lunes, 13 de abril de 2020

Oraciones en tiempo de cuarentena (marzo-abril 2002)


ORACIONES EN ESTA CUARESMA-CUARENTENA

ANTE LA PANDEMIA DEL CORONAVIRUS


Introducción

El coronavirus nos esta cambiando la vida, hemos tenido que reorganizar el ritmo de nuestras vidas completamente. Qué cúmulo de sentimientos, de vivencias, unas negativas con dudas temores, inseguridad, ansiedad, sufrimiento; otras positivas ayuda, servicio, consuelo, compañía, solidaridad, unidad.
La llamada no es solo de prevenir todo contagio sino de vivir de dar vida, como hacer para que todos tengan una vida y una muerte digna. Cristo es la resurrección y la vida. No nos dejemos vencer por la muerte.
En nuestro mundo prepotente nos hemos creído capaces de todo. Como dice el Papa Francisco la pandemia nos ha venido a hacer vulnerables a desenmascarar nuestra autosuficiencia. Codiciosos de ganancias nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa. No nos hemos detenido ante tus llamadas, no nos hemos despertado ante tantas guerras e injusticias, nos hemos hecho indiferentes y no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo.
Tiempo de despertar, de cambiar no los programas sino la vida. Ojalá que este tiempo no cambie solo nuestros hábitos externos sino nuestra vida internamente, nuestros valores, nuestras prioridades, nuestras actitudes, nuestros corazones. Desenmascarar las falsas seguridades certezas y apoyos, los maquillajes de nuestra prepotencia, autosuficiencia, indiferencia e individualismo. Es tiempo de despertar de avivar la fe y el amor, la solidaridad entre los pueblos. Dirijamos hoy la mirada ante los que sufren y ante los que hoy se hacen portadores de vida y testigos de esperanza.

ESQUEMA ORACIONES EN ESTA CUARENTENA

I Oración del Papa el viernes 27 Vaticano por el fin de la pandemia
II Oración en el Quinto Domingo de Cuaresma: Domingo de las lágrimas
III Via Matrix en este tiempo de pandemia
IV Via-Crucis en este tiempo de pandemia
V Via-Lucis en este tiempo de pandemia
VI Ante el Cristo Crucificado de hoy
VII Oracióna María por el fin de la Pandemia





ORACIÓN DEL PAPA EL VIERNES 27 MARZO 
EN EL VATICANO POR EL FIN DE LA PANDEMIA
 
 Introducción


 Abrazar al Señor para abrazar la esperanza”: Esta es la invitación que nos hace el Papa Francisco para combatir el miedo en esta crisis causada por la pandemia del coronavirus. “Esta es la fuerza de la fe, que libera del miedo y da esperanza”.
En una tarde lluviosa, con la tenue luz del atardecer en Roma, el Papa Francisco ha llegado a las 18 horas, acompañado únicamente por Mons. Guido Marini, Maestro de Ceremonias Litúrgicas Pontificales, para presidir la oración extraordinaria por el fin de la pandemia del coronavirus que ha contagiado ya a más de 536.280 personas en todo el mundo.
“No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio”, ha señalado el Papa, invocando al Padre. “El tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia Ti, Señor, y hacia los demás”.

MENSAJE DEL PAPA

1.   Nuestro tiempo de noche y tormenta
“Al atardecer” (Mc 4,35). Así comienza el Evangelio que hemos escuchado. Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: “perecemos” (cf. v. 38), también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos.
Es fácil identificarnos con esta historia, lo difícil es entender la actitud de Jesús. Mientras los discípulos, lógicamente, estaban alarmados y desesperados, Él permanecía en popa, en la parte de la barca que primero se hunde. Y, ¿qué hace? A pesar del ajetreo y el bullicio, dormía tranquilo, confiado en el Padre —es la única vez en el Evangelio que Jesús aparece durmiendo—. Después de que lo despertaran y que calmara el viento y las aguas, se dirigió a los discípulos con un tono de reproche: “¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?” (v. 40).
Tratemos de entenderlo. ¿En qué consiste la falta de fe de los discípulos que se contrapone a la confianza de Jesús? Ellos no habían dejado de creer en Él; de hecho, lo invocaron. Pero veamos cómo lo invocan: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?” (v. 38). No te importa: pensaron que Jesús se desinteresaba de ellos, que no les prestaba atención. Entre nosotros, en nuestras familias, lo que más duele es cuando escuchamos decir: “¿Es que no te importo?”. Es una frase que lastima y desata tormentas en el corazón.
También habrá sacudido a Jesús, porque a Él le importamos más que a nadie. De hecho, una vez invocado, salva a sus discípulos desconfiados.
2.    No tengamos miedo
La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad. La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad.
Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos.
¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?”. Señor, esta tarde tu Palabra nos interpela se dirige a todos. En nuestro mundo, que Tú amas más que nosotros, hemos avanzado rápidamente, sintiéndonos fuertes y capaces de todo. Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa. No nos hemos detenido ante tus llamadas, no nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo. Ahora, mientras estamos en mares agitados, te suplicamos: “Despierta, Señor”.
¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?”. Señor, nos diriges una llamada, una llamada a la fe. Que no es tanto creer que Tú existes, sino ir hacia ti y confiar en ti. En esta Cuaresma resuena tu llamada urgente: “Convertíos”, “volved a mí de todo corazón” (Jl 2,12). Nos llamas a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección. No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás.

3.    Tiempo de discernimiento, de cambio, de elección, de reorientación
Este es el tiempo de discernimiento para saber elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás.
En medio de la noche se ven las estrellas. Podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida. Es la fuerza operante del Espíritu derramada y plasmada en valientes y generosas entregas. Es la vida del Espíritu capaz de rescatar, valorar y mostrar cómo nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo.
Frente al sufrimiento, donde se mide el verdadero desarrollo de nuestros pueblos, descubrimos y experimentamos la oración sacerdotal de Jesús: “Que todos sean uno” (Jn 17,21). Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos. La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras.
¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?”. El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No somos autosuficientes; solos nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza. Al igual que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga. Porque esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo. Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios la vida nunca muere.
4.    Tiempo de despertar avivar la fe y acercarnos a Cristo
El Señor nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y a activar esa solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo parece naufragar. El Señor se despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual. Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados.
Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor. En medio desasimiento donde estamos sufriendo la falta de los afectos y de los encuentros, experimentando la carencia de tantas cosas, escuchemos una vez más el anuncio que nos salva: ha resucitado y vive a nuestro lado.
El Señor nos interpela desde su Cruz a reencontrar la vida que nos espera, a mirar a aquellos que nos reclaman, a potenciar, reconocer e incentivar la gracia que nos habita. No apaguemos la llama humeante (cf. Is 42,3), que nunca enferma, y dejemos que reavive la esperanza.
Abrazar su Cruz es animarse a abrazar todas las contrariedades del tiempo presente, abandonando por un instante nuestro afán de omnipotencia y posesión para darle espacio a la creatividad que sólo el Espíritu es capaz de suscitar. Es animarse a motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad. En su Cruz hemos sido salvados para hospedar la esperanza y dejar que sea ella quien fortalezca y sostenga todas las medidas y caminos posibles que nos ayuden a cuidarnos y a cuidar. Abrazar al Señor para abrazar la esperanza. Esta es la fuerza de la fe, que libera del miedo y da esperanza.
 5.    Poner en Él nuestra confianza
¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?”. Queridos hermanos y hermanas: Desde este lugar, que narra la fe pétrea de Pedro, esta tarde me gustaría confiarlos a todos al Señor, a través de la intercesión de la Virgen, salud de su pueblo, estrella del mar tempestuoso.
Desde esta columnata que abraza a Roma y al mundo, descienda sobre vosotros, como un abrazo consolador, la bendición de Dios. Señor, bendice al mundo, da salud a los cuerpos y consuela los corazones. Nos pides que no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil y tenemos miedo. Mas tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repites de nuevo: “No tengáis miedo” (Mt 28,5). Y nosotros, junto con Pedro, “descargamos en ti todo nuestro agobio, porque Tú nos cuidas” (cf. 1 P 5,7).
 V DOMINGO DE CUARESMA
Domingo de las lágrimas

Introducción
El Papa Francisco ha denominado este V domingo de Cuaresma el domingo de las lágrimas. Pienso en tanta gente “que llora: gente aislada, gente en cuarentena, los ancianos solos, personas hospitalizadas y personas en terapia, padres que ven que, como no reciben la paga, no podrán dar de comer a sus hijos, mucha gente llora”. Así nosotros también, desde nuestro corazón, los acompañamos. Y no nos hará mal llorar un poco con el llanto del Señor por todo su pueblo.
El profeta Ezequiel alienta la fe del pueblo sumido en la desesperanza. El mensaje de los huesos calcinados que reviven al soplo del Espíritu pre anuncian la Resurrección de Cristo (Ez37, 12-14). En el evangelio nos narra la resurrección de Lázaro anticipo de la de Cristo. Cristo se acerca ante el sepulcro de Lázaro su amigo y profundamente conmovida llora. Después dijo: quiten la losa. A continuación, oró al Padre y gritó con fuerte voz: Lázaro sal fuera. Salió el muerto atado con vendas. Jesús dijo: Desatadlo para que pueda andar. Muchos creyeron en él.
Toda esta situación que pasamos no es de muerte, la muerte no tiene la última palabra. El amor de Jesús es capaz de transformar el mundo y es la fe la que tiene que iluminar nuestra vida para ser testigos de esperanza. Dirijamos nuestra mirada y nuestros corazones al que es la Resurrección y la vida.
Señor que manifestaste tu compasión en las lágrimas que tu Hijo derramó ante el sepulcro de su amigo contempla los sufrimientos del mundo en este tiempo de pandemia y de tantos que lloran por la pérdida de sus seres queridos y derrama tu espíritu de amor consuelo y paz para que podamos experimentar el poder y la fuerza de la resurrección.
Al celebrar el misterio pascual creemos en la victoria de Jesús sobre la muerte. El cree en Jesús verá la gloria de Dios y alcanzará la vida plena

1.    Jesús profundamente conmovido lloró 

Jesús sintió dolor llegó a la tumba y, se conmovió profundamente y muy turbado, preguntó: “¿Dónde lo habéis puesto?” (Jn 11,34). Y Jesús estalló en lágrimas. Jesús, Dios, pero hombre, lloró. En otra ocasión en el Evangelio se dice que Jesús lloró: cuando lloró por Jerusalén (Lc 19,41-42). ¡Y con cuanta ternura llora Jesús! Llora desde el corazón, llora con amor, llora con los suyos que lloran. El llanto de Jesús. Tal vez, lloró otras veces en la vida —no lo sabemos— ciertamente en el Huerto de los Olivos. Pero Jesús llora por amor, siempre.
Jesús se conmueve profundamente y muy turbado lloró. Cuántas veces hemos escuchado en el Evangelio esta emoción de Jesús, con esa frase que se repite: “Viendo, tuvo compasión” (cf. Mt 9,36; Mt 14,14). Jesús no puede mirar a la gente y no sentir compasión. Sus ojos miran con el corazón; Jesús ve con sus ojos, pero ve con su corazón y es capaz de llorar.
Hoy, ante un mundo que sufre tanto, ante tanta gente que sufre las consecuencias de esta pandemia, me pregunto: ¿soy capaz de llorar, como seguramente lo habría hecho Jesús y lo hace ahora? ¿Mi corazón se parece al de Jesús? Y si es demasiado duro, si bien soy capaz de hablar, de hacer el bien, de ayudar, pero mi corazón no entra, no soy capaz de llorar, debo pedir esta gracia al Señor: Señor, que yo llore contigo, que llore con tu pueblo que en este momento sufre. Muchos lloran hoy. Y nosotros, desde este altar, desde este sacrificio de Jesús, de Jesús que no se avergonzó de llorar, pedimos la gracia de llorar. Que hoy sea para todos nosotros como el domingo del llanto.


2.    Esta enfermedad no es de muerte
En este pasaje del Evangelio vemos que la fe del hombre y la omnipotencia del amor de Dios se buscan y finalmente …se encuentran. Toda la situación que vive la humanidad con tantas muertes no deben dejarnos sumidos en el dolor, la desesperación, la muerte.
Esta enfermedad no es de muerte. Dios que es vida y da vida, quiso asumir en su Hijo el drama de la muerte. Jesús podría haber evitado la muerte de su amigo Lázaro, pero quería hacer suyo nuestro dolor por la muerte de nuestros seres queridos, y sobre todo ha querido mostrar el dominio de Dios sobre la muerte.
Es como un doble camino, la fe del hombre y la omnipotencia del amor de Dios que al final se encuentran. Lo vemos en el grito de Marta y María y todos nosotros con ellas: “¡Si hubieras estado aquí”. Y la respuesta de Dios no es un discurso, la respuesta de Dios al problema de la muerte, es Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida… ¡Tengan fe! En medio del llanto sigan teniendo fe, aunque la muerte parece haber ganado.


3.    No nos quedemos encerrados en la muerte. Quiten la piedra
No nos quedemos encerrados en nuestras muertes, en nuestros sepulcros, vidas calcinadas por la indiferencia, la lejanía, la insensibilidad, la rutina, la monotonía, el miedo, la angustia, el sin sentido, el vacío, la desesperanza, la soledad, el sufrimiento, la muerte.
¡Quiten la piedra de su corazón!, dejen que la Palabra de Dios devuelva la vida donde hay muerte”. Aún hoy Jesús nos repite: “Quiten la piedra”. Dios no nos creó para la tumba, nos creó… para la vida, hermosa, buena, alegre. Pero “la muerte ha entrado en el mundo por la envidia del diablo” (Sap 2:24), dice el Libro de la Sabiduría, y Jesucristo ha venido a liberarnos de sus ataduras.
Por lo tanto, estamos llamados a quitar las piedras de todo lo que huele a muerte: por ejemplo la hipocresía con la que vivimos la fe, es muerte; la crítica destructiva a los demás, es muerte; la ofensa, la calumnia, es muerte; la marginación de los pobres, es muerte. El Señor nos pide que saquemos estas piedras de nuestros corazones, y la vida entonces florecerá a nuestro alrededor. Cristo vive, y quien lo acoge y se adhiere a Él entra en contacto con la vida. Sin Cristo, o fuera de Cristo, no sólo no hay vida sino que se vuelve a caer en el la muerte.


4.    Cuales nuestros sepulcros, cavernas, lugares oscuros donde nos escondemos

En esta pandemia que vivimos Dios permite que se desenmascaren los corazones y salga afuera todo lo malo y todo lo bueno que hay en el hombre.
Este tiempo de cuaresma es un tiempo propicio para desenmascarar nuestros sepulcros, esos lugares sombríos de muerte que necesitan se resucitados.
Cristo gritó ante el sepulcro. Lázaro sal fuera. Quizás en estos tiempos de confinamiento nos dicen, no salir de nuestras casas para prevenir el contagio. Pero eso no significa quedarnos encerrados en nosotros mismos. Es tiempo de salir de la muerte y acogernos al que vive y da la vida.
Dios hizo salir de la muerte y del sepulcro a su Hijo Jesucristo. Cristo nos dice hoy no temáis. Salid de vuestras tumbas, del desaliento, el cansancio y quitad las vendas para ver el grito de dolor y sufrimiento que viven tantos hermanos.


5.    Abramos las puertas a Cristo y dejemos que entre a nuestros sepulcros y nos renueve   

Cristo es la Resurrección y la vida. 

¿Creemos esto? La vida nos viene de Cristo, vencedor de la muerte. Cristo ha vencido toda muerte. Los que creen verán la gloria de Dios. De este tiempo de pandemia saldremos y ojalá que salgamos fortalecidos y renovados. Veremos unos cielos nuevos y una tierra nueva donde reine la concordia y la unidad entre los pueblos.

Marta le dice a Jesús: “¡Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto!” (v. 21). Jesús le responde: “Tu hermano resucitará” (v. 23); y añade: “Yo soy la resurrección y la vida; el que crea en mí, aunque muera, vivirá”. Jesús se hace ver como el Señor de la vida, Él es capaz de dar la vida y también la muerte (v. 25). Luego María y otras personas llegan, todos llorando, y Jesús – dice el Evangelio – “se conmovió profundamente y […] estalló en lágrimas” (vv. 33.35). Con este trastorno en el corazón, va a la tumba, agradece al Padre que siempre lo escucha, hace que la tumba se abra y grita con fuerza: “¡Lázaro, sal!” (v. 43). Y Lázaro salió con “los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario” (v. 44).

La resurrección de Lázaro es también un signo de la regeneración que tiene lugar en el creyente. a través del Bautismo, con la plena inserción en el Misterio Pascual de Cristo. Por la acción y la fuerza del Espíritu Santo, el cristiano es una persona que camina en la vida como una nueva criatura: una criatura para la vida y que va hacia la vida.
Que la Virgen María nos ayude a ser compasivos como su Hijo Jesús, que hizo suyo nuestro dolor. Que cada uno de nosotros esté cerca de los que están en la prueba, convirtiéndose para ellos en un reflejo del amor y la ternura de Dios, que libera de la muerte hace vencer la vida.


Introducción a este pequeño triduo cuaresmal:

En este tiempo de cuaresma, convertida en cuarentena por la pandemia del coronavirus la Iglesia nos invita a adentrarnos en la contemplación del misterio pascual de Cristo de su Pasión muerte y resurrección. Arraigada en la religiosidad popular y en la Tradición de la Iglesia se ha extendido la oración del Via Crucis. Junto al Vía Crucis se han sumado otras oraciones el Vía Lucis y el Vía Matris.

Estas oraciones están preparadas con textos bíblicos asociados a los pasos que se van contemplando una pequeña oración, reflexión y una imagen. Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Si estas imágenes son de rostros reales de personas del mundo entero. El coronavirus se ha extendido por el mundo entero no sabe de razas, sexos, credos, ni condición social, nos ha unido a toda la humanidad.
Estamos en este tiempo saturados de mensajes, de palabras de imágenes No pasemos por delante y ayúdanos a contemplar a Cristo en medio de esta situación que vivimos. Por la fe sabemos que Cristo hoy asume y hace suyo todo nuestro dolor. Que estas oraciones nos alienten y ayuden en nuestra oración.

ESQUEMA:

I.                   VIA MATRIS
II.                 VIA CRUCIS
III.              VIA LUCIS




ORACIONES DEL VIA MATRIS EN ESTA PANDEMIA

Introducción al Vía Matris:

El Vía Matris es una oración para contemplar el Misterio Pascual de Cristo acompañados de María. María nunca estuvo separada de su Hijo. Ella fue testigo privilegiado, acompañando a Jesús durante toda su vida y fue asociada de forma única a su misterio pascual. Tuvo su camino de dolor y de gloria. Los dolores de Cristo son también los dolores de María.
De la misma forma María acompaña toda la Pasión actual de su Hijo, la que vivimos en este momento de pandemia. Con el rezo del Vía Matris somos invitados a contemplar a Jesús siguiendo los pasos de su Hijo. La Vía Matris tiene siete estaciones que se conocen como los siete dolores, las siete espadas que atravesaron el corazón de la Virgen Dolorosa. Todos somos invitados a acompañar a Jesús y la Madre en su Pasión de hoy. A partir del 25 de Marzo fiesta de la Anunciación se observó cierta bajada en el número de contagiados.
Las imágenes que presentamos reflejan el dolor de la madre por sus hijos. Nos queremos unir al dolor de tantas madres por sus hijos y tantos hijos por sus madres. Que La Madre Dolorosa nos infunda su fe, amor y esperanza para poder acompañar a sus hijos hoy y ser testigos de la Resurrección del Señor.

ESQUEMA:

I.1 La Presentación de Jesús en el Templo
I.2 La huida a Egipto
I.3 La pérdida del Hijo en Jerusalén
I.4 El encuentro de la Madre con su Hijo en la vía dolorosa
I.5 María junto a la Cruz
I.6 El descendimiento
I.7 El entierro en el sepulcro

I.1 La Presentación de Jesús en el Templo

Foto 1: Madre consoladora de los que sufren




Lectura:

Simeón dijo a María: Mira, este está puesto para que todos en Israel caigan o se levanten; será una bandera discutida y a ti una espada te atravesará el corazón.
(Lc 2, 34-35)

Reflexión:
Pasamos la vida pensando hacer algo grande y se nos escapa, se nos escapa sin haber hecho nada. Se nos olvida que lo más grande que podemos hacer empieza en lo pequeño.

Oración:
Oh Dios, esperanza de los hombres, que por medio de Simeón anunciaste a María la hora de la prueba y del dolor para asociarla a la Pasión de tu Hijo, mira a tus hijos peregrinos en este tiempo de pandemia y guíanos y orienta nuestros corazones hacia Tí. Madre del consuelo líbranos de la indiferencia de la prepotencia y mezquindad. Ayúdanos en medio de la hora de tiniebla y de dolor a mantener viva la fe, el amor y la esperanza en este momento de prueba y de dolor

I.2 La huida a Egipto

Foto 2: Madre refugio de pecadores



Lectura:

El ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: Levántate coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta nuevo aviso, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo. José se levantó, cogió al niño y a su madre de noche y se fue a Egipto (Mt 2, 13-14)

Reflexión:
No está la grandeza en hacer y en hacer, sino en amar aquello que Dios nos ha dado. Nuestra tragedia es lo lento que aprendemos a amar.

Oración:
Oh Dios que confiaste a María y José la custodia de tu Hijo perseguido por Herodes concédenos salir al encuentro de nuestros hermanos oprimidos por la injusticia y víctimas de la violencia. Madre refugio de los perseguidos, exiliados, pobres y pecadores, auxilio de los cristianos, vuelve tus ojos misericordiosos ante toda la miseria humana. Que en medio de esta pandemia no crezca la duda, la sospecha, la incomprensión, la insolidaridad.

I.3 La pérdida del Hijo en Jerusalén

Foto 3: Madre de la Piedad




Lectura:

Cuando las fiestas terminaron, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que lo supieran sus padres. Éstos creyendo que iba en la caravana, al terminar la primera jornada, se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; y como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en su busca (Lc 2, 43-45)

Reflexión:
Sed nobles con vosotros mismos; Mantengamos la solidaridad. Esforzaos porque vuestras obras correspondan a vuestros buenos pensamientos y sentimientos. Así nunca dudaremos en estar del lado de la verdad.

Oración:
Oh Dios defensor de los pobres y oprimidos sal en nuestro auxilio. En tu designio de sabiduría dispusiste que la Virgen experimentase el dolor de la desaparición de tu Hijo te pedimos buscar a Cristo con empeño en este tiempo de prueba. Madre de la Piedad que nadie quede solo en la indefensión ven en nuestro auxilio y danos tus entrañas de misericordia para ser empáticos con nuestros hermanos.


I.4 El encuentro de la Madre con su Hijo en la vía dolorosa

Foto 4: Madre la Desolada



Lectura:

Mientras lo conducían, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que volvía del campo y le cargaron la cruz para que la llevasen detrás de Jesús. Lo seguía gran gentío del pueblo y muchas mujeres que se golpeaban el pecho y gritaban lamentándose por él. (Lc 23, 26-27)

Reflexión:
Podemos tener unas ideas muy elevadas, poseer una ciencia insondable, tener riquezas para comprar el mundo, pero si no tenemos amor no somos nada.

Oración:
Padre bueno bajo cuya mirada de amor tu Hijo como Siervo Sufriente encontró en el camino del Calvario a la Madre Dolorosa suscita en nosotros el sincero deseo de seguir a Cristo abrazándole soportando nuestra cruz. Madre de los desalentados y desamparados auxílianos y ayúdanos a salir al encuentro de todos los que sufren.


I.5 María junto a la Cruz

Foto 5: Madre Dolorosa




Lectura:

Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, la hermana de su madre, María de Cleofás y María Magdalena. Al ver a su madre y a su lado al discípulo preferido, dijo Jesús: Mujer, ese es tu Hijo. Y luego al discípulo: Esa es tu madre. Desde entonces el discípulo la tuvo en su casa. (Jn19, 25-27)

Reflexión:
Qué grande si este mundo en el que vivimos se preocupara de levantar no solo grandes obras sino también las vidas de los más pobres.

Oración:
Oh Dios que has querido que, al lado de tu Hijo, levantado sobre la Cruz, estuviese presente su Madre Dolorosa haz que asociados con ella a la pasión de tu Hijo participemos con él de la gloria de la resurrección. Madre Dolorosa a ti suplicamos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas y auxílianos.


I.6 El descendimiento

Foto 6: Madre de La Soledad



Lectura:
Al caer la tarde llegó un hombre rico de Arimatea, de nombre José, que era también discípulo de Jesús. Fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo y Pilato mandó que se lo entregaran. José se llevó el cuerpo de Jesús y lo envolvió en una sábana limpia. (Mt 27, 57-59)
Reflexión:
Qué bueno pensar que el suelo de polvo que pisamos es la única altura donde todos nos igualamos.
Oración:
Padre misericordioso que en la hora de la prueba has consolado a la Madre desolada, danos el espíritu de consolación, para que sepamos consolar a lo hermanos, que viven en soledad o gimen e la aflicción. Madre de la Soledad, no nos dejes solos, ruega por nosotros y ampáranos.

I.7 El entierro en el sepulcro

 Foto 7: Madre de las Angustias



                                  


Lectura:
En el sitio donde lo crucificaron había un huerto y en el huerto un sepulcro donde todavía no habían enterrado a nadie. Como para los judíos era día de preparativos y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús. (Jn 19, 40-42)

Reflexión:
No es lo peor la tristeza que siento. Es que no tengo a nadie dispuesto a compartirla; uno como yo que me comprenda.

Oración:
Oh Dios, en el sepulcro nuevo de tu Hijo, signo de la tierra Virgen has puesto la semilla de la nueva creación, concédenos ser portadores de esperanza y testigos de la resurrección. Madre de las angustias que sumida en el dolor no bajaste los brazos y te mantuviste en espera de la resurrección, enséñanos a esperar y confiar en Dios por encima de todo.


EN ESTA PANDEMIA



Introducción al Via Crucis

Esta pandemia ha dejado al descubierto todo lo que anida en el corazón del hombre lo malo y lo bueno. Estábamos como insensibles ante el mundo que nos rodea. Como el Papa Francisco nos dice no nos hemos despertado, no nos hemos detenido ante las llamadas del Señor.
Este tiempo es un tiempo de orar, de reflexionar ante la situación del mundo, ante las guerras e injusticias de las que hemos sido cómplices y víctimas. Nos hemos hecho sordos a Dios y a los hermanos. No hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo. Las oraciones y reflexiones de este Vía crucis corresponden al Vía Crucis que hicieron un grupo de jóvenes libaneses bajo la dirección del cardenal Béchara Boutros Raï del Líbano.
La llamada a seguirte se dirige a todos, en particular a los jóvenes y a cuantos sufren por las divisiones, las guerras o la injusticia y luchan por ser, en medio de sus hermanos, signos de esperanza y artífices de paz.
Te contemplamos, Señor, en este camino que tú has emprendido antes que nadie y al final del cual pusiste tu cruz como un puente hacia la muerte, de modo que los hombres puedan pasar del país de la muerte al de la Vida. Nos ponemos por tanto ante ti con amor, te presentamos nuestros sufrimientos, dirigimos nuestra mirada y nuestro corazón a tu santa Cruz y, apoyándonos en tu promesa, te confesamos como nuestro Señor y Salvador. Oh Redentor, realiza en nosotros el misterio de tu redención, por tu pasión, muerte y resurrección.

ESQUEMA DE LAS ESTACIONES DEL VIA CRUCIS

II,1 Jesús es condenado a muerte
II,2 Jesús con la cruz a cuestas
II,3 Jesús cae por primera vez
II,4 Jesús encuentra a su Madre
II,5 El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz
II,6 La Verónica enjuga el rostro de Jesús
II,7 Jesús cae por segunda vez
II,8 Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén que lloran por él
II,9 Jesús cae por tercera vez bajo el peso de la cruz
II,10 Jesús es despojado de sus vestiduras
II,11 Jesús es clavado en la cruz
II,12 Jesús muere en la cruz
II,13 Jesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre
II,14 Jesús es colocado en el sepulcro


PRIMERA ESTACIÓN: Jesús es condenado a muerte

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Lectura:

Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó: «¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?» Ellos gritaron de nuevo: «Crucifícalo». Y Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. (Mc 15,12-13.15).

Reflexión:
En nuestro mundo contemporáneo, muchos son los «Pilato» que tienen en las manos los resortes del poder y los usan al servicio de los más fuertes. Son muchos los que, débiles y viles ante estas corrientes de poder, ponen su autoridad al servicio de la injusticia y pisotean la dignidad del hombre y su derecho a la vida.

Oración:
Señor Jesús, no permitas que seamos contados entre los injustos. No permitas que los fuertes se complazcan en el mal, en la injusticia y en el despotismo. No permitas que la injusticia lleve a los inocentes a la desesperación y a la muerte. Confírmales en la esperanza e ilumina la conciencia de aquellos que tienen autoridad en este mundo, de modo que gobiernen con justicia. Amén.

SEGUNDA ESTACIÓN: Jesús con la cruz a cuestas

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Lectura:
Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo. (Mc 15,20).

Reflexión:
En todas las épocas, el hombre ha creído poder sustituir a Dios y determinar por sí mismo el bien y el mal, sin hacer referencia a su Creador y Salvador. Se ha creído omnipotente, capaz de excluir a Dios de su propia vida y de la de sus semejantes, en nombre de la razón, el poder o el dinero. También hoy el mundo se somete a realidades que buscan expulsar a Dios de la vida del mundo, como el laicismo ciego que sofoca los valores de la fe y de la moral en nombre de una presunta defensa del hombre; o el fundamentalismo violento que toma como pretexto la defensa de los valores religiosos.

Oración:

Señor Jesús, tú que has asumido la humillación y te has identificado con los débiles, te confiamos a todos los hombres y a todos los pueblos humillados y que sufren, en especial los del atormentado Oriente. Concédeles que obtengan de ti la fuerza para poder llevar contigo su cruz de esperanza. Nosotros ponemos en tus manos todos aquellos que están extraviados, para que, gracias a ti, encuentren la verdad y el amor. Amén.


TERCERA ESTACIÓN: Jesús cae por primera vez
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Lectura:
Pero Él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre Él, sus cicatrices nos curaron. (Is 53,5)

Reflexión:
Aquél que tiene las luminarias del cielo en la palma de su mano divina, y ante el cual tiemblan las potencias celestes, cae por tierra sin protegerse bajo el pesado yugo de la cruz. Aquél que ha traído la paz al mundo, herido por nuestros pecados, cae bajo el peso de nuestras culpas. Temblaron los fundamentos de la tierra y un miedo terrible se apoderó de los que estaban allí cuando su Creador y Dios fue aplastado bajo el peso de la cruz y se dejó conducir a la muerte por amor a toda la humanidad.

Oración:
Señor Jesús, levántanos de nuestras caídas, reconduce nuestro espíritu extraviado a tu Verdad. No permitas que la razón humana, que tú has creado para ti, se conforme con las verdades parciales de la ciencia y de la tecnología sin intentar siquiera plantearse las preguntas fundamentales sobre el sentido y la existencia. Concédenos, Señor, abrirnos a la acción de tu Santo Espíritu, de modo que nos conduzca a la plenitud de la verdad. Amén.


CUARTA ESTACIÓN: Jesús encuentra a su Madre
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Lectura:
Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Éste ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción, y a ti misma una espada te traspasará el alma, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones». Su madre conservaba todo esto en su corazón. (Lc 2,34-35.51b).

Reflexión:
Detengámonos a contemplar a Jesús herido y sufriendo, llevando la cruz de todos los hombres, Jesús encuentra a su madre y, en su rostro, a toda la humanidad. Lo ha encontrado en una búsqueda constante de su rostro. Antes de encontrar a Jesús, es él quien se hace el encontradizo. Ahora, mientras lleva la cruz, la encuentra. Jesús sufre al ver a su madre afligida, y María viendo sufrir a su Hijo. Pero de este común sufrimiento nace la nueva humanidad.

Oración:
Señor Jesús, también nosotros sentimos en nuestras familias los sufrimientos que los padres causan a sus hijos y éstos a sus padres. Señor, haz que en estos tiempos difíciles nuestras familias sean lugar de tu presencia, de modo que nuestros sufrimientos se transformen en alegría. Sé tú la fuerza de nuestras familias y haz que sean oasis de amor, paz y serenidad, a imagen de la Sagrada Familia de Nazaret. Amén.


QUINTA ESTACIÓN: El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz
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Lectura:
Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús. (Lc 23, 26).

Reflexión:
El encuentro de Jesús con Simón de Cirene es un encuentro silencioso, una lección de vida: Dios no quiere el sufrimiento y no acepta el mal. Simón de Cirene es uno de nosotros, y nos enseña a aceptar la cruz que encontramos en el camino de la vida. El dolor, la enfermedad puede apagar la mirada, pero no herir la conciencia; puede dejar sordos los oídos, pero no impedirnos escuchar; atar la lengua, pero no apagar la sed de verdad. Puede adormecer el alma, pero no robar la libertad.

Oración:
Señor, queremos ser tus discípulos para llevar tu cruz todos los días; la llevaremos con alegría y con esperanza para que tú la lleves con nosotros, porque tú has alcanzado para nosotros el triunfo sobre la muerte. Te damos gracias, Señor, por cada persona enferma y que sufre, que sabe ser testigo de tu amor, y por cada «Simón de Cirene» que pones en nuestro camino. Amén.


SEXTA ESTACIÓN: La Verónica enjuga el rostro de Jesús
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Lectura:
Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro». Tu rostro buscaré, Señor. No me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches, no me abandones, Dios de mi salvación. (Sal 27,8-9).

Reflexión:
La Verónica te ha buscado en medio de la gente. Te ha buscado, y al final te ha encontrado. Mientras tu dolor llegaba al extremo, ha querido aliviarlo enjugándote el rostro con un paño. Nosotros también hoy buscamos tu rostro. La Verónica nos recuerda que tú estás presente en cada persona que sufre y que se dirige al Gólgota. Señor, haz que te encontremos en los pobres, en tus hermanos pequeños, para enjugar las lágrimas de los que lloran, hacernos cargo de los que sufren y sostener a los débiles.

Oración:
Señor, tú nos enseñas que una persona herida y olvidada no pierde ni su valor ni su dignidad, y que permanece como signo de tu presencia oculta en el mundo. Ayúdanos a lavar de su rostro las marcas de la pobreza y la injusticia, de modo que tu imagen se revele y resplandezca en ella. Oremos por todos los que buscan tu rostro y lo encuentran en quienes no tienen hogar, en los pobres, en los niños expuestos a la violencia y a la explotación. Amén.


SÉPTIMA ESTACIÓN: Jesús cae por segunda vez
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Lectura:

Al verme se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza. Pero tú, Señor, no te quedes lejos, que el peligro está cerca y nadie me socorre. (Sal 22, 8.12)

Reflexión:
Jesús está solo bajo el peso interior y exterior de la cruz. En la caída es cuando el peso del mal se hace demasiado grande, y parece que no hay límite para la injusticia y la violencia. Pero él se levanta de nuevo apoyándose en la confianza que tiene en su Padre. La fuerza del amor al Padre y a todos los hombres lo levanta. En esta segunda caída reconocemos tantas situaciones nuestras que parecen no tener salida. Entre ellas, las causadas por los prejuicios y el odio, que endurece nuestro corazón y lleva a conflictos religiosos.

Oración:
Ilumina nuestras conciencias para que reconozcamos que, a pesar de las divergencias humanas y religiosas, un destello de verdad ilumina a todos los hombres, llamados a caminar juntos, respetando la libertad religiosa. Así, las distintas religiones podrán unir sus esfuerzos para servir al bien común y contribuir al desarrollo de cada persona y a la construcción de la sociedad. Ven Espíritu Santo a consolar y fortalecer a los cristianos de modo que unidos a Cristo sean testigos de su amor universal en una tierra lacerada por la injusticia y los conflictos. Amén.



OCTAVA ESTACIÓN: Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén que lloran por él.
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Lectura:

Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos». (Lc 23, 27-28)

Reflexión:
En el camino hacia el Calvario, el Señor encuentra a las mujeres de Jerusalén. Ellas lloran por el sufrimiento del Señor como si se tratase de un sufrimiento sin esperanza. Jesús da su vida en rescate por muchos. Así dio alivio a los oprimidos bajo el yugo y consuelo a los afligidos. Enjugó las lágrimas de las mujeres de Jerusalén y abrió sus ojos a la verdad pascual. Nuestro mundo está lleno de madres afligidas, de mujeres heridas en su dignidad, violentadas por las discriminaciones, la injusticia y el sufrimiento.

Oración:
Oh Cristo sufriente, sé nuestra paz y el bálsamo de nuestras heridas. Señor, que el deseo de nuestro corazón sea el de encontrarnos contigo. Que nuestro camino lleno de sufrimiento sea siempre un itinerario de esperanza, contigo y hacia ti, que eres el refugio de nuestra vida y nuestra Salvación. Amén.


NOVENA ESTACIÓN: Jesús cae por tercera vez bajo el peso de la cruz
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Lectura:

Nos apremia el amor de Cristo, al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron. Y Cristo murió por todos, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos. (2 Co 5, 14-15)

Reflexión:
Por tercera vez, Jesús cae bajo la cruz cargado con nuestros pecados, y por tercera vez intenta alzarse con todas las fuerzas que le quedan, para proseguir el camino hacia el Gólgota, evitando dejarse aplastar y sucumbir a la tentación. Desde su encarnación, Jesús lleva la cruz del sufrimiento humano y del pecado. Ha asumido la naturaleza humana de forma plena y para siempre, mostrando a los hombres que la victoria es posible y que el camino de la filiación divina está abierto.

Oración:
Señor Jesús, la Iglesia está oprimida bajo la cruz de las divisiones que alejan a los cristianos unos de otros y de la unidad que tú quisiste. Frente a las divisiones a las que nos enfrentamos, concédenos, Señor, la sabiduría y la humildad, para levantarnos y avanzar por el camino de la unidad, en la verdad y el amor, sin sucumbir a la tentación de recurrir sólo a los criterios que nacen de intereses personales o sectarios. Concédenos renunciar a la mentalidad de división para no hacer ineficaz la cruz de Cristo, Amén.


DÉCIMA ESTACIÓN: Jesús es despojado de sus vestiduras
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Lectura:

Se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica. (Sal 22, 19)

Reflexión:
Te hemos robado el manto, y tú nos has dado también la túnica. Has permitido que el velo de tu carne se rasgase para que fuésemos admitidos de nuevo a la presencia del Padre. Creíamos poder realizarnos nosotros mismos, independientemente de ti. Nos hemos encontrado desnudos, pero tu amor infinito nos ha revestido de la dignidad de hijos e hijas de Dios. Cuántos son hoy los hombres despojados de su dignidad violentados por la persecución, y debilitados por la emigración. Infúndelos el valor de permanecer en sus países para anunciar la Buena Noticia.

Oración:
Oh Jesús, Hijo del hombre, que te has despojado para revelarnos la nueva criatura resucitada de entre los muertos, arranca en nosotros el velo que nos separa de Dios, y entreteje en nosotros tu presencia divina. Concédenos vencer el miedo frente a los sucesos de la vida que nos despojan y nos dejan desnudos, y revestirnos del hombre nuevo de nuestro bautismo, para anunciar la Buena Noticia, proclamando que eres el único Dios verdadero, que guía la historia. Amén.



UNDÉCIMA ESTACIÓN: Jesús es clavado en la cruz
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Lectura:

Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos». (Jn 19, 16a.19)

Reflexión:
He aquí el Mesías esperado, colgado en el madero de la cruz entre dos malhechores. Las manos que han bendecido a la humanidad están traspasadas. Los pies que han pisado nuestra tierra para anunciar la Buena Noticia cuelgan entre el cielo y la tierra. Los ojos llenos de amor que, con una mirada, han sanado a los enfermos y perdonado nuestros pecados ahora sólo miran al cielo. Cada vez que el abismo del pecado nos amenaza encontramos en tus llagas la salud y el perdón.

Oración:
Señor Jesús, tú has sido crucificado por nuestras culpas. Tú suplicas al Padre e intercedes por la humanidad. Cada golpe del martillo resuena como un latido de tu corazón inmolado. Oh Jesús, te pedimos por todos los jóvenes que están oprimidos por la desesperación, por los jóvenes víctimas de la droga y tantas perversiones. Líbralos de su esclavitud. Que levanten los ojos y acojan el Amor. Que descubran la felicidad en ti, y sálvalos tú, Salvador nuestro. Amén.



DUODÉCIMA ESTACIÓN: Jesús muere en la cruz
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Lectura:

Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». Y, dicho esto, expiró. (Lc 23,46).

Reflexión:
Desde lo alto de la cruz, un grito: grito de abandono en el momento de la muerte, grito de confianza en medio del sufrimiento, grito del alumbramiento de una vida nueva. También nosotros afrontamos hoy los desafíos de este mundo: sentimos que las olas de las preocupaciones nos sumergen y hacen vacilar nuestra confianza. En las tinieblas de nuestras noches, nosotros te contemplamos. Enséñanos a dirigirnos al Padre celestial. Danos Señor la fuerza de saber en nuestro interior que ninguna muerte nos vencerá, hasta que reposemos entre tus manos que nos han formado y nos acompañan.

Oración:
Oramos para que todos aquellos que promueven el aborto tomen conciencia de que el amor sólo puede ser fuente de vida. También por los defensores de la eutanasia y por aquellos que promueven técnicas y procedimientos que ponen en peligro la vida humana. Abre sus corazones, para que te conozcan en la verdad, para que se comprometan en la edificación de la civilización de la vida y del amor. Amén.


DECIMOTERCERA ESTACIÓN: Jesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre.
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Lectura:
Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». (Jn 19,26-27a).

Reflexión:
Señor Jesús, aquellos que te aman permanecen junto a ti y conservan la fe. Su fe no decae en la hora de la agonía y de la muerte, cuando el mundo cree que el mal triunfa y que la voz de la verdad y del amor, de la justicia y de la paz calla. Parece como si nada pudiera suprimir el mal, el terrorismo, el homicidio y el odio. María permanece firme junto a la cruz. Ante la cruz sobre la que tu hijo extendió sus manos inmaculadas por nuestra salvación, oh Virgen, nos postramos en este día.

Oración:
Oremos por las víctimas de las guerras y la violencia que devastan en nuestro tiempo varios países de Oriente Medio, así como otras partes del mundo. Oremos para que los refugiados y los emigrantes forzosos puedan volver lo antes posible a sus casas y sus tierras. Haz, Señor, que la sangre de las víctimas inocentes sea semilla de un nuevo Oriente más fraterno, pacífico y justo, y que este Oriente recupere el esplendor de su vocación de ser cuna de la civilización y de los valores espirituales y humanos. Estrella de Oriente, indícanos la venida del Alba. Amén.


DECIMOCUARTA ESTACIÓN: Jesús es colocado en el sepulcro
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Lectura:

Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. (Jn 19,39-40).

Reflexión:
Nicodemo recibe el cuerpo de Cristo, se hace cargo de él y lo pone en el sepulcro, en un jardín que recuerda el de la creación. Jesús se deja enterrar como se dejó crucificar, con el mismo abandono, completamente entregado en las manos de los hombres y perfectamente unido a ellos incluso la muerte. Aceptar las dificultades, los sucesos dolorosos, la muerte, exige una esperanza firme, una fe viva. La piedra puesta a la entrada de la tumba será removida y una nueva vida surgirá.

Oración:
Señor Jesús, nos ha dado la vida en abundancia, no podemos conformarnos ya con una vida carente de belleza y significado. Hemos recibido la libertad de los hijos de Dios para no volver a la esclavitud. Haz de nosotros hijos de la luz no quedemos presos de las tinieblas. Te pedimos hoy por todos los que buscan el sentido de la vida y por los que han perdido la esperanza, para que crean en tu victoria sobre el pecado y la muerte. Amén.


III ORACIONES DEL VIA LUCIS 
EN ESTA PANDEMIA


Introducción

En conexión con el Vía Crucis a partir de la renovación litúrgica del Concilio Vaticano II se ha empezado a celebrar el Vía Lucis durante el tiempo pascual. Ambas oraciones tan extendidas entre la piedad popular nos pueden ayudar en este tiempo de pandemia.
Meditar las estaciones-apariciones de Cristo resucitado nos introducen al misterio de nuestra fe. El Vía Lucis es camino de la luz, es decir, de los misterios gloriosos del Señor. Este Vía Lucis lo he querido hacer recogiendo distintas reflexiones que han salido en este tiempo de pandemia.

ESQUEMA DE LAS ESTACIONES DEL VIA LUCIS:

III,1 ¡CRISTO VIVE!: ¡HA RESUCITADO!
III,2 EL ENCUENTRO CON MARÍA MAGDALENA.
III,3 JESÚS SE APARECE A LAS MUJERES
III,4 LOS SOLDADOS CUSTODIAN EL SEPULCRO DE CRISTO
III,5 PEDRO Y JUAN CONTEMPLAN EL SEPULCRO VACÍO
III,6 APARICION DE JESÚS EN EL CENÁCULO
III,7 APARICION DE JESUS EN EL CAMINO DE EMAÚS
III,8 JESÚS DA A LOS APÓSTOLES EL PODER DE PERDONAR
III,9 JESÚS FORTALECE LA FE DE TOMÁS.
III,10 APARICION DE JESÚS EN EL LAGO DE GALILEA
III,11 JESÚS CONFIRMA A PEDRO EN EL AMOR
III,12 JESÚS ENCARGA SU MISIÓN A LOS APÓSTOLES
III,13 JESÚS ASCIENDE AL CIELO
III,14 LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO EN PENTECOSTÉS



PRIMERA ESTACIÓN.
¡CRISTO VIVE!: ¡HA RESUCITADO!


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Lectura:

El ángel dijo a las mujeres: ustedes no teman, yo se que buscan a Jesús crucificado. No está aquí. Ha resucitado. (Mt 28, 5-6a).

Reflexión:

El coronavirus está colapsando todo el sistema y nos descubre nuestra vulnerabilidad, nos pone delante de un espejo. No estamos observando la pandemia como corresponde. La revolución científico tecnológica no soluciona los problemas (Eudal Carbone, antropólogo)


SEGUNDA ESTACIÓN.
EL ENCUENTRO CON MARÍA MAGDALENA.


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Lectura:

María estaba llorando junto al sepulcro, retrocedió y vio a Jesús pero no le reconoció. Jesús le dijo: Mujer ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas? (Jn 20, 11-15a).

Reflexión:


Oración:

Madre tu fuiste la primera en no dudar de la Resurrección de tu Hijo. Junto a ti las mujeres que acompañaron a Jesús fueron también testigos de su presencia viva. Ayúdanos en estos momentos de desolación que vivimos podamos fortalecer la fe de los hermanos. Cuántas personas hemos visto al final de la jornada salir a los balcones con aplausos a alentar a los que se han dejado la piel por servir y ayudar a los más enfermos. Nosotros te queremos pedir que, como María Magdalena, seamos también hoy testigos de la Resurrección de Jesucristo.

TERCERA ESTACIÓN.
JESÚS SE APARECE A LAS MUJERES


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Lectura:

Jesús salió al encuentro de las mujeres y les dijo: Paz a ustedes. Estas se cercaron, se abrazaron a sus pies y lo adoraron. Jesús les dijo: No teman vayan a anunciarlo a mis hermanos.  (Mt 28, 9-10a).

Reflexión:

La pandemia está originando un gran cataclismo comparable con el de 1929. Los análisis económicos hablan de un auténtico colapso. A la caída de las bolsas y del petróleo se le suman múltiples factores. Tardaremos en recuperar el equilibrio. Nos aventuramos a una gran recesión. Se precisa aplanar no solo la curva de contagios sino la curva de la recesión. (Juan Ignacio Crespo, analista económico)

CUARTA ESTACIÓN.
LOS SOLDADOS CUSTODIAN EL SEPULCRO DE CRISTO


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Lectura:

Las autoridades judías dijeron a los guardias: digan que mientras dormían vinieron de noche los discípulos y se robaron el cuerpo de Jesús… Esta mentira corrió y dura hasta hoy. (Mt 28, 12-15).

Reflexión:

Las autoridades y los gobiernos no se ponen de acuerdo y están perdiendo credibilidad. Sus medidas de liquidar las acciones pone a los trabajadores, obreros, pequeños y grandes empresarios en verdadero un shock. La tormenta que vivimos no solo hace tambalear los bienes tangibles sino a las personas que sufren un verdadero shock psicológico y emocional. (Olga Canto, profesora de economía)


QUINTA ESTACIÓN.
PEDRO Y JUAN CONTEMPLAN EL SEPULCRO VACÍO


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Lectura:

Pedro y Juan partieron al sepulcro. Juan llegó el primero, se agachó y vio los lienzos en el suelo pero no entró. Después llegó Pedro. Entró a la sepultura y vio los lienzos en el suelo. Juan después entró, vio y creyó. (Jn 20, 3-9a).

Reflexión:

El tejido empresarial está calado de muchas pequeñas empresas que no tienen margen de soportar. Estamos en una carrera suicida. Hay un riesgo de que estas microempresas desaparezcan. Las políticas que se toman están llevando a cuestionar el mercado libre de empresas. Hasta ahora hemos de mirado solo la productividad se precisa una nueva cultura de honestidad y lealtad. (Antón Costas, expresidente de Asociación de trabajadores)

Oración:

Señor Jesús, tanto tiempo encerrados en nuestros intereses hemos desatendido tu voz en los más pobres, débiles y excluidos. También nosotros como Pedro y Juan, necesitamos salir de nuestras cuevas y confinamientos para salir al encuentro de Ti en los más pobres y desasistidos. No caben excusas ni demoras y querer dejarlo para después. Te pedimos ese impulso interior para responder con prontitud a tus llamadas. Que sepamos descubrir tu rostro en los más débiles para que corramos con esperanza a tu encuentro.

SEXTA ESTACIÓN.
APARICION DE JESÚS EN EL CENÁCULO

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Lectura:

Mientras estaban en el cenáculo, Jesús se presento en medio de ellos y les dijo: Paz a ustedes. Ellos estaban atónitos y asustados. Pero Jesús les dijo: Porqué se asustan? Miren mis manos y mis pies, soy yo. (Lc 24, 36-39a).

Reflexión:

La pandemia nos ha coartado la libertad y vivimos enclaustrados en soledad. Estamos viviendo una situación paradójica. A pesar del aislamiento estamos descubriendo la necesidad del otro y las cosas que considerábamos inútiles, que no producen ganancia, son también importantes para cultivar nuestra humanidad. (Nuccio Ordine, Pr. De la Universidad de Calabria)


SÉPTIMA ESTACIÓN.
APARICION DE JESUS EN EL CAMINO DE EMAÚS


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Lectura:

Dos discípulos iban de camino a un pueblecito llamado Emaús conversando de todo lo que había pasado. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se les acercó y se puso a caminar a su lado. (Lc 24, 13-15a)

Reflexión:


Oración:

Señor Jesús, después de esta pandemia podemos salir incrédulos o creyentes. No dejes que nos quedemos sumidos en el dolor, el miedo, la tristeza. ¡Es fácil quedamos desengañados y tristes!¡Es fácil quedamos hartos, de vuelta de todo y de todos! Ayúdanos a descubrirte en medio de todo. Que siempre confiemos en Ti, Señor, Impúlsanos y fortalécenos para vivir con un deseo ardiente de encontrarte y servirte en los hermanos.

OCTAVA ESTACIÓN.
JESÚS DA A LOS APÓSTOLES EL PODER DE PERDONAR.


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Lectura:

Jesús se presentó ante sus discípulos y les dijo: como el Padre me envió así yo los envío a ustedes. Dicho esto sopló sobre ellos y dijo: Reciban el Espíritu santo, a quienes perdonen los pecados les serán perdonados. (Jn 20, 19-23).

Reflexión:

La crisis de la pandemia nos está sacando de nuestras vanalidades y haciendo despertar a otros valores, hacia una vida con más significado, hacia la dimensión trascendente. Más allá de cultura postmoderna occidental necesitamos una nueva cultura que de sentido y significado a lo que hacemos y vivimos. (Peter Berger, sociólogo)

Oración:

Señor Jesús, llevados por la prepotencia hemos estado creando un mundo donde te echamos a un lado. Cuando nos alejemos de Ti por el pecado, es fácil caer en la apatía y el sin sentido. Más allá de la crisis sanitaria y económica está la crisis de fe y de sentido. Ayúdanos en este momento a avivar la fe para descubrirte vivo, presente, resucitado. Danos sentir la alegría profunda de tu misericordia y tu perdón que nos renueva la mirada y la esperanza para reemprender con fuerza la lucha y no dejarnos sucumbir por el enemigo.


NOVENA ESTACIÓN.
JESÚS FORTALECE LA FE DE TOMÁS.


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Lectura:

Jesús dijo a Tomás: Ven acá, mira mis manos; extiende tu mano y palpa mi costado y en adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe.
(Jn 20, 26-29)

Reflexión:

La crisis de la pandemia que nos hace fusionar la vida digital con la vida misma afecta a nuestros comportamientos. Nuestro comportamiento está influenciado por las redes y afectando nuestro modo de vivir. Vivir no es sólo generar datos y pasar información. Solo saldremos de esta crisis si salimos de nuestro individualismo y todos colaboramos en vivir más unidos y socializados. (José María Alvarez Cañete, informático en redes y telecomunicaciones)

Oración:

Vivir no es sobrevivir no es aguantar no es luchar por tener y acumular sólo bienes materiales. Esta pandemia nos ha dejado expuestos, al desnudo prácticamente sin recursos y sin nada. A la vez nos ha hecho conscientes de que la vida es algo más. Es mucho más. Estamos vivos cuando creemos, amamos, confiamos. Señor Jesús, auméntanos la fe, la esperanza y el amor. Danos una fe fuerte y firme, llena de confianza. Te pedimos la humildad de creer sin ver, de esperar contra toda esperanza y de amar sin medida, con un corazón grande.





DÉCIMA ESTACIÓN.
APARICION DE JESÚS EN EL LAGO DE GALILEA

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Lectura:

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Jesús les dice: "Muchachos, ¿tenéis pescado?". Ellos contestaron: "No". Él les dice: "Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis". La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: "Es el Señor". (Jn 21, 1-6)

Reflexión:

La realidad de la pandemia nos lleva a un ámbito internacional y mundial. Más allá de los intereses individuales pide replantearnos el derecho internacional. La lucha por la hegemonía del poder y el control de los poderosos se está rompiendo. El modo de liderazgo está en crisis. La crisis ha de llevarnos a una conciencia de comunidad global y a una política común, a revalorizar lo común más que lo individual. El interés y bien común debe anteponerse a los interese particulares. (Daniel, profesional)

Oración:

Qué fácil hundirse cuando uno camina solo. Nos hemos sentidos zarandeados en esta tormenta hasta el punto de sucumbir. Tu Señor has escuchado nuestro clamor y nuestro grito. No nos has dejado solos y abandonados. Gracias por estar subidos en la barca de tu Iglesia, por no dejarnos solos. A pesar de ser santa y pecadora tú estás presente en ella. Que este tiempo nos lleve a renovar nuestros lazos a aprender a apoyarnos no sólo en nosotros mismos y en nuestra actividad, sino sobre todo en Ti. Que nunca te perdamos de vista, y podamos reconocerte vivo, presente, actuante en los acontecimientos de nuestra historia.



UNDÉCIMA ESTACIÓN.
JESÚS CONFIRMA A PEDRO EN EL AMOR


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Lectura:

Después de comer Jesús dijo a Pedro: Simón, hijo de Juan me amas más que estos. Este contestó: si Señor tú sabes que te quiero. Jesús dijo: Apacienta mis corderos. (Jn 21, 15).

Reflexión:

La pandemia está cuestionando la jerarquía de valores con los que vivimos. Somos llamado a un cambio de conducta. Hemos vivido muy distraídos en cosas banales y momentáneas y muy poco atentos a lo que nos afecta a toda la humanidad. Más allá del miedo individual la pandemia nos empuja a ampliar la mirada con un sentido de solidaridad que no puede quedarse en recuerdo sino movernos a la cooperación. (Victoria, profesional)

Oración:

Señor el verdadero amor no se queda en palabras sino que debe de movernos a gestos a actos concretos. Durante esta pandemia ha salido todo lo malo y todo lo bueno que anida en los corazones. Muchos son los que han descubierto y sorprendido de todo el bien que podían hacer. Gracias Señor por tantos testimonios de tantas vidas que han sido lumbrera en la oscuridad. Danos siempre la actitud de volver a Ti respondiendo al amor con el que hemos sido amados. Ayúdanos a vencer el mal con el bien y creer que tu amor lo puede todo.



DUODÉCIMA ESTACIÓN.
JESÚS ENCARGA SU MISIÓN A LOS APÓSTOLES


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Lectura:

Los discípulos vieron a Jesús y se postraron. Entonces Jesús acercándose les dijo: Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. (Mt 28, 16-20)

Reflexión:

Seremos llamados la nueva generación de los hijos del Crack. Después la segunda guerra mundial, la primera generación del Crack se dividieron en partidarios de Hitler o Rousvel. Tras esta crisis ¿con qué nos vamos a encontrar? Todo depende de como orientemos nuestra libertad y voluntad humana. Hemos de aprender a conjugar los verbos no en globalidad abstracta diciendo se puede, sino nosotros unidos saldremos adelante. (José María, profesional)

DÉCIMOTERCERA ESTACIÓN
JESÚS ASCIENDE AL CIELO


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Lectura:

Jesús en presencia de sus discípulos fue levantado y una nube lo cubrió. (Hechos 1, 9-11)

Reflexión:

Vivimos momentos de angustia y pesadumbre porque no sabemos cuándo y cómo terminara esto. Hemos descubierto nuestra vulnerabilidad y hemos sido tocados por la muerte. Necesitamos un duelo por la pérdida. Podemos experimentar la precariedad y vulnerabilidad que puede ser extrema pero podemos salir fortalecidos. En los más grades impactos han resurgido las más creativas fuerzas renovadoras. (José Ramón Urbieta, psicólogo)

Oración:

Solo tu Señor de la Vida has sabido transformar las situaciones más dolorosas de nuestra historia de muerte en vida. Ayúdanos a levantar la mirada y ver más allá de nuestras percepciones. Tu ascensión al cielo nos anuncia la gloria futura que has destinado para los que te aman. Haz, Señor, que la esperanza del cielo nos ayude a trabajar sin descanso aquí en la tierra. Que no bajemos nunca los brazos ni permanezcamos con los brazos cruzados, sino que hagamos de nuestra vida una siembra continua de tu Reino.



DÉCIMOCUARTA ESTACIÓN
LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO EN PENTECOSTÉS


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Lectura:

Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De pronto vino del cielo un ruido, como el de una ráfaga de viento, que llenó toda la casa. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que fueron posándose sobre cada uno de ellos, y quedaron llenos del Espíritu Santo. (Hechos 2, 1-4a)

Reflexión:

Decía Bocaccio en el Decamerón que lo peligroso es tener miedo al miedo. No podemos quedar atrapados en el miedo. De esta saldremos. Pero no podemos salir como si no hubiera pasado nada, salir igual que como hemos entrado. Hemos de salir del miedo y creer que volveremos a abrazarnos. (María, profesora de literatura)

Oración

Espíritu Santo, Dador de vida penétranos, renuévanos para que, transformados por tu fuerza de tu amor, te pongamos en la entraña de nuestro mundo, de nuestra historia, de nuestro ser y de nuestro obrar. Tu que recreas la faz de la Tierra ven a nosotros, transforma nuestros miedos en fuerza creativa para que movidos por tu amor todo lo hagamos bajo tu impulso.






ORACIÓN FINAL


Señor y Dios nuestro,
fuente de vida, de paz, de alegría y de esperanza,
hemos querido acompañar a tu Hijo contemplando su Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión hasta la venida del Espíritu Santo;
haz que la contemplación de estos misterios nos llene de tu gracia y nos renueve y nos capacite para dar testimonio de Jesucristo
en medio de nuestro mundo.

Te pedimos por tu Santa Iglesia: para que sea hoy instrumento de salvación para todos los hombres de este mundo enfermo y herido, para que sea fiel reflejo del amor de tu Hijo especialmente con los más vulnerables y desasistidos, que siguiendo las huellas de Cristo y lena del Espíritu Santo, manifieste al mundo los tesoros de tu amor,
y haga partícipes a todos los hombres de la resurrección eterna.


Todo esto te lo pedimos Por Jesucristo nuestro Señor.



VI POSTRADOS ANTE
EL CRISTO CRUCIFICADO DE HOY

Introducción
Para completar estas oraciones en este tiempo de cuarentena ya en la antesala de la celebración de la Semana Santa no quisiera acabar sin la necesidad de ponernos de rodillas ante la Cruz del Señor. Estas oraciones responden al llamamiento del Papa en estos días a tomar conciencia de una fraternidad global universal con todos los hombres. La pandemia originada por el coronavirus lejos de aislarnos en nuestros confinamientos por miedo al contagio nos ha abierto los ojos y hecho tomar conciencia de una comunidad global. Las oraciones del Papa unidos a toda la Iglesia y al mundo entero son una llamada a la solidaridad y fraternidad con todos especialmente con los que más sufren rompiendo las barreras que nos separan. En El Cristo Crucificado de hoy que se ha hecho solidario de nuestro sufrimiento y pecado. En él estamos todos. El nos asume, nos abraza, nos salva. El es nuestra salvación. En él está nuestra esperanza.
I MEMORANDUM

El Papa Francisco después de la oración bendición y adoración urbi et orbi  del viernes 27 el domingo 30 de marzo apoyó la propuesta de António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, de una llamada al “alto al fuego global e inmediato en todos los rincones del mundo”, realizada ya el 24 de marzo.
El Papa hizo el llamamiento después de rezar el Ángelus el pasado domingo, desde la biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano. Para ello, pidió una fraternidad global y renunciar a las guerras para resolver conflictos a través del diálogo y una búsqueda constructiva de la paz.
ANTE LA CRUZ ACTUAL

 1     La conciencia de una fraternidad global
El Papa Francisco llamo a tomar conciencia de una “fraternidad global” y renunciar a las guerras para resolver conflictos a través del diálogo y una búsqueda constructiva de la paz. Hizo hincapié en la importancia de reconocer una “fraternidad humana” y de no resolver más los conflictos mediante la guerra: “Que nuestro compromiso conjunto contra la pandemia pueda llevar a todos a reconocer nuestra necesidad de fortalecer los lazos fraternales como miembros de una única familia humana. En particular, suscite en los responsables de las Naciones y otras partes implicadas un renovado compromiso para superar las rivalidades”. 
2     Corredores humanitarios
El Papa Francisco también abogó por corredores humanitarios: “Me uno a cuantos han aceptado este llamamiento e invito a todos que le den seguimiento deteniendo toda forma de hostilidades bélicas, fomentando la creación de corredores para la ayuda humanitaria, la apertura a la diplomacia, la atención a quienes se encuentran en situaciones de más grande vulnerabilidad”.
              3     Alto el fuego y poner fin a las guerras
Apoyando la propuesta del secretario general de las Naciones Unidas ha lanzado un llamamiento para “un alto al fuego global e inmediato en todo el mundo”, recordando la emergencia actual de la COVID-19, que no conoce fronteras. “Se precisa poner fin a la enfermedad de la guerra y combatir la enfermedad que está asolando nuestro mundo, la pandemia del coronavirus. Nuestra llamada al alto el fuego comienza con el final de la lucha en todas partes. Esto es lo que necesita nuestra familia humana, ahora más que nunca”. 
                    4 Hacinamiento en las cárceles
En esta situación de emergencia, el Santo Padre manifestó también su preocupación por la tensión que se vive en los centros penitenciarios de todo el mundo, teniendo en cuenta los problemas ya ocurridos algunos de ellos: motines o violencia han causado incluso la muerte de algunas personas internas, como en Brasil o en Colombia. El Papa Francisco hizo un llamamiento a las autoridades competentes para hacer frente al problema de la superpoblación en las cárceles y a tomar medidas necesarias.

                      5 Memorandum

El rezo del Ángelus terminó con estas palabras: En este momento mi pensamiento va de manera especial a todas las personas que sufren la vulnerabilidad de estar forzadas a vivir en grupos: asilos, residencias, hogares de ancianos, cuarteles, cárceles… He leído un memorandum oficial de la Comisión de Derechos Humanos que habla del problema del hacinamiento en las prisiones, que podría convertirse en una tragedia. Hago un llamamiento a las autoridades para que sean sensibles a este grave problema y tomen las medidas necesarias para evitar futuras tragedias.

                        


VI ORACION ANTE CRISTO CRUCIFICADO

Al concluir el Vía Crucis de 2016 que presidió el Viernes Santo alrededor del Coliseo Romano acompañado de miles de fieles, el Papa Francisco rezó una oración que escribió especialmente para esta ocasión titulada:

“Oh Cruz de Cristo”



Oh Cruz de Cristo, símbolo del amor divino y de la injusticia humana, icono del supremo sacrificio por amor y del extremo egoísmo por necedad, instrumento de muerte y vía de resurrección, signo de la obediencia y emblema de la traición, patíbulo de la persecución y estandarte de la victoria.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo alzada en nuestras hermanas y hermanos asesinados, quemados vivos, degollados y decapitados por las bárbaras espadas y el silencio infame.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los rostros de los niños, de las mujeres y de las personas extenuadas y amedrentadas que huyen de las guerras y de la violencia, y que con frecuencia sólo encuentran la muerte y a tantos Pilatos que se lavan las manos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los doctores de la letra y no del espíritu, de la muerte y no de la vida, que en vez de enseñar la misericordia y la vida, amenazan con el castigo y la muerte y condenan al justo.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ministros infieles que, en vez de despojarse de sus propias ambiciones, despojan incluso a los inocentes de su propia dignidad.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los corazones endurecidos de los que juzgan cómodamente a los demás, corazones dispuestos a condenarlos incluso a la lapidación, sin fijarse nunca en sus propios pecados y culpas.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los fundamentalismos y en el terrorismo de los seguidores de cierta religión que profanan el nombre de Dios y lo utilizan para justificar su inaudita violencia.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los que quieren quitarte de los lugares públicos y excluirte de la vida pública, en el nombre de un cierto paganismo laicista o incluso en el nombre de la igualdad que tú mismo nos has enseñado.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los poderosos y en los vendedores de armas que alimentan los hornos de la guerra con la sangre inocente de los hermanos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los traidores que por treinta denarios entregan a la muerte a cualquier persona.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ladrones y en los corruptos que en vez de salvaguardar el bien común y la ética se venden en el miserable mercado de la inmoralidad.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los necios que construyen depósitos para conservar tesoros que perecen, dejando que Lázaro muera de hambre a sus puertas.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los destructores de nuestra «casa común» que con egoísmo arruinan el futuro de las generaciones futuras.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ancianos abandonados por sus propios familiares, en los discapacitados, en los niños desnutridos y descartados por nuestra sociedad egoísta e hipócrita.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en nuestro mediterráneo y en el Mar Egeo convertidos en un insaciable cementerio, imagen de nuestra conciencia insensible y anestesiada.
Oh Cruz de Cristo, imagen del amor sin límite y vía de la Resurrección, aún hoy te seguimos viendo en las personas buenas y justas que hacen el bien sin buscar el aplauso o la admiración de los demás.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ministros fieles y humildes que alumbran la oscuridad de nuestra vida, como candelas que se consumen gratuitamente para iluminar la vida de los últimos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en el rostro de las religiosas y consagrados –los buenos samaritanos– que lo dejan todo para vendar, en el silencio evangélico, las llagas de la pobreza y de la injusticia.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los misericordiosos que encuentran en la misericordia la expresión más alta de la justicia y de la fe.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en las personas sencillas que viven con gozo su fe en las cosas ordinarias y en el fiel cumplimiento de los mandamientos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los arrepentidos que, desde la profundidad de la miseria de sus pecados, saben gritar: Señor acuérdate de mí cuando estés en tu reino.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los beatos y en los santos que saben atravesar la oscuridad de la noche de la fe sin perder la confianza en ti y sin pretender entender tu silencio misterioso.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en las familias que viven con fidelidad y fecundidad su vocación matrimonial.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los voluntarios que socorren generosamente a los necesitados y maltratados.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los perseguidos por su fe que con su sufrimiento siguen dando testimonio auténtico de Jesús y del Evangelio.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los soñadores que viven con un corazón de niños y trabajan cada día para hacer que el mundo sea un lugar mejor, más humano y más justo.
En ti, Cruz Santa, vemos a Dios que ama hasta el extremo, y vemos el odio que domina y ciega el corazón y la mente de los que prefieren las tinieblas a la luz.
Oh Cruz de Cristo, Arca de Noé que salvó a la humanidad del diluvio del pecado, líbranos del mal y del maligno. Oh Trono de David y sello de la Alianza divina y eterna, despiértanos de las seducciones de la vanidad. Oh grito de amor, suscita en nosotros el deseo de Dios, del bien y de la luz.
Oh Cruz de Cristo, enséñanos que el alba del sol es más fuerte que la oscuridad de la noche. Oh Cruz de Cristo, enséñanos que la aparente victoria del mal se desvanece ante la tumba vacía y frente a la certeza de la Resurrección y del amor de Dios, que nada lo podrá derrotar u oscurecer o debilitar. Amén.


VII ORACION A MARIA POR EL CORONAVIRUS

                                
Oh María,
Tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y esperanza. Nosotros nos encomendamos a Ti, salud de los enfermos, que ante la Cruz fuiste asociada al dolor de Jesús manteniendo firme tu fe.
Tú, Salvación del Pueblo Romano, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que proveerás para que, como en Caná de Galilea, pueda regresar la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos. Y ha tomado sobre sí nuestros dolores para llevarnos, a través de la Cruz, al gozo de la Resurrección. Amén.
Bajo tu protección, buscamos refugio, Santa Madre de Dios. No desprecies las súplicas de los que estamos en la prueba y líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!


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