sábado, 22 de agosto de 2020

LOS CABALLEROS Y LAS ORDENES MILITARES

LOS CABALLEROS Y LAS ORDENES MILITARES

 

INTRODUCION

Durante la historia medieval, junto a los reyes y señores feudales de la nobleza sobresalió la figura del caballero. Pocas figuras han tenido tanto relieve y se han propuesto como ideal, prototipo de toda una civilización. Entre estas figuras destacaron, El Cid, Rolando, Amadis de Saula, Felixmarte de Hicania, Tirante de Blanco, Balanis de Grecia y otros. Junto a estos personajes históricos surgió un ideal mítico convertido en leyenda recreando la figura hidalga del caballero. Al Cid cien años después de su muerte lo inmortalizaron con el romance: El Cantar del mío Cid, Miguel de Cervantes creó el genio del Quijote y la literatura dejó cantidad de obras y novelas caballerescas. Empezaremos por estudiar la figura relevante en la historia de España del Cid y luego pasaremos a estudiar como surgen las órdenes de caballería y las ordenes militares. En el último estudio sobre Jerusalén analizamos la importancia de las madrazas para la consolidación del Islam. Algunos consideran que las órdenes militares se originaron  y tienen una semejanza con ciertos modelos islámicos. Algunos consideran que se modelaron con base a los ribat, una institución religiosa fortificada que unía la vida religiosa con la lucha con los enemigos del islam. En cierta forma las órdenes militares responderían al mismo objetivo que tuvieron las madrazas para consolidar el Islam. Este mismo objetivo de unificación  hizo surgir las ordenes militares para la consolidación del cristianismo. Algunos autores consideran que las órdenes militares se inspiraron en estas escuelas musulmanes forja de sus líderes y gobernantes. Todo esto será motivo de estudio. Después de analizar las más importantes terminaremos por estudiar las ordenes militares en la ciudad de Salamanca.

Comenzamos con la figura del Cid porque esta profundamente vinculada a la ciudad de Salamanca. Jerónimo de Perigord fue monje cluniacense paisano de don Raimundo de borgoña. Vino a Salamanca de Valencia donde había compartido el campo de batalla con el Cid Campeador. Don Jerónimo era capallán del ejército del Cid. El Cid llevaba al pecho el Cristo de las Batalllas. Don Jerónimo se trajo el Cristo de las Batallas a Salamanca convirtiéndose desde el S. XII en su principal protector. Don Jerónimo se convertiría en el primer obispo de Salamanca después de la Reconquista. El 22 de junio de 1102 los condes repobladores, doña Urraca y don Raimundo, suscriben un documento dotando el pastoreo espiritual del nuevo obispo. 

Este trabajo se inicia el 20 de Agosto en la fiesta de San Bernardo que impulsó la segunda cruzada. La orden del Temple adoptó la regla de San Bernardo quien se convirtió en uno de sus grandes defensores. Recogemos un texto del propio San Bernardo instando a la participación en las cruzadas:[1]

“El mundo tiembla porque el Señor del cielo está perdiendo su tierra, la tierra en que se apareció a los hombres, donde vivió entre los hombres durante más de treinta años; la tierra en que las flores de su resurrección brotaron por primera vez. Ahora, debido a nuestros pecados, el enemigo de la cruz ha alzado allí su sacrílega cabeza para devastar con su espada la tierra bendita, la tierra prometida, ¡Ay de nosotros, si nadie lo detiene! Invadirá la ciudad de Dios, destruirá el arsenal de nuestra redención y profanará los santos lugares, adornados por la sangre del Cordero inmolado. Han puesto sus miradas avariciosas en los santuarios sagrados de nuestra religión cristiana y ansían sobre todas las cosas violar el lecho en el que, por nuestros pecados, el Señor de nuestras vidas cayó en el sueño de la muerte. ¡Cuántos pecadores se han confesado aquí entre lágrimas y han obtenido el perdón de sus pecados desde el tiempo en que las espadas de nuestros padres limpiaron estos parajes sagrados de escoria pagana! El malvado rechina los dientes y se marchita de furia al recordarlo”.

 

 

1.       RODRIGO DIAZ DE VIVAR, EL CID

La figura del Cid ha recorrido durante siglos una inigualable leyenda fascinando la imaginación de generaciones. Pocas figuras han calado tan hondo en la leyenda y en el imaginario popular, el Cid constituye nuestro mito medieval más universal.[2] El Cid fue un líder militar castellano que llegó a dominar al frente de su propia mesnada el Levante de la península ibérica a finales del siglo XI como señorío de forma autónoma respecto de la autoridad de rey alguno. Consiguió conquistar Valencia y estableció en esta ciudad un señorío independiente desde el 17 de junio de 1094[3] hasta su muerte; su esposa Jimena Díaz, lo heredó y mantuvo hasta 1102, cuando pasó de nuevo a dominio musulmán.

Quizás su gran error fue el no dejar descendencia[4]. Sin embargo, su muerte en el S. XI, no condenó su ejemplo al olvido, antes bien, revitalizó su imagen transformándolo en un referente indiscutible.

Pese a su leyenda posterior como héroe nacional español (y más concretamente de Castilla) o cruzado en favor de la Reconquista, a lo largo de su vida se puso a las órdenes de diferentes caudillos, tanto cristianos como musulmanes, luchando realmente como su propio amo y por su propio beneficio, por lo que el retrato que de él hacen algunos autores es similar al de un mercenario, un soldado profesional, que presta sus servicios a cambio de una paga.[5]

De origen familiar aristocrático asturleonés, fue abuelo del rey García Ramírez de Pamplona, primogénito de su hija Cristina. Se trata de una figura histórica y legendaria de la Reconquista, cuya vida inspiró el más importante cantar de gesta de la literatura española, el Cantar del mio Cid. Ha pasado a la posteridad como «el Campeador» (‘experto en batallas campales’) o «el Cid» (del árabe dialectal sīdi, ‘señor’).

Nació a mediados del siglo XI. Las distintas propuestas dignas de estudio han oscilado entre 1041 (Menéndez Pidal) y 1057 (Ubieto Arteta), aunque actualmente cuenta con más partidarios una fecha situada entre 1045 y 1050; según Martínez Díez lo más probable es que naciera en 1048.[6]

Su lugar de nacimiento está firmemente señalado por la tradición en Vivar del Cid, a 10 km de Burgos, aunque se carece de fuentes contemporáneas a Rodrigo que lo corroboren, puesto que la asociación de Vivar con el Cid se documenta por vez primera c. 1200 en el Cantar del mío Cid[7] ​ y la primera mención expresa de que el Cid nació en Vivar data del siglo XIV y se encuentra en el cantar de las Mocedades de Rodrigo.[8]

 



1.1   NACIMIENTO E INFANCIA

 

Rodrigo Díaz nació, según afirma una tradición constante, aunque sin corroboración documental, en Vivar, hoy Vivar del Cid, un lugar perteneciente al ayuntamiento de Quintanilla de Vivar y situado en el valle del río Ubierna, a diez kilómetros al norte de Burgos.Vivar del Cid, Burgos.La fecha de su nacimiento es desconocida, algo frecuente cuando se trata de personajes medievales, y se han propuesto dataciones que van de 1041 a 1057, aunque parece lo más acertado situarlo entre 1045 y 1049. Su padre, Diego Laínez (o Flaínez), era, según todos los indicios, uno de los hijos del magnate Flaín Muñoz, conde de León en torno al año 1000. Como era habitual en los segundones, Diego se alejó del núcleo familiar para buscar fortuna. En su caso, la halló en el citado valle del Ubierna, en el que se destacó durante la guerra con Navarra librada en 1054, reinando Fernando I de Castilla y León.[9]

Entre 2000 y 2002 los trabajos genealógicos de Margarita Torres encontraron que el Diego Flaínez (Didacum Flaynez,[10] ​ mera variante leonesa y más antigua de Diego Laínez) que cita la Historia Roderici como progenitor, y en general, todos los ancestros por parte de padre que recoge la biografía latina, coinciden exactamente con la estirpe de la ilustre familia leonesa de los Flaínez, una de las cuatro familias más poderosas del reino de León desde comienzos del siglo X, condes emparentados con los Banu GómezRamiro II de León y los reyes de Asturias.[11] ​ Esta ascendencia ha sido defendida también por Montaner Frutos en diversos trabajos del siglo XXI.[12]

En su edición del Cantar de mio Cid de 2011, reafirmó la veracidad de la genealogía de Historia Roderici, dilucidada en sus correspondencias históricas por Margarita Torres. No obstaría a este respecto la aparente discrepancia del abuelo del Campeador Flaín Muñoz con la variante «Flaynum Nunez»[13]​ (Flaín Nuñez) que registra la Historia Roderici, ya que era habitual la confusión entre Munio y Nunio y sus variantes (Muñoz / Munioz / Muniez / Nuniez / Nunioz / Nuñez), y eran intercambiables los sufijos patronímicos –oz y –ez en este momento de la historia.

En cuanto al Flaín Calvo que la Historia Roderici​ señala como cabeza de la estirpe, si bien Margarita Torres conjetura que podría aludir a un Flaín Fernández al que la biografía latina añadió el sobrenombre de Calvo,[14] ​ Montaner prefiere considerarlo un cognomento procedente de la tradición oral. Posteriormente, el Linage de Rodric Díaz, hacia 1195, identificó a Flaín Calvo con un supuesto Juez de Castilla, Laín Calvo, que junto con Nuño Rasura inaugurarían la estirpe mítica de los jerarcas de Castilla, favoreciendo la genealogía mítica que se repitió en las leyendas cidianas surgidas en el siglo XIII en torno al monasterio de San Pedro de Cardeña y en las crónicas alfonsíes que se sirvieron de estos materiales, reforzada por la condición de infanzones que las tradiciones atribuían al origen de los dos jueces y el Cantar de mio Cid a su héroe.[15]

De su madre se conoce el apellido, Rodríguez (más inseguro es su nombre, que podría ser María, Sancha o Teresa), hija de Rodrigo Álvarez, miembro de uno de los linajes de la alta nobleza castellana. El abuelo materno del Campeador formó parte del séquito de Fernando I de León desde la unción regia de este último el 21 de junio de 1038 hasta 1066. Esta familia emparentaba a Rodrigo Díaz con el tenente de ÁlavaGuipúzcoa y Vizcaya Lope Íñiguez; con el de Castilla Gonzalo Salvadórez; con Gonzalo Núñez, tenente del alfoz de Lara y genearca de la casa homónima o con Álvar Díaz, que lo era de Oca, y se había casado con la hermana de García Ordóñez, a quien las fuentes épicas y legendarias consideraron rival irreconciliable del Cid.[16]

En 1058, siendo muy joven, entró en el servicio de la corte del rey Fernando I, como doncel o paje del príncipe Sancho, formando parte de su curia noble. Este temprano ingreso en el séquito del infante Sancho II es otro indicio que lleva a pensar que el muchacho Rodrigo Díaz no era un humilde infanzón. En definitiva, el mito del Cid como perteneciente a la más baja nobleza parece más bien un intento de acomodar la genealogía de los míticos Jueces de Castilla del Linage de Rodric Díaz y sus descendientes, y del personaje legendario del Cantar del mío Cid, al Rodrigo Díaz histórico para destacar la heroicidad del protagonista, caracterizándolo como un castellano viejo pero no de alta nobleza que asciende gracias al valor de su brazo.[17]

En resumen, es seguro que Rodrigo Díaz desciende por línea materna de la nobleza de los magnates y, de aceptar la tesis de Margarita Torres, también por la paterna, pues entroncaría con los Flaínez de León. En todo caso, tanto el alcance de las propiedades con que dota a su mujer en la carta de arras de 1079como la presencia desde muy joven en el séquito regio o las labores que desempeña en la corte de Alfonso VI, son suficientes para concluir que el Cid fue un miembro de la alta aristocracia.

 

 


1.2   JUVENTUD. AL SERVICIO DE SANCHO II DE CASTILLA

 

Rodrigo Díaz entró a servir de muy joven en el séquito del aún infante Sancho II de Castilla y podría haber sido su armígero regio, que en esa época era un escudero protocolario que llevaba la espada y el escudo de su señor en actos solemnes. También se denominaba spatharius regis. De acuerdo con estas funciones está esta imagen de un armiger regis del Liber testamentorum. En dos diplomas de Alfonso VI de 1103 aparece designado el armígero como arma gerens post regem (el que lleva las armas tras el rey).​ De todos modos, no consta en la documentación de Sancho II ningún armiger regis, por lo que lo más probable es que el cargo estuviera vacante en su breve reinado.[18]

Rodrigo Díaz, muy joven, sirvió al infante Sancho, futuro Sancho II de Castilla. En su séquito fue instruido tanto en el manejo de las armas como en sus primeras letras, pues está documentado que sabía leer y escribir. Existe un diploma de dotación a la Catedral de Valencia de 1098 que Rodrigo suscribe con la fórmula autógrafa «Ego Ruderico, simul cum coniuge mea, afirmo oc quod superius scriptum est» (Yo Rodrigo, junto con mi esposa, suscribo lo que está arriba escrito). Tuvo, asimismo, conocimientos de derecho, pues intervino en dos ocasiones a instancias regias para dirimir contenciosos jurídicos, aunque quizá en el ambiente de la corte un noble de la posición de Rodrigo Díaz pudiera estar oralmente familiarizado con conceptos legales lo suficiente como para ser convocado en este tipo de procesos.[19]

Posiblemente Rodrigo Díaz acompañaba al ejército del aún infante Sancho II cuando acudió a la batalla de Graus para ayudar al rey de la taifa de Zaragoza al-Muqtadir contra Ramiro I de Aragón en 1063.[20] ​ Desde el acceso al trono de Castilla de Sancho II los últimos días del año 1065 hasta la muerte de este rey en 1072, el Cid gozó del favor regio como magnate de su séquito, y podría haberse ocupado de ser armiger regis (armígero real), cuya función en el siglo XI sería similar a la de un escudero, ya que sus atribuciones no eran todavía las del alférez real descrito en Las Partidas en el siglo XIII. El cargo de armígero se convertiría en el de alférez a lo largo del siglo XII, pues iría asumiendo competencias como la de portar la enseña real a caballo y ocupar la jefatura de la mesnada del rey.

Durante el reinado de Sancho II de Castilla las tareas del armiger (guardar las armas del señor, fundamentalmente en ceremonias formales) serían encomendadas a caballeros jóvenes que se iniciaban en las funciones palatinas. Sin embargo, en el reinado de Sancho II no hay documentado ningún armiger regis, con lo que este dato podría deberse únicamente a la fama que se propagó posteriormente de que Rodrigo Díaz era el caballero predilecto de este, y de ahí que las fuentes de fines del siglo XII le adjudicaran el cargo de alférez real.[21]

Combatió con Sancho en la guerra que este sostuvo contra su hermano Alfonso VI, rey de León, y con su hermano García, rey de Galicia. Los tres hermanos se disputaban la primacía sobre el reino dividido tras la muerte del padre y luchaban por reunificarlo. Las cualidades bélicas de Rodrigo comenzaron a destacar en las victorias castellanas de Llantada (1068) y Golpejera (1072). Tras esta última Alfonso VI fue capturado, de modo que Sancho se adueñó de León y de Galicia, convirtiéndose en Sancho II de León. Quizá en estas campañas ganara Rodrigo Díaz el sobrenombre de «Campeador», es decir, guerrero en batallas a campo abierto.[22]

Tras el acceso de Sancho al trono leonés, parte de la nobleza leonesa se sublevó y se hizo fuerte en Zamora bajo el amparo de la infanta doña Urraca, hermana de los anteriores. Con la ayuda de Rodrigo Díaz el rey sitió la ciudad, pero murió asesinado por el noble zamorano Bellido Dolfos, si bien la Historia Roderici no recoge que la muerte fuera por traición.[23] ​ El episodio del cerco de Zamora es uno de los que más recreaciones ha sufrido por parte de cantares de gestacrónicas y romances, por lo que la información histórica acerca de este episodio es muy difícil de separar de la legendaria.[24]

 

 


1.3   CABALLERO DE CONFIANZA DE ALFONSO VI

 

La imprevista muerte de Sancho II hizo pasar el trono a su hermano Alfonso, que regresó rápidamente de Toledo para ocuparlo. Las leyendas del siglo XIII han transmitido la célebre imagen de un severo Rodrigo que, tomando la voz de los desconfiados vasallos de don Sancho, obliga a jurar a don Alfonso en la iglesia de Santa Gadea de Burgos que nada tuvo que ver en la muerte de su hermano, osadía que le habría ganado la duradera enemistad del nuevo monarca.

 Por el contrario, nadie le exigió semejante juramento y además el Campeador, que figuró regularmente en la corte, gozaba de la confianza de Alfonso VI, quien lo nombró juez en sendos pleitos asturianos en 1075. Es más, por esas mismas fechas el rey lo casó con una pariente suya, su prima tercera doña Jimena Díaz, una noble dama leonesa que, según las investigaciones más recientes, era además sobrina segunda del propio Rodrigo por parte de padre. Un matrimonio de semejante alcurnia era una de las aspiraciones de todo noble que no fuese de primera fila, lo cual revela que el Campeador estaba cada vez mejor situado en la corte.

Alfonso VI recuperó el trono de León y sucedió a su hermano en el de Castilla, anexionándolo junto a Galicia y volviendo a conseguir la unión del reino legionense que había desgajado su padre Fernando a su muerte. El conocido episodio de la Jura de Santa Gadea es una invención, según Martínez Diez «carente de cualquier base histórica o documental». La primera aparición de este pasaje literario data de 1236.[25]

Las relaciones entre Alfonso y Rodrigo Díaz fueron en esta época excelentes; ​ aunque con el nuevo rey no desempeñó cargos de relevancia, como pudiera ser el de conde de Nájera que ostentó García Ordóñez, lo nombró juez o procurador en varios pleitos y le proporcionó un honroso matrimonio con Jimena Díaz (entre julio de 107), ​ noble bisnieta de Alfonso V de León, con quien tuvo tres hijos: DiegoMaría (casada con el conde de Barcelona Ramón Berenguer III) ​ y Cristina (quien contrajo matrimonio con el infante Ramiro Sánchez de Pamplona). Este enlace con la alta nobleza de origen asturleonés confirma que entre Rodrigo y el rey Alfonso hubo en este periodo buena sintonía. ​

Muestra de la confianza que depositaba Alfonso VI en Rodrigo es que en 1079 el Campeador fue comisionado por el monarca para cobrar las parias de Almutamid de Sevilla. Pero durante el desempeño de esta misión Abdalá ibn Buluggin de Granada emprendió un ataque contra el rey sevillano con el apoyo de la mesnada del importante noble castellano García Ordóñez, que había ido también de parte del rey castellano-leonés a recaudar las parias del último mandatario zirí. Ambos reinos taifas gozaban de la protección de Alfonso VI precisamente a cambio de las parias.

El Cid Campeador defendió con su contingente a Almutamid, quien interceptó y venció a Abdalá en la batalla de Cabra, en la que García Ordóñez fue hecho prisionero. La recreación literaria ha querido ver en este episodio una de las causas de la enemistad de Alfonso hacia Rodrigo, instigada por la nobleza afín a García Ordóñez, aunque la protección que el Cid brindó al rico rey de Sevilla, que enriquecía con sus impuestos a Alfonso VI, beneficiaba los intereses del monarca leonés. ​

Los desencuentros con Alfonso fueron causados por un exceso (aunque no era raro en la época) de Rodrigo Díaz tras repeler una incursión de tropas andalusíes en Soria en 1080, que le llevó, en su persecución, a adentrarse en el reino de taifa toledano y saquear su zona oriental, que estaba bajo el amparo del rey Alfonso VI.[26]

 

 


1.4   PRIMER DESTIERRO: AL SERVICIO DE LA TAIFA DE ZARAGOZA

 

Rodrigo Díaz partió al exilio seguramente a principios de 1081. Como otros muchos caballeros que habían perdido antes que él la confianza de su rey, acudió a buscar un nuevo señor a cuyo servicio ponerse, junto con su mesnada. Al parecer, se dirigió primeramente a Barcelona, donde a la sazón gobernaban dos condes hermanos, Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón II, pero no consideraron oportuno acogerlo en su corte.

Ante esta negativa, quizá el Campeador hubiera podido buscar el amparo de Sancho Ramírez de Aragón. No sabemos por qué no lo hizo, pero no hay que olvidar que Rodrigo había participado en la batalla donde había sido muerto el padre del monarca aragonés. Sea como fuere, el caso es que el exiliado castellano optó por encaminarse a la taifa de Zaragoza y ponerse a las órdenes de su rey.

No ha de extrañar que un caballero cristiano actuase de este modo, pues las cortes musulmanas se convirtieron a menudo, por una u otra causa, en refugio de los nobles del norte. Ya hemos visto cómo el mismísimo don Alfonso había hallado protección en el alcázar de Toledo.

Sin descartar del todo la posible influencia de cortesanos opuestos a Rodrigo Díaz en la decisión, la incursión del castellano contra el territorio de al-Qadir, el régulo títere de Toledo protegido de Alfonso,[27] ​ le causó el destierro y la ruptura de la relación de vasallaje.

Así pues sería a finales de 1080 o principios de 1081 cuando el Campeador tuvo que marchar en busca de magnate al que prestar su experiencia militar. Como dije es muy posible que inicialmente buscara el amparo de los hermanos Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón IIcondes de Barcelona, pero rechazaron su patrocinio.​ Rodrigo, entonces, ofreció sus servicios a reyes de taifas, lo que no era infrecuente, pues el propio Alfonso VI había sido acogido por al-Mamún de Toledo en 1072 durante su ostracismo.[28]

Junto con sus vasallos o «mesnada» se estableció desde 1081 hasta 1086 como guerrero bajo las órdenes del rey de Zaragoza al-Muqtadir, quien, gravemente enfermo, fue sucedido en 1081 por al-Mutamán. Este encomendó al Cid en 1082 una campaña contra su hermano el gobernador de Lérida Mundir, el cual, aliado con el conde Berenguer Ramón II de Barcelona y el rey de Aragón Sancho Ramírez, no había acatado el poder de Zaragoza a la muerte del padre de ambos, desatándose una guerra fratricida entre los dos reyes hudíes del Valle del Ebro.[29]

La hueste del Cid reforzó las plazas fuertes de Monzón y Tamarite y derrotó a la coalición, formada por Mundir y Berenguer Ramón II, ya con el apoyo del grueso del ejército taifal de Zaragoza, en la batalla de Almenar, donde fue hecho prisionero el conde Ramón Berenguer II.[30]

En tanto que al-Mutamán y el Campeador luchaban en Almenar, en la inexpugnable fortaleza de Rueda de Jalón el antiguo rey de Lérida Yusuf al-Muzaffar, que en este castillo estaba prisionero, destronado por su hermano al-Muqtadir, planeó una conspiración con el alcaide de esta plaza, un tal Albofalac según las fuentes romances (quizá Abu-l-Jalaq). Aprovechando la ausencia de al-Mutamán, el monarca de Zaragoza, al-Muzaffar y Albofalac solicitaron que acudiera Alfonso VI con un ejército para sublevarse a cambio de cederle la fortaleza.

Alfonso VI vio además la oportunidad de volver a cobrar las parias del reino de Zaragoza y marchó con su hueste, comandada por Ramiro de Pamplona (un hijo de García Sánchez III de Pamplona) y el noble castellano Gonzalo Salvadórez, hacia Rueda en septiembre de 1082. Pero murió al-Muzaffar, y el alcaide Albofalac, al carecer de pretendiente al reino zaragozano, cambió de estrategia y pensó congraciarse con al-Mutamán tendiendo una trampa a Alfonso VI.

Le prometió al rey de León y Castilla entregar la fortaleza, pero cuando los comandantes y las primeras tropas de su ejército accedieron a las primeras rampas del castillo tras franquear la puerta de la muralla, comenzaron a arrojarles piedras desde lo alto que diezmaron la mesnada de Alfonso VI, quien había quedado, precavidamente, esperando entrar al final. Murieron Ramiro de Pamplona y Gonzalo Salvadórez, entre otros importantes magnates cristianos, aunque Alfonso VI esquivó la celada. El episodio pasó a ser conocido en la historiografía como la «traición de Rueda».

Poco después, el Cid se personó en el lugar de los hechos tras haber estado en Tudela, probablemente enviado por al-Mutamán, previendo un ataque leonés y castellano a gran escala, y aseguró a Alfonso VI que no había tenido ninguna implicación en esta traición, explicaciones que Alfonso aceptó. Se especula con que tras la entrevista pudo haber una breve reconciliación, pero solo hay constancia de que el Cid volvió a Zaragoza al servicio del rey musulmán.[31]

En 1084 el Cid desempeñaba una misión en el sureste de la taifa zaragozana, atacando Morella, posiblemente con la intención de que Zaragoza obtuviera una salida al mar.[32] ​ Al-Mundir, señor de Lérida, Tortosa y Denia, vio en peligro sus tierras y recurrió esta vez a Sancho Ramírez de Aragón, que combatió contra Rodrigo Díaz el 14 de agosto de 1084 en la batalla de Morella, también llamada de Olocau —si bien en 2005 Boix Jovaní postuló que se desarrolló algo más al norte de Olocau del Rey, en Pobleta d'Alcolea—.[33]

De nuevo el castellano se alzó con la victoria, capturando a los principales caballeros del ejército aragonés (entre los que se encontraban el obispo de Roda Ramón Dalmacio o el tenente del condado de Navarra Sancho Sánchez)[34] ​ a quienes seguramente liberaría tras cobrar su rescate. En alguno de estos dos recibimientos apoteósicos en Zaragoza podría haberse recibido al Cid al grito de «sīdī» ("mi señor" en árabe andalusí, a su vez proveniente del árabe clásico sayyid), el apelativo romanceado del «mío Çid».

 


 

1.5   RECONCILIACIÓN CON ALFONSO VI

 

Almutamán murió en 1085, probablemente en otoño, y le sucedió su hijo Almustaín, a cuyo servicio siguió el Campeador, pero por poco tiempo. En 1086, Alfonso VI, que por fin había conquistado Toledo el año anterior, puso sitio a Zaragoza con la firme decisión de tomarla. Sin embargo, el 30 de julio el emperador de Marruecos desembarcó con sus tropas, los almorávides, dispuesto a ayudar a los reyes andalusíes frente a los avances cristianos. El rey de Castilla tuvo que levantar el cerco y dirigirse hacia Toledo para preparar la contraofensiva, que se saldaría con la gran derrota castellana de Sagrajas el 23 de octubre de dicho año.

Fue por entonces cuando Rodrigo recuperó el favor del rey y regresó a su patria. No se sabe si se reconcilió con él durante el asedio de Zaragoza o poco después, aunque no consta que se hallase en la batalla de Sagrajas. Al parecer, le encomendó varias fortalezas en las actuales provincias de Burgos y Palencia. En todo caso, don Alfonso no empleó al Campeador en la frontera sur, sino que, aprovechando su experiencia, lo destacó sobre todo en la zona oriental de la Península.

Sería el 25 de mayo de 1085 cuando Alfonso VI conquista la taifa de Toledo y en 1086 inicia el asedio a Zaragoza, ya con al-Musta'in II en el trono de esta taifa, quien también tuvo a Rodrigo a su servicio. Pero a comienzos de agosto de ese año un ejército almorávide avanzó hacia el interior del reino de León, donde Alfonso se vio obligado a interceptarlo, con resultado de derrota cristiana en la batalla de Sagrajas el 23 de octubre. Es posible que durante el cerco a Zaragoza Alfonso se reconciliara con el Cid, pero en todo caso el magnate castellano no estuvo presente en Sagrajas. La llegada de los almorávides, que observaban más estrictamente el cumplimiento de la ley islámica, hacía difícil para el rey taifa de Zaragoza mantener a un jefe del ejército y mesnada cristianos, lo que pudo causar que prescindiera de los servicios del Campeador. Por otro lado, Alfonso VI pudo condonar la pena a Rodrigo ante la necesidad que tenía de valiosos caudillos con que enfrentar el nuevo poder de origen norteafricano.

Rodrigo acompaña a la corte del rey Alfonso en Castilla en la primera mitad de 1087,[35] ​ y fue en verano cuando se dirigió hacia Zaragoza, donde se reunió de nuevo con al-Musta'in II y, juntos, tomaron la ruta de Valencia para socorrer al rey-títere al-Qadir del acoso de al-Mundir (rey de Lérida entre 1082 y 1090), que se había aliado de nuevo con Berenguer Ramón II de Barcelona para conquistar la rica taifa valenciana, en esta época un protectorado de Alfonso VI. El Cid logró repeler la incursión de al-Mundir de Lérida pero poco después el rey de la taifa leridana tomaba la importante plaza fortificada de Murviedro (actual Sagunto), acosando otra vez peligrosamente a Valencia. Ante esta difícil situación, Rodrigo Díaz marchó a Castilla al encuentro de su rey para solicitar refuerzos y planear la estrategia defensiva en un futuro.

Fruto de estos planes y acciones sería la posterior intervención cidiana en el Levante, que traería como resultado una sucesión encadenada de acciones bélicas que le llevarían a acabar por rendir la capital del Turia. Reforzada la mesnada del Cid, se encaminó a Murviedro con el fin de expugnar al rey hudí de Lérida. Mientras Alfonso VI salió de Toledo en campaña hacia el sur, Rodrigo Díaz partió de Burgos, acampó en Fresno de Caracena y el 4 de junio de 1088 celebró la Pascua de Pentecostés en Calamocha y se dirigió de nuevo a tierras levantinas.[36]

Cuando llegó, Valencia estaba siendo sitiada por Berenguer Ramón II, ahora aliado con al-Musta'in II de Zaragoza, a quien el Campeador había negado entregar la capital levantina en la campaña anterior.[37] ​ Rodrigo, ante la fortaleza de esta alianza, procuró un acuerdo con al-Mundir de Lérida y pactó con el conde de Barcelona el levantamiento del asedio, que este hizo efectivo. Posteriormente, El Cid comenzó a cobrar para sí mismo las parias que anteriormente Valencia pagaba a Barcelona o al rey Alfonso VI y estableció con ello un protectorado sobre toda la zona, incluida la taifa de Albarracín y Murviedro.[38]

 

 


1.6   SEGUNDO DESTIERRO: SU INTERVENCIÓN EN LEVANTE

 

Sucedió que Alfonso VI había conseguido adueñarse de dicha fortaleza (en la actual provincia de Murcia), amenazando desde la misma a las taifas de Murcia, Granada y Sevilla, sobre las que lanzaban continuas algaras las tropas castellanas allí acuarteladas. Esta situación más la actividad del Campeador en Levante movieron a los reyes de taifas a pedir de nuevo ayuda al emperador de Marruecos, Yusuf ben Tashufin, que acudió con sus fuerzas a comienzos del verano de 1088 y puso cerco a Aledo.

En cuanto don Alfonso se enteró de la situación, partió en auxilio de la fortaleza asediada y envió instrucciones a Rodrigo para que se reuniese con él. El Campeador avanzó entonces hacia el sur, aproximándose a la zona de Aledo, pero a la hora de la verdad no se unió a las tropas procedentes de Castilla.

Sin embargo, antes de terminar 1088, se produciría un nuevo desencuentro entre el caudillo castellano y su rey. Alfonso VI había conquistado Aledo (provincia de Murcia), desde donde ponía en peligro las taifas de MurciaGranada y Sevilla con continuas algaradas de saqueo. Entonces las taifas andalusíes solicitaron de nuevo la intervención del emperador almorávide, Yusuf ibn Tashufin, que sitió Aledo el verano de 1088.

Alfonso acudió al rescate de la fortaleza y ordenó a Rodrigo que marchara a su encuentro en Villena para sumar sus fuerzas, pero el Campeador, no acabó por reunirse con su rey, sin que se pueda discernir si la causa fue un problema logístico o la decisión del Cid de evitar el encuentro. En lugar de esperar en Villena, acampa en Onteniente y coloca atalayas avanzadas en Villena y Chinchilla para avisar de la llegada del ejército del rey. Alfonso, a su vez, en lugar de ir al lugar de encuentro acordado, toma un camino más corto, por Hellín y por el Valle del Segura hasta Molina.[39]

 En todo caso, Alfonso VI volvió a castigar al Cid con un nuevo destierro aplicándole además una medida que solo se ejecutaba en casos de traición, que conllevaba la expropiación de sus bienes; extremo al que no había llegado en el primer destierro. Es a partir de este momento que el Cid comenzó a actuar a todos los efectos como un caudillo independiente y planteó su intervención en Levante como una actividad personal y no como una misión por cuenta del rey.[40] ​A comienzos de 1089 saqueó la taifa de Denia y después se acercó a Murviedro, lo que provocó que al-Qadir de Valencia pasara a pagarle tributos para asegurarse su protección.

A mediados de ese año amenaza la frontera sur del rey de Lérida al-Mundir y de Berenguer Ramón II de Barcelona estableciéndose firmemente en Burriana,[41] ​ a poca distancia de las tierras de Tortosa, que pertenecían a al-Mundir de Lérida. Este, que veía amenazados sus dominios sobre Tortosa y Denia, se alió con Berenguer Ramón II, quien atacó al Cid el verano de 1090, pero el castellano lo derrotó en Tévar, posiblemente un pinar situado en el actual puerto de Torre Miró, entre Monroyo y Morella. Capturó de nuevo al conde de Barcelona quien, tras este suceso, se comprometió a abandonar sus intereses en el Levante.[42]

Como consecuencia de estas victorias el Cid se convirtió en la figura más poderosa del oriente de la Península, estableciendo un protectorado sobre Levante que tenía como tributarios a ValenciaLéridaTortosaDeniaAlbarracínAlpuenteSaguntoJéricaSegorbe y Almenara.[43]

En 1092 reconstruyó como base de operaciones la fortaleza de Peña Cadiella (actualmente La Carbonerasierra de Benicadell), pero Alfonso VI había perdido su influencia en Valencia, sustituida por el protectorado del Cid. Para recuperar su dominio de esa zona se alió con Sancho Ramírez de Aragón y Berenguer Ramón II, y consiguió el apoyo naval de Pisa y Génova. El rey de Aragón, el conde de Barcelona y la flota pisana y genovesa atacaron la Taifa de Tortosa, que había sido sometida por el Cid al pago de parias y en verano de 1092 la coalición hostigó Valencia. Alfonso VI, por su parte, había acudido antes por tierra a Valencia para acaudillar la alianza múltiple contra el Cid, pero la demora de la armada pisano-genovesa que debía apoyarle y el alto coste de mantener el sitio, obligó al rey al abandono de las tierras valencianas.

Rodrigo, que estaba en Zaragoza (la única taifa que no le tributaba parias) recabando el apoyo de al-Musta'in II, tomó represalias contra el territorio castellano mediante una enérgica campaña de saqueo en La Rioja. Tras estos acontecimientos, ninguna fuerza cristiana se pudo oponer al Cid, y solo el potente Imperio almorávide, entonces en la cima de su poderío militar, podía hacerle frente.

La amenaza almorávide fue la causa que definitivamente llevó al Cid a dar un paso más en sus ambiciones en Levante y, superando la idea de crear un protectorado sobre las distintas fortalezas de la región, sostenido con el cobro de las parias de las taifas vecinas (TortosaAlpuenteAlbarracín, y otras ciudades fortificadas levantinas) decidió conquistar la ciudad de Valencia para establecer un señorío hereditario, estatus extraordinario para un señor de la guerra independiente en cuanto que no estaba sometido a ningún rey cristiano. [44]

 

 


1.7   CONQUISTA DE VALENCIA

 

Mientras Rodrigo prolongaba su estancia en Zaragoza hasta el otoño de 1092, en Valencia una sublevación encabezada por el cadí o juez Ben Yahhaf había destronado a Alqadir, que fue asesinado, favoreciendo el avance almorávide. El Campeador, no obstante, volvió al Levante y, como primera medida,  puso cerco al castillo de Cebolla (hoy el El Puig, cerca de Valencia) en noviembre de 1092. Tras la rendición de esta fortaleza a mediados de 1093, el guerrero burgalés tenía ya una cabeza de puente sobre la capital levantina, que fue cercada por fin en julio del mismo año.

Este primer asedio duró hasta el mes de agosto, en que se levantó a cambio de que se retirase el destacamento norteafricano que había llegado a Valencia tras producirse la rebelión que costó la vida a Alqadir. Sin embargo, a finales de año el cerco se había restablecido y ya no se levantaría hasta la caída de la ciudad. Entonces, los almorávides, a petición de los valencianos, enviaron un ejército mandado por el príncipe Abu Bakr ben Ibrahim Allatmuní, el cual se detuvo en Almussafes (a unos veinte kilómetros al sur de Valencia) y se retiró sin entablar combate.

Sin esperar ya apoyo externo, la situación se hizo insostenible y por fin Valencia capituló ante Rodrigo el 15 de junio de 1094. Desde entonces, el caudillo castellano adoptó el título de «Príncipe Rodrigo el Campeador» y seguramente recibiría también el tratamiento árabe de sídi «mi señor», origen del sobrenombre de mio Cid o el Cid, con el que acabaría por ser generalmente conocido.

Tras el verano de 1092, con el Cid aún en Zaragoza, el cadí Ibn Ŷaḥḥāf, llamado por los cristianos Abeniaf, con el apoyo de la facción almorávide, promovió el 28 de octubre de 1092 la ejecución de al-Qadir, tributario y bajo la protección de Rodrigo, y se hizo con el poder en Valencia. Al conocer la noticia, el Campeador se encolerizó, regresó a Valencia a comienzos de noviembre y sitió la fortaleza de Cebolla, actualmente en el término municipal de El Puig, a catorce kilómetros de la capital levantina, rindiéndola mediado el año 1093 con la decidida intención de que le sirviera de base de operaciones para un definitivo asalto a Valencia.

Ese verano comenzó a cercar la ciudad. Valencia, en situación de peligro extremo, solicitó un ejército de socorro almorávide, que fue enviado al mando de al-Latmuní y avanzó desde el sur de la capital del Turia hasta Almusafes, a veintitrés kilómetros de Valencia, para seguidamente volver a retirarse. Ya no recibirían los valencianos más auxilio y la ciudad empezó a sufrir las consecuencias del desabastecimiento. Según la Crónica anónima de los reyes de taifas:

Le cortó los aprovisionamientos, emplazó almajaneques y horadó sus muros. Los habitantes, privados de víveres, comieron ratas, perros y carroña, hasta el punto de que la gente comió gente, pues a quien de entre ellos moría se lo comían. Las gentes, en fin, llegaron a sufrimientos tales que no podían soportar. Ibn 'Alqama ha escrito un libro relativo a la situación de Valencia y sobre su asedio que hace llorar al que lo lee y espanta al hombre razonable. Como la prueba se prolongó largamente sobre ellos y les faltó el aguante y como los almorávides se habían marchado de al-Andalus a Berbería y no encontraban un protector, decidieron entregar la ciudad al Campeador; para lo cual le pidieron el amán[45]​ para sus personas, sus bienes y sus familias. Él mientras impuso como condición a ibn Ŷaḥḥāf que este habría de darle todos los tesoros de al-Quādir.[46]

El estrecho cerco se había prolongado por casi un año entero, tras el cual Valencia capituló el 17 de junio de 1094. ​ El Cid tomó posesión de la ciudad titulándose «príncipe Rodrigo el Campeador»​ y quizá de este periodo date el tratamiento de que derivaría en «Cid».

De todos modos, la presión almorávide no cejó y a mediados de septiembre de ese mismo año un ejército al mando de Abu Abdalá Muhammad ibn Tāšufīn, sobrino del emperador Yusuf, llegó hasta Cuart de Poblet, a cinco kilómetros de la capital, y la asedió, pero fue derrotado por el Cid en batalla campal.[47]

Ibn Ŷaḥḥāf fue quemado vivo por el Cid, quien se vengaba así de que asesinara a su protegido y tributario al-Qadir,[48] pero aplicando también al parecer una costumbre islámica.[49] ​ Con el fin de asegurarse las rutas del norte del nuevo señorío, Rodrigo consiguió aliarse con el nuevo rey de Aragón Pedro I, que había sido entronizado poco antes de la caída de Valencia durante el sitio de Huesca, y tomó el Castillo de Serra y Olocau en 1095.

En 1097 una nueva incursión almorávide al mando de nuevo de Muhammad ibn Tasufin intentó recuperar Valencia para el islam, pero cerca de Gandía fue derrotado otra vez por el Campeador con la colaboración del ejército de Pedro I en la batalla de Bairén.

Ese mismo año, Rodrigo envió a su único hijo varón, Diego Rodríguez, a luchar junto a Alfonso VI contra los almorávides; las tropas de Alfonso VI fueron derrotadas y Diego perdió la vida en la Batalla de Consuegra.[50] ​ A fines de 1097 tomó Almenara, cerrando así las rutas del norte de Valencia y en 1098 conquistó definitivamente la imponente ciudad fortificada de Sagunto, con lo que consolidaba su dominio sobre la que había sido anteriormente taifa de Balansiya.

También en 1098 consagró la nueva Catedral de Santa María, reformando la que había sido mezquita aljama. Había situado a Jerónimo de Perigord al frente de la nueva sede episcopal en detrimento del antiguo metropolitano mozárabe o sayyid almaṭran, debido a la desafección que se había producido entre el Campeador y la comunidad mozárabe durante el sitio de Valencia de septiembre y octubre de 1094.

En el diploma de dotación de la catedral de fines de 1098 Rodrigo se presenta como «princeps Rodericus Campidoctor», considerándose un soberano autónomo pese a no tener ascendencia real, y se alude a la batalla de Cuarte como un triunfo conseguido rápidamente y sin bajas sobre un número enorme de mahometanos.[51] ​ Después de la toma de Valencia, todos los esfuerzos de Rodrigo se orientaron hacia la consolidación de su independencia señorial, hacia la constitución de un principado soberano desvinculado de la tutela secular del rey de Castilla así como de la tutela eclesiástica del arzobispo de Toledo.

Establecido ya en Valencia, se alió también con Ramón Berenguer IIIconde de Barcelona, con el propósito de frenar conjuntamente el empuje almorávide. Las alianzas militares se reforzaron con matrimonios. El año de su muerte había casado a sus hijas con altos dignatarios: Cristina con el infante Ramiro Sánchez de Pamplona[52]​ y María con Ramón Berenguer III.[53] Tales vínculos confirmaron la veracidad histórica de los versos 3.724 y 3.725 del Cantar del mio Cid «hoy los reyes de España sus parientes son,/ a todos alcanza honra por el que en buen hora nació». En efecto García Ramírez el Restaurador fue nieto del Cid y rey de Pamplona; asimismo, Alfonso VIII de Castilla era tataranieto del Campeador.[54]

Su muerte se produjo en Valencia el 10 julio de 1099. Apenas cinco días después de la muerte de Rodrigo, Jerusalén fue tomada por los cruzados. Alberto Montaner Frutos se inclina por situarla en esta fecha, debido a la coincidencia de dos fuentes independientes en datar su deceso en este mes: el Linaje de Rodrigo Díaz por una parte y por otra las crónicas alfonsíes que contienen la Estoria del Cid (como la Versión sanchina de la Estoria de España), que recogen datos cuyo origen está en la historia oral o escrita generada en el monasterio de Cardeña. No es impedimento que el monasterio conmemorara en junio el aniversario del Cid, pues es propio de estas celebraciones elegir la fecha del momento de la inhumación del cadáver en lugar de la de su muerte y, de todos modos, el dato lo transmite una fuente tardía de la segunda mitad del siglo XIII o comienzos del XIV.

 

 


1.8   SU GENEALOGÍA

 

Menéndez Pidal, en su obra La España del Cid (1929), en una línea de pensamiento neotradicionalista, que se basa en la veracidad intrínseca de la literatura folclórica de cantares de gesta y romances, buscó a un Cid de orígenes castellanos y humildes dentro de los infanzones, lo que cuadraba con su pensamiento de que el Cantar del mío Cid contenía una esencial historicidad. El poeta del Cantar diseña a su héroe como un caballero de baja hidalguía que asciende en la escala social hasta emparentar con monarquías, en oposición constante a los arraigados intereses de la nobleza terrateniente de León. Esta tesis tradicionalista fue seguida también por Gonzalo Martínez Diez, quien ve en el padre del Cid a un «capitán de frontera» de poco relieve cuando señala «la ausencia total de Diego Laínez en todos los documentos otorgados por el rey Fernando I nos confirma que el infanzón de Vivar no figuró en ningún momento entre los primeros magnates del reino».[55]

Ahora bien, esta visión se conjuga mal con la calificación de la Historia Roderici, que habla de Rodrigo Díaz como «varón ilustrísimo», es decir, perteneciente a la aristocracia; en el mismo sentido se pronuncia el Carmen Campidoctoris, que lo hace «nobiliori de genere ortus»​ (descendiente del más noble linaje). Por otro lado, un estudio de Luis Martínez García reveló que el patrimonio que Rodrigo heredó de su padre era extenso, e incluía propiedades en numerosas localidades de la comarca del valle del río Ubierna, lo que solo era dado a un magnate de la alta aristocracia, para lo que no obsta haber adquirido estas potestades en su vida de guerrero en la frontera, como sí fue el caso del padre del Cid.[56]

Se conjetura que el padre de Rodrigo Díaz no perteneció a la corte real o bien por la oposición de un hermano (o medio hermano) suyo, Fernando Flaínez, a Fernando I, o bien por haber nacido de matrimonio ilegítimo, lo que parece más probable.[57] Desde que Menéndez Pidal dijera que el padre del Cid no fue un miembro de la «primera nobleza»[58]​ los autores que le siguieron lo han considerado generalmente un infanzón, es decir, un miembro de la pequeña nobleza castellana; «capitán de frontera» en las luchas entre navarros y castellanos en la línea de Ubierna (Atapuerca) según Martínez Diez (1999).[59]

Lo más probable es que los verdaderos orígenes se remontan a una familia noble, hijo de Diego Flaínez, hermano del conde gobernador de León, Fernando Flaínez. Se crió en un ambiente selecto con una exquisita formación. No era pues un vulgar infanzón de frontera, sino el vástago apartado por la fortuna. Por su proximidad a la dinastía reinante, su cercanía al infante Don Sancho, se forma en conocimientos de leyes y del propio arte de la guerra, todos ellos aspectos propios de un miembro de la alta nobleza. El padre de Diego Flaínez fue Munio Flaínez y su abuelo Flín es considerado por Ramiro II como su más fiel aliado además de amigo.

 

 


1.9   SU EPOPEYA EN LEYENDA

 

El Cantar, probablemente en la creencia de que el héroe murió en mayo, precisaría la fecha en la Pascua de Pentecostés con fines literarios y simbólicos.[60]

Su esposa Jimena, convertida en señora de Valencia, consiguió defender la ciudad con la ayuda de su yerno Ramón Berenguer III durante un tiempo. Pero en mayo de 1102, ante la imposibilidad de defender el principado, la familia y gente del Cid abandonaron Valencia con la ayuda de Alfonso VI, tras desvalijar e incendiar la ciudad.[61] ​ Así, Valencia fue conquistada al día siguiente de nuevo por los almorávides y permaneció en manos musulmanas hasta 1238, cuando fue retomada definitivamente por Jaime I.

Rodrigo Díaz fue inhumado en la catedral de Valencia, por lo que no fue voluntad del Campeador ser enterrado en el monasterio de San Pedro de Cardeña, a donde fueron llevados sus restos tras el desalojo e incendio cristiano de la capital levantina en 1102.[62] ​ En 1808, durante la Guerra de la Independencia, los soldados franceses profanaron su tumba, pero al año siguiente el general Paul Thiébault ordenó depositar sus restos en un mausoleo en el paseo del Espolón, a orillas del río Arlanzón; en 1826 fueron trasladados nuevamente a Cardeña, pero tras la desamortización, en 1842, fueron llevados a la capilla de la Casa Consistorial de Burgos.[63] Desde 1921 reposan junto con los de su esposa Doña Jimena en el crucero de la Catedral de Burgos.

 


 

1.10          LA HISTORICIDAD DE UNA LEYENDA

 

La muerte del Cid no condenó su figura al olvido sino al contrario se revitalizó hasta transformarlo en un héroe y un ejemplo de caballero inmortal. Esto fue lo que el autor del Cantar del mío Cid logró un siglo después de su muerte.

Como ya hemos dicho el origen del Cid se remonta a la nobleza leonesa y castellana. A lo largo de la segunda mitad del s. X, el Reino de León estaba dividido en una serie de condados vasallos a cuyo frente encontramos algunas familias nobiliarias de ancestros que pueden rastrearse hasta el s. IX. Estas estirpes a menudo estaban emparentadas entre sí y con la propia dinastía en el trono.

Al filo del año mil, nos encontramos, entre las principales estirpes condales vasallas de León, con los señores de Castilla, descendientes de Fernando González, los Beni Gómez, los Flaínez. Tres casas vinculadas entre sí y con la realeza por parentesco muy cercano. La rama de los castellanos se había diluido en la sangre real de Navarra.

Del conde Flaín Muñoz casado con Justa de Cea tienen a Diego Flaínez padre de Rodrigo. De ahí el porqué de su poderosa mesnada, su proximidad a la dinastía reinante, en especial al infante don Sancho con el que debió formarse en el propio arte de la guerra.

Rodrigo nunca olvidó a su familia, tampoco sus orígenes ni a sus enemigos ancestrales, los Beni Gómez, todos ellos encontrarán reflejo en las crónicas y, por supuesto, en los cantares.

En 1065 fallece Fernando I. Deja su reino dividido en tres territorios: Galicia, vinculado al infante don García, León para el segundo hijo Alfonso VI y Castilla al mayor de sus hijos, Sancho. Sus dos hijas, con dignidad real, gobernarán Zamora y Toro.

Don Sancho siendo infante beneficiaba al joven Rodrigo, a quien crio esmeradamente y armó caballero ciñéndole la espada.[64] El futuro Campeador luchó en Graus contra el rey de Aragón y, a su regreso a Castilla, fue nombrado alférez, lo que le permitiría llevar el pendón del monarca en la batalla y ejercer justicia en tiempos de paz.

El hecho de huir de León de resultas de la rebelión del linaje en tiempos de Fernando I, el elevado matrimonio de Diego Flaínez con una dama Álvarez, la boda del Cid con doña Jimena, una Flaínez así mismo, su educación en la corte junto al heredero del trono, así como los esponsales supuestos de las hijas de Rodrigo con magnates Beni Gómez y, posteriormente, las nupcias con miembros de la cas condal de Barcelona y de la estirpe real de Navarra, demuestran que el Cid era descendiente de una estirpe condal leonesa aunque perteneciente a una rama asentada en la frontera castellana.

 

 


1.11          EL MIO CID Y LA MENTALIDAD DE FRONTERA

 

Decir el espíritu o mentalidad de frontera significa riesgo. El Cid vivió en unas condiciones de vida fronteriza en constante riesgo y peligro. Los habitantes de frontera viven en condiciones que configura una mentalidad y actitud peculiar.

Rodrigo desarrolló su actividad en el entorno fronterizo cargado de oportunidades y riesgos de la España de la segunda mitad del s. XI.  Al Andalus dejaba de ser la potencia dominante y la reconquista trata de ganar terreno a los reyes taifas que tenían el califato algo dividido. La tierra originaria del Cid era un territorio de frontera de difícil defensa. La Extremadura leonesa es la que mantiene contacto directo con la frontera. Tras la caída de Toledo (1085) y el avance de la frontera se emprende la tarea de repoblar y cohesionar las tierras que habían sido sustraidas. Estas tierras eran los enclaves de Salamanca, Ledesma, Béjar, Ciudad Rodrigo, Rivas y Alba a las que conde don Ramón, nombrado por el rey Alfonso VI quiso hacer frente. Ya entrados en el s. XII, la ciudad de Salamanca, es protagonista de los más renombrados de estos ataques.

En la frontera uno de los componentes básicos es el de las relaciones transfronterizas las cuales suelen expresarse en términos de hostilidad. Los enfrentamientos transfronterizos pueden abordarse de dos maneras diversas. Lo más habitual es que se planteen en términos de una absoluta incompatibilidad entre los habitantes de ambos lados de la linde, lo que suele polarizarse en luchas entre buenos y malos, estableciendo una dicotomía radical. En el caso de la frontera entre reinos cristianos y musulmanes supone un conflicto religioso y una oposición entre la verdadera y falsa religión. (La personalizada entre fieles e infieles, entre civilizados y salvajes). El resultado es una lucha que puede describirse en términos de “guerra santa”.

Sin embargo, el conflicto transfronterizo también se representa a menudo en términos que podríamos llamar relativos, sin incurrir en una rígida oposición bipolar entre los habitantes de ambos lados de la frontera. En este caso, el oponente puede no ser visto exactamente como enemigo. El enfrentamiento queda más matizado. Se puede combatir no tanto por razones ideológicas como por razones prácticas ganar terreno o adquirir un botín de guerra. Surge entonces la posibilidad de que el otro transfronterizo no solo no sea necesariamente considerado un enemigo sino que puede, en determinadas circunstancias, actuar como un colaborador e incluso ser un amigo.

En torno a esta mentalidad surge toda una épica de frontera, basada en el conflicto bélico. Esta épica de frontera es la que mejor refleja el contexto en el que vivió el Cid. El Cantar del mío Cid trata de cantar las hazañas o hechos gloriosos del que se convirtió en un héroe guerrero. En este contexto se explica la alternancia de batallas entre cristianos y musulmanes y de ellos mismos enfrentados entre sí mismos. El conflicto difiere de la distinción de los de dentro y los de fuera, los unos y los otros estaban situados más allá de la frontera. Los conflictos se originaban no solo con los otros sino entre sí mismos, en el seno de un grupo de pertenencia dado.

El Cid vivió en una sociedad organizada para la guerra en la que la actuación bélica constituía una importante fuente de riqueza. Para los vecinos de las localidades fronterizas, la guerra contra los andalusíes no era algo accidental ni aventurado, sino que constituía mayoritariamente una empresa comercial minuciosamente planificad y reglamentada. Las incursiones a uno y otro lado se hacían para la obtención de un botín de guerra (ad lucrum).No ha de extrañar que la mayoría de los fueros de Extremadura considerasen la milicia concejil como una organización formada para la ganancia. En virtud de estos planteamientos y a causa de los beneficios económicos que aportaba al reino, lo monarcas favorecieron la actividad de los concejos fronterizos, tanto de saqueo como de avance sobre los territorios musulmanes limítrofes.

Otro aspecto conforme con los fueros de Extremadura es la posibilidad de convivencia con los musulmanes (al menos con los andalusíes).[65] Los anadalusíes eran habitantes musulmanes de los reinos cristianos sometidos al poder regio.[66] De tal manera que los moros no siempre son enemigos sino que pueden ser aliados (desde una relación de dependencia vasallática). Así sucedió con los dominadores del levante andalusí, como por ejemplo el rey Zafadola en época de Alfonso VII.

 

 


1.12          EL CID, CAMPIDOCTOR, SUS TACTICAS Y ESTRATEGIAS

 

Rodrigo vestido con velmez, armada con loriga talar, almófar y yelmo cónico, empleaba un modo de batallar quizás adquirido de las huestes musulmanas.  Montado a caballo empleaba un escudo que colgaba del cuello mediante una correa (tiracol), portaba bajo su brazo una lanza (lança) en horizontal. Para guardar el equilibrio y aumentar su fuerza el cuerpo lo inclinaba sobre los arzones del caballo hacia el frente y así cargaba sobre el contrario. Los estribos quedaban lejos de los arzones, lo que le permitía extender completamente las piernas.

Este modelo de combate se distinguía de lo que había sido habitual en los siglos precedentes. El modelo era conocido como lance couchée, consistente en sostener la lanza bajo la axila, aferrada entre el brazo y el costado. Este modelo revolucionario contribuyó en no poco a la superioridad militar de los reinos cristianos sobre los andalusíes.[67]

El Cid Campeador es llamado Campidoctor porque fue un verdadero maestro y señor de la guerra. Su paso no dejó a nadie indiferente, causó entre sus coétaneos la admiración o el odio. Desde su primer duelo contra el navarro Jimeno jamás fue derrotado. El Cid demostró su genio militar en una época en la que tanto Europa como el mundo islámico se vieron inmersos en profundos cambios sociales que de forma inevitable afectaron al arte de la guerra.

A causa de la progresiva feudalización del occidente cristiano, surgió una élite aristocrática, cuyo modo de vida estaba vinculada al a guerra, lo cual conformó una sociedad con marcada tendencia expansiva. Mediante este sistema social, basado en vínculos de vasallaje, el caballero (cabalieri) desempeñaba un servicio militar a cambio de un vasallaje (feudum) que le permitía costear y mantener una costosa panoplia. En la península ibérica este hecho, unido al colapso del califato omeya, trajo consigo significativos avances en el proceso de Reconquista.

Todo este contexto trajo consigo el desarrollo de la caballería pesada, una fuerza de choque que se convirtió en la gran protagonista de los campos de batalla durante el Medievo. Aunque los jinetes siempre gozaron de una gran importancia en la “guerra de frontera”, hasta el s. XI la loriga de cota de malla había estado ausente en la iconografía ibérica. La lanza se hace más larga y pesad y comienza a sujetares bajo la axila. Este sistema mediante el cual el jinete alanceaba por el costado izquierdo del caballo fue conocido como lance couchée. Este sistema fue desarrollado en el Imperio bizantino.[68]

Durante la Ata Edad Media, los jinetes habían utilizado la lanza de varios modos: sosteniéndola en alto para clavar desde arriba; estocando hacia adelante mediante un balanceo del brazo; arrojándola como una jabalina; o sosteniéndola con las dos manos. Este sistema lance couchée fue el modelo del jinete bizantino. Este sistema permitía recuperar o extraer el arma enastada con relativa facilidad.

Las cargas de caballería requerían monturas de gran corpulencia, de carácter violento y que no se asustasen con el fragor del combate. Los corpulentos caballos de guerra tienen su origen en Asia central y fueron traídos a Europa por los romanos que mejoraron sus características mediante entrenamientos y la cría selectiva. Desde el s. VIII, los monarcas carolingios comenzaron a importar sementales y yeguas de la península ibérica, seguramente de raza árabe. Fruto de ello fue el destrier, el caballo de guerra europeo que llegó a contar con 15 manos de altura.[69]

Las fuentes de época carolingia constatan la existencia de entrenamientos ecuestres a gran escala en los que se practicaba las retiradas fingidas y el cambio de mano a galope. Una compañía cargaba contra otra y, antes del choque, debían dar la vuelta y huir, cubriéndose con los escudos; cuando sus adversarios les perseguían, la formación giraba en redondo para contraatacar.[70] También el camio de mano resultaba vital en el combate. Cuando un caballo galopa, una de las patas delanteras siempre va más adelantad que la otra. Si el jinete puede controlar la mano adelantada, podrá girar hacia ese lado de un modo más rápido.

Las descripciones de enfrentamientos armados en los tiempos del Cid y narrados en los cantares de gesta, aunque están llenas de exageraciones, se describen estos sistemas que hemos expuesto. Sin embargo, en la narración de la batalla de Cervera se intuye el uso de cargas de caballería. En la expedición del conde Ramón de Borrell a Córdoba los catalanes emplearon las cargas de caballería. Esta táctica resultó decisiva en la batalla de Atapuerca o en la de Monduver.

La carga de caballería constituía el recurso principal del ejército cristiano. Tenía como finalidad romper la formación enemiga. La infantería desempeña un papel subordinado. Los caballeros se alineaban en haces, creando un frente de batalla con varias filas de profundidad. Los haces cargaban de forma sucesiva. De este modo, si el primer haz era desbaratado o perdiera empuje, el siguiente entraba en liza. En un marco ideal, los ejércitos se dividían en cinco cuerpos: una vanguardia, un centro, una fuerza de reserva y dos alas o “costeras”. En ocasiones, las formaciones podían adoptar forma de cuña, o adquirir un carácter defensivo, como la “muela”, el “muro” o el “corral”.

 



1.13          LAS CAMPAÑAS DEL CID

 

La guerra es la actividad más determinante en el devenir del Campeador. El Cid se hace célebre en el campo de batalla, frente a murallas de castillos y ciudades, a lomos de un caballo recorriendo territorios desbastándolos y saqueándolos a su paso. La guerra fue la actividad que le dio su principal razón de ser y le reportó la fama y la gloria en un proceso complejo de mitificación en el que se entremezclan historia y leyenda, mito y realidad. Destacó por sus actitudes y capacidades mostradas en su desempeño como caballero, comandante y señor de la guerra.

Dominó el arte de la guerra de su tiempo. La cabalgada devastadora, erosiva, extorsionadora, desestabilizadora de los recursos y la moral del enemigo. La guerra de asedio desarrollada para la conquista y control de las ciudades y castillos. La batalla campal, buscada a veces, otras irremediable, pero de las que Rodrigo siempre obtuvo réditos evidentes. Sus campañas mantienen estrecha relación con las estrategias y acciones para la conservación y defensa del territorio conquistado.

Durante años Rodrigo participó en batallas primero al servicio de los reyes cristianos. Las batallas trabadas entre Sancho II y el rey Alfonso VI. En la batalla de Graus encontró la muerte Ramiro I de Aragón. A partir de esta batalla Sancho I le armaría caballero y le confiaría el mando militar de las tropas castellanas. A la muerte de Sancho Alfonso VI se consolida en un trono castellanoleonés reunificado. Integra a Rodrigo como su propio agente.

En 1079 es enviado por el rey a Sevilla como emisario real para cobrar las parias en las tierras musulmanas. Una coalición de tropas granadinas comandadas por García Grande penetró en las tierras de Sevilla desbastándolas. Rodrigo entendió que era su deber defender a la tributaria Sevilla y aplastó las tropas de Darcía Grande en Cabra. Lo más grande fue la humillación que Rodrigo sometió al poderoso conde, cosa que jamás se lo perdonó.

Rodrigo fue convocado por el rey Alfoso VI para engrosar su hueste pero se excusa por una enfermedad y no participa en la campaña contra los musulmanes. Mientras tanto unos sarracenos atacaron el castillo de Gormaz. Entonces Rodrigo decidió perseguir a los asaltadores. Penetró en las tierras de la taifa de Toledo, aliada de Alfonso VI y la devastó y saqueó con saña.

Esto le ocasiona el primer destierro (1081-1087). Es desterrado a Zaragoza y allí es introducido en la sociedad islámica. Ese modo de vida lo marcaría en sus futuros comportamientos. Como caballero y guerrero muy cotizado se integra en la corte como encargado de la organización militar de aquel reino musulmán. Sirviendo a tres soberanos de la dinastía Hudí. Rodrigo apodado el Cid por los propios musulmanes actuará de comandante en jefe de las tropas musulmanas. El Cid acabaría dominando las técnicas y artes de lucha de la tradición islámica en un momento de emergencia de las nuevas formas de combate.[71] El cid perfeccionaría las tácticas, técnicas, armamentos, sistemas de información y espionaje, logística, reconocimiento del terreno. Aprendería sobre el lenguaje, las costumbres y la realidad del enemigo. Creando una especie de mestizaje bélico. Todo ello le permitiría convertirse en figura relevante en el entramado político de los taifas Zaragozanos. Creció pues su condición de comandante y estratega experto en el arte de la guerra.

En el periodo entre 1082 y 1087 participó en varias escaramuzas y dio alas a Rodrigo para tomar conciencia que podría convertirse en príncipe de su propio señorío. Antes de la conquista de Valencia tuvo que pasar por toda una serie de tribulaciones y situaciones que le seguirían curtiendo. Su modo de vivir, desengañado de las reyertas de reyes por acaparar reinos, le fueron haciendo un caudillo independiente con su propio ejército que vivía a su costa de aquello que podía arrebatar a sus enemigos.

Poco después de la reconciliación con el rey en 1087, El Cid es enviado a Valencia con la misión de proteger en el trono a un recién llegado al Qadir procedente del gobierno de la taifa de Toledo. La situación de este era frágil y necesitaba de un disciplinado ejército cristiano. El Cid va poco apoco estableciéndose en el terreno. Realizando incursiones predatorias en taifas vecinas.  En 1089 se produce un intento coordinado de los almorávides[72] y algunos reyes de taifas por recuperar el castillo de Aledo, Con motivo de aquella campaña algo sucede que distancia de nuevo al monarca y al vasallo.

El Cid es desterrado por segunda vez y con ello liberado de vinculaciones feudovasallísticas hacia Alfonso VI, El Cid empieza a actuar en la zona de Valencia con autonomía completa. Va mejorando la estructura bélica y logística en torno a la ciudad del Turia, una pieza codiciosa tanto por cristianos como musulmanes. Un enemigo que tiene Rodrigo en aquellas tierras es Berenguer Ramón II de Barcelona. Si el Cid conseguía apoderarse de la ciudad y consolidar la conquista, la expansión futura del conde hacia el sur quedaría bloqueada.

Berenguer debía entonces de apartar de allí a un competidor insidioso que ya lo había derrotado, apresado y humillado en Almenar. La principal amenaza que tenía el Cid eran los almorávides que ya se acercaban a la taifa de Denia. Es por ello que el Cid restaura y fortifica la fortaleza de Peña Cadiella para controlar la ruta que conectaba el sur este con Valencia. El único aliado del Cid será el califa de Zaragoza.

Es entonces cuando el Cid entabla una batalla en Tévar contra Berenguer en 1090. Debido a la accidentada topografía Triunfa el Cid pese a su inferioridad numérica. El Cid eligió una garganta cuya entrad cerró con una empalizada para proteger al grueso de su hueste junto al monte que guardaba sus espaldas.

 

 


1.14          SU BATALLA MAS RELEVANTE, LA CONQUISTA DE VALENCIA

 

Cuando el Cid llega a Valencia se encuentra con una situación diferente. El príncipe al Qadir había sido asesinado tras una rebelión.  La ciudad pasa al control almorávide. Los víveres que el Cid había guardado en los almacenes habían sido consumidos por los norteafricanos y el tesoro de al Qadir había desaparecido.

El Cid busca el control de Yuballa, una fortaleza estratégica que le sirviera de base de operaciones y de plataforma de ataque, para lanzar desde allí razias que le aseguren avituallamientos. La somete al asedio la fortaleza que consigue conquistar meses después en la primavera de 1093. A partir de entonces empiezan las primeras operaciones de asedio a la ciudad de Valencia. Su cerco definitivo se produce a principios de 1904.

El Cid trata de empobrecer el abastecimiento de la ciudad y asola toda la vega valenciana y toma los arrabales de Alcudia y Villanueva. De este modo bloquea las rutas importantes de acceso a la ciudad. La ciudad empieza a resentir el asedio y empiezan a sentir hambre en la ciudad. El Cid llega a un acuerdo con el cadí valenciano, Yahhaf, para que expulsen a los almorávides de la ciudad.

El Cid lanza una campaña contra la taifa de Albarracín para preparar así un gran ejército. En la incursión El Cid resulta herido de gravedad en la garganta. Los ejércitos almorávides tratan de alejarlo de allí y de volver a tomar el control de la ciudad. El Cid concentró todas sus fuerzas y de hacer frente a la presión almorávide. El Cid logró diezmar al ejército almorávide que sufrió una tromba de agua y sitia la ciudad de Valencia hasta someterla y rendirla. En junio de 1094 el gobierno valenciano, tras tortuosas negociaciones terminó claudicando y entregando el gobierno de la ciudad.

El Cid siguió activo militarmente alternando y complementando sus funciones de comandante y gobernante. Sin embargo, no consiguió aplacar la amenaza constante de los almorávides. El Cid termina por aliarse a Pedro I de Aragón para arremeter con la última gran batalla antes de su muerte, la batalla de Bairén, (Gandía), en enero de 1097.

Las tropas del Cid tomaron el camino de la costa acamparon cerca del castillo de Bairén mientras los almorávides tomaban posiciones en un monte de la sierra de Mondúver. En el mar había naves almorávides que hostigaban a los cristianos con armas arrojadizas. Hacia el mediodía se inicia la carga de la caballería cristiana contra las tropas almorávides en un terreno llano y despejado. El resultado fue la ruptura de las filas enemigas por el centro y un adversario desarbolado y en fuga.

La parte norte del señorío del Cid quedó desguarnecida y sus últimas actuaciones se centraron en este sector donde se encontraba Murviedro (Sagunto). La conquista de Murviedro le fue costosa y un año más tarde moría en Valencia de muerte natural.

 

 


2.       EL IDEAL DE CABALLERO

 

El Cid encarnaría el ideal de caballero cristiano de la reconquista para recuperar los territorios cristianos de los musulmanes. El caballero (chevalier) surge en el seno de la hueste feudal y la élite nobiliaria. En la Edad Media, un caballero era una unidad guerrera que formaba parte de la hueste (fuerza militar) de un señor feudal o de un rey. Con motivo de las Cruzadas se crearon las órdenes militares, formadas por caballeros que se comprometían a votos monásticos, como la orden templaria o la orden hospitalaria. En los distintos reinos se fueron creando otras órdenes, como las órdenes militares españolas. Los rituales de iniciación incluían elementos luego incorporados al imaginario de la caballería andante, como el velar las armas (pasar una noche en oración ante las armas) y ser armado caballero (en una ceremonia propia del homenaje e investidura de las relaciones feudo-vasalláticas).

 

Esta nobleza termina de madurar entre los siglos XI y XIII y se consolida en la Baja Edad Media (siglos XIV y XV). A pesar de que se trata de una nobleza de sangre se requiere un aprendizaje para llegar a este ideal. Los hijos de la nobleza eran armados caballeros por otro noble o por el rey con 15 o 16 años, después de haber aprendido equitación, uso de las armas, tener una educación cortesana y sobre todo un gran poderío económico. 

 

Existe una serie de elementos para regularizar las armas. No siempre hay guerras exteriores y caza. Uno de estos elementos es la caballería y el otro la Paz de Dios y la Tregua de Dios, estas dos últimas son dos instituciones creadas a finales del siglo X por la iglesia para regularizar la violencia de los guerreros. La Paz de Dios impedía atacar a determinadas personas, especialmente religiosas, a los templos y los espacios circundantes. La Tregua de Dios por su parte, prohibía luchar los días sagrados. En principio afecto a los domingos, pero luego se extendió a jueves, viernes y sábado, y periodos más largos como Navidad, Pascua, Cuaresma y Semana Santa, bajo amenaza de excomunión. Las Guerras Santas se justificarán para desviar la belicosidad de estos guerreros contra los infieles y no contra otros cristianos.

 

La especialización bélica durante la Edad Media va a generar un ideal de vida de la nobleza, basado en la transmisión de privilegios por sangre, no por méritos, es decir de padres a hijos. A medida que avance la Edad Media vamos a encontrarnos una nobleza de caballeros que sí que lo serán por méritos, pero inicialmente la nobleza tiene su símbolo de distinción principal en el linaje. Las características de este linaje son la gran cantidad de privilegios, como son la preeminencia política, el mando en la administración y en el ejército y la exención de impuestos.


Los caballeros no pagan impuestos porque su función es la protección militar, pues servían al rey o a otro señor feudal como contrapartida por la tenencia de un dominio territorial o por dinero. Hacen un servicio militar y por tanto no hacen un servicio económico. Su forma de pagar impuestos es el servicio militar.

 

Tienen también una serie de derechos políticos. Debían ser juzgados por sus iguales o por sus señores Su juramento tiene mayor fuerza que el de un plebeyo. Estaban exentos de algunos castigos como la horca o los azotes. La decapitación es el castigo para los nobles. Gozan de mayores multas compensatorias y tienen la opción del duelo judicial (batirse en duelo, de este modo el ganador del duelo tiene la razón). Todos estos privilegios facilitarán la formación de linajes y de un ideal de nobleza que les diferencia del resto de la sociedad a través de signos externos como el ropaje, el armamento, el ajuar, las costumbres, el ocio, el lenguaje, etc. La nobleza medieval trataba de aparentar que tenía una gran posibilidad económica. En cuanto al ocio se dedicaban casi siempre a la caza.

La nobleza ve necesario el derroche y la ostentación, no como algo negativo sino como parte de su situación social. La mesa es uno de los elementos claves. Es símbolo de distinción social. Las buenas maneras en la mesa sirven para diferenciar al que es noble del que no lo es. También la aparición de estos linajes transformará la visión que hay sobre la mujer. La literatura eclesiástica hablaba de la mujer como fuente de pecado, como agente del demonio. Los padres de la Iglesia fomentan esa idea. La mujer tiene como único objetivo facilitar la descendencia. Un linaje cuando más hijos tenían más poderoso era.

La trayectoria vital de un caballero era, por lo general, la de un hombre de noble cuna que, habiendo servido durante su primera juventud como paje o escudero, era luego ceremonialmente ascendido por sus superiores al rango de caballero, normalmente lo hacia el señor feudal u otro caballero de gran rango. Durante la ceremonia, el aspirante solía prestar juramento de ser valiente, leal y cortés, así como proteger a los indefensos, estos eran conocidos como los códigos de caballería. Todo caballero, poseía un código de caballería por el cual debía regir su comportamiento.


1.1 SUS PROMESAS

Desde el siglo XIII el termino caballero y caballería, la nobleza lo aplicará en su día a día, esto se aprecia en sus ceremonias familiares, la comida y el ritual para armar al caballero. Elemento de diferenciación entre un noble y un no noble. Los caballeros, para ser considerados tales, habían de ser "armados caballeros" donde se comprometían a jurar sus promesas. 


La ceremonia consistía en la entrega de la espada y en la pescozada. Eran guerreros, pero debían cumplir un "código ético" (valor, lealtad, honor y fidelidad. Este "código ético" está basado en la ética eclesiástica porque no son simples guerreros, sino que se convertirán en miles Christi (caballeros de Cristo), es decir que al mismo tiempo que surgen estos linajes se observa una cristianización de la caballería, cuyo máximo exponente son las órdenes militares (templarios, hospitalarios, etc.) lo que supone lealtad a Dios, defensa de la fe y protección a los débiles.


Los caballeros poseían mandamientos inquebrantables:


– Creer en todo lo que la iglesia enseñe y observar todos sus mandamientos.
– Proteger a la iglesia.
– Tendrás respeto por sus debilidades, las defenderás.
– Amaras el país en que naciste
– No retrocederás ante el enemigo
– Harás a los infieles una guerra sin cuarteles.
– Cumplirás tus deberes feudales si no contradice la ley de Dios.
– No mentiras y serás fiel a tu palabra.
– Serás generoso.
– Mantendrás el bien frente a la injusticia y el mal.


                1.2 LOS CABALLEROS ANDANTES

La caballería andante como tema literario es anterior a cualquier manifestación de la caballería andante en la práctica.Los hechos heroicos de algunos caballeros pasaron a engrosar las hazañas de la literatura medieval como las gestas del mío Cid o las gestas de Roland. Se extendió enormemente la popularidad de los cantares de gesta entre los trovadores provenzales. Estos contribuyeron a fijar un imaginario de caballero andante durante la Edad Media que convirtieron en un arquetipo que escapaba un poco a la realidad.

Miguel de Cervantes, en su obra magistral, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, presenta a la perfección este arquetipo de caballero. Su personaje algunos lo relacionan con la vida de Alonso Quijada porque en un capítulo el personaje de ficción confiesa ser descendiente del famoso caballero Gutierre Quijada.

El hecho de ser armado caballero sera muy parodiado por Miguel de Cervantes en su famosa obra El Quijote. El protagonista de la obra cervantina, El Quijote, va a intentar imitar la obra literaria de Amadís de Gaula, el más fiel y enamorado caballero del mundo.



2         LAS ORDENES DE CABALLERIA

La orden de caballería era pues cada una de las instituciones formadas por caballeros organizados jerárquicamente como vasallos de un señor y que respetaban un código de honor. Se suponía que un caballero andante debía ser un miembro de una de estas órdenes que, por orden de su señor o por obligación moral (por ejemplo, por imposición de una promesa a su dama), viajaba grandes distancias, ya sea persiguiendo un objetivo concreto o no, aceptando o provocando desafíos, resolviendo entuertos (injusticias) y protegiendo a los desfavorecidos (doncellas, viudas y huérfanos). 

Estos hechos (hazañas) hacían ganar al caballero una gran fama (paralelo al concepto de honra u honor, popularidad y prestigio, objetivos principales de la época, que equivalía a una vida más allá de la muerte -véase por ejemplo su formulación en las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique), muchas veces exagerando sus proezas. La épica de los cantares de gesta, la lírica del amor cortés de los trovadores provenzales y la adaptación de leyendas como el ciclo artúrico fueron fijando a lo largo de la Edad Media el modelo ideal de caballero en la literatura y en el imaginario colectivo, convirtiéndolo en un arquetipo más que en un agente social real.

Hoy en día, la constancia de tales caballeros es prácticamente de carácter mítico y forma parte del folclore de Europa. El ejemplo más claro se encuentra en la leyenda del Rey Arturo y sus caballeros de la Mesa Redonda, donde en diversas ocasiones los caballeros al mando del rey posponen sus obligaciones no inmediatas para servir al pueblo. No obstante, todavía se denomina caballeresco al comportamiento cortés y galante de los caballeros (varones) hacia las damas (mujeres); o a las actitudes desinteresadas o que respetan un código de honor, sobre todo cuando se mantienen contra el propio bienestar, interés o seguridad. Un comportamiento extremado en ese sentido llegaría a calificarse de heroísmo.

 

 


3         LAS ORDENES MILITARES

La órdenes militares nacieron en la Edad Media en virtud de dos hechos fundamentales: la defensa del territorio cristiano y en defensa de la religión cristiana ante la invasión árabe. Tras la invasión árabe del s. VIII se llevó a cabo la Reconquista. Tras la Reconquista las ordenes militares favorecieron la defensa del territorio y ayudaron a repoblar y gestionar los territorios reconquistados.

Las órdenes militares fueron instituciones religioso-militares creadas en el contexto de las Cruzadas como sociedades de caballeros cristianos (miles Christi), inicialmente para la defensa de los Santos Lugares (TemplariosHospitalarios y del Santo Sepulcro) y luego aplicadas a la propagación o la defensa de la fe cristiana, ya fuera en Tierra Santa o en otros lugares, contra los musulmanes (como las órdenes militares españolas durante la Reconquista), contra los paganos (como la Orden Teutónica en el Báltico) o contra cristianos heréticos (como las militia Christi que combatían a los albigenses). Los caballeros de las órdenes militares estaban sometidos a los votos canónicos de las órdenes religiosas, siendo "mitad monjes, mitad soldados". Posteriormente muchas órdenes se secularizaron.

Con la denominación de "militares", "ecuestres" u órdenes de caballería se multiplicaron desde finales de la Edad Media y durante el Antiguo Régimen todo tipo de instituciones vinculadas de distintas maneras a los estamentos privilegiados (nobleza y clero); identificando a sus miembros con hábitos y cruces distintivas, muy usadas en heráldica. En la Edad Contemporánea, perdidas sus funciones militares y políticas y su poder económico (desamortización), únicamente tienen un papel honorífico y representativo de determinados círculos sociales; aunque la Soberana Orden de Malta sigue teniendo consideración culsismo-estatal en las relaciones internacionales.

La principal característica de las órdenes militares religiosas es la combinación de modos de vida militares y religiosos. Algunos, como los Caballeros de San Juan y los Caballeros de Santo Tomás también cuidaron de los enfermos y los pobres, como la Orden de San Lázaro de Jerusalén. No eran instituciones exclusivamente masculinas, pues las monjas también podían asociarse a un convento de la orden (comendadoras). Sin funciones militares se crearon también "órdenes desarmadas": las órdenes redentoras de cautivos (trinitarios y mercedarios).

Los miembros religiosos de las órdenes militares podían estar, y de hecho a menudo estaban, subordinados a hermanos no ordenados. Prácticamente la mayoría de los miembros no eran religiosos; existiendo muy distintos grados de pertenencia, desde el de los monjes-soldados hasta el de los simples caballeros asociados y todo tipo de servidores.[73] El cargo rector de una orden militar recibía la denominación de Gran Maestre.

El papel y la función de las órdenes militares a menudo han resultado oscurecidas por la fijación en sus gestas en SiriaPalestinaPrusia y Livonia. Tenían posesiones y miembros a todo lo largo de Europa Occidental. Fueron el hilo conductor de innovaciones culturales y técnicas, como la introducción del batanado en Inglaterra por los Caballeros de San Juan, o la infraestructura bancaria de los Templarios.

Como ya dijimos algunos consideran que las órdenes militares, en concreto los Templarios con los que se originaron tienen una semejanza con ciertos modelos islámicos.[74]  En 1820 José Antonio Conde sugirió que se modelaron con base en los ribat, una institución religiosa fortificada que unía la vida religiosa con la lucha con los enemigos del islam. A pesar de lo populares que sean estos puntos de vista, muchos los han criticado, con el argumento de que no hubo ribats en Palestina hasta después de la fundación de las primeras órdenes militares.

 

 


4         SU DESPERTAR CON LAS CRUZADAS

Las cruzadas surgieron en el mundo cristiano para recuperar los territorios de los lugares santos en poder de los musulmanes y los turcos. Fueron impulsadas por los papas y colaboró en su propagación la Orden de Cluny. San Bernardo de Claraval, monje cisterciense impulsó la segunda cruzada. Se alentó a los señores feudales y a los caballeros a unirse para frenar el avance musulmán. La iglesia bendijo las Cruzadas y otorgó a sus miembros indulgencias espirituales y privilegios.

En este contexto surgen las órdenes militares en Jerusalén con la finalidad de adiestrar a caballeros en la disciplina y el ascetismo del monacato. Así las órdenes militares combinan el ideal caballeresco de los señores feudales con el ideal monástico. Surgieron para defender a los propios peregrinos y lugares santos de los ataques musulmanes.

Tras la conquista de Jerusalén en la primera Cruzada, Hugo de Payens familiar del conde de Champagne junto con otros ocho caballeros funda la orden del Temple, tomando el nombre por su vinculación al templo de Jerusalén. Adoptaron la regla de San Bernardo uno de sus grandes defensores.  Godofredo de Bouillon fue uno de los principales jefes de la primera Cruzada y funda la orden del Santo Sepulcro de Jerusalén. Al principio no tuvo tanto carácter militar y surge como comunidad regular según la disciplina agustiniana. Godofredo de Bouillon, nombrado protector del Santo Sepulcro, otorgó al Hospital de Jerusalén que acogía a los peregrinos grandes donaciones lo que permitió a la institución de monjes que lo custodiaban emanciparse y fundar una nueva orden denominada Orden de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén. Fue Raimundo de Puy, sucesor de Godofredo, quien le dio una nueva regla.

 


 

5.       LOS MIEMBROS: MONJES Y SOLDADOS

 

Los miembros de las órdenes militares eran al mismo tiempo monjes y soldados, cuyas normas de conducta respondían a las reglas monásticas. Vivían en comunidad como verdaderos hermanos ( fratresfreires). Los cluniacense que fueron los principales impulsores de las cruzadas y las órdenes monáticas imprimieron un fuerte sentido fraterno de comunidad. Las fortalezas eran verdaderos monasterios.

Para ser reconocidas precisaban de una regla estricta y de la autorización papal. Dependían en exclusiva de la Santa Sede y sus miembros asumían los votos de castidad, pobreza y obediencia. Después de ser armados caballeros juraban combatir a los enemigos del cristianismo en todo momento y lugar.

Las órdenes militares estuvieron formadas principalmente por dos clases de miembros: los monjes entregados a la vida contemplativa y a la liturgia de las horas, y los caballeros de armas. Estos caballeros de armas quedaban también sujetos a reglas religiosas como ayunos, oraciones, penitencias, etc; pero disponían de una mayor libertad en su calidad de soldados. Todos los caballeros lucieron la cruz con diversas variaciones según la orden.

Las órdenes sumaban una tercera clase de miembros, los denominados donados (del latín donatus) que eran los escuderos o sirvientes de armas. Estos tras unas fórmulas rituales, entraban a formar parte de la orden y se vinclulaban a ella pero sin hacer profesión religiosa. Estos vestían una especie de hábito característico de la orden. A los simpatizantes, que ayudaban a la orden con dinero, se les denominaba familiares.

 


 

6.       SU IDEAL DE VIDA

Ya hemos señalado al principio cuál fue la génesis de las órdenes militares. Sin embargo, algunos autores llegan a decir que las órdenes militares responderían al mismo ideal de las Madrazas escuelas que contribuyeron a la consolidación del Islam y el apogeo del reino ayubí con Saladino. No sabemos a ciencia cierta quien influyó en quien, lo que si es verdad que ambas tenían el mismo objetivo. Las órdenes militares surgieron para la consolidación del cristianismo. las órdenes militares se inspiraron en estas escuelas suníes musulmanas, madrazas, que fueron la forja de sus líderes y gobernantes.

La escuelas musulmanas (madrazas o rábidas) eran verdaderos conventos fortificados en el Magreb donde los soldados árabes eran adiestrados en el plano militar y político. Los árabes a la vez practicaban la vida ascética y monástica y la militar. Se esmeraron en enseñar la ley islámica (figh) y el ideal guerrero para consolidar el Islam y mantener la unidad (la jima) sobre todo entre chiitas y sunitas.

Otros autores defienden que las órdenes militares nacieron como fruto de un proceso de fusión de las distintas hermandades y milicias locales (poulains o cacharros) y (los advenedizos) unidas en un mismo sentimiento religioso. Muchas de las órdenes no tuvieron al principio un fuerte sentido militar, lo fueron adquiriendo por obligación de defender sus propios territorios. El uso de las armas para defender el cristianismo parecía contradecir los postulados del Evangelio. Pero, al igual que ocurrió en el mundo islámico con la doctrina de Mahoma, la doctrina de San Agustín y de San Bernardo encontró justificación a este dilema moral.



7.       LOS RITOS DE INICIACION

Los caballeros de las órdenes militares para ingresar en las mismas debían de cumplir ciertos rituales, llamados de iniciación. Cada orden tenía su propio rito iniciático. Había en general tres denominadores comunes: los votos monásticos (pobreza, castidad y obediencia), la vela de las armas (pasar una noche de oración frente a las armas) y ser armado caballero. Antes de ser nombrados caballeros los aspirantes debían cumplir un periodo de formación espiritual, en sus respectivos conventos, que solía durar un año (noviciado).

Estos tres rituales, con el paso del tiempo, se incorporaron al imaginario de la hidalga caballería. Los caballeros de las órdenes militares respetaban un código de honor que los obligaba a perseguir un objetivo común. Los profesos de las órdenes se dividían en dos clases: freires religiosos, cuya condición se equipararía a los monjes y freires caballeros, con obligaciones religiosas y militares, y luego con posterioridad podían contraer matrimonio.

Los caballeros estaban obligados a practicar rezos canónicos, a respetar la regla de la orden, a participar en los capítulos, a recibir los sacramentos en ciertas fechas, a permanecer siempre con las armas ceñidas, incluso en la cama, a rechazar participar en juegos de azar y de mantener contacto sexual con mujeres (salvo si tenían esposa).[75]

 



8.       LA ORGANIZACIÓN

La orden se regía por un consejo, el maestre y sus trece vasallos y varios administrativos supeditados, comendadores. En cada reino hubo un comendador de la orden que residía en la población o fortaleza principal. Entre los fratres destacaban el lugarteniente y el capellán que eran los dos compañeros del maestre. Los maestres convocaban el consejo y los capítulos. Había capítulos generales y provinciales. Los capítulos provinciales se celebraban en las provincias y solo asistían los comendadores de su jurisdicción.

En estos capítulos se decidía sobre la admisión de nuevos miembros, se imponía la disciplina, se repasaban las cuentas de la orden y se recaudaban los tributos que pagaban cada año las encomiendas. El maestre general o gran maestre se ponía al frente de sus caballeros en las guerras. Todo quedaba regulado perfectamente en la denominad regla de la orden que era aprobada por el papa.

Los caballeros de las órdenes militares debían vestir el uniforme reglamentario que imponía la ley de guerra. Los caballeros tenían la obligación de mantener su equipo de armas. Las armas de los caballeros se adaptaban a su montura intentando mantener el delicado equilibrio entre la movilidad y la protección de su vida y el caballo. Por lo general los caballeros se integraban en la caballería pesada y los caballeros fratres en la caballería ligera. Los primeros tenían derecho a poseer tres monturas y los segundos solo una.

 


 

9.      EL GRAN MAESTRE

El gran maestre era la cabeza de la orden, era un cargo vitalicio, una vez nombrado regía hasta su muerte. Era elegido por el consejo de trece fratres. Debía de ser a su vez validado por el papa. En algunas órdenes como el Temple o San Juan de Jerusalén recibía también el nombre de “castellano o gran prior”. Los maestres convocaban los capítulos generales y provinciales a los cuales asistían los comendadores.

Los maestres se diferenciaban del resto de caballeros por algunos signos externos. En la orden del Temple portaban un bastón a manera de báculo (abacus),[76] e iban acompañados por los dos caballeros de la orden: el lugarteniente y el capitán.

 

 

10.   EL CONSEJO

Las órdenes militares estaban gobernadas por un consejo o capítulo general y varios administrativos supeditados a la autoridad del maestre (del latín magister). El consejo estaba formado por trece caballeros, serían como los priores de los conventos más representativos. Estos fratres recibían el nombre de “los trece” y eran confirmados por el papa. Estos eran elegidos por los canónigos y los comendadores. El consejo se reunía una vez al año en el convento mayor o casa madre de la orden. El maestre era quien lo convocaba y podía elegir el lugar de la celebración.

Con el tiempo a medida que los maestrazgos pasaron a estar en manos de la corona y no del papa cambió la forma de organización. Tras la incorporación de los maestrazgos a la corona se creó el Consejo de las Órdenes Militares para encargarse del control de las mismas. Este Consejo estuvo dotado de la máxima autoridad para administrar los territorios e impartir justicia.

El consejo de las órdenes tenía conocimiento de los diezmos y demás rentas de los obispos, y su jurisdicción se extendía a los caballeros, canónigos, capellanes, religiosos de las órdenes, presbíteros y en definitiva todos los miembros de los monasterios en poder de las órdenes militares.




11.   EL OCASO DE LOS CABALLEROS Y DE LAS ORDENES MILITARES

Durante toda la Edad Media las órdenes pasaron a tener un enorme poder político y económico. El ocaso de los caballeros y las órdenes militares se debe a un cambio de paradigma en la nueva cosmovisión y en el modelo de sociedad que surge a partir del Renacimiento[77]. Las órdenes militares dejan de tener relevancia y adquieren preponderancia las órdenes religiosas. Durante los siglos XVI y XVII las potencias europeas libraron algunas guerras contra el Imperio Otomano que algunos autores califican de verdaderas cruzadas. En líneas generales se toma la muerte del papa Pío II (1464) como símbolo de la decadencia de la idea medieval de la cruzada.

A finales del S. XV la guerra santa todavía alentaba algunas expediciones. A partir del S. XVI, ante la carencia de un enemigo común, las órdenes relajaron las prerrogativas exigidas para armar caballeros y muchos servicios fueron sustituidos por el pago en efectivo. Muchas órdenes establecieron cupos de miembros y exigieron demostrar la nobleza del aspirante para alcanzar el grado de caballero. La figura del papa pasó su poder hegemónico a manos de la corona. La sociedad paso de ser clerical bajo el mando papal a feudal y laical. Al pasar los maestrazgos a manos de los reyes, los títulos de caballería los otorgaron los reyes como premio a los servicios prestados. Las obligaciones militares de los caballeros se fueron abandonando y el espíritu de los caballeros fue perdiendo interés.

 


 

12.   LAS TRES ORDENES CON ORIGEN EN JERUSALEN

La Iglesia, con el propósito de aglutinar a la cristiandad frente al acoso musulmán y liberar a Occidente de una feudalización que retardaba su desarrollo social, alentó a los señores feudales y a los caballeros a unirse para frenar el avance musulmán. La Iglesia promovió las cruzadas, la guerra santa, como un derecho de propiedad otorgado por Dios.[78]

El reino latino de Jerusalén se constituyó en centro polarizador de la defensa de los lugares sagrados. Para tal efecto allí mismo con motivo de salvaguardar la ciudad santa surgieron las primeras órdenes militares. La Tierra Santa se consideraba que pertenencia única y exclusivamente a los cristianos y que por eso tenían pleno derecho a protegerla y defenderla a cualquier precio. Los nobles entendían que era totalmente justo dirimir por la fuerza de las armas el derecho de propiedad. Era algo totalmente arraigado en la mentalidad feudal. De aquella época.

Las primeras tres órdenes militares que surgieron en torno a la defensa de la ciudad Santa de Jerusalén y de los Santos Lugares fueron la orden del Temple, la orden del santo Sepulcro y la orden de los hospitalarios de San Juan.

 

 

12.1 LA ORDEN DEL TEMPLE

 La Orden del Temple es la primera y más universal de las órdenes militares. Nació en Jerusalén en el S. XI para proteger a los peregrinos cristianos que se desplazaban a Tierra Santa cuando esta estaba dominada por los ataques de los selyúcidas y frentes islámicos.  Tras la conquista de Jerusalén en 1099 Hugo de Payens decidió consagrar su vida junto con otros ocho caballeros para proteger a los peregrinos que acudían a Tierra Santa.

Así es como surgió la milicia de los Pobres Caballeros de Cristo, después caballeros de la Ciudad Santa, Caballeros del Templo de Salomón y con el paso de los años caballeros de la Orden del Temple.

San Bernardo dio a los templarios la regla necesaria para la disciplina y recomendó a la Orden del Temple en su escrito De laude novae militiae. El maestre recorrió Francia, España, Inglaterra y otros países de Europa par solicitar la protección de reyes y nobles. Cuando regresó a Jerusalén lo acompañaban trescientos caballeros de las familias nobles de Europa y numerosos escuderos.

A partir de 1129 la Orden del Temple amplió su campo de actuaciones. Siguió protegiendo a los peregrinos que acudían a Tierra Santa, pero también iniciaron una serie de campañas en contra de los sarracenos. El mismo papa Inocencio II otorgó a la Orden numerosos privilegios. Adriano IV les confirmó los privilegios y les concedió la inmunidad de impuestos. Alejandró III les confió la protección de la Santa Sede.

Poco apoco la Orden cargada de beneficios y riquezas cayó en un sincretismo y secretismo que la hizo crecer con toda clase de prejuicios. Felipe IV temeroso del poder que tenían y acuciado por las deudas maquinó una maniobra para controlar a los templarios y al resto de las órdenes militares. Las acusaciones vertidas contra los templarios fueron demoledoras. Se les acusó de sacrilegio a la cruz, de herejía, de practicar la sodomía y de adorar a los ídolos.

Fruto de estas acusaciones intervino la Inquisición y su maestre Jaques de Molay y ciento cincuenta caballeros fueron encarcelados y sometidos a torturas. El papa Clemente dio por ciertas las acusaciones. El maestre murió quemado en la hoguera frente a la catedral de Notre Dame en 1314 y así termino la historia de la Orden.

 


 

12.2  LA ORDEN DEL SANTO SEPULCRO

El fundador fue Godofredo de Bouillon y los primeros caballeros eran canónigos del Santo Sepulcro que constituyeron una comunidad regular para la defensa del Sepulcro y de los Santos Lugares. Esta comunidad adoptó la regala de la disciplina agustiniana. El primer defensor del Santo sepulcro fue Godofredo de Bouillon. El Santo Sepulcro estaba obligado a aportar 500 sergents armados par defender el Reino Latino de Jerusalén. Godofredo armó a cincuenta caballeros cuya principal misión fue defender la sepultura de Jesús. Balduino I , hermano de Godofredo declarado rey del reino latino de Jerusalén dotó a l orden de su primera regla.

La Orden del Santo Sepulcró participó en numerosas campañas bélicas. Junto a Balduino asedió Tiro, Damasco y San Juan de acre. Tras la pérdida de Jerusalén frente a Saladino (1187), l Orden se trasladó a Europa y se entregó al rescate de cautivos. Asus freires las crónicas medievales los ponían como les plus nobles des chevaliers.

El papa Inocencio VIII aunó las órdenes de San Juan de Jerusalén y del Santo Sepulcro aunque en algunas naciones como España el Santo Sepulcro conservó su autonomía. Y se dedicó a la atención de los peregrinos y enfermos.

En 1847 el papa Pío XI dio a la Orden nuevos estatutos y en su carta apostólica Quam multa confirmó sus privilegios y se reservó para sí el título de maestre.

 

 

 

12.3 LA ORDEN DE SAN JUAN DE JERUSALEN

En Jerusalén había un hospital dedicado a albergar y cuidar de la salud de los peregrinos que acudían a la Ciudad Santa Godofredo de Bouillon Protector del Santo Sepulcro en Jerusalén otorgó al Hospital grandes donaciones. Fue entonces cuando los monjes que lo atendían consideraron la necesidad de fundar una nueva orden. Así surge la Orden de los Hospitalarios o Hermanos del Hospital de San Juan de Jerusalén.

Raimundo de Puy, sucesor de Godofredo de Bouillon, dio una regla a la nueva orden que el papa Pascual II confirmó en 1113. Inocencio II, más tarde, impuso a sus miembros la obligación de defender con las armas a los cristianos. Tras la conquista y toma de Jerusalén los hospitalarios se refugiaron en Acre.

En 1291 cayó Acre como último reducto de los cruzados y los hospitalarios se instalaron en la isla de Chipre. En 1130 conquistaron la isla de Rodas y por algún tiempo se les denominó caballeros de Rodas. Después de que los otomanos tomasen Rodas la orden marchó a Italia y se establecieron en Malta. Fueron conocidos entonces como los caballeros de la Orden de Malta. Napoleón después de la conquista de Malta, saqueó las arcas y abolió los derechos feudales.

Fernando de Homspech que residió en Malta figura como el último maestre (1797). Pío II no quiso nombrar sucesor. El tratado de París de 1814 consolidó la expulsión de la orden de la isla de Malta y otorgó su soberanía a Inglaterra.

 

 



13.   LAS CUATRO ORDENES MILITARES EN SALAMANCA MEDIEVAL

Desde sus inicios en la Península las Ordenes Militares se revelaron como un instrumento muy valioso para la monarquía, que las convirtió en aliados a la hora de realizar sus iniciativas políticas. A cambio de su apoyo, las Órdenes obtuvieron la capacidad de intervenir en la vida política del reino y abundantes donaciones de bienes. De este modo en plena Edad Media las Órdenes Militares contaban con un gran poder, prestigio y amplios patrimonios territoriales.

Las cuatro ordenes militares adscritas a la ciudad de Salamanca fueron:

Junto al Monasterio benedictino en el cerro de San Vicente.

  • ·         Orden Militar de Santiago, la puebla de Sancti Spíritus
  • ·         Orden Militar de San Juan, la puebla de San Juan de Barbalos
  • ·         Orden Militar de Alcántara, la puebla de Santa María Magdalena
  • ·         Orden Militar de Calatrava, al lado del convento de San Esteban en Sto Tomás Cantuariense

Por último también podemos señalar la Orden Militar del Rey Carlos, la puebla de San Marcos

La incidencia de las Órdenes Militares en la configuración urbana de la ciudad de Salamanca durante los siglos XII y XIII fue de enorme importancia. Es de destacar el importante papel que jugaron estas instituciones en el proceso de la tercera repoblación o repoblación interior de la urbe. Partiendo de las carencias de la morfología salmantina, se puede observar la incidencia de cada una de las órdenes en el espacio urbano. A grandes rasgos es posible concluir que la implantación de las Órdenes Militares en la ciudad de Salamanca favoreció la atracción de pobladores a los espacios de baja densidad y la articulación de los mismos. La necesidad de adaptar el sistema de encomienda al ámbito urbano supuso el nacimiento de una realidad morfológica distinta, que enriqueció la morfología salmantina.

Reconquista y repoblación son dos caras de una misma realidad: el avance de los reinos cristianos en la Península Ibérica. Mientras que el primer concepto (reconquista) nos remite al ámbito militar, el segundo (repoblación) hace referencia a las realidades económicas y sociales desencadenadas por este proceso. Una de estas realidades fue, sin duda, la reorganización de los espacios urbanos y el nacimiento de nuevas morfologías que no sólo pervivieron a lo largo de los siglos medievales, sino que en numerosas ocasiones llegaron casi intactas hasta el XVIII.

El primer espacio se encontraba adscrito a la Orden de San Juan; como señalaremos más adelante, desconocemos su estatus y mecanismos de articulación. Aún más escasos son los datos sobre el entorno de Santo Tomás;[79] tan sólo el Libro Tumbo de Salamanca[80] refiere la existencia de una nómina de los primeros pobladores de Santo Tomás, pero no especifica ni dónde ni cómo se realizó. Julio González[81] señala que esta denominación debió corresponder a la iglesia de Santo Tomás Cantuariense, y no a la de Santo Tomé construida poco después de 1180. 

En 1222 el convento de San Vicente, sito en el teso del mismo nombre, asumió el control y la obligación de repoblar el espacio comprendido entre la puerta de San Hilario y el cementerio de Santo Domingo. Frente al relativo éxito del resto de las iniciativas, en el siglo XV el espacio de San Vicente aún mantenía una densidad poblacional muy baja[82]. Esta situación se debió en gran medida a la propia gestión del espacio, ya que el monasterio[83] no favoreció el asentamiento de pobladores ni la formación de un barrio, pues consideraban más adecuado el uso de las tierras para huerta o labranza[84]

La última puebla fue concedida en 1223 a la Orden de Santiago[85]. Comprendía el territorio de la iglesia de Sancti Spíritus, situado entre las puertas de San Cristóbal[86] y San Mateo[87]. La documentación especificaba que dicho espacio estaba sin poblar y debía ser repoblado bajo fuero de Salamanca aunque con las disposiciones específicas del fuero dado a la puebla de Alcántara. De este modo los pobladores quedaban libres de todo tributo concejil, pero con la obligación de reconocer el señorío de la Orden de Santiago.

D. Gaspar Melchor de Jovellanos, del Consejo de S. M. en el Real de las Ordenes, Caballero de la de Alcántara, Visitador general extraordinario del Imperial Colegio de la Inmaculada Concepción que la Orden de Calatrava tiene en esta ciudad de Salamanca, y particularmente comisionado por S. M. en su Real Consejo de las Ordenes para establecer y llevar la debida ejecución el Plan de Estudios domésticos del mismo Colegio, propuesto a S. M. por el citado Real Consejo en consulta de 7 de Diciembre de 1787, y aprobado por Real decreto publicado en el día 13 de Septiembre de 1788.

Diversas órdenes militares protagonizaron gran parte de la historia medieval de España. Puede afirmarse que los miembros de las distintas órdenes participaron en la Reconquista y en todas las batallas habidas contra los musulmanes durante los siglos XIII, XIV y XV. Sus maestres entraron en combate y murieron en numerosas ocasiones. Así Sancho Fernández de Lemus, gran maestre de la Orden de Santiago, murió en la batalla de Alarcos. Pedro Arias, maestre también de la misma orden murió en la batalla de las Navas de Tolosa.

En España hubo órdenes que vinieron importadas del modelo iniciado en Jerusalén con motivo de las cruzadas y hubo órdenes de fundación nacional. Entre las órdenes importadas cabe destacar El Temple, la de San Juan de Jerusalén, la del Santo Sepulcro, la de San Lázaro, la de Santo Tomás de Acre o la de Santa María de los Teutones. Entre las órdenes nacionales destacan la de Alcántara o Calatrava.

  


13.1           LA ORDEN DE CALATRAVA

La orden fue fundada en 1158 por el abad del monasterio de Fitero (Navarra). Don Raimundo declarado luego santo y apodado el san Bernardo español, la fundó para defender a los cristianos de los continuos ataques musulmanes a la villa de Calatrava, situada a orillas del río Guadiana cerca de Mérida.

El papa Alejandro III, autor de Summa magistri Rolandi, aprobó las constituciones mediante una bula en 1164. El abad Raimundo puso la orden de Calatrava bajo la regla de San Benito y adoptó las constituciones del Cister.

Cuando la fortaleza de Calatrava que estaba bajo la custodia de los caballeros del Temple fue asediada por los musulmanes los templarios la abandonaron y fue entonces cuando el abad Raimundo emprendió su defensa con caballeros dispuestos para tal empresa. El rey don Sancho cedió la fortaleza de Calatrava al abad para defenderla.

En 1174 Alfonso VIII, sucesor de Sancho III entregó a los caballeros calatravos la fortaleza de Zorita de los Canes para que los freires protegieran la débil frontera del Tajo. Alfonso VIII dio un trato de favor a la orden y Alfonso II de Aragón cedió a la orden el castillo de Alcañiz para defender la ciudad de Valencia de los ataques musulmanes. En 1183 la orden recibió la fortaleza de Abenójar, por este motivo en aquella época la orden se denominó Abenojar de Calatrava.

La orden fue creciendo en posesiones, aunque tuvo también sus pérdidas.[88] Desde el principio la orden contó con el beneplácito de reyes y nobles, que le concedieron multitud de donaciones y privilegios y no menos exenciones. El castillo de Calatrava la Nueva, emplazada sobre el cerro Alacranejo en Ciudad Real, sustityó a la primera fortaleza y sede central de la orden de Calatrava la vieja.

 


13.2 LA ORDEN DE ALCANTARA

Esta orden es una de las cuatro más importantes de España. En sus orígenes se denominó Orden de San Julián del Pereiro. Su origen incierto lo refieren a orillas del río Côa, afluente del Duero, en 1093, gracias a la iniciativa del conde de Portugal don Enrique de Borgoña. Para ofrecer sus servicios a Alfonso VI de León.

Otras fuentes refieren su origen en León a mediados del S. XII. El caballero Suero Fernández Barrientos la funda para defenderse de los almohades. Su primer maestre Gómez Fernández tuvo como mentor espiritual al obispo de Salamanca, don Orduño, que dio a la orden la regla cisterciense y con ella recibió la aprobación de la Santa Sede en 1176 con Alejandro III.

La fundación de la orden obedeció a motivos políticos y militares del reino leonés atosigado por los almohades. En 1183 el papa Lucio III eximió a la orden de Acántara de la jurisdicción de los diocesanos y la colocó bajo la tutela de la Santa Sede con la obligación de defender al cristianismo, declarar la guerra a los musulmanes y el pago de un maravedí anual. El papa confirmó las posesiones de la orden y sus privilegios, que incluían los diezmos y los derechos de sepultura. La orden recibió la autorización para levantar iglesias en sus propiedades y a construir oratorios para uso de sus freires.

Durante el S. XIV la orden vivió un periodo de inestabilidad que repercutió en sus maestrazgos. En 1318 el capítulo de la orden destituyó a su maestre Rodrigo Vázquez, en 1337 renunció Rodrigo Pérez y en 1340 murió ajusticiado Gonzalo Martínez de Oviedo. Durante la guerra de los Trastámara el maestrazgo de la orden permaneció vacante. En un corto periodo entre 1384 y 1385 se sucedieron tres maestres. A fines del S. XV la mesa maestral de la Orden de Alcántara permitió a la orden dar estabilidad y aumentar sus ingresos.

La progresiva militarización de la futura Orden de Alcántara se debió a dos coyunturas paralelas. Por un lado hay que considerar el enfrentamiento entre el reino de León y los almohades. En 1183 expiraban sus treguas, lo que nuevamente hacía peligrar el territorio en que se situaba el monasterio de San Julián. Sin duda, el rey Fernando II era el primer interesado en militarizar la zona[89] . A su vez se dejaba sentir la presión ejercida por la Orden Militar de Calatrava que, perfectamente consolidada y bajo el maestre Ñuño Pérez Quiñones, aspiraba a incluir al Pereiro en su área de influencia. Para ello contaba con el apoyo del monarca castellano Alfonso VIII, que encuadraba la acción en el marco de su política expansionista. En cualquier caso las buenas relaciones entre los reyes de Castilla y de León, desde 1183 a 1188[90] , facilitaron que la militarización de la Orden se llevara a cabo bajo el control calatravo. De hecho, en 1187 tanto el monasterio leonés como sus posesiones aparecían incluidas en la relación de propiedades de los freires castellanos de Calatrava. En los años siguientes se sucedieron los enfrentamientos marcados por los vaivenes de las relaciones entre el reino de León (Orden de San Julián del Pereiro) y el de Castilla (Orden de Calatrava)

[91]. Durante el reinado de Alfonso IX el Pereiro pasó de ser una Orden menor a convertirse en la más destacada del reino de León. En un acuerdo de 1218 la Orden del Pereiro reconoció su sujeción a Calatrava[92] y la capacidad de visitación de ésta sobre su convento, a cambio de la recepción de la fortaleza de Alcántara y cuantos bienes poseían los calatravos en el reino de León[93] . Es en este momento cuando debemos situar el verdadero origen de la Orden de Alcántara, que se fusionó con la milicia sanjulianista. Los proyectos políticos del monarca precisaban de la acción de una "milicia nacional", en consonancia con las aspiraciones reales. A partir de este momento la Orden de Alcántara se convirtió en uno de los grandes protagonistas de la política del reino.

Según los estudiosos, el referido documento no fue sino una transacción política confirmada por el rey leonés Alfonso IX. Aunque en un primer momento pudiera parecer una claudicación frente a Castilla, la victoria de Las Navas y la subsiguiente derrota del poder almohade colocaban al reino ante la oportunidad ofensiva frente al poder musulmán, circunstancia favorecida por el acuerdo. El rey leonés tenía dos claros objetivos: evitar que Castilla rentabilizase en solitario el fracaso del Islam peninsular y fortalecer su propio avance siguiendo la antigua Vía de la Plata hasta el Guadiana. Para ello no sólo debía acercarse a Castilla, sino actuar junto a ella. 

La cesión leonesa de Alcántara constituía una buena oferta para Castilla y su Orden de Calatrava, pero solicitaba una suculenta contrapartida: el control sobre la del Pereiro. Según el Dr. Ayala[94] es así como debemos interpretar el acuerdo de 1218, que fusionaba a los calatravos y a los sanjulianistas. A partir de este momento la Orden se situaba en vías de consolidación. Su enriquecimiento tuvo como inmediata consecuencia el crecimiento cuantitativo y cualitativo de sus posesiones. En este contexto debemos considerar la concesión de la puebla de La Magdalena, y el compromiso de ser repoblada bajo la jurisdicción de Alcántara. El monarca fortaleció la posición de la Orden mediante la concesión de un espacio de jurisdicción propia en uno de los concejos del realengo, al mismo tiempo situaba a la Orden en uno de los "puntos de control" de la antigua Vía de la Plata[95] .

No se trataba de un hecho aislado, sino de una estrategia de "fidelización" de la milicia. La repoblación de la puebla de La Magdalena se realizó bajo carta de población propia. El documento data de julio de 1219, fue dado en Salamanca por don Gonzalo Yáñez, maestre de Calatrava, y por don Diego Sánchez, maestre de Alcántara; posteriormente fue confirmado por el rey don Alfonso IX estando en el mismo lugar de La Magdalena[96].

A través de dicho documento se otorgaba a la puebla un fuero, propio, aunque en materia judicial se remitía al de Salamanca. Mediante la concesión del fuero los habitantes de La Magdalena pasaron a ser "vasallos de Dios e demaestre de Perero e de Alcántara" y, por tanto, feligreses de la Orden[97]. De este modo su diezmo debía ser pagado en la casa de la Orden en Santa María Magdalena. En el documento se observa un gran interés por el control y gestión de los recursos jurisdiccionales, entendiendo como tales las rentas y derechos derivados de la dependencia política-jurídica de los vasallos. Así, los habitantes de la puebla debían pagar "singulas tercias de moravedís" cada año por San Martín. Por dicho pago quedaban escusados de todo pecho[98] , fuero y facendera de la vecindad de Salamanca. No se trataba tan sólo de una segregación jurisdiccional sino que por mediación regia el concejo de Salamanca se veía privado de parte de sus recursos económicos.

La Orden era meticulosa en la recaudación de sus impuestos. El solar aparecía como la unidad básica de fiscalidad, y se contabilizaba en función de las puertas de acceso a la vía pública. Por tanto, resultaba indiferente el número de individuos que habitaba en cada uno de los solares, y la tributación se limitaba al número, que no calidad o dimensiones, de las propiedades inmobiliarias. La cesión entre familiares directos se gravaba, salvo que se produjera la partición de la propiedad y el consecuente aumento de accesos. El monopolio era otro de los recursos económicos para la Orden. Así, en la puebla de La Magdalena: "los freyles facer horno e los por preite cocer suo pan al foro de otros fornos, como a foro de Salamanca". Una vez más la puebla era regida como un férreo señorío jurisdiccional, de modo que el señor (Orden de Alcántara) recibía ingresos derivados de la posesión y disposición de medios comunitarios de transformación. Ya que las cargas directas eran relativamente bajas, resulta lógico que las ganancias se suplieran con gravámenes indirectos. Las rentas podrían cobrarse o bien por el uso, o por la cesión de los derechos de explotación. Otra de las preocupaciones de la Orden era el control del mercado inmobiliario; así se señalaba que "si menester le fur vender sua heredade a quien faga este foro".

Lo que supone que la puebla tenía opción de compra preferente sobre las heredades. De este modo se controlaba el precio de las mismas, así como el acceso de nuevos vasallos a la puebla. En el plano religioso la Orden especificaba que "todos estos pobladores a suo passamento sua sepoltura avela en la ecclesia de Santa María Magdalena e den por sua ánima aquello que quisieren"; con ello también se aseguraban la percepción de mandas testamentarias.

A tenor de la documentación las relaciones entre la Orden de Alcántara y los poderes urbanos salmantinos fueron relativamente buenas. No existen referencias a grandes enfrentamientos[99] , y tan sólo conocemos ciertos conflictos derivados de las donaciones de vasallaje familiar. A finales del siglo XIII fue precisa una bula del papa Gregorio IX para ordenar que en la diócesis de Salamanca se actuara contra aquellos que impedían las donaciones de posesiones y bienes por parte de fieles y familiares de la Orden[100].




13.3 LA ORDEN DE SAN JUAN DE JERUSALEN

La orden del Santo Sepulcro unida a la de San Juan tuvo un papel preponderante en España durante la reconquista a imitación de la orden del Temple. Alfonso I el Batallador declaró las órdenes militares herederas de sus bienes en contra del parecer de los nobles aragoneses.

En España tuvo dos lugartenencias la de Castilla y León con sede en Madrid y la de Aragón. En Castilla la orden de San Juan de Jerusalén se extendió mucho en Zamora, Toro, Medina del Campo, Salamanca y Ciudad Rodrigo, Arévalo y Segovia.

En realidad, hubiera sido más lógico que la primera referencia a la Orden se localizara en Navarra, Aragón o Cataluña, que estaban mucho más cercanas a la "casa" de Saint Gilles, y no en la Extremadura leonesa. La implantación de la Orden de San Juan en los territorios salmantinos respondió a una coyuntura política derivada directamente de la "influencia franca" del reinado de Alfonso VI. Recordemos que tras la derrota de Sagrajas, en 1086, el referido monarca convocó una cruzada a la que acudieron numerosos efectivos franceses, entre los que destacaban sus futuros yernos: Raimundo y Enrique de Borgoña.

Especial interés tiene para nosotros la figura de Raimundo de Borgoña, que fue el responsable de la segunda repoblación de la ciudad de Salamanca y marido de doña Urraca. En este contexto resulta coherente que la reina introdujera en la frontera con extremadura una institución que dependía directamente de la casa francesa de Saint Gilles. De hecho, la de San Juan era la única Orden presente en la ciudad de Salamanca que no contaba con un origen y desarrollo puramente hispano[101] . Sin embargo, conservaba como característica común al resto de Órdenes su actividad asistencial, que en estecaso era la base inicial de su desarrollo34 . Además, en este momento la Orden estaba configurando su idiosincrasia militar y resultaba muy adecuada para un espacio de lucha fronteriza. 

El hecho de que don Raimundo de Borgoña fuera el responsable de la segunda repoblación de la ciudad de Salamanca influyó tanto en su morfología como en el reparto de poder en la urbe, que benefició claramente a las elites ultrapirenaicas. Esta dinámica se mantuvo durante todo el siglo XII. Tempranamente la referida Orden de San Juan obtuvo permiso para edificar dos templos: el de San Cristóbal y el de San Juan Bautista o San Juan de Barbalos; poco después le fue concedido el espacio en torno a este último para que lo poblara, segregándolo de la autoridad municipal y dándolo a la Orden en calidad de jurisdicción propia. De este modo el decidido apoyo de la monarquía favoreció su asentamiento y posterior consolidación en la urbe salmantina[102] .

 Lamentablemente no contamos con documentación que especifique el momento exacto en que se produjeron estos hechos. La historiografía local[103] data en 1145 el consentimiento para la fundación de los templos y sitúa cinco años después la concesión del terreno en torno a San Juan de Barbalos para que se poblara. En cualquier caso, la presencia de la Orden en la ciudad se atestigua desde mediados del siglo XII, cuando comienzan a aparecer mandas testamentarias a su favor[104] . Además la iglesia de San Cristóbal es citada en el Fuero de Salamanca[105]

En el siglo XIII la documentación ya proporciona datos significativos sobre la acción de la Orden de San Juan en la ciudad de Salamanca. En 1215 tenemos constancia de la existencia de un comendador en la urbe[106] , llamado Juan Peláez[107] . A partir de este momento conocemos el nombre de varios miembros de la Orden que asumieron el puesto[108]: frey Pedro Fernández en 1223[109] , frey Vermudo Fernández al año siguiente, Marino de Minico en 1229 y Pedro Mendo, por lo menos, desde 1232 a 1238.

En 1251 don Rodrigo era al mismo tiempo comendador de Limia y de Salamanca. Existe una carencia de referencias en la segunda mitad del siglo XIII. Nuevamente en 1295 aparecía como testigo en un documento referido a la Orden un freiré llamado Juan que era compañero del comendador de Salamanca Arias Fernández[110] . Con el tiempo la Orden de San Juan demostró una gran capacidad para adaptarse a la red de relaciones de la ciudad y generar sinergias con el resto de poderes urbanos. Desde un primer momento favoreció las relaciones con la jerarquía eclesiástica local, que aún estaba dispuesta a compartir las potencialidades de un espacio en reorganización. Posteriormente, el acuerdo de 1223 entre la Orden y el obispo salmantino nos permite conocer la plena inserción de San Juan de Barbalos en la estructura sanjuanista, así como su capacidad de diálogo con la Sede.

 

 


12.4 LA ORDEN DE SANTIAGO

Hay varias versiones en cuanto al origen incierto de la orden.[111] La orden se fundó en 1161 en el Reino de León durante el reinado de Fernando II, por iniciativa de doce caballeros de vida licenciosa que, arrepentidos de los desmanes cometidos, decidieron unirse bajo unos estatutos y formar una orden militar para defender a los peregrinos que se dirigían a Santiago a orar en la tumba del apóstol. Los peregrinos eran asaltados por musulmanes. También sintieron la necesidad de defender las fronteras de Extremadura por las constantes incursiones y razías.

Otra tradición quizás la más probable, dice que la orden nació en Cáceres en 1170 con el decidido apoyo de Fernando II de León y como cofradía de caballeros liderada por Pedro Fernández en 1171. Se transformó en una orden militar gracias a un acuerdo con el arzobispo de Santiago, del que recibió nombre y rentas a cambio del compromiso vasallático y servicio a su Iglesia bajo el estandarte del Apóstol. Después consiguió su propia autonomía desplazando su núcleo central de poder a Castilla y dotándose de una regla.

Siguiendo su vocación asistencial, a finales del siglo XII la Orden favoreció el nacimiento de nuevos hospitales. En esta línea el rey Alfonso IX donó, con fecha de 22 de julio de 1223, las casas de Sancti Spíritus, "quam prior D. de Manino cum concilio eiusdem civitatis edificavit ad servitium Dei", para que se fundase un hospital de redención de cautivos[112] . El hospital no prosperó. No obstante, el documento nos permite conocer la existencia de construcciones previas, de cierta entidad, en el espacio de la puebla. Ya que estas "casas" fueron destinadas a hospital debió tratarse de edificios de ciertas dimensiones y amplios espacios interiores. A su vez el documento refiere la existencia de otro centro espiritual en la zona, sin definir su carácter, que pudiera ser hospitalario o conventual. La referida casa fue donada junto al territorio que la rodeaba "ad populandum ilium locum qui est per populare a porta Sancti Mathei usque ad portam de Sancto Christoforo".

Así recaía en la Orden de Santiago la tarea de repoblar un territorio de notable amplitud que tenía como límites la Puerta de San Mateo[113] y la de San Cristóbal[114] , la propia muralla y posiblemente la corriente de agua que discurría por la actual Gran Vía. Se trataba de un espacio mayor que los concedidos años atrás a las Ordenes de San Juan y de Alcántara. En el mismo documento el rey le concedió un fuero propio que fue confirmado un año después. A través del referido fuero los pobladores de Sancti Spíritus pasaron a encuadrarse como vasallos y feligreses de la Orden de Santiago, quedando fuera del control tributario y judicial del concejo de Salamanca.

Como ya hemos señalado, le fue dado el Fuero de la puebla de La Magdalena, a pesar de que la de Sancti Spíritus tenía mayores dimensiones y complejidad, así como un carácter "más rural". La efectividad de este conjunto normativo se vio confirmada en 1297, cuando el rey Fernando IV dio a la puebla de Villoruela el mismo fuero que tienen "los de la puebla de Sancti Spiritus, porque fueron en ese fuero poblados[115]. Los pobladores pasaron a formar parte del señorío santiaguista de dos formas: como vasallos en virtud de un señorío laico y como feligreses en virtud de uno eclesiástico. Una vez más la voluntad regia disgregaba parte de la jurisdicción municipal y episcopal, además de privar al concejo de una porción de sus recursos económicos. 

No repetiremos las consideraciones sobre el Fuero de La Magdalena, baste decir que son plenamente aplicables a la puebla de Sancti Spíritus y a sus habitantes, aunque a lo largo de los años fueron matizados por documentación y disposiciones propias. Una de las diferencias fundamentales se observa en las relaciones entre la Orden y el obispado de Salamanca. En agosto de 1223 el obispo don Gonzalo donó a la Orden de Santiago la Iglesia de Sancti Spíritus[116]. En este documento se limitaba a la Orden santiaguista ciertos privilegios de los que sí disfrutaba la de Alcántara[117].

Así, mientras que los pobladores de Alcántara pagaban diezmos a la Orden y eran enterrados en su iglesia, los de Sancti Spíritus debían dar al obispo un tercio de los mismos y a las parroquias una parte de los bienes dados en concepto de mortuorio. A su vez no podían recibir como feligreses a parroquianos de otras iglesias ni admitirlos en su templo, mientras que la ciudad estuviera en entredicho y en dicha circunstancia los oficios se debían realizar a puerta cerrada, en voz baja y sin toque de campana. Como se puede observar, la puebla quedaba fuera de los entredichos generales, de este modo la segregación de jurisdicción civil se trasladaba al ámbito religioso. Echániz[118] señala que con este documento se fijaron las pautas para futuras relaciones de la Orden santiaguista con el obispado. Se trataba de evitar los conflictos por diezmos y otras cuestiones que en las mismas fechas enfrentaban a la Orden con distintas Sedes.

El 15 de marzo de 1224 el rey de León, Alfonso IX, concedió exención de pecho y tributo del concejo salmantino a los pobladores de Sancti Spíritus registrados en el documento, y recibidos por los cuatro hombres buenos que el monarca nombró para organizar la puebla[119]. Se remarcaba que los pobladores debían entregar a la casa de Sancti Spíritus los mismos derechos que daban los de Santa María Magdalena[120]. No se trataba tan sólo de una concesión regia, sino que era la propia Corona la que acometía la organización de la puebla. Desconocemos si esta labor se limitó al registro de pobladores y reparto de solares, o si abarcaba también la configuración de una cierta estructura urbana.

 

 

14.5 LA ORDEN DEL REY CARLOS

El rey Carlos III para conmemorar el nacimiento de su nieto fundó ese mismo día, el 19 de septiembre de 1771, la orden militar de Carlos III. Nació bajo el lema virtud y márito (virtuti el merito) y bajo el patrocinio de la Virgen María. La orden tenía por objeto premiar a las personas beneméritas y fieles a la corona. El rey Carlos II se autoproclamó gran maestre de la orden y dejó claro que debían serlo a perpetuidad los reyes de España.

Se crearon dos clases de condecoraciones: las grandes cruces y las cruces pensionadas. En 1783 se incluyó una tercera categoría, los caballeros supernumerarios, cuyo mérito se situaba entre las dos anteriores. El papa Clemente XIV, mediante una bula papal en 1772 otorgó a la orden varios privilegios y gracias espirituales. A los caballeros de la gran cruz y a los ministros los autorizó a disfrutar de un oratorio privado en sus casas. Durante la República fue abolida la orden y tras la Guerra Civil se restableció en 1942.

Tuvo su sede en el Real Monasterio de San Gil de Madrid fundado por Felipe III en 1606, donde se celebraron los capítulos anuales en la fiesta de la Inmaculada Concepción. El rey Fernando trasladó la sede al convento de las Descalzas y después al monasterio de la Encarnación.

 



BIBLIOGRAFIA

Martinez Díez, G., El Cid histórico. Un estudio exhaustivo sobre el verdadero Rodrigo Díaz de Vivar, Barcelona, 1999

R. Fletcher, El Cid, Editorial Madrid, 1989

García Fitz, El Cid y la Guerra, Burgos, 2000

David Porina Gonzalez, Historia y mito de un señor de la guerra, Ed Desperta Ferro, Madrid

Revista Desperta Ferro, El Cid, nº 40.

María Eva Gutiérrez Millán, La acción de las Órdenes Militares en la configuración urbana de Salamanca, Universidad de Salamanca. 2002

Martín Rodriguez, Historia de Salamanca. Edad Media. Salamanca, 1998

Enric Balasach Blanch, Las Ordenes Militares de España, Susaeta Ediciones, Madrid.



[1] No se puede admitir el empleo de la guerra santa con argumentos de religión, pero no podemos enjuiciar el hecho de las cruzadas desde nuestras categorías. Mahoma defendía también la guerra santa y el derecho a tomar las armas. Se defendía el derecho de propiedad muy arraigado en la mentalidad feudal de aquel tiempo. La guerra entre cristianos y musulmanes fue entendida como una batalla entre el cielo y el infierno. Como se decía: “Dios ha puesto ante vosotros esta guerra contra los infieles, que le han hecho un gran desprecio.  Dios ha ordenado un torneo entre el cielo y el infierno, y pide a todos los que lo desean defenderle que no le falten

[2] A su vez el Cid ha sido figura discutida. Unos lo tacharon de leal vasallo otros de traicionero mercenario, unos como perfecto vasallo y otros como un caudillo cruel en la guerra y de lealtades veleidosas.

[3] Alberto Montaner Frutos, «La fecha exacta de la rendición de Valencia», en Montaner Frutos y Boix Jovaní (2005:285-287).

[4] Su único hijo Diego murió en la batalla de Valencia de modo que todo lo que el Cid había alcanzado lo terminó perdiendo por falta de un sucesor que continuara su legado.

[5] Fletcher, 2001, pp. 16, 206.

[6] La propuesta de fecha más temprana para el nacimiento de Rodrigo Díaz la planteó Menéndez Pidal situándola alrededor de 1043 (entre 1041 y 1047) en «Año y lugar del nacimiento del Cid» (Boletín de la Real Academia de la Historia, t. 89, 1926, págs. 8-9) y posteriormente en La España del Cid (1929, t. II, págs. 684-685), mientras que la más tardía fue postulada por Antonio Ubieto Arteta en el entorno de 1054 (de 1051 a 1057) en El «Cantar de mio Cid» y algunos problemas históricos (Valencia, [Anubar antes art. en Lizargas, IV, 1972], 1973, pág. 177); aunque en 2011 Montaner Frutos concluyó que lo más adecuado sería situarla entre 1045 y 1049Fletcher aceptó como más probable la de 1043 de Menéndez Pidal, pero indicando que incluso podría retrasarse hasta 1047; Martínez Diez señaló como más probable el año de 1048, y en todo caso no más tarde de 1050, posición que Peña Pérez considera una razonable postura intermedia. Véase Fletcher (2007:111), Martínez Diez (1999:32), Montaner Frutos (2011b:259-260) y Peña Pérez (2009:45).

[7] Peña Pérez (2009:46-47). Así, en el verso 295 del Cantar de mio Cid, aparece la expresión «mio Cid el de Vivar».

[8] Montaner Frutos, «Ficción y falsificación en el cartulario cidiano», 2006, pág. 341 y nota 40.

[9] Alberto Montaner Frutos, Vida e historia de Rodrigo Díaz de Vivar.

[10] Historia Roderici§ 2. Cita por la ed. de Bonilla y San Martín, Gestas de Rodrigo el Campeador (Gesta Roderici Campidocti), Madrid, Victoriano Suárez, 1911, pág. 35.

[11] Torres, «El linaje del Cid», 2000-2002.

[12] Alberto Montaner Frutos«El Cid. La historia.», en www.caminodelcid.org, página web del Consorcio Camino del Cid, Burgos, 2002.

[13] Historia Roderici§ 2. Cita por la ed. de Bonilla y San Martín, Gestas de Rodrigo el Campeador (Gesta Roderici Campidocti), Madrid, Victoriano Suárez, 1911, pág. 35.

[14] Torres, «El linaje del Cid», 2000-2002.

[15] Montaner Frutos (1998:32-38).

[16] Montaner Frutos (2011b:265).

[17] Alfonso Boix Jovaní, «La batalla de Morella (1084)», en A. Boix Jovaní y A. Montaner Frutos, Guerra en Šarq Alʼandalus: Las batallas cidianas de Morella (1084) y Cuarte (1094), Zaragoza, Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente Próximo, 2005. Apud Peña Pérez (2009), pág. 93 y n. 7.

[18] Montaner Frutos (2011b:266)

[19] Martínez Diez (1999:183-184)

[20] La España del Cid, Madrid, Plutarco, 1929, 2 vols.; Madrid, Espasa-Calpe, 1969.

[21] Pierre Guichard (2001:67).

[22] Fletcher (2007:190).

[23] Entre los musulmanes, amán es, según el Diccionario de la Real Academia, "la seguridad o cuartel que pide quien se rinde".

[24] Felipe Maíllo Salgado, Crónica anónima de los reyes de taifas, Madrid: Akal, 1991, pp. 51-52.

[25] Véase Alberto Montaner Frutos «La Batalla de Cuarte (1094). Una victoria del Cid sobre los almorávides en la historia y en la poesía», en Alberto Montaner Frutos y Alfonso Boix Jovaní, Guerra en Šarq Alʼandalus: Las batallas cidianas de Morella (1084) y Cuarte (1094), Zaragoza, Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente Próximo, 2005, págs. 97-340.id sobre los almorávides en la historia y en la poesía», en Alberto Montaner Frutos y Alfonso Boix Jovaní, Guerra en Šarq Alʼandalus: Las batallas cidianas de Morella (1084) y Cuarte (1094), Zaragoza, Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente Próximo, 2005, págs. 235-238. 

[27] Martin (2010:§8)

[28] Ian Michael, «Introducción»a su ed. de Poema de Mío Cid, Madrid, Castalia, 1976, pág. 39. 

[29] Montaner Frutos (2011b:263-264)

[30] Montaner Frutos (2011b:264)

[31] Montaner Frutos (1998:32-38).

[32]  Montaner Frutos (2011b:265).

[33] Alfonso Boix Jovaní, «La batalla de Morella (1084)», en A. Boix Jovaní y A. Montaner Frutos, Guerra en Šarq Alʼandalus: Las batallas cidianas de Morella (1084) y Cuarte (1094), Zaragoza, Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente Próximo, 2005. Apud Peña Pérez (2009), pág. 93 y n. 7.

[34]  Montaner Frutos (2911d: 15-19)

[35] Martínez Diez (1999:164).

[36] Martínez Diez (1999:178-180 y 452)

[37] Montaner Frutos (2011b:266)

[38] Martínez Diez (1999:183-184)

[39]  La España del Cid, Madrid, Plutarco, 1929, 2 vols.; Madrid, Espasa-Calpe, 1969.

[40] Montaner Frutos (2011b:266-267)

[41] Martínez Diez (1999:207)

[42]  Montaner Frutos (2007:LVII)

[43]  Pierre Guichard (201:67) 

[44] Fletcher (2007:190).

[45] Entre los musulmanes, amán es, según el Diccionario de la Real Academia, "la seguridad o cuartel que pide quien se rinde".

[46] Felipe Maíllo Salgado, Crónica anónima de los reyes de taifas, Madrid: Akal, 1991, pp. 51-52.

[47] Véase Alberto Montaner Frutos «La Batalla de Cuarte (1094). Una victoria del Cid sobre los almorávides en la historia y en la poesía», en Alberto Montaner Frutos y Alfonso Boix Jovaní, Guerra en Šarq Alʼandalus: Las batallas cidianas de Morella (1084) y Cuarte (1094), Zaragoza, Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente Próximo, 2005, págs. 97-340. 

[48] Huici Miranda, A., "El cadí de Valencia Ibn Ŷaḥḥāf quemado vivo por el Cid", Revista del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos 11–12 (1963–4), 149–167. Véase también Ramón Menéndez Pidal, El Cid Campeador, pp. 254-258; Gonzalo Martínez Díaz, El Cid histórico, Barcelona, Planeta, 1999, pp. 326-335 y Francisco Javier Peña Pérez, El Cid. Historia, leyenda y mitos, Burgos, Dossoles, 2000, pp. 174-177.

[49] José Ramírez del Río, "Nuevas aportaciones al origen del Poema de Mio Cid. Motivos literarios de procedencia árabe", RLM, xxvii (2015), pp. 208 y ss. 

[50] Gonzalo Martínez Diez (1999:416-417) arguye los testimonios de la Primera Crónica General (o Estoria de Españaalfonsí y del Liber regum

[51] Alberto Montaner Frutos, «La Batalla de Cuarte (1094). Una victoria del Cid sobre los almorávides en la historia y en la poesía», en Alberto Montaner Frutos y Alfonso Boix Jovaní, Guerra en Šarq Alʼandalus: Las batallas cidianas de Morella (1084) y Cuarte (1094), Zaragoza, Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente Próximo, 2005, págs. 235-238

[52] Ian Michael, «Introducción»a su ed. de Poema de Mío Cid, Madrid, Castalia, 1976, pág. 39. 

[53] Ian Michael, La imagen del Cid en la historia, la literatura y la leyenda, conferencia pronunciada en la Biblioteca Nacional de España, el 17 de mayo de 2007. [Consulta: 29-11-2009]. 

[54] Ian Michael, La imagen del Cid en la historia, la literatura y la leyenda, 2007, pág. 4.

[55] Martínez Diez (1999:49).

[56] Cfr. Martínez García, «El patrimonio territorial de un miembro de la aristocracia feudal: Rodrigo Díaz, El Cid», 2000.

[57] Montaner Frutos (2011b:260 y n. 6 y 7).

[58] Menéndez Pidal, La España del Cid, I, págs. 123-124, apudTorres, «El linaje del Cid», 2000-2002.

[59] Martínez Diez (1999:47)

[60] Montaner Frutos (2011b:270 y 1024-1026)

[61] Coscollá, Vicente (2003). La Valencia musulmana. Valencia: Carena Editors. p. 44. Consultado el 5 de febrero de 2017. «Jimena tomó el cuerpo de su marido, el ejército incendió la catedral, el alcázar, palacios, mezquitas, incluso aquellas que habían sido consagradas como iglesias, casas particulares, todo ello después de desvalijar y tomar cuanto pudieron.»

[62] Montaner Frutos (2011b:693-694).

[63]  Ildefonso Rodríguez y Fernández: Los doscientos mártires de Cardeña, pp. 27-30.

[64] Según se narra en la Historia Roderici. La espada “Tizona” que acompañaría a todas las gestas del Cid.

[65] Los almorávides procedentes de Marruecos eran otro asunto.

[66] El propio estatuto mudéjar les permitía mantener no solo la religión cristiana y costumbres sino regirse por su propio derecho (la shariah).

[67] Este modelo es desarrollado en la iconografía de los bajo relieves del sarcófago de doña Sancha, convento de Benedictinas de Jaca.

[68] Este sistema fue el que dio inicios de los torneos medievales.

[69] Es de destacar la vinculación existente entre caballo y jinete. Se entiende que el cantar del mío Cid presente a Babieca como tan preferido por el Cid Campeador.

[70] Ya hablamos de esta técnica utilizad por el ejército yufi de Saladino en las cruzadas.

[71] Los reyes taifas eran cultos y eruditos que le introdujeron en el uso del astrolabio, y otros conocimientos de astronomía.

[72] Los almorávidas era un grupo fanático de musulmanes que se introdujeron por el norte de Africa desde Marruecos y que intentaban desestabilizar a los reinos cristianos.

[73]  Francisco Hernández y Xavier RubioBreve historia de la guerra antigua y medieval, Nowtilus, 2010,

[74] Joseph von Hammer comparó en 1818 las órdenes militares cristianas, en particular a los templarios, con ciertos modelos islámicos como la secta chií de los hashshashin.

[75] El abacus o bastón de mando utilizado por los maestres de la Orden del Temple tenía el cuerpo en espiral y lucía un pomo de color blanco rematado por una cruz de la orden con una orla.

[76] A los caballeros fratres se les permitía casarse una sola vez y solo con una mujer soltera. Algunas órdenes toleraban las segundas nupcias, pero los caballeros fratres debían de hacer un voto de fidelidad conyugal. Si no lo cumplían eran acusados por partida doble. Una por violar el voto natural del matrimonio y otra por violar el voto emitido.

[77] La cosmovisión de la sociedad en la Edad Media fue una sociedad estructurada alrededor de la guerra. La figura de los caballeros respondía a este modelo de sociedad. Este modelo cambió radicalmente con el Renacimiento.

[78] Nueve siglos antes los judíos ya lo habían reclamado para sí, y cinco siglos antes los mismos musulmanes.

[79] No existe ningún dato que refleje la acción de una Orden Militar en el espacio de Santo Tomás, por lo que su análisis queda fuera de los límites de este estudio. De igual modo se ha omitido el referido espacio en el Plano 1 de ubicación de "jurisdicciones segregadas" en la ciudad de Salamanca, ya que no tenemos ningún indicio de la existencia de una jurisdicción propia en torno a Santo Tomás.

[80] No conservamos el referido documento, sino una escueta referencia de su existencia en 1721. El texto refiere: "una nomina de los primeros pobladores déla puebla de / santi espíritus no dize donde se hizo ni / en que tiempo-Numero 1 / ...otra nomina dé los de la pue/bla de santo Tomás en la misma forma-Numero" 4 (Archivo Municipal de Salamanca. Inventarios. Libro inventario de los documentos del Archivo Municipal de Salamanca (libro becerro), caja 3380, ant. sign. 1230, fol. 513v).

[81] Vid. González, J. "Repoblación de la Extremadura leonesa". Hispània. 1943, p. 221.

[82] En el siglo XV continuaba la baja densidad demográfica de esta zona, hasta el punto que en 1490 el monasterio tomó la iniciativa de atraer pobladores. El prior obtuvo facultad pontificia de poblar el territorio, que fue llamado Aldehuela, y tenía límites desde la derecha del arroyo o alberca de San Francisco a la muralla y parroquia de San Blas. Ésta fue la última iniciativa oficial de repoblar la ciudad de Salamanca. Lamentablemente no tuvo grandes resultados, tan sólo la ocupación de las Peñuelas de San Blas.

[83] La documentación no aclara si el monasterio era legítimo propietario, o si más bien ejercía jurisdicción.

[84] Tal como se preservaron hasta finales de siglo XIV.

[85] Si bien es ahora cuando la Orden de Santiago empieza a tener fuertes intereses en la ciudad, ya poseía en el siglo anterior bienes adquiridos a través de carta de hermandad con el obispo de Salamanca.

[86] Puerta de Sancti Spíritus.

[87] Puerta de Toro.

[88] Las pérdidas se produjeron sobre todo tras la derrota de las tropas cristianas en la batalla de Alarcos (1195).

[89] El monarca leonés concentraba sus esfuerzos en consolidar las fronteras de su reino con Castilla y Portugal, y expansionarse hacia el sur. Sin duda, la Orden de San Julián del Pereiro era uno de los instrumentos más valiosos para la consecución de sus fines.

[90] En este año Alfonso IX de León prestó homenaje vasallático a Alfonso VIII de Castilla.

[91] En junio del mismo año de 1188, el rey Alfonso IX de León dio un vuelco a su política exterior y se unió al rey de Portugal para dar forma a una liga anticastellana.

[92] La subordinación a la Orden de Calatrava tenía un carácter jurisdiccional, que no mermaba su libertad en las demás materias, especialmente en el ámbito político y económico-social. No obstante, la unificación castellano-leonesa en un solo reino y la consolidación de Calatrava en los esquemas del Císter convirtieron a la Orden castellana en la intermediaria entre las autoridades capitulares y las milicias cistercienses de origen repoblador. A mediados del siglo XIII ya nadie cuestionaba el papel jerárquico de la Orden de Calatrava sobre la Orden de Alcántara.

[93] Archivo Histórico Nacional. Sec Órdenes Militares, Registro de Escrituras de la Orden de Calatrava II (1342 C), fol. 78.

[94] Vid. Ayala Martínez, C. Las Órdenes Militares..., p. 87.

[95] Recordemos que el trazado de la Vía discurría por la actual calle Zamora, saliendo de la ciudad por la puerta del mismo nombre. Posiblemente parte de la Vía o bien atravesara la jurisdicción de la puebla, o bien fuera límite externo de la misma.

[96] Vid. Ortega y Cortés, I. J.; Fernández de Brizuela, J. y Ortega Züñiga y Aranda, P. Bullarium Ordinis Militiae de Alcántara olim S Julián del Pereiro. Madrid, 1759, pp. 21-22; y Echániz Sans, M. El monasterio femenino de Sancti Spíritus de Salamanca. Colección diplomática (1268-1400). Salamanca, 1993, pp. 29-30.

[97] El libro inventario del Archivo Municipal de Salamanca registra la existencia de una nómina de los primeros pobladores de La Magdalena. Lamentablemente el documento no existe en la actualidad y tan sólo conocemos una escueta referencia de 1721. El texto refiere: "una nomina de los pri/meros pobladores de la puebla de / Santi Spiritus no dize donde se hizo ni / en que tiempo... / otra nomina délos de la puebla / de la magdalena en la misma forma-Numero 4" (Archivo Municipal de Salamanca. Inventarios. Libro inventario de los documentos del Archivo Municipal de Salamanca (libro becerro), caja 3380, ant. sign. 1230, fol. 513v).

[98] La exención del pecho es un testimonio de la potestad que tenía la Orden para su cobro. La exención de Salamanca es la más antigua de la que se tiene constancia en la Orden de Alcántara.

[99] Sí existen fuertes desavenencias con el concejo de Salamanca durante el primer cuarto del siglo XV. Con fecha de 26 de octubre de 1425 fue realizada una concordia entre dicho concejo y el comendador de Casas de La Magadalena de Salamanca y de Rollan con objeto de que la referida puebla de La Magadalena y del lugar de Rollan "no libren sus alcaldes más de hasta LX" (Archivo Municipal de Salamanca. Patrimonio, caja 6297, libro 1433, fols. 200v-203v).

[100] Vid. Ortega y Cortés, I. J.; Fernández de Brizuela, J. y Ortega Zúñiga y Aranda, P. Bullarium..., p. 48. Un documento similar se remitió a las diócesis de Coria, Zamora y Ciudad Rodrigo.

[101] Vid. Ayala Martínez, C. "La Orden Militar de San Juan en Castilla y León. Los hospitalarios al norte del Sistema Central (s. Xll- XV)". Revista de Historia, Instituciones y Documentos, 1989, p. 39.

[102] La separación de Castilla y León, tras la muerte de Alfonso VII en 1158, no significó para la Orden de San Juan una disminución de las donaciones reales.

[103] Vid. Villar y Macías, M. Historia de Salamanca II, Desde la repoblación a la fundación de la Universidad. Salamanca, 1973, p. 132. Tal como señala Baquero Goñi, C. Los Hospitalarios en Castilla y León (siglos XII y XIIl): señoríos de la Orden de San Juan. Madrid, 1995, p. 246, el autor no indica la fuente de las noticias, por lo que no podemos conocer hasta qué punto estas informaciones son fiables.

[104] En el testamento de Miguel Domínguez, mediados del siglo XII, se dota una manda de 100 mrs a favor del hospital (vid. Martín Martín, J. L.; Villar García, L. M.; Marcos Rodríguez, F. y Sánchez Rodríguez, M. Documentos de los archivos..., pp. 101-103). En 1161 el testamento de Blasco Sánchez dona a la referida Orden la aldea de Barazas (Ibídem, pp. 109-110). Dos años después, don Vela, canónigo de la catedral, reserva sus casas al Hospital de Jerusalén en una manda testamentaria (Ibídem, pp. 114-115).

[105] Martín Rodriduez, J. L. y Coca, J. El Fuero..., p. 113

[106] Lo que no significa que no existiera antes, sino simplemente que no hay constancia documental de su labor. De hecho en 1173 Juan Oveco, comendador de Salamanca, fue representante de la Orden en un pleito que enfrentaba al Hospital con el monasterio de San Román de la Hornija. Sin embargo la data de esta copia es dudosa, por lo que Barquero Goñi retrasa la constatación de la encomienda salmantina hasta inicios del XIII.

[107] Vid. Ayala Martínez, C. Libro de privilegios..., p. 376.

[108] Vid. Barquero Goñi, C. Los Hospitalarios en Castilla y León..., p. 376.

[109] Vid. Martín Martín, J. L.; Villar García, L. M.; Marcos Rodríguez, F. y Sánchez Rodríguez, M. Documentos de los archivos..., pp. 239-241.

[110] Ibidem, pp. 571-572.

[111] Otra versión es que la orden se fundó tras la batalla de Clavijo librada contra los musulmanes por el rey Ramiro I en el 844. En esta batalla se dice habría intervenido de manera milagrosa el apóstol Santiago.

[112] Vid. Echániz Sans, M. El monasterio femenino..., p. 31. La redención de cautivos estaba estrechamente unida a la función militar de las Órdenes, y especialmente destacada en la de Santiago. Por normativa interna los miembros estaban obligados a invertir en el rescate de cautivos el botín que obtuvieran personalmente en la campaña contra los musulmanes.

[113] Denominada posteriormente Puerta de Toro.

[114] Denominada posteriormente Puerta de Sancti Spíritus.

[115] Vid. Echániz Sans, M. El monasterio femenino..., p. 71.

[116] Ibidem, p. 32.

[117] Basándose en ello, el Dr. Martín Rodríguez señala que la equiparación de la puebla de Alcántara con la de Sancti Spíritus era más teórica que real. Vid. Martín Rodriguez, J. L. "Los fueros: normas de convivencia de trabajo". En Historia de Salamanca. Edad Media. Salamanca, 1998, pp. 115-116.

[118] Vid. Echániz Sans, M. "La puebla de Sancti Spíritus...", pp. 115-116.

[119] Vid. Echániz Sans, M. El monasterio femenino..., p. 33.

[120] Orden de Alcántara.

No hay comentarios:

Publicar un comentario