UN NUEVO ORDEN MUNDIAL
(ANTE EL GRITO DE LA PANDEMIA)
Introducción:
Toda esta situación que estamos
viviendo nos pide hacer una reflexión de cara al futuro. La pandemia del Covid
19 nos ha hecho conscientes de nuestra vulnerabilidad. La pandemia ha originado
un cataclismo que no se recuerda desde 1929. La recesión no se reduce a la
salud sino a una fuerte recesión económica de la que no va a ser fácil
reponerse. Tanto la etapa de desescalada como la de recuperación va a ser larga
y va a suponer aunar esfuerzos comunes. El Covid 19 ha puesto en evidencia de
nuestras debilidades y pide un esfuerzo común para salir juntos de la situación
y que de tal pandemia salgamos fortalecidos. Nos pide una conciencia global.
Una de la emergencia que está produciendo también incertidumbre de lo que ha
venido a denominarse una agenda global.
Aunque hasta el momento los
esfuerzos se ponen en como saldremos de toda esta situación también es el
momento de reflexionar sobre el mundo que está por venir. El mundo después del
Coronavirus volverá a ser el mismo o nos toca cuestionarnos y decidir sobre un
nuevo orden. La pandemia del Coronavirus ha hecho colapsar el sistema y pone en
cuestión no sólo el modelo productivo sino de comunicación, educación, trabajo.
Sin duda la pandemia nos ha despertado una conciencia global. ¿Estamos ante un
nuevo orden y modelo social? Quizás lo problemas y retos globales que estamos
viviendo nos piden soluciones globales ¿De qué orden, en que orientación y
sentido?
I REFLEXIONES SOBRE ESTE
TIEMPO DE PANDEMIA
En numerosas ocasiones durante la
celebración de esta Pascua que se ha vivido de una manera tan especial confinados
en nuestras casas, sin acudir a las celebraciones litúrgicas, el Papa Francisco
ha hecho en numerosas ocasiones alusión a la necesidad de un orden nuevo, un
nuevo orden mundial.
I.1 ORACIÓN
DEL PAPA POR EL FIN DE LA PANDEMIA. VIERNES 2 DE ABRIL
El Papa presidía sólo
en la plaza del Vaticano el viernes 2 de abril, la oración extraordinaria por
el fin de la pandemia del coronavirus que ha contagiado ya a más de 536.280
personas en todo el mundo. La invitación que hace el Papa Francisco para
combatir el miedo en esta crisis causada por la pandemia del coronavirus: “No
es el momento del juicio de Dios, sino de nuestro juicio”.
“Al atardecer” Nos
encontramos asustados y perdidos. La pandemia del coronavirus, nos sorprendió
una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la
misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes
y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos
mutuamente, no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos.
La tempestad que
estamos viviendo por esta pandemia desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja
al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos
construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos
muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y
da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad. La pandemia pone al descubierto
todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros
pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas
“salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de
nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle
frente a la adversidad. Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos
estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de
querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa pertenencia común
de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos.
No dejarnos vencer por
el miedo. En nuestro mundo, hemos avanzado rápidamente, sintiéndonos
fuertes y capaces de todo. Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber
por lo material y trastornar por la prisa. No nos hemos no nos hemos despertado
ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres
y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables,
pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo.
Tiempo de
discernimiento, de cambio, de elección, de reorientación. Este tiempo es un
momento de prueba, un momento de elección. No es el momento de tu
juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta
verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo
es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia
los demás. Este es el tiempo de discernimiento para saber elegir entre lo que
cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que
no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y
hacia los demás.
En medio de la noche
se ven las estrellas. Podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son
ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida. Son
personas comunes, corrientemente olvidadas, que no aparecen en portadas
de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero,
sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de
nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los
productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas,
fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos
otros que comprendieron que nadie se salva solo.
Frente al sufrimiento,
donde se mide el verdadero desarrollo de nuestros pueblos es en la vivencia de
la unidad y comunión. No se trata de sembrar pánico sino corresponsabilidad.
Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños,
con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis
readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración.
La corresponsabilidad
y solidaridad. No somos autosuficientes; solos nos hundimos. Necesitamos al
Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca
de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza. El Señor
nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y a
activar esa solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido
a estas horas donde todo parece naufragar.
Es tiempo de solidaridad.
Tiempo de animarse a abrazar todas las contrariedades del tiempo presente,
abandonando por un instante nuestro afán de omnipotencia y posesión para darle
espacio a la creatividad que sólo el Espíritu es capaz de suscitar. Es animarse
a motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas
formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad.
I.2 ORACION Y BENDICION URBI ET ORBI, DOMINGO DE RAMOS
El Papa Francisco,
después de la oración del viernes 27, el domingo 30 de marzo apoyó la propuesta
de António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, pidió una
fraternidad global y renunciar a las guerras para resolver conflictos a
través del diálogo y una búsqueda constructiva de la paz e hizo
una llamada al “alto al fuego global e inmediato en todos los
rincones del mundo”. He leído un memorandum oficial de la
Comisión de Derechos Humanos que habla del problema del hacinamiento en
las prisiones, que podría convertirse en una tragedia. Hago un llamamiento a
las autoridades para que sean sensibles a este grave problema y tomen las
medidas necesarias para evitar futuras tragedias.
La conciencia de una
fraternidad global. El Papa Francisco llamo a tomar conciencia de una “fraternidad
global” y renunciar a las guerras para resolver conflictos a través del
diálogo y una búsqueda constructiva de la paz. Hizo hincapié en la importancia
de reconocer una “fraternidad humana” y de no resolver más los
conflictos mediante la guerra: “Que nuestro compromiso conjunto contra la
pandemia pueda llevar a todos a reconocer nuestra necesidad de fortalecer los
lazos fraternales como miembros de una única familia humana. En particular,
suscite en los responsables de las Naciones y otras partes implicadas un
renovado compromiso para superar las rivalidades”.
Alto el fuego y poner
fin a las guerras. Apoyando la propuesta del secretario general de las Naciones
Unidas ha lanzado un llamamiento para “un alto al fuego global e inmediato en
todo el mundo”, recordando la emergencia actual de la COVID-19, que no conoce
fronteras. “Se precisa poner fin a la enfermedad de la guerra y combatir la
enfermedad que está asolando nuestro mundo, la pandemia del coronavirus.
Nuestra llamada al alto el fuego comienza con el final de la lucha en todas
partes. Esto es lo que necesita nuestra familia humana, ahora más que
nunca”.
I.3 VIERNES
SANTO. (Rainiero Cantalamesa)
La pandemia del Coronavirus nos ha despertado
bruscamente del peligro mayor que siempre han corrido los individuos y la
humanidad: el del delirio de omnipotencia. Tenemos la ocasión de celebrar este
año un especial éxodo pascual, salir “del exilio de la conciencia”. Ha bastado
el más pequeño e informe elemento de la naturaleza, un virus, para recordarnos
que somos mortales, que la potencia militar y la tecnología no bastan para
salvarnos.
Sentimiento de solidaridad. Hay un fruto positivo
de la presente crisis sanitaria es el sentimiento de solidaridad. ¿Cuándo, en
la memoria humana, los pueblos de todas las naciones se sintieron tan unidos,
tan iguales, tan poco litigiosos, como en este momento de dolor? Nos hemos
olvidado de los muros a construir. El virus no conoce fronteras. En un instante
ha derribado todas las barreras y las distinciones: de raza, de religión, de
censo, de poder. No debemos volver atrás cuando este momento haya pasado. Como
nos ha exhortado el Santo Padre no debemos desaprovechar esta ocasión. No
hagamos que tanto dolor, tantos muertos, tanto compromiso heroico por parte de
los agentes sanitarios haya sido en vano. Esta es la “recesión” que más debemos
temer.
No alzará la espada pueblo contra pueblo, no
se adiestrarán para la guerra. Es el momento de realizar el proyecto del
cumplimiento que espera desde siempre la humanidad. Digamos basta a la trágica
carrera de armamentos. Gritadlo con todas vuestras fuerzas, jóvenes, porque es
sobre todo vuestro destino lo que está en juego. Destinemos los ilimitados
recursos empleados para las armas para los fines cuya necesidad y urgencia
vemos en estas situaciones: la salud, la higiene, la alimentación, la lucha
contra la pobreza, el cuidado de lo creado. Dejemos a la generación que venga
un mundo más pobre de cosas y de dinero, si es necesario, pero más rico en
humanidad. No podemos volver a la normalidad, sino a una vida nueva. Una vida
más fraterna, más humana. ¡Más cristiana!
I.4 SABADO
SANTO. VIGILA PASCUAL
Llevemos el canto de
la vida a cada región de esa humanidad a la que pertenecemos y que nos
pertenece, porque todos somos hermanos y hermanas. Acallemos los gritos de
muerte, que terminen las guerras. Que se acabe la producción y el comercio de
armas, porque necesitamos pan y no fusiles. Que cesen los abortos, que matan la
vida inocente. Que se abra el corazón del que tiene, para llenar las manos
vacías del que carece de lo necesario.
I.5 DOMINGO
DE RESURRECCIÓN. MENSAJE URBI ET ORBI
Resucitó mi amor y mi esperanza. Hoy pienso sobre todo en los que han sido afectados directamente por el
coronavirus: los enfermos, los que han fallecido y las familias que lloran por
la muerte de sus seres queridos, y que en algunos casos ni siquiera han podido
darles el último adiós. Que el Señor de la vida acoja consigo en su reino a los
difuntos, y dé consuelo y esperanza a quienes aún están atravesando la prueba,
especialmente a los ancianos y a las personas que están solas. Que conceda su
consolación y las gracias necesarias a quienes se encuentran en condiciones de
particular vulnerabilidad, como también a quienes trabajan en los centros de
salud, o viven en los cuarteles y en las cárceles. Para muchos una Pascua de
soledad, vivida en medio de los numerosos lutos y dificultades que está
provocando la pandemia, desde los sufrimientos físicos hasta los problemas
económicos.
Tiempo de estrechar
lazos de solidaridad. Que Jesús, nuestra Pascua, conceda fortaleza y esperanza
a los médicos y a los enfermeros, que en todas partes ofrecen un testimonio de
cuidado y amor al prójimo hasta la extenuación de sus fuerzas y, no pocas
veces, hasta el sacrificio de su propia salud. A ellos, como también a quienes
trabajan asiduamente para garantizar los servicios esenciales necesarios para
la convivencia civil, a las fuerzas del orden y a los militares, que en muchos
países han contribuido a mitigar las dificultades y sufrimientos de la
población, se dirige nuestro recuerdo afectuoso y nuestra gratitud. Animo a
quienes tienen responsabilidades políticas a trabajar activamente en favor del
bien común de los ciudadanos, proporcionando los medios e instrumentos
necesarios para permitir que todos puedan tener una vida digna y favorecer,
cuando las circunstancias lo permitan, la reanudación de las habituales
actividades cotidianas.
Este no es el tiempo
de la indiferencia, porque el mundo entero está sufriendo y tiene que estar
unido para afrontar la pandemia. Que Jesús resucitado conceda esperanza a todos
los pobres, a quienes viven en las periferias, a los prófugos y a los que no
tienen un hogar. Que estos hermanos y hermanas más débiles, que habitan en las
ciudades y periferias de cada rincón del mundo, no se sientan solos. Procuremos
que no les falten los bienes de primera necesidad, más difíciles de conseguir
ahora cuando muchos negocios están cerrados, como tampoco los medicamentos y,
sobre todo, la posibilidad de una adecuada asistencia sanitaria. Considerando
las circunstancias, se relajen además las sanciones internacionales de los
países afectados, que les impiden ofrecer a los propios ciudadanos una ayuda
adecuada, y se afronten, por parte de todos los Países, las grandes necesidades
del momento, reduciendo, o incluso condonando, la deuda que pesa en los
presupuestos de aquellos más pobres.
Este no es el tiempo
del egoísmo, porque el desafío que enfrentamos nos une a todos y no hace
acepción de personas. Entre las numerosas zonas afectadas por el coronavirus,
pienso especialmente en Europa. Después de la Segunda Guerra Mundial, este
amado continente pudo resurgir gracias a un auténtico espíritu de solidaridad
que le permitió superar las rivalidades del pasado. Es muy urgente, sobre todo
en las circunstancias actuales, que esas rivalidades no recobren fuerza, sino
que todos se reconozcan parte de una única familia y se sostengan mutuamente.
Hoy, la Unión Europea se encuentra frente a un desafío histórico, del que
dependerá no sólo su futuro, sino el del mundo entero. Que no pierda la ocasión
para demostrar, una vez más, la solidaridad, incluso recurriendo a soluciones
innovadoras. Es la única alternativa al egoísmo de los intereses particulares y
a la tentación de volver al pasado, con el riesgo de poner a dura prueba la
convivencia pacífica y el desarrollo de las próximas generaciones.
Este no es tiempo de
la división. Que Cristo, nuestra paz, ilumine a quienes tienen
responsabilidades en los conflictos, para que tengan la valentía de adherir al
llamamiento por un alto al fuego global e inmediato en todos los rincones del
mundo. No es este el momento para seguir fabricando y vendiendo armas, gastando
elevadas sumas de dinero que podrían usarse para cuidar personas y salvar
vidas. Que sea en cambio el tiempo para poner fin a la larga guerra que ha
ensangrentado a Siria, al conflicto en Yemen y a las tensiones en Irak, como
también en el Líbano. Que este sea el tiempo en el que los israelíes y los
palestinos reanuden el diálogo, y que encuentren una solución estable y
duradera que les permita a ambos vivir en paz. Que acaben los sufrimientos de
la población que vive en las regiones orientales de Ucrania. Que se terminen
los ataques terroristas perpetrados contra tantas personas inocentes en varios
países de África.
Este no es tiempo del
olvido. Que la crisis que estamos afrontando no nos haga dejar de lado a tantas
otras situaciones de emergencia que llevan consigo el sufrimiento de muchas
personas. Que el Señor de la vida se muestre cercano a las poblaciones de Asia
y África que están atravesando graves crisis humanitarias, como en la Región de
Cabo Delgado, en el norte de Mozambique. Que reconforte el corazón de tantas
personas refugiadas y desplazadas a causa de guerras, sequías y carestías. Que
proteja a los numerosos migrantes y refugiados, muchos de ellos son niños, que
viven en condiciones insoportables, especialmente en Libia y en la frontera
entre Grecia y Turquía. Que permita alcanzar soluciones prácticas e inmediatas
en Venezuela, orientadas a facilitar la ayuda internacional a la población que
sufre a causa de la grave coyuntura política, socioeconómica y sanitaria.
Que se acabe la
división la guerra. Las palabras que realmente queremos escuchar en este tiempo
no son indiferencia, egoísmo, división y olvido. ¡Queremos suprimirlas para
siempre! Esas palabras pareciera que prevalecen cuando en nosotros triunfa el
miedo y la muerte; es decir, cuando no dejamos que sea el Señor Jesús quien
triunfe en nuestro corazón y en nuestra vida. Que Él, que ya venció la muerte
abriéndonos el camino de la salvación eterna, disipe las tinieblas de nuestra
pobre humanidad y nos introduzca en su día glorioso que no conoce ocaso.
II. LA CUESTIÓN DEL NUEVO
ORDEN MUNDIAL
La cuestión del
nuevo orden
mundial no es de ahora. Desde hace tiempo oímos hablar del tema y cubierto
también de diferentes sentidos y orientaciones ideológicas. A la par del orden
nuevo mundial se habla de conspiración, de manipulación colectiva, de una
contracultura que trata de destruir el orden establecido por el capitalismo
occidental y de imponer un nuevo régimen colectivista y comunista. Al igual que
la ideología de Marx y Lenín dieron paso a una verdadera revolución social hoy
también se habla de una conspiración de diversos entes unos más a descubierto
(El foro de Sao Paolo, el proyecto Blue Beam) y otros más ocultos (los
illuminati o sectas masónicas). Varios agentes a nivel mundial tratan de
imponer un control totalitario de la humanidad, una gobernanza global, una
agenda global. Si bien salen a la luz buenos propósitos, erradicar la pobreza,
un nuevo sistema económico y monetario, hacia un sistema más justo, por otra
parte está la incertidumbre de lo que puede suponer la erradicación de la
propiedad privada, de las empresas.
Con
objeto de esta pandemia el Alto Comité de Fraternidad Humana ha
convocado a una jornada de Oración por la humanidad. Se trata de una jornada de
oración por la humanidad que tendrá lugar el día 14 de mayo. Con el fin de
alcanzar los objetivos del Documento de Fraternidad Humana, el Alto
Comité propone un día de oración y súplica por la humanidad. En este
sentido, el Comité “llama a todos los líderes religiosos y personas de todo el
mundo a responder a este llamamiento humanitario y acudir al Todopoderoso con
una sola voz para preservar a la humanidad, ayudarla a superar la pandemia y
restablecer la seguridad, la estabilidad, la salud y el desarrollo, para hacer
nuestro mundo, después de la finalización de esta pandemia, más humano y
fraterno que nunca”.
Los miembros del Alto Comité, conscientes de
que hoy en día, el mundo enfrenta un peligro inminente que amenaza las vidas de
millones de personas en todo el mundo, debido a la rápida propagación del
coronavirus. “Junto a la afirmación de nuestra creencia en la importancia del
papel de la medicina y la investigación científica en el tratamiento de esta
pandemia no nos olvidamos de dirigirnos a Dios, el Creador, en esta gran
crisis”. Por ello, el Alto Comité de Fraternidad Humana invita a todas
las personas, en todo el mundo, “a recurrir a Dios a través de la oración y la
súplica, haciendo ayuno y obras de misericordia, cada individuo en su lugar y
de acuerdo con su religión, creencia o doctrina, para que Dios elimine esta
pandemia, nos ayude a salir de esta aflicción, inspire a los científicos a
descubrir un medicamento que acabe con ella, salve al mundo de las
consecuencias sanitarias, económicas y humanas debido a la propagación de esta
pandemia peligrosa
Por otro lado asociado al nuevo ordenamiento mundial también se cruzan toda clase de planteamientos
y suspicacias. Hay quienes se levantan como detractores queriendo sembrar el desconcierto y el pánico. Son mucho que han alzado voces alarmistas de signos y
cumplimiento de las profecías que están por venir relativas al Anticristo
incluso al fin de los tiempos. Los mismos textos bíblicos proféticos de Daniel
y sobre todo del Apocalipsis dan lugar a múltiples interpretaciones de carácter
escatológico. Envueltas de secretismo encierran enigmas de palabras cerradas y selladas
hasta el tiempo de su cumplimiento.
Algunos autores como Elena G de White y Malachi Martín, han querido interpretar el
significado de la Bestia de las siete cabezas y de los diez cuernos. Lo han asociado a diferentes periodos que ha vivido la humanidad. La figura
enigmática del dragón de las siete cabezas tenía siete coronas, referidas a
siete reyes y diez figuras de gran poder. Si bien los hay quienes se remontan a
los relatos del génesis, con las figuras de Noé, Melquisedec, Enoch, las
imágenes del diluvio universal etc otros se remontan a épocas más cercanas. La
bestia la terminan refiriendo al poder hegemónico mundial. Las siete cabezas
responderían a los grandes imperios cuna de las civilización moderna; el
imperio Babilónico con la figura del león y su rey Nabucodonosor; el imperio
medo-persa con la figura del oso y su rey Ciro; el imperio de Grecia con la
figura del leopardo y el emperador Alejandro, el imperio Romano y el emperador
Nerón; el santo imperio romano con el rey Carlo Magno y finalmente el mundo del
secularismo con figuras como Lenin, Stalin, Marx o Hitler.
Hay quienes en el cumplimiento de las profecías ponen a la
bestia en relación con la figura de la Iglesia herida de corrupción que se
levanta queriendo instaurar este poder hegemónico mundial. Así analizan que
desde 1929 cuando con los pactos de Letrán, Musolini devuelve los poderes a
Roma y se instaura el Estado Vaticano como estado independiente, así se inicia
la carrera de querer reinar sobre toda la tierra. Así se describen los siete
últimos papas reyes desde 1929: Pio XI, Pio XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan
Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI. En la cumbre de este poder papal es cuando la bestia
resurge en todo su esplendor. Los diez cuernos y diez reyes que reciben la
autoridad de la bestia serían los grandes poderes hegemónicos mundiales,
empezando por Estados Unidos, los Estados de la Unión Europea de Occidente, la
Unión Soviética y los nuevos poderes emergentes.
La Iglesia no es ajena a la realidad y ha todo lo que está
pasando. Con este trabajo pretendo dar luz de cuál es la postura de la Iglesia y cómo se ha ido gestando la necesidad de un nuevo orden mundial. En el siglo pasado se despertó una gran conciencia frente a la
cuestión social y hoy sigue abierta más que nunca a la luz de los nuevos
acontecimientos. De la cuestión social abierta en el siglo XIX hemos
pasado en este nuevo milenio del S XXI a esta cuestión del nuevo orden
mundial.
II.1 UN
TIEMPO NUEVO QUE PIDE UN ORDEN NUEVO
La Iglesia y la humanidad ha
pasado por distintos momentos de tormenta de turbulencia, de crisis. En la
actualidad estamos asistiendo a lo que se ha venido a denominar “un verdadero
cambio de época”. La humanidad ha vivido algunos de estos cambios
significativos que supusieron la superación de una época y la entrada en otra
nueva. Recodemos algunos de esos cambios:
El advenimiento de Cristo.
La venida de Cristo marcó un antes y un después para la humanidad. Prueba de
ello el nuevo calendario que rige nuestro tiempo.
La gran crisis de la
Conversión de Constantino. El establecimiento del cristianismo como
religión del imperio. Como respuesta la Iglesia lama al gran concilio de Nicea.
La gran crisis de la caída del
Imperio romano. La crisis que origina el resurgir del Islam y el nuevo
paganismo. La iglesia responde con el monasticismo y la reevangelización de
Europa con las nuevas órdenes mendicantes.
La gran crisis de la época
medieval y el nuevo humanismo. Tras la peste que asola Europa, el
descubrimiento del nuevo mundo y la contrareforma protestante,se produce una
auténtico cambio de época. La iglesia responde con el gran concilio de Trento.
La crisis de la revolución
industrial y la conciencia social. Las revoluciones de Lenin y Marx ponen
en crisis el modelo social. La iglesia responde con el Concilio Vaticano II
Quiero detenerme un poco a
reflexionar como se han producido estos cambios epocales. La ruptura no ha sido
un total descuelgue con lo vivido. Se trate de reflexionar, evaluar ponderar lo
vivido, la situación del pasado para construir un nuevo futuro. Los valores
peremnes que tienen valor no pueden prescindir de nuestras raíces pero se pide
una renovación y orientación de vida.
Cada cambio de época supuso un
cambio de conciencia en la comprensión del saber. El humanismo que acabó con el
sistema feudal y supuso las bases de nuestra civilización occidental supuso una
reflexión de grandes pensadores. La iglesia ha estado atenta para saber vivir
esos momentos de cambio y de transición. La crisis de la época medieval supuso
un verdadero cambio en la concepción del mundo, en la comprensión del saber, en
la defensa de los derechos humanos. La Escuela de Salamanca con teólogos como
Francisco Vitoria, Soto, Melchor Cano tuvieron enorme influencia en abrirse una
nueva época de la modernidad y la ilustración. Se defendió un humanismo integral
que integrara la fe con la razón. Fueron verdaderos profetas y articularon con
el Concilio de Trento una verdadera renovación en la Iglesia.
Ahora estamos viviendo un nuevo
cambio de época, la crisis de la postmodernidad. Los últimos papas: Juan XXIII,
Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto y ahora Francisco han sido verdaderos
profetas para abrirnos a un mundo nuevo. El Papa Francisco ya ha venido
hablando que estamos viviendo una era globalizada, problemas y cuestiones
globales que están pidiendo un cambio global, un orden nuevo.
Vivimos bajo un pensamiento débil
marcado por lo actual e instantáneo desconectado del pasado y sin esperanzas de
futuro, un desencantamiento del mundo de la postmodernidad, globalización de la
indiferencia y el individualismo, crisis de la idea de progreso, pluralismo y
relativismo ético, debilitamiento de la credibilidad institucional, de los
gobiernos incluso de la canonicidad, descomposición del orden social,
agudizamientos de las injusticias, desigualdades, guerras sumergidas, cambios
climáticos y epidemias que nos ponen en alerta.
La pandemia que nos ha afectado a
nivel mundial ha originado una profunda crisis humana no sólo en términos de
sistemas económicos y financieros sino más profunda. Nuestra sociedad
postmoderna está enferma y la raíz afecta a toda la humanidad. La
globalización, la cultura del relativismo, individualismo, consumismo, llevan a
las personas de nuestra sociedad a numerosos conflictos que afectan a todas las
áreas y dimensiones de la vida. Estamos asistiendo a una proliferación de
nuevas esclavitudes con un incremento de agresión, violencia y violación de los
derechos fundamentales de gran número de personas. El modelo del sistema
muestra enormes grietas, en medio de la proliferación de medios vivimos una sensación
de desorientación, de falta de comunicación, de diálogo, de valores, de
respeto, de honestidad, de moralidad.
Las viejas instituciones que
aseguraban la estabilidad están totalmente en crisis, iglesia, gobiernos, la
familia, el matrimonio, provocando quebrantamiento y distorsión de las
relaciones personales y vínculos familiares. Muchos son los efectos, falta de
trasparencia, corrupción, violencia abuso y explotación, sectores de exclusión.
Ahora tras la crisis mundial de
la pandemia se nos abre un tiempo de transición. La pandemia que nos ha
afectado a todo el mundo no solo a colapsado el sistema sanitario sino que ha
colapsado todo el sistema, ha puesto en evidencia nuestra vulnerabilidad y
caducidad. Es un tiempo de replantearnos seriamente, los principio, los
valores, nuestro modelo y orientación de vida. La pandemia ha sacado a la luz
otra pandemia subyacente, la pandemia y globalización de la indiferencia, el
individualismo, el materialismo, la injusticia, la desigualdad de los pueblos.
Tiempos nuevos que piden una conciencia nueva mundial, un orden nuevo mundial, unos
valores nuevos y perennes que hagan la vida más justa solidaria y fraterna. Es
tiempo de nuevos pactos y alianzas que nos ayuden a construir un mundo nuevo.
Un nuevo humanismo no en clave de
ruptura sino de renovación. Estamos bajo la influencia de un antropocentrismo
egocentrico falto de trascendencia. No se puede mantener tampoco una sociedad
teocéntrica ajena a la realidad del mundo. Hay una verdadera crisis de la
religión porque la religión se ha vivido como prácticas desconectadas del
mundo, de la política, de la cultura, de la sociedad. Se trata de articular la
fe con el mundo cultural nuevo que estamos viviendo. Vivimos en un desacerbado
consumismo y materialismo. El desorden natural y climático está produciendo un
riesgo de destrucción del planeta. La dignidad humana se ha convertido en cajón
de sastre donde entra todo, cabe de todo. La política ha caído en populismos y
nacionalismos faltos de transparencia, ética y moralidad. Cada vez más se pone
en evidencia la desigualdad, el reparto de bienes entre los países del mundo,
crece la distancia entre los países desarrollados y los empobrecidos. Se
precisa articular de nuevo lo espiritual con lo humano, lo cultural, lo social,
lo moral.
La reflexión que hacemos quiere
arrojar luz frente a la situación presente y el nuevo futuro que tendremos que
afrontar. Vamos a hacer un breve recorrido desde León XIII, pasando por Juan
XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y El Papa Francisco.
III LA CUESTION SOCIAL
III.1 LEON
XIII: LA RERUM NOVARUM
El año
1891 el papa León XIII publicó la encíclica "Rerun Novarum". Este
documento es la toma de postura de la Iglesia ante la grave y acuciante "cuestión
social", provocada por la revolución industrial y la introducción del
sistema capitalista liberal, que había dejado en una situación de desamparo a
amplios sectores de la sociedad, tanto obreros en las ciudades, como
proletarios o pequeños propietarios. Desde otras opciones políticas, como el
socialismo, la reacción fue relativamente rápida, tratando de mejorar y de
dar respuestas, profundamente revolucionarias, a esos amplios sectores de la
sociedad marginados y explotados, por una clase social burguesa, en cuyos
planteamientos no había otro interés que el enriquecimiento.
La
“Rerum Novarum” supuso un punto de inflexión, un antes y un después. La “Rerum
Novarum” trata de despertar a una nueva conciencia. Puede decirse que antes de
la aparición de la "Rerum Novarum" no encontramos en España un
verdadero movimiento católico-social. Debemos precisar el término
"catolicismo-social", como algo diferente a la postura caritativa (limosna
y beneficencia) ante la problemática social.
Por
primera vez se plantea el problema obrero, de carácter económico y la conciencia
del progreso a nivel intelectual. Se quiere ligar el progreso social a la
mejora de la suerte de los obreros. La actitud católico-social implica una
nueva conciencia del problema social como algo más que un problema de
beneficencia y caridad. Es el lento proceso que lleva a descubrir las
exigencias de la justicia, además del deber moral de la caridad.
En
cuanto a los contenidos de la “Rerum Novarum”, en la introducción señala los
factores que a su juicio han provocado el problema social: los adelantos de la
industria; el cambio de relaciones entre patronos y obreros; la acumulación de
riquezas en manos de unos pocos y la pobreza de la inmensa mayoría. En la primera
parte critica al socialismo como alternativa al problema social, justificando
la propiedad individual. Su alternativa es la necesaria contribución de la
Iglesia, el Estado y los propios interesados (obreros y patronos), para el
encauzamiento y superación del problema social.
La
encíclica “Rerum Novarum” reclama y reivindica la legitimidad de la
intervención de la Iglesia. Frente a las utopías socialistas, León XIII
plantea el fin último de armonizar las clases sociales. La Iglesia convoca a
las dos partes, patronos y obreros, al cumplimiento de sus respectivos deberes:
En cuanto a los obreros: cumplir el contrato de trabajo; no ser violentos ni
revolucionarios en la defensa de sus derechos (condena implícita de huelgas y
de agitaciones políticas); respetar a los patronos, y no dañar al capital. Por
su parte los ricos y patronos deben no considerar a los obreros como esclavos;
reconocer la dignidad del trabajo; cuidar de las necesidades espirituales y
morales de sus obreros; limitar la jornada y demás condiciones de trabajo según
el sexo, edad y fuerzas de los trabajadores; dar un salario justo. Del mismo
modo defiende la intervención del Estado para llevar a cabo una acción que
alivie grandemente la situación de los trabajadores.
Finalmente
el Papa aborda la contribución de las partes directamente interesadas. Se
refiere elogiosamente a las distintas instituciones existentes: sociedades de
socorro mutuo, instituciones de previsión y seguros, patronatos. Ante el
constante crecimiento de las asociaciones obreras de resistencia y de la
influencia socialista, plantea como alternativa la necesidad de crear
asociaciones de obreros cristianos. Va a tomar fuerza la denominada “acción
católica”.
III.2 JUAN
XXIII: PACEM IN TERRIS
Juan
XXIII que fue elegido como un Papa de transición sorprendió con la apertura del
Vaticano II y a un tiempo de verdadera renovación. Ante un momento de crisis
mundial después de la dos guerras mundiales el Concilio iba a abrir una nueva
era para la Iglesia y a suponer un tiempo de profunda renovación para la
Iglesia. La Iglesia como decía Juan XXIII estaba necesitada de un nuevo
Pentecostés. Como decía el Papa en la convocación del Concilio: Abramos las
puertas y ventanas de la Iglesia y dejemos que entre el Espíritu como una
fuente de aire fresco. La mirada de fe del Papa fue capaz de sobrepasar los
densos nubarrones que se cernían sobre la humanidad, de leer e interpretar los
signos de los tiempos y de abrirse a los designios y acción de Dios en el
mundo. Su mirada de fe profunda le hizo capaz de mantener una mirada positiva y
esperanzadora sobre los nuevos tiempos tachados de modernidad y de pesimismo.
Nada más lejos de Juan pablo II que mantener una actitud fundamentalista y
conservadora opuesta a todo cambio y progreso. Se distanció sobremanera de
todos los profetas de desgracias para convertirse en un verdadero profeta y
precursor de una nueva era para la Iglesia y la humanidad.
En Juan
XXIII latía la necesidad de un agiornamento sobre varios temas candentes, la
cuestión social, la opción por los pobres, el diálogo inerreligioso, el
ecumenismo, en definitiva la necesidad de un orden nuevo. En su mensaje de
radio de septiembre de 1962 dijo: “Frente a los países subdesarrollados, la
iglesia debe presentarse como es y quiere ser, como la iglesia de todos y
particularmente de los pobres” estas palabras se convirtieron en la inspiración
de un grupo que llegó a ser conocido como el grupo de “la iglesia de los
pobres”. Este grupo empezó también a denominarse como el grupo de la
universidad de Tubinga, por ser su lugar de reunión. En este grupo estaban los
cardenales Lercaro y Gerlier, y otros como Helder Cámara o el patriarca Máximos
IV.
El
grupo solicitó al cardenal Ciognani, Secretario de Estado y Presidente del
Secretariado de asuntos extraordinarios, para el establecimiento de una Comisión
especial para tratar cuestiones relacionadas con la opción por los pobres. El
cardenal Lercaro, actuando como portavoz de este grupo propuso a los padres que
la eclesiología del Concilio debía ser la iglesia de los pobres. Fue sin duda
un momento histórico que se llegó a denominar “la hora de los pobres”. El grupo
desempeño un papel significativo en las dos primeras sesiones del Concilio y
creó en muchos padres una nueva conciencia y sensibilidad a los problemas de la
pobreza y el gran número de personas que viven en un estado infrahumano. Se
instó al Concilio a emitir una llamada para la acción y el establecimiento de
una nueva estructura que propondría nuevas instituciones, nuevas relaciones,
nuevas formas de cooperación y de actuar para obtener la plena participación de
todos en la lucha mundial contra la pobreza y el hambre. Su intervención fue
seguida por otra apelación elocuente en nombre de los pobres.
En la
fase inicial del Concilio en el denominado “mensaje a la humanidad” Juan XXIII
decía “que se reúnen en la unidad de cada nación bajo el sol, llevamos en
nuestros corazones, las dificultades, el sufrimiento corporal y mental,
dolores, anhelos y esperanzas de todos los pueblos que nos encomiendan. Urgente
dirigimos nuestros pensamientos a las ansiedades por las que el hombre moderno
está afligido. Por lo tanto, que nuestra preocupación pueda centrarse en primer
lugar en aquellos que son especialmente más pobres y humildes de la tierra”
Otro
paso decisivo de Juan XXIII fue su encíclica “Pacem in terris” (La paz en la
tierra). Ante la escalada de violencia y el conflicto desencadenado en Cuba
entre las dos grandes potencias mundiales la URSSS y EEUU, el Papa plantea de
nuevo la necesidad de un orden a nivel
mundial para dar fin a la escalada armamentista.
“Pacem
in terris” es la última de las ocho encíclicas del papa Juan XXIII, publicada
el 11 de abril de 1963, 53 días antes del fallecimiento del pontífice,
coincidiendo con la celebración del Jueves Santo. El 9 de abril de 1963, el
papa firmó la encíclica durante una rueda de prensa y anunció que se publicaría
dos días más tarde, también afirmó que iba dirigida «a todos los hombres de
buena voluntad» y no únicamente a la feligresía católica y al episcopado.
Aparece con un subtítulo: «Sobre la paz entre todos los pueblos que ha de
fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad». Se trataba de una
especie de llamamiento del sumo pontífice a todos los seres humanos y todas las
naciones para luchar juntos en la consecución de la paz en medio del clima
hostil generado por la Guerra Fría.
Durante
el pontificado de Juan XXIII, la tranquilidad mundial fue alterada por
diferentes sucesos como la creación del programa Sputnik, el apogeo de la
Guerra Fría y la subsecuente construcción del Muro de Berlín, la
crisis de los misiles de Cuba, la Guerra de Vietnam y la posibilidad de que
todo esto desembocara en una guerra nuclear; es en ese contexto que surge Pacem
in terris. El Papa convocaba a todos los humanos y a todas las naciones a
colaborar para conseguir la paz por medio de la comprensión, la ayuda mutua y
el respeto de los derechos de los demás.
Pacem
in terris describe los cuatro
principios considerados fundamentales para alcanzar la paz: la verdad como
fundamento, la justicia como regla, el amor como motor y la libertad como
clima. Su estructura está compuesta por una «Introducción» y cinco secciones
llamadas: «Ordenación de las relaciones civiles y matrimoniales», «Ordenación
de las relaciones políticas», «Ordenación de las relaciones internacionales»,
«Ordenación de las relaciones mundiales» y «Normas para la acción temporal del
cristiano». En general hace énfasis en los derechos y deberes que deben
observar los seres humanos y los estados, en las relaciones entre sí y en las
relaciones con otros seres humanos y otros estados, con la finalidad de
conseguir la paz y el bien común; señala además que el ser humano debe tener
paz interior para poder conseguir la paz social.
«En
toda convivencia humana bien ordenada y provechosa hay que establecer como
fundamento el principio de que todo hombre es persona, esto es, naturaleza
dotada de inteligencia y de libre albedrío, y que, por tanto, el hombre tiene
por sí mismo derechos y deberes, que dimanan inmediatamente y al mismo tiempo
de su propia naturaleza. Estos derechos y deberes son, por ello, universales e
inviolables y no pueden renunciarse por ningún concepto.»
La Pacem
in terris, entre otras cosas demanda la reivindicación del papel de la
mujer al interior del hogar y en la sociedad y a respetar los derechos de los
exiliados y las minorías étnicas. En el plano internacional, invita a las naciones
a frenar la carrera armamementista y a
prohibir las armas nucleares y puntualiza la
responsabilidad de la ONU en la promoción de la buena relación entre los
pueblos y la consecución de la paz, así como también la importancia de la Declaración Universal de Derechos Humanos.
El rechazo incondicional de la
carrera de armamentos y de la guerra en sí misma constituye una de las
innovaciones más importantes de esta encíclica. Sostiene que en la era
atómica resulta impensable que la guerra se pueda utilizar como
instrumento de justicia. Esto, a su vez, implicó un fuerte cuestionamiento al
concepto de guerra justa que
resultó virtualmente abolido por la encíclica. «[...] la justicia, la recta
razón y el sentido de la dignidad humana exigen urgentemente que cese ya la
carrera de armamentos; que, de un lado y de otro, las naciones que los poseen
los reduzcan simultáneamente; que se prohíban las armas atómicas; que, por
último, todos los pueblos, en virtud de un acuerdo, lleguen a un desarme
simultáneo, controlado por mutuas y eficaces garantías.» «[...] en nuestra
época, que se jacta de poseer la energía atómica, resulta un absurdo sostener
que la guerra es un medio apto para resarcir el derecho violado.»
III.3 EL CONCILIO
VATICANO II: GADIUM ET SPES
Como bien sabemos tras la muerte
de Juan XXIII y un corto periodo de impas el Concilio Vaticano II fue
proseguido y concluido por Pablo VI. El Concilio supuso un evento significativo
para abrir una página nueva en la historia de la Iglesia. El Concilio Vaticano
II fue otro punto de inflexión para la Iglesia. La Iglesia en diálogo con el
mundo se abrió a considerar los problemas del mundo contemporáneo y a darles
respuesta a la luz de la fe.
Uno de los últimos y más
laboriosos documentos del Concilio fue la constitución “Gadium et Spes”, la
constitución Pastoral sobre la iglesia en el mundo moderno. Esta constitución
comienza con una declaración de solidaridad de la Iglesia con la familia humana
entera. El Concilio trató en la constitución “Gaudium et spes” temas
de actualidad social y económica, así como los nuevos problemas la Iglesia en
el mundo contemporáneo para promover la unidad la paz y concordia entre los
pueblos.
El concilio no se detuvo en
consideraciones dogmáticas sino que con sentido pastoral quiso promover el
diálogo y la unidad de todo el genero humano. Promulgó la necesidad del diálogo
interreligioso. “Gaudium et spes” por primera vez es un
documento conciliar que se dirige no solo a los cristianos, sino
que pretende orientar a todas las personas, creyentes o no creyentes, con
la intención de esclarecer el misterio del hombre y cooperar en el hallazgo de
soluciones que respondan a los principales problemas de nuestra
época.
A modo de
introducción, la constitución hace una profunda y bellísima exposición
preliminar en la que estudia los rasgos fundamentales del mundo moderno y
plantea los interrogantes y las aspiraciones más profundos del hombre, concluyendo
que la clave y el fin de toda la historia humana se hallan en su Señor y
Maestro. Todo el documento refleja el cuidado de la Iglesia por promover
la mutua estima y respeto, y el reconocimiento a todas las legítimas
diversidades.
Así se deja ver en el proemio: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias
de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren,
son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de
Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón… La
Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de
su historia. Por ello, el Concilio Vaticano II, tras haber profundizado en el
misterio de la Iglesia, se dirige ahora no sólo a los hijos de la Iglesia
católica y a cuantos invocan a Cristo, sino a todos los hombres, con el deseo
de anunciar a todos cómo entiende la presencia y la acción de la Iglesia en el
mundo actual. Tiene pues, ante sí la Iglesia al mundo, esto es, la entera
familia humana con el conjunto universal de las realidades entre las que ésta
vive; el mundo, teatro de la historia humana, con sus afanes, fracasos y
victorias; el mundo, que los cristianos creen fundado y conservado por el amor
del Creador, esclavizado bajo la servidumbre del pecado, pero liberado por
Cristo, crucificado y resucitado, roto el poder del demonio, para que el mundo
se transforme según el propósito divino y llegue a su consumación”.
CAPITULO
I: Los grandes interrogantes (GS 12-22)
Se
habla de un momento de crisis de cambio de transformación en la sociedad y en
el mundo. Somos testigos de cambios profundos: Cambios en el orden social (GS
6). Cambios psicológicos, morales y
religiosos (GS 7). Somos sujetos de grandes desequilibrios del mundo
moderno (GS 8). Sin embargo identificamos a su vez las grandes aspiraciones
de la Humanidad (GS 9). El Concilio trata de responder a los
interrogantes más profundos del hombre (GS 10) . Destaca el
valor y la dignidad de la vida humana, dignidad de la inteligencia, verdad y
sabiduría. (GS 15). Defiende la dignidad de la conciencia moral (GS 16), la grandeza
de la libertad (GS 17)
La Constitución
plantea por primera vez cuestiones a las que la Iglesia no terminaba de
afrontar y de dar respuesta. En diálogo con el mundo y con toda la comunidad
humana la Iglesia intentaba responder a los grandes interrogantes que tiene el
hombre contemporáneo. Tan solo resaltaremos algunas consideraciones que creemos
importantes:
CAPÍTULO
II: La comunidad humana (GS
22-33)
Vuelve
a remarcar el propósito del Concilio (GS 23). La índole comunitaria de la
vocación humana según el plan de Dios (GS 24). La interdependencia
entre la persona humana y la sociedad (GS 25). La promoción del bien
común (GS 26). El respeto a la persona humana (GS 27). El respeto
y amor a los adversarios (GS 28). La igualdad esencial entre los hombres y
la justicia social (29). La necesidad de superar la ética
individualista (30). Fomentar la responsabilidad y participación (GS
31)
Resalta
la condición social de la persona.
Dios ha querido que los hombres constituyan una sola familia y que se
traten entre sí con espíritu de hermanos. Desde el comienzo de la historia Dios
ha elegido a los hombres, no solo en cuanto individuos, sino en cuanto miembros
de una comunidad. El Verbo encarnado quiso participar en la vida social humana,
y se sometió voluntariamente a las normas de su patria, santificó los vínculos
de la familia, fuente de la vida social, y mandó a los hijos de
Dios que se trataran como hermanos. El hombre, única criatura a la que Dios ha
amado por sí misma, no puede encontrar plenitud sino en la entrega sincera a
los demás. Todas las instituciones sociales tienen como fin al hombre, el cual,
por su propia naturaleza, tiene necesidad de la vida social que le engrandece y
le capacita para responder a su vocación. La familia y la comunidad política,
son vínculos sociales que responden a la naturaleza.
La “socialización” es el
fenómeno de la multiplicación de las mutuas conexiones e interdependencias de
la que nacen todo tipo de asociaciones o instituciones que consolidan y
desarrollan a la persona y que garantizan sus derechos.
El bien común de la sociedad
El bien común es el conjunto de condiciones de la vida social que hacen
posible a las asociaciones y a sus miembros el logro más pleno y más fácil de
la propia perfección. La interdependencia y la unificación creciente hacen que
el bien común se universalice de manera que puede hablarse de bien común de la
familia humana. El orden social y su progresivo desarrollo deben subordinarse
en todo momento al bien de las personas.
Consecuencias
que se derivan de un orden social justo
El respeto a la persona. Cada uno debe considerar al prójimo como “otro
yo”. Ese respeto abarca al anciano, al emigrante, al desterrado, al hijo
ilegítimo, al hambriento, etc. Se han de evitar las prácticas infamantes que
degradan la civilización humana: Cuanto atente contra la vida. Canto viole la
integridad de las personas. Cuanto ofende a la dignidad humana. Lass
condiciones laborales degradantes. Deben ser también objeto de respeto quienes
piensan y obran de manera distinta en materia social, política y religiosa, lo
cual no significa indiferencia ante la verdad y el bien. También hay que
perdonar las injurias.
Se debe
defender la igualdad esencial de los hombres.
Todos los hombres están dotados de alma racional, creados a imagen y semejanza
de Dios, con la misma naturaleza y el mismo origen, han sido redimidos por
Cristo y gozan de la misma vocación y destino. Los hombres son distintos por su
capacidad física e intelectual, pero no puede haber discriminación por razón de
sexo, color, condición social, lengua o religión. Las excesivas desigualdades
económicas y sociales que se dan entre personas y naciones son contrarias a la
justicia social, a la equidad, a la dignidad y a la paz social e internacional.
Rechazo de la ética individualista.
La aceptación de las relaciones sociales y su observancia debe considerarse
como uno de los principales deberes del hombre contemporáneo. Es rechazable el
menosprecio o el incumplimiento de las normas sociales (impuestos justos,
normas de tráfico, reglas de salud e higiene) por quienes viven encerrados en
su propio egoísmo y ajenos a las necesidades sociales. Debe estimularse la
participación en la vida pública con verdadera libertad. El porvenir de la
humanidad está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras
razones para vivir y para esperar.
CAPÍTULO
III: La actividad humana en el mundo
Vuelve
a situar y enmarcar el planteamiento del problema (GS 33). El valor de la
actividad humana (GS 34). Sitúa como debe estar dirigida y ordenada la
actividad humana (GS 35). La justa autonomía de la realidad terrena (GS
36). Para terminar apuntando a nivel escatológico a una tierra nueva y cielo
nuevo (GS 39)
En cuanto al trabajo y la actividad humana: (GS 40-45)
Los hombres desarrollan con su trabajo la obra del creador, sirven al bien
de los hermanos y contribuyen a que se cumplan los designios de Dios en la
historia. Los avances y victorias del hombre son signos de la grandeza de Dios.
Exhorta a los cristianos
a cumplir los deberes temporales pues es la fe la que motiva a su perfecto
cumplimiento. Considera que el divorcio entre fe y vida diaria debe ser
considerado como uno de los más graves errores de nuestra época. Manifiesta que
el cristiano que falta a sus deberes temporales: falta al prójimo, falta a sus
obligaciones con Dios y pone en peligro su salvación. Reconoce que las tareas y
el dinamismo seculares corresponde a los laicos, aunque no exclusivamente. En
esta tarea debe cumplir las leyes propias de cada disciplina y esforzarse en
adquirir verdadera competencia.
CAPÍTULO
IV: Analiza diversos sectores: (GS 40-45)
Misión
de la Iglesia en el mundo contemporáneo
Desarrolla y remarca la relación mutua entre la Iglesia y el
mundo (GS 40). La ayuda que la Iglesia procura prestar a cada hombre (GS
41). La ayuda que la Iglesia procura dar a la sociedad humana (GS 42). La
ayuda que la Iglesia, a través de sus hijos, procura prestar al dinamismo humano
(GS 43). La ayuda que la Iglesia recibe del mundo moderno (GS 44)
La
relación de la Iglesia con el mundo.
Gracias a la técnica y a la ciencia, el hombre ha dilatado el campo de su
dominio sobre la naturaleza, de manera que la familia humana se va haciendo una
única comunidad en el mundo. Se plantean las siguientes cuestiones: ¿Qué
sentido y valor tiene la actividad humana? ¿Qué uso debe hacerse de las
cosas?¿A qué fin deben tender los esfuerzos de las personas y la sociedad? La
Iglesia ha sido constituida por Cristo como “sociedad en este mundo” y está dotada
de los medios propios de una unión visible y social. Y al tiempo que entidad
visible y social es también comunidad espiritual. La Iglesia y la comunidad
avanzan conjuntamente y experimentan la misma suerte terrena. Esta
compenetración entre la ciudad terrena y la ciudad celeste solo puede
percibirse por la fe.
El sano
fomento del progreso cultural (GS
53-62)
Tras
una introducción pasa a analizar la situación de la cultura en el mundo actual. (GS 53) Los nuevos estilos de vida, el valor de la cultura (GS 54). Las dficultades
y tareas actuales en el campo de la cultura (GS 55) Da algunos
principios para la sana promoción de la cultura (GS 56). La relación entre la fe y la cultura (GS 57). Las múltiples conexiones entre la buena
nueva de Cristo y la cultura (GS 58). La necesidad de armonizar diferentes
valores en el seno de las culturas. Pasa a analizar algunas obligaciones
más urgentes de los cristianos respecto a la cultura (GS 59). Remarca el reconocimiento y ejercicio efectivo del derecho personal a la
cultura (GS 60). La necesidad de una educación para la cultura íntegra del
hombre (GS 61) y finalmente el acuerdo entre la cultura humana y la
educación cristiana (GS 62)
La cultura y la defensa de la vida y la dignidad del hombre
Por cultura ha de entenderse todo aquello por lo que el hombre: Afina y desarrolla sus enormes cualidades
espirituales y corporales. Procura someter el mundo con su conocimiento y
trabajo. Hace más humana la vida social tanto en la familia como en la sociedad
civil, Hay pluralidad de
culturas en función de: las distintas manera de servirse de las cosas, de trabajar y de expresarse, las
distintas maneras de practicar la religión y de comportarse, las distintas
leyes e instituciones jurídicas, las distintas manera de desarrollar las
ciencias o las artes y de cultivar la belleza. El patrimonio propio de cada comunidad humana lo
constituye las costumbres recibidas y el medio histórico en el que se inserta
el hombre de cada nación o tiempo y del que recibe los valores que promueve la
civilización.
En cuanto al progreso.
Los cristianos, en marcha hacia la ciudad celeste, tienen también la misión
de trabajar con todos los hombres en la edificación del mundo, para lo que la
fe les ofrece valiosos estímulos y les permite descubrir el sentido pleno de
esa misión, que sitúa la cultura en un puesto eminente de la vocación del
hombre. Cuando el hombre se entrega a las diferentes disciplinas (filosofía,
historia, matemáticas, ciencias, etc.) puede contribuir a que la familia humana
se eleve a los más altos pensamientos sobre la verdad, el bien y la belleza y
sea mejor iluminado por la sabiduría que desde siempre estaba con Dios y
disponiendo todas las cosas con Él. El progreso actual de las ciencias favorece
el fenomenismo y el agnosticismo, cuando la razón es utilizada como regla
suprema y existe el peligro de que el hombre, confiado en los inventos
crea que se basta a sí mismo y deje de buscar cotas más altas.
Obligaciones frente a la cultura.
La Iglesia defiende la autonomía legítima de la cultura humana, lo que
supone una justa libertad y una cierta individualidad; que las disciplinas
humanas tienen sus propios principios y métodos; que se puede investigar
libremente la verdad, salvados el orden moral y el bien común; que se puede
manifestar y propagar libremente la propia opinión y practicar cualquier
profesión; y que el ciudadano debe ser informado verazmente de los sucesos
públicos. A la autoridad pública
compete fomentar las condiciones y medios para promover la vida cultural, aún
dentro de las minorías nacionales, pero no le compete determinar el carácter
propio de cada cultura. Hemos de trabajar para que se reconozca el derecho de todos a la cultura,
sin discriminación alguna, procurando a todos los bienes culturales que
constituyen la cultura básica. Procurar que quienes están bien dotados puedan
acceder a los estudios superiores. Hacer todo lo posible para que una vez
adquirida la conciencia del derecho a la cultura, se adquiera también el deber
de cultivarse a sí mismo y de ayudar a los demás.
La educación para la cultura integral del hombre.
La especialización ha desdibujado la imagen del “hombre integral”, pero
queda el deber de cada hombre de conservar los estímulos de la persona basado
en los valores de inteligencia, voluntad, conciencia y fraternidad.
La vida
económico-social (GS
64-72)
Algunos
aspectos de la vida económica analizando el desarrollo económico. La ley fundamental del desarrollo:
el servicio del hombre (GS 64). El desarrollo económico, bajo el control humano
(GS 64). Expone que han de eliminarse las enormes desigualdades
económico-sociales (GS 66). Expone algunos principios reguladores del
conjunto de la vida económico-social. El
trabajo y las condiciones de trabajo(GS 67). La participación en la
empresa y en la organización general de la economía. (GS 68). Los conflictos
laborales. Los bienes de la tierra están destinados a todos los hombres. (GS
69). Las inversiones y política monetaria (GS 70). El acceso a la propiedad y
dominio de los bienes. Problema de los
latifundios (GS 71). La actividad económico-social y el reino de
Cristo. (GS 72)
El
desarrollo económico.
la vida económica-social debe regirse por los principios de justicia y
equidad. La finalidad fundamental del desarrollo económico no es el incremento
de la producción, ni el beneficio, ni el poder, sino el servicio del hombre
integral, esto es, que tenga en cuenta las necesidades materiales,
intelectuales, morales y religiosas de la persona. La actividad económica debe
por ello ejercerse según sus leyes y métodos propios, dentro del ámbito del
orden moral. La dirección del desarrollo debe caer sobre el mayor número
posible de hombres y de naciones, y no quedar en manos de unos pocos, o de
grupos económicos poderosos, o de ciertas naciones. El desarrollo no puede
confiarse de manera exclusiva a los particulares, ni a la sola decisión de la
autoridad pública. Por tanto, son falsas y rechazables, tanto las doctrinas que
se oponen a la intervención en nombre de una libertad mal entendida, como las
que sacrifican los derechos y libertades individuales en aras de la organización
colectiva de la producción. Los ciudadanos tienen el deber y el derecho de
contribuir al progreso de la propia comunidad, según sus posibilidades.
Reducir
las desigualdades.
La justicia y la equidad exigen hacer todos los esfuerzos para que, respetando
los derechos de las personas y las características de cada pueblo, desaparezcan
lo más rápidamente posible, las diferencias económicas vinculadas a
discriminaciones individuales y sociales. Especial mención merece la
agricultura, para que aumente su capacidad productiva y comercial y los
agricultores dejen de ser considerados como ciudadanos de inferior categoría. Respecto
a los emigrantes, debe tenerse en cuenta que cooperan al crecimiento económico. Ha de evitárseles
toda discriminación. Deben ser considerados como personas. Debe facilitárseles
el reagrupamiento familiar. Debe procurárseles un alojamiento decente y su
incorporación a la vida social. Deben crearse fuentes de trabajo en los países
de inmigración. El conjunto del proceso de producción debe ajustarse a las necesidades de
la persona, disfrutando de un tiempo de descanso suficiente que cultivar la
vida familiar, cultural, social y religiosa
La participación y la sindicación.
Se ha de promover la participación activa de los trabajadores en la gestión
de las empresas y en la toma de decisiones económicas y sociales, según forma
que habrán de determinar con acierto por sí mismos o por medio de sus
representantes. El derecho de los trabajadores a fundar sindicatos es un
derecho fundamental y permite colaborar rectamente en la ordenación de la vida
económica, unida al progreso en la formación económica-social y en el
crecimiento de la propia responsabilidad. La huelga es un medio necesario
aunque extremo para la defensa de los derechos y el logro de las aspiraciones
justas.
El destino común de los bienes de la tierra.
Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los
hombres y pueblos. Los bienes creados deben llegar a todos de forma equitativa
según justicia y en compañía de la caridad. No debe perderse de vista el
destino universal de los bienes sean cuales sean las formas de propiedad, según
las circunstancias diversas y variables de los pueblos. En el uso de los bienes
que legítimamente se poseen, no se deben tener como exclusivamente propios,
sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen solamente al
dueño sino también a los demás. A todos corresponde poseer una parte de bienes
suficientes para sí mismos y sus familias. Quien se halle en situación de
necesidad extrema tiene derecho a tomar de la riqueza ajena lo necesario para
sí. Urge a todos, particulares y autoridades, a que comuniquen u ofrezcan
realmente sus bienes, ayudando en primer lugar a los pobres, tanto individuos
como pueblos. En los países desarrollados, las instituciones de previsión y seguridad
social pueden contribuir al destino común de los bienes. A ello contribuye el
desarrollo de los servicios familiares y sociales, principalmente los de
cultura y educación.
El acceso a la propiedad.
La propiedad privada contribuye a la expresión de la persona y ofrece la
oportunidad de ejercer su función responsable. Debe por ello fomentarse el
acceso de todos a alguna forma de propiedad. La propiedad privada asegura
además la autonomía personal y familiar, y debe considerarse como ampliación de
la libertad. Las formas de propiedad son muy variadas. No son incompatibles la
propiedad privada y la pública. Las autoridades deben afectar los bienes de propiedad pública de
acuerdo con el bien común, impedir que se abuse de la propiedad privada contra
el bien común. La propiedad privada tiene una índole social cuyo fundamento se encuentra
en el destino universal de los bienes. En relación con los latifundios,
denuncia la grave situación en que pueden encontrarse los braceros y propugna
el reparto de las propiedades insuficientemente cultivadas a favor de quienes
sean capaces de hacerlas valer.
La vida
en la comunidad política (GS
73-76)
La vida
pública en nuestros días. (GS 73). Naturaleza y fin de la comunidad política.
(GS 74). Colaboración de todos en la vida pública. (GS 75). La comunidad
política y la Iglesia. (GS 76)
Naturaleza
y fin de la comunidad política.
Las profundas transformaciones que se han producido como consecuencia de la
evolución cultural y social han tenido gran influjo en la comunidad política reforzando los derechos y deberes en el
ejercicio de la libertad política y en el logro del bien común. Los hombres, las familias y los grupos
son conscientes de su insuficiencia para alcanzar una vida plenamente humana,
por lo que es necesaria una comunidad más amplia en la que se conjuguen las
energías de todos para alcanzar el bien común. La comunidad política nace por
tanto para alcanzar el bien común, esto es: “el conjunto de condiciones de
la vida social con las que los hombres, las familias y los grupos logran con
mayor plenitud y facilidad su propia perfección”. Entre esas
condiciones, es indispensable una autoridad que dirija la acción de todos hacia
el bien común, dadas las soluciones diferentes. Tanto la comunidad como la
autoridad se fundan en la naturaleza humana y, por ello, pertenecen al orden
previsto por Dios, aunque tanto la forma del régimen político, como la de
designar las autoridades, pertenece a los ciudadanos. La organización básica de
la comunidad y sistema del equilibrio de los poderes pueden ser diferentes,
todos ellos deben tender a formar un tipo de ciudadano culto y benévolo
respecto de los demás.
La
participación en la vida pública.
La participación en la vida pública significa que los ciudadanos tengan
posibilidades efectivas de tomar parte libre y activa en la fijación de los fundamentos jurídicos de la
comunidad política, acceder al gobierno de la cosa públicas, participar en la
determinación efectiva de las competencias y los límites de las diferentes
instituciones, participar en la elección de los gobernantes. Los ciudadanos
tienen el derecho y el deber de votar en libertad. La Iglesia alaba y estima la labor de
quienes, al servicio del hombre, se consagran al bien de la cosa pública y
aceptan las cargas de este oficio.
Un orden jurídico justo
La participación exige un orden jurídico positivo que establezca la adecuada división de funciones de
la autoridad pública, la protección eficaz e independiente de los derechos, el
reconocimiento, el respeto y la promoción del deber cívico de aportar a la vida
pública el concurso material y personal que requiera el bien común, la
obligación de los gobernantes de no entorpecer las asociaciones y cuerpos
intermedios y no privarles de su legítima acción, la no atribución a la
autoridad de un poder excesivo, la intervención de los poderes públicos en
materia social, económica y cultural para crear condiciones más favorables al
bien común. La Iglesia estimula a los ciudadanos a que cultiven el amor a la Patria con
magnanimidad y lealtad de suerte que miren siempre por el bien de la familia
humana.
La
vocación de los cristianos en la comunidad política.
Los cristianos tienen una vocación particular y propia en la comunidad
política, y en virtud de ella tienen las siguientes obligaciones: Dar ejemplo de sentido de responsabilidad
y servicio. Armonizar la autoridad y la libertad; la iniciativa personal y la
solidaridad; la unidad y la diversidad. Reconocer la legítima pluralidad de
opiniones, respetando a quienes defienden lealmente otra manera de ver las
cosas. Prestar gran atención a la educación cívica y política. Prepararse para
ejercer la política. Ejercer la política con olvido del propio interés. Luchar
con integridad moral contra la injusticia y la opresión, la intolerancia y el
absolutismo. Consagrarse el servicio de todos con sinceridad y rectitud, con
caridad y fortaleza. Los Partidos Políticos deben promover el bien común sin anteponerlo a los
intereses propios.
La
comunidad política y la Iglesia.
La Iglesia no se confunde con la comunidad política por razón de su misión
y su competencia, ni está ligada a sistema político (ideología) alguno.
Ambas son independientes y autónomas. No obstante, ambas están al servicio de
la vocación personal y social del hombre, aunque por diverso título. Y tal
servicio se prestará con mayor eficacia cuanto más sana y mejor sea la
cooperación entre ellas, puesto que las realidades temporales y las espirituales
están estrechamente unidas y la Iglesia necesita de los medios temporales para
cumplir su misión (herencia de S. Francisco). La Iglesia no necesita
privilegios del poder civil y debe renunciar a los legítimamente adquiridos si
constata que puede empañar la pureza de su testimonio. Es de justicia que la
Iglesia pueda predicar su fe con auténtica libertad y emitir su juicio moral
sobre materias referentes al orden político cuando lo exijan la defensa de los
derechos fundamentales de la persona.
En
cuanto a la comunidad internacional.
La familia humana universal no puede llevar a cabo la tarea de construir un
mundo más humano sin que todos los hombres se conviertan con espíritu renovado
a la verdad de la paz. Se ha de promover la paz y no la guerra. La paz es la
“obra de la justicia”, es el fruto del orden plantado a la sociedad humana por
su Divino Fundador. Está sujeto a continuos cambios al igual que el bien común.
La paz está en perpetuo quehacer. La paz no es la ausencia de guerra, el solo equilibrio de
las fuerzas adversas. no surge de una hegemonía despótica. La paz debe asegurar el bien de las personas, la participación
de los hombres en los bines espirituales e intelectuales, el respeto a la
dignidad de los demás pueblos, el ejercicio de la fraternidad y el fruto del
amor
El fomento
de la paz y la promoción de la comunidad de los pueblos
Tras
una brece introducción pasa a desarrollar la naturaleza de la paz. (GS 78). La
obligación de evitar la
crueldad de la guerra. Frenar la carrera armamentista y la posibilidad de una
guerra total (GS 79-81). La prohibición absoluta de la
guerra. La acción internacional para evitar la guerra (GS 82)
En
cuanto a la guerra.
El Concilio recuerda ante las guerras habidas y existentes (terrorismo) la
vigencia permanente del derecho natural y de gentes y de sus principios
universales, alguno de los cuales están recogidos en Tratados internacionales,
y entre ellos: La condena de los actos que se proponen metódicamente el exterminio de todo
un pueblo, raza o etnia. Que las consecuencias de las operaciones militares
sean lo menos inhumanas posible. El tratamiento humanitario a prisioneros y
combatientes heridos. La objeción de conciencia. El derecho a la legítima
defensa. La prohibición del uso de armas químicas o de destrucción masiva. El Concilio condena la carrera de
armamentos, que es la plaga más grande de la humanidad y perjudica a los
necesitados de manera intolerable, al gastar inmensas cantidades con las que se
podría remediar tanta miseria en el mundo entero. Para evitar la guerra es
necesario que exista una Autoridad Pública Universal (ONU) con poder efectivo
de garantizar la seguridad, la justicia y el respeto de los derechos.
Edificar la comunidad internacional
Las causas
y remedios de las discordias (GS 83). La comunidad de las naciones y las instituciones internacionales
(GS 84). La cooperación internacional en el orden económico (GS 85). Algunas
normas oportunas como son la cooperación internacional en lo tocante al
crecimiento demográfico (GS 87). La misión de los cristianos en la cooperación
internacional (Gs 88). La presencia eficaz de la Iglesia en la comunidad
internacional (GS 89) y la participación del cristiano en las instituciones
internacionales (GS 90)
Promueve
a la cooperación internacional.
En los países en vías de desarrollo, especialmente, debe proveerse a las
necesidades de los hombres en la vida social, alimentación, educación, trabajo.
Es exigible una mayor cooperación internacional en el orden económico: El progreso surge y se acrecienta por el
trabajo y preparación de los propios ciudadanos, impulsado y apoyado por ayudas
exteriores. Los países desarrollados tienen la gravísima obligación de ayudar a
los países en vías de desarrollo. La comunidad internacional debe regular y
estimular el desarrollo, cuidando de que las intervenciones sean eficaces y
equitativas. Necesidad de ordenar el comercio internacional compensando los
desequilibrios que proceden de la desigualdad. Necesidad de revisar las estructuras
económicas y sociales.
III.4 PABLO
VI, POPULORUM PROGRESIO
Con Pablo VI hace
su entrada en los documentos del Magisterio el tema del desarrollo en la encíclica “Populorum progessio” haciendo hincapié
en la necesidad de que ese desarrollo sea de toda la persona y de todos los
hombres. El pontificado de Pablo VI consolidando las directrices del Vaticano
III, acabó con el conservadurismo bimilenario de la Iglesia romana y movilizó
una gran apertura y cambio.
Es en el periodo de Pablo VI, que
también se establece y desarrolla lo que sería el Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz. A este respecto es muy
iluminador el documento titulado: “Compendio de la doctrina social de la
Iglesia” (CDS) promulgado por el Consejo Pontificio justicia y Paz. En él
se resumen los temas más esenciales al alba del tercer milenio, la necesidad de
un humanismo integral al servicio de la verdad bajo el signo de la solidaridad,
el respeto de la dignidad de la persona humana y de los derechos humanos, el
principio del bien común y el destino universal de los bienes. Destacan los
valores fundamentales de la vida social: la verdad, la libertad, la justicia.
El valor del trabajo humano y principios que regulen la vida económica. Termina
hablando de la comunidad política al servicio de la sociedad civil. Por último
se habla de la comunidad internacional y la cooperación internacional para el
desarrollo y del cuidado del medio ambiente.
La Iglesia favorece el
camino hacia una auténtica comunidad internacional, que ha asumido una
dirección precisa mediante la institución de la Organización de las Naciones
Unidas en 1945. Esta organización «ha contribuido a promover notablemente el
respeto de la dignidad humana, la libertad de los pueblos y la exigencia del
desarrollo, preparando el terreno cultural e institucional sobre el cual
construir la paz».
La doctrina social, en
general, considera positivo el papel de las Organizaciones
intergubernamentales, en particular de las que actúan en sectores
específicos, si bien ha expresado reservas cuando afrontan los problemas
de forma incorrecta. El Magisterio recomienda que la acción de los
Organismos internacionales responda a las necesidades humanas en la vida social
y en los ambientes relevantes para la convivencia pacífica y ordenada de las
Naciones y de los pueblos. (CDS 440)
La solicitud por lograr
una ordenada y pacífica convivencia de la familia humana impulsa al Magisterio
a destacar la exigencia de instituir «una autoridad pública universal
reconocida por todos, con poder eficaz para garantizar la seguridad, el
cumplimiento de la justicia y el respeto de los derechos». En el curso de la historia, no obstante los cambios de perspectiva
de las diversas épocas, se ha advertido constantemente la necesidad de una
autoridad semejante para responder a los problemas de dimensión mundial
que presenta la búsqueda del bien común: es esencial que esta autoridad sea el
fruto de un acuerdo y no de una imposición, y no se entienda como un «super-estado
global ».
Una autoridad política
ejercida en el marco de la Comunidad Internacional debe estar regulada
por el derecho, ordenada al bien común y ser respetuosa del principio de
subsidiaridad: «No corresponde a esta
autoridad mundial limitar la esfera de acción o invadir la competencia propia
de la autoridad pública de cada Estado. Por el contrario, la autoridad mundial
debe procurar que en todo el mundo se cree un ambiente dentro del cual no sólo
los poderes públicos de cada Nación, sino también los individuos y los grupos
intermedios, puedan con mayor seguridad realizar sus funciones, cumplir sus
deberes y defender sus derechos ».(CDS 441)
Una política
internacional que tienda al objetivo de la paz y del desarrollo mediante la
adopción de medidas coordinadas, es más que
nunca necesaria a causa de la globalización de los problemas. El Magisterio
subraya que la interdependencia entre los hombres y entre las Naciones adquiere
una dimensión moral y determina las relaciones del mundo actual en el ámbito
económico, cultural, político y religioso. En este
contexto es de desear una revisión de las Organizaciones internacionales; es
éste un proceso que «supone la superación de las rivalidades políticas y la
renuncia a la voluntad de instrumentalizar dichas organizaciones, cuya razón
única debe ser el bien común », con el objetivo de
conseguir « un grado superior de ordenamiento internacional ».
En particular, las
estructuras intergubernamentales deben ejercitar eficazmente sus funciones de
control y guía en el campo de la economía, ya que el logro del bien común es hoy en día una meta inalcanzable para
cada uno de los Estados, aun cuando posean un gran dominio en términos de
poder, riqueza, fuerza política. Los Organismos internacionales
deben, además, garantizar la igualdad, que es el fundamento del derecho de
todos a la participación en el proceso de pleno desarrollo, respetando las
legítimas diversidades. (CDS 442)
El Magisterio valora
positivamente el papel de las agrupaciones que se han ido creando en la
sociedad civil para desarrollar una importante función de formación y sensibilización
de la opinión pública en los diversos aspectos de la vida internacional, con una especial atención por el respeto de los derechos del hombre, como
lo demuestra « el número de asociaciones privadas, algunas de alcance mundial,
de reciente creación, y casi todas comprometidas en seguir con extremo cuidado
y loable objetividad los acontecimientos internacionales en un campo tan
delicado ».
Los Gobiernos deberían
sentirse animados a la vista de este esfuerzo, que busca poner en práctica los
ideales que inspiran la comunidad internacional, «especialmente a través de los
gestos concretos de solidaridad y de paz de tantas personas que trabajan en
las Organizaciones No Gubernativas y en los Movimientos en
favor de los derechos humanos ». (CDS 443)
La solución al problema
del desarrollo requiere la cooperación entre las comunidades políticas
particulares: «Las Naciones, al hallarse necesitadas las
unas de ayudas complementarias y las otras de ulteriores perfeccionamientos,
sólo podrán atender a su propia utilidad mirando simultáneamente al provecho de
los demás. Por lo cual es de todo punto preciso que los Estados se entiendan
bien y se presten ayuda mutua». El subdesarrollo parece una situación imposible
de eliminar, casi una condena fatal, si se considera que éste no es sólo fruto
de decisiones humanas equivocadas, sino también resultado de « mecanismos económicos,
financieros y sociales » y de « estructuras de pecado » que impiden
el pleno desarrollo de los hombres y de los pueblos.
Estas dificultades, sin
embargo, deben ser afrontadas con determinación firme y perseverante, porque el desarrollo no es sólo una aspiración, sino un derecho que,
como todo derecho, implica una obligación: « La cooperación al desarrollo
de todo el hombre y de cada hombre es un deber de todos para con todos y,
al mismo tiempo, debe ser común a las cuatro partes del mundo: Este y Oeste,
Norte y Sur ». En la visión del Magisterio, el derecho al desarrollo se
funda en los siguientes principios: unidad de origen y destino común de la familia
humana; igualdad entre todas las personas y entre todas las comunidades, basada
en la dignidad humana; destino universal de los bienes de la tierra; integridad
de la noción de desarrollo; centralidad de la persona humana; solidaridad. (CDS 446)
La doctrina social
induce a formas de cooperación capaces de incentivar el acceso al mercado
internacional de los países marcados por la pobreza y el subdesarrollo: «En años recientes se ha afirmado que el desarrollo de los países más
pobres dependía del aislamiento del mercado mundial, así como de su confianza
exclusiva en las propias fuerzas. La historia reciente ha puesto de manifiesto
que los países que se han marginado han experimentado un estancamiento y
retroceso; en cambio, han experimentado un desarrollo los países que han
logrado introducirse en la interrelación general de las actividades económicas
a nivel internacional.
Parece, pues, que el
mayor problema está en conseguir un acceso equitativo al mercado internacional,
fundado no sobre el principio unilateral de la explotación de los recursos
naturales, sino sobre la valoración de los recursos humanos». Entre las causas
que en mayor medida concurren a determinar el subdesarrollo y la pobreza,
además de la imposibilidad de acceder al mercado internacional, se
encuentran el analfabetismo, las dificultades alimenticias, la ausencia de
estructuras y servicios, la carencia de medidas que garanticen la asistencia
básica en el campo de la salud, la falta de agua potable, la corrupción, la
precariedad de las instituciones y de la misma vida política. Existe, en muchos
países, una conexión entre la pobreza y la falta de libertad, de posibilidades
de iniciativa económica, de administración estatal capaz de predisponer un
adecuado sistema de educación e información. (CDS 447)
El espíritu de
cooperación internacional requiere que, por encima de la estrecha lógica del
mercado, se desarrolle la conciencia del deber de solidaridad, de justicia
social y de caridad universal, porque
existe «algo que es debido al hombre porque es hombre, en virtud de
su eminente dignidad».
La cooperación es la vía en la que
la Comunidad Internacional en su conjunto debe comprometerse y recorrer «según
una concepción adecuada del bien común con referencia a toda la familia
humana ». De ella derivarán efectos
muy positivos, por ejemplo, un aumento de confianza en las potencialidades de
las personas pobres y, por tanto, de los países pobres y una equitativa
distribución de los bienes. (CDS 448)
Al comienzo del nuevo milenio,
la pobreza de miles de millones de hombres y mujeres es «la cuestión que, más
que cualquier otra, interpela nuestra conciencia humana y cristiana». La pobreza manifiesta un dramático problema de justicia: la pobreza,
en sus diversas formas y consecuencias, se caracteriza por un crecimiento
desigual y no reconoce a cada pueblo el «igual derecho a “sentarse a la mesa
del banquete común”». Esta pobreza hace imposible la realización de aquel humanismo
pleno que la Iglesia auspicia y propone, a fin de que las personas y
los pueblos puedan «ser más» y vivir en «condiciones más humanas».
La lucha contra la
pobreza encuentra una fuerte motivación en la opción o amor preferencial de la
Iglesia por los pobres. En toda su enseñanza social, la
Iglesia no se cansa de confirmar también otros principios fundamentales:
primero entre todos, el destino universal de los bienes. Con
la constante reafirmación del principio de la solidaridad, la
doctrina social insta a pasar a la acción para promover « el bien de todos y cada
uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos ».El principio
de solidaridad, también en la lucha contra la pobreza, debe ir siempre
acompañado oportunamente por el de subsidiaridad, gracias al cual
es posible estimular el espíritu de iniciativa, base fundamental de todo
desarrollo socioeconómico, en los mismos países pobres: a los pobres se
les debe mirar « no como un problema, sino como los que pueden llegar a ser
sujetos y protagonistas de un futuro nuevo y más humano para todo el mundo ». (CDS 449)
III.5 JUAN PABLO II, CENTESIMUS ANNUS
Juan Pablo II, fuertemente marcado por su experiencia en Polonia, publicó
diversas encíclicas sobre temas sociales. La Laborens exercens presenta una espiritualidad y una moral propias del
trabajo que realiza el cristiano. La Sollicitudo rei socialis retoma
el tema del progreso y el desarrollo íntegros de las personas (publicada con
motivo de los veinte años de la publicación de la Populorum progressio).
Finalmente la Centessimus annus, con motivo
del centenario de la publicación de la Rerum novarum, se detiene en
la noción de solidaridad,
que permite encontrar un hilo conductor a través de toda la enseñanza social de
la Iglesia.
Juan
Pablo II pidió en la ONU en un mensaje por la Jornada Mundial de la Paz. Juan
Pablo pidió una nueva organización de las naciones y una carta de los
deberes de los Estados respecto de los derechos humanos universales: “Llegó
el momento en el que todos deben colaborar en una nueva organización de la
familia humana, para asegurar la paz entre los pueblos y promover su
progreso integral”. “No es cuestión de constituir un súper Estado global,
lo que quiero subrayar es la urgencia de acelerar los progresos en curso para
responder a la demanda de métodos democráticos en el ejercicio de la autoridad
política, a nivel nacional e internacional, y para responder a la exigencia de
transparencia y credibilidad a todos los niveles de la vida pública”.
Juan Pablo II sostuvo en su
mensaje que la posibilidad de una autoridad pública internacional al
servicio de los derechos humanos había sido planteada hace ya 40 años por
Juan XXIII en su encíclica “Pacem in terris”, y que aún no pudo concretarse. El objetivo de fondo es la necesidad de afirmar “un
nuevo orden moral internacional”. Hemos asistido en
los últimos años a un notable progreso”, ejemplificado por el hecho de que “los
Estados, en casi todas partes del mundo, se sienten obligados a respetar la
idea de los derechos humanos”. No se trata, aclaró, de crear una nueva ONU,
sino un modo diferente de ejercer la actividad política internacional que, como
toda actividad humana, nunca está desvinculada de la necesaria moralidad.
III.6 BENEDICTO XVI, DEUS CARITAS EST
El Papa Benedicto XVI
pidió, en su primer mensaje navideño "Urbi et Orbi", que la humanidad
se una contra la pobreza, los desastres medioambientales y el terrorismo,
creando un nuevo "orden mundial" basado en la paz y la
justicia social. "Una humanidad unida podrá afrontar los muchos problemas
preocupantes de la actualidad: desde la amenaza del terrorismo a la pobreza
humillante en la que viven millones de seres humanos, desde la proliferación de
armas hasta las pandemias y la destrucción medioambiental que amenaza el futuro
del planeta", dijo el Pontífice frente a varias decenas de miles de
peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro y a millones que siguieron, en más
de 40 países, la tradicional bendición en directo por televisión.
El Papa Benedicto XVI, instó a no permitir que los avances tecnológicos
ensombrezcan los verdaderos valores humanos. El Papa dijo que se debía tomar
como ejemplo al niño Jesús para superar las dificultades y los miedos. "No
tengáis miedo: ¡poned su fe en él! El poder que da vida de su luz es el
incentivo para construir un nuevo orden mundial basado en relaciones económicas
y éticas justas". El Pontífice destacó los peligros de la tecnología y el
progreso, señalando que no deben convertirse en un dios. "En el milenio
que acaba de terminar, y especialmente en los últimos siglos, se ha realizado
un inmenso progreso en materia de tecnología y ciencia. Hoy en día disponemos
de vastos recursos materiales. Pero los hombres y mujeres de nuestra era
tecnológica se arriesgan a convertirse en víctimas de sus propios logros
intelectuales y tecnológicos, acabando con aridez espiritual y el corazón vacío,
por eso es tan importante que abramos nuestras mentes y corazones al nacimiento
de Cristo, este acontecimiento de salvación que puede dar nuevas esperanzas a
la vida de cada ser humano”.
El Sumo Pontífice
también hizo referencia a la situación internacional y entregó un mensaje de
esperanza a las zonas con conflictos. "Que Dios le dé valor a la gente de
buena voluntad en la Tierra Santa, en Irak, en Líbano, donde las señales de
esperanza, que no faltan, tienen que ser confirmadas por acciones inspiradas
por justicia y sabiduría", dijo. También abogó para que se "favorezca
los procesos de diálogo en la Península Coreana y en otras partes de los países
asiáticos, a fin de que se superen las divergencias peligrosas y, con espíritu
amistoso, se alcancen los logros de paz que tanto esperan sus pobladores".
El Papa dijo que "Dios, que se hizo hombre por amor de la humanidad, apoya
a los que en África actúan a favor de la paz y el desarrollo integral",
citando en especial "a Darfur y otras regiones de África central".
Además, exhortó a los pueblos de América Latina a vivir en paz y armonía. La
prensa destacó que el estilo empleado por el nuevo Papa para su discurso, en
prosa, como una misa o discurso normal, fue distinto al empleado por el
fallecido Juan Pablo II, quien pronunciaba los mensajes navideños en verso de
estilo libre, más parecido a la poesía. En enero publicó su primera encíclica,
"Dios es Amor". En la encíclica trata de poner en relación el
amor a Dios con el amor a los hermanos. El amor es lo que debe regir la
relación entre los hombres a todos los niveles.
También el Papa
Benedicto intervino en la ONU diciendo que es particularmente importante el
respeto de los compromisos y de los acuerdos asumidos con los países pobres,
con los cuales la distancia del respeto de los derechos humanos “debe ser
urgentemente reducida y por último superada. En
esta perspectiva, la falta de adecuación a los compromisos asumidos con las
naciones en vías de desarrollo constituye una cuestión moral y pone a la luz la
injusticia de las desigualdades existentes en el mundo”.
Aunque
en estos 40 años hubo progresos, “se deben registrar frecuentes dudas de parte
de la comunidad internacional en el deber de respetar y aplicar los
derechos humanos, que se extiende a todos los
derechos fundamentales y no permite elecciones arbitrarias, que llevarían a
realizar formas de discriminación e injusticia”.
El tema
de Medio Oriente ocupó un capítulo especial en el documento del Papa, que
sostuvo que “un progreso real para la paz en
esa región será posible sólo cuando los dirigentes sean capaces de rever su
gestión del poder”. La meta de la paz en Tierra Santa hasta ahora fue imposible
de cumplir por el “rechazo recíproco y por el choque de intereses de la
comunidad internacional, Medio Oriente es quizás el
lugar del mundo donde más se advierte la necesidad de un uso correcto de la
autoridad política”.
“Día tras día y año tras
año el efecto acumulativo de un exasperado rechazo recíproco, con una cadena
infinita de violencias y venganzas, destrozó todo intento de iniciar un diálogo
serio. La precariedad de la situación se volvió más dramática por el choque de intereses
existente entre los miembros de la comunidad internacional.”
III. 7 EL PAPA FRANCISCO
Para completar esta «obra de
renovación» que se ha venido dando en la Iglesia, el Papa Francisco emprendió,
apenas un mes después de su elección, nuevos pasos al respecto promoviendo el
ecumenismo y el diálogo interreligioso. En todos estos años ha promovido
numerosos encuentros. A través de su magisterio, hablando que estamos pasando
por un verdadero cambio épocal, ha continuado promovido y llamado a toda
la familia humana a un nuevo orden mundial.
El Papa Francisco también
intervino en la ONU
El papa Francisco abrió la
70 Asamblea General de las Naciones Unidas, la cual fijará las metas de
2030 para el desarrollo sostenible. Fue parte del viaje apostólico que
inició en Cuba el 19 de este mes de septiembre y que concluirá el domingo
28 en Filadelfia, con la Jornada Mundial de la Familia. En general es de
resaltar el talante abierto y desenfadado del discurso. A continuación
señalamos los aspectos más relevantes muy en consonancia con la encíclica Laudato si (LS)
Se hace imprescindible una
respuesta ya que el poder tecnológico, en manos de ideologías nacionalistas o
falsamente universalistas, es capaz de producir tremendas atrocidades. La
historia de la comunidad organizada de los Estados, representada por las
Naciones Unidas, que festeja en estos días su 70 aniversario, es una historia
de importantes éxitos comunes, en un período de inusitada aceleración de los
acontecimientos. Rindo por eso homenaje a todos los hombres y mujeres que han
servido leal y sacrificadamente a toda la humanidad en estos 70 años. En
particular, quiero recordar hoy a los que han dado su vida por la paz y la
reconciliación de los pueblos, desde Dag Hammarskjöld hasta los muchísimos
funcionarios de todos los niveles, fallecidos en las misiones humanitarias, de
paz y de reconciliación. La experiencia de estos 70 años, más allá de todo lo
conseguido, muestra que la reforma y la adaptación a los tiempos es siempre
necesaria, progresando hacia el objetivo último de conceder a todos los países,
sin excepción, una participación y una incidencia real y equitativa en las
decisiones.
Tal necesidad de una mayor
equidad, vale especialmente para los cuerpos con efectiva capacidad ejecutiva,
como es el caso del Concilio de Seguridad, los organismos financieros y los
grupos o mecanismos especialmente creados para afrontar las crisis económicas.
Esto ayudará a limitar todo tipo de abuso o usura sobre todo con los países en
vías de desarrollo. Los organismos financieros internacionales han de velar por
el desarrollo sustentable de los países y la no sumisión asfixiante de éstos a
sistemas crediticios que, lejos de promover el progreso, someten a las
poblaciones a mecanismos de mayor pobreza, exclusión y dependencia.
La labor de las Naciones Unidas,
a partir de los postulados del Preámbulo y de los primeros artículos de su
Carta Constitucional, puede ser vista como el desarrollo y la promoción de la
soberanía del derecho, sabiendo que la justicia es requisito indispensable para
obtener el ideal de la fraternidad universal. En este contexto, cabe recordar
que la limitación del poder es una idea implícita en el concepto de derecho.
Dar a cada uno lo suyo, siguiendo la definición clásica de justicia, significa
que ningún individuo o grupo humano se puede considerar omnipotente, autorizado
a pasar por encima de la dignidad y de los derechos de las otras personas
singulares o de sus agrupaciones sociales. La distribución fáctica del poder
(político, económico, de defensa, tecnológico, etc.) entre una pluralidad de
sujetos y la creación de un sistema jurídico de regulación de las pretensiones
e intereses, concreta la limitación del poder. El panorama mundial hoy nos
presenta, sin embargo, muchos falsos derechos, y –a la vez– grandes sectores
indefensos, víctimas más bien de un mal ejercicio del poder: el ambiente
natural y el vasto mundo de mujeres y hombres excluidos… Por eso hay que
afirmar con fuerza sus derechos, consolidando la protección del ambiente y
acabando con la exclusión.
Ante todo, hay que afirmar que
existe un verdadero «derecho del ambiente» por un doble motivo. Primero, porque
los seres humanos somos parte del ambiente. Vivimos en comunión con él, porque
el mismo ambiente comporta límites éticos que la acción humana debe reconocer y
respetar. El hombre, aun cuando está dotado de «capacidades inéditas» que
«muestran una singularidad que trasciende el ámbito físico y biológico» (LS 81),
es al mismo tiempo una porción de ese ambiente. Tiene un cuerpo formado por
elementos físicos, químicos y biológicos, y solo puede sobrevivir y
desarrollarse si el ambiente ecológico le es favorable. Cualquier daño al
ambiente, por tanto, es un daño a la humanidad. Segundo, porque cada una de las
creaturas, especialmente las vivientes, tiene un valor en sí misma, de
existencia, de vida, de belleza y de interdependencia con las demás creaturas.
Los cristianos, junto con las otras religiones monoteístas, creemos que el
universo proviene de una decisión de amor del Creador, que permite al hombre
servirse respetuosamente de la creación para el bien de sus semejantes y para
gloria del Creador, pero que no puede abusar de ella y mucho menos está
autorizado a destruirla. Para todas las creencias religiosas, el ambiente es un
bien fundamental (cf. LS., 81).
El abuso y la destrucción del
ambiente, al mismo tiempo, van acompañados por un imparable proceso de
exclusión. En efecto, un afán egoísta e ilimitado de poder y de bienestar
material lleva tanto a abusar de los recursos materiales disponibles como a
excluir a los débiles. La exclusión económica y social es una negación total de
la fraternidad humana y un gravísimo atentado a los derechos humanos y al
ambiente. Los más pobres son los que más sufren estos atentados por un triple
grave motivo: son descartados por la sociedad, son al mismo tiempo obligados a
vivir del descarte y deben sufrir injustamente las consecuencias del abuso del
ambiente. Estos fenómenos conforman la hoy tan difundida e inconscientemente
consolidada «cultura del descarte».
Lo dramático de toda esta
situación de exclusión e inequidad, con sus claras consecuencias, me lleva
junto a todo el pueblo cristiano y a tantos otros a tomar conciencia también de
mi grave responsabilidad al respecto, por lo cual alzo mi voz…El mundo reclama de todos los
gobernantes una voluntad efectiva, práctica, constante, de pasos concretos y
medidas inmediatas, para preservar y mejorar el ambiente natural y vencer
cuanto antes el fenómeno de la exclusión social y económica, con sus tristes
consecuencias de trata de seres humanos, comercio de órganos y tejidos humanos,
explotación sexual de niños y niñas, trabajo esclavo, incluyendo la
prostitución, tráfico de drogas y de armas, terrorismo y crimen internacional
organizado. Es tal la magnitud de estas situaciones y el grado de vidas
inocentes que va cobrando, que hemos de evitar toda tentación de caer en un
nominalismo declaracionista con efecto tranquilizador en las conciencias.
Debemos cuidar que nuestras instituciones sean realmente efectivas en la lucha
contra todos estos flagelos.
La acción política y económica, solo es eficaz
cuando se la entiende como una actividad prudencial, guiada por un concepto
perenne de justicia… El desarrollo humano integral y el pleno ejercicio de la
dignidad humana no pueden ser impuestos. Deben ser edificados y desplegados por
cada uno, por cada familia, en comunión con los demás hombres y en una justa
relación con todos los círculos en los que se desarrolla la socialidad humana
–amigos, comunidades, aldeas y municipios, escuelas, empresas y sindicatos,
provincias, naciones–. Esto supone y exige el derecho a la educación –a fin de
que todos puedan tener la mínima base material y espiritual para ejercer su
dignidad y para formar y mantener una familia, que es la célula primaria de
cualquier desarrollo social. Ese mínimo absoluto tiene en lo material tres
nombres: techo, trabajo y tierra; y un nombre en lo espiritual: libertad del
espíritu, que comprende la libertad religiosa, el derecho a la educación y los
otros derechos cívicos.
Por todo esto, la medida y el
indicador más simple y adecuado del cumplimiento de la nueva Agenda para
el desarrollo será el acceso efectivo, práctico e inmediato, para todos, a los
bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda propia, trabajo digno
y debidamente remunerado, alimentación adecuada y agua potable; libertad
religiosa, y más en general libertad del espíritu y educación. Al mismo tiempo,
estos pilares del desarrollo humano integral tienen un fundamento común, que es
el derecho a la vida. Las nefastas consecuencias de un irresponsable
desgobierno de la economía mundial, guiado solo por la ambición de lucro y de
poder, deben ser un llamado a una severa reflexión sobre el hombre, la defensa
del ambiente y la lucha contra la exclusión exigen el reconocimiento de una ley
moral inscrita en la propia naturaleza humana, que comprende la distinción
natural entre hombre y mujer (cf,LS 155), y el absoluto respeto de la vida en
todas sus etapas y dimensiones (cf LS 123; 136).
Sin el reconocimiento de unos
límites éticos naturales insalvables y sin la actuación inmediata de aquellos
pilares del desarrollo humano integral, La guerra es la negación de todos los
derechos y una dramática agresión al ambiente. Si se quiere un verdadero
desarrollo humano integral para todos, se debe continuar incansablemente con la
tarea de evitar la guerra entre las naciones y entre los pueblos. La
proliferación de las armas, especialmente las de destrucción masiva como pueden
ser las nucleares. Una ética y un derecho basados en la amenaza de destrucción
mutua –y posiblemente de toda la humanidad– son contradictorios y constituyen
un fraude a toda la construcción de las Naciones Unidas, que pasarían a ser
«Naciones unidas por el miedo y la desconfianza». Hay que empeñarse por un
mundo sin armas nucleares, aplicando plenamente el Tratado de no proliferación,
en la letra y en el espíritu, hacia una total prohibición de estos
instrumentos.
Clama la dolorosa situación de
todo el Oriente Medio, del norte de África y de otros países africanos, donde
los cristianos, junto con otros grupos culturales o étnicos e incluso junto con
aquella parte de los miembros de la religión mayoritaria que no quiere dejarse
envolver por el odio y la locura, han sido obligados a ser testigos de la
destrucción de sus lugares de culto, de su patrimonio cultural y religioso, de
sus casas y haberes y han sido puestos en la disyuntiva de huir o de pagar su
adhesión al bien y a la paz con la propia vida o con la esclavitud. Estas
realidades deben constituir un serio llamado a un examen de conciencia de los
que están a cargo de la conducción de los asuntos internacionales. No solo en
los casos de persecución religiosa o cultural, sino en cada situación de
conflicto, como en Ucrania, en Siria, en Irak, en Libia, en Sudán del Sur y en
la región de los Grandes Lagos, hay rostros concretos antes que intereses de
parte, por legítimos que sean. En las guerras y conflictos hay seres humanos
singulares, hermanos y hermanas nuestros, hombres y mujeres, jóvenes y
ancianos, niños y niñas, que lloran, sufren y mueren.
Se hace urgente detener y prevenir ulteriores
violencias sistemáticas contra las minorías étnicas y religiosas» y para
proteger a las poblaciones inocentes. En esta misma línea quisiera hacer
mención a otro tipo de conflictividad no siempre tan explicitada pero que
silenciosamente viene cobrando la muerte de millones de personas. Otra clase de
guerra viven muchas de nuestras sociedades con el fenómeno del narcotráfico.
Una guerra «asumida» y pobremente combatida. El narcotráfico por su propia
dinámica va acompañado de la trata de personas, del lavado de activos, del
tráfico de armas, de la explotación infantil y de otras formas de corrupción.
«Ha llegado la hora en que se impone una pausa, un momento de recogimiento, de
reflexión, casi de oración: volver a pensar en nuestro común origen, en nuestra
historia, en nuestro destino común. Nunca, como hoy, [...] ha sido tan
necesaria la conciencia moral del hombre, porque el peligro no viene ni del
progreso ni de la ciencia, que, bien utilizados, podrán [...] resolver muchos
de los graves problemas que afligen a la humanidad» El verdadero peligro está
en el hombre, que dispone de instrumentos cada vez más poderosos, capaces de
llevar tanto a la ruina como a las más altas conquistas» (ibíd.).
La casa común de todos los
hombres debe continuar levantándose sobre una recta comprensión de la
fraternidad universal y sobre el respeto de la sacralidad de cada vida humana,
de cada hombre y cada mujer; de los pobres, de los ancianos, de los niños, de
los enfermos, de los no nacidos, de los desocupados, de los abandonados, de los
que se juzgan descartables. Tal comprensión y respeto exigen un grado superior
de sabiduría, que acepte la trascendencia, renuncie a la construcción de una
elite omnipotente, y comprenda que el sentido pleno de la vida singular y
colectiva se da en el servicio abnegado de los demás y en el uso prudente y
respetuoso de la creación para el bien común. Repitiendo las palabras de Pablo
VI, «el edificio de la civilización moderna debe levantarse sobre principios
espirituales, los únicos capaces no sólo de sostenerlo, sino también de
iluminarlo» (ibíd.).
El mundo contemporáneo,
aparentemente conexo, experimenta una creciente y sostenida fragmentación
social que pone en riesgo «todo fundamento de la vida social» y por lo tanto
«termina por enfrentarnos unos con otros para preservar los propios intereses»
(LS, 229).
Lo último en promover es el
llamado pacto educativo, alianza educativa mundial del que ya habló en 2019. El
pacto que ha convocado para el 14 de mayo de 2020 trata de encauzar una alianza
educativa mundial. El cambio para afrontar los retos actuales empieza por la
educación. Los retos actuales piden un diálogo abierto a todas las religiones y
creencias sin discriminación de razas, nacionalidades, o estratos sociales
colaborando juntos por el interés común de toda la familia humana. Se trata de
promover una alianza que suscite la paz.
IV LA ORIENTACION DEL PAPA
FRANCISCO EN LAUDATO SI
Pasamos a analizar su orientación
y sus planteamientos que desarrolla sobre todo a través de la encíclica Laudato si . La encíclica “Laudato si”, no es
una encíclica meramente ecológica sino social, así lo considera el Papa para
que se incorpore a la Doctrina Social de la Iglesia.
Dice el Papa que San Francisco de Asís llamaba
‘hermana’ a la tierra, y nosotros nos sentimos sus dueños y la explotamos; que
el efecto del pecado se advierte en la enfermedad del medio ambiente. Como Juan
XXIII, que dedicó una encíclica a todos los hombres de buena voluntad, él
dedica ésta a todos los habitantes del planeta.
El
Papa recuerda la preocupación de sus predecesores por el deterioro del medio
ambiente, y pide que cada persona
se arrepienta de sus propios pecados contra la creación divina. El papa dice
que la preocupación por la naturaleza va ligada a la justicia hacia los pobres,
y propone entablar relaciones fraternas y no de explotación.
Motivación. El Papa nos invita a escuchar la voz de los pobres
Una encíclica social dirigida a todos, m mineral que una
canción de alabanza a Dios es un grito para los más pequeños para salvarse. El
Papa hace una llamada urgente ante la
situación extremadamente grave que vivimos: La destrucción del medio ambiente de
nuestro planeta, los trágicos efectos de la degradación ambiental, la inequidad y desigualdad global producida por
un consumismo extremo y selectivo .El Papa hace una llamada a la toma de
conciencia de la realidad y a tomar medidas para reducir las consecuencias de
“la globalización de la indiferencia”. El Papa nos invita a escuchar el grito
de los pobres. No podemos mirar al costado ante la injusta distribución
desigual de los recursos con la violación de los derechos humanos y la
exclusión de los pobres; el 70% de la población de la tierra vive sin tierra,
trabajo y casa; el 30% de la población del mundo consume recursos que roba las
naciones pobres; 1/3 de todos los alimentos se descarta cuando el alimento es
arrojado es robado de la mesa de los pobres. Todo hombre tiene el derecho
natural de poseer una razonable asignación de tierra donde puede establecer su
hogar, trabajo para la subsistencia de su familia y una vida segura
CAPÍTULO PRIMERO: Lo que le está pasando
a nuestra casa común
Denuncia
el Papa la contaminación de aire, tierra, agua, por basura, desechos tóxicos,
emanación de gases. Critica la ‘cultura del descarte’, que excluye
personas y convierte a las cosas en basura. Advierte del calentamiento global y
sus efectos. Lamenta el desigual acceso al agua potable; la destrucción y
desaparición de animales y vegetales; que al planear obras no se considera cómo
afectan. Reconoce que algunos países avanzan en preservar zonas, y otros sólo
buscan su interés.
Dice
que el hombre no debe vivir en condiciones insalubres, privado del contacto con
la naturaleza. Advierte que la comunicación por internet sustituye la relación
real con los demás; que el ser humano y el ambiente se deterioran juntos, y que
los más afectados son los más débiles. Lamenta la irresponsabilidad e
indiferencia hacia este tema.
El Papa se para a ver la situación, los síntomas, lo que
está sucediendo a nuestro hogar común. Hemos
de poner fin a la degradación y destrucción de recursos y los ecosistemas: Contaminación
del aire, cambio climático, global calentamiento; Contaminación de los océanos,
la descomposición de las zonas congeladas, grandes acuíferos y glaciares, se
presentan en el nivel del mar; Contaminación del agua, enfermedad, disentería,
cólera, mortalidad infantil; Contaminación del suelo, deforestación, pérdida de
reservas naturales; Contaminación con la pérdida de biodiversidad, bosque, y de
especies.
Hemos de poner en cuestión nuestro desarrollo y progreso científico y tecnológico: No
podemos hablar de desarrollo y progreso ante la desigualdad e inequidad global;
el deterioro del ambiente natural; la disminución en la calidad de la vida
humana. Hemos perdido el sentido del desarrollo integral con un daño grave a la
integridad y los derechos humanos. Hemos provocado la exclusión social de los más pobres: En
muchas partes se da la disminución de la calidad de la vida humana; la
degradación social; la inequidad global. En general las respuestas son muy
débiles.
CAPÍTULO SEGUNDO: El Evangelio de la creación
Explica
que fe
y razón ofrecen un diálogo productivo;
que la fe ilumina toda realidad humana. Hace notar la sabiduría de textos
bíblicos que muestran que el mundo nos fue encomendado, nos llaman a establecer
relaciones fraternas con todas las criaturas, y a contemplar y preservar la
belleza de la creación.
El Papa se para a juzgar a la luz de la fe sobre la raíz de
lo que está pasando
Hemos de reconocer a Dios presente en la Creación: A la luz del misterio de la Creación Hemos
de reconocer a Dios presente, Dios como creador, Dios como padre de
todos, Dios ha creado todo para todos. En el principio...dijo Dios Haya
luz...Y vio Dios que todo era bueno...Debemos recuperar la belleza y la
dignidad de la vida humana... Dios crea la tierra
originalmente armonioso. Es necesario recuperar la bondad e
inocencia originaria perdida y oscurecida por el pecado, recuperar la maravilla
de la creación, la bondad y la belleza de la creación, recuperar el estado de
inocencia original, recuperar la unidad y la armonía originaria, restaurar las
consecuencias ocasionadas por el propio pecado (hoy podemos hablar de pecado
estructural)
Necesidad de recuperar el orden perdido. Hemos perdido los principios.
Principio del destino común de los bienes: La tierra y su entorno
natural es un bien colectivo. El ambiente natural es patrimonio de la humanidad
y la responsabilidad de todo el mundo. El
principio de la comunión Universal: Estamos todos
interconectados. Cada acto de crueldad hacia cualquier criatura es contrario a
la dignidad humana. El principio de la subordinación de la propiedad privada:
El derecho a la propiedad privada no es absoluto tiene una hipoteca social.
Mercancías pueden servir para el propósito general de todos y no favoreciendo a
pocos. El principio de la subordinación de las criaturas a nuestro creador:
No somos los dueños de la tierra sino administradores. Debemos respetar la
sacralidad del mundo y de la vida. Las criaturas existen en la dependencia
de uno al otro, al servicio de unos a otros. Hemos de promover todo o que
favorezca la Paz y evitar lo que la amenace. Paz, justicia y preservación de la
creación son temas absolutamente interconectados. El destino último del
universo está en Dios.
El misterio de la encarnación y la redención : Para recuperar la mirada
de Jesús (n.96.99). Jesús nos llama a vivir en completa armonía con la
creación y otros. A trabajar como colaboradores en la creación de la casa común
de todos. A vivir como partícipes en la redención de Cristo. El universo espera
su redención. Toda la creación espera con impaciencia estará libre de su
destino de muerte para compartir la libertad y la gloria de los hijos de Dios
(Rm 8). Para recuperar la mirada Se precisa ir a la raíz del
desorden: el «eclipse de Dios» nos lleva a "eclipse del hombre". Debemos
recuperar una "Antropología adecuada":"Debemos recuperar
una Antropología adecuada para liberarnos de una distorsionada
antropocentrismo. Fuimos creados por Dios y son un precioso regalo, fruto
del pensamiento de Dios. Cada persona es querida, amado y necesario".
(Papa Benedicto XVI. Homilía en el inicio de su pontificado) . Hemos de corregir el común malentendido de
"dominio": "El hombre no puede utilizar su poder y energía como
quiere". Hemos de poner en tela de juicio el uso del poder
en nuestro mundo moderno, el mal uso de la ciencia y tecnología, el desarrollo
consumista. El relativismo práctico. La prioridad del ser sobre el tener
y la utilidad. Hemos de
defender los derechos humanos, sobre todo de los más pobres. Debemos
defender la dignidad inalienable de cada persona humana. Debemos de luchar
contra todo tipo de explotación y dominación. No al tráfico de personas. No a
la carrera armamentista. Nadie puede sentirse excluido o amenazado. Se ha
de profundizar en la raíz del desorden
para extirpar el mal en su raíz. El desorden y la distorsión se inicia en
nosotros. Un corazón roto, dividido. La necesidad de conversión y
reconciliación. Esta es la misión de Cristo y de la Iglesia sanar la
fragmentación con el amor Redentor.
CAPÍTULO TERCERO: Raíz humana de la
crisis ecológica.
Dice
el Papa que el deterioro de la ecología va a la par del deterioro de la sociedad. Hace
notar que la tecnología ha logrado maravillas, pero su poder daña si domina y
explota. Denuncia males sociales: egoísmo, consumismo, cultura del descarte,
relativismo. Propone valorar cada vida creada por Dios, desde su concepción, y
respetarla, y el sentido del trabajo. Comenta experimentos con animales y
manipulación genética. Propone haya espacios de discusión donde afectados por
obras que alteran el medio ambiente, sean escuchados.
El Papa apunta a la patología. Las consecuencias del
relativismo práctico: Consecuencias de
un paradigma equivocado" sin poner atención en las consecuencias: "Equivocado
antropocentrismo" sin principios éticos. Justificación del aborto, los
recursos biológicos en la reproducción genética. Progreso tecnológico pero
progreso no humano. Tolerancia de la trata, las corrientes de emigrantes,
comercio de órganos, armas, diamantes, drogas comerciales, etc. Hemos de
denunciar y salir del pecado estructural, de las situaciones de inhumana
miseria (22 CV), la explotación laboral, los empleos y trabajos inhumanos, la
explotación sexual, la trata de personas, el abuso de los niños, etc. Se
precisa la restauración de una
"Antropología errónea y equivocada" hacia la "Antropología de la
persona". Se ha de descubrir y defender el valor de cada vida
humana en todas las etapas de la vida. Promover un desarrollo integral de la
persona. Defender la dignidad humana y los derechos humanos. Defender el
derecho a un trabajo humano. Defender el derecho a un pedazo de tierra, a una
casa digna.
CAPÍTULO CUARTO: Una ecología integral
Dice el
Papa que no hay dos crisis, ambiental y social, sino una sola. Que la ecología
supone cuidar el patrimonio cultural, histórico, artístico; proteger las
culturas aborígenes; procurar calidad de vida en ciudades y el contacto con la
naturaleza. Denuncia la grave escasez de vivienda. Considera a la familia como la base
de la sociedad. Invita a
preguntarnos qué mundo dejamos a las siguientes generaciones.
El Papa describe el pronóstico: La acción. La llamada a la
conversión ecológica: Necesidad urgente
de un cambio radical, de políticas, propuestas; sobre todo de un nuevo estilo
de vida. La "necesidad urgente" de un "cambio radical" .
Cambio de un sistema ordenado, estilo de vida, modelo de producción y
consumo. Cambiar nuestra preocupación: de la cultura de usar y tirar hacia la
solidaridad, el cuidado y preocupación. Cambiar nuestra actitud: de maestros,
de los consumidores, explotadores hacia administradores. Cambio de la
indiferencia y el consumismo hacia el servicio. Cambio para no buscar el propio
interés y beneficio propio sino el de los demás. La llamada a la conversión ecológica.
Supone un nuevo paradigma. Una nueva visión, un nuevo orden. Integrar en el
cuidado del medio ambiente las implicaciones sociales y éticas. Una nueva
ecología cultural con un desarrollo integral primero de valorar toda la vida de
las personas. La ecología de la vida cotidiana aumentar el sentido de la solidaridad
y la calidad de vida a través de relaciones. Promoción de la comunión y la
justicia. Pasar del "consumismo compulsivo" hacia una "nueva
cultura de cuidado y del amor"
Debemos dejar el estilo consumista de vida despojo de la
naturaleza. Es necesario cambiar buscando cumplimiento integral y humana. Es
necesario un nuevo modelo de progreso y desarrollo mundial. La necesidad de
educación ecológica. La necesidad de un nuevo estilo de vida que llevan una
vida sana. La necesidad de conversión personal: Se necesita pasar de la
ansiedad compulsiva hacia la confianza. Del consumismo hacia la gratitud, de la
violencia hacia el amor compasivo. La necesidad de la conversión. La promesa de
Dios. "Cambio de corazón". Lo que sale de una persona es lo que
contamina, por deseos del corazón: guerra, asesinato, adulterio, celos,
codicia, malicia, engaño, indecencia, calumnia, orgullo y locura. Todas estas
cosas malas vienen de dentro y hacen que la persona inmunda. (Mc 7, 20-23).
Le dará un "corazón nuevo" transformando el corazón de piedra en un
corazón de carne. “Yo os juntaré de todas las Naciones y llevar a su propia
tierra. Voy verter agua pura sobre usted y usted se hará limpia de todas
vuestras iniquidades. Me voy te daré un corazón nuevo y poner un nuevo espíritu
en ti. Te voy quitar su corazón de piedra y te doy un corazón de carne. Me voy
poner mi espíritu dentro de ti y moverle a seguir mis pasos y decretos. Vivirás
en la tierra que di a sus antepasados. Seréis mi pueblo y yo seré su Dios”. (Ez
36, 24-28)
La participación en el misterio
Pascual de Cristo. No
sólo los sufrimientos de nuestra tierra, el grito
de o casa común y el grito de
la por, son los sufrimientos de nuestro Señor. Jesús es el que tiene todos
nuestros sufrimientos en su cruz en su Misterio Pascual para redimir el
mundo. Somos partícipes de los sufrimientos de Cristo y en él participamos de
su victoria y resurrección. Participamos en la Pasión de Cristo cuando somos
capaces de sufrir con Cristo, padeciendo sufrimientos con paciencia y amor, transformar
la violencia en paz, el rechazo en perdón. Es el poder transformador de su amor
lo que cambia el mundo. A continuación damos unas palabras orientadoras en
donde sobresale de manera inaudita el cántico en medio del dolor. Proponemos la
escucha orante y meditada de tres cánticos: El cántico de Daniel (Dn 3, 57ss);
El cántico de San Francisco y El cántico del Siervo (es 42; 50; 53)
CAPÍTULO QUINTO: Algunas líneas de
orientación y acción
Pide
el Papa consenso mundial para resolver la crisis ecológica. Menciona logros y fallos de movimientos mundiales.
Lamenta contaminación de aire y mar, y la pobreza. Propone se organicen grupos
que defiendan su entorno de la depredación. Dice que hay que redefinir el
concepto de progreso, tomando en cuenta el bienestar integral del ser humano.
Pide a los creyentes ser coherentes.
El Papa pasa a las propuestas y líneas de acción. Necesitamos
pasar de la confrontación al diálogo. Promover una cultura de diálogo. La
conversión ecológica debe de llevarnos a propiciar el diálogo sobre el medio
ambiente, diálogo en la comunidad internacional, el diálogo en políticas
nacionales y locales, el diálogo y la transparencia en la toma de decisiones.
Política y economía en diálogo para cumplimiento humano. Diálogo con las
distintas religiones, diálogo con la ciencia.
CAPÍTULO SEXTO: Educación y
espiritualidad ecológica
Propone
el Papa cambios de vida. Abandonar consumismo compulsivo. Propone educación
ambiental que no sólo informe sino cree hábitos. Dice que es en familia se
aprende a amar y a cuidar la vida. Propone una ‘conversión ecológica’: no sólo
reconocer lo hecho contra el planeta, sino arrepentirse y cambiar. Asegura que
‘menos es más’: acumular cosas distrae el corazón e impide disfrutar la vida.
Propone vivir con sobriedad y humildad; reconocer nuestra dependencia de otros,
revalorar los signos de amor, dar gracias a Dios antes y después de las
comidas.
El Papa apunta la necesidad de una educación ecológica y una
nueva espiritualidad. "Nueva cultura del cuidado, nueva espiritualidad".
Necesitamos un nuevo estilo de vida, cuidando de la vida.-Educación para el
cuidado de nuestra casa común. Cuidar nuestro medio ambiente. Cuidar la vida,
para que cada criatura, cada persona. "El nuevo camino" de la
"conversión ecológica". Promover la cultura del cuidado con nuevas
actitudes nuevos hábitos, viviendo las Bienaventuranzas, con humildad, gozo y
paz: A través de pequeños gestos y pequeñas cosas, cultivando el espíritu de
generosa atención, de gratitud y gratuidad de gozosa sobriedad, de sana
humildad. Un espíritu de solidaridad y fraternidad con todos.
Una nueva espiritualidad: conversión a Jesús, al Evangelio y
las Bienaventuranzas: Felices los pobres en espíritu, con un corazón limpio
y nuevo porque ellos verán a Dios.Los pobres nos ayudan a ver, a reconocer
que Dios está presente en todo el universo y en la más pequeña de sus
criaturas. Nos ayudan a descubrir el valor de cada cosa, con la admiración y la
contemplación de los sencillos, contemplando el Creador que vive entre nosotros
y nos rodea. Hemos de promover la sencillez, los grandes valores de los
sencillos y humildes de corazón. Atención serena de cada criatura como un
regalo del Creador. Nuestro estilo de vida debe recuperar el respeto y
veneración por cada persona. Llevar una vida con respeto, sobriedad y humildad
cultivando el fraternal encuentro, la unidad y la paz. Felices los
creadores de la paz, los misericordiosos y mansos, porque poseerán la tierra. Hemos
de darnos cuenta que estamos profundamente unidos con cada criatura. Ayudarnos
a proteger la vida para que nosotros podamos sembrar belleza y cuidado de los
más abandonados, tan preciosos a los ojos de Dios. Vivir en armonía en paz con
nosotros mismos y con otros. Promover la comunión universal. Promover el diálogo
y el respeto según la diversidad de las personas. Felices
los que buscan la justicia, porque ellos serán la verdadera familia de Dios. Ayudarrnos
a promover el amor, la justicia y la unidad para que podamos vivir como una
familia en paz sin dañar a nadie, con amor fraternal, con amor responsable, en
mutua comunión con el compromiso real de solidaridad y las implicaciones
civiles y políticas...y el Reino de Dios será vuestro ...Estamos todos
peregrinos hacia la luz infinita de la morada eterna. Por eso hemos de
animarnos en nuestra lucha por justicia, promoviendo el amor y la paz. Hemos de
creer que el sueño de Dios se convertirá en realidad. Un día llegaremos a ver
nuestro hogar definitivo y final, nuestra casa celestial, superior a la del sol
(238-240). Nuestra meta definitiva: la trinitaria comunión, con la
comunión entre todas las
criaturas.
La revolución de la ternura . Del "círculo
vicioso" hacia el " ciclo virtuoso ". Podemos vivir
de dos
maneras bien diferentes: Sin Jesús,
la cultura del tener, usar y tirar, del descarte, de las desigualdades,
favoreciendo la escalada de destrucción del desastre ecológico, pobres las
víctimas, que sufren sin más. Con Jesús
la civilización del amor, reconociendo su presencia, al Dios Creador y Padre de
todos, todos como hermanos que viven en comunión, al cuidado de la casa común,
de nuestro hogar común gozando de la naturaleza para todos. La Conversión
ecológica significa conversión a nuestro Creador, a través de Jesús, vivir
y amar como Jesús .Es maravilloso vivir con Jesús amar a amar a todos y cada
uno. El "pequeño camino" de
Santa Teresa de Liseux: Pequeños gestos de cuidado mutuo nos ayudan a restaurar
los diferentes niveles de equilibrio a través de la dimensión espiritual hacia
el plano ecológico y social, establecer armonía dentro de nosotros mismos, con
los demás, con la naturaleza y demás seres vivos. Hay nobleza en el cuidado de la creación a través de
acciones cotidianas poco a poco se va dando un verdadero cambio de vida. Jesús,
se hizo un hombre, uno de nosotros, para vivir entre nosotros, para mostrarnos
la manera de cómo vivir. El sigue vivo y presente en cada criatura y en nuestros corazones. Ayúdanos a amar como
amas y contemplarte y reconocerte en todos sobre todo en los más pequeños, los
más pobres, los débiles, olvidados de este mundo para hacer de nuestro mundo un
mejor lugar para vivir juntos como una gran
familia de hermanos.
Es interesante destacar los términos más
sobresalientes de la encíclica:
Conversión ecológica global. Cambio de actitud que consiste en que personas, gobiernos
e instituciones abandonen hábitos, actitudes y modos de desarrollar sus
actividades que dañan el medio ambiente. Y dicho cambio debe ser global, es
decir abarcar el globo, todo el planeta.
Ecología integral. Cuidar no sólo la creación, sino a los más pobres y desprotegidos.
Cultura del descarte. Mentalidad según la cual los seres humanos, como las
cosas, pueden echarse a un lado, como basura.
Cuidar del Ecosistema natural o
geosistema. Ambiente natural en el
que nacen, viven y conviven especies animales y vegetales.
Cuidar de la Biodiversidad del planeta. El conjunto de los diversos seres vivos que habitan en la
Tierra.
Salir de la cultura inmediatista. Que sólo busca un resultado o ganancia inmediata y no un
bien a largo plazo.
Replanteo del paradigma tecno-económico. Un ‘paradigma’ es un modelo a seguir. En este caso se refiere a un modelo que siguen países y personas que
dan prioridad a la tecnología y a la economía por encima del desarrollo y bienestar
humanos.
Frente a la globalización de la
indiferencia, la solidaridad. El Papa cuestiona el paradigma tecnocrático. El
término globalización se refiere a
que se ha hecho global, (se ha extendido por el globo, por todo el planeta), un
modelo de desarrollo según el cual lo principal es el desarrollo tecnológico
con el fin de poseer, dominar, explotar el entorno para obtener de inmediato
ganancias económicas o políticas.
Crisis del antropocentrismo moderno. La tendencia actual del ser humano a cerrarse en sí
mismo, sin preocuparse de los demás ni del medio ambiente.
Salir del relativismo práctico. Cuando el ser humano se pone a sí mismo en el centro, da
prioridad a su conveniencia y todo lo demás se vuelve relativo.
Salir de la autorreferencialidad. Tomarse egoistamente uno a sí mismo como único punto de
referencia.
Promover un desarrollo integral y la
cultura de una ecología humana. Una
mejora integral en la calidad de vida del ser humano, que implica aceptar el
propio cuerpo como don de Dios y valorar al mundo como regalo del Padre.
Promover
un nuevo humanismo. Al mismo tiempo se vuelve actual la
necesidad imperiosa de un nuevo humanismo, que de por sí convoca a los
distintos saberes, también al económico, hacia una mirada más integral e integradora.
En
resumen, el Papa Francisco se hace portavoz del grito de los más pobres que son
tres cuartas partes de la humanidad sometidos a una gran desigualdad y tremenda
injusticia y que sufren las consecuencias del deterioro del planeta. El Papa pide
una conversión, es el tiempo de defender la dignidad humana, de acabar con la
marginación y explotación de tantos hombres, de ser protectores de la obra de
Dios. Debemos promover un cambio a través de un camino de renovación
espiritual, humano, cultural, ecológica, un cambio estructural de este orden
perverso para establecer un orden nuevo, un mundo nuevo.
ASPECTOS IMPORTANTES DE
LA CARTA ENCICLICA LAUDATO SI
La carta intenta
despertar la conciencia de un universal del cuidado y el respeto de la casa
común. El Papa hace un llamamiento a un nuevo orden y una solidaridad nueva. En
la introducción el Papa destaca: ”Hemos crecido pensando que éramos sus
propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en
el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas
de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres
vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está
nuestra oprimida y devastada tierra…” (LS 2).
El Papa hace un breve
recorrido histórico a cerca de esta conciencia universal y enmarca la encíclica
dentro del magisterio de la doctrina social de la Iglesia. “Hace más de
cincuenta años, cuando el mundo estaba vacilando al filo de una crisis nuclear,
el santo Papa Juan XXIII escribió una encíclica en la cual no se conformaba con
rechazar una guerra, sino que quiso transmitir una propuesta de paz. Dirigió su
mensaje Pacem in terris a todo el «mundo católico », pero agregaba
«y a todos los hombres de buena voluntad ». Ahora, frente al deterioro
ambiental global, quiero dirigirme a cada persona que habita este planeta.
En mi exhortación Evangelii gaudium, escribí a los miembros de la Iglesia en orden a movilizar un proceso de
reforma misionera todavía pendiente. En esta encíclica, intento especialmente
entrar en diálogo con todos acerca de nuestra casa común.
Ocho años después
de Pacem in terris, en 1971, el beato Papa Pablo VI se refirió a la problemática ecológica,
presentándola como una crisis, que es « una consecuencia dramática » de la
actividad descontrolada del ser humano: « Debido a una explotación
inconsiderada de la naturaleza, [el ser humano] corre el riesgo de destruirla y
de ser a su vez víctima de esta degradación ».También habló a la FAO sobre la
posibilidad de una «catástrofe ecológica bajo el efecto de la explosión de la
civilización industrial», subrayando la «urgencia y la necesidad de un cambio
radical en el comportamiento de la humanidad», porque «los progresos
científicos más extraordinarios, las proezas técnicas más sorprendentes, el
crecimiento económico más prodigioso, si no van acompañados por un auténtico
progreso social y moral, se vuelven en definitiva contra el hombre» (LS 4).
San Juan Pablo II se
ocupó de este tema con un interés cada vez mayor. En su primera encíclica,
advirtió que el ser humano parece «no percibir otros significados de su
ambiente natural, sino solamente aquellos que sirven a los fines de un uso
inmediato y consumo». Sucesivamente llamó a una conversión ecológica
global. Pero al mismo tiempo hizo notar que se pone poco empeño para
«salvaguardar las condiciones morales de una auténtica ecología humana».
La destrucción del ambiente humano es algo muy serio, porque Dios no sólo le
encomendó el mundo al ser humano, sino que su propia vida es un don que debe
ser protegido de diversas formas de degradación. Toda pretensión de cuidar y
mejorar el mundo supone cambios profundos en «los estilos de vida, los modelos
de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy
la sociedad».
El auténtico desarrollo
humano posee un carácter moral y supone el pleno respeto a la persona humana,
pero también debe prestar atención al mundo natural y «tener en cuenta la
naturaleza de cada ser y su mutua conexión en un sistema ordenado». Por lo
tanto, la capacidad de transformar la realidad que tiene el ser humano debe
desarrollarse sobre la base de la donación originaria de las cosas por parte de
Dios. (LS 5)
Mi predecesor Benedicto
XVI renovó la invitación a «eliminar las causas estructurales de las
disfunciones de la economía mundial y corregir los modelos de crecimiento que
parecen incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente». Recordó que el
mundo no puede ser analizado sólo aislando uno de sus aspectos, porque «el
libro de la naturaleza es uno e indivisible», e incluye el ambiente, la vida,
la sexualidad, la familia, las relaciones sociales, etc. Por consiguiente, «la
degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que modela
la convivencia humana ». El Papa Benedicto nos propuso reconocer que el
ambiente natural está lleno de heridas producidas por nuestro comportamiento
irresponsable. También el ambiente social tiene sus heridas. Pero todas ellas
se deben en el fondo al mismo mal, es decir, a la idea de que no existen
verdades indiscutibles que guíen nuestras vidas, por lo cual la libertad humana
no tiene límites. Se olvida que «el hombre no es solamente una libertad que él
se crea por sí solo. El hombre no se crea a sí mismo. Es espíritu y voluntad,
pero también naturaleza». Con paternal preocupación, nos invitó a tomar
conciencia de que la creación se ve perjudicada «donde nosotros mismos somos
las últimas instancias, donde el conjunto es simplemente una propiedad nuestra
y el consumo es sólo para nosotros mismos. El derroche de la creación comienza
donde no reconocemos ya ninguna instancia por encima de nosotros, sino que sólo
nos vemos a nosotros mismos» (LS 6).
Estos aportes de los
Papas recogen la reflexión de innumerables científicos, filósofos, teólogos y
organizaciones sociales que enriquecieron el pensamiento de la Iglesia sobre
estas cuestiones. Pero no podemos ignorar que, también fuera de la Iglesia
Católica, otras Iglesias y Comunidades cristianas –como también otras
religiones– han desarrollado una amplia preocupación y una valiosa reflexión
sobre estos temas que nos preocupan a todos. (LS 7)
El Papa deja ver el gran desafió por el que atravesamos: “El desafío urgente de proteger nuestra casa
común incluye la preocupación
de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e
integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar... La humanidad aún posee
la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común. Deseo reconocer,
alentar y dar las gracias a todos los que, en los más variados sectores de la
actividad humana, están trabajando para garantizar la protección de la casa que
compartimos. Merecen una gratitud especial quienes luchan con vigor para
resolver las consecuencias dramáticas de la degradación ambiental en las vidas
de los más pobres del mundo”. (LS 13)
El Papa hace un llamamiento a un nuevo ordenamiento y a una solidaridad
nueva: “Hago una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos
construyendo el futuro del planeta. Necesitamos una conversión que nos una a
todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan
y nos impactan a todos. El movimiento ecológico mundial ya ha recorrido un
largo y rico camino, y ha generado numerosas agrupaciones ciudadanas que
ayudaron a la concientización”. Lamentablemente, muchos esfuerzos para buscar
soluciones concretas a la crisis ambiental suelen ser frustrados no sólo por el
rechazo de los poderosos, sino también por la falta de interés de los demás.
Las actitudes que obstruyen los caminos de solución, aun entre los creyentes,
van de la negación del problema a la indiferencia, la resignación cómoda o la
confianza ciega en las soluciones técnicas. Necesitamos una solidaridad
universal nueva”. (LS 14)
El Papa invita a la
reflexión y al cambio con una nueva propuesta de vida. El Papa deja ver la
íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la convicción de
que en el mundo todo está conectado, la crítica al nuevo paradigma y a las
formas de poder que derivan de la tecnología, la invitación a buscar otros
modos de entender la economía y el progreso, el valor propio de cada criatura,
el sentido humano de la ecología, la necesidad de debates sinceros y honestos,
la grave responsabilidad de la política internacional y local, la cultura del
descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida. (LS 16)
EN EL PRIMER CAPÍTULO analiza
lo que le está pasando a nuestra Casa Común:
Así pasa a analizar el
problema común y global que nos afecta a todos: del deterioro y la contaminación
del medio ambiente agudizado por el cambio climático y desenmascara la cultura
del descarte (LS 17-24). Luego pasa a analizar otros problemas asociados con el
cambio climático, (LS 25 )el problema del agua (LS 27-31) la pérdida de la
biodiversidad (32-$2),lo que origina el desequilibrio del sistema ecológico en
el deterioro de la calidad de la vida y la degradación social (43-47), la
inequidad planetaria (LS 48-49) Su planteamiento es claro: “ hoy no podemos
dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte
siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las
discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la
tierra como el clamor de los pobres.
El Papa invita a una
nueva conciencia y un nuevo orden mundial que garantice un verdadero desarrollo
integral y solidario. “En lugar de resolver los problemas de los pobres y de
pensar en un mundo diferente, algunos atinan sólo a proponer una reducción de
la natalidad. No faltan presiones internacionales a los países en desarrollo,
condicionando ayudas económicas a ciertas políticas de «salud reproductiva».
Pero, «si bien es cierto que la desigual distribución de la población y de los
recursos disponibles crean obstáculos al desarrollo y al uso sostenible del
ambiente, debe reconocerse que el crecimiento demográfico es plenamente
compatible con un desarrollo integral y solidario» (LS 50)
Necesitamos fortalecer
la conciencia de que somos una sola familia humana. No hay fronteras ni
barreras políticas o sociales que nos permitan aislarnos, y por eso mismo
tampoco hay espacio para la globalización de la indiferencia. (LS 52). El Papa
hace una llamada de atención a la debilidad de la reacción política
internacional (LS 53) El problema ecológico de deterioro del planeta nos afecta
a todos y pide una respuesta global.
Sobre muchas cuestiones
concretas la Iglesia no tiene por qué proponer una palabra definitiva y
entiende que debe escuchar y promover el debate honesto entre los científicos,
respetando la diversidad de opiniones. Pero basta mirar la realidad con
sinceridad para ver que hay un gran deterioro de nuestra casa común. La
esperanza nos invita a reconocer que siempre hay una salida, que siempre
podemos reorientar el rumbo, que siempre podemos hacer algo para resolver los
problemas. (LS 61)
El Papa hace una llamada
a una comunión universal (89-92)
El papa defiende una
comunión universal, nada ni nadie está excluido de esa fraternidad. Hace un
llamamiento a la solidaridad universal: “Todo ensañamiento con cualquier
criatura «es contrario a la dignidad humana». No podemos considerarnos grandes
amantes si excluimos de nuestros intereses alguna parte de la realidad: «Paz,
justicia y conservación de la creación son tres temas absolutamente ligados,
que no podrán apartarse para ser tratados individualmente so pena de caer
nuevamente en el reduccionismo». Todos los seres humanos estamos juntos como
hermanos y hermanas en una maravillosa peregrinación, entrelazados por el amor
que Dios tiene a cada una de sus criaturas y que nos une también, con tierno
cariño, al hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la madre tierra”.
(LS 92)
Se debe de comprender y
defender el destino común de los bienes (93-95)
“Creyentes y no
creyentes estamos de acuerdo en que la tierra es esencialmente una herencia
común, cuyos frutos deben beneficiar a todos. Para los creyentes, esto se
convierte en una cuestión de fidelidad al Creador, porque Dios creó el mundo
para todos. Por consiguiente, todo planteo ecológico debe incorporar una
perspectiva social que tenga en cuenta los derechos fundamentales de los más
postergados. El principio de la subordinación de la propiedad privada al
destino universal de los bienes y, por tanto, el derecho universal a su
uso es una «regla de oro» del comportamiento social y el «primer
principio de todo el ordenamiento ético-social»” (LS 93).
“El medio ambiente es un
bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos.
Quien se apropia algo es sólo para administrarlo en bien de todos. Si no lo
hacemos, cargamos sobre la conciencia el peso de negar la existencia de los
otros”. (GS 95).
EN EL CAPÍTULO TERCERO expone
la raíz de la crisis ecológica (101ss)
No nos servirá describir
los síntomas, si no reconocemos la raíz humana de la crisis ecológica. Hay un
modo de entender la vida y la acción humana que se ha desviado y que contradice
la realidad hasta dañarla. ¿Por qué no podemos detenernos a pensarlo? En esta
reflexión propongo que nos concentremos en el paradigma tecnocrático dominante
y en el lugar del ser humano y de su acción en el mundo.
La tecnología: la creatividad
y el poder pide una regulación
La humanidad ha
ingresado en una nueva era en la que el poderío tecnológico nos pone en una
encrucijada (LS 102). “Nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y
nada garantiza que vaya a utilizarlo bien, sobre todo si se considera el modo
como lo está haciendo. Basta recordar las bombas atómicas lanzadas en pleno
siglo XX, como el gran despliegue tecnológico ostentado por el nazismo, por el
comunismo y por otros regímenes totalitarios al servicio de la matanza de
millones de personas, sin olvidar que hoy la guerra posee un instrumental cada
vez más mortífero. ¿En manos de quiénes está y puede llegar a estar tanto
poder? Es tremendamente riesgoso que resida en una pequeña parte de la
humanidad” (LS 104).
Desenmascara la falacia de «que todo incremento
del poder constituye sin más un progreso, un aumento de seguridad, de utilidad,
de bienestar, de energía vital, de plenitud de los valores»… El inmenso
crecimiento tecnológico pude no estar acompañado de un desarrollo del ser
humano en responsabilidad, valores, conciencia. Cada época tiende a desarrollar
una escasa autoconciencia de sus propios límites. Por eso es posible que hoy la
humanidad no advierta la seriedad de los desafíos que se presentan, y «la
posibilidad de que el hombre utilice mal el poder crece constantemente » cuando
no está « sometido a norma alguna reguladora de la libertad, sino únicamente a
los supuestos imperativos de la utilidad y de la seguridad». El ser humano no
es plenamente autónomo. Su libertad se enferma cuando se entrega a las fuerzas
ciegas del inconsciente, de las necesidades inmediatas, del egoísmo, de la
violencia. En ese sentido, está desnudo y expuesto frente a su propio poder,
que sigue creciendo, sin tener los elementos para controlarlo. Puede disponer
de mecanismos superficiales, pero podemos sostener que le falta una ética
sólida, una cultura y una espiritualidad que realmente lo limiten y lo
contengan en una lúcida abnegación. (LS 105)
Globalización del
paradigma tecnocrático
El problema fundamental
es otro más profundo todavía: el modo como la humanidad de hecho ha asumido la
tecnología y su desarrollo junto con un paradigma homogéneo y unidimensional.
No puede pensarse que sea posible sostener otro paradigma cultural y servirse
de la técnica como de un mero instrumento, porque hoy el paradigma tecnocrático
se ha vuelto tan dominante que es muy difícil prescindir de sus recursos, y más
difícil todavía es utilizarlos sin ser dominados por su lógica. Se volvió
contracultural elegir un estilo de vida con objetivos que puedan ser al menos
en parte independientes de la técnica, de sus costos y de su poder globalizador
y masificador. (LS 106-108)
El paradigma
tecnocrático también tiende a ejercer su dominio sobre la economía y la
política. La economía asume todo desarrollo tecnológico en función del rédito,
sin prestar atención a eventuales consecuencias negativas para el ser humano.
Las finanzas ahogan a la economía real. No se aprendieron las lecciones de la
crisis financiera mundial y con mucha lentitud se aprenden las lecciones del
deterioro ambiental. En algunos círculos se sostiene que la economía actual y
la tecnología resolverán todos los problemas ambientales, del mismo modo que se
afirma, con lenguajes no académicos, que los problemas del hambre y la miseria
en el mundo simplemente se resolverán con el crecimiento del mercado. Mientras
tanto, tenemos un «superdesarrollo derrochador y consumista, que contrasta de
modo inaceptable con situaciones persistentes de miseria deshumanizadora», y no
se elaboran con suficiente celeridad instituciones económicas y cauces sociales
que permitan a los más pobres acceder de manera regular a los recursos básicos.
No se termina de advertir cuáles son las raíces más profundas de los actuales
desajustes, que tienen que ver con la orientación, los fines, el sentido y el
contexto social del crecimiento tecnológico y económico. (LS 109)
Una ciencia que pretenda
ofrecer soluciones a los grandes asuntos, necesariamente debería sumar todo lo
que ha generado el conocimiento en las demás áreas del saber, incluyendo una
ética social. La cultura ecológica no se puede reducir a una serie de
respuestas urgentes y parciales a los problemas que van apareciendo en torno a
la degradación del ambiente, al agotamiento de las reservas naturales y a la
contaminación. Debería ser una mirada distinta, un pensamiento, una política,
un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que conformen una
resistencia ante el avance del paradigma tecnocrático. De otro modo, aun las
mejores iniciativas ecologistas pueden terminar encerradas en la misma lógica
globalizada. Buscar sólo un remedio técnico a cada problema ambiental que surja
es aislar cosas que en la realidad están entrelazadas y esconder los verdaderos
y más profundos problemas del sistema mundial. (LS 111)
La urgencia de avanzar
en una valiente revolución cultural. La ciencia y la tecnología no son
neutrales, sino que pueden implicar desde el comienzo hasta el final de un
proceso diversas intenciones o posibilidades, y pueden configurarse de
distintas maneras. Nadie pretende volver a la época de las cavernas, pero sí es
indispensable aminorar la marcha para mirar la realidad de otra manera, recoger
los avances positivos y sostenibles, y a la vez recuperar los valores y los
grandes fines arrasados por un desenfreno megalómano. (LS 114)
El antropocentrismo
exacerbado y el relativismo práctico
Un antropocentrismo
desviado da lugar a un estilo de vida desviado. En la Exhortación
apostólica Evangelii gaudium me referí al relativismo práctico que caracteriza nuestra época, y que es
«todavía más peligroso que el doctrinal». Cuando el ser humano se coloca a sí
mismo en el centro, termina dando prioridad absoluta a sus conveniencias
circunstanciales, y todo lo demás se vuelve relativo. Por eso no debería llamar
la atención que, junto con la omnipresencia del paradigma tecnocrático y la
adoración del poder humano sin límites, se desarrolle en los sujetos este
relativismo donde todo se vuelve irrelevante si no sirve a los propios
intereses inmediatos. Hay en esto una lógica que permite comprender cómo se
alimentan mutuamente diversas actitudes que provocan al mismo tiempo la
degradación ambiental y la degradación social. (LS 122)
La cultura del
relativismo es la misma patología que empuja a una persona a aprovecharse de
otra y a tratarla como mero objeto, obligándola a trabajos forzados, o
convirtiéndola en esclava a causa de una deuda. Es la misma lógica que lleva a
la explotación sexual de los niños, o al abandono de los ancianos que no sirven
para los propios intereses. Es también la lógica interna de quien dice: «
Dejemos que las fuerzas invisibles del mercado regulen la economía, porque sus
impactos sobre la sociedad y sobre la naturaleza son daños inevitables ». Si no
hay verdades objetivas ni principios sólidos, fuera de la satisfacción de los
propios proyectos y de las necesidades inmediatas, ¿qué límites pueden tener la
trata de seres humanos, la criminalidad organizada, el narcotráfico, el
comercio de diamantes ensangrentados y de pieles de animales en vías de
extinción? ¿No es la misma lógica relativista la que justifica la compra de
órganos a los pobres con el fin de venderlos o de utilizarlos para
experimentación, o el descarte de niños porque no responden al deseo de sus
padres? Es la misma lógica del «usa y tira», que genera tantos residuos sólo
por el deseo desordenado de consumir más de lo que realmente se necesita.
Entonces no podemos pensar que los proyectos políticos o la fuerza de la ley
serán suficientes para evitar los comportamientos que afectan al ambiente,
porque, cuando es la cultura la que se corrompe y ya no se reconoce alguna
verdad objetiva o unos principios universalmente válidos, las leyes sólo se
entenderán como imposiciones arbitrarias y como obstáculos a evitar. (LS 123)
Una nueva cultura del
trabajo
En cualquier planteo
sobre una ecología integral, que no excluya al ser humano, es indispensable
incorporar el valor del trabajo, tan sabiamente desarrollado por san Juan Pablo
II en su encíclica Laborem exercens. (LS 124). Si intentamos pensar cuáles
son las relaciones adecuadas del ser humano con el mundo que lo rodea, emerge
la necesidad de una correcta concepción del trabajo porque, si hablamos sobre
la relación del ser humano con las cosas, aparece la pregunta por el sentido y
la finalidad de la acción humana sobre la realidad. No hablamos sólo del
trabajo manual o del trabajo con la tierra, sino de cualquier actividad que
implique alguna transformación de lo existente, desde la elaboración de un
informe social hasta el diseño de un desarrollo tecnológico. (LS 125)
“No debe buscarse que el
progreso tecnológico reemplace cada vez más el trabajo humano, con lo cual la
humanidad se dañaría a sí misma. El trabajo es una necesidad, parte del sentido
de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de
realización personal. En este sentido, ayudar a los pobres con dinero debe ser
siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo
debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo. Pero la
orientación de la economía ha propiciado un tipo de avance tecnológico para
reducir costos de producción en razón de la disminución de los puestos de
trabajo, que se reemplazan por máquinas. Es un modo más como la acción del ser
humano puede volverse en contra de él mismo… Dejar de invertir en las personas
para obtener un mayor rédito inmediato es muy mal negocio para la sociedad”.
(LS 128)
“La actividad
empresarial, que es una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar
el mundo para todos, puede ser una manera muy fecunda de promover la región
donde instala sus emprendimientos, sobre todo si entiende que la creación de
puestos de trabajo es parte ineludible de su servicio al bien común” (LS 129).
EN EL CAPÍTULO IV expone
la necesidad de una ecología integral (137-)
Dado que todo está
íntimamente relacionado, y que los problemas actuales requieren una mirada que
tenga en cuenta todos los factores de la crisis mundial, propongo que nos
detengamos ahora a pensar en los distintos aspectos de una ecología
integral, que incorpore claramente las dimensiones humanas y sociales. (LS
137)
Ecología ambiental,
económica y social
Cuando se habla de
«medio ambiente», se indica particularmente una relación, la que existe entre
la naturaleza y la sociedad que la habita. Esto nos impide entender la naturaleza
como algo separado de nosotros o como un mero marco de nuestra vida. Estamos
incluidos en ella, somos parte de ella y estamos interpenetrados. Las razones
por las cuales un lugar se contamina exigen un análisis del funcionamiento de
la sociedad, de su economía, de su comportamiento, de sus maneras de entender
la realidad… No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una
sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren
una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a
los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza. (LS 139)
Una ecología social.
Las instituciones de una
sociedad tiene consecuencias en el ambiente y en la calidad de vida humana:
«Cualquier menoscabo de la solidaridad y del civismo produce daños
ambientales». En ese sentido, la ecología social es necesariamente
institucional, y alcanza progresivamente las distintas dimensiones que van
desde el grupo social primario, la familia, pasando por la comunidad local y la
nación, hasta la vida internacional. Dentro de cada uno de los niveles sociales
y entre ellos, se desarrollan las instituciones que regulan las relaciones
humanas. Todo lo que las dañe entraña efectos nocivos, como la perdida de la
libertad, la injusticia y la violencia.
Sabemos, por ejemplo,
que países poseedores de una legislación clara para la protección de bosques
siguen siendo testigos mudos de la frecuente violación de estas leyes. Además,
lo que sucede en una región ejerce, directa o indirectamente, influencias en
las demás regiones. Así, por ejemplo, el consumo de narcóticos en las
sociedades opulentas provoca una constante y creciente demanda de productos
originados en regiones empobrecidas, donde se corrompen conductas, se destruyen
vidas y se termina degradando el ambiente. (LS 142)
Una ecología cultural
Junto con el patrimonio
natural, hay un patrimonio histórico, artístico y cultural, igualmente
amenazado. Es parte de la identidad común de un lugar y una base para construir
una ciudad habitable. No se trata de destruir y de crear nuevas ciudades
supuestamente más ecológicas, donde no siempre se vuelve deseable vivir. Hace
falta incorporar la historia, la cultura y la arquitectura de un lugar,
manteniendo su identidad original. Por eso, la ecología también supone el
cuidado de las riquezas culturales de la humanidad en su sentido más amplio. De
manera más directa, reclama prestar atención a las culturas locales a la hora
de analizar cuestiones relacionadas con el medio ambiente, poniendo en diálogo
el lenguaje científico-técnico con el lenguaje popular. Es la cultura no sólo
en el sentido de los monumentos del pasado, sino especialmente en su sentido
vivo, dinámico y participativo, que no puede excluirse a la hora de repensar la
relación del ser humano con el ambiente. (LS 143)
La visión consumista del
ser humano, alentada por los engranajes de la actual economía globalizada,
tiende a homogeneizar las culturas y a debilitar la inmensa variedad cultural,
que es un tesoro de la humanidad. Por eso, pretender resolver todas las
dificultades a través de normativas que defienda los derechos que son
vulnerados.
Muchas formas altamente
concentradas de explotación y degradación del medio ambiente no sólo pueden
acabar con los recursos de subsistencia locales, sino también con capacidades
sociales que han permitido un modo de vida que durante mucho tiempo ha otorgado
identidad cultural y un sentido de la existencia y de la convivencia. Es
indispensable prestar especial atención a las comunidades aborígenes con sus
tradiciones culturales. En diversas partes del mundo, son objeto de presiones
para que abandonen sus tierras a fin de dejarlas libres para proyectos
extractivos y agropecuarios que no prestan atención a la degradación de la
naturaleza y de la cultura. (LS 144-146)
El principio del bien
común (156-)
La ecología integral es
inseparable de la noción de bien común, un principio que cumple un rol central
y unificador en la ética social. Es «el conjunto de condiciones de la vida
social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el
logro más pleno y más fácil de la propia perfección». El bien común presupone
el respeto a la persona humana en cuanto tal, con derechos básicos e
inalienables ordenados a su desarrollo integral. (LS 156)
También reclama el
bienestar social y el desarrollo de los diversos grupos intermedios, aplicando
el principio de la subsidiariedad. Entre ellos destaca especialmente la
familia, como la célula básica de la sociedad. Finalmente, el bien común requiere
la paz social, es decir, la estabilidad y seguridad de un cierto orden, que no
se produce sin una atención particular a la justicia distributiva, cuya
violación siempre genera violencia. Toda la sociedad, y en ella de manera
especial el Estado, tiene la obligación de defender y promover el bien común. (LS
157)
En las condiciones
actuales de la sociedad mundial, donde hay tantas inequidades y cada vez son
más las personas descartables, privadas de derechos humanos básicos, el
principio del bien común se convierte inmediatamente, como lógica e ineludible
consecuencia, en un llamado a la solidaridad y en una opción preferencial por
los más pobres. Esta opción implica sacar las consecuencias del destino común
de los bienes de la tierra (LS 158)
Justicia entre las
generaciones
La noción de bien común
incorpora también a las generaciones futuras. Las crisis económicas
internacionales han mostrado con crudeza los efectos dañinos que trae aparejado
el desconocimiento de un destino común, del cual no pueden ser excluidos
quienes vienen detrás de nosotros. Ya no puede hablarse de desarrollo
sostenible sin una solidaridad intergeneracional. Cuando pensamos en la
situación en que se deja el planeta a las generaciones futuras, entramos en
otra lógica, la del don gratuito que recibimos y comunicamos. Si la tierra nos
es donada, ya no podemos pensar sólo desde un criterio utilitarista de
eficiencia y productividad para el beneficio individual. (LS 159)
Una deuda pendiente.
¿Qué tipo de mundo
queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo? Esta
pregunta no afecta sólo al ambiente de manera aislada, porque no se puede
plantear la cuestión de modo fragmentario. Cuando nos interrogamos por el mundo
que queremos dejar, entendemos sobre todo su orientación general, su sentido,
sus valores. Si no está latiendo esta pregunta de fondo, no creo que nuestras
preocupaciones ecológicas puedan lograr efectos importantes. Pero si esta
pregunta se plantea con valentía, nos lleva inexorablemente a otros cuestionamientos
muy directos: ¿Para qué pasamos por este mundo? ¿para qué vinimos a esta vida?
¿para qué trabajamos y luchamos? ¿para qué nos necesita esta tierra? Por eso,
ya no basta decir que debemos preocuparnos por las futuras generaciones. Se
requiere advertir que lo que está en juego es nuestra propia dignidad. Somos
nosotros los primeros interesados en dejar un planeta habitable para la
humanidad que nos sucederá. Es un drama para nosotros mismos, porque esto pone
en crisis el sentido del propio paso por esta tierra. (LS 160)
Estamos ante un gran desafío
Las predicciones
catastróficas ya no pueden ser miradas con desprecio e ironía. A las próximas
generaciones podríamos dejarles demasiados escombros, desiertos y suciedad. El
ritmo de consumo, de desperdicio y de alteración del medio ambiente ha superado
las posibilidades del planeta, de tal manera que el estilo de vida actual, por
ser insostenible, sólo puede terminar en catástrofes, como de hecho ya está
ocurriendo periódicamente en diversas regiones. La atenuación de los efectos
del actual desequilibrio depende de lo que hagamos ahora mismo, sobre todo si
pensamos en la responsabilidad que nos atribuirán los que deberán soportar las
peores consecuencias. (LS 161)
La dificultad para tomar
en serio este desafío tiene que ver con un deterioro ético y cultural, que
acompaña al deterioro ecológico. El hombre y la mujer del mundo posmoderno
corren el riesgo permanente de volverse profundamente individualistas, y muchos
problemas sociales se relacionan con el inmediatismo egoísta actual, con las
crisis de los lazos familiares y sociales, con las dificultades para el
reconocimiento del otro. Muchas veces hay un consumo inmediatista y excesivo de
los padres que afecta a los propios hijos, quienes tienen cada vez más
dificultades para adquirir una casa propia y fundar una familia. Además,
nuestra incapacidad para pensar seriamente en las futuras generaciones está
ligada a nuestra incapacidad para ampliar los intereses actuales y pensar en
quienes quedan excluidos del desarrollo. Además de la leal solidaridad
intergeneracional, se ha de reiterar la urgente necesidad moral de una renovada
solidaridad intrageneracional. (LS 162)
EL CAPÍTULO QUINTO propone
algunas líneas de orientación y de acción (163y ss)
He intentado analizar la
situación actual de la humanidad, tanto en las grietas que se observan en el
planeta que habitamos, como en las causas más profundamente humanas de la
degradación ambiental. Si bien esa contemplación de la realidad en sí misma ya
nos indica la necesidad de un cambio de rumbo y nos sugiere algunas acciones,
intentemos ahora delinear grandes caminos de diálogo que nos ayuden a salir de
la espiral de autodestrucción en la que nos estamos sumergiendo.
Diálogo sobre el medio
ambiente en la política internacional (164-175)
Desde mediados del siglo
pasado, y superando muchas dificultades, se ha ido afirmando la tendencia a
concebir el planeta como patria y la humanidad como pueblo que habita una casa
de todos. Un mundo interdependiente no significa únicamente entender que las
consecuencias perjudiciales de los estilos de vida, producción y consumo
afectan a todos, sino principalmente procurar que las soluciones se propongan
desde una perspectiva global y no sólo en defensa de los intereses de algunos
países. La interdependencia nos obliga a pensar en un solo mundo, en un
proyecto común. Para afrontar los problemas de fondo, que no pueden ser
resueltos por acciones de países aislados, es indispensable un consenso mundial
(LS 164)
Muchos han sido los
pasos la Declaración de Estocolmo (1972), la Cumbre de la Tierra, celebrada en
1992 en Río de Janeiro, el Convenio de Basilea sobre los desechos peligrosos, la
Conferencia de las Naciones Unidas sobre el desarrollo sostenible denominada
Rio+20 (Río de Janeiro 2012) , pero no son suficientes.Urgen acuerdos
internacionales que se cumplan, dada la fragilidad de las instancias locales
para intervenir de modo eficaz. Las relaciones entre Estados deben resguardar
la soberanía de cada uno, pero también establecer caminos consensuados para
evitar catástrofes locales que terminarían afectando a todos. Hacen falta
marcos regulatorios globales que impongan obligaciones y que impidan acciones
intolerables, como el hecho de que empresas o países poderosos expulsen a otros
países residuos e industrias altamente contaminantes.
Como afirmaba Benedicto
XVI en la línea ya desarrollada por la doctrina social de la Iglesia, «para
gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la
crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes,
para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz,
para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios,
urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial, como fue ya
esbozada por mi Predecesor, Juan XXIII».
Diálogo y transparencia
en los procesos decisionales (182-188)
La previsión del impacto
ambiental de los emprendimientos y proyectos requiere procesos políticos transparentes
y sujetos al diálogo, mientras la corrupción, que esconde el verdadero impacto
ambiental de un proyecto a cambio de favores, suele llevar a acuerdos espurios
que evitan informar y debatir ampliamente. Hay que dejar de pensar en
«intervenciones» sobre el ambiente para dar lugar a políticas pensadas y
discutidas por todas las partes interesadas. La participación requiere que
todos sean adecuadamente informados de los diversos aspectos y de los
diferentes riesgos y posibilidades, y no se reduce a la decisión inicial sobre
un proyecto, sino que implica también acciones de seguimiento o monitorización
constante. Hace falta sinceridad y verdad en las discusiones científicas y
políticas.
Debe quedar en pie que
la rentabilidad no puede ser el único criterio a tener en cuenta y que, en el
momento en que aparezcan nuevos elementos de juicio a partir de la evolución de
la información, debería haber una nueva evaluación con participación de todas
las partes interesadas. El resultado de la discusión podría ser la decisión de
no avanzar en un proyecto, pero también podría ser su modificación o el
desarrollo de propuestas alternativas. Hay discusiones sobre cuestiones
relacionadas con el ambiente donde es difícil alcanzar consensos. Una vez más
expreso que la Iglesia no pretende definir las cuestiones científicas ni
sustituir a la política, pero invito a un debate honesto y transparente, para
que las necesidades particulares o las ideologías no afecten al bien común.
Política y economía en
diálogo para la plenitud humana (189-198)
La política no debe
someterse a la economía y ésta no debe someterse a los dictámenes y al
paradigma eficientista de la tecnocracia. Hoy, pensando en el bien común,
necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se
coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana.
La salvación de los bancos a toda costa, haciendo pagar el precio a la
población, sin la firme decisión de revisar y reformar el entero sistema,
reafirma un dominio absoluto de las finanzas que no tiene futuro y que sólo
podrá generar nuevas crisis después de una larga, costosa y aparente curación.
La crisis financiera de 2007-2008 era la ocasión para el desarrollo de una
nueva economía más atenta a los principios éticos y para una nueva regulación
de la actividad financiera especulativa y de la riqueza ficticia. Pero no hubo
una reacción que llevara a repensar los criterios obsoletos que siguen rigiendo
al mundo.
Cuando se habla de
biodiversidad, a lo sumo se piensa en ella como un depósito de recursos
económicos que podría ser explotado, pero no se considera seriamente el valor
real de las cosas, su significado para las personas y las culturas, los
intereses y necesidades de los pobres. Cuando se plantean estas cuestiones,
algunos reaccionan acusando a los demás de pretender detener irracionalmente el
progreso y el desarrollo humano. Pero tenemos que convencernos de que
desacelerar un determinado ritmo de producción y de consumo puede dar lugar a
otro modo de progreso y desarrollo.
La diversificación
productiva da amplísimas posibilidades a la inteligencia humana para crear e
innovar, a la vez que protege el ambiente y crea más fuentes de trabajo. Esta
sería una creatividad capaz de hacer florecer nuevamente la nobleza del ser
humano, porque es más digno usar la inteligencia, con audacia y
responsabilidad, para encontrar formas de desarrollo sostenible y equitativo,
en el marco de una noción más amplia de lo que es la calidad de vida. Hay que
pensar también en detener un poco la marcha, en poner algunos límites
racionales e incluso en volver atrás antes que sea tarde. Sabemos que es
insostenible el comportamiento de aquellos que consumen y destruyen más y más,
mientras otros todavía no pueden vivir de acuerdo con su dignidad humana. Por
eso ha llegado la hora de aceptar cierto decrecimiento en algunas partes del
mundo aportando recursos para que se pueda crecer sanamente en otras partes.
Decía Benedicto XVI que «es necesario que las sociedades tecnológicamente
avanzadas estén dispuestas a favorecer comportamientos caracterizados por la
sobriedad, disminuyendo el propio consumo de energía y mejorando las
condiciones de su uso».
Cambiar em modelo de desarrollo integral (LS 194-195)
Para que surjan nuevos
modelos de progreso, necesitamos «cambiar el modelo de desarrollo global», lo
cual implica reflexionar responsablemente «sobre el sentido de la economía y su
finalidad, para corregir sus disfunciones y distorsiones». No basta conciliar,
en un término medio, el cuidado de la naturaleza con la renta financiera, o la
preservación del ambiente con el progreso. El principio de maximización de la
ganancia, que tiende a aislarse de toda otra consideración, es una distorsión
conceptual de la economía: si aumenta la producción, interesa poco que se
produzca a costa de los recursos futuros o de la salud del ambiente; las
empresas obtienen ganancias calculando y pagando una parte ínfima de los
costos. Sólo podría considerarse ético un comportamiento en el cual «los costes
económicos y sociales que se derivan del uso de los recursos ambientales
comunes se reconozcan de manera transparente y sean sufragados totalmente por
aquellos que se benefician, y no por otros o por las futuras generaciones».
Mantener el principio de subsidiaridad (LS 196-197)
El principio de
subsidiariedad, que otorga libertad para el desarrollo de las capacidades
presentes en todos los niveles, pero al mismo tiempo exige más responsabilidad
por el bien común a quien tiene más poder. Es verdad que hoy algunos sectores económicos
ejercen más poder que los mismos Estados. Pero no se puede justificar una
economía sin política, que sería incapaz de propiciar otra lógica que rija los
diversos aspectos de la crisis actual. Necesitamos una política que piense con
visión amplia, y que lleve adelante un replanteo integral, incorporando en un
diálogo interdisciplinario los diversos aspectos de la crisis. Si la política
no es capaz de romper una lógica perversa, y también queda subsumida en
discursos empobrecidos, seguiremos sin afrontar los grandes problemas de la
humanidad. Lo que se espera es que reconozcan sus propios errores y encuentren
formas de interacción orientadas al bien común. Mientras unos se desesperan
sólo por el rédito económico y otros se obsesionan sólo por conservar o
acrecentar el poder, lo que tenemos son guerras o acuerdos espurios donde lo
que menos interesa a las dos partes es preservar el ambiente y cuidar a los más
débiles. Aquí también vale que «la unidad es superior al conflicto».
Las religiones en el
diálogo con las ciencias (199-201)
No se puede sostener que
las ciencias empíricas explican completamente la vida. Es ingenuo pensar que
los principios éticos puedan presentarse de un modo puramente abstracto,
desligados de todo contexto, y el hecho de que aparezcan con un lenguaje
religioso no les quita valor alguno en el debate público. Los principios éticos
que la razón es capaz de percibir pueden reaparecer siempre bajo distintos
ropajes y expresados con lenguajes diversos, incluso religiosos. Cualquier
solución técnica que pretendan aportar las ciencias será impotente para
resolver los graves problemas del mundo si la humanidad pierde su rumbo, si se
olvidan las grandes motivaciones que hacen posible la convivencia, el
sacrificio, la bondad. En todo caso, habrá que interpelar a los creyentes a ser
coherentes con su propia fe y a no contradecirla con sus acciones, habrá que
reclamarles que vuelvan a abrirse a la gracia de Dios y a beber en lo más hondo
de sus propias convicciones sobre el amor, la justicia y la paz. La mayor parte
de los habitantes del planeta se declaran creyentes, y esto debería provocar a
las religiones a entrar en un diálogo entre ellas orientado al cuidado de la
naturaleza, a la defensa de los pobres, a la construcción de redes de respeto y
de fraternidad. La gravedad de la crisis ecológica nos exige a todos pensar en
el bien común y avanzar en un camino de diálogo que requiere paciencia, ascesis
y generosidad, recordando siempre que «la realidad es superior a la idea».
CAPÍTULO SEXTO Una
educación y espiritualidad ecológica (202-230 )
Muchas cosas tienen que
reorientar su rumbo, pero ante todo la humanidad necesita cambiar. Hace falta
la conciencia de un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro
compartido por todos. Esta conciencia básica permitiría el desarrollo de nuevas
convicciones, actitudes y formas de vida. Se destaca así un gran desafío
cultural, espiritual y educativo que supondrá largos procesos de regeneración.
Apostar por otro estilo
de vida (203-208)
El mercado tiende a
crear un mecanismo consumista compulsivo para colocar sus productos, las
personas terminan sumergidas en la vorágine de las compras y los gastos
innecesarios. El consumismo obsesivo es el reflejo subjetivo del paradigma
tecnoeconómico. Tal paradigma hace creer a todos que son libres mientras tengan
una supuesta libertad para consumir, cuando quienes en realidad poseen la
libertad son los que integran la minoría que detenta el poder económico y
financiero. En esta confusión, la humanidad posmoderna no encontró una nueva
comprensión de sí misma que pueda orientarla, y esta falta de identidad se vive
con angustia. Tenemos demasiados medios para unos escasos y raquíticos fines.
Tampoco existe en ese
horizonte un verdadero bien común. Si tal tipo de sujeto es el que tiende a
predominar en una sociedad, las normas sólo serán respetadas en la medida en
que no contradigan las propias necesidades. Por eso, no pensemos sólo en la
posibilidad de terribles fenómenos climáticos o en grandes desastres naturales,
sino también en catástrofes derivadas de crisis sociales, porque la obsesión
por un estilo de vida consumista, sobre todo cuando sólo unos pocos puedan
sostenerlo, sólo podrá provocar violencia y destrucción recíproca.
Un cambio en los estilos
de vida podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen poder
político, económico y social. La Carta de la Tierra nos invitaba a todos a
dejar atrás una etapa de autodestrucción y a comenzar de nuevo, pero todavía no
hemos desarrollado una conciencia universal que lo haga posible. Por eso me
atrevo a proponer nuevamente aquel precioso desafío: «Como nunca antes en la historia,
el destino común nos hace un llamado a buscar un nuevo comienzo […] Que el
nuestro sea un tiempo que se recuerde por el despertar de una nueva reverencia
ante la vida; por la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad; por el
aceleramiento en la lucha por la justicia y la paz y por la alegre celebración
de la vida».
Se necesita primar la
actitud básica de autotrascenderse, rompiendo la conciencia aislada y la
autorreferencialidad, es la raíz que hace posible todo cuidado de los demás y
del medio ambiente, y que hace brotar la reacción moral de considerar el
impacto que provoca cada acción y cada decisión personal fuera de uno mismo.
Cuando somos capaces de superar el individualismo, realmente se puede
desarrollar un estilo de vida alternativo y se vuelve posible un cambio
importante en la sociedad.
Educación para la
alianza entre la humanidad y el ambiente (209-215)
La conciencia de la
gravedad de la crisis cultural y ecológica necesita traducirse en nuevos
hábitos. Muchos saben que el progreso actual y la mera sumatoria de objetos o
placeres no bastan para darle sentido y gozo al corazón humano, pero no se
sienten capaces de renunciar a lo que el mercado les ofrece. En los países que
deberían producir los mayores cambios de hábitos de consumo, los jóvenes tienen
una nueva sensibilidad ecológica y un espíritu generoso, y algunos de ellos
luchan admirablemente por la defensa del ambiente, pero han crecido en un
contexto de altísimo consumo y bienestar que vuelve difícil el desarrollo de
otros hábitos. Por eso estamos ante un desafío educativo.
La educación ambiental
debería disponernos a dar ese salto hacia el Misterio, desde donde una ética
ecológica adquiere su sentido más hondo. Por otra parte, hay educadores capaces
de replantear los itinerarios pedagógicos de una ética ecológica, de manera que
ayuden efectivamente a crecer en la solidaridad, la responsabilidad y el
cuidado basado en la compasión. Esta educación, llamada a crear una «ciudadanía
ecológica», a veces se limita a informar y no logra desarrollar hábitos. La
educación en la responsabilidad ambiental puede alentar diversos
comportamientos que tienen una incidencia directa e importante en el cuidado
del ambiente. El desarrollo de estos comportamientos nos devuelve el
sentimiento de la propia dignidad, nos lleva a una mayor profundidad vital, nos
permite experimentar que vale la pena pasar por este mundo.
Conversión ecológica (216-221)
Quiero proponer a los
cristianos algunas líneas de espiritualidad ecológica que nacen de las convicciones
de nuestra fe, porque lo que el Evangelio nos enseña tiene consecuencias en
nuestra forma de pensar, sentir y vivir. No se trata de hablar tanto de ideas,
sino sobre todo de las motivaciones que surgen de la espiritualidad para
alimentar una pasión por el cuidado del mundo. Porque no será posible
comprometerse en cosas grandes sólo con doctrinas sin una mística que nos
anime, sin «unos móviles interiores que impulsan, motivan, alientan y dan
sentido a la acción personal y comunitaria». Tenemos que reconocer que no
siempre los cristianos hemos recogido y desarrollado las riquezas que Dios ha
dado a la Iglesia, donde la espiritualidad no está desconectada del propio
cuerpo ni de la naturaleza o de las realidades de este mundo, sino que se vive
con ellas y en ellas, en comunión con todo lo que nos rodea.
Nos hace falta una conversión
ecológica, que implica dejar brotar todas las consecuencias de su encuentro
con Jesucristo en las relaciones con el mundo que los rodea. Vivir la vocación
de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia
virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la
experiencia cristiana. Debemos proponer una sana relación con lo creado como
una dimensión de la conversión íntegra de la persona.
La conversión debe darse
en términos de reconciliación con la creación: No basta que cada uno sea mejor
para resolver una situación tan compleja como la que afronta el mundo actual.
Los individuos aislados pueden perder su capacidad y su libertad para superar
la lógica de la razón instrumental y terminan a merced de un consumismo sin
ética y sin sentido social y ambiental. A problemas sociales se responde con
redes comunitarias. La conversión ecológica que se requiere para crear un
dinamismo de cambio duradero es también una conversión comunitaria.
Esta conversión supone
diversas actitudes que se conjugan para movilizar un cuidado generoso y lleno
de ternura. En primer lugar implica gratitud y gratuidad, es decir, un
reconocimiento del mundo como un don recibido del amor del Padre. También
implica la amorosa conciencia de no estar desconectados de las demás criaturas,
de formar con los demás seres del universo una preciosa comunión universal.
Dios ha creado el mundo inscribiendo en él un orden y un dinamismo que el ser
humano no tiene derecho a ignorar. Invito a todos los cristianos a explicitar
esta dimensión de su conversión, permitiendo que la fuerza y la luz de la
gracia recibida se explayen también en su relación con las demás criaturas y
con el mundo que los rodea, y provoque esa sublime fraternidad con todo lo
creado.
V. CONCLUSION
Vi unos cielos nuevos y una
nueva tierra (Rev 21)
Estamos en la Pascua del 2020
preparando el 31 de Mayo el Pentecostés 2020. Un Pentecostes que nunca
olvidaremos por las circunstancias en que hemos vivido todo este tiempo de
pandemia del Covid 19. El 14 de Marzo en plena Cuaresma el gobierno decretó el
estado de alarma. La primera cuarentena que finalizó después de La Semana Santa
se alargó durante todo este tiempo Pascual. Estamos iniciando la etapa que
denominan de desescalada en varias fases. El 4 de mayo fase 0, 11 de mayo fase
1, 25 de mayo fase 2, 8 de Junio fase 3, 22 de Junio fase 4 para la vuelta a
una “nueva normalidad”. Pero esta fase de desconfinamiento no se aventura nada
fácil, será gradual y puede tener retrocesos.
La epidemia se originó en diciembre
de 2019 en Wuhan capital de la provincia de Hubei en China y de allí se
extendió por todo el mundo. La OMS la reconoció como pandemia global el 11 de
marzo del 2020. Pasando a afectar a más de 210 territorios. A finales de abril
se habían informado de más de 3,25 millones de infectados con 230.000
fallecidos. En la actualidad los cinco países con mayor número de infectados
son Estados Unidos, España, Italia, Reino Unido.
La pandemia ha originado un
colapso sanitario y económico-social sin precedentes. Se decreto estado de
alarma a nivel general, se cerraron las fronteras se decretó cuarentena, se
cerraron colegios y universidades en más de 194 países lo que afectó a más de
2200 millones de estudiantes. Un tercio de la población mundial se encuentra
confinada con fuertes restricciones de movimientos lo cual ha conducido a una
reducción drástica de la actividad económica y a un aumento paralelo de
desempleo.
La incertidumbre que pesa sobre
el futuro es grande. Sabemos como hemos empezado pero no sabemos como
acabaremos. ¿A dónde nos conduce esta pandemia? ¿Habrá rebrote del Covid 19?
¿Habrá una nueva epidemia?¿Cuál será esta vuelta a la
normalidad? Se tardará mucho en recuperar esta recesión. El tejido empresarial
está calado de muchas pequeñas empresas que no tienen márgen para soportar esta
situación. Muchas microempresas desaparecerán, muchos puestos de trabajo.
Las políticas que se tomen están llevando a cuestionar el mercado libre de
empresas, el sistema financiero. Se precisan más que nunca las alianzas
políticas en las naciones y entre los Estados pero el clima es de
incertidumbre. Se han desatado maniobras de desinformación, teorías
conspirativas sobre el virus, así como no poco incidentes de violencia,
racismo, xenofobia. Es un momento de profunda angustia y desesperación
existencial. Todo esto nos lleva a una
reflexión: Que está pasando, la crisis del coronavirus que estamos padeciendo
destapa otra crisis más profunda.
La naturaleza está gritando, esta
pandemia es una llamada de socorro la naturaleza y como no la llamada de Dios
creador y autor de la misma hacia todo el genero humano. Un mensaje universal
que trasciende de sexos, razas y nacionalidades. Dios no nos ha mandado esta
pandemia como castigo sino la misma naturaleza que está harta de sufrir
desprecios por parte de los hombres. Deforestación de bosques con talas
incontroladas, bosques ardiendo, atmósfera contaminada, aguas convertidas en
estercoleros, mares llenos de residuos.
Pero esta degradación no es sólo
del ambiente, sexualidad profanada, familia natural condenad y expulsada del
ordenamiento legal, matrimonios rotos, inocentes sacrificados, jóvenes envenenados
por la droga y adultos por la corrupción, hombres muertos de hambre o huyendo
desesperados en busca de tierras mejores. No solo hemos llegado a creernos los
señores y dueños de la creación para utilizarla a nuestro antojo sino que nos hemos creido con el derecho de decidir nuestro sexo, no
de acuerdo a nuestra naturaleza sino a nuestra caprichosa voluntad, como la
extendida ideología de género como un nuevo atentado más contra la naturaleza. Comenzamos
ingenuamente diciendo que el cuerpo es mío y concluimos convencidos que somos
los dueños de la tierra y podemos hacer con ella lo que queramos.
El enemigo que engaño a Eva nos
sigue engañando. No es que seamos malas personas sino que caemos fácilmente en
la tentación. Por primera vez desde que existe la tierra , único hábitat de
vida en nuestro sistema solar, tal condición
se ve amenazada, no por extraterrestres ni meteoritos gigantes que
colixionan con ella como el que acabó con los dinosaurios, sino por su
inquilino más destacado, el hombre en quien se dalo mejor y lo peor de la
naturaleza de la que forma parta aunque se ensañe con ella.
Más allá de las razones
científicas la naturaleza nos ha venido dando avisos terribles como los ríos
que se desbordan e inundan calles y casas, los mares que se comen las playas, los polos que se
deshielan, la atmósfera que se queda sin capa de ozono. La naturaleza se
defiende de nuestros abusos, ha gritado basta. La madre tierra grita como en
dolores de parto, no es el hombre el que grita, el grito de hoy es el de toda
la naturaleza.
Las pandemias se han ido
repitiendo sucesivamente en este tiempo, en 2003 la epidemia del sars con
20.000 infectados y 700 muertos en dos meses, en 2009 la pandemia de gripe a Gini
que se cobró la vida de más de 18.000 personas , 2010, un brote de cólera azotó
Haití con más de 1 millón afectados y 8.000 víctimas, en 2014 el ébola con
4.500 víctimas en medio año, en 2012 el síndrome de coronavirus de Oriente
medio que infectó a 1000 personas y mató a más de 500. En 2019 un nuevo tipo de
coronavirus que nos ha asolado con más de 23.000 muertos en España.
Ya Juan XXIII hablaba de un nuevo Pentecostés. Toda la
reflexión hecha nos habla de como los últimos Papas nos han hablado de un orden
nuevo. No es tiempo de volver a la normalidad como si no haya pasado nada. Es
tiempo de empezar una vida nueva de restaurar el mundo roto enfermo y dividido
con vínculos de solidaridad y comunión. He venido y entregado mi vida para que
el mundo viva, para restablecer la paz y la unidad. Esta es nuestra tarea lo
que Jesús nos encomendó: Haced lo mismo que yo hago para restablecer la
comunión.
La pandemia no sólo ha puesto de manifiesto la debilidad del
hombre y el sistema sanitario. Ha puesto de manifiesto que hemos estamos bajo
otra pandemia peor, la globalidad de la indiferencia el egoísmo la desigualdad
la injusticia. Hemos estado en toque de queda como si se tratara de una guerra
sumergida, estamos ahora delante no sólo ante una fuerte recesión económica
semejante a como quedó el mundo después de la guerra mundial. No es tiempo de
seguir igual, no podemos seguir así, nunca jamás.
Es tiempo de
recapacitar de despertar de cambiar nuestros hábitos, prioridades, valores
forma y orientación de vida. Un nuevo orden, Una nueva conciencia, unos nuevos
valores perennes que hacen la vida sea digna de ser vivida, una vida más
humana, solidaria, justa y fraterna. Necesitamos establecer vínculos nuevos,
necesitamos ese nuevo orden, ese nuevo pacto, esa nueva Alianza que Jesús ha
venido a traernos.
Esta Pascua es tiempo de nacer de nuevo, de renacer, de
nacer a una vida nueva con un espíritu nuevo. Jesús resucitado se nos da como
“Pan vivo”, nos da su mismo Espíritu. Su Espíritu de comunión nos invita a
vivir la nueva espiritualidad de la comunión. Hoy os invito a cantar juntos
este himno como el grito de tantos hombres de todo el mundo que ansían que
esperan que juntos construyamos un mundo nuevo.
Hay una enfermedad y un mal peor
de lo que puede ocasionar el coronavirus y es la muerte del alma. El hombre
muere cuando muere Dios en su corazón, cuando pierde la fe, el amor, la
esperanza, pierde la vida eterna. Estamos celebrando la Pascua el misterio de
nuestra fe, el misterio de la pasión muerte y resurrección de Cristo. Como
creyentes estamos llamados a vivir este tiempo con fe, con esperanza,
estrechando los lazos de amor.
La Pascua es la llamada a
renacer, a nacer de nuevo. Creemos en la victoria de Cristo, creemos en la
resurrección, creemos en la vida eterna. La Resurrección de Cristo nos llena de
luz nuestras sombras y nos proyecta hacia lo definitivo. Somos llamados a vivir
este tiempo asociados en Cristo a su Pasión, Muerte y Resurrección. Vivir,
entregar ofrecer toda nuestra vida, el dolor y el sufrimiento del mundo a
Cristo. Si lo vivimos con él resucitaremos con él.
Cristo ha dado significado, valor
redentor a todo el sufrimiento humano. La Iglesia como la esposa unida a su
esposo Cristo completa estos sufrimientos de Cristo en su obra redentora. La
Iglesia está llamada a ver a todo hombre que sufre al mismo Cristo, hacerse una
con los más vulnerables y abandonadas, salir al encuentro del sufrimiento
humano, compadecerse, consolar, curar, sanar y sobre todo orar por la salvación
de todos.
Que Jesús no solo nos ayude a
vencer la pandemia sino a vencer nuestra indiferencia, nuestro egoísmo, el mal
con el bien y que esta enfermedad nos lleve a vislumbrar una primavera nueva
donde se estrechen los lazos, los vínculos entre todos los hombres y nos haga
vivir con la conciencia de ser una misma y sola familia humana.
Como el mismo
Papa Francisco nos dice: "Si actuamos como un solo pueblo, incluso ante
las otras epidemias que nos acechan, podemos lograr un impacto real. ¿Seremos
capaces de actuar responsablemente frente al hambre que padecen tantos,
sabiendo que hay alimentos para todos? ¿Seguiremos mirando para otro lado con
un silencio cómplice ante esas guerras alimentadas por deseos de dominio y de
poder? ¿Estaremos dispuestos a cambiar los estilos de vida que sumergen a
tantos en la pobreza, promoviendo y animándonos a llevar una vida más austera y
humana que posibilite un reparto equitativo de los recursos? ¿Adoptaremos como
comunidad internacional las medidas necesarias para frenar la devastación del
medio ambiente o seguiremos negando la evidencia? La globalización de la
indiferencia seguirá amenazando y tentando nuestro caminar… Ojalá nos encuentre
con los anticuerpos necesarios de la justicia, la caridad y la solidaridad. No
tengamos miedo a vivir la alternativa de la civilización del amor, que es “una
civilización de la esperanza: contra la angustia y el miedo, la tristeza y el
desaliento, la pasividad y el cansancio. La civilización del amor se construye
cotidianamente, ininterrumpidamente. Supone el esfuerzo comprometido de todos.
Supone, por eso, una comprometida comunidad de hermanos”.
El
nuevo orden mundial
Los
problemas globales piden una respuesta global. Para responder a los problemas
de dimensión global se ha de atender al bien común. Se han de buscar acuerdos
incluso un pacto global. El pacto global no supone un gobierno global sino más
bien un nuevo orden moral internacional. Se trata de promover la cooperación y
la solidaridad entre todos los pueblos. No se trata de crear una nueva ONU sino
un modo diferente de ejercer la actividad política internacional. El gobierno
debe ser fruto de un acuerdo y no fruto de la imposición de un régimen
totalitario. El nuevo orden mundial no supone un super estado global. Debemos
buscar un pacto global en el marco de la comunidad internacional. No se trata de
constituir un super estado global sino de la urgencia del ejercicio de la
autoridad en democracia dentro de un orden moral con trasparencia y
credibilidad. Un gobierno en el marco de la comunidad internacional debe estar
regulado por el derecho internacional, respetando los
derechos humanos,
ordenado al bien común respetando el principio de subsidiaridad.
El
magisterio de la Iglesia, como hemos dejado ver a través de los distintos
documentos magisteriales a través de los distintos pontífices, ha remarcado la
necesidad de promover un desarrollo integral que responda a un nuevo humanismo
mundial que defienda la dignidad de la persona y el bien común. El magisterio
remarca la dimensión social y moral. La interdependencia entre los hombres y
las naciones pide la necesidad de un orden internacional moral. La dimensión
moral debe de prevalecer en todos los ámbitos, en el ámbito económico,
cultural, político y religioso. El orden mundial supone la superación de las
rivalidades políticas con el objetivo de conseguir un grado superior de
ordenamiento internacional dirigido al bien común. Los organismos
internacionales deben garantizar la igualdad que es el fundamento del derecho
de todos y la participación en el pleno desarrollo respetando las legítimas
diversidades.
Hoy
más que nunca la humanidad pide regirse por el principio de unidad, igualdad,
solidaridad y cooperación. El desarrollo ha de promover siempre el desarrollo
integral de la persona y de los pueblos. Ha de fundarse en los principios de
unidad de origen y destino común de toda la familia humana, la igualdad entre
las personas y entre las comunidades, la defensa de la dignidad de la persona
humana, el destino universal de los bienes de la tierra, en definitiva la
integridad de la noción de desarrollo.
Este trabajo que ha sido realizado durante
toda esta cuarentena lo completo el 1 de mayo 2020
Solemidad de San José obrero. Dios nos confió participar y colaborar con El en su
obra creadora. Cuando Dios culminó su trabajo vió que todo cuanto había hecho era bueno. Dios bendijo la tierra y al hombre y puso en sus manos la creación para que la administrara. (Gn 1,28). Le pedimos por intercesión de San José de
una manera especial por todos los trabajadores y le confiamos todo este tiempo
que nos viene de reconstrución del orden nuevo.
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