jueves, 11 de julio de 2024

DEL STUDI SALMANTINI AL STUDIA HUMANITATIS

 

DEL “STUDII SALMANTINI” AL “STUDIA HUMANITATIS”

Universidad de Salamanca, primera en la enseñanza de todas las ciencias (Lema Blasón escudo)

(QUE, QUIEN Y COMO SE ENSEÑO EN LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA)

Salamanca, ciudad celebérrima entre todas las provincias de la cristiandad por su clarísima Universidad, madre de las ciencias, y por salir de aquí la mayor parte de los varones que han gobernado los reinos de España. (Anónimo Floresta española, c. 1600)




 

  1. INTRODUCION

Estamos asistiendo a una revolución del saber y buscamos adaptarnos a una realidad nueva que presenta grandes retos y desafíos. Asistimos a un verdadero cambio de paradigma en cuanto a la comprensión del saber y del ser humano. 

Se habla de un cambio de época, de una crisis del modelo de sociedad y del conocimiento, de la idea de la evolución y el progreso. Entre estos retos y desafíos nos encontramos en la encrucijada ante el modelo del saber lo que deriva en la búsqueda de modelos pedagógicos y formativos. No se trata de caer en “una involución” al pasado sino de “una búsqueda” que responda a los nuevos planteamientos de la globalización y la digitalización. 

El humanismo supuso “una búsqueda” para adaptarse a una nueva realidad que hizo replantear los principios para un cambio del mundo viejo y trasnochado del medievo a un mundo nuevo. Creo que este trabajo puede ayudarnos a la concepción del saber más integrativo y holístico y a la “búsqueda” nuevos modelos pedagógicos y formativos.

Se han utilizado varios documentos como fuente para la elaboración de este trabajo: la conferencia dentro de las XLVIII Conversaciones de San Esteban: El humanismo de la Escuela de Salamanca, Pensamiento en y para un mundo nuevo (Jorge Luis Álvarez); Renacimiento, la era de los genios; La aventura del Renacimiento (Revista de Historia: National Geographic); La Atenas hispánica. Historia de la Universidad de Salamanca, (Luis Rodríguez; San Pedro Bezares); La docencia en la Universidad de Salamanca en el Siglo de Oro, Francisco Javier Alejo Mones); La República de los sabios. Profesores, cátedras y universidad en la Salamanca del siglo de oro, (Francisco Javier Rubio Muñoz).

Se puede también confrontar otros artículos relacionados que publique en mi blog: darmarperegino. blogspot.com: Un nuevo humanismo (21 dic 2021); El convento de San Esteban y su proyección (3 sept 2020); La Escuela de Salamanca en la Evangelización del Nuevo Mundo (3 de marzo 2019); En torno al humanismo de Vitoria (21 dic 2018); Salamanca, cuna de santos (14 nov 2018).

 


1.1 Ante el desafío de la revolución digital y la IA

El humanismo aporto una forma nueva de concebir el saber como algo holístico e integrativo. Hoy en día el saber se entiende de una forma fragmentaria y parcial. El saber conlleva toda una serie de conocimientos, intuitivos, emotivos, racionales, espirituales. Nos encontramos ante un verdadero cambio paradigmático, cambio del modelo analógico al digital y virtual. Hoy asistimos a un verdadero cambio de paradigma fruto de una revolución digital y del saber asociado a la llamada inteligencia artificial (IA). La inteligencia artificial generativa debe poner en el centro a la persona. Solo desde una valoración moral, desde unos principios éticos de equidad e  inclusión la digitalización nos hará mas humanos.

El papa Francisco que fue invitado en el último G7 el 14 de junio en su llamamiento por la ética de la IA insistió en que debemos poner la ética en el centro porque los algoritmos nunca son neutrales y deben promover el desarrollo y no la destrucción la inclusión y no la discriminación. A este respecto avanzó que la Academia Pontificia para la vida hará una publicación en septiembre donde se promueva desde el encuentro interreligioso (las Religiones por la Paz, el Foro de Abu Dabi por la Paz y la Comisión de Relaciones Interreligiosas del Gran Rabinato de Israel) que necesitamos un algoritmo de la vida para un uso juicioso de la IA.

El papa insistió en que hay que trabajar para que se celebre una asamblea general de todos los gobiernos del mundo que ponga en el horizonte la meta de que las tecnologías emergentes se orienten al bien común. La ética recuerda el marco de valores fundamentales subyacentes a la Declaración Universal de los Derechos humanos.

La IA proporciona el potencial necesario para abordar algunos de los desafíos mayores de la educación actual, innovar las prácticas de enseñanza y aprendizaje y acelerar el progreso para la consecución del ODS. Sin embargo, los rápidos desarrollos tecnológicos conllevan inevitablemente múltiples riesgos y desafíos, que hasta ahora han superado los debates políticos y los marcos regulatorios. La UNESCO se compromete a apoyar a los Estados Miembros para que saquen provecho del potencial de las tecnologías de la IA con miras a la consecución la Agenda de Educación 2030, al tiempo que vela por que su aplicación en contextos educativos responda a los principios básicos de inclusión y equidad.

El mandato de la UNESCO exige intrínsecamente un enfoque de la IA centrado en el ser humano. Su objetivo es incluir el papel desempeñado por la IA en la solución de las desigualdades actuales en materia de acceso al conocimiento, la investigación y la diversidad de las expresiones culturales, y garantizar que la IA no se amplíe la brecha tecnológica dentro de los países y entre ellos. La promesa de la “IA para todos” debe permitir que cada cual pueda sacar provecho de la revolución tecnológica en curso y acceder a sus frutos, fundamentalmente en términos de innovaciones y conocimientos.

La UNESCO ha elaborado, en el marco del Consenso de Beijing, una publicación destinada a fomentar la preparación de los responsables de formular políticas educativas en materia de inteligencia artificial. Esta publicación, Inteligencia artificial: guía para las personas a cargo de formular políticas, será de interés para los profesionales de las comunidades educativas y de elaboración de políticas. Su objetivo es favorecer la comprensión compartida de las oportunidades y desafíos que la IA proporciona a la educación, así como sus implicaciones para las competencias básicas necesarias en la era de la IA.

“Necesitamos ratificar este compromiso, ya que mientras más nos acercamos a la época en que inteligencia artificial –la convergencia de las tecnologías emergentes– transformará todos los aspectos de nuestras vidas (...) Debemos orientar esta revolución en el buen sentido con miras a mejorar los medios de subsistencia, reducir las desigualdades y promover una globalización justa e inclusiva”, afirmó Stefania Giannini, Subdirectora General de Educación de la UNESCO durante la Conferencia Internacional sobre Inteligencia Artificial y Educación celebrada en Beijing en mayo de 2019.

 


1.2 La educación en esta nueva era de la digitalización y la globalización 

En un mundo global, en donde la tecnología y la revolución digital han cobrado un marcado protagonismo, impera la creencia, en ciertas jóvenes generaciones, de que las Humanidades han quedado obsoletas. Hablar de Aristóteles, Sócrates o Platón, de las artes arquitectónicas o pictóricas, parecen cosas del pasado. No digamos la Filosofía, la Historia o el Arte, parajes que muchos creen que de nada sirven, aunque estén en permanente contacto con ellos a través de la cultura que habitualmente consumen. Cada vez se lee menos y se piensa menos. Se obvian las cuestiones y preguntas existenciales y se recurren a estereotipos fáciles y rápidos donde uno cree encontrar la respuesta a casi todo.

Las Humanidades parecen haberse convertido en pocas décadas en unas herramientas trasnochadas, descompasadas al ritmo de los tiempos actuales. A uno le viene a la mente una biblioteca llena de hermosos, pero polvorientos volúmenes, que son más dignos de observar y admirar por sus bonitas cubiertas que de consultar porque parece que su información ha quedado obsoleta en ellos, frente a un mundo cambiante y conocimientos inmediatos gracias a las nuevas tecnologías. 

En la era del conocimiento digital y la globalización, a las asignaturas que hacen parte del conjunto denominado “humanidades” no se les ha dado el tratamiento más adecuado por parte de las instituciones, los docentes y los estudiantes. 

Podíamos detectar varios dilemas en los cuales se encuentra la humanidad y que tienen que ver en particular, con las asignaturas denominadas “humanidades". El primero de ellos, se resume en la existencia de un paradigma: asumir que las asignaturas llamadas “humanidades” son el relleno curricular y que son, en el peor de los casos, materias "de costura". Esta afirmación la viven en todas las instituciones, directores de programas, decanos y lo que es peor, los docentes que las imparten y los alumnos que las reciben. 

La prioridad de lo cognitivo sobre lo emocional, descarta a menudo el saber reflexivo y espiritual, lo existencial, lo afectivo y lo que nos hace más humanos. He ahí el dilema para las instituciones educativas.

 

 


1.3 “Las humanidades” en crisis o la crisis de la humanidad

Hay quienes encuentran que las “humanidades” están efectivamente en crisis porque los científicos, no reconocen su importancia en un mundo globalizado, unificado por la tecnología y los constantes avances de la ciencia y las comunicaciones.

Nos ha invadido el Internet, la globalización y la tecnología con los marcos digitales en 3D. Los Ipods, mp3 y mp4, nos bombardean con propaganda de consumo, con mensajes estereotipados por un mundo hedonista y materialista. Es imposible escaparse a estos mensajes, a esta generación de comida rápida, pero lenta al caminar que ya está sorda de tanto escuchar a todo volumen reguetón, rap y otras piezas de los milenias; sin embargo, es necesario no claudicar, tratando de sembrar valores y principios que le permitan al joven discernir y escoger sus actos, asumiendo las consecuencias de los mismos. 

Lamentablemente algunos profesores de “humanidades” a veces se quedan con lo que en el siglo XX, eran clases magistrales soñolientas y somníferas que hablaban de ética desde la filosofía teórica e incomprensible provocando modorra y apatía en esa generación. 

En esta era de la globalización y digitalización debemos actualizarnos y llevar la ética a otros niveles de comprensión desde lo humano y lo práctico, a una generación a la cual, no le importan las definiciones de Aristóteles y Platón, si no se relacionan con su entorno inmediato. 

No debería existir debate entre la importancia de las humanidades comparada con los demás campos del conocimiento. ¿Cómo se puede, en la actualidad, plantear entonces el debate sobre las humanidades para evitar caer en el error de identificar las humanidades con Letras, o letra muerta, y enfrentar Letras y Ciencias, dado que, la sociedad, a medida que se hace más científica y tecnológica, más reclama el estudio del lenguaje, de la comunicación, de la tecnoética y de los secretos de la vida exitosa? 

Esta reflexión lleva finalmente a recomendar que, en contra del prejuicio de la especialización, se avance en la comprensión global y en una formación humanística que no descuide los conocimientos matemáticos, físicos, biológicos y tecnológicos, porque es en la interrelación y en la comprensión de la diferencia donde se puede reencontrar el sentido de humanidad. 

 


2. LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA UN LOCUS AMOENUS EN UN TIEMPO ÁUREO

En lo que atañe a la institución universitaria salmantina, sus raíces medievales la habían configurado a modo de gremio de enseñanza con el monopolio de conferir grados académicos reconocidos en el orbe cristiano. Su función principal era la de formar profesionales en diversas áreas de conocimiento, sobre todo Leyes, Medicina y Teología, muy relacionadas con las crecientes necesidades del Estado y la Iglesia. En este sentido, las universidades se consideraban verdaderos caladeros que nutrían de especialistas a las diversas instituciones de la Edad Moderna; prueba de ello es la proliferación de estos centros a lo largo del siglo XVI, calificada como una “revolución educativa”.

La Universidad en el S. XVI se convirtió en la cuna del saber donde se daban cita los buscadores de la verdad y defensores de la dignidad humana. La Universidad de Salamanca supuso el templo de la inteligencia, de un nuevo saber, un nuevo humanismo, una verdadera sede del saber renacentista impulsor de un nuevo pensamiento.

Esta apreciación de los siglos XVI y XVII es uno de los abundantes ejemplos que retrataban a la Salamanca del siglo (o siglos) de Oro unida a su Estudio General. Locales y foráneos coincidían en la admiración hacia una ciudad en cuyo seno nace, crece y se desarrolla la Universidad más importante de la Monarquía Hispánica. Efectivamente, desde la fundación del Estudio Salmantino en 1218 por el rey Alfonso IX de León, Salamanca ha sido definida por su inseparable vínculo con la Universidad. La ciudad del Tormes en el siglo de Oro es el hábitat del profesorado universitario, de tal modo que suele aparecer como "locus amoenus" en donde se formaron las élites intelectuales y de poder.

La población de Salamanca no había parado de aumentar durante todo el quinientos hasta iniciar la década de 1560, beneficiándose de un momento de expansión generalizada en que Castilla pasó de 4,7 a 6,6 millones de habitantes entre 1530 y 1591. Esto supondría un crecimiento de un 47 % paralelo a una intensa urbanización. Concretamente, la ciudad del Tormes había crecido desde aproximadamente 18000 habitantes a inicios de siglo hasta aproximadamente 25000 individuos en 1561. Desde esa fecha y al igual que otras ciudades como Ávila y Burgos, Salamanca perdió población hasta estabilizarse en torno a unas 17000 almas en 1598. En consecuencia, el crecimiento en Castilla había sido más intenso en las décadas centrales, de modo que los primeros signos de remisión comenzaron a ser perceptibles hacia la década de 1570-1580. Este declive se aceleraría a finales de la centuria por el aumento de la mortalidad catastrófica (peste de 1596-1602).

La Salamanca del siglo de Oro participaba de los rasgos propios de otros núcleos urbanos castellanos, aunque con una particularidad que alteraba los tradicionales contrapesos entre los sectores de poder. El poder universitario, encabezado por el rector y el maestrescuela, formaba parte de una red entretejida con los hilos de la Corona, representada en el corregidor; la Iglesia secular, con el obispo a la cabeza, y las oligarquías urbanas, que en el caso de Salamanca trascendían lo local por la presencia de los Alba. Cada una de las instituciones tenía un grupo de presión correspondiente: la corporación municipal, con la destacada representación de la nobleza urbana; el cabildo de la catedral, y, vinculados a todos ellos, el profesorado universitario.

Tradicionalmente se han señalado varios períodos en la evolución de las Universidad, desde unos inicios medievales entre los siglos XIII-XV que dan paso a un momento de esplendor y expansión hasta el primer cuarto del siglo XVII. El auge de la Universidad de Salamanca, su siglo o siglos de Oro, tuvo lugar en este momento, el cual no se circunscribe ni a dos períodos de cien años ni a una única centuria. De forma amplia, la Universidad de Salamanca vivió una época dorada cuya cronología se extendió por el quinientos y el seiscientos, del mismo modo que los profesores, como hijos de su tiempo, vivieron a caballo entre dos siglos. Podríamos distinguir dos periodos:

Un primer periodo sería el de cristalización del esplendor salmantino, hasta la primera mitad del siglo XVI y más relacionado con el afianzamiento de la institución en el siglo XV. El segundo período se ligaría a la plenitud del Estudio, comprendiendo no sólo la segunda mitad del siglo XVI, sino también las primeras décadas del siglo XVII. En el denominado Siglo (siglos) de Oro se daría lo que hemos venido a llamar el paso del "studi salmantini" al "studia Humanitatis".

Desde la época de los Reyes Católicos, el poder autoritario de los monarcas se dejó sentir en todas las instituciones, también en la universidad. Conscientes del valor del Estudio, el intervencionismo de la Corona sería, desde entonces, una constante con un sentido ambivalente. Por un lado, los reyes favorecieron a las universidades “mayores” (Salamanca, Valladolid y Alcalá) con una mejor financiación y privilegios, lo cual potenció su prestigio. En contrapartida, se dio una paulatina pérdida de la tradicional autonomía universitaria medieval y de la influencia del papado, lo cual quedó materializado en la presencia de visitadores reales y en la elaboración de estatutos que complementaron las Constituciones pontificias otorgadas por Martín V en 1422.

 


3. ETAPAS EN LA HISTORIA DE LA UNIVERSIDAD HASTA LA EPOCA DORADA (SIGLO DE ORO)

Como la mayoría de las universidades medievales europeas, el origen de la Universidad se dio en unas escuelas catedralicias cuya existencia documentada se remonta al menos al año 1174, cuando su maestrescuela aparece recogido en unos documentos de concordia entre la diócesis salmantina y la de Ciudad Rodrigo, firmados ante el arzobispo de Santiago. Este hecho presupone que la creación del cargo de maestrescuela de las escuelas catedralicias tuvo lugar en el siglo XII, ya sea en el reinado de Fernando II de León o en el de su predecesor Alfonso VII.

Alfonso IX de León quiso tener estudios superiores en su reino y por ello creó en 1218 las scholas Salamanticae, germen de la actual Universidad de Salamanca que ha cumplido recientemente más de 800 años de historia ininterrumpida creando, promocionando y divulgando el conocimiento.




3.1 LA ETAPA MEDIEVAL. EL GREMIO MEDIEVAL S. XIII-XIV

El Estudio, Studium Generale, fue el germen de la Universidad, instituido en 1218 por Alfonso IX de León, fue el segundo más antiguo de España, tras su homólogo palentino, fundado entre 1208 y 1214. Fue la primera institución educativa europea en obtener el título propiamente de Universidad, por la real cédula de Alfonso X el Sabio fechada el 9 de noviembre de 1252, posteriormente ratificada por la licentia ubique docendi de Alejandro IV en el año 1255.

Este primer Estudio contó, según el decreto de 1254, con un maestro en Leyes, otro en Decretos, dos de Decretales, dos de Lógica, dos de Gramática, dos de Física o Medicina, uno de órgano, un apotecario, un bibliotecario y dos conservadores.

En el año 1218 el rey Alfonso IX de León funda la Universidad de Salamanca, que es considerada como la más antigua de las universidades hispanas existentes. En 1254 el rey Alfonso X establece las normativas de organización y dotaciones financieras y en 1255 Alejandro IV publica las bulas pontificias que reconocen la validez universal de los grados por ella otorgados y se le concede el privilegio de tener sello propio. Así, la Universidad de Salamanca se convirtió, junto con París, Oxford y Bolonia en una de las primeras universidades europeas y hoy en día es la única española que ha mantenido su actividad a través de los siglos.

Alfonso IX de León otorgó la categoría de Estudio General a esas escuelas, con el nombre de Studii Salmantini. Este título de Estudio General manifiesta la diversidad de las enseñanzas impartidas, su característica no privada (abierta a todos) y la validez de sus títulos. La Universidad de Salamanca nació como un Estudio eminentemente jurídico, en consonancia con la Universidad de Bolonia y en contraste con las universidades de Oxford y París, más centradas en la Teología y las Artes.

En 1254, el rey Alfonso X el Sabio dotó a la universidad de unos estatutos que definían su sistema de financiación y creaban el cargo de bibliotecario y nuevas cátedras. La Universidad de Salamanca se convirtió así en la primera de Europa en contar con una biblioteca pública. La universidad era financiada por la Iglesia, aunque indirectamente. Sus fondos provenían de las tercias reales del diezmo eclesiástico. Al ser el diezmo un impuesto sobre la producción agrícola, la situación económica de la universidad estuvo fuertemente influida por las crisis agrarias que se producían regularmente. Se impartían entonces estudios en DerechoMedicinaLógicaGramática y Música. ​ Los profesores de asignaturas relacionadas con el Derecho gozaban de un sueldo mayor, al tratarse de una universidad inclinada hacia las disciplinas jurídicas. Durante los siglos XIII y XIV se fueron creando nuevas cátedras, especialmente en Derecho.

El espaldarazo final le llegó en el año 1255 con la bula del papa Alejandro IV, que le otorgó la licentia ubique docendi, con la que se reconocía la validez de los grados otorgados por la Universidad de Salamanca en todo el mundo. Entre 1381 y 1386, comenzó a impartir estudios de Teología.

Las clases se impartían en latín, lo que facilitaba la movilidad internacional de profesores y estudiantes al ser una lengua utilizada en toda Europa. Los principales destinos del alumnado eran BoloniaParís y Montpellier. No obstante, la movilidad internacional en este periodo era poco importante, llegando muy pocos alumnos extranjeros a Salamanca.

La mayor parte de los alumnos en la Universidad de Salamanca provenían de la Meseta NortePortugalGalicia y Asturias. La Universidad presentaba unas dimensiones reducidas, en términos de número de alumnos, respecto a otras de la época como la de Bolonia. A finales del siglo XIV, estudiaban en Salamanca entre 500 y 600 alumnos. El crecimiento durante el siglo XV fue muy importante, alcanzando unos 3000 alumnos a comienzos del siglo XVI. Todos eran varones y predominaban los clérigos sobre los laicos.

La institución tardó mucho tiempo en contar con edificios propios donde impartir la docencia. Hasta el siglo XV, las clases se impartían en el claustro de la Catedral Vieja, en casas alquiladas al cabildo y en la iglesia de San Benito.




3.2 LA ETAPA MODERNA Y RENACENTISTA. LA UNIVERSIDAD CLASICA Y CREATIVA DE LA EPOCA DORADA

La educación comenzaba a los seis o siete años con lo que ahora conocemos como educación primaria (educación inicial y básica). Los estudiantes más privilegiados tenían un año particular en sus casas y la gran mayoría recibía la enseñanza en las escuelas de primeras letras. Allí aprendían fundamentalmente a leer y escribir en su lengua vernácula (el castellano), los cálculos aritméticos y un poco de doctrina cristiana.

Los que aprendían a leer y escribir hacia los trece y catorce años pasaban a las escuelas de gramática (lo que podríamos denominar enseñanza secundaria), para aprender fundamentalmente el latín, pues era el idioma oficial para estudiar la ciencia. Era pues preceptivo antes de cursar en cualquier rama de saber universitario estudiar la gramática latina.

Pocos eran los que accedían a una educación superior en la Universidad. El primer grado que se impartía en la Universidad era el de Bachiller. Desde el s. XIII Alfonso X el Sabio estableció que en la Universidad de Salamanca hubiese cátedras de Gramática para el estudio de la lengua latina. En el s. XV, en las Constituciones del papa Martín V se pedía que ningún estudiante pudiera ser graduado de bachiller si carecía de la debida preparación previa en latín.

Es el s. XVI cuando la enseñanza de la gramática latina sufre una profunda renovación en la Universidad de Salamanca. Se organizan las clases de distinta manera. En un momento se crean seis cursos divididos en dos cursos menores, dos medianos y dos mayores. Se determina una jerarquía con limitación de funciones y responsabilidades.

En la reforma que acontece con Fray Luis de León se estructuran los Colegios en superintendentes (maestros o profesores), decuriones. Cada clase se dividiría en decurias de diez alumnos a cuyo frente se pondría un alumno avanzado (decurión). Este era el encargado de llevar el control de la evolución de su decuria y mantener informado al regente.

 


3.2.1 EL ESTUDIO GENERAL

Las Escuelas de Salamanca recibieron la protección de Alfonso IX de León desde 1218 con la categoría de Estudio de su Reino y a la sombra de la escuela catedralicia preexistente. El Estudio General se impartía en las Escuelas Mayores 1415-1433 (Papa Luna-Benedicto XIII). El término de Universidad, con la significación que hoy se le otorga, no aparece hasta finales del S. XIII. El título de Estudio General es el que manifiesta la diversidad de sus enseñanzas y su característica de enseñanza no privada sino abierta a todos con el reconocimiento de su validez universal de sus grados en toda la Cristiandad. La corporación recibió en 1.254 unos importantes reglamentos de organización y sufragios (dotación de rentas) otorgados por el Rey Alfonso X El Sabio. La organización, más tarde, quedó consolidada a través de diversas Constituciones pontificias. Las definitivas con el Papa Martín V en 1422.

Se consideraban de este modo, once cátedras (estudios mayores y menores) con disciplinas de Derecho canónico y civil, Medicina, Lógica, Gramática y Música. Las materias impartidas quedaban agrupadas en cuatro facultades mayores de Cánones, Leyes, Teología y Medicina, a los que se añadían los estudios menores de Artes (Filosofía), algunas cátedras de Gramática, Lenguas o Retórica y otras sin adscripción a una facultad concreta (Astrología-Matemáticas o Música).

Solían tener cuatro clases al día, dos por la mañana (a primera y última hora de la mañana) y dos por la tarde (a primera y última hora de la tarde). Las clases tenían una hora de duración cada una de ellas. Las horas intermedias de la mañana y la tarde servían para hacer ejercicios, repasar, preguntar al profesor y resolver dudas.




3.2.2 LAS ESCUELAS MAYORES

El primer edificio propiamente universitario fue el del Colegio Mayor de San Bartolomé, fundado por el obispo Diego de Anaya Maldonado, comenzado a construir en 1401. Poco antes, el cardenal aragonés Pedro de Luna, que luego sería el antipapa Benedicto XIII, gran protector de la institución, impulsó la compra de los primeros solares y en las constituciones de 1411 obligó a la construcción de las Escuelas Mayores (conocido a veces como edificio histórico de la universidad). Casi seguido (1413), el rey Juan II promovió la construcción del Hospital del Estudio (actual Rectorado) y más tarde (en 1428) se empezó el edificio de las Escuelas Menores. Las primeras constituciones de la Universidad fueron otorgadas por el Papa Luna. En 1422 fueron sustituidas por las de Martín V.

Alonso de Madrigal (1400-1455) con sobrenombre de El Tostado, fue alumno, maestrescuela y catedrático de la Universidad de Salamanca, colegial y rector del Colegio de San Bartolomé. Cursó leyes, artes y teología, e impartió clases de filosofía, poesía y Biblia. Cualificado escritor, traductor y filólogo (autor de obras como Tratado del amor y del amiticia, Libro de las paradojas, etc).

En las Escuelas Mayores estaban diferentes facultades donde se desarrollaban los Estudios menores y mayores: Gramática y Retórica, Música, Lógica, Matemáticas, Astrología, Medicina (con cátedras de prima, anatomía, cirugía), Cánones y leyes (con cátedras en derecho civil, derecho canónico, derecho de gentes, derecho internacional), Teología (Summa theologiae, Moral).

En el Estudio Salmantino destacaron grandes figuras de gran renombre como Yusuf, Abraham Zacut prestigioso matemático y astrónomo que desarrolló el Almanach Perpetuum (tratado de astronomía imprescindible para la navegación), Francisco de Salinas en música, el médico Juan de Sorapán, el escritor Antonio de Santa María, el traductor brocense Benito Arias Montano, el filósofo y políglota Pedro de Valencia, el cronista y gramático Gonzalo de Correas, Antonio de Santa María en Oratoria, Antonio Nebrija en Gramática, Francisco Sánchez  apodado el Brocense en Retórica, Francisco Vitoria fundador de la Escuela de Salamanca en Derecho de gentes y Derecho Internacional,  Fray Luis de León en Biblia y Teología.

 


3.2.3 LAS ESCUELAS MENORES

En las Escuelas Menores se aprendían los requisitos de las artes liberales, trívium y quadrivium como etapa previa a los estudios de Filosofía, Derecho, Medicina o Teología. En la Edad Media, se establecieron 7 artes liberales divididas en dos secciones: trivium y quadriviumEl trívium era la rama del lenguaje, compuesta por: gramática, dialéctica y retórica, y el quadrivium la de matemáticas, compuesta por: aritmética, geometría, astronomía y música. Ambas secciones se centraban en el saber filosófico, la filosofía era considerada la “reina de las artes liberales”. Esta a su vez se divide en tres ramas: ética, física y lógica.

Fue en los tiempos modernos cuando se realizó la gran división entre las ciencias naturales y las artes liberales, debido a la nueva lógica y a los métodos científicos de esta época. Añadió que para comprender mejor la historia moderna occidental es necesario entender las consecuencias del cristianismo en la cultura, pues tienen efectos incluso en nuestros días.

Las Escuelas menores constituyen los antecedentes de los estudios de bachiller que eran impartidos en la Universidad como condición sin equanum para la obtención de los estudios de grado. Su origen hay que buscarlo con anterioridad al 1413. En las Escuelas Menores se impartían las enseñanzas que daban acceso al título de Bachiller. En las Escuelas Mayores se estudiaba para los grados de Licenciado, Magister y Doctor, títulos mayores.

Benito Arias Montano, contemporáneo de Fray Luis de León, fue un célebre profesor de griego en el Colegio de Trilingüe y catedrático en Biblia, León de Castro catedrático de griego, el discípulo del Brocense Gonzalo de Correas, helenista y gramático, profesor en la cátedra de griego y hebreo.

 


3.2.4 EL COLEGIO TRILINGUE

Para fomentar el estudio de las lenguas se creó en 1550 el Colegio Trilingüe este colegio como dicen los estatutos de 1594 se instituyó para criar sujetos en Latín, Retórica, Griego y Hebreo de los qué tanta necesidad hay. Se pretendía fomentar la enseñanza de estas lenguas mediante la concesión de becas. El Colegio Trilingüe dependía directamente de la Universidad, siendo el claustro de diputados el órgano encargado de su administración.

Con respecto a los contenidos y metodología, los colegiales retóricos tenían que oír la lección de prima y las demás lecciones de retórica que hubiese. Hacían ejercicios de los preceptos de retórica y se reunían para que el regente corrigiera las anomalías. Escribían unas veces en verso y otras en prosa. Cada día daban lecciones de coro de oraciones de Tulio o Declamaciones de Quintiliano. Dos veces al año 3 o 4 alumnos declamaban en público.

Los alumnos de Griego tenían lección de coro a la hora de prima sobre gramática griega y los más avanzados sobre algún autor. A las 9 de la mañana iban a la lección a las Escuelas, después de clase los alumnos las traducía al castellano, salvo los más instruidos que lo hacían en latín. En la segunda lección oían gramática griega dando cuenta de ella a sus maestros. Por la tarde se juntaban mayores y pequeños y traducían los evangelios, diálogos de Luciano y obras de San Crisóstomo y San Basilio. Las dudas que les iban surgiendo las iban consultando al maestro. Después cada uno en su cuarto escribía alguna epístola o algún versículo en griego. A continuación oían otra lección y practicaban con muchos ejercicios. Por la noche daban cuenta su maestro de todas las lecciones que habían oído durante el día.

Los que comenzaban a estudiar la Gramática se dedicaban todo el día a ella hasta saberla bien. En las fiestas los colegiales griegos competían entre ellos haciendo versos o cartas. A los colegiales griegos avanzados se les explicaba la retórica de Hermógenes y Aristóteles. Cada año tenían qué hacer dos reclamaciones públicas en griego y cada mes hacían una dentro del colegio a los estudiantes hebreos se les dejaba a merced de lo que mejor pareciese al maestro.



 

3.2.3 LOS COLEGIOS MAYORES Y MENORES

Además de en las Escuelas Menores, las enseñanzas se impartían en los Colegios Mayores y Menores o en conventos de las órdenes religiosas. En la España del Siglo de Oro sólo había seis Colegios Mayores: los cuatro de Salamanca: el de San Bartolomé, el de Oviedo, el de Cuenca y el de Santiago, a los que se añadían el de Santa Cruz en Valladolid y el de San Ildefonso en Alcalá. Salamanca contaba además con un sinnúmero de colegios menores y otros centros universitarios de diverso tipo.

En el tránsito del s. XV al XVI, la Universidad de Salamanca se convirtió en el referente nacional. Hasta el s. XVII fue vista como la Universidad más prestigiosa, afamada e influyente de España, por contar con la mayor variedad de enseñanzas, las mejores dotaciones físicas y humanas y el alumnado más internacional. El auge de la Universidad se debió en buena medida a la conquista de América por parte de España y a la construcción del Estado centralizado por los Reyes Católicos, lo que requería burócratas, funcionarios y juristas que la Universidad de Salamanca podía ofrecer gracias a su especialización en estudios jurídicos. ​ A finales del s. XVII, el 65 % del presupuesto destinado a salarios iba a parar a profesores de derecho y teología, mientras que las cátedras de MatemáticasAstrología y Música eran las peor pagadas.

Hacia 1580 llegaban a Salamanca 6500 estudiantes nuevos cada año, y de entre los licenciados se nutría la administración de la monarquía hispánica de funcionarios para el Estado. A pesar del carácter jurídico de la Universidad, desde finales del s. XV también se incorporó al movimiento humanista, aunque relativamente ensombrecida en este terreno por la entonces recién creada Universidad de Alcalá. ​ En este periodo convivieron en Salamanca algunos de sus miembros más brillantes en lo que se conoció como la Escuela de Salamanca. Los integrantes de la Escuela renovaron la teología, sentaron las bases del derecho de gentes moderno, del derecho internacional y de la ciencia económica moderna y participaron activamente en el Concilio de Trento.

Matemáticos de esta Escuela estudiaron la reforma del calendario, por encargo del papa Gregorio XIII, y propusieron la solución que se implantó posteriormente. También tuvo Salamanca en esa época las que probablemente fueron las primeras alumnas universitarias del mundo: Beatriz Galindo y Luisa de Medrano. Medrano fue la primera mujer que dio clases en una Universidad.

El claustro de la Universidad discutió sobre la viabilidad del proyecto de Cristóbal Colón y las consecuencias que traían sus afirmaciones. Una vez descubierta América, se discutió sobre el derecho de los indígenas a ser reconocidos con plenitud de derechos, algo revolucionario para la época.

La Universidad de Salamanca pasará por un momento de expansión sin precedentes con la creación de las primeras universidades americanas, que a partir de 1551 comienzan a fundarse siguiendo la estela de la salmantina al utilizar sus cartas fundacionales como modelo. Más del 70% de las universidades creadas en los s. XVI y XVII consideran hoy en día a la Universidad de Salamanca su “alma mater”’. En esta época, el prestigio de Salamanca atrae hacia sí una confluencia de estudiantes de todo el ámbito peninsular, e incluso europeos y americanos.

 


4. EL MODELO HOLISTICO RENACENTISTA, LA HUMANITAS

Tanto la enseñanza como el saber pasó por distintas etapas y tardó en adquirir un status dentro de lo que se concebía una Edad Nueva o Moderna. El Paso del medievo al Renacimiento supuso un grado de madurez en todos los ámbitos del saber. El siglo XVI, denominado Siglo de Oro, conllevó unos descubrimientos espectaculares en el campo de la ciencia de las artes y de los descubrimiento del Nuevo Mundo.

Se produjeron avances científicos, las teorías de Copérnico y su concepción heliocéntrica, el desarrollo de la Medicina con los postulados de Vesalio, la invención de la imprenta, el espíritu crítico de la Reforma protestante. El arte y la filosofía busca el retorno al clasicismo griego. Vitrubio, Alberti o Palladio son fuente de renovación El Renacimiento busco la renovación del saber bajo un nuevo paradigma, desde una concepción nueva del hombre y del mundo. Frente al teocentrismo medieval se abrió a una concepción nueva, una visión antropocéntrica del mundo.

Se trató de buscar la conciliación y armonización de los valores humanos y los religiosos. El nuevo paradigma busca una nueva valoración del hombre, una nueva concepción de la vida que gire sobre un sistema de valores centrado en la humanitas como ideal que aspira a integrar toda actividad humana.

El concepto del humanismo esta unido al concepto del renacimiento. El concepto de Renacimiento hola originariamente de signo hoy la magnífica renovación de las artes y de las ciencias y de todos los ámbitos del saber un nuevo marco histórico que incluye una amplia transformación mental inmaterial una nueva concepción del mundo qué se ensanchó no solo en términos físicos sino que al descubrir el nuevo mundo hola yo paso a una concepción de otra humanidad. Los s. XV y XVI estuvieron marcados por los grandes descubrimientos geográficos que cambiaron para siempre la mentalidad de los europeos. Fueron necesarias varias décadas para que el espíritu crítico que caracterizó el Renacimiento pusiese en duda lo que hasta entonces se consideraba un dogma. El Renacimiento terminó una visión del mundo que había perdurado durante 1500 años y que recogió el geógrafo griego Ptolomeo en el siglo II. El cartógrafo alemán Martín Waldseemüller dio a la imprenta el primer mapa que mostraba como un continente las tierras descubiertas al oeste y que designó con el nombre de América en honor de Vespucio.

Los humanistas recuperaron trabajosamente los textos de los grandes autores latinos y griegos con el afán de modelar su época según los valores Morales y políticos de la antigüedad clásica. los particularismos feudales dieron paso al surgimiento del Estado moderno. Hoy fue precisamente en el ámbito del espíritu donde se vivió esta revolución en la pugna entre dos credos que pronto se convirtió en una conmoción política.

El nuevo humanismo bajo la influencia del pensamiento de Erasmo de Rotterdam promueve la libertad en él pensar y el saber. Son muchos los que hoy buscan una educación exquisita aprenden el latín griego italiano castellano francés así como música canto y dibujo cómo dice Orsini hoy quiero que aprendáis a pensar y no decir frases brillantes. El papá León X en 1517 resumía el humanismo con esta frase me felicito por esta nuestra época que parece convertirse en una edad de oro si alguna vez la hubo porque las principales bendiciones de la humanidad le han sido restauradas fue el resumen del sentir del humanista Erasmo de Rotterdam. Él y sus contemporáneos creían vivir en una nueva era en una época de regeneración en un mundo que renacía de sus cenizas después de los siglos de la oscuridad y es que el saber la piedad la educación y las artes florecían por toda Europa de la mano de una cultura segura de sus posibilidades que situaba al hombre en el centro de sus miradas anhelos y esperanzas.

El sueño renacentista era el de construir una República de las letras ambos conceptos Renacimiento y humanismo parecen evocar un periodo supuestamente glorioso de la historia de la humanidad contrapuesto al de una oscura y bárbara Edad Media

Petrarca, príncipe de los humanistas, describió el medievo como una edad oscura. El humanismo inicia un movimiento con un objetivo común recuperar los valores de la antigüedad a partir del estudio de las letras clásicas para propiciar el florecimiento de una civilización completamente nueva.

Petrarca el gran poeta italiano fue el primero que tuvo la gracia y el ingenio para reconocer e iluminar el legado de los antiguos. Hoy la cultura nueva resurgió con Petrarca y Erasmo hoy quiénes promueven el nuevo pensamiento. Lo humano y el ideal clásico se funden en los poemas de Petrarca fue él quien soñó con mayor pasión en el ideal constitutivo del humanismo el de toda una civilización apuntalada y reconstruida sobre los cimientos del pasado clásico.

Durante los siglos XV y XVI los príncipes de toda Europa favorecieron el florecimiento de las artes y multitud de hombres y mujeres intentaron seguir los ideales renacentista y humanista en todos los campos del saber del arte y de la cultura surgieron personalidades que se afanaron por el sueño humanista en no poner límites al conocimiento y en recuperar los modelos de la antigüedad.

El filósofo Pico de la Mirándola sintetizó magistralmente el lugar que debía ocupar el hombre en El Mundo. en su oración por la dignidad del hombre resalta que lo que distingue al hombre del resto de los seres de la creación no es su posición en la escala de los seres hoy lo que distingue al hombre es la dignidad que le ha sido otorgada "dignitas hominis" y que lo sitúa en el centro mismo de la creación hoy por ello no basta solo con el saber sí este no está con acompañado con el desarrollo de sus propias virtudes el individuo desea escapar de las pasiones que dominan su existencia ser artífice de su propio destino entonces necesita cultivar su ánimo y sus capacidades virtus. Si bien la naturaleza humana es fruto del diseño divino la existencia del hombre es también fruto del libre albedrío que le ha sido concedido y que la gobierna libertas.

El filósofo y también humanista Marsilio Ficino recuperó en su teología una sentencia platónica que ha acabado por convertirse en seña de identidad del movimiento humanista y del genio renacentista: hoy el hombre es la medida de todas las cosas de las que son en cuanto que son y de las que no son en cuanto que no son. Los humanistas compartieron el sueño de que el Renacimiento permitiría el nacimiento de una civilización nueva que situaría la virtud de la libertad y la dignidad humana en el centro de sus pensamientos.

El nuevo humanismo yo paso la concepción del nuevo Estado moderno. Después de los convulsos momentos que tocaron vivir durante la reconquista el futuro de los grandes reinos peninsulares se iban a unir sobre la base de la Unión personal que deparaba el matrimonio entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón empezaron a fraguarse lentamente las primeras instituciones con un carácter general de la monarquía. Esto dio paso a una nueva concepción del Estado, el anhelo era el de mantener una política exterior común quisiera frente a la superioridad de la nobleza señorial, un proyecto de Unión tanto religiosa como civil hoy fueron desarrollando una auténtica cultura de Estado y de la necesidad de un proyecto institucional común que cada vez dejar a menos espacio para los planteamientos de la res pública medieval.

El s. XVI es el punto de inflexión en la historia de Europa que deja atrás el legado político y espiritual de la Edad Media para afrontar el nuevo reto de construcción de los primeros Estados modernos. Esta fue la tarea de la generación de las tres grandes monarquías, la de Francia con Francisco I, la de Enrique VIII en Inglaterra y la de los Reyes Católicos en España.

Los Reyes Católicos se adelantaron en esta empresa de unificación del imperio. España quedaría unido bajo un solo reinado por el cemento de la religión católica. Su reinado puso los cimientos del nuevo orden en el que se basaría la unidad. Instauraron un sistema de gobierno basado en un sistema de Consejos para cuyo funcionamiento contrataron letrados formados en las universidades que ellos mismos habían contribuido a reformar.

Otro episodio que marcó este tiempo fue hoy el hacer frente a la reforma protestante. Tanto Erasmo como Lutero coincidían en la crítica a las formas de religiosidad exterior y la escolástica en la defensa de un nuevo estilo de cristianismo basado en la figura central de Cristo. Erasmo no pensó nunca en la ruptura con Roma, sin embargo, Lutero tras su excomunión originó una ruptura o la iglesia católica. Frente a la crítica Protestante se hizo necesario dentro de la Iglesia toda una renovación que se fraguaría con el concilio de Trento. El concilio de Trento tuvo la intención de zanjar las diferencias entre católicos y reformistas.

 


5. EL MODELO DIDACTICO Y PEDAGOGICO DE LA RATIO STUDIORUM

La Universidad con la llegada del nuevo humanismo promovido por el renacimiento tendría que responder con nuevos planteamientos y sistemas pedagógicos adaptados a los nuevos signos de los tiempos.

La Universidad se fue haciendo poco a poco hasta llegar a la madurez en el Siglo de Oro. Vamos a centrarnos en el modelo pedagógico desarrollado en el apogeo de la época renacentista. El lema grabado en el escudo en piedra en su periodo áureo: "La Universidad de Salamanca primera en la enseñanza de todas las ciencias" iba a responder a un nuevo programa y modelo pedagógico.

La Universidad de Salamanca seguía el modelo medieval de Bolonia, en donde los discentes tenían un fuerte peso en la estructura de gobierno. Así, tanto el rector como los consiliarios eran estudiantes, normalmente procedentes de estratos nobles elegidos en representación de las ocho naciones que agrupaban a la población estudiantil según la procedencia geográfica. A ello se le sumaban los diferentes claustros en donde se dirimían cuestiones académicas, económicas y administrativas; serían los órganos en los que el profesorado va a consolidar su verdadero poder de decisión en los asuntos universitarios.

El Estudio Salmantino contaba con una jurisdicción propia con un tribunal civil y criminal exclusivo para el gremio universitario a cuya cabeza estaba el maestrescuela de la catedral. No sólo era juez del estudio, sino también tenía una función esencial en la Universidad: otorgar grados académicos (bachiller, licenciado, doctor o maestro) en nombre de Papa.

Los humanistas promueven los studia humanitatis. Las humanidades comprendían cinco materias: ética, poesía, historia, retórica y gramática (todas eran artes relacionadas con el lenguaje). Pronto surgió una cierta confrontación entre los studia humanitatis y los studia divinitatis. Se necesitaría la integración de los dos. Este fue el propósito de un sistema pedagógico: la Ratio Studiorum que integrara los studia humanitatis y los studia divinitatis.

 


5.1 EL STUDIO SALMANTICENSIS

Nuestro viejo y sabio Estudio salmantino aprovechó todas las ocasiones para enseñar y criar educó a través del ritmo vital corporativo y de participación en su gobierno a través de su múltiple y activo sistema docente formó también con las cláusulas exigentes de una vida honesta sobre piadosa ordenada y disciplinada y hasta con la pedagogía intuitiva de sus piedras doradas

A pesar de los altibajos y baches de la historia ha sabido ser fiel a su misión docente y educativa esencia de su destino que un día se plasmó en su escudo a modo de consigna consigna: salmantica docet.

El denominado Studio Salmantincensis surge vinculado a la catedral de Salamanca desde sus orígenes en el siglo XIII, y, de forma muy directa, al papado durante su desarrollo posterior. De cualquier manera, resulta innegable que, desde la fundación del Estudio Salmantino bajo los auspicios de Alfonso IX de León en 1218, una larga lista de mentes privilegiadas ha confluido directa o indirectamente en sus aulas. A lo largo de sus más de ocho siglos de existencia, miles de almas han dado lustre a la universidad, entre las cuales cabe señalar al profesorado como corazón de una institución cuyo fin último es enseñar.

Ya desde la época Moderna y al amparo de la Monarquía Católica se labró el afamado lema "Omnium scientarum princeps Salmantica docet" (Salamanca enseña todas las ciencias principales) que adorna la heráldica universitaria. Tan elocuente cartela expresa que la institución era plenamente consciente de su importancia en un momento determinado. Esta etapa de esplendor, denominada como clásica, se constituye como su Siglo de Oro.

Para la Universidad de Salamanca, el periodo dorado coincide con lo que historiadores han denominado Universidad “clásica” o de la Monarquía Católica. Este marco temporal, por oposición a las crisis y disgregaciones posteriores, se correspondería a la segunda mitad del siglo XVI y las primeras décadas del XVII, momentos en los que la institución florece en todos los sentidos: institucional (la Universidad de la Monarquía Católica, apoyada en la Corona y el Papado); económico (la mejor financiada de la Monarquía); social (la población académica más numerosa de todos los centros hispánicos de educación superior, o la importancia de sus estudios jurídicos en la formación de los cuadros de gobierno civil y eclesiástico) o cultural (saberes que cristalizan en la denominada Escuela de Salamanca, además del desarrollo de los estudios en teología, economía, derecho, etc.).

Y es que, con el fin del Medievo, el naciente Estado Moderno fundamentó sus bases en un complejo sistema burocrático y administrativo que ejecutaba la autoridad del monarca. Los reyes van reforzando paulatinamente su posición incorporando a su servicio no sólo a la nobleza, sino a un cuerpo de individuos, los letrados, que, gracias a su formación, conseguirán ocupar un papel importante en la toma de decisiones. Así pues, la conformación de la denominada Monarquía Hispánica es el resultado de un proceso en el que las universidades, principalmente la de Salamanca, fueron el instrumento principal para dotar al sistema de un cuerpo de servidores fieles e instruidos.

Este proceso tuvo como consecuencia la transformación no sólo de las instituciones de educación superior, sino también de sus integrantes. El perfil social de quienes pasaron por el Estudio Salmantino, primero como alumnos; luego como profesores, se hizo más complejo. En las universidades modernas, quienes acudían a sus aulas provenían de un espectro social variado que se movía entre los estamentos bajos y medios, aunque un puñado de los que llegaron a ser profesores (principalmente juristas y, en menor medida, médicos) pertenecieron a la baja nobleza. La alta nobleza, por su parte, estaba prácticamente ausente de la Universidad. Las razones son conocidas: aquellos que optaban por las letras y que pertenecían a una nobleza intermedia buscarían una carrera en la Iglesia o en el Estado más acorde a su nivel social, de tal modo que para ellos ser profesor era, a lo sumo, un mérito más y no un fin en sí mismo para promocionarse socialmente. En cambio, los que eligieron medrar mediante la vía de la docencia vieron la Universidad como una oportunidad para poco a poco llegar a las cátedras más importantes, un logro que, como se verá, no sería de poca enjundia.

Fray Francisco de Vitoria, fray Luis de León, Francisco Sánchez de las Brozas, y otros igualmente importantes, constituyen una generación de personas que, entre otras cosas, tenían en común su función docente en el Estudio Salmantino. El profesorado, en suma, dio esplendor a la institución universitaria, y ésta, como alma mater, albergó en su casa a sus hijos proporcionándoles el paraguas de una institución pujante.

Las enseñanzas impartidas en la Universidad salmantina quedaban agrupadas en cuatro facultades mayores de Cánones, Leyes, Teología y Medicina, a los que se añadían los estudios menores de Artes (Filosofía), algunas cátedras de Gramática, Lenguas o Retórica y otras sin adscripción a una facultad concreta (Astrología-Matemáticas o Música).

Las cátedras se fueron desarrollando y ampliando a lo largo del tiempo. Hacia 1395 existían ocho: dos de civil, dos de derecho y cuatro de decretales. Durante el S. XV, las cátedras asaliaradas y ordinarias alcanzaron una media de veinticuatro, mientras se multiplicaron las adjuntías o cátedras cursatorias, llamadas también menores

Con respecto a la financiación de la Universidad de Salamanca, sus ingresos dependían casi en exclusiva de las tercias reales sobre el diezmo de la diócesis de Salamanca. Es decir, la base económica de la universidad era el campo, de ahí que las fluctuaciones en su trayectoria dependieran, en gran parte, de los ritmos de las cosechas. El siglo XVI, de expansión agraria, favoreció por tanto una tendencia alcista en los recursos económicos el Estudio, lo cual se vinculó claramente al esplendor de la institución y a las grandes inversiones en edificios o mejora de salarios en este momento.

 


5. 2 EL CURSO ACADEMICO

El curso académico comenzaba el 18 de octubre, día de San Lucas, y terminaba el 8 de septiembre, festividad de Nuestra Señora. (quedaban cuarenta días de vacaciones)

El día de San Lucas se inauguraba el curso comenzando con una oración colección inaugural en el aula grande de escuelas mayores seguía una misa solemne y se finalizaba con el juramento hecho por los doctores y maestros de que guardarían y cumplirían lo establecido por el Concilio de Trento.

Sin embargo el curso para la consecución de los grados comenzaba a formalizarse la matrícula hoy así lo explicaban los estatutos de 1561 que ningún estudiante se le cuente curso en alguna facultad sino desde el día que fuere matriculado.

Para ganar curso tenían que asistir a las aulas al menos seis meses y un día si algún estudiante tenía impedimento para completar el curso lo podía suplir el año o año siguientes

Para poder graduarse los alumnos debían mostrar que habían aprobado el examen de gramática y debían probar los cursos que habían hecho asegurando bajo juramento y ante dos testigos que los habían cursado.

Los cursos comprendían seis meses y un día desde la fecha de matrícula y las clases cesaban entre el ocho de septiembre y el dieciocho de octubre.

El curso se iniciaba en torno al 18 de octubre (san Lucas) y finalizaba por la Natividad, el 8 de septiembre, si bien los estudiantes, para superarlo, debían asistir a clase seis meses y un día como mínimo. Para alcanzar los grados se debía realizar una probanza de curso y un examen de acceso que les facultaba como bachiller (habilitación profesional) o licenciado (habilitación docente). En cambio, el grado máximo, el de doctor o maestro, era una costosa ceremonia sin mayores requisitos académicos que la licenciatura ya obtenida.

El método habitual de enseñanza era la lectio hoy o explicación de un texto de ahí el nombre de lectores que también se daba a los catedráticos. con la palabra lectura designaban la materia señalada a los catedráticos para cada curso por el rector catedrático la exposición oral del comentario o en general, o aula, y las notas tomadas por los alumnos los catedráticos estaban obligados a explicar in viva voce, y seguido, arreo, sin detenerse hola tanto en unos temas o cuestiones que luego les faltará tiempo para los demás.

El dictado en las aulas o costumbre de anotar los escolares en las explicaciones del profesor fue una de las innovaciones didácticas del maestro Francisco de Vitoria que utilizó con buenos resultados. Esta innovación fue muy combativa tanto por la legislación universitaria como por la corona pero a pesar de todas las prohibiciones y amenazas la práctica del dictado se fue extendiendo hasta convertirse en una verdadera institución exigida por los estudiantes.

La lengua académica era el latín para facilitar los intercambios a nivel internacional. No existían exámenes de curso, sino pruebas finales o grados académicos: bachiller, licenciado y doctor (maestro).

Los catedráticos tenían obligación de asistir al postre o sea tenían que permanecer a las puertas de los generales o aulas para atender a las dudas y consultas de los estudiantes. Las disputas o actos de conclusiones eran un complemento de las explicaciones de cátedra como ejercicio excelente de dialéctica contribuyendo a la memorización y dominio de las materias y temas estudiados los catedráticos de propiedad pronunciaban también anualmente lecciones magistrales en forma de repeticiones solemnes llamadas también relecciones sobre temas de repaso o bien acerca de otros interesantes o novedosos.  

 

 


5.3 EL METODO PEDAGOGICO

El método pedagógico comprendía lectiones, repeticiones y disputaciones, como el resto de las universidades del momento. Se tratabas de las quaestio y disputas, comentarios analíticos sobre textos consagrados, conferencias magistrales públicas y ejercicios dialécticos.

Las clases se desarrollaban a partir de las disputas seguía (la questio, la lectio, repetitio, disputatio et conclusio). El método escolástico siguiendo el esquema de la Summa Theologiae de Santo Tomás trataba las questiones teológicas formulando las denominadas quaestio.

La metodología de enseñanza se basaba, desde época medieval, en el uso del latín como lengua vehicular y en tres tipos de ejercicios pedagógicos: la lectio o comentarios sobre textos de autoridades; la repetitio, que eran clases magistrales realizadas en público y la disputatio o actividades dialécticas a modo de síntesis.

El método tradicional de enseñanza se mantuvo fundamentado en la lección magistral, la relación, las disputas académicas y ejercicios didácticos. El principio de autoridad se derivaba de ciertos libros y autores consagrados: Corpus de Derecho romano y Decretales pontificias; la Biblia y una escolástica teológica de predominio tomista. En Medicina se seguía la síntesis galénica; la Lógica y Filosofía Aristotélica; Euclides, Ptolomeo y los clásicos latinos y griegos. La reválida de conocimientos se producía al finalizar los cursos preceptivos.

 


5.3.1 La lección o lectura

La lectio, lección o lectura era la exposición o comentario analítico de un texto para intentar comprender su significado para ello se fijaba el sentido del texto estudiando los asuntos más importantes las razones en pro y en contra las cuestiones derivadas o secundarias después el profesor introducía la duda o cuestión o quaestio por enfrentamiento entre diversas interpretaciones o por ser un texto tan bajo y confuso que admitiese varios significados finalmente se llegaba a sintetizar el sentido del texto en una o varias conclusiones o sentencias.

Las lecturas o lecciones podían ser ordinarias, que eran las lecciones magistrales impartidas por los catedráticos que habían conseguido alguna oposición y versaban sobre las partes más importantes de los libros comentados o leídos; y extraordinarias que eran llevadas a cabo por bachilleres como método de ensayo para futuras docencias y versaban sobre partes menos importantes estas lecturas extraordinarias no eran remuneradas pero eran un requisito previo para conseguir la licenciatura.

Los catedráticos tenían que leer a viva voce y en latín. No podían ayudarse de cartapacios, cuadernos, ni papel alguno. Dentro del aula, los estudiantes, aparte de no poder en ningún momento dar la espalda al profesor, tenían la obligación de permanecer en silencio, ni siquiera podían hablar para preguntar las dudas al profesor. En este caso, al terminar su lección, el catedrático tenía que asistir al poste, es decir, ponerse a la puerta fuera del aula para responder todas las preguntas planteadas por los alumnos.

Las clases de prima y vísperas eran las más importantes y duraban hora y media el resto de las clases duraba una hora.

Los catedráticos solo podían leer una clase al día. Los lectores extraordinarios, también llamados pretendientes, porque pretendían cátedras, necesitaban licencia del rector para poder leer. Ellos también tenían señalado lo que debían explicar en cada momento. Ninguno podía leer lo asignado a los catedráticos.

Los catedráticos tampoco podían dictar en clase. Este fue uno de los puntos más conflictivos de la Universidad del Siglo de Oro. El dictado en las aulas era una costumbre introducida en esta Universidad por el maestro Francisco de Vitoria. Esta costumbre, que en principio parece positiva, fue muy combatida tanto por las leyes universitarias como por la Corona debido a los excesos que se cometieron.

Los estudiantes sin recursos para comprarse libros podían llevarse las anotaciones de las explicaciones. Muchos serán los que se contentaban con los apuntes de los amigos o de los criados a los que enviaban en su lugar en vez de acudir a clase. Los profesores dictaban a veces incluso por imposición de los alumnos. Para no incurrir en ilegalidades algunos profesores iban media hora antes de la clase y otros se quedaban al finalizar la misma para dictarles. Al final del s. XVI se terminó por legalizar el dictado durante el último cuarto de hora de cada clase en todas las facultades excepto en la de Artes para extraer el verdadero entendimiento del texto y sacar en limpio la verdadera y común doctrina.

En la Facultad de Teología se permitió dictar el tiempo que fuese necesario siempre que al menos explicasen 1/4 de hora. El motivo de esto era el de evitar imprecisiones teológicas y salvaguardar el dogma.

La consecuencia que trajo este hecho de permitir el dictado en las aulas fue el retraso que se produjo en pasar las lecciones.

 


5.3.2 Las disputas o conclusiones

Las disputas o conclusiones eran un extraordinario ejercicio de dialéctica cuyo mayor aprovechamiento era el ejercitarse en argüir y responder, como rezaban los estatutos, además de ser un método excelente para memorizar y asimilar los temas estudiados.

En el acto tenía que haber un presidente, un sustentante y unos arguyentes. El presidente era un cargo reservado a los doctores y maestros de la facultad lo ejercían por riguroso orden del más antiguo al más moderno.

El presidente tenía que nombrar a un sustentante, que era el que defendía una tesis. Tenía que ser, como mínimo bachiller, aunque posteriormente bastaba con ser estudiante de tercer año. Este tenía que dar por escrito al presidente las conclusiones que iba a defender para que las admitiese o rechazase. Si eran admitidas, cuatro días antes de la disputa se exponían en un lugar público para que todas las pudiesen conocer.

Llegado el día determinado la disputa comenzaba a partir de la una de la tarde. El acto duraba dos horas. La primera media hora el candidato defendía su tesis y la hora y media restante se dedicaba a las disputas. Los estudiantes que quisiesen intervenir tenían que ser como mínimo de cuarto curso y lo debían hacer conforme a sus antigüedades, comenzando siempre por los más antiguos. Nadie podía proferir durante el acto ninguna palabra injuriosa a otro bajo la amenaza de ser multado.

Además ningún doctor ni maestro de la Universidad podía ser sustentante ni arguyente de propósito, aunque sí asistía al acto podías decir lo que quisieses siempre que no se cruzase en el argumento con otro doctor o maestro, pues esto les podría suponer el perder la autoridad ante los alumnos.

Finalmente, para beneficio de todos los oyentes, el presidente estaba obligado, al finalizar el acto, a dar la resolución verdadera de cada argumento. Estas conclusiones se celebraban en días de asueto y eran retribuidas económicamente teniendo el bedel la obligación de pagar al sustentante a los adquirientes y a los doctores y maestros pudiesen de la propia facultad.

 


5.3.3 Las reelecciones o repeticiones

Las repeticiones podían ser de dos tipos: las primeras eran las repeticiones de los catedráticos de propiedad. Una vez al año cada catedrático estaba obligado a repetir, es decir pronunciar una conferencia solemne y magistral a toda la Universidad sobre algún tema interesante y de actualidad. Eran un excelente medio de obligar al profesorado a mantener una constante preparación formación actualización y profundización intelectual.

Estas repeticiones se celebraban cualquier día del curso, excepto en las fiestas solemnes. Con el fin de que fuesen de mucha mayor utilidad se imponía a los catedráticos la obligatoriedad de darla por escrito para que el claustro las guarde y a su tiempo se puedan imprimir.

Por otra parte, también estaban obligados a repetir aquellos bachilleres que aspiraban al grado de licenciado, como requisito previo para conseguirlo. La razón era la de obtener información de suficiencia del bachiller. En este caso, después de defender sus argumentos tenía que defenderse de las preguntas de los doctores y maestros presentes. Como mínimo tenía que haber cuatro doctores de la Facultad de Derecho, dos maestros de teología, dos doctores médicos, dos doctores en Artes y los que estaban obligados a argüir. El mínimo de arguyentes era de tres, comenzando siempre por el más antiguo. Si a algún catedrático le coincidía leer y ser padrino de alguna repetición tenía que asistir a la repetición por considerarse esta más importante.

 


6. LA FORMACIÓN ACADÉMICA Y GRADOS

Hemos utilizado distintos conceptos asociados a los grados académicos (bachiller, licenciado, doctor o maestro), de forma que el paso de uno a otro abría las posibilidades, dentro de la promoción universitaria, a las cátedras más importantes. Aunque el bachillerato habilitaba para la función profesional, en el caso de la facultad de Gramática, y alguna excepción en otras facultades, era suficiente para poder leer alguna cátedra, mientras que la licenciatura implicaba la autorización por parte de la universidad para ejercer la docencia.

El doctorado o el magisterio no eran sino el broche honorífico de esta jerarquía académica en la que la graduación era imprescindible, ya en esta época, para aquellos encargados de la transmisión del conocimiento. Profesores manteístas, regulares y colegiales mayores Por extensión del mundo estudiantil, el cuerpo profesoral estaba compuesto por catedráticos manteístas, es decir aquellos seglares y clérigos no adscritos a una institución conventual o colegial secular; regulares o pertenecientes a una orden religiosa, y colegiales seculares.

Dentro de estos últimos, se debe distinguir entre los que pertenecían a alguno de los colegios mayores, también seglares o clérigos seculares, frente a algunos que habían pasado por los múltiples colegios menores cuya influencia no era comparable a la de los primeros.

Se observan que entre las proporciones de manteístas, regulares y colegiales en las facultades del Estudio, el triunfo manteísta era claro en todas menos en Teología, abarcada en su inmensa mayoría por los religiosos regulares (19 profesores, el 79 % de la facultad) y tan solo 5 manteístas; y Artes, donde los colegiales mayores (43 profesores, 58,1 %) superaban a los 23 catedráticos manteístas (31,1 %) y a los 8 regulares (10,8 %). Leyes mantenía prácticamente un equilibrio en el número de profesores manteístas (23 individuos, el 51,1 % y colegiales (22 profesores, 48,9 %), aunque, como se indicará, las mejores cátedras estaban en manos de los primeros. En la facultad de Cánones la preeminencia de los docentes no colegiales era mayor incluso: un 63,9% de manteístas (23 docentes) frente al 36,1 % colegial (13 individuos).

Teología no contaba con colegiales mayores entre sus 24 docentes, lo cual se explica, como han señalado algunos especialistas, porque los cauces de promoción colegial se ubicaban en las facultades de Derecho y en Artes, en donde los meritorios desempeñaban una docencia generalmente breve antes de dar el salto a la administración estatal o la Iglesia, con oficios bien estimados social y económicamente. Los religiosos regulares se disputaban las cátedras más importantes en Teología –dominicos y agustinos, principalmente– y Artes (carmelitas y mercedarios) dejando relegado al clero secular manteísta. También la facultad de Medicina era prácticamente ajena al profesorado colegial –de 16 docentes tan sólo uno era colegial de Cuenca–, puesto que el ejercicio de esta no estaba bien considerado en la sociedad de la época y solía ligarse a judeoconversos. Finalmente, la misma tónica seguía el profesorado de Gramática (38 individuos) y el no adscrito a facultad (9 catedráticos), manteístas ambos en su totalidad a excepción de un profesor colegial del Arzobispo entre los gramáticos.

Había una mayoría de lectores en Artes (11), a los que seguían los 5 canonistas y los 3 legistas. Existía un predominio del profesorado artista sobre el jurista en todos los colegios salvo el del Arzobispo, en donde ocurría lo contrario, a los que hay que añadir un gramático y un médico como casos aparentemente excepcionales.

Los cursos debían estar debidamente comprobados por medio de las llamadas pruebas de cursos o pruebas testificales de cursos bajo juramento por medio de 2 testigos compañeros escolares era requisito indispensable para que estos tuvieran validez en orden a los grados.

La Universidad preparaba para la obtención de los grados de bachiller, licenciado y doctor o maestro. El primero de ellos servía para el ejercicio profesional, mientras que el segundo probaba la habilidad erudita para la futura docencia. El doctorado era mera cuestión honorífica. Todo tenía lugar en las Escuelas Mayores y Menores que constituía la Universidad por excelencia.

 


6. 1 EL GRADO DE BACHILLER

El primero y más frecuente de los grados académicos era el de bachiller. Se podía obtener en Cánones, Leyes, Teología, Medicina o Artes. Implicaba haber cursado las asignaturas respectivas del plan de estudios (ratio studiorum) y habilitaba para el ejercicio profesional en estas especialidades.

Para conseguirlo, tenían que cumplir los siguientes requisitos: en primer lugar, el aspirante al grado necesitaba haber estudiado los tres años de latín en los colegios de gramática y haber superado el examen final que le capacitaba para poder cursar en la facultad elegida. En segundo lugar y una vez superado el examen anterior, cursaba los años correspondientes en la Facultad de determinada. Y en tercer lugar, era necesario haber leído diez lecciones en público en las Escuelas con una duración superior a la media hora cada una.

En la Facultad de Derecho canónico tenían que cursar durante cinco años, de ellos, el primero y el segundo año debían cursar Decreto y Decretales en cualquiera de las cátedras de prima o vísperas; y de los tres años restantes, tenían que cursar uno en la cátedra de propiedad de Sexto, y los otros dos, Decretales en cualquiera de las cátedras de prima o vísperas permitiéndoles cursar el uno de estos dos años en la cátedra de Clementinas.

En la Facultad de Derecho civil también tenían que cursar cinco años: el primer año en una de las cátedras de Instituta; el segundo, en una de las cátedras de Código; el tercero en otra de las cátedras de Código, y si este año oían dos lecciones de Código podían oír también Digestos; y el cuarto y quinto años debían cursar Digestos en una de las cátedras de prima o de vísperas.

Para conseguir el grado de bachiller en Teología era necesario ser antes bachiller en Artes o tener los cursos necesarios para serlo, haber cursado cuatro años en la Facultad de Teología, leer diez lecciones públicas y defender una lección más solemne en la que argüían encuentra de los bachilleres. Antes de comenzar a ganar curso en Teología, tenían que probar que habían sido examinados en Artes y que tenían licencia para oír Teología. De los cuatro años que cursaban en la facultad, el primero y el segundo tenían que cursar en la cátedra de Biblia y en una de las cátedras de prima o vísperas y el tercero y cuarto en cualquiera de las cátedras de prima o vísperas.

Para obtener el grado de bachiller en Medicina era necesario tener antes el grado de bachiller en Artes oír cuatro años en la Facultad de Medicina y leer públicamente diez lecciones. El primer año tenían que cursar en una de las cátedras de prima o vísperas y en la de Filosofía natural. El segundo y tercer año en una de las cátedras de prima o vísperas y en la de Cirugía. Y el cuarto, Prima o Vísperas y Método. Y en estos dos últimos años, tenían que hacer prácticas con enfermos en coma en compañía de alguno de los doctores de la facultad.

Además, en esta facultad, se establece la novedad de que para que se pudiese graduar “con más suficiencia” hiciesen previamente un examen, en el aula principal de Medicina de dos a cuatro de la tarde. Este examen era público y solo se podía hacer a un aspirante cada día. El tribunal estaba formado por todos los doctores médicos graduados por esta Universidad, además de los dos maestros artistas que acudían por riguroso turno de antigüedad. La presidencia de estos actos solo podía recaer en los doctores médicos y lo hacían por turnos y antigüedades. El rector también estaba obligado a asistir.

Terminado el examen, los doctores se quedaban solos y sin mediar palabra sobre la calidad del aspirante, pasaban directamente a la votación. El voto era personal y secreto. Tenían que jurar ante el rector qué serían justos en la votación y le concedían o no licencia para graduarse por mayoría simple. A aquellos a los que se les denegaba no podían volver a examinarse hasta el año siguiente.

Después de conseguidos los requisitos anteriores, a los aspirantes el grado de bachiller en medicina no se les podía dar la carta de bachiller hasta que no hubiesen practicado la profesión durante dos años después del citado examen.

Para obtener el grado de bachiller en Artes tenían que oír tres años y haber leído diez lecciones en las Escuelas: tres lecciones de Lógica, cuatro de Filosofía natural y tres de Moral. De los tres años, el primero tenían que cursar en la cátedra de propiedad de Súmulas, el segundo en la cátedra de propiedad de Lógica y el tercero en la de Filosofía natural y moral.

Y también aquí se introduce la novedad, a finales del s. XVI de que se hiciese un examen público, para que con más suficiencia se puedan graduar de Bachilleres y pasar a otra facultad. Para ello, la Universidad tenía que nombrar a principio de curso a cuatro examinadores, dos de Artes, uno de Teología y uno de Medicina.

Una vez reunidos todos los requisitos exigidos en todas las facultades, podían solicitar al rector el grado de bachiller, para ello nombraban a un doctor o maestro como padrino y tenían que mostrarle que cumplían los requisitos. Este padrino señalaba un día no festivo para la recepción del grado. El bedel lo tenía que anunciar por todas las aulas.

Llegado el día, se reunían en el aula de la facultad respectiva el aspirante al grado, el doctor al maestro padrino, el secretario el bedel y los testigos. El graduando, con un pequeño discurso, pedía el grado al padrino, el cual se lo concedía sin arenga, bajaba de la cátedra y, como acto simbólico, se la entregaba el bachiller, el cual disertaba muy brevemente sobre algún punto de su especialidad, daba las gracias y finalizaba la ceremonia.

Tratándose de Artes y de Medicina los estudiantes habían de hacer un examen previo. Al grado de bachiller seguía un periodo también de varios años según la facultad llamado de pasantía qué capacitada al bachiller mediante el ejercicio de lectura o docente para presentarse a los actos previos y examen para la licenciatura que eran los requisitos más exigentes y difíciles de toda carrera universitaria.

 


6.2 LA LICENCIATURA Y DOCTORADO

Obtenida la licenciatura se podía ascender al magisterio en Artes o Teología o al doctorado en Cánones, Leyes o Medicina, títulos que equivalían a lo mismo el máximo grado académico en cuyos actos y requisitos eran protocolarios y de alto simbolismo que de dificultad académica.

Al igual que el grado de bachiller, el de licenciado podría obtenerse en ambos Derechos, Teología, Medicina y Artes. Este grado formaba una especie de unidad con el doctorado posterior, consistiendo el primero en un examen muy exigente (una especie de reválida de estudios) y el segundo en pura ceremonia y festejo.

 


6.2.1 El grado de licenciado

El término licenciado significaba licencia para enseñar públicamente (licentia docente), requisito indispensable para el ejercicio docente. Para conseguir la licenciatura era necesario realizar unas prácticas docentes denominadas pasantías, esto es, dar clases o realizar lecturas, como se decía entonces, durante un periodo variable de años, dependiendo de la facultad, hacer una repetición pública y superar un examen ante toda la Universidad en la capilla de Santa Bárbara (situada en la Catedral). Se decía que era terrible pasar por Santa Bárbara.

Las pasantías se comenzaban a contar desde el día en que el aspirante se gradúa de bachiller o desde el día en que cumplía los requisitos para poderse graduar. En ambos Derechos la pasantía duraba cinco años. En Teología, cuatro. En Medicina, también cuatro años, aunque podía disminuir a tres si el aspirante era maestro en Artes; además era necesario que practicase la profesión durante cuatro meses. En Artes, la pasantía se reducía a tres años. Con respecto a las repeticiones, para poder evaluarlas tenían que estar en ellas presentes los cuatro doctores más nuevos en el grado. Una vez que los bachilleres habían leído los años necesarios y que habían hecho la repetición pública, se sometían a un proceso ceremonial que duraba aproximadamente una semana. Este proceso era el siguiente: petición, publicación y presentación para el grado, asignación de puntos, examen y colación u otorgamiento del grado.

El maestrescuela elegía a un examinador, el cual juraba que no había ningún tipo de soborno, para que abriese el libro al azar por tres partes distintas, de las cuales el bachiller aspirante a este grado elegía una. El candidato tenía todo el día para preparar el tema.

Para evitar los fraudes que pudiese haber en el examen se aumentaban las formalidades en la toma de puntos: el maestrescuela tenía que renovar estos libros en los que se asignaban los puntos cada dos años. Incluso en el momento que él quisiese podía escoger otro libro; se le otorgaba libertad para dar estos libros para asignar puntos al doctor que quisiese; el doctor que tuviese que asignar los puntos no podía tantear ni abrir primero el libro antes de abrirlo de forma definitiva.

En la asignación de puntos, podían estar presentes los doctores o maestros que quisieran, pero obligatoriamente de bienestar los cuatro doctores o maestros más nuevos en el grado. Una vez asignado los puntos, el que se iba a examinar estaba obligado a enviar el tema elegido a cada uno de los doctores maestros de la facultad respectiva que no habían estado presente en la elección.

Llegada la noche del examen, se reunían en la capilla de Santa Bárbara todos los maestros y doctores que tenían o hubiesen tenido una cátedra o un partido de lectura en cualquier facultad de la Universidad.

Los exámenes que se celebraban en invierno comenzaban a las cuatro de la tarde y los de verano a las cinco. Una vez comenzado el examen se cerraba la puerta del claustro y nadie podía salir ni entrar. Las lecciones del examen tenían una duración limitada, pero las disputas posteriores eran limitadas. Cuando el candidato terminaba de razonar sus argumentos, le tenían que argüir al menos cuatro examinadores, salvo en Teología, que bastaba con tres. Ningún doctor podía interrumpir hasta que el examinado hubiese respondido al argumento y réplica anterior.

Para que el examen fuese lo más justo posible, los aspirantes al grado no podían comunicar de palabra ni por escrito los argumentos que iba a utilizar a ningún examinador antes del propio examen. Tampoco podían los doctores visitar, ni mandar escritos, ni ayudar a confeccionar el tema del examen a la espera ante los catedráticos tenían que jurar ante el maestro escuela que no habían comunicado los argumentos ni las réplicas ni cualquier otra cosa el candidato.

Terminado el examen, el maestrescuela mandaba salir de la capilla al bachiller, daba cada maestro o doctor dos letras. Una A, que significaba aprobado, y una R, reprobado, y con ellas votaban en secreto. Después del escrutinio no se podía repetir la votación, aunque algún maestro alegase haberse equivocado al echar las letras. Se la aprobaba o reprobaba por mayoría simple. Sí se la aprobaba, pero aparecían varias erres se le ponía una penitencia al licenciado. Esta penitencia tenía que ser clara y decirse en público al dar el grado y se tenía que escribir en la carta del grado.

Como el examen para licenciado era largo, estaba establecido que se diera una cena en el mismo lugar del examen a todos los allí presentes cuando le pareciera oportuno al cancelario. Pero no estaba obligado el que se iba a examinar a dar a cada uno más de una perdiz, un pollo o dos tórtolas, fruta con el pan y el vino. Se prohibía dar más comida ni bebida en el lugar del examen ni fuera de él. El candidato tenía que pagar en el mismo examen los emolumentos a todos los examinadores conforme la tasa hecha por el maestrescuela.

A finales del s. XVI se introduce una novedad una figura denominada “veedor”. Tenía el encargo de dar la cena por su mano y si los que la preparaban ponían más de lo permitido tenía que avisarlo al rector para castigarlo. También se encargaba de comprobar que los oficiales examinadores llevasen exclusivamente sus emolumentos.

La colación u otorgamiento del grado se hacía al día siguiente de aprobar. Por la mañana se volvían a reunir los mismos del examen. El bachiller, mediante una pequeña arenga solicitaba al cancelario que le otorgase el grado. Éste, diciendo que los doctores le habían aprobado unanimiter una voce ac nemine discrepante, le confería el grado de licenciado y le otorgaba licencia para doctorarse cuando quisiese. Finalmente tenía que realizar el Juramentum licenciandorum omnium facultatum in Academia Salmanticensi.

Para hacernos idea de los bachilleres que se licenciaban, en el año 1584 se licenciaron un total de 26 estudiantes, de los cuales 13 lo hicieron en Cánones, 8 en Leyes, 3 en Teología uno en Medicina y uno en Artes.

 


6.2.2 El grado de doctor y maestro

Como ya dijimos, el grado de licenciado formaba una especie de unidad con el doctorado, consintiendo el primero en una reválida de estudios y el segundo en pura ceremonia y festejo. Ninguna diferencia había entre el grado de doctor y el de maestro, salvo que el primero se obtenía en las facultades de Derecho canónico, civil y Medicina, y el segundo en Teología y en Artes. Pero ambos títulos equivalían a lo mismo eran el máximo grado académico que se podía alcanzar.

Los requisitos exigidos para poderse doctorar eran: estar en posesión del título de licenciado y tener unas arcas bien repletas de dinero para poder pagar las ceremonias, fiestas, derechos y propinas. Para poder conseguir este título, muchos pedían un préstamo al “arca universitaria”, otros esperaban a épocas de luto de la familia real (en la que no podía haber fiestas) y otros acudían a graduarse a universidades menores en las que los costes eran mucho más exiguos.

La petición y publicación del grado comenzaba en el momento en el que el aspirante solicitaba al maestrescuela la petición. El cancelario lo mandaba a publicar, con término de 9 días naturales las catedrales de prima o vísperas de la facultad determinada.

Después se procedía a la presentación para el grado. Para la presentación se convocaba un claustro de cancelario, al cual acudían los doctores y maestros de todas las facultades. Una vez reunidos, se presentaba el aspirante al grado y solicitaba ser admitido de doctor o de maestro, dado que reunía los requisitos exigidos y que estaba dispuesto a cumplir con sus obligaciones y a renunciar a su turno si algún licenciado de cualquier facultad más antiguo que él se presentaba en el término de los nueve días que exigían los estatutos.

El maestrescuela, viendo la petición y su renuncia en caso necesario, le mandaba declarar qué día pretendía graduarse y el cual lo declaraba. El cancelario le mandaba salir y el claustro votaba si se la asignaba o no dicho día. Después se nombraban “veedores” de colaciones, comidas, insignias, guantes, tasadores de comida, comisario. vejaminista etc.

La ceremonia del grado se llevaba a cabo en tres momentos diferentes. El primero era el día de la víspera del grado, por la tarde, en el que todos los doctores y maestros de la Universidad estaban obligados a acompañar con sus exigencias al doctorando en el paseo que se hacía por determinadas calles de la ciudad, bajo la pena de perder la colación posterior. Después del paseo venía dicha colación. Como parece que había grandes excesos en ella se ordenaba que solo se pudiesen dar seis diferentes platos de comida, además de tres platos de fruta según la época.

El segundo momento era la ceremonia de concesión del grado en la Catedral. Los doctores y maestros tenían que acompañar al nuevo doctor al salir de ella so pena de perder la comida posterior. En esta comida no se podían dar ni poner más de seis diferentes manjares y las frutas según el tiempo.

Por último, la tarde de la ceremonia del grado había una fiesta de toros en la Plaza Mayor con otra colación. Los doctores y maestros tenían que acompañar a la ida y a la vuelta al nuevo doctor a la casa que la Universidad tenía en la Plaza, bajo la misma pena de los casos anteriores de perder la colección. En dicho banquete se debían de dar cinco diferentes tipos de colección, dos de frutas y tres de otra colación. Con el fin de que este grado saliera más barato a finales del s. XVI se pretendió que se graduase de seis en seis en lugar de uno en uno, aunque esto perjudicaba gravemente los intereses de la ciudad. A pesar de los intentos de disminuir los excesos en las comidas y colaciones, parece que en la práctica no se lograba.

Para terminar el acto se hacía un panegírico en alabanza del nuevo doctor o maestro, después un pequeño sermón en latín y finalmente tenían que realizar el Juramentum doctorum et  magistrorum omnium facultatum.

Para hacernos una idea de los alumnos que obtenían este grado, en el año 1584 se graduaron 9 personas, de las cuales cuatro lo hicieron en Cánones, uno en Leyes, 3 en Teología, uno en Artes y ninguno en Medicina. En el año 1595 se graduaron 6 personas, de las cuales, uno lo hizo en Cánones, 3 en Teología, dos en Medicina y ninguno en Leyes ni en Artes.

 


7. LA FORMACIÓN ACADÉMICA DEL PROFESORADO UNIVERSITARIO

El humanismo dio paso a un nuevo conocimiento, una nueva inteligencia y comprensión del saber humano más holístico e integrativo. En la Universidad se forjaron las personas que iban a marcar el futuro de nuevo mundo. Sus pensadores iban a impulsar el progreso del conocimiento rompiendo las barreras de la exclusión y abriéndose a nuevas fronteras con proyección insospechada. Más del 70% de las universidades americanas siguieron el “alma mater” de la Universidad salmantina.

Durante el siglo de Oro se dieron cita grandes personajes como Luis de Góngora, Calderón de la Barca, Cervantes. Las primeras mujeres alumnas universitarias, Beatriz Galindo, Luisa Medrano, Carmen Matilde Gaite. Célebres personajes del Nuevo mundo como Hernán Cortés o Manuel Belgrano también pasaron por la Universidad.

Sorprende el grado de inclusión y la visión global del conocimiento abierto a todos. A nadie le debería sorprender el elevado número de grados que acumulaba un grupo como el del profesorado universitario, cuya razón de ser radicaba, precisamente, en la adquisición de saberes para después ejercer su enseñanza.

Así, el conjunto de catedráticos abordado reunía un total de 769 títulos académicos, lo cual arroja una media de tres grados por individuo. Sin embargo, la propia dinámica de las graduaciones y la promoción académica suponía un proceso de selección por el cual van disminuyendo el número de títulos totales conforme avanzamos de categoría (bachiller, licenciado, doctor o maestro).

El más bajo de los grados, el de bachiller, era también el más abundante con 340 títulos (46,8 %)20. Los 176 títulos de bachiller en manos de los estudiantes manteístas (los ordinarios que no vivían en los Colegios) constituían algo más del 24 %, un tercio más de los que acumularon los colegiales (118, el 16,3 %). Muy lejos se situaban los bachilleres de las órdenes regulares, con 46 títulos y el 6,3 %.

De todas estas láureas, los 125 bachilleres en la facultad de Artes superaban cualquier otro título del profesorado; no en vano, la obligatoriedad de bachillerarse en Artes para alcanzar las licenciaturas en Teología o Medicina explica esta superioridad numérica. Le seguían mismamente los títulos de bachiller en Teología, con casi el 10 % y 72 diplomas, y muy igualados las titulaciones jurídicas (Leyes 47 y Cánones 46 grados, algo más del 6 % cada uno). En último lugar iban los 17 grados de bachiller en Medicina (2,3 %).

En lo concerniente a los títulos de licenciado, el número total era bastante menor (244, el 33,6 %), de modo que la distancia entre los grados de licenciado obtenidos por el profesorado manteísta (119, el 16,4 % del total) y colegial (91, el 12,5 %) era algo más corta que en el caso de los bachilleratos, mientras que en el caso de las órdenes regulares se observan cifras bastantes cercanas con respecto al grado más bajo (34 licenciaturas, 4,7%)21.

El carácter preparatorio del bachillerato, el coste de la licenciatura o la falta de exigencia de titulaciones más elevadas en la facultad de Gramática darían como resultado los 95 títulos de diferencia que hay entre el número total de bachilleratos y de licenciaturas, en detrimento de estas últimas. Por otro lado, el número de licenciaturas en Teología era idéntico al de bachilleratos en dicha facultad (72 títulos, el 9,9 %), lo cual indica que se dio una ausencia de profesores que impartieran docencia únicamente con el título de bachiller teólogo.

El número de licenciaturas jurídicas también se mantenía, aunque con un ligero descenso con respecto a los bachilleratos: 43 licenciaturas en Leyes y 45 en Cánones. Las licenciaturas en Artes (39), el 5,4 %, eran significativamente menores que los bachilleratos en la misma facultad, debido a que la mayor parte de los grados de bachiller artista se obtenían para alcanzar otros títulos académicos en Teología o Medicina, mientras que las licenciaturas médicas apenas variaban (16 grados, 2,2 %).

Las más elevadas láureas, la de doctor y maestro, eran las menos numerosas, con un total de 185 títulos y el 25,5 % de todos los grados del profesorado. Estas cifras implicaban que, a diferencia de lo que ocurría en la relación entre las licenciaturas y los bachilleratos, la cantidad de grados máximos obtenidos por los manteístas (103 doctores y maestros) y religiosos regulares (32 maestros) apenas descendían con respecto a las licenciaturas, siendo más pronunciada la reducción entre los catedráticos colegiales (50 doctorados y magisterios, un 45 % menos).

Para entender este hecho, baste recordar, entre otras razones, la importancia de dichos títulos para desempeñar una cátedra vitalicia, formar parte del claustro de la universidad o poder recibir algunos emolumentos como las propinas. El doctorado era un elemento de prestigio cuyo elevadísimo coste de colación ejercía un gran poder disuasorio, lo cual iba ligado a las dificultades de algunos catedráticos para incorporar el grado de doctor o maestro de otras universidades.

En este sentido, parece ser que el profesorado manteísta ponía sus esfuerzos en conseguir una graduación más elevada que el colegial, lo cual se relacionaría con los intereses y las posibilidades de promoción académica de cada grupo. En suma, todo ello era causa de que el número de doctorados y magisterios disminuyera con respecto a otros títulos, si bien el magisterio en Teología, que continuaba siendo la facultad con mayor número de títulos (65) apenas descendía en comparación a los grados de licenciado. Del mismo modo ocurría con el grado de maestro en Artes, que, con 36 títulos, prácticamente se mantuvo igual. En cambio, los catedráticos con grados jurídicos disminuían aproximadamente a la mitad: 27 doctorados en Cánones y 21 en Leyes. Los 14 doctorados en Medicina indicaban un leve descenso, siendo la única facultad que prácticamente conservaba el número de títulos en los tres grados posibles dado que todos los docentes tenían las máximas laureas.

De todos los títulos del profesorado, casi el 70 % (535) fueron otorgados por la Universidad de Salamanca y 43 (5,6 %) incorporados de otras universidades. La normativa era bien clara al respecto: para ejercer de docente se exigía que el grado hubiera sido obtenido en Salamanca, salvo en algunas excepciones en las que podían incorporarse profesores graduados en otras universidades previa convalidación de los títulos por aprobación unánime del claustro. Estos casos, aunque no eran raros, tampoco resultaban demasiado frecuentes, al menos para la generación de profesores estudiada.

La escasez de titulaciones ajenas al marco salmantino también era síntoma de las prohibiciones legales emanadas desde la Corona durante el reinado de Felipe II, aspecto que se podrá comprobar en el caso de las procedencias geográficas del profesorado. Como resultado, los 43 grados incorporados apenas suponía una ínfima parte frente a las 535 graduaciones de las que, con seguridad, se produjeron en la Universidad de Salamanca.

El sistema de provisión de cátedras vigente en la Universidad de Salamanca hasta 1641 fue el de las votaciones estudiantiles, principalmente, sumado a otras lecturas que fueron provistas por el claustro universitario. Se trata de un tema bien documentado, toda vez que el proceso aparece descrito en las constituciones salmantinas de Martín V y en los sucesivos estatutos del siglo XVI, recopilados en 1625, así como detallado en la práctica por medio de los libros de provisión, de procesos y de posesión de cátedras del archivo universitario.

Martín V había establecido el sistema de votación estudiantil como forma de elegir a los catedráticos. El proceso comenzaba cuando una cátedra quedaba libre, momento en el que el rector y consiliarios debían publicar los edictos de vacatura y exponerlos en las facultades correspondientes en un plazo de dos días.

A partir de ese instante, los posibles opositores tenían un mes para optar a la lectura, si era de propiedad, y 3 días si eran cátedras cursatorias, sustituciones o “de media multa”. Los profesores serían elegidos por los estudiantes “de acuerdo con sus votos o de la mayor parte de los que juraron particularmente de los que están y figuran matriculados en la facultad de la vacante, principalmente estudiantes y oyentes habituales”.

Un día antes del acto de oposición el rector señalaba, en un libro abierto al azar, tres textos de los cuales el aspirante debía escoger uno para realizar la lectura al día siguiente. No podían concursar más de dos opositores el mismo día y la lección duraba una hora (hora y media en caso de las cátedras de Prima). Llegado el día, el acto se llevaba a cabo en el general o aula de Cánones, en las Escuelas mayores, aunque después sólo se realizarían allí las vacantes de propiedad y las cursatorias legistas y canonistas, mientras que el resto se harían en el general grande de las Escuelas menores.

Los opositores leían según los grados y la antigüedad, con preferencia a los graduados por Salamanca a otras universidades, y sólo podían excusar su ausencia en caso de enfermedad, prisión o fiestas de guardar. Para llevar a cabo las elecciones se solían hacer padrones de votantes, los cuales debían cumplir algunos requisitos, tales como estar matriculado antes de la vacatura –salvo si vaca entre San Martín y Navidad–, haber ganado el curso anterior, tener 14 años cumplidos, y, en general, no haber caído en prácticas como sobornos, banderías, connivencia... Por otro lado, la ponderación del voto no fue personal, sino en función de cursos y calidades, de modo que el número de cursos se sumaba al voto personal y a la calidad (grados, dignidades...).

Las votaciones, escritas en cédulas de papel, se hacían ante el claustro del rector y consiliarios de forma secreta, en dos cántaros cerrados, uno para las “buenas” (el opositor preferido) y otro para las malas (los descartados) y se efectuaba la votación ante juramento de no ser inhábil. Una vez terminada la votación, se contaban los votos “buenos” pasando un hilo por las cédulas y se reducían en función de lo expuesto. Hecho esto, se nombraba al opositor victorioso, y se procedía a la colación y propinas. Aparte de la oposición, existía otra forma de llegar a ser catedrático: la del desempeño de una sustitución.

Podían darse tres vías: el remplazo de un profesor permanente durante los meses estivales, el cual se producía tras la lectura de ocho meses por parte de su titular; la ausencia del docente por diversos motivos, o su jubilación. En los dos primeros casos, el sustituto era elegido entre cualquier catedrático que se presentase, en orden de antigüedad y con la condición de que no abandonase su propia cátedra. Para las jubilaciones el catedrático propietario era el responsable de designar su relevo según su criterio, aunque después se haría de forma cuatrienal como máximo, a cuyo término debía volverse a proveer. Las cátedras “de media multa” y las que no fueran de propiedad se vacarían cada cuatro años, tres en el caso de las lecturas de Gramática y Artes.

Finalmente, había una tercera vía, la de la provisión de cátedra por parte del claustro, bien a través de la concesión de partidos a individuos que se postulaban cuyos méritos eran sobresalientes, o bien en casos en los que se necesitaba proveer rápidamente una vacante y no había nada más que un opositor. También seguían este procedimiento otras lecturas como las cátedras de Anatomía y Cirugía, algunas de Gramática, la de Astronomía y Matemáticas o la de Música, las cuales solían proveerse directamente por el claustro.

 


8. EL PLAN DE ESTUDIO. LA “RATIO STUDORUM”

Podríamos definir los planes de estudios incluidos en los estatutos como una programación pedagógica en la que se pretende ajustar unos contenidos didácticos a un esquema temporal ayudado por una metodología, unos textos que se han de utilizar, una evaluación, unos modos de cursar las materias, unos requisitos para conseguir los grados etc.

Hubieron varios planes de estudio en la Universidad a lo largo de los siglos. Uno de los principales es el que consta en los estatutos de 1588 y qué sirve de base al los planes de estudios posteriores. El plan de estudios de Covarrubias de 1561 fue mucho más detallado y elaborado. Este plan de estudios fue sustituido básicamente en 1594 por el de Zúñiga que sustituye casi por completo al de Covarrubias y que dura desde 1594 hasta las reformas de Carlos III en 1771.

 


8.1 LAS DIFERENTES FACULTADES Y CATEDRAS

En el siglo de Oro, en la Universidad de Salamanca había cinco facultades, cuatro consideradas mayores y una menor. Las mayores eran las de Derecho canónico, Derecho civil, Teología y Medicina. La menor era la de Artes (o Filosofía). Esta era considerada menor porque era la base para estudiar teología o Medicina. Junto a estas facultades había otras materias de estudio que servían para complementar a las anteriores, como Gramática y Retórica, Matemáticas y Astrología.

Las facultades se estructuraban cátedras. Estas eran la célula básica del engranaje universitario. Se diferenciaban por el horario. Así había cátedras de prima (a las nueve), de tercia (diez a once), de sexta (de dos a tres), de nona (de cuatro a cinco), de vísperas (a las seis).

Las cátedras se dividían según las materias o autores que se enseñaba en ellas (en Cánones las había de Decreto, Sexto, Clementinas); en Leyes (de Código, Digesto viejo, Volumen, Instituta); en Teología (de Biblia, de Santo Tomás, Durando, Escoto); en Medicina (de Anatomía, Cirugía, Método, Simples); en Artes (de Súmulas, Lógica, Filosofía Natural, Filosofía Moral).

Había cátedras vitalicias o de propiedad, temporales, de sustitución o extraordinarias. La provisión de cátedras se producía por votación de los estudiantes. Comenzaba con la publicación de la plaza vacante dando un plazo para presentarse. Los aspirantes se presentaban ante el rector. La Lección de la oposición se les asignaba la víspera del día del examen. Los estudiantes votaban ante el rector y los consiliarios. Una vez contabilizados los votos, se otorgaba la cátedra al ganador.

Fue ingente la producción cultural de la institución universitaria salmantina, la cual se destacó por formar y acoger a las más eminentes figuras especializadas en prácticamente todos los campos del saber: Derecho, con figuras como Antonio Gómez, Diego de Covarrubias o Antonio Pichardo; Teología y Artes, con Francisco de Vitoria y la Escuela de Salamanca, o fray Luis de León y los hebraístas, muy relacionados también con las humanidades, entre las que destacaron personajes conocidos como Nebrija, El Pinciano, León de Castro o El Brocense, y otros casi ignotos como el helenista Juan Escribano; Medicina, como Cosme de Medina o el portugués Ambrosio Núñez.

 


8.1.1 FACULTAD EN GRAMATICA, RETORICA, LENGUAS

Empecemos por la que era consideradas facultades menores la de Gramática y Artes. En la facultad de Gramática había un examen serio para poder pasar. La Facultad de Artes, que a su vez se consideraba preparatoria para los estudios de las facultades mayores de Teología y Medicina. A las facultades mayores de los Derechos cánones y leyes se podía acceder directamente habiendo superado el examen de Gramática.

Para el grado de bachiller se exigía la suficiencia en Gramática cursando determinados años según la facultad, leer o explicar públicamente 10 lecciones y responder en la recepción del grado a los que quisieran argüir sobre determinada cuestión.

En todas las clases se utilizaba como texto básico el libro de Antonio Nebrija. Después se planteaban diversas lecturas de los clásicos, tales como Virgilio, Horacio, Cesar, Cicerón, etc. En todas las clases se hablaba el latín y se hacían numerosos ejercicios de traducciones. Se tenían actos de disputas o conclusiones y se representaban comedias o tragedias.

Una de las figuras más relevantes del prototipo de humanista fue Antonio de Nebrija. Nebrija es uno de los que mejor reflejan el ideal humanista. Representa el tránsito de la Edad media a la Edad Moderna. Aunque el sistema de las cátedras configuraba un ideal de “república de sabios”, los estudiantes tenían un papel muy activo y Nebrija fomentó este movimiento innovador. Imprimió a la docencia e investigación universitarias, actualizó con criterios modernos el código de conocimiento promoviendo la lengua castellana (hasta el medievo no fue otro que la lengua latina).

Nebrija retornó a la Antigüedad como palanca para modernizar la cultura. La originalidad de sus obras mayores (La Gramática latina y castellana, primera de una época moderna), Diccionarios Latín español y español latín y toda una serie de producción científica en medicina, botánica, geografía y su acercamiento al mundo del derecho.

 


8.1.1.1 La Catedral de lenguas (pasó a impartirse en el Colegio Trilingüe )

La cátedra de lenguas también denominada de Tres Lenguas (Trilingüe) era una cátedra de Filología semítica dedicada al estudio de hebreo, caldeo y árabe. No se puede precisar con exactitud el momento de la incorporación oficial en los estudios universitarios. Influye de forma decisiva la presencia activa de numerosas comunidades judías y la aparición del grupo social judeoconverso.

La enseñanza de esta cátedra en la Universidad de Salamanca fue muy irregular. El problema estribaba en encontrar personas que dominasen estas tres lenguas. Estas disciplinas no fueron cultivadas con espíritu científico por los cristianos viejos. La solución fue recurrir a los cristianos nuevos, conversos procedentes del judaísmo que habían ingresado en el clero con los problemas e inconvenientes que esto llevaba. (se unía a ello las sospechas de la Inquisición). La primitiva diversidad de lenguas semíticas, hebreo caldeo y árabe se redujo por las dificultades anteriormente señaladas a una sola el hebreo.

Ya en el intento de legislación de 1529, la cátedra de lenguas había sido reducida a lecciones de hebreo en las que el catedrático debía de enseñar a leer y escribir estudiando la gramática. Es exactamente la misma idea que pasa la legislación de 1538 en la que el catedrático de hebreo tenía que enseñar a leer escribir y Constitución de la gramática de dicha lengua.




La enseñanza del  griego

Ya dijimos que toda la enseñanza de las Escuelas mayores se hacía en latín. El dominio del  latín era pues requisito para los estudios mayores. Al latín se añadía posteriormente el griego.  Los primeros que legislan en serio sobre la elección las lecturas y cátedras de Griego son los estatutos de 1561 y también son los que van a quedar vigentes durante varios siglos. Estos estatutos establecen que hay 3 cátedras de Griego: una de menores, otra de medianos y otra de mayores.

En la de cátedra menores se tenía que leer solamente la gramática haciendo muchos ejercicios y repitiendo muchas veces lo aprendido permiten al final leer construcción como mucho durante 3 o 4 semanas.

En la cátedra de medianos se tenían que leer dos lecciones. La primera de una a dos de la tarde sobre la gramática haciendo muchos ejercicios y repitiendo mucho. La segunda de 9 a 10 de la mañana se tenía que leer un libro de construcción pero ejercitando los preceptos que hubiese de gramática.

En la cátedra de mayores se leía un autor importante de griego, pero declarando la gramática y sus dificultades y preguntando a los discípulos para comprobar su grado de instrucción.




8.1.1.2 La cátedra de Retórica

La Retórica era utilizada en la Universidad del Siglo de Oro aunque ya sin el prestigio que gozó en la antigüedad. Se había convertido en camino y saber instrumental para el conocimiento interpretación e imitación de los textos en prosa y como método para comunicar la verdad o para la práctica útil de escribir cartas y documentos oficiales.

En la Universidad de Salamanca la Retórica era una disciplina que se leía complementando a la gramática latina. En el proyecto de estatutos de 1529 se ordena a los regentes del curso de medianos de grado de gramática que al terminar el arte de Nebrija tenían que leer algunos principios de Retórica. Y los regentes de mayores tenían que leer todos los días durante la primera media hora de la tarde Retórica.

En la legislación de 1561 se observa la íntima Unión que había entre las disciplinas de Retórica y Gramática en que ordena que el examinador que la Universidad nombre para que los alumnos de gramática accedan a cursos superiores sea catedrático de prima de Gramática o de Retórica, en que los libros que tenían que leer los regentes de Gramática los debía de señalar el rector con el parecer del visitador catedrático de Gramática o de Retórica o en que los actos de disputas que tenían lugar en los Colegios de Gramática tenían que estar presididos por los catedráticos de prima de Gramática o de Retórica

La Retórica se impartía, en clases teóricas en las que se seguía un libro de texto que en ocasiones era el del propio catedrático, y en las clases prácticas. Se leía y comprendía la obra mediante un análisis gramatical e ideológico, comparándolo con las fuentes que había utilizado el autor, se analizaban las peculiaridades lingüísticas para conocer el estilo y, por él, el autor y la época en que se escribió la obra, y se estudiaba su valoración moral.

 


8.1.2 LA FACULTAD EN ARTES, LÓGICA, FILOSOFIA, MATEMÁTICAS, ASTROLOGIA

La Faculta de de Artes como dijimos era considerada como Facultad Menor. En las Escuela Menores se estudiaban las materias filosóficas y demás disciplinas del trivium gramática y retórica y del quadrivium aritmética, geometría, astronomía y música. Estas formaban cátedras aparte. Las Artes eran consideradas como preparación para seguir los estudios en las facultades mayores de teología y medicina. En las cátedras de Gramática y de Artes se les procuró la intensificación de ejercicios eminentemente prácticos y se legislaron para los alumnos como normas similares del buen vivir y del comportamiento adecuado. Poco a poco la Facultad de Artes en las Escuelas mayores se convertiría en la Facultad de Filosofía.

En la Facultad de Artes había cuatro cátedras de propiedad, que eran la de Súmulas, Lógica, Filosofía natural y Filosofía moral. Había además una cátedra de físicos y seis cátedras de regencia: dos de Súmulas, dos de Lógica y dos de Filosofía.

En la cátedra Súmulas, en un principio, se estudiaba las Sumulae de Pedro Hispano (médico portugués del s. XII). Este libro se convirtió en un verdadero compendio (con una pequeña introducción de Aristóteles). Fue por ello por lo que el dominico Domingo de Soto reformó la Súmulas en sucesivas ediciones, quedando como texto según se recoge en los estatutos de Zúñiga. La Universidad había logrado desterrar casi por completo el deficiente texto de Pedro Hispano, que era demasiado extenso y adolecía de otros graves defectos, quedando la enseñanza de la Lógica durante mucho tiempo alejada de su verdadera fuente, que eran los textos aristotélicos.

Posteriormente en 1604 las Súmulas fueron aún más depuradas por otro dominico, el célebre maestro Domingo Ibáñez, evitando cuestiones inútiles y suprimiendo los excesos de verbalismo logista de Soto.

El catedrático de lógica seguía la lógica Magna de Aristóteles. El catedrático de Filosofía natural tenía que leer un año los libros de coelo otros los de generatione, otro los de anima y otro los de metafísica todos ellos de Aristóteles. El catedrático de Filosofía moral tenía que leer también a Aristóteles, un año Ética, otro Política y otro Economía. El catedrático de Físicos tenía que leer los libros físicos de Aristóteles.

 


8.1.2.1 La cátedra de Matemáticas y Astrología

La cátedra de Matemáticas y Astrología englobaba 3 núcleos fundamentales: la Astrología, las Matemáticas (Aritmética Geometría) y la Cosmografía.

El primer año se debían leer los seis primeros libros de la Geometría de Euclides, tres libros de la Aritmética de Euclides y la agrimensura. El sustituto leería los tres libros de Triangulis sphaericis de Theodosio.

El segundo año leían Astronomía, comenzando por el Almagesto de Tolomeo (astrónomo, matemático y geógrafo egipcio del s. II), seguían con los tratados De signis rectitis, De triangulis rectilineis y Sphaereris de Cristóforo Clavio u otro moderno, después se enseñaban las tablas hechas por Juan de Monte Regio o las de Erasmo Reinhold. Acabado este libro leían la teórica del sol por Peuerbach. Después leían el tercer libro de Almagesto y su uso por las tablas de Alfonso X el Sabio. Con esta doctrina debían enseñar a hacer Ephemerides (era un libro donde se anotaban anualmente las coordenadas de los planetas y de las estrellas fijas respeto a la elíptica y al ecuador, así como los eclipses, distancias lunares etc.) Después alternaban con la lectura de Nicolás Copérnico (aunque está demostrado que en la práctica no se explicaba su teoría heliocéntrica sino que más bien se utilizaban sus tablas astronómicas de posición de los planetas y las Prutenicae tabulae de Erasmo Reinhold. En la sustitución leían económica o arte de hacer relojes de sol.

El tercer año se leía la Geografía de Tolomeo, la Cosmografía de Pedro Apiano, cartografía, el astrolabio, el planisferio de Juan de Rojas el radio astronómico y el arte de navegar. En la sustitución el arte militar. El cuarto año, leían la Esphera y Astrología judiciaria por el libro de Tolomeo y Alcabisio corregidos. En la sustitución leían teoría teóricas de planetas.

A este respecto conviene reseñar como Cristóbal Colón determinó acudir a la Universidad de Salamanca para conseguir avalar su proyecto de viaje a las Indias. Con el amparo de Fray Diego de Deza, tutor y preceptor del príncipe Juan (hijo de los Reyes Católicos) y el asesoramiento de los doctores del convento de San Esteban y de la universidad consiguió el soporte de la corona para tal empresa. Más tarde Carlos I consultó repetidamente a los profesores de la Universidad de Salamanca sobre los problemas planteados por los nuevos descubrimientos y la colonización. Los teólogos de la Escuela de Salamanca contribuyeron a la defensa de la dignidad y los derechos de los indios (Fray Vitoria con su Derecho de gentes). Los dictámenes de la Universidad de Salamanca establecieron un estado de opinión que marcó el pensamiento y progreso del nuevo mundo.

 


8.1.2.2 La cátedra de Música

No queremos acabar este periplo de lo que supuso el desarrollo de las Artes liberales en la Universidad de Salamanca sin mencionar la cátedra de música. La Carta constitucional que otorga el rey Alfonso X el sabio a la Universidad de Salamanca en 1254 establece que haya un maestro de órgano al que se le concede un salario de 50 maravedíes anuales.

Lo que realmente llama la atención es lo temprano que se introduce la música en el cuadro de la enseñanza universitaria, siendo Salamanca la única en España y la primera en el Mundo que ha tratado a la música de forma universitaria.

Aparte de dar clases un cometido especial que tenía el catedrático de música era buscar cantores para las misas solemnes de fiestas y encierros que se celebraban en la Universidad teniendo que dirigir el coro el propio catedrático los catedráticos tenían que leer media hora de música especulativa y otra media de práctica.

El gran maestro Francisco de Salinas fue un músico organista y una figura célebre en el humanismo español (De él dijo Vicente Espinel que fue el más docto varón en música especulativa que ha conocido la antigüedad). Aunque perdió la vista a la edad de 11 años estudió humanidades, canto y órgano en la universidad de Salamanca. Tras una larga formación consiguió la cátedra en la Universidad donde conoció a Fray Luis de León. De la admiración de Fray Luis por este músico queda constancia en la Oda a Salinas. En 1571, junto con el rector Diego de Castilla y Fray Luis formó parte del jurado de la justa literaria por la victoria de Lepanto y el nacimiento del príncipe Fernando. Publicó De Música libri septem en la que discute y analiza distintos temperamentos musicales.

 


8.1.3 LA FACULTAD EN MEDICINA

Desde la carta constitucional que otorga Alfonso X a la Universidad de Salamanca queda patente la poca importancia que en un principio se le conceden a estos estudios. Otorga solamente dos maestros con un salario de 200 maravedíes. La poca importancia que se le concede a esta facultad la podemos comprobar también en el escaso interés de los alumnos por escoger estos estudios. En el último cuarto de s. XVI se matriculaban en Medicina, una media de 180 alumnos al año, frente a los 2700 que se matriculaban en la facultad de Cánones 883, en Teología, 800 en la de Artes o 600 en la de Leyes.

En la Facultad de Medicina se explicaban, fundamentalmente, el canon de Avicena, los aforismos de Hipócrates, las obras de Galeno y la obra de Guido en cirugía. En la cátedra de prima se explicaba el Liber canonis de Avicena (médico y filósofo árabe de los s. X y XI) en el que está sintetizado el conocimiento médico y farmacéutico de su época y anterior a su época. El Liber canonis está a su vez subdividido en cinco libros que tratan respectivamente de la medicina teórica, los medicamentos simples, la patología especial, las enfermedades epidémicas y de cirugía.

En la cátedra de vísperas se estudiaba los Aphorismos de Hipócrates y el Ars medica de Galeno. En la cátedra de prima llamada la cátedra de pronósticos, se leían los Pronósticos y De ratione victus de Hipócrates, De differentiiss febrium y De crisibus de Galeno, dejando para el sustituto el Arte curativa ad gluconem de Galeno.

En la cátedra de Método se leían el Methodo de Galeno y los Liber medicinalis Almansoris de Rhazes  (médico persa de los s. IX y X). En la Catedral de Simples se leían los libros de Simplicium medicamentorum facultate, De locis affectis y De morbo et symtomate de Galeno. Y además el libro De epidemias de Hipócrates.

En la cátedra de Anatomía se leían los libros De uso partium de Galeno. Aparte de estas lecturas, los estatutos de Zúñiga obligaban a hacer en la hora de la cátedra, doce disecciones particulares (tres de ojos, tres de corazones, tres de riñones y tres de laringes permitiéndose hacer bueyes o carneros) y seis disecciones universales: la primera mostrando el abdomen tórax y la cabeza, viendo el cerebro y nervios que salen; la segunda de abdomen, tórax, cabeza y genitales; la tercera, de venas y arterias; la cuarta de músculos de la cabeza, pecho, brazos y piernas; la quinta es una demostración de todos los huesos, permitiéndose hacer con el esqueleto de las Escuelas; y la sexta, disección de un perro vivo para que puedan los estudiantes ver el movimiento del corazón. el uso de los nervios y las partes del pecho y del abdomen.

En la cátedra de Cirugía, que se crea en 1566, se explicaba la obra del cirujano francés Guido de Cauliaco. Además, se obligaba al catedrático de Cirugía que cada año, durante el mes de marzo, leyera media hora su cátedra y en la otra media subiera a la librería e hiciera la estatua (Figura articulada) prácticas de ligamentos y vendajes.

A los lectores extraordinarios se asignan textos de Avicena, Hipócrates y Galeno; y además los cánones del médico Cristiano jacobita del s. XI Joanes Mesues, que curiosamente no se asignan a los catedráticos.

La Facultad de Medicina por su carácter eminentemente práctico y de interés general requería de métodos especiales. Se practicaba en ella numerosas anatomías. El catedrático estaba obligado a procurar la adquisición de cadáveres con el apoyo de la Universidad para hacer las disecciones y en caso de no poder conseguirlo debía suplir esta falta ilustrando sus explicaciones con otros medios e instrumentos. Lo mismo el catedrático de cirugía.

Existió la conciencia de que la medicina era una disciplina viva y práctica que necesitaba métodos positivos y eminentemente prácticos así sí hicieron disecciones de cadáveres que se utilizaron instrumentos para las prácticas anatómicas.

 


8.1.4 LA FACULTAD EN CANONES Y LEYES

8.1.4.1 La cátedra de Derecho canónico

En la Facultad de cánones se explicaban las colecciones principales que constituyen el Corpus iuris canonici, que se compone de varias colecciones de leyes recopiladas en distintos momentos. La primera colección la constituye el Decreto hecho por Graciano (profesor de Derecho canónico en Bolonia en el s. XII). Lo que hace es recopilar y coordinar textos canónicos anteriores, tales como obras precedentes, decretales de papas, cánones de concilios y textos de las sagradas escrituras.

En 1234 el papá Gregorio IX promulga las Decretales, en donde recoge toda la legislación eclesiástica posterior al derecho de Graciano, desde 1154 hasta 1234. La legislación eclesiástica posterior fue mandada a recopilar por el papa Bonifacio VIII, denominándose libro Sexto, porque iba tras los cinco libros de Gregorio IX.

En el s. XIV el papa Clemente V manda reunir las decretales posteriores a 1298 en el tratado denominado Clementinas y todas estas colecciones fueron reunidas por orden de Gregorio XIII en 1580 con el nombre de Corpus Iuris Canonici.

En la Facultad de cánones había seis cátedras de propiedad: dos de prima, dos de vísperas decreto y sexto; y otras cuatro cátedras menores o cursatorias (la cátedra de tercia, la de sexta, la de nona y la de vísperas, esta última Zúñiga la sustituye por la cátedra de Clementinas) y finalmente estaban los pretendientes de cátedra. En las cátedras de Derecho, Sexto y Clementinas se explicaban los textos a los que hacía alusión el nombre, y en las de prima, vísperas y las otras tres cátedras menores se explicaban decretales. Los pretendientes explicaban diversas materias del Corpus.




8.1.4.2 La cátedra de Derecho civil

En la Facultad de Leyes se estudiaba el Corpus Iuris Civilis, que es una recopilación del derecho romano mandada a realizar por el emperador Justiniano el Grande en el s. VI. Este Corpus estaba formado por el Código, el Digesto, las Instituciones y las Novelas.

El Código estaba compuesto por doce libros, subdivididos a su vez en 765 títulos que contienen más de 4000 constituciones o leyes. El primer libro se refiere al derecho eclesiástico, a las fuentes del derecho y a los oficios y obligaciones de los diversos funcionarios. Del segundo al octavo libro tratan del derecho privado. El noveno estudia el derecho y proceso penal. Del décimo al duodécimo tratan del derecho administrativo y financiero. Posteriormente, estos tres últimos libros fueron considerados como obra aparte, con el nombre de Tres libri, quedando con el nombre de Código solo los nueve primeros. Los Tres libri se imprimían al final del Corpus Iuris, formando la quinta parte de este, dándose el nombre, junto con las Instituciones y las Novelas, de Volumen parvum.

El Digesto constaba de cincuenta libros distribuidos en siete partes. Es una compilación de la jurisprudencia contenida en las obras de los principales jurisconsultos romanos. Las Instituciones era una obra destinada a la enseñanza inicial del derecho. Estaba dividida en cuatro libros: el primero se ocupaba de las personas; el segundo de las cosas propiedad, derechos reales y testamento; el tercero de la sucesión intestada y de las obligaciones; y el cuarto de las obligaciones nacidas de delito, el proceso privado y los juicios públicos. Las Novelas se refieren al derecho público al eclesiástico y a los problemas sociales.

En la Facultad de Leyes existían cuatro cátedras de oportunidad (dos de prima y dos de vísperas) y seis cátedras menores o pulsatoria (una de Digesto viejo, dos de Código, una de Volumen y dos de Instituta).

En las cátedras de Prima se explicaba el Infortiatum y Código en la de vísperas el Digestum novum y Código y en las demás cátedras se explicaban los textos respectivos a los que hacía ilusión el nombre.

Las autoridades de referencia eran el Derecho civil romano justiniano (Corpus iuris civilis) o el Derecho pontificio medieval (Corpus iuris canonici). A lo largo del tiempo predominan los estudios jurídicos. El desarrollo jurídico contribuye a la conformación de las estructuras de gobierno de la Iglesia. Los canonistas salmantinos llegan hasta la Curia romana. Los teólogos juristas participan en Concilios. La universidad de Salamanca con protección papal se configura como una Universidad que asume el sistema romanista y canónico. Poco a poco, sobre todo bajo la influencia de la Escuela de Salamanca se aprecian las nuevas improntas humanistas.

La Escuela de Salamanca aportó toda una generación de juristas que hicieron una reflexión práctica sobre ciertos problemas de proyección europea y americana. Reflexionaron a cerca de la naturaleza del poder y de la justicia. El desarrollo e implementación del Derecho de gentes, Derecho Internacional para dirimir los conflictos internacionales y guerra justa. Estudió sobre las cuestiones económicas internacionales, deuda exterior y tensiones derivadas de la colonización y transculturación americana.

 


8.1.5 LA FACULTAD DE TEOLOGIA

Si la Filosofía era considerada como "la reina de las artes liberales", la Teología era considerada "la reina de las cátedras mayores". La Facultad de Teología Salamanca tuvo una enorme repercusión. El cénit de esplendor se dio en la etapa dorada con los teólogos de la Escuela de Salamanca, Fray Francisco Vitoria, Domingo de Soto, Melchor Cano etc. Los teólogos de Salamanca intervinieron en los debates del concilio de Trento. 

Resalta la formación humanista de los teólogos. Fueron hombres de gran capacidad polifacética que supieron integrar toda clase de saberes interdisciplinares. Supieron integrar la formación escolástica del pasado abriéndose a las nuevas corrientes para hacer frente a los teólogos de la reforma protestante promoviendo una corriente de reforma al interno de la Iglesia a la par de una rica espiritualidad arropada de un fuerte misticismo. Por sus aulas pasaron grandes pensadores y se formaron grandes santos, San San Juan de la Cruz, San Juan de Sahagún, Santo Tomás de Villanueva, San Pedro de Alcántara, san Juan de Ávila, San Juan de Ribera, Santo Toribio de Mogrovejo, san Simón de Rojas, San Miguel de los Santos, Juan de Palafox y Mendoza, Juan González Arintero, Beato José Polo Benito.

En la Facultad de Teología se estudiaban la Biblia, las sentencias de Pedro Lombardo, la Suma teológica de Santo Tomás, a Durando y a Escoto. El catedrático de Biblia debía de leer alternativamente un año el viejo testamento y otro año el nuevo.

En las cátedras de prima y vísperas se utilizaba la Suma de las Sentencias de Pedro Lombardo. Este libro se basaba fundamentalmente en San Agustín y pretendía ser una recopilación teológica para uso escolar.

Al libro de las Sentencias de Lombardo le sustituyó en el s. XVI el maestro Francisco Vitoria la Suma teológica de Santo Tomás de Aquino, con la que se pretende construir una teología científica partiendo de la lógica aristotélica. Como estaba establecido en las constituciones del papa Martín V se tenía que leer el libro de las Sentencias. Lo que se hizo fue seguir lo legislado y  posteriormente en los estatutos de 1561 y 1594 se propuso leer al principio el texto de Pedro lombardo y explicarlo y comentarnos siguiendo el libro de Santo Tomás.

La Suma De Santo Tomás estaba dividida en tres partes de las cuales la segunda estaba subdividida en otras dos: la prima secundae y la secunda secundae. La primera parte estudia a Dios en sí mismo, causa primera eficiente y creadora de todas las cosas, uno en esencia y trino en personas. La segunda examina las virtudes y los vicios como medios adecuados los primeros y obstáculos los segundos para que los hombres accedan a Dios. Y la tercera parte trata de Cristo como camino hacia Dios. Había también otras cátedras menores que eran la de Santo Tomás, Durando y Escoto.

En la de Santo Tomás se seguía estudiando al citado autor. En las cátedras de Durango (monje dominico de los s. XIII y XIV y Escoto (fraile franciscano de los s. XIII y XIV se explicaba el libro de las Sentencias por el orden de Durando o de Escoto respectivamente.

Los teólogos humanistas del siglo de oro buscaron una conciliación entre la razón y la fe. La fe no contradice la naturaleza sino que la perfecciona. Existe pues una mutua relación entre fe y razón, en el sentido de que la razón ayuda a una mejor ilustración de las verdades reveladas y la fe contribuye a un mejor esclarecimiento y una más perfeccionada visión de las cosas. La Filosofía camina como ancilla junto a la Teología. La función de la Filosofía es la de contribuir a explanar y defender las verdades reveladas. La distinción del plano natural y sobrenatural y sus relaciones mutuas es medular del nuevo humanismo. El hombre, además del fin sobrenatural tiene un fin proporcionado a su naturaleza creada. Se enfoca así el sentido fundamental del concepto de humanitas como esencia del hombre y del libre arbitrio como facultad natural ordenada al obrar recto. Surge así una visión renacentista del derecho y de sus funciones para garantizar la defensa de la verdad y de la dignidad humana.

Desde el plano teológico la Escuela de Salamanca irrumpe como una integración del orden natural y el orden sobrenatural, abriéndose a una visión integral del hombre y de las cosas. Los teólogos de la Escuela de Salamanca encabezados por Fray Francisco Vitoria no se limitaron a repetir las conclusiones de la civilización cristiana del pasado, no fueron meros repetidores de las doctrinas recibidas, sino que se abrieron a una renovación del saber Escolástico en su forma y contenido buscando caminos para su revitalización en una búsqueda incesante de la verdad y la defensa de la dignidad humana frente a los nuevos retos y desafíos. Se abrieron a las innovaciones que planteaba el nuevo paradigma y aportaron una reelaboración propia y nuevas doctrinas de aplicación universal. Desde la cátedra de Prima de Teología y el claustro de las aulas salmantinas participaron en la labor docente del Alma mater y en todos los asuntos del claustro universitario.

La facultad de Teología comienza su magisterio entre 1381-1386, y se robustece posteriormente. Los teólogos podían cursar los estudios de teología tanto en el Estudio General de la Universidad como como en los estudios conventuales de dominicos, franciscanos, agustinos y posteriormente jesuitas. Había posibilidad de convalidaciones. Las cátedras ordinarias las regentaban doctores y licenciados mientras las cursatorias eran encomendadas a los bachilleres.




                                    La Biblioteca de la Universidad

Ayuda enormemente la Biblioteca que se abrió en el Estudio. Era una primera biblioteca o librería que contaba con más de doscientos volúmenes y que debía abrirse a los estudiosos unas cuatro horas al día. Esta primera librería se encargó a Yusuf o Yuzá y Abrayme o Ibrahim.

La Universidad de Salamanca se convirtió así en la primera de Europa en contar con una biblioteca pública. La biblioteca en las Escuelas Mayores hubo de encontrar un lugar privilegiado en la enseñanza universitaria. Primero se utilizó una sala que hubo de cambiar su ubicación por problemas estructurales que llevaron a su ruina. Juan de Álava diseño un nuevo espacio y un siglo después Andrés García de Quiñones diseño la última biblioteca de planta rectangular en la planta superior del patio. Los fondos bibliográficos se organizaron en estanterías de doble piso. Entre sus importantes incunables se encuentran el Lazarillo de Tormes, la Gramática de Nebrija, el Libro del Buen Amor o el Liber Canticorum. También cuenta con una buena colección de globos terráqueos. Fue célebre el bibliotecario universitario Federico de Onis. También fue muy positivo el desarrollo de la imprenta.

En 1465 se abrió la primera librería del Estudio Salmantino. En 1473 se aprobó la construcción de una nueva sala que se ubicaría encima de la capilla con una planta rectangular. Los maestros de obras fueron los musulmanes Alí Yusuf e Ibrahim. Esto demuestra la mentalidad abierta de la institución de la Universidad de Salamanca. Sobre la bóveda se pintó en 1475 el denominado “cielo de Salamanca”, un gran fresco de 400 m. En el cielo figuran los dioses planetarios Sol y Mercurio sentados en carros triunfales, cinco signos zodiacales: Virgo, Libra, Escorpio y Sagitario, las constelaciones del hemisferio norte y sur. El cielo es movido por cuatro vientos: Céfiro, Austro, Euro y Boreas. Todo esto da razón de los estudios de Astrología. Se quiso conmemorar la fundación de la Biblioteca con la presencia de los Reyes Católicos. (Al hundirse parte de la bóveda, el cielo de Salamanca fue trasladado a una de las aulas de las Escuelas Menores).

 


8.2 LA NIGROMANCIA EL ESOTERISMO Y LA MASONERIA DE ESPALDAS A LA UNIVERSIDAD

El esoterismo del griego esoteros que significa de dentro es un término genérico asociado a las ciencias ocultas, conjunto de conocimientos de una corriente de pensamiento que utiliza secretos, símbolos incomprensibles misteriosos que se transmiten únicamente a una minoría selecta y secreta de iniciados.

Detrás del complejo catedralicio debajo de las ruinas de la iglesia románica de San Cebrián (Etimológicamente Cebrián en griego ciporianus significaba nacimiento como Hércules, Heracles, el héroe divino de la mitología griega. Según la mitología pagana se dice que Salamanca fue fundada por Hércules. San Cebrián pertenecía a una familia pagana, estirpe de magos y sacerdotes paganos). En lo que fuera su cripta se conserva la llamada Cueva de Salamanca. Fue el lugar donde según la tradición durante la Edad Media se ubicó una escuela de nigromancia. Según la tradición el profesor era el propio demonio.

En la Cueva impartía sus clases de artes oscuras. El inicio se dio en torno a siete iniciados que debían cursar durante siete años. El estudiante más aplicado quedaba al servicio del diablo. Según la tradición fue el Enrique de Villena (Marqués de Villena) el hombre sin sombra, no pudiendo abandonar la Cueva, aprovechando una salida del diablo, el joven se escondió en una tinaja y cuando volvió empezó a buscar al joven dejando la puerta entreabierta. Enrique aprovechó para salir y el diablo lo descubrió llegando tan solo a atrapar su sombra (de ahí el apodo). Enrique Villena como estudiante en este antro diabólico de nigromancia y artes adivinatorias valiéndose de los oscuros saberes aprendidos se hizo famoso como astrólogo y brujo. La fama de la Cueva quedó registrada por el propio Miguel de Cervantes, Calderón de la Barca y Torres Villaroel.

Salamanca Universidad y cuna del saber y del renacimiento creció no ajena a las ciencias ocultas. El esoterismo fue duramente perseguido por el Tribunal de la Inquisición (La reina Isabel dispuso cerrar el culto de la Iglesia de San Ciprián y tapiar la Cueva por la vinculación de este lugar al averno y el diablo). El esoterismo fue practicado en las riberas del Tormes. Aún existe un altar esotérico debajo de la Peña Celestina donde se ve tatuado en la pared de bloques el número 33 (A este número esotérico y místico le asocian un gran poder. El número 33 era un número maestro que habla del equilibrio de las cualidades morales y espirituales. Representa la edad de la Maestría en la iniciación de Jesús y simboliza el grado alto de consciencia espiritual por parte del ser humano.

La masonería busca el orden mundial desde las sombras. Se trata de una orden de tradición iniciática a la que se accede a través de un rito de iniciación. El objetivo de sus miembros es alcanzar la perfección o sabiduría. Las logias masónicas tenían una rigurosa jerarquía.

El origen de las logias masónicas se remonta a los gremios canteros medievales. La masonería en Salamanca fue introducida en el S. XVIII por los franceses que acompañaron a Napoleón. El estatista era enemigo de la ignorancia el error la intolerancia el fanatismo y la superstición. El masón se presentaba como portavoz de la razón la ilustración y el progreso en artes y ciencias la tolerancia y la igualdad civil.

Entre 1870 y 1871 se instaló en Salamanca la “Logia de la igualdad”. Estaba bajo la disciplina del Gran Oriente Ibero. Existieron otras, sometidas a diversas obediencias a nivel nacional, como “Los Comuneros”, “Serapis” o “Hijos de la Humanidad,” que en 1888 tenía 62 miembros, cinco de ellos mujeres. Tenía adoptado el rito escocés antiguo y aceptado y trabajaba con los tres grados simbólicos.

Los masones salmantinos se llamaban entre sí “Caballeros Rosa Cruz” y en su mayor parte eran gobernantes, militares o docentes. Su órgano de comunicación hacia el exterior era la revista Acacia, que destacó sobre todo por el anticlericalismo.

En Salamanca durante la Segunda República hubo una logia masónica (logia Helmántica) de gran importancia (Manuel Azaña, Isidro López, Atilano Coco). Fue perseguida en tiempos de Franco durante la Guerra Civil. Existe en la actualidad en Salamanca el Centro Documental de Memoria Histórica de la Masonería.

 





9. EL GREMIO DE PROFESORES, CATEDRÁTICOS, DOCENTES Y ENSEÑANTES

Para entender el contexto universitario en el siglo de Oro es necesario realizar un largo viaje que finaliza en la Salamanca renacentista. La Universidad de Salamanca albergó un gran número de profesores y estudiantes. Salamanca llegó a considerarse una helmántica república de sabios en el contexto socioeconómico del momento que marcaría la historia del segundo milenio.

El gobierno del Estudio General respondía al modelo de Bolonia. Un rector ejecutivo que desempeñaba un estudiante significativo elegido colegialmente. A este le asistía un Consejo de otros ocho escolares territorialmente representativos y de elección anual. Los profesores participaban en los claustros de diputados y plenos. El claustro de diputados era una especie de Junta de Gobierno que trataba de mantener un equilibrio de poderes. Diez de sus miembros eran catedráticos y otros diez pertenecían al profesorado auxiliar y a los graduados o simples estudiantes. El claustro pleno era la asamblea más importante de la corporación, con la participación del rector, diputados, consiliarios estudiantes, catedráticos y graduados.

Existía además la figura del maestrescuela representante del poder pontificio y del primicerio o presidente del claustro de catedráticos. 

 


9.1 EL CONSEJO Y EL CLAUSTRO. EL GREMIO DOCENTE UNIVERSITARIO

Al buscar esclarecer la figura de los docentes universitarios en la Salamanca de la Edad Moderna se puede comenzar conociendo lo que pensaban otras personas acerca de la figura del docente. En este sentido, es interesante la visión que dieron algunos viajeros extranjeros de la época sobre la estima social del profesorado, su prestigio y su capacidad de atraer estudiantes. Dos ejemplos. A finales del siglo XV, el humanista alemán Jerónimo Münzer daba cuenta de su asombro por la afluencia de estudiantes al Estudio Salmantino, de tal modo que “las excelencias de los maestros que leen las diversas disciplinas son, sin duda alguna, las causas de que afluya a aquellas cátedras tan extraordinario número de escolares”. Más de un siglo después, la misma opinión permanecía en la visión de otro extranjero, Baltasar de Monconys, un médico francés que estudió en Salamanca allá por 1628 y que sostenía que, además de los “famosos y doctos profesores […] lo que la hace a Salamanca florecer y llevar su nombre por todo el mundo es su grande y renombrada Universidad, en la que siempre hay cuatro o cinco mil estudiantes de diferentes naciones”. Un profesor también podía conocerse por su trabajo.

En 1488, otro humanista, Pedro Mártir de Anglería, fue invitado por el maestrescuela Gutiérrez de Toledo a enseñar en la Universidad de Salamanca. Como él mismo nos relataba, “en el momento de subir a la cátedra […] les pregunto qué desean les explique. […] Desde antes de las dos –que, como dije, era la hora señalada– en que subí a la cátedra, hasta las tres, se me estuvo oyendo con oídos atentos”. El citado Monconys también incidía en la importancia de la profesión docente, en tanto que “la Universidad de Salamanca, por su organización, por el número de profesores y por los privilegios de los alumnos es la primera del mundo”. Los testimonios citados, entre otros muchos, dan una primera idea sobre la importancia del vínculo profesor-universidad y su labor docente. No en vano, estas relaciones delimitaban de forma genérica al profesorado de la Universidad del Tormes con respecto a la sociedad de su tiempo, tal y como aparecen en otras fuentes históricas. Así, la adscripción al “gremio de la Universidad” aparece frecuentemente en la documentación cotidiana del profesor, un término este último que, por cierto, apenas era utilizado en favor del de “catedrático”.

Sea como fuere, el hecho de que los enseñantes aparezcan acogidos bajo el concepto de "gremio" facilita las cosas al delimitar un ámbito propio, el cual podía identificarse por su pertenencia a la institución universitaria salmantina por encima de todo. Sin embargo, se debe señalar que esta situación gremial académica no era exclusiva de los profesores, ya que frecuentemente aludía al nexo entre los estudiantes con la Universidad de Salamanca. No obstante, ¿Qué eran los profesores universitarios sino estudiantes que han continuado con su carrera académica? Por muy vaga que sea esta definición, lo cierto es que la idea de la Universidad como gremio se liga íntimamente con la concepción corporativa que, desde sus orígenes, configuró la estructura y el desarrollo del Estudio. 

Las universidades medievales se vertebraban según el peso que cada agente (profesores o estudiantes) tenía en su estructura, de tal modo que, en el caso salmantino, el cierto equilibrio entre docentes y discentes dio como resultado una universitas scholarum et magistrorum. Además, el propio término universitas indica, ya en el siglo XV, la existencia de estudiantes, personal docente y no docente además de otros elementos (edificios, instituciones, legislación…) dentro de un sistema corporativo-gremial.

Así pues, no sólo la mera vinculación al gremio universitario, sino la propia noción de pertenencia al mismo –como así manifestaban los docentes salmantinos– puede ser considerados elementos suficientes como para hablar del profesorado de la Universidad de Salamanca como grupo homogéneo y diferenciado de otros miembros de la sociedad moderna. 

El principal nexo era su condición de docentes dentro del Estudio más potente de la Monarquía Católica, un rasgo que le otorgaba una coherencia al colectivo y cuyas implicaciones iban más allá del ejercicio profesional (por ejemplo, un ámbito jurídico propio). Lógicamente esto no quiere decir que todos los profesores fueran iguales; de hecho, ocurría justamente lo contrario. Los contrastes entre las diferentes categorías de cátedras, salarios y áreas de conocimiento, amén de otras diferencias a nivel social o económico tenían como consecuencia la existencia de una jerarquía bien delimitada. Sin embargo, los profesores, como sabios, conformaban una república que, en el caso de Salamanca, implicaba una distinción social per se. 

Los términos con los que los docentes son mencionados en las fuentes (catedrático, maestro, profesor, doctor…) se remontan a unos orígenes más antiguos que el de las propias universidades. Entre ellos, el de catedrático era el más frecuente. Desde la Antigüedad, cathedra designaba a la silla desde donde un docente enseñaba, así como la propia función del enseñante. Isidoro de Sevilla lo definía como cathedrae doctorum o la silla “empleada por los hombres doctos”.

Ya en la época medieval adquirió el sentido que después precisaría Antonio de Nebrija, en tanto que catedrático es “el que lee” desde “la cátedra o silla”, a lo que añadía Covarrubias “el que tiene estipendio público en la universidad o estudio, con obligación de leer cátedra de prima o de vísperas, de propiedad o de tiempo señalado”. Sin embargo, no es extraño encontrar el término de catedrático intercambiado con el de licenciado, maestro o doctor, que expresan un grado académico con función docente. Así lo explicaba Covarrubias a comienzos del siglo XVII, en tanto que en las universidades van dando los títulos por grados. El primero es de Bachiller, el segundo de Licenciado y el tercero de Doctor. Dan este título último a los eminentes en las facultades de la sagrada Teología, Cánones, Leyes y Medicina. El vulgo llama tan solamente doctores a los médicos por serles más familiares y comúnmente necesarios.

Paradójicamente, el término que actualmente se emplea con mayor asiduidad, el de profesor, parece ser menos frecuente en la época, si bien se equipara al de catedrático. El término profesor aludía a aquel que enseñaba “alguna arte”, haciéndolo sinónimo de magister o doctor, mientras que Terreros y Pando recogía también esta identificación con docentes universitarios exclusivamente, definiéndolo como “doctor o maestro o catedrático que enseña públicamente las artes y ciencias en una Universidad en las cátedras fundadas para este efecto”.

En resumen, para el caso del cuerpo docente de las Universidades Hispánicas, y concretamente el de Salamanca, el término más común era el de catedrático, y, dado el caso, doctor y maestro. Catedrático, como individuo que enseñaba desde la cátedra, era el concepto más extendido para referirse a los profesores. No suponía, como ahora, el nivel mayor en la escala académica, sino que se usaba genéricamente para todo el que enseñaba en la universidad, incluidos los bachilleres. Por su parte, el uso de magister como título honorífico data del siglo XIII, siendo anterior al de doctor, cuya carga simbólica se extenderá en la Edad Moderna. Ambos términos, equivalentes, indicaban dos características de gran parte de los profesores: capacidad para enseñar y posesión del grado más elevado.

 


9.2 LOS CATEDRATICOS, DOCTORES Y MAESTROS

Los catedráticos eran figuras muy destacadas, clave de todo el entramado universitario. Etimológicamente Catedrático viene del latín cathedra que significa, silla, sede, púlpito desde el que los profesores explicaban las enseñanzas a sus discípulos. La persona que ocupaba la catedra era el catedrático. Los catedráticos prestaban juramento el día primero de mayo de cada año donde leían las lecciones que le eran asignadas por el rector.

Los catedráticos obtenían su cátedra bajo oposición. Una vez obtenida la cátedra, esta era vitalicia. Debían de atender a sus obligaciones. Hacían juramento el primero de mayo de que leerían sus lecciones que le eran asignadas por el rector. La ausencia de sus lecciones sin causa justificada le privaría de la cátedra.

Había lectores extraordinarios o pretendientes de cátedra igualmente los bachilleres pasantes o aspirantes a la licenciatura operaban en la enseñanza durante los cursos exigidos y además les obligaba un acto solemne de repetición antes de recibir el grado de licenciado.

Tratándose sobre todo de las cátedras de Gramática y de las Artes el método era predominantemente práctico. Los alumnos se ejercitaban bajo la dirección del catedrático regente en ejercicios de distintas modalidades como las repeticiones las reparaciones platica los actos de conclusiones la asistencia al poste. Esta modalidad de la plática fue fruto de la introducción de las cátedras de Nominales. Era un ejercicio diferente de la explicación del profesor y de los repasos y de los demás que se practicaban en Salamanca el ejercicio en sí llevaba consigo discusión y confrontación de pareceres.



9. 3 EL GREMIO DE ESTUDIANTES

Los estudiantes tenían parte muy activa en el gobierno universitario tanto el rector como los consiliarios y diputados eran estudiantes y así el claustro encargado de la orientación docente. Los ocho consiliarios eran representantes a su vez de los alumnos de las distintas diócesis españolas. 

El claustro de diputados era una especie de Junta de Gobierno que trataba de mantener un equilibrio de poderes, era la asamblea más importante del gremio docente. Diez de sus miembros eran catedráticos y otros diez pertenecían al profesorado auxiliar y a los graduados o simples estudiantes.

El claustro de diputados donde se resolvían los problemas ordinarios especialmente los relacionados con la economía. A través de estas funciones y organismos entraban a participar en el claustro pleno. El Supremo Consejo resolutivo dónde se fallaban los problemas más graves e importantes de la Universidad y el poder legislativo en caso de reforma de los estatutos.

Los estudiantes mediante su voto eran los que decidían por mayoría cuál era el opositor más idóneo digno de la cátedra la piedra fundamental del edificio universitario símbolo y realidad de la transmisión del saber. Por los desórdenes que solían promover en estas ocasiones les fue retirado por la corona el derecho a votar a mediados del siglo XVII reservándose la provisión de cátedras al Consejo.

El estudiante vivía respiraba un clima democrático y según el contexto de la época y se formaba en el sentido de responsabilidad y participación hoy por medio de esta colaboración en el gobierno así pudo gozar del trascendental voto decisivo en la provisión de cátedras. Este clima democrático se reflejaba en la convivencia entre los diversos grupos o gremios estudiantiles de distintas regiones y de los más diversos niveles sociales.

A través del alma máter salmantina se procuraba educar y guiar a los estudiantes en la búsqueda de la verdad motivando su activa participación. Era un método de enseñanza múltiple y variado lleno de posibilidades donde se armonizaban y conjugaban el oír las materias en las cátedras con los actos de piedad y demás prácticas religiosas.

La Universidad cultivó la piedad de sus alumnos que tenían que asistir a determinadas fiestas y prácticas religiosas en la capilla universitaria. Estaba prohibido a los estudiantes bajo severísimas penas tener concubina tratar con mujeres sospechosas promover escándalos en la elección de las autoridades académicas sobornar en la provisión de cátedras poner libelos y pasquines difamatorios obrar en contra de la Universidad salir enmascarados pedir limosna por las calles comprar fiado sin licencia paterna y el uso de las armas por lo general solo se les permitía una espada y más adelante un puñal o daga podían tener un instrumento musical puntualizando elocuentemente que la música era estudio y arte.

Se regulaba también la indumentaria que requería cierta austeridad honestidad en el vestir pues convenía que se conformará el hábito y el traje de los estudiantes con la profesión que tenían con el fin de ella estaba prohibido todo lo que tuviera sabor a lujo como la seda las pieles preciosas el oro y la plata y todos los colores vivos.

La Universidad también cuidó con desvelo sus instituciones auxiliares de tipo asistencial como los pupilajes y el Hospital del Estudio para que los estudiantes más desfavorecidos fueran cuidados y atendidos debidamente.

 


                    9.2 EL ORGANO DE GOBIERNO. UN GREMIO DEMOCRATICO

Las autoridades académicas y órganos de gobierno venían formados por el rector, que era un estudiante generalmente noble y era elegido anualmente. El maestrescuela era cargo vitalicio y muy poderoso como representante del pontífice. El órgano directivo estaba compuesto por el primicerio, presidente del claustro de catedráticos, un claustro de diputados y un claustro general. 

El cargo de maestrescuela ya aparece al ser elegido obispo don Berengario. Era el encargado de la enseñanza y llegó a presidir a todos los maestros. Hay que esperar hasta Alfonso X el Sabio en 1254 para que se efectúe la primera organización del Estudio y hasta el 1411 para que la universidad tenga las primeras Constituciones aprobadas por el papa Benedicto XIII. Esta fue inspirada en el modelo boloñés. Esto deja ver la intervención bipolar tanto de la monarquía como del papado. Poco a poco irá retrocediendo la intervención del papado y se reafirma la autoridad monárquica. El modelo teocrático pasa a un modelo monárquico y más posteriormente democrático.




             9.3  EL RECTOR

El rector era el cabeza de la Universidad.  Al inicio lo ejercía un estudiante en un periodo de tiempo limitado a un año. Su gobierno no era absoluto sino democrático y supeditado y asesorado por sus organismos consejeros: el claustro pleno, el claustro de consiliarios y el claustro de diputados. La constitución mandaba que el rector fuera un año de Castilla y otro de León y que no fuera vecino de Salamanca. El escrutinio para la elección del rector debía comenzar seis días antes del día de San Martín. Una vez elegido debía de prestar juramento de fidelidad y obediencia al Papa.




9.4  EL MAESTRESCUELA

El Maetrescuela ocupaba después del rector el segundo lugar. Era puesto por los estudiantes y elegido por los diputados. Era constituido en padre y maestro de los mismos y ejercía el papel de jurisdicción. Es el juez ordinario del estudio, el que ejecuta y hace cumplir las constituciones. Llamado también Canciller es el representante simbólico del poder pontificio de la Universidad y dependía directamente de la Santa Sede. Es por eso que una vez elegido debía de ser confirmado por el obispo de la Sede. 

El Maestrescuela era una el representante del poder pontificio, cargo vitalicio, juez del Estudio en lo civil y criminal y en quien recae la potestad de la colación de grados. El maestrescuela catedral mantenía el simbolismo de la autoridad papal, ejerciendo jurisdicción mediante tribunal propio sobre todo el gremio universitario.

El Maestrescuela o canciller era el juez de la corporación encargado de oír examinar y decidir todas las causas civiles y criminales de los miembros universitarios era el que estaba especialmente encargado del control y vigilancia de la vida estudiantil según la legislación y universitaria estaba puesto como padre y maestro de los estudiantes para enderezarlos en la práctica de la virtud y el recogimiento. La disciplina de la Universidad velaba por la severidad y por el orden y buenas costumbres junto con el estudio de los escolares.

Los escolares deben observar en clase compostura y respeto los catedráticos. No se podía consentir que el estudiante estuviera estuviera con las espaldas vueltas al lector o catedrático. Debían reprender también al que hablara o no llegara con atención. Se les obligaba también a entrar junto con los maestros a clase y a no salir antes de terminar la lección.

Para asegurar la asistencia de los alumnos a las lecciones se ordenó que el juez de estudio fuera dos veces por semana a la Universidad mañana y tarde les obligará a entrar a los generales y reprendiera a los inquietos y alborotadores para que los lectores leyeran y los estudiantes oyeran con la quietud que es necesaria y no hubiera en las escuelas y generales de ella ruido ni alboroto alguno. En la clase los catedráticos tenían que procurar que los estudiantes oyeran en silencio de manera que pudiera aprovecharles la lección expulsando del general a los revoltosos.

Se controló la asistencia a clase por medio de las pruebas de curso y la suficiencia en las disciplinas con los exámenes y demás ejercicios académicos siguiendo al menos en lo fundamental las pautas para ascender a los distintos grados de bachiller licenciado doctor o maestro en el cuadro tradicional.





                        9.5 OTRAS FIGURAS RELEVANTES

Los consiliarios eran estudiantes mayores de 25 años elegidos entre los clérigos, no casados y de diferentes diócesis. No podían ser vecinos de Salamanca, ni tampoco catedráticos asalariados. Eran elegidos al igual que el rector el día de San Martín, aunque seis días antes comenzaba el escrutinio. En riguroso secreto. El rector, con los consiliarios, formaban el claustro de consiliarios que tenía como cometido las atribuciones docentes y de provisión de cátedras. 

Los diputados eran veinte e los cuales diez debían ser catedráticos y las otras diez personas de dignidad o nobleza, siempre con un mínimo de 25 años. Estos, aparte de la elección del maestrescuela, se ocupaban de los negocios de la Universidad. Su claustro se denominaba de diputados. Para reunirse tenía que citarles el bedel por orden del rector.  Se debían reunir al menos dos veces al mes. 

Los catedráticos obtenían su cátedra bajo oposición. Una vez obtenida la cátedra, esta era vitalicia. Debían de atender a sus obligaciones. Hacían juramento el primero de mayo de que leerían sus lecciones que le eran asignadas por el rector. La ausencia de sus lecciones sin causa justificada le privaría de la cátedra.


                                                                 

9. 5  LOS COLEGIOS MENORES Y MAYORES

La Universidad englobaba también toda una red de colegios donde residían los estudiantes. Los estudiantes se agrupaban por naciones y por ramas del saber. En un principio eran cuatro grandes grupos: las diócesis galaico-portuguesas, la leonesa, la provincia eclesiástica de Burgos y la de Toledo. Las naciones eran como cofradías territoriales. Para el S. XV estas naciones se habían desdoblado en ocho consiliaturas. Los Colegios se estructuraban con superintendentes (maestros o profesores), decuriones. Cada clase se dividiría en decurias de diez alumnos a cuyo frente se pondría un alumno avanzado (decurión). Este era el encargado de llevar el control de la evolución de su decuria y mantener informado al regente.

Entre fines del XIV y comienzos del XV se produjo el desarrollo de la fundación de colegios. El colegio Mayor de Bartolomé inspirado en el Colegio de los españoles de Bolonia se fundó en 1346. Este colegio quedó vinculado a las cátedras de Filosofía natural, Matemáticas y Astronomía.

Además de la Universidad propiamente dicha, no se debe pasar por alto la existencia de otras instituciones vinculadas como son los colegios seculares (mayores y menores) y los conventos regulares. Entre los primeros, se destacaban por encima de todo los colegios mayores de San Bartolomé, Cuenca, Oviedo y del Arzobispo, fundados entre los siglos XV y XVI. Aunque originalmente tenían una finalidad asistencial, poco a poco se tornaron en instituciones elitistas, constituyéndose como verdaderas fábricas de altos burócratas.

Los colegios surgieron como instituciones junto con la Universidad para la conformación de una élite académica preparada para el acceso a los grados, cátedras y oficios de la administración. Muchos fueron los estudiantes que se formaron y terminaron formando con sus colegios una coalición de intereses con los altos burócratas del aparato del gobierno lo que ocasionó grandes problemas de banderías.

Estos colegios, junto a los conventos, generaron numerosos enfrentamientos y tensiones con la universidad, constituyendo una minoría muy influyente, pero con escasa representación en la matrícula universitaria si lo comparamos con las cifras de estudiantes manteístas u ordinarios (en torno al 90 %).

A la Universidad de Salamanca se agregaron veinte conventos regulares masculinos y más de veinticinco colegios vinculados, con ciertas tensiones de disgregación.

Este era el panorama dorado de la institución a la que pertenecía el profesorado universitario salmantino. La Universidad de Salamanca se erigió como el centro de educación superior más importante de la Monarquía Católica de las 32 universidades que existían en la península ibérica a finales del reinado de Felipe III. Las razones son harto conocidas: era la más prestigiosa y mejor financiada de todas, así como la más concurrida. Las cifras de estudiantes respaldan este hecho, llegando a superar los 7000 matriculados en la segunda mitad del siglo XVI, con hitos máximos a mitad de la década de 1580. Al mismo tiempo, el prestigio de sus estudios jurídicos daba respuesta a un sector emergente, el de unos letrados ávidos de colocación en las estructuras administrativas de la Monarquía y la Iglesia.

Entre los profesores adscritos a un colegio mayor había un triunfo claro de los colegiales de San Bartolomé sobre el resto, los cuales tenían bastante equilibrio en el reparto del profesorado. Por efectivos, el citado colegio iba a la cabeza con 28 profesores y un 35 % de todos los colegiales. Lo seguían el Colegio de Oviedo, con 19 catedráticos (23,8 %); el de Cuenca, con 17 (21,3 %) y el del Arzobispo con 16 (20 %). Estas proporciones, en términos absolutos, son las siguientes: 11,5 % San Bartolomé; 7,8 % Oviedo; 7 % Cuenca y 6,6 % Arzobispo.

Según los distintos colegios mayores, el Colegio del Arzobispo contaba con 6 profesores en Leyes y otros tantos en Artes, seguidos de 3 canonistas y uno más en Gramática15. El Colegio de San Bartolomé, en cambio, poseía la mayoría de sus efectivos en la facultad de Artes, un total de 18, a los que se sumaban 8 legistas y 2 canonistas. El Colegio Mayor de Cuenca, del mismo modo, era de mayoría artista (8 profesores) seguidos de legistas (5), canonistas (3) y un médico. Por último, el Colegio Mayor de Oviedo continuaba con la misma pauta que los dos anteriores.

Hay que señalar la escasez de profesores de colegios menores salmantinos, con tan sólo 3 efectivos procedentes del Colegio de La Magdalena y un cuarto del Colegio de Santa Cruz de Cañizares. Una cifra de profesores, quizás, demasiado parca teniendo en cuenta la considerable cantidad de colegios menores existentes en la ciudad de Salamanca. Las fuentes son reticentes a mostrar indicios sobre la pertenencia a este tipo de instituciones, lo cual se sumaba al hecho de que muchos estudiantes que pretendían una beca en un colegio mayor estuvieron previamente “esperando” en uno menor.

 


10. EL ORIGEN DE UNA NUEVA "EPOCA AXIAL"

No sin razón a Salamanca se ha venido a llamar "la Nueva Atenas" de la Hispania Renacentista. En el Renacimiento se dio un volver a las fuentes del mundo cásico. Durante el siglo de Oro de la Grecia Antigua se dio el  gran apogeo de una nueva civilización que vino a denominarse como época axial. Esta nueva civilización tuvo su apogeo en el S. V, a. C. su Siglo de Oro.

Sócrates implantó el arte de la dialéctica y fundó la Academia (la República de sabios). Los grandes pensadores se somete a un diálogo riguroso para exponer creencias y sacar la verdad.  Entendieron que su misión era traer a sus compañeros atenienses a la verdad y a la comprensión de sí mismos. El conocimiento era inseparable de la virtud. Valor, justicia, piedad y amistad eran no ideas ni ficciones. La verdadera filosofía es aprender a vivir. El deseo de liberación sólo será posible a través de una gran transformación interior. El cultivo del alma fue la tarea humana más importante, más crucial que la consecución del éxito mundano. El alma se daña por malas acciones. Platón y Aristóteles reclamarían la capacidad del hombre para encontrar la verdad y poder razonar bien.

La denominada Edad Axial es un tiempo de intensa creatividad espiritual y filosófica. Sin duda constituirá un momento muy importante para el desarrollo espiritual de la humanidad. La Edad Axial empuja las fronteras de la conciencia humana y descubre una dimensión trascendente en la base del ser humano. Este período fue uno de los períodos más seminales y cambió el rumbo de la historia. Podría ponerse como la base de nuestro mundo moderno.

Este período de renovación se dio en tiempos de una fuerte crisis espiritual y social. La lección de este tiempo es que en tiempos de crisis las personas fueron capaces de elaborar una nueva espiritualidad basada en principios sólidos.

Podíamos encontrar también nosotros cierto paralelismo con lo que supuso el Renacimiento después de la crisis del periodo oscuro de la edad Media. El comienzo del nuevo milenio comporta nuevos retos. Superada la crisis del comienzo donde proliferaban los movimientos apocalípticos de que con el fin del milenio venía el fin de los tiempos, de nuevo la humanidad había de levantase con fuerza de los escombros y el sistema feudal para dar paso a la repoblación de las nuevas ciudades y creación de los nuevos estados.

La gran crisis de época medieval es la catapulta que lanza la búsqueda de un nuevo renacer con la propuesta de un nuevo humanismo. Esta época de un nuevo humanismo era, al mismo tiempo, un momento de gran transformación y retos. La Iglesia sufre la oposición de la Contrarreforma protestante. La iglesia otra vez siente la necesidad de una gran reforma. La respuesta es el gran Concilio de Trento. Otro desafío después de descubrir el nuevo continente de América es precisamente la evangelización del nuevo continente. La Universidad de Salamanca fue la puerta de entrada del nuevo humanismo para Europa y la puerta de salida para catapultarlo al Nuevo mundo.




11. EVALUACION DE LA DOCENCIA EN LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA EN EL SIGLO DE ORO

Como encabezaba el título del trabajo "Del studii salmantini al studia humanitatis" hemos tratado de responder a las preguntas: qué, quién y cómo se enseñó en la Universidad de Salamanca. Salamanca como "cuna del saber" se abrió a una nueva concepción del saber y un nuevo modo de concebir la docencia.

El nuevo humanismo dio origen a un tiempo nuevo, un orden, nuevo, un pensamiento nuevo en sus contenidos en sus métodos y en sus formas. Tres grandes ejes fueron "los lineamenta" de una profunda renovación: del absolutismo teocrático a la conciliación entre lo humano y lo divino; de la especulación y acumulación de datos a la reflexión y deliberación; de la monopolización a la diversificación y democratización del saber.

Primer eje: Del absolutismo y hegemonía teocrática a la conciliación entre lo humano y lo divino. El nuevo humanismo busco la conciliación entre el orden natural y el sobrenatural; la razón y la fe; el conocimiento  científico y la espiritualidad; la filosofía y la teología, la doctrina y la práctica. Promulgó una concepción del hombre no cercenando desgajando o truncando la dimensión natural de la sobrenatural sino integrando en el hombre su imago Dei cimentado sobre un sistema de valores centrado en la humanitas. No podemos perder la dimensión trascendente porque entonces la propia naturaleza humana se degrada.

Segundo eje: De la especulación y acumulación de datos a la reflexión y deliberación.  El nuevo humanismo trató de llevar el saber más allá de la acumulación de datos y contenidos y repetición de estereotipos normativos a la reflexión. El método de las disputas con cuestiones abiertas, relecciones o discusiones teológicas ayudó a un pensamiento crítico y deliberativo. Frente a la cerrazón a debates se logró una apertura a nuevas corrientes de pensamiento desde una visión también crítica frente al nominalismo o el escotismo.

Tercer eje: De la monopolización a la diversificación y democratización del saber. Frente a los poderes jerárquicos del papado, el clero o la nobleza se busco consolidar un gobierno democrático fomentando la participación y deliberación. De un acceso restringido al saber al que solo accedían a las fuentes los grandes eruditos, el método de los dictados (tomando apuntes los estudiantes sin recursos para comprarse libros podían llevarse las anotaciones de las explicaciones); la divulgación de la imprenta y el fácil acceso a la biblioteca abrió el saber a todos.

Los grandes maestros que se dieron cita en la Universidad de Salamanca, (república de sabios del nuevo renacimiento) fueron profetas de una nueva comprensión del Estado y las nacionalidades promoviendo un orden nuevo, un mundo nuevo. Promovieron el bien común y el respeto por la dignidad humana inherente a todo hombre (el derecho natural y de todas las gentes). Promovieron una ética que favoreciera la igualdad. Pusieron límites a los abusos de poder. Fueron defensores de los derechos fundamentales subordinando el progreso económico al orden justo de la política social y los principios morales y espirituales. 

La docencia en la Universidad de Salamanca se enmarcó dentro de un sistema democrático que pudiéramos llamar  escuela del saber, gremio o república de sabios maestros y escolaresEl régimen universitario era esencialmente democrático. Desde el inicio Alfonso X el Sabio definió el Estudio universitario como ayuntamiento gremio o república de maestros y escolares con el propósito de adquirir toda clase de saberes.

Los diferentes estratos que mantenía la Universidad suponen un conjunto de estratos sociales con un significado a veces abierto, hace una primigenia distinción en función del grado académico o las labores docentes. En la Universidad de Salamanca enseñaron prestigiosos maestros y doctores, dominicos, agustinos y jesuitas que implementaron y siguieron el modelo didáctico de la ratio studiorum

Desde tiempos del padre Pedro Guzmán por todos era conocida la importancia que tenía la ciudad de Salamanca para la Compañía de Jesús como consecuencia de las numerosas vocaciones que surgían en la Universidad. Pero no solo debemos quedarnos en la importancia demográfica; Salamanca produjo nada menos que la atracción de la Universidad de la Monarquía Hispana y, por ende, múltiples proyecciones pedagógicas. 

La relación existente entre la Universidad de Salamanca y la Compañía de Jesús entre 1548 (año fundacional) y 1668 (dotación de las cátedras de propiedad) posee numerosos intereses especialmente en lo relacionado con la creación e implantación del modelo pedagógico característico de esta orden religiosa a orillas del Tormes. 

Unos años antes de la llegada de Miguel de Torres (febrero de 1548), concretamente en 1542, ingresó en la orden un sobrino del fundador de Loyola: Millán o Emiliano. Éste había cursado estudios universitarios en Salamanca, dando a conocer, de primera mano, los movimientos renovacionistas existentes en el gremio universitario. El propio San Ignacio después de su estancia en Alcalá de Henares vino a la Universidad de Salamanca.

En el período que transcurre entre 1551 y 1573, en la Salamanca se produce una verdadera transformación cultural. Estas modificaciones se acrecientan en la Facultad de Teología como consecuencia directa de la multiplicación de los grupos de presión influyentes en sus diversas cátedras (Prima, Vísperas, Santo Tomás, Escoto, Nominales y la de Partidos).

Desde el curso 1550-1551, un grupo numeroso de los jesuitas acudieron como oyentes a las lecciones de los dominicos en el Patio de Escuelas. Estas lecciones eran matizadas en el interior del colegio por parte de Miguel de Torres quien, a modo de repaso, continuaba exponiendo sus conocimientos al resto de sus compañeros.

A partir del curso 1593-1594 los jesuitas, aun manteniendo las lecciones propias para su orden religiosa, dieron prioridad a aquellas que tenían lugar en el Patio de Escuelas para así poder extender su metodología que hasta el momento solo quedaban expuestos intramuros mediante sus lecciones domiciliares y los actos académicos. 

Nos encontramos con varias instituciones a la par con la Universidad. La denominada Escuela de Salamanca cuya sede era el convento de San Esteban y el Colegio de los Jesuitas marcaran un hito en la enseñanza de la Universidad. A pesar de que sus vinculaciones gremiales tuvieran discrepancias e intereses particulares. Los dominicos y los jesuitas aun con rango internacional, perteneciendo a la Universidad de Salamanca, aspiraban a la proyección de su sistema pedagógico: la Ratio Studiorum

La Ratio Studiorum fue el modelo seguido por los padres dominicos y la Escuela de Salamanca. El convento de San Esteban de Salamanca contribuyó a aportar a la Universidad teólogos de renombre universal como Francisco Vitoria, Domingo de Soto. El colegio jesuita de Salamanca era llamado por sus coetáneos como el vivero de la Provincia de Castilla. Se trata de un lugar de paso obligatorio para todos los hijos de Ignacio que pretendían realizar una carrera intelectual. Un lugar donde el desarrollo de su carisma pedagógico tuvo importantes repercusiones para la implantación del modelo educativo de la Ratio Studiorum. Este modelo determinaba y regulaba la actuación educativa de la institución para formar hombres de temple capaces de ocupar los primeros puestos en el entramado de la sociedad. Los jesuitas también aportaron teólogos de gran renombre como Suarez y otros que junto a Domingo de Soto y padres dominicos participaron como padres conciliares en el Concilio de Trento. 

La definición imprecisa en torno a la figura del profesor universitario comportaba una cierta tendencia a entrecruzar diversos significados, lo cual dificulta aún más la labor para establecer un criterio de caracterización del grupo. A ello habría que sumarle la multiplicidad de figuras docentes con diversas funciones o el paso fugaz de algunos individuos como enseñantes en la Universidad de Salamanca.

En consecuencia, la mezcla de todos estos factores dio lugar a una enorme variabilidad en la cantidad y calidad del profesorado. De forma genérica, bajo el término de catedrático de la Universidad de Salamanca se englobaban individuos que tienen, como mínimo, un denominador común: la docencia desempeñada entre los muros del Estudio, desde unos pocos días o meses hasta varias décadas de sus vidas.

Todos impartieron clases en el Estudio de Salamanca en algún momento de sus vidas, pero eso no les hace docentes "per se", es decir, en el sentido profesional del término. Por tanto, este hecho, el del desempeño de la docencia como ocupación principal es lo que realmente distinguió a un sector del profesorado frente a otros docentes que pasaron con mayor o menor rapidez por las cátedras antes de otras ocupaciones.

Esto constituía un abanico grande de distintos estratos según el contexto social y económico de la época. Contamos con la existencia de catedráticos laicos y eclesiásticos, más abundantes los segundos, más elocuentes los primeros. Sus propias condiciones de vida generaban un conjunto de pistas, dispersas por múltiples escribanías y legajos, pero importantísimas para la reconstrucción de un hilo conductor de su periplo vital. También hemos de considerar al grupo de profesores provenientes del clero secular.

En cuanto a los docentes pertenecientes a órdenes regulares, relacionados generalmente con los estudios de Teología y Artes fue muy significativa. Su existencia, ligada a una orden religiosa, comportaba una definición social que pasaría principalmente por su pertenencia al clero regular y no tanto por el hecho de ostentar una cátedra como el caso del profesorado laico. Las clasificaciones no excluyen que los profesores pudieran sustentarse simultáneamente por otros medios, ocupasen otros cargos al mismo tiempo o, llegado el caso, fueran promocionados hacia otros puestos en el Estado Moderno o en la Iglesia tras haber sido docentes en Salamanca durante un periodo considerable de sus vidas.




 

12. CONCLUSIÓN

"Hijo mío si prestas oído a la sabiduría y abres tu mente a la prudencia, si haces venir a la inteligencia y llamas junto a ti a la sabiduría buscándola como un tesoro, comprenderás que la raíz de la sabiduría se encuentra en el Señor de él brota el saber y la inteligencia. El Señor concede sabiduría al que la busca con sinceridad y conducta intachable. Entonces podrás comprender la justicia, el derecho y la rectitud y el camino que lleva a la felicidad" (Prov 2, 1-9)

Poco conocimiento hace que las personas se sientan orgullosas y mucho conocimiento hace que las personas se sientan humildes”. (Leonardo da Vinci)

“El bien de la humanidad debe consistir en que cada uno goce al máximo de la felicidad que pueda, sin disminuir la felicidad de los demás. Quizá la más grande lección de la humanidad es que nadie aprendió jamás las lecciones de las humanidades”. (Aldous Huxley)

Hoy 11 de julio es la festividad de San Benito, abad y Padre del monaquismo, Patrono de Europa. Después de recibir una sólida formación comenzó una vida eremítica en Subiaco y luego fundo el monasterio de Montecasino. Allí escribió la Regla cuya difusión le valió el título de patriarca del monaquismo occidental. En su Regla decía que cuando emprendas una obra lo primero que has de hacer es pedir a Dios que sea él quien te guie y la lleve a término. Y que es lo que Dios nos dice: "Venid hijos, escuchadme, os instruiré en el camino de la sabiduría" Tres son las condiciones que nos propone: la escucha, el amor fraterno y la humildad. Caminemos por esta senda y él nos conducirá a la vida eterna.

En la fachada de la Universidad de Salamanca nos encontramos dos puertas que simbolizan los dos caminos: la virtud y el vicio. En la pilastra de la derecha encontramos la famosa rana. La rana en la calavera nos recuerda como la mente se puede corromper por el vicio. Se recordaba a los estudiantes que la mala vida, la sensualidad y el desenfreno los podían no solo distraer sino llevar a lo que conduce la muerte. No te dejes llevar por lo superfluo, por el encanto pasajero: vanitas vanitatis. Date cuenta de la fugacidad de la vida. Recuerda, Memento mori, "polvo eres y en polvo te convertirás". Busca el camino de la verdad, el bien y la justicia.

Estamos asistiendo a una revolución del saber y hemos de saber adaptarnos a los nuevos retos y desafíos de esta época postmoderna y tecnológica. Estamos viviendo una cultura tecnológica con un pensamiento débil que favorece lo fácil e instantáneo. Necesitamos de un giro que promueva de nuevo un verdadero humanismo. En nuestro mundo globalizado y digitalizado debemos humanizar la tecnología en lugar de tecnologizar lo humano. En nuestro mundo secularizado privado en gran parte de la luz de la fe promover el diálogo entre fe y cultura. Necesitamos de una nueva comprensión del saber que promueva una formación integral del hombre en todas sus dimensiones.

Vivimos en un tiempo de profundos cambios e incertidumbres. Si bien es verdad que asistimos a un progreso científico sin precedentes también es verdad que estamos ante grandes interrogantes. Necesitamos de una sabiduría interior que den respuesta a estos interrogantes y nos haga salir del sinsentido y de la desesperanza. El hombre actual adolece de interioridad, de una sabiduría interior que nos lleve a encontrar la salida. El hombre cuando pierde su dimensión trascendente se pierde así mismo. El hombre que excluye a Dios de su vida se condena así mismo. Dios no condena a nadie porque no excluye a nadie. 

Asistimos a una crisis de nuestra humanidad. Necesitamos de un giro que promueva un verdadero humanismo. Ciertamente, las humanidades, como conjunto de asignaturas que brindan los lineamientos humanísticos para el mejor ser y que se complementan o deberían complementarse con todas las asignaturas que proveen los elementos necesarios para saber hacer, no debería estar en crisis. Pero entre más poder pareciera tener un ser humano, más alejado se encuentra de su esencia, de su espíritu y de lo que se da en la línea del ser. 

Al fin y al cabo, los problemas de la humanidad terminarán cuando pensemos como un solo individuo y se supriman todos los deseos egoístas que no buscan otra cosa más, que la satisfacción inmediata de necesidades más inútiles y vanas. El dinero, el sexo y el poder mueven el mundo contemporáneo y es obvio que están llevando a un camino donde hemos recalentado el globo terráqueo, arrasado con la capa de ozono, acabado con las reservas naturales y estamos a punto de colapsar. Los índices de crecimiento en casi todos los países del mundo nos muestran aterradoras consecuencias de la metas egoístas y el afán de sobresalir individualmente de unos pocos, versus los cientos de miles de millones de ciudadanos comunes y corrientes que estamos entre el desagradable confrontación de los unos y los otros.

Debemos humanizar la tecnología. Las solas ciencias en el currículo frío de la tecnología y la globalización generan “fábricas de monstruos sin rigor” causantes de las más grandes tragedias de la humanidad. Las humanidades, buscan como su nombre lo indica, permitir que el individuo recobre la dignidad del ser humano. 

Creemos que este trabajo a la luz de como fue desde la concepción del saber y de como fue la educación promovida de la Universidad de Salamanca en el siglo de Oro puede ayudar a la necesidad de poner la persona en el centro del progreso; de promover la verdad y no la falsedad y la mentira; de promover la justicia y la paz en vez de la guerra; de promover la inclusión y no la discriminación; la integración de la ciencia y la tecnología con las humanidades.


 

 

 

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