viernes, 1 de mayo de 2020

Un nuevo "orden mundial". (Ante el grito de la pandemia Covid 19)


UN NUEVO ORDEN MUNDIAL

(ANTE EL GRITO DE LA PANDEMIA)




Introducción:

Toda esta situación que estamos viviendo nos pide hacer una reflexión de cara al futuro. La pandemia del Covid 19 nos ha hecho conscientes de nuestra vulnerabilidad. La pandemia ha originado un cataclismo que no se recuerda desde 1929. La recesión no se reduce a la salud sino a una fuerte recesión económica de la que no va a ser fácil reponerse. Tanto la etapa de desescalada como la de recuperación va a ser larga y va a suponer aunar esfuerzos comunes. El Covid 19 ha puesto en evidencia de nuestras debilidades y pide un esfuerzo común para salir juntos de la situación y que de tal pandemia salgamos fortalecidos. Nos pide una conciencia global. Una de la emergencia que está produciendo también incertidumbre de lo que ha venido a denominarse una agenda global.

Aunque hasta el momento los esfuerzos se ponen en como saldremos de toda esta situación también es el momento de reflexionar sobre el mundo que está por venir. El mundo después del Coronavirus volverá a ser el mismo o nos toca cuestionarnos y decidir sobre un nuevo orden. La pandemia del Coronavirus ha hecho colapsar el sistema y pone en cuestión no sólo el modelo productivo sino de comunicación, educación, trabajo. Sin duda la pandemia nos ha despertado una conciencia global. ¿Estamos ante un nuevo orden y modelo social? Quizás lo problemas y retos globales que estamos viviendo nos piden soluciones globales ¿De qué orden, en que orientación y sentido?


I REFLEXIONES SOBRE ESTE TIEMPO DE PANDEMIA


En numerosas ocasiones durante la celebración de esta Pascua que se ha vivido de una manera tan especial confinados en nuestras casas, sin acudir a las celebraciones litúrgicas, el Papa Francisco ha hecho en numerosas ocasiones alusión a la necesidad de un orden nuevo, un nuevo orden mundial.



I.1 ORACIÓN DEL PAPA POR EL FIN DE LA PANDEMIA. VIERNES 2 DE ABRIL

El Papa presidía sólo en la plaza del Vaticano el viernes 2 de abril, la oración extraordinaria por el fin de la pandemia del coronavirus que ha contagiado ya a más de 536.280 personas en todo el mundo. La invitación que hace el Papa Francisco para combatir el miedo en esta crisis causada por la pandemia del coronavirus: “No es el momento del juicio de Dios, sino de nuestro juicio”.

“Al atardecer” Nos encontramos asustados y perdidos. La pandemia del coronavirus, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente, no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos.

La tempestad que estamos viviendo por esta pandemia desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad. La pandemia pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad. Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos.

No dejarnos vencer por el miedo. En nuestro mundo, hemos avanzado rápidamente, sintiéndonos fuertes y capaces de todo. Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa. No nos hemos no nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo.

Tiempo de discernimiento, de cambio, de elección, de reorientación. Este tiempo es un momento de prueba, un momento de elección. No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás. Este es el tiempo de discernimiento para saber elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás.

En medio de la noche se ven las estrellas. Podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida. Son personas comunes, corrientemente olvidadas, que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo.

Frente al sufrimiento, donde se mide el verdadero desarrollo de nuestros pueblos es en la vivencia de la unidad y comunión. No se trata de sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración.

La corresponsabilidad y solidaridad. No somos autosuficientes; solos nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza. El Señor nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y a activar esa solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo parece naufragar.

Es tiempo de solidaridad. Tiempo de animarse a abrazar todas las contrariedades del tiempo presente, abandonando por un instante nuestro afán de omnipotencia y posesión para darle espacio a la creatividad que sólo el Espíritu es capaz de suscitar. Es animarse a motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad.



I.2 ORACION Y BENDICION URBI ET ORBI, DOMINGO DE RAMOS

El Papa Francisco, después de la oración del viernes 27, el domingo 30 de marzo apoyó la propuesta de António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, pidió una fraternidad global y renunciar a las guerras para resolver conflictos a través del diálogo y una búsqueda constructiva de la paz e hizo una llamada al “alto al fuego global e inmediato en todos los rincones del mundo”. He leído un memorandum oficial de la Comisión de Derechos Humanos que habla del problema del hacinamiento en las prisiones, que podría convertirse en una tragedia. Hago un llamamiento a las autoridades para que sean sensibles a este grave problema y tomen las medidas necesarias para evitar futuras tragedias.

La conciencia de una fraternidad global. El Papa Francisco llamo a tomar conciencia de una “fraternidad global” y renunciar a las guerras para resolver conflictos a través del diálogo y una búsqueda constructiva de la paz. Hizo hincapié en la importancia de reconocer una “fraternidad humana” y de no resolver más los conflictos mediante la guerra: “Que nuestro compromiso conjunto contra la pandemia pueda llevar a todos a reconocer nuestra necesidad de fortalecer los lazos fraternales como miembros de una única familia humana. En particular, suscite en los responsables de las Naciones y otras partes implicadas un renovado compromiso para superar las rivalidades”.

Alto el fuego y poner fin a las guerras. Apoyando la propuesta del secretario general de las Naciones Unidas ha lanzado un llamamiento para “un alto al fuego global e inmediato en todo el mundo”, recordando la emergencia actual de la COVID-19, que no conoce fronteras. “Se precisa poner fin a la enfermedad de la guerra y combatir la enfermedad que está asolando nuestro mundo, la pandemia del coronavirus. Nuestra llamada al alto el fuego comienza con el final de la lucha en todas partes. Esto es lo que necesita nuestra familia humana, ahora más que nunca”.


I.3 VIERNES SANTO. (Rainiero Cantalamesa)

La pandemia del Coronavirus nos ha despertado bruscamente del peligro mayor que siempre han corrido los individuos y la humanidad: el del delirio de omnipotencia. Tenemos la ocasión de celebrar este año un especial éxodo pascual, salir “del exilio de la conciencia”. Ha bastado el más pequeño e informe elemento de la naturaleza, un virus, para recordarnos que somos mortales, que la potencia militar y la tecnología no bastan para salvarnos.

Sentimiento de solidaridad. Hay un fruto positivo de la presente crisis sanitaria es el sentimiento de solidaridad. ¿Cuándo, en la memoria humana, los pueblos de todas las naciones se sintieron tan unidos, tan iguales, tan poco litigiosos, como en este momento de dolor? Nos hemos olvidado de los muros a construir. El virus no conoce fronteras. En un instante ha derribado todas las barreras y las distinciones: de raza, de religión, de censo, de poder. No debemos volver atrás cuando este momento haya pasado. Como nos ha exhortado el Santo Padre no debemos desaprovechar esta ocasión. No hagamos que tanto dolor, tantos muertos, tanto compromiso heroico por parte de los agentes sanitarios haya sido en vano. Esta es la “recesión” que más debemos temer.

No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Es el momento de realizar el proyecto del cumplimiento que espera desde siempre la humanidad. Digamos basta a la trágica carrera de armamentos. Gritadlo con todas vuestras fuerzas, jóvenes, porque es sobre todo vuestro destino lo que está en juego. Destinemos los ilimitados recursos empleados para las armas para los fines cuya necesidad y urgencia vemos en estas situaciones: la salud, la higiene, la alimentación, la lucha contra la pobreza, el cuidado de lo creado. Dejemos a la generación que venga un mundo más pobre de cosas y de dinero, si es necesario, pero más rico en humanidad. No podemos volver a la normalidad, sino a una vida nueva. Una vida más fraterna, más humana. ¡Más cristiana!



I.4 SABADO SANTO. VIGILA PASCUAL

Llevemos el canto de la vida a cada región de esa humanidad a la que pertenecemos y que nos pertenece, porque todos somos hermanos y hermanas. Acallemos los gritos de muerte, que terminen las guerras. Que se acabe la producción y el comercio de armas, porque necesitamos pan y no fusiles. Que cesen los abortos, que matan la vida inocente. Que se abra el corazón del que tiene, para llenar las manos vacías del que carece de lo necesario.


I.5 DOMINGO DE RESURRECCIÓN. MENSAJE URBI ET ORBI

Resucitó mi amor y mi esperanza. Hoy pienso sobre todo en los que han sido afectados directamente por el coronavirus: los enfermos, los que han fallecido y las familias que lloran por la muerte de sus seres queridos, y que en algunos casos ni siquiera han podido darles el último adiós. Que el Señor de la vida acoja consigo en su reino a los difuntos, y dé consuelo y esperanza a quienes aún están atravesando la prueba, especialmente a los ancianos y a las personas que están solas. Que conceda su consolación y las gracias necesarias a quienes se encuentran en condiciones de particular vulnerabilidad, como también a quienes trabajan en los centros de salud, o viven en los cuarteles y en las cárceles. Para muchos una Pascua de soledad, vivida en medio de los numerosos lutos y dificultades que está provocando la pandemia, desde los sufrimientos físicos hasta los problemas económicos.

Tiempo de estrechar lazos de solidaridad. Que Jesús, nuestra Pascua, conceda fortaleza y esperanza a los médicos y a los enfermeros, que en todas partes ofrecen un testimonio de cuidado y amor al prójimo hasta la extenuación de sus fuerzas y, no pocas veces, hasta el sacrificio de su propia salud. A ellos, como también a quienes trabajan asiduamente para garantizar los servicios esenciales necesarios para la convivencia civil, a las fuerzas del orden y a los militares, que en muchos países han contribuido a mitigar las dificultades y sufrimientos de la población, se dirige nuestro recuerdo afectuoso y nuestra gratitud. Animo a quienes tienen responsabilidades políticas a trabajar activamente en favor del bien común de los ciudadanos, proporcionando los medios e instrumentos necesarios para permitir que todos puedan tener una vida digna y favorecer, cuando las circunstancias lo permitan, la reanudación de las habituales actividades cotidianas.

Este no es el tiempo de la indiferencia, porque el mundo entero está sufriendo y tiene que estar unido para afrontar la pandemia. Que Jesús resucitado conceda esperanza a todos los pobres, a quienes viven en las periferias, a los prófugos y a los que no tienen un hogar. Que estos hermanos y hermanas más débiles, que habitan en las ciudades y periferias de cada rincón del mundo, no se sientan solos. Procuremos que no les falten los bienes de primera necesidad, más difíciles de conseguir ahora cuando muchos negocios están cerrados, como tampoco los medicamentos y, sobre todo, la posibilidad de una adecuada asistencia sanitaria. Considerando las circunstancias, se relajen además las sanciones internacionales de los países afectados, que les impiden ofrecer a los propios ciudadanos una ayuda adecuada, y se afronten, por parte de todos los Países, las grandes necesidades del momento, reduciendo, o incluso condonando, la deuda que pesa en los presupuestos de aquellos más pobres.

Este no es el tiempo del egoísmo, porque el desafío que enfrentamos nos une a todos y no hace acepción de personas. Entre las numerosas zonas afectadas por el coronavirus, pienso especialmente en Europa. Después de la Segunda Guerra Mundial, este amado continente pudo resurgir gracias a un auténtico espíritu de solidaridad que le permitió superar las rivalidades del pasado. Es muy urgente, sobre todo en las circunstancias actuales, que esas rivalidades no recobren fuerza, sino que todos se reconozcan parte de una única familia y se sostengan mutuamente. Hoy, la Unión Europea se encuentra frente a un desafío histórico, del que dependerá no sólo su futuro, sino el del mundo entero. Que no pierda la ocasión para demostrar, una vez más, la solidaridad, incluso recurriendo a soluciones innovadoras. Es la única alternativa al egoísmo de los intereses particulares y a la tentación de volver al pasado, con el riesgo de poner a dura prueba la convivencia pacífica y el desarrollo de las próximas generaciones.

Este no es tiempo de la división. Que Cristo, nuestra paz, ilumine a quienes tienen responsabilidades en los conflictos, para que tengan la valentía de adherir al llamamiento por un alto al fuego global e inmediato en todos los rincones del mundo. No es este el momento para seguir fabricando y vendiendo armas, gastando elevadas sumas de dinero que podrían usarse para cuidar personas y salvar vidas. Que sea en cambio el tiempo para poner fin a la larga guerra que ha ensangrentado a Siria, al conflicto en Yemen y a las tensiones en Irak, como también en el Líbano. Que este sea el tiempo en el que los israelíes y los palestinos reanuden el diálogo, y que encuentren una solución estable y duradera que les permita a ambos vivir en paz. Que acaben los sufrimientos de la población que vive en las regiones orientales de Ucrania. Que se terminen los ataques terroristas perpetrados contra tantas personas inocentes en varios países de África.

Este no es tiempo del olvido. Que la crisis que estamos afrontando no nos haga dejar de lado a tantas otras situaciones de emergencia que llevan consigo el sufrimiento de muchas personas. Que el Señor de la vida se muestre cercano a las poblaciones de Asia y África que están atravesando graves crisis humanitarias, como en la Región de Cabo Delgado, en el norte de Mozambique. Que reconforte el corazón de tantas personas refugiadas y desplazadas a causa de guerras, sequías y carestías. Que proteja a los numerosos migrantes y refugiados, muchos de ellos son niños, que viven en condiciones insoportables, especialmente en Libia y en la frontera entre Grecia y Turquía. Que permita alcanzar soluciones prácticas e inmediatas en Venezuela, orientadas a facilitar la ayuda internacional a la población que sufre a causa de la grave coyuntura política, socioeconómica y sanitaria.

Que se acabe la división la guerra. Las palabras que realmente queremos escuchar en este tiempo no son indiferencia, egoísmo, división y olvido. ¡Queremos suprimirlas para siempre! Esas palabras pareciera que prevalecen cuando en nosotros triunfa el miedo y la muerte; es decir, cuando no dejamos que sea el Señor Jesús quien triunfe en nuestro corazón y en nuestra vida. Que Él, que ya venció la muerte abriéndonos el camino de la salvación eterna, disipe las tinieblas de nuestra pobre humanidad y nos introduzca en su día glorioso que no conoce ocaso.



II. LA CUESTIÓN DEL NUEVO ORDEN MUNDIAL


La cuestión del nuevo orden mundial no es de ahora. Desde hace tiempo oímos hablar del tema y cubierto también de diferentes sentidos y orientaciones ideológicas. A la par del orden nuevo mundial se habla de conspiración, de manipulación colectiva, de una contracultura que trata de destruir el orden establecido por el capitalismo occidental y de imponer un nuevo régimen colectivista y comunista. Al igual que la ideología de Marx y Lenín dieron paso a una verdadera revolución social hoy también se habla de una conspiración de diversos entes unos más a descubierto (El foro de Sao Paolo, el proyecto Blue Beam) y otros más ocultos (los illuminati o sectas masónicas). Varios agentes a nivel mundial tratan de imponer un control totalitario de la humanidad, una gobernanza global, una agenda global. Si bien salen a la luz buenos propósitos, erradicar la pobreza, un nuevo sistema económico y monetario, hacia un sistema más justo, por otra parte está la incertidumbre de lo que puede suponer la erradicación de la propiedad privada, de las empresas.

Con objeto de esta pandemia el Alto Comité de Fraternidad Humana ha convocado a una jornada de Oración por la humanidad. Se trata de una jornada de oración por la humanidad que tendrá lugar el día 14 de mayo. Con el fin de alcanzar los objetivos del Documento de Fraternidad Humana, el Alto Comité propone un día de oración y súplica por la humanidad. En este sentido, el Comité “llama a todos los líderes religiosos y personas de todo el mundo a responder a este llamamiento humanitario y acudir al Todopoderoso con una sola voz para preservar a la humanidad, ayudarla a superar la pandemia y restablecer la seguridad, la estabilidad, la salud y el desarrollo, para hacer nuestro mundo, después de la finalización de esta pandemia, más humano y fraterno que nunca”.

Los miembros del Alto Comité, conscientes de que hoy en día, el mundo enfrenta un peligro inminente que amenaza las vidas de millones de personas en todo el mundo, debido a la rápida propagación del coronavirus. “Junto a la afirmación de nuestra creencia en la importancia del papel de la medicina y la investigación científica en el tratamiento de esta pandemia no nos olvidamos de dirigirnos a Dios, el Creador, en esta gran crisis”. Por ello, el Alto Comité de Fraternidad Humana invita a todas las personas, en todo el mundo, “a recurrir a Dios a través de la oración y la súplica, haciendo ayuno y obras de misericordia, cada individuo en su lugar y de acuerdo con su religión, creencia o doctrina, para que Dios elimine esta pandemia, nos ayude a salir de esta aflicción, inspire a los científicos a descubrir un medicamento que acabe con ella, salve al mundo de las consecuencias sanitarias, económicas y humanas debido a la propagación de esta pandemia peligrosa

Por otro lado asociado al nuevo ordenamiento mundial también se cruzan toda clase de planteamientos y suspicacias. Hay quienes se levantan como detractores queriendo sembrar el desconcierto y el pánico. Son mucho que han alzado voces alarmistas de signos y cumplimiento de las profecías que están por venir relativas al Anticristo incluso al fin de los tiempos. Los mismos textos bíblicos proféticos de Daniel y sobre todo del Apocalipsis dan lugar a múltiples interpretaciones de carácter escatológico. Envueltas de secretismo encierran enigmas de palabras cerradas y selladas hasta el tiempo de su cumplimiento.

Algunos autores como Elena G de White y Malachi Martín, han querido interpretar el significado de la Bestia de las siete cabezas y de los diez cuernos. Lo han asociado a diferentes periodos que ha vivido la humanidad. La figura enigmática del dragón de las siete cabezas tenía siete coronas, referidas a siete reyes y diez figuras de gran poder. Si bien los hay quienes se remontan a los relatos del génesis, con las figuras de Noé, Melquisedec, Enoch, las imágenes del diluvio universal etc otros se remontan a épocas más cercanas. La bestia la terminan refiriendo al poder hegemónico mundial. Las siete cabezas responderían a los grandes imperios cuna de las civilización moderna; el imperio Babilónico con la figura del león y su rey Nabucodonosor; el imperio medo-persa con la figura del oso y su rey Ciro; el imperio de Grecia con la figura del leopardo y el emperador Alejandro, el imperio Romano y el emperador Nerón; el santo imperio romano con el rey Carlo Magno y finalmente el mundo del secularismo con figuras como Lenin, Stalin, Marx o Hitler.

Hay quienes en el cumplimiento de las profecías ponen a la bestia en relación con la figura de la Iglesia herida de corrupción que se levanta queriendo instaurar este poder hegemónico mundial. Así analizan que desde 1929 cuando con los pactos de Letrán, Musolini devuelve los poderes a Roma y se instaura el Estado Vaticano como estado independiente, así se inicia la carrera de querer reinar sobre toda la tierra. Así se describen los siete últimos papas reyes desde 1929: Pio XI, Pio XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI. En la cumbre de este poder papal es cuando la bestia resurge en todo su esplendor. Los diez cuernos y diez reyes que reciben la autoridad de la bestia serían los grandes poderes hegemónicos mundiales, empezando por Estados Unidos, los Estados de la Unión Europea de Occidente, la Unión Soviética y los nuevos poderes emergentes.

La Iglesia no es ajena a la realidad y ha todo lo que está pasando. Con este trabajo pretendo dar luz de cuál es la postura de la Iglesia y cómo se ha ido gestando la necesidad de un nuevo orden mundial. En el siglo pasado se despertó una gran conciencia frente a la cuestión social y hoy sigue abierta más que nunca a la luz de los nuevos acontecimientos. De la cuestión social abierta en el siglo XIX hemos pasado en este nuevo milenio del S XXI a esta cuestión del nuevo orden mundial.



II.1 UN TIEMPO NUEVO QUE PIDE UN ORDEN NUEVO

La Iglesia y la humanidad ha pasado por distintos momentos de tormenta de turbulencia, de crisis. En la actualidad estamos asistiendo a lo que se ha venido a denominar “un verdadero cambio de época”. La humanidad ha vivido algunos de estos cambios significativos que supusieron la superación de una época y la entrada en otra nueva. Recodemos algunos de esos cambios:
El advenimiento de Cristo. La venida de Cristo marcó un antes y un después para la humanidad. Prueba de ello el nuevo calendario que rige nuestro tiempo.

La gran crisis de la Conversión de Constantino. El establecimiento del cristianismo como religión del imperio. Como respuesta la Iglesia lama al gran concilio de Nicea.

La gran crisis de la caída del Imperio romano. La crisis que origina el resurgir del Islam y el nuevo paganismo. La iglesia responde con el monasticismo y la reevangelización de Europa con las nuevas órdenes mendicantes.

La gran crisis de la época medieval y el nuevo humanismo. Tras la peste que asola Europa, el descubrimiento del nuevo mundo y la contrareforma protestante,se produce una auténtico cambio de época. La iglesia responde con el gran concilio de Trento.

La crisis de la revolución industrial y la conciencia social. Las revoluciones de Lenin y Marx ponen en crisis el modelo social. La iglesia responde con el Concilio Vaticano II
Quiero detenerme un poco a reflexionar como se han producido estos cambios epocales. La ruptura no ha sido un total descuelgue con lo vivido. Se trate de reflexionar, evaluar ponderar lo vivido, la situación del pasado para construir un nuevo futuro. Los valores peremnes que tienen valor no pueden prescindir de nuestras raíces pero se pide una renovación y orientación de vida. 

Cada cambio de época supuso un cambio de conciencia en la comprensión del saber. El humanismo que acabó con el sistema feudal y supuso las bases de nuestra civilización occidental supuso una reflexión de grandes pensadores. La iglesia ha estado atenta para saber vivir esos momentos de cambio y de transición. La crisis de la época medieval supuso un verdadero cambio en la concepción del mundo, en la comprensión del saber, en la defensa de los derechos humanos. La Escuela de Salamanca con teólogos como Francisco Vitoria, Soto, Melchor Cano tuvieron enorme influencia en abrirse una nueva época de la modernidad y la ilustración. Se defendió un humanismo integral que integrara la fe con la razón. Fueron verdaderos profetas y articularon con el Concilio de Trento una verdadera renovación en la Iglesia.

Ahora estamos viviendo un nuevo cambio de época, la crisis de la postmodernidad. Los últimos papas: Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto y ahora Francisco han sido verdaderos profetas para abrirnos a un mundo nuevo. El Papa Francisco ya ha venido hablando que estamos viviendo una era globalizada, problemas y cuestiones globales que están pidiendo un cambio global, un orden nuevo.

Vivimos bajo un pensamiento débil marcado por lo actual e instantáneo desconectado del pasado y sin esperanzas de futuro, un desencantamiento del mundo de la postmodernidad, globalización de la indiferencia y el individualismo, crisis de la idea de progreso, pluralismo y relativismo ético, debilitamiento de la credibilidad institucional, de los gobiernos incluso de la canonicidad, descomposición del orden social, agudizamientos de las injusticias, desigualdades, guerras sumergidas, cambios climáticos y epidemias que nos ponen en alerta.

La pandemia que nos ha afectado a nivel mundial ha originado una profunda crisis humana no sólo en términos de sistemas económicos y financieros sino más profunda. Nuestra sociedad postmoderna está enferma y la raíz afecta a toda la humanidad. La globalización, la cultura del relativismo, individualismo, consumismo, llevan a las personas de nuestra sociedad a numerosos conflictos que afectan a todas las áreas y dimensiones de la vida. Estamos asistiendo a una proliferación de nuevas esclavitudes con un incremento de agresión, violencia y violación de los derechos fundamentales de gran número de personas. El modelo del sistema muestra enormes grietas, en medio de la proliferación de medios vivimos una sensación de desorientación, de falta de comunicación, de diálogo, de valores, de respeto, de honestidad, de moralidad.

Las viejas instituciones que aseguraban la estabilidad están totalmente en crisis, iglesia, gobiernos, la familia, el matrimonio, provocando quebrantamiento y distorsión de las relaciones personales y vínculos familiares. Muchos son los efectos, falta de trasparencia, corrupción, violencia abuso y explotación, sectores de exclusión.

Ahora tras la crisis mundial de la pandemia se nos abre un tiempo de transición. La pandemia que nos ha afectado a todo el mundo no solo a colapsado el sistema sanitario sino que ha colapsado todo el sistema, ha puesto en evidencia nuestra vulnerabilidad y caducidad. Es un tiempo de replantearnos seriamente, los principio, los valores, nuestro modelo y orientación de vida. La pandemia ha sacado a la luz otra pandemia subyacente, la pandemia y globalización de la indiferencia, el individualismo, el materialismo, la injusticia, la desigualdad de los pueblos. Tiempos nuevos que piden una conciencia nueva mundial, un orden nuevo mundial, unos valores nuevos y perennes que hagan la vida más justa solidaria y fraterna. Es tiempo de nuevos pactos y alianzas que nos ayuden a construir un mundo nuevo.

Un nuevo humanismo no en clave de ruptura sino de renovación. Estamos bajo la influencia de un antropocentrismo egocentrico falto de trascendencia. No se puede mantener tampoco una sociedad teocéntrica ajena a la realidad del mundo. Hay una verdadera crisis de la religión porque la religión se ha vivido como prácticas desconectadas del mundo, de la política, de la cultura, de la sociedad. Se trata de articular la fe con el mundo cultural nuevo que estamos viviendo. Vivimos en un desacerbado consumismo y materialismo. El desorden natural y climático está produciendo un riesgo de destrucción del planeta. La dignidad humana se ha convertido en cajón de sastre donde entra todo, cabe de todo. La política ha caído en populismos y nacionalismos faltos de transparencia, ética y moralidad. Cada vez más se pone en evidencia la desigualdad, el reparto de bienes entre los países del mundo, crece la distancia entre los países desarrollados y los empobrecidos. Se precisa articular de nuevo lo espiritual con lo humano, lo cultural, lo social, lo moral.

La reflexión que hacemos quiere arrojar luz frente a la situación presente y el nuevo futuro que tendremos que afrontar. Vamos a hacer un breve recorrido desde León XIII, pasando por Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y El Papa Francisco.




III LA CUESTION SOCIAL



III.1 LEON XIII: LA RERUM NOVARUM

El año 1891 el papa León XIII publicó la encíclica "Rerun Novarum". Este documento es la toma de postura de la Iglesia ante la grave y acuciante "cuestión social", provocada por la revolución industrial y la introducción del sistema capitalista liberal, que había dejado en una situación de desamparo a amplios sectores de la sociedad, tanto obreros en las ciudades, como proletarios o pequeños propietarios. Desde otras opciones políticas, como el socialismo, la reacción fue relativamente rápida, tratando de mejorar y de dar respuestas, profundamente revolucionarias, a esos amplios sectores de la sociedad marginados y explotados, por una clase social burguesa, en cuyos planteamientos no había otro interés que el enriquecimiento.

La “Rerum Novarum” supuso un punto de inflexión, un antes y un después. La “Rerum Novarum” trata de despertar a una nueva conciencia. Puede decirse que antes de la aparición de la "Rerum Novarum" no encontramos en España un verdadero movimiento católico-social. Debemos precisar el término "catolicismo-social", como algo diferente a la postura caritativa (limosna y beneficencia) ante la problemática social.

Por primera vez se plantea el problema obrero, de carácter económico y la conciencia del progreso a nivel intelectual. Se quiere ligar el progreso social a la mejora de la suerte de los obreros. La actitud católico-social implica una nueva conciencia del problema social como algo más que un problema de beneficencia y caridad. Es el lento proceso que lleva a descubrir las exigencias de la justicia, además del deber moral de la caridad.

En cuanto a los contenidos de la “Rerum Novarum”, en la introducción señala los factores que a su juicio han provocado el problema social: los adelantos de la industria; el cambio de relaciones entre patronos y obreros; la acumulación de riquezas en manos de unos pocos y la pobreza de la inmensa mayoría. En la primera parte critica al socialismo como alternativa al problema social, justificando la propiedad individual. Su alternativa es la necesaria contribución de la Iglesia, el Estado y los propios interesados (obreros y patronos), para el encauzamiento y superación del problema social.
La encíclica “Rerum Novarum” reclama y reivindica la legitimidad de la intervención de la Iglesia. Frente a las utopías socialistas, León XIII plantea el fin último de armonizar las clases sociales. La Iglesia convoca a las dos partes, patronos y obreros, al cumplimiento de sus respectivos deberes: En cuanto a los obreros: cumplir el contrato de trabajo; no ser violentos ni revolucionarios en la defensa de sus derechos (condena implícita de huelgas y de agitaciones políticas); respetar a los patronos, y no dañar al capital. Por su parte los ricos y patronos deben no considerar a los obreros como esclavos; reconocer la dignidad del trabajo; cuidar de las necesidades espirituales y morales de sus obreros; limitar la jornada y demás condiciones de trabajo según el sexo, edad y fuerzas de los trabajadores; dar un salario justo. Del mismo modo defiende la intervención del Estado para llevar a cabo una acción que alivie grandemente la situación de los trabajadores.

Finalmente el Papa aborda la contribución de las partes directamente interesadas. Se refiere elogiosamente a las distintas instituciones existentes: sociedades de socorro mutuo, instituciones de previsión y seguros, patronatos. Ante el constante crecimiento de las asociaciones obreras de resistencia y de la influencia socialista, plantea como alternativa la necesidad de crear asociaciones de obreros cristianos. Va a tomar fuerza la denominada “acción católica”.





III.2 JUAN XXIII: PACEM IN TERRIS

Juan XXIII que fue elegido como un Papa de transición sorprendió con la apertura del Vaticano II y a un tiempo de verdadera renovación. Ante un momento de crisis mundial después de la dos guerras mundiales el Concilio iba a abrir una nueva era para la Iglesia y a suponer un tiempo de profunda renovación para la Iglesia. La Iglesia como decía Juan XXIII estaba necesitada de un nuevo Pentecostés. Como decía el Papa en la convocación del Concilio: Abramos las puertas y ventanas de la Iglesia y dejemos que entre el Espíritu como una fuente de aire fresco. La mirada de fe del Papa fue capaz de sobrepasar los densos nubarrones que se cernían sobre la humanidad, de leer e interpretar los signos de los tiempos y de abrirse a los designios y acción de Dios en el mundo. Su mirada de fe profunda le hizo capaz de mantener una mirada positiva y esperanzadora sobre los nuevos tiempos tachados de modernidad y de pesimismo. Nada más lejos de Juan pablo II que mantener una actitud fundamentalista y conservadora opuesta a todo cambio y progreso. Se distanció sobremanera de todos los profetas de desgracias para convertirse en un verdadero profeta y precursor de una nueva era para la Iglesia y la humanidad.

En Juan XXIII latía la necesidad de un agiornamento sobre varios temas candentes, la cuestión social, la opción por los pobres, el diálogo inerreligioso, el ecumenismo, en definitiva la necesidad de un orden nuevo. En su mensaje de radio de septiembre de 1962 dijo: “Frente a los países subdesarrollados, la iglesia debe presentarse como es y quiere ser, como la iglesia de todos y particularmente de los pobres” estas palabras se convirtieron en la inspiración de un grupo que llegó a ser conocido como el grupo de “la iglesia de los pobres”. Este grupo empezó también a denominarse como el grupo de la universidad de Tubinga, por ser su lugar de reunión. En este grupo estaban los cardenales Lercaro y Gerlier, y otros como Helder Cámara o el patriarca Máximos IV.

El grupo solicitó al cardenal Ciognani, Secretario de Estado y Presidente del Secretariado de asuntos extraordinarios, para el establecimiento de una Comisión especial para tratar cuestiones relacionadas con la opción por los pobres. El cardenal Lercaro, actuando como portavoz de este grupo propuso a los padres que la eclesiología del Concilio debía ser la iglesia de los pobres. Fue sin duda un momento histórico que se llegó a denominar “la hora de los pobres”. El grupo desempeño un papel significativo en las dos primeras sesiones del Concilio y creó en muchos padres una nueva conciencia y sensibilidad a los problemas de la pobreza y el gran número de personas que viven en un estado infrahumano. Se instó al Concilio a emitir una llamada para la acción y el establecimiento de una nueva estructura que propondría nuevas instituciones, nuevas relaciones, nuevas formas de cooperación y de actuar para obtener la plena participación de todos en la lucha mundial contra la pobreza y el hambre. Su intervención fue seguida por otra apelación elocuente en nombre de los pobres.

En la fase inicial del Concilio en el denominado “mensaje a la humanidad” Juan XXIII decía “que se reúnen en la unidad de cada nación bajo el sol, llevamos en nuestros corazones, las dificultades, el sufrimiento corporal y mental, dolores, anhelos y esperanzas de todos los pueblos que nos encomiendan. Urgente dirigimos nuestros pensamientos a las ansiedades por las que el hombre moderno está afligido. Por lo tanto, que nuestra preocupación pueda centrarse en primer lugar en aquellos que son especialmente más pobres y humildes de la tierra”

Otro paso decisivo de Juan XXIII fue su encíclica “Pacem in terris” (La paz en la tierra). Ante la escalada de violencia y el conflicto desencadenado en Cuba entre las dos grandes potencias mundiales la URSSS y EEUU, el Papa plantea de nuevo la necesidad de un orden  a nivel mundial para dar fin a la escalada armamentista.

“Pacem in terris” es la última de las ocho encíclicas del papa Juan XXIII, publicada el 11 de abril de 1963, 53 días antes del fallecimiento del pontífice, coincidiendo con la celebración del Jueves Santo. El 9 de abril de 1963, el papa firmó la encíclica durante una rueda de prensa y anunció que se publicaría dos días más tarde, también afirmó que iba dirigida «a todos los hombres de buena voluntad» y no únicamente a la feligresía católica y al episcopado. Aparece con un subtítulo: «Sobre la paz entre todos los pueblos que ha de fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad». Se trataba de una especie de llamamiento del sumo pontífice a todos los seres humanos y todas las naciones para luchar juntos en la consecución de la paz en medio del clima hostil generado por la Guerra Fría.

Durante el pontificado de Juan XXIII, la tranquilidad mundial fue alterada por diferentes sucesos como la creación del programa Sputnik, el apogeo de la Guerra Fría y la subsecuente construcción del Muro de Berlín, la crisis de los misiles de Cuba, la Guerra de Vietnam y la posibilidad de que todo esto desembocara en una guerra nuclear; es en ese contexto que surge Pacem in terris. El Papa convocaba a todos los humanos y a todas las naciones a colaborar para conseguir la paz por medio de la comprensión, la ayuda mutua y el respeto de los derechos de los demás.

Pacem in terris describe los cuatro principios considerados fundamentales para alcanzar la paz: la verdad como fundamento, la justicia como regla, el amor como motor y la libertad como clima. Su estructura está compuesta por una «Introducción» y cinco secciones llamadas: «Ordenación de las relaciones civiles y matrimoniales», «Ordenación de las relaciones políticas», «Ordenación de las relaciones internacionales», «Ordenación de las relaciones mundiales» y «Normas para la acción temporal del cristiano». En general hace énfasis en los derechos y deberes que deben observar los seres humanos y los estados, en las relaciones entre sí y en las relaciones con otros seres humanos y otros estados, con la finalidad de conseguir la paz y el bien común; señala además que el ser humano debe tener paz interior para poder conseguir la paz social.

«En toda convivencia humana bien ordenada y provechosa hay que establecer como fundamento el principio de que todo hombre es persona, esto es, naturaleza dotada de inteligencia y de libre albedrío, y que, por tanto, el hombre tiene por sí mismo derechos y deberes, que dimanan inmediatamente y al mismo tiempo de su propia naturaleza. Estos derechos y deberes son, por ello, universales e inviolables y no pueden renunciarse por ningún concepto.»

La Pacem in terris, entre otras cosas demanda la reivindicación del papel de la mujer al interior del hogar y en la sociedad y a respetar los derechos de los exiliados y las minorías étnicas. En el plano internacional, invita a las naciones a frenar la carrera armamementista y a prohibir las armas nucleares y puntualiza la responsabilidad de la ONU en la promoción de la buena relación entre los pueblos y la consecución de la paz, así como también la importancia de la Declaración Universal  de Derechos Humanos.

El rechazo incondicional de la carrera de armamentos y de la guerra en sí misma constituye una de las innovaciones más importantes de esta encíclica. Sostiene que en la era atómica resulta impensable que la guerra se pueda utilizar como instrumento de justicia. Esto, a su vez, implicó un fuerte cuestionamiento al concepto de guerra justa que resultó virtualmente abolido por la encíclica. «[...] la justicia, la recta razón y el sentido de la dignidad humana exigen urgentemente que cese ya la carrera de armamentos; que, de un lado y de otro, las naciones que los poseen los reduzcan simultáneamente; que se prohíban las armas atómicas; que, por último, todos los pueblos, en virtud de un acuerdo, lleguen a un desarme simultáneo, controlado por mutuas y eficaces garantías.» «[...] en nuestra época, que se jacta de poseer la energía atómica, resulta un absurdo sostener que la guerra es un medio apto para resarcir el derecho violado.»




III.3 EL CONCILIO VATICANO II: GADIUM ET SPES

Como bien sabemos tras la muerte de Juan XXIII y un corto periodo de impas el Concilio Vaticano II fue proseguido y concluido por Pablo VI. El Concilio supuso un evento significativo para abrir una página nueva en la historia de la Iglesia. El Concilio Vaticano II fue otro punto de inflexión para la Iglesia. La Iglesia en diálogo con el mundo se abrió a considerar los problemas del mundo contemporáneo y a darles respuesta a la luz de la fe.

Uno de los últimos y más laboriosos documentos del Concilio fue la constitución “Gadium et Spes”, la constitución Pastoral sobre la iglesia en el mundo moderno. Esta constitución comienza con una declaración de solidaridad de la Iglesia con la familia humana entera. El Concilio trató en la constitución Gaudium et spes” temas de actualidad social y económica, así como los nuevos problemas la Iglesia en el mundo contemporáneo para promover la unidad la paz y concordia entre los pueblos.

El concilio no se detuvo en consideraciones dogmáticas sino que con sentido pastoral quiso promover el diálogo y la unidad de todo el genero humano. Promulgó la necesidad del diálogo interreligioso. “Gaudium et spes” por primera vez es un documento conciliar que se dirige no solo a los cristianos, sino que pretende orientar a todas las personas, creyentes o no creyentes, con la intención de esclarecer el misterio del hombre y cooperar en el hallazgo de soluciones que respondan a los principales problemas de nuestra época. 

A modo de introducción, la constitución hace una profunda y bellísima exposición preliminar en la que estudia los rasgos fundamentales del mundo moderno y plantea los interrogantes y las aspiraciones más profundos del hombre, concluyendo que la clave y el fin de toda la historia humana se hallan en su Señor y Maestro. Todo el documento refleja el cuidado de la Iglesia por promover la mutua estima y respeto, y el reconocimiento a todas las legítimas diversidades. 

Así se deja ver en el proemio: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón… La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia. Por ello, el Concilio Vaticano II, tras haber profundizado en el misterio de la Iglesia, se dirige ahora no sólo a los hijos de la Iglesia católica y a cuantos invocan a Cristo, sino a todos los hombres, con el deseo de anunciar a todos cómo entiende la presencia y la acción de la Iglesia en el mundo actual. Tiene pues, ante sí la Iglesia al mundo, esto es, la entera familia humana con el conjunto universal de las realidades entre las que ésta vive; el mundo, teatro de la historia humana, con sus afanes, fracasos y victorias; el mundo, que los cristianos creen fundado y conservado por el amor del Creador, esclavizado bajo la servidumbre del pecado, pero liberado por Cristo, crucificado y resucitado, roto el poder del demonio, para que el mundo se transforme según el propósito divino y llegue a su consumación”.




CAPITULO I: Los grandes interrogantes (GS 12-22)

Se habla de un momento de crisis de cambio de transformación en la sociedad y en el mundo. Somos testigos de cambios profundos: Cambios en el orden social (GS 6).  Cambios psicológicos, morales y religiosos (GS 7). Somos sujetos de grandes desequilibrios del mundo moderno (GS 8). Sin embargo identificamos a su vez las grandes aspiraciones de la Humanidad  (GS 9). El Concilio trata de responder a los interrogantes más profundos del hombre  (GS 10) . Destaca el valor y la dignidad de la vida humana, dignidad de la inteligencia, verdad y sabiduría. (GS 15). Defiende la dignidad de la conciencia moral (GS 16), la grandeza de la libertad  (GS 17)    

La Constitución plantea por primera vez cuestiones a las que la Iglesia no terminaba de afrontar y de dar respuesta. En diálogo con el mundo y con toda la comunidad humana la Iglesia intentaba responder a los grandes interrogantes que tiene el hombre contemporáneo. Tan solo resaltaremos algunas consideraciones que creemos importantes:

CAPÍTULO II: La comunidad humana (GS 22-33)

Vuelve a remarcar el propósito del Concilio (GS 23). La índole comunitaria de la vocación humana según el plan de Dios  (GS 24). La interdependencia entre la persona humana y la sociedad (GS 25). La promoción del bien común (GS 26). El respeto a la persona humana  (GS 27). El respeto y amor a los adversarios (GS 28). La igualdad esencial entre los hombres y la justicia social (29). La necesidad de superar la ética individualista (30). Fomentar la responsabilidad y participación (GS 31)   
Resalta la condición social de la persona.

Dios ha querido que los hombres constituyan una sola familia y que se traten entre sí con espíritu de hermanos. Desde el comienzo de la historia Dios ha elegido a los hombres, no solo en cuanto individuos, sino en cuanto miembros de una comunidad. El Verbo encarnado quiso participar en la vida social humana, y se sometió voluntariamente a las normas de su patria, santificó los vínculos de la  familia, fuente de la vida social, y mandó a los  hijos de Dios que se trataran como hermanos. El hombre, única criatura a la que Dios ha amado por sí misma, no puede encontrar plenitud sino en la entrega sincera a los demás. Todas las instituciones sociales tienen como fin al hombre, el cual, por su propia naturaleza, tiene necesidad de la vida social que le engrandece y le capacita para responder a su vocación. La familia y la comunidad política, son vínculos sociales que responden a la naturaleza. 

La “socialización” es el fenómeno de la multiplicación de las mutuas conexiones e interdependencias de la que nacen todo tipo de asociaciones o instituciones que consolidan y desarrollan a la persona y que garantizan sus derechos.

El bien común de la sociedad
El bien común es el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección. La interdependencia y la unificación creciente hacen que el bien común se universalice de manera que puede hablarse de bien común de la familia humana. El orden social y su progresivo desarrollo deben subordinarse en todo momento al bien de las personas.

Consecuencias que se derivan de un orden social justo
El respeto a la persona. Cada uno debe considerar al prójimo como “otro yo”. Ese respeto abarca al anciano, al emigrante, al desterrado, al hijo ilegítimo, al hambriento, etc. Se han de evitar las prácticas infamantes que degradan la civilización humana: Cuanto atente contra la vida. Canto viole la integridad de las personas. Cuanto ofende a la dignidad humana. Lass condiciones laborales degradantes. Deben ser también objeto de respeto quienes piensan y obran de manera distinta en materia social, política y religiosa, lo cual no significa indiferencia ante la verdad y el bien. También hay que perdonar las injurias.

Se debe defender la igualdad esencial de los hombres.
Todos los hombres están dotados de alma racional, creados a imagen y semejanza de Dios, con la misma naturaleza y el mismo origen, han sido redimidos por Cristo y gozan de la misma vocación y destino. Los hombres son distintos por su capacidad física e intelectual, pero no puede haber discriminación por razón de sexo, color, condición social, lengua o religión. Las excesivas desigualdades económicas y sociales que se dan entre personas y naciones son contrarias a la justicia social, a la equidad, a la dignidad y a la paz social e internacional.

Rechazo de la ética individualista.
La aceptación de las relaciones sociales y su observancia debe considerarse como uno de los principales deberes del hombre contemporáneo. Es rechazable el menosprecio o el incumplimiento de las normas sociales (impuestos justos, normas de tráfico, reglas de salud e higiene) por quienes viven encerrados en su propio egoísmo y ajenos a las necesidades sociales. Debe estimularse la participación en la vida pública con verdadera libertad. El porvenir de la humanidad está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y para esperar.


CAPÍTULO III: La actividad humana en el mundo

Vuelve a situar y enmarcar el planteamiento del problema (GS 33). El valor de la actividad humana (GS 34). Sitúa como debe estar dirigida y ordenada la actividad humana (GS 35). La justa autonomía de la realidad terrena (GS 36). Para terminar apuntando a nivel escatológico a una tierra nueva y cielo nuevo (GS 39)   

En cuanto al trabajo y la actividad humana: (GS 40-45)
Los hombres desarrollan con su trabajo la obra del creador, sirven al bien de los hermanos y contribuyen a que se cumplan los designios de Dios en la historia. Los avances y victorias del hombre son signos de la grandeza de Dios. Exhorta a los cristianos a cumplir los deberes temporales pues es la fe la que motiva a su perfecto cumplimiento. Considera que el divorcio entre fe y vida diaria debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época. Manifiesta que el cristiano que falta a sus deberes temporales: falta al prójimo, falta a sus obligaciones con Dios y pone en peligro su salvación. Reconoce que las tareas y el dinamismo seculares corresponde a los laicos, aunque no exclusivamente. En esta tarea debe cumplir las leyes propias de cada disciplina y esforzarse en adquirir verdadera competencia.


CAPÍTULO IV: Analiza diversos sectores: (GS 40-45)

Misión de la Iglesia en el mundo contemporáneo
Desarrolla y remarca la relación mutua entre la Iglesia y el mundo (GS 40). La ayuda que la Iglesia procura prestar a cada hombre (GS 41). La ayuda que la Iglesia procura dar a la sociedad humana (GS 42). La ayuda que la Iglesia, a través de sus hijos, procura prestar al dinamismo humano (GS 43). La ayuda que la Iglesia recibe del mundo moderno (GS 44)     

La relación de la Iglesia con el mundo.
Gracias a la técnica y a la ciencia, el hombre ha dilatado el campo de su dominio sobre la naturaleza, de manera que la familia humana se va haciendo una única comunidad en el mundo. Se plantean las siguientes cuestiones: ¿Qué sentido y valor tiene la actividad humana? ¿Qué uso debe hacerse de las cosas?¿A qué fin deben tender los esfuerzos de las personas y la sociedad? La Iglesia ha sido constituida por Cristo como “sociedad en este mundo” y está dotada de los medios propios de una unión visible y social. Y al tiempo que entidad visible y social es también comunidad espiritual. La Iglesia y la comunidad avanzan conjuntamente y experimentan la misma suerte terrena. Esta compenetración entre la ciudad terrena y la ciudad celeste solo puede percibirse por la fe.

El sano fomento del progreso cultural (GS 53-62)

Tras una introducción pasa a analizar la situación de la cultura en el mundo actual. (GS 53) Los nuevos estilos de vida, el valor de la cultura (GS 54). Las dficultades y tareas actuales en el campo de la cultura (GS 55) Da algunos principios para la sana promoción de la cultura (GS 56). La relación entre la fe y la cultura (GS 57). Las múltiples conexiones entre la buena nueva de Cristo y la cultura (GS 58). La necesidad de armonizar diferentes valores en el seno de las culturas. Pasa a analizar algunas obligaciones más urgentes de los cristianos respecto a la cultura (GS 59). Remarca el reconocimiento y ejercicio efectivo del derecho personal a la cultura (GS 60). La necesidad de una educación para la cultura íntegra del hombre (GS 61) y finalmente el acuerdo entre la cultura humana y la educación cristiana (GS 62)

La cultura y la defensa de la vida y la dignidad del hombre
Por cultura ha de entenderse todo aquello por lo que el hombre: Afina y desarrolla sus enormes cualidades espirituales y corporales. Procura someter el mundo con su conocimiento y trabajo. Hace más humana la vida social tanto en la familia como en la sociedad civil, Hay pluralidad de culturas en función de: las distintas manera de servirse de las cosas, de trabajar y de expresarse, las distintas maneras de practicar la religión y de comportarse, las distintas leyes e instituciones jurídicas, las distintas manera de desarrollar las ciencias o las artes y de cultivar la belleza. El patrimonio propio de cada comunidad humana lo constituye las costumbres recibidas y el medio histórico en el que se inserta el hombre de cada nación o tiempo y del que recibe los valores que promueve la civilización.

En cuanto al progreso.
Los cristianos, en marcha hacia la ciudad celeste, tienen también la misión de trabajar con todos los hombres en la edificación del mundo, para lo que la fe les ofrece valiosos estímulos y les permite descubrir el sentido pleno de esa misión, que sitúa la cultura en un puesto eminente de la vocación del hombre. Cuando el hombre se entrega a las diferentes disciplinas (filosofía, historia, matemáticas, ciencias, etc.) puede contribuir a que la familia humana se eleve a los más altos pensamientos sobre la verdad, el bien y la belleza y sea mejor iluminado por la sabiduría  que desde siempre estaba con Dios y disponiendo todas las cosas con Él. El progreso actual de las ciencias favorece el fenomenismo y el agnosticismo, cuando la razón es utilizada como regla suprema  y existe el peligro de que el hombre, confiado en los inventos crea que se basta a sí mismo y deje de buscar cotas más altas.

Obligaciones frente a la cultura.
La Iglesia defiende la autonomía legítima de la cultura humana, lo que supone una justa libertad y una cierta individualidad; que las disciplinas humanas tienen sus propios principios y métodos; que se puede investigar libremente la verdad, salvados el orden moral y el bien común; que se puede manifestar y propagar libremente la propia opinión y practicar cualquier profesión; y que el ciudadano debe ser informado verazmente de los sucesos públicos. A la autoridad pública compete fomentar las condiciones y medios para promover la vida cultural, aún dentro de las minorías nacionales, pero no le compete determinar el carácter propio de cada cultura. Hemos de trabajar para que se reconozca el derecho de todos a la cultura, sin discriminación alguna, procurando a todos los bienes culturales que constituyen la cultura básica. Procurar que quienes están bien dotados puedan acceder a los estudios superiores. Hacer todo lo posible para que una vez adquirida la conciencia del derecho a la cultura, se adquiera también el deber de cultivarse a sí mismo y de ayudar a los demás.

La educación para la cultura integral del hombre.
La especialización ha desdibujado la imagen del “hombre integral”, pero queda el deber de cada hombre de conservar los estímulos de la persona basado en los valores de inteligencia, voluntad, conciencia y fraternidad.

La vida económico-social (GS 64-72)

Algunos aspectos de la vida económica analizando el desarrollo económico. La ley fundamental del desarrollo: el servicio del hombre (GS 64). El desarrollo económico, bajo el control humano (GS 64). Expone que han de eliminarse las enormes desigualdades económico-sociales (GS 66). Expone algunos principios reguladores del conjunto de la vida económico-social.  El trabajo y las condiciones de trabajo(GS 67). La participación en la empresa y en la organización general de la economía. (GS 68). Los conflictos laborales. Los bienes de la tierra están destinados a todos los hombres. (GS 69). Las inversiones y política monetaria (GS 70). El acceso a la propiedad y dominio de los bienesProblema de los    latifundios (GS 71).  La actividad económico-social y el reino de Cristo. (GS 72)

El desarrollo económico.
la vida económica-social debe regirse por los principios de justicia y equidad. La finalidad fundamental del desarrollo económico no es el incremento de la producción, ni el beneficio, ni el poder, sino el servicio del hombre integral, esto es, que tenga en cuenta las necesidades materiales, intelectuales, morales y religiosas de la persona. La actividad económica debe por ello ejercerse según sus leyes y métodos propios, dentro del ámbito del orden moral. La dirección del desarrollo debe caer sobre el mayor número posible de hombres y de naciones, y no quedar en manos de unos pocos, o de grupos económicos poderosos, o de ciertas naciones. El desarrollo no puede confiarse de manera exclusiva a los particulares, ni a la sola decisión de la autoridad pública. Por tanto, son falsas y rechazables, tanto las doctrinas que se oponen a la intervención en nombre de una libertad mal entendida, como las que sacrifican los derechos y libertades individuales en aras de la organización colectiva de la producción. Los ciudadanos tienen el deber y el derecho de contribuir al progreso de la propia comunidad, según sus posibilidades.

Reducir las desigualdades.
La justicia y la equidad exigen hacer todos los esfuerzos para que, respetando los derechos de las personas y las características de cada pueblo, desaparezcan lo más rápidamente posible, las diferencias económicas vinculadas a discriminaciones individuales y sociales. Especial mención merece la agricultura, para que aumente su capacidad productiva y comercial y los agricultores dejen de ser considerados como ciudadanos de inferior categoría. Respecto a los emigrantes, debe tenerse en cuenta que cooperan al crecimiento económico. Ha de evitárseles toda discriminación. Deben ser considerados como personas. Debe facilitárseles el reagrupamiento familiar. Debe procurárseles un alojamiento decente y su incorporación a la vida social. Deben crearse fuentes de trabajo en los países de inmigración. El conjunto del proceso de producción debe ajustarse a las necesidades de la persona, disfrutando de un tiempo de descanso suficiente que cultivar la vida familiar,  cultural, social y religiosa

La participación y la sindicación.
Se ha de promover la participación activa de los trabajadores en la gestión de las empresas y en la toma de decisiones económicas y sociales, según forma que habrán de determinar con acierto por sí mismos o por medio de sus representantes. El derecho de los trabajadores a fundar sindicatos es un derecho fundamental y permite colaborar rectamente en la ordenación de la vida económica, unida al progreso en la formación económica-social y en el crecimiento de la propia responsabilidad. La huelga es un medio necesario aunque extremo para la defensa de los derechos y el logro de las aspiraciones justas.

El destino común de los bienes de la tierra.
Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. Los bienes creados deben llegar a todos de forma equitativa según justicia y en compañía de la caridad. No debe perderse de vista el destino universal de los bienes sean cuales sean las formas de propiedad, según las circunstancias diversas y variables de los pueblos. En el uso de los bienes que legítimamente se poseen, no se deben tener como exclusivamente propios, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen solamente al dueño sino también a los demás. A todos corresponde poseer una parte de bienes suficientes para sí mismos y sus familias. Quien se halle en situación de necesidad extrema tiene derecho a tomar de la riqueza ajena lo necesario para sí. Urge a todos, particulares y autoridades, a que comuniquen u ofrezcan realmente sus bienes, ayudando en primer lugar a los pobres, tanto individuos como pueblos. En los países desarrollados, las instituciones de previsión y seguridad social pueden contribuir al destino común de los bienes. A ello contribuye el desarrollo de los servicios familiares y sociales, principalmente los de cultura y educación.

El acceso a la propiedad.
La propiedad privada contribuye a la expresión de la persona y ofrece la oportunidad de ejercer su función responsable. Debe por ello fomentarse el acceso de todos a alguna forma de propiedad. La propiedad privada asegura además la autonomía personal y familiar, y debe considerarse como ampliación de la libertad. Las formas de propiedad son muy variadas. No son incompatibles la propiedad privada y la pública. Las autoridades deben afectar los bienes de propiedad pública de acuerdo con el bien común, impedir que se abuse de la propiedad privada contra el bien común. La propiedad privada tiene una índole social cuyo fundamento se encuentra en el destino universal de los bienes. En relación con los latifundios, denuncia la grave situación en que pueden encontrarse los braceros y propugna el reparto de las propiedades insuficientemente cultivadas a favor de quienes sean capaces de hacerlas valer.

La vida en la comunidad política (GS 73-76)

La vida pública en nuestros días. (GS 73). Naturaleza y fin de la comunidad política. (GS 74). Colaboración de todos en la vida pública. (GS 75). La comunidad política y la Iglesia. (GS 76)

Naturaleza y fin de la comunidad política.
Las profundas transformaciones que se han producido como consecuencia de la evolución cultural y social han tenido gran influjo en la comunidad política reforzando los derechos y deberes en el ejercicio de la libertad política y en el logro del bien común. Los hombres, las familias y los grupos son conscientes de su insuficiencia para alcanzar una vida plenamente humana, por lo que es necesaria una comunidad más amplia en la que se conjuguen las energías de todos para alcanzar el bien común. La comunidad política nace por tanto para alcanzar el bien común, esto es: “el conjunto de condiciones de la vida social con las que los hombres, las familias y los grupos logran con mayor plenitud y facilidad su propia perfección”. Entre esas condiciones, es indispensable una autoridad que dirija la acción de todos hacia el bien común, dadas las soluciones diferentes. Tanto la comunidad como la autoridad se fundan en la naturaleza humana y, por ello, pertenecen al orden previsto por Dios, aunque tanto la forma del régimen político, como la de designar las autoridades, pertenece a los ciudadanos. La organización básica de la comunidad y sistema del equilibrio de los poderes pueden ser diferentes, todos ellos deben tender a formar un tipo de ciudadano culto y benévolo respecto de los demás.

La participación en la vida pública.
La participación en la vida pública significa que los ciudadanos tengan posibilidades efectivas de tomar parte libre y activa en la fijación de los fundamentos jurídicos de la comunidad política, acceder al gobierno de la cosa públicas, participar en la determinación efectiva de las competencias y los límites de las diferentes instituciones, participar en la elección de los gobernantes. Los ciudadanos tienen el derecho y el deber de votar en libertad. La Iglesia alaba y estima la labor de quienes, al servicio del hombre, se consagran al bien de la cosa pública y aceptan las cargas de este oficio.

Un orden jurídico justo
La participación exige un orden jurídico positivo que establezca la adecuada división de  funciones de la autoridad pública, la protección eficaz e independiente de los derechos, el reconocimiento, el respeto y la promoción del deber cívico de aportar a la vida pública el concurso material y personal que requiera el bien común, la obligación de los gobernantes de no entorpecer las asociaciones y cuerpos intermedios y no privarles de su legítima acción, la no atribución a la autoridad de un poder excesivo, la intervención de los poderes públicos en materia social, económica y cultural para crear condiciones más favorables al bien común. La Iglesia estimula a los ciudadanos a que cultiven el amor a la Patria con magnanimidad y lealtad de suerte que miren siempre por el bien de la familia humana.

La vocación de los cristianos en la comunidad política.
Los cristianos tienen una vocación particular y propia en la comunidad política, y en virtud de ella tienen las siguientes obligaciones: Dar ejemplo de sentido de responsabilidad y servicio. Armonizar la autoridad y la libertad; la iniciativa personal y la solidaridad; la unidad y la diversidad. Reconocer la legítima pluralidad de opiniones, respetando a quienes defienden lealmente otra manera de ver las cosas. Prestar gran atención a la educación cívica y política. Prepararse para ejercer la política. Ejercer la política con olvido del propio interés. Luchar con integridad moral contra la injusticia y la opresión, la intolerancia y el absolutismo. Consagrarse el servicio de todos con sinceridad y rectitud, con caridad y fortaleza. Los Partidos Políticos deben promover el bien común sin anteponerlo a los intereses propios.

La comunidad política y la Iglesia.
La Iglesia no se confunde con la comunidad política por razón de su misión y su competencia, ni está ligada a sistema político  (ideología) alguno. Ambas son independientes y autónomas. No obstante, ambas están al servicio de la vocación personal y social del hombre, aunque por diverso título. Y tal servicio se prestará con mayor eficacia cuanto más sana y mejor sea la cooperación entre ellas, puesto que las realidades temporales y las espirituales están estrechamente unidas y la Iglesia necesita de los medios temporales para cumplir su misión (herencia de S. Francisco). La Iglesia no necesita privilegios del poder civil y debe renunciar a los legítimamente adquiridos si constata que puede empañar la pureza de su testimonio. Es de justicia que la Iglesia pueda predicar su fe con auténtica libertad y emitir su juicio moral sobre materias referentes al orden político cuando lo exijan la defensa de los derechos fundamentales de la persona.

En cuanto a la comunidad internacional.
La familia humana universal no puede llevar a cabo la tarea de construir un mundo más humano sin que todos los hombres se conviertan con espíritu renovado a la verdad de la paz. Se ha de promover la paz y no la guerra. La paz es la “obra de la justicia”, es el fruto del orden plantado a la sociedad humana por su Divino Fundador. Está sujeto a continuos cambios al igual que el bien común. La paz está en perpetuo quehacer. La paz no es la ausencia de guerra, el solo equilibrio de las fuerzas adversas. no surge de una hegemonía despótica. La paz debe asegurar el bien de las personas, la participación de los hombres en los bines espirituales e intelectuales, el respeto a la dignidad de los demás pueblos, el ejercicio de la fraternidad y el fruto del amor

El fomento de la paz y la promoción de la comunidad de los pueblos

Tras una brece introducción pasa a desarrollar la naturaleza de la paz. (GS 78). La obligación de evitar la crueldad de la guerra. Frenar la carrera armamentista y la posibilidad de una guerra total (GS 79-81). La prohibición absoluta de la guerra. La acción internacional para evitar la guerra (GS 82)

En cuanto a la guerra.
El Concilio recuerda ante las guerras habidas y existentes (terrorismo) la vigencia permanente del derecho natural y de gentes y de sus principios universales, alguno de los cuales están recogidos en Tratados internacionales, y entre ellos: La condena de los actos que se proponen metódicamente el exterminio de todo un pueblo, raza o etnia. Que las consecuencias de las operaciones militares sean lo menos inhumanas posible. El tratamiento humanitario a prisioneros y combatientes heridos. La objeción de conciencia. El derecho a la legítima defensa. La prohibición del uso de armas químicas o de destrucción masiva. El Concilio condena la carrera de armamentos, que es la plaga más grande de la humanidad y perjudica a los necesitados de manera intolerable, al gastar inmensas cantidades con las que se podría remediar tanta miseria en el mundo entero. Para evitar la guerra es necesario que exista una Autoridad Pública Universal (ONU) con poder efectivo de garantizar la seguridad, la justicia y el respeto de los derechos.

Edificar la comunidad internacional 

Las causas y remedios de las discordias (GS 83). La comunidad de las naciones y las instituciones internacionales (GS 84). La cooperación internacional en el orden económico (GS 85). Algunas normas oportunas como son la cooperación internacional en lo tocante al crecimiento demográfico (GS 87). La misión de los cristianos en la cooperación internacional (Gs 88). La presencia eficaz de la Iglesia en la comunidad internacional (GS 89) y la participación del cristiano en las instituciones internacionales (GS 90)

Promueve a la cooperación internacional.
En los países en vías de desarrollo, especialmente, debe proveerse a las necesidades de los hombres en la vida social, alimentación, educación, trabajo. Es exigible una mayor cooperación internacional en el orden económico: El progreso surge y se acrecienta por el trabajo y preparación de los propios ciudadanos, impulsado y apoyado por ayudas exteriores. Los países desarrollados tienen la gravísima obligación de ayudar a los países en vías de desarrollo. La comunidad internacional debe regular y estimular el desarrollo, cuidando de que las intervenciones sean eficaces y equitativas. Necesidad de ordenar el comercio internacional compensando los desequilibrios que proceden de la desigualdad. Necesidad de revisar las estructuras económicas y sociales.




III.4 PABLO VI, POPULORUM PROGRESIO

Con Pablo VI hace su entrada en los documentos del Magisterio el tema del desarrollo en la encíclica “Populorum progessio” haciendo hincapié en la necesidad de que ese desarrollo sea de toda la persona y de todos los hombres. El pontificado de Pablo VI consolidando las directrices del Vaticano III, acabó con el conservadurismo bimilenario de la Iglesia romana y movilizó una gran apertura y cambio.

Es en el periodo de Pablo VI, que también se establece y desarrolla lo que sería el Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz. A este respecto es muy iluminador el documento titulado: “Compendio de la doctrina social de la Iglesia” (CDS) promulgado por el Consejo Pontificio justicia y Paz. En él se resumen los temas más esenciales al alba del tercer milenio, la necesidad de un humanismo integral al servicio de la verdad bajo el signo de la solidaridad, el respeto de la dignidad de la persona humana y de los derechos humanos, el principio del bien común y el destino universal de los bienes. Destacan los valores fundamentales de la vida social: la verdad, la libertad, la justicia. El valor del trabajo humano y principios que regulen la vida económica. Termina hablando de la comunidad política al servicio de la sociedad civil. Por último se habla de la comunidad internacional y la cooperación internacional para el desarrollo y del cuidado del medio ambiente.

La Iglesia favorece el camino hacia una auténtica comunidad internacional, que ha asumido una dirección precisa mediante la institución de la Organización de las Naciones Unidas en 1945. Esta organización «ha contribuido a promover notablemente el respeto de la dignidad humana, la libertad de los pueblos y la exigencia del desarrollo, preparando el terreno cultural e institucional sobre el cual construir la paz». 

La doctrina social, en general, considera positivo el papel de las Organizaciones intergubernamentales, en particular de las que actúan en sectores específicos, si bien ha expresado reservas cuando afrontan los problemas de forma incorrecta. El Magisterio recomienda que la acción de los Organismos internacionales responda a las necesidades humanas en la vida social y en los ambientes relevantes para la convivencia pacífica y ordenada de las Naciones y de los pueblos. (CDS 440)

La solicitud por lograr una ordenada y pacífica convivencia de la familia humana impulsa al Magisterio a destacar la exigencia de instituir «una autoridad pública universal reconocida por todos, con poder eficaz para garantizar la seguridad, el cumplimiento de la justicia y el respeto de los derechos». En el curso de la historia, no obstante los cambios de perspectiva de las diversas épocas, se ha advertido constantemente la necesidad de una autoridad semejante para responder a los problemas de dimensión mundial que presenta la búsqueda del bien común: es esencial que esta autoridad sea el fruto de un acuerdo y no de una imposición, y no se entienda como un «super-estado global ».

Una autoridad política ejercida en el marco de la Comunidad Internacional debe estar regulada por el derecho, ordenada al bien común y ser respetuosa del principio de subsidiaridad: «No corresponde a esta autoridad mundial limitar la esfera de acción o invadir la competencia propia de la autoridad pública de cada Estado. Por el contrario, la autoridad mundial debe procurar que en todo el mundo se cree un ambiente dentro del cual no sólo los poderes públicos de cada Nación, sino también los individuos y los grupos intermedios, puedan con mayor seguridad realizar sus funciones, cumplir sus deberes y defender sus derechos ».(CDS 441)

Una política internacional que tienda al objetivo de la paz y del desarrollo mediante la adopción de medidas coordinadases más que nunca necesaria a causa de la globalización de los problemas. El Magisterio subraya que la interdependencia entre los hombres y entre las Naciones adquiere una dimensión moral y determina las relaciones del mundo actual en el ámbito económico, cultural, político y religioso. En este contexto es de desear una revisión de las Organizaciones internacionales; es éste un proceso que «supone la superación de las rivalidades políticas y la renuncia a la voluntad de instrumentalizar dichas organizaciones, cuya razón única debe ser el bien común », con el objetivo de conseguir « un grado superior de ordenamiento internacional ».

En particular, las estructuras intergubernamentales deben ejercitar eficazmente sus funciones de control y guía en el campo de la economía, ya que el logro del bien común es hoy en día una meta inalcanzable para cada uno de los Estados, aun cuando posean un gran dominio en términos de poder, riqueza, fuerza política. Los Organismos internacionales deben, además, garantizar la igualdad, que es el fundamento del derecho de todos a la participación en el proceso de pleno desarrollo, respetando las legítimas diversidades. (CDS 442)

El Magisterio valora positivamente el papel de las agrupaciones que se han ido creando en la sociedad civil para desarrollar una importante función de formación y sensibilización de la opinión pública en los diversos aspectos de la vida internacional, con una especial atención por el respeto de los derechos del hombre, como lo demuestra « el número de asociaciones privadas, algunas de alcance mundial, de reciente creación, y casi todas comprometidas en seguir con extremo cuidado y loable objetividad los acontecimientos internacionales en un campo tan delicado ».

Los Gobiernos deberían sentirse animados a la vista de este esfuerzo, que busca poner en práctica los ideales que inspiran la comunidad internacional, «especialmente a través de los gestos concretos de solidaridad y de paz de tantas personas que trabajan en las Organizaciones No Gubernativas y en los Movimientos en favor de los derechos humanos ». (CDS 443)

La solución al problema del desarrollo requiere la cooperación entre las comunidades políticas particulares: «Las Naciones, al hallarse necesitadas las unas de ayudas complementarias y las otras de ulteriores perfeccionamientos, sólo podrán atender a su propia utilidad mirando simultáneamente al provecho de los demás. Por lo cual es de todo punto preciso que los Estados se entiendan bien y se presten ayuda mutua». El subdesarrollo parece una situación imposible de eliminar, casi una condena fatal, si se considera que éste no es sólo fruto de decisiones humanas equivocadas, sino también resultado de « mecanismos económicos, financieros y sociales » y de « estructuras de pecado » que impiden el pleno desarrollo de los hombres y de los pueblos.

Estas dificultades, sin embargo, deben ser afrontadas con determinación firme y perseveranteporque el desarrollo no es sólo una aspiración, sino un derecho que, como todo derecho, implica una obligación: « La cooperación al desarrollo de todo el hombre y de cada hombre es un deber de todos para con todos y, al mismo tiempo, debe ser común a las cuatro partes del mundo: Este y Oeste, Norte y Sur ». En la visión del Magisterio, el derecho al desarrollo se funda en los siguientes principios: unidad de origen y destino común de la familia humana; igualdad entre todas las personas y entre todas las comunidades, basada en la dignidad humana; destino universal de los bienes de la tierra; integridad de la noción de desarrollo; centralidad de la persona humana; solidaridad. (CDS 446)

La doctrina social induce a formas de cooperación capaces de incentivar el acceso al mercado internacional de los países marcados por la pobreza y el subdesarrollo: «En años recientes se ha afirmado que el desarrollo de los países más pobres dependía del aislamiento del mercado mundial, así como de su confianza exclusiva en las propias fuerzas. La historia reciente ha puesto de manifiesto que los países que se han marginado han experimentado un estancamiento y retroceso; en cambio, han experimentado un desarrollo los países que han logrado introducirse en la interrelación general de las actividades económicas a nivel internacional.

Parece, pues, que el mayor problema está en conseguir un acceso equitativo al mercado internacional, fundado no sobre el principio unilateral de la explotación de los recursos naturales, sino sobre la valoración de los recursos humanos». Entre las causas que en mayor medida concurren a determinar el subdesarrollo y la pobreza, además de la imposibilidad de acceder al mercado internacional, se encuentran el analfabetismo, las dificultades alimenticias, la ausencia de estructuras y servicios, la carencia de medidas que garanticen la asistencia básica en el campo de la salud, la falta de agua potable, la corrupción, la precariedad de las instituciones y de la misma vida política. Existe, en muchos países, una conexión entre la pobreza y la falta de libertad, de posibilidades de iniciativa económica, de administración estatal capaz de predisponer un adecuado sistema de educación e información. (CDS 447)

El espíritu de cooperación internacional requiere que, por encima de la estrecha lógica del mercado, se desarrolle la conciencia del deber de solidaridad, de justicia social y de caridad universal, porque existe «algo que es debido al hombre porque es hombre, en virtud de su eminente dignidad».

La cooperación es la vía en la que la Comunidad Internacional en su conjunto debe comprometerse y recorrer «según una concepción adecuada del bien común con referencia a toda la familia humana ». De ella derivarán efectos muy positivos, por ejemplo, un aumento de confianza en las potencialidades de las personas pobres y, por tanto, de los países pobres y una equitativa distribución de los bienes. (CDS 448)

Al comienzo del nuevo milenio, la pobreza de miles de millones de hombres y mujeres es «la cuestión que, más que cualquier otra, interpela nuestra conciencia humana y cristiana». La pobreza manifiesta un dramático problema de justicia: la pobreza, en sus diversas formas y consecuencias, se caracteriza por un crecimiento desigual y no reconoce a cada pueblo el «igual derecho a “sentarse a la mesa del banquete común”». Esta pobreza hace imposible la realización de aquel humanismo pleno que la Iglesia auspicia y propone, a fin de que las personas y los pueblos puedan «ser más» y vivir en «condiciones más humanas».

La lucha contra la pobreza encuentra una fuerte motivación en la opción o amor preferencial de la Iglesia por los pobres. En toda su enseñanza social, la Iglesia no se cansa de confirmar también otros principios fundamentales: primero entre todos, el destino universal de los bienes. Con la constante reafirmación del principio de la solidaridad, la doctrina social insta a pasar a la acción para promover « el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos ».El principio de solidaridad, también en la lucha contra la pobreza, debe ir siempre acompañado oportunamente por el de subsidiaridad, gracias al cual es posible estimular el espíritu de iniciativa, base fundamental de todo desarrollo socioeconómico, en los mismos países pobres: a los pobres se les debe mirar « no como un problema, sino como los que pueden llegar a ser sujetos y protagonistas de un futuro nuevo y más humano para todo el mundo ». (CDS 449)




III.5 JUAN PABLO II, CENTESIMUS ANNUS

Juan Pablo II, fuertemente marcado por su experiencia en Polonia, publicó diversas encíclicas sobre temas sociales. La Laborens exercens presenta una espiritualidad y una moral propias del trabajo que realiza el cristiano. La Sollicitudo rei socialis retoma el tema del progreso y el desarrollo íntegros de las personas (publicada con motivo de los veinte años de la publicación de la Populorum progressio). Finalmente la Centessimus annus, con motivo del centenario de la publicación de la Rerum novarum, se detiene en la noción de solidaridad, que permite encontrar un hilo conductor a través de toda la enseñanza social de la Iglesia.

Juan Pablo II pidió en la ONU en un mensaje por la Jornada Mundial de la Paz. Juan Pablo pidió una nueva organización de las naciones y una carta de los deberes de los Estados respecto de los derechos humanos universales: “Llegó el momento en el que todos deben colaborar en una nueva organización de la familia humana, para asegurar la paz entre los pueblos y promover su progreso integral”. “No es cuestión de constituir un súper Estado global, lo que quiero subrayar es la urgencia de acelerar los progresos en curso para responder a la demanda de métodos democráticos en el ejercicio de la autoridad política, a nivel nacional e internacional, y para responder a la exigencia de transparencia y credibilidad a todos los niveles de la vida pública”.

Juan Pablo II sostuvo en su mensaje que la posibilidad de una autoridad pública internacional al servicio de los derechos humanos había sido planteada hace ya 40 años por Juan XXIII en su encíclica “Pacem in terris”, y que aún no pudo concretarse. El objetivo de fondo es la necesidad de afirmar “un nuevo orden moral internacional”. Hemos asistido en los últimos años a un notable progreso”, ejemplificado por el hecho de que “los Estados, en casi todas partes del mundo, se sienten obligados a respetar la idea de los derechos humanos”. No se trata, aclaró, de crear una nueva ONU, sino un modo diferente de ejercer la actividad política internacional que, como toda actividad humana, nunca está desvinculada de la necesaria moralidad.




III.6 BENEDICTO XVI, DEUS CARITAS EST

El Papa Benedicto XVI pidió, en su primer mensaje navideño "Urbi et Orbi", que la humanidad se una contra la pobreza, los desastres medioambientales y el terrorismo, creando un nuevo "orden mundial" basado en la paz y la justicia social. "Una humanidad unida podrá afrontar los muchos problemas preocupantes de la actualidad: desde la amenaza del terrorismo a la pobreza humillante en la que viven millones de seres humanos, desde la proliferación de armas hasta las pandemias y la destrucción medioambiental que amenaza el futuro del planeta", dijo el Pontífice frente a varias decenas de miles de peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro y a millones que siguieron, en más de 40 países, la tradicional bendición en directo por televisión.

El Papa Benedicto XVI, instó a no permitir que los avances tecnológicos ensombrezcan los verdaderos valores humanos. El Papa dijo que se debía tomar como ejemplo al niño Jesús para superar las dificultades y los miedos. "No tengáis miedo: ¡poned su fe en él! El poder que da vida de su luz es el incentivo para construir un nuevo orden mundial basado en relaciones económicas y éticas justas". El Pontífice destacó los peligros de la tecnología y el progreso, señalando que no deben convertirse en un dios. "En el milenio que acaba de terminar, y especialmente en los últimos siglos, se ha realizado un inmenso progreso en materia de tecnología y ciencia. Hoy en día disponemos de vastos recursos materiales. Pero los hombres y mujeres de nuestra era tecnológica se arriesgan a convertirse en víctimas de sus propios logros intelectuales y tecnológicos, acabando con aridez espiritual y el corazón vacío, por eso es tan importante que abramos nuestras mentes y corazones al nacimiento de Cristo, este acontecimiento de salvación que puede dar nuevas esperanzas a la vida de cada ser humano”.

El Sumo Pontífice también hizo referencia a la situación internacional y entregó un mensaje de esperanza a las zonas con conflictos. "Que Dios le dé valor a la gente de buena voluntad en la Tierra Santa, en Irak, en Líbano, donde las señales de esperanza, que no faltan, tienen que ser confirmadas por acciones inspiradas por justicia y sabiduría", dijo. También abogó para que se "favorezca los procesos de diálogo en la Península Coreana y en otras partes de los países asiáticos, a fin de que se superen las divergencias peligrosas y, con espíritu amistoso, se alcancen los logros de paz que tanto esperan sus pobladores". El Papa dijo que "Dios, que se hizo hombre por amor de la humanidad, apoya a los que en África actúan a favor de la paz y el desarrollo integral", citando en especial "a Darfur y otras regiones de África central".

Además, exhortó a los pueblos de América Latina a vivir en paz y armonía. La prensa destacó que el estilo empleado por el nuevo Papa para su discurso, en prosa, como una misa o discurso normal, fue distinto al empleado por el fallecido Juan Pablo II, quien pronunciaba los mensajes navideños en verso de estilo libre, más parecido a la poesía. En enero publicó su primera encíclica, "Dios es Amor". En la encíclica trata de poner en relación el amor a Dios con el amor a los hermanos. El amor es lo que debe regir la relación entre los hombres a todos los niveles.

También el Papa Benedicto intervino en la ONU diciendo que es particularmente importante el respeto de los compromisos y de los acuerdos asumidos con los países pobres, con los cuales la distancia del respeto de los derechos humanos “debe ser urgentemente reducida y por último superada. En esta perspectiva, la falta de adecuación a los compromisos asumidos con las naciones en vías de desarrollo constituye una cuestión moral y pone a la luz la injusticia de las desigualdades existentes en el mundo”.

Aunque en estos 40 años hubo progresos, “se deben registrar frecuentes dudas de parte de la comunidad internacional en el deber de respetar y aplicar los derechos humanos, que se extiende a todos los derechos fundamentales y no permite elecciones arbitrarias, que llevarían a realizar formas de discriminación e injusticia”.

El tema de Medio Oriente ocupó un capítulo especial en el documento del Papa, que sostuvo que “un progreso real para la paz en esa región será posible sólo cuando los dirigentes sean capaces de rever su gestión del poder”. La meta de la paz en Tierra Santa hasta ahora fue imposible de cumplir por el “rechazo recíproco y por el choque de intereses de la comunidad internacional, Medio Oriente es quizás el lugar del mundo donde más se advierte la necesidad de un uso correcto de la autoridad política”.

“Día tras día y año tras año el efecto acumulativo de un exasperado rechazo recíproco, con una cadena infinita de violencias y venganzas, destrozó todo intento de iniciar un diálogo serio. La precariedad de la situación se volvió más dramática por el choque de intereses existente entre los miembros de la comunidad internacional.”





III. 7 EL PAPA FRANCISCO

Para completar esta «obra de renovación» que se ha venido dando en la Iglesia, el Papa Francisco emprendió, apenas un mes después de su elección, nuevos pasos al respecto promoviendo el ecumenismo y el diálogo interreligioso. En todos estos años ha promovido numerosos encuentros. A través de su magisterio, hablando que estamos pasando por un verdadero cambio épocal, ha continuado promovido y llamado a toda la familia humana a un nuevo orden mundial.

El Papa Francisco también intervino en la ONU

El papa Francisco abrió la 70 Asamblea General de las Naciones Unidas, la cual fijará las metas de 2030 para el desarrollo sostenible. Fue parte del viaje apostólico que inició en Cuba el 19 de este mes de septiembre y que concluirá el domingo 28 en Filadelfia, con la Jornada Mundial de la Familia. En general es de resaltar el talante abierto y desenfadado del discurso. A continuación señalamos los aspectos más relevantes muy en consonancia con la encíclica Laudato si (LS)

Se hace imprescindible una respuesta ya que el poder tecnológico, en manos de ideologías nacionalistas o falsamente universalistas, es capaz de producir tremendas atrocidades. La historia de la comunidad organizada de los Estados, representada por las Naciones Unidas, que festeja en estos días su 70 aniversario, es una historia de importantes éxitos comunes, en un período de inusitada aceleración de los acontecimientos. Rindo por eso homenaje a todos los hombres y mujeres que han servido leal y sacrificadamente a toda la humanidad en estos 70 años. En particular, quiero recordar hoy a los que han dado su vida por la paz y la reconciliación de los pueblos, desde Dag Hammarskjöld hasta los muchísimos funcionarios de todos los niveles, fallecidos en las misiones humanitarias, de paz y de reconciliación. La experiencia de estos 70 años, más allá de todo lo conseguido, muestra que la reforma y la adaptación a los tiempos es siempre necesaria, progresando hacia el objetivo último de conceder a todos los países, sin excepción, una participación y una incidencia real y equitativa en las decisiones.

Tal necesidad de una mayor equidad, vale especialmente para los cuerpos con efectiva capacidad ejecutiva, como es el caso del Concilio de Seguridad, los organismos financieros y los grupos o mecanismos especialmente creados para afrontar las crisis económicas. Esto ayudará a limitar todo tipo de abuso o usura sobre todo con los países en vías de desarrollo. Los organismos financieros internacionales han de velar por el desarrollo sustentable de los países y la no sumisión asfixiante de éstos a sistemas crediticios que, lejos de promover el progreso, someten a las poblaciones a mecanismos de mayor pobreza, exclusión y dependencia.

La labor de las Naciones Unidas, a partir de los postulados del Preámbulo y de los primeros artículos de su Carta Constitucional, puede ser vista como el desarrollo y la promoción de la soberanía del derecho, sabiendo que la justicia es requisito indispensable para obtener el ideal de la fraternidad universal. En este contexto, cabe recordar que la limitación del poder es una idea implícita en el concepto de derecho. Dar a cada uno lo suyo, siguiendo la definición clásica de justicia, significa que ningún individuo o grupo humano se puede considerar omnipotente, autorizado a pasar por encima de la dignidad y de los derechos de las otras personas singulares o de sus agrupaciones sociales. La distribución fáctica del poder (político, económico, de defensa, tecnológico, etc.) entre una pluralidad de sujetos y la creación de un sistema jurídico de regulación de las pretensiones e intereses, concreta la limitación del poder. El panorama mundial hoy nos presenta, sin embargo, muchos falsos derechos, y –a la vez– grandes sectores indefensos, víctimas más bien de un mal ejercicio del poder: el ambiente natural y el vasto mundo de mujeres y hombres excluidos… Por eso hay que afirmar con fuerza sus derechos, consolidando la protección del ambiente y acabando con la exclusión.

Ante todo, hay que afirmar que existe un verdadero «derecho del ambiente» por un doble motivo. Primero, porque los seres humanos somos parte del ambiente. Vivimos en comunión con él, porque el mismo ambiente comporta límites éticos que la acción humana debe reconocer y respetar. El hombre, aun cuando está dotado de «capacidades inéditas» que «muestran una singularidad que trasciende el ámbito físico y biológico» (LS 81), es al mismo tiempo una porción de ese ambiente. Tiene un cuerpo formado por elementos físicos, químicos y biológicos, y solo puede sobrevivir y desarrollarse si el ambiente ecológico le es favorable. Cualquier daño al ambiente, por tanto, es un daño a la humanidad. Segundo, porque cada una de las creaturas, especialmente las vivientes, tiene un valor en sí misma, de existencia, de vida, de belleza y de interdependencia con las demás creaturas. Los cristianos, junto con las otras religiones monoteístas, creemos que el universo proviene de una decisión de amor del Creador, que permite al hombre servirse respetuosamente de la creación para el bien de sus semejantes y para gloria del Creador, pero que no puede abusar de ella y mucho menos está autorizado a destruirla. Para todas las creencias religiosas, el ambiente es un bien fundamental (cf. LS., 81).

El abuso y la destrucción del ambiente, al mismo tiempo, van acompañados por un imparable proceso de exclusión. En efecto, un afán egoísta e ilimitado de poder y de bienestar material lleva tanto a abusar de los recursos materiales disponibles como a excluir a los débiles. La exclusión económica y social es una negación total de la fraternidad humana y un gravísimo atentado a los derechos humanos y al ambiente. Los más pobres son los que más sufren estos atentados por un triple grave motivo: son descartados por la sociedad, son al mismo tiempo obligados a vivir del descarte y deben sufrir injustamente las consecuencias del abuso del ambiente. Estos fenómenos conforman la hoy tan difundida e inconscientemente consolidada «cultura del descarte».

Lo dramático de toda esta situación de exclusión e inequidad, con sus claras consecuencias, me lleva junto a todo el pueblo cristiano y a tantos otros a tomar conciencia también de mi grave responsabilidad al respecto, por lo cual alzo mi voz…El mundo reclama de todos los gobernantes una voluntad efectiva, práctica, constante, de pasos concretos y medidas inmediatas, para preservar y mejorar el ambiente natural y vencer cuanto antes el fenómeno de la exclusión social y económica, con sus tristes consecuencias de trata de seres humanos, comercio de órganos y tejidos humanos, explotación sexual de niños y niñas, trabajo esclavo, incluyendo la prostitución, tráfico de drogas y de armas, terrorismo y crimen internacional organizado. Es tal la magnitud de estas situaciones y el grado de vidas inocentes que va cobrando, que hemos de evitar toda tentación de caer en un nominalismo declaracionista con efecto tranquilizador en las conciencias. Debemos cuidar que nuestras instituciones sean realmente efectivas en la lucha contra todos estos flagelos. 

La acción política y económica, solo es eficaz cuando se la entiende como una actividad prudencial, guiada por un concepto perenne de justicia… El desarrollo humano integral y el pleno ejercicio de la dignidad humana no pueden ser impuestos. Deben ser edificados y desplegados por cada uno, por cada familia, en comunión con los demás hombres y en una justa relación con todos los círculos en los que se desarrolla la socialidad humana –amigos, comunidades, aldeas y municipios, escuelas, empresas y sindicatos, provincias, naciones–. Esto supone y exige el derecho a la educación –a fin de que todos puedan tener la mínima base material y espiritual para ejercer su dignidad y para formar y mantener una familia, que es la célula primaria de cualquier desarrollo social. Ese mínimo absoluto tiene en lo material tres nombres: techo, trabajo y tierra; y un nombre en lo espiritual: libertad del espíritu, que comprende la libertad religiosa, el derecho a la educación y los otros derechos cívicos.

Por todo esto, la medida y el indicador más simple y adecuado del cumplimiento de la nueva Agenda para el desarrollo será el acceso efectivo, práctico e inmediato, para todos, a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda propia, trabajo digno y debidamente remunerado, alimentación adecuada y agua potable; libertad religiosa, y más en general libertad del espíritu y educación. Al mismo tiempo, estos pilares del desarrollo humano integral tienen un fundamento común, que es el derecho a la vida. Las nefastas consecuencias de un irresponsable desgobierno de la economía mundial, guiado solo por la ambición de lucro y de poder, deben ser un llamado a una severa reflexión sobre el hombre, la defensa del ambiente y la lucha contra la exclusión exigen el reconocimiento de una ley moral inscrita en la propia naturaleza humana, que comprende la distinción natural entre hombre y mujer (cf,LS 155), y el absoluto respeto de la vida en todas sus etapas y dimensiones (cf LS 123; 136).

Sin el reconocimiento de unos límites éticos naturales insalvables y sin la actuación inmediata de aquellos pilares del desarrollo humano integral, La guerra es la negación de todos los derechos y una dramática agresión al ambiente. Si se quiere un verdadero desarrollo humano integral para todos, se debe continuar incansablemente con la tarea de evitar la guerra entre las naciones y entre los pueblos. La proliferación de las armas, especialmente las de destrucción masiva como pueden ser las nucleares. Una ética y un derecho basados en la amenaza de destrucción mutua –y posiblemente de toda la humanidad– son contradictorios y constituyen un fraude a toda la construcción de las Naciones Unidas, que pasarían a ser «Naciones unidas por el miedo y la desconfianza». Hay que empeñarse por un mundo sin armas nucleares, aplicando plenamente el Tratado de no proliferación, en la letra y en el espíritu, hacia una total prohibición de estos instrumentos.

Clama la dolorosa situación de todo el Oriente Medio, del norte de África y de otros países africanos, donde los cristianos, junto con otros grupos culturales o étnicos e incluso junto con aquella parte de los miembros de la religión mayoritaria que no quiere dejarse envolver por el odio y la locura, han sido obligados a ser testigos de la destrucción de sus lugares de culto, de su patrimonio cultural y religioso, de sus casas y haberes y han sido puestos en la disyuntiva de huir o de pagar su adhesión al bien y a la paz con la propia vida o con la esclavitud. Estas realidades deben constituir un serio llamado a un examen de conciencia de los que están a cargo de la conducción de los asuntos internacionales. No solo en los casos de persecución religiosa o cultural, sino en cada situación de conflicto, como en Ucrania, en Siria, en Irak, en Libia, en Sudán del Sur y en la región de los Grandes Lagos, hay rostros concretos antes que intereses de parte, por legítimos que sean. En las guerras y conflictos hay seres humanos singulares, hermanos y hermanas nuestros, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, niños y niñas, que lloran, sufren y mueren.  

Se hace urgente detener y prevenir ulteriores violencias sistemáticas contra las minorías étnicas y religiosas» y para proteger a las poblaciones inocentes. En esta misma línea quisiera hacer mención a otro tipo de conflictividad no siempre tan explicitada pero que silenciosamente viene cobrando la muerte de millones de personas. Otra clase de guerra viven muchas de nuestras sociedades con el fenómeno del narcotráfico. Una guerra «asumida» y pobremente combatida. El narcotráfico por su propia dinámica va acompañado de la trata de personas, del lavado de activos, del tráfico de armas, de la explotación infantil y de otras formas de corrupción. «Ha llegado la hora en que se impone una pausa, un momento de recogimiento, de reflexión, casi de oración: volver a pensar en nuestro común origen, en nuestra historia, en nuestro destino común. Nunca, como hoy, [...] ha sido tan necesaria la conciencia moral del hombre, porque el peligro no viene ni del progreso ni de la ciencia, que, bien utilizados, podrán [...] resolver muchos de los graves problemas que afligen a la humanidad» El verdadero peligro está en el hombre, que dispone de instrumentos cada vez más poderosos, capaces de llevar tanto a la ruina como a las más altas conquistas» (ibíd.).

La casa común de todos los hombres debe continuar levantándose sobre una recta comprensión de la fraternidad universal y sobre el respeto de la sacralidad de cada vida humana, de cada hombre y cada mujer; de los pobres, de los ancianos, de los niños, de los enfermos, de los no nacidos, de los desocupados, de los abandonados, de los que se juzgan descartables. Tal comprensión y respeto exigen un grado superior de sabiduría, que acepte la trascendencia, renuncie a la construcción de una elite omnipotente, y comprenda que el sentido pleno de la vida singular y colectiva se da en el servicio abnegado de los demás y en el uso prudente y respetuoso de la creación para el bien común. Repitiendo las palabras de Pablo VI, «el edificio de la civilización moderna debe levantarse sobre principios espirituales, los únicos capaces no sólo de sostenerlo, sino también de iluminarlo» (ibíd.).

El mundo contemporáneo, aparentemente conexo, experimenta una creciente y sostenida fragmentación social que pone en riesgo «todo fundamento de la vida social» y por lo tanto «termina por enfrentarnos unos con otros para preservar los propios intereses» (LS, 229).

Lo último en promover es el llamado pacto educativo, alianza educativa mundial del que ya habló en 2019. El pacto que ha convocado para el 14 de mayo de 2020 trata de encauzar una alianza educativa mundial. El cambio para afrontar los retos actuales empieza por la educación. Los retos actuales piden un diálogo abierto a todas las religiones y creencias sin discriminación de razas, nacionalidades, o estratos sociales colaborando juntos por el interés común de toda la familia humana. Se trata de promover una alianza que suscite la paz.

IV LA ORIENTACION DEL PAPA FRANCISCO EN LAUDATO SI

Pasamos a analizar su orientación y sus planteamientos que desarrolla sobre todo a través de la encíclica Laudato si . La encíclica “Laudato si”, no es una encíclica meramente ecológica sino social, así lo considera el Papa para que se incorpore a la Doctrina Social de la Iglesia. Dice el Papa que San Francisco de Asís llamaba ‘hermana’ a la tierra, y nosotros nos sentimos sus dueños y la explotamos; que el efecto del pecado se advierte en la enfermedad del medio ambiente. Como Juan XXIII, que dedicó una encíclica a todos los hombres de buena voluntad, él dedica ésta a todos los habitantes del planeta.

El Papa recuerda la preocupación de sus predecesores por el deterioro del medio ambiente, y pide que cada persona se arrepienta de sus propios pecados contra la creación divina. El papa dice que la preocupación por la naturaleza va ligada a la justicia hacia los pobres, y propone entablar relaciones fraternas y no de explotación.

Motivación. El Papa nos invita a escuchar la voz de los pobres

Una encíclica social dirigida a todos, m mineral que una canción de alabanza a Dios es un grito para los más pequeños para salvarse. El Papa hace una llamada urgente  ante la situación extremadamente grave que vivimos: La destrucción del medio ambiente de nuestro planeta, los trágicos efectos de la degradación ambiental, la  inequidad y desigualdad global producida por un consumismo extremo y selectivo .El Papa hace una llamada a la toma de conciencia de la realidad y a tomar medidas para reducir las consecuencias de “la globalización de la indiferencia”. El Papa nos invita a escuchar el grito de los pobres. No podemos mirar al costado ante la injusta distribución desigual de los recursos con la violación de los derechos humanos y la exclusión de los pobres; el 70% de la población de la tierra vive sin tierra, trabajo y casa; el 30% de la población del mundo consume recursos que roba las naciones pobres; 1/3 de todos los alimentos se descarta cuando el alimento es arrojado es robado de la mesa de los pobres. Todo hombre tiene el derecho natural de poseer una razonable asignación de tierra donde puede establecer su hogar, trabajo para la subsistencia de su familia y una vida segura

CAPÍTULO PRIMERO: Lo que le está pasando a nuestra casa común

Denuncia el Papa la contaminación de aire, tierra, agua, por basura, desechos tóxicos, emanación de gases. Critica la ‘cultura del descarte, que excluye personas y convierte a las cosas en basura. Advierte del calentamiento global y sus efectos. Lamenta el desigual acceso al agua potable; la destrucción y desaparición de animales y vegetales; que al planear obras no se considera cómo afectan. Reconoce que algunos países avanzan en preservar zonas, y otros sólo buscan su interés.
Dice que el hombre no debe vivir en condiciones insalubres, privado del contacto con la naturaleza. Advierte que la comunicación por internet sustituye la relación real con los demás; que el ser humano y el ambiente se deterioran juntos, y que los más afectados son los más débiles. Lamenta la irresponsabilidad e indiferencia hacia este tema.

El Papa se para a ver la situación, los síntomas, lo que está sucediendo a nuestro hogar común. Hemos de poner fin a la degradación y destrucción de recursos y los ecosistemas: Contaminación del aire, cambio climático, global calentamiento; Contaminación de los océanos, la descomposición de las zonas congeladas, grandes acuíferos y glaciares, se presentan en el nivel del mar; Contaminación del agua, enfermedad, disentería, cólera, mortalidad infantil; Contaminación del suelo, deforestación, pérdida de reservas naturales; Contaminación con la pérdida de biodiversidad, bosque, y de especies. 

Hemos de poner en cuestión nuestro desarrollo y progreso científico y tecnológico: No podemos hablar de desarrollo y progreso ante la desigualdad e inequidad global; el deterioro del ambiente natural; la disminución en la calidad de la vida humana. Hemos perdido el sentido del desarrollo integral con un daño grave a la integridad y los derechos humanos. Hemos provocado la exclusión social de los más pobres: En muchas partes se da la disminución de la calidad de la vida humana; la degradación social; la inequidad global. En general las respuestas son muy débiles. 

CAPÍTULO SEGUNDO: El Evangelio de la creación

Explica que fe y razón ofrecen un diálogo productivo; que la fe ilumina toda realidad humana. Hace notar la sabiduría de textos bíblicos que muestran que el mundo nos fue encomendado, nos llaman a establecer relaciones fraternas con todas las criaturas, y a contemplar y preservar la belleza de la creación.

El Papa se para a juzgar a la luz de la fe sobre la raíz de lo que está pasando
Hemos de reconocer a Dios presente en la Creación: A la luz del misterio de la Creación Hemos de reconocer a Dios presente, Dios como creador, Dios como padre de todos, Dios ha creado todo para todos.  En el principio...dijo Dios Haya luz...Y vio Dios que todo era bueno...Debemos recuperar la belleza y la dignidad de la vida humana...    Dios crea la tierra originalmente armonioso. Es necesario recuperar la bondad e inocencia originaria perdida y oscurecida por el pecado, recuperar la maravilla de la creación, la bondad y la belleza de la creación, recuperar el estado de inocencia original, recuperar la unidad y la armonía originaria, restaurar las consecuencias ocasionadas por el propio pecado (hoy podemos hablar de pecado estructural) 

Necesidad de recuperar el orden perdido. Hemos perdido los principios. Principio del destino común de los bienes:  La tierra y su entorno natural es un bien colectivo. El ambiente natural es patrimonio de la humanidad y la responsabilidad de todo el mundo. El  principio de la comunión Universal: Estamos todos interconectados. Cada acto de crueldad hacia cualquier criatura es contrario a la dignidad humana. El principio de la subordinación de la propiedad privada:  El derecho a la propiedad privada no es absoluto tiene una hipoteca social. Mercancías pueden servir para el propósito general de todos y no favoreciendo a pocos. El principio de la subordinación de las criaturas a nuestro creador: No somos los dueños de la tierra sino administradores. Debemos respetar la sacralidad del mundo y de la vida. Las criaturas existen en la dependencia de uno al otro, al servicio de unos a otros. Hemos de promover todo o que favorezca la Paz y evitar lo que la amenace. Paz, justicia y preservación de la creación son temas absolutamente interconectados. El destino último del universo está en Dios.                                             

El misterio de la encarnación y la redención : Para recuperar la mirada de Jesús (n.96.99). Jesús nos llama a vivir en completa armonía con la creación y otros. A trabajar como colaboradores en la creación de la casa común de todos. A vivir como partícipes en la redención de Cristo. El universo espera su redención. Toda la creación espera con impaciencia estará libre de su destino de muerte para compartir la libertad y la gloria de los hijos de Dios (Rm 8). Para recuperar la mirada Se precisa ir a la raíz del desorden: el «eclipse de Dios» nos lleva a "eclipse del hombre". Debemos recuperar una "Antropología adecuada":"Debemos recuperar una Antropología adecuada para liberarnos de una distorsionada antropocentrismo. Fuimos creados por Dios y son un precioso regalo, fruto del pensamiento de Dios. Cada persona es querida, amado y necesario". (Papa Benedicto XVI. Homilía en el inicio de su pontificado) . Hemos de corregir el común malentendido de "dominio": "El hombre no puede utilizar su poder y energía como quiere". Hemos de poner en tela de juicio el uso del poder en nuestro mundo moderno, el mal uso de la ciencia y tecnología, el desarrollo consumista. El relativismo práctico. La prioridad del ser sobre el tener y la utilidad. Hemos de defender los derechos humanos, sobre todo de los más pobres. Debemos defender la dignidad inalienable de cada persona humana. Debemos de luchar contra todo tipo de explotación y dominación. No al tráfico de personas. No a la carrera armamentista. Nadie puede sentirse excluido o amenazado.  Se ha de profundizar en la raíz del desorden para extirpar el mal en su raíz. El desorden y la distorsión se inicia en nosotros. Un corazón roto, dividido. La necesidad de conversión y reconciliación. Esta es la misión de Cristo y de la Iglesia sanar la fragmentación con el amor Redentor.

CAPÍTULO TERCERO: Raíz humana de la crisis ecológica.

Dice el Papa que el deterioro de la ecología va a la par del deterioro de la sociedad. Hace notar que la tecnología ha logrado maravillas, pero su poder daña si domina y explota. Denuncia males sociales: egoísmo, consumismo, cultura del descarte, relativismo. Propone valorar cada vida creada por Dios, desde su concepción, y respetarla, y el sentido del trabajo. Comenta experimentos con animales y manipulación genética. Propone haya espacios de discusión donde afectados por obras que alteran el medio ambiente, sean escuchados.

El Papa apunta a la patología. Las consecuencias del relativismo práctico: Consecuencias de un paradigma equivocado" sin poner atención en las consecuencias: "Equivocado antropocentrismo" sin principios éticos. Justificación del aborto, los recursos biológicos en la reproducción genética. Progreso tecnológico pero progreso no humano. Tolerancia de la trata, las corrientes de emigrantes, comercio de órganos, armas, diamantes, drogas comerciales, etc. Hemos de denunciar y salir del pecado estructural, de las situaciones de inhumana miseria (22 CV), la explotación laboral, los empleos y trabajos inhumanos, la explotación sexual, la trata de personas, el abuso de los niños, etc. Se precisa la restauración de una "Antropología errónea y equivocada" hacia la "Antropología de la persona". Se ha de descubrir y defender el valor de cada vida humana en todas las etapas de la vida. Promover un desarrollo integral de la persona. Defender la dignidad humana y los derechos humanos. Defender el derecho a un trabajo humano. Defender el derecho a un pedazo de tierra, a una casa digna. 

CAPÍTULO CUARTO: Una ecología integral

Dice el Papa que no hay dos crisis, ambiental y social, sino una sola. Que la ecología supone cuidar el patrimonio cultural, histórico, artístico; proteger las culturas aborígenes; procurar calidad de vida en ciudades y el contacto con la naturaleza. Denuncia la grave escasez de vivienda. Considera a la familia como la base de la sociedad. Invita a preguntarnos qué mundo dejamos a las siguientes generaciones.

El Papa describe el pronóstico: La acción. La llamada a la conversión ecológica:  Necesidad urgente de un cambio radical, de políticas, propuestas; sobre todo de un nuevo estilo de vida. La "necesidad urgente" de un "cambio radical" . Cambio de un sistema ordenado, estilo de vida, modelo de producción y consumo. Cambiar nuestra preocupación: de la cultura de usar y tirar hacia la solidaridad, el cuidado y preocupación. Cambiar nuestra actitud: de maestros, de los consumidores, explotadores hacia administradores. Cambio de la indiferencia y el consumismo hacia el servicio. Cambio para no buscar el propio interés y beneficio propio sino el de los demás.  La llamada a la conversión ecológica. Supone un nuevo paradigma. Una nueva visión, un nuevo orden. Integrar en el cuidado del medio ambiente las implicaciones sociales y éticas. Una nueva ecología cultural con un desarrollo integral primero de valorar toda la vida de las personas. La ecología de la vida cotidiana aumentar el sentido de la solidaridad y la calidad de vida a través de relaciones. Promoción de la comunión y la justicia. Pasar del "consumismo compulsivo" hacia una "nueva cultura de cuidado y del amor"

Debemos dejar el estilo consumista de vida despojo de la naturaleza. Es necesario cambiar buscando cumplimiento integral y humana. Es necesario un nuevo modelo de progreso y desarrollo mundial. La necesidad de educación ecológica. La necesidad de un nuevo estilo de vida que llevan una vida sana. La necesidad de conversión personal: Se necesita pasar de la ansiedad compulsiva hacia la confianza. Del consumismo hacia la gratitud, de la violencia hacia el amor compasivo. La necesidad de la conversión. La promesa de Dios. "Cambio de corazón". Lo que sale de una persona es lo que contamina, por deseos del corazón: guerra, asesinato, adulterio, celos, codicia, malicia, engaño, indecencia, calumnia, orgullo y locura. Todas estas cosas malas vienen de dentro y hacen que la persona inmunda. (Mc 7, 20-23). Le dará un "corazón nuevo" transformando el corazón de piedra en un corazón de carne. “Yo os juntaré de todas las Naciones y llevar a su propia tierra. Voy verter agua pura sobre usted y usted se hará limpia de todas vuestras iniquidades. Me voy te daré un corazón nuevo y poner un nuevo espíritu en ti. Te voy quitar su corazón de piedra y te doy un corazón de carne. Me voy poner mi espíritu dentro de ti y moverle a seguir mis pasos y decretos. Vivirás en la tierra que di a sus antepasados. Seréis mi pueblo y yo seré su Dios”. (Ez 36, 24-28) 

La participación en el misterio Pascual de Cristo. No sólo los sufrimientos de nuestra tierra, el grito 
de o casa común y el grito de la por, son los sufrimientos de nuestro Señor. Jesús es el que tiene todos nuestros sufrimientos en su cruz en su Misterio Pascual para redimir el mundo. Somos partícipes de los sufrimientos de Cristo y en él participamos de su victoria y resurrección. Participamos en la Pasión de Cristo cuando somos capaces de sufrir con Cristo, padeciendo sufrimientos con paciencia y amor, transformar la violencia en paz, el rechazo en perdón. Es el poder transformador de su amor lo que cambia el mundo. A continuación damos unas palabras orientadoras en donde sobresale de manera inaudita el cántico en medio del dolor. Proponemos la escucha orante y meditada de tres cánticos: El cántico de Daniel (Dn 3, 57ss); El cántico de San Francisco y El cántico del Siervo (es 42; 50; 53)

CAPÍTULO QUINTO: Algunas líneas de orientación y acción

Pide el Papa consenso mundial para resolver la crisis ecológica. Menciona logros y fallos de movimientos mundiales. Lamenta contaminación de aire y mar, y la pobreza. Propone se organicen grupos que defiendan su entorno de la depredación. Dice que hay que redefinir el concepto de progreso, tomando en cuenta el bienestar integral del ser humano. Pide a los creyentes ser coherentes.
El Papa pasa a las propuestas y líneas de acción. Necesitamos pasar de la confrontación al diálogo. Promover una cultura de diálogo. La conversión ecológica debe de llevarnos a propiciar el diálogo sobre el medio ambiente, diálogo en la comunidad internacional, el diálogo en políticas nacionales y locales, el diálogo y la transparencia en la toma de decisiones. Política y economía en diálogo para cumplimiento humano. Diálogo con las distintas religiones, diálogo con la ciencia.

CAPÍTULO SEXTO: Educación y espiritualidad ecológica

Propone el Papa cambios de vida. Abandonar consumismo compulsivo. Propone educación ambiental que no sólo informe sino cree hábitos. Dice que es en familia se aprende a amar y a cuidar la vida. Propone una ‘conversión ecológica: no sólo reconocer lo hecho contra el planeta, sino arrepentirse y cambiar. Asegura que ‘menos es más’: acumular cosas distrae el corazón e impide disfrutar la vida. Propone vivir con sobriedad y humildad; reconocer nuestra dependencia de otros, revalorar los signos de amor, dar gracias a Dios antes y después de las comidas.

El Papa apunta la necesidad de una educación ecológica y una nueva espiritualidad. "Nueva cultura del cuidado, nueva espiritualidad". Necesitamos un nuevo estilo de vida, cuidando de la vida.-Educación para el cuidado de nuestra casa común. Cuidar nuestro medio ambiente. Cuidar la vida, para que cada criatura, cada persona. "El nuevo camino" de la "conversión ecológica". Promover la cultura del cuidado con nuevas actitudes nuevos hábitos, viviendo las Bienaventuranzas, con humildad, gozo y paz: A través de pequeños gestos y pequeñas cosas, cultivando el espíritu de generosa atención, de gratitud y gratuidad de gozosa sobriedad, de sana humildad. Un espíritu de solidaridad y fraternidad con todos.

Una nueva espiritualidad: conversión a Jesús, al Evangelio y las Bienaventuranzas: Felices los pobres en espíritu, con un corazón limpio y nuevo porque ellos verán a Dios.Los pobres nos ayudan a ver, a reconocer que Dios está presente en todo el universo y en la más pequeña de sus criaturas. Nos ayudan a descubrir el valor de cada cosa, con la admiración y la contemplación de los sencillos, contemplando el Creador que vive entre nosotros y nos rodea. Hemos de promover la sencillez, los grandes valores de los sencillos y humildes de corazón. Atención serena de cada criatura como un regalo del Creador. Nuestro estilo de vida debe recuperar el respeto y veneración por cada persona. Llevar una vida con respeto, sobriedad y humildad cultivando el fraternal encuentro, la unidad y la paz.  Felices los creadores de la paz, los misericordiosos y mansos, porque poseerán la tierra. Hemos de darnos cuenta que estamos profundamente unidos con cada criatura. Ayudarnos a proteger la vida para que nosotros podamos sembrar belleza y cuidado de los más abandonados, tan preciosos a los ojos de Dios. Vivir en armonía en paz con nosotros mismos y con otros. Promover la comunión universal. Promover el diálogo y el respeto según la diversidad de las personas.   Felices los que buscan la justicia, porque ellos serán la verdadera familia de Dios. Ayudarrnos a promover el amor, la justicia y la unidad para que podamos vivir como una familia en paz sin dañar a nadie, con amor fraternal, con amor responsable, en mutua comunión con el compromiso real de solidaridad y las implicaciones civiles y políticas...y el Reino de Dios será vuestro ...Estamos todos peregrinos hacia la luz infinita de la morada eterna. Por eso hemos de animarnos en nuestra lucha por justicia, promoviendo el amor y la paz. Hemos de creer que el sueño de Dios se convertirá en realidad. Un día llegaremos a ver nuestro hogar definitivo y final, nuestra casa celestial, superior a la del sol (238-240). Nuestra meta definitiva: la trinitaria comunión, con la comunión  entre todas las criaturas. 

La revolución de la ternura . Del "círculo vicioso" hacia el " ciclo virtuoso ". Podemos vivir de dos 
maneras bien diferentes: Sin Jesús, la cultura del tener, usar y tirar, del descarte, de las desigualdades, favoreciendo la escalada de destrucción del desastre ecológico, pobres las víctimas, que sufren sin más. Con Jesús la civilización del amor, reconociendo su presencia, al Dios Creador y Padre de todos, todos como hermanos que viven en comunión, al cuidado de la casa común, de nuestro hogar común gozando de la naturaleza para todos. La Conversión ecológica significa conversión a nuestro Creador, a través de Jesús, vivir y amar como Jesús .Es maravilloso vivir con Jesús amar a amar a todos y cada uno. El "pequeño camino" de Santa Teresa de Liseux: Pequeños gestos de cuidado mutuo nos ayudan a restaurar los diferentes niveles de equilibrio a través de la dimensión espiritual hacia el plano ecológico y social, establecer armonía dentro de nosotros mismos, con los demás, con la naturaleza y demás seres vivos. Hay nobleza en  el cuidado de la creación a través de acciones cotidianas poco a poco se va dando un verdadero cambio de vida. Jesús, se hizo un hombre, uno de nosotros, para vivir entre nosotros, para mostrarnos la manera de cómo vivir. El sigue vivo y presente en cada criatura y  en nuestros corazones. Ayúdanos a amar como amas y contemplarte y reconocerte en todos sobre todo en los más pequeños, los más pobres, los débiles, olvidados de este mundo para hacer de nuestro mundo un mejor lugar para vivir juntos como una gran  familia de hermanos.



Es interesante destacar los términos más sobresalientes de la encíclica:

Conversión ecológica global. Cambio de actitud que consiste en que personas, gobiernos e instituciones abandonen hábitos, actitudes y modos de desarrollar sus actividades que dañan el medio ambiente. Y dicho cambio debe ser global, es decir abarcar el globo, todo el planeta.

Ecología integral. Cuidar no sólo la creación, sino a los más pobres y desprotegidos.

Cultura del descarte. Mentalidad según la cual los seres humanos, como las cosas, pueden echarse a un lado, como basura.

Cuidar del Ecosistema natural o geosistema. Ambiente natural en el que nacen, viven y conviven especies animales y vegetales.

Cuidar de la Biodiversidad del planeta. El conjunto de los diversos seres vivos que habitan en la Tierra.

Salir de la cultura inmediatista. Que sólo busca un resultado o ganancia inmediata y no un bien a largo plazo.

Replanteo del paradigma tecno-económicoUn ‘paradigma’ es un modelo a seguir. En este caso se refiere a un modelo que siguen países y personas que dan prioridad a la tecnología y a la economía por encima del desarrollo y bienestar humanos.

Frente a la globalización de la indiferencia, la solidaridad. El Papa cuestiona el paradigma tecnocrático. El término globalización se refiere a que se ha hecho global, (se ha extendido por el globo, por todo el planeta), un modelo de desarrollo según el cual lo principal es el desarrollo tecnológico con el fin de poseer, dominar, explotar el entorno para obtener de inmediato ganancias económicas o políticas.

Crisis del antropocentrismo moderno. La tendencia actual del ser humano a cerrarse en sí mismo, sin preocuparse de los demás ni del medio ambiente.

Salir del relativismo práctico. Cuando el ser humano se pone a sí mismo en el centro, da prioridad a su conveniencia y todo lo demás se vuelve relativo.

Salir de la autorreferencialidad. Tomarse egoistamente uno a sí mismo como único punto de referencia.

Promover un desarrollo integral y la cultura de una ecología humana. Una mejora integral en la calidad de vida del ser humano, que implica aceptar el propio cuerpo como don de Dios y valorar al mundo como regalo del Padre.

Promover un nuevo humanismo. Al mismo tiempo se vuelve actual la necesidad imperiosa de un nuevo humanismo, que de por sí convoca a los distintos saberes, también al económico, hacia una mirada más integral e integradora.

En resumen, el Papa Francisco se hace portavoz del grito de los más pobres que son tres cuartas partes de la humanidad sometidos a una gran desigualdad y tremenda injusticia y que sufren las consecuencias del deterioro del planeta. El Papa pide una conversión, es el tiempo de defender la dignidad humana, de acabar con la marginación y explotación de tantos hombres, de ser protectores de la obra de Dios. Debemos promover un cambio a través de un camino de renovación espiritual, humano, cultural, ecológica, un cambio estructural de este orden perverso para establecer un orden nuevo, un mundo nuevo.




ASPECTOS IMPORTANTES DE LA CARTA ENCICLICA LAUDATO SI

La carta intenta despertar la conciencia de un universal del cuidado y el respeto de la casa común. El Papa hace un llamamiento a un nuevo orden y una solidaridad nueva. En la introducción el Papa destaca: ”Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra…” (LS 2).

El Papa hace un breve recorrido histórico a cerca de esta conciencia universal y enmarca la encíclica dentro del magisterio de la doctrina social de la Iglesia. “Hace más de cincuenta años, cuando el mundo estaba vacilando al filo de una crisis nuclear, el santo Papa Juan XXIII escribió una encíclica en la cual no se conformaba con rechazar una guerra, sino que quiso transmitir una propuesta de paz. Dirigió su mensaje Pacem in terris a todo el «mundo católico », pero agregaba «y a todos los hombres de buena voluntad ». Ahora, frente al deterioro ambiental global, quiero dirigirme a cada persona que habita este planeta.

En mi exhortación Evangelii gaudium, escribí a los miembros de la Iglesia en orden a movilizar un proceso de reforma misionera todavía pendiente. En esta encíclica, intento especialmente entrar en diálogo con todos acerca de nuestra casa común.

Ocho años después de Pacem in terris, en 1971, el beato Papa Pablo VI se refirió a la problemática ecológica, presentándola como una crisis, que es « una consecuencia dramática » de la actividad descontrolada del ser humano: « Debido a una explotación inconsiderada de la naturaleza, [el ser humano] corre el riesgo de destruirla y de ser a su vez víctima de esta degradación ».También habló a la FAO sobre la posibilidad de una «catástrofe ecológica bajo el efecto de la explosión de la civilización industrial», subrayando la «urgencia y la necesidad de un cambio radical en el comportamiento de la humanidad», porque «los progresos científicos más extraordinarios, las proezas técnicas más sorprendentes, el crecimiento económico más prodigioso, si no van acompañados por un auténtico progreso social y moral, se vuelven en definitiva contra el hombre» (LS 4).

San Juan Pablo II se ocupó de este tema con un interés cada vez mayor. En su primera encíclica, 
advirtió que el ser humano parece «no percibir otros significados de su ambiente natural, sino solamente aquellos que sirven a los fines de un uso inmediato y consumo». Sucesivamente llamó a una conversión ecológica global. Pero al mismo tiempo hizo notar que se pone poco empeño para «salvaguardar las condiciones morales de una auténtica ecología humana». La destrucción del ambiente humano es algo muy serio, porque Dios no sólo le encomendó el mundo al ser humano, sino que su propia vida es un don que debe ser protegido de diversas formas de degradación. Toda pretensión de cuidar y mejorar el mundo supone cambios profundos en «los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad».

El auténtico desarrollo humano posee un carácter moral y supone el pleno respeto a la persona humana, pero también debe prestar atención al mundo natural y «tener en cuenta la naturaleza de cada ser y su mutua conexión en un sistema ordenado». Por lo tanto, la capacidad de transformar la realidad que tiene el ser humano debe desarrollarse sobre la base de la donación originaria de las cosas por parte de Dios. (LS 5)

Mi predecesor Benedicto XVI renovó la invitación a «eliminar las causas estructurales de las disfunciones de la economía mundial y corregir los modelos de crecimiento que parecen incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente». Recordó que el mundo no puede ser analizado sólo aislando uno de sus aspectos, porque «el libro de la naturaleza es uno e indivisible», e incluye el ambiente, la vida, la sexualidad, la familia, las relaciones sociales, etc. Por consiguiente, «la degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que modela la convivencia humana ». El Papa Benedicto nos propuso reconocer que el ambiente natural está lleno de heridas producidas por nuestro comportamiento irresponsable. También el ambiente social tiene sus heridas. Pero todas ellas se deben en el fondo al mismo mal, es decir, a la idea de que no existen verdades indiscutibles que guíen nuestras vidas, por lo cual la libertad humana no tiene límites. Se olvida que «el hombre no es solamente una libertad que él se crea por sí solo. El hombre no se crea a sí mismo. Es espíritu y voluntad, pero también naturaleza». Con paternal preocupación, nos invitó a tomar conciencia de que la creación se ve perjudicada «donde nosotros mismos somos las últimas instancias, donde el conjunto es simplemente una propiedad nuestra y el consumo es sólo para nosotros mismos. El derroche de la creación comienza donde no reconocemos ya ninguna instancia por encima de nosotros, sino que sólo nos vemos a nosotros mismos» (LS 6).

Estos aportes de los Papas recogen la reflexión de innumerables científicos, filósofos, teólogos y organizaciones sociales que enriquecieron el pensamiento de la Iglesia sobre estas cuestiones. Pero no podemos ignorar que, también fuera de la Iglesia Católica, otras Iglesias y Comunidades cristianas –como también otras religiones– han desarrollado una amplia preocupación y una valiosa reflexión sobre estos temas que nos preocupan a todos. (LS 7)

El Papa deja ver el gran desafió por el que atravesamos: “El desafío urgente de proteger nuestra casa 
común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar... La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común. Deseo reconocer, alentar y dar las gracias a todos los que, en los más variados sectores de la actividad humana, están trabajando para garantizar la protección de la casa que compartimos. Merecen una gratitud especial quienes luchan con vigor para resolver las consecuencias dramáticas de la degradación ambiental en las vidas de los más pobres del mundo”. (LS 13)

El Papa hace un llamamiento a un nuevo ordenamiento y a una solidaridad nueva: “Hago una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta. Necesitamos una conversión que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos. El movimiento ecológico mundial ya ha recorrido un largo y rico camino, y ha generado numerosas agrupaciones ciudadanas que ayudaron a la concientización”. Lamentablemente, muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis ambiental suelen ser frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos, sino también por la falta de interés de los demás. Las actitudes que obstruyen los caminos de solución, aun entre los creyentes, van de la negación del problema a la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas. Necesitamos una solidaridad universal nueva”. (LS 14)

El Papa invita a la reflexión y al cambio con una nueva propuesta de vida. El Papa deja ver la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la convicción de que en el mundo todo está conectado, la crítica al nuevo paradigma y a las formas de poder que derivan de la tecnología, la invitación a buscar otros modos de entender la economía y el progreso, el valor propio de cada criatura, el sentido humano de la ecología, la necesidad de debates sinceros y honestos, la grave responsabilidad de la política internacional y local, la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida. (LS 16)



EN EL PRIMER CAPÍTULO analiza lo que le está pasando a nuestra Casa Común:

Así pasa a analizar el problema común y global que nos afecta a todos: del deterioro y la contaminación del medio ambiente agudizado por el cambio climático y desenmascara la cultura del descarte (LS 17-24). Luego pasa a analizar otros problemas asociados con el cambio climático, (LS 25 )el problema del agua (LS 27-31) la pérdida de la biodiversidad (32-$2),lo que origina el desequilibrio del sistema ecológico en el deterioro de la calidad de la vida y la degradación social (43-47), la inequidad planetaria (LS 48-49) Su planteamiento es claro: “ hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres.

El Papa invita a una nueva conciencia y un nuevo orden mundial que garantice un verdadero desarrollo integral y solidario. “En lugar de resolver los problemas de los pobres y de pensar en un mundo diferente, algunos atinan sólo a proponer una reducción de la natalidad. No faltan presiones internacionales a los países en desarrollo, condicionando ayudas económicas a ciertas políticas de «salud reproductiva». Pero, «si bien es cierto que la desigual distribución de la población y de los recursos disponibles crean obstáculos al desarrollo y al uso sostenible del ambiente, debe reconocerse que el crecimiento demográfico es plenamente compatible con un desarrollo integral y solidario» (LS 50)

Necesitamos fortalecer la conciencia de que somos una sola familia humana. No hay fronteras ni barreras políticas o sociales que nos permitan aislarnos, y por eso mismo tampoco hay espacio para la globalización de la indiferencia. (LS 52). El Papa hace una llamada de atención a la debilidad de la reacción política internacional (LS 53) El problema ecológico de deterioro del planeta nos afecta a todos y pide una respuesta global.

Sobre muchas cuestiones concretas la Iglesia no tiene por qué proponer una palabra definitiva y entiende que debe escuchar y promover el debate honesto entre los científicos, respetando la diversidad de opiniones. Pero basta mirar la realidad con sinceridad para ver que hay un gran deterioro de nuestra casa común. La esperanza nos invita a reconocer que siempre hay una salida, que siempre podemos reorientar el rumbo, que siempre podemos hacer algo para resolver los problemas. (LS 61)

El Papa hace una llamada a una comunión universal (89-92)
El papa defiende una comunión universal, nada ni nadie está excluido de esa fraternidad. Hace un llamamiento a la solidaridad universal: “Todo ensañamiento con cualquier criatura «es contrario a la dignidad humana». No podemos considerarnos grandes amantes si excluimos de nuestros intereses alguna parte de la realidad: «Paz, justicia y conservación de la creación son tres temas absolutamente ligados, que no podrán apartarse para ser tratados individualmente so pena de caer nuevamente en el reduccionismo». Todos los seres humanos estamos juntos como hermanos y hermanas en una maravillosa peregrinación, entrelazados por el amor que Dios tiene a cada una de sus criaturas y que nos une también, con tierno cariño, al hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la madre tierra”. (LS 92)

Se debe de comprender y defender el destino común de los bienes (93-95)
“Creyentes y no creyentes estamos de acuerdo en que la tierra es esencialmente una herencia común, cuyos frutos deben beneficiar a todos. Para los creyentes, esto se convierte en una cuestión de fidelidad al Creador, porque Dios creó el mundo para todos. Por consiguiente, todo planteo ecológico debe incorporar una perspectiva social que tenga en cuenta los derechos fundamentales de los más postergados. El principio de la subordinación de la propiedad privada al destino universal de los bienes y, por tanto, el derecho universal a su uso es una «regla de oro» del comportamiento social y el «primer principio de todo el ordenamiento ético-social»” (LS 93).

“El medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos. Quien se apropia algo es sólo para administrarlo en bien de todos. Si no lo hacemos, cargamos sobre la conciencia el peso de negar la existencia de los otros”. (GS 95).




EN EL CAPÍTULO TERCERO expone la raíz de la crisis ecológica (101ss) 

No nos servirá describir los síntomas, si no reconocemos la raíz humana de la crisis ecológica. Hay un modo de entender la vida y la acción humana que se ha desviado y que contradice la realidad hasta dañarla. ¿Por qué no podemos detenernos a pensarlo? En esta reflexión propongo que nos concentremos en el paradigma tecnocrático dominante y en el lugar del ser humano y de su acción en el mundo.

La tecnología: la creatividad y el poder pide una regulación
La humanidad ha ingresado en una nueva era en la que el poderío tecnológico nos pone en una encrucijada (LS 102). “Nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vaya a utilizarlo bien, sobre todo si se considera el modo como lo está haciendo. Basta recordar las bombas atómicas lanzadas en pleno siglo XX, como el gran despliegue tecnológico ostentado por el nazismo, por el comunismo y por otros regímenes totalitarios al servicio de la matanza de millones de personas, sin olvidar que hoy la guerra posee un instrumental cada vez más mortífero. ¿En manos de quiénes está y puede llegar a estar tanto poder? Es tremendamente riesgoso que resida en una pequeña parte de la humanidad” (LS 104).

Desenmascara la falacia de «que todo incremento del poder constituye sin más un progreso, un aumento de seguridad, de utilidad, de bienestar, de energía vital, de plenitud de los valores»… El inmenso crecimiento tecnológico pude no estar acompañado de un desarrollo del ser humano en responsabilidad, valores, conciencia. Cada época tiende a desarrollar una escasa autoconciencia de sus propios límites. Por eso es posible que hoy la humanidad no advierta la seriedad de los desafíos que se presentan, y «la posibilidad de que el hombre utilice mal el poder crece constantemente » cuando no está « sometido a norma alguna reguladora de la libertad, sino únicamente a los supuestos imperativos de la utilidad y de la seguridad». El ser humano no es plenamente autónomo. Su libertad se enferma cuando se entrega a las fuerzas ciegas del inconsciente, de las necesidades inmediatas, del egoísmo, de la violencia. En ese sentido, está desnudo y expuesto frente a su propio poder, que sigue creciendo, sin tener los elementos para controlarlo. Puede disponer de mecanismos superficiales, pero podemos sostener que le falta una ética sólida, una cultura y una espiritualidad que realmente lo limiten y lo contengan en una lúcida abnegación. (LS 105)

Globalización del paradigma tecnocrático
El problema fundamental es otro más profundo todavía: el modo como la humanidad de hecho ha asumido la tecnología y su desarrollo junto con un paradigma homogéneo y unidimensional. No puede pensarse que sea posible sostener otro paradigma cultural y servirse de la técnica como de un mero instrumento, porque hoy el paradigma tecnocrático se ha vuelto tan dominante que es muy difícil prescindir de sus recursos, y más difícil todavía es utilizarlos sin ser dominados por su lógica. Se volvió contracultural elegir un estilo de vida con objetivos que puedan ser al menos en parte independientes de la técnica, de sus costos y de su poder globalizador y masificador. (LS 106-108)

El paradigma tecnocrático también tiende a ejercer su dominio sobre la economía y la política. La economía asume todo desarrollo tecnológico en función del rédito, sin prestar atención a eventuales consecuencias negativas para el ser humano. Las finanzas ahogan a la economía real. No se aprendieron las lecciones de la crisis financiera mundial y con mucha lentitud se aprenden las lecciones del deterioro ambiental. En algunos círculos se sostiene que la economía actual y la tecnología resolverán todos los problemas ambientales, del mismo modo que se afirma, con lenguajes no académicos, que los problemas del hambre y la miseria en el mundo simplemente se resolverán con el crecimiento del mercado. Mientras tanto, tenemos un «superdesarrollo derrochador y consumista, que contrasta de modo inaceptable con situaciones persistentes de miseria deshumanizadora», y no se elaboran con suficiente celeridad instituciones económicas y cauces sociales que permitan a los más pobres acceder de manera regular a los recursos básicos. No se termina de advertir cuáles son las raíces más profundas de los actuales desajustes, que tienen que ver con la orientación, los fines, el sentido y el contexto social del crecimiento tecnológico y económico. (LS 109)

Una ciencia que pretenda ofrecer soluciones a los grandes asuntos, necesariamente debería sumar todo lo que ha generado el conocimiento en las demás áreas del saber, incluyendo una ética social. La cultura ecológica no se puede reducir a una serie de respuestas urgentes y parciales a los problemas que van apareciendo en torno a la degradación del ambiente, al agotamiento de las reservas naturales y a la contaminación. Debería ser una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que conformen una resistencia ante el avance del paradigma tecnocrático. De otro modo, aun las mejores iniciativas ecologistas pueden terminar encerradas en la misma lógica globalizada. Buscar sólo un remedio técnico a cada problema ambiental que surja es aislar cosas que en la realidad están entrelazadas y esconder los verdaderos y más profundos problemas del sistema mundial. (LS 111)

La urgencia de avanzar en una valiente revolución cultural. La ciencia y la tecnología no son neutrales, sino que pueden implicar desde el comienzo hasta el final de un proceso diversas intenciones o posibilidades, y pueden configurarse de distintas maneras. Nadie pretende volver a la época de las cavernas, pero sí es indispensable aminorar la marcha para mirar la realidad de otra manera, recoger los avances positivos y sostenibles, y a la vez recuperar los valores y los grandes fines arrasados por un desenfreno megalómano. (LS 114)

El antropocentrismo exacerbado y el relativismo práctico
Un antropocentrismo desviado da lugar a un estilo de vida desviado. En la Exhortación apostólica Evangelii gaudium me referí al relativismo práctico que caracteriza nuestra época, y que es «todavía más peligroso que el doctrinal». Cuando el ser humano se coloca a sí mismo en el centro, termina dando prioridad absoluta a sus conveniencias circunstanciales, y todo lo demás se vuelve relativo. Por eso no debería llamar la atención que, junto con la omnipresencia del paradigma tecnocrático y la adoración del poder humano sin límites, se desarrolle en los sujetos este relativismo donde todo se vuelve irrelevante si no sirve a los propios intereses inmediatos. Hay en esto una lógica que permite comprender cómo se alimentan mutuamente diversas actitudes que provocan al mismo tiempo la degradación ambiental y la degradación social. (LS 122)

La cultura del relativismo es la misma patología que empuja a una persona a aprovecharse de otra y a tratarla como mero objeto, obligándola a trabajos forzados, o convirtiéndola en esclava a causa de una deuda. Es la misma lógica que lleva a la explotación sexual de los niños, o al abandono de los ancianos que no sirven para los propios intereses. Es también la lógica interna de quien dice: « Dejemos que las fuerzas invisibles del mercado regulen la economía, porque sus impactos sobre la sociedad y sobre la naturaleza son daños inevitables ». Si no hay verdades objetivas ni principios sólidos, fuera de la satisfacción de los propios proyectos y de las necesidades inmediatas, ¿qué límites pueden tener la trata de seres humanos, la criminalidad organizada, el narcotráfico, el comercio de diamantes ensangrentados y de pieles de animales en vías de extinción? ¿No es la misma lógica relativista la que justifica la compra de órganos a los pobres con el fin de venderlos o de utilizarlos para experimentación, o el descarte de niños porque no responden al deseo de sus padres? Es la misma lógica del «usa y tira», que genera tantos residuos sólo por el deseo desordenado de consumir más de lo que realmente se necesita. Entonces no podemos pensar que los proyectos políticos o la fuerza de la ley serán suficientes para evitar los comportamientos que afectan al ambiente, porque, cuando es la cultura la que se corrompe y ya no se reconoce alguna verdad objetiva o unos principios universalmente válidos, las leyes sólo se entenderán como imposiciones arbitrarias y como obstáculos a evitar. (LS 123)

Una nueva cultura del trabajo
En cualquier planteo sobre una ecología integral, que no excluya al ser humano, es indispensable incorporar el valor del trabajo, tan sabiamente desarrollado por san Juan Pablo II en su encíclica Laborem exercens. (LS 124). Si intentamos pensar cuáles son las relaciones adecuadas del ser humano con el mundo que lo rodea, emerge la necesidad de una correcta concepción del trabajo porque, si hablamos sobre la relación del ser humano con las cosas, aparece la pregunta por el sentido y la finalidad de la acción humana sobre la realidad. No hablamos sólo del trabajo manual o del trabajo con la tierra, sino de cualquier actividad que implique alguna transformación de lo existente, desde la elaboración de un informe social hasta el diseño de un desarrollo tecnológico. (LS 125)

“No debe buscarse que el progreso tecnológico reemplace cada vez más el trabajo humano, con lo cual la humanidad se dañaría a sí misma. El trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal. En este sentido, ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo. Pero la orientación de la economía ha propiciado un tipo de avance tecnológico para reducir costos de producción en razón de la disminución de los puestos de trabajo, que se reemplazan por máquinas. Es un modo más como la acción del ser humano puede volverse en contra de él mismo… Dejar de invertir en las personas para obtener un mayor rédito inmediato es muy mal negocio para la sociedad”. (LS 128)

“La actividad empresarial, que es una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos, puede ser una manera muy fecunda de promover la región donde instala sus emprendimientos, sobre todo si entiende que la creación de puestos de trabajo es parte ineludible de su servicio al bien común” (LS 129).



EN EL CAPÍTULO IV expone la necesidad de una ecología integral (137-)

Dado que todo está íntimamente relacionado, y que los problemas actuales requieren una mirada que tenga en cuenta todos los factores de la crisis mundial, propongo que nos detengamos ahora a pensar en los distintos aspectos de una ecología integral, que incorpore claramente las dimensiones humanas y sociales. (LS 137)

Ecología ambiental, económica y social
Cuando se habla de «medio ambiente», se indica particularmente una relación, la que existe entre la naturaleza y la sociedad que la habita. Esto nos impide entender la naturaleza como algo separado de nosotros o como un mero marco de nuestra vida. Estamos incluidos en ella, somos parte de ella y estamos interpenetrados. Las razones por las cuales un lugar se contamina exigen un análisis del funcionamiento de la sociedad, de su economía, de su comportamiento, de sus maneras de entender la realidad… No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza. (LS 139)

Una ecología social.
Las instituciones de una sociedad tiene consecuencias en el ambiente y en la calidad de vida humana: «Cualquier menoscabo de la solidaridad y del civismo produce daños ambientales». En ese sentido, la ecología social es necesariamente institucional, y alcanza progresivamente las distintas dimensiones que van desde el grupo social primario, la familia, pasando por la comunidad local y la nación, hasta la vida internacional. Dentro de cada uno de los niveles sociales y entre ellos, se desarrollan las instituciones que regulan las relaciones humanas. Todo lo que las dañe entraña efectos nocivos, como la perdida de la libertad, la injusticia y la violencia.

Sabemos, por ejemplo, que países poseedores de una legislación clara para la protección de bosques siguen siendo testigos mudos de la frecuente violación de estas leyes. Además, lo que sucede en una región ejerce, directa o indirectamente, influencias en las demás regiones. Así, por ejemplo, el consumo de narcóticos en las sociedades opulentas provoca una constante y creciente demanda de productos originados en regiones empobrecidas, donde se corrompen conductas, se destruyen vidas y se termina degradando el ambiente. (LS 142)

Una ecología cultural
Junto con el patrimonio natural, hay un patrimonio histórico, artístico y cultural, igualmente amenazado. Es parte de la identidad común de un lugar y una base para construir una ciudad habitable. No se trata de destruir y de crear nuevas ciudades supuestamente más ecológicas, donde no siempre se vuelve deseable vivir. Hace falta incorporar la historia, la cultura y la arquitectura de un lugar, manteniendo su identidad original. Por eso, la ecología también supone el cuidado de las riquezas culturales de la humanidad en su sentido más amplio. De manera más directa, reclama prestar atención a las culturas locales a la hora de analizar cuestiones relacionadas con el medio ambiente, poniendo en diálogo el lenguaje científico-técnico con el lenguaje popular. Es la cultura no sólo en el sentido de los monumentos del pasado, sino especialmente en su sentido vivo, dinámico y participativo, que no puede excluirse a la hora de repensar la relación del ser humano con el ambiente. (LS 143)

La visión consumista del ser humano, alentada por los engranajes de la actual economía globalizada, tiende a homogeneizar las culturas y a debilitar la inmensa variedad cultural, que es un tesoro de la humanidad. Por eso, pretender resolver todas las dificultades a través de normativas que defienda los derechos que son vulnerados.

Muchas formas altamente concentradas de explotación y degradación del medio ambiente no sólo pueden acabar con los recursos de subsistencia locales, sino también con capacidades sociales que han permitido un modo de vida que durante mucho tiempo ha otorgado identidad cultural y un sentido de la existencia y de la convivencia. Es indispensable prestar especial atención a las comunidades aborígenes con sus tradiciones culturales. En diversas partes del mundo, son objeto de presiones para que abandonen sus tierras a fin de dejarlas libres para proyectos extractivos y agropecuarios que no prestan atención a la degradación de la naturaleza y de la cultura. (LS 144-146)

El principio del bien común (156-)
La ecología integral es inseparable de la noción de bien común, un principio que cumple un rol central y unificador en la ética social. Es «el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección». El bien común presupone el respeto a la persona humana en cuanto tal, con derechos básicos e inalienables ordenados a su desarrollo integral. (LS 156)

También reclama el bienestar social y el desarrollo de los diversos grupos intermedios, aplicando el principio de la subsidiariedad. Entre ellos destaca especialmente la familia, como la célula básica de la sociedad. Finalmente, el bien común requiere la paz social, es decir, la estabilidad y seguridad de un cierto orden, que no se produce sin una atención particular a la justicia distributiva, cuya violación siempre genera violencia. Toda la sociedad, y en ella de manera especial el Estado, tiene la obligación de defender y promover el bien común. (LS 157)

En las condiciones actuales de la sociedad mundial, donde hay tantas inequidades y cada vez son más las personas descartables, privadas de derechos humanos básicos, el principio del bien común se convierte inmediatamente, como lógica e ineludible consecuencia, en un llamado a la solidaridad y en una opción preferencial por los más pobres. Esta opción implica sacar las consecuencias del destino común de los bienes de la tierra (LS 158)

Justicia entre las generaciones
La noción de bien común incorpora también a las generaciones futuras. Las crisis económicas internacionales han mostrado con crudeza los efectos dañinos que trae aparejado el desconocimiento de un destino común, del cual no pueden ser excluidos quienes vienen detrás de nosotros. Ya no puede hablarse de desarrollo sostenible sin una solidaridad intergeneracional. Cuando pensamos en la situación en que se deja el planeta a las generaciones futuras, entramos en otra lógica, la del don gratuito que recibimos y comunicamos. Si la tierra nos es donada, ya no podemos pensar sólo desde un criterio utilitarista de eficiencia y productividad para el beneficio individual. (LS 159)

Una deuda pendiente.
¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo? Esta pregunta no afecta sólo al ambiente de manera aislada, porque no se puede plantear la cuestión de modo fragmentario. Cuando nos interrogamos por el mundo que queremos dejar, entendemos sobre todo su orientación general, su sentido, sus valores. Si no está latiendo esta pregunta de fondo, no creo que nuestras preocupaciones ecológicas puedan lograr efectos importantes. Pero si esta pregunta se plantea con valentía, nos lleva inexorablemente a otros cuestionamientos muy directos: ¿Para qué pasamos por este mundo? ¿para qué vinimos a esta vida? ¿para qué trabajamos y luchamos? ¿para qué nos necesita esta tierra? Por eso, ya no basta decir que debemos preocuparnos por las futuras generaciones. Se requiere advertir que lo que está en juego es nuestra propia dignidad. Somos nosotros los primeros interesados en dejar un planeta habitable para la humanidad que nos sucederá. Es un drama para nosotros mismos, porque esto pone en crisis el sentido del propio paso por esta tierra. (LS 160)

Estamos ante un gran desafío
Las predicciones catastróficas ya no pueden ser miradas con desprecio e ironía. A las próximas generaciones podríamos dejarles demasiados escombros, desiertos y suciedad. El ritmo de consumo, de desperdicio y de alteración del medio ambiente ha superado las posibilidades del planeta, de tal manera que el estilo de vida actual, por ser insostenible, sólo puede terminar en catástrofes, como de hecho ya está ocurriendo periódicamente en diversas regiones. La atenuación de los efectos del actual desequilibrio depende de lo que hagamos ahora mismo, sobre todo si pensamos en la responsabilidad que nos atribuirán los que deberán soportar las peores consecuencias. (LS 161)

La dificultad para tomar en serio este desafío tiene que ver con un deterioro ético y cultural, que acompaña al deterioro ecológico. El hombre y la mujer del mundo posmoderno corren el riesgo permanente de volverse profundamente individualistas, y muchos problemas sociales se relacionan con el inmediatismo egoísta actual, con las crisis de los lazos familiares y sociales, con las dificultades para el reconocimiento del otro. Muchas veces hay un consumo inmediatista y excesivo de los padres que afecta a los propios hijos, quienes tienen cada vez más dificultades para adquirir una casa propia y fundar una familia. Además, nuestra incapacidad para pensar seriamente en las futuras generaciones está ligada a nuestra incapacidad para ampliar los intereses actuales y pensar en quienes quedan excluidos del desarrollo. Además de la leal solidaridad intergeneracional, se ha de reiterar la urgente necesidad moral de una renovada solidaridad intrageneracional. (LS 162)




EL CAPÍTULO QUINTO propone algunas líneas de orientación y de acción (163y ss)

He intentado analizar la situación actual de la humanidad, tanto en las grietas que se observan en el planeta que habitamos, como en las causas más profundamente humanas de la degradación ambiental. Si bien esa contemplación de la realidad en sí misma ya nos indica la necesidad de un cambio de rumbo y nos sugiere algunas acciones, intentemos ahora delinear grandes caminos de diálogo que nos ayuden a salir de la espiral de autodestrucción en la que nos estamos sumergiendo.

Diálogo sobre el medio ambiente en la política internacional (164-175)
Desde mediados del siglo pasado, y superando muchas dificultades, se ha ido afirmando la tendencia a concebir el planeta como patria y la humanidad como pueblo que habita una casa de todos. Un mundo interdependiente no significa únicamente entender que las consecuencias perjudiciales de los estilos de vida, producción y consumo afectan a todos, sino principalmente procurar que las soluciones se propongan desde una perspectiva global y no sólo en defensa de los intereses de algunos países. La interdependencia nos obliga a pensar en un solo mundo, en un proyecto común. Para afrontar los problemas de fondo, que no pueden ser resueltos por acciones de países aislados, es indispensable un consenso mundial  (LS 164)

Muchos han sido los pasos la Declaración de Estocolmo (1972), la Cumbre de la Tierra, celebrada en 1992 en Río de Janeiro, el Convenio de Basilea sobre los desechos peligrosos, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el desarrollo sostenible denominada Rio+20 (Río de Janeiro 2012) , pero no son suficientes.Urgen acuerdos internacionales que se cumplan, dada la fragilidad de las instancias locales para intervenir de modo eficaz. Las relaciones entre Estados deben resguardar la soberanía de cada uno, pero también establecer caminos consensuados para evitar catástrofes locales que terminarían afectando a todos. Hacen falta marcos regulatorios globales que impongan obligaciones y que impidan acciones intolerables, como el hecho de que empresas o países poderosos expulsen a otros países residuos e industrias altamente contaminantes.

Como afirmaba Benedicto XVI en la línea ya desarrollada por la doctrina social de la Iglesia, «para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial, como fue ya esbozada por mi Predecesor, Juan XXIII».

Diálogo y transparencia en los procesos decisionales (182-188)
La previsión del impacto ambiental de los emprendimientos y proyectos requiere procesos políticos transparentes y sujetos al diálogo, mientras la corrupción, que esconde el verdadero impacto ambiental de un proyecto a cambio de favores, suele llevar a acuerdos espurios que evitan informar y debatir ampliamente. Hay que dejar de pensar en «intervenciones» sobre el ambiente para dar lugar a políticas pensadas y discutidas por todas las partes interesadas. La participación requiere que todos sean adecuadamente informados de los diversos aspectos y de los diferentes riesgos y posibilidades, y no se reduce a la decisión inicial sobre un proyecto, sino que implica también acciones de seguimiento o monitorización constante. Hace falta sinceridad y verdad en las discusiones científicas y políticas.

Debe quedar en pie que la rentabilidad no puede ser el único criterio a tener en cuenta y que, en el momento en que aparezcan nuevos elementos de juicio a partir de la evolución de la información, debería haber una nueva evaluación con participación de todas las partes interesadas. El resultado de la discusión podría ser la decisión de no avanzar en un proyecto, pero también podría ser su modificación o el desarrollo de propuestas alternativas. Hay discusiones sobre cuestiones relacionadas con el ambiente donde es difícil alcanzar consensos. Una vez más expreso que la Iglesia no pretende definir las cuestiones científicas ni sustituir a la política, pero invito a un debate honesto y transparente, para que las necesidades particulares o las ideologías no afecten al bien común.

Política y economía en diálogo para la plenitud humana (189-198)
La política no debe someterse a la economía y ésta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia. Hoy, pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana. La salvación de los bancos a toda costa, haciendo pagar el precio a la población, sin la firme decisión de revisar y reformar el entero sistema, reafirma un dominio absoluto de las finanzas que no tiene futuro y que sólo podrá generar nuevas crisis después de una larga, costosa y aparente curación. La crisis financiera de 2007-2008 era la ocasión para el desarrollo de una nueva economía más atenta a los principios éticos y para una nueva regulación de la actividad financiera especulativa y de la riqueza ficticia. Pero no hubo una reacción que llevara a repensar los criterios obsoletos que siguen rigiendo al mundo.

Cuando se habla de biodiversidad, a lo sumo se piensa en ella como un depósito de recursos económicos que podría ser explotado, pero no se considera seriamente el valor real de las cosas, su significado para las personas y las culturas, los intereses y necesidades de los pobres. Cuando se plantean estas cuestiones, algunos reaccionan acusando a los demás de pretender detener irracionalmente el progreso y el desarrollo humano. Pero tenemos que convencernos de que desacelerar un determinado ritmo de producción y de consumo puede dar lugar a otro modo de progreso y desarrollo.

La diversificación productiva da amplísimas posibilidades a la inteligencia humana para crear e innovar, a la vez que protege el ambiente y crea más fuentes de trabajo. Esta sería una creatividad capaz de hacer florecer nuevamente la nobleza del ser humano, porque es más digno usar la inteligencia, con audacia y responsabilidad, para encontrar formas de desarrollo sostenible y equitativo, en el marco de una noción más amplia de lo que es la calidad de vida. Hay que pensar también en detener un poco la marcha, en poner algunos límites racionales e incluso en volver atrás antes que sea tarde. Sabemos que es insostenible el comportamiento de aquellos que consumen y destruyen más y más, mientras otros todavía no pueden vivir de acuerdo con su dignidad humana. Por eso ha llegado la hora de aceptar cierto decrecimiento en algunas partes del mundo aportando recursos para que se pueda crecer sanamente en otras partes. Decía Benedicto XVI que «es necesario que las sociedades tecnológicamente avanzadas estén dispuestas a favorecer comportamientos caracterizados por la sobriedad, disminuyendo el propio consumo de energía y mejorando las condiciones de su uso».

Cambiar em modelo de desarrollo integral (LS 194-195)
Para que surjan nuevos modelos de progreso, necesitamos «cambiar el modelo de desarrollo global», lo cual implica reflexionar responsablemente «sobre el sentido de la economía y su finalidad, para corregir sus disfunciones y distorsiones». No basta conciliar, en un término medio, el cuidado de la naturaleza con la renta financiera, o la preservación del ambiente con el progreso. El principio de maximización de la ganancia, que tiende a aislarse de toda otra consideración, es una distorsión conceptual de la economía: si aumenta la producción, interesa poco que se produzca a costa de los recursos futuros o de la salud del ambiente; las empresas obtienen ganancias calculando y pagando una parte ínfima de los costos. Sólo podría considerarse ético un comportamiento en el cual «los costes económicos y sociales que se derivan del uso de los recursos ambientales comunes se reconozcan de manera transparente y sean sufragados totalmente por aquellos que se benefician, y no por otros o por las futuras generaciones».

Mantener el principio de subsidiaridad (LS 196-197)
El principio de subsidiariedad, que otorga libertad para el desarrollo de las capacidades presentes en todos los niveles, pero al mismo tiempo exige más responsabilidad por el bien común a quien tiene más poder. Es verdad que hoy algunos sectores económicos ejercen más poder que los mismos Estados. Pero no se puede justificar una economía sin política, que sería incapaz de propiciar otra lógica que rija los diversos aspectos de la crisis actual. Necesitamos una política que piense con visión amplia, y que lleve adelante un replanteo integral, incorporando en un diálogo interdisciplinario los diversos aspectos de la crisis. Si la política no es capaz de romper una lógica perversa, y también queda subsumida en discursos empobrecidos, seguiremos sin afrontar los grandes problemas de la humanidad. Lo que se espera es que reconozcan sus propios errores y encuentren formas de interacción orientadas al bien común. Mientras unos se desesperan sólo por el rédito económico y otros se obsesionan sólo por conservar o acrecentar el poder, lo que tenemos son guerras o acuerdos espurios donde lo que menos interesa a las dos partes es preservar el ambiente y cuidar a los más débiles. Aquí también vale que «la unidad es superior al conflicto».

Las religiones en el diálogo con las ciencias (199-201)
No se puede sostener que las ciencias empíricas explican completamente la vida. Es ingenuo pensar que los principios éticos puedan presentarse de un modo puramente abstracto, desligados de todo contexto, y el hecho de que aparezcan con un lenguaje religioso no les quita valor alguno en el debate público. Los principios éticos que la razón es capaz de percibir pueden reaparecer siempre bajo distintos ropajes y expresados con lenguajes diversos, incluso religiosos. Cualquier solución técnica que pretendan aportar las ciencias será impotente para resolver los graves problemas del mundo si la humanidad pierde su rumbo, si se olvidan las grandes motivaciones que hacen posible la convivencia, el sacrificio, la bondad. En todo caso, habrá que interpelar a los creyentes a ser coherentes con su propia fe y a no contradecirla con sus acciones, habrá que reclamarles que vuelvan a abrirse a la gracia de Dios y a beber en lo más hondo de sus propias convicciones sobre el amor, la justicia y la paz. La mayor parte de los habitantes del planeta se declaran creyentes, y esto debería provocar a las religiones a entrar en un diálogo entre ellas orientado al cuidado de la naturaleza, a la defensa de los pobres, a la construcción de redes de respeto y de fraternidad. La gravedad de la crisis ecológica nos exige a todos pensar en el bien común y avanzar en un camino de diálogo que requiere paciencia, ascesis y generosidad, recordando siempre que «la realidad es superior a la idea».




CAPÍTULO SEXTO Una educación y espiritualidad ecológica (202-230 )

Muchas cosas tienen que reorientar su rumbo, pero ante todo la humanidad necesita cambiar. Hace falta la conciencia de un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos. Esta conciencia básica permitiría el desarrollo de nuevas convicciones, actitudes y formas de vida. Se destaca así un gran desafío cultural, espiritual y educativo que supondrá largos procesos de regeneración.

Apostar por otro estilo de vida (203-208)
El mercado tiende a crear un mecanismo consumista compulsivo para colocar sus productos, las personas terminan sumergidas en la vorágine de las compras y los gastos innecesarios. El consumismo obsesivo es el reflejo subjetivo del paradigma tecnoeconómico. Tal paradigma hace creer a todos que son libres mientras tengan una supuesta libertad para consumir, cuando quienes en realidad poseen la libertad son los que integran la minoría que detenta el poder económico y financiero. En esta confusión, la humanidad posmoderna no encontró una nueva comprensión de sí misma que pueda orientarla, y esta falta de identidad se vive con angustia. Tenemos demasiados medios para unos escasos y raquíticos fines.

Tampoco existe en ese horizonte un verdadero bien común. Si tal tipo de sujeto es el que tiende a predominar en una sociedad, las normas sólo serán respetadas en la medida en que no contradigan las propias necesidades. Por eso, no pensemos sólo en la posibilidad de terribles fenómenos climáticos o en grandes desastres naturales, sino también en catástrofes derivadas de crisis sociales, porque la obsesión por un estilo de vida consumista, sobre todo cuando sólo unos pocos puedan sostenerlo, sólo podrá provocar violencia y destrucción recíproca.

Un cambio en los estilos de vida podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social. La Carta de la Tierra nos invitaba a todos a dejar atrás una etapa de autodestrucción y a comenzar de nuevo, pero todavía no hemos desarrollado una conciencia universal que lo haga posible. Por eso me atrevo a proponer nuevamente aquel precioso desafío: «Como nunca antes en la historia, el destino común nos hace un llamado a buscar un nuevo comienzo […] Que el nuestro sea un tiempo que se recuerde por el despertar de una nueva reverencia ante la vida; por la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad; por el aceleramiento en la lucha por la justicia y la paz y por la alegre celebración de la vida».

Se necesita primar la actitud básica de autotrascenderse, rompiendo la conciencia aislada y la autorreferencialidad, es la raíz que hace posible todo cuidado de los demás y del medio ambiente, y que hace brotar la reacción moral de considerar el impacto que provoca cada acción y cada decisión personal fuera de uno mismo. Cuando somos capaces de superar el individualismo, realmente se puede desarrollar un estilo de vida alternativo y se vuelve posible un cambio importante en la sociedad.

Educación para la alianza entre la humanidad y el ambiente (209-215)
La conciencia de la gravedad de la crisis cultural y ecológica necesita traducirse en nuevos hábitos. Muchos saben que el progreso actual y la mera sumatoria de objetos o placeres no bastan para darle sentido y gozo al corazón humano, pero no se sienten capaces de renunciar a lo que el mercado les ofrece. En los países que deberían producir los mayores cambios de hábitos de consumo, los jóvenes tienen una nueva sensibilidad ecológica y un espíritu generoso, y algunos de ellos luchan admirablemente por la defensa del ambiente, pero han crecido en un contexto de altísimo consumo y bienestar que vuelve difícil el desarrollo de otros hábitos. Por eso estamos ante un desafío educativo.

La educación ambiental debería disponernos a dar ese salto hacia el Misterio, desde donde una ética ecológica adquiere su sentido más hondo. Por otra parte, hay educadores capaces de replantear los itinerarios pedagógicos de una ética ecológica, de manera que ayuden efectivamente a crecer en la solidaridad, la responsabilidad y el cuidado basado en la compasión. Esta educación, llamada a crear una «ciudadanía ecológica», a veces se limita a informar y no logra desarrollar hábitos. La educación en la responsabilidad ambiental puede alentar diversos comportamientos que tienen una incidencia directa e importante en el cuidado del ambiente. El desarrollo de estos comportamientos nos devuelve el sentimiento de la propia dignidad, nos lleva a una mayor profundidad vital, nos permite experimentar que vale la pena pasar por este mundo.

Conversión ecológica (216-221)
Quiero proponer a los cristianos algunas líneas de espiritualidad ecológica que nacen de las convicciones de nuestra fe, porque lo que el Evangelio nos enseña tiene consecuencias en nuestra forma de pensar, sentir y vivir. No se trata de hablar tanto de ideas, sino sobre todo de las motivaciones que surgen de la espiritualidad para alimentar una pasión por el cuidado del mundo. Porque no será posible comprometerse en cosas grandes sólo con doctrinas sin una mística que nos anime, sin «unos móviles interiores que impulsan, motivan, alientan y dan sentido a la acción personal y comunitaria». Tenemos que reconocer que no siempre los cristianos hemos recogido y desarrollado las riquezas que Dios ha dado a la Iglesia, donde la espiritualidad no está desconectada del propio cuerpo ni de la naturaleza o de las realidades de este mundo, sino que se vive con ellas y en ellas, en comunión con todo lo que nos rodea.

Nos hace falta una conversión ecológica, que implica dejar brotar todas las consecuencias de su encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que los rodea. Vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la experiencia cristiana. Debemos proponer una sana relación con lo creado como una dimensión de la conversión íntegra de la persona.

La conversión debe darse en términos de reconciliación con la creación: No basta que cada uno sea mejor para resolver una situación tan compleja como la que afronta el mundo actual. Los individuos aislados pueden perder su capacidad y su libertad para superar la lógica de la razón instrumental y terminan a merced de un consumismo sin ética y sin sentido social y ambiental. A problemas sociales se responde con redes comunitarias. La conversión ecológica que se requiere para crear un dinamismo de cambio duradero es también una conversión comunitaria.

Esta conversión supone diversas actitudes que se conjugan para movilizar un cuidado generoso y lleno de ternura. En primer lugar implica gratitud y gratuidad, es decir, un reconocimiento del mundo como un don recibido del amor del Padre. También implica la amorosa conciencia de no estar desconectados de las demás criaturas, de formar con los demás seres del universo una preciosa comunión universal. Dios ha creado el mundo inscribiendo en él un orden y un dinamismo que el ser humano no tiene derecho a ignorar. Invito a todos los cristianos a explicitar esta dimensión de su conversión, permitiendo que la fuerza y la luz de la gracia recibida se explayen también en su relación con las demás criaturas y con el mundo que los rodea, y provoque esa sublime fraternidad con todo lo creado.





V. CONCLUSION


Vi unos cielos nuevos y una nueva tierra (Rev 21)

Estamos en la Pascua del 2020 preparando el 31 de Mayo el Pentecostés 2020. Un Pentecostes que nunca olvidaremos por las circunstancias en que hemos vivido todo este tiempo de pandemia del Covid 19. El 14 de Marzo en plena Cuaresma el gobierno decretó el estado de alarma. La primera cuarentena que finalizó después de La Semana Santa se alargó durante todo este tiempo Pascual. Estamos iniciando la etapa que denominan de desescalada en varias fases. El 4 de mayo fase 0, 11 de mayo fase 1, 25 de mayo fase 2, 8 de Junio fase 3, 22 de Junio fase 4 para la vuelta a una “nueva normalidad”. Pero esta fase de desconfinamiento no se aventura nada fácil, será gradual y puede tener retrocesos.

La epidemia se originó en diciembre de 2019 en Wuhan capital de la provincia de Hubei en China y de allí se extendió por todo el mundo. La OMS la reconoció como pandemia global el 11 de marzo del 2020. Pasando a afectar a más de 210 territorios. A finales de abril se habían informado de más de 3,25 millones de infectados con 230.000 fallecidos. En la actualidad los cinco países con mayor número de infectados son Estados Unidos, España, Italia, Reino Unido.

La pandemia ha originado un colapso sanitario y económico-social sin precedentes. Se decreto estado de alarma a nivel general, se cerraron las fronteras se decretó cuarentena, se cerraron colegios y universidades en más de 194 países lo que afectó a más de 2200 millones de estudiantes. Un tercio de la población mundial se encuentra confinada con fuertes restricciones de movimientos lo cual ha conducido a una reducción drástica de la actividad económica y a un aumento paralelo de desempleo.
La incertidumbre que pesa sobre el futuro es grande. Sabemos como hemos empezado pero no sabemos como acabaremos. ¿A dónde nos conduce esta pandemia? ¿Habrá rebrote del Covid 19? ¿Habrá una nueva epidemia?¿Cuál será esta vuelta a la normalidad? Se tardará mucho en recuperar esta recesión. El tejido empresarial está calado de muchas pequeñas empresas que no tienen márgen para soportar esta situación. Muchas microempresas desaparecerán, muchos puestos de trabajo. Las políticas que se tomen están llevando a cuestionar el mercado libre de empresas, el sistema financiero. Se precisan más que nunca las alianzas políticas en las naciones y entre los Estados pero el clima es de incertidumbre. Se han desatado maniobras de desinformación, teorías conspirativas sobre el virus, así como no poco incidentes de violencia, racismo, xenofobia. Es un momento de profunda angustia y desesperación existencial. Todo esto nos lleva a una reflexión: Que está pasando, la crisis del coronavirus que estamos padeciendo destapa otra crisis más profunda.

La naturaleza está gritando, esta pandemia es una llamada de socorro la naturaleza y como no la llamada de Dios creador y autor de la misma hacia todo el genero humano. Un mensaje universal que trasciende de sexos, razas y nacionalidades. Dios no nos ha mandado esta pandemia como castigo sino la misma naturaleza que está harta de sufrir desprecios por parte de los hombres. Deforestación de bosques con talas incontroladas, bosques ardiendo, atmósfera contaminada, aguas convertidas en estercoleros, mares llenos de residuos.

Pero esta degradación no es sólo del ambiente, sexualidad profanada, familia natural condenad y expulsada del ordenamiento legal, matrimonios rotos, inocentes sacrificados, jóvenes envenenados por la droga y adultos por la corrupción, hombres muertos de hambre o huyendo desesperados en busca de tierras mejores. No solo hemos llegado a creernos los señores y dueños de la creación para utilizarla a nuestro antojo sino que nos hemos creido con el derecho de decidir nuestro sexo, no de acuerdo a nuestra naturaleza sino a nuestra caprichosa voluntad, como la extendida ideología de género como un nuevo atentado más contra la naturaleza. Comenzamos ingenuamente diciendo que el cuerpo es mío y concluimos convencidos que somos los dueños de la tierra y podemos hacer con ella lo que queramos.

El enemigo que engaño a Eva nos sigue engañando. No es que seamos malas personas sino que caemos fácilmente en la tentación. Por primera vez desde que existe la tierra , único hábitat de vida en nuestro sistema solar, tal condición  se ve amenazada, no por extraterrestres ni meteoritos gigantes que colixionan con ella como el que acabó con los dinosaurios, sino por su inquilino más destacado, el hombre en quien se dalo mejor y lo peor de la naturaleza de la que forma parta aunque se ensañe con ella.

Más allá de las razones científicas la naturaleza nos ha venido dando avisos terribles como los ríos que se desbordan e inundan calles y casas, los mares  que se comen las playas, los polos que se deshielan, la atmósfera que se queda sin capa de ozono. La naturaleza se defiende de nuestros abusos, ha gritado basta. La madre tierra grita como en dolores de parto, no es el hombre el que grita, el grito de hoy es el de toda la naturaleza.

Las pandemias se han ido repitiendo sucesivamente en este tiempo, en 2003 la epidemia del sars con 20.000 infectados y 700 muertos en dos meses, en 2009 la pandemia de gripe a Gini que se cobró la vida de más de 18.000 personas , 2010, un brote de cólera azotó Haití con más de 1 millón afectados y 8.000 víctimas, en 2014 el ébola con 4.500 víctimas en medio año, en 2012 el síndrome de coronavirus de Oriente medio que infectó a 1000 personas y mató a más de 500. En 2019 un nuevo tipo de coronavirus que nos ha asolado con más de 23.000 muertos en España.

Ya Juan XXIII hablaba de un nuevo Pentecostés. Toda la reflexión hecha nos habla de como los últimos Papas nos han hablado de un orden nuevo. No es tiempo de volver a la normalidad como si no haya pasado nada. Es tiempo de empezar una vida nueva de restaurar el mundo roto enfermo y dividido con vínculos de solidaridad y comunión. He venido y entregado mi vida para que el mundo viva, para restablecer la paz y la unidad. Esta es nuestra tarea lo que Jesús nos encomendó: Haced lo mismo que yo hago para restablecer la comunión.

La pandemia no sólo ha puesto de manifiesto la debilidad del hombre y el sistema sanitario. Ha puesto de manifiesto que hemos estamos bajo otra pandemia peor, la globalidad de la indiferencia el egoísmo la desigualdad la injusticia. Hemos estado en toque de queda como si se tratara de una guerra sumergida, estamos ahora delante no sólo ante una fuerte recesión económica semejante a como quedó el mundo después de la guerra mundial. No es tiempo de seguir igual, no podemos seguir así, nunca jamás.

Es tiempo de recapacitar de despertar de cambiar nuestros hábitos, prioridades, valores forma y orientación de vida. Un nuevo orden, Una nueva conciencia, unos nuevos valores perennes que hacen la vida sea digna de ser vivida, una vida más humana, solidaria, justa y fraterna. Necesitamos establecer vínculos nuevos, necesitamos ese nuevo orden, ese nuevo pacto, esa nueva Alianza que Jesús ha venido a traernos.

Esta Pascua es tiempo de nacer de nuevo, de renacer, de nacer a una vida nueva con un espíritu nuevo. Jesús resucitado se nos da como “Pan vivo”, nos da su mismo Espíritu. Su Espíritu de comunión nos invita a vivir la nueva espiritualidad de la comunión. Hoy os invito a cantar juntos este himno como el grito de tantos hombres de todo el mundo que ansían que esperan que juntos construyamos un mundo nuevo.

Hay una enfermedad y un mal peor de lo que puede ocasionar el coronavirus y es la muerte del alma. El hombre muere cuando muere Dios en su corazón, cuando pierde la fe, el amor, la esperanza, pierde la vida eterna. Estamos celebrando la Pascua el misterio de nuestra fe, el misterio de la pasión muerte y resurrección de Cristo. Como creyentes estamos llamados a vivir este tiempo con fe, con esperanza, estrechando los lazos de amor.

La Pascua es la llamada a renacer, a nacer de nuevo. Creemos en la victoria de Cristo, creemos en la resurrección, creemos en la vida eterna. La Resurrección de Cristo nos llena de luz nuestras sombras y nos proyecta hacia lo definitivo. Somos llamados a vivir este tiempo asociados en Cristo a su Pasión, Muerte y Resurrección. Vivir, entregar ofrecer toda nuestra vida, el dolor y el sufrimiento del mundo a Cristo. Si lo vivimos con él resucitaremos con él.

Cristo ha dado significado, valor redentor a todo el sufrimiento humano. La Iglesia como la esposa unida a su esposo Cristo completa estos sufrimientos de Cristo en su obra redentora. La Iglesia está llamada a ver a todo hombre que sufre al mismo Cristo, hacerse una con los más vulnerables y abandonadas, salir al encuentro del sufrimiento humano, compadecerse, consolar, curar, sanar y sobre todo orar por la salvación de todos.

Que Jesús no solo nos ayude a vencer la pandemia sino a vencer nuestra indiferencia, nuestro egoísmo, el mal con el bien y que esta enfermedad nos lleve a vislumbrar una primavera nueva donde se estrechen los lazos, los vínculos entre todos los hombres y nos haga vivir con la conciencia de ser una misma y sola familia humana.

Como el mismo Papa Francisco nos dice: "Si actuamos como un solo pueblo, incluso ante las otras epidemias que nos acechan, podemos lograr un impacto real. ¿Seremos capaces de actuar responsablemente frente al hambre que padecen tantos, sabiendo que hay alimentos para todos? ¿Seguiremos mirando para otro lado con un silencio cómplice ante esas guerras alimentadas por deseos de dominio y de poder? ¿Estaremos dispuestos a cambiar los estilos de vida que sumergen a tantos en la pobreza, promoviendo y animándonos a llevar una vida más austera y humana que posibilite un reparto equitativo de los recursos? ¿Adoptaremos como comunidad internacional las medidas necesarias para frenar la devastación del medio ambiente o seguiremos negando la evidencia? La globalización de la indiferencia seguirá amenazando y tentando nuestro caminar… Ojalá nos encuentre con los anticuerpos necesarios de la justicia, la caridad y la solidaridad. No tengamos miedo a vivir la alternativa de la civilización del amor, que es “una civilización de la esperanza: contra la angustia y el miedo, la tristeza y el desaliento, la pasividad y el cansancio. La civilización del amor se construye cotidianamente, ininterrumpidamente. Supone el esfuerzo comprometido de todos. Supone, por eso, una comprometida comunidad de hermanos”.

El nuevo orden mundial

Los problemas globales piden una respuesta global. Para responder a los problemas de dimensión global se ha de atender al bien común. Se han de buscar acuerdos incluso un pacto global. El pacto global no supone un gobierno global sino más bien un nuevo orden moral internacional. Se trata de promover la cooperación y la solidaridad entre todos los pueblos. No se trata de crear una nueva ONU sino un modo diferente de ejercer la actividad política internacional. El gobierno debe ser fruto de un acuerdo y no fruto de la imposición de un régimen totalitario. El nuevo orden mundial no supone un super estado global. Debemos buscar un pacto global en el marco de la comunidad internacional. No se trata de constituir un super estado global sino de la urgencia del ejercicio de la autoridad en democracia dentro de un orden moral con trasparencia y credibilidad. Un gobierno en el marco de la comunidad internacional debe estar regulado por el derecho internacional, respetando los 
derechos humanos, ordenado al bien común respetando el principio de subsidiaridad.

El magisterio de la Iglesia, como hemos dejado ver a través de los distintos documentos magisteriales a través de los distintos pontífices, ha remarcado la necesidad de promover un desarrollo integral que responda a un nuevo humanismo mundial que defienda la dignidad de la persona y el bien común. El magisterio remarca la dimensión social y moral. La interdependencia entre los hombres y las naciones pide la necesidad de un orden internacional moral. La dimensión moral debe de prevalecer en todos los ámbitos, en el ámbito económico, cultural, político y religioso. El orden mundial supone la superación de las rivalidades políticas con el objetivo de conseguir un grado superior de ordenamiento internacional dirigido al bien común. Los organismos internacionales deben garantizar la igualdad que es el fundamento del derecho de todos y la participación en el pleno desarrollo respetando las legítimas diversidades.

Hoy más que nunca la humanidad pide regirse por el principio de unidad, igualdad, solidaridad y cooperación. El desarrollo ha de promover siempre el desarrollo integral de la persona y de los pueblos. Ha de fundarse en los principios de unidad de origen y destino común de toda la familia humana, la igualdad entre las personas y entre las comunidades, la defensa de la dignidad de la persona humana, el destino universal de los bienes de la tierra, en definitiva la integridad de la noción de desarrollo.

Este trabajo que ha sido realizado durante toda esta cuarentena lo completo el 1 de mayo 2020
Solemidad de San José obrero. Dios nos confió participar y colaborar con El en su obra creadora. Cuando Dios culminó su trabajo vió que todo cuanto había hecho era bueno. Dios bendijo la tierra y al hombre y puso en sus manos la creación para que la administrara. (Gn 1,28). Le pedimos por intercesión de San José de una manera especial por todos los trabajadores y le confiamos todo este tiempo que nos viene de reconstrución del orden nuevo.



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