UNAMUNO Y SALAMANCA
Introducción
“Vuelvo cansado del duro bregar, acógeme
Padre bueno en tu dulce hogar”
Dante decía que un peregrino se
puede interpretar de dos maneras, en sentido vulgar y en sentido estricto[1].
En sentido vulgar el peregrino es todo el que se encuentra fuera de su patria.
En un sentido estricto el que peregrina a tierra extranjera. Todos somos
peregrinos en esta tierra caminando hacia la Patria definitiva. Homero a través
de la historia de Ulises marca el camino de retorno a su tierra, a su hogar. En
el fondo todos sentimos esa ansia por volver a nuestro origen. Es parte de
nuestra dimensión humana y divina. Todos tenemos sed de volver al seno que nos
dio a luz. Unamuno decía al final de su vida. “Vuelvo cansado del duro
bregar, acógeme Padre bueno en tu dulce hogar”
El último trabajo sobre Salamanca
y el Camino de Fonseca lo acabé con esta frase precedida de unos pensamientos
de Unamuno. Quiero rendir homenaje a este gran pensador con este breve ensayo.
El mismo Unamuno decía: “guarda, dorada Salamanca mía tú mi recuerdo y cuando
el sol al acostarse encienda el oro secular que te recama, con tu lenguaje, de
lo eterno heraldo, dí tu lo que he sido”.
Este pequeño ensayo tiene por
objeto profundizar en el pensamiento de Unamuno y de su legado histórico no
solo para Salamanca sino para la humanidad. Unamuno ha sido no solo un gran
literato, profesor, filósofo, pensador ha sido también un formador de
conciencia.
Se atrevió a pensar buscar
indagar sobre la verdad sobre las preguntas esenciales de nuestra existencia:
quiénes somos, de dónde venimos a dónde vamos. Como peregrino existencial se
atrevió a abrir caminos nuevos horizontes nuevos. "¿Porqué quiero saber de dónde vengo y a dónde voy, de dónde viene y a dónde va lo que me rodea, y qué significa todo esto? Porque no quiero morirme del todo, y quiero saber si he de morirme o no definitivamente."
Esta pandemia nos ha hecho parar
y pensar. ¿Quiénes somos?¿De dónde venimos?¿A dónde vamos?¿Dónde ponemos el
foco de nuestra vida? Tantas veces nos ocupamos y preocupamos en lo vanal, en
lo superfluo, en lo que no importa y perdemos lo verdaderamente importante, la
verdad de nuestra existencia. Todos queremos ser mejores dejar un mundo mejor
pero muchas veces no sabemos cómo. En la actualidad es fácil dejarse arrastrar
por el activismo, materialismo, consumismo que nos convierte en robots del
sistema. Es fácil caer en la espiral del individualismo, egoismo, cinismo,
hedonismo, relativismo. Queremos vivir felices, pero acabamos desencantados de
la vida. "No hay corrientes vivas internas en nuestra vida intelectual o moral; esto es un pantano de agua estancada, no corriente de manantial." "Hay que vivir con toda el alma. Da alas al entendimiento hasta que sientas el alma. Busca la verdad y no te detengas. Es verdadero todo aquello en que pones el alma. sólo los apasionados llevan a cabo obras verdaderamente fecundas".
Vamos a acompañarnos de un pequeño
cuaderno que escribe entre 1918 y 1922 y que luego se publica en la Revista
de Occidente y que él titula “paisajes
del alma”[2].
1.Etapas
en la vida de Unamuno
1.1 1º Etapa 1864-1891. El Inicio. Un peregrino para el comienzo.
Unamuno nace en 1864 y muere en 1936.
Vamos a tratar de acompañarnos de sus pensamientos y reflexiones que nos dejó
en su paso por Salamanca y en su exilio. En su Casa Museo en el mismo Paraninfo
de la Universidad se han realizado numerosas exposiciones como las Jornadas
Unamunianas. Donde se exponían Cuadernos de su Cátedra y otros Cuadernos. De
entre todos nos hemos fijado en el Diario del peregrino. Criado en el seno de
una familia vascongada religiosa y de austeras costumbres. Su padre muere
teniendo seis años. A los 11 años ingresa en el Instituto Vizcaíno y en el
cuarto año de Bachillerato recuerda estar inclinado ya a la Retórica y los
cursos de Psicología, Lógica, Ética y los misterios del espíritu. Es entonces
donde se le desencadena su primera crisis
del espíritu. Es en esta entrada del alma en la pubertad donde conoce a los
jesuitas y es Congregante de San Luis Gonzaga.
Peregrino de carne y hueso en busca de
ámbito familiar a tono con sus afectos contrae matrimonio con Concepción
Lizárraga en enero de 1891 en Guernica. Concha fue su única novia. Su amor por
ella despertó en la adolescencia. A los doce años cuando ella se queda huérfana
los ojos de Concha eran como estrellas en torno a las cuales giraba todo el
universo. Luego se va a Madrid a estudiar
Filosofía y Letras.
Obtiene el grado de doctor cuando
cuenta tan solo 20 años. Su tesis doctoral tenía por título Crítica del
problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca, trabajo que abrirá
una prolongada serie de publicaciones, discursos y reflexiones. Le tira su
tierra. A ella vuelve y en ella comienza a desarrollar una labor docente.
Desde el hogar de su padre cuando
empezó a ganar algo de dinero y estaba de vacaciones en Bilbao iba por fiestas
a ver a su Concha. A los 27 años se casa con Concha quien fue la delicia y la
gran suerte de su vida. Se casaron en medio de tan gran dicha que dirá que su
luna de miel no tuvo fin. Unamuno dirá: “tiene el carácter fresco de un
chiquillo injertado en un alma y cuerpo de mujer. Es todo lo que deseo y lo he
de tener”.
1.2 2ª
Etapa 1892-1903. Tomando la cátedra en Salamanca
En ese mismo año llega en julio a
Salamanca tomando posición de su cátedra ante el rector don Mamés Esperabé[3]. Allí se
instala con su Concha en una casita en el Campo de San Francisco. Allí crece al
compás de lo que va escribiendo nuestro peregrino al trascurso de su vida.
Regresa a Bilbao donde tiene su primer hijo y de nuevo vuelve a Salamanca para
el curso 1892-93. En 1984 regresa en el partido socialista. Su segundo hijo
nace en Salamanca en 1984 y su tercero en 1896 también en tierra charra. Su
tercer hijo nace enfermo con hidrocefalia. La nueva crisis se desata en 1897. En marzo abatido por una tormenta
interior llora amargamente. “Me cogió la
crisis de un modo violento y repentino. Traté de refugiarme en la niñez de
mi alma y comprendí la vida recogida cuando al verme llorar a mi mujer se le
escapó esta exclamación: Hijo mío. Entonces me llamó hijo, hijo”[4]. Desde
entonces la considera no sólo su mujer sino su confidente y su madre
espiritual.
En esa crisis se esconde a rezar en una celda del convento de San Esteban buscando encontrar la fe de su infancia. Piensa que Dios le castiga en la enfermedad de su hijo por haber desatendido su llamada. Terminada su corta estancia en el convento dominicano vuelve a casa y a sus actividades docentes. En medio de la crisis surge una nueva fuerza en su alma al abrir de nuevo el Evangelio. Toma de nuevo contacto con el antiguo director espiritual de la Congregación de San Luis Gonzaga. En su Diario íntimo que comienza en Salamanca podemos ver las luces y las sombras del alma de nuestro peregrino.
Su crisis religiosa levantó los más contrastantes
comentarios. Creyó haber vuelto a la fe de su infancia y sin saber si creía de
verdad empezó a practicar sus devociones de la infancia. Vuelto a Salamanca de
un retiro en Alcalá de Henares frecuenta las iglesias y pasa largos ratos de
oración en ellas. En este tiempo frecuenta más la iglesia de San Esteban y
quiere tener de director espiritual al P. Arintero. Dentro de la introspección
durante su segunda crisis frecuenta ir a misa y conserva la capacidad de
volcarse en los problemas de los demás. El 28 de mayo de 1897 le notifican la
muerte de su hijo enfermo. El 26 de octubre de 1900 es nombrado rector de la
Universidad y duraría en este cargo hasta 1914. Entonces se traslada a vivir a
la casa rectoral.
1.3 3ª Etapa
1903-1924. Su noche espiritual
El año de 1903 es especialmente
trágico y agitado Anduvo entre balas y mataron a algunos de sus estudiantes.
Cuenta que su propia vida corrió peligro. Es entonces donde se desencadena en
él otra tercera crisis, la
inquietud, la duda y el vértigo de la nada vuelven a hacer presa de su
espíritu. Ansioso de verdad y de espíritu acude al obispo Vic Torras y Bages
que le da consejo. En 1906 habla de su noche
espiritual. El mismo dirá: “Busco consuelo haciendo versos, pero éstos me
salen cada vez más desconsoladores”[5]. Ve el
final del curso 1906-07 como una liberación y sueña con gozar pronto de la
soledad exterior que alivie su soledad interior cada vez más grande. A todas
estas angustias y desconsuelos s suman un tropel de remordimientos que le
invaden. Como en la crisis del 97 se vuelve a sentir sólo y abatido. En 1908 le
comunican la muere de su madre. Su hermana María se va a vivir con él a
Salamanca.
Las crisis de Unamuno parecen no cesar
nunca, esa es su vida. El año 1914 está lleno de sorpresas. Se entera por la
prensa de su destitución como
rector de la Universidad lo que le cae como una bomba. A su destitución se
añaden otras amarguras como son los golpes de la politiquería picaresca. Tiene
que abandonar su casa rectoral y se instala en la casa de la calle Bordadores
medianera de la casa de las Muertes.
No obstante, prosigue sus clases y la
Junta de la Facultad de Letras de la Universidad le nombra decano. Empieza a
hablar de la crisis de la Universidad y del desbarajuste de profesores y
alumnos. Ha cumplido 25 años de docencia en la Universidad y ha tratado de dar
a las generaciones amor a la verdad, a la belleza y al bien, un amor a la
perenne e incansable conquista de esos bienes. No convierte su cátedra en
trampolín para otro cargo. En un discurso pronunciado al finalizar el curso de
1917 dice: “Ocho hijos de la carne me ha dado Dios y muchas docenas, muchos
racimos de hijos del espíritu, que han ido pasando por las aulas y recibiendo
de mí lo que yo había recibido del espíritu de nuestros padres y he tratado de
acrecentar, por lo menos de calentar cuanto podía al calor de un corazón que
todavía, a pesar de los años, no se había convertido en pavesa, este legado de
los siglos de la historia, que es el
pensamiento de Dios y he tratado de inculcarles la dignidad del hombre, no ya
del hombre este transitorio, la dignidad del hombre eterno, que es siempre
alumno de la vida, que es siempre ciudadano del universo[6].”
1.4 4ª
Etapa 1924-1930. El exilio
En 1924 empieza para Unamuno un gran
exilio que va a durar 16 años. Después de sus artículos enjuiciados como
injuriosos al rey de España Alfonso XIII los tribunales valencianos lo condenan. Aunque le vuelven a
nombrar Vicerrector de la Universidad en 1921, llegan los reyes a Salamanca el
6 de Octubre de 1922 dentro del Centenario de la canonización de Santa Teresa
sin que Unamuno se haga presente y en 1923 dimite de su cargo de Vicerrector y decano de la Facultad de
Letras. El 13 de septiembre de 1923 después del golpe de estado del general
Primo de Rivera es vuelto a llamar por el Tribunal de Valencia que le destierra a Fuenteventura.
De allí pasando por Bélgica, Italia y Suiza se le exilia a París. En Agosto de 1925 se traslada de Paris a Hendaya. Después de los bajones espirituales y psicológicos se ilusiona por sacudirse de la terrible murria por la que pasa. En 1927 le viene la noticia de la muerte de María mujer de su hijo Fernando. Antes de volver a España pasa por toda clase de congojas interiores. En febrero de 1930 logra atravesar la frontera de Irún y regresa a España. La dictadura acababa de morir y se prepara el advenimiento de la República. Va haciendo escalas pasando por San Sebastián, Bilbao hasta llegar a su Salamanca el día 12 de febrero donde la ciudad entera se vuelca a recibirlo.
1.5 5ª
Etapa 1930-1936
El 14 de abril entre el clamor del
pueblo, sale al balcón del ayuntamiento donde cuenta algunas cosas de su vida y
un solllozo le interrumpe al evocar el momento de su destierro. El día 16 de
abril se le nombra alcalde presidente honorario de la Ciudad. El 18 de abril es
nuevamente elegido rector de la Universidad. El 1 de octubre inaugura como
rector el curso 1931-32: Consciente de los tiempos que se avecinan le van a
suponer de nuevo una gran prueba,
dice: “Vienen días de dura prueba
para todo nuestro pueblo. No importa que lo llamen a uno pesimista o
derrotista, pero la verdad es ésa”. Se declara defensor de los valores
humanísticos y de espíritu: “la cultura está por encima y por debajo de la
pequeñas diferencias contingentes, accidentales y temporales de las formas de
Gobierno y estas no pueden alterar los valores permanentes de ella[7].”
En 1933 muere su hija Salomé. En 1934
su hermana religiosa Susana y su mujer Concha. Describe así su muerte: Se me
fue con Dios mi mujer, la madre de mis 8 hijos y abuela de mis nietos y mi
madre también, después de 43 años de matrimonio y cerca de 63 que nos
conocíamos. Era el alma de mi vida; ella nunca creyó en la muerte. En todas mis
obras respira en silencio”[8]. Junto a
ese desgarrón que no se le cicatriza le consuela el pensamiento de que su mujer
era una santa. Cuando cumple sus 70 años le viene su jubilación. Teniendo a don
Miguel el título de alcalde honorario y perpetuo de la Ciudad.
En 1934 se jubila
de su actividad docente y es nombrado Rector vitalicio, a título honorífico, de
la Universidad de Salamanca, que crea una cátedra con su nombre. En 1935 es
nombrado ciudadano de honor de la República. Fruto de su desencanto, expresa
públicamente sus críticas a la reforma agraria, la política religiosa, la clase
política, el gobierno y a Manuel Azaña[9] El 10 de febrero de 1935 recibe la visita de José Antonio Primo de Rivera y otros falangistas en su casa y asiste al acto
de presentación de la Falange en Salamanca, según su
correspondencia con la escritora Concha Espina.[10]
Con decreto firmado por el Presidente
de la República se le nombra rector perpetuo de la Universidad. Terminados esos
actos se retira a Béjar a la Sierra de Francia al paraje de las Batuecas.
Asiste a unas conferencias en París y Madrid, París y Oxford. Allí en Oxford,
la Universidad le nombra doctor honoris causa. En 1936 estalla la guerra civil
que don Miguel llama incivil. Don Miguel vuelve a ser destituido de rector
vitalicio y tomado como rehén en su domicilio. Su casa se volvió una cárcel
disfrazada. Confinado en su soledad, recluido por fin llega el final de su peregrinación para morir en
Salamanca, alto soto de torres,
en 1936[11]. Al fin
su llegada al puerto: “Méteme, Padre
Eterno, en tu pecho, misterioso hogar, dormiré allí, pues vengo deshecho del
duro bregar”[12].
2.
Memorias
Muchos son los
rasgos de la personalidad de Unamuno. Artista, poeta, literato, maestro,
pensador, filósofo. El mismo es un buscador innato. Considera que el enseñar es
su vocación y el escribir es su oficio, pero no renuncia a otras pretensiones
como la de la poesía o el dibujo. "Cada vez que veo o hago una pajarita de
papel, recuerdo mis alegres ideas, la formación lenta de mi espíritu. Y en este
apuro acudo a la pluma misma con que trazo estas líneas para por medio del
dibujo tratar de eternizar lo momentáneo de la idea. Siento tristeza al
despertar de noche y encontrarme con una mano dormida. Me apresuro a moverla y
tocarla, preocupado por si la tengo muerta y es la muerte que por ella viene".
Su mano produjo una ingente obra. Su actividad de escritor es inmensa, tiene
una rica correspondencia, gran colección de artículos de prensa, toda una serie
de documentales, ensayos, obras de teatro. También se esmeró en sus dibujos. Su
vocación artística no es de grandes pretensiones. La sensación es que con sus
dibujos solamente trataba de proyectarse de sus intereses íntimos.
De Unamuno
podemos recoger todo un montón de memorias y pensamientos, pero vamos a tratar con estas
memorias de recoger tan solo una serie de momentos significativos que fueron
marcando la urdimbre de su historia ligada a Salamanca.
2.1 Reflexión en el Campo de San Francisco.
Salamanca en el centro de mi universo.
Cuantas veces paseaba Unamuno por el
campo de San Francisco. Cuantas veces se acercaba a la Capilla de la Veracruz
en el paseo de las Úrsulas a asomarse y ver a las monjas en constante adoración
y a hacer su oración. "Hay un rincón, en el campo de San francisco, junto al convento e Iglesia de las Úrsulas, entre álamos que allá en la primavera, cuando brota en ellos el tierno plumoncillo de las hojas nuevas, nos da la sensación de que el tiempo se detiene y remansa en la eternidad". Ese rincón del Campo de San Francisco verdaderamente le
trasladaba al mundo interior que se respiraba dentro de esas celdas de almas
contemplativas. Cuando se instala en Salamanca se instala en este rincón. “Solo
conozco a Salamanca de primera vista, llegué y salí sin haberte olido bien. Si
algún día le toma mi retina el color, ya será otra cosa”. Así fue lentamente
esta ciudad fue penetrando en su interior hasta convertirse en centro del
universo. A este rincón inicial volvería cuando se encontró perdido despojado
de todo al final de su vida. Como un pájaro que buscase su primitivo nido.
Para el espíritu de Unamuno traspasado
de lo eterno este rincón del campo de San Francisco junto al convento de la
Iglesia de las Úrsulas es donde él sintó emociones bien profundas: “cuando
brotan los álamos sus hojas nuevas, da sensación que el tiempo se detiene y
remansa eternidad de un pasado que es a la vez porvenir y de una puesta de sol,
que se confunde con el alba”[13]. Hay
una hermosa reflexión de Miguel de Unamuno
sobre el Campo de San Francisco[14]:
“Yo en la pensión, sin tener que
cerrar los ojos sueño y reveo aquel Campo de San Francisco de mi Salamanca
donde tantos ensueños he brizado, donde tantos porvenires he soñado. Porvenires
míos y de los míos, porvenires de mi Salamanca”.
“Allí, en aquel bendito Campo de San
Francisco, campo franciscano, en aquel rincón de remanso, donde he oído tantas
veces el rumor de las aguas eternas; allí si que estaba el centro del universo.
Allí me ha llevado muchas veces mi hermano del alma Cándido Pinilla, el ciego
vidente, a oír al ruiseñor. A oír al ruiseñor que cantaba en los árboles
enclaustrados, a oír, sobre todo, al ruiseñor que cantaba dentro de nosotros.
¡Y a ver!. El, el ciego me llevaba a mi, a su lazarillo, a ver. ¡Y veíamos!
Veíamos el tras porvenir, lo que está más allá de todo, lo que ha venido y
pasado, lo que está debajo y encima de lo que pasa y lo que lo envuelve, la
augusta forma eterna”.
“Allí, en aquel franciscano Campo de
San Francisco, momentos, ni de bronce, ni de mármol; ningún cómico disfrazado
de héroe ha sido reproducido allí. El que hizo de Colón, el que figuró Fray
Luis, el que posó de Maldonado el comunero, El padre Cámara, obispo que fue y
representó, se han ido a otro rincón de la ciudad. Pero allí, al lado, en la
capilla de la Veracruz eterniza la expresión de dolor sobrehumano, la Dolorosa
de Corral”.
2.2 Su
actividad docente en la universidad
La mayor parte se sus años Unamuno los pasa vinculados como maestro de la Universidad. En ella empieza a desarrollar una gran labor docente. La Universidad de su ciudad adoptiva le concede el mayor grado académico posible al recibirlo como rector con sólo 36 años. “Es la Universidad la que debe ser, ante todo y sobre todo, escuela de trabajo y templo de la verdad”. En este periodo suceden algunos hechos significativos. La muerte de su hijo Rodrigo y la muerte de su madre. En ese momento empieza a despertar en él el sentimiento trágico de la vida: “Tengo un sentimiento trágico de la vida… soy la espada y la muleta y aguzo la espada en mí mismo”. Su vida comienza a agitarse aún más mientras el problema de España empieza a afectarle y hasta encarnársele, “A mí, que tanto me duele España, mi patria, como podía dolerme el corazón”. Empieza a experimentar controversia, sus escritos y actuaciones no son siempre bien recibidos.[15]
En 1914
tras una grande crisis, Unamuno es destituido de su cargo de rector, con lo que
se inicia una amarga lucha entre el hombre y el poder que, nueve años después
traerá consecuencias aún más graves. Sin embargo, este hombre de 56 años, con
pelo y la barba precozmente encanecidos, no se ha enfrentado todavía a la que
puede considerarse la etapa más dura de su vida. aunque en 1921 se le restituye
provisionalmente el cargo de rector, su constante enfrentamiento con la
dictadura del general Miguel Primo de Rivera derivará en 1923 en la fulminante
orden de destitución tanto del rectorado como de su cátedra de Griego.
Finalmente es desterrado a la isla de Fuenteventura (1924-1929). Tras cinco
años de exilio la separación de su familia le es demasiado larga por lo que
comienza a aproximarse a su Salamanca acercándose a Hendaya. Después de la
caída de la dictadura y el advenimiento de la República regresa a Salamanca en
1930 que la recibe con todos los honores, tanto oficiales como populares.
2.3 Discurso de Unamuno en la Plaza Mayor[16].
Comienza de nuevo
una nueva etapa de rector que iría marcada de un sabor agridulce y que
recorrerá los últimos seis años de su vida. Unamuno se presenta candidato a
concejal por la Conjunción Republicano-Socialista para las elecciones del 12 de abril de 1931, resultando elegido. El 14 de abril, sale al balcón del ayuntamiento donde cuenta algunas
cosas de su vida y un solllozo le interrumpe al evocar el momento de su
destierro. Desde el balcón del
ayuntamiento es él quien proclama la República en Salamanca, el filósofo declara que comienza una nueva era y
termina una dinastía que nos ha empobrecido, envilecido y entontecido.[17]
La República le
repone en el cargo de rector de la Universidad salmantina. Se presenta a las
elecciones a Cortes y es elegido diputado como independiente por la candidatura
de la conjunción republicano-socialista en Salamanca, ejerciendo su
cargo entre el 12 de julio de 1931 y el 9 de octubre de 1933.[18]
Sin embargo, el
escritor e intelectual, que en 1931 había dicho que él había contribuido más
que ningún otro español —con su pluma, con su oposición al rey y al dictador,
con su exilio...— al advenimiento de la República, empieza a desencantarse,
como otros intelectuales que lo habían acompañado en su pulso a favor de la
República, como José Ortega y Gasset y Ramón Pérez de Ayala. En 1933 decide no presentarse a la reelección. Por
demás, había reñido también con muchos otros famosos intelectuales, que, sin
embargo, lo admiraban, como el propio Ortega, quien no podía soportar su
subjetivismo ya al menos desde 1909, cuando se entrevistó con él en Salamanca.
Ramón Gómez de la Serna advirtió que, cuando Unamuno entraba en la Revista de Occidente, Ortega se levantaba y se iba, a lo que añadió
maliciosamente: "Nunca notaba su ausencia"[19] o Pío Baroja, al que su intransigencia lo ponía incomodísimo[20], aunque apercibió que sus
novelas parecían escritas "para incomodar al lector". No caía tampoco
demasiado bien a Valle-Inclán ni a Fernando
Pessoa, quien sufrió sus ninguneos
y advirtió el absurdo de sus contradicciones.[21] Imbuido de lo que él
llamaba, con esos neologismos que caracterizan su estilo, su alterutralidad o
neutralidad activa.[22]
Nos vamos a para en el discurso que en la plaza Mayor fue
pronunciado por Unamuno a su regreso a la Ciudad en 1930 después de su largo
exilio desde 1924. Unamuno fue recibido entre
aclamaciones de bienvenida por el mocerío estudiantil y obrero cuando volvía
del destierro dictatorial. El entusiasmo popular le obligó a pronunciar este
discurso desde el balcón del Ayuntamiento en la Plaza Mayor. Aquel día les dijo
a los salmantinos: “En esta Plaza Mayor de Salamanca testigo de tantas
creencias”… “Contad conmigo para todo”. El condensa las mil noticias históricas
relativas a esta plaza… “Esta Plaza es el corazón de la ciudad, el templo civil
sin otra bóveda que la del cielo. Y el relicario de tantas vivencias”.
Ante la muchedumbre provinciana que
llena la plaza salmantina: labriegos, menestrales, burgueses, vuela una galería
de preguntas. Aquí van cuatro: “¿Es que hay algo que nos religa- religión- a
todas estas almas, y por debajo de ellas, y que sube de las entrañas soterrañas
del sola? ¿Creemos algo en común?, ¿soñamos en común algo? ¿Les hablará el
Cristo de la Cabrera de la inmortalidad de esta tierra? Y tres más: “¿Qué cree
este pueblo?, ¿Qué creemos en él y con él?, ¿qué esperamos?...
2.4 Su intervención en el Paraninfo de la
Universidad el 12 de octubre de 1936
Coincidiendo con la apertura del curso universitario,[23] el 12 de octubre se celebraba de modo solemne la festividad del Día de la Raza en Salamanca con la celebración de un acto político-religioso en la catedral , al que Unamuno no acudió,[24] y otro de carácter universitario, presidido por el escritor y filósofo, al que asistiría la esposa de Franco, Carmen Polo de Franco, el general africanista Millán-Astray, el obispo de la diócesis Enrique Plá y Deniel, José María Pemán, el gobernador militar de la plaza y el resto de fuerzas vivas de la ciudad.[25] El evento fue abierto por Unamuno, para posteriormente dar la palabra a los conferenciantes, sin que estuviese previsto que la máxima autoridad universitaria interviniera más tarde. El acto se emitió por la radio local.
Intervinieron en
el acto cuyo tema principal era «la exaltación nacional, el Imperio, la raza y la
Cruzada (la guerra civil), el catedrático de Historia Ramos Loscertales, el
dominico Beltrán de
Heredia, el catedrático de
Literatura Maldonado de Guevara y, por último, Pemán.[26] Los dos primeros
hablaron sobre «el Imperio español y las esencias históricas de la raza».
Maldonado, por su parte, cargó fuertemente contra Cataluña y el País Vasco. Pemán acabó su discurso intentando enardecer a sus
oyentes: «Muchachos de España, hagamos cada uno en cada pecho un Alcázar de Toledo»[27] Las críticas y amenazas
proferidas a todos los que no compartían los ideales de la sublevación,
condenados como la “anti España”, entre otros puntos, fueron las que suscitaron el
rechazo de Miguel de Unamuno Acto seguido, intervino el rector, cuyas frases
difieren según los distintos testigos, cronistas e historiadores, ya que no se
dispone de ningún registro grabado o escrito del mismo:[28]
Aunque generalmente se acepta que hubo un enfrentamiento acerbo entre Millán-Astray y Unamuno Por su parte, el historiador salmantino Severiano Delgado, bibliotecario de la Universidad de Salamanca, afirma que el discurso atribuido a Unamuno, que comienza con la frase “Ya sé que estáis esperando mis palabras” y termina con “Este es el templo del intelecto y yo soy su sumo sacerdote”..., en realidad fue escrito por Luis Portillo Pérez y publicado en la revista británica Horizon en 1941.
De cualquier forma trato
recogemos lo que según Severiano fue su discurso: “Ya sé que estáis esperando
mis palabras, porque me conocéis bien y sabéis que no soy capaz de permanecer
en silencio ante lo que se está diciendo. Callar, a veces, significa asentir,
porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Había dicho que no
quería hablar, porque me conozco. Pero se me ha tirado de la lengua y debo
hacerlo. Se ha hablado aquí de una guerra internacional en defensa de la
civilización cristiana. Yo mismo lo he hecho otras veces. Pero ésta, la
nuestra, es sólo una “guerra incivil”. Nací arrullado por una guerra civil y sé lo que
digo. Vencer no es convencer, y hay que convencer sobre todo. Pero no puede
convencer el odio que no deja lugar a la compasión, ese odio a la inteligencia,
que es crítica y diferenciadora, inquisitiva (mas no de inquisición). Se ha
hablado de catalanes y vascos, llamándoles la “anti España”. Pues bien, por la
misma razón ellos pueden decir otro tanto. Y aquí está el señor obispo (Plá y
Deniel), catalán, para enseñaros la doctrina cristiana que no queréis conocer.
Y yo, que soy vasco, llevo toda mi vida enseñándoos la lengua española que no
sabéis. Ese sí es mi Imperio, el de la lengua española y no”...[29]
La algarabía
cortó la alocución del orador. La mayor respuesta se atribuye al general
Millán-Astray que, ubicado en un extremo de la presidencia, golpeó la mesa con
su única mano y, levantándose, interrumpió al rector —«¿Puedo hablar?, ¿puedo
hablar?»—. Su escolta presentó armas y alguien del público gritó: «¡Viva la
muerte!» La historiografía no consigue determinar si entonces el militar
intervino y si fue ese el momento en que pronunció sus gritos de: ¡Mueran los
intelectuales, ¡Viva la muerte!
Millán-Astray
continuó con los gritos con que habitualmente se excitaba al pueblo:
«¡España!»; «¡una!», respondieron los asistentes. «¡España!», volvió a exclamar
Millán-Astray; «¡grande!», replicó el auditorio. «¡España!», finalizó el
general; «¡libre!», concluyeron los congregados. Después, un grupo de
falangistas ataviados con la camisa azul de la Falange hizo
el saludo
fascista al retrato de Francisco
Franco que colgaba en la pared.[30] Tras las afirmaciones
necrófilas del fundador de la Legión, Unamuno habría continuado con su discurso
—tampoco hay unanimidad en las palabras pronunciadas—, esta vez cargando
directamente contra la réplica de Millán-Astray:
“Acabo de oír el grito de ¡viva la muerte! Esto suena lo mismo que ¡muera la vida! Y yo, que me he pasado toda mi vida creando paradojas que enojaban a los que no las comprendían, he de deciros como autoridad en la materia que esa paradoja me parece ridícula y repelente. De forma excesiva y tortuosa ha sido proclamada en homenaje al último orador, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la muerte. El general Millán Astray es un inválido de guerra. No es preciso decirlo en un tono más bajo. También lo fue Cervantes. Pero los extremos no se tocan ni nos sirven de norma. Por desgracia hoy tenemos demasiados inválidos en España y pronto habrá más si Dios no nos ayuda. Me duele pensar que el general Millán Astray pueda dictar las normas de psicología a las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes se sentirá aliviado al ver cómo aumentan los mutilados a su alrededor. El general Millán Astray no es un espíritu selecto: quiere crear una España nueva, a su propia imagen. Por ello lo que desea es ver una España mutilada, como ha dado a entender. Este es el templo del intelecto y yo soy su supremo sacerdote. Vosotros estáis profanando su recinto sagrado. Diga lo que diga el proverbio, yo siempre he sido profeta en mi propio país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho. Me parece inútil pediros que penséis en España”.
Lo que
sabemos de esta intervención es que Unamuno no tenía pensado hablar. Se había
sentado como espectador que se abría al acontecer de la historia con una mirada
contemplativa. Sin embargo, el acontecer de aquel acontecimiento fue de tal
calibre que no pudo tapar con el silencio muchas de las palabras que allí se habían
pronunciado.
El profesor
Maldonado de Guevara habló de la necesidad de exterminar a la “Anti España”.
Unamuno no pudo callarse ante aquellos discursos patrioteros por mucho que los
ilustres oradores de aquella mañana quisieran vestirlos de academicismo.
El verbo
hace a la idea y la palabra está en el principio de todo lo humano, según la
base del pensamiento de Unamuno. En el Paraninfo, sus palabras no hacen más que
dar vida a sus ideas, a sus más profundos pensamientos, a todo lo que llevaba
rumiando desde que comprobó, a través de unos hechos incuestionables:
delaciones, encarcelamientos, asesinatos, la deriva de los acontecimientos.
Unamuno
amaba a España a sus santos y seña. Unamuno apoyó la sublevación de los
militares desde el inicio, aún siendo la única guerra a la que él aspiraba,
aquellas cuyas armas solo fueran las ardientes palabras. Ante el gran desorden
reinante, Unamuno buscaba un orden que solo los militares podían implantar
porque eran los únicos que tenían sentido de la disciplina y sabrían imponerlo.
Pero no se reconocía ni fascista ni bolchevique. El no era de derechas ni de
izquierdas. El era un hombre defensor de la verdad y que no renunciaba a la
libertad.
En su tiempo
había una España que quería avanzar hacia el progreso material y moral y otra
España liberal conservadora que se resistía a entrar en la modernidad y dejar
atrás las diferencias sociales. La confrontación estaba servida, pero Unamuno
no entendía el lenguaje de las consignas y reivindicaciones. Se sentía
desplazado de un futuro que él imaginaba deshumanizado, exento del cristianismo
cultural que para él vertebraba la solidez del individuo.
Unamuno se
sintió solo en medio de dos bandos. Con gran valentía hizo públicas sus ideas
ante las fuerzas vivas del momento sin pensar en las repercusiones que su
discurso podía ocasionarle. Como en tantas ocasiones, antepone la verdad a la
paz, porque piensa que sus palabras pueden frenar la barbarie, pueden
convencer. En un acto de extrema generosidad quería dejar constancia del sentido
real de sus palabras. Sentía que sus palabras habían sido utilizadas dándolas
un sentido diferente[31].
La
imposición de la fuerza no es señal de la victoria o defensa de la verdad:
“Venceréis pero no nos convenceréis”. Diga
lo que diga el proverbio, yo siempre he sido profeta en mi propio
país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis
sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa
persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y
derecho.
En esta
intervención deja en alto sus siglas que quedaron escritas en piedra para la
memoria de todos: “Más vale morir por la verdad que vivir muriendo con
mentiras”. Aunque no se conocen con exactitud las palabras del discurso
improvisado que pronunció Unamuno en el Paraninfo para llegar a una
aproximación contamos con tres cuestiones fundamentales.
La primera
las anotaciones que don Miguel fue haciendo a medida que escuchaba a los
intervinientes, en el reverso de la carta que la mujer de Atilano Coco le había
enviado para que intercediera ante Franco por su marido que estaba condenado a
muerte y puede que ese día ya hubiese sido asesinado. La segunda la obra del
propio Unamuno, inmensa en cuanto a cartas y artículos donde podemos rastrear
los conceptos que sustentan las anotaciones en el reverso de la citada carta,
así como su sentir sobre muchos de los asuntos que los oradores habían incluido
en sus discursos. Y la tercera, la que sin duda es la más importante es ver las
reacciones y consecuencias que las palabras de Unamuno desencadenaron, tanto en
el Paraninfo como en sus días posteriores.
2.5. El desenlace de su intervención
Severiano Delgado
describe su intervención en el Paraninfo como «un acto brutalmente banal» en el
que se produjo «una situación muy tirante», pero que eso era habitual en
discursos y charlas de la época, y opina que el dramatismo de la situación se
exageró posteriormente, hasta alcanzar una repercusión mayor de la que Unamuno
pensaba.
La reacción
de su intervención no se hizo esperar. Muchos de los presentes se inquietaron y
se revolvieron contra él. El general Millán Astray se enfrentó a sus palabras
con otras palabras de lenguaje incivil y el griterío de legionarios y
falangistas. Hasta el resto de público asistente, entre el que se encontraban
muchos colegas y amigos, lo deja solo. Algunos, sin más causa que el
oportunismo político y la envidia. Otros porque el miedo y la cobardía cubrían
su silencio.
Tras su discurso, varios oficiales echaron mano de sus pistolas. mientras Unamuno salió del paraninfo protegido por Carmen Polo de Franco, que le ofreció la man"o, y por otras personalidades, mientras era increpado con insultos y abucheos, para montarse en un automóvil que lo dejaría en su residencia de la calle de Bordadores salmantina.
Las
reacciones no se quedaron solo en el estrado fueron más allá del Paranifo. El
alcance de su discurso ocasionó su muerte civil, antesala directa de su muerte
física. (conforme al dicho popular: las penas no matan, pero ayudan a morir). El mismo día del
incidente, el Ayuntamiento se reunió en sesión secreta y decidió retirarle al
escritor el acta de concejal. El proponente, el concejal Rubio Polo, motivó su
expulsión:
"Por España, en fin, apuñalada traidoramente por la pseudo-intelectualidad liberal-masónica cuya vida y pensamiento [...] sólo en la voluntad de venganza se mantuvo firme, en todo lo demás fue tornadiza, sinuosa y oscilante, no tuvo criterio, sino pasiones; no asentó afirmaciones, sino propuso dudas corrosivas; quiso conciliar lo inconciliable, el Catolicismo y la Reforma; y fue, añado yo, la envenenadora, la celestina de las inteligencias y las voluntades vírgenes de varias generaciones de escolares en Academias, Ateneos y Universidades".
En el Casino
de los Señores, donde llega aquella misma tarde, seguramente para debatir en la
tertulia lo ocurrido en el Paraninfo, algunos le llaman rojo y traidor y otros
se callan. El Ayuntamiento celebró al día siguiente un pleno municipal donde le
destituyeron como concejal y anularon su nombramiento como alcalde perpetuo
acusándole de antipatriota de vanidad delirante. En la Universidad, dos días
después del acto del Paraninfo, se reunió el claustro Universitario y acordaron
por unanimidad que se le retirar su cargo de rector y se le expulsar de su
cátedra. Fue triste que le dieran la espalda sus propios amigos, colegas,
discípulos, (el poder calla y es fácil congratularse con el poder).
La popularidad
entre los salmantinos hizo someter el acuerdo a la decisión de la autoridad
militar, sin recibir ratificación. Los últimos meses de vida, desde octubre
hasta diciembre del 36, los pasó bajo arresto domiciliario en su casa, en un estado, en palabras de Fernando García de Cortázar, de resignada desolación, desesperación y soledad.
El 22 de octubre, dos meses antes de la muerte de Miguel de Unamuno —la tarde
del 31 de diciembre—,Franco firmó el decreto de destitución del rector.
2.6 Su último itinerario
Desde que
fue cesado como rector en 1914 hasta su muerte, Unamuno vive como arrendatario
en la casa de Bordadores, del Regidor Ovalle Prieto, junto a la famosa Casa de
las Muertes. Después de su discurso en el Paraninfo vive allí recluido bajo vigilancia militar hasta su muerte el 31
de diciembre de 1936.[32]
Desde el
balcón su espíritu nos contempla hoy recordando con sus palabras que el sol se
ponía en el incendio de las nubes de oro del ocaso, alboreando la conciencia de
patria y consolando la mirada conmovida del maestro. A dos pasos de aquí
permanece el rincón del Campo de San Francisco donde el tiempo parece se
detiene y remansa en la eternidad de un pasado que es a la vez porvenir y de
una puesta de sol que se funda con el alba. En este bendito campo franciscano,
abrigo de remanso y centro del universo, escuchó muchas veces el maestro el
rumor de las aguas eternas. Allí al lado, en la capilla de la Veracruz, sigue
estallando el Cristo embutido en talla dorada, eternizándose para Él la
expresión de dolor sobrehumano.
Y por la
vieja calle de la empinada Compañía, entre piedras doradas, iglesias y
conventos, subía el maestro anhelando una España celestial, colgada siempre de
estrellas, camino de las aulas universitarias.
La mañana
del 31 de diciembre de 1936 ese balcón fue puente de unión entre Unamuno y la
agitada vida salmantina, desde que se recluyó tras el incidente del 12 de
octubre en el Paraninfo. Frente a él pasó la mañana el día de su muerte. Estuvo
confinado en este caserón siendo su claustro y su celda hasta su muerte. Así
muere Unamuno viudo y desposeido de todos los cargos, honores y distinciones.
Salamanca no ha querido olvidar su memoria sino eternizar su presencia. En frente de la mansión junto a la torre del convento de las Úrsulas descansa la estatua broncínea de Pablo Serrano. En la casa una placa reza: En esta casa vivió y murió Miguel de Unamuno. “Del corazón en las honduras guardo tu alma robusta, cuando yo me muera, guarda dorada Salamanca mía tu mi recuerdo y cuando el sol al acostarse encienda el oro secular que te recama con tu lenguaje del eterno heraldo di tu lo que he sido”.
2.7 El testamento de Unamuno,“testamento
poético”:
Me destierro a la memoria,
voy a vivir del recuerdo;
buscadme, si me os pierdo,
en el yelmo de la historia.
Que es la enfermedad
la vida y muero viviendo enfermo;
me voy, pues, me voy al termo
donde la muerte me olvida.
Y os llevo conmigo, hermanos,
para poblar mi desierto.
Cuando me creáis más muerto
retemblaré en vuestras manos.
Aquí os dejo mi alma libro,
hombre mudo verdadero;
cuando vibres todo entero
soy yo, lector, que en tí vibro”[33].
3. Algunos rasgos de la personalidad
de Unamuno
3.1
Unamuno ciudadano del universo y maestro de la verdad
La última etapa de la vida de Unamuno
fue la más dura y quizás la más fructífera. Como el oro que se acrisola en el
fuego las adversas circunstancias que le tocaron vivir sacaron de él lo mejor.
Aunque privado de su cátedra y de su puesto de rector siempre se mantuvo como
voz de la conciencia para defender la verdad.
Por una parte, la situación de España
y de la universidad fue de alguna manera caótica. Unamuno se mostró crítico
ante la situación política de España y no fue bien acogido por los sectores más
conservadores de la ciudad. Fue criticado por sus actitudes heterodoxas y
disolventes. A medida que se involucró más en la política quedó manifiesto que
Unamuno se desenvolvía mejor como intelectual que como gestor. (Unamuno había
sido nombrado alcalde honorífico y elegido concejal por la Conjunción Republicano-Socialista). Tampoco se sentía bien como gestor de la
monótona burocracia de la Universidad. Como el mismo decía a lo largo de sus 25
años de docencia en la Universidad: “He tratado de dar a las generaciones amor
a la verdad, a la belleza y al bien, un amor a la perenne e incansable
conquista de esos bienes eternos”. En el Paraninfo asistimos a su última
lección académica donde hace memoria de su venida a Salamanca y de los cursos
impartidos: “Vengo a repetirme, repito, a renovarme. Una vida espiritual
entrañada es repetición, es costumbre, santo cumplimiento del oficio cotidiano,
del destino y de la vocación. Día a día he venido labrando mi alma ir labrando
la de otros jóvenes. He procurado cumplir mi misión, mi destino, de hacerme
hombre universitario de la España Universal… me he esforzado por conocerme para
conocer mejor a mi pueblo…y conocerse lleva a quererse y, sobre todo, para ser
por dios conocidos, esto es: nombrados, y vivir en su memoria, que es la
Historia, pensamiento divino, en nuestra tierra humana… Tened fe en la palabra,
que es cosa vivida; sed hombres de palabra, hombres de Dios, Suprema Cosa y
Palabra Suma, y que Él nos reconozca a todos como suyos”[34].
Aunque a su vuelta fue recibido con
grandes honores. El presidente de la República lo nombra rector vitalicio de la
Universidad y se crea una cátedra con su nombre declarándole ciudadano de
honor, poco a poco empieza el declive. Los vientos de la guerra “incivil”
soplan cada vez más fuertes y las turbulencias de la política lo van
arrastrando a descarnadas polémicas que parecen anunciar el final de todo. La
Universidad fue perdiendo autonomía y cada vez se hizo más manifiesto el
control del Estado. Los controles universitarios se incrementaron bajo la
dictadura (dictablanda) de Primo de Ribera. En 1928 salió el decreto que
situaba al rector como inspector general, que debería vigilar contra las
enseñanzas antisociales. Nada más fuera de lo que era la personalidad de
Unamuno quien más bien como agitador de ideas impulsaba al cambio. Con la
Guerra Civil desencadenada en 1936 la Universidad se dividió. Hubo una toma de
partido por el llamado Bando Nacional que cristalizó con el Mensaje de la
Universidad de Salamanca a las Academias y Universidades del Mundo en octubre
del 1936. La Universidad pretendía erigirse en defensa de la Civilización
Cristiana de Occidente contra las olas marxistas y republicanas. Fue entonces
la intervención de Unamuno en el Paraninfo que sentenció su destitución.
Unamuno es desposeído de cuantos cargos y honores se había hecho merecedor. Una
parte importante del profesorado legitimó el Alzamiento y la actividad docente
quedó interrumpida.
Unamuno se queda solo. Había sufrido
la pérdida de la muerte de María mujer de su hijo Fernando y de sus dos
hermanos Félix y Susana y de su propia hija Salomé. Finalmente, doña Concha, su
fiel compañera también lo deja solo. Se retira confinado a la Casa de
Bordadores. Apenas sale de casa. Ni siquiera pasea por su querida ciudad de
Salamanca. Todo se le hace inhóspito y amargo. Sin embargo, sigue el hálito de
vida de anclarse en la verdad, en lo eterno. Muere en el dolor y soledad de no
haber sido comprendido.
3.2
Unamuno buscador y defensor de la verdad
"Mi religión es buscar la verdad en la vida y la vida en la verdad, aun a sabiendas de que no he de encontrarla mientras viva". Unamuno puso el foco en el ser, cómo
crecer en el ser, en los principios esenciales, en la verdad, el bien, la
justicia, la solidaridad. Hemos de superar todo relativismo, materialismo,
agnosticismo, no hemos de dejarnos llevar por el auto determinismo o el
fatalismo. Si no existe el alma, el espíritu no podemos buscar la verdad ni
vivir en libertad. Todos debemos morir pero no regidos por el fatuo, la suerte,
el destino, sino siguiendo libremente los dictados de nuestra conciencia los
principios esenciales inscritos en nuestro interior, fieles a nuestra voz
interior. En lo más profundo de nosotros mismos, de nuestra conciencia,
descubrimos una ley moral universal inscrita por Dios en el corazón que nos
impulsa a hacer el bien y evitar el mal, que nos impulsa a amar y no odiar.
Unamuno fue un buscador nato de la verdadera sabiduría y la buscó incansable
con prudencia y constancia cultivando la interioridad y el discernimiento. Se
esforzó por enseñar la verdad por formar la conciencia por formar una
personalidad moral. La búsqueda de la verdad no puede ir separada del bien.
“He tratado de dar a las generaciones
amor a la verdad, a la belleza y al bien, un amor a la perenne e incansable
conquista de esos bienes eternos…, este legado de los siglos de la historia, que es el pensamiento de Dios
y he tratado de inculcarles la dignidad del hombre, no ya del hombre este
transitorio, la dignidad del hombre eterno, que es siempre alumno de la vida,
que es siempre ciudadano del universo”.
Tomar a Unamuno como guía del camino
existencial del arte del buen vivir es crecer en interioridad, crecer en auto
conciencia, ser fiel a nuestra conciencia, crecer en autenticidad fiel a la
verdad. Muchos han sido los pensadores que han transitado por esta senda,
Sócrates, Antígona, Eliazar, Víctor Hugo, Kierkegaard…Unamuno fue con ellos y
como ellos buscador y defensor de la verdad.
En nuestro mundo moderno se ha creído
que la conciencia coarta nuestra libertad y así es fácil vivir acallando la
conciencia o deformando la conciencia hasta obscurecerla y perderla. El ideal
del super hombre de Nietzsche se levanta acallando la conciencia y toda ley y
principio moral y dejándonos llevar por lo que nos place sin ningún escrúpulo.
La eudaimonía tiene la raíz semántica del demonio.
Necesitamos encender la luz de la
conciencia, necesitamos abrir la mente, abrir los ojos para ver el don precioso
de la belleza, la verdad, el bien si no queremos acabar viviendo en la
oscuridad. Hemos de suscitar y promover la ética y no la cosmética.
No vivimos estáticos en la quietud o
el reposo de quienes lo tienen todo conseguido, seguimos caminando abriendo
caminos. Nuestra vida no se entiende caminando solos, sino caminando juntos, haciendo
historia como ciudadanos del mundo. Quizás no seamos superhombres, insignes
hombres de la talla de los santos, sino simples peregrinos de a pie, puros
hombres terrenales, pobres pecadores en búsqueda y en camino. No insignes
hombres de hacer mención, sino hombres comunes, con corazón de carne que han
experimentado todo, a la par que su barro su gracia, en medio de la noche, la
luz. Rastreadores de la luz verdadera que no conoce ocaso, la luz que no fue
opacada por el barro. Es por ello que queremos hacer memoria, de nuestra propia
historia, memorias de las huellas de Dios en nuestra vida.
Queremos vivir, pretendemos hacerlo
emancipándonos y creyendo gozar de total libertad haciendo lo que queremos.
Pronto nos convertimos en esclavos de nuestras propias pasiones y bajos
instintos. Buscando ser libres terminando viviendo como esclavos y buscando
hacer esclavos de mis propios intereses a los que tengo al lado.
“Cuando el
sol al acostarse encienda el oro secular que te recama con tu lenguaje del
eterno heraldo!"... Apenas vislumbramos esa libertad porque nos sentimos esclavos.
Empezamos a abrir los ojos a ver como un rayo de luz del Sol que aunque no lo veamos
subir en su cenit. En nuestra vida hay luz pero también oscuridad, la
ambigüedad persiste, el lastre de la mediocridad. Necesitamos salir de la
oscuridad para caminar bajo la luz de la verdad.
Somos invitados a entrar en la memoria
y patear entre los cascotes cruzando por los ásperos caminos de nuestras
soledades y nuestros calvarios. Cuanto campo para labrar cuanta vida para
recorrer cuanta libertad para entregar, cuantos anhelos de eternidad. Somos
invitados a reconocer las huellas de Dios en la historia y en la vida, como peregrinos
de la vida, a caminar en la fe, andándolo despacito en el caminito lento de la
confianza que pide caminar y caminar aunque parezca que trazamos sendas en el
mar.
3.3
Unamuno forjador de la historia
"Ser, ser siempre, ser sin término, sed de ser, ser de ser más, hambre de dios, sed de amor eternizante y eterno, ser siempre. Eternidad, eternidad. Este es el anhelo. La sed de eternidad es lo que se llama amor entre los hombres; y quien a otro ama es que quiere eternizarse en él. Lo que no es eterno, tampoco es real". Tenemos nostalgia de ser, de
identidad. No fuimos arrojados a la existencia sin sentido. No sabemos en
realidad de dónde venimos ni a dónde vamos mientras no damos contigo. "quiero vivir siempre, siempre, siempre. no quiero morirme quiero eternizarme. Nada se pierde, nada pasa del todo pues cuando amamos todo se perpetúa de una manera o de otra y luego de pasar por el tiempo, vuelve a la eternidad".
Dios nos hizo a su imagen y semejanza.
Dios nos creó con auto conciencia con capacidad de pensar de razonar de conocer
la verdad de descubrir quienes somos, de dónde venimos a dónde vamos. Dios nos
hizo con la capacidad de entregarnos. Nuestra verdadera vocación es el amor, si
no nos amamos no vivimos, nos destruimos. Hemos sido creados por y para el amor
y ahí descansa nuestra identidad y nuestra dignidad.
Dios nos creó con libertad de
adherirnos a su plan y su proyecto y designio de amor. Estamos invitados a ser
cocreadores, cooperadores en su historia de salvación. Estamos invitados a
forjar y dejar un mundo más justo, solidario y fraterno. La historia de nuestra
vida tiene un hilo conductor. La podríamos resumir en una búsqueda de la Verdad
y del Amor.
"Sobre la inmensa humanidad silenciosa se levantan los que meten bulla en la historia. Esa vida intrahistórica, silenciosa y continua como el fondo mismo del mar, es la sustancia del progreso, la verdadera tradición, la tradición eterna, no lo tradición de mentira que suele ir a buscar al pasado enterrado en libros y papeles, y monumentos y piedras. Hacer historia es ser honestos con
nuestra vida, con nuestro legado histórico y sobre todo con el artífice de
nuestra vida. Solemos mirar y pocas veces fijamos la mirada para ver y
contemplar. Solemos mirar, por encima y por debajo llevados por un complejo de
superioridad o inferioridad. Son miradas superficiales, sin atrevernos a mirar
por dentro, al interior de nuestro corazón. No podemos ver hacia dentro cuando
estamos abocados a lo de fuera".
No vivimos como islas, estamos
interrelacionados. Somos herederos de un legado y a su vez constructores y
forjadores de un futuro. Somos llamados a trabajar con amor y pasión por crecer
en dignidad, por defender la dignidad de todo hombre, por ser cada día mejor,
por hacer un mundo mejor. Al final del camino cosecharemos lo que hemos
sembrado.
La vida se nos hace como una
peregrinación, una búsqueda, en camino. Caminamos muchas veces a tientas,
rastreando el camino del verdadero Amor, que a veces, sin percibirlo, camina a
nuestro lado. Poco apoco vamos descubriendo al peregrino anónimo, al
acompañante y amor secreto que camina a nuestro lado. Solo él es capaz de
escuchar los gemidos y anhelos más profundos del corazón.
Nuestros sentimientos aparecen en el
camino, mezclados, a veces confrontados, levado unas veces por la humildad
otras por el orgullo y la vanidad, ahí el drama o el conflicto de nuestra vida.
Entre sombras y luces entre gracia y pecado. En el juego de nuestra libertad
nos movemos en la dinámica de la
sumisión y de la insumisión. No podemos decir que todo lo hicimos bien. Tantas
veces no hemos sabido elegir y optar por lo que convenía. Tantas veces optamos
pero nos equivocamos.
Buscamos la maduración y la plena
integración en el verdadero Amor, pero nos sentimos heridos, divididos,
enfrentados, confrontados. En nuestra fragmentación, en nuestra fragilidad, en
nuestra indignidad experimentamos la necesidad de la gracia. Incapaces como
somos de satisfacer nuestras propias aspiraciones, nos sentimos imperiosamente
necesitados de la gracia.
En medio de las noches, de las
tormentas de la vida, caminamos errantes, peregrinos, rastreadores de la
verdad. La vida no se nos da hecha, se va haciendo lentamente y da la impresión
de nunca verla acabada. Es sin duda parte de nuestra condición peregrina, en
camino, se va haciendo caminando, al andar; según la expresión de Machado:
Caminante no hay camino, se hace camino al andar. No es un camino lineal ni
recto. La vida se da en constante conversión y cambio. Seguimos en camino,
siendo hombres no plenos ni acabados, sino buscadores de su luz, su gracia, su
verdad.
Pasamos por edades, etapas, ciertas
crisis y muertes que van preparando y haciendo emerger nuevas etapas. En medio
de caminos tortuosos, de subidas y bajadas, podemos pararnos de tanto en cuanto
haciendo un alto en el camino y reconocer que es Dios quien va trabajando,
guiándonos y conduciendo nuestra vida. Va tejiendo su trama en nuestra historia
y haciéndola parte de su historia de salvación.
Como los meandros de los ríos que van
buscando la mar, a donde confluyen los grandes y los pequeños, la vida va dando
muchas vueltas, a veces transitando por eventos contradictorios que no supimos porqué
se dieron, que no buscábamos ni esperábamos. Incluso transitando por cañadas
oscuras de aparente fracaso; llegando a
tocar el barro de nuestra fragilidad y de nuestro propio pecado, hemos
percibido a Dios, saliendo a nuestro encuentro.
Aún abatidos y marcados por el dolor,
en medio de crisis personales y eclesiales, hemos experimentado la fuerza de su
Resurrección. El derrumbamiento de lo antiguo y el comienzo de algo nuevo,
anticipo del verdadero y último nacimiento a lo eterno e imperecedero.
Poco a poco, uno se va haciendo
consciente de que el pleno conocimiento de nuestra vida y nuestra historia la
lleva él. Nosotros, mientras tanto, caminos peregrinos entre algo que fenece y
se acaba y algo que nace y se renueva. Seguimos siendo peregrinos hasta
alcanzar la morada eterna. “Vuelvo cansado del duro bregar, acógeme
Padre bueno en tu dulce hogar”
Conclusión
Hace pocos días salía un artículo de
la Gaceta Regional de Salamanca titulado “la vida contemplativa se nos va”
referido a comunidades legendarias como las Úrsulas o las Clarisas que por su
estado de salud ya mayores han tenido que abandonar la ciudad.
Esto me hacía pensar como no podemos
dejar pasar y marchar este espíritu contemplativo que ha estado tan arraigado a
los hombres y mujeres de Salamanca.
Salamanca dicen cuna de grandes santos
y místicos, de grandes pensadores. Unamuno tan vinculado a Salamanca nos enseña
a cuidar y velar por esta dimensión tan profunda para el hombre y la humanidad.
Hemos de cuidar del alma, del espíritu.
Unamuno es un cultivador del espíritu
un forjador de la conciencia. Quien se introduce en la corriente de su
pensamiento crece en interioridad movido por su autenticidad y se vuelve
contemplativo. Que bien nos hace contemplar su vida para ser como él forjadores
de nuestra historia y constructores de un mundo nuevo.
Al
caer de la tarde de nuestra existencia, cuando decline el día, esperamos ver la
luz verdadera
Espero que estas memorias recogidas de
este gran filósofo y pensador de nuestro tiempo nos hayan arrojado luz a
nuestro caminar, a nuestra conciencia, nos hayan ayudado a indagar esas
preguntas fundamentales ¿quiénes somos?¿adónde vamos? ¿de dónde venimos? Todos
somos peregrinos. Todos como niños nos preguntamos y buscamos calor de hogar.
Buscamos ese espacio cálido y sosegado que nos dio cobijo, bienestar,
seguridad. Todos necesitamos vivir bajo la mirada, la presencia de Dios,
nuestro verdadero origen, nuestro seno paterno y materno que nos dio el ser.
Necesitamos ese sólido fundamento de
Alguien que nos conoce y nos ama como somos, que nos consuela, apacigua y calma
todos nuestros temores. Volver una y otra vez a nuestro hogar originario, a las
vivencias que dan soporte y estructuran toda la persona. Volver a la casa
nativa que nos vio nacer y crecer. La casa que nos vió partir. Volver a ese Km
cero, el punto de partida, desde donde medir y reverenciarlo todo. Sin ese
punto de origen la vida se hace ininteligible.
En el fondo de todo ser humano
permanece viva aunque sepultada en la memoria aquella edad inmemorial
prehistórica que fue nuestra infancia. Hacer memoria es repasar el trayecto de
la vida y llegar a recoger el hilo. Es indispensable para acertar con el camino
de vuelta que todos necesitamos hacer para recorrer el propio camino.
La memoria es un pozo sin fondo, una
cripta, una capilla votiva donde uno al recordar todo su pasado, lo bueno y lo
malo, aún los recuerdos del pecado nos mueven al arrepentimiento, propósito de
vuelta, camino de esperanza. “Tu has concedido Señor a mi memoria, el honor de
residir en ella”[35].
En nuestra vida se esconde un tesoro a
veces inexplorado. Un montón de recuerdos que han quedado olvidados,
sepultados, enterrados por el polvo del camino. Dichoso el hombre, el pueblo,
que hace memoria de su pasado. Solo quien hace memoria y sabe integrar el
pasado, puede vivir el presente y proyectar el futuro haciendo historia,
sintiéndose parte de una historia.
Más aún, solo quien se atreve a hacer
este camino interior, puede descubrir al verdadero artífice y constructor de la
historia, las huellas, los vestigios del verdadero artista y creador que como
buen alfarero va trabajando nuestras vidas y va guiando la historia a través de
acontecimientos, a veces inesperados.
La vida se nos muestra como un tapiz
del que paradójicamente solemos verlo por detrás, desde los nudos y entresijos
que han quedado en el revés de la historia. Lo inaudito y sorprendente es el
día que se nos permite dar la vuelta al tapiz para contemplar la obra desde el
otro lado, desde donde Dios la ve. Haciendo memoria se nos permite sacar a la
luz lo que se vivió oculto en la oscuridad.
Abrir los ojos del corazón para
poder descubrir el tesoro, el misterio oculto que encierra nuestra vida,
traspasados por tu luz, por tu presencia, reconociendo tu paso por nuestras
vidas, la obra que fuisteis tejiendo y labrando en nuestro interior.
El pleno conocimiento de nuestra vida
nos queda velado y lo tiene él. Incapaces como éramos de reconocer el sentido y
orientación de nuestra vida, tú nos lo vas mostrando saliendo a nuestro
paso. Como hiciste con los discípulos abatidos y desconcertados peregrinos de
Emaús, no nos abandonaste, saliste a nuestro encuentro, viniste a buscarnos y
rescatarnos sacándonosle tantos agujeros oscuros para abrirnos a tu luz. Si
estamos donde estamos y hemos llegado a donde hemos llegado no se debe a
nuestra pericia, sino a tu infinita misericordia que nos ha sostenido y
acompañado siempre.
[1] Dante, Vita Nuova
[2] Miguel de Unamuno, Paisajes del alma, Revista de
Occidente, 1944
[3] Unamuno obtiene por oposición la cátedra de Griego
[4] Cartas, EA, 45, 1898
[5] Carta de 1907
[6] Discurso de fin de curso 1916-17
[7] Discurso de inauguración del curso académico 1931-32
[8] Carta de del 30 de abril de 1934
[9] Fernando García de Cortázar, Los mitos de la Historia de España, capítulo «La tercera
España», pp. 294-295
[10] por Francisco Trinidad, Boletín de la Biblioteca de Menéndez
Pelayo, LXXXIV, 2008, págs. 365-386.
[11] Salamanca, alto soto de torres: A la gloria de Dios se
alzan “las torres”, a su gloria los álamos, a su gloria los cielos y las aguas
descansan a su gloria.
[12] Placa efemérides de su fallecimiento el 29 de
septiembre de 1936.
[13] La soleada casita de Rector Esperabé junto a la Casa
de las Muertes a la que llega en 1891 a Salamanca y en la que morirá en 1936,
aunque el tiempo de rector viva en la Casa rectoral, hoy Casa Museo de Unamuno.
[14] Esta reflexión de Miguel de Unamuno está sacada de
unos escritos que escribe el autor entre 1918-1922 denominados “Paisajes del
alma”. Entre ellos encontramos esta reflexión de Salamanca en Paris y que se
publica la Revista de Occidente en 1944.
[15] Tras la publicación de su obra excitator Hispanae,
la monarquía de Alfonso XII se siente directamente atacada
[16] Obras Completas de Unamuno, En la Plaza Mayor e
Salamanca, OC, I, 650-651
[17] Ricardo Robledo (ed.), Esta salvaje pesadilla: Salamanca en la guerra civil española,
Barcelona, Crítica, 2007
[18] Unamuno y Jugo, Miguel de. Consultado el 15 de diciembre de 2016.
[19] Sobrino Diéguez, José
(29 de septiembre de 1952). «Ortega y Gasset: ¡yo te perdono!»
[20] Pío Baroja escribió que «Unamuno
se creía todo. Era, sin proponérselo, filósofo, matemático, geógrafo, filólogo,
naturalista, arquitecto, además de vidente y de profeta» y no «hubiera dejado
hablar por gusto a nadie. No escuchaba»
[21] Rioyo, Javier (9 de diciembre de 2014). «Unamuno, Pessoa y otras afrentas literarias Somos nuestras
fobias, envidias, manías y peleas. Somos seres más o menos inteligentes dotados
de capacidad de insultar
[22] El gran filólogo Ernst Robert Curtius llegó a definirlo como excitator
Hispaniae. Cf.
Ernst Robert Curtius, "Miguel de Unamuno, excitator hispaniae", en Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 60 (diciembre 1954), pp.
248-264
[23] Lola Galán, basándose en Rabaté, afirma que Millán-Astray
gritó «¡Muera la intelectualidad traidora!»
[24] Unamuno llevaba anotado el orden de intervención en el dorso
de la carta suplicatoria de la esposa de Atilano Coco, pastor protestante,
detenido por los sublevados.
[25] En palabras de Colette y Jean Claude Rabaté, el acto debía
ser «religioso, patriótico y una demostración solemne de la España nacional»
[26] «[A Unamuno] Se le ve nervioso garabateando conceptos y
frases en un papel. Se ha conservado ese documento y en él pueden leerse, entre
otras muchas palabras, “guerra internacional”, “occidental cristina”,
“independencia”, “vencer y convencer”, “odio y compasión”, “lucha, unidad”,
“catalanes y vascos”»
[27] García Martín, que cita La guerra civil española (1961) de Hugh Thomas, transcribe la intervención de Unamuno
con el siguiente tenor literal: Acabo de oír el necrófilo e
insensato grito, “Viva la muerte”. Y yo, que he pasado mi vida componiendo
paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían, he de
deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece
repelente. El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos
esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes.
Pero desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si
Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el
general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un
mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que
encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su
alrededor. Miguel de Unamuno (García
Martín, 2014, p. 760).
[28] Manuel Sanchis i Marco, citando la página 184 de la
obra Miguel de Unamuno de
Luciano González Egido (1997), afirma que «contrariamente a lo que se suele
afirmar [Unamuno] nunca pronunció la frase “venceréis pero no convenceréis”,
sino más bien : “[…] la nuestra es una guerra incivil […] Vencer no es
convencer y hay que convencer sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar
para la compasión; el odio a la inteligencia, que es crítica diferenciadora,
inquisitiva, mas no de Inquisición”».
[29] Núñez Florencio, 2014, p. 37
[30] Otras fuentes apuntan que se le retiró la dignidad de
Alcalde-Presidente honorario
[31] Sus palabras fueron utilizadas y sacadas de contexto,
hasta el mismo Franco había utilizado expresiones suyas dándolas un significado
diferente. Dicho texto debe su fama al hecho de haber sido
incluido en el influyente libro de Hugh Thomas The Spanish Civil War (1961),
lo cual fue corroborado en su momento por Michael
Portillo, hijo de Luis Portillo.
[32] Desde mi balcón tengo a la vista la torre de Monterrey
con su calada crestería y la torre de las Úrsulas
[33] El llamado testamento poético lo escribe Unamuno el 9
de marzo de 1929. Está recogido en la carta que compone desde su exilio en
Hendaya en 1929.
[34] Discurso de su última lección académica. 1934
[35] San Agustín, Libro se las Confesiones, 10,25,36