domingo, 24 de noviembre de 2024

FIESTA DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO

 FIESTA DE CRISTO REY DEL UNIVERSO



Introducción

 

Este 24 de Noviembre hemos celebrado con todo la Iglesia la solemne festividad de Jesús Rey del Universo. Esta fiesta cierra el año litúrgico y tiene especial relevancia aquí en Filipinas. Nosotros en nuestra “pastoral station” tuvimos la procesión a lo largo de todas las capillas y finalmente la misa solemne en la capilla principal. La procesión la hicimos temprano antes de empezar el día como preludio que la venida de Cristo es como el Sol que viene de lo alto a inundarnos con su luz. 


La Iglesia nos llama a acoger a Cristo Rey en nuestras vidas y reconocer el reinado de Cristo en todas las dimensiones de nuestra vida. Esta solemnidad nos invita la Iglesia a reconocer en todos nuestros ámbitos, también en el ámbito publico el reinado de Cristo.

 

Hoy, la libertad religiosa para muchas personas significa que podemos creer lo que queramos en privado, pero cuando entramos en la plaza pública o el mercado, no podemos hablar de nada que se relacione a nuestra fe. Aun así, la Iglesia reconoce el reinado de Cristo, no sólo en privado, sino públicamente. Esta solemnidad nos anima a celebrar y vivir nuestra fe en el ámbito público.

 

Para los cristianos, cuando nuestra fe es repetidamente marginada en la vida pública, podemos caer al hábito de compartimentar nuestra vida. Amamos a Jesús en nuestra vida privada, pero nos eximimos de reconocer el reinado de Cristo en la vida comunitaria. Cuando celebramos la Solemnidad de Cristo Rey, declaramos al mundo y nos recordamos a nosotros mismos que Jesús es el Señor, no sólo de la Iglesia, sino del universo.

 

Es por eso que se invita a que este día los fieles hagan una procesión en la que se manifieste nuestra fe, nuestra adhesión a Cristo. Los que escuchan mi voz y la cumplen son testigos de la verdad en el mundo. (Jn 18,37). 

Esta fiesta celebra a Cristo como el Rey humilde, bondadoso y sencillo que como pastor guía a su Iglesia peregrina hacia el Reino Celestial y le otorga la comunión con este Reino para que pueda transformar el mundo en el cual peregrina. 

La posibilidad de alcanzar el Reino de Dios fue establecida por Jesucristo, al dejarnos el Espíritu Santo que nos concede las gracias necesarias para lograr la Santidad y transformar el mundo en el amor. Ésa es la misión que le dejo Jesús a la Iglesia al establecer su Reino. Se puede pensar que solo se llegará al Reino de Dios luego de pasar por la muerte pero la verdad es que el Reino ya está instalado en el mundo a través de la Iglesia que peregrina al Reino Celestial. 

Justamente con la obra de Jesucristo, las dos realidades de la Iglesia -peregrina y celestial- se enlazan de manera definitiva, y así se fortalece el peregrinaje con la oración de los peregrinos y la gracia que reciben por medio de los sacramentos. "Todo el que es de la verdad escucha mi voz."(Jn 18, 37) Todos los que se encuentran con el Señor, escuchan su llamado a la Santidad y emprenden ese camino se convierten en miembros del Reino de Dios. 

En nuestro mundo divido es un llamado a la paz y a la unidad. Esta fue precisamente la oración sacerdotal de Jesús: "Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tu me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos si están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. ...No te pido que los retires del mundo, sino que los guarde del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad." (Jn 17, 9-11.15-17)

La celebración fue originalmente establecida como fiesta de Cristo Rey por el papa Pío XI el día 11 de diciembre de 1925 a través de su encíclica Quas Primas, en el contexto de un año jubilar ordinario y del XVI centenario del I Concilio Ecuménico de Nicea (que definió y proclamó el dogma de la consubstancialidad del Hijo Unigénito con el Padre, además de incluir las palabras...y su reino no tendrá fin, en el Símbolo o "Credo Apostólico", promulgando así la real dignidad de Cristo) estableciendo para su celebración el último domingo de octubre, es decir el inmediatamente anterior al día de Todos los Santos (1 de noviembre).

 

      La Solemnidad de Cristo Rey se instituyó después de la Primera Guerra Mundial


Luego de la Primera Guerra Mundial, en medio del crecimiento del comunismo en Rusia, y con ocasión del 1600 aniversario del Concilio de Nicea (año 325), el Papa Pío XI instituyó la fiesta en 1925 con la encíclica Quas Primas.

 

·        La primera celebración coincidió con Halloween


Fue originalmente establecida para el último domingo de octubre, justo antes de la Fiesta de Todos los Santos. Cuando se celebró por primera vez, en 1926, el calendario marcó el 31 de octubre, coincidiendo con Halloween.

·        San Pablo VI le dio el nombre y fecha actual a esta solemnidad


En 1969 el Papa San Pablo VI dio a la fiesta su actual título: Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo; y la trasladó al último domingo del año litúrgico.

·        La Solemnidad de Cristo Rey es una respuesta a la secularización, ateísmo y comunismo


Mientras el mundo presionaba para que los cristianos restringieran sus fiestas religiosas y fueran más leales a los gobiernos, el Papa Pío XI escribió: "Porque si a Cristo Nuestro Señor le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; si los hombres, por haber sido redimidos con su sangre, están sujetos por un nuevo título a su autoridad; si, en fin, esta potestad abraza a toda la naturaleza humana, claramente se ve que no hay en nosotros ninguna facultad que se sustraiga a tan alta soberanía. Es, pues, necesario que Cristo reine en la inteligencia del hombre, la cual, con perfecto acatamiento, ha de asentir firme y constantemente a las verdades reveladas y a la doctrina de Cristo; es necesario que reine en la voluntad, la cual ha de obedecer a las leyes y preceptos divinos; es necesario que reine en el corazón, el cual, posponiendo los efectos naturales, ha de amar a Dios sobre todas las cosas". (Quas Primas, 34)

 

·        Esta fiesta es celebrada también por los hermanos protestantes


A pesar de que fue creada por la Iglesia Católica, algunos anglicanos, luteranos, metodistas y presbiterianos también celebran esta importante fiesta. En la Iglesia protestante de Suecia, este domingo es llamado "Domingo de la condena". Aunque oficialmente los protestantes de Suecia celebran esta fiesta como "El regreso de Cristo", su nombre coloquial es "Domingo de la Condena", ya que procede del hecho de enfocar la festividad en el Juicio Final y la segunda venida de Jesús.

·        

En muchos países se levantaron estatuas en honor a Jesucristo, Rey del Universo


En Polonia se levanta la más grande de 33 metros de altura, un metro por cada año de la vida terrenal de Jesús y 3 metros de base, la estatua del Cristo Rey de Swlebodzin, en el noroeste de Polonia. En muchos países como Brasil (Cristo Redentor de Río de Janeiro), Portugal (Lisboa, Corcovado al pie del río), España (cerro de los ángeles en Madrid) se levantaron enormes estatuas de Cristo Rey para tratar de dar relevancia a Cristo Rey Redentor y salvador del mundo.

 

Resonancias bíblicas

 

Durante el anuncio del Reino, Jesús nos muestra lo que éste significa para nosotros como Salvación, Revelación y Reconciliación ante la mentira, la muerte y el pecado que existen en el mundo. Jesús responde a Pilatos cuando le pregunta si en verdad Él es el Rey de los judíos: "Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí" (Jn 18, 36). Jesús no es el Rey de un mundo de miedo, mentira y pecado, Él es el Rey del Reino de Dios que trae y al que nos conduce.

 

Del Evangelio según San Mateo: 

«Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y Él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras, y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: "Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver". Los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?". Y el Rey les responderá: "Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo". (Mt 25,31-36). 

 

Antecedentes

 

En el año 325, se celebró el primer concilio ecuménico en la ciudad de Nicea, en Asia Menor. En esta ocasión, se definió la divinidad de Cristo contra las herejías de Arrio: "Cristo es Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero".

 

En 1925, 1600 años después, Pío XI proclamó que el mejor modo de que la sociedad civil obtenga “justa libertad, tranquilidad y disciplina, paz y concordia” es que los hombres reconozcan, pública y privadamente, la realeza de Cristo. “Porque para instruir al pueblo en las cosas de la fe mucha más eficacia tienen las fiestas anuales de los sagrados misterios que cualesquiera enseñanza, por autorizadas que sean, del eclesiástico magisterio (…) e instruyen a todos los fieles (…) cada año y perpetuamente; (…) penetran no solo en la mente, sino también en el corazón, en el hombre entero”. (Encíclica Quas primas, 11 de diciembre de 1925).

 

La fecha original de la fiesta era el último domingo de octubre, esto es, el domingo que inmediatamente antecede a "la festividad de Todos los Santos"; pero con la reforma de 1969, se trasladó al último domingo del Año Litúrgico, para subrayar que Jesucristo, el Rey, es la meta de nuestra peregrinación terrenal. Los textos bíblicos cambian en los tres ciclos litúrgicos, lo que nos permite captar plenamente la figura de Jesús.

 

Última etapa

En este último domingo del año litúrgico, celebramos la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. Como el año litúrgico representa el camino de nuestra vida, esta experiencia nos recuerda que nos dirigimos hacia el encuentro con Jesús, el Esposo, que vendrá como Rey y Señor de la vida y de la historia. Estamos hablando de su segunda venida. En la primera, vino en la humildad de un Niño acostado en un pesebre (Lc 2,7); en la segunda, regresará en la gloria, al final de la historia. Esta es la venida que hoy celebramos litúrgicamente.


Pero hay también una venida intermedia, la que vivimos hoy, en la que Jesús se nos presenta en la Gracia de sus Sacramentos y en el rostro de cada "pequeño" según el Evangelio ()cf. Mt 25). Es el tiempo en el que se nos invita a reconocer a Jesús en el rostro de nuestros hermanos, el tiempo en que se nos invita a utilizar los talentos que hemos recibido, a asumir nuestras responsabilidades cada día. Y a lo largo de este camino, la liturgia se nos ofrece como escuela de vida para educarnos a reconocer al Señor presente en nuestra vida cotidiana y para prepararnos a su venida final.

Coordenadas de la vida

"Vengan, benditos de mi Padre... Aléjense de mí, malditos"; bendición y la maldición no son decisiones, un "ajuste de cuentas" por parte del Rey, que solamente revela lo que cada uno ha sido y ha hecho, cuánto se ha ocupado del hermano (cf. Lc 16,19.31).  Podemos preguntarnos hoy ¿dónde está Cristo?, ¿dónde podemos reconocer su venida?, ¿Cómo podemos reconocerlo presente y activo en nuestras vidas? "Los míos reconocen mi voz y me siguen" (cf. Jn 18). Para encontrarlo es necesario seguir las huellas de Jesús, cultivar sus sentimientos, que a menudo no son los nuestros. Cómo no recordar cuando Jesús confió a sus discípulos que le esperaba la muerte en la cruz, y Pedro le reprendió; entonces Jesús le apartó diciendo: «¡Retírate Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres» (Mt 16,22).

 

Debemos recordar siempre que estamos en el mundo, pero no somos del mundo (cfr. Jn 17,14). Y precisamente porque es tan fácil dejarse desviar del buen camino (cfr. Gál 5,7: "Corríais tan bien, ¿quién os ha cortado el paso?"), es importante mantener la mirada fija en Jesús para no perder el rumbo (cfr. Hb 12,2). Él está presente. Por tanto, nuestra vida no está dirigida por el caos, sino por una Presencia que es Vida y que nos ha mostrado el Camino.

Una fiesta que nos revela el fin del camino

El año litúrgico es el símbolo del camino de nuestra vida: tiene su principio y tiene su final en el encuentro con Jesús, Rey y Señor, en el Reino de los Cielos. Al comienzo del año litúrgico, el primer domingo de Adviento, se nos mostró de antemano la meta hacia la que dirigimos nuestros pasos.  A través de la liturgia se nos permite saber qué camino tomar (Jesús es el Camino), qué pensamiento seguir (Jesús es la Verdad), qué esperanza dejar que nos anime (Jesús es la Vida) ( cfr. Jn 14,6).

Todo se decide en el amor

Lo que llama la atención la celebración de hoy de los textos a través de los textos escuchados es que el examen último se refiere al amor, a lo concreto de la vida, empezando por los gestos más sencillos, más ordinarios: tuve hambre, tuve sed... No se trata de gestos heroicos, ni de gestos ajenos a la vida cotidiana o de gestos llamativos. Lo hermoso que se desprende del Evangelio es que Jesús no sólo es el Dios con nosotros hasta el fin del mundo, sino que viene a ser el Dios en nosotros, empezando por los más pequeños: llega a identificarse con los necesitados, con cada pequeño del Evangelio, con cada perseguido (cfr. Hch 9,4: "Saulo, ¿por qué me persigues?"). 


Cada gesto de amor, por tanto, es un gesto hecho "con Jesús", porque ha sido hecho en su compañía; "como Jesús", porque se ha aprendido en el Evangelio; pero también "a Jesús", porque cada vez que se ha hecho un gesto de amor, se le ha hecho "a Él".

El amor en la vida cotidiana

Una cosa sorprende: en los seis gestos recordados por Jesús, no hay ningún gesto religioso o sagrado tal como lo entendemos nosotros. Todos parecen ser gestos hechos en la calle, en la casa, donde sea, donde haya necesidad. En realidad, "no hay nada pro-fanum, que esté delante o fuera del templo, porque toda la realidad es el reino de Dios donde nada es profano y todo es ‘sagrado’.

 

La solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo

La fiesta es una celebración litúrgica de la Iglesia católica, en grado de solemnidad, que tiene lugar el último domingo del año litúrgico del rito romano. Por lo tanto, su fecha varía oscilando entre los días 20 y 26 de noviembre. La celebración fue originalmente establecida como fiesta de Cristo Rey

“Por medio de discursos en las asambleas y en los templos, de la adoración, en común, del Santísimo Sacramento públicamente expuesto y de solemnes procesiones, proclamar a Cristo como Rey que nos ha sido dado por el cielo" (Quas primas, 26). 

La encíclica Quas Primas

En la primera etapa del siglo XX, en México, Rusia y en algunas partes de Europa, los regímenes ateos amenazaban no solo a la Iglesia católica y a sus fieles, sino a la civilización en sí misma. La encíclica del papa Pío XI les dio a los católicos esperanza y —mientras los gobiernos en torno a ellos se derrumbaban— la seguridad de que Cristo Rey reinaría por siempre. Jesucristo "es la Verdad y porque los hombres necesitan beber de Él y recibir obedientemente la verdad" (Quas primas, 6).

 

En la encíclica se nos invita a acoger a Cristo y su reinado en nuestras vidas: “Es, pues, necesario que Cristo reine en la inteligencia del hombre, la cual, con perfecto acatamiento, ha de asentir firme y constantemente a las verdades reveladas y a la doctrina de Cristo; es necesario que reine en la voluntad, la cual ha de obedecer a las leyes y preceptos divinos; es necesario que reine en el corazón, el cual, posponiendo los efectos naturales, ha de amar a Dios sobre todas las cosas, y sólo a Él estar unido; es necesario que reine en el cuerpo y en sus miembros, que como instrumentos, o en frase del apóstol San Pablo, 'como armas de justicia para Dios'" (Quas primas, 34).

 

En la encíclica Quas Primas se establecía que esta fiesta debía enseñar a las naciones que: «el deber de adorar públicamente y obedecer a Jesucristo no solo obliga a los particulares, sino también a los magistrados y gobernantes»

El papa Pío XI instituyó esta festividad en 1925 con su encíclica Quas primas (“En primer lugar”) para responder al creciente secularismo y ateísmo. Él reconocía que intentar “expulsar a Jesucristo y su santa ley” de la vida pública generaría una continua discordia entre los pueblos y las naciones. Esta solemnidad nos recuerda que, mientras los gobiernos pasan, Cristo prevalece como Rey por siempre.

En la encíclica el Papa Pio XI dice que: «su regia dignidad exige que la sociedad entera se ajuste a los mandamientos divinos y a los principios cristianos, ora al establecer las leyes, ora al administrar justicia, ora finalmente al formar las almas de los jóvenes en la sana doctrina y en la rectitud de costumbres.»

Tras el Concilio Vaticano II

Tras el Vaticano II y la reforma litúrgica de Pablo VI en 1969, la fiesta cambia de significado y de nombre, llamándose Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, y pasando a celebrarse al último domingo del Año litúrgico del rito romano. Pero los católicos tradicionalistas siguen usando el antiguo calendario del rito romano.

El sacerdote catalán José Gras y Granollers, preceptor de los hijos de los marqueses de Peñaflor y fundador de las Hijas de Cristo Rey, celebró en la parroquia de Santa María de Écija un triduo solemne a la Realeza de Cristo, siendo este el primer culto público en el mundo que se realizó en honor a Cristo Rey.

 


Reconozcamos a nuestro Rey que viene a salvarnos

El no viene a condenarnos sino a salvarnos. Dirijamos nuestra mirada, nuestros ojos y nuestro corazón a nuestro Rey. El es el principio y fin de todo, cuyo reino no tendrá fin porque es eterno. Todo pasará pero su amor y sus palabras no pasarán. No tengamos miedo, a pesar de nuestras inquietudes que nos crean las guerras, los conflictos, las desigualdades, las divisiones y polarizaciones que enfrentan nuestra sociedad, su Reino de amor paz y justicia prevalecerá.

Reconozcamos a nuestro Rey. El aparece hoy en el evangelio acusado frente a Pilato. Pilato lo tiene delante en frente pero no lo reconoce. Cristo aparece hoy en el banco de los acusados, es acusado y condenado por los que ostentan el poder, pero nuestro Rey declara que su reino no es de este mundo. El está firme, no pierde la paz, no responde al odio y a la violencia con la violencia. El no se revela si no permanece fiel en la verdad. Jesús no trata de salvar su vida sino que la entrega voluntariamente por amor. El vino para salvarnos y dar testimonio de la verdad. Contemplemos a Cristo abrazando la Cruz por amor. Su corona es de espinas y su cetro el madero ignominioso. Su gloria la Cruz. La Cruz en la que se levanta encumbrado, no es el final. Ell se ha sometido voluntariamente hasta la muerte ha vencido la muerte. El viene a restaurar la paz y la unidad mediante el perdón.

Tú Señor eres nuestro Rey, tú rescatas la creación aplastada por el pecado y la muerte y nos liberas, nos traes la paz

Una decisión y opción de vida: ¿A quién queremos servir y seguir?

El nos dice ven y sígueme. El nos invita a rechazar la lógica del poder de la búsqueda de nuestra propia gloria y éxito y prestigio. No nos dejemos engañar por quienes son falsos profetas con promesas efímeras que nos hacen de una vida fácil de éxito rápido. No nos conformemos con ser estrellas por un día (mensaje del Papa en este día a los jóvenes).

No se crean prepotentes y autosuficientes. Todo el que busca su propia gloria acaba arruinando su vida. No nos engañemos, no nos dejemos arrastrar por promesas engañosas. Jesús levantado en la Cruz da testimonio de la verdad. Jesús con su entrega en la Cruz cambia el rumbo de la historia y da sentido a las preguntas más fundamentales.

Contemplemos a aquel que se hizo en todo semejante a nosotros para mostrarnos el camino, la verdad y la vida. en El esta la vida, fuera de El no encontraremos la vida auténtica.

El aparece vituperado, burlado, escupido, apaleado, torturado, flagelado. Muchos son los que se mofan de él, inclinan sus cabezas y dicen Salve Rey de los judíos, si de verdad eres Dios baja de la cruz.

Jesús no se baja de la cruz, la abraza hasta el final porque está en juego nuestra salvación. El quiere dar testimonio de la verdad: mi reino no es de este mundo. En aquel juicio inicuo quedaron grabados para la historia la entereza, la valentía, la gallardía y entrega de Jesús y la cobardía de los que le rechazan y siguen su camino. Vino a los suyos pero los suyos no lo recibieron. Esta la gran paradoja nos dejó libres para elegir ¿a quién queremos servir y seguir? Los que me reconocen, reconocen mi voz, me reconocen como rey y Señor. Los que le acogieron les dio la gracia de hacerse hijos suyos de convertirse en anunciadores y herederos de su reino (cf. Jn 1)

Salgamos al encuentro de nuestro Rey

Sirvamos a nuestro Rey con un corazón humilde. Seamos protagonista y no dejemos que manipulen y dirijan nuestras vidas. La historia no la hacen los violentos, los arrogantes, los prepotentes. No tengan miedo sí son malentendidos, contradecidos, perseguidos, acusados por mi causa. Si os tratan de ingenuos y fracasados porque nos amoldáis a los contravalores del mundo, no temáis a mi me consideraron lo mismo.

Sed humildes, sencillos, sinceros y transparentes. El que me sigue escucha mi voz, entiende mis palabras y mensaje. No nos desanimemos. El nos llama a construir en el Reino estableciendo lazos y puentes de unidad, reconciliación y de paz. El nos llama a ser vínculos e instrumentos de su paz. Su reino es un reino de paz unidad solidaridad y fraternidad. El viene a conectarnos, a vincularnos.

Jesús viene establecer su reino y quiere reinar empezando por nuestros corazones

Jesús nos previene: No temáis a los poderosos que pueden matar el cuerpo pero no el alma. Jesús envía a sus mensajeros sin cayado, sin bolsa y sin alforja. (cf. Lc 10). El envía a sus seguidores como mensajeros de paz, los envía como corderos en medio de lobos. Vosotros salid a los caminos, visitar las casas, atended a los que sufren. Cuando entréis decid: la paz con vosotros, el Reino de Dios está cerca. Consolad, curad los enfermos. Revelad así mi misterio de piedad. Quién a vosotros me acoge a mí me acoge, quienes a vosotros escucha a mí me escucha (cf. Lc 12).

No temáis a los que matan el cuerpo, temed a los que ahogan y sofocan el espíritu y el alma. No apaguéis el espíritu, no dejéis morir el espíritu, no dejéis que se apague el amor, que os roben la fe y la esperanza. Ser libres de todo engaño, hipocresía y codicia. Confiad en mí, hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados, ¿no valéis mucho más que los pajarillos? Todo el que se declare por mí entre los hombres mi Padre saldrá en su defensa.

Embrazar las armas del reino: las arma de la humildad, la sinceridad, el amor

Que os tengan como humildes servidores y seguidores de Cristo. Busquemos en todas nuestras acciones agradar a Dios. No busquemos nuestra propia gloria sino la de Dios. Procuremos amoldarnos y abajarnos a los pobres y pequeños. No nos consideremos superiores a nadie, no buscamos ser apreciados y comprendidos sino comprender. Cuanto más sean los dones y la gracia que Dios nos da, tanto más humildes debemos ser. Que todo sea para alabanza y gloria de Dios.

Conformémonos en todo a Cristo pobre y crucificado. Jesús aparece como un mendigo pobre porque mendiga nuestras vidas esperando encontrar quienes escuchen su voz y le sigan. El promete bienaventurados y dichosos aquellos que acogen su amor como único tesoro. El nos aseguras que seremos bienaventurados en esta tierra herederos de tu reino en el futuro. El que quiera salvar su vida la perderá, pero el que me siga y la entregué por mí la encontrará. Sed sencillos y humildes, guardaros de toda doblez e hipocresía. El quiere revelar su amor a través de los humildes, pobres y sencillos. Al Padre le ha parecido bien abrir los tesoros del reino los sencillos. Dios abre la boca a los mudos para que puedan proclamar su alabanza.

Contemplemos a Cristo como viene. Contemplemos su entrada como Rey

El príncipe de la paz viene desarmado sin manifestación violenta. El rey de Reyes entra en la ciudad Santa montado en una borriquilla rodeado de niños y de gente humilde. No cabalga victorioso en un brioso alazán rodeado de una brillante escolta de capitanes y soldados, Sus seguidores no son guerrilleros o revolucionarios. Mira quién viene a tí, tu rey humilde y sencillo montado sobre un borrico (cf. Zac 9). ¿Hosana Ven señor Jesús, bendito el que viene en nombre del Señor! De los chiquillos y pequeños incluso de los niños de pecho has sacado una alabanza. (sal 8)

Esa es la exhortación de Jesús: dejad que los pequeños se acerquen porque de ellos es el Reino. Os digo que si no os hacéis cómo ellos no entraréis en mi Reino, Si les hacéis callar gritarían las piedras. Cf. Lc 19, 40)

Hoy 2000 años después Jesús transita nuestras calles, nuestros barrios, queriendo acercarse a la gente, acercarse a todos, bendecir a todos. Abramos las puertas de nuestros corazones y dejemos entrar y reinar a Cristo: ¡Bendito el que viene nombre del señor! Si al menos en este día conociéramos al que nos trae la paz.

La procesión de Cristo Rey

La misma encíclica estimula a proclamar a Cristo rey a través de manifestaciones públicas como lo es la procesión. La procesión tiene también unas resonancias bíblicas: La entrada de Jesús aclamado como Rey, Mesías, Salvador del mundo.

Cristo se nos presenta en el evangelio como un rey humilde que no viene a conquistar el mundo con el poder o la espada sino con la única fuerza del amor. La aclamación de Cristo como Mesía se presenta en el evangelio como un cortejo humilde presidido por niños.

En los evangelios sinópticos, Jesús envía a dos discípulos a la aldea cercana para que tomaran un burro que no había sido amarrados pero nunca montado, y si eran preguntados, debían decir que eran necesarios para el Señor pero que serían devueltos.

Luego, Jesús montó el burro para entrar en Jerusalén, según los tres evangelios sinópticos indican que los discípulos primero pusieron sus capas. Mateo 21:7 sostiene que los discípulos pusieron sus capas sobre ambos animales: trajeron el burro y el potro, les pusieron sus ropas y lo pusieron sobre ellos

En Lucas 19:41, cuando Jesús se acerca a Jerusalén, mira la ciudad y llora por ella (Flevit super illam), prediciendo el sufrimiento que le espera a la ciudad. “Si tan solo hoy pudierais reconocer quién viene a visitaros y traeros la paz”.

Los evangelios continúan relatando cómo Jesús entró en Jerusalén, y cómo las personas allí colocaron sus capas frente a él y también depositaron pequeñas ramas de árboles. La gente cantó parte del Salmo 118: 25-26Bienaventurado el que viene en el nombre del Señor. Te bendecimos desde la casa del Señor.

En su entrada a la ciudad, el relato de Mateo sugiere que Jesús evocó una gran emoción: «toda la ciudad se conmovió», pero también es posible que Jesús no fuese conocido por la gente de Jerusalén: la gente de la ciudad preguntó «¿Quién es este?» y «las multitudes respondieron: «Este es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea».

La comitiva respiraba un ambiente festivo y humilde. No hacían grandes ruidos o espavientos tan solo lo aclamaban como Rey. Ante los que parecían acallar la aclamación de los más humildes, Jesús responde que si les hicieran callar hablarían las piedras. La palabra «movido» en el texto griego es (eseisthē), derivado de (seismos). Algunos sugieren que «la palabra en el original es “forzada, convulsionada o agitada como por un terremoto, o por un viento violento”». Mateo usa la misma palabra en 27:15 cuando sugiere que la tierra «temblaba» en el momento de la muerte de Jesús.

Tradicionalmente, entrar en la ciudad en un burro simboliza la llegada en paz, en lugar de un rey guerrero que llega a caballo. Los evangelios sitúan la entrada de Jesús en Jerusalén seis días antes de la Pascua.

 

ALGUNAS IMÁGENES DE LA PROCESION

Recogemos algunas imágenes de la procesión con algunas reflexiones tomadas del Salmo 18. Este salmo representa la venida de Cristo como el alborear del Sol que nos visita por la mañana y con su luz disipa las tinieblas de la noche.

Toda la creación quiere entonar un himno de alabanza a su Creador. Cristo se levanta como el nuevo Sol de la nueva creación restaurada a través de su Pasión muerte y resurrección. Dios alumbra e ilumina el universo entero, la humanidad entera con el resplandor de su amor.

1. Reconoce, aclama, alaba a tu Señor




2. Cristo es el Rey de la misericordia que nos trae la Paz




3. Tu eres mi Rey y mi Señor




4. Mi Salvador, la defensa de mi vida




5. Tu has vencido el dolor y la muerte




6. Tu traes la restauración a todo el universo




7. ¿A quién temeré, quién me hará temblar?




8. De ti dice mi corazón no temas confía en el Señor




9. No escondas tu rostro, ten piedad de mí




10.Tu eres la defensa de mi vida




11. No me escodas tu rostro




12. Ten piedad de mi Señor




13.Tu vienes como el sol a iluminar nuestra tiniebla




14. El cielo proclama tu gloria




15. El firmamento lleno está de tu esplendor




16. El día a la noche le pasa el mensaje




17. Aún en la noche se anuncia la salvación




18. La noche se lo susurra al día




19. Aún en el silencio de la noche




20. Sin que se ha resonar aún tu voz




21. A toda la tierra alcanza tu misericordia




22. Nada apagará tu fulgor




23. Todo lo inundas de tu luz




24. Porque tu órbita la extiendes de un extremo a otro extremo




25. Tu no desatiendes nuestros gemidos




26. Tu te abajas a socorrer al pobre y afligido




27. Los humildes, los pobres y los sencillos




28. Se alegran al contemplar tu rostro




29. Tu das la luz a sus ojos



30. Tu das descanso a su alma afligida




31. Tus designios de amor perduran por siempre




32. Tu proteges a tus siervos de la ignominia




33. Tu mismo aguardaste su promesa




34. Cuando te declararon culpable y reo de muerte






35. Pero de ti procede el perdón




36. A ti se dirige mi plegaria




37. Dios mío en ti confío




38. No quede yo defraudado




39. Tu mi Rey y Señor, oye mi voz




40. Mi Dios inmortal sin final




41. Admirable creador del universo




42. Pongo en ti Señor mi fe y mi esperanza




43. Tu eres la llama y el fuego




44. Tu eres mi luz y mi salvación




45. Tu presencia es sin igual




46. Tu mi Dios, mi Rey inmortal




47. Tu reino no tiene fin




48. Tu reino permanece de generación en generación




49. Tu reino es un reino de paz y perdón




50. Tu misericordia y ternura llene la tierra




51. Eternamente vives en cada ser




52. En todo estás tú




53. Tu calientas cada criatura



54. Tu eres la vida, vencedor de a muerte




55. Tu llenas lo vació y lo pleno




56.Tu estas por fuera y por dentro




57. Tu estás arriba y abajo




58. Nos estrechas por detrás y por delante




59. Nos rodeas con tus brazos




60. En nuestra humillación nos socorres



61. Porque es eterna tu misericordia




62. Bendito seas mi Rey




63. A ti me acojo día y noche


                                            


64. A ti bendeciré todos los día de mi vida


                                                    


65. Solo tu eres digno de recibir el honor y la gloria


                                        


66. Es verdaderamente justo y correcto siempre y en todo lugar darles gracias


                                    


67. Porque en el altar de la Cruz te ofreces a ti mismo como un sacrificio sin mancha


                               


68. Para traernos la salvación y la paz


                                        


69. Haciendo que todo el universo esté sujeto a tu amor


                                                        


70. Tú inauguras para nosotros un reino eterno


                                                        


71. Un reino de verdad y de vida


                                                    


72. Un reino de santidad y de gracia




73. Un reino de justicia, amor y paz.