martes, 10 de febrero de 2015

II ETAPA: LA MAÑANA




II. ETAPA: LA MAÑANA
( El despertar de  la vocación)



                                   

Introducción:
Despertando a la vocación

2ª etapa de la vida: El despertar a la vocación
El labriego empieza a abonar e campo

Dicen que el árbol tiene de florido lo que tiene de enterrado, “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere no da fruto”.

“Cuentan que un labriego que discutía con Dios porqué le salían las cosas mal y le pidió porqué no le dejaba aunque fuera por un año dirigir las cosas. Dios se lo concedió. El labriego dispuso que lloviera para que no le faltase agua y que no faltar el sol y vio crecer las semillas enormemente en poco tiempo de una forma desmesurada. Sin embargo cuál fue su sorpresa cuando al ver los granos de trigos estaban vacíos, no habían madurado. No se había dado cuenta que para que maduren los granos necesitan los vientos, las tormentas, los fríos y los duros inviernos para hacer madurar los frutos. Se arrepintió el hombre de cuestionar a Dios porqué hace las cosas como las hace y comprendió que él todo lo hace para bien”. Sin duda una lección para aquellos que tratan de evitar las dificultades.

Sin duda todavía mi corazón estaba buscando la realización de la vida en éxitos y grandezas humanas y era necesario enraizar mi vida en lo que nos hace más humildes para vivir confiados en que a veces sus caminos no son los nuestros pero son los que nos llevan a salir de nuestra arrogancia y prepotencia y a vivir en confianza poniéndonos en sus manos, conscientes de nuestra debilidad y pequeñez.

Dios nunca está ausente, está siempre presente y trabajando incluso cuando nos parece que las cosas pueden venir en contra o salir mal. Nosotros arrancaríamos pronto la cizaña y no permitiríamos que creciera junto con el trigo. Nosotros queríamos evitar el mal o que suceda algo malo, pero muchas veces no podremos impedirlo. Lo que si es verdad es que si confiamos en Dios no permitirá que el mal nos haga daño y que incluso de situaciones aparentemente negativas las hace concurrir para bien.





Memorias de un peregrino 1

El despertar de la vocación. Un periodo intenso de búsqueda

Sentía profundamente que toda mi vida había sido preparada para aquel momento, que Dios había abonado y preparado la tierra para que algo nuevo floreciera en ella. El labriego había ido abonando el campo y empezaba la siembra.

Un obispo húngaro Monseñor  Tihámer Toth contaba esta parábola: “Una araña venía navegando en su telita. Estaba en lo alto de un árbol donde veía abajo el campo recién sembrado y dispuesto en la pradera. Divisaba desde allí el campo y soñaba y adivinaba una floreciente cosecha. Preguntándose por lo que acontecía allí abajo lanzó un hilito fino y se atrevió a bajar y por el mismo hilo volvió a subir. Era pequeña y la tierra le daba miedo. Arriba se sentía feliz y protegida pero seguía inquieta por ver lo que pasaba abajo.

Volvió a repetir su aventura de descenso, pero esta vez quiso ponerse abajo a construir una pequeña tela que le sirviera en su deseo de atrapar algún bichito. Con gran emoción  vio que un pequeño insecto quedó atrapado en su telita. Al ver que se le hacía tarde volvió a trepar por el hilo primordial. Pero el instinto era tan fuerte que le movió abajar de nuevo repitiendo cada mañana el descenso y cada noche el ascenso a su lugar de origen.

Cada día la tela que iba construyendo abajo se hacía más sólida y más grande, capaz de atraer y atrapar bichos mayores. Iba añadiendo así círculos a su tela y se veía obligada a utilizar fibra de aquel hilo primordial. El hilo tironeaba para arriba y por eso lograba mantener tensa toda la estructura de la tela. Pero un día atrapó un bicho fenomenal que succionó quedando tan satisfecha y agotada que se quedó a pasar la noche abajo. Al vrr con sorpresa que no pasaba nada y que si no subía no se veía obligada a descender decidió no tomarse el trabajo de subir concentrando sus fuerzas en la caz de presas cada vez mayores.

Poco apoco se fue olvidando de su origen y dejando a un lado su hilo primordial que le unía a su infancia feliz y soñadora. Solo se preocupaba de sumar más hilos y agrandar cada día su tela. De tanto vivir a ras de suelo tan preocupada de lo inmediato, se volvió miope y dejó de mirar hacia el cielo y olvidar de dónde procedía. Se había convertido en una gran araña práctica, científica aprendiendo toda clase de técnicas pero se había olvidado de conectarse a su origen a través de su hilo primordial. La tela creció y se hizo tan pesada que cuando menos pensó se le vino abajo. Gracias a Dios pudo ver aquel hilito primordial que pendía aún del árbol. Así que pudo al fin subir y dar con su lugar de origen”

Verdaderamente me sentía reflejado tanto con la parábola. Me había ocupado en levantar un gran entramado y olvidado de mi origen. Era tiempo de volver.




Memorias de un peregrino 2

El impacto de los niños huérfanos y abandonados.

Sin darme cuenta preocupado en mis cosas había quedado atrapado en mi pequeño mundo y me había olvidado de mi origen de mis raíces de aquel hilito primordial que daba sentido a toda mi existencia. Había también perdido la mirada de ver a mi alrededor y de preocuparme por las necesidades de los demás, sobre todo de los más pobres y necesitados.

Empecé a abrir mis ojos al mundo más allá de mi pequeño ombligo y preguntarme qué es lo que Dios quería de mi vida. Si bien podía sentirme realizado en una vida que había logrado prácticamente todo lo que uno pretendía conseguir al mismo tiempo me sentía insatisfecho. ¿Cómo me podía sentir feliz viendo tanta gente infeliz a mi alrededor?

Con Darío Manuel, mi primo piloto y mi hermano Ángel que también se haría piloto empezamos una hermosa aventura de abrirnos a otras realidades. Nos encontrábamos un poco desengañados de un mundo de relaciones formales y superficiales. Recuerdo una noche en una de la discoteca más “chic” de Madrid, Argos en plena Princesa, después de un funeral a las tres de madrugada, que terminamos hablando de la comedia de esta vida y de cuán fácil era quedar enterrados los anhelos más profundos de nuestro corazón. ¿Dónde buscamos la felicidad, qué es lo que nos puede hacer verdaderamente felices?

A través de Isabel, una amiga azafata de Darío Manuel dimos con una asociación creada por un sacerdote y una religiosa que salió de su Congregación para hacerse cargo de niños abandonados en un piso que abrieron en el Madrid antiguo muy cerca donde Kiko Arguello había iniciado la primera comunidad neocatecumenal. Por primera vez fue abrirnos a otro mundo, niños de tres a cinco años que llorando, con sus corazones desgarrados por el maltrato y abandono de sus padres te decían que no querían vivir. Eran rostros de niños con ojos hundidos y llenos de tristeza. En principio era fácil acusar a sus padres y condenarlos por tan cruel abandono pero cuando empezabas a conocer de dónde procedían se acallaban las acusaciones y empezabas a tener otra mirada sobre la realidad.

La monja nos contó el origen de dos de ellos que apenas podían hablar. Procedían de una madre que se ganaba la vida fregando pisos todo el día para a penas ganar lo mínimo para sobrevivir. El marido alcohólico cuando llegaba a casa la maltrataba a ella y a sus hijos viviendo un verdadero infierno. ¿Cómo poder culparles tan fríamente sin cuestionarse uno la propia vida? ¿Quiénes eran los culpables de esa situación? Nosotros que teníamos un buen trabajo posición y formación qué hacíamos por los que no la tenían? ¿Qué llevaba a aquel padre de familia al alcohol, al sinsentido por la vida, llegando  a maltratar su vida y la de los que más quería?

Era absurdo soñar en construir nuevas ciudades ni siquiera una familia sin dejar  que los hijos que traemos al mundo nos cuestionen que el mundo que hemos hecho no lo quieren vivir. Era yo el que tenía que empezar por cambiar mi manera de pensar y de vivir para hacer un mundo verdaderamente fraterno y solidario de los más pobres y los que más sufren.




Memorias de un peregrino 3

Mi última Navidad en familia

Era de nuevo Navidad el omento de acercarme al pesebre que tantas veces habíamos armado en familia. Celebrábamos el nacimiento de Jesús y comprendí que dónde quería nacer verdaderamente hoy y  hacer nuevas eran nuestras propias vidas. Había llegado el momento de poder expresar abiertamente a mis padres y hermanos mi búsqueda y la llamada que sentía. Por amor a mis mismos padres y a mi propia familia era el momento de celebrara aquella Navidad de una forma distinta dejando aún lado todo lo superficial y decorativo y entrando en el verdadero sentido del Nacimiento como un verdadero comienzo a una nueva forma de vivir según el evangelio.

Aunque habíamos crecido en un ambiente de fe diríamos que en el transcurrir de la vida esa fe se había un poco enfriado. Todos estábamos más preocupados de lo externo, de las comidas y de los regalos. Habíamos caído poco a poco en vivir cada uno en nuestro pequeño mundo, olvidados de lo principal. Incluso se había desvirtuado tanto la navidad que era normal el discutir y no ponernos de acuerdo sobre la comida que satisfaciera los gustos de todos. Nos resultaba difícil ceder, cada cual pensaba más en salir con sus propios amigos y dejar a mis padres solos.

Aquella Navidad sentí que la debía de vivir con mi familia preguntándome cómo estrechar los vínculos de familia. Durante muchas Navidades éramos los hijos los que recibíamos regalos de los padres. Era el momento de preguntarnos como hijos qué queríamos regalar a los padres. No había que esperar al día de Reyes era esa noche que celebrábamos el Nacimiento de Jesús que él mismo nos llamaba a vivirla de una manera nueva poniéndole a él en el centro.

A mí particularmente me resultaba difícil buscar un regalo. ¿Qué regalarles me preguntaba, si prácticamente teníamos de todo? No había nada original en algo nuevo en prendas de vestir o comidas que comer. Toda la Navidad se convierte en una oportunidad más para consumir y gastar en lo superfluo. Mi padre ni bebía ni fumaba ni le gustaba la ostentación y lo mismo mi madre como todos, tenía más de lo que necesitaba. Lo que verdaderamente precisaban era que yo les mostrar todo el amor que de ellos había recibido. ¿Qué era la que más valoraba de todo lo que había recibido? Comprendí que la fe era el mayor regalo que recibí y que a la vez era el momento de podérselo expresar. Así que decidí comprarles y regalarles una pequeña Cruz de oro que encerrada y envuelta en una pequeña cajita apenas pasaba desapercibida en la enorme mesa de la gran cena de Navidad.

Así que en el momento de expresar lo que significaban los regalos de aquella Navidad les compartí lo que para mí significaba la pequeñita Cruz. Me costaba expresar con palabras. Ni ellos ni yo creo nos imaginamos lo trascendental de aquel momento. Fue como un abrírsenos los ojos y de repente reconociéramos todo lo vivido juntos y recocer el tesoro de la fe y su amor que nos había mantenidos unidos.

Más tarde pude comprender lo significativo de ese momento. Cuando mi padre al morir sacó del pecho su crucecita de oro y se la dio a mi madre diciendo: “es el regalo más grande que recibí en esta vida, ahora ya no la necesito porque pronto voy a encontrarme con él. Tú sí que la necesitas ahora para que te sirva de consuelo y ayuda en esta vida”.



Memorias de un peregrino 4

Mi último verano en familia. La boda de Mabel.

Después de aquella Navidad durante aquel “año nuevo” todo empezó a cambiar progresivamente. A mí me veían involucrar cada vez más con el grupo misionero que habíamos comenzado en la parroquia y participar en retiros y encuentros. Veían que el foco de atención y de interés no lo ponía más en los estudios ni en la carrera, ni en el trabajo. Es más, dejé el trabajo y cada vez dejaba más claro la orientación de vida que iba a tomar. Entre las memorias que me vienen de aquella primavera recuerdo una especialmente significativa y curiosa que expresaba el giro que estaba tomando mi vida. Una de mis aspiraciones fue hacer una exposición de pintura. Había participado en algunos concursos y al fin se dio la posibilidad de montar una exposición de pintura y escultura. Fue en la sala del IFA, un hotel de cinco estrellas cerca de donde vivía en Cea Bermúdez. Nunca me hubiera imaginado que eso podía convertirse también en un lugar para poder compartir y expresar mi opción de fe.

Hasta entonces había vivido una diversidad de mundos un poco inconexos y separados. Por una parte el estudio, el trabajo, mis aficiones y por otro lado mi fe. Era el momento de unirlo todo bajo la misma dirección. Cuando mis padres se sentían tan orgullosos de esa exposición como uno de mis sueños realizados, se vieron sorprendidos, casi estupefactos cuando aparecí en tal sala de exposiciones con el grupo misionero acompañado de todo un grupo de niños pobres, huérfanos y abandonados que fuimos conociendo y a los que nos fuimos cada vez más vinculando. Salíamos con ellos todos los fines de semana para pasar con ellos un buen rato. Fue como unir dos mundos totalmente diferentes. Para aquel hotel de cinco estrellas fue toda una revolución el ver desfilar por allí tal grupo lleno de sencillez, inocencia y alegría. Era una prueba más de que la auténtica belleza y el auténtico tesoro más que en la belleza externa de las cosas, o en los éxitos o realizaciones pasajeras se encontraba en la felicidad que sentías al compartir con los demás lo que tenías. Más allá de las apariencias estaba la belleza interior y en el corazón pobre humilde y sencillo que se esconde en cada persona. Dios me llamaba a saber reconocerlo y rescatarlo.

Se acercaba el verano y aquel verano, mi hermana Mabel había proyectado su casamiento en Galicia. Yo tenía tomada la resolución de entrar en una Comunidad Misionera que conocí a través del grupo misionero que formamos en la parroquia, pero sentí que no era apropiado “amargarla fiesta” de la boda de mi hermana. El decirlo antes de la boda podía resultar como “un jarro de agua fría” en medio del ambiente festivo que se vivía. Recuerdo que fue ocasión de acercarme de nuevo a mi hermana Mabel. Después de haber compartido con ella tantos momentos y de empezar a ver lo que sentía, especialmente después de la muerte de mi abuela. Mi hermana también necesitaba descentrarse de ella misma y mirar hacia delante por construir una nueva familia. Le desee lo mejor junto con Luis su prometido también arquitecto y quise para ellos que fuera también el comienzo de una vida nueva. Así traté que esos comienzos fueran los más felices para ellos y les acompañe en todos los preparativos. Me adelanté con ellos a Galicia para que se sintieran lo mejor posible. Fue después del casamiento cuando decidí decir a mi familia el llamado que sentía a una vida misionera. A ellos le costó mucho al principio, pero luego poco apoco apoyaron siempre mi vocación.



Memorias de un peregrino 5

La entrada en la Comunidad Misionera “Verbum Dei

A través de Isabel, una amiga del grupo misionero de nuestra parroquia de Santa Rita tuve ocasión de conocer la Comunidad Misionera “Verbum Dei” en una casita que tenían las misioneras en el Madrid antiguo llamada Santa Ana que era una antigua panadería.

Es bueno recordar que Belén significa la Casa del Pan. Fue como una resonancia muy fuerte con la sencillez y pobreza del mismo evangelio. Fue lo primero que me llamó poderosamente la atención, el espíritu de oración y de pobreza.

Entrar en aquella capilla tan pobre, el bajo de la antigua panadería era como entrar en aquella cueva de Belén que tanto había causado fascinación en mi tierna infancia. Me invitaron a visitar el Centro de Formación que tenían en Siete Aguas.

Este Centro Misionero estaba enclavado en un antiguo campamento militar a unos cincuenta Kilómetros de Valencia en plena montaña. Pasé allí una semana conviviendo con los misioneros. Comprobé que había misioneros de distintas nacionalidades y me dijeron que había comunidades en distintas partes del mundo. Me sorprendió también ver que había además de misioneros y misioneras también familias misioneras viendo todos con el mismo espíritu evangélico y misionero.

Me volvió a sorprender en positivo el espíritu de oración y de pobreza en que vivían. Sus capillas y sus casitas era para mí lo más cercano que había visto al espíritu de Nazaret. Rezábamos por la mañana y salíamos a trabajar al campo en trabajos sencillos que jamás había hecho como ponerme a recoger patatas o recoger la basura en el remolque de un tractor para luego elaborar el estiércol para abonar el campo.

No me encontré con una comunidad hecha y estructurada sino todo lo contrario que estaba naciendo a penas en los inicios. Estaban todavía en plena construcción del centro misionero y estaban aún acondicionándolo rehabilitando los antiguos pabellones. Las callecitas eran de barro ni estaban asfaltadas y daba la impresión que aún estaba casi todo por hacer.

Me interesé por la comunidad que empecé a conocer con más contactos con ellos a través de las casas que tenían en Madrid y me dijeron que la forma de entrar en la formación misionera era a través de un mes de ejercicios con los que iniciaban dicha formación. Estaban por iniciar el primer curso misionero y me invitaron para que pudiera acudir a los ejercicios en verano.



Memorias de un peregrino 6

El Curso de formación en Siete Aguas

Era el verano de 1980 cuando llegué a hacer ejercicios con una pequeña mochila y totalmente decidido a iniciar una nueva vida como misionero. Cuando entré en una de las capillas intenté rezar un Padre Nuestro y un Ave María. Me quedé con una sola palabra en mis labios, Padre.

Era como por primera vez en mi vida esa palabra resonara con toda su fuerza en mi corazón y sentía como la vuelta del hijo pródigo cuando el Padre le abrazó y le cubrió de besos. Estaba poniendo mi vida en sus manos y sentía que no había corazón más grande, más bueno y seguro merecedor de una total confianza. Era como “volver a casa”, aunque aquella comunidad en la que estaba era casi desconocida para mí.

El tiempo de verano era un tiempo de ejercicios de oración y antes de comenzar el mes de ejercicios me ofrecieron poder hacer unos ejercicios que había de quince días en una tanda que se hacía abierta a toda clase de gente. En la segunda semana se iban meditando los misterios de la vida de Jesús. Entramos en la meditación del nacimiento y expusieron a Jesús Eucaristía en un sencillo corporal en un pesebre con pajas. Jamás había visto “semejante custodia”. Si la propia capilla era como un establo, adaptación de unas antiguas caballerizas, el ver a Jesús en aquel establo y en aquel pesebre era para mí tan nuevo que me resultaba un escándalo incomprensible. Estaba tan impactado que necesitaba tiempo para asimilarlo. Quería quedarme solo y preguntarme lo que podía significar la venida de Dios a mi pobre vida como el inicio de una vida enteramente en sus manos. Me dijeron que había una pequeña cabaña de pastores en lo alto del monte, así que me decidí irme a la cabaña.

Había atardecido y se venía la noche con una gran tormenta. Tomé una manta y empecé a subir el monte venciendo el miedo de la oscuridad y la temeridad de la tormenta. Era como lanzarme a experimentar la seguridad y la libertad del total abandono. Mientras los relámpagos con su fulgor estrepitoso rompían con la oscuridad y me mostraban el sinuoso camino me sentía pobre, pequeño, el más indigno y pecador de los hombres. Sentía como una voz que me decía confía en mí que no he venido a condenar sino a salvar y tengo para ti designios de amor y salvación. Llegué hasta arriba y entré en aquella cabaña llene de suciedad. Tenía miedo de que saliera cualquier animalucho o me encontrara con una víbora o alacrán. Allí me incliné, me arrodillé, lloré mis pecados y me recosté hasta que un rayo de luz clareó anunciando el nuevo día. Sentí que empezaba apara mí una vida nueva con la confianza de vivirla enteramente en sus manos.

               
Memorias de un peregrino 7

El Curso de Formación en siete Aguas

Tras hacer el mes de ejercicios espirituales con los misioneros inicié el primer curso de formación. Sentía que empezaba algo totalmente nuevo y que nada mejor que ese tiempo de retiro, de oración, de desierto, de vida oculta, antes de cualquier despliegue misionero. Era preciso asentar bien las bases y echar raíces las raíces bien hacia dentro.

Disfruté del mes de ejercicios intentando aprovechar cada meditación para seguir adentrándome en todos los misterios de su vida, su Pasión, Muerte y Resurrección. Era para mí como bucear en un mar sin fondo. Quería conocer y seguir a Jesús y consciente como era consciente que eso me llevaría toda una vida, sentía que no había mejor manera de invertirla. Conocerle, seguirle y anunciarle, mi gran programa de vida.

El mes pasó rápido, se me hizo corto el tiempo así que aquellos dos años que se me abrían para vivir en aquel Centro eran una oportunidad bárbara para seguir profundizando. El silencio y el recogimiento que se daba en ejercicios se trataba de alguna forma de mantenerlo durante la vida en la vida ordinaria de cada día.

Vivíamos en pleno campo rodeado de montañas. Nos levantábamos muy temprano antes de que saliera el sol y antes de que saliera el sol pasábamos orando unas tres horas en la capilla. Luego se iban alternando diversas actividades durante el día. Tiempos de oración,  formación y de compartir por las mañanas y tiempos de trabajo en distintas tareas del campo por la tarde, en las granjas o cultivando las tierras.

Uno de los trabajos que hacíamos era cortar y recoger leña aprovechando los bosques quemados de alrededor para calentarnos con estufas de leña durante el invierno. Allí en aquellas tareas aprendíamos a descubrir que el Reino se va construyendo en las tareas más humildes de la vida cotidiana. Que no debíamos esperar a los eventos extraordinarios, que Dios se vale de lo más humilde y de lo que muchas veces descartamos para hacernos descubrir la grandeza de su gracia y de su amor para hacer nuevas todas las cosas.

Vivíamos totalmente de la providencia y sentíamos en todo la mano providente de Dios. Recuerdo una experiencia que me viene muy gratamente a la memoria, el tiempo que pasé con el grupito de niños huérfanos que había conocido en la parroquia. Conseguí que pudieran venir con nosotros a compartir con los niños de las familias misioneras y nosotros un tiempecito. Fue una experiencia muy hermosa ver renacer la fe y la esperanza en esos niños. Con su mirada inocente descubrían la presencia de Dios en todo. Al final del día dábamos gracias a Dios por todo lo vivido y era maravilloso aprender de ellos su sencillez y sensibilidad. Entendí porqué Jesús dijo si no os hacéis como los niños no entrareis en el Reino de los cielos.




Memorias de un peregrino 8

Construyendo el primer Centro de Formación

Dios es capaz de reconvertir lo más destruido y de hacerlo todo nuevo. Aquel centro que durante la guerra fue campamento militar se convertía en un centro de irradiación de vida. Fue una invitación para mí de reconvertir mi experiencia del trabajo y de emplear todos los talentos que dios me había dado para la construcción del Reino.

El centro todavía se estaba construyendo y había tanto por hacer. Se necesitaban nuevas redes de infraestructura y empezamos por reformar las pozas sépticas con una red nueva de evacuación y saneamiento, construir una depuradora, una balsa para el almacenamiento de aguas y una red de riego para los campos de cultivo. Además para albergar a la gente que venía a los ejercicios se necesitaba una casa de ejercicios. Así que se multiplicaron enormemente los trabajos tanto que no dábamos abasto.

Todo lo aprovechábamos. Según se estaba haciendo un pozo para extraer agua limpia con el mismo lodo que salía aprovechamos el barro mezclado con paja para hacer ladrillos de adobe. Con los mismos troncos que recogíamos en el monte cuando íbamos a por leña y cañas que recogíamos en Burjasot preparábamos los techos. Era la arquitectura del pobre. Me sentía san Francisco de asís reconstruyendo la Porciúncula.

Una de las experiencias que grave en mi memoria fue la visita de Darío Manuel, mi primo el piloto. Recuerdo que venía de un vuelo con su uniforme. Le dimos ropa de trabajo y se puso atrabajar con nosotros a limpiar un pozo negro. Luego nos pusimos a trasladar tubos para la red de saneamiento mientras íbamos rezando el rosario. Por la noche nos fuimos a una de las capillas donde nos quedamos en oración, compartiendo experiencias y terminando con una eucaristía antes de salir el sol. Cuando volvía para Madrid se salió de la carretera pero no le pasó nada. Luego me compartía que en todo vio el actuar de dios que le invitaba también a él a un cambio de vida. Se sentía nacer de nuevo y eso me llenó de alegría.




Memorias de un peregrino 9

Mi Cristo de hoy, herido y necesitado de amor.

Una de las memorias que recojo más valiosas de aquella etapa de construcción de aquel centro fue haciendo la imagen de un Cristo para la capilla grande de la casa de ejercicios. Para eso también empleamos los materiales más sencillos.

Recordaba de ver a mi abuela hacer engrudo, con harina y agua hervida, para emplearlo como pegamento y que mi madre lo utilizaba para hacer “collage”. Hicimos un armazón con palos atados con cuerdas. Con engrudo, cartones y papeles de periódico fuimos haciendo el esqueleto del Cristo.

Cuando lo tuvimos tendido en la enorme cruz que habíamos preparado antes de levantarlo nos paramos a ver como quedaba y a descansar un rato. Nunca olvidaré ese rato en que me quedé contemplando el Cristo envuelto en periódico. Fue como si las noticias de los periódicos tomaran carne en aquel Cristo. Me hizo entender que era el Cristo de hoy llevando en su Cuerpo todas las realidades  del mundo que vivimos.

Poco a poco me iba dando cuenta, como le ocurrió a San Francisco, que más que construir capillas de barro o de piedras lo que más le interesaba era reconstruir las vidas empezando por nuestros corazones. El precisaba nuestras vidas para vendar, sanar, curar sus heridas en tantos corazones y familias rotas por falta de amor.

Era como volver a conectar con la oración de aquella noche de aquel Viernes Santo en Taizé al pie de la Cruz. Era entender su “tengo sed” que exclamó desde su Cruz. El necesitaba nuestras vidas para hacer presente su amor.

Pusimos cuerdas y algunos trapos con escayola para terminar de darle forma y lo revestimos de barro. Finalmente lo levantamos y lo colgamos en la pared junto el altar. Allí quedó con los dos brazos extendidos y con la cabeza inclinada como cuando murió en la Cruz. Algunos me decían que porqué no se le veía el rostro. Comprendí que el rostro donde él quería revelar su amor era en nosotros, que el barro que él más quería, donde quería ir modelando su carne y sus sentimientos era en nuestras propias vidas.




Memorias de un peregrino 10

La primera comunidad misionera en la huerta de Valencia

Como la construcción del centro de Siete Aguas suponía mucha inversión propusimos una experiencia piloto de comunidad de trabajo en la huerta de Valencia para conseguir “fondos” para el centro y terminar la Casa de Ejercicios.

Así que nos fuimos todo un grupo de misioneros a vivir en la zona de la huerta pegada al puerto. Nos apuntábamos a lo que fuera, precisamente encontramos trabajo en el puerto descargando barcos. Aprovechamos para vivir una antigua alquería que estaba abandonada. Un vaquero la utilizaba de vaquería para cuidar de alguna vaca. Terminaron ofreciéndonosla y en el trastero de la planta baja levantamos nuestra capilla. La gente de la zona la conocía como “la cuadra”. Era gente muy pobre y sencilla que nos ayudaba a vivir más de cerca el evangelio. Seguíamos viviendo de la providencia. Íbamos a recoger lo que tiraban en el mercado de abastos.

Recuerdo de este tiempo hermosas experiencias. Recojo dos que vivimos yendo al mercado de abastos. Cuando salíamos con dos bicicletas cargadas de lo que recogíamos o nos daban nos encontramos a dos jóvenes. Nos pedían dinero y nos dijeron que acababan de salir de la cárcel y que estaban sin trabajo. Les dijimos que nosotros estábamos trabajando en el puerto descargando barcos y que nos pagaban “a destajo”, que si querían podían venir a trabajar y vivir con nosotros. Quizás porque no les quedaba otra se vinieron con nosotros. Nos lo llevamos a “la cuadra” y quedaron asombrados al ver dónde y cómo vivíamos, ofreciendo el trabajo con una oración, rezando rosarios y cantando canciones mientras trabajábamos y volviendo al anochecer dando gracias a Dios por todo lo vivido. Uno de ellos, al cabo de unos días, cuando averiguó donde poníamos el dinero, se lo llevó. El otro se moría de vergüenza pero le dijimos que no se preocupara que nosotros confiábamos en la providencia de Dios y que a su amigo quizás dios le ayudaría a recapacitar. No lo podía creer, estaba asombrado de vernos vivir y orar en “la cuadra”. Tanto fue así que le invitamos a hacer unos ejercicios en Siete Aguas.

Otra hermosa experiencia la tuvimos en el mismo mercado al encontrar una señora muy pobre. Esta que recogía comida como nosotros se puso a recoger de unas cajas donde nosotros íbamos guardando lo que nos daban. Al verla le dijimos que tomara lo que necesitara, que seguro que ella lo necesitaba más que nosotros. Al salir del mercado nos encontramos en unos puestos de pescado alguien que nos ofrecía mercadería. Le quedaba mucho pescado que se iba a echar a perder. Era una prueba más que Dios provee y que el corazón que da recibe mucho más de lo que da.





Memorias de un peregrino 11

La primera misión en San Francisco

Después de aquellos tres primeros años de vida oculta llegó el tiempo de iniciarnos en nuestra primera misión más allá de nuestras fronteras. Nos distribuyeron en distintos equipos, grupos de tres o cuatro y nos dispusimos para ir por el mundo como lo mandó el Señor.

Me mandaron con un misionero colombiano y otro filipino a San Francisco donde ya había una comunidad de misioneras. Vivíamos en la convergencia de tres zonas muy diferenciadas, el barrio latino, el barrio asiático y el barrio gringo lindando con el “down town”. Éramos puestos allí para establecer lazos.

Cada barrio vivía con sus lindes bien diferenciados. Los dos primeros muy pobres y marginados con personas emigrantes que venían escapando de realidades muy pobres buscando “la tierra prometida”. El barrio latino con gente procedente de Méjico, Salvador, Nicaragua y otros países de centro América. La mayoría eran mejicanos “mojados” que pasaban indocumentados cruzando por Tijuana “a cualquier precio”. Eran utilizados y explotados en los trabajo ”en negro” más bajos e indignos. No podían protestar bajo la amenaza de ser denunciados a la Inmigración y ser deportados por estar ilegales.

En general era gente humilde de buenas costumbres y de fe que quedaban totalmente desamparados y desarraigados. Preferentemente trabajábamos con ellos alentándose en su camino de fe y ayudándoles a legalizar su situación por medio de una misionera que trabajaba en un organismo llamado “La Raza”. De alguna forma, por la misma lengua, nos sentíamos muy identificados con ellos.

Los otros dos mundos eran para mí nuevos y desconocidos. Los asiáticos procedentes de Vietnam, Laos, Camboya, Filipinas, venían también de otro contexto y buscando una sobrevivencia mejor. Salvo los filipinos procedían de culturas y religiones muy distintas. San Francisco era un verdadero crisol de razas, una ciudad multifacética y multicultural donde aparentemente todo se conjugaba. En el “down town” cambiaba por completo el panorama. Vivíamos relativamente cerca de “Castro” uno de los colectivos “gays” más grandes del mundo, reducto del movimiento “hippy” que comenzó también en estos lugares.

Si a esto le juntábamos el “barrio negro”, el “barrio chino” y otras colectividades, teníamos el mosaico completo. Por desgracia en medio de una apariencia de pacífica convivencia se adolecía de una falta de paz, armonía y comunicación, entre mucha violencia y discriminación con muchas luchas raciales. Las diferentes culturas y lenguas luchaban por hegemonías confrontadas con mucha segregación racial. La primera misión puso en evidencia la necesidad de unidad y de fraternidad. Solo la fe nos hacía creer que era posible vivir como hermanos hijos del mismo Padre Dios.



Memorias de un peregrino 12
Vuelta a Salamanca. La Comunidad de la Calle Traviesa

Después de aquella experiencia misionera que nos sirvió para abrir los ojos a la realidad de nuestro mundo, se vio la necesidad que nos preparásemos bien para la misión con estudios de filosofía y teología. Yo ya había cursado algunas materias en la Universidad de San Francisco. Eran en inglés pero en contextos bien singulares. Historia de la Iglesia la daba un pastor anglicano. Exégesis de las cartas católicas la daba un pastor luterano, etc. A mi me ofrecían por los estudios universitarios que tenía poder empezar estudios de licenciatura en Berkley haciendo un curso “puente”. Pero no era una cuestión de “hacer carrera” sino de adquirir una formación sólida, así que vimos la necesidad de formarnos en universidades eclesiásticas. La mayor parte de los misioneros que salimos fuera volvimos a España  a estudiar. Salamanca era un buen lugar ara estudios por su Universidad Pontificia, así que se inició una nueva comunidad en Salamanca.

Para mí fue una oportunidad de volver a mi tierra, a mis orígenes, y a la vez de profundizar en mi vocación misionera, integrar en mi camino mis raíces y mi familia. La verdad que nunca me lo hubiera imaginado. Nos fuimos a vivir a la antigua casa de mis abuelos, por parte materna, n la calle Traviesa. Era como en la temprana infancia de Jesús que fue llevado a Egipto para recoger toda la historia de su pueblo. Así me sentía traído por el Señor a mi tierra, con los más exiliados de esta tierra para volver los corazones al Señor. La casa totalmente abandonada en el casco viejo de la ciudad, detrás del Patio de Escuelas de la Universidad. La gente al principio pensaba que éramos unos “ocupas”, se creía que habíamos tomado la cas “por asalto”. Este barrio, en general de población de gente mayor, se transformaba totalmente por la noche, llenándose de “punkies” y “drogatas”. En frente de la casa había un “pub” llamado Hipopótamo que era como el centro de reunión de todos ellos.

De las memorias de este tiempo guardo muchas realmente entrañables, desde ver a mi padre “el coronel” reparando los tejados y la cas con nosotros y otro albañil que no se lo podía creer, a los lazos que fuimos creando con generaciones tan distantes, los vecinos y los jóvenes. Estos últimos acudían allí de todas partes, incluso más allá de Salamanca, no a estudiar sino a vaguear y deambular por las calles de mala manera. Recuerdo que después de inaugurar la casa con una misa tuvimos la grata sorpresa de ver entrar en ella algunos de nuestros amigos “punkies” que habíamos recibido en nuestra casa y los habíamos tratado de ayudar. Habíamos puesto un cartel que rezaba: “Todos somos hermanos”. Algunas madres, entre ellas la mía, nos miraban sorprendidos de los invitados, pero  pronto eran las primeras en acogerlos. A la par que nosotros les abrimos las puertas, ellos nos fueron abriendo su corazón y dando a conocer las vidas tan rotas y experiencias tan duras que habían vivido. Algunos se habían escapado de sus casas, habían pasado tiempo en la cárcel, habían presenciado suicidios, robos, maltratos, etc. A pesar de todo, como nuestra casa arruinada, entre sus escombros vislumbrabas su buen corazón y ansia de sed de otro tipo de vida. Al ser acogidos, escuchados y amados como eran, mostraron que eran también ellos capaces de gestos de amor muy grande. Algunos de ellos se hicieron amigos y pasaban por casa a compartir con nosotros incluso subiendo a la capilla que teníamos en el ático a orar, cosa inusual que habían casi olvidado.


Memorias de un peregrino 13
Misionando entre los jóvenes

En el ambiente juvenil y estudiantil de Salamanca no todos los jóvenes que íbamos conociendo eran de los que acudían al “Hipopótamo” viviendo más de noche que de día. Los hubo también de otros ambientes, atraídos por nuestra forma de vivir e inquietos por conocer más a Jesús y ayudarnos a darlo a conocer. Para que lo pudieran experimentar más cercano a sus vidas preparábamos algunos encuentros yéndonos a parte, como hacía Jesús a lugares más tranquilos.

Recuerdo como con un grupo de jóvenes nos fuimos a una casa de campo en la ribera del Tormes, cerca de Santa Marta, a unos siete kilómetros de la ciudad. La ribera del Tormes, desde donde se divisa la ciudad encantada, es como un lugar mágico que el mismo Unamuno frecuentaba para sus meditaciones. Íbamos caminando con ellos por caminos a la orilla del río como salió a caminar Jesús con los discípulos que iban a Emaús y sentíamos al igual que ellos como ardían nuestros corazones por llegar aquel lugar para estar más a solas con el Señor y poder escucharle más a fondo en lo que Él quería para nuestras vidas.

Allí después de arreglar y acomodar la casa pudimos improvisar una pequeña capilla. Allí de una manera muy humilde pude revivir ahora con ellos la experiencia que me marcó tanto en los inicios de mi vida misionera. Ver como todo un Dios tan grande quería abajarse a semejante portal. Allí ellos mismos se sorprendían de ver un Dios tan grande en amor que se venía a nosotros de manera tan pobre y humilde como mendigo a mendigar nuestra amistad. Todo un Dios llamando a las puertas de nuestro corazón para que se lo abriésemos de par en par hasta prender el fuego de su amor.

Allí tuvimos espacios de oración y de compartir con ellos muy conmovedores. Allí asistimos al paso de Dios por nuestras vidas. De encuentros como este salieron jóvenes con los que iniciamos un grupo misionero. Dos de ellos Pablo y Manolo entraron más tarde como misioneros en nuestra comunidad.

Otro retiro de jóvenes lo tuvimos en un colegio también situado en la ribera del Tormes a la salida de la ciudad. Fue el encuentro más prolongado y más concurrido de todos lo que tuvimos. Dios volvió a darnos prueba de cuan deseoso estaba de darse a conocer y derrocharse en amor para despertar corazones ansiosos también por amar a lo grande. Fue impresionante el entusiasmo de todos ellos. Acabamos en la Plaza mayor cantando y bailando como borrachos de alegría. Se fue formado un corro con otros jóvenes que hizo saltar y vibrar de alegría a toda la Plaza.



Memorias de un peregrino 14

Construyendo otros Centros

Después del tiempo en Salamanca continué los estudios en Alcalá de Henares donde la propia Comunidad quiso iniciar su propio Instituto Teológico asociado a la Universidad Pontificia Urbaniana de Roma con una orientación más misionera. Los propios estudios veíamos que se podían aprovechar más haciéndolos más aplicados a la vida y viviéndoles más acorde a nuestra vocación misionera

Mientras realizaba los estudios tuve varios intervalos para ayudar a proyectar, levantar y construir otros centros misioneros en otras partes del mundo. Al igual que Siete Aguas se había convertido en el Centro de formación y evangelización más fuerte que servía de nexo y apoyo para todas las comunidades de Europa, a medida que la comunidad iba creciendo, se vio también la necesidad de preparar otros centros. Donde más urgía sobre todo era en Latinoamérica donde era más fuerte la labor misionera y la demanda y respuesta de a gente.

Con mi formación de arquitecto podía facilitar el proyecto y la ejecución sobre todo al inicio. Fue una oportunidad de sanar la falta de motivación que encontré mientras estudiaba y de dar aplicación a mis estudios anteriores con una nueva orientación y un nuevo orden de valores. Era una arquitectura pobre y al servicio de los pobres que realizábamos a través de medios muy sencillos aprovechando los recursos naturales. Con escasez de medos técnicos y humanos era un medio de experimentar la obra de Dios en mediaciones tan pobres y una oportunidad para mí de acercarme a otras realidades.

Latinoamérica nada tenía que ver con Norte América, aunque en la comunidad de San Francisco hubiese visto de cerca parte del pueblo latino sobre todo de Centro América. Era entrar de lleno en su propio contexto religioso y cultural y descubrir el potencial tan rico de fe de este enorme continente americano.

Voy a hacer un breve recorrido de lo que me supuso el tener nuevamente contacto a la realidad de este nuevo mundo cargado de esperanza y pletórico de vida relatando algunas de las experiencias construyendo los centros de Medellín en Colombia de Guadalajara en Méjico y de San Cristóbal en Venezuela.





Memorias de un peregrino 15

El Centro de Medellín en Colombia

El Centro de Medellín fue sin lugar a dudas el más dificultoso no solo por el contexto geográfico de la topografía montañosa del lugar sino por el contexto socio político en que se vivía en Colombia y sobre todo en Medellín de plena efervescencia de la guerrilla. “Medallo Metrallo” como vulgarmente se decía era la sede de Pablo Escobar. La ciudad estaba amenazada por los narcos y paramilitares y era común las explosiones en las comisarías y otros puntos estratégicos. Cundía no sólo la inseguridad sino el pánico en toda la ciudad. Era común encontrarse con cuerpos envueltos en bolsas de plástico tirados en la cuneta de personas asesinadas como si fueran objetos de desperdicio o basura.

Nos ofrecieron a las afueras camino de San Pedro un lugar muy empinado en la montaña donde no se paraban en pie ni las gallinas para construir el centro. Con estudiantes y profesores de la Universiad de Ingienería de Caminos y Montes hicimos unas exploraciones para ver la consistencia del terreno pues allí son muy comunes los desprendimientos. Luego viendo las características tan accidentadas que complicaba el acceso y transporte de materiales, optamos por un sistema de prefabricados. Así lo proyectamos e iniciamos construyendo unos raíles como vía de paso y unas plataformas donde ir levantando los pabellones.

Éramos apenas media docena de misioneros así que recogimos personas de todo tipo, algunos jóvenes que habían salido de la cárcel y que no tenían trabajo y les ofrecimos una experiencia de trabajo con nosotros. Los fines de semana una compañía de transportes de camiones, “La Tropicana”, nos ofreció empleados voluntarios que venían a ayudarnos con gente del apostolado y nos juntábamos un gran grupo.

Los casi seis meses que pasé allí trabajando fue una experiencia muy rica. Pude constatar el corazón generoso de la gente que nos ofrecía ayuda de todo tipo y que cada una de las personas que colaboraban con nosotros no sólo nos eran de gran utilidad en el trabajo sino que por encima de todo eran muy valiosos para Dios. Algunos que recogimos de ambientes muy hostiles y muy alejados de Dios tuvieron un acercamiento muy grande a la fe y a la comunidad.

Recuerdo de un chico Álvaro que estuvo con nosotros viviendo un mes, que su madre nos encomendó de manera especial pues su cabeza tenía precio y estaba buscado por los narcos. Conviviendo con nosotros pronto se contagió de nuestro espíritu misionero, cosa que jamás hubiese imaginado, y pudo ayudar a otros jóvenes a salir de aquel “infierno”  y cambiar a otro tipo de vida. No había obra de reconstrucción más grande que ayudar a trasformar un corazón que había sido “una cueva de ladrones” en una nueva persona con un corazón grande capaz de acoger e irradiar el amor de Dios.





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El centro de Guadalajara en Méjico

La primera evangelización de Méjico curiosamente vino de las misiones del franciscano Fray Junípero Serra que fueron descendiendo desde San Francisco, Los Ángeles, San Diego hasta entrar en Méjico por Tijuana. Yo había tenido la suerte de hacer este recorrido también misionando. Ahora llegaba el momento de introducirnos en esta nueva tierra indo hispánica por siglos de la “nueva España”. Méjico a pesar de su rica experiencia de fe, después de las luchas de los llamados “crisantos” y la cerrada oposición al clericalismo centralista sufrió una gran secularización. También Méjico, sede del primer encuentro del “CELAM” latinoamericano en Puebla, sentía la necesidad de responder a una “nueva evangelización.

Este era nuestro deseo de colaborar con un centro de evangelización. En Guadalajara se dio la posibilidad de construir el centro también en lo alto de una montaña, “El Copo”, donde la familia de una misionera nos ofrecía el terreno. Allí como en Medellín fueron necesario grandes obras de infraestructura entre otras una gran represa para el abastecimiento de aguas, recogiendo el agua de lluvias.

El día que estuvimos ubicando donde íbamos a situar los pabellones cayó tal tromba de agua que la vereda que cruzaba por un arroyo entre dos localidades llamadas El Salto y La Fe quedo totalmente inundada de agua impidiendo totalmente el acceso. Fue una verdadera odisea “pasarlo” y un augurio de todo lo que se debía “pasar” para levantar aquel centro.

Para mi fue también una experiencia muy rica abrirme de nuevo a la realidad del pueblo mejicano que ya había conocido en San Francisco pero ahora desde su propia tierra. Méjico es una tierra de contrastes. En los extrarradios de Guadalajara se instalaba gente provinciana sin apenas recursos. En un lugar conocido como “El Cerro” se ubicaban los llamado “paracaidistas” gente caída como del cielo, sin nada, que vivía en chabolas de lata o de cartón, sin los servicios indispensables de agua, sin luz ni alcantarillado. Allí colaboramos también en levantar una capilla, comedores y talleres de trabajo para toda esta gente tan pobre. Se organizó también una experiencia de trabajo con jóvenes de España que vinieron durante un verano a colaborar con nosotros.

Pudimos mejorar las condiciones de vida en que vivían, algunos como en “una caseta de un perro” y ofrecerles un medio más digno de vida sobre todo compartiendo con ellos la palabra de Dios. Sorprendía ver a gente que no sabía ni a penas leer, misionando y recorriendo esos parajes con nosotros, eran como decían ellos “los guaraches de Cristo”.
Participamos también con los mismos estudiantes que nos habían ayudado en las construcciones del “Cerro” en Guadalajara en unas misiones en Querétaro. Fue también una experiencia inolvidable.



Memorias de un peregrino 17

El Centro de San Cristóbal en Venezuela

En Venezuela teníamos una pequeña comunidad en San Cristóbal que fue creciendo cada vez más. También allí se pensó en levantar un centro. Al principio se pensó en un lugar también alto en una montaña de Barquisimeto. Nos proporcionaron un pequeño terreno “el Cedralito” y allí se inició de una forma muy sencilla levantando unos pabellones pero pronto se vio que el lugar era demasiado pequeño, muy distante de la ciudad, de difícil acceso y mal comunicado. Así que se pensó en levantar el centro más cercano a San Cristóbal en otro terreno mucho más grande en extensión y muy bien comunicado.

Allí fue necesario también crear toda una infraestructura porque era puro monte aunque no tan accidentado como Barquisimeto. A la par del proyecto de la construcción del nuevo centro tuve oportunidad de conocer otras comunidades de Venezuela, la de Caracas y la región del Táchira donde participamos en unas jornadas misioneras. Se trataba de la llamada “Misión Nacional” en cuya animación misionera participaba muy activamente la comunidad. La gente del Táchira ya próxima a Colombia, por lo general era muy sencilla con un espíritu muy abierto y misionero. La realidad aunque por la proximidad con Colombia era siempre un “paso” para los narcotraficantes de droga, no era ni tan conflictivo, viciado y corrupto como lo era Medellín.

Nuestro nuevo centro quería responder a esta llamada del continente latinoamericano a una nueva evangelización como se desprendía de los documentos del “CELAM” de “Puebla” y “Medellín”. En un país con una población formada por mezcla de blancos con indios, donde originariamente se dio la esclavitud y el mercado y tráfico de negros, salteado por toda una serie de crisis a nivel social y político, donde pareciera que el único valor se lo da las explotaciones petrolíferas sentíamos la urgencia de dar a conocer otro valor inviolable de toda vida humana fuera el color o la condición social que fuera promoviendo una fraternidad universal. Como dice el himno venezolano compuesto por Vicente Salias y Juan José Landeta: “unidas con lazos que el cielo formó, la América toda existe en Nación”.

Esto no solo está inscrito en la propia naturaleza humana sino sin duda fue también el ideal que los mismos próceres San Martín y Simón Bolívar inspirados por los maestros de Salamanca, Fray Vitoria y Bartolomé de las Casas, entre otros, quisieron infundir en estos pueblos.



Memorias de un peregrino 18
Los últimos años de Teología en Alcalá de Henares

Todos los tiempos de trabajos fueron aprovechando intervalos e vacaciones o interrumpiendo los estudios teológicos que luego retomaba en Alcalá en nuestro propio Instituto Teológico. Para consolidar tal formación al interno de la comunidad nos trasladamos a Alcalá de Henares. Nos dejaron reutilizar e Antiguo Palacio Arzobispal que por aquel entonces estaba abandonado. De nuevo volvía a ocurrir que aquella ciudad donde proyectaba en COPLACO su plan de extensión era esa misma la que ahora era objeto de un plan de evangelización. De nuevo pudimos acondicionarlo para las clases convirtiéndolo en nuestro nuevo centro de estudios y apostolado. Tenía como ventaja estar en un contexto universitario, próximo a Madrid y a sus universidades. Pudimos insertarnos en ellas tomando capellanías y entrando a colaborar en la pastoral universitaria. Así que combinábamos las clases de teología con la evangelización en directo con el mundo universitario. De nuevo ocurrió algo insospechado y sorprendente para mí. La misma ETSA donde yo había estudiado y tenido toda la formación de arquitecto, podía ahora ofrecer e ella toda mi formación y experiencia misionera.

Organizamos en la ETSA unas charlas conferencias bajo el nombre de “La arquitectura del pobre, entre los más pobres”. Tras una charla con proyección de diapositivas de los trabajos realizados en los centros misioneros donde había trabajado, abríamos una forma nueva de vivir y de responder con nuestra formación de arquitecto a la construcción de un mundo más humano y fraterno. En el forum abierto pudimos contestar a toda clase de preguntas e inquietudes que surgían. Fue una preciosa oportunidad para mí de revertir en mi misma escuela donde estudié los sueños, las motivaciones, las expectaciones que en mí se despertaron de hacer una arquitectura más humana respondiendo no a intereses especulativos o marquetinero sino a las necesidades reales i más profundas de nuestro mundo. Conocí más tarde a otro arquitecto que terminó siendo sacerdote y que recordaba lo que le impactaron esos encuentros y que fruto de ello se despertó en él su inquietud vocacional. De nuevo se hacía manifiesto la obra del Señor: “los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares”.

Paso a contar otra de las experiencias que guardo en la memoria. Nosotros vivíamos en unos pisos que nos dejaron en la Calle Mayor frente al Hospitalillo donde se albergó San Ignacio. Trasportábamos la comida en ollas desde el palacio y la gente cariñosamente nos llamaban “los chicos de la ollas”. Con los mismos carros que trasportábamos las ollas nos íbamos al mercado para aprovechar de lo que tiraban. Una de las veces que estaba recogiendo desperdicios observé una uvas que a mi parecer ya estaban pasadas y no merecía la pena recoger. El Señor me hizo ver que no las desperdiciara, que todo par él tiene valor. Me vino ala memoria la cantidad de gente que tiene que comer escarbando en los basurales. Recogí aquellas uvas medio machacadas y las llevé a casa. Uno de los misioneros preparó un jugo de uvas que parecía el moscatel más dulce. Al final del día al celebrar la eucaristía, en el momento de las ofrendas y presentar el vino recorred me vino ala memoria ¿recuerdas las uvas que te parecía no servían para nada? Fruto de la acción  del Espíritu Dos las convierte en su Precisa Sangre de valor impagable, incalculable. Aquella lección me serviría después para cambiar mi percepción de la realidad y percatarme de la valoración de Dios tan distinta a la nuestra.



Memorias de un peregrino 19
Preparando la infraestructura de un nuevo Centro en Loeches

Estando en Alcalá empezamos a buscar en los alrededores terrenos para levantar un nuevo centro pues el Palacio prestado por un tiempo lo debíamos dejar y veíamos bueno localizarlo en un paraje un poco más apartado del núcleo urbano. A través de una familia de terratenientes, “los Corsini”, se nos facilitó una gran extensión de terreno cerca de Mejorada del Campo. El lugar despoblado y casi desértico era sinuoso con unos montículos y posibilitaba la distribución de distintas zonas para misioneros, misioneras, matrimonios, una casa de ejercicios y el centro de teología.

Así que poco a poco nos lanzamos a la nueva aventura de creer que aquel desierto podría convertirse en un vergel. Aquel terreno no era urbanizable sí que tuvimos que presentar en “COPLACO” un plan especial y en la “ETSAM” un proyecto original para este centro de evangelización En ambos organismos volvió a darse la paradoja increíble que aceptaran la inusitada propuesta. Más increíble aún fue la forma en que se fue dando la previa preparación de infraestructura. No había ni redes de acceso, ni agua, ni luz y parecía algo imposible para los medios que contábamos. Fue  de nuevo fiarnos de la Providencia y que la obra que es de Dios corre de su cuenta su realización porque nada hay imposible para él.

Quisimos iniciar alguna ruta de acceso al nuevo centro y nos pusimos a desmontar con azadón, a pico y para abrir una pequeña vereda. Viéndonos trabajar y sudar “a gota gorda”, se paró un “Land Rover” de doble tracción a preguntar lo que estábamos haciendo. Al informarle y ver tan desmesurado intento y las ganas que poníamos nos dijo que era un encargado de “Agromán”, una empresa de construcción de autopistas, se le ocurría dejaros unas máquinas que probaban antes de ponerlas a trabajar. Así se convirtió nuestro lugar en unas semanas de puesta a punto para una excavadora y niveladora con las que pudimos hacer todos los accesos y explanaciones necesarias para llevar a cabo las obras. De igual manera nos pasó con el abastecimiento de aguas. Primero intentamos a través de un conocido de Valencia experto en hacer pozos. Se hizo una perforación pero con la constatación de que las aguas eran calizas y salitrosas de forma que todo se quemaba allí por donde pasaba. No servían no solo para beber sino incluso para regar. Cuando habíamos casi perdido la esperanza a través de unos contactos entramos a tramitarlo con el Canal de Isabel II que nos concedió un permiso especial para conectar con la rede de agua urbana de Mejorada. Tuvimos con otra máquina hacer una zanja de varios kilómetros para conseguir una red que abasteciera el centro.

Fue así un constatar paso a paso que a través de mediaciones tan pobres y sencillas como eran las nuestras Dios hacía fructificar sorprendentemente su obra viendo con nuestros propios ojos el milagro de “la multiplicación de los cinco panes y los dos peces para dar de comer a las multitudes”. Pero más maravilloso ver lo que Dios seguía obrando en los corazones. El mismo ingeniero que invitamos a una celebración para la puesta de la primera piedra nos decía convencido que creía que la fe del tamaño de un granito de mostaza es capaz de mover montañas. Dios que no puede nada frente a la montaña de nuestra incredulidad, cerrazón y orgullo es capaz de hacer derretir nuestros duros corazones de piedra y darnos un nuevo corazón de carne capaz de conmoverse ante la obra de Dios.



Memorias de un peregrino 20
Cierto desánimo y cansancio en la vocación

En todo este inicio de formación y misión que conllevaba la vocación misionera no todo fue fácil. Frente al entusiasmo de los primeros momentos de la vocación también uno pasa por momentos o etapas de cierto desánimo y cansancio en la vocación. Es importante tratar de dar un poco marcha atrás y de examinar la causa. Es verdad que las dificultades forman parte del propio proceso de formación y maduración en el seguimiento de Cristo. Jesús mismo es el primero en poner las condiciones para que se de el verdadero seguimiento: “El que no toma su cruz y me sigue no puede ser discípulo mío”.

No basta proponerse un ideal ni un proyecto de vida. Nuestros modelos de identificación  a veces fallan porque son humanos lo mismo que nosotros y es preciso afianzarse en el sólido fundamento que es Jesús y en las condiciones que nos pone en los evangelios.. Frente a los ídolos o las idealizaciones que nos hacemos en la misma vocación, más tarde o temprano topamos con nuestros propios límites  y es preciso reconocerlos.

Sólo desde el reconocimiento y la aceptación de nuestros propios límites y de los otros e pasa de un seguimiento ideal a uno más real. Una de las dificultades propias del seguimiento es la búsqueda de la propia autorrealización, búsqueda de la buena imagen o gloria humana, el quedar acaparado por la mirada y valoración de los demás, la búsqueda del triunfo y las grandes conquistas aunque sean por el Reino, no caben en el seguimiento más genuino de Jesús.

El amor a la propia vocación puede esconder mucho de amor propio y es preciso el desprendimiento de uno mismo para poder lanzarse confiadamente a la construcción del Reino no fiándonos de nuestras fuerzas sino confiando en la fuerza de Dios.

Es entonces donde Dios interviene para arraigarnos y hacernos crecer en humildad entrando por caminos de pobreza y despojo que nosotros mismos no buscaríamos: “El que quiera ser grande que se haga pequeño porque yo el Señor no he venido a ser servido sino a servir y dar mi vida por muchos”. El siendo el más grande, se hizo el más pequeño sin dejarse llevar por las glorias y grandezas humanas hasta someterse hasta la cruz. Nosotros nos vemos tentados por el deseo de dominar de controlarlo todo pretendiendo a veces llevar las propias riendas de la vocación y llegan momentos done parece que todo se tambalea.

Son sin duda la llamada que nos hace el Señor a convertirnos a Él y a sus caminos. Una constante en la historia de salvación es que Dios elige lo pobre lo humilde ya los que nos creemos fuertes se las ingenia para derribarnos de nuestras fortalezas. Es sin duda una llamada a caminar desde una pobreza periférica y externa sino una pobreza interior aceptando y reconociendo nuestras propias pobrezas. A pesar de ser tan patente la obra y la acción de Dios también a veces experimentamos las resistencias a su acción. Siempre está el peligro de adueñarse de la propia obra. Era el momento de percibir que Dios me pedía estar dispuesto no a agradarte con mis obras sino a dejarme y atreverme a dejarme hacer yo mismo tu obra.




Memorias de un peregrino 21

La obra del desmonte interior

Yo a primera vista no había tenido ninguna duda frente a mi vocación ni había experimentado por llamar ninguna crisis en la vocación pero sin embargo no podía negar que pasaba por momentos de cierto desánimo y cansancio no solo debido al agotamiento físico sino también como cierto desgaste espiritual.

La formación poco a poco me daba cuenta que se trataba de todo un camino de integración y reconciliación. La verdad es que lo que más se precisaba y costaba era aprender a conjugar aspectos para no vivir oponiéndolos continuamente. Durante la formación tratábamos de revisar lo que denominábamos los “cuatro ejercicios”: oración, fraternidad, misión y cruz. Todos estaban interrelacionados y se unían transversalmente. Pero la percepción que se nos transmitía era que cuando estábamos trabajando, no estábamos orando, cuando estábamos orando no estábamos misionando y no llegábamos a saber que teníamos qué hacer como si nunca llegásemos a la talla del misionero ideal.

En nuestras revisiones de vida íbamos descubriendo como solamente desde el trato con el Señor mantenido durante toda la jornada y traspasado por el misterio de su cruz se podían lentamente integrar todos los aspectos en una conversión constante y desde una vivencia de la humildad como requisito indispensable en nuestra identificación con Cristo no buscando nuestro propio interés sino haciendo en todo su voluntad.

Toda esta última etapa la resumiría como el trabajo interior que va haciendo el Señor con la intención de desarmar al “aguerrido Goliat” para convertirlo en un “pequeño David”. Me sentía aún como muchas corazas tratando de mostrarme fuerte para salir victorioso de todas las empresas y me costaba quedar desarmado en mis pobrezas dejando al Señor ser el fuerte en mi vida. Había hecho mis votos perpetuos muy joven cuando a penas llevaba cinco años en la comunidad  ahora cinco años después aparecía otro paso más comprometedor todavía el sacerdocio. Era como una doble llamada que sentía a una identificación más fuete con Cristo, mas protagonismo de Cristo par quedar yo más a la sombra: “El tenía que crecer y yo que disminuir”.

El Señor más que hacer obras me llamaba a una identificación más profunda con él. El seguimiento no es tanto una vinculación a un proyecto sino a una adhesión a una persona. Y sólo se puede llegar a ser como Jesús con Jesús. Es una llamada que supone toda una vida y para toda una vida y más que renuncia supone adquisición.





Memorias de un peregrino 22

El diaconado y la inmediata preparación para la ordenación

Según íbamos acabando la teología surgía la pregunta: ¿estábamos o no preparados para iniciar los pasos previos de preparación para recibir el ministerio sacerdotal? El ministerio sacerdotal más allá de una preparación es una llamada A la vocación misionera se le sumaba otra vocación específica la llamada al sacerdocio. Las órdenes menores y mucho más el diaconado eran os pasos previos al sacerdocio pero era necesario interiorizar y discernir esa llamada más allá de tener los estudios acabados.

En la experiencia misionera sentía nuclear en la misión no sólo responder a las múltiples necesidades materiales sino tratar de poner a las personas en contacto con Cristo llevándolas al encuentro con él. Sólo él es el Salvador, el que quita el pecado del mundo. Sentía a la vez que el mismo Señor ha querido mediarse de los hombres para llevar esa salvación, el perdón de los pecados y sobre todo su presencia sacramental a través de la eucaristía. La llamada sacerdotal la sentía ya incoada en el principio de la llamada desde esta conformación a Cristo y este hecho eucaristía. En la total entrega de la vida que resuena en las palabras del sacerdote en la consagración: “este es mi Cuerpo entregado por vosotros y haced esto que yo hago en memoria mía” sentía que el Señor deseaba entregarse y perpetuar su entrega de amor por el mundo a través de mi propia vida. No me sentía ni digno ni apto para ello pero confiaba en que él me iría haciendo digno y me capacitaría si era él quien me llamaba.

Me daba cuenta que sólo podía responder a la llamada de ser sacerdote misionero dejándole a él la plena soberanía e iniciativa. No era una cuestión de habilidades sino de total confianza. Aunque me sintiera sin fuerzas él me las daría. El me llamaba no porque fuera digno ni que fuera capaz  sino para él hacerme digno y capaz. Me reconfortó mucho sus palabras: “No he venido a llamar a los justos sin a los pecadores” y “Una vez fortalecido, fortalece a tus hermanos”.

Fue pues un momento de total abandono. Él sabía con quien contaba y más allá de mi percepción de indignidad, inutilidad o incapacidad era él quien e escogía y me llamaba por mi nombre aunque yo como Pedro intentara evadirlo: “déjame, que soy un pecador…no temas, confía en mí, o te haré llegar a ser pescador de hombres”

Verdaderamente es un poder y una tarea sobre humana que viene de lo alto. Ya en mi primera llamada percibía que el misterio de su encarnación no acababa en su humanidad sino que abraza toda nuestra humanidad. Percataba mi pobreza y me debilidad pero que su gracia se haría manifiesta en mi debilidad, el mismo Señor actuaría en mí y por medio de mí. “No temas, yo estaré contigo, no me elegisteis vosotros a mí fui yo quien os elijo y os envío”.

Había llegado el momento de cosechar la siembra. Me había estado formando y preparando y era el momento de abandonar las herramientas  lanzarme a trabajar y sembrar su palabra por el mundo.




Memorias de un peregrino 23

La Peregrinación a Santiago de Compostela

Fue Santiago, el intrépido apóstol, con su hermano Juan que, sin pensarlo dos veces buscando los primeros lugares, respondieron a la osada pregunta del Señor “¿estáis dispuestos a beber el cáliz que yo he de beber?. Estamos dispuestos”. Verdaderamente no sabía lo que decía, pero el Señor tuvo a bien hacerle partícipe de su mismo cáliz. Fue el primero de los apóstoles en derramar su sangre por el Señor. Santiago de alguna manera salió a mi paso.

Con motivo de la JMJ, Jornada Mundial de Jóvenes con Juan Pablo II en Santiago, la pastoral universitaria de Madrid organizó una peregrinación a Santiago con jóvenes universitarios. Como nosotros estábamos trabajando en la pastoral universitaria vimos que se trataba de una oportunidad única para aprovechar. En un principio yo no contaba con ir, ni había estado en el grupo coordinador en toda la preparación anterior, ni me sentía con fuerzas para hacer semejante caminata a pie. La iniciativa me vino por sorpresa en último omento y la acepté como venida del Señor. Era el mismo Señor que a través de su apóstol me salía al encuentro.

Nunca me imaginé el fruto de aquella peregrinación no solo para mí sino para muchos de los jóvenes que participaron. Para uno fue una verdadera llamada del Señor y se despertaron varias vocaciones. Para otros, como lo fue para mí, fue una renovación o confirmación de la llamada del Señor. Se trataba de un momento decisivo frente a m vocación. Me estaba preparando para  mi último paso al sacerdocio. Se trataba de un paso decisivo y suponía para mí un momento también decisivo. Sentía la llamada al abandono confiado, a no confiar en mis fuerzas sino en la acción de su gracia. Así que fue como un ponerme en camino, caminar en la fe consciente que se abría una nueva etapa en mi vida. La vida en sí misma es una peregrinación hacia la última meta y conlleva una sucesión de etapas, nacimientos y muertes a través de distintas conversiones. Cada etapa supone una renovación, transformación y adecuación para la posterior. Cuando era mucho más consciente de mis propios límites era el momento oportuno para de nuevo fiarme y experimentar la fuerza de Dios.

La peregrinación a Santiago fue una hermosa experiencia de hacer “el camino” como un auténtico peregrino. Aunque caminábamos en grupo lo hicimos de forma que todos pudiéramos hacer esta experiencia de camino personal interior. Necesitaba hacer este camino interior, aprender a caminar hacia dentro para descubrir que el Dios que nos va trabajando por dentro. Dejare entrar y transformar hasta lo más profundo del ser o s algo que se alcance por las propias fuerzas ni mediante empeños ascéticos. Es pura gracia, obra de su infinita misericordia. Contradictoriamente a lo que uno pensara no es a partir de un perfeccionamiento exterior sino de un empobrecimiento interior como Dios mismo quería realizar su obra, para que quede de manifiesto que es de él y no nuestra.



Memorias de un peregrino 24

“Excursus” sobre los encuentros mundiales de juventud, las JMJ

Las JMJ diríamos que tiene toda una prehistoria. El hermano Roger empieza a convocar a jóvenes de todo el mundo para unas jornadas de reflexión y oración. A su vez en Latinoamérica se despierta un gran interés por las peregrinaciones a santuarios marianos. Toma mucho relieve en Argentina la peregrinación de jóvenes a Luján. Tanto el hermano Roger como el cardenal Pironio van a animar a Juan Pablo II a hacer una gran convocatoria de jóvenes de todo el mundo. En 1984 más de 300.000 jóvenes de todo el mundo acudieron a Roma para el Jubileo Internacional de la Juventud el domingo de Ramos en la Plaza de San Pedro. Estaban respondiendo así a la invitación del Papa de celebrar el Año Santo de la Redención 1983-1984, marcando el 1950 aniversario de la de la muerte y resurrección de Jesucristo. 
Diríamos que el hecho fundante de las JMJ fue este Jubileo llamado Jubileo Internacional de la Juventud, en recuerdo de la muerte de Jesucristo 1950 años atrás. Los 300.000 jóvenes procedentes de todas las partes del mundo fueron albergados por cerca de 6.000 familias romanas. En esa vigilia del Jubileo internacional de jóvenes participaron muchos obispos y estaban también presentes como testigos privilegiados el Hermano Roger y la Madre Teresa. Abrumado por el gran numero de personas, la noche antes del domingo de Ramos, el Papa dijo a los jóvenes: "Que fantástico espectáculo veros todos aquí hoy! ¿Quién dijo que los jóvenes de hoy en día habían perdido sus valores? ¿Quién dice que no se puede contar con ellos?"
Fue así como empezó la búsqueda personal del Papa para que este magnifico encuentro de fe de los jóvenes se convirtiese en algo mas permanente. Un año después, la Organización de las Naciones Unidas proclamaron 1985 como el "Año Internacional de la Juventud". El Papa vio en esa ocasión una maravillosa oportunidad para organizar otro gran encuentro de jóvenes para ese año e invito a los jóvenes del mundo a celebrar con él el Domingo de Ramos en Roma, más de 350.000 jóvenes respondieron a su llamada. Inspirado por esos dos grandes eventos, el Papa Juan Pablo II deseo que los jóvenes del mundo pudiesen celebrar y contagiar la fe de forma más continuada. 

El Papa Juan Pablo II, que tuvo siempre un amor muy especial por los jóvenes instituyó así la Jornada Mundial de la Juventud, JMJ. En la homilía en la vigilia del Domingo de Ramos de 1985 dijo: "El Señor bendijo el encuentro con los jóvenes de una manera extraordinaria en la medida en que un Día Mundial de la Juventud fue creado para los próximos años que se celebra el Domingo de Ramos”. Así los encuentro con la juventud se irán realizando alternativamente uno en Roma y otro fuera.”. Por primera vez en la historia un Papa dedica una carta para la juventud y los convoca a una aventura inusitada. Juan Pablo II aparece como un verdadero peregrino del mundo siguiendo los pasos de Pablo VI, y constituyéndose en el mayor viajero del mundo. 

Después de su atentado en 1981 el Papa sale fortalecido y bajo la inspiración del Cardenal Pironio inicia los encuentros mundiales de juventud. Con una gran visión el Papa se lanza a redescubrir la importancia de las peregrinaciones dentro del cristianismo. Europa la considera tierra de misión al pasar por todo un proceso de secularización y hace un verdadero llamamiento a que Europa descubra sus raíces y recobra su fe y recupera su identidad. Sin duda este fue el punto de mira cuando pensó en Santiago de Compostela para la JMJ de 1989.



Memorias de un peregrino 25

Mi participación en las JMJ

Los JMJ han sido celebrados indistintos lugares del mundo: Buenos Aires en 1987, Santiago de Compostela en 1989, Czestochowa en 1991, Denver en 1993, Manila en 1995, París en 1997, Roma en 2000, Toronto en 2002, Colonia en 2005, Sydney en 2008, Madrid en 2011. Yo tendría el privilegio de participar en tres jornadas: Una Primera en Santiago de Compostela en 1989. Otra segunda en Filipinas Manila en 1995 y una tercera en Colonia en 2005. Estas jornadas serían determinantes en mi vida misionera
Las jornadas mundiales de la juventud se convertirán en un verdadero peregrinaje de fe no solo para el Papa sino para multitud de jóvenes. Fue sin duda la gran inspiración de Juan Pablo II podernos incluir a todos en esta gran peregrinación de fe. Como el propio Papa dijo en la primer JMJ celebrado en la Plaza de San Pedro el Domingo de Ramos de 1986, “yo como peregrino os invito a entrar en la constante peregrinación de la fe”.
A través de las JMJ los jóvenes fuimos invitados a hacernos peregrinos por los caminos del mundo. Esta peregrinación del pueblo joven construye puentes de fraternidad y de esperanza entre los continentes, los pueblos y las culturas. Es un camino siempre en movimiento, como la vida misma. El Papa Juan Pablo II pidió a los jóvenes que se animasen a ser protagonistas de la evangelización y artífices de la renovación social.
Creo que para muchos jóvenes las Jornadas Mundiales de la Juventud han supuesto una experiencia inolvidable. Conocer a jóvenes cristianos de todo el mundo, celebrar juntos el encuentro como una gran fiesta y de este modo hacer experiencia de vivenciar la fe y nuestro ser iglesia de una manera nueva.
Los que hemos participado en las JMJ hemos quedado profundamente conmovidos por el encuentro con el Papa y la fuerza de su mensaje. El Papa puso grandes esperanzas en los jóvenes y no quedaron defraudadas. La experiencia de la fe tan preciosa vivida en los encuentros fue capaz de unirnos a los jóvenes en una experiencia más allá de países, idiomas y culturas, de fortalecernos en el camino personal, en nuestro sentirnos Iglesia y forjadores de un futuro, constructores de la nueva civilización del amor. Somos testigos que han sido muchos los que experimentaron una orientación nueva y todos salimos enriquecidos con una nueva energía para seguir el propio camino de fe. La JMJ es sin duda una experiencia incomparable, al tener la oportunidad de estar con jóvenes de todo el mundo y ver la magnitud de la fe cristiana. Participando de las actividades, compartiendo con otros, puede descubrirse un nuevo rostro de iglesia joven.
Frente a la impresión que uno tiene de que la juventud está mal o perdida uno percata que existe otra cara de la juventud llena de fuerzas capaz de transformar la realidad frente al futuro tantas veces incierto. 
Tras el primer encuentro mundial de jóvenes en Roma en 1986 y la primera JMJ en Argentina en 1987, han sido realizadas  XXII JMJ hasta el día de hoy, cada dos o tres años, en diferentes lugares se ha ido consolidando toda una nueva tradición en la Iglesia, subrayando el indispensable dinamismo del compromiso apostólico de los jóvenes, tanto en una dimensión misionera y universal.




Memorias de un peregrino 26

La JMJ de Santiago de Compostela en España del 19 al 21 de agosto de 1981

Del 19 al 21 de Agosto de 1989 tiene lugar en Santiago de Compostela el segundo encuentro mundial de jóvenes JMJ. Esta II JMJ origina un verdadero resurgir de la ruta jacobea y la peregrinación a Compostela. El viaje del Papa a Santiago de Compostela primero y luego al santuario de Zesna Gora en Czhestochowa despierta un verdadero renacimiento de las peregrinaciones. El Papa en su carta a los jóvenes invita a todos a ponernos en camino como peregrinos en la fe. “La peregrinación nos pone en búsqueda de más allá. La peregrinación tiene un significado espiritual muy profundo y puede constituir, ya de por sí, una importante catequesis La Iglesia es un pueblo de Dios en camino, en busca de la ciudad futura y perenne. Hoy día hay en el mundo un resurgir de de la práctica de la peregrinación sobre todo en la juventud. Retomad el espíritu de los antiguos peregrinos.

 Estoy seguro que gracias a vuestro entusiasmo juvenil el Camino de Santiago tendrá en este año un nuevo y rico desarrollo. Caminad pues, lo digo a todos vosotros jóvenes peregrinos del Camino de Santiago. Durante los días de la peregrinación procurad asumir nuevamente el espíritu de los antiguos peregrinos, valientes testigos de la fe cristiana. A lo largo del Camino aprended a descubrir a Jesús que es nuestro Camino, Verdad y Vida. Que mi bendición apostólica os acompañe como signo de aliento y de mis votos para todo el recorrido”.

Nuestra peregrinación a Santiago tuvo como colofón y broche de oro la JMJ convocada por Juan Pablo II Allí en el Monte del Gozo del 17 al 21 de agosto nos convocamos cerca de dos millones de jóvenes venidos de todas partes del mundo para participar en esta II JMJ. Para esto se instaló con carpas y tiendas de campañas gigantes toda una ciudad ambulante acogida de todos los peregrinos. Durante la semana previa se desarrollaron todo un montón de actividades en la ciudad se santiago que se llenó de algarabía y de fiesta. El Papa asistió en el Monte del Gozo a la gran vigilia la noche del sábado y a misa del domingo. El Papa propuso al beato hermano Rafael como patrono de la JMJ y modelo a seguir para todos los jóvenes.. El Papa comunicó la sede de la próxima III JMJ durante la celebración de clausura de la JMJ 989, la ciudad elegida fue Czestochowa, Polonia.

En sí la JMJ es un momento privilegiado para descubrir la vocación personal. “Estáis entre los más sensibles que reviven hoy la peregrinación como camino de renovación interior, de profundización de la fe, del fortalecimiento del sentid de comunión y de solidaridad con los hermanos y como medio para descubrir la vocación personal”. Tras la JMJ en Santiago de Compostela fueron muchos los frutos que recogimos. Además de la riquísima experiencia personal fuimos testigos del despertar de muchas vocaciones. Además fue todo un despertar del sueño jacobeo de Compostela. La antiquísima ruta del Camino de Santiago cobró nuevamente vida.  Juan Pablo II rescata los centros de peregrinación nucleares y por rutas antiguas de fe impulsó para que empezaran a ser nuevas. El primer milenio supuso el encuentro con muchos pueblos que por medio de las peregrinaciones  vehicularon el cristianismo. Con el viaje de Juan Pablo II se vuelve a recobrar la importancia nuclear de este centro de peregrinación dentro del cristianismo de toda Europa. Compostela tuvo un papel preponderante en el primer milenio para la formación de Europa y su identidad cultural. Frente a la cultura del consumismo y del deseo, el Papa llama a volver a las raíces de fe. La fe cristiana es parte determinante de los fundamentos de la cultura europea. La fe y el cristianismo han dado forma a Europa acuñando  en ella valores fundamentales. Europa es un continente nacido de la fuerza aglutinante del cristianismo que ha sabido integrar a pueblos y culturas muy diferentes íntimamente vinculados a la cultura occidental europea.



Memorias de un peregrino 27

El mensaje de Juan Pablo II a los jóvenes reunidos en la II JMJ del mudo entero

Cada jornada ha tenido un lema. La invitación inicial que el Papa hizo en noviembre de 1984 para el Domingo de Ramos fue para celebrar, proclamar, testimoniar juntos que Cristo es nuestra paz y propuso el lema: “Ustedes son llamados a construir la paz”. En la I JMJ en Buenos Aires, Argentina del 11 al 12 de abril de 1987 el lema fue: “Hemos conocido y hemos creído en el amor que Dios nos tiene”. El lema de la II JMJ de 1989 en Santiago de Compostela fue: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. 

La II Jornada tuvo distintos mensajes. Uno previo a la jornada en una carta para los jóvenes. “Poneos en camino y descubrir a Jesús peregrino entre nosotros”. Luego en distintos momentos de la jornada: "Compostela, hogar espacioso”, en el mensaje durante el Rito del peregrino delante de la Catedral de Santiago de Compostela “Señor Santiago necesitamos de tu ardor e intrepidez” en la oración delante de la tumba del Apóstol Santiago. En Santiago de Compostela, "Vosotros habéis llegado antes que nadie” en el mensaje durante el encuentro con los jóvenes enfermos y minusválidos. Finalmente el lema del encuentro, Jesucristo, camino, verdad y vida” en el mensaje en el encuentro con los jóvenes en el Monte del Gozo. Durante la vigilia, "No tengáis miedo de ser santos” como llamada de esperanza a los casi un millón de jóvenes en el Monte del Gozo. Propone el ideal de santidad para todos, “no tengan miedo a ser santos”, y propone el ideal del beato Rafael. Al finalizar el encuentro, "Mira la estrella, invoca a María", en el mensaje de clausura de la  JMJ.

La II JMJ realizada en Santiago de Compostela fue una ocasión  especial para convocar y participar toda la Iglesia universal en una experiencia de comunión espiritual también con aquellos que por cualquier razón no pueden estar presentes. En Santiago se dieron cita jóvenes representando iglesias particulares de todo el mundo. Era claro su interés por despertar el sueño de Santiago. “El Camino de Santiago y el ímpetu evangelizador será de todos vosotros. Santiago es un lugar que ha tenido un papel de gran importancia en la historia del cristianismo; por esto, por sí solo ya transmite a todos un mensaje espiritual muy elocuente. Durante siglos fue punto de atracción y convergencia para Europa y toda la cristiandad. Europa entera se reunió alrededor de la memoria de Santiago en esos mismos siglos en que se construía como continente homogéneo y unido espiritualmente”, tomad la herencia y como peregrinos poneos en Camino.

“No tengan miedo a ser santos y testigos, eslabones de una cadena de testigos de fe. Junto a la Tumba de Santiago queremos aprender que nuestra fe tiene un fundamento histórico, por lo tanto, no es algo vago y pasajero. En el mundo actual marcado por un grave relativismo y una fuerte confusión de valores, debemos siempre recordar que como cristianos, reposamos sobre los cimientos puestos por los apóstoles y Cristo es nuestra piedra angular. Tomar como ejemplo al apóstol Santiago, un maestro excelente. Junto a la tumba del Apóstol queremos también recibir nuevamente el mandato de Cristo, seréis mis testigos hasta los confines de la tierra (Finisterre). Santiago quien fue el primero en sellar su testimonio de fe con su propia sangre, es para todos nosotros, un ejemplo y maestro excelente”. La JMJ de Santiago fue una invitación a nuestra condición peregrina poniéndonos en Camino. “Santiago de Compostela no es sólo un santuario, es también un Camino, es decir, una densa red de itinerarios para los peregrinos”.



Memorias de un peregrino 28

La más grande JMJ y concentración histórica en Manila  (Filipinas) 1995

Con las JMJ Juan Pablo, de una forma profética, puso en marcha una peregrinación espiritual jamás hecha en la iglesia con un poder de convocatoria único en todos los XX siglos de cristianismo que ha implicado a millones de jóvenes de todos los continentes. La JMJ de Manila es el más claro exponente de ello. Se habla de alrededor de cinco millones los que participaron.

Las JMJ son una experiencia realmente maravillosa n auténtica epifanía un lugar donde se contagia la fe de manera inusitada, donde se vivencia la Iglesia  con un rostro joven llena de entusiasmo y valentía, cuántos cambios de vida radicales han producido.. El primer beneficiario de este encuentro fue el propio Juan Pablo II que iniciaba ya su vía descendente lo que reflejaba su rostro más apesadumbrado, desgastado y encorvado. Vimos al Papa llorar de alegría, como nunca vimos al Papa recobrar la alegría el vigor y la vitalidad ante generaciones de jóvenes fascinadas por el testimonio de un Cristo vivo y enardecidas por seguirle. A todos nos invitaba a ser los centinelas del mañana.

La JMJ fue una enorme fiesta donde participaba toda Manila con sus calles abarrotadas de gente aclamando al Papa adonde fuera. En la vigilia en la gran explanada de Luneta Park no cabía ni una mosca. Tuvimos que pasar la noche sentados porque no podías ni siquiera recostarte. Durante la misa del domingo solo podías estar de pie. Padres sostenían aupa a sus hijos en hombros y muchas personas tuvieron que ser asistidas por deshidratación. En las jornadas previas acudimos a distintos eventos, charlas, misas, coloquios conferencias recitales, etc. Fue un verdadero laboratorio de fe en el que los jóvenes evangelizaban a los jóvenes y todos fuimos contagiados por la fe sencilla del pueblo filipino. Durante los días de la Jornada hubo momentos de compartir la fe y las experiencias alternando catequesis y momentos celebrativos, llevándose a cabo eventos culturales y formativos como talleres, foros, debates, catequesis y otras actividades artísticas o plásticas. Cada JMJ constituye una forma de vasta catequesis, un anuncio del camino de conversión a Cristo, a partir de la experiencia y de los anhelos, búsquedas e interrogantes profundos que los mismos jóvenes despiertan.

Tuvimos distintos momentos preciosos de compartir la Palabra con un montón de experiencias y vivencias tanto en pastores obispos o gente del pueblo. Momentos de oración y celebración donde la dificultad de comunicación y el diálogo por los distintos idiomas se vencían con gestos de cordialidad amor y simpatía. En esta JMJ fue sobre todo una vivencia muy fuerte de fe y de comunión, que muestra como los jóvenes buscan los valores auténticos y son atraídos por los santos y maestros de vida el laico San Lorenzo Ruitz o el joven Pedro Colongsod. Fue el marco ideal donde los jóvenes nos sentíamos protagonistas y todos descubríamos que tenemos nuestro propio lugar en la sociedad y en la comunidad eclesial. En cada JMJ surgen distintas vocaciones y nuevas generaciones de discípulos y testigos de Cristo, capaces de una entrega generosa. Yo mismo sentí una llamada a colaborar en la evangelización de este prometedor continente asiático. Después quiso el Señor darme siete años de vida misionera en Filipinas. Si tuviera que resumir este asombroso evento diría que todos asistimos aquellos días a un auténtico Pentecostés donde el Espíritu se derramó en cada uno de los jóvenes venidos de todas partes del mundo y donde todos salimos enormemente felices motivados y fortalecidos.




Memorias de un peregrino 29

La primera JMJ del Papa Benedicto XVI en Colonia 2005, del 16 al 21 de agosto

Esta XX JMJ que había sido convocada en Alemania nadie pudo imaginar que tras la  muerte del Papa Juan Pablo II la realizaría un Papa alemán, el nuevo elegido Benedicto XVI. Yo tuve la suerte de participar en esta primera JMJ del Papa Benedicto en su tierra natal. Sin duda aunque el Papa Benedicto no tuviera el carisma de Juan Pablo II fue increíble su repercusión no solo en Alemania sino en el mundo entero.

El lema de esta jornada era “Hemos venido a adorarlo”. Ya en su primer discurso en el aeropuerto de Colonia, Benedicto agradeció a Dios que le concediera realizar su primer viaje apostólico a su patria. Con gran regocijo y en tono festivo los jóvenes le recibieron en el muelle del Rhin. El Papa se embarcó en el “Rhein Energie” juntamente con un séquito de más de doscientos jóvenes con banderas de todas las naciones participantes, ciento noventa y tres que escoltaban la embarcación del Papa en cinco barcos representando los cinco continentes. En la proa del barco llevaban la Cruz y el icono de la Virgen, los símbolos de las JMJ. Después realizó una visita a la Catedral de Colonia donde se encuentran las reliquias de los Reyes Magos que el Papa veneró. Allí se rezó y pidió por el hermano Roger Schutz de Taizé que entregó su vida por causa de la verdad y de la comunión. Nos propuso también a los santos patronos de la Jornada, San Bonifacio, Santa Ursula, San Alberto Magno y la Santa Teresa Benedicta de la Cruz, la conversa filósofa judía Edith Stein y el beato Adolph Kolping.

Los momentos centrales fueron la vigilia del sábado y la misa del domingo en la gran explanada de Marienfeld, Campo de María. En la vigilia al llegar el Papa fue acogido con gran entusiasmo por más de un millón de jóvenes del mundo entero. El Papa dio una vuelta en el Papa móvil mientras diecinueve mil lamparitas iluminaban la noche. Había 27 columnas iluminados simbolizando las 27 diócesis de Alemania que rodeaban el palco colocado en una colina. La celebración de la luz culminó encendiendo de una luz traída de Belén que se distribuyó a toda la asamblea. Se hizo después una adoración eucarística. La vigilia con la bendición del Papa. Allí pernoctamos en la explanada en oración soportando la inclemencia de la noche. Por la mañana tuvo lugar el momento culminante de la celebración de la misa de clausura donde se anunció la próxima JMJ del 2008 en Sydney y un saludo a seis hermanos de la comunidad de Taizé.

El Papa se sintió conmovido de recoger e legado de Juan Pablo II, promotor de las JMJ. “He acogido con temor pero también con gozo esta herencia y doy gracias a Dios”. Nos invitó a abrir e par en par las puertas del corazón a Dios, a dejarse sorprende por Cristo, a darle espacio y escucha en nuestros corazones, a abrir las puertas de nuestra libertad a su amor misericordioso a exponerle nuestras alegrías y nuestras penas dejándonos iluminar por su luz y vivir la experiencia liberadora de a Iglesia como lugar de misericordia. “Quien a descubierto a Cristo debe llevar a otros hacia Él. Llevad a vuestras comunidades la experiencia de esta jornada y proclamad a todas las personas que encontréis: Hemos visto su estrella. Hemos buscado a Jesús y lo hemos encontrado”




Memorias de un peregrino 30

Preparando la primera JMJ del Papa Francisco en Río Janeiro (Brasil) 2013

Con motivo de la Celebración del Año de la fe 2012-3 el Papa Benedicto el 11 de Octubre del 2011 Benedicto XVI lanza la Carta apostólica “Porta fidei” donde expresa los principales motivos, la Asamblea General del Sínodo de los Obispos en el mes de octubre del 2012 con el lema “La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana”, la celebración del quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II y los veinte años de promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica. Con esta ocasión invita a todos los fieles a una renovación de la fe y a un nuevo impulso en su trasmisión a las jóvenes generaciones. Pone a toa la Iglesia en misión. Todos estamos llamados a reavivar el don de la fe y comunicar la propia experiencia de fe sin dejar de lado a los creyentes de otras religiones y a los que no creen o son indiferentes.

En medio del año de la fe que se inaugura el 11 de octubre del 2012 y que tiene como conclusión el 24 de noviembre, Solemnidad de Cristo Rey, se programa la Jornada Mundial de la Juventud de Río Janeiro, en julio del 2013, para ofrecer a los jóvenes una ocasión privilegiada para experimentar el gozo que proviene de la fe en el Señor Jesús y de la comunión con el Santo Padre, en la gran familia de la Iglesia.

El lema. “Vayan por todo el mundo y anuncien el evangelio… hasta el fin del mundo” expresa el deseo de Benedicto de redescubrir la fe y contribuir a una renovada conversión que nos haga a todos ser testigos gozosos y convincentes del Señor Resucitado capaces de señalar la puerta de la fe a tantos que están en búsqueda de la verdad. El Papa alienta a retomar las peregrinaciones a Roma, a Tierra Santa, Santiago y demás centros y santuarios  marianos.

Nadie podría haber imaginado que en el transcurso del Año de la fe se iba a producir la sorpresiva renuncia del Papa Benedicto XVI y la elección del nuevo Papa Francisco y que sería este, precisamente el primer Papa latino americano el que tendría que venir precisamente a este continente para participar en la JMJ de Río de Janeiro. Si su elección tuvo una repercusión muy fuerte para este joven Continente promesa de anta esperanza para la Iglesia, ni que decir la enorme expectación que ha suscitado esta primera visita del Papa Francisco  a su continente de origen.


Sin duda Dios en su infinita providencia dirige los acontecimientos para que estos sean encaminados para el progreso de la fe y el nuevo y renovado impulso a una nueva evangelización. Desde la última conferencia episcopal latino americana en Aparecida, Brasil, Toda América se pone a vivir en una misión permanente para que todos los pueblos tengan vida. La gran paradoja de que el nuevo Continente que fue objeto de la primera evangelización del segundo milenio será sin lugar a duda un agente primordial en la evangelización del tercer milenio, del viejo continente europeo y del mudo entero. Es el momento de que las jóvenes iglesias llenas de vitalidad cobren protagonismo y den a la Iglesia un nuevo rostro e impulso de una iglesia joven, sencilla, alegre y misionera.


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