5ª Etapa de la vida: Renacer a la vocación
Volviendo al origen del Evangelio
El labriego prepara la cosecha
Cuentan una antigua leyenda que
titulan “El cuarto rey Mago”. Según esta leyenda no fueron tres los Magos de
Oriente que acudieron a Belén sino cuatro. Esta sería la historia del cuarto.
Los cuatro sabios salieron juntos guiados por una estrella. Esta le había
anunciado el nacimiento del Mesías. Melchor, Gaspar y Baltasar llevaban oro
incienso y mirra para ofrecer al futuro Mesías. El cuarto rey Mago más pobre
tan solo llevaba un tarro de aceite y una talega de harina. Los tres Magos iban
en camello, el cuarto en un pequeño burrico a paso más lento. Cuando llegó a
una posada se encontró a una mamá de familia muy pobre que tenía muchos hijos
que estaban pasando mucha hambre. La mamá se le acercó cuando se apeaba de su
burrito y le pidió ayuda. Este sacó un poco
de harina y de aceite y se puso a hacer unos panecillos para darles de comer.
El cuarto rey Mago se asó aquella
noche atendiendo aquella familia. Sí perdió el rastro a los otros tres Magos.
Quiso seguir su camino esperando encontrarlos cuando salió a su paso otro
hombre tendido y herido en el camino. Era un hombre que fue apaleado y asaltado
por una banda de forajidos. Al verle malherido y casi agonizante se compadeció
de él, se abajó de su cabalgadura y se puso a curar sus heridas con aceite.
Luego le montó sobre su burrito y lo llevó a una posada donde dijo al posadero
que lo atendiera y que él le pagaría a
la vuelta del camino. Cuando de nuevo intento proseguir su peregrinación no
solo había perdido totalmente las huellas de los otros tres sino incluso el
rastro de la estrella.
Después de muchas vueltas llegó a
Belén a preguntar por el Mesías. Le dijeron que ya había nacido y que Herodes
enfurecido había mandado matar a todos los niños recién nacidos y que según
decían el Mesías Niño había huido con sus padres a Egipto. Entonces se fue a
Egipto donde estuvo años buscando al Mesías sin encontrarlo. Así estuvo
peregrinando de lugar en lugar dando vueltas y atendiendo a la gente necesitada
hasta ganar toda su harina y aceite.
Ya mayor casi sin fuerzas, cuando
casi había perdido la esperanza de encontrarlo, llegó de nuevo a Jerusalén.
Habían pasado treinta años. Cuando entró en Jerusalén era la fiesta d la
Pascua. Había un gran alboroto y preguntó por el esperado Mesías. Le dijeron
que el llamado Mesías que esperaban había sido condenado a muerte y sacado
fuera de Jerusalén para matarlo. Cuando llegó al monte llamado Calvario al
acercarse a ver al Mesías lo encontró allí alzado clavado en la cruz y
agonizando. Entonces el cuarto rey Mago le dijo: Perdona que haya llegado tan
tarde y no tenga nada que ofrecerte. El Mesías entonces levantando sus ojos, le
dijo suave y mansamente: No te preocupes
hoy estarás conmigo en el paraíso y dando el último suspiro expiró.
Memorias de un peregrino 1
El seno de la Iglesia donde nacimos
Antes de proceder a nuestra
marcha a Argentina fuimos a Münster a agradecer a Mons. Lettmann la aprobación
de la nueva comunidad de Servidores del Evangelio. Agradecimos a Mons. Reinhard
Lettmann y a su secretario y vicario episcopal P. Cristoph Hegge en nombre de
Dios y todos los Servidores que hubieran sido buenos padres y pastores capaces
de descubrir nuestra situación y de descubrir el don precioso de nuestra
vocación en la Iglesia.
La Iglesia de Münster fue el seno
de la Iglesia, Madre de misericordia que nos ofreció el lugar para nacer y fue
signo para nosotros del infinito amor de Dios que hacía surgir del polvo un
nuevo pueblo que se levanta apoyado en su amor y en la fuerza de su
Resurrección. Comentaba como me ayudó el cuadro donde se veía la catedral de
Münster en ruinas después de la segunda guerra mundial y entre las ruinas de
las dos torres se vislumbraba la Cruz.
Cuando fuimos a su capilla
privada para dar gracias a Dios me sorprendió ver en el pasillo de entrada testigos
de la fidelidad en medio de la noche, al fundador de Shönstat comunidad nacida
en Münster, a Santa Catalina de Emerick, la santa muerta en Aswitch Edith Stein
como estrellas que alumbraron en la Iglesia en momentos de dolor y oscuridad.
Hermanos que como tantos en el cielo eran testigos de que el amor fue más
fuerte que la muerte, como la luz que rompió la tiniebla.
Su vicario asistente Padre Hegge
amigo personal del P. Jesús Castellano, sabía perfectamente nuestra situación y
nos había acompañado durante todo el largo proceso que habíamos vivido
informando a su obispo. Como miembro perteneciente al movimiento focolar sabía
de estos caminos de comunión que Dios intentaba abrir en su Iglesia para paliar
los focos de división y discordia.
Fuimos conscientes a través de
ellos como era el mimo Dios que nos los había puesto en nuestro camino para
convertirse en nuestros nuevos hermanos consejeros, reflejo de la mirada de
aprobación y predilección de Dios para nosotros. Aunque llevábamos una larga
historia caminada en la Iglesia de Münster, esta se convertía a través de sus
pastores para nosotros en esa Iglesia madre que abría sus brazos y su corazón
de par en par a la nueva comunidad.
Memorias de un peregrino 2
Un nuevo éxodo a Argentina, la tierra de promisión
Así de la mano de Dios fuimos
partiendo por grupos para Argentina en un momento donde Argentina vivía un
periodo nada fácil: Después de sucesivos intentos frustrados de nuevos
gobiernos tras el desastre que dejó el Menemismo y que dejó el país en bancarrota
y al pueblo en la calle con cacerolazos, la Iglesia de Argentina había sacado
una oración por la Patria: Argentina levántate y camina.
Misteriosamente Dios nos traía a
esta tierra sumida también en el dolor y el desencanto para hacernos solidarios
de los más pobres y caminar juntos como pueblo de Dios fiados en el poder de la
Resurrección para levantarnos de la postración y tantas situaciones de muerte.
¿Quiénes son y de dónde vienen? Eran
todo un grupo de misioneras venidas de michas partes. La gran mayoría, excepto
el grupo de discernimiento que era el grupo de acogida procedía de España.
Misioneras del tercer ciclo que habían estado repartidas entre Madrid, Jaén,
Valencia y Burgos en Salinillas. No se veía bueno quedarse allí de momento por
la fuerte presión que habíamos vivido. Si bien se mantenían en Europa algunas
comunidades como Alemania y Polonia, que como la de Japón, habían dado todas el
paso a Servidores. Nos congregamos en Argentina todo un pueblo peregrino, entre
setenta y ochenta personas.
Un colegio al lado de la
Parroquia de Santa Cruz de los Padres Pasionistas en la calle de Urquiza
llevado por unas Madres Irlandesas que estaba vacío sirvió de lugar para
albergar a tanto peregrino. Las comunidades de hermanas del Buen Pastor y la de
los Padres Pasionistas nos habían abierto sus puertas y sus corazones
haciéndose sentir el abrazo cálido y afectuoso del Buen Pastor. Jesús como Buen
Pastor es quien nos recibía y cargaba bajo sus hombros como llevando nuestras
vidas y nuestros nombres grabados en su corazón.
El solidarizarnos con todo el
pueblo argentino que también nos recibía en aquella situación con un abrazo
afectuoso valorando cada una de nuestras vidas era para nosotros una llamada a
abrazar desde nuestra pobreza a quienes estaban más abatidos, rotos y
desesperanzados. Era como percibir que la llamada de Dios a caminar juntos con
ese pueblo haciendo nuestras sus penas y alegrías, sus angustias y esperanzas
el modo en que Dios quería levantar nuestro espíritu abatido y nuestros
corazones heridos para abrirnos juntos a la intercesión a la plegaria a la fe.
Era como un contagio mutuo de fe donde todos nos necesitábamos y apoyábamos. No
sabíamos pero nuestro pobre testimonio de trasmitirles a ellos la alegría de
haber sentido que Dios escucha el gemido de los pobres venía a confortar sus
corazones abatidos y afligidos.
El pueblo se sentía burlado y
saqueado pero ellos y nosotros juntos nos sentíamos llamados a superar esa
situación de crisis siendo testigos de la esperanza inquebrantable de que nada
hay imposible para Dios. Nada ni nadie puede robarnos la fe, el amor y la
esperanza cuando la ponemos en Aquel que habiendo vencido la muerte nos asegura
que está vivo entre nosotros.
Memorias de un peregrino 3
Congregando a los más dispersos. Idas a Colombia, Perú y Japón
Las comunidades de Servidores se
fueron lentamente como de la mano del Buen Pastor que después de la tormenta
congrega bajo su regazo a los que caminaban dispersos. Él nos llamaba de nuevo
a su servicio y quería hacer renacer en nosotros de nuevo la esperanza como una
hermosa estrella que resplandece en medio de la noche apaciguándonos con la
suave brisa de su amor y su misericordia. Dios abrió en nuestras vidas una
puerta de esperanza.
Habíamos sentido la fuerza
devastadora del mal como un tsunami asolador sembrando la destrucción y
sentíamos la necesidad de recobrar los supervivientes que imploraban
misericordia y refugio. Escuchamos de nuevo la voz del Buen Pastor que quería
salir al encuentro de las ovejas que vagan sin rumbo presas del infortunio.
Sentíamos el corazón del Buen Pastor compadecido por los más débiles para
fortalecerlos, por los más enfermos y heridos para vendar sus heridas y recoger
a las descarriadas. Su promesa de que Él reuniría bajo su regazo de todos los
países para llevarnos a la tierra de promisión y reconstruir nuestras vidas
apoyados en su misericordia.
Lo que muchos habían sentido como
fuerza de renovación en sus vidas impulsados bajo un espíritu nuevo vieron sofocado
bajo un espíritu de confrontación, oposición y persecución reclamaron auxilio y
acudimos en su ayuda. No queríamos para nada sembrar la división dentro de la
Comunidad del Verbum Dei sino de recoger los que después del temporal no se
sentían más identificados y se sentían por otra parte llamados a vivir con el
nuevo espíritu de los Servidores. Sentían de corazón que Dios había hecho
surgir esa nueva Comunidad para ellos.
No sentíamos para nada un
espíritu de promover reivindicación, campaña de conseguir adeptos o hacer
número sino al contrario nos movía un espíritu de misericordia para que nadie
que había sentido la llamada del Señor quedase defraudado e invitar a todos a
creer que su misericordia podía recomponer nuestras vidas porque nada hay
imposible para Él. El espíritu de la nueva comunidad de Servidores había sido
derramado y gestado desde hacía tiempo en muchos corazones y Dios nos pedía que
no se perdiera ninguno de los que reconocían esta llamada.
Este fue el tiempo donde viajé a
Colombia para compartir con Leo y Tulio que nos habían pedido y después a Perú
para compartir con Jorge, José Antonio y otras hermanas y a Japón con Koichi y
otras personas. Fue el regalo de sentir que Dios nos estaba llamando y abriendo
caminos para caminar juntos. Dios nos hacía de nuevo hermanos y surgían los
primeros hermanos que quería incorporarse a la nueva familia de Servidores.
Dios nos iba dando hermanos que habiendo caminado juntos se sentían
identificados con el nuevo espíritu que Dios nos pedía vivir como servidores en
la Iglesia y en el mundo.
Memorias de un peregrino 4
Los dos años de espera en la Capital
Nada más difícil que renacer de
nuevo. Sólo Dios puede hacernos apostar de nuevo por la Fraternidad y el Reino
después de haber experimentado tanta lucha. Sintiéndonos cobijados bajo el
regazo de la misericordia a la sombra de sus alas tratando poco a poco de
levantarnos y desplegando bajo sus alas. Él iba derramando como un ungüento
suave la medicina que brota de su corazón traspasado y que es capaz de sanar
todo mal y de hacer renacer la vida donde pareciera haber quedado destruida.
Era una nueva oportunidad que se
nos abría en esta tierra nueva caminando al compás de todo un pueblo que
también sentíamos herido con la misma desesperanza. Se trataba de no apagar la
mecha humeante, de no apagar la llama de la fe y la esperanza para hacerla
brillar por pequeña que parezca en medio de la oscuridad.
En medio de la necesidad se hizo
más fuerte la intercesión, la invocación y la plegaria: “Señor tu que te apiadas
del pobre del afligido del que no tiene aparo y protección, danos tu gracia y
tu bendición”. Tú la derramaste y nos hiciste sentir que la nueva comunidad que
parecía arrancad de un troco había vida en sí misma, era tuya. Tú la hiciste
surgir y la harías florecer porque brotaría con tu misma savia. Sólo Tú eras
capaz de derramar tu gracia y tu bendición sobre aquella tierra reseca y
agostada. En los sequedales de nuestra alma escondías un enorme caudal de vida
y vitalidad. Nos infundías ánimo y paciencia para perseverar. Con sumo cariño
no suplicabas confiar en tu gracia: “Permitid que mi gracia salvadora y
sanadora penetre en todas las heridas y llegue hasta los lúgubres rincones más
profundos de los corazones”.
Como el ave Fénix que quedó
consumida por el fuego y resurgió de sus propias cenizas así sentíamos nuestras
vidas renacer. Renacer con un nuevo impulso misionero para llevar la luz de la
fe en medio de las tinieblas que abaten el mundo y el ungüento suave de tu
misericordia en los corazones desgarrados. Nos pedís nuestras idas para abrir
camino en nosotros dejando que la luz de tu amor ardiera de nuevo en nuestros
corazones para hacer arder de nuevo el fuego de la caridad. Los grandes males
no pueden sofocar la luz. Nos invitabas a reponer las fuerzas en el remanso
infinito de tu corazón rebosante de amor y misericordia.
Tú nos condujiste como el Buen
Pastor que nos cargas en tus brazos cuando estábamos abatidos por el peso de
nuestras desgracias, cuando ardíamos de aridez en el desierto hiciste brotar
estanques de agua que calmaron nuestra sed y transformando los desiertos en
estanques.
Estábamos recién llegando en
tandas de fletes que recibíamos con helados en medio del calor. Los que habían
sembrado amor en medio de tantas lágrimas eran recibidos entre cantares. Recuerdo
la primera navidad recién llegados al colegio al que habíamos fumigado para
desinfectarlo de pulgas y toda clase de bichos. Era de nuevo el clima de Belén
y del pesebre para creer que el que nació pobre y entre pajas quería renacer de
nuevo en nuestros corazones.
Memorias de un peregrino 5
En Urquiza y en el Colegio de las Madres Irlandesas
Aquel colegio abandonado que
durante años no se había utilizado, estaba lleno de suciedad. En el sótano
donde estaban las cocinas quedaban algunos huéspedes, gatos y ratas que
entraban con otros inquilinos de otros edificios desocupados. Nos dispusimos a
una “operación limpieza” que suponía el desinfectar el lugar que parecía
invadido de pulgas y piojos. La operación se hacía con trapos en la cabeza y
pañuelos cubriendo la nariz y la boca. Se utilizaban “pastillas gamesán” que
llenaban el edificio de humo sometiéndonos a una verdadera cuarentena.
Un inmenso salón de actos fue
convertido en nuestra gran capilla donde se habilitó un gran sagrario en el centro y dos grandes lienzos donde
pintamos un enorme Cristo Crucificado y una hermosa Virgen de rasgos
afroasiáticos que recogía tiernamente un pequeño niño escuálido.
El padre Anselmo con otros Padres
Pasionistas de la Parroquia de Santa Cruz proporcionaron colchones y mantas que
fueron distribuidas por las aulas una vez adecentadas. Pronto aquel colegio
desolador se transformó en un verdadero hospital primer hogar de los Servidores
de la Misericordia. Aquel colegio se fue trasformando en una verdadera escuela
de misericordia donde íbamos aprendiendo a vivir como pobres mendigos de la
misericordia.
Cada día acudíamos por la mañana
y por la tarde a beber del corazón traspasado de piedad para aprender como
cauterizar las heridas de esta humanidad. Aunque nos veíamos nosotros mismos
como convalecientes enfermos en cuidados paliativos nos dábamos cuenta que el
Señor nos iba levantando con infinita misericordia. Me recordó un centro
hospital de discapacitados que visité en la India donde el que podía leer
ofrecía sus ojos al que estaba ciego, el que podía andar cargaba al que estaba
paralítico y el que estaba impedido de una pierna caminaba con el que estaba
impedido de la otra.
Juntos sobrellevándonos con mutuo
amor nos arropábamos. Oí decir que unos niños gemelos que habían nacidos
prematuros lograban sobrevivir porque mutuamente se abrazaban y se daban
aliento el uno al otro. Ese abrazo de misericordia encarnado e comunidad nos
era como ese ungüento y aceite derramado que Dios ponía sobre nuestras heridas
para hacernos en carne propia testigos de que solo esa calidad de amor podía
cauterizar las profundas heridas de división causadas en nuestra humanidad.
Junto a nuestro colegio
convertido en hospital de misericordia se levantaba otro hospital público.
Nuestro apostolado más próximo lo pudimos vivir visitando a los enfermos de
aquel hospital. Entre ellos había algunos custodiados por policías por haber
cometido un delito y no dejaban ser visitados. Ante nuestro interés y pidiendo
si alguno quería recibir algún sacramento pudimos tener acceso descubriendo el
corazón conmovido de Dios por querer acercarse a todo hombre fuera cual fuera
la situación en que se encontrara.
Memorias de un peregrino 6
En Ramos Mejías esperando. Se nos cierran las puertas de la Capital
El plazo que nos dieron de poder
ocupar aquel Colegio se nos venció y la situación se nos empezó a complicar aún
más cuando, sin saber muy bien las razones, recibimos un comunicado del
arzobispado donde se nos notificaba que no parecía bien que trabajásemos ni
hiciéramos ningún apostolado en la
Capital. Esa noticia no sabíamos como interpretarla, si es que se nos cerraban
las puertas de trabajar sólo en la Capital o al venir del arzobispado se nos
impedía estar en Argentina.
En el entretanto cuando aún
estábamos en el Colegio preparándonos ya para salir nos visitó el P. Jesús
Castellano que había venido a dar unos ejercicios a la Conferencia Episcopal
Argentina. El nos invitó de nuevo a ponernos confiadamente en manos de Dios y
que recurriésemos Mons. Lettmann para
que este se pusiera en contacto con el arzobispo de la Capital para despejar la
incertidumbre.
Mientras la espera nos dejaron
una Casa de Retiro los Padres Salesianos en Ramos Mejía. Nos trasladamos allí
para permanecer en oración a la espera de la contestación. En esta escuela y
peregrinación de fe aprendimos a transitar por los caminos que tantos
peregrinos en la fe caminaron.
Dese la Casa de Retiro de Ramos
Mejía nos fuimos peregrinando a la Basílica de San José en el barrio de Flores
para ponernos también bajo el amparo y protección de San José. Él con la Virgen
y el Niño Jesús también tuvieron que huir como peregrinos a Egipto para
recorrer los mismos caminos que todo el pueblo de Dios. Si ellos, los primeros
Servidores se habían prestado a recorrerlos les pedíamos que nos ayudaran a vivirlos con ellos.
Supuso todo una escuela de
aprender a confiar en Dios por encima de todo. Cuando parecían cerrase de nuevo
las puertas esperarlo todo de la bondad y la misericordia de Dios. Era como una
prueba más de certificación que Dios quería poner en nuestra vida. Aunque las
circunstancias sean tan contradictorias nada hay imposible para Dios y el que
inició su obra la llevará a término.
A veces somos tentados de no
servir al Señor porque nos vemos indignos y pobres servidores, pero
precisamente es desde nuestra condición indigente donde Dios nos invitaba a
recurrir y confiar en su infinita piedad. Era una paciente espera en que a su
debido tiempo el nos abriría el camino.
Así ocurrió pues una vez que
Mons. Lettmann intervino recibimos la aclaración que la restricción sólo se nos
hacía para trabajar apostólicamente en la Capital pero que podíamos acudir a
otras diócesis. En todo íbamos aprendiendo los caminos que Dios escogía para
nosotros y la prueba evidente de que Dios llevaba su obra. En el reveso de la
Cruz está la Resurrección y no hay otro camino para acceder al cielo.
Las misiones en Dorrego, Salta e Inés Indart
Un grupo tan grande de misioneros
tan grande como el que estábamos en Argentina sentíamos la necesidad de poder
misionar. Era el tiempo de Cuaresma un tiempo privilegiado para el anuncio y la
preparación de la celebración de la Pascua. Aunque nos sentíamos mermados de
fuerzas creíamos que nos ayudaba poder misionarse nos empezaron a abrir puertas
a través de amigos sacerdotes que fueron verdaderos instrumentos de la
Providencia de Dios. Ya un sacerdote indio el P. Javier Pudota que conocí en mi
peregrinación a la India nos había abierto las puertas para misionar en Dorrego
un barrio grande del gran Buenos Aires. También el P. Abel nos ofreció misionar
en Salto e Inés Indart.
Nuestra misión en ambos lugares
fue providencial pues la gente de esos lugares tan sencillos nos acogieron con los
brazos abiertos valorando enormemente nuestras vidas misioneras. Un grupo
grande nos repartimos y fuimos a preparar y vivir con ellos la Semana Santa.
Los misioneros fuimos al pueblo de Inés Indart y fue una experiencia mu bonita
con la gente. Realmente o sabíamos bien quien misionaba a quién pues la misma
gente que tratábamos de evangelizar era la que a nosotros mismos nos
evangelizaba con su fe sencilla y su corazón abierto y generoso.
Eran múltiples las situaciones en
que veíamos repetirse el milagro de la multiplicación de los panes pues era
evidente que los frutos que recibía la gente y recogíamos eran totalmente
desproporcionados a lo que dábamos con las escasas fuerzas con las que
contábamos. El mismo sufrimiento es como una vía de conocimiento que pone en
sintonía y empatía a los que pasan necesidad.
El mismo amor de Jesús que
veíamos vivo en nosotros y nos movía a salir a su encuentro era el que nos
permitía ver en nuestros hermanos que más sufren su rostro. Mujeres, hombres,
niños que habían sido víctimas del maltrato, humilladas aparecían a cada paso
hambrientas de esa experiencia de misericordia. Familias rotas, corazones rotos
y heridos porque no se habían sentido amados. Recuerdo un hijo de una señora a
quien habían asaltado y pegado un tiro en la cabeza como pudo recomponer su
vida y su familia abriéndose al paso de Dios.
Era como volver al inicio de la
primera llamada en aquellos niños huérfanos y abandonados. Ahora sabíamos la
medicina que podía aliviar y curar sus heridas y éramos testigos en nuestra
propia carne que Dios podía hacerlo. En lo más profundo del corazón del hombre
por muy asolado herido y maltratado que aparezca se esconde un corazón capaz de
abrirse a la misericordia divina que nos haga capaces de irradiar misericordia.
Precisamente de aquellas primeras
misiones en medio de esos barrios de arrabales y aglomeración de tanta pobreza
Dios había preparado verdaderas perlas preciosas, tesoros escondidos en
aquellos corazones. Estaban en bruto, había que irlos puliendo, pero asistidos
con la gracia divina ellos se convertirían en los primeros Servidores del
Evangelio de la Misericordia de Dios.
Memorias de un peregrino 8
La primera diócesis en recibirnos en el gran Buenos Aires. Merlo Moreno
Como pobres servidores peregrinos
como el pueblo de Israel buscando la tierra donde asentarse así nosotros íbamos
mendigando de puerta en puerta. En el camino aunque no tuviéramos nada ni
siquiera un lugar donde encontrar descanso se iba consolidando cada vez más la
experiencia de vivir bajo el amparo de la Providencia Divina. Caminar sin
alforja, sin apoyo, sin bolsa, desprendidos de todo, dispuestos a dar la túnica
y el manto.
Fuimos de puerta en puerta
esperando encontrar en alguna diócesis algún obispo benévolo que nos recibiera.
No teníamos cartas de recomendación, al contrario nuestros credenciales era un
“curriculum” de perfil tan bajo que
nos daba un poco vergüenza presentarnos. Ero sentíamos la conciencia bien
tranquila de en todo momento haber querido hacer la voluntad de Dios.
Un hermano salesiano nos habló de
una diócesis muy pobre y necesitada del gran Buenos Aires lindando ya con la
provincia de Mercedes Luján. Era la diócesis de Merlo Moreno y allí nos
presentamos a su obispo Mons. Fernando María Bargalló con la expresión de
Miguel de Unamuno al final de su vida: “Vengo a ti Padre acógeme en tu dulce
hogar que vengo cansado del duro bregar”. Después de explicarle todas las
vueltas dadas y de que el arzobispo de Buenos Aires nos puso la objeción de que
no trabajásemos en la Capital a él le pareció ben que pudiéramos trabajar en
una diócesis como la suya tan carenciada. Nos dijo que era una diócesis muy
necesitada y que recibía de muy buen grado nuestra colaboración al anuncio del
evangelio con los más pobres.
Nos habló de que era una diócesis
recién creada y que él llevaba pocos años a cargo de la diócesis pero que
sentía una verdadera predilección de Dios que le hubiese llamado en esa parcela
de su viña con gente tan pobre y tan necesitada y que estaba seguro que
recibiríamos el ciento por uno. No hay nada más gratificante que el anuncio del
evangelio a los más pobres y humildes de la tierra. Nos pidió que trabajásemos
muy en comunión con él y todo el pueblo d Dios para hacer de su pequeña iglesia
local cas y escuela de comunión. Nos parecieron sus palabras como dichas del
mismo Señor y percibimos claramente que era la elección de Dios para nosotros.
Nos ofrecimos para caminar junto con él aprendiendo juntos estos caminos de
comunión. Sin duda quiso el Señor que nos encontrásemos juntos en sus caminos
para ayudarnos juntos a responder con fidelidad a su misión.
Para él éramos un grupo muy
grande y nos animó a seguir buscando otras diócesis para poder trabajar en el
gran Buenos Aires donde había tanta necesidad. Así una vez que se abrió esta
puerta se nos fueron abriendo otras. Quilmes, Morón y San Justo serían las
siguientes diócesis en recibirnos.
Memorias de un peregrino 9
Los dos años preparando la Casa de Espiritualidad. El Hogar de la
Misericordia
Había en la diócesis una parcela
de ocho hectáreas que había sido donada por un médico y que había quedado en
desuso y abandonada. Era una antigua quinta de recreo que había quedado
sumergida en una zona de aluvión que habían ido ocupando familias muy pobres.
Pronto pasó a ser una zona peligrosa y conflictiva así que dejaron de
utilizarla por no responder ya a su cometido. El dueño quera un doctor de gran
familia cristiana la donó a la diócesis. El padre obispo al ver que éramos una
familia tan grande pensó en ofrecérnosla como casa de retiro.
Cambió la suerte para aquel lugar
como había cambiado para nosotros. Al principio supuso un verdadero esfuerzo
transformar aquel lugar tan desangelado y aparentemente dejado de la mano de
Dios en el lugar que Dios mismo nos ofrecía como su hogar. Precisamente allí
quería que se transformase n el primer hogar de los Servidores del Evangelio de
la Misericordia.
Cuando llegamos la primera noche
asistimos a un verdadero “asalto” pues unos “chorros” trataban de llevarse “los
chanchos” que quedaban en unas porquerizas. Habían robado lo que habían
plantado en los campos, habían robado unas vacas y querían acabar con lo poco
que quedaba. El casero que impotente no sabía ya lo que hacer desesperado se
defendía con una escopeta asistiendo a un verdadero tiroteo. “Los chorros” en
su intento de acabar con todo cortaron un árbol y lo prendieron a la puerta de
la casa para impedir la salida del casero y escaparon llevándose todo lo que
pudieron. Ese fue nuestro recibimiento. Quedamos perplejos sin capacidad de
responder y preguntándonos porque quería Dios ponernos en aquel lugar. El
casero terminó así su estadía en aquel lugar y nosotros como las hormigas
comenzamos la obra de limpieza y transformación de aquel lugar.
Ya estaba acostumbrado a lo que
viví a los inicios de mi vocación así que entendí que Dios estaba interesado en
rescatar su obra de restauración consciente de que tal obra era la que Él con
su amor hacía con nuestras vidas. Se quitaron los abrojos, las zarzas y los
espinos que rodeaban hasta ahogar la casa y se empezaron las obras de
restauración queriendo aprovechar y reconvertir todo o que estaba inutilizado o
echado a perder.
La porqueriza en la que estaban
“los chanchos” se convirtió en cálido hogar. Las pocilgas en celdas que pusimos
nombre de santos. El lozanal del patio se convirtió en vergel. El árbol que
había sido cortado y quemado le grabamos y pintamos una imagen de la Virgen
Nuestra Señora de Guadalupe patrona de la diócesis. La vaquería se trasformó en
iglesia. Como altar pusimos la raíz de un ronco viejo y como basamento las
piedras que sacamos de una tierra abandonada que convertimos en huerto.
Alrededor para demarcar el terreno pusimos las estaciones de un vía crucis y a
la entrada colocamos una gran cruz del centenario de la Nueva Evangelización y
una estatua de la Milagrosa. El nuevo centro acondicionado y dispuesto como
nueva casa de espiritualidad lo ofrecimos para que pudiera ser utilizado por
toda la diócesis.
Memorias de un peregrino 10
Inicio de la comunidad de Ferrol
Después de nuestros retiros de
inicio del año 2004 nos planteamos una nueva comunidad de misioneros en España
para apoyar las comunidades de Europa. Después de los retiro de verano en el
monasterio de Lourenza en España se inicia en Octubre la nueva comunidad de
Ferrol con Leo, Tulio y Felipe bajo la aprobación de Mons. José Gea en la
diócesis de Mondoñedo Ferrol y una nueva comunidad en el norte de Francia en
Valenciennes bajo la aprobación de Mons. Garnier. Eran nuevas puertas en nuevas
diócesis que se nos abrían para reforzar las comunidades de Europa.
Era significativo que estando en
Lorenza como parte del Camino de Santiago y habiendo tenido tantas experiencias
tan bonitas en tantas peregrinaciones quisiera el Señor ponernos en Ferrol como
etapa final del Camino de Santiago, como para recordar de dónde parte nuestra
peregrinación y teniendo siempre en cuenta la meta de la misma. Caminos no
siempre fáciles entre valles y montañas guiados por la fe, caminando con la luz
del hoy hacia la luz que no tiene ocaso.
El Padre Segundo L. Pérez López
decano de la Facultad de Teología de Santiago fue el instrumento mediador que
Dios puso en nuestro camino para preparar la nueva fundación de Mondoñedo
Ferrol. Esta diócesis se debe a San Rosendo su primer obispo y fundador que
nace en el 907. Ante de obispo parece que fue abad no se sabe por cuánto tiempo
pero parece probable que pasase algún tiempo en un monasterio puede que de
Caaveiro o el de San Salador y Santa Cruz de Portomarín en la ribera del Miño.
Fue allí donde optaron su elección para el obispado de Mondoñedo por parte del
pueblo y del clero. Después parece que dejó el episcopado y volvió a llevar una
vida eremítica haciendo construir algunos monasterios.
En el devenir de la primera
diócesis de San Rosendo Mons. José Gea vivió casi veinte años entregado a esta
iglesia particular. Quisimos entrar en esta diócesis a pie descalzo recogiendo
las palabras de Unamuno: “Agranda la puerta, Padre, porque no pudo pasar; la
hiciste para los niño, yo he crecido a mi pesar. Si no me agrandas la puerta,
achícame, por piedad, vuélveme a la edad bendita en que vivir es soñar”.
Memorias de un peregrino 11
Encuentro en Lourenza y ordenación de Tulio y Felipe
El 1 de Mayo del 2005, fiesta de
San José Obrero fue la ordenación sacerdotal de Tulio y Felipe en Lorenza en la
Catedral de Mondoñedo. En el Seminario Menor organizamos todos los
preparativos. Lo tratamos de vivir en un gran espíritu de familia invitando
también a nuestras familias de España. Recuerdo que en tal evento se descompuso
José María el padre de Cristina dándole los primeros síntomas de su larga y
penosa enfermedad que llevaría con tan gran ejemplo de paciencia y humildad.
Todo Mondoñedo estaba de fiestas
vestida a usanza del medievo y el repicar de las campanas hicieron saber del
acontecimiento. Se había hecho todo lo posible para que la madre de Tulio
pudiera estar en la ordenación. Le hicieron esperar bastante por cuestión de
visas pero al final se la concedieron el mismo día en que Benedicto XVI era elegido nuevo Papa. Fue un
signo más de la Providencia divina. Fue muy emotiva envuelta en lágrimas verla
poner a Tulio la casulla y dirigirnos unas palabras que había escrito en una
especie de carta al final.
También fue muy emotivo la
postración y la invocación al Espíritu y todos los santos de Dios como
reconocimiento de nuestra flaqueza para significar que siempre la ordenación se
realiza no porque los candidatos lo merezcan sino porque Dios nos llama conscientes
de nuestra debilidad. El obispo termina con una oración: Dignate Señor bendecir
a estos hijos tuyos a los que presentamos a tus piadosos ojos para ser
consagrados. Tu aceptabas Señor nuestras pobres vidas y nuestra pobre ofrenda y
las hacías en tu propia ofrenda agradable. Se hacía en todo evidente la
desproporción entre el don y el receptor del don.
Es impresionante como el rito más
importante se realiza en silencio mientras el obispo, en este caso Mons. Gea
impone las manos sobre las cabezas de Tulio y Felipe y ora en silencio para que
el Espíritu Santo les penetre, les transforme y capacite para su misión. Gestos
muy sencillos humildes pero que ponen de relevancia que el sacramento no es
cuestión de capacidad humana sino de la actuación poderosa de la acción de Dios.
Como sucede en los sacramentos, cada
vez uno se da cuenta la desproporción entre los signos aparentemente visibles y
el poder y acción del Espíritu, la acción invisible de su gracia. No se puede
expresar con palabras lo que sucede en tan poco espacio de tiempo. Lo que uno
es consciente es que Dios actúa derramando su Espíritu haciendo de nosotros
hombres nuevos. A la vez uno se da cuenta que la ordenación no es un punto de
llegad sino de partida. Ejercitando el ministerio aprendemos poco a poco para
vivirlo para nuestra santificación y la de todo el pueblo. Lo que recibíamos
con gratuidad lo debemos de vivir al servicio de la comunidad, la iglesia y la
humanidad no como un rango de superioridad sino de servicio, servicio de
caridad y de comunión.
La representatividad de las
distintas naciones que estaban allí representadas daban a entender que tal don
es para servicio de la iglesia y del mundo. En palabras de Jesús ustedes son la
luz del mundo, en palabras de Juan Pablo II: “llamados a ser servidores del
Evangelio para la esperanza del mundo, sabemos que esta esperanza no proviene
de nosotros sino del Espíritu Santo” (Exhortación apostólica postsinodal, Pastores gregis, 73)
Memorias de un
peregrino 12
La primera comunidad de Misioneros en Merlo junto a las capillas
El lema de nuestra diócesis era
“salgan por los caminos”. La llamada e impulso misionero de Jesús lo sentíamos
precisamente saliendo por los caminos, las aldeas, hacia las periferias, hacia
las ovejas perdidas que vagan sin rumbo. Nuestra grata sorpresa era que
saliendo a misionar, aunque bien es verdad que te encuentras de todo, con gente
indiferente, reacia, que no te responde, no te recibe , te cierran la puertas,
también es verdad que te encuentras con muchas personas y familias que si te
reciben y te abren las puertas. A unos y a otros queríamos acercarnos para
compartir con sencillez el anuncio del evangelio. Nuestro deseo era estar cerca
de la gente, vivir con ellos. No solamente que nos sintieran visitando, de paso,
sino haciendo camino con ellos, hacernos parte de sus búsquedas inquietudes
anhelos y sufrimientos.
La casa de espiritualidad estaba
un poco a desmano y apartada de los barrios. Aunque hacíamos visitas a algunas
familias y tratábamos de misionar la zona nos sentíamos un poco encerrados en
aquella quinta. Una vez que los trabajos de rehabilitación acabaron y estaba a
punto, sentíamos toda la diócesis tierra de misión, así que pedimos a nuestro
padre obispo poder vivir en algún barrio entre la gente. El obispo nos ofreció
unas capillas en una zona muy carenciada para que pudiéramos vivir allí entre
la gente sencilla, la mayoría procedente de las provincias.
Unas monjitas uruguayas acababan
d retirarse del lugar en el que habían estado treinta años porque eran ya muy
mayores y regresaban a Uruguay. El obispo vio el momento y el lugar adecuado
donde estar y nos ofreció la casa de estas monjitas junto a la capilla Nuestra
Señora de Luján para que atendiésemos a esta y otra capilla Nuestra Señora del
Valle. Pertenecían a una parroquia muy grande, María Auxiliadora, que llevaba
un sacerdote ya mayor el P. Raúl, uno de los pioneros del “Movimiento de
Sacerdotes Obreros del Tercer Mundo”, para él era un verdadero alivio.
La casa era muy pequeña pero
tenía una terraza grande así que nos dispusimos a hacer una capillita par para
que la pequeña casita dispusiera de un lugar donde poder orar y celebrar misa
cada día abriéndola a los vecinos del lugar. Pronto nos dimos cuenta de la
necesidad tan grande de nuestra zona y de nuestra diócesis. Un millón de
habitantes y tan sólo treinta sacerdotes. Después de la gran crisis del 2002 la
Iglesia se había preocupado de ofrecer centros asistenciales a la gente y el P.
Raúl llevaba una guardería y comedores en diversas capillas lo que acaparaba
casi toda su atención. Nos dimos cuenta que la mies era abundante y los
trabajadores pocos y pedimos al Señor que nos diera la gracia de ir trabajando
y despertando a la gente el deseo de misionar con nosotros.
Así empezó nuestra misión con
Koichi un japonés, Jorge un peruano y luego más tarde Alceu de Cabo Verde. En
aquel lugar que sentimos como la niña de los ojos de la Virgen que fue
germinando y creciendo con todo un grupo misionero . Juntos caminos y crecimos
como una comunidad misionera que se fue propagando con gente del lugar. Fue
para todos un regalo y bendición, enriqueciéndonos mutuamente con la fe, el testimonio y la ayuda fraterna que nos
brindábamos haciéndonos recordar el espíritu de la primera comunidad cristiana.
Memorias de un peregrino 13
Tiempo de de formación inicial
con los nuevos hermanos. Propedéutico
Dios providente nos iba dando
hermanos y nos iba sanado y abriendo los corazones para ir gestando en nosotros
una nueva fraternidad. Era necesario refundar en nosotros los lazos sanado
todas las cicatrices de la división poniendo como cimiento la misericordia.
Después de un largo camino, Dios
nos volvía a llamar y congregar de naciones y culturas bien diferentes y sol un
camino era capaces de hacernos criaturas nuevas, la reconciliación. Mendigar y
ofrecernos la misericordia era el firme presupuesto de una verdadera y sólida
fraternidad. Lo que tantas veces ha sido pisoteado y profanado por la violencia
y la maldad, Dios era capaz de hacerlo nuevo derramando su misericordia y
derribando las barreras y muros que nos separaban.
Su amor se hace sólido y fuerte
en el corazón pobre y humilde que no quiere aferrarse a nada ni retener nada.
Reconciliar la historia y el pasado para que solo quede el rastro y la huella
de su amor. No hay otro camino para derribar los muros de la división que desde
una fraternidad pródiga en perdón y rica en misericordia. Las diferencias que
tantas veces nos han dividido han de ser superadas de forma que todos nos
sintamos familia de Dios. Dios nos invitaba a formar un hogar donde haya lugar
para todos incluso para los que podían excluirse más excluidos o marginados, un
verdadero hogar de misericordia.
La etapa inicial de formación de
los Servidores en la que nos incluíamos todo tiene como cometido arraigarnos en
estas actitudes propias del Servidor. El que se hizo pobre pequeño y servidor
de todos, el que no vino a sr servido sino a servir, el que abajándose y
humillándose hasta la cruz nos encarnó a todos la misericordia de Dios. El
propedéutico viene del término latín “eudes”
camino, caminar juntos, camino de formación que sea una profundización de la fe
en la vida y que hunde sus raíces en una conversión y formación continua de
conformarnos al Servidor y renacer una y otra vez de la Misericordia de Dios.
El propedéutico lo realizamos
siguiendo un itinerario en la fe profundizando en las verdades de la fe en un
clima de familia misioneros, misioneras y matrimonios. Vamos profundizando en
la riqueza de las verdades del Credo desde la oración, la Palabra el Magisterio
desde distintas áreas, bíblica, dogmática, eclesiológica, moral humanidades,
liturgia etc. antes de una etapa de estudios teológicos. Tratamos así de
responder a los cuestionamientos existenciales del hombre en un clima de contagio
vivo de fe. En este caminar juntos, casi por contagio u osmosis se va dando el
milagro de crecer en el conocimiento de Dios y en el conocimiento de nosotros
mismos estrechando los vínculos e la fraternidad.
Memorias de un peregrino 14
Caminando como pueblo. Una nueva experiencia de Iglesia
La propia Iglesia universal se
abría a una nueva etapa, a un nuevo
ciclo. Tras la muerte de Juan Pablo II la elección de Benedicto XVI nos abría a
una nueva etapa. Acudimos con un grupo de servidores de nuevas vocaciones
argentinas, Gustavo, Jorge, Diego con otras hermanas al encuentro mundial de
jóvenes en Colonia. Se volvió a reavivar en nosotros el impulso a la misión y a
una comunión más grande. En la gran explanada de Marienfield asistimos a la
JMJ.
Después tuvimos el encuentro de
los misioneros y misioneras de las comunidades de Europa en Vinnenberg donde
hicimos las nuevas promesas un grupo de hermanos-as. De nuevo la peregrinación
a santuarios marianos nos hacía poner en camino para descubrir lo que más allá
de las diferentes lenguas y culturas nos hacía sentir profundamente hermanos
para salir de lo que nos esclaviza, nos aliena y nos hace vivir solitarios como
extraños.
El Papa insistía en promover
estos caminos de comunión, de volver a dar crédito al llamamiento de Cristo en
el corazón sediento del sr humano creyendo que sólo él sacia nuestra sed de
comunión. Ante la fuerte descristianización del viejo continente Europeo es
necesario volver a los orígenes de nuestra fe. La vida sin fe nos hace caer en
el indiferentismo, la increencia, la falta de credibilidad en las
instituciones. Fue como encender de nuevo la llama de la fe.
Los jóvenes y todos nosotros
necesitábamos reavivar y retomar nuevos caminos que nos hagan recuperar la fe y
la credibilidad en la Iglesia. El Señor de la historia por caminos que nosotros
nunca nos imaginamos es capaz de hacer renacer en cada etapa de la historia
nuevos carismas y nuevos movimientos y asociaciones que ayudan a abrir caminos
nuevos.
La iglesia necesita renovarse promoviendo
la reconciliación y la comunión y nosotros nos sentíamos llamados a recorrer
estos caminos de comunión, en Iglesia, sintiéndonos Iglesia y amando mucho a la
Iglesia. La Iglesia también necesita renovarse para ser una Iglesia más pobre,
humilde, servidora saliendo de los caminos de la mediocridad y mundanidad. Una
iglesia promotora de valores más profundos y no sin ello más humanos. El mundo
tiene sed de humanidad y la Iglesia está llamada a fomentar una nueva
humanidad. Ante un mundo que por falta de fe vive en el eclipse de Dios y del
hombre, ante un hombre alienado y alejado de Dios de los hermanos sentíamos la llamada de
ponernos como peregrinos abriendo caminos nuevos para salir de la soledad y
orfandad de Dios y de relaciones y promover un mundo más solidario y fraterno.
Memorias de un peregrino 15
Caminando de la mano de los pastores de la Iglesia
Vimos bueno viendo el momento de
descristianización en Europa y la llamada de la Iglesia a una nueva
evangelización hacer un encuentro internacional de toda la Familia de
Servidores para potenciar y alentar las comunidades de Europa. El encuentro se
hizo en el Seminario de Sigüenza, Guadalajara. Habíamos iniciado comunidades
nuevas en Ferrol, Espinosa, Guadalajara además de la de Jaén y Coímbra. Esta
como anfitrionas recibían al resto de comunidades de Europa, de Francia,
Bélgica, Alemania y Polonia. Invitamos al obispo Mons. Fernando María Bargalló,
como invitado de las comunidades de Argentina, al obispo Mons. Munilla, al
Vicario de Guadalajara Ángel Moreno, a Rafael Higueras y Francisco Javier Díaz
de Jaén, etc.
El obispo Mons. Munilla acababa
de participar en un encuentro internacional sobre la Misericordia. También
nuestro encuentro se centro en la Misericordia como centro de nuestra espiritualidad
y tuvo como lema nuestra esperanza es la Misericordia. La primera homilía de
Ángel Moreno fue una infusión de aliento y de ánimo a toda la comunidad que el
mismo conocía. Recuerdo sus fases de confianza tomadas del encuentro del
Resucitado con Pedro: Tú lo sabes todo, tu sabes que en medio de odo te quiero
amar y responder. Era el mismo Señor que a través de él nos confortaba y
confirmaba a ser pastores según su corazón. Dios ha dado pruebas certeras de su
cercanía y su providencia. Confiad en Dios.
El obispo Fernando María os
volvió a confirmar en a llamada a caminar en Iglesia con la Iglesia haciendo de
la Iglesia casa de todos, Iglesia familia, Iglesia peregrina, Iglesia
samaritana, Iglesia servidora, humilde, fraterna y solidaria de los que más
sufren. El obispo Mons. Munilla nos insistió mucho en ser artífices de la nueva
evangelización, nos impulsó a no temer abrir caminos nuevos en el mundo de hoy.
A más allá de nuestros límites dejarnos guiar por la fuerza del Espíritu. No es
una llamada a hacer otra Iglesia sino a renovar la Iglesia desde adentro
caminando con un espíritu de comunión. Caminar juntos bajo la guía de sus
pastores viviendo en la Iglesia y amando la Iglesia. Fue como una verdadera
confirmación como la de Jesús a Pedro a responder ala misión que la misma
Iglesia nos solicitaba. Sentimos el aliento y el consuelo de Dos a través de
sus pastores que nos animaban a vivir este momento de gracia para nosotros,
para la Iglesia y para nuestro mundo.
Conociéndonos y sabiendo de dónde
veníamos y por lo que habíamos pasado veían corazones forjados por Dios que
habían experimentado en sus propias vidas toda clase de pruebas pero que sobre
todo había calado en lo más profundo de nosotros la experiencia de la
misericordia. Esto precisamente es la condición indispensable para ser pastores
según su corazón. La medicina que cura, conforta, levanta, transforma los
corazones. Esto lo que es la garantía y sostén de nuestra esperanza. No temer
ni cansarnos de mendigar a su corazón misericordioso. Disponerse a caminar y
levantarse cada día implorando su misericordia. Salir al encuentro del que
sufre, sostener al que duda, fortalecer al débil, levantar al que cae y alentar
el paso del que ya no puede más. Todo el camino recorrido todo lo que el Señor
había trabajado en nuestros corazones era precisamente para capacitarnos para
tal misión en esta hora de su Iglesia
Memorias de un peregrino 16
Caminando y peregrinando con el pueblo al Santuario de Luján
Como Iglesia peregrina
percibíamos cada vez más afianzarnos en la fe de la Virgen buscando siempre su
aliento, su protección y bendición. Era como volver a lo más originario y
profundo de la fe que vivimos en nuestras propias familias, en tanta gente
sencilla que desde la piedad popular acuden con una confianza inmensa a la
Madre intercesora y mediadora de todas las gracias. María fue la primera
peregrina en la fe que transitó por estos caminos y que recibió de su Hijo el
encargo de llevar a todos a encuentro con Jesús. Queríamos aprender de ella y
con ella a amar a la Iglesia, amar a su pueblo, la porción de pueblo que su
hijo nos estaba ya confiando.
Se estaba preparando la última
Conferencia Episcopal Latinoamericana en el Santuario de la Virgen Aparecida en
Brasil y ya en la preparación de los lineamenta por primera vez en la Iglesia
se hablaba de los tesoros preciosos que se guardan en este precioso Continente,
la perla preciosa de la piedad popular y más aún de la gran riqueza de toda una
espiritualidad y mística popular. La mística de la gente sencilla, de tanta
gente humilde que con un corazón pobre siguen caminando en los caminos a veces
sinuosos y pedregosos de la vida. Ellos nos invitan a caminar con ellos a
seguir caminando no más perseverando en medio de las dificultades.
Nuestra fe sale siempre reforzada
al compartirla con los más pobres y humildes. Como perla de gran valor y
catalizadora de esta piedad popular y denominador común de todos los pueblos es
esta devoción popular de la Virgen que s genera en torno a sus Santuarios. En
Argentina desde los tiempos más difíciles de la dictadura, el pueblo se puso en
pie saliendo en peregrinación al Santuario de Luján. Fue el sacerdote Rafael
Tello quien convoca la primera peregrinación popular y de jóvenes en Octubre de
1975. Un año antes el Cardenal Pironio en el Sínodo de los Obispos había
reconocido el inmenso valor de la religiosidad popular, en la peregrinación el
pueblo reconoce un misterio en el que se encuentran Dios y la Madre con su
pueblo. Todos los años sin interrupción en el primer fin de semana de Octubre el mes de la Virgen se peregrina primero con
todos los jóvenes y después con toda la diócesis. Aunque tanto el 8 de Mayo su
fiesta como el 8 de Diciembre día de la Inmaculada se hacen peregrinaciones
masivas y durante todo el año puede encontrarse grupos de peregrinos sin duda
la más popular y representativa con más de un millón de personas es la de
Octubre.
Ya que prácticamente nos
encontrábamos iniciando la misión en esta preciosa tierra nos sentimos llamados
a caminar y aprender a peregrinar con la
fe de todo nuestro pueblo argentino. Fue una experiencia preciosa de Iglesia,
de una Iglesia que camina con su pueblo dejándonos inundar de su fe y de su
piedad popular. Para nosotros era una puerta nueva de situarnos y vivir codo a
codo con la gente humilde. Había gente que peregrinaba a nuestro lado que
diríamos no era la gente que uno etiquetaría de Iglesia, jóvenes villeros,
jóvenes de pelo largo vestidos de rokeros, ancianos que eran trasportados en
camillas, enfermos que eran llevados en sillas de ruedas, niños deficientes que
eran llevados a hombros. Vendrían a ser los más despojados de esta tierra. Era
una forma de entrar en una manifestación de fe, que entra por los sentidos,
cargada de calor y afecto humano con símbolos que integran todas las culturas
que te amplía el horizonte y hace arder el corazón.
Memorias de un peregrino 17
Las promesas en Fátima y en Luján
El año 2006 fue un año de gracia,
de renovar las promesas y de prepararnos para el primer Belén o Asamblea General
de toda la Familia de Servidores. Veíamos que la mejor manera de vivirlo era
acudiendo al amparo de nuestra Madre. Se hicieron dos grupos y se eligieron dos
Santuarios representativos. Para el grupo de las comunidades de Europa y Asia,
Fátima y para el grupo de las comunidades de Argentina, Luján.
A Fátima fui con mi madre antes
de venirme para Argentina. Volver e este contexto a Fátima para mí fue
doblemente emotivo. Volvía a hacerlo con mi madre como vuelven tantos
peregrinos a los santuarios a dar gracias y haber escuchado y haber hecho suya
nuestra oración en aquel tiempo tan difícil. Ella nos había guiado e
intercedido por nosotros. Quién mejor que a ella que presentar no sólo nuestras
oraciones sino nuestras vidas para de su mano presentárselas y ofrecérselas a
su Hijo. También queríamos que de mano de su Madre pudiéramos recibir el
encargo de la misión como los servidores: Haced o que Él os diga. Como los
servidores que acudieron a aquella Boda de Caná y que bien sabían de dónde
venía el vino, de aquellas tinajas vacías que habían sido llenadas de agua y
presentado ante Jesús. En nuestras pobres vidas como tinajas vacías habíamos
visto aparecer el vino de la alegría de la ilusión por la vocación y la misión
y nos sentíamos animados por la Madre a creer en las promesas de Dios con la
certeza que él reserva el vino bueno para el final.
En Fátima nos congregamos mucha
gente y veíamos con nuestras propias familias como Dios iba agrandando la
familia que él nos daba abriendo nuestro corazón al mundo entero. Fue muy
bonito ver toda la gente que vino en autobús de Jodar y de las primeras
misiones de Jaén que empezaban a dar fruto en nuevas vocaciones.
También en Argentina las promesas
en Luján fueron una verdadera fiesta en un tono celebrativo de cantos, alegría
y acción de gracias. La mejor manera que teníamos de agradecer a Dios todo lo
que había hecho con nosotros era ofreciéndole nuestra vida entera. Todo lo que
éramos, lo éramos fruto de su amor y su misericordia. Por eso nos dispusimos
con infinito agradecimiento y alegría a ponernos enteramente al servicio de
Jesús y de su Iglesia en tantos hermanos. Se iba repitiendo como gesto
distintivo de la nueva comunidad el gesto del lavatorio de los pies donde
primero éramos lavados y luego lavábamos los pies a los hermanos con los que
Dios nos ponía y él nos iba confiando. Entre el gran número de hermanas fueron
también las primeras promesas de Alceu de Cavo Verde, nuestro primer misionero
africano.
No era casualidad que la Virgen
eligiera como custodio y servidor de su imagen al negrito Manuel africano de
Cavo Verde. El negrito Manuel había sido comprado en África y servido como
esclavo desde Brasil. Trasportando y custodiando la imagen que llevaban en una
carreta camino Santiago del Estero la carreta se paró. Sólo cuando bajaron la
imagen de la carreta se puso de nuevo en camino. En Luján se el negrito Manuel quedó
portador de la presencia consoladora de la Virgen a los más pobres y
necesitados diciendo soy de la Virgen no más. Verdaderamente Dios nos abría el
corazón a todos los continentes.
Memorias de un peregrino 18
El comienzo de un pueblo de servidores. Primer Belén en Argentina
El primer Belén era testigo del
nacimiento de una nueva familia espiritual que incluía distintas formas de
vivir la misma vocación y misión y que se iba extendiendo cada vez más. Dios
había estado preparando y forjando nuestras vidas como fundamento de una gran
familia espiritual y ahora aunque en germen veíamos los brotes de distintas
formas de vivir nuestra vocación y misión dentro de la Iglesia.
Muchas veces hemos vivido bajo
categorías de estamentos y élites como si la llamada y la vocación fuera para
un selecto grupo de privilegiados o iluminados. Cada vez más éramos conscientes
que Dios quería abrir caminos para todos de forma que todos puedan sentirse
elegidos. La llamada a la santidad es para todos, para todo el pueblo de Dios y
Dios nos invita a caminar como pueblo, como una gran familia, como una parábola
viviente de la Iglesia donde todos encuentren su lugar.
La experiencia común que nos une
a toda la gran Familia de Servidores es la de sentirnos hombres y mujeres
recatados por su Misericordia y con la deuda de amor de quererla ofrecer a
todos nuestros hermanos. Nadie puede así arrogarse el estar por sus méritos,
talentos o capacidades. La experiencia de su amor y su misericordia es la que
nos congrega y nos impulsa a acercar y encarnar su amor allí donde estamos, desde nuestras
familias, e nuestros trabajos y en todos los ámbitos de la vida. Dios quiere
manifestarse y hacerse presente a todos y a través de todos. Se trata de
permitir a Dios que revele su amor en nosotros y a través de nosotros. Dios no
hace acepción de personas y tampoco nosotros queríamos vivir poniendo trabas o
barreras sino ofreciendo a todos la experiencia gratuita de su amor. Es así
como laicos desde sus lugares y trabajo, personas casadas desde sus familias,
niños, jóvenes o viudas, todos nos sentimos llamados a caminar juntos. En el
propio camino vimos incluso como sacerdotes diocesanos sentían también la
llamada a vivir nuestra espiritualidad y
su ministerio sacerdotal insertos en nuestra familia espiritual de servidores y
así poco a poco abriéndonos a que Dios fuera diciendo a través de las mismas
personas la forma de vivir y ayudarnos entre todos a responder a la misma
misión en su Iglesia.
En el marco de ese primer Belén
nos abríamos acoger el sueño y el plan de Dios que siempre nos supera sin poner
límites a su llamada, elección y acción. Es Dios quien llama, quien elige y
quien lleva la obra y nosotros como pobres colaboradores nos ponemos todos en
camino desde la diversidad, la pluralidad, la complementariedad y riqueza de
caminar juntos aprendiendo y enriqueciéndonos mutuamente los unos de los otros.
A la par que la comunidad se abría a nuevas vocaciones, Dios nos impulsaba a
extender su obra abriendo nuevas fundaciones. Era como asistir a una nueva
primavera, al inicio de nuevas fundaciones en Ucrania, Perú, Colombia, Israel y
Togo. Dios es siempre sorprendente y aunque sentíamos desproporcionad la
llamada con nuestras fuerzas nos ofrecíamos con entera disponibilidad para
responderle.
Memorias de un peregrino 19
Las primeras promesas de misioneros con el compromiso de servidores en
Moreno
Después de dos años de
propedéutico y antes de comenzar los estudios de Filosofía y Teología en la
universidad de la UCA, el 22 de Marzo del 2009 un grupo de hermanos-as
misioneros-as hicieron sus primeras promesas entre ellos Gustavo, Diego y Jorge
Chaparro. A la vez que un grupo grande de hermanos-as hacían su primer
compromiso de servidores. A la vez en la celebración se hacía una bendición
especial para los hermanos Pablo y Jorge Badín que habían crecido en el entorno
de la capilla y que ahora iniciaban su vida en comunidad. Esta vez se eligió
nuestra preciosa y humilde capilla de Virgen de Luján. Fue también una
verdadera fiesta a la que se unió toda la gente de nuestra capilla. Dos mamás
de nuestra capilla que habían sido para nosotros auténticas madres y hermanas
hacían también sus compromisos. Para las familias y personas de nuestro barrio
fue una verdadera teofanía, manifestación de Dios, pues nunca habían visto algo
parecido. El lema de las promesas era “Nosotros hemos conocido el amor que Dios
nos tiene y hemos creído en Él”. Todo la celebración fue vivida con enorme
alegría. Pareciera como si las puertas
del Reino de los Cielos se abrieran para todos y todos llamados a entrar y
participar en la gran fiesta del cielo. Ese germen de Reino y de familia se iba
cada vez haciendo más visible conviviendo, compartiendo y caminando juntos con
la gente de nuestro pueblo. Un percibe que Dios está plenamente presente entre
la gente más allá de los recintos que nosotros hemos puesto el nombre de
sagrados. El lugar sagrado es allí donde vivimos, la vida ordinaria, cotidiana
y común y la gente sagrada y el pueblo santo es el pueblo que camina a nuestro
lado. La santidad no es un artículo de lujo para unos pocos. Dios quiere
habitar en cada uno de nosotros y ese es el lugar sagrado más deseado y querido
por Dios.
Nosotros éramos testigos de ello
conviviendo con ellos, misionando con ellos. Había todo un grupo de papás y más
que salían asiduamente a misionar con nosotros en una misión que la Conferencia
Episcopal Latinoamericana en Aparecido había denominado Misión Continental
permanente. Todo el continente es tierra de misión y todos los días incluso
todos nuestros ambientes en donde vivimos desde los ámbitos más sencillos de la
escuela, el comedor, el trabajo, todos esos lugares habituales era donde
percibimos que Dios está y nos invita a colaborar en la extensión de su Reino.
Nosotros como fermento somos testigos de la obra transformadora de su gracia y
su misericordia. A nosotros sobre todo nos pide encarnar su misericordia entre
la gente pobres y llevar su presencia a los más débiles, enfermos y más
necesitados de su amor. Su amor es capaz de ir generando unas relaciones nuevas
que nos permiten vivir y recrear la comunión.
Participamos con nuestro Padre
Obispo Fernando María en la Asamblea Diocesana para la catequesis durante tres
años. El primer año se propuso ver la realidad y los retos con los que nos
encontrábamos en la acción pastoral de la diócesis en el campo de la catequesis
en sus distintos ámbitos. El segundo año tratamos de ver las necesidades
prioritarias en las distintas áreas de formación. El tercer año se trato
de responder al desafío de transmitir la
fe a todos desde cualquier edad y situación. Toda la vida y todas las personas
son objeto de misión. Para nosotros trabajar pastoralmente en nuestra diócesis
significaba responder a todos estos desafíos caminando y trabajando juntos. Lo
importante era caminar juntos descubriendo que Dios salía al paso haciéndose
presente en todas las realidades que vivimos.
Memorias de un peregrino 20
Los compromisos del primer sacerdote diocesano servidor
Después de un largo camino
nuestro querido Andre abría otro camino al hacer su compromiso como sacerdote
diocesano servidor. Andre es un sacerdote diocesano de la diócesis de Münster,
Alemania, nuestra diócesis natal. Llevaba tiempo caminando con la comunidad de
Münster participando de todo el camino de la comunidad y tomando parte en
distintos encuentros internacionales que se habían ido haciendo periódicamente
en Europa. Tuvimos la suerte de compartir con él en unas misiones que se
hicieron en Argentina con todo un grupo de jóvenes estudiantes alemanes. Sus
compromisos fueron en Vinnenenberg, un pequeño santuario no muy lejos de
Münster. Sus promesas fueron en una misa muy emotiva celebrada por Mons.
Lettmann. En el rito del lavatorio, lavando los pies del obispo que nos aprobó,
le decía cómo recordaba cuando de peregrino en Tierra Santa con un grupo d
seminaristas Andre tuvo la delicadeza de aliviar su cansancio lavando sus pies.
Así que era evidente que conocía muy bien a Andre y su espíritu de servidor y
se alegraba enormemente por él y por nosotros.
No era común para un sacerdote
diocesano formar parte de una asociación misionera pero el obispo se alegraba
enormemente que diera este paso. También los sacerdotes necesitan de un grupo
de hermanos con los que compartir sus alegrías y sus sufrimientos, sus gozos
anhelos y esperanzas y de ayudarse viviendo el ministerio y la misión sin
sentirse sólo o agobiado. Es fácil que la labor pastoral termine siendo una
carga y que los condicionamientos externos e internos nos vayan mermando la fe.
Dios nos llama a que vivamos en medio del desconcierto, la frustración, la
incredulidad la amargura, el desaliento, la tristeza, la añoranza, la soledad.
Dios fuente de todo consuelo nos necesitas alegres y firmes en la fe para poder
alentar a los más desalentados y confortar a los que se encuentran más débiles.
Para ello nada mejor que caminar juntos y misionar juntos con la certeza que la
fe se multiplica como el amor cuando lo compartimos.
Sus promesas fueron una vez más
una confirmación de que estos son caminos de Dios por los que el mismo Dios
sale a nuestro paso. Fue muy bonito que a sus promesas vinieran su madre y su
hermano. Andre había vivido una experiencia familiar muy dura y fue motivo de
reencuentro, de reconciliación y de mucho consuelo. Junto con Andre hicieron
también sus promesas un grupo de hermanas que estaban trabajando allí en
Alemania. Para Mons. Lettmann y la diócesis de Münster que nos vio nacer creo
que fue la mayor prueba de agradecimiento. Andre abría la puerta a otros que
podrían venir detrás de él. De hecho cuando renovó sus promesas hacían sus
primeras promesas de laicos consagrados un grupo de hermanos-as confirmando que
lo que Dios había puesto en su corazón, lo ponía también en otros hermanos.
Memorias de un peregrino 21
Los primeros laicos consagrados
Amelia, Alfredo y Silvia fueron
los primeros laicos consagrados. Ellos como Andre abrían caminos nuevos no sólo
para los servidores sino para tantos laicos comprometidos en la Iglesia. Desde
el Vaticano II se insistía mucho en la llamada de todos a la santidad y la
participación de los laicos en la vida y misión de la Iglesia. La verdad es que
poco a poco la Iglesia se ha ido abriendo a formas nuevas donde los laicos
puedan sentirse no sólo participando sino siendo miembros vivos y bien activos
en su Iglesia. En estos momentos de crisis la Iglesia puede mostrar no sólo sus
pobrezas sino sus riquezas haciendo descubrir que la vida cristiana es
atrayente y que responde a los anhelos más profundos de la existencia humana.
En medio del clima de escepticismo
de increencia e indiferencia Dios es capaz de suscitar la llamada a compartir
la belleza de la fe en fraternidad y a ser fermentos en tantos ambientes de
unas relaciones nuevas. Si la fraternidad es un anhelo profundo del corazón del
hombre, también es parte esencial de la vida cristiana. La vida como la fe sino
se comparte se apaga y más se fortalece si se anuncia y se propaga. Dios nos
llama a abrir caminos de fraternidad y santidad desde la experiencia de la vida
cotidiana, viviendo nuestra fe y siendo testigos del cambio y transformación
que opera en nuestras vidas desde los ambientes de trabajo en contacto con los
demás hermanos. Dios nos da hermanos para ayudarnos en nuestro seguimiento y
poder transmitir la fe a otros. Formar parte de una Familia donde todos nos
sentimos llamados a vivir el Evangelio y a colaborar juntos en la misión como
hermanos corresponsables.
¡Qué bello es saberse Iglesia,
vivirse Iglesia, sentirse caminando en Iglesia amando la Iglesia! Sin duda
cuando Jesús hizo nacer la Iglesia en su suprema entrega de amor en la cruz no
hizo sino dar comienzo a su gran sueño de amor de congregarnos en la gran
familia de Dios. No nos dejó solos en este anhelo, nos prometió y nos dio su
mismo Espíritu que nos alienta a hacer posible esta comunión. Su sueño de una
gran familia donde no haya divisiones de razas, culturas y lenguas que abracen
a todas las gentes de cualquier estado y condición, es posible y es bello. Si a
los hombres nos resulta arduo difícil imposible es porque solos no podemos sino
somos asistidos por su Espíritu de amor.
El día de Pentecostés el Espíritu
se derramó en todos y todos profetizaban y a todos se les daba hablar en una
misma lengua que todos reconocían. Estamos no en el declive de una época sino
en el nacimiento de otra que dio comienzo en el Pentecostés de un Espíritu que
sigue presente actuando y renovando la Iglesia. Nosotros somos testigo de esto.
El Espíritu derramándose en hombres y mujeres sencillos que se abren a su
acción, a ser transformados por su amor y su misericordia. La Iglesia es esa
gran familia de Dios donde nos congrega para que su sueño se haga realidad. En
tantos corazones que han experimentado el rechazo, el abandono, la humillación,
la discriminación y la exclusión Dios nos invita a creer en la fuerza de su
amor. Todavía recuerdo Alfredo que vivía en un dormitorio de Cáritas y venía a los primeros encuentros y la primera
navidad en el Colegio de Urquiza. Desde el principio que empezamos la comunidad
de Merlo se unió al grupo misionero de
nuestras capillas. Cuando ando misionando por estas calles embarradas llenas de
polvo saliendo al encuentro de los más pobres y abandonados me siento
plenamente feliz y realizado.
Memorias de un peregrino 22
El encuentro Latinoamericano en Luján, una familia grande que se va
extendiendo
A medida que iba creciendo la
comunidad hacia dentro también lo hacía hacia afuera, más allá de las
fronteras. Al Igual que se hiciera en la otra orilla del charco el Encuentro
Internacional de Comunidades de Europa y Asia, se hizo en el santuario de Luján
el Encuentro Internacional de Comunidades en Latinoamérica.
Habíamos llegado a Argentina como
la tierra de promisión y fue designio de Dios abrirnos desde esta nación a
otras de este vasto continente verdadero continente de esperanza. Latinoamérica
es una iglesia joven y tierra fecunda y semillero de muchas vocaciones
misioneras para el mundo. La fecundidad de una Iglesia tiene que ver con salir
de sus propios recintos y salir a evangelizar más allá de sus fronteras.
A medida que nos íbamos
reponiendo y fortaleciendo como familia misionera, el Señor nos bendecía con
nuevas vocaciones y sentíamos con más fuerza la dulce y confortadora alegría de
evangelizar. El encuentro tenia todo este espíritu misionero. Congregó a todas
las comunidades repartidas en cinco diócesis del gran Buenos Aires como
anfitrionas recibiendo con alegría el germen del pueblo peruano y colombiano
que como nuevas fundaciones comenzábamos en Latinoamérica.
Había también una pequeña
representación de Chile y la presencia de los pastores obispos de las diócesis
del gran Buenos Aires, Mons. Frenado María Bargalló de Merlo Moreno, Mons. Luis
Guillermo Eichorn de Morón, Quilmes y San Martín donde estábamos trabajando más
la presencia como invitado de las otras latitudes del obispo auxiliar de Kiev.
Como fue el encuentro de
Sigüenza, el de Luján fue de nuevo otro Pentecostés donde el Espíritu se
derramó sin medida. La presencia de la Virgen en el Santuario de Luján conde
teníamos las eucaristías nos ayudó para certificar el espíritu de los
servidores. Dios tuvo a bien escoger lo más pobre y humilde de la tierra para
bendecir todas las generaciones a través de la humilde Servidora y de igual
manera se complacía en nuestras pobres vidas para seguir derramando su
misericordia.
Nacidos como familia misionera
Dios nos quería en el momento presente de su Iglesia para vivir esta misión de
congregarnos como la gran familia de Dios. Poniendo en sus manos por mediación
de la Virgen nuestras vidas sentíamos su bendición y el poder de su Espíritu
derramarse para hacer fecunda nuestra familia de servidores y para ser testigos
de su amor en nuestro mundo.
Memorias de un peregrino 23
Renovación de compromisos de servidores en Moreno
En el clima de Navidad a fines
del 2011 hubo en nuestra casa de espiritualidad la celebración de la Navidad y
la renovación de los compromisos de un grupo de hermanos-as servidores. Con
ellos quiso hacer su primer compromiso de servidores José Manuel, sacerdote
comboniano que pasó a formar parte de nuestra comunidad. Todos ellos llevaban
una vasija de barro y una vela.
Entre los servidores que renovaban
sus compromisos se encontraba Cecilia, esa mamá de familia viuda que nos
recibió al llegar a las capillas como una verdadera madre. Nadie se imaginaba
que al poco tiempo esa vasija agrietada por la enfermedad derramaría todo su
perfume y la vela extinguida brillaría por toda la eternidad. Habían pasado unos
cinco años desde entonces y desde sus últimos compromisos empezó a sentir su
cuerpo sometido a la dura enfermedad de un cáncer que la iba consumiendo. Ella
era uno de los pilares fuertes del grupo misionero de nuestras capillas. No
faltaba a la adoración, a todas las celebraciones que alegraba no sólo con su
presencia sino con su voz. Cantaba con la voz de los mismos ángeles.
Apoyaba en la pre catequesis y se
ocupaba de los niños más carenciados. Entre ellos había un grupito de
discapacitados que eran objeto de su predilección. Desde que le atacó el cáncer
lejos de venirse abajo se mantuvo en pie mientras lo permitió su salud. Se
empezó a preocupar de otras personas también enfermas alentándolas desde la
oración y animándolas a ofrecer a Dios su enfermedad.
Desde que la conocimos fue
sorprendente su deseo de consagrarse a Dios totalmente. Desde que su marido
murió se dedicó a mantener unido su hogar velando por sus hijos y nietos.
Fuimos conociendo a su familia pues un día por semana íbamos a cenar con ellos.
Dios fue cada vez más estrechando nuestros lazos. Nadie se imaginaba que el
Dios que tanto la amaba salía a su encuentro definitivo a completar su obra.
Sus últimos momentos cuando el cáncer más la consumía fueron los más fecundos.
Durante su último año que no
podía salir a misionar fuera fue consciente que el Señor le pedía que toda
sumisión la viviera dentro de su propia familia y lo hizo hasta el final. La
acompañamos hasta los últimos momentos de su encuentro definitivo con Dios. No
tenía miedo a la muerte, se preparaba como novia que sale al encuentro con su
esposo.
El tiempo anterior a su muerte
fue intensamente dedicado a sanar, reconciliar y favorece que ellos e acercaran
también más profundamente a Dios. El día previo a su muerte, otra misionera,
Alba y yo estuvimos preparándola. Mientras yo le ofrecía la confesión, la
comunión y la unción como el último viático para su encuentro definitivo, Alba
iba haciéndole la manicura y arreglando su cuerpo cada vez más deteriorado.
El día de su funeral fue
precioso. Junto a su familia estábamos su otra gran familia de los Servidores.
Ella sellaba su compromiso de amor para siempre y fue conducida al Reino eterno
para unirse así definitivamente a la gran familia del cielo. Dios se toma en
serio nuestros compromisos y cumple con crece sus promesas para colmarnos de
gozo y felicidad.
Memorias de un peregrino 24
Promesas varias de hermanos-as misioneros en Merlo
Después de los ejercicio de mes
en Quilmes iniciábamos el año de 2012 con promesas varias de nuevo en nuestra
capilla de Nuestra Señora de Luján a principio de Marzo. Se trataba de un grupo
grande de misioneros-as. Alceu hacía sus promesas definitivas. Gustavo, Diego y
Jorge Chaparro con Karina, Mayori, Nelia y Olga hacían sus segundas promesas.
Pablo, Jorge Badín, Cristina Shin, Karina Tochetón y José Manuel hacían sus
primeras promesas.
La familia de los servidores iba
creciendo no sólo hacia afuera sino hacia dentro. A medida que unos sentían la
primera llamada a formar parte de la familia, otros sentían la llamada a
reafirmarla y renovarla con un compromiso de disponibilidad, fidelidad y
corresponsabilidad cada vez más sólido. En un mundo donde las distintas lianzas
son tan poco sólidas y estables y donde tan fácilmente se rompen y se echa uno
para atrás, la renovación de las promesas eran un sincero testimonio e impulso
a perseverar en nuestros compromisos hasta el final. Uno se da cuenta que eso
no es solo fruto del propósito y esfuerzo humano sino en la acción poderosa de
Dios que no nos abandona.
De nuevo nuestra capilla se
vistió de gala para este precioso acontecimiento. La ceremonia la presidió
Mons. Fernando María Bargalló. El lema de las promesas era “Padre nos ponemos
en tus manos como arcilla en manos del alfarero”. Era muy bonito ver todo el
arco de las promesas desde quienes las hacían por primera vez hasta las de
Alceu que las hacía definitivas. Unos eran estímulo y ejemplo para los otros.
El marco general que destacó en
la celebración es como Dios nos elige contando con nuestra debilidad. Dios
trabaja y cuenta con lo que somos y mantiene su mirada de predilección y
elección. Esa fidelidad de Dios es el
soporte de nuestra fidelidad. Podemos decirle sí fiados de que no nos faltará
su gracia y su misericordia a lo largo de nuestro caminar.
Era lo que se reflejaba en la preciosa
oración de consagración en forma de credo para enfatizar que nuestra confianza
no la ponemos en nosotros mismos sino en Dios, fiándonos como pobres servidores
en su promesa de amor y fidelidad. De igual manera resaltaba la cuarta promesa
de amor fraterno para reconocer el don de cada hermano y sostenernos mutuamente
la vocación lo que se reflejaba también en la oración de acogida. Así se
mostraba que la consagración la hacíamos sostenidos en la fidelidad de Dios y
la hacíamos contando con la ayuda de los hermanos. Por último le pedíamos a la
Virgencita de Luján que cobijara en su corazón nuestras vidas y la pobre
comunidad naciente y nos diera su bendición.
Memorias de un peregrino 25
El renuevo de las nuevas fundaciones en Perú, Colombia, Corea, Ucrania
y Togo
Como la llamada que un día hizo
Dios a Abraham: “levanta tus ojos y mira al cielo y cuenta si puedes las
estrellas porque así yo te bendeciré y multiplicaré tu descendencia como las
estrellas del cielo” así Dios nos hacía levantar nuestra mirada para hacer nuestro su sueño de
fraternidad en toda la tierra. El fruto más grande de los encuentros era sentir
que el Señor nos iba abriendo el corazón ensanchándolo para abrirlo a derecha e
izquierda, al norte y al sur, al oriente y occidente.
Toda nueva fundación es un
verdadero milagro de Dios. Dios mismo iba poniendo en nuestros corazones la llamad
a tantos lugares. En el entresijo de muchas circunstancias y personas Dios va
tejiendo su historia de salvación y nos iba haciendo descubrir la hora, el
lugar, el momento apropiado. Las comunidades de Europa se vieron enriquecidas
con las nuevas fundación de Valenciene, Ucrania. A estas se hermanaron Corea y Togo. Si en el momento de nacer
estábamos en Europa y Asia de forma misteriosa Dios quiso abrir nuestros
corazones al continente Africano para
que no resintiésemos la orfandad de este precioso pueblo en nuestro
corazón.
Asia y África son continentes
donde la obra evangelizadora es de alguna forma reciente y donde las iglesias
nacientes están llenas de frescura y vitalidad. Son un verdadero don para la
Iglesia tan envejecida de Europa. El padre Jesús Castellano nos recordaba que
la Iglesia necesita respirar a dos pulmones, con el pulmón de occidente y
oriente. Fue el que más insistió par que fundáramos en la Europa del Este tan
sufrida por la opresión del comunismo. La comunidad de Japón siempre había
pedido tener una comunidad más cercana y quiso el Señor responder a este deseo.
La comunidad de Togo respondía
también al deseo de quienes habíamos estado evangelizando en África y por los
propios hermanos africanos que Dios ya nos había dado. De hecho teníamos a
Alceu y Eunice eran quienes más nos acercaban a descubrir la riqueza de su
especial idiosincrasia. Así estas nuevas fundaciones fueron vinculándose como
un verdadero regalo para el resto de comunidades.
De igual forma, este horizonte
grande nos lo puso en el continente latinoamericano con las nuevas fundaciones
de Perú y Colombia. En estos países nos sentíamos también deudores por el
germen de todo lo que allí se había vivido y trabajado y que esperaron el
momento para que esto se pudiera llevar a cabo. También otras se hallaban en
lista de espera.
Memorias de un peregrino 26
La comunidad de Israel en Mil´ya, Galilea
La comunidad de Israel surge de
un modo totalmente sorprendente como un reto muy grande pedido por nuestro
padre obispo que nos dio la aprobación Mons. Lettmannn. El acostumbraba mucho a
viajar y peregrinar a Tierra Santa. Lo hacía todos los años y conocía el reto
tan grande y el gemido de esa tierra donde se visitan tantos lugares santos y
quedan tan poco vestigios de cristianos originarios del lugar. Entre la
población árabe el número de cristianos va decreciendo y se precisa fortalecer
esas comunidades tan pobres en personas,
en recursos y medios tan amenazados por la discriminación y la persecución, la
violencia y la guerra.
En el corazón e la tierra, punto
de convergencia de los tres continentes y de las tres religiones monoteístas
sentíamos la llamada de Dios de hacernos presentes como fermento de unidad y
garantes de paz. En ningún otro rincón de la tierra se vive tanto ese reclamo
de unidad y de paz después de tantas
luchas y guerras fratricidas. Éramos un poco conscientes del arduo y lento
camino que ha hecho la Iglesia sobre todo en los últimos tiempos por promover
el diálogo interreligioso y favorecer la unidad entre los propios cristianos.
Sobre todo en Israel es muy grande la diversidad de ritos incluso dentro de la
misma Iglesia católica.
Dios quiso llamarnos en Mil´ya,
una pequeña población de Galilea en su mayoría cristiana pero del rito melquita
muy antiguo en la Iglesia. Dios nos pide amar, reconocer y valorar los modos
distintos de expresar y vivir la fe a través de la diversidad de ritos y
culturas. Esto pide una gran tarea de inculturización. El mismo Papa Benedicto
XVI para culminar el sínodo de Iglesias del Medio Oriente visitó Tierra Santa y
allá en Galilea de la mano de Mons. Elías Chacour representante de la Iglesia Melquita
en el patriarcado de Galilea hizo explícita esta llamada. Mons. Elías Chacour
ha sido y es un verdadero artífice de paz y de unidad no sólo entre los
cristianos sino con los hermanos judíos y musulmanes.
Fue a través de él y por
mediación de Mons. Letttmann que tratamos de responder a este pedido y reto tan
grande que nos hacía encarecidamente el Señor a través de su Iglesia. Para
nosotros como puede uno imaginarse era todo un reto que nos sobrepasaba por
todas partes. Sabíamos que no sólo requería el aprendizaje de una lengua y una
cultura totalmente nueva sino que sobre todo necesita de corazones trabajados y
experimentados en estos caminos de reconciliación que son los únicos garantes
de la verdadera unidad. Sin duda era una constatación más de que todos los
caminos vividos por la comunidad no eran sino la preparación para poder confiar
en la fuerza de su amor y su misericordia para derribar tantos muros que hemos
levantado y para saber tender lazos y puertas que favorezcan la tan deseada paz
y unidad. Dios quiso preparar los caminos y los corazones. Un regalo inmenso es
contar ya con Elías un hermano árabe servidor y una pequeña comunidad que va tejiendo poco a poco estos lazos
de fraternidad.
Memorias de un peregrino 27
Afianzando la vocación, los retiros del Pato y Espinosa
A la par que sentíamos la llamada
a ir desplegando la comunidad hacia afuera con las nuevas fundaciones sentíamos
la llamada de ir afianzando las bases de la comunidad y caminar hacia dentro
consolidando los fundamentos de la vocación. Los retiros anuales que hacíamos
en el pato en Argentina con todas las comunidades de Latinoamérica y en
Espinosa con las comunidades de Europa, Asia y África iban posibilitando crecer
en comunión en un mismo espíritu y fortalecer los vínculos entre nosotros. Los
retiros de mes siempre eran momentos privilegiados de oración favoreciendo el
encuentro con el Señor. Eran tiempos de compartir, releer y evaluar el camino que
Dios iba haciendo con nosotros encada una de las comunidades. Así íbamos
revisando el año ara así proyectar juntos abiertos al Espíritu y haciendo luz
en común sintiéndonos todo parte de la misma barca. Pese a las tempestades del
camino Di nos llamaba a fortalecer la fe.
Todos como misioneros venidos de
distintas realidades sentíamos lo que supone la lucha diaria de la preocupación
en las comunidades y el cuidado y acompañamiento de la parte del pueblo que
Dios nos encomendaba a la par que los hermanos en la fe. Dios que sabe de
nuestras fatigas y dificultades y de las luchas que enfrentamos por fuera y por
dentro, nos daba estos tiempos donde la oración serena y el arrope fraterno
iban serenando nuestros corazones, enardeciendo y sanando las heridas y librándonos
de los miedos para convertirnos una y otra vez en la fragua de su amor y darnos
la certeza y la confianza de que él que comenzó la obra la iba llevando a
término.
La garantía de nuestra
perseverancia está en mantener un corazón limpio, pobre y humilde y Dios viene
a nosotros a y purificarnos de los ídolos que asolan el corazón para
mantenernos como pobres peregrinos en una conversión constante. Mientras dure
nuestra peregrinación hemos de mantener viva la fe y la esperanza confiando en
que el Señor no abandona su obra y él la va guiando. Las pesadillas darán paso
a un bello sueño, las angustias, las penas las disensiones y guerras tendrán su
fin. Dios nos llama a apostar una y otra vez por la fraternidad y el Reino. Por
encima de los señores de la guerra, está el Señor de la vida y de la historia y
nos invita constantemente a salir de las lógicas de la ambición, del dominio y
del poder para vivir no reclamando ni exigiendo sino favoreciendo lo que
fomenta la paz.
Frente a un mundo tan dividido por
diferencias raciales, culturales, económicas, sociales, frente a tantas formas
de exclusión marginación y explotación, maltrato, violencia, no hay otro camino
que crear y recrear a través de la reconciliación. Estamos todos llamados a
promover un verdadero humanismo que fomente la paz, un nuevo orden justo donde
busquemos el bien común, aprendiendo a convivir juntos, donde el diálogo y el
respeto mutuo nos lleve a reconciliar lo que vivimos en contraposición y en
conflicto, conjugando y no oponiendo, perdonando y no condenando. Un
aprendizaje que va haciendo que ese sueño se vaya haciendo realidad.
Memorias de un peregrino 28
Los retiros anuales del grupo base para consolidar la unidad
En cada Belén toda la comunidad
elige u grupo de hermanos que denominamos grupo base para encargarse de la guía
de la comunidad. Sabemos que es Dios quien nos va guiando. Nosotros nos ponemos
como pobres colaboradores suyos que aprendemos a dejarnos guiar por las
insinuaciones de su Espíritu.
Como hermanos mayores responsables
Dios nos va pidiendo a todos que nos hagamos cargo los unos de los otros para
así ayudarnos a sobrellevar las cargas con amor. Estos años ha sido también una
escuela en la responsabilidad, en aprender a llevarla juntos como un servicio
de amor a Cristo y a toda la familia misionera que Dios nos confía.
Nada más sagrado que el cuidad de
la vida de todos y cada uno de los hermanos de comunidad. A todos nos compete
el cuidado y todos nos vamos adiestrando y turnando para acompañarnos y ser
buenos hermanos los unos para los otros. Dios nos pide estar abiertos, atentos
y a la escucha del Espíritu que habla y actúa a través de todos. No se pude
guiar orientar sin invocación, sin oración, sin comunión en un ejercicio y
servicio de responsabilidad que Dios nos llama a vivirlo no sólo sino en grupo.
La carga se hace más liviana si la llevamos juntos.
Todo este tiempo ha sido una
verdadera escuela de aprendizaje en el acompañamiento y guía espiritual como
rastreadores del espíritu. Cada vez más, dios nos ha ido levando por unos
caminos donde vamos creciendo en sinceridad y en verdad en la s relaciones. Nos
damos cuenta lo importante que es la mutua confianza y sinceridad entre
nosotros para amarnos en verdad. Se trata de un camino lento de mutuo conocimiento
y de ofrecernos mutuamente la confianza, el respeto y amor con libertad y
disponibilidad. Dios nos llama a crecer en la amistad con Cristo y entre
nosotros.
Para esto nos han ayudado mucho
los retiros anuales del grupo base que han sido momentos más intensos de
oración donde nos hemos puesto todos a la escucha. Hemos sido consciente de
cómo Dios ha ido recreando en nosotros estos lazos. Dios nos quería hacer
experimentar el don precioso de la fraternidad para hacer renacer la esperanza
d que sus promesas y sueños se hacen realidad. Creo que por primera vez en mi
vida misionera podía sentir en mi corazón las palabras del salmo: “Que bello y
precioso ver a los hermanos convivir juntos”. Sí, es verdaderamente bello tener
una fraternidad donde todo nos sentimos responsables y custodios del don que
hemos recibido y sin apropiarnos de nada nos ponemos los unos al servicio de
los otros con la certeza y confianza que es Dios quien lleva la obra. Por
primera vez me sentía agradecido contento y feliz de ser misionero en la
comunidad y con los hermanos que Dios me había dado, no por sentirnos mejores
que nadie sino por sabernos profundamente amados.
Memorias de un peregrino 29
El segundo Belén de Moreno
El segundo Belén de la gran
Familia de servidores. Siempre que nos reunimos así siempre vuelve a suceder, fue
de nuevo un Pentecostés. La alegría de acoger el nuevo espíritu, frescor,
ímpetu que transmitían las nuevas fundaciones. La comunidad toda aceptó la
propuesta de invitados de algunos miembros, todos los misioneros, algunas
misioneras y algunos servidores. Pareció bien que participasen una
representación de todos los estados de vida. También la presencia de los padres
obispos Fernando María y Fernanado Maleti como hermanos mayores que también nos
acompañaban. Fue una enorme alegría ver representado toda la familia de
servidores en todo su abanico de distintos modos de pertenencia reunidos bajo
el mismo espíritu.
En el primer Belén tuvimos
ocasión de hacer una línea de tiempo viendo el actuar de Dios en toda nuestra
historia disfrutando de ver la obra de Dios y de cómo va preparando los tiempos
y los momentos. En este segundo fue de nuevo una verificación y confirmación de
que la obra es suya y sus designios prodigiosos. La historia se prolongaba
haciendo multiplicar la descendencia y las nuevas fundaciones daban crédito de
los caminos insondables de Dios. Caminos de pobreza, de humildad en el pobre
intento de hacer visible el Reino e Dios en las culturas y situaciones más
insospechadas.
Recibíamos todo el frescor de lo
nuevo y la riqueza del don del espíritu de la gran familia de servidores al
verse enriquecida por culturas tan distintas y tan diversas. A la vez nos
sorprendíamos y alegrábamos del camino que Dios iba haciendo con nuestros
hermanos servidores con los que cada vez de manera más profunda íbamos
compartiendo nuestra vocación y misión sintiéndonos todos hermanos.
Descubríamos no sólo que todos
tenemos nuestro lugar y que hay lugar para todos sino que cada desde nuestro
lugar, nuestras vidas son una verdadera ayuda e impulso los unos para los
otros.
Sentíamos que mirando el camino
recorrido, juntos podíamos rastrear el espíritu con el que Dios nos llamaba a
vivir. Nos propusimos redactar el llamado “libro de la vida” para ir recogiendo
en él los aspectos más genuinos de nuestra espiritualidad. Aunque el tiempo del
Belén a penas daba para delinearlo establecimos un grupo para que luego pudiera
profundizarlo y desarrollarlo con el aporte de todos.
Sentíamos que Dios seguía bendiciendo la gran familia haciéndola
no sólo fecunda sino gozando del don de la unidad y la comunión. A la vez nos
sentíamos deudores en transmitir ese don y
herencia espiritual que habíamos recibido conscientes de ser no sólo
para nosotros sino para la Iglesia entera. Nuestros padres obispos así nos lo
transmitían y pedían nuestra fidelidad para ponerlo al servicio de la Iglesia y
toda la humanidad como germen del Reino abiertos al Espíritu con la mayor
docilidad.
Memorias de un peregrino 30
La peregrinación a Tierra Santa
La peregrinación a Tierra Santa
tuve ocasión de hacerla poco después que el Papa Benedicto XVI lo hiciera en el
2010 para dar cierre al Sínodo de las Iglesias en Medio Oriente. Esto me sirvió
de preparación. Pude seguir muy de cerca tanto las intervenciones del Sínodo
como los distintos encuentros y alocuciones de su peregrinación.
Mi viaje se daba en el contexto
de conocer la nueva fundación de Mily´a en Israel. Después de una semana en
Jerusalén allí me reuniría con Rosa
Berta y las hermanas de la comunidad de allí. Pero no desaprovechamos la
oportunidad para ir como el Papa peregrinos en búsqueda de que es lo que Dios
quiere para nosotros, con nuestra presencia en ese sagrado lugar. No es para
nada fácil situarse en aquel lugar y en toda la situación que allí se vive pero
lo quería hacer antes de nada con el respeto y la veneración que lo hizo Moisés
cuando vio la zarza ardiendo y se quitó las sandalias porque el lugar que
pisaba era lugar sagrado.
Si hay un lugar sagrado en el
mundo, debería de ser esta tierra de promisión, cumbre de los anhelos y fin de
la larga peregrinación del pueblo de Dios. Jerusalén la Ciudad Santa, donde
culminó la vida Jesús con su Pasión muerte y Resurrección. Visitar los lugares
santos fue para mí como un redescubrir el hasta dónde de nuestra vocación
y misión. Jerusalén, la ciudad de la paz
se vivía no obstante como contenida y amenazada.
Verdaderamente Dios estaba en
esta tierra pero muchas veces no reconocido ni por los propios ni los extraños
del lugar. Jesús vino a inaugurar una nueva humanidad, un nuevo culto, un nuevo
templo y este sigue en tantas formas sin ser reconocido. Era sin duda una
invitación a volver al origen del
evangelio. Jesús inició así su vida pública “Convertíos y creed en el
evangelio”. Fue como percibir con más claridad nuestra vocación y misión adentrándonos en la vida y misión de Jesús que
intentamos continuar hoy en su iglesia.
Como Servidores del Evangelio de
la Misericordia, Jesús nos necesita para llevar su luz donde hay tanta
oscuridad, su consuelo a los corazones abatidos, su salvación a los que están
desesperados, la paz donde hay tanta guerra. Volver a Galilea fue el mandato
expreso de Jesús después de su Resurrección. Volver al origen, a la simplicidad
y originalidad del evangelio que propone como ley suprema la del amor y la
misericordia.
Memorias de
un peregrino 31
Argentina comunidad de acogida, la venida
de Elías y de Felipe y luego de Koichi
Recibimos con
gran alegría a estos hermanos que en principio venían a hacer una experiencia
de un año de comunidad y de misión aquí a Argentina. Para Elías venido de
Galilea, Israel, de todo el mundo árabe, fue tener que empezar de cero con el
rudimento del idioma. Todo le resultaba nuevo y atractivo. Había venido con un
gran deseo de conocer más a fondo la comunidad después de haber conocido la
pequeña comunidad de Mil´ya en Galilea. Allí yo tuve la oportunidad de
conocerle. Era una riqueza mutua para él estar con nosotros y para nosotros
convivir con él pues su forma de ser nos abría a conocer más a fondo la riqueza
multicultural del mundo árabe y del rito greco melquita.
Para Felipe
que apenas estuvo en Argentina unos meses antes de irse al Ferrol fue también
un pedido y deseo de conocer la comunidad en amplio y de abrirse a una experiencia
nueva de misión aquí en Argentina. Ambos quedaron muy gratamente sorprendidos
por la apertura de todo el pueblo argentino. Su trato afectuoso les hizo
sentirse pronto como en casa. Ambos se fueron integrando, en la medida de sus
posibilidades, conociendo las distintas comunidades y abriéndose a todo el
apostolado de la comunidad.
Para Elías
por la dificultad del idioma se hacía más lentamente proporcionándole sus
propios espacios de oración y de compartir. Pronto se vio gratuitamente
sumergido no solo en nuestra comunidad
de misioneros que estábamos en las capillas sino también con toda la gente que
conocíamos en ellas y toda la gran familia de servidores. Fue muy bonita verle
con hambre y sed de adentrarse en toda nuestra espiritualidad y la inquietud de
poder llevar esa identidad de servidor a su tierra de origen. Para Felipe
aunque le dimos campo de entrada en el apostolado de las capillas y de la
comunidad en amplio tenía la inquietud de tener su propio espacio para crecer
en responsabilidad y hacerse cargo de un campo de apostolado. Después de hablar
con nuestro padre obispo Fernando María y viendo la gran necesidad de
sacerdotes en la diócesis le propuso de vicario parroquial a Pontevedra, una
zona muy grande y pobre con doce capillas. Fue también para él una nueva
experiencia, pues tuvo que asumir desde el principio mucha responsabilidad. El
mismo veía necesario crecer en ese campo para poder desplegar todo su impulso
misionero y Dios se lo concedió con creces. De todas formas fue un lento aprendizaje
no de la lengua sino de toda la cultura e idiosincrasia de la fe en este
pueblo. Fue un lento camino de aprender a compartir en distintos espacios de la
comunidad y de los distintos espacios de sus capillas, del decanato, de las reuniones del clero y
demás ambientes.
Ambos después
de un año muy intenso quedaron contentos de la experiencia vivida. Elías,
contagiado por todo el espíritu de los servidores, pidió el hacer también él
sus compromisos antes de volver a Galilea junto con la nueva familia que él
había encontrado. Compartimos su inquietud de que al volver pudiera preparase
como guía espiritual de peregrinaciones en Tierra Santa como un precioso campo
de apostolado. Felipe pidió de continuar un año en Argentina para lo que dio su
conformidad también el obispo de Ferrol Don Manuel. Por último decir también
que Koichi quiso venir de Japón seis meses a compartir con la comunidad de
Argentina después de casi ocho años de seguir en Japón como una oportunidad de
estar más de cerca con los hermanos y hermanas y de “regiornamento” en todos
los sentidos.
Memorias de
un peregrino 32
Los compromisos de Américo y de Elías como
servidores
Uno se da
cuenta como la fe se comunica por contagio. La experiencia de los servidores
iba abriendo nuevos caminos contagiándose
y enriqueciéndose mutuamente. Los que llevaban más tiempo eran guías que
introducían a los que recién iniciaban el camino.
El morocho
Américo hizo sus primeros compromisos como servidor en Moreno. La ceremonia fue
muy emotiva en un ambiente muy cercano con la comunidad de servidores y
con parte de su familia que también
acudieron en especial su hermano sacerdote Juan y sus padres. Estos vivían como
Américo por la zona de Pontevedra pero eran oriundos del interior. Américo
compartió que su vida, como vasija de barro la sentía como preparada con
predilección por el Señor para este momento. Valoraba muchísimo las raíces de
su fe recibida en su propia tierra, en su propia familia y descubría que en la
historia de su vida Dios siempre estuvo presente y como en los momentos incluso
donde uno podía haberse apartado y sentirse lejos de Dios, Él no se había
apartado sino acercado con más misericordia para hacernos retornar al camino.
Con muchísima
humildad compartió como Dios elige la vasija de barro que somos, como elige
nuestra pobreza para manifestar su riqueza y llevar su mirad de predilección a
los más pobres. En su camino había trabajado en el “hogar”, un centro de
rehabilitación de jóvenes con drogodependencia que llevaba el padre pancho con
un grupo de laicos en Pontevedra. En sus compromisos era consciente que su vida
Dios la destinaba a sembrar en la tierra que Dios le dio y que tanto amaba.
Poco a poco Dios mismo le hizo ver tantos ámbitos donde se precisa llevar la fe y la preferencia de los más pobre y
disprivilegiados. El mismo se fue abriendo a la pastoral penitenciaria y empezó
también a trabajar en el Penal de Marcos Paz donde el padre Gustavo estaba como
capellán.
Realmente es
impresionante la obra que Dios puede hacer con la vida de los que se abren y se
dejan hacer para hacer fructificar el don y la gracia recibida de Dios. Después
de hacer todo un camino a la hora de renovar su compromiso se planteó un
compromiso de laico consagrado para seguir abriendo camino para otros. Estas
promesas las quiso hacer en una de las capillas de Moreno, en la parroquia de
Nuestra Señora de Guadalupe que llevaba el padre Gustavo. A estas promesas
también acudieron su hermano Juan y Pancho y mucha más gente para hacer su
propio compromiso visible en la diócesis de Moreno donde se sentía llamado
atrabajar como laico consagrado.
Los
compromisos de Elías fueron también en Moreno, un poco de tiempo antes de
regresar a su tierra. Pidió hacerlas aquí en Argentina porque consideraba la
comunidad de servidores su propia familia de fe y que era con ellos y delante
de ellos como quería vivirlas para expresar su agradecimiento a Dios y a la
comunidad por todo lo vivido y compartido. Se fue realmente muy contento a su
Tierra para seguir caminando en la comunidad de Mil´ya con las hermanas, con la
orientación de canalizar su impulso misionero en aquella Tierra Santa donde
vive y donde tanto se necesita el testimonio de los cristianos del lugar.
Memorias de un peregrino 33
La dimisión
de Mons. Fernando María
Nuestro Padre obispo Fernando María había tenido
serios enfrentamientos con el intendente de Merlo Moreno y había sido objeto de
volantada con panfletos y difamaciones y hasta robos en su domicilio, pero algo
ocurrió que conmocionó a todos como si se tratar de una verdadera bomba.
Salieron imágenes de hacía tiempo con una mujer en la costa de Méjico
divulgadas por la prensa y la televisión que pronto dieron la vuelta al mundo y
nos causaron a todos un tremendo shock. Llenos de perplejidad, no lo podíamos
creer, pensábamos que se trataba de un montaje más, de otro complot. Sin
embargo esta vez el padre obispo no lo desmintió, tuvo el coraje y la valentía
de afrontarlo y encararlo. Aunque los mensajes eran super controversiadores se
trataban en efecto de imágenes ciertas de un “romance” que tuvo con una antigua
amiga de su infancia y de su familia.
No quiso culpabilizar a la mujer que
trató de no involucrar, ni entrar en toda la controversia, sino que quiso
asumir toda su culpabilidad y responsabilidad. En cuanto salieron a la luz el
nos convocó a todos los sacerdotes y en un encuentro que siempre recordaremos
fue para todos un ejemplo de entereza y humildad. “Pido a Dios y a todos por
algo que cometí impropio de mi ministerio y que daña profundamente a Cristo y a
su Iglesia. Quiero sinceramente ante ustedes, por todo el camino que hemos
hecho juntos asumir mi culpa y expresarles mi arrepentimiento y mi dolor. En
medio de ese dolor quiero expresarles que mi fe y adhesión a Cristo y a la Iglesia me lleva aún por encima
de mi pecado confiarme a su infinita misericordia. No quiero poner en duda su
llamado. Quiero seguir a Cristo y quiero abandonarme en sus manos y en manos de
la Iglesia para que ella disponga mi camino a seguir. Quiero informar a Mons.
Casareto y Mons. Bergoglio de toda mi situación y disponerme a hacer lo que me
digan”.
Todos escuchamos con profundo silencio y poco a poco fuimos reaccionando, mostrándole nuestro apoyo incondicional en ese momento. Yo
le dije que siempre fue un padre para nosotros y también le exprese que todos
somos humanos y pecadores y nadie está exento de caer, pero agradecía a Dios el
valor de la verdad y de su determinación de seguir a Cristo por encima de todo.
El y nosotros no podíamos contener la emoción con lágrimas en los ojos y nos
alentó a que no viviéramos ninguna situación ambigua que pudiera poner en
peligro nuestro llamado y pidió a todos oración.
Habíamos tenido muchos momentos de compartir en muchos
espacios sobre todo cuando fui decano, reuniones de consejos, consejo pastoral,
consejo del clero, reuniones del clero, jornadas del clero y habíamos visto siempre
su intento de sincera apertura y diálogo tratando de conciliar acentos y de
buscar la comunión, pero este encuentro también se convirtió en una escuela a
que podemos transitar las situaciones más difíciles en un clima de confianza,
apertura y comunión haciendo luz para hacer la voluntad de Dios. Después
serenamente tuvimos ocasión de compartir más personalmente. Agradecí a dios que
esto que ocurrió no fuese ocasión de muerte sino de salvación, conversión y
reconciliación y de una sabia enseñanza para la vida. Todos pasamos por
situaciones difíciles de afrontar y la única salida es tener la valentía de
afrontarlas y abordarlas en comunidad. No hay mayor dignidad que la verdad.
A la semana se preparaba la celebración de los 15 años
como diócesis. Se mantuvo la misa de celebración a la que acudió el pueblo en
masa y a la que acudieron Mons. Bergoglio, Mons. Casareto y todo el clero. No
era fácil pues el ambiente parecía no tener ganas de festejar. Sin embargo la
fe en Dios y en la Iglesia nos dio ocasión para levantar por encima de todo
nuestra mirada a Dios. Mons. Bergoglio presidió la celebración y nos dijo que
aunque Fernando María no estaba presente físicamente lo estaba de corazón. Dijo
que la Iglesia le proponía un tiempo de penitencia y oración y que ponía a
Mons. Casareto como Administrador apostólico al frente de la diócesis mientras
designaran nuevo obispo.
Mons. Casareto nos confirmó el encargo recibido, entre
el cual consideraba prioritario seguir acompañando de cerca de su hermano y
amigo Fernando María. Después del evangelio de Juan donde se leyó el pasaje del
interrogatorio de Jesús a Pedro después de las negaciones: “¿me amas?,
apacienta” nos dirigió unas sentidas palabras a todo el pueblo dando a conocer
también todo el camino que se había hecho en estos 15 años de opción por los
pobres, caminando entre los pobres y de todas las dificultades que había habido
en este camino con los lobos feroces que habían determinado acabar con el
pastor. Pero la misericordia de Dios es más grande que todos y Dios puede
revertir el mal en bien. Todo el pueblo se unió entre aplausos y lágrimas
cuando nombró varias veces a Fernando María.
Memorias de un peregrino 34
La Venida de Mons. Casareto como
Administrador Apostólico
El tiempo
posterior a la par que costó ir remontando toda la situación dejó claro y
patente la gran madurez de la fe del pueblo y la sabia sensatez de Mons. Casareto
para sobrellevar la diócesis en esos momentos tan difíciles. Dios sabe porqué,
había venido a compartir en la misa Crismal de Semana Santa invitado por José
María y donde se desencadenó una enorme tormenta huracanada como presagiando el
temporal que se avecinaba. Estaba recientemente retirado y guardaba mucha
vinculación con Fernando María. Nos animó a todos los sacerdotes a renovar las
promesas remitiéndonos al día de nuestra ordenación. Creo que Dios mismo se
adelantaba a querer mostrar su predilección de amor por los suyos y creo que
ese fue el primer encargo que sostuvo con dedicación. Trató de fortalecer la fe
del clero y de todos los que habíamos quedado sacudidos por todo lo sucedido. A
la par supo mantenerse como padre y pastor cuidando y velando por la fe del
pueblo y de las comunidades para que no cundiera el desaliento sino al
contrario con madurez juntos pudiéramos sobrellevarnos con entereza templanza y
amor.
Con especial
dedicación acompaño a Fernando María, a los sacerdotes y a todo el pueblo
alentando la fe de los más débiles y alentándonos a unirnos y no dispersarnos.
Me impresionaba su entereza en la fe, su claridad para tener siempre una
palabra oportuna y alentarnos a todos a perseverar. Su larga experiencia de
pastor nos dejó ver la calidad de un hombre que nos mostraba su entereza para
afrontar la dificultad con una confianza grande en que Dios es capaz de
revertir todo para bien a fin de que nadie quedase privado de la gran
misericordia y del consuelo y amor de Dios. Apareció sin querer llamar la
atención, sostuvo la diócesis durante todo un año esperando que fuese nombrado
el nuevo pastor dejándonos a todos la huella y la impronta del Buen Pastor.
Mientras
tanto el Papa Benedicto invitaba a toda la iglesia a participar del año de la
fe y en un momento donde la Iglesia universal y particular se veía asediada por
toda clase de ataques y escándalos se nos llamaba a todos a renovar nuestra fe
y adhesión a Cristo y a si Iglesia. Quizás, nunca como en estos momentos, la Iglesia
se nos mostraba pobre, despojada de gloria, quizás así se mostraba con más
fuerza en donde depositamos nuestra fe y nuestra confianza y aparecía con más
resplandor Aquel que soportó nuestras debilidades y cargó con nuestros dolores
y sigue soportando la fe de los que sufren. Eran momentos privilegiados para
todos para una renovación y purificación siendo capaces de desprendernos de
toda imagen. Necesitábamos todos desde los grandes a los pequeños, desde Fernando
María como a todos los pastores saber ponernos bajo la mirada y las manos de
nuestro Buen Pastor que nos guía en medio de las tempestades. Nos ponía a todos
más cerca de los pobres. Una iglesia sostén y refugio de los débiles y
pecadores ayudándonos a caminar con nuestras pobrezas y fragilidades.
Hay etapas
duras transidas de dolor, pero el amor de Dios no se ha acabado. La Iglesia
samaritana está llamada a ser un hospital de campaña. La Iglesia está llamada a
salir renovad de estos tiempos de crisis y Dios nos pedía creer en la fuerza
trasformadora de su amor y su misericordia. Tiempos privilegiados para hacer de
la Iglesia una Iglesia más pobre, solidaria y reconciliada.
Memorias de un peregrino 35
La renuncia del Papa Benedicto XVI
Como si hubiéramos sido preparados, otro
acontecimiento de época conmocionó al mundo entero, en febrero del 2013 se
produce la renuncia inesperada del Papa Benedicto XVI. Muchas han sido las
lecturas que se han hecho al respecto, pero no cabe duda que no fue un acto de
cobardía sino de profunda humildad y valentía.
Hacía siglos que no se daba una situación así en la
Iglesia y lo que nadie esperaba se produjo en unos momentos de crisis e
incertidumbre muy grande. Pero no fueron esas aparentes causas externas lo que
motivaron su renuncia. El mismo pudo expresarlo más o menos con estas palabras.
“Después de llevarlo a la oración tras
un sosegado discernimiento por no encontrarme con la salud física ni espiritual
que estos momentos requieren he considerado oportuno dejar el gobierno de la
Iglesia. No me retiro de ella sino que pienso apoyar de otro modo dedicándome a
la oración, reflexión, penitencia, intercesión”.
No era pues una despedida honrosa sino un saber
valorar el momento oportuno de un cambio y un relevo en la dirección y guía de
la Iglesia con una decisión de profunda humildad. Cuando en las instancias de
gobiernos te encuentras con tantas resistencias a despojarse de los puestos de
poder era una lección tremendamente valiosa para la Iglesia y el mundo de saber
poner la confianza en Otro que guía la Iglesia. Fue un momento privilegiado
para llevarnos a todos a abandonarnos en las manos de Dios.
Ya en la celebración del cincuenta aniversario del
Vaticano II expresaba que él había sido testigo privilegiado. Vivió con
expectación y renovado entusiasmo aquellos momentos de renovación. Pasados
cincuenta años la Iglesia había cambiado y a la vez transitado por momentos de
fuertes ataques y temporales hasta el punto de lanzar al Señor la súplica “señor
sálvanos que perecemos”. ¿Acaso la Iglesia iba hundirse? Al contrario sus
palabras eran de aliento. Nuestra confianza está puesta en aquel que lleva la
barca y la guía a feliz término.
Se trataba de volver a darle a Jesús, el garante y
guía de nuestra fe el timón y el protagonismo. Es el Espíritu Santo quien sigue
guiando y asistiendo a la Iglesia y no nos abandona nunca. El Papa Benedicto
supo poner toda la Iglesia en oración y convocó a todos los cardenales para la
nueva elección.
Nosotros estábamos en los ejercicios de mes del Pato,
todos en oración, cuando nos enteramos de la noticia y nos ayudó para
mantenernos en oración y preguntarnos qué es lo que Dios nos quería decir y nos
invitaba a vivir en aquellos momentos. Eran momentos donde no podíamos dejarnos
caer presos del desconcierto sino antes al contrario poner toda nuestra
confianza en aquel que lleva la obra.
Acabábamos de vivir recientemente lo de nuestro padre
obispo Fernando María y lo estábamos digiriendo todavía. Nosotros habíamos
vivido todo lo que supuso aquellos momentos tan difíciles de la salida de la
comunidad con cierto sentimiento de desconcierto y orfandad. Dios nos estaba
hablando a que nuestra confianza, esperanza y fe no radica en los hombres sino
en Dios. Por caminos insospechados Dios nos va purificando para no levantar
ningún ídolo en esta tierra que suplante o ensombrezca su soberanía y su poder.
Saber mantener la serenidad del alma aún cuando parece que todo se viene abajo
y saber descubrir su llamada a caminar desde abajo despojados de todo poder al
servicio de los más pobres. Creo que la enseñanza que nos dejó lo de Fernando
María y Benedicto fue la enseñanza de saber dar a dios el protagonismo de la
obra y reconocer su absoluta soberanía.
Memorias de
un peregrino 36
La elección de Bergoglio como nuevo Papa
Toda la
Iglesia permanecía en ansiosa espera de cuál sería el nuevo sucesor. Yo me
había retirado unos días a un convento de carmelitas al pie del Santuario de
Luján. El replique de las campanas y el grito jubiloso de las monjitas del
convento que seguían por televisión tan expectante acontecimiento lanzaban a
gritos por los cuatro vientos a gran noticia: ha salido Bergoglio, tenemos un Papa
argentino. No lo podíamos creer. Su aparición en el balcón ante la gran
multitud congregada en la plaza y las cámaras de las cadenas de todo el mundo
anunciaban la noticia. Verdaderamente el Espíritu gobierna la Iglesia y hace
nuevas todas las cosas. Por primera vez en el Papado un Papa jesuita, un Papa latinoamericano
que hacía llamarse simple y llanamente Francisco como queriendo presagiar el
frescor y el renuevo que trajo aquel “poverello de Assisi”
Su rostro, aunque entrado en años,
transpiraba frescor, ternura, alegría y encabezó su actitud humilde con el
gesto de antes de dar la bendición pidió la bendición del pueblo inclinando su
cabeza y pidiendo su intercesión. “Oren por mí”. Mostraba así el corazón de un
pastor que contaba con la colaboración del pueblo y venía a servir a su pueblo.
No se presentaba como su Santidad, el Sumo Pontífice, sino como el obispo de
Roma que quería caminar junto con todos sus hermanos obispos en el gobierno de
la Iglesia como servidor de todos. Gestos quizás kerigmáticos, paradigmáticos
que auguraban nuevos tiempos, nuevos cambios para la Iglesia. Todas sus
primeras apariciones e intervenciones iban acompañadas por gestos de humildad y
sencillez, signos de inmensa ternura y cercanía con la gente. En la celebración
que no llamó de entronización sino de iniciación de su ministerio petrino en la
Fiesta de San José llamó a todos a custodiar la vida. “la custodia de la vida
nos atañe a todos, al Papa, a los obispos, a los sacerdotes, a todos os
cristianos, a todos los hombres. Se trata de honrar al Creador honrando y
cuidando por la creación, por cada creatura, preocuparse por todos y cada uno,
especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a
menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón”.
Llamaba la atención que
en la primera fila, a la par que la Presidenta Cristina y los grandes
mandatarios se encontraban otros personajes inusitados como una delegación de
cartoneros del gran Buenos Aires. Poco apoco se fue desvelando una nueva etapa,
una nueva época para la Iglesia y el papado. La revolución de la ternura, de la
misericordia. “Nosotros nos cansamos de ir a Dios pero Dios no se cansa de
misericordiarnos y de venir a nosotros. No nos cansemos de volver a Dios”.
Durante un tiempo en nuestras capillas se notó un retorno de gente que no solía
venir a la Iglesia, gente que se acercaba también a la confesión. Nunca se oyó
decir, con tanta fuerza, de un Papa que también él era pecador y necesitaba
renovar su experiencia de misericordia. Decía claramente: “Frente a nuestra
época que parece presagiar calamidades no vivimos abocados al fin de nuestra
ruina, sino esperanzados frente a la misericordia divina. No nos dejemos robar
la esperanza”. Dejaba claro que su Primado lo quería vivir no desde el
rigorismo ni el conservadurismo sino desde el anuncio a todos de la
misericordia divina.
Se abrían así nuevos horizontes de salvación y no de
condenación, de inclusión y no de exclusión, de colegialidad y no de
privacidad, no una iglesia de élite modelo o de perfectos sino pueblo de Dios
con pastores con olor a oveja que saben caminar con su pueblo tocando la carne
sufriente de Cristo. El mismo dijo que en el momento de su elección entre los
cardenales un amigo brasileño le dijo: “no te olvides de los pobres”. Enseguida
le vino el nombre de Francisco y el deseo de que la Iglesia emprendiera ese
camino de renovación: “Cuánto deseo una Iglesia pobre caminando con los pobres
y sufrientes de esta tierra y siendo ara ellos consuelo, aliento y esperanza”.
Memorias de
un peregrino 37
El viaje a la comunidad de Dapaong a Togo,
África, para las promesas de Fátima
Algo que
también fue inesperado para mí fue la propuesta de visitar la comunidad en Togo
con motivo de las promesas definitivas de Fátima, una de las misioneras en Dapaong.
Aunque me estaba restableciendo de una operación y no me encontraba con muchas
fuerzas, quise aceptar la propuesta como una bendición de Dios. Siempre sentí
desde mi primera visita a África una deuda de amor frente a todo este
continente tan olvidado, así que fue como un reencuentro con este pueblo, a la
par de un gran deseo de conocer toda la realidad de la Iglesia y de la
comunidad allí.
Me asombró
positivamente ver todo el camino hecho por las hermanas de inserción e
inculturización con el pueblo y la fuerte experiencia de una comunión misionera
que vivían en la diócesis con el obispo Mons. Jaques, el clero y las demás
comunidades. Aunque impactaba la fuerte realidad de pobreza, contrastaba la
enorme alegría, el modo tan festivo de vivir y celebrar la fe en medio de
realidades tan precarias y tan duras.
Era sentir de
nuevo la grata experiencia que al salir a compartir y tocar la carne sufriente
de Cristo en su pueblo, uno sale al mismo tiempo sanado, fortalecido. Alentado.
Fue para mí como una peregrinación. A través de todo lo que vivimos, fue como
acercarme a conocer otro rostro de Cristo y de la Iglesia que me cautivó y
enamoró profundamente. Ver gente tan pobre, niños, jóvenes, mamás y papás,
ancianos, viviendo sin nada a qué aferrarse, con esa inmensa alegría, me
llevaban a descubrir de nuevo la novedad de vida del evangelio y de la
Bienaventuranzas. Sin duda los pobres son los primeros evangelizadores y que más
nos evangelizan con su propia vida. Dios está entre los pobres sosteniendo la
fe de su pueblo. Frente al individualismo y materialismo de Occidente, África
sigue siendo un fuerte potencial de esperanza.
Aunque la
Iglesia en Dapaong lleva sólo 50 años, la Iglesia en África tiene hondas
raíces. Más aún, es en este continente donde están las raíces de toda la
humanidad. La Iglesia más que implantar modelos envejecidos se renueva al
contacto con estas culturas llena s de un espíritu de familia, de solidaridad y
de fraternidad. Me encantó ver a la Iglesia caminando en un camino de
reconciliación, justicia y paz abriendo caminos de comunión. Frente a tantas
heridas de luchas fratricidas vividas en este continente, ves que el evangelio
responde a los anhelos y ansias más profundas del corazón. Si algo me llamó
poderosamente la atención fue ver el fuerte espíritu de comunión que vivía la
Iglesia impulsada por su obispo. Comunidad de comunidades auténticamente
fraternas y reconciliadas que se vuelven un signo atrayente del Reino.
Frente al
miedo que da el compromiso, las promesas de Fátima, vividas en este ambiente de
comunión y de familia fue no solo una gran fiesta para la comunidad sino para
todo el pueblo. Fátima, que no tenía a nadie de su familia de carne a su lado,
se sintió acompañada por la comunidad, la Iglesia y todo el pueblo que se
sentía su familia. En el lavatorio el pequeño niñito huérfano, Moisés era como
flor preciosa del barrio que representaba la predilección a los más pobres y
excluidos. Fue como una onda expansiva de contagio del Espíritu. Muchos
jóvenes, Brigitte, Virgini, Vincent, Olivier expresaban su llamado y el deseo
de pertenecer a la comunidad.
Memorias de
un peregrino 38
La elección
de Mons. Maleti como obispo de la diócesis y la beatificación de Brochero
En Junio del 2013 tuvimos la grata noticia que nuestro
buen amigo y padre obispo de Bariloche Mons. Fernando Carlos Maleti fue
nombrado obispo de Merlo Moreno. La Misa de la toma de posesión celebrada en la
Catedral fue presidida por el Nuncio, Mons. Poli, arzobispo de Buenos Aires,
Mons. Casareto hasta entonces Administrador Apostólico y Mons. Maleti
acompañado de sus hermanos obispos de la Patagonia y otros obispos. Nadie podía
haber imaginado que el “Año de la Fe” iniciado por Benedicto XVI iba a traernos
tan buenos y gratos frutos. Como dice el salmo: “Los que sembraron con lágrimas
cosechaban entre cantares”. Si la elección del Papa Francisco había sido de
enorme alegría para toda la Iglesia y Argentina en particular, el nombramiento
por parte del Papa Francisco de Mons. Maleti como obispo de una diócesis tan
sufrida como la de Merlo Moreno nos llenó a todos también de enorme alegría.
Si el talante del Papa Francisco nos era conocido en
Argentina y toda la diócesis sin embargo no lo era tanto Mons. Maleti para
muchos de la diócesis, pero sí para nosotros. Un obispo gaucho, un pastor con
olor a oveja, de gestos llenos de cercanía, de humildad y de sencillez. Dicen
que “de tal palo tal astilla”, pues nunca mejor dicho, no es de extrañar el
paralelo de la personalidad pastoral de nuestro pastor. Sin duda Dios tuvo a
bien designar este pastor del pueblo y para este pueblo. Sin duda la amistad y
cercanía que tuvieron con el entonces cardenal Bergoglio, Bargalló y Maleti le
llevó a nuestro Papa a hacer la mejor elección. Agradecemos a Dios designación
de Bergoglio, la disponibilidad de Mons.
Maleti y la generosidad de los obispos de la Patagonia al hacernos partícipes
de tal don.
Nuestro Padre obispo Maleti nos encarna este pastor
salidor pateador que no se queda en la montaña mientras las ovejas andan por el
valle, que tiene olor a oveja, que tiene un oído en la escucha a Dios y el otro
escuchando al pueblo, que nos encarna el espíritu de Jesús el Buen Pastor, el
servidor de todos en una Iglesia servidora, servidora del anuncio del evangelio
para que la salvación llegue a todos, especialmente a los más pobres,
abandonados y necesitados. Nos alegra que haya valorado tanto los rasgos de la
Iglesia, servidora, samaritana, pueblo de Dios y santuario que dejó su
predecesor y que sepa caminar con todos, con un fuerte espíritu de comunión.
Y como guindilla y colofón del “Año de la Fe” fue la
beatificación del “Cura Brochero” en el centenario de su muerte. Nuestro Dios,
que nadie le gana en bondad, quiso bendecirnos no sólo a la diócesis de Cruz
del Eje, a nuestra diócesis, a todas las diócesis de la Iglesia de Argentina
sino al mundo entero con la Beatificación de José Gabriel Rosario Brochero, por
todos conocido como el “Cura Brochero” el 14 de Septiembre del 2013. El 13 de
Septiembre, víspera de la Beatificación el cardenal Karlic presidió una
celebración en el Santuario de Nuestra Señora del Tránsito y a medianoche se
abrieron las puertas del predio de la beatificación donde miles de peregrinos
venidos de toda Argentina se dieron cita. Con un rosario de la aurora
aguardaron hasta las 10 de la mañana del sábado 14 la misa de la Beatificación.
La celebración fue presidida por el Prefecto para la
Congregación para las Causas de los santos el cardenal Ángelo Amato, Mons.
Santiago Olivera obispo de Cruz del Eje y varios obispos. Después de la lectura
de la Carta Apostólica del Papa Francisco se trajeron las reliquias a un
relicario de Brochero en su mula Malacara. Terminaba el Papa Francisco diciendo
en la Carta: “dejemos que el Cura Brochero entre hoy con mula y todo en la casa
de nuestro corazón y nos invite a la oración, al encuentro con Jesús y nos
libre de ataduras para salir a buscar al hermano, a tocar la carne de Cristo en
el que sufre y necesita el amor de Dios”. Se desplegó una gigantesca imagen del
“Cura Brochero” con un fuerte aplauso de los más de 60 obispos, 1.200
sacerdotes y 200.000 personas congregadas que se oyó en toda la translasierra.
Al día siguiente nevó para quedar sellada la santidad de esta tierra y grabado
a fuego el talante de pastores que Dios nos pide hoy para su pueblo.
Memorias de
un peregrino 39
Primeros
pasos para la ordenación de Alceu y nombramiento de obispo a Gabriel Barba
Después de
compartir todo su camino con nuestro Padre Obispo Fernando Maleti se acordó con
él que Alceu iniciara los primeros pasos para el sacerdocio recibiendo el orden
del lectorado el 12 de Diciembre, Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe patrona
de Latinoamérica y de la diócesis de Merlo Moreno. A la celebración acudimos,
como de costumbre, gran parte de la comunidad de servidores, al igual que todo
un colectivo de la gente de nuestras capillas.
Todos
queríamos acompañar a Alceu en ese primer paso. Lo vivíamos como un auténtico
regalo en ese contexto misionero mariano como broche de toda la misión
guadalupana que habíamos vivido durante el mes de Noviembre. En esa misión
Guadalupana pudimos también realizar el primer retiro abierto con toda la gente
de la capilla que fue otro regalo de Dios y de la Virgen. Nuestro padre obispo Fernando Maleti expresó su
agradecimiento a Dios por la vocación sacerdotal y las vocaciones a los
ministerios laicales dentro de la Iglesia. Pocos días antes en Noviembre se
hizo la ordenación como diácono de Lucas como preparación al sacerdocio y en la
celebración del 12 con Alceu también recibían las ordenes del lectorado y
acolitado que preparaban para recibir el diaconado permanente.
Con Alceu recibió
también el lectorado, Raúl un casado de una de nuestras capillas. Su esposa
margarita le entregó el evangelio. Fue otro detalle más de la obra que Dios
realiza entre nosotros. Nuestro padre obispo hizo alusión a la exhortación
Apostólica “Evangelium Gaudium”
sacada días antes por el Papa Francisco y que dijo parecía estar escrita en la
diócesis de Merlo Moreno. Estamos en una nueva etapa evangelizadora para la
Iglesia abriendo caminos nuevos caracterizados por la alegría de quienes
responden a la llamada y se lanzan con entusiasmo a hacer el bien. María nos
ayuda a abrirnos a su sí generoso y animó a abrirnos a responder a la llamada
del Señor para celebrar y cantar las misericordias de Señor. Invitaba con María
a abrirnos a su canto jubiloso por haber puesto sus ojos en la humildad de su
servidora. Al ejemplo de Juan Diego y del Negrito Manuel, Alceu parecía ser un
testimonio claro que Dios y la Virgen no cambian su mirada de predilección.
Fue muy
bonito constatar después de todo lo vivido que también la diócesis daba sus
frutos. Frutos eran, Lucas y Alceu candidatos para el sacerdocio y Raúl y demás
candidatos para el diaconado permanente. A los pocos días, como para rematar el
año, fue el nombramiento del padre Gabriel Barba, sacerdote que cumplía su 25
aniversario, como nuevo obispo de la Ferrere. Como anécdota él nos contaba que
en la misa de la Beatificación de Brochero los obispos recibieron de Mons.
Santiago Olivera, obispo de Cruz del Eje las reliquias del beato “Cura
Brochero”. Mons. Santiago se acercó a él y le dijo que tomar también él las reliquias.
Quizás fue una premonición de su nombramiento de obispo o un regalo del “Cura
Brochero”.
A manera de
conclusión de las memorias de esta etapa
Seguimos en camino hacia la última etapa de
nuestra peregrinación
Dice un
adagio indio: La vida trascurre a través de cuatro etapas. Primero aprendemos,
después enseñamos, luego nos retiramos y aprendemos a callar y amar en
silencio. En la cuarte y última etapa el hombre aprende a mendigar y a acogerse
a la misericordia divina. Al principio uno intenta cambiar el mundo luego
conforme te vas haciendo mayor y te acercas al final de la vida se da uno
cuenta de lo que cuesta aceptarse a uno mismo. Uno se da cuenta que no hay que
hacerse pobre sino aceptar nuestra propia pobreza. Somos radicalmente pobres.
Ser pobre es nuestra condición más radical. No debe de avergonzarnos sino todo
lo contrario alegrarnos de vivirnos necesitados radicalmente de Dios. La
fortaleza de un hombre no la demuestra en sus éxitos, en sus talentos o
facultades para superar las dificultades sino en aprender a reconocer sus
faltas y enmendarse y aprender de sus caídas y derrotas reconociendo sus
propias flaquezas y confiando siempre en la misericordia divina. Dios se apiada
del pobre y el indigente y no hay nada que más le conmueva que el corazón
humilde del pobre arrepentido.
Quiero dar
gracias a Dios por todo lo vivido y el bien que pude hacer pues cada vez más
reconozco que ha sido obra de Dios. Quiero pedir perdón de lo que no supe
vivir. Reconozco que todo lo pasado, todo lo sufrido no tiene comparación con
todo lo que he gozado. La desgracia resulta minúscula en comparación con la
dicha. Cuando uno sufre debe pensar siempre en tantos hombres que sufren
calamidades mucho más fuertes para no tener porqué quejarnos de nada. Además
poco a poco uno se da cuenta que las mismas dificultades y contrariedades de la
vida son el mejor abono y caldo de cultivo para que Dios saque de nosotros lo
mejor. Y descubrir que a pesar de todo no podemos ser salvadores de nosotros
mismos. Nos hacemos más necesitados de Dios.
Confío en
Dios y quiero vivir abandonado en su misericordia y le pido la fe suficiente
para transitar por la dificultad, la enfermedad y la muerte. Sé que Dios me ama
a pesar de haber cometido tantas faltas. Según se va haciendo uno mayor se hace
más consciente de sus errores pero también se hace uno más consciente del
inmenso amor de Dios, por eso quiero vivir con un corazón tremendamente
agradecido.
Vivo con la
conciencia de que en este mundo caminamos al encuentro con Dios y lo mejor está
por venir. Cuanta alegría tendremos de sentirnos amados con un amor tan pleno,
tan infinito y tan para siempre. Dios es bueno, nos ha prometido una vida feliz
y cumple sus promesas. El ha venido para abrirnos a todos la puerta y a
recorrer con nosotros el camino hasta llevarnos hasta Él. En Él está la
felicidad plena y no hemos de temer caminar hacia el encuentro con Él. ¿Qué
puede temer el hombre que ha puesto toda su confianza en Él?
“Dichosos los que viven en tu casa para siempre alabarte,
Dichoso el que tiene en Ti su fortaleza y sigue tus caminos,
Hallará la paz al final de su peregrinación” (Cf. Salmo 84)
Acabo sencillamente
con las palabras del “Cura Brochero” al final de su vida: “Ahora puestos los
aperos estoy presto para el viaje, lo demás queda a la misericordia de Dios”.
“He podido pispiar que viviré siempre en el corazón de todos a los que me
entregué, puesto que la vida de los muertos permanece viva en la memoria de los
vivos” (Beato José Gabriel del Rosario).
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