jueves, 15 de noviembre de 2018

3. Salamanca Cuna de Santos III: Fray Luis de León








8.    
3. Salamanca Cuna de Santos III

Reflexiones en torno a Fray Luis de León




1.      Motivación

En el patio de las Escuelas Menores se alza la estatua de Fray Luis de León en el centro como protagonista célebre frente a la fachada de la Universidad de Salamanca. En este patio, llamado de las Escuelas Mayores, se han forjado tantas escenas inolvidables para la ciudad. Las presentes reflexiones fueron iniciadas en 2014 y terminadas en 2018 cuando estuve en Salamanca por razones de salud. En el año 2018 se celebraba el 800 aniversario del comienzo de la Universidad. Yo no solo acudí a sus aulas de la Universidad en mi juventud sino que también fui paisano y vecino del recinto. En la calle Traviesa que discurre a su espalda oriental esta la casa natal de mi madre y mi abuela. Yo también viví en ella durante 1982-3. La doble puerta de la Universidad representa la contraposición entre la virtud y el vicio. Del lado izquierdo  aparecen personajes que representan el vicio, como la diosa Venus del amor erótico, Baco el dios del vino,  o Priapo. Del lado derecho personajes virtuosos como Hércules representando la virtud de la fortaleza, Escipión el Africano o Teseo. El estudiante debe de saber elegir el camino del verdadero saber conducido por la virtud. La célebre rana sobre la calavera representa la fugacidad de la vida cuando uno se deja llevar por el solo placer carnal. A este respecto recuerda Unamuno la figura de Fray Luis de León: “sobre su pedestal, con un eterno gesto de apaciguamiento, es algo que habla al alma de lo eterno y lo permanente. No doy por nada en el mundo este patio, henchido en su silencio de rumores seculares sin ruidos de coches o tranvías ni devana agitación humana”[1].



2.      Fray Luis de León y Salamanca

Vayamos a fray Luis y dejemos que nos hable de su legado. Natural de la Mancha, antes de entrar religioso, el pequeño Luis pronto emprendió su camino de peregrino. A la edad temprana de 5 o 6 años su familia ha de trasladarse a Madrid por razones del trabajo del padre. Empleado de es destinado a la corte de Madrid y después a la corte de Valladolid, cuando se desplaza la corte a esa ciudad en 1536. Tiene entonces tan solo 9 años. Más tarde el padre obtiene un cargo en la Audencia de Granada. El joven Luis está ya en la edad de elegir carrera. Es entonces cuando es enviado a estudiar Cánones a la ciudad de Salamanca.

El joven Luis viene, como tantos estudiantes de su época, atraído por el prestigio de la Universidad. Salamanca se consideraba como la Atenas castellana. Llegó a Salamanca de estudiante movido por el prestigio de su Universidad. Salamanca era referente ineludible de la actividad intelectual según el dicho refranero. “A aprender a Salamanca”.



3.      La figura de Fray Luis de León

A los pocos meses de llegar entra en la orden de san Agustín e ingresa en su convento. En el convento completa sus estudios de Artes. Después se matricula en Teología. Trascurre el año 1546, tiene entonces 19 años. Después de obtener los títulos de licenciado y doctor en Teología y de muchas peripecias su larga carrera culminará en 1579 cuando obtiene su anhelada cátedra en Sagrada Escritura que ocupará hasta su muerte en 1591.

Su vasta formación le hace ser teólogo, filósofo, filólogo, poeta, pintor o músico. Transita por todas las áreas del saber, la cultura literaria clásica de Cicerón, Plinio o Galeno, los poetas griegos, latinos o italianos, la filosofía de Platón, la moral de Plutarco, la ética de Aristóteles, autores hebreos como Aberroes, los Padres de la Iglesia sobre todo San Agustín y los clásicos tomistas como Santo Tomás, Erasmo, Escoto y otros grandes maestros tratando de hacer toda una síntesis entre el nuevo humanismo y el cristianismo. Su larga carrera le comporta hacerse amigos y enemigos y su cátedra le acarrea numerosas disputas e inconvenientes al intentar una nueva interpretación del Cantar de los Cantares.





4.      Una obra que le acarreará problemas

Sus enemigos más acérrimos le vienen de la orden de los dominicos, sobre todo del maestro fray Bartolomé de Medina y otros del monasterio de San Esteban. Es acusado y llevado al Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición y víctima de un largo encarcelamiento en Valladolid, hasta que finalmente, declarado inocente, vuelve a su cátedra. Es entonces cuando continua en su cátedra la lección con la célebre frase: “Como decíamos ayer”

En su Oda VIII deja escrito: “Cuando contemplo el cielo de innumerables luces adornado, el aire se serena y viste de hermosura y luz no usada… quiero comentar el Cántico de Salomón para departir con él sobre la idea que la poesía es un bien divino y sus ritmos plasmación estética del orden universal que el Creador ha establecido”.

Este Cántico le es de inspiración para hablar de la belleza, el arte, el amor. 
Nadie debe tener por nuevos o ajenos de la Sagrada Escritura los versos, porque antes, le son muy propios y tan antiguos, que desde el principio de la Iglesia hasta hoy, los han usado en ella muchos hombres grandes en letras y santidad. Es engaño común tener por fácil y de poca estima todo lo que se escribe en romance. No hemos de avergonzarnos pues que el Cántico hable de mi amada y mi hermosa de besos y pechos para describir la hermosura y belleza del amor que no es solamente humano sino divino.



5.      Reflexión sobre la trilogía: el arte, la belleza y el amor

El arte desciende del cielo. Entre todas las artes la poesía la inspiró Dios en los ánimos de los hombres con el movimiento y el espíritu de ella, para levantar al hombre al cielo de donde ella procede. La poesía no es sino una comunicación del aliento celestial y divino. Cuando comenta en el Cantar los guardas de la ciudad dice, así como en la ciudad, perdido el alcázar y puesto en manos de los enemigos, toda ella es perdida, así perdido el corazón y aficionado a los vicios y embeleñado con ellos, no hay cerradura tan fuerte, ni centinela tan veladora y despierta, que baste a la guarda.

La belleza deriva de la perfección de las cosas. Dios creó al hombre y la creación en maravillosa armonía. Creó todas las cosas y las compuso entre sí con admirable armonía, no dejó al hombre sin concierto, ni quiso que viviese sin ley ni que hiciese disonancia en su música. El hombre debe buscar esta armonía para que estando todos en mí y yo en todos los otros, teniendo yo su ser en todos ellos, y todos y cada uno de ellos teniendo el ser mío, se abrace y eslabone toda esta sinfonía del universo y se reduzca a la unidad la muchedumbre de sus diferencias. La belleza está sentada no solamente en la exterior muestra de la buena perfección de los miembros sino que principalmente tiene su silla en el alma.

En cuanto a la descripción que hace el Cantar de los Cantares de la esposa, ensalza sus encantos. Los dos cabritos mellizos describen sus pechos, cosa linda y apacible que la llena de regocijo y alegría y roban los ojos del esposo. Los pechos como racimo de vid alegran y deleitan al esposo que embriagan con dulzura y afición con más fuerza que el vino mejor. Así el esposo se admira ¿Quién es esta que viene por allí hacia nosotros, que no parece sino el alba cuando asoma rosada y hermosa y es tan hermosa entre las mujeres como la luna entre las menores estrellas? Pero entre sus encantos no se queda en describir el encanto físico sino, su mirada, su hablar, todo su porte y su gracia resplandeciente como el sol.

El amor como azucena o purpúrea rosa que el sentido enajena pasa al alma y la embriaga. Se ocupa el alma toda en el pensamiento del que ama encendiéndose más el amor. En cuanto al comentario al Cantar expresa que todo el mostrarse, esconderse, estar acechando, por una parte, ora por otra, es natural de los amantes y los juegos graciosísimos del amor, como prueba del amor mutuo que se tienen. Desea cada uno que ama su alma, que siente serle robada; parece tener su asiento en el aliento que se coge por la boca. De aquí es el desear tanto los amantes juntar las bocas y mezclar los alientos guiados por el deseo de restituirse en lo que les falta de su corazón o acabar de entregarlo del todo. El amor es un darse del todo, un entregamiento de sí poniéndolo todo y toda el alma en la persona amada.



6.      La polémica del Comentario al Cantar

El Cantar no sólo se refiere al amor humano de dos amantes sino al amor de Dios por cada alma. Dios, abrazado con nuestra alma, penetra por ella toda y se lanza a sí mismo por todos sus apartados secretos hasta ayuntarse con su más íntimo ser, adonde, hecho como alma de ella y enlazado con ella, la abraza estrechísimamente. Cuando dios se avecina al alma y se junta con ella y le comienza a comunicar su dulzura, ella, así como la va gustando, así la va deseando más, y con el deseo se hace así misma más hábil para gustarla, y luego la gusta más. ¡Luz, amor, vida, descanso sumo, belleza infinita, bien inmenso y dulcísimo, dame que me deshaga yo y que me convierta en ti toda, Señor!

En 1556, fray Luis estudia hebreo en la Universidad de Alcalá de Henares con Cipriano de la Huerga[2]. Posteriormente, entre 1560 y 1561, hace la traducción y Comentario en castellano del Cantar de los Cantares, por petición de Isabel Osorio, una monja salmantina. Estos trabajos fueron sustraídos del recinto de fray Luis y difundidos en varias provincias españolas, incluso en América. En la traducción, fray Luis se apega a las formas y relaciones gramaticales y sintácticas de las fuentes hebreas. Entre 1567 y 1568 imparte el curso sobre De fide, en que ofrece una declaración sobre la “verdad hebrea”, según la cual la interpretación bíblica se debe basar en el texto original, considerando los textos no hebreos como de menor valor, así como insatisfactoria la recensión de san Jerónimo. El propio Concilio de Trento (1546) había dispuesto que se elaborase una versión crítica de la Vulgata. En lo privado, el Concilio permitía cualquier texto de la tradición eclesiástica y no prohibía consultar los originales[3].

La amplia cultura de fray Luis le permitía ver el mensaje cristiano como religión viva y democrática en contraposición a una administración de la fe mediante un aparato estatal y jerarquizado. Como hombre excepcionalmente culto fue un revolucionario, porque los verdaderos revolucionarios no son quienes rompen con la tradición, sino quienes verdaderamente la comprenden[4].

En suma, tipo ejemplar del conservador y del restaurador que -precisamente conservando y restaurando, es decir: profundizando y reavivando las fuentes, los textos auténticos y las categorías fundamentales de la civilización renacentista y cristiana- acababa chocando con el conservadurismo decadente y farisaico, y recibiendo las mismas acusaciones que él hacía: de paladín de la ortodoxia pasó a ser considerado corruptor de los textos sagrados, y hereje.[5]



7.      Fray Luis es procesado y puesto en prisión

El fraile, procesado en 1572, entra a la prisión del Santo Oficio de la Inquisición de Valladolid el 27 de marzo de ese año, acusado por sus colegas Bartolomé Medina y León de Castro de interpretar el Cantar de los Cantares como un poema de amor que puede explicarse en romance; de opinar que sólo la exégesis rabínica logra explicar las Sagradas Escrituras; de que no existía sentido alegórico en los textos sagrados; de que la Biblia usada hasta entonces estaba llena de errores; de que no hay promesa de vida eterna en el Antiguo Testamento. Fray Luis había expuesto sus dudas sobre la Vulgata en relación con su origen, si es que se trataba de la auténtica versión de san Jerónimo según el texto hebreo. Al cotejar la opinión de algunos obispos, el fraile concluye que la edición actual de la Vulgata es en gran parte de san Jerónimo, que la tradujo del texto hebreo y que no se corresponde con la edición de los Setenta, por lo que no es la Vetus vulgata Latina editio. Sin embargo, la Vulgata no es totalmente aquella que elaboró san Jerónimo, sino que en muchos lugares se omiten sus intervenciones y queda la lectura que había en la Vetus

La opinión de fray Luis es que se necesitaba investigar mucho para juzgar cuál es la verdadera Vulgata en esos lugares. Cuando en el texto hebreo las palabras o frases son equívocas y dan pie a varias traducciones, el autor de la Vulgata elige una, pero no siempre la adecuada, ya que a veces el significado puesto de lado es más apto y elegante. Hay lugares en la Sagrada Escritura que al expresarse tal como aparecen en los códices hebreos y griegos confirman más los conceptos de la fe que si se expresan a partir de la Vulgata. Por tanto, la versión de la Vulgata no es obra inspirada por el Espíritu Santo ni es infalible. Esta afirmación había sido corroborada por el teólogo franciscano Andrés Vega, quien había tomado parte en el Concilio de Trento[6].



8.      La originalidad de Fray Luis de León

Fray Luis era consciente de que sus acusadores tenían otras motivaciones mucho más mundanas; deseaban despojar al fraile de su cátedra y mantener la Universidad de Salamanca en el ámbito de los intereses creados. Fray Luis simplemente fue leal a su papel en la interpretación bíblica, siguiendo a Erasmo de Rotterdam, quien elaboró una versión enteramente nueva de la Vulgata en 1516, en una misión de renovación cristiana y de lirismo evangélico que iba más allá del debate Reforma-Contrarreforma, pues pretendía llevar el cristianismo al lenguaje del pueblo. Ciertamente, Erasmo había insistido en la importancia de la popularización del Evangelio en todas las lenguas vernáculas y en que la palabra divina proporcionara la materia de canciones, algo incluso más familiar que los salmos. Erasmo esclarece cuidadosamente el sentido literal de los libros sagrados sin abrir ningún excurso crítico ni alegórico[7].

En esta misión evangélica, la vocación de fray Luis como poeta es crucial para realizar un traslado de la Escritura a los términos de la lírica hispánica al uso. El recurso de beber de las fuentes originales hebreas es el resultado natural de un entorno donde la herencia semítica era de innegable vigencia, cuando el legado oriental de la España de las tres religiones marca la renovación cristiana del Renacimiento español. La originalidad étnica de España es la de ser la nación occidental que ha asimilado más elementos semíticos, sobre todo de línea hebrea, dada la reciente ordenación de las conversiones de judíos que tenían lazos con la aristocracia. Respecto a la traducción de autores latinos[8], fray Luis es, sin duda, un autor moderno que hace de su traducción un oficio de interpretación, para trasladar aquellos versos de los autores clásicos a términos que suenen y signifiquen en el habla castellana.



9.      El uso de las fuentes clásicas

Fray Luis, siguiendo la tradición humanista, ha traducido poesías de Horacio y Virgilio, y de los modelos neolatinos inmediatos, Dante, Petrarca, Tasso, al castellano. Es una poesía de imitación, pero al mismo tiempo, una imitación creadora, asimiladora de manera que resulte original y propia.[9]

Es de Horacio, incluso más acentuadamente que de Garcilaso, de quien toma el estilo “conciso, vigoroso, casi epigramático”. Así, fray Luis logra un trabajo de personal filología y erudición que ahonda en las raíces clásicas que puedan dar un carácter culto y excelente a la lengua castellana, sin perder por eso su sencillez y naturalidad. En palabras de Ramón Menéndez Pidal: "Da en el terreno de la selección un paso gigante, y puede permitirse la creencia de que él es quien empieza a tratar la lengua española como una lengua clásica, dignificándola lo mismo que los autores griegos y latinos hicieron con las suyas maternas".





10.  El uso de las lenguas vernáculas

Contra aquellos que ensalzaban el latín como lengua única para asuntos elevados y nobles, fray Luis señala con denuedo que una cosa es la forma de decir y otra la lengua en que se dice, por lo que todas las lenguas pueden decir lo importante y lo intrascendente. De ahí que insista en el derecho de transmitir la erudición en lengua vernácula, perfectamente capaz de ser vehículo digno de la gravedad de los temas bíblicos.

Fray Luis tomará de la poesía pastoril las figuras retóricas para explicar los pasajes del Cantar en consecuencia con su proposición inicial, cuando dice que el texto bíblico es una construcción semejante a una égloga en la que dos pastores, Esposo y Esposa, cantan su amor mutuo, que es en realidad el amor entre el rey Salomón y su esposa, o bien entre Cristo y su Iglesia. Entre las demás escrituras divinas el Cantar es la canción suavísima que Salomón, Rey y profeta, compuso.  En la canción debajo de un enamorado razonamiento entre dos, pastor y pastora, más que en alguna otra escritura, se muestra de forma alegórica Dios herido de nuestros amores, con todas aquellas pasiones y sentimientos que este efecto suele y puede hacer en los corazones humanos, más blandos y más tiernos. Ruega y arde, y pide celos, aparece como desesperado y luego, y variando entre esperanza y temor ya canta de contento ya publica sus quejas, haciendo testigos a los montes y árboles y a los animales y alas fuentes dela pena grande que padece.

Algunos de estos recursos estilísticos son el encarecimiento (adjetivación en intensidad progresiva sobre algo bello); apóstrofe (interpelar al interlocutor de forma exclamativa); epifonema (redondear o rematar la enumeración de varias cualidades mencionadas anteriormente); ficción poética (creer hecho lo deseado). Asimismo, respecto a los temas, fray Luis se vale de numerosos motivos clásicos del acervo renacentista, aun en poemas religiosos. 

Así lo declara Francisco García Lorca: Es peculiar de Fray Luis que en poemas de inspiración religiosa vibren, a veces con fuerza inmitigada, los temas de la antigüedad clásica. En la recóndita paz del huerto gusta Fray Luis de verse coronado de yedra y de laurel. Recordemos la oda A Santiago en la que, de pronto, surgen del mar nereidas “a millares” para empujar la navecilla del apóstol... El mito de Orfeo reaparece en la oda A todos los Santos... En esta oda el poeta canta, a la manera de Orfeo horaciano, el Olimpo cristiano. En cierto modo se ha sustituido a Orfeo por David. El recuerdo de Horacio reaparece varias veces en el curso del poema. Pero la lira órfica está ya en el poema enteramente cristianizada; así lo dice el poeta: el canto se hace, en la cristiana lira.

Resumidamente, el ejercicio de cristianización de los poemas paganos de la Antigüedad latina es parte de una corriente amplia que dio su sello particular al Renacimiento. En este sentido, fray Luis es considerado un contra reformista, lo cual implica un proceso de cristianización de los temas paganos, en que se plasman la atracción y el amor por la naturaleza, la cual adquiere el grado de lo divino. La traducción y el Comentario de fray Luis son una obra literaria en sí misma, una interpretación del Cantar de los Cantares que sigue fielmente el sentido literal de la Escritura hebrea, pero añadiendo ya la impronta de la cultura hispánica renacentista.



11.    El reto de integrar el amor humano y el amor divino

La historia de la interpretación del Cantar de los Cantares, uno de los Ketuvim de la Biblia hebrea, fluctúa al no tener noticia exacta del origen y motivación de la obra[10]. Ciertamente, la interpretación del Cantar de los Cantares responde a dos lecturas: literal y alegórica[11]. Sin embargo, podríamos afirmar que la lectura que elige fray Luis de León para su traducción y Comentario no es ni una ni otra, sino que se orienta al misterioso lenguaje simbólico. Todo parece indicar que la traducción al castellano del Cantar de los Cantares, desde el original hebreo y su confrontación con la versión de la Vulgata, responde al giro semitizante que fray Luis da a la interpretación de la antropología bíblica como un traslado del mundo grecolatino al hebraico, en donde si el primero acentúa, desde el orfismo y el pitagorismo hasta Platón, la dualidad del cuerpo y el alma, el segundo se concentrará en la unidad de vida que hay entre ambos (nefesh). En la misma dirección, Cristo no se identifica con el Logos griego, sino con el semítico Dabar, que en la versión de los Setenta significa ‘cosa’, ‘palabra’ o ‘asunto’, es decir, donde lo abstracto y lo concreto se unifican: “Dabar, que designa a la vez palabra y cosa, es un resumen del misterio del Nombre sagrado y encierra en sí todos los nombres posibles. Desde esta perspectiva, el significado trascendente o espiritual no estaría sobrepuesto a la historia de dos pastorcillos enamorados, pues este significado es ya término simbolizado, amor divino, por un componente sin el cual sería imposible manifestarse: el amor humano. Observemos la tesis inicial de fray Luis en su introducción al Comentario del Cantar.

Ninguna cosa es más propia a Dios que el amor, ni al amor hay cosa más natural que querer al que ama en las condiciones e ingenio del que es amado. De lo uno y de lo otro tenemos clara experiencia. Cierto es que dios nos ama y cada uno que no esté muy ciego lo puede conocer en sí por los señalados beneficios que de su mano continuamente recibe, el ser, la vida, el gobierno y el amparo de su favor que en ningún tiempo y lugar nos desampara. Que dios se precie más de esto que de otra cosa y que le sea proprio el amor entre todas sus virtudes véase en sus obras, que todas se ordenan a este fin, que es hacer repartimiento y poner en posesión de sus grandes bienes a las criaturas, haciendo que su semejanza de él resplandezca en todas, y midiéndose por la medida de cada una de las para ser gozado de las, que, como dijimos, es obra propia del amor[12].

Señaladamente se descubre este beneficio y amor de Dios en el hombre, al cual creó en el principio a su imagen y semejanza como a otro dios, y a la postre se hizo dios a la figura y semejanza suya volviéndose hombre, últimamente por naturaleza y mucho antes por tracto y conversación, como se ve claramente en todo el discurso delas sagradas letras, en las cuales por esta causa es cosa maravillosa el cuidado que pone el espíritu santo en conformarse con nuestro estilo remedando nuestro lenguaje. Juntando en sí toda la variedad de nuestro ingenio y condiciones hace del grave y del triste, muéstrese airado y muéstrese arrepentido, amenaza a veces y a veces se vence con mil blanduras, y no hay afición ni calidad tan propia a nosotros y tan extraña a él en que no se transforma, y todo a fin que no huyamos de él, ni nos extrañemos de su gracia y que vencidos o por afición o por vergüenza hagamos lo que nos manda, que es aquello en que consiste nuestra mayor felicidad.

Es por la creación del hombre a imagen y semejanza divinas, y con mayor rotundidad, por la Encarnación, como podemos entender que el orden de lo espiritual y el de lo natural quedan definitivamente fusionados y que se unifican en el discurso amoroso. El misterio de la Encarnación permite la sacralización de la naturaleza y la corporeidad del espíritu. Como declara Armando López Castro[13]

Fray Luis es más cristiano que platónico y asume por entero el misterio de la Encarnación: el Espíritu se hace carne, la Palabra se hace Carne. El alma se inscribe en el cuerpo y el Verbo encarnado aloja lo divino en toda su latitud. Y así Cristo, que es Palabra de Dios, actúa como mediador entre lo absoluto trascendente de Dios y la finitud del hombre.

Es por eso que el formato y la temática de la poesía bucólica, naturalista  pueden ser medio de transmisión del mensaje bíblico sin que exista una fisura o forzamiento artificial en ello. Oreste Macrí señala cómo la exposición del Cantar realizada por fray Luis liberaba el poema bíblico de un Oriente tópico, entre demasiado humano y demasiado divino, refiriéndose a un género de amor equilibrado y humano, en que el sentido literal expresa enteramente el significado del amor trascendente y divino, donde “símbolo y realidad se armonizaban mutuamente con tono de gracia rústica y festiva”.



12.    Una nueva hermeneútica: lectura simbólica

Es sólo mediante una lectura simbólica que el amor humano logra ser epifanía del amor divino, pues hay en la naturaleza humana una semejanza o consustancialidad con la esencia divina. El “simbolismo místico-erótico” es el que puede abrir la variedad de significados de la unión amorosa como unión de Esposo y Esposa, Salomón y Sulamita[14], Yahvé e Israel, Cristo e Iglesia, Dios y el alma. Fray Luis quiere renovar la fuerza del símbolo del amor judeocristiano y, con ello, la fuerza de la tradición, pues es quizá con el uso de la alegoría que comienza la decadencia de cualquier cultura religiosa. 

Paul Ricoeur observó la incongruencia que propicia una lectura alegórica, cuando la literalidad del Cantar no permite establecer un paralelismo exacto entre el vínculo Esposo/Esposa, Yahvé/Israel.
¿Es la relación de amor entre Dios y los seres humanos, que los rabinos y los padres griegos suponen metafóricamente proyectada por el Cantar de los Cantares, realmente afín a la que celebraron los profetas Oseas, Jeremías, Isaías, Ezequiel y hasta el Deuteronomista? Lo que aquí se pone en cuestión es el carácter unitivo y totalmente recíproco del amor celebrado por el Cantar de los Cantares

Este argumento, es porque ha sido usado por varios exégetas contra las interpretaciones alegóricas en general. Los profetas, han observado estos exégetas, nunca se atrevieron a hablar de amor mutuo, de una posesión mutua entre Dios y los hombres, por cuanto la reverencia por el Dios de la Torá y de la Alianza imponía una distancia vertical en el corazón mismo del vínculo aliancista. Este argumento es de suma importancia. Pone el dedo en la invisible línea que separa una religión ética de una mística.

Como explica Paul Ricoeur, la interpretación del Cantar está en relación con la historia de su recepción. Mientras su lectura se mantuvo en los círculos monásticos y ascéticos cristianos, la alegoría podía mantener su vigencia y efectividad sin riesgo de caer en una lectura literal y erótica. Pero, de hecho, fue esta lectura literal la que retomó la Reforma protestante cuando abolió la línea divisoria entre la vida monástica y la vida laica. El símbolo decaía también aquí tanto como en la interpretación alegórica, pues al “mundanizarse” del todo, el Cantar perdió también su esplendor trascendente. Finalmente, Ricoeur justifica la lectura del Cantar abierta a múltiples sentidos no por un ejercicio alegórico, sino por un ejercicio intertextual bíblico que parte de lo que este autor denomina “metáfora nupcial”.

Aquí, el amor reverencial del creyente yahvista por su Dios; allí, el mutuo compartir de los amantes puestos en un plano de igualdad por su mutuo intercambio de deseo y placer. La reinterpretación de los textos proféticos a la luz del Cantar de los Cantares sólo puede ponerse en marcha a través de un verdadero paso al límite, a través incluso de una sutil subversión, en un sentido distinto al pretendido por André La Cocque, al final de la cual la religión ética avanza hacia la religión mística. Aquí, quizás, crucemos una frontera que sólo se atreven a cruzar unos cuantos locos por el amor de Dios... Aunque los lugares en que hablamos de amor son sumamente diversos, incluso dispersos, de ninguno de ellos puede decirse que su figura sea superior a la de algún otro. Se intersignifican entre sí en vez de disponerse según una cierta jerarquía. ¿No podemos, en consecuencia, sugerir que lo que he llamado nupcial es el punto virtual o real de intersección en donde estas figuras amorosas se cruzan? Si éste es el caso, ¿no podríamos entonces también decir que lo nupcial como tal es un efecto de la lectura, procedente de la intersección de textos, precisamente porque es la raíz oculta, la raíz olvidada del gran juego metafórico que hace que las figuras del amor puedan remitirse unas a otras?.

La vida del símbolo se sostiene justamente por ese encuentro entre lo natural y lo sobrenatural, de lo trascendente que no puede ser explicado más que a través de una forma material que completa su sentido y que da toda su riqueza al paradigma “místico-erótico”. Así, el simbolismo místico-erótico es notable en la identificación del Esposo(a) con la divinidad. Tal como lo es Dios para el alma, el Esposo o la Esposa son fuente de vida mutuamente[15]. El Esposo es capaz de dar la vida y restituir a la Esposa de la “muerte” anímica en la que se encuentra.

Es efecto natural del amor y nace de lo que se dice comúnmente que el alma del amante vive más en aquel a quien ama que en sí mismo; por donde cuando el amado más se aparta y ausenta, ella que vive en él por continuo pensamiento y afición vale siguiendo y comunica menos con su cuerpo y alejándose de él le deja desfallecer y le desampara en cuanto puede y no puede tan poco que ya que no rompa las ataduras que la tienen en su cuerpo presas no la enflaquezca sensiblemente... de esta afición y lo que más en ella se pretende y desea es cobrar cada uno que ama su alma, que siente serle robada, la cual porque parece tener su asiento en el aliento que se coge por la boca, de aquí es el desear tanto y deleitarse los que se aman en ajuntar las bocas y mezclar los alientos, como guiados por esta imaginación y deseo de restituir en los que les falta de su corazón o acabar de entregarlo del todo.





13.    Su interpretación espiritual

A lo largo de su Comentario, fray Luis sigue la idea de que el amor es una cualidad divina, que el hombre posee desde su creación, y que confiere a los amantes una naturaleza diferente que los acerca al ámbito de lo sobrenatural:

La voz de mi amado se oye.
Helo aquí, viene saltando por los collados,
saltando por los montes.
Helo aquí, ya está tras nuestra pared,
acechando por las ventanas, mirando por las celosías. 

Es el cuidado del amor tan grande y está tan en vela en lo que desea, que de mil pasos como dicen lo siente, entre sueños lo oye y tras los muros lo ve. Finalmente, es de tal naturaleza el amor que hace obras, en quien reina, diversas mucho dela común experiencia delos hombres; y, porque los que no sienten tal afecto en sí, no creen o les parece milagros o por mejor decir locura, ver y oír las tales cosas en los enamorados; y de aquí resulta que los autores que tratan el amor, son mal entendidos y juzgados por autores. Por lo cual un poeta antiguo y bien enamorado de nuestra nación dijo bien en el principio de sus canciones esta sentencia: No vea mis escritos quien no es triste, o quien no ha estado triste en tiempo alguno[16].

El amor entraña una redundancia de búsqueda y encuentro: “Porque es así siempre, que al amor, sólo el amor le halla y le entiende y le merece”. La unidad que supone el amor suscita su propia hermenéutica: una interpretación de sí mismo desde sí mismo. Puesto que el amor es un atributo divino, aquel que ama verdaderamente ama de forma unificada, pues de lo contrario se ve preso de la imperfecta contradicción amor-odio:

Una, dice, es mi paloma, mi preferida

Y es así que el amor, como es unidad y no apetece otra cosa sino unidad, así no es firme ni verdadero cuando se divierte en igual grado por muchas y diversas cosas. El que bien ama a una cosa sola tiene particular amor. Y, a esta causa, el que juntamente quiere amar de veras y no limitar su amor a una cosa sola debe emplear en Dios su voluntad, que es bien general que lo abraza y comprehende todo; como, por el contrario, todas las creaturas son deficientes y limitadas entre sí y, a las veces, contrarias entre sí, de arte que el querer bien a una cosa es aborrecer y querer a otra mal.

El comentario de fray Luis al capítulo 7 guarda coherencia con el tema del amor como cualidad divina en el hombre y cuya falta no sólo disminuye la nobleza del individuo, sino su propia constitución ontológica. Así, los que estando juntos no se aman, sino que se engañan, o aquellos donde uno ama y el otro engaña, son dos formas subhumanas o perversas de comprender el amor. El amar genuinamente constituye al ser humano y a su vez le hace digno de ser amado. Este amor recíproco es la plenitud y el apogeo del ser, cercanos al mundo celestial:

Resta que digamos el tercer estado, que es el más dichoso de todos. Porque, cierto, es la más feliz vida que acá se vive la de dos que se aman, y es muy semejante y mui cercano retrato dela del cielo, adonde van y vienen llamas del divino amor en que, amando y siendo amados los bienaventurados, se abrasan. Y es una melodía suavísima que vence toda la música artificial más artificiosa la consonancia de dos voluntades que amorosamente se responden. Porque los que aman, como los primeros que dijimos, no son hombres y los que aman como los segundos son o desdichados o malos hombres. Sólo para estos terceros se queda la buena dicha y buena andancia, la cual, como dicen los sabios, consiste en tener el hombre todo el bien que quiere; y el que ama y es amado ni desea más de lo que ama ni le falta nada delo que desea.



14.    Su correlación con las Eglogas de Virgilio y la lírica pagana

Así encontramos que ese otro tipo de amor, es decir, aquel en el que “uno ama y el otro engaña”, y que fray Luis califica como vil e inhumano, es el que los pastores virgilianos experimentan con más frecuencia. Es como si el motivo del amor no correspondido fuera la tónica de aquel deseo veleidoso y silvestre de la lírica pagana. Así, en la Égloga VIII de Virgilio:

Pequeña y con tu madre, y yo por guía,
te vi entre mis frutales hacer daño;
las bajas ramas ya alcanzar podía,
y encima de los doce andaba un año;
como te vi, te di, ¡ay!, el alma mía;
llevóme en pos de ti preso el engaño.
Y tú suena, y conmigo el son levanta,
zampoña, como en Ménalo se canta[17].

La traducción de las Églogas virgilianas, y las Odas de Horacio, nos habla de un fray Luis consciente de que el afecto humano, sin la iluminación de lo divino, es un vínculo mudable donde predominan el capricho, el recelo, la expectación y el tormento, y un amor que fluctúa al no tener la certeza del objeto amoroso:

No curas de mi mal, ni das oído
a mis querellas, crudo, lastimeras,
ni de misericordia algún sentido,
Alexi, en tus entrañas vive fieras.
Yo muero en viva llama consumido;
tú siempre en desarmarme perseveras,
ni sientes mi dolor, ni yo te agrado,
por donde me será el morir forzado[18]

El fray Luis humanista que bebe de estas fuentes dibuja el semblante de los amantes que se aferran a la tumultuosa naturaleza de las pasiones y a quienes sólo les queda llorar esa “muerte simbólica”, que padecen en ausencia del amado. Por contraste, en el Cantar de los Cantares, el idilio, si bien no pierde su conexión con la literalidad de un romance pastoril, está bañado de una armonía lograda, de una devoción mutua, que lo hace fundirse con el amor divino. De ahí que en el capítulo final del Cantar encontremos la frase que resume todo lo declarado anteriormente y que significa la exacta noción de la naturaleza divina del amor, como aquello que trasciende la muerte y que es la cualidad que hace al hombre respirar el soplo de lo inmortal.
Así habla el Esposo:

Ponme como sello sobre tu corazón, como sello sobre tu brazo,
 porque el amor es fuerte como la muerte,
duros como el infierno los celos, las sus obras son brasas del fuego de Dios.
Muchas aguas no pueden anegar el amor, ni los ríos le pueden amatar 

Alegóricamente hablando, parecería que el amor puede tener una naturaleza humana o divina, diferenciándose cada una en el grado de perfección, donde el amor humano sería algo más defectuoso que el amor divino. Pero quizá esta diferencia de grados, bastante relativa, no haga justicia a la idea del amor que fray Luis realmente tiene. Aquel amor como atributo de Dios con el que inicia su Comentario es la cualidad del amor en sí, que el hombre es capaz de encontrar gracias a su semejanza divina. Por tanto, el amor humano no puede ser más que divino cuando es verdadero[19].



15.    El campo como metáfora del paraíso original

Fray Luis de León no intenta encorsetar el mundo en un modelo teológico, sino sentirlo a través de la respiración simbólica-poética. Se ha dicho, con razón, que no es un pensador filosófico original, sino que su grandeza reside en la particularidad que poseía como hombre de letras. Miguel García Baró ha notado que fray Luis, como neoplatónico y poeta, encuentra que el ente (donde verdad, bien y belleza se realizan en plenitud) tiene su mediación o símbolo en el campo, el lugar de la soledad (identidad consigo mismo), y donde la Creación encuentra esa misma transparencia, pues el campo es “aquello sabroso no aprendido”, “el lugar donde la naturaleza se actualiza puramente, porque está toda ella a solas consigo -que viene a ser lo mismo que a solas con su Creador” [20]. Quizá, como declara Armando López Castro, el tema medular en fray Luis sea la búsqueda por recuperar la unidad perdida, aquella armonía preexistente que se anhela desde el desgarro y a la cual se intenta llegar mediante un combate contra el mundo, “sede de la contradicción” y el desorden[21].

Únicamente un gran solitario como fray Luis de León pudo haber dedicado sus horas a la traducción y Comentario de uno de los poemas amorosos más aquilatados del orbe occidental; esa identidad lograda consigo mismo parece ser la antesala de la apertura a la presencia del “Otro” (Dios, Esposo-a), percibida como un don, un milagro de la Gracia que llueve en el campo de la soledad. La soledad del campo suscita en el poeta fray Luis la pregunta por el propio ser, en la que se revela “el Otro”, aquel que completaría la verdad de un sentimiento pleno de identidad. Armando López Castro advierte en aquella “soledad creadora” de fray Luis una forma de escribir, y diríamos también de existir, que es un “estado de disposición permanente, de espera a que lo otro se manifieste, una forma de inminencia”, o bien, “una sociología poética de la soledad”. El campo es, entonces, el estado de intimidad del ser consigo mismo, “vivir quiero conmigo”, a la espera del ser amado, donde el encuentro es posible y profundo.

Según dice fray Luis en su Comentario al capítulo 2 del Cantar, y como de pasada: “Convida en este lugar a la Esposa al gozo de sus amores y, porque él anda en el campo, que es lugar para el amor mejor que otro” , por lo cual entendemos que, tal como se muestra en la Vida retirada, y en la Noche serena, el campo es espacio donde el ser aflora, en el que el hombre se encuentra como desasido de lo contingente: la ambición, los celos, la envidia, la falsedad y todas las pasiones que la ciudad promueve. El amor es, pues, fruto de la pureza, del estado originario del ser. De ahí que su comentario al capítulo 3, cuando la Esposa busca al “que ama su alma” por la villa, los guardas no sepan darle noticias.

No dice lo que le respondieron las guardas, de donde se entiende no le haber dado buen recaudo a su pregunta; porque las gentes divertidas en varios pensamientos, como son los públicos, saben poco de esto, qué es amar con verdad; y porque, según la verdad del espíritu que aquí se pretende, todo el aviso y alteza del saber y prudencia humana, en cuya guarda y gobernación viven los hombres, jamás alcanzaron a dar ciertas nuevas de Cristo, conforme a lo que dice S. Pablo: Con los perfectos tratamos de sabiduría... que jamás la supo ningún príncipe de los de este sigloComo fray Luis describe en el comentario al capítulo 7, los amantes son aquellos que huyen del bullicio, y se alejan en compañía, formando una sinfonía de soledades:

Ven, amado mío, y vámonos etc., que todas son cosas de gran gusto y recreación, pero la mayor de todas y lo que ella más pretende es el poder gozar a solas y sin estorbar a su Esposo, que, para los que se aman, es tormento a par de muerte. Y, por eso, dice: Allí te daré mis amores, etc.

En el comentario al capítulo 8, y último, describirá la disposición de quien encuentra el amor a Dios y la natural consecuencia de su alejamiento al campo en soledad. La soledad del campo es entonces vía de conocimiento filosófico, a la par que de revelación amorosa y mística:

Porque el que ama tiene llena su voluntad con la posesión de todo lo que desea; y así, no le queda deseo ni voluntad ni lugar para querer ni pensar en otra cosa. De donde nace que todo lo que le divierte algo de aquel su amor y gozo, poniéndosele delante, le es enojoso y aborrecible como la muerte... Y en tanto grado aman la soledad y se molestan de todo lo que les ocupa cualquier parte de su voluntad, por pequeña que sea, que si, en estado tan bienaventurado como es el suyo, se compadece haber pena o falta, no sienten otra si no es la de su entendimiento y voluntad, que, por su natural flaqueza y limitación, quedan atrás en el amor que se debe a bien tan excelente, de que los tales, por la mayor parte, se apartan de los negocios de esta vida, huyen el trato y conversación de los hombres, destiérranse de las ciudades y aman los desiertos y montes, viviendo entre los árboles, solos al parecer y olvidados, pero, a la verdad, alegres y contentos, y tanto más cuanto en vivir así están más seguros de que ninguna cosa les podrá cortar el hilo de su bienaventurado pensamiento y deseo. Al traducir y comentar el Cantar de los Cantares, fray Luis lleva ya en sí la influencia del gran tópico renacentista del locus amoenus y las voces que en él han dejado su impronta. Como dice Francisco García Lorca:

El huerto de Fray Luis, sobre el fondo de la antigüedad clásica, incluye, con enlaces inmediatos, el paisaje garcilasiano, el huerto del Cantar salomónico y el de la realidad salmantina, en prodigiosa síntesis: es grato verla palpitar en la reverberación poética de las palabras.[22]

Y según expone Miguel García Baró, la renuncia a la ciudad y el retiro a la soledad en el campo no es sólo la ascesis estoica de quien busca la virtud esforzadamente, sino que se trata de preparar el alma para el advenimiento de una visión proveniente de la Gracia, y que es la contemplación del paraíso. La naturaleza, “en tanto que se mantiene intacta, ofrece ante el hombre pecador el espectáculo formidable del paraíso, sólo velado por los propios ojos de quien se instala en él” [23].

La naturaleza es huella o manifestación del paraíso original como lugar donde, in illo tempore, el hombre y la mujer primordiales se encontraban en un estado de inocencia, lo que se corresponde también con la imagen del andrógino original del mito platónico en el Banquete[24]. De ahí que la glosa al primer capítulo del Cantar declare esa comunicación entre los Esposos por intermediación de diversos elementos del campo:

En el sentido spiritual, en decir el Esposo que siga la huella del ganado si quiere hallarle, avisa a las almas justas que le desean de dos cosas muy importantes: la una, que para hallar a Dios, aun en las cosas brutas y sin razón, tenemos bastante guía, porque como se dice en el salmo: “los cielos dicen la gloria de Dios, y el cielo estrellado cuenta sus maravillas, un día tras otro día rebosa esta palabra y una noche tras otra nos da este aviso. La grandeza, dice, y lindeza del cielo, con ser cosa sin alma y sin sentido, las estrellas con sus movimientos en tanta diversidad tan concertados y de tanto orden, los días y las noches con las mudanzas y sazones delos tiempos que siempre vienen tan a tiempo, nos dicen a voces quién sea Dios para que no quede disculpa alguna a nuestro descuido.



16.    El simbolismo místico-erótico haciendo referencia al paraíso terrenal

El simbolismo místico-erótico en el Cantar hace posible ver en la Esposa la imagen del paraíso terrenal (cap. 4); ella contiene en sí misma todos los elementos de esa tierra originaria a la que da paso el amor:

Panal destilan tus labios, Esposa, miel y leche están en tu lengua, y el olor de tus arreos como el olor del Líbano. Huerto cerrado, hermana mía, Esposa, huerto cerrado, fuente sellada. Las tus plantas son como jardín de granados con frutas de dulzuras, enjundia de olor y nardo. Nardo y azafrán, canela y cinamomo, con los demás árboles del incienso, mirra y áloe, con todos los principales olores. Fuente de huertos, pozo de aguas vivas que manan del monte Líbano. ¡Sus! Vuela, cierzo, y ven tú, ábrego, y orea el mi huerto; espárzanse sus olores.

Siguiendo este simbolismo, el capítulo 5 se referirá propiamente al Esposo que goza de los amores de la Esposa como de un huerto:

Esposa: Venga mi amado a su huerto y coma la fruta de sus manzanas delicadas. 
Esposo: Vine a mi huerto, hermana mía
Esposa: Cogí mi mirra y mis olores, comí mi panal con la miel mía,
bebí mi vino y la mi leche.
Esposo: Comed, compañeros, bebed y embriagaos, amigos.

Como acaba de hablar de huertos el Esposo, la Esposa, avisada de ello, acuérdase de uno que tenía su amado, que por ventura es el mismo de quien hizo la comparación arriba dicha; y ruégale que se deje de ir donde vaya y que se vayan allá juntos a comer de las manzanas. O, por mejor decir, porque la había hecho semejante a un deleitoso huerto, ella ahora, por estas palabras, encubierta y honestamente ofrécele así misma y combídale a que goce de sus amores. Como si más claro dijera: “Pues que vos me hiciste semejante a un jardín, o amado y Esposo, y dijiste que yo era vuestro huerto, así lo confieso yo y digo que soy vuestra y que todo lo bueno que ay en mi es para vos.

Venid, Esposo mío, coged y comeréis de los buenos frutos
que en este vuestro huerto tanto os han contentado.

Es de peculiar importancia la asociación de la Esposa con la leche, la miel, el vino y el aceite, ya que son éstos los cuatro caudales que conformaban los ríos que surcaban Edén; se trata, pues, de una visión del paraíso anterior a la Caída. Especialmente, la miel refiere a la sabiduría de que gozan los sabios, y en contextos bíblicos de época helenística, se asocia a la inmortalidad. Así, de nuevo, el encuentro y el gozo amorosos entre el Esposo y la Esposa son también una experiencia de comunión directa con lo divino.

En el universo de la poesía bucólica de Virgilio, encontramos que la naturaleza está gobernada por el orden celestial de los dioses. El poeta cantará la pertenencia de diversas especies de árboles y plantas a una divinidad particular, en este caso pronunciada por el pastor Coridón:

El álamo de Alcides es querido,
de Bacco la vid sola es estimada,
el mirto de la Venus siempre ha sido,
y en el laurel de Febo es Daphne amada;
el córilo es de Filis escogido,
de[l] córilo la Filis, pues, se agrada;
al córilo conozcan por rey solo
el mirto y el laurel del roxo Apolo[25]

Tal como fray Luis ha encontrado en los campos terrestres y nocturnos la visión de un horizonte que se abre a los parajes metafísicos “verdaderos” (Noche serena), la poesía bucólica canta, en voz de Virgilio, a esos ámbitos eternales de los que goza el pastor Dafnis tras su muerte, según el pastor Menalcas:

De blanca luz en torno rodeado,
con nueva maravilla Daphni mira
el no antes visto cielo ni hollado;
y puesto so sus plantas, viendo, admira
aquellos eternales resplandores,
y aparta la verdad de la mentira.
Allí, pues, de otras selvas y pastores,
alegre, y de otros campos goza y prados;
con otras ninfas trata sus amores[26]

Dentro del mundo clásico grecolatino encontramos también la oposición entre el campo y la ciudad mediante las connotaciones de virtud y vicio, respectivamente. La moral que exhala de esta oposición es clave para comprender aquella misma dicotomía en fray Luis de León (Vida retirada). El campo es el lugar donde el hombre puede ser virtuoso. Como explica respecto a la poesía virgiliana:
Condenación e inmoralidad de la existencia urbana son sólo uno. El vértigo del mal conduce a los castigos infernales a las poblaciones extraviadas por las pasiones nacidas de las intrigas del foro y de la ambición política. La vida rústica preserva a los campesinos de ese vértigo, abrigándolos en sus apacibles llanuras, sus silenciosas dehesas y sus fecundos barbechos. La conclusión tiene el rigor de un silogismo: la simplicidad de la vida mantiene apartadas las tentaciones del lujo, la asiduidad de los trabajos nos les da tiempo de imponerse y el aislamiento de las campañas les cierra el acceso [27].

El campo es también el contexto donde los pastores observan lo efímero de las estaciones, del día y la noche, el esplendor que desaparece e intensifica el valor de la hora presente. Según Meris:

Todo lo lleva el tiempo, y aun el fuego
del gusto y del sentir, que yo solía
largos soles pasar en canto y juego[28]

La naturaleza, que obedece a un tiempo cíclico e inexorable, es también voz profética que transmite el mensaje del “fuego celestial”, de lo que ha ocurrido y ocurrirá, dice Melibeo:

¡Ay triste!, que este mal y crudo hado,
a nuestro entendimiento no estar ciego,
mil veces nos estaba denunciado.
Los robles lo decían, ya con fuego
tocados celestial, y lo decía
la siniestra corneja desde luego[29]

Para los paganos, el amor humano es, tal como la naturaleza, un esplendor mudable; obedece a un ciclo incesante de muerte y renovación, de insaciable deseo, de la misma forma en que el instinto de las otras creaturas no cesa en su empeño de vida. Por eso clamará Galo:

¿Y cuándo has de dar fin a tu tormento?
que de estas cosas -dice- Amor no cura;
que nunca amargo lloro y sentimiento
hartaron del Amor la hambre dura,
ni se vio Amor de lágrimas contento,
ni cabra de pacer rama y verdura,
ni de flor las abejas, ni los prados
de en agua de continuo andar bañados[30]

Es tal vez por esta fugacidad del amor que los bucólicos parecen recurrir a la magia, a conjurar las fuerzas de la naturaleza para satisfacer el deseo que se proponen. Veámoslo en los siguientes versos que pronuncia Alfesibeo en diálogo con Damón y que conforman un auténtico conjuro:

Corona a este altar con venda y flores;
agua me da, y enciende la verbena;
incienso fino enciende; en mis dolores
veré si ay fuerza alguna o arte buena;
veré si torno a Daphni a mis amores;
no falta sino el canto. Canta y suena,
y di: Ve, mi conjuro, y la mar pasa,
y vuelve de la villa a Dafni a casa.
El canto y el conjuro es poderoso
a retraer la luna reluciente;
en rostro demudó Circe monstruoso,
con cantos, de Ulises a la gente;
de canto rodeada vigoroso
revienta por los prados la serpiente.
Ve presto, mi conjuro, y la mar pasa,
y vuelve de la villa a Dafni a casa[31]

Al identificarse con la naturaleza, el amor se encuentra más cercano a un hecho que la fortuna gobierna y que mantiene preso a quien le toca en suerte su flechazo. Veámoslo en el diálogo de Melibeo y Títiro, en que la esclavitud, como elemento fundamental de la antigua organización social, se compara con la “esclavitud” por el ser amado. Dice Melibeo:

Pues di, ¿cuál fue la causa que, movido,
a Roma te llevó? Tít. Fue libertarme,
lo cual, aunque algo tarde, he conseguido.
Que, al fin, la libertad quiso mirarme
después de luengo tiempo, y ya sembrado
de canas la cabeza, pudo hallarme;
después que Galatea me ha dejado,
y soy de la Amarilis prisionero,
y vivo a su querer todo entregado.
Que en cuanto duró aquel imperio fiero
en mí de Galatea, yo confieso
que ni curé de mí ni del dinero[32]

Dada la condición mudable y efímera del amor, el pastor Galo quiere plasmar su canto en la naturaleza, donde si bien todo se encuentra en mutación, es una mutación cíclica que confiere al sentimiento una cualidad eterna:

Lo que en verso calcídico he compuesto
poner quiero en la flauta siciliana,
y, entre las selvas y alimañas puesto,
quiero pasar mi duelo y pena insana;
entallaré en los árboles aquesto,
y tu quebrada fe, Lícori, y vana,
ellos creciendo, se harán mayores,
y creceréis con ellos, mis dolores[33]

Recordemos que, independientemente del apogeo de las creencias provenientes de los misterios órfico-pitagóricos, la forma tradicional de concebir la inmortalidad para los griegos, y seguramente también para los latinos, fue la memoria. Ya fuese por hazañas militares, por obras escultóricas o literarias, un personaje trascendía según el renombre que pudiera haber alcanzado, con lo cual adquiría el grado de inmortal. Según explica A. M. Guillemin respecto a Virgilio y otros personajes contemporáneos.

La creencia en la eficacia de la supervivencia por obra de la literatura estaba difundida entre los antiguos... Durar en su propia gloria o en la que puede conferir un gran escritor fue la ambición de la mayoría de los antiguos, el recurso de todos los que no se sentían inconmovibles en su fe en la inmortalidad[34].

Según puede observarse, la naturaleza es fuente de significado tanto para la concepción judeocristiana del amor como para la grecolatina. Dentro del paradigma judeocristiano, la naturaleza es ámbito de comunicación entre el Esposo y la Esposa que libremente se entregan uno a otro, como recuerdo de aquella unidad primordial de que gozaban los primeros habitantes del paraíso. En el caso de los pastores de la antigüedad clásica, la identificación del amor con los ciclos de la naturaleza lo convierte en un afecto mudable y efímero, en que la magia es vehículo de seducción ante lo inaprehensible.



17.    Sobre el origen y escatología del amor

Como el propio fray Luis advierte en su Comentario, el Cantar de los Cantares bien puede entenderse como representación dramática donde se despliegan las fases por las que atraviesa la pareja de pastores que, a su vez, son símbolo de la relación Yahvé/Israel, Cristo/Iglesia. La primera fase se entiende por la implícita confianza y recuerdo que de sí tienen los Esposos, por esa correspondencia entre enamorados y esa unidad en que el alma de uno pertenece al otro, elementos presentes a lo largo de todo el Cantar. Por tanto, la primera fase puede comprenderse como el recuerdo del paraíso original. La segunda, se caracterizaría por los reclamos y búsquedas de la Esposa para con su Esposo y viceversa. Sabemos que la relación entre Israel y Yahvé es, tal como la de un matrimonio, de gran intensidad dramática, en que la infidelidad y el retorno del pueblo se corresponden con los pecados cometidos y el perdón misericordioso de Yahvé. Notemos una de las primeras glosas que ofrece fray Luis a esta temática de ausencia y búsqueda de los Esposos, respecto al capítulo 1 del Cantar:

Hacedme saber, o amado de mi alma. Lo cual se puede entender en dos maneras, o que sea un mostrar al Esposo lo mucho que quisiera saber de él para seguirle y excusarse que si no lo hace es por no andar vagueando perdida de monte en monte, como si dijera: “Ojalá yo lo supiera, amor mío, o tú me lo hubieras dicho dónde andas con tu ganado que luego me fuera allá, mas sino lo hago es por no andar de cabaña en cabaña y de hato en hato preguntando por tí a los pastores”; o entendamos, y esto es lo más natural, que pide al Esposo le haga saber o por sí o por otra persona alguna dónde ha de sestear al medio día, que luego se irá allá; y no estorba a esto que estando el Esposo como presuponemos que está ausente ni podía oír sus ruegos dela Esposa, ni satisfacer a su voluntad, porque en el verdadero y vivo amor pasan siempre mil imposibilidades semejantes que con la ardiente afición se ocupan así y se ciegan los sentidos, que engañado juzgan como posible y hacer todo lo que se desea.

El tema de la ausencia y búsqueda de los amantes es distinto en la poesía de Virgilio, donde, al darse el caso prevalente de los “amores no correspondidos”, la ausencia se transforma en huida y la búsqueda, en cacería, según exclama el pastor Coridón en pos de su amado Alexi:

Por las montañas la leona fiera
al ya no osado lobo hambrienta sigue;
el lobo carnicero a la ligera
cabra de día y de noche la persigue;
en pos de la retama y cambronera
la cabra golosísima prosigue;
yo en pos de ti, ¡oh, Alexi!, te importuno;
y en pos de sus deleites cada uno[35]

La tercera fase del drama del Cantar trataría sobre el cumplimiento y consumación del amor, y correspondería, bajo el simbolismo histórico del pueblo de Israel, a la obtención de la tierra prometida y, más allá de la historia, al advenimiento del reino mesiánico llegado el fin de los tiempos. En efecto, también fray Luis, siguiendo el pensamiento rabínico, aplica la pauta para leer el Cantar como un drama bajo el simbolismo de la Iglesia y Cristo. En el capítulo 6, el Esposo compara a la Esposa con las ciudades de Thirsa y Jerusalén. Esta última es, como se reconoce desde la época de David, la ciudad-santuario, en la que se manifiesta la Presencia de Dios. Ahí se encontraba el palacio-templo de Salomón, que intentaba ser la reproducción del paraíso terrenal:

Hermosa eres, amiga mía, como Thirsa,
bella como Jerusalem,
terrible como los esquadrones,
sus vanderas tendidas.

Jerusalén era la principal ciudad y la más hermosa que había en toda Palestina y aun en todo lo Oriente, según sabemos por las escrituras hebreas y delos gentiles; tanto que David hizo un salmo loando a la letra la beldad y fortaleza de Jerusalén.

Dicho lo cual podemos suponer que los Esposos se implican en un drama que corresponde a las fases temporales del pueblo de Israel o de la Iglesia: un implícito origen o conocimiento previo de los Esposos (paraíso), un trayecto de ausencia, agonía, pena y búsqueda (historia sagrada), que finalmente culmina en el encuentro, deleite y consumación (reino mesiánico).



18.    El dramatismo dialéctico y el sentido espiritual

El sentido espiritual que fray Luis transmite al final de su Comentario es de un dramatismo particular al señalar la pasión de envidia que sufren algunos (profetas falsos y sembradores de cizañael demonio y sus valedores) ante la virtud de quienes tratan de amar y ser amados por Dios. El canto de la Esposa (Iglesia), a manera de una oración, se dirige a la consumación del tiempo mesiánico, el día del Juicio final, cuando clama a su Esposo que se apresure a venir como “acelerando la gloria de Dios” y que culmina en una violenta guerra escatológica:

Pues este aceleramiento de la gloria de Dios pide la Esposa aquí, como perfecta ya en el amor suyo; y el que cada cual de nosotros, si somos miembros de Cristo y que le ruega, aunque sea acosta y riesgo nuestro, aunque sea a costa de desollar las provincias, trocar los Reinos y poner a sangre y a fuego todo lo poblado y de trastornar el mundo, rompiendo sus antiguas y firmes leyes; que le ruega, allanando por el suelo los montes y cerros, venir volando a deshacer las afrentas y baldones que cada día recibe su santo nombre y honra, y a querer por su honor, a quien propia y solamente se debe toda gloria por los siglos de los siglos.

Es paradójico que el Comentario a uno de los poemas que con mayor dulzura han cantado al amor y sosiego entre un hombre y una mujer, finalice con un escenario bélico de dimensiones escatológicas. Se habla de que la literatura sapiencial, dentro de la que se encuentra el Cantar de los Cantares, es la literatura del tiempo de la bendición. Sin embargo, el contrapunto de este tiempo de dicha eterna, parece ser, dentro de la dialéctica de la tradición bíblica, el tiempo de la tribulación, del combate en que consiste la historia sagrada, y que para fray Luis pudo haber estado en relación con las batallas que Carlos I libraba en Francia, que la Iglesia Católica peleaba contra la Reforma protestante o que todo el orbe europeo mantenía con el Imperio otomano. Incluso diríamos que pudo haber estado en relación con sus “propias batallas”, si atendemos a lo que afirma José Luis tejada, entre otros autores, sobre el fraile:

Fray Luis no gozó casi nunca de sosiego, de plenitud, ni de estabilidad. Este fue el precio que pagó por esa pasión suya por la Justicia y por la Verdad. Que suspiraba por una consolación mística que él sabía que era algo realísimo aunque apenas la experimentara, lo prueba no sólo su fervor por la obra de Santa Teresa, sino también su famosa traducción clandestina del libro más místico y al mismo tiempo el más escondido, tapado y como vergonzante dentro de las Biblias de su tiempo: el Cantar de los Cantares [36].

Para el mundo grecolatino, la idea de una edad dorada, cuando la tierra y los hombres gozan de un esplendor primaveral perenne y cuando el gobierno de la Justicia ha triunfado, es también una promesa estrechamente vinculada al espacio del campo, a los pastores y a ese tiempo que borrará el efecto de, cual pecado original, la “maldad primera”. Así, la célebre Égloga IV de Virgilio es un himno de esperanza sobre el retorno del reino de Saturno y Rea, en que la figura del mesías pagano es encarnada por Salonino, hijo del Emperador:

Lo que ay de la maldad nuestra primera
deshecho, quedarán ya los humanos
libres de miedo eterno y de ansia fiera.
Mezclado con los dioses soberanos,
de vida gozará, cual ellos, llena
de bienes deleitosos y no vanos.
Verálos, y verán su suerte buena,
y del valor paterno rodeado
cuanto se extiende el mar, cuanto el arena.
Con paz gobernará. Pues, niño amado,
este primero don inculto y puro
el campo te presenta de su grado[37]

Es justo traer aquí la observación de A. M. Guillemin sobre la profecía virgiliana que advierte la proximidad de la era de Saturno y que Virgilio alabó en tantas ocasiones:
Destaquemos ahora que los tres caracteres esenciales de la vida rústica, justicia, paz y facilidad de la vida, son precisamente los de la edad de oro, de ese reino de Saturno que los ojos buscaban en el horizonte. Virgilio anunciaba su próximo advenimiento en las Bucólicas, veía que ya su luz inundaba la cuna del pequeño Salonino. Sabe bien ahora que se engañó. No llegó la edad de oro, ni llegará. No llegará porque ya está ahí, ignorada por muchos, envuelta en el silencio, pero mucho más real, más durable que la anunciada por el surgimiento de Virgo. Es la existencia campesina cuyas excelencias acaba de cantar el poeta[38].

Tanto para la tradición judeocristiana, como para la clásica grecolatina, el origen de los tiempos, como idea de un paraíso primordial o como la era de Saturno, respectivamente, es un estado donde la acción pecaminosa del hombre en la historia, o bien las tribulaciones y cansancios del trabajo de la era de Júpiter, no se había conocido aún. Como hemos visto, según la profecía virgiliana, la plenitud humana se contempla como un “retorno” de la era de Saturno. Y es así, porque para los paganos, la historia, tal como la naturaleza, cumple con un estricto orden de esplendor, decadencia y renacimiento. Sin embargo, para la concepción judeocristiana, la profecía del reino de Dios no significa precisamente un retorno al paraíso original, sino una culminación definitiva, cuando la humanidad es resarcida por la acción mesiánica, como intervención misericordiosa de Dios y recompensa de un comportamiento ético por parte de los “justos y elegidos” que han resistido a todo lo largo de la historia sagrada. Como podemos observar en la parte final del Comentario de fray Luis al Cantar de los Cantares, el amor sería, justamente, ese acto voluntario que permite vislumbrar y acelerar la culminación histórico-cósmica.



19.   La Mística del Cantar

Fray Luis de León sorprendió con los comentarios al Cantar tanto que fue perseguido por la Inquisición. El solía terminar la traducción o comentario de un libro sagrado con la versión en verso del mismo. Al final de la «Exposición del Cantar de los Cantares» iba en poesía la traducción en verso de esa obra. Fray Luis de León hace una verdadera síntesis de mística espiritual sabiendo armonizar lo humano y lo divino. El retoma los místicos del pasado como San Bernardo y se convierte en puente para los grandes místicos de su tiempo Santa Teresa y San Juan de la Cruz. Es impresionante el paralelo de sus Comentarios al Cantar con el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz.

Para Fray Luis de León "El Cantar de los Cantares" tiene un valor de categoría y ejerció sobre su inteligencia una atracción singular. Todavía no había cumplido los treinta y tres años cuando lo tradujo al castellano de su original hebreo y le añadió un comentario literal. En 1580 sale a la luz su "Explanatio" con el comentario literal y místico. El "Cantar" proporcionó a Fray Luis los mayores disgustos y sinsabores con la Inquisición, pero fue el libro sagrado que más deleites y consuelos le produjo y el que más hondamente modeló su espíritu. Este volumen presenta la edición, inédita hasta ahora, de las dos exposiciones de "El Cantar de los Cantares de Salomón" hechas por Fray Luis de León: la interpretación literal y la interpretación espiritual. Aunque inicialmente concebidas como distintas, a lo largo de los años el autor las fue enriqueciendo y, olvidándose de sus propósitos iniciales, al final no hizo distinción entre lo literal y lo místico, sino que en lo literal aparecen muchas interpretaciones místicas y en lo espiritual no desdeña las explicaciones surgidas del enfoque literal.[39]




20.   La mesa que enamora

“Que me bese con los besos de su boca;
porque preciosos  y sabrosos son sus amores
más que el  mejor vino”

La mesa esta servida con deliciosos manjares, gustemos la palabra del Libro del Eclesiastés y el Libro de los Proverbios y encontraremos la doctrina necesaria para enmendar e informar vuestra vida . Saboreados ya estos dos libros en los que habéis recibido el arca del amigo los panes prestados, acercaos también a tomar este tercer pan, el que mejor sabe.

Hay dos vicios, diríamos los más peligrosos que luchan contra el alma: el vano amor al mundo y el excesivo amor de sí mismo.  Estos dos libros combaten esa doble peste: uno cercena con el escardillo de la disciplina toda tendencia desordenada y todo exceso de la carne. El otro aclara agudamente con la luz de la razón el engañoso brillo de toda gloria mundana, diferenciándolo certeramente del oro de la verdad.

Entre todos los afanes mundanos y deseos terrenos, opta por temer a Dios y seguir sus mandatos. Se trata de un amor y respeto reverencial y primordial. El alma debe purificarse de estos vicios con toda razón. Porque este temor de Dios es el principio de la verdadera sabiduría; y esa fidelidad, su culminación. Al fin, sabido es que la sabiduría auténtica y consumada consiste en apartarse de todo mal y hacer el bien. Además, nadie puede evitar el mal adecuadamente sin el temor de Dios, ni obrar el bien sin observar los mandamientos.



21.   Los tres besos.

Que me bese con besos de su boca
¿Qué modelo de exordio es éste, tan sorprendente y repentino, propio más bien de un intermedio? Se expresa de tal manera que parece haber entablado previamente un diálogo con un personaje que pone en escena y que sin más pide un beso. Y si mendiga o exige que le bese ese que no sabemos quién es, ¿por qué pide expresamente que se lo dé con su propia boca?

Delicioso poema, que se inicia solicitando un beso. No dice: “Que me bese con su boca”, sino algo mucho más insinuante: “Con el beso de su boca”. Así nos cautiva este Cantar sólo con su dulce semblante y nos provoca a que lo leamos. ¿A quién no le atraerá fuertemente la atención este prólogo sin prólogo y lo novedoso de este lenguaje en un libro tan antiguo?

San Bernardo habla de tres besos. El primer beso es el de besar los pies. Solía hacerlo la esclava después de lavar los pies de su Señor. El segundo beso, besar la mano supone una especial amistad. El tercer beso es besar la boca. Este tercer beso supone entrar en una exquisita intimidad. Es la intimidad de los amantes. Sorprende que el Cantar se inicie con este beso.



22.   Primer poema. La búsqueda del Amado por la amada[40]

  ¡Cuán bella eres, amada mía!
  ¡Cuán bella eres!
  ¡Tus ojos son dos palomas!

En busca del amor. Al principio, el amor es apasionado, egoísta, posesivo, impaciente e impulsivo (eros, el primer beso).  El primer paso es pasar de un amor apasionado a un amor cariñoso de afectuosa amistad (philia, segundo beso).  El amor en esta etapa no responde plenamente a las exigencias  de verdadera afectuosa amistad, todavía se mueve por emociones, por propio interés y utilitarismo. Hay sentimientos de inseguridad, constantemente bajo sospecha de separación y los celos de los demás. El amor debe purificarse, no debe ser falso y se prueba continuamente.

Cuando el amor mutuo depende meramente de placeres y del interés propio, los amantes permanecen atados el uno al otro, mientras siguen siendo una fuente de placer o beneficio para ellos. El amor exige continuidad, permanencia y estabilidad, aceptación e integración. El amor aparece y desaparece, la novia lamenta la ausencia del novio cuando se oculta.  El amor es superficial y no permanente, permanece arraigado en el mundo de las emociones. De la agitación de la pasión se debe pasar a una nueva percepción. Hay que purificar los sentidos, la noche de los sentidos. [41]



23.   Segundo poema. Tiempo de prueba y de purificación[42]

La voz de mi Amado.
Mirad: ya viene, saltando por los montes, brincando por las colinas;
Mi Amado es una gacela, es como un cervatillo. Mirad:
se ha parado detrás de mi tapia; atisba por las ventanas, observa por las rejas.
Mi Amado me habla así:
«Levántate, Amada mía, hermosa mía, ven a mí.
Paloma mía que anidas
en los huecos de la peña,
en las grietas del barranco,
déjame con tu figura.»

Se trata del paso del primer beso (pies) al segundo beso (mano), del amor afectuoso de hermano al amor Redentor de Cristo. En este estadio se da la a primera experiencia de Alianza, la demanda profunda de una fuerte experiencia de fe: una segunda conversión. Se trata del paso del amor natural al amor sobrenatura. Se da la purificación de los sentidos, la noche de los sentidos, La integración de las demandas externas. Para purificar las emociones negativas se precisa la aceptación del otro en su profundo ser. La persona debe confiar profundamente en el otro.

La persona debe confiar en el otro, amar en libertad.  El amor pide reciprocidad estabilidad y durabilidad.  El amor debe entrar en el principio de la integración de la afectividad, la  purificación de las impurezas y de los sentimientos negativos.  El amor debe purificarse del las emociones negativas propias del acercamiento egoista.  El amor pide aceptación, confianza y fidelidad para consolidar los lazos afectivos. El amor pide una más profunda apreciación, valoración e integración del cuerpo para entrar en una nueva dimensión esponsal.[43]

Es el tiempo de la prueba y de la purificación. El amor como el oro debe ser purificado de la escoria (la noche de los sentidos y la prueba de la fe). Se trata de pasar de la dimensión meramente natural a la espiritual purificando las emociones negativas de los sentidos.  Esta etapa precisa una nueva conversión del amor pasando del amor de philia al amor del ágape de ámbito sobrenatural.  Solamaente a través de la experiencia pascual de la Alianza se alcanza este nivel sobrenatural y espiritual del amor. Esta experiencia nos abre a una nueva percepción del valor de la persona y del cuerpo.



24. Tercer poema. La unión plena del amado y la Amada[44]

¡Hazme del todo tuya!, ¡Date prisa!
¡Llévame, oh rey, a tu alcoba!
Regocijémonos y deleitémonos juntos
celebraremos tus caricias más que el vino.   
¡Sobran las razones para amarte!

En este estadio aparecen las demandas y exigencias del amor compasivo, amor conyugal, del matrimonio espiritual. Se trata de un nuevo nacimiento pasando a través de la muerte a mí mismo y asumiendo el misterio pascual de la prueba de la fe. Es la llamada purificación de la fe, la noche de la fe. En este estadio se da el encuentro con “la sombra” el "lado oscuro“. Es un nuevo desafío, la integración de la realidad interior de los sentimientos enfrentados con la aceptación plena del otro.
Después de la separación aparente y la purificación de sentimientos posesivos, el amor es buscado con mucho más entusiasmo.  El amor requiere separación total con el fin de entrar en una total entrega, se precisa arriesgarlo todo para el otro.  Es el momento para una nueva conversión del amor espiritual al amor Redentor, haciendo la voluntad de Dios.  El punto culminante es la Unión plena y total, la mutua donación de uno mismo y aceptación total del otro. Se despierta a un amor compasivo con la aceptación plena de la persona y la integración de las diferencias.

El matrimonio espiritual se da en la mutua entrega. Se trata de un amor desinteresado de total donación al otro, amor de ágape (tercer beso). El Amado vive y se reconoce en la amada y la amada en el Amado.  En este amor conyugal de esposos se da la Unión total del uno al otro y aceptación total del otro. Se trata de un amor compasivo con la aceptación plena de la persona y la integración de las diferencias.  Este amor pide constancia y perseverancia para entrar en una comunión mucho más plena y profunda.[45]



24.   Cuarto poema. La fecundidad

Mi amado es para mí y yo para él. Vayamos a cuidar la viña.
Ponme como sello sobre tu corazón, como un sello en tu brazo.
Porque el amor es fuerte como la muerte;
Sus saetas son saetas de fuego.
Las grandes aguas no pueden apagar el amor ni los ríos arrastrarlo.

En este estadio se reflejan las demandas de "La noche". Se da la transformación de toda la realidad, asumiendo nuevos retos de la vida. se trata de una nueva forma de comunión, amor trinitario, comunitario hacia la fecundidad.

¿Cómo se alcanza la Unión del matrimonio espiritual?  Lo que es imposible en el orden natural es posible en el orden sobrenatural del amor verdadero.  La persona se da totalmente y se rinde totalmente al otro. ¿Cómo se da esta Unión espiritual?  La persona debe darse entregarse sin reservas y plenamente al otro. Tal entrega crea una nueva forma de comunión. Se trata de comunión creativa, verdadera realización del amor, no posesivo.

La esposa se confia plenamente y se da al esposo para entrar en el amor fecundo. Es el tiempo del amor fecundo y creativo es el tiempo de abrise juntos a la misión. Cuidaremos de la viña de la parcela que se nos ha dado.  El amor se hace creativo y constructivo dándose una comunión más profunda que integra toda la realidad familiar. Se entra en una comunión más profunda que pide integrar la realidad comunitaria y abriendo las puertas al mundo entero. Empieza la atención y el cuidado de los hijos.  Es el amor Trinitario[46].


25.  Conclusiones
Fray Luis de León que enseñaba en la Universidad las lecciones de Biblia hizo un gran aporte en su interpretación del Cantar de los Cantares. La gran revelación y aportación de fray Luis respecto al Cantar de los Cantares es la certeza de que el amor humano, cuando es verdadero, es decir, recíproco, adquiere la cualidad de lo divino, esto es, de lo trascendental. Este vínculo del amor humano con lo divino hace partícipes de la misma búsqueda al Esposo y la Esposa, a Salomón y la hija del Faraón, a Israel y Yahvé, a la Iglesia y Cristo. Es por eso que no cabe hablar tanto de alegoría como del más profundo y misterioso lenguaje simbólico. Si bien fray Luis se adscribió al neoplatonismo de su época, esta filosofía fue sólo el paradigma obligado de su tiempo. Su sentir como poeta se inclina hacia la poesía mística de cuño judeocristiano, que contempla el amor a través de la semejanza divina en el hombre y del misterio de la Encarnación. De ahí también la literalidad que procura en su traducción y Comentario del Cantar, con tan pocas intervenciones teologales referidas a su sentido alegórico. 

La osadía de traducirlo lo más fielmente en la forma de un canto entre dos pastores enamorados denota la confianza plena en que el amor humano, puro y verdadero, es ya manifestación del amor divino. Los poetas clásicos que fray Luis traduce, principalmente Virgilio, guardan una concepción místico-erótica identificada con los ciclos de la naturaleza, la mudanza del tiempo y la ambivalencia del objeto amoroso. La reciprocidad está casi ausente, lo que arroja a los amantes pastores a una suerte de persecución y manipulación mágica para satisfacer su deseo de amor. No obstante, la poesía clásica coincidirá con el Cantar de los Cantares en la visión de un locus amoenus, un paraíso original o una edad de oro, que es signo del origen perdido, pero también de la tierra prometida en la consumación futura de los tiempos. 

Así, podemos estar seguros de que la traducción y Comentario del Cantar de los Cantares de fray Luis conforman ya su propia aportación al paradigma místico-erótico occidental, al funidr, con singular maestría poética, tanto la fuente judeocristiana como la clásica grecolatina en una misma obra. 

Actualmente, la cultura occidental, al secularizarse, ha perdido en gran medida el sentido del erotismo como expresión de lo sagrado. Es el Cantar de los Cantares el documento más singular y excelso de la herencia judeocristiana que enlaza definitivamente el aspecto sensual con el espiritual, vínculo que debería recobrarse como revelación de la unidad entre lo humano y lo divino.






BIBLIOGRAFIA

San Bernardo de Claraval, Comentario al Cantar de los Cantares
San Juan de la Cruz, Cántico espiritual
Fray Luis de León, Comentario al Cantar de los Cantares
Fray Luis de León, Pensamientos y Reflexiones, Consorcio Salamanca 2002
Fray Luis de LeónPoesías. Est., texto crítico, bibl. y comentario de Oreste Macrí, Crítica, Barcelona. 1982
Fray Luis de León Poesías completas. Obras propias en castellano y en latín y traducciones e imitaciones latinas, griegas, bíblico-hebreas y romances. Ed. Cristóbal Cuevas, Biblioteca Clásica Castalia, Madrid. 2001.
Fray Luis de León El Cantar de los Cantares de Salomón. Interpretaciones literal y espiritual. Ed. José María Becerra Hiraldo, Cátedra, Madrid. 2003. 
Jose Mª Becerra Hiraldo, El Cantar de los Cantares de Salomón
Cossete Galido Ayala, Fray Luis de León y el Cantar de los Cantares, paradigma místico erótico en la tradicción judeocristiana y clásica grecolatina. Nueva Revista filología hispánica. Vol. 65, nº 2, Ciudad de Méjico, 2017
Olegario García de la Fuente, Traducciones y comentarios de Fray Luis de León al Cantar de los Cantares de Salomón, Anacleta Malacitana, ISSN-e, 1697-4239, Nº 5, 2000
Marcel y Eugenio Asensio Bataillon,En torno a Erasmo y España”, en Historia y crítica de la literatura española. Coord. Francisco Rico. Vol. 2, t. 1: Siglos de Oro/Renacimiento. Coord. Francisco López Estrada, Crítica, Barcelona, pp. 71-84. 1980.
Antonio y Bernat Vistarini Ávila Martí, Cantar de los Cantares. Trad. fray Luis de León, José J. de Olañeta Editor, Barcelona. (eds.) 2002. 
Emilia Fernández Tejero, El Cantar más bello. El Cantar de los Cantares de Salomón, Trotta, Madrid. (ed.) 2007 [1994]. 
Miguel García-Baró, “La esencia de la soledad. Un estudio sobre el arte de Fray Luis de León”, en La compasión y la catástrofe. Ensayos de pensamiento judío, Sígueme, Salamanca. 2007.
Francisco García Lorca, De Fray Luis a San Juan. La escondida senda, Castalia, Madrid. 1972
A.M. Guillemin, Virgilio. Poeta, artista, pensador, Paidós, Barcelona. 1982.
André La Cocque, “La sulamita”, en André LaCocque y Paul Ricoeur, Pensar la Biblia. Estudios exegéticos y hermenéuticos, Herder, Barcelona 2001, pp. 245-274.
André La Cocque y Paul RicoeurPensar la Biblia. Estudios exegéticos y hermenéuticos, Herder, Barcelona. 2001
Armando López Castro, El canto no aprendido. Estudio sobre Fray Luis de León, Universidad de León-Fundación Universitaria Española-Universidad Pontificia de Salamanca, Madrid. 2013. 
Ramón Menéndez Pidal, “El lenguaje del siglo XVI”, en La lengua de Cristóbal Colón, Espasa Calpe, Buenos Aires. 1942.
PlatónBanquete. Introd., trad. y notas de M. Martín Hernández, RBA, Barcelona. 2007
Paul Ricoeur, “La metáfora nupcial”, en André La Coque y Paul Ricoeur, Pensar la Biblia. Estudios exegéticos y hermenéuticos, Herder, Barcelona, pp. 275-312. 2001.
José Luis Tejada, “La pasión por la libertad y la verdad en Fray Luis de León”, Anales de la Universidad de Cádiz, 1, pp. 291-302. 1984.










[1] Miguel de Unamuno, Pensamientos y sentimientos, Consorcio Salamanca 2002
[2] Cipriano de la Huerga era autor del Commentarium in Canticum Canticorum
[3] Véase la “Introducción” de Oreste Macrí en Luis de León 1982, pp. 14-18.
[4] “Si fray Luis elige como modelo a Job, cuya religiosidad es sacudida por la palabra, que se queja y pregunta, es porque el reconocimiento final de su inocencia es una forma de hacer justicia, entendida ésta como correspondencia entre el orden humano y divino, como afirmación de la propia divinidad, que exige que el sujeto no perezca” A. López Castro 2013, p. 335.
[5] Oreste Macri, 1982, p.14.
[6] Commentaria in aliquot Concilii Tridentini Decreta, Alcalá, 1564, XV, 7; véanse pp. 21-26 en la ed. de J.M. Becerra Hiraldo. Luis de León 2003.
[7] La separación de filología y exégesis es también un método aplicado por los comentaristas judíos, como Ibn Ezra. Fray Luis seguirá este método al explicar su teoría sobre la traducción en el “Prólogo” a la Exposición del Cantar de los Cantares. Becerra Hiraldo, en Luis de León, p. 15.
[8] La datación de estas traducciones es incierta, aunque se contempla el decenio de 1568-1578 como periodo aproximado de su realización. Cf. Luis de León 2001, p. 18.
[9] Becerra Hiraldo, 2003, p.18
[10] La interpretación alegórica, muy antigua, predominó en las culturas judía y cristiana durante siglos. Algunos autores, con plena seguridad, datan su composición en la época postexílica (589 a.C., en adelante) por el auge que alcanzó la literatura sapiencial en este periodo, desplazando la profecía y la teología de la historia sagrada: “Ni Dios ni su actuación en la historia ocupan el centro: ahora todo gira en torno al hombre y la formalidad de su comportamiento en los diversos ámbitos de la vida. Una literatura atemporal pero solícitamente existencial” A. Ávila Martí y B. Vistarini 2002, pp. 5-6.
[11] Para el problema de la interpretación desde la crítica histórica, véase A. La Cocque 2001.
[12] Fray Luis de León, Prólogo al Comentario del Cantar de Salomón
[13]  Armando Lopez Castro, 2013, p. 40
[14] “Parece que su etimología tiene la misma raíz que «Salomón»: shemen «aceite», shem «nombre» y shalom«paz»; «Salomón» sería una síntesis de esas tres palabras, de modo que su significado sería el de La PacificadaLa que ha encontrado la paz. Este nombre califica el aspecto simbólico de todo el Cantar. Es ella, la Sulamita, la que busca la paz en los brazos del amado.” Martí Ávila y A. Bernant 2002, pp. 18-19.
[15] Cf. Gén 1-2. Cuando Dios crea al hombre infunde en él un soplo de vida.
[16] El autor de estos versos es, según el P. Merino, el poeta Ausiàs March 1440, J.M. Becerra Hiraldo (ed.), en Luis de León 2003, pp. 136 -137.
[17] Égloga VIII, vv. 65-73. Todas las citas de las obras de los poetas latinos provienen de las traducciones de fray Luis de León (2001).
[18] Virgilio, Égloga II, vv. 9-16.
[19] J.M. Blecua declara la significación que fray Luis, en el Comentario, propone para el Cantar: “Esta égloga pastoril no es, según fray Luis, un poema alegórico, precisamente porque contendría pasajes que no se pueden aplicar al amor humano; al contrario, justamente porque este poema representa el amor humano en su plena realidad, puede manifestar, según fray Luis de León, el amor divino”, Cantar de los Cantares de Salomón. Ed. J.M. Blecua, Gredos, Madrid, 1994, A. López Castro 2013, p. 90, nota 2.
[20] Miguel García Baró, 2007, pp. 123-124.
[21] Armando López Castro, 2013, p. 23
[22] Francisco García Lorca, 1972, p. 116.
[23] Miguel García Baró, p. 127
[24] En el Banquete de Platón (2007, 191d), Aristófanes hablará de la antigua naturaleza humana cuando tres eran los sexos de las personas, siendo el tercero el que participaba de lo masculino y lo femenino. “Desde hace tiempo, pues, es el amor de los unos a los otros innato en los hombres y restaurador de la antigua naturaleza, que intenta hacer uno solo de dos y sanar la naturaleza humana” pp. 101-102.
[25] Égloga VII, vv.113-120.
[26] Égloga V, vv. 97-105.
[27] A. M. Guillemin, 1982, p. 134
[28] Égloga IX, vv. 85-88.
[29] Égloga I, vv. 28-33.
[30] Égloga X, vv. 57-64.
[31] Égloga VIII, vv. 113-128.
[32] Égloga I, vv. 52-63.
[33] Égloga X, vv. 97-104.
[34]  A. M. Guillemin, 1982, p. 69
[35] Égloga II, vv. 105-112.
[36] José Luis Tejada, p. 301
[37] Égloga IV, vv. 25-36.
[38] A. M. Guillemín, p. 138
[39] Jose Mª Becerra Hiraldo, El Cantar de los Cantares de Salomón.
[40] Cantar 1, 5 -2,7
[41] Cantar 2,5; 2,7 
[42] Cantar 2,8 - 5,1            
[43] Cantar 2,17 - 3,1
[44] Cantar 2,8 - 5,1
[45] Cantar 5,2-6; SS 6,2-3
[46] Cantar 8, 8a, 8b

No hay comentarios:

Publicar un comentario