LOS CABALLEROS Y LAS ORDENES MILITARES
INTRODUCION
Durante la historia medieval, junto a los reyes y señores feudales de la nobleza sobresalió la figura del caballero. Pocas figuras han tenido tanto relieve y se han propuesto como ideal, prototipo de toda una civilización. Entre estas figuras destacaron, El Cid, Rolando, Amadis de Saula, Felixmarte de Hicania, Tirante de Blanco, Balanis de Grecia y otros. Junto a estos personajes históricos surgió un ideal mítico convertido en leyenda recreando la figura hidalga del caballero. Al Cid cien años después de su muerte lo inmortalizaron con el romance: El Cantar del mío Cid, Miguel de Cervantes creó el genio del Quijote y la literatura dejó cantidad de obras y novelas caballerescas. Empezaremos por estudiar la figura relevante en la historia de España del Cid y luego pasaremos a estudiar como surgen las órdenes de caballería y las ordenes militares. En el último estudio sobre Jerusalén analizamos la importancia de las madrazas para la consolidación del Islam. Algunos consideran que las órdenes militares se originaron y tienen una semejanza con ciertos modelos islámicos. Algunos consideran que se modelaron con base a los ribat, una institución religiosa fortificada que unía la vida religiosa con la lucha con los enemigos del islam. En cierta forma las órdenes militares responderían al mismo objetivo que tuvieron las madrazas para consolidar el Islam. Este mismo objetivo de unificación hizo surgir las ordenes militares para la consolidación del cristianismo. Algunos autores consideran que las órdenes militares se inspiraron en estas escuelas musulmanes forja de sus líderes y gobernantes. Todo esto será motivo de estudio. Después de analizar las más importantes terminaremos por estudiar las ordenes militares en la ciudad de Salamanca.
Comenzamos con la figura del Cid porque esta profundamente vinculada a la ciudad de Salamanca. Jerónimo de Perigord fue monje cluniacense paisano de don Raimundo de borgoña. Vino a Salamanca de Valencia donde había compartido el campo de batalla con el Cid Campeador. Don Jerónimo era capallán del ejército del Cid. El Cid llevaba al pecho el Cristo de las Batalllas. Don Jerónimo se trajo el Cristo de las Batallas a Salamanca convirtiéndose desde el S. XII en su principal protector. Don Jerónimo se convertiría en el primer obispo de Salamanca después de la Reconquista. El 22 de junio de 1102 los condes repobladores, doña Urraca y don Raimundo, suscriben un documento dotando el pastoreo espiritual del nuevo obispo.
Este trabajo se inicia el 20 de Agosto en la fiesta de San
Bernardo que impulsó la segunda cruzada. La orden del Temple adoptó la regla de
San Bernardo quien se convirtió en uno de sus grandes defensores. Recogemos un
texto del propio San Bernardo instando a la participación en las cruzadas:[1]
“El mundo tiembla porque el Señor del cielo está perdiendo su
tierra, la tierra en que se apareció a los hombres, donde vivió entre los
hombres durante más de treinta años; la tierra en que las flores de su
resurrección brotaron por primera vez. Ahora, debido a nuestros pecados, el
enemigo de la cruz ha alzado allí su sacrílega cabeza para devastar con su
espada la tierra bendita, la tierra prometida, ¡Ay de nosotros, si nadie lo
detiene! Invadirá la ciudad de Dios, destruirá el arsenal de nuestra redención
y profanará los santos lugares, adornados por la sangre del Cordero inmolado.
Han puesto sus miradas avariciosas en los santuarios sagrados de nuestra
religión cristiana y ansían sobre todas las cosas violar el lecho en el que,
por nuestros pecados, el Señor de nuestras vidas cayó en el sueño de la muerte.
¡Cuántos pecadores se han confesado aquí entre lágrimas y han obtenido el
perdón de sus pecados desde el tiempo en que las espadas de nuestros padres limpiaron
estos parajes sagrados de escoria pagana! El malvado rechina los dientes y se
marchita de furia al recordarlo”.
1.
RODRIGO DIAZ DE VIVAR, EL CID
La figura del Cid ha
recorrido durante siglos una inigualable leyenda fascinando la imaginación de
generaciones. Pocas figuras han calado tan hondo en la leyenda y en el
imaginario popular, el Cid constituye nuestro mito medieval más universal.[2] El Cid fue un líder
militar castellano que llegó a dominar al frente de su
propia mesnada el Levante de
la península ibérica a
finales del siglo
XI como señorío de forma autónoma
respecto de la autoridad de rey alguno. Consiguió conquistar Valencia y estableció en esta ciudad
un señorío independiente desde el 17 de junio de 1094[3] hasta su muerte; su
esposa Jimena
Díaz, lo heredó y mantuvo
hasta 1102, cuando pasó de nuevo a dominio
musulmán.
Quizás su gran error fue el
no dejar descendencia[4]. Sin embargo, su muerte en
el S. XI, no condenó su ejemplo al olvido, antes bien, revitalizó su imagen
transformándolo en un referente indiscutible.
Pese a su leyenda posterior
como héroe nacional español (y más concretamente de Castilla) o cruzado en favor de la Reconquista, a lo largo de su vida se puso a las
órdenes de diferentes caudillos, tanto cristianos como musulmanes, luchando
realmente como su propio amo y por su propio beneficio, por lo que el retrato
que de él hacen algunos autores es similar al de un mercenario, un soldado profesional, que presta sus
servicios a cambio de una paga.[5]
De origen familiar
aristocrático asturleonés, fue abuelo del rey García Ramírez de Pamplona, primogénito de su hija Cristina. Se trata de una figura histórica y
legendaria de la Reconquista, cuya vida inspiró el más
importante cantar
de gesta de la literatura española,
el Cantar
del mio Cid. Ha pasado a la posteridad
como «el Campeador» (‘experto en batallas campales’) o
«el Cid»
(del árabe dialectal
sīdi, ‘señor’).
Nació a mediados del siglo
XI. Las distintas propuestas dignas de estudio han oscilado entre 1041 (Menéndez
Pidal) y 1057 (Ubieto Arteta),
aunque actualmente cuenta con más partidarios una fecha situada entre 1045 y 1050; según Martínez Díez lo más probable es
que naciera en 1048.[6]
Su lugar de nacimiento está
firmemente señalado por la tradición en Vivar del Cid,
a 10 km de Burgos, aunque se carece de fuentes
contemporáneas a Rodrigo que lo corroboren, puesto que la asociación de Vivar
con el Cid se documenta por vez primera c. 1200 en el Cantar
del mío Cid[7] y la primera mención expresa de que el
Cid nació en Vivar data del siglo
XIV y se encuentra en
el cantar de las Mocedades de Rodrigo.[8]
1.1
NACIMIENTO
E INFANCIA
Rodrigo Díaz nació, según afirma una tradición constante, aunque sin corroboración documental, en Vivar, hoy Vivar del Cid, un lugar perteneciente al ayuntamiento de Quintanilla de Vivar y situado en el valle del río Ubierna, a diez kilómetros al norte de Burgos.Vivar del Cid, Burgos.La fecha de su nacimiento es desconocida, algo frecuente cuando se trata de personajes medievales, y se han propuesto dataciones que van de 1041 a 1057, aunque parece lo más acertado situarlo entre 1045 y 1049. Su padre, Diego Laínez (o Flaínez), era, según todos los indicios, uno de los hijos del magnate Flaín Muñoz, conde de León en torno al año 1000. Como era habitual en los segundones, Diego se alejó del núcleo familiar para buscar fortuna. En su caso, la halló en el citado valle del Ubierna, en el que se destacó durante la guerra con Navarra librada en 1054, reinando Fernando I de Castilla y León.[9]
Entre 2000 y 2002 los
trabajos genealógicos de Margarita
Torres encontraron que
el Diego
Flaínez (Didacum Flaynez,[10] mera variante leonesa y
más antigua de Diego
Laínez) que cita la Historia
Roderici como progenitor, y en
general, todos los ancestros por parte de padre que recoge la biografía latina,
coinciden exactamente con la estirpe de la ilustre familia leonesa de los
Flaínez, una de las cuatro familias más poderosas del reino de León desde
comienzos del siglo
X, condes emparentados con
los Banu
Gómez, Ramiro II de León y
los reyes
de Asturias.[11] Esta ascendencia ha
sido defendida también por Montaner Frutos en
diversos trabajos del siglo XXI.[12]
En su edición del Cantar
de mio Cid de 2011, reafirmó la veracidad de la genealogía de Historia
Roderici, dilucidada en sus correspondencias históricas por Margarita
Torres. No obstaría a este respecto la aparente discrepancia del abuelo del
Campeador Flaín
Muñoz con la variante
«Flaynum Nunez»[13]
(Flaín Nuñez) que registra la Historia Roderici, ya que era
habitual la confusión entre Munio y Nunio y sus variantes (Muñoz / Munioz /
Muniez / Nuniez / Nunioz / Nuñez), y eran intercambiables los sufijos
patronímicos –oz y –ez en este momento de la historia.
En cuanto al Flaín Calvo que
la Historia Roderici señala como cabeza de la estirpe, si bien
Margarita Torres conjetura que podría aludir a un Flaín Fernández al que la
biografía latina añadió el sobrenombre de Calvo,[14] Montaner prefiere
considerarlo un cognomento procedente de la tradición oral. Posteriormente,
el Linage de Rodric Díaz, hacia 1195, identificó a Flaín Calvo
con un supuesto Juez de Castilla, Laín
Calvo, que junto con Nuño
Rasura inaugurarían la estirpe mítica de los jerarcas de Castilla, favoreciendo la
genealogía mítica que se repitió en las leyendas cidianas surgidas en el siglo
XIII en torno al monasterio de San Pedro de Cardeña y en las crónicas alfonsíes que
se sirvieron de estos materiales, reforzada por la condición de infanzones que
las tradiciones atribuían al origen de los dos jueces y el Cantar de
mio Cid a su héroe.[15]
De su madre se conoce el
apellido, Rodríguez (más inseguro es su nombre, que podría ser María, Sancha o
Teresa), hija de Rodrigo
Álvarez, miembro de uno de los
linajes de la alta nobleza castellana. El abuelo materno del Campeador formó
parte del séquito de Fernando I de León desde
la unción regia de este último el 21 de junio de 1038 hasta 1066. Esta familia emparentaba a Rodrigo Díaz
con el tenente de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya Lope
Íñiguez; con el de Castilla Gonzalo Salvadórez;
con Gonzalo Núñez, tenente del alfoz
de Lara y genearca de la casa
homónima o con Álvar Díaz, que lo era de Oca, y se había casado
con la hermana de García Ordóñez,
a quien las fuentes épicas y legendarias consideraron rival irreconciliable del
Cid.[16]
En 1058, siendo muy joven, entró en el servicio
de la corte del rey Fernando I, como doncel o paje del príncipe Sancho,
formando parte de su curia noble. Este temprano ingreso en el séquito del
infante Sancho II es otro indicio que lleva a pensar que el muchacho Rodrigo
Díaz no era un humilde infanzón. En definitiva, el mito del Cid como
perteneciente a la más baja nobleza parece más bien un intento de acomodar la
genealogía de los míticos Jueces de Castilla del Linage de Rodric Díaz y sus descendientes, y del
personaje legendario del Cantar del mío Cid, al Rodrigo Díaz
histórico para destacar la heroicidad del protagonista, caracterizándolo como
un castellano viejo pero no de alta nobleza que asciende gracias al valor de su
brazo.[17]
En resumen, es seguro que
Rodrigo Díaz desciende por línea materna de la nobleza de los magnates y, de
aceptar la tesis de Margarita Torres, también por la paterna, pues entroncaría
con los Flaínez de León. En todo caso, tanto el alcance de las propiedades con
que dota a su mujer en la carta de arras de 1079, como la presencia desde muy joven en el
séquito regio o las labores que desempeña en la corte de Alfonso VI, son
suficientes para concluir que el Cid fue un miembro de la alta aristocracia.
1.2
JUVENTUD. AL SERVICIO DE
SANCHO II DE CASTILLA
Rodrigo Díaz entró a servir de muy joven en el séquito
del aún infante Sancho II de Castilla y podría
haber sido su armígero regio, que en esa época era un escudero protocolario que
llevaba la espada y el escudo de su señor en actos solemnes. También se
denominaba spatharius regis. De acuerdo con estas funciones está
esta imagen de un armiger regis del Liber
testamentorum. En dos diplomas de Alfonso VI de 1103 aparece designado el
armígero como arma gerens post regem (el que lleva las armas
tras el rey).
De todos modos, no consta en la documentación de Sancho II ningún armiger
regis, por lo que lo más probable es que el cargo estuviera vacante en su
breve reinado.[18]
Rodrigo Díaz, muy joven,
sirvió al infante Sancho, futuro Sancho II de Castilla. En su séquito fue instruido tanto en el manejo de
las armas como en sus primeras letras, pues está documentado que sabía leer y
escribir. Existe un diploma de dotación a la Catedral de Valencia de 1098 que Rodrigo suscribe con la fórmula
autógrafa «Ego Ruderico, simul cum coniuge mea, afirmo oc quod superius
scriptum est» (Yo Rodrigo, junto con mi esposa, suscribo lo que está
arriba escrito). Tuvo, asimismo, conocimientos de derecho, pues intervino en
dos ocasiones a instancias regias para dirimir contenciosos jurídicos, aunque
quizá en el ambiente de la corte un noble de la posición de Rodrigo Díaz
pudiera estar oralmente familiarizado con conceptos legales lo suficiente como
para ser convocado en este tipo de procesos.[19]
Posiblemente Rodrigo Díaz
acompañaba al ejército del aún infante Sancho II cuando acudió a la batalla
de Graus para ayudar al rey de
la taifa
de Zaragoza al-Muqtadir contra Ramiro I de Aragón en 1063.[20] Desde el acceso al
trono de Castilla de Sancho II los últimos días del
año 1065 hasta la muerte de este rey en 1072, el Cid gozó del favor regio como
magnate de su séquito, y podría haberse ocupado de ser armiger regis (armígero
real), cuya función en el siglo XI sería similar a la de un escudero, ya que
sus atribuciones no eran todavía las del alférez
real descrito en Las
Partidas en el siglo XIII. El
cargo de armígero se convertiría en el de alférez a lo largo del siglo XII,
pues iría asumiendo competencias como la de portar la enseña real a caballo y
ocupar la jefatura de la mesnada del rey.
Durante el reinado de Sancho
II de Castilla las tareas del armiger (guardar las armas del
señor, fundamentalmente en ceremonias formales) serían encomendadas a
caballeros jóvenes que se iniciaban en las funciones palatinas. Sin embargo, en
el reinado de Sancho II no hay documentado ningún armiger regis,
con lo que este dato podría deberse únicamente a la fama que se propagó
posteriormente de que Rodrigo Díaz era el caballero predilecto de este, y de
ahí que las fuentes de fines del siglo XII le adjudicaran el cargo de alférez
real.[21]
Combatió con Sancho en la
guerra que este sostuvo contra su hermano Alfonso VI, rey de León, y con su hermano García, rey de Galicia. Los tres hermanos se disputaban la
primacía sobre el reino dividido tras la muerte del padre y luchaban por
reunificarlo. Las cualidades bélicas de Rodrigo comenzaron a destacar en las
victorias castellanas de Llantada (1068) y Golpejera (1072). Tras esta última Alfonso VI fue capturado, de modo que Sancho
se adueñó de León y
de Galicia, convirtiéndose en Sancho II de León.
Quizá en estas campañas ganara Rodrigo Díaz el sobrenombre de «Campeador», es decir, guerrero en batallas a campo
abierto.[22]
Tras el acceso de Sancho al
trono leonés, parte de la nobleza leonesa se sublevó y se hizo fuerte en Zamora bajo el amparo de la infanta doña
Urraca, hermana de los anteriores.
Con la ayuda de Rodrigo Díaz el rey sitió la ciudad, pero murió asesinado por el noble zamorano Bellido
Dolfos, si bien la Historia
Roderici no recoge que la muerte
fuera por traición.[23] El episodio del cerco
de Zamora es uno de los que más
recreaciones ha sufrido por parte de cantares
de gesta, crónicas y romances,
por lo que la información histórica acerca de este episodio es muy difícil de
separar de la legendaria.[24]
1.3 CABALLERO
DE CONFIANZA DE ALFONSO VI
La imprevista
muerte de Sancho II hizo pasar el trono a su hermano Alfonso, que regresó
rápidamente de Toledo para ocuparlo. Las leyendas del siglo XIII han
transmitido la célebre imagen de un severo Rodrigo que, tomando la voz de los
desconfiados vasallos de don Sancho, obliga a jurar a don Alfonso en la iglesia de Santa Gadea de Burgos que nada tuvo que
ver en la muerte de su hermano, osadía que le habría ganado la duradera
enemistad del nuevo monarca.
Alfonso VI recuperó el trono de León y sucedió a su hermano en el
de Castilla, anexionándolo junto a Galicia y
volviendo a conseguir la unión del reino legionense que había desgajado su
padre Fernando a su muerte. El conocido episodio de la Jura de Santa Gadea es
una invención, según Martínez Diez «carente de cualquier base histórica o
documental». La primera aparición de este pasaje literario data de 1236.[25]
Las relaciones entre Alfonso y Rodrigo Díaz fueron en esta época
excelentes; aunque con el nuevo rey no desempeñó cargos de relevancia, como pudiera
ser el de conde de Nájera que ostentó García Ordóñez,
lo nombró juez o procurador en varios pleitos y le proporcionó un honroso
matrimonio con Jimena
Díaz (entre julio de 107), noble bisnieta de Alfonso V de León,
con quien tuvo tres hijos: Diego, María (casada con el conde de Barcelona Ramón Berenguer III)
y Cristina (quien contrajo matrimonio con el
infante Ramiro Sánchez de Pamplona). Este enlace con la alta nobleza de
origen asturleonés confirma que entre Rodrigo y el rey Alfonso hubo en este
periodo buena sintonía.
Muestra de la confianza que
depositaba Alfonso VI en Rodrigo es que en 1079 el
Campeador fue comisionado por el monarca para cobrar las parias de Almutamid de Sevilla. Pero durante el desempeño de esta
misión Abdalá ibn Buluggin de Granada emprendió un ataque contra el rey
sevillano con el apoyo de la mesnada del importante noble castellano García Ordóñez,
que había ido también de parte del rey castellano-leonés a recaudar las parias
del último mandatario zirí. Ambos reinos taifas gozaban de la
protección de Alfonso VI precisamente a cambio de las parias.
El Cid Campeador defendió con
su contingente a Almutamid, quien interceptó y venció a Abdalá en la batalla
de Cabra, en la que García Ordóñez
fue hecho prisionero. La recreación literaria ha querido ver en este episodio
una de las causas de la enemistad de Alfonso hacia Rodrigo, instigada por la
nobleza afín a García Ordóñez, aunque la protección que el Cid brindó al rico
rey de Sevilla, que enriquecía con sus impuestos a Alfonso VI, beneficiaba los
intereses del monarca leonés.
Los desencuentros con Alfonso
fueron causados por un exceso (aunque no era raro en la época) de Rodrigo Díaz
tras repeler una incursión de tropas andalusíes en Soria en 1080, que le llevó, en su persecución, a
adentrarse en el reino de taifa toledano y
saquear su zona oriental, que estaba bajo el amparo del rey Alfonso VI.[26]
1.4
PRIMER DESTIERRO: AL SERVICIO
DE LA TAIFA DE ZARAGOZA
Rodrigo Díaz partió
al exilio seguramente a principios de 1081. Como otros muchos caballeros que
habían perdido antes que él la confianza de su rey, acudió a buscar un
nuevo señor a cuyo servicio ponerse, junto con su mesnada. Al
parecer, se dirigió primeramente a Barcelona, donde a la sazón gobernaban
dos condes hermanos, Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón II, pero no
consideraron oportuno acogerlo en su corte.
Ante esta negativa, quizá el Campeador hubiera podido buscar el amparo de Sancho Ramírez de Aragón. No sabemos por qué no lo hizo, pero no hay que olvidar que Rodrigo había participado en la batalla donde había sido muerto el padre del monarca aragonés. Sea como fuere, el caso es que el exiliado castellano optó por encaminarse a la taifa de Zaragoza y ponerse a las órdenes de su rey.
No ha de extrañar que un caballero cristiano actuase de este modo, pues las cortes musulmanas se convirtieron a menudo, por una u otra causa, en refugio de los nobles del norte. Ya hemos visto cómo el mismísimo don Alfonso había hallado protección en el alcázar de Toledo.
Sin descartar del todo la posible
influencia de cortesanos opuestos a Rodrigo Díaz en la decisión, la incursión
del castellano contra el territorio de al-Qadir,
el régulo títere de Toledo protegido de Alfonso,[27] le causó el destierro y la ruptura de la relación de
vasallaje.
Así pues sería a finales de 1080 o principios de 1081 cuando el Campeador tuvo que marchar en busca
de magnate al que prestar su experiencia militar. Como dije es muy posible que inicialmente
buscara el amparo de los hermanos Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón II, condes de Barcelona,
pero rechazaron su patrocinio. Rodrigo, entonces, ofreció sus servicios a
reyes de taifas, lo que no era infrecuente, pues el propio Alfonso VI había
sido acogido por al-Mamún de Toledo en
1072 durante su ostracismo.[28]
Junto con sus vasallos o
«mesnada» se estableció desde 1081 hasta 1086 como guerrero bajo las órdenes del
rey de Zaragoza al-Muqtadir,
quien, gravemente enfermo, fue sucedido en 1081 por al-Mutamán. Este encomendó al Cid en 1082 una campaña contra su hermano el
gobernador de Lérida Mundir,
el cual, aliado con el conde Berenguer Ramón II de Barcelona y el rey de Aragón Sancho
Ramírez, no había acatado el poder
de Zaragoza a la muerte del padre de ambos, desatándose una guerra fratricida
entre los dos reyes hudíes del Valle
del Ebro.[29]
La hueste del Cid reforzó las
plazas fuertes de Monzón y Tamarite y
derrotó a la coalición, formada por Mundir y Berenguer Ramón II, ya con el
apoyo del grueso del ejército taifal de Zaragoza, en la batalla de Almenar, donde fue hecho prisionero el conde Ramón Berenguer II.[30]
En tanto que al-Mutamán y el
Campeador luchaban en Almenar, en la inexpugnable fortaleza de Rueda
de Jalón el antiguo rey de Lérida Yusuf al-Muzaffar, que en este castillo estaba prisionero,
destronado por su hermano al-Muqtadir,
planeó una conspiración con el alcaide de esta plaza, un tal Albofalac según
las fuentes romances (quizá Abu-l-Jalaq). Aprovechando la ausencia de
al-Mutamán, el monarca de Zaragoza, al-Muzaffar y Albofalac solicitaron que
acudiera Alfonso VI con
un ejército para sublevarse a cambio de cederle la fortaleza.
Alfonso VI vio además la
oportunidad de volver a cobrar las parias del reino de Zaragoza y marchó con su
hueste, comandada por Ramiro de Pamplona (un
hijo de García Sánchez III de Pamplona) y el noble castellano Gonzalo Salvadórez,
hacia Rueda en septiembre de 1082. Pero murió al-Muzaffar, y el alcaide
Albofalac, al carecer de pretendiente al reino zaragozano, cambió de estrategia
y pensó congraciarse con al-Mutamán tendiendo una trampa a Alfonso VI.
Le prometió al rey de León y
Castilla entregar la fortaleza, pero cuando los comandantes y las primeras
tropas de su ejército accedieron a las primeras rampas del castillo tras
franquear la puerta de la muralla, comenzaron a arrojarles piedras desde lo alto
que diezmaron la mesnada de Alfonso VI, quien había quedado, precavidamente, esperando
entrar al final. Murieron Ramiro de Pamplona y Gonzalo Salvadórez, entre otros
importantes magnates cristianos, aunque Alfonso VI esquivó la celada. El
episodio pasó a ser conocido en la historiografía como la «traición de Rueda».
Poco después, el Cid se
personó en el lugar de los hechos tras haber estado en Tudela, probablemente enviado por al-Mutamán,
previendo un ataque leonés y castellano a gran escala, y aseguró a Alfonso VI
que no había tenido ninguna implicación en esta traición, explicaciones que
Alfonso aceptó. Se especula con que tras la entrevista pudo haber una breve
reconciliación, pero solo hay constancia de que el Cid volvió a Zaragoza al
servicio del rey musulmán.[31]
En 1084 el Cid desempeñaba una misión en el
sureste de la taifa
zaragozana, atacando Morella, posiblemente con la intención de que
Zaragoza obtuviera una salida al mar.[32] Al-Mundir,
señor de Lérida, Tortosa y Denia, vio en peligro sus tierras y recurrió esta
vez a Sancho Ramírez de Aragón, que combatió contra Rodrigo Díaz
el 14
de agosto de 1084 en la batalla de Morella,
también llamada de Olocau —si bien en 2005 Boix Jovaní
postuló que se desarrolló algo más al norte de Olocau del Rey, en Pobleta d'Alcolea—.[33]
De nuevo el castellano se
alzó con la victoria, capturando a los principales caballeros del ejército
aragonés (entre los que se encontraban el obispo
de Roda Ramón Dalmacio o el tenente del condado de Navarra Sancho Sánchez)[34] a quienes seguramente
liberaría tras cobrar su rescate. En alguno de estos dos recibimientos
apoteósicos en Zaragoza podría haberse recibido al Cid al grito de «sīdī» ("mi
señor" en árabe andalusí, a su vez proveniente del árabe clásico sayyid),
el apelativo romanceado del «mío Çid».
1.5 RECONCILIACIÓN
CON ALFONSO VI
Almutamán murió en
1085, probablemente en otoño, y le sucedió su hijo Almustaín, a cuyo servicio
siguió el Campeador, pero por poco tiempo. En 1086, Alfonso VI, que por fin
había conquistado Toledo el año anterior, puso sitio a Zaragoza con la firme
decisión de tomarla. Sin embargo, el 30 de julio el emperador de Marruecos
desembarcó con sus tropas, los almorávides, dispuesto a ayudar a los reyes
andalusíes frente a los avances cristianos. El rey de Castilla tuvo que
levantar el cerco y dirigirse hacia Toledo para preparar la contraofensiva, que
se saldaría con la gran derrota castellana de Sagrajas el 23 de octubre de
dicho año.
Fue por entonces cuando Rodrigo recuperó el favor del rey y regresó a su patria. No se sabe si se reconcilió con él durante el asedio de Zaragoza o poco después, aunque no consta que se hallase en la batalla de Sagrajas. Al parecer, le encomendó varias fortalezas en las actuales provincias de Burgos y Palencia. En todo caso, don Alfonso no empleó al Campeador en la frontera sur, sino que, aprovechando su experiencia, lo destacó sobre todo en la zona oriental de la Península.
Sería el 25 de mayo de 1085 cuando Alfonso VI conquista la taifa de Toledo y en 1086 inicia el asedio a Zaragoza, ya con al-Musta'in II en el trono de esta taifa, quien también tuvo a Rodrigo a su servicio. Pero a comienzos de agosto de ese año un ejército almorávide avanzó hacia el interior del reino de León, donde Alfonso se vio obligado a interceptarlo, con resultado de derrota cristiana en la batalla de Sagrajas el 23 de octubre. Es posible que durante el cerco a Zaragoza Alfonso se reconciliara con el Cid, pero en todo caso el magnate castellano no estuvo presente en Sagrajas. La llegada de los almorávides, que observaban más estrictamente el cumplimiento de la ley islámica, hacía difícil para el rey taifa de Zaragoza mantener a un jefe del ejército y mesnada cristianos, lo que pudo causar que prescindiera de los servicios del Campeador. Por otro lado, Alfonso VI pudo condonar la pena a Rodrigo ante la necesidad que tenía de valiosos caudillos con que enfrentar el nuevo poder de origen norteafricano.
Rodrigo acompaña a la corte
del rey Alfonso en Castilla en la primera mitad de 1087,[35] y fue en verano cuando se dirigió
hacia Zaragoza, donde se reunió de nuevo con al-Musta'in II y, juntos, tomaron
la ruta de Valencia para socorrer al rey-títere al-Qadir del acoso de al-Mundir (rey
de Lérida entre 1082 y 1090), que se había aliado de nuevo con Berenguer Ramón II de Barcelona para
conquistar la rica taifa
valenciana, en esta época un
protectorado de Alfonso VI. El Cid logró repeler la incursión de al-Mundir de Lérida pero
poco después el rey de la taifa leridana tomaba la importante plaza fortificada
de Murviedro (actual Sagunto), acosando otra vez peligrosamente a Valencia.
Ante esta difícil situación, Rodrigo Díaz marchó a Castilla al encuentro de su
rey para solicitar refuerzos y planear la estrategia defensiva en un futuro.
Fruto de estos planes y
acciones sería la posterior intervención cidiana en el Levante, que traería
como resultado una sucesión encadenada de acciones bélicas que le llevarían a
acabar por rendir la capital
del Turia. Reforzada la mesnada del Cid,
se encaminó a Murviedro con el fin de expugnar al rey hudí de Lérida. Mientras Alfonso VI
salió de Toledo en campaña hacia el sur, Rodrigo Díaz partió de Burgos, acampó
en Fresno de Caracena y
el 4
de junio de 1088 celebró la Pascua de Pentecostés en Calamocha y
se dirigió de nuevo a tierras levantinas.[36]
Cuando llegó, Valencia estaba
siendo sitiada por Berenguer Ramón II,
ahora aliado con al-Musta'in II de Zaragoza, a quien el Campeador había negado
entregar la capital levantina en la campaña anterior.[37] Rodrigo, ante la
fortaleza de esta alianza, procuró un acuerdo con al-Mundir de Lérida y pactó
con el conde de Barcelona el levantamiento del asedio, que este hizo efectivo.
Posteriormente, El Cid comenzó a cobrar para sí mismo las parias que
anteriormente Valencia pagaba a Barcelona o al rey Alfonso VI y estableció con
ello un protectorado sobre toda la zona, incluida la taifa de Albarracín y
Murviedro.[38]
1.6 SEGUNDO
DESTIERRO: SU INTERVENCIÓN EN LEVANTE
Sucedió que Alfonso
VI había conseguido adueñarse de dicha fortaleza (en la actual provincia de
Murcia), amenazando desde la misma a las taifas de Murcia, Granada y Sevilla,
sobre las que lanzaban continuas algaras las tropas castellanas allí
acuarteladas. Esta situación más la actividad del Campeador en Levante movieron
a los reyes de taifas a pedir de nuevo ayuda al emperador de Marruecos, Yusuf
ben Tashufin, que acudió con sus fuerzas a comienzos del verano de 1088 y puso
cerco a Aledo.
En cuanto don Alfonso se enteró de la situación, partió en auxilio de la fortaleza asediada y envió instrucciones a Rodrigo para que se reuniese con él. El Campeador avanzó entonces hacia el sur, aproximándose a la zona de Aledo, pero a la hora de la verdad no se unió a las tropas procedentes de Castilla.
Sin embargo, antes de
terminar 1088, se produciría un nuevo desencuentro
entre el caudillo castellano y su rey. Alfonso VI había conquistado Aledo (provincia de Murcia),
desde donde ponía en peligro las taifas de Murcia, Granada y Sevilla con continuas algaradas de saqueo.
Entonces las taifas andalusíes solicitaron de nuevo la
intervención del emperador almorávide, Yusuf ibn Tashufin,
que sitió
Aledo el verano de 1088.
Alfonso acudió al rescate de
la fortaleza y ordenó a Rodrigo que marchara a su encuentro en Villena para sumar sus fuerzas, pero el
Campeador, no acabó por reunirse con su rey, sin que se pueda discernir si la
causa fue un problema logístico o la decisión del Cid de evitar el encuentro.
En lugar de esperar en Villena, acampa en Onteniente y coloca atalayas avanzadas
en Villena y Chinchilla para avisar de la llegada del
ejército del rey. Alfonso, a su vez, en lugar de ir al lugar de encuentro
acordado, toma un camino más corto, por Hellín y
por el Valle del Segura hasta Molina.[39]
En todo caso, Alfonso VI volvió a castigar al
Cid con un nuevo destierro aplicándole además una medida que solo se ejecutaba
en casos de traición, que conllevaba la expropiación de sus bienes; extremo al
que no había llegado en el primer destierro. Es a partir de este momento que el
Cid comenzó a actuar a todos los efectos como un caudillo independiente y
planteó su intervención en Levante como una actividad personal y no como una
misión por cuenta del rey.[40] A comienzos de 1089 saqueó la taifa
de Denia y después se acercó
a Murviedro, lo que provocó que al-Qadir de Valencia pasara a pagarle tributos para
asegurarse su protección.
A mediados de ese año amenaza
la frontera sur del rey de Lérida al-Mundir y
de Berenguer Ramón II de Barcelona estableciéndose firmemente en Burriana,[41] a poca distancia de las
tierras de Tortosa, que pertenecían a al-Mundir de Lérida.
Este, que veía amenazados sus dominios sobre Tortosa y Denia, se alió con
Berenguer Ramón II, quien atacó al Cid el verano de 1090, pero el castellano lo derrotó en Tévar,
posiblemente un pinar situado en el actual puerto de Torre Miró, entre Monroyo y Morella. Capturó de nuevo al conde de Barcelona
quien, tras este suceso, se comprometió a abandonar sus intereses en el
Levante.[42]
Como consecuencia de estas
victorias el Cid se convirtió en la figura más poderosa del oriente de la
Península, estableciendo un protectorado sobre Levante que tenía como
tributarios a Valencia, Lérida, Tortosa, Denia, Albarracín, Alpuente, Sagunto, Jérica, Segorbe y Almenara.[43]
En 1092 reconstruyó como base de
operaciones la fortaleza de Peña Cadiella (actualmente La Carbonera, sierra de Benicadell),
pero Alfonso VI había perdido su influencia en Valencia, sustituida por el
protectorado del Cid. Para recuperar su dominio de esa zona se alió con Sancho
Ramírez de Aragón y
Berenguer Ramón II, y consiguió el apoyo naval de Pisa y Génova. El rey de
Aragón, el conde de Barcelona y la flota pisana y genovesa atacaron la Taifa
de Tortosa, que había sido sometida por
el Cid al pago de parias y en verano de 1092 la coalición hostigó Valencia. Alfonso
VI, por su parte, había acudido antes por tierra a Valencia para acaudillar la
alianza múltiple contra el Cid, pero la demora de la armada pisano-genovesa que
debía apoyarle y el alto coste de mantener el sitio, obligó al rey al abandono
de las tierras valencianas.
Rodrigo, que estaba en
Zaragoza (la única taifa que no le tributaba parias) recabando el apoyo
de al-Musta'in
II, tomó represalias contra el
territorio castellano mediante una enérgica campaña de saqueo en La Rioja.
Tras estos acontecimientos, ninguna fuerza cristiana se pudo oponer al Cid, y
solo el potente Imperio almorávide,
entonces en la cima de su poderío militar, podía hacerle frente.
La amenaza almorávide fue la
causa que definitivamente llevó al Cid a dar un paso más en sus ambiciones en
Levante y, superando la idea de crear un protectorado sobre las distintas
fortalezas de la región, sostenido con el cobro de las parias de las taifas
vecinas (Tortosa, Alpuente, Albarracín,
y otras ciudades fortificadas levantinas) decidió conquistar la ciudad de
Valencia para establecer un señorío hereditario, estatus extraordinario para un
señor de la guerra independiente en cuanto que no estaba sometido a ningún rey
cristiano. [44]
1.7
CONQUISTA DE VALENCIA
Mientras Rodrigo
prolongaba su estancia en Zaragoza hasta el otoño de 1092, en Valencia una
sublevación encabezada por el cadí o juez Ben Yahhaf había destronado a
Alqadir, que fue asesinado, favoreciendo el avance almorávide. El Campeador, no
obstante, volvió al Levante y, como primera medida, puso cerco al
castillo de Cebolla (hoy el El Puig, cerca de Valencia) en noviembre de 1092. Tras
la rendición de esta fortaleza a mediados de 1093, el guerrero burgalés
tenía ya una cabeza de puente sobre la capital levantina, que fue cercada por
fin en julio del mismo año.
Este primer asedio duró hasta el mes de agosto, en que se levantó a cambio de que se retirase el destacamento norteafricano que había llegado a Valencia tras producirse la rebelión que costó la vida a Alqadir. Sin embargo, a finales de año el cerco se había restablecido y ya no se levantaría hasta la caída de la ciudad. Entonces, los almorávides, a petición de los valencianos, enviaron un ejército mandado por el príncipe Abu Bakr ben Ibrahim Allatmuní, el cual se detuvo en Almussafes (a unos veinte kilómetros al sur de Valencia) y se retiró sin entablar combate.
Sin esperar ya apoyo externo, la situación se hizo insostenible y por fin Valencia capituló ante Rodrigo el 15 de junio de 1094. Desde entonces, el caudillo castellano adoptó el título de «Príncipe Rodrigo el Campeador» y seguramente recibiría también el tratamiento árabe de sídi «mi señor», origen del sobrenombre de mio Cid o el Cid, con el que acabaría por ser generalmente conocido.
Tras el verano de 1092, con el Cid aún en Zaragoza, el
cadí Ibn Ŷaḥḥāf, llamado por los cristianos Abeniaf, con el apoyo de la facción almorávide,
promovió el 28 de octubre de 1092 la ejecución de al-Qadir, tributario y bajo la protección de Rodrigo,
y se hizo con el poder en Valencia. Al conocer la noticia, el Campeador se
encolerizó, regresó a Valencia a comienzos de noviembre y sitió la fortaleza de Cebolla,
actualmente en el término municipal de El Puig,
a catorce kilómetros de la capital levantina, rindiéndola mediado el año 1093 con la decidida intención de que le
sirviera de base de operaciones para un definitivo asalto a Valencia.
Ese verano comenzó a cercar
la ciudad. Valencia, en situación de peligro extremo, solicitó un ejército de
socorro almorávide, que fue enviado al mando de al-Latmuní y avanzó desde el sur de la capital
del Turia hasta Almusafes, a veintitrés kilómetros de Valencia,
para seguidamente volver a retirarse. Ya no recibirían los valencianos más
auxilio y la ciudad empezó a sufrir las consecuencias del desabastecimiento.
Según la Crónica anónima de los reyes de taifas:
Le
cortó los aprovisionamientos, emplazó almajaneques y
horadó sus muros. Los habitantes, privados de víveres, comieron ratas, perros y
carroña, hasta el punto de que la gente comió gente, pues a quien de entre
ellos moría se lo comían. Las gentes, en fin, llegaron a sufrimientos tales que
no podían soportar. Ibn 'Alqama ha escrito un libro relativo a la situación de
Valencia y sobre su asedio que hace llorar al que lo lee y espanta al hombre
razonable. Como la prueba se prolongó largamente sobre ellos y les faltó el
aguante y como los almorávides se habían marchado de al-Andalus a Berbería y no
encontraban un protector, decidieron entregar la ciudad al Campeador; para lo
cual le pidieron el amán[45]
para sus personas, sus bienes y sus familias. Él mientras impuso como condición
a ibn Ŷaḥḥāf que este habría de darle todos los tesoros de
al-Quādir.[46]
El estrecho cerco se había
prolongado por casi un año entero, tras el cual Valencia capituló el 17
de junio de 1094. El Cid tomó posesión de la ciudad
titulándose «príncipe Rodrigo el Campeador» y quizá de este periodo date el
tratamiento de que derivaría en «Cid».
De todos modos, la presión
almorávide no cejó y a mediados de septiembre de ese mismo año un ejército al
mando de Abu
Abdalá Muhammad ibn Tāšufīn,
sobrino del emperador Yusuf, llegó hasta Cuart
de Poblet, a cinco kilómetros de la
capital, y la asedió, pero fue derrotado por el Cid en batalla campal.[47]
Ibn Ŷaḥḥāf fue quemado vivo
por el Cid, quien se vengaba así de que asesinara a su protegido y
tributario al-Qadir,[48] pero aplicando también al
parecer una costumbre islámica.[49] Con el fin de asegurarse
las rutas del norte del nuevo señorío, Rodrigo consiguió aliarse con el nuevo
rey de Aragón Pedro I,
que había sido entronizado poco antes de la caída de Valencia durante el sitio
de Huesca, y tomó el Castillo
de Serra y Olocau en 1095.
En 1097 una nueva incursión almorávide al
mando de nuevo de Muhammad ibn Tasufin intentó recuperar Valencia para el
islam, pero cerca de Gandía fue derrotado otra vez por el
Campeador con la colaboración del ejército de Pedro I en
la batalla de Bairén.
Ese mismo año, Rodrigo envió
a su único hijo varón, Diego Rodríguez, a luchar junto a Alfonso VI contra los almorávides; las tropas de Alfonso VI fueron derrotadas y Diego perdió la
vida en la Batalla de Consuegra.[50] A fines de 1097 tomó Almenara,
cerrando así las rutas del norte de Valencia y en 1098 conquistó definitivamente la
imponente ciudad fortificada de Sagunto,
con lo que consolidaba su dominio sobre la que había sido anteriormente taifa de Balansiya.
También en 1098 consagró la nueva Catedral de Santa
María, reformando la que había sido mezquita
aljama. Había situado a Jerónimo de Perigord al
frente de la nueva sede episcopal en detrimento del antiguo metropolitano
mozárabe o sayyid almaṭran, debido a la desafección que se había
producido entre el Campeador y la comunidad mozárabe durante el sitio de
Valencia de septiembre y octubre de 1094.
En el diploma de dotación de
la catedral de fines de 1098 Rodrigo se presenta como «princeps Rodericus
Campidoctor», considerándose un soberano autónomo pese a no tener ascendencia
real, y se alude a la batalla
de Cuarte como un triunfo
conseguido rápidamente y sin bajas sobre un número enorme de mahometanos.[51] Después de la toma de
Valencia, todos los esfuerzos de Rodrigo se orientaron hacia la consolidación
de su independencia señorial, hacia la constitución de un principado soberano
desvinculado de la tutela secular del rey de Castilla así como de la tutela eclesiástica
del arzobispo de Toledo.
Establecido ya en Valencia,
se alió también con Ramón Berenguer III, conde de Barcelona,
con el propósito de frenar conjuntamente el empuje almorávide. Las alianzas
militares se reforzaron con matrimonios. El año de su muerte había casado a sus
hijas con altos dignatarios: Cristina con el infante Ramiro Sánchez de Pamplona[52] y María con Ramón Berenguer III.[53] Tales vínculos
confirmaron la veracidad histórica de los versos 3.724 y 3.725 del Cantar
del mio Cid «hoy los reyes de
España sus parientes son,/ a todos alcanza honra por el que en buen hora
nació». En efecto García Ramírez el Restaurador fue nieto del Cid y rey
de Pamplona; asimismo, Alfonso VIII de Castilla era tataranieto del Campeador.[54]
Su muerte se produjo en Valencia
el 10 julio de 1099. Apenas cinco días después de la
muerte de Rodrigo, Jerusalén fue tomada por los cruzados. Alberto Montaner Frutos se inclina por situarla en esta fecha, debido a
la coincidencia de dos fuentes independientes en datar su deceso en este mes:
el Linaje de Rodrigo Díaz por una parte y por otra las crónicas alfonsíes que contienen la Estoria
del Cid (como la Versión sanchina de
la Estoria de España), que recogen datos cuyo origen está en la historia
oral o escrita generada en el monasterio de Cardeña. No es impedimento que el monasterio conmemorara en
junio el aniversario del Cid, pues es propio de estas celebraciones elegir la
fecha del momento de la inhumación del cadáver en lugar de la de su muerte y,
de todos modos, el dato lo transmite una fuente tardía de la segunda mitad del
siglo XIII o comienzos del XIV.
1.8 SU
GENEALOGÍA
Menéndez Pidal,
en su obra La España del Cid (1929), en una línea de
pensamiento neotradicionalista, que se basa en la veracidad intrínseca
de la literatura folclórica de cantares
de gesta y romances, buscó a un Cid de orígenes castellanos
y humildes dentro de los infanzones, lo que cuadraba con su pensamiento de que
el Cantar
del mío Cid contenía
una esencial historicidad. El poeta del Cantar diseña a su
héroe como un caballero de baja hidalguía que asciende en la escala social
hasta emparentar con monarquías, en oposición constante a los arraigados
intereses de la nobleza terrateniente de León. Esta tesis tradicionalista fue seguida
también por Gonzalo Martínez Diez, quien ve en el padre del Cid a un «capitán de
frontera» de poco relieve cuando señala «la ausencia total de Diego Laínez en
todos los documentos otorgados por el rey Fernando I nos confirma que el
infanzón de Vivar no figuró en ningún momento entre los primeros magnates del
reino».[55]
Ahora bien, esta visión se
conjuga mal con la calificación de la Historia
Roderici, que habla de Rodrigo Díaz
como «varón ilustrísimo», es decir, perteneciente a la aristocracia; en el
mismo sentido se pronuncia el Carmen Campidoctoris, que lo hace «nobiliori de genere ortus»
(descendiente del más noble linaje). Por otro lado, un estudio de Luis Martínez García reveló que el patrimonio que
Rodrigo heredó de su padre era extenso, e incluía propiedades en numerosas
localidades de la comarca del valle del río
Ubierna, lo que solo era dado a un
magnate de la alta aristocracia, para lo que no obsta haber adquirido estas
potestades en su vida de guerrero en la frontera, como sí fue el caso del padre
del Cid.[56]
Se conjetura que el padre de
Rodrigo Díaz no perteneció a la corte real o bien por la oposición de un
hermano (o medio hermano) suyo, Fernando Flaínez,
a Fernando I,
o bien por haber nacido de matrimonio ilegítimo, lo que parece más probable.[57] Desde que Menéndez Pidal
dijera que el padre del Cid no fue un miembro de la «primera nobleza»[58] los autores que le
siguieron lo han considerado generalmente un infanzón, es decir, un miembro de la pequeña
nobleza castellana; «capitán de frontera» en las luchas entre navarros y
castellanos en la línea de Ubierna (Atapuerca)
según Martínez Diez (1999).[59]
Lo más probable es que los verdaderos orígenes se
remontan a una familia noble, hijo de Diego Flaínez, hermano del conde
gobernador de León, Fernando Flaínez. Se crió en un ambiente selecto con una
exquisita formación. No era pues un vulgar infanzón de frontera, sino el
vástago apartado por la fortuna. Por su proximidad a la dinastía reinante, su
cercanía al infante Don Sancho, se forma en conocimientos de leyes y del propio
arte de la guerra, todos ellos aspectos propios de un miembro de la alta
nobleza. El padre de Diego Flaínez fue Munio Flaínez y su abuelo Flín es
considerado por Ramiro II como su más fiel aliado además de amigo.
1.9
SU
EPOPEYA EN LEYENDA
El Cantar, probablemente en la creencia de que el
héroe murió en mayo, precisaría la fecha en la Pascua de Pentecostés con fines literarios y simbólicos.[60]
Su esposa Jimena, convertida en señora de Valencia,
consiguió defender la ciudad con la ayuda de su yerno Ramón Berenguer III durante
un tiempo. Pero en mayo de 1102, ante la imposibilidad de defender el
principado, la familia y gente del Cid abandonaron Valencia con la ayuda
de Alfonso VI, tras desvalijar e incendiar la ciudad.[61] Así, Valencia fue
conquistada al día siguiente de nuevo por los almorávides y permaneció en manos musulmanas
hasta 1238, cuando fue retomada definitivamente
por Jaime I.
Rodrigo Díaz fue inhumado en
la catedral de Valencia,
por lo que no fue voluntad del Campeador ser enterrado en el monasterio de San Pedro de Cardeña, a donde fueron llevados sus restos tras
el desalojo e incendio cristiano de la capital levantina en 1102.[62] En 1808, durante
la Guerra de la Independencia, los soldados franceses profanaron su
tumba, pero al año siguiente el general Paul
Thiébault ordenó depositar sus
restos en un mausoleo en el paseo del Espolón,
a orillas del río
Arlanzón; en 1826 fueron trasladados
nuevamente a Cardeña, pero tras la desamortización, en 1842, fueron llevados a la capilla de la Casa
Consistorial de Burgos.[63] Desde 1921 reposan junto con los de su
esposa Doña
Jimena en el crucero de
la Catedral de Burgos.
1.10
LA
HISTORICIDAD DE UNA LEYENDA
La muerte del Cid no condenó
su figura al olvido sino al contrario se revitalizó hasta transformarlo en un
héroe y un ejemplo de caballero inmortal. Esto fue lo que el autor del Cantar
del mío Cid logró un siglo después de su muerte.
Como ya hemos dicho el origen del Cid se remonta
a la nobleza leonesa y castellana. A lo largo de la segunda mitad del s. X, el
Reino de León estaba dividido en una serie de condados vasallos a cuyo frente
encontramos algunas familias nobiliarias de ancestros que pueden rastrearse
hasta el s. IX. Estas estirpes a menudo estaban emparentadas entre sí y con la
propia dinastía en el trono.
Al filo del año mil, nos
encontramos, entre las principales estirpes condales vasallas de León, con los
señores de Castilla, descendientes de Fernando González, los Beni Gómez, los Flaínez.
Tres casas vinculadas entre sí y con la realeza por parentesco muy cercano. La
rama de los castellanos se había diluido en la sangre real de Navarra.
Del conde Flaín Muñoz casado
con Justa de Cea tienen a Diego Flaínez padre de Rodrigo. De ahí el porqué de
su poderosa mesnada, su proximidad a la dinastía reinante, en especial al
infante don Sancho con el que debió formarse en el propio arte de la guerra.
Rodrigo nunca olvidó a su
familia, tampoco sus orígenes ni a sus enemigos ancestrales, los Beni Gómez,
todos ellos encontrarán reflejo en las crónicas y, por supuesto, en los
cantares.
En 1065 fallece Fernando I.
Deja su reino dividido en tres territorios: Galicia, vinculado al infante don
García, León para el segundo hijo Alfonso VI y Castilla al mayor de sus hijos,
Sancho. Sus dos hijas, con dignidad real, gobernarán Zamora y Toro.
Don Sancho siendo infante
beneficiaba al joven Rodrigo, a quien crio esmeradamente y armó caballero ciñéndole
la espada.[64]
El futuro Campeador luchó en Graus contra el rey de Aragón y, a su regreso a
Castilla, fue nombrado alférez, lo que le permitiría llevar el pendón del
monarca en la batalla y ejercer justicia en tiempos de paz.
El hecho de huir de León de
resultas de la rebelión del linaje en tiempos de Fernando I, el elevado
matrimonio de Diego Flaínez con una dama Álvarez, la boda del Cid con doña
Jimena, una Flaínez así mismo, su educación en la corte junto al heredero del
trono, así como los esponsales supuestos de las hijas de Rodrigo con magnates
Beni Gómez y, posteriormente, las nupcias con miembros de la cas condal de
Barcelona y de la estirpe real de Navarra, demuestran que el Cid era
descendiente de una estirpe condal leonesa aunque perteneciente a una rama
asentada en la frontera castellana.
1.11
EL
MIO CID Y LA MENTALIDAD DE FRONTERA
Decir el espíritu o mentalidad de frontera significa riesgo. El
Cid vivió en unas condiciones de vida fronteriza en constante riesgo y peligro.
Los habitantes de frontera viven en condiciones que configura una mentalidad y
actitud peculiar.
Rodrigo desarrolló su actividad en el entorno fronterizo cargado
de oportunidades y riesgos de la España de la segunda mitad del s. XI. Al Andalus dejaba de ser la potencia
dominante y la reconquista trata de ganar terreno a los reyes taifas que tenían
el califato algo dividido. La tierra originaria del Cid era un territorio de frontera
de difícil defensa. La Extremadura leonesa es la que mantiene contacto directo
con la frontera. Tras la caída de Toledo (1085) y el avance de la frontera se
emprende la tarea de repoblar y cohesionar las tierras que habían sido
sustraidas. Estas tierras eran los enclaves de Salamanca, Ledesma, Béjar,
Ciudad Rodrigo, Rivas y Alba a las que conde don Ramón, nombrado por el rey
Alfonso VI quiso hacer frente. Ya entrados en el s. XII, la ciudad de
Salamanca, es protagonista de los más renombrados de estos ataques.
En la frontera uno de los componentes básicos es el de las
relaciones transfronterizas las cuales suelen expresarse en términos de
hostilidad. Los enfrentamientos transfronterizos pueden abordarse de dos
maneras diversas. Lo más habitual es que se planteen en términos de una
absoluta incompatibilidad entre los habitantes de ambos lados de la linde, lo
que suele polarizarse en luchas entre buenos y malos, estableciendo una
dicotomía radical. En el caso de la frontera entre reinos cristianos y
musulmanes supone un conflicto religioso y una oposición entre la verdadera y
falsa religión. (La personalizada entre fieles e infieles, entre civilizados y
salvajes). El resultado es una lucha que puede describirse en términos de
“guerra santa”.
Sin embargo, el conflicto transfronterizo también se representa a
menudo en términos que podríamos llamar relativos, sin incurrir en una rígida
oposición bipolar entre los habitantes de ambos lados de la frontera. En este
caso, el oponente puede no ser visto exactamente como enemigo. El
enfrentamiento queda más matizado. Se puede combatir no tanto por razones
ideológicas como por razones prácticas ganar terreno o adquirir un botín de
guerra. Surge entonces la posibilidad de que el otro transfronterizo no solo no
sea necesariamente considerado un enemigo sino que puede, en determinadas
circunstancias, actuar como un colaborador e incluso ser un amigo.
En torno a esta mentalidad surge toda una épica de frontera,
basada en el conflicto bélico. Esta épica de frontera es la que mejor refleja
el contexto en el que vivió el Cid. El Cantar del mío Cid trata de cantar las
hazañas o hechos gloriosos del que se convirtió en un héroe guerrero. En este
contexto se explica la alternancia de batallas entre cristianos y musulmanes y
de ellos mismos enfrentados entre sí mismos. El conflicto difiere de la distinción
de los de dentro y los de fuera, los unos y los otros estaban situados más allá
de la frontera. Los conflictos se originaban no solo con los otros sino entre
sí mismos, en el seno de un grupo de pertenencia dado.
El Cid vivió en una sociedad organizada para la guerra en la que
la actuación bélica constituía una importante fuente de riqueza. Para los
vecinos de las localidades fronterizas, la guerra contra los andalusíes no era
algo accidental ni aventurado, sino que constituía mayoritariamente una empresa
comercial minuciosamente planificad y reglamentada. Las incursiones a uno y
otro lado se hacían para la obtención de un botín de guerra (ad lucrum).No
ha de extrañar que la mayoría de los fueros de Extremadura considerasen la
milicia concejil como una organización formada para la ganancia. En virtud de
estos planteamientos y a causa de los beneficios económicos que aportaba al
reino, lo monarcas favorecieron la actividad de los concejos fronterizos, tanto
de saqueo como de avance sobre los territorios musulmanes limítrofes.
Otro aspecto conforme con los fueros de Extremadura es la
posibilidad de convivencia con los musulmanes (al menos con los andalusíes).[65] Los
anadalusíes eran habitantes musulmanes de los reinos cristianos sometidos al
poder regio.[66]
De tal manera que los moros no siempre son enemigos sino que pueden ser aliados
(desde una relación de dependencia vasallática). Así sucedió con los dominadores
del levante andalusí, como por ejemplo el rey Zafadola en época de Alfonso VII.
1.12
EL
CID, CAMPIDOCTOR, SUS TACTICAS Y ESTRATEGIAS
Rodrigo vestido con velmez, armada con loriga talar, almófar y
yelmo cónico, empleaba un modo de batallar quizás adquirido de las huestes
musulmanas. Montado a caballo empleaba
un escudo que colgaba del cuello mediante una correa (tiracol), portaba
bajo su brazo una lanza (lança) en horizontal. Para guardar el
equilibrio y aumentar su fuerza el cuerpo lo inclinaba sobre los arzones del
caballo hacia el frente y así cargaba sobre el contrario. Los estribos quedaban
lejos de los arzones, lo que le permitía extender completamente las piernas.
Este modelo de combate se distinguía de lo que había sido habitual
en los siglos precedentes. El modelo era conocido como lance couchée,
consistente en sostener la lanza bajo la axila, aferrada entre el brazo y el
costado. Este modelo revolucionario contribuyó en no poco a la superioridad
militar de los reinos cristianos sobre los andalusíes.[67]
El Cid Campeador es llamado Campidoctor porque fue un
verdadero maestro y señor de la guerra. Su paso no dejó a nadie indiferente,
causó entre sus coétaneos la admiración o el odio. Desde su primer duelo contra
el navarro Jimeno jamás fue derrotado. El Cid demostró su genio militar en una
época en la que tanto Europa como el mundo islámico se vieron inmersos en
profundos cambios sociales que de forma inevitable afectaron al arte de la
guerra.
A causa de la progresiva feudalización del occidente cristiano,
surgió una élite aristocrática, cuyo modo de vida estaba vinculada al a guerra,
lo cual conformó una sociedad con marcada tendencia expansiva. Mediante este
sistema social, basado en vínculos de vasallaje, el caballero (cabalieri)
desempeñaba un servicio militar a cambio de un vasallaje (feudum) que le
permitía costear y mantener una costosa panoplia. En la península ibérica este
hecho, unido al colapso del califato omeya, trajo consigo significativos
avances en el proceso de Reconquista.
Todo este contexto trajo consigo el desarrollo de la caballería
pesada, una fuerza de choque que se convirtió en la gran protagonista de los
campos de batalla durante el Medievo. Aunque los jinetes siempre gozaron de una
gran importancia en la “guerra de frontera”, hasta el s. XI la loriga de cota
de malla había estado ausente en la iconografía ibérica. La lanza se hace más
larga y pesad y comienza a sujetares bajo la axila. Este sistema mediante el
cual el jinete alanceaba por el costado izquierdo del caballo fue conocido como
lance couchée. Este sistema fue desarrollado en el Imperio bizantino.[68]
Durante la Ata Edad Media, los jinetes habían utilizado la lanza
de varios modos: sosteniéndola en alto para clavar desde arriba; estocando
hacia adelante mediante un balanceo del brazo; arrojándola como una jabalina; o
sosteniéndola con las dos manos. Este sistema lance couchée fue el
modelo del jinete bizantino. Este sistema permitía recuperar o extraer el arma
enastada con relativa facilidad.
Las cargas de caballería requerían monturas de gran corpulencia,
de carácter violento y que no se asustasen con el fragor del combate. Los
corpulentos caballos de guerra tienen su origen en Asia central y fueron
traídos a Europa por los romanos que mejoraron sus características mediante
entrenamientos y la cría selectiva. Desde el s. VIII, los monarcas carolingios
comenzaron a importar sementales y yeguas de la península ibérica, seguramente
de raza árabe. Fruto de ello fue el destrier, el caballo de guerra
europeo que llegó a contar con 15 manos de altura.[69]
Las fuentes de época carolingia constatan la existencia de
entrenamientos ecuestres a gran escala en los que se practicaba las retiradas
fingidas y el cambio de mano a galope. Una compañía cargaba contra otra y, antes
del choque, debían dar la vuelta y huir, cubriéndose con los escudos; cuando
sus adversarios les perseguían, la formación giraba en redondo para
contraatacar.[70]
También el camio de mano resultaba vital en el combate. Cuando un caballo
galopa, una de las patas delanteras siempre va más adelantad que la otra. Si el
jinete puede controlar la mano adelantada, podrá girar hacia ese lado de un
modo más rápido.
Las descripciones de enfrentamientos armados en los tiempos del
Cid y narrados en los cantares de gesta, aunque están llenas de exageraciones,
se describen estos sistemas que hemos expuesto. Sin embargo, en la narración de
la batalla de Cervera se intuye el uso de cargas de caballería. En la
expedición del conde Ramón de Borrell a Córdoba los catalanes emplearon las
cargas de caballería. Esta táctica resultó decisiva en la batalla de Atapuerca
o en la de Monduver.
La carga de caballería constituía el recurso principal del
ejército cristiano. Tenía como finalidad romper la formación enemiga. La
infantería desempeña un papel subordinado. Los caballeros se alineaban en
haces, creando un frente de batalla con varias filas de profundidad. Los haces
cargaban de forma sucesiva. De este modo, si el primer haz era desbaratado o
perdiera empuje, el siguiente entraba en liza. En un marco ideal, los ejércitos
se dividían en cinco cuerpos: una vanguardia, un centro, una fuerza de reserva
y dos alas o “costeras”. En ocasiones, las formaciones podían adoptar forma de
cuña, o adquirir un carácter defensivo, como la “muela”, el “muro” o el
“corral”.
1.13
LAS CAMPAÑAS DEL CID
La guerra es la actividad más determinante en el devenir del
Campeador. El Cid se hace célebre en el campo de batalla, frente a murallas de
castillos y ciudades, a lomos de un caballo recorriendo territorios
desbastándolos y saqueándolos a su paso. La guerra fue la actividad que le dio
su principal razón de ser y le reportó la fama y la gloria en un proceso complejo
de mitificación en el que se entremezclan historia y leyenda, mito y realidad.
Destacó por sus actitudes y capacidades mostradas en su desempeño como
caballero, comandante y señor de la guerra.
Dominó el arte de la guerra de su tiempo. La cabalgada devastadora, erosiva, extorsionadora, desestabilizadora de los recursos y la moral del enemigo. La guerra de asedio desarrollada para la conquista y control de las ciudades y castillos. La batalla campal, buscada a veces, otras irremediable, pero de las que Rodrigo siempre obtuvo réditos evidentes. Sus campañas mantienen estrecha relación con las estrategias y acciones para la conservación y defensa del territorio conquistado.
Durante años Rodrigo participó en batallas primero al servicio de los reyes cristianos. Las batallas trabadas entre Sancho II y el rey Alfonso VI. En la batalla de Graus encontró la muerte Ramiro I de Aragón. A partir de esta batalla Sancho I le armaría caballero y le confiaría el mando militar de las tropas castellanas. A la muerte de Sancho Alfonso VI se consolida en un trono castellanoleonés reunificado. Integra a Rodrigo como su propio agente.
En 1079 es enviado por el rey a Sevilla como emisario real para cobrar las parias en las tierras musulmanas. Una coalición de tropas granadinas comandadas por García Grande penetró en las tierras de Sevilla desbastándolas. Rodrigo entendió que era su deber defender a la tributaria Sevilla y aplastó las tropas de Darcía Grande en Cabra. Lo más grande fue la humillación que Rodrigo sometió al poderoso conde, cosa que jamás se lo perdonó.
Rodrigo fue convocado por el rey Alfoso VI para engrosar su hueste pero se excusa por una enfermedad y no participa en la campaña contra los musulmanes. Mientras tanto unos sarracenos atacaron el castillo de Gormaz. Entonces Rodrigo decidió perseguir a los asaltadores. Penetró en las tierras de la taifa de Toledo, aliada de Alfonso VI y la devastó y saqueó con saña.
Esto le ocasiona el primer destierro (1081-1087). Es desterrado a Zaragoza y allí es introducido en la sociedad islámica. Ese modo de vida lo marcaría en sus futuros comportamientos. Como caballero y guerrero muy cotizado se integra en la corte como encargado de la organización militar de aquel reino musulmán. Sirviendo a tres soberanos de la dinastía Hudí. Rodrigo apodado el Cid por los propios musulmanes actuará de comandante en jefe de las tropas musulmanas. El Cid acabaría dominando las técnicas y artes de lucha de la tradición islámica en un momento de emergencia de las nuevas formas de combate.[71] El cid perfeccionaría las tácticas, técnicas, armamentos, sistemas de información y espionaje, logística, reconocimiento del terreno. Aprendería sobre el lenguaje, las costumbres y la realidad del enemigo. Creando una especie de mestizaje bélico. Todo ello le permitiría convertirse en figura relevante en el entramado político de los taifas Zaragozanos. Creció pues su condición de comandante y estratega experto en el arte de la guerra.
En el periodo entre 1082 y 1087 participó en varias escaramuzas y dio alas a Rodrigo para tomar conciencia que podría convertirse en príncipe de su propio señorío. Antes de la conquista de Valencia tuvo que pasar por toda una serie de tribulaciones y situaciones que le seguirían curtiendo. Su modo de vivir, desengañado de las reyertas de reyes por acaparar reinos, le fueron haciendo un caudillo independiente con su propio ejército que vivía a su costa de aquello que podía arrebatar a sus enemigos.
Poco después de la reconciliación con el rey en 1087, El Cid es enviado a Valencia con la misión de proteger en el trono a un recién llegado al Qadir procedente del gobierno de la taifa de Toledo. La situación de este era frágil y necesitaba de un disciplinado ejército cristiano. El Cid va poco apoco estableciéndose en el terreno. Realizando incursiones predatorias en taifas vecinas. En 1089 se produce un intento coordinado de los almorávides[72] y algunos reyes de taifas por recuperar el castillo de Aledo, Con motivo de aquella campaña algo sucede que distancia de nuevo al monarca y al vasallo.
El Cid es desterrado por segunda vez y con ello liberado de vinculaciones feudovasallísticas hacia Alfonso VI, El Cid empieza a actuar en la zona de Valencia con autonomía completa. Va mejorando la estructura bélica y logística en torno a la ciudad del Turia, una pieza codiciosa tanto por cristianos como musulmanes. Un enemigo que tiene Rodrigo en aquellas tierras es Berenguer Ramón II de Barcelona. Si el Cid conseguía apoderarse de la ciudad y consolidar la conquista, la expansión futura del conde hacia el sur quedaría bloqueada.
Berenguer debía entonces de apartar de allí a un competidor insidioso que ya lo había derrotado, apresado y humillado en Almenar. La principal amenaza que tenía el Cid eran los almorávides que ya se acercaban a la taifa de Denia. Es por ello que el Cid restaura y fortifica la fortaleza de Peña Cadiella para controlar la ruta que conectaba el sur este con Valencia. El único aliado del Cid será el califa de Zaragoza.
Es entonces cuando el Cid entabla una batalla en Tévar contra
Berenguer en 1090. Debido a la accidentada topografía Triunfa el Cid pese a su
inferioridad numérica. El Cid eligió una garganta cuya entrad cerró con una
empalizada para proteger al grueso de su hueste junto al monte que guardaba sus
espaldas.
1.14
SU
BATALLA MAS RELEVANTE, LA CONQUISTA DE VALENCIA
Cuando el Cid llega a
Valencia se encuentra con una situación diferente. El príncipe al Qadir había
sido asesinado tras una rebelión. La
ciudad pasa al control almorávide. Los víveres que el Cid había guardado en los
almacenes habían sido consumidos por los norteafricanos y el tesoro de al Qadir
había desaparecido.
El Cid busca el control de
Yuballa, una fortaleza estratégica que le sirviera de base de operaciones y de
plataforma de ataque, para lanzar desde allí razias que le aseguren
avituallamientos. La somete al asedio la fortaleza que consigue conquistar
meses después en la primavera de 1093. A partir de entonces empiezan las
primeras operaciones de asedio a la ciudad de Valencia. Su cerco definitivo se
produce a principios de 1904.
El Cid trata de empobrecer el
abastecimiento de la ciudad y asola toda la vega valenciana y toma los
arrabales de Alcudia y Villanueva. De este modo bloquea las rutas importantes
de acceso a la ciudad. La ciudad empieza a resentir el asedio y empiezan a
sentir hambre en la ciudad. El Cid llega a un acuerdo con el cadí valenciano,
Yahhaf, para que expulsen a los almorávides de la ciudad.
El Cid lanza una campaña
contra la taifa de Albarracín para preparar así un gran ejército. En la
incursión El Cid resulta herido de gravedad en la garganta. Los ejércitos
almorávides tratan de alejarlo de allí y de volver a tomar el control de la
ciudad. El Cid concentró todas sus fuerzas y de hacer frente a la presión
almorávide. El Cid logró diezmar al ejército almorávide que sufrió una tromba
de agua y sitia la ciudad de Valencia hasta someterla y rendirla. En junio de
1094 el gobierno valenciano, tras tortuosas negociaciones terminó claudicando y
entregando el gobierno de la ciudad.
El Cid siguió activo militarmente
alternando y complementando sus funciones de comandante y gobernante. Sin
embargo, no consiguió aplacar la amenaza constante de los almorávides. El Cid
termina por aliarse a Pedro I de Aragón para arremeter con la última gran
batalla antes de su muerte, la batalla de Bairén, (Gandía), en enero de 1097.
Las tropas del Cid tomaron el
camino de la costa acamparon cerca del castillo de Bairén mientras los
almorávides tomaban posiciones en un monte de la sierra de Mondúver. En el mar
había naves almorávides que hostigaban a los cristianos con armas arrojadizas.
Hacia el mediodía se inicia la carga de la caballería cristiana contra las
tropas almorávides en un terreno llano y despejado. El resultado fue la ruptura
de las filas enemigas por el centro y un adversario desarbolado y en fuga.
La parte norte del señorío
del Cid quedó desguarnecida y sus últimas actuaciones se centraron en este
sector donde se encontraba Murviedro (Sagunto). La conquista de Murviedro le
fue costosa y un año más tarde moría en Valencia de muerte natural.
2.
EL IDEAL DE CABALLERO
El Cid
encarnaría el ideal de caballero cristiano de la reconquista para recuperar los
territorios cristianos de los musulmanes. El caballero (chevalier) surge
en el seno de la hueste feudal y la élite nobiliaria. En la Edad Media,
un caballero era una unidad guerrera que formaba parte de la hueste (fuerza militar) de un señor feudal o de un rey. Con motivo de las Cruzadas se crearon las órdenes militares, formadas por
caballeros que se comprometían a votos monásticos, como la orden templaria o la orden hospitalaria. En los distintos
reinos se fueron creando otras órdenes, como las órdenes militares
españolas. Los
rituales de iniciación incluían elementos luego incorporados al imaginario de
la caballería andante, como el velar las armas (pasar
una noche en oración ante las armas) y ser armado caballero (en
una ceremonia propia del homenaje e investidura de las relaciones feudo-vasalláticas).
Esta nobleza termina de madurar entre los siglos XI y XIII y se consolida en la Baja Edad Media (siglos XIV y XV). A pesar de que se trata de una nobleza de sangre se requiere un aprendizaje para llegar a este ideal. Los hijos de la nobleza eran armados caballeros por otro noble o por el rey con 15 o 16 años, después de haber aprendido equitación, uso de las armas, tener una educación cortesana y sobre todo un gran poderío económico.
Existe una
serie de elementos para regularizar las armas. No siempre hay guerras
exteriores y caza. Uno de estos elementos es la caballería y el otro la Paz de
Dios y la Tregua de Dios, estas dos últimas son dos instituciones creadas a
finales del siglo X por la iglesia para regularizar la violencia de los
guerreros. La Paz de Dios impedía atacar a determinadas personas, especialmente
religiosas, a los templos y los espacios circundantes. La Tregua de Dios por su
parte, prohibía luchar los días sagrados. En principio afecto a los domingos,
pero luego se extendió a jueves, viernes y sábado, y periodos más largos como
Navidad, Pascua, Cuaresma y Semana Santa, bajo amenaza de excomunión. Las
Guerras Santas se justificarán para desviar la belicosidad de estos guerreros
contra los infieles y no contra otros cristianos.
La especialización bélica durante la Edad Media va a generar un ideal de vida de la nobleza, basado en la transmisión de privilegios por sangre, no por méritos, es decir de padres a hijos. A medida que avance la Edad Media vamos a encontrarnos una nobleza de caballeros que sí que lo serán por méritos, pero inicialmente la nobleza tiene su símbolo de distinción principal en el linaje. Las características de este linaje son la gran cantidad de privilegios, como son la preeminencia política, el mando en la administración y en el ejército y la exención de impuestos.
Los caballeros no pagan
impuestos porque su función es la protección militar, pues servían al rey o a
otro señor feudal como contrapartida por la tenencia de un dominio territorial
o por dinero. Hacen un servicio militar y por tanto no hacen un servicio
económico. Su forma de pagar impuestos es el servicio militar.
Tienen también una serie de
derechos políticos. Debían ser juzgados por sus iguales o por sus señores Su
juramento tiene mayor fuerza que el de un plebeyo. Estaban exentos de algunos
castigos como la horca o los azotes. La decapitación es el castigo para los
nobles. Gozan de mayores multas compensatorias y tienen la opción del duelo
judicial (batirse en duelo, de este modo el ganador del duelo tiene la razón).
Todos estos privilegios facilitarán la formación de linajes y de un ideal de
nobleza que les diferencia del resto de la sociedad a través de signos externos
como el ropaje, el armamento, el ajuar, las costumbres, el ocio, el lenguaje,
etc. La nobleza medieval trataba de aparentar que tenía una gran posibilidad
económica. En cuanto al ocio se dedicaban casi siempre a la caza.
La nobleza ve necesario el derroche y la ostentación, no como algo negativo sino como parte de su situación social. La mesa es uno de los elementos claves. Es símbolo de distinción social. Las buenas maneras en la mesa sirven para diferenciar al que es noble del que no lo es. También la aparición de estos linajes transformará la visión que hay sobre la mujer. La literatura eclesiástica hablaba de la mujer como fuente de pecado, como agente del demonio. Los padres de la Iglesia fomentan esa idea. La mujer tiene como único objetivo facilitar la descendencia. Un linaje cuando más hijos tenían más poderoso era.
La
trayectoria vital de un caballero era, por lo general, la de un hombre de noble
cuna que, habiendo servido durante su primera juventud como paje o escudero,
era luego ceremonialmente ascendido por sus superiores al rango de caballero,
normalmente lo hacia el señor feudal u otro caballero de gran rango. Durante la
ceremonia, el aspirante solía prestar juramento de ser valiente, leal y cortés,
así como proteger a los indefensos, estos eran conocidos como los códigos de
caballería. Todo caballero, poseía un código de caballería por el cual debía
regir su comportamiento.
1.1 SUS PROMESAS
Desde el siglo XIII el termino caballero y caballería, la nobleza lo aplicará en su día a día, esto se aprecia en sus ceremonias familiares, la comida y el ritual para armar al caballero. Elemento de diferenciación entre un noble y un no noble. Los caballeros, para ser considerados tales, habían de ser "armados caballeros" donde se comprometían a jurar sus promesas.
La ceremonia consistía en la entrega de la espada y en la pescozada. Eran guerreros, pero debían cumplir un "código ético" (valor, lealtad, honor y fidelidad. Este "código ético" está basado en la ética eclesiástica porque no son simples guerreros, sino que se convertirán en miles Christi (caballeros de Cristo), es decir que al mismo tiempo que surgen estos linajes se observa una cristianización de la caballería, cuyo máximo exponente son las órdenes militares (templarios, hospitalarios, etc.) lo que supone lealtad a Dios, defensa de la fe y protección a los débiles.
Los caballeros poseían mandamientos inquebrantables:
– Creer en todo lo que la iglesia enseñe
y observar todos sus mandamientos.
– Proteger a la iglesia.
– Tendrás respeto por sus debilidades, las defenderás.
– Amaras el país en que naciste
– No retrocederás ante el enemigo
– Harás a los infieles una guerra sin cuarteles.
– Cumplirás tus deberes feudales si no contradice la ley de Dios.
– No mentiras y serás fiel a tu palabra.
– Serás generoso.
– Mantendrás el bien frente a la injusticia y el mal.
1.2 LOS CABALLEROS ANDANTES
La caballería andante como tema literario es anterior a cualquier manifestación de la caballería andante en la práctica.Los hechos heroicos de algunos caballeros pasaron a engrosar las hazañas de la literatura medieval como las gestas del mío Cid o las gestas de Roland. Se extendió enormemente la popularidad de los cantares de gesta entre los trovadores provenzales. Estos contribuyeron a fijar un imaginario de caballero andante durante la Edad Media que convirtieron en un arquetipo que escapaba un poco a la realidad.
Miguel de Cervantes, en su obra magistral, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, presenta a la perfección este arquetipo de caballero. Su personaje algunos lo relacionan con la vida de Alonso Quijada porque en un capítulo el personaje de ficción confiesa ser descendiente del famoso caballero Gutierre Quijada.
El hecho de ser armado caballero sera muy parodiado por Miguel de Cervantes en su famosa obra El Quijote. El protagonista de la obra cervantina, El Quijote, va a intentar imitar la obra literaria de Amadís de Gaula, el más fiel y enamorado caballero del mundo.
2
LAS ORDENES DE CABALLERIA
La orden de caballería era pues cada una de las instituciones formadas por caballeros organizados jerárquicamente como vasallos de un señor y que respetaban un código de honor. Se suponía que un caballero andante debía ser un miembro de una de estas órdenes que, por orden de su señor o por obligación moral (por ejemplo, por imposición de una promesa a su dama), viajaba grandes distancias, ya sea persiguiendo un objetivo concreto o no, aceptando o provocando desafíos, resolviendo entuertos (injusticias) y protegiendo a los desfavorecidos (doncellas, viudas y huérfanos).
Estos hechos (hazañas) hacían ganar al caballero una
gran fama (paralelo al concepto de honra u honor, popularidad y prestigio, objetivos
principales de la época, que equivalía a una vida más allá de la muerte -véase
por ejemplo su formulación en las Coplas a la muerte de su padre de Jorge
Manrique), muchas veces exagerando sus proezas.
La épica de los cantares
de gesta, la lírica del amor
cortés de los trovadores provenzales y
la adaptación de leyendas como el ciclo
artúrico fueron fijando a lo
largo de la Edad Media el modelo ideal de caballero en la literatura y en el
imaginario colectivo, convirtiéndolo en un arquetipo más
que en un agente
social real.
Hoy en día, la constancia de tales caballeros es prácticamente de carácter mítico y forma parte del folclore de Europa. El ejemplo más claro se encuentra en la leyenda del Rey Arturo y sus caballeros de la Mesa Redonda, donde en diversas ocasiones los caballeros al mando del rey posponen sus obligaciones no inmediatas para servir al pueblo. No obstante, todavía se denomina caballeresco al comportamiento cortés y galante de los caballeros (varones) hacia las damas (mujeres); o a las actitudes desinteresadas o que respetan un código de honor, sobre todo cuando se mantienen contra el propio bienestar, interés o seguridad. Un comportamiento extremado en ese sentido llegaría a calificarse de heroísmo.
3
LAS ORDENES MILITARES
La órdenes militares nacieron en la Edad Media en virtud de dos
hechos fundamentales: la defensa del territorio cristiano y en defensa de la
religión cristiana ante la invasión árabe. Tras la invasión árabe del s. VIII
se llevó a cabo la Reconquista. Tras la Reconquista las ordenes militares
favorecieron la defensa del territorio y ayudaron a repoblar y gestionar los
territorios reconquistados.
Las órdenes militares fueron instituciones religioso-militares
creadas en el contexto de las Cruzadas como
sociedades de caballeros cristianos (miles
Christi), inicialmente para la defensa de los Santos
Lugares (Templarios, Hospitalarios y del Santo Sepulcro)
y luego aplicadas a la propagación o la defensa de la fe
cristiana, ya fuera en Tierra Santa o en otros lugares, contra
los musulmanes (como
las órdenes militares españolas durante
la Reconquista),
contra los paganos (como
la Orden Teutónica en el
Báltico) o contra cristianos heréticos (como
las militia Christi que combatían a los albigenses).
Los caballeros de las
órdenes militares estaban sometidos a los votos canónicos de
las órdenes religiosas, siendo
"mitad monjes, mitad soldados". Posteriormente muchas órdenes
se secularizaron.
Con la denominación de
"militares", "ecuestres" u órdenes de caballería se
multiplicaron desde finales de la Edad Media y
durante el Antiguo Régimen todo
tipo de instituciones vinculadas de distintas maneras a los estamentos privilegiados (nobleza y clero);
identificando a sus miembros con hábitos y cruces distintivas,
muy usadas en heráldica. En la Edad Contemporánea,
perdidas sus funciones militares y políticas y su poder económico (desamortización),
únicamente tienen un papel honorífico y representativo de determinados círculos
sociales; aunque la Soberana Orden de Malta sigue
teniendo consideración culsismo-estatal en las relaciones internacionales.
La principal característica
de las órdenes militares religiosas es la combinación de modos de vida militares y religiosos.
Algunos, como los Caballeros de San Juan y
los Caballeros de Santo Tomás también
cuidaron de los enfermos y los pobres, como la Orden de San Lázaro de
Jerusalén. No eran instituciones exclusivamente masculinas, pues las
monjas también podían asociarse a un convento de la orden (comendadoras).
Sin funciones militares se crearon también "órdenes desarmadas":
las órdenes
redentoras de cautivos (trinitarios y mercedarios).
Los miembros religiosos de las órdenes
militares podían estar, y de hecho a menudo estaban, subordinados a hermanos no
ordenados. Prácticamente la mayoría de los miembros no eran religiosos;
existiendo muy distintos grados de pertenencia, desde el de los monjes-soldados
hasta el de los simples caballeros asociados y todo tipo de servidores.[73] El cargo rector de una
orden militar recibía la denominación de Gran
Maestre.
El papel y la función de las órdenes
militares a menudo han resultado oscurecidas por la fijación en sus gestas
en Siria, Palestina, Prusia y Livonia.
Tenían posesiones y miembros a todo lo largo de Europa
Occidental. Fueron el hilo conductor de innovaciones culturales y
técnicas, como la introducción del batanado en Inglaterra por
los Caballeros de San Juan, o la infraestructura bancaria de
los Templarios.
Como ya dijimos algunos consideran que las órdenes
militares, en concreto los Templarios con los que se originaron tienen una
semejanza con ciertos modelos islámicos.[74] En 1820 José Antonio Conde sugirió
que se modelaron con base en los ribat, una
institución religiosa fortificada que unía la vida religiosa con la lucha con
los enemigos del islam. A pesar de lo populares que sean estos
puntos de vista, muchos los han criticado, con el argumento de que no
hubo ribats en Palestina hasta
después de la fundación de las primeras órdenes militares.
4
SU DESPERTAR CON LAS CRUZADAS
Las cruzadas surgieron en el mundo cristiano para recuperar los
territorios de los lugares santos en poder de los musulmanes y los turcos.
Fueron impulsadas por los papas y colaboró en su propagación la Orden de Cluny.
San Bernardo de Claraval, monje cisterciense impulsó la segunda cruzada. Se
alentó a los señores feudales y a los caballeros a unirse para frenar el avance
musulmán. La iglesia bendijo las Cruzadas y otorgó a sus miembros indulgencias
espirituales y privilegios.
En este contexto surgen las órdenes militares en Jerusalén con la
finalidad de adiestrar a caballeros en la disciplina y el ascetismo del
monacato. Así las órdenes militares combinan el ideal caballeresco de los
señores feudales con el ideal monástico. Surgieron para defender a los propios
peregrinos y lugares santos de los ataques musulmanes.
Tras la conquista de Jerusalén en la primera Cruzada, Hugo de
Payens familiar del conde de Champagne junto con otros ocho caballeros funda la
orden del Temple, tomando el nombre por su vinculación al templo de Jerusalén.
Adoptaron la regla de San Bernardo uno de sus grandes defensores. Godofredo de Bouillon fue uno de los
principales jefes de la primera Cruzada y funda la orden del Santo Sepulcro de
Jerusalén. Al principio no tuvo tanto carácter militar y surge como comunidad
regular según la disciplina agustiniana. Godofredo de Bouillon, nombrado
protector del Santo Sepulcro, otorgó al Hospital de Jerusalén que acogía a los
peregrinos grandes donaciones lo que permitió a la institución de monjes que lo
custodiaban emanciparse y fundar una nueva orden denominada Orden de los
Hospitalarios de San Juan de Jerusalén. Fue Raimundo de Puy, sucesor de
Godofredo, quien le dio una nueva regla.
5.
LOS MIEMBROS: MONJES Y SOLDADOS
Los miembros de las órdenes militares eran al mismo tiempo monjes
y soldados, cuyas normas de conducta respondían a las reglas monásticas. Vivían
en comunidad como verdaderos hermanos ( fratres o freires). Los
cluniacense que fueron los principales impulsores de las cruzadas y las órdenes
monáticas imprimieron un fuerte sentido fraterno de comunidad. Las fortalezas
eran verdaderos monasterios.
Para ser reconocidas precisaban de una regla estricta y de la
autorización papal. Dependían en exclusiva de la Santa Sede y sus miembros
asumían los votos de castidad, pobreza y obediencia. Después de ser armados
caballeros juraban combatir a los enemigos del cristianismo en todo momento y
lugar.
Las órdenes militares estuvieron formadas principalmente por dos
clases de miembros: los monjes entregados a la vida contemplativa y a la
liturgia de las horas, y los caballeros de armas. Estos caballeros de armas
quedaban también sujetos a reglas religiosas como ayunos, oraciones,
penitencias, etc; pero disponían de una mayor libertad en su calidad de
soldados. Todos los caballeros lucieron la cruz con diversas variaciones según
la orden.
Las órdenes sumaban una tercera clase de miembros, los denominados
donados (del latín donatus) que eran los escuderos o sirvientes de
armas. Estos tras unas fórmulas rituales, entraban a formar parte de la orden y
se vinclulaban a ella pero sin hacer profesión religiosa. Estos vestían una
especie de hábito característico de la orden. A los simpatizantes, que ayudaban
a la orden con dinero, se les denominaba familiares.
6. SU IDEAL DE VIDA
Ya hemos señalado al principio cuál fue la génesis de las órdenes militares. Sin embargo, algunos autores llegan a decir que las órdenes militares responderían al mismo ideal de las Madrazas escuelas que contribuyeron a la consolidación del Islam y el apogeo del reino ayubí con Saladino. No sabemos a ciencia cierta quien influyó en quien, lo que si es verdad que ambas tenían el mismo objetivo. Las órdenes militares surgieron para la consolidación del cristianismo. las órdenes militares se inspiraron en estas escuelas suníes musulmanas, madrazas, que fueron la forja de sus líderes y gobernantes.
La escuelas musulmanas (madrazas o rábidas) eran verdaderos conventos fortificados en el Magreb donde los soldados árabes eran adiestrados en el plano militar y político. Los árabes a la vez practicaban la vida ascética y monástica y la militar. Se esmeraron en enseñar la ley islámica (figh) y el ideal guerrero para consolidar el Islam y mantener la unidad (la jima) sobre todo entre chiitas y sunitas.
Otros
autores defienden que las órdenes militares nacieron como fruto de un proceso
de fusión de las distintas hermandades y milicias locales (poulains o
cacharros) y (los advenedizos) unidas en un mismo sentimiento
religioso. Muchas de las órdenes no tuvieron al principio un fuerte sentido
militar, lo fueron adquiriendo por obligación de defender sus propios
territorios. El uso de las armas para defender el cristianismo parecía
contradecir los postulados del Evangelio. Pero, al igual que ocurrió en el
mundo islámico con la doctrina de Mahoma, la doctrina de San Agustín y de San
Bernardo encontró justificación a este dilema moral.
7.
LOS RITOS DE INICIACION
Los caballeros de las órdenes militares para ingresar en las
mismas debían de cumplir ciertos rituales, llamados de iniciación. Cada orden
tenía su propio rito iniciático. Había en general tres denominadores comunes:
los votos monásticos (pobreza, castidad y obediencia), la vela de las armas
(pasar una noche de oración frente a las armas) y ser armado caballero. Antes
de ser nombrados caballeros los aspirantes debían cumplir un periodo de
formación espiritual, en sus respectivos conventos, que solía durar un año
(noviciado).
Estos tres rituales, con el paso del tiempo, se incorporaron al
imaginario de la hidalga caballería. Los caballeros de las órdenes militares
respetaban un código de honor que los obligaba a perseguir un objetivo común.
Los profesos de las órdenes se dividían en dos clases: freires religiosos, cuya
condición se equipararía a los monjes y freires caballeros, con obligaciones
religiosas y militares, y luego con posterioridad podían contraer matrimonio.
Los caballeros estaban obligados a practicar rezos canónicos, a
respetar la regla de la orden, a participar en los capítulos, a recibir los
sacramentos en ciertas fechas, a permanecer siempre con las armas ceñidas, incluso
en la cama, a rechazar participar en juegos de azar y de mantener contacto
sexual con mujeres (salvo si tenían esposa).[75]
8.
LA ORGANIZACIÓN
La orden se regía por un consejo, el maestre y sus trece vasallos
y varios administrativos supeditados, comendadores. En cada reino hubo un
comendador de la orden que residía en la población o fortaleza principal. Entre
los fratres destacaban el lugarteniente y el capellán que eran los dos
compañeros del maestre. Los maestres convocaban el consejo y los capítulos. Había
capítulos generales y provinciales. Los capítulos provinciales se celebraban en
las provincias y solo asistían los comendadores de su jurisdicción.
En estos capítulos se decidía sobre la admisión de nuevos
miembros, se imponía la disciplina, se repasaban las cuentas de la orden y se
recaudaban los tributos que pagaban cada año las encomiendas. El maestre
general o gran maestre se ponía al frente de sus caballeros en las guerras.
Todo quedaba regulado perfectamente en la denominad regla de la orden que era
aprobada por el papa.
Los caballeros de las órdenes militares debían vestir el uniforme
reglamentario que imponía la ley de guerra. Los caballeros tenían la obligación
de mantener su equipo de armas. Las armas de los caballeros se adaptaban a su
montura intentando mantener el delicado equilibrio entre la movilidad y la
protección de su vida y el caballo. Por lo general los caballeros se integraban
en la caballería pesada y los caballeros fratres en la caballería ligera. Los
primeros tenían derecho a poseer tres monturas y los segundos solo una.
9. EL GRAN MAESTRE
El gran maestre era la cabeza de la orden, era un cargo vitalicio, una
vez nombrado regía hasta su muerte. Era elegido por el consejo de trece
fratres. Debía de ser a su vez validado por el papa. En algunas órdenes como el
Temple o San Juan de Jerusalén recibía también el nombre de “castellano o gran
prior”. Los maestres convocaban los capítulos generales y provinciales a los
cuales asistían los comendadores.
Los maestres se diferenciaban del resto de caballeros por algunos
signos externos. En la orden del Temple portaban un bastón a manera de báculo (abacus),[76]
e iban acompañados por los dos caballeros de la orden: el lugarteniente y
el capitán.
10.
EL CONSEJO
Las órdenes militares estaban gobernadas por un consejo o capítulo
general y varios administrativos supeditados a la autoridad del maestre (del
latín magister). El consejo estaba formado por trece caballeros, serían
como los priores de los conventos más representativos. Estos fratres recibían
el nombre de “los trece” y eran confirmados por el papa. Estos eran elegidos
por los canónigos y los comendadores. El consejo se reunía una vez al año en el
convento mayor o casa madre de la orden. El maestre era quien lo convocaba y
podía elegir el lugar de la celebración.
Con el tiempo a medida que los maestrazgos pasaron a estar en
manos de la corona y no del papa cambió la forma de organización. Tras la
incorporación de los maestrazgos a la corona se creó el Consejo de las Órdenes
Militares para encargarse del control de las mismas. Este Consejo estuvo dotado
de la máxima autoridad para administrar los territorios e impartir justicia.
El consejo de las órdenes tenía conocimiento de los diezmos y
demás rentas de los obispos, y su jurisdicción se extendía a los caballeros,
canónigos, capellanes, religiosos de las órdenes, presbíteros y en definitiva
todos los miembros de los monasterios en poder de las órdenes militares.
11.
EL OCASO DE LOS CABALLEROS Y DE LAS ORDENES
MILITARES
Durante toda la Edad Media las órdenes pasaron a tener un enorme
poder político y económico. El ocaso de los caballeros y las órdenes militares
se debe a un cambio de paradigma en la nueva cosmovisión y en el modelo de
sociedad que surge a partir del Renacimiento[77]. Las
órdenes militares dejan de tener relevancia y adquieren preponderancia las
órdenes religiosas. Durante los siglos XVI y XVII las potencias europeas
libraron algunas guerras contra el Imperio Otomano que algunos autores
califican de verdaderas cruzadas. En líneas generales se toma la muerte del
papa Pío II (1464) como símbolo de la decadencia de la idea medieval de la
cruzada.
A finales del S. XV la guerra santa todavía alentaba algunas
expediciones. A partir del S. XVI, ante la carencia de un enemigo común, las
órdenes relajaron las prerrogativas exigidas para armar caballeros y muchos
servicios fueron sustituidos por el pago en efectivo. Muchas órdenes
establecieron cupos de miembros y exigieron demostrar la nobleza del aspirante
para alcanzar el grado de caballero. La figura del papa pasó su poder
hegemónico a manos de la corona. La sociedad paso de ser clerical bajo el mando
papal a feudal y laical. Al pasar los maestrazgos a manos de los reyes, los
títulos de caballería los otorgaron los reyes como premio a los servicios
prestados. Las obligaciones militares de los caballeros se fueron abandonando y
el espíritu de los caballeros fue perdiendo interés.
12.
LAS TRES ORDENES CON ORIGEN EN JERUSALEN
La Iglesia, con el propósito de aglutinar a la cristiandad frente
al acoso musulmán y liberar a Occidente de una feudalización que retardaba su
desarrollo social, alentó a los señores feudales y a los caballeros a unirse
para frenar el avance musulmán. La Iglesia promovió las cruzadas, la guerra santa,
como un derecho de propiedad otorgado por Dios.[78]
El reino latino de Jerusalén se constituyó en centro polarizador
de la defensa de los lugares sagrados. Para tal efecto allí mismo con motivo de
salvaguardar la ciudad santa surgieron las primeras órdenes militares. La
Tierra Santa se consideraba que pertenencia única y exclusivamente a los
cristianos y que por eso tenían pleno derecho a protegerla y defenderla a
cualquier precio. Los nobles entendían que era totalmente justo dirimir por la
fuerza de las armas el derecho de propiedad. Era algo totalmente arraigado en
la mentalidad feudal. De aquella época.
Las primeras tres órdenes militares que surgieron en torno a la defensa
de la ciudad Santa de Jerusalén y de los Santos Lugares fueron la orden del
Temple, la orden del santo Sepulcro y la orden de los hospitalarios de San Juan.
12.1 LA ORDEN DEL TEMPLE
La Orden del Temple es la
primera y más universal de las órdenes militares. Nació en Jerusalén en el S.
XI para proteger a los peregrinos cristianos que se desplazaban a Tierra Santa
cuando esta estaba dominada por los ataques de los selyúcidas y frentes islámicos.
Tras la conquista de Jerusalén en 1099 Hugo
de Payens decidió consagrar su vida junto con otros ocho caballeros para
proteger a los peregrinos que acudían a Tierra Santa.
Así es como surgió la milicia de los Pobres Caballeros de Cristo,
después caballeros de la Ciudad Santa, Caballeros del Templo de Salomón y con
el paso de los años caballeros de la Orden del Temple.
San Bernardo dio a los templarios la regla necesaria para la
disciplina y recomendó a la Orden del Temple en su escrito De laude novae
militiae. El maestre recorrió Francia, España, Inglaterra y otros países de
Europa par solicitar la protección de reyes y nobles. Cuando regresó a
Jerusalén lo acompañaban trescientos caballeros de las familias nobles de
Europa y numerosos escuderos.
A partir de 1129 la Orden del Temple amplió su campo de
actuaciones. Siguió protegiendo a los peregrinos que acudían a Tierra Santa,
pero también iniciaron una serie de campañas en contra de los sarracenos. El
mismo papa Inocencio II otorgó a la Orden numerosos privilegios. Adriano IV les
confirmó los privilegios y les concedió la inmunidad de impuestos. Alejandró
III les confió la protección de la Santa Sede.
Poco apoco la Orden cargada de beneficios y riquezas cayó en un
sincretismo y secretismo que la hizo crecer con toda clase de prejuicios.
Felipe IV temeroso del poder que tenían y acuciado por las deudas maquinó una
maniobra para controlar a los templarios y al resto de las órdenes militares.
Las acusaciones vertidas contra los templarios fueron demoledoras. Se les acusó
de sacrilegio a la cruz, de herejía, de practicar la sodomía y de adorar a los
ídolos.
Fruto de estas acusaciones intervino la Inquisición y su maestre
Jaques de Molay y ciento cincuenta caballeros fueron encarcelados y sometidos a
torturas. El papa Clemente dio por ciertas las acusaciones. El maestre murió
quemado en la hoguera frente a la catedral de Notre Dame en 1314 y así termino
la historia de la Orden.
12.2 LA ORDEN DEL SANTO
SEPULCRO
El fundador fue Godofredo de Bouillon y los primeros caballeros
eran canónigos del Santo Sepulcro que constituyeron una comunidad regular para
la defensa del Sepulcro y de los Santos Lugares. Esta comunidad adoptó la
regala de la disciplina agustiniana. El primer defensor del Santo sepulcro fue
Godofredo de Bouillon. El Santo Sepulcro estaba obligado a aportar 500 sergents
armados par defender el Reino Latino de Jerusalén. Godofredo armó a cincuenta
caballeros cuya principal misión fue defender la sepultura de Jesús. Balduino I
, hermano de Godofredo declarado rey del reino latino de Jerusalén dotó a l
orden de su primera regla.
La Orden del Santo Sepulcró participó en numerosas campañas
bélicas. Junto a Balduino asedió Tiro, Damasco y San Juan de acre. Tras la
pérdida de Jerusalén frente a Saladino (1187), l Orden se trasladó a Europa y
se entregó al rescate de cautivos. Asus freires las crónicas medievales los
ponían como les plus nobles des chevaliers.
El papa Inocencio VIII aunó las órdenes de San Juan de Jerusalén y
del Santo Sepulcro aunque en algunas naciones como España el Santo Sepulcro
conservó su autonomía. Y se dedicó a la atención de los peregrinos y enfermos.
En 1847 el papa Pío XI dio a la Orden nuevos estatutos y en su
carta apostólica Quam multa confirmó sus privilegios y se reservó para sí
el título de maestre.
12.3 LA ORDEN DE SAN JUAN DE JERUSALEN
En Jerusalén había un hospital dedicado a albergar y cuidar de la
salud de los peregrinos que acudían a la Ciudad Santa Godofredo de Bouillon
Protector del Santo Sepulcro en Jerusalén otorgó al Hospital grandes
donaciones. Fue entonces cuando los monjes que lo atendían consideraron la
necesidad de fundar una nueva orden. Así surge la Orden de los Hospitalarios o
Hermanos del Hospital de San Juan de Jerusalén.
Raimundo de Puy, sucesor de Godofredo de Bouillon, dio una regla a
la nueva orden que el papa Pascual II confirmó en 1113. Inocencio II, más
tarde, impuso a sus miembros la obligación de defender con las armas a los
cristianos. Tras la conquista y toma de Jerusalén los hospitalarios se
refugiaron en Acre.
En 1291 cayó Acre como último reducto de los cruzados y los
hospitalarios se instalaron en la isla de Chipre. En 1130 conquistaron la isla
de Rodas y por algún tiempo se les denominó caballeros de Rodas. Después de que
los otomanos tomasen Rodas la orden marchó a Italia y se establecieron en
Malta. Fueron conocidos entonces como los caballeros de la Orden de Malta.
Napoleón después de la conquista de Malta, saqueó las arcas y abolió los
derechos feudales.
Fernando de Homspech que residió en Malta figura como el último
maestre (1797). Pío II no quiso nombrar sucesor. El tratado de París de 1814
consolidó la expulsión de la orden de la isla de Malta y otorgó su soberanía a
Inglaterra.
13.
LAS CUATRO ORDENES MILITARES EN SALAMANCA
MEDIEVAL
Desde sus inicios en la Península las Ordenes Militares se
revelaron como un instrumento muy valioso para la monarquía, que las convirtió
en aliados a la hora de realizar sus iniciativas políticas. A cambio de su
apoyo, las Órdenes obtuvieron la capacidad de intervenir en la vida política
del reino y abundantes donaciones de bienes. De este modo en plena Edad Media
las Órdenes Militares contaban con un gran poder, prestigio y amplios
patrimonios territoriales.
Las cuatro ordenes militares adscritas a la ciudad de
Salamanca fueron:
Junto al Monasterio benedictino en el cerro de San Vicente.
- · Orden Militar de Santiago, la puebla de Sancti Spíritus
- · Orden Militar de San Juan, la puebla de San Juan de Barbalos
- · Orden Militar de Alcántara, la puebla de Santa María Magdalena
- · Orden Militar de Calatrava, al lado del convento de San Esteban en Sto Tomás Cantuariense
Por último también podemos señalar la Orden Militar del Rey
Carlos, la puebla de San Marcos
La incidencia de las Órdenes Militares en la
configuración urbana de la ciudad de Salamanca durante los siglos XII y XIII
fue de enorme importancia. Es de destacar el importante papel que jugaron estas
instituciones en el proceso de la tercera repoblación o repoblación interior de
la urbe. Partiendo de las carencias de la morfología salmantina, se puede
observar la incidencia de cada una de las órdenes en el espacio urbano. A grandes
rasgos es posible concluir que la implantación de las Órdenes Militares en la
ciudad de Salamanca favoreció la atracción de pobladores a los espacios de baja
densidad y la articulación de los mismos. La necesidad de adaptar el sistema de
encomienda al ámbito urbano supuso el nacimiento de una realidad morfológica
distinta, que enriqueció la morfología salmantina.
Reconquista y repoblación son dos caras de una misma
realidad: el avance de los reinos cristianos en la Península Ibérica. Mientras
que el primer concepto (reconquista) nos remite al ámbito militar, el segundo
(repoblación) hace referencia a las realidades económicas y sociales
desencadenadas por este proceso. Una de estas realidades fue, sin duda, la
reorganización de los espacios urbanos y el nacimiento de nuevas morfologías
que no sólo pervivieron a lo largo de los siglos medievales, sino que en
numerosas ocasiones llegaron casi intactas hasta el XVIII.
El primer espacio se encontraba adscrito a la Orden de San Juan; como señalaremos más adelante, desconocemos su estatus y mecanismos de articulación. Aún más escasos son los datos sobre el entorno de Santo Tomás;[79] tan sólo el Libro Tumbo de Salamanca[80] refiere la existencia de una nómina de los primeros pobladores de Santo Tomás, pero no especifica ni dónde ni cómo se realizó. Julio González[81] señala que esta denominación debió corresponder a la iglesia de Santo Tomás Cantuariense, y no a la de Santo Tomé construida poco después de 1180.
En 1222 el convento de San Vicente, sito en el teso del mismo nombre, asumió el control y la obligación de repoblar el espacio comprendido entre la puerta de San Hilario y el cementerio de Santo Domingo. Frente al relativo éxito del resto de las iniciativas, en el siglo XV el espacio de San Vicente aún mantenía una densidad poblacional muy baja[82]. Esta situación se debió en gran medida a la propia gestión del espacio, ya que el monasterio[83] no favoreció el asentamiento de pobladores ni la formación de un barrio, pues consideraban más adecuado el uso de las tierras para huerta o labranza[84].
La última puebla fue concedida en 1223 a la Orden de Santiago[85].
Comprendía el territorio de la iglesia de Sancti Spíritus, situado entre las
puertas de San Cristóbal[86]
y San Mateo[87]. La
documentación especificaba que dicho espacio estaba sin poblar y debía ser
repoblado bajo fuero de Salamanca aunque con las disposiciones específicas del
fuero dado a la puebla de Alcántara. De este modo los pobladores quedaban
libres de todo tributo concejil, pero con la obligación de reconocer el señorío
de la Orden de Santiago.
D. Gaspar Melchor de Jovellanos, del Consejo de S. M. en el Real de las Ordenes, Caballero de la de Alcántara, Visitador general extraordinario del Imperial Colegio de la Inmaculada Concepción que la Orden de Calatrava tiene en esta ciudad de Salamanca, y particularmente comisionado por S. M. en su Real Consejo de las Ordenes para establecer y llevar la debida ejecución el Plan de Estudios domésticos del mismo Colegio, propuesto a S. M. por el citado Real Consejo en consulta de 7 de Diciembre de 1787, y aprobado por Real decreto publicado en el día 13 de Septiembre de 1788.
Diversas órdenes militares protagonizaron gran parte de la historia medieval de España. Puede afirmarse que los miembros de las distintas órdenes participaron en la Reconquista y en todas las batallas habidas contra los musulmanes durante los siglos XIII, XIV y XV. Sus maestres entraron en combate y murieron en numerosas ocasiones. Así Sancho Fernández de Lemus, gran maestre de la Orden de Santiago, murió en la batalla de Alarcos. Pedro Arias, maestre también de la misma orden murió en la batalla de las Navas de Tolosa.
En España hubo órdenes que vinieron importadas del modelo iniciado en Jerusalén con motivo de las cruzadas y hubo órdenes de fundación nacional. Entre las órdenes importadas cabe destacar El Temple, la de San Juan de Jerusalén, la del Santo Sepulcro, la de San Lázaro, la de Santo Tomás de Acre o la de Santa María de los Teutones. Entre las órdenes nacionales destacan la de Alcántara o Calatrava.
13.1
LA ORDEN DE CALATRAVA
La orden fue fundada en 1158 por el abad del monasterio de Fitero
(Navarra). Don Raimundo declarado luego santo y apodado el san Bernardo
español, la fundó para defender a los cristianos de los continuos ataques
musulmanes a la villa de Calatrava, situada a orillas del río Guadiana cerca de
Mérida.
El papa Alejandro III, autor de Summa magistri Rolandi, aprobó
las constituciones mediante una bula en 1164. El abad Raimundo puso la orden de
Calatrava bajo la regla de San Benito y adoptó las constituciones del Cister.
Cuando la fortaleza de Calatrava que estaba bajo la custodia de
los caballeros del Temple fue asediada por los musulmanes los templarios la
abandonaron y fue entonces cuando el abad Raimundo emprendió su defensa con caballeros
dispuestos para tal empresa. El rey don Sancho cedió la fortaleza de Calatrava
al abad para defenderla.
En 1174 Alfonso VIII, sucesor de Sancho III entregó a los
caballeros calatravos la fortaleza de Zorita de los Canes para que los freires
protegieran la débil frontera del Tajo. Alfonso VIII dio un trato de favor a la
orden y Alfonso II de Aragón cedió a la orden el castillo de Alcañiz para
defender la ciudad de Valencia de los ataques musulmanes. En 1183 la orden
recibió la fortaleza de Abenójar, por este motivo en aquella época la orden se
denominó Abenojar de Calatrava.
La orden fue creciendo en posesiones, aunque tuvo también sus
pérdidas.[88]
Desde el principio la orden contó con el beneplácito de reyes y nobles, que le
concedieron multitud de donaciones y privilegios y no menos exenciones. El
castillo de Calatrava la Nueva, emplazada sobre el cerro Alacranejo en Ciudad
Real, sustityó a la primera fortaleza y sede central de la orden de Calatrava
la vieja.
13.2 LA ORDEN DE ALCANTARA
Esta orden es una de las cuatro más importantes de España. En sus
orígenes se denominó Orden de San Julián del Pereiro. Su origen incierto lo
refieren a orillas del río Côa, afluente del Duero, en 1093, gracias a la
iniciativa del conde de Portugal don Enrique de Borgoña. Para ofrecer sus
servicios a Alfonso VI de León.
Otras fuentes refieren su origen en León a mediados del S. XII. El
caballero Suero Fernández Barrientos la funda para defenderse de los almohades.
Su primer maestre Gómez Fernández tuvo como mentor espiritual al obispo de
Salamanca, don Orduño, que dio a la orden la regla cisterciense y con ella
recibió la aprobación de la Santa Sede en 1176 con Alejandro III.
La fundación de la orden obedeció a motivos políticos y militares
del reino leonés atosigado por los almohades. En 1183 el papa Lucio III eximió
a la orden de Acántara de la jurisdicción de los diocesanos y la colocó bajo la
tutela de la Santa Sede con la obligación de defender al cristianismo, declarar
la guerra a los musulmanes y el pago de un maravedí anual. El papa confirmó las
posesiones de la orden y sus privilegios, que incluían los diezmos y los
derechos de sepultura. La orden recibió la autorización para levantar iglesias
en sus propiedades y a construir oratorios para uso de sus freires.
Durante el S. XIV la orden vivió un periodo de inestabilidad que
repercutió en sus maestrazgos. En 1318 el capítulo de la orden destituyó a su
maestre Rodrigo Vázquez, en 1337 renunció Rodrigo Pérez y en 1340 murió
ajusticiado Gonzalo Martínez de Oviedo. Durante la guerra de los Trastámara el
maestrazgo de la orden permaneció vacante. En un corto periodo entre 1384 y
1385 se sucedieron tres maestres. A fines del S. XV la mesa maestral de la
Orden de Alcántara permitió a la orden dar estabilidad y aumentar sus ingresos.
La progresiva militarización de la futura Orden de Alcántara
se debió a dos coyunturas paralelas. Por un lado hay que considerar el
enfrentamiento entre el reino de León y los almohades. En 1183 expiraban sus
treguas, lo que nuevamente hacía peligrar el territorio en que se situaba el
monasterio de San Julián. Sin duda, el rey Fernando II era el primer interesado
en militarizar la zona[89]
. A su vez se dejaba sentir la presión ejercida por la Orden Militar de
Calatrava que, perfectamente consolidada y bajo el maestre Ñuño Pérez Quiñones,
aspiraba a incluir al Pereiro en su área de influencia. Para ello contaba con
el apoyo del monarca castellano Alfonso VIII, que encuadraba la acción en el
marco de su política expansionista. En cualquier caso las buenas relaciones
entre los reyes de Castilla y de León, desde 1183 a 1188[90]
, facilitaron que la militarización de la Orden se llevara a cabo bajo el
control calatravo. De hecho, en 1187 tanto el monasterio leonés como sus
posesiones aparecían incluidas en la relación de propiedades de los freires
castellanos de Calatrava. En los años siguientes se sucedieron los
enfrentamientos marcados por los vaivenes de las relaciones entre el reino de
León (Orden de San Julián del Pereiro) y el de Castilla (Orden de Calatrava)
[91].
Durante el reinado de Alfonso IX el Pereiro pasó de ser una Orden menor a
convertirse en la más destacada del reino de León. En un acuerdo de 1218 la
Orden del Pereiro reconoció su sujeción a Calatrava[92]
y la capacidad de visitación de ésta sobre su convento, a cambio de la
recepción de la fortaleza de Alcántara y cuantos bienes poseían los calatravos
en el reino de León[93]
. Es en este momento cuando debemos situar el verdadero origen de la Orden de
Alcántara, que se fusionó con la milicia sanjulianista. Los proyectos políticos
del monarca precisaban de la acción de una "milicia nacional", en
consonancia con las aspiraciones reales. A partir de este momento la Orden de
Alcántara se convirtió en uno de los grandes protagonistas de la política del
reino.
Según los estudiosos, el referido documento no fue sino una transacción política confirmada por el rey leonés Alfonso IX. Aunque en un primer momento pudiera parecer una claudicación frente a Castilla, la victoria de Las Navas y la subsiguiente derrota del poder almohade colocaban al reino ante la oportunidad ofensiva frente al poder musulmán, circunstancia favorecida por el acuerdo. El rey leonés tenía dos claros objetivos: evitar que Castilla rentabilizase en solitario el fracaso del Islam peninsular y fortalecer su propio avance siguiendo la antigua Vía de la Plata hasta el Guadiana. Para ello no sólo debía acercarse a Castilla, sino actuar junto a ella.
La cesión leonesa
de Alcántara constituía una buena oferta para Castilla y su Orden de Calatrava,
pero solicitaba una suculenta contrapartida: el control sobre la del Pereiro.
Según el Dr. Ayala[94]
es así como debemos interpretar el acuerdo de 1218, que fusionaba a los
calatravos y a los sanjulianistas. A partir de este momento la Orden se situaba
en vías de consolidación. Su enriquecimiento tuvo como inmediata consecuencia
el crecimiento cuantitativo y cualitativo de sus posesiones. En este contexto
debemos considerar la concesión de la puebla de La Magdalena, y el compromiso
de ser repoblada bajo la jurisdicción de Alcántara. El monarca fortaleció la
posición de la Orden mediante la concesión de un espacio de jurisdicción propia
en uno de los concejos del realengo, al mismo tiempo situaba a la Orden en uno
de los "puntos de control" de la antigua Vía de la Plata[95]
.
No se trataba de un hecho aislado, sino de una estrategia de
"fidelización" de la milicia. La repoblación de la puebla de La
Magdalena se realizó bajo carta de población propia. El documento data de julio
de 1219, fue dado en Salamanca por don Gonzalo Yáñez, maestre de Calatrava, y
por don Diego Sánchez, maestre de Alcántara; posteriormente fue confirmado por
el rey don Alfonso IX estando en el mismo lugar de La Magdalena[96].
A través de dicho documento se otorgaba a la puebla un
fuero, propio, aunque en materia judicial se remitía al de Salamanca. Mediante
la concesión del fuero los habitantes de La Magdalena pasaron a ser
"vasallos de Dios e demaestre de Perero e de Alcántara" y, por tanto,
feligreses de la Orden[97].
De este modo su diezmo debía ser pagado en la casa de la Orden en Santa María
Magdalena. En el documento se observa un gran interés por el control y gestión de
los recursos jurisdiccionales, entendiendo como tales las rentas y derechos
derivados de la dependencia política-jurídica de los vasallos. Así, los
habitantes de la puebla debían pagar "singulas tercias de moravedís"
cada año por San Martín. Por dicho pago quedaban escusados de todo pecho[98]
, fuero y facendera de la vecindad de Salamanca. No se trataba tan sólo de una
segregación jurisdiccional sino que por mediación regia el concejo de Salamanca
se veía privado de parte de sus recursos económicos.
La Orden era meticulosa en la recaudación de sus impuestos.
El solar aparecía como la unidad básica de fiscalidad, y se contabilizaba en
función de las puertas de acceso a la vía pública. Por tanto, resultaba
indiferente el número de individuos que habitaba en cada uno de los solares, y
la tributación se limitaba al número, que no calidad o dimensiones, de las
propiedades inmobiliarias. La cesión entre familiares directos se gravaba,
salvo que se produjera la partición de la propiedad y el consecuente aumento de
accesos. El monopolio era otro de los recursos económicos para la Orden. Así,
en la puebla de La Magdalena: "los freyles facer horno e los por preite
cocer suo pan al foro de otros fornos, como a foro de Salamanca". Una vez
más la puebla era regida como un férreo señorío jurisdiccional, de modo que el
señor (Orden de Alcántara) recibía ingresos derivados de la posesión y
disposición de medios comunitarios de transformación. Ya que las cargas
directas eran relativamente bajas, resulta lógico que las ganancias se
suplieran con gravámenes indirectos. Las rentas podrían cobrarse o bien por el
uso, o por la cesión de los derechos de explotación. Otra de las preocupaciones
de la Orden era el control del mercado inmobiliario; así se señalaba que
"si menester le fur vender sua heredade a quien faga este foro".
Lo que supone que la puebla tenía opción de compra
preferente sobre las heredades. De este modo se controlaba el precio de las
mismas, así como el acceso de nuevos vasallos a la puebla. En el plano
religioso la Orden especificaba que "todos estos pobladores a suo
passamento sua sepoltura avela en la ecclesia de Santa María Magdalena e den
por sua ánima aquello que quisieren"; con ello también se aseguraban
la percepción de mandas testamentarias.
A tenor de la documentación las relaciones entre la Orden de
Alcántara y los poderes urbanos salmantinos fueron relativamente buenas. No
existen referencias a grandes enfrentamientos[99]
, y tan sólo conocemos ciertos conflictos derivados de las donaciones de
vasallaje familiar. A finales del siglo XIII fue precisa una bula del papa
Gregorio IX para ordenar que en la diócesis de Salamanca se actuara contra
aquellos que impedían las donaciones de posesiones y bienes por parte de fieles
y familiares de la Orden[100].
13.3 LA ORDEN DE SAN JUAN DE JERUSALEN
La orden del Santo Sepulcro unida a la de San Juan tuvo un papel
preponderante en España durante la reconquista a imitación de la orden del
Temple. Alfonso I el Batallador declaró las órdenes militares herederas de sus
bienes en contra del parecer de los nobles aragoneses.
En España tuvo dos lugartenencias la de Castilla y León con sede
en Madrid y la de Aragón. En Castilla la orden de San Juan de Jerusalén se
extendió mucho en Zamora, Toro, Medina del Campo, Salamanca y Ciudad Rodrigo,
Arévalo y Segovia.
En realidad, hubiera sido más lógico que la primera
referencia a la Orden se localizara en Navarra, Aragón o Cataluña, que estaban
mucho más cercanas a la "casa" de Saint Gilles, y no en la
Extremadura leonesa. La implantación de la Orden de San Juan en los territorios
salmantinos respondió a una coyuntura política derivada directamente de la
"influencia franca" del reinado de Alfonso VI. Recordemos que tras la
derrota de Sagrajas, en 1086, el referido monarca convocó una cruzada a la que
acudieron numerosos efectivos franceses, entre los que destacaban sus futuros
yernos: Raimundo y Enrique de Borgoña.
Especial interés tiene para nosotros la figura de Raimundo de Borgoña, que fue el responsable de la segunda repoblación de la ciudad de Salamanca y marido de doña Urraca. En este contexto resulta coherente que la reina introdujera en la frontera con extremadura una institución que dependía directamente de la casa francesa de Saint Gilles. De hecho, la de San Juan era la única Orden presente en la ciudad de Salamanca que no contaba con un origen y desarrollo puramente hispano[101] . Sin embargo, conservaba como característica común al resto de Órdenes su actividad asistencial, que en estecaso era la base inicial de su desarrollo34 . Además, en este momento la Orden estaba configurando su idiosincrasia militar y resultaba muy adecuada para un espacio de lucha fronteriza.
El hecho de que don
Raimundo de Borgoña fuera el responsable de la segunda repoblación de la ciudad
de Salamanca influyó tanto en su morfología como en el reparto de poder en la
urbe, que benefició claramente a las elites ultrapirenaicas. Esta dinámica se
mantuvo durante todo el siglo XII. Tempranamente la referida Orden de San Juan
obtuvo permiso para edificar dos templos: el de San Cristóbal y el de San Juan
Bautista o San Juan de Barbalos; poco después le fue concedido el espacio en
torno a este último para que lo poblara, segregándolo de la autoridad municipal
y dándolo a la Orden en calidad de jurisdicción propia. De este modo el
decidido apoyo de la monarquía favoreció su asentamiento y posterior
consolidación en la urbe salmantina[102]
.
Lamentablemente no contamos con documentación que especifique el momento exacto en que se produjeron estos hechos. La historiografía local[103] data en 1145 el consentimiento para la fundación de los templos y sitúa cinco años después la concesión del terreno en torno a San Juan de Barbalos para que se poblara. En cualquier caso, la presencia de la Orden en la ciudad se atestigua desde mediados del siglo XII, cuando comienzan a aparecer mandas testamentarias a su favor[104] . Además la iglesia de San Cristóbal es citada en el Fuero de Salamanca[105] .
En el siglo XIII la documentación ya proporciona datos significativos sobre
la acción de la Orden de San Juan en la ciudad de Salamanca. En 1215 tenemos
constancia de la existencia de un comendador en la urbe[106]
, llamado Juan Peláez[107]
. A partir de este momento conocemos el nombre de varios miembros de la Orden
que asumieron el puesto[108]:
frey Pedro Fernández en 1223[109]
, frey Vermudo Fernández al año siguiente, Marino de Minico en 1229 y Pedro Mendo,
por lo menos, desde 1232 a 1238.
En 1251 don Rodrigo era al mismo tiempo comendador de Limia
y de Salamanca. Existe una carencia de referencias en la segunda mitad del
siglo XIII. Nuevamente en 1295 aparecía como testigo en un documento referido a
la Orden un freiré llamado Juan que era compañero del comendador de Salamanca
Arias Fernández[110]
. Con el tiempo la Orden de San Juan demostró una gran capacidad para adaptarse
a la red de relaciones de la ciudad y generar sinergias con el resto de poderes
urbanos. Desde un primer momento favoreció las relaciones con la jerarquía
eclesiástica local, que aún estaba dispuesta a compartir las potencialidades de
un espacio en reorganización. Posteriormente, el acuerdo de 1223 entre la Orden
y el obispo salmantino nos permite conocer la plena inserción de San Juan de
Barbalos en la estructura sanjuanista, así como su capacidad de diálogo con la
Sede.
12.4 LA ORDEN DE SANTIAGO
Hay varias versiones en cuanto al origen incierto de la orden.[111] La
orden se fundó en 1161 en el Reino de León durante el reinado de Fernando II,
por iniciativa de doce caballeros de vida licenciosa que, arrepentidos de los
desmanes cometidos, decidieron unirse bajo unos estatutos y formar una orden
militar para defender a los peregrinos que se dirigían a Santiago a orar en la
tumba del apóstol. Los peregrinos eran asaltados por musulmanes. También
sintieron la necesidad de defender las fronteras de Extremadura por las
constantes incursiones y razías.
Otra tradición quizás la más probable, dice que la orden nació en
Cáceres en 1170 con el decidido apoyo de Fernando II de León y como cofradía de
caballeros liderada por Pedro Fernández en 1171. Se transformó en una orden
militar gracias a un acuerdo con el arzobispo de Santiago, del que recibió nombre
y rentas a cambio del compromiso vasallático y servicio a su Iglesia bajo el
estandarte del Apóstol. Después consiguió su propia autonomía desplazando su
núcleo central de poder a Castilla y dotándose de una regla.
Siguiendo su vocación asistencial, a finales del siglo XII
la Orden favoreció el nacimiento de nuevos hospitales. En esta línea el rey
Alfonso IX donó, con fecha de 22 de julio de 1223, las casas de Sancti Spíritus,
"quam prior D. de Manino cum concilio eiusdem civitatis edificavit ad servitium
Dei", para que se fundase un hospital de redención de cautivos[112]
. El hospital no prosperó. No obstante, el documento nos permite conocer la
existencia de construcciones previas, de cierta entidad, en el espacio de la
puebla. Ya que estas "casas" fueron destinadas a hospital
debió tratarse de edificios de ciertas dimensiones y amplios espacios
interiores. A su vez el documento refiere la existencia de otro centro
espiritual en la zona, sin definir su carácter, que pudiera ser hospitalario o
conventual. La referida casa fue donada junto al territorio que la rodeaba
"ad populandum ilium locum qui est per populare a porta Sancti Mathei
usque ad portam de Sancto Christoforo".
Así recaía en la Orden de Santiago la tarea de repoblar un
territorio de notable amplitud que tenía como límites la Puerta de San Mateo[113]
y la de San Cristóbal[114]
, la propia muralla y posiblemente la corriente de agua que discurría por la
actual Gran Vía. Se trataba de un espacio mayor que los concedidos años atrás a
las Ordenes de San Juan y de Alcántara. En el mismo documento el rey le
concedió un fuero propio que fue confirmado un año después. A través del
referido fuero los pobladores de Sancti Spíritus pasaron a encuadrarse como
vasallos y feligreses de la Orden de Santiago, quedando fuera del control
tributario y judicial del concejo de Salamanca.
Como ya hemos señalado, le fue dado el Fuero de la puebla de La Magdalena, a pesar de que la de Sancti Spíritus tenía mayores dimensiones y complejidad, así como un carácter "más rural". La efectividad de este conjunto normativo se vio confirmada en 1297, cuando el rey Fernando IV dio a la puebla de Villoruela el mismo fuero que tienen "los de la puebla de Sancti Spiritus, porque fueron en ese fuero poblados[115]. Los pobladores pasaron a formar parte del señorío santiaguista de dos formas: como vasallos en virtud de un señorío laico y como feligreses en virtud de uno eclesiástico. Una vez más la voluntad regia disgregaba parte de la jurisdicción municipal y episcopal, además de privar al concejo de una porción de sus recursos económicos.
No repetiremos las consideraciones sobre el Fuero de La Magdalena, baste decir que son plenamente aplicables a la
puebla de Sancti Spíritus y a sus habitantes, aunque a lo largo de los años
fueron matizados por documentación y disposiciones propias. Una de las
diferencias fundamentales se observa en las relaciones entre la Orden y el
obispado de Salamanca. En agosto de 1223 el obispo don Gonzalo donó a la Orden
de Santiago la Iglesia de Sancti Spíritus[116].
En este documento se limitaba a la Orden santiaguista ciertos privilegios de
los que sí disfrutaba la de Alcántara[117].
Así, mientras que los pobladores de Alcántara pagaban
diezmos a la Orden y eran enterrados en su iglesia, los de Sancti Spíritus
debían dar al obispo un tercio de los mismos y a las parroquias una parte de
los bienes dados en concepto de mortuorio. A su vez no podían recibir como
feligreses a parroquianos de otras iglesias ni admitirlos en su templo,
mientras que la ciudad estuviera en entredicho y en dicha circunstancia los oficios
se debían realizar a puerta cerrada, en voz baja y sin toque de campana. Como
se puede observar, la puebla quedaba fuera de los entredichos generales, de
este modo la segregación de jurisdicción civil se trasladaba al ámbito
religioso. Echániz[118]
señala que con este documento se fijaron las pautas para futuras relaciones de
la Orden santiaguista con el obispado. Se trataba de evitar los conflictos por
diezmos y otras cuestiones que en las mismas fechas enfrentaban a la Orden con
distintas Sedes.
El 15 de marzo de 1224 el rey de León, Alfonso IX, concedió
exención de pecho y tributo del concejo salmantino a los pobladores de Sancti
Spíritus registrados en el documento, y recibidos por los cuatro hombres buenos
que el monarca nombró para organizar la puebla[119].
Se remarcaba que los pobladores debían entregar a la casa de Sancti Spíritus
los mismos derechos que daban los de Santa María Magdalena[120].
No se trataba tan sólo de una concesión regia, sino que era la propia Corona la
que acometía la organización de la puebla. Desconocemos si esta labor se limitó
al registro de pobladores y reparto de solares, o si abarcaba también la
configuración de una cierta estructura urbana.
14.5 LA ORDEN DEL REY CARLOS
El rey Carlos III para conmemorar el nacimiento de su nieto fundó
ese mismo día, el 19 de septiembre de 1771, la orden militar de Carlos III.
Nació bajo el lema virtud y márito (virtuti el merito) y bajo el
patrocinio de la Virgen María. La orden tenía por objeto premiar a las personas
beneméritas y fieles a la corona. El rey Carlos II se autoproclamó gran maestre
de la orden y dejó claro que debían serlo a perpetuidad los reyes de España.
Se crearon dos clases de condecoraciones: las grandes cruces y las
cruces pensionadas. En 1783 se incluyó una tercera categoría, los caballeros
supernumerarios, cuyo mérito se situaba entre las dos anteriores. El papa
Clemente XIV, mediante una bula papal en 1772 otorgó a la orden varios
privilegios y gracias espirituales. A los caballeros de la gran cruz y a los
ministros los autorizó a disfrutar de un oratorio privado en sus casas. Durante
la República fue abolida la orden y tras la Guerra Civil se restableció en
1942.
Tuvo su sede en el Real Monasterio de San Gil de Madrid fundado
por Felipe III en 1606, donde se celebraron los capítulos anuales en la fiesta
de la Inmaculada Concepción. El rey Fernando trasladó la sede al convento de
las Descalzas y después al monasterio de la Encarnación.
BIBLIOGRAFIA
Martinez Díez, G., El Cid histórico. Un estudio
exhaustivo sobre el verdadero Rodrigo Díaz de Vivar, Barcelona, 1999
R. Fletcher, El Cid, Editorial Madrid, 1989
García Fitz, El Cid y la Guerra, Burgos, 2000
David Porina Gonzalez, Historia y mito de un señor de la
guerra, Ed Desperta Ferro, Madrid
Revista Desperta Ferro, El Cid, nº 40.
María Eva Gutiérrez Millán, La acción de las Órdenes
Militares en la configuración urbana de Salamanca, Universidad de
Salamanca. 2002
Martín Rodriguez, Historia de Salamanca. Edad Media.
Salamanca, 1998
Enric Balasach Blanch, Las Ordenes Militares de España,
Susaeta Ediciones, Madrid.
[1] No se
puede admitir el empleo de la guerra santa con argumentos de religión, pero no
podemos enjuiciar el hecho de las cruzadas desde nuestras categorías. Mahoma
defendía también la guerra santa y el derecho a tomar las armas. Se defendía el
derecho de propiedad muy arraigado en la mentalidad feudal de aquel tiempo. La
guerra entre cristianos y musulmanes fue entendida como una batalla entre el
cielo y el infierno. Como se decía: “Dios ha puesto ante vosotros esta
guerra contra los infieles, que le han hecho un gran desprecio. Dios ha ordenado un torneo entre el cielo y
el infierno, y pide a todos los que lo desean defenderle que no le falten”
[2] A su vez
el Cid ha sido figura discutida. Unos lo tacharon de leal vasallo otros de
traicionero mercenario, unos como perfecto vasallo y otros como un caudillo
cruel en la guerra y de lealtades veleidosas.
[3] Alberto Montaner Frutos, «La fecha exacta de la rendición de
Valencia», en Montaner Frutos y Boix Jovaní (2005:285-287).
[4] Su único
hijo Diego murió en la batalla de Valencia de modo que todo lo que el Cid había
alcanzado lo terminó perdiendo por falta de un sucesor que continuara su
legado.
[5] Fletcher,
2001, pp. 16, 206.
[6] La propuesta de fecha más temprana para el nacimiento de Rodrigo
Díaz la planteó Menéndez Pidal situándola alrededor de 1043 (entre 1041 y 1047)
en «Año y
lugar del nacimiento del Cid» (Boletín
de la Real Academia de la Historia, t. 89, 1926, págs. 8-9) y
posteriormente en La España del Cid (1929, t. II, págs.
684-685), mientras que la más tardía fue postulada por Antonio Ubieto Arteta en el entorno de 1054 (de 1051 a 1057) en El «Cantar
de mio Cid» y algunos problemas históricos (Valencia, [Anubar antes
art. en Lizargas, IV, 1972], 1973, pág. 177); aunque en 2011
Montaner Frutos concluyó que lo más adecuado sería situarla entre 1045 y 1049. Fletcher aceptó como más probable la de 1043 de Menéndez Pidal, pero
indicando que incluso podría retrasarse hasta 1047; Martínez Diez señaló como
más probable el año de 1048, y en todo caso no más tarde de 1050, posición que
Peña Pérez considera una razonable postura intermedia. Véase Fletcher
(2007:111), Martínez Diez (1999:32), Montaner Frutos (2011b:259-260) y Peña
Pérez (2009:45).
[7] Peña Pérez (2009:46-47). Así, en el verso 295 del Cantar
de mio Cid, aparece la expresión «mio Cid el de Vivar».
[8] Montaner Frutos, «Ficción y falsificación en el cartulario
cidiano», 2006, pág. 341 y
nota 40.
[9] Alberto Montaner
Frutos, Vida e historia de Rodrigo Díaz de Vivar.
[10] Historia Roderici, § 2. Cita por la ed. de Bonilla y San Martín, Gestas
de Rodrigo el Campeador (Gesta Roderici Campidocti), Madrid, Victoriano
Suárez, 1911, pág. 35.
[11] Torres, «El linaje
del Cid», 2000-2002.
[12] Alberto Montaner Frutos, «El Cid. La historia.», en www.caminodelcid.org, página web del Consorcio Camino del
Cid, Burgos, 2002.
[13] Historia Roderici, § 2. Cita por la ed. de Bonilla y San Martín, Gestas
de Rodrigo el Campeador (Gesta Roderici Campidocti), Madrid, Victoriano
Suárez, 1911, pág. 35.
[15] Montaner Frutos
(1998:32-38).
[16] Montaner Frutos
(2011b:265).
[17] Alfonso Boix Jovaní,
«La batalla de Morella (1084)», en A. Boix Jovaní y A. Montaner Frutos, Guerra
en Šarq Alʼandalus: Las batallas cidianas de Morella (1084) y Cuarte (1094),
Zaragoza, Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente Próximo, 2005. Apud
Peña Pérez (2009), pág. 93 y n. 7.
[18] Montaner Frutos
(2011b:266)
[19] Martínez Diez
(1999:183-184)
[20] La España del Cid,
Madrid, Plutarco, 1929, 2 vols.; Madrid, Espasa-Calpe, 1969.
[21] Pierre Guichard (2001:67).
[22] Fletcher (2007:190).
[23] Entre los musulmanes,
amán es, según el Diccionario de la Real Academia, "la
seguridad o cuartel que pide quien se rinde".
[24] Felipe Maíllo
Salgado, Crónica anónima de los reyes de taifas, Madrid: Akal,
1991, pp. 51-52.
[25] Véase Alberto Montaner Frutos «La Batalla de Cuarte (1094). Una victoria del Cid sobre los almorávides en la historia y en la poesía», en Alberto Montaner Frutos y Alfonso Boix Jovaní, Guerra en Šarq Alʼandalus: Las batallas cidianas de Morella (1084) y Cuarte (1094), Zaragoza, Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente Próximo, 2005, págs. 97-340.id sobre los almorávides en la historia y en la poesía», en Alberto Montaner Frutos y Alfonso Boix Jovaní, Guerra en Šarq Alʼandalus: Las batallas cidianas de Morella (1084) y Cuarte (1094), Zaragoza, Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente Próximo, 2005, págs. 235-238.
[27] Martin (2010:§8)
[28] Ian Michael, «Introducción»a su ed. de Poema
de Mío Cid, Madrid, Castalia, 1976, pág. 39.
[29] Montaner Frutos (2011b:263-264)
[30] Montaner Frutos (2011b:264)
[31] Montaner Frutos (1998:32-38).
[32] Montaner Frutos
(2011b:265).
[33] Alfonso Boix Jovaní, «La batalla de Morella
(1084)», en A. Boix Jovaní y A. Montaner Frutos, Guerra en Šarq
Alʼandalus: Las batallas cidianas de Morella (1084) y Cuarte (1094),
Zaragoza, Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente Próximo, 2005. Apud
Peña Pérez (2009), pág. 93 y n. 7.
[34] Montaner Frutos
(2911d: 15-19)
[35] Martínez Diez (1999:164).
[36] Martínez Diez (1999:178-180 y 452)
[37] Montaner Frutos (2011b:266)
[38] Martínez Diez (1999:183-184)
[39] La España del
Cid, Madrid, Plutarco, 1929, 2 vols.; Madrid, Espasa-Calpe, 1969.
[40] Montaner Frutos (2011b:266-267)
[41] Martínez Diez (1999:207)
[42] Montaner
Frutos (2007:LVII)
[43] Pierre
Guichard (201:67)
[44] Fletcher (2007:190).
[45] Entre los musulmanes, amán es, según el Diccionario
de la Real Academia, "la seguridad o cuartel que pide quien se
rinde".
[46] Felipe Maíllo Salgado, Crónica anónima de
los reyes de taifas, Madrid: Akal, 1991, pp. 51-52.
[47] Véase Alberto Montaner Frutos «La Batalla de
Cuarte (1094). Una victoria del Cid sobre los almorávides en la historia y en
la poesía», en Alberto Montaner Frutos y Alfonso Boix Jovaní, Guerra en
Šarq Alʼandalus: Las batallas cidianas de Morella (1084) y Cuarte (1094),
Zaragoza, Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente Próximo, 2005, págs.
97-340.
[48] Huici Miranda, A., "El cadí de Valencia Ibn
Ŷaḥḥāf quemado vivo por el Cid", Revista del Instituto Egipcio de
Estudios Islámicos 11–12 (1963–4), 149–167. Véase también Ramón
Menéndez Pidal, El Cid Campeador, pp. 254-258; Gonzalo Martínez
Díaz, El Cid histórico, Barcelona, Planeta, 1999, pp. 326-335 y
Francisco Javier Peña Pérez, El Cid. Historia, leyenda y mitos,
Burgos, Dossoles, 2000, pp. 174-177.
[49] José Ramírez del Río, "Nuevas aportaciones al
origen del Poema de Mio Cid. Motivos literarios de procedencia
árabe", RLM, xxvii (2015), pp. 208 y ss.
[50] Gonzalo Martínez Diez (1999:416-417) arguye los
testimonios de la Primera
Crónica General (o Estoria de España) alfonsí y del Liber
regum
[51] Alberto Montaner Frutos, «La Batalla de Cuarte (1094).
Una victoria del Cid sobre los almorávides en la historia y en la poesía», en
Alberto Montaner Frutos y Alfonso Boix Jovaní, Guerra en Šarq
Alʼandalus: Las batallas cidianas de Morella (1084) y Cuarte (1094),
Zaragoza, Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente Próximo, 2005, págs.
235-238
[52] Ian Michael, «Introducción»a su ed. de Poema de Mío Cid, Madrid,
Castalia, 1976, pág. 39.
[53] Ian Michael, La
imagen del Cid en la historia, la literatura y la leyenda, conferencia
pronunciada en la Biblioteca Nacional de España, el 17 de mayo de 2007.
[Consulta: 29-11-2009].
[54] Ian Michael, La imagen del Cid en la historia,
la literatura y la leyenda, 2007, pág. 4.
[55] Martínez Diez (1999:49).
[56] Cfr. Martínez García, «El patrimonio territorial
de un miembro de la aristocracia feudal: Rodrigo Díaz, El Cid», 2000.
[57] Montaner Frutos (2011b:260 y n. 6 y 7).
[58] Menéndez Pidal, La España del Cid, I,
págs. 123-124, apudTorres, «El
linaje del Cid», 2000-2002.
[59] Martínez Diez (1999:47)
[60] Montaner Frutos (2011b:270 y 1024-1026)
[61] Coscollá, Vicente (2003). La
Valencia musulmana. Valencia: Carena
Editors. p. 44. Consultado el 5 de
febrero de 2017. «Jimena tomó el cuerpo de su marido, el ejército
incendió la catedral, el alcázar, palacios, mezquitas, incluso aquellas que
habían sido consagradas como iglesias, casas particulares, todo ello después de
desvalijar y tomar cuanto pudieron.»
[62] Montaner Frutos (2011b:693-694).
[63] Ildefonso
Rodríguez y Fernández: Los
doscientos mártires de Cardeña, pp. 27-30.
[64] Según
se narra en la Historia Roderici. La espada “Tizona” que acompañaría a
todas las gestas del Cid.
[65] Los
almorávides procedentes de Marruecos eran otro asunto.
[66] El
propio estatuto mudéjar les permitía mantener no solo la religión cristiana y
costumbres sino regirse por su propio derecho (la shariah).
[67] Este
modelo es desarrollado en la iconografía de los bajo relieves del sarcófago de
doña Sancha, convento de Benedictinas de Jaca.
[68] Este
sistema fue el que dio inicios de los torneos medievales.
[69] Es de
destacar la vinculación existente entre caballo y jinete. Se entiende que el
cantar del mío Cid presente a Babieca como tan preferido por el Cid Campeador.
[70] Ya
hablamos de esta técnica utilizad por el ejército yufi de Saladino en las
cruzadas.
[71] Los
reyes taifas eran cultos y eruditos que le introdujeron en el uso del
astrolabio, y otros conocimientos de astronomía.
[72] Los
almorávidas era un grupo fanático de musulmanes que se introdujeron por el
norte de Africa desde Marruecos y que intentaban desestabilizar a los reinos
cristianos.
[73] Francisco Hernández y Xavier Rubio, Breve historia de la guerra antigua y medieval, Nowtilus, 2010,
[74] Joseph von Hammer comparó
en 1818 las
órdenes militares cristianas, en particular a los templarios, con ciertos
modelos islámicos como la secta chií de
los hashshashin.
[75] El abacus
o bastón de mando utilizado por los maestres de la Orden del Temple tenía
el cuerpo en espiral y lucía un pomo de color blanco rematado por una cruz de
la orden con una orla.
[76] A los
caballeros fratres se les permitía casarse una sola vez y solo con una mujer
soltera. Algunas órdenes toleraban las segundas nupcias, pero los caballeros
fratres debían de hacer un voto de fidelidad conyugal. Si no lo cumplían eran
acusados por partida doble. Una por violar el voto natural del matrimonio y
otra por violar el voto emitido.
[77] La
cosmovisión de la sociedad en la Edad Media fue una sociedad estructurada
alrededor de la guerra. La figura de los caballeros respondía a este modelo de
sociedad. Este modelo cambió radicalmente con el Renacimiento.
[78] Nueve
siglos antes los judíos ya lo habían reclamado para sí, y cinco siglos antes los
mismos musulmanes.
[79] No
existe ningún dato que refleje la acción de una Orden Militar en el espacio de
Santo Tomás, por lo que su análisis queda fuera de los límites de este estudio.
De igual modo se ha omitido el referido espacio en el Plano 1 de ubicación de
"jurisdicciones segregadas" en la ciudad de Salamanca, ya que no
tenemos ningún indicio de la existencia de una jurisdicción propia en torno a
Santo Tomás.
[80] No
conservamos el referido documento, sino una escueta referencia de su existencia
en 1721. El texto refiere: "una nomina de los primeros pobladores déla
puebla de / santi espíritus no dize donde se hizo ni / en que tiempo-Numero 1 /
...otra nomina dé los de la pue/bla de santo Tomás en la misma
forma-Numero" 4 (Archivo Municipal de Salamanca. Inventarios. Libro
inventario de los documentos del Archivo Municipal de Salamanca (libro
becerro), caja 3380, ant. sign. 1230, fol. 513v).
[81] Vid. González,
J. "Repoblación de la Extremadura leonesa". Hispània. 1943, p. 221.
[82] En el
siglo XV continuaba la baja densidad demográfica de esta zona, hasta el punto
que en 1490 el monasterio tomó la iniciativa de atraer pobladores. El prior
obtuvo facultad pontificia de poblar el territorio, que fue llamado Aldehuela,
y tenía límites desde la derecha del arroyo o alberca de San Francisco a la
muralla y parroquia de San Blas. Ésta fue la última iniciativa oficial de
repoblar la ciudad de Salamanca. Lamentablemente no tuvo grandes resultados,
tan sólo la ocupación de las Peñuelas de San Blas.
[83] La
documentación no aclara si el monasterio era legítimo propietario, o si más
bien ejercía jurisdicción.
[84] Tal
como se preservaron hasta finales de siglo XIV.
[85] Si bien
es ahora cuando la Orden de Santiago empieza a tener fuertes intereses en la
ciudad, ya poseía en el siglo anterior bienes adquiridos a través de carta de
hermandad con el obispo de Salamanca.
[86] Puerta
de Sancti Spíritus.
[87] Puerta
de Toro.
[88] Las pérdidas
se produjeron sobre todo tras la derrota de las tropas cristianas en la batalla
de Alarcos (1195).
[89] El monarca
leonés concentraba sus esfuerzos en consolidar las fronteras de su reino con
Castilla y Portugal, y expansionarse hacia el sur. Sin duda, la Orden de San
Julián del Pereiro era uno de los instrumentos más valiosos para la consecución
de sus fines.
[90] En este
año Alfonso IX de León prestó homenaje vasallático a Alfonso VIII de Castilla.
[91] En
junio del mismo año de 1188, el rey Alfonso IX de León dio un vuelco a su
política exterior y se unió al rey de Portugal para dar forma a una liga
anticastellana.
[92] La
subordinación a la Orden de Calatrava tenía un carácter jurisdiccional, que no
mermaba su libertad en las demás materias, especialmente en el ámbito político
y económico-social. No obstante, la unificación castellano-leonesa en un solo
reino y la consolidación de Calatrava en los esquemas del Císter convirtieron a
la Orden castellana en la intermediaria entre las autoridades capitulares y las
milicias cistercienses de origen repoblador. A mediados del siglo XIII ya nadie
cuestionaba el papel jerárquico de la Orden de Calatrava sobre la Orden de
Alcántara.
[93] Archivo
Histórico Nacional. Sec Órdenes Militares, Registro de Escrituras de la Orden
de Calatrava II (1342 C), fol. 78.
[94] Vid. Ayala
Martínez, C. Las Órdenes Militares..., p. 87.
[95]
Recordemos que el trazado de la Vía discurría por la actual calle Zamora,
saliendo de la ciudad por la puerta del mismo nombre. Posiblemente parte de la
Vía o bien atravesara la jurisdicción de la puebla, o bien fuera límite externo
de la misma.
[96] Vid. Ortega
y Cortés, I. J.; Fernández de Brizuela, J. y Ortega Züñiga y Aranda, P.
Bullarium Ordinis Militiae de Alcántara olim S Julián del Pereiro. Madrid,
1759, pp. 21-22; y Echániz Sans, M. El monasterio femenino de Sancti Spíritus
de Salamanca. Colección diplomática (1268-1400). Salamanca, 1993, pp. 29-30.
[97] El
libro inventario del Archivo Municipal de Salamanca registra la existencia de
una nómina de los primeros pobladores de La Magdalena. Lamentablemente el
documento no existe en la actualidad y tan sólo conocemos una escueta
referencia de 1721. El texto refiere: "una nomina de los pri/meros
pobladores de la puebla de / Santi Spiritus no dize donde se hizo ni / en que
tiempo... / otra nomina délos de la puebla / de la magdalena en la misma
forma-Numero 4" (Archivo Municipal de Salamanca. Inventarios. Libro
inventario de los documentos del Archivo Municipal de Salamanca (libro
becerro), caja 3380, ant. sign. 1230, fol. 513v).
[98] La
exención del pecho es un testimonio de la potestad que tenía la Orden para su
cobro. La exención de Salamanca es la más antigua de la que se tiene constancia
en la Orden de Alcántara.
[99] Sí
existen fuertes desavenencias con el concejo de Salamanca durante el primer
cuarto del siglo XV. Con fecha de 26 de octubre de 1425 fue realizada una
concordia entre dicho concejo y el comendador de Casas de La Magadalena de
Salamanca y de Rollan con objeto de que la referida puebla de La Magadalena y
del lugar de Rollan "no libren sus alcaldes más de hasta LX" (Archivo
Municipal de Salamanca. Patrimonio, caja 6297, libro 1433, fols. 200v-203v).
[100] Vid. Ortega
y Cortés, I. J.; Fernández de Brizuela, J. y Ortega Zúñiga y Aranda, P.
Bullarium..., p. 48. Un documento similar se remitió a las diócesis de Coria,
Zamora y Ciudad Rodrigo.
[101] Vid. Ayala
Martínez, C. "La Orden Militar de San Juan en Castilla y León. Los
hospitalarios al norte del Sistema Central (s. Xll- XV)". Revista de
Historia, Instituciones y Documentos, 1989, p. 39.
[102] La
separación de Castilla y León, tras la muerte de Alfonso VII en 1158, no
significó para la Orden de San Juan una disminución de las donaciones reales.
[103] Vid. Villar
y Macías, M. Historia de Salamanca II, Desde la repoblación a la fundación de
la Universidad. Salamanca, 1973, p. 132. Tal como señala Baquero Goñi, C. Los
Hospitalarios en Castilla y León (siglos XII y XIIl): señoríos de la Orden de
San Juan. Madrid, 1995, p. 246, el autor no indica la fuente de las noticias,
por lo que no podemos conocer hasta qué punto estas informaciones son fiables.
[104] En el
testamento de Miguel Domínguez, mediados del siglo XII, se dota una manda de
100 mrs a favor del hospital (vid. Martín Martín, J. L.; Villar García, L. M.;
Marcos Rodríguez, F. y Sánchez Rodríguez, M. Documentos de los archivos..., pp.
101-103). En 1161 el testamento de Blasco Sánchez dona a la referida Orden la
aldea de Barazas (Ibídem, pp. 109-110). Dos años después, don Vela, canónigo de
la catedral, reserva sus casas al Hospital de Jerusalén en una manda
testamentaria (Ibídem, pp. 114-115).
[105] Martín Rodriduez, J. L. y Coca, J. El Fuero..., p. 113
[106] Lo que
no significa que no existiera antes, sino simplemente que no hay constancia
documental de su labor. De hecho en 1173 Juan Oveco, comendador de Salamanca,
fue representante de la Orden en un pleito que enfrentaba al Hospital con el monasterio
de San Román de la Hornija. Sin embargo la data de esta copia es dudosa, por lo
que Barquero Goñi retrasa la constatación de la encomienda salmantina hasta
inicios del XIII.
[107] Vid. Ayala
Martínez, C. Libro de privilegios..., p. 376.
[108] Vid. Barquero
Goñi, C. Los Hospitalarios en Castilla y León..., p. 376.
[109] Vid. Martín
Martín, J. L.; Villar García, L. M.; Marcos Rodríguez, F. y Sánchez Rodríguez,
M. Documentos de los archivos..., pp. 239-241.
[110]
Ibidem, pp. 571-572.
[111] Otra
versión es que la orden se fundó tras la batalla de Clavijo librada contra los
musulmanes por el rey Ramiro I en el 844. En esta batalla se dice habría
intervenido de manera milagrosa el apóstol Santiago.
[112] Vid. Echániz
Sans, M. El monasterio femenino..., p. 31. La redención de cautivos estaba
estrechamente unida a la función militar de las Órdenes, y especialmente
destacada en la de Santiago. Por normativa interna los miembros estaban
obligados a invertir en el rescate de cautivos el botín que obtuvieran
personalmente en la campaña contra los musulmanes.
[113]
Denominada posteriormente Puerta de Toro.
[114]
Denominada posteriormente Puerta de Sancti Spíritus.
[115] Vid. Echániz
Sans, M. El monasterio femenino..., p. 71.
[116]
Ibidem, p. 32.
[117]
Basándose en ello, el Dr. Martín Rodríguez señala que la equiparación de la
puebla de Alcántara con la de Sancti Spíritus era más teórica que real. Vid.
Martín Rodriguez, J. L. "Los fueros: normas de convivencia de
trabajo". En Historia de Salamanca. Edad Media. Salamanca, 1998, pp.
115-116.
[118] Vid. Echániz
Sans, M. "La puebla de Sancti Spíritus...", pp. 115-116.
[119] Vid. Echániz
Sans, M. El monasterio femenino..., p. 33.
[120] Orden
de Alcántara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario