0. Prólogo a las memorias
Introducción a las
memorias
“Quiero cantar y recordar las proezas del Señor y meditar y ponderar los
días y loa anos pasados para considerar sus proezas y proclamar su grandeza
narrando todas sus obras” (Sal 76, 12 y13)
El título general de memorias de un peregrino hacen mención a
una peregrinación con distintas etapas que recorre toda la viada. Las memorias no tratan de describir la
historia simplemente de mi vida sino poner al descubierto un pequeño trozo de
la historia de salvación de la que sido testigo con mi vida y a través de mi
vida. Es pues la historia de otro que sin casi aparecer ha estado como
escondido caminando en secreto y haciéndose presente y poniéndose al
descubierto lentamente a lo largo de toda ella.
Por eso el sobrenombre memorias de un peregrino trata de ser un
eslabón más de la cadena y parte de todo un pueblo peregrino. No son
simplemente mis memorias, sino las memorias de un peregrino que caminó junto un
pueblo. Los acontecimientos de la vida van despacio como una trama que se va
entretejiendo lentamente. Toca desenredar la madeja y rastrear la huella
misteriosa del que la fue tejiendo. No nos es fácil mantener fresca la memoria.
La memoria de los hechos conlleva tiempo para recordarlos, descifrarlos e
interpretarlos. Diríamos que lleva anos para contar la historia completa.
No he pretendido contarla toda,
tan solo detenerme en hechos significativos del camino. Desde ahí se entiende
el móvil de todas estas páginas. Santa Teresita de Liseux en su prologo a su diario de un alma dice “Voy a recordar
las misericordias del Señor” Ese es mi propósito narrar todo lo que el Señor
hizo por nosotros, sus muchos beneficios que tuvo a bien prodigar con su
pueblo. Como parte de una gran historia de salvación narro este pequeño tramo.
La historia se repite, como lo hizo entonces lo volvió a hacer con nosotros,
sacando a su pueblo de la opresión y llevándolo a la tierra de promisión. Todo
lo que hizo no por nuestros meritos ni porque lo mereciéramos sino por su gran
bondad y su infinita misericordia.
Perdón si en algún momento se
hiciera una narración con cierta auto alabanza, no he querido ser el
protagonista ni mostrarme a mi mismo sino mostrar la grandeza de otro que obro
en nuestra pobreza y debilidad. Si hemos de gloriarnos nos gloriaremos de
nuestras flaquezas y de su infinita misericordia.
La memoria es un pozo sin fondo, una cripta, una capilla donde uno es
capaz de extraer las vivencias que han entretejido ese entramado de relaciones
que denominamos nuestra vida. La memoria es el lugar precioso done se reviven
los hechos, las personas, convirtiéndose en lugares del acontecimiento de
nuestra historia que a la luz e la fe es historia de salvación. Haciendo
memoria se reencuentra el presente, reconciliando nuestra historia se sacan
enseñanzas y fuerzas nuevas para reconstruir la propia vida. Haciendo memoria
el recuerdo de los errores se transforma en dolor y arrepentimiento, los fallos
en propósito de enmienda y camino de esperanza. Con razón San Agustín titula
las memorias de su vida confesiones. Decía San Agustín: “Tu has concedido Señor
a mi memoria la dignidad, el honor, de residir en ella” (Confesiones,
10, 25, 36). Hay una dignidad sagrada en el hombre que le permite a
la luz de la fe, participando de la inteligencia divina descubrir su historia
entretejida del paso de Dios, a la luz de Dios. “En lo profundo de su
conciencia la voz de Dios resuena en el corazón del hombre, allí reside el
valor de la dignidad humana. La conciencia, la memoria es el núcleo más secreto
y sagrario del hombre, donde el hombre se encuentra con Dios y la voz de Dios
resuena en lo más íntimo del hombre” (Cf. GS 16). Se trata de una lectura de fe
de la propia vida. Nuestra época más que nunca necesita releer de la
historia Solo haciendo memoria se forja
el presente y se labra el futuro. Hacer memoria para comprender y vivir el
presente y proyectar el futuro. Hay un camino de ida y otro de retorno. Hay
todo un camino a desandar para volver a
andar. Hacer memoria es repasar el trayecto de la vida para recoger “el hilo
conductor”. Es indispensable hacer el camino de vuelta para acertar con el
camino de ida, para recorrer el propio camino.
Las memorias van recogiendo una
serie de láminas que tratan de recoger cuadros, grabados y sobre todo dibujos.
La razón de estos dibujos es despertar una memoria afectiva más allá de lo
narrativo. En la comunicación narrativa nos damos cuenta que perdemos muchos
elementos que nos pasan desapercibidos y
que los dibujos nos los rescatan a los que fuimos testigos de los
hechos.
En las antiguas tribus tenían la
costumbre de reunirse por la noche para
contarse historias. Eran los llamados “contadores de historias”. Se reunían en
círculo a narrar las historias de su pueblo. Querían transmitirse el hermoso y
precioso legado de su herencia espiritual a la que denominaban la Tradición. Se
la trasmitían vía oral de generación en generación. Había en la tribu los que
denominaban “rastreadores de la memoria”.
“Los rastreadores de la memoria”
solían también recurrir a un curioso modo de trasmitir las memorias por medio
de dibujos. Los acontecimientos históricos más relevantes se dibujaban en
pequeños cuadros. Solo se pintaban los más significativos. Si se pintara cada
acontecimiento y todos los cuadros o dibujos se colocaran uno tras otro en el
orden correspondiente tenían como en un mapa la historia de su pueblo. Vendría
a ser como nuestros antiguos álbumes de fotos.
También recuerdo que nuestros
padres se esmeraban en guardar en fotos las imágenes de los acontecimientos más
significativos para recordar la historia familiar sobre todo tan hermosas en
las reuniones de familia. A falta de fotos eso es lo que he querido recoger con
los dibujos que se adjuntan a los relatos de las memorias.
Los primeros cuadros que recojo
como introducción a las memorias responden a los últimos cuadros que pinte
antes de comenzar mi vida misionera. La madre que abriendo la ventana enseña un
bello horizonte al hijo pequeño representa la actitud de dejar que del regazo
materno broten a nosotros los primeros recuerdos que quizás se han mantenido
ocultos durante tanto tiempo. Se trata de una deuda de amor. Se lo debemos a
nuestra madre y a nuestras generaciones futuras.
“El hombre no teje la trama de la vida, no es más que una de sus
hebras” (Proverbio de una tribu indígena)
Memorias de un peregrino
Una peregrinación. Un peregrino
Una tierra que sembrar
“Salió el sembrador a serrar en el campo de la vida”
( Fragmento de una poesía de
Mamerto Menapache)
Salió una tarde a sembrar
¿le quemaba la semilla!
la tiró por la gramilla,
el camino, el pedregal,
por los surcos del terral,
por donde es fértil la arcilla.
Hay diversas clases de tierra.
Está la tosca del bajo,
Que apenas tiene tierrita.
La semilla enseguidita,
Apunta su ingenuidad,
pero al faltarle humedad
viene el sol y se marchita.
Hay tierra fértil también,
con sus lomas y sus bajos,
tierras que desde abajo
llegan a producir.
Es allí donde hay que insistir
sin mezquinar el trabajo.
En el campo de la vida
Hay de todo, sí Señor:
Alegría, sueño, dolor,
Fertilidad y pobreza.
Es allí donde gasta su riqueza
De semilla el sembrador
Nuestra vida es ese campo trabajado por el Señor, el sembrador.
Dios no mezqinó el trabajo,
sembró sin mezquinar, sembró pródigamente. No se detuvo a calcular bien si cae
en la gramilla o el pedregal. Se desparramó en generosidad, se nos da sin
medida de día de noche, en invierno y verano, en todo tiempo y lugar. Hay que
saber esperar para reconocer su trabajo.
El sembrador antes de sembrar
trabaja nuestra tierra. Nuestra vida, nuestro campo, nuestra tierra, aunque
pobre, sabe trabajarla. Si la tierra es pedregosa, la despiedra; si es tosca y
dura, la remueve; si es árida y seca la humedece, si es arisca y terrosa la
rotura. A través de tantos acontecimientos Dios en su infinita Providencia se vale
de acontecimientos y personas para trabajar nuestra tierra. De todo se vale el
Señor para trabajar nuestras vidas. En el campo como en la vida hay de todo,
lomas y sus bajos, subidas y bajadas, riquezas y pobrezas, fortalezas y
debilidades. Precisamente en las pobrezas y debilidades es en donde más
pródigamente el Señor trabaja y gasta la riqueza de su semilla. Allí
precisamente deja ver la extraordinaria fuerza y calidad de su semilla. Allí en
momentos aparentemente más difíciles, en los tramos más oscuros nos descubre su
maravilla, la fuerza extraordinaria de su amor. Allí cuando se opera el milagro
que es en el encuentro de nuestra tierra y su semilla.
La tierra tan frágil y pobre no
tiene fuerzas en sí misma para fecundar sino es penetrada por la semilla. Allí
en nuestra fragilidad acudimos y pedimos su fuerza. Hombres pobres y débiles
que se sienten asistidos por su gracia, reconciliados con su perdón, sostenidos
por su misericordia. Allí en medio de nuestras esterilidades y sequedades vimos
surgir la vida que salta para la vida eterna.
No olvidemos nunca que nuestra
tierra tiene dueño, que fue consagrada y dedicada al Señor, al servicio de la
vida. Demos gracias a Dios por su obra, por habernos permitido reconocer un
poco de su paso, de su obra en nuestras vidas. Dios ha contado y contará con
instrumentos pobres como nosotros para llevar a cabo su obra. Demos gracias a
Dios, y proclame siempre la grandeza de su amor por pisar, trabajar, embarrarse
y amasar nuestra pobre tierra.
Una peregrinación, un peregrino.
La historia de nuestra vida tiene
n hilo conductor. La queremos leer a través de dos actores. Uno por fuera y
otro por dentro, el hombre y Dios. La podríamos resumir en una búsqueda del
Amor. Queremos así traer a la memoria, cómo fuimos despertando al Amor y con
qué cara y faceta del Amor nos encontramos en cada fase de la vida.
La vida se nos hace como una
peregrinación, una búsqueda, en camino. Caminamos muchas veces a tientas,
rastreando el camino del verdadero Amor, que a veces, sin percibirlo, camina a
nuestro lado. Poco apoco vamos descubriendo al peregrino anónimo, al
acompañante y amor secreto que camina a nuestro lado. Solo él es capaz de
escuchar los gemidos y anhelos más profundos del corazón.
Nuestros sentimientos aparecen en
el camino, mezclados, a veces confrontados, levado unas veces por la humildad
otras por el orgullo y la vanidad, ahí el drama o el conflicto de nuestra vida.
Entre sombras y luces entre gracia y pecado. En el juego de nuestra libertad
nos movemos en la dinámica de la
sumisión y de la insumisión. No podemos decir que todo lo hicimos bien. Tantas
veces no hemos sabido elegir y optar por
lo que convenía. Tantas veces optamos pero nos equivocamos.
Buscamos la maduración y la plena
integración en el verdadero Amor, pero nos sentimos heridos, divididos,
enfrentados, confrontados. En nuestra fragmentación, en nuestra fragilidad, en
nuestra indignidad experimentamos la necesidad de la gracia. Incapaces como
somos de satisfacer nuestras propias aspiraciones, nos sentimos imperiosamente
necesitados de la gracia.
En medio de las noches, de las
tormentas de la vida, percibimos la luz que sale a nuestro encuentro paso, a
nuestro encuentro. Ayúdanos Señor a descubrir tu presencia en el discurrir de
la vida. Todo un Dios, que a través de reglones rectos o torcidos ha ido
tejiendo toda nuestra vida, la ha convertido en historia de salvación, no a
pesar de nuestras pobrezas sino precisamente contando con ellas. ¿Cómo no dejar
de proclamar tu infinita misericordia en nuestra pequeñez?
En camino
La vida no se nos da hecha, se va
haciendo lentamente y da la impresión de nunca verla acabada. Es sin duda parte
de nuestra condición peregrina, en camino, se va haciendo caminando, al andar;
según la expresión de Machado: Caminante no hay camino, se hace camino al
andar. No es un camino lineal ni recto. La vida se da en constante conversión y
cambio.
Pasamos por edades, etapas,
ciertas crisis y muertes que van preparando y haciendo emerger nuevas etapas.
En medio de caminos tortuosos, de subidas y bajadas, podemos pararnos de tanto
en cuanto haciendo un alto en el camino y reconocer que es Dios quien va
trabajando, guiándonos y conduciendo nuestra vida. Va tejiendo su trama en
nuestra historia y haciéndola parte de su historia de salvación.
Como los meandros de los ríos que
van buscando la mar, a donde confluyen los grandes y los pequeños, la vida va
dando muchas vueltas, a veces transitando por eventos contradictorios que no
supimos porqué se dieron, que no buscábamos ni esperábamos. Incluso transitando
por cañadas oscuras de aparente fracaso;
llegando a tocar el barro de nuestra fragilidad y de nuestro propio pecado,
hemos percibido a Dios, saliendo a nuestro encuentro.
Aún abatidos y marcados por el
dolor, en medio de crisis personales y eclesiales, hemos experimentado la
fuerza de su Resurrección. El derrumbamiento de lo antiguo y el comienzo de
algo nuevo, anticipo del verdadero y último nacimiento a lo eterno e imperecedero.
Poco a poco, uno se va haciendo
consciente de que el pleno conocimiento de nuestra vida y nuestra historia la
lleva él. Nosotros, mientras tanto, caminos peregrinos entre algo que fenece y
se acaba y algo que nace y se renueva. Seguimos siendo peregrinos hasta
alcanzar la morada eterna. Seguimos en camino, siendo hombres no plenos ni
acabados, sino buscadores de su luz, su gracia, su verdad, su infinito Amor.
No vivimos estáticos en la
quietud o el reposo de quienes lo tienen todo conseguido, seguimos caminando
abriendo caminos. Nuestra vida no e entiende caminando solo, sino caminando
juntos, en comunidad, en Iglesia. Quizás no seamos superhombres, insignes
hombres de la talla de los santos, sino simples peregrinos de a pie, puros
hombres terrenales, pobres pecadores en búsqueda y en camino. No insignes
hombres de hacer mención, sino hombres comunes, con corazón de carne que han
experimentado todo, a la par que su barro su gracia, en medio de la noche, la
luz. Rastreadores de la luz verdadera que no conoce ocaso, la luz que no fue
opacada por el barro. Es por ello que queremos hacer memoria, de nuestra propia
historia, memorias de la misericordia de Dios en nuestra vida.
Extraer a la memoria
En nuestra vida se esconde un
tesoro a veces inexplorado. Un montón de recuerdos que han quedado olvidados,
sepultados, enterrados por el polvo del camino. Dichoso el hombre, el pueblo,
que hace memoria de su pasado. Solo quien hace memoria y sabe integrar el
pasado, puede vivir el presente y proyectar el futuro haciendo historia,
sintiéndose parte de una historia.
Más aún, solo quien se atreve a
hacer este camino interior, puede descubrir al verdadero artífice y constructor
de la historia, las huellas, los vestigios del verdadero artista y creador que
como buen alfarero va trabajando nuestras vidas y va guiando la historia a
través de acontecimientos, a veces inesperados.
La vida se nos muestra como un
tapiz del que paradójicamente solemos verlo por detrás, desde los nudos y entresijos
que han quedado en el revés de la historia. Lo inaudito y sorprendente es el
día que se nos permite dar la vuelta al tapiz par contemplar la obra desde el
otro lado, desde donde Dios la ve. Haciendo memoria se nos permite sacar a la
luz lo que se vivió oculto en la oscuridad.
Hacer historia es ser honestos
con nuestra vida, con nuestro legado histórico y sobre todo con el artífice de
nuestra vida. Solemos mirar y pocas veces fijamos la mirada para ver y
contemplar. Solemos mirar, por encima y por debajo llevados por un complejo de
superioridad o inferioridad. Son miradas superficiales, sin atrevernos a mirar
por dentro, al interior de nuestro corazón. No podemos ver hacia dentro cuando
estamos abocados a lo de fuera.
Tu quieres Señor abrirnos los
ojos del corazón para poder descubrir el tesoro, el misterio oculto que
encierra nuestra vida, traspasados por tu luz, por tu presencia, reconociendo
tu paso por nuestras vidas, la obra que fuisteis tejiendo y labrando en nuestro
interior.
El pleno conocimiento de nuestra
vida nos queda velado y lo tiene él. Incapaces como éramos de reconocer el
sentido y orientación de nuestra vida, tú nos lo fuiste mostrando saliendo a
nuestro paso. Como hiciste con los discípulos abatidos y desconcertados
peregrinos de Emaús, no nos abandonaste, saliste a nuestro encuentro, viniste a
buscarnos y rescatarnos sacándonosle tantos agujeros oscuros para abrirnos a tu
luz. Si estamos donde estamos y hemos llegado a donde hemos llegado no se debe
a nuestra pericia, sino a tu infinita misericordia que nos ha sostenido y
acompañado.
La parábola del labriego y las etapas de la vida
En el evangelio aparece la
parábola del labriego sembrador y el grano de trigo. La historia de nuestra
vida la podríamos sintetizar en esta parábola. Las distintas etapas de nuestra
vida la podríamos describir de esta manera:
1ª etapa: El
labriego prepara las herramientas
El inicio, los preparativos,
cuando el peregrino prepara su viaje y su bagaje.
2ª etapa: El
labriego empieza a abonar el campo
Saliendo de su tierra a caminar,
el peregrino empieza su viaje, sus primeros pasos.
3ª etapa: El
labriego empieza la siembra
El peregrino empieza a subir
montaña. Etapas donde la peregrinación se hace costosa.
4ª etapa: El
labriego comienza la siega
El peregrino camina por la
oscuridad de la noche y parece perderse en el camino.
5ª etapa: El
labriego prepara la cosecha
El peregrino reencuentra y retoma
el camino.
En nuestra primera etapa de
despertar al mundo y al amor son muchas cosas que llaman nuestra atención.
Generalmente somos atraídos y llevados por objetos, personas, referenciales que
nos atraen de manera especial. Mi padre era piloto y mi madre con vocación de
artista. Ellos fueron despertando en mí la atracción por volar y por crear. Desde
pequeño me llamó la atención los juegos de construcción, preocupado en como
utilizar las herramientas que me permitieran crear y lanzándome a construir
aunque fueran pequeñas chozas, en el entorno familiar y hogareño. En la juventud
despierta y se arraiga mi primera vocación de arista y arquitecto. En una etapa
de formación en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid,
desarraigándome de mis entornos más familiares. Acabada la carrera y haciendo
estudios de postgrado y doctorado, buscando cómo orientar mi vocación,
despierta en mí otra vocación.
Más importantes que las casas,
son las personas que las habitan. La vida como la casa por muy lujosa que sea,
adquiere el valor y el sentido dependiendo del amor que encuentran. A los 25
encontré el amor de mi vida y comienza mi vida misionera. Esta se fue
construyendo lentamente con toda una prehistoria detrás. En los comienzos viví
una primera etapa de formación que dura diez años hasta la ordenación. Se
trataba de poner los cimientos y las bases para la nueva orientación de mi
vida. A los 35 años fui ordenado sacerdote empezando una nueva etapa
desplegando la misión, esta tuvo distintos periodos y lugares y el mayor
despliegue en los siete años de misión en Filipinas. A los 45 años empieza una
dura prueba, una fuerte crisis en la vocación que termina saliendo e la
comunidad a la que pertenecía e iniciando con todo un grupo de la antigua
comunidad otra nueva.
Cada etapa y momento álgido de mi
vida con un cambio de rumbo u orientación estuvo marcado por un tiempo o camino
de peregrinación. Vamos a tratar pues de hacer memoria para recorrer el camino
con sus diferentes etapas.
El sentido de nuestra peregrinación
(Himno para el tiempo de
Cuaresma, Liturgia de las Horas, Tomo
II)
En tierra extraña
peregrinos
Con esperanza caminamos
que, si arduos son
nuestros caminos
sabemos bien a dónde
vamos.
En el desierto un alto
hacemos,
es el Señor quien nos
convida,
Aquí comemos y bebemos
El pan y el vino de la
vida.
Para el camino se nos
queda
Entre las manos, guiadora,
La cruz, bordón, que es la
vereda
Y es la bandera
triunfadora.
Entre el dolor y la
alegría,
Con Cristo avanza en su
andadura
Un hombre, un pobre que
confía
y busca la Ciudad futura
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