo Santo Padre: Benedicto XVI: “no es el alimento eucarístico el que se transforma en nosotros, sino que somos nosotros los que gracias a él acabamos por ser cambiados misteriosamente. Cf. Exhortación apostólica, Sacramentum caritatis 70.

[30] Se da así a entender dos clases de sufrimientos, más fuertes que los dolores físicos van a ser los dolores anímicos de Jesús mucho más profundos.

[31] Sobre todo, esto se observa en la perícopa del 21 al 26 del cap. 13 del Evangelio de Jn. Es interesante los estudios que se han hecho por algunos exégetas Lagrange-Bernard, Riccoti y otros. Nosotros nos quedamos con el resultado a la que llegan expertos del Instituto Bíblico de Jerusalén proponiendo no sólo a Judas ocupando el primer puesto sino Pedro el último de ahí su resistencia a dejarse lavar los pies, pues era sin duda el último el designado a hacer el oficio del esclavo.  

[32] A la luz de la Pascua y después de ver a Cristo alzado en la Cruz, este gesto era el que mejor revelaba la actitud de todo un Dios inclinado ante el más pequeño, el más pobre, el más pecador. El despojamiento y anonadamiento más grande de todo un Dios que se despojaba de toa su condición gloriosa para revelar la plenitud soberana de su amor. Cf. Himno cristológico de la carta a los Filipenses, Fil 2, 1-8.

[33] Cf. Catequesis de Jerusalén, Catequesis22, Mistagógica 4, 1, 3-6, 9: PG 33, 1098-1106.

[34] Así es el título del Ordo del Misal Romano. Aunque la Misa vespertina el Jueves si tenía  tradición,  había perdido importancia al concentrar todo el interés en la vigilia. La reforma litúrgica lo recupera. Cf. Reforma del Ordo de 1970. La misa vespertina era celebrada ya en la Italia del S IV según un antiguo uso de dos misas para este día una matutina y otra por la tarde.

[35] Así reza la oración de colecta del martes Santo: “Dios todopoderoso y eterno, concédenos participar tan vivamente en las celebraciones de la pasión del Señor, que alcancemos tu perdón”.

[36] Aunque los sinópticos sólo mencionen una Pascua en la vida pública de Jesús al narrar la segunda parte del evangelio como una sola subida a Jerusalén, esta claro como deja ver Juan que Jesús habría celebrado cada año la Pascua con sus discípulos: Cf. Jn 2,17;6,14; 13,1

[37] Papa Francisco, Dedsiderio desideravi, 29 junio 2022, Vaticano

[38] Así lo comentan San Efrén, Abercio, Dockimof, Edith Stein etc. El padre Jesús Castellano en su obra María Mujer Eucarística, comenta también que es lógico pensar en la cena pascual con la presencia de las mujeres que solían acompañar y seguir Jesús. Aquellas mujeres que lo acompañan y siguen ayudarían a Jesús a preparar el banquete pascual. Es verosímil que pudieran estar en mesas o salas aparte escuchando y viviendo lo mismo. También es pintada por algunos artistas como Fray Angélico en el convento de San Marcos en Florencia.

[39] P. Evdokimov, El Misterio de maría en la Iglesia Ortodoxa.

[40] Indagaciones siguiendo el relato joánico de Jn 13 del Instituto Bíblico de Jerusalén.

[41] La razón de esta separación comenta Ruperto en su lectura alegórica contempla a los gentiles y a los judíos a quienes Cristo une en sí mismo llevándoles a una misma fe. Ahora unidos a Cristo gracias a su sacrificio une los que antes estaban lejos. P. Emiliano Jiménez Hernández, José en busca de sus hermanos.

[42] Amigos de Dios, p.222

[43] Es Cristo que pasa, p. 155

[44] Benedicto XVI, Homilía de la Misa in Cena Domini, 9-IV-2009.

[45] San Juan Pablo II, Litt. enc. Ecclesia de Eucharistia, 17-IV-2003, 11-12.

[46] Benedicto XVI, Rezo del Regina Coeli con los Ordinarios de Tierra Santa

[47] Amigos de Dios, p. 154.

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