EXPOSICION MARIANA
(Octubre: mes mariano dedicado a María)
Introducción
El mes de octubre es un mes junto con mayo popularmente dedicado
a María. Durante este mes se prodigan las fiestas marianas y las
peregrinaciones a distintos santuarios. Nosotros tuvimos el privilegio de
cerrar este mes con la peregrinación de nuestra “pastoral station” al Santuario
de la Virgen de Nuestra Señora del Rosario de Managoah, tradición que arranca
desde el S. XVI promovida por los frailes dominicos y que pronto arraigó en el
pueblo filipino.
Con motivo de recaudar fondos para el nuevo centro misionero
de formación y evangelización asiático que vamos a construir en San Carlos,
Pangasinan creímos que podía ser bueno hacer una exposición de cuadros
relacionados con la figura de María. Recogemos algunas imágenes de los cuadros
presentados en la exposición que se hizo en una parroquia de Granada.
Salteamos con los cuadros una pequeña reflexión del Papa
Francisco sobre la centralidad de la piedad Mariana en el pueblo de Dios.
LA PIEDAD MARIANA
La piedad mariana. El Papa Francisco dedicó la catequesis de este miércoles 13 de noviembre al tema de la piedad mariana como uno de los medios con los que el Espíritu Santo lleva a cabo su obra de santificación. Entre los diversos medios con los que el Espíritu Santo lleva a cabo su obra de santificación en la Iglesia – Palabra de Dios, Sacramentos, oración – hay uno especial, y es la piedad mariana.
María puerta. En la tradición católica existe este lema, este dicho: «Ad Iesum per Mariam», es decir, «a Jesús por María». La Virgen nos muestra a Jesús. Ella nos abre las puertas, ¡siempre! La Virgen es la madre que nos lleva de la mano a Jesús. La Virgen nunca se señala a sí misma, la Virgen señala a Jesús. Y esto es la piedad mariana: a Jesús a través de las manos de la Virgen. San Pablo define la comunidad cristiana como una «carta de Cristo redactada por nuestro ministerio, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de corazones de carne» (2 Cor 3,3).
María, como primera discípula y figura de la Iglesia, es igualmente una carta escrita con el Espíritu del Dios vivo. Precisamente por eso, ella puede ser «conocida y leída por todos los seres humanos» (2Cor 3,2), incluso por aquellos que no saben leer libros de teología, por esos «pequeños» a los que Jesús dice que se les revelan los misterios del Reino, ocultos a los sabios (cf. Mt 11,25). Al decir su «sí» – cuando María acepta y dice al ángel: «sí, hágase la voluntad del Señor» y acepta ser la madre de Jesús – es como si María dijera a Dios: «Aquí estoy, soy una tablilla para escribir: que el Escritor escriba lo que quiera, que haga lo que quiera conmigo el Señor de todas las cosas» [Comentario al Evangelio de Lucas, fragm. 18 (GCS 49, p. 227)]. En aquella época, la gente solía escribir en tablillas enceradas; hoy diríamos que María se ofrece como una página en blanco en la que el Señor puede escribir lo que quiera. El «sí» de María al ángel -como escribió un conocido exégeta- representa «el ápice de todo comportamiento religioso ante Dios, ya que ella expresa, de la manera más elevada, la disponibilidad pasiva combinada con la disponibilidad activa, el vacío más profundo que acompaña a la mayor plenitud» [H. Schürmann, Das Lukas evangelium, Friburgo en Br. 1968: trad. ital. Brescia 1983, 154].
María como Madre de Dios es un instrumento del Espíritu Santo en su obra de santificación.
En medio de la interminable profusión de
palabras dichas y escritas sobre Dios, la Iglesia y la santidad (que muy pocos
o nadie son capaces de leer y comprender en su totalidad), ella sugiere sólo
dos palabras que todos, incluso los más sencillos, pueden pronunciar en
cualquier ocasión: «Aquí estoy» y «fiat». María es la que dijo «sí» al Señor, y
con su ejemplo y su intercesión nos anima a decirle también nuestro «sí» cada
vez que nos encontremos ante una obediencia que actuar o una prueba que superar.
María a la espera del Espíritu en el cenáculo.
En todas las épocas de su historia, pero especialmente en este momento, la Iglesia se encuentra en la misma situación en la que estaba la comunidad cristiana tras la Ascensión de Jesús a los cielos. Tiene que predicar el Evangelio a todas las naciones, pero está esperando la «potencia de lo alto» para poder hacerlo. Y no olvidemos que, en aquel momento, como leemos en los Hechos de los Apóstoles, los discípulos estaban reunidos en torno a «María, la madre de Jesús» (Hechos 1,14). Es cierto que también había otras mujeres con ella en el cenáculo, pero su presencia es diferente y única entre todas. Entre ella y el Espíritu Santo existe un vínculo único y eternamente indestructible, que es la persona misma de Cristo, «concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nació de Santa María Virgen», como recitamos en el Credo. El evangelista Lucas subraya intencionadamente la correspondencia entre la venida del Espíritu Santo sobre María en la Anunciación y su venida sobre los discípulos en Pentecostés, utilizando algunas expresiones idénticas en ambos casos.
María, virgen, esposa, madre.
San Francisco de Asís,
en una de sus oraciones, saluda a la Virgen como «hija y sierva del altísimo
Rey y Padre celestial, madre de nuestro santísimo Señor Jesucristo, esposa del
Espíritu Santo» [Fonti Francescane, Asís 1986, n. 281.]. ¡Hija del Padre, Madre
del Hijo, Esposa del Espíritu Santo! No se podía ilustrar con palabras más
sencillas la relación única de María con la Trinidad. Como todas las imágenes,
también ésta de “esposa del Espíritu Santo” no debe absolutizarse, sino tomarse
por la parte de verdad que contiene, y es una verdad muy hermosa. Ella es la
esposa, pero es, antes que eso, la discípula del Espíritu Santo. Esposa y
discípula. Aprendamos de ella a ser dóciles a las inspiraciones del Espíritu,
sobre todo cuando nos sugiere que «nos levantemos con prontitud» y vayamos a
ayudar a alguien que nos necesita, como hizo ella inmediatamente después de que
el ángel la dejara (cf. Lc 1,39).
La Fiesta de Nuestra Señora del Rosario
La fiesta conmemorativa de Nuestra Señora del Rosario fue establecida por San Pío V en el aniversario de la victoria naval de la flota cristiana en Lepanto. La victoria se atribuyó a la ayuda de la Santa Madre de Dios, cuya ayuda fue invocada a través del rezo del Rosario. La celebración de este día invita a todos a meditar sobre los misterios de Cristo, siguiendo el ejemplo de la Santísima Virgen María, que estuvo tan singularmente asociada a la encarnación, pasión y gloriosa resurrección del Hijo de Dios.
El rezo del Santo Rosario
La piedad medieval desarrolló el rezo del Rosario. El
Rosario había pasado por un período de desarrollo siguiendo la inspiración
original que le fue dada a Santo Domingo en el siglo XIII, supuestamente
por la
Santísima Virgen misma. La Iglesia aprobó su forma actual en 1569. Antes de
1569, el Rosario había pasado por un período de desarrollo. El Papa Juan Pablo
II añadió los misterios luminosos en 2002. Debemos meditar en los misterios de
la salvación. ¿Cómo no contemplar la historia de nuestra salvación en la
verdad, en la piedad y en la santidad?. Podemos hacerlo rezando el Rosario.
Nuestra verdadera devoción a María
La Iglesia honra a la Santísima Virgen María con especial
devoción. Desde los tiempos más antiguos, la Santísima Virgen ha sido honrada
con el diezmo de Madre de Dios, Madre nuestra. Por lo tanto, sus hijos buscan
su protección y cuidado filial, buscando su protección en sus peligros y
necesidades. Esta devoción especial difiere esencialmente de la adoración que
se da a su Hijo e igualmente al Padre y al Espíritu Santo.
Los mensajes de la Virgen María. Rezar el Rosario
María se ha ido apareciendo a la gente a lo largo de la
historia, especialmente en momentos críticos dando advertencias y llamando a
rezar el Rosario. Ella desea que los pecadores se conviertan y las personas
experimenten la gracia de Cristo. Ella quiere que tengamos paz en nuestras
familias, sociedades y naciones.
El rosario, la oración del corazón
El rezo de cada "Ave María" nos recuerda el paso
de la Anunciación y la Visitación. La repetición de cada "Ave María"
introduce, como en la oración de María, en la actitud de María. El rosario es
una oración del corazón, es una oración contemplativa. La contemplación es una
mirada de fe, fija en Jesús a través de María. Podemos encontrar más fruto
espiritual no en recitar largas oraciones de memoria, sino en meditar en
nuestro corazón las palabras de Dios a María y las palabras de María a Dios.
El Rosario es un lugar de encuentro, de encuentro con María
y Jesús. Rezando el Rosario estamos llamados a entrar en
"contemplación" a través del "ritmo tranquilo" del
"Ave María". El rezo del Rosario nos ayuda a desarrollar una actitud
filial de estar con María. El objetivo no es tanto reflexionar sobre las
palabras de la oración del "Ave María" en sí, sino que el "Ave
María" pretende ser una especie de "música de fondo" que nos
ayude a entrar en la contemplación de los misterios. Esta música de fondo es como
la mano suave de una madre sobre nuestros hombros, de pie detrás de nosotros,
haciéndonos mirar a Jesús, contemplar su rostro y amarlo a través de los ojos,
la mente y el corazón de su madre. Permite a María modelarnos y formarnos a
imagen de su Hijo.
El rosario nos transporta al lado de María
Como dice el Papa Juan Pablo II en la carta apostólica sobre
el Rosario, el Rosario nos transporta místicamente al lado de María, que está
ocupada velando por el crecimiento humano de Cristo en la casa de Nazaret. Esto
le permite entrenarnos y moldearnos con el mismo cuidado.
Aprender a través de María, la mujer orante
María como figura de la Iglesia. Rezamos con María y le
rezamos a Ella. Nos adherimos con ella a la voluntad del Padre. Como el
discípulo amado, damos la bienvenida a la Madre de Jesús en nuestros hogares.
Podemos rezar con ella y a ella. La oración de la Iglesia está sostenida por la
oración de María.
A través de María a Cristo
María dijo en Caná: "Haced lo que Él os diga". El objetivo es
ser formado y moldeado en Cristo con el mismo cuidado amoroso que Cristo mismo
recibe de María. De esto se trata la Consagración Mariana, y es por eso que
debemos rezar el Rosario. Pero los misterios de la vida de su Hijo y por la
lección de su propia actitud humilde, amorosa y dócil ante Dios. Meditando y
viviendo los misterios del Rosario nos transportamos a Cristo mismo. Entramos
en un contacto real con Cristo a través de la fe y la oración amorosa.
Acto de consagración a María
Sin duda la mejor manera de terminar el mes es con un sencillo acto de consagración, renovando nuestra consagración bautismal. Termino con una sencilla oración de consagración a María: A tí celestial princesa Virgen sagrada María yo te ofrezco Madre mía mi alma vida y corazón, trátame con compasión no nos dejes Madre mía.
Oh Madre amantísima, me arropo junto a tu manto y me pongo a tus pies porque te amo.
Queridísima Madre, con inmensa confianza y gratitud, con el corazón lleno de
amor por ti, nos consagramos a tu Inmaculado Corazón para que podamos ser tus
devotos hijos.
Consagramos nuestra mente y nuestro corazón a tu Inmaculado corazón para
que nos enseñes como tú a hacer la voluntad de nuestro Padre Celestial. Te
consagramos nuestras vidas para que amemos mejor a Dios y no vivamos para nosotros
mismos, sino para Cristo, tu Hijo, y para que lo veamos y le sirvamos en los
demás.
Por este humilde acto de consagración, querida Madre, nos
comprometemos a dejarnos modelar nuestras vidas a la tuya, la perfecta discípula de Cristo,
para que consagrados a ti en la vida y en la muerte pertenezcamos a tu Divino
Hijo por toda la eternidad. Amén
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