jueves, 16 de abril de 2020

La espiritualidad de los Padres (I Parte)



                 LA ESPIRITUALIDAD DE LOS PADRES



Introducción:

Estos apuntes son fruto del trabajo realizado en un ámbito de oración, como base para nuestra formación y predicación. Estás estructurados en tres partes que denominadas: EL IDEAL, LA CONVERSION y LA PROYECCION. Recoge la espiritualidad de los Santos Padres en torno al misterio de nuestra vida a la luz de la fe. Tienen como base la teología de la Creación, Redención y Santificación. Fueron realizados en el tiempo de post grado en Roma, septiembre de 1996. Pedimos disculpas de las inexactitudes bibliográficas o pequeños errores de la redacción.





ESQUEMA:
I. PARTE: EL IDEAL
1-         VIDA Y AMOR
2-         TU VIDA PROCEDE DEL AMOR
3-         TU VIDA ES PARA EL AMOR
4-         TU VIDA ES AMOR
5-         TU VIDA ES MORADA DEL AMOR
6-         TU VIDA ES PARA AMAR
7-         CONOCER AL AMOR
7bis-    LA FRAGUA DEL AMOR
8-         TRANSFORMACIÓN EN EL AMOR
8bis-    SER JESÚS
9-         CUERPO MÍSTICO

II. PARTE: LA CONVERSIÓN
10-      INCONSCIENCIA DE LA VIDA Y DEL AMOR
11-      CUSTODIA DEL AMOR
11bis- MANDAMIENTOS
12-      DESORDEN Y RUPTURA DE LA VIDA Y DEL AMOR
12bis- EFECTOS DEL PECADO
13-      AMOR MISERICORDIOSO

III. PARTE: LA ROYECCIÓN

14-      LLAMAMIENTO AL AMOR
15-      EL SEGUIMIENTO DE JESÚS
15-      ENCARNACIÓN DEL AMOR
16-      ANUNCIO DEL REINO
17-      INSTAURACIÓN DEL REINO
18-      EL SÍ DE MARÍA



                                    I PARTE: EL IDEAL

1 VIDA Y AMOR




EL HOMBRE: UN GRAN ABISMO Y UN GRAN PROBLEMA RESUELTO SOLAMENTE EN DIOS.
            San Agustín, al inicio de los Soliloquios dice explícitamente: ¿Qué quieres conocer?. Dos cosas: Dios y el hombre[1]. El que no se encuentra a sí mismo no encuentra a Dios porque Dios está en lo más profundo de cada uno de nosotros. El hombre mismo es un gran milagro[2].
            El hombre es un maravilloso misterio para sí mismo que nunca acaba de conocerlo y, también es un gran problema que no deja nunca de atormentarlo.

EL HOMBRE: UN GRAN ABISMO DE AMOR.
            El asombro nace de la admiración por la maravilla de su cuerpo, por la multiplicidad, a menudo contrastante, de los sentimientos que alberga en su corazón:
            - Por la profundidad abismal de su memoria.
            - Por la interioridad de su espíritu en donde brilla una luz que el espacio no puede circunscribir ni el tiempo agota.
            - Por la sociabilidad que le es esencial y lo abre al bien humano.
            - Por la libertad.
            - Por la búsqueda de la verdad.
            - Por la búsqueda del amor.
            - Por su relación con el Absoluto, con el Infinito, con el Eterno.
            - En resumen, POR LA IMAGEN DEL DIOS TRINITARIO QUE LLEVA INMORTALMENTE IMPRESA EN SU NATURALEZA: por las aspiraciones profundas e insaciables de su ESPÍRITU.

EL HOMBRE: UN GRAN PROBLEMA.
            De modo acentuado el hombre vive su existencia como una paradoja: profundamente UNO en su naturaleza y al mismo tiempo profundamente diverso:
            En sus componentes (materia - espíritu).
            En sus sentimientos (razón - sentidos).
            En sus deseos (oposición constante entre aquello que tiene y que no quisiera tener y aquello que no tiene y quisiera tener).
            En el interior del hombre está el enigma de la vida y de la muerte (GS 13).

¿QUÉ ES EL HOMBRE?
            "Apenas inferior a un Dios lo hiciste" (Sal 8, 6). ¡Con cuántos bienes Dios ha colmado nuestra vida!, coronado de fuerza y de esplendor. El hombre ha sido creado de la misma naturaleza de Dios. La imagen de esta naturaleza es superior a toda criatura. Esta imagen debe ser buscada y encontrada dentro de
 nosotros.
            La vida de los animales está regida por el instinto de los placeres terrenos, desea únicamente las cosas de la tierra y está totalmente orientada y proyectada hacia éstas. La vida de los ángeles es toda celeste.
            La vida de los hombres está en el medio entre el ser de los ángeles y el de los animales: el hombre que vive según la carne se confunde con los animales, el hombre que vive según el espíritu se asocia a los ángeles[3].
            La gloria del hombre es la gloria y la alabanza de Dios. Dios le glorificó glorificando a Jesucristo y en él fuimos glorificados todos[4].

EL VERDADERO SENTIDO DEL HOMBRE SÓLO SE ENCUENTRA EN EL AMOR.
            "Mi peso es mi amor". Éste me lleva a donde me lleva. Tu Don: ESPÍRITU DE AMOR, nos impulsa y nos lleva hacia lo alto[5].
            Nosotros ardemos y nos movemos en el amor. El amor es una fuerza que atrae a toda la persona[6]. En efecto, cada persona sigue la suerte de lo que ama[7]. Todo amor está dotado de su propia fuerza y cuando está presente en un corazón enamorado no puede quedar inactivo, necesariamente empuja a la acción. ¿Quieres saber cómo es tu amor? Observa a qué te empuja.
            No os exhortamos, por lo tanto a no amar, sino a no amar el mundo para que podáis amar con libertad a Aquél que ha creado el mundo[8]. Escoge aquello que quieres amar, lo demás viene por sí solo[9].

LA ESENCIA DE LA VIDA HUMANA ES EL AMOR.
            Nuestra calidad de vida será según la capacidad de nuestro amor. La clave y el secreto más importante del éxito de la vida será según el amor que encontremos. La clave de una vida feliz, abundante, verdadera y completa es la que está llena de amor.
            Una persona puede poseer todo, pero si no posee el amor es infeliz. Un periodista confesaba de Greta Garbo: "Ha sido infeliz toda su vida, aún en los años 30, en el ápice de su legendaria carrera en Hollywood, cuando el mundo entero estaba a sus pies, estaba sola, atormentada, sin amor. No lograba entenderse a sí misma y la conciencia de su soledad le robaba la paz. Terminó sola, riquísima, pero hipocondríaca y avara". Por otra parte, Madre Teresa de Calcuta, por ejemplo, encarna una vida feliz llena de amor. Su rostro destella amor. Su vida está centrada en el amor.

EL AMOR EN EL CENTRO DEL HUMANISMO[10].
            El mundo nuevo es un mundo hecho de amor. La solidaridad debe ser el nuevo nombre de este mundo. No es un sentimiento superficial de vaga compasión por los otros, es el compromiso por el bien del prójimo con la determinación fija y perseverante de comprometerse por el otro, dispuesto a perderse en favor del otro en vez de aprovecharse de él; a servirlo, en vez de oprimirlo.
            Nuestra sociedad está enferma de falta de amor. Tiene necesidad de una relación no de dominio, sino infinitamente abierta al diálogo, a la comunicación, al amor. El amor que necesita la nueva civilización no es egoísta ni posesivo: es un nuevo amor nacido de la libertad, del silencio, de la meditación, de Dios.
            Es necesario volver a la verdadera vida, al verdadero amor, al verdadero humanismo. Es necesario volver al hombre mismo.

EL AMOR ES EL VALOR MÁS PRECIOSO, EL DESEO MÁS PROFUNDO Y SAGRADO DEL HOMBRE.
            El hombre ha sido hecho para relacionarse, para amar (Dios lo hizo así). Esto explica también la inmensa nostalgia que el hombre tiene de comunicarse, de amar a fondo y auténticamente.
            No hay ninguna persona humana que no tenga este íntimo deseo. Éste penetra en todas nuestras relaciones, y permanece aún allí donde todo lo demás parece corrompido y depravado.
            Pero aún en el abismo de la desesperación y disgusto de sí mismo, aparece, como una estrella alpina sobre el abismo, el deseo de comunicarse con alguien, de encontrar una persona que de cualquier forma nos entienda y nos acepte.
            Este deseo de amar es el más legítimo en el hombre, es el derecho más sano y sacrosanto. No se puede reprimir este sano y profundo deseo. Los fracasos en el amor, en la relación, están en la raíz del ser del hombre, es LA MÁS PROFUNDA PASIÓN, que cada uno de nosotros llevamos dentro.
            El amor es el valor más precioso, aquel que es más buscado y deseado: "Si alguien ofreciera todas sus riquezas a cambio del amor, tan solo recibiría desprecio" (Cant 8, 7).
            "Un amigo fiel no tiene precio, su valor no se mide con dinero" (Sir 6, 5). El amor no tiene precio, su valor es inestimable, quien lo posee afronta seguro la vida, quien lo encuentra ha encontrado el más grande tesoro, vale mucho más que las perlas (Prov 31, 10).
            El empobrecimiento de la calidad de la vida viene del empobrecimiento de la calidad del amor y de la relación. Los procesos de desvalorización de la calidad de la vida tanto a nivel físico, cultural como espiritual (la escalada de la delincuencia, de la violencia, del número de suicidios), sólo son superables mediante un regreso profundo al amor como centro de la vida.

LA SEMEJANZA CON DIOS Y EL DESEO DE COMUNICARSE Y DE AMAR. (NCIC. 356).
            "Dios creó al hombre a su imagen y semejanza" (Gn 1, 26-27).
            La semejanza con Dios explica este deseo de diálogo, de relación, de comunión, de amor.
            Desde el inicio de la creación, Dios ha puesto a todo hombre en esta situación existencial necesitada de diálogo con él y con los otros.
            El deseo de amar responde a nuestra identidad, está escrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado POR AMOR y PARA EL AMOR. El Amor no deja de atraer hacia sí al hombre. Esta herida que llevamos dentro para siempre es un reflejo de Aquél que nos ha hecho: es Dios mismo quien nos ha dado esta pasión. Es Dios mismo quien puede también satisfacer esta ansia profunda. Es Dios mismo quien ha puesto la pasión y es él quien viene a nuestro encuentro. El es comunicación, es el verdadero amor que nosotros buscamos[11].

EL HOMBRE BUSCA A DIOS, ES CAPAZ DE DIOS (NCIC I)[12].
            Dios que ha creado al hombre por amor, también lo ha llamado al amor. Esta es la vocación fundamental e innata de todo ser humano. En efecto, el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios que es AMOR (1Jn 4, 8-16).
            La búsqueda de amor se transforma en un deseo profundo de Dios, en una búsqueda de Dios que es el amor absoluto, indefectible, infinito, eterno. Este es el verdadero fin del hombre.
            El HOMBRE es capaz de Dios, de conocerle, de darse libremente y de entrar en comunión con él. El HOMBRE, con su apertura y búsqueda de la verdad, de la belleza, de la libertad, del amor, expresa su búsqueda de Dios. Con su libertad y la voz de la conciencia, con su aspiración al infinito y a la felicidad, el hombre se interroga sobre la existencia de Dios, el hombre siente el deseo de Dios, busca a Dios, es "capaz" de Dios (K. Rhaner). Dios en sí mismo es su principio y su fin último.

PRINCIPIO Y FUNDAMENTO DE LA VIDA DEL HOMBRE.
            Existe sólo un problema verdaderamente serio para el hombre[13]: el hombre mismo. El sentido de la vida es el problema más urgente para el hombre (J. P. Sartre). Cuestiones, por ejemplo, de si el mundo tiene tres dimensiones, si el espíritu tiene nueve categorías o doce, son cuestiones secundarias. "Llega el día en que los escenarios se caen: levantarse, tranvía, cuatro horas de oficina o de fábrica, comer, cuatro horas de trabajo, comer, dormir y lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado al mismo ritmo. Sucede que un día, sólo un día, el "POR QUÉ" sale a la luz, y todo empieza en este cansancio teñido de estupor. Empieza, esto es lo importante. El cansancio está al final de los actos de una vida mecánica, pero inaugura al mismo tiempo el gran interrogante"[14].
            "¿Qué es el hombre? Es una pregunta banal, pregunta magnífica, la eterna pregunta. Desde hace millones de años, miles de millones de hombres se han hecho esta famosa pregunta. ¿Por qué venimos a la luz? ¿Por qué nos amamos? ¿Por qué estamos destinados a desaparecer? ¿Por qué nos devoramos entre nosotros?" (G. Hourdin).
            "No existe un alma sobre la tierra que no se refleje en cualquier cosa que pueda durar. Todos nos queremos convencer de que existe alguna cosa por la cual valga la pena vivir" (A. Heschel, teólogo hebreo).
            "¿Cuál es el sentido de nuestra vida? Responder esta pregunta significa ser religiosos. Tú me dices: ¿tiene absolutamente sentido hacerse esta pregunta? Quien percibe la propia vida y la vida de sus semejantes como carente de sentido, no sólo es infeliz, sino que no está en condiciones de vivir" (A. Einstein).
            "El hombre es grande y maravillosa criatura viviente, el más precioso de toda la creación. Es para él que existe la totalidad de la creación" (S. Juan Crisóstomo).
            De todas las criaturas sólo el hombre es CAPAZ de conocer y de amar al propio Creador, sólo el hombre es CAPAZ DE DIOS. Sólo el hombre está llamado a convivir en el conocimiento y en el amor, la vida de Dios. Su fin es la participación de su vida y de su amor (NCIC 356-358).

EL MISTERIO DEL HOMBRE SÓLO SE RESUELVE EN EL MISTERIO DEL VERBO ENCARNADO
           El hombre estará inquieto e insaciable hasta que no alcance a Dios[15]"Nos hiciste para Ti, oh Señor, y nuestro corazón no descansará hasta que repose en Ti"[16].
            En realidad sólo en el MISTERIO DEL VERBO ENCARNADO encuentra su verdadera luz el MISTERIO DEL HOMBRE" (GS 22; cf NCIC, 65;359)
            Cristo, revelando el misterio del Padre y de su amor, revela también, plenamente el hombre al hombre y le descubre la dignidad de su vocación. El que es la imagen del Invisible, él mismo nos ha devuelto la SEMEJANZA CON DIOS. La naturaleza humana, en él, ha sido asumida y ha sido también en nosotros elevada a una dignidad sublime. Con la Encarnación, el Hijo de Dios, se ha unido, en cierto modo, a todo hombre, y ha revelado su DIGNIDAD SUBLIME: LA VOCACIÓN ULTIMA DEL HOMBRE es efectivamente una sola: LA DIVINA. Por Cristo, y en Cristo, recibe luz aquel enigma sobre la vida, que fuera del amor de Dios nos oprime[17].

EL MISTERIO DEL HOMBRE A LA LUZ DEL MISTERIO DE LA TRINIDAD[18]:
            La suprema dignidad del hombre es su relación con Dios (GS 19). El hombre, a imagen de Dios es amor, porque Dios es amor. El amor que es de Dios y que es Dios es, por tanto, propiamente, el ESPÍRITU SANTO, mediante el cual, el amor de Dios es derramado en nuestros corazones (Rm 5, 5), haciendo así posible que la Trinidad, toda, habite en nosotros[19]. La llamada a la comunión con Dios es consecuencia del amor de Dios que nos ama y quiere hacerse una sola cosa con el objeto amado, y si le es permitido, unificarse con él[20].
            ¿Qué es por tanto el amor sino una vida que une o que tiende a que se unan dos seres: el que ama y el amado?[21] Dios mismo llama al hombre a buscarlo, a conocerlo y a amarlo con todas las fuerzas.

LA LLAMADA DEL HOMBRE A LA COMUNIÓN CON DIOS[22]
            "La razón más alta de la dignidad del hombre consiste en su vocación a la COMUNIÓN CON DIOS. Desde su mismo nacimiento el hombre es invitado al diálogo con Dios. El hombre no existe, de hecho, sino por el amor de Dios que lo ha creado y que lo conserva por amor, y se puede decir que no llega al pleno conocimiento de la verdad si no reconoce libremente ese amor y no se confía a su Creador “[23].
            De la respuesta a esta llamada dependerá la felicidad y el sentido de la vida. Esta llamada a la COMUNIÓN con DIOS, es el verdadero destino del hombre. El hombre ha venido de Dios y es para Dios. Y Dios no cesa de atraerlo a Sí[24]. La existencia del hombre se encuentra en una situación de diálogo. La experiencia humana requiere una vida en la comunicación y en el amor. El hombre, está necesitado del diálogo porque Dios ha hecho el hombre para la COMUNIÓN consigo mismo, con los otros y con Dios. (Apertura del hombre a la trascendencia). El hombre no cesa en su búsqueda de conocerse a sí mismo, la creación que lo rodea, y busca también a DIOS[25].

EL HOMBRE NO PODRÍA SER LLAMADO A UNA PASIÓN INÚTIL
            Tal llamada, que es un puro don gratuito de Dios es posible para el hombre. Dios ha dispuesto su naturaleza para el diálogo, lo ha hecho naturalmente capaz y dispuesto a recibir tal don[26].
            Es verdad que esta llamada no puede ser totalmente satisfecha sin la ayuda de la gracia de Dios. Y aunque es posible que el hombre pueda conocer por vía racional a Dios, la existencia de un DIOS personal, nosotros no lo conocemos por vía racional solamente sino sobrenaturalmente, a través de la fe, en la acogida y en la escucha de su Revelación (Palabra de Dios).
            "El conocimiento racional de Dios, si no es necesariamente una infraestructura sobre la cual se apoya la fe, es de todos modos, y por necesidad, un apoyo y base en virtud de la cual, el mismo nombre de Dios es algo significativo y humanamente lógico y relevante"[27].





2. TU VIDA PROCEDE DEL AMOR


LA VIDA: UNA INMENSA RIQUEZA EN MIS MANOS[28].
            Ojalá un día, y ojalá sea hoy, descubramos la riqueza que es la vida. Ojalá hoy tomemos conciencia de todo aquello que de bueno y de positivo existe en la vida, de los infinitos dones que cada uno de nosotros ha recibido: la capacidad de escucha, de comunicación, de búsqueda, de valoración, de discernimiento, la capacidad creativa de autoconstrucción y de construcción de un mundo mejor, instaurando un orden social y económico que sea mejor y que ayude a todos a desarrollar la propia dignidad[29].
            Con su ingenio, el hombre ha buscado siempre desarrollar la propia vida (GS 33), especialmente hoy, con la ayuda de la ciencia y de la técnica, para poder descubrir tantos interrogantes que surgen entre los hombres. ¿Cuál es el sentido y el valor de la actividad humana? ¿Cuál es el sentido de la vida?
            La persona sabe leerse a sí misma y su propia vida dentro de una perspectiva de apertura y como superación del límite creatural. Hacerse la pregunta y el interrogante sobre su existencia en el mundo.

LA VIDA: YO LA HE RECIBIDO; LA VIDA COMO DON.
            Me doy cuenta que tengo la vida pero no he hecho nada para tenerla, ni siquiera mis padres son autores de mi vida.
            La persona se lee a sí misma como una pregunta sin respuesta; se abre al diálogo y al encuentro con todas las realidades que le interpelan y envuelven. La persona sólo encuentra la respuesta a sí mismo cuando se abre a la trascendencia, al pleno cumplimiento del propio deseo de infinito.
            Sólo Dios es capaz de dar plenamente respuesta a las profundas exigencias existenciales. El hombre se encuentra con el fatigoso empeño de la búsqueda de su verdad existencial que comporta no sólo fascinantes descubrimientos de bienes y dones, sino también la contradicción de la continua negación de los valores y de la propia vida: "¡Tened el coraje de la búsqueda de la verdad, de la verdadera vida!"[30]. La verdad de vuestra vida, la verdad que os hará libres.

¿QUIÉN ME LA HA DADO?
            ¿Quién te ha dado tu corazón, la capacidad de amar, de respirar? "¿Quién ha fundado la Tierra? ¿Quién fijó sus medidas? ¿Sobre qué se afirmaron sus bases? ¿Quién encerró el mar? ¿Quién es capaz de contar las nubes?" (Jb 38, 5. 6. 8. 37). "¿Acaso por tu acuerdo el halcón emprende el vuelo, despliega sus alas hacia el sur? ¿Por orden tuya se remonta el águila y coloca su nido en las alturas?" (Jb 39, 26-27). Cuando Dios hacía toda la creación pensaba en ti (Prov. 8, 27).
            Cuando Dios hizo las estrellas, los campos de flores, los mares, las montañas, pensaba en ti. Pero cuando quiso crear tu corazón, lo modeló en sí mismo y te ha hecho a su imagen y semejanza. Así te ha hecho amor como él es amor, te ha hecho vida sin fin como él es vida sin fin, te ha hecho para la comunicación amorosa para él porque él es comunidad de Vida y Amor. Dios te ha hecho para entrar así en relación con él mismo. La Vida y el Amor tienen su origen en Dios[31].

MI VIDA PROCEDE DEL AMOR.
            No es casualidad descubrir en nosotros el inmenso deseo de amar, porque el hombre, todos los hombres, procedemos del amor, de quien es la Vida, de Dios. La necesidad de amar y de ser amados manifiesta nuestra procedencia más profunda: la fuente de la cual nosotros procedemos es Dios mismo. Dios es Vida y Amor, Dios es la fuente de la Vida y del Amor[32].
            "Reparad en la peña de donde fuisteis tallados, y en la cavidad del pozo de donde fuisteis excavados" (Is 51, 1). Así vosotros sois piedras preciosas de la mina, de la fuente inagotable del amor.
            "Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy" (Sal 2, 7).
            "Todo amor verdadero tiene su origen en Dios, de donde ha tomado existencia, donde ha sido nutrido y donde ha crecido, donde tiene su ciudadanía no como un extranjero sino como hijo"[33]. Dios es en efecto la fuente, el origen de mi vida, de todo lo creado[34].
            Tenemos que reconocer a Dios como el Ser "en el cual está el origen de la vida"[35].

DIOS: MI AUTOR, MI PADRE.
            El amor del cual procedemos no es algo sino ALGUIEN: UNA PERSONA: DIOS. Yo procedo de Dios que es mi Autor, MI PAPA. Yo tengo su huella, su firma: "Míralo, en las palmas de mis manos te tengo tatuado" (Is 49, 16). Tú eres vida de mi vida porque yo he dado mi vida por ti. Dios no ha dudado en darnos a su Hijo para darnos la VIDA (cf. Jn 3, 16). Dios ha llamado al hombre a encontrar en él La Vida.
            El hombre está llamado, desde su nacimiento, al tú a tú con Dios (cf. GS 19). Esto es verdaderamente maravilloso. Todos los hombres pueden encontrar la alegría de vivir unidos a su Creador y abandonarse en su amor. Decir ‘Padre’ es decir todo, la más grande intimidad posible. "PADRE es en cierto modo el nombre más verdadero de Dios, su nombre por excelencia"[36].
            El amor así personalizado de Dios se transforma en una pasión de misericordia[37].


"PADRE": ALGO MÁS QUE SOLO UNA PALABRA.
            Decir que alguien es nuestro padre no es sólo una palabra. Lamentablemente nos hemos acostumbrado a hacer de nuestra religión un anuncio con palabras totalmente vacías.
            Decir ‘Padre’ es reconocer a aquél que me ha dado el ser, la vida, todo. Decir padre es reconocer el amor más profundo de mi vida que me sostiene.
            Decir ‘Padre’ es decir todo, mi seguridad, mi protección, mi apoyo: "No llaméis a nadie "PADRE" vuestro en la tierra, porque uno sólo es vuestro PADRE: el del cielo" (Mt 23, 9). Sólo aquél que está en el cielo es digno de esta palabra.
            ¡Oh Padre bueno, qué inmensa es tu riqueza, tu poder, tu misericordia! (cf. Rm 11, 33). Ciertamente ninguno es como Tú, sólo Tú eres santo, sólo Tú eres magnífico en el amor, ninguno de nosotros podría conocer la profundidad, ni comprender la inmensidad de tu amor. Todo viene de Ti, todo existe gracias a Ti y tiende hacia Ti. A Ti se eleva, ¡oh Dios! nuestro himno de alabanza y de amor para siempre.

DIOS ES AMOR Y SU AMOR SIEMPRE PESA SOBRE MÍ: Dios te ama, siempre te ha amado y siempre continuara amándote.
            a) Dios te ha amado: porque te ha amado, por puro amor gratuito te ha creado[38].
            No ha creado a ningún otro igual a ti; antes de ti y hasta el fin de los tiempos no creará a ningún otro igual a ti. Tú eres único para él.
            "Antes que te formara en el vientre te conocí, antes que tú salieses del seno materno te consagré. Antes de que vinieses a la luz" (Jer 1, 5).
            Él te ama desde toda la eternidad y para toda la eternidad.
            Dios, que ha creado al hombre por amor, puede tener derecho al amor del hombre. En este amor por su Dios el hombre encuentra toda su grandeza, su paz, la satisfacción plena de su ser.
            b) Dios te ama[39].
            "En él vivimos, nos movemos y existimos" (Hch 17, 28).
            Tú habías dicho que estarías siempre conmigo… pero ¿por qué me has dejado solo justo en los momentos más difíciles? El Señor me ha respondido: "Hijo mío: YO TE AMO y te dije que no te dejaría solo ni siquiera un momento, no te he dejado… Los días en que has visto sólo una huella en la arena han sido los días en que yo te cargaba en mis hombros".
            "Si atraviesas las aguas, yo estaré contigo; si por ríos, no te anegarás. Si pasas por el fuego no te quemarás" (Is 43, 2).
            c) Dios te amará siempre[40].
            El amor de Dios es absoluto y eterno: siempre me amará. (Sal 118, 1-5).
            "¿Puede acaso una mujer olvidarse de su hijo pequeño, y no compadecerse del hijo de sus entrañas? Aunque ellas se olvidaran, yo no te olvidaría"
(Is 49, 14-15). "Aunque se retiren los montes y tiemblen las montañas, no se apartará de ti mi amor, ni mi alianza de paz vacilará" (Is 54, 10).
            La felicidad que Dios nos promete no disminuirá jamás.
            Nosotros tenemos necesidad de amor pero no de cualquier amor sino de un amor infinito y eterno. Sólo el amor infinito y eterno es perfecto y propio de Dios.

DIOS ES COMUNICACIÓN DE AMOR[41].
            Dios desde siempre quiere entrar en comunión con su pueblo, quiere comunicarse con él en un espíritu de reciprocidad y de mutua pertenencia.
            Dios quiere amar porque es amor, quiere dar, darse. La iniciativa es siempre de Dios, el cual ofrece, por puro amor y en perfecta gratuidad, liberación, seguridad, certeza; una sola es la razón… porque el Señor te ama. En la raíz de la comunicación está el amor. El amor es siempre comunicativo. La vida íntima de nuestro DIOS: TRINIDAD, en sí, es comunicación de amor; es un continuo, profundo, inagotable, comunicarse entre las Personas divinas. El Padre "dice" el Hijo, diciéndolo lo genera y le comunica todo aquello que es o que tiene. El Hijo llama al Padre y se da totalmente en perfecta obediencia. El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, él es el lazo viviente de unión, fruto perfecto y personal del diálogo de amor entre el Padre y el Hijo.

EL MÁS PROFUNDO MISTERIO DE AMOR.
            El misterio de amor más profundo del cual procedemos apenas si podemos intuirlo y balbucirlo. Muchos textos de la Biblia hacen referencia a la relación entre el Padre y el Hijo: "Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar" (Mt 11, 27). "El Padre quiere al Hijo y le muestra todo lo que él hace" (Jn 5, 20). "Yo y el Padre somos uno" (Jn 10, 30). "Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí" (Jn 14, 9).
            Otras palabras introducen al Espíritu Santo en esta comunión de amor: "Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito para que esté con vosotros para siempre" (Jn 14, 16). "Cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad completa" (Jn 16, 13). "El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho" (Jn 14, 26).
            En el Evangelio se transparenta este sentido de profunda comunión de amor y de intercambio que existe en el misterio de Dios y que está en la raíz de nuestro ser humano.

DIOS QUIERE COMUNICARME HOY SU AMOR.
            Deja a tus espaldas la vida pasada, tus preocupaciones, incertezas. Olvida tu pasado y ábrete a una nueva vida con él.
            Vive el hoy, el presente de la llamada a reconocer su amor. Hoy es el gran día; hoy Dios te ama, Dios te llama. Dios quiere comunicarte su amor. Hoy puede ser el momento más feliz, el encuentro más feliz de tu vida, el momento de escuchar su voz, su Palabra. Su Palabra es una palabra de amor: HIJO MÍO.
            "Eres precioso a mis ojos, eres estimado, y yo TE AMO" (Is 43, 4).
            Hoy Tu Papá quiere decirte cuánto te quiere, cuál es su deseo de que seas, de que vivas feliz.
            Hoy Tu Papá quiere revelarte su secreto: está feliz de ti y te ama. Hoy tu padre te quiere confiar y ofrecer su amistad.

DIOS PADRE QUIERE QUE RECONOZCAMOS SU AFECTO PATERNO
            Dios tiene necesidad de ti… tú eres su hijo.
            Dios ha querido darse a conocer por sus criaturas.
            El amor tiene como característica hacer iguales a los que se aman para poder estar en comunión total, así es como el Hijo está unido al Padre.
            "Dios quiere ser no sólo Dios sino PADRE"[42].
            "Dios ha creado sus criaturas para tener a alguien que cuide de sus dones"[43].
            Sólo Dios puede satisfacer las aspiraciones más profundas del hombre[44].
            El amor que el hombre tiene instintivamente no es de "poder" amar también a Dios, y en consecuencia de "deber" amar… Es el deseo de él mismo que Dios ha puesto en el corazón del hombre"… aquello que lo orienta hacia él[45].

LOS SENTIMIENTOS DEL HIJO EN CONTRASTE CON LOS DE SU PADRE.
            El amor de Dios no depende de mi respuesta, aunque yo no me dé cuenta de su amor él me ama. La imagen de los sentimientos del PADRE en comparación con los del hijo viene reflejada en la parábola del hijo pródigo, o del PADRE MISERICORDIOSO (Lc 15, 1): Cuando se lee la parábola del hijo pródigo, que desperdició en los vicios la riqueza de su padre, en cuanto éste mostró un poco de nostalgia de la casa paterna el padre corrió, le abrazó y puso a su disposición todas las riquezas.
            Las culpas de todos los hombres no son más que un puñado de arena en el océano inmenso del amor de Dios Padre. Como un poco de tierra no puede tapar una fuente impetuosa así la misericordia del Padre no puede ser detenida por la maldad de las criaturas[46].

¿CÓMO RESPONDER A ESTE OCÉANO DE AMOR?
            La experiencia de ser hijo es coexistencial a la de ser padre; la experiencia de ser persona es coexistencial a la de "ser en comunión": la persona no puede realizarse plenamente si no es en una comunión de amor con Dios. Lo afirma claramente el Concilio cuando dice "La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios. Desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios. Existe pura y simplemente por el amor de Dios, que lo creó, y por el amor de Dios que lo conserva. Y sólo se puede decir que vive en la plenitud de la verdad cuando reconoce libremente ese amor y se confía por entero a su Creador" (GS 19). En este mismo sentido comenta San Gregorio de Nisa: "Nuestro Creador nos ha dado el amor como expresión de nuestra fisonomía"[47].

HOY TU PUEDES RECONOCERLO, DESCUBRIRLO Y COMENZAR A DIALOGAR CON ÉL.
            Hoy tú puedes ser la alegría de tu Dios.
            No tengáis miedo de Dios. Ábrete a su amor y descubre su verdadero rostro. La verdadera vida empieza cuando reconocemos el rostro de Dios (cf. Sal 136).
            DIOS ES GRATUIDAD: su disponibilidad está guiada por la única y sencilla razón del amor gratuito, de su don.
            DIOS ES FIDELIDAD: el amor dado una vez está dado para siempre, no es un amor repetitivo sino que se renueva continuamente por la fuerza de la alianza.
            DIOS ES TERNURA: el amor de Dios "coge las entrañas" tanto que se le puede considerar como el amor de la madre por su hijo, del esposo por su esposa.
            DIOS ES PERDÓN: el amor de Dios no supera solamente el tiempo, la distancia sino también la indiferencia, la infidelidad, la traición.
            DIOS ES ACOGIDA: el amor de Dios está siempre a punto lleno de paciencia, todo lo excusa, todo lo soporta, no pierde nunca la esperanza (Cf 1Co 13, 7).

HABLA CON TU PAPÁ.
            Dios es tu Padre. Si yo tuviera mi padre cerca de mí, lo mínimo que haría sería saludarlo de corazón y darle un beso, contarle aquello que me ha sucedido, escuchar, acoger una palabra, un consejo de él.
            Hoy es el momento de gozar de la realidad de que Dios es mi Padre, que ha preparado este hermoso día para mí, y que me quiere.
            Hoy, como hijos que regresan a la casa, podemos hacer feliz a Dios nuestro Padre. Así, verdaderamente, este hijo que había dejado la casa por tanto tiempo descubre a su Padre de forma totalmente nueva. La nueva relación de amor que envuelve ahora al hijo lo hace renacer y lo convierte en una nueva criatura:
"Este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida" (Lc 15, 24).
            




3. TU VIDA ES PARA EL AMOR


TU VIDA ES PARA EL AMOR: PARA DIOS
            El hombre ha sido creado por Dios y para Dios, y Dios no deja de atraer hacia él el hombre y sólo en Dios el hombre encontrará la verdad y la felicidad que busca sin parar: "Nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en ti"[48]. Dios quiere llevarlo a conseguir lo que profundamente desea, no con la fuerza sino sólo con la seducción de su amor.
            La búsqueda de Dios es la búsqueda de la verdadera felicidad, es el itinerario hacia el amor. La historia del camino hacia la felicidad es además la historia del amor indigente hacia el amor perfecto y eterno.
            "No se puede llamar feliz el que no tiene lo que ama… tantos hombres están atormentados; no se puede llamar feliz el que tiene lo que ama, si lo que ama es nocivo… tantos hombres están desengañados. El que no ama lo que tiene, por cuanto sea lo mejor… hay tantos hombres enfermos"[49]. Es verdaderamente feliz sólo el que tiene lo que quiere y lo que quiere es lo que verdaderamente hace feliz al hombre"[50].

EL HOMBRE BUSCA LA FELICIDAD PORQUE HA SIDO CREADO PARA SER FELIZ
            Cada hombre quiere ser feliz; el hombre aspira con todo su ser a la verdadera felicidad: "Pregunta al hombre lo que desea y te responderá que busca la felicidad. Pero los hombres no conocen ni el camino ni dónde encontrarlo, y van a tientas. Cristo nos ha puesto de nuevo en el buen camino, el que nos lleva a la Patria. ¿Cómo caminar? Si amas, corres. Cuanto más amas, más rápido corres"[51].
            Dios quiere para nosotros la máxima realización y perfección en el amor, en su proyecto, conformemente a nuestra verdadera naturaleza divina. El hombre es feliz cuando se realiza conformemente a lo que él es. El hombre es feliz cuando alcanza la fuente del verdadero amor que se encuentra en Dios: he aquí el secreto de su felicidad temporal y eterna.

EL ITINERARIO EN LA BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD
            La búsqueda de la felicidad es un itinerario del amor indigno hacia el amor eterno, y precisa nuestra buena orientación para no equivocarnos en la búsqueda, para lo cual es preciso distinguir el verdadero amor de los falsos amores. Es preciso valorar aquello que puede ser verdaderamente bueno para nosotros.
            "No hay nada más mísero que valorar aquello que no conviene"[52].
            "La felicidad necesita de sabiduría": ninguno es feliz si no es sabio"[53].
            "Esta sabiduría no quiere decir sólo conocimiento sino saber, gustar un amor paciente, gozoso: es feliz quien goza del sumo Bien"[54].
            El bien supremo del amor es Dios, porque solamente Dios es el amor perfecto. Solamente Dios es la seguridad de la eternidad. Sin esta certeza el hombre no puede ser feliz: Sólo Dios es la felicidad, la dicha del hombre. Por esta razón Dios llama al hombre a la participación de su Vida-Amor. Sólo Dios es la fuente que nos sacia con la felicidad[55]. (S. Agustín CA 8, 10.2)

LA FELICIDAD NO ESTÁ EN LAS COSAS (cf Mt 5, 3)
            Todos los hombres queremos ser felices; en vista de esto deseamos también todas las cosas. Sin amor nada valen todos los bienes que se puedan tener. Pero no todos aquellos que quieren ser felices tienen todo aquello que quieren y desean, y no todos aquellos que tienen todo aquello que desean y quieren son necesariamente felices. Pero son necesariamente infelices aquellos que, o no tienen aquello que quieren o, teniendo aquello no desean rectamente.
            Solamente el hombre desarrollando su capacidad de amar se realiza verdaderamente como hombre. Tal desarrollo interior vale más que la riquezas exteriores que pueda acumular. El hombre vale más por aquello que "ES" que por aquello que "tiene". (Cf. GS 35).
            El hombre debe ordenar sin engaño para lograr el verdadero fin último, en su unidad interior con la ayuda de Dios. Quien alcanza aquello que no debe ser deseado vive en el engaño[56].

LA FELICIDAD NO ESTÁ EN LAS PERSONAS (cf Mt 5, 8.10)
            Es preciso distinguir el amor fugaz del amor perenne y eterno de Dios. El amor es la causa de la angustia del hombre; el desorden del amor hace caer en las pasiones inútiles y en el pecado. Los amores deben ordenarse, con el fin que el hombre pueda encontrar la verdadera felicidad.
            No es que todos los hombres humanos seamos malos en sí. ¡Todo lo contrario! Son el reflejo y manifestación de este amor fontal propiamente de Dios. Pero es preciso descubrir y concientizarse también que todos estos amores brotan y son a su vez medios hacia el verdadero fin: el amor de Dios. El hombre busca un amor adecuado al suyo pero no lo encuentra. ¡Oh! si nuestro corazón en cualquier modo suspirara hacia y por el verdadero amor… ¡cuantas frustraciones serían evitadas!. Ninguna criatura podrá llenar el amor del hombre sino el Amor de Dios.

LA FELICIDAD NO ESTÁ EN SÍ MISMO, NI EN NUESTRAS SEGURIDADES
            Cuando el hombre busca felicidad en sí mismo es verdad vemos inmediatamente que vence la desesperación e incluso el suicidio. Después de la frustración total de la búsqueda de la felicidad fuera de uno, la persona no encuentra seguridad o firmeza en sí mismo. Busca evadirse en las drogas hasta perder el sentido profundo de la vida.
            Todo este profundo malestar en el Ser trae: tristeza, equivocación, desilusiones. Todo ello expresa el haber buscado la felicidad, la seguridad y estabilidad donde no existe. ¿Dónde está pues el secreto de la felicidad?
            La caridad, el amor de Dios es el único Bien sin el cual ninguno puede ser feliz en el sentido integral[57] "Amor palabra dulce, pero realidad también más dulce… no podemos hablar siempre, pero podemos cuidarla siempre.[58].

SÓLO DIOS PUEDE DEVOLVER LA FELICIDAD AL HOMBRE
            La bienaventuranza que puede restituir la felicidad al hombre, no se realiza fuera del hombre, sino dentro, mediante la participación de aquella Vida-Amor de Dios. El hombre recibe de Dios el amor perfecto que le hace feliz. El hombre es feliz cuando se pone al servicio de su Señor. En esto consiste la verdadera felicidad: en la vida con Dios, sirviéndole y dándole gloria en honor de un sólo Dios, no a muchos Dioses, ni muchos ídolos ni falsos amores. No existe ni un sólo ídolo fuera de Dios que pueda volver al hombre su felicidad. Su realización la encontrará cuando participe de la Vida-Amor de Dios, siguiendo sus huellas y obedeciendo a sus mandamientos y consejos.
            "Sólo es feliz el que posee todo lo que desea y no desea nada malo"[59].

DIOS ES NUESTRA FELICIDAD
            Solamente el amor bellísimo, fortísimo, estable, inmutable, sin término… puede llevar al hombre a la felicidad. "Te amo Dios mío, vida mía, dulzura infinita"[60].
            Dios es todo para ti, es todo aquello que hay en mí. Sin considerar cosa visible, ni el pan es Dios, ni el agua es Dios, ni el vestido, ni ninguna cosa bajo el sol. Todas estas cosas visibles son mutables, corruptibles… sólo Dios es tu pan incorruptible, el agua que puede llenar tu sed[61].Sólo Dios, que es Vida eterna inmutable e incorruptible, sólo él es el verdadero amor… sólo él dará el verdadero amor sin fin. No existe una búsqueda así de grande como esta Vida-Amor de Dios. "Buscándote, Dios mío, yo busco la felicidad de mi vida"[62].

TODA LA VIDA ES UNA PREPARACIÓN Y BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD
            Aquí en la tierra, nuestra felicidad tiene su fundamento en la fe, caridad y esperanza. El hombre desde siempre aspira con todo su ser a la felicidad, beatitud: La fe nos indica el camino; la esperanza nos abre la posibilidad de llegar a la meta y gozar; el amor, por su parte, iluminado de la fe y encendido por la esperanza, nos mueve a alcanzar y gozar la felicidad. Aquello que viene a través del Amor hace posible la felicidad. Quien puede darlo es porque lo posee él mismo. Dios es el verdadero amor, la verdadera felicidad y la verdadera paz. Esta es nuestra condición en el mundo: peregrinar hacia el amor sin fin. Esta vida es una mala noche en una mala posada"[63].

¿DÓNDE ESTÁ TU TESORO?
            No debemos amar al mundo sino a Dios; no debemos acomodarnos al mundo. Si quieres seguirlo debes dejar el mundo estando en el mundo. Todo pasa pero el amor de Dios no se marchita. “Nada te turbe ni nada te espante, todo se pasa. Dios no se muda, la paciencia lo alcanza todo. Sólo Dios basta”[64]. Sólo de Dios viene el reposo, la paz, la estabilidad humana. El bien por el cual suspira todo corazón humano, con todo ardor y cada día de su peregrinar por el mundo sólo es Dios[65]. La felicidad humana sólo alcanzará su plenitud cuando sea una entrega constante, generosa y gozosa, como paga de todo el don inmenso que ha recibido de la Vida-Amor de Dios en Cristo.

LA FELICIDAD, SANTIDAD: EL VERDADERO USO DE TODO HACIA SU FIN
            Todo es destinado a hacer germinar este Amor-Vida de Dios (cf GS 40, 10). Por ello toda búsqueda y toda actividad debe encaminarse a dilatar cada vez más este Amor-Vida, hasta llegar a ser capaz de trasmitir y comunicar este amor con los otros. Todo esto implica y precisa que nosotros seamos capaces de acogerlos.
            "Aquello que el ojo no vio, ni el oído oyó, ni corazón de hombre se resiste a imaginar" (1Co 2, 9).
            La Iglesia en su camino de santidad ofrece múltiples modelos de madurez en el amor de verdadera felicidad y plenitud de vida. S. Luis Gonzaga (1568-1591) ha sido declarado patrono mundial de la juventud como claro modelo a imitar. La experiencia de vida vivida por S. Luis resuena hoy después de su muerte, después de su breve vida, consumada antes de desplegar su juventud. Su libertad de toda alienación, por ser él mismo, hasta la verdadera plenitud, y desarrollo de la propia vida en el proyecto del amor de Dios.

LA BÚSQUEDA DEL AMOR Y DE LA FELICIDAD TERMINA SÓLO EN DIOS
            S. Luis Gonzaga escribe, con afecto, a su madre algunos días antes de morir: "todo aquello que Dios hace todo lo hace bien"[66]. Este santo es propuesto como modelo de vida cristiana para los jóvenes de nuestro tiempo, por su ordenamiento y madurez en el amor. El profundo sentido de la vida buscado en la felicidad es encontrada en el amor, en el ser libre de toda alienación y de darse a sí mismo. él ha tenido la valentía de amar a Dios sobre todas las cosas y de amar a los otros con el corazón puro y corroborado por el amor de Dios. "Quisiera que acerca del sumo Bien no dudara nadie, así como nadie duda de que, consista en lo que consista, el hombre no puede llegar a ser feliz sino después de haber comprendido el Sumo Bien"[67].

DIOS ES NUESTRO VERDADERO FIN Y DESTINO
            "Deseamos juntos el amor de Dios; suspiramos hacia su amor, como verdadera patria celeste, sintámonos peregrinos aquí abajo… Desead las cosas celestes, anhelar las cosas eternas, aspirad al final a Dios, donde no se perderá el amor y el amigo, no se debe temer al enemigo donde se vive en perfecta concordia sin privación alguna, donde ninguno nace porque ninguno muere, donde ninguno debe progresar y ninguno venga a menos, donde no hay hambre ni sed, porque se esta saciado de la inmortalidad y nutrido de la verdad"[68] "Oh morada feliz o patria segura. Allí no hay enemigos, allí no hay sufrimiento, allí viviremos seguros, el agua no goteará, sino que se precipita la fuente incesante de la vida-amor, verdad-libertad. Este agua, sin embargo, es aquella que da gozo"[69].

DIOS ES LA FUENTE DE LA FELICIDAD Y DE LA VIDA[70]
            "Él nos ha prometido la verdadera felicidad y eterna vida donde nada debemos temer, donde estaremos seguros de toda turbación, donde no saldremos, donde no moriremos, donde no se lloran las despedidas ni se esperan las llegadas[71]. Entonces Dios será todo en todos porque siendo Dios Vida-Amor-Caridad, por efecto de esta caridad, lo que cada uno posee se convierte en común a todos: en este mundo, en efecto, cuando uno ama, posee en el otro aquello que en él no hay. La diversidad del esplendor no suscitará envidia porque reinará en todos la unidad de la caridad "[72]. Solamente en él será plena aquella felicidad en la cual no habrá ningún mal, no faltará ningún bien… él será el fin de nuestros deseos"[73].

SACIEDAD INSACIABLE[74]
            Cuando lleguemos a la presencia de Dios, ¿cómo nos encenderá aquel amor sin inquietud que proviene de estar delante de su rostro, que ahora deseamos y anhelamos? Si ahora andamos a él sin verlo, cuando habremos llegado ¡cómo nos iluminará! Feliz quien habita en su morada. "Entonces será dada esta dulzura inefable y eterna. Ésta exige ahora de nuestra parte una fe sincera, una esperanza firme, estable, una caridad pura, y que cada uno camine por la senda que Dios le asigna, soportando las tentaciones y acogiendo las consolaciones"[75].
            "No temáis de haberos cansado; tal será el gozo de aquella belleza que siempre estará delante de ti y nunca te saciaras; o mejor, te saciarás siempre y no te saciará nunca. Si dijeses: no te saciará nunca, podrías pensar que acabará por aburrirte. No se cómo explicarme: no nos dejará nada y no nos dará hambre; pero Dios ha de ofrecerlo a aquellos que no llegan a explicárselo, y sin embargo creen en aquello que de él pueden recibir"[76].
            "¿Cuál íntimo secreto tiene esto del cual nunca podemos alejarnos? ¡Maravillosa intimidad y dulce morada, oh secreto sin fondo, no afligido por el pensamiento inoportuno, no turbado por las tentaciones y los dolores! No está quizá aquel íntimo secreto donde entrará aquel al cual el Señor dará como a siervo bueno: “entra en el gozo de tu Señor"[77]. "Si en la búsqueda puede ser encontrado porque se dice: “busca siempre al Señor”, ¿se ha de seguir buscando una vez encontrado? En efecto, sí se han de buscar las realidades incomprensibles, y no crea que no ha encontrado nada el que comprende la incomprensibilidad de lo que busca. Se le busca para que sea más dulce el hallazgo y se le encuentra para buscarle con más avidez"[78].



4. TU VIDA ES AMOR


EL DESEO DE VIVIR POR SIEMPRE
            ¿Por qué amamos, por qué esperamos, por qué vivimos? Parecen ser preguntas más grandes que nosotros, justo porque la vida estalla en nosotros; sentimos el deseo de vivir, la necesidad de saber por qué la tenemos y debemos vivir, y cuál es su futuro. Propiamente porque pensamos en nuestro futuro, sentimos la necesidad de creer que sólo dos cosas son necesarias en este mundo: la vida y el amor[79]; el más profundo deseo del corazón humano y el deseo de vivir y de vivir para siempre.
            Debajo de todas las exigencias del hombre se esconde un deseo más profundo y universal, anhelando una vida plena, digna de ser vivida así abundantemente y sin fin. El hombre es creado para la existencia y para la vida[80]. El hombre tendrá siempre ese deseo de saber cuál es la fuerza que le empujará a vivir… ante lo cual se pregunta: ¿por qué la muerte? ¿Es la muerte una frustración a este deseo profundo? Ante este dilema, la Iglesia tiene una respuesta.

LA RESPUESTA DE LA FE
            Dios no quiere la frustración de sus hijos, sino su plenitud. Dios es aquel fin último, personal, del hombre; quien revela al hombre el sentido de su propia existencia, la verdad profunda sobre el hombre, sobre toda su existencia. Solamente Dios puede manifestar plenamente el misterio de la vida que él ha creado y quien dará respuesta a lo más profundos deseos de su vida. Dios que ha creado al hombre a su imagen y semejanza y le ha hecho partícipe de su naturaleza divina; también le ha llamado a participar de su vida eterna.
            "Os anunciamos la Vida Eterna que esta junto al Padre y se ha manifestado a nosotros en Jesús Cristo por medio del Espíritu Santo, a fin que todos comulguemos con el Padre y con el Hijo y con el Espíritu"[81] La Iglesia dice que Cristo, por todos muerto y resucitado, da al hombre mediante su Espíritu su fuerza para que el hombre pueda responder a su suprema vocación divina (Cf. GS 10).

EL FUNDAMENTO DE NUESTRA FE
            La vida eterna es la razón de ser de nuestro cristianismo. Sin la Resurrección nuestra fe no tendría fundamento (cf. 1Co 15, 4). La vida eterna es el motivo de la Encarnación. La vida eterna es la razón de ser de la Iglesia, de los sacramentos, los misioneros; si no fuese por esta vida nuestra predicación sería una ilusión. La Iglesia, instruida por la Revelación divina, afirma que el hombre ha estado creado por Dios para un fin de felicidad más allá del confín de la miseria terrena; además, la muerte corporal será vencida por la omnipotencia del Salvador. Esta victoria la ha conquistado Cristo volviendo a la vida después de haber liberado al hombre de la muerte mediante su muerte (Cf. 1Co 15, 56-57). Por tanto la fe con sólidos fundamentos a quien quiera, da una respuesta al más profundo deseo de vivir siempre y a su ansiedad de una suerte futura. A las criaturas mortales les ha estado prometida una vida en el cielo[82].

LA MAYOR PRUEBA DE AMOR INFINITO DE DIOS AL HOMBRE
            La prueba de amor infinito de Dios es aquella de darle su misma vida, inmortal y eterna. "La vida en su misma realidad y verdad, y el Padre, que a través del Hijo en el Espíritu Santo, vierte como fuente sobre todos nosotros sus dones celestes. Y por su bondad promete verdaderamente también a nosotros hombres los bienes divinos de la vida eterna"[83].
            Dios creador es Padre de toda la vida, se hace cargo de nosotros y viene a nuestro encuentro con la encarnación redentora del Hijo, y nos da su misma vida. "Tu les has dado poder sobre todos los hombres, para que todos aquellos que les has confiado reciban vida eterna. La vida eterna es conocerte, a ti el único Dios, y conocer aquel que tu has enviado, Jesucristo"[84].

¿QUÉ ES ESTA VIDA ETERNA?
            Es el mismo Dios quien se autodona; su amor lo versa sobre nosotros para participarnos en él de su misma Vida-Amor inmortal. Por lo tanto la esencia de esta vida es este amor de Dios-vida de Dios en nosotros. Él nos ha llamado y nos sigue llamando estrechando a él con toda su entera naturaleza, en comunión perpetua de amor, con su incorruptible vida divina (cf. GS 18). Dios creador del un mundo ordenado y bueno, nos llama a una vida feliz en comunión con él y con los propios hermanos en el don de su amor. Nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo y en él todos formando una sola misma familia en el amor del Espíritu Santo. Este es el deseo y la promesa de Jesús en su oración sacerdotal: “Padre que seamos todos uno, como tú Padre estas en mí y yo estoy en ti; también ellos sean uno en nosotros, así el amor que me tienes este en ellos y yo este en ellos" (Cf. Jn 17, 21-26).

LA VIDA ETERNA LA VIVIMOS AHORA EN LA FE
            Esta vida eterna no es cualquier cosa que se pueda vivir sólo después de la muerte. Nuestra fe nos hace gustar como un anticipo la alegría, la luz. la paz, la serenidad y el amor fruto de esta comunión con nuestro Dios como el inicio dela vida eterna (Cf. 1Co 13, 12). "Hasta ahora contemplamos como en un espejo, como si fuese ya presente, la realidad maravillosa que nos reserva la promesa y que por la fe podemos gozarlas"[85].
            La fe es una pregustación del conocimiento que nos hará felices en la vida eterna". No podemos ser y vivir unidos a Dios si no elegimos libremente amarle[86]. "Si alguno me ama, el Padre mío lo amará y lo llevará con él; el Padre y yo habitaremos con él… en estos días conoceréis que yo vivo vuelto al Padre, y vosotros estáis unidos a mí y yo a vosotros"[87] Esta vida de comunión perfecta en el amor con nosotros y con la Trinidad es ya la vida eterna.

ESTA VIDA ETERNA REQUIERE NACER
            Como se nace a la vida biológica, de la misma forma se debe nacer a la Vida eterna; ninguno puede entrar en el Reino de Dios si no nace del agua y del Espíritu (Cf. Jn 3, 5). Este nacimiento es un nacimiento en la libertad guiada por el Espíritu Santo; este nacimiento es obra suya, por obra del Espíritu de amor; Espíritu que hemos recibidos en el Bautismo y nos ha liberado de la muerte (Rm 5, 2). El Espíritu nos resucita de continuo y nos hace cambiar nuestra actitud. Si el Espíritu de Dios que ha resucitado a Jesús de entre los muertos habita en nosotros, el mismo espíritu, dará también la vida a vosotros (cf Rm 8, 11).
            Pondré dentro de vosotros un Espíritu Nuevo y os daré un corazón nuevo, un nombre nuevo, cambiaré vuestro corazón obstinado, de piedra y lo cambiaré con un corazón nuevo (Cf. Ez 36, 26). Este es el trabajo dentro de nuestra vida: el cambio de mente, de corazón, de amor, de forma de sentir y de amar… "Cuando uno esta unido a Cristo es una criatura nueva" (2Co 5, 17).

ESTA VIDA REQUIERE CRECER[88]
            Esta vida crece al mismo modo de la vida biológica pero es una vida diversa. Esta vida crece en la medida que amamos. Dios pone dentro de nosotros una semilla de amor y nosotros debemos hacerla crecer, nosotros debemos regarla y cuidarla. Así como se aprende a andar caminando, así mismo se aprende a amar amando, como los dientes de un niño se fortifican comiendo y se hacen grandes, así mismo el amor se desarrolla dentro de nosotros y se hace fuerte amando. Pero esta capacidad se nos puede atrofiar por no practicarla. Dios, que es la fuente del amor, me hace crecer en la libertad; él me invita y me llama cada día y en cada circunstancia a seguir el camino del amor, el único camino que me hará profundamente feliz. Necesitamos de la oración para hacer crecer cada día el amor.
            "La fuerza del amor reside en cada hombre. Solo que en la mayor parte de la gente ella está adormilada. Se trata de despertar esta energía latente" (M. Gandhi).

EL DESARROLLO DE ESTA VIDA ES HACIA SU MADUREZ: LA SANTIDAD[89]
            El único estado propio del hombre y el que Dios desea de él y que le ofrece, es el estado de amor. S. Pablo, en el himno a la caridad, ha trazado el programa de la vida cristiana (1Co 13, 1-7). Por lo que quien conforma su vida a la caridad, tendrá una verdadera vida cristiana, sin la cual el rico es pobre y con la cual el pobre es rico. Buscad de tener el mejor don: el mejor camino es la caridad. Si tengo todos los bienes del mundo pero no tengo amor no me sirve de nada, NO SOY NADA. Cuan grande es la caridad: la santidad no es otra cosa que el ORDEN en este amor; en la adversidad lo soporta todo, ante falsas impaciencia ella obra consideradamente, en la prosperidad se modera, en la hospitalidad acogedora. No se enorgullece, no se confía; en la tentación se mantiene segura; en medio de los sufrimientos es fuerte; en medio de los insultos permanece segura; en la insidia, incapaz de enojarse; en la inquietud gime, y en la verdad respira. La caridad todo lo excusa en esta vida porque todo cree de la vida futura; la caridad todo lo soporta, todo aquello que le viene de malo en la tierra, porque lo espero todo de la vida eterna[90].

ESTA VIDA SE PUEDE PERDER POR EL PECADO
            Cuando damos apertura al egoísmo, al "yo", a nuestra comodidad… nuestra capacidad de amor no se desarrolla y, más aún, corre el riesgo de autodestruirse. Y así como el amor es la medicina mejor, cura dentro de nosotros toda enfermedad que podamos tener (Cf. 1 Jn 3, 15). "Quien no ama permanece en la muerte, no tiene la vida, no posee en sí mismo la vida eterna". Puede darse en el hombre la libre elección de permanecer separado de la comunión con Dios y con los hermanos. No podemos estar unidos a Dios y nuestros hermanos sin elegir libremente vivir en el amor. Pero Dios no nos ha abandonado en el poder de la muerte y del pecado; al contrario, Dios nos llama para restablecer y reparar nuestra desobediencia e introducirnos en la morada de su amistad por medio de su perdón y misericordia. Dios en su Hijo ha venido a salvar su pueblo de sus pecados (Cf Mt 1, 21).

ESTA VIDA ETERNA POR SUS FRUTOS SE CONOCERÁ
            Es verdad que esta vida es inmortal y no se ve, ¿dónde está el amor?. Pero nosotros podemos ver sus frutos. No es difícil reconocer millones de frutos como ejemplos. Pero ¿cómo hacer para saber si uno ha nacido a esta nueva vida del Espíritu? Por sus frutos: porque esta vida es Amor, produce frutos especiales: amor, alegría, paz, comprensión, cordialidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí… (Cf Gal 5, 22). Sin embargo los frutos del egoísmo desea lo contrario del Espíritu, seguir el egoísmo conduce a la muerte, seguir al Espíritu a la vida (cf Rm 8, 6).
            Ser cristiano es tener dentro de sí mismo la fuerza del espíritu nuevo, dejando otros espíritus viejos del mundo, de corrupción, rivalidad, mentira, egoísmo, violencia… de muerte. Ante todo ello el hombre es responsable de su elección, debe ser consciente de que esto será el examen final: alegría o tristeza, vida o muerte, compañía o soledad, luz o tinieblas…

CADA UNO ES LO QUE SEA SU AMOR: CADA UNO HABITA EN LO QUE AMA[91]
            Donde está tu riqueza y tus amores, allí esta tu corazón (Mt 6, 21). No acumuléis riquezas de este mundo, acumulad riquezas del cielo. La vida eterna no es otra cosa que habitar en Dios: vuestra verdadera vida está oculta con Cristo en Dios. Buscad las cosas del cielo donde Cristo esta al lado de Dios, no las cosas de este mundo. Si está en vosotros el amor del mundo, no podéis tener el amor de Dios. Conservad el amor de Dios a fin de que seáis eternos, como Dios es eterno. Cada uno es tal cual el amor que tiene. ¿Amas la tierra? serás tierra; ¿amas a Dios? debes concluir que serás Dios. Lo dice la Palabra de Dios; "Vosotros sois todos hijos del Altísimo"[92]. Si pues, queréis ser Dioses e hijos todos del Altísimo, no queráis amar el mundo ni aquello que se encuentra en el mundo.

VIVE EN EL AMOR
            Dios nos llama a vivir con él, en contacto con él, que es el amor; vivir en el amor es vivir enamorado, e inmerso en el amor; es vivir con él, es zambullirse en el amor, un amor único sin comparaciones, un amor limpio, transformante, sincero… el amor fiel de Dios. Es el amor con el cual puedo amar a los otros, es una amor recibido de Dios.
            Como la radio no funciona si no se conecta a la corriente eléctrica, igualmente nuestra vida no puede amar con un amor verdadero, genuino, sacrificado… si no permanecemos unidos al amor. Es por ello que el mismo Jesús nos da este consejo: "Permaneced unidos a mí; no podéis dar fruto si no permanecéis unidos a mí" (Jn 15, 4).
            Sin embargo Dios da al hombre su libertad, él no obliga a ninguno, porque vivir en el amor de Dios y en el amor a los hermanos es ante todo una ELECCIÓN porque el amor no se puede imponer. El amor nace y crece libremente como las flores del campo.

EL HOMBRE, IMAGEN DE DIOS, SE REALIZA SI REALIZA EN SÍ EL AMOR[93]
            La imagen de Dios reside en la parte del espíritu en cuanto es capaz de Dios y puede ser partícipe de él. Un bien así de grande no es posible si no en cuanto el espíritu es imagen de Dios. Ninguno diga: no sé qué es amar. Que ame al hermano y estará amando al amor mismo. Por lo tanto conozco mejor el amor con el que amo, que el hermano que ama. Así Dios será más conocido que lo que pueda conocer al hermano, más conocido porque más presente, más interior, más cierto. Si ves la caridad tu ves la Trinidad [94]
            El amor supone tres cosas: aquél que ama, aquello que es amado, y el amor mismo. ¿Qué es el amor sino una vida que une, o que tiende a que se unan dos seres, esto es, aquel que ama, y aquello que es amado? Cuando se alcanza la caridad… el misterio se aclara en el misterio de la Trinidad.




5. TU VIDA ES MORADA DEL AMOR


            Antes de la creación del mundo, Dios nos ha llamado para vivir con él en el amor. Nosotros somos imagen de Dios, y nuestro cuerpo es la esencia de la casa de Dios. Pero la palabra de Dios es fuerte y más sublime, ¿no sabéis que sois templo de Dios? Nuestro cuerpo es verdaderamente templo del Espíritu Santo. Habéis sido comprados a gran precio. Glorificad, por lo tanto a Dios en vuestro cuerpo: tal es el valor, el precio de nuestra vida, cuál grandeza de la dignidad del hombre que en su raíz tiene una estupenda continuidad entre nuestra tierra, nuestra vida y la tierra nueva y nueva vida. Esto que pasará no es el mundo, sino el aspecto de este mundo deformado del pecado. La creación no será aniquilada, sino liberada de la esclavitud, de la vanidad. Aquello que nosotros esperamos es aquí y ahora, en la presencia de Dios, en la fraternidad y en la libertad humana. El paraíso ya no es exilio, deja de ser inaccesible: es el fruto posible, la bendición y la promesa de vivir con Dios.[95]

CADA UNO HABITA EN AQUELLO QUE AMA[96]
            Así como el cuerpo no encuentra calma, paz si no encuentra su propio puesto, así el hombre llevado por el amor no encuentra calma si no encuentra su lugar, aquel por el cual ha estado creado. “Es donde tenemos el corazón donde habitamos”[97] (S. Agustín). Quien ama al mundo merece por ello ser llamado “del mundo”. El nombre lo recibe de la casa donde habita. Como cuando decimos que una casa es buena o mala, no queremos condenar o alabar sus paredes, sino que diciendo que una casa es buena o mala entendemos que se refiere a aquellos que la habitan. Así por “el mundo”, queremos designar aquellos que lo habitan o que están a él apegados ¿Quiénes son? Aquellos que aman el mundo, aquellos que con su corazón habitan en el mundo. Aquellos que por el contrario no aman el mundo, se encuentran en el mundo con la carne pero con el corazón habitan en el cielo.

HABITAR EN LA CASA DE DIOS
            La persona que ha estado conducida a la morada de Dios exulta de alegría: ¡Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa de Dios!” (Sal 122). La persona entra en la dulzura escondida, en el interior de la delicia de Dios. Ha oído como en un sueño interior “Amiga mía, amada mía ven (Cant 2, 10). Y guiada por la dulzura de esta voz siguiendo aquello que sentía resonar ha llegado al final a la casa de Dios. Caminaba hacia el templo de la casa de Dios entre cantos exultantes (cf Sal 42, 5). En aquel modo llega al secreto de la casa de Dios, Responde entre voces, cantos de una multitud exultante, es festiva; en la casa del Señor hay fiesta eterna. No se celebra una fiesta que pasa. El rostro de Dios presente da una alegría que nunca pasará. Este día de fiesta no tiene ni inicio ni fin, abre tu corazón y deja entrar al Señor[98].

SOMOS TEMPLO DE DIOS, MORADA DE DIOS, REFLEJO DE DIOS.
            ¿Cuál es la excelencia y la dignidad del hombre cuando Dios dice haber hecho al hombre a su imagen y semejanza? (cf Gn 1, 26). “Qué grande la intuición de ver y conocer que nuestra alma es creada por Dios y para Dios, habita en Dios (Jn 14, 20). Somos en Dios y Dios en nosotros. Misterio profundo que no llegaremos nunca a comprender. “En Cristo vivimos, nos movemos y somos” (cf Hch 17, 28). El misterio de la Trinidad se quiere revelar en la creación, pero sobre todo en su obra magna: el hombre, llamado a vivir y reflejar su amor. Santa Teresa, absorta en contemplación de la Trinidad recibe esta experiencia mística de cómo Dios se comunica en la creación entera y especialmente al hombre: “No os afanéis por encerrarme en ti, sino que busca de encerrarte en Mí”[99].

SOMOS MORADA DE LA TRINIDAD
            Dios habita en el hombre, quien a su vez se convierte en “capaz de Dios” (Capax Dei. K. Rahner). Podemos considerar nuestra alma como un castillo hecho de un sol diamante o de un purísimo cristal, en el cual hay muchas moradas, como muchas moradas hay en el cielo. Del resto, podemos pensar que el alma del justo es como un paraíso donde el Señor dice tener sus delicias”[100]
            En nuestro propio corazón habita Dios Trinidad… quizá podremos algún día comprender la excelencia y dignidad, imagen y semejanza con que hemos sido creados. Esta premisa hace de cada persona un alma bellísima en la cual Dios se complace de habitar. “A tal objetivo se puede notar que el Verbo Hijo de Dios junto con el Padre y con el Espíritu esencialmente y presencialmente esta escondido en lo interior del alma"[101]. Este hecho de la inhabitación de la Trinidad, de la morada de Dios con nosotros debe ser el canto dela espiritualidad cristiana. ”Entre mi amado en su jardín y saboree sus frutos exquisitos” (Cant 4, 16).

DIOS ES NUESTRA INEFABLE COMPAÑÍA[102]
            “Dios mío, Trinidad que adoro, ayúdame a olvidarme internamente para establecerme en vosotros, inmóvil y quieta como si mi alma estuviese ya en la eternidad; que nada pueda quitarme la paz o hacerme salir de vosotros” ”Oh mis Tres, mi todo, mi felicidad, salud infinita, inmensidad en la cual me pierdo…” “Enterrados en mí porque yo me entierre en vosotros, para que llegue a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestra grandeza”[103].
            La relación de Dios hacia nosotros llega a la más alta expresión: el hombre creado como reflejo del amor Trinitario y el lugar de su increíble comunicación. En la encarnación de Dios el hombre ha estado revestido de suma belleza y dignidad (Sal 8). ¡Qué grande es la belleza de esta convivencia amorosa de cada uno de nosotros con la Trinidad! “¡Cuál es la alta experiencia de vivir en la comunión de la Trinidad! No hay para maravillarse de una cosa tan sublime! No es posible ni saber ni describir como esto se realiza”[104].

DESTINADOS A LA MÁS ALTA COMUNIÓN TRINITARIA
            La revelación de Dios Trino es al mismo tiempo la revelación del destino del hombre, nacido de la Trinidad, somos llamados a entrar en la felicidad que Dios mismo tiene y ha abierto generosamente a nosotros con la creación y la vida de gracia. Este es el destino definitivo del hombre llamado a participar de la más alta comunión Trinitaria.
            "Somos insertos en el encuentro activo y eterno entre el Padre y el Hijo por medio del Espíritu santo, en el amor eterno”[105]. Comunicando a ellos el mismo amor que el Hijo, por amor y transformación de amor. Nosotros somos una sola cosa con Dios, no esencialmente y naturalmente, como lo son el Padre y el Hijo, pero lo somos por la unión de amor, como el Padre y el Hijo viven en unidad de amor. Esta verdad es la fuente y modelo de vida, y la meta de la humanidad entera”[106].

LA COMUNIÓN EN EL AMOR RECIPROCO REFLEJO DE LA TRINIDAD (la comunidad cristiana: quasi-sacramento de la Trinidad)
            La inhabitación trinitaria no debe ser interpretada solamente en la dimensión individual, sino comunitaria, que es propiamente trinitaria. “Cuando se ama a alguno, se está en modo verdaderamente y de forma real en él. Si es en él con el amor, se vive en él con el amor, no se vive más para sí mismo, porque no está más apegado a sí mismo, se está despegado de sí y fuera de sí. No se vive más en sí mismo, si está en aquél que se ama, se vive de su vida, se vive en él”[107].
            En el amor del prójimo viene la presencia y manifestación de la Trinidad. “El amor cristiano es una puerta segura, por medio de la cual permanecemos en contacto con la caridad divina trinitaria. La caridad trinitaria va siempre más adelante de cuanto se espera: nuestro amor hacia el prójimo viene de Dios y debe andar además al prójimo y volver a Dios. En este pasar hacia Dios debe tomar consigo el prójimo”[108].

DESTINADOS A LA UNIDAD EN LA TRINIDAD
            “Que seamos todos una sola cosa, como tú Padre estas en mí y yo en ti, que sean también una sola cosa en nosotros” (Jn 17, 23). Carlos de Foucould interpreta este versículo de manera espléndida: “Somos así unidos con todos los hombres por el amor fraterno, con el amor con el cual amamos en ellos los miembros de Jesús, con el que amamos en ellos el Cuerpo de Jesús, como el Padre y el Hijo son una cosa sola, gracias al mutuo amor. En efecto, así son una sola cosa en dos modos: por esencia divina que es común entre ellos, y por el mutuo amor entre ellos. Es en esta manera que nosotros podemos y debemos ser una cosa sola con todos los hombres, así como el Hijo y el Padre son una cosa sola”[109].
            Como el Padre vive en el Hijo con el amor, y como el Hijo vive en el Padre con el amor que tiene por él, nosotros debemos vivir con todos los hombres con el amor que tenemos por ellos. Debemos amar de tal manera todos los hombres, que vivamos en ellos, no en nosotros, siendo una sola cosa en él.

LA TRINIDAD ES LA RAZÓN MISMA DE LA VIDA HUMANA Y DE LA HUMANIDAD
            Que misterio de amor tan grande: ser morada de la Trinidad, templo del Espíritu Santo. En aquellos en quienes habita el Espíritu santo, promueve la construcción de la propia morada[110]. Santifica siempre más y acrecienta la fidelidad en quien habita, los cuales progresan renovándose día a día para establecer una perfecta comunión para la eternidad. Y su aspecto divino colmará todas las lagunas de su inteligencia , ya que no se separa jamás de la unidad del Cuerpo de Cristo, que por nosotros se ha hecho el camino para la comunión del templo de Dios[111].
            En el llamar el genero humano el Espíritu de Dios nos dice lo que debemos hacer y promete aquello que debemos esperar: “Todo el universo espera con grande impaciencia el momento en el que Dios mostrará el verdadero rostro de su Hijo” Es nuestra esperanza: nosotros que tenemos las primicias del Espíritu esperamos que Dios manifieste en nosotros su gloria” (Rm 8, 18-30).

LA TRINIDAD: MISTERIO DE COMUNIÓN
            "Es propio del amor no dejar el amante tranquilo en sí mismo, sino arrojarse fuera por darse enteramente al amado”[112]. No es distinta la interpretación de la visión de la Trinidad en J. Nacianceno. Dios es comunitario: la perfección de uno exige para comunicarse la perfección de él en el otro. El Uno se mete en movimiento (donación) a motivo de su perfección. Pero no se detiene en el Dos, porque la divinidad es, más allá de toda oposición, la perfección que se cumple en el Tres"[113].
            Un ser solitario, un puro individuo, es por definición incapaz de comunicarse a los otros: si Dios es amor, como dice S. Juan en la primera carta 4, 16, quiere decir que es vida y que quiere infundir vida autodonándose, comunicándose a los otros, haciéndoles existir con el mismo amor que él es. Si Dios es Amor, no es solamente uno quien ama, sino que por necesidad debe de ser: el amante, el amado y el amor. Esta es la gran intuición de S. Agustín cuando habla de la Trinidad[114].

SER MORADA DE LA TRINIDAD COMPORTA SER COMUNICACIÓN
            El misterio de la Trinidad, su conciencia, comporta la comunicación. El amor más allá de ser generativo es también voluntad de participar su propio ser, alegría de llamar a la existencia a uno diverso de sí, hecho, sin embargo, por la lógica del amor a su propia imagen y semejanza: el hombre.
            Desde el momento que el Hijo es imagen perfecta del padre, al buscar al hombre, el Padre no tiene otra motivación más que la sobreabundancia de amor por su Hijo. Tanto es así que el deber de los hombres es que todos seamos una sola cosa en Cristo Jesús” (Gal 3, 28). Por consiguiente el hombre, como el Hijo, tanto es hombre, en tanto es como el Hijo que responde al amor del Padre, estableciendo con él la misma dinámica de la vida trinitaria, gracias a la caridad puesta en nuestros corazones. “El Espíritu Santo ha sido derramado (infundido) en nuestros corazones” (Rm 5, 5).

LA ACTIVIDAD DEL HOMBRE NO DEBE SER OTRA QUE IMITAR LA DINÁMICA TRINITARIA
            Si Dios no nos hubiese revelado su vida Trinitaria no podríamos conocer ni nuestra identidad ni el camino para realizarla plenamente. Nuestra existencia por esencia es comunitaria. La salvación es posible gracias al Hijo encarnado y al don del Espíritu Santo[115].
            Porque todo el universo está ordenado a Dios como a su fin, la actividad del hombre no debería ser otra que imitar la actividad originaria de Dios, es decir, reproducir su dinamismo de dar vida-amor que está en la Trinidad. Para S. Tomás en definitiva, el designio del Padre en la creación no es otro que aquel de extender en la humanidad la vida Trinitaria, porque todo ha sido creado a su imagen y semejanza. Puesto que Dios es Amor, también el hombre es amor que puede y debe vivir en la Trinidad. “Amáos los unos a los otros porque el amor viene de Dios… si Dios nos ha amado así… también nosotros debemos amarnos los unos a los otros… y si nos amamos los unos a los otros Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros”[116].

EL IDEAL NO CONSISTE SOLO EN UNIRSE A LA TRINIDAD SINO EN EXPRESARLA E IMITARLA
            Ésta es la expresión de S. Máximo cuando habla del ideal de los santos[117]. El hombre como imagen de Dios-Amor se realiza como persona viviendo no solo “en la Trinidad” sino viviendo “a la Trinidad”, es decir, actualizando el mandamiento del amor, expresando la perfecta comunión en el amor de Dios, al estilo de aquella que tienen el Padre y el Hijo, pues está en el hombre a modo de impronta[118]. En Dios esta la unidad con diferencias: un sólo Dios en Tres Personas[119].
            El hecho es que en Dios las personas no se adicionan, sino que existen la una en la otra en una comunión recíproca. Este cambio de ser, viene en el don de sí y hace que una de tres personas exista en relación a las otras y en las otras. Pues los caracteriza el que cada uno se pierde en el otro. El misterio del amor que al mismo tiempo es y no es, de la misma manera como cada persona en la Trinidad es porque no es; no es porque es Amor, sino que propiamente porque es Amor, es[120].

 EL MISTERIO DE LA TRINIDAD REVELADO Y ESCONDIDO EN LA CRUZ
            No es fácil imaginar y describir lo que sucede en la vida íntima de la Trinidad. Allí Dios sería verdaderamente inaccesible sino se nos hubiese revelado en el rostro humano de Jesús viniendo del silencio de su trascendencia[121]. No existe más que un sólo Dios, que se ha manifestado en Jesucristo, su Hijo, el cual es su Verbo salido del silencio”. Esta salida no se podría realizar sin asombro[122] (J. Moltman) sin una “Kénosis”, como dice S. Pablo (Film 2, 7). Pero es precisamente esta “Kénosis” la que ha despertado al hombre al misterio del amor; porque por amor al hombre, “como a sí mismo”, el Hijo ha debido renunciar a su divinidad por hacerse “otro”. Se ha hecho hombre (igual a mí) para que el hombre pudiese revestirse de él (cf GS 22).

EN LA IMPOTENCIA DE LA CRUZ SE PONE EN EVIDENCIA EL AMOR DE DIOS
            Este misterio del amor está escondido en la cruz, como Pablo había afirmado (2Co 2, 1): ”La potencia de Dios se manifiesta plenamente en la debilidad” (2Co 12, 9). “Y propiamente aquella pequeña semilla de mostaza que muere a la propia individualidad por encontrarse exaltado, porque el amor en la plenitud de su ser comporta la comunicación de sí mismo, el don de sí mismo”[123]. ”La humillación de Dios evidencia la sobreabundancia de su poder… su grandeza, se puede descubrir en su abajamiento”[124]. ”Aquél que, Dios por naturaleza, en su Encarnación ha asumido nuestra debilidad… así que, de una manera que él sólo conoce, su Kenosis se ha convertido en la medida de la divinización de cuantos son salvados por gracia”[125].




6. TU VIDA ES PARA AMAR


UNA VIDA QUE ES AMOR SUPONE DESARROLLARLA[126]
            Se ama amando; se madura en la medida que se ama, en que se aprende el amor, el correcto modo de amar que se expresa en la amistad, en la afectividad, en la ternura, en la sexualidad y en todas las dimensiones del amor. Ello exige que la persona se considere a sí misma en la máxima disponibilidad, en donarse sin cálculos, ni máscaras, tapaderas, falsedad. El amor se convierte así en una elección primera y definitiva, en el sentido que plenifica las otras dimensiones existenciales, dando al ser la máxima posibilidad de expresión.
            La madurez en el amor supone crecer en modo adecuado y proporcionado de la justa valoración de la corporeidad, de la sexualidad; el crecimiento y la maduración de todas las dimensiones de la vida que completan la totalidad de la persona y así compromete el crecimiento de todos los otros aspectos como responsabilidad hacia los otros y hacia la sociedad en la relación interpersonal del ser solidario en la Iglesia y en el mundo.

DIOS QUIERE LA PLENA MADUREZ DEL HOMBRE EN EL AMOR[127]
            El objetivo de fondo en el designio de Dios cuando creaba al hombre, es la esperanza de llevarlo a su madurez, a la profunda capacidad de amar. El amor es la plenitud del hombre. Dios no manda lo imposible, sino que manda ser aquello que se es[128]. Dice S. Agustín: “Ama y haz lo que quieras”; “Ten la caridad y tendrás todo”[129]. El amor es lo que perfectamente se acopla sobre todas las cosas divino-humanas, acompañado del benévolo afecto Que el amor entre vosotros no sea solamente material sino espiritual[130].
            La verdadera intimidad no es sólo convivir y compartir las cosas materiales. sino también espirituales[131]. Como enamorados de la belleza espiritual y exaltando la santa convivencia, el buen perfume de Cristo, como hombres libres bajo la gracia. Ahora, si que hay entre nosotros un perfecto acuerdo sobre las cosas humanas y divinas, acompañado de una afectuosa benevolencia en Cristo Jesús nuestro Señor[132]. Si quieres realizarte, ama: Ama, ergo sum cambiando el famoso “cogito, ergo sum” de Descartes tomando el pensamiento de los Padres.

 NO EXISTE NINGUNO QUE NO QUIERA AMAR Y SER AMADO
            El hombre es una chispa de amor salida del amor de Dios. El núcleo central de la naturaleza humana es el amor[133]. El hombre siente haber nacido para amar y para ser amado (Cf 1 Jn 3, 1). Adelante hay ríos de amor que atraviesan la vida del hombre y le hacen feliz: el amor paterno, el amor materno, el amor filial, el amor de amistad, el amor esponsalicio, el amor conyugal. El hombre que no aprende a amar es un ser desnutrido y débil en su ser profundo. El hombre que no ama es arrojado al absurdo, a la tristeza, y a la nada, convirtiéndose en soberbio, intolerante consigo mismo. La vida del hombre es un aprendizaje a amar, a hacer comunión, primero con los padres, después con la familia, luego los amigos, después otras personas particulares, a través de este ejercicio de amar el hombre madura hacia la gran comunión con Dios y su destino supremo.

PERO ES NECESARIO VER CÓMO SE AMA Y QUÉ COSA SE AMA
            El amor puede ser ordenado hacia diversos puntos. El amor necesita una orientación. El amor es ciego: es, pues, necesario saberlo dirigir; que en su instinto natural de amar el hombre es llamado a una comunión profunda hasta llegar a desarrollar el proyecto de Dios. El hombre, al mismo tiempo, se ve conducido hacia la vía del egoísmo, que lo empobrece y a veces incluso lo embrutece.
            En lo íntimo del hombre hay alguna cosa de rito y de desordenado (Kafka). Somos asediados de la satisfacción y de la seducción de los otros amores. Cada parte nos seduce y nos entretiene en falsos valores, por todo el mundo y por toda clase de seducciones, atracciones de las múltiples bellezas… .pero no todo aquello que se presenta como bueno lo es verdaderamente para el hombree. No se puede contar cuantas ofertas se nos presentan cada día como un bien. Es necesario ordenar el amor según el máximo bien.

PERO, ¿QUÉ ES AMAR?
            Pero ¿en qué consiste amar? “El amar es un arte”[134]. El amor es, sobre todo, un amor de benevolencia, con el cual se ama a una persona por sí misma, no por intereses, sino por puro amor. El amor hace salir de sí mismo para comunicarse al otro. El amor tiende a comunicarse comunicando lo mejor de sí mismo[135]. El amor debe necesariamente buscar el bien de los otros[136]. El verdadero amor y profundo, busca el mayor bien de la persona amada. De los bienes de este mundo, algunos son superficiales, pero sólo uno es necesario (cf Lc 10, 42); en este mundo sólo dos cosas son necesarias: la vida y el amor[137].
            Nadie es tan listo que pueda conocer y estar seguro del mejor bien para el otro; sólo Dios, que nos ha creado, sabe de qué cosa tenemos necesidad. La vida humana es un bien de la naturaleza humana incomparable con la naturaleza divina. En la naturaleza divina la vida y el amor son bienes divinos que vienen de Dios; él ha creado al hombre para la vida eterna: esto es el amor. (Cf Jn 3, 16).

EL AMOR NUEVO DEL PRECEPTO NUEVO DE LA CARIDAD
            Esta novedad emerge de nuestra conversión que en el cristianismo ha iniciado y en la que permanece unido, para vivir una vida nueva centrada en Cristo[138]. Cristo habita en el hombre interior y le enseña a amar con un amor nuevo: “Nadie tiene un amor más grande que éste: dar la vida por los propios amigos” (Jn 15, 13). Este es el punto central del amor nuevo y del precepto nuevo. “Amáos los unos a los otros como yo os he amado (Jn 15, 12) Este renovamiento profundo es obra del Espíritu Santo que infunde en nosotros su don inefable para renovar en nosotros todas nuestra maneras de pensar y de amar[139]. En el renovarse, lo que importa es la deificación, santificación, participación de la vida y del amor de Dios. Aquí esta el Espíritu que lo opera y lo establece progresivamente. El hombre, pues, es nuevo porque ha sido renovado en el amor que es Don de Dios.

CRISTO ES EL MODELO DE AMOR A IMITAR
            La esencia de las religiones y de la perfección es el Amar (cf Mt 5, 48). El amor es la imitación de aquel que nos ha amado hasta el extremo de muerte y muerte en una cruz. Así mismo también nosotros debemos amar al prójimo hasta que Dios sea todo en todos; aquél que es amor y que vive en el amor, que está siempre cerca del Padre, nos ha hecho conocer qué cosa es el amor.
            Cristo, el Hijo de Dios, lleno de amor y de vida, se ha manifestado y nosotros lo hemos visto; hemos contemplado su amor puro, divino, inteligente. Es de él que nosotros podemos conocer y vivir el verdadero amor. La búsqueda de su amor está orientada sobre nosotros, y nosotros todos la hemos recibido. Todos, pues, por él hemos obtenido la capacidad de amar en su misma eterna medida. Este es el objetivo de la Encarnación para que pudiésemos entender, acoger y transformarnos en hombres que perfectamente aman. Es pues definir que cosa significa amar Seremos felices cuando lo pongamos en practica[140].

EL AMOR, SÓLO EN CRISTO ES VERDADERO
            El amor sólo en Cristo es verdadero porque sólo en Cristo es estable y eterno, es un amor estable, firme, sólido, sin limites de tiempo, un amor que crea la comunión perfecta de vida y amor. El amado vive para aquél a quien ama, hasta darle la vida; es perfecta unidad de amor. El amigo vive para el amigo y en el amigo; hace de los dos una sola cosa, no se cansa de sentirlo, de oírlo, de pensarlo y de hablarle, siempre uno en las alegrías y en la tristezas. Quien ama bien será llevado hacia aquello que ama, y ¿dónde será sino donde el bien que él ama? Con la prospectiva de que en Cristo está el premio se exhorta a amarlo, con la certeza que se cumplirá cuando el Padre lo quiera. “Quiero que también estos estén conmigo donde yo este” (Jn 17, 24). Desead estar donde está Cristo. Ama a Cristo y que sea tu peso[141].

EL VERDADERO AMOR ES AYUDAR AL OTRO A SER CRISTO
            ¿Qué otra cosa es el amor que no toma nombre sino del amor mismo y no es fiel sino en Cristo, en el cual puede ser eterno y feliz? En ningún bien de aquí abajo, de este mundo, encuentra respuesta aquel que ama otro bien superior: el único bien. Pero si en el lugar aquél tiene el único bien, el único que es digno de ser amado con todo el ser, entonces nada le faltará, sólo ese amor le basta, todos los otros amores son superfluos y pérdida frente a Dios[142].
             “Todo aquello que consideraba un gran valor, ahora que he conocido el amor de Cristo lo tengo por basura” (Fil 3, 7). Ama a Dios con orden, de modo que ordenes todas las demás cosas, dándole el justo valor y el propio peso.

EL VERDADERO AMOR ES UNA PERSONA: ES DIOS QUE ES AMOR
            La caridad es el don de Dios mismo y de su Espíritu Santo que lo infunde en los corazones (Rm 5, 5) .Este afecto es producto de aquel que lo recibe en él y por medio de él haciéndose bueno con su espíritu. No hay verdadero amor sino cuando hay un estrecho vínculo entre las dos personas que se aman en un amor difusivo[143]. ¿De dónde viene la caridad hacia Dios y hacia el prójimo sino de Dios mismo? Así dice la Escritura: “porque el amor viene de Dios” (1Jn 4, 7), por lo tanto, el amor no proviene de nosotros, sino de Dios mismo; el amor con mayúscula sólo es Dios, es el amor-comunión, la más alta realidad y sublimidad de comunión: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
            El amor que no es eterno no es digno del nombre de amor.
            El amor que no es puro no es digno del nombre de amor.
            El amor que no es fiel no es digno del nombre de amor.
            El amor que no da toda su vida no es digno del nombre de amor…
            Solamente el amor eterno, puro, fiel, sacrificado, gratuito de Dios es digno de    llamarse amor.

NO SÓLO ESTAMOS LLAMADOS A AMAR SINO A ELEGIR EL OBJETIVO DE NUESTRO AMOR
            “Ama al Señor tu Dios…”[144]. Busca en lo humano el motivo por el cual debes amar a Dios y no encontraras más que esto: que Dios nos ha amado primero, nosotros amamos porque él ya nos ha amado, por ello debemos escoger como objetivo de nuestro amor si antes no hubiésemos sido elegidos. No podríamos amar sin antes haber sido amados y elegidos. Llamados al amor por el Amor, aquél que debemos amar primero de todo nos ha amado, él se ha dado a sí mismo por nosotros, nos ha dado aquello por lo que podríamos amarlo luego. ¿Quién ama? ¿Quién es amado? Busca cómo el hombre puede amar a Dios. No lo encontraremos sino en el hecho de que él nos a amado primero[145].
            Entonces, ¿qué debemos elegir como el OBJETIVO más digno de nuestro amor, sino aquél que no tiene comparación, es decir el amor de Dios: fuente de todo y cada amor humano? Si anteponemos o igualamos este objetivo del amor de Dios a otros amores o objetivos humanos, quiere decir que no sabemos amarnos bien a nosotros mismos.

NO ESTAMOS LLAMADOS SOLAMENTE A AMAR A DIOS, SINO A HACERLO CON TODO NUESTRO SER
            “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todas tus fuerzas, con toda tu alma, con toda tu mente…” (Cf Lc 10, 27) ¿Qué queda de tu amor en tu mente y de tus fuerzas para amar? Dios manda que sea con todo el ser, con todo lo que te ha dado al crearte[146]. Debemos amar a Dios con toda la capacidad y medida de que podamos. Ninguno debe amar la criatura más de cuanto se debe amar. Si uno ama así podrá decir que ama ordenadamente, santamente según las normas del amor. Si observamos el orden de la verdadera caridad comenzaremos a amarnos según el precepto del Padre. Cuando te esfuerces con toda tu capacidad y todo tu ser, siendo fiel a este precepto hasta el final incluso dispuesto a morir por amor a Dios. Sólo este amor así distingue a los hijos de Dios que viven en el mundo[147].

AMAR A DIOS SÍ Y TAMBIÉN A NUESTROS HERMANOS
            “Amarás al Señor tu Dios con todo… .y al prójimo como a ti mismo…” (Lc 10, 27). El amor a Dios y el amor a los hermanos son totalmente inseparables, no puedo decir que amo a Dios sin amar al prójimo. Si uno ama al prójimo que se ve entonces será verdad que pueda a amar a Dios a quien no se ve. Ama realmente a Dios quienes son sus criaturas. Ama verdaderamente al prójimo aquél que en su prójimo ve a Dios. Y ama a Dios porque Dios vive en él[148]. El verdadero motivo del amor, excluye el egoísmo. Amar significa no buscar nuestros intereses sino sólo el interés que Dios tiene por los otros.
            Pero ¿quién es mi prójimo?… todos aquellos que son vecinos y todos los lejanos; no debe encontrarse limitado sólo a los amigos, abraza a todos los hombres; sino no es Amor. Todos aquellos que son amigos y también los que son “enemigos” La verdadera caridad se extiende no sólo a mis amigos por los que estamos también invitados a orar (Cf. Mt 5, 44).

NO SÓLO AMAR AL PRÓJIMO SINO CÓMO ME AMARÍA A MI MISMO
            Ama al prójimo como a ti mismo. Para amar bien al prójimo es necesario entender el verdadero sentido del amor en nosotros mismos. Cuando hablo por el bien de ti mismo, seré tanto más sincero cuanto más amigo, y seré tanto más amigo cuanto más leal sea[149]. No estamos exhortado sólo a amar a los amigos sino también a los enemigos. Amar a los otros como a nosotros mismos quiere decir estimarlos no menos que a nosotros mismos, entrando en el profundo deseo de los otros hasta ayudarles a saciar su profunda sed de amor. Amar al otro debe de ser ayudarle a encontrar la única y plena fuente de amor, si nos presentamos a nosotros mismos será muy próximamente una frustración para ellos. Nosotros no podemos dar la visión tan corta que tenemos de nosotros mismos. Amar al prójimo quiere decir comprometerse con él a encontrarse y a vivir con Jesús[150].

AMAR CON LOS MISMOS SENTIMIENTOS DE DIOS POR LOS OTROS
            Ninguno puede amar verdaderamente al Hijo si no ama sobre todo al Padre, que es el padre del amor y de la verdad (puro y desinteresado)[151]. El verdadero amor es la caridad que viene de Dios, que conoce nuestro máximo bien en grado superior, el amor bien entendido debe espabilarme a llevar al otro a un amor superior.
            El amor parte del amor, de lo íntimo, de lo más profundo del hombre; es allí donde se establece la verdadera batalla del verdadero y falso amor. Quien ha llegado a ser esclavo de sí mismo no se ha preparado para amar, por dejar predominar más la comodidad, la vulgaridad, sensualidad, y los bajos instintos ha hecho que la persona ahora sea un inmaduro para amar de verdad, todo por el buscarse a sí mismo. Hasta que Dios no nos dé la verdadera libertad nuestro amor no será capaz de amar bien[152].
            El verdadero amor necesita una constante purificación de todo egoísmo, se puede purificar en el sacrificio de modo que escoja la lucha de la verdadera vida. Jesús, si algo quiere, es un amor de calidad que sólo es posible con él y desde él.

SÓLO CON EL AMOR DE DIOS EN NOSOTROS, AMANDO CON DIOS PODEMOS VERDADERAMENTE AMAR
            Aquel que conoce realmente qué es el amor se nos ha dado ya a sí mismo para que nosotros podamos amarlo. “Que el amor que me tienes Padre esté en ellos, y también yo esté en ellos” (cf Jn 17, 26). ¿Cuál es el amor que estará en nosotros? Nos responde el apóstol Pablo: el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones. ¿De dónde? ¿Quizá de nosotros? No, por medio del Espíritu Santo que nos ha sido dado; en él vivimos, existimos y somos. Pero no basta saber que el amor es Dios y que viene de Dios, sino que necesitamos vivirnos verdaderamente en Dios y con Dios en un amor a nuestros hermanos por medio de él. Es pues necesario estar en el amor para amar, permanecer en mi amor y a la vez radicado en el amor del Padre (Jn 15, 10). Quien está en el amor habita en Dios, y Dios permanece en él, quiere decir que quien está en Dios ama a lo Dios (cf. 1Jn 4, 7).




7 CONOCER AL AMOR


LA INICIATIVA ES SIEMPRE DE DIOS; LA RESPUESTA, DEL HOMBRE
            Dios es el primero que llama, es el primero que quiere entrar en comunicación con el hombre. Dios quiere comunicarse con el hombre en un espíritu de reciprocidad y de mutua apertura. A tal iniciativa, libre y gratuita del Dios viviente, está siempre la respuesta libre y gratuita del hombre. Dios promete ofrecer la posibilidad de esta respuesta libre con él de verdadera amistad.
            Dios es en sí mismo comunicación de amor, nos comunica, se nos autocomunica. En la comunión trinitaria el diálogo entre las personas divinas es incesante. En la Trinidad las tres personas son una comunión en cuanto son personas y son personas en cuanto son comunicación.. Pues igual cada uno de nosotros se realizará a sí mismo más plenamente, cuanto más viva la vocación al dialogo con Dios; cuanto más vive esta comunión con Dios más vive la propia identidad humana; el dialogo es don con y para los otros.

DIOS QUE ES COMUNICACIÓN, COMUNICA AL HOMBRE SU VIDA Y AMOR
            La comunicación interna al misterio de las personas divinas se alarga a la creatura privilegiada que es el hombre. Cada hombre y mujer de este mundo son llamados a ser parte de este misterio de comunión. Dios ha deseado siempre acercarse al hombre y hacer con los hombres un camino de amor y de comunión. Toda la Biblia nos habla de la historia de Dios con su pueblo: Israel, y también la senda que quiere hacer con todos y con toda la humanidad.
            S. Ireneo habla de esta comunicación-participación divina de Dios con el hombre. “El Verbo ha habitado en el hombre y se ha hecho Hijo del hombre para acostumbrar al hombre a conocer y a comprender a Dios”[153].

ESTE ES EL DESEO DE DIOS Y DEL HOMBRE[154]
            Esta es en efecto la voluntad del Padre mío, que quien ve (escucha) al hijo y cree en él tenga la vida eterna (Jn 5, 25; 6, 40) Creer en él, tener la vida eterna es decir, la participación a la misma vida divina es acercarse y participar de esta intercomunicación del amor, esto significa que podemos vivir en perfecta comunión con el amor “Yo en ellos y tu en mí, para que seamos perfectamente uno” (Jn 17, 23). Este deseo de Dios coincide con nuestro deseo más profundo. “Tu deseo sea el de ver a Dios. Tu temor de perderlo, tu dolor de no poseerlo, tu alegría es poderte conducir hacia él”[155].
            Descubrir este amor es lo que sostiene la verdadera conversión. El hombre no se convierte a Dios sino que es siempre Dios el que se convierte al hombre Jesucristo, quien le pide acoger este amor abandonándose en él. El primer movimiento es siempre dejarse amar por Dios[156].
DIOS BUSCA AL HOMBRE Y EL HOMBRE BUSCA CONOCER A DIOS[157]
            La búsqueda de Dios puede venir en muchos modos en la vida de cada hombre; lo común es que buscarle nos sale a todos desde dentro, pues es el amor que nos mete de frente a la verdad del ser. Somos testigos de la verdad del ser en el cual nos sentimos desde dentro. Para alguno puede ser un paisaje de la montaña que le lleva a la contemplación del amor, un momento de soledad, o una situación destacada de un momento determinado por ejemplo a salir de la esclavitud cotidiana, de las esclavitudes de las cosas que todo el día nos solicitan atención con una mirada que trasciende a Dios.
            El hombre solo puede decir, hacer y reflejar lo que ha recibido de Dios.    Lo propio del hombre es escuchar, mirar, contemplar, dejarse hacer. Lo propio de Dios es hacer y lo propio del hombre es dejarse hacer[158].

EL HOMBRE ESTÁ LLAMADO A CONOCER A DIOS
            Conocer su modo de pensar, de actuar, de sentir, de amar, conocer para unirse a él, para identificarse con él, para unirse a él, para transformarse en él. Puesto que Dios no es una materia de estudio sino una Persona, significa que conocerlo es entrar en la aventura apasionante del tú a tú.
            La Biblia nos presenta el conocer a Dios como la relación entre esposo y esposa “Yo te haré mi esposa, seré justo y fiel. Te mostraré mi amor y mi ternura y tu serás mía para siempre” (Os 2, 21-22). El conocer a Dios que presenta la Biblia es muy fuerte, es el conocimiento máximo del que se puede hablar: el amor máximo entre un hombre y una mujer, es un conocer personalmente a Dios, es hacer este camino de amistad y de amor con quien sabemos que nos ama tanto. Para conocer a Dios es necesario estar sediento; solamente busca el diálogo con Dios la persona que se siente necesitada.

YO PUEDO RECORRER MI VIDA COMO LA HISTORIA DE SU AMOR
            La conciencia del amor de Dios es darse cuenta de su fidelidad; sólo esta conciencia nos permite darnos cuenta cómo él ha estado presente en la historia de mi vida hasta el día de hoy: “Cuando tú eras niño yo te amé; yo te he enseñado a caminar entre mis brazos…”; en efecto, éste es el camino de nuestra vida, el amor de Dios por uno mismo y por cada uno es un amor infinito. Nuestro Dios, en el curso de nuestra vida, nos ha alentado y sostenido con infinitos detalles de amor.
            “Si una florecilla pudiese hablar contaría con sencillez lo que Dios ha hecho por ella. No diría que carece de gracia y de amor, que el sol le ha robado su brillo… yo quiero ser la flor que va a contar su historia de amor y que se complace en hacer públicas las delicadezas enteramente gratuitas de la misericordia de Dios”[159].

DIOS NOS CONOCE PORQUE NOS HA CREADO
            Nuestro Dios nos conoce, nos conoce profundamente porque somos sus criaturas “Señor tú me conoces, de lejos conoces mis pensamientos, cada día conoces mis pasos (Sal 139). El autor de nuestra vida nos conocía antes de habernos creado: yo pensaba en ti antes de formarte tu en el seno materno” (Cf Jr 1, 4). Antes que vinieses a la existencia, Dios nos ha destinado para vivir delante de él, en su amor. Nuestro Dios conoce también nuestras rebeldías y obstinaciones. “¿Qué le pasa a mi pueblo?; cada criatura conoce y reconoce su amo, quién le sostiene, quién le da de comer… pero mi pueblo no me reconoce. No se ha dado cuenta que yo me ocupaba de él, que era yo quien se lo daba todo… Está invitado a mirar a lo alto, pero ninguno alza la vista… mi pueblo se obstina en permanecer lejos de mí… pero no puedo yo dejarte…”[160].

YO CONOZCO LOS MÍOS PORQUE LES HE REDIMIDO (Cf Jn 10, 14)
            Nuestro Dios es el Buen Pastor que conoce nuestros gritos, gemidos, sufrimientos, lamentos… mi pueblo que es mi grey anda lejos de mí, dispersos y se han convertido en presa de animales feroces… ¿puede Dios permanecer impasible viendo como les destruyen?. El corazón de Dios no lo permite pues su amor es mucho por su pueblo. “He visto la desgracia de mi pueblo, he escuchado sus lamentos y sus sufrimientos” Por ello él mismo ha venido a liberar y redimir lo que es suyo, lo que le pertenece, pues son su grey. Él ha buscado la oveja perdida, la ha curado y por ella ha sufrido, por rescatarlo se ha acercado cual buen pastor que toma su oveja extraviada, se lo pone sobre las espaldas. Ha tomado sobre sí nuestra debilidades y sufrimientos. [161] Él nos conoce bien porque nos diseño sobre sus manos a su imagen y semejanza.

PORQUE DIOS NOS CONOCE Y NOS AMA PODEMOS CONOCERLE Y AMARLE[162]
            Porque el Padre me conoce y me ama yo le conozco y le amo. Es grande para el hombre el conocimiento de Dios, más allá nuestra pobre comprensión, su amor nos desborda; como el cielo dista de la tierra así de grande es su amor por todos nosotros. Quizá, un día, todos podremos conocer la amplitud, la longitud, la altura y la profundidad del amor de nuestro Dios presentado en Cristo Jesús nuestro Señor.
            Su amor es más grande que todo cuanto pueda conocer, más de lo que podemos pensar e imaginar… aquello que ninguno ha visto, ni oído ni imaginado jamás; es el conocimiento que va más allá del conocimiento intelectual, es un conocimiento misterioso-desbordante- que él ha preparado para aquellos que lo acogen libremente; y más que conocerle a él se trata de ser conocidos realmente y profundamente por él. Por este conocimiento vale la pena dejar todo lo demás, por unirse y ganarle a él todo es una perdida ante la riqueza de conocerle personalmente. Conocimiento que no viene del hombre sino por medio de la fe que el mismo Dios da a quienes creen en él y le creen a él.

LOS MÍOS ME CONOCEN A MÍ[163]
            Cuando el hombre sabe reconocer su culpa, su pecado; cuando es consciente de que está siempre delante del que le ama profundamente… puede entonces reconocer su íntima misericordia. Él ha revelado su rostro que es todo bondad, misericordia y paciencia infinita, sólo porque así es el amor. No nos trata según nuestros errores ni nos paga según nuestras culpas, por el contrario lo perdona todo y lo cura todo. Él nos saca de la fosa de la muerte y nos circunda de bondad y ternura, nos colma de bienes todo el año, nos hace jóvenes cual águila en pleno vuelo; vino a quedarse con nosotros… y se pone a la mesa (eucaristía) cada día con nosotros… tomó el pan y lo partió… entonces los ojos de los discípulos se abrieron y reconocieron a Jesús al partir el pan. Pon aquí tu dedo y mete tu mano en mi costado, ponte a mi lado y no seas incrédulo sino creyente.

ALÉGRATE, EXULTA DE FELICIDAD: MIRA QUIÉN VIENE A TI[164]
            Nuestro Dios, Redentor y nuestro Salvador viene al hombre, pide abrir el corazón y un lugar para estar a gusto, sólo necesita que le dejemos estar. “Si abres la puerta entraremos y cenaremos contigo. Si hoy el hombre supiese cuales son los caminos que conducen a la paz… si le conocieses y escuchases por un momento sus voz. “Escuchad hoy su voz no endurezcáis vuestro corazón..”. Si encontrases la senda de la vida, si no endurecieras tu corazón… encontrarías la vida, la felicidad, la paz profunda de tu interior. Sólo en Dios el hombre puede encontrar reposo, fuerza, fortaleza, coraje, refugio… Aun cuando el hombre le abandonara, Dios no lo puede hacer, porque no puede negarse a sí mismo… porque él ha venido a traer vida y una vida en abundancia, plena, completa, acabada, integrada, armónica y FELIZ.

ES LA VOZ Y LA LLAMADA DEL AMOR[165]
            Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, todos los que tenéis sed de amor… venid a mí porque grande es mi amor. Venid a mi sombra para encontrar gracia y misericordia; entrad en el lugar de mi reposo, os llevaré a buenos pastos, donde se puede reposar y comer en abundancia, dice el Señor. Sólo en él el hombre puede encontrar afecto, y una compresión total, porque él es la fuente del amor, él es la fuente de la seguridad, estabilidad y sostén de todo corazón humano, que es tan débil e inseguro. Sólo Dios es fiel y ofrece un amor en total fidelidad, estabilidad, sin limites de tiempo o espacio.

JESÚS QUIERE QUE NOSOTROS PODAMOS CONOCERLO ÍNTIMAMENTE[166]
            Jesús quiere una relación personal y ardiente de amor… a través de una oración de corazón. La verdadera oración es una verdadera comunión de amor; orar es ante todo un ejercicio del corazón, no sólo de la mente: “Dame hijo mío tu corazón”. La oración afectiva necesita el amor. Jesús quiere que podamos conocerle en profundidad.
            “Si Dios ha puesto en nosotros el deseo de conocerle y esta unión-conocimiento fuese imposible, ¿en qué angustia, pues, no se debate la esperanza del hombre? Si Dios nos dice que los limpios de corazón le verán y el que ve a Dios alcanza la bienaventuranza plena… ¿acaso Dios nos invita a una felicidad que excede a nuestra naturaleza? ¿A caso él nos mandó algo que por magnanimidad supera nuestras fuerzas?”[167].

JESÚS NOS INVITA A ENTRAR EN LO PROFUNDO DE SI MISMO[168]
            Jesús quiere una comunión de vida perfecta con los suyos. Que seamos uno con su pasión de amor; el beber el cáliz lo hemos de descubrir como la invitación más auténtica de amor, aquello que se nos ofrece, propone y presenta cada día… es sólo por amor, porque nos ama profundamente. Jesús en la última cena con los discípulos de manera muy especial les introduce en este misterio de amor, de su Amor, se les revela de forma expresa y explícita todo el misterio que de amor de su persona. Era la revelación intratrinitaria que les preparaba para un conocimiento nuevo y profundo de amor: el del Misterio Pascual y Resucitado, amor que le incorporaba en su dinámica bautismal que estaban inaugurando, aun cuando no se enteraban en ese preciso momento.

CONOCER, AUTO COMUNICACIÓN, AUTO DONACIÓN, AUTO COMUNICACIÓN DE VIDA Y AMOR
            Cuando Dios se da a conocer a su pueblo, se liga y se compromete con su pueblo desde una unión vital que le hace dependiente totalmente y esclavo por amor. Él se da a conocer dándose a sí mismo[169]. Cuando Dios da a conocer su “Nombre” está dando todo lo que él es (su nombre es su ser), se está dando a conocer totalmente tal cual ES, volcando su amor. “Yo soy”. Haciendo referencia en el “para” “con” “en función de“ mi pueblo.“El hombre permanece para sí mismo un ser incomprensible, carente de sentido, sino se lo revela el amor, sino se encuentra con el amor, sino lo experimenta y hace propio, sino participa en él vivamente”[170].
            Es por ello que el hombre no puede vivir sin esta comunicación de amor; este conocimiento es NECESIDAD vital de todo el ser del hombre y de todos los hombres. Así nos lo manifestó el mismo Dios en la persona de Jesús de Nazaret (Cf. Jn 17, 3). En esto consiste la VIDA (con mayúsculas), en conocer al amor y a su enviado Jesucristo. Ha sido designio de Dios poner en el corazón del hombre la necesidad indeleble de buscarle, por ello solo él puede colmar estos deseos profundos de amar.

CONOCIMIENTO EXISTENCIAL SALVÍFICO DESDE EL MISTERIO PASCUAL
            Dios quiso revelarse plenamente en Cristo a través de su misterio de Encarnación y misterio Pascual de Redención, sólo asociándonos existencial y vitalmente a Cristo en su misterio escondido en la Cruz, podemos conocer a Dios realmente[171]. Sólo en Cristo encontramos la clave de lectura para entender a Dios[172]. A Cristo sólo se le conoce en la medida en que se le sigue[173]. El misterio de Dios sólo se “comprende” en el misterio de Cristo crucificado[174].
            Se hace imprescindible y urgente recuperar la categoría vivencial del conocimiento a partir del encuentro y del seguimiento de Cristo, incorporándonos a su misma acción salvífica y comprometiéndonos con sus mismas exigencias liberadoras e integradoras de nuestro mundo hoy[175].
            La revelación misma del misterio de amor de Jesús sólo se lleva a cabo a su plena donación en el misterio Pascual de Muerte y Resurrección. Los discípulos sólo a la luz de penetrar este misterio Pascual se les abrieron los ojos para poder comprender-conocer lo que antes no podían comprender.



7BIS. LA FRAGUA DEL AMOR


SI QUEREMOS AMAR, NECESITAMOS ORAR
            Nosotros no tenemos vida en nosotros mismos, pues la fuente de la Vida-Amor es Dios; sólo él puede generar Vida-Amor. La clave para poder amar es la oración, es la escuela del amor y de la vida porque forma, informa y conforma todo nuestros deseos. Si oramos bien amaremos bien, viviremos bien. No podemos ver, pensar, decir, buscar nada mejor de cuanto podemos ver y encontrar la oración del mismo Jesús. Como el niño que tiene necesidad de aprender todo, a caminar, a comer, de hablar… de la misma forma nosotros necesitamos orar para aprender el lenguaje del amor. Por lo que necesitamos orar bien para amar bien. El hombre tiene necesidad de orar, porque tiene necesidad de Dios, que entre su vida y la vida divina, entre su impotencia y la fuerza de Dios[176].

ENTRE EL PROYECTO DE DIOS SOBRE MI VIDA Y LA PROPIA REALIDAD PERSONAL HAY UN ABISMO.
            ¿Cómo salvar este abismo? La oración es una necesidad fundamental del hombre. “Sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5). La oración corresponde a una exigencia de la misma vida. La dependencia de la criatura y el cuidado de Dios, hace surgir en el hombre la necesidad de su conciencia de ser necesitado de Dios. El hombre es intrínsecamente incompleto e indigente. La oración es como un granito que emerge del fondo del corazón, como una fuerte necesidad que se siente en el fracaso, el sufrimiento, la humillación y también en las situaciones más felices en la búsqueda del amor y de la alegría, porque no existe aquí abajo ninguna cosa que pueda saciar nuestra sed de infinito.
            “La condición de nuestra existencia está necesitada de algo, que nuestra ilusoria autosuficiencia no da; ella tienen necesidad de un complemento: tiene necesidad de Dios, de hablarle, de encontrar en él aquella seguridad, aquella plenitud que sólo de su Vida-Amor puede venir”[177]. “La convicción que no hay nada para el hombre sin Dios y todo con Dios”[178].

¿QUÉ SIGNIFICA ORAR?
            Esta comunicación entre Dios, el Creador, y el hombre, su criatura, es un contacto vivo, personal, amoroso que necesita profundamente el hombre. Sólo en Dios puede encontrar algo de eterno que lo haga desbordar el vacío del hombre y capaz de aceptar su sed y su constante nostalgia. Es, pues, la oración, la que pone en contacto esta comunión corazón a corazón, cara a cara; en mí, la riqueza de Dios se vuelca sobre la miseria de la criatura y la hace finalmente feliz.
            La oración tiene su origen en esta necesidad fundamental del hombre de dialogar con un Otro para expresar sus penas y alegrías en su deseo de vida y de amor, de felicidad eterna. En la base de la oración se encuentra la necesidad exasperante de encontrar la protección y el apoyo para nuestra inseguridad. La oración responde a la excelencia de nuestra vocación nuestra más profunda (Cf GS 19).

NATURALEZA DE LA ORACIÓN COMO COMUNICACIÓN
            Esta comunicación del hombre con Dios, este aspecto del dialogo y, por lo tanto, deseo de respuesta es fundamental. La oración es, sobre todo, la elevación del hombre a la vida íntima de Dios. La oración es comunicación del amor con el verdadero Amor, con la fuente del amor. Nuestro destino eterno se realiza solamente contemplando a Jesús en la plenitud de su misterio.
            Una persona que no ora es como si el cuerpo deja de respirar: es el sofocamiento, la muerte. Pero cuando, por el contrario, la persona ora, instintivamente como nuestro cuerpo cuando respira bien, inaugura el cielo en su corazón. Pero quizá nos falta atender al reclamo constante a participar y comulgar e insertarnos en la comunión plena del misterio Trinitario.

DIFERENTES MODOS DE ORAR[179]
a) La oración vocal, oración de intercesión.
            Es la oración donde nosotros pedimos a Dios. ¿Por qué debemos pedirle? Debemos orar siempre pues El sabe que tenemos necesidad, por lo que nos hace conscientes de nuestras necesidades; nos prepara a recibir aquello que le pedimos, porque dilata nuestra capacidad y nos llama a tener una medida más grande de lo que pedimos. “Pedid y recibiréis”. El Padre dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan . Con tanta mayor capacidad recibiremos ese mejor y mayor bien que no hay vista que haya visto, ni oído que haya escuchado ni ha entrado en el corazón del hombre[180].

b) La meditación, u oración de reflexión:
            Debemos orar también con nuestra mente; pero ¿por qué meditar cuando Dios mismo conoce y escruta el pensamiento humano?. Las palabras son un estímulo para los deseos del espíritu, un tomar conciencia de dónde me encuentro. Un motivo para encontrar y aumentar nuestra capacidad[181]. Oramos a Dios también con palabras, para estimularnos más y acrecentar el fervor, ejercitándonos con la palabra a concentrarnos en aquello que deseamos para evitar las distracciones.

c) La oración afectiva o del corazón
            Debemos orar también con el corazón, como expresión de un fuerte afecto, como lenguaje de los sentimientos internos, como influjo del espíritu. El hielo para la caridad es el silencio del amor; si siempre permanece la caridad tu siempre gritas; si siempre gritas te recuerdas del Señor y buscas su amor con todo el ardor de tu alma. Esta oración es sin muchas palabras, manifestándose con gemidos y sinceridad[182].

d) La contemplación.
            Ésta nos une con Dios; debemos orar hasta el final con la vida, con la ilusión de hacer de nuestras vidas una oración constante.
            No en vano dice el “Apóstol” orar sin interrupción, orar en toda ocasión. No tanto con una postura o en un lugar particular sino con una disposición interior que no conoce interrupción, éste ha de ser nuestro deseo. “Tu oración es tu mismo deseo, si tu deseo es continuo la oración es continua” [183].

LA VERDADERA ORACIÓN COMO DIALOGO
            “Es tratar muchas veces, tú a tú de amistad con quien sabemos nos ama” (Santa Teresa). La oración es un encuentro vivo, tú a tú con nuestro Dios; en este encuentro uno está seguro de su presencia. Él se ha hecho hombre precisamente para que nosotros pudiésemos conocerle personalmente. Esto es lo que ha querido siempre: tener una relación de cercanía y de verdadera amistad con el hombre. Dios quiere que le conozcamos íntimamente.
            Quien quiera entrar en él ha de entrar en su casa para convivir en intimidad (Ap 3, 20). La verdadera amistad con Dios hace el mismo camino de una amistad humana. Puede que en un primer momento no nos conozcamos, las conversaciones pueden ser frías y superficiales como en el inicio de cualquier amistad; pero poco a poco con un trato asiduo se va ganando calor y cercanía. En la relación con Dios lo bello es que también él inicia con un amor ardiente, por lo que después de un primer encuentro con su amor nosotros quedamos necesitados, cada día, de hablarle y escucharle, convirtiéndose en los momentos de reencuentro que hacen más fuerte la amistad.

LA ORACIÓN AUTÉNTICA PIDE PRESENCIA
            En la oración es muy importante dar con la presencia del amor-Dios, descubrirle como persona viva. “Sin la humanidad de Cristo yo no podría orar”[184]. Generalmente uno se confía según con la persona que se tiene delante, con quien se habla, según su personalidad; esta seguridad me hace escuchar con otra actitud, atención e interés. En Dios tal seguridad esta garantizada, pues aquello que él me dice es porque me ama, es verdadero y esto hace que me confíe por entero a él; porque el nombre de nuestro Dios es “fidelidad, bondad y misericordia”. Puede que yo cambie, y muchas veces en un día, pero él no cambia con tanta facilidad; hoy digo una cosa y mañana otra, pero él no es así… aun cuando todo y todos cambien el amor de mi Dios no cambiará nunca. Lo dice el Señor que te llama [185].

EL CÓMO DE LA ORACIÓN
            La oración con estos presupuestos es muy fácil y concreta, por lo que se puede decir que no consiste en sentimientos. Que hemos de acordarnos de él más que del respirar[186]. La oración es, pues, creer en aquello que él me dice por medio de su misma Palabra. El diálogo con Jesús es siempre una aventura apasionante, pues él nos conoce en profundidad y nos ama locamente.
            Orar-dialogar con Dios es escuchar, creer, buscar a mi Dios. Muchas personas oran, pero quizá no buscan al mismo Dios, mueven los labios, dicen cualquier plegaria, rezo, novena… pero no le buscan a él. Creer en Dios quiere decir ir con él a lo profundo del propio corazón, buscando su propia voluntad, deseando aquello que Dios desea, querer que venga su Reino. Para hacer su voluntad es necesario pedir poder comprender aquello que él quiere, pedir su fuerza para poder realizar eso que se entiende.
            Si deseamos encontrar a Dios debemos hacer un horario nuevo, dedicarle tiempo y no permitir que este tiempo nos sea robado por otros o por otras ocupaciones y preocupaciones. Es falso decir: “todo lo que hago es oración”, pues esto lo puede decir sólo aquel que ha orado antes y mucho durante el día. Necesitamos de un espacio, de un tiempo, de un silencio exterior e interior para donde encontrarle, máxime en nuestro mundo que esta lleno de necesidades materiales, de ocupaciones, trabajos que apenas queda espacio para sí mismo, para el hogar… en este mundo se hace más necesario puesto que es más difícil; hay más obstáculos aparentemente, debemos parar la ruleta de la vida y meditar un momentito.
            Cuantas veces la oración permanece o la concebimos como una obligación más que una necesidad interior; siendo sinceros, necesitamos más esta oración del corazón que de labios para afuera. Como a un amigo no le escuchamos sólo por dos horas, sino que cuando nos sentimos a gusto con él, el tiempo se pasa sin darnos cuenta, igualmente es posible en la oración: podemos quedarnos ratos largos juntos en una relación amistosa con Dios. Los enamorados se buscan siempre, sólo desean vivir el uno con el otro todo el día, y aun separados se piensan mutuamente, pues así es el amor. Así es la oración para quien tiene un gran deseo de Dios, de vivir la vida de Dios y con Dios, éste ora continuamente y con facilidad, pensando en Jesús e invocando su nombre, gustando dentro de sí la paz, la amistad de aquel nombre.

CONDICIONES PARA LA ORACIÓN

SILENCIO-RECOGIMIENTO:
Antes de la oración se debe crear un clima de recogimiento exterior. Cuántas veces decimos que no tenemos tiempo de silencio, pero realmente cuánto tiempo perdido, cuántas veces los medios marca el ritmo de nuestra vida. Por lo tanto, quien quiera entender y entrar en lo que es la oración, deberás dejar a un lado la radio, la televisión para poder situar a Dios en el centro de su vida y de su hogar (Cf Mt 6, 5).

RECOGIMIENTO INTERIOR
Es necesario un recogimiento más interior, rechazar toda distracción y llevar todos los problemas y pensamientos ante de Dios, y cuando os sintáis abandonados a él, ponéos a sentir lo que Dios os dice.

SIMPLICIDAD.
Presentémosle nuestra vida simple y sencilla, entonces experimentaremos a Dios más cercano… ‘dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis porque Dios da su Reino a aquellos que son como ellos’ (Cf. Mt 19, 14).

SINCERIDAD
La oración, cuanto más sincera, más liberadora; cuanto más es uno mismo delante de él que, nos conoce totalmente, más autentica, más capacidad nos da de autoaceptación personal y comunitaria. “A quien se le han perdonado muchos pecados, experimenta mucho amor” (cf Lc 7, 47).

GRATUIDAD
Necesitamos de un total “desinterés”; mientras que los otros han ofrecido aquello que les sobraba, esta pobre mujer ha ofrecido todo lo que poseía, y lo que necesitaba para vivir (Cf Mc 12, 44).

HUMILDAD
¡Cuánto avanza quien es humilde delante de Dios y también delante de los hombres…!; “pero el pecador se para detrás y no quería ni siquiera levantar la mirada al cielo, por el contrario se golpeaba el pecho diciendo: ‘O Dios, ten misericordia de mí que soy un pobre pecador’” (Cf Lc 18, 13).

OTRAS ACTITUDES
INTIMIDAD: La oración debe salir del amor más que de los labios (Mt 6, 7); CONFIANZA: No duda nunca, aún cuando se siente indigno ante Dios: él no le rechazará nunca (Jn 6, 37); ALEGRÍA: Jesús se lleno de alegría y dijo… (Lc 10, 21).

LOS FRUTOS DE LA ORACIÓN
            La utilidad y eficacia de la oración será según la presencia de Cristo en nuestra oración como en nuestra vida. La fecundidad interior de nuestra vida en definitiva depende y será según la medida de nuestra oración, aun cuando parte de nuestra actividad apostólica dependerá en buena parte y está influida en buena parte por la intensidad de nuestra oración. “Por su frutos se conocerá el árbol” (Lc 8, 4) En los frutos se reconoce el trabajo que durante mucho tiempo se gestó en el silencio, en lo cotidiano. En la cotidiana oración se hace y se gesta el buen fruto sembrado por el campesino. Así la semilla caída en buena tierra produce mucho fruto (Is 55, 10).La palabra que habéis escuchado es capaz de hacer fructificar la vida de una persona, frutos que antes nadie había conocido en él. “Qué grande obra hace el amor / después que lo conocí, / que si hay bien o mal en mí / todo lo hace de un sabor…”[187].

LA ORACIÓN ES PARA HACER LA VOLUNTAD DE DIOS
            “No oramos para tener la fuerza de hacer aquello que hemos decidido, sino para descubrir aquello que debo hacer”[188]. Esto es el verdadero concepto de la oración cristiana; nosotros los cristianos, debemos orar en “espíritu y verdad” como dice el apóstol Juan. Lo específico de la oración cristiana es que es don directo de Dios, que nos manda el Espíritu, que nos da el orar en la verdad, es decir, en la Revelación del Padre que habla de sí mismo en Cristo. El culmine de la oración cristiana es, pues, que lo Jesús nos ha enseñado: Padre Nuestro… no se haga mi voluntad, sino tu voluntad (Cf Lc 22, 42).
            Debemos educarnos en una oración de este estilo. Si damos con la intencionalidad, los sentimientos de amor del Maestro, entonces realmente somos sus discípulos; éstos van aprendiendo una oración de acercamiento, de reconocimiento, de petición, de preguntas y respuestas, y de discernimiento diario: “Padre, este día ¿qué quieres de mí…? dame la fuerza de tu Gracia para poderla llevar a cabo”. Descubre dentro de ti la fuente de una vida feliz y en paz, la serenidad y la seguridad de estar haciendo lo que a él le agrada y a ti más te conviene.

LA ORACIÓN: TRANSFORMA-IDENTIFICA CON EL AMOR
            ¡Qué gran obra hace el amor…! Cuando realmente una persona ora bien, nada ni nadie lo detiene. La oración abre todo el itinerario para aprender el amor que va de la conversión a la contemplación, pasando a través de una larga y espesa fatiga de la purificación, hasta llegar a la contemplación. Si la oración es un aburrimiento y no me cambiará para nada, simplemente es porque no he hablado ni hablo con Dios sino que hablo conmigo mismo.
            Puedo hacer del tiempo de la oración un monólogo (yo sólo conmigo) y no un diálogo (dos en conversación). Cuando nos acercamos a la Palabra de Dios debemos ser conscientes que aquél que me habla no es cualquiera, sino que es él, es Dios mismo. Si yo creo en su Palabra, ésta se convertirá en mí en espada de doble filo, en una palabra viva y eficaz. La Palabra de Dios da fuerza creadora y renovadora a quien cree aquello que “la Palabra que sale de su boca y no tornará a él de vacío”.
            Nuestra vida es lo que creamos, “que se haga según tu fe” “Que se haga en mí según tu has dicho”, dice María. Ella lo hace por delante de nosotros para que nosotros lo hagamos nuestro y lo practiquemos. Una sola palabra escuchada con fe es capaz de transformar toda la vida de una persona: “Solamente una palabra tuya y yo seré salvado” y es la experiencia de tantos santos. Solamente una palabra llena de amor y vida de Dios es suficiente para hacer retornar la esperanza, el deseo de vivir y de amor.
            Sólo la Palabra de Dios puede hacer que en nosotros nazca una esperanza nueva, una alegría inmensa, y energías nuevas para reiniciar la marcha, sobre todo que nos da la ilusión y la fuerza para anunciarle y contagiarle a todos los hombres las maravillas que él ha hecho en mí[189]. Cuando se tiene una alegría incontenible e impresionante no puede retenerla para sí mismo, es espontaneo levantarse e ir corriendo a contagiársela al primero que encuentre, desde los más cercanos hasta los más extraños. “El Verbo de Dios nace espiritualmente en aquellos que lo desean, por la fuerza de su amor por los hombres”[190].




8. TRANSFORMACIÓN EN EL AMOR


EL FRUTO DE LA ORACIÓN: LA TRANFORMACION-IDENTIFICACION CON CRISTO
            Para acercarnos al misterio de la unión-comunión con Dios con el concepto de los padres griegos[191] empleamos el término de “divinización del hombre”. Es necesario tener presente la diferencia entre el hombre, esencialmente criatura y el Creador, que por naturaleza es esencialmente diferente. Tal comunión no será posible como un absorber el yo humano en el yo divino, sino una alteridad entre Dios y la criatura desde sus diferencias. Este misterio solamente se esclarece a la luz del misterio de la autodonación del Hijo encarnado: Cristo nos hace partícipes de su naturaleza divina sin suprimir nuestro ser creatural[192]. En Cristo, bajo la acción del Espíritu Santo, tomamos parte por “pura gracia” a la vida intradivina. Nosotros podemos en verdad convertirnos en participes de Cristo cuales “hijos adoptivos” y gritar con el Hijo en el Espíritu Santo: “Abba, Padre” (cf. Rm 8, 15).
            En este sentido los padres tienen plenamente razón de hablar de divinización del hombre que, incorporado a Cristo hijo de Dios por naturaleza, se hace por gracia participe de la naturaleza divina en el Hijo.

COMUNIÓN POR LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO
            Jesús, Verbo del Padre, quiere verdaderamene mostrarnos, comunicarnos y autodonársenos. Dios se ha manifestado, revelado en Cristo. Partiendo de la infinita verdad revelada en Jesús, nosotros tenemos acceso al Padre en el Espíritu Santo. Nosotros no sabemos cómo orar, mientras el Espíritu mismo ora por nosotros (Cf Rm 8, 6; 8, 26). Estamos llamados a orar en comunión con el Espíritu Santo enviado a nuestros corazones. El cristiano, recibiendo el Espíritu Santo, glorifica el Padre y participa realmente a la vida trinitaria. Cuanto más una criatura se acerca a Dios, tanto más crece en él la reverencia delante de Dios, tres veces Santo[193]. Lo específico de la oración cristiana es don directo de Dios que nos envía al Espíritu, nos regala orar en la verdad: dar culto a Dios en espíritu y en verdad (Jn 4, 55). Es en la revelación que el Padre habla de sí mismo en Cristo. Es esto lo que la liturgia actúa en las conclusiones de cada oración utilizando la fórmula “Por Cristo nuestro Señor en unidad con el Espíritu Santo”[194].

LA ACOGIDA DE LA PALABRA QUE CONSAGRA[195]
            “Padre conságrales en la verdad; tu Palabra es verdad… yo por ellos me consagro a mí mismo para que también ellos sean consagrados en la verdad” (Jn 17, 17-19). Jesús pide por los discípulos, para que crean: escuchen y acojan su Palabra para que reciban su misma vida amor y sean plenificados de tal forma que puedan comunicar esta misma vida a los hermanos, de forma que por medio de su palabra quienes les escuchen también puedan abrirse y crean en él. Jesús, entregándoles la Palabra que él recibe del Padre, les introduce en la intimidad-comunidad, vital-comunión de amor que él vive con el Padre dándoles a conocer lo que el Padre le decía y como el Padre se lo revelaba.
            En virtud de la Palabra, hace de ellos criaturas nuevas, hace brotar en ellos un amor nuevo, una relación amorosa nueva, esponsal: su esposa-virgen-desposada. A su consagrado, a su esposa, a su Iglesia, Iglesia fecundada por el Espíritu de amor quien la hace madre y fecunda por su Palabra, de modo que puedan responder a la misión que él les confía.

LA ACOGIDA DE LA PALABRA QUE UNIFICA[196]
            Sólo el amor de Dios desarrolla plenamente una función integradora en la persona, es la llave de la manifestación en el interior de la persona y entre las personas; lo que hace que la persona sea realmente una persona unificada es el conocer, querer y actuar de acuerdo con su verdad, regida e impulsada por la norma interna que impulsa al hombre a obrar de acuerdo a su verdad, a su propia imagen: la imagen de Dios. Sólo el amor renueva, congrega, integra, unifica.
            Donde está el Espíritu de amor, se da la unión, la comunión y la plena integración; a pesar de que las partes sean distintas, el amor hace posible la unidad en la diversidad. La unidad de todo el cuerpo responde a la unidad de cada una de las partes con la cabeza. La unión de la comunidad cristiana se basa en la unión de cada uno con Dios en Cristo. Esta unión se da escuchando la Palabra y permaneciendo en ella. “Quien permanece en Dios, y Dios en él… ese da mucho fruto”[197].

COMUNIÓN DE AMOR CON DIOS: UNIDAD EN CRISTO[198]
            El anuncio y la proclamación de la Palabra: Cristo es vital para la vida de la Iglesia y de cada cristiano: “Id por todo el mundo y anunciad la Buena Nueva: el que crea y sea bautizado, se salvará; bautizadles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Esta inserción en la comunión de vida con Dios y con los hermanos supone una aceptación libre y voluntaria de la Palabra de Dios en nuestra vida. “¿Cómo creerán en aquél que no han oído?, pues la fe viene por la predicación, por la adhesión a la Palabra de Dios anunciada”. Por lo cual, dice Pablo: “no me envió Cristo a bautizar solamente sino a predicar el Evangelio”. Porque el anuncio de la Palabra es vital, sin ella no existe misión alguna, ni sacramentos. Los sacramentos de iniciación y de incorporación a la vida en Cristo piden para su eficacia la adhesión a la Palabra: Cristo engendra por la Palabra: Bautismo; Cristo purifica por la Palabra: Reconciliación; Cristo alimenta por la Palabra: Eucaristía.

UNIDAD DENTRO DE DIOS[199]
            “Al que guarda mi Palabra mi Padre le amará y vendremos a él, y haremos morada en él. Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi Padre y vosotros en mí y yo en vosotros. Yo les he dado, Padre, tu Palabra y ellos la han aceptado. Yo les he dado en ella el poder que tu me diste para que entren en comunión vital con nosotros para que sean uno como nosotros somos uno, perfectamente UNO”. El fruto de la acogida en nosotros de la Palabra es la unidad, la comunión con Cristo. En Cristo es donde se da la revelación de la unidad e integridad de toda nuestra vida.
            El pecado produjo la división en nosotros: dividió nuestro pensar, amar y actuar, afectó todo nuestro ser; mente dispersa donde se pasó al entenebrecimiento, a la falta de luz, a nuestro amar con un corazón dividido dando paso a la concupiscencia; la falta de fidelidad y de pureza; en nuestro actuar dejó una voluntad rota dando origen a la división y a la falta de integración. Jesús recoge, asume, integra, manifiesta todo nuestro ser dándonos su mismo actuar y pensar.

UNIDAD EN LA COMUNIDAD, EN LA DIVERSIDAD, EN LA PLURALIDAD, ECLESIALIDAD
            Como en la Trinidad las tres personas son un solo Dios, nosotros estamos llamados a vivir en la unidad en todo el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, formando todos una sola cosa. “Os recogeré de entre las naciones y os reuniré de todos los países que fuisteis dispersados y os llevaré a vuestra tierra… ellos serán mi Pueblo… yo seré su Dios”.
            Cristo nos hace vivir con un sólo corazón nuevo, con un espíritu nuevo, unos sentimientos nuevos. Donde cada cual ya busca y desea estimar más a los demás que a sí mismo: buscando todos el mismo sentir: el de Cristo; así como en el Cuerpo los miembros más débiles son rodeados de más dignidad así deberéis hacer igualmente vosotros. Acoged el más débil, sufrid con el que sufre, alegráos con el que esta alegre, buscad cada uno no su propio interés sino el de los demás.
            El que preside que lo haga con humildad y sencillez, atendiendo a las necesidades de todos, acogiéndoos mutuamente y cuidándoos como Cristo que se puso siempre al servicio de los demás. Ninguno vive para sí mismo sino para los demás en el Señor… Así también procurad todo lo que en vosotros forma la fraternidad y la mutua edificación[200].

UNIDAD CON TODOS LOS HOMBRES EN EL CUERPO DE CRISTO[201]
            Esta unidad la extiende Cristo a todo y a todos los hombres, la Iglesia entera con su irradiación universal: No ruego sólo por estos que han acogido tu Palabra, sino también por aquellos, que por sus palabras creerán en mí para que todos sean uno. Así el Señor ha deseado que no hubiese división alguna en su cuerpo, por los que estableció dones y carismas, ministerios para unos al servicio de los otros. Sin buscar nunca el honor ni el protagonismo del poder sino el mayor crecimiento de todos. Aunque en orden de jerarquías quiso Dios poner los apóstoles en primer lugar, en orden del amor quiso que estén situados en el último lugar que estén al servicio, a los pies de todos.
            La fraternidad universal deberá seguir el signo y el impulso de la intencionalidad de su Maestro: Jesús, de esta unidad de todos en el cuerpo de Cristo, pues todos los bautizados, judíos y griegos, esclavos y libres no forman más que un sólo cuerpo. Hemos pues de romper con toda barrera de degradación sexual, racional, cultural, social… congregados todos en la unidad de su amor.

CRISTO NOS CONDUCE A LA UNIDAD TRINITARIA
            Dios ha querido por medio de Cristo reconstruir la unidad con todas las cosas. Tu derecha me acoge en mi Señor; el Hijo del hombre, mediador entre Dios y uno de nosotros… a fin de que por medio suyo yo alcanzase a quien me ha alcanzado y me acompaña siguiéndole hasta a el día, en que purificado y preso por el fuego de su amor le confesaré a él[202]. El hombre, como imagen de la Trinidad, debe comprenderse inserto en la misma actividad creadora: Palabra-comunicación del Amor-Vida de Dios. El hombre en esta semejanza con Dios trino no es un ser estático, sino una realidad dinámica: su semejanza es de comunicación y asimilación. El ritmo circular de la creación de Dios a Dios salida y vuelta se realiza por medio del Hijo. La realidad Trinitaria de la semejanza del hombre con Dios alcanza su profundidad definitiva en perfecta intimidad en la unión personal de Dios y el hombre es la Palabra[203].

EL ESPÍRITU, VÍNCULO DE UNIÓN QUE NOS UNE ENTRE NOSOTROS Y DIOS[204]
            Como en la Trinidad, el Espíritu Santo es vínculo divino que nos une, haciéndonos trabajadores conscientes de unidad[205]. Con su amor Dios renueva y restaura la unidad dentro y fuera de nosotros; el don del Espíritu nos guía a salir de esta ruptura del pecado para incorporarnos a Cristo y así sanarnos y devolvernos la imagen de Dios originaria. Por medio de aquello que en comunión el Padre y el Hijo han querido para nosotros podamos llegar a la misma comunión y unidad entre nosotros y con ellos, y mediante el único don que ellos tienen en común recogieran en la unidad[206]. El Espíritu Santo ha dado al hombre el subir al amor por Dios y por el prójimo siendo él mismo Dios[207]. No enciendes la lámpara mientras te encuentres junto a la fuente de la luz: lleno de sí te conduce[208].

EL ESPÍRITU NOS INSERTA EN EL DINAMISMO TRINITARIO
            La oración del cristiano debe insertase en el movimiento trinitario de Dios; su contenido esencial deberá ser necesariamente también determinante de la doble dirección de tal movimiento: en el Espíritu Santo el Hijo que viene al mundo para reconciliarnos con el Padre por medio de su obra y sufrimientos. Por otra parte en el mismo movimiento y en el mismísimo Espíritu el Hijo encarnado retorna al Padre, cumpliendo su voluntad mediante la pasión y la Resurrección[209].
            En unidad del Espíritu y de acuerdo con las capacidades reunidas los miembros de Cristo completan su Cuerpo, la Iglesia, de acuerdo con las capacidades recibidas. Dios fue quien puso en el Cuerpo los miembros cada uno de ellos como quiso, los miembros sienten la misma solicitud unos para otros en virtud de la comunicación espiritual de nuestro afecto que les es propia. Esa es la razón de que cuando un miembro sufre, todos sufren con él, que cuando es honrado todos se felicitan[210].

POR EL ESPÍRITU SOMOS GUIADOS A LA EDIFICACIÓN DEL CUERPO DE CRISTO[211]
            La oración, aun cuando se realiza en la soledad, en realidad es siempre encauzada al interno de la comunidad y para la comunión en la construcción del Cuerpo de Cristo. La oración sacerdotal de Jesús al final de su vida esta señalada por esta intencionalidad hacia la unidad; oración que queda como el modelo y el objetivo de nuestra oración; es así como podremos ser perfectamente uno y el mundo podrá creer “…que tú Padre me has mandado”. Todos los dones y carismas son para la Iglesia a fin de que todos lleguemos a ser hombres perfectos y todos juntos lleguemos a la unidad de la misma fe, el mismo conocimiento y el mismo amor[212].

UNA VIDA TRANSFIGURADA EN EL ESPÍRITU[213]
            Es la vida de quien ya no vive de acuerdo con la carne, sino que actúa en virtud del Espíritu de Dios, la actitud propia del Hijo de Dios, es el llamado hombre espiritual porque quienes viven en la carne desean lo carnal, pero los que viven según el espíritu desean lo espiritual. El verdadero hijo de Dios se ha vuelto conforme a la imagen del Hijo de Dios. No existe una verdadera adhesión a Cristo si no se da una adhesión a su obrar y su misión hasta que todos lleguen a la unidad y al conocimiento pleno del Hijo de Dios.
            Con el don del Espíritu Santo Jesús nos envía a sus apóstoles a consumar su obra de salvación que el Padre le confió. “Como el Padre me envió así os envío yo, recibid el Espíritu Santo. El universo y la creación entera están destinados a participar de la gloria de Dios, de la misma historia íntima de Dios. Nada se pierde sino que todos quedan totalmente transformados y transfigurados [214].

LA VIDA DE DIOS EN EL ESPÍRITU
            Vosotros no estáis bajo la carne sino en el Espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. Cuando quisiste crear al hombre lo creaste contemplándote a ti mismo en tu Hijo y te complaciste en crearle a tu imagen y semejanza, y le infundiste tu mismo Espíritu; lo enriqueciste al darle inteligencia para que en la sabiduría de tu Hijo comprendiera y conociera tus designios. Así toma parte el hombre en tu mismo Amor que es el Espíritu Santo para que le sea posible al hombre aspirar y alcanzar aquello que con tu sabiduría conoce y contempla. Esto lo hiciste posible gracias al derramamiento de tu Espíritu inefable, huésped del alma para que con su gracia el hombre fuese capaz de entender y gustar de ti y llegara así al gozo inefable de tu contemplación eterna. Cuan bueno y cuan suave tu Espíritu para con nosotros[215].

LA VIDA DEL HOMBRE RENOVADO Y TRANSFORMADO EN CRISTO
            Gracia y paz sean cumplidas en vosotros por el conocimiento de nuestro Señor, pues por su divino poder nos ha concedido todas las cosas de su divinidad por el conocimiento de Aquél que nos llamó a su propia gloria y dignidad por el cual hemos recibido las preciosas y sublimes promesas hechas desde antiguo para que por estas cosas seamos hechos partícipes de la naturaleza divina.
            S. Pedro da claramente a entender que el alma participara eternamente de Dios y que será obrando en él, acompañadamente con él, .la obra de la Santísima Trinidad por causa del amor intimo entre el alma y Dios. Para que viniéramos a conocer a la imagen y semejanza de Dios.
            Esta es la oración del mismo Jesús que pide al Padre que sean una misma sola cosa con él, comunicándoles el Espíritu Santo su mismo Amor, para que por comunicación y transformación de amor llegáramos a ser una misma cosa con él por comunión de amor con el Padre, el Hijo y el Espíritu[216].

DESTINADOS A LA GLORIA PARTICIPANDO PLENAMENTE DE CRISTO
            Esta transformación plena y unión sustancial entre el alma se cumple perfectamente en la otra vida, en la que nuestra naturaleza queda revestida totalmente por su unión con la divinidad habitando para siempre en ella libre de la corrupción y de todo sufrimiento, pasando por el estado de incorruptibilidad e inmortalidad.
“En un instante nosotros seremos transformados, pues es necesario que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y que este ser mortal se revista de inmortalidad”.
            El futuro del mundo es la total cristificación y divinización[217]; el mundo como creación esta inacabada como una gestación cósmica de la realidad futura del mundo. La Palabra creadora de Dios sigue siendo pronunciada. El futuro del mundo espera la revelación plena y perfecta de la imagen de Dios de forma que el hombre se asemejase a Cristo, en quien el hombre queda asumido, plenificado por Cristo y Dios con el hombre una unidad inconfundible, inmutable, indivisible e insuperable[218].




8BIS. SER JESÚS


SER CRISTO
            La finalidad de todo hombre es la de transformarse en Cristo participando de su vida, siendo participe y testigo vivencial del misterio de la Encarnación[219]. “En el misterio de la Encarnación no solamente Cristo ha revelado el verdadero rostro de Dios sino que Cristo ha revelado el hombre al proprio hombre” (GS 22).
            Esta finalidad escondida en el Misterio de la Encarnación nos descubre la necesidad de nuestro ser en sus diversos niveles a fin de que pueda responder más cabalmente a su vocación y dignidad más suprema. La vocación del hombre es la divina (G.S. 20), “…de forma que la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo” (2Cor 4, 5-10). Sólo aceptando la realidad de las cosas y nuestro destino conforme a su finalidad ultima aceptándonos y aceptando a los demás en su realidad más profunda, la palabra reveladora de Cristo se hace luminosa (R. Guardini)[220].
            “Virtus est ordo amoris” (la virtud es el amor ordenado)[221]. El hombre está pues llamado a desarrollarse en lo que es su finalidad y destino último.

SER CRISTO COMO DON Y TAREA
            Meditar en la realidad dinámica y existencial del Misterio de la Encarnación operante en nosotros requiere descubrir la intervención de Dios, de su gracia como presencia sobrenatural y la intervención del hombre sobre su propia naturaleza como medio de respuesta y entrega[222]. El misterio de la Encarnación es una realidad consoladora y al mismo tiempo comprometedora, consuela en cuanto nos da seguridad de la compañía y de la presencia de Dios de un modo verdadero, constante, vivencial (Jn 1, 12).
            Al mismo tiempo se trata de un misterio comprometedor y loco porque no es un acontecimiento pasivo realizado una sola vez o una realidad estática de reminiscencia del pasado, sino una realidad siempre actual y dinámica y existencial operante en nuestro propio ser. Nos toca, pues, a nosotros aceptar y secundar la acción del Espíritu actuando en nuestro ser hacia nuestro destino último.

SER CRISTO COMO DON: GRACIA Y LLAMADA[223]
            La vocación cristiana se nos presenta como propuesta e una invitación: “si quieres”. Es imposible al hombre por sí mismo alcanzar su propio destino, es necesaria la acción de la gracia gratuitamente dada por Dios. Es experiencia fundamentalmente de confianza y de aventura, de dejarse llevar guiados por el dinamismo propio del Espíritu. La experiencia transformadora de la gracia hace de la vocación cristiana una constante acción de gracias por la sobreabundancia del don recibido. “Proclama mi alma la grandeza del Señor y se alegra todo mi ser en Dios porque él se ha fijado en la pequeñez de su esclava”. Aceptar este don significa que nos dejamos conducir por él. Nace en nosotros la consciencia de pertenencia solo a él, de ser suyos. Alguien entre en nuestras vidas y nosotros abrimos nuestros corazones dispuestos a aceptarle por entero, a abandonarnos por entero en y a él.

SER CRISTO COMO TAREA: RESPUESTA LIBRE Y PERSONAL[224]
            La vocación cristiana se nos presenta como respuesta, por lo que es necesario acoger libremente la gracia y el don recibidos de Dios lo que lleva consigo la intención dialéctica entre gracia y naturaleza, una lucha interior por ordenar todo nuestro ser conforme a la llamada del Señor. Es la oración del hombre en Cristo o la oración de Cristo en el hombre la que ordena en él toda la creación y todo el cosmos quien le introduce en armonía quien le hace agradable a Dios ordenando en su corazón y su inteligencia. Dios propone e invita al hombre y pide de él una respuesta libre y amorosa respetando normalmente nuestra libertad. Dios no quiere imponerse a la fuerza ni manifestar al hombre sin manifestar que el ejercicio más auténtico de su creador es la libertad, quien a su vez pide este ejercicio de libertad y conciencia de su voluntad, él se le manifiesta y revela, al hombre, esperando de este un asentimiento para abandonarse libre y amorosamente a su voluntad.

PERFECCION=TRANSFORMACION EN EL AMOR: IRRADIAR Y REVELAR A CRISTO
            La dinámica de ser Cristo de transformarnos en él, de madurar en su amor, está impresa en nuestro propio ser; el hombre busca ser transformado en aquello que ama. Jesús por medio de una participación radical en el amor busca nuestra transformación en él, ya que la misma naturaleza del amor es unirnos y transformarnos en lo que amamos. Cuando el don del tesoro recibido si hace lo más preciado y valorado para la persona, ésta a su vez tiende a la perfección, ordena todo su ser hacia su realización en el Amor y el Amor mismo se revela en él de forma que en el se puede ver a Jesús, irradiando el conocimiento de la gloria de Dios que est en la faz de Cristo. En la transformación que el alma tiene en esta vida para esta misma aspiración de Dios al alma y del alma a Dios con altísimo deleite.
            El alma aspira en Dios como Dios aspira en ella por modo particular porque es don que concede Dios quien le hace partícipe de vivirla en la Santísima Trinidad, por modo comunicado y participado, alcanzándolo Dios en la propia alma por medio del Espíritu[225].

LA ASPIRACIÓN MÁS ALTA Y SUBLIME QUE EL HOMBRE PUEDA DESEAR Y ALCANZAR
            No hay que tener por imposible que el alma aspire al alcanzar cosa tan alta. Oh almas creadas para tal grandeza y para ellas llamadas. Vuestras pretensiones son bajezas y vuestras posesiones miserias comparadas a esta. Oh miserable ceguera de los ojos que se pongan tan solo en realizaciones humanas, si para tanta luz quedaran ciegos y para tal llamada sordos, no viendo que en tanto que buscamos grandezas y glorias humanas nos quedamos miserables y bajos, de tantos bienes hechos ignorantes e indignos[226].
            ¿Cuál fue el motivo de que dieran al hombre semejante dignidad? Ciertamente nada que no fuera el amor inextinguible con el que contemplaste a tu criatura en ti mismo y te dejaste cautivar de amor por ella. Nosotros somos tu imagen y tu eres la nuestra, gracias a la unión que quisiste realizar en el hombre al rodearlo de gloria y dignidad en tu Encarnación maravillosa[227]

MEDIANTE LA ESCUCHA DE LA PALABRA
            Os hemos dado a conocer el poder de nuestro Señor Jesucristo después de haber visto su gloria y recibido del Padre esta palabra: Este es mi Hijo muy amado ESCUCHADLE. Nosotros mismos escuchamos su voz y hemos creído… Creed pues y creced en la gracia y en el conocimiento de Nuestro Señor. Aquél de quien todo procede y para quien somos nosotros. A Aquél que viéndolo nos muestra al Padre. En él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia.
             La Iglesia no cesa de escuchar sus palabras como la del Maestro Salvador y Redentor. Él habla a los hombres como Hombre y como Dios, fuente de vida y santidad. Cristo Redentor del Hombre y del mundo es Aquel que habla y da al hombre su identidad, es Aquél que ha penetrado de modo único e irrepetible en el Misterio del hombre hasta esclarecerle y revelarle su más alta dignidad y vocación[228].

CRISTO MANIFIESTA EL HOMBRE AL PROPIO HOMBRE
            El hombre no puede vivir sin amor. Sin amor mi vida esta privada de sentido. El hombre no llega a encontrar su razón de ser hasta que no se encuentra con el Amor, lo experimenta, lo hace propio hasta participar vivamente de su Persona.
            El hombre que quiere comprenderse hasta el fondo a sí mismo no alcanza su razón de ser a través de medidas meramente humanas, inmediatas y parciales, a veces incluso superficiales y aparentes; con la inquietud e incertidumbre e incluso con su debilidad y pecaminosidad con su vida y con su muerte debe acercarse a Cristo. Debe por decirlo así entrar en él con todo su ser, debe apropiarse y asimilar toda la realidad de la Encarnación y de la Redención para encontrarse plenamente así mismo. ¡Qué valor debe de tener el hombre a los ojos del Creador para merecer tener tan gran redentor[229].

EL HIJO DE DIOS SE REVELO AL HOMBRE COMO MODELO Y PARA IMITAR
            Dios se nos revela en Cristo como Dios no para admirar. No busca admiradores sino imitadores[230]. Cristo en su Encarnación no sólo se revela como Dios, sino que revela al hombre el propio Hombre descubriéndole su más alta dignidad suprema y su única vocación. El hombre de Dios, asumió nuestra carne para incitar al hombre, a hacerse semejante a él y par proponerse como modelo a quien imitar. Si el hombre acoge con sencillez la verdadera gloria que procede del que lo creo y permanece en atento en el amor del que da la vida entonces recibe de él la plenitud.
            El Hijo ha mostrado al hombre que la manera de vivir del hombre no es en la independencia, en la autosuficiencia como queriendo ocupar la hegemonía de Dios, sino en el abandono confiado en el sometimiento amoroso, aspirando a ser como él desde la obediencia. Cristo se hizo hombre para enseñar al hombre el camino de alcanza y vivir con Dios y quiso que pudiéramos alcanzar nuestro fin, poniéndose como modelo y maestro a quien escuchar, atender, obedecer e imitar, conformando nuestra vida a él.

EL HIJO DE DIOS SE PROPONE COMO MODELO A IMITAR DESDE DENTRO
            Quiso Dios participar al hombre de toda su Vida y Amor llamándole a convivir con él. El hombre está hecho para la convivencia, el diálogo, la compañía. Cristo se propone como el compañero acoplado perfectamente al hombre “compañero” el que comparte la mesa y el pan. El que comparte el camino, guiándole y conduciéndole de la mano hasta el Padre. Cristo se ha unido a cada hombre, es el camino hacia cada hombre para que llegue a ser su luz y su fuerza, así pueda responder a su máxima vocación.
            Todo el proceso de la Encarnación es el proceso de acercamiento de Dios al hombre, rompiendo con todo barrera, distancia y obstáculo para no sólo hacerse semejante a él sino introducirse en el hombre y vivir con él, proponiéndole que habitase en él. “Estoy a la puerta, si alguien me abre entrare a habitar, convivir, compartir con él y él conmigo”[231].

NO HAY COMPAÑERO NI COMPAÑÍA MÁS AGRADABLE[232]
            En Cristo moran todos los tesoros y sabidurías escondidas. Por más misterios y maravillas que han descubierto los santos en este mundo, le quedó todo lo más por decir y aun por descubrir. Así hay mucho que ahondar en Cristo porque es como una abundante mina con muchas grutas de tesoros que por más que ahonden nunca les hallan término. Los discípulos aprendieron a conocerle y a hacerse con el Maestro uno en la convivencia mutua. ¿Qué quieres, ¿dónde moras? Cuan bueno y agradable es su compañía, el escuchar sus palabras y atener a sus consejos.
            El Señor es mi amigo, mi compañero, confidente. Con él nada me falta, me ha tocado un lote hermoso y me encanta mi heredad. Para mí lo bueno es estar con el Señor, dichosos los que se acogen a él. Mi amado se distingue entre diez mil, no tiene comparación alguna.

EL CAMINO DE LA IDENTIFICACIÓN CON CRISTO: EL SOMETIMIENTO Y LA OBEDIENCIA[233]
            Debemos conocer al Padre como él desea ser conocido, a través del Hijo, porque el que ve al Hijo ve al Padre. Debemos glorificar y dar culto al Hijo como el Padre desea que lo glorifiquemos: Padre glorifica a tu Hijo: Yo por ellos me consagro para que también ellos se consagren. Debemos, pues, recibir al Espíritu como el Padre desea dárnoslo a través del Hijo, atendiendo amorosamente sus insinuaciones. Él nos guiará hasta la revelación completa. En todo debemos proceder no según nuestro arbitrio o capricho, no siguiendo nuestros propios sentimientos ni haciendo, haciendo violencia a los deseos de Dios, sino que sometámonos amorosamente a sus caminos y preceptos, los que él mismo Señor nos dio a conocer a través de su Palabra. Este es mi Hijo muy amado… escuchadle”, ”Padre te pido que donde yo esté, estén también ellos conmigo” -dice Jesús.




9. CUERPO MÍSTICO


UN GRANDE MISTERIO DE AMOR
            El deseo de la persona que ama es hacerse una sola cosa con aquél a quien ama. Permaneced unidos sólo a él, que seáis una cosa sola, más bien una persona sola (Jn 12, 9). Lo que en el lenguaje humano es figurativo en la fe, para Dios es una realidad. ¡Misterio de amor! ¡Símbolo de unidad! ¡Vínculo de caridad!
            Quien quiere vivir, tiene donde vivir, tiene de quien vivir. Quien quiere vivir, que empiece a tomar parte del Cuerpo de Cristo y será vivificado. “Yo soy la vid y vosotros los sarmientos. Permaneced unidos a mí”(Jn 15, 1. 5a). “Quien está unido a mí y yo a él, ese da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5).
            Siendo él Dios, de cuya naturaleza nosotros no somos, él se hizo hombre, para que en él, la naturaleza humana se hiciera su vida y su amor, para que nosotros fuéramos sus sarmientos[234]. El verdadero amor tiende a hacer de los dos una sola cosa en perfecta igualdad.

JESÚS NOS INTRODUCE EN SU CUERPO
            ¿Os dais cuenta de la gracia que Dios ha derramado sobre nosotros? Asombráos, gozad: ¡nos hemos hecho Cristo! Si Cristo es la cabeza y nosotros los miembros, el hombre total es él y nosotros (Ag., GV. 21, 8). Esta es la verdadera comunidad de vida y amor en perfecta unidad (Hch 4, 32): un solo corazón, una sola alma, una sola vida (cf Gal 3, 26-28), unidad de pensamiento, de sentimientos de intereses, de voluntad. Esta asimilación del amante al amado es tan fuerte, tan profunda que nosotros habitamos con el corazón en la cosa que amamos (Ag. GV 2, 11)[235]. Jesús asume en su carne toda nuestra realidad, nuestra debilidad, pecado: “Él tomó sobre si nuestras enfermedades, se cargó con nuestros sufrimientos (Is 53, 4). Jesús ha tomado sobre sí toda nuestra humanidad para hacerla nueva en su amor. Jesús en su misterio de la encarnación y muerte abraza toda la humanidad en sus brazos abiertos en la cruz para insertarnos a todos en él. El hombre nuevo en su mismo cuerpo, él y nosotros, el Cristo total.

JESÚS, LA CABEZA
            Cristo total es la cabeza y el cuerpo (S. Ag., D. 133, 8). Cristo está todavía sufriendo con nosotros y mostrando ser con nosotros y en nosotros. Los miembros de Cristo sufren y están necesitados, pero si hubierais dado algo a mis miembros habría llegado también a la cabeza (S. Ag., D., 18, 4). Si pisotean mis miembros, Cristo también es pisoteado, como él dice: “Yo todavía tengo hambre, tengo sed, soy todavía peregrino (Mt 25, 40). Mira de no golpear, de no violar, de no pisotear mi Cuerpo (S. Ag., GE 10, 9).
            La voz del necesitado no es la voz de un hombre solo y es la voz de un hombre solo, porque los fieles son muchos, repartidos por todo el mundo, y todavía es la voz de uno solo, porque todos son miembros de Cristo. Este pueblo necesitado y pobre no encuentra su alegría en el mundo y su dolor y su alegría son dentro, donde no ve si no aquél quien escucha a quien gime y corona a quien espera (S. Ag. GV 7, 1).

NOSOTROS, SUS MIEMBROS
            Si él nos ha unido a todos con él, también nosotros estamos unidos los unos a los otros; él es la cabeza y nosotros somos sus miembros (S. Ag. D. 133, 8). ¿Qué significa la Cabeza y los miembros? Cristo y la Iglesia (S. Ag., GV 21, 8). Si amamos a Cristo, tenemos que amar su cuerpo, sus miembros. Amamos al Señor, amamos a su Iglesia.
            Aquello que nosotros somos, vosotros tenéis que estar seguros. Permaneced todos unidos junto a Cristo como cabeza y a los demás como sus miembros. Si amáis a Cristo honrad, amad la santa Iglesia. Si sois cristianos católicos, tenéis que estar en comunión con aquella Iglesia con la cual el Evangelio se ha difundido por todo el mundo (S. Ag., GE 2, 3). No se limite a amar al hermano que se encuentra a su lado, hay muchos miembros que no vemos, pero que tienen sus derechos (S. Ag. Ge 6, 10).

CADA MIEMBRO PUEDE ACOGER O RECHAZAR EL AMOR DE CRISTO
            Por esto nos ha amado, para que también nosotros nos amemos unos a otros, para que con el mutuo amor nos unamos entre nosotros y, atados los miembros por un vínculo tan suave, seamos cuerpo de tal cabeza (S. Ag, GV 65, 2). No desdeñes pertenecer al conjunto de los miembros, que no haya un miembro infectado que se tenga que amputar, que no haya un miembro deforme del que se tenga que avergonzarse. Que sea bonito, sea válido, sea sano, que quede unido al cuerpo, viva de Dios y para Dios; que soporte ahora las fatigas en la tierra, su dolor para tu gozo y tu gloria en el cielo: (S. Ag, GV 26, 13).
            Haced caso a lo que os ofrecemos. Si tenéis hambre, y no queréis ser injustos, mirad de cuál almacén se os ofrece el manjar. No te importa en cual bandeja se te da, encontrándote bajo el estímulo del hambre (S. Ag.: D. 340, A. 8-9).

EN SU CUERPO TU ERES IMPRESCINDIBLE: CRISTO TE LLAMA
            Cristo ha sido entregado por ti, matado por ti, está hambriento por ti… pero tú, ¿no das ni un trozo de pan a quien ha hecho tanto por ti? “Cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 40).
            Si no quieres corresponderme como a uno que ha sufrido por ti, ten compasión de mí al menos por la pobreza, dóblate al menos delante a la enfermedad y a la cárcel. Si ni siquiera todo esto te lleva a sentimientos de humanidad, hazme caso al menos por lo pequeño de la petición: no te pido nada costoso, sino un trozo de pan, un gesto, una palabra de consuelo. Dóblate al menos por impulso natural viendo a un desnudo, y acuérdate de mi desnudez en la cruz, que he sufrido por ti. Si no te conmueves de aquella, conmuévete al menos de esta por la que soy pobre y desnudo en tu prójimo (S. Juan Crisóstomo)[236]

NO PODEMOS SEPARAR CRISTO DE SU CUERPO, LA IGLESIA[237]
            No podemos separar a Cristo Cabeza de su Cuerpo la Iglesia, quien ama a Cristo ame también a su Iglesia. En la medida que uno ama a la Iglesia de Cristo ama a Cristo y está en comunión con él y posee el Espíritu Santo (S. Agustín GV 32, 8).
            Nuestra adhesión y comunión con Cristo vendrá dada en la medida de nuestra adhesión y comunión con la Iglesia, nuestro sentir con Cristo se identifica con nuestro sentir por la Iglesia haciéndonos solidarios de sus gozos y de su sufrimientos (Rm 8, 17).
            Amar a Cristo es amar a la Iglesia es responderle a él en las necesidades de sus miembros; la situación de Cristo en sus miembros reclama y acapara todo nuestro ser, se hace urgencia inaplazable y arrebata nuestro ser de forma apremiante (cf Sal 118, 145) Cristo y la Iglesia son, por lo tanto, el Cristo Total. Comprende la gracia que Dios nos ha hecho al darnos a Cristo Cabeza e introducirnos en su Cuerpo? Hemos sido hechos no solo cristianos sino el mismo Cristo[238].

GRAN MISTERIO DE AMOR ES ESTE
            Cristo nos injerta en su Cuerpo para darnos la vida y en su mismo Cuerpo nos urge a que nos apliquemos a sus miembros para transmitirles la vida, su Vida-Amor; aplicándonos íntegramente sobre el Cristo crucificado de hoy, o Cuerpo Místico (Jn 19, 28). Cristo nos pide unión vital con él que es la Cabeza y fuente del Amor-Vida de Dios para que a su vez la transmitamos a sus miembros más necesitados.
            Cristo nos pide que le mostremos ahora con toda nuestra vida, actuando en su Cuerpo para entrar a participar de la verdad de vida de Cristo, por lo que se hace necesario imitar a Cristo no solo en los ejemplos que nos dio en su vida mortal sino imitarle también en sus misterios que nos desveló en su Muerte y Resurrección: el ejemplo de humillación, de caridad, de obediencia y mansedumbre. ¡Oh admirable poder de la cruz en la cual el Salvador atrajo a todos hacia sí, fuente de todas las bendiciones y origen de todas las gracias!

EL ORIGEN DEL NUEVO PUEBLO DE DIOS EN EL MISTERIO PASCUAL[239]
            Descubre de dónde brotó la nueva vida del nuevo pueblo de Dios; extendiendo sus manos en la cruz adquirió para él un pueblo Santo, empezó a brotar de la misma Cruz y su fuente fue el corazón del Señor, traspasaron el cuerpo de Jesús y al punto salió agua y sangre; agua como símbolo del bautismo y sangre como figura de la Eucaristía, debajo del manzano te desperté allí donde te concibió tu madre, donde concibió la que te dio a luz.
            Donde se había engendrado el pecado por la usurpación y desobediencia se engendró de nuevo la vida la nueva creación por el sometimiento, la obediencia y donación. Ojalá que no pasáramos con indiferencia ante tal misterio
            Como del costado de Adán fue formada Eva, del costado de Cristo se formó el Nuevo Pueblo, la Iglesia; de la misma forma que Dios formó a Eva de la costilla de Adán mientras este dormía así también Dios instituye la Iglesia y nos dio el agua y la sangre después que Cristo hubo muerto.

EN LA CRUZ NOS UNIMOS DEFINITIVAMENTE LOS DOS[240]
            Allí me diste a beber el vino aromado, el licor de granadas; allí me entregaste el don de tus amores; allí me concebiste y me introdujiste en tu mismo cuerpo; allí me abrazaste por siempre en alianza nupcial definitiva, allí encontré el tesoro escondido. Allí abrazaste la oveja perdida. Allí me hablaste y me aprehendiste para ya jamás soltarme. Allí me ofreciste a la esposa para siempre.
            Contemplad de que manera Cristo se ha unido a su esposa para siempre, de la misma manera que la mujer se siente impulsada por su misma naturaleza a alimentar con su propia sangre y con su leche a aquellos a quienes ha engendrado, de esa forma Cristo alimenta con su Cuerpo y sangre a aquellos que ha hecho renacer.

SOMETÉOS A CRISTO, CABEZA PARTICIPANDO DE SU BAUTISMO[241]
            La Iglesia, el Cuerpo con todos sus miembros deben estar sometidos a la Cabeza, ofrecéos constantemente a que es nuestra Cabeza haciendo en todo su voluntad. Tal debe ser nuestra vida, nuestro culto para mantener la unidad en el Cuerpo. Aunque cada cual en el Cuerpo realiza distintas funciones, todos obedecen al mismo Señor; así como nuestro cuerpo posee muchos miembros y no desempañan todos las mismas funciones así también nosotros siendo muchos no formamos más que un solo cuerpo en Cristo. Someternos a la Cabeza significa actuar en todo imitando al que nos ha precedido. ¿Cómo podemos imitar a Cristo en su muerte? Sometiéndonos obedientemente hasta la muerte, la participación de su bautismo significa la participación en su muerte, para no regirnos ya por nuestros propios gestos caprichosos e intereses, sino obedeciendo en todo al Señor.
            Para vivir la vida nueva es necesario morir a la anterior, para no regirnos ya por nosotros mismo para que no vivamos ya para nosotros mismos sino para Aquel que por nosotros murió y resucitó[242].

SOMETÉOS LOS UNOS A LOS OTROS POR AMOR ESTABLECIENDO LA COMUNIÓN[243]
            Con un nuevo cuerpo hemos nacido y nos alimentamos, somos miembros de un mismo cuerpo, formado por muchos huesos. De la misma forma que participamos todos del mismo pan siendo muchos, no formamos más que un cuerpo solo pasando a ser una solo carne con él.
            Sed sumisos los unos con los otros en el amor de Cristo, quien tuvo a bien asumir nuestra propia naturaleza y nuestra propia debilidad hasta asumir incluso nuestra muerte y morir por nosotros; él nos exhorta a que también nosotros aspiremos a asumir las flaquezas de quienes nos rodean y reconozcamos con humildad y caridad lo que crea la unidad del Cuerpo para que la virtud que reside en la Cabeza resida también en los miembros del Cuerpo. Así que tened los unos para con los otros los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús (Fil 2, 1).

LA UNIDAD DE TODOS LOS MIEMBROS ENTRE SÍ CON LA CABEZA (REPERCUSIÓN)[244]
            Hieres al pie y habla la boca, la Cabeza. Si un miembro sufre, sufre la Cabeza y sufre todo el cuerpo; con un miembro herido sufren todos los demás miembros; lo que haga con un miembro repercute en los otros y repercute en Cristo, es cosa grande, misteriosa y divina esta unión estrechísima. El mismo Jesús no dudó en comparar aquella admirable unidad con la unidad Trinitaria por la que el Hijo está en el Padre y el Padre en el Hijo. No se puede entender para qué queremos estar unidos a la Cabeza y separados de sus miembros, como poder decir que amamos a Cristo si odiamos a los miembros de su Cuerpo. Estamos más unidos a Dios en Cristo cuanto más seamos miembros los unos de los otros y más solícitos unos con otros, poniéndonos unos al servicio de los otros y otra parte seguirá siendo verdad que tanto cuanto más unidos y estrechos estemos en la caridad, cuanto más vivo y encendido este el amor que nos une con Dios en Cristo.

LA VIDA EN CRISTO SE COMUNICA ENTRE LOS MIEMBROS A TRAVÉS DEL AMOR[245]
            La caridad unifica el Cuerpo por sí y con su virtud lo conexiona internamente unos con otros. Todo el Cuerpo alimentado y trabado por las coyunturas y ligamentos crece en cuanto divino. De modo que viviendo en la caridad crezcamos por todos hasta Aquél que es nuestra Cabeza. Si yo no amo no tengo vida, estoy muerto, soy como un cáncer en el cuerpo y todos sabemos las consecuencias de un cáncer: desencadena la muerte. Si yo no convivo, si yo no comparto y no formo comunión soy un asesino; la caridad, es pues, la virtud por excelencia que nos une con Cristo. Si de verdad hemos nacido al amor de Cristo, pues él ha dado su vida por nosotros, así también nosotros debemos de dar la vida por los hermanos.

EN EL CUERPO DE CRISTO, ¿ME ENCUENTRO ALIVIANDO O DESTRUYENDO?
            Por la estrecha vinculación que guardamos los unos con los otros cada uno de nuestros actos no son indiferentes o menos al Cuerpo de Cristo; o somos miembros sanos y vitalizadores o enfermos, anémicos y cancerosos[246]. Da escalofrío pensar esta verdad de la que de dicho Pío XII en su encíclica Mysticis Corporis Christi (MCC): “Nunca meditaremos suficientemente: cómo la salvación de muchos, depende de la oración y pequeños sacrificios de unos pocos”.
            La vida no se aleja completamente de aquellos que pecando han perdido la gracia: permanecen en el Cuerpo con la imperiosa necesidad de ser curados para no contagiar el resto: vale más que se curen antes de ser cortados del Cuerpo[247]. La curación de lo que está aún unido al Cuerpo no es desesperada mientras que lo que hubiera sido amputado del Cuerpo no puede ser curado ni sanado[248]. No basta, pues, amar al Cuerpo por el esplendor de la Cabeza sino que debemos también amarlo en la necesidad y debilidad de sus miembros sufrientes[249].

EN EL CUERPO DE CRISTO YO QUIERO SER EL CORAZÓN[250]
            En el Cuerpo de Cristo, quieras o no, eres un miembro insustituible, no puede decir la cabeza a los pies: no necesito de vosotros. No sólo es verdad que todo miembro necesita de la Cabeza para su vitalidad sino también que la Cabeza Cristo necesita de sus miembros[251]. Cristo quiere ser ayudado por los miembros de su Cuerpo en el desarrollo de su misión, él quiere dar vida a todo su Cuerpo vitalizando a través de miembros vitalizadores[252]. Cristo nos urge y nos pide que atendamos los miembros más débiles y enfermos, como él mismo nos lo mostró durante su vida, a quien debemos de socorrer y aliviar reconociendo en ellos con suma piedad la misma persona de Cristo[253]. Así el Apóstol se siente llamado por él en su plan divino asociándose a los misterio de nuestro Redentor.


[1] Cf AGUSTÍN, Soliloquios, Libro 1, 2.7.
[2] Cf AGUSTÍN, Sermones, 226, 3.4.
[3] Cf AGUSTÍN, Comentario al Evangelio de S. Juan: 18, 7.
[4] Cf IRINEO DE LYON, Adversus Haereses 6, 1-2.
[5] Cf AGUSTÍN, Com 13, 9.10.
[6] Cf AGUSTÍN, Tr. Jn 26, 4.
[7] Cf AGUSTÍN, Tr. Jn 7, 21.
[8] Cf AGUSTÍN, Ps. 121, 1.
[9] Cf AGUSTÍN, Ep Jn 10, 3.
[10] Cf AGUSTÍN, Comentario a 1Jn 1, 6.
[11] Cf S. AGUSTÍN, Comentarios a la primera carta de S. Juan 4, 8-16.
[12] Cf S. AGUSTÍN, Confesiones 1, 1, 1.
[13] Cf Ortega y Gasset, Cuestiones de Metafísica.
[14] CAMUS, A., El Mito de Sísifo.
[15] Cf AGUSTÍN, La ciudad de Dios. Libro 12: NBA V/1-3.
[16] Cf AGUSTÍN, Expos. Sal 141, 3; C, D 12, 1.3; Id., Confesiones 1, 1.
[17] Cf Pedro Crisólogo: Sermones: 117.
[18] Agustín: Cf Obras completas de la NBA.
[19] Cf Agustín, De Trinitate, 15, 18, 32.
[20] Cf S. Agustín, De Ordine 2, 18, 48.
[21] Cf S. Agustín, De Trinitate 8, 10, 14.
[22] Cf NCIC. 1; 27; 50.
[23] GS 19.
[24] Cf NCIC. 27.
[25] Cf H. U. Von Balthasar, Sólo el amor es digno de crédito; P. Charbonneau, Amor y libertad; Michel Quoist, Triunfo; E. Fromm, El miedo a la libertad; Id, El arte de amar.
[26] Cf NCIC. 367.
[27] Cf DS 3875; 3891; PÍO XII Humani generis; E. Fromm, Avere o essere,
p. 146-147; V. Miano, L'indifferenza religiosa, Roma, 1978, 14-15.
[28] Cf Donum Vitae, 5: el carácter inviolable de la vida.
[29] GS 9.
[30] Cf Juan Pablo II, Discurso a los jóvenes de todo el mundo, Roma 1985.
[31] Cf ORÍGENES, In Canticum y Prologus: PG 13.
[32] Cf GUILLERMO de Saint Thierry, De natura et dignitate amoris: PL 184, 332.
[33] Cf Id.
[34] Cf SALVIANO de Marsella, De gubernatione Dei IV, 9-10: PL 53, 79-82.
[35] Cf AGUSTÍN, CD 8, 102.
[36] Cf CIRILO de Alejandría, Commentario in Iohanen, II, 7: PG 74, 500.
[37] Cf ORÍGENES, Hom in Mth, 10: PG 13, 23c.
[38] Cf IRENEO, Adversus Haereses, 2, 1; 1; 30, 9.
[39] Cf IRENEO, Adversus Haereses, 4, 12, 3.
[40] Prolongación del Amor en la eternidad, cf IRENEO, Adversus Haereses, 5, 3, 13, 1. 2. 3.
[41] Cf C.M. MARTINI, Maturitá nell'amore: Dio é la sorgente di tutti gli amori, Leumann. Torino 1982, 74.
[42] ORÍGENES, Comentario al Evangelio de Mateo, 17, 36 :PG 13.
[43] IRINEO, Adversus haereses IV, 14, 1: PG 7, 1010.
[44] El pensamiento de San Agustín es muy semejante al pensamiento de GUILLERMO de Saint Thierry en Meditativae orationes: “hemos sido creados por Ti para ir a Ti, y por esto nuestra vida debe ser orientada a Ti".
[45] Cf MÁXIMO el Confesor, Ambiguorum Liber: PG 91, 1312 AB.
[46] Cf ISAAC EL SIRIO, Tratados ascéticos, 5B y 60, en: I. TOURAILLE, Isaac le Syrien, Oeuvres spirituelles.
[47] GREGORIO DE NISA, In orationem dominicam 2: PG 4, 1148B; cf NCIC. 2784; o como comenta también P. Evdokimov en: L’Ortodoxie, Paris 1977, 68.
[48] NCIC. 27; Agustín, Confesiones 1, 1. Obras Completas, NBA.
[49] Agustín, Me 1, 3.4.
[50] Id., Ti 15, 3-8.
[51] Id., cit. da A. G. Hamman, Les racines de la foi, p 104.
[52] Id., TI 5, 3. 5.
[53] Id., A. 1, 9, 24.
[54] Id., LA 2, 13.36.
[55] Cf Id., CA 8, 10.2.
[56] Cf Id., Obras completas de la N.B.A, Cfr índice al final.
[57] Id., Commento al vangelo di San Giovanni 32, 8.
[58] Id, Commento alla prima lettera di S. Giovanni 8, 1.
[59] Id, De Trinitate libri XIII. CV.
[60] Id, Confesiones, 1, 4.4.
[61] cf Id, Obras completas de la N.B.A, confrontar índice final. Gv 6, 27; 4, 14; 7, 37; 11, 26; 13, 1.
[62] Id, C. 10, 20.29.
[63] Juan de la Cruz, Subida al monte carmelo 2, 22.
[64] Teresa de ÁVILA.
[65] Agustín, Sermones 38, 11.
[66] Luis Gonzaga, Carta a su madre algunos días antes de morir.
[67] Agustín, Dei libre albedrío 1 II c. IX. Cfr Rusell: La conquista de la felicidad: el hombre feliz es el que no siente fracaso de unidad. En esta unión profunda con la corriente de la vida se halla la dicha verdadera.
[68] Agustín, Obras completas de la N.B.A; GV 30, 7; 35, 9; Col 3, 3; Mt 6, 19; 13, 44; Lc 12, 34; Jn 6, 54.
[69] Id, D 217, 5.
[70] Cf Tomás de Aquino, Summa Theologice 1, 2, 3. vías de conocimiento-felicidad.
[71] Cf Agustín, GV 32, 9; Ap 21, 4.
[72] Cf Id., GV 67, 2; y también Ef 1, 10; 4, 13; Gal 3, 28.
[73] Id., CD 22, 30.1-2.
[74] Cf Id., Obras completas de la N.B.A., confrontar índice al final; Sal 83, 5.
[75] Cf Id., G. 83, 24.
[76] Cf Id., 3, 12.
[77] Agustín, GV 25, 14; Mt 25, 23.
[78] Id, De Trinitate L XV, C. II.
[79] Cf Id., Sermones 229.D. 1.
[80] Cf Id., Sermones 229, D. 1.
[81] Cf Id., Comentario a la primera carta de S. Juan 1, 1.
[82] Cf Id., Comentario al discurso 129, 1.
[83] Cirilo de Jerusalén, Catecheses illuminandorum 18, 19.
[84] Jn 17, 1-3.
[85] Basilio de Cesarea, Libero de Spirito Santo 15, 36.
[86] Cf Tomás de Aquino, Compendium Theologicae 1, 2.
[87] Cf Jn 14, 20.23; Cf Agustín, Comentario al Evangelio de S. Juan 14, 20-23.
[88] Cf FC 34 y NCIC. 2343; J. Aquer Gauthier, Los desafíos de la pareja joven; Madrid 1994, 11.
[89] Cf Leonardo Boff, Hablemos de la otra vida. El cielo ha comenzado en la tierra, Santander 1978, 32-33.
[90] Cf Agustín, Sermones, 350, 2-3.
[91] Cf Id., Comentario a la primera carta de S. Juan 2, 14.
[92] Sal 81, 6; las anteriores: Mt 6, 20.21; Col 3, 1-3.
[93] Cf Agustín, Del Tratado de la Trinidad, libros 8, 14, 15. N.B.A IV (T 14, 8.11;15, 6).
[94] Cf Id., T.8, 12.
[95] Id., Sermón 336.1.6: PL: 38, edición 1861, 1471; 1472; 1475.
[96] Id., Comentario al Evangelio de S. Juan: N.B.A XXXIV, 1-2.
[97] Id., Comentario a S. Juan 2, 11; Mt 6, 21, Fil 3, 20.
[98]Ambrosio, Comentar Sal 118; 12. 13-14: CSEL 62, 258-259. Somos templo de Dios (LH Vol. III p.396).
[99] Teresa DE JESÚS, Relación 18.
[100] id., Castillo interior I, 1, 1.
[101] Juan de la Cruz, Canto espiritual 1, 6.
[102] Jn 12, 24, Gal 4, 6; 2 Pd i, 1-5.
[103] ISABEL de la Trinidad, Elevaciones 606.
[104] Juan de la Cruz.
[105] Cf Jean Ruysbroeck, El adorno de las bodas espirituales.
[106] Chiara Lubich, Discurso al movimiento focolar. Escritos 257.49.
[107] Charles de Foucould, Obra espiritual, Milano 1960, 197-198.
[108] Adrienne von speyr, Mística objetiva 1, 211.
[109] Charles de Foucould, Opere Spirituali.
[110] Cf Agustín, Carta 187, 8.27.
[111] Cf Id., Discurso 187, 8.29.
[112] DioniSio el Areopagita, De coelesti Hierarchia III, 2: PG 3, 166.
[113] Gregorio Nacianceno, Discurso 3, 8: PG 35, 1160.
[114] Cf Agustín, De Trinitate VIII, 10: PL 42.
[115] Cf TomÁs de Aquino, Summa Theologica I. q.32 a 1 ad 3; Cf Karl RAHNER, Investigación teológica in Kasper :”El Dios de Jesucristo”.
[116] Cf Agustín, Comentario a la primera carta de S. Juan 4, 7, (11-12).
[117] Cf Máximo el Confesor, Ambignorum lieber: PG 9, 1196 B.
[118] Cf Cirilo de ALEJANDRÍA, In Iohannis Ev 11, 11: PG 74, 556.
[119] Cf Gregorio Nacianceno, Oratio XXXIX In santa lumina : PG 36.
[120] Cf Chiara Lubich, Sentti 25, 7. 49.
[121] Cf W. kasper, El Dios de Jesucristo. Cf también, moltman, El Dios escondido en Jesucristo; La misma interpretación encontramos en: Ignacio de AntioquÍa, Carta ai Magni 8, 2: PG 1, 237; y en S. Pablo.
[122] Cf J. Moltmann, El Dios crucificado, Brescia 194.
[123] Cf Gregorio de Elvira, Tratado 7: PL supl. 1, 464.
[124] Cf Gregorio de Nisa, Oratio cathequetica 24: PG 41, 64 D.
[125] Cf Gregorio Palamas, De la deificación del ser humano 21 ed, cit p.30.
[126] Cf Luciano Cian, “Amar es un camino”, Leuman-Torino 1985.
[127] Cf H. U. von Balthasar, Del tú humano al tú divino, Misterium Salutis II, I,
pp. 41- 44, 53ss.
[128] Cf AGUSTÍN, N.43, 50.
[129] Cf Id., GV 32, 8.
[130] Cf Id., L. 258, 1; RG 43.
[131] Cf Juan CRISÓSTOMO.
[132] Cf Agustín, 258, 3-4.
[133] Cf Id.: En esta obra presenta el combate y la lucha del único amor contra todo lo malo.
[134] E. Fromm, El arte de amar, Barcelona 1990, 13-15.
[135] Cf A. Nygren, Eros y ágape. La noción cristiana del amor y su transformación, Boloña 1971
[136] Cf A. Gasparino, Sexualidad don de Dios, p.12; formarse al amor: amar es querer bien, y querer el verdadero bien y es hacer el verdadero bien de la persona amada, amar no es nunca buscar el propio interés, no es nunca explotar, ni instrumentalizar la persona que se ama. Amar es comunicar el amor de Dios, la fe la esperanza; nunca disminuye, ni va contra el débil, nunca busca hundir a la persona que se ama, es siempre perdonar y nunca busca culpables. Amar es donarse y no a nosotros mismos sino que es ante todo donar, dar el amor de Dios.
[137] Cf Agustín, D 299/D.1.
[138] Cf Agustín, GV 65, 1; D 215, 1.
[139] Cf Id., T 15, 8.
[140] Cf Id., Comentario al evangelio de San Juan 13, 15e 17e 34.
[141] Cf Id., Discursos 65, A, 1.
[142] Cf Id., D 65 / A.2; Id., Discursos 65, A 8.
[143] Cf Id., C, 4, 4-7.
[144] Cf Lc 10, 27, Dt 65, 10, 12; Gn 22, 5; Mt 22, 37; Mc 12, 30.
[145] Cf Agustín, D 34.2.
[146] Cf Id., D 34, 7.
[147] Cf Sal 81, 6, Agustín, D.368, 5, GE 5, 7.
[148] Cf Agustín, D.336, 2, 2, L 82, 5.36; L 130, 6. 13.
[149] Cf Id., L 155, 3.11; D 368, 5.
[150] Cf Id., Opera omnia de S. Agustín, NBA.
[151] Cf Id., L 155, 1.1.
[152] Cf E. Fromm, miedo a la libertad: la primera condición del amor es la libertad, de dejarse de pastorear a sí mismo, de no caer en el legalismo, como el ser libre de las cosas y del propio yo.
[153] Irineo de Lyon, Adversus haereses 3, 20, 2.
[154] Cf C.M. Martini, Itinerario de la oración, Milano 1989, 11.
[155] Teresa de jesús.
[156] Cf J. Lafrance, Mi vocación es el amor. Sta. Teresita de Lisieux, espir. Madrid 1985, 150.
[157] C. M. Martín, La dimensión contemplativa de la vida.
[158] Ireneo de lyon, Adversus Haereses 4, 14, 2-3.
[159] Teresita de LISIEUX, Ms, A, F3º.
[160] Cf Ef 1, 5, Is 1, 3; Os 11, 3; 11, 7; 2, 10
[161] Cf Jn 10, 14, Ez 34, 5; Os 11, 8; Ex 3, 7; 34, 11-16; Lc 15, 5; Mt 8, 17; Is 49, 16; Gn 1, 26.
[162] Cf Sal 103, 11; 138, 4; Ef 3, 19; 1Co 2, 5; Fil 3, 12.
[163] Cf Sal 51, 3; Sal 100, 3; 103, 3.4.5.8.10; Lc 24, 31; Jn 20, 27.
[164] Cf Zac 9, 9; Jn 14, 23; Sal 32, 7; 61, 3; 64, 7; Jn 10, 10; Ap 3, 20; Sal 94.
[165] Cf Mt 11, 28; Sal 94; Is 55, 1ss.
[166] Cf Prov 23, 26.
[167] Cf Gregorio de Nisa, Homilía sobre las bienaventurazas: PG 44, 1263-1268 (LH III 338-342).
[168] Cf Jn 14-17; Mt 3, 13-17; 20, 20-23; 28, 16-20.
[169] Cf Notas BJ Ef 3, 18; Os 2, 22; Ex 3, 14.
[170] RH 10 (Redentor hominis).
[171] Cf Fil 2, 5ss.
[172] Cf W. KASPERS, El Dios de Jesucristo, Londres 1984, 274.
[173] Cf J. Sobrino, Cristología desde América Latina, México 1977.
[174] Cf J. Moltman, The Crucified, Londres 1984.
[175] Cf L. Segundo, El hombre de hoy ante Jesús de Nazaret, Madrid 1982.
[176] Cf AGUSTÍN, Sermones 226, 3.4; GS 19.
[177] Cf Pablo VI.
[178] Cf AGUSTÍN, Soliloquio, libro I, 6.1.
[179] Cf C. M. Martini, Final del II, la escucha de la Palabra: grados de la oración del Cardenal Carlo Maria Martini.
[180] Cf AGUSTÍN, L 130, 8.17; Lc 11, 9; 1Co 2 9.
[181] Cf Id., L 130, 9.18.
[182] Cf Id., A. 80, 7.
[183] Cf Id., E. 37, 14; 1 Ts 5, 17.
[184] Teresa de JESÚS, Camino de Perfección 26.
[185] Cf Dt 7, 9; Is 54, 10 ;1Co 1, 9.
[186] Cf Gregorio Nacianceno., Or Theol 1, 4.
[187] Cf San Juan de la Cruz.
[188] Cf C. M. Martini, Itinerario de la oración, Milano 1987, 18. 29; Carta a los Obispos “Algunos aspectos de la meditación cristiana” 11.13, GCDF.
[189] Cf Juan de la Cruz; Hb 4, 9; Is 55, 10; Mt 15, 28; Lc 7, 38; Lc 7, 7; Jn 4, 39.
[190] Cf Máximo el Confesor, I Centuria. Obras de Máximo en el Volumen Filocalia II.
[191] Cf Carta a los Obispos sobre algunos aspectos de la meditación cristiana, nº 14-20 Ed. Paulinas 1990. pag. 13-17.
[192] Cf Tomás de aquino, A propósito de la “conversio homininis in Christium” Serm IV, d 12, q.2 a1.
[193] Cf Carta a los Obispos, nº31. Pag. 25.
[194] Cf C. M. Martini, Itinerario de la oración, Milano 1989, 18.
[195] Cf Jn 17-20; 15, 5; 12, 50; Ef 5.
[196] Cf J ridick, Un tesoro en vasijas de barro, Madrid 1988; Karol WOJTYLA, Amor y responsabilidad, Madrid, 113-118; J. Maritain, “Amor y amistad” Brescia, 1978, 15; Aristóteles, Etica nicomachea VIII, IX.
[197] Cf Ef 4, 1; 1Co 12, 12; Rm 12, 4; 1Jn 1, 3; Jn 6, 56; Jn 15, 9-10.
[198] Cf Mc 16, 15-16; Mt 28, 19; Rm 10, 14; 10, 17.
[199] Cf Jn 14, 20, 17, 21-22.
[200] Cf Ez 36, 2; Fil 2, 21; Rm 12, 5; 1Co 12, 22; Rm 14, 1; 15, 1; Rm 12, 8; 15, 7; 4, 2.
[201] Cf Jn 17, 21; 1Co 12, 24, 12, 68; 4, 5; Gal 3, 20; 1Cor 12, 13.
[202] Cf Agustín, C 11, 29-39.
[203] Cf J. Ratzinger, Reflexiones sobre Buenaventura: De Geschichts th dogre del h, Bonav, Munich 1959, 142-147.
[204] Cf M. Secker, Da hell order Geschichte, Munich 1964, 81-108.
[205] Cf Id., Das dell rider Geschchte, Munich 1964, 81-103; S. Tomás de Aquino, S Th I q. 33a 3; Agustín, D 70, 2.
[206] Cf Id., D 71, 12.18.
[207] Cf Id., T.15, 17.31.
[208] Cf Id., D, 225, 4.4.
[209] Cf Carta a los Obispos., sobre algunos aspectos de la meditación cristiana n. 7.
[210] Cf Basilio Magno, Sobre el Espíritu Santo 26, 61.64: PG 32, 179-182.6 (LH vol. I pp 132-433); Ef 4, 7; 1Co 12, 26.
[211] Cf Carta a los Obispos., sobre algunas cuestiones de la meditación cristiana. n.1, 3 y 7.
[212] Cf Jn 17, 1-26; 17, 23; Ef 4, 11-16.
[213] Cf Basilio Magno, Libro sobre el Espíritu Santo 2, 61. 64: PG 32; 179-182. 186; Rm 8, 14; Col 2, 16; 4, 3; 1Co 2; Rm 8, 5-7; Col 3, 1-2; Ef 4, 13; Jn 20, 21; Rm 8, 34.
[214] Cf L. Boff, Hablemos de la otra vida cp. IX, Santander 1978, 142.
[215] Cf Catalina de Siena., Diálogo sobre la divina Providencia, Ed. latina, Ingulstadt 1583; ff 215v. 216, cp. 134. (LH Vol. IV p.364); Rm 8, 5-7; Gn 1, 27.
[216] Cf Juan de la Cruz, “Cántico espiritual ” canto 39, 4(LH Vol. IV pp 58-60).
[217] Cf L. Boff, “Hablemos de la otra vida”, Cp. VIII, Salamanca 1978, 115-119.
[218] Cf 1Co 15, 51-53; Rm 8, 32; Col 3, 11.
[219] J. Ridick, Un tesoro en vasijas de barro, Madrid 1933, 20.
[220] R. Guardini, Realismo cristiano, en: Humanitas 30 (1975), 95-101.
[221] Agustín.
[222] Id., 20.
[223] Cf J. ridick., Un tesoro…, 17-25; Jn 3, 5; Lc 1, 46.
[224] Cf P. Contaner, Écrits. Magnificat 26, Paris 1995, 324; Lc 1, 38.
[225] Cf Juan de la Cruz, Cántico espiritual. Canción 39, 4-7.
[226] Cf Id.
[227] Cf Catalina de Siena, Dialogo sobre la divina Providencia, cp. 4, 13, de Latina, Ingolstadt 1583, ff. 19v-20; Fil 3, 9.
[228] Cf 2Pe 1, 16; Mt 15, 5; 2Pe 3, 13; 1Co 8, 6; Col 1, 17; Jn 14, 9; Col 2, 3; Mt 19, 5; GS 22; RH 8.14.15.
[229] Cf Himno de la Vigilia Pascual.
[230] Cf S. Irineo, Adversus haereses 3, 20, 2-3: SC 34, 342-344 (LH. Vol. I pp 290-291) 4, 20, 4-5: SC 100, 634-640. (LH Vol. I pp 246-247). 4, 13, 4-14: SC 100,
534-540. (LH Vol. II pp 67-68).
[231] Cf Gn 2, 18; Sal 23; Ap 3, 12; Jn 14, 23.
[232] Cf Juan de la Cruz, Cántico espiritual. Canción 31, 4 y 36, 13 (LH Vol. I pp. 1032-1033); Col 1, 7; 2, 3; Jn 1, 39; 6, 68; Sal 23; Cant 5, 10.
[233] Cf HipÓlito, Tratado contra la herejía de Noeto 9-12: PG 10, 815-819 (LH Vol. I pp. 318-319).
[234] Cf Agustín, In Joannis evangelium tractatus, G. V. 80, 1.
[235] Cf Id.
[236] Cf Juan Crisóstomo, Homilías sobre la Carta a los Romanos 15, 6: PG 60, 547-548 (Liturgia de las Horas: Vol. II, tiempo di Pascua, pp. 1947).
[237] Cf Para este punto ver: LEÓN Magno, Sermón 8 sobre la pasión del Señor
6-8: PL 54; 340-342 (
LH Vol. II p301); Tomás de Aquino, S. Th. 3, 48, 2 a.1; Agustín, Sal 74:4 PL 36, 948-949.
[238] Cf Agustín, GV 21, 8.
[239] Cf juan CRISÓSTOMO, Catequesis 3, 13-19: SC 50, 174-177 (LH Vol. II, pp 393); Ambrosio, In Luc 2, 87: PL 15, 1585; Jn 19, 34; Cant 8, 5.
[240] Cf Juan CRISÓSTOMO; Catequesis 3, 13-19: SC 50 (LH Vol. II. pp. 344); Ct 8, 2; 7, 13; 8, 3; 3, 4; Ef 5, 25-32.
[241] Cf Basilio Magno, Libro sobre el Espíritu Santo 15, 35: PG 32, 127-130 (LH Vol. II p 365); Ef 5, 24; Rm 12, 1-2; 4-7.
[242] Cf Agustín, Ep 112, 116: PL 22, 924-943.
[243] Cf LEÓN Magno, Sermón 15 sobre la pasión del Señor 3.4: PL 54; 366-367 (LH vol. II p. 268); 1Co 10, 17; Rm 12, 12; Ef 5, 21; Fil 2, 1.
[244] Cf Agustín, Contra Fausto 21, 8: PL 42, 392; Id, Enarr in Ps 17, 51 et 90, 2: PL 36, 154; PL 37, 1159; 1Co 12, 26; Jn 17, 21-23; Rm 12, 5; 1Co 12, 25; cf también: LG 7; PÍO XII, Mistyci Corporis Christi (MCC) 31. 33. 82.
[245] Cf Col 2, 7; Ef 4, 11-16; 1Jn 3, 14; 3, 15. 16; LG 7; Pío XII, CMC 32.
[246] Cf MCC 10. 19.
[247] Cf Agustín, Epístola 157, 3, 22: PL 33, 686.
[248] Cf Id., Sermón 137, 1: PL 38, 754.
[249] Cf MCC 42.
[250] Cf S. Teresita de Lisieux.
[251] Cf MCC 43-43; 1Co 12, 21.
[252] Cf S. LEÓN XIII, Sapientae Christianae: ASS 22, 372; Satis Cognitum AAS 28, 710.
[253] Cf Mt 25, 45; Col 1, 24; Pío XII, MCM 43.

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