DEL “STUDII SALMANTINI” AL “STUDIA HUMANITATIS”
Universidad
de Salamanca, primera en la enseñanza de todas las ciencias (Lema Blasón
escudo)
(QUE, QUIEN Y COMO SE
ENSEÑO EN LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA)
Salamanca,
ciudad celebérrima entre todas las provincias de la cristiandad por su
clarísima Universidad, madre de las ciencias, y por salir de aquí la mayor
parte de los varones que han gobernado los reinos de España. (Anónimo
Floresta española, c. 1600)
- INTRODUCION
Estamos
asistiendo a una revolución del saber y buscamos adaptarnos a una realidad
nueva que presenta grandes retos y desafíos. Asistimos a un verdadero cambio de
paradigma en cuanto a la comprensión del saber y del ser humano.
Se habla de un cambio de época, de una crisis del modelo de sociedad y del conocimiento, de la idea de la evolución y el progreso. Entre estos retos y desafíos nos encontramos en la encrucijada ante el modelo del saber lo que deriva en la búsqueda de modelos pedagógicos y formativos. No se trata de caer en “una involución” al pasado sino de “una búsqueda” que responda a los nuevos planteamientos de la globalización y la digitalización.
El humanismo supuso
“una búsqueda” para adaptarse a una nueva realidad que hizo replantear los
principios para un cambio del mundo viejo y trasnochado del medievo a un mundo
nuevo. Creo que este trabajo puede ayudarnos a la concepción del saber más
integrativo y holístico y a la “búsqueda” nuevos modelos pedagógicos y
formativos.
Se han
utilizado varios documentos como fuente para la elaboración de este trabajo: la
conferencia dentro de las XLVIII Conversaciones de San Esteban: El humanismo
de la Escuela de Salamanca, Pensamiento en y para un mundo nuevo (Jorge
Luis Álvarez); Renacimiento, la era de los genios; La aventura del
Renacimiento (Revista de Historia: National Geographic); La Atenas
hispánica. Historia de la Universidad de Salamanca, (Luis Rodríguez; San
Pedro Bezares); La docencia en la Universidad de Salamanca en el Siglo de
Oro, Francisco Javier Alejo Mones); La República de los sabios.
Profesores, cátedras y universidad en la Salamanca del siglo de oro, (Francisco
Javier Rubio Muñoz).
Se puede
también confrontar otros artículos relacionados que publique en mi blog: darmarperegino. blogspot.com:
Un nuevo humanismo (21 dic 2021); El convento de San Esteban y su
proyección (3 sept 2020); La Escuela de Salamanca en la Evangelización
del Nuevo Mundo (3 de marzo 2019); En torno al humanismo de Vitoria
(21 dic 2018); Salamanca, cuna de santos (14 nov 2018).
1.1 Ante el desafío de la revolución digital y la
IA
El humanismo aporto una forma nueva de concebir el saber como algo holístico e integrativo. Hoy en día el saber se entiende de una forma fragmentaria y parcial. El saber conlleva toda una serie de conocimientos, intuitivos, emotivos, racionales, espirituales. Nos encontramos ante un verdadero cambio paradigmático, cambio del modelo analógico al digital y virtual. Hoy asistimos a un verdadero cambio de paradigma fruto de una revolución digital y del saber asociado a la llamada inteligencia artificial (IA). La inteligencia artificial generativa debe poner en el centro a la persona. Solo desde una valoración moral, desde unos principios éticos de equidad e inclusión la digitalización nos hará mas humanos.
El
papa Francisco que fue invitado en el último G7 el 14 de junio en su
llamamiento por la ética de la IA insistió en que debemos poner la ética en el
centro porque los algoritmos nunca son neutrales y deben promover el desarrollo
y no la destrucción la inclusión y no la discriminación. A este respecto avanzó
que la Academia Pontificia para la vida hará una publicación en septiembre
donde se promueva desde el encuentro interreligioso (las Religiones por la Paz,
el Foro de Abu Dabi por la Paz y la Comisión de Relaciones Interreligiosas del
Gran Rabinato de Israel) que necesitamos un algoritmo de la vida para un
uso juicioso de la IA.
El papa insistió
en que hay que trabajar para que se celebre una asamblea general de todos los
gobiernos del mundo que ponga en el horizonte la meta de que las tecnologías
emergentes se orienten al bien común. La ética recuerda el marco de valores
fundamentales subyacentes a la Declaración Universal de los Derechos humanos.
La
IA proporciona el potencial necesario para abordar algunos de los desafíos
mayores de la educación actual, innovar las prácticas de enseñanza y
aprendizaje y acelerar el progreso para la consecución del ODS. Sin embargo,
los rápidos desarrollos tecnológicos conllevan inevitablemente múltiples
riesgos y desafíos, que hasta ahora han superado los debates políticos y los
marcos regulatorios. La UNESCO se compromete a apoyar a los Estados Miembros
para que saquen provecho del potencial de las tecnologías de la IA con miras a
la consecución la Agenda de Educación 2030, al tiempo que vela por que su aplicación
en contextos educativos responda a los principios básicos de inclusión y
equidad.
El
mandato de la UNESCO exige intrínsecamente un enfoque de la IA centrado en el ser humano. Su objetivo es
incluir el papel desempeñado por la IA en la solución de las desigualdades
actuales en materia de acceso al conocimiento, la investigación y la diversidad
de las expresiones culturales, y garantizar que la IA no se amplíe la brecha
tecnológica dentro de los países y entre ellos. La promesa de la “IA para
todos” debe permitir que cada cual pueda sacar provecho de la revolución
tecnológica en curso y acceder a sus frutos, fundamentalmente en términos de
innovaciones y conocimientos.
La UNESCO ha elaborado, en el marco del Consenso de Beijing, una publicación destinada a fomentar la
preparación de los responsables de formular políticas educativas en materia de
inteligencia artificial. Esta publicación, Inteligencia artificial: guía para las personas a cargo de formular
políticas, será de interés para los profesionales de las comunidades
educativas y de elaboración de políticas. Su objetivo es favorecer la
comprensión compartida de las oportunidades y desafíos que la IA proporciona a
la educación, así como sus implicaciones para las competencias básicas
necesarias en la era de la IA.
“Necesitamos ratificar este compromiso, ya que mientras más nos acercamos a la época en que inteligencia artificial –la convergencia de las tecnologías emergentes– transformará todos los aspectos de nuestras vidas (...) Debemos orientar esta revolución en el buen sentido con miras a mejorar los medios de subsistencia, reducir las desigualdades y promover una globalización justa e inclusiva”, afirmó Stefania Giannini, Subdirectora General de Educación de la UNESCO durante la Conferencia Internacional sobre Inteligencia Artificial y Educación celebrada en Beijing en mayo de 2019.
1.2 La educación en esta nueva era de la digitalización y la globalización
En un mundo global, en donde la tecnología y la revolución digital han cobrado un marcado protagonismo, impera la creencia, en ciertas jóvenes generaciones, de que las Humanidades han quedado obsoletas. Hablar de Aristóteles, Sócrates o Platón, de las artes arquitectónicas o pictóricas, parecen cosas del pasado. No digamos la Filosofía, la Historia o el Arte, parajes que muchos creen que de nada sirven, aunque estén en permanente contacto con ellos a través de la cultura que habitualmente consumen. Cada vez se lee menos y se piensa menos. Se obvian las cuestiones y preguntas existenciales y se recurren a estereotipos fáciles y rápidos donde uno cree encontrar la respuesta a casi todo.
Las
Humanidades parecen haberse
convertido en pocas décadas en unas herramientas trasnochadas,
descompasadas al ritmo de los tiempos actuales. A uno le viene a la mente una biblioteca llena de hermosos, pero polvorientos
volúmenes, que son más dignos de observar y admirar por sus bonitas cubiertas
que de consultar porque parece que su información ha quedado obsoleta en ellos,
frente a un mundo cambiante y conocimientos inmediatos gracias a las nuevas
tecnologías.
En la era del conocimiento digital y la globalización, a las asignaturas que hacen parte del conjunto denominado “humanidades” no se les ha dado el tratamiento más adecuado por parte de las instituciones, los docentes y los estudiantes.
Podíamos detectar varios dilemas en los cuales se encuentra la humanidad y que tienen que ver en particular, con las asignaturas denominadas “humanidades". El primero de ellos, se resume en la existencia de un paradigma: asumir que las asignaturas llamadas “humanidades” son el relleno curricular y que son, en el peor de los casos, materias "de costura". Esta afirmación la viven en todas las instituciones, directores de programas, decanos y lo que es peor, los docentes que las imparten y los alumnos que las reciben.
La prioridad de lo cognitivo sobre lo emocional, descarta a menudo el saber reflexivo y espiritual, lo existencial, lo afectivo y lo que nos hace más humanos. He ahí el dilema para
las instituciones educativas.
1.3 “Las humanidades” en crisis o la crisis de la
humanidad
Hay quienes encuentran que las “humanidades” están efectivamente en crisis
porque los científicos, no reconocen su importancia en un mundo globalizado, unificado por la tecnología y los constantes avances
de la ciencia y las comunicaciones.
Nos ha invadido el Internet, la globalización y la tecnología con los marcos digitales en 3D. Los Ipods, mp3 y mp4, nos bombardean con propaganda de consumo, con mensajes estereotipados por un mundo hedonista y materialista. Es imposible escaparse a estos mensajes, a esta generación de comida rápida, pero lenta al caminar que ya está sorda de tanto escuchar a todo volumen reguetón, rap y otras piezas de los milenias; sin embargo, es necesario no claudicar, tratando de sembrar valores y principios que le permitan al joven discernir y escoger sus actos, asumiendo las consecuencias de los mismos.
Lamentablemente algunos profesores de “humanidades” a veces se quedan con lo que en el siglo XX, eran clases magistrales soñolientas y somníferas que hablaban de ética desde la filosofía teórica e incomprensible provocando modorra y apatía en esa generación.
En esta era de la globalización y digitalización debemos actualizarnos y llevar la ética a otros niveles de comprensión desde lo humano y lo práctico, a una generación a la cual, no le importan las definiciones de Aristóteles y Platón, si no se relacionan con su entorno inmediato.
No debería existir debate entre la importancia de las humanidades comparada con los demás campos del conocimiento. ¿Cómo se puede, en la actualidad, plantear entonces el debate sobre las humanidades para evitar caer en el error de identificar las humanidades con Letras, o letra muerta, y enfrentar Letras y Ciencias, dado que, la sociedad, a medida que se hace más científica y tecnológica, más reclama el estudio del lenguaje, de la comunicación, de la tecnoética y de los secretos de la vida exitosa?
Esta reflexión lleva finalmente a recomendar que, en contra del prejuicio de la especialización, se avance en la comprensión global y en una formación humanística que no descuide los conocimientos matemáticos, físicos, biológicos y tecnológicos, porque es en la interrelación y en la comprensión de la diferencia donde se puede reencontrar el sentido de humanidad.
2. LA
UNIVERSIDAD DE SALAMANCA UN LOCUS AMOENUS EN UN TIEMPO ÁUREO
En lo
que atañe a la institución universitaria salmantina, sus raíces medievales la
habían configurado a modo de gremio de enseñanza con el monopolio de
conferir grados académicos reconocidos en el orbe cristiano. Su función
principal era la de formar profesionales en diversas áreas de conocimiento,
sobre todo Leyes, Medicina y Teología, muy relacionadas con las crecientes
necesidades del Estado y la Iglesia. En este sentido, las universidades se
consideraban verdaderos caladeros que nutrían de especialistas a las diversas
instituciones de la Edad Moderna; prueba de ello es la proliferación de estos
centros a lo largo del siglo XVI, calificada como una “revolución educativa”.
La
Universidad en el S. XVI se convirtió en la cuna del saber donde se
daban cita los buscadores de la verdad y defensores de la dignidad humana. La
Universidad de Salamanca supuso el templo de la inteligencia, de un
nuevo saber, un nuevo humanismo, una verdadera sede del saber renacentista
impulsor de un nuevo pensamiento.
Esta
apreciación de los siglos XVI y XVII es uno de los abundantes ejemplos que
retrataban a la Salamanca del siglo (o siglos) de Oro unida a su Estudio
General. Locales y foráneos coincidían en la admiración hacia una ciudad en
cuyo seno nace, crece y se desarrolla la Universidad más importante de la
Monarquía Hispánica. Efectivamente, desde la fundación del Estudio
Salmantino en 1218 por el rey Alfonso IX de León, Salamanca ha sido
definida por su inseparable vínculo con la Universidad. La ciudad del Tormes en
el siglo de Oro es el hábitat del profesorado universitario, de tal modo que
suele aparecer como "locus amoenus" en donde se formaron las élites
intelectuales y de poder.
La
población de Salamanca no había parado de aumentar durante todo el quinientos
hasta iniciar la década de 1560, beneficiándose de un momento de expansión
generalizada en que Castilla pasó de 4,7 a 6,6 millones de habitantes entre 1530
y 1591. Esto supondría un crecimiento de un 47 % paralelo a una intensa
urbanización. Concretamente, la ciudad del Tormes había crecido desde
aproximadamente 18000 habitantes a inicios de siglo hasta aproximadamente 25000
individuos en 1561. Desde esa fecha y al igual que otras ciudades como Ávila y
Burgos, Salamanca perdió población hasta estabilizarse en torno a unas 17000
almas en 1598. En consecuencia, el crecimiento en Castilla había sido más
intenso en las décadas centrales, de modo que los primeros signos de remisión
comenzaron a ser perceptibles hacia la década de 1570-1580. Este declive se
aceleraría a finales de la centuria por el aumento de la mortalidad
catastrófica (peste de 1596-1602).
La
Salamanca del siglo de Oro participaba de los rasgos propios de otros núcleos
urbanos castellanos, aunque con una particularidad que alteraba los
tradicionales contrapesos entre los sectores de poder. El poder universitario,
encabezado por el rector y el maestrescuela, formaba parte de una red
entretejida con los hilos de la Corona, representada en el corregidor; la
Iglesia secular, con el obispo a la cabeza, y las oligarquías urbanas, que en
el caso de Salamanca trascendían lo local por la presencia de los Alba. Cada
una de las instituciones tenía un grupo de presión correspondiente: la
corporación municipal, con la destacada representación de la nobleza urbana; el
cabildo de la catedral, y, vinculados a todos ellos, el profesorado
universitario.
Tradicionalmente se han señalado varios períodos en la evolución de las Universidad, desde unos inicios medievales entre los siglos XIII-XV que dan paso a un momento de esplendor y expansión hasta el primer cuarto del siglo XVII. El auge de la Universidad de Salamanca, su siglo o siglos de Oro, tuvo lugar en este momento, el cual no se circunscribe ni a dos períodos de cien años ni a una única centuria. De forma amplia, la Universidad de Salamanca vivió una época dorada cuya cronología se extendió por el quinientos y el seiscientos, del mismo modo que los profesores, como hijos de su tiempo, vivieron a caballo entre dos siglos. Podríamos distinguir dos periodos:
Un primer periodo sería el de cristalización del esplendor salmantino, hasta la primera mitad del siglo XVI y más relacionado con el afianzamiento de la institución en el siglo XV. El segundo período se ligaría a la plenitud del Estudio, comprendiendo no sólo la segunda mitad del siglo XVI, sino también las primeras décadas del siglo XVII. En el denominado Siglo (siglos) de Oro se daría lo que hemos venido a llamar el paso del "studi salmantini" al "studia Humanitatis".
Desde la
época de los Reyes Católicos, el poder autoritario de los monarcas se dejó
sentir en todas las instituciones, también en la universidad. Conscientes del
valor del Estudio, el intervencionismo de la Corona sería, desde entonces, una
constante con un sentido ambivalente. Por un lado, los reyes favorecieron a las
universidades “mayores” (Salamanca, Valladolid y Alcalá) con una mejor
financiación y privilegios, lo cual potenció su prestigio. En contrapartida, se
dio una paulatina pérdida de la tradicional autonomía universitaria medieval y
de la influencia del papado, lo cual quedó materializado en la presencia de
visitadores reales y en la elaboración de estatutos que complementaron las
Constituciones pontificias otorgadas por Martín V en 1422.
3. ETAPAS
EN LA HISTORIA DE LA UNIVERSIDAD HASTA LA EPOCA DORADA (SIGLO DE ORO)
Como la mayoría de
las universidades medievales europeas, el origen de la
Universidad se dio en unas escuelas
catedralicias cuya existencia documentada se remonta al menos al año
1174, cuando su maestrescuela aparece recogido en unos
documentos de concordia entre la diócesis salmantina y la de Ciudad Rodrigo, firmados ante el arzobispo de Santiago. Este hecho
presupone que la creación del cargo de maestrescuela de las escuelas
catedralicias tuvo lugar en el siglo XII,
ya sea en el reinado de Fernando II de León o en el de
su predecesor Alfonso VII.
Alfonso
IX de León quiso tener estudios superiores en su reino y por ello creó en 1218
las scholas Salamanticae, germen de la actual Universidad de Salamanca
que ha cumplido recientemente más de 800 años de historia ininterrumpida
creando, promocionando y divulgando el conocimiento.
3.1 LA ETAPA MEDIEVAL. EL GREMIO
MEDIEVAL S. XIII-XIV
El Estudio, Studium Generale, fue
el germen de la Universidad, instituido en 1218 por Alfonso IX de León,
fue el segundo más antiguo de España, tras su homólogo palentino, fundado entre 1208 y 1214. Fue la primera institución educativa
europea en obtener el título propiamente de Universidad, por la real cédula de Alfonso X el Sabio fechada
el 9 de noviembre de 1252, posteriormente ratificada por la licentia
ubique docendi de Alejandro IV en el año 1255.
Este
primer Estudio contó, según el decreto de 1254, con un maestro en Leyes,
otro en Decretos, dos de Decretales, dos de Lógica, dos de Gramática, dos de Física
o Medicina, uno de órgano, un apotecario, un bibliotecario y dos conservadores.
En el año 1218 el rey Alfonso IX de León funda la Universidad
de Salamanca, que es considerada como la más antigua de las universidades
hispanas existentes. En 1254 el rey Alfonso X establece las normativas de
organización y dotaciones financieras y en 1255 Alejandro IV publica las bulas
pontificias que reconocen la validez universal de los grados por ella otorgados
y se le concede el privilegio de tener sello propio. Así, la
Universidad de Salamanca se convirtió, junto con París, Oxford y Bolonia en una
de las primeras universidades europeas y hoy en día es la única española que ha
mantenido su actividad a través de los siglos.
Alfonso
IX de León otorgó la categoría de Estudio
General a esas escuelas, con el nombre de Studii
Salmantini. Este título de Estudio General manifiesta la diversidad de las
enseñanzas impartidas, su característica no privada (abierta a todos) y la
validez de sus títulos. La Universidad de Salamanca nació como un Estudio
eminentemente jurídico, en consonancia con la Universidad
de Bolonia y en contraste con las universidades de Oxford y París,
más centradas en la Teología y las Artes.
En 1254, el
rey Alfonso
X el Sabio dotó a la universidad de unos estatutos que definían
su sistema de financiación y creaban el cargo de bibliotecario y nuevas
cátedras. La Universidad de Salamanca se convirtió así en la primera de Europa en
contar con una biblioteca pública. La universidad era financiada por la Iglesia,
aunque indirectamente. Sus fondos provenían de las tercias
reales del diezmo eclesiástico. Al ser el diezmo un impuesto sobre
la producción agrícola, la situación económica de la universidad estuvo
fuertemente influida por las crisis agrarias que se producían regularmente. Se
impartían entonces estudios en Derecho, Medicina, Lógica, Gramática y Música. Los profesores de asignaturas relacionadas con el
Derecho gozaban de un sueldo mayor, al tratarse de una universidad inclinada
hacia las disciplinas jurídicas. Durante los siglos XIII y XIV se fueron creando nuevas
cátedras, especialmente en Derecho.
El espaldarazo
final le llegó en el año 1255 con la bula del papa Alejandro IV, que le
otorgó la licentia ubique docendi, con la que se reconocía la
validez de los grados otorgados por la Universidad de Salamanca en todo el
mundo. Entre 1381 y 1386, comenzó a impartir estudios de Teología.
Las clases
se impartían en latín, lo que facilitaba la movilidad internacional de
profesores y estudiantes al ser una lengua utilizada en toda Europa. Los
principales destinos del alumnado eran Bolonia, París y Montpellier.
No obstante, la movilidad internacional en este periodo era poco importante,
llegando muy pocos alumnos extranjeros a Salamanca.
La mayor
parte de los alumnos en la Universidad de Salamanca provenían de la Meseta Norte, Portugal, Galicia y Asturias.
La Universidad presentaba unas dimensiones reducidas, en términos de número de
alumnos, respecto a otras de la época como la de Bolonia. A finales del
siglo XIV, estudiaban en
Salamanca entre 500 y 600 alumnos. El crecimiento durante el siglo XV fue muy importante, alcanzando
unos 3000 alumnos a comienzos del siglo XVI.
Todos eran varones y predominaban los clérigos sobre los laicos.
La
institución tardó mucho tiempo en contar con edificios propios donde impartir
la docencia. Hasta el siglo XV,
las clases se impartían en el claustro de la Catedral
Vieja, en casas alquiladas al cabildo y en la iglesia de San Benito.
3.2 LA ETAPA MODERNA Y RENACENTISTA. LA UNIVERSIDAD CLASICA Y CREATIVA DE
LA EPOCA DORADA
La educación
comenzaba a los seis o siete años con lo que ahora conocemos como educación
primaria (educación inicial y básica). Los estudiantes más privilegiados tenían
un año particular en sus casas y la gran mayoría recibía la enseñanza en las
escuelas de primeras letras. Allí aprendían fundamentalmente a leer y
escribir en su lengua vernácula (el castellano), los cálculos aritméticos y un
poco de doctrina cristiana.
Los que
aprendían a leer y escribir hacia los trece y catorce años pasaban a las
escuelas de gramática (lo que podríamos denominar enseñanza secundaria),
para aprender fundamentalmente el latín, pues era el idioma oficial para
estudiar la ciencia. Era pues preceptivo antes de cursar en cualquier rama de
saber universitario estudiar la gramática latina.
Pocos eran
los que accedían a una educación superior en la Universidad. El primer grado
que se impartía en la Universidad era el de Bachiller. Desde el s. XIII Alfonso
X el Sabio estableció que en la Universidad de Salamanca hubiese cátedras de
Gramática para el estudio de la lengua latina. En el s. XV, en las
Constituciones del papa Martín V se pedía que ningún estudiante pudiera ser
graduado de bachiller si carecía de la debida preparación previa en latín.
Es el s. XVI
cuando la enseñanza de la gramática latina sufre una profunda renovación en la
Universidad de Salamanca. Se organizan las clases de distinta manera. En un
momento se crean seis cursos divididos en dos cursos menores, dos medianos y
dos mayores. Se determina una jerarquía con limitación de funciones y
responsabilidades.
En la
reforma que acontece con Fray Luis de León se estructuran los Colegios en
superintendentes (maestros o profesores), decuriones. Cada clase se dividiría
en decurias de diez alumnos a cuyo frente se pondría un alumno avanzado
(decurión). Este era el encargado de llevar el control de la evolución de su
decuria y mantener informado al regente.
3.2.1 EL ESTUDIO GENERAL
Las
Escuelas de Salamanca recibieron la protección de Alfonso IX de
León desde 1218 con la categoría de Estudio de su Reino y a la sombra de
la escuela catedralicia preexistente. El Estudio General se impartía en las
Escuelas Mayores 1415-1433 (Papa Luna-Benedicto XIII). El término de
Universidad, con la significación que hoy se le otorga, no aparece hasta
finales del S. XIII. El título de Estudio General es el que manifiesta
la diversidad de sus enseñanzas y su característica de enseñanza no privada
sino abierta a todos con el reconocimiento de su validez universal de sus
grados en toda la Cristiandad. La corporación recibió en 1.254 unos importantes
reglamentos de organización y sufragios (dotación de rentas) otorgados por el
Rey Alfonso X El Sabio. La organización, más tarde, quedó consolidada a través
de diversas Constituciones pontificias. Las definitivas con el Papa Martín V en
1422.
Se
consideraban de este modo, once cátedras (estudios mayores y menores) con
disciplinas de Derecho canónico y civil, Medicina, Lógica, Gramática y Música. Las
materias impartidas quedaban agrupadas en cuatro facultades mayores de
Cánones, Leyes, Teología y Medicina, a los que se añadían los estudios
menores de Artes (Filosofía), algunas cátedras de Gramática, Lenguas o
Retórica y otras sin adscripción a una facultad concreta
(Astrología-Matemáticas o Música).
Solían
tener cuatro clases al día, dos por la mañana (a primera y última hora de la
mañana) y dos por la tarde (a primera y última hora de la tarde). Las clases
tenían una hora de duración cada una de ellas. Las horas intermedias de la
mañana y la tarde servían para hacer ejercicios, repasar, preguntar al profesor
y resolver dudas.
3.2.2 LAS ESCUELAS MAYORES
El primer
edificio propiamente universitario fue el del Colegio Mayor de San Bartolomé, fundado
por el obispo Diego de Anaya Maldonado, comenzado a construir en 1401. Poco
antes, el cardenal aragonés Pedro de Luna, que luego sería el antipapa Benedicto
XIII, gran protector de la institución, impulsó la compra de los
primeros solares y en las constituciones de 1411 obligó a la construcción de
las Escuelas
Mayores (conocido a veces como edificio histórico de la
universidad). Casi seguido (1413), el rey Juan II promovió la
construcción del Hospital del Estudio (actual
Rectorado) y más tarde (en 1428) se empezó el edificio de las Escuelas
Menores. Las primeras constituciones de la Universidad fueron
otorgadas por el Papa Luna. En 1422 fueron sustituidas por las de Martín V.
Alonso de
Madrigal (1400-1455) con sobrenombre de El Tostado, fue alumno,
maestrescuela y catedrático de la Universidad de Salamanca, colegial y rector
del Colegio de San Bartolomé. Cursó leyes, artes y teología, e impartió clases
de filosofía, poesía y Biblia. Cualificado escritor, traductor y filólogo
(autor de obras como Tratado del amor y del amiticia, Libro de las paradojas,
etc).
En las Escuelas
Mayores estaban diferentes facultades donde se desarrollaban los Estudios menores
y mayores: Gramática y Retórica, Música, Lógica, Matemáticas, Astrología,
Medicina (con cátedras de prima, anatomía, cirugía), Cánones y leyes (con
cátedras en derecho civil, derecho canónico, derecho de gentes, derecho
internacional), Teología (Summa theologiae, Moral).
En el
Estudio Salmantino destacaron grandes figuras de gran renombre como Yusuf,
Abraham Zacut prestigioso matemático y astrónomo que desarrolló el Almanach
Perpetuum (tratado de astronomía imprescindible para la navegación), Francisco
de Salinas en música, el médico Juan de Sorapán, el escritor Antonio de Santa
María, el traductor brocense Benito Arias Montano, el filósofo y políglota
Pedro de Valencia, el cronista y gramático Gonzalo de Correas, Antonio de Santa
María en Oratoria, Antonio Nebrija en Gramática, Francisco Sánchez apodado el Brocense en Retórica, Francisco
Vitoria fundador de la Escuela de Salamanca en Derecho de gentes y
Derecho Internacional, Fray Luis de León
en Biblia y Teología.
3.2.3 LAS ESCUELAS MENORES
En las
Escuelas Menores se aprendían los requisitos de las artes liberales, trívium
y quadrivium como etapa previa a los estudios de Filosofía, Derecho,
Medicina o Teología. En la Edad Media, se
establecieron 7 artes liberales divididas en dos secciones: trivium y
quadrivium. El trívium era la rama del lenguaje, compuesta por: gramática, dialéctica y retórica, y el quadrivium la de matemáticas, compuesta
por: aritmética, geometría, astronomía y música.
Ambas secciones se centraban en el saber filosófico, la filosofía era
considerada la “reina de las artes liberales”. Esta a su vez se divide en tres
ramas: ética, física y lógica.
Fue en los
tiempos modernos cuando se realizó la gran división entre las ciencias naturales y las
artes liberales, debido a la nueva lógica y a los métodos científicos de esta
época. Añadió que para comprender mejor la historia moderna occidental es
necesario entender las consecuencias del cristianismo en la cultura, pues
tienen efectos incluso en nuestros días.
Las Escuelas menores constituyen los antecedentes de los estudios de bachiller que eran impartidos en la Universidad como condición sin equanum para la obtención de los estudios de grado. Su origen hay que buscarlo con anterioridad al 1413. En las Escuelas Menores se impartían las enseñanzas que daban acceso al título de Bachiller. En las Escuelas Mayores se estudiaba para los grados de Licenciado, Magister y Doctor, títulos mayores.
Benito Arias Montano,
contemporáneo de Fray Luis de León, fue un célebre profesor de griego en el Colegio
de Trilingüe y catedrático en Biblia, León de Castro catedrático de griego,
el discípulo del Brocense Gonzalo de Correas, helenista y gramático, profesor
en la cátedra de griego y hebreo.
3.2.4 EL COLEGIO TRILINGUE
Para
fomentar el estudio de las lenguas se creó en 1550 el Colegio Trilingüe
este colegio como dicen los estatutos de 1594 se instituyó para criar sujetos
en Latín, Retórica, Griego y Hebreo de los qué tanta necesidad hay. Se
pretendía fomentar la enseñanza de estas lenguas mediante la concesión de becas.
El Colegio Trilingüe dependía directamente de la Universidad, siendo el
claustro de diputados el órgano encargado de su administración.
Con respecto
a los contenidos y metodología, los colegiales retóricos tenían que oír la
lección de prima y las demás lecciones de retórica que hubiese. Hacían
ejercicios de los preceptos de retórica y se reunían para que el regente
corrigiera las anomalías. Escribían unas veces en verso y otras en prosa. Cada
día daban lecciones de coro de oraciones de Tulio o Declamaciones de Quintiliano.
Dos veces al año 3 o 4 alumnos declamaban en público.
Los alumnos
de Griego tenían lección de coro a la hora de prima sobre gramática griega y
los más avanzados sobre algún autor. A las 9 de la mañana iban a la lección a
las Escuelas, después de clase los alumnos las traducía al castellano, salvo
los más instruidos que lo hacían en latín. En la segunda lección oían gramática
griega dando cuenta de ella a sus maestros. Por la tarde se juntaban mayores y
pequeños y traducían los evangelios, diálogos de Luciano y obras de San Crisóstomo
y San Basilio. Las dudas que les iban surgiendo las iban consultando al maestro.
Después cada uno en su cuarto escribía alguna epístola o algún versículo en
griego. A continuación oían otra lección y practicaban con muchos ejercicios. Por
la noche daban cuenta su maestro de todas las lecciones que habían oído durante
el día.
Los que
comenzaban a estudiar la Gramática se dedicaban todo el día a ella hasta
saberla bien. En las fiestas los colegiales griegos competían entre
ellos haciendo versos o cartas. A los colegiales griegos avanzados se
les explicaba la retórica de Hermógenes y Aristóteles. Cada año tenían qué
hacer dos reclamaciones públicas en griego y cada mes hacían una dentro del
colegio a los estudiantes hebreos se les dejaba a merced de lo que mejor
pareciese al maestro.
3.2.3 LOS COLEGIOS MAYORES Y MENORES
Además de en
las Escuelas Menores, las enseñanzas se impartían en los Colegios
Mayores y Menores o en
conventos de las órdenes religiosas. En la España del Siglo de Oro sólo
había seis Colegios Mayores: los cuatro de Salamanca: el de San Bartolomé, el de Oviedo, el de Cuenca y el de Santiago, a los que se añadían el de Santa
Cruz en Valladolid y el de San Ildefonso en Alcalá.
Salamanca contaba además con un sinnúmero de colegios
menores y otros centros universitarios de diverso tipo.
En el
tránsito del s. XV al XVI, la Universidad de Salamanca se
convirtió en el referente nacional. Hasta el s. XVII fue vista como la Universidad más prestigiosa,
afamada e influyente de España, por contar con la mayor variedad de enseñanzas, las
mejores dotaciones físicas y humanas y el alumnado más internacional. El auge
de la Universidad se debió en buena medida a la conquista de América por
parte de España y
a la construcción del Estado centralizado por los Reyes
Católicos, lo que requería burócratas, funcionarios y juristas que
la Universidad de Salamanca podía ofrecer gracias a su especialización en
estudios jurídicos. A finales del s. XVII, el 65 % del presupuesto
destinado a salarios iba a parar a profesores de derecho y teología, mientras
que las cátedras de Matemáticas, Astrología y Música eran las peor pagadas.
Hacia 1580
llegaban a Salamanca 6500 estudiantes nuevos cada año, y de entre los
licenciados se nutría la administración de la monarquía hispánica de
funcionarios para el Estado. A pesar del carácter jurídico de la Universidad,
desde finales del s. XV también se incorporó al movimiento humanista,
aunque relativamente ensombrecida en este terreno por la entonces recién creada Universidad
de Alcalá. En este periodo convivieron en Salamanca algunos de sus
miembros más brillantes en lo que se conoció como la Escuela
de Salamanca. Los integrantes de la Escuela renovaron la teología,
sentaron las bases del derecho de gentes moderno,
del derecho internacional y de la ciencia económica moderna y
participaron activamente en el Concilio de Trento.
Matemáticos
de esta Escuela estudiaron la reforma del calendario, por encargo del
papa Gregorio
XIII, y propusieron la solución que se implantó posteriormente.
También tuvo Salamanca en esa época las que probablemente fueron las primeras
alumnas universitarias del mundo: Beatriz Galindo y Luisa de
Medrano. Medrano fue la primera mujer que dio clases en una
Universidad.
El claustro
de la Universidad discutió sobre la viabilidad del proyecto de Cristóbal
Colón y las consecuencias que traían sus afirmaciones. Una vez
descubierta América,
se discutió sobre el derecho de los indígenas a ser
reconocidos con plenitud de derechos, algo revolucionario para la época.
La Universidad de Salamanca pasará por un momento de
expansión sin precedentes con la creación de las primeras universidades
americanas, que a partir de 1551 comienzan a fundarse siguiendo la estela de la
salmantina al utilizar sus cartas fundacionales como modelo. Más del 70% de las
universidades creadas en los s. XVI y XVII consideran hoy en día a la Universidad
de Salamanca su “alma mater”’. En esta época, el prestigio de Salamanca
atrae hacia sí una confluencia de estudiantes de todo el ámbito peninsular, e
incluso europeos y americanos.
4. EL
MODELO HOLISTICO RENACENTISTA, LA HUMANITAS
Tanto la
enseñanza como el saber pasó por distintas etapas y tardó en adquirir un status
dentro de lo que se concebía una Edad Nueva o Moderna. El Paso del medievo al
Renacimiento supuso un grado de madurez en todos los ámbitos del saber. El
siglo XVI, denominado Siglo de Oro, conllevó unos descubrimientos
espectaculares en el campo de la ciencia de las artes y de los descubrimiento
del Nuevo Mundo.
Se
produjeron avances científicos, las teorías de Copérnico y su concepción
heliocéntrica, el desarrollo de la Medicina con los postulados de Vesalio, la
invención de la imprenta, el espíritu crítico de la Reforma protestante. El
arte y la filosofía busca el retorno al clasicismo griego. Vitrubio, Alberti o
Palladio son fuente de renovación El Renacimiento busco la renovación del saber
bajo un nuevo paradigma, desde una concepción nueva del hombre y del mundo.
Frente al teocentrismo medieval se abrió a una concepción nueva, una visión
antropocéntrica del mundo.
Se trató
de buscar la conciliación y armonización de los valores humanos y los
religiosos. El nuevo paradigma busca una nueva valoración del hombre, una nueva
concepción de la vida que gire sobre un sistema de valores centrado en la humanitas
como ideal que aspira a integrar toda actividad humana.
El
concepto del humanismo esta unido al concepto del renacimiento. El concepto de
Renacimiento hola originariamente de signo hoy la magnífica renovación de las
artes y de las ciencias y de todos los ámbitos del saber un nuevo marco
histórico que incluye una amplia transformación mental inmaterial una nueva
concepción del mundo qué se ensanchó no solo en términos físicos sino que al
descubrir el nuevo mundo hola yo paso a una concepción de otra humanidad. Los s.
XV y XVI estuvieron marcados por los grandes descubrimientos geográficos que
cambiaron para siempre la mentalidad de los europeos. Fueron necesarias
varias décadas para que el espíritu crítico que caracterizó el Renacimiento
pusiese en duda lo que hasta entonces se consideraba un dogma. El Renacimiento
terminó una visión del mundo que había perdurado durante 1500 años y que
recogió el geógrafo griego Ptolomeo en el siglo II. El cartógrafo alemán Martín
Waldseemüller dio a la imprenta el primer mapa que mostraba como un continente
las tierras descubiertas al oeste y que designó con el nombre de América en
honor de Vespucio.
Los
humanistas recuperaron trabajosamente los textos de los grandes autores latinos
y griegos con el afán de modelar su época según los valores Morales y políticos
de la antigüedad clásica. los particularismos feudales dieron paso al
surgimiento del Estado moderno. Hoy fue precisamente en el ámbito del espíritu
donde se vivió esta revolución en la pugna entre dos credos que pronto se
convirtió en una conmoción política.
El nuevo
humanismo bajo la influencia del pensamiento de Erasmo de Rotterdam promueve la
libertad en él pensar y el saber. Son muchos los que hoy buscan una educación
exquisita aprenden el latín griego italiano castellano francés así como música
canto y dibujo cómo dice Orsini hoy quiero que aprendáis a pensar y no decir
frases brillantes. El papá León X en 1517 resumía el humanismo con esta frase
me felicito por esta nuestra época que parece convertirse en una edad de oro si
alguna vez la hubo porque las principales bendiciones de la humanidad le han
sido restauradas fue el resumen del sentir del humanista Erasmo de Rotterdam. Él
y sus contemporáneos creían vivir en una nueva era en una época de regeneración
en un mundo que renacía de sus cenizas después de los siglos de la oscuridad y
es que el saber la piedad la educación y las artes florecían por toda Europa de
la mano de una cultura segura de sus posibilidades que situaba al hombre en el
centro de sus miradas anhelos y esperanzas.
El sueño
renacentista era el de construir una República de las letras ambos conceptos
Renacimiento y humanismo parecen evocar un periodo supuestamente glorioso de la
historia de la humanidad contrapuesto al de una oscura y bárbara Edad Media
Petrarca,
príncipe de los humanistas, describió el medievo como una edad oscura. El
humanismo inicia un movimiento con un objetivo común recuperar los valores de
la antigüedad a partir del estudio de las letras clásicas para propiciar el
florecimiento de una civilización completamente nueva.
Petrarca
el gran poeta italiano fue el primero que tuvo la gracia y el ingenio para
reconocer e iluminar el legado de los antiguos. Hoy la cultura nueva resurgió
con Petrarca y Erasmo hoy quiénes promueven el nuevo pensamiento. Lo humano y
el ideal clásico se funden en los poemas de Petrarca fue él quien soñó con
mayor pasión en el ideal constitutivo del humanismo el de toda una civilización
apuntalada y reconstruida sobre los cimientos del pasado clásico.
Durante
los siglos XV y XVI los príncipes de toda Europa favorecieron el florecimiento
de las artes y multitud de hombres y mujeres intentaron seguir los ideales
renacentista y humanista en todos los campos del saber del arte y de la cultura
surgieron personalidades que se afanaron por el sueño humanista en no poner
límites al conocimiento y en recuperar los modelos de la antigüedad.
El
filósofo Pico de la Mirándola sintetizó magistralmente el lugar que debía
ocupar el hombre en El Mundo. en su oración por la dignidad del hombre resalta
que lo que distingue al hombre del resto de los seres de la creación no es su
posición en la escala de los seres hoy lo que distingue al hombre es la
dignidad que le ha sido otorgada "dignitas hominis" y que lo sitúa en el centro
mismo de la creación hoy por ello no basta solo con el saber sí este no está
con acompañado con el desarrollo de sus propias virtudes el individuo desea
escapar de las pasiones que dominan su existencia ser artífice de su propio
destino entonces necesita cultivar su ánimo y sus capacidades virtus. Si
bien la naturaleza humana es fruto del diseño divino la existencia del hombre
es también fruto del libre albedrío que le ha sido concedido y que la
gobierna libertas.
El filósofo y también humanista Marsilio Ficino recuperó en su teología una sentencia platónica que ha acabado por convertirse en seña de identidad del movimiento humanista y del genio renacentista: hoy el hombre es la medida de todas las cosas de las que son en cuanto que son y de las que no son en cuanto que no son. Los humanistas compartieron el sueño de que el Renacimiento permitiría el nacimiento de una civilización nueva que situaría la virtud de la libertad y la dignidad humana en el centro de sus pensamientos.
El nuevo
humanismo yo paso la concepción del nuevo Estado moderno. Después de los
convulsos momentos que tocaron vivir durante la reconquista el futuro de los
grandes reinos peninsulares se iban a unir sobre la base de la Unión personal
que deparaba el matrimonio entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón
empezaron a fraguarse lentamente las primeras instituciones con un carácter
general de la monarquía. Esto dio paso a una nueva concepción del Estado, el
anhelo era el de mantener una política exterior común quisiera frente a la superioridad
de la nobleza señorial, un proyecto de Unión tanto religiosa como civil hoy
fueron desarrollando una auténtica cultura de Estado y de la necesidad de un
proyecto institucional común que cada vez dejar a menos espacio para los
planteamientos de la res pública medieval.
El s.
XVI es el punto de inflexión en la historia de Europa que deja atrás el legado
político y espiritual de la Edad Media para afrontar el nuevo reto de
construcción de los primeros Estados modernos. Esta fue la tarea de la
generación de las tres grandes monarquías, la de Francia con Francisco I, la de
Enrique VIII en Inglaterra y la de los Reyes Católicos en España.
Los Reyes
Católicos se adelantaron en esta empresa de unificación del imperio. España
quedaría unido bajo un solo reinado por el cemento de la religión católica. Su
reinado puso los cimientos del nuevo orden en el que se basaría la unidad.
Instauraron un sistema de gobierno basado en un sistema de Consejos para cuyo
funcionamiento contrataron letrados formados en las universidades que ellos
mismos habían contribuido a reformar.
Otro
episodio que marcó este tiempo fue hoy el hacer frente a la reforma protestante. Tanto Erasmo como Lutero coincidían en la crítica a las formas de religiosidad
exterior y la escolástica en la defensa de un nuevo estilo de cristianismo
basado en la figura central de Cristo. Erasmo no pensó nunca en la ruptura con
Roma, sin embargo, Lutero tras su excomunión originó una ruptura o la iglesia
católica. Frente a la crítica Protestante se hizo necesario dentro de la
Iglesia toda una renovación que se fraguaría con el concilio de Trento. El concilio
de Trento tuvo la intención de zanjar las diferencias entre católicos y
reformistas.
5. EL
MODELO DIDACTICO Y PEDAGOGICO DE LA RATIO STUDIORUM
La
Universidad con la llegada del nuevo humanismo promovido por el renacimiento
tendría que responder con nuevos planteamientos y sistemas pedagógicos
adaptados a los nuevos signos de los tiempos.
La Universidad
se fue haciendo poco a poco hasta llegar a la madurez en el Siglo de Oro. Vamos
a centrarnos en el modelo pedagógico desarrollado en el apogeo de la época
renacentista. El lema grabado en el escudo en piedra en su periodo áureo: "La
Universidad de Salamanca primera en la enseñanza de todas las ciencias" iba
a responder a un nuevo programa y modelo pedagógico.
La
Universidad de Salamanca seguía el modelo medieval de Bolonia, en donde
los discentes tenían un fuerte peso en la estructura de gobierno. Así, tanto el
rector como los consiliarios eran estudiantes, normalmente procedentes de
estratos nobles elegidos en representación de las ocho naciones que agrupaban a
la población estudiantil según la procedencia geográfica. A ello se le sumaban
los diferentes claustros en donde se dirimían cuestiones académicas, económicas
y administrativas; serían los órganos en los que el profesorado va a consolidar
su verdadero poder de decisión en los asuntos universitarios.
El
Estudio Salmantino contaba con una jurisdicción propia con un
tribunal civil y criminal exclusivo para el gremio universitario a cuya cabeza
estaba el maestrescuela de la catedral. No sólo era juez del estudio, sino
también tenía una función esencial en la Universidad: otorgar grados académicos
(bachiller, licenciado, doctor o maestro) en nombre de Papa.
Los
humanistas promueven los studia humanitatis. Las humanidades comprendían
cinco materias: ética, poesía, historia, retórica y gramática (todas eran artes
relacionadas con el lenguaje). Pronto surgió una cierta confrontación entre los
studia humanitatis y los studia divinitatis. Se necesitaría la
integración de los dos. Este fue el propósito de un sistema pedagógico: la Ratio Studiorum
que integrara los studia humanitatis y los studia
divinitatis.
5.1 EL STUDIO SALMANTICENSIS
Nuestro
viejo y sabio Estudio salmantino aprovechó todas las ocasiones para
enseñar y criar educó a través del ritmo vital corporativo y de participación
en su gobierno a través de su múltiple y activo sistema docente formó también
con las cláusulas exigentes de una vida honesta sobre piadosa ordenada y
disciplinada y hasta con la pedagogía intuitiva de sus piedras doradas
A pesar de los altibajos y baches de la historia ha sabido ser fiel a su misión docente y educativa esencia de su destino que un día se plasmó en su escudo a modo de consigna consigna: salmantica docet.
El
denominado Studio Salmantincensis surge vinculado a la catedral de
Salamanca desde sus orígenes en el siglo XIII, y, de forma muy directa, al
papado durante su desarrollo posterior. De cualquier manera, resulta innegable
que, desde la fundación del Estudio Salmantino bajo los auspicios de Alfonso IX
de León en 1218, una larga lista de mentes privilegiadas ha confluido directa o
indirectamente en sus aulas. A lo largo de sus más de ocho siglos de
existencia, miles de almas han dado lustre a la universidad, entre las cuales
cabe señalar al profesorado como corazón de una institución cuyo fin último es
enseñar.
Ya desde
la época Moderna y al amparo de la Monarquía Católica se labró el afamado lema "Omnium
scientarum princeps Salmantica docet" (Salamanca enseña todas las ciencias
principales) que adorna la heráldica universitaria. Tan elocuente cartela
expresa que la institución era plenamente consciente de su importancia en un
momento determinado. Esta etapa de esplendor, denominada como clásica, se
constituye como su Siglo de Oro.
Para la
Universidad de Salamanca, el periodo dorado coincide con lo que
historiadores han denominado Universidad “clásica” o de la Monarquía Católica.
Este marco temporal, por oposición a las crisis y disgregaciones posteriores,
se correspondería a la segunda mitad del siglo XVI y las primeras décadas del
XVII, momentos en los que la institución florece en todos los sentidos:
institucional (la Universidad de la Monarquía Católica, apoyada en la Corona y
el Papado); económico (la mejor financiada de la Monarquía); social (la
población académica más numerosa de todos los centros hispánicos de educación
superior, o la importancia de sus estudios jurídicos en la formación de los
cuadros de gobierno civil y eclesiástico) o cultural (saberes que cristalizan
en la denominada Escuela de Salamanca, además del desarrollo de los estudios en
teología, economía, derecho, etc.).
Y es
que, con el fin del Medievo, el naciente Estado Moderno fundamentó sus bases en
un complejo sistema burocrático y administrativo que ejecutaba la autoridad del
monarca. Los reyes van reforzando paulatinamente su posición incorporando a su
servicio no sólo a la nobleza, sino a un cuerpo de individuos, los letrados,
que, gracias a su formación, conseguirán ocupar un papel importante en la toma
de decisiones. Así pues, la conformación de la denominada Monarquía Hispánica
es el resultado de un proceso en el que las universidades, principalmente la de
Salamanca, fueron el instrumento principal para dotar al sistema de un cuerpo
de servidores fieles e instruidos.
Este
proceso tuvo como consecuencia la transformación no sólo de las instituciones
de educación superior, sino también de sus integrantes. El perfil social de
quienes pasaron por el Estudio Salmantino, primero como alumnos; luego como
profesores, se hizo más complejo. En las universidades modernas, quienes
acudían a sus aulas provenían de un espectro social variado que se movía entre
los estamentos bajos y medios, aunque un puñado de los que llegaron a ser
profesores (principalmente juristas y, en menor medida, médicos) pertenecieron
a la baja nobleza. La alta nobleza, por su parte, estaba prácticamente ausente
de la Universidad. Las razones son conocidas: aquellos que optaban por las
letras y que pertenecían a una nobleza intermedia buscarían una carrera en la
Iglesia o en el Estado más acorde a su nivel social, de tal modo que para ellos
ser profesor era, a lo sumo, un mérito más y no un fin en sí mismo para
promocionarse socialmente. En cambio, los que eligieron medrar mediante la vía
de la docencia vieron la Universidad como una oportunidad para poco a poco
llegar a las cátedras más importantes, un logro que, como se verá, no sería de
poca enjundia.
Fray
Francisco de Vitoria, fray Luis de León, Francisco Sánchez de las Brozas, y
otros igualmente importantes, constituyen una generación de personas que, entre
otras cosas, tenían en común su función docente en el Estudio Salmantino.
El profesorado, en suma, dio esplendor a la institución universitaria, y ésta,
como alma mater, albergó en su casa a sus hijos proporcionándoles el
paraguas de una institución pujante.
Las
enseñanzas impartidas en la Universidad salmantina
quedaban agrupadas en cuatro facultades mayores de Cánones, Leyes,
Teología y Medicina, a los que se añadían los estudios menores de Artes
(Filosofía), algunas cátedras de Gramática, Lenguas o Retórica y otras sin
adscripción a una facultad concreta (Astrología-Matemáticas o Música).
Las
cátedras se fueron desarrollando y ampliando a lo largo del tiempo. Hacia 1395
existían ocho: dos de civil, dos de derecho y cuatro de decretales. Durante el
S. XV, las cátedras asaliaradas y ordinarias alcanzaron una media de
veinticuatro, mientras se multiplicaron las adjuntías o cátedras cursatorias,
llamadas también menores
Con
respecto a la financiación de la Universidad de Salamanca, sus ingresos
dependían casi en exclusiva de las tercias reales sobre el diezmo de la
diócesis de Salamanca. Es decir, la base económica de la universidad era el
campo, de ahí que las fluctuaciones en su trayectoria dependieran, en gran
parte, de los ritmos de las cosechas. El siglo XVI, de expansión agraria,
favoreció por tanto una tendencia alcista en los recursos económicos el
Estudio, lo cual se vinculó claramente al esplendor de la institución y a las
grandes inversiones en edificios o mejora de salarios en este momento.
5. 2 EL
CURSO ACADEMICO
El curso académico
comenzaba el 18 de octubre, día de San Lucas, y terminaba el 8 de septiembre,
festividad de Nuestra Señora. (quedaban cuarenta días de vacaciones)
El día de San Lucas se
inauguraba el curso comenzando con una oración colección inaugural en el aula
grande de escuelas mayores seguía una misa solemne y se finalizaba con el
juramento hecho por los doctores y maestros de que guardarían y cumplirían lo
establecido por el Concilio de Trento.
Sin embargo el curso
para la consecución de los grados comenzaba a formalizarse la matrícula hoy así
lo explicaban los estatutos de 1561 que ningún estudiante se le cuente curso en
alguna facultad sino desde el día que fuere matriculado.
Para ganar curso
tenían que asistir a las aulas al menos seis meses y un día si algún estudiante
tenía impedimento para completar el curso lo podía suplir el año o año
siguientes
Para poder graduarse
los alumnos debían mostrar que habían aprobado el examen de gramática y debían
probar los cursos que habían hecho asegurando bajo juramento y ante dos
testigos que los habían cursado.
Los
cursos comprendían seis meses y un día desde la fecha de matrícula y las clases
cesaban entre el ocho de septiembre y el dieciocho de octubre.
El curso
se iniciaba en torno al 18 de octubre (san Lucas) y finalizaba por la
Natividad, el 8 de septiembre, si bien los estudiantes, para superarlo, debían
asistir a clase seis meses y un día como mínimo. Para alcanzar los grados se
debía realizar una probanza de curso y un examen de acceso que les facultaba
como bachiller (habilitación profesional) o licenciado (habilitación docente).
En cambio, el grado máximo, el de doctor o maestro, era una costosa ceremonia
sin mayores requisitos académicos que la licenciatura ya obtenida.
El método habitual de
enseñanza era la lectio hoy o explicación de un texto de ahí el nombre
de lectores que también se daba a los catedráticos. con la palabra lectura
designaban la materia señalada a los catedráticos para cada curso por el rector
catedrático la exposición oral del comentario o en general, o aula, y las notas
tomadas por los alumnos los catedráticos estaban obligados a explicar in viva voce, y seguido, arreo, sin detenerse hola tanto en unos
temas o cuestiones que luego les faltará tiempo para los demás.
El dictado en
las aulas o costumbre de anotar los escolares en las explicaciones del profesor
fue una de las innovaciones didácticas del maestro Francisco de Vitoria que
utilizó con buenos resultados. Esta innovación fue muy combativa tanto por la legislación
universitaria como por la corona pero a pesar de todas las prohibiciones y
amenazas la práctica del dictado se fue extendiendo hasta convertirse en una
verdadera institución exigida por los estudiantes.
La lengua académica
era el latín para facilitar los intercambios a nivel internacional. No existían
exámenes de curso, sino pruebas finales o grados académicos: bachiller,
licenciado y doctor (maestro).
Los catedráticos
tenían obligación de asistir al postre o sea tenían que permanecer a las
puertas de los generales o aulas para atender a las dudas y consultas de los
estudiantes. Las disputas o actos de conclusiones eran un complemento de las
explicaciones de cátedra como ejercicio excelente de dialéctica contribuyendo a
la memorización y dominio de las materias y temas estudiados los catedráticos
de propiedad pronunciaban también anualmente lecciones magistrales en forma de
repeticiones solemnes llamadas también relecciones sobre temas de repaso
o bien acerca de otros interesantes o novedosos.
5.3 EL METODO PEDAGOGICO
El
método pedagógico comprendía lectiones, repeticiones y disputaciones,
como el resto de las universidades del momento. Se tratabas de las quaestio
y disputas, comentarios analíticos sobre textos consagrados, conferencias
magistrales públicas y ejercicios dialécticos.
Las clases
se desarrollaban a partir de las disputas seguía (la questio, la lectio,
repetitio, disputatio et conclusio). El método escolástico siguiendo el esquema de la
Summa Theologiae de Santo Tomás trataba las questiones teológicas formulando
las denominadas quaestio.
La
metodología de enseñanza se basaba, desde época medieval, en
el uso del latín como lengua vehicular y en tres tipos de ejercicios
pedagógicos: la lectio o comentarios sobre textos de autoridades; la
repetitio, que eran clases magistrales realizadas en público y la disputatio
o actividades dialécticas a modo de síntesis.
El
método tradicional de enseñanza se mantuvo fundamentado en la lección
magistral, la relación, las disputas académicas y ejercicios didácticos. El
principio de autoridad se derivaba de ciertos libros y autores consagrados:
Corpus de Derecho romano y Decretales pontificias; la Biblia y una escolástica
teológica de predominio tomista. En Medicina se seguía la síntesis galénica; la
Lógica y Filosofía Aristotélica; Euclides, Ptolomeo y los clásicos latinos y
griegos. La reválida de conocimientos se producía al finalizar los cursos
preceptivos.
5.3.1 La lección o lectura
La lectio, lección
o lectura era la exposición o comentario analítico de un texto para intentar comprender
su significado para ello se fijaba el sentido del texto estudiando los asuntos
más importantes las razones en pro y en contra las cuestiones derivadas o
secundarias después el profesor introducía la duda o cuestión o quaestio
por enfrentamiento entre diversas interpretaciones o por ser un texto tan bajo
y confuso que admitiese varios significados finalmente se llegaba a sintetizar
el sentido del texto en una o varias conclusiones o sentencias.
Las
lecturas o lecciones podían ser ordinarias, que eran las lecciones magistrales
impartidas por los catedráticos que habían conseguido alguna oposición y
versaban sobre las partes más importantes de los libros comentados o leídos; y extraordinarias
que eran llevadas a cabo por bachilleres como método de ensayo para futuras
docencias y versaban sobre partes menos importantes estas lecturas
extraordinarias no eran remuneradas pero eran un requisito previo para
conseguir la licenciatura.
Los
catedráticos tenían que leer a viva voce y en latín. No podían ayudarse
de cartapacios, cuadernos, ni papel alguno. Dentro del aula, los estudiantes,
aparte de no poder en ningún momento dar la espalda al profesor, tenían la
obligación de permanecer en silencio, ni siquiera podían hablar para preguntar
las dudas al profesor. En este caso, al terminar su lección, el catedrático
tenía que asistir al poste, es decir, ponerse a la puerta fuera del aula
para responder todas las preguntas planteadas por los alumnos.
Las
clases de prima y vísperas eran las más importantes y duraban hora y media el
resto de las clases duraba una hora.
Los
catedráticos solo podían leer una clase al día. Los lectores extraordinarios,
también llamados pretendientes, porque pretendían cátedras, necesitaban
licencia del rector para poder leer. Ellos también tenían señalado lo que
debían explicar en cada momento. Ninguno podía leer lo asignado a los
catedráticos.
Los
catedráticos tampoco podían dictar en clase. Este fue uno de los puntos más
conflictivos de la Universidad del Siglo de Oro. El dictado en las aulas era una
costumbre introducida en esta Universidad por el maestro Francisco de Vitoria. Esta
costumbre, que en principio parece positiva, fue muy combatida tanto por las
leyes universitarias como por la Corona debido a los excesos que se cometieron.
Los
estudiantes sin recursos para comprarse libros podían llevarse las anotaciones
de las explicaciones. Muchos serán los que se contentaban con los apuntes de
los amigos o de los criados a los que enviaban en su lugar en vez de acudir a clase.
Los profesores dictaban a veces incluso por imposición de los alumnos. Para no
incurrir en ilegalidades algunos profesores iban media hora antes de la clase y
otros se quedaban al finalizar la misma para dictarles. Al final del s. XVI se
terminó por legalizar el dictado durante el último cuarto de hora de cada clase
en todas las facultades excepto en la de Artes para extraer el verdadero
entendimiento del texto y sacar en limpio la verdadera y común doctrina.
En la
Facultad de Teología se permitió dictar el tiempo que fuese necesario siempre
que al menos explicasen 1/4 de hora. El motivo de esto era el de evitar
imprecisiones teológicas y salvaguardar el dogma.
La
consecuencia que trajo este hecho de permitir el dictado en las aulas fue el
retraso que se produjo en pasar las lecciones.
5.3.2 Las disputas o
conclusiones
Las
disputas o conclusiones eran un extraordinario ejercicio de dialéctica cuyo
mayor aprovechamiento era el ejercitarse en argüir y responder, como rezaban
los estatutos, además de ser un método excelente para memorizar y asimilar los
temas estudiados.
En el
acto tenía que haber un presidente, un sustentante y unos arguyentes. El presidente
era un cargo reservado a los doctores y maestros de la facultad lo ejercían por
riguroso orden del más antiguo al más moderno.
El
presidente tenía que nombrar a un sustentante, que era el que defendía una tesis.
Tenía que ser, como mínimo bachiller, aunque posteriormente bastaba con ser
estudiante de tercer año. Este tenía que dar por escrito al presidente las
conclusiones que iba a defender para que las admitiese o rechazase. Si eran
admitidas, cuatro días antes de la disputa se exponían en un lugar público para
que todas las pudiesen conocer.
Llegado
el día determinado la disputa comenzaba a partir de la una de la tarde. El acto
duraba dos horas. La primera media hora el candidato defendía su tesis y la
hora y media restante se dedicaba a las disputas. Los estudiantes que quisiesen
intervenir tenían que ser como mínimo de cuarto curso y lo debían hacer
conforme a sus antigüedades, comenzando siempre por los más antiguos. Nadie
podía proferir durante el acto ninguna palabra injuriosa a otro bajo la amenaza
de ser multado.
Además
ningún doctor ni maestro de la Universidad podía ser sustentante ni arguyente
de propósito, aunque sí asistía al acto podías decir lo que quisieses siempre
que no se cruzase en el argumento con otro doctor o maestro, pues esto les
podría suponer el perder la autoridad ante los alumnos.
Finalmente,
para beneficio de todos los oyentes, el presidente estaba obligado, al
finalizar el acto, a dar la resolución verdadera de cada argumento. Estas
conclusiones se celebraban en días de asueto y eran retribuidas económicamente
teniendo el bedel la obligación de pagar al sustentante a los adquirientes y a
los doctores y maestros pudiesen de la propia facultad.
5.3.3 Las reelecciones o
repeticiones
Las
repeticiones podían ser de dos tipos: las primeras eran las repeticiones de los
catedráticos de propiedad. Una vez al año cada catedrático estaba obligado a
repetir, es decir pronunciar una conferencia solemne y magistral a toda la
Universidad sobre algún tema interesante y de actualidad. Eran un excelente
medio de obligar al profesorado a mantener una constante preparación formación
actualización y profundización intelectual.
Estas
repeticiones se celebraban cualquier día del curso, excepto en las fiestas
solemnes. Con el fin de que fuesen de mucha mayor utilidad se imponía a los
catedráticos la obligatoriedad de darla por escrito para que el claustro las
guarde y a su tiempo se puedan imprimir.
Por otra
parte, también estaban obligados a repetir aquellos bachilleres que aspiraban
al grado de licenciado, como requisito previo para conseguirlo. La razón era la
de obtener información de suficiencia del bachiller. En este caso, después de
defender sus argumentos tenía que defenderse de las preguntas de los doctores y
maestros presentes. Como mínimo tenía que haber cuatro doctores de la Facultad
de Derecho, dos maestros de teología, dos doctores médicos, dos doctores en
Artes y los que estaban obligados a argüir. El mínimo de arguyentes era de tres,
comenzando siempre por el más antiguo. Si a algún catedrático le coincidía leer
y ser padrino de alguna repetición tenía que asistir a la repetición por
considerarse esta más importante.
6. LA
FORMACIÓN ACADÉMICA Y GRADOS
Hemos
utilizado distintos conceptos asociados a los grados académicos (bachiller,
licenciado, doctor o maestro), de forma que el paso de uno a otro abría las
posibilidades, dentro de la promoción universitaria, a las cátedras más
importantes. Aunque el bachillerato habilitaba para la función profesional, en
el caso de la facultad de Gramática, y alguna excepción en otras facultades,
era suficiente para poder leer alguna cátedra, mientras que la licenciatura
implicaba la autorización por parte de la universidad para ejercer la docencia.
El
doctorado o el magisterio no eran sino el broche honorífico de esta jerarquía
académica en la que la graduación era imprescindible, ya en esta época, para
aquellos encargados de la transmisión del conocimiento. Profesores manteístas,
regulares y colegiales mayores Por extensión del mundo estudiantil, el cuerpo
profesoral estaba compuesto por catedráticos manteístas, es decir aquellos
seglares y clérigos no adscritos a una institución conventual o colegial secular;
regulares o pertenecientes a una orden religiosa, y colegiales seculares.
Dentro
de estos últimos, se debe distinguir entre los que pertenecían a alguno de los
colegios mayores, también seglares o clérigos seculares, frente a algunos que
habían pasado por los múltiples colegios menores cuya influencia no era
comparable a la de los primeros.
Se
observan que entre las proporciones de manteístas, regulares y colegiales en
las facultades del Estudio, el triunfo manteísta era claro en todas menos en
Teología, abarcada en su inmensa mayoría por los religiosos regulares (19
profesores, el 79 % de la facultad) y tan solo 5 manteístas; y Artes, donde los
colegiales mayores (43 profesores, 58,1 %) superaban a los 23 catedráticos
manteístas (31,1 %) y a los 8 regulares (10,8 %). Leyes mantenía prácticamente
un equilibrio en el número de profesores manteístas (23 individuos, el 51,1 % y
colegiales (22 profesores, 48,9 %), aunque, como se indicará, las mejores
cátedras estaban en manos de los primeros. En la facultad de Cánones la
preeminencia de los docentes no colegiales era mayor incluso: un 63,9% de
manteístas (23 docentes) frente al 36,1 % colegial (13 individuos).
Teología
no contaba con colegiales mayores entre sus 24 docentes, lo cual se explica,
como han señalado algunos especialistas, porque los cauces de promoción
colegial se ubicaban en las facultades de Derecho y en Artes, en donde los
meritorios desempeñaban una docencia generalmente breve antes de dar el salto a
la administración estatal o la Iglesia, con oficios bien estimados social y
económicamente. Los religiosos regulares se disputaban las cátedras más
importantes en Teología –dominicos y agustinos, principalmente– y Artes
(carmelitas y mercedarios) dejando relegado al clero secular manteísta. También
la facultad de Medicina era prácticamente ajena al profesorado colegial –de 16
docentes tan sólo uno era colegial de Cuenca–, puesto que el ejercicio de esta
no estaba bien considerado en la sociedad de la época y solía ligarse a
judeoconversos. Finalmente, la misma tónica seguía el profesorado de Gramática
(38 individuos) y el no adscrito a facultad (9 catedráticos), manteístas ambos
en su totalidad a excepción de un profesor colegial del Arzobispo entre los
gramáticos.
Había
una mayoría de lectores en Artes (11), a los que seguían los 5 canonistas y los
3 legistas. Existía un predominio del profesorado artista sobre el jurista en
todos los colegios salvo el del Arzobispo, en donde ocurría lo contrario, a los
que hay que añadir un gramático y un médico como casos aparentemente
excepcionales.
Los cursos debían
estar debidamente comprobados por medio de las llamadas pruebas de cursos o
pruebas testificales de cursos bajo juramento por medio de 2 testigos
compañeros escolares era requisito indispensable para que estos tuvieran
validez en orden a los grados.
La Universidad
preparaba para la obtención de los grados de bachiller, licenciado y doctor o maestro.
El primero de ellos servía para el ejercicio profesional, mientras que el
segundo probaba la habilidad erudita para la futura docencia. El doctorado era
mera cuestión honorífica. Todo tenía lugar en las Escuelas Mayores y Menores
que constituía la Universidad por excelencia.
6. 1 EL GRADO DE
BACHILLER
El primero y más
frecuente de los grados académicos era el de bachiller. Se podía obtener en Cánones,
Leyes, Teología, Medicina o Artes. Implicaba haber cursado las asignaturas
respectivas del plan de estudios (ratio studiorum) y habilitaba para el
ejercicio profesional en estas especialidades.
Para conseguirlo,
tenían que cumplir los siguientes requisitos: en primer lugar, el aspirante al
grado necesitaba haber estudiado los tres años de latín en los colegios de
gramática y haber superado el examen final que le capacitaba para poder cursar
en la facultad elegida. En segundo lugar y una vez superado el examen anterior,
cursaba los años correspondientes en la Facultad de determinada. Y en tercer
lugar, era necesario haber leído diez lecciones en público en las Escuelas
con una duración superior a la media hora cada una.
En la Facultad de
Derecho canónico tenían que cursar durante cinco años, de ellos, el primero y
el segundo año debían cursar Decreto y Decretales en cualquiera de las cátedras
de prima o vísperas; y de los tres años restantes, tenían que cursar uno
en la cátedra de propiedad de Sexto, y los otros dos, Decretales en cualquiera
de las cátedras de prima o vísperas permitiéndoles cursar el uno
de estos dos años en la cátedra de Clementinas.
En la Facultad de
Derecho civil también tenían que cursar cinco años: el primer año en una de las
cátedras de Instituta; el segundo, en una de las cátedras de Código; el tercero
en otra de las cátedras de Código, y si este año oían dos lecciones de Código
podían oír también Digestos; y el cuarto y quinto años debían cursar Digestos
en una de las cátedras de prima o de vísperas.
Para conseguir el
grado de bachiller en Teología era necesario ser antes bachiller en Artes o
tener los cursos necesarios para serlo, haber cursado cuatro años en la
Facultad de Teología, leer diez lecciones públicas y defender una lección más
solemne en la que argüían encuentra de los bachilleres. Antes de comenzar a
ganar curso en Teología, tenían que probar que habían sido examinados en Artes
y que tenían licencia para oír Teología. De los cuatro años que cursaban en la
facultad, el primero y el segundo tenían que cursar en la cátedra de Biblia y
en una de las cátedras de prima o vísperas y el tercero y cuarto en
cualquiera de las cátedras de prima o vísperas.
Para obtener el
grado de bachiller en Medicina era necesario tener antes el grado de bachiller
en Artes oír cuatro años en la Facultad de Medicina y leer públicamente diez
lecciones. El primer año tenían que cursar en una de las cátedras de prima o
vísperas y en la de Filosofía natural. El segundo y tercer año en una de
las cátedras de prima o vísperas y en la de Cirugía. Y el cuarto, Prima o Vísperas
y Método. Y en estos dos últimos años, tenían que hacer prácticas con
enfermos en coma en compañía de alguno de los doctores de la facultad.
Además, en esta
facultad, se establece la novedad de que para que se pudiese graduar “con más
suficiencia” hiciesen previamente un examen, en el aula principal de Medicina
de dos a cuatro de la tarde. Este examen era público y solo se podía hacer a un
aspirante cada día. El tribunal estaba formado por todos los doctores médicos
graduados por esta Universidad, además de los dos maestros artistas que acudían
por riguroso turno de antigüedad. La presidencia de estos actos solo podía
recaer en los doctores médicos y lo hacían por turnos y antigüedades. El rector
también estaba obligado a asistir.
Terminado el examen,
los doctores se quedaban solos y sin mediar palabra sobre la calidad del
aspirante, pasaban directamente a la votación. El voto era personal y secreto. Tenían
que jurar ante el rector qué serían justos en la votación y le concedían o no
licencia para graduarse por mayoría simple. A aquellos a los que se les
denegaba no podían volver a examinarse hasta el año siguiente.
Después de
conseguidos los requisitos anteriores, a los aspirantes el grado de bachiller
en medicina no se les podía dar la carta de bachiller hasta que no hubiesen
practicado la profesión durante dos años después del citado examen.
Para obtener el
grado de bachiller en Artes tenían que oír tres años y haber leído diez
lecciones en las Escuelas: tres lecciones de Lógica, cuatro de Filosofía
natural y tres de Moral. De los tres años, el primero tenían que cursar en la
cátedra de propiedad de Súmulas, el segundo en la cátedra de propiedad de Lógica
y el tercero en la de Filosofía natural y moral.
Y también aquí se
introduce la novedad, a finales del s. XVI de que se hiciese un examen público, para
que con más suficiencia se puedan graduar de Bachilleres y pasar a otra
facultad. Para ello, la Universidad tenía que nombrar a principio de curso a
cuatro examinadores, dos de Artes, uno de Teología y uno de Medicina.
Una vez reunidos
todos los requisitos exigidos en todas las facultades, podían solicitar al
rector el grado de bachiller, para ello nombraban a un doctor o maestro como
padrino y tenían que mostrarle que cumplían los requisitos. Este padrino
señalaba un día no festivo para la recepción del grado. El bedel lo tenía que
anunciar por todas las aulas.
Llegado el día, se
reunían en el aula de la facultad respectiva el aspirante al grado, el doctor
al maestro padrino, el secretario el bedel y los testigos. El graduando, con un
pequeño discurso, pedía el grado al padrino, el cual se lo concedía sin arenga,
bajaba de la cátedra y, como acto simbólico, se la entregaba el bachiller, el
cual disertaba muy brevemente sobre algún punto de su especialidad, daba las
gracias y finalizaba la ceremonia.
Tratándose de Artes
y de Medicina los estudiantes habían de hacer un examen previo. Al grado de
bachiller seguía un periodo también de varios años según la facultad llamado de
pasantía qué capacitada al bachiller mediante el ejercicio de lectura o
docente para presentarse a los actos previos y examen para la licenciatura que
eran los requisitos más exigentes y difíciles de toda carrera universitaria.
6.2 LA LICENCIATURA
Y DOCTORADO
Obtenida la
licenciatura se podía ascender al magisterio en Artes o Teología o al doctorado
en Cánones, Leyes o Medicina, títulos que equivalían a lo mismo el máximo grado
académico en cuyos actos y requisitos eran protocolarios y de alto simbolismo
que de dificultad académica.
Al igual que el
grado de bachiller, el de licenciado podría obtenerse en ambos Derechos, Teología,
Medicina y Artes. Este grado formaba una especie de unidad con el doctorado
posterior, consistiendo el primero en un examen muy exigente (una especie de
reválida de estudios) y el segundo en pura ceremonia y festejo.
6.2.1 El grado de
licenciado
El término licenciado
significaba licencia para enseñar públicamente (licentia docente),
requisito indispensable para el ejercicio docente. Para conseguir la
licenciatura era necesario realizar unas prácticas docentes denominadas pasantías,
esto es, dar clases o realizar lecturas, como se decía entonces, durante un
periodo variable de años, dependiendo de la facultad, hacer una repetición
pública y superar un examen ante toda la Universidad en la capilla de Santa
Bárbara (situada en la Catedral). Se decía que era terrible pasar por Santa
Bárbara.
Las pasantías se
comenzaban a contar desde el día en que el aspirante se gradúa de bachiller o
desde el día en que cumplía los requisitos para poderse graduar. En ambos Derechos
la pasantía duraba cinco años. En Teología, cuatro. En Medicina, también
cuatro años, aunque podía disminuir a tres si el aspirante era maestro en Artes;
además era necesario que practicase la profesión durante cuatro meses. En Artes,
la pasantía se reducía a tres años. Con respecto a las repeticiones, para
poder evaluarlas tenían que estar en ellas presentes los cuatro doctores más
nuevos en el grado. Una vez que los bachilleres habían leído los años
necesarios y que habían hecho la repetición pública, se sometían a un proceso
ceremonial que duraba aproximadamente una semana. Este proceso era el siguiente:
petición, publicación y presentación para el grado, asignación de puntos,
examen y colación u otorgamiento del grado.
El maestrescuela
elegía a un examinador, el cual juraba que no había ningún tipo de soborno,
para que abriese el libro al azar por tres partes distintas, de las cuales el
bachiller aspirante a este grado elegía una. El candidato tenía todo el día
para preparar el tema.
Para evitar los
fraudes que pudiese haber en el examen se aumentaban las formalidades en la
toma de puntos: el maestrescuela tenía que renovar estos libros en los que se
asignaban los puntos cada dos años. Incluso en el momento que él quisiese podía
escoger otro libro; se le otorgaba libertad para dar estos libros para asignar
puntos al doctor que quisiese; el doctor que tuviese que asignar los puntos no
podía tantear ni abrir primero el libro antes de abrirlo de forma definitiva.
En la asignación de
puntos, podían estar presentes los doctores o maestros que quisieran, pero
obligatoriamente de bienestar los cuatro doctores o maestros más nuevos en el
grado. Una vez asignado los puntos, el que se iba a examinar estaba obligado a
enviar el tema elegido a cada uno de los doctores maestros de la facultad
respectiva que no habían estado presente en la elección.
Llegada la noche del
examen, se reunían en la capilla de Santa Bárbara todos los maestros y doctores
que tenían o hubiesen tenido una cátedra o un partido de lectura en cualquier facultad
de la Universidad.
Los exámenes que se
celebraban en invierno comenzaban a las cuatro de la tarde y los de verano a
las cinco. Una vez comenzado el examen se cerraba la puerta del claustro y
nadie podía salir ni entrar. Las lecciones del examen tenían una duración
limitada, pero las disputas posteriores eran limitadas. Cuando el candidato
terminaba de razonar sus argumentos, le tenían que argüir al menos cuatro
examinadores, salvo en Teología, que bastaba con tres. Ningún doctor podía
interrumpir hasta que el examinado hubiese respondido al argumento y réplica
anterior.
Para que el examen
fuese lo más justo posible, los aspirantes al grado no podían comunicar de
palabra ni por escrito los argumentos que iba a utilizar a ningún examinador
antes del propio examen. Tampoco podían los doctores visitar, ni mandar
escritos, ni ayudar a confeccionar el tema del examen a la espera ante los
catedráticos tenían que jurar ante el maestro escuela que no habían comunicado
los argumentos ni las réplicas ni cualquier otra cosa el candidato.
Terminado el examen,
el maestrescuela mandaba salir de la capilla al bachiller, daba cada maestro o
doctor dos letras. Una A, que significaba aprobado, y una R, reprobado, y con
ellas votaban en secreto. Después del escrutinio no se podía repetir la votación,
aunque algún maestro alegase haberse equivocado al echar las letras. Se la
aprobaba o reprobaba por mayoría simple. Sí se la aprobaba, pero aparecían
varias erres se le ponía una penitencia al licenciado. Esta penitencia tenía
que ser clara y decirse en público al dar el grado y se tenía que escribir en
la carta del grado.
Como el examen para
licenciado era largo, estaba establecido que se diera una cena en el mismo
lugar del examen a todos los allí presentes cuando le pareciera oportuno al
cancelario. Pero no estaba obligado el que se iba a examinar a dar a cada uno
más de una perdiz, un pollo o dos tórtolas, fruta con el pan y el vino. Se
prohibía dar más comida ni bebida en el lugar del examen ni fuera de él. El
candidato tenía que pagar en el mismo examen los emolumentos a todos los
examinadores conforme la tasa hecha por el maestrescuela.
A finales del s. XVI
se introduce una novedad una figura denominada “veedor”. Tenía el encargo de
dar la cena por su mano y si los que la preparaban ponían más de lo permitido
tenía que avisarlo al rector para castigarlo. También se encargaba de comprobar
que los oficiales examinadores llevasen exclusivamente sus emolumentos.
La colación u
otorgamiento del grado se hacía al día siguiente de aprobar. Por la mañana se
volvían a reunir los mismos del examen. El bachiller, mediante una pequeña
arenga solicitaba al cancelario que le otorgase el grado. Éste, diciendo que
los doctores le habían aprobado unanimiter una voce ac nemine discrepante,
le confería el grado de licenciado y le otorgaba licencia para doctorarse
cuando quisiese. Finalmente tenía que realizar el Juramentum licenciandorum omnium
facultatum in Academia Salmanticensi.
Para hacernos idea
de los bachilleres que se licenciaban, en el año 1584 se licenciaron un total
de 26 estudiantes, de los cuales 13 lo hicieron en Cánones, 8 en Leyes, 3 en Teología
uno en Medicina y uno en Artes.
6.2.2 El grado de
doctor y maestro
Como ya dijimos, el
grado de licenciado formaba una especie de unidad con el doctorado,
consintiendo el primero en una reválida de estudios y el segundo en pura
ceremonia y festejo. Ninguna diferencia había entre el grado de doctor y el de
maestro, salvo que el primero se obtenía en las facultades de Derecho canónico,
civil y Medicina, y el segundo en Teología y en Artes. Pero ambos títulos
equivalían a lo mismo eran el máximo grado académico que se podía alcanzar.
Los requisitos
exigidos para poderse doctorar eran: estar en posesión del título de licenciado
y tener unas arcas bien repletas de dinero para poder pagar las ceremonias,
fiestas, derechos y propinas. Para poder conseguir este título, muchos pedían
un préstamo al “arca universitaria”, otros esperaban a épocas de luto de la
familia real (en la que no podía haber fiestas) y otros acudían a graduarse a
universidades menores en las que los costes eran mucho más exiguos.
La petición y
publicación del grado comenzaba en el momento en el que el aspirante solicitaba
al maestrescuela la petición. El cancelario lo mandaba a publicar, con término
de 9 días naturales las catedrales de prima o vísperas de la facultad
determinada.
Después se procedía
a la presentación para el grado. Para la presentación se convocaba un claustro
de cancelario, al cual acudían los doctores y maestros de todas las facultades.
Una vez reunidos, se presentaba el aspirante al grado y solicitaba ser admitido
de doctor o de maestro, dado que reunía los requisitos exigidos y que estaba
dispuesto a cumplir con sus obligaciones y a renunciar a su turno si algún
licenciado de cualquier facultad más antiguo que él se presentaba en el término
de los nueve días que exigían los estatutos.
El maestrescuela,
viendo la petición y su renuncia en caso necesario, le mandaba declarar qué día
pretendía graduarse y el cual lo declaraba. El cancelario le mandaba salir y el
claustro votaba si se la asignaba o no dicho día. Después se nombraban “veedores”
de colaciones, comidas, insignias, guantes, tasadores de comida, comisario. vejaminista
etc.
La ceremonia del
grado se llevaba a cabo en tres momentos diferentes. El primero era el día de
la víspera del grado, por la tarde, en el que todos los doctores y maestros de
la Universidad estaban obligados a acompañar con sus exigencias al doctorando
en el paseo que se hacía por determinadas calles de la ciudad, bajo la pena de
perder la colación posterior. Después del paseo venía dicha colación. Como
parece que había grandes excesos en ella se ordenaba que solo se pudiesen dar seis
diferentes platos de comida, además de tres platos de fruta según la época.
El segundo momento
era la ceremonia de concesión del grado en la Catedral. Los doctores y maestros
tenían que acompañar al nuevo doctor al salir de ella so pena de perder la
comida posterior. En esta comida no se podían dar ni poner más de seis diferentes
manjares y las frutas según el tiempo.
Por último, la tarde
de la ceremonia del grado había una fiesta de toros en la Plaza Mayor con otra
colación. Los doctores y maestros tenían que acompañar a la ida y a la vuelta
al nuevo doctor a la casa que la Universidad tenía en la Plaza, bajo la misma
pena de los casos anteriores de perder la colección. En dicho banquete se
debían de dar cinco diferentes tipos de colección, dos de frutas y tres de otra
colación. Con el fin de que este grado saliera más barato a finales del s. XVI
se pretendió que se graduase de seis en seis en lugar de uno en uno, aunque
esto perjudicaba gravemente los intereses de la ciudad. A pesar de los intentos
de disminuir los excesos en las comidas y colaciones, parece que en la práctica
no se lograba.
Para terminar el
acto se hacía un panegírico en alabanza del nuevo doctor o maestro, después un
pequeño sermón en latín y finalmente tenían que realizar el Juramentum doctorum
et magistrorum omnium facultatum.
Para hacernos una
idea de los alumnos que obtenían este grado, en el año 1584 se graduaron 9 personas,
de las cuales cuatro lo hicieron en Cánones, uno en Leyes, 3 en Teología, uno
en Artes y ninguno en Medicina. En el año 1595 se graduaron 6 personas, de las
cuales, uno lo hizo en Cánones, 3 en Teología, dos en Medicina y ninguno en Leyes
ni en Artes.
7. LA
FORMACIÓN ACADÉMICA DEL PROFESORADO UNIVERSITARIO
El
humanismo dio paso a un nuevo conocimiento, una nueva inteligencia y
comprensión del saber humano más holístico e integrativo. En la Universidad se
forjaron las personas que iban a marcar el futuro de nuevo mundo. Sus
pensadores iban a impulsar el progreso del conocimiento rompiendo las barreras
de la exclusión y abriéndose a nuevas fronteras con proyección insospechada.
Más del 70% de las universidades americanas siguieron el “alma mater” de la
Universidad salmantina.
Durante
el siglo de Oro se dieron cita grandes personajes como Luis de Góngora,
Calderón de la Barca, Cervantes. Las primeras mujeres alumnas universitarias,
Beatriz Galindo, Luisa Medrano, Carmen Matilde Gaite. Célebres personajes del Nuevo mundo como
Hernán Cortés o Manuel Belgrano también pasaron por la Universidad.
Sorprende
el grado de inclusión y la visión global del conocimiento abierto a todos. A
nadie le debería sorprender el elevado número de grados que acumulaba un grupo
como el del profesorado universitario, cuya razón de ser radicaba,
precisamente, en la adquisición de saberes para después ejercer su enseñanza.
Así, el
conjunto de catedráticos abordado reunía un total de 769 títulos académicos, lo
cual arroja una media de tres grados por individuo. Sin embargo, la propia
dinámica de las graduaciones y la promoción académica suponía un proceso de
selección por el cual van disminuyendo el número de títulos totales conforme
avanzamos de categoría (bachiller, licenciado, doctor o maestro).
El más
bajo de los grados, el de bachiller, era también el más abundante con 340
títulos (46,8 %)20. Los 176 títulos de bachiller en manos de los estudiantes manteístas
(los ordinarios que no vivían en los Colegios) constituían algo más del 24 %,
un tercio más de los que acumularon los colegiales (118, el 16,3 %). Muy lejos
se situaban los bachilleres de las órdenes regulares, con 46 títulos y el 6,3
%.
De todas
estas láureas, los 125 bachilleres en la facultad de Artes superaban cualquier
otro título del profesorado; no en vano, la obligatoriedad de bachillerarse en
Artes para alcanzar las licenciaturas en Teología o Medicina explica esta
superioridad numérica. Le seguían mismamente los títulos de bachiller en
Teología, con casi el 10 % y 72 diplomas, y muy igualados las titulaciones
jurídicas (Leyes 47 y Cánones 46 grados, algo más del 6 % cada uno). En último
lugar iban los 17 grados de bachiller en Medicina (2,3 %).
En lo
concerniente a los títulos de licenciado, el número total era bastante menor
(244, el 33,6 %), de modo que la distancia entre los grados de licenciado
obtenidos por el profesorado manteísta (119, el 16,4 % del total) y colegial
(91, el 12,5 %) era algo más corta que en el caso de los bachilleratos,
mientras que en el caso de las órdenes regulares se observan cifras bastantes
cercanas con respecto al grado más bajo (34 licenciaturas, 4,7%)21.
El
carácter preparatorio del bachillerato, el coste de la licenciatura o la falta
de exigencia de titulaciones más elevadas en la facultad de Gramática darían
como resultado los 95 títulos de diferencia que hay entre el número total de
bachilleratos y de licenciaturas, en detrimento de estas últimas. Por otro
lado, el número de licenciaturas en Teología era idéntico al de bachilleratos
en dicha facultad (72 títulos, el 9,9 %), lo cual indica que se dio una
ausencia de profesores que impartieran docencia únicamente con el título de
bachiller teólogo.
El
número de licenciaturas jurídicas también se mantenía, aunque con un ligero
descenso con respecto a los bachilleratos: 43 licenciaturas en Leyes y 45 en
Cánones. Las licenciaturas en Artes (39), el 5,4 %, eran significativamente
menores que los bachilleratos en la misma facultad, debido a que la mayor parte
de los grados de bachiller artista se obtenían para alcanzar otros títulos
académicos en Teología o Medicina, mientras que las licenciaturas médicas
apenas variaban (16 grados, 2,2 %).
Las más
elevadas láureas, la de doctor y maestro, eran las menos numerosas, con un
total de 185 títulos y el 25,5 % de todos los grados del profesorado. Estas
cifras implicaban que, a diferencia de lo que ocurría en la relación entre las
licenciaturas y los bachilleratos, la cantidad de grados máximos obtenidos por
los manteístas (103 doctores y maestros) y religiosos regulares (32 maestros)
apenas descendían con respecto a las licenciaturas, siendo más pronunciada la
reducción entre los catedráticos colegiales (50 doctorados y magisterios, un 45
% menos).
Para
entender este hecho, baste recordar, entre otras razones, la importancia de
dichos títulos para desempeñar una cátedra vitalicia, formar parte del claustro
de la universidad o poder recibir algunos emolumentos como las propinas. El
doctorado era un elemento de prestigio cuyo elevadísimo coste de colación
ejercía un gran poder disuasorio, lo cual iba ligado a las dificultades de
algunos catedráticos para incorporar el grado de doctor o maestro de otras
universidades.
En este
sentido, parece ser que el profesorado manteísta ponía sus esfuerzos en
conseguir una graduación más elevada que el colegial, lo cual se relacionaría
con los intereses y las posibilidades de promoción académica de cada grupo. En
suma, todo ello era causa de que el número de doctorados y magisterios
disminuyera con respecto a otros títulos, si bien el magisterio en Teología,
que continuaba siendo la facultad con mayor número de títulos (65) apenas
descendía en comparación a los grados de licenciado. Del mismo modo ocurría con
el grado de maestro en Artes, que, con 36 títulos, prácticamente se mantuvo
igual. En cambio, los catedráticos con grados jurídicos disminuían
aproximadamente a la mitad: 27 doctorados en Cánones y 21 en Leyes. Los 14
doctorados en Medicina indicaban un leve descenso, siendo la única facultad que
prácticamente conservaba el número de títulos en los tres grados posibles dado
que todos los docentes tenían las máximas laureas.
De todos
los títulos del profesorado, casi el 70 % (535) fueron otorgados por la
Universidad de Salamanca y 43 (5,6 %) incorporados de otras universidades. La
normativa era bien clara al respecto: para ejercer de docente se exigía que el
grado hubiera sido obtenido en Salamanca, salvo en algunas excepciones en las
que podían incorporarse profesores graduados en otras universidades previa
convalidación de los títulos por aprobación unánime del claustro. Estos casos,
aunque no eran raros, tampoco resultaban demasiado frecuentes, al menos para la
generación de profesores estudiada.
La
escasez de titulaciones ajenas al marco salmantino también era síntoma de las
prohibiciones legales emanadas desde la Corona durante el reinado de Felipe II,
aspecto que se podrá comprobar en el caso de las procedencias geográficas del
profesorado. Como resultado, los 43 grados incorporados apenas suponía una
ínfima parte frente a las 535 graduaciones de las que, con seguridad, se produjeron
en la Universidad de Salamanca.
El sistema de provisión de cátedras vigente en la
Universidad de Salamanca hasta 1641 fue el de las votaciones estudiantiles,
principalmente, sumado a otras lecturas que fueron provistas por el claustro
universitario. Se trata de un tema bien documentado, toda vez que el proceso
aparece descrito en las constituciones salmantinas de Martín V y en los
sucesivos estatutos del siglo XVI, recopilados en 1625, así como detallado en
la práctica por medio de los libros de provisión, de procesos y de posesión de
cátedras del archivo universitario.
Martín V
había establecido el sistema de votación estudiantil como forma de elegir a los
catedráticos. El proceso comenzaba cuando una cátedra quedaba libre, momento en
el que el rector y consiliarios debían publicar los edictos de vacatura y
exponerlos en las facultades correspondientes en un plazo de dos días.
A partir
de ese instante, los posibles opositores tenían un mes para optar a la lectura,
si era de propiedad, y 3 días si eran cátedras cursatorias, sustituciones o “de
media multa”. Los profesores serían elegidos por los estudiantes “de acuerdo
con sus votos o de la mayor parte de los que juraron particularmente de los que
están y figuran matriculados en la facultad de la vacante, principalmente
estudiantes y oyentes habituales”.
Un día
antes del acto de oposición el rector señalaba, en un libro abierto al azar,
tres textos de los cuales el aspirante debía escoger uno para realizar la
lectura al día siguiente. No podían concursar más de dos opositores el mismo
día y la lección duraba una hora (hora y media en caso de las cátedras de
Prima). Llegado el día, el acto se llevaba a cabo en el general o aula de
Cánones, en las Escuelas mayores, aunque después sólo se realizarían allí las
vacantes de propiedad y las cursatorias legistas y canonistas, mientras que el
resto se harían en el general grande de las Escuelas menores.
Los
opositores leían según los grados y la antigüedad, con preferencia a los graduados
por Salamanca a otras universidades, y sólo podían excusar su ausencia en caso
de enfermedad, prisión o fiestas de guardar. Para llevar a cabo las elecciones
se solían hacer padrones de votantes, los cuales debían cumplir algunos
requisitos, tales como estar matriculado antes de la vacatura –salvo si vaca
entre San Martín y Navidad–, haber ganado el curso anterior, tener 14 años
cumplidos, y, en general, no haber caído en prácticas como sobornos, banderías,
connivencia... Por otro lado, la ponderación del voto no fue personal, sino en
función de cursos y calidades, de modo que el número de cursos se sumaba al
voto personal y a la calidad (grados, dignidades...).
Las
votaciones, escritas en cédulas de papel, se hacían ante el claustro del rector
y consiliarios de forma secreta, en dos cántaros cerrados, uno para las
“buenas” (el opositor preferido) y otro para las malas (los descartados) y se
efectuaba la votación ante juramento de no ser inhábil. Una vez terminada la
votación, se contaban los votos “buenos” pasando un hilo por las cédulas y se
reducían en función de lo expuesto. Hecho esto, se nombraba al opositor
victorioso, y se procedía a la colación y propinas. Aparte de la oposición,
existía otra forma de llegar a ser catedrático: la del desempeño de una
sustitución.
Podían
darse tres vías: el remplazo de un profesor permanente durante los meses
estivales, el cual se producía tras la lectura de ocho meses por parte de su
titular; la ausencia del docente por diversos motivos, o su jubilación. En los dos
primeros casos, el sustituto era elegido entre cualquier catedrático que se
presentase, en orden de antigüedad y con la condición de que no abandonase su
propia cátedra. Para las jubilaciones el catedrático propietario era el
responsable de designar su relevo según su criterio, aunque después se haría de
forma cuatrienal como máximo, a cuyo término debía volverse a proveer. Las
cátedras “de media multa” y las que no fueran de propiedad se vacarían cada
cuatro años, tres en el caso de las lecturas de Gramática y Artes.
Finalmente,
había una tercera vía, la de la provisión de cátedra por parte del
claustro, bien a través de la concesión de partidos a individuos que se
postulaban cuyos méritos eran sobresalientes, o bien en casos en los que se
necesitaba proveer rápidamente una vacante y no había nada más que un opositor.
También seguían este procedimiento otras lecturas como las cátedras de Anatomía
y Cirugía, algunas de Gramática, la de Astronomía y Matemáticas o la de Música,
las cuales solían proveerse directamente por el claustro.
8. EL PLAN
DE ESTUDIO. LA “RATIO STUDORUM”
Podríamos
definir los planes de estudios incluidos en los estatutos como una programación
pedagógica en la que se pretende ajustar unos contenidos didácticos a un
esquema temporal ayudado por una metodología, unos textos que se han de
utilizar, una evaluación, unos modos de cursar las materias, unos requisitos
para conseguir los grados etc.
Hubieron
varios planes de estudio en la Universidad a lo largo de los siglos. Uno de los
principales es el que consta en los estatutos de 1588 y qué sirve de base al
los planes de estudios posteriores. El plan de estudios de Covarrubias de 1561 fue
mucho más detallado y elaborado. Este plan de estudios fue sustituido
básicamente en 1594 por el de Zúñiga que sustituye casi por completo al de
Covarrubias y que dura desde 1594 hasta las reformas de Carlos III en 1771.
8.1 LAS
DIFERENTES FACULTADES Y CATEDRAS
En el
siglo de Oro, en la Universidad de Salamanca había cinco facultades, cuatro
consideradas mayores y una menor. Las mayores eran las de Derecho canónico,
Derecho civil, Teología y Medicina. La menor era la de Artes (o Filosofía).
Esta era considerada menor porque era la base para estudiar teología o
Medicina. Junto a estas facultades había otras materias de estudio que servían
para complementar a las anteriores, como Gramática y Retórica, Matemáticas y Astrología.
Las
facultades se estructuraban cátedras. Estas eran la célula básica del engranaje
universitario. Se diferenciaban por el horario. Así había cátedras de prima (a
las nueve), de tercia (diez a once), de sexta (de dos a tres), de
nona (de cuatro a cinco), de vísperas (a las seis).
Las
cátedras se dividían según las materias o autores que se enseñaba en ellas (en
Cánones las había de Decreto, Sexto, Clementinas); en Leyes (de Código, Digesto
viejo, Volumen, Instituta); en Teología (de Biblia, de Santo Tomás, Durando,
Escoto); en Medicina (de Anatomía, Cirugía, Método, Simples); en Artes (de Súmulas,
Lógica, Filosofía Natural, Filosofía Moral).
Había
cátedras vitalicias o de propiedad, temporales, de sustitución o
extraordinarias. La provisión de cátedras se producía por votación de los
estudiantes. Comenzaba con la publicación de la plaza vacante dando un plazo
para presentarse. Los aspirantes se presentaban ante el rector. La Lección de
la oposición se les asignaba la víspera del día del examen. Los estudiantes
votaban ante el rector y los consiliarios. Una vez contabilizados los votos, se
otorgaba la cátedra al ganador.
Fue
ingente la producción cultural de la institución universitaria salmantina, la
cual se destacó por formar y acoger a las más eminentes figuras especializadas
en prácticamente todos los campos del saber: Derecho, con figuras como
Antonio Gómez, Diego de Covarrubias o Antonio Pichardo; Teología y Artes,
con Francisco de Vitoria y la Escuela de Salamanca, o fray Luis de León y los
hebraístas, muy relacionados también con las humanidades, entre las que
destacaron personajes conocidos como Nebrija, El Pinciano, León de Castro o El
Brocense, y otros casi ignotos como el helenista Juan Escribano; Medicina,
como Cosme de Medina o el portugués Ambrosio Núñez.
8.1.1 FACULTAD EN GRAMATICA,
RETORICA, LENGUAS
Empecemos por la que era consideradas facultades menores la de Gramática y Artes. En la facultad de Gramática
había un examen serio para poder pasar. La Facultad de Artes, que a su vez se consideraba preparatoria para los estudios de
las facultades mayores de Teología y Medicina. A las facultades mayores de los Derechos
cánones y leyes se podía acceder directamente habiendo superado el examen de Gramática.
Para el grado de
bachiller se exigía la suficiencia en Gramática cursando determinados años
según la facultad, leer o explicar públicamente 10 lecciones y responder en la
recepción del grado a los que quisieran argüir sobre determinada cuestión.
En todas las clases
se utilizaba como texto básico el libro de Antonio Nebrija. Después se
planteaban diversas lecturas de los clásicos, tales como Virgilio, Horacio,
Cesar, Cicerón, etc. En todas las clases se hablaba el latín y se hacían
numerosos ejercicios de traducciones. Se tenían actos de disputas o conclusiones
y se representaban comedias o tragedias.
Una de las figuras
más relevantes del prototipo de humanista fue Antonio de Nebrija. Nebrija es
uno de los que mejor reflejan el ideal humanista. Representa el tránsito de la
Edad media a la Edad Moderna. Aunque el sistema de las cátedras configuraba un
ideal de “república de sabios”, los estudiantes tenían un papel muy
activo y Nebrija fomentó este movimiento innovador. Imprimió a la docencia e
investigación universitarias, actualizó con criterios modernos el código de
conocimiento promoviendo la lengua castellana (hasta el medievo no fue otro que
la lengua latina).
Nebrija retornó a la
Antigüedad como palanca para modernizar la cultura. La originalidad de sus
obras mayores (La Gramática latina y castellana, primera de una época
moderna), Diccionarios Latín español y español latín y toda una serie de
producción científica en medicina, botánica, geografía y su acercamiento al
mundo del derecho.
8.1.1.1 La Catedral
de lenguas (pasó a impartirse en el Colegio Trilingüe )
La cátedra de
lenguas también denominada de Tres Lenguas (Trilingüe) era una cátedra de
Filología semítica dedicada al estudio de hebreo, caldeo y árabe. No se puede
precisar con exactitud el momento de la incorporación oficial en los estudios
universitarios. Influye de forma decisiva la presencia activa de numerosas
comunidades judías y la aparición del grupo social judeoconverso.
La enseñanza de esta
cátedra en la Universidad de Salamanca fue muy irregular. El problema estribaba
en encontrar personas que dominasen estas tres lenguas. Estas disciplinas no
fueron cultivadas con espíritu científico por los cristianos viejos. La
solución fue recurrir a los cristianos nuevos, conversos procedentes del
judaísmo que habían ingresado en el clero con los problemas e inconvenientes
que esto llevaba. (se unía a ello las sospechas de la Inquisición). La
primitiva diversidad de lenguas semíticas, hebreo caldeo y árabe se redujo por
las dificultades anteriormente señaladas a una sola el hebreo.
Ya en el intento de
legislación de 1529, la cátedra de lenguas había sido reducida a lecciones de
hebreo en las que el catedrático debía de enseñar a leer y escribir estudiando
la gramática. Es exactamente la misma idea que pasa la legislación de 1538 en
la que el catedrático de hebreo tenía que enseñar a leer escribir y
Constitución de la gramática de dicha lengua.
La enseñanza del griego
Ya dijimos
que toda la enseñanza de las Escuelas mayores se hacía en latín. El dominio
del latín era pues requisito para los
estudios mayores. Al latín se añadía posteriormente el griego. Los primeros que legislan en serio sobre la
elección las lecturas y cátedras de Griego son los estatutos de 1561 y también
son los que van a quedar vigentes durante varios siglos. Estos estatutos
establecen que hay 3 cátedras de Griego: una de menores, otra de medianos y
otra de mayores.
En la de cátedra
menores se tenía que leer solamente la gramática haciendo muchos ejercicios
y repitiendo muchas veces lo aprendido permiten al final leer construcción como
mucho durante 3 o 4 semanas.
En la cátedra
de medianos se tenían que leer dos lecciones. La primera de una a dos de la
tarde sobre la gramática haciendo muchos ejercicios y repitiendo mucho. La
segunda de 9 a 10 de la mañana se tenía que leer un libro de construcción pero
ejercitando los preceptos que hubiese de gramática.
En la
cátedra de mayores se leía un autor importante de griego, pero declarando
la gramática y sus dificultades y preguntando a los discípulos para comprobar
su grado de instrucción.
8.1.1.2 La cátedra
de Retórica
La Retórica era
utilizada en la Universidad del Siglo de Oro aunque ya sin el prestigio que
gozó en la antigüedad. Se había convertido en camino y saber instrumental para
el conocimiento interpretación e imitación de los textos en prosa y como método
para comunicar la verdad o para la práctica útil de escribir cartas y
documentos oficiales.
En la Universidad de
Salamanca la Retórica era una disciplina que se leía complementando a la
gramática latina. En el proyecto de estatutos de 1529 se ordena a los regentes
del curso de medianos de grado de gramática que al terminar el arte de Nebrija
tenían que leer algunos principios de Retórica. Y los regentes de mayores
tenían que leer todos los días durante la primera media hora de la tarde Retórica.
En la legislación de
1561 se observa la íntima Unión que había entre las disciplinas de Retórica y Gramática
en que ordena que el examinador que la Universidad nombre para que los alumnos
de gramática accedan a cursos superiores sea catedrático de prima de Gramática
o de Retórica, en que los libros que tenían que leer los regentes de Gramática
los debía de señalar el rector con el parecer del visitador catedrático de Gramática
o de Retórica o en que los actos de disputas que tenían lugar en los Colegios
de Gramática tenían que estar presididos por los catedráticos de prima de
Gramática o de Retórica
La Retórica se
impartía, en clases teóricas en las que se seguía un libro de texto que en
ocasiones era el del propio catedrático, y en las clases prácticas. Se leía y
comprendía la obra mediante un análisis gramatical e ideológico, comparándolo
con las fuentes que había utilizado el autor, se analizaban las peculiaridades
lingüísticas para conocer el estilo y, por él, el autor y la época en que se
escribió la obra, y se estudiaba su valoración moral.
8.1.2 LA FACULTAD EN
ARTES, LÓGICA, FILOSOFIA, MATEMÁTICAS, ASTROLOGIA
La Faculta de de
Artes como dijimos era considerada como Facultad Menor. En las Escuela Menores
se estudiaban las materias filosóficas y demás disciplinas del trivium
gramática y retórica y del quadrivium aritmética, geometría, astronomía
y música. Estas formaban cátedras aparte. Las Artes eran consideradas como
preparación para seguir los estudios en las facultades mayores de teología y
medicina. En las cátedras de Gramática y de Artes se les procuró la
intensificación de ejercicios eminentemente prácticos y se legislaron para los
alumnos como normas similares del buen vivir y del comportamiento adecuado.
Poco a poco la Facultad de Artes en las Escuelas mayores se convertiría en la
Facultad de Filosofía.
En la Facultad de Artes
había cuatro cátedras de propiedad, que eran la de Súmulas, Lógica, Filosofía
natural y Filosofía moral. Había además una cátedra de físicos y seis cátedras
de regencia: dos de Súmulas, dos de Lógica y dos de Filosofía.
En la cátedra Súmulas,
en un principio, se estudiaba las Sumulae de Pedro Hispano (médico
portugués del s. XII). Este libro se convirtió en un verdadero compendio (con
una pequeña introducción de Aristóteles). Fue por ello por lo que el dominico Domingo
de Soto reformó la Súmulas en sucesivas ediciones, quedando como texto según se
recoge en los estatutos de Zúñiga. La Universidad había logrado desterrar casi
por completo el deficiente texto de Pedro Hispano, que era demasiado extenso y
adolecía de otros graves defectos, quedando la enseñanza de la Lógica durante
mucho tiempo alejada de su verdadera fuente, que eran los textos aristotélicos.
Posteriormente en
1604 las Súmulas fueron aún más depuradas por otro dominico, el célebre maestro
Domingo Ibáñez, evitando cuestiones inútiles y suprimiendo los excesos de
verbalismo logista de Soto.
El catedrático de
lógica seguía la lógica Magna de Aristóteles. El catedrático de Filosofía
natural tenía que leer un año los libros de coelo otros los de generatione,
otro los de anima y otro los de metafísica todos ellos de
Aristóteles. El catedrático de Filosofía moral tenía que leer también a
Aristóteles, un año Ética, otro Política y otro Economía. El catedrático de Físicos
tenía que leer los libros físicos de Aristóteles.
8.1.2.1 La cátedra
de Matemáticas y Astrología
La cátedra de Matemáticas
y Astrología englobaba 3 núcleos fundamentales: la Astrología, las Matemáticas (Aritmética
Geometría) y la Cosmografía.
El primer año se
debían leer los seis primeros libros de la Geometría de Euclides, tres libros
de la Aritmética de Euclides y la agrimensura. El sustituto leería los tres
libros de Triangulis sphaericis de Theodosio.
El segundo año leían
Astronomía, comenzando por el Almagesto de Tolomeo (astrónomo,
matemático y geógrafo egipcio del s. II), seguían con los tratados De signis
rectitis, De triangulis rectilineis y Sphaereris de Cristóforo Clavio
u otro moderno, después se enseñaban las tablas hechas por Juan de Monte Regio
o las de Erasmo Reinhold. Acabado este libro leían la teórica del sol por Peuerbach.
Después leían el tercer libro de Almagesto y su uso por las tablas de Alfonso X
el Sabio. Con esta doctrina debían enseñar a hacer Ephemerides (era un
libro donde se anotaban anualmente las coordenadas de los planetas y de las
estrellas fijas respeto a la elíptica y al ecuador, así como los eclipses,
distancias lunares etc.) Después alternaban con la lectura de Nicolás Copérnico
(aunque está demostrado que en la práctica no se explicaba su teoría
heliocéntrica sino que más bien se utilizaban sus tablas astronómicas de
posición de los planetas y las Prutenicae tabulae de Erasmo Reinhold. En la
sustitución leían económica o arte de hacer relojes de sol.
El tercer año se leía
la Geografía de Tolomeo, la Cosmografía de Pedro Apiano, cartografía, el
astrolabio, el planisferio de Juan de Rojas el radio astronómico y el arte de
navegar. En la sustitución el arte militar. El cuarto año, leían la Esphera
y Astrología judiciaria por el libro de Tolomeo y Alcabisio corregidos. En
la sustitución leían teoría teóricas de planetas.
A este respecto
conviene reseñar como Cristóbal Colón determinó acudir a la Universidad de
Salamanca para conseguir avalar su proyecto de viaje a las Indias. Con el
amparo de Fray Diego de Deza, tutor y preceptor del príncipe Juan (hijo de los
Reyes Católicos) y el asesoramiento de los doctores del convento de San Esteban
y de la universidad consiguió el soporte de la corona para tal empresa. Más
tarde Carlos I consultó repetidamente a los profesores de la Universidad de
Salamanca sobre los problemas planteados por los nuevos descubrimientos y la
colonización. Los teólogos de la Escuela de Salamanca contribuyeron a la
defensa de la dignidad y los derechos de los indios (Fray Vitoria con su
Derecho de gentes). Los dictámenes de la Universidad de Salamanca establecieron
un estado de opinión que marcó el pensamiento y progreso del nuevo mundo.
8.1.2.2 La cátedra
de Música
No queremos acabar
este periplo de lo que supuso el desarrollo de las Artes liberales en la
Universidad de Salamanca sin mencionar la cátedra de música. La Carta
constitucional que otorga el rey Alfonso X el sabio a la Universidad de
Salamanca en 1254 establece que haya un maestro de órgano al que se le concede
un salario de 50 maravedíes anuales.
Lo que realmente
llama la atención es lo temprano que se introduce la música en el cuadro de la
enseñanza universitaria, siendo Salamanca la única en España y la primera en el
Mundo que ha tratado a la música de forma universitaria.
Aparte de dar clases
un cometido especial que tenía el catedrático de música era buscar cantores
para las misas solemnes de fiestas y encierros que se celebraban en la
Universidad teniendo que dirigir el coro el propio catedrático los catedráticos
tenían que leer media hora de música especulativa y otra media de práctica.
El gran maestro
Francisco de Salinas fue un músico organista y una figura célebre en el
humanismo español (De él dijo Vicente Espinel que fue el más docto varón en
música especulativa que ha conocido la antigüedad). Aunque perdió la vista a la
edad de 11 años estudió humanidades, canto y órgano en la universidad de
Salamanca. Tras una larga formación consiguió la cátedra en la Universidad
donde conoció a Fray Luis de León. De la admiración de Fray Luis por este
músico queda constancia en la Oda a Salinas. En 1571, junto con el
rector Diego de Castilla y Fray Luis formó parte del jurado de la justa
literaria por la victoria de Lepanto y el nacimiento del príncipe Fernando.
Publicó De Música libri septem en la que discute y analiza distintos
temperamentos musicales.
8.1.3 LA FACULTAD EN
MEDICINA
Desde la carta constitucional
que otorga Alfonso X a la Universidad de Salamanca queda patente la poca
importancia que en un principio se le conceden a estos estudios. Otorga
solamente dos maestros con un salario de 200 maravedíes. La poca importancia
que se le concede a esta facultad la podemos comprobar también en el escaso
interés de los alumnos por escoger estos estudios. En el último cuarto de s.
XVI se matriculaban en Medicina, una media de 180 alumnos al año, frente a los
2700 que se matriculaban en la facultad de Cánones 883, en Teología, 800 en la
de Artes o 600 en la de Leyes.
En la Facultad de
Medicina se explicaban, fundamentalmente, el canon de Avicena, los aforismos de
Hipócrates, las obras de Galeno y la obra de Guido en cirugía. En la cátedra de
prima se explicaba el Liber canonis de Avicena (médico y filósofo
árabe de los s. X y XI) en el que está sintetizado el conocimiento médico y
farmacéutico de su época y anterior a su época. El Liber canonis está a
su vez subdividido en cinco libros que tratan respectivamente de la medicina
teórica, los medicamentos simples, la patología especial, las enfermedades
epidémicas y de cirugía.
En la cátedra de vísperas
se estudiaba los Aphorismos de Hipócrates y el Ars medica de Galeno.
En la cátedra de prima llamada la cátedra de pronósticos, se leían los Pronósticos
y De ratione victus de Hipócrates, De differentiiss febrium y De
crisibus de Galeno, dejando para el sustituto el Arte curativa ad
gluconem de Galeno.
En la cátedra de Método
se leían el Methodo de Galeno y los Liber medicinalis Almansoris de
Rhazes (médico persa de los s. IX y X). En
la Catedral de Simples se leían los libros de Simplicium medicamentorum
facultate, De locis affectis y De morbo et symtomate de Galeno. Y además
el libro De epidemias de Hipócrates.
En la cátedra de Anatomía
se leían los libros De uso partium de Galeno. Aparte de estas lecturas,
los estatutos de Zúñiga obligaban a hacer en la hora de la cátedra, doce
disecciones particulares (tres de ojos, tres de corazones, tres de riñones y tres
de laringes permitiéndose hacer bueyes o carneros) y seis disecciones
universales: la primera mostrando el abdomen tórax y la cabeza, viendo el
cerebro y nervios que salen; la segunda de abdomen, tórax, cabeza y genitales;
la tercera, de venas y arterias; la cuarta de músculos de la cabeza, pecho,
brazos y piernas; la quinta es una demostración de todos los huesos,
permitiéndose hacer con el esqueleto de las Escuelas; y la sexta, disección de
un perro vivo para que puedan los estudiantes ver el movimiento del corazón. el
uso de los nervios y las partes del pecho y del abdomen.
En la cátedra de Cirugía,
que se crea en 1566, se explicaba la obra del cirujano francés Guido de Cauliaco.
Además, se obligaba al catedrático de Cirugía que cada año, durante el mes de
marzo, leyera media hora su cátedra y en la otra media subiera a la librería e
hiciera la estatua (Figura articulada) prácticas de ligamentos y vendajes.
A los lectores
extraordinarios se asignan textos de Avicena, Hipócrates y Galeno; y además los
cánones del médico Cristiano jacobita del s. XI Joanes Mesues, que curiosamente
no se asignan a los catedráticos.
La Facultad de
Medicina por su carácter eminentemente práctico y de interés general requería
de métodos especiales. Se practicaba en ella numerosas anatomías. El
catedrático estaba obligado a procurar la adquisición de cadáveres con el apoyo
de la Universidad para hacer las disecciones y en caso de no poder conseguirlo
debía suplir esta falta ilustrando sus explicaciones con otros medios e
instrumentos. Lo mismo el catedrático de cirugía.
Existió la
conciencia de que la medicina era una disciplina viva y práctica que necesitaba
métodos positivos y eminentemente prácticos así sí hicieron disecciones de
cadáveres que se utilizaron instrumentos para las prácticas anatómicas.
8.1.4 LA FACULTAD EN
CANONES Y LEYES
8.1.4.1 La
cátedra de Derecho canónico
En la Facultad de cánones
se explicaban las colecciones principales que constituyen el Corpus iuris
canonici, que se compone de varias colecciones de leyes recopiladas en
distintos momentos. La primera colección la constituye el Decreto hecho por
Graciano (profesor de Derecho canónico en Bolonia en el s. XII). Lo que hace es
recopilar y coordinar textos canónicos anteriores, tales como obras precedentes,
decretales de papas, cánones de concilios y textos de las sagradas escrituras.
En 1234 el papá
Gregorio IX promulga las Decretales, en donde recoge toda la legislación
eclesiástica posterior al derecho de Graciano, desde 1154 hasta 1234. La
legislación eclesiástica posterior fue mandada a recopilar por el papa
Bonifacio VIII, denominándose libro Sexto, porque iba tras los cinco
libros de Gregorio IX.
En el s. XIV el papa
Clemente V manda reunir las decretales posteriores a 1298 en el tratado
denominado Clementinas y todas estas colecciones fueron reunidas por orden de
Gregorio XIII en 1580 con el nombre de Corpus Iuris Canonici.
En la Facultad de
cánones había seis cátedras de propiedad: dos de prima, dos de vísperas
decreto y sexto; y otras cuatro cátedras menores o cursatorias (la cátedra de tercia,
la de sexta, la de nona y la de vísperas, esta última Zúñiga la sustituye por
la cátedra de Clementinas) y finalmente estaban los pretendientes de cátedra. En
las cátedras de Derecho, Sexto y Clementinas se explicaban los textos a los que
hacía alusión el nombre, y en las de prima, vísperas y las otras tres cátedras
menores se explicaban decretales. Los pretendientes explicaban diversas
materias del Corpus.
8.1.4.2 La cátedra
de Derecho civil
En la Facultad de Leyes
se estudiaba el Corpus Iuris Civilis, que es una recopilación del
derecho romano mandada a realizar por el emperador Justiniano el Grande en el s.
VI. Este Corpus estaba formado por el Código, el Digesto, las Instituciones y
las Novelas.
El Código estaba
compuesto por doce libros, subdivididos a su vez en 765 títulos que contienen
más de 4000 constituciones o leyes. El primer libro se refiere al derecho
eclesiástico, a las fuentes del derecho y a los oficios y obligaciones de los
diversos funcionarios. Del segundo al octavo libro tratan del derecho privado. El
noveno estudia el derecho y proceso penal. Del décimo al duodécimo tratan del derecho
administrativo y financiero. Posteriormente, estos tres últimos libros fueron
considerados como obra aparte, con el nombre de Tres libri, quedando con
el nombre de Código solo los nueve primeros. Los Tres libri se imprimían
al final del Corpus Iuris, formando la quinta parte de este, dándose el
nombre, junto con las Instituciones y las Novelas, de Volumen parvum.
El Digesto constaba
de cincuenta libros distribuidos en siete partes. Es una compilación de la
jurisprudencia contenida en las obras de los principales jurisconsultos romanos.
Las Instituciones era una obra destinada a la enseñanza inicial del derecho. Estaba
dividida en cuatro libros: el primero se ocupaba de las personas; el segundo de
las cosas propiedad, derechos reales y testamento; el tercero de la sucesión
intestada y de las obligaciones; y el cuarto de las obligaciones nacidas de
delito, el proceso privado y los juicios públicos. Las Novelas se refieren al
derecho público al eclesiástico y a los problemas sociales.
En la Facultad de Leyes
existían cuatro cátedras de oportunidad (dos de prima y dos de vísperas)
y seis cátedras menores o pulsatoria (una de Digesto viejo, dos de Código,
una de Volumen y dos de Instituta).
En las cátedras de
Prima se explicaba el Infortiatum y Código en la de vísperas el Digestum
novum y Código y en las demás cátedras se explicaban los textos respectivos a
los que hacía ilusión el nombre.
Las autoridades de
referencia eran el Derecho civil romano justiniano (Corpus iuris civilis)
o el Derecho pontificio medieval (Corpus iuris canonici). A lo largo del
tiempo predominan los estudios jurídicos. El desarrollo jurídico contribuye a
la conformación de las estructuras de gobierno de la Iglesia. Los canonistas
salmantinos llegan hasta la Curia romana. Los teólogos juristas participan en
Concilios. La universidad de Salamanca con protección papal se configura como
una Universidad que asume el sistema romanista y canónico. Poco a poco, sobre
todo bajo la influencia de la Escuela de Salamanca se aprecian las nuevas
improntas humanistas.
La Escuela de
Salamanca aportó toda una generación de juristas que hicieron una reflexión
práctica sobre ciertos problemas de proyección europea y americana. Reflexionaron
a cerca de la naturaleza del poder y de la justicia. El desarrollo e
implementación del Derecho de gentes, Derecho Internacional para
dirimir los conflictos internacionales y guerra justa. Estudió sobre las
cuestiones económicas internacionales, deuda exterior y tensiones derivadas de
la colonización y transculturación americana.
8.1.5 LA FACULTAD DE
TEOLOGIA
Si la Filosofía era considerada como "la reina de las artes liberales", la Teología era considerada "la reina de las cátedras mayores". La Facultad de Teología Salamanca tuvo una enorme repercusión. El cénit de esplendor se dio en la etapa dorada con los teólogos de la Escuela de Salamanca, Fray Francisco Vitoria, Domingo de Soto, Melchor Cano etc. Los teólogos de Salamanca intervinieron en los debates del concilio de Trento.
Resalta la formación
humanista de los teólogos. Fueron hombres de gran capacidad polifacética que
supieron integrar toda clase de saberes interdisciplinares. Supieron integrar
la formación escolástica del pasado abriéndose a las nuevas corrientes para
hacer frente a los teólogos de la reforma protestante promoviendo una corriente
de reforma al interno de la Iglesia a la par de una rica espiritualidad
arropada de un fuerte misticismo. Por sus aulas pasaron grandes pensadores y se
formaron grandes santos, San San Juan de la Cruz, San Juan de Sahagún, Santo
Tomás de Villanueva, San Pedro de Alcántara, san Juan de Ávila, San Juan de
Ribera, Santo Toribio de Mogrovejo, san Simón de Rojas, San Miguel de los
Santos, Juan de Palafox y Mendoza, Juan González Arintero, Beato José Polo
Benito.
En la
Facultad de Teología se estudiaban la Biblia, las sentencias de Pedro Lombardo,
la Suma teológica de Santo Tomás, a Durando y a Escoto. El catedrático de
Biblia debía de leer alternativamente un año el viejo testamento y otro año el
nuevo.
En las
cátedras de prima y vísperas se utilizaba la Suma de las Sentencias de
Pedro Lombardo. Este libro se basaba fundamentalmente en San Agustín y
pretendía ser una recopilación teológica para uso escolar.
Al libro
de las Sentencias de Lombardo le sustituyó en el s. XVI el maestro Francisco
Vitoria la Suma teológica de Santo Tomás de Aquino, con la que se pretende
construir una teología científica partiendo de la lógica aristotélica. Como
estaba establecido en las constituciones del papa Martín V se tenía que leer el
libro de las Sentencias. Lo que se hizo fue seguir lo legislado y posteriormente en los estatutos de 1561 y 1594
se propuso leer al principio el texto de Pedro lombardo y explicarlo y
comentarnos siguiendo el libro de Santo Tomás.
La Suma
De Santo Tomás estaba dividida en tres partes de las cuales la segunda estaba
subdividida en otras dos: la prima secundae y la secunda secundae. La
primera parte estudia a Dios en sí mismo, causa primera eficiente y creadora de
todas las cosas, uno en esencia y trino en personas. La segunda examina las
virtudes y los vicios como medios adecuados los primeros y obstáculos los
segundos para que los hombres accedan a Dios. Y la tercera parte trata de
Cristo como camino hacia Dios. Había también otras cátedras menores que eran la
de Santo Tomás, Durando y Escoto.
En la de
Santo Tomás se seguía estudiando al citado autor. En las cátedras de Durango (monje
dominico de los s. XIII y XIV y Escoto (fraile franciscano de los s. XIII y XIV
se explicaba el libro de las Sentencias por el orden de Durando o de Escoto
respectivamente.
Los
teólogos humanistas del siglo de oro buscaron una conciliación entre la razón y
la fe. La fe no contradice la naturaleza sino que la perfecciona. Existe pues
una mutua relación entre fe y razón, en el sentido de que la razón ayuda a una
mejor ilustración de las verdades reveladas y la fe contribuye a un mejor
esclarecimiento y una más perfeccionada visión de las cosas. La Filosofía
camina como ancilla junto a la Teología. La función de la Filosofía es
la de contribuir a explanar y defender las verdades reveladas. La distinción
del plano natural y sobrenatural y sus relaciones mutuas es medular del nuevo
humanismo. El hombre, además del fin sobrenatural tiene un fin proporcionado a
su naturaleza creada. Se enfoca así el sentido fundamental del concepto de humanitas
como esencia del hombre y del libre arbitrio como facultad natural ordenada al
obrar recto. Surge así una visión renacentista del derecho y de sus funciones
para garantizar la defensa de la verdad y de la dignidad humana.
Desde el
plano teológico la Escuela de Salamanca irrumpe como una integración del
orden natural y el orden sobrenatural, abriéndose a una visión integral del
hombre y de las cosas. Los teólogos de la Escuela de Salamanca
encabezados por Fray Francisco Vitoria no se limitaron a repetir las
conclusiones de la civilización cristiana del pasado, no fueron meros
repetidores de las doctrinas recibidas, sino que se abrieron a una renovación
del saber Escolástico en su forma y contenido buscando caminos para su revitalización
en una búsqueda incesante de la verdad y la defensa de la dignidad humana
frente a los nuevos retos y desafíos. Se abrieron a las innovaciones que
planteaba el nuevo paradigma y aportaron una reelaboración propia y nuevas
doctrinas de aplicación universal. Desde la cátedra de Prima de Teología y el
claustro de las aulas salmantinas participaron en la labor docente del Alma
mater y en todos los asuntos del claustro universitario.
La facultad de Teología comienza su magisterio entre 1381-1386, y se robustece
posteriormente. Los teólogos podían cursar los estudios de teología tanto en el
Estudio General de la Universidad como como en los estudios conventuales de
dominicos, franciscanos, agustinos y posteriormente jesuitas. Había posibilidad
de convalidaciones. Las cátedras ordinarias las regentaban doctores y
licenciados mientras las cursatorias eran encomendadas a los bachilleres.
La
Biblioteca de la Universidad
Ayuda
enormemente la Biblioteca que se abrió en el Estudio. Era una primera biblioteca o librería
que contaba con más de doscientos volúmenes y que debía abrirse a los
estudiosos unas cuatro horas al día. Esta primera librería se encargó a Yusuf o
Yuzá y Abrayme o Ibrahim.
La Universidad de Salamanca se convirtió así en la primera de Europa en contar con una biblioteca pública. La
biblioteca en las Escuelas Mayores hubo de encontrar un lugar privilegiado en
la enseñanza universitaria. Primero se utilizó una sala que hubo de cambiar su
ubicación por problemas estructurales que llevaron a su ruina. Juan de Álava
diseño un nuevo espacio y un siglo después Andrés García de Quiñones diseño la
última biblioteca de planta rectangular en la planta superior del patio. Los
fondos bibliográficos se organizaron en estanterías de doble piso. Entre sus
importantes incunables se encuentran el Lazarillo de Tormes, la Gramática de Nebrija, el Libro del Buen
Amor o el Liber Canticorum. También cuenta con una buena colección de globos
terráqueos. Fue célebre el bibliotecario universitario Federico de Onis. También
fue muy positivo el desarrollo de la imprenta.
En 1465
se abrió la primera librería del Estudio Salmantino. En 1473 se aprobó la
construcción de una nueva sala que se ubicaría encima de la capilla con una
planta rectangular. Los maestros de obras fueron los musulmanes Alí Yusuf e
Ibrahim. Esto demuestra la mentalidad abierta de la institución de la
Universidad de Salamanca. Sobre la bóveda se pintó en 1475 el denominado “cielo
de Salamanca”, un gran fresco de 400 m. En el cielo figuran los dioses
planetarios Sol y Mercurio sentados en carros triunfales, cinco signos
zodiacales: Virgo, Libra, Escorpio y Sagitario, las constelaciones del
hemisferio norte y sur. El cielo es movido por cuatro vientos: Céfiro, Austro,
Euro y Boreas. Todo esto da razón de los estudios de Astrología. Se quiso
conmemorar la fundación de la Biblioteca con la presencia de los Reyes
Católicos. (Al hundirse parte de la bóveda, el cielo de Salamanca fue
trasladado a una de las aulas de las Escuelas Menores).
8.2 LA NIGROMANCIA
EL ESOTERISMO Y LA MASONERIA DE ESPALDAS A LA UNIVERSIDAD
El esoterismo del
griego esoteros que significa de dentro es un término genérico asociado
a las ciencias ocultas, conjunto de conocimientos de una corriente de
pensamiento que utiliza secretos, símbolos incomprensibles misteriosos que se
transmiten únicamente a una minoría selecta y secreta de iniciados.
Detrás del complejo
catedralicio debajo de las ruinas de la iglesia románica de San Cebrián
(Etimológicamente Cebrián en griego ciporianus significaba nacimiento
como Hércules, Heracles, el héroe divino de la mitología griega. Según la
mitología pagana se dice que Salamanca fue fundada por Hércules. San Cebrián
pertenecía a una familia pagana, estirpe de magos y sacerdotes paganos). En lo
que fuera su cripta se conserva la llamada Cueva de Salamanca. Fue el lugar
donde según la tradición durante la Edad Media se ubicó una escuela de
nigromancia. Según la tradición el profesor era el propio demonio.
En la Cueva impartía sus clases de artes oscuras. El inicio se dio en torno a siete iniciados que debían cursar durante siete años. El estudiante más aplicado quedaba al servicio del diablo. Según la tradición fue el Enrique de Villena (Marqués de Villena) el hombre sin sombra, no pudiendo abandonar la Cueva, aprovechando una salida del diablo, el joven se escondió en una tinaja y cuando volvió empezó a buscar al joven dejando la puerta entreabierta. Enrique aprovechó para salir y el diablo lo descubrió llegando tan solo a atrapar su sombra (de ahí el apodo). Enrique Villena como estudiante en este antro diabólico de nigromancia y artes adivinatorias valiéndose de los oscuros saberes aprendidos se hizo famoso como astrólogo y brujo. La fama de la Cueva quedó registrada por el propio Miguel de Cervantes, Calderón de la Barca y Torres Villaroel.
Salamanca
Universidad y cuna del saber y del renacimiento creció no ajena a las ciencias
ocultas. El esoterismo fue duramente perseguido por el Tribunal de la
Inquisición (La reina Isabel dispuso cerrar el culto de la Iglesia de San
Ciprián y tapiar la Cueva por la vinculación de este lugar al averno y el
diablo). El esoterismo fue practicado en las riberas del Tormes. Aún existe un
altar esotérico debajo de la Peña Celestina donde se ve tatuado en la pared de
bloques el número 33 (A este número esotérico y místico le asocian un gran
poder. El número 33 era un número maestro que habla del equilibrio de las
cualidades morales y espirituales. Representa la edad de la Maestría en la
iniciación de Jesús y simboliza el grado alto de consciencia espiritual por parte
del ser humano.
La masonería busca
el orden mundial desde las sombras. Se trata de una orden de tradición
iniciática a la que se accede a través de un rito de iniciación. El
objetivo de sus miembros es alcanzar la perfección o sabiduría. Las logias masónicas
tenían una rigurosa jerarquía.
El origen de las
logias masónicas se remonta a los gremios canteros medievales. La masonería en
Salamanca fue introducida en el S. XVIII por los franceses que acompañaron a
Napoleón. El estatista era enemigo de la ignorancia el error la intolerancia el
fanatismo y la superstición. El masón se presentaba como portavoz de la razón
la ilustración y el progreso en artes y ciencias la tolerancia y la igualdad
civil.
Entre 1870 y 1871 se
instaló en Salamanca la “Logia de la igualdad”. Estaba bajo la disciplina del
Gran Oriente Ibero. Existieron otras, sometidas a diversas obediencias a nivel
nacional, como “Los Comuneros”, “Serapis” o “Hijos de la Humanidad,” que en
1888 tenía 62 miembros, cinco de ellos mujeres. Tenía adoptado el rito escocés
antiguo y aceptado y trabajaba con los tres grados simbólicos.
Los masones
salmantinos se llamaban entre sí “Caballeros Rosa Cruz” y en su mayor parte
eran gobernantes, militares o docentes. Su órgano de comunicación hacia el
exterior era la revista Acacia, que destacó sobre todo por el anticlericalismo.
En Salamanca durante
la Segunda República hubo una logia masónica (logia Helmántica) de gran
importancia (Manuel Azaña, Isidro López, Atilano Coco). Fue perseguida en tiempos
de Franco durante la Guerra Civil. Existe en la actualidad en Salamanca el
Centro Documental de Memoria Histórica de la Masonería.
9. EL GREMIO DE PROFESORES,
CATEDRÁTICOS, DOCENTES Y ENSEÑANTES
Para entender el contexto universitario en el siglo de Oro es necesario realizar un largo viaje que finaliza en la Salamanca renacentista. La Universidad de Salamanca albergó un gran número de profesores y estudiantes. Salamanca llegó a considerarse una helmántica república de sabios en el contexto socioeconómico del momento que marcaría la historia del segundo milenio.
El
gobierno del Estudio General respondía al modelo de Bolonia. Un rector
ejecutivo que desempeñaba un estudiante significativo elegido colegialmente. A
este le asistía un Consejo de otros ocho escolares territorialmente
representativos y de elección anual. Los profesores participaban en los
claustros de diputados y plenos. El claustro de diputados era una especie de
Junta de Gobierno que trataba de mantener un equilibrio de poderes. Diez de sus
miembros eran catedráticos y otros diez pertenecían al profesorado auxiliar y a
los graduados o simples estudiantes. El claustro pleno era la asamblea más
importante de la corporación, con la participación del rector, diputados,
consiliarios estudiantes, catedráticos y graduados.
Existía además la figura del maestrescuela representante del poder pontificio y del primicerio o presidente del claustro de catedráticos.
9.1 EL CONSEJO Y EL CLAUSTRO. EL
GREMIO DOCENTE UNIVERSITARIO
Al
buscar esclarecer la figura de los docentes universitarios en la Salamanca de
la Edad Moderna se puede comenzar conociendo lo que pensaban otras personas
acerca de la figura del docente. En este sentido, es interesante la visión que
dieron algunos viajeros extranjeros de la época sobre la estima social del
profesorado, su prestigio y su capacidad de atraer estudiantes. Dos ejemplos. A
finales del siglo XV, el humanista alemán Jerónimo Münzer daba cuenta de su asombro
por la afluencia de estudiantes al Estudio Salmantino, de tal modo que “las
excelencias de los maestros que leen las diversas disciplinas son, sin duda
alguna, las causas de que afluya a aquellas cátedras tan extraordinario número
de escolares”. Más de un siglo después, la misma opinión permanecía en la
visión de otro extranjero, Baltasar de Monconys, un médico francés que estudió
en Salamanca allá por 1628 y que sostenía que, además de los “famosos y doctos
profesores […] lo que la hace a Salamanca florecer y llevar su nombre por
todo el mundo es su grande y renombrada Universidad, en la que siempre hay
cuatro o cinco mil estudiantes de diferentes naciones”. Un profesor también
podía conocerse por su trabajo.
En 1488,
otro humanista, Pedro Mártir de Anglería, fue invitado por el maestrescuela
Gutiérrez de Toledo a enseñar en la Universidad de Salamanca. Como él mismo nos
relataba, “en el momento de subir a la cátedra […] les pregunto qué desean les
explique. […] Desde antes de las dos –que, como dije, era la hora señalada– en
que subí a la cátedra, hasta las tres, se me estuvo oyendo con oídos atentos”.
El citado Monconys también incidía en la importancia de la profesión docente,
en tanto que “la Universidad de Salamanca, por su organización, por el número
de profesores y por los privilegios de los alumnos es la primera del mundo”.
Los testimonios citados, entre otros muchos, dan una primera idea sobre la
importancia del vínculo profesor-universidad y su labor docente. No en vano,
estas relaciones delimitaban de forma genérica al profesorado de la Universidad
del Tormes con respecto a la sociedad de su tiempo, tal y como aparecen en
otras fuentes históricas. Así, la adscripción al “gremio de la Universidad”
aparece frecuentemente en la documentación cotidiana del profesor, un término
este último que, por cierto, apenas era utilizado en favor del de
“catedrático”.
Sea como fuere, el hecho de que los enseñantes aparezcan acogidos bajo el concepto de "gremio" facilita las cosas al delimitar un ámbito propio, el cual podía identificarse por su pertenencia a la institución universitaria salmantina por encima de todo. Sin embargo, se debe señalar que esta situación gremial académica no era exclusiva de los profesores, ya que frecuentemente aludía al nexo entre los estudiantes con la Universidad de Salamanca. No obstante, ¿Qué eran los profesores universitarios sino estudiantes que han continuado con su carrera académica? Por muy vaga que sea esta definición, lo cierto es que la idea de la Universidad como gremio se liga íntimamente con la concepción corporativa que, desde sus orígenes, configuró la estructura y el desarrollo del Estudio.
Las universidades medievales se vertebraban según el peso que cada
agente (profesores o estudiantes) tenía en su estructura, de tal modo que, en
el caso salmantino, el cierto equilibrio entre docentes y discentes dio como
resultado una universitas scholarum et magistrorum. Además, el propio término
universitas indica, ya en el siglo XV, la existencia de estudiantes, personal docente
y no docente además de otros elementos (edificios, instituciones, legislación…) dentro de un
sistema corporativo-gremial.
Así pues, no sólo la mera vinculación al gremio universitario, sino la propia noción de pertenencia al mismo –como así manifestaban los docentes salmantinos– puede ser considerados elementos suficientes como para hablar del profesorado de la Universidad de Salamanca como grupo homogéneo y diferenciado de otros miembros de la sociedad moderna.
El principal nexo era su condición de docentes dentro del Estudio más potente de la Monarquía Católica, un rasgo que le otorgaba una coherencia al colectivo y cuyas implicaciones iban más allá del ejercicio profesional (por ejemplo, un ámbito jurídico propio). Lógicamente esto no quiere decir que todos los profesores fueran iguales; de hecho, ocurría justamente lo contrario. Los contrastes entre las diferentes categorías de cátedras, salarios y áreas de conocimiento, amén de otras diferencias a nivel social o económico tenían como consecuencia la existencia de una jerarquía bien delimitada. Sin embargo, los profesores, como sabios, conformaban una república que, en el caso de Salamanca, implicaba una distinción social per se.
Los
términos con los que los docentes son mencionados en las fuentes (catedrático,
maestro, profesor, doctor…) se remontan a unos orígenes más antiguos que el de
las propias universidades. Entre ellos, el de catedrático era el más frecuente.
Desde la Antigüedad, cathedra designaba a la silla desde donde un docente
enseñaba, así como la propia función del enseñante. Isidoro de Sevilla lo
definía como cathedrae doctorum o la silla “empleada por los hombres
doctos”.
Ya en la
época medieval adquirió el sentido que después precisaría Antonio de Nebrija,
en tanto que catedrático es “el que lee” desde “la cátedra o silla”, a lo que
añadía Covarrubias “el que tiene estipendio público en la universidad o
estudio, con obligación de leer cátedra de prima o de vísperas, de propiedad o
de tiempo señalado”. Sin embargo, no es extraño encontrar el término de
catedrático intercambiado con el de licenciado, maestro o doctor, que expresan
un grado académico con función docente. Así lo explicaba Covarrubias a
comienzos del siglo XVII, en tanto que en las universidades van dando los
títulos por grados. El primero es de Bachiller, el segundo de Licenciado y el
tercero de Doctor. Dan este título último a los eminentes en las facultades de
la sagrada Teología, Cánones, Leyes y Medicina. El vulgo llama tan solamente
doctores a los médicos por serles más familiares y comúnmente necesarios.
Paradójicamente,
el término que actualmente se emplea con mayor asiduidad, el de profesor,
parece ser menos frecuente en la época, si bien se equipara al de catedrático. El término profesor aludía a aquel que enseñaba “alguna
arte”, haciéndolo sinónimo de magister o doctor, mientras que Terreros y Pando
recogía también esta identificación con docentes universitarios exclusivamente,
definiéndolo como “doctor o maestro o catedrático que enseña públicamente las
artes y ciencias en una Universidad en las cátedras fundadas para este efecto”.
En
resumen, para el caso del cuerpo docente de las Universidades Hispánicas, y
concretamente el de Salamanca, el término más común era el de catedrático, y,
dado el caso, doctor y maestro. Catedrático, como individuo que enseñaba desde
la cátedra, era el concepto más extendido para referirse a los profesores. No
suponía, como ahora, el nivel mayor en la escala académica, sino que se usaba
genéricamente para todo el que enseñaba en la universidad, incluidos los
bachilleres. Por su parte, el uso de magister como título honorífico data del
siglo XIII, siendo anterior al de doctor, cuya carga simbólica se extenderá en
la Edad Moderna. Ambos términos, equivalentes, indicaban dos características de
gran parte de los profesores: capacidad para enseñar y posesión del grado más
elevado.
9.2 LOS
CATEDRATICOS, DOCTORES Y MAESTROS
Los catedráticos eran figuras muy destacadas, clave de todo el entramado universitario. Etimológicamente Catedrático viene del latín cathedra que significa, silla, sede, púlpito desde el que los profesores explicaban las enseñanzas a sus discípulos. La persona que ocupaba la catedra era el catedrático. Los catedráticos prestaban juramento el día primero de mayo de cada año donde leían las lecciones que le eran asignadas por el rector.
Los catedráticos obtenían su cátedra bajo oposición. Una vez obtenida la cátedra, esta era vitalicia. Debían de atender a sus obligaciones. Hacían juramento el primero de mayo de que leerían sus lecciones que le eran asignadas por el rector. La ausencia de sus lecciones sin causa justificada le privaría de la cátedra.
Había lectores
extraordinarios o pretendientes de cátedra igualmente los bachilleres pasantes
o aspirantes a la licenciatura operaban en la enseñanza durante los cursos
exigidos y además les obligaba un acto solemne de repetición antes de recibir
el grado de licenciado.
Tratándose sobre
todo de las cátedras de Gramática y de las Artes el método era predominantemente
práctico. Los alumnos se ejercitaban bajo la dirección del catedrático
regente en ejercicios de distintas modalidades como las repeticiones las
reparaciones platica los actos de conclusiones la asistencia al poste. Esta
modalidad de la plática fue fruto de la introducción de las cátedras de
Nominales. Era un ejercicio diferente de la explicación del profesor y de
los repasos y de los demás que se practicaban en Salamanca el ejercicio en sí
llevaba consigo discusión y confrontación de pareceres.
9. 3 EL GREMIO DE ESTUDIANTES
Los estudiantes tenían parte muy activa en el gobierno universitario tanto el rector como los consiliarios y diputados eran estudiantes y así el claustro encargado de la orientación docente. Los ocho consiliarios eran representantes a su vez de los alumnos de las distintas diócesis españolas.
El claustro de diputados era una especie de Junta de Gobierno que trataba de mantener un equilibrio de poderes, era la asamblea más importante del gremio docente. Diez de sus miembros eran catedráticos y otros diez pertenecían al profesorado auxiliar y a los graduados o simples estudiantes.
El
claustro de diputados donde se resolvían los problemas ordinarios especialmente
los relacionados con la economía. A través de estas funciones y organismos
entraban a participar en el claustro pleno. El Supremo Consejo resolutivo dónde
se fallaban los problemas más graves e importantes de la Universidad y el poder
legislativo en caso de reforma de los estatutos.
Los estudiantes
mediante su voto eran los que decidían por mayoría cuál era el opositor más
idóneo digno de la cátedra la piedra fundamental del edificio universitario
símbolo y realidad de la transmisión del saber. Por los desórdenes que solían
promover en estas ocasiones les fue retirado por la corona el derecho a votar a
mediados del siglo XVII reservándose la provisión de cátedras al Consejo.
El estudiante vivía
respiraba un clima democrático y según el contexto de la época y se formaba en
el sentido de responsabilidad y participación hoy por medio de esta
colaboración en el gobierno así pudo gozar del trascendental voto decisivo en
la provisión de cátedras. Este clima democrático se reflejaba en la convivencia
entre los diversos grupos o gremios estudiantiles de distintas regiones y de
los más diversos niveles sociales.
A través del alma máter salmantina se procuraba educar y guiar a los estudiantes en la búsqueda de la verdad motivando su activa participación. Era un método de enseñanza múltiple y variado lleno de posibilidades donde se armonizaban y conjugaban el oír las materias en las cátedras con los actos de piedad y demás prácticas religiosas.
La Universidad cultivó la piedad de sus alumnos que tenían que asistir a determinadas fiestas y prácticas religiosas en la capilla universitaria. Estaba prohibido a los estudiantes bajo severísimas penas tener concubina tratar con mujeres sospechosas promover escándalos en la elección de las autoridades académicas sobornar en la provisión de cátedras poner libelos y pasquines difamatorios obrar en contra de la Universidad salir enmascarados pedir limosna por las calles comprar fiado sin licencia paterna y el uso de las armas por lo general solo se les permitía una espada y más adelante un puñal o daga podían tener un instrumento musical puntualizando elocuentemente que la música era estudio y arte.
Se regulaba también la indumentaria que requería cierta austeridad honestidad en el vestir pues convenía que se conformará el hábito y el traje de los estudiantes con la profesión que tenían con el fin de ella estaba prohibido todo lo que tuviera sabor a lujo como la seda las pieles preciosas el oro y la plata y todos los colores vivos.
La Universidad también cuidó con desvelo sus instituciones auxiliares de tipo asistencial como los pupilajes y el Hospital del Estudio para que los estudiantes más desfavorecidos fueran cuidados y atendidos debidamente.
9.2 EL ORGANO DE
GOBIERNO. UN GREMIO DEMOCRATICO
Las autoridades académicas y órganos de gobierno venían formados por el rector, que era un estudiante generalmente noble y era elegido anualmente. El maestrescuela era cargo vitalicio y muy poderoso como representante del pontífice. El órgano directivo estaba compuesto por el primicerio, presidente del claustro de catedráticos, un claustro de diputados y un claustro general.
El cargo de maestrescuela ya aparece al ser elegido obispo
don Berengario. Era el encargado de la enseñanza y llegó a presidir a todos los
maestros. Hay que esperar hasta Alfonso X el Sabio en 1254 para que se efectúe
la primera organización del Estudio y hasta el 1411 para que la universidad
tenga las primeras Constituciones aprobadas por el papa Benedicto XIII. Esta
fue inspirada en el modelo boloñés. Esto deja ver la intervención bipolar tanto
de la monarquía como del papado. Poco a poco irá retrocediendo la intervención
del papado y se reafirma la autoridad monárquica. El modelo teocrático pasa a
un modelo monárquico y más posteriormente democrático.
9.3 EL RECTOR
El rector era el cabeza de la Universidad. Al inicio lo ejercía un estudiante en un
periodo de tiempo limitado a un año. Su gobierno no era absoluto sino
democrático y supeditado y asesorado por sus organismos consejeros: el claustro
pleno, el claustro de consiliarios y el claustro de diputados. La constitución
mandaba que el rector fuera un año de Castilla y otro de León y que no fuera
vecino de Salamanca. El escrutinio para la elección del rector debía comenzar
seis días antes del día de San Martín. Una vez elegido debía de prestar
juramento de fidelidad y obediencia al Papa.
9.4 EL MAESTRESCUELA
El Maetrescuela ocupaba después del rector el segundo lugar. Era puesto por los estudiantes y elegido por los diputados. Era constituido en padre y maestro de los mismos y ejercía el papel de jurisdicción. Es el juez ordinario del estudio, el que ejecuta y hace cumplir las constituciones. Llamado también Canciller es el representante simbólico del poder pontificio de la Universidad y dependía directamente de la Santa Sede. Es por eso que una vez elegido debía de ser confirmado por el obispo de la Sede.
El Maestrescuela era
una el representante del poder pontificio, cargo vitalicio, juez del Estudio en
lo civil y criminal y en quien recae la potestad de la colación de grados. El
maestrescuela catedral mantenía el simbolismo de la autoridad papal, ejerciendo
jurisdicción mediante tribunal propio sobre todo el gremio universitario.
El Maestrescuela o
canciller era el juez de la corporación encargado de oír examinar y decidir
todas las causas civiles y criminales de los miembros universitarios era el que
estaba especialmente encargado del control y vigilancia de la vida estudiantil
según la legislación y universitaria estaba puesto como padre y maestro de los
estudiantes para enderezarlos en la práctica de la virtud y el recogimiento. La
disciplina de la Universidad velaba por la severidad y por el orden y buenas
costumbres junto con el estudio de los escolares.
Los escolares deben observar en clase compostura y respeto los catedráticos. No se podía consentir que el estudiante estuviera estuviera con las espaldas vueltas al lector o
catedrático. Debían reprender también al que hablara o no llegara con
atención. Se les obligaba también a entrar junto con los maestros a clase y a no
salir antes de terminar la lección.
Para asegurar la asistencia de los alumnos a las lecciones se ordenó que el juez de
estudio fuera dos veces por semana a la Universidad mañana y tarde les obligará
a entrar a los generales y reprendiera a los inquietos y alborotadores para que
los lectores leyeran y los estudiantes oyeran con la quietud que es necesaria y
no hubiera en las escuelas y generales de ella ruido ni alboroto alguno. En
la clase los catedráticos tenían que procurar que los estudiantes oyeran en
silencio de manera que pudiera aprovecharles la lección expulsando
del general a los revoltosos.
Se controló la
asistencia a clase por medio de las pruebas de curso y la suficiencia en las
disciplinas con los exámenes y demás ejercicios académicos siguiendo al menos
en lo fundamental las pautas para ascender a los distintos grados de bachiller
licenciado doctor o maestro en el cuadro tradicional.
9.5 OTRAS FIGURAS RELEVANTES
Los consiliarios eran estudiantes mayores de 25 años elegidos entre los clérigos, no casados y de diferentes diócesis. No podían ser vecinos de Salamanca, ni tampoco catedráticos asalariados. Eran elegidos al igual que el rector el día de San Martín, aunque seis días antes comenzaba el escrutinio. En riguroso secreto. El rector, con los consiliarios, formaban el claustro de consiliarios que tenía como cometido las atribuciones docentes y de provisión de cátedras.
Los diputados eran veinte e los cuales diez debían ser catedráticos y las otras diez personas de dignidad o nobleza, siempre con un mínimo de 25 años. Estos, aparte de la elección del maestrescuela, se ocupaban de los negocios de la Universidad. Su claustro se denominaba de diputados. Para reunirse tenía que citarles el bedel por orden del rector. Se debían reunir al menos dos veces al mes.
Los
catedráticos obtenían su cátedra bajo oposición. Una vez
obtenida la cátedra, esta era vitalicia. Debían de atender a sus obligaciones.
Hacían juramento el primero de mayo de que leerían sus lecciones que le eran
asignadas por el rector. La ausencia de sus lecciones sin causa justificada le
privaría de la cátedra.
9. 5 LOS COLEGIOS MENORES Y MAYORES
La Universidad englobaba también toda una red de colegios donde residían los estudiantes. Los estudiantes se agrupaban por naciones y por ramas del saber. En un principio eran cuatro grandes grupos: las diócesis galaico-portuguesas, la leonesa, la provincia eclesiástica de Burgos y la de Toledo. Las naciones eran como cofradías territoriales. Para el S. XV estas naciones se habían desdoblado en ocho consiliaturas. Los Colegios se estructuraban con superintendentes (maestros o profesores), decuriones. Cada clase se dividiría en decurias de diez alumnos a cuyo frente se pondría un alumno avanzado (decurión). Este era el encargado de llevar el control de la evolución de su decuria y mantener informado al regente.
Entre
fines del XIV y comienzos del XV se produjo el desarrollo de la fundación de
colegios. El colegio Mayor de Bartolomé inspirado en el Colegio de los
españoles de Bolonia se fundó en 1346. Este colegio quedó vinculado a las
cátedras de Filosofía natural, Matemáticas y Astronomía.
Además
de la Universidad propiamente dicha, no se debe pasar por alto la existencia de
otras instituciones vinculadas como son los colegios seculares (mayores
y menores) y los conventos regulares. Entre los primeros, se destacaban
por encima de todo los colegios mayores de San Bartolomé, Cuenca, Oviedo y
del Arzobispo, fundados entre los siglos XV y XVI. Aunque originalmente
tenían una finalidad asistencial, poco a poco se tornaron en instituciones
elitistas, constituyéndose como verdaderas fábricas de altos burócratas.
Los
colegios surgieron como instituciones junto con la Universidad para la
conformación de una élite académica preparada para el acceso a los grados,
cátedras y oficios de la administración. Muchos fueron los estudiantes que se
formaron y terminaron formando con sus colegios una coalición de intereses con
los altos burócratas del aparato del gobierno lo que ocasionó grandes problemas
de banderías.
Estos
colegios, junto a los conventos, generaron numerosos enfrentamientos y
tensiones con la universidad, constituyendo una minoría muy influyente, pero
con escasa representación en la matrícula universitaria si lo comparamos con
las cifras de estudiantes manteístas u ordinarios (en torno al 90 %).
A la Universidad de Salamanca se agregaron veinte conventos regulares masculinos y
más de veinticinco colegios vinculados, con ciertas tensiones de disgregación.
Este era
el panorama dorado de la institución a la que pertenecía el profesorado
universitario salmantino. La Universidad de Salamanca se erigió como el centro
de educación superior más importante de la Monarquía Católica de las 32
universidades que existían en la península ibérica a finales del reinado de
Felipe III. Las razones son harto conocidas: era la más prestigiosa y mejor
financiada de todas, así como la más concurrida. Las cifras de estudiantes
respaldan este hecho, llegando a superar los 7000 matriculados en la segunda
mitad del siglo XVI, con hitos máximos a mitad de la década de 1580. Al mismo
tiempo, el prestigio de sus estudios jurídicos daba respuesta a un sector
emergente, el de unos letrados ávidos de colocación en las estructuras
administrativas de la Monarquía y la Iglesia.
Entre
los profesores adscritos a un colegio mayor había un triunfo claro de los
colegiales de San Bartolomé sobre el resto, los cuales tenían bastante
equilibrio en el reparto del profesorado. Por efectivos, el citado colegio iba
a la cabeza con 28 profesores y un 35 % de todos los colegiales. Lo seguían el Colegio
de Oviedo, con 19 catedráticos (23,8 %); el de Cuenca, con 17 (21,3 %) y el
del Arzobispo con 16 (20 %). Estas proporciones, en términos absolutos, son las
siguientes: 11,5 % San Bartolomé; 7,8 % Oviedo; 7 % Cuenca
y 6,6 % Arzobispo.
Según
los distintos colegios mayores, el Colegio del Arzobispo contaba con 6
profesores en Leyes y otros tantos en Artes, seguidos de 3 canonistas y uno más
en Gramática15. El Colegio de San Bartolomé, en cambio, poseía la
mayoría de sus efectivos en la facultad de Artes, un total de 18, a los que se
sumaban 8 legistas y 2 canonistas. El Colegio Mayor de Cuenca, del mismo
modo, era de mayoría artista (8 profesores) seguidos de legistas (5),
canonistas (3) y un médico. Por último, el Colegio Mayor de Oviedo
continuaba con la misma pauta que los dos anteriores.
Hay que
señalar la escasez de profesores de colegios menores salmantinos, con
tan sólo 3 efectivos procedentes del Colegio de La Magdalena y un cuarto
del Colegio de Santa Cruz de Cañizares. Una cifra de profesores, quizás,
demasiado parca teniendo en cuenta la considerable cantidad de colegios menores
existentes en la ciudad de Salamanca. Las fuentes son reticentes a mostrar
indicios sobre la pertenencia a este tipo de instituciones, lo cual se sumaba
al hecho de que muchos estudiantes que pretendían una beca en un colegio mayor
estuvieron previamente “esperando” en uno menor.
10. EL ORIGEN DE UNA NUEVA "EPOCA AXIAL"
No sin razón a Salamanca se ha venido a llamar "la Nueva Atenas" de la Hispania Renacentista. En el Renacimiento se dio un volver a las fuentes del mundo cásico. Durante el siglo de Oro de la Grecia Antigua se dio el gran apogeo de una nueva civilización que vino a denominarse como época axial. Esta nueva civilización tuvo su apogeo en el S. V, a. C. su Siglo de Oro.
Sócrates implantó el arte de la dialéctica y fundó la Academia (la República de sabios). Los grandes pensadores se somete a un diálogo riguroso para exponer creencias y sacar la verdad. Entendieron que su misión era traer a sus compañeros atenienses a la verdad y a la comprensión de sí mismos. El conocimiento era inseparable de la virtud. Valor, justicia, piedad y amistad eran no ideas ni ficciones. La verdadera filosofía es aprender a vivir. El deseo de liberación sólo será posible a través de una gran transformación interior. El cultivo del alma fue la tarea humana más importante, más crucial que la consecución del éxito mundano. El alma se daña por malas acciones. Platón y Aristóteles reclamarían la capacidad del hombre para encontrar la verdad y poder razonar bien.
La denominada Edad Axial es un tiempo de intensa creatividad espiritual y filosófica. Sin duda constituirá un momento muy importante para el desarrollo espiritual de la humanidad. La Edad Axial empuja las fronteras de la conciencia humana y descubre una dimensión trascendente en la base del ser humano. Este período fue uno de los períodos más seminales y cambió el rumbo de la historia. Podría ponerse como la base de nuestro mundo moderno.
Este período de renovación
se dio en tiempos de una fuerte crisis espiritual y social. La lección de este
tiempo es que en tiempos de crisis las personas fueron capaces de elaborar una
nueva espiritualidad basada en principios sólidos.
Podíamos
encontrar también nosotros cierto paralelismo con lo que supuso el Renacimiento
después de la crisis del periodo oscuro de la edad Media. El
comienzo del nuevo milenio comporta nuevos retos. Superada la crisis del
comienzo donde proliferaban los movimientos apocalípticos de que con el fin del
milenio venía el fin de los tiempos, de nuevo la humanidad había de levantase con
fuerza de los escombros y el sistema feudal para dar paso a la repoblación de las nuevas ciudades y creación de los nuevos estados.
La gran crisis de época medieval es la catapulta que
lanza la búsqueda de un nuevo renacer con la propuesta de un nuevo humanismo.
Esta época de un nuevo humanismo era, al mismo tiempo, un momento de gran
transformación y retos. La Iglesia sufre la oposición de la Contrarreforma
protestante. La iglesia otra vez siente la necesidad de una gran reforma. La
respuesta es el gran Concilio de Trento. Otro desafío después de descubrir el
nuevo continente de América es precisamente la evangelización del nuevo
continente. La Universidad de Salamanca fue la puerta de entrada del nuevo humanismo para
Europa y la puerta de salida para catapultarlo al Nuevo mundo.
11. EVALUACION
DE LA DOCENCIA EN LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA EN EL SIGLO DE ORO
Como encabezaba el título del trabajo "Del studii salmantini al studia humanitatis" hemos tratado de responder a las preguntas: qué, quién y cómo se enseñó en la Universidad de Salamanca. Salamanca como "cuna del saber" se abrió a una nueva concepción del saber y un nuevo modo de concebir la docencia.
El nuevo humanismo dio origen a un tiempo nuevo, un orden, nuevo, un pensamiento nuevo en sus contenidos en sus métodos y en sus formas. Tres grandes ejes fueron "los lineamenta" de una profunda renovación: del absolutismo teocrático a la conciliación entre lo humano y lo divino; de la especulación y acumulación de datos a la reflexión y deliberación; de la monopolización a la diversificación y democratización del saber.
Primer eje: Del absolutismo y hegemonía teocrática a la conciliación entre lo humano y lo divino. El nuevo humanismo busco la conciliación entre el orden natural y el sobrenatural; la razón y la fe; el conocimiento científico y la espiritualidad; la filosofía y la teología, la doctrina y la práctica. Promulgó una concepción del hombre no cercenando desgajando o truncando la dimensión natural de la sobrenatural sino integrando en el hombre su imago Dei cimentado sobre un sistema de valores centrado en la humanitas. No podemos perder la dimensión trascendente porque entonces la propia naturaleza humana se degrada.
Segundo eje: De la especulación y acumulación de datos a la reflexión y deliberación. El nuevo humanismo trató de llevar el saber más allá de la acumulación de datos y contenidos y repetición de estereotipos normativos a la reflexión. El método de las disputas con cuestiones abiertas, relecciones o discusiones teológicas ayudó a un pensamiento crítico y deliberativo. Frente a la cerrazón a debates se logró una apertura a nuevas corrientes de pensamiento desde una visión también crítica frente al nominalismo o el escotismo.
Tercer eje: De la monopolización a la diversificación y democratización del saber. Frente a los poderes jerárquicos del papado, el clero o la nobleza se busco consolidar un gobierno democrático fomentando la participación y deliberación. De un acceso restringido al saber al que solo accedían a las fuentes los grandes eruditos, el método de los dictados (tomando apuntes los estudiantes sin recursos para comprarse libros podían llevarse las anotaciones de las explicaciones); la divulgación de la imprenta y el fácil acceso a la biblioteca abrió el saber a todos.
Los grandes maestros que se dieron cita en la Universidad de Salamanca, (república de sabios del nuevo renacimiento) fueron profetas de una nueva comprensión del Estado y las nacionalidades promoviendo un orden nuevo, un mundo nuevo. Promovieron el bien común y el respeto por la dignidad humana inherente a todo hombre (el derecho natural y de todas las gentes). Promovieron una ética que favoreciera la igualdad. Pusieron límites a los abusos de poder. Fueron defensores de los derechos fundamentales subordinando el progreso económico al orden justo de la política social y los principios morales y espirituales.
La docencia en la Universidad de Salamanca se enmarcó dentro de un sistema democrático que pudiéramos llamar escuela del saber, gremio o república de sabios maestros y escolares. El régimen universitario era esencialmente democrático. Desde el inicio Alfonso X el Sabio definió el Estudio universitario como ayuntamiento gremio o república de maestros y escolares con el propósito de adquirir toda clase de saberes.
Los diferentes estratos que mantenía la Universidad suponen un conjunto de estratos sociales con un significado a veces abierto, hace una primigenia distinción en función del grado académico o las labores docentes. En la Universidad de Salamanca enseñaron prestigiosos maestros y doctores, dominicos, agustinos y jesuitas que implementaron y siguieron el modelo didáctico de la ratio studiorum
Desde tiempos del padre Pedro Guzmán por todos era conocida la importancia que tenía la ciudad de Salamanca para la Compañía de Jesús como consecuencia de las numerosas vocaciones que surgían en la Universidad. Pero no solo debemos quedarnos en la importancia demográfica; Salamanca produjo nada menos que la atracción de la Universidad de la Monarquía Hispana y, por ende, múltiples proyecciones pedagógicas.
La relación existente entre la Universidad de Salamanca y la Compañía de Jesús entre 1548 (año fundacional) y 1668 (dotación de las cátedras de propiedad) posee numerosos intereses especialmente en lo relacionado con la creación e implantación del modelo pedagógico característico de esta orden religiosa a orillas del Tormes.
Unos años antes de la llegada de Miguel de Torres (febrero de 1548), concretamente en 1542, ingresó en la orden un sobrino del fundador de Loyola: Millán o Emiliano. Éste había cursado estudios universitarios en Salamanca, dando a conocer, de primera mano, los movimientos renovacionistas existentes en el gremio universitario. El propio San Ignacio después de su estancia en Alcalá de Henares vino a la Universidad de Salamanca.
En el período que transcurre entre 1551 y 1573, en la Salamanca se produce una verdadera transformación cultural. Estas modificaciones se acrecientan en la Facultad de Teología como consecuencia directa de la multiplicación de los grupos de presión influyentes en sus diversas cátedras (Prima, Vísperas, Santo Tomás, Escoto, Nominales y la de Partidos).
Desde el curso 1550-1551, un grupo numeroso de los jesuitas acudieron como oyentes a las lecciones de los dominicos en el Patio de Escuelas. Estas lecciones eran matizadas en el interior del colegio por parte de Miguel de Torres quien, a modo de repaso, continuaba exponiendo sus conocimientos al resto de sus compañeros.
A partir del curso 1593-1594 los jesuitas, aun manteniendo las lecciones propias para su orden religiosa, dieron prioridad a aquellas que tenían lugar en el Patio de Escuelas para así poder extender su metodología que hasta el momento solo quedaban expuestos intramuros mediante sus lecciones domiciliares y los actos académicos.
Nos encontramos con varias instituciones a la par con la Universidad. La denominada Escuela de Salamanca cuya sede era el convento de San Esteban y el Colegio de los Jesuitas marcaran un hito en la enseñanza de la Universidad. A pesar de que sus vinculaciones gremiales tuvieran discrepancias e intereses particulares. Los dominicos y los jesuitas aun con rango internacional, perteneciendo a la Universidad de Salamanca, aspiraban a la proyección de su sistema pedagógico: la Ratio Studiorum.
La Ratio Studiorum fue el modelo seguido por los padres dominicos y la Escuela de Salamanca. El convento de San Esteban de Salamanca contribuyó a aportar a la Universidad teólogos de renombre universal como Francisco Vitoria, Domingo de Soto. El colegio jesuita de Salamanca era llamado por sus coetáneos como el vivero de la Provincia de Castilla. Se trata de un lugar de paso obligatorio para todos los hijos de Ignacio que pretendían realizar una carrera intelectual. Un lugar donde el desarrollo de su carisma pedagógico tuvo importantes repercusiones para la implantación del modelo educativo de la Ratio Studiorum. Este modelo determinaba y regulaba la actuación educativa de la institución para formar hombres de temple capaces de ocupar los primeros puestos en el entramado de la sociedad. Los jesuitas también aportaron teólogos de gran renombre como Suarez y otros que junto a Domingo de Soto y padres dominicos participaron como padres conciliares en el Concilio de Trento.
La
definición imprecisa en torno a la figura del profesor universitario comportaba
una cierta tendencia a entrecruzar diversos significados, lo cual dificulta aún
más la labor para establecer un criterio de caracterización del grupo. A ello
habría que sumarle la multiplicidad de figuras docentes con diversas funciones
o el paso fugaz de algunos individuos como enseñantes en la Universidad de
Salamanca.
En
consecuencia, la mezcla de todos estos factores dio lugar a una enorme
variabilidad en la cantidad y calidad del profesorado. De forma genérica, bajo el término de catedrático de
la Universidad de Salamanca se englobaban individuos que tienen, como mínimo,
un denominador común: la docencia desempeñada entre los muros del Estudio,
desde unos pocos días o meses hasta varias décadas de sus vidas.
Todos
impartieron clases en el Estudio de Salamanca en algún momento de sus vidas,
pero eso no les hace docentes "per se", es decir, en el sentido profesional del
término. Por tanto, este hecho, el del desempeño de la docencia como ocupación
principal es lo que realmente distinguió a un sector del profesorado frente a
otros docentes que pasaron con mayor o menor rapidez por las cátedras antes de
otras ocupaciones.
Esto
constituía un abanico grande de distintos estratos según el contexto social y económico de la época. Contamos con la existencia de
catedráticos laicos y eclesiásticos, más abundantes los segundos, más
elocuentes los primeros. Sus propias condiciones de vida generaban un conjunto de
pistas, dispersas por múltiples escribanías y legajos, pero importantísimas
para la reconstrucción de un hilo conductor de su periplo vital. También hemos
de considerar al grupo de profesores provenientes del clero secular.
En
cuanto a los docentes pertenecientes a órdenes regulares, relacionados
generalmente con los estudios de Teología y Artes fue muy significativa. Su
existencia, ligada a una orden religiosa, comportaba una definición social que
pasaría principalmente por su pertenencia al clero regular y no tanto por el
hecho de ostentar una cátedra como el caso del profesorado laico. Las
clasificaciones no excluyen que los profesores pudieran
sustentarse simultáneamente por otros medios, ocupasen otros cargos al mismo
tiempo o, llegado el caso, fueran promocionados hacia otros puestos en el Estado
Moderno o en la Iglesia tras haber sido docentes en Salamanca durante un
periodo considerable de sus vidas.
12. CONCLUSIÓN
"Hijo mío si prestas oído a la sabiduría y abres tu mente a la prudencia, si haces venir a la inteligencia y llamas junto a ti a la sabiduría buscándola como un tesoro, comprenderás que la raíz de la sabiduría se encuentra en el Señor de él brota el saber y la inteligencia. El Señor concede sabiduría al que la busca con sinceridad y conducta intachable. Entonces podrás comprender la justicia, el derecho y la rectitud y el camino que lleva a la felicidad" (Prov 2, 1-9)
“Poco conocimiento hace que las personas se sientan
orgullosas y mucho conocimiento hace que las personas se sientan humildes”.
(Leonardo da Vinci)
“El bien de la humanidad debe consistir en que cada uno goce al máximo de la felicidad que pueda, sin disminuir la felicidad de los demás. Quizá la más grande lección de la humanidad es que nadie aprendió jamás las lecciones de las humanidades”. (Aldous Huxley)
Hoy 11 de julio es la festividad de San Benito, abad y Padre del monaquismo, Patrono de Europa. Después de recibir una sólida formación comenzó una vida eremítica en Subiaco y luego fundo el monasterio de Montecasino. Allí escribió la Regla cuya difusión le valió el título de patriarca del monaquismo occidental. En su Regla decía que cuando emprendas una obra lo primero que has de hacer es pedir a Dios que sea él quien te guie y la lleve a término. Y que es lo que Dios nos dice: "Venid hijos, escuchadme, os instruiré en el camino de la sabiduría" Tres son las condiciones que nos propone: la escucha, el amor fraterno y la humildad. Caminemos por esta senda y él nos conducirá a la vida eterna.
En la fachada de la Universidad de Salamanca nos encontramos dos puertas que simbolizan los dos caminos: la virtud y el vicio. En la pilastra de la derecha encontramos la famosa rana. La rana en la calavera nos recuerda como la mente se puede corromper por el vicio. Se recordaba a los estudiantes que la mala vida, la sensualidad y el desenfreno los podían no solo distraer sino llevar a lo que conduce la muerte. No te dejes llevar por lo superfluo, por el encanto pasajero: vanitas vanitatis. Date cuenta de la fugacidad de la vida. Recuerda, Memento mori, "polvo eres y en polvo te convertirás". Busca el camino de la verdad, el bien y la justicia.
Estamos asistiendo a una revolución del saber y hemos de saber adaptarnos a los nuevos retos y desafíos de esta época postmoderna y tecnológica. Estamos viviendo una cultura tecnológica con un pensamiento débil que favorece lo fácil e instantáneo. Necesitamos de un giro que promueva de nuevo un verdadero humanismo. En nuestro mundo globalizado y digitalizado debemos humanizar la tecnología en lugar de tecnologizar lo humano. En nuestro mundo secularizado privado en gran parte de la luz de la fe promover el diálogo entre fe y cultura. Necesitamos de una nueva comprensión del saber que promueva una formación integral del hombre en todas sus dimensiones.
Vivimos en un tiempo de profundos cambios e incertidumbres. Si bien es verdad que asistimos a un progreso científico sin precedentes también es verdad que estamos ante grandes interrogantes. Necesitamos de una sabiduría interior que den respuesta a estos interrogantes y nos haga salir del sinsentido y de la desesperanza. El hombre actual adolece de interioridad, de una sabiduría interior que nos lleve a encontrar la salida. El hombre cuando pierde su dimensión trascendente se pierde así mismo. El hombre que excluye a Dios de su vida se condena así mismo. Dios no condena a nadie porque no excluye a nadie.
Asistimos a una crisis de nuestra humanidad. Necesitamos de un giro que promueva un verdadero humanismo. Ciertamente, las humanidades, como conjunto de asignaturas que brindan los lineamientos humanísticos para el mejor ser y que se complementan o deberían complementarse con todas las asignaturas que proveen los elementos necesarios para saber hacer, no debería estar en crisis. Pero entre más poder pareciera tener un ser humano, más alejado se encuentra de su esencia, de su espíritu y de lo que se da en la línea del ser.
Al fin y al cabo, los problemas de la humanidad terminarán cuando pensemos como un solo individuo y se supriman todos los deseos egoístas que no buscan otra cosa más, que la satisfacción inmediata de necesidades más inútiles y vanas. El dinero, el sexo y el poder mueven el mundo contemporáneo y es obvio que están llevando a un camino donde hemos recalentado el globo terráqueo, arrasado con la capa de ozono, acabado con las reservas naturales y estamos a punto de colapsar. Los índices de crecimiento en casi todos los países del mundo nos muestran aterradoras consecuencias de la metas egoístas y el afán de sobresalir individualmente de unos pocos, versus los cientos de miles de millones de ciudadanos comunes y corrientes que estamos entre el desagradable confrontación de los unos y los otros.
Debemos humanizar la tecnología. Las solas ciencias en el currículo frío de la tecnología y la globalización generan “fábricas de monstruos sin rigor” causantes de las más grandes tragedias de la humanidad. Las humanidades, buscan como su nombre lo indica, permitir que el individuo recobre la dignidad del ser humano.
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