sábado, 17 de noviembre de 2018

8. En torno al misticismo de Migel Angel




8. EN TORNO AL MISTICISMO DE
MIGUEL ANGEL






1.       Motivación: La búsqueda apasionada de la belleza y el amor divino

Desde siempre en mi atracción por el arte tuve admiración por Miguel Ángel. Creo que en toda la historia del arte no ha habido nadie con más genio que él. Cuando de joven como estudiante de arquitectura tuve ocasión de visitar Italia, aproveché para acercarme, en situ, a ver su obra y a quedar cautivado no solo por su obra sino por su persona. Conforme fui visitando y conociendo su obra fui preguntándome de dónde le pudo venir a Miguel Ángel su genialidad de artista. Fue entonces donde me percaté de su profunda espiritualidad y cuándo empecé a interesarme por la mística de Miguel Angel.

Podemos describir la obra del genial artista como dirá él mismo: “La mia opera e fata per mostrare la perfezzione dell´arte e la grandeza de Dio”. Podemos resumirla como la búsqueda a través del arte de exaltar la belleza de la creación y al autor de la misma. No se entiende su arte sino transido de una profunda espiritualidad. Entrar en el misterio de Dios a través del hombre hecho a su imagen. Su obra, como su vida, expresa lo más grande y lo más trágico de la existencia humana. Como nadie es capaz de mostrar el encanto y belleza de la creación del hombre penetrado de gracia y de gloria divina y a la vez el tormento interior y la agitación compulsiva de su inclinación al pecado. Es capaz de efigiar al hombre como el ser gigante y coloso de la tierra y a su vez traspasando los umbrales de toda tiniebla, alzando su mirada al que le redime y recrea llamándole a participar de su gloria.

Su búsqueda recorre toda expresión a través del arte, el dibujo, la pintura, la escultura, la arquitectura. Va más allá del arte y culmina en la percepción del misterio del hombre y Dios a través de la poesía y la contemplación religiosa y mística más profunda. No bastan las percepciones y dimensiones físicas para entrar en el misterio del hombre. El dibujo como boceto es intuición pobre de una dimensión. La pintura con sus colores aporta una dimensión superior. La escultura con sus formas es más perfecta. La arquitectura en el juego de espacios plenos y vacíos juegos de luces y sombras se eleva por encima de todas las artes. Pero el arte queda vacío sino está penetrado de espíritu. No es la forma sino lo que evoca, como la poesía no es la palabra, ni la imagen sino lo que representa. Miguel Ángel genio inconmensurable del arte al final de su vida llega a considerar el arte como una banalidad de la vida. Consiguió dejar para la posteridad la mayor obra de arte que jamás ningún artista logró igualar. En un mundo lleno de sombras y tinieblas, con la luminosidad de su arte henchido de luz divina, consiguió iluminar al mundo con la luz que no mengua.

 Arquitecto, pintor y, ante todo, escultor, Miguel Ángel es el máximo exponente de la larga lista de ingenios individuales que el Renacimiento italiano alumbrará. Asimilable en sus inicios a la corriente del Cinquecento, en su magnífica obra es apreciable, casi desde los comienzos de la misma, una potente manifestación de los sentimientos que derivará en magníficas obras con talante grandioso, divino. Vamos a resaltar como la obra de este genio está profundamente relacionada con su ser místico. Diríamos que toda su obra material deriva de una profunda vida espiritual que le hace expresar fuera lo que emana de su interior, de su percepción mística.[1]

Su vasta producción dio con una magnífica obra maestra diríamos casi inigualable en el campo del dibujo, la pintura, la escultura y la arquitectura. Miguel Ángel demostró su genial talento y su capacidad de superación y sacrificio. Cansado de los hombres y desencantado del mundo, estos años marcan el inicio del cambio; a partir de este momento la lozanía y fortaleza de sus composiciones deriva en un misticismo desgarrado, que sin embargo para muchos dará como resultado algunas de sus mejores obras. Es su última época en Roma, adonde llegará en el año de 1534, permaneciendo hasta su muerte. En su larga vida ya en su madurez se convirtió en el primer artista venerado, lo que queda demostrado por ser el primer artista del que, ya en vida, se hicieron dos biografías.[2]




2.       Su origen

Miguel Ángel nació el 6 de marzo de 1475, en Caprese, una villa de la Toscana cerca de Arezzo.[3] ​ Fue el segundo de cinco hijos varones de Ludovico di Leonardo Buonarroti di Simoni y de Francesca di Neri del Miniato di Siena[4] Su madre murió en 1481, cuando Miguel Ángel contaba con seis años. La familia Buonarroti Simoni vivía en Florencia desde hacía más de trescientos años y habían pertenecido al partido de los güelfos; muchos de ellos habían ocupado cargos públicos. La decadencia económica empezó con el abuelo del artista, y su padre, que había fracasado en el intento de mantener la posición social de la familia, vivía de trabajos gubernamentales ocasionales,[5] ​ como el de corregidor de Caprese en la época en que nació Miguel Ángel. Regresaron a Florencia, donde vivían de unas pequeñas rentas procedentes de una cantera de mármol y una pequeña finca que tenían en Settignano,[6] ​ pueblo donde Miguel Ángel había vivido durante la larga enfermedad y muerte de su madre; allí quedó al cuidado de la familia de un picapedrero.[7]

El padre le hizo estudiar gramática en Florencia con el maestro Francesco da Urbino. Miguel Ángel quería ser artista, y cuando comunicó a su padre que deseaba seguir el camino del arte, tuvieron muchas discusiones, ya que en aquella época era un oficio poco reconocido. Ludovico di Leonardo consideraba que aquel trabajo no era digno del prestigio de su linaje. Gracias a su firme decisión, y a pesar de su juventud, consiguió convencerlo para que le dejara seguir su gran inclinación artística, que, según Miguel Ángel, le venía ya de la nodriza que había tenido, la mujer de un picapedrero. De ella comentaba: «Juntamente con la leche de mi nodriza mamé también las escarpas y los martillos con los cuales después he esculpido mis figuras».8

Mantuvo buenas relaciones familiares a lo largo de toda su vida. Cuando su hermano mayor, Leonardo, se hizo monje dominico en Pisa, asumió la responsabilidad en la dirección de la familia. Tuvo a su cargo el cuidado del patrimonio de los Buonarroti y lo amplió con la compra de casas y terrenos, así como también concertó el matrimonio de sus sobrinos Francesca y Leonardo con buenas familias de Florencia.9




3.       El despertar del artista

Según dicta a su biógrafo Condivio Asarico confiesa haber nacido el 6 de marzo de 1475 en Caprese, Florencia en el momento que Mercurio y Venus se entrecruzaban con Júpiter prediciendo el nacimiento de un genio. Así fue el artista de un inmune talento incipiente, artista incansable que jamás se rindió. Desde edad muy temprana quería ser artista a pesar de la oposición de su padre. El diría que su innato talento se debía a ser amamantado de una mujer de talentosos escultores. Poco a poco se fue decantando que su genialidad se enraizaba en su profundo ser místico.

Desde muy joven manifestó sus dotes artísticas para la escultura, disciplina en la cual empezó a sobresalir. En abril de 1488, con doce años de edad y gracias al consejo de Francesco Granacci, otro joven que se dedicaba a la pintura, entró en el taller de los famosos Ghirlandaio; su familia y los Ghirlandaio formalizaron un contrato de estudios durante tres años.

Su primera escuela la recibió en la Florencia de Lorenzo el Magnífico, ciudad centro del nuevo mundo renacentista y sede de numerosos artistas. En el taller de Domenico de Ghirlandaio aprendió los oficios, técnicas y conocimientos propios de un artista que le servirán para el resto de su vida. Allí además del dibujo y de la pintura con las técnicas de estuco y al fresco pronto quedó prendado de la escultura. Luego llegó a decir que pintar es para mediocres como Rafael, su vocación era la de escultor.

Allí permaneció como aprendiz durante un año, pasado el cual, bajo la tutela de Bertoldo di Giovanni, empezó a frecuentar el jardín de San Marcos de los Médicis, donde estudió las esculturas antiguas que había allí reunidas. Sus primeras obras artísticas despertaron la admiración de Lorenzo el Magnífico, que lo acogió en su Palacio de la Via Longa, donde Miguel Ángel se habría de encontrar con Angelo Poliziano y otros humanistas del círculo de los Médicis, como Giovanni Pico della Mirandola y Marsilio Ficino. Estas relaciones lo pusieron en contacto con las teorías idealistas de Platón, ideas que acabaron convirtiéndose en uno de los pilares fundamentales de su vida y que plasmó tanto en sus obras plásticas como en su producción poética. Según Giorgio Vasari, un día, saliendo del jardín de los Médicis, fue cuando Pietro Torrigiano le dio un puñetazo y le rompió la nariz; como consecuencia, le quedó la nariz chata toda la vida, tal como se aprecia claramente en todos sus retratos. 
Tras la muerte de Lorenzo el Magnífico, en 1492, Miguel Ángel huyó de Florencia y pasó por Venecia, instalándose después en Bolonia. Allí esculpió diversas obras bajo la influencia de la labor de Jacopo della Quercia. Pero en 1496 decidió partir hacia Roma, ciudad que había de verle triunfar. Allí inició una década de gran intensidad artística, después de la cual, con treinta años, sería acreditado como un artista de primera línea.



4.       Su primera búsqueda, sus dibujos

Los dibujos de Miguel Ángel forman un conjunto muy numeroso e importante, a pesar de las hogueras que se sabe que hizo alguna vez para quemar, según Vasari, «diseños, apuntes y cartones hechos de su mano, a fin de que nadie viese las fatigas que había pasado y las diversas pruebas por las que tuvo que pasar su ingenio hasta aparecer la perfección». Los primeros dibujos atribuidos al artista son las copias realizadas en la basílica florentina de la Santa Croce, del Tributo y la Consagración de Masaccio y el dibujo del Alquimista, de invención propia, así como una copia de Giotto,  todos estos del tiempo de sus estudios en el palacio de Lorenzo el Magnífico, hacia 1490.

La técnica de Miguel Ángel se muestra con toda su terribilitá en el encargo para la decoración de la sala del Gran Consejo del Palazzo Vecchio. En 1503, el nuevo gobierno republicano, al escoger como gonfaloniere a Piero Soderini, decidió pintar al fresco dicha sala, y a este efecto encargó a Leonardo da Vinci la representación de La batalla de Anghiariy, en el muro de enfrente, a Miguel Ángel La batalla de Cascina, enfrentando así a los dos artistas más grandes de la época. Miguel Ángel empezó la elaboración del cartón con el dibujo, como consta que en 1504 ya había recibido dos pagos. El tema está inspirado en la crónica de Filippo Villani, que, según narra, en 1364, las tropas de Florencia atacaron las de Pisa cerca de Cascina y, a causa del fuerte calor, los soldados se desnudaron para tomar un baño en el río Arno. Aquí demostró Miguel Ángel su gran dominio del desnudo, junto con el movimiento dinámico y de creación, hasta agotar todas las posibilidades expresivas, con una gran variedad de técnicas: algunas figuras están contorneadas con carbón; otras, con trazos fuertes, están esfumadas e iluminadas con yeso. Por ejemplo, en el Desnudo de espalda de la Casa Buonarroti de Florencia, se aprecian los perfiles con trazos gruesos y las sombras en retícula.[8]

Miguel Ángel tiene un verdadero dominio del dibujo, esto se demuestra en la cantidad de bocetos para sus pinturas. Así para la bóveda de la Capilla Sixtina el artista realizó una serie de dibujos a manera de esbozos, donde se advierte los trazos del manierismo ya patente en Miguel Ángel. Dentro de este conjunto se incluyen los estudios sobre los desnudos, los estudios para la Sibila Líbica, con diferentes versiones,  diversos estudios de figuras, una sanguina del Cristo en el limbo y unos cuantos dibujos sobre el tema de la Resurrección.[9]

A principios del siglo xv surgieron en Italia un tipo de dibujos perfectamente acabados, para ser donados como obsequio. Probablemente Miguel Ángel también realizó algunas series, que regaló a jóvenes por los que sentía algún afecto especial, pero la gran mayoría fueron para regalarlos a su joven estimado Tommaso Cavalieri,[10] que Vasari justificaba como ejercicios de aprendizaje y después un dibujo de un Ganimedes arrebatado al cielo por el ave de Júpiter, un Ticio al que el águila devora el hígado, la Caída del carro del Sol con Faetón y una Bacanal de niños, todas unas obras singularísimas, unos dibujos nunca visto tan excelentes.[11]



5.       La búsqueda en la escultura

Después del Bacus del Bargello (1496),[12] ​ esculpió la Piedad del Vaticano a los veintitrés años, y posteriormente realizó el Tondo Pitti. De la misma época es el cartón de La batalla de Cascina, actualmente perdido, pintado para la Señoría de Florencia, y el David, obra cumbre de la escultura, de una gran complejidad por la escasa anchura de la pieza de mármol, que fue colocado delante del palacio del Ayuntamiento de Florencia y se convirtió en la expresión de los supremos ideales cívicos del Renacimiento.[13]

La obra de Miguel Ángel va a estar marcada por sus protectores. Primeramente, por los Medici y luego por el papa Julio II. Sin duda su vinculación al Papado va a influir en que su obra sea eminentemente religiosa. En marzo de 1505, Julio II le encargó la realización de su monumento fúnebre: Miguel Ángel proyectó un complejo arquitectónico y escultórico monumental en el cual, más que el prestigio del pontífice, se loaba el triunfo de la Iglesia. Esta obra va a convertirse al mismo tiempo en una gran pesadilla. El escultor, entusiasmado con esta obra, permaneció en Carrara durante ocho meses para ocuparse personalmente de la elección y la dirección de la extracción de los mármoles necesarios. Al regresar a Roma, el papa había dejado a un lado el proyecto del mausoleo, absorbido como estaba con la reforma de Bramante en la basílica de San Pedro. Miguel Ángel, contrariado, abandonó Roma y se dirigió a Florencia, pero a finales de noviembre de 1506, después de numerosas llamadas del pontífice, que hasta le llegó amenazar con la excomunión, se reunió con él en Bolonia.[14]
Después de la muerte de Julio II, en mayo de 1513, el artista hizo un segundo intento de seguir con la obra del mausoleo del pontífice. Con este propósito esculpió las dos figuras de los Esclavos y el Moisés, que reflejan una atormentada energía, la terribilitá de Miguel Ángel. Pero este segundo intento tampoco prosperó.

Finalmente, después de la muerte de Bramante (1514) y de Rafael Sanzio (1520), Miguel Ángel consiguió la total confianza del papado. El gran retardo con que Miguel Ángel obtiene en Roma el reconocimiento oficial ha de ser atribuido a la heterodoxia de su estilo.




6.       Vamos a detenernos en dos de sus obras del inicio: el Cristo y la Piedad

Ambas obras muestran su profunda espiritualidad y su genio inigualable. Con sólo 24 años se da a conocer con la Piedad que insólitamente firma para dejar clara su autenticidad. La inicia por encargo de un cardenal francés que lo sufraga, pero al morir este se queda sin ingresos. Cuando la ejecuta, todavía no reconocida su celebridad, vivía pobre identificándose con Cristo pobre. Dicen de él: “Solía dormir vestido y con las botas puestas”.

Miguel Ángel permaneció un tiempo alojado en el convento del Santo Spirito, donde realizaba estudios de anatomía con los cadáveres provenientes del hospital del convento. Para el prior Niccolò di Giovanni di Lapo Bichiellini ejecutó un Crucifijo de madera policromada, donde resolvió el cuerpo desnudo de Cristo, como el de un adolescente, sin resaltar la musculatura, a pesar de que el rostro parece el de un adulto, con una medida desproporcionada respecto al cuerpo; la policromía está pintada con unos colores tenues y con unas suavísimas líneas de sangre, que consiguen una unión perfecta con la talla de la escultura. Fue dado por perdido durante la dominación francesa, hasta su recuperación en 1962, en el mismo convento, cubierto con una gruesa capa de pintura que lo mostraba prácticamente irreconocible.[15]

Por medio del coleccionista Galli, en 1497 recibió del cardenal francés Jean Bilhères de Lagraulas el encargo de una Piedad como monumento para su mausoleo en la capilla de Santa Petronila de la antigua basílica de San Pedro, y que más tarde fue instalada en la nueva construcción de Bramante.

La originalidad con la que trató esta pieza Miguel Ángel se nota en la ruptura con el dramatismo con el que hasta entonces se trataba esta iconografía, que siempre mostraba el gran dolor de la madre con el hijo muerto en sus brazos. Miguel Ángel, sin embargo, realizó una Virgen, serena, concentrada y extremadamente joven, y un Cristo que parece que esté dormido y sin muestras en su cuerpo de haber padecido ningún martirio: el artista desplazó toda clase de visión dolorosa con tal de conseguir que el espectador reflexionase delante del gran momento de la muerte.[16]​ Es la única obra de Miguel Ángel que firmó: lo hizo en la cinta que atraviesa el pecho de la Virgen.

También merece especial interés un Crucifijo de marfil, datado hacia el periodo 1496-1497 y que ha estado atribuido recientemente a Miguel Ángel. Esta imagen se encuentra en el monasterio de Montserrat y representa según el historiador Anscari M. Mundó, la última agonía de Cristo, con la cabeza inclinada hacia la derecha, la boca abierta y los ojos casi cerrados. El Cristo está coronado de espinas, de cuerpo joven con los brazos abiertos, desnudo, protegido con un paño de pureza doblado con pliegues irregulares que sujeta un cordón doble. Presenta una buena anatomía muy realista y muestra la herida a la derecha de las costillas. Se cree que fue adquirido por el abad Marcet en 1920 durante un viaje a Roma. Desde 1958 se encuentra sobre el altar mayor de la abadía de Montserrat. [17]

Pero vamos a detenernos en la obra que le va a poner a Miguel Ángel en la galería de los artistas más famosos. La Piedad, lo que queremos destacar es que el propio Miguel Ángel la remite como fruto de una visión divina. Sorprende que el inicio de su obra coincida con el final de su obra, como si toda su vida quedara encerrada en este misterio. La obra maestra es capaz de transmitir a la vez serenidad, dolor y belleza. El artista plasma la pena inconsolable de la Madre al perder al Hijo de sus entrañas y a la paz inmensa de quien sabe que el Hijo muerto es el portador de la nueva vida inmortal. En el rostro de la Virgen destaca su eterna juventud. El artista dirá: “Aquel que ama permanece siempre joven”. La Mujer virgen conserva el cuerpo y el rostro joven debido a su pureza y no hay ser más casto que el de la Virgen. Él se identificará con esta virginidad diciendo que “desde entonces me desposé con el arte para dar a luz a mis hijos, mis obras inmortales”.




7.       El inicio del drama

Miguel Ángel es reclamado en Roma por el Papa Julio II. Seducido por su pasión por la escultura se ilusiona con el magnánimo proyecto del monumento funerario del Papa. Sueña con una obra grandiosa. Proyecta un inmenso mausoleo compuesto con 40 figuras en distintos niveles formadas en una encrucijada de esclavos y cautivos que tienen como centro el coloso Moisés. La odisea de la tumba se prolongará durante 30 años.

El Papa tras volverse para atrás en el proyecto de su mausoleo para contentarle le ofrece pintar el techo de la Capilla Sixtina en el Vaticano, corazón de la cristiandad. En mayo de 1508, aceptó dirigir la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina, cuyos frescos concluyó cuatro años más tarde, después de un trabajo solitario y tenaz. En esta obra ideó una grandiosa estructura arquitectónica pintada, inspirada en la forma real de la bóveda. En el tema bíblico general de la bóveda, Miguel Ángel interpuso una interpretación del Génesis y dio forma a un tipo de interpretación de las imágenes que conseguirían ser un verdadero arquetipo del arte del Renacimiento.

En la capital romana tuvo que codearse y pelearse con sus grandes rivales Bramante y Rafael que parecía querían hacerle fracasar. Miguel Ángel además de admiradores tuvo numerosos detractores. Entre el círculo de prestigiosos artistas del momento cayó en medio de tramas y de envidias que intentaron denigrarle. Poco a poco se va quedando cada vez más solo. Es sabido de su no entendimiento con primero con Ghirlandaio, luego con Bramante del que rechazó su ayuda y colaboración incluso con Rafael a quien se quiere ofrecer el pintar el techo de la Sixtina por considerarlo más competente. Es sabido de las intrigas papales sus peleas con Julio II que llega a penar que alguien más apto como Rafael lo sustituya.



8.       La búsqueda en la pintura la obra magnífica de la Capilla Sixtina

En medio de este clima adverso se enfrenta ante el proyecto de pintar el techo de la Capilla. Aunque se muestra esquivo al principio, lejos de amedrentarse, su genialidad le hace superarse hasta cotas inimaginables. Se encuentra ante un proyecto a cubrir de 1.500 metros cuadrados que le superaba por todos lados. Vence los obstáculos de enfrentarse a la propia técnica de la pintura al fresco y la dificultad de hacerlo en una bóveda casi impracticable alternándolo con el interrumpido uso litúrgico de la propia capilla. Desafió al Papa cambiando su concepción y se arriesgó a plasmar la más ingeniosa y novedosa obra. Sus figuras contorsionadas con escorzos arriesgados están llenos de fuerza y vitalidad. Elaborados con una magia increíble se diría que sus pinturas parecen vivas cargadas de magia y de genio.

Para esto invierte no solo su talento sino su salud hasta comprometer su vista. Trabajará con tesón día y noche superando retrasos e interrupciones constantes. Trabajó giornatas, jornadas de hasta más de doce horas durante cuatro años soportando la fatiga y la impaciencia de Julio II. Este le increpaba y le urgía: “¿cuándo vas a acabar?”, y él le respondía: “terminaré el techo cuando pueda”. El mismo diría: “los lomos se me han metido en la tripa y con las posaderas hago de contrapeso y me muevo en vano sin poder ver”. Trabajó más que cualquier persona y prometió acabarla, encomendándose a los santos del cielo, el día de todos los santos.

 En mayo de 1508, aceptó dirigir la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina, cuyos frescos concluyó cuatro años más tarde, después de un trabajo solitario y tenaz. En el tema bíblico general de la bóveda, Miguel Ángel interpuso una interpretación neoplatónica del Génesis. Luego después de 30 años retomará el proyecto de la Capilla Sixtina ahora en su retablo con el tema el juicio final. Casi treinta años después en 1534, al encontrarse a disgusto con la nueva situación política que se había instaurado en Florencia, abandonó la ciudad y se estableció en Roma, donde aceptó el encargo de Clemente VII para trabajar en el altar de la Capilla Sixtina y donde, entre 1536 y 1541, realizó el magnífico Juicio Final.



9.       La vuelta a la escultura y su obra en la capilla funeraria de los Medici

Tras la muerte de Julio II, su mayor crítico y mejor mecenas, quiso volver a Roma y se embargó en la tragedia de su tumba. Tuvo de nuevo que enfrentarse a más dificultades, más ansiedades, más decepciones. Al final tuvo que contestarse con un modesto proyecto. El artista pierde todo el interés al verlo reducido a una sola figura, la del Moisés.

Los Medici le encargan otra pretensiosa obra, la fachada de la iglesia de San Lorenzo y de nuevo le dejan en la estacada al retirarle todos los fondos. Para apaciguarle Clemente VII, del círculo de los Medici, le encarga la capilla funeraria de los Medici y de nuevo se invierte de lleno en un nuevo mausoleo. De nuevo aquí se supera y da muestra de su increíble genialidad, Combinado con las figuras ducales de Julio y Lorenzo en sus tumbas presenta las figuras de “el día” y “la noche”, “el crepúsculo” y “la aurora”. Es la lucha de nuevo entre la luz y las tinieblas, la mortalidad y la inmortalidad. La pequeña figurilla del ratón en una de las tumbas es símbolo de la fragilidad y banalidad de la vida. “El tiempo termina por devorarlo todo excepto el germen de inmortalidad”. Graba en el pedestal de “la Noche”: “No me despiertes, habla en voz baja”. El mismo dirá: “No hay uno solo de mis pensamientos en el que la muerte no esté esculpida



10.   Las tumbas de los Médici

Fue hacia 1520, cuando el papa Clemente VII le encargó el proyecto para las tumbas de sus familiares Lorenzo el Magnífico, padre de León X, y su hermano Juliano, (padre de Clemente VII), y dos tumbas más para otros miembros de la familia: Juliano II y Lorenzo II, en la sacristía de la basílica de San Lorenzo de Florencia. El papa le propuso cuatro sepulcros, uno en cada pared de la planta cuadrada de la sacristía, una Virgen con Niño y las imágenes de los santos Cosme y Damián, que tenían que estar colocados en el centro de la estancia sobre un altar.[18]

Una vez aprobado el proyecto no se empezó a realizar hasta 1524, cuando llegaron los bloques de mármol de Carrara. Miguel Ángel lleva acabo un verdadero consorcio de escultura y arquitectura revelándose como un verdadero innovador. Aplicó las esculturas al lado de la arquitectura de las paredes; todas las molduras y cornisas cumplen la función de sombra y luz y, se componen de un sarcófago curvilíneo sobre las que hay dos estatuas con la simbología del tiempo.

En la tumba de Lorenzo, el Crepúsculo, representa un hombre que envejece pero que aún tiene plena posesión de su fuerza, el cual tiene una actitud simétrica a la Aurora, que se encuentra a la derecha y por encima de ambas, dentro de una hornacina, la estatua de Lorenzo, sobrino de León X, que tiene la cabeza cubierta con el casco de los generales romanos; su actitud de meditación hizo que enseguida se le conociera con el nombre de «el pensador».[19]

Encima de la tumba de Juliano están las alegorías de la Noche, que a pesar de simbolizar la muerte anuncia la paz suprema y el Día que muestra la cabeza inacabada de un hombre, siendo muy singular esta representación de una persona mayor. Simboliza la imagen del cansancio de empezar un día sin desearlo. Sobre ellas la estatua de Juliano, hermano de León X, con un gran parecido a la escultura del Moisés de la tumba de Julio II; a pesar de la coraza con la que lo vistió, se aprecia el cuerpo de un joven atleta. En definitiva, los retratos de estos personajes de la casa Médicis son más espirituales que físicos, se muestra más el carácter que no la apariencia material. Cuando se le dijo al escultor que se parecían poco a las personas reales, contestó: «mis obras son inmortales y ¿quién se dará cuenta de aquí a diez siglos?».[20]


                                      

11.   La vuelta a la pintura

Después de la muerte de Julio II, en mayo de 1513, el artista hizo un segundo intento de seguir con la obra del mausoleo del pontífice. Con este propósito esculpió las dos figuras de los Esclavos y el Moisés, que reflejan una atormentada energía, la terribilitá de Miguel Ángel. Pero este segundo intento tampoco prosperó. Finalmente, después de la muerte de Bramante (1514) y de Rafael Sanzio (1520), Miguel Ángel consiguió la total confianza del papado. El gran retardo con que Miguel Ángel obtiene en Roma el reconocimiento oficial ha de ser atribuido a la heterodoxia de su estilo.

De nuevo le reclama en Roma el papa Clemente VII. Treinta años después de pintar el techo se le encarga culminar la obra de la capilla Sixtina con la pintura del frente del altar mayor. Se dispone a elaborar “el juicio final”. Completará la obra de “la creación” con “la redención”. El “primer Adán” apunta al “nuevo Adán”, origen de la Nueva Creación. Todo gira alrededor del Cristo Juez. De nuevo la obra la desarrolla con un admirable ingenio a la vez arriesgándose a representar esta vez a la misma figura del Cristo y de la Virgen en clara desnudez. “No hay que avergonzarse de la desnudez pues solo la concupiscencia distorsiona la imagen de lo que Dios dispuso en perfecta belleza”.

Pese a la genialidad de su obra, de nuevo se despiertan y se desencadena críticas y desencuentros. En la capilla frente a tantos desnudos es imposible rezar. Fue tachado por sus desnudos de impúdico e inmoral. Poco después de su muerte Pio IV ordena el “imbraghettamento” para que Daniele Volterra “il braghetone” las cubra. Pablo VI llegó incluso a pensar acabar con la obra del “juicio final” ofreciendo al Greco que la suplantara por otra.




12.   Su Síntesis: Dos obras magnas de la pintura en la Capilla Sixtina,  la Bóveda y el retablo

El Origen: fresco de La Bóveda con la Historia de Salvación (Antiguo Testamento)

El proyecto originario del papa era la representación de los doce apóstoles, pero Miguel Ángel lo cambió por uno mucho más amplio y complejo. Ideó una grandiosa estructura arquitectónica pintada, inspirada en la forma real de la bóveda. Al tema frío, formal y estático propuesto por el Papa, Miguel Ángel interpuso una propuesta totalmente originaria con una interpretación neoplatónica con la representación de nueve escenas del Génesis, cada una rodeada por cuatro jóvenes desnudos (ignudi), junto con doce profetas y las sibilas. Un poco más abajo se encuentran los antepasados de Cristo. Todas estas escenas están diferenciadas magistralmente por medio de la imitación de arquitecturas. Estas imágenes se convirtieron en el símbolo para todo el arte del Renacimiento.[21]

Miguel Ángel empezó el trabajo el 10 de mayo de 1508, rechazando la colaboración de pintores expertos en frescos; también hizo quitar los andamios que había colocado Bramante y puso unos nuevos diseñados por él. Mientras trabajaba en su primer fresco (El Diluvio), tuvo problemas con la pintura, la humedad alteró los colores y el dibujo, tuvo que recurrir a Giuliano da Sangallo para su solución y volver a empezar. Miguel Ángel aprendió a fuerza de sufrimiento la técnica del fresco. La obra se ejecuta sobre la cal aún fresca, hasta concluir la parte prevista. Los colores aplicados sobre el muro húmedo producen un efecto que se modifica cuando se seca. Lo que se ha trabajado al fresco queda para siempre, pero lo que ha estado retocado en seco se puede quitar con una esponja húmeda.

La superficie pintada en un día se llama «jornada»; la escena de La Creación de Adán, una de las más espectaculares de la bóveda, se realizó en dieciséis jornadas.[22] El artista también estuvo bajo la tensión de las continuas discusiones con el papa, las prisas por acabar la pintura y los pagos que no recibía. Finalmente, la gran obra de la pintura de la bóveda se presentó públicamente el 31 de octubre de 1512.[23]



El final: El retablo con Juicio Final (Nuevo Testamento y Apocalipsis)

Por encargo del papa Clemente VII y más tarde confirmado por Pablo III, Miguel Ángel aceptó pintar también la pared del altar de la Capilla Sixtina el Juicio Final, o Juicio Universal, iniciado en 1536 y finalizado en 1541. El tema se basa en el Apocalipsis de san Juan. La parte central está ocupada por un Cristo con gesto enérgico, que separa los justos de los pecadores, y a su lado tiene a su madre María, temerosa por el gesto tan violento de su Hijo.[24] A su alrededor están los santos, fácilmente reconocibles ya que la mayoría muestran los atributos de su martirio, entre los que se encuentra san Bartolomé, que en su martirio fue despellejado; este santo lleva colgada en su mano su propia piel, donde se reconoce el autorretrato de Miguel Ángel. Justo debajo hay un grupo con ángeles con trompetas, anunciadores del Juicio.

Todas las escenas están rodeadas por una multitud de personajes, unos al lado derecho de Cristo, los que ascienden al cielo, y a la izquierda los condenados que bajan a las tinieblas, algunos de los cuales se encuentran encima de la barca de Caronte, presente en la Divina Comedia de Dante. En los semicírculos de la parte superior del mural aparecen unos ángeles con los símbolos de la Pasión de Cristo, en un lado la cruz donde murió y en el otro la columna donde fue flagelado.[25]




13.   La vuelta a la escultura las tres piedades

Aunque Miguel Ángel era un artista que dominaba todas las modalidades, Miguel Ángel se consideró por encima de todo escultor. Su obra escultórica vuelve a retomar el último periodo de su vida. En este periodo elabora tres versiones de la Piedad donde más deja ver su mística más profunda. La Piedad florentina, llamada así porque se encuentra en el Duomo de Florencia, se cree que fue empezada a partir de 1550. Miguel Ángel proyectó este grupo escultórico con la idea que lo sepultaran a sus pies, dentro de la basílica de Santa María la Mayor en Roma. Más tarde, abandonó este deseo, por el de ser enterrado en Florencia, y también por la oportunidad de su venta, en 1561, a Francesco Bandini, que colocó la escultura en los jardines romanos de Montecavallo, donde permaneció hasta su traslado a la basílica de San Lorenzo de Florencia por parte de Cosme III en 1674; finalmente en 1722 se colocó en Santa Maria del Fiore y desde 1960 se encuentra en el museo de la catedral[26]

El grupo escultórico de la Piedad florentina consta de cuatro personajes: el Cristo muerto que está sostenido por la VirgenMaría Magdalena y Nicodemo, los rasgos del cual son un autorretrato de Miguel Ángel. Es en esta obra donde se deja ver que toda la vida y la obra de Miguel Ángel la concibe dentro del misterio de Cristo. En su comienzo, como amanecer, se abre a la fama con una Piedad y en atardecer de la vida quiere poner broche final con otra Piedad. La estructura es piramidal, con Nicodemo como vértice, y el Cristo se muestra como una figura serpentinata propia del manierismo.[27]

La obra de la Piedad florentina que fue destruida, posteriormente  fue restaurada por Tiberio Calcagni, a pesar de ello aún se puede observar algún desperfecto en el brazo y en la pierna del Cristo.[28] Otra obra sobre el mismo tema y realizada durante la misma época (1556) es la Piedad Palestrina, un grupo escultórico con el Cristo, la Virgen y María Magdalena, de dos metros y medio de altura. Miguel Ángel empleó para su elaboración un fragmento de una construcción romana; en la parte posterior se puede apreciar un trozo de decoración antigua de un arquitrabe romano. Se encuentra inacabada y, después de estar en la capilla del palazzo Barberini de Palestrina, actualmente se puede ver en la Galería de la Academia de Florencia.[29]

Miguel Ángel empezó también la Piedad Rondanini, que sería la última escultura en la cual trabajaría hasta la vigilia de su muerte. La religiosidad que muestran estas últimas esculturas es el resultado de una crisis interna del autor. Las imágenes de la Piedad Rondanini son alargadas y tanto el Cristo como la Virgen se encuentran completamente unidos como si se tratase de un solo cuerpo, se aprecia una frontalidad dramática de origen medieval. La dejó, inacabada, como legado, en 1561, a su fiel servidor Antonio del Franzese.[30] La Piedad Rondanini es, de todas sus esculturas, la más trágica y misteriosa. En el inventario de su casa de Roma, se refiere como «otra estatua iniciada de un Cristo con otra figura encima, juntas, esbozadas y sin acabar».[31]



14.   La búsqueda en la arquitectura en sus últimos años

El campo de la arquitectura lo desarrolla Miguel Ángel en su edad madura. Será durante los últimos veinte años de su vida, cuando Miguel Ángel se dedicó sobre todo a trabajos de arquitectura: dirigió las obras de la Biblioteca Laurenziana de Florencia y, en Roma, la remodelación de la plaza del Capitolio, la capilla Sforza de Santa María Mayor, la finalización del palacio Farnese y, sobre todo, la finalización de la basílica de San Pedro del Vaticano. Se diría que al final emerge con más fuerza toda la mística de su obra. Es curioso que el tiempo que dedica a coronar su vida con la cúpula de San Pedro, es la misma época de las últimas esculturas como la Piedad Palestrinao la Piedad Rondanini, así como numerosos dibujos y poesías de inspiración religiosa.26

El proyecto de la basílica vaticana, en el que trabajó durante los últimos años de su vida, simplifica el proyecto que concibió Bramante, si bien mantiene la estructura con planta de cruz griega y la gran cúpula. Miguel Ángel creaba espacios, funciones que engloban los elementos principales, sobre todo la cúpula, elemento director del conjunto.

Murió en Roma en 1564, antes de ver acabada su obra, a la edad de ochenta y ocho años, acompañado por su secretario Daniele da Volterra y por su fiel amigo Tommaso Cavalieri; había dejado escrito que deseaba ser enterrado en Florencia. Hizo testamento en presencia de su médico Federigo Donati, «dejando su alma en manos de Dios, su cuerpo a la tierra y sus bienes a los familiares más próximos». Su sobrino Leonardo fue el encargado de cumplir con esta última voluntad del gran artista, y el 10 de marzo de 1564 recibió sepultura en la sacristía de la iglesia de la Santa Croce; el monumento funerario fue diseñado por Giorgio Vasari en 1570. El 14 de julio se celebró un funeral solemne; fue Vasari quien describió estos funerales, donde participaron, además de él mismo, Benvenuto CelliniBartolomeo Ammannati y Bronzino.[32]



15.   Parémonos a analizar la coronación de su obra en la cúpula de San Pedro

Quizás, para reafirmar la genialidad del artista, Pablo II le pone al frente de la magna obra del Vaticano para que la completara y culminara con la cúpula nombrándole arquitecto mayor. Tomando el relevo en el proyecto de la basílica de san Pedro se le encarga la dificultosa obra de remata y cubrir el crucero con una inmensa cúpula. Tras la genialidad de la cubrición de santa María de Fiori en Florencia, Miguel Ángel se decide afrontar la cubrición con la cúpula desarrollando una formidable obra de ingeniería arquitectónica. Construir semejante cúpula por su gran tamaño era el reto más grande jamás emprendido. El artista logra resolverlo utilizando un sistema muy avanzando empleando el sistema de doble cúpula de Brunelleschi con enormes arcos de contrafuertes. Aunque no pudo verla acabada su originalidad volvió a sorprender a todos.

Parece la cúspide de su obra y Miguel Ángel. Fue como su respiro final hacia el cielo. Cada vez más se encuentra cansado y desencantado. El mismo dice: “Estoy tan viejo que la muerte tira ya de mi túnica”. Le pesa la fugacidad del tiempo y de la vida, como si le faltara tiempo para dejar un testimonio sólido e inmutable en años y tiempos tan cambiantes. Es el último paso o eslabón para elevarse por encima de todo lo temporal y terrenal y subir hasta el cielo.

Miguel Ángel fue nombrado arquitecto de la basílica de San Pedro en 1546 a los setenta y dos años de edad, a la muerte de Antonio da Sangallo el Joven. La construcción de la basílica había sido empezada sobre la anterior paleocristiana, por mandato del papa Julio II y bajo la dirección del arquitecto Bramante; a partir del fallecimiento de este último, se hizo cargo Rafael Sanzio, que modificó la planta y la transformó en una cruz latina. Cuando Miguel Ángel recibió el encargo de las obras, modificó de nuevo la planta y volvió, con ligeras variaciones, a la idea original de Bramante de cruz griega, pero redujo las cuatro esquinas del cuadrado para que las áreas más pequeñas pudieran tener luz directa. Le corresponde en particular la modificación de la cúpula central respecto al proyecto de Bramante: suprimió el anillo con columnas y le dio un perfil más elevado. Al suprimir las torres, la cúpula se convirtió en el elemento predominante. Obtuvo permiso del papa, ante la vista de sus maquetas, para demoler parte de la construcción de Sangallo y, sin alterar de forma sustancial el interior, consiguió imponer su estilo personal y aportar una gran unidad al conjunto. La mayor parte de las obras se realizaron entre 1549 y 1558.[33]

Con ligeros retoques en el proyecto ideado por Miguel Ángel, que dejó una maqueta para la cúpula central realizada entre 1558 y 1561, se realizó la terminación de las obras, 24 años después de su muerte, por los arquitectos Giacomo della Porta y Domenico Fontana, con una altura de 132 metros y un diámetro de 42,5 metros.[34]



16.   Su relación espiritual con Vittoria Colonna

En el convento de San Silvestro in Capite de Romaen 1536, el artista conoció a Vittoria Colona y desde el principio hubo una empatía mutua, quizá porque los dos tenían las mismas inquietudes religiosas y ambos eran grandes aficionados a la poesía. Según Ascanio Condivi, Miguel Ángel «estaba enamorado de su espíritu divino» y, como era un gran admirador de Dante, ella representaba lo que el personaje de Beatriz significaba para el poeta.[35] Esto se desprende de la lectura de los poemas dedicados a Vittoria, así como de los dibujos y los versos que le regaló, todos de temática religiosa: una Piedad, una Crucifixión y una Sagrada Familia.[36]

En 1540 Vittoria Colonna le pidió un pequeño cuadro de la Crucifixión que le ayudara en sus oraciones privadas. Tras presentarle varios bocetos, el artista gustoso le pintó un pequeño Calvario quedando Vittoria muy complacida por la espiritualidad de las figuras. En ese momento sólo aparecían Cristo, la Virgen, San Juan y unos angelotes. Vasari lo describe así: Miguel Ángel le dibujó una Piedad, donde se ve a la Virgen con dos angelitos y un Cristo clavado en la cruz, que, levanta la cabeza y encomienda su espíritu al Padre, que es cosa divina.

Aunque habla de un dibujo, el artista acabó haciendo una pintura.[37]​ Se tiene noticia de esta pintura también por una carta de Vittoria a Miguel Ángel: “Confiaba yo sobre manera que Dios os daría una gracia sobrenatural para hacer este Cristo; después de verlo tan admirable que supera, en todos los aspectos, cualquier expectación; porque, animada por vuestros prodigios, deseaba lo que ahora veo maravillosamente realizado y que es la suma de la perfección, hasta el punto que no se podría desear más, y ni tan siquiera a desear tanto”.

Vittoria murió en 1547, hecho que dejó a Miguel Ángel sumido en el dolor más profundo. Tal como él mismo confesó: «No había tenido dolor más profundo en este mundo que haberla dejado partir de esta vida sin haberle besado la frente, ni el rostro, como le besó la mano cuando fue a verla en su lecho de muerte».[38]​ Era tal el afecto que Miguel Ángel le profesaba que después de su muerte recuperó el cuadro de la Piedad que le había regalado y la incluyó como María Magdalena abrazada a la cruz de Cristo y sobre los hombros un pañuelo símbolo de su viuded. [39]​ Aunque el cuadro original se ha perdido, se conservan muchos dibujos y copias hechas por discípulos.



17.   Otras búsquedas de expresión, la poesía

El propio Miguel Ángel expresaba que en toda su búsqueda la propia materia no llegaba a expresar del todo la dimensión espiritual. En el dibujo utilizaba una dimensión, dos en la pintura, tres en la escultura, cuatridimensional era la arquitectura jugando con los espacios llenos y vacíos pero con la poesía más evocadora podía superar la materia y el espacio temporal para trascenderse a una dimensión supernatural. Como poeta, Miguel Ángel ha dejado unas trescientas composiciones que ocupan un lugar destacado en la lírica del siglo xvi, donde resalta su tono enérgico y austero y una continua tensión hacia una ardiente inmediatez expresiva. Las formas métricas que más abundan son los sonetos y los madrigales, aunque también escribió algunos tercetos. Según Ascanio Condivi, hacia 1503, Buonarroti se dedicó a la lectura «... estuvo algún tiempo sin hacer nada en el arte de la escultura, para darse a la lectura de los poetas y oradores en lengua vulgar, y hacer sonetos para su deleite».[40]

Los poemas que dedicó a Vittoria Colonna fueron la mayoría de tema religioso, ya que ambos tenían inquietudes sobre lo mismo, y se centraban sobre el pecado y la salvación eterna, ya en un tono de angustia y amargura. En un madrigal describe a la amiga como «una verdadera mensajera entre el cielo y él, una mujer divina a la que implora benevolencia y condescendencia con tal de elevar su miseria a la altura del camino tortuoso de la bienaventuranza».[41]

Miguel Ángel durante su vida escribe numerosos poemas. Unos poemas dedicados a un amor platónico cautivado por el amor humano del joven Tomasso di Cavalieri, otros compartidos con su amiga del alma, Vittoria Colonna. Pero no se queda en exaltar la belleza de la amistad y del amor humano. Tras desengaños y decepciones busca cada vez más apasionada trágicamente el amor divino. Los sonetos dedicados a su amada Vittoria reflejan una profunda tristeza y un pensamiento místico, muy alejado de la inspiración de la mayor parte de sus contemporáneos. Todos sus amores platónicos parecen desvanecerse y a la vez elevarse con un profundo sentimiento místico.

Al final de su vida, como de frente a su imponente retablo del “juicio final”, recoge en un admirable soneto esta búsqueda: “Ha llegado ya el curso de mi vida por tempestuosa mar en frágil barca, al común puerto por donde se pasa para dar cuenta y razón de toda obra mala y piadosa: por lo cual la afectuosa fantasía que del arte se hizo un ídolo y monarca, ahora entiendo bien cuánto estaba lleno de error, tal como lo que todo hombre a pesar suyo desea. Los amorosos pensamientos antes vanos y alegres ¿qué serán ahora que a dos muertes se acerca? De una tengo certidumbre y la otra me amenaza. Ni el pintar, ni el esculpir podrán más sosegar el alma vuelta hacia aquel amor divino, que abrió para asirnos los brazos en la cruz”.




18.   Valoración de su magna obra, mas divina que humana

Diríamos que conforme avanza su vida se va desengañando de todos sus encantos y se va adentrando cada vez más en lo profundo del misterio pascual. Diríamos que su búsqueda no termina con la poesía sino con la experiencia mística de oración a través de la cual puede contemplar y sentirse inmerso en el misterio de Cristo. Poco a poco la vida de Miguel Ángel se va pareciendo más a la de un monje. La obra de Miguel Ángel, celebrada por sus contemporáneos como el punto culminante del arte renacentista, fue también su dramática conclusión. Sus esculturas, sus pinturas y su arquitectura, fueron admiradas más allá de todo límite, consideradas como creaciones superiores a las de los antiguos y por encima de la naturaleza misma.

Miguel Ángel estaba todavía vivo cuando se inició la polémica, entre los apasionados exaltadores de su arte y sus detractores, que condenaban la falta de medida y de naturalidad, contraponiendo su fuerza a la gracia y la elegancia del arte de Rafael. Lodovico Dolce en 1557, tildaba de monótonos los desnudos de Miguel Ángel en comparación con la belleza de las obras de Rafael. Fue criticado también por la iglesia italiana, durante la segunda mitad del seiscientos, ya que sus obras no eran afines a las nuevas normas del Concilio de Trento. Desde la mitad del siglo xviii, fueron cambiando las críticas hasta llegar a la total adoración por su arte.[42]

El carácter profundamente religioso de Miguel Ángel, su genial destreza le llevaron a ser considerado como un mito lo que le acarreó, como antes se ha apuntado, algunas críticas ya que su dominio de las técnicas clásicas llevaron a que, en cierta medida, jugara con ellas y las sobrepasara. Su modo de ser impulsivo le llevó a dedicarse en su juventud a manifestaciones artísticas principalmente escultóricas en donde el artista tiene una mayor cercanía con su obra, la lleva a cabo él mismo, cosa que se pierde con la arquitectura que por encargo papal acepta en muchas ocasiones principalmente en el segundo tramo de su vida. Su concepción anuncia la próxima arquitectura barroca.[43]

Los frescos de la bóveda de la Capilla Sixtina representan la visión más perfecta de su vivencia mística, que afirmaba que la belleza de la figura humana tiene un carácter divino; también en esta misma creencia se encuentra el significado de las tumbas de los Médici, donde la zona inferior simboliza el mundo material en contraposición de la arquitectura iluminada por la cúpula de la sacristía Nueva, que representa el mundo espiritual.[44]

Como pintor, tuvo honda influencia en la generación posterior manieristaTintoretto se ve influido por su dibujo, las formas anatómicas de los cuerpos y sus torsiones, escorzos y posturas forzadas. Su proyecto de la basílica Vaticana en la que trabajó durante casi veinte años de su vida simplifica el proyecto que ideó para la misma Bramante, si bien mantiene la estructura en cruz griega y la gran cúpula. Miguel Ángel creaba espacios, funciones envolventes de los elementos principales sobre todo la cúpula, elemento director del conjunto.

Por lo que se refiere a la escultura, su David representó no ya una vuelta a modelos de la Antigüedad grecolatina sino que, por primera vez, se realizaba una obra que los superaba. Muchas de sus obras están inacabadas (non finito, en italiano), pero debe diferenciarse entre aquellas en las que el autor, intencionadamente, dejaba partes sin hacer, como los tondi Taddei y Pitti, de aquellas otras que no llegó a acabar a causa de factores externos.




19.   La mística del gran genio que se desvela al final

Paulatinamente se va viendo en Miguel Ángel el desapego y desasimiento por su propia obra. Son muchas las que quedan inconclusas e inacabadas. Acercándose su final, quiso también destruir dibujos y poemas del pasado. Quizás se sintió presionado bajo las amenazas de ser acusado de pertenecer a las logias alquimistas o masónicas o antes de caer preso de sus fanáticos perseguidores o detractores que lo destinaban a la hoguera de sus vanidades. A sus 89 años, en su obra final de la Piedad Fiorentina, que prepara para su tumba, también la deja inacabada. Más allá de los arreglos desafortunados de Andrea Caltagni, incorporando posteriormente la figura de María Magdalena, la obra de Miguel Ángel intenta dejarnos con la profundidad del misterio. El mismo se autorretrata como un monje en la figura de José de Arimatea entre la Madre y el Hijo.

Un soneto nos embarga su último suspiro: El gran escultor, pintor y arquitecto es el hombre de Dios: “Ha nacido mortal para ser divino, la tierra es fugaz, eterno es el cielo, la muerte: paso final donde empieza mi camino”. Cargado de años, abrumado de pecados, fuertemente consciente de la fuerza del mal sintiendo próxima su muerte su corazón solo descansa en el misterio de piedad del Salvador. “Estoy roto, deshecho, dislocado por mis largos trabajos y la posada a la que me encamino”. Finalmente entra en el descanso eterno el 18 de febrero de 1564.




BIBLIOGRAFIA

Ackerman, James S (1997). La arquitectura de Miguel Ángel. Madrid: Celeste. 
Arbour, Renée (1966). Miguel Ángel. Barcelona: Daimon.
Baldini, Umberto (1978). Miguel Ángel: La escultura. Barcelona: Teide.
Berti, Luciano (1978). Miguel Ángel: Los dibujos. Barcelona: Teide. 
Bozal, Valeriano (1983). Historia del Arte: La escultura. Barcelona: Carroggio. 
De Angelis d'Ossat, Guglielmo (1978). Miguel Ángel: La arquitectura. Barcelona: Teide. 
De Feo, Francesco (1978). Miguel Ángel: Nota biográfica. Barcelona: Teide. 
Garin, Eugenio (1978). Miguel Ángel: El pensamiento. Barcelona: Teide. 
Girardi, Enzo Noè (1978). Miguel Ángel: Las cartas y las rimas. Barcelona: Teide. 
González Prieto, Antonio; Tello, Antonio (2008). Grandes Maestros de la Pintura: Miguel Ángel. Barcelona: Sol 90. 
Hernández Perera, Jesús (1988). Historia Universal del Arte: El Cinquecento italiano. Barcelona: Planeta.
Hodson, Rupert (2000). Miguel Ángel, escultor. Florència: Faenza. 
Néret, Gilles (2000). Miguel Ángel (1475-1564). Colònia: Taschen. 
Pijoan, Josep (1966). Historia del Arte: Vol. 3. Barcelona: Salvat.
Rubiés, Pere (2001). Los Grandes Maestros de la Pintura: Miguel Ángel. Barcelona: Altaya.
Salvini, Roberto (1978). Miguel Ángel: La pintura. Barcelona: Teide.
Stone, Irving (1965). La agonía y el éxtasis. Barcelona: Salamandra.
Tolnay, Charles de (1978). Miguel Ángel: Personalidad histórica y artística de Miguel Ángel. Barcelona.
Tolnay, Charles de (1943). The youth of Michelangelo. Princeton: Princenton University Press




[1] En su obra se puede apreciar claramente la idea repetida hasta la saciedad, aunque no por ello menos cierta, de la capacidad de Miguel Ángel de "extraer vida de la piedra"
[2] Entre sus biografías destaca la que dicta a su biógrafo Condivio Asarico
[3]Tolnay 1943. The youth of Michelangelo. Princeton: Princenton University Press
[4] Clément, C. Michelangelo, p. 5.
[5] Michelangelo (2008). Encyclopædia BritannicaUltimate Reference Suite.
[6] Tolnay, Charles de (1978). Miguel Ángel: Personalidad histórica y artística de Miguel Ángel. Barcelona: Teide.
[7] Clément, C. Michelangelo, p. 5.
[8] Berti, 1978, p. 317.
[9] Berti, 1978, pp. 458-460.
[10] Néret, Gilles (2000). Miguel Ángel (1475-1564). Colònia: Taschen, p. 71
[11] De Feo, Francesco (1978). Miguel Ángel: Nota biográfica. Barcelona: Teide, p. 589
[12] Pijoan, Josep (1966). Historia del Arte: Vol. 3. Barcelona: Salvat., p. 206
[13]  Pijoan, 1966, p. 207.
[14]  Pijoan, 1966, p. 211
[15] Baldini, Umberto (1978). Miguel Ángel: La escultura. Barcelona: Teide, p. 71-78
[16] Bozal, Valeriano (1983). Historia del Arte: La escultura. Barcelona: Carroggio.
[17] Mundó, Anscari M. (2006), Un Santcrist d’ivori de Miquel Àngel Buonarroti?Barcelona: Publicacions de l’Abadia de Montserrat
[18]  Pijoan, 1966, pp. 212-213
[19] Arbour, Renée (1966). Miguel Ángel. Barcelona: Daimon.p. 166
[20] Arbour, 1966, p. 167.
[21]  DDAA (1984). Historia Universal del Arte: Vol. XI. Madrid: Sarpe
[22] Rubiés, Pere (2001). Los Grandes Maestros de la Pintura: Miguel Ángel. Barcelona: Altaya, p. 23
[23] Néret, Gilles (2000). Miguel Ángel (1475-1564). Colònia: Taschen, p. 37-38
[24] González Prieto, 2008, pp. 58-59
[25]  Rubiés, 2001, p. 34.
[26] Baldini, Umberto (1978). Miguel Ángel: La escultura. Barcelona: Teide, p.136
[27] Bozal, Valeriano (1983). Historia del Arte: La escultura. Barcelona: Carroggio
[28] Hodson, Rupert (2000). Miguel Ángel, escultor. Florència: Faenza, p. 110
[29] Baldini, Umberto (1978). Miguel Ángel: La escultura. Barcelona: Teide, p. 140
[30] Arbour, Renée (1966). Miguel Ángel. Barcelona: Daimon. p. 224
[31] Salvini, Roberto (1978). Miguel Ángel: La pintura. Barcelona: Teide, p. 159
[32]  González Prieto, 2008, p. 23
[33] De Angelis, 1978, pp. 346-349.
[34] Ackerman, James S (1997). La arquitectura de Miguel Ángel. Madrid: Celeste, p. 221
[35] Néret, Gilles (2000). Miguel Ángel (1475-1564). Colònia: Taschen, p. 70
[36] Girardi, Enzo Noè (1978). Miguel Ángel: Las cartas y las rimas. Barcelona: Teide, p. 592
[37] Salvini, Roberto (1978). Miguel Ángel: La pintura. Barcelona: Teide, 260-264
[38] Pijoan, 1966, p. 214.
[39] Salvini, Roberto (1978). Miguel Ángel: La pintura. Barcelona: Teide, 266
[40] Ascanio Condivi (1964), Vita di M. Buonarroti. Milán, p. 38.
[41] Néret, 2000, p. 71.
[42] Tolnay, 1978, pp. 49-50.
[43] Arbour, 1966, pp. 244-245.
[44] DDAA (1984). Historia Universal del Arte: Vol. XI. Madrid: Sarpe. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario