viernes, 1 de mayo de 2020

Oraciones en tiempo de Pascua (I) Abril 2020

ORACIONES EN TIEMPO DE PASCUA  (ABRIL 2020)


Introducción

Estas oraciones corresponden al Tiempo de Pascua 2020. La octava de Pascua la viví intentando recoger y asimilar lo que fue la Semana Santa. Los discípulos lentamente empezaron con lentitud a percibir la fuerza de la Resurrección fruto de los encuentros con el Resucitado.
Nos encontramos ahora en la sexta semana de confinamiento con la cifra alarmante de más de 20.000 muertos como datos oficiales aunque otras fuentes lleguen a hablar del doble. El gobierno informa que el aislamiento se alargará tres semanas más hasta el 10 de mayo. La desescalada se hará de forma gradual y lentamente.

El futuro que se avecina no será fácil. Estamos ante una situación no solo de emergencia sino de colapso total de todo el sistema. La crisis sanitaria nos abre ante una crisis económica sin precedentes. Esta situación demanda más que nunca la unidad, solidaridad y colaboración de todos.
Jesús va saliendo al encuentro de sus discípulos. Estaban dispersos abatidos y descorazonados. Como buen Pastor no cesa hasta congregarlos de nuevo. Espera al último y más incrédulo Tomás. Les infunde la paz y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.

Estamos en pleno tiempo Pascual. Hemos celebrado la Resurrección de Cristo y estamos invitados a resucitar con El a una vida nueva. Aunque vivimos con incertidumbre ante el futuro, no debemos caer en la desesperanza. Nos es imposible predecir lo que nos encontraremos. ¿Un mundo desolado? La fe nos impulsa a vivir este tiempo no presos del pasado, aprendiendo del presente y mirando al futuro. La pandemia nos pone ante un tiempo nuevo. Vi unos cielos y una tierra nueva. Después de este tiempo en que nos volvamos a reencontrar, ¿volverá a ser igual?, ¿volveremos a la normalidad?

ORACIONES DE PASCUA

ORACION DE LA OCTAVA DE PASCUA



TE DARE GRACIAS SEÑOR DE TODO CORAZON

Te doy gracias Señor de todo corazón porque has defendido mi causa, Tu fortaleza para el oprimido. Me regocijaré contigo porque me rescataste de la sombra de muerte. Tu destruyes al malvado y mis enemigos perecerá. Tu reinas por siempre y restableces tu Reino. Los que reconocen tu nombre confían en ti. Anunciad a todos los pueblos tus hazañas. (Sal 9)

Durante toda la Octava de Pascua es como si extendiéramos la fiesta de la Resurrección para reposarla e interiorizarla durante toda esta semana. La verdad que necesitamos existencialmente creer en la fuerza de tu Resurrección especialmente en este tiempo de crisis tan profunda por la pandemia del coronavirus.

Quisiera detenerme en tres momentos que este salmo leído en clave pascual recoge:
El designio y la acción de Dios. Los designios de Dios son inescrutables. Todo lo crea y sostiene con amor infinito. En medio de la calamidad Dios ha escuchado el clamor de su pueblo. Dios se ha abajado y hecho solidario con nuestro dolor. Dios mismo nos ofreció a su Hijo para nuestra salvación. Dios mismo resucitó a su Hijo para llevar a témino su obra de restauración.

Hay dos momentos que son especiales y que la Iglesia propone dos Octavas para su sosegada contemplación e interiorización. La Octava de la Navidad ante el Nacimiento y la Octava de Pascua ante la Resurrección. El asombro es tal que en el universo se produce un gran silencio, el silencio más grande. La vida del universo entero se para en adoración. Como si se tratase de una suspensión del cosmos y callasen todas las criaturas con gran asombro. En los relatos se nos habla todos quedaron asombrados sobrecogidos al contemplar la gloria de Dios. Dios es Dios y todo lo puede

La respuesta agradecida del hombre. Ante tal predilección e intervención amorosa de Dios el hombre responde con infinito agradecimiento. Este agradecimiento debe de llevar al hombre a la confianza y fidelidad a la Alianza. Sí Dios que nos creó nos redimió y nos quiso para sí. Reconocerle como Señor es reconocer su soberanía y someternos a su plan y destino amoroso. De El procede todo y a El se encamina todo. Dios es el Señor de todo y de todos. El tiene que ser conocido, reconocido y glorificado por todos. A El Todo el honor, la gloria y el poder.

La proclamación de su misericordia. Ante el asombro y el sobrecogimiento no hemos de quedar paralizados mirando al cielo. Vayan y anuncien a mis hermanos. Dios mismo en su Hijo resucitado nos envía a proclamar su infinita bondad y la grandeza de su amor. El Señor Resucitó y quiere extender su resurrección a todos. El Señor quiere que renazcamos con El a una vida nueva, a un orden nuevo. Toda la creación se destina a una nueva creación a una nueva Jerusalén a un orden nuevo a un mundo nuevo donde reine el amor la paz y la justicia.



DOMINGO II DE PASCUA 
DE LA DIVINA MISERICORDIA





Lecturas: (Act 2, 42-47; ¡ Pe 1, 3-9; Jn 20, 19-31)

Como el virus se ha propagado sin fronteras así con la fuerza del Espíritu nos invita a una misión universal. Llevar la salvación a todos los hombres. Hay un virus peor que el coronavirus, la ausencia del amor, la ausencia de Dios. Tenemos el antídoto hacer presente a Dios irradiando su infinita misericordia. Esa es la esperanza 

FRENTE AL DESCONCIERTO Y AISLAMIENTO: LA UNION
La primera lectura de los Hechos de los apóstoles nos habla de como todos los creyentes vivían unidos y todo lo ponían en común. El confinamiento frente a la pandemia no debe encerrarnos, no debe aislarnos al contrario unirnos más que nunca. La pandemia  que no sabe de fronteras nos debe unir a todos en una misma causa, salvar al género humano.

FRENTE AL DOLOR LA COMPASION
La segunda lectura nos exhorta a no caer presos del dolor. Alegrense aún cuando tengan que sufrir adversidades a fin de que su fe probada sea digna de alabanza. Esta situación que atravesamos ha de movernos a ser más solidarios que nunca. En medio del dolor de tantos hermanos sufriendo la enfermedad y la muerte poder acompañar, consolar, confortar, alentar la fe de los hermanos más vulnerables

FRENTE AL TEMOR LA CONFIANZA
Las primeras palabras de Jesús Resucitado son: No teman, la paz con ustedes. También el Señor quiere salir a nuestro encuentro para congregarnos en medio de este aislamiento y renovarnos la fe, el amor, la esperanza. Frente al temor y la desconfianza nos llama a la confianza. Confianza en su infinita misericordia.
Jesús nos invita a cercarnos a él a palpar y experimentar su misericordia infinita en medio de la peor situación. El ha vencido el mal, el pecado, la muerte. Donde abundó el mal y el pecado, sobreabundó su misericordia. No hay situación, ni pecador tan grande que no sea objeto de la misericordia de Dios. Del corazón incrédulo de Tomás pasemos ala confesión creyente: Señor mío y Dios mío, Sagrado corazón de Jesús en tí confío.

FINALMENTE LOS ENVIA
Después de alentarlos y confortarlos los envía Como el Padre me envió así yo os envio. Consciente de su debilidad los fortalece: Recibid el Espíritu. Tendreis el poder de sanar reconstruir perdonar. La llamada de Jesús hoy más que nunca es alentar la fe, el amor y la esperanza, irradiar su infinita misericordia. No estamos solos, tenemos donde acogernos y dónde habitar en su corazón misericordioso. Que el Señor nos haga testigos de su misericordia. Este es el tiempo de practicar, la solidaridad, el perdón, incluso más allá de la mera justicia. Solo así seremos constructores de la paz y unidad que precisa nuestro mundo.




INVITACIÓN A NACER DE NUEVO

Evangelio: (Jn 3, 1-8).
Los discípulos después de la Resurrección de Jesús regresan a Galilea y se vuelven a lo que hacían antes pescar, pero no sacan nada. No podemos regresar simplemente a lo de antes. Todo esto que vivimos nos tiene que hacer reflexionar y pensar. ¿Dónde ponemos nuestra seguridad y confianza?, ¿Cuál nuestra orientación de vida?, ¿Cuáles nuestras prioridades?

Es necesario nacer de nuevo, renacer del Espíritu. Nuestro presente iluminados desde la Resurrección de Cristo nos llena de esperanza y debe abrir nuestros corazones a un futuro mucho mejor como Dios quiere. Hemos de salir más unidos, más conectados, más humanos, más solidarios, más fortalecidos.

En este tiempo tan especial de Pascua y confinamiento somos invitados a nacer de nuevo a invertir y aprovechar este tiempo para aprender y salir fortalecidos. Este decálogo está inspirado en el librito del monje Anselm Grum y el artículo del monje Bérengére Dommaigne de Saint Wandrille inspirados en San Benito sobre como vivir el confinamiento.

DECALOGO PARA SALIR DEL CONFINAMIENTO RENOVADOS

I TIEMPO DE APRENDIZAJE
El confinamiento es un aprendizaje, hay que habitar el tiempo, vivirlo en el instante y no permitir que fluya de forma informe. Según vivamos este confinamiento nos puede formar o deformar. Si aprendemos a vivir el confinamiento según el Espíritu podemos salir renovados y fortalecidos.

II AL RITMO DE DIOS
¿Cómo habitar, aprovechar el tiempo? Hemos de tratar vivir una vida marcada por el ritmo de Dios. “Dios se da en el instante presente, ¡incluso en tiempos de crisis!”. También nosotros podemos ajustar nuestro tiempo al tiempo de Dios. Eso nos ayudará a aceptar nuestra vulnerabilidad de que todo no está en nuestras manos, saber esperar y confiar en Dios

III APRENDER A VIVIR EL TIEMPO PRESENTE
También hay que aprender a vivir el momento presente, y este es el primer pilar de la vida confinada. Concentrarse en lo que se esté haciendo, en el instante, y cuando el momento haya pasado, detenerse para pasar a otra cosa, esta es una forma constructiva de pasar el tiempo.

IV CON ORDEN Y DISCIPLINA
El segundo pilar de la vida confinada es la disciplina. Paradójicamente, un tiempo de confinamiento puede ser un tiempo de dispersión y de ansiedad, sobre todo en las redes sociales, que consumen tanto tiempo. Adueñarnos del tiempo implica saber elegir y optar por lo que queremos vivir y no dejar que nos vivan, que nos dirijan y lleven por la última ola. Sorprende como sin darnos cuenta nos movemos por lo que se mueve en Facebook, Twitter e Instagram, donde tantos de nosotros malgastamos el tiempo. El hombre debe seguir siendo dueño de sí mismo, aceptar su debilidad, pero también saber dominarse y adueñarse de sí.

V AL RITMO DEL ESPIRITU CON LIBERTAD INTERIOR
La libertad interior puede ser exterminada por la vacuidad de Internet igual que por la ausencia de disciplina. Por tanto, hay que jerarquizar lo importante y no desviarnos con lo que nos aleja de ello. Así que la relación con el tiempo es el auténtico desafío de este confinamiento. Encontrar una disciplina en el horario de la jornada, en una dedicación del tiempo prevista con antelación para dar ritmo al día.

VI DISCERNIR Y JERARQUIZAR LO VERDAERAMENTE IMPORTANTE
Volviendo a los medios y pantallas que a todos nos parecen indispensables para no estar aislados del mundo en este periodo de confinamiento, podemos usarlas, pero con buen criterio. El seguir la santa misa, el rezo del rosario u otras prácticas seguidas en la página web del Vaticano u otras redes no es tiempo perdido. Son momentos privilegiados, no horas que pasamos vanalmente actualizando la página de Twitter.

VII  REPLANTEAR LAS PRIORIDADES DE VIDA
Este confinamiento puede ser una oportunidad para cambiar de hábitos y hacer las cosas de otra manera, para replantearse las prioridades de la vida. Y plantearse también preguntas pertinentes, como ¿qué hábito no tengo y que podría adquirir ahora?

VIII CRECER EN COMUNICACIÓN Y COMUNION
Este confinamiento pone de relieve la necesidad esencial de que las personas estén en comunión. El confinamiento afecta a nuestro deseo de sociabilidad, un deseo que también hay que cultivar. Una vez más, nada vale más que el contacto humano, en estos momentos el teléfono, la voz, que comunica más que un medio social.

IX CRECER EN EMPATIA Y SOLIDADRIDAD
El confinamiento no es aislamiento. El confinamiento no debe aislarnos. Debemos abrirnos a las necesidades de los demás. La creatividad del amor es inusitada y más en este tiempo de confinamiento ¡Prueba de ello son las numerosas promociones de Cáritas y creativas iniciativas entre vecinos y feligreses!

X UNIDOS EN LA ORACION
Por último, si hiciera falta convencerse más, conviene saber que incluso los ermitaños se imponen una disciplina diaria. Y en lo que respecta a la comunión con los demás, ¡la viven a través de la unión por la oración! Ahí está el secreto, vivir en comunión con los demás, por alejados que estén. No descuidemos nunca la fuerza de la oración y la comunión de los santos.


MARTES DE LA II SEMANA DE PASCUA

INVITACIÓN A NACER DE LO ALTO, CON UN ESPIRITU NUEVO
Evangelio: Teneis qué nacer de lo alto; el viento sopla dónde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. (Jn 3, 5ª, 7b)

En este tiempo de luces y sombras se despiertan toda clase de preguntas, preguntas esenciales que la ciencia no parece responder. Que el dolor no nos enturbie la fe no nos apague el amor. En este tiempo pascual la liturgia nos invita a volver a nacer. María Magdalena la apóstol de los apóstoles nos abre una senda. La senda del corazón creyente y enamorado: Una nueva forma de reconocerle de encontrarle. El corazón tiene razones que la razón no entiende. Estas Rimas tomadas de Gustavo Adolfo Bécquer me ayudaban.

¿Quienes somos?
Hoja de árbol seca que arrebata el vendaval,
Sin que nadie acierte el surco, donde al polvo volverá.
Eso soy yo, que al acaso, cruzo el mundo sin pensar,
De dónde vengo ni adónde mis pasos van.

Mientras la humana ciencia no descubra las fuentes de la vida
Y en el mar o en el cielo haya un abismo que al cálculo resista
Mientras la humanidad siempre avanzando no sepa a dónde camina,
El hombre seguirá siendo un misterio por descubrir.

¿Qué sentimos? ¿Qué buscamos?
Cadencias que no tienen ni ritmo ni compás,
Accesos de alegría, impulsos de llorar.
Vamos a impulsos de deseos y latidos
Sin saber a dónde van y cuál el último será.

En el mar de la duda en que bogo ni aún se lo que creo;
Sin embargo estas ansias me dicen que llevo algo divino que no entiendo.
¿Seré un sueño, un imposible, un vano fantasma de niebla y luz?
Muestrate embriagez divina, vos intangible a quién deseo


¿Dónde estas?
 Cuando miro de noche en el fondo oscuro cielo,
Las estrellas temblar como ardientes pupilas de fuego,
Siento que alguien me mira y quiero subir hasta el cielo,
y busco anegarme en su luz y fundirme en un beso.

Cuántas veces vivo como un muerto que duerme en el fondo del alma
Esperando que como a Lázaro una voz le diga levántate y anda.
Hoy la tierra y los cielos me sonríen, hoy llega al fondo de mi alma el sol,
Hoy le he visto, he visto lo que busca anhela ansía mi corazón.


Desando encontrarte
Te ví al punto, flotando ante mis ojos y la imagen de tus ojos se quedó,
Como la mancha oscura orlada en fuego, que flota y ciega si se mira al sol.
A dondequiera que la vista clavo, torno a ver sus pupilas llamear,
mas no te encuentro a ti, que es tu mirada, unos ojos, los tuyos, nada más.

Cuando me levanto y salgo de mi alcoba, los miro desasidos fantásticos lucir,
cuando duermo los siento que se ciernen, de par en par abiertos sobre mí.
Me siento arrastrado por tus ojos, pero a dónde me arrastran no lo sé.
Sin embargo percibo, aunque invisible, que al lado tuyo estoy.

Deseando abrazarte
Por una mirada tuya, un mundo;
Por una sonrisa tuya, un cielo;
Por un beso tuyo… yo no sé
Que te diera por un beso.

Despierta que tiemblo al mirarte,
dormida, me atrevo a verte;
por eso alma de mi alma,
yo velo mientras tu duermes.

¡Oh, ven tú, Señor y sal a mi encuentro!



MIERCOLES DE LA II SEMANA DE PASCUA
LA BRISA SUAVE DEL ESPIRITU

Lectura: Contempladlo y quedareis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. Si el afligido invoca al Señor él lo escucha y lo salva de sus angustias. (Sal 33, 6-7)

Las palabras del salmo de hoy son como una suave melodía que entran y empapan el corazón y nos infunden una gran confianza. Los pobres y humildes escuchan tus humildes y silenciosos pasos, te reconocen en todo el orbe envuelto en tu misterio de piedad, te escuchan y se alegran, dichosos los que se acogen a él. Pienso que tantos hombres viven este confinamiento que ahora pasamos como algo habitual exiliados, en campos de refugiados, en las cárceles, drogadictos en centros de rehabilitación, enfermos terminales con cáncer, ancianos en residencias inválidos con discapacidad severa, etc. Pobres que sólo en Dios encuentran su último refugio. 

Me ayudó mucho los testimonios del viacrucis del Viernes Santo que hicieron reclusos en cadena perpetua. Me ayudó saber de unos niños de un hospital que habían superado el cáncer y en estos tiempos mandaban achuchones a las personas más vulnerables. Este es mi deseo con mi pobre oración que unida a los de tantos rompa los hielos de nuestra indiferencia y llegue a los que se encuentran más abatidos.

Nos puede pasar en todo este tiempo el quedar abrumados y desanimados ante el clima reinante. En medio de la pandemia que vivimos son días lluviosos, con cielo nublado y tormentas. Hago oración junto a la ventana. Sin embargo la fuerza de la resurrección se deja ver en los árboles que están floreciendo, las palomas revoloteando, aparecen rayos furtivos y de repente redoblan las campanas como llamándonos a la escucha, al recogimiento interior. Pareciera como si el viento se colase a través de las rendijas a nuestro espacio interior. Entonces basta una mirada una palabra para cambiar nuestro ánimo. Espera en Dios, ten confianza. Necesitamos ser mirados, ser nombrados, ser vueltos hacia el amor que nos habita. En este tiempo donde preparamos la venida del Espíritu necesitamos reconocer que él ya está ya habita en nuestros corazones. El precisamente viene a nuestro encuentro como brisa suave a alentar a los abatidos y desalentados. Señor míranos, resplandece, brilla en nuestros corazones, fortalece vigorosamente nuestro interior. Os comparto otra poesía que también me ayudaba como lectura espiritual y ponía palabras a los sentimientos que vivo.

Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar,
Y otra vez con el ala a sus cristales jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban tu hermosura y mi dicha a contemplar,
Aquellas que aprendieron nuestros nombres…esas no volverán

Volverán las tupidas madreselvas de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas sus flores abrirán.
Pero aquellas, cuajadas de rocío cuyas gotas mirábamos temblar
Y caer como lágrimas del día… esas no volverán

Volverán del amor en tus oídos las palabras ardientes a sonar,
Tu corazón de su profundo sueño tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido…desengáñate, así nadie te querrá.

(Rima LIII, Gustavo Adolfo Bécquer) 



JUEVES II SEMANA DE PASCUA

EL PADRE ME AMA Y TODO ESTA EN SUS MANOS




Lectura: ¿Dónde habitas Jesús y dónde habitamos nosotros? (Jn 3, 31-36)

En este tiempo de pandemia en el que tantos estamos confinados a vivir en nuestras casas en cuántos habita el miedo, el desconcierto, la angustia, la desesperación. Ayer supe de un adicto bipolar que no había podido dormir durante toda la noche con ataques de ansiedad y delirios de suicidio. Cuántas personas no tiene dónde habitar y se hayan perdidas en medio de la soledad. Quisiera que la oración de hoy llegara a esas personas que se sienten más solas y abandonadas en estos momentos. Todos tenemos un lugar donde habitar donde sentirnos seguros y este lugar no es otro que las manos del Padre.

Destaca la pregunta que sale de la boca del mismo Juan al comienzo del evangelio: ¿Dónde habitas? Jesús como de costumbre no responde de inmediato a la pregunta sino que les dice vengan conmigo, vivan conmigo y lo verán. Parece como si todo el evangelio tratara de responder a esta pregunta. Por supuesto que Jesús no se refiere a un lugar físico.  Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. (Jn 14,11).

Jesús resucita para que nosotros resucitemos con él, para mostrarnos el lugar donde habitar. Voy a mi Padre que es el Padre de ustedes. Me voy a prepararles un lugar. Después volveré a buscarles para que donde yo estoy estén también ustedes. (Jn 14, 3). Cuál grande el interés de Jesús de que podamos vivir donde vive él, de que podamos vivirnos en manos de su Padre, nuestro Padre Dios con una infinita confianza.

No hemos de huir de este mundo para habitar ya en el cielo. El cielo no es un lugar físico es alguien que nos ama con locura, un amor incondicional donde podemos habitar y descansar seguros. Os comparto otra pequeña poesía que nos habla de este anhelo y la Pido al Señor que venga a habitar e iluminar las cavernas más oscuras donde tantas veces vivimos.

Deseo habitar en el corazón del misterio,
Busco habitar en ese amor que me rodea y me envuelve,
Busco su luz en la oscuridad de la noche.
Espero pacientemente su iluminación

Busco en silencio con un corazón agitado,
En medio del tumulto y prisas de la vida,
Mi espíritu gime en medio de la soledad,
En un mundo muerto a los gritos de dolor.

Busco un hogar, un hogar donde habitar, donde reposar
Inconsciente de que ya estoy allí,
De que alguien ha venido a habitar mi soledad
De que alguien ha escuchado mi lamento.

 VIERNES II SEMANA DE PASCUA


UNA COSA BUSCO HABITAR EN LA CASA DEL SEÑOR



Lectura: Una cosa le pido al Señor, una sola deseo, habitar en su casa mientras dure la vida para gozar de su dulzura y contemplar su rostro. (Sal 27, 4)

La pretensión del hombre de hoy con todos los medios de la ciencia de promoverse y alargar su existencia no es sino pálido deseo de la grandeza de su destino. Las luchas las pruebas y dificultades nonos pueden hacer olvidar de nuestro último destino. El deseo del hombre nace del mismo deseo de Dios. Dios quiso acercarse y habitar en nuestra tierra para llevar al hombre a su propia morada. Pero en el aquí y ahora seguimos preñados de ese deseo, morar, gozar, contemplar su rostro y hermosura. Es tu rostro, tu mirada, lo que busco gozar de la dulzura de tu bondad, la que gozan los vivos. V. 13

Podemos ya en esta tierra probar y gustar anticipadamente de este deseo. Cristo no está en los cielos desentendido de los hombres. Cristo nos abrió las puertas del cielo para que en él podamos habitar. El corazón de Cristo esta vivo, abierto accesible para el que lo busca y lo desea. Venid a mí los cansado, atribulados y en mí encontrareis descanso. . Son muchos los que asisten en estos días a la muerte de sus seres queridos ayer hablé con un sacerdote que había perdido a su madre de 92 años en una residencia de ancianos. El vivía con ella, ambos contrajeron el virus. Cuando buscaba residencia para mi madre hablé con los dos, bueno con ella era difícil porque tenía alzeimer y no reconocía casi a su hijo. Ahora se que ella alcanzó su destino.

Pero morar no es sencillamente estar o habitar en un lugar físico. La morada es el lugar donde te sientes a gusto, reconocido, amado, en la totalidad de tu ser. Son muchos los que en este tiempo de confinamiento experimentan la vulnerabilidad de nuestras relaciones y vínculos. No resulta fácil la convivencia en el día a día cuando se prolonga a todas horas conviviendo entre cuatro paredes y se caen todos los maquillajes. Muchos tan solo se veían en casa cuando llegaban del trabajo. Otros ya no saben que hacer con sus hijos, dicen que en este tiempo aumentó el maltrato y que son muchas las parejas que optaron por separarse. En el confinamiento sale lo mejor y lo peor. Sin duda puede salir lo mejor y somos testigos de ello. Muchos han encontrado la oportunidad para compartir cosas que no compartían y para estrechar los vínculos con comprensión y perdón. También la pandemia a nivel nacional y mundial nos está pidiendo el entendimiento mutuo y la unidad. Que unidos en el amor de Jesús y habitando en su corazón podamos vivir en el hogar del mundo como verdaderos hermanos. Hay una poesía de Pedro Casaldáliga titulada “mi tierra prometida, Tú”, no la he encontrado pero comparto otra por si puede ayudarnos.

Vago como peregrino en medio del mundo
como quien camina solitario en medio de un gran exilio
con hambre de hogar, desando volver a casa.
Dentro de mi descubro una parte escondida,
que vaga sin horizonte, tropezando en la oscuridad,
gritando y anhelando por ser encontrada.

Dios del exilio y de los exiliados,
encuentra mi parte perdida y guíala hacia ti,
Tu la tierra prometida.

Acuérdate de todos los exiliados
toma el extranjero que hay dentro de mí
y danos encontrar esa tierra prometida
habitar en esa casa y hogar familiar.
Danos volver y permanecer en ti, morar en ti
porque eso es ya el atisbo de nuestra verdadera casa.

SABADO II SEMANA DE PASCUA

FIESTA DE SAN MARCOS EVANGELISTA

PROCLAMARE SIN CESAR LA MISERICORDIA DEL SEÑOR



Lectura: Sal 88, 2; Mk, 16, 15-20

Este tiempo de pandemia es también para la Iglesia una oportunidad. Si bien es verdad que la gente no puede asistir a las celebraciones litúrgicas y sacramentos también es verdad que es el tiempo privilegiado para el testimonio. Cuánto nos alegramos de ver tantos testimonios de gente que en el anonimato no dejan de irradiar el suave olor de Cristo y del evangelio en las morgues, hospitales, centros de salud y multitud de formas asistenciales para proveer de lo mínimo necesario a los más vulnerables y necesitados. Dios está vivo y presente y la Iglesia también.

Las lecturas que nos acompañan estos días sobre la primera comunidad cristiana nos deja ver a aquellos discípulos que habían sido paralizados por el miedo anunciar a Cristo con parresía. Les intimidaban para que dejasen de hablar pero ellos decían no podemos dejar de hablar, nosotros somos testigos de todo esto y también lo es el Espíritu Santo que Dios ha dado a los que le obedecen. Los que obedecen su mandato son impulsados por el mismo espíritu de Jesús, Su Espíritu Santo. Su mandato no es otro que la proclamación del evangelio a toda creatura. Alos que le obedecen promete su asistencia, a los que prediquen les acompañarán los signos del Reino. El Señor actuaba en ellos con ellos y confirmaba su predicación con signos.

Si muchos dudaban de la Resurrección esta era la prueba más grande aquellos hombres, rudos, incultos, atemorizados fueron los que emprendieron la misión más grande con una fuerza imparable sin miedo a la muerte. Este Espíritu es el que nos sigue convocando y moviendo a nosotros. No lo podemos negar, no lo podemos callar. Nosotros somos testigos de todo esto.

Si el mundo de hoy como decía ya Pablo VI necesita de misioneros que sean testigos. Es tiempo de testigos. Escuchaba un himno en estos días que decía: No son más verdad los versos, por estar grabados en roca soñando con perdurar, no son más los brazos si enmascaran abismos de los que nunca hablamos. No son mejores las noticias las que se dicen con una sonrisa sino las que hacen plena la vida. No son más ciertas las declaraciones de amor por gritar a los cuatro vientos, lo son cuando se convierten en hogar. No son tus discípulos los que exigen cargados de argumentos y sentencias sino los que aprendieron de ti a servir. No es más testigo del evangelio quien más lo cita sino quienes con su vida lo hacen real. Termino con la poesía de uno de esos testigos y juglares del evangelio que ha sido para mí y para muchos fuente de inspiración, Pedro Casaldáliga que hice referencia ayer y que al fin encontré gracias a nuestro hermanillo Rafael:

Mi fuerza y mi fracaso eres tú,
mi herencia y mi pobreza eres tú.
Tú mi justicia, Jesús,
mi guerra y mi paz, mi libre libertad,
Mi muerte y mi vida, Tú.

Palabra de mis gritos,
silencio de mi espera,
testigo de mis sueños,
Cruz de mi cruz, Tú

Perdón de mis pecados,
Juez de mi pobre llanto,
razón de mi esperanza.
MI Tierra prometida, Tu, Jesús.

DOMINGO III DE PASCUA

RENACER A LA ESPERANZA




Lectura: (Hch 2, 14, 22-33; Lk 24, 13-35)

NUESTRA ILUSIÓN
En el evangelio Lucas nos deja ver el doble camino de los dos discípulos de Jesús. Mientras se alejan de Jerusalén comparten la amarga experiencia del desaliento. Aquel en quien habían creído ha muerto. Y con él ha muerto su esperanza.En esos dos peregrinos se ve reflejada la actitud de muchas personas de este mundo y de este tiempo. Durante algún tiempo han depositado las razones para vivir y para esperar en la economía, en la técnica, en los medios de comunicación, en los dirigentes políticos. Y de pronto, perciben que esos pretendidos fundamentos carecen de raíces.
Algunos de ellos manifiestan que comprenden que la fe de los cristianos les parece honrada y plausible. Pero simplemente no les interesa. Han decidido dejar atrás la fe que recibieron y los relatos en los que parecía apoyarse. Prefieren hacer su propio camino, aunque no les entusiasme. El camino de Jerusalén a Emaús refleja una ilusión que ha quedado bruscamente frustrada.También para todo cristiano que quiera vivir seriamente su fe, Emaús ha sido en algún momento de su vida. el destino de sus pasos. ¿Quién no ha experimentado el fracaso en algún momento de su vida? ¿Quién no ha tenido la tentación de dejarlo todo y de buscar otros caminos? Son muchas las razones que han podido querer abandonar todo, y «dejar Jerusalén», para buscar un lugar más cómodo y menos comprometido para vivir.
NUESTRA DEBILIDAD
Pero los discípulos que se dirigen a Emaús, todavía conservan la capacidad para escuchar y aceptar una corrección por parte de un extraño compañero de camino. También en este tiempo, ese otro peregrino se presta a acompañarnos por el camino y a escuchar nuestro lamento.También en esta hora, ese peregrino misterioso está decidido a ayudarnos a recordar las palabras que dieron sentido a nuestra vida.También en este momento, ese peregrino tiene palabras que pueden estimularnos y calentar nuestro corazón.También hoy, ese peregrino acepta compartir nuestra cena, y puede transformar nuestro pan en fuente de vida, de luz y de sentido.Pero, también, en medio de esa experiencia común de «fracaso», de algún modo en el camino de Emaús se ha encontrado con el Señor, que les habla al corazón y lo hace arder con su Palabra y le hemos terminado reconociendo al partir el pan. Y hemos vuelto a Jerusalén.
NUESTRA ESPERANZA
 Lucas remarca durante todo el evangelio la insistencia de ir a Jerusalén. El mismo Lucas hace de su evangelio todo un proceso de ascensión y subida a Jerusalén. El evangelio parte de Jerusalén con la entrada de Jesús y Maríaen el Templo y lo termina con la vuelta de de los discípulos a Jerusalén. Jerusalén, el lugar privilegiado de la muerte y resurrección de Jesús donde se lleva a cabo el cumplimiento de la Alianza se convierte en el lugar de recibir la misión y el envío. en el encuentro con Jesús resucitado, en la escucha de sus palabras, en la fracción del pan, los discípulos lo reconocen, comprendieron el sentido de las cosas y cambian la orientación. Regresan a Jerusalén y  se lanzan con decisión  la misión. 

A Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos” (Hch 2, 32). Ese es el núcleo del mensaje que Pedro dirige a los habitantes de Jerusalén y a los peregrinos que han llegado a la ciudad para la celebración de la fiesta de Pentecostés. Pedro recuerda la misión y la obra de Jesús, al que Dios acreditó con los milagros y prodigios que fue realizando a la vista de todos. Proclama que, aunque muchos de sus oyentes colaboraron para que Jesús fuera condenado a muerte de cruz, Dios lo resucitó de entre los muertos. Y, finalmente afirma que los discípulos han recibido el Espíritu Santo para dar testimonio de la resurrección de Jesús, que es el Mesías esperado.Según la primera carta de Pedro, los cristianos saben que su fe y su esperanza se apoyan en el Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos (1Pe 1, 18-21).

También a nosotros nos quiere el Señor confiar la misión de reconstruir este mundo enfermo por la pandemia, roto y dividido en un nuevo mundo donde reine la unidad y la  paz. Unidos a Jesús y juntos entre todos levantar un mundo donde todos vivamos como hermanos. 

LUNES III SEMANA DE PASCUA

NO TRABAJEN POR EL ALIMENTO PERECEDERO SINO POR EL ALIMENTO QUE PERDURA PARA LA VIDA ETERNA



En el relato de Emaus que hemos escuchado este domingo, sobresalen tres presencias: La Palabra, la eucaristía y la comunidad. En este tiempo la gente hecha en falta las dos últimas y cobra más relevancia la primera. No sentíamos arder nuestro corazón cuando nos hablaba y nos explicaba las Escrituras. Cuánto necesitamos en este tiempo no dejar apagar la llama de su amor vivo en nuestros corazones. El fuego de sus corazones se había apagado por su profunda tristeza. En su encuentro con el Señor se volvió a encender de nuevo. Necesitamos renovar cada día ese encuentro avivar su presencia con nosotros, entre nosotros. Entrar en sintonía con aquel que nos habita. Decía en una carta Van Gogh a un amigo: Nunca debemos dejar que se apague el fuego en el espíritu sino que lo debemos mantener encendido.

Después de la multiplicación de panes Jesús les invita a trascender su signo: No trabajen por el alimento perecedero sino por el alimento que dura para la vida eterna. El alimento que nos ha venido a dar Jesús trasciende el pan material se trata del Pan de Vida. Yo soy el Pan de vida el que me come vivirá para siempre. Pienso en estos días en tantas personas que no pueden recibir a Jesús sacramentalmente y pido lo puedan recibir espiritualmente. Cada día nos podemos alimentar del pan de su Palabra.

Cuán necesario se hace avivar la oración de cada día, estar cerca de la llama del amor original y del corazón de Dios. Estos días cuando me pongo a orar enciendo una vela. Cada vez que nos acercamos a Dios, que dejamos que Dios se acerque a nosotros se enciende una vela en nuestro corazón. Que hermoso es ver que en medio de la noche tan larga de la pandemia que estamos viviendo ver encenderse la llama del amor en multitud de corazones. Que hermosa la canción:

Enciende una luz, déjala brillar
La luz de Jesús que brille en todo lugar
No la puedes esconder, no te puedes callar
Ante tal necesidad, enciende una luz en la obscuridad
Y como pues invocaran a Aquel que no han creído?
Y como creerán en Aquel de quien no han oído?
Y como oirán si nadie les predica?

Hermosos son los pies de los que anuncian la paz
Las buenas nuevas de Jesús

Hablando de trabajar para lo que perdura y de esa llama de amor viva que no se consume no quisiera acabar la oración de hoy sin recordar a nuestro hermano del cielo el trapense Rafael Arnaiz que murió a los 27 años de edad y Juan Pablo II declaró santo y propuso a los jóvenes que acudimos al WYD de Santiago de Compostela. Murió a los veintisiete años un tal día como hoy. Justo antes de la cuarentena pase una semana de retiro donde desde su tumba resuenan palabras de vida eterna:

Hoy he ofrecido al Señor lo único que me queda, la vida. La he puesto a sus pies para que él la acepte y la emplee en lo que quiera y la tome cuando quiera y para lo que quiera. Quiero ser una ofrenda para Dios, pero sin que el mundo se entere. Ser una leve sombra que pasó por la vida amando mucho a Dios y sin ruido. Ayudar a las almas del mundo para que amen a Dios y sin que ellas se enteren.

MARTES III DE PASCUA

SOLOS ANTE LA MUERTE



Lectura: (Jn 6,30-35)

Una de las cuestiones más complejas que nos toca enfrentar es la muerte. Este tiempo de pandemia nos ha hecho evidente nuestra vulnerabilidad y mortalidad. Con el inicio de la pandemia del Covid 19 se suspendieron no solo las misas sino los funerales, los velatorios y se redujo a la mínima expresión los que podían estar presentes en el último momento. Muchos los que han tenido que ser enterrados sin ningún rito fúnebre ni acompañamiento de las familias.

Chema capellán del tanatorio de Salamanca contagiado por el coronavirus y que también ha perdido a su madre por el Covid 19 y sabe el dolor que se siente en primera persona me compartía como sentió la necesidad de que se pudiera estar presente en esos momentos, momentos únicos para la persona y su familia. Juno a la entrada al tanatorio colocaron una carpa con una cruz y un hisopo se recibe a la familia aunque solo sea de 3 a 5 familiares y se les acompaña hasta la tumba donde se realiza una pequeña oración. Ayer se celebró un pequeño rito por Puri la prima de mi madre que murió en la misma residencia de mi madre. Después con mi tía ofrecí la misa por ella.

Tanto en España como en Italia son más de 100 sacerdotes contagiados y más de los 60 fallecidos por coronavirus. Sin duda muchos de ellos por quedar expuestos al contagio en las zonas de más riesgo. Las hermanas de Filipinas me pedían ofrecer la misa por los que en esta semana fallecieron en nuestros barrios y acompañaban las familias peregrinando con la Virgen del Rosario y repartiendo la comunión fuera de sus calles en la calle. Cuanto me alegro que Jesús siga pasando por nuestros barrios haciéndose presente en especial en estos momentos de tanto dolor y sufrimiento.

El afrontar la muerte con fe o sin fe marca la diferencia. Hoy las lecturas nos dejan ver este sentido: Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre a la derecha de Dios. Yo soy el pan del cielo, que ha bajado del cielo y que da la vida al mundo. Sin duda los que han podido vivir la muerte con fe han visto los cielos abiertos y al Hijo del hombre venir a su encuentro. Hoy queremos unirnos en oración por tantos que han fallecido por esta pandemia y por sus familiares y seres queridos. Os invito a encender de nuevo una vela y rezar por los muertos.

Cerraron los ojos que aún tenía abiertos,
Taparon su cara con un blanco lienzo,
Y unos sollozando, otros en silencio,
De la triste alcoba todos salieron.
La luz de las velas ardían en el suelo,
y al muro arrojaba la sombra del lecho;
y entre aquella sombra veíase a intervalos
dibujada la forma del cuerpo.

De la casa, en hombros, lo llevaron al templo
Y en una capilla dejaron el féretro.
Allí rodearon sus pálidos restos,
De amarillas velas y de paños negros.
Al dar las campanas el toque postrero,
Acabó una vieja sus últimos rezos,
Y el santo recinto quedose desierto.
Dios mío, qué solos se quedan los muertos.

(Rima LXXIII, Gustavo Adolfo Béquer)

MIERCOLES III DE PASCUA
 
LA VOLUNTAD DE MI PADRE ES QUE NO SE PIERDA NINGUNO DE LO QUE EL ME HA DADO



Lectura: Dios me ha enviado para que no se pierda ninguno de lo que El me ha dado…El que viene a mí yo no lo echaré fuera… Todo el que ve al Hijo y cree en El tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día (Jn 6, 35-40)

Esta pandemia ha dejado manifiesto por una parte la vulnerabilidad y mortalidad del ser humano. Por otra parte nosotros los creyentes en esta Pascua celebramos la promesa de inmortalidad que Dios ha venido a ofrecernos. Quienes creemos en el Dios de la vida creemos en la vida eterna, en la promesa de la Resurrección.

Hoy os invito a elevar nuestra oración con los hombres y mujeres del mundo entero, nuestros hermanos y poder contemplar la situación de ellos en tantas partes del mundo. Ayer nos hablaba Jose Manuel de su ahijada con dos hermanos que viven en Brasil. Los hospitales están saturados, no hay respiradores y se desborda el número de los que mueren. Nos llegan imágenes impactantes de los miles que son enterrados en fosas comunes. En villa Formosa, en Sao Paolo parece el ojo del huracán, el epicentro de la pandemia. Se han abierto más de 13.000 fosas comunes.
En la actualidad en Yemen, Libia, Siria, Turquía, en los alrededores de Dakar donde ahora celebran el Ramadán hay más de tres millones de campos de refugiados donde viven hacinados miles de personas en toque de queda. En tantos lugares de Africa donde son flagelados por otras pandemias como la malaria, la tuberculosis, el sida, el ébola, etc tienen que sumar ahora el Covid 19. En el Chad, Sierra Leona, Mali, Liberia, Burquina Faso, dejan a relucir la falta de medios y de recursos, el índice es de dos camas UCI por cien mil habitantes. En los suburbios de las grandes ciudades como Johannesburgo viven al desamparo multitud de personas.

La verdad que uno se pregunta que los muertos no solo son los que están en las tumbas sino los que quizás vivimos pero vivimos como muertos como un cortejo fúnebre sin fe y sin vida. Esta pandemia saca a la luz de que existe otra pandemia que asfixia el corazón, la pandemia del egoísmo y la indiferencia, el vivir sin fe de espaldas a Dios y de espaldas a los hermanos que es la causa de tantas desigualdades e injusticias en el mundo. Esta pandemia es una llamada universal a la solidaridad a continuar en la tierra la misión del Hijo: “He bajado del cielo para llevar a cabo la obra de mi Padre y su voluntad es que no se pierda ninguno de los que El me ha dado”. Ojalá que esta pandemia nos haga despertar a la llamada a responder a su plan y designio de hacer realidad un mundo de hermanos.

Aquí estamos Señor en este valle de lágrimas, en este valle de Ezequiel,
en esta epidemia que se extiende por toda la faz de la tierra,
donde impera la muerte, el llanto, el lamento de tantos seres queridos

Esto dice el Señor ¿Piensas que podrán revivir estos muertos?
Habla de parte mía  a estos huesos i diles: Escuchad la palabra de Dios.
Yo haré entrar el Espíritu en vosotros y viviréis.

Cuando el viejo montón de huesos parecían más secos,
un fuerte viento de vida se agitó en medio de la muerte
Entró en ellos, se reanimaron y se pusieron en pie.

Espíritu Ven por los cuatro puntos cardinales
y sopla el aliento de vida
para que estos muertos vuelvan a la vida

Ven y sopla en nuestros corazones
para sacarnos de nuestros egoismos
y hacernos vivir como hermanos


JUEVES III DE PASCUA


HE BAJADO AL MUNDO PARA QUE EL MUNDO TENGA VIDA




Lectura:Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida (Jn 6, 44-51)

El discurso que hemos venido escuchando del “pan de vida” parece quedar enigmático para los discípulos. No es de extrañar que Felipe pregunta al etíope ¿Comprendes lo que dicen las Escrituras? El Propósito de Jesús de venir al mundo es que el mundo tenga vida. El hombre se alejó de Dios y rompió su Alianza, el vínculo de comunión con El y con los hermanos. Jesús vino a restaurar la comunión con una Nueva Alianza. Jesús ofrece su cuerpo, su carne, su sangre, vida. Necesitamos ese nuevo orden, ese nuevo pacto, esa nueva Alianza que Jesús ha venido a traernos. Si queremos que la sangre y la muerte de Jesús no sea en vano, que la muerte de tantos, sanitarios, voluntarios, sacerdotes religiosas en esta pandemia no haya sido en vano hemos de replantearnos nuestra forma de vida, nuestro modelo de vida.

Ayer el gobierno hizo público el plan de desescalada para la vuelta a la “nueva normalidad”. Uno se pregunta cuál será esa “nueva normalidad”. No es tiempo de volver a la normalidad como si no haya pasado nada. Es tiempo de empezar una vida nueva de restaurar el mundo roto enfermo y dividido con vínculos de solidaridad y comunión. He venido y entregado mi vida para que el mundo viva, para restablecer la paz y la unidad. Esta es nuestra tarea lo que Jesús nos encomendó: Haced lo mismo que yo hago para restablecer la comunión.

La pandemia no sólo ha puesto de manifiesto la debilidad del hombre y el sistema sanitario. Ha puesto de manifiesto que hemos estamos bajo otra pandemia peor, la globalidad de la indiferencia el egoísmo la desigualdad la injusticia. Hemos estado en toque de queda como si se tratara de una guerra sumergida, estamos ahora delante no sólo ante una fuerte recesión económica semejante a como quedó el mundo después de la guerra mundial. No es tiempo de seguir igual, no podemos seguir así, nunca jamás. Es tiempo de recapacitar de despertar de cambiar nuestros hábitos, prioridades, valores forma y orientación de vida. Un nuevo orden, Una nueva conciencia, unos nuevos valores perennes que hacen la vida sea digna de ser vivida, una vida más humana, solidaria, justa y fraterna. Necesitamos establecer vínculos nuevos, necesitamos ese nuevo orden, ese nuevo pacto, esa nueva Alianza que Jesús ha venido a traernos.

Esta Pascua es tiempo de nacer de nuevo, de renacer, de nacer a una vida nueva con un espíritu nuevo. Jesús resucitado se nos da como “Pan vivo”, nos da su mismo Espíritu. Su Espíritu de comunión nos invita a vivir la nueva espiritualidad de la comunión. Hoy os invito a cantar juntos este himno como el grito de tantos hombres de todo el mundo que ansían que esperan que juntos construyamos un mundo nuevo:

Escucha hermano la canción de la alegría
el canto alegre del que espera un nuevo día
Ven canta, sueña cantando
vive soñando el nuevo sol
en que los hombres volverán a ser hermanos,
ven canta, sueña cantando
vive soñando el nuevo sol
en que los hombres volverán a ser hermanos.

Si en tu camino sólo existe la tristeza
y el llanto amargo de la soledad completa,
ven canta, sueña cantando
vive soñando el nuevo sol
en que los hombres volverán a ser hermanos.

Si es que no encuentras la alegría en esta tierra
buscala hermano más alla de las estrellas,
ven canta, sueña cantando
vive soñando el nuevo sol
en que los hombres volverán a ser hermanos.

SINTESIS DE ESTE TIEMPO: RENACER, DESPERTAR

ELLOS LO RECONOCIERON AL PARTIR EL PAN



Durante todo este tiempo la liturgia nos presenta los encuentros de Jesús resucitado. Durante todo este tiempo de pandemia también nosotros nos hemos preguntado, ¿dónde estas, dónde habitas, dónde encontrarte?. La respuesta nos la das Tú hoy en tu evangelio: ellos lo reconocieron al partir el pan. Hoy también estás presente en los pasillos de los hospitales en las morgues en centros de salud, en las residencias de ancianos, en tantas personas que entregan su vida por salvar a los demás. Quisiera compartir un artículo de un sacerdote jesuíta el padre José María Fernández titulado: “Sanitarios, santos de la puerta de al lado”:

Hoy los sanitarios sois el POEMA (amar) lírico (luchar): vuestro agotamiento, angustias y vidas sacrificadas en favor nuestro cura nuestro prosaísmo (individualismo) tan ¡Qué hay de lo mío!. Vuestras manos no tocaron nuestros cuerpos pero sí nuestro corazón y nuestro espíritu. Sois los santos de la puerta de al lado, soldados de a pie y de primera línea en esta lucha contra la pandemia. Héroes de capa blanca, santos que no canonizarán pero que nos han hecho mejores.
Son muchos los sanitarios contagiados y muertos más de 33.000. Son miles los sanitarios los que han corrido por los pasillos, acercarse sin mascarillas a los enfermos, aguardar al pie de las camillas hasta el último momento, tratando de salvar la vida del otro hasta el punto de arriesgar incluso perdiendo la propia.

Hoy no solo queremos rendirles homenaje con nuestro aplauso de cada día, queremos decirles gracias por vuestras vidas que guardaremos en la memoria, con vuestra arriesgada entrega salvasteis más que vidas. Reconocimos al Señor en su entrega, en su vida puesta al servicio de los más vulnerables. Viva en esta Pascua la presencia de Jesús resucitado en tantas vidas entregadas. Os comparto esta sencilla oración:

El camino a veces se nos hace largo y pesaroso
difícil de seguir, inseguro, incierto…
Apareciste al atardecer cuando menos te esperábamos,
cuando ya nuestros pasos cansinos a punto de pararnos,
cuando ya no teníamos ganas ni de seguir ni de llegar,

Apareciste como compañero de fatigas sin reclamos,
sin hacer balance de ausencias o de preguntas inquisidoras.
Apareciste y se despertó de nuevo en nosotros el entusiasmo,
el ardor del primer amor y la alegría,
dejaste en nosotros una estela de esperanza viva.

Tu nos recuerdas que no nos has dejado solos,
nos prometes tu compañía y la de los hermanos
para que el camino se haga fácil y llevadero.
Ven Señor buen compañero a compartir con nosotros tu pan,
Ven a nuestras casas, a nuestras familias, a nuestras mesas

Que los gestos de unión y de comunión
nos hagan adivinar tu misteriosa presencia.
Quedate con nosotros y enseñanos a compartir

Lo que recibimos de ti con los hermanos.




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