lunes, 31 de agosto de 2020

Unamuno y Salamanca

 

UNAMUNO Y SALAMANCA 

 


 

Introducción

 “Vuelvo cansado del duro bregar, acógeme Padre bueno en tu dulce hogar”

Dante decía que un peregrino se puede interpretar de dos maneras, en sentido vulgar y en sentido estricto[1]. En sentido vulgar el peregrino es todo el que se encuentra fuera de su patria. En un sentido estricto el que peregrina a tierra extranjera. Todos somos peregrinos en esta tierra caminando hacia la Patria definitiva. Homero a través de la historia de Ulises marca el camino de retorno a su tierra, a su hogar. En el fondo todos sentimos esa ansia por volver a nuestro origen. Es parte de nuestra dimensión humana y divina. Todos tenemos sed de volver al seno que nos dio a luz. Unamuno decía al final de su vida. “Vuelvo cansado del duro bregar, acógeme Padre bueno en tu dulce hogar

El último trabajo sobre Salamanca y el Camino de Fonseca lo acabé con esta frase precedida de unos pensamientos de Unamuno. Quiero rendir homenaje a este gran pensador con este breve ensayo. El mismo Unamuno decía: “guarda, dorada Salamanca mía tú mi recuerdo y cuando el sol al acostarse encienda el oro secular que te recama, con tu lenguaje, de lo eterno heraldo, dí tu lo que he sido”.

Este pequeño ensayo tiene por objeto profundizar en el pensamiento de Unamuno y de su legado histórico no solo para Salamanca sino para la humanidad. Unamuno ha sido no solo un gran literato, profesor, filósofo, pensador ha sido también un formador de conciencia.

Se atrevió a pensar buscar indagar sobre la verdad sobre las preguntas esenciales de nuestra existencia: quiénes somos, de dónde venimos a dónde vamos. Como peregrino existencial se atrevió a abrir caminos nuevos horizontes nuevos. "¿Porqué quiero saber de dónde vengo y a dónde voy, de dónde viene y a dónde va lo que me rodea, y qué significa todo esto? Porque no quiero morirme del todo, y quiero saber si he de morirme o no definitivamente." 

Esta pandemia nos ha hecho parar y pensar. ¿Quiénes somos?¿De dónde venimos?¿A dónde vamos?¿Dónde ponemos el foco de nuestra vida? Tantas veces nos ocupamos y preocupamos en lo vanal, en lo superfluo, en lo que no importa y perdemos lo verdaderamente importante, la verdad de nuestra existencia. Todos queremos ser mejores dejar un mundo mejor pero muchas veces no sabemos cómo. En la actualidad es fácil dejarse arrastrar por el activismo, materialismo, consumismo que nos convierte en robots del sistema. Es fácil caer en la espiral del individualismo, egoismo, cinismo, hedonismo, relativismo. Queremos vivir felices, pero acabamos desencantados de la vida. "No hay corrientes vivas internas en nuestra vida intelectual o moral; esto es un pantano de agua estancada, no corriente de manantial." "Hay que vivir con toda el alma. Da alas al entendimiento hasta que sientas el alma. Busca la verdad y no te detengas. Es verdadero todo aquello en que pones el alma. sólo los apasionados llevan a cabo obras verdaderamente fecundas".

Vamos a acompañarnos de un pequeño cuaderno que escribe entre 1918 y 1922 y que luego se publica en la Revista de Occidente y que él titula “paisajes del alma[2].

 


 

1.Etapas en la vida de Unamuno

1.1 1º Etapa 1864-1891. El Inicio. Un peregrino para el comienzo.

Unamuno nace en 1864 y muere en 1936. Vamos a tratar de acompañarnos de sus pensamientos y reflexiones que nos dejó en su paso por Salamanca y en su exilio. En su Casa Museo en el mismo Paraninfo de la Universidad se han realizado numerosas exposiciones como las Jornadas Unamunianas. Donde se exponían Cuadernos de su Cátedra y otros Cuadernos. De entre todos nos hemos fijado en el Diario del peregrino. Criado en el seno de una familia vascongada religiosa y de austeras costumbres. Su padre muere teniendo seis años. A los 11 años ingresa en el Instituto Vizcaíno y en el cuarto año de Bachillerato recuerda estar inclinado ya a la Retórica y los cursos de Psicología, Lógica, Ética y los misterios del espíritu. Es entonces donde se le desencadena su primera crisis del espíritu. Es en esta entrada del alma en la pubertad donde conoce a los jesuitas y es Congregante de San Luis Gonzaga.

Peregrino de carne y hueso en busca de ámbito familiar a tono con sus afectos contrae matrimonio con Concepción Lizárraga en enero de 1891 en Guernica. Concha fue su única novia. Su amor por ella despertó en la adolescencia. A los doce años cuando ella se queda huérfana los ojos de Concha eran como estrellas en torno a las cuales giraba todo el universo. Luego  se va a Madrid a estudiar Filosofía y Letras.

Obtiene el grado de doctor cuando cuenta tan solo 20 años. Su tesis doctoral tenía por título Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca, trabajo que abrirá una prolongada serie de publicaciones, discursos y reflexiones. Le tira su tierra. A ella vuelve y en ella comienza a desarrollar una labor docente.

Desde el hogar de su padre cuando empezó a ganar algo de dinero y estaba de vacaciones en Bilbao iba por fiestas a ver a su Concha. A los 27 años se casa con Concha quien fue la delicia y la gran suerte de su vida. Se casaron en medio de tan gran dicha que dirá que su luna de miel no tuvo fin. Unamuno dirá: “tiene el carácter fresco de un chiquillo injertado en un alma y cuerpo de mujer. Es todo lo que deseo y lo he de tener”.

 


1.2 2ª Etapa 1892-1903. Tomando la cátedra en Salamanca

En ese mismo año llega en julio a Salamanca tomando posición de su cátedra ante el rector don Mamés Esperabé[3]. Allí se instala con su Concha en una casita en el Campo de San Francisco. Allí crece al compás de lo que va escribiendo nuestro peregrino al trascurso de su vida. Regresa a Bilbao donde tiene su primer hijo y de nuevo vuelve a Salamanca para el curso 1892-93. En 1984 regresa en el partido socialista. Su segundo hijo nace en Salamanca en 1984 y su tercero en 1896 también en tierra charra. Su tercer hijo nace enfermo con hidrocefalia. La nueva crisis se desata en 1897. En marzo abatido por una tormenta interior llora amargamente. “Me cogió la crisis de un modo violento y repentino. Traté de refugiarme en la niñez de mi alma y comprendí la vida recogida cuando al verme llorar a mi mujer se le escapó esta exclamación: Hijo mío. Entonces me llamó hijo, hijo”[4]. Desde entonces la considera no sólo su mujer sino su confidente y su madre espiritual.

En esa crisis se esconde a rezar en una celda del convento de San Esteban buscando encontrar la fe de su infancia. Piensa que Dios le castiga en la enfermedad de su hijo por haber desatendido su llamada. Terminada su corta estancia en el convento dominicano vuelve a casa y a sus actividades docentes. En medio de la crisis surge una nueva fuerza en su alma al abrir de nuevo el Evangelio. Toma de nuevo contacto con el antiguo director espiritual de la Congregación de San Luis Gonzaga. En su Diario íntimo que comienza en Salamanca podemos ver las luces y las sombras del alma de nuestro peregrino. 

Su crisis religiosa levantó los más contrastantes comentarios. Creyó haber vuelto a la fe de su infancia y sin saber si creía de verdad empezó a practicar sus devociones de la infancia. Vuelto a Salamanca de un retiro en Alcalá de Henares frecuenta las iglesias y pasa largos ratos de oración en ellas. En este tiempo frecuenta más la iglesia de San Esteban y quiere tener de director espiritual al P. Arintero. Dentro de la introspección durante su segunda crisis frecuenta ir a misa y conserva la capacidad de volcarse en los problemas de los demás. El 28 de mayo de 1897 le notifican la muerte de su hijo enfermo. El 26 de octubre de 1900 es nombrado rector de la Universidad y duraría en este cargo hasta 1914. Entonces se traslada a vivir a la casa rectoral.

 


1.3 3ª Etapa 1903-1924. Su noche espiritual

El año de 1903 es especialmente trágico y agitado Anduvo entre balas y mataron a algunos de sus estudiantes. Cuenta que su propia vida corrió peligro. Es entonces donde se desencadena en él otra tercera crisis, la inquietud, la duda y el vértigo de la nada vuelven a hacer presa de su espíritu. Ansioso de verdad y de espíritu acude al obispo Vic Torras y Bages que le da consejo. En 1906 habla de su noche espiritual. El mismo dirá: “Busco consuelo haciendo versos, pero éstos me salen cada vez más desconsoladores”[5]. Ve el final del curso 1906-07 como una liberación y sueña con gozar pronto de la soledad exterior que alivie su soledad interior cada vez más grande. A todas estas angustias y desconsuelos s suman un tropel de remordimientos que le invaden. Como en la crisis del 97 se vuelve a sentir sólo y abatido. En 1908 le comunican la muere de su madre. Su hermana María se va a vivir con él a Salamanca.

Las crisis de Unamuno parecen no cesar nunca, esa es su vida. El año 1914 está lleno de sorpresas. Se entera por la prensa de su destitución como rector de la Universidad lo que le cae como una bomba. A su destitución se añaden otras amarguras como son los golpes de la politiquería picaresca. Tiene que abandonar su casa rectoral y se instala en la casa de la calle Bordadores medianera de la casa de las Muertes.

No obstante, prosigue sus clases y la Junta de la Facultad de Letras de la Universidad le nombra decano. Empieza a hablar de la crisis de la Universidad y del desbarajuste de profesores y alumnos. Ha cumplido 25 años de docencia en la Universidad y ha tratado de dar a las generaciones amor a la verdad, a la belleza y al bien, un amor a la perenne e incansable conquista de esos bienes. No convierte su cátedra en trampolín para otro cargo. En un discurso pronunciado al finalizar el curso de 1917 dice: “Ocho hijos de la carne me ha dado Dios y muchas docenas, muchos racimos de hijos del espíritu, que han ido pasando por las aulas y recibiendo de mí lo que yo había recibido del espíritu de nuestros padres y he tratado de acrecentar, por lo menos de calentar cuanto podía al calor de un corazón que todavía, a pesar de los años, no se había convertido en pavesa, este legado de los siglos  de la historia, que es el pensamiento de Dios y he tratado de inculcarles la dignidad del hombre, no ya del hombre este transitorio, la dignidad del hombre eterno, que es siempre alumno de la vida, que es siempre ciudadano del universo[6].”

 


1.4 4ª Etapa 1924-1930. El exilio

En 1924 empieza para Unamuno un gran exilio que va a durar 16 años. Después de sus artículos enjuiciados como injuriosos al rey de España Alfonso XIII los tribunales valencianos lo condenan. Aunque le vuelven a nombrar Vicerrector de la Universidad en 1921, llegan los reyes a Salamanca el 6 de Octubre de 1922 dentro del Centenario de la canonización de Santa Teresa sin que Unamuno se haga presente y en 1923 dimite de su cargo de Vicerrector y decano de la Facultad de Letras. El 13 de septiembre de 1923 después del golpe de estado del general Primo de Rivera es vuelto a llamar por el Tribunal de Valencia que le destierra a Fuenteventura.

De allí pasando por Bélgica, Italia y Suiza se le exilia a París. En Agosto de 1925 se traslada de Paris a Hendaya. Después de los bajones espirituales y psicológicos se ilusiona por sacudirse de la terrible murria por la que pasa. En 1927 le viene la noticia de la muerte de María mujer de su hijo Fernando. Antes de volver a España pasa por toda clase de congojas interiores. En febrero de 1930 logra atravesar la frontera de Irún y regresa a España. La dictadura acababa de morir y se prepara el advenimiento de la República. Va haciendo escalas pasando por San Sebastián, Bilbao hasta llegar a su Salamanca el día 12 de febrero donde la ciudad entera se vuelca a recibirlo.



1.5 5ª Etapa 1930-1936

El 14 de abril entre el clamor del pueblo, sale al balcón del ayuntamiento donde cuenta algunas cosas de su vida y un solllozo le interrumpe al evocar el momento de su destierro. El día 16 de abril se le nombra alcalde presidente honorario de la Ciudad. El 18 de abril es nuevamente elegido rector de la Universidad. El 1 de octubre inaugura como rector el curso 1931-32: Consciente de los tiempos que se avecinan le van a suponer de nuevo una gran prueba, dice: “Vienen días de dura prueba para todo nuestro pueblo. No importa que lo llamen a uno pesimista o derrotista, pero la verdad es ésa”. Se declara defensor de los valores humanísticos y de espíritu: “la cultura está por encima y por debajo de la pequeñas diferencias contingentes, accidentales y temporales de las formas de Gobierno y estas no pueden alterar los valores permanentes de ella[7].”

En 1933 muere su hija Salomé. En 1934 su hermana religiosa Susana y su mujer Concha. Describe así su muerte: Se me fue con Dios mi mujer, la madre de mis 8 hijos y abuela de mis nietos y mi madre también, después de 43 años de matrimonio y cerca de 63 que nos conocíamos. Era el alma de mi vida; ella nunca creyó en la muerte. En todas mis obras respira en silencio”[8]. Junto a ese desgarrón que no se le cicatriza le consuela el pensamiento de que su mujer era una santa. Cuando cumple sus 70 años le viene su jubilación. Teniendo a don Miguel el título de alcalde honorario y perpetuo de la Ciudad.

En 1934 se jubila de su actividad docente y es nombrado Rector vitalicio, a título honorífico, de la Universidad de Salamanca, que crea una cátedra con su nombre. En 1935 es nombrado ciudadano de honor de la República. Fruto de su desencanto, expresa públicamente sus críticas a la reforma agraria, la política religiosa, la clase política, el gobierno y a Manuel Azaña[9]​ El 10 de febrero de 1935 recibe la visita de José Antonio Primo de Rivera y otros falangistas en su casa y asiste al acto de presentación de la Falange en Salamanca, según su correspondencia con la escritora Concha Espina.[10]

Con decreto firmado por el Presidente de la República se le nombra rector perpetuo de la Universidad. Terminados esos actos se retira a Béjar a la Sierra de Francia al paraje de las Batuecas. Asiste a unas conferencias en París y Madrid, París y Oxford. Allí en Oxford, la Universidad le nombra doctor honoris causa. En 1936 estalla la guerra civil que don Miguel llama incivil. Don Miguel vuelve a ser destituido de rector vitalicio y tomado como rehén en su domicilio. Su casa se volvió una cárcel disfrazada. Confinado en su soledad, recluido por fin llega el final de su peregrinación para morir en Salamanca, alto soto de torres, en 1936[11]. Al fin su llegada al puerto: “Méteme, Padre Eterno, en tu pecho, misterioso hogar, dormiré allí, pues vengo deshecho del duro bregar[12].

 


2. Memorias

Muchos son los rasgos de la personalidad de Unamuno. Artista, poeta, literato, maestro, pensador, filósofo. El mismo es un buscador innato. Considera que el enseñar es su vocación y el escribir es su oficio, pero no renuncia a otras pretensiones como la de la poesía o el dibujo. "Cada vez que veo o hago una pajarita de papel, recuerdo mis alegres ideas, la formación lenta de mi espíritu. Y en este apuro acudo a la pluma misma con que trazo estas líneas para por medio del dibujo tratar de eternizar lo momentáneo de la idea. Siento tristeza al despertar de noche y encontrarme con una mano dormida. Me apresuro a moverla y tocarla, preocupado por si la tengo muerta y es la muerte que por ella viene". Su mano produjo una ingente obra. Su actividad de escritor es inmensa, tiene una rica correspondencia, gran colección de artículos de prensa, toda una serie de documentales, ensayos, obras de teatro. También se esmeró en sus dibujos. Su vocación artística no es de grandes pretensiones. La sensación es que con sus dibujos solamente trataba de proyectarse de sus intereses íntimos.

De Unamuno podemos recoger todo un montón de memorias y pensamientos, pero vamos a tratar con estas memorias de recoger tan solo una serie de momentos significativos que fueron marcando la urdimbre de su historia ligada a Salamanca.



 

2.1 Reflexión en el Campo de San Francisco. Salamanca en el centro de mi universo.

Cuantas veces paseaba Unamuno por el campo de San Francisco. Cuantas veces se acercaba a la Capilla de la Veracruz en el paseo de las Úrsulas a asomarse y ver a las monjas en constante adoración y a hacer su oración. "Hay un rincón, en el campo de San francisco, junto al convento e Iglesia de las Úrsulas, entre álamos que allá en la primavera, cuando brota en ellos el tierno plumoncillo de las hojas nuevas, nos da la sensación de que el tiempo se detiene y remansa en la eternidad". Ese rincón del Campo de San Francisco verdaderamente le trasladaba al mundo interior que se respiraba dentro de esas celdas de almas contemplativas. Cuando se instala en Salamanca se instala en este rincón. “Solo conozco a Salamanca de primera vista, llegué y salí sin haberte olido bien. Si algún día le toma mi retina el color, ya será otra cosa”. Así fue lentamente esta ciudad fue penetrando en su interior hasta convertirse en centro del universo. A este rincón inicial volvería cuando se encontró perdido despojado de todo al final de su vida. Como un pájaro que buscase su primitivo nido.

Para el espíritu de Unamuno traspasado de lo eterno este rincón del campo de San Francisco junto al convento de la Iglesia de las Úrsulas es donde él sintó emociones bien profundas: “cuando brotan los álamos sus hojas nuevas, da sensación que el tiempo se detiene y remansa eternidad de un pasado que es a la vez porvenir y de una puesta de sol, que se confunde con el alba”[13]. Hay una hermosa reflexión de Miguel de Unamuno sobre el Campo de San Francisco[14]:

“Yo en la pensión, sin tener que cerrar los ojos sueño y reveo aquel Campo de San Francisco de mi Salamanca donde tantos ensueños he brizado, donde tantos porvenires he soñado. Porvenires míos y de los míos, porvenires de mi Salamanca”.

“Allí, en aquel bendito Campo de San Francisco, campo franciscano, en aquel rincón de remanso, donde he oído tantas veces el rumor de las aguas eternas; allí si que estaba el centro del universo. Allí me ha llevado muchas veces mi hermano del alma Cándido Pinilla, el ciego vidente, a oír al ruiseñor. A oír al ruiseñor que cantaba en los árboles enclaustrados, a oír, sobre todo, al ruiseñor que cantaba dentro de nosotros. ¡Y a ver!. El, el ciego me llevaba a mi, a su lazarillo, a ver. ¡Y veíamos! Veíamos el tras porvenir, lo que está más allá de todo, lo que ha venido y pasado, lo que está debajo y encima de lo que pasa y lo que lo envuelve, la augusta forma eterna”.

“Allí, en aquel franciscano Campo de San Francisco, momentos, ni de bronce, ni de mármol; ningún cómico disfrazado de héroe ha sido reproducido allí. El que hizo de Colón, el que figuró Fray Luis, el que posó de Maldonado el comunero, El padre Cámara, obispo que fue y representó, se han ido a otro rincón de la ciudad. Pero allí, al lado, en la capilla de la Veracruz eterniza la expresión de dolor sobrehumano, la Dolorosa de Corral”.

 


2.2 Su actividad docente en la universidad

La mayor parte se sus años Unamuno los pasa vinculados como maestro de la Universidad. En ella empieza a desarrollar una gran labor docente. La Universidad de su ciudad adoptiva le concede el mayor grado académico posible al recibirlo como rector con sólo 36 años. “Es la Universidad la que debe ser, ante todo y sobre todo, escuela de trabajo y templo de la verdad”. En este periodo suceden algunos hechos significativos. La muerte de su hijo Rodrigo y la muerte de su madre. En ese momento empieza a despertar en él el sentimiento trágico de la vida: “Tengo un sentimiento trágico de la vida… soy la espada y la muleta y aguzo la espada en mí mismo”. Su vida comienza a agitarse aún más mientras el problema de España empieza a afectarle y hasta encarnársele, “A mí, que tanto me duele España, mi patria, como podía dolerme el corazón”. Empieza a experimentar controversia, sus escritos y actuaciones no son siempre bien recibidos.[15] 

En 1914 tras una grande crisis, Unamuno es destituido de su cargo de rector, con lo que se inicia una amarga lucha entre el hombre y el poder que, nueve años después traerá consecuencias aún más graves. Sin embargo, este hombre de 56 años, con pelo y la barba precozmente encanecidos, no se ha enfrentado todavía a la que puede considerarse la etapa más dura de su vida. aunque en 1921 se le restituye provisionalmente el cargo de rector, su constante enfrentamiento con la dictadura del general Miguel Primo de Rivera derivará en 1923 en la fulminante orden de destitución tanto del rectorado como de su cátedra de Griego. Finalmente es desterrado a la isla de Fuenteventura (1924-1929). Tras cinco años de exilio la separación de su familia le es demasiado larga por lo que comienza a aproximarse a su Salamanca acercándose a Hendaya. Después de la caída de la dictadura y el advenimiento de la República regresa a Salamanca en 1930 que la recibe con todos los honores, tanto oficiales como populares.

  


2.3 Discurso de Unamuno en la Plaza Mayor[16].

Comienza de nuevo una nueva etapa de rector que iría marcada de un sabor agridulce y que recorrerá los últimos seis años de su vida. Unamuno se presenta candidato a concejal por la Conjunción Republicano-Socialista para las elecciones del 12 de abril de 1931, resultando elegido. El 14 de abril, sale al balcón del ayuntamiento donde cuenta algunas cosas de su vida y un solllozo le interrumpe al evocar el momento de su destierro. Desde el balcón del ayuntamiento es él quien proclama la República en Salamanca, el filósofo declara que comienza una nueva era y termina una dinastía que nos ha empobrecido, envilecido y entontecido.[17]

La República le repone en el cargo de rector de la Universidad salmantina. Se presenta a las elecciones a Cortes y es elegido diputado como independiente por la candidatura de la conjunción republicano-socialista en Salamanca, ejerciendo su cargo entre el 12 de julio de 1931 y el 9 de octubre de 1933.[18]

Sin embargo, el escritor e intelectual, que en 1931 había dicho que él había contribuido más que ningún otro español —con su pluma, con su oposición al rey y al dictador, con su exilio...— al advenimiento de la República, empieza a desencantarse, como otros intelectuales que lo habían acompañado en su pulso a favor de la República, como José Ortega y Gasset y Ramón Pérez de Ayala. En 1933 decide no presentarse a la reelección. Por demás, había reñido también con muchos otros famosos intelectuales, que, sin embargo, lo admiraban, como el propio Ortega, quien no podía soportar su subjetivismo ya al menos desde 1909, cuando se entrevistó con él en Salamanca. 

Ramón Gómez de la Serna advirtió que, cuando Unamuno entraba en la Revista de Occidente, Ortega se levantaba y se iba, a lo que añadió maliciosamente: "Nunca notaba su ausencia"[19]​ o Pío Baroja, al que su intransigencia lo ponía incomodísimo[20], aunque apercibió que sus novelas parecían escritas "para incomodar al lector". No caía tampoco demasiado bien a Valle-Inclán ni a Fernando Pessoa, quien sufrió sus ninguneos y advirtió el absurdo de sus contradicciones.[21] ​ Imbuido de lo que él llamaba, con esos neologismos que caracterizan su estilo, su alterutralidad o neutralidad activa.[22]

Nos vamos a para en el discurso que en la plaza Mayor fue pronunciado por Unamuno a su regreso a la Ciudad en 1930 después de su largo exilio desde 1924.  Unamuno fue recibido entre aclamaciones de bienvenida por el mocerío estudiantil y obrero cuando volvía del destierro dictatorial. El entusiasmo popular le obligó a pronunciar este discurso desde el balcón del Ayuntamiento en la Plaza Mayor. Aquel día les dijo a los salmantinos: “En esta Plaza Mayor de Salamanca testigo de tantas creencias”… “Contad conmigo para todo”. El condensa las mil noticias históricas relativas a esta plaza… “Esta Plaza es el corazón de la ciudad, el templo civil sin otra bóveda que la del cielo. Y el relicario de tantas vivencias”.

Ante la muchedumbre provinciana que llena la plaza salmantina: labriegos, menestrales, burgueses, vuela una galería de preguntas. Aquí van cuatro: “¿Es que hay algo que nos religa- religión- a todas estas almas, y por debajo de ellas, y que sube de las entrañas soterrañas del sola? ¿Creemos algo en común?, ¿soñamos en común algo? ¿Les hablará el Cristo de la Cabrera de la inmortalidad de esta tierra? Y tres más: “¿Qué cree este pueblo?, ¿Qué creemos en él y con él?, ¿qué esperamos?...

 


 

2.4 Su intervención en el Paraninfo de la Universidad el 12 de octubre de 1936

Coincidiendo con la apertura del curso universitario,[23] el 12 de octubre se celebraba de modo solemne la festividad del Día de la Raza en Salamanca con la celebración de un acto político-religioso en la catedral , al que Unamuno no acudió,[24] y otro de carácter universitario, presidido por el escritor y filósofo, al que asistiría la esposa de Franco, Carmen Polo de Franco, el general africanista Millán-Astray, el obispo de la diócesis Enrique Plá y DenielJosé María Pemán, el gobernador militar de la plaza y el resto de fuerzas vivas de la ciudad.[25] El evento fue abierto por Unamuno, para posteriormente dar la palabra a los conferenciantes, sin que estuviese previsto que la máxima autoridad universitaria interviniera más tarde. El acto se emitió por la radio local.

Intervinieron en el acto cuyo tema principal era «la exaltación nacional, el Imperio, la raza y la Cruzada (la guerra civil), el catedrático de Historia Ramos Loscertales, el dominico Beltrán de Heredia, el catedrático de Literatura Maldonado de Guevara y, por último, Pemán.[26] ​ Los dos primeros hablaron sobre «el Imperio español y las esencias históricas de la raza». Maldonado, por su parte, cargó fuertemente contra Cataluña y el País Vasco. Pemán acabó su discurso intentando enardecer a sus oyentes: «Muchachos de España, hagamos cada uno en cada pecho un Alcázar de Toledo»[27]​ Las críticas y amenazas proferidas a todos los que no compartían los ideales de la sublevación, condenados como la “anti España”, entre otros puntos, fueron las que suscitaron el rechazo de Miguel de Unamuno​ Acto seguido, intervino el rector, cuyas frases difieren según los distintos testigos, cronistas e historiadores, ya que no se dispone de ningún registro grabado o escrito del mismo:[28]

Aunque generalmente se acepta que hubo un enfrentamiento acerbo entre Millán-Astray y Unamuno Por su parte, el historiador salmantino Severiano Delgado, bibliotecario de la Universidad de Salamanca, afirma que el discurso atribuido a Unamuno, que comienza con la frase “Ya sé que estáis esperando mis palabras” y termina con “Este es el templo del intelecto y yo soy su sumo sacerdote”..., en realidad fue escrito por Luis Portillo Pérez y publicado en la revista británica Horizon en 1941.

De cualquier forma trato recogemos lo que según Severiano fue su discurso: “Ya sé que estáis esperando mis palabras, porque me conocéis bien y sabéis que no soy capaz de permanecer en silencio ante lo que se está diciendo. Callar, a veces, significa asentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Había dicho que no quería hablar, porque me conozco. Pero se me ha tirado de la lengua y debo hacerlo. Se ha hablado aquí de una guerra internacional en defensa de la civilización cristiana. Yo mismo lo he hecho otras veces. Pero ésta, la nuestra, es sólo una “guerra incivil”. Nací arrullado por una guerra civil y sé lo que digo. Vencer no es convencer, y hay que convencer sobre todo. Pero no puede convencer el odio que no deja lugar a la compasión, ese odio a la inteligencia, que es crítica y diferenciadora, inquisitiva (mas no de inquisición). Se ha hablado de catalanes y vascos, llamándoles la “anti España”. Pues bien, por la misma razón ellos pueden decir otro tanto. Y aquí está el señor obispo (Plá y Deniel), catalán, para enseñaros la doctrina cristiana que no queréis conocer. Y yo, que soy vasco, llevo toda mi vida enseñándoos la lengua española que no sabéis. Ese sí es mi Imperio, el de la lengua española y no”...[29]

La algarabía cortó la alocución del orador. La mayor respuesta se atribuye al general Millán-Astray que, ubicado en un extremo de la presidencia, golpeó la mesa con su única mano y, levantándose, interrumpió al rector —«¿Puedo hablar?, ¿puedo hablar?»—.​ Su escolta presentó armas y alguien del público gritó: «¡Viva la muerte!» ​ La historiografía no consigue determinar si entonces el militar intervino y si fue ese el momento en que pronunció sus gritos de: ¡Mueran los intelectuales, ¡Viva la muerte!

Millán-Astray continuó con los gritos con que habitualmente se excitaba al pueblo: «¡España!»; «¡una!», respondieron los asistentes. «¡España!», volvió a exclamar Millán-Astray; «¡grande!», replicó el auditorio. «¡España!», finalizó el general; «¡libre!», concluyeron los congregados. Después, un grupo de falangistas ataviados con la camisa azul de la Falange hizo el saludo fascista al retrato de Francisco Franco que colgaba en la pared.[30]​ Tras las afirmaciones necrófilas del fundador de la Legión, Unamuno habría continuado con su discurso —tampoco hay unanimidad en las palabras pronunciadas—, esta vez cargando directamente contra la réplica de Millán-Astray:

“Acabo de oír el grito de ¡viva la muerte! Esto suena lo mismo que ¡muera la vida! Y yo, que me he pasado toda mi vida creando paradojas que enojaban a los que no las comprendían, he de deciros como autoridad en la materia que esa paradoja me parece ridícula y repelente. De forma excesiva y tortuosa ha sido proclamada en homenaje al último orador, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la muerte. El general Millán Astray es un inválido de guerra. No es preciso decirlo en un tono más bajo. También lo fue Cervantes. Pero los extremos no se tocan ni nos sirven de norma. Por desgracia hoy tenemos demasiados inválidos en España y pronto habrá más si Dios no nos ayuda. Me duele pensar que el general Millán Astray pueda dictar las normas de psicología a las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes se sentirá aliviado al ver cómo aumentan los mutilados a su alrededor. El general Millán Astray no es un espíritu selecto: quiere crear una España nueva, a su propia imagen. Por ello lo que desea es ver una España mutilada, como ha dado a entender. Este es el templo del intelecto y yo soy su supremo sacerdote. Vosotros estáis profanando su recinto sagrado. Diga lo que diga el proverbio, yo siempre he sido profeta en mi propio país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho. Me parece inútil pediros que penséis en España”. 

Lo que sabemos de esta intervención es que Unamuno no tenía pensado hablar. Se había sentado como espectador que se abría al acontecer de la historia con una mirada contemplativa. Sin embargo, el acontecer de aquel acontecimiento fue de tal calibre que no pudo tapar con el silencio muchas de las palabras que allí se habían pronunciado.

El profesor Maldonado de Guevara habló de la necesidad de exterminar a la “Anti España”. Unamuno no pudo callarse ante aquellos discursos patrioteros por mucho que los ilustres oradores de aquella mañana quisieran vestirlos de academicismo.

El verbo hace a la idea y la palabra está en el principio de todo lo humano, según la base del pensamiento de Unamuno. En el Paraninfo, sus palabras no hacen más que dar vida a sus ideas, a sus más profundos pensamientos, a todo lo que llevaba rumiando desde que comprobó, a través de unos hechos incuestionables: delaciones, encarcelamientos, asesinatos, la deriva de los acontecimientos.

Unamuno amaba a España a sus santos y seña. Unamuno apoyó la sublevación de los militares desde el inicio, aún siendo la única guerra a la que él aspiraba, aquellas cuyas armas solo fueran las ardientes palabras. Ante el gran desorden reinante, Unamuno buscaba un orden que solo los militares podían implantar porque eran los únicos que tenían sentido de la disciplina y sabrían imponerlo. Pero no se reconocía ni fascista ni bolchevique. El no era de derechas ni de izquierdas. El era un hombre defensor de la verdad y que no renunciaba a la libertad.

En su tiempo había una España que quería avanzar hacia el progreso material y moral y otra España liberal conservadora que se resistía a entrar en la modernidad y dejar atrás las diferencias sociales. La confrontación estaba servida, pero Unamuno no entendía el lenguaje de las consignas y reivindicaciones. Se sentía desplazado de un futuro que él imaginaba deshumanizado, exento del cristianismo cultural que para él vertebraba la solidez del individuo.

Unamuno se sintió solo en medio de dos bandos. Con gran valentía hizo públicas sus ideas ante las fuerzas vivas del momento sin pensar en las repercusiones que su discurso podía ocasionarle. Como en tantas ocasiones, antepone la verdad a la paz, porque piensa que sus palabras pueden frenar la barbarie, pueden convencer. En un acto de extrema generosidad quería dejar constancia del sentido real de sus palabras. Sentía que sus palabras habían sido utilizadas dándolas un sentido diferente[31].

La imposición de la fuerza no es señal de la victoria o defensa de la verdad: “Venceréis pero no nos convenceréis”. Diga lo que diga el proverbio, yo siempre he sido profeta en mi propio país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho.

En esta intervención deja en alto sus siglas que quedaron escritas en piedra para la memoria de todos: “Más vale morir por la verdad que vivir muriendo con mentiras”. Aunque no se conocen con exactitud las palabras del discurso improvisado que pronunció Unamuno en el Paraninfo para llegar a una aproximación contamos con tres cuestiones fundamentales.

La primera las anotaciones que don Miguel fue haciendo a medida que escuchaba a los intervinientes, en el reverso de la carta que la mujer de Atilano Coco le había enviado para que intercediera ante Franco por su marido que estaba condenado a muerte y puede que ese día ya hubiese sido asesinado. La segunda la obra del propio Unamuno, inmensa en cuanto a cartas y artículos donde podemos rastrear los conceptos que sustentan las anotaciones en el reverso de la citada carta, así como su sentir sobre muchos de los asuntos que los oradores habían incluido en sus discursos. Y la tercera, la que sin duda es la más importante es ver las reacciones y consecuencias que las palabras de Unamuno desencadenaron, tanto en el Paraninfo como en sus días posteriores. 

 


2.5. El desenlace de su intervención

Severiano Delgado describe su intervención en el Paraninfo como «un acto brutalmente banal» en el que se produjo «una situación muy tirante», pero que eso era habitual en discursos y charlas de la época, y opina que el dramatismo de la situación se exageró posteriormente, hasta alcanzar una repercusión mayor de la que Unamuno pensaba.

La reacción de su intervención no se hizo esperar. Muchos de los presentes se inquietaron y se revolvieron contra él. El general Millán Astray se enfrentó a sus palabras con otras palabras de lenguaje incivil y el griterío de legionarios y falangistas. Hasta el resto de público asistente, entre el que se encontraban muchos colegas y amigos, lo deja solo. Algunos, sin más causa que el oportunismo político y la envidia. Otros porque el miedo y la cobardía cubrían su silencio.

Tras su discurso, varios oficiales echaron mano de sus pistolas. ​ mientras Unamuno salió del paraninfo protegido por Carmen Polo de Franco, que le ofreció la man"o, y por otras personalidades, mientras era increpado con insultos y abucheos, para montarse en un automóvil que lo dejaría en su residencia de la calle de Bordadores salmantina. 

Las reacciones no se quedaron solo en el estrado fueron más allá del Paranifo. El alcance de su discurso ocasionó su muerte civil, antesala directa de su muerte física. (conforme al dicho popular: las penas no matan, pero ayudan a morir). El mismo día del incidente, el Ayuntamiento se reunió en sesión secreta y decidió retirarle al escritor el acta de concejal. El proponente, el concejal Rubio Polo, motivó su expulsión:

"Por España, en fin, apuñalada traidoramente por la pseudo-intelectualidad liberal-masónica cuya vida y pensamiento [...] sólo en la voluntad de venganza se mantuvo firme, en todo lo demás fue tornadiza, sinuosa y oscilante, no tuvo criterio, sino pasiones; no asentó afirmaciones, sino propuso dudas corrosivas; quiso conciliar lo inconciliable, el Catolicismo y la Reforma; y fue, añado yo, la envenenadora, la celestina de las inteligencias y las voluntades vírgenes de varias generaciones de escolares en Academias, Ateneos y Universidades".

En el Casino de los Señores, donde llega aquella misma tarde, seguramente para debatir en la tertulia lo ocurrido en el Paraninfo, algunos le llaman rojo y traidor y otros se callan. El Ayuntamiento celebró al día siguiente un pleno municipal donde le destituyeron como concejal y anularon su nombramiento como alcalde perpetuo acusándole de antipatriota de vanidad delirante. En la Universidad, dos días después del acto del Paraninfo, se reunió el claustro Universitario y acordaron por unanimidad que se le retirar su cargo de rector y se le expulsar de su cátedra. Fue triste que le dieran la espalda sus propios amigos, colegas, discípulos, (el poder calla y es fácil congratularse con el poder).

La popularidad entre los salmantinos hizo someter el acuerdo a la decisión de la autoridad militar, sin recibir ratificación. Los últimos meses de vida, desde octubre hasta diciembre del 36, los pasó bajo arresto domiciliario en su casa, en un estado, en palabras de Fernando García de Cortázar, de resignada desolación, desesperación y soledad. ​ El 22 de octubre, dos meses antes de la muerte de Miguel de Unamuno —la tarde del 31 de diciembre—,Franco firmó el decreto de destitución del rector. ​ 

 


2.6 Su último itinerario

Desde que fue cesado como rector en 1914 hasta su muerte, Unamuno vive como arrendatario en la casa de Bordadores, del Regidor Ovalle Prieto, junto a la famosa Casa de las Muertes. Después de su discurso en el Paraninfo vive allí recluido bajo vigilancia militar hasta su muerte el 31 de diciembre de 1936.[32]

Desde el balcón su espíritu nos contempla hoy recordando con sus palabras que el sol se ponía en el incendio de las nubes de oro del ocaso, alboreando la conciencia de patria y consolando la mirada conmovida del maestro. A dos pasos de aquí permanece el rincón del Campo de San Francisco donde el tiempo parece se detiene y remansa en la eternidad de un pasado que es a la vez porvenir y de una puesta de sol que se funda con el alba. En este bendito campo franciscano, abrigo de remanso y centro del universo, escuchó muchas veces el maestro el rumor de las aguas eternas. Allí al lado, en la capilla de la Veracruz, sigue estallando el Cristo embutido en talla dorada, eternizándose para Él la expresión de dolor sobrehumano.

Y por la vieja calle de la empinada Compañía, entre piedras doradas, iglesias y conventos, subía el maestro anhelando una España celestial, colgada siempre de estrellas, camino de las aulas universitarias.

La mañana del 31 de diciembre de 1936 ese balcón fue puente de unión entre Unamuno y la agitada vida salmantina, desde que se recluyó tras el incidente del 12 de octubre en el Paraninfo. Frente a él pasó la mañana el día de su muerte. Estuvo confinado en este caserón siendo su claustro y su celda hasta su muerte. Así muere Unamuno viudo y desposeido de todos los cargos, honores y distinciones.

Salamanca no ha querido olvidar su memoria sino eternizar su presencia. En frente de la mansión junto a la torre del convento de las Úrsulas descansa la estatua broncínea de Pablo Serrano. En la casa una placa reza: En esta casa vivió y murió Miguel de Unamuno. “Del corazón en las honduras guardo tu alma robusta, cuando yo me muera, guarda dorada Salamanca mía tu mi recuerdo y cuando el sol al acostarse encienda el oro secular que te recama con tu lenguaje del eterno heraldo di tu lo que he sido”. 

 




2.7 El testamento de Unamuno,“testamento poético”:

 

Me destierro a la memoria,

voy a vivir del recuerdo;

buscadme, si me os pierdo,

en el yelmo de la historia.

Que es la enfermedad

la vida y muero viviendo enfermo;

me voy, pues, me voy al termo

donde la muerte me olvida.

Y os llevo conmigo, hermanos,

para poblar mi desierto.

Cuando me creáis más muerto

retemblaré en vuestras manos.

Aquí os dejo mi alma libro,

hombre mudo verdadero;

cuando vibres todo entero

soy yo, lector, que en tí vibro”[33].



 

3. Algunos rasgos de la personalidad de Unamuno

3.1 Unamuno ciudadano del universo y maestro de la verdad

La última etapa de la vida de Unamuno fue la más dura y quizás la más fructífera. Como el oro que se acrisola en el fuego las adversas circunstancias que le tocaron vivir sacaron de él lo mejor. Aunque privado de su cátedra y de su puesto de rector siempre se mantuvo como voz de la conciencia para defender la verdad.

Por una parte, la situación de España y de la universidad fue de alguna manera caótica. Unamuno se mostró crítico ante la situación política de España y no fue bien acogido por los sectores más conservadores de la ciudad. Fue criticado por sus actitudes heterodoxas y disolventes. A medida que se involucró más en la política quedó manifiesto que Unamuno se desenvolvía mejor como intelectual que como gestor. (Unamuno había sido nombrado alcalde honorífico y elegido concejal por la Conjunción Republicano-Socialista). Tampoco se sentía bien como gestor de la monótona burocracia de la Universidad. Como el mismo decía a lo largo de sus 25 años de docencia en la Universidad: “He tratado de dar a las generaciones amor a la verdad, a la belleza y al bien, un amor a la perenne e incansable conquista de esos bienes eternos”. En el Paraninfo asistimos a su última lección académica donde hace memoria de su venida a Salamanca y de los cursos impartidos: “Vengo a repetirme, repito, a renovarme. Una vida espiritual entrañada es repetición, es costumbre, santo cumplimiento del oficio cotidiano, del destino y de la vocación. Día a día he venido labrando mi alma ir labrando la de otros jóvenes. He procurado cumplir mi misión, mi destino, de hacerme hombre universitario de la España Universal… me he esforzado por conocerme para conocer mejor a mi pueblo…y conocerse lleva a quererse y, sobre todo, para ser por dios conocidos, esto es: nombrados, y vivir en su memoria, que es la Historia, pensamiento divino, en nuestra tierra humana… Tened fe en la palabra, que es cosa vivida; sed hombres de palabra, hombres de Dios, Suprema Cosa y Palabra Suma, y que Él nos reconozca a todos como suyos”[34].

Aunque a su vuelta fue recibido con grandes honores. El presidente de la República lo nombra rector vitalicio de la Universidad y se crea una cátedra con su nombre declarándole ciudadano de honor, poco a poco empieza el declive. Los vientos de la guerra “incivil” soplan cada vez más fuertes y las turbulencias de la política lo van arrastrando a descarnadas polémicas que parecen anunciar el final de todo. La Universidad fue perdiendo autonomía y cada vez se hizo más manifiesto el control del Estado. Los controles universitarios se incrementaron bajo la dictadura (dictablanda) de Primo de Ribera. En 1928 salió el decreto que situaba al rector como inspector general, que debería vigilar contra las enseñanzas antisociales. Nada más fuera de lo que era la personalidad de Unamuno quien más bien como agitador de ideas impulsaba al cambio. Con la Guerra Civil desencadenada en 1936 la Universidad se dividió. Hubo una toma de partido por el llamado Bando Nacional que cristalizó con el Mensaje de la Universidad de Salamanca a las Academias y Universidades del Mundo en octubre del 1936. La Universidad pretendía erigirse en defensa de la Civilización Cristiana de Occidente contra las olas marxistas y republicanas. Fue entonces la intervención de Unamuno en el Paraninfo que sentenció su destitución. Unamuno es desposeído de cuantos cargos y honores se había hecho merecedor. Una parte importante del profesorado legitimó el Alzamiento y la actividad docente quedó interrumpida.

Unamuno se queda solo. Había sufrido la pérdida de la muerte de María mujer de su hijo Fernando y de sus dos hermanos Félix y Susana y de su propia hija Salomé. Finalmente, doña Concha, su fiel compañera también lo deja solo. Se retira confinado a la Casa de Bordadores. Apenas sale de casa. Ni siquiera pasea por su querida ciudad de Salamanca. Todo se le hace inhóspito y amargo. Sin embargo, sigue el hálito de vida de anclarse en la verdad, en lo eterno. Muere en el dolor y soledad de no haber sido comprendido.



3.2 Unamuno buscador y defensor de la verdad

"Mi religión es buscar la verdad en la vida y la vida en la verdad, aun a sabiendas de que no he de encontrarla mientras viva". Unamuno puso el foco en el ser, cómo crecer en el ser, en los principios esenciales, en la verdad, el bien, la justicia, la solidaridad. Hemos de superar todo relativismo, materialismo, agnosticismo, no hemos de dejarnos llevar por el auto determinismo o el fatalismo. Si no existe el alma, el espíritu no podemos buscar la verdad ni vivir en libertad. Todos debemos morir pero no regidos por el fatuo, la suerte, el destino, sino siguiendo libremente los dictados de nuestra conciencia los principios esenciales inscritos en nuestro interior, fieles a nuestra voz interior. En lo más profundo de nosotros mismos, de nuestra conciencia, descubrimos una ley moral universal inscrita por Dios en el corazón que nos impulsa a hacer el bien y evitar el mal, que nos impulsa a amar y no odiar. Unamuno fue un buscador nato de la verdadera sabiduría y la buscó incansable con prudencia y constancia cultivando la interioridad y el discernimiento. Se esforzó por enseñar la verdad por formar la conciencia por formar una personalidad moral. La búsqueda de la verdad no puede ir separada del bien.

“He tratado de dar a las generaciones amor a la verdad, a la belleza y al bien, un amor a la perenne e incansable conquista de esos bienes eternos…, este legado de los siglos  de la historia, que es el pensamiento de Dios y he tratado de inculcarles la dignidad del hombre, no ya del hombre este transitorio, la dignidad del hombre eterno, que es siempre alumno de la vida, que es siempre ciudadano del universo”.

Tomar a Unamuno como guía del camino existencial del arte del buen vivir es crecer en interioridad, crecer en auto conciencia, ser fiel a nuestra conciencia, crecer en autenticidad fiel a la verdad. Muchos han sido los pensadores que han transitado por esta senda, Sócrates, Antígona, Eliazar, Víctor Hugo, Kierkegaard…Unamuno fue con ellos y como ellos buscador y defensor de la verdad.

En nuestro mundo moderno se ha creído que la conciencia coarta nuestra libertad y así es fácil vivir acallando la conciencia o deformando la conciencia hasta obscurecerla y perderla. El ideal del super hombre de Nietzsche se levanta acallando la conciencia y toda ley y principio moral y dejándonos llevar por lo que nos place sin ningún escrúpulo. La eudaimonía tiene la raíz semántica del demonio.

Necesitamos encender la luz de la conciencia, necesitamos abrir la mente, abrir los ojos para ver el don precioso de la belleza, la verdad, el bien si no queremos acabar viviendo en la oscuridad. Hemos de suscitar y promover la ética y no la cosmética.

No vivimos estáticos en la quietud o el reposo de quienes lo tienen todo conseguido, seguimos caminando abriendo caminos. Nuestra vida no se entiende caminando solos, sino caminando juntos, haciendo historia como ciudadanos del mundo. Quizás no seamos superhombres, insignes hombres de la talla de los santos, sino simples peregrinos de a pie, puros hombres terrenales, pobres pecadores en búsqueda y en camino. No insignes hombres de hacer mención, sino hombres comunes, con corazón de carne que han experimentado todo, a la par que su barro su gracia, en medio de la noche, la luz. Rastreadores de la luz verdadera que no conoce ocaso, la luz que no fue opacada por el barro. Es por ello que queremos hacer memoria, de nuestra propia historia, memorias de las huellas de Dios en nuestra vida.

Queremos vivir, pretendemos hacerlo emancipándonos y creyendo gozar de total libertad haciendo lo que queremos. Pronto nos convertimos en esclavos de nuestras propias pasiones y bajos instintos. Buscando ser libres terminando viviendo como esclavos y buscando hacer esclavos de mis propios intereses a los que tengo al lado.

“Cuando el sol al acostarse encienda el oro secular que te recama con tu lenguaje del eterno heraldo!"... Apenas vislumbramos esa libertad porque nos sentimos esclavos. Empezamos a abrir los ojos a ver como un rayo de luz del Sol que aunque no lo veamos subir en su cenit. En nuestra vida hay luz pero también oscuridad, la ambigüedad persiste, el lastre de la mediocridad. Necesitamos salir de la oscuridad para caminar bajo la luz de la verdad.

Somos invitados a entrar en la memoria y patear entre los cascotes cruzando por los ásperos caminos de nuestras soledades y nuestros calvarios. Cuanto campo para labrar cuanta vida para recorrer cuanta libertad para entregar, cuantos anhelos de eternidad. Somos invitados a reconocer las huellas de Dios en la historia y en la vida, como peregrinos de la vida, a caminar en la fe, andándolo despacito en el caminito lento de la confianza que pide caminar y caminar aunque parezca que trazamos sendas en el mar.

  


3.3 Unamuno forjador de la historia

"Ser, ser siempre, ser sin término, sed de ser, ser de ser más, hambre de dios, sed de amor eternizante y eterno, ser siempre. Eternidad, eternidad. Este es el anhelo. La sed de eternidad es lo que se llama amor entre los hombres; y quien a otro ama es que quiere eternizarse en él. Lo que no es eterno, tampoco es real". Tenemos nostalgia de ser, de identidad. No fuimos arrojados a la existencia sin sentido. No sabemos en realidad de dónde venimos ni a dónde vamos mientras no damos contigo. "quiero vivir siempre, siempre, siempre. no quiero morirme quiero eternizarme. Nada se pierde, nada pasa del todo pues cuando amamos todo se perpetúa de una manera o de otra y luego de pasar por el tiempo, vuelve a la eternidad".

Dios nos hizo a su imagen y semejanza. Dios nos creó con auto conciencia con capacidad de pensar de razonar de conocer la verdad de descubrir quienes somos, de dónde venimos a dónde vamos. Dios nos hizo con la capacidad de entregarnos. Nuestra verdadera vocación es el amor, si no nos amamos no vivimos, nos destruimos. Hemos sido creados por y para el amor y ahí descansa nuestra identidad y nuestra dignidad.

Dios nos creó con libertad de adherirnos a su plan y su proyecto y designio de amor. Estamos invitados a ser cocreadores, cooperadores en su historia de salvación. Estamos invitados a forjar y dejar un mundo más justo, solidario y fraterno. La historia de nuestra vida tiene un hilo conductor. La podríamos resumir en una búsqueda de la Verdad y del Amor.

"Sobre la inmensa humanidad silenciosa se levantan los que meten bulla en la historia. Esa vida intrahistórica, silenciosa y continua como el fondo mismo del mar, es la sustancia del progreso, la verdadera tradición, la tradición eterna, no lo tradición de mentira que suele ir a buscar al pasado enterrado en libros y papeles, y monumentos y piedras. Hacer historia es ser honestos con nuestra vida, con nuestro legado histórico y sobre todo con el artífice de nuestra vida. Solemos mirar y pocas veces fijamos la mirada para ver y contemplar. Solemos mirar, por encima y por debajo llevados por un complejo de superioridad o inferioridad. Son miradas superficiales, sin atrevernos a mirar por dentro, al interior de nuestro corazón. No podemos ver hacia dentro cuando estamos abocados a lo de fuera".

No vivimos como islas, estamos interrelacionados. Somos herederos de un legado y a su vez constructores y forjadores de un futuro. Somos llamados a trabajar con amor y pasión por crecer en dignidad, por defender la dignidad de todo hombre, por ser cada día mejor, por hacer un mundo mejor. Al final del camino cosecharemos lo que hemos sembrado.

La vida se nos hace como una peregrinación, una búsqueda, en camino. Caminamos muchas veces a tientas, rastreando el camino del verdadero Amor, que a veces, sin percibirlo, camina a nuestro lado. Poco apoco vamos descubriendo al peregrino anónimo, al acompañante y amor secreto que camina a nuestro lado. Solo él es capaz de escuchar los gemidos y anhelos más profundos del corazón.

Nuestros sentimientos aparecen en el camino, mezclados, a veces confrontados, levado unas veces por la humildad otras por el orgullo y la vanidad, ahí el drama o el conflicto de nuestra vida. Entre sombras y luces entre gracia y pecado. En el juego de nuestra libertad nos movemos  en la dinámica de la sumisión y de la insumisión. No podemos decir que todo lo hicimos bien. Tantas veces no hemos sabido elegir y optar por lo que convenía. Tantas veces optamos pero nos equivocamos.

Buscamos la maduración y la plena integración en el verdadero Amor, pero nos sentimos heridos, divididos, enfrentados, confrontados. En nuestra fragmentación, en nuestra fragilidad, en nuestra indignidad experimentamos la necesidad de la gracia. Incapaces como somos de satisfacer nuestras propias aspiraciones, nos sentimos imperiosamente necesitados de la gracia.

En medio de las noches, de las tormentas de la vida, caminamos errantes, peregrinos, rastreadores de la verdad. La vida no se nos da hecha, se va haciendo lentamente y da la impresión de nunca verla acabada. Es sin duda parte de nuestra condición peregrina, en camino, se va haciendo caminando, al andar; según la expresión de Machado: Caminante no hay camino, se hace camino al andar. No es un camino lineal ni recto. La vida se da en constante conversión y cambio. Seguimos en camino, siendo hombres no plenos ni acabados, sino buscadores de su luz, su gracia, su verdad.

Pasamos por edades, etapas, ciertas crisis y muertes que van preparando y haciendo emerger nuevas etapas. En medio de caminos tortuosos, de subidas y bajadas, podemos pararnos de tanto en cuanto haciendo un alto en el camino y reconocer que es Dios quien va trabajando, guiándonos y conduciendo nuestra vida. Va tejiendo su trama en nuestra historia y haciéndola parte de su historia de salvación.

Como los meandros de los ríos que van buscando la mar, a donde confluyen los grandes y los pequeños, la vida va dando muchas vueltas, a veces transitando por eventos contradictorios que no supimos porqué se dieron, que no buscábamos ni esperábamos. Incluso transitando por cañadas oscuras de aparente  fracaso; llegando a tocar el barro de nuestra fragilidad y de nuestro propio pecado, hemos percibido a Dios, saliendo a nuestro encuentro.

Aún abatidos y marcados por el dolor, en medio de crisis personales y eclesiales, hemos experimentado la fuerza de su Resurrección. El derrumbamiento de lo antiguo y el comienzo de algo nuevo, anticipo del verdadero y último nacimiento a lo eterno e imperecedero.

Poco a poco, uno se va haciendo consciente de que el pleno conocimiento de nuestra vida y nuestra historia la lleva él. Nosotros, mientras tanto, caminos peregrinos entre algo que fenece y se acaba y algo que nace y se renueva. Seguimos siendo peregrinos hasta alcanzar la morada eterna. “Vuelvo cansado del duro bregar, acógeme Padre bueno en tu dulce hogar”

  


Conclusión

Hace pocos días salía un artículo de la Gaceta Regional de Salamanca titulado “la vida contemplativa se nos va” referido a comunidades legendarias como las Úrsulas o las Clarisas que por su estado de salud ya mayores han tenido que abandonar la ciudad.

Esto me hacía pensar como no podemos dejar pasar y marchar este espíritu contemplativo que ha estado tan arraigado a los hombres y mujeres de Salamanca.

Salamanca dicen cuna de grandes santos y místicos, de grandes pensadores. Unamuno tan vinculado a Salamanca nos enseña a cuidar y velar por esta dimensión tan profunda para el hombre y la humanidad. Hemos de cuidar del alma, del espíritu.

Unamuno es un cultivador del espíritu un forjador de la conciencia. Quien se introduce en la corriente de su pensamiento crece en interioridad movido por su autenticidad y se vuelve contemplativo. Que bien nos hace contemplar su vida para ser como él forjadores de nuestra historia y constructores de un mundo nuevo.


Al caer de la tarde de nuestra existencia, cuando decline el día, esperamos ver la luz verdadera

Espero que estas memorias recogidas de este gran filósofo y pensador de nuestro tiempo nos hayan arrojado luz a nuestro caminar, a nuestra conciencia, nos hayan ayudado a indagar esas preguntas fundamentales ¿quiénes somos?¿adónde vamos? ¿de dónde venimos? Todos somos peregrinos. Todos como niños nos preguntamos y buscamos calor de hogar. Buscamos ese espacio cálido y sosegado que nos dio cobijo, bienestar, seguridad. Todos necesitamos vivir bajo la mirada, la presencia de Dios, nuestro verdadero origen, nuestro seno paterno y materno que nos dio el ser.

Necesitamos ese sólido fundamento de Alguien que nos conoce y nos ama como somos, que nos consuela, apacigua y calma todos nuestros temores. Volver una y otra vez a nuestro hogar originario, a las vivencias que dan soporte y estructuran toda la persona. Volver a la casa nativa que nos vio nacer y crecer. La casa que nos vió partir. Volver a ese Km cero, el punto de partida, desde donde medir y reverenciarlo todo. Sin ese punto de origen la vida se hace ininteligible.

En el fondo de todo ser humano permanece viva aunque sepultada en la memoria aquella edad inmemorial prehistórica que fue nuestra infancia. Hacer memoria es repasar el trayecto de la vida y llegar a recoger el hilo. Es indispensable para acertar con el camino de vuelta que todos necesitamos hacer para recorrer el propio camino.

La memoria es un pozo sin fondo, una cripta, una capilla votiva donde uno al recordar todo su pasado, lo bueno y lo malo, aún los recuerdos del pecado nos mueven al arrepentimiento, propósito de vuelta, camino de esperanza. “Tu has concedido Señor a mi memoria, el honor de residir en ella”[35].

En nuestra vida se esconde un tesoro a veces inexplorado. Un montón de recuerdos que han quedado olvidados, sepultados, enterrados por el polvo del camino. Dichoso el hombre, el pueblo, que hace memoria de su pasado. Solo quien hace memoria y sabe integrar el pasado, puede vivir el presente y proyectar el futuro haciendo historia, sintiéndose parte de una historia.

Más aún, solo quien se atreve a hacer este camino interior, puede descubrir al verdadero artífice y constructor de la historia, las huellas, los vestigios del verdadero artista y creador que como buen alfarero va trabajando nuestras vidas y va guiando la historia a través de acontecimientos, a veces inesperados.

La vida se nos muestra como un tapiz del que paradójicamente solemos verlo por detrás, desde los nudos y entresijos que han quedado en el revés de la historia. Lo inaudito y sorprendente es el día que se nos permite dar la vuelta al tapiz para contemplar la obra desde el otro lado, desde donde Dios la ve. Haciendo memoria se nos permite sacar a la luz lo que se vivió oculto en la oscuridad.

Abrir los ojos del corazón para poder descubrir el tesoro, el misterio oculto que encierra nuestra vida, traspasados por tu luz, por tu presencia, reconociendo tu paso por nuestras vidas, la obra que fuisteis tejiendo y labrando en nuestro interior.

El pleno conocimiento de nuestra vida nos queda velado y lo tiene él. Incapaces como éramos de reconocer el sentido y orientación de nuestra vida, tú nos lo vas mostrando saliendo a nuestro paso. Como hiciste con los discípulos abatidos y desconcertados peregrinos de Emaús, no nos abandonaste, saliste a nuestro encuentro, viniste a buscarnos y rescatarnos sacándonosle tantos agujeros oscuros para abrirnos a tu luz. Si estamos donde estamos y hemos llegado a donde hemos llegado no se debe a nuestra pericia, sino a tu infinita misericordia que nos ha sostenido y acompañado siempre.

  




[1] Dante, Vita Nuova

[2] Miguel de Unamuno, Paisajes del alma, Revista de Occidente, 1944

[3] Unamuno obtiene por oposición la cátedra de Griego

[4] Cartas, EA, 45, 1898

[5] Carta de 1907

[6] Discurso de fin de curso 1916-17

[7] Discurso de inauguración del curso académico 1931-32

[8] Carta de del 30 de abril de 1934

[9] Fernando García de Cortázar, Los mitos de la Historia de España, capítulo «La tercera España», pp. 294-295

[10] por Francisco Trinidad, Boletín de la Biblioteca de Menéndez Pelayo, LXXXIV, 2008, págs. 365-386.

[11] Salamanca, alto soto de torres: A la gloria de Dios se alzan “las torres”, a su gloria los álamos, a su gloria los cielos y las aguas descansan a su gloria.

[12] Placa efemérides de su fallecimiento el 29 de septiembre de 1936.

[13] La soleada casita de Rector Esperabé junto a la Casa de las Muertes a la que llega en 1891 a Salamanca y en la que morirá en 1936, aunque el tiempo de rector viva en la Casa rectoral, hoy Casa Museo de Unamuno.

[14] Esta reflexión de Miguel de Unamuno está sacada de unos escritos que escribe el autor entre 1918-1922 denominados “Paisajes del alma”. Entre ellos encontramos esta reflexión de Salamanca en Paris y que se publica la Revista de Occidente en 1944.

[15] Tras la publicación de su obra excitator Hispanae, la monarquía de Alfonso XII se siente directamente atacada

[16] Obras Completas de Unamuno, En la Plaza Mayor e Salamanca, OC, I, 650-651

[17] Ricardo Robledo (ed.), Esta salvaje pesadilla: Salamanca en la guerra civil española, Barcelona, Crítica, 2007

[18] Unamuno y Jugo, Miguel de. Consultado el 15 de diciembre de 2016.

[19]  Sobrino Diéguez, José (29 de septiembre de 1952). «Ortega y Gasset: ¡yo te perdono!»

[20] Pío Baroja escribió que «Unamuno se creía todo. Era, sin proponérselo, filósofo, matemático, geógrafo, filólogo, naturalista, arquitecto, además de vidente y de profeta» y no «hubiera dejado hablar por gusto a nadie. No escuchaba»

[21] Rioyo, Javier (9 de diciembre de 2014). «Unamuno, Pessoa y otras afrentas literarias Somos nuestras fobias, envidias, manías y peleas. Somos seres más o menos inteligentes dotados de capacidad de insultar

[22] El gran filólogo Ernst Robert Curtius llegó a definirlo como excitator Hispaniae. Cf. Ernst Robert Curtius, "Miguel de Unamuno, excitator hispaniae", en Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 60 (diciembre 1954), pp. 248-264

[23] Lola Galán, basándose en Rabaté, afirma que Millán-Astray gritó «¡Muera la intelectualidad traidora!»

[24] Unamuno llevaba anotado el orden de intervención en el dorso de la carta suplicatoria de la esposa de Atilano Coco, pastor protestante, detenido por los sublevados.

[25] En palabras de Colette y Jean Claude Rabaté, el acto debía ser «religioso, patriótico y una demostración solemne de la España nacional»

[26] «[A Unamuno] Se le ve nervioso garabateando conceptos y frases en un papel. Se ha conservado ese documento y en él pueden leerse, entre otras muchas palabras, “guerra internacional”, “occidental cristina”, “independencia”, “vencer y convencer”, “odio y compasión”, “lucha, unidad”, “catalanes y vascos”»

[27] García Martín, que cita La guerra civil española (1961) de Hugh Thomas, transcribe la intervención de Unamuno con el siguiente tenor literal: Acabo de oír el necrófilo e insensato grito, “Viva la muerte”. Y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían, he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor. Miguel de Unamuno (García Martín, 2014, p. 760).

[28] Manuel Sanchis i Marco, citando la página 184 de la obra Miguel de Unamuno de Luciano González Egido (1997), afirma que «contrariamente a lo que se suele afirmar [Unamuno] nunca pronunció la frase “venceréis pero no convenceréis”, sino más bien : “[…] la nuestra es una guerra incivil […] Vencer no es convencer y hay que convencer sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión; el odio a la inteligencia, que es crítica diferenciadora, inquisitiva, mas no de Inquisición”».

[29] Núñez Florencio, 2014, p. 37

[30] Otras fuentes apuntan que se le retiró la dignidad de Alcalde-Presidente honorario

[31] Sus palabras fueron utilizadas y sacadas de contexto, hasta el mismo Franco había utilizado expresiones suyas dándolas un significado diferente. Dicho texto debe su fama al hecho de haber sido incluido en el influyente libro de Hugh Thomas The Spanish Civil War (1961), lo cual fue corroborado en su momento por Michael Portillo, hijo de Luis Portillo.

[32] Desde mi balcón tengo a la vista la torre de Monterrey con su calada crestería y la torre de las Úrsulas

[33] El llamado testamento poético lo escribe Unamuno el 9 de marzo de 1929. Está recogido en la carta que compone desde su exilio en Hendaya en 1929.

[34] Discurso de su última lección académica. 1934

[35] San Agustín, Libro se las Confesiones, 10,25,36