Introducción
Estas oraciones corresponden al Tiempo de Pascua 2020. La
octava de Pascua la viví intentando recoger y asimilar lo que fue la Semana
Santa. Los discípulos lentamente empezaron con lentitud a percibir la fuerza de
la Resurrección fruto de los encuentros con el Resucitado.
Nos encontramos ahora en la sexta semana de confinamiento
con la cifra alarmante de más de 20.000 muertos como datos oficiales aunque
otras fuentes lleguen a hablar del doble. El gobierno informa que el
aislamiento se alargará tres semanas más hasta el 10 de mayo. La desescalada se
hará de forma gradual y lentamente.
El futuro que se avecina no será fácil. Estamos ante una
situación no solo de emergencia sino de colapso total de todo el sistema. La
crisis sanitaria nos abre ante una crisis económica sin precedentes. Esta
situación demanda más que nunca la unidad, solidaridad y colaboración de todos.
Jesús va saliendo al encuentro de sus discípulos. Estaban
dispersos abatidos y descorazonados. Como buen Pastor no cesa hasta
congregarlos de nuevo. Espera al último y más incrédulo Tomás. Les infunde la
paz y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Estamos en pleno tiempo Pascual. Hemos celebrado la Resurrección de Cristo y estamos invitados a resucitar con El a una vida nueva. Aunque vivimos con incertidumbre ante el futuro, no debemos caer en la desesperanza. Nos es imposible predecir lo que nos encontraremos. ¿Un mundo desolado? La fe nos impulsa a vivir este tiempo no presos del pasado, aprendiendo del presente y mirando al futuro. La pandemia nos pone ante un tiempo nuevo. Vi unos cielos y una tierra nueva. Después de este tiempo en que nos volvamos a reencontrar, ¿volverá a ser igual?, ¿volveremos a la normalidad?
ORACIONES
DE PASCUA
ORACION
DE LA OCTAVA DE PASCUA
TE DARE GRACIAS SEÑOR DE TODO CORAZON
Te doy gracias Señor de todo corazón porque has defendido
mi causa, Tu fortaleza para el oprimido. Me regocijaré contigo porque me
rescataste de la sombra de muerte. Tu destruyes al malvado y mis enemigos
perecerá. Tu reinas por siempre y restableces tu Reino. Los que reconocen tu
nombre confían en ti. Anunciad a todos los pueblos tus hazañas. (Sal 9)
Durante toda la Octava de Pascua es como si extendiéramos la
fiesta de la Resurrección para reposarla e interiorizarla durante toda esta
semana. La verdad que necesitamos existencialmente creer en la fuerza de tu
Resurrección especialmente en este tiempo de crisis tan profunda por la
pandemia del coronavirus.
Quisiera detenerme en tres momentos que este salmo leído en
clave pascual recoge:
El designio y la acción de Dios. Los designios de
Dios son inescrutables. Todo lo crea y sostiene con amor infinito. En medio de
la calamidad Dios ha escuchado el clamor de su pueblo. Dios se ha abajado y
hecho solidario con nuestro dolor. Dios mismo nos ofreció a su Hijo para
nuestra salvación. Dios mismo resucitó a su Hijo para llevar a témino su obra
de restauración.
Hay dos momentos que son especiales y que la Iglesia propone
dos Octavas para su sosegada contemplación e interiorización. La Octava de la
Navidad ante el Nacimiento y la Octava de Pascua ante la Resurrección. El
asombro es tal que en el universo se produce un gran silencio, el silencio más
grande. La vida del universo entero se para en adoración. Como si se tratase de
una suspensión del cosmos y callasen todas las criaturas con gran asombro. En
los relatos se nos habla todos quedaron asombrados sobrecogidos al contemplar
la gloria de Dios. Dios es Dios y todo lo puede
La respuesta agradecida del hombre. Ante tal
predilección e intervención amorosa de Dios el hombre responde con infinito
agradecimiento. Este agradecimiento debe de llevar al hombre a la confianza y
fidelidad a la Alianza. Sí Dios que nos creó nos redimió y nos quiso para sí.
Reconocerle como Señor es reconocer su soberanía y someternos a su plan y destino
amoroso. De El procede todo y a El se encamina todo. Dios es el Señor de todo y
de todos. El tiene que ser conocido, reconocido y glorificado por todos. A El
Todo el honor, la gloria y el poder.
La proclamación de su misericordia. Ante el asombro y
el sobrecogimiento no hemos de quedar paralizados mirando al cielo. Vayan y
anuncien a mis hermanos. Dios mismo en su Hijo resucitado nos envía a proclamar
su infinita bondad y la grandeza de su amor. El Señor Resucitó y quiere
extender su resurrección a todos. El Señor quiere que renazcamos con El a una
vida nueva, a un orden nuevo. Toda la creación se destina a una nueva creación
a una nueva Jerusalén a un orden nuevo a un mundo nuevo donde reine el amor la
paz y la justicia.
DOMINGO II DE PASCUA
DE LA DIVINA MISERICORDIA
Lecturas: (Act 2, 42-47; ¡ Pe 1, 3-9; Jn 20, 19-31)
Como el virus se ha propagado sin fronteras así con la fuerza del Espíritu nos invita a una misión universal. Llevar la salvación a todos los hombres. Hay un virus peor que el coronavirus, la ausencia del amor, la ausencia de Dios. Tenemos el antídoto hacer presente a Dios irradiando su infinita misericordia. Esa es la esperanza
FRENTE AL DESCONCIERTO Y AISLAMIENTO: LA UNION
La primera lectura de los Hechos de los apóstoles nos habla
de como todos los creyentes vivían unidos y todo lo ponían en común. El
confinamiento frente a la pandemia no debe encerrarnos, no debe aislarnos al
contrario unirnos más que nunca. La pandemia
que no sabe de fronteras nos debe unir a todos en una misma causa,
salvar al género humano.
FRENTE AL DOLOR LA COMPASION
La segunda lectura nos exhorta a no caer presos del dolor. Alegrense
aún cuando tengan que sufrir adversidades a fin de que su fe probada sea digna
de alabanza. Esta situación que atravesamos ha de movernos a ser más
solidarios que nunca. En medio del dolor de tantos hermanos sufriendo la
enfermedad y la muerte poder acompañar, consolar, confortar, alentar la fe de
los hermanos más vulnerables
FRENTE AL TEMOR LA CONFIANZA
Las primeras palabras de Jesús Resucitado son: No teman,
la paz con ustedes. También el Señor quiere salir a nuestro encuentro para
congregarnos en medio de este aislamiento y renovarnos la fe, el amor, la
esperanza. Frente al temor y la desconfianza nos llama a la confianza.
Confianza en su infinita misericordia.
Jesús nos invita a cercarnos a él a palpar y experimentar su
misericordia infinita en medio de la peor situación. El ha vencido el mal, el
pecado, la muerte. Donde abundó el mal y el pecado, sobreabundó su
misericordia. No hay situación, ni pecador tan grande que no sea objeto de la
misericordia de Dios. Del corazón incrédulo de Tomás pasemos ala confesión
creyente: Señor mío y Dios mío, Sagrado corazón de Jesús en tí confío.
FINALMENTE LOS ENVIA
Después de alentarlos y confortarlos los envía Como el
Padre me envió así yo os envio. Consciente de su debilidad los fortalece:
Recibid el Espíritu. Tendreis el poder de sanar reconstruir perdonar. La
llamada de Jesús hoy más que nunca es alentar la fe, el amor y la esperanza,
irradiar su infinita misericordia. No estamos solos, tenemos donde acogernos y
dónde habitar en su corazón misericordioso. Que el Señor nos haga testigos de
su misericordia. Este es el tiempo de practicar, la solidaridad, el perdón,
incluso más allá de la mera justicia. Solo así seremos constructores de la paz
y unidad que precisa nuestro mundo.
INVITACIÓN
A NACER DE NUEVO
Evangelio: (Jn 3, 1-8).
Los discípulos después de la Resurrección de Jesús regresan a Galilea y se vuelven a lo que hacían antes pescar, pero no sacan nada. No podemos regresar simplemente a lo de antes. Todo esto que vivimos nos tiene que hacer reflexionar y pensar. ¿Dónde ponemos nuestra seguridad y confianza?, ¿Cuál nuestra orientación de vida?, ¿Cuáles nuestras prioridades?
Es necesario nacer de nuevo, renacer del Espíritu. Nuestro presente iluminados desde la Resurrección de Cristo nos llena de esperanza y debe abrir nuestros corazones a un futuro mucho mejor como Dios quiere. Hemos de salir más unidos, más conectados, más humanos, más solidarios, más fortalecidos.
En este tiempo tan
especial de Pascua y confinamiento somos invitados a nacer de nuevo a
invertir y aprovechar este tiempo para aprender y salir fortalecidos. Este decálogo
está inspirado en el librito del monje Anselm Grum y el artículo del monje
Bérengére Dommaigne de Saint Wandrille inspirados en San Benito sobre como
vivir el confinamiento.
DECALOGO PARA SALIR DEL CONFINAMIENTO
RENOVADOS
I TIEMPO DE APRENDIZAJE
El confinamiento es
un aprendizaje, hay que habitar el tiempo, vivirlo en el instante y no permitir
que fluya de forma informe. Según vivamos este confinamiento nos puede formar o
deformar. Si aprendemos a vivir el confinamiento según el Espíritu podemos
salir renovados y fortalecidos.
II AL RITMO DE
DIOS
¿Cómo habitar,
aprovechar el tiempo? Hemos de tratar vivir una vida marcada por el ritmo de Dios. “Dios
se da en el instante presente, ¡incluso en tiempos de crisis!”. También
nosotros podemos ajustar nuestro tiempo al tiempo de Dios. Eso nos ayudará a
aceptar nuestra vulnerabilidad de que todo no está en nuestras manos, saber
esperar y confiar en Dios
III APRENDER A
VIVIR EL TIEMPO PRESENTE
También hay
que aprender a vivir el momento presente, y este es el primer pilar de la
vida confinada. Concentrarse en lo que se esté haciendo, en el instante, y
cuando el momento haya pasado, detenerse para pasar a otra cosa, esta es una
forma constructiva de pasar el tiempo.
IV CON ORDEN Y DISCIPLINA
El segundo pilar de
la vida confinada es la disciplina. Paradójicamente, un tiempo de confinamiento
puede ser un tiempo de dispersión y de ansiedad, sobre todo en las redes
sociales, que consumen tanto tiempo. Adueñarnos del tiempo implica saber elegir
y optar por lo que queremos vivir y no dejar que nos vivan, que nos dirijan y
lleven por la última ola. Sorprende como sin darnos cuenta nos movemos por lo
que se mueve en Facebook, Twitter e Instagram, donde tantos de
nosotros malgastamos el tiempo. El hombre debe seguir siendo dueño de
sí mismo, aceptar su debilidad, pero también saber dominarse y adueñarse
de sí.
V AL RITMO DEL
ESPIRITU CON LIBERTAD INTERIOR
La libertad
interior puede ser exterminada por la vacuidad de Internet igual que
por la ausencia de disciplina. Por tanto, hay que jerarquizar lo
importante y no desviarnos con lo que nos aleja de ello. Así
que la relación con el tiempo es el auténtico desafío de este
confinamiento. Encontrar una disciplina en el horario de la jornada,
en una dedicación del tiempo prevista con antelación para dar
ritmo al día.
VI DISCERNIR Y
JERARQUIZAR LO VERDAERAMENTE IMPORTANTE
Volviendo a los
medios y pantallas que a todos nos parecen indispensables para no estar
aislados del mundo en este periodo de confinamiento, podemos usarlas, pero con
buen criterio. El seguir la santa misa, el rezo del rosario u otras
prácticas seguidas en la página web del Vaticano u otras redes no es tiempo
perdido. Son momentos privilegiados, no horas que pasamos vanalmente actualizando
la página de Twitter.
VII REPLANTEAR LAS PRIORIDADES DE VIDA
Este confinamiento
puede ser una oportunidad para cambiar de hábitos y hacer las cosas de otra
manera, para replantearse las prioridades de la vida. Y plantearse también preguntas
pertinentes, como ¿qué hábito no tengo y que podría adquirir ahora?
VIII CRECER EN COMUNICACIÓN
Y COMUNION
Este confinamiento
pone de relieve la necesidad esencial de que las personas estén en comunión. El
confinamiento afecta a nuestro deseo de sociabilidad, un deseo
que también hay que cultivar. Una vez más, nada vale más que
el contacto humano, en estos momentos el teléfono, la voz, que
comunica más que un medio social.
IX CRECER EN
EMPATIA Y SOLIDADRIDAD
El confinamiento no
es aislamiento. El confinamiento no debe aislarnos. Debemos abrirnos a las
necesidades de los demás. La creatividad del amor es inusitada y más en este
tiempo de confinamiento ¡Prueba de ello son las numerosas promociones de
Cáritas y creativas iniciativas entre vecinos y feligreses!
X UNIDOS EN LA
ORACION
Por último, si
hiciera falta convencerse más, conviene saber que incluso los ermitaños se
imponen una disciplina diaria. Y en lo que respecta a la comunión con los
demás, ¡la viven a través de la unión por la oración! Ahí está el secreto,
vivir en comunión con los demás, por alejados que estén. No descuidemos nunca
la fuerza de la oración y la comunión de los santos.
MARTES DE LA II SEMANA DE PASCUA
INVITACIÓN A NACER DE LO ALTO, CON UN ESPIRITU NUEVO
Evangelio: Teneis qué nacer de lo alto; el viento
sopla dónde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va.
(Jn 3, 5ª, 7b)
En este tiempo de luces y sombras se despiertan toda clase
de preguntas, preguntas esenciales que la ciencia no parece responder. Que el
dolor no nos enturbie la fe no nos apague el amor. En este tiempo pascual la
liturgia nos invita a volver a nacer. María Magdalena la apóstol de los
apóstoles nos abre una senda. La senda del corazón creyente y enamorado: Una
nueva forma de reconocerle de encontrarle. El corazón tiene razones que la
razón no entiende. Estas Rimas tomadas de Gustavo Adolfo Bécquer me
ayudaban.
¿Quienes somos?
Hoja de árbol seca que arrebata el vendaval,
Sin que nadie acierte el surco, donde al polvo
volverá.
Eso soy yo, que al acaso, cruzo el mundo sin pensar,
De dónde vengo ni adónde mis pasos van.
Mientras la humana ciencia no descubra las fuentes de
la vida
Y en el mar o en el cielo haya un abismo que al
cálculo resista
Mientras la humanidad siempre avanzando no sepa a
dónde camina,
El hombre seguirá siendo un misterio por descubrir.
¿Qué sentimos? ¿Qué buscamos?
Cadencias que no tienen ni ritmo ni compás,
Accesos de alegría, impulsos de llorar.
Vamos a impulsos de deseos y latidos
Sin saber a dónde van y cuál el último será.
En el mar de la duda en que bogo ni aún se lo que
creo;
Sin embargo estas ansias me dicen que llevo algo
divino que no entiendo.
¿Seré un sueño, un imposible, un vano fantasma de
niebla y luz?
Muestrate embriagez divina, vos intangible a quién
deseo
¿Dónde estas?
Las estrellas temblar como ardientes pupilas de fuego,
Siento que alguien me mira y quiero subir hasta el
cielo,
y busco anegarme en su luz y fundirme en un beso.
Cuántas veces vivo como un muerto que duerme en el
fondo del alma
Esperando que como a Lázaro una voz le diga levántate
y anda.
Hoy la tierra y los cielos me sonríen, hoy llega al
fondo de mi alma el sol,
Hoy le he visto, he visto lo que busca anhela ansía mi
corazón.
Desando encontrarte
Te ví al punto, flotando ante mis ojos y la imagen de
tus ojos se quedó,
Como la mancha oscura orlada en fuego, que flota y
ciega si se mira al sol.
A dondequiera que la vista clavo, torno a ver sus
pupilas llamear,
mas no te encuentro a ti, que es tu mirada, unos ojos,
los tuyos, nada más.
Cuando me levanto y salgo de mi alcoba, los miro
desasidos fantásticos lucir,
cuando duermo los siento que se ciernen, de par en par
abiertos sobre mí.
Me siento arrastrado por tus ojos, pero a dónde me
arrastran no lo sé.
Sin embargo percibo, aunque invisible, que al lado
tuyo estoy.
Deseando abrazarte
Por una mirada tuya, un mundo;
Por una sonrisa tuya, un cielo;
Por un beso tuyo… yo no sé
Que te diera por un beso.
Despierta que tiemblo al mirarte,
dormida, me atrevo a verte;
por eso alma de mi alma,
yo velo mientras tu duermes.
¡Oh, ven tú, Señor y sal a mi encuentro!
MIERCOLES DE LA II SEMANA DE PASCUA
LA BRISA SUAVE DEL ESPIRITU
Lectura: Contempladlo y quedareis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará. Si el afligido invoca al Señor él lo escucha
y lo salva de sus angustias. (Sal 33, 6-7)
Las palabras del salmo de hoy son como una suave melodía que
entran y empapan el corazón y nos infunden una gran confianza. Los pobres y
humildes escuchan tus humildes y silenciosos pasos, te reconocen en todo el
orbe envuelto en tu misterio de piedad, te escuchan y se alegran, dichosos los
que se acogen a él. Pienso que tantos hombres viven este confinamiento que
ahora pasamos como algo habitual exiliados, en campos de refugiados, en las
cárceles, drogadictos en centros de rehabilitación, enfermos terminales con
cáncer, ancianos en residencias inválidos con discapacidad severa, etc. Pobres
que sólo en Dios encuentran su último refugio.
Me ayudó mucho los testimonios
del viacrucis del Viernes Santo que hicieron reclusos en cadena perpetua. Me
ayudó saber de unos niños de un hospital que habían superado el cáncer y en
estos tiempos mandaban achuchones a las personas más vulnerables. Este es mi
deseo con mi pobre oración que unida a los de tantos rompa los hielos de
nuestra indiferencia y llegue a los que se encuentran más abatidos.
Nos puede pasar en todo este tiempo el quedar abrumados y
desanimados ante el clima reinante. En medio de la pandemia que vivimos son
días lluviosos, con cielo nublado y tormentas. Hago oración junto a la ventana.
Sin embargo la fuerza de la resurrección se deja ver en los árboles que están
floreciendo, las palomas revoloteando, aparecen rayos furtivos y de repente
redoblan las campanas como llamándonos a la escucha, al recogimiento interior.
Pareciera como si el viento se colase a través de las rendijas a nuestro
espacio interior. Entonces basta una mirada una palabra para cambiar nuestro
ánimo. Espera en Dios, ten confianza. Necesitamos ser mirados, ser nombrados,
ser vueltos hacia el amor que nos habita. En este tiempo donde preparamos la
venida del Espíritu necesitamos reconocer que él ya está ya habita en nuestros
corazones. El precisamente viene a nuestro encuentro como brisa suave a alentar
a los abatidos y desalentados. Señor míranos, resplandece, brilla en nuestros
corazones, fortalece vigorosamente nuestro interior. Os comparto otra poesía
que también me ayudaba como lectura espiritual y ponía palabras a los
sentimientos que vivo.
Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus
nidos a colgar,
Y otra vez con el ala a sus cristales jugando
llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban tu hermosura y
mi dicha a contemplar,
Aquellas que aprendieron nuestros nombres…esas no
volverán
Volverán las tupidas madreselvas de tu jardín las
tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas sus flores
abrirán.
Pero aquellas, cuajadas de rocío cuyas gotas mirábamos
temblar
Y caer como lágrimas del día… esas no volverán
Volverán del amor en tus oídos las palabras ardientes
a sonar,
Tu corazón de su profundo sueño tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas como se adora a Dios
ante su altar,
como yo te he querido…desengáñate, así nadie te querrá.
JUEVES II
SEMANA DE PASCUA
EL PADRE
ME AMA Y TODO ESTA EN SUS MANOS
Lectura: ¿Dónde habitas Jesús y dónde habitamos nosotros? (Jn 3, 31-36)
En
este tiempo de pandemia en el que tantos estamos confinados a vivir en nuestras
casas en cuántos habita el miedo, el desconcierto, la angustia, la
desesperación. Ayer supe de un adicto bipolar que no había podido dormir
durante toda la noche con ataques de ansiedad y delirios de suicidio. Cuántas
personas no tiene dónde habitar y se hayan perdidas en medio de la soledad.
Quisiera que la oración de hoy llegara a esas personas que se sienten más solas
y abandonadas en estos momentos. Todos tenemos un lugar donde habitar donde
sentirnos seguros y este lugar no es otro que las manos del Padre.
Destaca la pregunta que sale de la boca del mismo Juan al
comienzo del evangelio: ¿Dónde habitas? Jesús como de costumbre no
responde de inmediato a la pregunta sino que les dice vengan conmigo, vivan
conmigo y lo verán. Parece como si todo el evangelio tratara de responder a esta
pregunta. Por supuesto que Jesús no se refiere a un lugar físico. Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí.
(Jn 14,11).
Jesús resucita para que nosotros resucitemos con él, para mostrarnos
el lugar donde habitar. Voy a mi Padre que es el Padre de ustedes. Me voy a
prepararles un lugar. Después volveré a buscarles para que donde yo estoy estén
también ustedes. (Jn 14, 3). Cuál grande el interés de Jesús de que podamos
vivir donde vive él, de que podamos vivirnos en manos de su Padre, nuestro
Padre Dios con una infinita confianza.
No hemos de huir de este mundo para habitar ya en el cielo.
El cielo no es un lugar físico es alguien que nos ama con locura, un amor
incondicional donde podemos habitar y descansar seguros. Os comparto otra
pequeña poesía que nos habla de este anhelo y la Pido al Señor que venga a
habitar e iluminar las cavernas más oscuras donde tantas veces vivimos.
Deseo habitar en el corazón del misterio,
Busco habitar en ese amor que me rodea y me envuelve,
Busco su luz en la oscuridad de la noche.
Espero pacientemente su iluminación
Busco en silencio con un corazón agitado,
En medio del tumulto y prisas de la vida,
Mi espíritu gime en medio de la soledad,
En un mundo muerto a los gritos de dolor.
Busco un hogar, un hogar donde habitar, donde reposar
Inconsciente de que ya estoy allí,
De que alguien ha venido a habitar mi soledad
De que alguien ha escuchado mi lamento.
UNA COSA
BUSCO HABITAR EN LA CASA DEL SEÑOR
Lectura: Una cosa le pido al Señor, una sola
deseo, habitar en su casa mientras dure la vida para gozar de su dulzura y
contemplar su rostro. (Sal 27, 4)
La pretensión del hombre de hoy con todos los medios de la
ciencia de promoverse y alargar su existencia no es sino pálido deseo de la
grandeza de su destino. Las luchas las pruebas y dificultades nonos pueden
hacer olvidar de nuestro último destino. El deseo del hombre nace del mismo
deseo de Dios. Dios quiso acercarse y habitar en nuestra tierra para llevar al
hombre a su propia morada. Pero en el aquí y ahora seguimos preñados de ese
deseo, morar, gozar, contemplar su rostro y hermosura. Es tu rostro, tu mirada,
lo que busco gozar de la dulzura de tu bondad, la que gozan los vivos. V. 13
Podemos ya en esta tierra probar y gustar anticipadamente de
este deseo. Cristo no está en los cielos desentendido de los hombres. Cristo
nos abrió las puertas del cielo para que en él podamos habitar. El corazón de
Cristo esta vivo, abierto accesible para el que lo busca y lo desea. Venid a mí
los cansado, atribulados y en mí encontrareis descanso. . Son muchos los que
asisten en estos días a la muerte de sus seres queridos ayer hablé con un
sacerdote que había perdido a su madre de 92 años en una residencia de
ancianos. El vivía con ella, ambos contrajeron el virus. Cuando buscaba
residencia para mi madre hablé con los dos, bueno con ella era difícil porque
tenía alzeimer y no reconocía casi a su hijo. Ahora se que ella alcanzó su
destino.
Pero morar no es sencillamente estar o habitar en un lugar
físico. La morada es el lugar donde te sientes a gusto, reconocido, amado, en
la totalidad de tu ser. Son muchos los que en este tiempo de confinamiento
experimentan la vulnerabilidad de nuestras relaciones y vínculos. No resulta
fácil la convivencia en el día a día cuando se prolonga a todas horas
conviviendo entre cuatro paredes y se caen todos los maquillajes. Muchos tan
solo se veían en casa cuando llegaban del trabajo. Otros ya no saben que hacer
con sus hijos, dicen que en este tiempo aumentó el maltrato y que son muchas
las parejas que optaron por separarse. En el confinamiento sale lo mejor y lo
peor. Sin duda puede salir lo mejor y somos testigos de ello. Muchos han
encontrado la oportunidad para compartir cosas que no compartían y para
estrechar los vínculos con comprensión y perdón. También la pandemia a nivel
nacional y mundial nos está pidiendo el entendimiento mutuo y la unidad. Que
unidos en el amor de Jesús y habitando en su corazón podamos vivir en el hogar
del mundo como verdaderos hermanos. Hay una poesía de Pedro Casaldáliga
titulada “mi tierra prometida, Tú”, no la he encontrado pero comparto otra
por si puede ayudarnos.
Vago como peregrino en medio del mundo
como quien camina solitario en medio de un gran exilio
con hambre de hogar, desando volver a casa.
Dentro de mi descubro una parte escondida,
que vaga sin horizonte, tropezando en la oscuridad,
gritando y anhelando por ser encontrada.
Dios del exilio y de los exiliados,
encuentra mi parte perdida y guíala hacia ti,
Tu la tierra prometida.
Acuérdate de todos los exiliados
toma el extranjero que hay dentro de mí
y danos encontrar esa tierra prometida
habitar en esa casa y hogar familiar.
Danos volver y permanecer en ti, morar en ti
porque eso es ya el atisbo de nuestra verdadera casa.
SABADO II
SEMANA DE PASCUA
FIESTA DE
SAN MARCOS EVANGELISTA
PROCLAMARE
SIN CESAR LA MISERICORDIA DEL SEÑOR
Lectura: Sal 88, 2; Mk, 16, 15-20
Este tiempo de pandemia es también para la Iglesia una
oportunidad. Si bien es verdad que la gente no puede asistir a las
celebraciones litúrgicas y sacramentos también es verdad que es el tiempo
privilegiado para el testimonio. Cuánto nos alegramos de ver tantos testimonios
de gente que en el anonimato no dejan de irradiar el suave olor de Cristo y del
evangelio en las morgues, hospitales, centros de salud y multitud de formas
asistenciales para proveer de lo mínimo necesario a los más vulnerables y
necesitados. Dios está vivo y presente y la Iglesia también.
Las lecturas que nos acompañan estos días sobre la primera
comunidad cristiana nos deja ver a aquellos discípulos que habían sido
paralizados por el miedo anunciar a Cristo con parresía. Les intimidaban para
que dejasen de hablar pero ellos decían no podemos dejar de hablar, nosotros
somos testigos de todo esto y también lo es el Espíritu Santo que Dios ha dado
a los que le obedecen. Los que obedecen su mandato son impulsados por el mismo
espíritu de Jesús, Su Espíritu Santo. Su mandato no es otro que la proclamación
del evangelio a toda creatura. Alos que le obedecen promete su asistencia, a
los que prediquen les acompañarán los signos del Reino. El Señor actuaba en
ellos con ellos y confirmaba su predicación con signos.
Si muchos dudaban de la Resurrección esta era la prueba más
grande aquellos hombres, rudos, incultos, atemorizados fueron los que
emprendieron la misión más grande con una fuerza imparable sin miedo a la
muerte. Este Espíritu es el que nos sigue convocando y moviendo a nosotros. No
lo podemos negar, no lo podemos callar. Nosotros somos testigos de todo esto.
Si el mundo de hoy como decía ya Pablo VI necesita de
misioneros que sean testigos. Es tiempo de testigos. Escuchaba un himno en estos
días que decía: No son más verdad los versos, por estar grabados en roca
soñando con perdurar, no son más los brazos si enmascaran abismos de los que
nunca hablamos. No son mejores las noticias las que se dicen con una sonrisa
sino las que hacen plena la vida. No son más ciertas las declaraciones de amor
por gritar a los cuatro vientos, lo son cuando se convierten en hogar. No son
tus discípulos los que exigen cargados de argumentos y sentencias sino los que
aprendieron de ti a servir. No es más testigo del evangelio quien más lo cita
sino quienes con su vida lo hacen real. Termino con la poesía de uno de esos
testigos y juglares del evangelio que ha sido para mí y para muchos fuente de
inspiración, Pedro Casaldáliga que hice referencia ayer y que al fin encontré
gracias a nuestro hermanillo Rafael:
Mi fuerza y mi fracaso eres tú,
mi herencia y mi pobreza eres tú.
Tú mi justicia, Jesús,
mi guerra y mi paz, mi libre libertad,
Mi muerte y mi vida, Tú.
Palabra de mis gritos,
silencio de mi espera,
testigo de mis sueños,
Cruz de mi cruz, Tú
Perdón de mis pecados,
Juez de mi pobre llanto,
razón de mi esperanza.
MI Tierra prometida, Tu, Jesús.
DOMINGO III DE PASCUA
RENACER A LA ESPERANZA
Lectura: (Hch 2, 14, 22-33; Lk 24, 13-35)
NUESTRA ILUSIÓN
En el evangelio Lucas nos deja ver el doble camino de los dos discípulos de Jesús. Mientras
se alejan de Jerusalén comparten la amarga experiencia del desaliento. Aquel en
quien habían creído ha muerto. Y con él ha muerto su esperanza.En esos dos peregrinos se ve reflejada la
actitud de muchas personas de este mundo y de este tiempo. Durante algún tiempo
han depositado las razones para vivir y para esperar en la economía, en la
técnica, en los medios de comunicación, en los dirigentes políticos. Y de pronto,
perciben que esos pretendidos fundamentos carecen de raíces.
Algunos de ellos manifiestan que
comprenden que la fe de los cristianos les parece honrada y plausible. Pero
simplemente no les interesa. Han decidido dejar atrás la fe que recibieron y los
relatos en los que parecía apoyarse. Prefieren hacer su propio camino, aunque
no les entusiasme. El camino de Jerusalén a Emaús refleja una ilusión que ha
quedado bruscamente frustrada.También para todo cristiano que quiera
vivir seriamente su fe, Emaús ha sido en algún momento de su vida. el destino
de sus pasos. ¿Quién no ha experimentado el fracaso en algún momento de su
vida? ¿Quién no ha tenido la tentación de dejarlo todo y de buscar otros
caminos? Son muchas las razones que han podido querer abandonar todo, y «dejar
Jerusalén», para buscar un lugar más cómodo y menos comprometido para vivir.
NUESTRA DEBILIDAD
Pero los discípulos que se dirigen a
Emaús, todavía conservan la capacidad para escuchar y aceptar una corrección
por parte de un extraño compañero de camino. También en este tiempo, ese otro peregrino
se presta a acompañarnos por el camino y a escuchar nuestro lamento.También en esta hora, ese peregrino
misterioso está decidido a ayudarnos a recordar las palabras que dieron sentido
a nuestra vida.También en este momento, ese peregrino
tiene palabras que pueden estimularnos y calentar nuestro corazón.También hoy, ese peregrino acepta
compartir nuestra cena, y puede transformar nuestro pan en fuente de vida, de
luz y de sentido.Pero, también,
en medio de esa experiencia común de «fracaso», de algún modo en el camino de
Emaús se ha encontrado con el Señor, que les habla al corazón y lo hace arder
con su Palabra y le hemos terminado reconociendo al partir el pan. Y hemos
vuelto a Jerusalén.
NUESTRA ESPERANZA
Lucas remarca durante todo el evangelio la insistencia de ir a Jerusalén. El mismo Lucas hace de su evangelio todo un proceso de ascensión y subida a Jerusalén. El evangelio parte de Jerusalén con la entrada de Jesús y Maríaen el Templo y lo termina con la vuelta de de los discípulos a Jerusalén. Jerusalén, el lugar privilegiado de la muerte y resurrección de Jesús donde se lleva a cabo el cumplimiento de la Alianza se convierte en el lugar de recibir la misión y el envío. en el encuentro con Jesús resucitado, en la escucha de sus palabras, en la fracción del pan, los discípulos lo reconocen, comprendieron el sentido de las cosas y cambian la orientación. Regresan a Jerusalén y se lanzan con decisión la misión.
También a nosotros nos quiere el Señor confiar la misión de reconstruir este mundo enfermo por la pandemia, roto y dividido en un nuevo mundo donde reine la unidad y la paz. Unidos a Jesús y juntos entre todos levantar un mundo donde todos vivamos como hermanos.
LUNES III
SEMANA DE PASCUA
NO TRABAJEN POR EL ALIMENTO PERECEDERO SINO POR EL
ALIMENTO QUE PERDURA PARA LA VIDA ETERNA
En el relato de Emaus que hemos escuchado este domingo, sobresalen
tres presencias: La Palabra, la eucaristía y la comunidad. En este tiempo la
gente hecha en falta las dos últimas y cobra más relevancia la primera. No
sentíamos arder nuestro corazón cuando nos hablaba y nos explicaba las
Escrituras. Cuánto necesitamos en este tiempo no dejar apagar la llama de su amor
vivo en nuestros corazones. El fuego de sus corazones se había apagado por su
profunda tristeza. En su encuentro con el Señor se volvió a encender de nuevo.
Necesitamos renovar cada día ese encuentro avivar su presencia con nosotros,
entre nosotros. Entrar en sintonía con aquel que nos habita. Decía en una carta
Van Gogh a un amigo: Nunca debemos dejar que se apague el fuego en el espíritu
sino que lo debemos mantener encendido.
Después de la multiplicación de panes Jesús les invita a
trascender su signo: No trabajen por el alimento perecedero sino por el
alimento que dura para la vida eterna. El alimento que nos ha venido a dar
Jesús trasciende el pan material se trata del Pan de Vida. Yo soy el Pan de
vida el que me come vivirá para siempre. Pienso en estos días en tantas
personas que no pueden recibir a Jesús sacramentalmente y pido lo puedan
recibir espiritualmente. Cada día nos podemos alimentar del pan de su Palabra.
Cuán necesario se hace avivar la oración de cada día, estar
cerca de la llama del amor original y del corazón de Dios. Estos días cuando me
pongo a orar enciendo una vela. Cada vez que nos acercamos a Dios, que dejamos
que Dios se acerque a nosotros se enciende una vela en nuestro corazón. Que
hermoso es ver que en medio de la noche tan larga de la pandemia que estamos
viviendo ver encenderse la llama del amor en multitud de corazones. Que hermosa
la canción:
Enciende una
luz, déjala brillar
La luz de Jesús que brille en todo lugar
La luz de Jesús que brille en todo lugar
No la puedes
esconder, no te puedes callar
Ante tal necesidad, enciende una luz en la obscuridad
Ante tal necesidad, enciende una luz en la obscuridad
Y como pues
invocaran a Aquel que no han creído?
Y como creerán en Aquel de quien no han oído?
Y como oirán si nadie les predica?
Y como creerán en Aquel de quien no han oído?
Y como oirán si nadie les predica?
Hermosos son los
pies de los que anuncian la paz
Las buenas nuevas de Jesús
Las buenas nuevas de Jesús
Hablando de trabajar para lo que perdura y de esa llama
de amor viva que no se consume no quisiera acabar la oración de hoy sin
recordar a nuestro hermano del cielo el trapense Rafael Arnaiz que murió a los
27 años de edad y Juan Pablo II declaró santo y propuso a los jóvenes que
acudimos al WYD de Santiago de Compostela. Murió a los veintisiete años un tal
día como hoy. Justo antes de la cuarentena pase una semana de retiro donde
desde su tumba resuenan palabras de vida eterna:
Hoy he ofrecido al Señor lo único que me queda, la
vida. La he puesto a sus pies para que él la acepte y la emplee en lo que
quiera y la tome cuando quiera y para lo que quiera. Quiero ser una ofrenda
para Dios, pero sin que el mundo se entere. Ser una leve sombra que pasó por la
vida amando mucho a Dios y sin ruido. Ayudar a las almas del mundo para que
amen a Dios y sin que ellas se enteren.
MARTES
III DE PASCUA
SOLOS ANTE LA MUERTE
Lectura: (Jn 6,30-35)
Una de las cuestiones más complejas que nos toca enfrentar
es la muerte. Este tiempo de pandemia nos ha hecho evidente nuestra
vulnerabilidad y mortalidad. Con el inicio de la pandemia del Covid 19 se
suspendieron no solo las misas sino los funerales, los velatorios y se redujo a
la mínima expresión los que podían estar presentes en el último momento. Muchos
los que han tenido que ser enterrados sin ningún rito fúnebre ni acompañamiento
de las familias.
Chema capellán del tanatorio de Salamanca contagiado por el
coronavirus y que también ha perdido a su madre por el Covid 19 y sabe el dolor
que se siente en primera persona me compartía como sentió la necesidad de que
se pudiera estar presente en esos momentos, momentos únicos para la persona y
su familia. Juno a la entrada al tanatorio colocaron una carpa con una cruz y
un hisopo se recibe a la familia aunque solo sea de 3 a 5 familiares y se les
acompaña hasta la tumba donde se realiza una pequeña oración. Ayer se celebró
un pequeño rito por Puri la prima de mi madre que murió en la misma residencia
de mi madre. Después con mi tía ofrecí la misa por ella.
Tanto en España como en Italia son más de 100 sacerdotes
contagiados y más de los 60 fallecidos por coronavirus. Sin duda muchos de
ellos por quedar expuestos al contagio en las zonas de más riesgo. Las hermanas
de Filipinas me pedían ofrecer la misa por los que en esta semana fallecieron
en nuestros barrios y acompañaban las familias peregrinando con la Virgen del
Rosario y repartiendo la comunión fuera de sus calles en la calle. Cuanto me
alegro que Jesús siga pasando por nuestros barrios haciéndose presente en
especial en estos momentos de tanto dolor y sufrimiento.
El afrontar la muerte con fe o sin fe marca la diferencia.
Hoy las lecturas nos dejan ver este sentido: Veo los cielos abiertos y al Hijo
del hombre a la derecha de Dios. Yo soy el pan del cielo, que ha bajado del
cielo y que da la vida al mundo. Sin duda los que han podido vivir la muerte
con fe han visto los cielos abiertos y al Hijo del hombre venir a su encuentro.
Hoy queremos unirnos en oración por tantos que han fallecido por esta pandemia
y por sus familiares y seres queridos. Os invito a encender de nuevo una vela y
rezar por los muertos.
Cerraron los ojos que aún tenía abiertos,
Taparon su cara con un blanco lienzo,
Y unos sollozando, otros en silencio,
De la triste alcoba todos salieron.
La luz de las velas ardían en el suelo,
y al muro arrojaba la sombra del lecho;
y entre aquella sombra veíase a intervalos
dibujada la forma del cuerpo.
De la casa, en hombros, lo llevaron al templo
Y en una capilla dejaron el féretro.
Allí rodearon sus pálidos restos,
De amarillas velas y de paños negros.
Al dar las campanas el toque postrero,
Acabó una vieja sus últimos rezos,
Y el santo recinto quedose desierto.
Dios mío, qué solos se quedan los muertos.
(Rima LXXIII, Gustavo Adolfo Béquer)
MIERCOLES
III DE PASCUA
LA VOLUNTAD DE MI PADRE ES QUE NO SE PIERDA NINGUNO DE LO
QUE EL ME HA DADO
Lectura: Dios me ha enviado para que no se pierda ninguno de lo
que El me ha dado…El que viene a mí yo no lo echaré fuera… Todo el que ve al
Hijo y cree en El tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día (Jn
6, 35-40)
Esta pandemia ha dejado manifiesto por una parte la
vulnerabilidad y mortalidad del ser humano. Por otra parte nosotros los
creyentes en esta Pascua celebramos la promesa de inmortalidad que Dios ha
venido a ofrecernos. Quienes creemos en el Dios de la vida creemos en la vida
eterna, en la promesa de la Resurrección.
Hoy os invito a elevar nuestra oración con los hombres y
mujeres del mundo entero, nuestros hermanos y poder contemplar la situación de ellos
en tantas partes del mundo. Ayer nos hablaba Jose Manuel de su ahijada con dos
hermanos que viven en Brasil. Los hospitales están saturados, no hay
respiradores y se desborda el número de los que mueren. Nos llegan imágenes
impactantes de los miles que son enterrados en fosas comunes. En villa Formosa,
en Sao Paolo parece el ojo del huracán, el epicentro de la pandemia. Se han
abierto más de 13.000 fosas comunes.
En la actualidad en Yemen, Libia, Siria, Turquía, en los
alrededores de Dakar donde ahora celebran el Ramadán hay más de tres millones
de campos de refugiados donde viven hacinados miles de personas en toque de
queda. En tantos lugares de Africa donde son flagelados por otras pandemias
como la malaria, la tuberculosis, el sida, el ébola, etc tienen que sumar ahora
el Covid 19. En el Chad, Sierra Leona, Mali, Liberia, Burquina Faso, dejan a
relucir la falta de medios y de recursos, el índice es de dos camas UCI por
cien mil habitantes. En los suburbios de las grandes ciudades como Johannesburgo
viven al desamparo multitud de personas.
La verdad que uno se pregunta que los muertos no solo son
los que están en las tumbas sino los que quizás vivimos pero vivimos como
muertos como un cortejo fúnebre sin fe y sin vida. Esta pandemia saca a la luz
de que existe otra pandemia que asfixia el corazón, la pandemia del egoísmo y
la indiferencia, el vivir sin fe de espaldas a Dios y de espaldas a los
hermanos que es la causa de tantas desigualdades e injusticias en el mundo.
Esta pandemia es una llamada universal a la solidaridad a continuar en la
tierra la misión del Hijo: “He bajado del cielo para llevar a cabo la obra de
mi Padre y su voluntad es que no se pierda ninguno de los que El me ha dado”.
Ojalá que esta pandemia nos haga despertar a la llamada a responder a su plan y
designio de hacer realidad un mundo de hermanos.
Aquí estamos Señor en este valle de lágrimas, en este
valle de Ezequiel,
en esta epidemia que se extiende por toda la faz de la
tierra,
donde impera la muerte, el llanto, el lamento de
tantos seres queridos
Esto dice el Señor ¿Piensas que podrán revivir estos
muertos?
Habla de parte mía a estos huesos i diles: Escuchad la palabra de
Dios.
Yo haré entrar el Espíritu en vosotros y viviréis.
Cuando el viejo montón de huesos parecían más secos,
un fuerte viento de vida se agitó en medio de la
muerte
Entró en ellos, se reanimaron y se pusieron en pie.
Espíritu Ven por los cuatro puntos cardinales
y sopla el aliento de vida
para que estos muertos vuelvan a la vida
Ven y sopla en nuestros corazones
para sacarnos de nuestros egoismos
y hacernos vivir como hermanos
JUEVES III DE PASCUA
HE BAJADO AL MUNDO PARA QUE EL MUNDO TENGA VIDA
Lectura: …Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma
de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo les voy a dar es mi carne para
que el mundo tenga vida (Jn 6, 44-51)
El discurso que hemos venido escuchando del “pan de vida”
parece quedar enigmático para los discípulos. No es de extrañar que Felipe
pregunta al etíope ¿Comprendes lo que dicen las Escrituras? El Propósito de
Jesús de venir al mundo es que el mundo tenga vida. El hombre se alejó de Dios
y rompió su Alianza, el vínculo de comunión con El y con los hermanos. Jesús
vino a restaurar la comunión con una Nueva Alianza. Jesús ofrece su cuerpo, su
carne, su sangre, vida. Necesitamos ese nuevo orden, ese nuevo pacto, esa nueva
Alianza que Jesús ha venido a traernos. Si queremos que la sangre y la muerte
de Jesús no sea en vano, que la muerte de tantos, sanitarios, voluntarios,
sacerdotes religiosas en esta pandemia no haya sido en vano hemos de replantearnos
nuestra forma de vida, nuestro modelo de vida.
Ayer el gobierno hizo público el plan de desescalada para la
vuelta a la “nueva normalidad”. Uno se pregunta cuál será esa “nueva
normalidad”. No es tiempo de volver a la normalidad como si no haya pasado
nada. Es tiempo de empezar una vida nueva de restaurar el mundo roto enfermo y
dividido con vínculos de solidaridad y comunión. He venido y entregado mi vida
para que el mundo viva, para restablecer la paz y la unidad. Esta es nuestra
tarea lo que Jesús nos encomendó: Haced lo mismo que yo hago para restablecer
la comunión.
La pandemia no sólo ha puesto de manifiesto la debilidad del
hombre y el sistema sanitario. Ha puesto de manifiesto que hemos estamos bajo
otra pandemia peor, la globalidad de la indiferencia el egoísmo la desigualdad
la injusticia. Hemos estado en toque de queda como si se tratara de una guerra
sumergida, estamos ahora delante no sólo ante una fuerte recesión económica
semejante a como quedó el mundo después de la guerra mundial. No es tiempo de
seguir igual, no podemos seguir así, nunca jamás. Es tiempo de recapacitar de
despertar de cambiar nuestros hábitos, prioridades, valores forma y orientación
de vida. Un nuevo orden, Una nueva conciencia, unos nuevos valores perennes que
hacen la vida sea digna de ser vivida, una vida más humana, solidaria, justa y
fraterna. Necesitamos establecer vínculos nuevos, necesitamos ese nuevo orden,
ese nuevo pacto, esa nueva Alianza que Jesús ha venido a traernos.
Esta Pascua es tiempo de nacer de nuevo, de renacer, de
nacer a una vida nueva con un espíritu nuevo. Jesús resucitado se nos da como “Pan
vivo”, nos da su mismo Espíritu. Su Espíritu de comunión nos invita a vivir la
nueva espiritualidad de la comunión. Hoy os invito a cantar juntos este himno
como el grito de tantos hombres de todo el mundo que ansían que esperan que
juntos construyamos un mundo nuevo:
Escucha hermano la canción de la alegría
el canto alegre del que espera un nuevo día
Ven canta, sueña cantando
vive soñando el nuevo sol
en que los hombres volverán a ser hermanos,
ven canta, sueña cantando
vive soñando el nuevo sol
en que los hombres volverán a ser hermanos.
el canto alegre del que espera un nuevo día
Ven canta, sueña cantando
vive soñando el nuevo sol
en que los hombres volverán a ser hermanos,
ven canta, sueña cantando
vive soñando el nuevo sol
en que los hombres volverán a ser hermanos.
Si en tu camino sólo existe la tristeza
y el llanto amargo de la soledad completa,
ven canta, sueña cantando
vive soñando el nuevo sol
en que los hombres volverán a ser hermanos.
y el llanto amargo de la soledad completa,
ven canta, sueña cantando
vive soñando el nuevo sol
en que los hombres volverán a ser hermanos.
Si es que no encuentras la alegría en esta tierra
buscala hermano más alla de las estrellas,
ven canta, sueña cantando
vive soñando el nuevo sol
en que los hombres volverán a ser hermanos.
buscala hermano más alla de las estrellas,
ven canta, sueña cantando
vive soñando el nuevo sol
en que los hombres volverán a ser hermanos.
SINTESIS DE ESTE TIEMPO: RENACER, DESPERTAR
ELLOS LO RECONOCIERON AL PARTIR EL PAN
Durante todo este tiempo la liturgia nos presenta los
encuentros de Jesús resucitado. Durante todo este tiempo de pandemia también
nosotros nos hemos preguntado, ¿dónde estas, dónde habitas, dónde encontrarte?.
La respuesta nos la das Tú hoy en tu evangelio: ellos lo reconocieron al
partir el pan. Hoy también estás presente en los pasillos de los hospitales
en las morgues en centros de salud, en las residencias de ancianos, en tantas
personas que entregan su vida por salvar a los demás. Quisiera compartir un
artículo de un sacerdote jesuíta el padre José María Fernández titulado:
“Sanitarios, santos de la puerta de al lado”:
Hoy los sanitarios sois el POEMA (amar) lírico (luchar):
vuestro agotamiento, angustias y vidas sacrificadas en favor nuestro cura nuestro
prosaísmo (individualismo) tan ¡Qué hay de lo mío!. Vuestras manos no tocaron
nuestros cuerpos pero sí nuestro corazón y nuestro espíritu. Sois los santos de
la puerta de al lado, soldados de a pie y de primera línea en esta lucha contra
la pandemia. Héroes de capa blanca, santos que no canonizarán pero que nos han
hecho mejores.
Son muchos los sanitarios contagiados y muertos más de
33.000. Son miles los sanitarios los que han corrido por los pasillos,
acercarse sin mascarillas a los enfermos, aguardar al pie de las camillas hasta
el último momento, tratando de salvar la vida del otro hasta el punto de
arriesgar incluso perdiendo la propia.
Hoy no solo queremos rendirles homenaje con nuestro aplauso
de cada día, queremos decirles gracias por vuestras vidas que guardaremos en la
memoria, con vuestra arriesgada entrega salvasteis más que vidas. Reconocimos
al Señor en su entrega, en su vida puesta al servicio de los más vulnerables.
Viva en esta Pascua la presencia de Jesús resucitado en tantas vidas
entregadas. Os comparto esta sencilla oración:
El camino a veces se nos hace largo y pesaroso
difícil de seguir, inseguro, incierto…
Apareciste al atardecer cuando menos te esperábamos,
cuando ya nuestros pasos cansinos a punto de pararnos,
cuando ya no teníamos ganas ni de seguir ni de llegar,
Apareciste como compañero de fatigas sin reclamos,
sin hacer balance de ausencias o de preguntas
inquisidoras.
Apareciste y se despertó de nuevo en nosotros el entusiasmo,
el ardor del primer amor y la alegría,
dejaste en nosotros una estela de esperanza viva.
Tu nos recuerdas que no nos has dejado solos,
nos prometes tu compañía y la de los hermanos
para que el camino se haga fácil y llevadero.
Ven Señor buen compañero a compartir con nosotros tu
pan,
Ven a nuestras casas, a nuestras familias, a nuestras
mesas
Que los gestos de unión y de comunión
nos hagan adivinar tu misteriosa presencia.
Quedate con nosotros y enseñanos a compartir
Lo que recibimos de ti con los hermanos.
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