LA ESPIRITUALIDAD DE LOS PADRES
Introducción:
Estos apuntes son fruto del trabajo realizado en un ámbito de oración, como base para nuestra formación y predicación. Estás estructurados en tres partes que denominadas: EL IDEAL, LA CONVERSION y LA PROYECCION. Recoge la espiritualidad de los Santos Padres en torno al misterio de nuestra vida a la luz de la fe. Tienen como base la teología de la Creación, Redención y Santificación. Fueron realizados en el tiempo de post grado en Roma, septiembre de 1996. Pedimos disculpas de las inexactitudes bibliográficas o pequeños errores de la redacción.
ESQUEMA:
I. PARTE: EL IDEAL
1- VIDA Y AMOR
2- TU VIDA PROCEDE DEL AMOR
3- TU VIDA ES PARA EL AMOR
4- TU VIDA ES AMOR
5- TU VIDA ES MORADA DEL AMOR
6- TU VIDA ES PARA AMAR
7- CONOCER AL AMOR
7bis- LA FRAGUA DEL AMOR
8- TRANSFORMACIÓN EN EL AMOR
8bis- SER JESÚS
9- CUERPO MÍSTICO
II. PARTE: LA CONVERSIÓN
10- INCONSCIENCIA DE LA VIDA Y DEL AMOR
11- CUSTODIA DEL AMOR
11bis- MANDAMIENTOS
12- DESORDEN Y RUPTURA DE LA VIDA Y DEL AMOR
12bis- EFECTOS DEL PECADO
13- AMOR MISERICORDIOSO
III. PARTE: LA ROYECCIÓN
14- LLAMAMIENTO AL AMOR
15- EL SEGUIMIENTO DE JESÚS
15- ENCARNACIÓN DEL AMOR
16- ANUNCIO DEL REINO
17- INSTAURACIÓN DEL REINO
18- EL SÍ DE MARÍA
1 VIDA Y AMOR
EL HOMBRE: UN GRAN ABISMO Y UN GRAN PROBLEMA
RESUELTO SOLAMENTE EN DIOS.
San Agustín, al inicio de los
Soliloquios dice explícitamente: ¿Qué quieres conocer?. Dos cosas: Dios y el
hombre[1].
El que no se encuentra a sí mismo no encuentra a Dios porque Dios está en lo
más profundo de cada uno de nosotros. El hombre mismo es un gran milagro[2].
El hombre es un maravilloso misterio
para sí mismo que nunca acaba de conocerlo y, también es un gran problema que
no deja nunca de atormentarlo.
EL HOMBRE: UN GRAN ABISMO DE AMOR.
El asombro nace de la admiración por
la maravilla de su cuerpo, por la multiplicidad, a menudo contrastante, de los
sentimientos que alberga en su corazón:
- Por la profundidad abismal de su
memoria.
- Por la interioridad de su espíritu
en donde brilla una luz que el espacio no puede circunscribir ni el tiempo
agota.
- Por la sociabilidad que le es
esencial y lo abre al bien humano.
- Por la libertad.
- Por la búsqueda de la verdad.
- Por la búsqueda del amor.
- Por su relación con el Absoluto,
con el Infinito, con el Eterno.
- En resumen, POR LA IMAGEN DEL DIOS
TRINITARIO QUE LLEVA INMORTALMENTE IMPRESA EN SU NATURALEZA: por las
aspiraciones profundas e insaciables de su ESPÍRITU.
EL HOMBRE: UN GRAN PROBLEMA.
De modo acentuado el hombre vive su
existencia como una paradoja: profundamente UNO en su naturaleza y al mismo
tiempo profundamente diverso:
En sus componentes (materia -
espíritu).
En sus sentimientos (razón -
sentidos).
En sus deseos (oposición constante
entre aquello que tiene y que no quisiera tener y aquello que no tiene y
quisiera tener).
En el interior del hombre está el
enigma de la vida y de la muerte (GS 13).
¿QUÉ ES EL HOMBRE?
"Apenas inferior a un Dios lo
hiciste" (Sal 8, 6). ¡Con cuántos bienes Dios ha colmado nuestra vida!,
coronado de fuerza y de esplendor. El hombre ha sido creado de la misma
naturaleza de Dios. La imagen de esta naturaleza es superior a toda criatura.
Esta imagen debe ser buscada y encontrada dentro de
nosotros.
La vida de los animales está regida
por el instinto de los placeres terrenos, desea únicamente las cosas de la tierra
y está totalmente orientada y proyectada hacia éstas. La vida de los ángeles es
toda celeste.
La vida de los hombres está en el
medio entre el ser de los ángeles y el de los animales: el hombre que vive
según la carne se confunde con los animales, el hombre que vive según el
espíritu se asocia a los ángeles[3].
La gloria del hombre es la gloria y
la alabanza de Dios. Dios le glorificó glorificando a Jesucristo y en él fuimos
glorificados todos[4].
EL VERDADERO SENTIDO DEL HOMBRE SÓLO SE ENCUENTRA EN
EL AMOR.
"Mi peso es mi amor". Éste
me lleva a donde me lleva. Tu Don: ESPÍRITU DE AMOR, nos impulsa y nos lleva
hacia lo alto[5].
Nosotros ardemos y nos movemos en el
amor. El amor es una fuerza que atrae a toda la persona[6].
En efecto, cada persona sigue la suerte de lo que ama[7].
Todo amor está dotado de su propia fuerza y cuando está presente en un corazón
enamorado no puede quedar inactivo, necesariamente empuja a la acción. ¿Quieres
saber cómo es tu amor? Observa a qué te empuja.
No os exhortamos, por lo tanto a no
amar, sino a no amar el mundo para que podáis amar con libertad a Aquél que ha
creado el mundo[8]. Escoge aquello que
quieres amar, lo demás viene por sí solo[9].
LA ESENCIA DE LA VIDA HUMANA ES EL AMOR.
Nuestra calidad de vida será según
la capacidad de nuestro amor. La clave y el secreto más importante del éxito de
la vida será según el amor que encontremos. La clave de una vida feliz,
abundante, verdadera y completa es la que está llena de amor.
Una persona puede poseer todo, pero
si no posee el amor es infeliz. Un periodista confesaba de Greta Garbo:
"Ha sido infeliz toda su vida, aún en los años 30, en el ápice de su
legendaria carrera en Hollywood, cuando el mundo entero estaba a sus pies,
estaba sola, atormentada, sin amor. No lograba entenderse a sí misma y la
conciencia de su soledad le robaba la paz. Terminó sola, riquísima, pero
hipocondríaca y avara". Por otra parte, Madre Teresa de Calcuta, por
ejemplo, encarna una vida feliz llena de amor. Su rostro destella amor. Su vida
está centrada en el amor.
El mundo nuevo es un mundo hecho de
amor. La solidaridad debe ser el nuevo nombre de este mundo. No es un
sentimiento superficial de vaga compasión por los otros, es el compromiso por
el bien del prójimo con la determinación fija y perseverante de comprometerse
por el otro, dispuesto a perderse en favor del otro en vez de aprovecharse de
él; a servirlo, en vez de oprimirlo.
Nuestra sociedad está enferma de
falta de amor. Tiene necesidad de una relación no de dominio, sino
infinitamente abierta al diálogo, a la comunicación, al amor. El amor que
necesita la nueva civilización no es egoísta ni posesivo: es un nuevo amor
nacido de la libertad, del silencio, de la meditación, de Dios.
Es necesario volver a la verdadera
vida, al verdadero amor, al verdadero humanismo. Es necesario volver al hombre
mismo.
EL AMOR ES EL VALOR MÁS PRECIOSO, EL DESEO MÁS
PROFUNDO Y SAGRADO DEL HOMBRE.
El hombre ha sido hecho para
relacionarse, para amar (Dios lo hizo así). Esto explica también la inmensa
nostalgia que el hombre tiene de comunicarse, de amar a fondo y auténticamente.
No hay ninguna persona humana que no
tenga este íntimo deseo. Éste penetra en todas nuestras relaciones, y permanece
aún allí donde todo lo demás parece corrompido y depravado.
Pero aún en el abismo de la
desesperación y disgusto de sí mismo, aparece, como una estrella alpina sobre
el abismo, el deseo de comunicarse con alguien, de encontrar una persona que de
cualquier forma nos entienda y nos acepte.
Este deseo de amar es el más
legítimo en el hombre, es el derecho más sano y sacrosanto. No se puede
reprimir este sano y profundo deseo. Los fracasos en el amor, en la relación,
están en la raíz del ser del hombre, es LA MÁS PROFUNDA PASIÓN, que cada uno de
nosotros llevamos dentro.
El amor es el valor más precioso,
aquel que es más buscado y deseado: "Si alguien ofreciera todas sus
riquezas a cambio del amor, tan solo recibiría desprecio" (Cant 8, 7).
"Un amigo fiel no tiene precio,
su valor no se mide con dinero" (Sir 6, 5). El amor no tiene precio, su
valor es inestimable, quien lo posee afronta seguro la vida, quien lo encuentra
ha encontrado el más grande tesoro, vale mucho más que las perlas (Prov 31,
10).
El empobrecimiento de la calidad de
la vida viene del empobrecimiento de la calidad del amor y de la relación. Los
procesos de desvalorización de la calidad de la vida tanto a nivel físico,
cultural como espiritual (la escalada de la delincuencia, de la violencia, del
número de suicidios), sólo son superables mediante un regreso profundo al amor
como centro de la vida.
LA SEMEJANZA CON DIOS Y EL DESEO DE COMUNICARSE Y DE
AMAR. (NCIC. 356).
"Dios creó al hombre a su
imagen y semejanza" (Gn 1, 26-27).
La semejanza con Dios explica este
deseo de diálogo, de relación, de comunión, de amor.
Desde el inicio de la creación, Dios
ha puesto a todo hombre en esta situación existencial necesitada de diálogo con
él y con los otros.
El deseo de amar responde a nuestra
identidad, está escrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido
creado POR AMOR y PARA EL AMOR. El Amor no deja de atraer hacia sí al hombre.
Esta herida que llevamos dentro para siempre es un reflejo de Aquél que nos ha
hecho: es Dios mismo quien nos ha dado esta pasión. Es Dios mismo quien puede
también satisfacer esta ansia profunda. Es Dios mismo quien ha puesto la pasión
y es él quien viene a nuestro encuentro. El es comunicación, es el verdadero
amor que nosotros buscamos[11].
Dios que ha creado al hombre por
amor, también lo ha llamado al amor. Esta es la vocación fundamental e innata
de todo ser humano. En efecto, el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de
Dios que es AMOR (1Jn 4, 8-16).
La búsqueda de amor se transforma en
un deseo profundo de Dios, en una búsqueda de Dios que es el amor absoluto,
indefectible, infinito, eterno. Este es el verdadero fin del hombre.
El HOMBRE es capaz de Dios, de
conocerle, de darse libremente y de entrar en comunión con él. El HOMBRE, con
su apertura y búsqueda de la verdad, de la belleza, de la libertad, del amor,
expresa su búsqueda de Dios. Con su libertad y la voz de la conciencia, con su
aspiración al infinito y a la felicidad, el hombre se interroga sobre la
existencia de Dios, el hombre siente el deseo de Dios, busca a Dios, es
"capaz" de Dios (K. Rhaner). Dios en sí mismo es su principio y su
fin último.
PRINCIPIO Y FUNDAMENTO DE LA VIDA DEL HOMBRE.
Existe sólo un problema
verdaderamente serio para el hombre[13]:
el hombre mismo. El sentido de la vida es el problema más urgente para el
hombre (J. P. Sartre). Cuestiones, por ejemplo, de si el mundo tiene
tres dimensiones, si el espíritu tiene nueve categorías o doce, son cuestiones
secundarias. "Llega el día en que los escenarios se caen: levantarse,
tranvía, cuatro horas de oficina o de fábrica, comer, cuatro horas de trabajo,
comer, dormir y lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado al mismo
ritmo. Sucede que un día, sólo un día, el "POR QUÉ" sale a la luz, y
todo empieza en este cansancio teñido de estupor. Empieza, esto es lo
importante. El cansancio está al final de los actos de una vida mecánica, pero
inaugura al mismo tiempo el gran interrogante"[14].
"¿Qué es el hombre? Es una
pregunta banal, pregunta magnífica, la eterna pregunta. Desde hace millones de
años, miles de millones de hombres se han hecho esta famosa pregunta. ¿Por qué
venimos a la luz? ¿Por qué nos amamos? ¿Por qué estamos destinados a
desaparecer? ¿Por qué nos devoramos entre nosotros?" (G. Hourdin).
"No existe un alma sobre la
tierra que no se refleje en cualquier cosa que pueda durar. Todos nos queremos
convencer de que existe alguna cosa por la cual valga la pena vivir" (A.
Heschel, teólogo hebreo).
"¿Cuál es el sentido de nuestra
vida? Responder esta pregunta significa ser religiosos. Tú me dices: ¿tiene
absolutamente sentido hacerse esta pregunta? Quien percibe la propia vida y la
vida de sus semejantes como carente de sentido, no sólo es infeliz, sino que no
está en condiciones de vivir" (A. Einstein).
"El hombre es grande y
maravillosa criatura viviente, el más precioso de toda la creación. Es para él
que existe la totalidad de la creación" (S. Juan Crisóstomo).
De todas las criaturas sólo el
hombre es CAPAZ de conocer y de amar al propio Creador, sólo el hombre es CAPAZ
DE DIOS. Sólo el hombre está llamado a convivir en el conocimiento y en el
amor, la vida de Dios. Su fin es la participación de su vida y de su amor (NCIC
356-358).
EL MISTERIO DEL HOMBRE SÓLO SE RESUELVE EN EL
MISTERIO DEL VERBO ENCARNADO:
El hombre estará inquieto e insaciable
hasta que no alcance a Dios[15]. "Nos hiciste para Ti, oh Señor,
y nuestro corazón no descansará hasta que repose en Ti"[16].
En realidad sólo en el MISTERIO DEL
VERBO ENCARNADO encuentra su verdadera luz el MISTERIO DEL HOMBRE" (GS 22;
cf NCIC, 65;359)
Cristo, revelando el misterio del
Padre y de su amor, revela también, plenamente el hombre al hombre y le
descubre la dignidad de su vocación. El que es la imagen del Invisible, él
mismo nos ha devuelto la SEMEJANZA CON DIOS. La naturaleza humana, en él, ha
sido asumida y ha sido también en nosotros elevada a una dignidad sublime. Con
la Encarnación, el Hijo de Dios, se ha unido, en cierto modo, a todo hombre, y
ha revelado su DIGNIDAD SUBLIME: LA VOCACIÓN ULTIMA DEL HOMBRE es efectivamente
una sola: LA DIVINA. Por Cristo, y en Cristo, recibe luz aquel enigma sobre la
vida, que fuera del amor de Dios nos oprime[17].
La suprema dignidad del hombre es su
relación con Dios (GS 19). El hombre, a imagen de Dios es amor, porque Dios es
amor. El amor que es de Dios y que es Dios es, por tanto, propiamente, el
ESPÍRITU SANTO, mediante el cual, el amor de Dios es derramado en nuestros
corazones (Rm 5, 5), haciendo así posible que la Trinidad, toda, habite en
nosotros[19]. La llamada a la comunión
con Dios es consecuencia del amor de Dios que nos ama y quiere hacerse una sola
cosa con el objeto amado, y si le es permitido, unificarse con él[20].
¿Qué es por tanto el amor sino una
vida que une o que tiende a que se unan dos seres: el que ama y el amado?[21]
Dios mismo llama al hombre a buscarlo, a conocerlo y a amarlo con todas las
fuerzas.
"La razón más alta de la
dignidad del hombre consiste en su vocación a la COMUNIÓN CON DIOS. Desde su
mismo nacimiento el hombre es invitado al diálogo con Dios. El hombre no
existe, de hecho, sino por el amor de Dios que lo ha creado y que lo conserva
por amor, y se puede decir que no llega al pleno conocimiento de la verdad si
no reconoce libremente ese amor y no se confía a su Creador “[23].
De la respuesta a esta llamada
dependerá la felicidad y el sentido de la vida. Esta llamada a la COMUNIÓN con
DIOS, es el verdadero destino del hombre. El hombre ha venido de Dios y es para
Dios. Y Dios no cesa de atraerlo a Sí[24].
La existencia del hombre se encuentra en una situación de diálogo. La
experiencia humana requiere una vida en la comunicación y en el amor. El
hombre, está necesitado del diálogo porque Dios ha hecho el hombre para la
COMUNIÓN consigo mismo, con los otros y con Dios. (Apertura del hombre a la
trascendencia). El hombre no cesa en su búsqueda de conocerse a sí mismo, la
creación que lo rodea, y busca también a DIOS[25].
EL HOMBRE NO PODRÍA SER LLAMADO A UNA PASIÓN INÚTIL
Tal llamada, que es un puro don
gratuito de Dios es posible para el hombre. Dios ha dispuesto su naturaleza
para el diálogo, lo ha hecho naturalmente capaz y dispuesto a recibir tal don[26].
Es verdad que esta llamada no puede
ser totalmente satisfecha sin la ayuda de la gracia de Dios. Y aunque es
posible que el hombre pueda conocer por vía racional a Dios, la existencia de
un DIOS personal, nosotros no lo conocemos por vía racional solamente sino
sobrenaturalmente, a través de la fe, en la acogida y en la escucha de su
Revelación (Palabra de Dios).
"El conocimiento racional de
Dios, si no es necesariamente una infraestructura sobre la cual se apoya la fe,
es de todos modos, y por necesidad, un apoyo y base en virtud de la cual, el
mismo nombre de Dios es algo significativo y humanamente lógico y
relevante"[27].
2. TU VIDA PROCEDE DEL AMOR
Ojalá un día, y ojalá sea hoy,
descubramos la riqueza que es la vida. Ojalá hoy tomemos conciencia de todo
aquello que de bueno y de positivo existe en la vida, de los infinitos dones
que cada uno de nosotros ha recibido: la capacidad de escucha, de comunicación,
de búsqueda, de valoración, de discernimiento, la capacidad creativa de autoconstrucción
y de construcción de un mundo mejor, instaurando un orden social y económico
que sea mejor y que ayude a todos a desarrollar la propia dignidad[29].
Con su ingenio, el hombre ha buscado
siempre desarrollar la propia vida (GS 33), especialmente hoy, con la
ayuda de la ciencia y de la técnica, para poder descubrir tantos interrogantes
que surgen entre los hombres. ¿Cuál es el sentido y el valor de la actividad
humana? ¿Cuál es el sentido de la vida?
La persona sabe leerse a sí misma y
su propia vida dentro de una perspectiva de apertura y como superación del
límite creatural. Hacerse la pregunta y el interrogante sobre su existencia en
el mundo.
LA VIDA: YO LA HE RECIBIDO; LA VIDA COMO DON.
Me doy cuenta que tengo la vida pero
no he hecho nada para tenerla, ni siquiera mis padres son autores de mi vida.
La persona se lee a sí misma como
una pregunta sin respuesta; se abre al diálogo y al encuentro con todas las
realidades que le interpelan y envuelven. La persona sólo encuentra la
respuesta a sí mismo cuando se abre a la trascendencia, al pleno cumplimiento
del propio deseo de infinito.
Sólo Dios es capaz de dar plenamente
respuesta a las profundas exigencias existenciales. El hombre se encuentra con
el fatigoso empeño de la búsqueda de su verdad existencial que comporta no sólo
fascinantes descubrimientos de bienes y dones, sino también la contradicción de
la continua negación de los valores y de la propia vida: "¡Tened el coraje
de la búsqueda de la verdad, de la verdadera vida!"[30].
La verdad de vuestra vida, la verdad que os hará libres.
¿QUIÉN ME LA HA DADO?
¿Quién te ha dado tu corazón, la
capacidad de amar, de respirar? "¿Quién ha fundado la Tierra? ¿Quién fijó
sus medidas? ¿Sobre qué se afirmaron sus bases? ¿Quién encerró el mar? ¿Quién
es capaz de contar las nubes?" (Jb 38, 5. 6. 8. 37). "¿Acaso por tu
acuerdo el halcón emprende el vuelo, despliega sus alas hacia el sur? ¿Por
orden tuya se remonta el águila y coloca su nido en las alturas?"
(Jb 39, 26-27). Cuando Dios hacía toda la creación pensaba en ti
(Prov. 8, 27).
Cuando Dios hizo las estrellas, los
campos de flores, los mares, las montañas, pensaba en ti. Pero cuando quiso
crear tu corazón, lo modeló en sí mismo y te ha hecho a su imagen y semejanza.
Así te ha hecho amor como él es amor, te ha hecho vida sin fin como él es vida
sin fin, te ha hecho para la comunicación amorosa para él porque él es
comunidad de Vida y Amor. Dios te ha hecho para entrar así en relación con él
mismo. La Vida y el Amor tienen su origen en Dios[31].
MI VIDA PROCEDE DEL AMOR.
No es casualidad descubrir en
nosotros el inmenso deseo de amar, porque el hombre, todos los hombres,
procedemos del amor, de quien es la Vida, de Dios. La necesidad de amar y de
ser amados manifiesta nuestra procedencia más profunda: la fuente de la cual
nosotros procedemos es Dios mismo. Dios es Vida y Amor, Dios es la fuente de la
Vida y del Amor[32].
"Reparad en la peña de donde
fuisteis tallados, y en la cavidad del pozo de donde fuisteis excavados"
(Is 51, 1). Así vosotros sois piedras preciosas de la mina, de la fuente
inagotable del amor.
"Tú eres mi hijo; yo te he
engendrado hoy" (Sal 2, 7).
"Todo amor verdadero tiene su
origen en Dios, de donde ha tomado existencia, donde ha sido nutrido y donde ha
crecido, donde tiene su ciudadanía no como un extranjero sino como hijo"[33].
Dios es en efecto la fuente, el origen de mi vida, de todo lo creado[34].
Tenemos que reconocer a Dios como el
Ser "en el cual está el origen de la vida"[35].
DIOS: MI AUTOR, MI PADRE.
El amor del cual procedemos no es algo
sino ALGUIEN: UNA PERSONA: DIOS. Yo procedo de Dios que es mi Autor, MI PAPA.
Yo tengo su huella, su firma: "Míralo, en las palmas de mis manos te tengo
tatuado" (Is 49, 16). Tú eres vida de mi vida porque yo he dado mi vida
por ti. Dios no ha dudado en darnos a su Hijo para darnos la VIDA (cf. Jn 3,
16). Dios ha llamado al hombre a encontrar en él La Vida.
El hombre está llamado, desde su
nacimiento, al tú a tú con Dios (cf. GS 19). Esto es verdaderamente
maravilloso. Todos los hombres pueden encontrar la alegría de vivir unidos a su
Creador y abandonarse en su amor. Decir ‘Padre’ es decir todo, la más grande
intimidad posible. "PADRE es en cierto modo el nombre más verdadero de
Dios, su nombre por excelencia"[36].
El amor así personalizado de Dios se
transforma en una pasión de misericordia[37].
"PADRE": ALGO MÁS QUE SOLO UNA PALABRA.
Decir que alguien es nuestro padre
no es sólo una palabra. Lamentablemente nos hemos acostumbrado a hacer de
nuestra religión un anuncio con palabras totalmente vacías.
Decir ‘Padre’ es reconocer a aquél
que me ha dado el ser, la vida, todo. Decir padre es reconocer el amor más
profundo de mi vida que me sostiene.
Decir ‘Padre’ es decir todo, mi
seguridad, mi protección, mi apoyo: "No llaméis a nadie "PADRE"
vuestro en la tierra, porque uno sólo es vuestro PADRE: el del cielo"
(Mt 23, 9). Sólo aquél que está en el cielo es digno de esta palabra.
¡Oh Padre bueno, qué inmensa es tu
riqueza, tu poder, tu misericordia! (cf. Rm 11, 33). Ciertamente
ninguno es como Tú, sólo Tú eres santo, sólo Tú eres magnífico en el amor,
ninguno de nosotros podría conocer la profundidad, ni comprender la inmensidad
de tu amor. Todo viene de Ti, todo existe gracias a Ti y tiende hacia Ti. A Ti
se eleva, ¡oh Dios! nuestro himno de alabanza y de amor para siempre.
DIOS ES AMOR Y SU AMOR SIEMPRE PESA SOBRE MÍ: Dios te ama,
siempre te ha amado y siempre continuara amándote.
a) Dios te ha amado: porque te ha
amado, por puro amor gratuito te ha creado[38].
No ha creado a ningún otro igual a
ti; antes de ti y hasta el fin de los tiempos no creará a ningún otro igual a
ti. Tú eres único para él.
"Antes que te formara en el
vientre te conocí, antes que tú salieses del seno materno te consagré. Antes de
que vinieses a la luz" (Jer 1, 5).
Él te ama desde toda la eternidad y
para toda la eternidad.
Dios, que ha creado al hombre por
amor, puede tener derecho al amor del hombre. En este amor por su Dios el
hombre encuentra toda su grandeza, su paz, la satisfacción plena de su ser.
b) Dios te ama[39].
"En él vivimos, nos movemos y
existimos" (Hch 17, 28).
Tú habías dicho que estarías siempre
conmigo… pero ¿por qué me has dejado solo justo en los momentos más difíciles?
El Señor me ha respondido: "Hijo mío: YO TE AMO y te dije que no te
dejaría solo ni siquiera un momento, no te he dejado… Los días en que has visto
sólo una huella en la arena han sido los días en que yo te cargaba en mis
hombros".
"Si atraviesas las aguas, yo
estaré contigo; si por ríos, no te anegarás. Si pasas por el fuego no te
quemarás" (Is 43, 2).
c) Dios te amará siempre[40].
El amor de Dios es absoluto y
eterno: siempre me amará. (Sal 118, 1-5).
"¿Puede acaso una mujer
olvidarse de su hijo pequeño, y no compadecerse del hijo de sus entrañas?
Aunque ellas se olvidaran, yo no te olvidaría"
(Is 49, 14-15). "Aunque se retiren los montes y tiemblen las montañas, no se apartará de ti mi amor, ni mi alianza de paz vacilará" (Is 54, 10).
(Is 49, 14-15). "Aunque se retiren los montes y tiemblen las montañas, no se apartará de ti mi amor, ni mi alianza de paz vacilará" (Is 54, 10).
La felicidad que Dios nos promete no
disminuirá jamás.
Nosotros tenemos necesidad de amor pero no de cualquier
amor sino de un amor infinito y eterno. Sólo el amor infinito y eterno es
perfecto y propio de Dios.
Dios desde siempre quiere entrar en
comunión con su pueblo, quiere comunicarse con él en un espíritu de
reciprocidad y de mutua pertenencia.
Dios quiere amar porque es amor,
quiere dar, darse. La iniciativa es siempre de Dios, el cual ofrece, por puro
amor y en perfecta gratuidad, liberación, seguridad, certeza; una sola es la
razón… porque el Señor te ama. En la raíz de la comunicación está el amor. El
amor es siempre comunicativo. La vida íntima de nuestro DIOS: TRINIDAD, en sí,
es comunicación de amor; es un continuo, profundo, inagotable, comunicarse
entre las Personas divinas. El Padre "dice" el Hijo, diciéndolo lo
genera y le comunica todo aquello que es o que tiene. El Hijo llama al Padre y
se da totalmente en perfecta obediencia. El Espíritu Santo procede del Padre y
del Hijo, él es el lazo viviente de unión, fruto perfecto y personal del
diálogo de amor entre el Padre y el Hijo.
EL MÁS PROFUNDO MISTERIO DE AMOR.
El misterio de amor más profundo del
cual procedemos apenas si podemos intuirlo y balbucirlo. Muchos textos de la
Biblia hacen referencia a la relación entre el Padre y el Hijo: "Todo me
ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni
al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquél a quien el Hijo se lo
quiera revelar" (Mt 11, 27). "El Padre quiere al Hijo y le muestra
todo lo que él hace" (Jn 5, 20). "Yo y el Padre somos uno"
(Jn 10, 30). "Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí" (Jn 14, 9).
Otras palabras introducen al
Espíritu Santo en esta comunión de amor: "Yo pediré al Padre y os dará
otro Paráclito para que esté con vosotros para siempre" (Jn 14, 16).
"Cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad completa"
(Jn 16, 13). "El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo
enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho" (Jn 14, 26).
En el Evangelio se transparenta este
sentido de profunda comunión de amor y de intercambio que existe en el misterio
de Dios y que está en la raíz de nuestro ser humano.
DIOS QUIERE COMUNICARME HOY SU AMOR.
Deja a tus espaldas la vida pasada,
tus preocupaciones, incertezas. Olvida tu pasado y ábrete a una nueva vida con
él.
Vive el hoy, el presente de la
llamada a reconocer su amor. Hoy es el gran día; hoy Dios te ama, Dios te
llama. Dios quiere comunicarte su amor. Hoy puede ser el momento más feliz, el
encuentro más feliz de tu vida, el momento de escuchar su voz, su Palabra. Su
Palabra es una palabra de amor: HIJO MÍO.
"Eres precioso a mis ojos, eres
estimado, y yo TE AMO" (Is 43, 4).
Hoy Tu Papá quiere decirte cuánto te
quiere, cuál es su deseo de que seas, de que vivas feliz.
Hoy Tu Papá quiere revelarte su
secreto: está feliz de ti y te ama. Hoy tu padre te quiere confiar y ofrecer su
amistad.
DIOS PADRE QUIERE QUE RECONOZCAMOS SU AFECTO PATERNO
Dios tiene necesidad de ti… tú eres
su hijo.
Dios ha querido darse a conocer por
sus criaturas.
El amor tiene como característica
hacer iguales a los que se aman para poder estar en comunión total, así es como
el Hijo está unido al Padre.
"Dios quiere ser no sólo Dios
sino PADRE"[42].
"Dios ha creado sus criaturas
para tener a alguien que cuide de sus dones"[43].
Sólo Dios puede satisfacer las
aspiraciones más profundas del hombre[44].
El
amor que el hombre tiene instintivamente no es de "poder" amar
también a Dios, y en consecuencia de "deber" amar… Es el deseo de él
mismo que Dios ha puesto en el corazón del hombre"… aquello que lo orienta
hacia él[45].
LOS SENTIMIENTOS DEL HIJO EN CONTRASTE CON LOS DE SU
PADRE.
El amor de Dios no depende de mi
respuesta, aunque yo no me dé cuenta de su amor él me ama. La imagen de los
sentimientos del PADRE en comparación con los del hijo viene reflejada en la
parábola del hijo pródigo, o del PADRE MISERICORDIOSO (Lc 15, 1): Cuando se lee
la parábola del hijo pródigo, que desperdició en los vicios la riqueza de su
padre, en cuanto éste mostró un poco de nostalgia de la casa paterna el padre
corrió, le abrazó y puso a su disposición todas las riquezas.
Las culpas de todos los hombres no
son más que un puñado de arena en el océano inmenso del amor de Dios Padre.
Como un poco de tierra no puede tapar una fuente impetuosa así la misericordia
del Padre no puede ser detenida por la maldad de las criaturas[46].
¿CÓMO RESPONDER A ESTE OCÉANO DE AMOR?
La experiencia de ser hijo es
coexistencial a la de ser padre; la experiencia de ser persona es coexistencial
a la de "ser en comunión": la persona no puede realizarse plenamente
si no es en una comunión de amor con Dios. Lo afirma claramente el Concilio
cuando dice "La razón más alta de la dignidad humana consiste en la
vocación del hombre a la unión con Dios. Desde su mismo nacimiento, el hombre
es invitado al diálogo con Dios. Existe pura y simplemente por el amor de Dios,
que lo creó, y por el amor de Dios que lo conserva. Y sólo se puede decir que
vive en la plenitud de la verdad cuando reconoce libremente ese amor y se
confía por entero a su Creador" (GS 19). En este mismo sentido
comenta San Gregorio de Nisa: "Nuestro Creador nos ha dado el amor como
expresión de nuestra fisonomía"[47].
HOY TU PUEDES RECONOCERLO, DESCUBRIRLO Y COMENZAR A
DIALOGAR CON ÉL.
Hoy tú puedes ser la alegría de tu
Dios.
No tengáis miedo de Dios. Ábrete a
su amor y descubre su verdadero rostro. La verdadera vida empieza cuando
reconocemos el rostro de Dios (cf. Sal 136).
DIOS ES GRATUIDAD: su disponibilidad
está guiada por la única y sencilla razón del amor gratuito, de su don.
DIOS ES FIDELIDAD: el amor dado una
vez está dado para siempre, no es un amor repetitivo sino que se renueva
continuamente por la fuerza de la alianza.
DIOS ES TERNURA: el amor de Dios
"coge las entrañas" tanto que se le puede considerar como el amor de
la madre por su hijo, del esposo por su esposa.
DIOS ES PERDÓN: el amor de Dios no
supera solamente el tiempo, la distancia sino también la indiferencia, la
infidelidad, la traición.
DIOS ES ACOGIDA: el amor de Dios
está siempre a punto lleno de paciencia, todo lo excusa, todo lo soporta, no
pierde nunca la esperanza (Cf 1Co 13, 7).
HABLA CON TU PAPÁ.
Dios es tu Padre. Si yo tuviera mi
padre cerca de mí, lo mínimo que haría sería saludarlo de corazón y darle un
beso, contarle aquello que me ha sucedido, escuchar, acoger una palabra, un
consejo de él.
Hoy es el momento de gozar de la
realidad de que Dios es mi Padre, que ha preparado este hermoso día para mí, y
que me quiere.
Hoy, como hijos que regresan a la
casa, podemos hacer feliz a Dios nuestro Padre. Así, verdaderamente, este hijo
que había dejado la casa por tanto tiempo descubre a su Padre de forma
totalmente nueva. La nueva relación de amor que envuelve ahora al hijo lo hace
renacer y lo convierte en una nueva criatura:
"Este hijo
mío estaba muerto y ha vuelto a la vida" (Lc 15, 24).
3. TU VIDA ES
PARA EL AMOR
TU VIDA ES PARA EL AMOR: PARA DIOS
El hombre ha sido creado por Dios y
para Dios, y Dios no deja de atraer hacia él el hombre y sólo en Dios el hombre
encontrará la verdad y la felicidad que busca sin parar: "Nuestro corazón
está inquieto hasta que no descanse en ti"[48].
Dios quiere llevarlo a conseguir lo que profundamente desea, no con la fuerza
sino sólo con la seducción de su amor.
La búsqueda de Dios es la búsqueda
de la verdadera felicidad, es el itinerario hacia el amor. La historia del
camino hacia la felicidad es además la historia del amor indigente hacia el
amor perfecto y eterno.
"No se puede llamar feliz el
que no tiene lo que ama… tantos hombres están atormentados; no se puede llamar
feliz el que tiene lo que ama, si lo que ama es nocivo… tantos hombres están
desengañados. El que no ama lo que tiene, por cuanto sea lo mejor… hay tantos
hombres enfermos"[49]. Es
verdaderamente feliz sólo el que tiene lo que quiere y lo que quiere es lo que
verdaderamente hace feliz al hombre"[50].
EL HOMBRE BUSCA LA FELICIDAD PORQUE HA SIDO CREADO
PARA SER FELIZ
Cada hombre quiere ser feliz; el
hombre aspira con todo su ser a la verdadera felicidad: "Pregunta al
hombre lo que desea y te responderá que busca la felicidad. Pero los hombres no
conocen ni el camino ni dónde encontrarlo, y van a tientas. Cristo nos ha
puesto de nuevo en el buen camino, el que nos lleva a la Patria. ¿Cómo caminar?
Si amas, corres. Cuanto más amas, más rápido corres"[51].
Dios quiere para nosotros la máxima
realización y perfección en el amor, en su proyecto, conformemente a nuestra
verdadera naturaleza divina. El hombre es feliz cuando se realiza conformemente
a lo que él es. El hombre es feliz cuando alcanza la fuente del verdadero amor
que se encuentra en Dios: he aquí el secreto de su felicidad temporal y eterna.
EL ITINERARIO EN LA BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD
La búsqueda de la felicidad es un
itinerario del amor indigno hacia el amor eterno, y precisa nuestra buena
orientación para no equivocarnos en la búsqueda, para lo cual es preciso
distinguir el verdadero amor de los falsos amores. Es preciso valorar aquello
que puede ser verdaderamente bueno para nosotros.
"No hay nada más
mísero que valorar aquello que no conviene"[52].
"La felicidad
necesita de sabiduría": ninguno es feliz si no es sabio"[53].
"Esta sabiduría
no quiere decir sólo conocimiento sino saber, gustar un amor paciente, gozoso:
es feliz quien goza del sumo Bien"[54].
El bien supremo del amor es Dios,
porque solamente Dios es el amor perfecto. Solamente Dios es la seguridad de la
eternidad. Sin esta certeza el hombre no puede ser feliz: Sólo Dios es la
felicidad, la dicha del hombre. Por esta razón Dios llama al hombre a la
participación de su Vida-Amor. Sólo Dios es la fuente que nos sacia con la
felicidad[55]. (S. Agustín CA 8, 10.2)
LA FELICIDAD NO ESTÁ EN LAS COSAS (cf Mt 5, 3)
Todos los hombres queremos ser
felices; en vista de esto deseamos también todas las cosas. Sin amor nada valen
todos los bienes que se puedan tener. Pero no todos aquellos que quieren ser
felices tienen todo aquello que quieren y desean, y no todos aquellos que
tienen todo aquello que desean y quieren son necesariamente felices. Pero son
necesariamente infelices aquellos que, o no tienen aquello que quieren o,
teniendo aquello no desean rectamente.
Solamente el hombre desarrollando su
capacidad de amar se realiza verdaderamente como hombre. Tal desarrollo
interior vale más que la riquezas exteriores que pueda acumular. El hombre vale
más por aquello que "ES" que por aquello que "tiene". (Cf.
GS 35).
El hombre debe ordenar sin engaño
para lograr el verdadero fin último, en su unidad interior con la ayuda de Dios.
Quien alcanza aquello que no debe ser deseado vive en el engaño[56].
LA FELICIDAD NO ESTÁ EN LAS PERSONAS (cf Mt 5, 8.10)
Es preciso distinguir el amor fugaz
del amor perenne y eterno de Dios. El amor es la causa de la angustia del
hombre; el desorden del amor hace caer en las pasiones inútiles y en el pecado.
Los amores deben ordenarse, con el fin que el hombre pueda encontrar la
verdadera felicidad.
No es que todos los hombres humanos
seamos malos en sí. ¡Todo lo contrario! Son el reflejo y manifestación de este
amor fontal propiamente de Dios. Pero es preciso descubrir y concientizarse
también que todos estos amores brotan y son a su vez medios hacia el verdadero
fin: el amor de Dios. El hombre busca un amor adecuado al suyo pero no lo
encuentra. ¡Oh! si nuestro corazón en cualquier modo suspirara hacia y por el
verdadero amor… ¡cuantas frustraciones serían evitadas!. Ninguna criatura podrá
llenar el amor del hombre sino el Amor de Dios.
LA FELICIDAD NO ESTÁ EN SÍ MISMO, NI EN NUESTRAS
SEGURIDADES
Cuando el hombre busca felicidad en
sí mismo es verdad vemos inmediatamente que vence la desesperación e incluso el
suicidio. Después de la frustración total de la búsqueda de la felicidad fuera
de uno, la persona no encuentra seguridad o firmeza en sí mismo. Busca evadirse
en las drogas hasta perder el sentido
profundo de la vida.
Todo este profundo malestar en el
Ser trae: tristeza, equivocación, desilusiones. Todo ello expresa el haber
buscado la felicidad, la seguridad y estabilidad donde no existe. ¿Dónde está
pues el secreto de la felicidad?
La caridad, el amor de Dios es el
único Bien sin el cual ninguno puede ser feliz en el sentido integral[57] "Amor palabra dulce,
pero realidad también más dulce… no podemos hablar siempre, pero podemos
cuidarla siempre.[58].
SÓLO DIOS PUEDE DEVOLVER LA FELICIDAD AL HOMBRE
La bienaventuranza que puede
restituir la felicidad al hombre, no se realiza fuera del hombre, sino dentro,
mediante la participación de aquella Vida-Amor de Dios. El hombre recibe de
Dios el amor perfecto que le hace feliz. El hombre es feliz cuando se pone al
servicio de su Señor. En esto consiste la verdadera felicidad: en la vida con
Dios, sirviéndole y dándole gloria en honor de un sólo Dios, no a muchos
Dioses, ni muchos ídolos ni falsos amores. No existe ni un sólo ídolo fuera de
Dios que pueda volver al hombre su felicidad. Su realización la encontrará
cuando participe de la Vida-Amor de Dios, siguiendo sus huellas y obedeciendo a
sus mandamientos y consejos.
"Sólo es feliz el que posee
todo lo que desea y no desea nada malo"[59].
DIOS ES NUESTRA FELICIDAD
Solamente el amor bellísimo,
fortísimo, estable, inmutable, sin término… puede llevar al hombre a la
felicidad. "Te amo Dios mío, vida mía, dulzura infinita"[60].
Dios es todo para ti, es todo
aquello que hay en mí. Sin considerar cosa visible, ni el pan es Dios, ni el
agua es Dios, ni el vestido, ni ninguna cosa bajo el sol. Todas estas cosas
visibles son mutables, corruptibles… sólo Dios es tu pan incorruptible, el agua
que puede llenar tu sed[61].Sólo Dios, que
es Vida eterna inmutable e incorruptible, sólo él es el verdadero amor… sólo él
dará el verdadero amor sin fin. No existe una búsqueda así de grande como esta
Vida-Amor de Dios. "Buscándote, Dios mío, yo busco la felicidad de mi vida"[62].
TODA LA VIDA ES UNA PREPARACIÓN Y BÚSQUEDA DE LA
FELICIDAD
Aquí en la tierra, nuestra felicidad
tiene su fundamento en la fe, caridad y esperanza. El hombre desde siempre
aspira con todo su ser a la felicidad, beatitud: La fe nos indica el camino; la
esperanza nos abre la posibilidad de llegar a la meta y gozar; el amor, por su
parte, iluminado de la fe y encendido por la esperanza, nos mueve a alcanzar y
gozar la felicidad. Aquello que viene a través del Amor hace posible la
felicidad. Quien puede darlo es porque lo posee él mismo. Dios es el verdadero
amor, la verdadera felicidad y la verdadera paz. Esta es nuestra condición en
el mundo: peregrinar hacia el amor sin fin. Esta vida es una mala noche en una
mala posada"[63].
¿DÓNDE ESTÁ TU TESORO?
No debemos amar al mundo sino a
Dios; no debemos acomodarnos al mundo. Si quieres seguirlo debes dejar el mundo
estando en el mundo. Todo pasa pero el amor de Dios no se marchita. “Nada te
turbe ni nada te espante, todo se pasa. Dios no se muda, la paciencia lo
alcanza todo. Sólo Dios basta”[64]. Sólo de Dios viene el
reposo, la paz, la estabilidad humana. El bien por el cual suspira todo corazón
humano, con todo ardor y cada día de su peregrinar por el mundo sólo es Dios[65]. La felicidad humana sólo
alcanzará su plenitud cuando sea una entrega constante, generosa y gozosa, como
paga de todo el don inmenso que ha recibido de la Vida-Amor de Dios en Cristo.
LA FELICIDAD, SANTIDAD: EL VERDADERO USO DE TODO
HACIA SU FIN
Todo es destinado a hacer germinar
este Amor-Vida de Dios (cf GS 40, 10). Por ello toda búsqueda y toda actividad
debe encaminarse a dilatar cada vez más este Amor-Vida, hasta llegar a ser
capaz de trasmitir y comunicar este amor con los otros. Todo esto implica y
precisa que nosotros seamos capaces de acogerlos.
"Aquello que el ojo no vio, ni
el oído oyó, ni corazón de hombre se resiste a imaginar" (1Co 2, 9).
La Iglesia en su camino de santidad
ofrece múltiples modelos de madurez en el amor de verdadera felicidad y
plenitud de vida. S. Luis Gonzaga (1568-1591) ha sido declarado patrono mundial
de la juventud como claro modelo a imitar. La experiencia de vida vivida por S.
Luis resuena hoy después de su muerte, después de su breve vida, consumada
antes de desplegar su juventud. Su libertad de toda alienación, por ser él
mismo, hasta la verdadera plenitud, y desarrollo de la propia vida en el
proyecto del amor de Dios.
LA BÚSQUEDA DEL AMOR Y DE LA FELICIDAD TERMINA SÓLO
EN DIOS
S. Luis Gonzaga escribe, con afecto,
a su madre algunos días antes de morir: "todo aquello que Dios hace todo
lo hace bien"[66]. Este santo es propuesto
como modelo de vida cristiana para los jóvenes de nuestro tiempo, por su
ordenamiento y madurez en el amor. El profundo sentido de la vida buscado en la
felicidad es encontrada en el amor, en el ser libre de toda alienación y de
darse a sí mismo. él ha tenido la valentía de amar a Dios sobre todas las cosas
y de amar a los otros con el corazón puro y corroborado por el amor de Dios.
"Quisiera que acerca del sumo Bien no dudara nadie, así como nadie duda de
que, consista en lo que consista, el hombre no puede llegar a ser feliz sino
después de haber comprendido el Sumo Bien"[67].
DIOS ES NUESTRO VERDADERO FIN Y DESTINO
"Deseamos juntos el amor de
Dios; suspiramos hacia su amor, como verdadera patria celeste, sintámonos
peregrinos aquí abajo… Desead las cosas celestes, anhelar las cosas eternas,
aspirad al final a Dios, donde no se perderá el amor y el amigo, no se debe
temer al enemigo donde se vive en perfecta concordia sin privación alguna, donde
ninguno nace porque ninguno muere, donde ninguno debe progresar y ninguno venga
a menos, donde no hay hambre ni sed, porque se esta saciado de la inmortalidad
y nutrido de la verdad"[68] "Oh morada feliz o
patria segura. Allí no hay enemigos, allí no hay sufrimiento, allí viviremos
seguros, el agua no goteará, sino que se precipita la fuente incesante de la
vida-amor, verdad-libertad. Este agua, sin embargo, es aquella que da
gozo"[69].
DIOS ES LA FUENTE DE LA FELICIDAD Y DE LA VIDA[70]
"Él nos ha prometido la
verdadera felicidad y eterna vida donde nada debemos temer, donde estaremos
seguros de toda turbación, donde no saldremos, donde no moriremos, donde no se
lloran las despedidas ni se esperan las llegadas[71].
Entonces Dios será todo en todos porque siendo Dios Vida-Amor-Caridad, por
efecto de esta caridad, lo que cada uno posee se convierte en común a todos: en
este mundo, en efecto, cuando uno ama, posee en el otro aquello que en él no
hay. La diversidad del esplendor no suscitará envidia porque reinará en todos
la unidad de la caridad "[72]. Solamente en él será plena
aquella felicidad en la cual no habrá ningún mal, no faltará ningún bien… él
será el fin de nuestros deseos"[73].
SACIEDAD INSACIABLE[74]
Cuando lleguemos a la presencia de
Dios, ¿cómo nos encenderá aquel amor sin inquietud que proviene de estar
delante de su rostro, que ahora deseamos y anhelamos? Si ahora andamos a él sin
verlo, cuando habremos llegado ¡cómo nos iluminará! Feliz quien habita en su
morada. "Entonces será dada esta dulzura inefable y eterna. Ésta exige
ahora de nuestra parte una fe sincera, una esperanza firme, estable, una
caridad pura, y que cada uno camine por la senda que Dios le asigna, soportando
las tentaciones y acogiendo las consolaciones"[75].
"No temáis de haberos cansado;
tal será el gozo de aquella belleza que siempre estará delante de ti y nunca te
saciaras; o mejor, te saciarás siempre y no te saciará nunca. Si dijeses: no te
saciará nunca, podrías pensar que acabará por aburrirte. No se cómo explicarme:
no nos dejará nada y no nos dará hambre; pero Dios ha de ofrecerlo a aquellos
que no llegan a explicárselo, y sin embargo creen en aquello que de él pueden
recibir"[76].
"¿Cuál íntimo secreto tiene
esto del cual nunca podemos alejarnos? ¡Maravillosa intimidad y dulce morada,
oh secreto sin fondo, no afligido por el pensamiento inoportuno, no turbado por
las tentaciones y los dolores! No está quizá aquel íntimo secreto donde entrará
aquel al cual el Señor dará como a siervo bueno: “entra en el gozo de tu
Señor"[77]. "Si en la
búsqueda puede ser encontrado porque se dice: “busca siempre al Señor”, ¿se ha
de seguir buscando una vez encontrado? En efecto, sí se han de buscar las
realidades incomprensibles, y no crea que no ha encontrado nada el que
comprende la incomprensibilidad de lo que busca. Se le busca para que sea más
dulce el hallazgo y se le encuentra para buscarle con más avidez"[78].
4. TU VIDA ES AMOR
EL DESEO DE VIVIR POR SIEMPRE
¿Por qué amamos, por qué esperamos,
por qué vivimos? Parecen ser preguntas más grandes que nosotros, justo porque
la vida estalla en nosotros; sentimos el deseo de vivir, la necesidad de saber
por qué la tenemos y debemos vivir, y cuál es su futuro. Propiamente porque
pensamos en nuestro futuro, sentimos la necesidad de creer que sólo dos cosas
son necesarias en este mundo: la vida y el amor[79];
el más profundo deseo del corazón humano y el deseo de vivir y de vivir para
siempre.
Debajo de todas las exigencias del
hombre se esconde un deseo más profundo y universal, anhelando una vida plena,
digna de ser vivida así abundantemente y sin fin. El hombre es creado para la
existencia y para la vida[80].
El hombre tendrá siempre ese deseo de saber cuál es la fuerza que le empujará a
vivir… ante lo cual se pregunta: ¿por qué la muerte? ¿Es la muerte una
frustración a este deseo profundo? Ante este dilema, la Iglesia tiene una
respuesta.
LA RESPUESTA DE LA FE
Dios no quiere la frustración de sus
hijos, sino su plenitud. Dios es aquel fin último, personal, del hombre; quien
revela al hombre el sentido de su propia existencia, la verdad profunda sobre
el hombre, sobre toda su existencia. Solamente Dios puede manifestar plenamente
el misterio de la vida que él ha creado y quien dará respuesta a lo más
profundos deseos de su vida. Dios que ha creado al hombre a su imagen y
semejanza y le ha hecho partícipe de su naturaleza divina; también le ha
llamado a participar de su vida eterna.
"Os anunciamos la Vida Eterna
que esta junto al Padre y se ha manifestado a nosotros en Jesús Cristo por
medio del Espíritu Santo, a fin que todos comulguemos con el Padre y con el
Hijo y con el Espíritu"[81]
La Iglesia dice que Cristo, por todos muerto y resucitado, da al hombre
mediante su Espíritu su fuerza para que el hombre pueda responder a su suprema
vocación divina (Cf. GS 10).
EL FUNDAMENTO DE NUESTRA FE
La vida eterna es la razón de ser de
nuestro cristianismo. Sin la Resurrección nuestra fe no tendría fundamento (cf.
1Co 15, 4). La vida eterna es el motivo de la Encarnación. La vida eterna es la
razón de ser de la Iglesia, de los sacramentos, los misioneros; si no fuese por
esta vida nuestra predicación sería una ilusión. La Iglesia, instruida por la
Revelación divina, afirma que el hombre ha estado creado por Dios para un fin
de felicidad más allá del confín de la miseria terrena; además, la muerte
corporal será vencida por la omnipotencia del Salvador. Esta victoria la ha
conquistado Cristo volviendo a la vida después de haber liberado al hombre de
la muerte mediante su muerte (Cf. 1Co 15, 56-57). Por tanto la fe con sólidos
fundamentos a quien quiera, da una respuesta al más profundo deseo de vivir
siempre y a su ansiedad de una suerte futura. A las criaturas mortales les ha
estado prometida una vida en el cielo[82].
LA MAYOR PRUEBA DE AMOR INFINITO DE DIOS AL HOMBRE
La prueba de amor infinito de Dios
es aquella de darle su misma vida, inmortal y eterna. "La vida en su misma
realidad y verdad, y el Padre, que a través del Hijo en el Espíritu Santo,
vierte como fuente sobre todos nosotros sus dones celestes. Y por su bondad promete
verdaderamente también a nosotros hombres los bienes divinos de la vida
eterna"[83].
Dios creador es Padre de toda la
vida, se hace cargo de nosotros y viene a nuestro encuentro con la encarnación
redentora del Hijo, y nos da su misma vida. "Tu les has dado poder sobre
todos los hombres, para que todos aquellos que les has confiado reciban vida
eterna. La vida eterna es conocerte, a ti el único Dios, y conocer aquel que tu
has enviado, Jesucristo"[84].
¿QUÉ ES ESTA VIDA ETERNA?
Es el mismo Dios quien se autodona;
su amor lo versa sobre nosotros para participarnos en él de su misma Vida-Amor
inmortal. Por lo tanto la esencia de esta vida es este amor de Dios-vida de
Dios en nosotros. Él nos ha llamado y nos sigue llamando estrechando a él con
toda su entera naturaleza, en comunión perpetua de amor, con su incorruptible
vida divina (cf. GS 18). Dios creador del un mundo ordenado y bueno, nos llama
a una vida feliz en comunión con él y con los propios hermanos en el don de su
amor. Nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo y en él todos
formando una sola misma familia en el amor del Espíritu Santo. Este es el deseo
y la promesa de Jesús en su oración sacerdotal: “Padre que seamos todos uno,
como tú Padre estas en mí y yo estoy en ti; también ellos sean uno en nosotros,
así el amor que me tienes este en ellos y yo este en ellos"
(Cf. Jn 17, 21-26).
LA VIDA ETERNA LA VIVIMOS AHORA EN LA FE
Esta vida eterna no es cualquier
cosa que se pueda vivir sólo después de la muerte. Nuestra fe nos hace gustar
como un anticipo la alegría, la luz. la paz, la serenidad y el amor fruto de
esta comunión con nuestro Dios como el inicio dela vida eterna (Cf. 1Co 13,
12). "Hasta ahora contemplamos como en un espejo, como si fuese ya
presente, la realidad maravillosa que nos reserva la promesa y que por la fe
podemos gozarlas"[85].
La fe es una pregustación del
conocimiento que nos hará felices en la vida eterna". No podemos ser y
vivir unidos a Dios si no elegimos libremente amarle[86].
"Si alguno me ama, el Padre mío lo amará y lo llevará con él; el Padre y
yo habitaremos con él… en estos días conoceréis que yo vivo vuelto al Padre, y
vosotros estáis unidos a mí y yo a vosotros"[87]
Esta vida de comunión perfecta en el amor con nosotros y con la Trinidad es ya
la vida eterna.
ESTA VIDA ETERNA REQUIERE NACER
Como se nace a la vida biológica, de
la misma forma se debe nacer a la Vida eterna; ninguno puede entrar en el Reino
de Dios si no nace del agua y del Espíritu (Cf. Jn 3, 5). Este nacimiento
es un nacimiento en la libertad guiada por el Espíritu Santo; este nacimiento
es obra suya, por obra del Espíritu de amor; Espíritu que hemos recibidos en el
Bautismo y nos ha liberado de la muerte (Rm 5, 2). El Espíritu nos resucita de
continuo y nos hace cambiar nuestra actitud. Si el Espíritu de Dios que ha
resucitado a Jesús de entre los muertos habita en nosotros, el mismo espíritu,
dará también la vida a vosotros (cf Rm 8, 11).
Pondré dentro de vosotros un
Espíritu Nuevo y os daré un corazón nuevo, un nombre nuevo, cambiaré vuestro
corazón obstinado, de piedra y lo cambiaré con un corazón nuevo (Cf. Ez 36,
26). Este es el trabajo dentro de nuestra vida: el cambio de mente, de corazón,
de amor, de forma de sentir y de amar… "Cuando uno esta unido a Cristo es
una criatura nueva" (2Co 5, 17).
Esta vida crece al mismo modo de la
vida biológica pero es una vida diversa. Esta vida crece en la medida que
amamos. Dios pone dentro de nosotros una semilla de amor y nosotros debemos
hacerla crecer, nosotros debemos regarla y cuidarla. Así como se aprende a
andar caminando, así mismo se aprende a amar amando, como los dientes de un
niño se fortifican comiendo y se hacen grandes, así mismo el amor se desarrolla
dentro de nosotros y se hace fuerte amando. Pero esta capacidad se nos puede
atrofiar por no practicarla. Dios, que es la fuente del amor, me hace crecer en
la libertad; él me invita y me llama cada día y en cada circunstancia a seguir
el camino del amor, el único camino que me hará profundamente feliz.
Necesitamos de la oración para hacer crecer cada día el amor.
"La
fuerza del amor reside en cada hombre. Solo que en la mayor parte de la gente
ella está adormilada. Se trata de despertar esta energía latente" (M.
Gandhi).
El único estado propio del hombre y
el que Dios desea de él y que le ofrece, es el estado de amor. S. Pablo, en el
himno a la caridad, ha trazado el programa de la vida cristiana (1Co 13, 1-7).
Por lo que quien conforma su vida a la caridad, tendrá una verdadera vida
cristiana, sin la cual el rico es pobre y con la cual el pobre es rico. Buscad
de tener el mejor don: el mejor camino es la caridad. Si tengo todos los bienes
del mundo pero no tengo amor no me sirve de nada, NO SOY NADA. Cuan grande es
la caridad: la santidad no es otra cosa que el ORDEN en este amor; en la
adversidad lo soporta todo, ante falsas impaciencia ella obra consideradamente,
en la prosperidad se modera, en la hospitalidad acogedora. No se enorgullece,
no se confía; en la tentación se mantiene segura; en medio de los sufrimientos
es fuerte; en medio de los insultos permanece segura; en la insidia, incapaz de
enojarse; en la inquietud gime, y en la verdad respira. La caridad todo lo
excusa en esta vida porque todo cree de la vida futura; la caridad todo lo
soporta, todo aquello que le viene de malo en la tierra, porque lo espero todo
de la vida eterna[90].
ESTA VIDA SE PUEDE PERDER POR EL PECADO
Cuando damos apertura al egoísmo, al
"yo", a nuestra comodidad… nuestra capacidad de amor no se desarrolla
y, más aún, corre el riesgo de autodestruirse. Y así como el amor es la
medicina mejor, cura dentro de nosotros toda enfermedad que podamos tener (Cf.
1 Jn 3, 15). "Quien no ama permanece en la muerte, no tiene la vida, no posee
en sí mismo la vida eterna". Puede darse en el hombre la libre elección de
permanecer separado de la comunión con Dios y con los hermanos. No podemos
estar unidos a Dios y nuestros hermanos sin elegir libremente vivir en el amor.
Pero Dios no nos ha abandonado en el poder de la muerte y del pecado; al
contrario, Dios nos llama para restablecer y reparar nuestra desobediencia e
introducirnos en la morada de su amistad por medio de su perdón y misericordia.
Dios en su Hijo ha venido a salvar su pueblo de sus pecados
(Cf Mt 1, 21).
ESTA VIDA ETERNA POR SUS FRUTOS SE CONOCERÁ
Es verdad que esta vida es inmortal
y no se ve, ¿dónde está el amor?. Pero nosotros podemos ver sus frutos. No es
difícil reconocer millones de frutos como ejemplos. Pero ¿cómo hacer para saber
si uno ha nacido a esta nueva vida del Espíritu? Por sus frutos: porque esta
vida es Amor, produce frutos especiales: amor, alegría, paz, comprensión,
cordialidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí… (Cf Gal 5, 22). Sin
embargo los frutos del egoísmo desea lo contrario del Espíritu, seguir el
egoísmo conduce a la muerte, seguir al Espíritu a la vida
(cf Rm 8, 6).
Ser cristiano es tener dentro de sí
mismo la fuerza del espíritu nuevo, dejando otros espíritus viejos del mundo,
de corrupción, rivalidad, mentira, egoísmo, violencia… de muerte. Ante todo
ello el hombre es responsable de su elección, debe ser consciente de que esto
será el examen final: alegría o tristeza, vida o muerte, compañía o soledad,
luz o tinieblas…
Donde está tu riqueza y tus amores,
allí esta tu corazón (Mt 6, 21). No acumuléis riquezas de este mundo, acumulad
riquezas del cielo. La vida eterna no es otra cosa que habitar en Dios: vuestra
verdadera vida está oculta con Cristo en Dios. Buscad las cosas del cielo donde
Cristo esta al lado de Dios, no las cosas de este mundo. Si está en vosotros el
amor del mundo, no podéis tener el amor de Dios. Conservad el amor de Dios a
fin de que seáis eternos, como Dios es eterno. Cada uno es tal cual el amor que
tiene. ¿Amas la tierra? serás tierra; ¿amas a Dios? debes concluir que serás
Dios. Lo dice la Palabra de Dios; "Vosotros sois todos hijos del
Altísimo"[92]. Si pues, queréis ser
Dioses e hijos todos del Altísimo, no queráis amar el mundo ni aquello que se
encuentra en el mundo.
VIVE EN EL AMOR
Dios nos llama a vivir con él, en
contacto con él, que es el amor; vivir en el amor es vivir enamorado, e inmerso
en el amor; es vivir con él, es zambullirse en el amor, un amor único sin
comparaciones, un amor limpio, transformante, sincero… el amor fiel de Dios. Es
el amor con el cual puedo amar a los otros, es una amor recibido de Dios.
Como la radio no funciona si no se
conecta a la corriente eléctrica, igualmente nuestra vida no puede amar con un
amor verdadero, genuino, sacrificado… si no permanecemos unidos al amor. Es por
ello que el mismo Jesús nos da este consejo: "Permaneced unidos a mí; no
podéis dar fruto si no permanecéis unidos a mí" (Jn 15, 4).
Sin embargo Dios da al hombre su
libertad, él no obliga a ninguno, porque vivir en el amor de Dios y en el amor
a los hermanos es ante todo una ELECCIÓN porque el amor no se puede imponer. El
amor nace y crece libremente como las flores del campo.
EL HOMBRE, IMAGEN DE DIOS, SE REALIZA SI REALIZA EN
SÍ EL AMOR[93]
La imagen de Dios reside en la parte
del espíritu en cuanto es capaz de Dios y puede ser partícipe de él. Un bien
así de grande no es posible si no en cuanto el espíritu es imagen de Dios.
Ninguno diga: no sé qué es amar. Que ame al hermano y estará amando al amor
mismo. Por lo tanto conozco mejor el amor con el que amo, que el hermano que
ama. Así Dios será más conocido que lo que pueda conocer al hermano, más
conocido porque más presente, más interior, más cierto. Si ves la caridad tu
ves la Trinidad [94]
El amor supone tres cosas: aquél que
ama, aquello que es amado, y el amor mismo. ¿Qué es el amor sino una vida que
une, o que tiende a que se unan dos seres, esto es, aquel que ama, y aquello
que es amado? Cuando se alcanza la caridad… el misterio se aclara en el
misterio de la Trinidad.
5. TU VIDA ES MORADA DEL AMOR
Antes de la creación del mundo, Dios nos ha llamado para
vivir con él en el amor. Nosotros somos imagen de Dios, y nuestro cuerpo es la
esencia de la casa de Dios. Pero la palabra de Dios es fuerte y más sublime,
¿no sabéis que sois templo de Dios? Nuestro cuerpo es verdaderamente templo del
Espíritu Santo. Habéis sido comprados a gran precio. Glorificad, por lo tanto a
Dios en vuestro cuerpo: tal es el valor, el precio de nuestra vida, cuál
grandeza de la dignidad del hombre que en su raíz tiene una estupenda
continuidad entre nuestra tierra, nuestra vida y la tierra nueva y nueva vida.
Esto que pasará no es el mundo, sino el aspecto de este mundo deformado del
pecado. La creación no será aniquilada, sino liberada de la esclavitud, de la
vanidad. Aquello que nosotros esperamos es aquí y ahora, en la presencia de
Dios, en la fraternidad y en la libertad humana. El paraíso ya no es exilio,
deja de ser inaccesible: es el fruto posible, la bendición y la promesa de
vivir con Dios.[95]
CADA
UNO HABITA EN AQUELLO QUE AMA[96]
Así como el cuerpo no encuentra calma, paz si no
encuentra su propio puesto, así el hombre llevado por el amor no encuentra
calma si no encuentra su lugar, aquel por el cual ha estado creado. “Es donde
tenemos el corazón donde habitamos”[97]
(S. Agustín). Quien ama al mundo merece por ello ser llamado “del mundo”. El
nombre lo recibe de la casa donde habita. Como cuando decimos que una casa es
buena o mala, no queremos condenar o alabar sus paredes, sino que diciendo que
una casa es buena o mala entendemos que se refiere a aquellos que la habitan.
Así por “el mundo”, queremos designar aquellos que lo habitan o que están a él
apegados ¿Quiénes son? Aquellos que aman el mundo, aquellos que con su corazón
habitan en el mundo. Aquellos que por el contrario no aman el mundo, se
encuentran en el mundo con la carne pero con el corazón habitan en el cielo.
HABITAR
EN LA CASA DE DIOS
La persona que ha estado conducida a la morada de Dios
exulta de alegría: ¡Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa de Dios!”
(Sal 122). La persona entra en la dulzura escondida, en el interior de la
delicia de Dios. Ha oído como en un sueño interior “Amiga mía, amada mía ven
(Cant 2, 10). Y guiada por la dulzura de esta voz siguiendo aquello que sentía
resonar ha llegado al final a la casa de Dios. Caminaba hacia el templo de la
casa de Dios entre cantos exultantes (cf Sal 42, 5). En aquel modo
llega al secreto de la casa de Dios, Responde entre voces, cantos de una
multitud exultante, es festiva; en la casa del Señor hay fiesta eterna. No se
celebra una fiesta que pasa. El rostro de Dios presente da una alegría que
nunca pasará. Este día de fiesta no tiene ni inicio ni fin, abre tu corazón y
deja entrar al Señor[98].
SOMOS
TEMPLO DE DIOS, MORADA DE DIOS, REFLEJO DE DIOS.
¿Cuál es la excelencia y la dignidad del hombre cuando
Dios dice haber hecho al hombre a su imagen y semejanza? (cf Gn 1, 26). “Qué
grande la intuición de ver y conocer que nuestra alma es creada por Dios y para
Dios, habita en Dios (Jn 14, 20). Somos en Dios y Dios en nosotros. Misterio
profundo que no llegaremos nunca a comprender. “En Cristo vivimos, nos movemos
y somos” (cf Hch 17, 28). El misterio de la Trinidad se quiere revelar en la
creación, pero sobre todo en su obra magna: el hombre, llamado a vivir y
reflejar su amor. Santa Teresa, absorta en contemplación de la Trinidad recibe
esta experiencia mística de cómo Dios se comunica en la creación entera y
especialmente al hombre: “No os afanéis por encerrarme en ti, sino que busca de
encerrarte en Mí”[99].
SOMOS
MORADA DE LA TRINIDAD
Dios habita en el hombre, quien a su vez se convierte en
“capaz de Dios” (Capax Dei. K.
Rahner). Podemos considerar nuestra alma como un castillo hecho de un sol
diamante o de un purísimo cristal, en el cual hay muchas moradas, como muchas
moradas hay en el cielo. Del resto, podemos pensar que el alma del justo es
como un paraíso donde el Señor dice tener sus delicias”[100]
En nuestro propio corazón habita Dios Trinidad… quizá
podremos algún día comprender la excelencia y dignidad, imagen y semejanza con
que hemos sido creados. Esta premisa hace de cada persona un alma bellísima en
la cual Dios se complace de habitar. “A tal objetivo se puede notar que el
Verbo Hijo de Dios junto con el Padre y con el Espíritu esencialmente y
presencialmente esta escondido en lo interior del alma"[101].
Este hecho de la inhabitación de la Trinidad, de la morada de Dios con nosotros
debe ser el canto dela espiritualidad cristiana. ”Entre mi amado en su jardín y
saboree sus frutos exquisitos” (Cant 4, 16).
DIOS
ES NUESTRA INEFABLE COMPAÑÍA[102]
“Dios mío, Trinidad que adoro, ayúdame a olvidarme
internamente para establecerme en vosotros, inmóvil y quieta como si mi alma
estuviese ya en la eternidad; que nada pueda quitarme la paz o hacerme salir de
vosotros” ”Oh mis Tres, mi todo, mi felicidad, salud infinita, inmensidad en la
cual me pierdo…” “Enterrados en mí porque yo me entierre en vosotros, para que
llegue a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestra grandeza”[103].
La relación de Dios hacia nosotros llega a la más alta
expresión: el hombre creado como reflejo del amor Trinitario y el lugar de su
increíble comunicación. En la encarnación de Dios el hombre ha estado revestido
de suma belleza y dignidad (Sal 8). ¡Qué grande es la belleza de esta
convivencia amorosa de cada uno de nosotros con la Trinidad! “¡Cuál es la alta
experiencia de vivir en la comunión de la Trinidad! No hay para maravillarse de
una cosa tan sublime! No es posible ni saber ni describir como esto se realiza”[104].
DESTINADOS
A LA MÁS ALTA COMUNIÓN TRINITARIA
La revelación de Dios Trino es al mismo tiempo la
revelación del destino del hombre, nacido de la Trinidad, somos llamados a
entrar en la felicidad que Dios mismo tiene y ha abierto generosamente a
nosotros con la creación y la vida de gracia. Este es el destino definitivo del
hombre llamado a participar de la más alta comunión Trinitaria.
"Somos insertos en el encuentro activo y eterno
entre el Padre y el Hijo por medio del Espíritu santo, en el amor eterno”[105].
Comunicando a ellos el mismo amor que el Hijo, por amor y transformación de
amor. Nosotros somos una sola cosa con Dios, no esencialmente y naturalmente,
como lo son el Padre y el Hijo, pero lo somos por la unión de amor, como el
Padre y el Hijo viven en unidad de amor. Esta verdad es la fuente y modelo de
vida, y la meta de la humanidad entera”[106].
LA
COMUNIÓN EN EL AMOR RECIPROCO REFLEJO DE LA TRINIDAD (la comunidad cristiana:
quasi-sacramento de la Trinidad)
La inhabitación trinitaria no debe ser interpretada
solamente en la dimensión individual, sino comunitaria, que es propiamente
trinitaria. “Cuando se ama a alguno, se está en modo verdaderamente y de forma
real en él. Si es en él con el amor, se vive en él con el amor, no se vive más
para sí mismo, porque no está más apegado a sí mismo, se está despegado de sí y
fuera de sí. No se vive más en sí mismo, si está en aquél que se ama, se vive
de su vida, se vive en él”[107].
En el amor del prójimo viene la presencia y manifestación
de la Trinidad. “El amor cristiano es una puerta segura, por medio de la cual
permanecemos en contacto con la caridad divina trinitaria. La caridad
trinitaria va siempre más adelante de cuanto se espera: nuestro amor hacia el
prójimo viene de Dios y debe andar además al prójimo y volver a Dios. En este
pasar hacia Dios debe tomar consigo el prójimo”[108].
DESTINADOS
A LA UNIDAD EN LA TRINIDAD
“Que seamos todos una sola cosa, como tú Padre estas en
mí y yo en ti, que sean también una sola cosa en nosotros” (Jn 17, 23). Carlos
de Foucould interpreta este versículo de manera espléndida: “Somos así unidos
con todos los hombres por el amor fraterno, con el amor con el cual amamos en
ellos los miembros de Jesús, con el que amamos en ellos el Cuerpo de Jesús,
como el Padre y el Hijo son una cosa sola, gracias al mutuo amor. En efecto,
así son una sola cosa en dos modos: por esencia divina que es común entre
ellos, y por el mutuo amor entre ellos. Es en esta manera que nosotros podemos
y debemos ser una cosa sola con todos los hombres, así como el Hijo y el Padre
son una cosa sola”[109].
Como el Padre vive en el Hijo con el amor, y como el Hijo
vive en el Padre con el amor que tiene por él, nosotros debemos vivir con todos
los hombres con el amor que tenemos por ellos. Debemos amar de tal manera todos
los hombres, que vivamos en ellos, no en nosotros, siendo una sola cosa en él.
LA
TRINIDAD ES LA RAZÓN MISMA DE LA VIDA HUMANA Y DE LA HUMANIDAD
Que misterio de amor tan grande: ser morada de la
Trinidad, templo del Espíritu Santo. En aquellos en quienes habita el Espíritu
santo, promueve la construcción de la propia morada[110].
Santifica siempre más y acrecienta la fidelidad en quien habita, los cuales
progresan renovándose día a día para establecer una perfecta comunión para la
eternidad. Y su aspecto divino colmará todas las lagunas de su inteligencia ,
ya que no se separa jamás de la unidad del Cuerpo de Cristo, que por nosotros
se ha hecho el camino para la comunión del templo de Dios[111].
En el llamar el genero humano el Espíritu de Dios nos
dice lo que debemos hacer y promete aquello que debemos esperar: “Todo el
universo espera con grande impaciencia el momento en el que Dios mostrará el
verdadero rostro de su Hijo” Es nuestra esperanza: nosotros que tenemos las
primicias del Espíritu esperamos que Dios manifieste en nosotros su gloria” (Rm
8, 18-30).
LA
TRINIDAD: MISTERIO DE COMUNIÓN
"Es propio del amor no dejar el amante tranquilo en
sí mismo, sino arrojarse fuera por darse enteramente al amado”[112].
No es distinta la interpretación de la visión de la Trinidad en J. Nacianceno.
Dios es comunitario: la perfección de uno exige para comunicarse la perfección
de él en el otro. El Uno se mete en movimiento (donación) a motivo de su
perfección. Pero no se detiene en el Dos, porque la divinidad es, más allá de
toda oposición, la perfección que se cumple en el Tres"[113].
Un ser solitario, un puro individuo, es por definición
incapaz de comunicarse a los otros: si Dios es amor, como dice S. Juan en la
primera carta 4, 16, quiere decir que es vida y que quiere infundir vida
autodonándose, comunicándose a los otros, haciéndoles existir con el mismo amor
que él es. Si Dios es Amor, no es solamente uno quien ama, sino que por necesidad
debe de ser: el amante, el amado y el amor. Esta es la gran intuición de S.
Agustín cuando habla de la Trinidad[114].
SER
MORADA DE LA TRINIDAD COMPORTA SER COMUNICACIÓN
El misterio de la Trinidad, su conciencia, comporta la
comunicación. El amor más allá de ser generativo es también voluntad de
participar su propio ser, alegría de llamar a la existencia a uno diverso de
sí, hecho, sin embargo, por la lógica del amor a su propia imagen y semejanza:
el hombre.
Desde el momento que el Hijo es imagen perfecta del
padre, al buscar al hombre, el Padre no tiene otra motivación más que la
sobreabundancia de amor por su Hijo. Tanto es así que el deber de los hombres
es que todos seamos una sola cosa en Cristo Jesús” (Gal 3, 28). Por
consiguiente el hombre, como el Hijo, tanto es hombre, en tanto es como el Hijo
que responde al amor del Padre, estableciendo con él la misma dinámica de la
vida trinitaria, gracias a la caridad puesta en nuestros corazones. “El
Espíritu Santo ha sido derramado (infundido) en nuestros corazones” (Rm 5, 5).
LA
ACTIVIDAD DEL HOMBRE NO DEBE SER OTRA QUE IMITAR LA DINÁMICA TRINITARIA
Si Dios no nos hubiese revelado su vida Trinitaria no
podríamos conocer ni nuestra identidad ni el camino para realizarla plenamente.
Nuestra existencia por esencia es comunitaria. La salvación es posible gracias
al Hijo encarnado y al don del Espíritu Santo[115].
Porque todo el universo está ordenado a Dios como a su
fin, la actividad del hombre no debería ser otra que imitar la actividad
originaria de Dios, es decir, reproducir su dinamismo de dar vida-amor que está
en la Trinidad. Para S. Tomás en definitiva, el designio del Padre en la
creación no es otro que aquel de extender en la humanidad la vida Trinitaria,
porque todo ha sido creado a su imagen y semejanza. Puesto que Dios es Amor,
también el hombre es amor que puede y debe vivir en la Trinidad. “Amáos los
unos a los otros porque el amor viene de Dios… si Dios nos ha amado así…
también nosotros debemos amarnos los unos a los otros… y si nos amamos los unos
a los otros Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su
plenitud en nosotros”[116].
EL
IDEAL NO CONSISTE SOLO EN UNIRSE A LA TRINIDAD SINO EN EXPRESARLA E IMITARLA
Ésta es la expresión de S. Máximo cuando habla del ideal
de los santos[117]. El hombre como imagen
de Dios-Amor se realiza como persona viviendo no solo “en la Trinidad” sino
viviendo “a la Trinidad”, es decir, actualizando el mandamiento del amor,
expresando la perfecta comunión en el amor de Dios, al estilo de aquella que
tienen el Padre y el Hijo, pues está en el hombre a modo de impronta[118].
En Dios esta la unidad con diferencias: un sólo Dios en Tres Personas[119].
El hecho es que en Dios las personas no se adicionan,
sino que existen la una en la otra en una comunión recíproca. Este cambio de
ser, viene en el don de sí y hace que una de tres personas exista en relación a
las otras y en las otras. Pues los caracteriza el que cada uno se pierde en el
otro. El misterio del amor que al mismo tiempo es y no es, de la misma manera
como cada persona en la Trinidad es porque no es; no es porque es Amor, sino
que propiamente porque es Amor, es[120].
No es fácil imaginar y describir lo que sucede en la vida
íntima de la Trinidad. Allí Dios sería verdaderamente inaccesible sino se nos
hubiese revelado en el rostro humano de Jesús viniendo del silencio de su
trascendencia[121]. No existe más que un
sólo Dios, que se ha manifestado en Jesucristo, su Hijo, el cual es su Verbo
salido del silencio”. Esta salida no se podría realizar sin asombro[122]
(J. Moltman) sin una “Kénosis”, como dice S. Pablo (Film 2, 7). Pero es
precisamente esta “Kénosis” la que ha despertado al hombre al misterio del
amor; porque por amor al hombre, “como a sí mismo”, el Hijo ha debido renunciar
a su divinidad por hacerse “otro”. Se ha hecho hombre (igual a mí) para que el
hombre pudiese revestirse de él (cf GS 22).
EN
LA IMPOTENCIA DE LA CRUZ SE PONE EN EVIDENCIA EL AMOR DE DIOS
Este misterio del amor está escondido en la cruz, como
Pablo había afirmado (2Co 2, 1): ”La potencia de Dios se manifiesta plenamente
en la debilidad” (2Co 12, 9). “Y propiamente aquella pequeña semilla
de mostaza que muere a la propia individualidad por encontrarse exaltado,
porque el amor en la plenitud de su ser comporta la comunicación de sí mismo,
el don de sí mismo”[123].
”La humillación de Dios evidencia la sobreabundancia de su poder… su grandeza,
se puede descubrir en su abajamiento”[124].
”Aquél que, Dios por naturaleza, en su Encarnación ha asumido nuestra
debilidad… así que, de una manera que él sólo conoce, su Kenosis se ha
convertido en la medida de la divinización de cuantos son salvados por gracia”[125].
6. TU VIDA ES PARA AMAR
Se ama amando; se madura en la medida que se ama, en que
se aprende el amor, el correcto modo de amar que se expresa en la amistad, en
la afectividad, en la ternura, en la sexualidad y en todas las dimensiones del
amor. Ello exige que la persona se considere a sí misma en la máxima
disponibilidad, en donarse sin cálculos, ni máscaras, tapaderas, falsedad. El
amor se convierte así en una elección primera y definitiva, en el sentido que
plenifica las otras dimensiones existenciales, dando al ser la máxima
posibilidad de expresión.
La madurez en el amor supone crecer en modo adecuado y
proporcionado de la justa valoración de la corporeidad, de la sexualidad; el
crecimiento y la maduración de todas las dimensiones de la vida que completan
la totalidad de la persona y así compromete el crecimiento de todos los otros
aspectos como responsabilidad hacia los otros y hacia la sociedad en la
relación interpersonal del ser solidario en la Iglesia y en el mundo.
El objetivo de fondo en el designio de Dios cuando creaba
al hombre, es la esperanza de llevarlo a su madurez, a la profunda capacidad de
amar. El amor es la plenitud del hombre. Dios no manda lo imposible, sino que
manda ser aquello que se es[128].
Dice S. Agustín: “Ama y haz lo que quieras”; “Ten la caridad y tendrás todo”[129].
El amor es lo que perfectamente se acopla sobre todas las cosas divino-humanas,
acompañado del benévolo afecto Que el amor entre vosotros no sea solamente
material sino espiritual[130].
La verdadera intimidad no es sólo convivir y compartir
las cosas materiales. sino también espirituales[131].
Como enamorados de la belleza espiritual y exaltando la santa convivencia, el
buen perfume de Cristo, como hombres libres bajo la gracia. Ahora, si que hay
entre nosotros un perfecto acuerdo sobre las cosas humanas y divinas,
acompañado de una afectuosa benevolencia en Cristo Jesús nuestro Señor[132].
Si quieres realizarte, ama: Ama, ergo sum cambiando el famoso “cogito, ergo
sum” de Descartes tomando el pensamiento de los Padres.
El hombre es una chispa de amor salida del amor de Dios.
El núcleo central de la naturaleza humana es el amor[133].
El hombre siente haber nacido para amar y para ser amado (Cf 1 Jn 3, 1).
Adelante hay ríos de amor que atraviesan la vida del hombre y le hacen feliz:
el amor paterno, el amor materno, el amor filial, el amor de amistad, el amor
esponsalicio, el amor conyugal. El hombre que no aprende a amar es un ser
desnutrido y débil en su ser profundo. El hombre que no ama es arrojado al
absurdo, a la tristeza, y a la nada, convirtiéndose en soberbio, intolerante
consigo mismo. La vida del hombre es un aprendizaje a amar, a hacer comunión,
primero con los padres, después con la familia, luego los amigos, después otras
personas particulares, a través de este ejercicio de amar el hombre madura
hacia la gran comunión con Dios y su destino supremo.
PERO
ES NECESARIO VER CÓMO SE AMA Y QUÉ COSA SE AMA
El amor puede ser ordenado hacia diversos puntos. El amor
necesita una orientación. El amor es ciego: es, pues, necesario saberlo
dirigir; que en su instinto natural de amar el hombre es llamado a una comunión
profunda hasta llegar a desarrollar el proyecto de Dios. El hombre, al mismo
tiempo, se ve conducido hacia la vía del egoísmo, que lo empobrece y a veces
incluso lo embrutece.
En lo íntimo del hombre hay alguna cosa de rito y de
desordenado (Kafka). Somos asediados de la satisfacción y de la seducción de
los otros amores. Cada parte nos seduce y nos entretiene en falsos valores, por
todo el mundo y por toda clase de seducciones, atracciones de las múltiples
bellezas… .pero no todo aquello que se presenta como bueno lo es verdaderamente
para el hombree. No se puede contar cuantas ofertas se nos presentan cada día
como un bien. Es necesario ordenar el amor según el máximo bien.
PERO,
¿QUÉ ES AMAR?
Pero ¿en qué consiste amar? “El amar es un arte”[134].
El amor es, sobre todo, un amor de benevolencia, con el cual se ama a una
persona por sí misma, no por intereses, sino por puro amor. El amor hace salir
de sí mismo para comunicarse al otro. El amor tiende a comunicarse comunicando
lo mejor de sí mismo[135].
El amor debe necesariamente buscar el bien de los otros[136].
El verdadero amor y profundo, busca el mayor bien de la persona amada. De los
bienes de este mundo, algunos son superficiales, pero sólo uno es necesario (cf
Lc 10, 42); en este mundo sólo dos cosas son necesarias: la vida y el amor[137].
Nadie es tan listo que pueda conocer y estar seguro del
mejor bien para el otro; sólo Dios, que nos ha creado, sabe de qué cosa tenemos
necesidad. La vida humana es un bien de la naturaleza humana incomparable con
la naturaleza divina. En la naturaleza divina la vida y el amor son bienes
divinos que vienen de Dios; él ha creado al hombre para la vida eterna: esto es
el amor. (Cf Jn 3, 16).
EL
AMOR NUEVO DEL PRECEPTO NUEVO DE LA CARIDAD
Esta novedad emerge de nuestra conversión que en el
cristianismo ha iniciado y en la que permanece unido, para vivir una vida nueva
centrada en Cristo[138].
Cristo habita en el hombre interior y le enseña a amar con un amor nuevo:
“Nadie tiene un amor más grande que éste: dar la vida por los propios amigos”
(Jn 15, 13). Este es el punto central del amor nuevo y del precepto nuevo.
“Amáos los unos a los otros como yo os he amado (Jn 15, 12) Este renovamiento
profundo es obra del Espíritu Santo que infunde en nosotros su don inefable
para renovar en nosotros todas nuestra maneras de pensar y de amar[139].
En el renovarse, lo que importa es la deificación, santificación, participación
de la vida y del amor de Dios. Aquí esta el Espíritu que lo opera y lo
establece progresivamente. El hombre, pues, es nuevo porque ha sido renovado en
el amor que es Don de Dios.
CRISTO
ES EL MODELO DE AMOR A IMITAR
La esencia de las religiones y de la perfección es el
Amar (cf Mt 5, 48). El amor es la imitación de aquel que nos ha amado hasta el
extremo de muerte y muerte en una cruz. Así mismo también nosotros debemos amar
al prójimo hasta que Dios sea todo en todos; aquél que es amor y que vive en el
amor, que está siempre cerca del Padre, nos ha hecho conocer qué cosa es el
amor.
Cristo, el Hijo de Dios, lleno de amor y de vida, se ha
manifestado y nosotros lo hemos visto; hemos contemplado su amor puro, divino,
inteligente. Es de él que nosotros podemos conocer y vivir el verdadero amor.
La búsqueda de su amor está orientada sobre nosotros, y nosotros todos la hemos
recibido. Todos, pues, por él hemos obtenido la capacidad de amar en su misma
eterna medida. Este es el objetivo de la Encarnación para que pudiésemos
entender, acoger y transformarnos en hombres que perfectamente aman. Es pues
definir que cosa significa amar Seremos felices cuando lo pongamos en practica[140].
EL
AMOR, SÓLO EN CRISTO ES VERDADERO
El amor sólo en Cristo es verdadero porque sólo en Cristo
es estable y eterno, es un amor estable, firme, sólido, sin limites de tiempo,
un amor que crea la comunión perfecta de vida y amor. El amado vive para aquél
a quien ama, hasta darle la vida; es perfecta unidad de amor. El amigo vive
para el amigo y en el amigo; hace de los dos una sola cosa, no se cansa de
sentirlo, de oírlo, de pensarlo y de hablarle, siempre uno en las alegrías y en
la tristezas. Quien ama bien será llevado hacia aquello que ama, y ¿dónde será
sino donde el bien que él ama? Con la prospectiva de que en Cristo está el
premio se exhorta a amarlo, con la certeza que se cumplirá cuando el Padre lo
quiera. “Quiero que también estos estén conmigo donde yo este” (Jn 17, 24).
Desead estar donde está Cristo. Ama a Cristo y que sea tu peso[141].
EL
VERDADERO AMOR ES AYUDAR AL OTRO A SER CRISTO
¿Qué otra cosa es el amor que no toma nombre sino del
amor mismo y no es fiel sino en Cristo, en el cual puede ser eterno y feliz? En
ningún bien de aquí abajo, de este mundo, encuentra respuesta aquel que ama
otro bien superior: el único bien. Pero si en el lugar aquél tiene el único
bien, el único que es digno de ser amado con todo el ser, entonces nada le
faltará, sólo ese amor le basta, todos los otros amores son superfluos y
pérdida frente a Dios[142].
“Todo aquello que
consideraba un gran valor, ahora que he conocido el amor de Cristo lo tengo por
basura” (Fil 3, 7). Ama a Dios con orden, de modo que ordenes todas las demás
cosas, dándole el justo valor y el propio peso.
EL VERDADERO AMOR ES UNA PERSONA: ES DIOS QUE ES
AMOR
La caridad es el don de Dios mismo y de su Espíritu Santo
que lo infunde en los corazones (Rm 5, 5) .Este afecto es producto de aquel que
lo recibe en él y por medio de él haciéndose bueno con su espíritu. No hay verdadero
amor sino cuando hay un estrecho vínculo entre las dos personas que se aman en
un amor difusivo[143].
¿De dónde viene la caridad hacia Dios y hacia el prójimo sino de Dios mismo?
Así dice la Escritura: “porque el amor viene de Dios” (1Jn 4, 7), por lo tanto,
el amor no proviene de nosotros, sino de Dios mismo; el amor con mayúscula sólo
es Dios, es el amor-comunión, la más alta realidad y sublimidad de comunión: el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
El amor que no es eterno no es digno del nombre de amor.
El amor que no es puro no es digno del nombre de amor.
El amor que no es fiel no es digno del nombre de amor.
El amor que no da toda su vida no es digno del nombre de
amor…
Solamente el amor eterno, puro, fiel, sacrificado,
gratuito de Dios es digno de llamarse
amor.
NO
SÓLO ESTAMOS LLAMADOS A AMAR SINO A ELEGIR EL OBJETIVO DE NUESTRO AMOR
“Ama al Señor tu Dios…”[144].
Busca en lo humano el motivo por el cual debes amar a Dios y no encontraras más
que esto: que Dios nos ha amado primero, nosotros amamos porque él ya nos ha
amado, por ello debemos escoger como objetivo de nuestro amor si antes no
hubiésemos sido elegidos. No podríamos amar sin antes haber sido amados y
elegidos. Llamados al amor por el Amor, aquél que debemos amar primero de todo
nos ha amado, él se ha dado a sí mismo por nosotros, nos ha dado aquello por lo
que podríamos amarlo luego. ¿Quién ama? ¿Quién es amado? Busca cómo el hombre
puede amar a Dios. No lo encontraremos sino en el hecho de que él nos a amado
primero[145].
Entonces, ¿qué debemos elegir como el OBJETIVO más digno
de nuestro amor, sino aquél que no tiene comparación, es decir el amor de Dios:
fuente de todo y cada amor humano? Si anteponemos o igualamos este objetivo del
amor de Dios a otros amores o objetivos humanos, quiere decir que no sabemos
amarnos bien a nosotros mismos.
NO
ESTAMOS LLAMADOS SOLAMENTE A AMAR A DIOS, SINO A HACERLO CON TODO NUESTRO SER
“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todas tus
fuerzas, con toda tu alma, con toda tu mente…” (Cf Lc 10, 27) ¿Qué queda de tu
amor en tu mente y de tus fuerzas para amar? Dios manda que sea con todo el
ser, con todo lo que te ha dado al crearte[146].
Debemos amar a Dios con toda la capacidad y medida de que podamos. Ninguno debe
amar la criatura más de cuanto se debe amar. Si uno ama así podrá decir que ama
ordenadamente, santamente según las normas del amor. Si observamos el orden de
la verdadera caridad comenzaremos a amarnos según el precepto del Padre. Cuando
te esfuerces con toda tu capacidad y todo tu ser, siendo fiel a este precepto
hasta el final incluso dispuesto a morir por amor a Dios. Sólo este amor así
distingue a los hijos de Dios que viven en el mundo[147].
AMAR
A DIOS SÍ Y TAMBIÉN A NUESTROS HERMANOS
“Amarás al Señor tu Dios con todo… .y al prójimo como a
ti mismo…” (Lc 10, 27). El amor a Dios y el amor a los hermanos son
totalmente inseparables, no puedo decir que amo a Dios sin amar al prójimo. Si
uno ama al prójimo que se ve entonces será verdad que pueda a amar a Dios a
quien no se ve. Ama realmente a Dios quienes son sus criaturas. Ama
verdaderamente al prójimo aquél que en su prójimo ve a Dios. Y ama a Dios
porque Dios vive en él[148].
El verdadero motivo del amor, excluye el egoísmo. Amar significa no buscar
nuestros intereses sino sólo el interés que Dios tiene por los otros.
Pero ¿quién es mi prójimo?… todos aquellos que son
vecinos y todos los lejanos; no debe encontrarse limitado sólo a los amigos,
abraza a todos los hombres; sino no es Amor. Todos aquellos que son amigos y
también los que son “enemigos” La verdadera caridad se extiende no sólo a mis
amigos por los que estamos también invitados a orar (Cf. Mt 5, 44).
NO
SÓLO AMAR AL PRÓJIMO SINO CÓMO ME AMARÍA A MI MISMO
Ama al prójimo como a ti mismo. Para amar bien al prójimo
es necesario entender el verdadero sentido del amor en nosotros mismos. Cuando
hablo por el bien de ti mismo, seré tanto más sincero cuanto más amigo, y seré
tanto más amigo cuanto más leal sea[149].
No estamos exhortado sólo a amar a los amigos sino también a los enemigos. Amar
a los otros como a nosotros mismos quiere decir estimarlos no menos que a
nosotros mismos, entrando en el profundo deseo de los otros hasta ayudarles a
saciar su profunda sed de amor. Amar al otro debe de ser ayudarle a encontrar
la única y plena fuente de amor, si nos presentamos a nosotros mismos será muy
próximamente una frustración para ellos. Nosotros no podemos dar la visión tan
corta que tenemos de nosotros mismos. Amar al prójimo quiere decir
comprometerse con él a encontrarse y a vivir con Jesús[150].
AMAR
CON LOS MISMOS SENTIMIENTOS DE DIOS POR LOS OTROS
Ninguno puede amar verdaderamente al Hijo si no ama sobre
todo al Padre, que es el padre del amor y de la verdad (puro y desinteresado)[151].
El verdadero amor es la caridad que viene de Dios, que conoce nuestro máximo
bien en grado superior, el amor bien entendido debe espabilarme a llevar al
otro a un amor superior.
El amor parte del amor, de lo íntimo, de lo más profundo
del hombre; es allí donde se establece la verdadera batalla del verdadero y falso
amor. Quien ha llegado a ser esclavo de sí mismo no se ha preparado para amar,
por dejar predominar más la comodidad, la vulgaridad, sensualidad, y los bajos
instintos ha hecho que la persona ahora sea un inmaduro para amar de verdad,
todo por el buscarse a sí mismo. Hasta que Dios no nos dé la verdadera libertad
nuestro amor no será capaz de amar bien[152].
El verdadero amor necesita una constante purificación de
todo egoísmo, se puede purificar en el sacrificio de modo que escoja la lucha
de la verdadera vida. Jesús, si algo quiere, es un amor de calidad que sólo es
posible con él y desde él.
SÓLO
CON EL AMOR DE DIOS EN NOSOTROS, AMANDO CON DIOS PODEMOS VERDADERAMENTE AMAR
Aquel que conoce realmente qué es el amor se nos ha dado
ya a sí mismo para que nosotros podamos amarlo. “Que el amor que me tienes
Padre esté en ellos, y también yo esté en ellos” (cf Jn 17, 26). ¿Cuál es el
amor que estará en nosotros? Nos responde el apóstol Pablo: el amor de Dios ha
sido derramado en nuestros corazones. ¿De dónde? ¿Quizá de nosotros? No, por
medio del Espíritu Santo que nos ha sido dado; en él vivimos, existimos y
somos. Pero no basta saber que el amor es Dios y que viene de Dios, sino que
necesitamos vivirnos verdaderamente en Dios y con Dios en un amor a nuestros
hermanos por medio de él. Es pues necesario estar en el amor para amar,
permanecer en mi amor y a la vez radicado en el amor del Padre (Jn 15, 10).
Quien está en el amor habita en Dios, y Dios permanece en él, quiere decir que
quien está en Dios ama a lo Dios (cf. 1Jn 4, 7).
7 CONOCER AL AMOR
LA
INICIATIVA ES SIEMPRE DE DIOS; LA RESPUESTA, DEL HOMBRE
Dios es el primero que llama, es el primero que quiere
entrar en comunicación con el hombre. Dios quiere comunicarse con el hombre en
un espíritu de reciprocidad y de mutua apertura. A tal iniciativa, libre y
gratuita del Dios viviente, está siempre la respuesta libre y gratuita del
hombre. Dios promete ofrecer la posibilidad de esta respuesta libre con él de
verdadera amistad.
Dios es en sí mismo comunicación de amor, nos comunica,
se nos autocomunica. En la comunión trinitaria el diálogo entre las personas
divinas es incesante. En la Trinidad las tres personas son una comunión en
cuanto son personas y son personas en cuanto son comunicación.. Pues igual cada
uno de nosotros se realizará a sí mismo más plenamente, cuanto más viva la
vocación al dialogo con Dios; cuanto más vive esta comunión con Dios más vive
la propia identidad humana; el dialogo es don con y para los otros.
DIOS
QUE ES COMUNICACIÓN, COMUNICA AL HOMBRE SU VIDA Y AMOR
La comunicación interna al misterio de las personas
divinas se alarga a la creatura privilegiada que es el hombre. Cada hombre y
mujer de este mundo son llamados a ser parte de este misterio de comunión. Dios
ha deseado siempre acercarse al hombre y hacer con los hombres un camino de
amor y de comunión. Toda la Biblia nos habla de la historia de Dios con su
pueblo: Israel, y también la senda que quiere hacer con todos y con toda la
humanidad.
S. Ireneo habla de esta comunicación-participación divina
de Dios con el hombre. “El Verbo ha habitado en el hombre y se ha hecho Hijo
del hombre para acostumbrar al hombre a conocer y a comprender a Dios”[153].
Esta es en efecto la voluntad del Padre mío, que quien ve
(escucha) al hijo y cree en él tenga la vida eterna (Jn 5, 25; 6, 40) Creer en
él, tener la vida eterna es decir, la participación a la misma vida divina es
acercarse y participar de esta intercomunicación del amor, esto significa que
podemos vivir en perfecta comunión con el amor “Yo en ellos y tu en mí, para
que seamos perfectamente uno” (Jn 17, 23). Este deseo de Dios
coincide con nuestro deseo más profundo. “Tu deseo sea el de ver a Dios. Tu
temor de perderlo, tu dolor de no poseerlo, tu alegría es poderte conducir
hacia él”[155].
Descubrir este amor es lo que sostiene la verdadera
conversión. El hombre no se convierte a Dios sino que es siempre Dios el que se
convierte al hombre Jesucristo, quien le pide acoger este amor abandonándose en
él. El primer movimiento es siempre dejarse amar por Dios[156].
La búsqueda de Dios puede venir en muchos modos en la
vida de cada hombre; lo común es que buscarle nos sale a todos desde dentro,
pues es el amor que nos mete de frente a la verdad del ser. Somos testigos de
la verdad del ser en el cual nos sentimos desde dentro. Para alguno puede ser
un paisaje de la montaña que le lleva a la contemplación del amor, un momento
de soledad, o una situación destacada de un momento determinado por ejemplo a
salir de la esclavitud cotidiana, de las esclavitudes de las cosas que todo el
día nos solicitan atención con una mirada que trasciende a Dios.
El hombre solo puede decir, hacer y reflejar lo que ha
recibido de Dios. Lo propio del hombre
es escuchar, mirar, contemplar, dejarse hacer. Lo propio de Dios es hacer y lo
propio del hombre es dejarse hacer[158].
EL
HOMBRE ESTÁ LLAMADO A CONOCER A DIOS
Conocer su modo de pensar, de actuar, de sentir, de amar,
conocer para unirse a él, para identificarse con él, para unirse a él, para
transformarse en él. Puesto que Dios no es una materia de estudio sino una
Persona, significa que conocerlo es entrar en la aventura apasionante del tú a
tú.
La Biblia nos presenta el conocer a Dios como la relación
entre esposo y esposa “Yo te haré mi esposa, seré justo y fiel. Te mostraré mi
amor y mi ternura y tu serás mía para siempre” (Os 2, 21-22). El conocer a Dios
que presenta la Biblia es muy fuerte, es el conocimiento máximo del que se
puede hablar: el amor máximo entre un hombre y una mujer, es un conocer
personalmente a Dios, es hacer este camino de amistad y de amor con quien
sabemos que nos ama tanto. Para conocer a Dios es necesario estar sediento;
solamente busca el diálogo con Dios la persona que se siente necesitada.
YO
PUEDO RECORRER MI VIDA COMO LA HISTORIA DE SU AMOR
La conciencia del amor de Dios es darse cuenta de su
fidelidad; sólo esta conciencia nos permite darnos cuenta cómo él ha estado
presente en la historia de mi vida hasta el día de hoy: “Cuando tú eras niño yo
te amé; yo te he enseñado a caminar entre mis brazos…”; en efecto, éste es el
camino de nuestra vida, el amor de Dios por uno mismo y por cada uno es un amor
infinito. Nuestro Dios, en el curso de nuestra vida, nos ha alentado y
sostenido con infinitos detalles de amor.
“Si una florecilla pudiese hablar contaría con sencillez
lo que Dios ha hecho por ella. No diría que carece de gracia y de amor, que el
sol le ha robado su brillo… yo quiero ser la flor que va a contar su historia
de amor y que se complace en hacer públicas las delicadezas enteramente
gratuitas de la misericordia de Dios”[159].
DIOS
NOS CONOCE PORQUE NOS HA CREADO
Nuestro Dios nos conoce, nos conoce profundamente porque
somos sus criaturas “Señor tú me conoces, de lejos conoces mis pensamientos,
cada día conoces mis pasos (Sal 139). El autor de nuestra vida nos conocía
antes de habernos creado: yo pensaba en ti antes de formarte tu en el seno
materno” (Cf Jr 1, 4). Antes que vinieses a la existencia, Dios
nos ha destinado para vivir delante de él, en su amor. Nuestro Dios conoce
también nuestras rebeldías y obstinaciones. “¿Qué le pasa a mi pueblo?; cada
criatura conoce y reconoce su amo, quién le sostiene, quién le da de comer…
pero mi pueblo no me reconoce. No se ha dado cuenta que yo me ocupaba de él,
que era yo quien se lo daba todo… Está invitado a mirar a lo alto, pero ninguno
alza la vista… mi pueblo se obstina en permanecer lejos de mí… pero no puedo yo
dejarte…”[160].
YO
CONOZCO LOS MÍOS PORQUE LES HE REDIMIDO (Cf Jn 10, 14)
Nuestro Dios es el Buen Pastor que conoce nuestros
gritos, gemidos, sufrimientos, lamentos… mi pueblo que es mi grey anda lejos de
mí, dispersos y se han convertido en presa de animales feroces… ¿puede Dios
permanecer impasible viendo como les destruyen?. El corazón de Dios no lo
permite pues su amor es mucho por su pueblo. “He visto la desgracia de mi
pueblo, he escuchado sus lamentos y sus sufrimientos” Por ello él mismo ha
venido a liberar y redimir lo que es suyo, lo que le pertenece, pues son su
grey. Él ha buscado la oveja perdida, la ha curado y por ella ha sufrido, por
rescatarlo se ha acercado cual buen pastor que toma su oveja extraviada, se lo
pone sobre las espaldas. Ha tomado sobre sí nuestra debilidades y sufrimientos.
[161]
Él nos conoce bien porque nos diseño sobre sus manos a su imagen y semejanza.
Porque el Padre me conoce y me ama yo le conozco y le
amo. Es grande para el hombre el conocimiento de Dios, más allá nuestra pobre
comprensión, su amor nos desborda; como el cielo dista de la tierra así de
grande es su amor por todos nosotros. Quizá, un día, todos podremos conocer la
amplitud, la longitud, la altura y la profundidad del amor de nuestro Dios
presentado en Cristo Jesús nuestro Señor.
Su amor es más grande que todo cuanto pueda conocer, más
de lo que podemos pensar e imaginar… aquello que ninguno ha visto, ni oído ni
imaginado jamás; es el conocimiento que va más allá del conocimiento intelectual,
es un conocimiento misterioso-desbordante- que él ha preparado para aquellos
que lo acogen libremente; y más que conocerle a él se trata de ser conocidos
realmente y profundamente por él. Por este conocimiento vale la pena dejar todo
lo demás, por unirse y ganarle a él todo es una perdida ante la riqueza de
conocerle personalmente. Conocimiento que no viene del hombre sino por medio de
la fe que el mismo Dios da a quienes creen en él y le creen a él.
Cuando el hombre sabe reconocer su culpa, su pecado;
cuando es consciente de que está siempre delante del que le ama profundamente…
puede entonces reconocer su íntima misericordia. Él ha revelado su rostro que
es todo bondad, misericordia y paciencia infinita, sólo porque así es el amor.
No nos trata según nuestros errores ni nos paga según nuestras culpas, por el
contrario lo perdona todo y lo cura todo. Él nos saca de la fosa de la muerte y
nos circunda de bondad y ternura, nos colma de bienes todo el año, nos hace
jóvenes cual águila en pleno vuelo; vino a quedarse con nosotros… y se pone a
la mesa (eucaristía) cada día con nosotros… tomó el pan y lo partió… entonces
los ojos de los discípulos se abrieron y reconocieron a Jesús al partir el pan.
Pon aquí tu dedo y mete tu mano en mi costado, ponte a mi lado y no seas
incrédulo sino creyente.
Nuestro Dios, Redentor y nuestro Salvador viene al
hombre, pide abrir el corazón y un lugar para estar a gusto, sólo necesita que
le dejemos estar. “Si abres la puerta entraremos y cenaremos contigo. Si hoy el
hombre supiese cuales son los caminos que conducen a la paz… si le conocieses y
escuchases por un momento sus voz. “Escuchad hoy su voz no endurezcáis vuestro
corazón..”. Si encontrases la senda de la vida, si no endurecieras tu corazón…
encontrarías la vida, la felicidad, la paz profunda de tu interior. Sólo en
Dios el hombre puede encontrar reposo, fuerza, fortaleza, coraje, refugio… Aun
cuando el hombre le abandonara, Dios no lo puede hacer, porque no puede negarse
a sí mismo… porque él ha venido a traer vida y una vida en abundancia, plena,
completa, acabada, integrada, armónica y FELIZ.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados,
todos los que tenéis sed de amor… venid a mí porque grande es mi amor. Venid a
mi sombra para encontrar gracia y misericordia; entrad en el lugar de mi
reposo, os llevaré a buenos pastos, donde se puede reposar y comer en
abundancia, dice el Señor. Sólo en él el hombre puede encontrar afecto, y una
compresión total, porque él es la fuente del amor, él es la fuente de la
seguridad, estabilidad y sostén de todo corazón humano, que es tan débil e
inseguro. Sólo Dios es fiel y ofrece un amor en total fidelidad, estabilidad,
sin limites de tiempo o espacio.
Jesús quiere una relación personal y ardiente de amor… a
través de una oración de corazón. La verdadera oración es una verdadera
comunión de amor; orar es ante todo un ejercicio del corazón, no sólo de la
mente: “Dame hijo mío tu corazón”. La oración afectiva necesita el amor. Jesús
quiere que podamos conocerle en profundidad.
“Si Dios ha puesto en nosotros el deseo de conocerle y
esta unión-conocimiento fuese imposible, ¿en qué angustia, pues, no se debate
la esperanza del hombre? Si Dios nos dice que los limpios de corazón le verán y
el que ve a Dios alcanza la bienaventuranza plena… ¿acaso Dios nos invita a una
felicidad que excede a nuestra naturaleza? ¿A caso él nos mandó algo que por
magnanimidad supera nuestras fuerzas?”[167].
Jesús quiere una comunión de vida perfecta con los suyos.
Que seamos uno con su pasión de amor; el beber el cáliz lo hemos de descubrir
como la invitación más auténtica de amor, aquello que se nos ofrece, propone y
presenta cada día… es sólo por amor, porque nos ama profundamente. Jesús en la
última cena con los discípulos de manera muy especial les introduce en este
misterio de amor, de su Amor, se les revela de forma expresa y explícita todo
el misterio que de amor de su persona. Era la revelación intratrinitaria que
les preparaba para un conocimiento nuevo y profundo de amor: el del Misterio
Pascual y Resucitado, amor que le incorporaba en su dinámica bautismal que
estaban inaugurando, aun cuando no se enteraban en ese preciso momento.
CONOCER, AUTO COMUNICACIÓN, AUTO DONACIÓN, AUTO COMUNICACIÓN DE VIDA Y AMOR
Cuando Dios se da a conocer a su pueblo, se liga y se
compromete con su pueblo desde una unión vital que le hace dependiente
totalmente y esclavo por amor. Él se da a conocer dándose a sí mismo[169].
Cuando Dios da a conocer su “Nombre” está dando todo lo que él es (su nombre es
su ser), se está dando a conocer totalmente tal cual ES, volcando su amor. “Yo
soy”. Haciendo referencia en el “para” “con” “en función de“ mi pueblo.“El hombre permanece para sí mismo un ser
incomprensible, carente de sentido, sino se lo revela el amor, sino se
encuentra con el amor, sino lo experimenta y hace propio, sino participa en él
vivamente”[170].
Es por ello que el hombre no puede vivir sin esta
comunicación de amor; este conocimiento es NECESIDAD vital de todo el ser del
hombre y de todos los hombres. Así nos lo manifestó el mismo Dios en la persona
de Jesús de Nazaret (Cf. Jn 17, 3). En esto consiste la VIDA (con mayúsculas),
en conocer al amor y a su enviado Jesucristo. Ha sido designio de Dios poner en
el corazón del hombre la necesidad indeleble de buscarle, por ello solo él
puede colmar estos deseos profundos de amar.
CONOCIMIENTO
EXISTENCIAL SALVÍFICO DESDE EL MISTERIO PASCUAL
Dios quiso revelarse plenamente en Cristo a través de su
misterio de Encarnación y misterio Pascual de Redención, sólo asociándonos
existencial y vitalmente a Cristo en su misterio escondido en la Cruz, podemos
conocer a Dios realmente[171].
Sólo en Cristo encontramos la clave de lectura para entender a Dios[172].
A Cristo sólo se le conoce en la medida en que se le sigue[173].
El misterio de Dios sólo se “comprende” en el misterio de Cristo crucificado[174].
Se hace imprescindible y urgente recuperar la categoría
vivencial del conocimiento a partir del encuentro y del seguimiento de Cristo,
incorporándonos a su misma acción salvífica y comprometiéndonos con sus mismas
exigencias liberadoras e integradoras de nuestro mundo hoy[175].
La revelación misma del misterio de amor de Jesús sólo se
lleva a cabo a su plena donación en el misterio Pascual de Muerte y
Resurrección. Los discípulos sólo a la luz de penetrar este misterio Pascual se
les abrieron los ojos para poder comprender-conocer lo que antes no podían
comprender.
7BIS. LA FRAGUA DEL AMOR
SI
QUEREMOS AMAR, NECESITAMOS ORAR
Nosotros no tenemos vida en nosotros mismos, pues la
fuente de la Vida-Amor es Dios; sólo él puede generar Vida-Amor. La clave para
poder amar es la oración, es la escuela del amor y de la vida porque forma,
informa y conforma todo nuestros deseos. Si oramos bien amaremos bien,
viviremos bien. No podemos ver, pensar, decir, buscar nada mejor de cuanto
podemos ver y encontrar la oración del mismo Jesús. Como el niño que tiene
necesidad de aprender todo, a caminar, a comer, de hablar… de la misma forma
nosotros necesitamos orar para aprender el lenguaje del amor. Por lo que
necesitamos orar bien para amar bien. El hombre tiene necesidad de orar, porque
tiene necesidad de Dios, que entre su vida y la vida divina, entre su
impotencia y la fuerza de Dios[176].
ENTRE
EL PROYECTO DE DIOS SOBRE MI VIDA Y LA PROPIA REALIDAD PERSONAL HAY UN ABISMO.
¿Cómo salvar este abismo? La oración es una necesidad
fundamental del hombre. “Sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5). La oración
corresponde a una exigencia de la misma vida. La dependencia de la criatura y
el cuidado de Dios, hace surgir en el hombre la necesidad de su conciencia de
ser necesitado de Dios. El hombre es intrínsecamente incompleto e indigente. La
oración es como un granito que emerge del fondo del corazón, como una fuerte
necesidad que se siente en el fracaso, el sufrimiento, la humillación y también
en las situaciones más felices en la búsqueda del amor y de la alegría, porque
no existe aquí abajo ninguna cosa que pueda saciar nuestra sed de infinito.
“La condición de nuestra existencia está necesitada de
algo, que nuestra ilusoria autosuficiencia no da; ella tienen necesidad de un
complemento: tiene necesidad de Dios, de hablarle, de encontrar en él aquella
seguridad, aquella plenitud que sólo de su Vida-Amor puede venir”[177].
“La convicción que no hay nada para el hombre sin Dios y todo con Dios”[178].
¿QUÉ
SIGNIFICA ORAR?
Esta comunicación entre Dios, el Creador, y el hombre, su
criatura, es un contacto vivo, personal, amoroso que necesita profundamente el
hombre. Sólo en Dios puede encontrar algo de eterno que lo haga desbordar el
vacío del hombre y capaz de aceptar su sed y su constante nostalgia. Es, pues,
la oración, la que pone en contacto esta comunión corazón a corazón, cara a
cara; en mí, la riqueza de Dios se vuelca sobre la miseria de la criatura y la
hace finalmente feliz.
La oración tiene su origen en esta necesidad fundamental
del hombre de dialogar con un Otro para expresar sus penas y alegrías en su
deseo de vida y de amor, de felicidad eterna. En la base de la oración se
encuentra la necesidad exasperante de encontrar la protección y el apoyo para
nuestra inseguridad. La oración responde a la excelencia de nuestra
vocación nuestra más profunda (Cf GS 19).
NATURALEZA
DE LA ORACIÓN COMO COMUNICACIÓN
Esta comunicación del hombre con Dios, este aspecto del
dialogo y, por lo tanto, deseo de respuesta es fundamental. La oración es,
sobre todo, la elevación del hombre a la vida íntima de Dios. La oración es
comunicación del amor con el verdadero Amor, con la fuente del amor. Nuestro
destino eterno se realiza solamente contemplando a Jesús en la plenitud de su misterio.
Una persona que no ora es como si el cuerpo deja de
respirar: es el sofocamiento, la muerte. Pero cuando, por el contrario, la
persona ora, instintivamente como nuestro cuerpo cuando respira bien, inaugura
el cielo en su corazón. Pero quizá nos falta atender al reclamo constante a
participar y comulgar e insertarnos en la comunión plena del misterio
Trinitario.
a) La oración vocal, oración de intercesión.
Es la oración donde nosotros pedimos a Dios. ¿Por qué
debemos pedirle? Debemos orar siempre pues El sabe que tenemos necesidad, por
lo que nos hace conscientes de nuestras necesidades; nos prepara a recibir
aquello que le pedimos, porque dilata nuestra capacidad y nos llama a tener una
medida más grande de lo que pedimos. “Pedid y recibiréis”. El Padre dará el
Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan . Con tanta mayor capacidad
recibiremos ese mejor y mayor bien que no hay vista que haya visto, ni oído que
haya escuchado ni ha entrado en el corazón del hombre[180].
b) La meditación, u oración de reflexión:
Debemos orar también con nuestra mente; pero ¿por qué
meditar cuando Dios mismo conoce y escruta el pensamiento humano?. Las palabras
son un estímulo para los deseos del espíritu, un tomar conciencia de dónde me
encuentro. Un motivo para encontrar y aumentar nuestra capacidad[181].
Oramos a Dios también con palabras, para estimularnos más y acrecentar el
fervor, ejercitándonos con la palabra a concentrarnos en aquello que deseamos
para evitar las distracciones.
c) La oración afectiva o del corazón
Debemos orar también con el corazón, como expresión de un
fuerte afecto, como lenguaje de los sentimientos internos, como influjo del
espíritu. El hielo para la caridad es el silencio del amor; si siempre
permanece la caridad tu siempre gritas; si siempre gritas te recuerdas del
Señor y buscas su amor con todo el ardor de tu alma. Esta oración es sin muchas
palabras, manifestándose con gemidos y sinceridad[182].
d) La contemplación.
Ésta nos une con Dios; debemos orar hasta el final con la
vida, con la ilusión de hacer de nuestras vidas una oración constante.
No en vano dice el “Apóstol” orar sin interrupción, orar
en toda ocasión. No tanto con una postura o en un lugar particular sino con una
disposición interior que no conoce interrupción, éste ha de ser nuestro deseo.
“Tu oración es tu mismo deseo, si tu deseo es continuo la oración es continua” [183].
LA
VERDADERA ORACIÓN COMO DIALOGO
“Es tratar muchas veces, tú a tú de amistad con quien
sabemos nos ama” (Santa Teresa). La oración es un encuentro vivo, tú a tú con
nuestro Dios; en este encuentro uno está seguro de su presencia. Él se ha hecho
hombre precisamente para que nosotros pudiésemos conocerle personalmente. Esto
es lo que ha querido siempre: tener una relación de cercanía y de verdadera
amistad con el hombre. Dios quiere que le conozcamos íntimamente.
Quien quiera entrar en él ha de entrar en su casa para
convivir en intimidad (Ap 3, 20). La verdadera amistad con Dios hace el mismo
camino de una amistad humana. Puede que en un primer momento no nos conozcamos,
las conversaciones pueden ser frías y superficiales como en el inicio de
cualquier amistad; pero poco a poco con un trato asiduo se va ganando calor y
cercanía. En la relación con Dios lo bello es que también él inicia con un amor
ardiente, por lo que después de un primer encuentro con su amor nosotros
quedamos necesitados, cada día, de hablarle y escucharle, convirtiéndose en los
momentos de reencuentro que hacen más fuerte la amistad.
LA
ORACIÓN AUTÉNTICA PIDE PRESENCIA
En la oración es muy importante dar con la presencia del
amor-Dios, descubrirle como persona viva. “Sin la humanidad de Cristo yo no
podría orar”[184]. Generalmente uno se
confía según con la persona que se tiene delante, con quien se habla, según su
personalidad; esta seguridad me hace escuchar con otra actitud, atención e
interés. En Dios tal seguridad esta garantizada, pues aquello que él me dice es
porque me ama, es verdadero y esto hace que me confíe por entero a él; porque
el nombre de nuestro Dios es “fidelidad, bondad y misericordia”. Puede que yo
cambie, y muchas veces en un día, pero él no cambia con tanta facilidad; hoy
digo una cosa y mañana otra, pero él no es así… aun cuando todo y todos cambien
el amor de mi Dios no cambiará nunca. Lo dice el Señor que te llama [185].
EL
CÓMO DE LA ORACIÓN
La oración con estos presupuestos es muy fácil y
concreta, por lo que se puede decir que no consiste en sentimientos. Que hemos
de acordarnos de él más que del respirar[186].
La oración es, pues, creer en aquello que él me dice por medio de su misma
Palabra. El diálogo con Jesús es siempre una aventura apasionante, pues él nos
conoce en profundidad y nos ama locamente.
Orar-dialogar con Dios es escuchar, creer, buscar a mi
Dios. Muchas personas oran, pero quizá no buscan al mismo Dios, mueven los
labios, dicen cualquier plegaria, rezo, novena… pero no le buscan a él. Creer
en Dios quiere decir ir con él a lo profundo del propio corazón, buscando su
propia voluntad, deseando aquello que Dios desea, querer que venga su Reino.
Para hacer su voluntad es necesario pedir poder comprender aquello que él
quiere, pedir su fuerza para poder realizar eso que se entiende.
Si deseamos encontrar a Dios debemos hacer un horario
nuevo, dedicarle tiempo y no permitir que este tiempo nos sea robado por otros
o por otras ocupaciones y preocupaciones. Es falso decir: “todo lo que hago es
oración”, pues esto lo puede decir sólo aquel que ha orado antes y mucho
durante el día. Necesitamos de un espacio, de un tiempo, de un silencio
exterior e interior para donde encontrarle, máxime en nuestro mundo que esta
lleno de necesidades materiales, de ocupaciones, trabajos que apenas queda
espacio para sí mismo, para el hogar… en este mundo se hace más necesario
puesto que es más difícil; hay más obstáculos aparentemente, debemos parar la
ruleta de la vida y meditar un momentito.
Cuantas veces la oración permanece o la concebimos como
una obligación más que una necesidad interior; siendo sinceros, necesitamos más
esta oración del corazón que de labios para afuera. Como a un amigo no le
escuchamos sólo por dos horas, sino que cuando nos sentimos a gusto con él, el
tiempo se pasa sin darnos cuenta, igualmente es posible en la oración: podemos
quedarnos ratos largos juntos en una relación amistosa con Dios. Los enamorados
se buscan siempre, sólo desean vivir el uno con el otro todo el día, y aun
separados se piensan mutuamente, pues así es el amor. Así es la oración para
quien tiene un gran deseo de Dios, de vivir la vida de Dios y con Dios, éste
ora continuamente y con facilidad, pensando en Jesús e invocando su nombre,
gustando dentro de sí la paz, la amistad de aquel nombre.
CONDICIONES
PARA LA ORACIÓN
SILENCIO-RECOGIMIENTO:
Antes de la oración se debe crear un clima de
recogimiento exterior. Cuántas veces decimos que no tenemos tiempo de silencio,
pero realmente cuánto tiempo perdido, cuántas veces los medios marca el ritmo de
nuestra vida. Por lo tanto, quien quiera entender y entrar en lo que es la
oración, deberás dejar a un lado la radio, la televisión para poder situar a Dios en el
centro de su vida y de su hogar (Cf Mt 6, 5).
RECOGIMIENTO
INTERIOR
Es necesario un recogimiento más interior,
rechazar toda distracción y llevar todos los problemas y pensamientos ante de
Dios, y cuando os sintáis abandonados a él, ponéos a sentir lo que Dios os
dice.
SIMPLICIDAD.
Presentémosle nuestra vida simple y sencilla,
entonces experimentaremos a Dios más cercano… ‘dejad que los niños vengan a mí,
no se lo impidáis porque Dios da su Reino a aquellos que son como ellos’ (Cf.
Mt 19, 14).
SINCERIDAD
La oración, cuanto más sincera, más
liberadora; cuanto más es uno mismo delante de él que, nos conoce totalmente,
más autentica, más capacidad nos da de autoaceptación personal y comunitaria.
“A quien se le han perdonado muchos pecados, experimenta mucho amor” (cf Lc 7,
47).
GRATUIDAD
Necesitamos de un total “desinterés”;
mientras que los otros han ofrecido aquello que les sobraba, esta pobre mujer
ha ofrecido todo lo que poseía, y lo que necesitaba para vivir (Cf Mc 12, 44).
HUMILDAD
¡Cuánto avanza quien es humilde delante de
Dios y también delante de los hombres…!; “pero el pecador se para detrás y no
quería ni siquiera levantar la mirada al cielo, por el contrario se golpeaba el
pecho diciendo: ‘O Dios, ten misericordia de mí que soy un pobre pecador’” (Cf
Lc 18, 13).
OTRAS ACTITUDES
INTIMIDAD: La oración debe salir del amor más
que de los labios (Mt 6, 7); CONFIANZA: No duda nunca, aún cuando se siente
indigno ante Dios: él no le rechazará nunca (Jn 6, 37); ALEGRÍA: Jesús se lleno
de alegría y dijo… (Lc 10, 21).
LOS
FRUTOS DE LA ORACIÓN
La utilidad y eficacia de la oración será según la
presencia de Cristo en nuestra oración como en nuestra vida. La fecundidad
interior de nuestra vida en definitiva depende y será según la medida de
nuestra oración, aun cuando parte de nuestra actividad apostólica dependerá en
buena parte y está influida en buena parte por la intensidad de nuestra
oración. “Por su frutos se conocerá el árbol” (Lc 8, 4) En los frutos
se reconoce el trabajo que durante mucho tiempo se gestó en el silencio, en lo
cotidiano. En la cotidiana oración se hace y se gesta el buen fruto sembrado
por el campesino. Así la semilla caída en buena tierra produce mucho fruto (Is
55, 10).La palabra que habéis escuchado es capaz de hacer fructificar la vida
de una persona, frutos que antes nadie había conocido en él. “Qué grande obra
hace el amor / después que lo conocí, / que si hay bien o mal en mí / todo lo
hace de un sabor…”[187].
LA
ORACIÓN ES PARA HACER LA VOLUNTAD DE DIOS
“No oramos para tener la fuerza de hacer aquello que
hemos decidido, sino para descubrir aquello que debo hacer”[188].
Esto es el verdadero concepto de la oración cristiana; nosotros los cristianos,
debemos orar en “espíritu y verdad” como dice el apóstol Juan. Lo específico de
la oración cristiana es que es don directo de Dios, que nos manda el Espíritu,
que nos da el orar en la verdad, es decir, en la Revelación del Padre que habla
de sí mismo en Cristo. El culmine de la oración cristiana es, pues, que lo
Jesús nos ha enseñado: Padre Nuestro… no se haga mi voluntad, sino tu voluntad
(Cf Lc 22, 42).
Debemos educarnos en una oración de este estilo. Si damos
con la intencionalidad, los sentimientos de amor del Maestro, entonces
realmente somos sus discípulos; éstos van aprendiendo una oración de
acercamiento, de reconocimiento, de petición, de preguntas y respuestas, y de
discernimiento diario: “Padre, este día ¿qué quieres de mí…? dame la fuerza de
tu Gracia para poderla llevar a cabo”. Descubre dentro de ti la fuente de una
vida feliz y en paz, la serenidad y la seguridad de estar haciendo lo que a él
le agrada y a ti más te conviene.
LA
ORACIÓN: TRANSFORMA-IDENTIFICA CON EL AMOR
¡Qué gran obra hace el amor…! Cuando realmente una
persona ora bien, nada ni nadie lo detiene. La oración abre todo el itinerario
para aprender el amor que va de la conversión a la contemplación, pasando a
través de una larga y espesa fatiga de la purificación, hasta llegar a la
contemplación. Si la oración es un aburrimiento y no me cambiará para nada,
simplemente es porque no he hablado ni hablo con Dios sino que hablo conmigo
mismo.
Puedo hacer del tiempo de la oración un monólogo (yo sólo
conmigo) y no un diálogo (dos en conversación). Cuando nos acercamos a la
Palabra de Dios debemos ser conscientes que aquél que me habla no es
cualquiera, sino que es él, es Dios mismo. Si yo creo en su Palabra, ésta se
convertirá en mí en espada de doble filo, en una palabra viva y eficaz. La
Palabra de Dios da fuerza creadora y renovadora a quien cree aquello que “la
Palabra que sale de su boca y no tornará a él de vacío”.
Nuestra vida es lo que creamos, “que se haga según tu fe”
“Que se haga en mí según tu has dicho”, dice María. Ella lo hace por delante de
nosotros para que nosotros lo hagamos nuestro y lo practiquemos. Una sola
palabra escuchada con fe es capaz de transformar toda la vida de una persona:
“Solamente una palabra tuya y yo seré salvado” y es la experiencia de tantos
santos. Solamente una palabra llena de amor y vida de Dios es suficiente para
hacer retornar la esperanza, el deseo de vivir y de amor.
Sólo la Palabra de Dios puede hacer que en nosotros nazca
una esperanza nueva, una alegría inmensa, y energías nuevas para reiniciar la
marcha, sobre todo que nos da la ilusión y la fuerza para anunciarle y
contagiarle a todos los hombres las maravillas que él ha hecho en mí[189].
Cuando se tiene una alegría incontenible e impresionante no puede retenerla
para sí mismo, es espontaneo levantarse e ir corriendo a contagiársela al
primero que encuentre, desde los más cercanos hasta los más extraños. “El Verbo
de Dios nace espiritualmente en aquellos que lo desean, por la fuerza de su
amor por los hombres”[190].
8. TRANSFORMACIÓN EN EL AMOR
EL FRUTO
DE LA ORACIÓN: LA TRANFORMACION-IDENTIFICACION CON CRISTO
Para acercarnos al misterio de la unión-comunión con Dios
con el concepto de los padres griegos[191]
empleamos el término de “divinización del hombre”. Es necesario tener presente
la diferencia entre el hombre, esencialmente criatura y el Creador, que por
naturaleza es esencialmente diferente. Tal comunión no será posible como un
absorber el yo humano en el yo divino, sino una alteridad entre Dios y la
criatura desde sus diferencias. Este misterio solamente se esclarece a la luz
del misterio de la autodonación del Hijo encarnado: Cristo nos hace partícipes
de su naturaleza divina sin suprimir nuestro ser creatural[192].
En Cristo, bajo la acción del Espíritu Santo, tomamos parte por “pura gracia” a
la vida intradivina. Nosotros podemos en verdad convertirnos en participes de
Cristo cuales “hijos adoptivos” y gritar con el Hijo en el Espíritu Santo:
“Abba, Padre” (cf. Rm 8, 15).
En este sentido los padres tienen plenamente razón de
hablar de divinización del hombre que, incorporado a Cristo hijo de Dios por
naturaleza, se hace por gracia participe de la naturaleza divina en el Hijo.
COMUNIÓN
POR LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO
Jesús, Verbo del Padre, quiere verdaderamene mostrarnos,
comunicarnos y autodonársenos. Dios se ha manifestado, revelado en Cristo.
Partiendo de la infinita verdad revelada en Jesús, nosotros tenemos acceso al
Padre en el Espíritu Santo. Nosotros no sabemos cómo orar, mientras el Espíritu
mismo ora por nosotros (Cf Rm 8, 6; 8, 26). Estamos llamados a orar
en comunión con el Espíritu Santo enviado a nuestros corazones. El cristiano,
recibiendo el Espíritu Santo, glorifica el Padre y participa realmente a la
vida trinitaria. Cuanto más una criatura se acerca a Dios, tanto más crece en
él la reverencia delante de Dios, tres veces Santo[193].
Lo específico de la oración cristiana es don directo de Dios que nos envía al
Espíritu, nos regala orar en la verdad: dar culto a Dios en espíritu y en
verdad (Jn 4, 55). Es en la revelación que el Padre habla de sí mismo en
Cristo. Es esto lo que la liturgia actúa en las conclusiones de cada oración
utilizando la fórmula “Por Cristo nuestro Señor en unidad con el Espíritu
Santo”[194].
“Padre conságrales en la verdad; tu Palabra es verdad… yo
por ellos me consagro a mí mismo para que también ellos sean consagrados en la
verdad” (Jn 17, 17-19). Jesús pide por los discípulos, para que crean:
escuchen y acojan su Palabra para que reciban su misma vida amor y sean
plenificados de tal forma que puedan comunicar esta misma vida a los hermanos,
de forma que por medio de su palabra quienes les escuchen también puedan
abrirse y crean en él. Jesús, entregándoles la Palabra que él recibe del
Padre, les introduce en la intimidad-comunidad, vital-comunión de amor que él
vive con el Padre dándoles a conocer lo que el Padre le decía y como el Padre
se lo revelaba.
En virtud de la Palabra, hace de ellos criaturas nuevas,
hace brotar en ellos un amor nuevo, una relación amorosa nueva, esponsal: su
esposa-virgen-desposada. A su consagrado, a su esposa, a su Iglesia, Iglesia
fecundada por el Espíritu de amor quien la hace madre y fecunda por su Palabra,
de modo que puedan responder a la misión que él les confía.
Sólo el amor de Dios
desarrolla plenamente una función integradora en la persona, es la llave de la
manifestación en el interior de la persona y entre las personas; lo que hace
que la persona sea realmente una persona unificada es el conocer, querer y actuar
de acuerdo con su verdad, regida e impulsada por la norma interna que impulsa
al hombre a obrar de acuerdo a su verdad, a su propia imagen: la imagen de
Dios. Sólo el amor renueva, congrega, integra, unifica.
Donde está el Espíritu de amor, se da la unión, la
comunión y la plena integración; a pesar de que las partes sean distintas, el
amor hace posible la unidad en la diversidad. La unidad de todo el cuerpo
responde a la unidad de cada una de las partes con la cabeza. La unión de la
comunidad cristiana se basa en la unión de cada uno con Dios en Cristo. Esta
unión se da escuchando la Palabra y permaneciendo en ella. “Quien permanece en
Dios, y Dios en él… ese da mucho fruto”[197].
El anuncio y la proclamación de la Palabra: Cristo es
vital para la vida de la Iglesia y de cada cristiano: “Id por todo el mundo y
anunciad la Buena Nueva: el que crea y sea bautizado, se salvará; bautizadles
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Esta inserción en la
comunión de vida con Dios y con los hermanos supone una aceptación libre y
voluntaria de la Palabra de Dios en nuestra vida. “¿Cómo creerán en aquél que
no han oído?, pues la fe viene por la predicación, por la adhesión a la Palabra
de Dios anunciada”. Por lo cual, dice Pablo: “no me envió Cristo a bautizar
solamente sino a predicar el Evangelio”. Porque el anuncio de la Palabra es
vital, sin ella no existe misión alguna, ni sacramentos. Los sacramentos de
iniciación y de incorporación a la vida en Cristo piden para su eficacia la
adhesión a la Palabra: Cristo engendra por la Palabra: Bautismo; Cristo
purifica por la Palabra: Reconciliación; Cristo alimenta por la Palabra:
Eucaristía.
“Al que guarda mi Palabra mi Padre le amará y vendremos a
él, y haremos morada en él. Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi Padre y
vosotros en mí y yo en vosotros. Yo les he dado, Padre, tu Palabra y ellos la
han aceptado. Yo les he dado en ella el poder que tu me diste para que entren
en comunión vital con nosotros para que sean uno como nosotros somos uno,
perfectamente UNO”. El fruto de la acogida en nosotros de la Palabra es la
unidad, la comunión con Cristo. En Cristo es donde se da la revelación de la
unidad e integridad de toda nuestra vida.
El pecado produjo la división en nosotros: dividió
nuestro pensar, amar y actuar, afectó todo nuestro ser; mente dispersa donde se
pasó al entenebrecimiento, a la falta de luz, a nuestro amar con un corazón
dividido dando paso a la concupiscencia; la falta de fidelidad y de pureza; en
nuestro actuar dejó una voluntad rota dando origen a la división y a la falta
de integración. Jesús recoge, asume, integra, manifiesta todo nuestro ser
dándonos su mismo actuar y pensar.
UNIDAD
EN LA COMUNIDAD, EN LA DIVERSIDAD, EN LA PLURALIDAD, ECLESIALIDAD
Como en la Trinidad las tres personas son un solo Dios,
nosotros estamos llamados a vivir en la unidad en todo el Cuerpo de Cristo que
es la Iglesia, formando todos una sola cosa. “Os recogeré de entre las naciones
y os reuniré de todos los países que fuisteis dispersados y os llevaré a
vuestra tierra… ellos serán mi Pueblo… yo seré su Dios”.
Cristo nos hace vivir con un sólo corazón nuevo, con un
espíritu nuevo, unos sentimientos nuevos. Donde cada cual ya busca y desea
estimar más a los demás que a sí mismo: buscando todos el mismo sentir: el de
Cristo; así como en el Cuerpo los miembros más débiles son rodeados de más
dignidad así deberéis hacer igualmente vosotros. Acoged el más débil, sufrid
con el que sufre, alegráos con el que esta alegre, buscad cada uno no su propio
interés sino el de los demás.
El que preside que lo haga con humildad y sencillez,
atendiendo a las necesidades de todos, acogiéndoos mutuamente y cuidándoos como
Cristo que se puso siempre al servicio de los demás. Ninguno vive para sí mismo
sino para los demás en el Señor… Así también procurad todo lo que en vosotros
forma la fraternidad y la mutua edificación[200].
Esta unidad la extiende Cristo a todo y a todos los
hombres, la Iglesia entera con su irradiación universal: No ruego sólo por
estos que han acogido tu Palabra, sino también por aquellos, que por sus
palabras creerán en mí para que todos sean uno. Así el Señor ha deseado que no
hubiese división alguna en su cuerpo, por los que estableció dones y carismas,
ministerios para unos al servicio de los otros. Sin buscar nunca el honor ni el
protagonismo del poder sino el mayor crecimiento de todos. Aunque en orden de
jerarquías quiso Dios poner los apóstoles en primer lugar, en orden del amor quiso
que estén situados en el último lugar que estén al servicio, a los pies de
todos.
La fraternidad universal deberá seguir el signo y el
impulso de la intencionalidad de su Maestro: Jesús, de esta unidad de todos en
el cuerpo de Cristo, pues todos los bautizados, judíos y griegos, esclavos y
libres no forman más que un sólo cuerpo. Hemos pues de romper con toda barrera
de degradación sexual, racional, cultural, social… congregados todos en la
unidad de su amor.
CRISTO
NOS CONDUCE A LA UNIDAD TRINITARIA
Dios ha querido por medio de
Cristo reconstruir la unidad con todas las cosas. Tu derecha me acoge en mi
Señor; el Hijo del hombre, mediador entre Dios y uno de nosotros… a fin de que
por medio suyo yo alcanzase a quien me ha alcanzado y me acompaña siguiéndole
hasta a el día, en que purificado y preso por el fuego de su amor le confesaré
a él[202].
El hombre, como imagen de la Trinidad, debe comprenderse inserto en la misma
actividad creadora: Palabra-comunicación del Amor-Vida de Dios. El hombre en
esta semejanza con Dios trino no es un ser estático, sino una realidad
dinámica: su semejanza es de comunicación y asimilación. El ritmo circular de
la creación de Dios a Dios salida y vuelta se realiza por medio del Hijo. La
realidad Trinitaria de la semejanza del hombre con Dios alcanza su profundidad
definitiva en perfecta intimidad en la unión personal de Dios y el hombre es la
Palabra[203].
Como en la Trinidad, el Espíritu Santo es vínculo divino
que nos une, haciéndonos trabajadores conscientes de unidad[205].
Con su amor Dios renueva y restaura la unidad dentro y fuera de nosotros; el
don del Espíritu nos guía a salir de esta ruptura del pecado para incorporarnos
a Cristo y así sanarnos y devolvernos la imagen de Dios originaria. Por medio
de aquello que en comunión el Padre y el Hijo han querido para nosotros podamos
llegar a la misma comunión y unidad entre nosotros y con ellos, y mediante el
único don que ellos tienen en común recogieran en la unidad[206].
El Espíritu Santo ha dado al hombre el subir al amor por Dios y por el prójimo
siendo él mismo Dios[207].
No enciendes la lámpara mientras te encuentres junto a la fuente de la luz:
lleno de sí te conduce[208].
EL
ESPÍRITU NOS INSERTA EN EL DINAMISMO TRINITARIO
La oración del cristiano debe insertase en el movimiento
trinitario de Dios; su contenido esencial deberá ser necesariamente también
determinante de la doble dirección de tal movimiento: en el Espíritu Santo el
Hijo que viene al mundo para reconciliarnos con el Padre por medio de su obra y
sufrimientos. Por otra parte en el mismo movimiento y en el mismísimo Espíritu
el Hijo encarnado retorna al Padre, cumpliendo su voluntad mediante la pasión y
la Resurrección[209].
En unidad del Espíritu y de acuerdo con las capacidades
reunidas los miembros de Cristo completan su Cuerpo, la Iglesia, de acuerdo con
las capacidades recibidas. Dios fue quien puso en el Cuerpo los miembros cada
uno de ellos como quiso, los miembros sienten la misma solicitud unos para
otros en virtud de la comunicación espiritual de nuestro afecto que les es
propia. Esa es la razón de que cuando un miembro sufre, todos sufren con él,
que cuando es honrado todos se felicitan[210].
La oración, aun cuando se realiza en la soledad, en
realidad es siempre encauzada al interno de la comunidad y para la comunión en
la construcción del Cuerpo de Cristo. La oración sacerdotal de Jesús al final
de su vida esta señalada por esta intencionalidad hacia la unidad; oración que
queda como el modelo y el objetivo de nuestra oración; es así como podremos ser
perfectamente uno y el mundo podrá creer “…que tú Padre me has mandado”. Todos
los dones y carismas son para la Iglesia a fin de que todos lleguemos a ser
hombres perfectos y todos juntos lleguemos a la unidad de la misma fe, el mismo
conocimiento y el mismo amor[212].
Es la vida de quien ya no
vive de acuerdo con la carne, sino que actúa en virtud del Espíritu de Dios, la
actitud propia del Hijo de Dios, es el llamado hombre espiritual porque quienes
viven en la carne desean lo carnal, pero los que viven según el espíritu desean
lo espiritual. El verdadero hijo de Dios se ha vuelto conforme a la imagen del
Hijo de Dios. No existe una verdadera adhesión a Cristo si no se da una
adhesión a su obrar y su misión hasta que todos lleguen a la unidad y al
conocimiento pleno del Hijo de Dios.
Con el don del Espíritu Santo Jesús nos envía a sus
apóstoles a consumar su obra de salvación que el Padre le confió. “Como el
Padre me envió así os envío yo, recibid el Espíritu Santo. El universo y la
creación entera están destinados a participar de la gloria de Dios, de la misma
historia íntima de Dios. Nada se pierde sino que todos quedan totalmente
transformados y transfigurados [214].
LA
VIDA DE DIOS EN EL ESPÍRITU
Vosotros no estáis bajo la carne sino en el Espíritu, ya
que el Espíritu de Dios habita en vosotros. Cuando quisiste crear al hombre lo
creaste contemplándote a ti mismo en tu Hijo y te complaciste en crearle a tu
imagen y semejanza, y le infundiste tu mismo Espíritu; lo enriqueciste al darle
inteligencia para que en la sabiduría de tu Hijo comprendiera y conociera tus
designios. Así toma parte el hombre en tu mismo Amor que es el Espíritu Santo
para que le sea posible al hombre aspirar y alcanzar aquello que con tu
sabiduría conoce y contempla. Esto lo hiciste posible gracias al derramamiento
de tu Espíritu inefable, huésped del alma para que con su gracia el hombre fuese
capaz de entender y gustar de ti y llegara así al gozo inefable de tu
contemplación eterna. Cuan bueno y cuan suave tu Espíritu para con nosotros[215].
LA
VIDA DEL HOMBRE RENOVADO Y TRANSFORMADO EN CRISTO
Gracia y paz sean cumplidas en vosotros por el
conocimiento de nuestro Señor, pues por su divino poder nos ha concedido todas
las cosas de su divinidad por el conocimiento de Aquél que nos llamó a su
propia gloria y dignidad por el cual hemos recibido las preciosas y sublimes
promesas hechas desde antiguo para que por estas cosas seamos hechos partícipes
de la naturaleza divina.
S. Pedro da claramente a entender que el alma participara
eternamente de Dios y que será obrando en él, acompañadamente con él, .la obra
de la Santísima Trinidad por causa del amor intimo entre el alma y Dios. Para
que viniéramos a conocer a la imagen y semejanza de Dios.
Esta es la oración del mismo Jesús que pide al Padre que
sean una misma sola cosa con él, comunicándoles el Espíritu Santo su mismo
Amor, para que por comunicación y transformación de amor llegáramos a ser una
misma cosa con él por comunión de amor con el Padre, el Hijo y el Espíritu[216].
DESTINADOS
A LA GLORIA PARTICIPANDO PLENAMENTE DE CRISTO
Esta transformación plena y unión sustancial entre el
alma se cumple perfectamente en la otra vida, en la que nuestra naturaleza
queda revestida totalmente por su unión con la divinidad habitando para siempre
en ella libre de la corrupción y de todo sufrimiento, pasando por el estado de
incorruptibilidad e inmortalidad.
“En un instante nosotros seremos
transformados, pues es necesario que este ser corruptible se revista de
incorruptibilidad y que este ser mortal se revista de inmortalidad”.
El futuro del mundo es la total cristificación y
divinización[217]; el mundo como creación
esta inacabada como una gestación cósmica de la realidad futura del mundo. La
Palabra creadora de Dios sigue siendo pronunciada. El futuro del mundo espera
la revelación plena y perfecta de la imagen de Dios de forma que el hombre se
asemejase a Cristo, en quien el hombre queda asumido, plenificado por Cristo y
Dios con el hombre una unidad inconfundible, inmutable, indivisible e
insuperable[218].
8BIS. SER JESÚS
SER
CRISTO
La finalidad de todo hombre es la de transformarse en
Cristo participando de su vida, siendo participe y testigo vivencial del
misterio de la Encarnación[219].
“En el misterio de la Encarnación no solamente Cristo ha revelado el verdadero
rostro de Dios sino que Cristo ha revelado el hombre al proprio hombre” (GS
22).
Esta finalidad escondida en el Misterio de la Encarnación
nos descubre la necesidad de nuestro ser en sus diversos niveles a fin de que
pueda responder más cabalmente a su vocación y dignidad más suprema. La
vocación del hombre es la divina (G.S. 20), “…de forma que la vida de Jesús se
manifieste en nuestro cuerpo” (2Cor 4, 5-10). Sólo aceptando la realidad de las
cosas y nuestro destino conforme a su finalidad ultima aceptándonos y aceptando
a los demás en su realidad más profunda, la palabra reveladora de Cristo se
hace luminosa (R. Guardini)[220].
“Virtus est ordo amoris” (la virtud es el amor ordenado)[221].
El hombre está pues llamado a desarrollarse en lo que es su finalidad y destino
último.
SER
CRISTO COMO DON Y TAREA
Meditar en la realidad dinámica y existencial del
Misterio de la Encarnación operante en nosotros requiere descubrir la
intervención de Dios, de su gracia como presencia sobrenatural y la
intervención del hombre sobre su propia naturaleza como medio de respuesta y
entrega[222]. El misterio de la
Encarnación es una realidad consoladora y al mismo tiempo comprometedora,
consuela en cuanto nos da seguridad de la compañía y de la presencia de Dios de
un modo verdadero, constante, vivencial (Jn 1, 12).
Al mismo tiempo se trata de un misterio comprometedor y
loco porque no es un acontecimiento pasivo realizado una sola vez o una
realidad estática de reminiscencia del pasado, sino una realidad siempre actual
y dinámica y existencial operante en nuestro propio ser. Nos toca, pues, a
nosotros aceptar y secundar la acción del Espíritu actuando en nuestro ser
hacia nuestro destino último.
La vocación cristiana se nos presenta como propuesta e
una invitación: “si quieres”. Es imposible al hombre por sí mismo alcanzar su
propio destino, es necesaria la acción de la gracia gratuitamente dada por
Dios. Es experiencia fundamentalmente de confianza y de aventura, de dejarse
llevar guiados por el dinamismo propio del Espíritu. La experiencia
transformadora de la gracia hace de la vocación cristiana una constante acción
de gracias por la sobreabundancia del don recibido. “Proclama mi alma la
grandeza del Señor y se alegra todo mi ser en Dios porque él se ha fijado en la
pequeñez de su esclava”. Aceptar este don significa que nos dejamos conducir por
él. Nace en nosotros la consciencia de pertenencia solo a él, de ser suyos.
Alguien entre en nuestras vidas y nosotros abrimos nuestros corazones
dispuestos a aceptarle por entero, a abandonarnos por entero en y a él.
La vocación cristiana se nos presenta como respuesta, por
lo que es necesario acoger libremente la gracia y el don recibidos de Dios lo
que lleva consigo la intención dialéctica entre gracia y naturaleza, una lucha
interior por ordenar todo nuestro ser conforme a la llamada del Señor. Es la
oración del hombre en Cristo o la oración de Cristo en el hombre la que ordena
en él toda la creación y todo el cosmos quien le introduce en armonía quien le
hace agradable a Dios ordenando en su corazón y su inteligencia. Dios propone e
invita al hombre y pide de él una respuesta libre y amorosa respetando
normalmente nuestra libertad. Dios no quiere imponerse a la fuerza ni
manifestar al hombre sin manifestar que el ejercicio más auténtico de su
creador es la libertad, quien a su vez pide este ejercicio de libertad y
conciencia de su voluntad, él se le manifiesta y revela, al hombre, esperando
de este un asentimiento para abandonarse libre y amorosamente a su voluntad.
PERFECCION=TRANSFORMACION
EN EL AMOR: IRRADIAR Y REVELAR A CRISTO
La dinámica de ser Cristo de transformarnos en él, de
madurar en su amor, está impresa en nuestro propio ser; el hombre busca ser
transformado en aquello que ama. Jesús por medio de una participación radical
en el amor busca nuestra transformación en él, ya que la misma naturaleza del
amor es unirnos y transformarnos en lo que amamos. Cuando el don del tesoro
recibido si hace lo más preciado y valorado para la persona, ésta a su vez
tiende a la perfección, ordena todo su ser hacia su realización en el Amor y el
Amor mismo se revela en él de forma que en el se puede ver a Jesús, irradiando
el conocimiento de la gloria de Dios que est en la faz de Cristo. En la
transformación que el alma tiene en esta vida para esta misma aspiración de
Dios al alma y del alma a Dios con altísimo deleite.
El alma aspira en Dios como Dios aspira en ella por modo
particular porque es don que concede Dios quien le hace partícipe de vivirla en
la Santísima Trinidad, por modo comunicado y participado, alcanzándolo Dios en
la propia alma por medio del Espíritu[225].
LA
ASPIRACIÓN MÁS ALTA Y SUBLIME QUE EL HOMBRE PUEDA DESEAR Y ALCANZAR
No hay que tener por imposible que el alma aspire al
alcanzar cosa tan alta. Oh almas creadas para tal grandeza y para ellas
llamadas. Vuestras pretensiones son bajezas y vuestras posesiones miserias
comparadas a esta. Oh miserable ceguera de los ojos que se pongan tan solo en
realizaciones humanas, si para tanta luz quedaran ciegos y para tal llamada
sordos, no viendo que en tanto que buscamos grandezas y glorias humanas nos
quedamos miserables y bajos, de tantos bienes hechos ignorantes e indignos[226].
¿Cuál fue el motivo de que dieran al hombre semejante
dignidad? Ciertamente nada que no fuera el amor inextinguible con el que
contemplaste a tu criatura en ti mismo y te dejaste cautivar de amor por ella.
Nosotros somos tu imagen y tu eres la nuestra, gracias a la unión que quisiste
realizar en el hombre al rodearlo de gloria y dignidad en tu Encarnación
maravillosa[227]
MEDIANTE
LA ESCUCHA DE LA PALABRA
Os hemos dado a conocer el poder de nuestro Señor
Jesucristo después de haber visto su gloria y recibido del Padre esta palabra:
Este es mi Hijo muy amado ESCUCHADLE. Nosotros mismos escuchamos su voz y hemos
creído… Creed pues y creced en la gracia y en el conocimiento de Nuestro Señor.
Aquél de quien todo procede y para quien somos nosotros. A Aquél que viéndolo
nos muestra al Padre. En él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría
y de la ciencia.
La Iglesia no cesa
de escuchar sus palabras como la del Maestro Salvador y Redentor. Él habla a
los hombres como Hombre y como Dios, fuente de vida y santidad. Cristo Redentor
del Hombre y del mundo es Aquel que habla y da al hombre su identidad, es Aquél
que ha penetrado de modo único e irrepetible en el Misterio del hombre hasta
esclarecerle y revelarle su más alta dignidad y vocación[228].
CRISTO
MANIFIESTA EL HOMBRE AL PROPIO HOMBRE
El hombre no puede vivir sin amor. Sin amor mi vida esta
privada de sentido. El hombre no llega a encontrar su razón de ser hasta que no
se encuentra con el Amor, lo experimenta, lo hace propio hasta participar
vivamente de su Persona.
El hombre que quiere comprenderse hasta el fondo a sí
mismo no alcanza su razón de ser a través de medidas meramente humanas,
inmediatas y parciales, a veces incluso superficiales y aparentes; con la
inquietud e incertidumbre e incluso con su debilidad y pecaminosidad con su
vida y con su muerte debe acercarse a Cristo. Debe por decirlo así entrar en él
con todo su ser, debe apropiarse y asimilar toda la realidad de la Encarnación
y de la Redención para encontrarse plenamente así mismo. ¡Qué valor debe de
tener el hombre a los ojos del Creador para merecer tener tan gran redentor[229].
EL
HIJO DE DIOS SE REVELO AL HOMBRE COMO MODELO Y PARA IMITAR
Dios se nos revela en Cristo como Dios no para admirar.
No busca admiradores sino imitadores[230].
Cristo en su Encarnación no sólo se revela como Dios, sino que revela al hombre
el propio Hombre descubriéndole su más alta dignidad suprema y su única
vocación. El hombre de Dios, asumió nuestra carne para incitar al hombre, a
hacerse semejante a él y par proponerse como modelo a quien imitar. Si el
hombre acoge con sencillez la verdadera gloria que procede del que lo creo y
permanece en atento en el amor del que da la vida entonces recibe de él la
plenitud.
El Hijo ha mostrado al hombre que la manera de vivir del
hombre no es en la independencia, en la autosuficiencia como queriendo ocupar
la hegemonía de Dios, sino en el abandono confiado en el sometimiento amoroso,
aspirando a ser como él desde la obediencia. Cristo se hizo hombre para enseñar
al hombre el camino de alcanza y vivir con Dios y quiso que pudiéramos alcanzar
nuestro fin, poniéndose como modelo y maestro a quien escuchar, atender,
obedecer e imitar, conformando nuestra vida a él.
EL
HIJO DE DIOS SE PROPONE COMO MODELO A IMITAR DESDE DENTRO
Quiso Dios participar al hombre de toda su Vida y Amor
llamándole a convivir con él. El hombre está hecho para la convivencia, el diálogo,
la compañía. Cristo se propone como el compañero acoplado perfectamente al
hombre “compañero” el que comparte la mesa y el pan. El que comparte el camino,
guiándole y conduciéndole de la mano hasta el Padre. Cristo se ha unido a cada
hombre, es el camino hacia cada hombre para que llegue a ser su luz y su
fuerza, así pueda responder a su máxima vocación.
Todo el proceso de la Encarnación es el proceso de
acercamiento de Dios al hombre, rompiendo con todo barrera, distancia y
obstáculo para no sólo hacerse semejante a él sino introducirse en el hombre y
vivir con él, proponiéndole que habitase en él. “Estoy a la puerta, si alguien
me abre entrare a habitar, convivir, compartir con él y él conmigo”[231].
En Cristo moran todos los tesoros y sabidurías
escondidas. Por más misterios y maravillas que han descubierto los santos en
este mundo, le quedó todo lo más por decir y aun por descubrir. Así hay mucho
que ahondar en Cristo porque es como una abundante mina con muchas grutas de
tesoros que por más que ahonden nunca les hallan término. Los discípulos
aprendieron a conocerle y a hacerse con el Maestro uno en la convivencia mutua.
¿Qué quieres, ¿dónde moras? Cuan bueno y agradable es su compañía, el escuchar
sus palabras y atener a sus consejos.
El Señor es mi amigo, mi compañero, confidente. Con él
nada me falta, me ha tocado un lote hermoso y me encanta mi heredad. Para mí lo
bueno es estar con el Señor, dichosos los que se acogen a él. Mi amado se
distingue entre diez mil, no tiene comparación alguna.
Debemos conocer al Padre como él desea ser conocido, a
través del Hijo, porque el que ve al Hijo ve al Padre. Debemos glorificar y dar
culto al Hijo como el Padre desea que lo glorifiquemos: Padre glorifica a tu
Hijo: Yo por ellos me consagro para que también ellos se consagren. Debemos,
pues, recibir al Espíritu como el Padre desea dárnoslo a través del Hijo,
atendiendo amorosamente sus insinuaciones. Él nos guiará hasta la revelación
completa. En todo debemos proceder no según nuestro arbitrio o capricho, no
siguiendo nuestros propios sentimientos ni haciendo, haciendo violencia a los
deseos de Dios, sino que sometámonos amorosamente a sus caminos y preceptos,
los que él mismo Señor nos dio a conocer a través de su Palabra. Este es mi
Hijo muy amado… escuchadle”, ”Padre te pido que donde yo esté, estén también
ellos conmigo” -dice Jesús.
9. CUERPO MÍSTICO
UN
GRANDE MISTERIO DE AMOR
El deseo de la persona que ama es hacerse una sola cosa
con aquél a quien ama. Permaneced unidos sólo a él, que seáis una cosa sola,
más bien una persona sola (Jn 12, 9). Lo que en el lenguaje humano es
figurativo en la fe, para Dios es una realidad. ¡Misterio de amor! ¡Símbolo de
unidad! ¡Vínculo de caridad!
Quien quiere vivir, tiene donde vivir, tiene de quien
vivir. Quien quiere vivir, que empiece a tomar parte del Cuerpo de Cristo y
será vivificado. “Yo soy la vid y vosotros los sarmientos. Permaneced unidos a
mí”(Jn 15, 1. 5a). “Quien está unido a mí y yo a él, ese da mucho fruto, porque
sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5).
Siendo él Dios, de cuya naturaleza nosotros no somos, él
se hizo hombre, para que en él, la naturaleza humana se hiciera su vida y su
amor, para que nosotros fuéramos sus sarmientos[234].
El verdadero amor tiende a hacer de los dos una sola cosa en perfecta igualdad.
JESÚS
NOS INTRODUCE EN SU CUERPO
¿Os dais cuenta de la gracia que Dios ha derramado sobre
nosotros? Asombráos, gozad: ¡nos hemos hecho Cristo! Si Cristo es la cabeza y
nosotros los miembros, el hombre total es él y nosotros (Ag., GV. 21, 8). Esta
es la verdadera comunidad de vida y amor en perfecta unidad (Hch 4, 32): un
solo corazón, una sola alma, una sola vida (cf Gal 3, 26-28), unidad de
pensamiento, de sentimientos de intereses, de voluntad. Esta asimilación del
amante al amado es tan fuerte, tan profunda que nosotros habitamos con el
corazón en la cosa que amamos (Ag. GV 2, 11)[235].
Jesús asume en su carne toda nuestra realidad, nuestra debilidad, pecado: “Él
tomó sobre si nuestras enfermedades, se cargó con nuestros sufrimientos
(Is 53, 4). Jesús ha tomado sobre sí toda nuestra humanidad para
hacerla nueva en su amor. Jesús en su misterio de la encarnación y muerte
abraza toda la humanidad en sus brazos abiertos en la cruz para insertarnos a
todos en él. El hombre nuevo en su mismo cuerpo, él y nosotros, el Cristo
total.
JESÚS,
LA CABEZA
Cristo total es la cabeza y el cuerpo (S. Ag., D. 133,
8). Cristo está todavía sufriendo con nosotros y mostrando ser con nosotros y
en nosotros. Los miembros de Cristo sufren y están necesitados, pero si
hubierais dado algo a mis miembros habría llegado también a la cabeza (S. Ag.,
D., 18, 4). Si pisotean mis miembros, Cristo también es pisoteado, como él
dice: “Yo todavía tengo hambre, tengo sed, soy todavía peregrino (Mt 25, 40).
Mira de no golpear, de no violar, de no pisotear mi Cuerpo (S. Ag., GE 10, 9).
La voz del necesitado no es la voz de un hombre solo y es
la voz de un hombre solo, porque los fieles son muchos, repartidos por todo el
mundo, y todavía es la voz de uno solo, porque todos son miembros de Cristo.
Este pueblo necesitado y pobre no encuentra su alegría en el mundo y su dolor y
su alegría son dentro, donde no ve si no aquél quien escucha a quien gime y
corona a quien espera (S. Ag. GV 7, 1).
NOSOTROS,
SUS MIEMBROS
Si él nos ha unido a todos con él, también nosotros
estamos unidos los unos a los otros; él es la cabeza y nosotros somos sus
miembros (S. Ag. D. 133, 8). ¿Qué significa la Cabeza y los miembros? Cristo y
la Iglesia (S. Ag., GV 21, 8). Si amamos a Cristo, tenemos que amar su cuerpo,
sus miembros. Amamos al Señor, amamos a su Iglesia.
Aquello que nosotros somos, vosotros tenéis que estar
seguros. Permaneced todos unidos junto a Cristo como cabeza y a los demás como
sus miembros. Si amáis a Cristo honrad, amad la santa Iglesia. Si sois
cristianos católicos, tenéis que estar en comunión con aquella Iglesia con la
cual el Evangelio se ha difundido por todo el mundo (S. Ag., GE 2, 3). No se
limite a amar al hermano que se encuentra a su lado, hay muchos miembros que no
vemos, pero que tienen sus derechos (S. Ag. Ge 6, 10).
CADA
MIEMBRO PUEDE ACOGER O RECHAZAR EL AMOR DE CRISTO
Por esto nos ha amado, para que también nosotros nos
amemos unos a otros, para que con el mutuo amor nos unamos entre nosotros y,
atados los miembros por un vínculo tan suave, seamos cuerpo de tal cabeza (S.
Ag, GV 65, 2). No desdeñes pertenecer al conjunto de los miembros, que no haya
un miembro infectado que se tenga que amputar, que no haya un miembro deforme
del que se tenga que avergonzarse. Que sea bonito, sea válido, sea sano, que
quede unido al cuerpo, viva de Dios y para Dios; que soporte ahora las fatigas
en la tierra, su dolor para tu gozo y tu gloria en el cielo: (S. Ag, GV 26,
13).
Haced caso a lo que os ofrecemos. Si tenéis hambre, y no
queréis ser injustos, mirad de cuál almacén se os ofrece el manjar. No te
importa en cual bandeja se te da, encontrándote bajo el estímulo del hambre (S.
Ag.: D. 340, A. 8-9).
EN
SU CUERPO TU ERES IMPRESCINDIBLE: CRISTO TE LLAMA
Cristo ha sido entregado por ti, matado por ti, está
hambriento por ti… pero tú, ¿no das ni un trozo de pan a quien ha hecho tanto
por ti? “Cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños,
conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 40).
Si no quieres corresponderme como a uno que ha sufrido
por ti, ten compasión de mí al menos por la pobreza, dóblate al menos delante a
la enfermedad y a la cárcel. Si ni siquiera todo esto te lleva a sentimientos
de humanidad, hazme caso al menos por lo pequeño de la petición: no te pido
nada costoso, sino un trozo de pan, un gesto, una palabra de consuelo. Dóblate
al menos por impulso natural viendo a un desnudo, y acuérdate de mi desnudez en
la cruz, que he sufrido por ti. Si no te conmueves de aquella, conmuévete al
menos de esta por la que soy pobre y desnudo en tu prójimo (S. Juan Crisóstomo)[236]
No podemos separar a Cristo
Cabeza de su Cuerpo la Iglesia, quien ama a Cristo ame también a su Iglesia. En
la medida que uno ama a la Iglesia de Cristo ama a Cristo y está en comunión
con él y posee el Espíritu Santo (S. Agustín GV 32, 8).
Nuestra adhesión y comunión con Cristo vendrá dada en la
medida de nuestra adhesión y comunión con la Iglesia, nuestro sentir con Cristo
se identifica con nuestro sentir por la Iglesia haciéndonos solidarios de sus
gozos y de su sufrimientos (Rm 8, 17).
Amar a Cristo es amar a la Iglesia es responderle a él en
las necesidades de sus miembros; la situación de Cristo en sus miembros reclama
y acapara todo nuestro ser, se hace urgencia inaplazable y arrebata nuestro ser
de forma apremiante (cf Sal 118, 145) Cristo y la Iglesia son, por lo tanto, el
Cristo Total. Comprende la gracia que Dios nos ha hecho al darnos a Cristo
Cabeza e introducirnos en su Cuerpo? Hemos sido hechos no solo cristianos sino
el mismo Cristo[238].
GRAN
MISTERIO DE AMOR ES ESTE
Cristo nos injerta en su
Cuerpo para darnos la vida y en su mismo Cuerpo nos urge a que nos apliquemos a
sus miembros para transmitirles la vida, su Vida-Amor; aplicándonos
íntegramente sobre el Cristo crucificado de hoy, o Cuerpo Místico (Jn 19,
28). Cristo nos pide unión vital con él que es la Cabeza y fuente del Amor-Vida
de Dios para que a su vez la transmitamos a sus miembros más necesitados.
Cristo nos pide que le mostremos ahora con toda nuestra
vida, actuando en su Cuerpo para entrar a participar de la verdad de vida de
Cristo, por lo que se hace necesario imitar a Cristo no solo en los ejemplos
que nos dio en su vida mortal sino imitarle también en sus misterios que nos
desveló en su Muerte y Resurrección: el ejemplo de humillación, de caridad, de
obediencia y mansedumbre. ¡Oh admirable poder de la cruz en la cual el Salvador
atrajo a todos hacia sí, fuente de todas las bendiciones y origen de todas las
gracias!
Descubre de dónde brotó la
nueva vida del nuevo pueblo de Dios; extendiendo sus manos en la cruz adquirió
para él un pueblo Santo, empezó a brotar de la misma Cruz y su fuente fue el
corazón del Señor, traspasaron el cuerpo de Jesús y al punto salió agua y
sangre; agua como símbolo del bautismo y sangre como figura de la Eucaristía,
debajo del manzano te desperté allí donde te concibió tu madre, donde concibió
la que te dio a luz.
Donde se había engendrado el pecado por la usurpación y
desobediencia se engendró de nuevo la vida la nueva creación por el
sometimiento, la obediencia y donación. Ojalá que no pasáramos con indiferencia
ante tal misterio
Como del costado de Adán fue formada Eva, del costado de
Cristo se formó el Nuevo Pueblo, la Iglesia; de la misma forma que Dios formó a
Eva de la costilla de Adán mientras este dormía así también Dios instituye la
Iglesia y nos dio el agua y la sangre después que Cristo hubo muerto.
Allí me diste a beber el vino aromado, el licor de
granadas; allí me entregaste el don de tus amores; allí me concebiste y me
introdujiste en tu mismo cuerpo; allí me abrazaste por siempre en alianza
nupcial definitiva, allí encontré el tesoro escondido. Allí abrazaste la oveja
perdida. Allí me hablaste y me aprehendiste para ya jamás soltarme. Allí me
ofreciste a la esposa para siempre.
Contemplad de que manera Cristo se ha unido a su esposa
para siempre, de la misma manera que la mujer se siente impulsada por su misma
naturaleza a alimentar con su propia sangre y con su leche a aquellos a quienes
ha engendrado, de esa forma Cristo alimenta con su Cuerpo y sangre a aquellos
que ha hecho renacer.
La Iglesia, el Cuerpo con todos sus miembros deben estar
sometidos a la Cabeza, ofrecéos constantemente a que es nuestra Cabeza haciendo
en todo su voluntad. Tal debe ser nuestra vida, nuestro culto para mantener la
unidad en el Cuerpo. Aunque cada cual en el Cuerpo realiza distintas funciones,
todos obedecen al mismo Señor; así como nuestro cuerpo posee muchos miembros y
no desempañan todos las mismas funciones así también nosotros siendo muchos no
formamos más que un solo cuerpo en Cristo. Someternos a la Cabeza significa
actuar en todo imitando al que nos ha precedido. ¿Cómo podemos imitar a Cristo
en su muerte? Sometiéndonos obedientemente hasta la muerte, la participación de
su bautismo significa la participación en su muerte, para no regirnos ya por
nuestros propios gestos caprichosos e intereses, sino obedeciendo en todo al
Señor.
Para vivir la vida nueva es necesario morir a la
anterior, para no regirnos ya por nosotros mismo para que no vivamos ya para
nosotros mismos sino para Aquel que por nosotros murió y resucitó[242].
Con un nuevo cuerpo hemos
nacido y nos alimentamos, somos miembros de un mismo cuerpo, formado por muchos
huesos. De la misma forma que participamos todos del mismo pan siendo muchos,
no formamos más que un cuerpo solo pasando a ser una solo carne con él.
Sed sumisos los unos con los otros en el amor de Cristo,
quien tuvo a bien asumir nuestra propia naturaleza y nuestra propia debilidad
hasta asumir incluso nuestra muerte y morir por nosotros; él nos exhorta a que
también nosotros aspiremos a asumir las flaquezas de quienes nos rodean y reconozcamos
con humildad y caridad lo que crea la unidad del Cuerpo para que la virtud que
reside en la Cabeza resida también en los miembros del Cuerpo. Así que tened
los unos para con los otros los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús (Fil
2, 1).
Hieres al pie y habla la
boca, la Cabeza. Si un miembro sufre, sufre la Cabeza y sufre todo el cuerpo;
con un miembro herido sufren todos los demás miembros; lo que haga con un
miembro repercute en los otros y repercute en Cristo, es cosa grande, misteriosa
y divina esta unión estrechísima. El mismo Jesús no dudó en comparar aquella
admirable unidad con la unidad Trinitaria por la que el Hijo está en el Padre y
el Padre en el Hijo. No se puede entender para qué queremos estar unidos a la
Cabeza y separados de sus miembros, como poder decir que amamos a Cristo si
odiamos a los miembros de su Cuerpo. Estamos más unidos a Dios en Cristo cuanto
más seamos miembros los unos de los otros y más solícitos unos con otros,
poniéndonos unos al servicio de los otros y otra parte seguirá siendo verdad
que tanto cuanto más unidos y estrechos estemos en la caridad, cuanto más vivo
y encendido este el amor que nos une con Dios en Cristo.
La caridad unifica el Cuerpo
por sí y con su virtud lo conexiona internamente unos con otros. Todo el Cuerpo
alimentado y trabado por las coyunturas y ligamentos crece en cuanto divino. De
modo que viviendo en la caridad crezcamos por todos hasta Aquél que es nuestra
Cabeza. Si yo no amo no tengo vida, estoy muerto, soy como un cáncer en el
cuerpo y todos sabemos las consecuencias de un cáncer: desencadena la muerte.
Si yo no convivo, si yo no comparto y no formo comunión soy un asesino; la
caridad, es pues, la virtud por excelencia que nos une con Cristo. Si de verdad
hemos nacido al amor de Cristo, pues él ha dado su vida por nosotros, así
también nosotros debemos de dar la vida por los hermanos.
EN
EL CUERPO DE CRISTO, ¿ME ENCUENTRO ALIVIANDO O DESTRUYENDO?
Por la estrecha vinculación
que guardamos los unos con los otros cada uno de nuestros actos no son
indiferentes o menos al Cuerpo de Cristo; o somos miembros sanos y
vitalizadores o enfermos, anémicos y cancerosos[246].
Da escalofrío pensar esta verdad de la que de dicho Pío XII en su encíclica
Mysticis Corporis Christi (MCC): “Nunca meditaremos suficientemente: cómo la
salvación de muchos, depende de la oración y pequeños sacrificios de unos
pocos”.
La vida no se aleja completamente de aquellos que pecando
han perdido la gracia: permanecen en el Cuerpo con la imperiosa necesidad de
ser curados para no contagiar el resto: vale más que se curen antes de ser
cortados del Cuerpo[247].
La curación de lo que está aún unido al Cuerpo no es desesperada mientras que
lo que hubiera sido amputado del Cuerpo no puede ser curado ni sanado[248].
No basta, pues, amar al Cuerpo por el esplendor de la Cabeza sino que debemos
también amarlo en la necesidad y debilidad de sus miembros sufrientes[249].
[1] Cf AGUSTÍN, Soliloquios, Libro 1, 2.7.
[2] Cf AGUSTÍN, Sermones, 226, 3.4.
[3] Cf AGUSTÍN, Comentario al Evangelio de S. Juan: 18, 7.
[4] Cf IRINEO DE LYON, Adversus Haereses 6, 1-2.
[5] Cf AGUSTÍN, Com 13, 9.10.
[6] Cf AGUSTÍN, Tr. Jn 26, 4.
[7] Cf AGUSTÍN, Tr. Jn 7, 21.
[8] Cf AGUSTÍN, Ps. 121, 1.
[9] Cf AGUSTÍN, Ep Jn 10, 3.
[10] Cf AGUSTÍN, Comentario a 1Jn 1, 6.
[11] Cf S. AGUSTÍN, Comentarios a la primera carta de S. Juan 4, 8-16.
[12] Cf S. AGUSTÍN, Confesiones 1, 1, 1.
[13] Cf Ortega
y Gasset, Cuestiones de
Metafísica.
[14] CAMUS, A., El Mito de Sísifo.
[15] Cf AGUSTÍN, La ciudad de Dios. Libro 12: NBA V/1-3.
[16] Cf AGUSTÍN, Expos. Sal 141, 3; C, D 12, 1.3; Id., Confesiones 1, 1.
[17] Cf Pedro
Crisólogo: Sermones: 117.
[19] Cf Agustín,
De Trinitate, 15, 18, 32.
[20] Cf S.
Agustín, De Ordine 2, 18, 48.
[21] Cf S.
Agustín, De Trinitate 8, 10, 14.
[22] Cf NCIC. 1; 27; 50.
[23] GS 19.
[24] Cf NCIC. 27.
[25] Cf H.
U. Von Balthasar, Sólo el amor es
digno de crédito; P. Charbonneau, Amor
y libertad; Michel Quoist, Triunfo; E. Fromm, El miedo a
la libertad; Id, El arte de amar.
[26] Cf NCIC. 367.
[27] Cf
DS 3875; 3891; PÍO XII Humani generis; E. Fromm, Avere o
essere,
p. 146-147; V. Miano, L'indifferenza religiosa, Roma, 1978, 14-15.
p. 146-147; V. Miano, L'indifferenza religiosa, Roma, 1978, 14-15.
[28] Cf Donum Vitae, 5: el carácter inviolable de la vida.
[29] GS 9.
[30] Cf Juan
Pablo II, Discurso a los jóvenes
de todo el mundo, Roma 1985.
[31] Cf ORÍGENES, In Canticum y Prologus:
PG 13.
[32] Cf GUILLERMO de Saint Thierry, De
natura et dignitate amoris: PL 184, 332.
[33] Cf Id.
[34] Cf SALVIANO de Marsella, De
gubernatione Dei IV, 9-10: PL 53,
79-82.
[35] Cf AGUSTÍN, CD 8, 102.
[36] Cf CIRILO de Alejandría, Commentario in Iohanen, II, 7: PG 74,
500.
[37] Cf ORÍGENES, Hom in Mth, 10: PG 13, 23c.
[38] Cf IRENEO, Adversus Haereses, 2, 1; 1; 30, 9.
[39] Cf IRENEO, Adversus Haereses, 4, 12, 3.
[40] Prolongación del Amor en la
eternidad, cf IRENEO, Adversus Haereses,
5, 3, 13, 1. 2. 3.
[41] Cf C.M. MARTINI, Maturitá nell'amore: Dio é la sorgente di tutti gli amori, Leumann.
Torino 1982, 74.
[42] ORÍGENES, Comentario al Evangelio de Mateo, 17, 36 :PG 13.
[43] IRINEO, Adversus haereses IV, 14, 1: PG 7, 1010.
[44] El pensamiento de San Agustín es muy
semejante al pensamiento de GUILLERMO de
Saint Thierry en Meditativae
orationes: “hemos sido creados por Ti para ir a Ti, y por esto nuestra vida
debe ser orientada a Ti".
[45] Cf MÁXIMO el Confesor, Ambiguorum
Liber: PG 91, 1312 AB.
[46] Cf ISAAC EL SIRIO, Tratados ascéticos, 5B y 60, en: I.
TOURAILLE, Isaac le Syrien, Oeuvres
spirituelles.
[47] GREGORIO DE NISA, In orationem dominicam 2: PG 4, 1148B;
cf NCIC. 2784; o como comenta también
P. Evdokimov en: L’Ortodoxie, Paris 1977, 68.
[53] Id.,
A. 1, 9, 24.
[54] Id.,
LA 2, 13.36.
[57] Id., Commento al vangelo di San Giovanni 32, 8.
[60] Id,
Confesiones, 1, 4.4.
[61] cf Id, Obras completas de la N.B.A, confrontar
índice final. Gv 6, 27; 4, 14; 7, 37; 11, 26; 13, 1.
[62] Id, C. 10, 20.29.
[67] Agustín, Dei libre albedrío 1 II c. IX. Cfr Rusell: La conquista de la felicidad: el hombre feliz es el
que no siente fracaso de unidad. En esta unión profunda con la corriente de la
vida se halla la dicha verdadera.
[68] Agustín, Obras completas de la N.B.A; GV 30, 7;
35, 9; Col 3, 3; Mt 6, 19; 13, 44; Lc 12, 34; Jn 6, 54.
[69] Id,
D 217, 5.
[71] Cf Agustín,
GV 32, 9; Ap 21, 4.
[73] Id., CD 22, 30.1-2.
[78] Id, De Trinitate L XV, C. II.
[79] Cf
Id., Sermones 229.D. 1.
[80] Cf Id., Sermones 229, D. 1.
[81] Cf Id., Comentario a la primera carta de S. Juan 1, 1.
[82] Cf Id., Comentario al discurso 129, 1.
[83] Cirilo
de Jerusalén, Catecheses
illuminandorum 18, 19.
[84] Jn 17, 1-3.
[85] Basilio
de Cesarea, Libero de Spirito
Santo 15, 36.
[86] Cf Tomás
de Aquino, Compendium Theologicae
1, 2.
[87] Cf Jn 14, 20.23; Cf Agustín, Comentario al Evangelio de S. Juan 14, 20-23.
[88] Cf FC 34 y NCIC. 2343; J. Aquer Gauthier, Los desafíos de la pareja joven; Madrid 1994, 11.
[89] Cf Leonardo
Boff, Hablemos de la otra vida. El
cielo ha comenzado en la tierra, Santander 1978, 32-33.
[90] Cf Agustín,
Sermones, 350, 2-3.
[91] Cf Id., Comentario a la primera carta de S. Juan 2, 14.
[92] Sal 81, 6; las anteriores: Mt 6,
20.21; Col 3, 1-3.
[93] Cf Agustín,
Del Tratado de la Trinidad, libros 8, 14,
15. N.B.A IV (T 14, 8.11;15, 6).
[94] Cf Id., T.8, 12.
[95] Id., Sermón 336.1.6: PL: 38, edición 1861, 1471; 1472; 1475.
[96] Id., Comentario al Evangelio de S. Juan: N.B.A XXXIV, 1-2.
[97] Id., Comentario a S. Juan 2, 11; Mt 6, 21, Fil 3, 20.
[98]Ambrosio, Comentar
Sal 118; 12. 13-14: CSEL 62, 258-259. Somos templo de Dios (LH Vol.
III p.396).
[102] Jn 12, 24, Gal 4, 6; 2 Pd i, 1-5.
[105] Cf Jean
Ruysbroeck, El adorno de las bodas
espirituales.
[110] Cf Agustín,
Carta 187, 8.27.
[111] Cf Id., Discurso 187, 8.29.
[114] Cf Agustín,
De Trinitate VIII, 10: PL 42.
[115] Cf TomÁs
de Aquino, Summa Theologica I.
q.32 a 1 ad 3; Cf Karl RAHNER,
Investigación teológica in Kasper
:”El Dios de Jesucristo”.
[116] Cf Agustín,
Comentario a la primera carta de
S. Juan 4, 7, (11-12).
[117] Cf Máximo
el Confesor, Ambignorum lieber:
PG 9, 1196 B.
[118] Cf Cirilo
de ALEJANDRÍA, In Iohannis Ev 11,
11: PG 74, 556.
[119] Cf Gregorio
Nacianceno, Oratio XXXIX In santa
lumina : PG 36.
[120] Cf Chiara
Lubich, Sentti 25, 7. 49.
[121] Cf W.
kasper, El Dios de Jesucristo.
Cf también, moltman, El Dios escondido en Jesucristo; La
misma interpretación encontramos en: Ignacio
de AntioquÍa, Carta ai Magni
8, 2: PG 1, 237; y en S. Pablo.
[122] Cf J.
Moltmann, El Dios crucificado,
Brescia 194.
[123] Cf Gregorio
de Elvira, Tratado 7: PL supl.
1, 464.
[124] Cf Gregorio
de Nisa, Oratio cathequetica
24: PG 41, 64 D.
[125] Cf Gregorio
Palamas, De la deificación del ser
humano 21 ed, cit p.30.
[126] Cf Luciano
Cian, “Amar es un camino”, Leuman-Torino
1985.
[127] Cf H.
U. von Balthasar, Del tú humano al tú divino, Misterium
Salutis II, I,
pp. 41- 44, 53ss.
pp. 41- 44, 53ss.
[128] Cf AGUSTÍN,
N.43, 50.
[129] Cf Id., GV 32, 8.
[130] Cf Id., L. 258, 1; RG 43.
[131] Cf Juan
CRISÓSTOMO.
[132] Cf Agustín,
258, 3-4.
[133] Cf Id.: En esta obra presenta el
combate y la lucha del único amor contra todo lo malo.
[135] Cf A.
Nygren, Eros y ágape. La
noción cristiana del amor y su transformación, Boloña 1971
[136] Cf A.
Gasparino, Sexualidad don de Dios,
p.12; formarse al amor: amar es querer bien, y querer el verdadero bien y
es hacer el verdadero bien de la persona amada, amar no es nunca buscar el
propio interés, no es nunca explotar, ni instrumentalizar la persona que se
ama. Amar es comunicar el amor de Dios,
la fe la esperanza; nunca disminuye, ni va contra el débil, nunca busca hundir
a la persona que se ama, es siempre perdonar y nunca busca culpables. Amar es
donarse y no a nosotros mismos sino que es ante todo donar, dar el amor de
Dios.
[137] Cf Agustín,
D 299/D.1.
[138] Cf Agustín,
GV 65, 1; D 215, 1.
[139] Cf Id., T 15, 8.
[140] Cf Id., Comentario al evangelio de San Juan 13, 15e 17e 34.
[141] Cf Id., Discursos 65, A, 1.
[142] Cf Id., D 65 / A.2; Id., Discursos 65,
A 8.
[143] Cf Id., C, 4, 4-7.
[144] Cf Lc 10, 27, Dt 65, 10, 12; Gn 22,
5; Mt 22, 37; Mc 12, 30.
[145] Cf Agustín,
D 34.2.
[146] Cf Id., D 34, 7.
[147] Cf Sal 81, 6, Agustín, D.368, 5, GE 5, 7.
[148] Cf Agustín,
D.336, 2, 2, L 82, 5.36; L 130, 6. 13.
[149] Cf Id., L 155, 3.11; D 368, 5.
[150] Cf Id., Opera omnia de S. Agustín,
NBA.
[151] Cf Id., L 155, 1.1.
[152] Cf E.
Fromm, miedo a la libertad: la primera condición del amor es la
libertad, de dejarse de pastorear a sí mismo, de no caer en el legalismo, como
el ser libre de las cosas y del propio yo.
[154] Cf C.M. Martini, Itinerario de
la oración, Milano 19897ª, 11.
[156] Cf J. Lafrance, Mi vocación
es el amor. Sta. Teresita de Lisieux, espir. Madrid 1985, 150.
[157] C. M. Martín, La dimensión
contemplativa de la vida.
[158] Ireneo
de lyon, Adversus Haereses 4, 14,
2-3.
[159] Teresita
de LISIEUX, Ms, A, F3º.
[160] Cf Ef 1, 5, Is 1, 3; Os 11, 3; 11, 7;
2, 10
[161] Cf Jn 10, 14, Ez 34, 5; Os 11, 8; Ex
3, 7; 34, 11-16; Lc 15, 5; Mt 8, 17; Is 49, 16; Gn 1, 26.
[162] Cf Sal 103, 11; 138, 4; Ef 3, 19; 1Co
2, 5; Fil 3, 12.
[163] Cf Sal 51, 3; Sal 100, 3; 103,
3.4.5.8.10; Lc 24, 31; Jn 20, 27.
[164] Cf Zac 9, 9; Jn 14, 23; Sal 32, 7;
61, 3; 64, 7; Jn 10, 10; Ap 3, 20; Sal 94.
[165] Cf Mt 11, 28; Sal 94; Is 55, 1ss.
[166] Cf Prov 23, 26.
[167] Cf Gregorio
de Nisa, Homilía sobre las
bienaventurazas: PG 44, 1263-1268 (LH III 338-342).
[168] Cf Jn 14-17; Mt 3, 13-17; 20, 20-23;
28, 16-20.
[169] Cf Notas
BJ Ef 3, 18; Os 2, 22; Ex 3, 14.
[170] RH
10 (Redentor hominis).
[171] Cf Fil 2, 5ss.
[172] Cf W.
KASPERS, El Dios de Jesucristo,
Londres 1984, 274.
[173] Cf J.
Sobrino, Cristología desde América
Latina, México 1977.
[174] Cf J. Moltman, The Crucified,
Londres 1984.
[175] Cf L.
Segundo, El hombre de hoy ante
Jesús de Nazaret, Madrid 1982.
[176] Cf AGUSTÍN,
Sermones 226, 3.4; GS 19.
[177] Cf Pablo
VI.
[178] Cf AGUSTÍN,
Soliloquio, libro I, 6.1.
[179] Cf C. M. Martini, Final del II, la escucha de la Palabra: grados de
la oración del Cardenal Carlo Maria Martini.
[180] Cf AGUSTÍN,
L 130, 8.17; Lc 11, 9; 1Co 2 9.
[181] Cf Id., L 130, 9.18.
[182] Cf Id., A. 80, 7.
[183] Cf Id., E. 37, 14; 1 Ts 5, 17.
[185] Cf Dt 7, 9; Is 54, 10 ;1Co 1, 9.
[186] Cf Gregorio
Nacianceno., Or Theol 1, 4.
[187] Cf San Juan de la Cruz.
[188] Cf C.
M. Martini, Itinerario de la
oración, Milano 1987, 18. 29; Carta a los Obispos “Algunos aspectos de la
meditación cristiana” 11.13, GCDF.
[189] Cf Juan
de la Cruz; Hb 4, 9; Is 55, 10; Mt 15, 28; Lc 7, 38; Lc 7, 7; Jn 4, 39.
[190] Cf Máximo
el Confesor, I Centuria. Obras de Máximo en el Volumen Filocalia II.
[191] Cf Carta a los Obispos sobre algunos
aspectos de la meditación cristiana, nº 14-20 Ed. Paulinas 1990. pag.
13-17.
[192] Cf Tomás
de aquino, A propósito de la
“conversio homininis in Christium” Serm IV, d 12, q.2 a1.
[193] Cf Carta a los Obispos, nº31. Pag.
25.
[194] Cf C.
M. Martini, Itinerario de la
oración, Milano 1989, 18.
[195] Cf Jn 17-20; 15, 5; 12, 50; Ef 5.
[196] Cf J
ridick, Un tesoro en vasijas de
barro, Madrid 1988; Karol WOJTYLA, Amor y responsabilidad, Madrid, 113-118;
J. Maritain, “Amor y amistad” Brescia, 1978, 15; Aristóteles, Etica
nicomachea VIII, IX.
[197] Cf Ef 4, 1; 1Co 12, 12; Rm 12, 4; 1Jn
1, 3; Jn 6, 56; Jn 15, 9-10.
[198] Cf Mc 16, 15-16; Mt 28, 19; Rm 10,
14; 10, 17.
[199] Cf Jn 14, 20, 17, 21-22.
[200] Cf Ez 36, 2; Fil 2, 21; Rm 12, 5; 1Co
12, 22; Rm 14, 1; 15, 1; Rm 12, 8; 15, 7; 4, 2.
[201] Cf Jn 17, 21; 1Co 12, 24, 12, 68; 4,
5; Gal 3, 20; 1Cor 12, 13.
[202] Cf Agustín,
C 11, 29-39.
[203] Cf J.
Ratzinger, Reflexiones sobre
Buenaventura: De Geschichts th dogre del h, Bonav, Munich 1959, 142-147.
[204] Cf M.
Secker, Da hell order Geschichte, Munich
1964, 81-108.
[205] Cf Id., Das dell rider
Geschchte, Munich 1964, 81-103; S. Tomás
de Aquino, S Th I q. 33a 3; Agustín, D 70, 2.
[206] Cf Id., D 71, 12.18.
[207] Cf Id., T.15, 17.31.
[208] Cf Id., D, 225, 4.4.
[209] Cf Carta a los Obispos., sobre
algunos aspectos de la meditación cristiana n. 7.
[210] Cf Basilio
Magno, Sobre el Espíritu Santo 26,
61.64: PG 32, 179-182.6 (LH vol. I pp 132-433); Ef 4, 7; 1Co 12, 26.
[211] Cf Carta a los Obispos., sobre
algunas cuestiones de la meditación cristiana. n.1, 3 y 7.
[212] Cf Jn 17, 1-26; 17, 23; Ef 4, 11-16.
[213] Cf Basilio
Magno, Libro sobre el Espíritu
Santo 2, 61. 64: PG 32; 179-182. 186; Rm 8, 14; Col 2, 16; 4, 3; 1Co
2; Rm 8, 5-7; Col 3, 1-2; Ef 4, 13; Jn 20, 21; Rm 8, 34.
[214] Cf L.
Boff, Hablemos de la otra vida cp.
IX, Santander 1978, 142.
[215] Cf
Catalina de Siena., Diálogo sobre
la divina Providencia, Ed. latina, Ingulstadt 1583; ff 215v. 216, cp. 134.
(LH Vol. IV p.364); Rm 8, 5-7; Gn 1, 27.
[216] Cf Juan
de la Cruz, “Cántico espiritual
” canto 39, 4(LH Vol. IV pp 58-60).
[217] Cf L.
Boff, “Hablemos de la otra vida”,
Cp. VIII, Salamanca 1978, 115-119.
[218] Cf 1Co 15, 51-53; Rm 8, 32; Col 3,
11.
[219] J. Ridick,
Un tesoro en vasijas de barro, Madrid
1933, 20.
[220] R. Guardini,
Realismo cristiano, en: Humanitas 30
(1975), 95-101.
[222] Id., 20.
[223] Cf J. ridick., Un tesoro…,
17-25; Jn 3, 5; Lc 1, 46.
[224] Cf P. Contaner, Écrits.
Magnificat 26, Paris 1995, 324; Lc 1, 38.
[225] Cf Juan
de la Cruz, Cántico espiritual.
Canción 39, 4-7.
[226] Cf Id.
[227] Cf Catalina
de Siena, Dialogo sobre la divina
Providencia, cp. 4, 13, de Latina, Ingolstadt 1583, ff. 19v-20; Fil 3, 9.
[228] Cf 2Pe 1, 16; Mt 15, 5; 2Pe 3, 13;
1Co 8, 6; Col 1, 17; Jn 14, 9; Col 2, 3; Mt 19, 5; GS 22; RH 8.14.15.
[229] Cf Himno de la Vigilia Pascual.
[230] Cf S. Irineo, Adversus
haereses 3, 20, 2-3: SC 34, 342-344 (LH. Vol. I pp 290-291) 4, 20, 4-5: SC
100, 634-640. (LH Vol. I pp 246-247). 4, 13, 4-14: SC 100,
534-540. (LH Vol. II pp 67-68).
534-540. (LH Vol. II pp 67-68).
[231] Cf Gn 2, 18; Sal 23; Ap 3, 12; Jn 14,
23.
[232] Cf Juan
de la Cruz, Cántico espiritual.
Canción 31, 4 y 36, 13 (LH Vol. I pp. 1032-1033); Col
1, 7; 2, 3; Jn 1, 39; 6, 68; Sal 23; Cant 5, 10.
[233] Cf HipÓlito,
Tratado contra la herejía de Noeto
9-12: PG 10, 815-819 (LH Vol. I pp. 318-319).
[234] Cf Agustín,
In Joannis evangelium tractatus, G.
V. 80, 1.
[235] Cf Id.
[236] Cf Juan
Crisóstomo, Homilías sobre la
Carta a los Romanos 15, 6: PG 60, 547-548 (Liturgia de las Horas: Vol. II,
tiempo di Pascua, pp. 1947).
[237] Cf Para este punto ver: LEÓN Magno, Sermón 8 sobre la pasión del Señor
6-8: PL 54; 340-342 (LH Vol. II p301); Tomás de Aquino, S. Th. 3, 48, 2 a.1; Agustín, Sal 74:4 PL 36, 948-949.
6-8: PL 54; 340-342 (LH Vol. II p301); Tomás de Aquino, S. Th. 3, 48, 2 a.1; Agustín, Sal 74:4 PL 36, 948-949.
[238] Cf Agustín,
GV 21, 8.
[239] Cf juan
CRISÓSTOMO, Catequesis 3, 13-19:
SC 50, 174-177 (LH Vol. II, pp 393); Ambrosio,
In Luc 2, 87: PL 15, 1585; Jn 19, 34;
Cant 8, 5.
[240] Cf Juan
CRISÓSTOMO; Catequesis 3,
13-19: SC 50 (LH Vol. II. pp. 344); Ct 8, 2; 7, 13; 8, 3; 3, 4; Ef 5,
25-32.
[241] Cf Basilio
Magno, Libro sobre el Espíritu
Santo 15, 35: PG 32, 127-130 (LH Vol. II p 365); Ef 5, 24; Rm 12,
1-2; 4-7.
[242] Cf Agustín,
Ep 112, 116: PL 22, 924-943.
[243] Cf LEÓN
Magno, Sermón 15 sobre la pasión
del Señor 3.4: PL 54; 366-367 (LH vol. II p. 268); 1Co 10, 17; Rm 12,
12; Ef 5, 21; Fil 2, 1.
[244] Cf Agustín,
Contra Fausto 21, 8: PL 42, 392; Id, Enarr in Ps 17, 51 et 90, 2: PL 36,
154; PL 37, 1159; 1Co 12, 26; Jn 17, 21-23; Rm 12, 5; 1Co 12, 25; cf también:
LG 7; PÍO XII, Mistyci Corporis
Christi (MCC) 31. 33. 82.
[245] Cf Col 2, 7; Ef 4, 11-16; 1Jn 3, 14;
3, 15. 16; LG 7; Pío XII, CMC 32.
[246] Cf MCC 10. 19.
[247] Cf Agustín,
Epístola 157, 3, 22: PL 33, 686.
[248] Cf Id., Sermón 137, 1: PL 38, 754.
[249] Cf MCC 42.
[250] Cf S. Teresita de Lisieux.
[251] Cf MCC 43-43; 1Co 12, 21.
[252] Cf S. LEÓN XIII, Sapientae
Christianae: ASS 22, 372; Satis
Cognitum AAS 28, 710.
[253] Cf Mt 25, 45; Col 1, 24; Pío XII, MCM
43.
No hay comentarios:
Publicar un comentario