El
Cid Campeador era tan devoto del Cristo de las batallas que lo llevaba al pecho.
Don Jerónimo, el monje guerrero como le llamaban, había venido a España a
luchar contra el Islam, había sido capellán de Don rodrigo Diaz de Vivar. Como
compañero de armas, lo acompaño en los campos de batalla portando la imagen del
Cristo de las Batallas. Apenas conquistada Valencia en 1094 es propuesto como
obispo para la nueva sede. Don Jerónimo acompaña a Rodrigo hasta su muerte. Jimena al ver morir a su esposo le ayuda en su
batalla definitiva. Ante la desolación de doña Jimena después de la muerte de
Don Rodrigo la acompaña al monasterio de San pedro de Cardeña donde celebraron
las exequias solemnes y lo sepultaron.
Don Jerónimo
es nombrado obispo de Salamanca en 1102. Cuando viene a Salamanca trajo con el
la imagen del Cristo de las Batallas y no se separó de él jamás. Muere en 1120
y fue sepultado en la Catedral por su propia petición pidió ser enterrado junto
la imagen del Cristo de las Batallas. Las gestas con el Cid serán recordadas en
las glosas célebres del Cantar del Mío Cid al que muchos autores le
atribuyen su composición. Así se recuerda en unas de sus glosas:
En estas nuevas todos se alegraron
De parte de Oriente vino un coronado
El obispo don Jerome su nombre es llamado
De pie y de caballo era arreciado
Peregrinación
del Cristo de las Batallas
Don
Jerónimo trajo el Santo Cristo de las Batallas y dos documentos del S XI
bautizados como Documentos Cidiacos que se guardan en el Archivo
Catedralicio. Don Jerónimo muere en 1120 años antes de que finalicen las obras
de la Catedral Vieja de Salamanca, cuando esta es concluida, es enterrado en
una de las capillas laterales bajo un pequeño arco de la nave de la epístola, donde
es colocado. En el ático del retablo que lo preside la imagen del Cristo de las
Batallas.
Durante
los siglos siguientes se produjeron distintos traslados de los restos de don
Jerónimo siempre acompañado de su Cristo. Pasados casi quinientos años de su
muerte avanzado ya el S. XVIII en 1734 se decidió instalar definitivamente su
sepulcro en la capilla central del trasaltar de la Catedral Nueva. Encargaron a
J. Churriguera un retablo para colocar la urna en el nuevo sepulcro. Así el
obispo guerrero descansó definitivamente en 1774 en la capilla central de la
girola presidida por el Santo Cristo de las Batallas.
Devoción al Cristo de las Batallas
En la bóveda de la nave central hay un hueco, de donde se
cayó una piedra, que ahora, sujeta por un garfio de hierro está colgada de una
columna a la derecha de la nave central. Esta piedra es vestigio de uno de los
milagros atribuidos al Santo Cristo de las Batallas. A continuación, pasamos a
describir el hecho como cuentan las crónicas.
A principios del S. XVII, probablemente el año de 1614, un
grupo de obreros estaba trabajando en el adecentamiento de la capilla del Santo
Cristo de las Batallas. Esta capilla estaba muy cercana a este lugar y luego
desapareció cuando la Santa imagen del Crucificado se trasladó a la capilla
central de la girola en la Catedral Nueva en el S. XVIII. El Santo Cristo pasó
a ocupar el retablo que se le adjudicó allí y que fue hermosamente diseñado por Alberto Churriguera.
Alonso de Paz, es un joven que ha tenido que dejar sus tierras orensanas para ganar un jornal, trabaja como albañil en la Catedral, desde su llegada, siente gran devoción por el Cristo de las Batallas, las jornadas para el joven no tienen descanso, ha de ahorrar y regresar a su terruño, lejos de su mente estaba, que su nombre iba a pasar a la historia. Acaeció que mientras que trabajaban una piedra se desprendió de la bóveda: “la piedra cayó en el cogote de la
cabeza del gallego Alonso de Paz y de allí le bajó al hombro y de allí le dio
en los lomos de manera que lo dejó en el suelo sin habla. Allí estuvo tumbado
sin sentido por espacio de diez horas y los que allí le hallaron lo tuvieron
por muerto y no sintió que le alzaron del suelo ni le llevaron a una posada”.
Cuando volvió en sí dijo: “O Cristo bendito de mi alma no miréis vos lo malo
que soy más mirad vuestra santa piedad, como Señor de misericordia y acordaos
de mi”.
El obrero quedó sorprendido al comprobar con la mano que
solamente tenía una herida en el cogote, de modo que al día siguiente no volvió
al trabajo, por ser festivo, pero, pasada la fiesta volvió al tajo sano y
bueno, como antes. No debe extrañarnos el impacto que tuvo en todo el pueblo
que consideró tal hecho como milagro atribuido al Santo Cristo. Por esta razón
el obispo don Luis Fernando de Córdoba, inició una primera investigación con
cinco canónigos. No satisfecho de los resultados, amplió la comisión con los
abades, priores y provinciales de los conventos de San Vicente, San Benito y
San Francisco, para examinar otros varios casos tenidos por milagrosos.
La declaración del milagro
Estas averiguaciones del obispo salmantino nos dan la
certeza histórica de que tal hecho ocurrió tal como lo hemos narrado. Con la
comisión establecida salieron a la luz otros hechos. Se estableció dieciocho
hechos como milagrosos. El 29 de marzo de 1615 se publicaron en un edicto
catedralicio. Tal fue el impacto ocasionado en toda la ciudad que ese mismo año
se hizo el traslado de Santo Cristo de las Batallas en sus andas de plata a la
nueva capilla que se le adjudicó en la catedral Nueva. Allí el obispo celebró
una santa misa pontificial. El obispo mandó imprimir un folleto con la relación
de estos hechos y se pusieron luminarias en la torre de la catedral.
El cabildo por aprobación del obispo acordó en pleno que
tales hechos quedasen impresos en los muros de la catedral. Se designó que el
pintor José Sánchez se hiciera cargo de tal obra y pintase en el muro de la
nave lateral izquierda dieciocho cuadros con los dieciocho hechos milagrosos
pagando un importe de cuarenta y nueve mil veintiocho maravedís. El cuadro de
la caída de la piedra se encuentra el primeo de la fila inferior, aunque el
arco del sepulcro del canónigo doctoral Diego de Vera, lo ha dejado incompleto.
Esta historia pasó de boca en boca y se convirtió en leyenda
hasta el punto que a los visitantes de la catedral se les llegó a decir que la
piedra quedó suspendida en el aire para no herir a los obreros.
La Virgen de la
Vega, es la patrona de la ciudad de Salamanca desde hace siglos. Cuenta la
leyenda que la Virgen ayudó a los salmantinos y los defendió del asalto de las
tropas que querían invadirla en 1706 durante la Guerra de Sucesión Española.
La talla de esta
virgen, de estilo románico, era la titular
del monasterio
salmantino de Santa María de la Vega, situado en la
vega del río Tormes, perteneciente a los canónigos regulares dependientes de los de San Isidoro de León. Ante la ruina de esta iglesia, fue trasladada a otra
y más tarde al convento de San Esteban, donde permaneció de 1842 a 1904 que es cuando se
instaló definitivamente en el altar mayor de la Catedral Vieja.
Como toda ciudad, Salamanca también tiene su
patrona. La
Virgen de la Vega comparte este título con San Juan de Sahagún,
que es el patrón de la ciudad. Estamos acostumbrados a disfrutar de diferentes
festividades pero, ¿realmente sabemos de dónde vienen estas celebraciones?
Muchas veces no nos paramos a pensar cuál es la historia detrás de la
festividad de una ciudad, por qué ese santo o esa virgen
es más importante para unos que para otros, pues bien, hoy toca descubrir por
qué la Virgen de la Vega es tan importante para la capital charra, ¿nos
acompañas?
Historia de la Virgen de la Vega también asociada desde el comienzo a la Catedral
La Catedral vieja tras cuatro siglos de
dominación árabe S. VIII- S, XII consolida la reconquista de Salamanca durante
el reinado de Alfonso VI en 1102. Su yerno Raimundo de Borgoña restaura la
antigua sede episcopal. Como ya dijimos fue nombrado primer obispo de la sede don
Jerónimo. La construcción de la catedral vieja transcurre entre los S. XII y XIII
y se dedica Santa María. Hay una intervención
real de apoyo a las obras del nuevo templo. Mientras se labran las mollares
piedras de arenisca dorada de Villamayor a pie de obra por canteros anónimos, la
benevolencia real los libra de impuestos, los excusa de todo tributo. Se llaman
los excusados de Santa María.
Miguel Dominguez Señor de Zaratán,alquería
cercana a Ledesma,al marchar a Jerusalén en peregrinación hizo testamento en
1194 en el que entre otras mandas otorgó trescientos maravedís para hacer una
imagen y poderla colocar en el altar de Santa María. Este es pues uno de los
primeros impulsores de la imagen junto con don Velasco iñigo. Su origen de
ejecución se remonta a finales del S. XII. Fue labrada por orfebres maestros en
el esmaltado. No se sabe con seguridad su autor o autores. Lo que sí se sabe es
que en 1163 eran célebres los orfebres don Paian y su hijo Guillermo.
La imagen de la Virgen de la Vega que preside
el retablo de Nicolás Florentino en el altar mayor es una de las más singulares
estatuas marianas del románico europeo y de fecha muy cercana al comienzo de la
catedral. Su datación se cifra a fines del S. XIII o principios del S. XIII. Responde
a la tipología bizantina de la Theotokos, Madre de Dios. La Virgen
aparece sedente y sosteniendo sobre el regazo al Divino Niño, al tiempo que lo
muestra a los fieles.
La imagen es de impresionante hieratismo y en
su rostro destacan sus grandes ojos de acabache. En la imagen se aúnan escultura
y orfebrería ya que su alma de madera va revestida toda ella de chapa de cobre
dorado con adornos de cabujones. El trono se decora con esmaltes de Limoges. Las
figures del pie representan los apóstoles y ángeles. Tanto la cabeza de la
Virgen como la del Niño son de bronce.
La Virgen tiene un velo y una capa echada sobre
la falda, con sandalias puntiagudas. En la mano derecha sostiene una rama de
flores y con la izquierda sostiene al Niño. El rostro es de bronce dorado
fundido y los ojos de azabache.
Pereginación de la imagen
En el año 1166 el caballero don Velasco Iñigo y su esposa doña Dominga legan en testamento
la Iglesia que le pertenecía y todas sus heredades al abad del monasterio de
San Isidoro de León. Un grupo de canónigos regulares de la Orden de San Agustín
encargados del culto a Nuestra Señora son los encargados de llevar tal
veneración a la vega del río Tormes.
Así es como la imagen de la Virgen de la Vega
se instaura en el monasterio de Canónigos regulares de San Agustín a orillas
del río Tormes en el S. XII. Los agustinos de San Isidoro impulsaron la
veneración a la Virgen de la Vega que fue promovida por la cofradía de los
hortelanos. Así durante siglos fueron muy frecuentes las romerías y procesiones.
Su devoción creció y fue tan grande que no
dudaron en nombrarla Patrona de la ciudad. Cuando la peste diezmaba a la
población, la lluvia se resistía a caer de los cielos o cuando la ciudad se
veía amenazada de una revuelta o motín los pobladores salmantinos acudían a
Nuestra Señora de la Virgen de la Vega para pedir favor o dar gracias. La veneración
de la imagen era tal que hasta los reyes bajaban a la Vega a venerarla.
Desde el año 1610 la Virgen de la
Vega es patrona de la ciudad, aunque se consagró en 1653. Se cuenta que los
salmantinos pedían a la virgen su ayuda en determinadas ocasiones como, por
ejemplo, en tiempos de sequía para que las cosechas fueran buenas, pero en
1706, tuvieron que pedir por algo más. La Virgen de la Vega salía en rogativas
cuando había sequias. En el S. XVIII la patrona abandonó su ermita en más de
veinte ocasiones
Debido a sucesivas riadas del Tormes y otros factores el monasterio amenazó ruina. Se cuenta que durante la Guerra de Sucesión Española la ciudad estaba sitiada por el ejército partidario de Carlos VI justo en las festividades de su patrona. Los salmantinos, que defendían la ciudad de saqueos y ataques, se encomendaron a la Virgen de la Vega para poder derrotar a las huestes del ejército anglo-portugués, y esta les ayudó proporcionándoles la victoria frente a sus atacantes. Después de la desamortización la imagen estuvo en el domicilio particular de don Francisco Lucas último canónigo y colegial de la Vega. De aquí pasó a la Iglesia de San Polo y en 1838 se trasladó al Convento de San Esteban.
Anastasio Rodríguez y Navajo Martínez reavivan
de nuevo el culto a la Virgen y en 1882 se traslada a la Catedral. Fue el
obispo dominico Francisco Barbado Viejo quien en 1949 la asentó en el trono que
preside el altar mayor de la Catedral Vieja. Al morir el obispo lo entierran en
la Catedral Vieja. El monumento funerario del obispo es obra de Jose Luis Nuñez
Solé. En el centro del frontal del sarcófago rematado por esta leyenda: Virgen
Santa, dígnate permitir que te alabe eternamente. La estatua yacente del obispo
mira hacia la Virgen. Este obispo fue precisamente el que me dio la primera
comunión.
Escultura de la Virgen de la Vega
Como hemos comentado anteriormente, la talla de la
Virgen de la Vega ahora descansa en la Catedral Vieja, con su lugar de
honor en el altar mayor, no obstante, este no ha sido su único hogar durante el
paso de los siglos. Se tienen datos de que su primer hogar fue el monasterio de Santa María de la
Vega, a orillas del río Tormes y del que, desgraciadamente, no
se han conservado muchos restos salvo 4 columnas y sus arcos tras que fuera
destruido por las tropas de Napoleón en el siglo XIX.
De ahí pasó a encontrar refugio en la Iglesia de San Polo pero
esta, a causa del paso del tiempo y la falta de restauración, desapareció y la
talla se
trasladó al convento de San Estaban, donde descansaría durante
años, hasta que, ya en siglo XX, fuera trasladada a su lugar actual en la
Catedral Vieja.
La pequeña talla, de 72 centímetros, representa a la Virgen con el niño en su regazo. Está hecha en madera y cubierta de llamativo cobre dorado y pedrería en colores. Es de estilo románico y se ha llegado a datar su origen en el siglo XII.
Descripción
Por su técnica se
ha datado de finales del siglo XII; la escultura mide 72 centímetros de altura.
Se compone de dos figuras, la Virgen con el Niño sentado sobre su rodilla
izquierda. Está realizada en madera y recubierta de piezas de cobre dorado y
ornamentos formados por cabujones de pedrería
de colores. El rostro de la Virgen y la cabeza del Niño junto con las manos de
ambos son de bronce fundido y sin dorar. Los ojos en la cara ovalada
de la Madre son de azabache y el rostro del Niño con unas facciones
infantiles, recordando ya al estilo gótico, presenta los ojos de vidrio azul.
Las vestiduras
son de chapa modelada a martillo sobre la madera tallada y sujeta a ella por
medio de clavillos también de cobre. Los adornos de cabujones llevan piedras
azules, verdes y rojas. La cabeza de la Virgen está cubierta con un velo y
sobre éste una corona real moderna sustituye a la anterior.
El trono no tiene
respaldo, está esmaltado y sus partes frontales están adornadas con querubines dentro de aureolas. En todo alrededor del trono,
dentro de unos arcos se encuentran unas figuras en relieve, esmaltadas sobre un fondo dorado, representando a
los apóstoles. Los colores empleados son el azul turquesa, azul
cobalto, rojo, verde, amarillo, negro y blanco alternados.
Festividades de la Virgen de la Vega
Su festividad tiene lugar el 8 de septiembre y
durante unos días la ciudad celebra actos en su honor, el más popular tiene
lugar el día 7 con la procesión de la Virgen por diferentes rincones de la
ciudad. Esta finaliza con la tradicional ofrenda floral en
la Plaza Anaya, a los pies de la Catedral, en la cual la imagen de la Virgen
descansa y protege a los charros.
En este hermoso día se puede disfrutar de un ambiente festivo y tradicional, con hombres y mujeres vistiendo los preciosos trajes típicos, así como la más hermosa filigrana charra. Es un lujo poder disfrutar y seguir promocionando esta cultura tan propia de la zona, así como se hace o debería hacer en otras ciudades de España, debido a la riqueza cultural que esto nos proporciona a todos.
Son muchas las devociones y tradiciones que tiene la Virgen. Una canción popular dice así:
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