II. ETAPA: LA MAÑANA
( El despertar de la vocación)
Introducción:
Despertando a la vocación
2ª etapa de la vida: El despertar a la vocación
2ª etapa de la vida: El despertar a la vocación
El labriego empieza a abonar e
campo
Dicen que el árbol tiene de
florido lo que tiene de enterrado, “Si el
grano de trigo no cae en tierra y muere no da fruto”.
“Cuentan que un labriego que
discutía con Dios porqué le salían las cosas mal y le pidió porqué no le dejaba
aunque fuera por un año dirigir las cosas. Dios se lo concedió. El labriego
dispuso que lloviera para que no le faltase agua y que no faltar el sol y vio
crecer las semillas enormemente en poco tiempo de una forma desmesurada. Sin
embargo cuál fue su sorpresa cuando al ver los granos de trigos estaban vacíos,
no habían madurado. No se había dado cuenta que para que maduren los granos
necesitan los vientos, las tormentas, los fríos y los duros inviernos para
hacer madurar los frutos. Se arrepintió el hombre de cuestionar a Dios porqué
hace las cosas como las hace y comprendió que él todo lo hace para bien”. Sin
duda una lección para aquellos que tratan de evitar las dificultades.
Sin duda todavía mi corazón
estaba buscando la realización de la vida en éxitos y grandezas humanas y era
necesario enraizar mi vida en lo que nos hace más humildes para vivir confiados
en que a veces sus caminos no son los nuestros pero son los que nos llevan a
salir de nuestra arrogancia y prepotencia y a vivir en confianza poniéndonos en
sus manos, conscientes de nuestra debilidad y pequeñez.
Dios nunca está ausente, está
siempre presente y trabajando incluso cuando nos parece que las cosas pueden
venir en contra o salir mal. Nosotros arrancaríamos pronto la cizaña y no
permitiríamos que creciera junto con el trigo. Nosotros queríamos evitar el mal
o que suceda algo malo, pero muchas veces no podremos impedirlo. Lo que si es
verdad es que si confiamos en Dios no permitirá que el mal nos haga daño y que
incluso de situaciones aparentemente negativas las hace concurrir para bien.
Memorias de un peregrino 1
El despertar de la vocación. Un periodo intenso de búsqueda
Sentía profundamente que toda mi
vida había sido preparada para aquel momento, que Dios había abonado y
preparado la tierra para que algo nuevo floreciera en ella. El labriego había
ido abonando el campo y empezaba la siembra.
Un obispo húngaro Monseñor Tihámer Toth contaba esta parábola: “Una
araña venía navegando en su telita. Estaba en lo alto de un árbol donde veía
abajo el campo recién sembrado y dispuesto en la pradera. Divisaba desde allí
el campo y soñaba y adivinaba una floreciente cosecha. Preguntándose por lo que
acontecía allí abajo lanzó un hilito fino y se atrevió a bajar y por el mismo
hilo volvió a subir. Era pequeña y la tierra le daba miedo. Arriba se sentía
feliz y protegida pero seguía inquieta por ver lo que pasaba abajo.
Volvió a repetir su aventura de
descenso, pero esta vez quiso ponerse abajo a construir una pequeña tela que le
sirviera en su deseo de atrapar algún bichito. Con gran emoción vio que un pequeño insecto quedó atrapado en
su telita. Al ver que se le hacía tarde volvió a trepar por el hilo primordial.
Pero el instinto era tan fuerte que le movió abajar de nuevo repitiendo cada
mañana el descenso y cada noche el ascenso a su lugar de origen.
Cada día la tela que iba
construyendo abajo se hacía más sólida y más grande, capaz de atraer y atrapar
bichos mayores. Iba añadiendo así círculos a su tela y se veía obligada a
utilizar fibra de aquel hilo primordial. El hilo tironeaba para arriba y por
eso lograba mantener tensa toda la estructura de la tela. Pero un día atrapó un
bicho fenomenal que succionó quedando tan satisfecha y agotada que se quedó a
pasar la noche abajo. Al vrr con sorpresa que no pasaba nada y que si no subía
no se veía obligada a descender decidió no tomarse el trabajo de subir
concentrando sus fuerzas en la caz de presas cada vez mayores.
Poco apoco se fue olvidando de su
origen y dejando a un lado su hilo primordial que le unía a su infancia feliz y
soñadora. Solo se preocupaba de sumar más hilos y agrandar cada día su tela. De
tanto vivir a ras de suelo tan preocupada de lo inmediato, se volvió miope y
dejó de mirar hacia el cielo y olvidar de dónde procedía. Se había convertido
en una gran araña práctica, científica aprendiendo toda clase de técnicas pero
se había olvidado de conectarse a su origen a través de su hilo primordial. La
tela creció y se hizo tan pesada que cuando menos pensó se le vino abajo.
Gracias a Dios pudo ver aquel hilito primordial que pendía aún del árbol. Así
que pudo al fin subir y dar con su lugar de origen”
Verdaderamente me sentía
reflejado tanto con la parábola. Me había ocupado en levantar un gran entramado
y olvidado de mi origen. Era tiempo de volver.
Memorias de un peregrino 2
El impacto de los niños huérfanos y abandonados.
Sin darme cuenta preocupado en
mis cosas había quedado atrapado en mi pequeño mundo y me había olvidado de mi
origen de mis raíces de aquel hilito primordial que daba sentido a toda mi
existencia. Había también perdido la mirada de ver a mi alrededor y de
preocuparme por las necesidades de los demás, sobre todo de los más pobres y
necesitados.
Empecé a abrir mis ojos al mundo
más allá de mi pequeño ombligo y preguntarme qué es lo que Dios quería de mi
vida. Si bien podía sentirme realizado en una vida que había logrado prácticamente
todo lo que uno pretendía conseguir al mismo tiempo me sentía insatisfecho.
¿Cómo me podía sentir feliz viendo tanta gente infeliz a mi alrededor?
Con Darío Manuel, mi primo piloto
y mi hermano Ángel que también se haría piloto empezamos una hermosa aventura
de abrirnos a otras realidades. Nos encontrábamos un poco desengañados de un
mundo de relaciones formales y superficiales. Recuerdo una noche en una de la
discoteca más “chic” de Madrid, Argos en plena Princesa, después de un funeral
a las tres de madrugada, que terminamos hablando de la comedia de esta vida y
de cuán fácil era quedar enterrados los anhelos más profundos de nuestro
corazón. ¿Dónde buscamos la felicidad, qué es lo que nos puede hacer
verdaderamente felices?
A través de Isabel, una amiga
azafata de Darío Manuel dimos con una asociación creada por un sacerdote y una
religiosa que salió de su Congregación para hacerse cargo de niños abandonados
en un piso que abrieron en el Madrid antiguo muy cerca donde Kiko Arguello
había iniciado la primera comunidad neocatecumenal. Por primera vez fue
abrirnos a otro mundo, niños de tres a cinco años que llorando, con sus
corazones desgarrados por el maltrato y abandono de sus padres te decían que no
querían vivir. Eran rostros de niños con ojos hundidos y llenos de tristeza. En
principio era fácil acusar a sus padres y condenarlos por tan cruel abandono
pero cuando empezabas a conocer de dónde procedían se acallaban las acusaciones
y empezabas a tener otra mirada sobre la realidad.
La monja nos contó el origen de
dos de ellos que apenas podían hablar. Procedían de una madre que se ganaba la
vida fregando pisos todo el día para a penas ganar lo mínimo para sobrevivir.
El marido alcohólico cuando llegaba a casa la maltrataba a ella y a sus hijos
viviendo un verdadero infierno. ¿Cómo poder culparles tan fríamente sin
cuestionarse uno la propia vida? ¿Quiénes eran los culpables de esa situación?
Nosotros que teníamos un buen trabajo posición y formación qué hacíamos por los
que no la tenían? ¿Qué llevaba a aquel padre de familia al alcohol, al
sinsentido por la vida, llegando a
maltratar su vida y la de los que más quería?
Era absurdo soñar en construir
nuevas ciudades ni siquiera una familia sin dejar que los hijos que traemos al mundo nos cuestionen
que el mundo que hemos hecho no lo quieren vivir. Era yo el que tenía que
empezar por cambiar mi manera de pensar y de vivir para hacer un mundo
verdaderamente fraterno y solidario de los más pobres y los que más sufren.
Memorias de un peregrino 3
Mi última Navidad en familia
Era de nuevo Navidad el omento de
acercarme al pesebre que tantas veces habíamos armado en familia. Celebrábamos
el nacimiento de Jesús y comprendí que dónde quería nacer verdaderamente hoy
y hacer nuevas eran nuestras propias
vidas. Había llegado el momento de poder expresar abiertamente a mis padres y
hermanos mi búsqueda y la llamada que sentía. Por amor a mis mismos padres y a
mi propia familia era el momento de celebrara aquella Navidad de una forma
distinta dejando aún lado todo lo superficial y decorativo y entrando en el
verdadero sentido del Nacimiento como un verdadero comienzo a una nueva forma
de vivir según el evangelio.
Aunque habíamos crecido en un
ambiente de fe diríamos que en el transcurrir de la vida esa fe se había un
poco enfriado. Todos estábamos más preocupados de lo externo, de las comidas y
de los regalos. Habíamos caído poco a poco en vivir cada uno en nuestro pequeño
mundo, olvidados de lo principal. Incluso se había desvirtuado tanto la navidad
que era normal el discutir y no ponernos de acuerdo sobre la comida que
satisfaciera los gustos de todos. Nos resultaba difícil ceder, cada cual
pensaba más en salir con sus propios amigos y dejar a mis padres solos.
Aquella Navidad sentí que la
debía de vivir con mi familia preguntándome cómo estrechar los vínculos de
familia. Durante muchas Navidades éramos los hijos los que recibíamos regalos
de los padres. Era el momento de preguntarnos como hijos qué queríamos regalar
a los padres. No había que esperar al día de Reyes era esa noche que
celebrábamos el Nacimiento de Jesús que él mismo nos llamaba a vivirla de una
manera nueva poniéndole a él en el centro.
A mí particularmente me resultaba
difícil buscar un regalo. ¿Qué regalarles me preguntaba, si prácticamente
teníamos de todo? No había nada original en algo nuevo en prendas de vestir o
comidas que comer. Toda la Navidad se convierte en una oportunidad más para
consumir y gastar en lo superfluo. Mi padre ni bebía ni fumaba ni le gustaba la
ostentación y lo mismo mi madre como todos, tenía más de lo que necesitaba. Lo
que verdaderamente precisaban era que yo les mostrar todo el amor que de ellos
había recibido. ¿Qué era la que más valoraba de todo lo que había recibido?
Comprendí que la fe era el mayor regalo que recibí y que a la vez era el
momento de podérselo expresar. Así que decidí comprarles y regalarles una
pequeña Cruz de oro que encerrada y envuelta en una pequeña cajita apenas
pasaba desapercibida en la enorme mesa de la gran cena de Navidad.
Así que en el momento de expresar
lo que significaban los regalos de aquella Navidad les compartí lo que para mí
significaba la pequeñita Cruz. Me costaba expresar con palabras. Ni ellos ni yo
creo nos imaginamos lo trascendental de aquel momento. Fue como un abrírsenos
los ojos y de repente reconociéramos todo lo vivido juntos y recocer el tesoro
de la fe y su amor que nos había mantenidos unidos.
Más tarde pude comprender lo
significativo de ese momento. Cuando mi padre al morir sacó del pecho su crucecita
de oro y se la dio a mi madre diciendo: “es el regalo más grande que recibí en
esta vida, ahora ya no la necesito porque pronto voy a encontrarme con él. Tú sí
que la necesitas ahora para que te sirva de consuelo y ayuda en esta vida”.
Memorias de un peregrino 4
Mi último verano en familia. La boda de Mabel.
Después de aquella Navidad
durante aquel “año nuevo” todo empezó a cambiar progresivamente. A mí me veían
involucrar cada vez más con el grupo misionero que habíamos comenzado en la
parroquia y participar en retiros y encuentros. Veían que el foco de atención y
de interés no lo ponía más en los estudios ni en la carrera, ni en el trabajo.
Es más, dejé el trabajo y cada vez dejaba más claro la orientación de vida que
iba a tomar. Entre las memorias que me vienen de aquella primavera recuerdo una
especialmente significativa y curiosa que expresaba el giro que estaba tomando
mi vida. Una de mis aspiraciones fue hacer una exposición de pintura. Había
participado en algunos concursos y al fin se dio la posibilidad de montar una
exposición de pintura y escultura. Fue en la sala del IFA, un hotel de cinco
estrellas cerca de donde vivía en Cea Bermúdez. Nunca me hubiera imaginado que
eso podía convertirse también en un lugar para poder compartir y expresar mi
opción de fe.
Hasta entonces había vivido una
diversidad de mundos un poco inconexos y separados. Por una parte el estudio,
el trabajo, mis aficiones y por otro lado mi fe. Era el momento de unirlo todo
bajo la misma dirección. Cuando mis padres se sentían tan orgullosos de esa
exposición como uno de mis sueños realizados, se vieron sorprendidos, casi
estupefactos cuando aparecí en tal sala de exposiciones con el grupo misionero
acompañado de todo un grupo de niños pobres, huérfanos y abandonados que fuimos
conociendo y a los que nos fuimos cada vez más vinculando. Salíamos con ellos
todos los fines de semana para pasar con ellos un buen rato. Fue como unir dos
mundos totalmente diferentes. Para aquel hotel de cinco estrellas fue toda una
revolución el ver desfilar por allí tal grupo lleno de sencillez, inocencia y
alegría. Era una prueba más de que la auténtica belleza y el auténtico tesoro
más que en la belleza externa de las cosas, o en los éxitos o realizaciones
pasajeras se encontraba en la felicidad que sentías al compartir con los demás
lo que tenías. Más allá de las apariencias estaba la belleza interior y en el
corazón pobre humilde y sencillo que se esconde en cada persona. Dios me
llamaba a saber reconocerlo y rescatarlo.
Se acercaba el verano y aquel
verano, mi hermana Mabel había proyectado su casamiento en Galicia. Yo tenía
tomada la resolución de entrar en una Comunidad Misionera que conocí a través
del grupo misionero que formamos en la parroquia, pero sentí que no era
apropiado “amargarla fiesta” de la boda de mi hermana. El decirlo antes de la
boda podía resultar como “un jarro de agua fría” en medio del ambiente festivo
que se vivía. Recuerdo que fue ocasión de acercarme de nuevo a mi hermana
Mabel. Después de haber compartido con ella tantos momentos y de empezar a ver
lo que sentía, especialmente después de la muerte de mi abuela. Mi hermana
también necesitaba descentrarse de ella misma y mirar hacia delante por
construir una nueva familia. Le desee lo mejor junto con Luis su prometido también
arquitecto y quise para ellos que fuera también el comienzo de una vida nueva.
Así traté que esos comienzos fueran los más felices para ellos y les acompañe
en todos los preparativos. Me adelanté con ellos a Galicia para que se
sintieran lo mejor posible. Fue después del casamiento cuando decidí decir a mi
familia el llamado que sentía a una vida misionera. A ellos le costó mucho al
principio, pero luego poco apoco apoyaron siempre mi vocación.
Memorias de un peregrino 5
La entrada en la Comunidad Misionera “Verbum Dei”
A través de Isabel, una amiga del
grupo misionero de nuestra parroquia de Santa Rita tuve ocasión de conocer la
Comunidad Misionera “Verbum Dei” en
una casita que tenían las misioneras en el Madrid antiguo llamada Santa Ana que
era una antigua panadería.
Es bueno recordar que Belén
significa la Casa del Pan. Fue como una resonancia muy fuerte con la sencillez
y pobreza del mismo evangelio. Fue lo primero que me llamó poderosamente la
atención, el espíritu de oración y de pobreza.
Entrar en aquella capilla tan
pobre, el bajo de la antigua panadería era como entrar en aquella cueva de
Belén que tanto había causado fascinación en mi tierna infancia. Me invitaron a
visitar el Centro de Formación que tenían en Siete Aguas.
Este Centro Misionero estaba
enclavado en un antiguo campamento militar a unos cincuenta Kilómetros de
Valencia en plena montaña. Pasé allí una semana conviviendo con los misioneros.
Comprobé que había misioneros de distintas nacionalidades y me dijeron que
había comunidades en distintas partes del mundo. Me sorprendió también ver que
había además de misioneros y misioneras también familias misioneras viendo
todos con el mismo espíritu evangélico y misionero.
Me volvió a sorprender en
positivo el espíritu de oración y de pobreza en que vivían. Sus capillas y sus
casitas era para mí lo más cercano que había visto al espíritu de Nazaret.
Rezábamos por la mañana y salíamos a trabajar al campo en trabajos sencillos
que jamás había hecho como ponerme a recoger patatas o recoger la basura en el
remolque de un tractor para luego elaborar el estiércol para abonar el campo.
No me encontré con una comunidad
hecha y estructurada sino todo lo contrario que estaba naciendo a penas en los
inicios. Estaban todavía en plena construcción del centro misionero y estaban
aún acondicionándolo rehabilitando los antiguos pabellones. Las callecitas eran
de barro ni estaban asfaltadas y daba la impresión que aún estaba casi todo por
hacer.
Me interesé por la comunidad que
empecé a conocer con más contactos con ellos a través de las casas que tenían
en Madrid y me dijeron que la forma de entrar en la formación misionera era a
través de un mes de ejercicios con los que iniciaban dicha formación. Estaban
por iniciar el primer curso misionero y me invitaron para que pudiera acudir a
los ejercicios en verano.
Memorias de un peregrino 6
El Curso de formación en Siete Aguas
Era el verano de 1980 cuando
llegué a hacer ejercicios con una pequeña mochila y totalmente decidido a
iniciar una nueva vida como misionero. Cuando entré en una de las capillas
intenté rezar un Padre Nuestro y un Ave María. Me quedé con una sola palabra en
mis labios, Padre.
Era como por primera vez en mi
vida esa palabra resonara con toda su fuerza en mi corazón y sentía como la
vuelta del hijo pródigo cuando el Padre le abrazó y le cubrió de besos. Estaba
poniendo mi vida en sus manos y sentía que no había corazón más grande, más
bueno y seguro merecedor de una total confianza. Era como “volver a casa”,
aunque aquella comunidad en la que estaba era casi desconocida para mí.
El tiempo de verano era un tiempo
de ejercicios de oración y antes de comenzar el mes de ejercicios me ofrecieron
poder hacer unos ejercicios que había de quince días en una tanda que se hacía
abierta a toda clase de gente. En la segunda semana se iban meditando los
misterios de la vida de Jesús. Entramos en la meditación del nacimiento y
expusieron a Jesús Eucaristía en un sencillo corporal en un pesebre con pajas.
Jamás había visto “semejante custodia”. Si la propia capilla era como un
establo, adaptación de unas antiguas caballerizas, el ver a Jesús en aquel
establo y en aquel pesebre era para mí tan nuevo que me resultaba un escándalo
incomprensible. Estaba tan impactado que necesitaba tiempo para asimilarlo.
Quería quedarme solo y preguntarme lo que podía significar la venida de Dios a
mi pobre vida como el inicio de una vida enteramente en sus manos. Me dijeron
que había una pequeña cabaña de pastores en lo alto del monte, así que me
decidí irme a la cabaña.
Había atardecido y se venía la
noche con una gran tormenta. Tomé una manta y empecé a subir el monte venciendo
el miedo de la oscuridad y la temeridad de la tormenta. Era como lanzarme a
experimentar la seguridad y la libertad del total abandono. Mientras los
relámpagos con su fulgor estrepitoso rompían con la oscuridad y me mostraban el
sinuoso camino me sentía pobre, pequeño, el más indigno y pecador de los
hombres. Sentía como una voz que me decía confía en mí que no he venido a
condenar sino a salvar y tengo para ti designios de amor y salvación. Llegué
hasta arriba y entré en aquella cabaña llene de suciedad. Tenía miedo de que
saliera cualquier animalucho o me encontrara con una víbora o alacrán. Allí me
incliné, me arrodillé, lloré mis pecados y me recosté hasta que un rayo de luz
clareó anunciando el nuevo día. Sentí que empezaba apara mí una vida nueva con
la confianza de vivirla enteramente en sus manos.
Memorias de un peregrino 7
El Curso de Formación en siete Aguas
Tras hacer el mes de ejercicios
espirituales con los misioneros inicié el primer curso de formación. Sentía que
empezaba algo totalmente nuevo y que nada mejor que ese tiempo de retiro, de
oración, de desierto, de vida oculta, antes de cualquier despliegue misionero.
Era preciso asentar bien las bases y echar raíces las raíces bien hacia dentro.
Disfruté del mes de ejercicios
intentando aprovechar cada meditación para seguir adentrándome en todos los
misterios de su vida, su Pasión, Muerte y Resurrección. Era para mí como bucear
en un mar sin fondo. Quería conocer y seguir a Jesús y consciente como era
consciente que eso me llevaría toda una vida, sentía que no había mejor manera
de invertirla. Conocerle, seguirle y anunciarle, mi gran programa de vida.
El mes pasó rápido, se me hizo
corto el tiempo así que aquellos dos años que se me abrían para vivir en aquel
Centro eran una oportunidad bárbara para seguir profundizando. El silencio y el
recogimiento que se daba en ejercicios se trataba de alguna forma de mantenerlo
durante la vida en la vida ordinaria de cada día.
Vivíamos en pleno campo rodeado
de montañas. Nos levantábamos muy temprano antes de que saliera el sol y antes
de que saliera el sol pasábamos orando unas tres horas en la capilla. Luego se
iban alternando diversas actividades durante el día. Tiempos de oración, formación y de compartir por las mañanas y
tiempos de trabajo en distintas tareas del campo por la tarde, en las granjas o
cultivando las tierras.
Uno de los trabajos que hacíamos
era cortar y recoger leña aprovechando los bosques quemados de alrededor para
calentarnos con estufas de leña durante el invierno. Allí en aquellas tareas
aprendíamos a descubrir que el Reino se va construyendo en las tareas más
humildes de la vida cotidiana. Que no debíamos esperar a los eventos
extraordinarios, que Dios se vale de lo más humilde y de lo que muchas veces
descartamos para hacernos descubrir la grandeza de su gracia y de su amor para
hacer nuevas todas las cosas.
Vivíamos totalmente de la
providencia y sentíamos en todo la mano providente de Dios. Recuerdo una
experiencia que me viene muy gratamente a la memoria, el tiempo que pasé con el
grupito de niños huérfanos que había conocido en la parroquia. Conseguí que
pudieran venir con nosotros a compartir con los niños de las familias
misioneras y nosotros un tiempecito. Fue una experiencia muy hermosa ver
renacer la fe y la esperanza en esos niños. Con su mirada inocente descubrían
la presencia de Dios en todo. Al final del día dábamos gracias a Dios por todo lo
vivido y era maravilloso aprender de ellos su sencillez y sensibilidad. Entendí
porqué Jesús dijo si no os hacéis como los niños no entrareis en el Reino de
los cielos.
Memorias de un peregrino 8
Construyendo el primer Centro de Formación
Dios es capaz de reconvertir lo
más destruido y de hacerlo todo nuevo. Aquel centro que durante la guerra fue
campamento militar se convertía en un centro de irradiación de vida. Fue una
invitación para mí de reconvertir mi experiencia del trabajo y de emplear todos
los talentos que dios me había dado para la construcción del Reino.
El centro todavía se estaba
construyendo y había tanto por hacer. Se necesitaban nuevas redes de
infraestructura y empezamos por reformar las pozas sépticas con una red nueva de
evacuación y saneamiento, construir una depuradora, una balsa para el
almacenamiento de aguas y una red de riego para los campos de cultivo. Además
para albergar a la gente que venía a los ejercicios se necesitaba una casa de
ejercicios. Así que se multiplicaron enormemente los trabajos tanto que no
dábamos abasto.
Todo lo aprovechábamos. Según se
estaba haciendo un pozo para extraer agua limpia con el mismo lodo que salía
aprovechamos el barro mezclado con paja para hacer ladrillos de adobe. Con los
mismos troncos que recogíamos en el monte cuando íbamos a por leña y cañas que
recogíamos en Burjasot preparábamos los techos. Era la arquitectura del pobre.
Me sentía san Francisco de asís reconstruyendo la Porciúncula.
Una de las experiencias que grave en mi memoria fue la visita de Darío
Manuel, mi primo el piloto. Recuerdo que venía de un vuelo con su uniforme. Le
dimos ropa de trabajo y se puso atrabajar con nosotros a limpiar un pozo negro.
Luego nos pusimos a trasladar tubos para la red de saneamiento mientras íbamos
rezando el rosario. Por la noche nos fuimos a una de las capillas donde nos
quedamos en oración, compartiendo experiencias y terminando con una eucaristía
antes de salir el sol. Cuando volvía para Madrid se salió de la carretera pero
no le pasó nada. Luego me compartía que en todo vio el actuar de dios que le
invitaba también a él a un cambio de vida. Se sentía nacer de nuevo y eso me
llenó de alegría.
Memorias de un peregrino 9
Mi Cristo de hoy, herido y necesitado de amor.
Una de las memorias que recojo
más valiosas de aquella etapa de construcción de aquel centro fue haciendo la
imagen de un Cristo para la capilla grande de la casa de ejercicios. Para eso
también empleamos los materiales más sencillos.
Recordaba de ver a mi abuela hacer
engrudo, con harina y agua hervida, para emplearlo como pegamento y que mi
madre lo utilizaba para hacer “collage”. Hicimos un armazón con palos atados
con cuerdas. Con engrudo, cartones y papeles de periódico fuimos haciendo el
esqueleto del Cristo.
Cuando lo tuvimos tendido en la
enorme cruz que habíamos preparado antes de levantarlo nos paramos a ver como
quedaba y a descansar un rato. Nunca olvidaré ese rato en que me quedé
contemplando el Cristo envuelto en periódico. Fue como si las noticias de los
periódicos tomaran carne en aquel Cristo. Me hizo entender que era el Cristo de
hoy llevando en su Cuerpo todas las realidades
del mundo que vivimos.
Poco a poco me iba dando cuenta,
como le ocurrió a San Francisco, que más que construir capillas de barro o de
piedras lo que más le interesaba era reconstruir las vidas empezando por
nuestros corazones. El precisaba nuestras vidas para vendar, sanar, curar sus
heridas en tantos corazones y familias rotas por falta de amor.
Era como volver a conectar con la
oración de aquella noche de aquel Viernes Santo en Taizé al pie de la Cruz. Era
entender su “tengo sed” que exclamó desde su Cruz. El necesitaba nuestras vidas
para hacer presente su amor.
Pusimos cuerdas y algunos trapos
con escayola para terminar de darle forma y lo revestimos de barro. Finalmente
lo levantamos y lo colgamos en la pared junto el altar. Allí quedó con los dos
brazos extendidos y con la cabeza inclinada como cuando murió en la Cruz.
Algunos me decían que porqué no se le veía el rostro. Comprendí que el rostro
donde él quería revelar su amor era en nosotros, que el barro que él más
quería, donde quería ir modelando su carne y sus sentimientos era en nuestras
propias vidas.
Memorias de un peregrino 10
La primera comunidad misionera en la huerta de Valencia
Como la construcción del centro
de Siete Aguas suponía mucha inversión propusimos una experiencia piloto de
comunidad de trabajo en la huerta de Valencia para conseguir “fondos” para el
centro y terminar la Casa de Ejercicios.
Así que nos fuimos todo un grupo
de misioneros a vivir en la zona de la huerta pegada al puerto. Nos apuntábamos
a lo que fuera, precisamente encontramos trabajo en el puerto descargando
barcos. Aprovechamos para vivir una antigua alquería que estaba abandonada. Un
vaquero la utilizaba de vaquería para cuidar de alguna vaca. Terminaron
ofreciéndonosla y en el trastero de la planta baja levantamos nuestra capilla.
La gente de la zona la conocía como “la cuadra”. Era gente muy pobre y sencilla
que nos ayudaba a vivir más de cerca el evangelio. Seguíamos viviendo de la
providencia. Íbamos a recoger lo que tiraban en el mercado de abastos.
Recuerdo de este tiempo hermosas
experiencias. Recojo dos que vivimos yendo al mercado de abastos. Cuando
salíamos con dos bicicletas cargadas de lo que recogíamos o nos daban nos
encontramos a dos jóvenes. Nos pedían dinero y nos dijeron que acababan de
salir de la cárcel y que estaban sin trabajo. Les dijimos que nosotros
estábamos trabajando en el puerto descargando barcos y que nos pagaban “a
destajo”, que si querían podían venir a trabajar y vivir con nosotros. Quizás
porque no les quedaba otra se vinieron con nosotros. Nos lo llevamos a “la
cuadra” y quedaron asombrados al ver dónde y cómo vivíamos, ofreciendo el
trabajo con una oración, rezando rosarios y cantando canciones mientras
trabajábamos y volviendo al anochecer dando gracias a Dios por todo lo vivido.
Uno de ellos, al cabo de unos días, cuando averiguó donde poníamos el dinero,
se lo llevó. El otro se moría de vergüenza pero le dijimos que no se preocupara
que nosotros confiábamos en la providencia de Dios y que a su amigo quizás dios
le ayudaría a recapacitar. No lo podía creer, estaba asombrado de vernos vivir
y orar en “la cuadra”. Tanto fue así que le invitamos a hacer unos ejercicios
en Siete Aguas.
Otra hermosa experiencia la
tuvimos en el mismo mercado al encontrar una señora muy pobre. Esta que recogía
comida como nosotros se puso a recoger de unas cajas donde nosotros íbamos
guardando lo que nos daban. Al verla le dijimos que tomara lo que necesitara,
que seguro que ella lo necesitaba más que nosotros. Al salir del mercado nos
encontramos en unos puestos de pescado alguien que nos ofrecía mercadería. Le
quedaba mucho pescado que se iba a echar a perder. Era una prueba más que Dios
provee y que el corazón que da recibe mucho más de lo que da.
Memorias de un peregrino 11
La primera misión en San Francisco
Después de aquellos tres primeros
años de vida oculta llegó el tiempo de iniciarnos en nuestra primera misión más
allá de nuestras fronteras. Nos distribuyeron en distintos equipos, grupos de
tres o cuatro y nos dispusimos para ir por el mundo como lo mandó el Señor.
Me mandaron con un misionero
colombiano y otro filipino a San Francisco donde ya había una comunidad de
misioneras. Vivíamos en la convergencia de tres zonas muy diferenciadas, el
barrio latino, el barrio asiático y el barrio gringo lindando con el “down
town”. Éramos puestos allí para establecer lazos.
Cada barrio vivía con sus lindes
bien diferenciados. Los dos primeros muy pobres y marginados con personas
emigrantes que venían escapando de realidades muy pobres buscando “la tierra
prometida”. El barrio latino con gente procedente de Méjico, Salvador,
Nicaragua y otros países de centro América. La mayoría eran mejicanos “mojados”
que pasaban indocumentados cruzando por Tijuana “a cualquier precio”. Eran
utilizados y explotados en los trabajo ”en negro” más bajos e indignos. No
podían protestar bajo la amenaza de ser denunciados a la Inmigración y ser
deportados por estar ilegales.
En general era gente humilde de
buenas costumbres y de fe que quedaban totalmente desamparados y desarraigados.
Preferentemente trabajábamos con ellos alentándose en su camino de fe y
ayudándoles a legalizar su situación por medio de una misionera que trabajaba
en un organismo llamado “La Raza”. De alguna forma, por la misma lengua, nos
sentíamos muy identificados con ellos.
Los otros dos mundos eran para mí
nuevos y desconocidos. Los asiáticos procedentes de Vietnam, Laos, Camboya,
Filipinas, venían también de otro contexto y buscando una sobrevivencia mejor.
Salvo los filipinos procedían de culturas y religiones muy distintas. San
Francisco era un verdadero crisol de razas, una ciudad multifacética y
multicultural donde aparentemente todo se conjugaba. En el “down town” cambiaba
por completo el panorama. Vivíamos relativamente cerca de “Castro” uno de los
colectivos “gays” más grandes del mundo, reducto del movimiento “hippy” que
comenzó también en estos lugares.
Si a esto le juntábamos el
“barrio negro”, el “barrio chino” y otras colectividades, teníamos el mosaico
completo. Por desgracia en medio de una apariencia de pacífica convivencia se
adolecía de una falta de paz, armonía y comunicación, entre mucha violencia y
discriminación con muchas luchas raciales. Las diferentes culturas y lenguas
luchaban por hegemonías confrontadas con mucha segregación racial. La primera
misión puso en evidencia la necesidad de unidad y de fraternidad. Solo la fe
nos hacía creer que era posible vivir como hermanos hijos del mismo Padre Dios.
Memorias de un peregrino 12
Vuelta a Salamanca. La Comunidad de la Calle Traviesa
Después de aquella experiencia
misionera que nos sirvió para abrir los ojos a la realidad de nuestro mundo, se
vio la necesidad que nos preparásemos bien para la misión con estudios de
filosofía y teología. Yo ya había cursado algunas materias en la Universidad de
San Francisco. Eran en inglés pero en contextos bien singulares. Historia de la
Iglesia la daba un pastor anglicano. Exégesis de las cartas católicas la daba
un pastor luterano, etc. A mi me ofrecían por los estudios universitarios que
tenía poder empezar estudios de licenciatura en Berkley haciendo un curso
“puente”. Pero no era una cuestión de “hacer carrera” sino de adquirir una
formación sólida, así que vimos la necesidad de formarnos en universidades
eclesiásticas. La mayor parte de los misioneros que salimos fuera volvimos a
España a estudiar. Salamanca era un buen
lugar ara estudios por su Universidad Pontificia, así que se inició una nueva
comunidad en Salamanca.
Para mí fue una oportunidad de
volver a mi tierra, a mis orígenes, y a la vez de profundizar en mi vocación
misionera, integrar en mi camino mis raíces y mi familia. La verdad que nunca
me lo hubiera imaginado. Nos fuimos a vivir a la antigua casa de mis abuelos,
por parte materna, n la calle Traviesa. Era como en la temprana infancia de
Jesús que fue llevado a Egipto para recoger toda la historia de su pueblo. Así
me sentía traído por el Señor a mi tierra, con los más exiliados de esta tierra
para volver los corazones al Señor. La casa totalmente abandonada en el casco
viejo de la ciudad, detrás del Patio de Escuelas de la Universidad. La gente al
principio pensaba que éramos unos “ocupas”, se creía que habíamos tomado la cas
“por asalto”. Este barrio, en general de población de gente mayor, se
transformaba totalmente por la noche, llenándose de “punkies” y “drogatas”. En
frente de la casa había un “pub” llamado Hipopótamo que era como el centro de
reunión de todos ellos.
De las memorias de este tiempo
guardo muchas realmente entrañables, desde ver a mi padre “el coronel”
reparando los tejados y la cas con nosotros y otro albañil que no se lo podía
creer, a los lazos que fuimos creando con generaciones tan distantes, los
vecinos y los jóvenes. Estos últimos acudían allí de todas partes, incluso más
allá de Salamanca, no a estudiar sino a vaguear y deambular por las calles de
mala manera. Recuerdo que después de inaugurar la casa con una misa tuvimos la
grata sorpresa de ver entrar en ella algunos de nuestros amigos “punkies” que
habíamos recibido en nuestra casa y los habíamos tratado de ayudar. Habíamos
puesto un cartel que rezaba: “Todos somos hermanos”. Algunas madres, entre
ellas la mía, nos miraban sorprendidos de los invitados, pero pronto eran las primeras en acogerlos. A la
par que nosotros les abrimos las puertas, ellos nos fueron abriendo su corazón
y dando a conocer las vidas tan rotas y experiencias tan duras que habían
vivido. Algunos se habían escapado de sus casas, habían pasado tiempo en la
cárcel, habían presenciado suicidios, robos, maltratos, etc. A pesar de todo,
como nuestra casa arruinada, entre sus escombros vislumbrabas su buen corazón y
ansia de sed de otro tipo de vida. Al ser acogidos, escuchados y amados como
eran, mostraron que eran también ellos capaces de gestos de amor muy grande.
Algunos de ellos se hicieron amigos y pasaban por casa a compartir con nosotros
incluso subiendo a la capilla que teníamos en el ático a orar, cosa inusual que
habían casi olvidado.
Memorias de un peregrino 13
Misionando entre los jóvenes
En el ambiente juvenil y
estudiantil de Salamanca no todos los jóvenes que íbamos conociendo eran de los
que acudían al “Hipopótamo” viviendo más de noche que de día. Los hubo también
de otros ambientes, atraídos por nuestra forma de vivir e inquietos por conocer
más a Jesús y ayudarnos a darlo a conocer. Para que lo pudieran experimentar
más cercano a sus vidas preparábamos algunos encuentros yéndonos a parte, como
hacía Jesús a lugares más tranquilos.
Recuerdo como con un grupo de
jóvenes nos fuimos a una casa de campo en la ribera del Tormes, cerca de Santa
Marta, a unos siete kilómetros de la ciudad. La ribera del Tormes, desde donde
se divisa la ciudad encantada, es como un lugar mágico que el mismo Unamuno
frecuentaba para sus meditaciones. Íbamos caminando con ellos por caminos a la
orilla del río como salió a caminar Jesús con los discípulos que iban a Emaús y
sentíamos al igual que ellos como ardían nuestros corazones por llegar aquel
lugar para estar más a solas con el Señor y poder escucharle más a fondo en lo
que Él quería para nuestras vidas.
Allí después de arreglar y acomodar
la casa pudimos improvisar una pequeña capilla. Allí de una manera muy humilde
pude revivir ahora con ellos la experiencia que me marcó tanto en los inicios
de mi vida misionera. Ver como todo un Dios tan grande quería abajarse a
semejante portal. Allí ellos mismos se sorprendían de ver un Dios tan grande en
amor que se venía a nosotros de manera tan pobre y humilde como mendigo a
mendigar nuestra amistad. Todo un Dios llamando a las puertas de nuestro
corazón para que se lo abriésemos de par en par hasta prender el fuego de su
amor.
Allí tuvimos espacios de oración
y de compartir con ellos muy conmovedores. Allí asistimos al paso de Dios por
nuestras vidas. De encuentros como este salieron jóvenes con los que iniciamos
un grupo misionero. Dos de ellos Pablo y Manolo entraron más tarde como
misioneros en nuestra comunidad.
Otro retiro de jóvenes lo tuvimos
en un colegio también situado en la ribera del Tormes a la salida de la ciudad.
Fue el encuentro más prolongado y más concurrido de todos lo que tuvimos. Dios
volvió a darnos prueba de cuan deseoso estaba de darse a conocer y derrocharse
en amor para despertar corazones ansiosos también por amar a lo grande. Fue
impresionante el entusiasmo de todos ellos. Acabamos en la Plaza mayor cantando
y bailando como borrachos de alegría. Se fue formado un corro con otros jóvenes
que hizo saltar y vibrar de alegría a toda la Plaza.
Memorias de un peregrino 14
Construyendo otros Centros
Después del tiempo en Salamanca
continué los estudios en Alcalá de Henares donde la propia Comunidad quiso
iniciar su propio Instituto Teológico asociado a la Universidad Pontificia
Urbaniana de Roma con una orientación más misionera. Los propios estudios
veíamos que se podían aprovechar más haciéndolos más aplicados a la vida y
viviéndoles más acorde a nuestra vocación misionera
Mientras realizaba los estudios
tuve varios intervalos para ayudar a proyectar, levantar y construir otros
centros misioneros en otras partes del mundo. Al igual que Siete Aguas se había
convertido en el Centro de formación y evangelización más fuerte que servía de
nexo y apoyo para todas las comunidades de Europa, a medida que la comunidad
iba creciendo, se vio también la necesidad de preparar otros centros. Donde más
urgía sobre todo era en Latinoamérica donde era más fuerte la labor misionera y
la demanda y respuesta de a gente.
Con mi formación de arquitecto
podía facilitar el proyecto y la ejecución sobre todo al inicio. Fue una
oportunidad de sanar la falta de motivación que encontré mientras estudiaba y
de dar aplicación a mis estudios anteriores con una nueva orientación y un
nuevo orden de valores. Era una arquitectura pobre y al servicio de los pobres
que realizábamos a través de medios muy sencillos aprovechando los recursos
naturales. Con escasez de medos técnicos y humanos era un medio de experimentar
la obra de Dios en mediaciones tan pobres y una oportunidad para mí de
acercarme a otras realidades.
Latinoamérica nada tenía que ver
con Norte América, aunque en la comunidad de San Francisco hubiese visto de
cerca parte del pueblo latino sobre todo de Centro América. Era entrar de lleno
en su propio contexto religioso y cultural y descubrir el potencial tan rico de
fe de este enorme continente americano.
Voy a hacer un breve recorrido de
lo que me supuso el tener nuevamente contacto a la realidad de este nuevo mundo
cargado de esperanza y pletórico de vida relatando algunas de las experiencias
construyendo los centros de Medellín en Colombia de Guadalajara en Méjico y de
San Cristóbal en Venezuela.
Memorias de un peregrino 15
El Centro de Medellín en Colombia
El Centro de Medellín fue sin
lugar a dudas el más dificultoso no solo por el contexto geográfico de la
topografía montañosa del lugar sino por el contexto socio político en que se
vivía en Colombia y sobre todo en Medellín de plena efervescencia de la
guerrilla. “Medallo Metrallo” como vulgarmente se decía era la sede de Pablo
Escobar. La ciudad estaba amenazada por los narcos y paramilitares y era común
las explosiones en las comisarías y otros puntos estratégicos. Cundía no sólo
la inseguridad sino el pánico en toda la ciudad. Era común encontrarse con
cuerpos envueltos en bolsas de plástico tirados en la cuneta de personas
asesinadas como si fueran objetos de desperdicio o basura.
Nos ofrecieron a las afueras
camino de San Pedro un lugar muy empinado en la montaña donde no se paraban en
pie ni las gallinas para construir el centro. Con estudiantes y profesores de la
Universiad de Ingienería de Caminos y Montes hicimos unas exploraciones para
ver la consistencia del terreno pues allí son muy comunes los desprendimientos.
Luego viendo las características tan accidentadas que complicaba el acceso y
transporte de materiales, optamos por un sistema de prefabricados. Así lo
proyectamos e iniciamos construyendo unos raíles como vía de paso y unas
plataformas donde ir levantando los pabellones.
Éramos apenas media docena de
misioneros así que recogimos personas de todo tipo, algunos jóvenes que habían
salido de la cárcel y que no tenían trabajo y les ofrecimos una experiencia de
trabajo con nosotros. Los fines de semana una compañía de transportes de camiones,
“La Tropicana”, nos ofreció empleados voluntarios que venían a ayudarnos con
gente del apostolado y nos juntábamos un gran grupo.
Los casi seis meses que pasé allí
trabajando fue una experiencia muy rica. Pude constatar el corazón generoso de
la gente que nos ofrecía ayuda de todo tipo y que cada una de las personas que
colaboraban con nosotros no sólo nos eran de gran utilidad en el trabajo sino
que por encima de todo eran muy valiosos para Dios. Algunos que recogimos de
ambientes muy hostiles y muy alejados de Dios tuvieron un acercamiento muy
grande a la fe y a la comunidad.
Recuerdo de un chico Álvaro que
estuvo con nosotros viviendo un mes, que su madre nos encomendó de manera
especial pues su cabeza tenía precio y estaba buscado por los narcos.
Conviviendo con nosotros pronto se contagió de nuestro espíritu misionero, cosa
que jamás hubiese imaginado, y pudo ayudar a otros jóvenes a salir de aquel
“infierno” y cambiar a otro tipo de
vida. No había obra de reconstrucción más grande que ayudar a trasformar un
corazón que había sido “una cueva de ladrones” en una nueva persona con un corazón
grande capaz de acoger e irradiar el amor de Dios.
Memorias de un peregrino 16
El centro de Guadalajara en Méjico
La primera evangelización de
Méjico curiosamente vino de las misiones del franciscano Fray Junípero Serra
que fueron descendiendo desde San Francisco, Los Ángeles, San Diego hasta
entrar en Méjico por Tijuana. Yo había tenido la suerte de hacer este recorrido
también misionando. Ahora llegaba el momento de introducirnos en esta nueva
tierra indo hispánica por siglos de la “nueva España”. Méjico a pesar de su
rica experiencia de fe, después de las luchas de los llamados “crisantos” y la
cerrada oposición al clericalismo centralista sufrió una gran secularización.
También Méjico, sede del primer encuentro del “CELAM” latinoamericano en Puebla,
sentía la necesidad de responder a una “nueva evangelización.
Este era nuestro deseo de
colaborar con un centro de evangelización. En Guadalajara se dio la posibilidad
de construir el centro también en lo alto de una montaña, “El Copo”, donde la
familia de una misionera nos ofrecía el terreno. Allí como en Medellín fueron
necesario grandes obras de infraestructura entre otras una gran represa para el
abastecimiento de aguas, recogiendo el agua de lluvias.
El día que estuvimos ubicando
donde íbamos a situar los pabellones cayó tal tromba de agua que la vereda que
cruzaba por un arroyo entre dos localidades llamadas El Salto y La Fe quedo
totalmente inundada de agua impidiendo totalmente el acceso. Fue una verdadera
odisea “pasarlo” y un augurio de todo lo que se debía “pasar” para levantar
aquel centro.
Para mi fue también una
experiencia muy rica abrirme de nuevo a la realidad del pueblo mejicano que ya
había conocido en San Francisco pero ahora desde su propia tierra. Méjico es
una tierra de contrastes. En los extrarradios de Guadalajara se instalaba gente
provinciana sin apenas recursos. En un lugar conocido como “El Cerro” se
ubicaban los llamado “paracaidistas” gente caída como del cielo, sin nada, que
vivía en chabolas de lata o de cartón, sin los servicios indispensables de
agua, sin luz ni alcantarillado. Allí colaboramos también en levantar una
capilla, comedores y talleres de trabajo para toda esta gente tan pobre. Se
organizó también una experiencia de trabajo con jóvenes de España que vinieron
durante un verano a colaborar con nosotros.
Pudimos mejorar las condiciones
de vida en que vivían, algunos como en “una caseta de un perro” y ofrecerles un
medio más digno de vida sobre todo compartiendo con ellos la palabra de Dios.
Sorprendía ver a gente que no sabía ni a penas leer, misionando y recorriendo
esos parajes con nosotros, eran como decían ellos “los guaraches de Cristo”.
Participamos también con los
mismos estudiantes que nos habían ayudado en las construcciones del “Cerro” en
Guadalajara en unas misiones en Querétaro. Fue también una experiencia
inolvidable.
Memorias de un peregrino 17
El Centro de San Cristóbal en Venezuela
En Venezuela teníamos una pequeña
comunidad en San Cristóbal que fue creciendo cada vez más. También allí se
pensó en levantar un centro. Al principio se pensó en un lugar también alto en
una montaña de Barquisimeto. Nos proporcionaron un pequeño terreno “el
Cedralito” y allí se inició de una forma muy sencilla levantando unos
pabellones pero pronto se vio que el lugar era demasiado pequeño, muy distante
de la ciudad, de difícil acceso y mal comunicado. Así que se pensó en levantar
el centro más cercano a San Cristóbal en otro terreno mucho más grande en
extensión y muy bien comunicado.
Allí fue necesario también crear
toda una infraestructura porque era puro monte aunque no tan accidentado como
Barquisimeto. A la par del proyecto de la construcción del nuevo centro tuve
oportunidad de conocer otras comunidades de Venezuela, la de Caracas y la
región del Táchira donde participamos en unas jornadas misioneras. Se trataba
de la llamada “Misión Nacional” en cuya animación misionera participaba muy
activamente la comunidad. La gente del Táchira ya próxima a Colombia, por lo
general era muy sencilla con un espíritu muy abierto y misionero. La realidad
aunque por la proximidad con Colombia era siempre un “paso” para los
narcotraficantes de droga, no era ni tan conflictivo, viciado y corrupto como
lo era Medellín.
Nuestro nuevo centro quería
responder a esta llamada del continente latinoamericano a una nueva
evangelización como se desprendía de los documentos del “CELAM” de “Puebla” y
“Medellín”. En un país con una población formada por mezcla de blancos con
indios, donde originariamente se dio la esclavitud y el mercado y tráfico de
negros, salteado por toda una serie de crisis a nivel social y político, donde
pareciera que el único valor se lo da las explotaciones petrolíferas sentíamos
la urgencia de dar a conocer otro valor inviolable de toda vida humana fuera el
color o la condición social que fuera promoviendo una fraternidad universal.
Como dice el himno venezolano compuesto por Vicente Salias y Juan José Landeta:
“unidas con lazos que el cielo formó, la América toda existe en Nación”.
Esto no solo está inscrito en la
propia naturaleza humana sino sin duda fue también el ideal que los mismos
próceres San Martín y Simón Bolívar inspirados por los maestros de Salamanca,
Fray Vitoria y Bartolomé de las Casas, entre otros, quisieron infundir en estos
pueblos.
Memorias de un peregrino 18
Los últimos años de Teología en Alcalá de Henares
Todos los tiempos de trabajos
fueron aprovechando intervalos e vacaciones o interrumpiendo los estudios
teológicos que luego retomaba en Alcalá en nuestro propio Instituto Teológico.
Para consolidar tal formación al interno de la comunidad nos trasladamos a
Alcalá de Henares. Nos dejaron reutilizar e Antiguo Palacio Arzobispal que por
aquel entonces estaba abandonado. De nuevo volvía a ocurrir que aquella ciudad
donde proyectaba en COPLACO su plan de extensión era esa misma la que ahora era
objeto de un plan de evangelización. De nuevo pudimos acondicionarlo para las
clases convirtiéndolo en nuestro nuevo centro de estudios y apostolado. Tenía
como ventaja estar en un contexto universitario, próximo a Madrid y a sus
universidades. Pudimos insertarnos en ellas tomando capellanías y entrando a
colaborar en la pastoral universitaria. Así que combinábamos las clases de
teología con la evangelización en directo con el mundo universitario. De nuevo
ocurrió algo insospechado y sorprendente para mí. La misma ETSA donde yo había
estudiado y tenido toda la formación de arquitecto, podía ahora ofrecer e ella
toda mi formación y experiencia misionera.
Organizamos en la ETSA unas
charlas conferencias bajo el nombre de “La arquitectura del pobre, entre los
más pobres”. Tras una charla con proyección de diapositivas de los trabajos
realizados en los centros misioneros donde había trabajado, abríamos una forma
nueva de vivir y de responder con nuestra formación de arquitecto a la
construcción de un mundo más humano y fraterno. En el forum abierto pudimos
contestar a toda clase de preguntas e inquietudes que surgían. Fue una preciosa
oportunidad para mí de revertir en mi misma escuela donde estudié los sueños,
las motivaciones, las expectaciones que en mí se despertaron de hacer una
arquitectura más humana respondiendo no a intereses especulativos o marquetinero
sino a las necesidades reales i más profundas de nuestro mundo. Conocí más
tarde a otro arquitecto que terminó siendo sacerdote y que recordaba lo que le
impactaron esos encuentros y que fruto de ello se despertó en él su inquietud
vocacional. De nuevo se hacía manifiesto la obra del Señor: “los que sembraban
con lágrimas cosechan entre cantares”.
Paso a contar otra de las
experiencias que guardo en la memoria. Nosotros vivíamos en unos pisos que nos
dejaron en la Calle Mayor frente al Hospitalillo donde se albergó San Ignacio.
Trasportábamos la comida en ollas desde el palacio y la gente cariñosamente nos
llamaban “los chicos de la ollas”. Con los mismos carros que trasportábamos las
ollas nos íbamos al mercado para aprovechar de lo que tiraban. Una de las veces
que estaba recogiendo desperdicios observé una uvas que a mi parecer ya estaban
pasadas y no merecía la pena recoger. El Señor me hizo ver que no las
desperdiciara, que todo par él tiene valor. Me vino ala memoria la cantidad de gente
que tiene que comer escarbando en los basurales. Recogí aquellas uvas medio
machacadas y las llevé a casa. Uno de los misioneros preparó un jugo de uvas
que parecía el moscatel más dulce. Al final del día al celebrar la eucaristía,
en el momento de las ofrendas y presentar el vino recorred me vino ala memoria
¿recuerdas las uvas que te parecía no servían para nada? Fruto de la
acción del Espíritu Dos las convierte en
su Precisa Sangre de valor impagable, incalculable. Aquella lección me serviría
después para cambiar mi percepción de la realidad y percatarme de la valoración
de Dios tan distinta a la nuestra.
Memorias de un peregrino 19
Preparando la infraestructura de un nuevo Centro en Loeches
Estando en Alcalá empezamos a
buscar en los alrededores terrenos para levantar un nuevo centro pues el
Palacio prestado por un tiempo lo debíamos dejar y veíamos bueno localizarlo en
un paraje un poco más apartado del núcleo urbano. A través de una familia de
terratenientes, “los Corsini”, se nos facilitó una gran extensión de terreno
cerca de Mejorada del Campo. El lugar despoblado y casi desértico era sinuoso
con unos montículos y posibilitaba la distribución de distintas zonas para
misioneros, misioneras, matrimonios, una casa de ejercicios y el centro de teología.
Así que poco a poco nos lanzamos
a la nueva aventura de creer que aquel desierto podría convertirse en un
vergel. Aquel terreno no era urbanizable sí que tuvimos que presentar en “COPLACO”
un plan especial y en la “ETSAM” un proyecto original para este centro de
evangelización En ambos organismos volvió a darse la paradoja increíble que
aceptaran la inusitada propuesta. Más increíble aún fue la forma en que se fue
dando la previa preparación de infraestructura. No había ni redes de acceso, ni
agua, ni luz y parecía algo imposible para los medios que contábamos. Fue de nuevo fiarnos de la Providencia y que la
obra que es de Dios corre de su cuenta su realización porque nada hay imposible
para él.
Quisimos iniciar alguna ruta de
acceso al nuevo centro y nos pusimos a desmontar con azadón, a pico y para
abrir una pequeña vereda. Viéndonos trabajar y sudar “a gota gorda”, se paró un
“Land Rover” de doble tracción a preguntar lo que estábamos haciendo. Al
informarle y ver tan desmesurado intento y las ganas que poníamos nos dijo que
era un encargado de “Agromán”, una empresa de construcción de autopistas, se le
ocurría dejaros unas máquinas que probaban antes de ponerlas a trabajar. Así se
convirtió nuestro lugar en unas semanas de puesta a punto para una excavadora y
niveladora con las que pudimos hacer todos los accesos y explanaciones
necesarias para llevar a cabo las obras. De igual manera nos pasó con el
abastecimiento de aguas. Primero intentamos a través de un conocido de Valencia
experto en hacer pozos. Se hizo una perforación pero con la constatación de que
las aguas eran calizas y salitrosas de forma que todo se quemaba allí por donde
pasaba. No servían no solo para beber sino incluso para regar. Cuando habíamos
casi perdido la esperanza a través de unos contactos entramos a tramitarlo con
el Canal de Isabel II que nos concedió un permiso especial para conectar con la
rede de agua urbana de Mejorada. Tuvimos con otra máquina hacer una zanja de
varios kilómetros para conseguir una red que abasteciera el centro.
Fue así un constatar paso a paso
que a través de mediaciones tan pobres y sencillas como eran las nuestras Dios
hacía fructificar sorprendentemente su obra viendo con nuestros propios ojos el
milagro de “la multiplicación de los cinco panes y los dos peces para dar de
comer a las multitudes”. Pero más maravilloso ver lo que Dios seguía obrando en
los corazones. El mismo ingeniero que invitamos a una celebración para la
puesta de la primera piedra nos decía convencido que creía que la fe del tamaño
de un granito de mostaza es capaz de mover montañas. Dios que no puede nada
frente a la montaña de nuestra incredulidad, cerrazón y orgullo es capaz de
hacer derretir nuestros duros corazones de piedra y darnos un nuevo corazón de
carne capaz de conmoverse ante la obra de Dios.
Memorias de un peregrino 20
Cierto desánimo y cansancio en la vocación
En todo este inicio de formación
y misión que conllevaba la vocación misionera no todo fue fácil. Frente al
entusiasmo de los primeros momentos de la vocación también uno pasa por
momentos o etapas de cierto desánimo y cansancio en la vocación. Es importante
tratar de dar un poco marcha atrás y de examinar la causa. Es verdad que las
dificultades forman parte del propio proceso de formación y maduración en el
seguimiento de Cristo. Jesús mismo es el primero en poner las condiciones para
que se de el verdadero seguimiento: “El que no toma su cruz y me sigue no puede
ser discípulo mío”.
No basta proponerse un ideal ni
un proyecto de vida. Nuestros modelos de identificación a veces fallan porque son humanos lo mismo
que nosotros y es preciso afianzarse en el sólido fundamento que es Jesús y en
las condiciones que nos pone en los evangelios.. Frente a los ídolos o las
idealizaciones que nos hacemos en la misma vocación, más tarde o temprano
topamos con nuestros propios límites y
es preciso reconocerlos.
Sólo desde el reconocimiento y la
aceptación de nuestros propios límites y de los otros e pasa de un seguimiento
ideal a uno más real. Una de las dificultades propias del seguimiento es la
búsqueda de la propia autorrealización, búsqueda de la buena imagen o gloria
humana, el quedar acaparado por la mirada y valoración de los demás, la
búsqueda del triunfo y las grandes conquistas aunque sean por el Reino, no caben
en el seguimiento más genuino de Jesús.
El amor a la propia vocación
puede esconder mucho de amor propio y es preciso el desprendimiento de uno
mismo para poder lanzarse confiadamente a la construcción del Reino no
fiándonos de nuestras fuerzas sino confiando en la fuerza de Dios.
Es entonces donde Dios interviene
para arraigarnos y hacernos crecer en humildad entrando por caminos de pobreza
y despojo que nosotros mismos no buscaríamos: “El que quiera ser grande que se
haga pequeño porque yo el Señor no he venido a ser servido sino a servir y dar
mi vida por muchos”. El siendo el más grande, se hizo el más pequeño sin
dejarse llevar por las glorias y grandezas humanas hasta someterse hasta la
cruz. Nosotros nos vemos tentados por el deseo de dominar de controlarlo todo
pretendiendo a veces llevar las propias riendas de la vocación y llegan
momentos done parece que todo se tambalea.
Son sin duda la llamada que nos
hace el Señor a convertirnos a Él y a sus caminos. Una constante en la historia
de salvación es que Dios elige lo pobre lo humilde ya los que nos creemos
fuertes se las ingenia para derribarnos de nuestras fortalezas. Es sin duda una
llamada a caminar desde una pobreza periférica y externa sino una pobreza
interior aceptando y reconociendo nuestras propias pobrezas. A pesar de ser tan
patente la obra y la acción de Dios también a veces experimentamos las
resistencias a su acción. Siempre está el peligro de adueñarse de la propia
obra. Era el momento de percibir que Dios me pedía estar dispuesto no a
agradarte con mis obras sino a dejarme y atreverme a dejarme hacer yo mismo tu
obra.
Memorias de un peregrino 21
La obra del desmonte interior
Yo a primera vista no había
tenido ninguna duda frente a mi vocación ni había experimentado por llamar
ninguna crisis en la vocación pero sin embargo no podía negar que pasaba por
momentos de cierto desánimo y cansancio no solo debido al agotamiento físico
sino también como cierto desgaste espiritual.
La formación poco a poco me daba
cuenta que se trataba de todo un camino de integración y reconciliación. La
verdad es que lo que más se precisaba y costaba era aprender a conjugar
aspectos para no vivir oponiéndolos continuamente. Durante la formación
tratábamos de revisar lo que denominábamos los “cuatro ejercicios”: oración, fraternidad,
misión y cruz. Todos estaban interrelacionados y se unían transversalmente.
Pero la percepción que se nos transmitía era que cuando estábamos trabajando,
no estábamos orando, cuando estábamos orando no estábamos misionando y no
llegábamos a saber que teníamos qué hacer como si nunca llegásemos a la talla
del misionero ideal.
En nuestras revisiones de vida
íbamos descubriendo como solamente desde el trato con el Señor mantenido
durante toda la jornada y traspasado por el misterio de su cruz se podían
lentamente integrar todos los aspectos en una conversión constante y desde una
vivencia de la humildad como requisito indispensable en nuestra identificación
con Cristo no buscando nuestro propio interés sino haciendo en todo su
voluntad.
Toda esta última etapa la
resumiría como el trabajo interior que va haciendo el Señor con la intención de
desarmar al “aguerrido Goliat” para convertirlo en un “pequeño David”. Me
sentía aún como muchas corazas tratando de mostrarme fuerte para salir
victorioso de todas las empresas y me costaba quedar desarmado en mis pobrezas
dejando al Señor ser el fuerte en mi vida. Había hecho mis votos perpetuos muy
joven cuando a penas llevaba cinco años en la comunidad ahora cinco años después aparecía otro paso
más comprometedor todavía el sacerdocio. Era como una doble llamada que sentía
a una identificación más fuete con Cristo, mas protagonismo de Cristo par
quedar yo más a la sombra: “El tenía que crecer y yo que disminuir”.
El Señor más que hacer obras me
llamaba a una identificación más profunda con él. El seguimiento no es tanto
una vinculación a un proyecto sino a una adhesión a una persona. Y sólo se
puede llegar a ser como Jesús con Jesús. Es una llamada que supone toda una
vida y para toda una vida y más que renuncia supone adquisición.
Memorias de un peregrino 22
El diaconado y la inmediata preparación para la ordenación
Según íbamos acabando la teología
surgía la pregunta: ¿estábamos o no preparados para iniciar los pasos previos de
preparación para recibir el ministerio sacerdotal? El ministerio sacerdotal más
allá de una preparación es una llamada A la vocación misionera se le sumaba
otra vocación específica la llamada al sacerdocio. Las órdenes menores y mucho
más el diaconado eran os pasos previos al sacerdocio pero era necesario
interiorizar y discernir esa llamada más allá de tener los estudios acabados.
En la experiencia misionera
sentía nuclear en la misión no sólo responder a las múltiples necesidades
materiales sino tratar de poner a las personas en contacto con Cristo
llevándolas al encuentro con él. Sólo él es el Salvador, el que quita el pecado
del mundo. Sentía a la vez que el mismo Señor ha querido mediarse de los
hombres para llevar esa salvación, el perdón de los pecados y sobre todo su
presencia sacramental a través de la eucaristía. La llamada sacerdotal la
sentía ya incoada en el principio de la llamada desde esta conformación a
Cristo y este hecho eucaristía. En la total entrega de la vida que resuena en
las palabras del sacerdote en la consagración: “este es mi Cuerpo entregado por
vosotros y haced esto que yo hago en memoria mía” sentía que el Señor deseaba
entregarse y perpetuar su entrega de amor por el mundo a través de mi propia
vida. No me sentía ni digno ni apto para ello pero confiaba en que él me iría
haciendo digno y me capacitaría si era él quien me llamaba.
Me daba cuenta que sólo podía
responder a la llamada de ser sacerdote misionero dejándole a él la plena
soberanía e iniciativa. No era una cuestión de habilidades sino de total
confianza. Aunque me sintiera sin fuerzas él me las daría. El me llamaba no
porque fuera digno ni que fuera capaz sino
para él hacerme digno y capaz. Me reconfortó mucho sus palabras: “No he venido
a llamar a los justos sin a los pecadores” y “Una vez fortalecido, fortalece a
tus hermanos”.
Fue pues un momento de total
abandono. Él sabía con quien contaba y más allá de mi percepción de indignidad,
inutilidad o incapacidad era él quien e escogía y me llamaba por mi nombre aunque
yo como Pedro intentara evadirlo: “déjame, que soy un pecador…no temas, confía
en mí, o te haré llegar a ser pescador de hombres”
Verdaderamente es un poder y una
tarea sobre humana que viene de lo alto. Ya en mi primera llamada percibía que
el misterio de su encarnación no acababa en su humanidad sino que abraza toda
nuestra humanidad. Percataba mi pobreza y me debilidad pero que su gracia se
haría manifiesta en mi debilidad, el mismo Señor actuaría en mí y por medio de
mí. “No temas, yo estaré contigo, no me elegisteis vosotros a mí fui yo quien
os elijo y os envío”.
Había llegado el momento de
cosechar la siembra. Me había estado formando y preparando y era el momento de
abandonar las herramientas lanzarme a
trabajar y sembrar su palabra por el mundo.
Memorias de un peregrino 23
La Peregrinación a Santiago de Compostela
Fue Santiago, el intrépido
apóstol, con su hermano Juan que, sin pensarlo dos veces buscando los primeros
lugares, respondieron a la osada pregunta del Señor “¿estáis dispuestos a beber
el cáliz que yo he de beber?. Estamos dispuestos”. Verdaderamente no sabía lo
que decía, pero el Señor tuvo a bien hacerle partícipe de su mismo cáliz. Fue
el primero de los apóstoles en derramar su sangre por el Señor. Santiago de
alguna manera salió a mi paso.
Con motivo de la JMJ, Jornada
Mundial de Jóvenes con Juan Pablo II en Santiago, la pastoral universitaria de
Madrid organizó una peregrinación a Santiago con jóvenes universitarios. Como
nosotros estábamos trabajando en la pastoral universitaria vimos que se trataba
de una oportunidad única para aprovechar. En un principio yo no contaba con ir,
ni había estado en el grupo coordinador en toda la preparación anterior, ni me
sentía con fuerzas para hacer semejante caminata a pie. La iniciativa me vino
por sorpresa en último omento y la acepté como venida del Señor. Era el mismo
Señor que a través de su apóstol me salía al encuentro.
Nunca me imaginé el fruto de
aquella peregrinación no solo para mí sino para muchos de los jóvenes que
participaron. Para uno fue una verdadera llamada del Señor y se despertaron
varias vocaciones. Para otros, como lo fue para mí, fue una renovación o
confirmación de la llamada del Señor. Se trataba de un momento decisivo frente
a m vocación. Me estaba preparando para
mi último paso al sacerdocio. Se trataba de un paso decisivo y suponía para
mí un momento también decisivo. Sentía la llamada al abandono confiado, a no
confiar en mis fuerzas sino en la acción de su gracia. Así que fue como un
ponerme en camino, caminar en la fe consciente que se abría una nueva etapa en
mi vida. La vida en sí misma es una peregrinación hacia la última meta y
conlleva una sucesión de etapas, nacimientos y muertes a través de distintas
conversiones. Cada etapa supone una renovación, transformación y adecuación
para la posterior. Cuando era mucho más consciente de mis propios límites era
el momento oportuno para de nuevo fiarme y experimentar la fuerza de Dios.
La peregrinación a Santiago fue
una hermosa experiencia de hacer “el camino” como un auténtico peregrino.
Aunque caminábamos en grupo lo hicimos de forma que todos pudiéramos hacer esta
experiencia de camino personal interior. Necesitaba hacer este camino interior,
aprender a caminar hacia dentro para descubrir que el Dios que nos va
trabajando por dentro. Dejare entrar y transformar hasta lo más profundo del
ser o s algo que se alcance por las propias fuerzas ni mediante empeños ascéticos.
Es pura gracia, obra de su infinita misericordia. Contradictoriamente a lo que
uno pensara no es a partir de un perfeccionamiento exterior sino de un
empobrecimiento interior como Dios mismo quería realizar su obra, para que
quede de manifiesto que es de él y no nuestra.
Memorias de un peregrino 24
“Excursus” sobre los encuentros mundiales de juventud, las JMJ
Las JMJ diríamos que tiene toda una prehistoria. El
hermano Roger empieza a convocar a jóvenes de todo el mundo para unas jornadas
de reflexión y oración. A su vez en Latinoamérica se despierta un gran interés
por las peregrinaciones a santuarios marianos. Toma mucho relieve en Argentina
la peregrinación de jóvenes a Luján. Tanto el hermano Roger como el cardenal
Pironio van a animar a Juan Pablo II a hacer una gran convocatoria de jóvenes
de todo el mundo. En 1984 más de 300.000 jóvenes de todo el mundo acudieron a
Roma para el Jubileo Internacional de la Juventud el domingo de Ramos en la
Plaza de San Pedro. Estaban respondiendo así a la invitación del Papa de
celebrar el Año Santo de la Redención 1983-1984, marcando el 1950 aniversario
de la de la muerte y resurrección de Jesucristo.
Diríamos que
el hecho fundante de las JMJ fue este Jubileo llamado Jubileo Internacional de la Juventud,
en recuerdo de la muerte de Jesucristo 1950 años atrás. Los 300.000 jóvenes
procedentes de todas las partes del mundo fueron albergados por cerca de 6.000
familias romanas. En esa vigilia del Jubileo
internacional de jóvenes participaron muchos obispos y estaban también
presentes como testigos privilegiados el Hermano Roger y la Madre Teresa. Abrumado por el
gran numero de personas, la noche antes del domingo de Ramos, el Papa dijo a
los jóvenes: "Que fantástico
espectáculo veros todos aquí hoy! ¿Quién dijo que los jóvenes de hoy en día
habían perdido sus valores? ¿Quién dice que no se puede contar con ellos?"
Fue así como empezó la búsqueda personal del Papa
para que este magnifico encuentro de fe de los jóvenes se convirtiese en algo
mas permanente. Un año después, la Organización de las Naciones Unidas
proclamaron 1985 como el "Año Internacional de la Juventud". El Papa
vio en esa ocasión una maravillosa oportunidad para organizar otro gran
encuentro de jóvenes para ese año e invito a los jóvenes del mundo a celebrar
con él el Domingo de Ramos en Roma, más de 350.000 jóvenes respondieron a su
llamada. Inspirado por esos dos grandes eventos, el Papa Juan Pablo II deseo
que los jóvenes del mundo pudiesen celebrar y contagiar la fe de forma más
continuada.
El Papa Juan Pablo II, que tuvo
siempre un amor muy especial por los jóvenes instituyó así la Jornada Mundial
de la Juventud, JMJ. En la homilía en la vigilia del Domingo de Ramos de 1985
dijo: "El Señor bendijo el
encuentro con los jóvenes de una manera extraordinaria en la medida en que un
Día Mundial de la Juventud fue creado para los próximos años que se celebra el
Domingo de Ramos”. Así los encuentro con la juventud se irán realizando
alternativamente uno en Roma y otro fuera.”. Por
primera vez en la historia un Papa dedica una carta para la juventud y los
convoca a una aventura inusitada. Juan Pablo II aparece como un
verdadero peregrino del mundo siguiendo los pasos de Pablo VI, y
constituyéndose en el mayor viajero del mundo.
Después de su atentado en 1981 el
Papa sale fortalecido y bajo la inspiración del Cardenal Pironio inicia los
encuentros mundiales de juventud. Con una gran visión el Papa se lanza a
redescubrir la importancia de las peregrinaciones dentro del cristianismo. Europa la considera tierra de misión
al pasar por todo un proceso de secularización y hace un verdadero llamamiento
a que Europa descubra sus raíces y recobra su fe y recupera su identidad. Sin
duda este fue el punto de mira cuando pensó en Santiago de Compostela para la
JMJ de 1989.
Memorias de un peregrino 25
Mi participación en las JMJ
Los JMJ han sido celebrados indistintos lugares del
mundo: Buenos Aires en 1987, Santiago de Compostela en 1989, Czestochowa en
1991, Denver en 1993, Manila en 1995, París en 1997, Roma en 2000, Toronto en
2002, Colonia en 2005, Sydney en 2008, Madrid en 2011. Yo tendría el privilegio
de participar en tres jornadas: Una Primera en Santiago de Compostela en 1989.
Otra segunda en Filipinas Manila en 1995 y una tercera en Colonia en 2005.
Estas jornadas serían determinantes en mi vida misionera
Las jornadas
mundiales de la juventud se convertirán en un verdadero peregrinaje de
fe no solo para el Papa sino para multitud de jóvenes. Fue sin duda la gran
inspiración de Juan Pablo II podernos incluir a todos en esta gran
peregrinación de fe. Como el propio Papa dijo en la primer JMJ celebrado en la
Plaza de San Pedro el Domingo de Ramos de 1986, “yo como peregrino os invito a
entrar en la constante peregrinación de la fe”.
A través de las JMJ los jóvenes fuimos invitados a
hacernos peregrinos por los caminos del mundo. Esta peregrinación del pueblo
joven construye puentes de fraternidad y de esperanza entre los continentes,
los pueblos y las culturas. Es un camino siempre en movimiento, como la vida
misma. El Papa Juan Pablo II pidió a los jóvenes que se animasen a ser
protagonistas de la evangelización y artífices de la renovación social.
Creo que para muchos jóvenes las Jornadas Mundiales de
la Juventud han supuesto una experiencia inolvidable. Conocer a jóvenes
cristianos de todo el mundo, celebrar juntos el encuentro como una gran fiesta
y de este modo hacer experiencia de vivenciar la fe y nuestro ser iglesia de
una manera nueva.
Los que hemos participado en las JMJ hemos quedado
profundamente conmovidos por el encuentro con el Papa y la fuerza de su
mensaje. El Papa puso grandes esperanzas en los jóvenes y no quedaron
defraudadas. La experiencia de la fe tan preciosa vivida en los encuentros fue
capaz de unirnos a los jóvenes en una experiencia más allá de países, idiomas y
culturas, de fortalecernos en el camino personal, en nuestro sentirnos Iglesia
y forjadores de un futuro, constructores de la nueva civilización del amor.
Somos testigos que han sido muchos los que experimentaron una orientación nueva
y todos salimos enriquecidos con una nueva energía para seguir el propio camino
de fe. La JMJ es sin duda una experiencia
incomparable, al tener la oportunidad de estar con jóvenes de todo el mundo y
ver la magnitud de la fe cristiana. Participando de las actividades,
compartiendo con otros, puede descubrirse un nuevo rostro de iglesia joven.
Frente a la impresión que
uno tiene de que la juventud está mal o perdida uno percata que existe otra
cara de la juventud llena de fuerzas capaz de transformar la realidad frente al
futuro tantas veces incierto.
Tras el primer encuentro
mundial de jóvenes en Roma en 1986 y la primera JMJ en Argentina en 1987, han
sido realizadas XXII JMJ hasta el día de hoy, cada dos o tres
años, en diferentes lugares se ha ido consolidando toda una nueva
tradición en la Iglesia, subrayando el indispensable dinamismo del compromiso
apostólico de los jóvenes, tanto en una dimensión misionera y universal.
Memorias de un peregrino 26
La JMJ de Santiago de Compostela en España del 19 al 21 de agosto de 1981
Del 19 al 21 de Agosto de
1989 tiene lugar en Santiago de Compostela el segundo encuentro mundial de
jóvenes JMJ. Esta II JMJ origina un verdadero resurgir de la ruta jacobea y la
peregrinación a Compostela. El viaje del Papa a Santiago de Compostela primero
y luego al santuario de Zesna Gora en Czhestochowa despierta un verdadero
renacimiento de las peregrinaciones. El Papa en su carta a los jóvenes invita a
todos a ponernos en camino como peregrinos en la fe. “La peregrinación nos pone en búsqueda de más allá. La peregrinación
tiene un significado espiritual muy profundo y puede constituir, ya de por sí,
una importante catequesis La Iglesia es un pueblo de Dios en camino, en busca
de la ciudad futura y perenne. Hoy día hay en el mundo un resurgir de de la
práctica de la peregrinación sobre todo en la juventud. Retomad el espíritu de
los antiguos peregrinos.
Estoy seguro que gracias a vuestro entusiasmo juvenil
el Camino de Santiago tendrá en este año un nuevo y rico desarrollo. Caminad
pues, lo digo a todos vosotros jóvenes peregrinos del Camino de Santiago.
Durante los días de la peregrinación procurad asumir nuevamente el espíritu de
los antiguos peregrinos, valientes testigos de la fe cristiana. A lo largo del
Camino aprended a descubrir a Jesús que es nuestro Camino, Verdad y Vida. Que
mi bendición apostólica os acompañe como signo de aliento y de mis votos para
todo el recorrido”.
Nuestra
peregrinación a Santiago tuvo como colofón y broche de oro la JMJ convocada por
Juan Pablo II Allí en el Monte del Gozo del 17 al 21 de agosto nos convocamos
cerca de dos millones de jóvenes venidos de todas partes del mundo para
participar en esta II JMJ. Para esto se instaló con carpas y tiendas de
campañas gigantes toda una ciudad ambulante acogida de todos los peregrinos.
Durante la semana previa se desarrollaron todo un montón de actividades en la
ciudad se santiago que se llenó de algarabía y de fiesta. El Papa asistió en el
Monte del Gozo a la gran vigilia la noche del sábado y a misa del domingo. El Papa propuso al beato hermano Rafael como
patrono de la JMJ y modelo a seguir para todos los jóvenes.. El Papa
comunicó la sede de la próxima III JMJ durante la celebración de clausura de
la JMJ 989, la ciudad elegida fue Czestochowa, Polonia.
En sí la JMJ
es un momento privilegiado para descubrir la vocación personal. “Estáis entre
los más sensibles que reviven hoy la peregrinación como camino de renovación
interior, de profundización de la fe, del fortalecimiento del sentid de
comunión y de solidaridad con los hermanos y como medio para descubrir la
vocación personal”. Tras la JMJ en Santiago de Compostela fueron muchos los
frutos que recogimos. Además de la riquísima experiencia personal fuimos
testigos del despertar de muchas vocaciones. Además fue todo un despertar del
sueño jacobeo de Compostela. La antiquísima ruta del Camino de Santiago cobró
nuevamente vida. Juan Pablo II rescata
los centros de peregrinación nucleares y por rutas antiguas de fe impulsó para
que empezaran a ser nuevas. El primer milenio supuso el encuentro con muchos
pueblos que por medio de las peregrinaciones
vehicularon el cristianismo. Con el viaje de Juan Pablo II se vuelve a
recobrar la importancia nuclear de este centro de peregrinación dentro del
cristianismo de toda Europa. Compostela tuvo un papel preponderante en el
primer milenio para la formación de Europa y su identidad cultural. Frente a la
cultura del consumismo y del deseo, el Papa llama a volver a las raíces de fe.
La fe cristiana es parte determinante de los fundamentos de la cultura europea.
La fe y el cristianismo han dado forma a Europa acuñando en ella valores fundamentales. Europa es un
continente nacido de la fuerza aglutinante del cristianismo que ha sabido
integrar a pueblos y culturas muy diferentes íntimamente vinculados a la
cultura occidental europea.
Memorias de un peregrino 27
El mensaje de Juan Pablo II a los jóvenes reunidos en la II JMJ del
mudo entero
Cada jornada ha tenido un lema. La invitación
inicial que el Papa hizo en noviembre de 1984 para el Domingo de Ramos fue para celebrar, proclamar, testimoniar juntos que Cristo es nuestra paz y propuso el lema: “Ustedes son
llamados a construir la paz”. En la I
JMJ en Buenos Aires, Argentina del 11 al 12 de abril de 1987 el lema fue:
“Hemos conocido y hemos creído en el amor que Dios nos tiene”. El lema de la II
JMJ de 1989 en Santiago de Compostela fue: “Yo soy el Camino, la Verdad y la
Vida”.
La
II Jornada tuvo distintos mensajes. Uno previo a la jornada en una carta para
los jóvenes. “Poneos en camino y
descubrir a Jesús peregrino entre nosotros”. Luego en distintos momentos
de la jornada: "Compostela, hogar espacioso”, en
el mensaje durante el Rito del peregrino delante de la Catedral de Santiago de
Compostela “Señor Santiago necesitamos de tu ardor e intrepidez” en la oración delante de la tumba del Apóstol
Santiago. En Santiago de Compostela, "Vosotros habéis llegado antes que nadie” en el mensaje
durante el encuentro con los jóvenes enfermos y minusválidos. Finalmente el
lema del encuentro, Jesucristo, camino, verdad y vida” en el mensaje en el
encuentro con los jóvenes en el Monte del Gozo. Durante la vigilia, "No tengáis miedo de ser santos” como llamada de esperanza a
los casi un millón de jóvenes en el Monte del Gozo. Propone el ideal de santidad para todos, “no tengan miedo a ser
santos”, y propone el ideal del beato Rafael. Al finalizar el encuentro, "Mira la estrella, invoca a María", en el mensaje de clausura
de la JMJ.
La II JMJ realizada en Santiago de
Compostela fue una ocasión especial para
convocar y participar toda la Iglesia universal en una experiencia de comunión
espiritual también con aquellos que por cualquier razón no pueden estar
presentes. En Santiago se dieron cita jóvenes representando iglesias
particulares de todo el mundo. Era claro su interés por despertar el sueño de
Santiago. “El Camino de Santiago y el ímpetu evangelizador será de todos
vosotros. Santiago es un lugar que ha tenido un papel de gran importancia en la
historia del cristianismo; por esto, por sí solo ya transmite a todos un
mensaje espiritual muy elocuente. Durante siglos fue punto de atracción y
convergencia para Europa y toda la cristiandad. Europa entera se reunió
alrededor de la memoria de Santiago en esos mismos siglos en que se construía
como continente homogéneo y unido espiritualmente”, tomad la herencia y como
peregrinos poneos en Camino.
“No tengan miedo a ser santos y testigos, eslabones de una cadena de
testigos de fe. Junto a la Tumba de Santiago queremos aprender que nuestra fe
tiene un fundamento histórico, por lo tanto, no es algo vago y pasajero. En el
mundo actual marcado por un grave relativismo y una fuerte confusión de
valores, debemos siempre recordar que como cristianos, reposamos sobre los
cimientos puestos por los apóstoles y Cristo es nuestra piedra angular. Tomar
como ejemplo al apóstol Santiago, un maestro excelente. Junto a la tumba del
Apóstol queremos también recibir nuevamente el mandato de Cristo, seréis mis
testigos hasta los confines de la tierra (Finisterre). Santiago quien fue el
primero en sellar su testimonio de fe con su propia sangre, es para todos
nosotros, un ejemplo y maestro excelente”. La JMJ de Santiago fue una
invitación a nuestra condición peregrina poniéndonos en Camino.
“Santiago de Compostela no es sólo un santuario, es también un Camino, es
decir, una densa red de itinerarios para los peregrinos”.
Memorias de un peregrino 28
La más grande JMJ y concentración histórica en Manila (Filipinas) 1995
Con las JMJ Juan Pablo, de una
forma profética, puso en marcha una peregrinación espiritual jamás hecha en la
iglesia con un poder de convocatoria único en todos los XX siglos de
cristianismo que ha implicado a millones de jóvenes de todos los continentes.
La JMJ de Manila es el más claro exponente de ello. Se habla de alrededor de cinco
millones los que participaron.
Las JMJ son una experiencia
realmente maravillosa n auténtica epifanía un lugar donde se contagia la fe de
manera inusitada, donde se vivencia la Iglesia
con un rostro joven llena de entusiasmo y valentía, cuántos cambios de
vida radicales han producido.. El primer beneficiario de este encuentro fue el
propio Juan Pablo II que iniciaba ya su vía descendente lo que reflejaba su
rostro más apesadumbrado, desgastado y encorvado. Vimos al Papa llorar de
alegría, como nunca vimos al Papa recobrar la alegría el vigor y la vitalidad
ante generaciones de jóvenes fascinadas por el testimonio de un Cristo vivo y
enardecidas por seguirle. A todos nos invitaba a ser los centinelas del mañana.
La JMJ fue una
enorme fiesta donde participaba toda Manila con sus calles abarrotadas de gente
aclamando al Papa adonde fuera. En la vigilia en la gran explanada de Luneta
Park no cabía ni una mosca. Tuvimos que pasar la noche sentados porque no
podías ni siquiera recostarte. Durante la misa del domingo solo podías estar de
pie. Padres sostenían aupa a sus hijos en hombros y muchas personas tuvieron
que ser asistidas por deshidratación. En las jornadas previas acudimos a
distintos eventos, charlas, misas, coloquios conferencias recitales, etc. Fue un
verdadero laboratorio de fe en el que los jóvenes evangelizaban a los jóvenes y
todos fuimos contagiados por la fe sencilla del pueblo filipino. Durante los
días de la Jornada hubo momentos de compartir la fe y las experiencias
alternando catequesis y momentos celebrativos, llevándose a cabo eventos
culturales y formativos como talleres, foros, debates, catequesis y otras
actividades artísticas o plásticas. Cada
JMJ constituye una forma de vasta catequesis, un anuncio del camino de
conversión a Cristo, a partir de la experiencia y de los anhelos, búsquedas e
interrogantes profundos que los mismos jóvenes despiertan.
Tuvimos distintos momentos
preciosos de compartir la Palabra con un montón de experiencias y vivencias
tanto en pastores obispos o gente del pueblo. Momentos de oración y celebración
donde la dificultad de comunicación y el diálogo por los distintos idiomas se
vencían con gestos de cordialidad amor y simpatía. En esta JMJ fue sobre todo
una vivencia muy fuerte de fe y de comunión, que muestra como los jóvenes
buscan los valores auténticos y son atraídos por los santos y maestros de vida
el laico San Lorenzo Ruitz o el joven Pedro Colongsod. Fue el marco ideal donde
los jóvenes nos sentíamos protagonistas y todos descubríamos que tenemos nuestro
propio lugar en la sociedad y en la comunidad eclesial. En cada JMJ surgen
distintas vocaciones y nuevas generaciones de discípulos y testigos de Cristo,
capaces de una entrega generosa. Yo mismo sentí una llamada a colaborar en la
evangelización de este prometedor continente asiático. Después quiso el Señor
darme siete años de vida misionera en Filipinas. Si tuviera que resumir este
asombroso evento diría que todos asistimos aquellos días a un auténtico
Pentecostés donde el Espíritu se derramó en cada uno de los jóvenes venidos de
todas partes del mundo y donde todos salimos enormemente felices motivados y
fortalecidos.
Memorias de un peregrino 29
La primera JMJ del Papa Benedicto XVI en Colonia 2005, del 16 al 21 de
agosto
Esta XX JMJ que había sido
convocada en Alemania nadie pudo imaginar que tras la muerte del Papa Juan Pablo II la realizaría
un Papa alemán, el nuevo elegido Benedicto XVI. Yo tuve la suerte de participar
en esta primera JMJ del Papa Benedicto en su tierra natal. Sin duda aunque el Papa
Benedicto no tuviera el carisma de Juan Pablo II fue increíble su repercusión
no solo en Alemania sino en el mundo entero.
El lema de esta jornada era
“Hemos venido a adorarlo”. Ya en su primer discurso en el aeropuerto de
Colonia, Benedicto agradeció a Dios que le concediera realizar su primer viaje
apostólico a su patria. Con gran regocijo y en tono festivo los jóvenes le
recibieron en el muelle del Rhin. El Papa se embarcó en el “Rhein Energie”
juntamente con un séquito de más de doscientos jóvenes con banderas de todas
las naciones participantes, ciento noventa y tres que escoltaban la embarcación
del Papa en cinco barcos representando los cinco continentes. En la proa del
barco llevaban la Cruz y el icono de la Virgen, los símbolos de las JMJ.
Después realizó una visita a la Catedral de Colonia donde se encuentran las
reliquias de los Reyes Magos que el Papa veneró. Allí se rezó y pidió por el
hermano Roger Schutz de Taizé que entregó su vida por causa de la verdad y de la
comunión. Nos propuso también a los santos patronos de la Jornada, San
Bonifacio, Santa Ursula, San Alberto Magno y la Santa Teresa Benedicta de la
Cruz, la conversa filósofa judía Edith Stein y el beato Adolph Kolping.
Los momentos centrales fueron la
vigilia del sábado y la misa del domingo en la gran explanada de Marienfeld,
Campo de María. En la vigilia al llegar el Papa fue acogido con gran entusiasmo
por más de un millón de jóvenes del mundo entero. El Papa dio una vuelta en el Papa
móvil mientras diecinueve mil lamparitas iluminaban la noche. Había 27 columnas
iluminados simbolizando las 27 diócesis de Alemania que rodeaban el palco
colocado en una colina. La celebración de la luz culminó encendiendo de una luz
traída de Belén que se distribuyó a toda la asamblea. Se hizo después una
adoración eucarística. La vigilia con la bendición del Papa. Allí pernoctamos
en la explanada en oración soportando la inclemencia de la noche. Por la mañana
tuvo lugar el momento culminante de la celebración de la misa de clausura donde
se anunció la próxima JMJ del 2008 en Sydney y un saludo a seis hermanos de la
comunidad de Taizé.
El Papa se sintió conmovido de
recoger e legado de Juan Pablo II, promotor de las JMJ. “He acogido con temor
pero también con gozo esta herencia y doy gracias a Dios”. Nos invitó a abrir e
par en par las puertas del corazón a Dios, a dejarse sorprende por Cristo, a
darle espacio y escucha en nuestros corazones, a abrir las puertas de nuestra
libertad a su amor misericordioso a exponerle nuestras alegrías y nuestras
penas dejándonos iluminar por su luz y vivir la experiencia liberadora de a
Iglesia como lugar de misericordia. “Quien a descubierto a Cristo debe llevar a
otros hacia Él. Llevad a vuestras comunidades la experiencia de esta jornada y
proclamad a todas las personas que encontréis: Hemos visto su estrella. Hemos
buscado a Jesús y lo hemos encontrado”
Memorias de un peregrino 30
Preparando la primera JMJ del Papa Francisco en Río Janeiro (Brasil)
2013
Con motivo de la Celebración del
Año de la fe 2012-3 el Papa Benedicto el 11 de Octubre del 2011 Benedicto XVI
lanza la Carta apostólica “Porta fidei” donde expresa los principales motivos,
la Asamblea General del Sínodo de los Obispos en el mes de octubre del 2012 con
el lema “La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana”, la
celebración del quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano
II y los veinte años de promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica. Con
esta ocasión invita a todos los fieles a una renovación de la fe y a un nuevo
impulso en su trasmisión a las jóvenes generaciones. Pone a toa la Iglesia en
misión. Todos estamos llamados a reavivar el don de la fe y comunicar la propia
experiencia de fe sin dejar de lado a los creyentes de otras religiones y a los
que no creen o son indiferentes.
En medio del año de la fe que se
inaugura el 11 de octubre del 2012 y que tiene como conclusión el 24 de
noviembre, Solemnidad de Cristo Rey, se programa la Jornada Mundial de la
Juventud de Río Janeiro, en julio del 2013, para ofrecer a los jóvenes una
ocasión privilegiada para experimentar el gozo que proviene de la fe en el
Señor Jesús y de la comunión con el Santo Padre, en la gran familia de la
Iglesia.
El lema. “Vayan por todo el mundo
y anuncien el evangelio… hasta el fin del mundo” expresa el deseo de Benedicto
de redescubrir la fe y contribuir a una renovada conversión que nos haga a
todos ser testigos gozosos y convincentes del Señor Resucitado capaces de
señalar la puerta de la fe a tantos que están en búsqueda de la verdad. El Papa
alienta a retomar las peregrinaciones a Roma, a Tierra Santa, Santiago y demás
centros y santuarios marianos.
Nadie podría haber imaginado que
en el transcurso del Año de la fe se iba a producir la sorpresiva renuncia del Papa
Benedicto XVI y la elección del nuevo Papa Francisco y que sería este,
precisamente el primer Papa latino americano el que tendría que venir
precisamente a este continente para participar en la JMJ de Río de Janeiro. Si
su elección tuvo una repercusión muy fuerte para este joven Continente promesa
de anta esperanza para la Iglesia, ni que decir la enorme expectación que ha
suscitado esta primera visita del Papa Francisco a su continente de origen.
Sin duda Dios en su infinita
providencia dirige los acontecimientos para que estos sean encaminados para el
progreso de la fe y el nuevo y renovado impulso a una nueva evangelización.
Desde la última conferencia episcopal latino americana en Aparecida, Brasil,
Toda América se pone a vivir en una misión permanente para que todos los
pueblos tengan vida. La gran paradoja de que el nuevo Continente que fue objeto
de la primera evangelización del segundo milenio será sin lugar a duda un
agente primordial en la evangelización del tercer milenio, del viejo continente
europeo y del mudo entero. Es el momento de que las jóvenes iglesias llenas de
vitalidad cobren protagonismo y den a la Iglesia un nuevo rostro e impulso de
una iglesia joven, sencilla, alegre y misionera.
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