domingo, 8 de febrero de 2015

0. Prólogo a las memorias

0. Prólogo a las memorias




Introducción a las memorias

Quiero cantar y recordar las proezas del Señor y meditar y ponderar los días y loa anos pasados para considerar sus proezas y proclamar su grandeza narrando todas sus obras” (Sal 76, 12 y13)

El título general de memorias de un peregrino hacen mención a una peregrinación con distintas etapas que recorre toda la viada. Las memorias no tratan de describir la historia simplemente de mi vida sino poner al descubierto un pequeño trozo de la historia de salvación de la que sido testigo con mi vida y a través de mi vida. Es pues la historia de otro que sin casi aparecer ha estado como escondido caminando en secreto y haciéndose presente y poniéndose al descubierto lentamente a lo largo de toda ella.

Por eso el sobrenombre memorias de un peregrino trata de ser un eslabón más de la cadena y parte de todo un pueblo peregrino. No son simplemente mis memorias, sino las memorias de un peregrino que caminó junto un pueblo. Los acontecimientos de la vida van despacio como una trama que se va entretejiendo lentamente. Toca desenredar la madeja y rastrear la huella misteriosa del que la fue tejiendo. No nos es fácil mantener fresca la memoria. La memoria de los hechos conlleva tiempo para recordarlos, descifrarlos e interpretarlos. Diríamos que lleva anos para contar la historia completa.

No he pretendido contarla toda, tan solo detenerme en hechos significativos del camino. Desde ahí se entiende el móvil de todas estas páginas. Santa Teresita de Liseux en su prologo a su diario de un alma dice “Voy a recordar las misericordias del Señor” Ese es mi propósito narrar todo lo que el Señor hizo por nosotros, sus muchos beneficios que tuvo a bien prodigar con su pueblo. Como parte de una gran historia de salvación narro este pequeño tramo. La historia se repite, como lo hizo entonces lo volvió a hacer con nosotros, sacando a su pueblo de la opresión y llevándolo a la tierra de promisión. Todo lo que hizo no por nuestros meritos ni porque lo mereciéramos sino por su gran bondad y su infinita misericordia.

Perdón si en algún momento se hiciera una narración con cierta auto alabanza, no he querido ser el protagonista ni mostrarme a mi mismo sino mostrar la grandeza de otro que obro en nuestra pobreza y debilidad. Si hemos de gloriarnos nos gloriaremos de nuestras flaquezas y de su infinita misericordia.

La memoria es un pozo sin fondo, una cripta, una capilla donde uno es capaz de extraer las vivencias que han entretejido ese entramado de relaciones que denominamos nuestra vida. La memoria es el lugar precioso done se reviven los hechos, las personas, convirtiéndose en lugares del acontecimiento de nuestra historia que a la luz e la fe es historia de salvación. Haciendo memoria se reencuentra el presente, reconciliando nuestra historia se sacan enseñanzas y fuerzas nuevas para reconstruir la propia vida. Haciendo memoria el recuerdo de los errores se transforma en dolor y arrepentimiento, los fallos en propósito de enmienda y camino de esperanza. Con razón San Agustín titula las memorias de su vida confesiones. Decía San Agustín: “Tu has concedido Señor a mi memoria la dignidad, el honor, de residir en ella” (Confesiones, 10, 25, 36)Hay una dignidad sagrada en el hombre que le permite a la luz de la fe, participando de la inteligencia divina descubrir su historia entretejida del paso de Dios, a la luz de Dios. “En lo profundo de su conciencia la voz de Dios resuena en el corazón del hombre, allí reside el valor de la dignidad humana. La conciencia, la memoria es el núcleo más secreto y sagrario del hombre, donde el hombre se encuentra con Dios y la voz de Dios resuena en lo más íntimo del hombre” (Cf. GS 16). Se trata de una lectura de fe de la propia vida. Nuestra época más que nunca necesita releer de la historia  Solo haciendo memoria se forja el presente y se labra el futuro. Hacer memoria para comprender y vivir el presente y proyectar el futuro. Hay un camino de ida y otro de retorno. Hay todo un camino  a desandar para volver a andar. Hacer memoria es repasar el trayecto de la vida para recoger “el hilo conductor”. Es indispensable hacer el camino de vuelta para acertar con el camino de ida, para recorrer el propio camino. 

Las memorias van recogiendo una serie de láminas que tratan de recoger cuadros, grabados y sobre todo dibujos. La razón de estos dibujos es despertar una memoria afectiva más allá de lo narrativo. En la comunicación narrativa nos damos cuenta que perdemos muchos elementos que nos pasan desapercibidos y  que los dibujos nos los rescatan a los que fuimos testigos de los hechos.

En las antiguas tribus tenían la costumbre de reunirse  por la noche para contarse historias. Eran los llamados “contadores de historias”. Se reunían en círculo a narrar las historias de su pueblo. Querían transmitirse el hermoso y precioso legado de su herencia espiritual a la que denominaban la Tradición. Se la trasmitían vía oral de generación en generación. Había en la tribu los que denominaban “rastreadores de la memoria”.

“Los rastreadores de la memoria” solían también recurrir a un curioso modo de trasmitir las memorias por medio de dibujos. Los acontecimientos históricos más relevantes se dibujaban en pequeños cuadros. Solo se pintaban los más significativos. Si se pintara cada acontecimiento y todos los cuadros o dibujos se colocaran uno tras otro en el orden correspondiente tenían como en un mapa la historia de su pueblo. Vendría a ser como nuestros antiguos álbumes de fotos.

También recuerdo que nuestros padres se esmeraban en guardar en fotos las imágenes de los acontecimientos más significativos para recordar la historia familiar sobre todo tan hermosas en las reuniones de familia. A falta de fotos eso es lo que he querido recoger con los dibujos que se adjuntan a los relatos de las memorias.

Los primeros cuadros que recojo como introducción a las memorias responden a los últimos cuadros que pinte antes de comenzar mi vida misionera. La madre que abriendo la ventana enseña un bello horizonte al hijo pequeño representa la actitud de dejar que del regazo materno broten a nosotros los primeros recuerdos que quizás se han mantenido ocultos durante tanto tiempo. Se trata de una deuda de amor. Se lo debemos a nuestra madre y a nuestras generaciones futuras.

“El hombre no teje la trama de la vida, no es más que una de sus hebras” (Proverbio de una tribu indígena)



Memorias de un peregrino 

Una peregrinación. Un peregrino

Una tierra que sembrar

“Salió el sembrador a serrar en el campo de la vida”
( Fragmento de una poesía de Mamerto Menapache)

Salió una tarde a sembrar
¿le quemaba la semilla!
la tiró por la gramilla,
el camino, el pedregal,
por los surcos del terral,
por donde es fértil la arcilla.

Hay diversas clases de tierra.
Está la tosca del bajo,
Que apenas tiene tierrita.
La semilla enseguidita,
Apunta su ingenuidad,
pero al faltarle humedad
viene el sol y se marchita.

Hay tierra fértil también,
con sus lomas y sus bajos,
tierras que desde abajo
llegan a producir.
Es allí donde hay que insistir
sin  mezquinar el trabajo.

En el campo de la vida
Hay de todo, sí Señor:
Alegría, sueño, dolor,
Fertilidad y pobreza.
Es allí donde gasta su riqueza
De semilla el sembrador




Nuestra vida es ese campo trabajado por el Señor, el sembrador.

Dios no mezqinó el trabajo, sembró sin mezquinar, sembró pródigamente. No se detuvo a calcular bien si cae en la gramilla o el pedregal. Se desparramó en generosidad, se nos da sin medida de día de noche, en invierno y verano, en todo tiempo y lugar. Hay que saber esperar para reconocer su trabajo.

El sembrador antes de sembrar trabaja nuestra tierra. Nuestra vida, nuestro campo, nuestra tierra, aunque pobre, sabe trabajarla. Si la tierra es pedregosa, la despiedra; si es tosca y dura, la remueve; si es árida y seca la humedece, si es arisca y terrosa la rotura. A través de tantos acontecimientos Dios en su infinita Providencia se vale de acontecimientos y personas para trabajar nuestra tierra. De todo se vale el Señor para trabajar nuestras vidas. En el campo como en la vida hay de todo, lomas y sus bajos, subidas y bajadas, riquezas y pobrezas, fortalezas y debilidades. Precisamente en las pobrezas y debilidades es en donde más pródigamente el Señor trabaja y gasta la riqueza de su semilla. Allí precisamente deja ver la extraordinaria fuerza y calidad de su semilla. Allí en momentos aparentemente más difíciles, en los tramos más oscuros nos descubre su maravilla, la fuerza extraordinaria de su amor. Allí cuando se opera el milagro que es en el encuentro de nuestra tierra y su semilla.

La tierra tan frágil y pobre no tiene fuerzas en sí misma para fecundar sino es penetrada por la semilla. Allí en nuestra fragilidad acudimos y pedimos su fuerza. Hombres pobres y débiles que se sienten asistidos por su gracia, reconciliados con su perdón, sostenidos por su misericordia. Allí en medio de nuestras esterilidades y sequedades vimos surgir la vida que salta para la vida eterna.

No olvidemos nunca que nuestra tierra tiene dueño, que fue consagrada y dedicada al Señor, al servicio de la vida. Demos gracias a Dios por su obra, por habernos permitido reconocer un poco de su paso, de su obra en nuestras vidas. Dios ha contado y contará con instrumentos pobres como nosotros para llevar a cabo su obra. Demos gracias a Dios, y proclame siempre la grandeza de su amor por pisar, trabajar, embarrarse y amasar nuestra pobre tierra.


Una peregrinación, un peregrino.

La historia de nuestra vida tiene n hilo conductor. La queremos leer a través de dos actores. Uno por fuera y otro por dentro, el hombre y Dios. La podríamos resumir en una búsqueda del Amor. Queremos así traer a la memoria, cómo fuimos despertando al Amor y con qué cara y faceta del Amor nos encontramos en cada fase de la vida.

La vida se nos hace como una peregrinación, una búsqueda, en camino. Caminamos muchas veces a tientas, rastreando el camino del verdadero Amor, que a veces, sin percibirlo, camina a nuestro lado. Poco apoco vamos descubriendo al peregrino anónimo, al acompañante y amor secreto que camina a nuestro lado. Solo él es capaz de escuchar los gemidos y anhelos más profundos del corazón.

Nuestros sentimientos aparecen en el camino, mezclados, a veces confrontados, levado unas veces por la humildad otras por el orgullo y la vanidad, ahí el drama o el conflicto de nuestra vida. Entre sombras y luces entre gracia y pecado. En el juego de nuestra libertad nos movemos  en la dinámica de la sumisión y de la insumisión. No podemos decir que todo lo hicimos bien. Tantas veces no hemos sabido elegir y optar  por lo que convenía. Tantas veces optamos pero nos equivocamos.

Buscamos la maduración y la plena integración en el verdadero Amor, pero nos sentimos heridos, divididos, enfrentados, confrontados. En nuestra fragmentación, en nuestra fragilidad, en nuestra indignidad experimentamos la necesidad de la gracia. Incapaces como somos de satisfacer nuestras propias aspiraciones, nos sentimos imperiosamente necesitados de la gracia.

En medio de las noches, de las tormentas de la vida, percibimos la luz que sale a nuestro encuentro paso, a nuestro encuentro. Ayúdanos Señor a descubrir tu presencia en el discurrir de la vida. Todo un Dios, que a través de reglones rectos o torcidos ha ido tejiendo toda nuestra vida, la ha convertido en historia de salvación, no a pesar de nuestras pobrezas sino precisamente contando con ellas. ¿Cómo no dejar de proclamar tu infinita misericordia en nuestra pequeñez?





En camino

La vida no se nos da hecha, se va haciendo lentamente y da la impresión de nunca verla acabada. Es sin duda parte de nuestra condición peregrina, en camino, se va haciendo caminando, al andar; según la expresión de Machado: Caminante no hay camino, se hace camino al andar. No es un camino lineal ni recto. La vida se da en constante conversión y cambio.

Pasamos por edades, etapas, ciertas crisis y muertes que van preparando y haciendo emerger nuevas etapas. En medio de caminos tortuosos, de subidas y bajadas, podemos pararnos de tanto en cuanto haciendo un alto en el camino y reconocer que es Dios quien va trabajando, guiándonos y conduciendo nuestra vida. Va tejiendo su trama en nuestra historia y haciéndola parte de su historia de salvación.

Como los meandros de los ríos que van buscando la mar, a donde confluyen los grandes y los pequeños, la vida va dando muchas vueltas, a veces transitando por eventos contradictorios que no supimos porqué se dieron, que no buscábamos ni esperábamos. Incluso transitando por cañadas oscuras de aparente  fracaso; llegando a tocar el barro de nuestra fragilidad y de nuestro propio pecado, hemos percibido a Dios, saliendo a nuestro encuentro.

Aún abatidos y marcados por el dolor, en medio de crisis personales y eclesiales, hemos experimentado la fuerza de su Resurrección. El derrumbamiento de lo antiguo y el comienzo de algo nuevo, anticipo del verdadero y último nacimiento a lo eterno e imperecedero.

Poco a poco, uno se va haciendo consciente de que el pleno conocimiento de nuestra vida y nuestra historia la lleva él. Nosotros, mientras tanto, caminos peregrinos entre algo que fenece y se acaba y algo que nace y se renueva. Seguimos siendo peregrinos hasta alcanzar la morada eterna. Seguimos en camino, siendo hombres no plenos ni acabados, sino buscadores de su luz, su gracia, su verdad, su infinito Amor.

No vivimos estáticos en la quietud o el reposo de quienes lo tienen todo conseguido, seguimos caminando abriendo caminos. Nuestra vida no e entiende caminando solo, sino caminando juntos, en comunidad, en Iglesia. Quizás no seamos superhombres, insignes hombres de la talla de los santos, sino simples peregrinos de a pie, puros hombres terrenales, pobres pecadores en búsqueda y en camino. No insignes hombres de hacer mención, sino hombres comunes, con corazón de carne que han experimentado todo, a la par que su barro su gracia, en medio de la noche, la luz. Rastreadores de la luz verdadera que no conoce ocaso, la luz que no fue opacada por el barro. Es por ello que queremos hacer memoria, de nuestra propia historia, memorias de la misericordia de Dios en nuestra vida.





Extraer a  la memoria 

En nuestra vida se esconde un tesoro a veces inexplorado. Un montón de recuerdos que han quedado olvidados, sepultados, enterrados por el polvo del camino. Dichoso el hombre, el pueblo, que hace memoria de su pasado. Solo quien hace memoria y sabe integrar el pasado, puede vivir el presente y proyectar el futuro haciendo historia, sintiéndose parte de una historia.

Más aún, solo quien se atreve a hacer este camino interior, puede descubrir al verdadero artífice y constructor de la historia, las huellas, los vestigios del verdadero artista y creador que como buen alfarero va trabajando nuestras vidas y va guiando la historia a través de acontecimientos, a veces inesperados.

La vida se nos muestra como un tapiz del que paradójicamente solemos verlo por detrás, desde los nudos y entresijos que han quedado en el revés de la historia. Lo inaudito y sorprendente es el día que se nos permite dar la vuelta al tapiz par contemplar la obra desde el otro lado, desde donde Dios la ve. Haciendo memoria se nos permite sacar a la luz lo que se vivió oculto en la oscuridad.

Hacer historia es ser honestos con nuestra vida, con nuestro legado histórico y sobre todo con el artífice de nuestra vida. Solemos mirar y pocas veces fijamos la mirada para ver y contemplar. Solemos mirar, por encima y por debajo llevados por un complejo de superioridad o inferioridad. Son miradas superficiales, sin atrevernos a mirar por dentro, al interior de nuestro corazón. No podemos ver hacia dentro cuando estamos abocados a lo de fuera.

Tu quieres Señor abrirnos los ojos del corazón para poder descubrir el tesoro, el misterio oculto que encierra nuestra vida, traspasados por tu luz, por tu presencia, reconociendo tu paso por nuestras vidas, la obra que fuisteis tejiendo y labrando en nuestro interior.

El pleno conocimiento de nuestra vida nos queda velado y lo tiene él. Incapaces como éramos de reconocer el sentido y orientación de nuestra vida, tú nos lo fuiste mostrando saliendo a nuestro paso. Como hiciste con los discípulos abatidos y desconcertados peregrinos de Emaús, no nos abandonaste, saliste a nuestro encuentro, viniste a buscarnos y rescatarnos sacándonosle tantos agujeros oscuros para abrirnos a tu luz. Si estamos donde estamos y hemos llegado a donde hemos llegado no se debe a nuestra pericia, sino a tu infinita misericordia que nos ha sostenido y acompañado.





La parábola del labriego y las etapas de la vida

En el evangelio aparece la parábola del labriego sembrador y el grano de trigo. La historia de nuestra vida la podríamos sintetizar en esta parábola. Las distintas etapas de nuestra vida la podríamos describir de esta manera:

1ª etapa: El labriego prepara las herramientas
El inicio, los preparativos, cuando el peregrino prepara su viaje y su bagaje.

2ª etapa: El labriego empieza a abonar el campo
Saliendo de su tierra a caminar, el peregrino empieza su viaje, sus primeros pasos.

3ª etapa: El labriego empieza la siembra
El peregrino empieza a subir montaña. Etapas donde la peregrinación se hace costosa.

4ª etapa: El labriego comienza la siega
El peregrino camina por la oscuridad de la noche y parece perderse en el camino.

5ª etapa: El labriego prepara la cosecha
El peregrino reencuentra y retoma el camino.

En nuestra primera etapa de despertar al mundo y al amor son muchas cosas que llaman nuestra atención. Generalmente somos atraídos y llevados por objetos, personas, referenciales que nos atraen de manera especial. Mi padre era piloto y mi madre con vocación de artista. Ellos fueron despertando en mí la atracción por volar y por crear. Desde pequeño me llamó la atención los juegos de construcción, preocupado en como utilizar las herramientas que me permitieran crear y lanzándome a construir aunque fueran pequeñas chozas, en el entorno familiar y hogareño. En la juventud despierta y se arraiga mi primera vocación de arista y arquitecto. En una etapa de formación en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, desarraigándome de mis entornos más familiares. Acabada la carrera y haciendo estudios de postgrado y doctorado, buscando cómo orientar mi vocación, despierta en mí otra vocación.

Más importantes que las casas, son las personas que las habitan. La vida como la casa por muy lujosa que sea, adquiere el valor y el sentido dependiendo del amor que encuentran. A los 25 encontré el amor de mi vida y comienza mi vida misionera. Esta se fue construyendo lentamente con toda una prehistoria detrás. En los comienzos viví una primera etapa de formación que dura diez años hasta la ordenación. Se trataba de poner los cimientos y las bases para la nueva orientación de mi vida. A los 35 años fui ordenado sacerdote empezando una nueva etapa desplegando la misión, esta tuvo distintos periodos y lugares y el mayor despliegue en los siete años de misión en Filipinas. A los 45 años empieza una dura prueba, una fuerte crisis en la vocación que termina saliendo e la comunidad a la que pertenecía e iniciando con todo un grupo de la antigua comunidad otra nueva.


Cada etapa y momento álgido de mi vida con un cambio de rumbo u orientación estuvo marcado por un tiempo o camino de peregrinación. Vamos a tratar pues de hacer memoria para recorrer el camino con sus diferentes etapas. 



El sentido de nuestra peregrinación
(Himno para el tiempo de Cuaresma, Liturgia de las Horas, Tomo II)

En tierra extraña peregrinos
Con esperanza caminamos
que, si arduos son nuestros caminos
sabemos bien a dónde vamos.

En el desierto un alto hacemos,
es el Señor quien nos convida,
Aquí comemos y bebemos
El pan y el vino de la vida.

Para el camino se nos queda
Entre las manos, guiadora,
La cruz, bordón, que es la vereda
Y es la bandera triunfadora.

Entre el dolor y la alegría,
Con Cristo avanza en su andadura
Un hombre, un pobre que confía
y busca la Ciudad futura



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