1.
Motivación
Esta reflexión
responde a un antiguo pasado que quedó impreso en mi memoria cuando era apenas
niño. El convento de las madres dominicas de las Dueñas estuvo siempre
vinculado a mi historia. De niño frecuentaba el convento que queda en frente de
mi casa cuando acompañaba a mi abuela y madre a por los dulces que las monjas
preparaban[1]. Era una forma de colaborar y ayudar a su
vida de oración no solo por los salmantinos sino por el mundo entero. A las
monjas confiábamos nuestras peticiones cuando necesitábamos su intercesión. A
ellas acudíamos en momentos significativos de algunas celebraciones.
Según fui
creciendo me atraía el silencio, su espiritualidad y su oración y era de gran
agrado acudir al convento a rezar, leer y meditar. Sobretodo el maravilloso Claustro
que tenían y que me ofrecían era para mí un lugar privilegiado, muy querido y
frecuentado. Allí en las tardes solariegas sobretodo de la primavera y del
otoño me refugiaba y pasaba largos ratos hechizado por el encanto de sus
tesoros y formas tan evocadoras. Fue allí donde conocí y descubrí el tesoro de
la vida de la negrita, Bakita de Salamanca, cuyo cuerpo descansa enterrado en
una de las esquinas del Claustro.
2.
Salamanca y Bakita
Salamanca ha
quedado unida a la negrita, Bakita de Salamanca para toda la eternidad. Su
cuerpo descansa en el convento de las monjas dominicas de las Dueñas. Este Convento
fue fundado en 1419 en los aposentos cedidos por Doña Juana Rodríguez, esposa
de Don Juan Sánchez de Sevilla, Contador
Mayor de Castilla con el rey Juan II. Se trataba de un primitivo palacio
mudéjar del que aún se conservan restos[2].
A mediados del
S. XVI gracias a nuevas donaciones se construyeron la Iglesia y el Claustro
para el nuevo Convento. El Claustro presenta una forma insólita, no es
rectangular sino pentagonal, no es regular sino irregular con cada uno de los
lados de distinta longitud y a la vez de un encanto insólito.
El Claustro organizado
en dos alturas se organiza según el propio funcionamiento del Convento. En la
parte inferior las galerías unen la Iglesia con los aposentos del Convento. La
galería de arcos rebajados sobre columnas esbeltas era propicia para el rezo de
las monjas. Respondían al sentido de la vida como peregrinos y allí las monjas
acostumbraban celebrar sus procesiones rituales. Entre las enjutas de sus
columnas se ubican medallones que representan personajes ilustres de la
espiritualidad.
Pero sin lugar
a dudas es la parte superior más reservada a la que se accede por unas
escaleras interiores la que guarda la mayor belleza y el mayor encanto[3]. La galería de la parte superior es
arquitrabada con el doble de huecos que la inferior. Los capiteles de las
columnas de menos altura que la galería inferior estás adornados con figuras de
carácter alegórico y mitológico.
Las figuras
responden a la lucha dialéctica entre el bien y el mal, el camino de la vida y
de la muerte, las virtudes y los vicios. No se puede describir el fondo de la
sabiduría que estas figuras contienen porque algunas representan figuras
humanas otras responden a figuras de la Biblia o monstruos mitológicos
recordando relieves de la Antigüedad clásica.
También los
medallones que recorren el friso tanto interior como exterior representan
diversos motivos. Muestran variedad de personajes, santos y mártires. Algunos
se pueden identificar por sus atuendos y atributos como Santa Teresa, Santa
Catalina de Siena del legado teresiano. Aparecen representadas figuras ilustres
del Antiguo y Nuevo Testamento. Adán, Eva, Moisés con las tablas, el rey David
con su arpa, San Pedro con sus llaves. Como era de esperar también representan
el misterio de Cristo dejando ver, la Virgen con el Niño o la Verónica con la
Santa Faz.
Algunas
figuras se emparejan formando escenas como la Anunciación. En medallones
parejos aparece el arcángel San Gabriel con la vara que enarbola el rollo de la
Palabra y al otro lado la Virgen María con su brazo y mano extendida recibiendo
el don del Espíritu Santo. El Espíritu Santo parece salir de la cabeza del
ángel mientras la Virgen parece recibirlo con tres llamas.
Se desconoce
el autor. Se perciben distintas manos lo que da a suponer que fueron varios
artistas. Era común permanecer anónimos para dar mejor cuenta que su trabajo
respondía a la gloria de Dios y no a la vanagloria humana.
3.
Origen pagano de la venerable Teresa
Tshikaba
La princesa
negra Tshikaba nació en la Guinea en 1676, región del occidete africano en la
costa africana en 1676. Hija del rey soberano del reino “Mina Baja del Oro”
casado con Abar.[4]
Dentro de esta
costa la “Mina Baja del Oro” incluía lo que hoy es el territorio entre Assinie
en Costa de Marfil y el río Volta en Ghana del este, todo ello denominado
Guinea en los mapas del siglo XVII. Sabemos que por entonces abrazaba un
espacio de 110 leguas de extensión y 400 de circunferencia entre los ríos Costa
y Volta, e incluía 42 reinos desplegados desde la costa hasta 60 millas en el
interior.[5]
En el tiempo
en que nace Chikaba la tierra de Guinea permanecía tras dos siglos de
colonización. Estaba sembrada de fortalezas y factorías para el tráfico de
marfil y oro, pero la «calidad» de los esclavos los había convertido en el más
valioso bien de exportación. Desde la década de 1670 la trata esclavista estaba
prácticamente en manos de los holandeses, y los dueños de asientos tenían que
apoyarse en ellos para la extracción de esclavos.[6]
La Costa del
Oro debe su nombre a la admiración de los primeros colonizadores portugueses
del siglo XV por la abundancia de este metal en sus minas y en las arenas de
los ríos.[7] De su patria sabemos que fue evangelizada por los
capuchinos después de 1686, y que pertenecía a la Guinea. En aquel tiempo aún
no había sido predicado allí el Evangelio, pero la pequeña princesa dio
muestras desde que tuvo uso de razón de una religiosidad natural fuera de lo común.
En África la
niña tratará con comerciantes y traficantes blancos y el nombre de dos de sus
hermanos, Juachipiter y Joachin, ambos tomados de los europeos, ilustran el
ambiente que frecuentó. Es probable que fuera parcialmente cristianizada, y
ello explicaría su temprana afición a las ilustraciones religiosas. Hasta los
8-9 años los niños vivían ociosos y libres en el campo, pero a partir de
entonces las niñas se consideraban en edad de emparejarse y todos sus
movimientos se centraban en agradar a los blancos.
Chikaba era la
más pequeña de cuatro hermanos y la más inteligente de ellos, por lo cual se
abrigaba la esperanza de que sucediese a su padre en la corona de ese pequeño
reino africano. Desde su niñez, su alma palpaba una
inquietud desbordante en la búsqueda espiritual y su encuentro con el Dios
verdadero que no conocía pero que sentía con fuerza.
Ella se preguntaba
por quién regaba los campos, mantenía fresca la hierba y daba colorido a las
flores. Su tribu rendía culto al sol, y en cierta ocasión uno de sus hermanos
la llevó a ese rito y se lo señaló al amanecer: "¿Ves allí el dios por
quien preguntas y a quien toda esta tierra reverencia?". Pero ella no se
conformaba, y respondió: "¿Y quién puso allí esa estrella?
El eco de esa
respuesta se difundió entre los suyos, quienes, deslumbrados por su prematura
sabiduría, empezaron a considerarla una especie de oráculo divino, a
consultarle cosas y pedirle sanaciones. Chikaba, sin embargo, seguía
escapándose para meditar en solitario sobre todas estas cosas y orar a su modo a aquel Dios que aún
desconocía.
Un día llegó
hasta un manantial y volvió a plantearse su incansable
interrogante: ¿quién lo puso ahí? Y entonces, al levantar los
ojos, vio ante sí una Señora blanca y hermosa que llevaba en brazos un Niño
blanco que sujetaba en sus manos una cinta larga que acariciaba
la cabeza de la niña.
Tenía nueve años, y aquella visión la marcó para siempre. Cuando en cierta ocasión su hermano mayor le expresó su temor de que ella, y no él, heredase la corona, ella le tranquilizó con esta frase que habría de repetir más veces en su vida: "Sábete que yo no me he de casar en esta tierra con hombre alguno, sino con un Niño muy blanco que conozco".
Sabemos de todos estos detalles porque ella se los contó años después a su confesor, el padre dominico Juan Carlos Pan y Agua (Paniagua), quien publicó su biografía en 1752, sólo cuatro años después del fallecimiento de la religiosa en 1748, con todos los acontecimientos frescos y vivos los testigos de su santidad.
Tenía nueve años, y aquella visión la marcó para siempre. Cuando en cierta ocasión su hermano mayor le expresó su temor de que ella, y no él, heredase la corona, ella le tranquilizó con esta frase que habría de repetir más veces en su vida: "Sábete que yo no me he de casar en esta tierra con hombre alguno, sino con un Niño muy blanco que conozco".
Sabemos de todos estos detalles porque ella se los contó años después a su confesor, el padre dominico Juan Carlos Pan y Agua (Paniagua), quien publicó su biografía en 1752, sólo cuatro años después del fallecimiento de la religiosa en 1748, con todos los acontecimientos frescos y vivos los testigos de su santidad.
La princesa de
Chikaba vive una infancia feliz hasta que apareció en la costa una nave
española de negreros en busca de esclavos que raptaron a la pequeña como
mercancía apta para negocio.
5.
Su rapto
A los diez años de edad fue capturada en una playa por un navío español. La vida de Chikaba dio un vuelto trágico,
aunque providencial, cuando en una de sus escapadas se extravió y llegó hasta
una playa desconocida para ella. Justo en ese momento arribaba una barca
proveniente de una nave española, y un hombre la capturó para llevársela como esclava. Emprende así un
viaje inesperado para ser trasplantada a otra tierra para ella desconocida.
En 1686
Chikaba se sumaría a los más de 600.000 negros exportados por los europeos de
los puertos africanos entre 1675 y 1700.[9]
Aunque Tomás Vitoria y la Escuela de Salamanca habían sentado los principios del derecho internacional
negando la esclavitud natural aristotélica quedaban muchos resquicios para
mantener la esclavitud legal o administrativa.[10]
Quienes la
apresaron comprendieron, por su atuendo y joyas, poco comunes, que se trataba
de alguien de relevancia entre los suyos. Con su precoz inteligencia, al ver
alejarse la costa, la niña comprendió que no había retorno. Decidió tirarse por
la borda para ganar de nuevo la arena, pero entonces la misma Señora
blanca que había visto en el manantial se le apareció para disuadirla de
una iniciativa que habría resultado mortal.
La niña debió
sufrir algún tipo de vejación física antes o durante su captura. La ingente
cantidad de abusos cometidos contra los esclavos por los traficantes en este
territorio se ha descrito con profusión.[11]
6.
Su bautismo
Antes de
arribar la nave a tierra española se detuvo en Santo Tomé donde fue bautizada. Recibe allí el nombre de
Teresa cuando sólo contaba diez años de edad. Chikaba que seguramente, había
recibido a bordo las primeras nociones de la fe cristiana, fue bautizada.
Más tarde explicó la felicidad que supuso para ella encontrar por fin respuesta
a todas sus inquietudes religiosas, lo cual al menos pudo consolarla un poco
del dolor de la separación de los suyos, que intuyó definitiva.
Chikaba es
posible que fuera bautizada como Teresa en Santo Tomé, donde se llevaban a cabo
ceremonias masivas como práctica habitual entre portugueses y españoles. El
estoicismo de los negros frente a la muerte y su certeza de que volvían a su
tierra al morir los hacía particularmente peligrosos en alta mar pues se
arrojaban por la borda sin el más mínimo temor. Salvar el alma de estos paganos
tranquilizaba las conciencias antes de emprender un viaje transatlántico de
incierto final.[12]
7.
La acogida y el apoyo de la familia
Mancera
Pero sigamos
la trayectoria de Teresa después de su bautismo en el puerto de paso hacia
España. Cuando la nave estuvo provista de lo necesario reanudó la travesía
hasta la costa sur española y arribar a Sevilla. Dentro del reducido consumo
interior Sevilla era la ciudad con más tradición de compraventa de esclavos y
eran asiduas las subastas mediante anuncios públicos en las calles. La
adquisición se realizaba fundamentalmente por la nobleza, y los hoy anónimos
primeros propietarios pudieron comprar esta niña negra para el trabajo
doméstico.[13]
Desconocemos
las vías que llevaron a la cesión de Chikaba a Carlos II, aunque las
presunciones sobre su origen debieron influir. Con frecuencia el esclavo era
sometido a compraventa una vez adquirido, no siendo excepcional regalarlo a la
Corona para ganarse el favor real. Carlos II sabía que el Marqués de Mancera
«gustaba de los extranjeros, efecto del compasivo amor con que alivió, y
socorrió cuanto Virrey a los Indios[14].
Allí tuvo la
suerte de ser recibida por una noble familia, los marqueses de Mancera, la
acogieron con cariño y más que una esclava la trataron como parte de la familia
en 1704. El marqués don Diego que era Virrey de los indios y muy sensible a los
de raza negra, enterado de su origen, le quiso brindar buena educación. Esto
levantó la envidia de los otros esclavos. Pese a todo no quedó exenta de malos
tratos y golpes que marcaron su cuerpo con cicatrices para toda la vida.
Hombre de su
época armonizaba la piedad cristiana hacia seres bautizados e infelices por
naturaleza con su explotación. Cuando Juliana Teresa Portocarrero Meneses,
segunda Marquesa de Mancera, se encuentra con una esclava negra de carácter
vivo y vehemente estas convicciones afloran abiertamente recordando
notoriamente al primer Bartolomé de las Casas [15]
Los marqueses la quisieron, pero «toda la vida se la paso teniendo que
afrontar un desprecio» por el color de su piel, empezando porque no se la
admitía en los monasterios y «muchas personas la despreciaron.[16] los marqueses la dieron
la libertad y la dejaron una dinero que ella la repartía, ayudaba a los pobres,
a las chicas que querían ser monjas y no tenían para pagar la dote». La gente
conocía esto y la valoraba mucho.[17]
Su hipotética
sangre real la llevó hasta la corte de Carlos II quien la cedió a Antonio
Sebastián de Toledo, II Marqués de Mancera. Este hombre, grande de España y
virrey de Méjico durante 9 años[18]
Percatados de
la nobleza de su sangrr fue trasladada Madrid. Sus captores consideraron que
aquella esclava, por su origen, merecía vivir en la corte real de Madrid, y se
la ofrecieron al rey Carlos II,
quien se la entregó al marqués de Mancera para su custodia y
educación. Pero aprovechó tanto la formación espiritual que recibía, que muy
pronto la marquesa abandonó todas sus diversiones y pasatiempos para convertirse en discípula de la niña, con
quien pasaba horas ante el Santísimo hablando de Dios.
Esa preferencia le granjeó la envidia de la servidumbre, y con ello sus desprecios, insultos e incluso golpes. Uno que le propinó el aya le produjo molestias el resto de su vida. Otra esclava, turca, quiso asesinarla de una puñalada, echándose atrás en el último momento. La mahometana se puso a morir poco después, pero se negaba a convertirse. Chikaba, quien tras cristianarse se llamaba Teresa, logró convencerla en el último momento, y la chica falleció tras el bautismo
Esa preferencia le granjeó la envidia de la servidumbre, y con ello sus desprecios, insultos e incluso golpes. Uno que le propinó el aya le produjo molestias el resto de su vida. Otra esclava, turca, quiso asesinarla de una puñalada, echándose atrás en el último momento. La mahometana se puso a morir poco después, pero se negaba a convertirse. Chikaba, quien tras cristianarse se llamaba Teresa, logró convencerla en el último momento, y la chica falleció tras el bautismo
Desde los 10 a
los 27 años sería una esclava en el palacio de los Marqueses de Mancera. Mientras
vive con los Marqueses tiene ayas para ilustrarla en «los ejercicio y
habilidades femeninos» y el que fuera capaz de escribir poesía, si bien
toscamente, es algo inaudito para una esclava negra de la época.[19]
8.
El malogrado reencuentro con su pasado a
través de su tío Francisco
Otra página de
sufrimiento para chakita va a producirse de nuevo. Fruto del tráfico de
esclavos llegó a Francia otra persona de color, también de origen regio,
capturado en un barco francés. Era en 1701 cuando Juan Francisco, tío carnal de
la esclava y también príncipe de la Mina Baja del Oro quiso intervenir en favor
de Chakita. Enterado el rey Luis XIV quiso ponerlo en libertad. El excautivo,
buscando el paradero de la princesa, de regreso a su patria, quiso pasar por
España y visitar a la joven Teresa que se había enterado estaba en casa de los
marqueses. Al contarle Teresa la familia de donde procedía pudo comprobar que
esta era nada más y nada menos que su sobrina Tshikaba. Le contó además que al
morir sus seres querido le correspondía a ella la corona de su reino de “Mina
Baja del Oro”. Intentó en vano tomarla por esposa y llevársela a Guinea pero
los marqueses defendieron a Teresa. Teresa supo así de sus padres y hermanos. Habían muerto ya, pero
los franciscanos habían predicado el Evangelio en aquella zona y todos ellos se
hicieron cristianos.
Los marqueses le dieron esa posibilidad a Chikaba, pero ella tenía decidido casarse con aquel Niño Blanco que ahora sabía quién era, y se negó a casarse con su tío. Su tío intentó llevársela por la fuerza y con violencia, pero fracasó. El tío fue en principio recibido en casa de los Mancera cuando más tarde quiso contraer matrimonio con su sobrina para volver ambos a África. Obviamente Chikaba lo rechazará impulsada por su fervor religioso. Cuando el pariente se fue, derrotado por la firme voluntad de la chica, los marqueses escucharon su deseo de ingresar en un convento de monjas contemplativas.
Los marqueses le dieron esa posibilidad a Chikaba, pero ella tenía decidido casarse con aquel Niño Blanco que ahora sabía quién era, y se negó a casarse con su tío. Su tío intentó llevársela por la fuerza y con violencia, pero fracasó. El tío fue en principio recibido en casa de los Mancera cuando más tarde quiso contraer matrimonio con su sobrina para volver ambos a África. Obviamente Chikaba lo rechazará impulsada por su fervor religioso. Cuando el pariente se fue, derrotado por la firme voluntad de la chica, los marqueses escucharon su deseo de ingresar en un convento de monjas contemplativas.
A raíz del
encuentro con su tío y a la negativa de su propuesta, es entonces cuando se
despierta en ella el deseo de hacerse religiosa y entregar su vida a otro
patrón Jesucristo. Por entonces no era nada fácil que una persona de color
fuera recibida en un monasterio. Sentía que Dios la llamaba pero, por el color
de su piel, las puertas cerradas.
Aquí comenzó
otra historia de sufrimientos. Un noble caballero, Diego Gamarra, fue el encargado de buscar monasterio, en Madrid y fuera
de Madrid. Pero la raza negra de Chikaba parecía un muro infranqueable.
Ni con tan elevadas recomendaciones la querían. Esa humillación se convirtió en
un nuevo dolor para la joven. Cuentan las Actas del Capítulo Provincial de Dominicos celebrado en Toro en 1749,
donde se trató su caso, que Santo Domingo "la consoló, asegurándole que se
cumplirían sus deseos".
9. Empieza una nueva búsqueda
Fruto de su
insistencia Don Diego intentó toda clase de pesquisas. Oyó decir de un convento
en Alba de Tormes. Hasta allí acudió al convento de Santa Isabel de terciarias
franciscanas, pero se encontró con la negativa influencia de una noble señora
que había entrado al convento: No está fundada esta casa para negras.
Intentó ingresar en un convento, pero fue rechazada en todos los de Madrid
por ser negra. Finalmente, entró en el convento de terciarias dominicas de la
Magdalena, vulgo de la Penitencia, de Salamanca.
Después Don
Diego indagó en Salamanca yendo a visitar a las religiosas dominicas del
Convento de la Penitencia. Allí fue recibido por la Madre Jesús quien en
principio le abrió la posibilidad.
Entra en el
convento y Chakita se convierte en Sor Teresa Juliana de Santo Domingo o la
«Negrita de la Penitencia». Ya en las Siete Partidas se contempla la profesión
religiosa como causa para la liberación de los esclavos y el testamento de
Juliana Teresa Portocarrero es un ejemplo de «ahorramiento condicionado», es
decir ligado a entrar a la vida religiosa. En él se manda a Teresa Juliana que
hoy es mi criada y esclava y la dejo libre, en profesando de religiosa se le dé
de mis bienes cincuenta ducados cada un año para gastillos otras cosas que se
le pueden ofrecer durante su vida.[20]
10.
Su llegada a Salamanca y su ingreso en la
convento de la Penitencia
No era fácil
considerar a una negra como correligionaria religiosa, y el convento de la
Magdalena o de La Penitencia no sería una excepción. Fundado en 1548 para mujeres
públicas arrepentidas la Magdalena era en el siglo XVII un convento tradicional
de la Orden Tercera de las dominicas. La admisión de Teresa Juliana en una
comunidad tan estricta sobre la «pureza de sangre» como la dominica sólo se
justifica por la extrema penuria del convento y por la dote especialmente
elevada que pagarán los Marqueses.[21]
El propio
obispo de Salamanca «con alguna repugnancia por el asunto» afirma que permite
el ingreso por «ser de gran utilidad de la comunidad y aumento de las rentas de
dicho convento». En el contrato de
entrada de octubre de 1703, firmado por Teresa, se especifica que entra para
«servir a Dios en el convento.[22]
Para vencer la
resistencia interna de la comunidad se exime a las monjas de tratar a Sor
Teresa Juliana como novicia, se la priva de directora espiritual, y se le vetan
el coro, el refectorio y el dormitorio común. En realidad mantendrá siempre una
ambigua condición de terciaria seglar con votos privados siendo tratada como
inferior a todas las religiosas incluidas las legas. En la orden dominica las
monjas de coro no realizaban los trabajos domésticos, en manos de las legas sin
dote y de las criadas.
Aunque en el
contrato de admisión se especifica que no tiene obligación de servir a la
comunidad lo cierto es que Sor Teresa Juliana ejercerá de esclava de las mismas
ocupándose hasta el final de sus días de los trabajos más duros como cocinar,
barrer, lavar o limpiar. La africana poseía cierta ventaja frente a sus
compañeras para sobrellevar las penurias físicas. En la Costa del Oro se había
criado con una dieta escasa donde el pescado podrido era incluso un manjar, y
dormido en un lecho bajo y duro formado por un jergón de guijarros y cuatro
pajas. Pero sobrellevar la humillación espiritual la obligará a adherirse fuertemente
a su nuevo Señor.[23]
Su ingreso no
fue fácil y se añade a la lista de padecimientos que debió de soportar. Tras
hablar el caso con la comunidad, esta accedió a recibirla no como religiosa
sino en calidad aspirante. Teresa se puso en camino y salió de Madrid rumbo a
Salamanca y quiso detenerse en Alba de Tormes para venerar las reliquias de
Santa Teresa, su santa Patrona. Después de visitar también el convento de las
Isabelinas arribó a Salamanca en octubre de 1703.
Don Diego
conoció en Salamanca a la Madre Jesús, priora del Convento de la Penitencia, donde finalmente fue admitida en 1703.
Durante el viaje desde Madrid a la ciudad del Tormes visitaron un convento
donde había sido rechazada y al conocer su virtud la superiora se arrepintió de
no haberla admitido. El obispo de Salamanca, Francisco Calderón de la Barca (pariente del dramaturgo), sin
embargo, tenía reservada para Chikaba aún una prueba más. Sin que se sepa por
qué, prohibió que ingresase como
novicia, sino sólo como terciaria y sirvienta, lo cual no le permitía
hacer vida con las monjas.
Sor Teresa
recibió el golpe con espíritu de obediencia, y enseguida destacó por su bondad
y caridad con todas las hermanas, incluso con aquellas que la trataban mal.
Otras, sin embargo, como Sor María
Teresa de San Jacinto, le enseñaron a rezar el oficio divino según el
rito dominico, y eso a la postre sería providencial. El obispo, una vez
descubierta la santidad de aquella terciaria, no sólo rectificó y permitió que
fuese novicia, sino que adelantó
su profesión. Sor Teresa desde los 27 hasta su muerte a los 74 años una
monja de clausura en Salamanca. Víctima de un singular destino Chikaba es
celebrada hoy como la primera negra admitida como religiosa en un convento de
clausura español[24]
11.
Su estancia en el convento de la
Penitencia
A los
ocho meses de estancia en el monasterio, el 29 de junio de 1704, Chikaba,
Teresa, se convirtió en Sor Teresa
Juliana de Santo Domingo, y el mismo obispo quiso presidir su profesión solemne e
imponerle el velo blanco. Al fin se había desposado, a los 28 años, con el Niño Blanco que conoció cuando tenía
nueve. Ese día tuvo una visión en la cual el mismo Santo Domingo le tomó los
votos. Fue una de las "tres o cuatro veces" que, confesó, le vio en
su vida.
Sus dolencias
corporales permanentes y sus uniones místicas con Jesús cohabitan con la
sublimación de todo tipo de sacrificios a favor de las demás monjas, en gran
parte forzada por los confesores dominicos. Su condición de negra la hace
idónea para «ejercitarla y probarla». Pronto encontraremos roces entre la
religiosa y sus directores espirituales, llegando ésta a plantearse renunciar a
los mismos para «estar desasida de confesor». Es obligada a asumir contra su
voluntad el cuidado de infieles, enfermas infecciosas «llenas de llagas y
hedor» y, por más de veinte años, de una demente/endemoniada hija de un
contribuyente al mantenimiento del convento. Este último episodio ilustra la
fuerza con qué persistía en los subconscientes colectivo.[25]
De esta época
se conserva una carta autógrafa de Sor Teresa, como procedentes de su boca. De
esta se deduce el carácter incondicional de su sometimiento a la divinidad,
«Sentía dentro de mí corazón que le amase mucho, mucho; yo no sé, qué es amar a
Dios, ni cómo darle gusto, sólo me parece a mí, que le gustará que en todo
trate la verdad un corazón velador, siempre asido sólo a las cosas de su
gloria, desterrando cosas terrenas en toda criatura, mirando sólo al creador y
siendo sólo el señor suyo, alma, vida y corazón, sin dejar cosa libre fuera de
su majestad: bien se conocerlo, mas el hacer falta….te quiero, te quiero, te
quiero(…)» [26]
Durante sus
años de clausura Sor Teresa Juliana tuvo «confidentes» con los cuales se
comunicaba largos períodos de tiempo a través de las rejas y accedió al
material habitual de lectura en los conventos dominicos como constituciones,
evangelios o hagiografías de santos. Asimismo mantuvo correspondencia, al menos
con Fray Félix de Córdova, y escribió asiduamente según las directrices de sus
confesores.[27]
Tan sólo en el
transcurso del tiempo, viendo su comportamiento, las monjas accedieron a
permitirle que pronunciase los tres votos. Fue recibida como religiosa haciendo
profesión en 1704 con el nombre de sor Teresa Juliana de Santo Domingo y permaneció
en el convento hasta su muerte en 1784.
12.
La Negrita de la Penitencia, protectora y sabia
Empieza
entonces la indudable historia de una santa. Son conocidas sus penitencias y
ayunos, y un padecimiento que para ella era aún mayor: atender en el locutorio a las decenas de
personas que, conocedoras de su santidad, empezaron a acudir a pedirle consejo.
En Salamanca la llamaban "la Negrita", y "la Negrita de la
Penitencia" quienes sabían su espíritu de renuncia a todo por su
Esposo.
A la Negrita no sólo se le atribuyeron diversas curaciones, sino también el que Salamanca se viese libre de bombardeos y saqueos durante la guerra con Portugal de 1706. Ante la proximidad de los combates, ella había sacado por la ventana como escudo protector una imagen de San Vicente Ferrer -a quien confiaba los favores por los que los salmantinos le pedían que rezara-, y todos la consideraron salvadora y protectora de la ciudad.
Sin embargo, dentro de los muros del convento (hoy desaparecido tras ser destruido por los franceses en 1810) algunas de sus hermanas continuaron hasta el final menospreciándola y humillándola.
A la Negrita no sólo se le atribuyeron diversas curaciones, sino también el que Salamanca se viese libre de bombardeos y saqueos durante la guerra con Portugal de 1706. Ante la proximidad de los combates, ella había sacado por la ventana como escudo protector una imagen de San Vicente Ferrer -a quien confiaba los favores por los que los salmantinos le pedían que rezara-, y todos la consideraron salvadora y protectora de la ciudad.
Sin embargo, dentro de los muros del convento (hoy desaparecido tras ser destruido por los franceses en 1810) algunas de sus hermanas continuaron hasta el final menospreciándola y humillándola.
Teresa Chikaba
fue un alma eucarística y perfilada en el amor de Dios, que describe así en una
carta a su confesor: "Yo no sé qué es amar a Dios, ni cómo darle
gusto, sólo me parece a mí que le gustará el que en todo trate la verdad un
corazón velador, y siempre asido sólo a las cosas de su gloria, desterrando
cosas terrenas en cada criatura, mirando sólo al Creador, y siendo sólo el Señor suyo, alma, vida y
corazón, sin dejar cosa libre fuera de su Majestad: bien sé conocerlo,
mas el hacer falta".
Sor Teresa conocida
entre los salmantinos como la princesa Negra o “La Negrita” gozaba de un
carisma especial en favor de los enfermos. Según cuenta ella un día se le
apareció la Virgen y le hizo entrega del milagroso don de curar a los más
pequeños. Las madres salmantinas acudían al convento y se encomendaban a ella
cuando sus hijos estaban enfermos. Se sabe de numerosas curaciones por ejemplo
de curar las hernias en los niños.
13.
Sus virtudes y fama de santidad
Poco a poco
fue conocida en Salamanca como la Negrita aunque el nombre de profesión fuera
Sor Teresa Juliana de Santo Domingo. Los ciudadanos de Salamanca pronto
descubrieron en ella los dones especiales que Dios le concedió y el tesoro que
albergaba la ciudad. La Negrita era una mujer que reflejaba el espíritu dominicano
su vida orante y penitente, tenía gran devoción al Santo Niño Blanco, a Santa
María y a San Vicente Ferrer. Dormía en un guijón de guijarros y tenía por
almohada un tronco de madera. Hacía grandes ayunos y poco a poco le fue
fallando la salud hasta quedar paralítica. Pero lo que más destacó en ella era
su espíritu de caridad y su talante conciliador.
No contenta
con servir a sus hermanas en las necesidades de cada día se extremaba en el
cuidado de las personas más enfermas. Todas las personas que acudían a ella
encontraban aliento consejo y ayuda. Con su intervención en 1706, en un tiempo
donde había tensas revueltas en la ciudad, fue conocida como la gran
pacificadora. Aún en medio de la estima de los salmantinos, con paz soportó
muchas contrariedades.
Destacó esta religiosa excepcional por una devoción ardentísima a la
ecucaristía (adorándola o en actitud de adoración la representan todos sus
retratos). También fue extraordinaria su devoción a la Virgen María, que tuvo
intervenciones especiales en todas las etapas de su vida espiritual: desde el
mismo momento del bautismo, pasando por la crucial aparición mariana del
manantial hasta, finalmente con los años, emprender el viaje final de su vida.
Practicó todas las virtudes en grado heroico: una caridad a toda prueba,
sobre todo en el cuidado de las enfermas de la comunidad, en la oración
por los pecadores, los infieles y las almas del purgatorio; una fe y una
confianza heroicas en las pruebas que el Señor le envió; desprecios y
persecuciones que, primero en casa de los marqueses y después en el convento,
se levantaron contra ella por el solo hecho de ser negra.
De su pureza angélica dejó constancia el Capítulo de Toro al decir de ella
que “murió habiendo vivido 72 años sin mancha de pecado mortal”. Fue constante
su oración, y practicó grandes penitencias. Edificó a toda Salamanca con sus
virtudes y con sus dones de curaciones, profecía y consejo. La ciudad conserva
todavía el recuerdo de sus virtudes y los abundantes milagros realizados por su
intercesión.
Aunque al
principio la vida de oración le resultase fácil ni atrayente poco a poco se
diría que la Negrita vivía sumergida en un continuo coloquio con Aquel a quien
tanto amaba. Era asidua en la oración velando junto al sagrario noche y día.
Pasaba largas horas recogida en soledad. De este diálogo sacaba las fuerzas
para superar todas las adversidades. Su amor a Jesús eucaristía era tal que
pidió ser enterrada al lado del sagrario. Se entregaba en la oración
intercediendo por los pecadores. Decía que sentía en su corazón el deseo que
todos conocieran y amasen a Jesús. Cuentan que ya próxima su muerte cuando se
encontraba postrada por la parálisis, pidió le trajeran el Santísimo y se
incorporó como si estuviera sana. Suspiraba el encentro con su amado: “Bien
quisiera salir de este destierro y pasar a la amada Patria a descansar”.
14.
La transfiguración final
Tras largos
años de clausura Sor Teresa muere en diciembre de 1748 abandonada a su suerte,
como no podía ser de otra manera, «por disposición divina: el Principal ausente
por obediencia: los demás algo tardos y perezosos, sin saber por qué, en
asistir al alivio, y consuelo de Teresa, ni haber en el mucho cariño que le
profesaban, más causa para el retiro que gustar a Dios».[28]
Es sepultada,
contra sus deseos, en el «entierro común» del claustro del Convento de Santa
María Magdalena. Posteriormente se trasladarán a otro convento dominicano de la
ciudad, el de Santa María de las Dueñas, donde aún descansan.
Sor Teresa
Juliana de Santo Domingo murió el 6 de diciembre de 1748 "habiendo vivido setenta y dos años sin mancha
de pecado mortal", según declara el citado Capítulo de Toro. El
padre Paniagua relata un prodigio que sucedió en ese momento, y que asombró al
doctor que la atendía, testigo presencial: una breve transfiguración que convirtió en luminosamente blanco su rostro
negro, como si Dios, sugiere la Madre Maeso, hubiese querido
"hablar muy claro a todos aquellos que habían despreciado a Teresa por su
oscuro color", reflejando "en su carne marchita la limpidez y
blancura del alma que habían albergado".
Fue el 7 de
diciembre de 1748 en la víspera de la Inmaculada cuando después de una larga
enfermedad, habiendo vivido setenta y dos años y recibido la santa unción, pasó
a la otra orilla. Salió de las ataduras del cuerpo aquel espíritu triunfante y
glorioso. Toda la ciudad de Salamanca se estremeció al conocer su muerte y
acudieron al monasterio en busca de alguna reliquia.
15.
Su traslado al convento de las madres
dominicas de las Dueñas
La Bakita de
Salamaca conocida como Negrita murió en olor de santidad. Después de morir
cuando el convento de Terciarias fue expoliado y destruido por los franceses en
1810 las religiosas de la Penitencia fueron acogidas por la comunidad de Santa
María de las Dueñas que vivían en el convento titulado Nuestra Señora de la
Consolación. Allí llevaron consigo los restos de la Negrita Sor Teresa. Sus
restos fueron inhumados el 6 de julio de 1961 y colocados en un nicho abierto
en el muro del claustro cubierto con una lápida de mármol color negro.
Sor Teresa
está enterrada en el precioso claustro plateresco del S. XVI. Desde entonces el
patio se revistió de un tesoro con una joya inigualable. Sus restos se
conservan en el convento de
Dominicas Dueñas de Salamanca (situado enfrente de la iglesia de
San Esteban), donde fueron trasladados tras las destrucción por los soldados
napoleónicos del convento de la Penitencia. En 1961 se colocaron en un nicho
abierto en el muro del claustro de enterramientos, cubierto con una lápida de
mármol negro. Allí esperan cualquier decisión de la Iglesia respecto a la
proclamación de una santidad de la
cual no hubo en su tiempo duda alguna.
16.
En proceso para su canonización
Chikaba va a
ser protagonista de un proceso en curso de beatificación[29].
Durante largo tiempo su persona permanece en la oscuridad, si exceptuamos la
hagiografía publicada por Juan Carlos Paniagua en 1752, a los 4 años de su
muerte.[30]
Aún está por
determinar si Sor Teresa Juliana de Santo Domingo será finalmente beatificada.
El esfuerzo en esta dirección lo inició el propio Paniagua en los últimos
capítulos de su hagiografía y continúa en la actualidad, promovido por la Orden
de Predicadores de la asamblea Africana de Sudáfrica.
En su lecho de
muerte la Negrita se lamenta «con verdad que bien quisiera salir de este
destierro y pasar a la amada patria a descansar».
Paniagua
asumía que el destierro era la vida terrena y la patria la vida eterna. Pero
tal vez el destierro era España y la patria aquél África azul a donde podría
finalmente regresar. Allí el viejo Bossefou de sus ancestros, mucho más
misericordioso que sus iguales europeos, examinaría su alma bajo la tierra. En
caso de bondad le permitiría cruzar el río de la inmortalidad transmutada en un
animal; en caso de maldad la dejaría ahogarse y desaparecer para siempre bajo
las aguas.
Es sencillo
imaginar que Sor Teresa Juliana de Santo Domingo, Chikaba, no debió sentir
temor ante este último tránsito hacia sus orígenes. Orígenes que acaso fueron
siempre el íntimo refugio para una razón gradualmente perturbada por la
infinidad de humillaciones y mortificaciones que sufrió.
Chikaba tiene
muchas virtudes y su vida no quedó en el olvido para las dominicas, que en
1810, cuando los franceses demolieron el antiguo convento que estaba situado
cerca de la iglesia de San Blas, cogieron sus restos y los trasladaron al otro
monasterio de dominicas que entonces había en Salamanca, el actual de Nuestra
Señora de la Consolación, que acogió con los brazos abiertos a la comunidad de
15 monjas. El siguiente traslado de los restos de La Santa Negrita, fue en
1961, cuando se colocaron en el muro de al lado del coro, tras una lápida de
mármol negro. La actual comunidad de 32 dominicas la siguen queriendo y esperan
ver pronto en los altares a su querida Negrita.
Sor María
Eugenia conoce todos estos detalles y muchos más porque se encargó de
reescribir la biografía de sor Teresa Juliana de Santo Domingo para aportarla
dentro de los documentos exigidos en el proceso de canonización. En estos
momentos aunque Teresa Chikaba es llamada por muchas personas venerable, aun es
Sierva de Dios.
La primera
biografía la escribió el padre teatino, que a su vez fue uno de sus confesores,
Juan Carlos Paniagua en 1752, es decir, a los cuatro años de morir La Negrita
de la Penitencia. Esta estaba escrita en un castellano antiguo y ponderando
mucho los hechos milagrosos.
Uno de estos alude al primer contacto de Chikaba con Jesucristo, que se
produjo en su propio país, cuando ella no conocía la existencia de hombres de
piel blanca. Dicen que se la apareció una mujer
blanca con un niño en brazos; la Virgen con su hijo Jesucristo. Ella
caminaba por los campos y buscaba explicaciones, este encuentro con la madre de
Dios y su hijo en brazos, fue el momento en que «recibió los primeros rudimentos
de la fe cristiana sin mediaciones humanas.
BIBLIOGRAFIA
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princesa negra” (1998)
Raúl Martín, Historia de Salamanca, 5 tomos, Centro de
Estudios Salmantinos. Salamanca 1997
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la tradición salmantina. Diputación de Salamanca, Salamanca 2010
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Rodríguez, Historias y leyendas salmantinas,
Salamanca 1993
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Beatriz Antón Ferrús (2008). «Sor Teresa Juliana de Santo Domingo, Chicaba o escribir en la piel del
otro» (pdf). Cuadernos Dieciochistas (9):
181-192. ISSN 1576-7914. Archivado desde el original el 30 de
noviembre de 2014.
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Edad Moderna». Tiempos
Sánchez Lora, J. L. 2005. «Mujeres en religión» en I. Morant
(coord.), Historia de las mujeres en España y América Latina II: 131-152.
Madrid
[1] Las monjas eligieron
hacer dulces como un medio de ganarse la vida y de deleitar a los salmantinos
con sus dulces. Sus famosos bocaditos de yema, galletas de nata y mantecados
deleitan a los que a ellas acuden y así fueron ganando popularidad como grandes
reposteras de los incomparables “amarguillos”
[2] Entre estos restos
destacan algunos arcos mudéjares que conservan su estilo mudéjar, arcos
ojivales decorados con azulejos vidriados de distintos colores. También a esta
primitiva construcción corresponde un bello artesonado que fue trasladado a una
sala del Museo de Bellas Artes.
[3] Don Luis Cortés ha
definido este elenco original de patios conventuales con el nombre de
“exteriores internos”. Don Manuel Pérez Hernández describe el universo de
imágenes del claustro de estérico simbolismo como una especie de revival de
seres imaginarios y apocalípticos. Algunos han querido ver en los personajes
una representación de Dante en su Divina Comedia. Don José Almeida corrales
sugiere una investigación del mensaje iconógrafico. José Almeida Corrles,
Salamanca 2016, p. 78
[4] Su biógrafo llama a ese reino “Mina Baxa del Oro” De su biografía, escrita por el R.P. Don Juan
Carlos Pan y Agua (Paniagua), teatino, se hicieron dos ediciones en doce años,
en 1752 y 1764. Imprescindible para profundizar en su vida es el libro
de Sor María Eugenia Maeso, “Tshikaba, la princesa
negra” (1998), un breve y acertado compendio de la obra de
Panigua. sor María Eugenia supone que el reino o tribu de su padre era en Gana,
ella era hija del rey de la conocida como mina baja del oro en Guinea, por eso
se dice que fue princesa, aunque interpreta que puede que su padre fuera jefe
de una tribu.
[5] Barbot, J.1992 (re-edición). Barbot on Guinea: the
writtings of Jean Barbot on West Africa 1678-1712. Londres: Halkluyt Society
(175-176).
[6] Goslinga, C. 1985. The Dutch in the caribbean and in
the Guianas 1680-1791. Assen: Van Gorcum and Co.
[7] Vogt, J. 1998. Portuguese rule on the Gold Coast
1469-1682. New York: University Georgia Press.
[8] En 1998 la dominica Sor María Eugenia Maeso
escribió un breve compendio de esa obra, bajo el título Tshikaba, la princesa
negra, que seguimos para este artículo.
[9] Prat Manix, D. 1968.
Historia de la trata de negros. Madrid: Alianza Editorial.
[10] Mercado, T. 1975. Suma de
tratos y contratos. Madrid: Restitutio Sierra Bravo (original de 1571).
[11] Postma, J. M. 2008. The Dutch in the Atlantic slave
trade, 1600-1815. Cambridge: Cambridge University Press.
[12] Sandoval, A. 1987. Un
tratado sobre la esclavitud. Madrid: Alianza Universidad (original de 1627).
[13] Castro, A. 1892. «De la
esclavitud en España». La España Moderna año IV, XXXVIIIn: 128-149.
[14] Paniagua J. L, 1752:19.
[15] Paniagua J. L,
1752:19.
[16] Sor María Eugenia dice que esto era algo
habitual en aquellos tiempos y ahora «¡gracias a Dios! las cosas han cambiado.
[17] Escritores
como Bernardo Dorado, «que habla de ella», y Diego Torres Villarroel, «la
ponderaba mucho, algo que extraña porque era muy contrario a las devociones
populares.
[18] Hanke, L. 1978. Méjico:
los virreyes españoles en América durante el gobierno de la Casa de Austria,
tomo V. Madrid: Biblioteca de Autores Españoles.
[19] López Cortés, J. L. 1989.
[20] Protocolo del Escribano
Francisco Lázaro Mayoral, no 13977. 10 Abril de 1703, Archivo Histórico
Provincial de Madrid.
[21] Torres Sánchez, C. 1991.
La clausura femenina en la Salamanca del siglo XVII. Salamanca: Universidad de
Salamanca.
[22] Paniagua, J. C. 1752: 59.
[23] Sánchez Lora, J. L. 2005.
«Mujeres en religión» en I. Morant (coord.), Historia de las mujeres en España
y América Latina II: 131-152, Madrid: Cátedra.
[24] Velázquez, M. L. 2004. La
mujer de origen africano en la capital novohispana, siglos XVII y XVIII.
Méjico: UNAM. En esta referencia se documentan monjas negras, lo cual podría
explicar la entrada de Chikaba en un convento inducida por Mancera, conocedor
directo de este mundo.
[25] Duque de Maura. 1900.
Supersticiones de los siglos XVI y XVII y hechizos de Carlos II. Madrid:
Saturnino Calleja
[26] Paniagua, J. C. 1752:
100.
[27] Maeso, M. E. 2004.
[28] Paniagua, J. C.
1752: 121.
[29]Maeso, M. E. 2004. Sor
Teresa Chikaba, princesa, esclava y monja. Salamanca: Biblioteca Dominicana. En
2004 se promovió el proceso de su beatificación, aún no resuelto, por la orden
de Predicadores de la Asamblea Africana de Sudáfrica, sin que el color de su
piel parezca ajeno al mismo.
[30] Paniagua, J. C. 1752.
Compendio de la vida ejemplar de la venerable madre Sor Teresa Juliana de Santo
Domingo, tercera profesa en el convento de Santa María Magdalena, Vulgo de la
Penitencia. Salamanca. Existe una edición reciente de la obra de Paniagua
Compendio de la vida ejemplar de la venerable madre Sor Teresa Juliana de Santo
Domingo. 2004. Salamanca: Dominicas
Dueñas.
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